Kakuy-La Voz Mitológica
Kakuy-La Voz Mitológica
Kakuy-La Voz Mitológica
La Voz
Mitológica
Latinoamericana
Oscar Németh
Año 1997
He aquí nuestra era... volcada al exterminio del
mito. El hombre de hoy, despojado del mito, se yergue
famélico sobre su propio pasado y debe escarbar
frenéticamente buscando sus raíces entre las más
remotas antigüedades.
Nietzsche
El origen de la tragedia
En 1987 inicié una investigación consecuente sobre mi propia voz con el fin de
modificar su comportamiento respecto del trabajo en el teatro.
A diez años, una lectura retrospectiva me permitiría contar el mito de mi propia voz.
Este mito tiene la estructura de un viaje iniciático, donde descubrir las posibilidades
expresivas de mi voz, fue descubrir aspectos ocultos de mi personalidad.
En 1993, junto a Amalia Risso y Rubén Calduch, formamos un grupo de investigación
multidisciplinario sobre la voz humana, poniéndonos en contacto con el mito de Orfeo.
Ya nos habíamos contactado con el mito a partir de los escritos del maestro Alfred
Wolfshon, pero fue en esta oportunidad que descubrimos la manera en que el mito reflejaba
nuestro propio viaje con la voz. Como ya lo planteáramos en Orfeia. La voz y las envolturas
psíquicas (Ediciones del Rectorado 1995), cada capítulo del mito es una metáfora de nuestra
búsqueda.
En síntesis el mito cuenta que: Orfeo produce con su canto una magia estremecedora
del entorno. Hombres y bestias se detienen al oírle, conmueve a los árboles, y hasta las
piedras cambian de lugar cuando canta. Enamorado de Eurídice, Orfeo se va a casar. En el
mismo día de la boda, aún no consumada, ella muere picada por una serpiente mientras
corre para no ser violada por un sátiro. El enamorado decide rescatar a su amada y con su
voz convence al barquero para que, aún vivo, lo lleve al otro lado del lago Estigia. También
es su voz la que conmueve a Proserpina, que convence a su esposo, Plutón, para que deje
partir el alma de Eurídice.
La condición impuesta a Orfeo es que no debe mirar atrás hasta que no abandone la
tierra de los muertos. Es en el trance de trasponer ese límite que Orfeo, duda y cede a la
tentación de observar si el alma de su amada lo sigue y es así como la pierde definitivamente.
Lamentándose canta Orfeo su desgracia, pero devela de esta manera los secretos de los
dioses aprendidos en su viaje. Forma así un culto solar con seguidores que son envidiados
por las Bacantes, quienes los atacan con las propias armas que ellos “habían abandonado”,
dando muerte a todos y descuartizando a Orfeo. La cabeza de Orfeo, expuesta en un
santuario, sigue predicando su enseñanzas con un canto imposible de acallar.
A la vez que avanzábamos en la comprensión del mito, veía en el mi propio descenso
a los infiernos en búsqueda de los aspectos ocultos de mi voz. Entre el canto que conmueve a
la naturaleza y la cabeza que predica, están todos los arquetipos. Voces masculinas y
femeninas, animales o humanas, infernales o celestiales, se dan cita a lo largo del relato del
mito.
Aún cuando el mito nos permitía trabajar distintos aspectos de la voz y ofrecía
múltiples alternativas de abordaje, algo no me conformaba. Era el desarraigo que me producía
trabajar un mito europeo en un contexto latinoamericano, ya que si lo “real” puede ser
explicado de un modo particular en cada cultura, aún más particulares serán los aspectos
mitológicos.
¿Cómo sonaría la voz mitológica latinoamericana?
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Adolfo Colombres Seres sobrenaturales de la Cultura Popular Argentina. Biblioteca de Cultura Popular.
Ediciones del Sol. Buenos Aires. 1987
Kakuy: La Voz Mitológica Latinoamericana - 5
Hay en cambio, una gran cantidad de dioses, semidioses y seres mitológicos que
utilizan la voz, como el Kaparilo, ser fantástico, cuya leyenda pertenece al oeste de la
provincia de Santiago del Estero. Se trata de una forma animal extraña, que es el/la
productora de cuanto ruido inexplicable se escuche. Tiene la capacidad de hacerse invisible y
sus gritos son modulados de manera que parecen lejanos y al instante cercanos, con lo que
produce una gran magia que confunde y da miedo.
Quiné Huenú es un espíritu benigno que según la cultura araucana vive en el fondo de
los valles, advirtiendo a los viajeros ante algún peligro mediante un canto triste y
quejumbroso, como un lamento.
Cai Cai Filu, ser mitológico araucano, mitad caballo, mitad serpiente, vive en el fondo
de las grandes aguas y relincha como caballo, en otras versiones no hay relincho, pero su grito
es espeluznante. Es el causante del diluvio universal.
Huaillepenyú es el dios mapuche de la niebla. Aprovecha la niebla y la oscuridad para
acoplarse con animales y mujeres cuyos hijos resultan con elementos ajenos a su especie, su
grito se escucha en torno a los ríos, mar y lagos del sur. La mujer que escucha su voz aborta o
da a luz hijos monstruosos.
Pichuchen es una serpiente emplumada de la mitología araucana y su silbido o chillido
escalofriante anuncia la muerte de quien lo escucha.
Chonchón es una deidad mapuche, espíritu maligno, es una cabeza humana con
enormes orejas, que mueve como alas para volar, con su grito desagradable atrae la muerte.
Coquena, protector del ganado entre los diaguitas, es un enano de rasgos indígenas
que anda silbando entre los cerros calchaquíes, con su voz imita el canto de los pájaros y
remeda el sonido de las vicuñas, llamas y guanacos con el fin de arrearlos a zonas más
propicias.
Entre las antiguas deidades diaguitas que, según Adolfo Colombres no parecen
contaminadas con elementos Incas ni Cristianos, está el Mikilo, ser esquivo y poco sociable.
El Mikilo es conocido por su grito ululante o por el rumor extraño que proviene del corazón
de la noche, algo así como el eco de un lamento hace mucho tiempo extinguido2. En Chilecito
existe una versión como de pájaro gris maligno, que asusta a la gente y mata animales. Llora
en la noche por su soledad dando unos gritos que parecen “el alma de la lejanía”. En
Trancas, provincia de Tucumán, el Mikilo es reconocido en la noche por el chillido
característico, algo así como un “güi-güi”.
Aparece entonces, en esta enumeración, una constante para la voz mitológica
latinoamericana. No es un canto, como en el caso de Orfeo, sino que es un grito, un gemido,
un lamento. Esto significa que se trata de una voz emocionada, cargada de un sentido tan
profundo en el ser, que es esa misma profundidad la que le permite una expulsión tan sonora,
cuál resorte, o como arco a la flecha, es esa emoción profunda la que la impulsa hasta sus
últimas consecuencias.
Tenemos otro ejemplo cercano a los tucumanos, se trata de la baguala, vidala, joi-joi, o
chaya, canto que en los Valles Calchaquíes es descripto como la voz de la tierra, el “grito”
ancestral. Es el grito en la soledad de las cumbres andinas.
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Adolfo Colombres Seres sobrenaturales de la Cultura Popular Argentina. Biblioteca de Cultura Popular.
Ediciones del Sol. Buenos Aires. 1987
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El Grito Sagrado
Estoy en el Cuzco y viajo en una combi que cumple con un recorrido regular entre el
Aeropuerto y la Ciudad. A mi lado un joven saca la cabeza por la ventanilla y en cada esquina
vocea el recorrido. Son palabras que no alcanzo a comprender, pero su voz es un torrente de
aire, un grito rítmico con una cadencia que vuelve a repetirse en otros vehículos,
transformando el centro de la ciudad en una cacofonía de gritos mezclados con los vendedores
ambulantes.
En las ciudades de La Paz y Potosí, paradigmas de “latinoamericanidad”, las ferias y
mercados son una argamasa de voces de muchísimo volumen, cada una convocando a
compradores que están a 20 metros de distancia. En las estaciones de trenes y de ómnibus, los
pasajes son ofrecidos a los gritos, en los barrios los niños juegan a los gritos y las madres
llaman a los niños a los gritos.
En los barrios de las grandes ciudades argentinas, que van perdiendo su imagen latina
a manos de una “economía de mercado”, el proceso social “primer mundista”, globalizador
dibuja una ciudad “moderna” a la vez que hace desaparecer los sonidos tradicionales de las
voces gritadas del botellero, el verdulero, el sodero y el lechero. Quedando el espacio de la
voz emparentado al grito en el fútbol tanto en el juego como en las tribunas.
El himno argentino pide a los mortales escuchar “el grito sagrado” de la libertad, y el
25 de Mayo de 1810, el pueblo de Buenos Aires irrumpió frente al cabildo al grito de “el
pueblo quiere saber de que se trata”.
Crecí en la provincia de Santa Fe, donde los chacareros aún recuerdan el “grito de
Alcorta” y en el imaginario colectivo aparece “el grito de corazón, Viva Perón”, del modelo
populista de los ´40.
En los años ‘60 y ‘70 muchas ilustraciones en las que aparecían representaciones de
América Latina se hacían con un mapa que marcaba la parte sur del continente y del cual
emergía un rostro que evidenciaba el esfuerzo por desprenderse de la opresión con un grito
desgarrador.
Por oposición, en los últimos años, la sociedad argentina se vio conmovida por
marchas silenciosas. Desde Las Madres de la Plaza de Mayo, hasta “Las marchas del
silencio” organizada por la comunidad de Catamarca luego del asesinato de María Soledad ,
donde el acto de protesta es el silencio, como si el mismísimo silencio se alzara cual grito
desgarrador.
Tras esta secuencia de justificaciones puedo decir que el grito se puede constituir
entonces en paradigma de la voz latinoamericana.
Lo confirmaría en el territorio argentino el caso de Gualicho, nombre quichua que
fuera tomado tardíamente por los araucanos para designar genéricamente al mal, sustituyendo
el nombre Huekúfu.
Gualicho es un ser invisible de la mitología arauco-patagona, productor de todos los
males imaginables. Cuando las desgracias se suceden sin dar tregua, el mito se corporiza
dando paso al siguiente ritual:
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Adolfo Colombres Seres sobrenaturales de la Cultura Popular Argentina. Biblioteca de Cultura Popular.
Ediciones del Sol. Buenos Aires. 1987
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La voz del Mito
1
En una época muy remota, dicen las tradiciones indígenas, una pareja de
hermanos habitaba su rancho en las Selvas.
Solos vivían, desde la muerte de sus padres, sin que la comunidad de su
sangre hubiese atenuado las diferencias de sus idiosincrasias antagónicas.
2
Él era bueno. Ella era cruel. Amábala el muchacho como pidiéndole
ventura para sus horas huérfanas; pero ella acibaraba sus días con recalcitrante
perversidad... Vagando el triste por las umbrías pensaba en Ella; las algarrobas
más gordas, los mistoles más dulces, las más sazonadas tunas, llevábalas al
rancho... Todo esto le costaba trabajo y pequeños dolores; pero Ella, en cambio,
mostrábase indiferente, como gozándose de sus penas.
3
Volvió una tarde sediento, fatigado, tras un día de infructuosa pesquisa,
pues reinaba la seca... Pidió entonces a su hermana un poco de hidromiel para
beberla y otro de agua para restañarse los harponazos. Trajo ambas cosas, más
en lugar de servírselas, derramó en su presencia la botijilla con agua y el tupo de
miel. El hombre, una vez más, ahogó su desventura; pero como al día siguiente le
volcara la ollita donde se cocinaba el locro de su refrigerio matinal, la invitó
para que le acompañase a un sitio no distante donde había descubierto miel
abundante de moro-moros. Su invitación encubría upalleros designios de
venganza.
4
El árbol, un abuelo del bosque, era de gigantesca talla. Cuando llegaron
allí, la persuadió a que debían operar con cuidado..., pues se referían historias
de meleros misteriosamente desaparecidos a manos de un dios invisible que
protege las colmenas... Sobre la horqueta más alta hizo pasar su lazo; y preparó
un extremo a guisa de columpio para que subiese su hermana, bien cubierta por
Versión correntina
Una variante correntina del mito guaraní describe un drama de celos entre el cacique
mocoví y un extranjero (español) que le arrebata el amor de la hija del cacique guaraní, cuyo
epílogo es la muerte de los dos enamorados que suben al Sol la mujer y a la Luna el varón,
convirtiéndose el matador en el ave Urutaú.
Versión jíbara
La Luna era un hombre que trepó al cielo por un bejuco disgustado porque su mujer no
le preparó suficiente cantidad de zapallo para comer. Aóho lo siguió con una canasta llena de
zapallos y cuando llegaba al cielo, Luna cortó el bejuco y la mujer cayó al suelo
desparramando los zapallos (desde entonces los jíbaros conocen el zapallo comestible). Aóho
vive en la tierra y en forma de ave mira a la luna llamando a su marido con un sonido
lastimero.
Versión venezolana
En esta versión el hermano requiere amores de su hermana, la que escapa al cielo
convertida en luna y el hermano se transforma en este caso en el pájaro que nosotros
conocemos como Crespín, condenado a cantar a la Luna.
Traemos a colación la conclusión de Manuel de Ugarriza Araoz en su obra ya citada:
El mito del héroe civilizador estaba difundido en tribus de los dos
continentes americanos y en cada comarca de su difusión se lo encuentra todavía
entremezclado con temas míticos locales. En la versión carayá de la leyenda del
Urutaú aparece vinculado al tema de la mujer-ave llorona y unificado con el del
Viejo del Cielo. Esta aglutinación de antiguos temas míticos distintos es una
consecuencia de las influencias culturales experimentadas por los carayá que
radicados por inmigración en la zona tupí-guaraní del río Araguaya revelan a las
claras, según Krickeberg, su antigua vinculación con los pueblos andinos.
Las versiones anteriores nos permiten ver que el mito al pasar de una región a otra se
adapta a las condiciones ambientales de cada medio, substituye los personajes y modifica el
desarrollo de los actos, sin alterar por ello la uniformidad del desenlace.
Dice al respecto Manuel de Ugarriza Araoz:
Cada versión se caracteriza por el conjunto de elementos tomados del
medio al cual se adaptó, mientras que lo que todas ellas conservan de común y
las conecta entre sí proviene de la versión primigenia y constituye la invariante
fundamental del mito. Prescindiendo de las diferencias, o sea de las
modificaciones locales de cada versión, encontramos que lo constante en todas
ellas es un complejo alegórico de los hábitos de vida del ave solitaria y
quejumbrosa. Este complejo cuya vigorosa persistencia superó todos los eventos,
es, pues, el motivo generador de la alegoría mítica continental y pone de
manifiesto la concordancia de sus imágenes con fenómenos de la vida real.
Su difusión es favorecida entonces, por la existencia del elemento representado en la
alegoría. Sin la presencia del Nyctibius (Nombre científico del Kakuy) en cada comarca
receptora del mito, éste no tendría sentido ni hubiera podido subsistir, como lo demuestra su
inexistencia en la Patagonia donde tampoco se encuentra el ave y viven aborígenes que tienen
afinidades étnicas, culturales y psíquicas con tribus chaqueñas y brasileñas poseedoras del
mito. En cambio la leyenda se difundió en las poblaciones de hombres blancos y mestizos de
cultura moderna que conocen al ave, casos ambos que escapan a la teoría de la dispersión de
tradiciones por afinidad de raza, psiquismo y cultura, y demuestran la difusión de un mito
representativo en pueblos de razas y culturas distintas por coexistencia inmediata del
elemento representado.
En cuanto al grito, que es para este trabajo el tema central, nos damos con que aparte de
los escritos ya citados sobre el grito de este búho, existen otras referencias. Veamos lo que
cuenta Appun, (Citado por Manuel de Ugarriza Araoz) en notas de viaje publicadas en
1870, o sea 34 años antes que el relato de Rojas:
Un grito muy raro me interrumpió en la admiración del paisaje que se
extendía ante mí en la iluminación de la Luna. Este grito, en la tranquilidad de la
noche sonó tan horriblemente angustioso, tan igual al llamado de un hombre en
el extremo peligro de la muerte, que salté asustado. ¨!Yahabu! !Kanaima!¨ oía a
los indios hablar uno a otro en voz apagada; tomaron las voces extrañas como
las de los espíritus malignos.
El ave es difícil de observar. Por ello el sonido de su voz, al parecer un lamento
humano, adquiere una dimensión desmesurada. Ese llanto que mete miedo necesita una
explicación para librarnos del temor, la mujer llorando contemplativa al Indio-Luna, resulta
así, como ya hemos visto, una alegoría que combina contenido emocional y, en forma de
mito, simboliza suficientes cosas como para revelar y velar información, una condición casi
imprescindible para la vida del mito.
La angustia y el grito
La angustia es caracterizada como un estado de depresión con una sensación de dolor en
el pecho. En el artículo La angustia y la vida instintiva, Freud nos dice:
La causa más ordinaria en la neurosis de angustia es la excitación
frustrada. Una excitación libidinosa es provocada pero no satisfecha, no
utilizada, y en lugar de esta libido desviada surge la angustia. Creí incluso poder
decir que esta libido insatisfecha se transforma directamente en angustia...... La
soledad, así como caras desconocidas, despiertan la añoranza de la madre, el
niño no puede dormir ni mantener en suspensión esta excitación libidinosa y la
transforma en angustia.
Para Freud existen dos explicaciones a la angustia neurótica, una por transformación de
directa la libido, como lo describe en el párrafo anterior, y otro proceso similar de represión,
pero más complejo aún, que origina la histeria y otras neurosis.
La angustia es, como estado afectivo, la reproducción de un antiguo
suceso peligroso; esta al servicio de la propia conservación y es señal de nuevo
peligro; nace de magnitudes de libido que se han hecho, en algún modo
inutilizables, y también de procesos de represión, es anulada por la producción
de síntomas - sentimos que falta algo: aquello que hace de fragmentos, una
unidad.
Es producto de una relación compleja, donde el yo anticipándose a la satisfacción del
impulso instintivo sospecha de una situación de displacer y reproduce las feas sensaciones ya
conocidas de antemano.
Esta angustia, palabra que refiere a lo angosto, la estrechez, puede referirse según
Lowen, en su libro Bioenergética, al canal de nacimiento.
Canal por el cual pasamos todos en el camino hacia una existencia
independiente. Este pasaje puede estar lleno de ansiedad, porque representa la
transición a la respiración independiente del organismo. ... Pero la estrechez
puede también referirse al cuello, angosto pasaje entre la cabeza y el resto del
Como en el Ying y el Yang, Orfeo y Eurídice son dos caras de la misma moneda.
Kakuy y su hermana juegan esos mismos roles en la pareja masculino-femenino.
Así como Orfeo sufre la pérdida de Eurídice y es ese acto el que le permite un viaje
iniciático de conocimiento superior, así también la hermana de Kakuy pierde su mitad
masculina. En ese acto, ella, que recibía su alimento todos los días, al perder el falo morirá de
inanición. No tiene la herramienta para su alimentación.
También podemos ver como par antagónico al mito europeo y al mito
latinoamericano. En este caso Orfeo respondería a todos los parámetros de apolíneo
enunciados por Nietzsche en El Origen de la Tragedia y Kakuy asumiría el aspecto
dionisíaco. Esto último porque la exuberancia de las emociones y la irracionalidad es a fin de
cuentas una posición filosófica, Kakuy no podría ser mesurado, armonioso y perfecto en el
sentido apolíneo que expresa Nietzsche. Son dos polos, el espíritu y la carne, amor y odio,
perfección y barbarie, Orfeo y Kakuy.
En el caso del Kakuy, el mito lleva el nombre del hermano por quien clama la voz. En
estos términos es imposible compararlo con Orfeo, ya que en éste el dueño de la voz es el
personaje masculino y a la vez el nombre con que se conoce al mito. En el Kakuy es la
hermana (de la cual no conocemos el nombre en la versión del noroeste argentino.) la que
sufre la transformación que la lleva a ser la protagonista del mito. Orfeo, según Alfred
Wolfshon es un cantante que se queda sin voz, debe entonces descender al infierno para
encontrarla. Eurídice es su alma, su aspecto emocional, sin ella el no podrá cantar. A la
“hermana” no le interesa cantar, si Kakuy es su aspecto emocional o su alma, intenta
recuperarlo con su voz hecha grito.
Es la desaparición del hermano, la espera, o el miedo la causa de su transformación en
pájaro. En cambio, en la versión que contaba mi abuela, proveniente del Noreste Argentino, la
transformación es una suerte de castigo a su maldad. Siendo esta versión la única que escuche
donde la moraleja es explícita. y tanto en la versión de Rojas como en las otras del Noroeste
Argentino una angustia terrible se apodera de ella al verse convertida en pájaros. Angustia
que es opresión en el pecho, y aumenta a medida que aumenta el plumaje, estallando al fin en
el grito lastimero que en todos los casos es un pedido de auxilio.
Si nos quedáramos con el personaje malo del Urutaú que contaba mi abuela, este ser
mitad pájaro y mitad mujer, es un símbolo conocido en otras culturas como la sirena. De ella
dice el Diccionario de los Símbolos:
Figura simbólica que aparece bajo dos aspectos principales, como mujer-
pájaro o como mujer-pez. Las sirenas de la mitología griega se suponían hijas
del río Aqueloo y de la ninfa Caliope. La diosa Ceres las transformó en aves.
Habitaban en lugares escarpados. La leyenda les atribuía un canto dulcísimo con
el cual atraían a los caminantes para devorarlos.
Claro que en este caso, como en Orfeo, se habla de un canto dulcísimo.
La teoría de los instintos - dice Freud en Nuevos Aportes al Psicoanálisis- es nuestra
mitología. No podemos prescindir de ellos ni un solo momento en nuestra labor, y, con ello,
ni un solo instante estamos seguros de verlos claramente. El saber popular supone tantos y tan
diferentes instintos como de momento hacen falta.
Al arribar a su condición de pájaro, la hermana se contacta así con el mundo instintivo
que lleva dentro, manifestado como animal. Es entonces de este lugar-animal desde donde
emite su grito instintivo al igual que las sirenas.
Pueden representar lo inferior en la mujer y a la mujer como lo inferior,
cual en el caso de las lamias; son también símbolos de la imaginación pervertida
y atraída por las finalidades inferiores, por los estratos primitivos de la vida. Son
también símbolos del deseo, en su aspecto más doloroso que lleva a la
autodestrucción, pues su cuerpo anormal no puede satisfacer los anhelos que su
canto y su belleza de rostro y busto despiertan. Parecen especialmente símbolos
de las ¨tentaciones¨ dispuestas a lo largo del camino de la vida (navegación) para
impedir la evolución del espíritu y ¨encantarle¨, deteniéndolo en la isla mágica o
en la muerte prematura”, dice el Diccionario.
Kakuy: La Voz Mitológica Latinoamericana - 18
El universo de animales míticos está repleto de aves. Estas simbolizan desde almas
humanas como en el antiguo Egipto, hasta perversos enviados de los dioses.
Me pregunto, como buscando a fin de un siglo de tramas complejas. Si el grito del
Kakuy es la voz emocionada que clama por nosotros los hombres, si se trata de los aspectos
animales o instintivos abandonados en el árbol mas alto del bosque de las emociones,
¿volveremos a encontrarlo en algún momento?
Freud intenta una respuesta
Solemos decir que nuestra cultura ha sido instaurada a costa de las
tendencias sexuales que, coartadas por la sociedad y reprimidas en parte, han
sido aprovechadas para otros fines. No obstante el orgullo que nos inspiran
nuestras conquistas culturales, hemos confesado que no nos es nada fácil
satisfacer las exigencias de esta cultura y sentirnos a gusto con ella, porque las
restricciones impuestas a nuestros instintos suponen una pesada carga psíquica.
Y si volviéramos ¿Cómo nos recibiría esta voz emocionada, mujer-pájaro, cuerpo de
sirena? Tal vez debamos estar dispuestos a sucumbir en sus garras al final de la partida
Queda aún una pregunta más, para seguir trabajando, ¿A donde va Kakuy sin su alma,
que rumbo ha tomado el pájaro en la espesura de la selva y la oscuridad de la noche? Y al fin,
¿Qué rumbo toma el hermano sin sus aspectos emocionales, aquellos que abandonó en el
árbol más alto del monte?