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Registro desordenado de una época caótica
Registro desordenado de una época caótica
Registro desordenado de una época caótica
Libro electrónico143 páginas2 horas

Registro desordenado de una época caótica

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La estética de esta época es el grito del convencido. Y este es el termómetro de cuán necesitados de explicaciones estamos. De lo necesitados de ideas que estamos. Queremos entender algo para poder sentirnos tranquilos. A la ansiedad producida por una crisis económica crónica la retroalimenta una ansiedad producida por no saber cómo salir de esa crisis. Una crisis por no comprender el mundo. Para algunos, aferrarse a la presunta seguridad de la violencia parece ser la primera salida del pánico. ¿Pero si no alcanza? ¿Si también esas palabras son viejas? ¿Si el problema es más grande y su solución más larga? ¿Cómo hablar sin la seguridad de saber nuestro tono de voz?
En este Registro desordenado de una época caótica, Octavio Majul ofrece un conjunto de ensayos que buscan comprender este mundo. Se trata de un libro escrito como prueba de fe en la comprensión. Un texto que sigue creyendo que pensar e interpretar sirven para hacer pie en medio de un contexto en el que reina la desorientación. Los artículos van de lo superficial a lo profundo, del problema del infinito a un churrasco de carne. Le dan la misma importancia a un culo que a Hegel. Al futuro del Estado como a los programas más vistos de la televisión. A la metafísica como a la C-90 de John-C. Es un libro que cree en los saltos. En las múltiples ventanas abiertas. En la dispersión. Pero también es un libro concentrado y denso. Un libro que apuesta por una concentración múltiple y dispersa a la vez.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 dic 2024
ISBN9786316632210
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    Registro desordenado de una época caótica - Octavio Majul

    Portada del libro Registro desordenado de una época caótica del autor Majul, Octavio. Editorial Galerna.

    Octavio Majul

    registro desordenado de una época caótica

    Logo editorial Galerna

    Página de legales

    © 2024, Octavio Majul

    Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna, ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopias, sin permiso previo del editor y/o autor.

    Hecho el depósito que marca la ley 11.723

    ISBN 978-631-6632-21-0

    Foto de tapa: Adobe Stock / Gustavo Cruz

    Primera edición en formato digital

    Versión: 1.0

    Digitalización: Proyecto451

    Un libro para cualquiera y para nadie.

    Índice de contenido

    Portada

    Portadilla

    Legales

    El prólogo, un camino hacia un camino

    Teoría de la expresión

    Bienvenidos a la sociedad media

    Milei y la victoria del idealismo

    ¿Para qué sirve leer?

    Chiche Gelblung, Guillermo Moreno y la lucha por la atención

    Boomers, Centennials, Millennials y José Ortega y Gasset

    Es que la sangre no duerme

    Albertismo estético y Albertismo político

    Capitalismo ascético y capitalismo hedónico

    Sobre el trabajo en el mundo de hoy

    ¿Qué rompimos?

    ¿Es el mileísmo una forma de menemismo?

    ¿Por qué un conjunto de periodistas que se sintió parte de un nosotros antimenemista se peleó durante el kirchnerismo?

    Lotocki y el culo como un problema de Estado

    En el vórtice de la fama

    Nietzsche, Heidegger y el progresismo

    ¿Por qué todavía queremos salvarnos?

    El pop no tiene historia ¿Te acuerdas del Club del Clan?

    Argentina país tropical

    Ideas sin nafta

    Lista de páginas

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    Puntos de referencia

    Portada

    Portadilla

    Tabla de contenidos

    Comienzo de lectura

    Creo profundamente en la amistad.

    En el interés recíproco por quienes somos y quiénes queremos ser. Por la complicidad de los proyectos. Todo lo acá dicho fue discutido alguna vez con algún amigo. Con alguna amiga. Compañerismo hermoso. Sostén de la cotidianidad. A ellos les agradezco todo. También a La Fantasía. Compañera necesaria de una aventura como un libro.

    El prólogo, un camino hacia un camino

    Imagino al prólogo como un camino. Es un tránsito. Una autopista. Prepara el camino del silencio a la voz. Aquello que lleva al libro, al contenido del libro. ¿Pero si el libro mismo es también un camino? ¿Si es un libro de tránsito? Cuando me ofrecieron escribir este libro, en febrero de 2024, estaba perdido. La vocación de pensar y escribir era evidente en mi desarrollo del personaje. De 2011 a 2022 tuve un paso intensísimo por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Aprendí ahí el amor a pensar. Tanto como el de organizarse. En pleno verano de 2014, seis veinteañeros tomábamos un tren bajo un calor agobiante. El destino era Wilde y la tarea era discutir Kierkegaard. Nos deteníamos con paciencia en las oraciones tomados por un vértigo lento pero precioso. Los enigmas mentales a los que nos enfrentábamos nos sacaban toda ansiedad inmediata. Nada nos importaba.

    Hoy me pregunto si soy streamer, si tengo que empezar a usar TikTok. O si tengo que dejar de usar Instagram. Twitter, por alguna razón, me parece lo peor. La ansiedad ganó la agenda del presente. Pienso todo esto al mismo tiempo que recuerdo que la canción del antes estábamos mejor se cantó siempre. Que con la aparición de la televisión, que antes con la de la radio, que antes con la de los diarios y que antes y muchos antes. Ya demasiados viudos de la cultura lloraron el fin de lo interesante, de lo profundo, de la cultura. Recuerdo todo eso y recuerdo también que la cultura, lo profundo y lo interesante igual siguieron vivos de algún modo u otro. Entiendo la nostalgia tanto como la odio. Tengo nostalgia de mi tranquila vida leyendo. Pero también sé que decidí abandonarla para buscar otros tipos de vértigos que los que me daba deslizarme entre oraciones, incendiarme en ideas. Quería ser músico, vértigo de tranquilo a electrificante en el cuerpo. Canalizador corporal de la ansiedad pero actividad de difícil sustento (¡hola CONICET de arte!). De ser un lector archivista que husmeaba en libros de alemán gótico buscando una escuela económica perdida para el siglo XX, pasé a ser panelista de televisión de chimentos y policiales para ganar plata y sostener la vida de músico. El año era 2023. Me importaba muy poco todo, o demasiado. A finales de 2021, una temporada corta de ataques de pánico me había llevado a la conclusión de que realmente no sabía en qué mundo iba a morir de grande. Que el futuro era una incógnita absoluta, que el modo en que esa incógnita se resolviera dependía en parte también de mí, que sus resultados me iban a afectar y que tenía que afrontar todo eso sin la seguridad de las certezas. Lo que antes eran ideas firmes, ahora se sentía como convicciones sin recipiente claro. Sentí que nunca más iba a hacer pie como lo había hecho. Que el camino que seguía no tenía guías. Me sentí perdido pero también me sentí profundamente presente. Del presente y en el presente. Me sentí partícipe necesario. Y sentí así a todos mis amigos. Todos y todas teníamos que hablar más. Las viejas y sabias palabras no sólo ya no nos tranquilizaban, sino que nos habían traído, de algún modo u otro, hasta acá. ¡Y encima ya no nos ayudaban a entender el presente y el futuro! Por eso sentí mucha necesidad de escuchar, de discutir y de hablar. ¡Todos teníamos que resolver el mundo! Pero no tenemos ideas firmes ni menos sabemos en qué tono se dicen. ¿Cómo hablar sin la seguridad de saber nuestro tono de voz?

    Ese es el problema principal de nuestra época pero también era un problema laboral rudimentario en mi día a día como panelista o en mis apariciones públicas. Siempre debía intervenir en medio de gritos. La estética de la época es el grito del convencido y es el mejor termómetro de cuán necesitados de explicaciones estamos. De lo necesitados de ideas que estamos. Queremos entender algo para poder sentirnos tranquilos. A la ansiedad producida por una crisis económica crónica la retroalimenta una ansiedad producida por no saber cómo salir de esa crisis. Una crisis por no comprender el mundo. Excepto, claro está, los mileístas que creen haber encontrado el camino. Que tienen la tranquilidad del grito escuchado. Aferrarse a la presunta seguridad de la violencia parece ser la primera salida del pánico. ¿Pero si no alcanza? ¿Si también esas palabras son viejas? ¿Si el problema es más grande y su solución más larga? ¿Cómo hablar sin la seguridad de saber nuestro tono de voz?

    Esto pensaba, también, en febrero de 2024. Cuando Carolina Di Bella, Gerenta editorial de Galerna, se contactó conmigo para que escribiera un libro. El que yo quisiera. Yo que justo me había pedido un tiempo con los libros. Que pasaba de ser doctor en ciencias sociales a bufón. Que buscaba aprender la lección pop. Que había llegado a la conclusión de que tenía que dejar de interpretar a la época para que la época me interprete a mí. Yo, que estaba inmerso en el negocio de la visibilidad (medios de comunicación) y que en su cotidianidad se me iban los días. Que había aceptado trabajar para tres medios al mismo tiempo. Como gran parte de quienes se dedican a ese negocio, claro. Para sobrevivir o para llegar a un sueldo digno. A ese Octavio le llegó algo que para otro Octavio seguramente era su sueño más profundo: escribir un libro. Tomar la voz. Pero para hacerlo tenía ahora que trazar un puente. Entre mis contradicciones. Entre lo presuntamente abismal de ambas épocas de mi vida.

    Me guía la intuición de que también la realidad parece haber cambiado tan o más dramáticamente. Que mis preocupaciones son preocupaciones de una época. Que no soy el único que está perdido. Que la aparición de Internet en banda ancha transformó absolutamente la forma en que somos. Que hay brechas generacionales que parecen absolutas. Formas de vivir que en muy poco tiempo difirieron tanto al punto de volverse insoportables. Que todo el mundo occidental está en llamas. Que no puede competir con otros capitalismos más crueles como la India, China o Arabia Saudita. Que Estados Unidos nunca fue en realidad occidente. Que la ansiedad parece ser el motor del capitalismo en el siglo XXI y que éste distribuye desigualmente ansiedades de distinto tipo: el vértigo del consumo aventurero, para algunos, el de la presión de mantenerse día a día para otros. Que la democracia necesita nuevas ideas para ser defendida. Que la igualdad también necesita nuevas armas que la defiendan.

    Este libro es un registro desordenado de una época caótica. Escrito por una persona que se sentía perdida en un mundo que no termina de comprender. Escrito, entonces, para poder comprender este mundo. Escrito como prueba de fe en la comprensión. En que pensar e interpretar sirven para hacer pie. Escrito, también, en una Argentina cruel y dura. Escrito a las apuradas, en medio de muchos trabajos cotidianos. Va de lo superficial a lo profundo. Del problema del infinito a un churrasco de carne. Le da la misma importancia a un culo que a Hegel. Al futuro del Estado como a los programas más vistos de la televisión. A la metafísica como a la C-90 de John-C. Es un libro que cree en los saltos. En las múltiples ventanas abiertas. Cree en la dispersión. Pero también es un libro concentrado. Textos cortos pero densos. Es un libro, entonces, que cree, fue escrito en y apuesta por una concentración múltiple y dispersa a la vez. Si alguien más se siente perdido, mi esperanza es que este libro sea, por lo menos, una compañía.

    Teoría de la expresión

    Uno de los presupuestos iniciales de este libro es que la expresión es uno de los aspectos fundamentales de la personalidad humana. Las personas expresamos nuestra identidad. Para expresarla usamos narraciones, explicaciones sobre quiénes somos, qué hacemos sin necesitar ni un poco que esas explicaciones sean coherentes, exhaustivas ni permanentes. Darles centralidad a las narraciones no es lo mismo que ser racionalista. No es que las personas razonen y digan "yo soy así, creo en esto y actúo de este modo en función de

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