Valla Las Elegancias
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es que puedo contestar por mis huspedes. Pero prepara dos banquetes: uno para el cuerpo, otro con el que resta blezcamos nuestras mentes. D icho esto, nos volvimos y Roberto nos acompa hasta el Puente Viejo.
Los Dialogi ad Petntm Histrum fueron publicados, coa traduccin italiana, por E. Garin, en Prosatori lathdd Quattrocaito, Miln y aples, 1952, pp. 44-98, quien sigue el texto es tablecido por Hans Barn en Leonardo Brimi Aretino. Humaniztiscb-pbilosopbische Schriften mit einer Chmiologic seiner Werke und Leipzig y Berln, 1928.
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LAS ELEGANCIAS
por
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fs.
Cuando me detengo a contemplar, como me sucede con f frecuencia, las hazaas de nuestros antepasados, ya sean V :reazadas por los reyes o por el pueblo, me parece q u e :' nuestros compatriotas han superado al resto, no solo por ; la amplitud de sus..dominios,.sino tambin por la difusin de la lenguai Pues, efectivamente, los persas, los medos, v los asidos, los griegos y muchos otros han hecho conquis- % tas a lo largo y ancho; algunos imperios, aunque menores | en tam ao al de los romanos, consta que perduraron du- rante mucho ms tiem po. Sin embargo, ninguno extendi. " su, propia lengua como los romanos, quienes, dejando de i lado aquellas tierras italianas llamadas antao M agna G re- cia, Sicilia (perteneciente tam bin a esa regin) y la penn- r -sula itlica entera, en breve espacio hicieron la lengua de ^ Romallamada latina por el Lacio, donde est Roma f clebre y poco menos que reina por casi todo el occiden- :J te, en las regiones septentrionales y en parte no pequea de Africa. P or lo que respecta a las provincias, las ofrecie- S ron a los hombres como ptima cosecha de la que sacar ~ simiente; fue este un acto m ucho ms preclaro y espln- dido que la propia constitucin del imperio. C iertam ente,a iquienes"acrecientan el im perio suelen:recibir grandes ho nores y se les da el nom bre de emperadores; mas los que .
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' aportan algn beneficio a los hombres deberan ser cele,! brados con elogios dignos, no'ya de los hombres, sino ms bien de los dioses, porque han actuado no solo en favor de la grandeza y la gloria de su propia ciudad, sino del prove; chb y el Bienestar de la humanidad enteran As como nuestros mayores superaron a todos los dems en la gloria mi: litar y en otras muchas cosas, en la difusin de 3a lengua se : superaron a s mismos; tanto, que casi abandonado el im perio terrena], se unieron en el cielo a la asamblea de los dioses, i Acaso se-considera que mientras Ceres por des- cubrir el trigo, Baco el vino, M inerva el aceite, y muchos otros por realizar descubrimientos semejantes en benefi cio del gnero hum ano son merecedores de un lugar entre los dioses, es m enor m rito haber hecho llegar a todas las naciones la. lengua .latina, mies ptima y verdaderamente divina, alimento no del cuerpo sirio d e l espritu? Esta fue la que form a aquellas gentes y a todos los pueblos en las artes que lL.rn;miiberales;esta la que instruy las mejores leyes; esta la que abri camino a la sabidura; en fin,.fue esta 3a que impidi que se les siguiera llamando brbaros. Por consiguiente, quin que sea un juez justo no ante pondr a aquellos que alcanzaron la fama en el cultivo delas letras a quienes lo hicieron llevando a .cabo espantosas ^ guerras? D e estos dirs que su com portam iento fue digno ,^de un rey; mas dirs con toda justicia que son divinos ^ aquellos otros, los cuales no se limitaron, como es huma_ no, a acrecentar la repblica y la majestad del pueblo ro' mano, sino que a manera de dioses buscaron el bien de todo el orbe. Tanto ms cuanto que quienes aceptaban - nuestro dominio, perdan el suyo y, lo que resulta ms \- amargo, se vean despojados de su libertad, aunque quizs ;y no se sentan agraviados por ello: com prendan que la len;; gua latina no iba en detrim ento de la suya; al contrario, de %alguna manera la mejoraba, de igual forma que descubrir
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el vino no significa dejar el agua, ni la seda la lana y el lino, | ni el oro rechazar la posesin de otros metales, sino que f ; descubrir estos mjevos materiales supone un increm ento . para los otros bienes, &s como una, gema no afea el anill de oro ei que est engastada, sino que lo adorna, de igual ' inbdo nuestra lengua aporta esplendor a las lenguas vern culas, no se lo resta. Y no impone su dominio con las a r - ; mas, ni con la crueldad, ni con la guerra, sino con el bien, el amor y la concordia. P o r lo que se puede conjeturar, la raz, por as decirlo, de este hecho se encuentra en lo si guiente: primeramente,' en que nuestros mayores cultiva ban maravillosamente todo tipo de estudios, de m odo que en verdad nadie destacaba en las armas a menos que pri- f mero sobresaliera en las letras, So cual no era precisamen te pequeo estmulo para la emulacin en una y otra dis ciplina.* E n segundo lugar, ofrecan premios realm ente eminentes a quienes profesaban las letras. Por ltimo, ex hortaban a todos los ciudadanos de la provincia a hablar latn tanto en las provincias como cuando se hallaban en * Roma. V. Para qu decir ms; con sto baste ? propsito de la comparacin entre la lengua latina y el im perio romano. De ste se deshicieron hace ya tiem po las gentes y las na- ' iones como de pesada carga; a aquella la han considerado ^ ms suave que cualquier nctar,, ms;,brillante que.cual-5 quier seda, ms preciosa que el oro y que todas las piedras' preciosas, conservndola, entre ellos casi ,como un dios" bajado del cielo. G rande es, por tanto, el sacramento de lalengua latina, grande es sin duda el espritu divino que ha | hecho que los extranjeros, los brbaros, los enemigos la custodien con pa religiosidad a lo largo de los siglos, de fj modo que no debe ser motivo de pesadumbre, sino de ale- | gra para nosotros, los romanos, como tambin de que nos E gloriemos ante el orbe entero que nos escucha. Perdimos f
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Roma, perdimos el imperioy_el poder; y, sin embargo, no f fue por culpa nuestra, sino del tiempo, aunque cierto es? que con este esplndido dominio continuamos m na-sdo, en gran parte del mundo. N uestra es Italia, nuestra la Galia, nuestra Hispania, Germania, Panonia, Dalmacia, Ilril; co y muchas otras naciones: all donde estuvo e imperio rom ano domina la lengua latina. Que vengan ahora los griegos a jactarse de su abundancia de lenguas! Ms vale la nuestra siendo una sola, aunque pobresegn algunos quieren , que cinco de las suyas, de una gran riqueza si hemos de creerles. M uchos pueblos tienen, como casi ni ca ley, la lengua de Roma; en Grecia, siendo una, lo que resulta vergonzoso, no hay una sola lengua, sino muchas, tantas como facciones en una repblica. Los extranjeros convienen con nosotros en la lengua; los griegos no pueden ponerse de acuerdo entre ellos sin que tengan la esperanza de convencer al otro de que hable en su lengua. Sus escritores se expresan en modalidades diferentes: en tH 'co, en clico, en jnico, en drico, en una kon; los nues tros es decir, los de muchas nacionesno hablan sino la?? 5 tn! E n esta lengua se tratan todas las disciplinas dignas de i u n hom bre libre, que los griegos, en cambio, exponen en f m ultitud de lenguas. Y quin ignora que los estudios y las |j disciplinas florecen cuando la lengua posee vigor y se mar| chitan cuando aquella decae? Quines han sido en verdad }; los filsofos, los oradores, los juristas y, finalmente, los es| critores ms destacados sino aquellos que se esforzaron | al mximo en expresarse correctamente? Pero el dolor me; : impide aadir ms y m e lacera y me empuja al llanto, vien-, ' do desde qu altura y cun bajo ha cado la facultad de i r v lengua. Qu literato, qu amante del bien comn refrenarias lgrimas vindola en e mismo estado en el que un - k estuvo Roma ocupada p o r los galos? Todo saqueado, incendiado, asolado, apenas permanece en pie el Capito78
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lio.'H ace ya siglos que no solo no se habla latin ism o quepara colmo casi no se com prende ledo. .Como resultado, los estudiosos de la filosofa no entienden a los filsofos, .' los, abogados a los oradores, los leguleyos a los juriscon sultos,}' los restantes lectores no han entendido ni entien- < den los libros de la Antigedad, com o si tras la cada del imperio romano ya no fuera apropiado ni hablar ni saber lai tn, dejando que el descuido y la herrum bre apaguen aquel esplendor de la latinidad.' Los hombres prudentes han hallado diversas explica ciones para este hecho, spbr.eJaA.que-yo no me atrevo, a 1 'pronunciarm e claram ente aterca.de si son ls -adeciadas ^ o. no; n i tampoco sobre, por qu razn las artes que estn prximas a las liberales, como-la pintura, la escultura,y-la'arquiteetura, despues.de haber sufrido, un declive tan p ro -s longado que parecan casi tan m uertas.com o las mismas letras, ahora rem ontan y renacen, y si florecer una co se-< cha tan abundante.de obras -artsticas como de hombres de ., letras. Ciertam ente, tanto cuanto fue infeliz el tiempo pasado, en el que apenas se encontraba un hom bre docto, ; tanto ms debemos congratulam os de nuestra poca, en la ! ,': cual, con un poco ms de esfuerzo, confo en que pronto :. restauraremos la lengua de Roma mejor an que la ciudad, < ; y con ella todas las disciplinas.Por^ello*,por m i amcjra M la patria, que se extiende a la humanidad entera, y por la, m agnitud de la empresa, quiero exhortar y convocar en voz* alta a.la com unidad de los estudiosos de la elocuencia 4 y, corno suele decirse, tocar a batalla,-Hasta cundo, oh ciudadanos romanos (as llamo a los literatos y a los que f: cultivan la lengua latina, porque ellos solos y verdaderam ente son quirites, verdaderos poseedores de la ciudada- na; los dems, en todo caso, habra que llamarlos m ejor f emigrantes), hasta cundo, digo, oh quirites, dejaris e n f m ano de los galos vuestra ciudad, a la que no llamar sede |
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del imperio, mas s madre de las letras? Es decir, hasta cundo permitiris que la latinidad permanezca oprimida por la barbarie? Hasta cundo asistiris con ojos indife rentes y casi impos a esta completa profanacin? Hasta que no queden ya sino los restos de los cimientos? Alguno T de vosotros escribe libros de historia: eso es como residir en Veyo. O tro traduce del griego: eso es como vivir en Ardea. O tro compone oraciones, otro poemas: eso es de fender el Capitolio y la ciudadela. Empresas ilustres, cier to, y merecedoras de no pocos elogios, pero de este modo no se expulsa al enemigo, no se libera a la patria. Camilo es quien ha de ser imitado; el que, como dice Virgilio, de vuelva las insignias a la patria, restablecindola. Su valor sobrepasa tanto al de los dems que sin l no podran sal varse los defensores del Capitolio, Ardea o Veyo. As ocu rre ahora, y los restantes escritores se vern no poco soco rridos p o r aquel que componga alguna cosa en latn. Yo, en lo que me toca, im itar a Camilo. El me da ejemplo: reunir cuantas fuerzas tenga para form ar un ejrcito al que guiar contra el enemigo tan pronto como pueda; yo marchar en primera fila para animaros. Luchemos, os lo niego, en este honorabilsim o y bellsimo combate; y ha gmoslo para rescatar a la patria de los enemigos, pero tam bin para v e r quin sobrepuja ,a Cam ilo en la batallan Bien difcil resulta, es verdad, destacar como l destaca, en mi opinin el mayor de todos los generales, llamado con toda justicia el segundo fundador de Roma desde Rm ulo. Esforcmosnos cuantos podamos en esta empresa, para que al menos entre muchos consigamos lo que uno solo logr. Con todo, deber llamarse legtima y verdadera mente Camilo quien la lleve a cabo con xito. D e m solo puedo afirmar que, como no creo que llegue a alcanzar tal mta, he escogido la parte ms difcil y la regin ms rida ccin el fin de impulsar a los dems a que persigan esta tarea 8o
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con mayor ligereza. As pues, estos libros no contendrn nada de lo que los restantes autores han tratado, al menos aquellos que jios han llegado hasta ahora. Y con esos bue nos augurios, demos comienzo a nuestra obra.
He tratado hasta aqu acerca del nom bre y del verbo y del ~ j participio, que deriva de los dos anteriores. Ahora hablar J f de las otras partes del discurso, de sus propiedades carac- & tersticas y despus de los elementos que las componen. $ Antes de proseguir, he de confesar que no faltar quien juzgar despreciable esta disertacin sin haberla ledo o o haberla tenido siquiera en sus manos. Sin embargo, esos |f no com prenden en absoluto lo que la Antigedad ha dic taminado lo que es digno de ser recordado, de manera qui, condenan a la misma Antigedad, en parte por negligente, sg en parte por ignorante, por haber pasado por alto lo quejjf a mi parecer, en cambio, antao se conservaba como tra dicin. O peor, si aceptamos ambas faltas, entonces somos 5 objeto de reprobacin tanto yo por ensear banalidades y minucias que no merece la pena recordar, como los anti guos, en todo perfectos y expertos, por no haber sabido prever qu tenan que traspasar a las generaciones siguien tes. Para responder a la prim era objecin dir que no veo yo por qu habran de considerar esta materia indigna de s Csar, que escribi sobre la analoga, o Msala, que dedi c. volmenes enteros a cada una de las letras; o Varrn, que trat de cuestiones etimolgicas muy particulares; o M arcelo y Pompeyo, que estudiaron la lengua latina; o Aulo Gelio, que ejerca casi como censor pblico de las letras y consideraba que haba hecho una observacin re levante, entre otros, a Cicern porque le hizo notar que
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haba escrito explicavenmt por expliciienint y esse in bostium potestate por potestatem, cosas que admito que seran indignas de mi obra; o M acrobio, mulo de Gelio, que parece haber escrutado todos los libros para reunir, en la medida de sus posibilidades, todo aquello de la lengua latina digno del odo humano; o aquella especie de triunvirato, Donato, Servio y Prisciano, de los cuales los eruditos no pueden decidir cul sea el principal, y que yo tengo en tanta esti ma, que todos los que escribieron posteriorm ente sobre la lengua latina me parece que balbucean: entre ellos el pri m ero es Isidoro, el ms presuntuoso de esos iletrados, que como no saba nada, todo lo quera ensear. Tras l vie nen Papias y algunos an ms incultos, como Ebrerardo, Uguccione, el autor del Catholicon, Aymo y otros que no merece la pena mencionar, que por un alto precio ensea ron a no saber nada, acrecentando la estulticia de sus dis cpulos. Paso por alto a muchos ignorantes, cuyo nmero es incontable, as como a los doctos, entre los que se en cuentran Pediano y Victoriano, de los cuales, uno comen t los discursos de Cicern, el otro sus obras retricas, si bien el prim ero precede con mucho al segundo tanto en antigedad como en doctrina. P o r ltim o, no veo por qu alguien que escriba sobre gramtica y lengua latina deba considerar tales cuestiones menores en su tarea, cuando no hay nada tan imprescindible en la gramtica y en la la tinidad, como podr verificarse en el siguiente libro. Sien do as la cosa, dir acaso que los he omitido por negli gencia o ignorancia? D e ninguna forma. Sin embargo, los libros de G. Csar y de Msala se han perdido por culpa del tiempo; ios de Varrn sobre la len gua latina se han encontrado a medias, aunque en ellos a lo mejor se halla lo que yo enseo. Los dems puede que consideraran que no haban de tratar cuestiones de las que saban que ya se haban ocupado sus antecesores. En fin,
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de muchos escritores no ha llegado hasta nosotros ni el re cuerdo. Pero que no espere alguno que diga aqu que no resulta denigrante para nuestros predecesores que los que han venido despus hayan aadido algo a los hallazgos de aquellos, que los antiguos no han barrado nunca el cami no a ninguno, que nada ha alcanzado la perfeccin y que todos no pueden hacerlo todo. N o repetir lo que dice Prisciano, que los ms antiguos autores de gramtica estn equivocados del todo y que los ms recientes les sobre pasan, y de largo, en saber y en diligencia. Al contrario, dir-puedo verdaderamente afirmarlo que he compues to esta obra, no por voluntad propia, sino incitado por el consejo de hom bres sum am ente prudentes y muy que-^ ridos, sobre todo de Aurispa y Leonardo Bruni: Ellos cul- s tivaron mi inteligencia, uno ensendome a leer griego, el otro a escribir en latn; aquel haciendo de maestro, pues a m solo daba clases, este corrigindom e; considero f a ambos como si fueran mi padres. Les puse al tanto de mi propsito por separado, dndoles a conocer partes de E mi obra; los dos, cada uno por su cuenta, me han animado | a finalizarla y a que la publique bajo su responsabilidad, de g modo que, de hecho, no habra podido oponerm e a su > autoridad, si es que hubiera querido hacer tal cosa. Pero, como suele decirse, me impulsaron a apresurarme. Oh.. 'varones. os de alabanza, merecedores de las letras y de los letrados 1Voso tros,no; temis que otros lleguen a don de habis llegado, aun^oe sea labor ardua; a! contrario,'ex-; horris, animis y, casi extender la mano al que empieza. Por ello, a cuantos se preguntan sobre mi atrevimiento y se adm iran de l querra responderles que esta obra ha na cido y ha salido a la luz por consejo de egregios varones. En lo que respecta a mi ambicin, cul sera mi pereza y mi dejadez, si dejara que otro me preparase el camino para la gloria, cualquiera que esta sea? Porque hay algunos que
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| han insertado en sus obras las cosas que han aprendido de | m, bien porque me las han odo decir a m directam ente o '<a travs de alguno de mis discpulospues nunca he he,; cho un secreto de mis conocimientosy se han apresuram do a publicarlas, de modo que parezca que ellos las descubrieron antes. Pero las propias cosas han puesto de 4 manifiesto a qu dueo verdaderamente pertenecen. Cuan do por amistad me puse a leer un opsculo de uno de estos en su presencia, encontr ciertas ideas mas en l y me di cuenta de que me haban robado lo que ignoraba que ha ba perdido. Os ahorro sus nombres. E ran los pasajes rela tivos a per y qiwm en compuestos, sobre los que versa el siguiente libro, y a quisquam cuando va acompaado de superlativo. Sin embargo, se trataba de ello de modo ne gligente e indocto, de modo que era fcil saber que haba sido tom ado de otro lugar, que no era algo genuino, pro ducto de odas y no de la propia reflexin. Todo trastorna do, le pregunt: Reconozco esta elegancia, declaro que es . " propiedad ma y puedo acusarte de plagio. Entonces l, 5 aunque cortsmente, me contest que yo era un mal padre que expulsaba del hogar a los hijos que haba engendrado i y educado, mientras que l por piedad y amistad hacia m i los haba acogido bajo su techo y los educaba como suyos. ; Renunci a enfadarme' com prendiendo que era mucho : mayor la falta de mi negligencia que su coger aquello que ; otros descuidaban. Quin no ver, pues, que no es una deshonra que m ponga a escribir lo que yo he descubier to, lo que otros no consideran v e r g o n z o s o robar para in cluir entre sus escritosP^por.consiguiente, he sido impeli do com poner esa obra no solo por el .consejo de grandes hombres, sino .tambin por necesidad. -Ahora tom em os a nuestro propsito.
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Hace poco le los cincuenta libros del Digesto, en donde se | extractan numerosas obras de jurisconsultos, y los he vuel- | to a leer de grado y con verdadera admiracin. E n prim er lugar, no s qu es digno de mayor alabanza y ms desta- p cable, la diligencia o la gravedad, la prudencia o la equidad, la erudicin del contenido o la elegancia del discurso.t En segundo lugar, como estos mritos son igualmente ex- celentes y perfectos en cada uno de ellos, me asaltan fuertes dudas sobre cul preferir. P o r ejemplo, la cuestin de la coherencia estilsticapor hablar solo de esto ltimo, que es lo que nos concierne era lo que sola adm irar en las epstolas de Cicern, las cuales aunque estn escritas por muchos, sin embargo parecen haber sido compuestas por uno solo, y aadir con mayor audacia que. si se qui tara a las personas, juzgaras que Cicern solo las haba es crito, hasta tal punto las palabras y las opiniones y el modo de decir son semejantes. Esto mismo resulta tanto ms de admirar en los jurisconsultos, porque mientras aquellas vi vieron en la misma poca y se formaron casi en los mismos juegos y en la misma escuela, a stos les separan siglos unos de otros, aunque todos son posteriores a Cicern, y de aqu que haya en ellos expresiones diferentes a las que empleaba ste, incluyendo usos propios de Virgilio y de Livio. N o obstante, de Servio Sulpico y de M ucio Escvola no queda rastro, pero s del otro M ucio ms reciente. Y no podemos juzgar cules fueron los primeros juriscon sultos elocuentes y cmo era su elocuencia, puesto que no hemos ledo nada de ellos. Sin embargo, en los que he ma nejado no hay nada, en mi opinin, que deba aadirse o quitarse, no tanto en lo que toca a la elocuencia, pues cier tamente la materia no lo sufrira en exceso, como en la ele85
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gancia de la lengua latina, sin la cual cualquier doctrina re_ sulta ciega y ajena a las artes liberales, sobre todo en el de-y . recho civil. En efecto, como ' dice Quintil! ano, todo el derecho ; consiste en la interpretacin, de las palabras o en distinguir^ j. en tre ei bien y el mah-De la importancia de la interpret is cin de las palabras son principales testigos los propios %libros de los jurisconsultos, que se ocupan sobre todo de .^ello. Ojal fueran as todos, o deseara al menos que no existieran los que han sucedido a Justiniano contradicindole. Son muy conocidos los que 3o han hecho y sus nom bres gozan de gran fama, por lo que resulta ocioso que los enumere. Estos apenas entienden una quinta parte del de recho civil y debido al velo de su ignorancia afirman que los estudiosos de la elocuencia no pueden ser expertos en derecho civil, como si aquellos antiguos jurisconsultos se expresaran de manera rstica es decir, segn suelen ha. cerlo elloso no dominaran de sobra esta ciencia. Para . qu seguir hablando de ellos? Yo, de mediano ingenio y de i/ una modesta cultura literaria, me declaro capaz de dar leei ciones a cuantos interpretan el derecho civil. Lo que CiTcern afirmaba, inmerso en un constante ajetreo, que, si tilos jurisconsultos le fastidiaban, era capaz de hacerse juris| consulto en tres das, no me atrever yo acaso a decirlo, si $ los jurisperitosno quiero decir los jurisimperitosme ^ irritany aunque no lo hagan , que soy capaz de escribir 4 en tres aos unas glosas al Digesto mucho ms tiles que las %3e Acursio? Los excelsos varones antiguos se lu merecen, en verdad ; se merecen que alguien los. explique conforme a verdad y ; a derecho y les defienda de los malos intrpretes, de los;_ godos ms que de los latinos. No hay nada que deba va lorarse de estos godos y vndalos?*Cuando estas gentes conquistaron Roma tras haberla invadido repetidas veces,
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quedamos bajo su dominio y tambin bajo su lengua, se gn piensan algunos; y probablemente muchos descende- nos de.ellos '1Prueba de ello son los cdices en letra gti ca, de los que hay un gran nmero. Si este pueblo pudo | corromper la escritura romana, cmo debemos consi- } derar su lengua, sobre todo por la descendencia que han dejado? Despus de las invasiones, tanto en las primeras ' generaciones como en las siguientes, no se encuentran V . escritores elocuentes entre ellos, por lo que fueron muy inferiores a los antiguos. Ved cun bajo cay la literatura ^ romana: los antiguos mezclaban su lengua con el griego, ; estos con la lengua germnica. Y no lo digo para atacar a | los estudiosos del derecho, sino ms bien para exhortarles U y convencerles de que sin estudios de humanidades no ' pueden adquirir la pericia a la que aspiran, si es que quie- ' i ren semejar antes jurisconsultos que no leguleyos. Pues, ' como dice el verso de Virgilio: O h afortunados agricul tores, si fueran conscientes de sus bienes!. De igual modo llamar afortunados a los que se dan al derecho, si recono cen sus propios bienes. Qu disciplina hay es decir, en tre las que pblicamente se enseanque sea tan ornada, tan urea como el derecho civil? Quizs el derecho pon tificio, que llaman cannico, que en su mayor parte es ger mnico? O los libros de los filsofos, que ni los godos ni los vndalos podan entender? Esos filsofos cuyo mximo error consiste en que carecen de elegancia en la expresin, como he dem ostrado en los libros de n Dialctica, que ya habra sacado a la luz si no fuera porque mis amigos me han impelido a publicar estos antes. Quizs los de ios gra- mticos, cuyo propsito parece haber sido infamar el la tn? O, por fin, los de los retricos, que hasta nuestra poca han proliferado, donde nada se ensea excepto a hablar a la manera de losfgodos? Queda el derecho civil, la nica ciencia que permanece todava inclume y santa,
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casi como la ciudadela de Tarpeya en la ciudad devastada. / Los godos, no los galos, la han intentado desacreditar y ; pervertir bajo la excusa de que son sus amigos, y an siguen intentndolo. Yo mismo he procurado protegerla t cuanto est en mi mano, como hizo M. M anlio Torcuato; de hecho, deben protegerla todos cuantos la profesan. Si lo hicieran as, como espero y deseo, sern jurisconsultos y no leguleyos. P o r lo que se refiere a esta obra ma, no ro bar el justo elogio a los fundadores del derecho. Porque a sus libros creo que se debe lo mismo que a aquellos que un da defendieron el Capitolio de las armas y las estratage mas de los galos, por cuyas hazaas no solo no se perdi la ciudad, sino que incluso pudo ser reconstruida por com pleto. Fue gracias a la lectura diaria del Digesto como la lengua romana pudo perdurar siempre, parcialm ente in clume, y fue honrada, de modo que en breve podr re cuperar toda su dignidad y su difusin. Pero vayamos a lo restante.
S de algunos, sobre todo los, que se creen ms santos y re- , ligiosos, que se atrevern a reprender mi propsito y mi labor como indignos de un cristiano, porque exhorto a la ; lectura de libros seculares. P o r su aficin hacia ellos, j er-.; nim o con fes haberse -fla gelad o ante el tribunal de Dios? cuando se acus de ser ciceroniano, como si no se pudiera ser,al mismo tiem po un fiel .cristiano , 3rtuliano. P ro m eti ;} solemnementey esto en medio de horribles imprecacio nes que a partir de entonces no-leera, libros seculares. Tal crimen no es exclusivo de esta obra, mas es com n a m . y a oros literatos, cuya aficin a las letras profanas y.su. ' doctrina son objeto- d reprehensin.^Contestem os, por
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tanto, a h s acusaciones de aquellos y, por nuestra parte, les acusaremos tambin de haber contribuido en el pasado en no poco al abandoiy? y al naufragio de las letras latinas. Dicesacogindote a la autoridad de Jernim o que no :hace falta leer libros profanos? Entonces, te pregunto, cules son esos libros? Quizs los de todos los rtores, todos los historiadores, todos los poetas, todos los filso fos, todos los jurisconsultos y los restantes autores? Aca so solo los de Cicern? Si te refieressegn deberas a todos ellos, por qu no censuras a los estudiosos de las otras disciplinas literarias, con los que debes o condenar me o absolverme? Si por el contrario no piensas as y ha ces reo solo a Cicern, ten cuidado de no hacer pasar a Jernim o por simple, ya que l prom eti no leer ningn escritor profano, aunque solo debera haberlo prom etido acerca de Cicern. M as dirs: no se debe tener en cuenta qu prom eti, sino de qu haba sido acusado; y fue acusa do de ser ciceroniano. No es as? Luego, descartemos a Cicern, dejmosle a un lado, librmosnos de l. Y con el resto de los autores, qu es lo que piensas hacer? Y con la m ultitud de disciplinas? Ciertam ente todas ellas son se-* -culares, incluso gentileses decir, no cristianas, pues no tienen por objeto la religin cristiana. Si afirmaras que hay que estudiarlas, te contradeciras, porque me repro chas que yo las ensee. Si rechazas tal posibilidad, ten m u cho cuidado, no sea que las familias de las ciencias profa* lias se te echen encima y, falto de ayuda, te hagan pedazos. De ninguna manera ser as, dirs. Sin embargo, cuando Jernimo fue reprehendido por ser ciceroniano, se le re prehenda por ser estudioso de la elocuencia. Se entiende que fue condenado y expulsado en la medida que procu raba aprender retrica. Ya comprendo: tienes m iedo de ser malquisto, mas ya es demasiado tarde, pues te encuentras empantanado con el mismo problema, aunque solo exclu-
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yas a los retricos. Por qu prim ero me vetabascomo h sueles hacer a m enudolos libros seculares en su conjunfi, to y despus limitabas la acusacin a los elocuentes? As ? sea. Te has equivocado de plano; disculpo tu ignorancia y, aunque provocado, refreno el deseo de contraatacar. No obstante, por qu disientes de Jernim o, que prometi no tocar los libros seculares y no solo los elocuentes? Qu significa esta opinin indecisa y vacilante? Por otro lado, oh dioses bondadosos, no hay nada en esos .libros aparte de elocuencia? No hay en ellos memoria de lo s, tiempos pasados y de.la historia de las naciones, sin los;j cuales nadie pasa de ser un nio? No se tratan por exten- ? so cuestiones'pertinentes para la moral? No versan sobre todas las ciencias?' Acaso debera pasar por.alto todo esto,.;# no sea-que quizs, m ientras aprendo tales cosas, apren-, da tambin retrica, absorbiendo el veneno disuelto en el . vino?. Debera preferir por tem or.el agua y beber agua pantanosa en lugar de este dulcsimo falemo? Adems, cules son estos libros en los que se oculta el veneno de la elocuencia? Cierto, no conozco ninguno que no sea elo cuente, excepto los tuyos y los que escriben los de tu jaez, carentes de vigor y de esplendor alguno; en cambio, las dems obras exhiben cada una de por s una maravillosa elegancia formal. As que, o se leen libros elocuentes o n^ ...debe, leerse ninguno: En cuanto a aquellos dos autores a . los que se refera Jernim o, acaso aquel griego, Platn, -careci de elocuencia o nuestro la tin o ,C ic e r n ,fu e sei; gundo a algn autoral menos entre los romanosen fi losofa? De ambos no s cul sea mayor, el filsofo o el ' orador. Ahora bien, si todos los libros de los antiguos son tan elocuentes que cuando transm iten sabidur^se caracteri zan por la suma elocuencia y cuando transm iten elocuen cia por la suma sabidura, entonces cules de stos consi9o C
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deraremos que han de ser condenados por su elocuencia? Y como Jernim o declar haber ledo aquellos dos tipos de libros, ten cuidado, no sea que sus palabras no se refie ran a las obras sobre oratoria de Cicern, sino a las filos ficas. Yb, por mi parte, entiendo que alud a las filosficas, i puesto que haba mencionado nicam ente a los filsofos. -N o se le puso reparos a que fuera platnico, como si h i-: ' i ciera algo santo leyendo a Platn, sino a que fuera cicero niano, porque siendo romano A seaba ante todo expresar- 1 ' se en estilo ciceroniano; un estilo, insisto, del que se serva ,en las cuestiones filosficas, no en las causas y discursos * forenses o en el senado. E n cualquier caso, Jernim o no pretenda liega? a ser.un orador de causas civiles,' sino un . escritor de discusiones religiosas. E n consecuencia, por r-' qu no hemos de creer que Platn resultaba no menos no- ; civo que Cicern?, por qu no los filsofos, ms que los ? oradores? O al contrario, es el ornam ento en el decir, no J la ciencia, lo que es objeto de reprobacin? Si es as, en- p tonces el reproche nos alcanza a todos. Pues, quin care ce de elegancia formal? Has lanzado una calumnia intole rable en relacin a este punto, ya que no se menciona el ornato en aquella acusacin, mas solo el ciceronanismo, Es que solo en C icern se halla elegancia formal? No la hay en la filosofa? Ni en las restantes artes? No hay, como dije, elocuencia en Platn? Tampoco en los dems? Por qu no acabamos con todos por igual? Por qu no hemos de pensar que a Jernim o la filosofa de Cicern le . fue ms perjudicial que su retrica? N o quiero hacer aqu ; un parangn entre la filosofa y la elocuencia acerca d e cul de las dos puede resultar ms daina, porque es cues- tin que ya muchos han tratado, mostrando cmo la filo- sofa no puede armonizarse con el cristianismo y cmo todas las herejas han manado de fuentes filosficas; La /'? retrica, en cambio, no tiene nada que no sea digno de ala- ^
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;bau7,a, pues te ensea a descubrir y a disponer, por as de cirlo , los huesos y los nervios del discurso, y a adornarlo, o rsea a darle carne y colores; por ltimo, te muestra cmo fenviarlo a la memoria y cmo pronunciarlo con elegancia, [esto es, cmo respirar y gesticular. Cmo creer que esto pueda daar a nadie, salvo que deje de lado todo lo dems, en especial la verdadera sabidura y las virtudes, que eran precisamente los aspectos tenidos en cuenta por Jerni mo? Llegar a pensar alguna vez que la retrica puede in fligir tal dao? Ciertam ente no ms que la pintura, la es cultura, el grabado y, para no salir de las artes liberales, que la msica. Y si de los que cantan, pintan y esculpen bien, y de todas las restantes artes se deriva una gran utili:dad y un gran ornam ento para el culto divino, de tal modo que parecen haber nacido destinadas a este fin, con mucha '..mayor razn se podr decir lo mismo de la elocuencia, p P o r tanto, la acusacin contra Jernim o no consista ' tanto en que era ciceroniano, sino ms bien en que no era cristiano, a pesar de que proclamaba tal condicin de s mismo; pero la falsedad de esta afirmacin quedaba de manifiesto cuando desdeaba las Sagradas Escrituras. N o censuramos el estudio del arte de la elocuencia, sino el es tudio excesivo, ya sea de esta o de otras artes, cuando es tal j que no perm ite hacer mejores cosas. N o se acusa a ningn Jotro, solo a Jernim o; de todos modos, a los dems se les ha censurado con reproches semejantes. N o obstante, la misma medicina no es adecuada para todos, pues a uno le conviene una cosa, a los dems otra diferente, ni siempre ni en las mismas circunstancias se puede perm itir o prohi b ir a todos lo mismo. N i aquel mismo se atrevi a prohibir la retrica a los otros; al contrario, alab a muchos, ante riores a l y contem porneos suyos, por su elocuencia. P ero qu necesidad hay de extenderse m s? Quin hay'm s elocuente que Jernim o?, ^quin hay que sea
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mejor orador? Aunque con frecuencia quiso disimularlo, quin hay ms solcito, ms afanoso, ms respetuoso con el decir bien^Q uin? Sin embargo, lo cierto es que lo ocultaba, pues cuando Rufino se lo reprocha en su sueo, le rechaza desdeosamente y confiesa que lee continua mente las obras de los gentiles; que tambin se deben leer. Afirma eso mismo en muchos otros lugares y, aunque no lo confesara, estara claro con solo leer la epstola a aquel gran orador. Vete, pues, con el tem or de ser culpable de una acusacin hecha contra otro, cuando l no era culpa ble de la que se lanz contra l, y no oses llevar a cabo lo que l no dud en hacer rompiendo su promesa. A pesar :de todo, no faltan quienes creen que Jernim o aprendi : aquellas cosas en su infancia y que luego las conserv siempre en su memoria. Oh ridculos hombres, carentes, de toda doctrina! Que piensen que pudo aprender t a n ' pronto tantas cosas y tanta ciencia que superaba a cual- k quier cristiano sin que se le olvidara durante un periodo fj tan largo cuando son rarsimos los que han podido reunir ^ la centsima parte de su saber y, adems, el trabajo necesa- frio para recordarlo no es menor, como dice el antiguo v: dicho, que el que se requiere para obtenerlo! Ms an, '/i cunto tiempo transcurri entre el robo y la no restitu cin de lo robado? De qu sirve prohibir a los otros que roben, s muestras abiertamente tu robo? Si no debemos aprender a ser elocuentes, no es menos cierto que debe mos hacer uso de la elocuencia en el caso de que la haya mos aprendido. Cmo es que Jernim o se sirve de conti- : nuo del testimonio de los gentiles? S no es lcito leerlos, sin duda menos lo ser exhibir su conocimiento, y si trata ra de disuadimos de que leamos a los gentileslo que no hace , creo que habra que. fijarse ms en lo que l hace que en lo que dice otros que hagan; aunque, en realidad, , f" dice y hace siempre lo mismo. As, despus de haber ali-
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t'.qu, ppiniorls erah,y .Eso irsmo:hicieron; todos lbs;-dpnias:Padres,:-'griegs;:yatirios: H ilario ,1Ambrosio^ S A'gstii/Lactando^BasiH'o, Gregorio, GrisstQmo y tanfetos otros que en todas las pocas engastaron las piedras [preciosas de 3a divina palabra en el oro y la plata de la elof cuencia sin que abandonaran una ciencia p o r la otra. | A mi parecer, si se em prende la escritura de textos teo-, ilgicos, poco im porta si se hace uso de algn otro conociriniento o no, pues nada aportan stos al conjunto. Mas a i'quien es n ignorante de la elocuencia, a se lo considero todo indigno de hablar de teologa. Y sin duda solo I (giienes son elocuentes, como aquellos que he enumerado, 'iia pilares de la iglesia, incluso si te rem ontas hasta los p s t e l e s , entre los que m e parece que Pablo no sobresa l e por ninguna otra cosa sino p o r su elocuencia. P o r tanto, ^t vers si ella te lleva a la conclusin contraria.N o so lo / de] er.obj eto-'de reproche-estudiar' elocuenciay.: sinog;-^ ttb.d.o.lo .conti^ric: lo.'que-debe censurarse es no;estudiarla^.;v Yo trato de contribuir a su defensa cuanto puedo, ya que es el irias im portante de mis propsitos. Sin embargo, no es cribo sobre ella, sino acerca de la elegancia de la lengua latina, desde la cual se accede a la elocuencia misma. De hecho, quien no sea elocuente no habr de ser castigado mientras no haya podido lograrlo; s, en cambio, quien //h a y a evitado el esfuerzo p o r conseguirlo. Q uien no sepa hablar con elegancia y sin embargo pone por escrito sus t| pensamientos, en especial los teolgicos, carecede ver'ii genza y, si afirma hacerlo a propsito, de razn. Aunque no hay nadie que no quiera expresarse con elegancia y flui94
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dez, si alguno, como les sncede a aquellos, no lo consi guiera, querrn que parezca, perversos segn son, que no deseaba hacerlo, o incluso que no deba expresarse as. P or eso afirman que habiendo hablado de tal m odo los genti les, no deben hablar igual los cristianos, como si aquellos . que he nom brado se expresaran como ellos y no al modo de Cicern y los restantes gentiles; un modo de hablar que,,.,, stos ni conocen ni han experimentado. N i la lengua de-j los gentiles, ni la gramtica, ni la retrica, ni la dialctica, | ni'las restantes artes deben ser condenadas desde el m o- | m ent que los Apstoles escribieron en griego, sino los | dogmas, el culto, las falsas opiniones acerca de las obras | virtuosas por las cuales ascendemos al celo. Las restantes | artes y ciencias son indiferentes, ya que pueden utilizarse | bien o mal. P o r este motivo, esforcmosnos,. os lo im plo- ro, en llegar o,'al menos, en aproximamos a'donde han 8 llegado las luminarias de nuestra fe. ; : Ves con cun maravilloso ornamento fue adornada la vestimenta de.Aarn, el arca del pacto, el templo de Salo- j mn; me parece que con ello se quera simbolizar la elo- | f cuencia, la cual, como dice un noble autor de tragedias,5 ? es reina.de las cosas y sabidura perfecta. >Mgu-man'eraJ cqcv.Otros adornalsus. hogaresios .que.estudiaa.deredio.'
{ ^ l^ c ^ n ic o ,:medcna'^.ffl^ eui to. diyi no,, adorneinos ;noso iros -la,.casando. Dios,; de;ro.f ^ma:.que.;'cuando'.entrenio^ en elki4 a incyri^ .no haga'nacer;: en nosotros,eLdesdn,-sino" que;nps;:yeamos;;inducidsVa':':.* fdeyQcin. por,lLjnajestad .del lugar. N o puedo contenerme en decir lo que siento. AqueUp^;"antigisp.s*..telGgps,rne|par yrepen abejas, que habieiidpyolado.en.prados. jejanps;iate.r Sgran,.dulcs.m;miel y ^cera^Ios modemgss.pnlnis^bi^^^ f-semejantes' a hormigas,vque. habin.do'.robadq,aCsu^edno;ocultan el p'ano .sustrado en; sus escondrij osvEn'cuanto a ..:? 'jnj no^solo.prefiero las?abejas:a-las hormigas,-Sno' q u e.a n ^
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tes prefiero militar en las filasUe'las abejas', 'bajo el-marido? ! -'~de: .'su reina,'qiie'capitanear el-ejrcito;de.:lnnigas/'Espe-; f::"'ro-qtie''esto.sea-considerado;probado 'por' los jveiiesade^ 7:m entT despejada;pues;de;lbs viejosvnada puede esperarse.-. ; yuelvo ahora a mi tarea,, aunque cuanto signe difiera de'' cualquier precedente. Tratar del significado de las pala- . bras, pero no de todos los vocablos, sino solo de algunos, a modo de aperitivo, y en especial del de aquellos que no han sido tratados por otros, pues hablar de todos sera casi interminable. Ii l
Tomo los prlogos a las Elegantiae Hngiiae latinae (completadas en Ia'-! dcad#He^i44.o) de la edicin de E. Garin, Opera omnia, Florencia, 1962, v o l I, pp. 1 - 235, que sigue la edicin estndar renacentista, Laurcntii VaJlae Opera, Basilea, 1580. El mismo Garin haba publicado, siguiendo esta vez la impresin de las Elegantiae-z Roma, 1471, los prlogos en su Prosator latini del Quattrocento, Miln y Npoles, 1952, pp. 594-31 (la introduc cin general y lqs prefacios a las primeras cuatro partes de las ' Elegancias estn en las pp. 594-623). ' .
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D ISC U R SO D E LA D IG N ID A D D E L H O M B R E por
.GIOVANNI PICO D E L L A M IR A N D O L A
H e ledo, Reverendsimos Padres, en los escritos de los rabes que cuando le fue preguntado a Abdal sarraceno qu era-a sus ojos ms de adm irar en esta especie de esce nario que es el mundo, respondi que nada le pareca ms admirable que el hom bre. Concuerda esta opinin con aquella de M ercurio: G ran maravilla, oh Asclepio, es el hom bre. . Al reflexionar sobre el sentido de esta s sentencias, hall que no m e satisfacan las razones que m uchos haban adu cido acerca de la. superioridad de la naturaleza humana: que el hom bre es m ediador entre las criaturas, igual a los seres superiores, soberano de los inferiores; intrprete de la naturaleza por la perspicacia.de sus sentidos, p o r la ca pacidad inquisitiva de su inteligencia, p o r la luz de su en tendimiento; situado entre la eternidad inmvil y el tiem po que fluye y, como dicen los persas, vnculo unificador, o m ejor dicho, him no nupcial del m undo, solo un poco in ferior a los ngeles segn el testim onio de David. Cierta m ente stas son caractersticas destacables de su naturaleza, pero no las principales, aquellas que perm iten que el hom bre reivindique para s f legtim am ente el privilegio de ser admirado sobre todos los restantes seres. Entonces, por qu no adm irar ms a los ngeles y a los coros de bien aventurados celestiales? M e parece que finalmente he com prendido por qu el
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Preiacio ai quinto iioro ae Las Elegancias Se me han pasado tres aos y ya casi cuatro, peregrinado siem pre, revoloteando por todos los mares y las tierras, habiendo probado la milicia durante casi todo el verano, lo cual no s bien si lo llev a cabo por una causa honorable o m s bien necesaria. Sin embargo, aunque no lo diga expresamente, no discuto que esto es indudable: me han faltado en su totalidad aquellas cosas que son para quien estudia los am paros m s importantes y hasta cierto punto los vicios: asiduidad en el trato con eruditos, abundancia de libros, adecuacin al lugar, disponibilidad de tiem po, en fin, la tranquilidad misma del nimo. Si cuando falta una sola de estas cosas se producen las m s grandes incomodidades, qu debem os pensar cuando faltan todas? As y todo he resistido continuamente y hasta donde fue posible he luchado contra las necesidades y m ientras navegaba, peregrinaba o cum pla con la milicia he atendido frecuentem ente los estudios de manera que si con las letras no he obtenido nada de la ganancia que esperaba, tampoco he sufrido ningn dao. An si no fuera as, quizs com pensar este sacrificio con el conocimiento de las muchas cosas que vi o experim ent. Es principalm ente por este camino que H om ero recom ienda que debe form arse el hombre sabio, a travs del ejemplo de Ulises. Pues as comienza la Odisea: "C untam e, Musa, de varn que, despus de la cada de Troya vio las costumbres de m uchos hom bres y sus ciudades , aunque por qu tergiversam os, por qu nos engaamos con leves y vanas excusas? De cualquier modo, he regresado y 110 he trado nada con que pueda am pliar la dote de la hija que se ha hecho adulta durante mi ausencia y ya es tiem po de casarla y es preferible darla en m atrim onio que poner en peligro su pudor, custodindola por m ucho m s tiempo. De hecho, es asom brosa la cantidad de pretendientes o am antes de la muchacha. Es ms, ella ha com enzado a querer ms a otros que a su padre, lo cual me pone bastante nervioso. Por eso es intil buscar casarla del modo m s esplndido y m agnfico, as que los seis talentos que habamos juntado y dispuesto antes de nuestra partida los daremos como dote y con esto ser suficiente, incluso m s de lo que podram os agregar en adelante. Y ciertamente es necesario tem er im pedim entos sim ilares, por no hablar de la muerte. No vaya a ser que en una de esas, D ios no io quiera*, en ausencia del padre o ante su muerte, la hija por su edad o m ism o por su intencin se entregue a la mala vida. Basten pues a esta obra los cuatro volmenes
* N de T. En el original quod di ornen avera n i : expresin fosilizada que significa dios no lo q u iera5 'y literalm ente: presagio que los dioses desven .
anteriores y este quinto acerca de las palabras al cual seguir el sexto sobre los errores de los autores. Pues si tuviera a disposicin la facultad y el tiempo de escribir ms cosas, no s si considerara que deba hacerlo, toda vez que s que aquellas cosas que son excelentes y herm ossim as -a menos que sean acom paadas por la gracia de la brevedad, como otrora las cenas pontificales- cansan por el hasto de su longitud. Adems, de este asunto del que yo trato, nadie (y m e refiero a los ms sabios) se ha atrevido a afrontar una obra entera; cada uno ha elegido escribir su propia partecita, ya sea para no llevar al hastio a los lectores con una obra muy larga (pues, qu palabra no tiene elegancia en su significacin?) ya sea por m iedo a la inm ensidad y a la infinitud del volumen. Confieso que yo tambin he sido turbado por estas razones, en parte espontneamente, en paite por el ejemplo de aqullos, pero sobre todo [he terminado] para que no parezca que dejo mi obra siempre im perfecta, siempre inconclusa, ni que se la niego siempre a quienes me la piden vivamente y para no ofrecer materia de justas quejas y justas vituperaciones precisamente a aquellos a quienes deseo com placer y de quienes espero obtener el favor de sus elogios. Por otra parte, debo precaverme de quienes me asechan y roban, como dije en el segundo libro, ahora que mis am igos me muestran que aquellos son muchos y sern ms; esta ue la causa por la que Prisciano, segn l mismo testimonia, editara aquella obra sobre el arte de la gramtica para quienes lo apuraban. Por esta m ism a causa y por las restantes que no enumer, me es forzoso editar rpidam ente mis libros aunque sean breves. A aqul slo daaban las asechanzas de sus mulos, a m me daan adems las prem uras de mis partidarios y de los que me quieren. V aya entonces de una buena vez la m uchacha a su esposo, contenta con este poquito de dote. Pues es de no creer que una m ujer hermosa, sobre todo virgen, no encuentre marido excepto con el arreglo de una dote de gran magnitud. Entiendo el conjunto de hombres letrados como marido de la m uchacha para quien no slo
deseamos que la santidad y el pudor de la esposa sean custodiados, sino que tambin afirmamos que debe ser as. Pero vayamos ya a la tan prom etida discusin sobre las palabras que tiene lugar en este libro.
Prefacio al sexto libro de Las Elegancias Aquel Servio Sulpicio (cuya autoridad en el derecho civil fue tanta segn consta por innumerables testim onios) ya sea por ejemplo de otros, ya sea por conviccin personal, no consider que fuera vergonzoso para su propia fama escribir un libro sobre los errores de M ucio Escvola, quien fue no slo un cam pen en su disciplina y el
primero en todas las cosas sino tam bin su maestro [de Sulpicio]. En verdad, pensaba que no poda tener por falta lo que haba asumido a causa de una utilidad pblica y que no representaba una injuria el ser criticado si se era criticado como corresponde, lo cual hubiera hecho consigo m ism o si hubiera advertido sus propios errores. En verdad actu Sulpicio elogiosamente y con la liberalidad de un verdadero romano. Y bien que el pueblo mismo y de m anera inteligente y a la vez con nimo com placido juzg el acto de aquel digno no de represin sino de elogio y gloria y estim este volum en con no menos honra que los restantes, porque exponer algunos principios de una disciplina es algo que puede hacer cualquier hom bre de mediana altura, mientras que criticar los errores de los hombres ms im portantes -como es propio de personas eruditsim as- es por lo tanto un trabajo muy til, tanto m s que ningn otro Quin podra negar que no tiene m enos mrito el que purifica el oro, la plata o los otros metales que quien los ha excavado? Del mism o m odo debemos estimar a quien corrige, a menos que sean poqusimas cosas las que corrija, no menos que a aquel que las inventa, y no recibim os menos fruto de aqul que de ste. Por otra parte, quien es criticado no slo no obtiene de la crtica ningn dao sino que en cambio recibe valor y dignidad del mismo modo que el oro y los otros m etales ya recordados pierden peso purificndose mientras adquieren valor y dignidad. Hasta tal punto hay ms utilidad en la parte que queda que en lo que haba antes en la totalidad originaria. Por lo tanto si Escvola tuvo noticia en la ultratumba sobre la obra de Sulpicio, dada su equidad y su am or por la justicia, me atrevera a afirmar que se habra alegrado y que habra dicho que fue un acto brillante porque el oro de sus libros fue purificado de toda escoria y residuo, de modo que no quedara nada en sus escritos con que sus conciudadanos pudieran ser engaados. No por nada escribe Plinio el Joven a un amigo: Tanto ms creer que te ha gustado lo restante sino entero que algo te ha disgustado . Entonces, cmo no va a ser un beneficio ofrecer aquello que suele ser pedido como tal? Si este beneficio no se presta a quienes ya murieron o a los que lo rechazan, verdaderamente se lo presta a aquellos para quienes produce la m s importante utilidad a partir de la correccin m ism a de los grandes autores. Y por esto cada uno de los mejores profesores de cualquier arte ha enseado que de aquellos que se proponen para imitacin de los que aprenden deben mostrarse tambin los errores, si es que los hubiera. Del mism o m odo yo, convencido por estos ejem plos y por sus razones, consider que deba com poner este nico libro sobre los errores de los escritores, no para difamarlos -pues si esto no fuera un placer inhumano, ciertamente podra hacerlo
en otro lado mucho mejor y de este m ism o asunto podran escribirse casi una infinidad de libros- sino para ayudar en algo a quienes quieren aprender la lengua latina, n o slo a partir de nuestras enseanzas sino tam bin a partir de los errores de otros con los cuales tam bin mezclaremos algunas cosas nuestras para testimoniar la cuestin. A cad a uno de nuestros libros hemos asignado su propio tema, a fin de que si po r sus propios m edios la obra no se procurara m ucho favor, fuera precisamente la variedad m ism a lo que encante por su valor; sobre todo a partir de este volumen en el cual se abarcan todas las cosas tratadas singularmente en ios precedentes y adems se trata sobre m uchos e im portantsim os autores y se hace ju icio contra ellos. En cierto m odo, som os al mismo tiem po acusadores y jueces, pero quedam os parejamente bajo la acusacin y el ju icio de los otros, a menos que desem peem os legtimamente el oficio de autor y ju ez. Pero descendam os ya el foro.