Baudrillard Trans Estetica
Baudrillard Trans Estetica
Baudrillard Trans Estetica
(Jean Baudrillard)
Vemos proliferar el Arte por todas partes, y ms rpidamente an el discurso sobre el Arte. Pero en
lo que sera su genio propio, su aventura, su poder de ilusin, su capacidad de denegacin de lo
real y de oponer a lo real otro escenario en el que las cosas obedecieran a una regla de juego
superior; una figura trascendente en la que los seres, a imagen de las lneas y colores en una tela,
pudieran perder su sentido, superar su propio final y, en un impulso de seduccin, alcanzar su
forma ideal, aunque fuera la de su propia destruccin, en esos sentidos, digo, el Arte ha
desaparecido. Ha desaparecido como pacto simblico por el cual se diferencia de la pura y simple
produccin de valores estticos que conocemos bajo el nombre de cultura: proliferacin hacia el
infinito de los signos, reciclaje de formas pasadas y actuales. Ya no existe regla fundamental,
criterio de juicio ni de placer.
Hoy, en el campo esttico, ya no existe un Dios que reconozca a los suyos. 0, segn otra
metfora, ya no existe un patrn-oro del juicio y el placer estticos. Le ocurre lo mismo que a las
divisas: actualmente ya no pueden intercambiarse y cada una de ellas flota por s misma, sin
conversin posible en valor o en riqueza reales.
El arte se halla en la misma situacin: en la fase de una circulacin sper rpida y de un
intercambio imposible. La obras ya no se intercambian, ni entre s ni en valor referencial. Ya no
tienen la complicidad secreta que constituye la fuerza de una cultura. Ya no las leemos, slo las
decodificamos de acuerdo con unos criterios cada vez ms contradictorios.
En el arte nada se contradice. La Neo-Geometra, el Nuevo Expresionismo, la Nueva
Abstraccin, la Nueva Figuracin, todo coexiste maravillosamente en una indiferencia total. Como
todas esas tendencias carecen de genio propio, pueden coexistir en un mismo espacio cultural.
Como suscitan en nosotros una indiferencia profunda, podemos aceptarlas simultneamente.
El mundo artstico ofrece un aspecto extrao. Es como si hubiera una estasis del arte y de la
inspiracin. Es como si lo que se haba desarrollado magnficamente durante varios siglos se
hubiera inmovilizado sbitamente, petrificado por su propia imagen y su propia riqueza. Detrs de
todo el movimiento convulsivo del arte contemporneo existe una especie de inercia, algo que ya
no consigue superarse y que gira sobre s en una recurrencia cada vez ms rpida. Estasis de la
forma viva del arte y, al mismo tiempo, proliferacin, inflacin tumultuosa, variaciones mltiples
sobre todas las formas anteriores (la vida motor de lo que ha muerto).
Todo ello es lgico: all donde hay estasis, hay metstasis. All donde deja de ordenarse una
forma viviente, all donde deja de funcionar una regla de juego gentico (en el cncer), las clulas
comienzan a proliferar en el desorden. En el fondo, dentro del desorden actual del arte podra
leerse una ruptura del cdigo secreto de la esttica, de igual manera que en determinados
desrdenes biolgicos puede leerse una ruptura del cdigo gentico.
A travs de la liberacin de las formas, las lneas, los colores y las concepciones estticas, a
travs de la mezcla de todas las culturas y de todos los estilos, nuestra sociedad ha producido una
estetizacin general, una promocin de todas las formas de cultura sin olvidar las formas de
anticultura, una asuncin de todos los modelos de representacin y de antirrepresentacin. Si en el
fondo el arte slo era una utopa, es decir, algo que escapa a cualquier realizacin, hoy esta utopa
se ha realizado plenamente: a travs de los media, la informtica, el vdeo, todo el mundo se ha
vuelto potencialmente creativo. Incluso el antiarte, la ms radical de las utopas artsticas, se ha
visto realizado a partir del momento en que Duchamp instal su portabotellas y de que Andy
Warhol dese convertirse en una mquina. Toda la maquinaria industrial del mundo se ha visto
estetizada, toda la insignificancia del mundo se ha visto transfigurada por la esttica.
Se dice que la gran tarea de Occidente ha sido la mercatilizacin del mundo, haberlo
entregado todo al destino de la mercanca.
Convendra decir ms bien que ha sido la estetizacin del mundo, su puesta en escena
cosmopolita, su puesta en imgenes, su organizacin semiolgica. Lo que estamos presenciando
ms all del materialismo mercantil es una semiurgia de todas las cosas a travs de la publicidad,
los media, las imgenes. Hasta lo ms marginal y lo ms banal, incluso lo ms obsceno, se estetiza,
se culturaliza, se museifica. Todo se dice, todo se expresa, todo adquiere fuerza o manera de signo.
El sistema funciona menos gracias a la plusvala de la mercanca que a la plusvala esttica del
signo.
Con el minimal art, el arte conceptual, el arte efmero, el antiarte, se habla de
desmaterializacin del arte, de toda una esttica de la transparencia, de la desaparicin y de la
desencarnacin, pero en realidad es la esttica la que se ha materializado en todas partes bajo
forma operacional. A ello se debe, adems, que el arte se haya visto forzado a hacerse minimal, a
interpretar su propia desaparicin. Lleva un siglo hacindolo, obedeciendo todas las reglas del
juego. Intenta, como todas las formas que desaparecen, reduplicarse en la simulacin, pero no
tardar en borrarse totalmente, abandonando el campo al inmenso museo artificial y a la publicidad
desencadenada.
Vrtigo eclctico de las formas, vrtigo eclctico de los placeres: sta era ya la figura del
barroco. Pero, en el barroco, el vrtigo del artificio tambin es un vrtigo carnal. Al igual que los
barrocos, somos creadores desenfrenados de imgenes, pero en secreto somos iconoclastas. No
aquellos que destruyen las imgenes sino aquellos que fabrican una profusin de imgenes donde
no hay nada que ver. La mayora de las imgenes contemporneas, video, pintura, artes plsticas,
audiovisual, imgenes de sntesis, son literalmente imgenes en las que no hay nada que ver,
imgenes sin huella, sin sombra, sin consecuencias. Lo mximo que se presiente es que
detrs de cada una de ellas ha desaparecido algo. Y slo son eso: la huella de algo que ha
desaparecido. Lo que nos fascina en un cuadro monocromo es la maravillosa ausencia de cualquier
forma. Es la desaparicin -bajo forma de arte todava- de cualquier sintaxis esttica, de la misma
manera que en el transexual nos fascina la desaparicin -bajo forma de espectculo todava- de la
diferencia sexual. Las imgenes no ocultan nada, no revelan nada, en cierto modo tienen una
intensidad negativa. La nica e inmensa ventaja de una lata Campbell de Andy Warhol es que ya
no obliga a plantearse la cuestin de lo bello y de lo feo, de lo real o de lo irreal, de la
trascendencia o de la inmanencia, exactamente igual como los conos bizantinos permitan dejar de
plantearse la cuestin de la existencia de Dios -sin dejar de creer en l, sin embargo.
Ah est el milagro. Nuestras imgenes son como los conos: nos permiten seguir creyendo
en el arte eludiendo la cuestin de su existencia. As pues, tal vez haya que considerar todo nuestro
arte contemporneo como un conjunto ritual para uso ritual, sin ms consideracin que su funcin
antropolgica, y sin referencia a ningn juicio esttico. Habramos regresado de ese modo a la fase
cultural de las sociedades primitivas (el mismo fetichismo especulativo del mercado artstico
forma parte del ritual de transparencia del arte).
Nos movemos en lo ultra- o en lo infraesttico. Intil buscarle a nuestro arte una coherencia
o un destino esttico. Es como buscar el azul del cielo por el lado de los infrarrojos o los
ultravioletas.
As pues, en este punto, no encontrndonos ya en lo bello ni en lo feo, sino en la imposibilidad de
juzgarlos, estamos condenados a la indiferencia. Pero ms all de la indiferencia, y sustituyendo al
placer esttico, emerge otra fascinacin. Una vez liberados lo bello y lo feo de sus respectivas
obligaciones, en cierto modo se multiplican: se convierten en lo ms bello que lo bello o en lo ms
feo que lo feo. As, la pintura actual no cultiva exactamente la fealdad (que sigue siendo un valor
esttico), sino lo ms feo que lo feo (el bad, el worse, el kitsch), una fealdad a la segunda potencia
en tanto que liberada de su relacin con su contrario. Desprendidos del verdadero Mondrian,
somos libres de pintar ms Mondrian que Mondrian. Liberados de los autnticos naif, podemos
pintar ms naif que los naif, etc. Liberados de lo real, podemos pintar ms real que lo real:
hiperreal. Precisamente todo comenz con el hiperrealismo y el pop Art, con el ensalzamiento de
la vida cotidiana a la potencia irnica del realismo fotogrfico. Hoy, esta escalada engloba
indiferenciadamente todas las formas de arte y todos los estilos, que entran en el campo
transesttico de la simulacin.
En el propio mercado del arte existe un paralelo a esta escalada. Tambin all, al haber
terminado con cualquier ley mercantil del valor, todo se vuelve ms caro que caro, caro a la
potencia dos: los precios se vuelven desorbitados, la inflacin delirante. De la misma manera que
cuando desaparece la regla del juego esttico ste comienza a corretear en todas direcciones,
tambin cuando se pierde toda referencia a la ley de cambio, el mercado bascula en una
especulacin desenfrenada.
Idntico desbocamiento, idntica locura, idntico exceso. La llamarada publicitaria del arte
est en relacin directa con la imposibilidad de cualquier evaluacin esttica. El valor brilla en la
ausencia del juicio de valor. Es el xtasis del valor.
Por tanto, actualmente existen dos mercados del arte. Uno de ellos sigue regulndose a
partir de una jerarqua de valores, aunque stos sean ya especulativos. El otro est hecho a imagen
de los capitales flotantes e incontrolables del mercado financiero; es una especulacin pura, una
movilidad total que, dirase, no tiene otra justificacin que la de desafiar precisamente la ley del
valor. Este mercado del arte tiene mucho de poker o de potlatch, de space-opera en el hiperespacio
del valor. Debemos escandalizarnos? No tiene nada de inmoral. De la misma manera que el arte
actual est ms all de lo bello y de lo feo, tambin el mercado est ms all del bien y del mal.
Texto extrado del libro La transparencia del mal (Ensayo sobre los fenmenos extremos), Jean
Baudrillard, Pgs. 20/25; editorial
Anagrama, Barcelona, Espaa, febrero 1991.