Medio Milenio de Discriminación Al Pueblo Mapuche - Luis Vitale
Medio Milenio de Discriminación Al Pueblo Mapuche - Luis Vitale
Medio Milenio de Discriminación Al Pueblo Mapuche - Luis Vitale
Huinca Bueno)
Santiago, noviembre 2000 A la Mesa Redonda Etnias indgenas y diversidad cultural del Encuentro de Investigacin 2000 de la Universidad de Chile Me dirijo a los organizadores y participantes de esta Mesa Redonda y, en particular, al Coordinador: Prof.Roberto Hernndez e integrantes: Profesores Francisco Rothammer, Gilberto Snchez y Patricia Vargas e invitado: Edgardo Lienlaf, director nacional de CONADI, con el objeto de hacerles llegar una colaboracin sobre el tema de esta mesa. Al mismo tiempo, les solicito consideren la posibilidad de darle lectura a este modesto aporte para la discusin de tan importante problemtica. Agradecindoles desde ya vuestra atencin, los saluda cordialmente Prof. Luis Vitale C. Dep. Ciencias Histricas Fac.de Filosofa y Humanidades Premio Ensayo Alerce "Oreste Plath", 2000 de la Sociedad de Escritores de Chile,autor Discriminacin al Pueblo Mapuche de Medio Milenio de
INTRODUCCION A cuatro siglos y medio de la conquista espaola y de la dominacin criolla, el Estado y la sociedad civil chilena, en su mayora, siguen adoptando un comportamiento discriminatorio respecto de uno de nuestros principales Pueblos Originarios: los mapuches. Por el contrario, varias naciones latinoamericanas han comenzado a superar, en parte, la discriminacin a sus pueblos originarios -antes peyorativamente llamados "indios" y luego indgenas- adoptando algunas medidas de reconocimiento a sus ancestrales tierras, a sus lenguas aborgenes, educacin bilinge y respeto a su cosmovisin. Tanto o ms importante que las leyes aprobadas por los Estados es el cambio en el comportamiento de la sociedad civil, experimentado en las ltimas dcadas, especialmente en Nicaragua, Guatemala, Mxico, Venezuela, Colombia, Ecuador, Per y Bolivia, con una actitud nueva de respaldo a las peticiones de sus milenarias culturas. Estas notas tienen por objetivo principal contribuir a una mayor comprensin del tema con la esperanza de estimular en la sociedad chilena un cambio en su actitud discriminatoria que pavimente el camino hacia una nueva relacin, especialmente de los mestizos, con los mapuches.
Hemos procurado poner de manifiesto las histricas aspiraciones y demandas de los mapuches, el despojo de sus tierras, los atropellos a sus derechos humanos y la censura a que han sido sometidos. Nos decidimos entonces a descorrer el velo de los mitos y deformaciones acerca del pasado y presente de la cultura mapuche. Aterrizamos esta volada literaria en el significado de las movilizaciones realizadas por los mapuches en la ltima dcada, que expresan una actualizacin de sus demandas y el surgimiento de un nuevo y joven liderazgo, que ha reivindicado con ms fuerza y fundamento su histrica condicin de nacionalidad originaria, condensada en el concepto de Pueblo-nacin. Asumimos la presente tarea con pasin, pero con objetividad, pues comprendemos la urgencia de someter a una operacin mental a los seculares discriminadores de ese primer pueblo del Bo-Bo al sur, que ech las races de nuestro ancestro, estableciendo una sana relacin de la sociedad humana con la naturaleza hasta el da de hoy, con su resistencia a la devastacin por las transnacionales de los maravillosos bosques sureos.
I Los primeros MITOS Uno de los primeros mitos fabricados por los colonialistas ibricos fue el descubrimiento de Amrica. Cuando los espaoles y portugueses tropezaron con nuestro continente, haca milenios que los Pueblos Originarios haban forjado altas culturas. Si alguien descubri Amrica fueron los primeros hombres y mujeres que cruzaron por el estrecho de Behring hace ms de 50.000 aos. Los europeos, antes del viaje de Coln, desconocan la existencia de nuestras culturas pues los avances de la nutica no eran suficientes para iniciar aventuras transocenicas. En rigor, el mito del "descubrimiento de Amrica" constituye uno de los tantos encubrimientos de la Historia, como disciplina, a contracorriente de la realidad histrica de los pueblos, que discurre sin ideologizaciones a posteriori. Por consiguiente, el retraso de la navegacin ocenica fue lo determinante en la ignorancia de los europeos respecto de la existencia de los americanos. Coln no descubri nada, como tampoco los portugueses, franceses, ingleses y holandeses descubrieron las culturas primigenias de Asia, Africa y Australia. Si posteriormente se invent el mito de que los europeos "descubrieron" Amrica y otros continentes fue por una razn recargada de ideologa para justificar la conquista. Est demostrado que muchos siglos antes que Coln pisara tierra americana, nuestros Pueblos Originarios vivan un estadio cultural avanzado -tanto en alfarera, cestera y regado artificial como en el trabajo minero y metalrgico- prestamente aprovechado por los colonizadores, cuya explotacin tan rpida y fructfera slo puede ser explicada por los adelantos de las culturas agro-alfareras, preexistentes a la conquista espaola. Como prueba, ah estn las joyas y labrados en oro que despertaron la admiracin de connotados artistas plsticos del siglo XVI, como Alberto Durero, quien al ver los tesoros que Hernn Corts ofrend al rey Carlos V, manifest: "En mi vida no he visto nada que de tal modo alegrara mi corazn. He visto las cosas que le fueron tradas al rey desde la nueva tierra de oro. Un sol enteramente de oro y una luna toda de plata (...) Vi que entre ellas haba objetos artsticos que me han dejado atnito ante el talento de esa gente de tierras lejanas. En verdad, no acierto a decir lo suficiente acerca de las cosas que tuve ante mis ojos" (citado por V. von Hagen: Los reinos americanos del sol, p. 10, Barcelona, 1964). Algunos cronistas espaoles se sintieron obligados a reconocer que "los indios" inventaron los hornos de fundicin, llamados "guairas", la tcnica de la soldadura y casi todas las aleaciones de metales, con excepcin del hierro. Alfonso Caso ha dicho en la pgina 44 de su libro Culturas mixtecas y zapatecas,
publicado en Mxico en 1942, que "los mixtecas no slo fueron los mejores orfebres de Amrica sino que ningn otro pueblo los super en el mundo". Esta fue la cultura que destruyeron los invasores europeos; una cultura tan avanzada, como la maya, creadora del nmero Cero diez siglos antes que los europeos, quienes lo llegaron recin a conocer por va de los rabes. Sociedades muy avanzadas en el estudio y aplicacin de la astronoma, con ciudades como Tenochtitln, habitada por ms de medio milln de habitantes, una de las urbes ms grandes del mundo en esa poca, tan poblada como Pekn y Estambul. No obstante, la historiografa tradicional contina sosteniendo que nuestros pueblos orginarios estaban en la fase llamada Prehistoria, cuyo prefijo indica fase preparatoria para entrar a la historia, cuya condicin sera tener pleno conocimiento y prctica de la escritura. Nuestros Pueblos Originarios no conocan ni usaban la escritura utilizada por los griegos, aunque se expresaban en escritura ideogrfica e inclusive mixta. Sin embargo, escribieron una de las mejores pginas de la Historia Universal al labrar, para citar uno de los tantos ejemplos, las joyas de Monte Albn, erigir Machu-Pichu y las pirmides del Sol y la Luna. No obstante, se sigue diciendo que vivan en la Pre-historia como si la condicin para entrar a la historia fuese aprender a escribir al estilo europeo. Efectivamente, no eran amanuenses del papel escrito, pero lo eran de la artesana, astronoma y de una sana relacin de la sociedad con la Naturaleza. En rigor, todas las manifestaciones humanas -con o o sin conocimiento de la escritura- desde los pueblos cazadores-recolectores hasta la actualidad son historia, forman parte de la Historia Universal, hacen y siguen haciendo historia. Mientras tanto qu era el tan mentado "Viejo Mundo" en el siglo XV?. Espaa estaba recin medianamente unificada, bajo el reinado de Fernando e Isabel la Catlica. Antes, haba sido colonia del imperio romano, del siglo II a.c. al siglo V de nuestra era. A partir del VII, de hecho dominada por el imperio musulmn hasta mediados del XV, lapso en que los ibricos -y por su intermedio los europeos- pudieron recin conocer a grandes filsofos rabes como Ibn Jaldn, Avicenas y Averroes, herederos del pensamiento aristotlico, menospreciado por la Iglesia Catlica, que al fin tuvo que aceptarlo para superar su contradiccin entre Razn y Fe a travs de Toms de Aquino. En suma, la Espaa que nos invadi -pretextanto ser representante de la civilizacin- haba sido colonia romana durante 7 siglos y otros tantos del imperio musulmn, del cual incorpor las variadas formas de regado artificial, aunque no logr aprender el depurado trabajo en metales, slo dominado en Europa por los orfebres de Silesia y la baja Sajonia, a un nivel inferior al de los pueblos originarios de nuestra majestuosa Cordillera de los Andes. Ni qu decir del atraso y subdesarrollo de Inglaterra. Colonia del imperio romano, de los siglos II al V, fue luego dominada por los sajones, los cuales no se caracterizaban precisamente por sus avances culturales. La tan magnificada Inglaterrra gateaba en la historia cuando fue invadida en el siglo XI por los normandos de Guillermo I, el Conquistador. Inicise entonces un proceso de culturizacin recin consolidado con la aprobacin de la Carta Magna en 1215, que permiti -
segn el connotado historiador Perry Anderson- abrir un proceso de "integracin de la nobleza feudal al estado ms temprano que en otras partes". En todo caso, no se podra hablar de una Inglaterra desarrollada econmicamente hasta que logra apropiarse de la industria textil de la India y de los avances en la natica transocenica de otras culturas. Del milenio anterior, no existe ningn vestigio que permita decir: Inglaterra era ms "vieja" y avanzada que las culturas originarias de nuestra Amrica. Lo mismo cabe decir de Alemania, fragmentada en condados y ducados, recin se unificados en una sola nacin en 1871, bajo la frrea conduccin de Bismarck. Este territorio, de slo 128 aos de existencia como Estado-nacin, no fue precisamente cuna de expresiones culturales superiores a las de los americanos, aunque s tiene el honor de haber entonado la Cancin de los Nibelungos y, sobre todo, albergado a las valientes "walkrias" que le hicieron morder el pasto a las -hasta entonces- invencibles legiones romanas de Julio Csar. Francia no puede vanagloriarse de haber tenido una cultura ms avanzada que la Maya, Azteca e Inca. Advino al mundo de las letras con la Chanson de Roland, nueve siglos antes del gran Racine, Molire y Descartes. Su Estado nacional comenz a gestarse en el siglo XIII, con Felipe el Hermoso. A pesar de la gesta de Juana de Arco y de su derrota en la "guerra de los cien aos", Francia tard siglos en afirmar la unidad nacional de sus habitantes, dos veces ms numerosos que Espaa y cerca de cuatro veces ms que los de la Inglaterra de entonces. Mas ese llamado Viejo Mundo -menos viejo que las civilizaciones egipcia, sumeria, china e ind- nunca pudo contemplar la belleza de un Machu-Picchu, Tiahuanaco y menos las pirmides del esplendoroso Teotihuacan.
II Si bien es cierto que el Pueblo Mapuche no haba alcanzado el nivel de otras sociedades americanas, no debe menospreciarse su trabajo agrcola, alfarero, textil y, sobre todo, su sana relacin con la Naturaleza, vale decir su Ambiente, con los milenarios bosques del sur chileno. Sus posibles ancestros anduvieron cazando, recolectando y pescando hace unos 6.000 aos antes de nuestra era o, quiz ms, segn los ltimos descubrimientos arqueolgicos. Mucho ms tarde, a comienzos del ltimo milenio, se hicieron horticultores en trnsito a la fase agro-alfarera. Dos complejos culturales, Pitrn y El Vergel -descubiertos recientemente en cementerios analizados por especialistasindican que desde el Bo-Bo hasta Llanquihue existi una cultura cuyo fechamiento radiocarbnico data de ms de 600 aos d.c., para el caso de Pitrn, forjadora de una alfarera con figuras zoomorfas, antropomorfas y jarros con asas, pintados de rojo y negro. Sus artfices tuvieron contacto o recibieron la influencia de las culturas del actual Chile central. La cultura El Vergel -ubicada en las cercanas de la ciudad de Angol- sera posterior, despus del ao 1.000 d.c., con un mayor desarrollo agrcola y, sorprendentemente, con un conocimiento minero-metalrgico reflejado en aros de cobre encontrados por los arquelogos. Cabe suponer entonces que estaban en contacto con pueblos del complejo Aconcagua y otros de la zona central, denominados picunches (mapuches nortinos) por estar al norte del asentamiento fundamental mapuche del ro BoBo al sur. En fin, estos hallazgos muestran una vez ms lo errneo de la hiptesis de autores, como Latcham, segn la cual los mapuches provenan de la Argentina, metindose como una franja en el actual territorio chileno del sur. Antes de la conquista espaola, la sociedad mapuche tena un modo de produccin comunal; definicin no compartida por quienes han afirmado enfticamente: los modos de produccin solamente se originan en las sociedades de clase. A nuestro modo de comprender, el requisito para definir un modo de produccin no es solamente la organizacin del trabajo sino la articulacin entre las fuerzas productivas y las relaciones de produccin, componentes que no deben escindirse, las cuales forman parte de un todo: Formacin Social. Esta interrelacin se produjo en las culturas agro-alfareras americanas, incluida la mapuche, pues hubo una articulacin de las fuerzas productivas (instrumentos de trabajo, apropiacin de frutos de la naturaleza, tierras, etc.) y de las relaciones de
produccin de tipo comunal; es decir, hubo un rgimen y una organizacin social del trabajo en la comunidad mapuche. Todo ello, basado en la posesin -no propiedad- colectiva de la tierra y en la redistribucin de parcelas en usufructo por cada unidad gentilicia. Conclusin: la Formacin Social mapuche tuvo un modo de produccin comunal. Esta sociedad, similar a otras originarias, tena una economa de subsistencia y un pequeo excedente, el cual se reinverta en obras generales para bien de la comunidad y, a veces, en el intercambio comercial, a base del trueque. Si bien no exista una produccin generalizada de mercancas, de todos modos se daba un principio de mercado, por ejemplo, de los tehuelches con los chonos y veliches de la isla de Chilo y de los mapuches con los huiliches y picunches. Ambos del mismo tronco; slo se les nombraba de ese modo porque estaban al sur y al norte, respectivamente, de quienes habitaban entre los ros Bo-Bo y Toltn. En mayor escala comerciaban los pueblos integrantes del imperio azteca con los del Centro y Sudamrica, como lo han demostrado las investigaciones de las ltimas dcadas. Por lo tanto, es un error de los economistas neoliberales decir que el mercado comenz con el advenimiento del capitalismo. Mercado existi en las milenarias culturas asiticas, africanas y americanas desde el momento en que los pueblos iniciaron la fase de intercambio comercial a travs del trueque. Posteriormente, con la aparicin de las sociedades de clase -como el esclavismo, el feudalismo y, sobre todo, el capitalismo- el intercambio se amplific hasta dar paso en el siglo XVI a la apertura del comercio mundial. Los mapuches, como otros pueblos agro-alfareros americanos, tuvieron un rgimen social que rebasaba los meros lazos sanguneos. Las relaciones de parentesco surgieron como resultado de una necesidad socio-econmica de quienes se nucleaban en una comunidad que planteaba exigencias distintas a las de la fase recolectora. El parentesco de los pueblos agroalfareros fue el resultado de un proceso cultural, no natural. A causa de no haber tomado debida cuenta de la interrelacin entre estructura econmica y relaciones de parentesco, algunos marxistas de orientacin economicista subestimaron el papel del parentesco en el modo de produccin comunal. A su vez, la corriente estructuralista de Levi-Strauss ha priorizado dogmticamente las funciones del lenguaje, cayendo en el fetichismo del parentesco. En tal sentido, Maurice Godelier en su libro Las sociedades precapitalistas, editado en Mxico en 1978, critic en la pgina 179 el error de los "antroplogos que privilegian esta funcin simblica del parentesco y la tratan
como puro lenguaje, as como el error contrario de quienes quieren definir su contenido suprimindole sus funciones econmicas, religiosas, etc." La organizacin gentilicia de los mapuches se basaba en lazos de parentesco funcionales a la posesin colectiva de la tierra y de los pastos, cerros y aguas, de uso comn. El trabajo se realizaba mediante la cooperacin simple, es decir, actividad conjunta para ejecutar labores de inters comunitario con distribucin igualitaria. En el seno de la comunidad mapuche se daba una descendencia matrilineal, que a veces se ha confundido con la existencia de un rgimen de matriarcado. El destacado papel de la mujer en los pueblos agro-alfareros derivaba de su relevante funcin pblica: cultivaba la tierra, trabajaba la alfarera y elaboraba los tejidos con su creativo telar. Su pareja deba residir en el clan de la mujer. Los hijos llevaban la filiacin y el totem de la madre, prctica vigente hasta fines del siglo XIX. El hombre no poda hacer pareja con una mujer del mismo clan, pero era lcita la relacin sexual entre hijos e hijas del mismo padre, pero de totem diferente. En Mapudugn (lengua de la tierra) se encuentran palabras que indican esta relacin: "lacutn", unin entre abuelo y nieta; "lamuentn", entre hermano y hermana de padre. Durante la Colonia se dictaron reglamentos con el fin de prohibir estas uniones, las cuales para los espaoles constituan pecados monstruosos. En cambio, para los mapuches algunos matrimonios entre espaoles eran incestuosos, especialmente entre primos, si estos eran hijos de tas maternas y, por ende, del mismo totem. En un intento de aproximacin terica al problema, podramos decir que -a diferencia de los pueblos recolectores y cazadoresen las comunidades agro-alfareras sedentarias empez a estimarse a la mujer como garanta social de la reproduccin, dadora de lneas de descendencia o filiacin, base del parentesco para impedir el incesto con los del mismo clan. Sin minimizar sus notables aportes, opinamos que Levi-Strauss, al tratar el llamado "intercambio de mujeres", soslaya el problema socio-econmico que subyaca en la necesidad de atraer hombres de otros clanes con el fin de reforzar la produccin comunal. En rigor, la economa de estas sociedades agro-alfareras no estaba separada del rgimen sexual ni de las lneas de parentesco. Las prohibiciones sobre relaciones entre personas de un mismo totem estaban -como afirman algunos- realmente destinadas a evitar una degeneracin de la sociedad clnica? o estas prohibiciones tenan un condicionamento socio-cultural?. Ms todava, el tab del aparejamiento entre miembros del mismo clan no tendra una finalidad muy concreta, como la de conservar el equilibrio social o de retener a las mujeres para garantizar la produccin agro-alfarera y la reproduccin de la comunidad?. En
sntesis, para nosotros es insuficiente la explicacin biolgica. Es necesario buscar un fundamento econmico-social para explicar el sistema de tabes sexuales entre parejas de un mismo clan y su relacin con la descendencia o filiacin matrilineal. La exogamia fue probablemente la expresin de una necesidad o beneficio social, encubierta por el tab del incesto endogmico. En esta estructura matrilocal, el to ejerca una influencia decisiva al distribuir tanto los trabajos a las mujeres parientes como a los yernos, atraidos de otros clanes. La importancia de la mujer no solamente resida en el papel desempeado en las labores agrcola, alfarera y textil, sino tambin por su relevante actividad en el plano mgico-religioso, en el culto a las diosas de la fertilidad; en el caso de la sociedad mapuche es conocido el connotado papel que jugaba y juega la Machi. Lejos de nosotros la idea de que la comunidad mapuche funcionara exactamente igual a la de otras sociedades agroalfareras. No siendo de origen mapuche, siempre he sido muy cuidadoso en la interpretacin de la cosmovisin de esa cultura, error que han cometido reiteradamente los historiadores y antroplogos no mapuches. Slo aspiro a entregar -basado en investigaciones sobre otras culturas agroalfareras- un aporte terico para discutirlo con colegas y, especialmente, con las mujeres y hombres del pueblo-nacin mapuche. Antes de la invasin espaola, la sociedad mapuche no mostraba signos evidentes de desigualdad social como se dieron en las culturas de los imperios Inca y Azteca, y menos un embrin de estado. No existan castas sacerdotales ni militares. No acostumbraban a obedecer a ningn amo, segn advirti el padre Joseph de Acosta. Jams fueron oprimidos por otros pueblos ni pagaron tributos, como las comunidades dominadas por los incas y aztecas. En carta de 1610 a las autoridades espaolas -publicada ms tarde por Jos Toribio Medina en la Biblioteca Hispano-chilena, tomo II, p. 83- el padre Luis de Valdivia manifestaba: "la razn porque no conviene imponerles tributo es porque stos (indios) no han tenido cabeza, porque no han tenido jams gobierno poltico sino por parentelas, y as a ningn indio reconocen y ninguno se puede obligar en nombre de todos a cobrar y dar los tributos de los dems y al que tomase ese oficio le mataran luego". Esta carta es una prueba ms de que los mapuches no tenan ningn tipo de estructura de dominacin a la cual pagar tributos. Por esta causa -deca el Padre Rosales en Historia del Reyno de Chile, pgina 122- "no slo resistieron al seoro de el Inga, sino que jams quisieron admitir Rey ni Gobernador ni justicia de su propia nacin, prevaleciendo siempre entre ellos la voz de la libertad". Ya lo haba dicho Alonso de Ercilla y Ziga:
gente
araucana
Este mito, tambin fabricado en funcin de los intereses expansionistas de Europa, constituy otra forma de ideologa -entendida sta como deformacin de la realidad al servicio de los intereses de la clase dominante- destinada a establecer la superioridad de la "raza" blanca sobre la indgena y negra, ideologa sistematizada en el siglo XIX por los tericos franceses con su categora de "l'etnie". Es por dems elocuente que en Amrica se "festeje" dicho da el 12 de octubre, sin advertir el cuestionamiento del concepto de "raza" hecho por la la moderna Antropologa. La verdad histrica -que siempre derriba mitos- muestra sin equvocos que al ancestro aborigen se le agregaron dos vertientes: la blanca europea y la negra africana, que luego dieron paso a diversas variantes de mestizaje. Pues bien qu base cientfica existe para conmemorar el "Da de la Raza"?. Ninguna, slo magnificar a los colonialistas, por supuesto blancos, con el fin de perpetuar la concepcin racista, inspirada en el etno-centrismo. Esta misma ideologa est detrs del mito de la "Madre
Patria". Nadie puede negar la importancia de Espaa y Portugal en la colonializacin de Amrica Latina. Mas si se trata de precisar una madre simblica, ella reside en el ancestro milenario de nuestras culturas originarias: la Pachamama, la madre tierra. Para los mapuches y otros pueblos originarios no puede ser "madre patria" la que extermin gran parte de la poblacin autctona, aplastando su creativo proceso cultural. Ni siquiera lo fue para la mayora de los criollos y mestizos, quienes tuvieron que enfrentar con las armas en la mano a esa supuesta madre en las guerras de la Independencia. La inferioridad de los "no europeos" fue otro de los mitos levantados por el etnocentrismo. A las mistificaciones de los colonizadores, le siguieron los raciocinios de los filsofos. Hume opinaba que los habitantes de los trpicos eran razas inferiores; mientras Kant afirmaba: los pueblos americanos estaban incapacitados para alcanzar la civilizacin porque, a causa de su pereza, carecan de pasiones, estmulos y afectos. A mediados del siglo XIX, Hegel sostena: "slo en Amrica existen salvajes tan torpes e idiotas como los fueguinos y los esquimales", tratando as de fundamentar su teora de los "pueblos sin historia".
Los mapuches convertidos al catolicismo? Durante la Colonia y el siglo XIX, la jerarqua de la Iglesia Catlica se ufanaba por haber logrado su misin de evangelizar a estos "indios sin alma". Tiene la palabra un mapuche del siglo XVII, a travs de una carta enviada al rey Felipe IV por el mismsimo procurador de la Compaa de Jess, Lorenzo Arizbalo: "es tan grande el odio que los indios tienen con los espaoles, que habiendo de ajusticiar a un indio, y para convertirle, dicindole los bienes que hay en el cielo, y de que l ganara si se convirtiese, respondi: hay espaoles en ese cielo que has pintado?. Y respondindole que s, dijo l: pues si hay espaoles en ese cielo, no quiero ir a l" (carta reproducida por Miguel de Olivares: Historia Militar, Civil y Sagrada del Reino de Chile, Santiago, 1864, p. 14). Tambin es reveladora la carta del 8 de noviembre de 1672 enviada al rey de Espaa por Juan Henrquez de la Capitana General de Chile: "los indios no son, ni han sido cristianos. Antes s son i han sido siempre tan contrarios a nuestra fe, que no hai cosa que tanto aborrezcan como el nombre de cristianos" (citada por Alejandro Fuenzalida G.: Historia del desarrollo intelectual de Chile (1541-1810), Santiago, 1903, p. 325)
El cronista Vicente Carvallo y Goyeneche comentaba en su libro Descripcin histrico-geogrfica del reino de Chile que mientras los mapuches cortaban la cabeza de un Cristo en el fuerte de Buena Esperanza "zaheran a los prisioneros (espaoles), dicindoles que ya les haban muerto a su Dios, y que ellos eran ms valientes que el Dios de los cristianos". No obstante, el historiador Jaime Eyzaguirre insisti en la pgina 103 de su Historia de Chile que la Iglesia trat de manera igualitaria a los mapuches: "los mir en esencia como iguales". Quin no sabe que la conquista de Amrica se hizo bajo el signo de la cruz y la espada, con el objetivo manifiesto de encontrar montaas de oro. Desde las primeras cartas de Coln se trasluce el ansia de dinero, esa "celestina universal", de la que hablaba Shakespeare. En 1503, Coln escriba desde Jamaica a la reina Isabel: "cosa maravillosa es el oro. Quien tiene oro es dueo y seor de cuanto apetece. Con oro hasta se hacen entrar las almas al paraso". En verso, Lope de Vega lo dijo todo: "so color de religin van a buscar plata y oro del encubierto tesoro" La sed de oro de los conquistadores y, en particular la de Pedro de Valdivia -que le cost la vida- fue descrita por uno de los ms brillantes cronistas espaoles, Francisco Nez de Pineda y Bascun en Cautiverio Feliz: "y as determinaron matarlo luego con un gnero de tormento penossimo que le dieron, llenndole la boca de oro molido y con un garrote ahusado que llevaban, se lo iban entrando por el gaznate adentro y le iban diciendo que pues era tan amigo del oro, que se hartase y llenase el vientre de lo que tanto apeteca".
Otra barrabasada: mapuches "flojos y borrachos" Todava se oye decir por una parte apreciable de nuestra poblacin que los mapuches son "flojos". Como otra de las tantas mistificaciones, reflejo del hondo significado discriminatorio, cabe preguntarse desde cundo se gest tamao des-calificativo. Est demostrado por la mayora de los historiadores que los mapuches -as como los aymaras y pueblos originarios de la zona central- trabajaron (forzadamente) en los primeros lavaderos de oro explotados por los espaoles. Sin ese trabajo, difcilmente los conquistadores habran acopiado tan rpidamente las pepitas del preciado metal. Nuestros pueblos originarios no slo fueron obligados a
trabajar en los lavaderos de oro de Marga-Marga sino tambin fueron impelidos, mediante torturas, a decir dnde estaban ubicados los principales centros de riqueza aurfera. Entusiasmado con estos hallazgos, un cronista reflexionaba acerca de "si haba de haber tantos costales y alforjas en el reino que pudiesen echar en ellos tanto oro". Y quin, pues, haca el trabajo de recoger y echar en las alforjas tanto oro?. No precisamente los espaoles. Entonces, Pedro de Valdivia parti al sur, donde encontr otro "El Dorado" en las aguas del Bo-Bo. Si slo llevaba dos mineros de profesin -Diego Delgado y Pedro de Herrera- no cabe la menor duda de que los mapuches fueron los que hicieron el trabajo de recoleccin del oro que nadaba en Talcamvida y Quilacoya. Comentaba Alonso de Gngora y Marmolejo en su Historia de Chile que en esa zona "haba 800 indios sacando oro, y para seguridad de los espaoles que en las minas andaban mand hacer (Valdivia) un fuerte donde pudieran estar seguros. Estando en esta prosperidad grande le trajeron una batea llena de oro. Este oro le sacaron sus indios en breves das. Valdivia habindolo visto no dijo ms, segn me dijeron los que se hallaron presentes de estas palabras: desde agora comienzo a ser seor". Otro cronista, Mario de Lovera, en su Crnica del Reino de Chile -publicada en 1865 por la coleccin de Historiadores de Chile, tomo 6, p. 144- contaba en 1553 que cerca de Concepcin "pasaban de veinte mil los (indios) que venan a trabajar por sus tandas acudiendo de cada repartimiento una cuadrilla a sacar oro para su encomendero. Fue tanta la prosperidad de que se goz en ese tiempo, que sacaban cada da pasadas de doscientas libras de oro, lo cual testifica el autor como testigo de vista". Por algo Villa Rica, fundada en 1552, tiene ese nombre. Refirindose a ella, Diego de Rosales deca en su Flandes Indiano que "los indios eran muchos y de buenos naturales, las minas riqusimas, pues se hallaban granos de doscientos pesos, y de las otras ciudades venan los indios a sta a sacar oro para dar tributo a sus encomenderos". Y sigue y suma con el oro del ro Las Cruces, en Madre de Dios, con el de Carelmapu en el Canal de Chacao y con el de Osorno, que lleg a tener una Casa de Moneda antes que Santiago a fines del siglo XVI. La acumulacin de capital, generada por el trabajo humano, en este caso los mapuches, prosigui durante los siglos XIX y XX al verse obligados vender su fuerza de trabajo en las haciendas que los expropiadores levantaron en sus tierras, en las de la zona central e, inclusive, en las fbricas emergentes del proceso de industrializacin de la dcada de 1930 hasta el presente, donde entregaron una cuota de plusvala absoluta an no evaluada. La respuesta a la pregunta acerca de quienes trabajaron para acumular tanta riqueza es obvia. Entonces, uno se hace otra
pregunta: por qu nunca se sac la cuenta de la riqueza entregada por los mapuches con su trabajo?. Porque hubiera quedado de manifiesto que el calificativo de "flojos" no le calzaba a los mapuches. En cuanto a la otra barrabasada, que livianamente los seala como "borrachos", convendra recordar que los colonialistas introdujeron el alcohol, tratando de marear con aguardiente a los mapuches para que bajaran la guardia en los combates de casi tres siglos. En todo caso, antes de lanzar ese calificativo habra que mirarse no en el ojo ajeno sino en el propio, de un tono que dista mucho de ser inmaculadamente blanco.
IV De dnde proviene la versin de que los mapuches eran un pueblo guerrero? Antes de adherir a esta versin codificada hasta en los
manuales de historia, convendra averiguar primero si los mapuches eran un pueblo guerrero desde sus orgenes hasta la invasin incaica. No existen pruebas de que as fuera, pues la arqueologa ni la ciencia histrica han detectado que los mapuches hubiesen conquistado y dominado comunidades de un lado y otro de la cordillera de los Andes. Los mapuches comienzan su largo camino de lucha violenta con la nica finalidad de defenderse de la invasin incaica, y lo hacen tan bien que obligan a la avanzada de los incas a detener su avance hacia el sur. La prueba es que no existen indicios de dominacin incaica sino solamente hasta la zona central del actual territorio chileno. Tampoco hay pruebas de que ese supuesto "pueblo guerrero" haya intentado conquistar y dominar pueblos originarios en el lapso transcurrido entre la invasin incaica y la conquista espaola. Informados de la entrada de los conquistadores, comandados por Diego de Almagro, y de la rebelin de Michimalonko y otros pueblos originarios del norte y del valle central, los mapuches comenzaron a prepararse para rechazar a los espaoles. La historia de los levantamientos generales de Lautaro, Pelantaru y otros lonkos durante el perodo colonial es ampliamente conocida, as como la capacidad guerrera del pueblo mapuche para mantener a raya a los espaoles. De ah, comienza a fabricarse la versin de que los mapuches han sido siempre un pueblo guerrero. La verdad es que los mapuches se vieron obligados a luchar para defenderse de los conquistadores, para no ser exterminados, como haba sucedido con otros pueblos americanos. La tenaz y prolongada resistencia fue tambin para defender su territorio, sus costumbres y el derecho a vivir libremente en su hbitat. El estudio comparativo de la resistencia aborigen a la conquista, muestra que los mapuches fueron los que mayor resistencia opusieron de todos los pueblos originarios de Amrica, adems de los Caari del sur ecuatoriano. En carta de 1664 al rey de Espaa, Jorge Legua y Lumbe informaba que en Chile "hasta entonces haban muerto en la guerra 29.000 espaoles y ms de 60.000 auxiliares" (carta reproducida por Ricardo E. Latcham: La capacidad guerrera de los araucanos, p.39, Santiago, 1915). A fines del siglo XVI, Felipe II se quejaba porque la ms pobre de sus colonias americanas le consuma "la flor de sus guzmanes". En esta guerra de carcter defensivo, los mapuches crearon formas inditas de lucha, como la combinacin de la guerra de guerrillas con la guerra mvil, hecho no por casualidad poco difundido y menos estudiado, a pesar de ser latamente descrito por los atnitos cronistas.
Una de sus tcticas ms notables fue el empleo de lneas de resistencia o fortificacin a retaguardia, utilizada por los espaoles no para combatir sino para descansar. Crearon un sistema de comunicacin mediante seales de humo, una especie de telgrafo sin hilos, que los espaoles no podan detectar y menos comprender el secreto por el cual los mapuches estaban tan bien informados de los avances y retrocesos de su ejrcito. Asimismo, adaptaron el caballo, introducido por los espaoles, a las necesidades del combate; usaron tcticas de mimetismo y contraespionaje. Construan empalizadas en los alrededores de los poblados o entre una y otra ciudad para cortar las comunicaciones de los enemigos, como el "pucar" de Quiapo entre Caete y Concepcin; cavando grandes pozos, camuflados, que llenaban de estacas, distintos a los pozos utilizados por las legiones romanas contra la caballera. Su uso contra la infantera fue una creacin mapuche, segn los expertos en estrategia militar. Los mapuches tambin crearon la infantera montada, que les daba una gran movilidad, con capacidad para dar batallas y retirarse cuando lo estimaran ms adecuado. Precisamente, la infantera montada fue uno de los puntales de la guerra de guerrillas combinada con la guerra mvil, que a su vez estaba coordinada con rebeliones de sus hermanos explotados en las encomiendas. Los versos de Alonso de Ercilla, especialmente el canto 23 de La Araucana, condensan la creatividad combativa de los mapuches: "Dejen de encarecer los escritores a los que el arte militar hallaron, ni ms celebren ya a los inventores que el duro acero y el metal forjaron, pues los ltimos indios moradores del araucano estado as alcanzaron el orden de la guerra y disciplina que podemos tomar dellos dotrina.
levantar caballeros y bastiones, hacer defensas, fosos y muralla, trincheras, nuevos reparos, invenciones, y cuanto en uso militar se halla, que todo es un bastante y claro indicio del valor desta gente y ejercicio?" La imagen de los mapuches como "pueblo guerrero" fue, contradictoriamente, difundida en la segunda mitad del siglo XIX por los militares victoriosos en la Guerra del Pacfico, al decir con orgullo que su espritu guerrero, capaz de derrotar a los ejrcitos peruano y boliviano, tena como ancestro a los mapuches, a ese pueblo guerrero que durante siglos puso en jaque a las tropas espaolas. Esta versin se fue haciendo tan generalizada que en 1944 un alto oficial, llamado Indalecio Tllez C., public un libro titulado Una Raza Militar, donde puso de manifiesto la capacidad guerrera de los mapuches, fuente de inspiracin del "espritu guerrero de los militares chilenos, demostrado en mil combates". Eso mismo me dijo en el Campo de Concentracin del Estadio Nacional en octubre de 1973 un oficial que me interrogaba, bajo tortura: sabe usted, prisionero de guerra, a qu se debe el triunfo tan rpido del pronunciamiento del 11 de septiembre?. A que somos una raza militar, como los mapuches... Esos mapuches tan elogiados por su espritu guerrero fueron, bajo la dictadura de Pinochet, masacrados y discriminados precisamente por los susodichos "herederos de la raza militar mapuche".
V Un intento por minimizar la trascendencia de la guerra de resistencia del pueblo mapuche En las ltimas dcadas ha resurgido la corriente historiogrfica que plante hace una centuria un nuevo enfoque sobre la lucha del pueblo mapuche contra los espaoles y su relacin con ellos durante 3 siglos. Segn dicha corriente, no hubo una guerra permanente sino largos perodos de coexistencia pacfica. Uno de los historiadores que repostula esta posicin es Sergio Villalobos, quien en su Historia de Chile, tomo II, p.289, -publicada en 1974 por la Editorial Universitaria- afirma que los siglos XVII y XVIII fueron bsicamente pacficos: "La gran preocupacin de pocas anteriores, la lucha contra el indgena, deja de tener importancia en el siglo XVIII (...) La situacin haba variado con el correr de los aos e intilmente se buscara ahora el esfuerzo blico y la preocupacin de la sociedad por la guerra de Arauco". Sin entrar a polemizar acerca de que para el colega el empleo del trmino "sociedad" se refiere solamente a la formacin colonial espaola -negando de hecho esa calidad a la mapuche- nos parece que su enfoque tiene un sesgo ideologizante y unilateral. Hace el anlisis solamente desde el punto de vista de las autoridades coloniales, omitiendo la estrategia y tctica de la secular lucha de la gente de la tierra = mapuche. La misin de la Historia, como disciplina, es relatar, interpretar y teorizar el todo de la sociedad, tanto de los de "arriba" como los de "abajo" y tambin del "medio", para usar una caracterizacin de las clases sociales por estatura, tan en boga en este mundo que todo lo mide no por su contenido sino por otras cosas que ms vale "no meneallo". Nadie niega que los colonialistas se dieron una tctica relativamente nueva en el siglo XVIII ante la imposibilidad de derrotar a los mapuches. Esta maniobra tctica fue tambin empleada por otras autoridades en algunas colonias hispanoamericanas, donde hubo importantes movimientos de resistencia de los pueblos originarios, como en Mxico con los
"pueblos de indios" para frenar la rebelin de los chichimicas y, ms tarde, en 1660, los levantamientos generales de Oaxaca y, especialmente, de Tehuantepec, donde doscientas comunidades implantaron un poder local. En Colombia se impuso el "resguardo de indios", que tena por objetivo la "integracin" de las comunidades autctonas, quienes respondieron entre 1776-1782 con levantamientos coordinados. En el Virreynato del Per, tambin se intent mediatizar la lucha de los quechuas hasta que se produjo el levantamiento de Tpac Amaru en 1780. En Ecuador, sucedi algo similar con la implantacin del huasipungo y el concertaje, que fueron resistidos con decenas de levantamiento entre 1760 y 1806 en Chimborazo y Cotopaxi. Las autoridades coloniales se vieron obligadas a llegar a un cierto acuerdo no slo con los pueblos originarios sino tambin con los negros esclavos o "cimarrones" que se fugaban de sus sitios de trabajo y establecan zonas liberadas, como los Quilombos en Brasil, los Palenques en Colombia, las Cumbes en Venezuela y los Mambises en las Antillas. En el Chile colonial, la tctica consisti en plantear algunas relaciones comerciales y establecer acuerdos con ciertos lonkos (mal llamados caciques) que culminaron en pactos y Parlamentos, que generalmente no se cumplieron. En primer lugar, las autoridades espaolas se vieron obligadas a dar este paso tctico al darse cuenta de que era muy dficil vencer a los mapuches. En segundo lugar, con la apertura de relaciones comerciales y acuerdos polticos con ciertos lonkos trataron de neutralizar la resistencia mapuche, la cual demandaba un gran desgaste de hombres y dinero, como lo atestiguanlos propios documentos oficiales. Por eso, el historiador Villalobos tiene cierta razn, pero desde la ptica de las autoridades espaolas del siglo XVIII, siempre y cuando se considere que era una tctica coyuntural, al servicio de la estrategia permanente de dominacin. Tambin tiene razn cuando seala que hubo fases de alta y baja intensidad, pero no la tiene cuando afirma en su escrito Relaciones fronterizas en la Araucana que hubo una fase inicial muy violenta, la cual se fue diluyendo con las relaciones comerciales, el trabajo misionero y los cambios culturales. En fin, para el colega, se produjeron estallidos, pero ms bien respondieron a esta "ntima relacin" ms que a un proceso de conquista: "es lo que siempre ha sucedido con las luchas de larga duracin, entre dos pueblos separados por grandes diferencias culturales, y el choque violento termina con una compenetracin a impulso de las mutuas necesidades, y tanto la cultura, como las formas de vida, se entrelazan a ambos lados de los confines". Mas la historia de lucha del pueblo que combati en los confines del Bo-Bo al sur muestra que nunca hubo "compenetracin" cultural, inclusive en la fase de convivencia pacfica que Villalobos fija entre 1655 y 1883.
Un enfoque relativamente similar tiene La nueva Historia de Chile del Instituto de Historia de la Universidad Catlica, al sostener en la pgina 142: los "encuentros blicos no siempre fueron permanentes, llegando incluso a presentarse momentos en que por aos se mantuvieron relaciones pacficas y un intercambio comercial no despreciable de productos entre espaoles y araucanos. Por estos motivos, y a pesar de que hubo momentos de intensa lucha durante las llamadas sublevaciones generales, los historiadores han discutido si en verdad el concepto de Guerra de Arauco representa correctamente la realidad experimentada en la Araucana en el transcurso de los siglos XVII y XVIII. Esto se debe a que las investigaciones ms recientes han comprobado que slo hasta 1655 hubo una lucha tenaz, predominando luego las formas pacficas de relacin". Estas pginas fueron elaboradas por los historiadores Horacio Arnguiz y Marco Antonio Len. Es una pena que las hayan publicado tal cual. Obviamente, dicho Manual se exime de analizar la trascendencia de los levantamientos generales y otras formas de resistencia de los mapuches, dedicndole solamente dos pginas al acontecimiento social y tnico ms importante del largo perodo colonial. Desde hace muchas dcadas se vienen haciendo estudios sobre estas relaciones entre la Sociedad colonial espaola y la mapuche, fenmeno que he analizado en mis primeros tomos de la Interpretacin marxista de la Historia de Chile. En 1972, en el Instituto de Sociologa de la Universidad de Concepcin, hice la sugerencia de profundizar ms en el tema, tarea de investigacin que asumi Alberto Hinrichsen en su trabajo Sociedad mercantil y colonialismo sobre el pueblo mapuche. Desde 1987, Leonardo Len S. ha publicado relevantes trabajos, como Las invasiones indgenas contra las localidades fronterizas de Buenos Aires y Chile. 1700-1800, donde sin hacer ideologa pacifista ni minimizar la resistencia mapuche, procura interpretar las luchas y el funcionamiento de la sociedad mapuche del siglo XVIII. Pone de manifiesto las incursiones llamadas "malocas" y el contrabando de ganado efectuado por los mapuches del lado argentino (puelches), los cordilleranos (pehuenches) y las comunidades del Bo-Bo al sur. Afirma sin ambigedades: "el conflicto hispano-indgena no desapareci, solamente fue reemplazado por la furia del guerrero del maln que, montado en excelentes caballos, cubierto de coseletes y armado de cuchillo, asolaba las haciendas y villas". En otra publicacin de 1992: Borbones, araucanos y criollos, Len seala que los Parlamentos entre autoridades espaolas y mapuches continuaron "siendo la instancia en que se sancionaban viejos tratados y se formulaban nuevas promesas. Pero tambin se convirtieron en un evento formal que reconoca la independencia y seoro de los caciques al sur del Bo-Bo, con lo cual quedaba demostrada una vez ms la incapacidad de la
monarqua de extender su poder hacia las tierras en poder de los indgenas". En sntesis, Leonardo Len llega a la conclusin de que "el quiebre de la coexistencia fronteriza causado por el maln de Curiancu en 1766 y la guerra hispano-indgena de 17691771 demostraron que los araucanos renovaron sus energas militares". A su juicio, los nuevos estudios sobre las relaciones fronterizas adolecen de una falta de visin ms amplia, al desconocer el espacio operacional mapuche, que trasciende el hecho fronterizo nicamente chileno o de la frontera interior de muestro pas, como lo demuestra en su investigacin Maloqueros y conchavadores en Araucana y las Pampas. 1700-1800. El contrabando masivo de ganado, ejercido entre las comunidades puelches, del lado argentino, y los pehuenches cambiaron, en parte, la economa mapuche, que de agro-alfarera empez a transformarse en ganadera en importantes reas sureas. Sus consecuencias sociales fueron obvias: la formacin de "caciques" que comenzaron a apropiarse de un excedente, comerciable con los denominados "capitanes de amigos". A continuacin, trataremos de analizar tanto la poltica de las autoridades coloniales como la estrategia del pueblo mapuche durante los siglos XVII y XVIII para constatar si hubo o no situaciones de coexistencia pacfica. Villalobos escribe sobre la guerra -a la cual denomina de "Arauco", repitiendo acrticamente el nombre puesto por los colonialistas, como si alguna vez los mapuches se hubieran autodenominados araucanos- pero es sugerente que no defina el carcter ni las dimensiones del enfrentamiento armado entre la sociedad hispana y la mapuche, una de las guerras ms prolongadas de la historia. Es tambin decidor que Villalobos dedique solamente dos pginas a este conflicto armado en el tomo 1 de su Historia de Chile y slo cuatro pginas de su tomo 2 a esta guerra de resistencia que no tiene casi parangn en la historia universal. No deja de llamar la atencin de que en esas breves pginas brille por su ausencia el relato de la gesta de Pelantaru, Rapiman, Vilumilla, Curiancu y, sobre todo, la narracin de la histrica victoria mapuche en Curalaba a fines de 1598, puesta de relieve en la actualidad por Carlos Ruiz R., uno de los mejores investigadores del pueblo mapuche y defensor consecuente de sus luchas del presente. A los levantamientos generales del siglo XVI, liderados por Lautaro y Pelantaru, es fundamental agregar la insurreccin coordinada de 1655, una de las tantas respuestas a la esclavitud indgena, como lo probado Alvaro Jara. All se levantaron las comunidades mapuches y los explotados en las encomiendas desde el Maule hasta Osorno. El 14 de febrero se apoderaron del fuerte de Toltn, al mismo
tiempo que se rebelaban los mapuches encomendados matando a sus amos y expropiando sus ganados, como lo describe el cronista Carvallo y Goyenechea. No slo tomaron los fuertes al sur del Bo-Bio (San Pedro, Nacimiento, Arauco, San Rosendo, Talcamvida y Colcura) sino tambin capturaron Chilln, llegando a invadir una parte de la ciudad de Concepcin. El genio militar de esta insurreccin fue el mestizo Alejo (Butumpuante), quien se haba pasado a las filas mapuches -al igual que Jernimo Hernndez, Prieto, Esteban de la Cueva, Lorenzo Baquero y el cura Barba, quien enamorado de una mapuche se integr en La Imperial a las filas de los que defendan su libertad. Alejo perfeccion las tcticas de guerra mvil y de guerrillas. En 1657, dirigi el aniquilamiento del ejrcito espaol, donde cayeron centenares de soldados. Fue asesinado cuando estaba a punto de concretar su gran proyecto: la toma de Concepcin. La insurreccin de 1655 produjo enormes bajas al ejrcito permanente espaol: unos 900 soldados, o sea, la mitad de los efectivos. Segn Carvallo y Goeyeneche, en la primera fase de la rebelin de 1655, los mapuches "cautivaron ms de 3.300 espaoles, quitaron 400.000 cabezas de ganado, vacunos, caballar, cabro y de lana; ascendi la prdida de los vecinos y del Rey a $8.000.000 de que se hizo jurdica informacin". A pesar de la insistencia de los historiadores en sealar que los espaoles practicaron la "guerra defensiva" durante el perodo de 1612 a 1626, el anlisis meticuloso del conflicto demuestra que, an en el momento de aceptar la proposicin del padre Luis de Valdivia -slo los misioneros podan pasar sin armas ni escoltas al otro lado del Bo-Bo- los conquistadores jams renunciaron a su estrategia de dominacin de los mapuches. Sufrieron derrotas que los condujeron, en las rebeliones de 1598 y 1655, a abandonar las ciudades y los fuertes, pero nunca estuvieron a la defensiva estratgica. En respuesta a las tcticas mapuches, los espaoles aplicaron empricamente los principios de la contraguerrilla: redistribucin de la poblacin o "desgobernar a los indios", como decan, cuando trasladaban a los mapuches al Norte Chico; adems, no precipitarse por controlar las zonas donde operaba la guerrilla sino preocuparse por la seguridad de la retaguardia, creando fuerzas mviles de choque, a sugerencia de los dos oficiales ms destacados del ejrcito espaol, Alonso de Sotomayor y Alonso de Ribera, estrategas de la contraguerrilla. Ante la incapacidad del ejrcito espaol para doblegar a los mapuches, las autoridades coloniales decidieron cambiar de tctica en la segunda mitad del siglo XVII, optando por consolidar la zona central hasta el Bo-Bo, mediante la construccin de una lnea de fuertes que permitiera resistir con xito los ataques e iniciar la colonizacin a largo plazo con
bases ms slidas. La nueva tctica consista en el envo de comerciantes a la zona sur con el fin de interesar a los mapuches en el intercambio de productos. El plan de los comerciantes era intercambiar los productos europeos por ganado y trabajos de artesana aborigen, tratando de corromper algunos "caciques" con regalos y la introduccin masiva de vinos y aguardiente. Intentaron acuerdos por separado con algunas comunidades, procurando sembrar la discordia entre ellas, con la finalidad de provocar la divisin del pueblo mapuche, cuyo espritu de unidad se haba mantenido inalterable. La nueva tctica obtuvo algunos resultados. Ciertos lonkos comenzaron a interesarse por el intercambio comercial y actuaron como intermediarios en entendimientos parciales. Con la introduccin de relaciones comerciales, la economa mapuche comenz una tendencia hacia la subsistencia, combinando el autoconsumo con la venta de ciertos productos para satisfacer algunas necesidades, creadas por los propios comerciantes. La imagen de que el siglo XVIII transcurri en forma pacfica es otro de los mitos fabricados por la historiografa tradicional para ocultar la combatividad de los mapuches y la incapacidad de los espaoles para derrotarlos. Inclusive, algunos historiadores de principios del siglo XX llegaron a sostener que los mapuches estaban en pleno proceso de desintegracin en el ltimo siglo de la colonia, a contracorriente de la historia real pues el pueblo mapuche a fines de la colonia segua conservando la zona comprendida entre el Bo-Bo y Osorno. Al levantamiento general de 1655 sucedi una larga serie de luchas parciales. En 1672, un conato de rebelin general. Cuatro aos despus, los mapuches de Purn, dirigidos por Rapiman y Miguel Garrido -empleado de los jesutas que se pas a filas mapuches- inflingieron ms de 40 bajas a los espaoles. En ese siglo XVIII, tan magnificado por su pacifismo, se produjeron los levantamientos de 1723 y 1766. El de 1723 fue pacientemente preparado a lo largo de ocho aos. Los espaoles trataron de abortarlo, apresando en 1715 a ochenta lonkos, cuatro de los cuales fueron condenados a la horca y el resto a trabajos forzados. A raz de este proceso -dice Barros Arana en el tomo VI,p.28 de su Historia General de Chile- "se renov una curiosa disposicin que se haba ejecutado en otras circunstancias anlogas: se prohibi a los indios de servicio andar a caballo para impedir que se comunicaran entre s i que confabulacen sus planes de revuelta". Las autoridades procuraron impedir la rebelin mediante acuerdos puntuales. No obstante, el levantamiento fue precipitado
por los abusos cometidos por Manuel de Salamanca, quien haba sido nombrado maestre de campo general del Reino en 1721. Al decir de Barros Arana: "Salamanca venda los destinos de capitanes amigos, especie de subdelegados o jueces de las reducciones de indios. Estos ajentes, seguros de la impunidad, al paso que servan a los intereses del maestre de campo comprando para ste los ganados de los indios en las fiestas y borracheras en que los engaaban miserablemente, eran los nicos negociantes autorizados para comercializar con ellos, imponan el precio que queran a las mercaderas que vendan, i les arrebataban de un modo u otro a sus hijos i mujeres para negociarlos como sirvientes i casi poda decirse como esclavos en Concepcin". El levantamiento general, encabezado por el lonko Vilumilla, estall el 9 de marzo de 1723 en Purn con el asalto a la casa de Pascual Delgado, uno de los capitanes ms odiado. La llegada de refuerzos espaoles desde Concepcin oblig a los mapuches a replegarse, pero rpidamente tomaron la contraofensiva hasta llegar al norte del ro Laja. Los mapuches -dice el jesuta Francisco Enrich en su Historia de la Compaa de Jess en Chile, tomo II p. 126- "se llevaron 40.000 vacas de las haciendas situadas entre Laja y Chilln". El ejrcito espaol, integrado por 4.000 hombres, se vi obligado a abandonar Nacimiento, Colcura, Tucapel y a construir fuertes en la ribera norte del Bo-Bo, quedando una vez ms el sur en manos de los mapuches. A pesar de que historiadores, como Encina, han tratado de minimizar los alcances de esta rebelin, los relatos de Jernimo Pietas en el tomo I de los Documentos de Gay, las Crnicas de Miguel de Olivares y de Carvallo y Goyeneche, adems de las noticias que registra Jos Toribio Medina en Cosas de la Colonia, demuestran que el levantamiento fue adquiriendo mayores proporciones a medida que se sumaban al combate los pehuenches y los huilliches. Una apreciacin de la magnitud del levantamiento de 1723 fue hecha por el gobernador Cano de Apone a la Real Audiencia: "Excede la sublevacin a la de 1655 porque desde Bo-Bo hasta Valdivia, de mar a cordillera, no hay reduccin ni en particular amigo indio alguno de confianza en que fundar la menor seguridad". Informado del resultado de este muevo levantamiento general mapuche, el gobernador Cano de Aponte reafirm la nueva orientacin tctica: consolidar la cadena de fuertes de la ribera norte del Bo-Bo, sin pretender como Alonso de Ribera en el siglo XVII- reiniciar la conquista militar. A mediados del siglo XVIII las autoridades coloniales trataron de mediatizar la resistencia mapuche a travs de la creacin de "pueblos de indios". En el parlamento de Nacimiento,
celebrado el 18 de noviembre de 1764, los lonkos se mostraron recelosos ante las nuevas proposiciones de sus tradicionales enemigos. Cuando las comunidades acordaron rechazar la idea de "reducirse a pueblos", los espaoles apresaron a los lonkos Curiancu y Duquihuala, ordenando la movilizacin de tres cuerpos de ejrcito para fundar "pueblos" en Angol, Mininco y Huequn. Los mapuches respondieron con el levantamiento de 1766. El 25 de diciembre, dirigidos por Curianku, incendiaron las casas e iglesias que haban edificado las tropas al mando del maestre de campo Salvador Cabrito. El gobernador Guill y Gonzaga, alarmado por las proporciones que iba adquiriendo la rebelin, prometi a los mapuches abandonar el proyecto de fundar "pueblos" y retirar de la zona al ejrcito, a condicin de que los mapuches no atacaran los fuertes situados al norte del Bo-Bo. Esta tregua fue alterada cuando los pehuenches, encabezados por Lebin, arrasaron la isla La Laja a fines de 1769 y derrotaron nuevamente, el 3 de diciembre de ese ao, a Salvador Cabrito y 30 espaoles ms. El 9 de diciembre, los pehuenches tomaban la guarnicin de Santa Brbara. El 11 de diciembre de 1769 quedaron cortadas las comunicaciones entre Nacimiento y el fuerte de Purn. Las tropas comandadas por Ambrosio OHiggins fueron cercadas en Antuco el 1 de enero de 1770, dejando 14 muertos y 80 heridos en el campo de batalla. La Real Audiencia, preocupada por el giro que iba tomando el levantamiento general, solicit ayuda a Buenos Aires. En esos momentos lleg un refuerzo de 600 soldados de infantera desde Espaa al mando de Francisco Javier Morales, nuevo Gobernador de Chile. No obstante, la "gente de la tierra" derrot a estas fuerzas experimentadas en la cuesta de Marigeo. Los mapuches -segn relata Francisco A. Encina en el tomo IV, p. 595, de su Historia de Chile- "advirtiendo que de los tres ejrcitos que los cercaban, ste era el ms dbil, se dirigeron contra l a marcha forzada. Izquierdo, que estaba recin llegado de Espaa y que no tena idea del empuje militar de los indios, vindolos sin armas de fuego, en vez de esperarlos en sus posiciones, los acometi con los 200 milicianos y soldados de lnea que comandaba el 21 de septiembre de 1770. El choque fue horroroso. Los mapuches pelearon como en sus mejores das y batieron completamente a los 200 espaoles." En 1774 la autoridad mxima de la colonia propuso un Parlamento, nombrando al mismo tiempo a Ambrosio O'Higgins para que se hiciera cargo de la direccin del Ejrcito de la Frontera. Mientras tanto, la zona de Valdivia y Osorno segua en manos de los huilliches. Lzaro de Ribera, enviado por el Virrey del Per, comentaba en 1778 : "Es cierto que los belicosos indios de Osorno ocupan este terreno i no ser estrao que hagan todos los
esfuerzos posibles para embarazar el paso por sus tierras. El ao de 1759 dieron un ejemplo de su audacia, haciendo retroceder a 190 soldados que haban avanzado hasta Ro Bueno (...) Por ms que se esfuercen los partidarios de la reconquista de los indios en facilitar la empresa con las armas en la mano, se debe convenir en que el terreno inmenso que ocupan, adems de proporcionarles innumerables retiradas, los ponen en estado de aniquilar i destruir nuestras fuerzas" (Informe de Lzaro de la Ribera al Virrey de Lima, reproducido por Nicols Anrique en Cinco Relaciones Geogrficas e Hidrogrficas que interesan a Chile, p. 54, Santiago 1897 ). Las medidas adoptadas por los gobernantes espaoles para doblegar la tenaz resistencia mapuche, testimoniadas por los cronistas y viajeros de la poca, constituyen un rotundo ments a los historiadores que han pretendido disminuir la magnitud de las rebeliones mapuches de los siglos XVII y XVIII. El relato de Thaddaeus Haencke, cientfico alemn que lleg a Chile en 1793, en su Descripcin del Reyno de Chile, p.135-137, muestra el grado de combatividad en que se encontraba la rebelin mapuche a fines del siglo XVIII: "Las naciones Araucanos, Viliches y Pehuenches escogieron para la guerra a los ms robustos (...) se arman de grandes lanzas con que al modo de la falange macedonia oponen una muralla de picas a la caballera en las alas a semejanza de otras naciones antiguas y modernas (...) puede rodear al enemigo o bien cubrir la retirada de los suyos (...) Acostumbran no presentar batallas formales sino atacar en pelotones, emboscadas, asaltos y correras repentinas, que llaman Malocas (...) El mantenimiento de las tropas es en las guerras europeas el artculo ms dificultoso; pero el guerrero Chilense lleva todas sus municiones de boca con una bolsa llena de harinas de habas o cebada (...) Son tan diestros estos indios en montar a caballo, que con dificultad se les puede matar o herir con las armas de fuego; se les ve unas veces como totalmente cados del caballo ya por uno y por otro lado, escondidos debajo de la barriga o tendidos encima. Ultimamente no hay para ellos escollos, ros y bosques en donde no hagan andar y correr los caballos. Sera muy difcil para un Europeo escapar del furor de un Indio irritado, y an cuando les cuelguen las tripas, si no han recibido un golpe mortal arremeten, y no hay que esperar que cedan hasta tanto que no son muertos". El relato de estas acciones no significa afirmar rotundamente que hubo una confrontacin guerrera permanente, aunque s muestra que existi un conflicto permanente e insoluto durante siglos entre la sociedad mapuche y la espaola colonial. A la luz de estas pruebas, no es posible seguir mistificando
que los siglos XVII y XVIII fueron fundamentalmente pacficos, tan calmos como han querido afirmar quienes enfocan la historia slo desde el punto de vista de la clase dominante. Cmo cambiara el anlisis de los procesos si los historiadores, en su mayora, tomaran no slo en cuenta los actos de los vencedores (hasta ahora) sino tambin los de los vencidos!
VI La llamada "Pacificacin de la Araucana" Este proceso, que no tuvo nada de "pacfico", se inici en la dcada de 1860 y finaliz en 1883 con la derrota de los mapuches, consolidndose as el proceso que, en rigor, puede calificarse de expansin de la frontera interior por la va de las armas, como sucedi en Argentina con la "Campaa al desierto" y en Estados Unidos con la "Campaa del oeste", tan magnificada por las pelculas de cowboys. El perodo anterior, cuyos inicios comienzan con el triunfo de la Revolucin por la Independencia, ha sido escasamente estudiado en lo relacionado al conflicto de la sociedad chilena y mapuche. Se supone, entonces, que durante ms de medio siglo no hubo guerra en el sentido blico. Nuevas investigaciones podran poner de manifiesto rebeliones mapuches, ocultadas por los documentos oficiales, nica fuente "primaria" para los historiadores tradicionales. El conflicto entre ambas sociedades se mantuvo con la misma agudeza. Es cierto que el gobierno de OHiggins se comprometi a respetar el Parlamento de Quiln, celebrado el 6 de enero de 1641, segn el cual el territorio entre el Bo-Bo y el Toltn era autnomo y perteneciente a las comunidades mapuches, acuerdo ratificado -por lo menos en palabras- el 13 de febrero de 1726 por el Parlamento de Negrete. Inclusive, O'Higgins hizo un llamado a "nuestros hermanos los habitantes de la frontera del Sud" -publicado el 13 de marzo de 1819 en la "Gazeta Ministerial de Chile"- donde manifest: "Ya no os habla un Presidente que siendo slo un siervo de Espaa afectaba sobre vosotros una superioridad ilimitada; os habla el jefe de un pueblo libre y soberano, que reconoce vuestra independencia, y est pronto a ratificar este reconocimniento por un acto pblico y solemne, firmando al misno tiempo la gran Carta de nuestra alianza para presentarla al mundo como el muro inexpugnable de la libertad de nuestros Estados. Contestadme por el conducto del Gobernador Intendente de Concepcin a quien he
encargado trate esto tan interesante, y me avise de vuestra disposicin para dar principio a las negociaciones. Entre tanto aceptad la consideracin y afecto sincero con que desea ser vuestro verdadero amigo. Bernardo O'Higgins". Como prueba de su actitud, suprimi el cargo de "Protector de Naturales" por innecesario. El decreto-ley del 10 de junio de 1823 estableci que "lo actual posedo, segn lei, por los indgenas, se le declare en perpetua i segura propiedad". Sin embargo, contena una disposicin desfavorable para el pueblo mapuche, al establecer: "las tierras sobrantes se sacarn a pblica subasta". De este modo, los gobiernos de turno quedaban con las manos libres para rematar las tierras fiscales, las cuales pronto pasaron a manos de colonos chilenos y extranjeros,particularmente alemanes. El gobierno conservador-autoritario de Manuel Montt coaccion a los mapuches a vender parte de sus tierras, como fase inicial de un plan de colonializacin de mayor envergadura en la zona de la Frontera. El ojetivo: la liquidacin de la posesin colectiva de la tierra y la implantacin de la pequea propiedad privada. La estrategia fue difanamente expuesta por el Intendente de Arauco en nota del 3 de mayo de 1854 al gobierno: "Hay para m un pensamiento ms elevado a que atender, y ste consiste en que una vez desarrollado el plan propuesto, puede hacerse extensivo el beneficio entre las propiedades de los mismos indios adoptando a este respecto la base del pensamiento expuesto aunque los indios sean diversos, pues estoy plenamente convencido que la comunidad de bienes es lo que constituye en gran parte la barbarie de aquellas gentes y si se obtiene la divisibilidad perfecta de la propiedad entre ellos, puede decirse que se ha fijado lo principal para la reduccin y civilizacin del territorio araucano". (Citado por Ricardo Donoso y Fanor Velasco: Historia de la constitucin de la Propiedad Austral, 2da.edicin, ICIRA, Santiago, 1971, p. 60). Este fue el verdadero contenido de la llamada poltica de "integracin" o "asimilacin" del pueblo mapuche a la sociedad chilena, tan magnificada por ciertos historiadores. En su reciente Historia del Pueblo Mapuche. Siglos XIX y XX, Ed. SUR, p. 155, Jos Bengoa sostiene que jams hubo una verdadera integracin. Hubo efectivamente una relacin comercial, pero sobre la base de una sociedad mapuche polticamente independiente: "La sociedad mapuche de la primera mitad del siglo XIX fue muy flexible ante la influencia externa, justamente por poseer una libertad territorial y poltica completa (...) Cuando existe independencia poltica total, una sociedad puede exponerse abiertamente al cambio cultural, no teme desaparecer (...) Creemos que esta paradoja explica el que, a pesar de los contactos existentes entre la sociedad Chilena y Mapuche -contacto fronterizo- no se hubiera liquidado la cuestin de Arauco, la cuestin indgena (...) Se trataba de dos aspectos
diferentes dela sociedad Mapuche, uno referido a su desarrollo -la apertura- y el otro -la independencia territorial y polticaligado a su supervivencia". La mayora de los lonkos, en defensa de la tradicin comunitaria, trataron de detener el proceso de venta de tierras que algunas familias de Nacimiento, Negrete y Arauco estaban consumando. Una carta de Bernardino Pradel, fechada en Chilln el 29 de junio de 1862, narraba que "los caciques viejos creen que todas las tierras en que habitaban las diferentes tribus son nacionales, y que para vender es necesario consultar la voluntad de la nacin, so pena de la prdida de vida el que vendiese". Los jueces de la zona de la Frontera legalizaron los fraudes. Pedro Ruiz Aldea denunciaba -en un manuscrito de 1860, recopilado por el archivo Vicua Mackenna en el volumen 50, pieza 16- que "los indios se vieron en poco tiempo despojados de sus haciendas (en la provincia de Arauco), impedidos de apacentar sus rebaos y aherrojados con el pretexto de que eran revoltosos. Se hizo ms, se les trajo a la crcel, se les mantuvo a pan y agua y se les propuso la escritura de venta, en este estado de aberracin mental, como una condicin de obtener su soltura. Las infelices vctimas compraban de esta manera su libertad y el derecho a regresar a su patria, pero para colmo de oprobio no les daban, como les prometan el valor de los terrenos enajenados (...) Tambin haba casos en que el contratante que compraba 5.000 cuadras, por ejemplo, regalaba 1.000 a la autoridad para que hiciese la vista gorda y allanase los tropiezos". Los mapuches, disconformes con estos abusos participaron en las revoluciones de 1851 y 1859, lideradas por las provincias agobiadas por el centralismo de la capital. La guerra civil, iniciada en Concepcin, se extendi a la zona sur. Importantes sectores mapuches se plegaron al proceso revolucionario con el fin de recuperar sus tierras y con la perspectiva de obtener ganado como parte del botn de guerra. El general Cruz, jefe de la insurreccin penquista, haba entablado relaciones con los lonkos Pichum, Pinolevi, Colip, Monchi, Gempil, Calbn, Tragumil y otros. El peridico "El Boletn del Sur" de octubre 1851 informaba sobre el respaldo mapuche: "Parece que el ofrecimiento era de dos mil lanzas que valen un ejrcito". La participacin en la revolucin de 1859 abarc un mayor nmero de comunidades mapuches que la del 51, adquiriendo contornos de un levantamiento generalizado en defensa de sus tierras y por sus propias reivindicaciones histricas. A travs del apoyo al sector liberal de oposicin, los
mapuches quisieron expresar su abierta resistencia al plan de colonializacin del gobierno autoritario de Montt. Deca Ruiz Aldea en el manuscrito citado: "la sublevacin de 1859 la consideraron los araucanos como una oportunidad de vengarse de los agravios que haban recibido (...) El indio ve con amargura sus campos cultivados por extraos, poblados de intrusos; i para reconquistarlos no piensa en la justicia, porque por mandato de ella ha sido despojado, i esa justicia tambin no hace nunca para el desvalido; el indio toma la tea enfurecido i llevando adelante la devastacin vuelve a quedar dueo i seor de lo suyo". Los mapuches se aliaron circunstancialmente con los liberales para aprovechar los roces entre "winkas" -como lo haban hecho tcticamente mil y una vez- para defender su territorio, su independencia y su autonoma, permanentemente torpedeada por el gobierno central de Santiago. El nuevo levantamiento general mapuche se inici en Negrete, dirigido por el lonko Mail, propagndose a Nacimiento y Los Angeles. Varios diarios, como "El Correo del Sur" del 23 de abril de 1859, destilaron odio, exigiendo el exterminio de los mapuches, en un tono rabiosamente racista: "La necesidad no slo de hacer un escarmiento sobre la raza araucana, sino la de reducirla a la impotencia de hacernos mal alguno, es en el da tan reconocida, que casi no hay quien no pida esa medida, como el nico remedio para curar al pas de millones de males. Se comprende muy bien que son unos huspedes odiosos y perjudiciales para Chile". El redactor no slo era racista sino tambin ignorante, pues al parecer no saba que los mapuches fueron el primer pueblo que habit esa regin. En todo caso, los huspedes eran los chilenos y alemanes que se apoderaron de sus tierras por la va de las armas del "invicto" Ejrcito chileno. El levantamiento general mapuche continu cerca de un ao, a pesar de la derrota de la oposicin liberal en abril de 1859. Cuatrocientos lonkos se reunieron en agosto de ese mismo ao para coordinar la contraofensiva. El 12 de noviembre cercaron Nacimiento; el 17 de febrero de 1860, unos dos mil hombres arrasaron Negrete. Poco despus, solicitaron una tregua ante enemigos que haban sido reforzados con nuevos contingentes enviados desde Santiago. Sus "rucas" sirvieron de refugio a revolucionarias, como Rosario Ortiz, "la Monche", quien combati con el fusil y la pluma por un Chile ms igualitario a travs del peridico "El Amigo del Pueblo". Dos fenmenos de carcter econmico apresuraron la ofensiva militar denominada "Pacificacin de la Araucania": uno, el aumento de las exportaciones de trigo a California y Australia y otro, el inicio de la explotacin intensiva de las minas de carbn, vecinas del territorio mapuche.
Pronto, se redobl la relacin comercial con ciertas comunidades con el fin de mediatizar el conflicto, provocar divisionismo entre ellas y neutralizar las rebeliones. El papel corrosivo del capital comercial estimul la apertura de ferias en algunas aldeas y el contrabando de ganado, que vena practicndose desde el lado argentino haca ms de un siglo, como lo ha demostrado Leonardo Len. En un libro publicado en Los Angeles en 1868, titulado Los araucanos y sus costumbres, Pedro Ruiz Aldea -testigo de pocaanotaba en la pgina 22 que en Nacimiento algunos mapuches transaban las siguientes cantidades: 15.000 animales, 25.000 fanegas de trigo y 5.000 quintales de lana por prendas de plata, camisas, ail, pauelos y casacas; y que "en el departamento de Santa Juana se avaluaba su comercio con los indios en 50.000 pesos". Las arbitrariedades cometidas por los comerciantes motivaron los siguientes comentarios del viajero Paul Treutler en su libro Andanzas de un alemn en Chile. 1851-1863, p. 388: "Adquiran una vaca de dos aos por 5 onzas de ail, es decir 0,75 pesos y la revendan por 3,75; compraban los caballos a 5 pesos en ail y los vendan a $22. El aguardiente era el producto que les daba las mayores utilidades". Paralelamente, el Estado preparaba nuevas leyes, como la del 4 de diciembre de 1866, sobre los "ttulos de merced", tomando como antecedente las "reducciones" del perodo colonial. As comenz a codificarse la poltica de radicacin, es decir, fijar un lugar delimitado a las comunidades, y con ttulos individuales a nombre del jefe de familia, institucin ajena a las tradiciones comunitarias de los mapuches, que violentaba el criterio de posesin colectiva de la tierra e impona la propiedad privada. La respuesta no se hizo esperar, sobre todo cuando el Ejrcito de la Frontera, jefaturizado por el coronel Cornelio Saavedra se intern al sur del Bo-Bo, como parte del plan de avanzar la lnea de la frontera interior hasta Malleco. Los mapuches, encabezados por Quilapn (mejor con K), hijo de Mail, hicieron una junta en Quecheraguas con el fin de planificar la resistencia.En diciembre de 1867 -segn el peridico "El Meteoro" de los Angeles- haba "de a 4.000 a 5.000 indios reunidos en las montaas de Chihuaihue. Los de Moquehua, Boroa y el Imperial estn viniendo en auxilio de los otros indios". Los "arribanos", que vivan en la cordillera, dirigidos por Kilapn, lograron coordinar el levantamiento con los "abajinos" de la costa. "Por caminos que ellos conocan muy bien -anotaba Toms Guevara en el tomo III, p. 345, de su Historia de la
Civilizacin de la Araucana, publicada en 1902- y favorecidos por los bosques tupidos que entonces haba, cruzaron la cordillera de Nahuelbuta al poniente de Angol y fueron a salir al norte del ro Malleco". Las tres mil lanzas de los abajinos, comandados por Catrileo, Cooepan, Marileo y Painemal, se sumaron a las de los arribanos, logrando triunfos parciales en Traigun, Curaco y Perasco, mediante su ancestral tctica de guerra mvil combinada con la guerra de guerrillas. En enero de 1869, unos 1.5000 mapuches fueron rechazados en Chihuaihue por el Ejrcito al mando del general Jos Manuel Pinto. Los mapuches reorganizaron sus fuerzas y atacaron Angol. Ante la importancia del levantamiento, el Ministro de Guerra, Francisco Echaurren, decidi reforzar las tropas y marchar hacia Cautn. En la zona costea, el coronel Saavedra haba ocupado Tucapel y Caete, sofocando la rebelin de 1.500 abajinos en Purn. Entonces, los mapuches se vieron obligados a celebrar un acuerdo en Angol el 25 de septiembre de 1869, el cual violaron los militares, consecuentes con su tradicin de irrespeto a los derechos de los pueblos originarios. Por eso, las indmitas huestes de Kilapn, en nmero de 3.000, volvieron a la carga. El 25 de enero de 1871 se lanzaron al asalto de Collipulli, donde fueron derrotadas por un Ejrcito regular de 2.5000 soldados. Las modernas armas automticas y las lneas telegrficas permitieron a los jefes militares enfrentar la tctica guerrillera de los mapuches. Despus de tres aos de combate terminaba el octavo levantamiento general de los mapuches. En los anteriores (1550, 1598, 1655, 1723, 1766, 1818, 1859-60), haban logrado que sus enemigos no pasaran ms all del Bo-Bo. En cambio, a partir de la dcada de 1870 el ejrcito regular comenz a controlar nuevas zonas hasta el ro Malleco. El ltimo levantamiento general se inici a fines de 1880, aprovechando la coyuntura de la Guerra del Pacfico. El envo masivo de soldados al Per haba debilitado el Ejrcito de la Frontera interior, pues la exterior era ms importante, sobre todo por la apetecida conquista del salitre. No era la primera vez en la historia que los mapuches aprovechaban la guerra entre "huincas" (mejor, winkas, en mapudugun) para reiniciar la lucha por la recuperacin de sus tierras. La coyuntura escogida para el comienzo de la rebelin general era altamente favorable, pero las condiciones objetivas haban cambiado. Un nmero creciente de comunidades estaba permeada por la penetracin del capital comercial. El
avance de la lnea de la frontera hasta el ro Malleco y el remate de las tierras para facilitar el asentamiento de lo colonos, haba permitido a los winkas consolidar bases sociales ms firmes en las zonas arrebatadas a los mapuches. Ya no se trataba para el gobierno de iniciar la ofensiva desde el Bo-Bo, como antes, sino de partir desde terrenos ms sureos, contando con una slida retaguardia socio-econmica. No slo se haba estrechado el escenario para la guerra mvil de los mapuches; tambin la instalacin de una red de lneas telegrficas en la regin facilitaba las operaciones del ejrcito regular, pertrechado ya con el moderno fusil de repeticin Remington, arma clave en aquella poca para las fuerzas de infantera. Estos factores, sumados a la campaa coordinada de los ejrcitos chileno y argentino en contra de los pueblos originarios de ambos lados de la cordillera, determinaron en 1882 el aplastamiento de la resistencia mapuche en el siglo XX. Pero no se la llevaron tan fcil. El 27 de enero de 1881, unos 3.000 mapuches atacaron Traigun arrasando con las haciendas y el ganado, en represalia por los abusos de los invasores, como deca un lonko al coronel Gregorio Urrutia:"Mira lo que han hecho conmigo, violaron y mataron a mis mujeres y tambin asesinaron a mis hijos, y cmo queris entonces, coronel, que no me subleve cuando se me trata as!. Mira coronel: preferimos morir todos con la lanza en la mano y no asesinados en nuestra casa por tus paisanos" (Dilogo reproducido por Horacio Lara en la pgina 394 de su libro Crnica de la Araucana, editado en 1889). En febrero de 1881, los mapuches atacaron dos caravanas de carretas, inflingiendo ms de 100 bajas a sus enemigos de siempre. La llegada de refuerzos permiti al Ejrcito de la Frontera derrotarlos en los cerros de ielol, mientras era frustrado el ataque simultneo de 8.000 mapuches a las plazas de Temuco y Lumako. Antese que el uso en aquellos aos del nombre de "Ejrcito de la Frontera" estaba indicando que la frontera sur de Chile llegaba slo hasta la zona mapuche, mientras la del norte se situaba en Copiap. En otras palabras, hasta 1880 el territorio chileno abarcaba de la provincia de Copiap al ro Bo-Bo, adems de Magallanes. Recin con el triunfo en la guerra del Pacfico -que incorpor la regin boliviana de Antofagasta y la peruana de Tarapac- y "gracias" al despojo del territorio del pueblo-nacin mapuche, nuestro pas es lo que es. El general Urrutia se dispuso a preparar el ataque final. Consista en batir a los mapuches en uno de sus ltimos reductos de Villarrica, mediante un plan coordinado con el ejrcito
argentino que haba logrado arrinconar a los puelches en la zona de Neuqun. No era la primera vez que ambos ejrcitos se coaligaban para coordinar sus campaas de exterminio de los pueblos originarios. Desde la poca colonial, las autoridades de Santiago y Buenos Aires venan logrando acuerdos para realizar acciones conjuntas con el fin aplastar a los mapuches. El gobernador de Chile, Guill y Gonzaga, en carta del1 de mayo de 1767 planteaba al rey de Espaa la necesidad de desarrollar "un plan sostenido de operaciones en combinacin con el gobierno de Buenos Aires". Por su parte, los mapuches de un lado y otro de la majestuosa cordillera estaban en contacto permanente para defenderse de la ofensiva militar de los espaoles. Durante la Repblica, numerosos lonkos que operaban en las pampas argentinas eran de origen mapuche. Uno de los ms destacados, Juan Kalfucur, puso en jaque al ejrcito argentino entre 1850 y 1860. Su hijo, el bravo Namuncur, hizo frente en numerosas oportunidades a sus tradicionales enemigos con el mismo coraje que sus hermanos allende los Andes. La coordinacin de las tropas chilenas y argentinas se fue consolidando durante la dcada de 1870 con las operaciones de los argentinos Mariano Bejarano y Adolfo Alsina en la pampa, que coincidieron, no por azar, con la ofensiva de Cornelio Saavedra en la zona mapuche chilena. A la muerte de Alsina, le sucedi en el Ministerio de Guerra el general Julio Argentino Roca, quien organiz la llamada "campaa al desierto", eufemismo propio de los conquistadores y de la burguesa ganadera "con olor a bosta de vaca", como deca Sarmiento, pues esa vasta zona estaba ocupada por los pueblos originarios no distantes de unos 300 kilmetros de la ciudad de Buenos Aires. El coronel argentino Olascoaga -que haba realizado con su colega chileno Cornelio Saavedra una exploracin conjunta de la zona mapuche- present al general Roca un plan de operaciones. Estanislao Zeballos comentaba en su libro La conquista de las quince mil leguas -sugerente ttulo, publicado en 1878- que estaba de acuerdo con "el sistema del coronel Saavedra para ocupar la lnea del Toltn hasta Villarrica, e interrumpir la comunicacin de los araucanos arribanos con los indios pampinos, con quienes estaban aliados en sus levantamientos (...) Si la cuestin de lmites no fuera un estorbo, el patriotismo y el esfuerzo combinado de ambas repblicas dara un resultado brillante y grandioso, porque mientras nosotros arrojbamos al sud del Ro Negro a los araucanos del este o Puelches, Chile poda operar de acuerdo con nuestro ejrcito y marchar de frente del Malleco al Toltn, arrojando a los araucanos occidentales al sud de Valdivia".
Por encima de las cuestiones limtrofes, las clases dominantes chilena y argentina se pusieron de acuerdo para aplastar a uno de los principales pueblos originarios de ambos pases. Mientras el ejrcito argentino ocupaba toda la pampa hasta Ro Negro, los jefes militares chilenos tomaban Villarrica en la operacin conjunta de 1883, aplastando la resistencia que haban sostenido tenazmente los mapuches durante ms de tres siglos.
VII El despojo de las mejores tierras La ocupacin militar del territorio mapuche abri el apetito de las familias ms ricas de Santiago y Concepcin. El total de las tierras puestas en remate entre 1873 y 1900 alcanz a 1.125.000 hectreas. Gran parte de los compradores se permiti pagar solamente la primera cuota,estafa comentada por los "Anales Universitarios" de 1903: "Haba rematantes que pagaban el primer dividendo exclusivamente para explotar la hijuela en algunas siembras y otros suban las posturas en el remate a cantidades exorbitantes para retener terrenos fiscales de que estaban en posesin de antemano y abandonaban despus de hacer una cosecha. Los subastadores que deslindaban con la propiedad del Estado, la explotaban en siembra o ensanchaban los lmites de la que haban adquirido". Un folleto de la Tesorera Fiscal de Santiago -que circul en forma reservada en la Cmara de Diputados en 1903- detallaba las estafas cometidas por los subastadores de las tierras que otrora haban pertenecido al pueblo mapuche. "El monto de dicha deuda alcanzaba a 5.537.920 pesos por remates desde 1873 y a 590.128 lo adeudado por colonos extranjeros, provenientes de adelantos. Con los remates verificados posteriormente, aquella cantidad pasa de los 6 millones de pesos, segn El Mercurio del 11 de marzo de 1903. Tomo del diario de Santiago que public una parte de este folleto y de su edicin del 22 de septiembre de
1903, algunas reflexiones que le sugiri su estudio: se ha publicado una lista de nombres de altos personajes, miembros del parlamento, de la magistratura, etc., que son deudores morosos del estado por remates de terrenos", deca Nicols Palacios en la pgina 593 de Raza Chilena, editada en 1904 en Valparaso. El Parlamento resolvi condonar gran parte de las deudas a los latifundistas que haban cometido una de las mayores estafas al fisco. Valds Canje, seudnimo de Alejandro Venegas -valiente como pocos de su gnero en la historia intelectual del pasdenunciaba en Sinceridad. Chile Intimo, Santiago, 1910, p. 175: "Muchas familias distinguidas que hoy se pavonean en los salones aristocrticos de Santiago, conquistaron en la frontera, a expensas de la miseria y de la muerte de centenares de estos infelices indios, las fortunas que les exaltaron hasta los envidiados puestos que hoy ocupan; que muchos hombres prestigiosos se han sentado en los sillones del congreso slo gracias a haber garbeado en aquella desdichada regin lo suficiente para comprar miles de votos". Los ingenieros encargados de la mensura de terrenos se coludan con capitalistas santiaguinos que compraban las tierras en subasta realizadas en la capital y no en la zona sur como corresponda. Teodoro Schmith, organizador de importantes trabajos topogrficos en el sur, informaba el 6 de diciembre de 1889 al ministerio de Relaciones Exteriores, Departamento de Colonizacin: "Los seores ingenieros que el gobierno nombr el ao de 1886 estaban ocupados el uno en veinte aos anteriores en agricultura, el otro diez aos en el comercio y el tercero no haba ejercitado an la profesin en prctica. Los tres estaban protegidos por buenas relaciones y amigos y a ms del ejercicio de su profesin se empeaban en mejorar su suerte". Poco meses despus de esta denuncia, Schmith era suspendido de su cargo... La nueva capa de terratenientes sureos se gener al socaire de los gobiernos liberales. Los "colonizadores" del sur constituyeron un nuevo sector de la burguesa agraria. Su principal exponente, Jos Bunster -magnificado por escritores de conocida ideologa- fue invirtiendo capitales a medida que los jefes militares expulsaban a los mapuches de sus tierras. Pronto se convirti en el principal empresario de la industria molinera, con explotaciones agrcolas trabajadas por 15 trilladoras, 22 segadoras y 15 motores a vapor, donde laboraban 2.000 obreros y 90 empleados que constituan la mano de obra que le aportaba suculenta plusvala. Los milenarios bosques sureos comenzaron a ser explotados por las modernas mquinas de aserrar, introducidas por "el verdadero conquistador de la Araucana" y pionero indiscutible de la devastacin de nuestros bosques
naturales. En 1886, Bunster, dueo de bancos tambin, se haca elegir senador... Ante la imposibilidad de satisfacer sus mnimas necesidades, miles de mapuches se vieron obligados a salir de sus comunidades para emplearse como asalariados en las nuevas haciendas, trabajando para otros las tierras que haban sido suyas. Sus consecuencias: la desintegracin de la comunidad y la emigracin sin retorno. La clase dominante haba logrado desintegrar la comunidad originaria y, al mismo tiempo "integrar" a los mapuches al sistema de dominacin capitalista y a las leyes de un Estado que les era extrao, por decir lo menos. Sin embargo, la discriminacin, la explotacin y el sentido de pertenencia a "su mapu", sigui manteniendo una relativa cohesin para seguir luchando por la recuperacin de sus tierras en el siglo XX.
VIII El proceso de radicacin, las leyes indgenas y la parcelacin de las tierras comunitarias
La denominada "radicacin" tuvo por objetivo arrinconar a los mapuches en reducciones a travs de una legislacin especial "que asign lotes de tierras bajo goce comn y con prohibicin de vender a cada parentela mapuche, entendiendo por sta a todos,
hermanos, cuados, nietos y primos. Los legisladores de la poca justificaron la medida expresando que mientras los mapuches no reconocieran domicilio fijo y adquirieran hbitos de propiedad, el pas no poda ofrecer tierras a los colonos". (Grupo de Investigaciones Agrarias: El pueblo mapuche hoy, Academia de Humanismo Cristiano, Santiago, sin fecha, quiz 1984). Otra decisin afect tambin a los mapuches: la ley de Colonizacin Nacional del 18 de enero de 1898, al establecer que para poder obtener tierras era requisito indispensable saber leer y escribir, lo cual era otra manera de dejar afuera a todos los pueblos originarios que habitaban Chile. Mientras a 7.751 mapuches, que habitaban en 3.078 reducciones desde 1884 hasta 1929 les entregaron slo 475.423 hectreas, a los colonos extranjeros y chilenos se les repartieron 9 millones de hectreas en el territorio comprendido entre el Bo-Bo y Llanquihue. La denominada Comisin Radicadora desconoci los ttulos que se haban entregado a los huilliches. Una publicacin de la Comisin Especial de Pueblos Indgenas anotaba: "Hasta 1920 oper acticamente la comisin radicadora de indgenas. La mayor parte de los ttulos de merced fueron entregados hasta la primnera dcada del siglo. En los aos 20 comienza a sentirse una fuerte inquietud en las comunidades; los hijos han crecido y ven que la tierra es poca y si se reparte entre todos los hermanos como es costumbre, se va a pulverizar ms an". (Comisin especial de Pueblos Indgenas: Breve historia de la legislacin indgena en Chile, Santiago, 1990, p.24.). El caso de los pehuenches de Quinqun ("lugar de refugio") en la comuna de Lonquimay, es por dems elocuente. Despus de la llamada "Pacificacin de la Araucana", el Estado le entreg a la Comisin Radicadora la misin de otorgar ttulos, cuyo trmite tard desde 1883 hasta 1920. La mayora de los mapuches no obtuvo radicacin, debiendo migrar a las ciudades. Segn el libro de Jos Bengoa: Quinqun. 100 aos de Historia Pehuenche, Editorial CESOC, Santiago, 1992, p. 41, recin el 30 de mayo de 1906, "la Comisin de Ttulos de Merced a Indgenas entreg sus ttulos al cacique Paulino Hueiquelln". Cinco aos despus, "el Estado pone a remate -contina Bengoa- prcticamente toda la comunidad de Lonquimay (...) El borde del ro Bo-Bo fue rematado de acuerdo a grandes lotes, los ms pequeos de 1.430 hectreas y otros de 2.020 y 4.504", algunos de los cuales fueron adquiridos por el colono alemn Guillermo Schweitzer quien, adems de mantener su empresa ganadera, abri almacenes para compra y venta de productos a los pehuenches. A partir de 1911, los ttulos "comenzaron a perderse
en
la maraa burocrtica de los bancos de Crdito Hipotecario". En su libro Organizacin, lderes y contiendas mapuches. 1900-1970, Ed. CEM, Santiago, 1988, p. 13, Rolf Foerster y Sonia Montecino sostienen: "dentro de este proceso podemos distinguir tres grandes situaciones que definieron la faz del acontecer indgena: el fin de la radicacin, la usurpacin de tierras reduccionales y la divisin de las comunidades". Un apreciable nmero de mapuches se vio obligado a buscar trabajo en las haciendas en calidad de peones o en las empresas urbanas. Se produjo as un reforzamiento acelerado de la relacin etnia-clase, problema terico ignorado por la historiografa tradicional y soslayado por la izquierda tradicional. A partir de entonces -para una mayor comprensin del tema- es clave relacionar las categoras de etnia y de clase, sin caer en el reduccionismo de clase ni de etnia, variables ntimamente cruzadas desde la "nueva colonizacin" de la frontera interior, pues los nuevos despojos de tierras compelieron a los mapuches a entrar en un incipiente proceso de proletarizacin. Con la expropiacin de las tierras y la venta forzosa de la fuerza de trabajo, la cuestin de clase se combin con el problema tnico. Algunos mapuches se vieron tambin obligados a convertirse en pequeos propietarios, y otros en comerciantes ambulantes, jornaleros agrcolas temporeros y muchos en asalariados urbanos. Entonces, no slo empezaron a enfrentar a la burguesa como opresora de su etnia sino tambin como clase explotadora de su nueva condicin de asalariados. Este proceso produjo variadas reacciones de los mapuches. En el ao del centenario, 1910, se alzaron en Loncoche. Tras el asesinato del lonko Manquepn, al ao siguiente se rebelaron en esa zona, fundando la Mutual Mapuche. En 1912 se produjo en Osorno la matanza de Forrahue, donde fueron masacrados el lonko Railef y otros veinte lugareos. En 1913, ms de 3.000 mapuches desfilaron por Temuco, indignados por el asesinato del lonko Juan Manuel Painemal. En 1914, enfrentaron a los winkas por haber desalojado al lonko Ramiln y meses despus diez reducciones de Allipn, Cunco y Llaima resistieron a los esbirros de la concesin Llaima de Silva-Rivas. En 1916, los huilliches repelieron en Frutillar al colono Eduardo Wincler por el intento de despojo de las tierras de Juan Pailahueque; el conflicto armado termin con un desenlace judicial inslito: Pailahueque fue declarado culpable...despus de haber sido asesinado. En 1916, Ignacio Meripe es desalojado de sus tierras, mas morir peleando por su pueblo en la insurreccin de Ranquil de 1934. Otro conflicto muy comentado por la prensa acaeci en Quilonco en 1917 al ser desalojadas 30 familias mapuches. Ese ao, Huentelicn, Quinchalef y Catelicn lanzan la "Declaracin de Puerto Montt" en la cual, adems de denunciar la usurpacin de tierras, llaman a la lucha para defender la causa de su pueblo. La resistencia mapuche continu expresndose con mtodos de
autodefensa en Forahue, (1918), Futrono (1918), Prellahun (1929), Maquehua (1920), Villarrica (1922), Choll Choll (1923), Donquil (1924), Los Sauces en Angol (1925), Panquero en Valdivia (1926) y Cancha Rayada en Llanquihue (1926). Esta lucha defensiva de los mapuches se expres en la estructuracin de nuevas organizaciones, de heterognea orientacin, como la Sociedad Caupolicn (1918-1938), la Federacin Araucana (1916-1939), la Unin Araucana (1926) y otras estimuladas por mapuches urbanos, especialmente profesores, ligados a partidos polticos, no slo de izquierda. El ejemplo ms ilustrativo es Manuel Aburto Panguilef, que en sus comienzos se vincul a la FOCH y al PC, mientras Venancio Couepn y Jos Cayupi se relacionaron con la derecha y el movimiento nacionalista. El primer diputado mapuche fue Francisco Melivulu por el Partido Demcrata en 1923 y luego Alvaro Huenchulln por el mismo partido, adems de Couepn electo por el partido conservador y Manuel Manquilef por el Liberal. Los Painemal (Martn, Eusebio y Melilln) fueron militantes del Partido Comunista. La ms autntica defensora de las tradiciones mapuches fue la Federacin Araucana, dirigida por Manuel Aburto Panguilef, quien en 1923 calific a los ttulos de merced como "verdaderos crmenes que se cometen al radicar a nuestra raza". Desde ese ao, su organizacin comenz a realizar reuniones anuales, similares a las antiguas juntas o "trawunes". Por su parte, el Estado, en su afn de terminar con la secular cultura mapuche, se lanz a una campaa de asimilacin forzosa. Sus puntas de lanza fueron las misiones religiosas, interesadas en "extinguir el paganismo" y las "malas costumbres", como el colectivismo de estos "atrasados indios". A tales fines de aculturizacin sirvieron los frailes capuchinos y los anglicanos con la "Misin Araucana" y la Unin Araucana, sta ltima dependiente de la iglesia catlica, integrada por mapuches con buena o mala conciencia respecto de su pueblo. El proceso de divisin de la tierra prosigui en 1927 con la nueva ley N 4.169, impuesta por la dictadura de Ibez, cuyo artculo 1 dictaminaba: "Un Tribunal especial, con asiento en la ciudad de Temuco, proceder a la divisin de las comunidades indgenas que tengan ttulos de merced", reiterndose as el criterio de divisin obligatoria de la tierra comunal. Para implementar este proceso, en 1930 se crearon los Juzgados de Indios. Dos leyes posteriores, aprobadas el 31 de marzo de 1931 y el 20 de mayo del mismo ao -que refundan las anteriores- establecieron que la divisin deba pedirla por lo menos una parte de los comuneros, legislacin que permanecer,
en lo fundamental, vigente durante 40 aos. Esta divisin compulsiva de las comunidades desencaden numerosos litigios por usurpaciones de tierras, pues al dividirse la comunidad en ttulos individuales se produjeron ventas fraudulentas, la mayora bajo presin. Los sectores mapuches ms organizados se opusieron a estas leyes, como anotan Foerster y Montecino en el libro citado, p.48: "Los aos 1928 y 1929 fueron muy duros para la Federacin Araucana y para Manuel Aburto Panguilef. Sin embargo, a pesar de esos embates y del encono a su tradicionalismo cultural y su lucha poltica, la resistencia de la organizacin se mantuvo". A partir de 1930, exigieron crditos. El lonko J. A. Cheuque solicit prstamos al director de la Caja de Crdito, adems de la creacin de la Seccin Indgena en la Caja Agraria de Temuco y, segn el Diario Austral del 27 de junio de 1930, que "esa oficina sea atendida por un araucano reconocido". El 2 de enero de 1932 se produjo un acontecimiento indito en nuestra historia: la proclamacin de la Repblica Indgena. Sus promotores fueron la Sociedad Caupolicn, la Asociacin de Aborgenes de Kilapn, las Sociedades Malalche y Lautaro. El objetivo de la Repblica Indgena fue impulsar la recuperacin de las tierras y, sobre todo, "que el pueblo mapuche se gobierne a s mismo y que su progreso y cultura sean creados por ella misma"; inmediata devolucin de los terrenos usurpados y la dictacin de una nueva ley consultando al pueblo mapuche; escuelas en las propias comunidades, con maestros mapuches y relacionar el "movimiento social indgena con el movimiento social obrero y campesino". Para llevar adelante estas proposiciones, se nombr una comisin integrada por Manuel Aburto Panguilef, Csar Colima, J. A. Cheuque e Ignacio Huenchulln. Con el golpe militar contra la "Repblica Socialista" en junio de 1932, este histrico proyecto mapuche no pudo llevarse adelante a causa de la represin desatada por los militares que gobernaron hasta el triunfo de Arturo Alessandri en las elecciones de diciembre de 1932. A pesar de los pesares, la Federacin Araucana, motor del proyecto de Repblica Indgena, realiz en diciembre de 1933 su XII congreso donde se resolvi, entre otros puntos, exigir la supresin de los Juzgados de Indios de Villarrica y Victoria. En dicho Congreso, por primera vez fue elegida una mujer en un cargo directivo: Herminia Aburto Colihueque. El protagonismo de la mujer mapuche no se limit a Herminia sino que en 1937 se cre la Sociedad Femenina "Yafluayin", luego Sociedad Femenina Fresia, presidida por Laura Chihuailaf. Pronto surgieron otras organizaciones de mujeres mapuches, como la Sociedad Femenina
Tegualda en la comunidad de Choll Choll y la Alianza Femenina de Quecherehue. Ms tarde, adquiri relevancia una profesora, Zoila Quintremal Quintal, la primera mujer en presentarse como candidata a diputada en 1953. Ese mismo ao, Zoila fue elegida Vicepresidenta de la Asociacin Nacional de Indgenas de Chile, organisdmo nacional de los pueblos originarios contemporneos, como una clara expresin del papel de la mujer. Pocos meses despus de asumir el gobierno Pedro Aguirre Cerda, la Corporacin Araucana envi una carta protestando por la resolucin de un congreso de agricultores en Angol, que pretenda dejar fuera del territorio mapuche los Departamentos de Angol, Collipulli y Victoria. El Frente Popular acogi la peticin abriendo un dilogo a travs del Ministerio de Tierras y Colonizacin, pero la oposicin se neg a modificar la ley de 1933. La Corporacin mapuche volvi a la carga en 1940, al plantear la creacin de una Subsecretara Indgena "con elementos de confianza de su propia raza y autogestionada por los propios mapuches". Estimulados por la victoria del Frente Popular "numerosos intelectuales mapuches, especialmente profesores, se unen en el Frente Unico Araucano. Tambin ese grupo plante la importancia de la educacin y el progreso en los campos. Personalidades como don Gregorio Seguell, los hermanos Chihuailaf, los Painemal y tantos otros participan en estas organizaciones" (CEPI: Breve historia de la legislacin indgena en Chile,p.31, Santiago,1990. Al Frente Unico Araucano confluyeron Los Hijos de Arauco, Moderna Araucana, Alianza Femenina Araucana, Sociedad Femenina Fresia, Sociedad Araucana Cultural y otras organizaciones. Chihuailaf dijo entonces: "este congreso demostrar que los bravos hijos de Arauco no han muerto sino que, por el contrario, se levantarn cual modernos Caupolicanes para elegir, por encima del egosmo y de las pasiones, un nuevo Lautaro" (R. Foerster y S. Montecino: obra citada, p. 155 y 156). Las principales resoluciones de dicho congreso fueron: restitucin de las tierras usurpadas, revisin de ttulos de tierras a mapuches de Chilo y Valdivia y radicacin de familias mapuches en las reservas forestales de Malleco, Cautn y Valdivia. Aunque el Frente Unico Araucano simpatizaba con algunos postulados del Frente Popular, critic su poltica respecto de la ley de divisin de comunidades: "no satisface en absoluto a la raza porque deja en pie las zonas de prohibicin, las expropiaciones, la intil y engorrosa tramitacin de la
restitucin de los suelos usurpados por particulares y mantiene los intiles Tribunales llamados Juzgados de Indios" (Obra anteriormente citada, p. 159) En 1941, el Frente Popular, por intermedio del Ministerio de Tierras y Colonizacin, nombr una comisin para que elaborara un proyecto de ley indgena, pero fue tanta la tramitacin que los delegados del Frente Araucano se retiraron. Cuando el gobierno impuso su ley, diversos organismo mapuches, por boca de Abelino Melivilu, se pronunciaron en contra y, en particular, por la disposicin de crear una central de cooperativas financiadas por contribuciones que deban pagar los propios mapuches. Las organizaciones mapuches lograron en 1942 que los parlamentarios no aprobaran un proyecto de ley sobre divisin de las comunidades, y en 1944 hicieron aprobar una ley que exima de impuestos a las comunidades y condonaba parte de sus deudas. Tres aos despus, se alzaron la comunidades de Huequetrumao y en 1950 la de Catrihuala de Ro Negro. A principios de la dcada de 1950, la Corporacin Araucana redobl su campaa para impedir la reiterada divisin de las comunidades, reafirmando con firmeza su tradicin cultural. Pero, a nuestro juicio, cometi el error de institucionalizarse al aceptar que uno de sus lonkos, Venancio Couepan, fuera designado Ministro de Tierras y Colonizacin ddurante el gobierno del general Carlos Ibez del Campo. Ese paso en falso le cost a la Corporacin Araucana perder su hegemona en el movimiento mapuche. Al respecto, dice Vicente Mariqueo -en la pgina 81 de su ensayo El Pueblo Mapuche, en el libro Indianidad y Descolonizacin en Amrica Latina, Editorial Nueva Imagen, Mxico, 1979- "nos encontramos ante una terrible estafa poltica; con esto queda sellada una etapa histrica para los mapuches, en que las elecciones no eran otra cosa que un engao y un circo para entretener a la ciudadana". En 1953, estimulada por el flamante presidente de la CUT, Clotario Blest, se fund la Asociacin Nacional Indgena en un congreso efectuado en Temuco, con la finalidad de "organizar en una sola central a todos los mapuches". Los mapuches radicados en 1956 tenan 3.078 ttulos de propiedad que abarcaban 475.423 hectreas, segn datos del CIDA. En 1953, se cre por ley la Direccin de Asuntos Indgenas con atribuciones para expropiar predios con el objeto de ser restituidos a los mapuches, pero nunca se aplic.
Uno de los pocos investigadores consecuentes con la causa mapuche, Alejandro Lipschutz, en su libro La comunidad indgena, Santiago, 1956, p. 174, sostuvo: "apenas el 5 por ciento de la totalidad de las comunidades indgenas han hecho uso, en el curso de 25 aos (de 1928 a 1952) de las medidas legales que facilitan la divisin. En Imperial donde reside el mayor nmero de indgenas, hay ms de 700 comunidades y nicamente han sido divididas unas 7 de todas ellas. Es decir, en el curso de 25 aos solo un 1% de las comunidades quisieron pasar del rgimen comunal al rgimen individual de propiedad". Desde principios de la dcada de 1960 se intensific la lucha por la recuperacin de tierras. En noviembre de 1961 se levantaron con el coige al hombro los mapuches de Lolol Coll en Malleco, en Catrihuala, Chihaihue y Cautn, generalizndose las corridas de cercos. El gobierno de Jorge Alessandri envi tropas para sofocarlos, pero no se la pudieron con la furia acumulado por siglos. Los mapuches se consolidaron en Pangal, Loncamahuida y Pilln, dando un ejemplo a sus pei que pronto los imitaron en esta nueva campaa, llegando a recuperar 20.000 hectreas, adems de la expropiacin de los fundos de Paicav, Lo Prado y Huealihun. Este proceso, agudizado en Caete y Lebu, fue precipitado por los latifundistas que haban usurpado 100.000 hectreas, aprovechando el advenimiento al gobierno del presidente conservador Jorge Alessandri, quien en 1961 hizo aprobar una ley indgena que autorizaba la divisin de las comunidades, aunque con la aprobacin del tercio de quienes las habitaban. De todos modos, al igual que todas las leyes anteriores, la de 1961 se centraba en la divisin de las tierras de las comunidades: "es la obsesin de los legisladores durante 30 aos" (CEPI: Breve historia de la legislacin indgena en Chile, Santiago, 1990, p. 37). La Reforma Agraria del gobierno democristiano de Eduardo Frei M. se hizo a espaldas de las comunidades mapuches. Mariqueo seala en el libro citado, p. 165 y 167 que "el mapuche, por su calidad de tal debi estar incluido sin mayores trmites a los beneficios de la ley, pero para ser postulante a los asentamientos se exigan muchos requisitos, que los mapuches no podan exhibir y que eran bsicos y fundamentalmente para tener acceso a la ley. Entre estos requisitos establecidos figuran en la ley el haber sido inquilino del fundo expropiado, ser trabajador permanente (...) y as pasaron tres aos a partir de 1967 en que el pueblo mapuche slo fue un espectador de este importante proceso, con la sla excepcin de los mapuches de la provincia de Arauco que, en cierto grado, fueron beneficiados por las expropiaciones de los latifundios en esa zona". La Ley Indgena N 16.640, dictada en 1967 por el gobierno de Frei, signific un reconocimiento a ciertas demandas mapuches,
en particular la expropiacin de tierras para ser entregadas a las comunidades. El renacer de la esperanza Bajo el gobierno de Salvador Allende se dieron los primeros pasos para una poltica ms decidida en favor de los mapuches. Del 18 al 21 de diciembre de 1970 se realiz el II Congreso Nacional Mapuche con la asistencia del presidente Allende, quien solicit a los mapuches que redactaran un proyecto de reforma a la antigua ley indgena. Una apreciable parte de los mapuches se incorpor al proceso de transformacin agraria: "La idea de la creacin de los consejos comunales campesinos fue respaldada de hecho por la mayora o por la casi totalidad de los mapuches; esto fue algo nuevo y sin precedentes en la historia del sector agrario mapuche, dice Mariqueo en la obra citada, p. 178 a 180 y 191 a 196: "Fue un acontecimiento muy acertado. Las elecciones se hacan por eleccin directa (...) Haba enormes movilizaciones en las zonas de Galvarino, Lautaro, Loncoche y Cunco; algunos mapuches caan muertos por las balas asesinas de los latifundistas: Moiss Huentelaf en Loncoche, Huilipan en Lautaro y los hermanos Cheuqueln en Nueva Imperial (...) Haba que buscar nuevas alternativas, y fue as como a fines de 1971 la CORA llama a la constitucin de los CERAS; este sistema de tenencia transitoria de las tierras expropiadas levant enorme oposicin por parte de los partidos polticos adversarios al presidente Allende, a los CERAS podan llegar los mapuches, porque los requisitos eran ser campesinos y tener ms de 16 aos (...) Con Allende, en la provincia de Cautn se recuperan unas 5.000 hectreas que vuelven a las comunidades". El gobierno de la Unidad Popular alcanz a dictar la nueva Ley Indgena N 17.729 el 15 de septiembre de 1972 y a nombrar como Director y Subdirector del INDI (Instituto de Desarrollo Indgena) a dos hijos del pueblo mapuche: Daniel Colompil Quilaqueo y Javier Huenchulln. Dicha ley, permiti en su Art. 14 la divisin de tierras slo cuando lo pidiese "la mayora absoluta de los comuneros que vivan o trabajen personalmente en la respectiva comunidad, y cuando lo acuerde el propio instituto", el cual reemplaz a la Direccin de Asuntos Indgenas. Aunque prohiba la enajenacin de tierras de uso comn, facilitaba en su Art. 7 la transferencia de terrenos para fines educacionales, sociales y deportivos. Cabe destacar que el Art. 10 estableca que los bosques comunales eran inalienables y el Art. 15 la inembargabilidad de bosques, sementeras y animales de labor. Respecto de la expropiacin de tierras, estableci en su Art. 14 un importante reconocimiento a las comunidades mapuches, al sealar que "el instituto asignar a los adjudicatarios afectados las tierras ms prximas a la zona donde viven, sea que
ellas provengan de expropiaciones o de adquisiciones realizadas por la Corporacin de Reforma Agraria o de adquisiciones efectuadas por el Instituto de Desarrollo Indgena", agregando una frase clave: "en ningn caso podr completarse a un asignatario su unidad agrcola familiar con retazos de terrenos que no sean contiguos". En cuanto a la restitucin de tierras, la ley dictada por el gobierno de Allende tuvo aspectos positivos para los mapuches, pues poda cuestionar, segn el Art. 17, a los ocupantes no mapuches que se haba apoderado de tierras "en infraccin a las normas de los cuerpos legales" o "cuando la posesin del ocupante emane de ttulos otorgados con infraccin a la presente ley". Asimismo, se termin con la facultad de los llamados "jueces de indios" de resolver los reclamos mapuches sin apelacin, al fijar en su Art. 27 que "los indgenas podrn ejercer las acciones establecidas en el derecho comn para obtener la restitucin de tierras". As, se fueron abriendo nuevos espacios para manifestar las ancestrales demandas por su territorio o hbitat milenario. Los mapuches ocuparon fundos que haban sido de ellos, aunque a veces eran frenados por algn burcrata de la UP que los acusaba de "provocadores" o "extremistas". Consolidaron sus organizaciones, no obstante la interferencia de militantes de los partidos de izquierda que pretendan dirigir a los mapuches desde afuera. Salieron a la palestra nuevos lonkos, weuipiches, werkenes y machis que conservaban la tradicin oral de las luchas de Lautaro y otros grandes. Conquistaron nuevas reas pblicas para expresar su cosmovisin y lograron que los Centros de Reforma Agraria escucharan y, en muchos casos, aceptaran sus peticiones. No por azar, Salvador Allende fue el primer Presidente de Chile en visitar oficialmente al pueblo mapuche. En el Norte Grande, los discriminados aymaras volvieron a hacer sentir su presencia -deliberadamente omitida despus de la Guerra del Pacfico por haber habitado junto a sus hermanos en Bolivia y Per- surgiendo un nuevo liderazgo del seno de la comunidad donde naciera Pedro Humires, poeta y maestro ejemplar de escuelas primarias, donde alentaba la educacin bilinge. Desde la postergada provincia de Magallanes hicieron tambin oir su voz los ltimos descendientes de los alacalufes(los kaweskar), una rama de los tehuelches (los selk'nam) y los ymanes o yaganes, cuyas viejas familias haban sido exterminadas por los conquistadores de tierras del nuevo "vellocino blanco": las ovejas. A fojas cero
El golpe militar del 11 de septiembre de 1973 -que cort la historia de Chile en dos- signific un grave retroceso para las comunidades mapuches. Ante todo, por el descabezamiento del nuevo liderazgo a raz de la feroz represin desatada en su histrica zona. Los de Panguipulli fueron perseguidos y encarcelados, junto a sus hermanos que laboraban en el complejo maderero de la regin. Los mapuches, sus mujeres y sus hijos se vieron obligados a cruzar la cordillera rumbo a la Argentina, segn me cont un campesino en uno de los tantos campos de concentracin donde estuve recludo. Los asentamientos fueron liquidados, las tierras afectadas por la Reforma Agraria devueltas a los latifundistas y, en muchos casos, vendidas bajo presin por los propios campesinos en falencia econmica. Fueron expulsadas de sus tierras las comunidades que las haban recuperado gracias a la Reforma Agraria. Al mismo tiempo, se embargaban y remataban tierras mapuches por deudas a contribuciones y bienes races. Miles de hectreas de las comunidades fueron declaradas fiscales por la Junta Militar con el fin de entregrselas a las empresas transnacionales, implacables devastadoras de los bosques naturales. La dictadura militar promulg el 22 de marzo de 1979 un Decreto-ley indgena N 2568, cuyo objetivo -as lo dice textualmente uno de sus prrafos- es "terminar de una vez por todas con el problema indgena". El artculo 1 estableci de manera inequvoca que "las hijuelas resultantes de la divisin de las reservas, dejarn de considerarse tierras indgenas, e indgenas a sus dueos". Es decir, que por decreto no slo se arrebataron las tierras sino que los mapuches dejaron de ser mapuches. Ningn gobierno latinoamericano se haba atrevido a tanto, a tratar la cuestin de los pueblos originarios de esa manera tan retrgrada. Asimismo, cualquier arrendatario no mapuche poda pedir la divisin de las tierras, llegando a amenazar con nuevos impuestos a quienes se opusieran a la divisin. Para dividir las tierras de la comunidad mapuche no se requera la voluntad mayoritaria de los afectados; bastaba que hubiese un interesado para que el Estado procediera "manu militari" al reparto. Para cumplir la tarea, se design como Director del nuevo Instituto encargado del problema indgena al fascista Ricardo Hepp, quien decret la divisin inmediata de 600 comunidades. De este modo, se produjo una acelerada concentracin de la propiedad territorial en manos de las empresas forestales
extranjeras. El deterioro ambiental se acentu, especialmente por la erosin de los suelos; los sembrados de eucaliptus y pinos cubrieron ms de un milln y medio de hectreas del hbitat mapuche. El Decreto-ley, emitido por la Junta militar, contena no slo aspectos econmicos sino tambin ideolgicos, hechos con un enfoque abiertamente racista. En febrero de 1979, Pinochet autoriz a la Fundacin norteamericana Chol-Chol para filmar programas de TV sobre los mapuches, con el objeto de introducir costumbres forneas e incentivar el proceso de aculturacin. Los mapuches lograron a principios de la dcada de 1980 remontar en parte el retroceso abierto con el golpe militar. Se movilizaron y discutieron en sus comunidades, rechazando los fundamentos racistas del decreto-ley indgena. Enviaron una numerosa delegacin a Santiago para realizar en la capital una asamblea con los trabajadores urbanos. Pero la Junta Militar disolvi la reunin. En 1980, los mapuches volvieron a la carga: "desapareceremos como pueblo a menos que luchemos contra esta ley", agrupndose en varias organizaciones: ADMAPU, NEHUELMAPU, NEWENTUAIN, en Centros Culturales y en el MONGEI LEFTRARU o "Lautaro vive". En sntesis, desde 1973 hasta 1986, la dictadura militar dividi 1.739 reservas en cerca de 50.000 parcelas con un total de un cuarto milln de hectreas. Del balance ecolgico ni qu hablar. Basta mirar el destino que han tenido nuestros bosques naturales, los que un da muy lejano crecieron en armona con la sociedad mapuche, tan sabia en su relacin con la naturaleza.
La pretensin de extinguir a los mapuches hasta de los Censos Los Censos de los siglos XIX y XX siempre omitieron a los mapuches. Algunos no los han registrado y otros slo han dado cifras nfimas. El encubrimiento tiene obviamente la finalidad de mostrar a Chile como un pas de "raza blanca". La discriminacin lleg al extremo de consagrarse a nivel institucional. Un documento oficial del gobierno de Chile emitido en 1915 para atraer colonos
europeos sentenciaba muy orondo: "La raza blanca o caucsica predomina casi en absoluto, y slo el antroplogo de profesin puede discernir los vestigios de sangre aborigen en las ms bajas capas del pueblo". Esta ideologizada imagen de un Chile "blanco, sin indios" y alguno que otro mestizo, no corresponda en absoluto a la verdad, pues en la segunda dcada del siglo XX, existan decenas de miles de aymaras, rapa nui y an cientos de alacalufes, selknam y yaganes, junto a unos 200.000 mapuches. Por lo dems, no era necesario ser antroplogo para darse cuenta, a primera vista, de que la mayora de la poblacin era mestiza. En 1945 -s, en 1945!- el escritor Sergio Vergara S. dijo muy suelto de cuerpo en su libro Decadencia o Recuperacin: "Para el Chile de hoy los 20.000 30.000 araucanos puros que nos quedan, constituyen sin discusin la parte cuantitativamente ms baja de nuestra poblacin; salvo excepciones individuales sin importancia, son extraordinariamente flojos, ladrones, borrachos, hipcritas (...) En nuestra poblacin domina el ancestro europeo. Son pocas las partculas de sangre aborigen que corren por las venas del chileno tipo (...) Fuera de 30.000 araucanos esperando a bien morir en las reducciones del sur y uno que otro fueguino, no tenemos minoras tnicas. Somos 5 millones, pero 5 millones de blancos occidentales". Casi sin comentarios: una frase histrica para ser colocado en una Antologa de la Historia de las Mentalidades en Chile, respecto de cmo se pretendi generalizar la imagen del chileno de un color blanco inmaculado, que expresaba sin rodeos la discriminacin a los pueblos originarios y mestizos, vale decir, a la mayora absoluta de la poblacin de nuestro pas.
IX Una voz Mapuche esclarecedora Los prrafos siguientes han sido tomados de la obra El Pueblo Mapuche, su territorio y sus derechos, publicada en 1997 por Auki Wallmapu Ngulam (Consejo de Todas las Tierras). Nos permitimos citarlo no slo por su contenido sino porque es el ltimo libro que expresa el sentir de su Pueblo-Nacin en la presente coyuntura de Chile, sin desconocer la importancia de las contribuciones realizadas por otras organizaciones mapuches. Sobre la ley N 19.253, aprobada el 28 de septiembre de 1993 por el primer gobierno de la Concertacin, bajo la Presidencia de Patricio Aylwin, el libro citado, en p. 71, sostiene enfticamente: "no responde a las verdaderas necesidades y reclamos de justicia del Pueblo Mapuche, ni de los dems pueblos originarios del pas (...) el hecho de que sean principalmente mapuches quienes ocupan los puestos claves dentro del organismo indigenista (incluyendo a su director nacional) ha sido parte de una estrategia estatal para involucrar fsicamente a los indgenas pero sin atender los planteamientos de fondo de las bases y de sus organizaciones (...) "Una norma jurdica que pueda alcanzar verdaderamente el carcter de ley indgena slo ser posible cuando su orientacin, contenido, promocin y ejercicio se encuadre en el marco de la libre determinacin y, en la medida, en que se produzcan cambios en la propia estructura del Estado (...) Los pueblos tienen
derechos inalienables, como es el derecho a la participacin en la toma de decisiones que ataen a su futuro. Sin embargo, la nominacin de los directivos de la CONADI, sean stos indgenas o no, y la determinacin de los planes especficos que afectan a las comunidades, estn sujetas a negociaciones partidarias que nada tienen que ver con los verdaderos problemas y aspiraciones de esos pueblos (...) "La ley niega la posibilidad de los indgenas de afirmarse como pueblos, incluso en el sentido limitado que el convenio 169 de la OIT le otorga a este concepto, y est en completa oposicin a la normatividad jurdica internacional que reconoce el derecho a la libre determinacin de los pueblos". Respecto de la tierra y el territorio, la ley no respeta los derechos histricos de los mapuches porque "slo reconoce como tierras indgenas a las escasas y pequeas parcelas en que ha quedado reducido el territorio tradicional mapuche, luego de 170 aos de aplicacin de polticas estatales tendientes a recortarlo y dividirlo, y que han tenido su punto culminante durante el gobierno de la Junta Militar (...) Hoy el Estado no asume que ha existido usurpacin de tierras indgenas. Por el contrario, reconoce a los usurpadores como dueos (...) Por eso, uno de los mecanismos contemplados en la ley para dotar de tierras a las comunidades es la compra de stas a los usurpadores, pero siempre y cuando ellos quieran venderlas y que el Estado acepte pagar los precios exigidos (...) "El estado, al amparo de la poltica neoliberal que hoy defiende con entusiasmo, tambin impulsa el libre comercio de tierras al interior de la sociedad mapuche. Ha convertido as a la tierra en un objeto de compra y venta, de divisin y permuta, despojndolo del carcter sagrado que tiene dentro de la concepcin religiosa mapuche (...) La imposibilidad de gravar las tierras indgenas establecidas en el primer prrafo del artculo 13, es levantada en el segundo, si es que la CONADI lo autoriza y las tierras de personas naturales indgenas podrn ser arrendadas, dadas en comodato y cedidas a terceros en uso, goce o administracin hasta 5 aos, e incluso permutadas (...) Las comunidades podrn igualmente ser divididas (...) "La ley determina que le otorgar personera jurdica a las comunidades, pero el problema radica en la concepcin que se maneja sobre lo que son o deben ser las comunidades (...) De acuerdo a la norma mapuche, para que exista una comunidad la gente debe ser parte de un Tuwn, que indica la procedencia territorial del grupo y determina su identidad, y de un Kupalme, que determina las caractersticas familiares del grupo. Adems deben existir otros elementos culturales como el cementerio, el
Nguillatue (lugar de ceremonia sagrada) y autoridades (...) De esta manera, las comunidades tradicionales estn constituidas en espacios territoriales sobre los cuales la gente ha tejido historia y conocimientos. Para el mapuche, perder su comunidad originaria es perder su identidad, derechos, historia y futuro (...) La CONADI ha impulsado el reconocimiento legal de comunidades sin importarle la vida interna de stas ni la cultura mapuche". Como resultado de su lucha por la recuperacin de tierras, el Consejo de Todas las Tierras ha sido "declarado organizacin ilcita a causa de no tener personera jurdica". Lo real es que en "1989 se reorganiz con las autoridades originarias de las distintas identidades territoriales de nuestro pueblo: Pehuenche (gente de la cordillera), Nagche (de la precordillera), Huenteche (del centro), Huilliche (del sur) y Lafquenfe (de la costa). Todas ellas estuvieron representadas a travs de sus autoridades originarias: Lonko (jefe poltico de cada comunidad), Machi (encargada de la medicina, educacin y filosofa), Weupife (responsable de los relatos e historia), Ngeupin (jefe poltico religioso de la zona huilliche) y Werken (relacionador poltico del pensamiento mapuche)". El libro citado -uno de los primeros (adems de los citados en el presente ensayo) elaborado por los propios mapuches- contiene un estudio del deterioro ambiental de su territorio, desde la invasin espaola hasta la actualidad, constituyndose as en una fuente inapreciable para los investigadores del tema. Parte dicierndo -en este tema, que abarca de la p. 89 a 104que los antiguos "bosques nativos, compuestos por rboles de ciprs, pehun, coige, raul, lenga, alerce, canelo, tepa, ulmo, mao, robles y otros", que desde siglos "haban estado sirviendo para el sustento y para la conformacin de la concepcin espiritual del Pueblo Mapuche, fueron afectados por las guerras de conquista de los espaoles (...) La lgica imperante en este caso no fue distinta a la utilizada por los generales estadounidenses durante la conquista del oeste, quienes mataban a los bfalos de las praderas como forma de exterminar a los indgenas (...) "Constituido Chile como Repblica, el Estado inici un agresivo fomento de la inmigracin extranjera y de incorporacin de tierras a la agricultura. Con este fin, en 1863 se quemaron los alersales ubicados entre Puerto Montt y Puerto Varas (...) Despus de la llamada `pacificacin de la araucana', en apenas 10 aos, 50 empresarios destruyeron 300.000 hectreas de bosque nativo para dedicarlas al monocultivo del trigo y a pastoreo, lo cual gener una severa erosin en gran parte de los suelos (...)
En las primeras dcadas del presente siglo se acentu la explotacin de los bosques del sur". La devastacin "se agrav a partir de 1974, cuando la Junta Militar puso en vigencia el Decreto-Ley N 701. Mediante esta norma, el Estado se comprometi a subsidiar el establecimiento de bosques sobre reas descubiertas y erosionadas (...) Pero no slo las empresas adquirieron nuevas tierras, sino que tambin destruyeron antiguos bosques nativos, que sustituyeron con especies exticas, principalmente el pino y el eucalipto (...) Hasta 1992, por lo menos 150.000 has. de bosques nativos haban sido sustituidas por especies exticas. Igualmente grave es el hecho que las empresas hayan establecidio plantaciones sobre suelos de alta productividad agropecuaria (...) "Desde 1986, los bosques nativos experimentan un nuevo tipo de agresin, al permitir el Estado que las empresas los conviertan en astillas para la fabricacin de papeles finos para computadoras y fax. La produccin del bosque nativo representa el 20,1% de la produccin forestal del pas, correspondiendo el 65% de sta a astillas. En 1990, para la produccin de astillas se intervinieron 18.920 has (...) El 55,5% de la produccin de astillas fue producida en base a madera extrada de los bosques nativos (...) Para 1992, se haban plantado ms de 1.572.144 has. slo de dos plantas exticas: pino y eucalipto. Dos aos ms tarde, estas plantaciones superaban las 1.650.000 has (...) "De seguir con ese ritmo, se calcula que para el ao 2.000, esas plantaciones alcanzarn alrededor de los 2.000.000 de has. Gran parte de stas se harn sobre suelos donde previamente se habrn eliminado los bosques nativos, y otras se harn sobre suelos agropecuarios de alta productividad, ya que en el pas no existe norma que prohiba el cambio de uso de suelos. Pero sobre todo, se harn sobre nuevas propiedades que por diversos mecanismos las grandes empresas constituirn, en base a tierras de los mapuches y de pequeos agricultores (...) "El campesino y el indgena han aprovechado el bosque de manera integral para proveerse de madera, frutos, miel, remedios y otros bienes preciados para su vida. Adems, el bosque nativo les ha asegurado siempre otros dos recursos fundamentales para su vida: los suelos y el agua. La destruccin de los bosques para dar paso a los monocultivos de pino y eucalipto ha significado que el mapuche y el campesino ya no tengan acceso a nuevas tierras. Pero, adems, ha originado profundas alteraciones en su medio ambiente; entre ellas, las ms dramticas son las referidas a la prdida de suelos por la erosin y a la drstica reduccin de la cantidad y calidad de agua que, en consecuencia, ha repercutido en la productividad de sus tierras".
Este libro sobre los mapuches, escrito por los propios mapuches, termina reafirmando su decisin de seguir luchando por la recuperacin de sus tierras usurpadas antes y ahora por las grandes empresas transnacionales. Asimismo, proponen "la elaboracin de una nueva Constitucin Poltica del Estado, en la cual, como primera medida se reconozca la existencia de la Nacin Mapuche. Dicho reconocimiento debe establecer las siguientes garantas: el derecho a la autodeterminacin, la restitucin de las tierras, el derecho al uso y control del territorio, con los recursos naturales del suelo y subsuelo (...) Reconocimiento de nuestra condicin de pueblo con derecho a la participacin, basada en nuestro propio sistema y en la autonoma".
Los temas troncales planteados por el movimiento mapuche El nuevo liderazgo de pueblos originarios, que ha surgido en "nuestra Amrica", como dijera Mart, y particularmente en Chile, levanta problemas troncales; los de siempre pero con una mayor sistematizacin terica. El ms relevante es el de Pueblo-Nacin, poniendo de manifiesto el papel secular de la nacionalidad originaria. Ms an, cuestiona el concepto de Estado-Nacin acuado en Europa y trasplantado mecnicamente a Latinoamrica que, tanto all como ac, ha significado discriminacin a las nacionalidades, preexistentes al Estado. La categora poltica de Estado-nacin facilit en el siglo XIX europeo el sojuzgamiento de antiguas nacionalidades, como ocurri con los sicilianos con el proceso de unificacin de Italia en 1851, o con las diferentes nacionalidades en la recin unificada Alemania en 1871. Esa categora de Estado-nacin surgi en la Europa moderna como una forma de integrar una economa nacional, con fuerte base industrial y un mercado interno en expansin, donde la cuestin agraria estuvo estrechamente ligada a la cuestin nacional. En Iniciacin al vocabulario del anlisis histrico, Pierre Vilar sostiene que hasta principios del siglo XIX, en Europa haba una confusin entre Estado, como forma poltica, y nacionalismo, como ideologa poltica. (Editorial Grijalbo, Barcelona,1982, p.171). Al adherir acrticamente al concepto de Estado-nacin, la izquierda y las corrientes progresistas estuvieron casi un siglo
soslayando las demandas de autodeterminacin real de las nacionalidades originarias de Europa y, sobre todo, de Amrica Latina donde eran obvias, para quien quisiera verlas, las reivindicaciones de los descendientes de los mayas, quechuas, aymaras y mapuches de ambos lados de la cordillera. En Espaa ha sido tan vigorosa la lucha por la autodeterminacin de catalanes, vascos, gallegos y andaluces que las autoridades han tenido que acogerlas gestando un Estado Espaol dentro del cual conviven diferentes nacionalidades. En cambio, en los pases europeos, especialmente en Irlanda y en el este, "la cuestin nacional" estall en guerras tnicas por la autodeterminacin, consagrada por lo dems en la Declaracin de las Naciones Unidas. El caso ms reciente, es el de Europa Oriental, donde el llamado "socialismo", con comillas, real, sin comillas, dej insoluto el problema de las nacionalidades. Para no entrar en ms detalles, ah est, como desnuda y aterradora muestra, el conflicto armado de serbios y croatas y el de los chechenios por su autodeterminacin respecto de la "gran Rusia". Ni qu hablar de los conflictos de la nacionalidad tamil en Ceyln, de los kurdos en Irn y de las guerras llamadas intertnicas en el corazn de Africa. Hasta los franceses siguen sin resolver las demandas de los corsos. En nuestra Amrica, la Nicaragua sandinista dio el primer el paso, al reconocer no slo las nacionalidades de sus pueblos originarios sino tambin resolver creativamente en 1982 la conversin del Estado-nacin en un Estado multinacional, multi y pluri tnico. Paradigma que comenzaron a levantar, con todas las fuerzas de la historia, los pueblos originarios de Mxico, Colombia, Ecuador y en general los de la zona andina. Consecuente con esta reivindicacin histrica, el nuevo liderazgo mapuche viene planteando desde hace una dcada, a travs del Consejo de Todas las Tierras, el concepto de PuebloNacin dentro de un Estado que reconozca las plurinacionalidades originarias. Hay decir con toda franqueza y transparencia -por aquello de que "glasnot" es mejor que "perestroika"- que la reaccin de la mayora de la sociedad chilena fue de rechazo a esta propuesta mapuche, argumentado que eso era separatismo poltico, creacin de un nuevo Estado mapuche. Ms an, los partidarios del terrorismo ideolgico llegaron a decir que conducira a una guerra como la de los croatas contra los serbios. Despejar stas y otras dudas respecto del real significado de la propuesta mapuche es una de las tareas urgentes que tenemos
planteada quienes estamos por el trmino a la discriminacin de los pueblos originarios, allanando el camino para una nueva relacin entre la sociedad chilena y la mapuche. Para la nueva generacin de lonkos existe una diferencia entre etnia y nacionalidad originaria porque sta surgi en nuestro territorio, mientras que pueden existir varias etnias provenientes de otros continentes, como los europeos y los negros importados a la fuerza de Africa en calidad de esclavos, adems de los variados mestizajes generados en los ltimos cinco siglos. En fin, los espaoles, alemanes, ingleses, italianos, franceses, yugoeslavos, judos, rabes y otros que llegaron como inmigrantes no constituyen, como los mapuches y aymaras, un Pueblo-Nacin, segn la propuesta de los pueblos originarios. Estrechamente relacionado con dicho planteamiento est el problema de la Identidad, que es tan clara como el agua -no contaminada- en las comunidades originarias. En cambio, ha sido ms compleja forjarla en nuestra sociedad chilena y, por extensin, latinoamericana. No tiene sentido que los mestizos o los que no lo sean, busquen en el pasado una identidad "perdida", porque nuestra identidad no est en los pueblos originarios. No somos mapuches y mal hacen los que se disfrazan de mapuches, aunque sea con la buena intencin de apoyarlos. No obstante, slo en ese pasado podremos encontrar las races del proceso de identidad. Ella se va haciendo en la continuidad histrica, en la pertenencia a algo, a un espacio geogrfico, a una lengua, cultura o clase social. La identidad no est dada de una vez y para siempre, no es esttica. Se va forjando en procesos concretos, como fue la gesta anticolonial contra la Espaa monrquica y en el rechazo a las agresiones inglesas, francesas y norteamericanas; se va constituyendo tambin en los movimientos alternativos y contestatarios a la dependencia cultural fornea, masificada por los medios de comunicacin. Quin no ha escuchado o ledo que la "cultura nica" del neoliberalismo -con su tan manida "aldea global"est conduciendo a la desintegracin de la poca identidad que tenamos. Tambin en este sentido nos pueden ayudar los mapuches y otros pueblos originarios, quienes tienen una identidad ms cristalina que la nuestra. Otro de los aportes del nuevo liderazgo mapuche es establecer una diferencia entre tierra y territorio. Segn Aucn Huilcamn, en el artculo citado: "tierra es un concepto individual que relaciona a una persona con un lugar especfico
persona/propiedad-, en tanto el concepto territorio es colectivo y se refiere a un conjunto de personas con una porcin de tierra colectiva. El concepto territorio encierra elementos de identidad, de cultura, de organizacin. El territorio est ligado de manera sustancial a la persona humana, a su naturaleza misma. Nuestra concepcin es que el territorio es el espacio fsico amplio donde el pueblo mapuche debe tener control, planificacin y autonoma". La idea de territorio es clave para comprender el hondo significado de la palabra "mapu", que no slo es tierra -como se ha dicho- sino territorio o, en otros trminos, el hbitat, el Ambiente, concepto de totalidad que abarca la estrecha relacin entre la sociedad global humana y la naturaleza. Con su cosmovisin, los pueblos orginarios pueden ayudarnos a superar la concepcin dualista de sociedad, por un lado, y naturaleza, por otro, como si los seres humanos estuviesen fuera del Ambiente -no del "medio ambiente" como mal se ha dicho, ya que si Ambiente es la totalidad de la Sociedad humana con la Naturaleza, no puede ser medio. Si se trata de ecologa -o mejor an, de ambientalismo- tenemos harto que aprender de los pueblos originarios, que con sus sabios conocimiento y experiencia de siglos pueden contribuir a superar la actual crisis ecolgica, la ms grave de la historia universal, que puede conducir a la extincin de la vida en gran parte de nuestro planeta Tierra, que as como surgi hace millones de aos tambin puede desaparecer. Hacia una nueva Relacin con los mapuches Acicateados por la insurgencia de los pueblos originarios de nuestra Amrica, especialmente por el amanecer de Chiapas, de las comunidades indgenas de Guatemala, Colombia, Ecuador, Per, Bolivia y Chile, comenz a generarse en algunos sectores del pueblo chileno la idea de crear una Nueva Relacin con los mapuches, que se concret a principios de la dcada de 1990. Al calor de la generosa solidaridad del Colectivo de danzas andinas TUN empezaron a reunirse en su casa comunitaria de la calle Chile-Espaa grupos de no mapuches, con asistencia tambin de ellos, con el fin de crear las bases de esa nueva relacin. Carlos Ruiz R. contribuy con sus conocimientos histricos sobre la vida y lucha secular de los mapuches, Aldo de la Reyna acerca de la cosmovisin de las comunidades de este pueblo originario; Germn, Julia, Jnive y Roberto con la fuerza de sus ideas solidarias con los pei y las lamgien, al son del kultrum, mientras tombamos un muday; el Colectivo Killn con sus
discursos (wewpin) sobre la prctica de vida cotidiana de sus comunidades (lof) y sus cuentos (epew) y adivinanzas (kohew), amenizadas con los poemas de Elicura Chihuailaf. El alma mater del grupo TUN, Miriam, un da sac de su ser ms profundo las siguientes palabras: "La nueva relacin consiste en que dos culturas que son diferentes se puedan conocer, se puedan relacionar de igual a igual, aunque nosotros pensamos que los mapuches nos conocen mucho ms de lo que nosotros los conocemos a ellos, porque saben Mapudugn y castellano y nosotros slo sabemos castellano; desconocemos su idioma, que es lo ms importante de una cultura. Nuestra intencin dentro de la nueva relacin no es convertirnos en mapuches sino intentar que los chilenos terminen con su afn de aculturizar al pueblo mapuche con elementos sociales, polticos y econmicos que les son totalmente ajenos. Queremos que el pueblo mapuche y el pueblo mestizo se interrelacionen respetando sus diferencias culturales, para crear en nuestro territorio una gran comunidad pluricultural". Redactamos entonces las bases de esta nueva relacin y las sometimos a discusin de las organizaciones mapuches. Y un 12 de octubre, en el cerro Santa Luca, perdn Hueln, le dimos lectura ante un numeroso grupo de mapuches urbanos y lonkos, weipiches, werkenes y machis. Pronto surgieron grupos pro-nueva relacin en Cerro Navia y otras poblaciones de Santiago. Nos reforzamos con las buenas ondas de Lincolao, el Teo, Romina, Carmen, Victoria, Mariela, Jaime, Rosita, Julia, Claudio, Cristian, Judith y otros/as de la revista "Abya Ayala". El peridico AUKI de junio-julio 1993 nos contest: "Estamos plenamente concientes del distanciamiento existente entre mapuche y no mapuche impuesto por parte del Estado. En este sentido, estimamos que es fundamental conformar una instancia de dilogo que nos permita reconocernos y fortalecernos desde nuestras propias realidades. Lo que buscamos es regular un sistema de convivencia entre ambas sociedades que sern incorporadas en el Estatuto de Autonoma o Constitucin Poltica de la Nacin Mapuche. Una nueva relacin que surja del reconocimiento y respeto recproco, nos encaminar a construir y definir el futuro de una sociedad diferente, ms justa, solidaria y humana, capaz de aceptar la diversidad" El poeta Elicura Chihuailaf ha publicado en octubre de 1999 un libro titulado Recado confidencial a los chilenos, donde plantea -adems de su cosmovisin mapuche y su concepcin circular- la urgencia de establecer un dilogo entre su pueblo y la sociedad chilena, a travs de un "oralitor", es decir un
escritor que se debe a la fuente oral: "la palabra es el monumento y, en un sentido ms cotidiano, es el documento. Ah est todo contenido. Se provoc un choque entre nuestras culturas que en muchos casos signific la prdida de cuestiones, como el territorio. Pero no slo fue la irrupcin violenta, sino tambin la prdida de confianza en los otros. Tambin est el hecho de que consideramos la palabra como una forma de arte, porque cada uno compromete lo mejor de s mismo cuando pone en movimiento la palabra. Buscamos que el chileno retome el valor de su palabra para lograr esta conversacin". Falta mucho camino por recorrer, pero ya comenzamos a corear el canto de Joan Manuel Serrat, "el camino se hace al andar", recordando los versos del poeta espaol Antonio Machado. Para ahuyentar a los malos espritus y atraer a los buenos, los mapuches acostumbran a realizar una ceremonia llamada Machitn. A mucha de nuestra gente que sufri en el pasado y que sigue sufriendo -aunque de otra manera- en el presente "neoliberal", le convendra hacer una variante de Machitn para sacar de nuestras cuatro paredes los malos espritus, como el pesimismo, el conformismo, el individualismo y, como dice Benedetti, el nuevo SIDA (Sindrome de Insolidaridad Dcilmente Adquirido) de esta economa antisocial de mercado; y para dejar que entren nuevas energas al ecosistema humano y as seguir luchando por un proyecto alternativo de sociedad, junto al pueblo mapuche que tanto sabe de comunitarismo.
XI Fases de lucha durante la dcada de 1990 A comienzos de los `90 se reabrieron las luchas de sectores mapuches, acentuadas con el repudio al llamado Quinto Centenario del "descubrimiento" en 1992. Al ao siguiente, se movilizaron para rechazar la Ley Indgena N 19.253 aprobada por el gobierno de la Concertacin, presidido por Patricio Aylwin. Esta ley despert ciertas expectativas en algunos mapuches, que entraron a colaborar institucionalmente con la Comisin Especial de los Pueblos Indgenas (CEPI) -llamada CONADI bajo el gobierno de Eduardo Frei R. T.- pero la mayora de los Pueblos Originarios mantuvo una posicin crtica, expresada en el acto de protesta realizado en Villarrica con la presencia del presidente Aylwin. Ms crtica, autnoma y propositiva fue la posicin de la emergente organizacin Consejo de Todas las Tierras (Auki Wallmapu Ngulam). La movilizacin recrudeci ante el encarcelamiento y el proceso contra 144 mapuches, incoado en Temuco; movilizacin respaldada por un sector de chilenos que enviaron al Presidente Aylwin una carta de protesta firmada por Gastn Soublette, el autor de este ensayo y otros indignados por los calificativos del Ministro del Interior Enrique Krauss, quien lleg a acusar a los mapuches procesados de "delincuentes comunes". Como respuesta, el 30 de marzo de 1994 se reuni el Tribunal de Justicia Mapuche (Nor Ngulam Tuwun), marchando desde el cerro ielol hasta la plaza de Temuco. Paralelamente, protestaban en Chilo los huilliches -cuya poblacin bordeaba las 10.000 personas- contra la transnacional Golden Spring que comenzaba a devastar el bosque natural para extraer astillas (ship) en el fundo Tepuhueico, en tierras que fueron de ese pueblo originario. Se agudiz la lucha de los pehuenches de Quinqun amenazados de desalojo por la Sociedad Galletu. Uno de los hermanos Meliir, Crescencio, dijo entonces: "Como dueos de la tierra, no la vamos a entregar. No somos invasores para tener miedo".
En enero de 1994, los huilliches de Huiro en la costa valdiviana, entre Corral y La Unin, recuperaron parte de sus tierras. Mientras los Rapa Nui, orientados por el Consejo de Ancianos N2, protestaban contra las empresas tursticas que queran usufructuar de las bellezas de la isla. El 23 de abril de ese ao, los mapuches recibieron una carta de solidaridad de los zapatistas de Mxico: "Dolorosa es la historia que compartimos, hay distancias que se borran con tanto llanto, montaas y ros salvan nuestros pensamientos cuando son de lucha y rebelda. Que Amrica viva por quienes la parieron!". La radicalizacin del movimiento mapuche adquiri nuevos bros con el despuntar del amanecer en el Ao Nuevo de 1995 en Chiapas, donde el sub Marcos, con sus ojitos detrs de un rbol, llamaba poticamente a la rebelin, a terminar con la desesperanza!. Entonces, habl con fuerza un joven mapuche, Aucn Huilcamn, para polemizar con quienes, como Dauno Ttoro, pretendan aprovecharse del levantamiento chiapaneco para criticar la posicin del Consejo de Todas las Tierras. A 13 das de la insurreccin de Chiapas, en un reportaje del diario "La Segunda", Aucn manifest: "Chiapas es la luz de lo que puede suceder entre los pueblos de Amrica (...) La nica solucin es cambiar radicalmente los estados latinoamericanos". Asimismo, abord cuestiones claves, como son las diferencias entre tierra y territorio y entre etnia y nacionalidad, el papel del Estado frente a los pueblos originarios, la distincin entre identidad mapuche y chilena, la autonoma de los pueblos originarios respecto de los partidos polticos, su derecho a la autodeterminacin y el papel del Pueblo-Nacin mapuche en el proceso revolucionario. Comenz as a consolidarse un nuevo liderazgo, joven, audaz y bien preparado, capaz de fortalecer la organizacin autmoma y de aumentar su influencia en las grandes ciudades, donde malviven ms de medio milln de mapuches urbanos, casi la tercera parte de la poblacin total mapuche del pas. En nuestra modesta opinin -desde la mirada mestiza- las acciones narradas anteriormente constituiran una primera fase de la luchas mapuches de la presente dcada. Fase caracterizada por una tctica de acumulacin de fuerzas: ampliacin del radio de influencia interna sobre otros Movimientos Sociales y de relaciones internacionales con los Pueblos Originarios de nuestra Amrica; preparacin terica y prctica de lonkos con el objeto
de difundir masivamente su programa de lucha. Este proceso de acumulacin de fuerzas permiti pasar a una segunda fase a mediados de la dcada de los `90, caracterizada por la profundizacin de las acciones al sur del Bo-Bo. Las movilizaciones crecieron de 1996 a 1998 durante las celebraciones del We Xipantu (Ao Nuevo mapuche) el 24 de junio, y en los Nguillatn, una de las principales ceremonias mapuches, donde se hacen peticiones y agradecimientos a los dioses que residen en la propia tierra. En 1997 se agudiz la protesta contra la represa RALCO en el Alto Bo-Bo, administrada por una empresa privada: ENDESA. Las comunidades pehuenches comenzaron a ser desplazadas a tierras cordilleranas de escasa fertilidad, hecho denunciado por el profesor Rodrigo Valenzuela en un artculo publicado por el diario "La Epoca" el 7 de septiembre de 1997 : "Segn la lgica del costo/beneficio es ms valiosa la electricidad que la desaparicin de la cultura pehuenche". Adems de las protestas por la instalacin de la Central Pangue, 50 familias mapuches ocuparon tierras en Lumako en octubre de 1997, usurpados por las Forestales Mininco y Milllalemu. Pronto, el diputado de RN, Francisco Bayo, exigi la aplicacin de la Ley Antiterrorista. En artculo publicdo por Punto Final en diciembre de ese ao, Mauricio Buenda comentaba el enfrentamiento de los mapuches de Lumako con la Celulosa Arauco y Constitucin, "la mayor empresa forestal del pas, propiedad de Anacleto Angelini, el hombre ms rico de Chile, con una fortuna personal de 2.500 millones de dlares". Una vez ms, se oy la voz estridente del Ministro Carlos Figueroa, acusando a los mapuches de terroristas y amenazando con aplicarles la Ley de Seguridad del Estado. La tercera fase se abri en 1999, con mayores acciones para recuperar las tierras, orientadas por el Consejo de Todas las Tierras y nuevas organizaciones emergentes como la Coordinadora Mapuche Arauco-Malleco. Antiguas y nuevas agrupaciones mapuches surgieron con fuerza: Identidad Lafkuenche, las Asociaciones Rehue Lautaro, Comunal Mapuche Purn, Comunal Mapuche LumaKoTraigun, Comunal de Nueva Imperial y Sociedades Mapuche Newen y Lonko Kilapn. Un nuevo liderazgo de mujeres se expres con todas las fuerzas de la historia en Nicolasa y Berta Quintremn. Las acciones continuaron en marzo, abril y mayo contra las empresas forestales de Traigun, Collipulli y LumaKo, bloqueando los caminos cercanos a la empresa RALCO. En este ao, se consolid la Coordinadora Mapuche Arauco-Malleco, liderada por
Jos Huenchunco y Vctor Ancalaf. En ms de una ocasin, los carabineros y los guardias armados de las Forestales se batieron en retirada. En junio se produjo un acontecimiento de resonancia nacional: la larga marcha mapuche desde Temuco a Santiago, que recibi un entusiasta apoyo de chilenos/as a lo largo del camino. Su entrada a Plaza Almagro, en el centro de Santiago, fue acogida con grandes aplausos y gritos de combate: MARICHI WEU ( diez veces venceremos ! ). Las transnacionales, heridas en el punto que ms les duele, lanzaron su arsenal de eptetos contra estos mapuches "delincuentes" que se atreven a tocar "sus tierras", es decir, la de los propios mapuches. Les hizo coro cuando no! el gobierno, tratando de neutralizar a los mapuches con promesas de entrega de algunas tierras, como si el problema fuera de tierritas ms o tierritas menos, sin entender que los mapuches quieren autonoma y ser reconocidos como pueblo-nacin o nacionalidad originaria. Un intercambio de ideas con las organizaciones mapuches podra enriquecer el anlisis tentativo de las fases de lucha que nos hemos permitido hacer con el fin de comprender los cambios cualitativos de un proceso en marcha, cuya tctica slo ser autnomamente resuelta por el movimiento mapuche. A los chilenos que apoyamos el programa y la estrategia de este Pueblo-Nacin, nos corresponde fundamentalmente respaldar sus acciones y acelerar el desarrollo de una nueva relacin con estos hermanos de lucha, en pos de una mayor comprensin y apoyo de la mayora de la sociedad civil chilena. No nos corresponde interferir en los asuntos internos de este pueblo ni abanderizarnos con ningunas orgnica mapuche, sino desear los mejores augurios de una slida unidad de ellos en el combate. S nos corresponde evitar que los partidos polticos chilenos se metan donde no deben, como lo hicieron en el pasado llevados por ese afn de controlarlo todo desde arriba y desde afuera. Los mapuches han dicho basta. Son y quieren seguir siendo autnomos respecto del Gobierno y los Partidos. Y lleg el 12 de octubre de 1999. Las columnas mapuches, a caballo y a pie cruzaron sus caminos hasta la desembocadura del caudaloso ro Bo-Bo, justo en la frontera de lo que fue su territorio siglos ha. Y para sorpresa de todos los habitantes de nuestro Chilito, que vieron las imgenes por Televisin, se
sentaron en el puente cerca de 10.000 personas, traspasadas en su ser ms profundo por el ritual de las machis. El impacto causado en las personas no mapuches, provenientes en su mayora de Concepcin, slo puede ser descrito en toda su emotividad por una testigo, una joven mujer, entrevistada por el autor de este ensayo en el mismo terreno del suceso: "La cita era al lado norte de la ribera del Bo-Bo, en la comuna de San Pedro de la Paz, para esperar la gran cabalgatacaminata. Tmidamente se colocaron algunos lienzos y se enarbolaron banderas mapuches por la gente deseosa de participar. La mayora ramos chilenos. Nos dimos cuenta que la marcha estaba a punto de llegar por la cantidad de pacos que empezaron a llegar en sus motos, cucas y radiopatrullas. Haban llegado los hombres a caballo enarbolando lanzas, y tras ellos una larga fila de mujeres, hombres y nios vistiendo trajes tpicos. "Del Puente Nuevo nos fuimos al Puente Viejo para hacer la travesa hasta Concepcin, a la Plaza de Armas y luego al Parque Ecuador. Los vecinos hacan un cordn humano que no dejaba de aplaudir a la gran caravana. Todo pareca inyectarles nuevas energas a los mapuches. Se alzaban voces para corear sus reivindicaciones, gritos para exigir la devolucin de sus tierras y para criticar al gobierno por estar coludido con los empresarios. Los organizadores mapuches nos invitaron a participar en una rogativa en mapudugun. Nos arrodillamos, muchos cerramos los ojos y nos dejamos llevar por la voz del anciano que haca la rogativa al son de un cultrm tocado por una joven mapuche. "Fue el momento culminante, nos empapamos de lo suyo, de su cultura, de su espiritualidad. Fue como retroceder 500 aos. El ritual dur 10 minutos o quiz ms. Hubo bailes y mucha alegra, una entrega exquisita de los chilenos. No pocos soamos un rato con ser parte de ellos. Eramos muchos y a la vez uno solo". Entonces, me d cuenta de que comenzaba una nueva relacin de los mestizos con los mapuches, un nuevo comportamiento de un sector de chilenos, deseosos de apoyar sin pelos en la lengua a uno de nuestros primeros pueblos originarios y de terminar de una vez por todas con la discriminacin de siglos al pueblo mapuche. Y me decid a redondear este ensayo. ANEXOS
INDICE Pg. A modo de Introduccin I. Los primeros Mitos II. Los orgenes de la Cultura Mapuche III. De qu Da de la Raza nos hablan? - Los mapuches convertidos al catolicismo? - Otra barrabasada: mapuches flojos y borrachos IV. De dnde proviene la versin de que los mapuches eran un pueblo guerrero? V. Un intento de cambiar la trascendencia de la guerra del pueblo mapuche contra los invasores - El debate acerca de la guerra permanente y la convivencia pacfica en las relaciones fronterizas VI. La llamada "Pacificacin de la Araucana" VII. El despojo de las mejores tierras VIII. El proceso de radicacin, las leyes indgenas
y la parcelacin de las tierras comunitarias - La pretensin de extinguir a los mapuches hasta de los Censos IX. Una voz mapuche esclarecedora X. Los temas troncales planteados por el Movimiento Mapuche - Hacia una nueva Relacin con los Mapuches XI. Fases de la lucha durante la dcada de 1990 ANEXOS