Tilingos Arturo Jauretche
Tilingos Arturo Jauretche
Tilingos Arturo Jauretche
Arturo Jauretche
-Por fin cay el italiano! Se qued un poco perplejo cuando yo le contest: -S!, lo volte Poggi. Muchos estbamos enfrentados a Frondizi; pero es bueno que no nos confundan con estos otros que al margen de la realidad argentina, tan italiana en el presidente como en el general que lo volte, slo se guiaban por los esquemas de su tilinguera. Ernesto Sbato, con buen humor, pero tal vez respirando por la herida, ha dicho en Sobre hroes y tumbas ms o menos lo siguiente: "Ms vale descender de un chanchero de Bayona llamado Vignau, que de un profesor de filosofa napolitano". La cita me choc en mi trasfondo tilingo (fui a la misma escuela y le la misma literatura) porque tengo una abuela bearnesa tambin Vignau, tal vez ms que por lo de Bayona, por lo de chanchero (vuelvo a recordar que fui a la misma escuela, etctera). La verdad que ni el presidente ni el general son italianos. Simplemente son argentinos de esta Argentina real que los liberales apuraron cortando las races. Pero la idea liberal o sarmientina no era sa. Ella tena, y tiene, una escala de valores raciales que se identifican por los apellidos cuando son extranjeros. Arriba estn los nrdicos con escandinavos, anglosajones y germnicos-; despus siguen los franceses; y despus los bearneses y los vascos; ms abajo los espaoles y los italianos, y al ltimo, muy lejos, los turcos y los judos. Cuando yo era chiquiln nunca o nombrar a un ingls -que generalmente era irlands, pero la diferencia era muy sutil para entonces- sin decir "Don", aunque estuviera "mamao hasta las patas". El francs, a veces, ligaba el Don; y en ocasiones, el vasco. Jams el espaol, que era "gallego de...", lo mismo que el italiano "gringo de...". Para qu hablar del turco y del ruso.' En La condicin del extranjero en Amrica, Sarmiento parece revisar sus tesis sobre la inmigracin. Pero no nos engaemos: se sinti defraudado por la misma porque vino del Medioda de Europa. El hubiera querido una inmigracin de arquetipos, y los arquetipos son los que estaban en lo alto de su escalera antiamericana y antiespaola. Afortunadamente fracas, y eso es lo que nos ha salvado como nacin. En algn lugar he recordado las palabras de Hornero Manzi cuando me dijo: -Lo que nos ha salvado es la actitud del italiano y el turco, que en lugar de proponerse como arquetipos, propusieron como tal al gaucho; as, en el ridculo del cocoliche se nacionalizaron en lugar de desnacionalizarnos. Slo falta imaginar lo que hubiera ocurrido si las pampas y las aldeas se hubieran poblado de los ejemplares arquetipos deseados por ese racismo, con la actitud de obsecuencia de las generaciones liberales para todo lo forneo. Ya se ha dicho que esa tilinguera racista viene de lejos. Pero se acenta cuando se producen cambios sociales. Entonces, la tilinguera se exacerba en una peyorativa actitud racista. Pas con el acceso al poder del radicalismo. Los tilingos de entonces cargaron el acento sobre los apellidos italianos de la nueva promocin poltica suscitada con el ascenso de la clase media: la pequea burguesa inmigratoria y los doctores de primera napa nacional, La oposicin conservadora adopt un aire peyorativo que se tradujo en toda una literatura poltica, que fue del peridico -La Maana y La Fronda, sucesivamente, fueron sus expresiones ms calificadas- hasta el discurso parlamentario. Se jugaba, por ejemplo, con la equvoca significacin de algunos apellidos; as, la triple frmula Coulom-Coulin-Culacciatti, que integraba, con la igual finalidad peyorativa hacia los criollos desconocidos, don Julio del C. Moreno -un personaje riojano- completaba el ridculo en la imagen anal. Hasta cuando el apellido era patricio se lo modificaba para ponerlo a tono: as, padeciendo Yrigoyen de un posible mal de las vas urinarias, el doctor Meabe, su mdico de cabecera, se converta en el doctor Meabene para adecuarlo a la cita siguiente que era la de un correligionario de la 3a Don Plcido Meo. En realidad, para los que lo escriban no se trataba de otra cosa que de un recurso humorstico. Pero para el tilingo de entonces el fundamento ms real, el que ms invocaba, el que ms jugaba, era ese de los "gringos", Y lo de "gringos" slo jugaba para los descendientes de inmigrantes provenientes del Medioda de Europa. No para los otros. Pas mucha agua bajo los puentes, y vino otro movimiento multitudinario: el de 1945. Ya los gringos se haban incorporado y su presencia poltica no lesionaba a la tilinguera, no s si es porque de las nuevas promociones ascendentes haban salido tambin promociones de tilingos. Slo as puede explicarse que un hijo de italianos Sammartino- haya hablado despectivamente de los "negros" al referirse al "aluvin zoolgico", en una caracterizacin evidentemente racial y peyorativa, cuando an estaba fresca la tinta que lo haba calificado a l tambin peyorativamente. Que "el gringuito" de unos pocos aos atrs se sienta vieja clase frente a los descendientes de los conquistadores en la confrontacin de sus apellidos no revela simplemente que "el gringuito" se ha incorporado a la tilinguera. Lo grave es que se ha frustrado como guarango. Y la guaranguera es la espontaneidad de las nuevas clases, de las promociones que irrumpen con cada
(Revista Confirmado) Junio 1966 CONFIRMADO me propuso este tema. Pens entonces que era la oportunidad para ofrecer una respuesta, entre las muchas que pueden articularse, a un interrogante que plantea Jos Luis de Imaz en Los que mandan; "Por qu, no obstante su peso econmico, su rol en la modernizacin, y haber sido innovadores tecnolgicos, los empresarios no pesan en la vida del pas?". O pesan al revs. Este es el caso de ciertos tipos de grupos econmicos capitalistas, adscriptos a la poltica de la Sociedad Rural, ya consolidados dentro del viejo sistema agro-importador, que prefieren un mercado interno pobre en condiciones de monopolio a un mercado en crecimiento en condiciones de competencia, como los que apoyaron la poltica de contencin del progreso en las Juntas Reguladoras de la Dcada Infame. Slo que stos s saben lo que quieren. Pero no voy a hablar de economa, sino del tema propuesto; de la forma en que la tilinguera impone sus pautas, y cmo ellas estn perturbando el desarrollo de la inteligencia nacional y sus impulsos creadores. Y sta es cosa de que debe tomar cuenta tambin el poltico militante, si es que no sabe que el comit ha muerto definitivamente. Porque los estados de opinin, entre los cuales tiene importancia fundamental el slogan que surge de la cuestin de los status, pesan mucho ms que una recluta que slo vale para las elecciones internas. En el Espasa Calpe se lee tilingo: "Argentinismo: Insustancial, ligero, que habla muchas tonteras". Segovia, en su Diccionario de Argentinismo", expresa: "Dcese de la persona simple y ligera que suele hablar muchas tonteras". Los paisanos, de un tipo as, dicen; "Hombre sin fundamento". Don Hiplito desde luego, Yrigoyen es el Hiplito por antonomasiadeca "palangana". Supongo a esta expresin tradicional y fundada en la poca cosa y mucho ruido de la enlosada al caer retumbante. Usted lo conoce al tilingo. Y si no lo conoce, ah lo tiene al lado, en esta mesa de un caf cntrico donde se han sentado cuatro o cinco tipos con portafolios. Algn da habr que escribir la historia del hombre del portafolio. Hubo la etapa de la posguerra con los "ingenieri" italianos recin llegados que escondan bajo el cuero -con una sugestin de planos y patentes de invencin- el sandwich de milanesa del almuerzo. Ahora es posible que el portafolio contenga la cuarenta y cinco persuasiva, o la concluyente tartamuda porttil. Pero esos que estn en la mesa de al lado slo llevan all sueos, proyectos, hipotticas transacciones. Andan a la bsqueda de enganchar algo, intermediar en alguna operacin cualquiera para ganar una comisin, y muchas veces intermediando entre intermediarios. Generalmente se ayudan con el telfono de un amigo que tiene escritorio y al que han pedido permiso para que les "dejen dicho". Ese telfono, la mesa del caf y el portafolio constituyen su establecimiento comercial. Mientras llega "el asunto*', hablan de ftbol, de carreras, de poltica, de economa. Cuando tocan estos dos temas ltimos, nunca faltar quien diga: "Lo que pasa es que los obreros no producen". Ah est el tilingo. No se le ha ocurrido averiguar qu es lo que l produce y qu producen todos ellos, puntas sueltas, mallas erradas en la enorme red de intermediacin que es Buenos Aires. Que un tipo que no produce diga, en una reunin de tipos que no producen, que no producen los nicos que producen algo, es tilinguera. En esto de producir, tenemos muchos productores rurales por el estilo que creen que la condicin de productor la da la propiedad de una estancia, unos breeches y unas botas de polo, que viven en la ciudad -"porque mi seora dice que hay que educar a los chicos"- y dan una vuelta por el campo cada quince das. Productores rurales son los que trabajan y producen en el campo, que pueden ser patrones o peones, pero no los que no intervienen en la produccin sino como propietarios, y que son rentistas aunque no arrienden. Estos tambin son de los que dicen que los "obreros" no producen. Y ya no desde la posicin marginal del tipo del portafolio, sino empinndose como "fuerza viva" sobre la que descansa la economa del pas. Inevitablemente, stos y otros representantes de la tilinguera son los que, ante la menor dificultad, califican al pas: "Este pas . de m...", colocndose fuera del mistao a los efectos de la adjetivacin. Y la verdad es que el pas lo nico que tiene de eso son ellos: los tilingos. EL racismo es otra forma frecuente de la tilinguera. La tilinguera racista no es de ahora y tiene la tradicin histrica de todo el liberalismo. Su padre ms conocido es Sarmiento, y ese racismo est contenido implcitamente en el pueril dilema de "civilizacin y barbarie". Todo lo respetable es del Norte de Europa, y lo intolerable, espaol o americano, mayormente si mestizo. De all la imagen del mundo distribuido por la enseanza y todos los medios de formacin de la inteligencia que han manejado la superestructura cultural del pas. Recuerdo que cuando cay Frondizi, uno de esos tilingos racistas me dijo, en medio de su euforia:
ascenso de la sociedad, porque los dos grandes movimientos populares del siglo -el de 1914-16 y el de 1943-45- han sido la expresin de eso: de ascensos masivos. No corresponde aqu desentraar las races econmico-sociales de los dos hechos histricos; ni siquiera la coincidencia con las dos guerras mundiales que nos aislaron de los pases arquetipos en una neutralidad intolerable para los tilingos, pero que dio las bases para una consolidacin propia. Usted puede hacer un fcil test. Yo lo he hecho. S que un fulano se ha gastado 15 millones de pesos en un departamento de la Avenida del Libertador. Nos encontramos y le adivino la intencin de informarme de su compra, como corresponde al guarango. Pero yo quiero saber si est frustrado como tal y lo madrugo dicindole antes de que me d la noticia: -Estoy muy afligido por un amigo que se ha gastado ms de 10 millones en un departamento de la Avenida del Libertador... -Y por qu se aflige? -me pregunta inquieto. Le contesto: -Y... porque la Avenida del Libertador no es "bien"... -Pero entonces..., qu es "bien"? -pregunta desesperado. -"Bien" es de la plaza San Martn hasta la Recoleta, de Santa Fe al Bajo. Y dentro de ese radio. "bien", "muy bien", el codo aristocrtico de Arroyo, como dice Mallea: Juncal, Guido, Parera... Le veo en la cara al hombre que est desesperado. Y entonces, lo remato: -La Avenida del Libertador es como tener un leopardo de tapicera sobre el respaldo del asiento trasero del coche. El leopardo lo tir a la vuelta. Del departamento no s. Pienso que lo hecho es una crueldad, pero la investigacin "cientfica" es as..., cruel como la viviseccin. Yo quera saber si el hombre era un burgus con toda la barba o un tmido burguesito en camino de terminar en tilingo. El que es verdaderamente burgus sigue adelante, cumple su gusto, se realiza con la arrogancia del vencedor y compra en la Avenida del Libertador, precisamente porque es caro, porque acredita su victoria y la prestigia ante los burgueses. Si quiere barrio, compra; y si quiere apellido y mujer distinguida, compra tambin. Podra citar casos. Pero no se achica, se disminuye; no se acomoda a los esquemas y limitaciones de los tilingos. De aqu que mientras en Europa y en Estados Unidos un banquero o un industrial miran a un ganadero como un "juntabosta", aqu el ganadero lo mira por arriba del hombro al empresario. Y el empresario, que quiere ser "bien", se ve obligado a comprar estancia, a tener cabaa as sea de perros-, porque slo por la Rural, y tal vez por el Kennel Club, puede lograr ascenso social que apetece. Lgicamente esta burguesa, desde que imita a la vieja clase, se somete a todas sus normas y, por consecuencia, tambin en poltica. Ese sometimiento y esa adhesin a las viejas clases -incongruente econmicamente- no slo se ejerce verticalmente. Tambin horizontalmente, cuando contemplamos la geografa social del pas. As, los titulares de los intereses vitivincolas de Cuyo y los tabacaleros, azucareros y fruticultores del Norte, que necesitan un mercado interno de alto poder de compra -es decir, que el Litoral desarrolle una poltica de alto nivel de vida-, estn ligados polticamente a los conservadores del Litoral, gobernados por cabaeros e invernadores cuya tendencia es producir a bajo costo en un mercado de poco poder adquisitivo para cumplir la funcin asignada en la divisin internacional del trabajo como abastecedores ultramarinos de las metrpolis. Esta incongruencia es difcil de explicar, pero no son ajenos a ella el prestigio social del Litoral y la incapacidad burguesa de los del interior en los respectivos grupos patronales. Esta gente de Cuyo y del Norte es muchas veces portadora de apellidos espaoles de abolengo arribeo, de mucho mayor cotizacin histrica que los abajeos del puerto. Pero queriendo asimilarse a la alta clase del puerto se han sometido a las normas polticas e ideolgicas de los principales. De "bien" provincianos, quieren ser "bien" en la Capital. Cmo extraar entonces que los guarangos frustrados del Litoral se hagan tilingos, si la misma tilinguera la padecen muchos aristocrticos descendientes de la Conquista por el Per? La tilinguera cotiza una marca de vino, un tabaco, un pomelo, o una palta, muy por debajo de un toro lleno de medallas. Se entra muy bien en la alta sociedad llevando de la rienda al toro, pero es difcil mostrando una botella de vino por lujosa que sea la etiqueta, por ms sugestiones de chateau que evoque, tanto en la presentacin como en la exquisita calidad del producto. A un cuarto de siglo de la entrada del pas al capitalismo, debemos recordar que el capitalismo naciente en la Argentina fue ajeno en sus hombres al hecho histrico que lo provocaba, producindose la paradoja de que le correspondiese a la clase obrera abrir la etapa del desarrollo econmico burgus. Ms an: la nueva burguesa sigue an incapacitada para jugar su papel, y es precisamente porque en la medida que asciende, pierde conciencia de su propia realidad para hacer suya la imagen de importancia que le presenta el tilingo. Se queda en el "medio pelo" y, rechazando el triunfo burgus, se adeca al remedo, a la
imitacin de la alta clase con la que cree tomar contacto cuando se acomoda a la imagen de alta sociedad que le brindan los declasados. Hubo un tiempo en que los venidos a menos econmica y socialmente se jactaban de ser un pequeo sector domiciliado en el "Palacio de los Patos" de la calle Ugarteche. Ahora se han multiplicado desde detrs de la Recoleta hasta San Fernando, a lo largo de las vas del Central Argentino. (Lo designo as porque la nueva nominacin ferroviaria es completamente tilinga, aunque la hayan hecho los guarangos, lo que prueba que, en esta materia, todos tenemos tejado de vidrio.) Landr ha identificado perfectamente los personajes describiendo en el "gordi" y el "mersa" la oposicin tilinguera-guaranguera. El botellero prspero, con su Valiant resplandeciente, es feliz echndole soda al vino de marca, ocupando las mesas de los restaurantes caros, hablando fuerte de lo que dijo-"su seora", mientras "cena". Est en el camino de constituir una burguesa. Todava no tiene conciencia de que constituye un sector de la sociedad correspondiente a una etapa de la economa, y no ha alcanzado a comprender la correspondencia de sus intereses personales con los intereses de su grupo. Hijo de sus aptitudes capitalistas -aunque muchas veces tambin ms de la inflacin que de su capacidad, o de equvocas actividades comerciales-, est en el camino de constituir una burguesa. Pero en el momento de definirse como burgus y adquirir la psicologa correspondiente, nota el contraste de sus gustos y normas con lo que es "bien". Desde que se ha mudado al barrio Norte, desde Gerli o Quilmes, y la "seora" ha olvidado la batea deslumbrada por la mquina de lavar, ha hecho nuevos contactos que le dan la idea de una meta social que tiene que alcanzar. Comienza l tambin a aorar la poca en que "el servicio daba gusto" y en que el obrero -el "negro"- se mantena "donde debe estar". Olvida de inmediato que es precisamente ese cambio el padre de su prosperidad y de su posibilidad de acceso a niveles ms altos. Ms an. que el mantenimiento de ese cambio y su profundizacin es su nica garanta. Quiere dejar de ser "mersa" y slo logra ser "gordi". E inmediatamente tiene el complejo poltico del "gordi", a quien comienza a imitar. Y comienza a imitar a una imitacin, tomando por modelo las malas copias. Porque la tilinguera constituida por las "gordis" no es ni remotamente la alta clase a la que cree aproximarse. Desde la poca en que los declasados se refugiaban en la calle Ugarteche, todo el "Norte" liminar se ha llenado de falsos declasados. Se ha constituido un sector social entero que vive en la convencin de que "todo tiempo pasado fue mejor" en aquella "Jauja" retrospectiva -"cuando la ta Leonor tena Lando"-; de miles de familias que se aterran al recuerdo de un ascendiente que figur algo en la segunda y la tercera lnea de los amanuenses de la oligarqua, Descendientes de militares -un oficio generalmente despreciado por la alta clase-, de secretarios de juzgados, directores de oficinas, bancarios pueblerinos y hasta de conscriptos de Curu-malal, se han construido imaginativamente un pasado seoril que tratan de revivir en una vida forzada que absorbe casi todos sus recursos en gastos de representacin.