Alonso de Rivera, Gobernador Galante y Visionario. (1966) PDF
Alonso de Rivera, Gobernador Galante y Visionario. (1966) PDF
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LO SO DE RIBER
GOBER DaR
G L TE
I 10 RIO
Por Fernando Campos Harriet
Cuando la Empre a Editora Zig-Zag, S. A. public, en 1964, la obra de Fernando Campos Harriet Veleros FralJceses en el Mar del Sur, la crtica literaria fue unnime en el elogio. Pocas veces en Chile un libro de literatura hj trica obruvo tantos y tan importantes comentarios de
prensa, as nacionales como extranjeros. Ricardo
Latcham calific la obra como una "de las m
interesantes y movidas del ltimo tiempo", Ral
Sil a Castro estim el libro "ameno, de fcil lectura, con un fondo serio y de apreciable valor
per uasivo'. Luis Domnguez lo vio como "un
libro apretado, fino hasta la exageracin, in lito, formalmente limpio". Alfredo Lefebvre subray "su exquisita amenidad". Francisco Dus uel
destac su "seriedad, vastedad de conocimiento,
erenidad en los juicios, habilidad narrativa, finura de percepcin, maestra en la plasticidad
de lo cuadro redivivos y correccin en el len
guaje".
En e te nuevo libro, Fernando Campo Harriet
ilumina el viejo Chile de 1601, cuando esta tierca
jugaba su destino. Espaa se desangraba por el
tajo abierto de la guerra de Acauco, Deba abandonar el pa Que tantas vidas y dinero con uma? Holanda e Inglatecca incur ionaban lo mares chileno, con manifiesta intencin de apoderar e del cono sur del continente. Cambiaran
nue tro destino, nuestra raza, nuestra formacin?
La re pue ta al mundo provino de Alon o de
Ribera, el gran capitn cuya semblanza traza ma
gistralmente Fernando Campo Harriet. Cbile deba continuar u ge tacin. Sobr la ruinas de
"un pas apenas fundado y ya di gregado", el
Gobernador glllllnte y visionario, a golpes de voluntad, da forma de nacin, para iempre, a la
cierra Que tanto am.
RlberR.-l
ALONSO
DE
RIBERA
COLECCION H 1 S T O R 1 A Y D O C U M E N T O S
Empresa Ed.ltora
Zlg-Zag, 8. A., 1965.
Derechos
reservad.os
para tod.os los paises.
inscripcin N.9 31.008.
Santiago d.e Chlle.
1966.
E M P R E S A E D 1 T O R A Z 1 G - Z A G,
S.
A.
ALONSO
DE RIBERA
Gobernador Galante y Visionario
Rlbera.-lA
e e
T R O D
CHILE 1601. El nuevo siglo amaneca sobre ruinas humeantes: ciudades destruidas; mujeres robadas; familias cautivas,' villas sitiadas, acosadas por
el hambre y el terror; selvas que ardian; sementeras
taladas; toda obra de civilizacin arrasada o amagada. y la venganza india, que sacuda el territorio
con la potente grandeza y el horror de catstrOfes
ssmicas interminables.
El sol de ao nuevo destacaba las ruinas de un
pas apenas trazado y ya disgregado; y la luna nueva de enero alumbraba ttricos cementerios. La historia. del mundo no recordaba un caso semejante al
de la guerra de Arauco en Chile.
Un pueblo cazador totmico, sin organizacin
poltica unitaria, casi desnudo, mal armado, horro de
civilizacin, haba conseguido detener el impulso de
guerreros europeos acostumbrados a dominar y demostraba que saba defender y defendera su independencia.
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12
Alonso de
Riber~,
15
Pero adentrmonos en este ao 1601; en la poca en que arriba a Chile Alonso de' Ribera.
El nuevo siglo se levanta sobre ruinas humeantes. Los indios han desaparecido tras sus madrigueras inaccesibles. Acaso en los sombros bosques de
la frontera, tras cada rbol hay unos ojos llameantes en acecho.
Hay un gran sencio en las selvas, slo interrumpido por la leve pisada del puma o el ronco rumor de las henchidas torrenteras.
Es el gran silencio que sigue a las catstrofes;
el silencio extrao y engaoso donde el futuro se agazapa como un gran misterio inquietante . ..
y en este cuadro de inseguridad y de exterminio
16
PRIMERA
PARTE
LA ESTIRPE
ESTAMPA
24
Desde mozo, la gloria aventurera y la glori1a militar tentronle por igual. Eran los tiempos del duque de Alba, el Soberbio; del magnifico Hernn
Corts. Cuntos jvenes no soaran haber sido alfreces de sus banderas! Bajo las de parecidos y clebres capitanes se formara Ribera.
En ese siglo de constante batallar, la carrera
militar era la que daba ms honra y preeminencia
en la administracin pblica. Organizador desde nio, empez por preparar su propio destino: hizo estudios de matemticas primero y luego sent plaza
de soldado en el ejrcito espaol de Flandes, el ms
clebre a la sazn en el mundo, iniciando su briJlante carrera militar.
Se hall en la toma de Maestricht; siendo ya sargento, en 1583, tom parte en el asalto a Amberes;
en 1587 era alfrez; ~n 1588 form en el contingente que sali de Flandes para engrosar la Armada
Invencible; en 1590 se alist en el -ejrcito de Alejandro Farnesio, duque de Parma, que entr en Francia y oblig 'a Enrique IV a abandonar el sitio de Pars. Se destac en el asalto y toma de 1a plaza fuerte
de Corbeil (16 de octubre). En 1591 era capitn: al
mando de una compaa, restuvo con Alejandro Far-
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EN CmLE
Cuando Felipe III le nombr gobernador, bordeaba Alonso de Ribera la zona equinoccial de los
cuarenta aos. En los veinticuatro de buenos servicios en las obstinadas y difciles campaas del ejrcito espaol, en la infantera de Flandes, la mejor
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del mundo a la sazn, haba adquirido una gran experiencia en los asuntos de la guerra.
Historiadores de su poca estn contestes en
que jams el rey haba enviado a sus lejanas posesiones un soldado que poseyera antecedentes militares ms distinguidos y mejor comprobados.
Bero era necesario, para que tuviese xito, que
se le proveyera de los elementos y recursos indispensables para salvar al pas de una inevitable ruina.
Se le proporcionaron slo en nmero limitado: alistronse trescientos hombres que deban partir con
Ribera; pero se prometi enviarle a la brevedad refuerzos mucho ms considerables.
Al entrevistarse con Sotomayor en Panam comprendi que para pacificar a Chile necesitara de muchos ms medios que 105 ofrecidos. Someter a esos
indios tan valientes y constantes que sostenan una
guerra interminable sin dar tregua un solo da, guerra "de destruccin y de exterminio", no poda ser la
obra de unos cuantos soldados casi desnudos y desarm~dos. Inmediatamente escribi al rey pidiendo
remedio para esta situacin: solicitaba a la mayor
brevedad el envo de las tropas que le haban ofrecido y un nmero considerable de arcabuces y de espadas para armar a sus soldados y de caones para
la defensa de los puertos de Chile. Su decepcin fue
an mayor cuando cont sus propios recursos.
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Anuas quc usarCln los mililares espaoles en Chile. Siglo XVII. 1. Arcabuz. 2. Mazo o falleba. 3. Ballesta. 4. Casco. 5. Estribo. 6. Florete. 7. Espada.
MUSEO
HISTORICO
NACIONAL.
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Excede a los lmites de este ensayo la descripcin minuciosa de las agitadas y difciles campaas
militares que en ejecucin de su plan de guerra llev a efecto Alonso de Ribera en su primer gobierno:
slo daremos de ellas esquemticas noticias.
Durante el invierno de 1601 vivi Alonso de Ribera en Santiago ocupado en hacer trabajos de administracin interior y, como ya lo hemos anotado,
en la organizacin de un ejrcito regular, empresa
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HISTORICO
NACIO:'lAL
que tenia un doble fin: el propiamente militar y parejamente el econmico. Un ejrcito como el que haba en Chile, formado por encomenderos, vecinos y
propietarios (agricultores, en suma), que todos los
aos, en el mes de octubre, cuando la primavera volva, deba partir al Sur a combatir a los indios y cuyos soldados no volvan a sus tierras sino a entradas
de invierno, significaba desde el punto de vista econmico el estagnamiento de la agricultura y de toda
iniciativa industrial y comercial.
Esta fue una de las preocupaciones laterales que
tuvo Ribera para la obtencin de un ejrcito regular, permanente, profesional, no de agricultores de
mala gana obligados a hacer la guerra; por eso apoy las iniciativas del padre agustino fray Juan de
Bascones, que poco antes haba partido a Espaa,
para representar a las ciudades de Chile, a pedir al
rey la libertad de los vecinos y moradores, es decir,
la exencin del servicio militar obligatorio en el
ejrcito y de las contribuciones extraordinarias en
animales, granos y dineros a que se les someta.
Preocupse adems Ribera en ese invierno de los
aprestos inmediatos para realizar las campaas del
Sur. El coronel Francisco del Campo, desde Chilo,
le haca conocer en junio de ese ao las penalidades
y peligros que soportaban los espaoles en las ciudades australes y la necesidad que haba de socorrer-
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niciones, armas y vestuario para sostener a los espaoles que resistan heroicamente el acoso indio en
aquellas apartadas ciudades, y zarp la expedicin
desde Concepcin el 9 de noviembre de 1601. Dedicse en seguida Ribera a la fundacin de fuertes en
la raya del Bo-Bo en realizacin de su plan de establecer una lnea fortificada de la frontera. Y hallbase ocupado en estos trabajos cuando lleg a su
campo la columna de tropas auxiliares enviadas desde Espaa por Buenos Aires y que arribaba desde
Mendoza, donde haba invernado. Vena mandada
por tres capitanes experimentados, que luego p~s
taran muy buenos servicios; pero en vez de los 'quinientos hombres que salieron de Espaa slo arribaron cuatrocientos. Era, sin embargo, el de Ribera, en
virtud de este refuerzo, el ms poderoso de los ejr-.
citos que hasta entonces haban militado en Chile.
GUERRA EN
ARAuco
El padre Rosales refiere que, deseando compartir con sus oficiales la responsabilidad de sus actos.
convocles el gobernador a una junta de guerra, les
expuso su plan de campaa y les pidi su parecer sobre si convenia o no expedicionar al interior del territorio enemigo para auxiliar a Villan:ica. Los capi48
tencia india. La presencia del gobernador en ese territorio era necesaria, militar y psicolgicamente.
Los araucanos haban atacado los fuertes recin fundados y haban incursionado devastadores y brutales al norte del Bio-Bio. RIbera tom tiles medidas
para defender Chilln y sus contornos; con una parte de sus tropas se intern un poco ms al sur en la
isla de La Laja, y a orillas de aquel ro, en su confluencia con el Vergara, fund un nuevo fuerte, al
cual puso el nombre de Santa Cruz de Ribera. Diversas campeadas, dirigidas por el propio gobernador o
por algunos de sus capitanes, pusieron en desbande
y momentneo pavor a los indios de esas regiones lO
El capitn general se senta satisfecho del resultado de estas campaas y de la ejecucin del plan
de guerra que haba adoptado. Poco ms tarde, desde Santiago, el 20 de julio de 1602, escriba al rey:
"Este verano pasado se- les ha cogido y muerto al
enemigo trescientas piezas poco ms o menos; hnse
ahorcado los que han parecido convenir y los dems
se han hechado a las ciudades de abajo y al Per,
de manera que no ha vuelto ninguno a su tierra".
Pero no era sta la ms importante de las ventajas alcanzadas. En el ao de 1602, la tranquilidad
pareca restablecida al norte de la lnea de frontera
planteada por el gobernador, de tal suerte que los espaoles que poblaban a Concepcin y a Chilln y
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defendi la plaza heroicamente, rechaz los primeros ataques y se form la resolucin inquebrantable
de resistir a todo trance. La defensa de Villarrica
constituye el episodio ms heroico y ms terriblemente trgico de aquella tremenda guerra en que
estaban envueltos los espaoles desde la muerte del
gobernador Oez de Loyola.
Los indios cantaron victoria repartindose en
pedazos el corazn palpitante de Bastidas. Es una
pgina que la historia de Chile no puede olvidar. Fue
el 7 de febrero de 1602.
Premiosamente, con verdadero frenes, Ribera
peda al rey el envo de ms tropas y dinero, en largas, en reiteradas cartas llenas de impetuosidad l l
En las mrgenes del estero de Millapoa, en la
orilla sur del Bo-Bo y enfrente de su confluencia
con el Laja, fund Ribera un nuevo fuerte, al que dio
el nombre de Nuestra Seora de Halle. (El nombre '
recorda:ba una pequea imagen de la Virgen Maria
que se conserva en una rica iglesia de la ciudad de
Halle, en Brabante, Blgica, por la que Ribera senta
una gran devocin.)
Al fuerte de San Pedro, que fundara a la orilla del Bio-Bio, cerca de su. desembocadura, frente a la actual Concepcin, Ribera lo dot con una
capilla, a la que obsequi una imagen, que an hoy
se conserva, de la Virgen de la Candelaria. Todos los
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fensa del fuerte de Santa Fe, cuya guarnicin mantenase a la defensiva, a las rdenes de Gonzlez de
Njera, y en enero de 1603 bati a los indios sitiadores, dirigidos por Pelantaru y Nabalbr, obteniendo
una gran victoria, con gravsimo riesgo de su vida.
Luego parti al sur con cuatrocientos soldados y
auxiliares, haciendo implacable guerra por s mismo
o por sus capitanes a los indios hasta Mulchn, y
arrasando los sembrados,' incendiando habitaciones,
"matando no pocos enemigos y quitndoles un mayor nmero de prisioneros y ganado", segn escriba
el gobernador al rey el 9 de febrero de 1603.
CAMPAAs DE
1603-1604:
LAS CINAGAS
DE PuRN y DE LUMACO
Los
RESULTADOS
dos espaoles, porque entran por las quebradas, montes y ros sin escrpulos, con grande agtlidad y se
matan unos a otros y se toman las haciendas y los
hijos y mujeres con mucha crueldad." J3
No es extrao que Ribera, siempre con escasas
fuerzas militares, quisera aprovechar los servicios de
estos auxiliares, en vez de tenerlos por enemigos.
Nos asombra, cuando pensamos lo que cuesta
hoy cualquier empresa, la pequea suma que el gobernador recibi para subvenir a los gastos de la guerra ya todos los del reino: "En cuatro aos y algunos meses me envi -dce Ribera- el virrey don
Luis de Velasco tres socorros: los dos de sesenta mil
'ducados y el uno de ochenta mil, que fueron por todo doscientos mil ducados.....
Con esto haba mantenido el reino; quitado
gran parte de l al enemigo; construido diecinueve
o veinte fuertes, sucesivamente abandonados a medida que, por haber avanzado con otros ms al interior, iban quedando intiles, y de los cuales, al entregar el reino, dejaba en pie 'Siete: tres en el Bo-Bo,
el de Yumbel, uno en la Estancia del Rey, el de Lebu
y el de Paicav; hecho catorce barcos para facilitar la
guerra y el pasaje de los ros Bo-Bo ~ Lebu y para
el servicio del fuerte de Arauco e isla de Santa Mara.
60
LA
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avist aquellas islas de que dio luego noticia bastante cabal. Exploradas en seguida por otros marinos,
por Barnsfield y por Weddell, sobre todo, recibieron
el nombre de Nueva Shetland o Shetland del Sur. En
febrero y marzo de 1838 el marino francs Dumont
d'Urville las reconoci con la mayor prolijidad y las
describi en los captulos 12, 13 Y 15 de su clebre
Voyage au Pole Sud, en cuyo segundo tomo, donde se
halla esa descripcin, ha publicado una carta hidrogrfica del archipilago que por primera vez descubri Dirick Gherritz".
Pero sigamos con El Ciervo Volante: cuando el
tiempo mejor, impulsado por los vientos de la primavera, el barco holands se dirigi a Chile: Gherritz
llevaba el derrotero que Cavendish haba seguido aos atrs, pero extraviado por sus imperfecciones, pas de largo y en vez de arribar a la isla Santa
Mara, donde deba juntarse con la escuadrilla holandesa, a mediados de noviembre fondeaba frente a
Valparaso..Luego de penosas situaciones, sus tripulantes fueron apresados y conducidos a Lima,
donde se les instruy un sumario; sin embargo,
en sus declaraciones no dejaron testimonio del
d~scubrimiento de la Antrtica. Y aqu .viene lo gordo: es una noticia que nos da el gegrafo historiador
don Oscar Pinochet de la Barra en su interesante li64
El seor Pinochet de la BalTa haoe esta reflexin: "Sirvi esta declaracin de base a Kasper
Rlbera.-3
65
POLTICA MOnTARlA
El primer ao del gobierno de Ribera es una fecha importante en la historia econmica de Chile.
Hasta entonces, todas las transacciones comerciales
se hacan por permutas o trueques o por ventas que
se pagaban en oro en polvo o en Pequeas barras. Los
inconvenientes de esta Clase de operaciones haban
sido representados por comerciantes y gobernantes,
que haban tratado de solucionarlos. El establecimiento del situado, en 1600, fue causa de que desde
el ao siguiente comenzara a llegar a Chile algn dinero en oro y plata acuado en el Per, aun cuando
al principio fuera en moderadas cantidades.
68
LA
INCIPIENTE INDUSTRIA
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70
EsTABILIZACIN DE LA PROPIEDAD:
LAS MENSURAS DE GINS DE LILLO
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los primeros, hizo "que los propios indios se animasen con esto y trabajasen ms y con ms gusto"19.
Las tasas -reglamentacin del trabajo del indio
en la encomienda- haban sufrido variaciones desde la de Santilln, que impona el trabajo obligatorio mediante el sistema de las "mitas" o turnos, a
la de Gamboa, que abola el trabajo obligatorio cambindolo por un tributo. Esta tasa haba trado un
empobrecimiento general en la colonia, porque el indio, sin obligacin de trabajar, no trabaj; tampoco
tribut.
El activo y enrgico militar que era Alonso de
Ribera estableci una nueva tasa en 1603, aprobada
por la Audiencia de Lima y el virrey Luis de Toledo. Restableca nuevamente el trabajo obligatorio del
indio, pero instruyendo un sistema especial llamado de "las demoras", cuyo objetivo era dar tiempo
al indio para hacer sus propios trabajos. En las minas, las "demoras" duraban tres aos; una tercera
parte de los indios haca turnos cada ao y solamente durante ocho meses. De manera que cada tercio
tena dos aos y cuatro meses para sus propios menesteres.
Ribera trat de concilia'!" los intereses de encomenderos e indgenas, sin disminuir la. produccin
del pas.
74
A TRABAJARLOS ESPAOLES
LA
INSTRUCCIN
LA
BENEFICENCIA
Subsistan dos hospitales en Chile cuando Ribera 1nicl su gob1ern<?: uno en Santiago y otro en Con77
78
79
SO
"--carta de Ribera
81
SEGUNDA
PARTE
VIDA Y COSTUMBRES
LA
87
LA
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89
saba 'en el apartado Chile. Acaso los antecesores indios, raza limpia y en extremo aficionada al bao,
que gustaba vivir contigua a los ros, sus grandes
amigos, dejaran entre los chilenos de entonces cierto gusto por el agua y tal vez la usaran ms que los
escasos perfumes europeos.
Con Alonso de Ribera se esparcen los alegres
brindis, las hennosas fiestas, los juegos de naipes,
que consumen las largas horas de tedio de los soldados en los fuertes de la frontera.
En la mesa. reluce, junto a la cuchara y al cuchillo o trinchante, el sorprendente tenedor: haba
hecho su aparicin bajo Enrique III en Francia y en
Espaa bajo Felipe II. Pero parece que en el Pars
de Enrique IV serva ms de adorno que de cubierto:
"se coma con los dedos, muchas veces vorazmente,
mordindose las falanjes", anotaba un cronista. Alonso de Ribera amaba esas comidas francesas y trajo
en su servidumbre criados de Flandes y de Francia.
Los franceses de la poca coman en forma pantagrulica y ya hacan las delicias las exquisitas salsas. Cierta vez, en la mesa real francesa, el prncipe
de Gumn, impaciente, hizo saltar la salsa hasta
su sombrero tachonado de diamantes.
Un gusto por los trajes suntuosos y por las tertulias cortesanas aparece en Chile bajo Alonso de
Ribera. Y la vida cotidiana sigue con sus caracte91
risticas habituales: se habla de calamidades y de enfermedades y los remedios ocupan 1& imaginacin y
el tiempo de brujas y ouranderos. Hay recetas inesperadas: piel de sapo sobre las sienes para curar 1& fiebre; para los dolores de estmago, croquetas de afiladas lenguas de gato; para el reumatismo, sangre de
liebre revuelta con colas de l"atones. Magos y hechiceras mantienen su prestigio gnstico. En los cuarteles suenan alegres los pfanos. Flautas y chirimas
lanzan sus difanas notas en los saraos. Violas y guitarras acompaan ba!}es y canciones2
MODAS, PASIONES
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Lejos' quedaban los hbitos militares con que lo imagin el padre OvaRe, en su dibujo ecuestre, en jaca
ricamente enjaezada a la andaluza, con pantalones
bombachos, J)?lainas de fino ante o gamuza, el coselete ajustado y rematando el casco pomposo penacho.
Las damas que acudan al palacio -las Lisperguer, las esposas de los capitanes- vestan trajes
de ricas y suntuoss telas, alta la cintura, bajo el
escote, alto el peinado, pendientes, collares.
Las Lisperguer eran dos: doa Maria y doa Catalina. Doa Maria era soltera; casada doa Catalina. Ambas belUsimas y apasionadas. .. El gobernador era enamorado y galante ...
Cmo alegrar el tedio de las largas noches invernales, entibiar el frio de los salones, apagar la angustia de las almas?
Los brindis de F'landes daban alegra y animacin. Brillaban las luces de los candela'bros en el
fondo de los espejos venecianos. Brmaban los escotes
albos, los diamantes en el cuello de las madamas.
Haba fuego en los ojos y en los corazones.
Afuera el viento pa,saba silbando. COrra el invierno. Corran tambin, dando tumbos y esquinazos por las caNes polvorientas, el chisme, la m8l1ed1cenc1a, la murmuracln.
Dicen ... , dicen que ...
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ORGULLOSAS LISPERGUER
recelaba todava llevarlo en su apellido. Era probablemente -aade- un factor considerable de los
Incas, no slo por lo que demuestra tuvo en riqueza
y respetabilidad social en la comarca sino porque en
aquel frtil paraje, cruzado a la sazn de las deliciosas acequias que todava lo fecundan y que labraron
agrnomos peruanos, exista un obraje, o fbrica de
tejidos, llamados antes paos de la tierra y hoy sayal, por cuenta de los emperadores del Cuzco. Tal
vez don Bartolom de Talagante era el director de ese
obraje"3.
Hasta aqu los antecedentes genealgicos de los
Lisperguer, segn la documentacin colonial y la
fantasa de Vicua Mackenna.
Esta imaginacin, en el caso de la cacica de Talagante, se basaba en antecedentes generales concretos. Es algo que nos hace sonrer, pero parece es
la verdad: se critica a los chi,lenos su aficin a la genealoga, a la herldica y a hurgar aejos pergaminos, suponiendo que todo esto lo heredamos de la
vieja Espaa; pero lo que es ms evidente es que
quizs estas debilidades nobiliarias las heredamos
de los indios. El sargento mayor Alonso Gonzlez de
Njera, que sirvi en Chile poco ms de seis aos
(1601-1607), nos dice en su obra Desengao y Reparo de la Guerra del Reyno de Chile, hablando de
las costumbres indgenas: "Presuman entre ellos de
Rlbera --4
97
linajes, descendencias y de apellidos, porque hay caciques que nombran del Sol, otros de Leones, Raposas, Ranas y otr.as cosas semejantes, de que hay familias qe se ayudan y favorecen en sus disensiones
y bandos y es tanto lo que se precian de estos apellidos, que slo les falta usar de escudos de armas..."
Pero volvamos a los Lisperguer, descendientes de orgullosos caciques.
La encopetada familia resplandeca por sus riquezas; sus blasones (reales?, y bien reales); su vida de esplendor y de pulencia; la alta situacin de
los varones y la belleza, orlada de rojas cabelleras,
que ostentaban las mujeres, a quienes la murmuracin, en consonancia con el color de sus cabellos,
rodeaba de un hlito infernal de hechizamiento y de
brujera.
Componase la familia de ocho hijos, cinco varones, del mayor de los cuales, don Juan Rodulfo,
volveremos a hablar despus. De las hijas, doa Maria y doa Catalina destacaron en forma singularsima; la tercera, doa Magdalena, casada con don
Pedro Ordez Delgadillo, no dej ni recuerdo ni sucesin.
Doa Mara era soltera; doa Catalina, esposa
de don Gonzalo de los Ros y madre de la clebre
Quintrala. Ambas eran reputadas de "encantadoras"
y "traan inquieto al vecindario de SantiaJto". El
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FLAUTAS y cHIlUMAS
Doa Catalina Lisperguer apoyaba apenas su leve mano en el brazo de guerrero del gobernador.
B.ri.Uaba con tonalidades rojizas ~u cabellera rubia.
El albo escote bajaba hasta los_ltimos limites; sobre los dos hemisferios, asi era la moda. La suntuosa falda campaneaba sobre los tapices.
Ribera y su pareja saludaban a los invitados,
galanteaba el gobernador a las damas, era alegre y
100
chistoso en el rpido dilogo de la etiqueta. Le acompaaba ya doa Catalina, ya doa Mara Lisperguer.
En la larga mesa de los banquetes, una y otra aparecan sentadas a su lado. En el momento de los
clidos brindis, las luces y las sombras de los candelabros tendan su mgico encanto renacentista y
barroco en aquellas veladas del Flandes indiano.
Sonaban durante la alegre cena, flautas y chirimas de msicos de cmara. Sosteniendo levemente
con su frgil mano la pesada riqueza de su falda,
doa Mara Lisperguer atravesaba los salones: senta sobre s las miradas codiciosas de los hombres,
cortesanos, mitlitares y funcionarios; presenta la escrutadora y desafiante mirada de las seoras, enconadas y envidiosas. Un lacayo, que traa luces, la
preceda hasta la tabla de juegos. Antes que damas
y caballeros tentaran la fortuna en el azar, doa Mara Lisperguer extenda los naipes, y sus delicadas
manos, aquellas frgiles manos de Lisperguer que no
temblaban al dar la muerte, acariciaban las cartas
sobre el tapete verde para consultar la suerte de sus
favoritos. A su alrededor se abra el crculo algo indeciso y sugestionado de hechicera de sus galanes.
101
CARA O CRUZ?
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UN MATRIMONIO ROMNTICO:
DOA
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Cr~oba,
nacido en Crdoba por 1529, segn el historiador peruano don Manuel de Mendiburu, perteneca a la familia del Gran Capitn. Sali de Espaa
despus de 1549, lleg a Chile en 1555, al parecer con
la viuda de Valdivia. Hizo las campaas de las ciudades australes; despobl Caete, fue corregidor de
Valdivia en 1565, vecino encomendero de Villarrica
y en 1575 corregidor de Angol.
Fueron sus hijos, y de doa Ins de Aguilera
Villavicencio: el doctor Pedro Fernndez de Crdoba, cannigo de la Catedral de Santiago; don Alonso
y don Diego Fernndez de Crdoba, muertos por los
indios; don Antonio, que pereci en la destruccin
de Valdivia; don Fernando, que viva en 1599; doa
Ins, la esposa de Ribera, y doa Mariana Fernndez
de Crdoba y Aguilera, nacida antes de 1588 y casada
con don Juan de Quiroga y Gamboa.
El gobernador dio cuenta de su matrimonio al
rey: "Don Pedro Fernndez de Crdoba, uno de los
caba1'leros principales que han pasado a las Indias
--deca Ribera-, era el padre de la novia, muerto,
como su hermano Andrs Fernndez de Crdoba, en
este reino, despus de haber servido a Vuestra Majestad muchos aos. Y ltimamente, en la ruina de
l, acabaron dos hijos suyos, hermanos de mi mujer,
y cuatro tos que tenan, hechos pedazos a manos de
los enemigos y otros muchos deudos, etc.". y aa107
Doa Ins Fernndez de C.rdoba JI Olmos de Aguilera, la bellfsima chilena, amada esposa de Alonso de Ribera. Este boceto
adorna el ngulo superior derecho del tondo del retrato del gobernador, que se C07Uerva. en el MlUeo Histrico Nacional. Es el
nfco retrato que ert8te de una gobernadora de Chile este que
publicamos por primera vez.
B8Tt7DIO POTOORAPICO DE ALPRZOO MOLINA LA IIITI'Z
LA
DESCENDENCIA
Este matrimonio de amor tuvo tres hijos: un varn, Jorge de Ribera y Fernndez de Crdoba, nacido en Valdivia en 1604, Caballero de Santiago,
casado en la Catedral de'Lima, ell.o de octubre de
1624, con Francisca de Iturrieta, deuda inmediata
de los Carvajal y Vargas, condes del Puerto y del Castillejo, tan emparentados en Concepcin. Fue encomendero de Rahilongo y sirvi en el ejrcito de Chile, donde se encontraba en 1646: tuvo fama de ser
buen capitn y cumplido caballero. Y dos hijas:
la una seria monja profesa en el convento de las
Agustinas, en Santiago; la otra, doa Mariana de
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Ribera, que tan buenos servicios prest al gobernador. Ignoramos si dej o no descendencia.
MUNIFICENCIA y PIEDAD
NEPOTISMO
LA
IMPETUOSIDAD
EL
GOBERNADOR, PROPIETARIO
SENTIMIENTOS ENCONTRADOS
Santiago. Invierno de 1604. Con el fro y las nieves, cielos opacos y cerrazones, empiezan para el gobernador disgustos, pendencias, querellas, conflictos de autoridades y cuanto poda perturbar la vida
en la colonia.
La antigua amistad que lo una a los Lisperguer
se haba trocado en odio.
Cu.l fue la razn de este cambio?
Acaso doa Mara Lisperguer, que es al propio tiempo la que aparece m.s encarnizada con Ribera y la nica soltera de las hijas de doa Agueda
Flores, haba esperado llegar a ser la espo~ del gobernador de Chile y el matrimonio de Alonso de Ribera vino a herirla en lo m.s vivo?
120
En aquel crudo invierno santiaguino se produjo formal ruptura de relaciones entre el gobernador
y la poderosa familia colonial. Tenia Ribera procesado al primognito de los Lisperguer, don Juan Rodulfo, el ms ilustre y desgraciado de ellos. El desa-cato debe de haber sido muy grande; el gobernador
slo lo -calific~ sin mencionar el delito y lo stima
"digno de pena capital y ejemplar castigo". Sangre
de reyes sajones y cacicas indias, el poderoso Lisperguer no se dej atropellar: ocurri a la Audiencia de
Lima. El alto tribunal inhibi al gobernador de Chile de seguir -conociendo del proceso. Tenan influencia los Lisperguer! Se nombr juez de la causa al
teniente general Pedro de Vizcarra. Entretanto, el rebelde Lisperguer se fug, acompaado de diez personas, probablemente sus deudos y protegidos, con
quienes pas la cordillera.
Como en las antiguas historias, Alonso de Ribera mont en clera.
En carta al rey seala las medidas oportunas
que ha tomado para que se prenda y castigue a los
fugados y sobre todo, por supuesto, a don Juan Rodulfo Lisperguer, "que es muy inquieto y de los que
importa el servicio de Vuestra Magestad que no estn en su reyno". Luego, su furia se vuelca contra
toda la familia: "Su padre -agrega- es alemn y
su agelo (materno) tambin fue extranjero y 10
121
EL GRAN PECADOR
122
manifestaba vivsimos deseos de ver terminada la cruel guerra de Arauco. Tenanle todos en
la ms grande estima: juzgbase que habia hecho
grandes servicios al pais con sus viajes. Sabiase que
era por el rey muy bien recibido; y a pesar de su
avanzada edad haba aceptado, a generales y reiteradas instancias, hacer un tercer viaje a Espaa.
fer~os;
Por aquellos das los enemigos de Alonso de Ribera hacan los ms grandes esfuerzos por desacreditarlo ante la corte. Sin embargo, no era cosa fcil
denunciar a un gobernador tan hbil y resueltO.
Uno de los delatores haba sido (cundo no?)
uno de los que Ribera ms haba favorecido; de los
que gozaban de su privanza, sentndose a su mesa:
el capitn Francisco Reynoso. Movido por algn agravio, o slo por ruindad de carcter, escribi al rey
contra Alonso de Ribera. Registrada la correspondencia, apareci entre ella la carta de Reynoso. Ribera 10 hizo llevar a su presencia y le reprendi la villana ante unos cuantos ntimos; luego le envi a
prisin. La sentencia no se hizo esperar; tampoco su
ejecucin. "De la sala del gobernador, donde paba
entrado un reo, sali slo un cadver"ls, dice el padre Rosales; aun cuando los documentos no abonan
esta afirmacin.
No era fcil conspirar contra Alonso de Ribera.
123
LA
VENGANZA DE ~ LISPERGUER
~~.
Mala ocurrencia tuvo el linajudo caballero al escribir al rey atacando al gobernador: la carta fue interceptada y leda por ste.
Esta mana de Alonso de Ribera de violar la co-
125
127
Siempre han sido famosas las yerbas- medicinales chilenas. Un francs que visitaba Chile en el si
glo XVII exclamaba: "j'Para qu tener aqu mdicos
y farmacuticos, cuando todo el reino es una farma.
cial" Pero en los campos de Chile, en los faldeos de
los cerros, perdidas entre los matorrales, junto a las
mgicas yerbas curativas, se esconden las hipcritas
yerbas venenosas, antesala y pasaje del otro mundo.
Las Lisperguer las conocan y planearon su intento largamente acariciado. Un indio de su servicio,
acaso el ms fiel, fue el encargado de buscar y traer
las yerbas mortferas. Una vez conseguidas, para asegurar el silencio del cmplice, fraguaron un crimen
an ms bajo: asesinaron al indio.
De qu medio se valieron para matarlo? Acaso
de las mismas yerbas venenosas que el propio indio
les proporcion? Qu importaba a las orgullosas Lisperguer la vida de un indio de su servicio, cuando
haban decidido matar nada menos que al gobernador de Chile?
"Se valieron de un indio para conseguir ciertas
yerbas venenosas; y a fin de no tener quin las acusara, luego que recibieron el veneno, dieron muerte
al que se los haba proporcionado", aseguraba el obis-
128
129
su iglesia, y doa Agueda Flores tena un sobrino entre los religiosos que habitaban el convento.
Sealaba Ribera como la ms culpable de las dos
hermanas a doa Mara; refugise sta, como queda
dicho, con dos criadas, que no eran cmplices, en San
Agustn. Dice Ribera que durante muchos das los
monjes las tuvieron alli, ocultas en una celda; mas
apenas lo descubri, dio orden para que las prendiesen. Doa Mara y sus azafatas recibieron asilo en
la sacrista. Como parte del templo, gozaba de este
derecho. Y doa Catalina?
El convento de Santo Domingo, donde busc asilo con tres indias de su servicio, las alberg slo por
breve tiempo. Los dominicos, temerosos de desafiar
las iras del gobernador, las hicieron salir pronto del
convento. Refugise, entonces, en el de La Merced.
Naturalmente, Alonso de Ribera hizo allanar los
conventos de San Agustn, de Santo Dommgo, de La
Merced: las Lisperguer n se encontraron por ninguna parte: haban desaparecido.
Furioso, hubo de contentarse con apresar a una
de las criadas, doa Ana de Arenas, mujer pobre y
viuda ... , y amiga de doa Agueda y que asisti con
doa Catalina (Lisperguer) en Santo Domingo el
tiempo que estuvo retirada15
Dnde se encontraran ocultas las Lisperguer?
Se hicieron humo; por muy astuto que fuese el
130
Ribera resolvi entablar proceso contra los padres de San Agustn; contra los de Santo Domingo;
contra los de La Merced ... , contra todos los que las
haban refugiado y permitido su fuga.
Un nuevo y ms ruidoso conflicto, que envolvi
al gobernador, libr a los inculpados de ser encarpetados en un proceso.
y las Lisperguer?
Dejemos hasta aqu este enredo. Adverta ValleIncln en uno de sus relatos, que de las viejas historias, de los viejos caminos, nunca se sabe el fin.
COMENTARIOS MIENTRAS
CAMBIA EL ESCENARIO
132
Dos
137
HISTORICO
NACOKAL.
Imperial. No entra tampoco en nuestro tema seguirlo en los pintorescos aos del concilio limeo
de 1601, que sirvirale de pretexto para no asumir
pronto la mitra. Encontrmonos con el seor Lizrraga en la primavera de 1602 y en Concepcin. A
l se debi el traslado de la dicesis de la derruida
ciudad austral a la penquista, en cuyo convento
franciscano, por carecer de casa adecuada, residi
el obispo.
Fue muy amigo de Alonso de Ribera; como lo
sera despus de Garca Ramn.
Aquel gobernador soberbio y arrogante se entendi muy bien con el clero penquista: jesuitas y franciscanos fueron sus camaradas muy queridos y el
obispo Lizrraga su leal y devoto amigo. En carta
al rey, el 29 de abril de 1603, desde Concepcin, decale Ribera: "El obispo Don fray Reginaldo de Lizrraga, a quien Vuestra Majestad provey a este
obispado de La Imperial, vino a l y queda en su
Iglesia usando el oficio pastoral con mucha edificacin de letras, vida y ejemplo, cuya asistencia ha
sido y es de gran consuelo y estimacin para todos
por lo que merece su persona y haber venido en tiempo de tantas calamidades como este reino ha padecido, movido solamente del servicio de Dios y de
Vuestra Majestad; porque por haberse despoblado
la ciudad Imperial en que estaba la catedral, le
142
Los
DOS PODERES
Dos siglos y medio despus, en 1857, y en Santiago. El presidente Montt y e~ arzobispo Valdivieso entraron en conflicto de poderes, por un incidente en s
nimio. Don Alberto Edwards, en su Historia de los
Partidos Polticos de Chile, pgina 16, escribira: "El
poder de la Iglesia como el poder civil se hallaban,
pues, personalizados en dos hombres apercibidos para la lucha, igualmente autoritarios y convencidos
de su omnipotencia, entre quienes el menor incidente poda, en cualquier instante, encender una lucha
implacable".
Fue lo que ocurri, dos siglos 'Y medio antes, entre
Alonso de Ribera, gobernador de Chile, y el quinto
obispo de Santiago, fray Juan Prez de Espinosa.
Cul fue (no diremos la causa, que ya la sabemos) ia
143
147
148
SANTIAGO EN ENTREDICHO
car.
La capital, sin divinos oficios; sin admisin y
recepcin de sacramentos; sin sepultura eclesistica.
Era demasiado.
149
EXCOMULGADO VITANDO
Pudiera pensarse que el combativo obispo no seguira sustanciando el proceso; mas no fue as: era
un carcter indomable; para l era preciso castigar
al que haba sido pblico y arbitrario percusor del
minorista.
Hibera, sin inquietarse ni poco ni mucho, se fue
Sur
a contipuar sus campaas guerreras; prefeal
ra luchar con los araucanos, al fin con armas parejas a las suyas, que con el sostenido obispo.
Cuando lleg a Chile la noticia de la separacin
de Ribera del gobierno y su traslado al Tucumn,
el obispo le declar incurso en la excomunin mayor
que el derecho cannico fulmina contra los percusores de clrigos. Le aplic la pena en todo su rigor. La
autoridad diocesana hizo esta declaracin el 31 de
julio del siguiente ao. Ribera recurri de fuerza a
Lima. En 1607 la Audiencia virreinal declar que el
obispo no haba hecho fuerza.
150
EL PAGO DE CHILE
fin, hasta los mercaderes de la capital haban credo conveniente constituir al padre Bascones como
su representante ante el rey.
Fuese el agustino de Chile a fines de 1600; lleg a Espaa en 1601 y present a la corte un memorial para informar de las aspiraciones de la colonia
en aquella poca. Cierto es que Bascones parti antes
de que arribara a Chile Alonso de Ribera, de manera
que nada pudo haber informado en contra del gobernador; pero no olvidemos que el agustino residi en
la corte durante todo el primer ao del mandato de
Ribera y que, como apoderado de las ciudades chilenas, tuvo con ellas frecuentes comunicaciones.
La estrategia de Ribera de defender la lnea de
la frontera, la raya del Bo-Bio, dejando entregadas
a su suerte a las ciudades del Sur, habia provocado
desconcierto, pavor, entre los que tenan en aquellas
regiones parientes y amigos y en general haba suscitado deseos de inmediato cambio.
Sin comprender la poltica del gobernador y sin
que ste, a fin de no provocar discusiones y disensiones, pudiera exponerla con claridad, se produjo
entre opositores y mandatario una sorda guerra fra
que oblig a Ribera a actuar en virtud del principio
del hecho consumado.
El padre Bascones peda a la junta de ~erra de
Madrid que se enviase a Chile a Sotomayor, acompa
152
153
El nico alto empleo en Indias vacante a la sazn era la gobernacin del Tucumn: para ella fue
propuesto Ribera. Haca ver la junta al rey que quedando ste cerca de Chile "ayudara a don Alonso
de Sotomayor con gente, caballos y ganados". El 9
de enero de 1604 la majestad de Felipe III firm los
nombramientos y cdulas mencionados y en el mismo mes fueron enviados a Amrica. Entre tanto, dud nuevamente el monarca de lo acertado de su determinacin. En agosto de 1604 la junta de guerra
le represent que ya estaba todo ejecutado.
Para endulzarle al ex gobernador de Chile su
alejamiento, la junta propona al rey que fuera de su
sueldo de gobernador del Tucumn se le dieran a
Alonso de Ribera cuatro mil ducados, por una vez,
y que adems se le hiciera caballero de alguna de las
tres rdenes militares.
Apenas supo Ribera la venida a Chile de su sucesor, se apresur a continuar la guerra del Sur: a
toda costa deseaba demostrar gran actividad y dejar
en brillante pie una colonia que haba recibido en la
ms desastrosa situacin. F'ue la magnfica campaa
militar de 1604-1605. Envi el gobernador, desde Concepcin, socorros a Calbuco. Pedro Corts Monroy
y Jorge de Ribera, hermano del gobernador, hicieron
proezas en campos de indios, en Lavapi y en Catura!. Fund Ribera en Lebu el fuerte de Santa Mar157
LAs ACUSACIONES
Las acusaciones que sus contemporneos hicieron a Ribera fueron las ms tan injustas como infundadas. Diversas cartas annimas, dirigidas a la
corte, fueron archivadas bajo el rubro de "Cosas de
Alonso de Ribera". Cosas de Alonso de Ribera! Es lo
nico serio que resta de tanta acusacin, de tanta
denuncia y delacin: las genialidades del gobernador.
Porque en esas cartas no hay cargo que no se
haga al gobernador de Chile, sin exceptuar el de
ineptitud para la guerra y el de prevaricacin. "Estas acusaciones de peculado eran por lo menos tan
injustas como las de ineptitud para la guerra; la pobreza, que acompa a Alonso de Ribera durante to159
Rlbe....-6
MADRID
o franc
ue
fl
criado fran e
bierno
jo tr cri dos
Jaqu Lorenzo Flam
o
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tomaron en un n vio
en el puerto d
alparaso de
a provin 'a re uvo en u
. '0 uno de ell
ni
les envi a Espaa como debiera ni tampoco en '
ejandro de Candia
b
Juan Pr
otros extra.njeros." El juez doctor erlo le conden
a un multa de cincuen du dos:
en cuanto a
los dems extranjeros
dos en
Reyno ento
a que a muchos que estn a ecindado en 1 han
servido a Su agestad le absue1 o do por libr de
ello a. esto tocan t-e, .
1
Los criados uvieron m suerte que el gobern dor, que luego deberia abandonar Chile para tra.sl darse al Tucumn. Nicols Jaqu le compan6 all
y uno de sus hijos
pitn en el Real Ejrcito d Chile, corregidor del aule 1650-1652, seria fund dor
de una familia chilena.
Ribera debi6 pagar por est<?s servidor amigos
que formaban en su squito y a quien nun
bandon. Habituado a las costumbres a. la comida, a 1
gustos de Flandes y d Francia, era nece no on163
165
166
167
168
'TERMEDIO E
EL
1605-1612
Rlberll-6A
Tve
M' 1
BocETO
171
UN poco
DE HISrORI.-\
Hagamos, cmo no?, un poco de historia. Tucumn fue descubierto y comenz a ser poblado por
Juan Nez de Prado, soldado extremeo, por comisin del presidente La Gasea, gobernador del Per.
En 1551 Pedro de Valdivia, gobernador de Chile, envi a estas regiones al capitn Francisco de Aguirre,
a quien nombr su gobernador.
Durante la conquista fue incorporado a Chile
hasta que Felipe III lo segreg por real cdula de
20 de agosto de 1563.
Fue entonces uno de los tres gobiernos establecidos en la banda oriental d Sudamrica, denominados, respectivamente, Paraguay, Buenos Aires o
Ro de la Plata, y Tucumn.
La jurisdiccin de este ltimo se extenda desde
las fronteras del Paraguay, sobre el ro de este nombre, hasta el reino de Chile, y desde los desiertos de
los chiriguanos hasta la Cruz Alta, por un lado, y
el ro Quinta, por otro. Su gobierno, establecido pri-
172
173
RmERA
tiva, o sea, la ocupada y poseda, era mnima. Se reduca a los oasis de sus ciudades con los poblados circundantes de los indios de sus encomiendas; a las
parcelas cultivadas y a las tierras de pastoreo. Todo
lo dems era naturaleza.
Don Manuel Lizondo Borda, en su estudio sobre
El Tucumn en los Siglos XVI y XVIP, nos dice:
"Que no puede contarse como gobernacin o dominio
espaol porque all el espritu europeo no domina
an nada: es, al contrario, dominado por la naturaleza".
Contaba la gobernaci6n con ocho llamadas ciudades; pero s6lo podan as considerarse por sus privilegios y sus ttulos. Eran, en realidad, ocho pequeas
aldeas, formadas de humildes casitas. Entre "estantes y habitantes", la poblacin de la provincia era
s6lo de setecientos espaoles, y con los indios encomendados que les servan, llegaba a veinticinco mil,
siendo ligeramente superior a veinticuatro mil el nmero de los indgenas.
y para hacer ms complejo el panorama del dominio donde iba a gobernar Alonso de Ribera, debemos agregar que la direccin y colaboracin llegaban
de fuera a la gobernacin: de la corona real y su
Consejo de Indias, por medio de cdulas, provisiones
y leyes del gobierno; del virrey del Per, con anlogas disposiciones, y de la Audiencia de Charcas, con
~75
parecidas ordenanzas, y en especial con sus resoluciones como tribunal superior de justicia.
Qu podra hacer el activo y enrgico mandatario que era Alonso de Ribera, en aquel gigantesco
pas casi despoblado y donde, para remate, exista
tan complejo y desordenado sistema de gobierno?
Los
COLABORADORES
De los setecientos espaoles que poblaban la provincia, los ms poderosos eran los encomenderos o
feudatarios, que alcanzaban a unos trescientos y que,
por ser herederos de los conquistadores o por mercedes, tenan feudos o encomiendas. Los dems eran
simples moradores o mercaderes y eran los que desempeaban algunos cargos pblicos y colaboraban
o negociaban con los encomenderos.
Todos ellos se consideraban clase dirigente, ninguno clase baja. Y as, unos por ser nobles, otros por
parecerlo, la totalidad por considerarse seores (en
cuanto pisaban tierra americana), tenan por de~i
grante descender a menesteres prcticos, como labrar la tierra, cuidar los ganados, elaborar los
productos y ejercer los humildes oficios. Para eso estaban los negros esclavos y los yanaconas en las ciudades y los indios encomendados en las campaas.
176
177
ban grandes cantidades de lienzos y distintos artculos que eran las "granjeras" de la gobernacin, tales
como alpargatas, calcetas, sobrecamas, pabilo para
las velas, sombreros, cordobanes, badanas; ellos conducan las carretas y arreaban las grandes tropas de
vacas y de mulas que se llevaban a vender al Potos
y al Per, junto con las granjeras; y ellos, los que
regresaban cuidando los grandes cargamentos con
ropas de Castilla y otras vituallas imprescindibles
para los hogares espaoles.
j Qu diferencia con Chile! Estos indios sumisos,
laboriosos, inteligentes; agricultores y artesanos, comerciantes y progresistas, industriosos, diligentes,
en contraste con una raza "soberbia y belicosa" como
la araucana.
Ribera haba conocido en Chile una aristocracia
militar formada al calor de la guerra, bajo el fuego
de los fortines, en el humilde techo de los soldados,
familiarizada con la muerte como amiga muy cercana; una aristocracia de lanceros y de arcabuceros,
siempre en constante acecho y tensin, sin fatiga y
casi sin sueo, empeada en civilizar a unos indios
rebeldes, a la ms indmita e irreductible tribu que
recuerda la historia!
Qu poda hacer un gobernador como Alonso
de Ribera, organizador y diligente, en aquel inmenso
teatro semidespoblado, donde slo los indios some179
ra~o
de su tierra. Esa estampa del gaucho que grab para siempre la pluma inmortal de Giraldes en
Don Segundo Sombra ...
PRESENTACIN DE
Su
ILUSTRSIMA FRAY
184
EL OBISPO DE TuCUMN y EL
GOBERNADOR
LA
PERSEGUIDORA SOMBRA DE
PREZ DE ESPINOSA
na clase ante hecho tan grave, "por no tener conocimiento oficial de l".
Ante problema tan serio, el obispo resolvi consultar el caso con los priores de las diferentes rdenes
religiosas y con los letrados que haba en la ciudad.
Como siempre sucede en estas reuniones, las opiniones estuvieron divididas: unos opinaron a favor, otros
en contra de la ejecucin de la pena impuesta al gobernador. El obispo Trejo, conciliador y tramitador,
resolvi diferir al pedido del combativo obispo de Santiago: "hasta tanto no enviara ciertos documentos
que no venan con el requerimiento, y que era indispensable conocer". Se dispuso que se sometiera el caso a la resolucin de la Audiencia de Charcas. No
poda haberse portado ms prudente el obispo del Tu
cumn, ms deferente con el gobernador.
GENIO y FIGURA
187
EL PERDN
TuCUMN,
1605
Pero volvamos a 1605. Mientras los indios reducidos eran numerosos para el escaso nmero de los espaoles, los que se avenan a una simple vida sin mayores necesidades ni deseos de lucro, la ?ominacin
de los peninsulares sobre los naturales era blanda y
190
NUEVAS CIUDADES
Al elegir sitios para fundar ciudades en el Tucumn, los gobernadores tuvieron principalmente en
192
Rlbera.-7
PALACIO
REIIL
c~enta la abundancia de los pueblos indgenas vecinos para el servicio de las encomiendas. Slo as se
explica la fundacin de las villas de Esteco y de La
Rioja, ambas tan apartadas de las vas directas de comunicacin con el Per, de cuyo virreinato dependa
l gobernacin. Adems, Esteco estaba enclavada sobre el ro Salado, en un lugar rido y casi inhabitado
por lo clido. La razn de ser de estas ciudades, como
asimismo de Madrid de las Juntas (y algunas destruidas en el siglo XVI), eran los miles de indios que
las rodeaban. Las villas servan de baluarte contra
las depredaciones de ndios belicosos, como lules o
calchaques., y as garantizaban la seguridad de los
vecinos encomenderos.
Cuando los indios de Esteco disminuyeron al extremo de tenninarse, empezaron el diseo y el trnsito de un camino directo de Santiago a Madrid de
las Juntas, quedando Esteco arrinconada y decayendo tanto que Alonso de Ribera, en 1609, tuvo que
trasladarla a la ya nombrada de las Juntas. Y para
contentar a los vecinos quisquillosos y reclamadores
de ambas ciudades, fund una nueva con ambas cerca del ro Piedras y del sitio de Madrid de las Juntas,
sobre el camino a Salta, ponindole el nombre de Talavera de Madrid (aunque ms la llamaron Esteco,
por la del Salado).
Por ltimo, en la regin de Catamarca, donde
195
MORRIA
196
QUE
ILUSTRA
LA
OBRA
DEL
PADRE
OVALLE.
campaas, en los duros asedios de Flandes, de Francia y de Arauco, cuyos solos nombres levantaban en
su alma recuerdos de glorias militares. Comparaba
su activa vida de soldado con la inaccin a que se
vea ahora reducido, entre ablicos espaoles haraganes e indios misteriosos y resignados.
Sentase como desterrado en aquel lejano rincn
mundo
aislado por gigantescas montaas. Y su
del
cuerpo, maltrecho de andanzas y combates, cruzado de viejas heridas, empezaba a pesarle y a sufrir las
agotadoras cabalgatas que le era necesario efectuar
para visitar la gran extensin del Tucumn.
Tena como refugio la siempre estimulante presencia de su querida esposa. doa Ins de Crdoba
y Aguilera, con su belleza triunfante y su bondad,
que pona la nota de alegra y encanto en los montonos das sin grandeza.
Ribera sufra al verla lejos de su patria, que era
como la suya propia; lejos de sus parientes y deudos,
mentras los hijos crecan mirando hacia la cordillera donde se pona el sol y tras la cual estaba la
tierra prometida de su pas natal.
No as el nimo de doa Ins de Aguilera y Villavicencio, la altiva y arrogante suegra, aquella que
en los das aciagos de la ruina y destruccin de La
Imperial, junto a los cadveres de su esposo, hijos,
hermanos, cuados y sobrinos, areng a los l timos
199
201
Rlbera.-7A
202
TeRCERA
PARTE
DILEMAS
dados, setenta caballos, tres arcabuces y veinte ballestas, lleg hasta Cajamarca y puso en jaque al poderoso ejrcito que mandaba Atahualpa, en el
radiante medioda del imperio incaico. Tras estas invasiones siguieron las respectivas conquistas, que
fueron relativamente breves y de carcter definitivo.
Qu diferencia con lo que ocurra en Chile! Un
clculo prudencial hace llegar, en 1610, a siete mil
I
205
el nmero de soldados espaoles que haban militado en Arauco, sin contar con los criollos, que empezaron a ingresar en el ejrcito en 1561, unos y otros,
en su mayor parte, muertos por los araucanos, a
juzgar por los continuos y urgentes pedidos de refuerzos que hacan los gobernadores. Y la lucha recomenzaba cada ao. A ms de las entradas que el
propio Chile produca, la guerra de Arauco costaba
a Espaa ms o menos la dcima parte de las rentas
que reciba de Amrica, o sea, doscientos mil ducados anuales. Arauco era para Espaa un tonel sin
fondo de vidas y dineros.
Cada gobernador que arribaba al reino reciba
un refuerzo de frescas tropas espaolas, con las que
crea asegurado el triunfo; luego de las primeras
campeadas solicitaba angustiosamente nuevos auxilios. Los virreyes del Per, la junta de guerra de Espaa, las autoridades metropolitanas, sentan el
cansancio y la inquietud que produca el buscar y
proporcionar los medios para sostener una campaa
internlinable, cuyo fin no se divisaba.
Las tropas espaolas rehuan ya venir a Chile,
no se encontraban voluntarios que quisieran enrolarse bajo esas banderas que tremolaban en el fin
del mundo sobre miles de muertos. Fue necesario hacer levas forzosas en el segundo gobierno de Garca
206
210
plantacin en Chile se haba recurrido al nuevo mandato de Ribera, no poda ser ms diverso y ms
opuesto al plan tctico que el gobernador haba impuesto en su primer gobierno. Consista en dividir el
territorio en dos porciones: una al norte de la raya
del Bio-Bio, que seria la rona de dominacin espaola, donde tendra jurisdiccin el gobernador del
rey; otra al sur de aquel ro, territorio araucano, pas
indio, donde slo podran penetrar los misioneros en
son de paz y de evangelizacin. Un padre visitador
nombrado por el virrey del Per tendra jurisdiccin
en esta lnea de la frontera: solamente hasta all poda alcanzar el indio; pero si ste incursionaba en
territorio fronterizo, el espaol poda perseguirlo pasando la zona.
Quera la corte terminar con aquella guerra de
crueldad y de exterminio; ensayar nuevos mtodos
de persuasin y de pacificacin 2
Qu diferencia con el plan tctico que Ribera
haba adoptado en su primer gobierno, y que tan
felices resultados haba procurado! El establecimiento de la lnea fortificada de la frontera para
ocupar progresivamente el territorio enemigo, adelantando siempre, sin retroceder jams!
Cmo entender que Ribera haya aceptado, en
estas condiciones, la gobernacin de Chile, para aplicar un sistema de guerra tan diametralmente opues212
RETRATO DE FELIPE
III
lipe II, los reyes de acero, parecera que a sus descendientes les legaron una voluntad vacilante y enfermiza.
En Felipe III no actuaban la frivolidad ni la ligereza; sino, antes bien, su carcter dulce y piadoso.
El embajador veneciano en Madrid hizo un muy buen
retrato literario del rey. describindolo como "pequeo de cuerpo, de agradable vista, modestamente fornido, barba y cabello muy rubio"; y sobre su carcter
y costumbres aada: "que era catolicsimo, ama la
justicia y es desviado de placeres y gustos, mustrale
slo en la caza ... , es amigo de la soledad ... , no es
soldado ni amigo de armas ... , es capaz de los negocios y los entiende y discurre respondiendo a propsito, pero no se decide por ninguno ... "
Lo que no obsta para que en la implantacin del
sistema de la guerra defensiva mostrara una decisin incontrastable.
Muerta la reina doa Margarita de Austria, el
3 de octubre de 1611, Felipe II! la sobrevivi una
dcada, de viudez casta, pues muri el 11 de marzo
de 1621 "con fama de no haber cometido pecado
mortal"a.
215
218
oblig al gobernador, hasta que ocurna su muerte, a continuar la guerra en sostenidas y difciles
campaas.
. El padre Valdivia volvi al Per en 1606 a dar
cuenta de su cometido.
Alarmada la corte de Espaa por la prolongacin de la conquista de Chile y por los gastos que
ocasionaba, trasmiti sus inquietudes al nuevo virrey marqus de Montes-Claros, que como ,el anterior
(recientemente fallecido en Lima) haba gobernado
en Nueva Espaa y tena de los indios mexicanos un
buen concepto por su fcil adaptacin a la vida civilizada. Crea que en Chile podra obtenerse por medios persuasivos un resultado semejante.
Sin embargo, no se atrevi a resolver por s solo
en tan delicado asunto. Pidi parecer al gobernador
de Chile sobre su proyecto de establecer en este reino
el sistema de la guerra defensiva. Garca Ramn dio
claramente "Su opinin. Haba vivido bastante tiempo
en el pas y lo conoca bien: segn su criterio, a los
indios de Chile no se les sometera jams por medios
pacficos: era una raza rebelde e indmita que luchara a muerte por defender su libertad.
Ello es que el marqus de Montes-Claros pareca inclinado y casi resuelto a adoptar el sistema
que propiciaba el padre Luis de Valdivia.
Garcia Ramn, temiendo que el virrey recomen220
EL MISIONERO Y EL GOBERNADOR
je a Arauco, acompaado slo de unos cuantos soldados y de cinco indios que haba trado del Per,
para "restituirlos al goce de su libertad",
El padre Diego de Rosales, antes de empezar el
libro sexto de su Historia General del Reyno de
Chile y Nueva Extremadura, hace una advertencia
preliminar. Dice all: "Deseoso el Rey Nuestro Seor
Felipe Tercero, el Po, de que se acabase una guerra
tan prolixa, qual era la del Reyno de Chile (que ha
durado ms de ciento y veinte y cinco aos y ms
de un siglo), y porque no se viniesse a perpetuar
passando a otro, manda que se le traten medios de
paz y suabidad a los indios; que se les quite el servicio personal, que tanto les irrita y tantas rebeliones causa; que los dejen vivir libres en sus tierras, y
que los espa9les se estn en las que han ganado, y
se haga raya entre las unas y las otras, y que la guerra sea defensiva no ms, defendiendo los espaoles
sus tierras y no entrando en la de los indios a offenderles ni a hazerles guerra; que solamente entren los
predicadores evanglicos en las tierras de los indios,
y para tratar estas pazes emba su Magestad al padre Luis de Valdivia, de la Compaa de Jess, lector
de Theologa, con grandes poderes. Haze pazes, y
vuelve despus la guerra",
Entr el padre Valdivia en territorio araucano
223
224
El padre Valdivia continu los trabajos preparatorios para entrar en negociaciones con los araucanos. "Ninguna cosa qued por hacer -deca aos
despus Alonso de Ribera en una exposicin hecha
en Concepcin en 16 de agosto de 1616- de cuanto
l (Valdivia) imagin; y por eso se dejaron ir muchos
indios e indias que estaban esclavos; y a los que venan a tratar de paz se les hacan muchos regalos y
buena acogida, dndoles botijas de vino y harina, capatillas y sombreros y otras cosas y las piezas (los
cautivos) que pedan de sus parcialidades, que estaban ac en prisin. Y en todos los fuertes tenan
trato u contrato abierto, y llegaban sin que se les
ofendiese, y en muchos das no se entr en sus tierras ni se les hizo ningn dao."
Los
DIABLOS SUELTOS
225
226
La guerra defensiva caa en el ms grande desprestigio entre los pobladores del pas. Los cabildos
enviaron procuradores al rey para pedir la derogacin de sus ltimas ordenanzas.
Casi un ao duraron las amistosas relaciones
entre gobernador y misionero. Los aos imponen la
prudencia, y cumpliendo las instrucciones del virrey,
aun cuando desaprobara muchas de las medidas dictadas por el padre visitador, Ribera las hizo cumplir
puntualmente.
228
Autorizado por el mIsIonero, emprendi el gobernaclor una campaa contra los subversivos indios
de Purn.
Envi Ribera noticias al virrey sobre lo ocurripo en el parlamento de Paicav y sobre la espantosa
muerte de los tres padres jesuitas. El marqus de
Montes-Claros le respondi en tono duro y spero; reprochbale a Ribera aquel desastre, sin ningn fundamento. Slo insista en que no poda cederse un
pice en la aplicacin de la guerra defensiva.
El obispo de Santiago, el impertrrito f~ay Juan
Prez de Espinosa, y la mayora de las rdenes religiosas se pronunciaron en contra del nuevo sistema
y del propio padre Luis de Valdivia. El obispo no vacil en dar al rey los informes ms francos y resueltos contra el misionero. "Una cdula de V. M. recib
-escriba el 1. 0 de enero de 1613- en que me manda
que d el gobierno del Obispado de La Imperial al
padre Luis de Valdivia, de la Compaa de Jess, y
luego lo puse por obra puntualmente encargndole
la administracin del dicho obispado. Slo resta que
tenga el efecto que se desea y que los indios de guerra vengan de paz, lo que dudo que suceda como el
padre Luis de Valdivia lo prometi a V. M. Antes por
el contrario se han visto y se van viendo cada da los
efectos contrarios. Dbenlos de causar mis pecados.
En este reyno gasta V. M. cada ao doscientos mil
229
LA
OPOSICIN Y EL CAUTIVERIO
Los cabildos de Santiago y Concepcin representaron al rey el estado de peligro que corra el
reino".
y cosa nunca vista: los soldados del ejrcito de
Chile dirigieron una carta a Su Majestad el rey, fechada en el fuerte de Yumbel en 24 de febrero de
1615, en defensa de la reputacin de su capitn general, el gobernador Alonso de Ribera!
No obstante lo cual la Catlica Majestad de
Felipe III orden que se llevase adelante en Chile el
sistema de la guerra defensiva.
Segn los documentos de esa poca, deban hallarse unos quinientos espaoles, hombres y mujeres,
cautivos entre los indios. Eran los prisioneros tomados en las ciudades destruidas y en algunos de los
combates subsiguientes. Sin embargo, muchos de
ellos haban sido rescatados, algunos se haban fugado, y los que restaban cautivos eran seguramente
menos de lo que se murmuraba. En 1619 se form
231
Marina holandesa, siglo XVII. Esta rada tan animada de Aaraham Stork muestra un
buque que recoge sus velas y otro que se hace a la mar. Advirtase la popa muy decorada, segn el estilo de la construccin holandesa.
MUSEO DE LA
MARINA,
PARIS
Durante cuarenta y dos aos la pequea repblica de Holanda haba soste'nido crudsima guerra
para mantener su independencia, obteniendo ade
ms un saldo favorable: haba progresado inmensamente y se haba convertido en una potencia militar. El rey de Espaa, imposibilitado de sostener esa
lucha interminable, sin reconocer explcitamente la
libertad del pequeo Estado luterano, se limit a celebrar el 9 de abril de 1609 un tratado de tregua
por un espacio de doce aos, una tregua "fiel, firme, leal, inviolable". Los sbditos de uno y otro Estado podran viajar y comerciar en los territorios
del otro mientras la tregua durase; pero siguiendo
su poltica de hacer inaccesibles sus posesiones de
Amrica a cualquier otra potencia, el rey en dicho
tratado limit este derecho, prohibiendo a los holandeses efectuar en las Indias trfico alguno sin su
autorizacin.
De donde result que el tratado de tregua se
235'
237
PIRATERAS
galados, visitaron la nave; y mostrndoles sus caones, se les hizo entender que el objeto de ese viaje
era combatir a los espaoles, por lo cual los indios
demostraron su alegra." Al da siguiente continuaron las negociaciones.
"Cambiamos hachas, cuentas de vidrio y otras
mercaderas por corderos. Obtenamos dos de estos
animales por un hacha pequea. Obtuvimos as ms
de cien ovejas o corderos grandes y gordos y de lana
blanca, como los de nuestro pas, y muchas gallinas
y otras aves, por hachas, cuchillos, camisas, sombreros, etc."
Despus de lo cual los indios les pidieron que se
marchasen. El almirante lev anclas el 28, hacindose a la vela al medioda.
El 29 de mayo, un viento favorable le llevaba a
la isla Santa Mara, donde fonde, y envi a su fiscal Cristian Stulinck para conchabar con los isleos.
Era corregidor de la isla don Juan de Hinostrosa, quien, como en las historias de piratas, recibi
a los holandeses con grandes muestras de alegra y
comedimiento. Dejando en rehn, por pura cortesa, a un sargento holands, trasladse con algunos compaeros a bordo de la nave insignia, donde
comieron opparamente y fueron gentilmente atendidos por el almirante.
El corregidor devolvi la atencin: invit para
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240
EL CORSARIO Y EL GOBERNADOR
241
El navlO acaba de levar el ancla. Se hace a lil vela con una agitacin que De Velde muestra COfL un extraordinario sentido marino.
MUSEO DE
AMSTERDAM.
bres' y una pieza de artillera. Segn la relacin holandesa: "Encontraron tambin las casas incendiadas, y a los espaoles, tanto jinetes como infantes,
en orden de batalla, sin atreverse, sin embargo, a
acercrsenos a causa de nuestro can que haca
fuego sin cesar. Al fin, habiendo sobrevenido la bruma, el almirante se reembarc con sus tropas y haciendo levar anclas nos dirigimos al norte a toda vela".
En Papudo se abastecieron de pescado, mariscos
y tomaron caballos salvajes que pastaban en las cercanas, y el 17 de junio se hicieron a la mar.
COMBATES EN LA NOCHE
245
'
249
'Los Aos
PASAN
PESAN
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LA PASIN Y LA VOLUNTAD
253
SOS. una nia serta y pura para casarse, a fin de asegurar la estabilidad y honra de su hogar? As lo afirma un clebre historiador chileno. Pero, analizando su vida desenvuelta sin sombras, a la luz del sol,
debiramos ms bien calificarle como un hombre galante, fruto de su poca, el Renacimiento, en que el
paganismo triunfaba en todas sus formas. Gust de
las mujeres como portadoras del eterno femenino, no
slo de las que fueron sus amantes. Cuidaba de ellas,
sin olvidarlas o abandonarlas como juguetes gastados. La via que regal a su limea, cuando la cas,
fue uno de los cargos de su juicio de residencia. COnoci el encanto que rodea a mujeres virtuosas y
distinguidas, y hasta con su propia suegra, lo que no
es poco decir, mantuvo excelentes relaciones, a pesar
de tratarse de toda una combativa herona de La Imperial! La llev consigo al Tucumn, donde mantuvo
el fuego de la chilenidad. Es que, por sobre todas las
cosas, este don Juan del viejo y nuevo mundo termin
perdidamente enamorado de su doa Ins. Si un golpe
de voluntad decidi su matrimonio, fue la pasin,
una gran pasin, que envuelve su madurez en su ardiente llama, la que triunfa en ese hogar feliz.
y entonces comienza la lucha con la salud que
decae, con la salud que se va ...
255
Alonso de Ribera se hallaba enfermo desde algunos aos atrs; y por ms que quisiera sobreponerse a esos achaques, la vida le iba siendo ms corta que la voluntad.
En 1612 haba costado gran trabajo transportarlo del Tucumn: tendido en una parihuela debi
trasmontar la cordillera.
Con estas hermosas palabras recuerda Barros
Arana la dura vida de hombre de accin que llev
Ribera: "Sin ser precisamente viejo, pues frsaba
los sesenta aos, Alonso de Ribera se senta quebrantado por la vida penosa que llevara en los campamentos de Flandes, durmiendo meses enteros bajo
un cielo inclemente y sufriendo con frecuencia al
descubierto la nieve y la lluvia en los penosos
asedios de las plazas fuertes. Su cuerpo, por otra
parte, estaba acribillado de heridas posiblemente
mal curadas y que deban ocasionarle muchas molestias. Se recordar que en Chile, durante su primer
gobierno, pasaba cada ao a invernar a Santiago y
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que en estos viajes, as como en las campaas militares, desplegaba un vigor extraordinario y se sealaba sobre todo por la rapidez con que hacia esos viajes y esas expediciones. Bajo el segundo perodo de
su mandato casi no se habia movido d Concepcin,
jams vino a la capital y apenas sala de aquella ciudad para atender las necesidades ms premiosas de
la guerra. Montaba a caballo pocas veces y haciendo
un esfuerzo visible; pero se obstinaba en no dejar ver
sus enfermedades y sobre todo en no hablar de ellas
al rey"12.
No habra tambin, en su pertinacia de permanecer en Concepcin y no venir a Santiago, algo
como un deseo de olvidar en la sedante ciudad martima las duras querellas capitalinas con las Lisperguer, con el obispo fray Juan Prez de Espinosa, y
con tantos otros, de evitarse la presencia de personas
tan combativas y preeminentes? Puede ser; o simplemente, abandono y languidez de los aos que van
despejando el camino de luchas y vanidades extraas y buscan solamente la almohada del cario donde apoyar la cabeza y reposar.
En el invierno de 1616 sus males arreciaron con
siderablemente. El reumatismo, fuerte y constante,
le impidi el uso del brazo derecho, de tal manera
que no pudo firmar con su mano y fue necesario fabricar una estampilla para sellar sus provisiones. En
257
Rlbera.-9
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fio estas hermosas palabras: "Era este gran caballero grande en todo, en su sangre, en su valenta, en
su nombre adquirido con tan grandes hazaas en las
guerras de Europa antes de pasar a las de Chile y
en la buena traza y disposicin de su acertado gobierno"14-15-18
Ribera fue enterrado en el convento de san Francisco en Concepcin. En la ciudad que tanto-am,
donde haba arribado en un verano subversivo de comienzos del siglo, para pacificar y afianzar la conquista de Chile; en la ciudad de sus triunfos, de su~
amores y de sus pecados; de sus victorias militares y
sus refugios descorazonados; donde haba casado;
donde transcurrieron los aos de su segundo gobierno, los postreros de su vida turbulenta: all esperara su cuerpo la resurreccin piadosa de la carne.
La iglesia donde fue enterrado yace, con la ciudad predilecta de Ribera, sumergida bajo el mar.
Trasladada la nueva urbe a una comarca vecina, su
espritu valiente, Uberal y aventurero es el mismo
que am el gobernador.
Dicen los habitantes del viejo Penco- que en los
das de calma se oyen las campanas de las antiguas
torres de Concepcin sonar bajo las aguas tranquilas.
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INDICE
....... , ..
Introduccin
11
PRIMERA PARTE
La estirpe
Estampa,
,..........
Servicios militares en
Flandes y en Francia
En Ohile
Situacin del ejrcito a
la llegada de Ribera.
Organizacin del ejrcito regular . . . . . . . . . . ..
Felipe III crea el ejrcito permanente ,.....
Nueva tctica militar
para la guerra de Chile .,.................
Las campaas militares
Guerra en Arauco .....
Las campaas del verano de 1602-1603: los
caciques Pelantaru y
Nabalburi
19
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25
27
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34
36
38
42
48
53
Campaas de 1603-1604:
as cinagas de Purn
y de Lumaco
,..
Los resultados
,.....
La Antrtica, descubierta bajo el gobierno
de Alonso de Ribera?
Economa dirigida por el
Estado
,
Poltica monetaria
La incipiente industria.
Estabilizacin de la propiedad: las mensuras
de Gins de L1ll0 ....
Nuevo trato a los indios
A trabajar los espaoles
A la guerra los caballeros de Santiago ... ,..
La instruccin ,.......
La beneficencia
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73
75
76
77
77
SEGUNDA PARTE
85
Vida y costumbres
Alegres costumbres
Flandes
de
85
La escandalosa vida de
soltero del gobernador
87
La vida cotidiana en
tiempos de Alonso de
Ribera
Modas, pasiones
Las orgullosas Lisperguer
Flautas y chirimas
Cara o cruz?
El tapete verde de Alonso de Ribera o.......
Un matrimonio romntico: doa Ins de
Crdoba y Aguilera ..
La descendencia
Munificencia y piedad .
Nepotismo
La impetuosidad
El gobernador, propieta-
88
92
94
100
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104
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111
115
116
117
INTERMEDIO EN EL TuctlMN.
Boceto
Un poco de historia o...
Tucumn al arribo de
Alonso de Ribera ....
Los colaboradores o....
Llegada de Ribera al
Tucumn o...........
Presentacin de Su ilustrsima fray Hernando de Trejo y Sanabria
:
171
172
174
176
181
118
120
122
125
128
131
137
143
146
149
150
151
159
1605-1612.
El obispo de Tucumn y
.el gobernador o.......
La perseguidora sombra
de Prez de Espinosa.
Genio y figura
El perdn
Tucumn, 1605
Nuevas ciudades
Morria
185
185
187
190
190
192
196
183
TERCERA PARTE
El misionero y el gobernador
Los diabios sueltos
Descrdito del plan
La oposicin y el cautiverio
Corsarios holandeses en
los mares de Ohlle '"
Pirateras
222
225
228
231
235
238
El corsario y el gobernador
Combates en la noche..
Descubrimiento del cabo
de Hornos
Los aos pasan y pesan
La pasin y la voluntad.
El gobernador muere en
Concepcin
241
245
247
250
253
256
COLECCION HISTORIA
Y DOCUMENTOS
ESPIAS FAMOSOS,
por Kurt Singer.
YO LO CONOCI,
por Tito Mundt.
EL IMPERIO SOCIALISTA DE LOS INCAS,
por Louis Baudin.
CHILE DURANTE EL GOBIERNO DE
ERRAZURIZ ECHAURREN,
por Jaime Eyzaguirre.
EXPLORACION FAWCETT,
por P. H. Fawcett.
EL LIBRO DE LOS LIBROS,
por Fulton Oursler.
RESUMEN DE LA HISTORIA DE CHILE
(F. A. Encina).
por Leopoldo Castedo.
LA CIUDAD PERDIDA DE LOS INCAS,
por Hiram Bingham.
AUTORRETRATO DE CHILE,
por Ncomedes Guzmn.
BREVE HISTORIA DE LA ANTARTIDA,
por Carlos Aramayo A.
LAS ROJAS ROSAS DE DALLAS,
por Nerin E. Gun.
HISTORIA DE CHILE,
por Jaime Eyzaguirre.
RETORNO,
por Hctor Orrego Puelma.
RECUERDOS DE UN CUARTO DE SIGLO,
por Joaqun Edwards Bello.
Otra obra de
FERNANDO CAMPOS
HARRIET:
VELEROS FRANCESES E
DEL SUR.
EL MAR
Santiago de Chile