El Poder Cambia de Manos - Czeslaw Milosz
El Poder Cambia de Manos - Czeslaw Milosz
El Poder Cambia de Manos - Czeslaw Milosz
Czeslaw Milosz
El poder cambia
de manos
ePub r1.0
JeSsE 23.04.14
A Jeanne
PRIMERA PARTE
VERANO DE 1944
I
Era en julio de 1944. Piotr Kwinto,
oficial de Educacin poltica de la
Primera Divisin polaca, caminaba por
la alameda, cuya grava estaba cubierta
con una capa amarilla de flores de tilo
cadas. Se detuvo en el lugar en que se
interrumpa la fila de rboles. Brillaba
al sol una abundante hierba. Unos
diminutos insectos rojos, con un dibujo
negro de totem, unidos unos a otros en
rito amoroso, se movan en un hueco
entre las races. Piotr se inclin para
observarlos un momento. Luego, de
nuevo erguido, mir hacia el valle.
africana.
Seguramente, se ha credo que me
envan para requisar la biblioteca,
pens Piotr. Mir el volumen que tena
en las manos y baj de un salto de la
silla donde se haba subido.
Con su permiso, seora, voy a
llevarme esto. Se lo traer antes de que
nos vayamos de aqu.
Vio pasar por el rostro de la mujer
una sensacin de alivio y disminuirle,
hasta desaparecer por completo, la
tensin que le haba producido su
llegada. Pero incluso mientras lo
acompaaba hasta la puerta, aquella
mujer se preguntaba si el militar no
II
En el transcurso de los ltimos
meses, mientras que la unidad de Piotr
el ncleo central de la nueva
Administracin en el primer pas
conquistado avanzaba hacia el Oeste,
l observaba la cabeza de Winter. Se
saba de memoria todos los detalles de
aquella cara. Un gran crneo afeitado al
que el crecimiento raqutico de algunos
cabellos daba un aspecto de calvicie;
una mandbula cuadrada y saliente,
labios delgados, una nariz ms bien
pequea y un poco abultada por en
medio y unos ojos como dos puntitos
desconocidos.
En la explanada, delante de la
iglesia, los multicolores atavos de las
mujeres y las gorras de los hombres. La
iglesia, de madera. Unos festones de
hojas y flores marchitas colgaban por
encima de las puertas abiertas. Las
primeras filas de soldados penetraron en
el interior del templo. Piotr mir en
torno suyo: vio a los que se haban
quedado a la entrada, la masa de
cabezas afeitadas militarmente y los
rostros bigotudos y arrugados de los
campesinos. Los soldados Como a l,
los haban llevado un da a los
desrticos espacios del Asia sovitica, a
III
Vamos por partes y reconozcamos
ante todo que lo ms peligroso para
nosotros son las palabras. Hemos de
aprender otra lengua que se adapte
mejor a la realidad presente. Sabes muy
bien que es difcil contar nada con
nuestras
expresiones
habituales.
Adems, no hago ningn esfuerzo por
ocultar mi odio.
Julin. Tenerlo all delante resultaba
tan incomprensible como si un personaje
hubiera saltado de las pginas de un
manual de Historia y hubiese cobrado
vida. Para Piotr, su amigo formaba parte
vergenza confesarlo.
Piotr senta clavrsele en la espalda
las miradas de los hombres y las
mujeres que murmuraban en las otras
mesas. La hostilidad entre la gente del
pueblo y los que llevaban uniformes
soviticos o polacos era casi tangible.
Eran del pueblo vecino deca
Julin y antes haban tenido una
tienda. Cada dos o tres das, al
atardecer, sala el hijo en busca de
vveres que le proporcionaban los
campesinos amigos suyos. Era un
convenio entre ellos. Lo peor era el
invierno, por las huellas de la nieve. A
mi llegada haca ya un ao que vivan
IV
La Redaccin de La Nueva poca se
haba instalado en las oficinas donde,
poco antes, editaban los alemanes su
diario de propaganda. En el suelo haba
paja por todas partes; all dorman los
redactores por la noche. En los rincones
se amontonaban los sacos de
provisiones
que
Baruga
haba
conseguido para la cantina del
peridico. El director, que era este
Baruga, llevaba unos pantalones
militares cuyos bajos estaban remetidos
en las pesadas botas rusas, y una camisa
abierta y desastrada. Luchaba en vano
V
Es una llanura perfectamente plana
unida al cielo por una lnea recta. Una
llanura gris con los tonos rojizos de su
tierra arenosa y la enclenque verdura de
sus arbustos. El cielo, al declinar el
verano, es plido y transparente. Una
espesa humareda se despliega perezosa
en ese cielo, se va desplazando y se
difumina hasta perderse en las alturas
por encima del vuelo de los pjaros.
Iban
comenzado
las
primeras
migraciones: desde las tundras de
Laponia, desde los lagos de Suecia, van
los pjaros en tringulo hacia el sur y
VI
Al suroeste, se interrumpa de pronto
la ciudad. Unos grandes bloques
modernos limitaban all los campos de
arena y de patatas. Haban trazado las
calles, pero an no se haba construido
nada; y para unir las casas slo contaban
con senderos.
Las mujeres de este barrio
aprovechaban los instantes en que el
tiroteo disminua para salir al campo y
llevarles a sus hijos patatas y zanahorias
arrancadas a toda prisa. Aquella tarde,
unos destacamentos de la divisin de las
S. S. Hermann Goering empezaron a
VII
Unos grandes pilones de cemento
armado y hierro y la red de hilos
elctricos que soportaban, sealaban la
va de los suburbios que se alejaban por
la llanura hacia el oeste. A breves
intervalos pasaban trenes formados por
tres vagones. En la ltima plataforma
vigilaban unos guardias con casco
apoyando los caones de sus fusiles
mitralletas horizontalmente, en la
barandilla exterior. Apretujado por la
multitud espantada y lgubre, el profesor
Gil sinti que alguien le tocaba en la
espalda. Se volvi con dificultad y vio
VIII
Los aviones que dejaban caer armas
y municiones sobre Varsovia tenan que
recorrer un largo camino. Partan de
Bari, en el extremo meridional de la
pennsula italiana, volaban sobre todo el
sur del Continente europeo y penetraban
en Polonia por el lado de las
cordilleras. Los que lograban burlar las
cortinas de disparos antiareos y
realizar
su
misin,
tenan
inmediatamente que emprender la ruta
de regreso, ya que los rusos les haban
negado el derecho de aterrizar en sus
aerdromos. Las tripulaciones estaban
a pesar de todo.
Con Julia, ms all del pueblo,
entre los olivares cerca de los viejos
toneles de vino. No hay ni un alumno
que comprenda de verdad lo que dicen
los libros escolares. Slo ven en ellos
smbolos. Pero nada podra existir si no
supiramos que es posible conocer la
felicidad.
IX
Foca concentraba su atencin.
Apretaba los labios y guiaba los ojos
al limar el metal. Su tnica grasienta,
que haba sido azul, le estaba demasiado
ancha y le daba a su largo cuerpo
cargado de espaldas un aspecto ridculo.
Tena sobre la manga el brazalete del
Ejrcito del Pas. Foca deba su
seudnimo en la lucha clandestina a su
manera somnolienta de moverse y a que
una vez, en la escuela, haba sido
campen de natacin. Todo el stano,
convertido en taller, resonaba con las
perforadoras, las limas y los ms
Aprovechamos
las
tuberas.
Habis tenido ya de stas? Mira y se
las ense.
El muchacho mir con desconfianza.
M Y esto va a funcionar?
Claro que s. Ya las hemos
probado.
El stano tembl. Se oan los
resonantes ecos de la explosin.
Y lo dems, cmo lo consegus?
Rinde algo el sistema de los
paracadas?
S. Cogimos dos bazukas. Pero la
carga la tienen los del coronel Rog.
Queremos llegar a un acuerdo con ellos.
Lo dems es botn de nuestros tanques.
Tenis botellas?
S, pero no son automticas. Las
que hemos recibido tienen mecha. Es
una pelcula que es preciso encender.
Y cmo os va? Hay mucha pelea
por all?
Hoy estaba tranquilo. Dos
heridos. Ayer soltaron un goliath.
Hemos incendiado el tanque y matado a
los alemanes que iban dentro. Pero
hemos perdido cinco muchachos.
Y el goliath?
Ha estallado. Es una lstima.
S, qu lstima! Tanta dinamita.
Entonces, maana?
Maana.
X
El muchacho nervioso tiene miedo.
En su conciencia hay todava un
problema de lgebra, un sueo ertico,
una visin de ros, de ciudades
desconocidas, de viajes. En la tibieza de
su carne, al amanecer, est enrollado,
como un muelle de reloj, todo su
porvenir: un inmenso vuelo por encima
del mundo. La libertad, el espacio. Hay
en l centenares, millares de
antepasados, siglos innumerables de
herencia: los que cazaban monstruos y
dibujaban las siluetas de stos en las
paredes de las cavernas. Los que
XI
El coronel quitaba de su mapa con la
mano los pedazos de yeso y caliche
cados de la pared. Al estallar la bomba
que destroz una de las casas del gran
patio se haba llenado todo de un
polvillo blanco. Los ojos del coronel
parpadeaban y estaban enrojecidos. Se
esforzaba por ver. Su larga nariz de
venillas violetas, esclerticas, se
destacaba entre la harina que le
maquillaba la cara. Pareca una nariz de
payaso. El comandante, fuerte, ancho de
espaldas, tena sobre la rodilla su casco
alemn.
Traz
con
el
dedo,
XII
No ver ms a Catalina. Se me
borran sus facciones. He olvidado su
sonrisa. Qu significa el amor por un
ser si el tiempo lo puede borrar? Y el
tiempo es tan desigual en su densidad!
Yo no tengo veinticuatro aos;
seguramente, tengo ya treinta y cinco.
Acaso ha habido alguna vez una
Catalina? Quiz sea yo ahora un ser
distinto del que la conoci; quiz no
cuente esto nada, lo mismo que no
cuenta en la distancia total recorrida por
un tren la va lateral donde la
locomotora ha maniobrado un momento.
XIII
Danek, el jefe. Antes de la
ocupacin: oficial de carrera, alfrez de
artillera. Lleva la cabeza vendada y las
comisuras de los labios le tiran hacia
abajo como si la piel de la cara le
quedase corta. Posee una reserva de
aguardiente que bebe con moderacin;
se mantiene en un estado continuo de
excitacin alcohlica sin llegar nunca a
emborracharse.
Miguel. Conocido ya antes de la
guerra como terico de la revolucin
nacional; bajo la ocupacin fue
director y casi nico redactor de una
XIV
El conflicto que enfrentaba a Danek
y Miguel con Bertrand alcanz su mayor
intensidad el da en que apareci el
Padre Ignacio. Sentado en un banco,
beba agua de una botella y echaba atrs
la cabeza dejando as al descubierto el
rtmico movimiento de su nuez. Por
debajo de su pantera colgaba su
sotana deshilachada. Llevaba atada al
cuello una cajita en la que guardaba las
Sagradas Hostias. Todos conocan a este
heroico jesuita. Y su presencia entre
ellos lo cambiaba todo. La tensin que
pesaba sobre estos hombres como en
Comunistas?
No, pero por el estilo.
Estudiantes. Uno de ellos es un
nacionalista que se ha atiborrado la
cabeza de toda clase de sofismas
positivistas. Al otro sola verlo alguna
vez que otra en estos ltimos aos. Creo
que es de una familia socialista. Las
tradiciones familiares
El sacerdote luchaba contra su
miedo, que le invada el cuerpo como
una enfermedad vergonzosa. Y a la vez,
como una enfermedad estrictamente
individual que no poda atacar a nadie
ms.
Miguel, de dnde sacara el
XV
Nadie fue testigo de la muerte del
capitn Osman. Precisamente el da en
que lleg el Padre haba salido el
capitn en una de sus expediciones.
Cuando regres, se instal como
siempre en la torrecilla. En el patio,
unos soldados salan para el relevo
cuando la boina negra del capitn
Osman les cay a los pies. Todos se
precipitaron hacia la torrecilla. All
estaba, tendido de espaldas en el suelo,
con la cara marcada por la sangre como
un tatuaje y los brazos abiertos en cruz.
Sus compaeros retenan las lgrimas,
XVI
Esa noche, cuando bajaba al stano,
sinti que le tocaban en la espalda. Se
detuvo en la oscuridad. Le lata el
corazn. La muchacha le cogi una
mano. Se dej guiar por esta mano.
Tropez y oy repetirse el eco en el
vaco de las bajas bvedas. En los
labios de ella no encontr nada que le
sorprendiera; era como un retorno a su
infancia. La joven llevaba los cabellos
muy cortos por la nuca. Esto era lo
nico que l saba, pues ninguna forma
ni movimiento alguno, ningn olor,
llegaban por separado a su conciencia,
l dijo:
No puedo comprender que existas.
La muchacha le puso una mano en la
mejilla. Una caricia suave, indulgente.
Le acerc los labios.
Ese chico sufre demasiado. T ya
has superado esa fase. Y yo tambin, por
supuesto.
Y de pronto, esta sed: abrazar toda
la vida de ella. Todo: cada maana,
cada tarde, todas las noches, la calle
donde viva, los vestidos que haba
llevado, darse a ella por completo, darle
todo lo que l era y todo aquello a lo
que tenda. Era muy difcil.
Catalina se ha quedado en el
Centro.
Es
mi
mujer.
Estaba
desesperado por no encontrarla.
Los sarcfagos y la mano calmante
como la de la madre muerta haca tanto
tiempo. Tendr unas venillas azules en
esta mano, unos huesos salientes, una
palma estrecha? Hasta ahora no la ha
visto nunca.
Todo el mundo se desespera. No
hay que tomarlo as.
Y un momento despus:
Qu ms da unos aos o un solo
instante? Tambin en un instante se
pueden tener una casa, rboles, jardines,
nios, aos enteros. No somos los
nicos que han pasado por esa
experiencia.
Foca pregunt:
Por qu te quisiste ir con Osman
el otro da?
Ella busc cuidadosamente las
palabras:
Porque hay algo en que nos
parecemos hombres y mujeres. Si un
hombre es capaz de hacer una cosa, se
quiere saber por qu ha podido.
Tambin yo quera atreverme.
Foca acerc an ms la cara de ella
hacia la suya.
S; t eres para m lo mismo que
yo soy para ti.
En las alturas rod una lejana
XVII
La luz de la lmpara de petrleo se
extenda sobre los papeles. Una
mariposilla nocturna que se haba
introducido por entre los postigos mal
cerrados revoloteaba en torno a la llama
y la haca temblar. La vacilante luz daba
sobre el metal de la mitralleta
colocada sobre la mesa. Winter, echado
hacia atrs en su silla, con las manos
entrelazadas sobre el vientre, escuchaba
al otro. Era un relato a media voz,
montono, un ronroneo que se eleva
para volver a caer. Un rostro gastado
por los aos de miseria, de hambre, de
agraria.
Stasiak se inclin an ms. De sus
bigotes sali un confuso gruido.
No lo niegue insisti Winter.
Lo sabemos todo. Habla usted contra el
poder del pueblo. Y este poder es
precisamente el que les da a los
campesinos, y usted es uno de ellos, la
tierra que ha de sustentarles.
Stasiak habl con voz clara:
No he dicho eso. S que la tierra
la merecen los campesinos.
Va usted contando por ah que
habr koljoses. Pues bien, nunca habr
koljoses en Polonia. La tierra pasar a
ser propiedad absoluta de los
usted lo es ahora?
Los ojos grises del hombrecillo le
parecieron a Winter ingenuos.
Pero es que yo no digo eso. No;
no es as. Yo nunca he dicho que no se
debe distribuir la tierra.
Winter lanz de pronto para ver
cmo reaccionaba Stasiak:
Conoce usted a Bulanda, el
alcalde?
Claro que lo conozco!
Durante la guerra, traficaba con
los alemanes. No es cierto?
La cabeza del otro estaba inmvil.
Apenas un poco de color bajo la piel
tostada de las mejillas. Se frot el
bigote.
Eso no lo s.
Y la juda que mataron los
alemanes, quin la entreg? No fue
Bulanda?
(Hasta dnde llegan estos odios
campesinos? Un sordo rencor se
sumerge en el interior de estos hombres
y se convierte en una constante amenaza
nunca expresada: Espera que llegue mi
hora y ya vers. Y ahora ha llegado la
hora tan esperada. Stasiak tiene ante l
un oficial que, aqu, lo representa todo:
el poder, la polica, el juez Adems,
es judo, y la mujer asesinada por los
alemanes era tambin juda. Despus del
XVIII
Un largo crujido como si rasgasen
una slida tela de seda. El muro se abre
y cubre de escombros la escalera. Un
proyectil de artillera que ha entrado por
la ventana y ha estallado. Al mismo
tiempo que este ruido, se oyen los
alaridos de Danek: Todos fuera!
Rpido, las camillas para los heridos!
Miguel! Dnde est Miguel?. El
vendaje sucio que le cie la cabeza se le
deshace y le cae sobre los ojos; tira de
l con violencia, se lo arranca
descubriendo as la herida an sangrante
que le cruza la frente. Se detiene, se
Miguel interviene:
Djalo, Danek. Por qu la tomas
con l? No es el momento de dar suelta
a estas rencillas.
Cinco
Joanna
, ven
heridos.
XIX
La campanilla, de cuya cuerda haba
tirado alguien, tintine a la puerta del
huerto. Martyniak, que cojeaba todava
despus de su cada al tirarse del tren en
marcha, sali de detrs del tomatal y
consult con la mirada a su cuada. El
huerto se tenda en calma bajo el sol de
primera hora de la tarde.
La cuada dej su pala en tierra y se
limpi las manos en el delantal.
Voy a mirar por la rendija del
muro. Si te hago una seal, escpate por
el otro lado de la casa.
Martyniak sigui con la mirada,
en entrar.
El otro se dio un puetazo en la
rodilla. La cama cruji.
Y qu? Aqu sobra gente que
compra oro y est deseando escaparse
con los alemanes a Viena. Pero yo me
quedar. Y usted tambin se quedar,
Martyniak. Alguien tiene que trabajar.
Comprender usted que si no nos hemos
entregado a los alemanes no vamos a
ceder
ahora
ante
los
rusos.
Norteamrica nos sostiene. No dejar
que abusen de nosotros.
He aqu cmo volva, bajo otro
signo, lo que haba llenado todos
aquellos aos. Martyniak miraba a
XX
Foca senta en las sienes los
martillazos
de
sus
aceleradas
pulsaciones. Temblaba de fiebre, pero
su herida era leve; solamente una bala
que le haba rozado la espalda. Su idea
fija era permanecer junto a Miguel.
Sobre todo, no perderlo de vista. No
importaba ahora lo que pudiese
dividirlos; el rostro hirsuto de Miguel,
las gotas de sudor en su frente, su
cazadora destrozada, eran las nicas
cosas a las que poda aferrarse su
imaginacin. Las calles donde se
encontraban no eran ya ms que filas de
que
avanzan en las
tinieblas
inexploradas. Recordaban todas las
historias de los que haban tratado ya de
escaparse por las alcantarillas y,
despus de andar penossimamente
durante un da entero, haban acabado
por volver al punto de partida o bien
haban salido a una calle vigilada por
los alemanes. No es gasolina esto que
apesta ahora? Resulta insoportable
llevar siempre la nuca doblada, y los
pies resbalan a cada momento y
tropiezan en objetos blandos: los
cadveres de los que han cado aqu en
das anteriores, o quiz bultos
abandonados? Pero todo depende de la
XXI
Las garrafas de vodka, entre las
dalias blancas y rojas, estaban cubiertas
de vaho. Piotr se extra de que tuvieran
all hielo, mientras tocaba, complacido,
el blanco mantel. Los rostros que vea le
recordaban gente y cosas de la poca
que ya pareca tan lejana anterior a la
guerra. Baruga haba movilizado para el
banquete a todos los escritores y artistas
que haba podido encontrar en Lublin.
Estaban muy tiesos, en actitud militar, y
miraban intranquilos a los sitios donde,
en medio de la herradura formada por
las mesas, se haban sentado los
ciudad
y las
dificultades
del
abastecimiento. El servilismo de sus
movimientos
disimulaba
mal
el
desprecio que sentan estos camareros
por todos los comensales.
Piotr tena enfrente a Korpanov. ste
no era un simple invitado, pues viva en
la ciudad desde haca varias semanas y
preparaba un lbum de grabados sobre
las atrocidades hitlerianas. Asista,
pues, al banquete por derecho propio.
Tomaba sus apuntes en el campo de
concentracin de Maidanek. Era un
hombre muy bajo, de cara terrosa, cuyo
color se confunda con el del bigotito.
La guerrera con las insignias de teniente
Ravensbrck.
Pero qu se saba de todos los que
murieron en Rusia sin dejar huella, los
que haban tenido menos suerte que
Piotr? No; de ellos fingan no acordarse.
No era prudente. Por eso, haba siempre
flotando en el aire una reticencia, una
temerosa prudencia que estropeaba la
aparente espontaneidad del festn, una
censura secreta que funcionaba en cada
uno de los comensales y que funcionaba
en plena borrachera. Las lenguas no se
soltaban ms que hasta el lmite
impuesto por el miedo. Todos ellos
saban muchas historias en las que los
verdugos no haban sido precisamente
SEGUNDA PARTE
Los
corcirenses
renunciaron
entonces a forzar las puertas y, subiendo
al tejado, abrieron en l un boquete por
el que lanzaron al interior piedras y
flechas. Los desgraciados se protegan
lo mejor que podan. Muchos se
suicidaban con las propias flechas que
les haban disparado o se colgaban con
tiras de sus ropas, anudadas. Durante la
mayor parte de esa noche murieron de
los modos ms diversos, unos
suicidndose y otros por los proyectiles
que les arrojaban desde arriba. Al
amanecer, los corcirenses amontonaron
en carros sus cadveres y los
transportaron fuera de la ciudad. Todas
generaciones, en su nombre y
llamndose marxistas, iban a marchar en
cohortes disciplinadas, convencidas por
los que se haban apoderado de la
fuerza, de que el gnero humano ha
logrado a la eterno sabidura? Crean
poseer
una
sabidura
absoluta,
solamente por el hecho de apoyarse en
la fuerza y porque, en un crculo vicioso,
este saber considera a la fuerza como la
confirmacin suprema de toda sabidura;
o sea, el crculo vicioso del genial
Hegel. Dentro de cuatrocientos o
quinientos aos, los que pronuncien la
palabra Weltgeist (espritu del mundo)
lo harn con una sonrisa compasiva. S,
a
desaparecer
le
produca
remordimientos.
stos
eran
los
responsables del orden de anteguerra, de
todo lo que l detestaba. Eran personas
como stas las que haban humillado en
tiempos a Gil con esa humillacin que
no se olvida porque l era slo el hijo
de un campesino de Galitzia que se
abra paso en la Universidad a fuerza de
salud y obstinacin, un muchacho mal
educado que no saba conducirse en
sociedad. Luego se haba convertido en
uno de ellos, en un profesor, un miembro
de la clase dirigente. Y ahora, para
colmo, perteneca a la oposicin. Seguir
vindolos y tratndolos sera sostener la
HASTA EL ELBA
I
Piotr Kwinto no lleg a Varsovia
hasta abril y lo hizo en jeep. El barrio
de Praga estaba lo mismo que lo haba
conocido antes de la guerra: sucias
casas de vecinos y entre ellas unas
barracas de madera torcidas por los
aos, largas calles rectas mal
adoquinadas. El viento (siempre hay
viento all) levantaba torbellinos de
arena y basura. Solamente recordaban la
guerra las rotas torres de la iglesia de
San Florin y los boquetes abiertos por
la artillera en algunos muros. Sin
embargo, el barrio de Praga presentaba
pregunt Piotr.
Saba que su madre viva y que se
encontraba en una de las localidades
suburbanas. Pero conoca a varios de
los vecinos, estaba al corriente de sus
vidas y se interesaba por lo que hubiera
sido de ellos.
Vivo en el nmero 10. Aqu no
conozco a nadie. Mi mujer est ms
enterada porque sola venir de asistenta.
Apareci la vieja junto a ellos y se
qued mirando a Piotr como si ste
fuera un objeto. .Qu le pasa a toda
esta gente? pens Piotr. Aunque
vivan, parecen esqueletos quemados. Es
la calma de la devastacin.
II
El mayor Baruga recorra una calle
del barrio de Praga camino del local
donde se haba instalado el Comit
Central del Partido. Unos metros detrs
de l caminaba un muchacho de elevada
estatura con pelerina militar, que llevaba
en bandolera un fusil ametrallador.
Baruga no quera confesarse a s mismo
cunto le preocupaba su propia
seguridad; y an menos estaba dispuesto
a reconocerlo ante lo dems. Haba
cedido a los ruegos de una amiga suya.
Este muchacho le era muy til. Unos
meses antes, cuando estaban todava en
Los
medios
masivos
son
indispensables. Gracias a ellos creamos
el miedo. Yo no soy ms que un
propagandista. Lo que me interesan son
los puentes. Y eso es, por ahora, un
asunto muy concreto.
El gnomo lo mir con fijeza.
Desde luego, puedo equivocarme
prosigui Baruga. Pero me parece
que soy fiel al programa establecido en
estos ltimos aos. Hemos aprendido a
no tomar a la ligera los nacionalismos.
Ni la religin.
Temiendo haber asustado al otro
(estos puros son una calamidad;
siempre van atrasados; no conocen ms
Miguel Kamienski.
El secretario general dio un brinco,
hundi las manos en los bolsillos y
recorri la habitacin cojeando. A
Baruga le recordaba este hombre un
sastre que le haca los trajes antes de la
guerra.
Ese idelogo del fascismo y del
antisemitismo?
Kamienski,
que
representa lo ms negro de los
reaccionarios de este pas? Entonces,
para eso hemos detenido a tantos
chicos estpidos del Ejrcito del Pas,
para luego soltar a Kamienski, que es el
nico peligroso? Qu insensatez!
Baruga dijo con calma:
III
Qu
tranquilidad
cuando
desaparece la necesidad de defenderse!
Piotr cruz las manos tras la cabeza y
mir a su madre con los ojos
entornados. Aquello era como una grieta
en el transcurso del tiempo, algo as
como cuando tena la gripe, en su
infancia. Ahora, la madre estaba sentada
junto a la cama y remova el t que haba
puesto en la mesita. El instante del
reencuentro haba sido molesto para l.
Los lloros, la desenfrenada sensiblera
de la mujer le recordaban los tiempos en
que se avergonzaba de ello; y, la verdad,
de la Historia.
Piotr, hijo mo, dime en qu va a
terminar todo esto. El pueblo los odia a
muerte. Hemos rezado mucho por la
Liberacin y por fin la conseguimos.
Pero ahora resulta que la Liberacin no
es ms que una nueva ocupacin. Van a
convertirnos en otra de sus repblicas.
Piotr dej a un lado su taza, y
tapndose con la manta hasta la barbilla,
disfrutaba del calor que se expanda por
todo su cuerpo. Pero al mismo tiempo
que este calor, que la proximidad de su
madre y la luz de la lmpara, persista
en l la imagen de lo que haba ms all
de los muros de la casa. Al atardecer,
nostalgia
grandsima
por
la
Gemtlichkett de las cortinillas y las
flores de sus hogares. Pero fjate, qu
curioso: esos asesinatos y atrocidades
de que hablaban en sus cartas los
cometan ellos mismos y, sin embargo,
estaban asqueados. Como te digo, hijo
mo, todo depende del sitio en que se
est.
La vieja procuraba expresarse con
claridad y su mirada vagaba por las
vigas del techo.
Qu se le va hacer, mam, si
existe todo ese fango de la miseria
humana, del reino de la fuerza, de las
humillaciones? Cmo vamos a evitar
IV
Aqu no haba nada. Una inmensa
extensin de escombros aplastados bajo
la fra luz del da. Sobre esa capa se
deslizaban las sombras desgarradas de
las nubes. El viento levantaba pequeos
torbellinos de polvo de los ladrillos por
entre los hierbajos secos. El mismo
viento que revolva los cabellos negros
de Bruno. Se son su enrojecida nariz y
limpi luego cuidadosamente sus gafas.
Ya ves le dijo a Piotr, esto lo
han arrasado para que no quede ni una
huella. Aqu estaba mi puesto, pero yo
no estaba aqu: ni cuando se los llevaron
posibilidades?
Haba
acaso
manifestado con suficiente claridad su
oposicin a aquellas brutalidades? No.
Y sin embargo no era un malvado ni
tena nada contra los judos. Por lo
menos, eso crea l. Cmo poda, pues,
poner en duda las enseanzas de una
filosofa segn la cual el medio
ambiente
ejerce
una
influencia
misteriosa que, imperceptiblemente,
descompone al ser humano?
Quiz valga ms que los
sobrevivientes sean como Julin
Halpern dijo Piotr.
Bruno se balanceaba al caminar.
Mejor? Quiz. La cuestin juda
en Piotr?
Sabes muy bien, Bruno, que el
mundo de fuera ha dejado de ser para
nosotros una realidad.
S, pero los Alpes, por ejemplo,
existen y Bruno miraba las nubes que
pasaban por encima del desierto del
ghetto como si viera pasar una
procesin de montaas. Yo viva entre
cuatro paredes torturndome con mis
pensamientos. Sala muy pocas veces,
porque mi aspecto me delataba. Y
pensar ahora en los lagos transparentes,
en las libres alturas, en la inmensidad de
la tierra
Desde haca mucho tiempo, Piotr
podrn nacer?
V
Procedente de los bosques, a lo
largo de la carretera, se oa el mugir
lamentable de las vacas. No pertenecan
a nadie y se paseaban desorientadas con
las ubres llenas de leche. Llamaban a
los hombres. Pero no haba nadie. Las
casitas blancas de los granjeros
alemanes estaban vacas. Las tropas
marchaban hacia el Oeste. La infantera
sovitica avanzaba bajo la fina lluvia
penetrante. Unos soldados, envueltos en
las mantas, dormitaban en los armones
de los caones y otros se apretaban unos
contra
otros
en
camiones
norteamericanos.
Miraban
con
indiferencia a la masa que avanzaba en
sentido contrario. Eran largas filas de
carros donde se amontonaban camas,
colchones, aparatos de radio, cubos,
mquinas de coser, y, donde podan,
iban sentadas las mujeres arropadas en
sus mantones. Por lo general, llevaba las
riendas algn viejo de grandes bigotes.
Deportados para trabajar en Alemania,
recorran ahora hacia el Este mil, dos
mil, tres mil kilmetros, dirigindose a
las orillas del Don o del Volga,
llevndose todo lo que podan
transportar. Les faltaban semanas, meses
de viaje.
Avanzaban,
cansados,
con
exasperante lentitud, interminables
rebaos. Campesinos rusos empujaban
el ganado; sobre los hombros llevaban
una pelerina militar. Algunos de ellos
sumaban a su rebao las vacas
abandonadas que se asomaban al borde
de la carretera.
Los soldados que iban hacia el
Oeste les decan de vez en cuando a los
otros (los de las columnas que
regresaban con camiones cargados de
botn) que los envidiaban. Traan tubos
de metal, pedazos de caldera, rollos de
cable, dnamos, herramientas de todas
clases, todo lo que haban podido sacar
VI
Julin Halpern, acodado al alfizar
de la ventana, vea una calle recta y sin
color. Era estupendo haber obtenido un
piso alemn intacto requisado en esta
ciudad de Lodz. Era lo que todo el
mundo buscaba en aquellos momentos.
Lodz y Varsovia, distantes slo ciento
cincuenta kilmetros, eran los dos focos
de actividad de los que ms vala no
alejarse. Dormir en una cama propia y
estar en un piso normal despus de
tantos aos produca una magnfica
sensacin. En los armarios encontr
pijamas y trajes, e incluso un uniforme
Julin no lo saba.
Una msica sobre el teclado
nacionalista y catlico. Y resulta que
tiene razn, porque esa tctica puede
sernos til. Ahora todo su inters est en
captarse al jefe ideolgico de la
reaccin, Miguel Kamienski. Los rusos
lo tienen preso.
Julin lanz un silbido burln.
Lo conocas? Wolin lo mir
con inters.
Naturalmente. Ya sabes que los
fascistas polacos son una raza aparte:
sublimes, puros, con la vista siempre en
el cielo. Eso del asqueroso trabajo no
les concierne. Procuran que lo hagan los
los industriales.
Si creamos ese grupo dijo
pensativo Wolin tendremos que
prever los medios de que se van a
servir. Antes de la guerra, como se
sentan fuertes, despreciaban a los
catlicos franceses. Se apoyaban en
ocasiones en Toms de Aquino, pero
Maritain era ya para ellos un
judeocomunista. Ahora, en cambio, se
embarcarn en el humanitarismo y
personalismo catlicos.
No creo que conquisten a nuestros
catlicos
progresistas.
Unos
evolucionan rpidamente hacia el
marxismo
y
los
dems
son
ltima hornada.
Tienes que seguir trabajando en
ese libro sobre la dialctica.
Trabajo en l. Ahora estoy en
buenas condiciones para hacerlo.
Con los socialistas tendremos que
fastidiarnos mucho dijo de repente
Wolin. Parece que es necesario contar
con ellos, pero no olvidemos que es una
enfermedad contagiosa. Y por culpa del
socialismo caer ms de una cabeza en
el Partido. Lo presiento. Recuerdas lo
que te pregunt?
Ah! record Julin. Las
novelas policacas. S, s, pero todava
no he podido encontrar ninguna.
VII
El impresor Martyniak estaba
sentado en el estribo de su viejo Ford.
La carretera estaba desierta y slo de
tarde en tarde pasaba algn camin
sovitico. El chfer, Karwowski,
hurgaba en el motor con toda calma y en
silencio. La cosa no presentaba buen
aspecto. Si tenan ya avera a cincuenta
kilmetros de Varsovia, por lo viejo que
era el coche, qu sucedera ms lejos?
Martyniak estaba de mal humor. Haba
pasado la noche en el barrio de Praga
para salir por la maana temprano y lo
haban devorado las chinches. Las haba
cuchillas de afeitar.
Dnde est el ingeniero?
pregunt Repko.
Ha ido al pueblo a hacer unas
compras. Dice que si no llevamos
vveres lo pasaremos mal.
Eso ya lo veremos; para m lo ms
importante es que tengo ahora hambre.
Sac un envoltorio de papel de
peridico. Con su navaja parti en tres
pedazos la salchicha. Comieron los tres,
sentados en el borde de la zanja.
Karwowski, con un chasquido de sus
labios, expresaba su satisfaccin:
Qu pan tan bueno!
Lo hace mi mujer dijo Repko
halagado.
Los soldados soviticos dicen:
Polonia empieza donde comienzan el
pan blanco y el salchichn sentenci
Karwowski con la boca llena.
Un camin militar pas junto a ellos
a gran velocidad. Repko escupi:
No s qu se han figurado esos
piojosos. No tienen nada en su pas que
llevarse a la boca. Lo menos que podan
tener es buena maquinaria. Pues no;
necesitan quitarnos nuestras mquinas.
Martyniak estaba preocupado.
Si seguimos aqu, llegaremos
dentro de un ao. La fbrica se salvar,
pero estar funcionando en Mosc.
Karwowski ri.
No te preocupes, hombre; ya
llegaremos como sea. Este Ford del
demonio
Podremos organizar un equipo en
aquel sitio? pregunt Repko.
Porque supongo que all no hay nada ni
nadie. Es un fastidio ir as a ciegas sin
poder preparar nada.
Martyniak sac unos cigarrillos.
Claro que tendremos un equipo.
Se senta obligado a tranquilizar a sus
compaeros. Es cierto que adonde
vamos todo est arrasado, pero por all
pasan los que vuelven de Alemania. La
cuestin es convencerlos, explicarles
nada.
Es el momento indicado dijo
Martyniak, pues el que ahora empiece
bien, ascender pronto. Hay muchos
sitios para colocarse.
S. Eso creo yo. Por lo pronto
espero que tendremos dnde alojarnos.
Los alemanes habrn dejado muchas
cosas. Aqul ser nuestro Lejano Oeste,
como dicen los norteamericanos. Hay
que tener pupila, porque todo andar
revuelto por all. A las mujeres y a los
hijos no podremos llevarlos por ahora;
no creo que lo pasaran bien.
Martyniak pens que deba casarse.
Si no se hubiera quedado viudo antes de
VIII
Se acerca el momento de decirlo,
pensaba Piotr, mientras orientaba la
conversacin hacia el problema de los
obreros polacos en Francia. Baruga, con
la camisa desabrochada, se rascaba su
velludo pecho. Los bancos de las
escuelas y las tumbas que abra en ellos
con una navajita cruzaban por la
memoria de Piotr. Durante muchos aos
haba sido un mal alumno, con notas de
conducta siempre mediocres. Por mucho
trabajo que se tomase, era intil. Por fin,
lleg a comprender lo que era la escuela
y qu esperaban de l. Sus fracasos
benevolencia:
S. Me parece, Kwinto, que
debera usted airearse un poco por el
mundo. Tiene usted un estilo de gran
clase periodstica y el talento de un
reportero nato. No tiene usted derecho a
estropear estas facultades; por eso, creo
que debemos hacerle a usted
corresponsal en el extranjero. Ya
pensaremos en ello en cuanto se aclare
un poco este lo.
Piotr tuvo la visin confusa de una
ruptura con aquel ambiente y una
libertad indefinida. Era algo as como su
ilusin infantil de acabar para siempre
con los estudios. Pero se prohibi a s
haba
sido
aquel
espantoso
levantamiento contra los invasores
alemanes. No, en realidad, Piotr no
haca sino jugar a engaarse a s mismo.
No era tan falso ante Baruga como a l
mismo le pareca.
Muchas gracias. Ya sabe usted
que me interesa mucho trabajar; y todo
lo que yo consiga hacer, depender de
usted.
Si este plan era una argucia
sembrar a tiempo las semillas cuyo
crecimiento debera vigilar, quiz
fuese de una astucia ms profunda que la
del pensamiento consciente: era la
habilidad de un organismo alerta que
IX
Los pueblos se calaban con las
tibias lluvias primaverales. Circulaban
rumores y bulos contradictorios que
amedrentaban a la gente. El decreto que
priv repentinamente de todo valor a los
billetes en circulacin haba llevado al
lmite la desconfianza de los campesinos
hacia la moneda. Conservaban las
monedas de oro y los dlares en espera
de que se produjese algn cambio en la
situacin. Todo era inseguro. Se deca
que nada vala la pena, puesto que
pronto estallara una nueva guerra. O
bien, habra un nuevo gobierno que no
en Rusia.
Faltaban caballos, bueyes, cerdos,
pues los ejrcitos, como plagas de
langosta, destruan toda la riqueza del
campo al atravesar el pas. Se
propagaban enfermedades desconocidas.
A los hombres les daba aprensin tocar
a las mujeres porque los mdicos los
prevenan contra la sfilis asitica. Entre
los hombres que los alemanes se haban
llevado, haban vuelto algunos y
contaban que en los territorios del Oeste
no haba ms que instalarse en las
tierras que uno prefiriese. Y los ms
pobres, al or esto, pensaban ya en
abandonar su msero terrn y buscar
X
El chfer Karwowski encendi los
faros, pero la luz que brotaba de stos se
dilua en la neblina. No haban avanzado
ms de doscientos kilmetros. El motor
poda pasar; lo peor eran los
neumticos. Reparados varias veces con
cola, se desinflaban con una frecuencia
insoportable. Hacan apuestas para
adivinar cul de los neumticos sera el
siguiente en vaciarse. Haba que
encontrar alojamiento para la noche.
Decidieron detenerse en el siguiente
pueblo. Nadie pasaba por la carretera:
una lnea recta a travs de los campos
Un traidor.
El eco se alej y luego, repercutido,
volvi. Otra vez el silencio. Saltaban
chispas de la fogata y suban dando
vueltas. Repko se balanceaba sin saber
qu postura tomar.
Yo
Silencio. Eres un traidor a la
patria. Creste que ibas a estar seguro
afilindote al Partido, eh? Pues bien,
entrate de que hay una justicia y somos
nosotros quienes administramos la
justicia.
El jefe apoyaba su mano en la culata
de la pistola.
Repko se persign y volvi a
XI
Pensar en una vida normal no
produca ms que zozobra. Winter se
pregunt qu hara despus de quitarse
el uniforme. Mientras se est uno
esforzando, es fcil sostenerse. Pero
qu hacer cuando se aproxima el
trmino del viaje y slo encontramos
vaco, fro y odio? Winter no haba
hallado en Polonia a ninguno de los
suyos, fuera de su to Friedman, hermano
de su madre. Isaak Friedman era un
judo campesino, uno de sos que se
pasan todo el da en el carro, de un
pueblo a otro, comprando, por ejemplo,
ruso.
El to Isaak le pregunt a Winter
cules eran sus planes para el futuro.
Supongo que se te habr pasado
all en Rusia deca Friedman.
Que se me ha pasado el qu?
se extra Winter.
Friedman sonrea con aire de
persona que est al tanto.
Hombre, me refiero a tu
comunismo. La patria del proletariado
es muy buena para la salud. All se cura
uno de muchas cosas.
Winter, descontento, respondi que
si todos ellos, y l el primero, haban
salvado la vida, era slo por haber
sistema sovitico?
Los ojos de Winter tropezaron con la
mirada de su mujer, que tena apoyada la
barbilla en el cuello del uniforme
militar, demasiado ancho para ella.
Despus de su estancia en Ashabad y la
muerte de su hijo, esta mujer era una
enemiga silenciosa y fantica del
rgimen sovitico. La mujer de
Friedman, gruesa y de rostro arrugado,
estiraba las palabras al hablar:
Si no fuera porque Isaak es muy
prudente, nos habramos muerto de
hambre en Rusia. Si obedeces, te dan
pan. Si no, te fastidias. Pero, aunque se
les obedezca, el pan que dan es
de movimiento y de alegra.
Antes de que me detuvieran
dijo Friedman encontr a ese
Teitelbaum que tena una tienda junto a
vuestro taller de encuadernacin.
Entonces le pregunt qu tal le iba con
la nueva vida socialista. Me respondi:
No est mal. El dos por ciento vive
bien. Se cogi la cabeza con las
manos y exclam: Pero cmo diablos
meterse en ese dos por ciento?. Te lo
repito, Jos aadi Isaak bajando la
voz, nada tenemos que hacer aqu y
ningn hombre como Dios manda se
quedar en Polonia. Slo permanecern
aqu los enchufados, los que se pongan
Qu me quedar si traiciono al
Partido? Dnde encontrar un sentido
para orientar mi vida si con mi decisin
de abandonarlos deseo probar que la
Historia carece de todo sentido?.
Envidiaba a su to, y a las personas
sencillas y corrientes como l que no
haban conocido ese instante de
envenenado
deslumbramiento
que
recuerda al sabor de la manzana
arrancada al rbol del Bien y del Mal.
Mientras siguiera trabajando en
Polonia, donde se estaba realizando el
triunfo del sistema al cual haba
sacrificado l tantas cosas, su pasado se
justificaba e incluso se justificaban sus
XII
Inmediatamente detrs del pueblo, un
camino pedregoso surcado por las
lluvias suba hacia los linderos del
bosque. Wolin caminaba lentamente,
dndose golpecitos con una rama en las
polainas. Ya estaba bien por hoy.
Acaso no haban utilizado sus
antepasados a toda clase de canallas
para mantener a los campesinos en la
obediencia? Innumerables lacayos y
negreros se han movido a travs de los
siglos en torno a los grandes seores,
dispuestos a cometer cualquier villana
a la menor seal de stos. Como perros
XIII
Para Piotr, el curso del tiempo, que
hasta entonces llevaba un ritmo desigual
como si se hubiera ido deteniendo al
borde de una serie de precipicios
empez a tomar velocidad. Lo quisiera o
no, tena que insertarse en lo que slo
era para l una situacin frgil y
provisional, aunque pensaba con
disgusto que lo provisional amenazaba
convertrsele en duradero. Haca calor y
las hojas de los rboles dejaban filtrar
la luz de las lmparas elctricas. Las
orquestas tocaban en los jardincitos de
los cafs en esta ciudad de Lodz donde
EL SUEO DE PIOTR
Este relato, cuyas frases haba
tallado y pulido muchas veces
esforzndose por captar la inefable
insistencia del recuerdo, le produca
ahora, al contarlo en alta voz, una
Ante
todo,
era
un
sueo
tranquilizador, que le infunda una
absoluta seguridad. Todo l estaba
impregnado de una presencia protectora
y poderosa. Piotr senta un amor tan
inmenso que la misma grandeza de este
sentimiento le haca llorar de ternura.
Amor por Aqul que lo llenaba todo. Y
Aqul era, sencillamente, Stalin, que lo
sent sobre sus rodillas y lo rode con
sus brazos. Se llev al pequeo Piotr y a
medida que se elevaba por los aires se
iba haciendo cada vez ms gigantesco.
De pronto, Piotr comprendi que no era
Stalin, sino Dios Padre con su tringulo
luminoso, la paz eterna y la felicidad
inacabable.
Piotr se expresaba mal. Pero le
haca a Teresa unas preguntas violentas;
las preguntas de un rebelde: Por qu?
repeta, por qu? Cmo puedo
ser responsable de lo que soy de
verdad? Quin puede decir Yo soy
yo, si, sabiendo que odia, est
adorando contra su voluntad?.
XIV
Si, despus de lo que Piotr le haba
contado, Teresa se hubiera limitado a
darle unas palmadas y rerse, tambin l
se hubiera redo y todo habra quedado
en eso. Pero la verdad es que Teresa se
qued muy seria.
Nos ponen el yugo y nos obligan a
tragarnos todas sus cochinadas. Y esto
tenemos que pagarlo. Eres un
desgraciado.
Tendi la mano para coger la ropita
que cosa para su nio. Enhebr una
aguja. Mientras morda el hilo con los
dientes, observaba a Piotr.
otra fuerza.
Teresa lo escuchaba sin dejar de
coser.
Sabes lo que ests haciendo?
le ataj. Justificar tu fatalismo.
Piotr no respondi, y ella insisti:
Con este sueo te pones en guardia.
En qu sentido me pongo en
guardia?
Lo ms importante es la historia
de tu padre y tu vida de hurfano. Como
te mataron a tu padre, te parecen
todopoderosos.
Teresa no quiso hablar ms de este
asunto. Pens: Deja de decir
vaguedades y procura comprender t
XV
El Vstula, en el fuego de los
primeros calores intensos, llevaba
enturbiadas sus aguas por la arena
arrancada de su lecho y sus orillas por
la corriente. Por encima del ancho ro se
elevaba la ciudad destruida, absurda con
su ttrico aspecto bajo la alegra del
cielo. La superficie del agua,
acostumbrada ya a la herrumbre de los
puentes hundidos, repeta sin tregua los
mismos pliegues. Ms all del ltimo
puente, las amplias playas estaban
vacas. Antao, en esta poca, una
multitud abigarrada se extenda por all,
XVI
Al visitar por segunda vez a Artym,
Piotr encontr all a un desconocido, un
joven en cuya chaqueta de lino bastante
sucia haba un brazalete de luto. El
desconocido se levant vacilando. Era
cargado de espaldas y sus largas manos
le colgaban sin saber qu hacer con
ellas. La cara bronceada por el sol de
aquel individuo le recordaba a Piotr la
de los golfillos de Varsovia de antes de
la guerra, rostros afilados e irnicos.
Pero ste, en cambio, era un rostro
sombro. Quedaron mirndose, y Piotr
experiment
una
sensacin
XVII
Miguel se haba acostumbrado a
todo en las diversas crceles por donde
haba pasado; a todo menos a los olores
repugnantes. Aspiraba el aroma del agua
de colonia, extraordinariamente extico
en aquel ambiente, que emanaba de la
cabellera lisa y brillante bajo la luz de
las lmparas. A Miguel se le crispaban
los dedos en el borde de la silla. Era su
tercer interrogatorio despus de vanos
meses. Del primero y del segundo haba
salido vencedor; por lo menos, as lo
crea l. S, triunf dialcticamente con
absoluta independencia del resultado.
una
resistencia
enrgica
acaba
descomponindose.
Ah! y Wolin apoy la barbilla
en la mano. De modo que confa
usted en la resistencia interior? Vamos a
ver, si tuviera usted que aconsejar a un
hombre que se sintiera en algn modo
responsable de la suerte del pas, a un
poltico, qu le aconsejara? En nuestro
sistema, la conspiracin es imposible.
Lo sabe usted de sobra. Cuando se
estimulan los asesinatos, no se hace ms
que aumentar el nmero de vctimas.
Somos nosotros quienes ponemos en
marcha de nuevo los trenes y las
fbricas y nosotros somos los que hemos
XVIII
Los jinetes tiran de las bridas y se
detienen. All abajo se extiende un
inmenso pas conquistado por ellos. El
poder est ya en manos de estos
hombres. Contemplan los ros que
brillan al sol, las ruinas de las ciudades
en calma despus de tanta lucha y
baadas por una neblina azulada. Unas
figuritas diminutas por la distancia, van
y vienen por los valles, inconscientes
del destino que les aguarda. En las
cumbres, unos poderosos castillos
levantan los puos de sus torres. Desde
lo alto de esas torres, reinarn estos
historia.
Era halageo para Piotr que Julin
lo contase entre los iniciados mientras
que negaba esta categora a la mayor
parte de sus conocidos. Piotr necesitaba
seguridad y Julin se la ofreca en medio
de aqullos cuya vida iba a consistir en
administrar la fuerza y a cuyos pies se
desarrollara la tierra polaca, de la cual,
en definitiva, eran ya los amos. Piotr,
con el espritu destrozado por el
contraste entre lo que haba conocido
antao y lo que ahora vea en torno suyo,
necesitaba una lnea que lo aislase de la
masa, ese objeto pasivo de los procesos
histricos. En la visin que le sugeran
XIX
Unos hombres vestidos casi de
harapos izaban unos cables, valindose
de largas prtigas, a las puntas de los
muros rotos. Luego, colgndose de los
cables, tiraban de ellos estimulndose
con un rtmico O-o-oop, o-oop. El muro,
despus de muchos esfuerzos, se
derrumbaba estrepitosamente entre
nubes de polvo. Para transportar los
escombros utilizaban carros de un
caballo. Enjambres de hombres y
mujeres se agitaban entre los derribos,
abrindose un camino hacia las nuevas
calles.
XX
Wolin hojeaba unos papeles.
Estos restos socialistas del
naufragio, que hoy siguen en la
oposicin, son el elemento ms
perjudicial
para
nosotros.
Ese
Darewicz, que se ha escapado Stefan
Cisowski. Naturalmente, perteneca al
Ejrcito del Pas. Por ahora no lo
necesitamos, pero algn da nos ser
til. Por lo pronto, que lo encierren y lo
interroguen.
El despacho de Wolin estaba al lado
del que ocupaba el ministro de
Seguridad, en un edificio que Wolin
datos.
Al consentir la salida de Kwinto,
Wolin haba cedido a la insistencia de
Baruga. Pero tambin tuvo en cuenta el
informe favorable que le dio Julin.
Est en el equipo que sale hacia
Pars aclar el jorobado.
Wolin cogi el auricular. Los
telfonos no funcionaban todava en
Varsovia, pero la red de la Seguridad
marchaba ya, aunque con deficiencia.
Llam al ministro de Asuntos
Exteriores:
Aqu Wolin. Querra saber cundo
emprende el vuelo el equipo que enva
usted a Pars. S. Que no es probable?
XXI
En la superficie lisa de la carretera
del aerdromo, el viento arrastraba la
nieve seca. En la borrasca se vean
apenas los restos de los hangares
hundidos. Los centinelas rusos, con
largos abrigos de piel de cordero, se
guarecan bajo el prtico de madera
adornado con guirnaldas de papel rojo
que rodeaban el retrato de Stalin. Las
puntas de sus bayonetas caladas se
perdan en los torbellinos blancos.
Las antiguas pistas del aerdromo
haban quedado inutilizables. En el
lmite de la planicie haban construido
CZESLAW
MILOSZ.
Seteniai
(Lituania), 30 de junio de 1911,
Cracovia (Polonia), 14 de agosto de
2004. Se licenci en Derecho en la
Universidad Stefan Batory de Wilno, y
march a Pars con una beca.
A su regreso trabaj en Radio Wilno,
Notas
[1]
[2]
[3]
Frmula sovitica:
socialmente peligroso. <<
Elemento
[4]