James, William - Qué Es Una Emoción
James, William - Qué Es Una Emoción
James, William - Qué Es Una Emoción
William James
Traduccin: Elena Gaviria Stewart
Los fisilogos que, durante los ltimos aos, tan activamente han
explorado las funciones del cerebro, han limitado sus intentos de
explicacin a las ejecuciones cognitivas y volitivas de ste. Al dividir
el cerebro en centros sensoriales y motores, se han encontrado con que
su divisin guarda un exacto paralelismo con el anlisis efectuado por
la psicologa emprica de las partes perceptiva y volitiva de la mente en
sus elementos ms simples. Sin embargo, la esfera esttica de la mente,
sus anhelos, sus placeres y penas, sus emociones, han sido hasta tal
punto ignoradas en todas estas investigaciones, que es tentador suponer
que si se le pidiera al doctor Ferrier o al doctor Munk una teora de
dichos hechos mentales basada en trminos del cerebro, ambos responderan o bien que todava no haban reflexionado sobre el tema o bien
que lo haban hallado demasiado difcil para establecer hiptesis
precisas, de modo que el asunto se situara para ellos entre los
problemas del futuro, slo abordables una vez que los del presente, ms
sencillos, hayan sido resueltos definitivamente.
Y, sin embargo, en lo concerniente a las emociones, incluso hoy es
evidente que una de estas dos alternativas debe ser verdadera: bien
su localizacin en el cerebro corresponde a centros independientes y
especiales que nicamente tienen que ver con ellas, o bien corresponde
a procesos que se dan en los centros motores y sensoriales ya
designados o en otros de igual naturaleza an no localizados. Si lo
primero es el caso, debemos rechazar la perspectiva vigente y aceptar
que el crtex es algo ms que la superficie de proyeccin de cada
* Mind, 1884, 9, pgs. 188-205.
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Nuestra manera natural de pensar sobre esas emociones estndar
es que la percepcin mental de algn hecho provoca la disposicin
mental llamada emocin y que este estado mental da lugar a la
expresin corporal. Mi tesis, por el contrario, es que los cambios
corporales siguen directamente a la percepcin del hecho desencadenante y que
nuestra sensacin de esos cambios segn se van produciendo es la emocin. El
sentido comn nos dice que nos arruinamos, estamos tristes y lloramos;
que nos topamos con un oso, nos asustamos y corremos; que un rival
nos ofende, nos enfadamos y golpeamos. La hiptesis defendida aqu
afirma que este orden de la secuencia es incorrecto, que un estado
mental no es inducido inmediatamente por el otro, que las manifestaciones corporales deben interponerse previamente entre ambos y que
una exposicin ms racional es que nos sentimos tristes porque
lloramos, enfadados porque golpeamos, asustados porque temblamos,
y no que lloramos, golpeamos o temblamos porque, segn el caso,
estemos tristes, enfadados o asustados. Si los estados corporales no
siguieran a la percepcin, esta ltima poseera una conformacin
totalmente cognitiva, plida, incolora, carente de calor emocional.
Entonces podramos ver el oso y juzgar que lo mejor es correr, recibir
la ofensa y considerar que lo correcto es golpear, pero no podramos
sentirnos realmente asustados o iracundos.
Planteada de esta forma tan poco elaborada, es bastante probable
que la hiptesis provoque una inmediata incredulidad. Y, sin embargo,
no se requieren ni muchas ni rebuscadas consideraciones para mitigar
su carcter paradjico y, posiblemente, producir la conviccin de que
es verdadera.
Para empezar, los lectores de esta revista saben que el sistema
nervioso de cada objeto viviente no es sino un haz de predisposiciones
a reacciones de maneras concretas en contacto con rasgos concretos del
ambiente. El abdomen del cangrejo ermitao presupone la existencia
de conchas de caracoles vacas que se encontrarn en alguna parte, con
la misma seguridad con que los rganos olfatorios del sabueso implican
la existencia, por una parte, de las patas de los ciervos o los zorros y,
por otra, de la tendencia a seguir sus rastros. Los mecanismos
neuronales no son sino un guin entre determinada organizacin de la
materia externa al cuerpo y determinados impulsos de inhibicin o
descarga dentro de sus rganos. Cuando la gallina ve un objeto oval
blanco en el suelo, no puede abandonarlo; debe mantenerse sobre l y
volver a l, hasta su transformacin final en una pequea masa de
plumn que se mueve y pa y provoca en su mecanismo un conjunto
de acciones totalmente nuevo. El amor del hombre a la mujer o el de
la madre humana por su beb, nuestro odio a las serpientes y nuestro
miedo a los precipicios pueden describirse de forma similar, como
ejemplos del modo en que las piezas singularmente conformadas que
acoge el mundo provocarn inevitablemente muchas reacciones mentales y corporales particulares, por delante de, y a menudo en oposicin
directa a el veredicto de nuestro razonamiento deliberado respecto a
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Se sabe que la vejiga y los intestinos, las glndulas de la boca, garganta
y piel y el hgado son afectados seriamente en ciertas emociones
intensas y, sin ninguna duda, son afectados momentneamente. cuando
las emociones son de naturaleza ms ligera. No es preciso probar, por
ser algo tan sabido, que los latidos cardacos y el ritmo respiratorio
desempean un papel principal en cualquier emocin. Algo que es en
verdad notable, pero con menos probabilidades de ser admitido hasta
que se llame la atencin al hecho, es la continua cooperacin de los
msculos voluntarios en nuestros estados emocionales. Aun cuando no
se produce un cambio de la actitud externa, su tensin interna se altera
para acomodarse a cada variacin del nimo y ello se enperimenta como
una diferencia de tono o tensin. En la depresin los flexores tienden
a predominar; en el jbilo o excitacin belicosa los extensores toman
la delantera. Y las varias permutaciones y combinaciones de las que son
susceptibles estas actividades orgnicas hacen posible, en trminos
abstractos, que ni una sombra de emocin, por leve que sea, carezca de
una repercusin tan singular, cuando se considera en su totalidad,
como lo es el propio estado de nimo mental.
Lo que nos dificulta tanto el reproducir en fro la expresin
completa y global de cualquier emocin es el nmero inmenso de
porciones del cuerpo que se modifican en cualquiera de ellas. Podemos
darnos maa con los msculos voluntarios, pero no lo logramos por
lo que respecta a la piel, glndulas, corazn y otras vsceras. Del mismo
modo que un estornudo imitado artificialmente carece de cierta verosimilitud, as el intento de imitar una emocin en ausencia de la causa
que la incita normalmente tiende a ser ms bien vacuo.
El siguiente asunto del que debemos percatamos es ste, que cada
cambio corporal, cualquiera que sea, se siente, aguda u oscuramente, en
el momento en que se produce. Si el lector nunca ha prestado atencin
a esto, se quedar sorprendido e interesado al darse cuenta del nmero
de diferentes experiencias corporales locales que puede detectar en s
mismo caracterizando sus diversos estados emocionales. Quiz sea
mucho pedir que el lector detenga el flujo de algn arrebato de pasin
en atencin a un curioso anlisis de este tipo; pero puede observar
estados ms sosegados y aquello cuya verdad se demuestra en lo menor
puede asumirse como cierto referente a lo mayor. Todo nuestro
volumen est sensiblemente vivo y cada fragmento de ste contribuye
con sus pulsaciones de sentimiento, dbiles o agudas, placenteras,
dolorosas o inciertas, a ese sentido de personalidad que cada uno de
nosotros indefectiblemente lleva consigo. Es sorprendente qu pequeos elementos acentan estos complejos de sensibilidad. Cuando
estamos molestos por algn ligero trastorno, podemos hallar que el
centro de la consciencia corporal est en la contraccin, a menudo
apenas perceptible, de los ojos y las cejas. Cuando estamos momentneamente turbados, es algo en la faringe que nos obliga o a tragar, o
a carraspear, o a una ligera tos; y as para tantos otros ejemplos que
podran citarse. Nuestro centro de inters es aqu una perspectiva
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los ojos de varios extraos fijos en l, aun cuando est interiormente
convencido de que sus sentimientos hacia l no tienen ninguna
importancia prctica 2. Siendo as, no es sorprendente que la persuasin
adicional de que la actitud de mi prjimo significa bien o mal para m,
deba despertar emociones ms fuertes todava. En las sociedades
primitivas, bien puede querer decir ofrecerme un trozo de carne, y
mal puede significar asestarme un golpe en el crneo. En nuestra
culturizada poca, mal puede significar rajarme en la calle, y bien,
darme una graduacin de honor. Lo que la accin misma pueda ser es
bastante insignificante, mientras yo pueda percibir en ella un intento o
nimo. Esa es la percepcin activadora de la emocin; y puede dar lugar
a convulsiones tan fuertes en m, un hombre civilizado que experimenta
el tratamiento de una sociedad artificial, como en cualquier salvaje
prisionero de guerra, que intenta averiguar si sus apresadores estn a
punto de comrselo o de hacerle miembro de su tribu.
Pero ahora, resuelta esta objecin, surge una duda ms general.
Existe alguna evidencia, podra preguntarse, en favor del supuesto de
que percepciones particulares s produzcan efectos corporales extendidos por un tipo de influencia fsica inmediata, antecedente de la
activacin de una emocin o idea emocional?
La nica respuesta posible es que, casi con toda seguridad, existe
tal evidencia. Al escuchar poesa, teatro o novela pica, nos sorprendemos a menudo ante el escalofro cutneo que, como una repentina ola,
nos invade, y ante nuestro corazn henchido y la efusin de lgrimas
que inesperadamente nos embarga a intervalos. Al escuchar msica,
ocurre lo mismo, incluso de forma an ms notable. Si de repente
vemos una forma oscura movindose entre los rboles, nuestro corazn
deja de latir, y contenemos la respiracin inmediatamente y antes de
que cualquier idea articulada de peligro pueda aparecer. Si un amigo
nuestro se acerca al borde de un precipicio, nos embarga la conocida
sensacin de nerviosismo y retrocedemos, aunque sepamos positivamente que est a salvo, y no tengamos una clara imagen de su cada.
El autor recuerda bien su asombro, cuando tena siete u ocho arios, al
desmayarse cuando vio sangrar a un caballo. La sangre estaba en un
cubo, con un palo dentro, y, si la memoria no me engaa, la remova
y la vea gotear del palo sin ningn sentimiento, salvo el de su
curiosidad infantil. De pronto, el mundo se volvi negro ante sus ojos,
sus odos empezaron a zumbar, y ya no supo nada ms. Nunca haba
odo que la visin de la sangre produjera desvanecimientos o malestar,
y senta tan poca repugnancia hacia ello y tan poca aprensin de
cualquier otro tipo de peligro, que incluso a esa tierna edad, como bien
recuerda, no pudo evitar preguntarse cmo la mera presencia fsica de
un cubo con lquido carmes pudo provocar en l tan formidables
efectos corporales.
Imagnense dos cuchillas de acero con los bordes afilados cruzndose en ngulo recto y movindose de un lado a otro. Se nos ponen
todos los nervios de punta al pensarlo, y, sin embargo, qu emocin
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comn. En todos los asilos encontramos ejemplos de miedo, ira,
melancola o presuncin, absolutamente inmotivados; y otros, de una
apata igualmente inmotivada que persiste a pesar de la mejor de las
razones externas para que desaparezca. En los primeros casos, debemos
suponer que la maquinaria nerviosa es tan lbil en alguna direccin
emocional, que casi todos los estmulos, por muy inapropiados que
sean, harn que se excite de esa forma y, como consecuencia, engendre
el particular complejo de sentimientos en los que consiste el cuerpo
psquico de la emocin. As, por tomar un caso especial, si la
incapacidad para aspirar profundamente, las palpitaciones del corazn
y ese peculiar cambio epigstrico sentido como ansiedd precordial,
con una irresistible tendencia a tomar una actitud algo encogida y a
sentarse quieto, y quiz con otros procesos viscerales no conocidos
hoy, ocurren todos juntos de forma espontnea en una determinada
persona, su sentimiento de esta combinacin es la emocin de terror, y
l es vctima de lo que se conoce como miedo mrbido. Un amigo, que
ha tenido ataques ocasionales de ste, el ms angustiante de todos los
males, me deca que en su caso todo el drama pareca centrarse en torno
a la regin del corazn y el aparato respiratorio, que su mayor esfuerzo
durante los ataques era conseguir el control de sus inspiraciones y
decelerar el corazn, y que en el momento en que lograba respirar
profundamente y mantenerse erguido, el terror, ipso facto, pareca
desaparecer 4.
La explicacin dada a Brachet por una de sus propias pacientes de
su condicin opuesta, la de inestabilidad emocional, ha sido frecuentemente citada, y merece serlo de nuevo:
Sigo sufriendo constantemente [dice ella]; no tengo un momento
de reposo, ni ninguna sensacin humana. Rodeada de todo lo que
puede hacer la vida feliz y agradable, todava me falta la facultad de
disfrutar y de sentir ambas se han convertido en imposibilidades
fsicas. En todo, incluso en las ms tiernas caricias de mis hijos,
encuentro slo amargura. Los colmo de besos, pero hay algo entre
sus labios y los mos, y ese algo horrible est entre yo y todos los
disfrutes de la vida. Mi existencia es incompleta. Las funciones y
actos de la vida ordinaria, es cierto, todava siguen existiendo para
m; pero en todos ellos me falta algo es decir, el sentimiento que
es propio de ellos y el placer que les sigue.... Cada uno de mis
sentidos, cada parte de mi propio yo es como si estuviera separada de m.), ya
no pudiera proporcionarme ningn sentimiento; esta imposibilidad parece
depender de un vaco que siento en la parte de delante de la cabeza .), deberse a
la disminucin de la sensibilidad por toda la superficie de mi cuerpo, porque
me parece que nunca alcanzo realmente los objetos que toco... Siento bastante
bien los cambios de temperatura en mi piel, pero ya no experimento la sensacin
interna del aire cuando respiro... Todo esto sera un problema sin
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calor. Reconozco el sabor de todo lo que como, sin sacar ningn
placer de ello... Mis hijos estn creciendo guapos y sanos, todo el
mundo me lo dice, yo lo veo por m misma, pero el deleite, el
descanso interior que debera sentir, no puedo conseguirlo. La
msica ha perdido todo su encanto para m; yo sola adorarla. Mi hija
toca muy bien, pero para m no es ms- que ruido. Ese vivo inters
que hace un ao converta en un concierto delicioso la ms pequea
meloda que tocara con sus dedos esa emocin, esa vibracin
general que me haca derramar lgrimas de ternura, todo eso ya no
existe 5.
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Notas
1
Obviamente, surge la pregunta fisiolgica, cmo se experimentan los cambios?, despus de producidos,
por medio de los nervios sensoriales de los rganos que devuelven al cerebro un registro de las
modificaciones producidas?, o antes de que se hayan producido gracias a un estado consciente de las
corrientes nerviosas eferentes al comenzar su camino descendente hacia las partes que han de excitar? Creo
que todas las pruebas que poseemos estn a favor de la primera opcin. El problema es demasiado
minucioso para discutirlo aqu, pero he hecho algn comentario sobre el tema en un artculo titulado The
Feeling of Effort, en el Anniversary Memoirs of the Boston Natural History Society, 188o (traducido en La
Critique Philosophique durante ese ao, y resumido en Mind, vol. so, pg. 5 82). Vase tambin la obra de
G. E. MOLLER: Grundlegung der Psychophysik, prrafo
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2 Ntese, de paso, que esta autoconsciencia personal parece un asunto totalmente corporal, en gran
parte una consciencia de nuestra actitud, y que, como otras emociones, reacciona en su condicin fsica, y
lleva a modificaciones de la actitud a una cierta rigidez en la mayora de los hombres, pero en los nios,
a regulares accesos de dar vueltas y retorcerse, y en las mujeres, a diversas poses graciosamente tmidas.
3 Esto es lo contrario de lo que ocurre en daos al cerebro, ya sean por violencia externa, por ruptura
o tumor interno, o por mera inanicin debida al trastorno. La permeabilidad cortical parece reducida, de
forma que la excitacin, en lugar de propagarse lateralmente por los canales mentales como antes, tiende a
tomar el camino descendente hacia los rganos del cuerpo. La consecuencia es que lloramos, remos y
tenemos arrebatos de mal genio ante la ms insignificante provocacin, junto con una debilidad
proporcional en el pensamiento lgico y en el poder de atencin y decisin volitivas.
4 Hay que confesar que existen casos de miedo mrbido en que objetivamente el corazn no est muy
perturbado. Sin embargo, stos no prueban nada contra nuestra teora, ya que es, por supuesto, posible que
los centros corticales que normalmente perciben el terror como un complejo de sensaciones cardacas y
orgnicas de otro tipo debido a un cambio corporal real, deban resultar principalmente excitadas en el
trastorno cerebral, y dar origen a una alucinacin de que los cambios estn ah una alucinacin de terror,
en consecuencia, coexistente con un pulso tranquilo, etc., en comparacin. Digo que es posible, ya que
desconozco observaciones que puedan probar el hecho. El trance, el xtasis, etc., ofrecen ejemplos
anlogos, por no hablar de los sueos corrientes. En todas estas condiciones uno puede tener las
sensaciones subjetivas ms vivas, bien oculares o auditivas, o de la clase ms visceral y emocional, como
resultado de la pura actividad nerviosa central, con un reposo perifrico completo. Si la fuerza subjetiva de
la sensacin es debida en estos casos a la energa real del trastorno central, o simplemente al estrechamiento
del campo de consciencia, no tiene por qu importarnos. En los casos de melancola de los asilos suele
existir un estrechamiento del campo.
Citado por SEMAL: De la Sensibilit gnrale dans les Affctions lidiar:coligues, pgs. 130-135. Pars, 1876.
6 Ein Fall von allgemeiner Anaesthesie, Conferencia Inaugural. Heidelberg, invierno, 1882.