Grimal Pierre - Los Extravios de La Libertad
Grimal Pierre - Los Extravios de La Libertad
Grimal Pierre - Los Extravios de La Libertad
Filosofa
ISBN 84-7432-397-5
788474 323979
Cdigo : 2.356
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- - .____________
LOS EXTRAVIOS DE
LA LIBERTAD
por
Pierre Grimal
ISBN: 84-7432-397-5
Depsito legal: B. 1.081 - 1991
Impreso en Espaa
Printed in Spain
Impreso en Rom any/Valls, S. A.
B o ssu et
Indice
Introduccin .................................................................................
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Introduccin
Nadie duda de que la palabra libertad sea una de las m s os
curas que existan. Esto no ofrecera inconveniente mayor si al pro
pio tiempo no fuera uno de los vocablos m s conmovedores y m s
peligrosos que se conocen. La libertad, que se concibe com n
mente como una fuente de espontaneidad y vida, como la m ani
festacin misma de la vida, se revela en la experiencia como algo
inseparable de la muerte.
Ninguna forma de vida, en efecto, es espontaneidad pura. Des
de muy temprano se nos impone la sensacin de los lmites que
nos encierran por todas partes: lmites de nuestro cuerpo, limites
debidos a las cosas que nos resisten y con las cuales hay que u sar
de astucia, lmites que resultan de la presencia de los dem s en
todas las edades de nuestra existencia. Pero si. mediante el
pensamiento, suprim im os todos esos obstculos, se hace eviden
te que al mismo tiempo suprimimos las razones que tenemos pa
ra obrar y para afirm ar nuestra libertad, se hace evidente que to
da vida es u n a lucha y que el obstculo es todo aquello que nos per
mite existir, aquello que nos hace cobrar conciencia de nuestra vo
luntad al resistirse a nosotros. Slo hay libertad absoluta en una
soledad absoluta y. finalmente, en la muerte.
Guizot aseguraba, en su Historia de la civilizacin en Europa.
que el m undo antiguo haba ignorado el sentimiento de la libertad
en su estado puro". Guizot entenda por esta expresin el placer
de sentirse hombre, el sentimiento de la personalidad, de la espon
taneidad hum ana en su libre desarrollo". Un sentimiento, deca,
que no exista entre los brbaros o. como los llamaba Guizot. los
salvajes". Guizot hacia esta afirmacin en la poca del rom anti
cismo y apoyndose en Rousseau. C hateaubriand y... Tcito. Di
cha afirmacin no responde a ninguna verdad histrica. Despus
de Guizot. sabemos, gracias a los esfuerzos de los etnlogos, que
las sociedades de los pueblos "salvajes" son tam bin las m s so
metidas: a creencias sofocantes, a ritos, a costum bres estrictas.
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La libertas" republicana
De manera que, el 15 de marzo del ao 44 a. de C., Bruto, Ca
sio y su s amigos conjurados para dar m uerte a Csar asesinaron
brutalm ente en el Campo de Marte a quien habia extendido el im
perio de Roma hasta los limites del mundo, desde los bordes del
ocano occidental h a sta las orillas del Oriente, en adelante paci
ficado. Y los conjurados hacan aquello porque, segn decan,
queran devolver a Roma la libertad.
No recordaban acaso que cinco aos antes, a principios de
enero del ao 48. ese mismo Csar habia cruzado los lmites de su
provincia que abarcaba las Gallas y el Ilirico, que a la cabeza de
su ejrcito habia cruzado el clebre Rubicn y se haba colocado
en estado de insurreccin porque tambin l apelaba a la libertad?
Un asesinato, una guerra civil constituan un balance bien pe
sado.
A orillas del Rubicn, Csar haba declarado solemnemente
ante los soldados de la legin xni (todos ciudadanos, como lo eran
los legionarios, y por consiguiente directamente interesados en el
mantenimiento de la libertad cvica) que sala de la legalidad pa
ra impedir que el senado se opusiera por la fuerza al ejercicio del
derecho de veto que tenan los tribunos. Ese derecho de veto, su
primido durante algunos aos por la dictadura de Sila y restable
cido despus, era considerado generalmente como el ltimo b a
luarte de la libertad. Haba sido instituido en el mismo momento
en que se instituy el colegio de los tribunos del pueblo durante
el primer siglo de la repblica y daba a los tribunos el poder de opo
nerse a todo acto de un magistrado que les pareciera arbitrario.
Ahora bien, ocurra que en aquel ao. durante las prim eras sesio
nes del senado los cnsules, enemigos de Csar, haban intenta
do llamarlo a Roma para poner fin a su m ando con la esperanza
de acusarlo por actos ilegales que no podran dejarse de descubrir,
mediando ciertas argucias Jurdicas, en la administracin de sus
provincias. Los tribunos haban opuesto su veto. La mayora del
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lia ante los dioses y los hombres, u n crimen reconocido por todos;
con ese acto haba pecado contra uno de los principios m s sagra
dos sobre los que reposaba el Estado: la continuidad del grupo fa
miliar. Si eljoven Tarquino pudo hacerlo, dijeron los romanos, fue
porque se haba aprovechado de u n poder que en aquellas cir
cunstancias se haba enderezado contra ese derecho. De esa m a
nera se haba dado la prueba de que la m onarqua al permitir
que u n hombre, el rey, y peor an. u n miembro de su casa pasa
ra por alto la ley comn era incompatible con la libertas y que
la realeza contradeca lo que era entonces una de las reglas fun
dam entales no escritas de la sociedad: la conservacin de la iden
tidad de las gentes.
La violacin de Lucrecia (que haya ocurrido verdaderamente
o no) puede considerarse como u n mito que ilustra la idea de liber
tad. tal como sta exista en la Roma del siglo vi a. de C.. idea que
nada tenia que ver con el gobierno del pueblo por el pueblo. Segu
ram ente no se debe a u n azar el hecho de que u n medio siglo des
pus de la expulsin de los Tarquinos. u n episodio bastante pa
recido precipit u n a crisis poltica que puso al pueblo contra la ti
rana'' de los decenviros. un colegio de diez m agistrados, provis
tos de plenos poderes a quienes se les haba encargado redactar
el cdigo de las leyes, hasta entonces no escritas. E sta vez la vc
tima se llamaba Virginia. Era la hija de u n centurin. Virginio, que
estaba en el ejrcito y haba debido dejar a su hija en Roma. En su
ausencia, uno de los decenviros, un miembro de la gens Claudia
(conocida por su altivez aristocrtica y su desprecio por los plebe
yos), se enamor de la joven Virginia a quien haba visto en el Fo
ro. Para satisfacer su deseo, la hizo reclam ar por uno de su s liber
tos pretendiendo que la m uchacha era su esclava y se haba fuga
do. Como l mismo deba ser el Juez en aquel asunto, la decisin
era segura. Virginia sea llevada por la fuerza a la casa de Apio
Claudio y padecera su s violencias.
Mientras tanto, el padre, Virginio, a quien unos parientes y
amigos haban prevenido, regres a Roma a toda prisa y se presen
t ante el tribunal del decenviro. Este se neg a escuchar su que
ja y como Virginia Iba a ser entregada al Juez enamorado, s pa
dre tom u n cuchillo del m ostrador de u n carnicero vecino y con
l dio m uerte a la Joven. Lo mismo que en el caso de Lucrecia, la
pureza de la sangre se m anlesta como el valor suprem o que hay
que conservar a toda costa aunque cueste la vida. Sabemos cmo
el pueblo, Indignado por la conducta del decenviro, se sublev y
suprimi aquella m agistratura de excepcin que haba permitido
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luego la decapitacin con hacha. Y ya los lictores del rey (que son
su s agentes de ejecucin) se apoderan del joven y le a tan las m a
nos cuando una Inspiracin ilumina el espritu de Horacio que ex
clama: Apelo a m is conciudadanos". Esto creaba u n a situacin
jurdica nueva, sin ejemplo hasta entonces. Acceder a la apelacin
significaba adm itir que la molestases decir, la superioridad ju
rdica dejaba de corresponder al rey en ese caso para p asar a
m anos del pueblo. As se m ostraba u n a resquebrajadura en el po
der monrquico. Pero haba algo ms: no slo la molestas del pue
blo era reconocida respecto del rey. sino que tam bin lo era res
pecto de las leyes a las que los reyes mismos deban obedecer. El
pueblo era soberano y a l le corresponda fijar la pena o absolver
al culpable. El pueblo, poniendo en la balanza la m agnitud del cri
m en y la del servicio prestado al Estado por Horacio y teniendo en
cuenta tambin (y quiz sobre todo) el hecho de que el joven Ho
racio perteneca a la gens Horatia. u n a de las m s antiguas y glo
riosas y que iba a perecer, pronunci la absolucin y se content
con obligar a Horacio a purificarse religiosamente, e s decir, a pa
sa r bajo el yugo" simblico que lo devolva a la comunidad paci
fica. El pueblo haba decidido con toda independencia, haba afir
mado su propia libertad" al tiempo que la del hombre al que h a
bla juzgado.
Naturalmente, cuesta trabajo pensar que el invento de este de
recho de apelacin al pueblo (el Jus provocationis) naciera de esa
m anera y por obra de u n a sbita inspiracin que se crea haber si
do enviada por los dioses. La idea de u n a dignidad y de u n poder
superiores la molestas reconocidos al conjunto de los ciuda
danos no era realmente nueva: ya haba comenzado a insinuarse
en los primeros tiempos de la ciudad y era el resultado de las co
sas mismas. El rey. ser hum ano, no poda perdurar. La ciudad (la
civltas, la comunidad de los ciudadanos) era en cambio perdura
ble. De m anera que era necesario, en virtud de un acto definido,
que en cada cambio de reinado esa comunidad reconociera la a u
toridad del rey por m s que en ciertas circunstancias no lo eligie
ra directamente. El poder del rey en Roma era a la vez u n poder de
hecho y u n poder de derecho, y tal vez ste sea u no de los inven
tos polticos m s fecundos de los romanos. Conocemos la existen
cia de u n a ley curiata (adoptada por las curias, las asam bleas de
las que en seguida nos ocuparemos) que confera el poder supre
mo (el imperium). Cada en desuso durante la repblica, esta ley
curiata ser retom ada por Vespaslano que h ar legitimar asi su
poder mediante u n texto que hemos conservado.
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H abla que devolver a cada cual la libertad, a n tes de darle arm as, pa
ra que com batieran por su p atria, por s u s conciudadanos, y no por
u n amo*.
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Los combates de la libertad
El principio del segundo libro de Tito Livio. aquel en que co
mienza. dice el autor. La historia de u n pueblo romano en adelan
te libre, despus de la cada de los reyes, presenta una medita
cin sobre la naturaleza de la libertad. La libertad est definida por
dos criterios: la existencia de dos m agistrados que encabezan el
Estado anualm ente y luego el hecho de que el poder suprem o (imperturri) procede de las leyes y no de los hombres. Bien se compren
den las razones que haban llevado a los revolucionarios del ao
509 a dividir as la autoridad entre dos hombres. A un si alguno de
los dos magistrados senta inclinaciones a m ostrarse tirnico, su
tirana no poda d urar m ucho tiempo, en tanto que el otro magis
trado poda limitarla en su s efectos. En cuanto a las leyes, stas
eran de naturaleza, segn se pensaba, capaz de su m in istraren to
das las circunstancias reglas que indicaran la decisin correcta
que haba que tomar.
A decir verdad. Tito Livio no parece aprobar plenam ente este
estado de cosas as descrito. Explica el entusiasm o de los rom a
nos, despus de 509 y de la expulsin de los Tarquinos por el con
traste que haba entre el nuevo rgimen, en el cual todos los ciu
dadanos eran en principio iguales, y el orgullo [superbia) de los
prncipes depuestos, lo cual indicaba que esta revolucin haba si
do provocada m s por una reaccin popular (de orden pasional,
por la irritacin experimentada frente al desprecio que los prnci
pes m anifestaban respecto de los dems) que por el deseo de p ar
ticipar efectivamente en el ejercicio del poder. Pero Tito Livio no
comparte plenamente los sentimientos que atribuye a los rom a
nos de aquellos remotos tiempos. Recordando las agitaciones que
haban marcado el fin de la repblica y los peligros que los exce
sos cometidos en nombre de la libertad haban hecho correr al E s
tado. Tito Livio se m uestra equitativo con los reyes que desde Rmulo a Tarquino el Soberbio contribuyeron a fundar la ciudad, a
afirmarla, a engrandecerla al favorecer el aum ento de su pobla49
varan los bienes del rey, la ciudad se enter de que los jvenes
nostlgicos de la m onarqua haban decidido hacerlo todo para
que Tarquino regresara. Naturalmente su conjuracin fue descu
bierta. Los prendieron y fueron condenados a m uerte. En aquellas
circunstancias nadie parece haberse preocupado por la libertad"
de los Jvenes, en el sentido m s estricto del trmino, es decir, el
derecho que tenan de apelar al pueblo, segn el procedimiento ya
tradicional desde el juicio de Horacio. Asi, la diosa libertad tiene
la costum bre de destruirse ella misma, tan esclava es de su s
pavores!
Entre los condenados figuraban los hijos del cnsul, los hijos
de Bruto. Y fue su padre quien orden su suplicio. Fue su padre
quien dio la seal dla ejecucin desde lo alto de su silla curul (que
habia sido la de los reyes) con lo que fue espectador de todo. La ra
zn de Estado" se impuso a los sentimientos m s naturales. Pe
ro era pues necesario dar m uerte a unos adolescentes para sal
var la patria? Una patria que, por lo dems, no corra ningn ries
go. puesto que la conjuracin habia sido descubierta. Lo que se
castigaba con tan ta crueldad era la intencin de aquellos jvenes,
el sacrilegio cometido contra la diosa. Lo cierto es que Bruto fue
m uy admirado al igual que u n hroe por su "firmeza" y su devo
cin al Estado. Ejemplo abominable que deba atravesar los siglos.
Roma, despus de las expulsiones y de la emigracin habia des
cubierto en u n solo dia los vnculos indisolubles que en la vida po
ltica unen la libertad y la muerte.
Parajustiflcar su proyecto de hacer regresar a los reyes, los j
venes conjurados del ao 509 haban alegado que los reyes son se
res hum anos, accesibles a la piedad y a los argum entos de la ra
zn. en tanto que las leyes son impersonales, ciegas, implacables
y desprovistas en definitiva de razn pues se las prev para situ a
ciones que nunca son exactamente las que se dan en la realidad.
El sacrificio que hizo Bruto al inmolar a su s propios hijos habra
sido u n argumento en apoyo de la causa de esos jvenes. Si h u
bieran vivido habran descubierto que aquella libertad en nombre
de la que se habia derram ado su sangre no habia cambiado gran
cosa la situacin de los ciudadanos. La tirana, a u n dividida en
tre los cnsules, no era m enos pesada, que la tirana de los reyes.
Adems esta tirana careca de hum anidad, de fantasa, a diferen
cia de la otra.
E n general, la repblica no aportaba grandes cambios en re
lacin con la poca de los reyes. En el interior de la comunidad y
en tiempos de paz, los bienes de los ciudadanos continuabansien53
ca: cada vez que en el curso del medio siglo anterior se haba pro
ducido u n a sedicin sta haba sido o bien fomentada o bien com
batida por u n jefe militar que intervena con sus legiones. Cicern
en cambio haba hallado el medio de m antener a la vez la paz y la
libertad.
Toda la historia de los ltimos tiempos de la repblica, de los
aos que separan el consulado de Cicern y el comienzo de la gue
rra civil (entre el ao 63 y el m es de enero del ao 49). es la his
toria de los esfuerzos desplegados para m antener a toda costa la
libertas y evitar una recada en la tirana de Slla. As ocurri cu an
do Pompeyo regres del Oriente despus de haber asegurado cual
nuevo Alejandro su dominacin sobre todo lo que se extiende des
de el Mediterrneo al Cucaso y al Eufrates. Pompeyo habra po
dido entonces m archar sobre Roma con su ejrcito, hacerse pro
clam ar dictador o rey y pasar la ciudad a sangre y fuego m ientras
suspenda los derechos de los ciudadanos y abola la libertas. No
hizo nada de todo eso. Apenas desembarcado de Brindis!, licenci
a su s legiones y aguard dentro de la legalidad y no sin paciencia
a que el senado le discerniera el triunfo y diera tierras a su s
veteranos. Con semejante actitud, las "armas" se inclinaban a n
te la toga, el poder militar reconoca la preeminencia del poder
civil.
Diez aos despus, las am enazas contra la libertad provenan,
no ya de u n general victorioso, sino de los verdaderos combates
que libraban entre s agitadores que trataban de imponer su vo
luntad en perpetuos tum ultos y motines. Ocurri que el m s en
carnizado de todos, el ex tribuno de la plebe P. Clodlo. fue m uer
to en la Va Apia por hom bres que estaban al servicio de Miln. su
adversario poltico. Hubo refriegas en el foro y la curia fue incen
diada. A todo esto, para restablecer el orden y luego para permi
tir el desarrollo m s o menos sereno del proceso que se le sigui
a Miln (en virtud de la libertas), Pompeyo tuvo que hacer inter
venir a soldados y ejercer entonces su impertumconsular (Pompe
yo era entonces cnsul nico) en el interior del pomerium, al pie
mismo del Capitolio..., lo cual era contrario a la misma libertas.
Aquella era u n a situacin jurdica ambigua.
Cicern estuvo encargado de pronunciar el discurso de defen
sa de Miln. Todos sabemos que. m uy emocionado por la presen
cia de los soldados apostados en las gradas de los templos vecinos
para asegurar la proteccin del tribunal contra los elementos po
pulares que estaban a sueldo de Clodio, Cicern no pronunci su
discurso (para decirlo con las palabras de un com entarista anti59
dao colocar la ley no escrita por encima de las leyes hum anas. Y
aquello se produjo porque Pompeyo y Cicern se levantaron con
tra el abuso que se hacia entonces de la palabra libertad, tan fre
cuentem ente invocada por los amigos y partidarios de Clodio. u na
libertad que consista esencialmente en obligar a su s adversarlos
a dejarles el campo libre. Una libertad que para quienes no eran
ellos, era una tirana.
El proceso de Miln representaba el episodio m s reciente de
un conflicto que haba comenzado muchos aos atrs. Ese proce
so es Importante porque con motivo de l Cicern aport alguna
claridad a ese largo debate relativo a la naturaleza misma del po
der en la nacin que haba hecho derram ar m ucha sangre desde
hacia medio siglo.
El proceso haba comenzado con las mejores Intenciones del
m undo cuando Tiberio Sempronio Graco, en el ao 137 a. de C.,
cruz la Toscana para encaminarse a Numancia. Segn las pala
bras de su hermano Cayo, le impresion el aspecto de los campos
en los que vivan muy pocos hombres libres, pues las tierras eran
cultivadas en provecho de los grandes propietarios por esclavos
procedentes de pases brbaros. Esto es lo que afirma Plutarco. Se
trataba sin duda de orientales a quienes su s reyes haban vendi
do a los traficantes de esclavos. Tiberio Graco resolvi remediar
esa situacin que le pareci peligrosa para Roma y al propio tiem
po indigna de las tradiciones de su patria. Esta, pensaba con ra
zn Tiberio, se basaba en u n a mayora de hombres libres, esen
cialmente pequeos propietarios, labradores que perpetuaban
las tradiciones antiguas, ese mos malorum cuya importancia he
mos sealado. Tiberio se interrog (como ya lo haban hecho a co
mienzos del siglo v a. de C. los hom bres que se esforzaban por re
m ediar la situacin de endeudam iento de u n gran nm ero de ciu
dadanos) sobre las consecuencias de la situacin que descubra.
Cmo esos pocos labradores, a medias despojados de su s tierras
por los grandes propietarios podan llegar a ser soldados capaces
y deseosos de combatir por su patria"?
Tiberio no haca m s que recoger ideas que u n as decenas de
aos antes haba formulado Catn el Censor. Los labradores, es
criba Catn, son la fuerza de la nacin. Deben a la vida que lle
van esas cualidades de resistencia, de endurecimiento y de p a
ciencia que hacen a los mejores soldados. E stn atados a su tie
rra que defendern contra todos los ataques. Quieren, por encima
de todas las cosas, proteger a su familia, las tum bas de su s ante62
3
La libertad sacralizada
Como caba esperar de un pueblo que hizo eterno un rico teso
ro de leyendas, los griegos imaginaron alrededor de la libertad m u
chos mitos que pasaron a travs de los siglos y que desde la anti
gedad no dejaron de hacer sentir su efecto sobre los espritus.
Esos mitos hacan de la libertad una diosa, una fuerza trascen
dente, una de esas diosas que junto con la Abundancia (Ops). la
Salud {Salus), la Concordia y la Victoria escapaban al control h u
mano. Por lo menos as lo entenda Cicern en el dilogo Sobre la
naturaleza de los dioses. La historia de Roma en aquellos das no
poda sino confirmarlo en esta opinin, tan tas eran las perturba
ciones que haba ocasionado en la sociedad rom ana la palabra
libertad.
Atenas, por su parte, se complaca en recordar que en su his
toria por dos veces esa diosa haba extendido de m anera ejemplar
su proteccin sobre la ciudad. Una primera vez, cuando se puso
fin a la tirana de los descendientes de Pisstrato; y una segunda
vez, algunos aos despus, cuando los persas fracasaron en su in
tento de someter a Grecia.
El recuerdo de la primera intervencin se haba conservado de
varias maneras; una era una estatua que representaba a los dos
hroes Harmodio y Aristogitn. los "tiranoctones" (matadores de
tiranos) y que estaba consagrada a su memoria en el barrio del Ce
rmico. Cada ao un magistrado acuda a ofrecerles los presen
tes que perpetuaban la supervivencia de los difuntos y los descen
dientes de stos estaban exentos a perpetuidad de las contribucio
nes extraordinarias y de las cargas qu*e de cuando en cuando se
imponan a los ciudadanos. Y en los banquetes, despus de beber,
se entonaban canciones en honor de los hroes. Por ejemplo es
ta que comenzaba con las siguientes palabras:
"Nunca naci en Atenas un hombre... (aqu hay una laguna en el tex
to de la cancin). Traer mi espada en un ramo de mirto, como Har79
pero tam bin su gloria. No sera peligrosa para los otros Estados
u n a victoria de los atenienses? Por ejemplo, las ciudades de Beocla. generalmente gobernadas por oligarcas, se inclinaban en fa
vor de los persas. Lo m iao ocurra con los arglvos del Peloponeso. Los beocios y los aigivos no estaban m enos preocupados que
los atenienses y los espartanos por conservar su propia autono
ma y su libertad interna", la eleccin libre de su s gobiernos, co
sas que tal vez no respetaran los atenienses victoriosos. Por eso
algunos Estados se m anifestaban favorables al Gran Rey de quien
esperaban que los protegiera contra el imperialismo de su s moles
tos vecinos. Bien se ve que la causa de la libertad, aunque la pa
labra fuera la misma en todas las bocas, servia para encubrir y
justificar actitudes polticas absolutam ente contradictorias.
De qu libertad se trataba, pues? Para Atenas consista a n
te todo en el mantenimiento de la democracia, tal como la haba
organizado la reforma de Clistenes algunos aos antes. Pero tam
bin consista en su supervivencia como Estado autnomo y, co
mo lo haba visto bien Mllciades. en su potencia y en su gloria. Es
parta estaba menos am enazada porque otrora su rey se haba ne
gado a unirse a la rebelln de Arlstgoras. Pero el espritu de in
dependencia. el particularismo social y poltico que la caracteriza
ban difcilmente podan concillarse con una soberana del rey de
Persia, por m s que sta fuera bastante terica y remota. Y no es
menos cierto que la resistencia que los espartanos term inaron por
oponer a los persas y su participacin en lo que deba parecer lue
go (en u n a Grecia dominada por Atenas y unos dos mil aos des
pus a los historiadores de la poca romntica) como la lucha sa
grada de los helenos contra la barbarie fueron menos resueltas,
menos determ inadas que la participacin y la resistencia de los
atenienses. Los escrpulos astronmicos que los espartanos in
vocaron no nos persuaden totalmente. Siempre es prudente para
elegir un partido esperar el resultado de u n a batalla librada por
otros.
Pronto las vacilaciones de Esparta desapareceran (a lo menos
por u n tiempo y antes de que se celebrara u n a alianza formal en
tre los espartanos y los persas); pero para resolverla a tom ar una
parte activa en la guerra librada contra Jeijes. el hijo de Daro, fue
necesario todo el talento poltico de Temstocles ju n to con su h a
bilidad diplomtica y su genio de estratego.
Con Jeijes. lo que haba sido hasta entonces u n a operacin de
represalias se convirti en un a em presa de naturaleza completa
mente diferente. El joven rey que haba regresado victorioso de
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Grecia liberada. La potencia de su flota, el prestigio de su s hoplltas. considerados irresistibles en el campo de batalla, hicieron
m s en esta empresa que la gloria de haber evitado a los griegos
el convertirse en los esclavos" de los persas. Los historiadores
modernos, influidos por el espectculo o el recuerdo de las luchas
que sostuvieron en el siglo xix los griegos contra los turcos por su
Independencia nacional, a m enudo representaron las guerras m
dicas como el choque de dos m undos, como el combate de la liber
tad contra la esclavitud, de la democracia contra la tirana, de la
Ubre reflexin y de la razn contra el oscurantism o de una clase
sacerdotal apoyada en su poder absoluto. Todas estas son concep
ciones nacidas en el siglo de la Ilustracin" y estn muy lejos de
la realidad. El mazdesmo no era el Islamismo; su teologia no era
ni intolerante ni totaUtarla. Asi se lo vio cuando Daro dio la orden
de respetar los santuarios de Dlos. Y durante generaciones los
griegos de Jo n ia y de Carla haban adorado a su s propias divini
dades nacionales a su gusto. S us sabios y su s filsofos no se h a
ban visto molestados en la elaboracin de su s doctrinas ni en la
exposicin de su s teoras. El nombre de Tales de Mlleto era cle
bre en todas las ciudades en que se hablaba el griego. La domina
cin persa sobre Egipto haba permitido a Tales viajar con facidad a este pas a integrar en su propia visin del m undo ciertos ele
mentos de la teologia egipcia; en cuanto a sta haba pasado sin
grandes cambios a travs de la dominacin persa, como lo ates
tigua toda u n a serie de documentos.
De m anera que no se podra sostener seriamente que u n a vic
toria de los persas habra comprometido la libertad de pensar de
la raza helnica. Entre el pensamiento griego y la cultura asi
tica no haba la oposicin que se supone con harta frecuencia.
Sabemos bien que, desde los tiempos m s antiguos, se haba
producido una verdadera smosls entre los diferentes pueblos de
la cuenca del Egeo y que el imperio de Alejandro permiti a los
griegos asimilar m uchos elementos del pensamiento oriental, lo
cual dio u n nuevo impulso al helenismo. Se dir que Alejandro
haba resultado victorioso. Habra sido lo mismo si su tentativa
hubiera fracasado? Cabe pensar que el resultado no habra sido
muy diferente, pues la circulacin de las ideas y de los cultos no
dependa de las relaciones de fuerza entre los elementos tnicos
que compona el imperio macednico y los reinos que surgieron
de l
Lo cierto es que a comienzos del siglo v a . de C.. el que se ofre
ce a nuestra m irada es u n helenismo todava dividido, u n m undo
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con discernir el bien para que uno desee ajustarse a l. Y los fil
sofos estn presentes para m ostrar a los hom bres el buen cami
no, pues un espritu ilustrado, instruido segn u n sabio mtodo,
no podra engaarse sobre la naturaleza del bien. Y Platn (lo m is
mo que Scrates) piensa que existe una ciencia, u n conocimien
to seguro de los verdaderos valores al que se puede llegar gracias
a una dialctica bien orientada. Algunas generaciones despus,
los estoicos llam arn insensato (cwppcv) o ser sin valor (<pabXos) al
hombre que no se aplique al estudio de la sabidura.
As se oponan dos corrientes filosficas, nacidas ambas de las
enseanzas de Scrates, pero que daban de ste dos imgenes di
ferentes. Las dos corrientes, por diferentes que sean, atestiguan
un mismo hecho: el m alestar del pensamiento griego en ese prin
cipio del siglo iv, la crisis que atravesaba entonces en cuanto a la
m anera de concebir las relaciones del hombre y del Estado. Los
acontecimientos polticos, las incesantes guerras entre las poten
cias (Atenas. Esparta, Tebas) quienes sucesivamente imponen su
preeminencia militar, las querellas internas entre las facciones de
las ciudades, todo eso compromete la credibilidad de las viejas fr
m ulas que antes haban permitido y conservado la cohesin de los
Estados. Ya vimos cmo en el comienzo del siglo anterior hasta qu
punto era grande el poder de la palabra libertad que una los es
pritus. una libertad que se presentaba en u n doble aspecto, la li
bertad interna (una vez abatidos los tiranos) y la libertad exterior
frente al G ran Rey. la autonoma y la independencia dentro del he
lenismo. Ahora la libertad ya no ejerce la m ism a fascinacin. La
democracia, despus de u n a larga experiencia, difcilmente pue
de invocarla: en A tenas el ciudadano no es m s libre* que en otros
lugares con u n gobierno oligrquico o con el gobierno de u n tira
no. Y si esto es asi. si el ciudadano debe aceptar, adem s de las
otras compulsiones, las de u n rgimen que no le permite disponer
de s mismo, que le impone asistir interminablemente a las
asam bleas y form ar parte de los j urados de tribunales, en qu se
ra preferible esa democracia? En cuanto al otro aspecto de la li
bertad. la independencia respecto de u n a potencia extranjera, ha
perdido m ucho de su atractivo. Desde que los lacedemonios se
aliaron con el Gran Rey para aseguras su propio dominio sobre
Grecia, el m onarca persa dej de ser presentado como u n dspo
ta execrado y universalmente temido. Los intelectuales" no vaci
laban en exaltar los m ritos de la sociedad persa. Jenofonte com
puso sobre ese tem a su novela histrica*, la Ciropedia, que cuen
ta. como se sabe, la m anera en que fue educado y gobern luego
107
111
4
La conquista heroica
Cuando comienza lo que hemos llamado la era helenstica, d u
rante la cual, como se sabe, el helenismo se extiende a inm ensas
regiones, al Asia y a Egipto para encontrar nuevas fuerzas en Si
cilia y en Italia meridional (donde ya estaba implantado desde m u
cho tiempo atrs) y cuando ese m undo griego o convertido en grie
go est sometido a reyes, la idea de libertad perdi m ucho de su
eficacia sobre los espritus. Quiz menos por razones polticas
hubo poca resistencia, segn lo hemos recordado, a la domina
cin de los sucesores de Alejandro sobre las ciudades y en Sicilia
a la dominacin de los tiranos, algunos de los cuales se convirtie
ron en reyes" que por causas m s profundas: la lasitud provo
cada por la crisis del siglo ivy, sobre todo, u n cambio en la m anera
de concebir esta libertad, en la m anera de separarla de las
instituciones del Estado para hacer de ella un privilegio del ser
interior.
Sobre este particular hemos recordado cul fue el papel de S
crates cuyo nombre continu siendo smbolo de esta liberacin"
de los espritus. Tambin dijimos que esa tarea fue continuada,
fue prolongada por la prdica" de A ntstenes y de los cnicos. Si
bien los cnicos exaltaban y ponan en prctica de m anera provo
cativa la liberacin integral del individuo en la conducta cotidia
na y no solamente en el espritu al repudiar los tradicionales
constreim ientos que pesaban sobre los ciudadanos de las ciuda
des libres" de antes, constituan u n movimiento bastante m ar
ginal, por m s que despertaran la curiosidad y atrajeran a algu
nos discpulos. Se relataban con gusto ancdotas sobre el com
portamiento excntrico de u n Digenes y tam bin se las inventa
ba, como ese clebre dilogo con Alejandro cuando ste, segn se
deca, le pregunt si deseaba algo que pudiera concederle el amo
del m undo y cuando Digenes tan slo le rog que se apartara un
poco para poder recibir l la luz del sol. Tambin era Digenes
quien entraba en el teatro cuando todo el m undo sala de l y hen113
siglos antes que era una ciudad griega. En virtud de este paren
tesco espiritual un ejrcito romano se opuso a la falange de Filipo V en Cinocfalo en el mes de junio de 197. Y Filipo tuvo que pe
dir la paz.
Cuando el senado hizo conocer a los vencidos su s condiciones
a comienzos del ao siguiente, se hizo manifiesto que el imperio
macednico estaba desmantelado. En adelante Grecia sera "li
bre. como lo proclam Flaminino en los Juegos Istmicos de aquel
ao. Verdad es que unos treinta aos antes Atenas ya se habia "li
berado" (por el precio de 150 talentos pagados al com andante macedonio de las tropas de ocupacin), y gracias a la proteccin de
Tolomeo III. Tolomeo III el Benefactor no hacia sino continuar una
poltica comenzada por su abuelo Tolomeo Soter en su lucha con
tra Antigono, l mismo en conflicto con el rey Casandro. Antgono y Soter haban declarado solemnemente que deseaban dar la
libertad a Grecia, es decir, a los Estados ciudades. Esto ocurra en
el ao 315 y en la prctica tales declaraciones no haban tenido
ninguna consecuencia. Los soberanos haban continuado ocu
pando militarmente las ciudades griegas y controlando la poltica
de stas. La "libertad" concedida y reconocida a las ciudades era
de orden puram ente moral. Se trataba de un homenajeTendido a
su pasado esplendor, muy especialmente en el caso de Atenas, un
homenaje que m ostraba la importancia del prestigio moral y cul
tural de sta o de aquella ciudad dentro del juego poltico y d u ran
te ese perodo en el que varios reyes se disputaban el dominio de
la Grecia continental y de las islas. Atenas era evidentemente la
m s prestigiosa y su libertad, por terica e ilusoria que fuera, era
un smbolo, el smbolo de una victoria del espritu sobre la fortu
na de las arm as.
Y fue esta poltica la que siguieron los romanos con la decla
racin que hizo Flaminio en los Juegos Istmicos. Era una solucin
cmoda y diplomtica gracias a la cual se evitaba una anexin p u
ra y simple que hubiera parecido sacrilega en el caso de hombres
que en el pasado haban combatido por la libertad". La realidad
de los hechos se esfumaba en la luz del mito y ste se converta en
u na fuerza que convena tener en cuenta. Esa poltica evitaba tam
bin el riesgo de que una potencia nica una liga, por ejemplo
hiciera de Grecia u n Estado fuerte que dominara la cuenca del
Egeo. Un conjunto de ciudades libres", es decir, m s dispuestas
a desgarrarse que a aliarse no poda representar ningn peligro
para la influencia romana en la regin. Esto hacia tambin m s di
fcil a los reyes cualquier intento de imponer su dominacin mi115
Protesilao un a tragedia hoy perdida. Protesilao, casado con Laodamla. haba sido el prim er guerrero que muri en la guerra de
Troya. En medio de su pena, la esposa haba rogado a los dioses
que se lo devolvieran siquiera por un breve instante. Protesilao h a
ba regresado, pues, a la vida, pero solamente por tres horas.
Cuando transcurrieron esas tres horas y se desvaneci el fantas
m a de Protesilao, Laodamia se dio ella misma la muerte. Por qu
razn lo hizo? Fue simplemente esclava de su pasin? No es as
como la tradicin presenta este episodio: como esposa de Protesi
lao, Laodamia estaba unida a l por las leyes de los hombres y de
los dioses, precisamente esas leyes que Clitemnestra haba viola
do. lo cual acarre la condenacin de Palas Atenea ante el tribu
nal del Arepago. Al morir, Laodamia haba obedecido a esas le
yes. cumpla su deber como lo hizo Alcestes. Ahora bien, cumplir
el deber es, como vimos, dentro del espritu de esa poca, la m ar
ca misma de la libertad. Al darse muerte. Laodamia renuncia a
todo aquello que en ella quisiera vivir y en esto se m uestra libre.
Del mismo modo, las m ujeres que en el teatro de Eurpides se
sacrifican libremente" lo hacen para ajustarse a la ley moral. Ese
es el caso de Ifigenia que primero se rebela contra la idea de mo
rir. pero que term ina por sentirse orgullosa de contribuir con su
m uerte al xito de las arm as aqueas. O tambin es el caso de Polixena en la tragedia de Hcuba. Cuando los soldados se disponen
a apoderarse de ella para que Neoptolemo (que ofrece este sacri
ficio a su padre Aqulles) le hunda la daga en la gaiganta. Polixena declara firmemente a s u s verdugos:
*Oh arglvos que habis destruido mi ciudad, yo m uero voluntaria
mente! Que ninguno de vosotros ponga su mano sobre mi cuerpo.
Sostendr el cuello con firmeza. Dejadme libre, en nombre de los dio
ses, a fin de que muera libre, p ues entre los m uertos me avergonza
ra de que yo. que soy de sangre real, sea llamada esclava".
145
5
La libertad bajo los Csares
D urante m uy laigo tiempo la navegacin en el Mediterrneo
haba sido poco segura. Ya en la Odisea se menciona a los piratas,
m arinos de Tafo, una isla cercana a las costas de Acamania. en el
Mar Jnico, y tambin a los fenicios que hacan el comercio por
todas partes y en ocasiones raptaban a los nios para venderlos
como esclavos. Esta situacin dur durante siglos. La comedla
nueva del siglo iv antes de nuestra era funda a m enudo su s in
trigas en semejantes aventuras. Cuando los romanos comenzaron
a m antener relaciones comerciales regulares con los pases del
Oriente, tuvieron que enfrentarse m uy a menudo con piratas por
m s que stos no realizaran incursiones por las costas italianas.
La piratera estaba entendida por todas partes, en el Mar Jnico
como en el Egeo, en el Adritico como en el Tirreno. Antes de que
Roma hubiera pacificado" a los volscos, en la misma Italia, las
gentes de Antium (la actual Anzio) se entregaban tam bin ellas a
este gnero de bandolerismo, y los mismos etruscos no se
quedaban atrs. La lucha contra los piratas fue uno de los factores
que im pulsaron a los romanos a extender cada vez m s su s con
quistas. A fines del siglo lll a. de C. debieron intervenir en el
Adritico para poner fin a la piratera de los ilirios y proteger a los
mercaderes italianos (que pertenecan a ciudades aliadas) que
comerciaban con las ciudades griegas. Luego, despus de su
victoria sobre Anbal, el Estado romano prosigui esta poltica de
pacificacin de los m ares destinada a asegurar la libertad del
comercio. La lucha contra los piratas tuvo num erosos episodios.
Por ltimo fue Pompeyo quien en el ao 67 a. de C. alcanz los
xitos decisivos. Pompeyo tom las ltinjas guaridas de los piratas
situadas en Cilicia y el poder romano puso fin a siglos, si no hasta
a milenios, de inseguridad; en adelante fue.posible m antener
relaciones comerciales de una orilla a la otra del m ar sin correr
m s riesgo que el presentado por los elementos.
As quedaba asegurada una de las libertades fundamentales:
147
174
Orientaciones bibliogrficas
Como las ideas expuestas en esta obra se b asan esencialmen
te en u n a lectura de los textos antiguos, conviene remitirse a las
ediciones que figuran en la Collection des Universits de France
(Editions Les Belles Lettres),* especialmente a:
Homero: Riade, ed. P. Mazon. O dysse, ed. V. Brard.
Herodoto: Histoires. ed. Ph. E. Legrand.
Esquilo: Tragdies, ed. P. Mazon.
Sfocles: Tragdies. ed. Dain-Mazon-Irigoin.
Eurpides: Tragdies, ed. Mridier-Chapouthier-Grgoire-Jouan.
Platn: Dialogues, ed. Croiset-Robin-Mridier-Chambry-DisGemet.
Aristteles: Constitution d A thnes, ed. Mathieu et Haussoilier.
Ethique Nicomaque Ivase la edicin de J . Tricot, Pars,
Librairie philosophique J . Vrin, 1967).
Poltique, ed. J . Aubonnet.
Aristfanes: ed. Coulon y Van Daele.
Iscrates: Discours, ed. Mathieu y Brmond.
4
177
Indice temtico
Academia, 171.
Acamania. 147.
Acrpolis de Atenas. 83, 87.
Actium (batalla de), 49. 172.
Actividades liberales, 100.
Admeto. 124.
Adritico. 147.
Aequitas. 72.
Africa (provincia de), 148. 151,
160, 170.
Afrodita. 118, 139.
Agamenn, 90,91; (tragedia), 130,
131.
Agn (en las tragedias), 133.
Agora. 12.
Alceo, 123.
Alcestes, 136, 137.
Alcibiades. 104.
Alcinoo, 93.
Alcmena, 122, 123.
Alcmenldas, 80, 82, 85.
Alejandro. 59, 88. 109, 110. 111.
113, 114, 139, 145.
Amazonas, 124, 138.
Amistad, 66.
Anarqua, 50, 145, 159.
Anax, 91.
Anaxgoras, 117.
Ancira, 23.
Andrpedo. 117.
Andrmeda, 123.
Anfitrin, 123.
Anbal, 114, 147.
Anito, 104.
Anquises, 118, 121.
Antigona (hija de Edipo), 13, 55,
134-136,141; (tragedia), 133;
(rey), 115.
Antistenes, 106, 113.
179
Atenienses. 1 4 ,9 9 ,1 0 0 ,1 0 8 ,1 2 2 ,
131, 135, 141, 162.
Atenodoro de Tarso. 171.
Atica 99.
Auctritas, 37. 44. 50. 71. 169.
Augures. 37, 38.
Augurium salutis, 37.
Augusto. 2 4 .3 7 .5 0 . 7 4 ,7 5 .1 5 3 y
sigs.. 160, 168, 171, 172;
testamento de. 22. 69. 70.
Augustus (adjetivo). 149, 159.
Aulis. 91. 121.
Auspicios. 1 3 .4 0 .4 7 ,4 8 ,7 2 .1 2 1 .
Autarkeia. 114. 142-143.
Aventino. 45. 47.
Bacanales. 157.
Baco, 47. 157.
Balbo (Comelio). 74.
Brbaros, 99, 139. 140.
Basibeus. 92. 94. 130. 133.
Beocia. 86.
Bibulo Calpurnio. 73.
Bitinia. 155. 161.
Blosio de Cumas, 144.
Boule. 152-153.
Brindlsi. 59.
Bruto Junio. 14. 19. 25. 50. 52.
53. 55.
Caballeros (en Roma). 43. 166.
Cadmea. 126.
Cadmo. 126.
Calchas. 121.
Clleles. 104.
Calidromo. 156.
Caligula. 155. 174.
Calipso. 120.
Camila (hermana de Horacio). 28.
Campania. 65, 158.
Campo de Marte (en Roma). 58,
158.
Capitolio. 31. 35. 48. 58. 59. 71.
76. 93.
Caprl, 173.
Capua. 65.
Cartagineses. 87, 114; Cartago,
160. 170.
Casamiento (conubfum), 54.
Casandra (hija de Priamo), 131.
Casandro (rey), 111. 115.
180
Comltium. 40.
Concordia. 79.
Concordia de los rdenes. 66.
Constantino. 162.
Cnsul. 57.
Contienes, 70.
Corfinio, 20.
Corinto. 96. 116. 148.
Comelio Cinna. C., 71. 172.
Cometi Escipin. 172.
Comelio Lntulo Spinther. 20.
Comelio Mrula. 71.
Comelios, 171.
Craso, 170.
Cremero. 27.
Cremnides. 110.
Creonte (rey de Tebas), 55. 133.
134. 141.
Creta. 91. 123. 149.
Crisipo. 142.
Cristianismo. 1 2 2 .138.160-161;
cristianos, 161 y sigs.
Cronos, 127.
Cultos (libertad de), 156.
Curia (Senado), 40. 59. 164.
Curiados. 27. 41-42.
Curias, 32. 35. 54; vase comi
cios curiatos.
Chateaubriand. 11.
Chipre. 91, 108.
Dados. 156.
Danubio. 99.
Dailo. 14. 84. 85. 88.
Datis, 84.
Decenvtros. 26.
Delfos. 130. 156.
Delicatl, 164.
Dlos. 84. 88. 155.
Demetrio de Falero, 111.
Democracia. 133-134. 157.
Demcrito, 133.
Demos en Atenas. 95. 101.
Demstenes. 108. 109, 110.
Derecho de apelacin (us provocationis), 28. 46. 53. 64.
Derecho de gentes (vase ius gentium). 160.
Derechos de los quirites Uusquiritium). 54.
DesUno. 39. 117-118. 120. 123.
182
Hier&n. 130.
Hlparco, 80.
Hiplas. 14. 80. 83. 85. 97.
Hiplito (tragedia). 138: hroe.
138.
Homero (poemas homricos). 117.
121.
Horacio. 27. 41-42, 53: el poeta.
126.
H ostes, 35.
Hbris (desmesura). 134, 135.
Iamboulo (novela de). 144.
Klgenia. 91. 137.
Iflto. 124.
Igualdad (vase aequalUas), 39;
de las ty e s , 80. 81-82.
liada, 90, 121.
Ilirios. 147.
Ilotas, 101.
Imperio universal. 140; vase
Jeijes; de Roma, 140, 151,
155-156. 170.
Impertum, 30, 31, 36. 47. 48. 49.
5 4 -5 7 . 74. 76. 152, 172:
M aius. 148: Imperator. 3 1 .5 6 .
57. 74. 76. 90. 155. 170.
India. 111.
Inlemos. 126.
segara. 101.
(sis, 158.
Isla Tlberina. 167.
Islamismo. 81.
[Scrates. 1 0 8 .1 0 9 .110.130.139.
170.
Isonomia. 81.
itaca. 94. 119.
Italia M eridional. 113 (va se
Magna Grecia).
Janicuk. 58.
Jaucourt. De, 45. 50.
Jenofonte, 99. 107.
Jerarqua. 67.
Jeijes. 82. 86. 87. 89. 114. 135.
140.
Jonia. 8 3 . 84. 88. 91.
Juegos Istmicos. 115.
Julia (hija de Augusto). 172.
Julio Antonio. 172.
Julios, 171.
Jpiter. 3 1 .3 2 .3 4 .3 8 .4 7 .5 4 .5 7 .
71. 76, 155. 159; Optimas,
115; Uber. 155.
Ju s commercii, 148.
Ju s gentium. 160.
Justicia. 67-68. 104.
Justiniano. 16.
Koiranos, 91.
La Bruyre, 45, 50.
Labrador, 63.
Lacedemonios, 80. 107.
Lacio, 34. 121, 171.
Lago Traslmeno. 39.
Laodamta, 137.
Laomedonte, 118, 124.
Laos, 90.
Lar (dios domstico), 167.
Latona, 84-85.
Latreia, 126.
Laurin (minas), 97.
Lpido (Emilio Lpido). 22.
Lesbos. 97.
Lucada. 96.
Lex, 37. 70.
Ley [vase Lex).
Ley agraria. 64.
Ley frumentaria. 64.
Ley sagrada. 56-57.
Leyes suntuarias. 65.
U berpater, 47.
Libera, 47.
Libera respublica, 169.
Uberi, (hijos). 15. 24.
Libertas. 14. 16. 27. 30. 60. 71.
72. 76. 153. 168. 172. 174.
Libertos, 164 y sigs.
Liceo. 171.
Lidia. 124.
Ligas. 114. 115. 116; vase tam
bin aqueos.
Liturgias (impuesto). 150.
Ltvia. 172.
LiviO'Druso. 21.
Locrenses. 96.
Logas, 132.
Lucio (hroe de Apuleyo). 154.
Lucrecia (violacin de), 25, 26.
Lculo (Licinio), 75.
Lupo (comerciante), 148.
183
tulo 5.
Principe (princeps). 76, 153, 156.
170; uase capitulo 5.
Prometeo. 127, 128. 129, 130.
131.
Proserpina. 47.
Protgoras. 128.
Protesilao (tragedia). 137.
Provincianos (libertad de los). 149
y sigs.
Queronea. 110.
Quios, 97.
Quirino, 32.
Quirltes, 15. 32. 76. 152.
Rabirio, C., 58.
Racine, 138.
Racionalidad. 131-132.
Ravena, 16. 148.
Razn de Estado, 55. 134.
Razn. 132.
Re. 87.
Realeza. 90-91. 130.
Rector, 170.
Regrvum, 153.
Religin romana. 156.
Rtores (en Roma), 162.
Revolucionario. 86, 108.
Reyes de Roma. 2 8 -2 9 .3 5 .5 0 .5 7 ,
168. 169; de los Sacrificios.
92; rey de Persia. 82. 83, 84.
86. 108: rey en Macedonia.
90; rey homrico. 9 0 y sigs.;
'buen rey", 109. 130. 131.
171.
Roca Tarpeya. 46.
Roma (diosa). 154.
Romanizacin. 160.
Rmulo, 32, 49. 93.
Rousseau. J. J., 11. 96.
Rubicn. 19.
Sabina (pais). 48.
Sabio (el). 106. 141.
Sacer, 56.
Sacerdotes (en Roma). 157.
Sacramentum, 56.
Sacrificios de nios. 160.
Saint-Evremond. 121.
Salamina de Atica. 87. 97, 109.
136; de Chipre. 91. 108.
Salus, 79.
Salustio, 69, 170.
Samnitas. 56.
Samos. 97.
Sardis. 83. 87.
Satricum (inscripcin de). 27.
Saturnino. 21.
Sempronto Graco. C.. 21. 62. 64,
172.
Sempronto Graco, T.. 21. 44. 62.
63. 144.
185
Theoria, 117.
Tlber, 121.
Tiberio. 39. 57, 158, 160, 167,
173.
Tndaro, 118.
Tirana. 1 3 .1 4 .2 1 ,5 0 ,7 2 .8 0 .9 4 .
107, 127, 130. 173; Urano.
89. 91-92. 141.
Tlranoctones, 7 9 ,8 0 ,8 1 ,8 2 ,1 0 9 .
TIrestas, 120.
Tirreno (Mar), 147.
Titanes, 135: vase tambin Pro
meteo.
Tolomeo I Soter, 115, 154.
Tolomeo III Evergetes, 115.
Tolomeos (dinasta de los), 151.
Toscana. 62.
Tracia. 84.
Trajano, 156, 161.
Traquinias. Las (tragedia), 136.
Tribunos del pueblo (o de la plebe),
19. 21. 45. 73. 103.
Troya. 90. 118. 119. 120, 122.
124. 137; troyanos. 117.
Tucdides, 80.
TUmultus, 57-58.
Tnez, 148.
Turcos. 88.
Ulises, 16. 93-94. 118, 119.
Valerlo Mximo. 57.
Valerlo. P., 27.
Varo (Quintilio), 39.
Vemae, 166-167.
Vespaslano (Flavio), 76.
Via Emilia. 63.
Victoria, 79.
Vindex (Julio), 76.
Virgilio. 120. 121. 154.
Virginia, 26.
Volscos, 147.
Yocasta (madre de Edipo), 138.
Yugurta. 69.
Zenn de Cium. 139, 140, 141,
142.
Zeus, 87. 118, 122, 123, 124,
126. 127, 128. 131: de Olim
pia, 129.