Babelia 1025 160711
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1.025
HEMINGWAY
El escritor que quera ser Czanne
Por
COLM TIBN
SUMARIO
Babelia
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Montero Glez
Cogida
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Ernest Hemingway Cincuenta aos despus de la muerte (2 de julio de 1961) del escritor estadounidense su obra sigue siendo leda, recordada y reeditada. Los escritores Colm Tibn y Julio Villanueva Chang analizan las emociones y la prosa sencilla y densa del autor de El viejo y el mar. Portada: Ernest Hemingway, en Pars, 1928. Foto: Helen Pierce Breaker (Ernest Hemingway Photograph Collection John Fitzgerald Kennedy Library Boston, en el libro Hemingway. Homenaje a una vida, Lumen). IDA Y VUELTA Lo mnimo, lo inmenso Antonio Muoz Molina LOS LIBROS DE LA SEMANA Thomas Mann Luis Fernando Moreno Claros Entrevista con Chantal Maillard Francesc Arroyo / Manuel Cruz Tierra inalcanzable. Antologa potica, de Czeslaw Milosz Antonio Ortega El lago, de E. L. Doctorow Jos Mara Guelbenzu OPININ El espantoso futuro del hroe Javier Maras / Guillermo Altares PENSAMIENTO T espera sentado Javier Gom Lanzn Mltiples miradas a Irn ngeles Espinosa SILLN DE OREJAS Croman, macrocfalo... M. Rodrguez Rivero / Max ARTE Antonio Lpez. La emocin de la verdad Francisco Calvo Serraller LLAMADA EN ESPERA La dama del armio Estrella de Diego
Cyndi Lauper actuar en las prximas dos semanas en Cartagena, Sant Feliu de Guxols, Madrid y San Sebastin.
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EN LA PINTURA de Barcel hay una vitalidad salvaje que slo se consigue con los ojos bien abiertos. Sirva como ejemplo la obra que lleva por ttulo Cogida y donde el pintor, en pocos trazos y la intensidad de un hombre primitivo, marca con tinta el momento preciso, el vrtice del terrible juego, ah donde toro y torero se cruzan y la mayora de los presentes cierra los ojos ante lo que Hemingway denomin: la realidad desnuda. En casos as, lo de cerrar los ojos es un acto de defensa, facultad de los sentidos y algo tan natural como seguir viviendo. Se necesita un carcter firme, una voluntad pura que obligue a los ojos a captar la mala fortuna del momento. Por todo ello, el dibujo de Barcel es pieza de valor pues no hubiera sido posible si el pintor hubiera cerrado los ojos ante la realidad desnuda. La violencia de la acometida, el trapo por los aires, el movimiento conseguido en pocos trazos y mucha maa, el ruido, la fiebre y toda la suma de detalles habidos y por haber nos revelan que Barcel mantuvo los ojos abiertos en el instante preciso del suceso, en el momento exacto de la acometida. Es lo que tiene la pintura, que puede captar la intensidad de un momento extremo y plasmarlo con todo su bro, cosa que no se puede conseguir nunca escribiendo. No existe escritura que pueda captar la riqueza y la miseria de un acontecimiento extremo, como tampoco existe un solo escritor que no la persiga sin cesar. Sin duda alguna, el que ms empeo puso en el asunto fue Hemingway. El escritor americano lo cuenta en Muerte en la tarde. Dando muchas claves sobre el camino a seguir, Hemingway nos descubre cmo la muerte violenta es ms compleja de plasmar que la muerte por enfermedad, llamada natural. Porque el testigo de la muerte violenta tiende a no implicarse, a cerrar los ojos ante ella, nos dice el escritor. Hemingway pone el ejemplo terminal de un nio al que no podemos socorrer en el momento de ser aplastado por un tren. Es entonces cuando cerramos los ojos ante la realidad desnuda. En el caso de plasmar esta muerte violenta en la narracin, el escritor no se pierde nada con haber cerrado los ojos pues el nio, en el momento antes de ser atropellado, es vrtice del terrible acontecimiento, lmite y fin de la narracin. Al igual que pasa con Barcel, donde tan importante es el trazo que el pintor evita como el trazo con el que embiste, en la literatura de Hemingway es tan importante lo que no se dice con palabras como lo que se dice con ellas, lo que se muestra como lo que se oculta. Sin duda alguna, las obras de ambos estn hechas con la misma disposicin ante el vrtice terrible del juego, con la misma voluntad para no cerrar los ojos y poder desvelar as los misterios de la realidad desnuda.
Montero Glez (Madrid, 1965) es autor, entre otros libros, de Pistola y cuchillo (El Aleph) y Plvora negra (Planeta). http://gentedigital.es/comunidad/monteroglez. webmonteroglez.wordpress.com.
MSICA Cyndi Lauper coge el blues por los cuernos Fietta Jarque PURO TEATRO El regreso de Patrice Chreau Marcos Ordez
20 22
.com
Primeras pginas. Jos y sus hermanos. Jos el proveedor y Consideraciones de un apoltico, de Thomas Mann; Blgica. Cuadernos de memoria, de Chantal Maillard. Charla digital. La filsofa Victoria Camps dialogar con los lectores sobre su ltimo ensayo, El gobierno de las emociones (Herder), el mircoles a las 18.00.
EL RINCN
En el lenguaje de signos, que conforma el cuadro de la sala de Eugenia Rico, se lee: En el principio fue la palabra. Foto: lvaro Garca
El sueo alemn
Eugenia Rico prepara nueva novela en la que une pasado y presente, tras convertirse en autora de xito en Alemania
escribir medianamente fresco, en un tico durante el caluroso mes de julio en Madrid? Eugenia Rico (Oviedo, 1972) cambia de espacio varias veces a lo largo del da, huyendo del sol que cae a plomo sobre el barrio de Malasaa. Refugiada en un cuarto piso sin ascensor y con vistas al Pentagrama, el bar popularizado por Antonio Vega en su ya clsica cancin La chica de ayer, la escritora dedica al menos seis horas diarias a la trama de su nueva novela. Su supersticin le impide aventurar muchas ideas sobre el proyecto en el que trabaja. Confa en ponerle el punto final al manuscrito en unos meses y que el texto llegue a la imprenta antes de concluir este ao. La accin transcurre en Venecia, en el curso de una cena con un personaje histrico fallecido. Ser una mezcla de pasado y presente, como su anterior trabajo. Venecia est fuera del mundo, escribir sobre ella es como opinar sobre el amor, dice la escritora, sentada en una chaise longue, bajo un cuadro, formado por un puzle construido con un lenguaje de signos inventado en el que se lee: En el principio fue la palabra. La autora de Aunque seamos malditas (Suma de Letras) presume de vivir de la
UN RINCN DONDE PODER
literatura. Todava no se ha repuesto del susto de su extraordinaria aventura alemana que le ha reportado unas ventas de ms de cien mil copias en ese pas y un conocimiento de los lectores del que antes careca. Un buen da recib un correo electrnico del escritor y crtico Daniel Kehlmann que, fascinado con esta novela, la recomend a una editorial alemana, cuenta. A partir de ah todo ha sido como un sueo; primero el paso por la Feria de Frncfort, un evento profesional, pero quizs el ms importante del panorama literario, y despus la participacin en otros festivales europeos donde he contactado con escritores de toda Europa. A la vuelta del verano, preparar las maletas para viajar a Estados Unidos, becada por una universidad norteamericana para trabajar durante tres meses. No le asustan ni los nuevos formatos del libro ni las descargas en la Red. Su idea es que la verdadera literatura seguir llegando a los lectores. Si mira hacia atrs sonre al recordar las cartas de rechazo de algunos editores, un autntico gnero literario, en su opinin: La historia de la literatura est hecha de grandes errores, espero que este sea uno de ellos, le contest uno de ellos. Amelia Castilla
EL PAS BABELIA 16.07.11 3
EN PORTADA / Opinin
Secretos de Hemingway
El autor de El viejo y el mar dedic su vida literaria a la bsqueda de la emocin a travs de una prosa aparentemente sencilla. Quera escribir como pintaba Czanne, escribi el Nobel estadounidense. En el cincuentenario de su muerte, se reeditan sus obras. Por Colm Tibn
eliminado de muy antigua y nosotros ramos jvenes y doloroso. En vez de decirlo, Hemingway lo- Ahora bien, en sus mejores ejemplos, el sistesu relato El gran ro de los dos nada era fcil, ni siquiera la pobreza, ni el gra ofrecer la impresin, alivia al lector con ma poda obrar milagros. Hace unos aos, cuando trabajaba en la corazones, Ernest Hemingway dinero repentino, ni la luz de la luna, ni el la diccin pero luego le sacude con los camescriba a propsito de su alter bien y el mal, ni la respiracin de la persona bios de tono y significado dentro de cada biblioteca de la Universidad de Virginia, encontr un guin cinematogrfico de la ego: Quera escribir como pin- que yaca junto a ti bajo la luna. En esa oracin. La teora es dejar que el escritor sienta y primera novela de Hemingway, Fiesta, escritaba Czanne. Czanne empe- frase consigue manifestar muy poco pero zaba por emplear todos los trucos. Luego lo sugerir mucho; en el original ingls, de las plasme ese sentimiento en la prosa, lo en- to por un guionista profesional al que odiadescompona todo y construa la obra de 41 palabras, 27 son monoslabas. Eso hace tierre en los espacios en blanco entre las ba. En los mrgenes hay insultos escritos verdad. Era un infierno Quera escribir que el lector se sienta cmodo, como si se palabras o entre los prrafos. As el lector lo por el novelista, al que indign especialmente que el guionista tratase de sobre el campo de forma insinuar que Jake, el protagoque quedase plasmado conista de la novela, era impomo haba conseguido Ctente debido a causas psicozanne con su pintura Le lgicas. Hemingway explic pareca casi un deber sagrade manera enftica que a do. En su remembranza de Jake le haban disparado en sus primeros aos en Pars, los testculos durante la guePars era una fiesta, Heminrra, un suceso que, segn esgway escribi tambin socribi, l haba visto produbre la influencia que haba cirse en varias ocasiones. tenido en l el pintor franSin embargo, en el procs cuando estaba aprenpio texto de la novela no lo diendo su oficio: Estaba deja claro. Aunque est imaprendiendo de la pintura plcito, tambin nos deja de Czanne algo que haca margen para creer que Jake que escribir simples frases tiene algn problema psicoverdaderas no fuera sufisexual que le hace impotenciente, ni mucho menos, pate. Tal vez ocurri en la guera dar a los relatos las dimenrra, se sugiere, pero quiz siones que yo quera darles. fue psicolgico. No saba expresarme lo basLa novela transcurre en tante bien como para expliel tiempo presente. Nos crselo a nadie. Adems, era ofrece pistas e insinuacioun secreto. nes sobre hechos del pasaEl secreto estaba en las do, sobre quin es Jake y de pinceladas de Czanne, cadnde viene. Pero la mayor da una abierta y de textura parte de su pasado se queda visible, con repeticiones y fuera, lo cual otorga provariaciones sutiles, cada fundidad a las acciones acuna llena de algo parecido a tuales. Tampoco hay una la emocin, pero una emodescripcin de Jake, y eso cin profundamente controlada. Cada pincelada tra- Ernest Hemingway, en una imagen de 1944, durante su etapa de corresponsal en la Segunda Guerra Mundial. Foto: Hulton-Deutsch Collection / Corbis significa que leer el libro es un intenso acto de imaginataba de captar la mirada y cin, de llenar las lagunas, retenerla y, al mismo tiemsiente con ms intensidad, porque no le lle- que queda reflejado en la propia prosa. La po, construir una obra ms amplia, en la ga como mera informacin, sino como algo redaccin, a primera vista, es sencilla, con que haba riqueza y densidad, pero tambin mucho ms poderoso. Le llega como ritmo, cortas frases afirmativas. Hemingway quera mucho de misterioso y oculto. Eso es lo que y le llega con tanta sutileza que la imagina- conseguir en su obra lo que haba conseguiHemingway quera hacer con sus frases. cin del lector se dedica por completo a do Czanne en sus cuadros, algo denso, que Despus de contemplar la obra de Czanne capturarlo con toda su incertidumbre y su atrajera la mirada y la imaginacin, empor primera vez en Chicago, luego en los peculiaridad. Es decir, tiene un efecto ms pleando un mtodo que parece dejar mumuseos de Pars y en casa de su amiga Gerprximo al de la msica, aunque las pala- chas cosas fuera y una tcnica que parece trude Stein, lo que deseaba era seguir el bras conservan su significado. Contrapone abierta y sencilla, pero con un resultado que ejemplo de esta ltima y escribir frases y la estabilidad de significado al misterio del puede contener no slo una impresin, sino prrafos a primera vista simples, llenos de una cantidad infinita de emocin. sonido silencioso. repeticiones y variaciones extraas, cargaEsta idea de que, al escribir prosa, lo que dos de una especie de electricidad oculta, se deja fuera es ms importante que lo que Traduccin de Mara Luisa Rodrguez Tapia. llenos de una emocin que el lector no pose incluye inspir de forma esencial el mtoda encontrar en las propias palabras, pordo de Hemingway como novelista y autor Colm Tibn (Enniscorthy, Wexford, 1955) ha puque pareca vivir en el espacio entre ellas o en los repentinos finales de algunos prra- estuviera diciendo algo sencillo. Sin embar- de relatos, hasta tal punto que algunas de blicado recientemente en Espaa la novela Brookgo, est claro, por la puntuacin y las varia- sus obras posteriores parecen parodias de lyn (Lumen y Amsterdam). The Empty Family (Vifos determinados. As, en Pars era una fiesta, Hemingway ciones de la redaccin, que nada era fcil, ese mtodo, o una elaboracin demasiado king / Scribner, 2010 / 2011. 288 pginas) es su pudo escribir: Pero Pars era una ciudad sino que era, en gran parte, ambiguo y casi abierta del sistema que haba desarrollado. ltimo libro. www.colmtoibin.com.
N UN FRAGMENTO
La idea de que, al escribir prosa, lo que se deja fuera es ms importante que lo que se incluye inspir de forma esencial el mtodo de Hemingway
Ernest Hemingway (Oak Park, Illinois, 21 de julio de 1899-Idaho, 2 de julio de 1961; Nobel de Literatura en 1954), fotografiado por Robert Capa en 1937 en Valencia. Foto: Robert Capa / International Center of Photography
EN PORTADA / Reportaje
IDA Y VUELTA
Lo mnimo, lo inmenso
Por Antonio Muoz Molina
L BUEN LECTOR es caprichoso, pero tambin ecunime. Disfruta mucho algo y a continuacin o simultneamente disfruta igual lo que parece lo contrario. Disfruta el desvaro y el rigor de la ficcin y disfruta la sensatez y el caos de los relatos crudos de la vida. Lo que quizs nunca haga un lector verdadero es no disfrutar: habiendo tantos libros buenos, qu prdida de tiempo resignarse a uno malo o mediocre; habiendo obras maestras tan distintas entre s, qu sufrimiento intil empearse en remontar alguna que no nos dice nada, o a la que no nos acercamos en el momento adecuado de nuestra vida. No s cuntas pginas llevar ledas en la ma, pero no creo que haya terminado ni una sola por obligacin. Ahora estoy leyendo a la vez dos libros que pareceran antagnicos: uno breve, el otro largusimo; uno hecho a base de chispazos lacnicos de inteligencia y poesa, entrecortado, fragmentario, como escrito sobre la marcha: el otro de una sostenida amplitud que tiene algo de las largusimas duraciones morosas de Wagner o de Richard Strauss. Uno lo llevo conmigo en el bolsillo de la americana, o en la pequea mochila con la que voy ahora a todas partes, y aprovecho para leerlo en la espera en el dentista o en el trayecto en el metro, minutos breves pero suficientes para recibir la urgente descarga elctrica de sus iluminaciones; el otro es un volumen macizo, compacto, de ms de mil pginas, y por lo tanto requiere el sedentarismo lector del silln o la cama, y ser una compaa excelente en un largo vuelo o en un viaje en tren. Leo al mismo tiempo La montaa mgica y El viajero y su sombra. La prosa de Thomas Mann la disfruto en la traduccin de Isabel Garca Adnez, aunque el primer impacto de la novela lo recib cuando era mucho ms joven en otra edicin de cuya calidad ahora no s acordarme; a Nietzsche lo leo en espaol gracias a Carlos Vergara. Los dos libros tienen una parte de descubrimiento y otra de regreso. La montaa mgica me la recomend el mismo amigo antiguo que en el
ltimo verano de la universidad me descubri tambin El gran Gatsby y la primera sinfona de Brahms. La haba ledo una sola vez, a los veinticuatro aos: entonces reson ms en m porque como Hans Castorp yo estaba en el umbral de la vida adulta y porque al ingresar en el Ejrcito me haba visto encerrado en un mundo tan autosuficiente y tan ajeno a la realidad exterior como el sanatorio para tuberculosos de Davos. Treinta aos despus, la novela conserva su capacidad de hechizar y su recuerdo resulta ser extremadamente fiel. Me acordaba de todo. Me acordaba muy bien del escenario y de los personajes, y de la somnolencia y la monotona del tiempo, pero en la novela hay algunas honduras que solo la experiencia de la edad permite comprender. El viajero y su sombra lo descubr ms tarde, despus de los treinta aos. De joven era un lector tan entregado de ficcin que apenas le nada que no fueran libros de relatos, poemas o novelas. En todo este tiempo el libro siempre ha estado cerca de m, porque es muy propicio para la lectura a rachas, la pepita de oro encontrada al abrir las pginas al azar. Empec as tambin esta vez, por puro capricho, porque buscaba algo que no pesara, que cupiera en un bolsillo, eso que un amigo americano llama el quick fix, la dosis rpida de literatura que equivale casi al tiempo de un poema o de una cancin. Pero esta vez me impresionaban tanto los breves pasajes numerados que iba leyendo que resolv empezar por el principio, y leer todo seguido. El efecto se ha multiplicado. En vez de rachas de clarividencia, una especie de embriaguez verdadera. No conozco un libro tan lleno de reflexiones infalibles sobre las artes o sobre la literatura, o sobre la serenidad y el gusto de vivir. Por ejemplo: No es ser el primero en ver algo nuevo, sino en ver, como si fueran nuevas, las cosas viejas y conocidas, vistas y revistas por todo el mundo, lo que distingue a los cerebros verdaderamente originales. Por ejemplo: Todas las cosas buenas son enrgicos estimulantes a favor de la vida; este es incluso el caso de todo buen libro, escrito contra
la vida. Y donde hay ms tristeza, o ms sabidura: Cuando dos viejos amigos vuelven a verse despus de una larga separacin, sucede a menudo que afectan tener inters por cosas que les han llegado a ser indiferentes: a veces se dan cuenta de ello los dos y no se atreven a descorrer el velo, a causa de una duda un poco triste. As es como ciertas conversaciones parecen sostenerse en el reino de los muertos.
Ms de un siglo antes de Twitter y de los blogs, escritores como Baudelaire o Nietzsche haban intuido la hermosa libertad de escribir al instante Sucede algo equivalente con Thomas Mann. La irrupcin en las normas poticas de la novela es de lo ms aventurado en las ciencias
Ahora se dice que a causa de las nuevas tecnologas ha de prevalecer una escritura de la rapidez, de la fragmentariedad, de lo instantneo. El presentismo es tan paleto como el localismo o el nacionalismo: es la idea de que el tiempo de uno es el centro y la cima del tiempo, igual que la tierra de uno es el centro del espacio y el lugar supremo. Ms de un siglo antes de Twitter y de los blogs escritores como Baudelaire o Nietzsche haban intuido la hermosa libertad de escri-
bir al instante sobre lo que les pasaba por la imaginacin o lo que tenan delante de los ojos. Y parece que a Nietzsche la tecnologa punta de la mquina de escribir le afect al estilo tanto como a quien ahora se pasa el da mandando mensajes de texto. Sucede algo equivalente con Thomas Mann. Uno lee por ah a descubridores del Mediterrneo que aseguran que solo ellos han tenido la audacia de incluir en sus novelas lo ltimo de la tecnologa, de indagar el modo en que los saberes cientficos y las revoluciones en la comunicacin afectan a la conciencia humana y a las formas del relato. Lo que yo aprecio ahora en La montaa mgica es, precisamente, la irrupcin en las normas poticas de la novela de lo ms aventurado que en los tiempos de su escritura estaba sucediendo en las ciencias: la descripcin de los huesos fantasmales de una mano visto a travs de los rayos X; el vrtigo de la imaginacin al enfrentarse a los hallazgos de la biologa molecular y de la fsica cuntica. En su cama de enfermo Hans Castorp se interroga sobre lo que en 1924, el ao de publicacin de la novela, estaba an muy lejos de ser comprendido, el salto de lo inorgnico a lo orgnico, de los compuestos qumicos inanimados a la vida. Los ojos de un enamorado quieren ir ms all de las fronteras de la sensualidad situadas en la piel: ahondan en la fisiologa de los tejidos, en el flujo de la sangre, en los grmenes de muerte inoculados por la enfermedad. Con Nietzsche voy por mi ciudad y mi presente, en la mesa de un caf, en el vagn del metro. Con Thomas Mann me quedo duraderamente a vivir en una novela tan cerrada como un sanatorio. En cada libro intuyo una parte del secreto del otro.
La montaa mgica. Thomas Mann. Traduccin de Isabel Garca Adnez. Edhasa, 2009. Crculo de Lectores, 2006. El viajero y su sombra. Friedrich Wilhelm Nietzsche. Traduccin de Carlos Vergara. Edaf, 1999. antoniomuozmolina.es
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Por Luis Fernando Moreno Claros APARECE AL FIN en castellano el cuarto volumen de la tetraloga literaria Jos y sus hermanos, la saga bblica que Thomas Mann (1875-1955) inici en 1926. En principio iba a ser una novela breve sobre la historia de Jos, el hijo predilecto del patriarca Jacob, abandonado en el desierto por sus diez hermanos mayores. Pero la narracin fue cobrando dimensiones extraordinarias y slo concluira en 1943 (cuatro tomos, unas 1.600 pginas). Durante 17 aos, Mann se entreg a aquella tarea con el gozo de un contumaz escritor, presto a evadirse de las circunstancias polticas europeas mediante una fuga literaria a un Cercano Oriente imaginario. Fue el gran Goethe quien observ que la historia bblica de Jos era muy bella, pero demasiado corta. Thomas Mann, enamorado asimismo de aquella narracin, acept el reto de alargarla con peri-
Thomas Mann (Lbeck, Alemania, 1875-Zrich, Suiza, 1955; premio Nobel de Literatura en 1929). Foto: Studio Patellani / Corbis
Thomas Mann Introduccin de Fernando Bayn Eplogo de Georg Lukcs Traduccin de Len Mams Capitn Swing. Madrid, 2011 564 pginas, 26 euros
CONSIDERACIONES DE un apoltico (1918), que ahora reaparece en castellano, es una bicha negra en la biografa de Thomas Mann. Recoge ensayos de carcter poltico de 1915 y 1918, poca en la que el autor de Muerte en Venecia clamaba por una Alemania que fuera patria moral e intelectual. Aquel artista burgus cuestionaba las bondades de la democracia de los aliados, y reaccionaba contra la actividad poltica de su hermano mayor, Heinrich, quien la
defenda con ardor y rechazaba el militarismo germano. Esta obra leda hoy permite comprender la ideologa bastante confusa del escritor que, encerrado en su torre de marfil, vive slo para su arte. Siempre a vueltas con su ego, reprimido en lo ertico y sumergido en profunda crisis ideolgica, Thomas Mann se cuestionaba cul era el papel del artista en la sociedad. Acaso deba un autor de su altura transformarse en un mero agitador de masas? Se aferraba a la defensa de la gran cultura cuando la cultura en general comenzaba a ir por derroteros populares y democrticos. Quera oponer su humanismo al humanitarismo demaggico. No lo consigui. Con su dscolo hermano hara las paces, y aos ms tarde ambos destacaran por
sus condenas a Hitler desde el exilio. Las Consideraciones de un apoltico quedaron olvidadas, como sntoma de una poca de crisis y de transicin en la vida del genial autor. L. F. M. C.
Es una obra en cuyo ncleo la grandeza de lo eterno y primigenio ayuda a olvidar lo comn y pasajero
reencuentro de la familia y el desenlace de la historia. Aunque conozcamos el final de la saga pues Mann no se separa del relato bblico , su genio artstico consigue
entretener al lector, de manera que merece la pena la paciencia de la que hay que hacer gala para hincarle el diente a los cuatro tomos de esta grandiosa novela; al igual que Mann en su da, el lector de hoy tambin se fugar a Egipto para reencontrarse con la actualidad de una obra de arte, en cuyo ncleo la grandeza de lo eterno y primigenio lo ayudarn a olvidar lo comn y pasajero. Esta obra fue acogida con cierta distancia, nada comparable al clamor que haban suscitado Los Buddenbrook o La montaa mgica; las historias del viejo Jacob y del ascenso poltico de Jos en la corte del Faran pasaron casi desapercibidas. La saga qued dentro de la
inmensa produccin de Thomas Mann como una excentricidad, pero l se la tom muy en serio: se document hasta la pedantera sobre el mundo mtico hebreo y egipcio; en sus personajes verti sus propias obsesiones, pero tambin su gran empresa fue una manera de protestar contra la poltica de su tiempo. Despus de su frustrada apuesta ideolgica por el nacionalismo prusiano, hacia 1924, Mann sufri una crisis espiritual: los valores nacionales individualistas deban dejarse a un lado en favor de convicciones ticas universales, y nada mejor que el recurso a lo mtico y primigenio para sacar estas ltimas a la luz.
LIBROS / Entrevista
nostalgia de la infancia no es exactamente a ella a lo que quisieran volver. La infancia a la que aluden no es un lugar ni un tiempo concreto sino un estado de inocencia, cuando no haba juicio an y, por tanto, no se podan efectuar comparaciones, lo cual permite estar en el presente, absolutamente. El paraso es un estado en el que la conciencia, al no haber diferencias ni tampoco juicio, no es necesaria. P. Usted es una exiliada territorial e idiomtica. Pesa menos lo segundo? R. El idioma est presente continuamente. De hecho el libro est atravesado por su resonancia. Caminaba con las voces que recordaba y las iba recuperando al tiempo que caminaba. Mis lugares de origen se convirtieron en un mapa sonoro de voces odas en mi infancia. En francs, mi idioma materno, pero tambin en el otro idioma, el neerlands, que aunque nunca lograse aprenderlo era como la msica de fondo de esos primeros aos, esto haca que, en ciertos momentos, me pareciese comprenderlo a pesar de no entenderlo. Me sent exiliada, ciertamente, cuando llegu a Espaa en 1963, y doblemente, pues me metieron en un internado en el que no entenda el idioma. El exilio tambin es lingstico. Segu escribiendo en francs durante algunos aos. Supongo que para no perderme del todo. P. Se pregunta qu es la vida? Y sugiere que la pregunta no ayuda a vivir. R. Pienso en la inocencia de ese nio que fuimos, antes de la pregunta. En la inocencia del animal que parece que no se pregunta. Cuando decimos nos han tratado como a un animal, la expresin misma implica un consenso en el maltrato. Es terrible. Si no aprendemos a respetar a los animales, cmo vamos a respetar al animal que somos, con nuestras diferencias? Respetar a un animal es comprender la inocencia. No estaramos mejor sin la conciencia de las diferencias y el enjuiciamiento constante?
La memoria-recuerdo engaa, pero el destello de la memoria es otra cosa, seala Chantal Maillard. Consuelo Bautista
P. Cul es su respuesta? R. A estas alturas tengo ms preguntas que respuestas. Y ms que preguntas, extraeza. P. Su texto es una reflexin sobre la escritura y, al final, tambin sobre la funcin del lector libre. R. S. Mis libros siempre han sido fragmentarios y los fragmentos dejan respirar. De hecho, son una propuesta contra el argu-
mento. Cualquier texto puede ser una novela, un trayecto. Por eso Blgica no slo consta de los viajes, sino tambin de los intervalos entre ellos. La narracin es fragmentaria. Como el relato de cualquier existencia de la que queramos dar cuenta. Si se enlazan de una determinada manera, los fragmentos formarn un organigrama distinto que si se enlazan de otra. La estructura fragmentaria permite al lector hacer del texto lo que quiera.
La rutina de vivir
Blgica. Cuadernos de memoria
Chantal Maillard Pre-Textos. Valencia, 2011 344 pginas. 25 euros
tor de su Blgica que Itaca, cualquier Itaca, es un lugar interior. De la misma forma que le hace saber que hay viajes que pueden contarse y otros que no, inscribindose a veces estos ltimos dentro de los primeros al modo de esas inscripciones que grabamos en el interior de un anillo. Los presentes cuadernos de memoria deben ser vistos como el esforzado trabajo, por parte de la autora, de descifrar unos signos hasta el momento ocultos a los ojos del resto de los mortales. Con el delicado gesto de quien muestra a un ocasional confidente la inscripcin oculta del anillo, Maillard se dedica a lo largo de su libro a revelarle al lector el sentido, el orden (y el desorden) secreto de su vida, el nctar de experiencia que han ido destilando ancdotas y episodios a menudo inanes en apariencia, pero a los que la pluma y la mirada de la autora convierten en fogonazos de inteligencia y de belleza. Que nadie espere, pues, encontrar aqu recorridos por territorios exticos, lugares de ensueo o remotos parajes. Tampoco confe en tropezar con el relato de encuentros con personajes novelescos, figuras de deslumbrante hermosura o de hechizante maldad. Ni es el propsito de la autora ni probablemente estemos ya para soportar ms captulos de esas aventuras/imposturas a las que algunos mulos de Indiana Jones con su salakov de juguete bien calado son tan proclives. Lo que nos ofrece Maillard, por el contrario, es algo que apenas por unos pocos instantes el lector puede considerar que es una pretensin ms modesta: un viaje al territorio de la infancia. Pero de inmediato ese mismo lector comprobar que anida en la mencionada pretensin una ambicin extremadamente limpia, poderosa y esclarecedora. No hay aqu trampa alguna. Conviene reconocerlo: no existe realidad que consiga materializar por completo nuestros proyectos. Cualquier accin, por definicin, deja un residuo de insatisfaccin. Pero esa no puede ser nunca la ltima palabra (y no lo es en este libro). Por lo que se impone preguntarse es por la calidad de dicha insatisfaccin: es slo la tristeza (post cohitum, vamos a decir) por haber alcanzado lo largamente esperado? O bien, sin que terminemos de darnos cuenta de ello, es la constatacin de la distancia entre lo obtenido y lo realmente anhelado? Tampoco en este Blgica se halla la respuesta a tales preguntas, pero es una delicia recorrer sus pginas buscndola.
Por Manuel Cruz LA PALABRA rutina es sinnimo, en numerosos contextos, de aburrimiento. En muchos ms, de monotona. Ante ella se alzan, con connotaciones opuestas, trminos como aventura, descubrimiento o novedad. En realidad, la contraposicin en cuanto tal tiene mucho de artificiosa. Me atrevera a decir que el que se ufana de su incapacidad para organizar nada o seguir disciplina alguna (a m lo que ms me gusta es salir a la aventura, acostumbra a ser una de sus frases favoritas) termina agotando todas sus energas en resolver aquellas cuestiones de orden material, prctico, que se obstin en no solucionar con antelacin, en tanto que el disciplinado rutinario lo que de veras persigue es automatizar lo secundario dedicarle el mnimo de atencin para conseguir quedarse a solas y de frente con lo esencial, con lo que de veras le importa. Chantal Maillard advierte bien temprano al lec-
Mae West y yo
Eduardo Mendicutti Tusquets. Barcelona, 2011 259 pginas. 18 euros
NARRATIVA. DOS PERSONAJES que en realidad son uno desdoblado se alternan en el uso de la palabra. Uno es el protagonista, Felipe (el yo), que, a veces, lleva un nombre largusimo para producir un efecto cmico, diplomtico retirado debido a una grave enfermedad, un gay que nada ms empezar remeda la historia de Gustav von Aschenbach con Tadzio en Muerte en Venecia (aunque se queda en nada, funciona como evocacin cariosa del autor). Es un hombre curioso que dedica sus largos ratos de ocio a observar el ajetreo de la calle, a contemplar los andares de los chicos jvenes y a espiar a su vecina. Resulta que el otro personaje es naturalmente (el ttulo lo dice todo) Mae West, pero no la autntica sino la imaginada por Felipe mezclando las incidencias de esos das con hechos y dichos de la existencia real de la actriz. Es este uno de los aciertos de la novela. El personaje se despacha a gusto repitiendo con variantes sus frases conocidas y creando para la ocasin otras nuevas (la que es, probablemente, su frase ms conocida abre la novela). Mendicutti muestra como otras veces su habilidad para el ingenio fresco e irnico. Su discurso es divertido y melanclico, y transporta una tenue capa de ligereza y desfachatez que elimina o compensa los efectos lacrimosos de las escenas dramticas. Para ello resulta muy til el lenguaje procaz y las palabras de doble sentido que caracterizaron a Mae West. Y tambin, bien claro es, la imitacin de Oscar Wilde: Ella quiere a su marido, una extravagancia deliciosa. Aunque lo esencial, bueno y malo a partes iguales, es la incesante presencia del cine: ttulos, actores y actrices. Divierte pero tambin ahoga. El lector poco enterado del panorama cinematogrfico, sobre todo si es de tiempos antiguos, acabar cansado y desanimado. En fin, como las referencias son tantas me permitirn que yo aada la ma: la asistenta del protagonista es como Thelma Ritter en La ventana indiscreta. Llus Satorras
para lograr que la editorial tradujera y publicara algunas obras del conocido poeta, poltico y diplomtico Gilberto Owen (1904-1952), uno de los intelectuales mexicanos reunidos en torno a la mtica revista Contemporneos. En todo caso, a ello se debe el que ya mediada la novela se incorporen los fragmentos autobiogrficos de Owen, unos escritos en los que Luiselli ha imaginado una amistad entre el poeta mexicano y Federico Garca Lorca, cosa que habra podido ocurrir aunque no haya constancia de ello, puesto que ambos se hallaban en Manhattan a finales de los aos veinte. La trama de la falsificacin, sin embargo, se resuelve con el previsible despido de la empleada desleal mucho antes de que termine la novela, dejndonos algunos esbozos de la vida estudiantil en Nueva York intercalados con los problemas maritales de la narradora y los abundantes viajes en metro, una suerte de nekyas o descensos a los infiernos en que los personajes de las distintas pocas se atisban fantasmalmente los unos a los otros. No s si se deber a la articulacin en dos voces y tres tiempos, a la precipitacin de la trama o a la insistencia metaliteraria y los gestos rupturistas, pero para zanjar la novela se fuerzan varios cataclismos simultneos, lo que confirma la novela como ms interesante que lograda, pese a la prosa estupenda y las justas ambiciones de Luiselli. Fernando Castanedo
Los ingrvidos
Valeria Luiselli Sexto Piso. Madrid, 2011 143 pginas. 15,90 euros
NARRATIVA. SI LA FRAGMENTACIN sigue siendo un signo de nuestros tiempos, entonces la primera novela de la ensayista mexicana Valeria Luiselli es una obra actual. No importa que la narradora principal sostenga que no se trata de un relato fragmentario, sino de una novela horizontal, contada verticalmente, como apunta en varias ocasiones. El propio texto lo desmiente con una sucesin de segmentos que narran entrecortadamente su vida de escritora, esposa y madre de dos hijos en el presente, y su pasado no muy lejano como asalariada de una pequea editorial de Nueva York. Tal vez la trama principal de la novela sea la falsificacin que ella misma llev a cabo
Experimento Doctorow
El lago
E. L. Doctorow Traduccin de Iris Menndez Miscelnea. Barcelona, 2011 320 pginas. 19 euros
ricano, luchador, inescrupuloso y paternalista, que lo mismo rompe una huelga con sus matones que acoge benvolamente a Joe reconociendo en l a otro como l o admira intensamente a la herona del aire norteamericana con la que convive mientras se beneficia a cada pin-up que se le pone a tiro. Como siempre en Doctorow, estamos ante una exposicin de la vida norteamericana, una dura representacin de un mundo duro donde a ratos asoma la ternura y la compasin sin perder de vista nunca la radicalidad de la lucha por el xito o el abismo del fracaso en una sociedad individualista, abierta, libre y cruel. La suya es una crtica acerba y lcida del american way of life que en esta ocasin debe ms a Theodore Dreiser y el espritu de su admirable Una tragedia americana que al John Dos Passos que est detrs de Ragtime, la novela que fij el modelo de crnica no-
Sin lengua
Vladmir Korolenko Traduccin de Luis Abollado Vargas Barataria. Barcelona, 2011 192 pginas. 17 euros
NARRATIVA. ENTRE EL COSMOPOLITISMO artstico de Turgunev y la literatura programtica de Gorki, la obra de Vladmir Korolenko (Ucrania, 1853-1921) encuentra su mejor expresin en la atencin a la epopeya de las clases ms deprimidas en su esfuerzo por salir de la miseria. Con una prosa que se sostiene en una mirada que abarca tanto el ridculo como la nobleza de la ignorancia, Korolenko es acaso el autor ruso de su poca que mejor se ha servido de la crnica para contar el desplazamiento de los campesinos y su lucha por una vida ms digna. Haca tiempo que no circulaba en nuestro pas ningn libro de Korolenko. A finales de la dcada de 1950 Aguilar public un volumen de Obras escogidas, de donde se ha extrado Sin lengua, sobre la emigracin del campesinado ruso a Estados Unidos, en aquella traduccin de Luis Abollado, quien consideraba con razn a Korolenko el mejor representante del realismo ruso. Su publicacin no puede ser ms oportuna en un momento en que la emigracin sigue siendo hoy un problema de supervivencia y adaptacin que no tiene trazas de resolverse con buenos propsitos, ni por parte de los que llegan, obligados a realizar cualquier trabajo, ni por parte de los nativos del pas de afluencia, que sufren otra forma hiriente de precariedad. Esta colisin, con el aadido de la dificultad para entender la lengua, conforma la historia de aturdimiento y desazn del campesino ucranio Matvi, que no acaba de sentirse acogido en el caos de la Nueva York de finales del XIX, con su capitalismo tan rampln como abierto a la fuerza bruta del trabajo. La lectura de Sin lengua sorprende por su enrgica veracidad, y permite apreciar la extraordinaria capacidad descriptiva de Korolenko, que concibi la novela tras una visita a la Exposicin de Chicago de 1893. Y es evidente cunto deben a esta obra las escenas cinematogrficas de la arribada de los barcos con los emigrantes contemplando, atnitos, tras la niebla, una enorme figura de mujer con un brazo en alto. Francisco Solano
NARRATIVA. EL LAGO ES posterior, dentro de la produccin de E. L. Doctorow, a sus dos obras maestras El libro de Daniel y Ragtime y anterior a las muy excelentes La feria del mundo y Billy Bathgate. Es una novela-vrtice y, curiosamente, la ms experimental de todas sus obras. La historia se sita en el Estado de Washington, condado de Stevens, y buena parte de ella transcurre en la inmensa propiedad del millonario Bennett, rodeada por los montes Adirondacks. Todo comienza cuando Joe, un muchacho vagabundo que ha abandonado el hogar de sus padres y se desplaza aqu y all abordando trenes como otros cientos de vagabundos en plena Gran Depresin, estando junto a las vas ve pasar un vagn privado en el que varios tipos bien trajeados charlan en torno a una mesa y, en otro compartimento, una joven desnuda sostiene un vestido ante el espejo. Joe, deslumbrado por aquella aparicin en mitad de la noche, decide seguir las vas del tren hasta llegar al punto de destino de ese vagn: la mansin Bennett. Son tres los personajes que vertebran la narracin. El joven Joe, que ser recogido, tras un encuentro terrible con una jaura de perros, por el propio Bennett como empleado; Warren Penfield, poe- Imagen de 1929. Foto: Hulton-Deutsch Collection / Corbis ta acogido a la munificencia del millonario, un hombre maduro, derrotado y resig- velada de las convulsiones y desarronado lleno de sueos frustrados, y F. ll una sociedad emergente e implacaW. Bennett, un self-made-man, un ble como la norteamericana de la primagnate de las finanzas con inversio- mera mitad del siglo XX; es un modenes y propiedades en todos los cam- lo que sigue vigente hasta nuestros pos de la industria. Cada uno de ellos das, como demuestra Dennis Lehane representa un papel en esta comedia en su reciente Cualquier otro da. Pedramtica: Joe, el del nuevo hombre ro conviene advertir que El lago, prehecho a s mismo del sueo america- cisamente por su estructura y escrituno, hijo simblico de Bennett, cuyo ra experimentales, adems de ser una camino de iniciacin se narra en la rareza en el conjunto de la obra de novela. Penfield, el esteta e intelec- Doctorow, no es de fcil lectura, por tual derrotado por la realidad y por s lo que se recomienda a lectores curtimismo, cumple el papel de doppelgan- dos y a todos aquellos que carezcan ger del joven Joe; y Bennett es el proto- de miedo y prejuicios ante una expetipo del viejo gran hombre norteame- riencia de escritura de alto voltaje.
ro. Novela hagiogrfica del valor partisano, en la que los seguidores del gran Enver son retratados como personas con enorme capacidad de sacrificio, en su infatigable combatir por una causa, un fin, que ven tan justo y sublime como los primeros cristianos su fe. Novela en la que el autor reproduce los momentos iniciales de la revolucin comunista, el caos y la abrupta ruptura con el pasado; la destruccin de los archivos oficiales, considerados informacin burguesa; el ascenso en el escalafn del nuevo poder de personajes no precisamente preparados para ello. Pero son solo detalles menores, pequeos relmpagos de crtica?, en medio de un relato claramente elogioso del nuevo rgimen que se perfila. En el que Kadar consigui con admirable habilidad triunfar sin plegarse completamente a l. Lola Galn
r se nos revela en l como un consumado autor de novela blica. Tiros, bombas, granadas de mano, tanques de grandes dimensiones, heroicos guerrilleros en lucha sin cuartel contra los invasores alemanes que no tienen nunca rostro ni verdadera cualidad humana, pueblan la novela. De todo hay en estas pginas que rezuman accin, sudor y sangre. Y es que Noviembre de una capital narra un episodio clave en la historiografa de la Albania comunista, la toma de Tirana en noviembre de 1944 por los guerrilleros del comandante Enver Hoxha, que luego arrastrara al pas hacia un loco aislacionismo purista. El relato se centra en la ofensiva de un grupo de guerrilleros, lide-
rados por Sherif Goren y Javer Kurti, dos tipos duros donde los haya, para conquistar la emisora de radio, en Tirana, al final de la ofensiva para recuperar la capital a los nazis. En l, Kadar se nos muestra como un escritor de gran talento escnico, y extraordinariamente dotado para la truculencia y hasta el estilo pulp. Por las pginas de Noviembre de una capital desfilan guerrilleros kamikazes que, ante la imposible tarea de introducir una granada de mano por la diminuta escotilla de un bnker alemn, no dudan en hacerla estallar en la propia mano, con el cuerpo bien pegado a la construccin, con las consecuencias que es fcil suponer para el bnker y, sobre todo, para el guerrille-
OPININ
el western ha ofrecido algunos de los personajes e historias ms complejos del arte cinematogrfico. John Ford no es menos profundo que Orson Welles era ste quien admiraba a aqul, ni Anthony Mann que Bergman, ni por supuesto Peckinpah que tantos charlatanes hoy venerados como Von Trier o Gonzlez Irritu. Quiz algo tenga que ver lo siguiente: el western ha sido un gnero que tradicionalmente ha expuesto como aceptables en serio, y no como caricatura sentimientos y conductas que hoy escandalizan a la hipcrita masa mundial de biempensantes voluntariosos; es decir, de aquellos que se esfuerzan con ahnco
Liberty Valance contiene una disertacin shakespeareana sobre la libertad de expresin y de eleccin y un dilema tico explcito Los nicos westerns recientes que han logrado entusiasmarme han sido televisivos: Los protectores, de Walter Hill, y la serie Deadwood
por apartar de s, y adems condenan, una serie de pasiones connaturales a la humanidad de todas las pocas. En el western el odio no est mal visto, ni el afn de venganza, ni la ambicin, ni la obstinacin infinita en la persecucin de un enemigo, el deseo de hacerle dao o matarlo, ni la bsqueda de reparacin a un agravio, tambin la de justicia a veces. Los personajes interpretados por James Stewart en Winchester 73 y El hombre de Laramie, ambas de Anthony Mann (por ejemplo, y por recurrir a dos pelculas no especialmente violentas ni despiadadas), son capaces de abandonarlo todo y dedicarse en cuerpo y alma a la caza de quienes acabaron con la vida de su padre y su hermano menor, respectivamente. El primero, Lin McAdam, no tiene otra ocupacin que la de perseguir por medio Oeste a un individuo llamado Dutch Henry Brown, que
no es sino su propio hermano y que asesin al padre de ambos por la espalda. El segundo, Will Lockhart, se instala en un absurdo pueblo en el que nada se le ha perdido, Coronado, porque all se lo ha maltratado y arrastrado con un lazo y porque se malicia que algn individuo del lugar vendi a los apaches los rifles de repeticin con los que stos emboscaron y mataron a su joven hermano, soldado de Caballera. Por as decir, nada ms cuenta para McAdam y Lockhart, el resto de su existencia si hay resto est a la espera, indeterminado, suspendido por la nica tarea que les importa. Los personajes del Oeste a menudo carecen deliberadamente de futuro, o es ms: temen que, una vez concluida la misin que se han impuesto, se les aparezca esa nocin incmoda, la de futuro, sin la que la humanidad de nuestros das es en cambio incapaz de vivir y por la que andamos todos endeudados y esclavizados. Tal vez por eso en los westerns se nos suele hurtar o escamotear esa fase: las pelculas terminan casi siempre cuando el protagonista ha hecho lo que senta que deba hacer; se nos suele evitar ese momento horrible en el que levanta la cabeza, mira a su alrededor y, como si saliera de un sueo, ya apaciguado, ha de preguntarse: Y ahora qu? No he muerto en este empeo. Qu me toca hacer ahora con esta vida que he conservado?. Una de las mejores pelculas de la historia del cine, El hombre que mat a Liberty Valance, de Ford, no nos muestra tampoco esa vida, pero nos obliga a imaginrnosla. Es ste, en verdad, un western que marca un antes y un despus en la historia del gnero, por varios motivos, no slo por el apuntado, del que me ocupar ms tarde. Contiene un breve tratado de poltica, una disertacin shakespeareana sobre la libertad de expresin y de eleccin y un dilema tico explcito. El personaje de nuevo interpretado por James Stewart, Ransom Stoddard, viene del Este, es abogado, se sorprende y espanta ante la brutalidad del bandido Liberty Valance y la impunidad de que goza, amparado por los grandes rancheros que lo contratan de vez en cuando y por el miedo que siembra entre la poblacin de Shinbone, otro pueblo perdido en el que Stewart decide asentarse porque s, porque all ha sido afrentado y tundido con el mango de un ltigo. Pero pretende imponer la ley y llevar a Valance a juicio y a la crcel, ante la irrisin o el pavor generalizados. (La historia es bien conocida a estas alturas; quien se la sepa, que me disculpe). El personaje que encarna John Wayne, Tom Doniphon (que tiene una de las historias ms tristes que yo he conocido), le advierte desde el primer momento que deber procurarse un arma y
aprender a usarla, que all no hay ley ni juicios que valgan. Stewart se resiste, pero al final no le quedar ms remedio y, contra toda verosimilitud y pronstico, mata a Liberty Valance en un aparente duelo desigual: el pistolero experto, jactancioso y temido cae ante un hombre vestido con un delantal de cocina y que jams haba disparado contra nadie. Ms adelante, cuando Stewart se niega a aceptar un nombramiento poltico con el que iniciar una larga carrera que lo llevar hasta el Senado por estar su prestigio basado en un hecho de sangre que contraviene todos sus principios, John Wayne le explica lo sucedido: fue l, y no Stewart, quien, oculto en un callejn, mat a Valance con una escopeta que dispar a la vez que Stewart disparaba su nico y atolondrado tiro. Ante la sorpresa mayscula de ste, que le pregunta por qu lo hizo, por qu le salv la vida condenndose as a perder a la mujer que amaba, Hallie, que aquella misma noche descubri o reconoci su amor por Stewart al verlo al borde de la
as mejores pelculas de la historia del cine y un western que marca un antes y un despus en la historia del gnero.
muerte, Wayne responde con sobriedad (ningn otro actor ha sido capaz de expresar tantas cosas con una sola mirada, en sta y en otras pelculas): Asesinato a sangre fra. Pero yo puedo vivir con eso. No puede resumirse mejor en tan pocas palabras la profundidad y la complejidad frecuentes en los westerns: en ellos se tiene en cuenta que no todos los hombres son iguales, que unos son capaces de arrostrar ciertos hechos, ajenos o propios, y otros no (Stewart no habra sido capaz, desde luego); que a algunos el futuro no les importa nada, aunque exista, como en el caso de Tom Doniphon, que por encima de todo deseaba la felicidad de Hallie aunque eso supusiera su propia desdicha, y que para conseguir aqulla cometi un asesinato a sangre fra con el que permiti que viviera el hombre a cuyo lado se quedara ella (dicho sea de paso, uno de los personajes, en la memorable interpretacin de Vera Miles, ms conmovedores de John Ford, y eso es decir mucho). La pelcula empieza y termina con el
En el western el odio no est mal visto, ni el afn de venganza, ni la bsqueda de reparacin a un agravio, tambin la de justicia a veces
entierro de Wayne, al que acuden desde Washington el ahora senador Stoddard y su mujer, Hallie, envejecidos, muchos aos despus de los hechos. Los periodistas de Shinbone, que desean saber por qu tan importante poltico se ha desplazado tan lejos, hasta un lugar perdido del Oeste, slo para asistir a un entierro, se preguntan al principio: Quin ha muerto en el pueblo?. Ni se han enterado. Y cuando se les dice el nombre, Tom
Doniphon, ni siquiera saben de quin se trata. El espectador atento se ve obligado, como dije antes, a imaginarse los largos aos de soledad y ostracismo y olvido del personaje de John Wayne, aislado en su pequeo rancho de las afueras junto con su fiel criado negro Pompey, viendo pasar los decenios sin esperanza ni cambios su suerte echada para siempre, probablemente abismado en el recuerdo de aquella lejana noche en la que cometi un asesinato a sangre fra (de un individuo bestial, bien es cierto; Un asesinato. No ms, como dijo una vez el mosquetero Athos), que en modo alguno le convena. Es uno de los pocos westerns en que, si no asistimos a l, s nos vemos forzados a figurarnos el espantoso futuro del hroe, una vez que ha cumplido con su cometido. Una vez que ha llevado su eleccin a cabo. Nuestra sociedad no admite que todos los hombres no son iguales, como tampoco lo son las mujeres. No admite que unos se horrorizan de lo que se ven obligados a hacer, o acaso lo escogen, y
otros no tanto, los que estn dispuestos a asumir su responsabilidad o su condena y a soportarlo. Sino que cree que todos han de pensar lo mismo y abstenerse, en todo caso, de hacer lo que la mayora juzga condenable. No acepta que algunos crmenes son menos crmenes, segn quin y contra quin los cometa, segn tambin por qu causa. Conoce el odio, la codicia y el afn de venganza, ya lo creo, pero finge no conocerlos en su gran virtud, y por supuesto abomina de quienes no lo fingen y le recuerdan a esa sociedad su verdad y su pasado; no digamos de quienes abrigan un odio imperecedero o se toman la justicia por su mano. Con razn, no lo niego. No estamos en el salvaje Oeste, se oye o se lee a menudo. Y as es, por suerte. Pero tal vez ha llegado una poca tan pusilnime que ni siquiera tolera ya bien las historias serias de otros tiempos, cuando los hombres eran menos respetuosos de la ley y menos obedientes y justos, pero tambin ms complejos, ms contradictorios y ms profundos.
EL PAS BABELIA 16.07.11 13
El cine de la libertad
Blackthorn, el western de Mateo Gil, recuerda a las grandes pelculas de un gnero que alcanz el esplendor en su crepsculo. Ocho pelculas resumen la historia del Oeste. Por Guillermo Altares
Los profesionales
Richard Brooks, 1966
COMO LA propia vida, el western se enfrenta a una serie de cuestiones fundamentales: la amistad, el amor, la traicin, las causas perdidas, la decepcin, la lealtad, la muerte, el dinero Este filme de Richard Brooks consigue condensarlas todas al relatar la historia de un grupo de tipos duros que se adentran en Mxico para rescatar a una mujer secuestrada por un antiguo compaero de batallas. Aunque nada es lo que parece. La pelcula ofrece escenas y dilogos memorables. La revolucin nunca fue pura ni perfecta. Nos fuimos a buscar otra causa, otro amor, porque sin amor, sin una causa, no somos nada. Nos quedamos porque creamos, nos fuimos porque nos desencantamos. Hemos vuelto porque estamos perdidos. Morimos porque estamos comprometidos, son palabras, pronunciadas por el revolucionario Raza, difciles de olvidar.
El Dorado
Howard Hawks, 1966
DE TODOS los filmes de la llamada serie de los ros, que Howard Hawks dirigi entre 1948 y 1970, El Dorado es seguramente el ms redondo. En esta pelcula ya se empieza a intuir el western crepuscular y que toma una distancia irnica con sus personajes: un temido pistolero con una bala cerca de la columna que siempre le deja fuera de combate en el peor momento (John Wayne), un sheriff que se bebi el Misisipi despus de que le rompiesen el corazn (un grandioso Robert Mitchum), pero que sigue siendo el mejor incluso con una resaca descomunal, un joven en busca de una venganza (James Caan) El Dorado destila el oficio de uno de los grandes artesanos del Hollywood clsico y resume todos los grandes temas de un cine del Oeste en el que ya se empieza a intuir una larga derrota.
Grupo salvaje
Sam Peckinpah, 1969
LA FRASE DE promocin de esta pelcula lo deca todo: Cuando ellos llegaron, el cielo se ti de sangre. Sam Peckinpah es autor de un puado de westerns memorables (Duelo en Alta Sierra, La balada de Cable Hogue, Pat Garrett y Billy el Nio) que describen un mundo que se acaba; pero seguramente Grupo salvaje sea su pelcula ms redonda (y sin duda ms influyente, porque desde entonces nos hemos cansado de ver explosiones de sangre a cmara lenta). Este filme habla de los ltimos hroes en un mundo sin piedad, sin nobleza. Tiene momentos de violencia desatada, en los que resulta imposible contar los muertos por minuto, pero sobre todo es la historia de viejos amigos enfrentados porque uno de ellos se ha vendido al ferrocarril. Ya lo dijo Billy el Nio: Los tiempos cambian pero yo no.
14 EL PAS BABELIA 16.07.11
Sin perdn
Clint Eastwood, 1992
CON ESTE FILME, Clint Eastwood devolvi al gnero toda la grandeza de los clsicos, porque logr combinar la tristeza del western crepuscular con las esencias de un mundo que forjaron maestros como John Ford, Anthony Mann o Howard Hawks. Sin perdn condensa una serie de escenas y dilogos inolvidables eres un asesino sin escrpulos, has matado a un hombre desarmado. Debi armarse antes de decorar su saln con mi amigo, pero la columna vertebral de la pelcula son sus personajes: William Muny (Eastwood), el asesino de nios y mujeres rehabilitado, que vuelve al camino por dinero (o tal vez por una causa justa); su amigo Ned (Morgan Freeman); el implacable sheriff Little Bill (Gene Hackman), ms cruel que los peores forajidos; el pistolero Bob el Ingls (Richard Harris)
PENSAMIENTO
T espera sentado
Hoy se nos exhorta por todas partes a que seamos dinmicos y energticos, pero muchas veces las rutinas son las precondiciones del gozo
Por Javier Gom Lanzn
OMO SUELE decirse, no te casas slo con la persona amada sino con su familia y al conocer sta conoces tambin, por va refleja, la tuya propia: aqu el conocimiento redunda en autoconocimiento porque el contraste ilumina la esencia. En mi caso, al intimar con mi familia poltica, tan activa, dinmica y servicial, comprend hasta qu punto la que formbamos mis padres y hermanos era, en comparacin, de costumbres excntricas. Por ejemplo, en mi casa era normal, despus de comer, que cada uno se llevara un libro al saln de estar y que permaneciramos todos sentados en muelles sofs y sillones leyendo horas y horas a pesar del ruido que produca el televisor encendido al que nadie prestaba atencin. Pasado mucho tiempo, quiz toda la tarde, uno de nosotros, cansado, se levantaba para desentumecerse los msculos y en ese minuto le llovan al desprevenido encargos de todos los dems: Ya que te has levantado (y seguan solicitudes de la cocina, el dormitorio o el garaje). Eran los tiempos felices en que nos dejaban ser la perfecta encarnacin del Dios aristotlico: ese motor inmvil que, sin moverse, moviliza a todos los entes a su alrededor. En suma, descubr que mi familia es decididamente sedentaria. Y a mucha honra. Estar sentado. Sentarse, sentirse. Me siento y al punto se abre la flor flagrante de mi intimidad, de la que gozosamente tomo posesin. Comparece ante m el mundo entero y me embriaga una pasin potica y abstracta que no remite a un objeto concreto sino a esa totalidad en presencia. Cuando somos jvenes creemos que podemos apresar el mundo en una nica imagen o plan de accin, mientras que, despus, la experiencia nos ensea que la realidad se compone de fragmentos que no se dejan ensamblar y vemos las cosas separadas donde antes las veamos juntas. La juventud es, pues, sinttica, y la madurez analtica: de ah el placer de sentarse y tratar de recomponer esos trozos sueltos de lo real para, como hace el arte, restituirlos a su unidad originaria, donde son eternamente jvenes. A veces me siento junto a la ventana y contemplo en la calle peatones y coches en agitacin incesante, desplazndose sin parar. Mientras me arre-
llano en mi amena poltrona el espectculo urbano me inspira una meditacin filosfica: Adnde ir toda esta gente? No eran felices donde estaban? Estn seguros de estar mejor en el lugar de destino?. Y me acuerdo del inicio del libro II de De rerum natura, cuando Lucrecio contempla desde la altura, sin inquietarse, cmo se afanan los mortales buscando un camino a su vida sin rumbo. Su maestro, Epicuro, que hizo del placer en el sentido de gozo o alegra de vivir el meollo de su tica y recomendaba no tanto vivir muchos das sino vivirlos buenos y placenteros, distingua entre dos clases de placeres, los cinticos (movimientos del alma como el amor o el deseo) y los catastnicos, inmviles o pasivos, y recomendaba intensamente cultivar los segundos. Entre ellos, el placer de sentarse a la mesa. Junto al recogimiento de quien se halla sentado en soledad hay que poner el goce de compartir comida y bebida con amigos. En la comensalidad est el origen de la sociabilidad humana. Entre los ms grandes progresos de la humanidad se halla la decisin de determinados pueblos, hace casi 10.000 aos, de hacerse sedentarios para dedicarse a la agricultura. Esos pueblos nmadas, guerreros y brbaros, cambiaron las armas por el
arado y as nacieron las ciudades y, con la urbanizacin de la tierra, la urbanidad, la cultura y la civilizacin occidental. Desde entonces los hombres gustan de reunirse en torno a una mesa bien servida porque ese placer de estar sentados juntos es una forma de celebracin de la vida. El simposio griego es slo una de sus ms nobles manifestaciones. Hoy se nos exhorta por todas partes a que seamos dinmicos y energticos y a tener el mayor nmero posible de experiencias: amar muchas mujeres, viajar por muchos pases, probar parasos artificiales, atreverse con excesos nocturnos y en general mudar, anhelar novedades y sorpresas, romper rutinas. Ahora bien, una cosa es acumular experiencias (en plural) y otra tener autntica experiencia de la vida (en singular) y esto ltimo no depende de entregarse a una trepidacin vital ms o menos atolondrada. Hombres de rutinas, que apenas salieron de su pequea poblacin natal, fueron Scrates, Tintoretto y Kant, y pese a ello, nadie negar que los tres conocieron hondamente lo esencial humano, aunque hay que decir que el primero fue culo de mal asiento. Muchas veces las rutinas son las precondiciones del gozo. No hay viaje semejante al de autopertenecerse ni experiencia ms profun-
da que la de vivir y envejecer con plena consciencia de hacerlo, y esto es privilegio del homo sedens. Goethe escribi: En el principio era la accin para contradecir el evangelio de san Juan, que empieza diciendo: En el principio era el logos. Yo pienso que est sobrevalorado el ciego activismo y sin duda prefiero Patmos a Weimar. Porque cuando me siento exclamo: Et in Arcadia ego y me figuro que pocos son los males que hay que temer estando en esa deliciosa posicin. Envejecer es un inconveniente, pero, entre tantos aspectos negativos, hay uno muy esperanzador: la perspectiva de volver a ser motor inmvil como en mi infancia. Afortunadamente, nadie pretende que los viejos sean hiperactivos. Tantos aos afectando un activismo dinmico que en realidad no poseo, aprovechar mi ancianidad para sentarme a mi sabor, sin reproches. Y cuando trate de imaginarme cmo sera una vida eterna, recordar la imagen que una vez evoc el olvidado Eugenio DOrs, quien confiaba verse a s mismo algn da sentado en una nube haciendo dulces objeciones al creador, siendo, por supuesto, lo ms interesante de esta bienaventuranza la expectativa de permanecer sentado por los siglos de los siglos.
Por Salvador Giner LOS ASUNTOS que se nos antojan propios de la modernidad ms madura se prestan a toda suerte de esfuerzos tericos para habrnoslas con ellos. Es lstima que ello acontezca a veces mediante el uso del peregrino vocabulario de la inculta grey de los posmodernos. Cada vez es menos frecuente que aparezcan obras originales, rigurosas e iluminadoras que se enfrenten de lleno con
Ciencias Sociales. Tiene en su haber algunos trabajos que se han hecho clsicos internacionalmente, como su ensayo sobre la sociologa del tiempo o sus reflexiones sobre las clases sociales en Portugal. A partir de l, un mero captulo dentro de un libro sobre la sociedad europea, se ha ido construyendo toda una docta conversacin sobre la estructura social portuguesa, hasta hoy. Una cosa es la naturaleza humana sobre cuya atemporalidad y tozudez el profesor Martins se hace pocas ilusiones y otra muy distinta es su condicin. Experimentum humanum explora esta ltima, tal como se desarrolla hoy en da, entre la esperanza y el riesgo, el arte y la tcnica, el espanto de la guerra nuclear o biolgica y las promesas de remedios medicalizados. Frente a los tpicos y las modas ms o menos pasajeras sobre la presunta sociedad del riesgo, el autor propone una verdadera sociologa de las calamidades en la que los desastres de una modernidad enloquecida por sus propios dioses y quimeras sepa entender y tomar las debidas, estoi-
cas y serenas distancias de tanta falsa solucin fundamentada en experimentos de toda laya realizados sobre nuestras neuronas, genes, y lo que l llama biomedicina tanatocrtica. Naturalmente, si sus anlisis se basaran en la desconfianza en la ciencia, el odio a la tecnologa, la ingeniera gentica y el progreso del conocimiento objetivo general, sera lgico pensar que estamos ante un caso mal disimulado de reaccin ultramontana y encubierta ante lo realmente nuevo (y a veces, bueno) de este mundo. No es se el caso: Hermnio Martins es un lcido representante de un racionalismo muy opuesto al fatalismo y a cualquier ataque oscurantista contra la ciencia. Es uno de los mejores pensadores de los que hoy estn a nuestra disposicin. Su obra, en gran parte aqu recogida, es un buen, un necesario remedio, contra la enfermedad confusionaria de quienes han hecho una industria con su oficio de sermonear contra una civilizacin de la que viven y a la que tanto necesitan para pasar por sabios indignados. E incomprensibles.
EL PAS BABELIA 16.07.11 15
LIBROS / Ensayo
Por ngeles Espinosa ENSAYO. NADA MS fcil ni ms difcil que escribir sobre Irn hoy. Fcil porque ante el reto geoestratgico que plantea el pas, cualquier texto se recibe con anhelo. Difcil porque la tradicional opacidad del rgimen islmico se ha reforzado desde las controvertidas elecciones presidenciales de junio de 2009 con un cerrojazo informativo e intelectual, y hay poco margen para ofrecer no ya un anlisis original sino meros testimonios. Ahora aparecen en Espaa dos libros de sendos periodistas que intentan aportar su granito de arena a ese hueco. El primero, Puedes pisar mis ojos, es una traduccin del francs de la obra de Serge Michel y el fotgrafo Paolo Woods, con quien ya firm China en frica. Michel vivi un par de aos en Irn (de 1999 a 2001) y eso se nota en su acertada descripcin de lo que califica como el reino de las apariencias. Aunque el propio autor confa en el extenso prlogo (82 de las 260 pginas) que su objetivo inicial era escribir una serie de retratos de iranes felices, romper el estereotipo que reduce Irn a un pas de ayatols, la realidad se ha mostrado tozuda. Michel y Woods han superado el encandilamiento del visitante primerizo (Irn no es tan negro como lo pintan) y descubren que el no hay que fiarse de las apariencias debe mantenerse ms all de la segunda y la tercera mirada. Puedes pisar mis ojos se convierte en una sucesin de reportajes que, a modo de las pinceladas de un cuadro, se acercan bastante a la compleja realidad del Irn actual que intentan describir. Hay algn fallo, como dar por muerto a Said Hajjarian en un atentado (pgina 41) cuando en realidad qued invlido como se explica despus usando una transcripcin distinta del nombre (pgina 208). Tambin es improbable que los respetuosos ira-
nes utilicen el tuteo en una frmula tan exageradamente corts para dar la bienvenida a su casa como la que da ttulo al libro. Pero en conjunto el texto resulta tan acertado como ameno. Ms ambicioso y denso, El jardn del fin de ngela Rodicio se remonta al imperio aquemnida para buscar una explicacin del presente en el pasado. La autora utiliza para ello un relato en zigzag que termina siendo confuso. En realidad, es como si hubiera fundido dos textos, el compendio histrico y las notas periodsticas. Sin duda, Rodicio ha hecho sus deberes en la biblioteca, pero resultan ms interesantes las evocaciones y recuerdos personales de sus viajes a Irn que sin embargo se pierden entre las largas citas de otras obras. Tras el meticuloso esfuerzo de documentacin de la periodista, sor-
prende que se hayan colado tantas erratas. Entre otras, dice que Ahmadineyad gan las elecciones en el ao 2000 (pgina 158) cuando no lo hizo hasta 2005; llama central nuclear a la planta de enriquecimiento de uranio de Natanz (pgina 214), o afirma que la condena de Jomeini a Rushdie fue rebajada en tiempos de Rafsanyani (pgina 168) cuando el Gobierno de Jatam se comprometi a no insistir en el asunto, pero una fetua solo puede revocarla la autoridad religiosa que la emite. El texto tambin tiene repeticiones y contradicciones (en una pgina Karrub es progresista, en otra es moderado), pero son sobre todo los borrosos captulos sobre el caviar, los hidrocarburos o la reeleccin de Ahmadineyad los que sugieren la necesidad de una reedicin mejor editada.
fa en libertad; algo que le permiti la fortuna familiar y su propia austeridad. Nunca se cas ni tuvo hijos. En su juventud viaj a Francia y, en la misma localidad en la que naci Descartes, se recluy para componer su primera obra: el Tratado de la naturaleza humana en tres tomos; en l, al igual que Newton hiciera con el universo, Hume quiso establecer las leyes determinantes del conocimiento humano y de nuestras creencias. Descubri que nuestros saberes deben cimentarse en los hechos y la experiencia. Cuestion las creencias humanas ms arraigadas (hasta la de que supongamos que el sol saldr cada maana!) por hallarlas mal fundamentadas en principios inestables. La costumbre, el instinto, las intuiciones y hasta las emociones suelen constituir las bases de lo que pensamos, ms que la razn, que sale malparada con la crtica escptica de Hume: la razn tambin inventa teoras que explican el mundo, pero no por ello han de ser verdaderas. La magna obra inicial se le resisti al gusto de sus contemporneos, mas Hume no se desanim y continu publicando otros tratados filosficos, as como una gran Historia de Inglaterra en varios tomos. Sin embargo, estas obras no le granjearon la fama en vida, y
Hume tuvo ms xito entre sus contemporneos con sus Ensayos, una coleccin de escritos breves de carcter ms liviano, asequibles, amenos, y de magnfico estilo literario, muy claro y corts. Mostraban la cara ms bondadosa e ingeniosa del pensamiento de andar por casa y el sentido comn de Hume. En este aspecto, el escocs fue un digno seguidor de Montaigne, fundador del gnero ensaystico. Los Ensayos morales, polticos y literarios de Hume sedujeron a Kant, Schopenhauer y Nietzsche, igual que continan conquistando a cuantos filsofos se inclinan por un tipo de filosofa mundana (Kant la llam Weltphilosophie) o que exprese ideas concre-
tas sobre el arte de vivir y la comprensin de la realidad. John Holme, amigo de Hume, resumi de maravilla el inters de los Ensayos: Son a la vez populares y filosficos; en ellos se unen, de una manera rara y feliz, la profundidad cientfica y el buen estilo literario. Ello fue lo que sedujo a sus contemporneos que asuman con deleite lo que le bon David (as llamaban a Hume en sociedad) les transmita acerca de cuestiones tan variadas e importantes como: las finanzas del Estado, el dinero y el inters, el poder; el buen gusto artstico y literario o el arte de la elocuencia; el matrimonio y el amor; la modestia, la avaricia; y otros temas tan propios del mbito ilustrado como la supersticin, la religin y la inmortalidad del alma. Hume public sus ensayos en varios tomos que revis durante aos. En castellano contbamos con algunas traducciones de selecciones de ensayos, pero no disponamos de todos. De ah que haya que saludar con entusiasmo este magnfico tomo que ahora presenta Trotta, que recoge tambin textos inditos. La edicin est cuidada en extremo, la traduccin es excelente y el aparato crtico, abundante e informativo. Un acierto editorial. Luis Fernando Moreno Claros
SILLN DE OREJAS
Por
ocasin, empez a imaginarse los horrendos crmenes con los que puebla sus thrillers a partir de las fantasas asesinas que ella misma alberg contra uno de sus exmaridos durante el largo y doloroso pro-
ceso de su divorcio. Hay sublimaciones que merecen un respeto. Adems, me fascina su personaje, la sabuesa Kinsey Millhone, una treintona dos veces divorciada y llena de contradicciones que practica jogging para cuidar el cuerpo y no se resiste ante una jugosa hamburguesa con patatas fritas. Como suele ocurrir con muy pocas excepciones, en su ltima aventura (U de ultimtum, Tusquets), los traductores se han visto obligados una vez ms a cambiar el ttulo original (U is for Undertow, que significa resaca) para respetar el orden alfabtico. Pero eso es lo de menos. Grafton, una estupenda heredera del modo de hacer del inolvidable maestro Ross MacDonald (1915-1983), vuelve a sumergirnos en una intriga absorbente en la que Millhone debe investigar el asesinato de una nia ocurrido a mediados de los sesenta. De ah que en la trama alternen sucesos que tuvieron lugar en aquellos aos con hippies, drogas, amor libre con los que tienen lugar en el tiempo real de la detective, que son los ochenta. Y es curioso: a veces, por una especie de perversin de la proximidad, el tiempo ms cercano se nos antoja ms lejano que el remoto, que resulta ms bien extico. Y es que en el mundo en que se desarrolla la investigacin (finales de los ochenta) todava no se han popularizado los ordenadores y no hay ni mviles, ni Internet. Todo resulta ms artesanal y, en cierto sentido, ms humano. La detective Millhone tiene que investigar en bibliotecas, redactar informes en su Smith Corona y buscar trabajosamente direcciones sin ayuda de Google Maps. Pero el mal es siempre el mismo, ocurra en los sesenta, en los ochenta o en el mismsimo paraso terrenal, en aquella clebre escena inaugural en la que la misgina serpiente (dotada de ojos como carbunclos, segn la descripcin de John Milton) tienta a la mujer y desencadena el castigo y, muy pronto, el primer crimen. Si les gustan las buenas novelas de detectives, aqu tienen una estupenda lectura veraniega.
Alfabeto
Las aventuras de Tintn van a experimentar un espectacular relanzamiento apoyado en una gigantesca operacin publicitaria
RELEO CON placer intermitente los cuatro relatos de Cortzar incluidos en el oportunista y reciclado volumen El perseguidor y otros cuentos de cine (RBA). Volver a leer algo que le gust a uno hace tiempo produce sorpresas. Hoy, muchos aos (y alguna biografa de Charlie Parker) despus de que me deslumbrara, me gusta menos El perseguidor (en realidad una novela corta que comparte ncleo argumental con el Bird 1988 de Clint Eastwood) y ms Las babas del diablo que inspir el Blow Up (1966), de Antonioni o los otros dos breves cuentos de cine que se incluyen: Los buenos servicios, cuya huella puede rastrearse en la pelcula para televisin Monsieur Bb (1974), de Claude Chabrol, y La autopista del Sur, que tanto gust a Godard (Week-End, 1967). Alterno esta relectura cortaziana con la del carioso relato oblicuo del autor (a partir de su biblioteca) que traza Jess Marchamalo en el sugerente Cortzar y los libros (Frcola), una joyita para fans del argentino. Por l me entero de que en la biblioteca del autor de Rayuela no haba ningn libro de Cela. No me choca.
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Cortzar
ARTE / Exposicin
La emocin de la verdad
La esperada exposicin de Antonio Lpez en Madrid, la ms completa realizada de la obra del pintor, se contempla como si se tratara de dos retrospectivas. Una ms fsica, la otra ms conceptual. El suyo es un largo camino hacia la desnudez de la luz
Antonio Lpez
Museo Thyssen-Bornemisza Paseo del Prado, 8. Madrid Hasta el 25 de septiembre
que este trmino implica no slo de superacin, sino de conquista de una mayor ligereza, pureza, decantacin, etctera. Todo lo cual, de ser as, supondra, a su vez, no slo la posibilidad de poder contemplar adnde se dirige Antonio Lpez, sino, sobre todo, cmo, en el fondo, es. De todas formas, Antonio Lpez, con 75 aos cumplidos, de los cuales ms de sesento y transparencia. Una senda, por tanto, asctica: la de no quedarse sino con lo imprescindible: retraerse de los innecesarios gestos subjetivos; despojarse de la distraccin de la golosa materia o del entretenido anecdotario, y, claro, arribar, en lo posible, a la desnuda luz. Desde mi punto de vista, el primer aviso serio que dio Antonio Lpez sobre la direcun rectngulo y una circunferencia, en los que los visajes de la luz, mediante la refraccin acutica o el biselado cristalino, adquieren el podero de la revelacin. Tambin me parece ejemplar de este mismo trance la pareja del dibujo Mara (1972) y el leo Madrid desde Torres Blancas (1974-1982), el primero de los cuales marca la forma futura de tratar la figura con la fuerza intimidante de lo arcaico, sin la menor concesin a la maosera y el sentimentalismo; esto es: con absoluto respeto, mientras el segundo marca, dentro de sus panormicas urbanas, no slo la obsesin de geometrizar el espacio para captar el orden cardinal y rtmico de la ciudad; esto es: dominar su horizontalidad, sino tambin la dimensin vertical del cielo, cuya animacin es una inestable alquimia versicolor de celajes. Y an no me he referido para lo mismo a una obra crucial: el dibujo Estudio con tres puertas (1969-1970), que, como tal espacio vacante, es, sin embargo, desde mi punto de vista, la mejor rplica que se ha hecho a Las meninas, de Velzquez, pero, adems, obteniendo el efecto dinmico, zigzagueante, de la cintica luz. Si en este momento, explicado con estas u otras obras, ya no haba duda de que Antonio Lpez no poda salirse del ral de s mismo, an quedaba otra transicin radical y emocionante. Es la que emprende, tras la retrospectiva del MNCARS, a comienzos de la dcada de 1990 y que alcanza su punto crtico a partir del nuevo siglo. De nuevo, con la espordica ayuda de algunas obras, intentar esclarecer el desafo emprendido. Por ejemplo, considero crucial para esta nueva etapa y, en general, para todas las panormicas urbanas que Antonio Lpez lleva pintando casi durante medio siglo, el monumental lienzo, de 250406 centmetros, Madrid desde la torre de bomberos de Vallecas (1990-2006), obra que se ha replanteado y rehecho durante ms de tres lustros. El progresivo cambio de perspectiva tena mucho sentido porque nuestro pas durante estos ltimos aos, y no digamos la zona elegida por el pintor en esta vista, ha sufrido un cambio enloquecido. De todas formas, al margen de esta situacin incontrovertible del cambio urbano, est el problema de la luz del natural, que Lpez consider idnea al medioda entre marzo y septiembre, pero lo ms interesante fue la decisin de enfocar, concentrando o dilatando la lente, lo que debera ser el campo visual, todo ello, en su caso, sin que la ampliacin del horizonte suponga la prdida del detalle. El dispositivo inicial fue la captacin del eje longitudinal desde Vallecas a la plaza de Espaa, a lo que despus se superpuso la del transversal desde la depresin del Manzanares hasta la plaza de Castilla. Pero la decisin de incorporar la terraza desde donde pintaba, que no slo incorpora el cerca al lejos, sino que crea como un vaco, un abismo, en el primer trmino, est en contraste total con el abigarrado panorama frontal. Aun contado de forma muy sumaria, creo que este embutimiento de todo en apenas un espejo convexo se asemeja a una obra de arte total de la transparencia. Pero an habra que hablar de la serie de cabezas de recin nacidos, que, a partir del leo Carmen (1999), generan una serie indefinida de esculturas de diversos materiales y tamaos, que culminan con Carmen dormida (2006), a travs de los cuales la retraccin de Antonio Lpez se hace girvaga y, digamos, bdica. Ojos abiertos y ojos cerrados: el da y la noche, la vida exterior e interior. En fin, este periodo final, donde la escultura y el dibujo han cobrado mpetu, es el periodo que confirma cmo Antonio Lpez pinta algo ms que la realidad: lo emocionante de su verdad.
CON 129 OBRAS, entre pinturas, esculturas, dibujos y bocetos, realizadas entre 1953 y 2010, al final la tan esperada muestra de Antonio Lpez Garca (Tomelloso, Ciudad Real, 1936) ha resultado ser una retrospectiva. Cualquier exposicin de gran calado en un museo de un artista vivo importante siempre genera expectativas sobre cul ser su definitivo curso. En este caso, al especular por si hubiera sido acotada a un periodo de tiempo concreto, el ltimo, o por si se aadira el contraste de etapas anteriores. Hay que tener en cuenta al respecto que est viva en nuestra memoria la gran retrospectiva de 1993, en la que el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofa lleg a reunir 170 obras, lo que invitaba a pensar que la actual quiz se ciese a lo producido por Antonio Lpez durante estos ltimos 20 aos. Premio Velzquez de las Artes Plsticas en su edicin de 2006, lo que implica segn la normativa oficial la realizacin de una exposicin en el MNCARS, tambin ha podido sorprender que no haya sido as, sino que ahora se exhiba en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid y, luego, en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Sea como sea, teniendo en cuenta que Antonio Lpez no se caracteriza por exhibir su obra con regularidad, tampoco hay que entretenerse demasiado con estas cavilaciones, sobre todo, porque, abarque 60 o 20 aos, se presente aqu o acull, ninguna muestra suya deja de ser una retrospeccin de un largo trayecto, y, en su caso, afortunadamente para l, le sobran museos en el mundo que pugnan por mostrar su obra. Dividida en 10 captulos (se podra decir que siguiendo la norma de la casa, que es el Museo Thyssen, captulos que responden a los siguientes ttulos, un tanto farragosos en el enunciado y contenido: Memoria, mbitos, Madrid, Gran Va, rbol, Desnudo, Personajes, Interiores, Alimentos y Proyectos), lo relevante en ella es la gran divisin fsica que separa, por un lado, lo exhibido en las salas de exposiciones temporales de la planta principal, y, por otro, lo que est ubicado en las correspondientes salas del stano. Es verdad que el criterio de los comisarios, Guillermo Solana y Mara Lpez, ha sido entremezclar gneros, temas y pocas, pero la impresin que recibe el visitante es que, en las segundas, gravita ms el pasado remoto del artista, mientras que, en las primeras, lo hace la obra ms reciente, como si hubiera dos retrospectivas en paralelo. Cada cual puede vivir y valorar esta segmentacin como guste, pero para m ha resultado muy esclarecedora. En primer lugar y si nos dejamos llevar, en efecto, por las primeras impresiones, yo he sentido que la obra exhibida en las salas del stano, donde predominan las pri- Nevera nueva (1991-1994) arriba y Mujer en la baera (1968), leos de Antonio Lpez. meras dcadas de la trayectoria del artista, es como ms fsica, matrica, terrenal, grvida, barroca, mientras que ta de labor artstica ininterrumpida, merece cin irreversible de su camino se produjo la que se muestra en la planta de arriba, la que nos esforcemos en apreciar su obra al aproximadamente en torno a 1970, pero el de las ltimas dcadas, es ms conceptual, margen de los tpicos, sobre todo, porque momento culminante de la irreversibilidad despojada, retroactiva, transparente; en su- es uno de los pocos artistas contempor- del mismo es el que est viviendo desde ma, como ms area. En cualquier caso, es- neos que se ha atrevido a ser, de principio a 1990 y ahora mismo. Cmo explicarlo? Hay tas impresiones personales, incluso si son fin, intempestivo. Un gran solitario, pues. para m dos obras aparentemente muy ilusorias, pueden ayudar a resituar, con un As que olvidmonos del socorrido trmino distintas, pero totalmente interrelacionanuevo sentido, la segmentacin separadora del realismo y de su larga retahla de adjeti- das que explican la primera gran conmode partes, porque, segn pienso, contribu- vos, tradicional, acadmico, espaol, cin. Me refiero a Mujer en la baera (1968) yen a explicar la intensa y dramtica evolu- madrileo, moderno, hiper, fotogrfi- y Conejo desollado (1972): dos cuerpos, dos cin artstica de Antonio Lpez, a desentra- co, etctera, y observemos esa senda suya seres orgnicos, acoplados a dos espacios ar su constante ansia de elevacin, en lo hacia la progresiva retraccin, despojamien- inorgnicos constrictores, respectivamente
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ARTE / Exposiciones
MUSAC CIERRA su temporada con ese mstico del posminimalismo, Fernando Sinaga (1951). Su trabajo se ha visto pocas veces con profundidad en Espaa, y, ahora, en medio del ruido meditico del museo leons donde convergen simultneamente cinco exposiciones de signo muy dispar, la situacin de este escultor zaragozano radicado en Salamanca, donde es profesor, parece haber cambiado. Hoy, la obra de Sinaga encarna la paradoja de la tendencia de muchos directores de museo espaoles en su inters por mostrar la produccin internacional ms contempornea reservando solo algunos espacios ms o menos marginales a la cuota local. En las salas del museo, estas esculturas de laboriosa escrupulosidad forcejean con el espacio mostrando su incomodidad, son simplemente un idilio que no oculta su propia artificialidad. A escasos metros, un aluvin de muestras atiborradas de trabajos espasmdicos, narcisistas y muy pocos utpicos aportan poco ms que su funcin de mediacin entre el ojo (del espectador) y el mundo. La colectiva El grito resume en 27 propuestas de 17 Sediments Sentiments (Figures of Speech) (2007), de Allora & Calzadilla, en la exposicin El grito. artistas internacionales la un tanto, banal idea de la presenron el cine a la vida real y permanecieron cia de este gesto primigenio en la creacin parcialmente ocultos desde la muerte precontempornea. La mayora de los trabajos matura de ambos. As, se exhibe la precursoreunidos por Mara Ins Rodrguez y Sonia ra Observation of an Old Woman (1971), de Hernndez van ms all del cors que les Cointet, y los filmes de Smith I Was a Male otorga el ttulo, y quizs deberamos analiIvonne de Carlo, Normal Love, Flaming Creazar cada uno ms de acuerdo con sus protures, junto a los trajes, sombreros y atrezo pios trminos, en los modelos arquitectque tuvieron un papel protagonista en ellos. nicos a escala de Absalon, las peras de El colectivo Claire Fontaine firma la esbolsillo pequeos auditorios individuacultura titulada P.I.G.S. (acrnimo con el lizados de Allora & Calzadilla, las instaque los medios financieros anglosajones se laciones que interrogan el legado de las refirieron peyorativamente a Portugal, Itautopas modernas de David Malkovic, los lia, Grecia y Espaa despus de la crisis de collages sonoros de Christian Marclay o los pasaportes cinematogrficos expedidos a rados y performances intentan demostrar 2007), un mapa selectivo de Europa hecho que la comedia, en cuanto arma, herra- con cerillas; Irene Kopelman y Mariana Caslos excluidos de Javier Tllez. Menor dispersin encontramos en I Was mienta y estrategia, es capaz de analizar y tillo Deball presentan su particular lectura a Male Ivonne de Carlo. El arte crtico puede desenmascarar el Sistema. Entre los nom- sobre el principio de la quiralidad por enL
En las salas del museo, estas esculturas de laboriosa escrupulosidad forcejean con el espacio mostrando su incomodidad
LLAMADA EN ESPERA /
Por Estrella de Diego
AHORA QUE he conseguido que se pongan ustedes a leer este artculo creyendo que hablar de Leonardo, pienso aprovechar para poner sobre el tapete nuestra escasa imaginacin. Ya ven qu fcil. Basta dar con la palabra adecuada y caemos en la trampa, pues quin podra resistirse a leer sobre el gran maestro, uno de los creadores ms citados de la historia del arte occidental, el ms misterioso, y sobre todo el ms meditico, super trending topic donde los haya? Les dir que aunque me apasiona por lo morboso que siempre le impregna, personalmente empiezo a estar empachada de tanto Leonardo no lo confesar jams en pblico, claro. Estoy harta de que su sombra alargada nos impida mirar al resto; harta de esas excepciones positivas del top ten que nos meten por los ojos sin piedad; harta de nuestra historia del arte que nos impone a los genios, quienes son siempre los ms mediticos, las imgenes ms reproducidas. Aqu radica el secreto y es aplicable a los que dicen que no entienden el arte actual: si hubiramos visto las obras de Joseph Kosuth tantas veces como hemos visto la Gioconda, seguro que no tendramos problema para relacionarnos cmodos con la produccin cumbre del artista conceptual
americano, Uno y tres martillos. As que, menos mal, no es que haya cogido mana a Leonardo: lo que me agobia es la obsesin por no hablar de otra cosa. Lo que me exaspera es nuestra terrible costumbre de preferir el reconocimiento frente al conocimiento. Somos aburridos porque somos previsibles y, ms importante an, vivimos prendidos de las apariencias. Iba pensando estas cosas el otro da, de vuelta a casa despus de haber visitado la estupenda exposicin Tesoros en las colecciones polacas. Siglos XV-XVIII del Palacio Real con un mdico, reputado especialista de paseo por Madrid desde Nueva York, cuyo cuidado me haba encomendado una amiga. Como no saba dnde llevarle antes de cenar, pens que esa muestra era una buena idea incluso para un no especialista al menos podra ver a Leonardo. Todo el mundo, incluida yo que soy una obsesiva, estaba ansioso por ver la obra cuya llegada fue, por cierto, descrita en mayo con un toque estupendo de irona por ngeles Garca en las pginas de este diario: era tanta la seguridad que rodeaba el traslado de La dama del armio que se pareca ms bien al viaje de un microfilme nuclear antes de la cada del muro. En las salas cada mirada y cada atencin
MSICA / Entrevista
La cantante vuelve a las races de la msica norteamericana en un disco que cuenta con BB King, Allen
Cyndi Lauper define el blues como un grito de libertad y de autoafirmacin. Foto: Ellen Von Unwerth
un disco de blues. Estaba trabajando con una pequea empresa de distribucin y era un proyecto totalmente mo, as es que lo asum totalmente. P. Decidi ir a Memphis a grabar el disco y creo que quiso hacerlo con tecnologa analgica R. Lo grab en cartuchos (8 Track), ese formato tan anticuado. Mi ingeniero, el que habitualmente graba mi voz, me dijo que sonara mejor y grabamos dos temas como prueba. Me encant como qued. Luego probamos a varios msicos porque queramos un sonido algo sucio, nada de esas grabaciones demasiado limpias. Tena la opcin de grabar en Misisipi o en Memphis. Eleg la segunda porque me muevo bien por la ciudad, no conoca Misisipi. Necesitaba sentirme bien para poder hacer un disco de puta madre. Me llev a William Wittman porque l ha grabado mi
Creo que el blues, como gnero musical, tiene que ver con las decepciones del amor, pero tambin hay mucha irona, mucho humor
voz desde Shes so unusual. He trabajado con otros productores, pero es que tengo una voz muy extraa, spera y salvaje. Si la comprimes y quitas lo del centro suena como si yo fuese incapaz de cantar. Pero si le aades el centro, todo co-
bra sentido. No tena ganas de pasar por el proceso de aprendizaje con otro productor, lo que prefiero destacar en la grabacin son mis dotes para la comunicacin. As es que Scott Bomar grab la msica y Wittman mi voz. Yo haba escogido las canciones, tuve ocho aos para hacerlo. Temas relacionados con lo que sucede hoy en da. P. Se nota esa eleccin personal porque no son blues que se lamentan de la mala suerte. Son temas de mujeres fuertes, como el que se titula Wild women dont get the blues. R. S, aunque tambin quise escoger canciones con humor, como la de Tracy Nelson, Down So Low. Habla sobre un corazn roto, pero lo que dice el estribillo es que no es que le importe tanto perder a su hombre sino que ser difcil encontrar otro. Yo encuentro eso muy divertido. Lue-
Cuando vi a Springsteen ejerciendo como el Boss me dije: Y yo por qu no soy la jefa? Ya no dejo que los mnager tomen decisiones por mi Me siento inspirada por Rihanna, la admiro mucho. Siento lo mismo por otras cantantes como Kylie Minogue y Lady Gaga
ra su ritmo en ellos. Fue algo mgico, nos puso al borde de las lgrimas. Yo haba puesto delante del escenario una botella de alcohol, como hacen all para ahuyentar los malos espritus. Tenamos una bailarina yo estuve estudiando un tiempo esas danzas espirituales, pero se me daba fatal, lo retomar en otro momento, y en determinado momento el ritmo se abri y ella irrumpi de una manera fantstica. Ah me di cuenta de que cuando los conquistadores llevaron desde frica a todos esos esclavos, pudieron quitarles todo, menos el ritmo. Ese es su poder. Desde entonces el ritmo en nuestros conciertos es ms abierto, est ms vivo. Es como haber convocado el espritu de la msica y llevarlo con nosotros en este viaje. P. Tambin colabora Allen Toussaint. R. Fui al estudio de Allen Toussaint y mientras lo escuchaba tocar me pregunt: qu tipo de productor puede tener a alguien de semejante talento y no aprovecharlo al mximo. Es uno de los mejores pianistas del mundo, una joya, un tesoro. No puedes darle una cancin que cualquier pianista podra hacer. Necesitbamos una cancin que lo hiciera brillar y adems que estuviera tambin BB King. Elegimos para ellos Early in the morning y desde el primer momento tenamos a la gente en el estudio bailando como locos. Un tema muy cuco. P. Por lo visto el espectculo no deja de evolucionar. R. No, y hay ms. Cuando actuamos en el festival de Nueva Orleans, ped a mi mnager que contactara con The Rising Star Band, un grupo de flauta y tambor. Como no haba pruebas de sonido los llev a mi habitacin de hotel, llam a mi percusionista y puse a todos a tocar. Son
go lo que dice la cancin de BB King: Te di siete hijos y ahora me los quieres devolver. Creo que el blues, como gnero musical, tiene que ver con las decepciones del amor, pero tambin hay mucha irona, mucho humor. De todas formas, BB King es una persona extraordinaria y su presencia es siempre estimulante y alegre. P. Cant con l en el estudio? R. No (dice con decepcin), no fue posible. Es lo que yo quera, pero no pudo ser. P. Una lstima R. Hay una historia detrs. Cuando estaba en la universidad no tena ni idea de lo que iba a hacer despus. Estuve en cuatro institutos diferentes y al terminar no era capaz ni de redactar un trabajo. En la universidad me dediqu a ser dj, y eso me ayud a conocer ms msica y estudiarla. Desafortunadamente mi voz hablada era terrible, as es que montaba los shows con
efectos sonoros, pelculas y msica en una especie de historia. Con eso viaj por la noche americana, como dicen mis amigos. Iba a muchos conciertos y uno de ellos fue de BB King. Me acerqu a l despus y le estrech la mano, pero estaba tan asustada que no atin a hablar con l, ni siquiera me atrev a mirarlo a los ojos. A los 18 o 20 aos te pasan esas cosas. Despus de grabar este disco, cuando se lo agradec, pens que en realidad s haba una conexin entre nosotros, porque en esa poca, cuando yo no saba qu hacer en la vida, estrechar su mano fue como sellar el pacto que me llevara a la msica, a dedicarme de lleno, sin red. Por eso toda esta aventura de adentrarme en el blues ha sido muy profunda. P. Parece que tambin la ha llenado de energa. No puede evitar bailar en escena. R. Si llamas a eso bailar Cuando fui-
PURO TEATRO
Por
Marcos Ordez
Tom Brooke y Jack Laskey, en una escena de I am the wind, de Jon Fosse. Foto: Simon Annand
dida y el cuerpo varado de Gene Hackman al final de La noche se mueve o como Teramene contando la cada de Hiplito. Resuena la voz del muerto: Ya no tengo miedo ya no peso me he ido con el viento soy el viento. Podando las repeticiones, podra ser un buen cuento corto, un cuento de Hemingway o Carver. En teatro dura 65 minutos que se hacen largos por sobrecarga de pausas. Podramos leer el texto en casa, en apenas media hora. Qu es lo que nos lleva al teatro? De entrada, el reclamo de Chreau, de quien haca tiempo que no veamos nada y que con I am the wind firma su primer espectculo ingls, una co-
Una frase en off se repite, obsesiva: No quera hacerlo pero lo hice. Saba que pasara y pas
produccin entre el Thtre de la Ville y el Young Vic, donde lo estren en mayo. Es su segundo Fosse esta temporada (el pasado
invierno mont Rve dautomne en Pars), un poco en la estela de su pasin por Kolts en los ochenta. Nos atrapa tambin la deslumbrante y muy cinematogrfica escenografa de Richard Peduzzi, que a los veinte minutos hace brotar una tonelada de agua de lo que pareca una lechada de cemento, y de ese desbordado charco emerge la balsa entre ruidos de oleaje y chillidos de gaviotas, una balsa que sube, baja, y no para de moverse, mimando las sacudidas de una travesa cada vez ms embravecida y obligando a Brooke y Laskey a buscar un constante y casi circense equilibrio. Desde luego que es espectacular, pero me temo que I am the wind puede quedar reducida a la funcin de la balsa que se mueve. Por otro lado, el artefacto requiere un amplio espacio y la distancia dispersa la energa: yo creo que en un teatro ms ntimo, con el pblico ms cerca, estos intrpretes y este director podran hacer que la historia nos cortara el aliento y que nos imaginramos todo, la isla, el viaje, la borrasca y el salto, como nos hemos venido imaginando siempre el periplo de Gloucester y Edgar sin necesidad de llenar el escenario de acantilados. Porque la direccin de Chreau es milimtrica y sus actores intenssimos: te hacen ver fsicamente la despersonalizacin, el miedo al abismo, y el dolor extremo de no poder alcanzar al otro, el dolor que surge cuando el amor es impotente. No quisiera restarle mritos a Jon Fosse, pero la fuerza y los sentimientos de todo lo que he contado antes me vinieron mucho ms, creo yo, de las miradas y gestos y abrazos de los actores que del texto, demasiado esquemtico y reiterativo. Quizs esa fuerza est plenamente en sus palabras, como un carbn que ha de calentarse, y yo no he sabido verla. Conozco poco el teatro de Jon Fosse; har aos vi otra obra suya de la que he olvidado hasta el nombre. Curioso que aqu se le haya montado tan poco, porque este noruego tentacular, rebautizado como el Beckett del siglo XXI (qu mana, con la de aos que quedan) ha escrito cuarenta libros y otras tantas piezas de teatro, y en Europa, dicen, se han hecho nada menos que novecientas producciones de sus obras. Chreau hizo bien negndose a resumir I am the wind en la rueda de prensa, a contar de qu va, esa pregunta tan enojosamente repetida y tan difcil de contestar. No me convencen tanto las palabras que ha escrito en el programa de mano: El accidente final trae la calma y la paz: finalmente, la ligereza. Dice accidente para no decir suicidio, pero es lo mismo. Me parece a m que morirse nunca es un buen negocio: a los prximos no les trae ni calma ni paz ni ligereza, y lo que le trae al muerto difcil es saberlo.
que no pueden recibir una educacin en las escuelas pblicas, los que tenemos que acudir a un hospital del Norte para recibir cuidados, los que pagamos impuestos entre miles que evaden el fisco. Todo aquel que con su accin cotidiana se revela contra este empobrecimiento de derechos, que acaba siendo un empobrecimiento mental, tras 20 aos de videocracia. Ironizar sobre los vicios colectivos y las pequeas virtudes de su tierra es algo central en sus textos, lcidos y embebidos de actualidad, hasta cuando hablan de algo tan personal como la muerte del padre. Mandaci una cartolina (2010) regala un fresco despiadado y burln del Bel Paese: Qu viva Italia, el calcio y la testosterona, los trapicheos y las putas presas de la hormona; a nosotros nos gusta la televisin. Entre los
xitos, ya clsicos de la cancin de autor autctona como Lultimo bacio, Confusa e felice, Leccezione, Per niente stanca acoge dos temas inditos. Guarda lalba, escrito por el colega Tiziano Ferro, retrata una celebracin dulce-amarga de la Navidad, con el corazn que vuelve a arrancar tras un amor fallido. Su contrapeso poltico es AAA Cercasi , que crucifica a un pas donde mrito y carrera no valen nada, donde una mujer sobresale solo si es atractiva, dulce y servil. Creo que la conducta del premier favorece la instrumentacin del cuerpo femenino. Como embajadora del telfono rosa [el nmero de denuncias de violencia machista] s muy bien que los delitos contra las mujeres estn subiendo de forma preocupante, comenta. El tono se vuelve suave y pausado cuando
habla de su Sicilia. En Catania se respira un aire nuevo. Hemos montado un grupo de msicos, artistas figurativos, bailarines, personas honestas y preparadas que quieren producir de forma sana y limpia, que desean rescatarse del lastre de la mala fama. As como su amigo, maestro y colaborador Franco Battiato, Consoli es una apasionada de Sicilia, la tierra donde turcos, judos y cristianos se estrechaban la mano, donde la diversidad era riqueza, canta en A finestra. Su msica est suspendida entre contaminacin y memoria. Considero fundamental la recuperacin de la tradicin popular. Luego puedo sumergirme en otras culturas y sonidos. Per niente stanca lo confirma, luciendo colaboraciones con el explosivo serbio Goran Bregovic y la africana Angelique Kidjo.
Per niente stanca. Universal. www.carmenconsoli. it. Carmen Consoli actuar maana, a las 22.30, en La Mar de Msicas. Cartagena. www.lamardemusicas.com.
CUENTO EN CADENA
cer sus plazos con el repiqueteo incesante del tiempo. Sus ojos estaban abiertos y sus manos crispadas sobre la madera buscaban algn atisbo de luz y esa tibieza rezagada del fantasma del crepsculo. Trat de fijar la mirada en aquel resplandor perdido, pero todo estaba tan brutalmente anochecido!
muertos. El padre fastidiado, la madre generosa, el abuelo arruinado; estaba incluso la ta Judit, con su pamela rosa y su expresin de merecer algo ms.
Entonces el fantasma esconda calendarios y relojes. Siempre traa nuevos trucos y juegos de manos. A veces haca brotar plantas con flores brillantes de un perfume conocido, pero difcil de identificar, que espesaba el aire. Otras veces moldeaba vapores insinuando figuras que quedaban flotando por la habitacin durante toda la noche. Las figuras iban cambiando de forma, bocetaban recuerdos, inspiraban historias, sugeran pensamientos.
No vea nada. Empez a manotear desesperadamente mientras tomaba conciencia de su ceguera. Tropez con un mueble o algo que no supo reconocer. De pronto sinti los brazos firmes de alguien que la sujetaba por los hombros y le echaba un aliento de calma en los odos. No eran palabras, pero lo comprenda. Ven conmigo, djate llevar, deca l sin hablar. No, de aqu no me muevo, grit ella aterrorizada. Una fra corriente la envolvi y la arrastr violentamente, a una velocidad sideral, hacia quin sabe dnde. Los brazos de l la seguan sosteniendo con la calidez de un suspiro.
Desvi la mirada hacia el reloj de una mesa, marcaba una hora en punto: de la tarde o de la madrugada, de ayer o de maana se pregunt; junto al mismo reconoci a su visitante, con gesto sereno le tenda una vaporosa mano, invitndo-
en su ejecucin. Un buen artista que supo sacar lo mejor de ella. Un paisaje anodino detrs realzando la personalidad que penetraba al mirarlo. Lo recorri centmetro a centmetro, no necesitaba ni verlo. Entonces era ms o menos feliz, como siempre, como cualquiera. El peinado, el vestido, todo acertado, nada especial. La mirada segura, sintindose querida. Nada amiga de las joyas excesivas, slo su eterno anillo an acariciando su dedo. El colgante de repente todo se hizo ms claro. El colgante de ta Judit!
Sus ojos estaban abiertos y sus manos crispadas sobre la madera buscaban algn atisbo de luz y esa tibieza rezagada del fantasma del crepsculo
la a avanzar entre una mesa y el reloj. Caminaron hacia otra estancia, donde haba un murmullo de voces que le resultaban familiares, all estaban sus amigos y algunos parientes que haca tiempo no vea, todos ellos con gesto triste y revestidos con prendas oscuras; observaban un retrato de ella sobre el alfizar de la chimenea.
Era un camafeo chino de jade y plata. Se lo haba trado de regalo en uno de sus viajes por Oriente. En su interior se esconda un reloj. Segn su ta era una pieza muy antigua y apreciada. Posea propiedades mgicas. Nunca hizo caso de aquellas supersticiones y en pocas ocasiones lo luci, aunque le supo mal perderlo. El murmullo de voces familiares se haba ido apagando, ya no estaban, haban desaparecido y el fantasma con ellos.
Esa noche quiso hacerle una broma; escondi, antes de que el fantasma llegara, los relojes de la sala y el calendario que estaba sobre el escritorio. No abri la puerta, apareci iluminando el saln desierto con el destello de sus luces. Merode un rato desconcertado. Entonces sucedi algo inesperado; la luz de su frente comenz a titilar y la de su boca se apag totalmente. Ella se angusti, intuy que haba hecho algo que poda quebrar ese hermoso sortilegio que esperaba todos los das cuando el sol se ocultaba. Corri hacia el escritorio, restituy el calendario y los relojes.
No supo si fueron horas o das los que viajaron. Cuando finalmente l la hizo comprender que haban llegado a su destino, ella sinti de nuevo la tierra firme bajo sus pies. La casa era parecida a la suya pero, al mismo tiempo, diferente. Los colores de las cosas cambiaban de un segundo al otro como si tuvieran prisa. Cientos de objetos cubran las paredes y el techo. Dnde estamos?, pregunt ella. Bienvenida al destiempo, oy que alguien contestaba. Lo busc por aquella locura de lugar, pero no pudo distinguirlo de los otros fantasmas que all moraban.
Esper impaciente unos segundos hasta sentir que desde su garganta vena esa respiracin jadeante, de vieja enferma, que sonaba al comps de aquel reloj grande, de madera, que ahora volva a estable-
Pero, si no pudo distinguirlo, fue porque los dems lo ocultaron, como si no quisieran que ella lo reconociera, o como si, se hizo evidente en un instante, tuvieran ms derecho que l a ser reconocidos. La casa era mucho ms parecida a la suya de lo que haba podido ver en un principio: era realmente su casa, slo que estaba poblada por sus muertos y por las pertenencias de toda una vida de sus
Volvi de nuevo la mirada hacia el reloj. Tantos relojes, pens Pero ste tena agujas, y las agujas se mueven Y si fueran verdad todas esas tonteras que haba escuchado durante aos: el tiempo se puede parar, incluso podemos volver atrs, entonces retrasarlo, pero cunto? Cundo fue que el fantasma empez a visitarla? No fue el mismo da que le hicieron el retrato de la chimenea?
Puede usted pasar, le dice la recepcionista. Las cinco y media en punto en el reloj de pared de Ikea, modelo Bravur. La fecha bien visible en el calendario de mesa de Intermn Oxfam. 10 de enero de 2011. La enfermera sonre esperndola en la puerta. El pasillo con diplomas enmarcados. En el escote de la doctora, ya con la mascarilla puesta, se balancea un osito de Tous. Sus ojos insensibles. El fogonazo de halgeno en la cara y, un minuto despus, el pinchazo de la anestesia. Dios mo, por favor, haz que salga de sta.
El inicio y el ttulo del Cuento en cadena son de ngeles Mastretta. Segundo prrafo: enviado por Victoria Garrido. Tercero: Beatriz Eugenia Oliveira. Cuarto: Andrea Castillo Sandoval. Quinto: Ramn Santiago. Sexto: Cristina Jurado Marcos. Sptimo: Salvador Romera. Octavo: Anselmo Trpaga. Noveno: Lourdes FernndezPacheco. Dcimo prrafo: Jess Orera. Undcimo prrafo: Magdalena Carrillo Puig. Final escrito por Luis Magriny.
EL PAS BABELIA 16.07.11 23