Apuntes La Casa Bernarda PDF

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REFLEXIONES SOBRE LA CASA DE BERNARDA ALBA

1. La idea y su tratamiento dramtico. Argumento Terminada en 1936 -el manuscrito lleva fecha de 19 de junio, dos meses antes de su muerte-, La casa de Bernarda Alba, considerada su obra maestra, representa la cima del teatro de Garca Larca. Se estren en Buenos Aires en 1945 (en Espaa, la primera representacin o se produjo hasta 1964), y ese mismo ao y en el mismo lugar tambin apareci la primera edicin. La casa de Bernarda Alba, como ocurre con la mayora de las obras de Garca Lorca, tiene una base real. En 1935, hablando de Bodas de sangre y de Yerma, haba dicho: De la realidad son fruto las dos obras. Reales son sus figuras; rigurosamente autntico el tema de cada una de ellas... . Para La casa de Bernarda Alba, Lorca se inspira en el personaje de una tal Francisquita Alba, y sus hijas, que vivan en la casa colindante a la que tena la familia Garca Larca en el pueblo de Valderrubio; tan contigua que incluso compartan el pozo de agua: En una ocasin en que veraneaba en Valderrubio, Federico descubri esa extraa familia de muchachas que sufran la vigilancia tirnica de la madre, viuda desde haca muchos aos. Intrigado, el poeta decidi sorprender la vida ntima de las Alba. Utilizando el pozo de agua como puesto de observacin, espi, estudi, tom notas... En ese mismo sentido, se ha manifestado Francisco Garca Lorca, hermano del poeta, quien ha puesto de relieve que son reales, en su mayora, los nombres de los personajes, as como todos acontecimientos y personajes que no forman parte de La casa y que aparecen en escena, o simplemente se mencionan, proceden de la realidad, as como las referencias que podramos llamar ambientales. Pero el autor ha transcendido estos o aquellos elementos reales para llevar a escena las trgicas consecuencias que se derivan de un problema profundamente humano como el del abuso de autoridad, enfrentando la autoridad irracional con los derechos de la espontaneidad y de la naturaleza. La accin de La casa de Bernardo Alba, drama de mujeres en los pueblos de Espaa, como la subtitula Federico Garca Lorca, se desarrolla en un pueblo cualquiera de Andaluca, y su argumento gira en torno a la firme decisin de Bernarda, a la muerte de su segundo marido, de imponer para s y para sus cinco hijas un luto de ocho aos de duracin. La rigurosidad del luto, el aislamiento, es tan completa y absoluta que, como afirma Bernarda, no ha de entrar en esta casa el viento de la calle. Haceros cuenta -prosigue- que hemos tapiado con ladrillos puertas y ventanas. Y esto en nombre de la costumbre inveterada, de los convencionalismos sociales, por la sencilla razn de que as pas en casa de mi padre y en casa de mi abuelo El autoritarismo sin sentido de Bernarda va a chocar violentamente contra los deseos de gozar de la vida y del amor de sus jvenes hijas, que no se resignan con un futuro de ver pasar los das como si estuvieran en un convento o en una crcel. Semejante situacin va a provocar estallidos de rebelda, ms o menos explcitos, en las hijas, desde la mayor, Angustias, que no es ninguna adolescente pues cuenta con 39 aos, y es la prometida de Pepe el Romano, hasta la ms pequea, Adela, que est en la flor de su juventud con sus 20 aos, y que mantiene relaciones amorosas a escondidas, precisamente, con el prometido de su hermana. Aunque, en

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verdad, Pepe el Romano es pretendido, en secreto, tambin por Martirio, pues para todas se ha convertido en el smbolo de la pasin amorosa y de la libertad fuera de las normas impuestas. La suposicin de que Pepe el Romano ha muerto por los disparos que efecta Bernarda Alba cuando le sorprende rondando por la casa en horas inoportunas, conduce a Adela a la desesperacin y al suicidio. Y de nuevo, como al inicio del drama, se hace sentir el gravoso peso de la muerte y el silencio... Silencio he dicho! Silencio!, sigue gritando Bernarda. 2.Acerca del gnero Aunque la obra lleva como subttulo Drama de mujeres en los pueblos de Espaa, se ha planteado la cuestin de si La casa de Bernarda Alba no sera tambin una tragedia, una continuacin de Bodas de sangre y de Yerma, como una triloga, al formar tambin parte de esa exposicin del mundo dramtico de las tierras de Espaa. Elementos comunes no faltan: todas ellas estn protagonizadas por mujeres, el elemento sexual acta como motor de la accin, acaban de un modo trgico, pues la muerte es el punto final en cada una de ellas, y, tambin, tienen como marco comn el ambiente rural. Y, sin embargo, si atendemos a los subttulos que Garca Lorca les adjudica y que, en cierto modo, las definen, observamos que Bodas de sangre es una tragedia, que Yerma es un "poema trgico y, no obstante, La casa de Bernarda Alba es un "drama. La observacin de otros elementos nos llevan, sin embargo, a considerar La casa de Bernarda Alba como un drama, como un drama potico de ambiente andaluz. En efecto, en esta obra ya no aparecen aquellos personajes cargados de contenido alegrico o simblico como la Luna o la Muerte como ocurra en Bodas de sangre, ni danzas con trasfondos de significado mitolgico como en Yerma, ni otras significaciones de carcter telrico y ritual. Tampoco aparece, salvo en dos breves canciones, el elemento potico, entendido como "verso, ni coros que resalten y comenten los hechos que suceden en la accin u otros elementos procedentes de la tragedia griega. Todo ello lleva a la consideracin de que La casa de Bernardo Alba es la culminacin de un proceso, un proceso de depuracin, de estilizacin quintaesenciado, que tiene como trmino el drama en su estricta pureza, de una austeridad y sobriedad rigurosas. Se suele afirmar que de este drama, refirindose a su contenido, exclamaba Garca Lorca: Ni una gota de poesa! Realidad! Realismo! 3.La unidad de accin La casa de Bernarda Alba se estructura en tres actos continuados, prescindiendo Lorca de la divisin en escenas. De este modo, la accin -en la que apenas si suceden hechos de inters- discurre resueltamente, sin que la divisin en escenas interrumpa el discurso, para centrarse, por contraste, en el violento drama interior de los personajes y en sus frustraciones individuales. A lo largo de todo el drama no se produce ms que una sola accin, lo que ayuda a condensar e intensificar los conflictos interiores de los personajes. Sin embargo, mucho ms importante que lo que ocurre en el interior de la casa es lo que sucede fuera de ella. Incluso se puede afirmar con exactitud que lo que ocurre entre aquellas cuatro paredes no

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es ms que un eco -de dramticas resonancias- de lo que sucede realmente fuera de ellas. As, cobran especial significacin los miedos "al qu dirn de Bernarda y sus hijas, a lo que puedan pensar los dems vecinos sobre ellas: "De todo tiene la culpa esta crtica que no nos deja vivir, exclama Amelia. Tambin, en este sentido, ms ntimas resonancias provocan en el nimo de las hijas los cantares de los segadores, cantares que llegan hasta el interior de la casa, en sones amortiguados, y que hacen suspirar de pasin a Adela: Ay, quin pudiera tambin salir a los campos! Y, sobre todo, de mayor trascendencia en el drama son los hechos que suceden por los alrededores de la casa, las silenciosas visitas nocturnas de Pepe el Romano... El Acto primero hace la funcin tradicional de presentacin de la accin. En l asistimos, de un modo indirecto (ya que ocurre fuera de escena) a cmo se va desarrollando el solemne funeral por el alma del marido de Bernarda Alba. Y a travs de la conversacin que mantienen La Poncia y la Criada, el espectador queda apercibido, sobre todo, del carcter y modo de ser de Bernarda, pero tambin del odio de La Poncia, quien lleva, no obstante, treinta aos a su servicio. Este clima de odio soterrado, reprimido y no exteriorizado, es el que se respira en el ambiente a lo largo de toda la obra, hasta que estalla. Bernarda es una mandona y una dominanta, a quien le gusta que las cosas estn limpias y relucientes, en especial porque luego vendrn todas las vecinas y vecinos al velatorio; y, celosa de su casa, quiere dar la impresin de buena fachada y armona familiar, que es lo que exige su clase y posicin social. De modo que cuando aparezca autoritaria en escena, exigiendo Silencio!, en el espectador ya se ha creado una actitud de animadversin contra ella. Una vez despedido el duelo, y de la orden de Bernarda exigiendo a sus hijas ocho aos de luto, y que durante ese tiempo no ha de entrar en esta casa el viento de la calle, por lo que han de hacerse a la idea de que hemos tapiado puertas y ventanas, la accin se centra en la situacin anmico en que coge a cada una de las hijas tan riguroso luto. En especial en Angustias, pretendida por Pepe el Romano aunque es de pblico conocimiento que ms que ella es su dinero-; y, sobre todo, Adela, la ms joven de las hijas, que no puede hacerse a la idea de permanecer encerrada: Este luto me ha cogido en la peor poca de mi vida para pasarlo [... ] Yo no puedo estar encerrada. No quiero que se me pongan las carnes como a vosotras; no quiero perder mi blancura en estas habitaciones; maana me pondr mi vestido verde y me echar a pasear por la calle. Yo quiero salir! Si al principio del acto, la presencia de Mara Josefa se esconda tras la Voz que, desde dentro, llama insistentemente a su hija, a Bernarda, esa misma presencia se har realidad, con mpetu, al final del mismo. Por una parte, oponindose al autoritarismo de Bernarda, que se pone de relieve, en este Acto primero, con su continua exigencia de silencio, al que Mara Josefa parece responder con un No, no me callo... Y por otra, al gritar de manera desaforada lo que las hijas no se atreven a exteriorizar: Me quiero casar, [...] quiero casarme con un varn hermoso de la orilla del mar [...] Yo quiero un varn para casarme y para tener alegra, convirtindose en portavoz, sin proponrselo, de sus conciencias y de sus deseos ntimos. En el Acto segundo, despus de la violenta escena con que termina el acto anterior, a modo de anticlmax, las hijas de Bernarda y La Poncia se encuentran atareadas con la labor de cortar y bordar las sbanas -ironas de la vida, las sbanas de un ajuar que nunca

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podrn estrenar ni disfrutar-, entretenidas en la charla. Durante la conversacin, el dilogo se diversifica: se alude al sofocante calor de la noche pasada, que impidi a ms de una de ellas conciliar el sueo, en la situacin un tanto violenta y en las cosas que se pueden decir dos personas que son novios, a travs de la reja de la ventana, y que hasta ahora ni se conocan, como es el caso de Pepe el Romano y Angustias, o bien en las relaciones que se establecen entre marido y mujer, y el papel que la sociedad asigna a la mujer casada, que se refleja entre bromas y veras en el caso concreto de La Poncia y su marido Evaristo el Coln. El ambiente es tan distendido que incluso provoca las risas de las mujeres, cuando La Poncia explica la primera vez que su marido se acerc a ella, ventana por medio... Sin embargo, el miedo a que las risas sean sentidas, reinando el rigor del luto en toda la casa, les llena de temores y desasosiegos: Ay!, cre que llegaba nuestra madre -comenta Amelia- Buenas nos hubiera puesto, exclama Magdalena. Y siguen riendo. "Chissss ... Que nos van a or!, insiste temerosa de nuevo Amelia. Pero tambin, durante la charla, surge la sospecha de que algo no encaja en la hora de separarse Pepe el Romano de la ventana de Angustias. Y se alude, tambin, a que a Adela, que no ha estado presente en la animada conversacin, por encontrarse indispuesta, se le est enrareciendo cada vez ms el carcter: "Se le est poniendo mirar de loca, comenta Angustias, pues tiene unas reacciones que se salen de tono: Djame ya! Durmiendo o velando, no tienes por qu meterte en lo mo! Yo hago con mi cuerpo lo que me parece! [...] No estabais cosiendo? Pues seguir. Quisiera ser invisible, pasar por las habitaciones sin que me preguntarais dnde voy!, -responde molesta cuando se interesan por su estado de salud. La Poncia, vieja y conocedora de las miserias humanas, aprovechando un momento en que se quedan solas, ella y Adela, le echa en cara esa actitud suya de querer poner en boca de las gentes la honorabilidad de la familia Alba, vindose a escondidas con el prometido de su hermana, con Pepe el Romano; y tan slo al segundo da de que viniera a hablar con Angustias, confirmando as sus resquemores y sospechas, que Adela confirma desafiante: "Ya es tarde. No por encima de ti, que eres una criada; por encima de mi madre saltara para apagarme este fuego que tengo levantado por piernas y boca, contesta; porque nadie -concluye - podr evitar que suceda lo que tiene que suceder La tensin dramtica en este segundo acto ir aumentando con tres secuencias ms, que har patente la fuerza y la inexorabilidad del destino que invoca Adela. Por una parte, el elemento lrico de las canciones de los segadores que vuelven al trabajo, en medio del calor asfixiante de una tarde de agosto, parece representar, en un primer momento, un descenso de la tensin dramtica habida poco antes en ese duelo de desafos entre Adela y La Poncia. Pero en realidad, lo que provoca es que las mujeres pongan de manifiesto sus ansias insatisfechas -Ay, quin pudiera tambin salir a los campos!-, avivndose en las hijas el fuego de la pasin amorosa. Fuego que es hbilmente atizado por La Poncia, la que poco antes invocaba desear vivir en casa decente, al referir que quince de ellos contrataron a una mujer "vestida de lentejuelas y que bailaba con un acorden para llevrsela a al olivar, o que ella misma, La Poncia, lleg a dar dinero a su hijo mayor para que fuera con una de esas mujeres. En vivo contraste con ese silencio exterior en que queda la casa una vez que los ecos de las canciones de los segadores se van perdiendo en la distancia, se produce el alboroto armado por Angustias quien, furiosa, reclama que le devuelvan el retrato de Pepe el

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Romano, el que ella tena en su cuarto. El retrato es encontrado entre las sbanas de la cama de Martirio, que lo haba escondido, dice, por hacer una broma. El incidente pone de relieve que es mejor que Angustias y Pepe el Romano se casen cuanto antes, en opinin de Bernardo, no tanto por alejar a Angustias, sino para alejarle a l, a Pepe, de la casa. Aunque Bernarda no sospecha que Pepe tambin se ve con su hija menor Adela, y que es deseado por Martirio ..., quien se considera rival de su hermana en sus pretensiones. El acto culmina con un nuevo estrpito de gritos que proceden de la calle, y de carreras, y de idas y venidas, para enterase del motivo. Este nuevo clmax dramtico tiene como protagonista a la hija soltera de la Librada, que tuvo un hijo no se sabe con quin, y para ocultar su vergenza lo mat y lo meti debajo de unas piedras, pero unos perros con ms corazn que muchas criaturas lo sacaron, y como llevados por la mano de Dios lo han puesto en el tranco de su puerta. Ahora la quieren matar. La traen arrastrando por la calle abajo, y por las trochas y los terrenos del olivar vienen los hombres corriendo, dando unas voces que estremecen los campos, - informa puntual y con todo detalle La Poncia. Los gritos, y entre ellos los de la propia Bernarda, de que vengan todos para matar a la indecente, antes de que lleguen los guardias, tiene su reflejo, igualmente dramtico, en Adela, quien cogindose el vientre, como especifica de modo significativo la acotacin, grita que la dejen escapar, que no la maten. Sin embargo, los gritos de Bernarda Matadla! Matadla - ahogan los gemidos de impotencia de Adela. El ltimo acto, el tercero, tambin empieza, en contraposicin a la violencia y trepidacin con que acaba el Acto segundo, con una escena de calma y tranquilidad, en la que predomina el silencio, un gran silencio, nicamente interrumpido por el ruido de platos y cubiertos, como seala la acotacin, pues Bernarda y sus hijas estn cenando en el patio interior de la casa. Pero por poco tiempo, porque los golpes que da el caballo garan, que est muy inquieto, pone de nuevo la ansiedad en todos los nimos: Me ha retemblado dentro del pecho, comenta Prudencia, una vecina que ha ido a hacerles una visita. El caballo semental se convierte, as, en un motivo anticipador -en el centro del corral y blanco! Doble de grande, llenando todo lo oscuro al decir de Adela-, de otro semental, de Pepe el Romano, cuya presencia parece adivinarse y presentirse a lo largo de toda la escena. Aunque Angustias no le espera aquella noche, pues ha tenido que ir a la ciudad. Todo parece estar en calma, y las hijas se van retirando a sus habitaciones para descansar. Slo quedan, en medio del silencio de la noche, Bernarda y La Poncia, a quien Bernarda le recrimina sus falsas suposiciones sobre la cosa tan grande que aqu pasa: Mis hijas tienen la respiracin tranquila, comenta satisfecha Bernarda. La calma no puede ser ms engaosa, pues hay una tormenta en cada cuarto. A mitad de la noche, a oscuras, aparece Mara Josefa, que se ha escapado de su encierro, llevando una oveja en los brazos, smbolo de su obsesin por los hijos. Quiere salir al campo. Se topa con Martirio, que ha salido en enaguas, cubierta con un pequeo mantn negro, para acechar a Adela que se diriga al corral. El encuentro de las dos hermanas -Adela estaba con Pepe el Romano, pues aparece en escena un poco despeinada- compitiendo por un hombre, que tampoco es el suyo, las enfrentar entre s: Mi sangre ya no es la tuya. Aunque quisiera verte como hermana, no te miro ya ms que como mujer. Y Martirio acaba por confesar tambin lo que quera ocultar

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incluso a s misma: S! Djame decirlo con la cabeza fuera de los embozos. S! Djame que el pecho se me rompa como una granada de amargura Le quiero! Pero Adela le pone delante de sus ojos que a quien prefiere, a quien quiere, es a ella y no a ninguna otra, ni siquiera Angustias con quien est prometido y a quien hace poco le ha regalado el anillo de pedida; y que por l, ella, Adela, est dispuesta a romper con todos los convencionalismos morales, familiares y sociales, sin ningn temor a ser sealada por el dedo acusador de las gentes: Ya no aguanto el horror de estos techos despus de haber probado el sabor de su boca. Ser lo que l quiera que sea. Todo el pueblo contra m, quemndome con sus dedos de lumbre, perseguida por los que dicen que son decentes... . Martirio, fuera de s, porque no est dispuesta a compartir el mismo hombre, da voces llamando a la madre para impedir que Adela vuelva de nuevo a los brazos de Pepe: Estaba con l! Mira esas enaguas llenas de paja de trigo! -grita cuando aparecen Bernarda y las dems hermanas. Adela se enfrenta a su madre, arrebatndole el bastn y rompindolo en dos trozos: Aqu se acabaron las voces de presidio! Esto hago yo con la vara de la dominadora. No d usted un paso ms. En m no manda nadie ms que Pepe. Y tambin se enfrenta a Angustias: Yo soy su mujer. Entrate t y ve al corral a decrselo. El dominar toda esta casa. Ah fuera est, respirando como si fuera un len. Bernarda sale corriendo a por una escopeta. Las detonaciones que se oyen, y la voz de Martirio que al entrar dice Se acab Pepe el Romano, llevan a Adela, sin saber que Bernarda haba errado en los disparos, a pensar que Pepe ha muerto, y huye precipitadamente ... Cuando consiguen abrir la puerta de su habitacin, encuentran a Adela pendiendo de una cuerda, ahorcada: Descolgarla! Mi hija ha muerto virgen! Llevadla a su cuarto y vestirla como una doncella Nadie diga nada!, ordena Bernarda. La obra termina como empez, con la viva presencia de la muerte y con los gritos de Bernarda: Ella, la hija menor de Bernardo Alba, ha muerto virgen. Me habis odo? Silencio, silencio he dicho! Silencio!. 4. Espacio y tiempo El espacio dramtico de la obra "Se reduce fundamentalmente al espacio cerrado del interior de la casa de Bernarda. Un espacio tan cerrado que resulta asfixiante, claustrofbico. No en vano, ese tapiar con ladrillos puertas y ventanas parece simbolizar una crcel, un presidio como dice Adela o, en palabras de La Poncia, un convento. Comparaciones que, por otra parte, y sobre todo esta ltima, parecen confirmar el presagio de Mara Josefa, la madre de Bernarda, que vive recluida -tambin ella- bajo llave en su habitacin, al predecir el triste destino que aguarda a las hijas: Ninguna de vosotras se va a casar. Ninguna!. En el Acto primero la accin se desarrolla en una habitacin blanqusima; el segundo ocurre en una habitacin blanca; y el tercero, entre cuatro paredes blancas ligeramente azuladas. Sobre esos fondos contrastan el negro de los pauelos grandes, faldas y abanicos, como indica una de las acotaciones, de los personajes. En ese espacio represor, cobra especial significado la reiteracin de los muros y de su grosor; as, en la acotacin del primer acto se explcita que las paredes son muros gruesos; en el Acto segundo, los cantos de los segadores llegan lejanos como a travs de varios muros y La Poncia aparece de pie arrimada a los muros; y el caballo garan, en el Acto tercero, da coces contra el muro. No obstante, desde el interior, y en consideracin a la opinin

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ajena, al qu dirn, esos muros son considerados como simples paredes, e incluso tabiques. As, Martirio grita a Adela: Calla y no me hagas hablar, que si hablo se van a juntar las paredes unas con otras de vergenza!. Y Bernarda recrimina a sus hijas que no alboroten, que estarn las vecinas con el odo pegado a los tabiques. O bien avisa a La Poncia de que Aqu no pasa nada [...] y si pasa algn da, estate segura que no traspasar las paredes. Sin embargo, es consciente, al final del drama, que los muros no defienden de la vergenza. Llama la atencin, por otro lado, que ese realismo desplegado adquiere connotaciones irreales si atendemos a la decoracin de esos muros. Porque de esas paredes cuelgan cuadros con paisajes inverosmiles de ninfas o reyes de leyenda y otros cuadros con escenas fantasiosas, como explica Magdalena: Vengo de correr las cmaras [...] De ver los cuadros bordados de caamazo de nuestra abuela, el perrito de lanas y el negro luchando con el len, que tanto nos gustaba de nias. Aqulla era una poca ms alegre. Decoracin que quiz responda a un reflejo inconsciente de los deseos y sueos frustrados de sus moradores. Ahora bien, al igual que ocurre con la accin, tan importante o ms que lo que pasa entre aquellas cuatro paredes -espacio interno- es lo que pasa fuera de ellas -espacio externo-, complementndose ambos. En efecto, el espacio dramtico de La casa de Bernarda Alba se extiende ms all de lo que se representa en escena, con acciones que no se ven, y que slo nos son dadas imaginar. De este modo, el espacio dramtico se ensancha con la escena de la iglesia, donde se celebra el funeral por la muerte de Antonio Mara Benavides, funeral importante y solemne, puesto que han venido curas de todos los pueblos. O bien la de los segadores, esos cuarenta o cincuenta buenos mozos como rboles quemados, quienes a las tres de la tarde, bajo el sol ardiente del mes de agosto, vuelven al trabajo cantando canciones al son de panderos y carracas sin sospechar hasta qu punto, se llevan los corazones -ansiosos de amor- de las hijas de Bernarda Alba. O bien en la escena de la hija de la Librada, que se nos refiere de modo indirecto, cmo la traen arrastrando por la calle abajo, y por las trochas y los terrenos del olivar vienen los hombres corriendo, dando unas voces que estremecen los campos. Como tampoco se escenifican los furtivos encuentros amorosos entre Adela y Pepe el Romano, ni siquiera el ltimo, desencadenante de la tragedia, aunque se dan a entender por las palabras de Martirio: Estaba con l! Mira esas enaguas llenas de paja de trigo!, seala acusadora delante de la madre. Por otra parte, la casa de Bernarda est situada en un pueblo, pueblo que Garca Lorca deja en la indeterminacin, sin concretar su nombre. Eso s, es un maldito pueblo sin ro, pueblo de pozos, donde siempre se bebe el agua con el miedo de que est envenenada, segn la descripcin de Bernarda. El pueblo en que se desarrolla este drama de mujeres puede ser un pueblo cualquiera, y precisamente con esta indeterminacin lo que se quiere subrayar es que los sucesos que aqu ocurren no son privativos de un determinado sitio, sino que pueden suceder en cualquier punto de la geografa andaluza, o en cualquier otro lugar. En cuanto a la unidad de tiempo, la ausencia de divisin en escenas en La casa de Bernardo Alba, y el desarrollo de la accin a partir de una estructura en tres actos

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continuados, que se desarrollan, respectivamente, en estancias de paredes blanqusimas, blancas y ligeramente azuladas a medida que se va acercando la noche, provoca la impresin de que ste, dado que est ligado ntimamente a la accin, fluya tambin de un modo continuo, creando la ilusin de un movimiento sin interrupciones. Por otra parte, en la obra, el paso del tiempo est presidido por el repicar de las campanas, que provoca tambin la ilusin de continuidad. En efecto, el drama se inicia con el doblar de campanas tocando a muerto por el marido de Bernardo, y las mismas campanas -ya fuera de la obra-, doblarn por la muerte de Adela. En medio, en el segundo acto, se hace referencia a que pronto sonarn las doce, y, poco despus, se oyen unos campanillas lejanos, un minuto despus de dar las tres; y al inicio del tercer acto, Prudencia termina su visita a Bernardo con el sonido de unas campanas, el ltimo toque para el rosario. De este modo, la accin dramtica parece desarrollarse como un movimiento continuo. Sin embargo, es una falsa impresin, y el tratamiento que del tiempo lleva a cabo Garca Lorca en la obra es bastante complejo, actuando con mucha flexibilidad y haciendo coincidir diversos hechos que ocurren en tiempos distintos escenificndolos en un mismo tiempo cronolgico. Se puede decir, en cuanto a la unidad de tiempo, que la accin que se escenifica en La casa de Bernarda Alba, transcurre durante un caluroso mes de verano, en el que cae el sol como plomo, durante la poca en que se suelen iniciar los trabajos de la siega. En el Acto primero, la flexibilidad con que Garca Lorca trata la unidad de tiempo se hace patente al tener en cuenta la nica referencia horaria con que contamos. Es decir, cuando Magdalena responde a Angustias, que ha preguntado la hora, que ya deben ser las doce o, si no lo son, como dice Amelia, estarn al caer. Antes y despus de esa hora, los correspondientes hechos que se suceden es difcil aceptar que hayan ocurrido el mismo da. Vemoslo: La escena con que se abre el drama, que es narrada por La Poncia a la Criada, hace referencia a la misa que se est celebrando por el alma del fallecido Antonio Mara Benavides, el marido de Bernarda. Si nos atenemos a esa referencia horaria de las doce, de ese mismo da, se ha de suponer que la ceremonia debi de empezar bastante temprano, hora que, por otra parte, no parece muy habitual para un funeral de persona tan importante, puesto que han venido curas de todos los pueblos. Porque, en efecto, entre el tiempo dedicado a ceremonia tan solemne llevan ya ms de dos horas de gori-goricomo informa La Poncia, parece que la misa todava tardar en concluir pues ella vuelve para asistir al ltimo responso. Pero adems, hay que tener presentes otros elementos que cuentan con su tiempo de desarrollo, como la vuelta a casa del cortejo fnebre, formado por doscientas mujeres que acompaan a Bernarda, y de los hombres que luego quedan en el patio; otro responso que se reza y que dirige Bernarda, y la despedida de todos los que han participado en el duelo. Las escenas siguientes, como la intencin de Bernarda de imponer ocho aos de luto, el tiempo dedicado a cambiarse de vestido, la escena violenta que Bernarda tiene con Angustias, el tiempo de conversacin de Bernarda con La Poncia, quien le pone al corriente de lo que hablaban los hombres en el patio... Ms

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la conversacin que mantienen Amelia y Martirio sobre Adelaida y la prevencin que le causan los hombres a Martirio, sobre todo despus de las ilusiones que se hizo con Enrique Humanas, y que resultaron frustrantes ... ; y, por ltimo, tambin se dice que Magdalena viene de correr las cmaras, por andar un poco --ella que se haba desmayado en el responso-, y Adela que se ha puesto el vestido verde y se ha ido a que la contemplen las gallinas... Bien, pues despus de todo estos sucesos, es cuando Magdalena informa a Angustias, que ha preguntado la hora, que son las doce. Inmediatamente despus de anunciar la hora, Magdalena informa a Amelia y a Martirio sobre la cosa, es decir, lo que ya parece saber todo el mundo menos ellas dos, que Pepe el Romano viene a casarse con Angustias. Anoche -dice- estuvo rondando la casa y creo que pronto va a mandar un emisario. Parece claro que este anoche no puede referirse, si todo esto sucediera el mismo da, a la noche anterior a la misa de funeral Cmo puede estar rondando Pepe el Romano la casa de Angustias cuando la familia est velando el cadver del padre? Y este pronto, parece que habr que entenderlo como dentro de unos das. En efecto, pues parece engaosa la impresin de que los hechos que se representan en el Acto segundo se produzcan al da siguiente del Acto primero. Aunque ayude a pensar as el que las hijas pongan por obra la orden de Bernarda de empezar a bordar el ajuar y de cortar sbanas y embozos, y tambin el comentario de Martirio de que Esta noche pasada no me poda quedar dormida por el calor ... Sin embargo, esta noche pasada no se refiere a la inmediatamente anterior, sino que hay que suponer el transcurrir de un tiempo indeterminado de das -como haca prever aquel pronto-, pues Pepe y Angustias ya se citan y hablan a travs de la reja de la ventana. Por otro lado, mientras cosen y bordan, La Poncia pregunta a Angustias qu fue lo que Pepe el Romano le dijo la primera vez que se acerc a su ventana, con lo que hay que suponer que ha debido transcurrir ya un nmero indeterminado de noches. En definitiva, el Acto segundo no empieza al da siguiente, aunque aparentemente haya una continuidad en el desarrollo de la accin, sino que hay un tiempo que no ha sido expresado. No obstante, en este Acto segundo es fundamental la precisin cronolgica, la hora concreta en que Pepe el Romano se despide cada noche de Angustias. Como cuesta dormir debido al calor, unas dicen que le oyen marchar a eso de la una y media de la madrugada (Amelia), y otras aseguran que le sintieron marchar a eso de las cuatro (La Poncia y Martirio), cosa que, en cualquier caso, no deja de ser sorprendente, y levanta las sospechas de La Poncia de que Pepe el Romano, despus de despedirse de Angustias, no vuelva a su casa de vaco. Las sospechas son confirmadas por el hijo de la criada, quien asegura, al pasar por la calle con la yunta, que a las cuatro y media todava estaban hablando, cosa que niega la propia Angustias pues Pepe lleva ms de una semana marchndose a la una, asegura. Quien le retiene no es Angustias, sino Adela ... Cunto tiempo llevan Pepe el Romano y Adela vindose a escondidas? Tampoco es fcil de determinar. El tiempo suficiente para que Adela pueda sospechar que ha quedado encinta. Pues no deja de ser significativo que al final del Acto segundo, cuando todo el pueblo pide la muerte de la que pisotea la decencia, la hija de la Librada, Adela, vindose reflejada en ella, clama con todas sus fuerzas, y cogindose el vientre, que la dejen escapar, que no la maten. En el Acto tercero, se produce otro tiempo elidido durante el cual Pepe el Romano ha

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regalado a Angustias el anillo de pedida, un anillo con tres perlas, y se comenta que vendr a pedir oficialmente la mano de Angustias dentro de tres das. Cunto tiempo ha transcurrido entre el acto segundo y el tercero? La cuestin se hace difcil de averiguar; sobre todo si se tiene en cuenta que los noviazgos de antes duraban bastantes aos, y muchos ms si haba un luto por en medio. Por ltimo, en la obra Lorca tampoco ofrece datos que permitan dilucidar la poca en que transcurre la accin, si es la Andaluca contempornea al autor o la de pocas pasadas. Inconcrecin que presupone la Andaluca de siempre, poniendo de relieve su inmovilidad y atemporalidad (la verdad es que no se puede asegurar con absoluta certeza que la accin transcurra en Andaluca). Pero, en cualquier caso, y al igual que sucediera con el espacio, lo que Larca presenta en La casa de Bernarda Alba no es privativo de una determinada poca, sino que puede suceder en cualquier lugar y en cualquier tiempo. Lo que s parece claro es que el recurso de concentrar los sucesos en un mnimo espacio temporal resulta de gran eficacia para ganar en intensidad dramtica. 5. El autoritarismo y otros temas Segn Ruiz Ramn, Garca Lorca en La casa de Bernarda Alba desarrolla el conflicto entre dos fuerzas mayores: el principio de autoridad encarnado en Bernarda y el principio de libertad representado por las hijas. No obstante, parece que Bernarda personifica no tanto el principio de autoridad como el del abuso de autoridad, que la lleva a ejercer un autoritarismo y un dominio arbitrario y sin sentido que provocar la rebelda -por contraposicin- de unas hijas deseosas de gozar de la vida y del amor; es decir, lo natural y el deseo frente a la imposicin y la coercin. Es el abuso de autoridad -Aqu se hace lo que yo mando, como dice Bernarda- lo que provoca el conflicto dramtico, al arrogarse el derecho de decidir lo que es decente y lo que no es, lo que se puede pensar y lo que no, y lo que se puede decir y hacer y lo que no se puede ni hacer ni decir. Porque hay cosas que no se pueden ni se deben pensar, sobre todo si contradicen a quien ejerce la autoridad. Como potenciando el tema principal, giran alrededor de l otros temas como el orgullo de casta, la fuerza de los convencionalismos sociales, la represin de la pasin amorosa, la imposibilidad de realizacin personal, el destino trgico, etc. temas todos ellos muy caractersticos en Federico Garca Lorca. En efecto, la afirmacin de Aqu se hace lo que yo mando parece compendiar el personaje de Bernarda en su globalidad. Pues el abuso de autoridad que personifica ya se pone de relieve en su primera intervencin, en su exigencia en imponer silencio, como si las muestras de dolor y de llanto por la prdida del padre o del ser querido fueran sntomas de debilidad personal. As a la Criada, que le recibe con (hipcritas) muestras de dolor, le recrimina de modo tajante: Silencio! Menos gritos y ms obras. Debas haber procurado que todo esto estuviera ms limpio para recibir al duelo. E incluso a una de sus propias hijas, Magdalena, que cuenta con treinta aos, es puesta en ridculo llamndole la atencin en voz alta: Magdalena, no llores; si quieres llorar te metes debajo de la cama. Me has odo? Y son muy frecuentes, ya desde el primer momento de su aparicin en escena, los mandatos, las rdenes: Sentarse, Dale a los hombres, Que salgan por donde han entrado, Dales las gracias y chales una copa de aguardiente, Chiss, No pienso [...] Yo ordeno, No lo creo. Es as!, etc, etc. La

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Poncia, criada de sesenta aos, de los cuales treinta lleva a su servicio, la califica de mandona y dominanta, y sabe bien de su carcter violento y agresivo si no es obedecida: Si Bernarda no ve relucientes las cosas me arrancar los pocos pelos que me quedan. Ese autoritarismo, que tambin se extiende en el trato con sus propias hijas, se manifiesta asimismo a travs de gestos externos de desprecio y de ira, de agresividad, cuando sus rdenes no son acatadas segn sus deseos, porque como dice a Prudencia, una hija que desobedece deja de ser hija para convertirse en una enemiga, y como tal hay que considerarla. As, cuando pide un abanico, y Adela le ofrece uno con flores rojas y verdes, responde arrojndolo al suelo: Es ste el abanico que se da a una viuda? Dame uno negro y aprende a respetar el luto de tu padre. O grita, con furia, dejndose llevar de la ira, o golpea, amenazadora, con el bastn en el suelo: Hasta que salga de esta casa con los pies delante mandar en lo mo y en lo vuestro!. Incluso no tiene reparos en levantar la mano contra sus propias hijas: Tendr que sentarles la mano! Bernarda: acurdate que sta es tu obligacin, como as ocurre con Angustias, a quien increpa: Es decente que una mujer de tu clase vaya con el anzuelo detrs de un hombre el da de la misa de su padre? Contesta!, mientras la golpea. y otra vez a Angustias, le recrimina: Pero has tenido valor de echarte polvos en la cara? Has tenido valor de lavarte la cara el da de la muerte de tu padre?, al tiempo que con violencia intenta quitarle los polvos con un pauelo. Tambin golpea a Martirio, por esconder el retrato de Pepe, pero sta se rebela: -No me pegue usted, madre! -Todo lo que quiera! -Si yo la dejo! Lo oye? Retrese usted!. Todo ello hace que ms que respetada, Bernarda llegue a ser odiada. Porque es cruel en el ejercicio de la autoridad: Tirana de todos los que la rodean. Es capaz de sentarse encima de tu corazn y ver cmo te mueres durante todo un ao sin que se le cierre esa sonrisa fra que lleva en su maldita cara, dice La Poncia. El problema es que aun con todo su autoritarismo y su afn de poder -Aqu se hace lo que yo mando-, no alcanza, aunque as lo parezca, a controlarlo todo. De manera, y aunque Bernarda se ufane de que en esta casa no hay ni un s ni un no. Mi vigilancia lo puede todo, como se puede constatar al final del drama no es as porque, como le advierte La Poncia, Tus hijas estn y viven como metidas en alacenas. Pero t ni nadie puede vigilar por el interior de los pechos, sobre todo si en stos va anidando la amargura y la frustracin ... El dominio que ejerce sobre sus hijas y sobre todo lo que le rodea, tiene su fundamento en el orgullo de casta. Es esa conciencia de orgullo de clase lo que lleva a Bernarda a no dar libertad a sus hijas, y a stas la imposibilidad de desenvolverse con espontaneidad. Y, por esa misma razn, por orgullo, todava las mantiene solteras, porque no hay en cien leguas a la redonda quien se pueda acercar a ellas. Los hombres de aqu no son de su clase. Razn por la que impide que su hia Martirio -ignorante de las maniobras de su madrepudiera citarse con Enrique Humanas: Mi sangre no se junta con la de los Humanas mientras yo viva! Su padre fue gan, explica Bernarda a La Poncia. Pero quiz, en ltima instancia, si siguen solteras y no han buscado marido en otros lugares y pueblos es, como dice La Poncia, no sin malicia, aunque con verdad, porque en otros sitios ellas resultan las pobres.

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La nica razn que da para mostrar su diferencia y distancia con respecto a los dems es que eso tiene la gente que nace con posibles. Como su casa es de posibles, exige que cada uno permanezca en su lugar, mantenerse en su sitio, y trata con desprecio a los que no son de su misma condicin. Refleja as una actitud clasista, como cuando le espeta a la Criada: Vete. No es este tu lugar. O considera a los dems, sobre todo si son pobres, como animales: Los pobres son como los animales; parece como si estuvieran hechos de otras sustancias, se queja. Y como animales trata a las personas que la sirven, La Poncia, por ejemplo, quien afirma: Yo soy buena perra; ladra cuando me lo dicen y muerdo los talones de los que piden limosna cuando ella me azuza. Por otra parte, el orgullo de clase le impide tolerar que alguien le lleve la contraria: A tu edad no se habla delante de las personas mayores, le replica a la Muchacha que le haba contradecido con respecto a la extraa sustancia de que estn hechos los pobres; y mucho menos, que se atrevan a darle lecciones: No he dejado que nadie me d lecciones. Y es que la obligacin de los que estn a sueldo es simplemente obrar y callar. No es sorprendente que en este ambiente represivo -todava no soy anciana y tengo cinco cadenas para vosotras y esta casa levantada por mi padre para que ni las hierbas se enteren de mi desolacin- que Bernarda Alba crea a su alrededor, la vida se conciba como un convento (La Poncia), como un presidio (Adela) o, incluso, como un infierno (Angustias). Del mismo modo, en esa sociedad que ella representa, la que tiene posibles, cunta importancia adquieren los convencionalismos sociales y el qu dirn, la opinin ajena. En efecto, en el riguroso luto que impone de tantos aos -ocho-, y tan absoluto -ni ha de entrar en esta casa el viento de la calle-, que supone un enterrarse en vida, no se hace, como en principio podra pensarse, como demostracin de dolor por el pesar de la muerte de persona tan querida, sino por el peso de la tradicin, porque as pas en casa de mi padre y en casa de mi abuelo. Por eso le echa en cara a Adela que a una viuda se le ha de dar un abanico negro, y le increpa a respetar el luto; por eso recrimina a Angustias que se acicale: Pero has tenido valor de echarte polvos en la cara ( ... ) el da de la muerte de tu padre?; y, autoritaria, exige a sus hijas buena fachada y armona familiar. Y, del mismo modo, impide que Mara Josefa, su madre, que est loca, se acerque al pozo, cuando sale de la habitacin en la que pasa la mayor parte del tiempo; no porque puedo caer en l, sino porque desde aquel sitio las vecinos pueden verla. Y todo paro no dar de qu hablar o los vecinas, y guardarse del veneno de sus lenguas. El concepto del buen nombre, de la buena imagen que se pueda tener de ellas, est en lo raz mismo del drama. Bernarda ha sabido mantener las distancias con respecto o sus convecinos del pueblo, encerrndose literalmente en lo intimidad de su casa durante largos aos: Desde que muri el padre de Bernarda no han vuelto o entrar los gentes bajo estos techos. Ello no quiere que lo vean en su dominio, declara La Poncia; pero ahora se ha visto en lo necesidad de tener que mostrar sus dominios, abrir los puertas de par en par, por las circunstancias del duelo: Andar a vuestros casas a criticar todo lo que habis visto! Ojal tardis muchos aos en pasar el arco de mi puerta!, les dice o las vecinos cuando los despide del velatorio. En el fondo, es uno actitud defensiva para mantenerse al margen de las crticas y la maledicencia, del veneno de sus lenguas, lo que le lleva a despreciar sin ningn disimulo a sus convecinos: Es as como se tiene que hablar en este maldito pueblo sin ro, pueblo de pozos, donde siempre se bebe el agua con el miedo de que est envenenado.

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Por lo que el ms mnimo comentario que pueda dar pie a una duda sobre la honorabilidad de alguna de sus hijas, Bernarda lo ataja bruscamente como si se dirigiera a ella misma. As, cuando la muchacha se dirige o Angustias comentndole que Pepe el Romano estaba entre los presentes en el funeral, Bernarda responde secamente: Estaba su madre. Ello ha visto a su madre. A Pepe no lo ha visto ella ni yo. Y no slo se defiende, sino que paso al ataque, o la ofensa: Quien s estaba era el viudo de Darajal. Muy cerca de tu to. A se lo vimos todas, dice. La referencia al viudo de Darajal hay que interpretarla como una indirecta a la honorabilidad de la muchacha? Posiblemente, pues tonta la Mujer 2 como lo Mujer 3, en un aparte, y en voz baja para no ser odas, ese comentario les hace exclamar: Malo, ms que malo!, o lo uno, Y Lengua de cuchillo!, o lo otro, respectivamente. En este ambiente de odios, Bernarda tambin sabe utilizar el arma de la maledicencia y de lo crtica envenenada. Entre otros cosos, nicamente ella conoce el origen incestuoso de Adelaida, amiga de Martirio y Amelia: le tiene miedo a nuestro madre. Es la nica que conoce lo historia de su padre y el origen de sus tierras. Siempre que viene le tiro pualadas en el asunto; o el origen de su criada, Lo Poncia, que se pone en evidencia en este dilogo: Bernarda: Yo s s mi fin! Y el de mis hijas! El lupanar se queda para alguna mujer ya difunta. La Poncia: Bernarda, respeta la memoria de mi madre!. En mantener el buen nombre de la familia, en todo lo referente a la honorabilidad y honradez de su cosa, parece cifrar su existencia: Nac para tener los ojos abiertos. Ahora vigilar sin cerrarlos yo hasta que me muera, dice. Pero ahora no sabe o no quiere ver, a pesar de los avisos de La Poncia, de que Pepe el Romano an estaba a los cuatro de lo maana en uno reja de su casa: Bernarda cree que nadie puede con ella y no sabe la fuerza que tiene un hombre entre mujeres solas, sentencia la Criada. Hasta que estalla la tragedia... An entonces, no querr reconocer otra realidad que no sea la suya, la que ella ha creado en su mundo interior. Resulta pattico su afn por ignorar la realidad, en la escena final: Ella, la hija menor de Bernarda Alba, ha muerto virgen. Me habis odo? Silencio, silencio he dicho!. El autoritarismo, la coercin, lleva consigo los frutos amargos de muerte (Adela) y soledad (el resto). 6. Las fuerzas subversivas Ante ese autoritarismo y afn de dominio que Bernarda ejerce sobre los dems se opondrn una serie de elementos y de fuerzas que, si bien la van a cuestionar enfrentndose incluso abiertamente, no van a poderla destruir, pues tan fuerte es el instinto de poder. Entre esos elementos y fuerzas que se enfrentan al mundo que representa Bernarda, unas actan desde dentro de la casa como la rebelda, la pasin sexual, la locura ... y otras actan desde fuera, pero a la que siempre llegan los ecos; son los otros, los ejemplos desedificantes personificados por Paca la Roseta, la cantante que acompaa a los segadores, la madre de Adelaida o la hija soltera de la Librada ... Entre las fuerzas que se oponen al mundo reglamentado de Bernarda est, en primer lugar, el deseo de libertad que es encarnado, principalmente, por Mara Josefa, la madre de Bernarda. Pero esta mujer viejsima, que tiene ochenta aos y va adornada con flores en la cabeza y en el pecho, est loca. Permanece encerrada bajo llave en su habitacin la mayor parte del tiempo, por eso reclama constantemente a gritos que la dejen salir. Vive como prisionera, y es tratada

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como un animal: Quera llamarte para que le dieras agua de fregar siquiera para beber, y carne de perro, que es lo que ella dice que t le das, explica la Criada a Bernarda. Sin embargo, en ella quedan simbolizadas todas las frustraciones de las hijas; as, ante la falta de libertad, ella exclama: Djame salir! [...] Quiero irme de aqu!. O ante las exigencias de silencio impuestas por Bernarda, ella representa la anttesis: No, no me callo. E incluso ante los anhelos de matrimonio y de maternidad, parece que exprese en voz alta lo que las hijas no se atreven ni a pensar: Me escap porque me quiero casar, porque quiero casarme con un varn hermoso de la orilla del mar, dice. A pesar de su locura, o quiz precisamente por ella, tiene una visin lcida de la realidad que le rodea: Aqu no hay ms que mantos de luto, comenta; o bien intuye el estado de nimo, sin futuro, de las hijas: No quiero ver a estas mujeres solteras rabiando por la boda, hacindose polvo el corazn; incluso se da cuenta de la raz del problema y de su gravedad: Pepe el Romano es un gigante. Todas lo queris. Pero l os va a devorar... . Mara Josefa se convierte, as, en opinin de Francisco Garca Lorca en la proyeccin imaginada, polo de poesa y locura, de todos los personajes de la obra. Y, ms concretamente, por represin y contraste, viene a ser la imagen desatada de su hija, de la propia Bernarda Junto a los anhelos de libertad, tambin se observan actitudes de inconformismo y de rebelda en las hijas, aunque no en todas ni en el mismo grado. Estas actitudes abarcan desde la sumisin hasta la forma ms extrema de rebelda que es el suicidio. En efecto, el rigor del luto impuesto por Bernarda, que conlleva la frustracin de unos proyectos vitales, no vemos que afecte demasiado a Amelia, por ejemplo. Ni tampoco excesivamente a Angustias que, comprometida con Pepe el Romano, ve por el momento que es slo cuestin de tiempo poder salir de ese infierno. Sin embargo, a Magdalena le lleva a maldecir su condicin de mujer, porque intuye que, a sus treinta aos, ya no va a cambiar su situacin: S que no me vaya casar. Y prefiere cualquier cosa, llevar sacos al molino, por ejemplo, antes que permanecer sentada das y das dentro de esta sala oscura, consumindose en una vejez prematura. No obstante, luego lo asume con la ms absoluta indiferencia: Me da lo mismo, dice en su conformismo, porque cada clase tiene que hacer lo suyo!. En Martirio se observa la actitud opuesta: desde ese conformismo y apata inicial, Yo no tengo calor, dice desprendindose de su abanico para drselo a su madre, pero expresin que tambin da a entender que no hay nada que la inquiete, pasando por enfrentarse a ella, cuando es golpeada por Bernarda por haber escondido el retrato de Pepe el Romano: -No me pegue usted, madre! -Todo lo que quiera! -Si yo la dejo! Lo oye?, hasta ese grito final, con el que rompe con todo los convencionalismos establecidos: S! Djame que el pecho se me rompa como una granada de amargura. Le quiero!, grita refirindose a Pepe el Romano. Pero es Adela quien muestra una actitud ms rebelde ante el autoritarismo de Bernarda, afirmando, por oposicin, sus deseos de libertad y su sexualidad. Y es que a sus veinte aos, este luto me ha cogido en la peor poca de mi vida para pasarlo; de ah su grito angustiado: Yo no puedo estar encerrada. [...] Yo quiero salir!. Su rebelda se manifestar atrayendo a Pepe el Romano, el novio de su hermana Angustias, y smbolo de la fuerza sexual, que le llevar a cortar con todos los lazos familiares: Se acabaron las voces de presidio! Esto hago yo con la vara de la dominadora, dice arrebatando el bastn de su madre y partindolo en dos; y a romper tambin con las normas morales sociales: Ya no aguanto el horror de estos techos despus de haber probado el sabor de su boca. Ser lo que l quiera que sea. Todo el pueblo contra m, "quemndome con sus dedos de lumbre, perseguida por los que dicen que son

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decentes, y me pondr la corona de espinas que tienen las que son queridas de algn hombre casado. Pero es una rebelda que parece intil, pues conducir a la muerte y de nuevo al silencio impuesto... Otra de las fuerzas que se oponen al poder establecido es la del amor, o mejor dicho, la del instinto sexual. Pues Garca Lorca no parece creer en la fuerza del amor, digamos honesto, en el matrimonio. El amor que presenta en sus obras es siempre un juego de intereses personales, dentro de las ms puras convenciones sociales -as se reflejaba en sus piezas de tteres, por ejemplo, en el que un viejo (rico) quiere salir de su soledad casndose con una joven (pobre)- o como el que expresa La Poncia por Evaristo: Os conviene saber de todos modos que el hombre, a los quince das de boda, deja la cama por la mesa y luego la mesa por la tabernilla, y la que no se conforma se pudre llorando en un rincn, concepto que no difiere de los consejos de Bernarda a Angustias de cmo tiene que tratar a Pepe el Romano: -No le debes preguntar. Y cuando te cases, menos. Habla si l habla y mralo cuando te mire. As no tendrs disgustos. -Yo creo, madre, que l me oculta muchas cosas. -No procures descubrirlas, no le preguntes y, desde luego, que no te vea llorar jams. Deba estar contenta y no lo estoy. -Eso es lo mismo. Al parecer, lo que realmente importa en el trato con el hombre es callar y sufrir, porque se es el sino de la mujer. El amor que Garca Lorca presenta como desafiador de los convencionalismos se identifica con el amor pasional -el instinto sexual-, representado asimismo por Adela, quien con esta vehemencia se expresa ante La Poncia: No por encima de ti, que eres una criada; por encima de mi madre saltara para apagarme este fuego que tengo levantado por piernas y boca. Ese fuego es el que le lleva a enfrentarse abiertamente al sistema establecido: Aqu se acabaron las voces de presidio! [...] En m no manda nadie ms que Pepe, y desafiar la moral social, como hemos visto: Ser lo que l quiera que sea. Todo el pueblo contra m, quemndome con sus dedos de lumbre, perseguida por los que dicen que son decentes. Adela acta impulsada por una fuerza ciega, que es superior a ella, por la que se ve arrastrada sin poder contrarrestarla: Yo no quera. He sido como arrastrada por una maroma, dice. Y la misma idea se vuelve a repetir a finales del Acto tercero, en el encuentro entre Adela y Martirio en la puerta del corral: Martirio, Martirio, yo no tengo la culpa. Y es que tal como lo concibe Lorca, el amor es algo ajeno a la voluntad del enamorado, que se ve arrastrado por tan poderosa fuerza. As se poda observar tambin, por ejemplo, en Bodas de sangre: Que yo no tengo la culpa / que la culpa es de la tierra, dice Leonardo a la Novia. O bien en El pblico, en donde pone de manifiesto que el amor -tradicionalmente simbolizado en el Romeo y Julieta de Shakespeare- no tiene por qu surgir necesariamente entre dos personas de sexo opuesto, ni siquiera entre dos seres humanos: Romeo puede ser un ave y Julieta puede ser una piedra. Romeo puede ser un grano de sal y Julieta puede ser un mapa porque, como dice el Estudiante, En ltimo caso, es que Romeo y Julieta tienen que ser necesariamente un hombre y una mujer para que la escena del sepulcro se produzca de manera viva y desgarradora? Si Bernarda representa el instinto de poder, Adela representa, a su vez, otra fuerza tambin muy poderosa, el instinto sexual. De la oposicin y enfrentamiento de ambas, como dice Ruiz Ramn, solo puede resultar la destruccin de una de las dos fuerzas en oposicin. Ninguna de las dos es ni humana ni racional, porque las dos tienen como raz el mundo subhumano y subracional del instinto. He aqu escuetamente resumida la tragedia de

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esta casa. 7. Historias desejemplares Otros elementos subversivos, que tambin cuestionan el mundo de Bernarda, pertenecen al mundo exterior a la casa. Y ah estn las dramticas historias de Paca la Roseta, de la madre de Adelaida, la mujer vestida de lentejuelas y que bailaba con un acorden que acompaa a los segadores, la hija de la Librada ... , un mundo depravado y de pasiones desatadas, cuyos sensuales ecos tambin alcanzan al interior umbroso de la casa, Ilenndola de inquietud y desasosiego. Ese mundo de mujeres malas, tan distante y cercano a la vez, estar representado por gente venida de fuera, como Paca la Roseta, que no es de aqu. Es de muy lejos. Asimismo, los hombres que ataron a su marido a un pesebre y a ella se la llevaron en la grupa del caballo hasta lo alto del olivar, tambin son forasteros. Como igualmente forasteros son los segadores y la mujer vestida de lentejuelas y que bailaba con un acorden, a la que quince de ellos la contrataron para llevrsela al olivar. Porque, en opinin de La Poncia, los hombres de aqu no son capaces de eso. En efecto, los hombres de aqu, y a las mujeres de aqu, todos los que son y se consideran decentes, procuran darles muerte antes de que llegue la autoridad, como a la hija soltera de la Librada, a quien traen arrastrando por la calle abajo, y por las trochas y los terrenos del olivar vienen los hombres corriendo, dando unas voces que estremecen los campos, voces a las que se suman las de Bernarda y sus hijas -menos Adela- gritando matadla!, matadla!, que vengan todos con varas de olivo y mangos de azadones, que vengan todos para matarla. Pero Bernarda ignora, por poco tiempo, que no a todas tos mujeres malas se las llevan al olivar, sino ms cerca, al corral de su propia casa; y que tampoco todas son de fuera, como su hija menor, Adela. Lo que viene a significar que, en el fondo, la distancia moral que las separa de Bernarda no es tanta. A pesar de que fuerzas y elementos se opongan y se enfrenten, abiertamente y de soslayo, a ese autoritarismo y a ese afn de dominio sobre los dems, no van a poder destruirlo. Y ah radica el drama (o habra que hablar de tragedia?) de la obra. Porque el autoritarismo contina vigente y acabar por seguir imponindose: Me habis odo? Silencio, silencio he dicho! Silencio!, grita y repite Bernarda. Hundindose todos, y definitivamente, en un mar de luto, porque quin podr ya rebelarse? Y es que, como deca Martirio, refirindose a Adelaida, las cosas se repiten [], todo es una terrible repeticin. 8. Los smbolos y otros elementos dramticos En La casa de Bernarda Alba hay una serie de elementos reiterativos como el agua, el calor, el fuego, la oposicin entre el color blanco y el negro... , que ayudan a potenciar esa fuerza dramtica que se palpa en la obra, y que enriquecen y amplan sus iniciales contextos significativos, hasta el punto de formar parte integrante de la obra, de manera que fuera de ella carecen de tantos significados y tan sugerentes como los que Lorca logra imprimir.

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Entre esos smbolos uno de ellos es el agua, que aparece de manera recurrente en sus ms variados modos y versiones de presentarse: ro, pozos, charcos, mar, orilla, playa, tormenta, lluvia, pedrisco, ola, lgrimas... y dentro de la obra se combinan todos sus significados, pues no es slo smbolo de vida, libertad, transcurrir del tiempo, dolor o muerte, si est estancada..., significados frecuentes en la simbologa tradicional, sino que adquiere sobre todo una significacin ertica haciendo referencia al deseo o al goce sexual, a la fertilidad, etc; en cualquier caso, se presenta como algo vital e indispensable en un lugar en el que cae el sol como plomo. Bernarda, por ejemplo, se lamenta de vivir en un maldito pueblo sin ro, pueblo de pozos, donde siempre se bebe el agua con el miedo de que est envenenada. Mara Josefa, en su locura, reclama a Bernarda, siquiera agua de fregar para beber. Porque lo que ella, Mara Josefa, desea y grita es que quiere casarse con un varn hermoso de la orilla del mar, y lo repite una y otra vez: A casarme a la orilla del mar, a la orilla del mar!. Adela hace taparse los odos a La Poncia, porque le dice, hablando de Pepe el Romano, que Mirando sus ojos me parece que bebo su sangre lentamente. Bernarda vuelve a lamentarse de que sus hijas le hacen beber el veneno ms amargo que una madre puede resistir. Magdalena, que se desvela por el calor de la noche, cuenta que haba un nublo negro de tormenta y hasta cayeron algunas gotas. Martirio ansa que lleguen los das de lluvias, la escarcha, todo lo que no sea este verano interminable. Adela desafa a Martirio, hacindole entender que est dispuesta a todo -incluso a seguir la vida de las mujeres perdidas- con tal de poder seguir gozando de Pepe el Romano: Hasta que se pongan en cueros de una vez y se las lleve el ro, en alusin a la expresin De perdidos al ro. Otra vez es Bernarda quien vea la tormenta venir, pero no crea que estallara tan pronto. Ay, qu pedrisco de odio habis echado sobre mi corazn!. O bien teme la ola de fango que pueden levantar las malas lenguas. La Poncia intuye una tormenta en cada cuarto. El da que estallen nos barrern a todos. Prudencia, la vecina, y en contraposicin a Bernarda, prefiere dejar que el agua corra. Adela se levanta de la mesa para beber agua, pero Bernarda se lo impide y manda traer un jarro de agua fresca. El anillo de prometida que recibe Angustias de Pepe el Romano es de tres perlas, que dicen que significan lgrimas. La Poncia, para referirse a la ceguera de Bernarda, exclama: Cuando una no puede con el mar lo ms fcil es volver las espaldas para no verlo. Pero tambin expresa que le gustara cruzar el mar y dejar esta casa de guerra. Mara Josefa sigue ansiando la orilla del mar: Ovejita, nio mo, / vmonos a la orilla del mar. Adela, cuando rie con Martirio, le espeta: La que tenga que ahogarse que se ahogue. Y Martirio, por su parte, est dispuesta a volcar sobre ella un ro de sangre sobre su cabeza Como se puede observar, la variedad de significados es abrumadora, y las posibilidades sugeridoras se multiplican enormemente. Y, sobre todo, y ah radica tambin la maestra de Garca Lorca, es que es una red de smbolos inagotable, que slo adquiere un sentido plenamente comprensible dentro del propio texto. Lo mismo habra que sealar, y en paralelismo con el agua, de los smbolos relacionados con el fuego y el calor, como expresin de la intensidad de las pasiones desatadas, y que adquieren tambin claras connotaciones sexuales. Sin embargo, agua y calor, no son conceptos antitticos en el drama de Lorca, sino complementarios, exigindose mutuamente. El calor asfixiante del

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ambiente viene a ser un reflejo del calor interior provocado por la pasin insatisfecha. Por otra parte, la funcin dramtica que recae sobre este concepto es fundamental en la obra, pues a causa del intenso calor que impide poder dormir, surge, primero, la sospecha y, despus, la evidencia de que Pepe el Romano abandona la casa de Bernarda a eso de las cuatro y media de la madrugada, y no a la una como asegura Angustias ... En efecto, en este drama de mujeres, el ambiente caluroso y asfixiante se solapa con la frustracin vital que conlleva el autoritarismo de Bernarda, intensificndolo de tal modo que desembocar en tragedia. La accin transcurre durante un caluroso verano, en el que cae el sol de plomo, tanto, que hace aos que no he conocido calor igual, comentan las Mujeres 3y 1 respectivamente en el velorio. Que el calor adquiere connotaciones sexuales, se puede observar en las expresiones que aplican a Bernarda: la Mujer 1 la llama Vieja lagarta recocida!, en posible alusin a que se ha casado dos veces, y La Poncia dice de ella que es Sormentosa por calentura de varn! Incluso la misma Bernarda afirma que, en las mujeres, volver la cabeza es buscar el calor de la pana de los hombres. Martirio, que afirma al principio del drama Yo no tengo calor, al final grita arrebatada por la pasin: S! Djame que el pecho se me rompa como una granada de amargura. Le quiero!. Amelia sugiere abrir la puerta del patio a ver si nos entra un poco de fresco. Martirio se queja de que esta noche pasada no me poda quedar dormida por el calor. Magdalena, igualmente, tampoco poda dormir: Yo me levant a refrescarme. Haba un nublo negro de tormenta y hasta cayeron algunas gotas. Y La Poncia dice que suba fuego de la tierra. Es, pues, ste un calor especial, que no puede ser mitigado por los abanicos ... , sino por Pepe el Romano; y ah est Adela, dispuesta a saltar incluso por encima de la autoridad y vigilancia de su madre para apagarme ese fuego que tengo levantado por piernas y boca. Hasta el caballo garan, premonicin y smbolo de Pepe el Romano, que muestra una gran inquietud, puesto que da coces contra el muro -al amanecer est previsto que cubra a las potras-, lo han de sacar al patio como ordena Bernarda porque debe tener calor. Otro aspecto, tambin de gran eficacia en su puesta en escena, es la dramatizacin de una realidad en blanco y negro. En efecto, como constatacin, incluso palpable, visual en este caso, de la radical oposicin entre el autoritarismo de Bernarda y los deseos de seguir las propias inclinaciones de las hijas, se pone de relieve dramticamente al contrastar antitticamente el color blanco con el negro. Ya en el primer acto, el blanco de las paredes de la casa de Bernarda contrasta vivamente con el negro del luto de Bernarda y sus hijas, y el de las mujeres que las acompaan en el velatorio que portan pauelos grandes, faldas y abanicos negros, como indica la acotacin. Vestidos y velos negros contrastan igualmente con las blancas y plidas carnes de las hijas. Incluso el precioso vestido verde de Adela que esperaba estrenarlo el da de su cumpleaos no tiene otro futuro que teirlo de negro. En Mara Josefa tambin se contrasta su traje negro de moar con la gargantilla de perlas. El muro hay que volverlo a blanquear despus de haberlo ensuciado los hombres. Y Magdalena opina que Pepe el Romano ha venido a buscar lo ms oscuro de esta casa, o sea a Angustias. El negro de los vestidos, en el segundo acto, vuelve a contrastar con la habitacin blanca del interior de la casa y con la blancura de las sbanas que las hijas cortan y cosen. Angustias afirma que ms vale onza en el arca que ojos negros en la cara. Y las cuatro gotas que cayeron de un nublo negro de tormenta, segn Magdalena, no fue suficiente para paliar el sofocante calor de la noche. En el acto tercero, las paredes blancas del patio interior contrasta con la negra noche, y es fcil imaginar cmo la luz del quinqu proyecta sobre la

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palidez de las paredes las sombras inquietas de Bernarda y sus hijas mientras cenan. La noche es tan oscura que no se ve a dos pasos de distancia. Y en esa oscuridad, resalta an ms la blancura del caballo: El caballo garan estaba en el centro del corral blanco! Doble de grande, llenando todo lo oscuro. Incluso el pelo blanco de Mara Josefa contrasta con la oscuridad de la noche y con los mantos de luto: Est todo muy oscuro. Como tengo el pelo blanco crees que no puedo tener cras, y s, cras y cras y cras. Este nio tendr el pelo blanco y tendr otro nio y ste otro, y todos con el pelo de nieve, seremos como las olas, una y otra y otra. Luego nos sentaremos todos y todos tendremos el cabello blanco y seremos espuma. Por qu aqu no hay espumas? Aqu no hay ms que mantos de luto. Amparada en la oscuridad de la noche Adela sale al patio en enaguas blancas, y en enaguas tambin, pero con un pequeo mantn negro de talle, la sigue Martirio. Bernarda aparece igualmente en enaguas, y con un mantn negro. Y, por ltimo, ya en eterno contraste, Adela, amortajada como doncella, y probablemente vestida de blanco, rodeada de su madre y hermanas vestidas de negro de pies a cabeza. Esta insistencia, como se ha podido observar, en reflejar la realidad oponiendo el blanco sobre negro, potencia el mismo contraste existente en la temtica: la radical oposicin entre el abuso de autoridad y el deseo natural de libertad, de vivir la vida de la juventud. 9. Drama realista o potico? Ni una gota de poesa! Realidad! Realismo!, exclamaba Federico Garca Lorca de esta obra. Pero despus de todo lo visto, como los valores simblicos del agua y del calor y del fuego y el blanco contrastando con el negro ... , qu decir?, cmo entender esas palabras? Porque, y a pesar de que el autor advierte que estos tres actos tienen la intencin de un documental fotogrfico, es difcil que se pueda calificar La casa de Bernardo Alba de drama realista en sentido estricto, ya que lo potico rezuma por todos los poros de la obra. En efecto, el realismo que caracteriza la obra, este intenso drama de mujeres en los pueblos de Espaa, y que Garca Lorca quiso dejar constancia de su propsito, sealado despus de la lista de personajes que intervienen en el drama, con la indicacin de El poeta advierte que estos tres actos tiene la intencin de un documental fotogrfico, se pone de relieve, como se ha podido constatar, en la recreacin de situaciones y ambientes tpicos del medio rural; as, el aire costumbrista se puede observar en usos como el velatorio, el luto, la cuestin de las particiones, el noviazgo a travs de la reja, o lo que hacen los viudos de esta tierra... , en las faenas del campo como la siega y en los cantos que las acompaan, o las faenas domsticas como la preparacin del ajuar, o el repicar constante de las campanas ... ; y tambin en su manera de pensar, en su comadreos, envidias, celos ... , atentos siempre, en definitiva, al qu dirn. Pero, si bien el drama contiene elementos y expresiones realistas, no son menos las de carcter potico. Y es que lo potico surge de modo espontneo, casi sin querer, a pesar de que Lorca se esfuerza en poner de relieve el detalle realista. De modo que realidad y poesa se conjugan armnicamente. Hecho que se puede comprobar en cualquier acto, en cualquier secuencia: empieza con el empleo de un lenguaje normal, cotidiano, de significado unvoco, para luego dar paso a un lenguae cargado de significaciones dramticas y simblicas. Por ejemplo, en el dilogo que abre la obra, la conversacin entre la Criada y La Poncia, ste est repleto

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de expresiones realistas y detalles incluso prosaicos, como el hecho de salir a escena La Poncia, nada ms levantarse el teln, comiendo chorizo y pan, y explicando a la Criada que ella ha salido del funeral para venir a comer. No obstante, el lenguaje se va volviendo cada vez ms potico, cuando al referirse a Bernardo exclama: Es capaz de sentarse encima de tu corazn y ver cmo te mueres durante todo un ao sin que se le cierre esa sonrisa fra que lleva en su maldita cara. Y se observa que utiliza determinados recursos literarios como la anfora: Ella, la ms aseada; ella la ms decente; ella la ms alta; recurso que se aprecia tambin cuando alude al tiempo que lleva a su servicio: Treinta aos lavando sus sbanas; treinta aos comiendo sus sobras. Y acaba por utilizar un lenguaje cargado de intenciones expresivas y dramticas: Ese da me encerrar con ella en un cuarto y le estar escupiendo un ao entero. Bernarda, por esto, por aquello, por lo otro, hasta ponerla como un lagarto machacado por los nios Lo mismo se puede observar en el vibrante dilogo que mantienen Adela y La Poncia, en el segundo acto, cuando la criada le pide que se olvide de Pepe el Romano, para no poner en entredicho la honra de la casa. En ese dilogo rpido, lleno de tensin, abundan las expresiones realistas: Deja en paz a tu hermana, y si Pepe el Romano te gusta, te aguantas!, oIedora!, prfida!, buscas como una vieja marrana asuntos de hombres y mujeres para babosear en ellos, No os tengo ley a ninguna, pero quiero vivir en casa decente. No quiero mancharme de vieja!, etc, etc. Pero, a la vez, entre medio e ellas, destaca un lenguaje que se va cargando de valores y significaciones poticos: Con la cabeza y las manos llenas de ojos, por encima de mi madre saltara para apagarme este fuego que tengo levantado por piernas y boca, Soy ms lista que t. Mira a ver si puedes agarrar la liebre con tus manos, Trae cuatro mil bengalas amarillas y pon las en las bardas del corral, Mirando sus ojos me parece que bebo su sangre lentamente De esta manera, lo real y lo potico se fusionan magistralmente en manos de Garca Lorca, para ofrecernos una de las obras ms importantes, conmovedoras, y sobre todo poticas, del teatro espaol contemporneo.

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