Molinacampos
Molinacampos
Molinacampos
pintaba lo que veía. Años después, cuando el cine perfeccionó sus técnicas, permitió
observar en las imágenes cuadro a cuadro que, efectivamente, hay un momento en el
galope del caballo en que sus patas sobrepasan a sus manos y el animal está
totalmente en el aire.
Definitivamente Molina Campos era un agudo observador y tenía una memoria
fotográfica única. Al respecto cabe mencionar que debido a los ligeros pero agudos
detalles de sus obras, éstas han sido aceptadas como referente histórico para quienes
deben emprendar un caballo, y los jurados de tales disciplinas admiten el uso de tal o
cual pilcha cuando quien la utiliza se remite a alguna de sus pinturas.
Representó a los paisanos como él los veía, pero nunca utilizó modelos ni preparó la
escena de sus cuadros. Pintaba de noche o a última hora de la tarde, sobre un tablero
de arquitecto, inventando sus personajes y recreando las imágenes que estaban en
sus retinas. Esto resulta sorprendente cuando se observa el detalle preciosista de sus
obras.
No tuvo una visión comercial de lo que hacía. Pintaba porque le gustaba pintar.
Cuando -debido a la segunda guerra mundial- no entraba al país el papel Canson que
utilizaba, pintó sobre cajas de ravioles cuyo material reunía buenas cualidades como
soporte de su arte. Jamás proyectó su obra a futuro. Vendía sus pinturas, pero a
precios módicos para la época que sólo le permitieron vivir decorosamente. Pintó
infinidad de cuadros, probando diversas técnicas.
La témpera era la técnica que le resultaba más cómoda. Lo último que acostumbraba
dibujar eran las caras de sus personajes. Llegó a dominar el óleo con maestría, pero
sólo realizó menos de 200 obras con esta técnica.
Valeria García señala que: “La obra artística de Molina Campos surgió en una época
en la que la elite porteña tenía sus ojos puestos en la tradición y el arte europeos.
Florencio Molina Campos comenzó a mirar a su alrededor, comenzó a nombrar
nuestras cosas, nuestras costumbres, nuestra gente, mientras la elite artística se había
encargado de ponerle nuevo nombre a los nombres extranjeros. En esa época de
desarraigo artístico y cultural Molina Campos impuso su estilo, un estilo que nació
como consecuencia de su amor por su patria y sus costumbres”.
Su recuerdo
A fines de la década del 60 don Víctor Manuel Guiñazú -hombre de fortuna y
ferviente admirador de la obra de Molina Campos- y María Elvira Ponce Aguirre,
con la que había contraído matrimonio, convocan a amigos y admiradores y
conforman -el 20 de enero de 1969- la Fundación Florencio Molina Campos, creada
para reunir, preservar y divulgar su obra.
Fallecido Víctor Manuel Guiñazú, se ve plasmado su anhelo y a instancias de la
Fundación se inaugura el 24 de noviembre de 1979 el Museo Florencio Molina
Campos que fue abierto al público al día siguiente.
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