Dejalo Crecer
Por Valeria Gigena
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En este libro nos introducimos en el maravilloso mundo de los niños, conociendo cómo van adquiriendo las habilidades para poder hablar, entender, hacerse amigos o aprender matemática.
Logros que a algunos niños les llevan dos, tres, cuatro o cinco años a otros les resultan sumamente complejos. Poder conocer los laberintos de procesos que tiene que ir sorteando un chico antes de llegar a adueñarse de ciertas habilidades nos permitirá como adultos saber cómo favorecer oportunidades para allanar el camino, como así también comprender el porqué de algunas conductas o situaciones habituales y acercarlos a conocimientos que impacten en su autonomía.
A partir de relatos, la autora analiza e integra "lo que hay por detrás" de dichos comportamientos, hace un recorrido por los procesos que deberá seguir haciendo el niño para la construcción de tales adquisiciones, intentando simplificarlos de una manera didáctica, pero apoyada en fundamentos científicos y actuales.
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Dejalo Crecer - Valeria Gigena
LOS APRENDIZAJES EN EL PRIMER AÑO DE VIDA
icente llega a la casa de sus abuelos con una sonrisa de oreja a oreja.
Camina por todos lados con su pañal inflado, mien- tras el abuelo le pide un beso, y él lo esquiva. Va dere-
cho al patio diciendo Wow..., wow
.
Mira hacia todos lados con cara de desorientado y vuelve a salir al patio: Wow
. Se da vuelta buscándonos a nosotros, y nos vuelve a decir: Wow..., wow
, mirando otra vez hacia el patio.
Vicente tiene 1 año. Desde muy chiquito lo parábamos frente al vidrio a ver el perro que saltaba y ladraba. Ese día, cuando llegó, el perro estaba atado muy lejos, y por supuesto no res- pondía a sus llamados.
Esta anécdota tan trivial de un chico típico
pasa muy des- apercibida; de hecho, fue un día más en la vida de Vicente y sus papás.
Pero..., si analizamos todos los procesos que debió hacer Vi- cente para comentarnos que el perro no estaba
, advertimos que realizó lo siguiente: pensar, asociar, producir...
Entonces es cuando nos maravillamos y podemos empezar a comprender algunos de los hitos del neurodesarrollo, que le permiten a un niño o niña de un año saber todo lo que sabe Vicente.
Es muy difícil organizar todas las ideas para poderlas trans- mitir por escrito, ya que son muchas y en paralelo. Pero, de for- ma didáctica, vamos a separarlas de manera temporal, aunque arbitraria.
Cuando Vicente llega a la casa de su abuelo, lo esquiva y va directamente al patio diciendo Wow, wow
: sabe que hay un perro.
Por un lado, aquí podemos identificar procesos de evoca- ción de las experiencias vividas con el perro, como también de asociación: Él sabe que en la casa del abuelo hay un perro.
O sea que, además de la experiencia con el perro –evento que se almacena en la memoria episódica (a) y que, además, se alma- cena en relación con lo afectivo (b)–, él lo asocia con una locación y ciertos agentes (casa del abuelo): conceptos más almacena- miento en memoria episódica (a) y asociación en pensamiento (c).
Por detrás de estos comportamientos..., también hay un con- cepto o una idea, pero que excede a la simple palabra; todo lo que Vicente sabe del perro está guardado en su ideario o con- ceptualización, que incluye todo lo anteriormente descripto (a
+ b + c), y constituye así lo que es la simbolización (d).
Cuando pone cara de sorprendido, vuelve a salir y repi- te Wow
, mantiene en su cabeza la idea del perro que no está y, además lo comparte, como mensaje, a los que están alrededor, buscando una respuesta.
Acá deberíamos agregar varios otros procesos que Vicente tiene que conservar en su mente mientras busca una respuesta, y así mantenerse en esta memoria operativa (e) que le sirve pa- ra mantener un plan de acción que guarda como idea abstracta, mientras se repite en la cabeza y se lo imagina; mapas mentales (f).
Seguramente, todo esto parece muy abstracto, complicado, y se nos empiezan a mezclar términos mientras vamos leyendo.
Espero, de a poco, poder describirlos formalmente a lo lar- go del libro.
Lo que ya resulta posible es deducir que hay mucha infor- mación que un niño debe ir procesando y reelaborando para hacer algo; y, muchas veces, no notamos lo complejo que es esto.
La idea es poder acercarnos a la maravilla del neurodesa- rrollo, que es sumamente complejo, y abordarlo de la manera más simple posible para que podamos entenderlo.
Pero, sobre todo, que seamos capaces de comprender a ca- da uno de los niños, especialmente cuando no cumplen con alguna expectativa.
Cuando los niños/as van creciendo, descubriendo, haciendo co- sas nuevas..., los papás y las mamás solemos divertirnos, comen- tarles a los demás, mostrarles toooodo
lo que hace nuestro hijo o hija... Pero esto no pasa siempre con todos los chicos y chicas.
Muchos chicos/as no van logrando las adquisiciones al mis- mo ritmo que la mayoría. En algunas oportunidades, se están construyendo, y en otras, esto se debe a que tienen dificultades para hacer estos procesos en forma simultánea.
Espero que este libro nos permita a los padres, a los educa- dores y a los profesionales conocer de una manera un poco más simple todos los procesos que debe realizar un chico o chica pa- ra cumplir con una conducta cognitiva, lingüística o emocional.
Y, a partir de ahí, sepamos qué es posible hacer, cambiar o dejar de hacer; esperar o dejar de esperar; y favorecer o pro- piciar del ambiente o de nuestra relación, en la medida de lo posible, para que darles oportunidades a los niños y las niñas de que descubran todo lo que tienen que descubrir y aprender.
Venimos de generaciones que nos han hecho creer que, con someter a los niños a experiencias, ya era suficiente. De hecho, aún hoy, muchas veces escuchamos frases como:
~ "Me dijo el pediatra que lo lleve al jardín para que deje de pegar y sociabilice".
~ "Consulté y me dijeron que espere, que ya va a hablar".
~ "Lo sentamos en la sillita, aunque llore, porque el año que viene va a ir a salita de cinco".
~ "Ya va a hacer el clic".
A lo largo del libro, terminaremos por darnos cuenta de que el logro de cada una de las conductas que muchas veces espe- ramos del niño o la niña es consecuencia de múltiples procesos que debieron llevarles tiempo.
Pero, sobre todo, que una vez que los haya llevado a cabo, impactan sobre comportamientos como de dejar de pegar, so- ciabilizar, hablar, mantenerse sentado, etc., además de sobre otras conductas.
EL NEURO- DESARROLLO DESDE EL
INICIO
uando un bebé está en el vientre materno, tiene muchísi- mas experiencias durante todo ese período gestacional.
Desde lo vestibular, el sistema que informa al cerebro la posición y le permite el equilibrio, puede estar sos-
tenido en el líquido amniótico y tener la sensación de flotar.
Desde lo propioceptivo, que es el sentido que permite al cere- bro concientizar la posición de nuestro cuerpo en el espacio, y la relación de los músculos, los movimientos, etc., experimentar la relación de cada centímetro de su piel con ese líquido y con otras partes de su cuerpo. Además, puede chuparse el dedo y obtener una sensación placentera, e ir paulatinamente ocupan- do más espacio y tocar algunas partes de su propio cuerpo o relacionarse con el útero.
Desde lo auditivo, siente los sonidos externos, pero también (aunque amortiguada) la voz de su madre; esto le llega no solo por vía auditiva sino también por vía propioceptiva, a modo de vibraciones.
Así es como, día a día, va teniendo experiencias, fundamen- talmente sensoriales y motrices.
Esas situaciones que va viviendo luego las compara en su memoria con otras experiencias
anteriores, y puede perci- birlas como placer o displacer –al igual que las emociones de la madre, que modifican ese medio interno–. Y, si bien no sabe
cómo se llaman ni si son agradables o desagradables, constitu- yen parte de los cimientos de lo que va asociando, simbolizando, conceptualizando, es decir, representando.
Las palabras del afuera, lo que dice su mamá, o lo que le ha- bla el papá –que claramente no entiende como mensajes lin- güísticos–, le van dando muchísima información que va a pa- sar a formar parte de su haber
en relación con lo siguiente.
~ Métrica, prosodia, acentuación, largo de las palabras, largo de las frases. Todo esto también lo va a asociando y comparando en su memoria; y, de alguna manera, va almacenando carac- terísticas acústicas que luego le van a ser de utilidad cuando nazca y salga al exterior. En efecto, así podrá compararlas con otros sonidos, ruidos, no palabras, o palabras en otro idioma (que son las menos escuchadas por la mayoría de los bebés, salvo en los casos de bilingüismo).
Como vemos, este bebito o bebita, que se halla plácidamen- te
en la panza de su mamá, está experimentando durante el cien por ciento del día, y comparando esas experiencias en su me- moria como nuevas o viejas.
Y, cuando son nuevas, se sorprende
y las recrea nueva- mente, hasta que hace los engramas motores (o huellas de mo- vimientos) que irá reproduciendo en la medida de sus posibi- lidades. Estos serán parte de algunos de los registros que va a necesitar posteriormente para hablar, rotar y, luego, sostenerse con el antebrazo, para posteriormente mover la cabeza, sentar- se, gatear, caminar, etcétera.
Esta sorpresa
frente a lo nuevo implica que tenga que orien- tar la atención
hacia ese estímulo y comparar en la memoria si es conocido o nuevo (lo cual requiere que lo haya mantenido en su bagaje
o "conocimiento"). O sea que, paulatinamente, va representándoselo.
Aún no nació, pero está experimentando muchísimo. Este bebito o esta bebita, dentro de la panza de su madre, se la pasa pen- sando, asociando, recordando, comparando, conceptualizando.
Todos estos procesos de sensaciones, percepciones, conduc- tas y respuestas las va a seguir poniendo en práctica; y, como podemos empezar a darnos cuenta, son una base importantí- sima del desarrollo intelectual.
En relación con las emociones, ya hemos hablado del pla- cer-displacer propio; pero, también, experimenta modificacio- nes en la homeostasis (medio interno), cuando la mamá cambia de humor, cuando está triste o bien derrochando felicidad. Es- ta información también debe compararla con sus experiencias pasadas, y asociar con lo que él o ella sintió en algún momento.
Lo que queda claro es que el trabajo
lo debe hacer el o la be- bé... No sirve de nada explicarle las emociones, los movimientos o las sensaciones.
Esto que nos parece obvio ahora en un niño intraútero
es aplicable a chicos o chicas más grandes también: les explicamos, les mostramos dibujos de las emociones, les hacemos repetir pala- bras, o cómo deberían haber resuelto algo, como si eso les re- sultara útil para sentir y experimentar, o para aplicarlo en una próxima oportunidad.
Veamos un ejemplo:
"Juancito..., ahora, como mamá está triste, vas a sentir al- go amargo el líquido amniótico... Acordate de que eso es feo y te molesta, y por eso te ponés tenso...".
¿Se imaginan si fuera así el modo en que conceptualizará o relacionará un bebé?
––––––––
Candelaria ha nacido ayer.
Su mamá la alza, ella se prende al pecho, y ambas se quedan embelesadas, contemplándose.
Enseguida entran los abuelos, los tíos, el hermanito y los pa- drinos, a saludar a la mamá que acaba de parir.
En ese cuarto del sanatorio, todos hablan, sacan fotos, filman y mandan el video por WhatsApp. Hay ruidos, movimiento, luces, puertas que se abren y se cierran, gente que entra y sale, perfumes mezclados con aroma de flores, la ventana totalmen- te abierta, que deja entrar un rayo de sol veraniego...
Candelaria duerme plácidamente.
Si Cande le prestara atención a toda esa información, sería muy hostil este ambiente nuevo, en donde los estímulos ya se presentan de manera directa (sin la amortiguación del líquido amniótico ni la barrera del útero para la luz, los sonidos, los movimientos, etc.).
Cada vez que su mamá la lleva al pecho, está a unos 16 a 18 centímetros de su rostro, de frente; y, con sus ojitos que aún no puede mantener abiertos, intenta fijar la mirada en ella. Cuan-
do su mamá le habla, deja de succionar unas milésimas de se- gundos, y luego vuelve a mamar.
En ese acto tan maravilloso, que muchas mamás hemos teni- do la oportunidad de experimentar, mientras nosotras disfru- tamos de esos cachetitos rosaditos, Cande, al igual que otro/ as bebés, está empezando a descubrir algunas sensaciones que son diferentes de las anteriormente experimentadas.
Con el transcurso del tiempo, estos bebés empezarán a ir haciendo cada vez más foco
en cada situación, y a dedicar el tiempo en estudiar a su mamá
, a lo que sale de su boca, a oler..., a tocar... Y volverá a comparar con lo que le pasó el día anterior, y antes, y antes..., y a analizar toda esta información.
Los movimientos de Cande durante estos primeros días o hasta un mes, son predominantemente erráticos y tienden a la flexión. Pueden aparecer algunos movimientos reflejos, que son esperables en esta etapa.
Los bebes típicos
nacen con la capacidad de orientar la atención a la voz humana y a los rostros.
Las conductas de preferencia hacia los ojos es tan precoz, que a los 12 días un niño tiene la capacidad de imitar la mímica del llanto; es una habilidad fundamental para el desarrollo social que se apren- de de las personas (ver Gariepy et al., 2014; Happe y Frith, 2014).
Esto no implica que ya entienda o pueda reconocer a su mamá, aunque sí recupera aspectos vividos intraútero
, como las caracte- rísticas de la voz de esta persona, la familiaridad, por haberla experi- mentado reiteradas veces. Y esto podría darle cierta seguridad, tran- quilidad o confianza, por ejemplo.
En su primer mes de vida, los y las bebés no distinguen aún las diferencias entre un rostro y otro, pero traen una carga genética que los prepara para orientarse atencionalmente a esta imagen de varios estímulos (Gestalt), que es el rostro humano.
De hecho, los y las bebés tienen una capacidad que los adul- tos hemos perdido: la de percibir todas las variables de todos los rostros (Goldstein, 1999).
Luego de muchos meses de comparar rostros, estarán capa- citado/as para distinguir las diferencias entre una y otra cara. Esto le irá permitiendo al niño o la niña incorporar aspectos relacionados con la socialización, pero también especializarse perceptivamente.
Mientras se produce la mielinización de la vía visual, se van recortando partes de las neuronas (los axones), y se produce un proceso de especialización que se llama poda sináptica
.
Esta poda sináptica es la que explica por qué nos parece que todos los japoneses y las japonesas son iguales. Esto suce- de porque no nos hemos especializado en las sutilezas de los rostros que tienen variables, como ojos alargados, narices más pequeñas, etc. ¡Y lo mismo les ocurre a los japoneses con no- sotros, los occidentales!
La arriba mencionada mielinización es un proceso que per- mite la formación de una vaina de mielina en los axones de las neuronas, para permitir el transporte de información de ma- nera dinámica. Este proceso comienza a los dos meses y se ex- tiende durante toda la vida).
Algo similar sucede con la voz hablada.
Candelaria orienta la atención inmediatamente a la voz humana.
Cuando su mamá habla, puede permanecer un poco más de tiempo sosteniendo atencionalmente, ya que además la voz de su mamá le resulta conocida (recordemos que le impacta emo- cionalmente).
A lo largo de los meses, va comparando estas característi- cas, como las siguientes.
~ Largo de las palabras. Por ejemplo, en español hay predo- minio de palabras de 2 y 3 sílabas, a diferencia de otros idiomas, que tienen por lo general 4 sílabas).
~ Combinación de sonidos (fonemas). En español, habitual- mente se combinan en consonante-vocal (CV); en cam- bio, en otras lenguas, hay 2, 3 y hasta 4 consonantes jun- tas (CCV).
Con respecto a los fonemas o sonidos del habla, es convenien- te tener presente que, en cada lengua, hay un predominio de ciertos sonidos.
Aunque el o la bebé nace con la capacidad de discriminar los sonidos de todas las lenguas, va procesando, en su vida cotidiana, solo los de aquella que se habla en su entorno am- biental.
Hacia los 2 años, hace también una poda sináptica
, y se especializa en discriminar las sutilezas de estos fonemas (por ejemplo, el sonido de la v y la f son distintos, y el de la m y la b también, entre sí.
Ahora bien, Cande, a los poquitos días de nacer, además de dormir, hacerse encima
y llorar cada vez que tiene hambre, paulatinamente va focalizando más con su mirada, sigue el mo- vimiento de lo que cae en su campo visual
y, especialmente, del rostro de su madre, a una distancia de aproximadamente 16 a 20 centímetros.
Cuando ya ha cumplido un mes, la madrina de Cande la sos- tiene en brazos, la mira con una sonrisa plena, y le habla pau- sadamente con mucho afecto. Mientras lo hace, Cande mueve sus labios, acompañando los mismos gestos: está estudiando cada movimiento, cada sonido, cada gesto que hace su tía.
Esto implica que Cande analiza, procesa, asocia y programa actos motores voluntarios.
Esta bebé, ahora, puede permanecer sosteniéndole la mira- da, la atención, y comparte el placer de esa relación con su tía, aunque no sepa que es su madrina.
Entre los 2 y los 4 meses, el bebé mira prioritariamente a los ojos; y, hasta los 24 meses, está comprobado que mira más veces a los ojos que a la boca o al cuerpo; esto es crucial para el conocimiento del mundo social, especialmente el enganche afectivo (ver Emery et al., 2000).
Cande tampoco entiende ninguna de las palabras que dice su tía, pero las características del habla llamadas supraseg- mentales
, es decir, la entonación o prosodia, la métrica o el ritmo, le resultan familiares.
Mientras comparte afecto con su futura madrina, también la estudia, no solo desde lo visual, sus gestos, la relación de su rostro con la prosodia, y compara con lo que las vincula emo- cionalmente, estudia los movimientos de su boca mientras ha- bla, recepta esos sonidos y los va decodificando
y..., en algún momento, expresa un Ajjj... ajjjj...
(el famoso ajó).
Si su tía le da un tiempo y le devuelve un ¡¡¡Ajóoo!!!
, Can- de reproducirá otro ¡¡¡Ajóoo!!!
.
Esos primeros sonidos que puede producir Cande son pre- dominantemente guturales (sonidos con j y con g...; es decir, los que puede articular en la garganta).
Y lo