Vida de San Antonio Abad (San Atanasio)
Vida de San Antonio Abad (San Atanasio)
Vida de San Antonio Abad (San Atanasio)
Ustedes me pidieron un relato sobre la vida de san Antonio: quisieran saber como lleg a
la vida asctica, que fue antes de ello, como fue su muerte, y si lo que se dice de l es
verdad. Piensan modelar sus vida segn el celo de su vida. Me alegro mucho de aceptar
su peticin, pues tambin saco yo provecho y ayuda del solo del solo recuerdo de
Antonio, y presiento que tambin ustedes, despus de haber odo su historia, no slo van
a admirar al hombre, sino que querrn emular su resolucin en cuanto les sea posible.
Realmente, para los monjes la vida de Antonio es modelo ideal de vida asctica.
As, no desconfen de los relatos que han recibido de otros de l, sino que estn seguro de
que, al contrario, han odo muy poco todava. En verdad, poco les han contado, cuando
hay tanto que decir. Incluso yo mismo, con todo lo que les cuente por carta, les voy a
transmitir slo algunos de los recuerdos que tengo de l. Ustedes, por su parte, no dejen
de preguntar a todos los viajeros que lleguen desde ac. As, tal vez, con lo que cada uno
cuente de lo que sepa, se tendr un relato que aproximadamente le haga justicia.
Bien, cuando recib su carta quise mandar a buscar a algunos monjes, en especial los que
estuvieron unidos con l ms estrechamente. As yo habra aprendido detalles adicionales
y podra haber enviado un relato completo. Por el tiempo de navegacin ya pas y el
hombre del correo se est poniendo impaciente. Por eso me apresuro a escribir lo que yo
mismo ya s porque lo vi con frecuencia, y lo que pude aprender del que fue su
compaero por un largo perodo y verta agua de sus manos. Del comienzo al fin he
considerado escrupulosamente la verdad: no quiero que nadie rehuse creer porque lo que
haya odo le parezca excesivo, ni que mire en menos a hombre tan santo porque lo que
haya sabido no le parezca suficiente.
NACIMIENTO Y JUVENTUD DE ANTONIO
Antonio fue egipcio de nacimiento. Sus padres eran de buen linaje y acomodados. Como
eran cristianos, tambin el mismo creci. Como nio vivi con sus padres, no conociendo
sino su familia y su casa; cuando creci y se hizo muchacho y avanz en edad, no quiso ir
a la escuela, deseando evitar la compaa de otros nios, su nico deseo era, como dice la
Escritura acerca de Jacob (Gn 25,27), llevar una simple vida de hogar. Por su puesto iba a
la iglesia con sus padres, y ah no mostraba el desinters de un nio ni el desprecio de los
jvenes por tales cosas. Al contrario, obedeciendo a sus padres, pona atencin a las
lecturas y guardaba cuidadosamente en su corazn el provecho que extraa de ellas.
Adems, sin abusar de las fciles condiciones en que viva como nio, nunca importun a
sus padres pidiendo una comida rica o caprichosa, ni tena placer alguno en cosas
semejantes. Estaba satisfecho con lo que se le pona delante y no peda ms.
LA VOCACIN DE ANTONIO Y SUS PRIMEROS PASOS EN LA VIDA
MONSTICA
Despus de la muerte de sus padres qued solo con una nica hermana, mucho mas
joven. Tena entonces unos dieciocho o veinte aos, y tom cuidado de la casa y de su
hermana. Menos de seis meses despus de la muerte de sus padres, iba, como de
costumbre, de camino hacia la iglesia. Mientras caminaba, iba meditando y reflexionaba
como los apstoles lo dejaron todo y siguieron al Salvador (Mt 4,20; 19,27); cmo, segn
se refiere en los Hechos (4,35-37), la gente venda lo que tena y lo pona a los pies de los
apstoles para su distribucin entre los necesitados; y que grande es la esperanza
prometida en los cielos a los que obran as (Ef 1,18; Col 1,5). Pensando estas cosas, entr
a la iglesia. Sucedi que en ese momento se estaba leyendo el pasaje, y se escuch el
pasaje en el que el Seor dice al joven rico: Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes y
d selo a los pobres; luego ven, sgueme, y tendrs un tesoro en el cielo (Mt 19,21). Como
si Dios le hubiese puesto el recuerdo de los santos y como si la lectura hubiera sido
dirigida especialmente a l, Antonio sali inmediatamente de la iglesia y dio la propiedad
que tena de sus antepasados: 80 hectreas, tierra muy frtil y muy hermosa. No quiso
que ni l ni su hermana tuvieran ya nada que ver con ella. Vendi todo lo dems, los
bienes muebles que posea, y entreg a los pobres la considerable suma recibida, dejando
slo un poco para su hermana.
Pero de nuevo, entr en la iglesia, escuch aquella palabra del Seor en el Evangelio: No
se preocupen por el maana (Mt 6,34). No pudo soportar mayor espera, sino que fue y
distribuy a los pobres tambin esto ltimo. Coloc a su hermana donde vrgenes
conocidas y de confianza, entregndosela para que fuese educada. Entonces l mismo
dedico todo su tiempo a la vida asctica, atento a s mismo, cerca de su propia casa. No
existan an tantas celdas monacales en Egipto, y ningn monje conoca siquiera el lejano
desierto. Todo el que quera enfrentarse consigo mismo sirviendo a Cristo, practicaba la
vida asctica solo, no lejos de su aldea. Por aquel tiempo haba en la aldea vecina un
anciano que desde su juventud llevaba la vida asctica en la soledad. Cuando Antonio lo
vio, "tuvo celo por el bien" (Gl 4,18), y se estableci inmediatamente en la vecindad de la
ciudad. Desde entonces, cuando oa que en alguna parte haba un alma que se esforzaba,
se iba, como sabia abeja, a buscarla y no volva sin haberla visto; slo despus de haberla
recibido, por decirlo as, provisiones para su jornada de virtud, regresaba.
Ah, pues, pas el tiempo de su iniciacin y afirm su determinacin de no volver mas a
la casa de sus padres ni de pensar en sus parientes, sino de dedicar todas sus inclinaciones
y energas a la prctica continua de la vida asctica. Haca trabajo manual, pues haba
odo que "el que no quiera trabajar, que tampoco tiene derecho a comer" (2 Ts 3,10). De
sus entradas guardaba algo para su manutencin y el resto lo daba a los pobres. Oraba
constantemente, habiendo aprendido que debemos orar en privado (Mt 6,6) sin cesar (Lc
18,1; 21,36; 1 Ts 5,17). Adems estaba tan atento a la lectura de la Escritura, que nada se
le escapaba: retena todo, y as su memoria le serv en lugar de libros.
As viva Antonio y era amado por todos. El, a su vez, se someta con toda sinceridad a
los hombres piadosos que visitaba, y se esforzaba en aprender aquello en que cada uno lo
aventajaba en celo y prctica asctica. Observaba la bondad de uno, la seriedad de otro en
la oracin; estudiaba la apacible quietud de uno y la afabilidad de otro; fijaba su atencin
en las vigilias observadas por uno y en los estudios de otros; admiraba a uno por su
paciencia, y a otro por ayunar y dormir en el suelo; miraba la humildad de uno y la
abstinencia paciente de otro; y en unos y otros notaba especialmente la devocin a Cristo
y el amor que se tenan mutuamente.
Habindose as saciado, volva a su propio lugar de vida asctica. Entonces haca suyo lo
obtenido de cada uno y dedicaba todas sus energas a realizar en s mismo las virtudes de
todos. No tena disputas con nadie de su edad, pero tampoco quera ser inferior a ellos en
lo mejor; y an esto lo haca de tal modo que nadie se senta ofendido, sino que todos se
alegraban por l. Y as todos los aldeanos y los monjes con quienes estaba unido, vieron
que clase de hombre era y lo llamaban "el amigo de Dios" amndolo como hijo o
hermano.
PRIMEROS COMBATES CON LOS DEMONIOS
Pero el demonio que odia y envidia lo bueno, no poda ver tal resolucin en un hombre
joven, sino que se puso a emplear sus viejas tcticas contra l. Primero trat de hacerlo
desertar de la vida asctica recordndole su propiedad, el cuidado de su hermana, los
apegos de su parentela, el amor al dinero, el amor a la gloria, los innumerables placeres
de la mesa y de todas las cosas agradables de la vida. Finalmente le hizo presente la
austeridad de todo lo que va junto con esta virtud, despert en su mente toda una nube de
argumentos, tratando de hacerlo abandonar su firme propsito.
El enemigo vio, sin embargo, que era impotente ante la determinacin de Antonio, y que
ms bien era l que estaba siendo vencido por la firmeza del hombre, derrotado por su
slida fe y su constante oracin. Puso entonces toda su confianza en las armas que estn
"en los msculos de su vientre" (Job 40,16). Jactndose de ellas, pues son su artimaa
preferida contra los jvenes, atac al joven molestndolo de noche y hostigndolo de da,
de tal modo que hasta los que lo vean a Antonio podan darse cuenta de la lucha que se
libraba entre los dos. El enemigo quera sugerirle pensamientos sucios, pero el los
disipaba con sus oraciones; trataba de incitarlo al placer, pero Antonio, sintiendo
vergenza, cea su cuerpo con su fe, con sus oraciones y su ayuno. El perverso demonio
entonces se atrevi a disfrazarse de mujer y hacerse pasar por ella en todas sus formas
posibles durante la noche, slo para engaar a Antonio. Pero l llen sus pensamientos de
Cristo, reflexion sobre la nobleza del alma creada por El, y sobre la espiritualidad, y as
apag el carbn ardiente de la tentacin. Y cuando de nuevo el enemigo le sugiri el
encanto seductor del placer, Antonio, enfadado, con razn, y apesadumbrado, mantuvo
sus propsitos con la amenaza del fuego y del tormento de los gusanos ( Js 16,21; Sir
7,19; Is 66,24; Mc 9,48). Sosteniendo esto en alto como escudo, pas a travs de todo sin
ser doblegado.
Toda esa experiencia hizo avergonzarse al enemigo. En verdad, l, que haba pensado ser
como Dios, hizo el loco ante la resistencia de un hombre. El, que en su engreimiento
desdeaba carne y sangre, fue ahora derrotado por un hombre de carne en su carne.
Verdaderamente el Seor trabajaba con este hombre, El que por nosotros tom carne y
dio a su cuerpo la victoria sobre el demonio. As, todos los que combaten seriamente
pueden decir: No yo, sino la gracia de Dios conmigo (1 Co 15,10).
Finalmente, cuando el dragn no pudo conquistar a Antonio tampoco por estos ltimos
medios sino que se vio arrojado de su corazn, rechinando sus dientes, como dice la
Escritura (Mc 9,17), cambio su persona, por decirlo as. Tal como es en su corazn, as se
vino, porque tales cosas tampoco se encuentran entre los dems ascetas. Se contentaba
con dormir sobre una estera, aunque lo haca regularmente sobre el suelo desnudo.
Despreciaba el uso de ungentos para el cutis, diciendo que los jvenes deban practicar
la vida asctica con seriedad y no andar buscando cosas que ablandan el cuerpo; deban
mas bien acostumbrarse a trabajar duro, tomando en cuenta las palabras del apstol:
Cuando mas dbil soy, mas fuerte me siento (2 Co 12,10). Deca que las energas del
alma aumentan cuanto ms dbiles son los deseos del cuerpo.
Estaba adems absolutamente convencido de lo siguiente: pensaba que apreciara su
progreso en la virtud y su consecuente apartamiento del mundo no por el tiempo pasado
en ello sino por su apego y dedicacin. Conforme a esto, no se preocupaba del paso del
tiempo sino que cada da a da, como si recin estuviera comenzando la vida asctica,
haca los mayores esfuerzos hacia la perfeccin. Gustaba repetirse a si mismo las palabras
de san Pablo: Olvidarme de lo que queda atrs y esforzarme por lo que est delante (Flp
3,13), recordando tambin la voz del profeta Elas: Vive el Seor, en cuya presencia estoy
este da (1 Re 17,1; 18,15). Observaba que al decir este da, no estaba contando el tiempo
que haba pasado, sino que, como comenzando de nuevo, trabajando duro cada da para
hacer de s mismo alguien que pudiera aparecer delante de Dios: puro de corazn y
dispuesto a seguir Su voluntad. Y acostumbraba a decir que la vida llevada por el gran
profeta Elas deba ser para el asceta como un gran espejo en el cual poder mirar siempre
la propia vida.
ANTONIO SE RECLUYE EN LOS SEPULCROS: LAS LUCHAS CON LOS
DEMONIOS
As Antonio se domin a s mismo. Entonces decidi mudarse a los sepulcros que se
hallan a cierta distancia de la aldea. Pidi a uno de sus familiares que le llevaran pan a
largos intervalos. Entr entonces en una de las tumbas, el mencionado hombre cerr la
puerta tras l, y as qued dentro solo. Esto era ms de lo que el enemigo poda soportar,
pues en verdad tema que ahora fuera a llenar tambin el desierto con la vida asctica. As
lleg una noche con un gran nmero de demonios y lo azot tan implacablemente que
qued tirado en el suelo, sin habla por el dolor. Afirmaba que el dolor era tan fuerte que
los golpes no podan haber sido infligidos por ningn hombre como para causar
semejante tormento. Por la providencia de Dios, porque el Seor no abandona a los que
esperan en El, su pariente lleg al da siguiente trayndole pan. Cuando abri la puerta y
lo vio tirado en el suelo como muerto, lo levant y lo llev hasta la Iglesia y lo deposit
sobre el suelo. Muchos de sus parientes y de la gente de la aldea se sentaron en torno a
Antonio como para velar su cadver. Pero hacia la medianoche Antonio recobr el
conocimiento y despert. Cuando vio que todos estaban dormidos y slo su amigo estaba
despierto, le hizo seas para que se acercara y le pidi que lo levantara y lo llevara de
nuevo a los sepulcros, sin despertar a nadie.
El hombre lo llev de vuelta, la puerta fue trancada como antes y de nuevo que solo
dentro. Por los golpes recibidos estaba demasiado dbil como para mantenerse en pie;
entonces oraba tendido en el suelo. Terminada su oracin, grit: "Aqu estoy yo, Antonio,
que no me he acobardado con tus golpes, y aunque mas me des, nada me separar del
amor a Cristo" (Rm 8,35). Entonces comenz a cantar: "Si un ejrcito acampa contra m,
mi corazn no tiembla" (Sal.26,3).
Tales eran los pensamientos y las palabras del asceta, pero el que odia el bien, el
enemigo, asombrado de que despus de todos los golpes todava tuviera valor de volver,
llam a sus perros, y arrebatado de rabia dijo: "Ustedes ven que no hemos podido detener
a este tipo con el espritu de fornicacin ni con los golpes; al contrario llega a
desafiarnos. Vamos a proceder con l de otro modo".
La funcin del malhechor no es difcil para el demonio. Esa noche, por eso, hicieron tal
estrpito que el lugar pareca sacudido por un terremoto. Era como si los demonios se
abrieran paso por las cuatro paredes del recinto, reventando a travs de ellas en forma de
bestia y reptiles. De repente todo el lugar se llen de imgenes fantasmagricas de leones,
osos, leopardos, toros, serpientes, spides, escorpiones y lobos; cada uno se mova segn
el ejemplar que haba asumido. El len ruga, listo para saltar sobre l; el toro ya casi lo
atravesaba con sus cuernos; la serpiente se retorca sin alcanzarlo completamente; el lobo
lo acometa de frente; y el gritero armado simultneamente por todas estas apariciones
era espantoso, y la furia que mostraba era feroz.
Antonio, remecido y punzado por ellos, senta aumentar el dolor en su cuerpo; sin
embargo yaca sin miedo y con su espritu vigilante. Gema es verdad, por el dolor que
atormentaba su cuerpo, pero su mente era duea de la situacin, y, como para burlarse de
ellos, deca: si tuvieran poder sobre m, hubiera bastado que viniera uno solo de ustedes;
pero el Seor les quit su fuerza, y por eso estn tratando de hacerme perder el juicio con
su nmero; es seal de su debilidad que tengan que imitar a las bestias". De nuevo tuvo la
valenta de decirles: "Si es que pueden, seis que han recibido el poder sobre m, no se
demoren, vengan al ataque!. Y si nada pueden, para qu forzarse tanto sin ningn fin?
Por que la fe en nuestro Seor es sello para nosotros y muro de salvacin". As, despus
de haber intentado muchas argucias, rechinaron su dientes contra l, porque eran ellos los
que se estaban volviendo locos y no l.
De nuevo el Seor no se olvid de Antonio en su lucha, sino que vino a ayudarlo. Pues
cuando mir hacia arriba, vio como si el techo se abriera y un rayo de luz bajara hacia l.
Los demonios se haban ido de repente, el dolor de su cuerpo ces y el edificio estaba
restaurado como antes. Antonio, habiendo notado que la ayuda haba llegado, respir ms
libremente y se sinti aliviado en sus dolores. Y pregunt a la visin: "Dnde estaba t?
Por qu no apareciste al comienzo para detener mis dolores?"
Y una voz le habl: "Antonio, yo estaba aqu, pero esperaba verte en accin. Y ahora que
haz aguantado sin rendirte, ser siempre tu ayuda y te har famoso en todas partes."
Oyendo esto, se levant y or; y fue tan fortalecido que sinti su cuerpo ms vigoroso
que antes. Tena por aquel tiempo unos treinta y cinco aos edad.
ANTONIO BUSCA EL DESIERTO Y HABITA EN PISPIR
Al da siguiente se fue, inspirado por un celo an mayor por el servicio de Dios. Fue al
encuentro del anciano ya antes mencionado (3-5) y le rog que se fuera a vivir con l en
el desierto. El otro declin la invitacin a causa de su edad y porque tal modo de vivir no
era todava costumbre. Entonces se fue solo a vivir a la montaa. Pero ah estaba de
nuevo el enemigo!. Viendo su seriedad y queriendo frustarla, proyect la imagen ilusoria
de un disco de plata sobre el camino. Pero Antonio, penetrando en el ardid del que odia el
bien, se detuvo y, desenmascar al demonio en l, diciendo: " Un disco en el desierto?
De dnde sale esto?. Esta no es una carretera frecuentada, y no hay huellas de que haya
pasado gente por este camino. Es de gran tamao y no puede haberse cado
inadvertidamente. En verdad, aunque se hubiera perdido, el dueo habra vuelto y lo
habra buscado, y seguramente lo habra encontrado porque es una regin desierta. Esto
es engao del demonio. No vas a frustrar mi resolucin con estas cosas, demonio! Tu
dinero perezca junto contigo!" (Hch 8,20). Y al decir esto Antonio, el disco desapareci
como humo.
Luego, mientras caminaba, vio de nuevo, no ya otra ilusin, sino oro verdadero,
desparramado a lo largo del camino. Pues bien, ya sea que al mismo enemigo le llam la
atencin, o si fue un buen espritu el que atrajo al luchador y le demostr al demonio de
que no se preocupabas ni siquiera de las riquezas autnticas, l mismo no lo indic, y por
eso no sabemos nada sino que era realmente oro lo que all haba. En cuanto a Antonio,
qued sorprendido por la cantidad que haba, pero atraves por l, como si hubiera sido
fuego y sigui su camino sin volverse atrs. Al contrario, se puso a correr tan rpido que
al poco rato perdi de vista el lugar y qued oculto de l.
As, afirmndose ms y ms en su propsito, se apresuro hacia la montaa. En la parte
distante del ro encontr un fortn desierto que con el correr del tiempo estaba plagado de
reptiles. All se estableci para vivir. Los reptiles como si alguien los hubiera echado, se
fueron de repente. Bloque la entrada, despus de enterrar pan para seis meses as lo
hacen los tebanos y a menudo los panes se mantienen frescos por todo un ao, y
teniendo agua a mano, desapareci como en un santuario. Qued all solo, no saliendo
nunca y no viendo pasar a nadie. Por mucho tiempo persever en esta prctica asctica;
solo dos veces al ao reciba pan, que lo dejaba caer por el techo.
Sus amigos que venan a verlo, pasaban a menudo das y noches fuera, puesto que no
quera dejarlos entrar. Oan que sonaba como una multitud frentica, haciendo ruidos,
armando tumulto, gimiendo lastimeramente y chillando: "ndate de nuestro dominio!
Que tienes que hacer en el desierto? T no puedes soportar nuestra persecucin". Al
principio los que estaban afuera crean que haba hombres peleando con l y que habran
entrado por medio de escaleras, pero cuando atisbaron por un hoyo y no vieron a nadie,
se dieron cuenta que eran los demonios los que estaban en el asunto, y, llenos de miedo,
llamaron a Antonio. El estaba ms inquieto por ellos que por los demonios. Acercndose
a la puerta les aconsej que se fueran y no tuvieran miedo. Les dijo: "Slo contra los
miedosos los demonios conjuran fantasmas. Ustedes ahora hagan la seal de la cruz y
vulvanse a su casa sin temor, y djenlos que se enloquezcan ellos mismos".
Entonces se fueron, fortalecidos con la seal de la cruz, mientras l se quedaba sin sufrir
ningn dao de los demonios. Pero tampoco se fastidiaba de la contienda, porque la
ayuda que reciba de lo alto por medio de visiones y la debilidad de sus enemigos, le
daban gran alivio en sus penalidades y nimo para un mayor entusiasmo. Sus amigos
venan una y otra vez esperando, por supuesto, encontrarlo muerto, pero lo escuchaban
cantar: "Se levanta Dios y se dispersan sus enemigos, huyen de su presencia los que lo
odian. Como el humo se disipa, se disipan ellos; como se derrite las cera ante el fuego, as
perecen los impos ante Dios" (Sal 67,2). Y tambin: "Todos los pueblos me rodeaban, en
el nombre del Seor los rechac" (Sal 117,10).
ANTONIO ABANDONA SU SOLEDAD Y SE CONVIERTE EN PADRE ESPIRITUAL
As pas casi veinte aos practicando solo la vida asctica, no saliendo nunca y siendo
raramente visto por otros. Despus de esto, como haba muchos que ansiaban y aspiraban
imitar su santa vida, y algunos de sus amigos vinieron y forzaron la puerta echndolas
abajo, Antonio sali como de un santuario, como un iniciado en los sagrados misterios y
lleno del Espritu de Dios. Fue la primera vez que se mostr fuera del fortn a los que
vinieron hacia l. Cuando lo vieron, estaban asombrados al comprobar que su cuerpo
guardaba su antigua apariencia: no estaba ni obeso por falta de ejercicio ni macilento por
sus ayunos y luchas con los demonios: era el mismo hombre que haban conocido antes
de su retiro.
El estado de su alma era puro, pues no estaba ni encogido por la afliccin, ni disipado por
la alegra, ni penetrado por la diversin o el desaliento. No se desconcert cuando vio la
multitud ni se enorgulleci al ver a tantos que lo reciban. Se tena completamente bajo
control, como hombre guiado por la razn y con gran equilibrio de carcter.
Por l san a muchos de los presentes que tenan enfermedades corporales y liber a otros
de espritus impuros. Concedi tambin a Antonio el encanto en el hablar; y as confort
a muchos en sus penas y reconcili a otros que se peleaban. Exhort a todos a no preferir
nada en este mundo al amor de Cristo. Y cuando en su discurso los exhort a recordar los
bienes venideros y la bondad mostrada a nosotros por Dios, "que no perdon a su Hijo,
sino que lo entreg por todos nosotros (Rm 8,32), indujo a muchos a abrazar la vida
monstica. Y as aparecieron celdas monacales en la montaa y el desierto se pobl de
monjes que abandonaban a los suyos y se inscriban para ser ciudadanos del cielo (Hb
3,20; 12,23).
Una vez tuvo necesidad de cruzar el canal de Arsino la ocasin fue para una visita a los
hermanos; el canal estaba lleno de cocodrilos. Simplemente or, se meti con todo sus
compaeros, y pas al otro lado sin ser tocado. De vuelta a su celda, se aplic con todo
celo a sus santos y vigorosos ejercicios. Por medio de constantes conferencias encenda el
ardor de los que ya eran monjes e incitaba a muchos otros al amor de la vida asctica; y
pronto, en la medida en que su mensaje arrastraba a hombres a travs de l, el nmero de
celdas monacales se multiplicaba y para todos era como un padre y gua.
Cristo, humildad, hospitalidad? Una vez que las poseamos, hallaremos que ellas van
delante de nosotros, preparndonos la bienvenida en la tierra de los mansos. (Lc 16,9; Mt
5,4)
PERSEVERANCIA Y VIGILANCIA
"Con estos pensamientos cada uno debe convencerse que no hay que descuidarse sino
considerar que se es servidor del Seor y atado al servicio de su Maestro. Pero un
sirviente no se va atrever a decir: "Ya que trabaj ayer, no voy a trabajar hoy". Tampoco
se va a poner a calcular el tiempo que se ya ha servido y a descansar durante los da que
le quedan por delante; no, da tras da, como est escrito en el Evangelio (Lc 12,35-38;
17,7-10; Mt 24,45), muestra la misma buena voluntad para que pueda agradar a su patrn
y no causar ninguna molestia. Perseveremos, pues, en la prctica diaria de la vida
asctica, sabiendo de que si somos negligentes un solo da, El no nos va a perdonar en
consideracin al tiempo anterior, sino que se va a enojar con nosotros por nuestro
descuido. As lo hemos escuchado en Ezequiel (Ez 18,24.26; 33,12ss); lo mismo Judas,
que en una sola noche destruy el trabajo de todo su pasado.
Por eso, hijos, perseveremos en la prctica del ascetismo y no nos desalentemos. Tambin
tenemos en esto al Seor que nos ayuda, segn la Escritura: "Dios coopera para el bien"
(Rm 8,28) con todo el que elige el bien. Y en cuanto a que no debemos descuidarnos, es
bueno meditar lo que dice el apstol: "muero cada da" (1 Co 15,31). Realmente si
nosotros tambin viviramos como si en cada nuevo da furamos a morir, no
pecaramos. En cuanto a la cita, su sentido es este: Cuando nos despertamos cada da,
deberamos pensar que no vamos a vivir hasta la tarde; y de nuevo, cuando nos vamos a
dormir, deberamos pensar que no vamos a despertar. Nuestra vida es insegura por
naturaleza y nos es medida diariamente por Providencia. Si con esta disposicin vivimos
nuestra vida diaria, no cometeremos pecado, no codiciaremos nada, no tendremos inquina
a nadie, no acumularemos tesoros en la tierra; sino que como quien cada da espera
morirse, seremos pobres y perdonaremos todo a todos. Desear mujeres u otros placeres
sucios, tampoco tendremos semejantes deseos sino que le volveremos las espaldas como
a algo transitorio combatiendo siempre y teniendo ante nuestros ojos el da del juicio. El
mayor temor a juicio y el desasosiego por los tormentos, disipan invariablemente la
fascinacin del placer y fortalecen el nimo vacilante.
OBJETO DE LA VIRTUD
"Ahora que hemos hecho un comienzo y estamos en la senda de la virtud, alarguemos
nuestros pasos an ms para alcanzar lo que tenemos delante (Flp 3,13). No miremos
atrs, como hizo la mujer de Lot (Gn 19,26), porque sobretodo el Seor ha dicho: "Nadie
que pone la mano en el arado y mira hacia atrs, es apto para el reino de los cielos" (Lc
9,62). Y este mirar hacia atrs no es otra cosa sino arrepentirse de lo comenzado y
acordarse de nuevo de lo mundano.
Cuando oigan hablar de la virtud, no se asusten ni la traten como palabra extraa.
Realmente no est lejos de nosotros ni su lugar est fuera de nosotros; no, ella est dentro
de nosotros, y su cumplimiento es fcil camino y cruzan el mar para estudiar las letras;
pero nosotros no tenemos necesidad de ponernos en camino por el reino de los cielos ni
de cruzar el mar para alcanzar la virtud. El Seor nos lo dijo de antemano: "El reino de
los cielos est dentro de nosotros y brota de nosotros". La virtud existe cuando el alma se
mantiene en su estado natural. Es mantenida en su estado natural cuando queda cuando
vino al ser. Y vino al ser limpia y perfectamente ntegra (Ecl 7,30). Por eso Josu, el hijo
de Nun, exhort al pueblo con estas palabras: "Mantengan ntegro sus corazones ante el
Seor, el Dios de Israel" (Jos 24,26); y Juan: "Enderecen sus caminos" (Mt 3,3). El alma
es derecha cuando la mente se mantiene en el estado en que fue creada. Pero cuando se
desva y se pervierte de su condicin natural, eso se llama vicio del alma.
La tarea no es difcil: si quedamos como fuimos creados, estamos en estado de virtud,
pero si entregamos nuestra mente a cosas bajas, somos considerados perversos. Si este
trabajo tuviese que ser realizado desde fuera, sera en verdad difcil; pero dado que est
dentro de nosotros, cuidmonos de pensamientos sucios. Y habiendo recibido el alma
como algo confiado a nosotros, guardmosla para el Seor, para que el pueda reconocer
su obra como la misma que hizo.
"Luchemos, pues, para que la ira no sea nuestro dueo ni la concupiscencia nos esclavice.
Pues est escrito 'que la ira del hombre no hace lo que agrada a Dios'( St 1,20). Y la
concupiscencia ' cuando ha concebido, da a luz el pecado; y de este pecado, cuando esta
desarrollado, nace la muerte (St 1,15). Viviendo esta vida, mantengmonos
cuidadosamente en guardia y, como est escrito, guardemos nuestro corazn con toda
vigilancia (Pr 4,23). Tenemos enemigos poderosos y fuertes: son los demonios malvados;
y contra ellos 'es nuestra lucha', como dice el apstol, 'no contra gente de carne y hueso,
sino contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestiales, es decir, los que
tienen mando, autoridad y dominio en este mundo oscuro' (Ef 6,12). Grande es su nmero
en el aire a nuestro alrededor, y no estn lejos de nosotros. Pero la diferencia entre ellos
es considerable. Nos llevara mucho tiempo dar una explicacin de su naturaleza y
distinciones, tal disquisicin es para otros ms competentes que yo; lo nico urgente y
necesario para nosotros ahora es conocer slo sus villanas contra nosotros.
En primer lugar, dmonos cuenta de esto: los demonios no fueron creados como
demonios, tal como entendemos este trmino, porque Dios no hizo nada malo. Tambin
ellos fueron creados limpios, pero se desviaron de la sabidura celestial. Desde entonces
andan vagando por la tierra. Por una parte, engaaron a los griegos con vanas fantasas, y,
envidiosos de nosotros los cristianos, no han omitido nada para impedirnos entrar en
cielo: no quieren que subamos al lugar de donde ellos cayeron. Por eso se necesita mucha
oracin y disciplina asctica para que uno pueda recibir del Espritu Santo el don del
discernimiento de espritus y ser capaz de conocerlos: cul de ellos es menos malo, cul
de ellos ms; que inters especial persigue cada uno y cmo han de ser rechazados y
echados fuera. Pues sus astucias y maquinaciones numerosas. Bien saban el santo
apstol y sus discpulos cuando decan: conocemos muy bien su maas (2 Co 2,11). Y
nosotros, enseados por nuestras experiencias, deberamos guiar a otros a apartarse de
ellos. Por eso yo, habiendo hecho en parte esta experiencia, les hablo a ustedes como a
mis hijos.
"Cuando ellos ven que los cristianos en general, pero en particular los monjes, trabajan
con cuidado y hacen progresos, primero los asaltan y los tientan colocndoles
continuamente obstculos en el camino (Sal 139,6). Estos obstculos son los malos
pensamientos. Pero no debemos asustarnos de sus asechanzas, pues se las desbarata
pronto con la oracin, el ayuno y la confianza en el Seor. Sin embargo, aunque
desbaratados, no cesan sino que vuelven ataque con toda maldad y astucia. Cuando no
pueden engaar el corazn con placeres abiertamente impuros, cambian su tctica y van
de nuevo al ataque. Entonces urden y fingen apariciones para espantar el corazn,
transformndose e imitando mujeres, bestias, reptiles, cuerpos de gran tamao y hordas
de guerreros. Pero ni an as deben aplastarnos el miedo a semejantes fantasmas, ya que
no son nada sino pura vanidad, especialmente si uno se fortalece con la seal de la cruz.
En verdad, son atrevidos y extraordinariamente desvergonzados. Si en este punto tambin
se los derrota, avanzan una vez ms con nueva estrategia. Pretender profetizar y predecir
futuros acontecimientos. Aparecen mas altos que el techo, fornidos y corpulentos. Su
propsito es, si es posible, arrebatar con tales apariciones a los que no han podido
engaar con pensamientos. Y si hallan que an el alma permanece fuerte en su fe y
sostenida por la esperanza hacen intervenir a su jefe.
Este aparece a menudo de esta manera como, por ejemplo, se lo revel el Seor a Job:
"Sus ojos son como los prpados del alba. De su boca salen antorchas encendidas,
chispas de fuego saltan fuera. De sus narices sale humo, como de olla o caldero que
hierve. Su aliento enciende los carbones y de su boca sale llama" (Jb 41,18-21). Cuando
el jefe de los demonios aparece de esta manera, el bribn trata de aterrorizarnos, como
dije antes, con su hablar bravucn, tal como fue desenmascarado por el Seor cuando dijo
a Job: 'Tiene toda arma por hojarasca, y del blandir de la jabalina se burla; hace hervir
como una olla el mar profundo, y lo revuelve como una olla de ungento' (Jb 41,29.31);
tambin dice el profeta: 'Dijo el enemigo: los perseguir y alcanzar' (Ex 15,9); y en otra
parte:' Y hall mi mano como nido las riquezas de los pueblos, y como se recogen los
huevos abandonados, as me apoder yo de toda la tierra' (Is 10,14)
Esta es, en resumen, la jactancia de la que alardean, estas son las peroratas que hacen
para engaar al que teme a Dios. Con toda confianza no necesitamos temer sus
apariciones ni poner atencin a sus palabras. Es slo un embustero y no hay verdad en
nada en lo que dice. Cuando habla semejantes tonteras y lo hace con tanta jactancia, no
se da cuenta de como es arrastrado con un garfio como dragn por el Salvador (Jb 41,12), con un cabestro como animal de carga, con sus narices con anillo como esclavo
fugitivo, y con sus labios atravesados por una abrazadera de hierro. Ha sido, pues,
atrapado como gorrin para nuestra diversin. Tal l como sus compaeros fueron
tratados as para ser pisoteados como escorpiones y culebras (Lc 10,19) por nosotros los
cristianos; y prueba de ello es el hecho de que seguimos existiendo a pesar de l. En
verdad, noten que l, que prometi que iba a secar el mar y apoderarse de todo el mundo,
no puede impedir nuestras practicas ascticas ni que yo hable contra l. Por eso, no
demos atencin a lo que pueda decir, porque es un mentiroso redomado, ni temamos sus
apariciones, porque tambin son mentiras. Ciertamente no es verdadera luz la que aparece
en ellos, ms bien es mero comienzo y parecido del fuego preparados para ellos mismos;
y con lo mismo que sern quemados tratan aterrorizar a los hombres. Aparecen, es
verdad, pero desaparecen de nuevo en el momento, sin daar a ningn creyente, mientras
se llevan consigo esa apariencia del fuego que los espera. Por eso, no hay ninguna razn
para tenerles miedo, pues por la gracia de Cristo todas sus tcticas terminan en nada.
"Pero son traicioneros y estn preparados para soportar cualquier cambio o
transformacin. A menudo, por ejemplo, pretenden cantar salmos, sin aparecer, y citan
textos de la Escrituras. Tambin algunas veces, cuando estamos leyendo, repiten como
eco lo que hemos ledo. Cuando vamos a dormir, nos despiertan para orar, y esto lo hacen
continuamente, dejndonos dormir apenas. Otra veces se disfrazan de monjes y simulan
piadosas conversaciones, teniendo como meta engaar con su apariencia y arrastran
entonces a sus vctimas adonde quieren. Pero no debemos prestarle atencin, aunque nos
despierten para orar, aunque nos aconsejen no comer del todo, aunque pretendan
acusarnos de cosas que antes aprobaban. Hacen esto no por amor a la piedad o a la
verdad, sino para inducir al inocente a la desesperacin, presentar la vida asctica como
sin valor y hacer que los hombres tomen fastidio por la vida solitaria como algo tosco y
demasiado pesado, y hacer caer a los que llevan tal vida.
Por eso profeta enviado por el Seor a tales infelices con estos trminos: Ay del que da
de beber a prjimo un mal trago! (Hab 2,15). Tales argumentos son desastrosos par el
camino que conduce a la virtud. Nuestro Seor mismo, aunque incluso los demonios
hablaban la verdad pues decan verdaderamente: T eres el Hijo de Dios (Lc 4,41), sin
embargo los hizo callar y les prohibi hablar. No quiso que desparramaran su propia
maldad junto con la verdad, y tampoco deseaba que nosotros les hiciramos caso aunque
aparentemente hablaban la verdad. Por eso, pues, es inconveniente que nosotros, que
poseemos las Escrituras y la libertad del Salvador, seamos enseados por el demonio, por
l, que no qued en su puesto (Judas 6), sino que constantemente ha cambiado de parecer.
Por eso tambin les prohibe usar citas de la Escritura al decir: Dios dice al pecador Por
qu recitas mis preceptos y tienes siempre en tu boca mi Alianza? (Sal 49,19).
Ciertamente ellos hacen de todo: hablan, gritan, engaan, confunden, y todo para engaar
al simple. Arman tambin tremendos estrpitos, lanzan risas tontas y silbidos. Si nadie les
hace caso, lloran y se lamentan como derrotados.
"El Seor, por eso, porque es Dios, hizo callar a los demonios. En cuanto a nosotros,
hemos aprendido nuestras lecciones de los santos, hacemos como ellos hicieron e
imitamos su valor. Pues cuando ellos vean tales cosas, acostumbraban a decir: Cuando el
pecador se levant contra m, guard silencio resignado, no habl con ligereza (Sal 38,2);
y en otra parte: Pero yo como un sordo no oigo, como un mudo no abro la boca; soy
como uno que no oye (Sal 37,14). As tambin nosotros no los escuchemos, mirndolos
como extrao, no prestndole atencin, aunque nos despierten para la oracin o nos
hablen de ayunos. Sigamos atentos ms bien a la prctica de la vida asctica como es
nuestro propsito, y no nos dejemos engaar por los que practican la traicin en todo lo
que hacen. No debemos tenerles miedo aunque aparezcan para atacarnos y amenazarnos
con la muerte. En realidad, son dbiles y no pueden hacer ms que amenazar.
IMPOTENCIA DE LOS DEMONIOS
Bien, hasta ahora he hablado de este tema slo al pasar. Pero ahora no debo dejarlo de
tratar con mayores detalles; recordarles esto puede redundar slo en su mayor seguridad.
Desde que el Seor habit con nosotros, el enemigo cay y sus poderes declinaron. Por
eso no puede nada; Sin embargo, aunque han cado, no puede quedarse quieto sino que
como tirano que no puede hacer otra cosa, se va en amenazas, aunque ellas sean puras
palabras. Cada uno acurdese de esto y podr despreciar a los demonios. Se estuvieran
confiados a cuerpos como los nuestros, deberamos decir entonces: A la gente que se
esconde, no la vamos a encontrar; pero si los encontramos, los vamos a daar. Y en este
caso podramos escapar de ellos escondindonos y trancando las puertas. Pero ste no es
el caso, y pueden entrar a pesar de estar trancadas la puertas; vemos que estn presentes
en todas partes en el aire, ellos y su jefe, el demonio, y sabemos que su voluntad es mala
y que estn inclinados a daar, y que como dice el Salvador, el demonio ha sido homicida
desde el principio (Jn 8,44); entonces si a pesar de todo vivimos, y vivimos nuestra vidas
desafindolo, es claro que no tiene ningn poder. Como ustedes ven, el lugar no les
impide su conspiracin; tampoco nos ven amables hacia ellos como para que nos
perdonen, ni son tampoco amantes del bien como para cambiar sus caminos. No, al
contrario, ellos son malos y nada hay que deseen ms ansiosamente que hacer dao a los
amantes de la virtud y a los adoradores de Dios. Por la simple razn de que son
impotentes para hacer algo, nada hacen excepto amenazar. Si pudieran, estn ustedes
seguros de que no esperaran sino que realizaran sus fuertes deseos: el mal, y eso contra
nosotros. Noten, por ejemplo, como ahora estamos reunidos aqu hablando contra ellos, y
ellos saben adems que en la medida en que hacemos progresos, ellos se debilitan. En
verdad, si estuviera en su poder, no dejaran vivo a ningn cristiano, porque el servicio de
Dios es abominacin para el pecador (Sir 1,25). Puesto que no pueden nada, se hacen
dao a s mismos, ya que no pueden llevar a cabo sus amenazas.
Adems, esto otro debera ser tomado en cuenta para acabar con el miedo a ellos: si
tuvieran algn poder, no vendran en manada, ni recurriran a apariciones, ni usaran el
artificio de transformarse. Bastara que viniera uno solo e hiciera lo que fuera capaz de
hacer o a lo que tuviera inclinacin. Lo ms importante de todo es que el que tiene
realmente poder no se esfuerza en matar con fantasmas ni trata de aterrorizar con hordas
sino que sin ms trmites usa su poder como quiere. Pero actualmente los demonios,
impotentes como son, hacen piruetas como si estuvieran sobre un escenario, cambiando
sus formas en espantajos infantiles, con manadas ilusorias y muecas, con todo lo cual su
debilidad se hace todava ms despreciable. Estemos seguros: El ngel verdadero enviado
por el Seor contra los asirios no tuvo necesidad de mltiples, ni de ilusiones visibles, ni
de soplidos resonantes, ni de sonajeras; no, l ejerci su poder tranquilamente y de una
vez mat a ciento ochenta y cinco mil de ellos (2 R 19,35). Pero los demonios impotentes
criaturas como son, tratan de aterrorizar, y eso con mero fantasmas!
Si alguien al examinar la vida de Job, dijera: Por qu, entonces, sigui el demonio
haciendo cosas contra l? Lo despoj de sus posesiones, mat a sus hijos y lo hiri con
graves lceras (Job 1,13ss; 2,7), que esa persona se d cuenta de que no se trata de que el
demonio tuviera poder para hacer eso, sino que Dios el entreg a Job para que lo tentara
(Job 1,12). Por su puesto no tena poder para hacerlo; lo pidi y actu slo despus de
haberlo recibido. Aqu tenemos otra razn para despreciar al enemigo, pues aunque tal
era su deseo, no fue capaz de vencer a un hombre justo. Si el poder hubiera sido suyo, no
hubiera necesitado pedirlo, y el hecho de que lo pidiera no una sino dos, muestra su
debilidad y incapacidad. No es extrao de que no tuviera poder contra Job, cuando le fue
imposible destruir ni siquiera sus ganados a menos de que Dios accediera a ello. Pero no
tiene poder ni siquiera contra los cerdos, como est escrito en el Evangelio: Y los
espritus malos rogaron al Seor: djanos entrar en esos cerdos, mucho menos sobre los
hombres hechos a imagen de Dios.
Por eso, se debe temer slo a Dios y despreciar esos seres, sin tenerles miedo en absoluto.
Y cuanto mas se dediquen a tales cosas, tanto ms dediqumonos nosotros a la vida
asctica para contraatacarlos, pues una vida recta y la fe en Dios son una gran arma
contra ellos. Temen a los ascetas por su ayuno, sus vigilias, sus oraciones, su
mansedumbre, tranquilidad, desprecio del dinero, falta de presuncin, humildad, amor a
los pobres, limosnas, ausencias de ira, y, ms que todo para que nadie los pisotee, su
lealtad a Cristo. Esta el la razn por lo que hacen todo para que nadie los pisotee.
Conocen la gracia dada por el Salvador a los creyentes cuando dice: "Miren: yo les he
dado poder para pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo (Lc 10,19).
FALSAS PREDICCIONES DEL FUTURO
"Asimismo, si pretenden predecir el futuro, no les hagan caso. A veces, por ejemplo, nos
comunican das antes la visita de hermanos, y efectivamente llegan. Pero no es que se
preocupen de sus oyentes que hacen esto, sino para inducirlos a colocar su confianza en
ellos, y as, cuando los tienen bien a mano poder destruirlos. No los escuchemos sino que
echmoslo fuera, pues no lo necesitamos. Qu de prodigioso hay en ellos, que tienen
cuerpos mas sutiles que los hombres, viendo que alguien se pone de camino, se le
adelanten y anuncien su llegada? Una persona de a caballo podra tambin adelantarse a
uno a pie y dar la misma informacin. As, pues, tampoco en esto hay que asombrarse de
ellos. No tienen ningn conocimiento previo de lo que todava no ha sucedido, sino que
slo Dios conoce todas las cosas antes de que sean (Dn 13,42). En este punto son como
ladrones que corren delante y anuncian lo que vieron. En este mismo momento, a
cuntos ya les habrn comunicado lo que estamos haciendo, como estamos aqu
discutiendo sobre ellos, antes de que ninguno de nosotros pueda levantarse e informar de
lo mismo! Pero hasta un nio veloz hara correr lo mismo, adelantndose a una persona
ms lenta. Les voy a aclarar con un ejemplo lo que quiero decir. Si alguien quiere ponerse
en viaje desde la Tebaida o de cualquier otro lugar, antes de que efectivamente parta no
saben si van a salir o no; pero en cuanto lo ven caminar, se adelantan y anuncian su
llegada de antemano. Y as sucede que despus de algunos das, llega. Pero a veces, sin
embargo, el viajero se vuelve, y el informe es falso.
Tambin a veces hablan tonteras con respecto al agua del Ro. Por ejemplo, viendo
lluvias en las regiones de Etiopa y sabiendo que las avenidas del Ro tienen su origen, se
adelantan y lo anunciantes de que el agua alcance Egipto. Los hombres tambin podran
hacerlo, si pudieran correr tan rpido como ellos. Y tal como el atalaya de David (2 S
18,24), subindose a una altura, logr un vistazo del que llegaba antes del que estaba
debajo, y echando a correr le inform antes que los dems, no lo que an no haba
pasado, sino lo que estaba por suceder en el acto, as tambin los demonios se apresuran a
anunciar cosas a otros con el solo fin de engaarlos. En verdad, si entre tanto la
Providencia tuviera una disposicin especial en cuanto al agua o a los viajeros, y esto es
perfectamente posible, entonces se vera que el informe de los demonios es mentira, y
quedaran engaados los que pusieron su confianza en ellos.
As surgieron los orculos griegos y as fue descarriado el pueblo de la antigedad por los
demonios. Con esto hay que decir tambin cuanto engao fue preparado para el futuro,
pero el Seor vino para suprimir los demonios y su villana. No conocen nada fuera de s
mismos, pero ven otros tienen conocimientos y entonces, como ladrones, se apoderan de
l y lo desfiguran. Practican ms la conjetura que la profeca. Por eso, aunque a veces
parezcan estar en la verdad, nadie debera maravillarse. En realidad, tambin los mdicos,
cuya experiencia en enfermedades les viene de haber observado la misma dolencia en
diferentes personas, hacen a menudo conjeturas sobre la base de su prctica y predicen lo
que va a pasar. Tambin los pilotos y campesinos, observando las condiciones del tiempo,
por su experiencia pronostican si va a ver temporal o buen tiempo. A nadie se le ocurrira
decir que profetizan por inspiracin divina, sino por la experiencia que da la prctica. En
consecuencia, si tambin los demonios adivinan algunas de estas mismas cosas y las
dicen, no por eso ustedes tienen que asombrarse ni hacerles caso en absoluto. De que les
sirve a los oyentes saber das antes los que va a pasar? O qu afn en saber tales cosas,
an suponiendo que tal conocimiento resulte verdad? Seguro que no es se el elemento
fundamental de la virtud ni tampoco prueba de nuestro progreso. Pues nadie es juzgado
por lo que no sabe, y nadie es llamado bienaventurado por lo que ha aprendido y sabe; y
el juicio que nos espera a cada uno es si hemos guardado la fe y observado fielmente los
mandamientos.
"De ah de que no sea propio nuestro darle importancia a estas cosas ni afanarnos en la
vida asctica con el fin de saber el futuro, sino para agradar a Dios viviendo bien.
Deberamos orar, no para saber el futuro, ni deberamos pedir esto como recompensa por
la prctica asctica, sino que el fin de nuestra oracin ha de ser lo que el Seor sea
nuestro compaero para lograr la victoria sobre el demonio. Pero si algn da llegamos a
conocer el futuro, mantengamos pura nuestra mente. Tengo la absoluta confianza de que
si el alma es pura ntegramente y est en su estado natural, alcanza la claridad de visin y
ve ms y ms lejos que los demonios. A ellos el Seor les revela las cosas. Tal era el alma
de Eliseo que vio lo que pas que Giezi (2 R 5,26), y contempl los ejrcitos que estaban
cerca (2 R 6,17).
DISCERNIMIENTO DE LOS ESPRITUS
"Ahora, pues, cuando se les aparezcan de noche y quieran contarles el futuro o les digan:
Somos los ngeles, ignrenlo porque estn mintiendo. Si alaban su prctica de la vida
asctica o los llaman santos, no los escuchen ni tengan nada que ver ellos. Hagan mas
bien la seal de la Cruz sobre ustedes, sobre su morada y oracin, y los vern
desaparecer. Son cobardes y le tienen terror mortal a la seal de la Cruz de nuestro Seor,
desde que en la Cruz el Seor los despoj e hizo escarmiento con ellos (Col 2,15). Pero si
insisten con mas desvergenza todava, bailando en torno y cambiando su apariencia, no
les teman ni se acobarden ni les presten atencin como si fueran buenos; es totalmente
posible distinguir entre el bien y el mal cuando Dios lo garantiza. Una visin de los
santos no es turbulenta, pues no contendr ni gritar , y nadie oir su voz por las calles (Mt
12,19; Is 42,2). Tal visin llega tan tranquila y suave que de inmediato hay alegra, gozo
y valor en el alma. Con ellos est nuestro Seor, que es nuestra alegra, y el poder de Dios
Padre. Y los pensamientos del alma permanecen sin molestia ni oleaje, de modo que en su
propia brillante transparencia posible contemplar la aparicin. Un anhelo de las cosas
divinas y de la vida futura se posesiona del alma, y su deseo es unirse totalmente a ellos y
poder partir con ellos. Pero si algunos, por ser humanos, tienen miedo ante la visin de
los buenos, entonces los que aparecen expulsan el temor por el amor, como lo hizo
Gabriel con Zacaras (Lc 1,13), y el ngel que apreci a las mujeres en el santo sepulcro
(Mt 28,5), y el ngel que habl a los pastores: No teman (Lc 2,10). Temor en estos casos,
no es cobarda del alma sino conciencia de la presencia de seres superiores. Tal es, pues,
la visin de los santos.
Por otra parte, el ataque y la aparicin de los malos estn llenos de confusin,
acompaados de ruidos, bramidos y alaridos; bien podra ser el tumulto de muchachos
groseros o salteadores. Esto al comienzo ocasiona terror en el alma, disturbios y
confusin de pensamientos, desaliento, odio de la vida asctica, tedio, tristeza, recuerdo
de los parientes, miedo de la muerte; luego viene el deseo del mal, el desprecio de la
virtud y un completo cambio de carcter. Por eso, si ustedes tienen una visin y sienten
miedo, pero si el miedo se lo quitan inmediatamente y en su lugar les viene una inefable
alegra y contento, valor, recuperacin de la fuerza y de la calma de pensamiento y de
todo lo dems que he mencionado, y valenta de corazn y amor de Dios, entonces
algrense y oren; su gozo y la tranquilidad de su alma dan prueba de la santidad de Aquel
que est presente. As Abraham, viendo al Seor, se alegr (Jn 8,56), y Juan, oyendo la
voz de Mara, la Madre de Dios, salt de gozo (Lc 1,41). Pero si tienen visiones que los
caballera, pero nosotros confiamos en el nombre del Seor Dios nuestro" (Sal 19,8), y a
esta oracin fueron rechazados por el Seor. Otra vez, en la obscuridad llegaron con una
luz fatua diciendo: 'Hemos venido a traerte luz, Antonio'. Pero cerr mis ojos, or, y de un
golpe se apago la luz de los impos. Pocos meses despus llegaron cantando salmos y
citando las Escrituras. 'Pero yo fui como un sordo que no oye' (Sal 37,14). Una vez
sacudieron la celda de un lado para otro, pero yo or, permaneciendo inconmovible en mi
mente. Entonces volvieron haciendo un ruido continuo, dando golpes, silbando y
haciendo cabriolas. Pero yo me puse a orar y a cantar salmos, y entonces comenzaron a
gritar y a lamentarse como si estuvieran completamente agotados, y yo alab al Seor que
redujo a nada su descaro e insensatez y les dio una leccin.
Una vez se me apareci en visin un demonio realmente enorme, que tuvo la desfachatez
de decir: 'Soy el Poder de Dios', y 'Soy la Providencia'. ' Por favor qu deseas que te
otorgue?'. Entonces yo le sopl mi aliento, invocando el nombre de Cristo, e hice empeo
por golpearlo. Parece que tuve xito, porque al instante, grande como era, desapareci l,
y todos sus compaeros junto con l, al nombre de Cristo. Otra vez que yo estaba
ayunando, se lleg a m el taimado acarreando panes ilusorios. Se puso a darme consejos:
"Come y djate de tus privaciones! Tambin t eres hombre y ests punto de
enfermarte". Pero yo, notando su superchera, me levant a orar y no pudo aguantarlo.
Desapareci como humo a travs de la puerta.
Cuntas veces me mostr en el desierto una visin de oro que yo poda tocar y buscar!
Pero me le opuse cantando un salmo y se disolvi. Me golpe a menudo, y yo deca:
"Nada podr separarme del amor de Cristo" (Rm 8,35), y entonces ellos se golpeaban
unos a otros! Pero no fui yo quien detuvo y paraliz sus esfuerzos, sino el Seor que dijo:
"Vi a Satans cayendo del cielo como un relmpago" (Lc 10,18)
Hijitos mos acurdense de lo que dijo el apstol: "Me apliqu esto a m mismo" (1 Co
4,6), y aprendern a no descorazonarse en su vida asctica y a no temer las ilusiones del
demonio y sus compaeros.
"Ya que me ha hecho loco entrando en todas sus cosas, escuchen tambin lo que sigue,
para que pueda servirles para su seguridad; cranme, no miento. Una vez escuch un
golpe en la puerta de mi celda, sal afuera y vi una figura enormemente y alta. Cuando le
pregunt: Quin eres?, me contest: 'Soy Satans'. Qu ests haciendo aqu? El
respondi: Qu falta me encuentran los monjes y los dems cristianos sin ninguna
razn? Por qu me echan a cada rato?. Bien, por qu los molestas?, le dije.
El contest: No soy yo quien los molesta, sino que sus molestias tienen su origen en ellos
mismos, porque yo me he debilitado. No han ledo acaso; El enemigo ha sido
desarmado, arrasaste sus ciudades? (Sal 9,7). Ahora no tengo lugar, armas, ni ciudad. En
todas partes hay cristianos y hasta el desierto est lleno de monjes. Que se dediquen a sus
propios asuntos y no me maldigan sin causa.
Entonces me maravill ante la gracia del Seor y le dije: Aunque eres siempre mentiroso
y nunca hablas la verdad, sin embargo esta vez has dicho la verdad, por ms que te
desagrade hacerlo. Ves t, Cristo con su venida te hizo impotente, te derrib, te despoj.
El oyendo el nombre del Salvador e incapaz de soportar el calor que esto causaba, se
desvaneci.
Por eso, si incluso el mismo demonio confiesa que no tienen poder, deberamos
despreciarlo totalmente. El malo y sus sabuesos tienen, es verdad, todo un acopio de
bellaqueras, pero nosotros, sabiendo su debilidad, podemos despreciarlos. No nos
entreguemos, pues, ni desalentemos, ni dejemos que haya cobarda en nuestra alma ni
causemos miedo a nosotros mismos pensando: Ojal que no venga el demonio y me
haga caer! Ojal que no venga y me lleve para arriba o para abajo, o aparezca de repente
y me saque de mis casillas! No deberamos tener en absoluto semejantes pensamientos ni
afligirnos como si furamos a perecer. Mas bien tengamos valor y alegrmonos siempre
como hombres que estn siendo salvados. Pensemos que el Seor est con nosotros, El
que ahuyent los malos espritus y les quit su poder.
Meditemos siempre sobre esto y recordemos que mientras el Seor est con nosotros,
nuestros enemigos no nos harn dao. Pues cuando vienen, actan tal como nos
encuentran, y en el estado del alma en que nos encuentren, de ese modo presentan sus
ilusiones. Si nos ven llenos de miedo y de pnico, inmediatamente toman posesin como
bandoleros que encuentran la plaza desguarnecida; todo lo que pensemos de nosotros
mismos, lo aprovecharn con inters redoblado. Si nos ven con temerosos y acobardados,
van a aumentar nuestro miedo lo ms que puedan en forma de imaginaciones y amenazas,
y as la pobre alma es atormentada para el futuro. Pero si nos encuentran alegrndonos
con el Seor, meditando en los bienes que han de venir y contemplando las cosa que son
del Seor; considerando que todo est en sus manos y que el demonio no tiene poder
sobre un cristiano; que, de hecho, no tiene poder sobre nadie absolutamente, entonces,
viendo al alma salvaguardada con tales pensamientos, se avergenzan y se vuelven. As,
cuando el enemigo vio a Job fortificado, se retir de l, mientras que encontrando a Judas
desprovisto de toda defensa, lo tom prisionero.
Por eso, si queremos despreciar al enemigo, mantengamos siempre nuestro pensamiento
en las cosas del Seor y que nuestra alma se goce con la esperanza (Rm 12,12). Veremos
entonces cmo los engaos del demonio se desvanecen como humo, y los veremos huir
en lugar de perseguirnos. Ellos son, como dije, abyectos, cobardes, siempre recelosos del
fuego preparados para ellos (Mt 25,41).
"Observen tambin esto con respecto a la intrepidez que deben tener en su presencia.
Cada vez que venga una aparicin, no se derrumben inmediatamente llenos de cobarde
miedo, sino que, sea lo que sea, pregunten primero con corazn resuelto: Quin eres t y
de dnde vienes?. Si es una visin buena, los va a tranquilizar y a cambiar su miedo en
alegra. Sin embargo, si tiene que ver con el demonio, va a desvanecerse al instante
viendo el decidido nimo de ustedes, ya que la simple pregunta, quin eres y de dnde
vienes?, es la seal de tranquilidad. As lo aprendi el hijo de Nun (Jos 5,13s), y el
enemigo no se libr de ser descubierto cuando Daniel lo interrog (Dn, 13-59).
VIRTUD MONSTICA
Mientras Antonio discurra sobre estos asuntos con ellos, todos se regocijaban.
Aumentaba en algunos la virtud, en otros desapareca la negligencia, y en otros la
vanagloria era reprimida. Todos prestaban consejos sobre los ardides del enemigo, y se
admiraban de la gracia dada a Antonio por el Seor para discernir los espritus.
As sus solitarias celdas en las colinas eran como las tiendas llenas de coros divinos,
cantando salmos, estudiando, ayunando, orando, gozando con la esperanza de la vida
futura, trabajando para dar limosnas y preservando el amor y la armona entre s. Y en
realidad, era como ver un pas aparte, una tierra de piedad y justicia. No haba
malhechores ni vctimas del mal ni acusaciones del recaudador de impuestos, sino una
multitud de ascetas, todos con un solo propsito: la virtud. As, al ver estas celdas
solitarias y la admirable alineacin de los monjes, no se poda menos que elevar la voz y
decir: "Qu hermosas son las tiendas, oh Jacob! Tus habitaciones, oh Israel! Como
arroyos estn extendidas, como huertos junto al ro, como tiendas plantadas por el Seor,
como cedros junto a las aguas" (Num 24,5).
Antonio volvi como de costumbre a su propia celda e intensific sus prcticas ascticas.
Da tras da suspiraba en la meditacin de las moradas celestiales (Jn 14,12), con todo
anhelo por ellas, viendo la breve existencia del hombre. Al pensamiento de la naturaleza
espiritual del alma, se avergonzaba cuando deba aprestarse a comer o dormir o a ejecutar
las otras necesidades corporales. A menudo, cuando iba a compartir su alimento con otros
monjes, le sobrevena el pensamiento del alimento espiritual y rogando que le
perdonaran, se alejaba de ellos, como si le diera vergenza de que otros lo vieran
comiendo. Coma, por su puesto, porque su cuerpo lo necesitaba, y frecuentemente lo
haca tambin con los hermanos, turbado a causa de ellos, pero hablndoles por la ayuda
que sus palabras significaban para ellos. Acostumbraba a decir que se deba dar todo su
tiempo al alma ms bien que al cuerpo. Ciertamente, puesto que la necesidad lo exige,
algo de tiempo tiene que darse al cuerpo, pero en general deberamos dar nuestra primera
atencin al alma y buscar su progreso. Ella no debera ser arrastrada hacia abajo por los
placeres del cuerpo, sino que el cuerpo debe ser puesto bajo sujecin del alma. Esto,
deca, es lo que el Salvador expres: "No se preocupen por la vida, por lo que van a
comer o beber, ni estn inquietos ansiosamente; la gente del mundo busca todas esas
cosas. Pero su Padre sabe que ustedes necesitan todo esto. Busquen primero su Reino y
todo esto se les dar dado por aadidura" (Lc 12,22.29-31; Mt 6,31-33)
ANTONIO VA ALEJANDRA BAJO LA PERSECUCIN DEL EMPERADOR
MAXIMINO (311)
Despus de esto, la persecucin de Maximino, que irrumpi en esa poca, se abati sobre
la Iglesia. Cuando los santos mrtires fueron llevados a Alejandra, l tambin dej su
celda y los sigui, diciendo: "vayamos tambin nosotros a tomar parte en el combate si
somos llamados, o a ver a los combatientes". Tena el gran deseo de sufrir el martirio,
pero como no quera entregarse a s mismo, serva a los confesores de la fe en las minas y
en las prisiones. Se afanaba en el tribunal, estimulando el celo de los mrtires cuando los
llamaban, y recibindolos y escoltndolos cuando iban a su martirio, quedando junto a
ellos hasta que expiraban. Por eso el juez, viendo su intrepidez y la de sus compaeros y
su celo en estas cosas, dio orden de que ningn monje apareciera en el tribunal o
estuviera en la ciudad. Todos los dems pensaron conveniente esconderse ese da, pero
Antonio se preocup tan poco de ello que lav sus ropas y al da siguiente se coloc al
frente de todos, en un lugar prominente, a vista y presencia del prefecto. Mientras todos
se admiraban y el prefecto mismo lo vea al acercarse con todos los funcionarios, el
estaba ah de pie, sin miedo, mostrando el espritu anhelante caracterstico de nosotros los
cristianos. Como lo expres antes, oraba para que tambin l pudiera ser martirizado, y
por eso se apenaba por no haberlo sido.
Pero el Seor cuidaba de l para nuestro bien y para el bien de otros, a fin de que pudiera
se maestro de la vida asctica que l mismo haba aprendido en las Escrituras. De hecho,
muchos, slo con ver su actitud, se convirtieron en celosos seguidores de su modo de
vida. De nuevo, por eso, continu con su costumbre, de ir al servicio de los confesores de
la fe y, como si estuviera encadenado con ellos (Hb 13,3), se agot en su afn por ellos.
EL DIARIO MARTIRIO DE LA VIDA MONACAL
Cuando finalmente la persecucin ces y el obispo Pedro, de santa memoria, hubo
sufrido el martirio, se fue y volvi a su celda solitaria, y ah fue mrtir cotidiano en su
conciencia, luchando siempre las batallas de la fe. Practic una vida asctica llena de celo
y ms intensa. Ayunaba continuamente, su vestidura era de pelo la interior y de cuero la
exterior, y la conserv hasta el da de su muerte. Nunca ba su cuerpo para lavarse, ni
tampoco lav sus pies ni se permiti meterlos en el agua sin necesidad. Nadie vio su
cuerpo desnudo hasta que muri y fue sepultado.
Vuelto a la soledad, determin un perodo de tiempo durante el cual no saldra ni recibira
a nadie. Entonces un oficial militar, un cierto Martiniano, lleg a importunar a Antonio:
tena una hija a la molestaba el demonio. Como persista ante l, golpeado a la puerta y
rogando que saliera y orara a Dios por su hija, Antonio no quiso salir sino que, usando
una mirilla le dijo: "Hombre por qu haces todo ese ruido conmigo?. Soy un hombre tal
como t. Si crees en Cristo a quien yo sirvo, ndate y como eres creyente, ora a Dios y se
te conceder". Ese hombre se fue y creyendo e invocando a Cristo, y su hija fue librada
del demonio. Muchas otras cosas hizo tambin el Seor a travs de l, segn la palabra:
"Pidan y se les dar" (Lc 11,9). Muchsima gente que sufra, dorma simplemente fuera
de su celda, ya que l no quera abrirle la puerta, y eran sanados por su fe y su sincera
oracin.
HUIDA A LA MONTAA INTERIOR
Cuando se vio acosado por muchos e impedido de retirarse como eran su propsito y su
deseo, e inquieto por lo que el Seor estaba obrando a travs de l, pues poda
transformarse en presuncin, o alguien poda estimarlos ms de lo que convena,
reflexion y se fue hacia la Alta Tebaida, a un pueblo en el que era desconocido. Recibi
pan de los hermanos y se sent a la orilla del ro, esperando ver un barco que pasara en el
que pudiera embarcarse y partir. Mientras estaba as aguardando, se oy una voz desde
arriba: "Antonio, a dnde vas y porque?".
No se desorient sino que, habiendo escuchado a menudo tales llamadas, contest: "Ya
que las multitudes no me permiten estar solo, quiero irme a la Alta Tebaida, porque son
muchas las molestias a las que estoy sujeto aqu, y sobre todo porque me piden cosas ms
all de mi poder". "Si subes a la Tebaida", dijo la voz, "o si, como tambin pensaste, bajas
a la Bucolia, tendrs ms, s, el doble ms de molestias que soportar. Pero si realmente
quieres estar contigo mismo, entonces vete al desierto interior".
Pero, dijo Antonio, quin me mostrar el camino?. Yo no lo conozco. De repente le
llamaron la atencin unos sarracenos que estaban por tomar aquella ruta. Acercndose,
Antonio les pidi ir con ellos al desierto. Ellos le dieron la bienvenida como por orden de
la Providencia. Y viaj con ellos tres das y tres noches y lleg a una montaa muy alta.
Al pie de la montaa haba agua, clara como el cristal, dulce y muy fresca. Extendindose
desde all haba una llanura y unos cuantos datileros.
Antonio, como inspirado por Dios, qued encantado por el lugar, porque esto fue lo que
quiso decir Quien habl con el a la orilla del Ro. Comenz por conseguir algunos panes
de sus compaeros de viaje y se quedo slo en la montaa, sin ninguna compaa. En
adelante, mir este lugar como si hubiera encontrado su propio hogar. En cuanto a los
sarracenos, notando el entusiasmo de Antonio, hicieron del lugar un punto de sus
travesas, y estaban contentos de llevarle pan. Tambin los datileros le daban un pequeo
y frugal cambio de dieta. M s tarde, los hermanos, se las ingeniaron para mandarle pan.
Antonio, sin embargo, viendo que el pan les causaba molestias porque tenan que
aumentar el trabajo que ya soportaban, y queriendo mostrar consideracin a los monjes
en esto, reflexion sobre el asunto y pidi a algunos de sus visitantes que les trajeran un
azadn y un hacha y algo de grano.
Cuando se lo trajeron, se fue al terreno cerca de la montaa, y encontrando un pedazo
adecuado, con abundante provisin de agua de la vertiente, lo cultivo y sembr. As lo
hizo cada ao y les suministraba su pan. Estaba feliz de que con eso no tena que molestar
a nadie, y con todo trataba de no ser carga para otros. Pero ms tarde, viendo que de
nuevo llegaba gente a verlo, comenz tambin a cultivar algunas hortalizas, a fin de que
sus visitantes tuvieran algo ms para restaurar sus fuerzas despus del viaje tan cansado y
pesado.
Al comienzo, los animales del desierto que venan a beber agua le daaban los sembrados
de la huerta. Entonces atrap a uno de los animales, lo retuvo suavemente y les dijo a
todos: " Por qu me hacen perjuicio si yo no les haga nada a ninguno de ustedes?
Vyanse, y en el nombre del Seor no se acerquen otra vez a estas cosas!". Y desde ese
entonces, como atemorizados por sus rdenes, no se acercaron al lugar.
DE NUEVO LOS DEMONIOS
Los monjes a los que Antonio les habl sobre la muerte de Ammn, se anotaron el da, y
cuando, un mes despus, los hermanos volvieron desde Nitria, preguntaron y supieron
que Ammn se haba dormido en el mismo da y hora en que Antonio vio su alma llevada
hacia lo alto. Y tanto ellos como los otros quedaron asombrados ante la pureza del alma
de Antonio, que poda saber de inmediato lo que haba pasado trece das antes y que era
capaz de ver el alma llevada hacia lo alto.
En otra ocasin, el conde Arquelao lo encontr en la montaa Exterior y le pidi
solamente que rezara por Policracia, la admirable virgen de Laodicea, portadora de
Cristo. Sufra mucho del estmago y del costado a causa de su excesiva austeridad, y su
cuerpo estaba reducido a gran debilidad. Antonio or y el conde anot el da en que hizo
oracin. Cuando volvi a Laodicea, encontr sana a la virgen. Preguntando cuando se vio
libre de su debilidad, sac el papel donde haba anotado la hora de la oracin. Cuando le
contestaron, inmediatamente mostr su anotacin en el papel, y todos se asombraron al
reconocer que el Seor la haba sanado de su dolencia en el mismo momento en que
Antonio estaba orando e invocando la bondad del Salvador en su ayuda.
En cuanto a sus visitantes, con frecuencia predeca su venida, das y a veces un mes
antes, indicando la razn de su visita. Algunos venan slo a verlo, otros a causa de sus
enfermedades, y otros, atormentados por los demonios. Y nadie consideraba el viaje
demasiado molesto o que fuera tiempo perdido; cada uno volva sintiendo que haba
recibido ayuda. Aunque Antonio tena estos poderes de palabra y visin, sin embargo
suplicaba que nadie lo admirara por esta razn, sino mas bien admirara al Seor, porque
El nos escucha a nosotros, que slo somos hombres, a fin de conocerlo lo mejor que
podamos.
En otra ocasin haba bajado de nuevo para visitar las celdas exteriores. Cuando fue
invitado a subir a un barco y orar con los monjes, slo l percibi un olor horrible y
sumamente penetrante. La tribulacin dijo que haba pescado y alimento salado a bordo y
que el olor vena de eso, pero l insisti que el olor era diferente. Mientras estaba
hablando, un joven que tena un demonio y haba subido a bordo poco antes como
polizn, de repente solt un chillido. Reprendido en el nombre de nuestro Seor
Jesucristo, el demonio se fue y el hombre volvi a la normalidad; todos entonces se
dieron cuenta de que el hedor vena del demonio.
Otra vez un hombre de rango fue donde l, posedo de un demonio. En este caso el
demonio era tan terrible que el poseso no estaba consciente de que iba hacia Antonio.
Incluso llegaba a devorar sus propios excrementos. El hombre que lo llev donde Antonio
le rog que orara por l. Sintiendo compasin por el joven, Antonio or y pas con l
toda la noche. Hacia el amanecer el joven de repente se lanz sobre Antonio y le dio un
empujn. Sus compaeros se enojaron ante eso, pero Antonio dijo: "No se enojen con el
joven, porque no es l el responsable sino el demonio que est en l. Al ser increpado y
mandado irse a lugares desiertos, se volvi furioso e hizo esto. Den gracias al Seor,
porque el atacarme de este modo es una seal de la partida del demonio". Y en cuanto
Antonio dijo esto, el joven volvi a la normalidad. Vuelto en s se dio cuenta donde
estaba, abraz al anciano y dio gracias a Dios.
VISIONES
Son numerosas las historias, por lo dems todas concordes, que los monjes han trasmitido
sobre muchas otras cosas semejantes que l obr. Y ellas, sin embargo, no parecen tan
maravillosas como otras an ms maravillosas. Un a vez, por ejemplo, a la hora nona,
cuando se puso de pie para orar antes de comer, se sinti transportado en espritu y,
extrao es decirlo, se vio a s mismo y se hallara fuera de s mismo y como si otros seres
lo llevaran en los aires. Entonces vio tambin otros seres terribles y abominables en el
aire, que le impedan el paso. Como sus guas ofrecieron resistencia, los otros
preguntaron con qu pretexto quera evadir su responsabilidad ante ellos. Y cuando
comenzaron ellos mismos a tomarles cuentas desde su nacimiento, intervinieron los guas
de Antonio: "Todo lo que date desde su nacimiento, el Seor lo borr; pueden pedirle
cuentas desde cuando comenz a ser monje y se consagr a Dios. Entonces comenzaron a
presentar acusaciones falsas y como no pudieron probarlas, tuvieron que dejarle libre el
paso. Inmediatamente se vio as mismo acercndose a lo menos, as le pareci y
juntndose consigo mismo, y as volvi Antonio a la realidad.
Entonces, olvidndose de comer, pas todo el resto del da y toda la noche suspirando y
orando. Estaba asombrado de ver contra cuantos enemigos debemos luchar y qu trabajos
tiene uno para poder abrirse paso por los aires. Record que esto es lo que dice el apstol:
"De acuerdo al prncipe de las potencias del aire" (Ef 2,2). Ah est precisamente el poder
del enemigo, que pelea y trata de detener a los que intentan pasar. Por eso el mismo
apstol da tambin su especial advertencia: "Tomen la armadura de Dios que los haga
capases de resistir en el da malo" (Ef 6,13), y "no teniendo nada malo que decir de
nosotros el enemigo, pueda ser dejado en vergenza" (Tt 2,8). Y los que hemos aprendido
esto, recordemos lo que el mismo apstol dice: "No s si fue llevado con cuerpo o sin l,
Dios lo sabe" (2 Co 2,12). Pero Pablo fue llevado al tercer cielo y escuch "palabras
inefables" (2 Co 12,2.4), y volvi, mientras que Antonio se vio a s mismo entrando en
los aires y luchando hasta que qued libre.
En otra ocasin tuvo este favor de Dios. Cuando solo en la montaa y reflexionando, no
poda encontrar alguna solucin, la Providencia se la revelaba en respuesta a su oracin;
el santo varn era, con palabras de la Escritura, "Enseado por Dios" (Is 54,13; Jn 6,45; 1
Ts 4,9). As favorecido, tuvo una vez una discusin con unos visitantes sobre la vida del
alma y qu lugar tendra despus de la vida. A la noche siguiente le lleg un llamado
desde lo alto: "Antonio, sal fuera y mira!". El sali, pues distingua los llamados que
deba escuchar, y mirando hacia lo alto vio una enorme figura, espantosa y repugnante, de
pie, que alcanzaba las nubes, y adems vio ciertos seres que suban como con alas. La
primera figura extenda sus manos, y algunos de los seres eran detenidos por ella,
mientras otros volaban sobre ella y, habindola sobrepasado, seguan ascendiendo sin
mayor molestia. Contra ella el monstruo haca rechinar sus dientes, pero se alegraba por
los otros que haban cado. En ese momento una voz se dirigi a Antonio: "Comprende
la visin!" (Dn 9,23). Se abri su entendimiento (Lc 24,45) y se dio cuenta que ese era el
paso de las almas y de que el monstruo que all estaba era el enemigo, en envidioso de los
creyentes. Sujetaba a los que le correspondan y no los dejaba pasar, pero a los que no
haba podido dominar, tena que dejarlo pasar fuera de su alcance.
Habindolo visto esto y tomndolo como advertencia, luch an ms para adelantar cada
da lo que le esperaba.
No tena ninguna inclinacin a hablar a cerca de estas cosas a la gente. Pero cuando haba
pasado largo tiempo en oracin y estado absorto en toda esa maravilla, y sus compaeros
insistan y lo importunaban para que hablara, estaba forzado a hacerlo. Como padre no
poda guardar un secreto ante sus hijos. Senta que su propia conciencia era limpia y que
contarles esto podra servirles de ayuda. Conoceran el buen fruto de la vida asctica, y
que a menudo las visiones son concedidas como compensacin por las privaciones.
DEVOCIN DE ANTONIO A LOS MINISTROS DE LA IGLESIA
ECUANIMIDAD DE SU CARCTER
Era paciente por disposicin y humilde de corazn. Siendo hombre de tanta fama,
mostraba, sin embargo, el ms profundo respeto a los ministros de la Iglesia, y exiga que
a todo clrigo se le diera ms honor que a l. No se avergonzaba de inclinar su cabeza
ante obispos y sacerdotes. Incluso si algn di cono llegaba donde l a pedirle ayuda,
conversaba con l lo que fuera provechoso, pero cuando llegaba la oracin le peda que
presidiera, no teniendo vergenza de aprender. De hecho, a menudo plante cuestiones
inquiriendo los puntos de vista de sus compaeros, y si sacaba provecho de lo que el otro
deca, se lo agradeca.
Su rostro tena un encanto grande e indescriptible. Y el Salvador le haba dado este don
por aadidura: si se hallaba presente en una reunin de monjes y alguno a quien no
conoca deseaba verlo, ese tal en cuanto llegaba pasaba por alto a los dems, como
atrado por sus ojos. No era ni su estatura ni su figura las que lo hacan destacar sobre los
dems, sino su carcter sosegado y la pureza de su alma. Ella era imperturbable y as su
apariencia externa era tranquila. El gozo de su alma se transparentaba en la alegra de su
rostro, y por la forma de expresin de su cuerpo se saba y se conoca la estabilidad de su
alma, como lo dice la Escritura: "Un corazn contento alegra el rostro, uno triste deprime
el espritu" (Pr 15,13). Tambin Jacob observ que Labn estaba tramando algo contra l
y dijo a sus mujeres: "Veo que el padre de ustedes no me mira con buenos ojos" (Gn
31,5). Tambin Samuel reconoci a David porque tena los ojos que irradiaban alegra y
dientes blancos como la leche (1 S 16,12; Gn 49,12). As tambin era reconocido
Antonio: nunca estaba agitado, pues su alma estaba en paz, nunca estaba triste, porque
haba alegra en su alma.
POR LEALTAD A LA FE, ANTONIO INTERVIENE EN LA LUCHA ANTIARRIANA
En asuntos de fe, su devocin era sumamente admirable. Por ejemplo, nunca tuvo nada
que hacer con los cismticos melecianos, sabedor desde el comienzo de su maldad y
apostasa. Tampoco tuvo ningn trato amistoso con los maniqueos ni con otros herejes, a
excepcin nicamente de las amonestaciones que les haca para que volvieran a la
verdadera fe. Pensaba y enseaba que amistad y asociacin con ellos perjudicaban y
arruinaban su alma. Tambin detestaba la hereja de los arrianos, y exhortaba a todos a no
acercrseles ni a compartir su perversa creencia. Una vez, cuando uno de esos impos
arrianos llegaron donde l, los interrog detalladamente; y al darse cuenta de su impa fe,
los ech de la montaa, diciendo que sus palabras era peores que veneno de serpientes.
Cuando en una ocasin los arrianos esparcieron la mentira de que comparta sus mismas
opiniones, demostr que estaba enojado e irritado contra ellos. Respondiendo al llamado
de los obispos y de todos los hermanos, baj de la montaa y entrando en Alejandra
denunci a los arrianos. Deca que su herejas era la peor de todas y precursora del
anticristo. Enseaba al pueblo que el Hijo de Dios no es una creatura ni vino al ser "de la
no existencia", sino que "El es la eterna Palabra y Sabidura de la substancia del Padre.
Por eso es impo decir: 'hubo un tiempo en que no exista', pues la Palabra fue siempre
coexistente con el Padre. Por eso, no se metan para nada con estos arrianos sumamente
impos; simplemente, 'no hay comunidad entre luz y tinieblas' (2 Co 6,14). Ustedes deben
recordar que son cristianos temerosos de Dios, pero ellos, al decir que el Hijo y la Palabra
de Dios Padre es una creatura, no se diferencian de los paganos 'que adoran la creatura en
lugar del Dios creador' (Rm 1,25). Estn seguros de que toda la creacin est irritada
contra ellos, porque cuentan entre las cosas creadas al Creador y Seor de todo, por quien
todas las cosas fueron creadas" (Col 1,16).
Todo el pueblo se alegraba al escuchar a semejante hombre anatemizar la hereja que
luchaba contra Cristo. Toda la ciudad corra para ver a Antonio. Tambin los paganos e
incluso los mal llamados sacerdotes, iban a la Iglesia dicindose: "Vamos a ver al varn
de Dios", pues as lo llamaban todos. Adems, tambin all el Seor obr por su
intermedio expulsiones de demonios y curaciones de enfermedades mentales. Muchos
paganos queran tocar al anciano, confiando en que seran auxiliados, y en verdad hubo
tantas conversiones en eso pocos das como no se las haba visto en todo un ao. Algunos
pensaron que la multitud lo molestaba y por eso trataron de alejar a todos de l, pero l,
sin incomodarse, dijo: "Toda esta gente no es ms numerosa que los demonios contra los
que tenemos que luchar en la montaa".
Cuando se iba y lo estbamos despidiendo, al llegar a la puerta una mujer detrs de
nosotros le gritaba: "Espera varn de Dios mi hija est siendo atormentada terriblemente
por un demonio! Espera, por favor, o me voy a morir corriendo!". El anciano la escuch,
le rogamos que se detuviera y el accedi con gusto. Cuando la mujer se acerc, su hija
era arrojada al suelo. Antonio or, e invoc sobre ella el nombre de Cristo; la muchacha
se levant sana y el espritu impuro la dej. La madre alab a Dios y todos dieron gracias.
y l tambin contento parti a la Montaa, a su propio hogar.
LA VERDADERA SABIDURA
Tena tambin un grado muy alto de sabidura prctica. Lo admirable era que, aunque no
tuvo educacin formal, posea ingenio y comprensin despiertos. Un ejemplo: Una vez
llegaron donde l dos filsofos griegos, pensando que podan divertirse con Antonio.
Cuando l, que por ese entonces viva en la Montaa Exterior, catalog a los hombres por
su apariencia, sali donde ellos y les dijo por medio de un intrprete: " Por qu filsofos,
se dieron tanta molestia en venir donde un hombre loco?. Cuando ellos le contestaron que
no era loco sino muy sabio, l les dijo: "Si ustedes vinieron donde un loco, su molestia no
tiene sentido; pero si piensan que soy sabio, entonces hganse lo que yo soy, porque hay
que imitar lo bueno. En verdad, si yo hubiera ido donde ustedes, los habra imitado; a la
inversa, ahora que ustedes vinieron donde m, convirtanse en lo que soy: yo soy
cristiano". Ellos se fueron, admirados de l, vieron que los demonios teman a Antonio.
Tambin otros de la misma clase fueron a su encuentro en la Montaa Exterior y
pensaron que podan burlarse de l porque no tena educacin. Antonio les dijo: "Bien,
que dicen ustedes: qu es primero, el sentido o la letra? Y cul es el origen de cul?:
El sentido de la letra o la letra del sentido?. Cuando ellos expresaron que el sentido es
primero y origen de la letra, Antonio dijo: "Por eso quien tiene una mente sana no
necesita las letras. Esto asombr a ellos y a los circunstantes. Se fueron admirados de ver
tal sabidura en un hombre iletrado. Porque no tena las maneras groseras de quien a
vivido y envejecido en la montaa, sino que era un hombre de gracia y cortesa. Su hablar
estaba sosegado con la sabidura divina (Col 4,6), de modo que nadie le tena mala
voluntad, sino que todos se alegraban de haber ido en su busca.
Y por cierto, despus de stos vinieron otros todava. Eran de aquellos que de entre los
paganos tienen reputacin de sabios. Le pidieron que planteara una controversia sobre
nuestra fe en Cristo. Cuando trataban de argir con sofismas a partir de la predicacin de
la divina Cruz con el fin de burlarse, Antonio guard silencio por un momento y,
compadecindose primero de su ignorancia, dijo luego a travs de un intrprete que haca
una excelente traduccin de sus palabras: "Qu es mejor: confesar la Cruz o atribuir
adulterio o pederastias a sus mal llamados dioses? Pues mantener lo que mantenemos es
signo de espritu viril y denota desprecio de la muerte, mientras que lo que ustedes
pretenden habla slo de sus pasiones desenfrenadas. Otra vez, qu es mejor: decir que la
Palabra de Dios inmutable qued la misma al tomar el cuerpo humano para la salvacin y
bien de la humanidad, de modo que al compartir el nacimiento humano pudo hacer a los
hombres partcipes de la naturaleza divina y espiritual (2 P 1,4), o colocar lo divino en un
mismo nivel que los seres insensibles y adorar por eso a bestias y reptiles e imgenes de
hombres?. Precisamente eso son los objetos adorados por sus hombres sabios. Con qu
derecho vienen a rebajarnos porque afirmamos que Cristo pereci como hombre, siendo
que ustedes hacen provenir el alma del cielo, diciendo que se extravi y cay desde la
bveda del cielo al cuerpo? Y ojal que fuera slo el cuerpo humano, y que no se
cambiara o migrara en el de bestia y serpientes!. Nuestra fe declara que Cristo vino para
la salvacin de las almas, pero ustedes errneamente teorizan acerca de un alma increada.
Creemos en el poder de la Providencia y en su amor por los hombres y que esa venida por
tanto no era imposible para Dios; pero ustedes llamando al alma imagen de la
Inteligencia, le impulsan cadas y fabrican mitos sobre su posibilidad de cambios. Como
consecuencia, hacen a la inteligencia misma mutable a causa del alma. Porque en cuanto
era imagen debe ser aquello a cuya imagen es. Pero si ustedes piensan semejantes cosas
acerca de la Inteligencia, recuerden que blasfeman del Padre de la Inteligencia.
"Y referente a la Cruz, qu dicen ustedes que es mejor: soportar la cruz, cuando hombres
malvados echan mano de la traicin, y no vacilar ante la muerte de ninguna manera o
forma, o fabricar fbulas sobre las andanzas de Isis u Osiris, las conspiraciones de Tifn,
la expulsin de Cronos, con sus hijos devorados y parricidios?. S, aqu tenemos su
sabidura!
Y por qu mientras se ren de la Cruz, no se maravillan de la Resurreccin? Porque los
mismos que nos trasmitieron un suceso, escribieron tambin sobre el otro. O por qu
mientras se acuerdan de la Cruz, no tiene nada que decir sobre los muertos devueltos a la
vida, los ciegos que recuperaron la vista, los paralticos que fueron sanados y los leprosos
que fueron limpiados, el caminar sobre el mar, y los dems signos y milagros que
muestran a Cristo no como hombre sino como Dios? En todo caso me parece que ustedes
se engaan as mismos y que no tienen ninguna familiaridad real con nuestras Escrituras.
Pero lanlas y vean que cuanto Cristo hizo prueba que era Dios que habitaba con nosotros
para la salvacin de los hombres.
Pero hblennos tambin ustedes sobre sus propias enseanzas. Aunque que pueden decir
de las cosas insensibles sino insensateces y barbaridades?. Pero si, como oigo, quieren
decir que entre ustedes tales cosas se hablan en sentido figurado, y as convierten el rapto
de Cor en alegora de la tierra; la cojera de Hefestos, del sol; a Hera, del aire; a Apolo,
del sol; a Artemisa, de la luna; y a Poseidn, del mar: an as no adoran ustedes a Dios
mismo, sino que sirven a la creatura en lugar del Dios que cre todo. Pues si ustedes han
compuesto tales historias porque la creacin es hermosa, no deban haber ido mas all de
admirarla, y no hacer dioses de las creaturas para no dar a las cosas hechas el honor del
Hacedor. En ese caso, ya sera tiempo que dieran el honor al debido arquitecto, a la casa
construidas por l, o el honor debido al general, a los soldados. Ahora, qu tienen que
decir a todo esto? As sabremos si la Cruz tiene algo que sirva para burlase de ella".
Ellos estaban desconcertados y le daban vueltas al asunto de una y otra forma. Antonio
sonri y dijo, de nuevo a travs de un intrprete: "Slo con ver las cosas ya se tiene la
prueba de todo lo que he dicho. Pero dado que ustedes, por supuesto, confan
absolutamente en las demostraciones, y es ste un arte en que ustedes son maestros, y ya
que nos exigen no adorar a Dios sin argumentos demostrativos, dganme esto primero.
Cmo se origina el conocimiento preciso de las cosas, en especial el conociendo de
Dios? Es por una demostracin verbal o por un acto de fe? Y qu viene primero: el acto
de fe o la demostracin verbal?". Cuando replicaron que el acto de fe precede y que esto
constituye un conocimiento exacto, Antonio, dijo: "Bien respondido! La fe surge de la
disposicin del alma, mientras la dialctica vine de la habilidad de los que la idean. De
acuerdo a esto, los que poseen una fe activa no necesitan argumentos de palabras, y
probablemente los encuentran incluso superfluos. Pues lo que aprendemos por la fe,
tratan ustedes de construirlo con argumentaciones, y a menudo ni siquiera pueden
expresar lo que nosotros percibimos. La conclusin es que una fe activa es mejor y ms
fuerte que sus argumentos sofistas.
creen en El. Crean ustedes tambin y vern que no es palabrera la que tenemos, sino fe
que por la caridad obrada por Cristo (Ga 5,6); si ustedes tambin hacen suyo esto, no
necesitarn ya andar buscando argumentos de la razn, sino que hallarn que la fe en
Cristo es suficiente". As habl Antonio. Cuando partieron, lo admiraron, lo abrazaron y
reconocieron que los haba ayudado.
LOS EMPERADORES ESCRIBEN A ANTONIO
La fama de Antonio lleg hasta los emperadores. Cuando Constantino Augusto y sus
hijos Constancio Augusto y Constante Augusto, oyeron estn cosas, le escriban como a
un padre, rogndole que les contestara. El, sin embargo, no dio mucha importancia a los
documentos ni se alegr por las cartas; sigui siendo el mismo que antes de que le
escribiera el emperador. Cuando le llevaron los documentos, llam a los monjes y dijo:
"No deben sorprenderse si un emperador nos escribe, porque es hombre; deberan
sorprenderse de que Dios haya escrito la ley para la humanidad y nos haya hablado por
medio de su propio Hijo". En verdad, ni quera recibir cartas, diciendo que no saba qu
contestar. Pero los monjes le persuadieron hacindole presente que los emperadores eran
cristianos y que se ofenderan al ser ignorados; entonces accedi a que se las leyeran. Y
contest, recomendndoles que dieran culto a Cristo y dndoles el saludable consejo de
no apreciar demasiado las cosas de este mundo sino ms bien recordar el juicio venidero,
y saber que slo Cristo es el Rey verdadero y eterno. Les rogaba que fueran humanos y
que hicieran caso de la justicia y de los pobres. Y ellos estuvieron felices de recibir la
respuesta. Por eso era amado por todos, y todos deseaban tenerlo como padre.
ANTONIO PREDICE LOS ESTRAGOS DE LA HEREJA ARRIANA
Dando tal razn de s mismo y contestando as a los que lo buscaban, volvi a la Montaa
Interior. Continu observando sus antiguas prcticas ascticas, y a menudo, cuando
estaba sentado o caminando con visitantes, se quedaba mudo, como est escrito en el
libro de Daniel (Dn 4,16 LXX). Despus de un tiempo, retomaba lo que haba estado
diciendo a los hermanos que estaban con l, y los presentes se daban cuenta de que haba
tenido una visin. Pues a menudo cuando estaba en la montaa vea cosas que sucedan
en Egipto, como se las confes al obispo Serapin, cuando este se encontraba en la
Montaa Interior y vio a Antonio en trance de visin.
En una ocasin, por ejemplo, mientras estaba sentado trabajando, tom la apariencia de
alguien que est en xtasis, y se lamentaba continuamente por lo que vea. Despus de
algn tiempo volvi en s, lamentndose y temblando, y se puso a orar postrado,
quedando largo tiempo en esa posicin. Y cuando se incorpor, el anciano estaba
llorando. Entonces los que estaban con l se agitaron y alarmaron muchsimo, y lee
preguntaron que pasaba; lo urgieron por tanto tiempo que lo obligaron a hablar.
Suspirando profundamente, dijo: "Oh, hijos mos, sera mejor morir antes de que
sucedieran estas cosas de la visin". Cuando ellos le hicieron ms preguntas, dijo entre l
grimas: "La ira de Dios est a punto de golpear a la Iglesia, y ella est a punto de ser
entregada a hombres que son como bestias insensibles. Pues vi la mesa de la casa del
Seor y haba mulas en torno rodendolas por todas partes y dando coces con sus cascos
a todo lo que haba dentro, tal como el coceo de una manada briosa que galopaba
desenfrenada. Ustedes oyeron cmo me lamentaba; es que escuch una voz que deca:
"Mi altar ser profanado".
As habl el anciano. Y dos aos despus lleg el asalto de los arrianos y el saqueo de las
Iglesias, cuando se apoderaron a la fuerza de los vasos y los hicieron llevar por los
paganos; cuando tambin forzaron a los paganos de sus tiendas para ir a sus reuniones y
en su presencia hicieron lo que se les antoj sobre la sagrada mesa. Entonces todos nos
dimos cuenta de que el coceo de mulas predicho por Antonio era lo que los arrianos estn
haciendo como bestias brutas.
Cuando tuvo esta visin, consol a sus compaeros: "No se descorazonen, hijos mos,
aunque el Seor ha estado enojado, nos restablecer despus. Y la Iglesia se recobrar
rpidamente la belleza que le es propia y resplandecer con su esplendor acostumbrado.
Vern a los perseguidos restablecido y a la irreligin retirndose de nuevo a sus propias
guaridas, y a la verdadera fe afirmndose en todas partes con completa libertad. Pero
tengan cuidado de no dejarse manchar con los arrianos. Toda su enseanza no es de los
Apstoles sino de los demonios y de su padre, el diablo. Es estril e irracional, y le falta
inteligencia, tal como les falta el entendimiento a las mulas.
ANTONIO, TAUMATURGO DE DIOS Y MDICO DE ALMAS
Tal es la historia de Antonio. No deberamos ser escpticos porque sea a travs de un
hombre que han sucedido estos grandes milagros. Pues es la promesa del Salvador: "Si
tienen fe aunque sea como un grano de mostaza, le dirn a ese monte: Muvete de aqu!,
y se mover ; nada les ser imposible" (Mt 17,20). Y tambin: "En verdad, les digo: Todo lo
que le pidan al Padre en mi nombre, El se los dar ... Pidan y recibirn" (Jn 16,23 ss.). El
es quien dice a sus discpulos y a todos los que creen en El: "Sanen a los enfermos...,
echen fuera a los demonios; gratis lo recibieron, gratis tienen que darlo" (Mt 8,10).
Antonio, pues, sanaba no dando rdenes sino orando e invocando el nombre de Cristo, de
modo de que para todo era claro que no era l quien actuaba sino el Seor quien mostraba
su amor por los hombres sanando a los que sufran, por intermedio de Antonio. Antonio
se ocupaba slo de la oracin y de la prctica de la ascesis, por esta razn llevaba su vida
montaesa, feliz en la contemplacin de las cosas divinas, y apenado de que tantos lo
perturbaban y lo forzaban a salir a la Montaa Exterior.
Los jueces, por ejemplo, le rogaban que bajara de la montaa, ya que para ellos era
imposible ir para all a causa del squito de gente envueltas en pleito. Le pidieron que
fuera a ellos para que pudieran verlo. El trat de librarse del viaje y les rog que lo
excusaran de hacerlo. Ellos insistieron, sin embargo, incluso le mandaron procesados con
escoltas de soldados, para que en consideracin a ellos se decidiera a bajar. Bajo tal
presin, y vindolos lamentarse, fue a la Montaa Exterior. De nuevo la molestia que se
tom no fue en vano, pues ayudo a muchos y su llegada fue verdadero beneficio. Ayud a
los jueces aconsejndoles que dieran a la justicia precedencia a todo lo dems, que
temieran a Dios y que recordaran que "seran juzgados con la medida con que juzgaran"
(Mt 7,12). Pero amaba su vida montaesa por encima de todo.
Una vez importunado por personas que necesitaban su ayuda y solicitado por el
comandante militar que envi mensajeros a pedirle que bajara, fue y habl algunas
palabras acerca de la salvacin y a favor de los que lo necesitaban, y luego se dio prisa
para irse. Cuando el duque, como lo llaman, le rog que se quedara, le contest que no
poda pasar ms tiempo con ellos, y los satisfizo con esta hermosa comparacin: "Tal
como un pez muere cuando est un tiempo en tierra seca, as tambin los monjes se
pierden cuando holgazanean y pasan mucho tiempo entre ustedes. Por eso tenemos que
volver a la montaa, como el pez al agua. De otro modo, si nos entretenemos podemos
perder de vista la vida interior. El comandante al escucharle esto y muchas otras cosas
ms, dijo admirado que era verdaderamente siervo de Dios, pues, de dnde poda un
hombre ordinario tener una inteligencia tan extraordinaria si no fuera amado por Dios?
Haba una vez un comandante Balacio era su nombre, que era como los partidario de
los execrables arrianos persegua duramente a los cristianos. En su barbarie llegaba a
azotar a las vrgenes y desnudar y azotar a los monjes. Entonces Antonio le envi una
carta dicindole lo siguiente: "Veo que el juicio de Dios se te acerca; deja, pues, de
perseguir a los cristianos para que no te sorprenda el juicio; ahora est a punto de caer
sobre ti". Pero Balacio se ech a rer, tir la carta al suelo y la escupi, maltrat a los
mensajeros y les orden que llevaran este mensaje a Antonio: "Veo que ests muy
preocupados por los monjes, vendr tambin por ti". No haban pasado cinco das cuando
el juicio de Dios cay sobre l. Balacio y Nestorio, prefecto de Egipto, haban salido a la
primera estacin fuera de Alejandra, llamada Chereu; ambos iban a caballo. Los caballos
pertenecan a Balacio y eran los ms mansos que tena. No haban llegado todava al
lugar, cuando los caballos, como acostumbraban a hacerlo, comenzaron a retozar uno
contra otro, y de repente el ms manso de los dos, que cabalgaba Nestorio, mordi a
Balacio, lo ech abajo y lo atac. Le rasg el muslo tan malamente con sus dientes, que
tuvieron que llevarlo de vuelta a la ciudad, donde muri despus de tres das. Todos se
admiraron de que lo dicho por Antonio se cumpliera tan rpidamente.
As dio escarmiento a los duros. Pero en cuanto a los dems que acudan a l, sus ntimas
y cordiales conversaciones con ellos lo hacan olvidar sus litigios y hacan considerar
felices a los que abandonaban la vida del mundo. De tal modo luchaba por la causa de los
agraviados que se poda pensar qu el mismo y no los otros era la parte agraviada.
Adems tena tal don para ayudar a todos, que muchos militares y hombres de gran
influjo abandonaban su vida agravosa y se hacan monjes. Era como si Dios hubiera dado
un mdico a Egipto. Quin acudi a l con dolor sin volver con alegra? Quin lleg
llorando por sus muertos y no ech fuera inmediatamente su duelo? Hubo alguno que
llegara con ira y no la transformara en amistad? Que pobre o arruinado fue donde l, y al
verlo y orlo no despreci la riqueza y se sinti consolado en su pobreza? Qu monje
negligente no gan nuevo fervor al visitarlo? Qu joven, llegando a la montaa y viendo
a Antonio, no renunci tempranamente al placer y comenz a amar la castidad? Quin se
le acerc atormentado por un demonio y no fue librado? Quin lleg con un alma
torturada y no encontr la paz del corazn?
Era algo nico en la prctica asctica de Antonio que tuviera, como establec antes, el don
de discernimientos de espritus. Reconoca sus movimientos y saba muy bien en que
direccin llevaba cada uno de ellos su esfuerzo y ataque. No slo que l mismo fue no fue
engaado por ellos, sino que, alentando a otros que eran hostigados en sus pensamientos,
les ense como resguardarse de sus designios, describiendo la debilidad y ardides de
espritus que practicaban la posesin. As cada uno se marchaba como ungido por l y
lleno de confianza para la lucha contra los designios del diablo y sus demonios.
Y cuntas jvenes que tenan pretendientes pero vieron a Antonio slo de lejos,
quedaron vrgenes por Cristo! La gente llegaba donde l tambin de tierras extraas, y
tambin ellos reciban ayuda como los dems, retornando como enviados en un camino
por un padre. Y en verdad, y ahora que ya parti, todos, como hurfanos que han perdido
a su padre, se consuelan y conforman slo con su recuerdo, guardando al mismo tiempo
con cario sus palabras de admonicin y consejo.
MUERTE DE ANTONIO
Este es el lugar para que les cuente y ustedes oigan, ya que estn deseosos de ello, como
fue el fin de su vida, pues en esto fue modelo digno de imitar.
Segn su costumbre, visitaba a los monjes en la Montaa Exterior. Recibiendo una
premonicin de su muerte de parte de la Providencia, habl a los hermanos: "Esta es la
ltima visita que les hago y me admirara si nos volvemos a ver en esta vida. Ya es
tiempo de que muera, pues tengo casi ciento cinco aos". Al or esto, se pusieron a llorar,
abrasando y besando al anciano. Pero l, como si estuviera por partir de una ciudad
extranjera a la suya propia, charlaba gozosamente. Los exhortaba a "no relajarse en sus
esfuerzos ni a desalentarse en las prctica de la vida asctica, sino a vivir, como si
tuvieran que morir cada da, y, como dije antes, a trabajar duro para guardar el alma
limpia de pensamientos impuros, y a imitar a los pensamientos santos. No se acerquen a
los cismticos melecianos, pues ya conocen su enseanza perversa e impa. No se metan
para nada con los arrianos, pues su irreligin es clara para todos. Y si ven que los jueces
los apoyan, no se dejen confundir: esto se acabar , es un fenmeno que es mortal y
destinado a su fin en corto tiempo. Por eso, mantnganse limpios de todo esto y observen
la tradicin de los Padres, y sobre todo, la fe ortodoxa en nuestro Seor Jesucristo, como
lo aprendieron de las Escrituras y yo tan a menudo se los record".
Cuando los hermanos lo instaron a quedarse con ellos y morir all, se rehus a ello por
muchas razones, segn dijo, aunque sin indicar ninguna. Pero especialmente era por esto:
los egipcios tienen la costumbre de honrar con ritos funerarios y envolver con sudarios de
lino los cuerpos de los santos y particularmente el de los santo mrtires; pero no los
entierran sino que los colocan sobre divanes y los guardan en sus casas, pensando honrar
al difunto de esta manera. Antonio a menudo pidi a los obispos que dieran instrucciones
al pueblo sobre este asunto. Asimismo avergonz a los laicos y reprob a las mujeres,
diciendo que "eso no era correcto ni reverente en absoluto. Los cuerpos de los patriarcas
y los profetas se guardan en las tumbas hasta estos das; y el cuerpo del Seor fue
depositado en una tumba y pusieron una piedra sobre l (Mt 27,60), hasta que resucit al
tercer da". Al plantear as las cosas, demostraba que cometa error el que no daba
sepultura a los cuerpos de los difuntos, por santos que fueran. Y en verdad, qu hay ms
grande o ms santo que el cuerpo del Seor? Como resultado, muchos que lo escucharon
comenzaron desde entonces a sepultar a sus muertos, dieron gracias al Seor por la buena
enseanza recibida.
Sabiendo esto, Antonio tuvo miedo de que pudieran hacer lo mismo con su propio
cuerpo. Por eso, despidindose de los monjes de la Montaa Exterior, se apresur hacia la
Montaa Interior, donde acostumbraba a vivir. Despus de pocos meses cay enfermo.
Llam a los que lo acompaaban haba dos que llevaban la vida asctica desde haca
quince aos y se preocupaban de l a causa de su avanzada edad, y les dijo: "Me voy por
el camino de mis padres, como dice la Escritura (1 R 2,2; Js 23,14), pues me veo llamado
por el Seor. En cuanto a ustedes estn en guardia y no hagan tabla rasa de la vida
asctica que han practicado tanto tiempo. Esfurcense para mantener su entusiasmo como
si estuvieran recin comenzando. Ya conocen a los demonios y sus designios, conocen
tambin su furia y tambin su incapacidad. As, pues, no los teman; dejen mas bien que
Cristo sea el aliento de su vida y pongan su confianza en El. Vivan como si cada da
tuvieran que morir, poniendo su atencin en ustedes mismos y recordando todo lo que me
han escuchado. No tengan ninguna comunin con los cismticos y absolutamente nada
con los herejes arrianos. Saben como yo mismo me cuid de ellos a causa de su pertinaz
hereja en contra de Cristo. Muestren ansia de mostrar su lealtad primero al Seor y luego
a sus santos, para que despus de su muerte los reciban en las moradas eternas (Lc 16,9),
como a mis amigos familiares. Grbense este pensamiento, tngalo como propsito. Si
ustedes tienen realmente preocupacin por m y me consideran su padre, no permitan que
nadie lleve mi cuerpo a Egipto, no sea que me vayan a guardar en sus casas. Esta fue mi
razn para venir ac, a la montaa. Saben como siempre avergonc a los que hacen eso y
los intim a dejar tal costumbre. Por eso, hganme ustedes mismos los funerales y
sepulten mi cuerpo en tierra, y respeten de tal modo lo que les he dicho, que nadie sino
slo ustedes sepa el lugar. En la resurreccin de los muertos, el Salvador me lo devolver
incorruptible. Distribuyan mi ropa. Al obispo Atanasio denle la tnica y el manto donde
yazgo, que l mismo me lo dio pero que se ha gastado en mi poder; al obispo Serapin
denle la otra tnica, y ustedes pueden quedarse con la camisa de pelo. Y ahora, hijos
mos, Dios los bendiga. Antonio se va, y no esta ms con ustedes".
Despus de decir esto y de que ellos lo hubieron besado, estir sus pies; su rostro estaba
transfigurado de alegra y sus ojos brillaban de regocijo como si viera a amigos que
vinieran a su encuentro, y as falleci y fue a reunirse con sus padres. Ellos entonces,
siguiendo las rdenes que les haba dado, prepararon y envolvieron el cuerpo y lo
enterraron ah en la tierra. Y hasta el da de hoy, nadie, salvo esos dos, sabe donde est
sepultado. En cuanto a los que recibieran las tnicas y el manto usado por el
bienaventurado Antonio, cada uno guarda su regalo como un gran tesoro. Mirarlos es ver
a Antonio y ponrselos es como revestirse de sus exhortaciones con alegra.
Este fue el fin de la vida de Antonio en el cuerpo, como antes tuvimos el comienzo de la
vida asctica. Y aunque este sea un pobre relato comparado con la virtud del hombre,
recbanlo, sin embargo, y reflexionen en que caso de hombre fue Antonio, el varn de
Dios. Desde su juventud hasta una edad avanzada conserv una devocin inalterable a la
vida asctica. Nunca tom la ancianidad como excusa para ceder al deseo de la
alimentacin abundante, ni cambi su forma de vestir por la debilidad de su cuerpo, ni
tampoco lav sus pies con agua. Y, sin embargo, su salud se mantuvo totalmente sin
perjuicio. Por ejemplo, incluso sus ojos eran perfectamente normales, de modo que su
vista era excelente; no haba perdido un solo diente; slo se le haban gastado las encas
por la gran edad del anciano. Mantuvo las manos y los pies sanos, y en total apareca con
mejores colores y ms fuerte que los que usan una dieta diversificada, baos y variedad
de vestidos.
El hecho de que lleg a ser famoso en todas partes, de que encontr admiracin universal
y de que su prdida fue sentida an por gente que nunca lo vio, subraya su virtud y el
amor que Dios le tena. Antonio gan renombre no por sus escritos ni por sabidura de
palabras ni por ninguna otra cosa, sino slo por su servicio a Dios.
Y nadie puede negar que esto es don de Dios. Cmo explicar, en efecto, que este
hombre, que vivi escondido en la montaa, fuera conocido en Espaa y Galia, en Roma
y Africa, sino por Dios, que en todas partes hace conocidos a los suyos, que, ms an,
haba dicho esto en los comienzos?. Pues aunque hagan sus obras en secreto y deseen
permanecer en la oscuridad, el Seor los muestra pblicamente como lmparas a todo los
hombres (Mt 5,16), y as, los que oyen hablar de ellos, pueden darse cuenta de que los
mandamientos llevan a la perfeccin, y entonces cobran valor por la senda que conduce a
la virtud.
EPLOGO
Ahora, pues, lean a los dems hermanos, para que tambin ellos aprendan cmo debe ser
la vida de los monjes, y se convenzan de que nuestro Seor y Salvador Jesucristo
glorifica a los que lo glorifican. El no slo conduce al Reino de los Cielos a quienes lo
sirven hasta el fin, sino que, aunque se escondan y hagan lo posible por vivir fuera del
mundo, hace que en todas partes se lo conozca y se hable de ellos, por su propia santidad
y por la ayuda que dan a otros. Si la ocasin se les presenta, lanlo tambin a los paganos,
para que al menos de este modo puedan aprender que nuestro Seor Jesucristo es Dios e
Hijo de Dios, y que los cristianos que lo sirven fielmente y mantienen su fe ortodoxa en
El, demuestran que los demonios, considerados dioses por los paganos, no son tales, sino
que, ms an, los pisotean y ahuyentan por lo que son: engaadores y corruptores de
hombres.
Por nuestro Seor Jesucristo, a quien la gloria por los siglos. Amn