Primer Capitulo de Las Aventuras de Thor - 61bbf1ac

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Erik BegOña ORO Valentí

Tordensson Ponsa

MISTERIOS
LAS AVENTURAS DEA

THOR
DOMICILIO
PISTAS
aPeSTOSAS
La búsqueda
del martillo

RBA
Prólogo

L os nueve mundos viven una nueva batalla épica.


Dioses y gigantes se enfrentan en una lucha que
decidirá el destino de todas las criaturas vivientes.
Y, cuando la contienda acaba de empezar, aparece
algo volando por el cielo.

MARTILLO
PODEROSO
DIOS !!
MOLÓN E RA A AD!
¡¡¡ESP

CABRAS
VOLADORAS

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Durante largo tiempo, el dios Thor ha realizado toda
clase de proezas. Ha luchado contra peligrosos gigan-
tes, monstruos marinos y bestias salvajes. Ha salvado
innumerables ciudades de la destrucción y a miles de
personas de una muerte segura.
Y justo llega tarde para la batalla.
—¡Otra vez impuntual, Thor! —grita la diosa Fre-
ya en cuanto lo ve aparecer.
—He tenido unas complicaciones, ¿vale?
Thor salta del carro volador y aterriza al lado de un
monstruo que está justo detrás de su amigo Loki. Lo
derriba con Mjolnir, su fiel martillo, sin siquiera des-
peinarse.

DE NADA.

* «SOY DE TU BANDO, IDIOTA».

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Loki se queda boquiabierto y temblando. No había
visto al monstruo.
Después, Thor se impulsa hacia el otro extremo del
campo de batalla sirviéndose de su martillo. Parece
un cometa que deja un rastro luminoso a su paso.
Allí lo espera su padre, Odín. Los dos se sitúan
codo con codo, frente al horizonte, por donde asoman
las siluetas de los gigantes.
—¿Estás preparado para dar unos martillazos, hijo
mío? —le pregunta Odín.
—Sí —responde Thor, aunque no las tiene todas
consigo.

GRRR... DEBERÍA
HABER COMIDO.

Antes de saltar a la lucha, Thor se acuerda de un


pasado que le parece muy lejano. Una época en la que

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era un adolescente y todavía no le había salido ni un
pelo en la barba.
Una época en la que tuvo que ganarse a pulso el tí-
tulo de dios del trueno, el martillo y el carro volador...
... y en la que metió la pata unas cuantas veces.

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CAPÍTULO 1
Pescar un monstruo

T hor y Loki estaban aburridos como ostras.


Los jóvenes aspirantes a dios llevaban horas en
mitad de la laguna más grande y profunda de todo
Asgard, el reino de los dioses.
Thor sostenía una caña de pescar, pero en todo ese
tiempo solo había sacado basura del agua. Algunos
vikingos muy sucios lo usaban como vertedero.

¿NO ES EL CASCO QUÉ VA , LO


QUE TE REGALÉ? TIRÉ AL ABISMO
DE MIDGARD.

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—Vaya pérdida de tiempo —repitió su amigo por
quinta vez—. Podríamos habernos colado en las coci-
nas, allí sí que habríamos encontrado comida.
—Mi padre tiene un banquete oficial esta noche
—le explicó Thor—. Si se me hubiera ocurrido tocar
uno solo de los salmones, ¡me habría caído una bron-
ca colosal!

¿QUIÉN SE
HA COMIDO
LA CENA?

Odín, señor de Asgard, el temible, el dios de la gue-


rra, la sabiduría y un montón de títulos más, no se ca-
racterizaba por su paciencia. Tampoco por aguantar
trastadas. Las broncas que repartía a diestro y sinies-
tro eran legendarias, y si te convertías en el blanco de
sus iras, no había puente arcoíris lo bastante largo
para escapar de él.

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Thor pensó que lo de la pesca sería más sencillo
para llenar la tripa. Lanzas la caña, pica el pez, lo sacas
del agua ¡y listo! Ya tienes cena.
Sin embargo, el anzuelo seguía parado. Así siguie-
ron un rato hasta que...
—¡Mira! —exclamó Loki de repente—. ¡Ha picado
uno!
Efectivamente, Thor notó un tirón en la caña. Y a
juzgar por la fuerza, ¡tenía que ser un pez bien gordo!
—¡Cómo tira! Échame un cable, por favor.

TE AYUDARÍA ,
PERO NO ME
APETECE.

Loki, siempre tan colaborador.


Thor empezó a ponerse nervioso. Estaba sudando
como un pollo y, por más que tiraba de la caña, no
había manera de sacar a ese bicho del fondo.

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Con lo pesado que era, seguro que se trataba de un
ejemplar bien grande, lo que significaba una buena
merienda y un paso más para convertirse en mito.

Pero, en cuanto miró a través de las aguas cristali-


nas, comprobó que no se trataba de ningún salmón.
Casi cayó de espaldas sobre la barca del susto.
—¡¡¡Aaaaaaah!!! ¡Es una serpiente marina! —ex-
clamó.
Primero con un gritito histérico que, cuando se dio
cuenta, repitió con una voz más grave, la apropiada
para un aspirante a dios.
—¡Por las caries de un trasgo! —gritó Loki, boquia-
bierto—. ¡Pensaba que las serpientes marinas no exis-
tían, como los unicornios y el jabón!

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—El jabón sí existe —dijo Thor.
—¡Chitón! Es mi excusa para no lavarme.
El monstruo estiraba del anzuelo. Thor apenas po-
dría aguantar unos minutos más.
Se acercó a la proa de la barca y apoyó un pie en la
punta. Entonces apretó los dientes ¡y pegó un tirón
con todas sus fuerzas!
La serpiente salió disparada del agua y sobrevoló la
barca, hizo una parábola sobre sus cabezas y cayó al
otro lado, salpicándolos de arriba abajo. Por suerte,
esta vez su cabeza quedó a la vista.
El monstruo era aún más grande de lo que parecía.
Con su carne se podría dar de comer a todos los invi-
tados al banquete de Odín y repartir sobras.

¿SERPIENTE
MITOLÓGICA
OTRA VEZ?

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—¡Ya casi la tienes! —celebró Loki.
Pero cuando parecía que Thor llevaba las de ven-
cer, la serpiente viró bruscamente hacia un lado. El
sedal se tensó, y Thor, que no estaba dispuesto a sol-
tar la caña, salió disparado por los aires.
La serpiente lo zarandeó de un lado a otro, como si
fuera un títere, hasta que terminó arrojándolo al agua.
Thor se hundió en las profundidades.
Tuvo que hacer un esfuerzo para salir a la superfi-
cie y escupir toda el agua que se había tragado.
—¿Estás bien? —Loki le hacía señas como un loco
desde la barca.
—Voy a ser el dios nórdico más poderoso —res-
pondió Thor cuando recuperó el habla—. He hecho
huir a esa sanguijuela, ¡ja!

¿CÓMO DE
SEGURO ESTÁS?

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Como si lo hubiese oído, la serpiente había dado la
vuelta y había abierto sus inmensas fauces, decidida a
engullir al joven.
Thor pegó un grito, soltó la caña y empezó a nadar
a duras penas en dirección contraria.
Fue inútil, no tenía escapatoria.

¿HOLI?

Todo parecía perdido. Cerró los ojos para recibir la


muerte y entonces...
—¡¡Thor!! —gritó alguien.
El desconocido agarró a Thor por la camisa y lo
sacó del agua. Al mismo tiempo, otro individuo on-
deó una antorcha llameante. El humo y el fuego
ahuyentaron a la serpiente, que dio media vuelta y
se sumergió de inmediato en las profundidades.

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«¡Qué fastidio! —protestó el monstruo—. ¡Me
han chafado el almuerzo!».
Thor se quedó tumbado en el suelo de una barca,
jadeando y resoplando. Estaba empapado de los pies
a la cabeza.
—¿Te encuentras bien, Thor? —Era Heimdall,
guardián de Asgard, que iba acompañado de un solda-
do del palacio. Thor le tenía mucho cariño—. Te vi
salir del muelle con Loki, a escondidas. Me olí que
estabais tramando algo, así que decidí seguiros para
evitar que os metierais en algún lío.
—¿Por qué siempre sospecháis de nosotros?
Thor y Loki tenían un largo historial de gamberra-
das, como cuando cambiaron los zapatos de la diosa
Lofn por los de un gigante.

L L A RÉ !!!
¡¡¡OS P I

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—¿Podrías no mencionárselo a mi padre? —Thor
se escurrió el pelo—. Era su caña de pescar favorita.
Heimdall negó con la cabeza. No existían secretos
para Odín, el señor de Asgard.
—Me temo que ya está enterado.
Muertos de miedo, Thor y Loki se presentaron ante
él. Odín empezó a descargar su ira sobre ellos nada
más verlos.
Durante un rato, solo soltó maldiciones.

Encoge con
las broncas.

Después, Odín se calmó un poco y empezó a decir


cosas con sentido.
—Habéis corrido un riesgo absurdo solo para lle-
nar la barriga —rugió, con las venas del cuello más

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tensas que las cuerdas de una guitarra—. Esas teme-
ridades son impropias de una divinidad.
—Pero, padre... —replicó Thor.
—¡Silencio! —Su voz resonó en todo el salón—.
Esto es la demostración de que no estáis preparados
para convertiros en dioses.
—¡Sí que estamos preparados! —exclamó Loki de
pronto.

ESTÁIS HABLANDO
DE LA CENA , ¿NO?

A Thor le habría gustado dar un codazo mitológico


a su amigo.
—Ahora tendréis ocasión de demostrar si estáis
preparados —dijo Odín, más furioso que la serpiente
gigante—. Os espero en clase. ¡No tardéis!

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Dicho esto, Odín se marchó, envuelto en sus lujo-
sos ropajes. Loki se encogió de hombros. Thor estaba
tiritando de frío.
—¡Achís!
Lo que le faltaba: había pescado un resfriado.
Y encima se había quedado sin merendar...

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