La Urna - Enrique Banchs

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Enrique Banchs:"LA URNA"

Enrique Banchs La Urna. Jorge Luis Borges calific a este libro como obra impar en la poesa
castellana.


Enrique Banchs naci en Buenos Aires el 8 de febrero de 1888, y muri en esta misma ciudad el 6
de junio de 1968. No hay hechos destacados en su biografa. Entre los 19 y 23 aos public sus
cuatro nicos libros de poemas: Las Barcas (1907), El Libro de los Elogios (1908), El Cascabel del
Halcn (1909), y La Urna (1911). Su fama de gran poeta de nuestras letras, en ellos sustentada,
se acrecent con los aos, y hasta adquiri cierto carcter legendario, mientras el poeta no slo
se resista a reeditar sus obras, sino que se mantena en un silencio apenas interrumpido por la
publicacin de algunos espordicos textos en verso y en prosa en diarios y revistas. Sin embargo,
no se apart de sus colegas ni de la vida literaria. Actu en la Sociedad Argentina de Escritores,
de la que fue presidente, y en la Academia Argentina de Letras. Ese silencio de tantos aos es
uno de los enigmas de la literatura nacional.

Por lo dems, Banchs fue funcionario pblico en el rea de Educacin y presidi en 1944 la
Comisin de Control Cinematogrfico.

Los conmovedores cien sonetos de La Urna, romnticos, pesimistas, tiernos y melanclicos,
pueden incluirse entre las mejores producciones de las letras argentinas.

LA URNA: "Libro de Enrique Banchs, publicado en 1911. La unidad de la forma potica elegida -el
soneto-y del "temple" interior que la dicta, hace de La Urna el libro ms armnico y perfecto de
Banchs. Los sonetos van modulando con riqusimas variaciones dos sentimiento fundamentales: la
soledad del enamorado y la soledad del hombre en el universo, que bien pueden resolverse en un
nico y gran sentimiento de soledad. Sin los efectismos sonoros ni las definiciones picas de
algunos poemas iniciales, la voz del poeta asume sus matices ms diferenciados en los medios
tonos afectivos, en la musicalidad sin nfasis, en el ritmo apenas acentuado, en la sutileza
expresiva. Una gran variedad de tcnicas de "desarrollo" del soneto habla del dominio
instrumental de Banchs. La soledad se reitera en distintos planos. Es con gran insistencia la
soledad del enamorado desdeado o solo que , nuevo Salicio, llora interminablemente su
desamor. Pero es tambin la soledad del hombre entre los hombres, y en ltima instancia el
desgajamiento del hombre cado y ciego que guarda en su memoria las msicas de otro
reino:....con la inutilidad de un ciego miro/ y no comprendo nada ms que al cielo... Se ha
sealado en la poesa de Banchs la ausencia de Dios. En efecto, es una poesa de ausencia y
melancola, que no excluye cierta vaga esperanza de reintegracin (Bien s que espero en algo
muy lejano...) acorde con el espiritualismo fundamental que el poeta en todo momento expresa.
En ocasiones lo hace bajo pautas que lo asocian al evolucionismo finisecular (la ley renovante
cambia toda/ materia en expresin espiritual...) y siempre en sentido de afirmacin de los bienes
espirituales del hombre..."

(Extractado de "Enciclopedia de la Literatura Argentina" de Editorial Sudamericana,1970)




"LA URNA"



I
Entra la aurora en el jardn; despierta

los clices rosados; pasa el viento

y aviva en el hogar la llama muerta,

cae una estrella y raya el firmamento;



canta el grillo en el quicio de una puerta

y el que pasa detinese un momento,

suena un clamor en la mansin desierta

y le responde el eco sooliento;



y si en el csped ha dormido un hombre

la huella de su cuerpo se adivina,

hasta un mrmol que tenga escrito un nombre



llama al Recuerdo que sobre l se inclina...

Slo mi amor estril y escondido

vive sin hacer seas ni hacer ruido

1.


II


Tambin el subterrneo manantial

en su lecho de jaspe prisionero,

sufre, pero despus rompe el venero

gorjeando ante la lumbre celestial;



recata un terciopelo funeral

el rostro rosa de la aurora, pero

tambin la aurora al fin rasga el severo

luto nocturno y re en el zorzal;



mucho tiempo en el surco est dormido

en laborioso sueo el til grano,

y engarza al fin la espiga en el verano;



tambin mi amor estril y escondido,

se levanta en su noble estampa humana

de pie sobre la estrofa castellana.

2.


Hermosa es la sidrea compaa

de siete estrellas en la oscura frente

del universo... Pero est vaca

la sombra que la octava hermana ausente.



Qu ignoto espacio su fulgor roca

desde una eternidad, sola y silente?,

qu destino, a ella sola desprenda

como una flor del grupo refulgente?



El aderezo de las siete estrellas

es bello y como lgrimas son ellas...

pero pienso en la otra: en la que falta!...



Ver ms rostros y pasin ms alta,

pero con fiel angustia, solamente

pensar en esa que perd, la ausente!

3.


Por la bella sonrisa de alegra

que sin ser para m, la hice ma,

por la bella sonrisa

mi verso ilusionado se desliza.



Por la bella mirada que vagaba

en lo vago... y cre que me miraba,

por la bella mirada

nace y nace mi estrofa enamorada.



Pupila indiferente, boca roja

que mirando y sonriendo dais consuelo,

que me disteis tesoro sin quererlo



e ilusin sin saberlo!

Fuisteis como la flor que se deshoja,

que se deshoja y engalana al suelo.

4.


Como es de amantes necesaria usanza

huir la compaa y el rudo,

vagaba en sitio solo y escondido

como en floresta umbra un ciervo herido.



Y a fe, que aunque cansado de esperanza,

peda al bosquecillo remembranza

y en cada cosa suya semejanza

con el ser que me olvida y que no olvido.



Cantar a alegres pjaros oa

y en el canto su voz no conoca;

mir al cielo de un suave azul y perla



y no encontr la triste y doble estrella

de sus ojos... y entonces para verla,

cerr los mos y me hall con ella.


5.




Seis aos llevo con la misma suerte...

Quiero salvarme del doliente estado:

mando a mis ojos que no quieran verte;

los ojos suaves porque te han mirado!



La vida en vano me ha labrado fuerte

para dejarme a mi memoria atado...

No ms por ti la voz se me despierte;

la voz que es suave porque te ha nombrado!



Nada me dice que lleg el momento,

(en que me mires con piedad amante)

que en tanto tiempo he imaginado tanto.



Y qu har entonces con mi gran tormento

Pensar que llega mi postrero instante

que en tanto tiempo he imaginado tanto.

6.


Mientras la tarde ponga la diadema

de su fulgor letrgico y tranquilo,

moribunda gloriola, en la suprema

fronda del tilo;



mientras mi sentimiento tenga asilo

en la palabra hispana y por emblema

lgrimas; mientras trace en noble estilo

la razn de mis horas: el poema,



la olvidar... Mas hoy, hoy otra vez,

Memoria, lamentemos lo perdido.

Oh, Sombra, no te vayas! Dolorida



habla otro instante y otro ms despus;

porque si ste es el tiempo del olvido,

oh, Sombra! no es el de la despedida.

7.


Si como sombra fue mi pensamiento,

sombra eterna abrazada a tu figura,

si me diste tan largo sufrimiento,

sufrimiento y dulzura...



Y si en mi breve juventud fulgura

la tuya, como en mudo firmamento

el brillo de la luna; y si perdura

con secreto lamento



la angustia que me viste en la mirada

y que en otra pupila repetida

yo no s si fue cita o despedida,



por qu pasamos sin decirnos nada?,

por qu dejar que se marchite en vano

la rosa blanca del amor humano?

8.


En la fosca y solemne cumbre crece

el leucern; la nieve es su sustento;

y en el hospitalario valle el viento

las campanitas del muguete mece.



La flor que en el radioso encumbramiento

solitaria y sufrida languidece

no se puede juntar con la que ofrece

al llano azul su perfumado aliento.



Y sin embargo, al fin, las dos cortadas,

en una misma copa se marchitan

en sombras alcobas, olvidadas...



Intil nos separa opuesta suerte,

y en vano los orgullos nos evitan:

nos hallaremos juntos en la muerte.

9.


I



Nunca como esta noche de verano

de gran silencio melodiosa y pura

he sentido la lnguida dulzura,

la irrealidad, de mi pasin que en vano



confieso al alma de la noche oscura.

Bien s que espero en algo muy lejano,

algo que no se toca con la mano,

que no se puede ver ni se figura;



algo como plegaria de intangible

boca, pero plegaria imperceptible;

un suspiro del viento, acaso una



msica de violines escondidos;

una vaga mujer cuyos vestidos

ondulan en el claro de la luna.


10.


II


Entonces sigue mi infeliz suspiro

superviviente luz de estrella ausente,

o los mirajes de mi propia frente

como el viajero del desierto miro?



Es una de esas formas que un abrazo

ilusorio nos dan slo en el sueo,

sombra que nunca me tendr por dueo

ser la gloria acaso?



Nunca! Mi corazn inconsolado

bien sabe que ha pasado por su lado.

Su presencia lo llena, como a copa



el ptimo elemento. Est en mi boca

su nombre que jams se parte de ella...

T no eres irreal, aunque eres bella!

11.


I



Cubra tu forma de nfora un sudario,

lleva en la mano el arlequn de paja

del deseo difunto y desencaja

de ti misma el impulso pasionario.



Y anima en tu atavo funerario

un pie de sombra, un paso, as, en voz baja...

Vayamos al pas de la mortaja

y al sitio finalmente hospitalario.



Vamos a ver la dama que con metro

igual nos mide a todos. Cuyo cetro

es la amapola erecta y asfixiante.



Cuyos son el palacio y los salones

con la base en la tierra devorante

y con techumbre en las constelaciones.


12.


II



Surge una hoz en la marmrea entrada,

blanca como el silencio... O voi che entrate...

vosotros, mrmol en que nada late,

columna en tierra, espiga cosechada...



En vez del husped de la rama, el trino,

grandes lgrimas vierten los cipreses.

Alma, enmudece, que no sirven preces,

ni vale el lloro donde est el Destino.



Mira el rebao blanco de las piedras

tumbales, y pastores, a las hiedras

quietos en la pradera taciturna...



-Juventud!- oh, qu cosa llamas, alma!,

con gloria y tempestad nombras la calma?...

Y en eso son un canto en una urna.

13.


III



En una antigua urna cant un grillo.

Deca: en la cabeza de tu hermano

levanto un canto rpido y lozano

y me sirve de atril crneo amarillo.



Por furtiva rendija entr en la fra

caja; y entre los plidos despojos,

(maravilla de odos y de ojos!):

venciendo al Tiempo su ilusin viva.



Alegra fugaz de haber vivido,

alegra fugaz, la he recogido

como la abeja de la flor el polen,



para que mis sonidos la enarbolen;

y de ensueos del muerto se hace el canto

que como musical pendn levanto!.

14.


IV



Cantaba: Salud, da del verano

difano, salud mies erguida y ro

lleno de cisnes, y salud, hermano

cuyo labio es corola con roco;



lamo ceniciento en el camino,

novia en cuyo mirar tan dulce y vago

copiado pareca mi destino,

como refleja blanca vela el lago...



Dijo as la ilusin sobre aquel muerto.

Y alma, t suspiraste: el Hado quiera

que se alce un canto en mi quietud postrera.



Y se prolongue mi poema y yerto

lo que am rememore, en la cancin

del Grillo, lira de resurreccin.

15.


Hijo blanco y moreno de las mieses,

pan nutridor, mi sangre te incorpora.

Sers quizs al cabo de los meses

la viva luz que mis pupilas dora,



o en el cerebro el nervio de la oda,

o en la garganta el hlito vocal,

ya que la ley renovante cambia toda

materia en expresin espiritual...



Hijo triste y fatal de los sentidos,

oh, amor! En esto acabas: en cancin.

Nada es estril, no, ni la ilusin,



ni el sueo, ni los ptalos cados...

Aun del mismo dolor de haber amado

se hace el Arte un trofeo conquistado.

16.


Si fuera tiempo de empezar la vida!...

En decisivo instante as pensaba

cuando de iluso olvido slo esclava,

mi alma pareca redimida.



Msera libertad!: qu me dejaba?

Me acordaba por quien tengo perdida

la leve edad que al porvenir convida

y el antiguo vigor que levantaba



mi nombre entre los seres argentinos.

Despus deca, como quien delira:

ama slo a los pjaros divinos,



a la divina soledad aspira

y a la azulada sombra de los pinos...

Y la llamaba, como quien delira.

17.


Un prncipe va en selva de laurel:

capa de seda, rosa en el sombrero,

cincelado el arns de su corcel...

Cual de leyenda fue mi amor primero.



Como la madre pobre que sostiene

con el valor de su virtud la casa,

la misma noble fortaleza tiene

este ignorado amor que intil pasa.



Y es como alguna plida colina

que en la armoniosa calma vespertina

parece hacerse toda pensativa...



Pero mi orgullo que es la sensitiva

que se repliega si la tocan, guarde

cerrndose, este amor para ms tarde.

18.


Dnde est aquella audacia blanca y fuerte

que imperativa, enrgica y audaz

tiraba un guante al rostro de la Muerte

y este nombre tena: Siempre Ms!?



La que de pie, la mano en la cadera

y envuelta en el pendn de su entusiasmo,

lumbre llevaba en la mirada fiera

y en el labio enigmtico sarcasmo.



...Mal tiempo es ste para el porte altivo.

El espritu, vuelto pensativo,

slo quiere una cosa: que lo olviden.



Como de lejos, sus palabras piden:

djame solo, djame soar!

djame solo, djame olvidar!

19.


Hay quien pide razn porque no llevo

el diapasn del general clamor,

y porque no resumo en verso nuevo

no mi vario dolor, sino el Dolor.



Siento como a torrente la conciencia

mltiple; siento a todos que soportan,

dalmtica de plomo, la existencia...

Pero las multitudes qu me importan?



Qu me importan las negras muchedumbres,

el tropel de las leyes y costumbres

y el gran rumor de mar de todo el mundo?



Pues mi motivo eterno soy yo mismo;

y ciego y hosco, escucha mi egosmo

la sola voz de un pecho gemebundo.

20.


La inspiracin del silencioso gua
que anima soledad con su presencia

y es en la ausencia firme compaa,

si no me da consuelo, me da ciencia.



Dcil alumno en la amorosa va

aprendo cual se cela su violencia:

por l sonre la tristeza ma,

sonre, mas decid no es apariencia?



Amor me ensea el principal sentido

de las horas que pasan; y si suea

el alma no es porque el amor la ensea?



Sutil maestro, su doctrina ha sido

tan elocuente que doquiera creo

sentir la voz que sigue mi deseo.

21.


I



Cuando contemplo mi presente estado

y aquello que tena y lo que haca,

llamo al buen tiempo de vivir, pasado,

pues todo lo de ahora es cobarda.



Pero a veces no s qu cosa hermosa

viene amante del fondo del Pasado

y me arroja a los pies, triste, la rosa

seca de haber amado.



Me vuelvo a ver en un jardn lejano

como hace tanto tiempo; pero todo

me dice que no existe...



Que no existe el jardn, que voy en vano

queriendo despertar lo que en tal modo

slo en piadoso recordar persiste.


22.


II



Y pues que recordar es necesario

para sentir vivir, ay!, recordemos:

deshjense marchitos crisantemos

frente a mi hoy, espejo solitario.



Oh, jardn!... (que aquel tiempo era jardn),

... sufrir a solas, ansia de encontrarla,

rubor de verla, miedo de mirarla,

y nunca hablar... Hasta perderla al fin.



Oh, flores que llevaba!... y alegra

del da nuevo que como otro expira

pero habindola visto: hoy no podra.



... Es necesario que me engae tanto?:

igual en la verdad o en la mentira

tengo este solo compaero, el llanto.

23.


Recuerdo un viejo verso: la que cose

a la luz de la lmpara serena.

Cuando yo lo escriba era ms buena

la vida, humilde y buena... Que repose



en su intil bondad como una muerta!

Vuelvo a ver aquel ser y el claro tul

ondulado en la mano dl cubierta

y la luz suave cual de estrella azul.



Hoy estoy solo, solo, y estoy lejos

de todo lo que am. Nacen mis frases

y se mueren en m: soy mi atad.



Nadie alza los ojos de reflejos

vvidos y fugaces,

cuando mis labios lentos dicen: t...

24.


Cuando en las fiestas vago en el suburbio,

desde las tierras altas la mirada

de albatros tiendo a la ciudad cargada

de hombres, la lado del Estuario turbio.



Como en una visin de grandes valles,

veo, entrando en el cielo, humeantes barras,

las azoteas rojas, las pizarras

y el tajo ceniciento de las calles.



Y veo el barrio donde est tu casa,

(lo veo y la tristeza me traspasa)

y la casa escondida donde estriba



mi vida laboriosa y miserable...

Y se me alza en el pecho, inolvidable,

el gran amor de la ciudad nativa.

25.


Qu te importa, seor, pues que eres sabio

la sinrazn de mi afligido labio?

Tu maestro de vida fue la accin

y compaero ocioso el corazn.



Para el molino el ala activa al viento

si la calandria vuela al firmamento?

Sin embargo te escribo porque... No!

El porqu Dios lo sabe, que no yo.



Lloro el iris fugaz de aquel deseo

ms que humano que un tiempo me enga.

Y me inclino en el libro en que me veo,



como rbol que en el ro se inclin;

y el ro le refleja las dolientes

ramas con las estrellas ascendentes...

26.


Justo es tal vez que sufra ese destino

de no desear, pues puse el alma ardiente

en alto sitio y tan intilmente

que no espero ni en caso peregrino.



Si el corazn no tiene compaa

ni encuentra caridad donde apoyarse,

ser porque no tiene de qu honrarse...

pero eso el corazn no lo saba.



Y en esta condicin desamparada,

quiere l mismo ofrecerse a cualquier cosa

como en patena de oro una granada.



Ilusin desoda y a destiempo!

Mas l de una esperanza tal rebosa,

que, don esquleo, lo consagro al Tiempo.

27.


I



Carne mortal, sosiega.

Carne mortal, escucha la palabra

de la traicin que aqu en ti misma, labra

el trmino a que vas altiva y ciega.



Pues la traicin es tu fugacidad

y tu ilusin engao de distancia.

Detente, oh, carne! y descoyunta el ansia

de esa tu fuerte alada vanidad.



Mira cunto amador yace en la tierra

y cmo cruzan formidable guerra,

fidelidad y olvido.



Y pues que has de morir en plazo breve,

quiera serte el amor copo de nieve

en lumbre de razn desvanecido.

28.


II



El trmino a que voy ciega y altiva

no me sabe advertir, ni yo me advierto:

slo para morir la cosa viva

halla elocuente la mudez del muerto.



Y mi fugacidad el ansia aviva,

como es ms hondo y grande el beso oferto

a punto de partir, as despierto

de sbito febril e imperativa.



Mi ceguera alargaba mi paciencia,

y hoy la vista del fin inflama urgencia:

ya no espero en silencio: quiero verla.



Y pues que he de morir en plazo breve,

la sola voluntad que me conmueve

es el ansia sin fin de poseerla.

29.


Cargado tengo de riqueza sorda

el cerebro confuso y populoso,

que de conocimiento se desborda,

inconsciente en su impulso generoso.



La multitud de libros son el parque

fastuoso y misterioso que fatiga

mi ansia de conocer. Qu hay que no abarque

tanta codicia que a ignorar obliga?



Ciencia que no me vale para nada

pues no se cambia en pan ni en buen consejo

ni en la amistosa pltica retrato.



An no s comprender una mirada,

ni s si la altivez de que me quejo

ms que desdn es femenil recato.

30.


Quien tenga algn secreto engao pida
la compasin de la escondida vida,

quien ame de apacible amor la implore

y un austero retiro rememore



que a la fidelidad que no perece

en su clara virtud, hogar ofrece...

Tranquila soledad, firme custodio

de la paciencia de vivir sin odio!



Intil para el mundo en que se muestra

el orgullo vital mira un destino

quieto y oculto la esperanza nuestra.



Y consagrado a prematura calma,

como en sueos, amada, me encamino

al silencio sereno de tu alma.

31.


Puesto el despecho a convencer, desliza

prfida voz que expresa como un reto.

Con ansia digna de mejor divisa

dice: -no es nada ms que un esqueleto!



-S... mas los ojos pardos que sumisa

mirada envan llena de secreto;

los labios que aperezan la sonrisa

en desdencillo de perfil discreto...



-Un esqueleto nada ms!- Que lleva

con juvenil delicadeza un paso

que pasa y sin caer tiembla el roco...



Donde tesoro (quin que lo conmueva?)

palpita un corazn, -Qu es eso?- Acaso

un corazn que siente como el mo.

32.


Sobre la dura hoja de un agave

vi esta tarde enlazadas iniciales,

dos letras -de qu mano? Dios lo sabe!-

unidas como manos de mortales.



Que ya han muerto tal vez. O son felices.

O no se han vuelto a ver, pero tampoco

han vuelto para ahondar las cicatrices

plidas que se cierran poco a poco...



Quien os contempla, pobres signos, prueba

el pesar de un mejor tiempo perdido...

Yo con trmula mano cort al fin



en la borrosa letra, letra nueva

para que aqueste amor desconocido,

sino en la vida viva en el jardn.

33.


I





No el laborioso hierro que en el cipo

labra inmortalizada despedida

grabar el nombre oculto que emancipo

con vida oculta de postrera vida.



Lpida sin leyenda me anticipo,

cual conviene a quien sigue una perdida

labor, pues la mejor labor disipo

llorando una pasin inextinguida.



Intil fui y al devorante abismo

bajar sin haber dejado nada:

sombra de sombra me segu a m mismo...



Pero en mi tumba un eucalipto, all

majestuoso y sombro, a la mirada

del pasajero le hablar de m.

34.


II





Majestuosos, sombros, colosales,

eucaliptos vibrantes en el viento,

protegiendo en las tardes otoales

la humildad del camino ceniciento



por donde yo he pasado tantas veces...

A vuestra sombra alzbanse los lirios

como una pura elevacin de preces.

Sombra que ha serenado mis delirios!



Oh, cuntas veces como yo pasaba,

plido y solitario, y recordaba

lo que entonces poda llamar mo!



No os podra ver ms, sombras gigantes...

Aunque dentro de m llevo como antes

majestuoso dolor, grande y sombro.

35.


Espritu gentil que de Valclusa

las selvas de laurel paseaste tanto,

razonando de amores con la musa

que alargaba el honor de tu quebranto:



como a ti me ha dejado una confusa

esperanza materia para el llanto,

mas no me dio el ingenio asaz excusa

para hacerla materia de mi canto.



Maestro soy en el mar doliente,

aunque no en la elegancia del estilo

ni en la ilustre nobleza del dictado;



pero viendo el laurel que honra tu frente,

pienso, grave y tranquilo,

que un sentimiento igual nos ha acercado.

36.


rbol por qu floreces?... Qu pueril

pregunta y qu pregunta sin razn!

Pero he dicho otras veces: juvenil

corazn por qu lloras, corazn?



rbol por qu floreces?... Oh, qu ilusa

pregunta y qu banal curiosidad!

Pero he dicho otras veces: por qu, musa,

hablas dentro del pecho en soledad?



La bella inexplicable sinrazn

que vive en todo, como en la dormida

noche el fulgor de la constelacin!



Y t, por qu has amado? por qu, di,

tu blanca vida sin amor no es vida

como alel sin flor no es alel?

37.


Vuelan las frases de la amable pltica

en la llaneza de la compaa

y la trivialidad con acrobtica

gracia sus flechas de papel enva.



Nada conturba a la palabra errtica

revoloteando leve de alegra

de tema en tema como en aromtica

planta la mariposa se desva...



Pero si por ventura alguien te nombra,

sbita gravedad mi rostro empaa,

rememorando pena y desencanto.



Y me recojo a la doliente sombra

de un pensamiento que me desengaa,

y sin hablar te nombro con el llanto.

38.


Este que oprime el corazn sin ruido

con la corona de sus dedos yertos,

espera todava. Aqu dormido

reposa con los ojos entreabiertos.



Sobre l no se inclin mirar querido,

un rostro que llenase sus desiertos

ojos que por la culpa del olvido

no tienen un tesoro entre los muertos.



T, feliz pasajero, que has de hablarla,

dile que venga y calme con mirarla

la pena entre los prpados helados.



Acerque a la esperanza su clemencia;

cierre con la piedad de su presencia

los ojos entornados.

39.


Dime por qu ests plida, has soado

esos sueos que son presentimiento

de ausencia?... Yo quisiera or tu acento

siempre y que no te vayas de mi lado.



Dime por qu ests plida, has llorado?

Es como tenue cera y desaliento

de ptalos tu rostro sin contento...

Tus lgrimas a quin han perdonado?



Plida que en las largas noches solas

lejos de todos implor y bendije

y que envuelta en un leve azul de aureolas



viniendo adonde estoy tanto he previsto:

tal vez un ansia misma nos aflige,

que en ti mi propia palidez he visto!

40.


Los lamos estn como soando,
quietos en la dulzura vespertina;

bajo la rutilancia mortecina

del sol la fronda muda est soando.



Todo est mudo como siempre cuando

la ilusin de las formas se termina;

y el aire, hecho silencio, disemina

la paz letal de los que estn soando...



otro da que pasa y no la viste!

Ayer tampoco y as siempre. El da

como una hoja seca cae del cielo.



El da pasa y caminante triste

todo se lleva en triste compaa,

que triste compaa es mi consuelo.

41.


La sirena fatal fuera piadosa

para el ilusionado por su canto

que a punto de caer rompiera el llanto

y gemebundo le dijera: oh, diosa



del mar azul, perdname! Tu encanto

apaciguado, deje a pesarosa

vejez que llegue al lado de la esposa

que en las ausencias he nombrado tanto.



La sirena le oyera... Pero es ma

suerte ms despiadada:

y el alma olvida lo que tanto ansa



que es verse en ciego olvido serenada,

pues cuanto ms la imploro ms me oprime

y jams mi sollozo me redime.

42.


Tambin el vivir diario nos separa,

tanto que fuera ms feliz intento

juntar al agua clara el leo lento,

que unir las manos que el ensueo ampara.



Tu vas siempre con un florecimiento

de alegra alumbrndote la cara

y amable compaa te depara

diario olvido ante rpido contento.



Pero yo melanclico, suspiro

y solitario por las noches vago

y te veo de lejos y te miro



con ojos de vergenza; y como en pago

de haberte visto, digo con tristeza:

S... nos separa la naturaleza.

43.


Algunos dicen: cmo es eso: muda

tu arrogancia de ayer par en vaco?,

y es justo que el silencio preste a duda

el buen linaje de tu antiguo bro?



-La gallarda memorada tanto

no est, por Dios!, ni muerta ni enterrada,

slo que espero la estacin del canto:

no tiene invierno tanta especie alada?



Seguramente la labor proscrita,

bella durmiente, espera al que rescata

de escarcha estril leve margarita.



Pero aunque el triste estado de hoy me abata,

saque Disculpa esta razn postrera:

siempre espera que llegue primavera!

44.


El spera razn de abandonarte

aunque tiempos mejores nos sonran,

no es de las que en epstola se envan

ni de las que, sutil, decora el arte.



Es razn de decir entre sollozos,

porque es as como uno la adivina,

y valida de penas asesina

firme esperar de justos alborozos.



De una pobre apariencia, es, sin embargo,

la imperiosa razn de tanto embate

que a honrado corazn mucho combate.



Pues siempre hidalgo bueno bebi amargo,

cuando frustrado su derecho haba

el pan fundamental de cada da.

45.


Perdneme el amor cuando comprenda,

mi vivir cotidiano rectifique

y una fcil razn fije y explique

lo que razn de arte desenmienda.



Pues a veces siguiendo la ondulante

senda imaginativa dejo un verso

a mi constante sentimiento adverso

e infiel por relucirse ms brillante.



As a desdn que no me hiere imploro

y una ilusoria pena a ratos lloro,

tanto la mente en fantasear disperso!



Y el ser que de amistad tan noble vive

honor de mi labor jams recibe...

Tiene mi vida que bien vale un verso)

46.


Entro a mi casa fatigado bajo

la ley del diario y msero trabajo

que seca la espontnea flor del poco

de ensueo... Y siempre as!... Y siempre invoco



a lo ms puro y libre de mi ser,

a lo ms permanente para hacer

la ciudadela blanca en que me olvide

lo que fatal necesidad me pide...



Blanca carilla ante de m vaca

como escenario abandonado espera

la pequea tragedia de mi da.



Pero fatiga estril te lacera,

oh, alma! y como un perro en el umbral,

te duermes en la hoja virginal.

47.


Motivos de afliccin me han puesto cerco

y a pesar de su rgida porfa,

no es razn de tenerlo a insulto terco,

sino cual preferencia y cortesa.



Al cabo esa su enrgica enseanza

me da tan abundante disciplina,

que ni me hasta el bien ni el mal me cansa

si asunto de aprender de ambos declina.



La edad de ms afn me yace muerta:

lo que sufr, pas; mas me avigora

fuerza mayor y comprensin ms cierta.



An el largo dolor de haber amado

de tanto me sirvi que estoy ahora

para amar nuevamente preparado.

48.


Cuando nuestro silencio se deshoje

como en ociosa mano un crisantemo,

ya no ser mi voz esa que escoge

para decir su angustia el bien supremo.



Y si otra vez en esta vida blanca

como un sudario, te volviere a ver,

tendrn mis ojos la mirada franca

que vio tu adolescencia florecer?



Tambin si nuestras manos se aproximan

sern como palabras que no riman

o como dos latidos siempre alternos.



Pues un da ha pasado sin soarte,

da que inexpiable y fosco parte

la tcita unidad de parecernos.

49.


Mltiple vez he visto en la novela

que los del mal de todos guardan una

prenda que en todo plazo les revela

la pasada fortuna.



De cabellera que no ms es bruna

les queda un rizo; o una antigua esquela,

o en terso esmalte tersa frente, una

frente que de impasible desconsuela.



De condicin igual cierto no puede

gloriarse mi afeccin que no me cede

cosa que sobreviva de este instante.



Y alguna vez en menester de aquella

que es de tiempo mejor durable huella

tendr donde posarse el beso errante?


50.



A los pies de los lamos la brisa
aqu y all las hojas secas junta;

claro el retoo en la corteza apunta

como la dentadura en la sonrisa.



En la paz de la hora, meridiano

suena el zumbido sordo del insecto

y casi embriaga su spero y directo

rumor, que ni est cerca ni es lejano.



Voy por la rumorosa vastedad

de la floresta clara y retoante,

piadosa en su elocuente soledad;



y en tan dulce vagar no s qu quiero:

soy feliz como nunca, estoy delante

de lo deseado... y sin embargo espero! .

51


Ciudad nativa, te conozco como

libro que se ha ledo.

Eres como un desierto color plomo,

color gris invariable y aburrido.



Y sueo con ciudades melanclicas,

(canales, viejas abadas, nieve...)

con ciudades al lado de buclicas

campias de una gracia ingenua y leve.



Aqu ya nada espero, nada siento,

nada tengo que amar. Oye: hasta el viento

dice siempre un igual, viejo motivo.



Y me ira muy lejos... No; jams.

Y t lo sabes bien, ser por quien vivo:

Cmo me alejar de donde ests?

52.


Si puesto a amar, indiferente y fro

desdeo el convivial lugar y cesa

de sonrer la gracia de la mesa

que es regocijo de hombre sano, anso



olvidar este frvolo desvo;

si no alumbra en mis ojos la sorpresa

que antes me dio la natural belleza

(que me es ahora teatro del hasto),



no me importa; si el libro ya no tiene

la maravilla antigua, no me importa:

todo es como hoja seca que va y viene.



Mas lo que el pensamiento no soporta

es que haya roto por llamarme amante

mi voluntad de hierro y de diamante.

53.


S de una fuente mansa y silenciosa

que sobre antiguo mrmol se derrama

lenta y constante. El agua que rebosa

jams refleja un rostro ni una rama.



Vierta la noche azul la luna en ella,

o abra su golfo de oro la maana

donde naufraga la postrer estrella,

la solitaria fuente siempre mana.



Generoso dolor que siempre llora,

fuente que el agua da calladamente

como el Tiempo su hora!...



Conozco una pasin que nadie mira,

que nadie escucha y sin cesar suspira,

perdindose como agua de la fuente.

54.


La he buscado a mi lado, la he buscado

como se busca a la felicidad.

Ac y all, ms lejos y a mi lado...

Ojos, de qu me sirven? Ya no est!



Quin pudiera ser joven otra vez!

tanto como lo fui cuando la vi

amorosa y jovial, buena tal vez...

como en mis pensamientos la sent.



Ha pasado! y por cul jardn pas?

dnde la huella de su pie qued?,

en claro enero o indeciso abril?



Oh, plida mujer, cual de marfil!

te llamo sin cesar, t, dnde ests?

te busco, volvers?

55.


A la materna Tierra que cintila

en la informe tiniebla, cual pupila

de leopardo, le ped la fuerza

pnica de cantar su alma dispersa.



Pues poeta cosmgrafo con sabia

voz quise hablar de su incansable savia

y descubrir sus alas misteriosas

en la naturaleza de las cosas...



Alto designio que el amor destierra!

que ay! en la cruz de ms humilde estado

tan slo habl de mi pasin humana.



Porque slo una cosa vi en la Tierra:

mi alma llena de s, que ciega y vana,

va como un serafn avergonzado.

56.


Ser una tarde gris y suave como

todas las otras tardes que se ven,

con su poco de sombra, con su asomo

de tristeza... por quin?



Y nada bello habr de nuevo, nada:

como siempre en mi mesa un libro abierto,

quiz una rosa ajada...

ah! , pero aquella tarde yo habr muerto.



Y se desprender en la suavidad

de la tarde fugaz mi espectro plido,

y se levantar



como joven mujer del lecho clido...

y seguirn cayendo como antes

igual que hojas marchitas, los instantes.

57.


Si yo estuviera ciego todo ruido

como eco de perdn y de clemencia,

me hara murmurar: manda la ausencia

la voz que ni una sola vez he odo.



Y si arrastrara el aire confidencia

de ptalos, dira: ha sonredo

y su sonrisa est, como un vestido

de comulgante, llena de inocencia...



Y si a la sombra de un rosal florido

descanso un da, pensar que ha sido

esa sombra tranquila, su presencia



que al fin se inclina sobre mi existencia...

Slo ciego ver en esa apariencia

quieta por fin la sombra que he seguido.

58.


Yo s bien que otra vez te quise mucho,

pero hace tanto tiempo, pero tanto!

Que del lejano tiempo slo escucho

dentro de m, sin causa siempre, el llanto.



Es un sollozo como un ala viva

y una espina en la sombra la apuala,

ira torpe en la msera cautiva!

y el ala en sangre y traspasada, el ala



se agita siempre en sangre y traspasada.

Ha existido ese tiempo? No tal vez...

pero una cosa es cierta: una mirada



vista en el fondo de una edad pasada,

(sobre las tumbas, sobre mucha nada,

entre las almas) por primera vez.

59.


Hospitalario y fiel en su reflejo

donde a ser apariencia se acostumbra

el material vivir, est el espejo

como un claro de luna en la penumbra.



Pompa le da en las noches la flotante

claridad de la lmpara, y tristeza

la rosa que en el vaso agonizante

tambin en l inclina la cabeza.



Si hace doble al dolor, tambin repite

las cosas que me son jardn del alma.

Y acaso espera que algn da habite



en la ilusin de su azulada calma

el Husped que le deje reflejadas

frentes juntas y manos enlazadas.


60.



En la serenidad desoladora
que tiene un rostro indiferente y fro,

muestra el orgullo el natural bravo

que flaquezas con mscaras decora.



Se rinde la mirada que es traidora

de lo que tiene: el pasionado bro

busca en el pecho su lugar sombro,

no en la fisonoma locutora.



Y aunque impasible y calmo y sosegado

figure el rostro como un agua muerta,

adentro est el despecho y el llamado



y el sollozo y la sangre de la herida...

Que aunque est de la mano fiel cubierta,

ya no es nuestra la lgrima vertida.

61.


Nadie interrumpa con la queja vana

el gran silencio de la carne humana

que en inconsciente nada se resuelve

y al sitio de antes que naciera vuelve.



Nadie se asome al sumidero lento

de sangre, donde todo el elemento

que am fermenta en un montn sombro

chorreando sin ruido en el vaco.



Nadie se asome que el llamar no puede

renovar ese adis que nos precede,

ni har que torne lo que fue mirada.



Que es la vida un bocado de alimento,

(pero no eterno) que voltea un viento

silencioso en las fauces de la Nada.

62.


La muy pobre fortuna que deploro

es de un valiente contendor esclava:

una felicidad pasada clava

en la desdicha actual su lanza de oro.



Me empaa con su gracia azul el lloro

la sonrisa que antao contemplaba.

Poca es la saa de la suerte brava

cuando el recuerdo es el mejor tesoro.



Engaoso consuelo! porque en vano

piensa en el dulce hogar el que lejano

siente en comarca hostil, hostil el fro...



Mas cuando no recuerdo todo pierdo.

Yo soy lo que viv; y es el recuerdo

lo nico que puedo llamar mo.

63.


Antes, sin conocer la delicada

felicidad de mi dolor, deca:

Dios quiera que se acerque pronto el da

que est de olvido el alma traspasada!



Hoy, pensando en aquella fantasa,

me parece que fue una desdichada

blasfemia, pues jams, nunca, por nada,

decir adis a mi pasin querra.



Porque ella fue mi juventud y siento

que la viv por ella,

la juventud que se ha llevado el viento!



Pero que yo recuerdo cada da,

como quien por haber visto una estrella,

recuerda al firmamento en que luca.

64.


I





Tornasolando el flanco a su sinuoso

paso va el tigre suave como un verso

y la ferocidad pule cual terso

topacio el ojo seco y vigoroso.



Y despereza el msculo alevoso

de los ijares, lnguido y perverso

y se recuesta lento en el disperso

otoo de las hojas. El reposo...



El reposo en la selva silenciosa.

La testa chata entre las garras finas

y el ojo fijo, impvido custodio.



Espa mientras bate con nerviosa

cola el haz de las frulas vecinas,

en reprimido acecho... as es mi odio.

65.


II





Odio era: no es. Que ya no existe

esta otra fiebre de la carne viva.

A tanto que me muere no resiste

este otro orgullo de violencia altiva.



Antes era mi ser todo tormenta,

todo contradiccin, lucha, mentira;

tenda la mirada turbulenta

el arco de la ira.



Y en divergentes fuerzas me parta,

y hoy soy hogar de slo una energa

suprema, que alimenta un gesto eterno:



un amor pensativo y doloroso.

Por l soy como un lago silencioso,

entre grandes montaas, en invierno...

66.


Lejos brillan abiertas las ventanas

como escudos de bronce que protegen

al hogar, y solemnes entretejen

lejos, sus dos lamentos dos campanas...



Aqu, por qu aqu mismo, aqu, he venido?

Vuelvo siempre lo mismo que un lucero.

Donde me desped yo siempre espero,

y siempre espero donde la he perdido.



Los astros siembran la regin serena

como encendidas flores de verbena...

Yo bebo de esta paz, bebo este olvido



Y me recojo el ser en una suave

resignacin, que esto ser quin sabe

lo que Dios ha querido...

67.


So con un jardn noble y perfecto

de color mortecido y atenuado,

inmutable, severo, sosegado,

antiguo y uniformemente recto.



Dos paredes de evnimos oscuros

cortados con paciente simetra

y en el medio un estanque donde haba

tornasolados crdenos e impuros.



Y aqu un reloj de sol sobre una piedra

ruinosa que abrazaba larga hiedra,

e inmvil, un pavn en el sendero.



Jams pasaba el viento. Y all, en vano

como una lenta sombra iba un anciano

de alguna lenta sombra carcelero...

68.


La triste suerte mi divina suerte

de no sentir la herida de la muerte!

Siempre esperando lo que nunca llega,

siempre esperando pero siempre ciega.



Hogao espera lo que ayer quera,

de nuevo dice lo que ayer deca...

cuando de todo me hace ms lejano

la muerte que me lleva de la mano.



T pasas, Tiempo, pero vas furtivo

como un cristiano que a la catacumba

lleva una rama de ciprs votivo,



t hieres, Sombra, pero no te veo,

pues ya inclinado ante la hambrienta tumba

me alza los ojos mi primer deseo.

69.


Si soplar es vivir, viv. Mi propia

sangre gust y en verso la celebro.

Volqu como divina cornucopia

mi corazn colmado en el cerebro.



Viv sintiendo mi rumor, hablando

conmigo nada ms, con el empeo

de ver slo lo que iba imaginando.

Y quiz de la vida me hice un sueo.



Hoy siento despertar a mi memoria...

Con la inutilidad de un ciego miro

y no comprendo nada ms que al cielo,



al cielo que ya no es cosa ilusoria.

Y hoy que a vivir empiezo ms suspiro,

porque lo que comprendo no es consuelo.


70.


Si yo nac para ms alta empresa
que arrojar el honor de mis deseos

a los ligeros pies de una belleza,

como se echaba el guante en los torneos,



me avergenza mirarme en este instante

aperezado en la amorosa idea,

y mientras el espritu oscilante,

sin sufrir por los otros, nada crea.



Pero si yo nac para ir siguiendo

como en un valle de silencio y calma,

el fuego fatuo que yo mismo enciendo,



djame con la frente pensativa

contemplando en el prado de mi alma

la estela de la llama fugitiva.

71.


Muda est la oracin, como suspensa

de secretos que nunca tendrn voz.

Lnguida y resignada tarde inmensa,

prolongada de adis!



...Y con una pereza dolorosa

bambolea un ciprs su copa grave

como negando sin cesar... Qu cosa

vale la pena de algo en este suave



momento disipado en seda y sueo?...

Muda est la oracin y la mirada

muda, la reconoce compaera.



Slo aqu dentro, solitario dueo,

la Memoria de espinas coronada

habla al Silencio y solitaria espera.

72.


-Cundo te dije mi secreto alado?,

cundo paseaste con tu buen amigo?,

cundo, las frentes juntas, he mirado

loa guirnalda de flor de estar contigo?



-Cuando qued tu lgrima conmigo,

cuando sin verte te sent a mi lado,

cuando un atardecer nos fue testigo

un lucero en el cielo abandonado...



-Qu cosas tan lejanas las que dices!:

llor ms... y ms tiempo enamorado

contigo fui... salieron ms estrellas...



-Qu cosas tan lejanas las felices!

-Si parece que nunca te he encontrado!

-Porque los sueos no dejamos huellas...

73.


Solitario y doliente en noche clara

y misteriosa, -t tambin misterio-,

paseaste en la actitud de quien soara

las alamedas junto al cementerio.



Romntico a la antigua! que la moda

trueca la gran corbata acresponada

o el chaleco de pana y acomoda

la melena de intento descuidada:



cambia la barba, pero el pecho, cundo?...

Aunque en fnebre copa no bebiste,

no por eso te sientes menos triste



y an piensas que es amar llevar sangrando

el deseo de amar; y hosca la frente,

vas solitario, plido, doliente.

74.


La estival sinfonista en la alameda

muerde al plido fresno y donde muerde

una incipiente yema el rbol pierde

y en su lugar lgrima de mbar queda;



el leve y devorante fuego deja

aureolando en el cirio un lirio ardiente,

pero quema la cera: arde el presente

cndido y opalino de la abeja.



Pareciera que toda cosa bella,

(no digis de la estrella),

vive sobre algn lloro y hace un mal.



Qu maravilla, pues, que, siendo hermosa

la que en mis labios es refrn y glosa,

me tenga herido el corazn tan mal?

75.


Son una campanada lenta y honda

en la ttrica noche, en el acecho

del tiempo. La sent profunda y honda

cual manos que golpeasen en mi pecho.



Y as deca: un ao se ha extinguido!...

Oh, alma ma, qu has hecho,

qu has perdido, qu has hecho, qu has perdido,

el ao que en tiniebla se ha deshecho?



-Un amigo se ha muerto, un libro, acaso

el ms bello, no nace; y a tu paso

las columnas de plata se han cado...



y tampoco este ao has dicho nada!

Lloremos, porque cada campanada

con mis lgrimas, otras!, ha venido.

76.


Viene la aurora que las frondas verdes

con plido fulgor tmida dora.

Penumbra, el alba rosa te devora

y como un largo tornasol te pierdes.



A esperar vuelven todos. No recuerdes

ms, no recuerdes ms. Esta es la hora

de preparar tu da. Esta es la aurora!

Olvida, t que el alma te remuerdes!



Esta noche febril e interminable

en que tanto he nombrado un nombre amado,

ay!, me ha dejado ms inconsolable



porque ninguno contest al llamado...

Quin dice que ha venido un nuevo da?

La noche me acompaa todava.

77.


Cuando en la noche azul me quedo solo,

miro a mi lado para ver si ests...

La noche es dulce y triste y yo estoy solo,

la noche es silenciosa y nada ms.



Entonces creo natural, y tanto!

que t ests a mi lado, aqu, a mi lado

-algo tan natural como mi llanto-

y que hablamos, habindonos callado...



Siento que miran. Dice el pecho: es ella.

Levanto la cortina: es una estrella;

pasa una mano por mi frente, y veo:



no es su mano, es la ma...

Y quedo solo en la quietud sombra

de la noche, sin pena y sin deseo.

78.


Feliz vivir el del pastor que lejos

de todos, en la pampa solitaria,

contempla los inmviles cortejos

de astros sobre la gran mudez agraria.



Y oye a la alondra y ve las cortaderas

de empenachada espuma y junco airoso,

y la mirada enva a las praderas

donde albea el rebao silencioso.



Y olvidado y tranquilo, cuando llena

de oro y diamante se abre la maana,

un da ms no hace temblar su fe.



Pues no le hiere una secreta pena,

ni le cautiva una esperanza vana,

que en nada espera porque a nadie ve.

79.


La longeva y oculta madreperla

cuando se hiere el blanco seno, vuelve

del sueo estril y la herida envuelve

con su irisada lgrima, la perla.



Hay quien de su dolor se hace una joya;

y lo s, porque canto lo que pierdo.

Sobre la misma herida del recuerdo

la mano del artfice se apoya.



La madreperla, solitaria afina

el oriente del ncar escondido,

como el amor en soledad sentido



de ms clara pureza se ilumina,

y el silencioso tiempo lo engrandece,

como a la perla que en los aos crece.

80.




La misteriosa y mvil mar conmueve
su torso de ira, relumbrante red,

y rebramando el fondo sordo, al leve,

prstino, ingenuo azul del cielo ve...



Como imbricado de guirnalda breve

parece el mar lejano... Pero qu!

no hay un ansia divina que le lleve

donde una piedra est?



S; y en desesperado anhelo llega

y despedaza su cabeza ciega,

rompe sus brazos de pasin perenne...



S de otro anhelo as desesperado,

as ciego, as eterno y desgarrado.

contra inmutable piedra un mar solemne!

81.


En verdad, senda suave, soy tu hormiga,

y, mieses rumorosas, vuestro grano;

asno del leador, soy tu fatiga,

y astro admirable, tu admirado hermano.



Inevitable Hora, soy camino

de tu pie inevitable de fantasma,

y para ti, Pasin, soy polvo fino

que trmula tu mano loca plasma.



De todo lo que amo soy un poco,

y el espritu en xtasis confundo

con todo lo que miro y lo que toco.



Slo de un ser estoy siempre lejano,

inarmonioso... Y me pregunto en vano

si en verdad ese ser es de este mundo.

82.


La firme juventud del verso mo,

como hoy te habla te hablar maana.

Pas la bella edad, pero confo

a la estrofa tu bella edad lejana.



Y cuando la vejez tranquila y fra

del color virginal te haga una aureola,

no sabr tu vejez mi estrofa sola,

y te hablar cual pude hablarte un da.



Y cuando pierdas la belleza, aquella

adolescente, el verso en que te llamo,

te seguir diciendo que eres bella.



Cuando seas ceniza, amada ma,

mi verso todava, todava

te dir que te amo.

83.


Contempla, vida, el dao que me has hecho,

como mirara el viento, -si pupilas

brillaran en sus alas intranquilas-,

la terraza de flores que ha deshecho.



Acaso piensas que es hazaa noble

encorvar la altivez en carne humana?

Es ms fuerte que yo la flor temprana.

Firme monte no soy, ni viejo roble.



Mi larga humillacin no me avergenza,

ya que es honor que a diario me levanta

luchar contigo, aunque jams te venza;



y tu rencor un verdadero signo

de que algo soy, puesto que clavas tanta

saeta de oro en este flanco indigno.

84.


Vuelve la vagabunda luna al cielo,

vuelve a la rama la temprana flor,

al dolorido ser vuelve el consuelo

y del consuelo en pos vuelve el dolor.



Vuelve la nave de latina vela

al puerto en que dej un mentido adis,

vuelve el Recuerdo al cementerio y vela

lo que ha sido mirada, beso y voz...



Pero no vuelve el da en que te he visto

por la primera vez, ni vuelve el da

en que te pude hablar y no te habl;



pero no vuelve al pecho que contristo

el mal que daba vida cuando hera,

ni el tiempo de esperar lo que esper.

85.


Manos arbitradoras de destino,

que ahora entrelac sobre mi pecho

como es de arrepentidos el derecho,

sobre vosotras la mirada inclino.



Nunca os haba visto, manos mas,

con tanta senectud que me previene

que es fuerza apresurar la noche viene-

la corona que hacis todos los das.



Pocas cosas os quedan ya que hacer

en la tierra alumbrada de la luna,

pocas cosas os quedan ya que hacer...



Quizs conduzcan de otro ser la suerte

de paso frgil a mejor fortuna;

y quin sabe si no me darn muerte.

86.


Cunto escrib!... Y sin embargo nada

ha dicho un poco, un poco de mi ser;

cunto he deseado! y vedme: qu deseada

cosa llegu a tener?



Cunto llor! mas qu misterio es ese

que yo he sentido y para qu no s?

Porque lo mismo estoy cual si no hubiese

llorado nunca. Para qu llor?...



Oh, noche! apaga como a un cirio mi alma.

No me dejes pensar, soar, sentir,

no me digas que quise.



Oh, noche! envuelve con tu dulce calma

tanta inutilidad, tanto vivir

en vano, y lo que soy y lo hice...

87.


Cuerpo, que vas hollando las violetas

de las cosas humildes y secretas

y sintiendo con una despedida

el perfume del rbol de la vida,



sereno vas con la ambicin quebrada,

sereno vas... y cunta cosa ansiada

que ya no ansas! y por eso amigo

mo, me das consuelo y te bendigo.



Oh, cuerpo mo, casa silenciosa,

donde la vida pasa, silenciosa

como un leve suspiro!



oh, templo de penumbra y de plegaria

noble mansin de un alma solitaria,

como a un castillo en el confn te miro!

88.


Con el casco opulento alta la testa

recta y firme, el mirar como soado,

sobre extendida garra la otra puesta

y ola de hierro el cuerpo recostado;



por su actitud de contenido empuje

e inmvil en su estampa soberana,

cmo impone el len!... Si a veces ruge

como un metal resuena la maana.



Oh, prisionero! ruges... Mas graciosa

llega la dama del vestido rosa,

que a tu cabeza que se humilla asusta



bajo el pompn de seda de su fusta...

Pues tampoco tu fuerza es un amparo

contra la dama del vestido claro.

89.


De dnde vienen, de qu inaccesible

templo, de qu pas maravilloso,

las sombras que nos dan un imposible

beso en el sueo vago y silencioso?



Las coronas que en sueos nos coronan,

las flores que llevamos, mas dormidos,

y las mujeres blancas que abandonan

nuestros febriles brazos extendidos?



Quines estn soando con nosotros

cuando soamos? quines son los otros

seres que no veremos ni hemos visto?



Y qu piedad desconocida quiere

que me vengas a hablar y que te espere

cuando apenas si existo?

90.



Busque el que pasa tanta noche clara
fija en el cielo la mirada ardiente,
la presentida huella de una rara
estrella, acaso bella, pero ausente.

Busque otro el ureo disco dirimente
de toda unin, de todo orgullo, vara,
aunque l le obligue a recatar la frente
y a ofrecer margaritas a la piara.

Que yo tallado en cedro ms diverso,
en cualquier estacin o instante adverso,
no busco nada ms que una mirada.

Qu no la encuentro? Es esto poca cosa:
feliz soy por estar como la rosa
esperando, sin verla, a la alborada.
91.
Oste alguna vez, desfalleciente
en la oracin, un canto de pastores,
cuya alegra entristeci tu frente
por recordar amores?

Volviste alguna vez por donde, nio,
la dicha te ha llevado de la mano,
y ciego de tu edad, con su cario
fuiste otra vez... sabindolo lejano?

Y solo, en tu silencio, has repetido
la frase que ella habra comprendido
y que has callado en vano?

As recuerdo, mi memoria es sa:
junta est la belleza a la tristeza,
como dos rosas en la misma mano.
92.
Despedirse de tanta, tanta cosa
que me tuvo tan larga compaa
y al fin y al cabo es lo que ms vala,
vindolo bien, no es cosa dolorosa?

Porque yo escribo este soneto y siento
que divido mi vida en dos mitades:
una es de nube, se la lleva el viento,
y otra es de tierra, toda realidades.

Yo me pregunto si tendr la fuerza
de olvidar tanto sin que al fin se tuerza
la ilusin que es preciso me mantenga.

Y de veras no s, no s qu hacer...
Acaso nada, no sentir, no ver,
y dejarse llevar por lo que venga.
93.
Mas ya que despedirse es necesario
y puesto que ste es el deber de ahora,
el alma, por qu llora?:
no ve que despedirse es necesario?

Y eso de estar viviendo en puro engao
no abraza bien con tanta fuerza de alma...
Breve es la vida! Llegar la calma.
Deje que pase un ao y otro ao!

Y ya que despedirse es necesario:
adis rostro de amor, mansin de gracia,
que sin quererlo ha sido mi desgracia!

Y a m mismo el adis! pues, solitario
me alejo en lo que fui... Tanto que era!...
y es ms, rayo de luna en la pradera.
94.
Tranquilo y majestuoso ro ha sido
mi Silencio en que nace mi labor
como un nenfar; y el mejor favor
que me concedo es el pasar sin ruido.

Y un igual sentimiento hay en mi amor,
que por tranquilo nunca se ha sentido,
que por callado todo lo ha perdido...
Fui como en la tiniebla blanca flor:

no alegra la mirada,
mas perfuma la sombra de su olvido;
fui como el tiempo innime y silente

que est siempre con uno y no se siente;
fui cual rayo de sol en su vestido:
la tibia y urea cosa que no es nada!
95.
Fin he puesto al tumulto pasionario.
La tormenta sombra de mi alma
se aclara en una inmarcesible calma.
Y aqu estoy: para siempre solitario!

Esto es lo inevitable? No! Yo he visto
que todos son felices... Yo la pierdo.
El tiempo es de callar. Slo el recuerdo
recordar que existo.

Porque al fin yo me quedo solitario.
Yo que el primero la nombr con pena
y en vano la llam. Era tan buena!

Y ahora, corazn, que el funerario
custodio te custodie, triste hiedra;
y ahora, corazn, hazte de piedra.
96.
Qu es esto: ayer no ms rbol desnudo
y seco, abandonado, inmvil, mudo,
de nuevo al cielo azul joven te elevas
pomposamente lleno de hojas nuevas?

Y aquellas ramas rotas que tenas,
y aquellas hojas secas que veas
como instantes caer, adnde han ido?
Tanto antiguo dolor, desvanecido?

Bajo la maravilla de hojas verdes,
no lloras lo que pierdes;
retoas en la misma cicatriz

y flor se llama lo que fue quebranto...
Comprendo cmo puedes vivir tanto,
rbol feliz!
97.
Te has ido y no te has ido; te alejaste
!y nunca tan presente como ahora!
En mi mirada ests cuando te llora,
siempre te llora porque te ausentaste.

Me basta ver la casa en que viviste,
la puerta, el rbol deshojado, el techo,
me basta preguntar: qu hay en mi pecho?
para verte otra vez, plida y triste.

Adnde podrs ir que no te dejes?
dnde que no te vea, aunque te alejes?
A tu lado quizs te olvidara,

pues siempre estoy con lo que est lejano,
(lo sabes, juventud: fausto de un da):
yo siempre estoy con lo que est lejano.
98.
Toma mi oro, pasajero, y t,
no importa qu mujer, mi juventud.
Pues toda la riqueza ms querida,
mi riqueza mejor, est perdida.

Y todo lo dems no importa nada:
igual cosa es la hoja marchitada.
Bellos ojos que am no ver ms;
sus ojos no me mirarn jams.

Vivir? qu pobre y miserable cosa!
Que se lleve quien quiera lo que soy:
nada es bello ni bueno desde hoy!

Ya no salen estrellas ni la rosa
florece, pues sus ojos he perdido.
Si ya no s vivir!: ella se ha ido.
99.
Todo esto es bueno y tiene misteriosa
gracia. Y alrededor todo es dulzura
y rebosa alegra cual rebosa
la penumbrosa prgola frescura.

Como es su deber mgico dan flores
los rboles. El sol en los tejados
y en las ventanas brilla. Ruiseores
quieren decir que estn enamorados...

Dios mo, todo est como antes era!
Se va el invierno, viene primavera,
y todos son felices; y la vida

pasa en silencio, amada y bendecida;
nada dice que no, nada, jams...
pero yo s que no la ver ms.

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