Poesias - Miguel de Cervantes Saavedra
Poesias - Miguel de Cervantes Saavedra
Poesias - Miguel de Cervantes Saavedra
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Miguel de Cervantes Saavedra
Poesías
Cátedra: Letras Hispánicas - 773
ePub r1.0
Titivillus 16.10.2023
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Título original: Poesías
Miguel de Cervantes Saavedra, 2016
Edición de Adrián J. Sáez
Ilustración de cubierta: Fragmento de Menipo (1639-1640), Velázquez
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Índice de contenido
Cubierta
Poesías
INTRODUCCIÓN
La «gracia del cielo» y otras fintas
Un ramillete de poemas amigos
Canon y sátira
Prosas y versos: poesía en las novelas (y algo de teatro)
Una «doncella pura»: poética cervantina
Atribuciones (notas de urgencia)
ESTA EDICIÓN
BIBLIOGRAFÍA
POESÍAS
Poemas sueltos
Epístola a Mateo Vázquez
Canto de Calíope
Viaje del Parnaso
Poesías atribuidas
GALERÍA DE POETAS
APARATO TEXTUAL
AGRADECIMIENTOS
ÍNDICE DE VOCES ANOTADAS
Sobre el autor
Notas
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Introducción
A Alfredo Moro y Paco Cuevas,
socarrones hermanos cervantinos
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LA «GRACIA DEL CIELO» Y OTRAS FINTAS
Cervantes se sabía un ingenio de valor, si bien era consciente de su
situación marginal en el campo literario del momento. Se jactaba con razón de
ser un gran inventor, capaz de sacarse de la manga las historias más
estupendas, al tiempo que sabía reconocer sus fallas, aunque fuera a
regañadientes[1]. En este cruce entre el orgullo y el desencanto se encuentra la
confesión sobre sus dotes poéticas en el Viaje del Parnaso: «Yo, que siempre
trabajo y me desvelo / por parecer que tengo de poeta / la gracia que no quiso
darme el cielo» (I, vv. 25-27). Ya lo había dicho antes en el primer Quijote
durante el «donoso escrutinio», cuando el cura tiene entre manos La Galatea:
«Muchos años que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más
versado en desdichas que en versos» (I, 6). Con mayor fuerza lo repite en el
prólogo a las Ocho comedias y ocho entremeses, en recuerdo de las
maliciosas palabras de un librero avisado que, si bien para el teatro, valen
igualmente para la poesía en general: «él me las comprara [las comedias], si
un autor de título no le hubiera dicho que de mi prosa se podía esperar mucho,
pero que del verso, nada. Y, si va a decir la verdad, cierto es que me dio
pesadumbre el oírlo» (pág. 18).
Todo parece apuntar que la cosa dolía, y mucho, especialmente porque el
profundo gusto poético de Cervantes se daba de frente con el rechazo
coetáneo, que lo dejaba esquinado en el margen del canon. Aquí y allá se
encuentran elogios a la poesía que dan fe de la afición cervantina y que, por lo
tanto, hacen todavía más amargo el enfrentamiento con la realidad. Sin
embargo, nada de esto puede tomarse al pie de la letra y mucho menos partir
de ahí para valorar el conjunto de la poesía cervantina, porque para empezar
el comentario del Viaje del Parnaso se encuentra en un contexto irónico
dentro de un poema jocoserio que lleva la burla por bandera y por meta la
reclamación de su verdadera dimensión autorial.
Así, este pasaje es más bien una captatio tan chistosa como retórica, una
de esas «autodesviaciones lúdico-críticas» (Profeti, 1999) que tanto
complacían a Cervantes y que quizá constituían justamente una respuesta con
la sonrisa torcida a los juicios adversos que le lanzaban algunos de sus
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colegas (A. Blecua, 2005, pág. 12). La clave está en ver que el juego en
Cervantes siempre va en serio, pues la autopresentación como «Adán de los
poetas» (I, v. 202) puede ser una carta a favor o en contra, según se entienda
como una satisfecha reivindicación de ser el primero de los poetas o una
piedra contra su propio tejado por la vejez y la mala situación económica. Y
es que, al fin y al cabo, todo es obra y arte de un «socarrón» y «poetón ya
viejo» (VIII, v. 409), que gusta de trazar su perfil artístico —que no real—
mediante diversos escorzos cómicos que a veces distorsionan el retrato,
además de algo de la «coquetería de artista» que le atribuía Gerardo Diego
(1948, pág. 218), tal como muestran otras imágenes parejas («cisne en las
canas, y en la voz un ronco / y negro cuervo», I, vv. 103-104) que hacen
juego con la irónica declaración inicial.
A la par, la declaración cervantina opone los conceptos de esfuerzo (arte)
y gracia (inspiración), con lo que abre la puerta a una reflexión metapoética
más allá de las burlas: la dialéctica entre natura y ars resuelta en apariencia,
que vale tanto como signo de adscripción a una clara concepción de la poesía
en la que se aúnan arte y trabajo (estudio) con la inspiración como una
progresiva conciencia del objeto poético como producto, tal como ya había
manifestado en la secuencia de ingenio, pluma y estampa del prólogo de las
Novelas ejemplares (pág. 19) (Ruiz Pérez, 2006, págs. 22-24 y 2009)[2].
Habrá quien piense que no se puede tener todo, pero lo cierto es que a
Cervantes siempre le quedó una espina clavada con la poesía y el teatro,
verdaderos modelos de prestigio en la época, por mucho que con el Quijote y
las Novelas ejemplares ya hubiera comenzado a labrarse una reputación en la
república literaria de su tiempo. En este sentido, es de ley reconocer que hoy
como ayer la sombra de la prosa cervantina ha enterrado en el olvido y hasta
el desprecio sus poesías, salvo quizá algunos de los poemas injertos
justamente en sus prosas, dando pie a que surgiera una suerte de leyenda
negra sobre la poesía cervantina que conviene descartar (Romo Feito, 2011; y
Olay Valdés, 2013).
Para esta sensación de fracaso —todo lo parcial que se quiera— se juntan
razones muy variopintas que, en esencia, se reducen al arrinconamiento de
Cervantes como ingenio marginal y marginado, alejado de las redes de
mecenazgo y de los circuitos habituales de circulación de la poesía. Aunque
busca el amparo de los poderosos con tesón, se ve obligado a llamar a la
puerta de varios personajes (Mateo Vázquez, Ascanio Colonna, el cardenal
Sandoval y Rojas, el conde de Lemos, etc.) sin finalmente conseguir gran
cosa. Del mismo modo, no aparece en las Flores de poetas ilustres
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(Valladolid, Luis Sánchez, 1605) de Pedro de Espinosa, que pretende ofrecer
un selecto canon de la poesía del cambio de siglo encabezado por Góngora y
Lope, seguidos de un joven Quevedo y un reguero de poetas de medio pelo
entre los que brilla la ausencia de Cervantes. La razón de esta exclusión se
encuentra entre líneas en el Prólogo al lector, donde dice que deja fuera la
obra de los «soldados del tercio viejo» y otros poemas que «ya gozaron su
tiempo». Únicamente mucho tiempo después —y a toro pasado— la
colección de Alfay (Poesías varias de grandes ingenios españoles, Zaragoza,
Juan de Ibarra, 1654) recoge alguna poesía cervantina (núm. 26), pero todavía
con la etiqueta del anonimato. Como le ocurría en otros ámbitos, Cervantes
sigue una estética de ideas más clásicas que le hacen ser tenido por un ingenio
de otro tiempo sin lugar entre la «nueva poesía».
Muy otro es el caso de los romances. Cervantes pertenece al grupo de
poetas que dieron vida al Romancero nuevo (o artístico), junto a Luis Gálvez
de Montalvo, Luis de Góngora, Pedro Laínez, Alonso de Ledesma, Lope de
Vega, Liñán de Riaza, Pedro Medina Medinilla, Pedro de Padilla, fray
Hortensio Paravicino, Juan Rufo y algún otro más que conforman la
generación de 1580 (Montesinos, 1952-1953; Carreño, 1979, pág. 17),
articulado en torno a Madrid, Salamanca y Toledo. De hecho, cuenta con dos
buenas cartas que prueban su pertenencia a este selecto club poético. Primero,
se halla el testimonio de Luis de Vargas, que en el proceso de Lope de Vega
por injurias contra Elena Osorio y su familia (1588), apunta que la autoría del
«romance a modo de sátira» que se juzgaba tiene varios candidatos:
este romance es del estilo de cuatro o cinco que solos lo podrán hacer: que podrá ser de Liñán y no
está aquí, y de Cervantes y no está aquí, pues mío no es, puede ser de Vivar o de Lope de Vega,
aunque Lope de Vega no dijera tanto mal de sí si él lo hiciera (en Sliwa, 2007, pág. 18).
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de los padres del nuevo arte de hacer romances (Menéndez Pidal, 1953,
pág. 119)[3]. Si a ello se suman las oscuras relaciones de Cervantes con los
ambientes sevillanos del soneto burlesco, se refuerza la sospecha de que su
actividad poética era mayor de lo registrado. Pero, a más de la dificultad de
reconocer el sello cervantino de los anónimos presentes en florilegios varios,
el resto de los poemas cervantinos han debido de circular en forma de copias
manuscritas de las que no se tiene noticia[4].
Por si fuera poco, en su día le llueven palos por todos lados: valga
recordar que el afilado colmillo de Lope cuando mantenía que, en el gremio
de los poetas, «ninguno hay tan malo como Cervantes, ni tan necio que alabe
a Don Quijote» (carta de 14 de agosto de 1604), o la vendetta de Alonso de
Villegas, que se cobraba caro no aparecer en el listado de ingenios del Viaje
del Parnaso: «Irás del Helicón a la conquista / mejor que el mal poeta de
Cervantes, / donde no le valdrá ser quijotista» (Eróticas, Nájera, Juan de
Mongastón, 1617, elegía VII, fol. 28v). Para curar algo estas heridas, se puede
recordar que no son opiniones del público lector, sino de poetas que
rivalizaban en el mismo contexto. En compensación, el aprecio de poetas
contemporáneos como Diego (1948), Cernuda (1964), Caballero Bonald
(2005) y Gil de Biedma (2010) —entre otros muchos— (Díez de Revenga,
1995) ha favorecido que se vuelva la mirada hacia la poesía cervantina. Otra
cosa ya es que no baste con abogar por la «marca Cervantes» para hacer todo
texto bueno, sino que conviene revisar su lugar en el panorama poético
coetáneo.
En verdad, la poesía cervantina se enmarca entre Narciso y Proteo, como
un ingenio a caballo entre varias tradiciones poéticas en un momento de
crisis: efectivamente, Cervantes no acaba de separarse del todo de la fórmula
de Garcilaso ni logra adaptarse a la revolución gongorina que estaba poniendo
patas arriba la poesía de inicios del siglo XVII, una situación que vuelve a
dejarlo en tierra de nadie; al tiempo, la poética cervantina parece seguir los
pasos de su propia peripecia vital, pues se balancea entre los mundos estéticos
y sociales representados por Castilla y Andalucía (Ruiz Pérez, 2011,
págs. 182-183)[5]. Por eso Cervantes domina formas tanto castellanas como
italianas y maneja esquemas muy variados que le llevan a ser el representante
par excellence del ovillejo (Domínguez Caparrós, 2002), lo que redondea con
el gusto por las piruetas retóricas (como el estrambote o los versos de cabo
roto)[6]. Pero sobre todo esta situación intermedia explica la naturaleza del
envite de Cervantes: así, se trata de una poesía culta que hace gala del adorno
formal y la intertextualidad, por lo que se aproxima más al artificio que a la
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apariencia de naturalidad, sin por ello renunciar a la simplicità de estilo
mediante un cuidadoso trabajo que posee un cierto compromiso moral y se
traduce en un alto nivel de exigencia ideal que corta —o dificulta— la
realización, siempre «encomendada a una enunciación de pie forzado» atenta
a las circunstancias externas, la inscripción en el campo literario o los juegos
de máscaras como vía de expresión disimulada de la intimidad, como bien
dice Ruiz Pérez (2011, pág. 189). Aunque no llegue al extremo de Góngora,
se acerca al golpe del romance que repite una y otra vez: «Manda Amor en su
fatiga / que se sienta y no se diga, / pero a mí más me contenta / que se diga y
no se sienta».
Si se mira bien, por tanto, es un error gravísimo carear los poemas de
Cervantes con los grandes ingenios del momento cuando su discurso poético
va a contrapelo de la moda de los libros de poesías y de la evolución
estilística de la lírica por la crisis y los juegos irónicos cervantinos, tanto
como insistir en la distancia que hay con las novelas cervantinas, dos vías
muertas que no llevan a nada en tanto hacen perder de vista el contexto crítico
en el que nace y se desarrolla la poesía (Ruiz Pérez 2006, págs. 15-35)[7].
«Desde mis tiernos años amé el arte / dulce de la agradable poesía» (Viaje
del Parnaso, IV, vv. 31-32). Pese a todos los pesares que se quieran invocar,
la poesía es una clave constante del primer al último Cervantes, una verdadera
vocación que modela en formatos diversos y se extiende desde su juventud
hasta la despedida del Persiles, escrita «puesto ya el pie en el estribo, / con la
ansias de la muerte» (pág. 107). En esta pasión tiene un lugar de honor el
magisterio del «jamás alabado como se debe poeta Garcilaso de la Vega»
(Persiles, III, 8), que en Cervantes se siente de principio a fin, como una
suerte de consagración poética a la que se suman con fuerza fray Luis y
Herrera, junto a destellos más ocasiones de Aldana, Góngora y otros[8].
En una mirada panorámica, J. M. Blecua (1947b) establece tres épocas en
la poesía cervantina: un primer momento (hasta 1585) bajo el signo de la
poesía del siglo XVI que abarca hasta la aparición de La Galatea, una segunda
(1585-1605) con la inversión barroca y desengañada, y la tercera y final
(1605-1616) con una creciente ampliación de recursos. Desde otra
perspectiva, se puede proponer otro deslinde de los poemas cervantinos que
contemple tanto la adscripción genérica como las peripecias biográficas que
los acompañan:
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Italia.
2. La dedicación más intensa entre el cautiverio y el regreso (1575-1595):
un manojo de poesías preliminares en libros de otros ingenios, con la
Epístola a Mateo Vázquez (1577) como gozne y los poemas de La
Galatea (1585), un romance en florilegios («La morada de los celos»)
y algunos textos de certamen.
3. Una serie de poemas heroicos y burlescos (1596-1605) que avanzan
poco a poco hacia el desencanto y la crítica satírica, al compás que
marcan los desengaños tanto personales como nacionales.
4. Una etapa final de madurez con el Viaje del Parnaso (1614) como
remate irónico de una trayectoria poética que se cierra con algunos
poemas preliminares más y las poesías empotradas en las Novelas
ejemplares (1613), el teatro (1615), el segundo Quijote (1615) y el
Persiles (1616).
Desde luego, en este cuadro hay relaciones constantes que superan las
diferencias, como la necesidad de examinar el conjunto de poemas dedicados
a obras ajenas, al tiempo que la diferencia esencial que se abre entre las
poesías sueltas y los textos presentes en novelas y comedias no puede olvidar
el diálogo que los hermana, hasta el punto que algunos pueden ser una suerte
de reutilización de composiciones previas.
Con esta brújula en la mano, se van a intentar repasar los poemas
cervantinos para buscar un cierto equilibrio exegético que tenga en cuenta las
convenciones de cada modelo poético, el sentido de cada texto en el conjunto
y su relación con el marco contextual, que conforma una clave esencial para
comprender las motivaciones de los textos. Ni tanto ni tan calvo: la poesía
cervantina no solo merece atención por ser de Cervantes —aunque no sea
moco de pavo— ni únicamente como contraste con el Quijote y otros textos,
sino en tanto representa una verdadera panoplia de tentativas poéticas de un
ingenio que busca su propia voz en el torbellino de cambios estéticos y
sociales que se suceden en el quicio entre los siglos XVI y XVII. Si se ve así, la
poesía añade una cala más a la galería de experimentaciones cervantinas. Es
hora, pues, de hacer caso a dos poetas de los buenos y leer ya la poesía de
Cervantes «con menos telarañas en los ojos», como pedía Cernuda (1994,
pág. 701), pues basta una rápida mirada «para poner en cuarentena tanto
melindre como se le ha afeado», según advierte Olay Valdés (2013, pág. 296).
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UN RAMILLETE DE POEMAS AMIGOS
«Está haciendo un soneto en la memoria para un amigo que se le ha
pedido y da en ser poeta», se lamenta doña Guiomar de su marido el soldado
en El juez de los divorcios (pág. 8), al tiempo que Cervantes es «un hombre
que escribe e trata negocios, e que por su buena habilidad tiene amigos»,
según atinada declaración de su hermana Andrea (Sliwa, 2005, pág. 1047).
Juntando ambas piezas del puzle, aparece una de las caras del perfil poético
de Cervantes: la escritura de poesías preliminares para textos de amigos y
contactos, que constituyen la parte del león de los poemas circunstanciales
cervantinos.
Ahora bien, las poesías sueltas abarcan muchas más variantes y se pueden
dividir en siete categorías: 1) los textos encomiásticos y funerarios (núms. 1-5
y 28), 2) los poemas paratextuales (núms. 6-9, 10, 14-18, 23, 27, 29-31, 33-
34), 3) las poesías ocasionales a ciertos eventos (núms. 11-12 y 19-20), 4) los
poemas religiosos (núms. 13, 22 y 32) generalmente relacionados con
certámenes poéticos, 5) los sonetos burlescos (núms. 24 y 26), 6) un romance
suelto (núm. 21) y 7) la Epístola a Mateo Vázquez (núm. 35). Por supuesto, se
dan una serie de conexiones entre alguno de los grupos: la fuerza de la
circunstancia se deja notar en ciertas poesías encomiásticas (núms. 1-5) y en
los poemas burlescos, en la pareja de poesías dedicadas a la entrada en
religión de Padilla (núms. 11-12) predomina la inspiración circunstancial por
encima de su aparición en los preliminares del Jardín espiritual, de modo
parejo al tono burlesco que define los sonetos «A la entrada del duque de
Medina en Cádiz» y «Al túmulo del rey que se hizo en Sevilla» más que el
hecho histórico que da el cañamazo del primero y la retórica funeral con la
que juega el segundo, hay un miniciclo poético dedicado a Padilla (núms. 9,
11-12 y 17) que abarca poesía de elogios preliminares y religiosa, los hechos
de armas hermanan canciones (núms. 19-20) y sonetos (núm. 24), etc.
Asimismo, hay que notar que algunos poemas en realidad abandonan los
paratextos iniciales para pasar a otras secciones de las obras (núm. 13 en un
apartado dedicado a san Francisco, núm. 23 en un elogio militar) y en un caso
cae hasta los posliminares (núm. 18), si bien posee también cierto valor
adicional porque el volumen en cuestión solamente cuenta con otro soneto de
Lope, cuando en la mayoría de los casos las poesías aparecen en grupos más
numerosos.
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Todo comienza con los cinco poemas que Cervantes compone para dos
eventos de la familia real durante su educación con el maestro Juan López de
Hoyos, con los que se marca tanto el debut artístico cervantino como la
búsqueda de favores cortesanos en el círculo del cardenal Espinosa con
poesías encomiásticas y funerales. En este sentido, son una suerte de
ejercicios escolares enmarcados dentro de la formación al uso en la época y
dan inicio al modelo de poema funeral cervantino, que se relaciona con los
poemas a la muerte de Felipe II (núm. 25) y Fernando de Herrera (núm. 28),
los epitafios burlescos que abren y cierran el primer Quijote, el díptico de
epitafios heroicos a la pérdida de La Goleta (II, 40) (Ponce Cárdenas, en
prensa) y algún otro más del Persiles[9].
El soneto inicial («A la reina doña Isabel II», núm. 1) es un poema
encomiástico que, por de pronto, ofrece dos detalles interesantes sobre los
inicios del primer Cervantes: de un lado, presenta el espaldarazo que algunos
personajes cercanos a su familia dieron a las pretensiones del joven poeta,
pues el poema parece responder a una petición del jurado Alonso Getino de
Guzmán, amigo de su padre y organizador de los festejos cortesanos por el
nacimiento de la infanta Catalina Micaela (1567), para que constara en un
medallón de alguno de los arcos conmemorativos; de otro, la relación
intertextual con dos poemas en octavas de Pedro Laínez sobre el príncipe don
Carlos («Al príncipe don Carlos en Alcalá» y «Príncipe, digno bien de cuanto
el cielo») (Astrana Marín, 1948-1958, II, pág. 157) refleja la incipiente
amistad entre ambos ingenios y testimonia la entrada —o al menos la cercanía
— de Cervantes en los círculos literarios de la corte (Canavaggio, 2015,
pág. 59)[10]. Este bagaje explica mejor el soneto dedicado a la reina Isabel II
por su maternidad, en un texto que idealiza y casi diviniza a la reina.
El cuarteto fúnebre (núms. 2-5) consagrado a la muerte de la reina (1568)
por causa de un mal alumbramiento se concibe en el marco de las honras
reales y se encuentran en la Historia y relación verdadera de la enfermedad,
felicísimo tránsito y suntuosas exequias fúnebres de la serenísima reina doña
Isabel de Valois (Madrid, Pierres Cosin, 1569) de López de Hoyos, libro
dedicado al cardenal Espinosa que también menciona a Mateo Vázquez y que
contaba con el patrocinio de la villa de Madrid (Alvar Ezquerra, 2014,
pág. 317), por lo que nuevamente los estudios y las aspiraciones cervantinas
se daban la mano[11]. De hecho, en este caso López de Hoyos parece sumarse
a la campaña con el reconocimiento público de las buenas artes de Cervantes,
a quien declara su «caro y amado discípulo» (fol. 148v) y al que concede la
oportunidad de componer una elegía en representación de todo el estudio.
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Con estos cuatro poemas la práctica poética de Cervantes gana enteros, pues
suma variedad métrica (soneto, redondillas castellanas y elegía) y se ejercita
en la retórica funeral con algunos elogios aquí y allá. Esta serie poética
conforma «un “sistema” consolatorio en varios niveles», por el que el epitafio
y las primeras redondillas se dedican a una consolación general, las segundas
se destinan a las infantas y la elegía en tercetos cierra el círculo con la
dedicación combinada al cardenal Espinosa, a Felipe II y a toda España
(Fernández de la Torre, 1984, pág. 22).
Así, el soneto (núm. 2) cumple punto por punto con la retórica funeral que
hace amplio uso de la deíxis («aquí»… «aquí») en los dos cuartetos que
apuntan al sepulcro con un recuerdo escalonado de los logros y las virtudes
(valor, belleza, concordia, bondad, etc.) de la reina que remiten al ethos del
personaje antes que a su efigie, para saltar en los tercetos a una apelación al
receptor (normalmente un caminante) que puede aprovechar la lección sobre
la fugacidad de la vida que, sin embargo, se resuelve en una visión positiva de
la muerte, acorde con la consolatio cristiana[12]. A su vez, la primera
redondilla (núm. 3) expresa con metáfora hortícola la prontitud y sorpresa de
la trágica muerte de la reina, a quien se destina igualmente el siguiente poema
en redondillas (núm. 4), en un diálogo alternante con la Muerte que lamenta el
temprano fallecimiento del personaje (apenas veintidós «tan tiernos años», v.
24), celebra su buenaventura y se cierra con la esperanza representada por las
infantas. Con la «Elegía al cardenal Espinosa» (núm. 5) Cervantes cambia de
tercio y se arriesga con un poema más complejo[13]: construido sobre el
modelo principal de la Elegía I de Garcilaso más algunos toques de la
«Epístola a la reina Isabel» de Laínez (una clara búsqueda de apoyo tras la
muerte del príncipe don Carlos), la elegía aúna el tono panegírico con «una
almibarada propensión al elogio» (Teijeiro Fuentes, 2013, pág. 11) destinada
a uno de los personajes más poderosos del momento, del que deseaba ganarse
el favor para entrar en la carrera cortesana. Acorde con esta doble meta, en el
poema se sucede el dolor de un locutor desorientado por el dolor expresado en
una serie de metáforas (vv. 19-42), el recuerdo de las bondades tan añoradas
de la reina (vv. 61-93), nuevas quejas contra la Muerte (vv. 103-105) y el
consuelo que pueden recibir Felipe II y España (vv. 112-186), entre repetidas
apelaciones a la función capital del cardenal en momentos tan difíciles como
principal ministro del rey (vv. 43-60, 94-102 y más), con un final (vv. 196-
199) que revela la búsqueda de un pacto clientelar. En síntesis, estos primeros
poemas constituyen «el banco de pruebas» de un poeta joven que se enfrenta
por primera vez con el público (Canavaggio, 2015, pág. 64), a la vez que
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descubren ciertos intereses cortesanos de Cervantes y ofrecen algunas de las
claves poéticas que retomará más adelante, como las variaciones retórico-
funerales.
Después de las calas de mocedad, Cervantes vuelve a componer dos
poesías por la muerte de dos personajes, que vale la pena comentar
brevemente junto a los anteriores. Las quintillas «A la muerte del rey Felipe
II» (núm. 25) y el soneto «A la muerte de Fernando de Herrera» (núm. 28)
representan dos de las modalidades principales del elogio fúnebre: un
monarca y un hombre de letras. Con uno Cervantes se suma a las honras
celebradas en Sevilla en honor del rey (1598) —de las que luego se reirá en
otro texto (núm. 26)— mediante un encomio de la defensa de la religión
como «nuevo y pacífico Marte» (vv. 11-20), las empresas bélicas acometidas
(vv. 21-30), virtudes que van del saber a la humildad (vv. 31-50) y una
contraposición positiva de las deudas terrenas y el tesoro divino que
configuran un retrato ejemplar de Felipe II. Y es que, por mucho que se
aleguen los desacuerdos cervantinos con algunas decisiones políticas del rey
(como la cuestión de Portugal en perjuicio de los cautivos argelinos) no se
traducen en una crítica constante que, por cierto, sería de todo punto impropia
con las convenciones de un poema funeral[14]. Con el otro soneto se rinde un
sentido homenaje a Herrera, uno de los modelos poéticos más queridos por
Cervantes, del que —entre silencios— se presenta el perfil poético (poesía
amorosa dedicada a Luz, vv. 1-4) y el don artístico (vv. 5-8) que da fama
inmortal (vv. 9-14) mediante una disposición general que vuelve a las marcas
deícticas y se cierra con un remate epigramático propio de un sepulcro («yace
debajo desta losa fría», v. 14) que da la sensación de écfrasis y oralidad[15].
En el marco que se va trazando, la desaparición de Herrera en un momento de
crisis propicia la reflexión crítica cervantina, descubre el verdadero valor de
la poesía y le anima a racionar los elogios convencionales (Ruiz Pérez, 2006,
págs. 44-46).
Más interesante es la serie de poemas en preliminares librescos muy
variopintos, que representan la segunda etapa de las poesías cervantinas, tras
el silencio guardado durante la etapa como soldado en Italia (1572-1575),
aunque en realidad se extienden a lo largo de toda su vida. Constituyen una
ventana a la red de relaciones personales de Cervantes, con todo lo que puede
decir de sus afinidades y ambiciones, al tiempo que manifiestan una decidida
voluntad por alcanzar presencia y reconocimiento públicos por el cauce de la
poesía impresa.
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Ruiz Pérez (2006, pág. 42) deslinda cinco grupos en los poemas
laudatorios[16]: 1) los tres textos (núms. 6-7 y 8) dedicados a obras
manuscritas de ingenios italianos con los que comparte fortunas y
adversidades durante el cautiverio, que constituyen gestos de amistad y acaso
también de aprecio real por los textos en cuestión; 2) un amplio conjunto de
poemas (núms. 9-10, 12-15, 17 y el posterior 29) diseminados en obras casi
siempre poéticas publicadas entre 1583 y 1587, que coincide con el paso
andaluz de Cervantes y la salida de La Galatea con el «Canto de Calíope»,
que marca «el ingreso oficial de Cervantes en la sociedad literaria del
momento» como un hecho definido por los azares de la biografía y las
ocupaciones pro pane lucrando, que acaso dificultaba la consolidación de
estos primeros escarceos poéticos; 3) tres encomios más en libros de doctrina
y erudición entre 1587-1588 y 1596 (núms. 16, 18 y 23); 4) un soneto
descolgado en los preámbulos de las Rimas lopescas de 1602 (núm. 27); y, 5)
finalmente y tras una década de silencio, poesías en cuatro obras de diversa
naturaleza (1613-1616) (núms. 30-31 y 33-34), con el soneto a la muerte de
Herrera (núm. 28) como quicio entre los dos últimos.
El santo y seña fundamental de esta veintena de poemas pasa por el
círculo de amigos y las relaciones de patronazgo en el campo literario, tal
como muestra Marín Cepeda (2007 y 2015). Por eso, conviene trazar la
relación de Cervantes con esta galería de personajes para entender el sentido
de cada texto[17]. No parece baladí que los primeros poemas librescos tomen
cuerpo en Argel, donde Cervantes se codeaba con caballeros y personajes
principales, puesto que fue capturado con valiosas cartas de recomendación
que hicieron que fuera tomado por un hombre principal[18]. En este marco
conoce a dos ingenios italianos, a los que probablemente se acercaría debido a
su interés y a su reciente paso por Italia: con Bartolomeo Ruffino de
Chiambery le unen la participación en campañas militares comandadas por
don Juan de Austria y la experiencia del cautiverio en Argel donde se
conocieron, además de que el tratado Sopra la desolatione della Goletta e
forte di Tunisi (1577) era la crónica más detallada (Bono, 1976, pág. 17) sobre
dos sucesos bélicos que tanto preocupaban a Cervantes, según rememora en la
aventura del capitán cautivo (I, 39), y la petición de socorro al duque de
Saboya y al señor de Rivaira que lleva a cabo seguramente espolearon a
Cervantes a probar suerte con la Epístola a Mateo Vázquez; en el mismo lugar
—o quizá ya en Sicilia en 1574— coincide también con el poeta Antonio
Veneziano, a quien dedica una carta con unas octavas para el cancionero
amoroso La Celia. Los dos sonetos argelinos (1576) componen un díptico en
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loor del autor y de la obra, de acuerdo con una dinámica coetánea muy común
por la que se elogia el genio de Ruffino en situación adversa, al tiempo que
implícitamente se reclama la liberación del cautiverio. En las octavas a
Veneziano (1579) se juega de ingenio con conceptos (cautiverio pasional y
personal) e imágenes contrapuestas sobre el amor de modo similar a algunas
canciones de La Galatea: «Mientras que al triste lamentable acento», «Afuera
el fuego, el lazo, el hielo y flecha» y «Sin que me pongan miedo yelo y
fuego» (I, págs. 21-22 y 54; IV, págs. 247-249) (Ruta, 2006). Asimismo, el
poema advierte de la importancia de la epístola como vía de difusión poética
(Marín Cepeda, 2012 y 2013).
Ya de regreso en la corte tras mil y una aventuras, la actividad poético-
laudatoria de Cervantes se acelera: en breve espacio (1583-1587) compone
hasta cinco poemas para Padilla y su obra (Romancero, Grandezas y
excelencias de la Virgen Nuestra Señora, núms. 9 y 17, más dos textos acerca
de su entrada en la orden franciscana que aparecen en el Jardín espiritual,
núms. 11-12 y otro dedicado a san Francisco en el mismo poemario, núm.
13), La Austriada de Rufo (núm. 10) y el Cancionero de Gabriel López
Maldonado (núms. 14-15). De ellos, Padilla y López Maldonado formaban
parte del grupo de amigos de Cervantes tras el cautiverio que se completa con
Laínez, según un mapa político-literario trazado por lazos de amistad y
actividad poética en torno a ciertos núcleos urbanos y alrededor de dos
talleres de imprenta (Francisco Sánchez, Blas de Robles): en concreto, Padilla
era un ingenio bien relacionado con el mundillo editorial que compartía con
Cervantes una serie de afinidades y gustos poéticos, lo que explica que un
poema cervantino aparezca en todas sus obras desde el Romancero y lo
acompañe en su paso de las letras profanas a las divinas; por su parte, la
amistad con López Maldonado se rubrica poéticamente, pues Cervantes paga
el soneto preliminar de La Galatea con dos poemas para el Cancionero, en el
que se da cita la flor y nata del panorama poético coetáneo (Lope, Espinel y
otros muchos) junto a Padilla. Con Rufo no parece que se dieran lazos tan
fuertes, pero la participación común en la batalla de Lepanto, las relaciones
con Ascanio Colonna y La Austriada bastan para explicar el interés de
Cervantes.
Los poemas padillescos interesan como testigos artísticos de la evolución
personal y poética de un ingenio al que se acompasan las poesías, que pasan
de un resumen del curriculum de Padilla (núm. 9) a la celebración de la
conversión con ecos de fray Luis y san Juan de la Cruz (núms. 11 y 12), el
elogio de san Francisco en metáfora pictórica (núm. 13) y la combinación de
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blancos e intereses con el encomio de la Virgen, la fama de Padilla y la
infanta Margarita de Austria en el último de los sonetos (núm. 17), que
muestran la alianza de amistad, religión y política en una suerte de «letanía»
poética que se nutre del Cantar de los Cantares (Arellano, 1998, págs. 205-
207). El soneto dedicado a la epopeya de Rufo comparte la misma dinámica
que le permite elogiar a don Juan de Austria y destacar la ejemplaridad de la
victoria de las armas españolas con esa mezcla de orgullo y melancolía que
define sus recuerdos de «la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los
presentes, ni esperan ver los venideros» (prólogo al segundo Quijote,
pág. 673), dejando de lado las guerras de Granada, que también toca esta
crónica poética. Mientras, los dos poemas en loor de López Maldonado y su
obra cartografían el repertorio de sentimientos expresados en poesía (núm.
14) y revelan «la convencionalidad del artificio bucólico» al poco de La
Galatea (núm. 15, vv. 21-30), entre otras cosas (Ruiz Pérez, 2006, pág. 24).
Si hasta aquí la amistad era un aliciente capital para la composición
poética, en el resto de poemas priman los intereses cortesanos. Esta regla se
cumple en los tres poemas que siguen, aparecidos en textos dedicados,
respectivamente, a la política cortesana (núm. 16, en Filosofía cortesana
moralizada, 1587), la medicina (núm. 18, en Tratado… de las enfermedades
de los riñones, 1588) y el arte de la guerra (núm. 23, en el Comentario en
breve compendio de disciplina militar, 1596). Ningún contacto personal
parece estar detrás de estos poemas celebrativos, porque son tentativas
interesadas de acercamiento a la órbita del poder a través de distintos
personajes: Alonso de Barros formaba parte del entorno de Mateo Vázquez,
Francisco Díaz desempeñaba el prestigioso cargo de médico real y, si bien a
Mosquera de Figueroa lo había conocido brevemente durante sus estancias en
Écija cuando Cervantes recaudaba impuestos y problemas por Andalucía, el
poema sigue otra dirección, pues escolta una sección en «Elogio al retrato de
don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz», un héroe militar admirado por
Cervantes, y vuelve a la retórica de glorificación múltiple del poeta y del
poema. Más claramente se ven los anhelos en el soneto cortesano al libro de
Barros, un manual de comportamiento cortesano (vv. 9-11) con un temprano
juego de la oca (Infantes, 2010) que justifica el elogio final del ideal del
delectare aut prodesse (v. 13). Excepcional a su manera es el soneto
encomiástico-científico para el tratado urológico de Díaz, porque a su
posición final añade el tratamiento discreto que logra sublimar un tema a
priori más apto para los chistes (Egido, 2010) y muestra una mayor relación
con la materia médica —y hasta el index final de materias— que el poema de
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Lope («A la inmortalidad os mueve y llama») de los preliminares, más
centrado en el paragone italo-español y la cuestión de la fama[19].
En medio de un paréntesis poético (de 1596 a 1613) se sitúan los sonetos
en elogio de la obra de Lope (núm. 27) y de Diego Hurtado de Mendoza
(núm. 29): el primero da fe de las buenas relaciones iniciales entre Lope y
Cervantes, que luego acabaron por agriarse y saltar en mil pedazos (Pedraza
Jiménez, 2006), mientras el segundo es solo la punta del iceberg de la
participación de Cervantes en el proceso de edición (proyecto, compilación y
objetivos) de las Obras de Hurtado de Mendoza como colaborador del taller
de Juan de la Cuesta (Rico, 2002; A. Blecua, 2005), amén de prueba sincera
de admiración. A estas cuestiones editoriales se suma de cierta manera el
soneto a Lope, porque se integra en la arriesgada empresa editorial de La
Dragontea, que aparece en el reino de Castilla dentro de La hermosura de
Angélica con otras diversas rimas (Madrid, Pedro Madrigal, 1602) con el
disfraz de «tercera parte de las Rimas», pues primeramente había tenido que
publicarse en otro lugar (Valencia, Pedro Patricio Mey, 1598)[20]. Es más:
Cervantes va más allá y dedica su poema a celebrar toda la trayectoria poética
de Lope y su dominio de géneros «de ángeles, de armas, santos y pastores»
(v. 14) que abarcan varios modelos de épica, un poema hagiográfico y una
novela pastoril.
Para acabar, quedan cuatro poemas más que constituyen los últimos
coletazos de la retórica laudatoria: el romance al tratado Dirección de
secretarios de señores (1613, con licencias de 1612) de Gabriel Pérez del
Barrio Angulo (núm. 30) y tres sonetos a don Diego Rosel y Fuenllana (en
Parte primera de varias aplicaciones…, 1613, núm. 31), Juan Yagüe de Salas
(Los amantes de Teruel, 1616 y preliminares de 1615, núm. 33) y la monja
Alfonsa González (en Miguel Toledano, Minerva sacra, 1616, núm. 34).
Cada uno parece hijo de su padre y de su madre sin aparentes lazos comunes,
mas se puede hallar alguna razón para esta sinrazón. El tratado de Angulo se
encuadra en las relaciones de Cervantes con la corte: tiene el prestigio de ser
el primer manual de secretarios en castellano (frente a modelos como el
diálogo Il segretario, 1504, de Battista Guarini recordado en uno de los
prólogos) que se preocupa por la cristiana razón de Estado en un marco de
polémicas europeas al respecto, que sin duda formarían parte de las
preocupaciones de la facción cortesana a la que Cervantes pretendía
acercarse[21]. Además de algún posible contacto en las campañas italianas en
las que ambos combatieron, del curioso libro de Rosel y Fuenllana
seguramente le atraería la abigarrada y experimental colección de enigmas y
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relatos breves con sentido moral (Soons, 1957 y 1970; Copello, 2015), que
luego recuerda en cierta forma con los disparatados proyectos del primo
humanista del Quijote (II, 22) (Montero Reguera, 1996, págs. 94-96)[22]. Con
el poema de Yagüe de Salas las cosas son más sencillas, pues la fama de la
historia de los amantes de Teruel rescatada en esta larga epopeya parece el
principal argumento para reunir en los preliminares a un extenso elenco de
poetas (Lope, Salas Barbadillo, Guillén de Castro y muchos más), que no
querían perderse tan prestigiosa ocasión. En este sonetillo Cervantes maneja
la imagen del canto del cisne (vv. 1-4) con un escorzo que expresa la victoria
del poeta contra la muerte por la fama de sus creaciones y nacionaliza el topos
(del río Meandro al Turia) en una suerte de translatio imperi et studii (Manero
Sorolla, 1991, págs. 774-775), que recuerda posteriores jugueteos cómicos del
Viaje del Parnaso (IV, v. 565). Por último, el soneto de los preliminares del
cancionero sacro de Toledano se entiende por dos razones: primero, por el
parentesco que unía a Cervantes con Alfonsa González y, segundo, por las
relaciones con el impresor, Juan de Villarroel, el nuevo editor de Cervantes
con el que trabaja desde las Ocho comedias hasta el Persiles, amén de algún
posible acercamiento a la religión al final de su vida, en sintonía con su
reciente entrada en la Orden Tercera de San Francisco (1613), a la que se
sumaban tantos ingenios en la época[23]. Un pasaje (v. 11) del poema
cervantino parece apuntar a una posible inspiración a partir de una imagen de
la religiosa en los preliminares del libro con una cartela de contenido bíblico
(«In conspectu angelorum psallam tibi», Salmos, 138, 2). En contrapartida,
además, la figura de esta monja cantarina le dio materia para perfilar la figura
de Feliciana de la Voz en el Persiles (Pastor Comín, 2008, págs. 334-335),
que canta con voz angelical unas sublimes octavas «A la Virgen de
Guadalupe» que admiran y encantan a todos los personajes de la novela (III,
5).
La apuesta por los poemas dedicados no parece que le saliera del todo
bien: su esfuerzo por hacer carrera en la corte se ve cortado dos veces y
apenas logra un puesto de consolación (comisario de abastos, una suerte de
recaudador de la época) que le permite entrar en la carrera de los negocios. Es
posible que el fracaso de sus aspiraciones explique el silencio en los
preliminares durante dos décadas y los ataques posteriores del prólogo del
primer Quijote contra «la inumerabilidad y catálogo de los acostumbrados
sonetos, epigramas y que al principio de los libros suelen ponerse» (pág. 10),
además de la crítica contra la pedantería y la presuntuosidad que por el envés
parece apuntar contra la práctica de Lope de Vega[24]. Sea como fuere,
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todavía después de esta entrega novelesca compone Cervantes algún que otro
poema encomiástico, por mucho que en la falsa continuación de Avellaneda
se le acuse de ser un hombre «falto de amigos» (pág. 8), entre otras lindezas
que no vienen a cuento.
Entre unas cosas y otras, Cervantes saca tiempo para la composición de
poesías puramente circunstanciales, dedicadas a ocasiones precisas de su día a
día: dos poemas en redondillas a la conversión de Padilla (núms. 11-12) y las
dos canciones a la Gran Armada contra Inglaterra (núms. 19-20), que se
centran en un evento determinado[25]. Por de pronto, la pareja de textos «Al
hábito de fray Pedro de Padilla» en el Jardín espiritual se integran en unos
preliminares destinados a trazar un elogio completo del autor y la obra[26].
Así, el primero se construye según variaciones de figuras bíblicas («hombre
nuevo», «luz del mundo», «carro de Elías», etc.), imágenes de conversión (la
muda de piel de la serpiente) y una metáfora encadenada sobre la navegación
del alma, en tanto que el segundo es la exposición poética de dos emblemas
(el cambio de plumas del águila y la evaporación del agua por el sol que da
lluvia) con sus comentarios (Arellano, 1998, pág. 205).
Las canciones sobre la Armada contra Inglaterra (núms. 19-20) forman un
díptico sobre una de las empresas bélicas más atrevidas de la época (1588), a
la que Cervantes había contribuido con su labor como comisario de
abastos[27]. Son poemas heroicos de asunto histórico labrados en la
inmediatez del conflicto, pues presentan las dos caras de la espera: de la Fama
mensajera a España, Felipe II y los soldados españoles, los poemas reflejan la
angustia de la duda y la esperanza mientras las noticias son inciertas
(«confuso rumor», v. 4), frente al consuelo por el revés (felix culpa) y los
ánimos para la recuperación y la victoria final que llegará —con sus más y
sus menos— al cierre de la guerra anglo-española (1585-1604)[28]. En
conjunto, las dos canciones son también la primera cala inglesa de Cervantes,
que luego continúa con el soneto burlesco sobre la invasión de Cádiz (núm.
24) que posteriormente da pie a la novela La española inglesa (Lapesa,
1967a), y todo rodeado de una acusada intertextualidad con cuatro odas
heroicas de Herrera (Entwistle, 1947), las «Octavas dirigidas al rey don
Felipe» del capitán Aldana, un poema de Góngora («Levanta, España, tu
famosa diestra») y un soneto de Acuña sobre Lepanto («Ya se acerca, señor, o
es ya llegada») (Rivers, 1995, pág. 215)[29].
En el cruce entre amistades y circunstancias hay tres poemas religiosos: el
soneto «A san Francisco» (núm. 13), la glosa a san Jacinto («El cielo a la
Iglesia ofrece», núm. 22) y la canción «A los éxtasis de nuestra Bendita
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Madre Teresa de Jesús» (núm. 32), a los que se pueden sumar los elementos
sacros diseminados aquí y allá (Mata Induráin, 2008). Antonio de Sosa,
durante su declaración en la Información de Argel (1580), da testimonio del
cultivo cervantino de la poesía sacra: «se ocupaba muchas veces en componer
versos en alabanza de Nuestro Señor y de su bendita Madre, y otras cosas
santas y devotas» (pág. 149). En este marco se inserta la entrada de Cervantes
en la congregación del Santísimo Sacramento (1609), que también se tiene
que entender como el intento de un poeta por estar presente en el lugar y el
momento oportunos, pues —entre otras cosas— era una academia literaria
fundada por el cardenal Sandoval y el duque de Lerma en la que predominaba
la poesía religiosa, con la participación de Lope, Espinel, Quevedo, Salas
Barbadillo y Vélez de Guevara, entre otros ingenios (Canavaggio, 2015,
pág. 299)[30]. Sin embargo, el carácter masivo y mundano hace que con el
tiempo Cervantes acabe por preferir la disciplina de la Orden Tercera de San
Francisco (págs. 377-378).
La cercanía —si no la devoción— a san Francisco arranca por lo menos
desde el soneto que le dedica en un poemario de Padilla, que se trata de un
poema pictórico a lo divino, que se fundamenta en voces del arte de la pintura
para expresar la bondad del personaje[31]. Los otros dos poemas son
composiciones ocasionales enviadas a sendos certámenes poéticos por la
canonización de san Jacinto (1594) y la beatificación de santa Teresa (1614,
que no será santa hasta 1622)[32]. En estas justas se seguían una serie de
instrucciones que marcaban el tema, el tono y hasta la estructura de los
poemas participantes: así, en las fiestas zaragozanas en las que Cervantes
prueba suerte se debía glosar una cuarteta («El cielo a la Iglesia ofrece», etc.)
mientras en los festejos de Madrid del segundo se pide con todo lujo de
detalles una canción castellana a los éxtasis de santa Teresa a la manera de la
Égloga I de Garcilaso, que justifica tanto los guiños intertextuales como la
forma métrica. Solamente en el primer caso sonríe la fortuna a Cervantes, que
se alza con el primer premio (tres cucharas de plata) en la segunda modalidad
con un ingenioso juego triple con el nombre de san Jacinto en su sentido de
flor y piedra:
De la gran materna Delo,
cual otro hijo de Latona,
para hermosear nuestro suelo
y en él recibir corona
de ingenioso y sutil velo,
Miguel de Cervantes llegó
tan diestro, que confirmó
en el certamen segundo
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la opinión que le da el mundo
y el primer premio llevó.
(págs. 390-391)
Junto al sabor amargo que dejan, quizá las quejas que se hallan en el
episodio de don Diego Miranda en el Quijote (II, 18) sobre —o más bien
contra— los certámenes poéticos se puedan entender como una reivindicación
de su valía poética y permitan sospechar que Cervantes había participado en
algún que otro concurso del que nada se sabe porque no le fue nada bien:
dígame vuesa merced: ¿qué versos son los que agora trae entre manos, que me ha dicho el señor su
padre que le traen algo inquieto y pensativo? Y si es alguna glosa, a mí se me entiende algo de
achaque de glosas, y holgaría saberlos; y si es que son de justa literaria, procure vuestra merced
llevar el segundo premio, que el primero siempre se le lleva el favor o la gran calidad de la persona,
el segundo se le lleva la mera justicia, y el tercero viene a ser segundo, y el primero, a esta cuenta,
será el tercero, al modo de las licencias que se dan en las universidades; pero, con todo esto, gran
personaje es el nombre de «primero».
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ruïna», v. 11)[33]. La indignación y la burla debieron de ser grandes, pues el
soneto se origina en una serie de poemas —acaso de ámbito académico— que
hicieron chacota del mismo asunto de Sáenz de Zumeta, Juan de la Cueva y
Alonso Álvarez de Soria (Astrana Marín, 1948-1958, V, págs. 213-214).
Muy parecido es el soneto con estrambote «Al túmulo del rey que se hizo
en Sevilla», porque otra vez hay paradoja jocoseria que echa por tierra el
elogio. Con razón se puede jactar Cervantes de este poema («honra principal
de mis escritos», Viaje del Parnaso, IV, v. 38), pues es de lejos su soneto más
célebre, según prueba el reguero de manuscritos con variantes de todo pelo,
pero también uno de los menos comprendidos[34]. De entrada, hay que aclarar
que el poema se burla tanto del gran lujo del monumento funerario armado en
homenaje a Felipe II como del problema protocolario entre las autoridades,
que alargaba sin remedio la pervivencia de una construcción efímera por
definición[35]. La jugada cervantina es toda una innovación: un poema
burlesco que maneja a su antojo la retórica funeral, se relaciona con un
elemento arquitectónico (en variación con la poesía de tema artístico) y
multiplica las perspectivas con un diálogo a tres voces[36]. En efecto, la poesía
se puede considerar una variante cómica —más sonriente que chusca— de los
epitafios por la capa de comicidad e ironía que rodea el encomio y la
presentación de tres reacciones frente al túmulo, cuando la regla general dicta
que solo haya un caminante[37]: un soldado (vv. 1-10) que se admira y
describe brevemente la valiosa «máquina insigne» (v. 4) y desea con toda la
ironía que permanezca más tiempo en pie (vv. 6-7); un valentón (vv. 12-14)
que aprueba sus palabras; y un locutor (vv. 15-17) que describe el final
entremesil de la situación con la salida del personaje entre gestos más de
respeto que de chuleo. Tan bien sale que se cuenta una anécdota sobre la
entrada en la catedral de «un poeta fanfarrón» que «dijo una octava [sic]
sobre la grandeza del túmulo: “¡Voto a Dios…!”» (Ariño, 1873, pág. 105),
que para más de uno tenía pinta de ser el propio Cervantes en una correría
bromista. Así, constituye la cruz jocosa de la cara encomiástica representada
en las quintillas en elogio del rey (núm. 25), que a veces se han visto
contaminadas por la comicidad del otro poema. Pero no hay que confundir las
cosas: el desengaño con la sonrisa torcida del soneto con estrambote no va
más allá de los puntuales excesos ceremoniales y jamás se extiende al rey
(que apenas se invoca como prueba de la maravilla, vv. 9-11) ni al otro
poema[38].
Entre todos estos textos se encuentra algo huérfano —cual eslabón
desgajado— el romance «La morada de los celos» (núm. 21), la única cala
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romanceril suelta que se conoce de Cervantes. Parece responder a la moda
pastoril que encuentra acomodo en tres repertorios poéticos (la Flor de varios
y nuevos romances, el Romancero general y el Cancionero manuscrito de
Duque de Estrada) con otras tantas versiones del poema[39]. De esta manera,
se sitúa entre La Galatea y La Casa de los Celos, y hasta puede decirse que la
comedia da vida escénica al romance (Egido, 1994, pág. 183), con la adición
de elementos caballerescos a la receta pastoril. Ya en harina, es un poema
alegórico que combina la descripción de un marco lúgubre (vv. 1-28) y el
relato de la breve historia amorosa de un pastor a Lauso (vv. 34-56) que
presenta una advertencia contra los celos y un epitafio. De hecho, se puede
considerar un verdadero «emblema con su inscriptio» (Bernat Vistarini, 1995,
pág. 95, n. 20)[40].
Al frente del manojo de versos sueltos está la Epístola a Mateo Vázquez,
que es una temprana muestra de la pericia poética cervantina, interesante
como documento y monumento: ciertamente, tiene un gran valor
autobiográfico que redondea en clave poética los datos de la Información de
Argel (1580) y el memorial de servicios al rey (1590), a la vez que es la
incursión cervantina en el prestigioso cauce de la epístola poética. En esta
caso importa de inicio la historia del texto, porque la autoría cervantina ha
sido caballo de batalla de la crítica hasta la decisiva aportación de Gonzalo
Sánchez-Molero (2010), que ha redescubierto el poema —otrora perdido— y
descifrado muchos de los enigmas que lo envolvían[41]. Al parecer, la
redacción de la epístola se hizo a marchas forzadas en unos pocos meses de
1577, justo antes de la liberación de don Antonio de Toledo, caballero de la
Orden de san Juan y hermano del conde de Alba de Liste que haría las veces
de correo hasta la corte y Mateo Vázquez[42]: justamente, la participación de
este privilegiado mediador explica que solamente reste una copia de letra
cuidada en papel de buena calidad, seguramente con la idea de mejorar la
carta apresurada. Estas presiones y prisas tan lógicas condicionan que el texto
tenga apariencia de retazos cosidos a la carrera, con lo que se hace algo
confuso el propósito de la misiva poética (Blasco, 2014, pág. 379).
Así, a los modelos clásicos (Dante, Petrarca y Ariosto para el terceto en la
querida Italia, la magnífica Epístola moral a Fabio y otros en la patria) se
suma el espejo de algunas epístolas de Laínez («Si os parece, señor, que el
atreverme»), la «Elegía a Boscán» de Garcilaso (Rivers, 1973, pág. 126), la
Epístola a Arias Montano de Aldana (García López, 2015, pág. 98) y ecos de
la oda «A la vida retirada» de fray Luis de León, pero sobre todo una notable
labor de reutilización —mejor que reciclaje— de un pasaje (vv. 178-244) que
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repite casi a la letra el discurso de Sayavedra en la tragedia coetánea El trato
de Argel (vv. 396-462)[43]. A más de la reputación del modelo, que le
aseguraba una buena recepción, la elección estaba cantada: tal como explica
Gonzalo Sánchez-Molero (2010, págs. 223-225), los prisioneros únicamente
podían comunicarse con el exterior a través de cartas y Cervantes echa mano
tanto del esquema culto de la epístola poética como de la variante popular de
las coplas de cautivos para presentarse como un personaje de categoría y un
ingenio hábil[44].
Como sea, con la Epístola se retrocede al tiempo de cautiverio de
Cervantes, cuando principia su segunda etapa poética con los poemas para
Ruffino di Chiambery y Veneziano, a mitad de camino entre sus inicios
cortesanos y la fiebre de los preliminares. Y lleva igualmente a las relaciones
que unían a Cervantes con Mateo Vázquez y de ahí a las razones y
motivaciones del poema. Todo parte de atrás, porque una petición de auxilio a
una de las figuras más poderosas de la corte filipina estaría condenada al
olvido si no se contaba con alguna puerta de entrada especial, como un
mediador de valía (Toledo) y una lejana amistad. De un conocimiento previo
(1564-1568) en torno a la Universidad Alcalá de Henares donde Mateo
Vázquez estudia Filosofía y acompaña a Nicolás de Ovando (amante de
Andrea, hermana mayor algo díscola de Cervantes) en gestiones de
inspección, se pasa a un posible encuentro cerca del círculo del cardenal
Espinosa, protector de Mateo Vázquez y padrino de los poetas que componían
la tertulia literaria del duque de Alba (Hurtado de Mendoza, Laínez, etc.)
desde la muerte del príncipe don Carlos. En este contexto, la salida de
Cervantes hacia Italia con el séquito de Acquaviva es un viaje programado
por Espinosa dentro de la recolocación de personajes poco queridos por el rey
y explica el período de diez años de servicios a la Corona que el poeta
recuerda repetidamente en la Epístola, pues desde sus inicios cortesanos
(1567-1568) se integra como puede en el séquito del cardenal. Es decir: las
relaciones de Cervantes con Mateo Vázquez se enmarcan en el paso de la red
clientelar de Espinosa a Mateo Vázquez, que le permiten apuntar a un
contacto capital en la corte. Tanto la amistad juvenil (con un «mancebo», vv.
25-30) como el pacto con su «señor» (encabezado).
La disposición de la Epístola a Mateo Vázquez se adapta con algunas
variaciones al esquema habitual[45]:
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mediante la recreación de los vínculos que los unen y el elogio del
poderoso, mediante una cadena de disculpas retóricas por el silencio
epistolar (vv. 1-6), la precaución contra posibles sospechas de
adulación (vv. 7-9), unos preliminares sobre la timidez de la escritura
(vv. 10-18) que da paso al elogio de las virtudes del secretario y una
reflexión sobre los peligros cortesanos (vv. 20-90).
2. Una narratio (vv. 91-192) que presenta una suerte de memorial
poético de servicios que arranca del recuerdo de la miseria del
cautiverio (vv. 91-105) y ofrece el curriculum cervantino (vv. 106-
192) con la pintura de Lepanto marcada a fuego (vv. 109-165) y la
captura como principio de las desgracias (vv. 166-192)[46].
3. Una petitio (vv. 193-241) doble que comprende la búsqueda del favor
de Mateo Vázquez para salir del cautiverio y regresar a la corte —ver
la discusión posterior— y un discurso al rey que en mise en abyme
abarca un nuevo relato con otra petición (vv. 202-234) sobre la
necesidad de conquistar Argel, con alusiones al modelo heroico de
Carlos V (vv. 185-189 y 229-231)[47].
4. Y una conclusio tan retórica como fugaz (vv. 238-244) que disculpa su
atrevimiento por su «justo deseo» (v. 241).
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Alvar (2004, págs. 169-172) considera que Mateo Vázquez no se decidió a
intervenir por rescoldos de viejas realidades clientelares, mientras Gonzalo
Sánchez-Molero (2010, págs. 236-258) defiende que la custodia del poema en
el cartapacio de curiosidades literarias del secretario muestra un cierto aprecio
y define un panorama diferente: el fallo de la nueva intentona de huida
cervantina deja sin utilidad a la epístola, si es que solo buscaba favores
cortesanos. De ser así, se puede entender que el secretario trató en ocasiones
de ayudar en el rescate a la familia de Cervantes, al que recibe en Lisboa
(1581-1582) y encomienda una tarea que puede reflejar la entrada del poeta
en el círculo cercano a Mateo Vázquez, con el que se sigue relacionando
desde su regreso a Madrid, quizá como una suerte de auxiliar de los proyectos
culturales del secretario.
Dos poemas posteriores rodean estas cuestiones, además de las poesías en
libros relacionados de una manera u otra con el secretario y los tímidos guiños
a la demanda de ayuda en los dos poemas para el tratado de Ruffino: la
canción de Lauso a Larsileo que recita Damón en La Galatea (IV, págs. 230-
235) y el soneto a la Filosofía cortesana de Barros, libro dirigido y tal vez
también auspiciado por Mateo Vázquez. El poema galateico se suele entender
como una segunda entrega de la Epístola en la que un desengañado Lauso
(Cervantes), «después de haber gastado algunos años en cortesanos ejercicios
y algunos otros en los trabajosos del duro Marte» (pág. 229) se queja a
Larsileo (Mateo Vázquez) de la falta de atención por su parte (Astrana Marín,
1948-1958, III, pág. 180): de ahí la flecha contra «el cauteloso trato
cortesano» (v. 15) y otras mentiras. Sin embargo, la crítica casa mal con el
marco de la novela pastoril, que por demás está dedicada a Ascanio Colonna
—otro de los mecenas deseados por Cervantes—, y las muestras positivas
sobre la recepción de la canción que presentan otros personajes: es una poesía
que «fue tan celebrada por Larsileo, cuanto bien admitida de los que en aquel
tiempo la vieron», pues «la verdad y artificio suyo es digno de justas
alabanzas» (pág. 235). Con estos datos en la mano, la dureza contra los
privados y la vida cortesana no tiene que ser necesariamente una crítica ad
personam, sino un reflejo de la imagen de desdén por el lujo y la humildad
que adoptaba Mateo Vázquez (Gonzalo Sánchez-Molero, 2010, pág. 252). La
segunda carta viene con el soneto en la Filosofía cortesana de Barros, que
puede entenderse como el reflejo de algún favor obtenido por el partido
castellanista (Canavaggio, 2015, pág. 178), un nuevo conato de acercamiento
a un proyecto del poderoso secretario (Gonzalo Sánchez Molero, 2005,
págs. 813-815), pero que quizá tenga más de muestra de fidelidad a una
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facción cortesana y defensa de la clave tacitista de la filosofía cortesana
(Blasco, 2014, págs. 376 y 392-393), que privilegia la virtud sobre la fortuna.
Una rápida mirada de conjunto de la mano de Marín Cepeda (2013 y
2015) quizá pueda poner algo de orden y sentido al final de este recorrido.
Las poesías sueltas cervantinas diseminadas en preliminares de libros de
amigos se concentran en una primera época en la que Cervantes se esfuerza
por acercarse a un círculo político (el partido castellanista) a finales del siglo
XVI ya desde la Epístola a Mateo Vázquez y otras poesías del cautiverio. Con
el tiempo, una nueva conciencia artística y un progresivo desengaño en las
aspiraciones cortesanas al compás de otras desilusiones coetáneas fomentan
una ampliación del espectro poético, un interés crítico y un pequeño giro
burlesco.
CANON Y SÁTIRA
La relación con otros amigos y poetas prosigue en el «Canto de Calíope»
de La Galatea y el Viaje del Parnaso, dos textos metapoéticos que configuran
un canon artístico con algunas reflexiones y críticas. Separados por una
cuarentena de años, el primero se puede considerar un anticipo o borrador del
segundo (Herrero García, 1983, págs. 18-19; Talens, 2001, pág. 28; Caballero
Bonald, 2005, pág. 16), en el que varían el alcance, el esquema y el sentido.
De las octavas iniciales se cambia a los tercetos encadenados, un cauce
prestigioso de aire italiano (Dante, Petrarca, Ariosto, etc.) que se retuerce
burlescamente y que tiene su razón de ser en el carácter narrativo del poema
(Riley, 1994, pág. 497) y en el intento de igualdad crítica (Gaos, 1979,
págs. 178-179; Talens, 1989, pág. 284)[49].
De entrada, se trata de dos poemas que siguen el modelo del catálogo de
poetas (Infantes, 2004; García Aguilar, 2005; Álvarez Amo, 2008; Ruiz
Pérez, 2010b), que a su vez reelabora los esquemas encomiásticos previos de
las colecciones de illustri viri y las vidas de autores del humanismo más las
galerías de retratos y las biografías de artistas, en un camino que refleja el
progresivo ascenso del estatuto social del poeta. Junto a ediciones, polémicas
y poemas, una de las estrategias fundamentales son los listados, que presentan
un elenco de ingenios según el doble baremo de calidad y cantidad, que
permite a los poetas tomar las riendas de las operaciones de canonización y
descubre las trazas de la recepción coetánea y la sociabilidad literaria[50].
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En tanto pertenecen a la familia de la poesía encomiástica (Gitlitz, 1972),
proceden de una batería de modelos compartidos del que cada texto
aprovecha unos u otros elementos a su antojo. A partir de aquí, poseen un
cañamazo diferente: el primero responde a una moda de los libros de pastores,
que tienden a contener poemas de celebración de personajes y poetas,
mientras el otro es un poema exento y el más largo de Cervantes, por cierto.
Del mismo modo que La Galatea desciende en línea recta de los libros de
pastores precedentes, el «Canto de Calíope» es hijo directo de la serie de
poemas celebrativos de estas novelas: el «Canto de Orfeo» de La Diana
(1558) de Montemayor se destina al elogio de damas castellanas y
valencianas por su castidad, así como el «Canto de Erión» de El pastor de
Fílida (1582) de Gálvez de Montalvo muestra una descripción de una galería
de retratos de damas de la familia real y la nobleza (Arribas Rebollo y
Peñalva Gil, 2004), pero ya en el «Canto del Turia» (Gil Polo, Diana
enamorada, 1564) el encomio va dirigido al ciclo de poetas valencianos. Algo
más al margen se encuentran, sin duda, los catálogos de poemas épicos desde
el Orlando furioso de Ariosto, que en la traducción de Urrea (1549) se
traduce a figuras españolas y las continuaciones que le siguen, más el Canto
pinciano (1578) de Lomas Cantoral, con una lista de ingenios de
Valladolid[51].
A esta tradición se suma a su manera el Viaje del Parnaso, poema basado
«en la referencia abierta o disimulada a unos modelos literarios» dominados
por textos italianos vigentes a finales del siglo XVI que coinciden con el paso
de Cervantes por Italia o estrictamente contemporáneos al Viaje, sin
distinción de prosa y verso, con alardes de humor y un propósito de ruptura
con el petrarquismo (Ruiz Pérez, 1995, págs. 67-71). Ya el incipit marca esta
naturaleza intertextual, con el guiño clarísimo a «un quídam Caporal italïano»
(I, v. 1), que remite al Viaggio in Parnaso (Parma, 1582) de Cesare Caporali,
que seguramente conocía a través de la segunda edición (en las Opere
poetiche, Venezia,
Bernardo Gionti e Giovan Battista Giotti, 1608) y que proporciona la idea
principal del viaje, ciertas imágenes (la descripción de la mula, la galera
poética, la importancia de la pobreza, etc.), la métrica (tercetos encadenados)
y el estilo jocoserio[52]. Según se verá más adelante, el Viaje del Parnaso es
mucho más que un ejercicio poético y un texto parnasiano, pero se construye
sobre el signo de la competencia intertextual[53]. Y si con Caporali se une a la
tradición de viajes parnasianos (Cappelli, 2001), se relaciona también con los
capitoli burlescos de Berni (en terza rima), una epístola de Aretino («Al S.
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Gianiacopo Lionardi», 6 de diciembre de 1537) que inaugura el motivo del
sueño y la aparición de Pegaso, los Raguagli di Parnaso (Venezia, [s. i.],
1612-1613) de Traiano Boccalini y con los parnasos españoles[54]: el Viaje de
Sannio (1585) de Juan de la Cueva que propicia el tono burlesco y su
romance «Cómo los poetas conquistaron el Parnaso, y Apolo y las musas
huyeron dél» del Coro febeo de romances historiales (Sevilla, Juan de León,
1587), algunas epístolas poetológicas (Barahona de Soto, Cristóbal de Mesa),
la Sátira contra la mala poesía de Pacheco (entonces manuscrita) y el poema
«La Casa de la Memoria» (Diversas rimas, 1591) de Espinel. A todo esto se
puede añadir el diseño de Dante, la alegoría de textos con estructura de batalla
(el Roman de la Rose y su estirpe), la tradición de sueños y academias
(Gómez Trueba, 2009, pág. 283), las visiones medievales con los Trionfi de
Petrarca y la Amorosa visione de Boccaccio, el viaje de la Odisea, la literatura
del loco, la escalada de la Gigantomaquia, etc., y por lo demás guarda ciertos
lazos con El licenciado Vidriera (Green, 1970) y el mágico episodio de la
cueva de Montesinos del Quijote (II, 22-23) (Avalle-Arce y Riley, 1973), por
no entrar en los parnasos posteriores que alargarían en exceso este repaso[55].
Sobre este complejo mosaico de textos, el Viaje del Parnaso realiza una
aguda superación de modelos por el uso combinado de ironía, autobiografía y
parodia[56].
La lista poética de La Galatea se enmarca en la aparición de la musa
Calíope, que representa la irrupción de la maravilla en la novela (Riley, 1981,
pág. 288). Justo después de la elegía por Meliso que congrega a los pastores,
un maravilloso fuego se levanta de la sepultura del personaje y en medio de
este surge «una tan hermosa y agraciada ninfa, que en mayor admiración les
puso que la vista del ardiente fuego», que se presenta y se ofrece a protegerlos
y hacerles un regalo:
me parece será bien daros alguna noticia agora de algunos señalados varones que en esta vuestra
España viven, y algunos en las apartadas Indias a ella sujetas; los cuales, si todos o alguno dellos su
buena ventura le trujere a acabar el curso de sus días en estas riberas, sin duda alguna le podéis
conceder sepultura en este famoso sitio. Junto con esto, os quiero advertir que no entendáis que los
primeros que nombrare son dignos de más honra que los postreros, porque en esto no pienso
guardar orden alguna: que, puesto que yo alcanzo la diferencia que el uno al otro y los otros a los
otros hacen, quiero dejar esta declaración en duda, porque vuestros ingenios en entender la
diferencia de los suyos tengan en qué ejercitarse, de los cuales darán testimonio sus obras. Irelos
nombrando como se me vinieren a la memoria, sin que ninguno se atribuya a que ha sido favor que
yo le he hecho en haberme acordado dél primero que de otro; porque, como digo, a vosotros,
discretos pastores, dejo que después les deis el lugar que os paresciere que de justicia se les debe. Y,
para que con menos pesadumbre y trabajo a mi larga relación estéis atentos, harela de suerte que
solo sintáis disgusto por la brevedad della (IV, pág. 362).
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Este es el «Canto de Calíope», que refiere la ninfa con una dulce voz
acompañada de acordes de arpa. Desde ahí, sigue una «relación […] / de los
ingenios que ya son del cielo» (vv. 7-8) cuyo alcance aclara en el principio
del poema:
Pienso cantar de aquellos solamente
a quien la Parca el hilo aún no ha cortado,
de aquellos que son dignos justamente
de en tal lugar tenerle señalado;
donde, a pesar del tiempo diligente,
por el laudable oficio acostumbrado
vuestro, vivan mil siglos sus renombres,
sus claras obras, sus famosos nombres.
(vv. 9-16)
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vv. 769-856, diez) y el dueto Laínez-Figueroa (vv. 857-888), que
probablemente se presentan unidos por la similitud de sus poesías (Schevill,
1925, págs. 425-426 y 431)[57]. Cada uno de ellos posee una octava propia,
salvo Pachecho (con dos), Terraza y Martínez de Ribera (que comparten una)
y Laínez-Figueroa que disfrutan de mayor espacio (cuatro en comandita) por
su amistad con Cervantes.
Dentro de esta organización brilla la elección de los poetas-soldados como
cabeza de lista y el espacio concedido a una serie de médicos: los primeros
simbolizan la unión ideal de armas y letras de la que el mismo Cervantes
podía presumir, mientras para los segundos se hace preciso confiar en el
prestigio de alguno, de los avances médicos que llevaron a cabo y hasta la
cercanía de Cervantes a esta ciencia por medio de su padre (cirujano de
oficio), pues de muchos de ellos no se conoce ninguna actividad poética
(Fernández-Cañadas de Greenwood, 1984-1985)[58]. La inserción con toda
naturalidad de la amplia nómina de ingenios americanos entre otras regiones
españolas indica la atención de Cervantes a la poesía de la «región antártica»
(v. 521) que solía aparecer en talleres sevillanos y deriva en cierta medida del
anónimo «Discurso en loor de la poesía» (fols. 9r-26r), que abre boca en la
Primera parte del Parnaso antártico (Sevilla, Alonso Rodríguez Gamarra,
1608) de Diego Mexía de Fernangil, rubricado por una enigmática «señora
principal»[59]. Al lado, Scoles, Canettieri y Pulsoni (2006, págs. 41-52)
aprecian que en el canon galateico hay lugar para un selecto manojo de
autores de sextinas (Lope, Herrera, Alcázar, Juan de la Cueva y Francisco de
las Cuevas) que se proponen como modelos avant le temps de introducción
castellana de una forma italiana que más adelante Cervantes cultiva en el
Viaje del Parnaso.
En el Viaje del Parnaso, las cosas son bastante más complejas. Es una
apuesta mucho más arriesgada por al menos dos razones esenciales: de un
lado, porque forma parte de la cadena de publicaciones cervantinas que se
precipitan entonces, pues aparece justo después de las Novelas ejemplares y
en vísperas de lanzar un órdago con el segundo Quijote y las Ocho comedias
y ocho entremeses, en un ciclo de senectute cervantino que tiene todos los
bríos de la juventud; de otro, porque su génesis es la respuesta de Cervantes a
varias motivaciones internas y externas.
En breve, el Viaje del Parnaso posee cuatro razones y objetivos
fundamentales (Riley, 1994, pág. 494; Romo Feito, 2003, págs. 153-156): 1)
la intención de ofrecer la estimación cervantina del estado de la poesía
española coetánea en un momento de crisis y renovación; 2) la autovaloración
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y construcción de una imagen autorial (self-projection) en el campo literario
del momento frente a su marginación; 3) la mejora de su reputación poética
mediante un agudo experimento poético y 4) el desaire contra los hermanos
Argensola por no haber formado parte de la corte cultural que acompañaba al
conde de Lemos en su virreinato de Nápoles, «mejor de Europa y aun de todo
el mundo» (El licenciado Vidriera, pág. 272). Este último motivo no vale por
sí solo para explicar la composición del Viaje del Parnaso, pero tampoco hay
duda de que el poema tiene algo de vendetta contra esta frustración en las
aspiraciones de protección[60]: el conde de Lemos había sido el dedicatario de
la mayoría de las obras cervantinas (Novelas ejemplares, segundo Quijote,
Ocho comedias y ocho entremeses y Persiles), pero el dolor por este nuevo
signo de exclusión se deja sentir en la breve dedicatoria del Viaje a los Tapia
y los ataques contra los hermanos Argensola (Bartolomé y Lupercio
Leonardo), que decidieron escoger solo a ingenios de medio pelo —Mira de
Amescua aparte— para este círculo poético[61]. No fue el único, pues con
chanzas y todo así se duele Góngora del abandono de dos príncipes (el conde
de Nápoles y el duque de Feria, que marchan a Nápoles y Francia), frente a lo
que se consuela con «unos caracoles» (v. 4) y «pocos libros libres» (v. 9), con
palabras que podría firmar Cervantes[62]:
Como sobran tan doctos españoles,
a ninguno ofrecí la musa mía;
a un pobre albergue sí, de Andalucía,
que ha resistido a grandes, digo soles.
(vv. 5-8)
Otro paratexto de interés que adelanta el sentido del Viaje del Parnaso es
el poema preliminar «Del autor a su pluma», que funciona como una suerte de
miniespejo de la crítica del poema contra la alabanza y la falsa adulación que
enturbian el panorama coetáneo desde una perspectiva literaria, moral y social
(Gracia, 1989 y 1991). Además, la curiosa ausencia del soneto de alguno de
los testimonios vuelve a poner sobre la mesa la polémica con el falso Quijote
de Avellaneda, a poca distancia de su publicación y muy cerca de la respuesta
cervantina con el segundo Quijote: frente a los ataques contra la falta de
amigos de Cervantes que le impiden tener poemas preliminares, parece que
Cervantes decide eliminar el soneto —con su pliego— en mitad del proceso
de edición para evitar darle la razón (Rodríguez Marín, 1935, págs. XX-XXII).
Así las cosas, el Viaje del Parnaso es una obra de escritor, sobre escritores
y para escritores. Más allá del ejercicio encomiástico del «Canto de Calíope»,
este poema parnasiano cuenta en varios episodios una historia entre fantástica
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y verosímil. El resumen de esta crónica comprende narración, encomio y
sátira, con mucho de burla y desengaño:
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Seguidamente, los poetas nobles («titulados») logran ser eximidos del
combate (V, vv. 271-321) y todo el escuadrón descansa, pese a que
siguen muertos de hambre (V, vv. 322-334).
VI. Sueño: en una visión onírica, Cervantes se encuentra con la Vanagloria
(VI, vv. 10-235), gigantesca figura llena de viento que es hija del
deseo y la fama, hasta que despierta con los primeros ruidos del ataque
contra el Parnaso, con el tiempo justo para escuchar la arenga de
Apolo (VI, vv. 259-300)[65].
VII. Batalla de los buenos y malos poetas: entre ecos épicos, el combate
entre los buenos poetas (con el emblema del cisne) frente a los
«poetastros» (cuervos) se libra a golpe de libros y versos. En un
instante, la fuga de algunos al bando de la mala poesía y ciertos
ataques ponen en riesgo a los buenos poetas, que acaban por vencer
gracias a la decisiva intervención de los Argensola y especialmente de
Góngora.
VIII. Canonización final: al cabo de todo, se produce el reparto de premios
en forma de nueve coronas de laurel que —de tres en tres— van a
ingenios del ejército parnasiano, Nápoles y España (VIII, vv. 85-93),
mientras el resto de poetas tienen que consolarse con flores, perlas y el
rapé («tabaco») fabricado con los excrementos del caballo Pegaso.
Luego de la promesa de esperanzas de la Poesía, Cervantes duerme
dos días y, realiza un doble desplazamiento por arte de birlibirloque:
en el uno se despierta en Nápoles, se encuentra con Promontorio,
personaje con el que se trata de «padre» e «hijo» y le informa de las
fiestas celebradas en el virreinato por las dobles bodas reales entre
España y Francia; en el otro («no sé cómo», VIII, v. 376), aparece en
Madrid y se encuentra con algunos desertores y excluidos del Parnaso,
que se muestran amables y coléricos, respectivamente. Al final, se
escuda en Apolo y se refugia en su casa para descansar.
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de Márquez Villanueva (1995b, págs. 227-231), Cervantes es a la postre «un
discretísimo profesional, dispuesto a sazonar todo buen momento de su vida
en el oficio con una dosis de socarronería». En este sentido, el poema es un
«contraviaje» (countervoyage) con el que se desmitifica un paraíso falso (un
devaluado Parnaso conectado al ambiente académico) y quizá también de una
Italia en exceso idealizada (Márquez Villanueva, 1995b)[66]. La guerra
poética con la fuga de algunos guerreros, por su parte, destella la dificultad de
deslindar entre la buena y la mala poesía, según una configuración bélica que
explica «el desdoblamiento autorial, la multiplicación de voces y la ironía
aplicada a una práctica de […] crítica literaria» (Ruiz Pérez, 2006, pág. 105)
[67]. Igualmente, el desquite se presenta—con Lepanto como modelo— cual
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exacta del personaje histórico del que, si por un lado se retoman elementos,
por otro, es una máscara entre otras (Apolo, Mercurio, Promontoio, Pancracio
de Roncesvalles) que se manejan como mecanismo de distanciamiento[69].
Además de ser una autobiografía más sincera que el Viaggio de Caporali,
Canavaggio (1981 y 2000) muestra que se trata de un poema que vive en el
quicio entre la realidad y la ficción, cual mezcla de «la supuesta
rememoración de un periplo fantástico y la efectiva reconstrucción de un
auténtico pasado de escritor» (pág. 38), en analogía con sus otros guiños
confesionales en la «Historia del capitán cautivo» (Quijote, I, 39-41), los
prólogos (Riley, 1994, pág. 492) y su juicio sobre las narraciones
primopersonales de su tiempo con la novela picaresca como principal
quebradero de cabeza[70]. Con retazos de aquí y allá, Cervantes logra
bosquejar una autobiografía sentimental y combativa con la que volver a los
lugares de sus sueños (la bella Nápoles), defender su valía y, en suma, dar
forma a un mundo propio.
En este contexto, está marcada a fuego la reivindicación autorial, como un
panegírico pro domo sua que repasa la carrera de un Cervantes (al final de
una moderna rota Virgilii, para De Armas, 2002) marginal y marginado con
la mirada puesta tanto en el presente (competencia, mecenazgo, mercado
editorial) como en la posteridad (historia literaria) (Gutiérrez, 2005 y 2008),
que puede compararse con los casos de Lope, Góngora y Quevedo[71]. Todo
un reto, sin duda, porque la escritura deriva de la conciencia de la diferencia
generacional, estética y social (Ruiz Pérez, 2006, pág. 66).
La mirada hacia atrás es muy completa (IV, vv. 7-68), pues abarca el
elogio de textos concretos como la novela pastoril La Galatea, la desconocida
La confusa y otras comedias, el divertido Quijote, las novedosas Novelas
ejemplares, el soneto «Voto a Dios que me espanta esta grandeza», el
romance «La morada de los celos» (mencionado como «Los celos»), el
Persiles y un trío de textos fregoniles (La ilustre fregona, La entretenida y La
guarda cuidadosa) junto a la reivindicación de sus mayores virtudes artísticas
(invención, dedicación constante a la poesía, cuidado con la sátira) y
personales (sinceridad, honradez y falta de adulación) y el lamento final por
su desgraciado lugar en el campo de las letras[72]. Del catálogo interesa el
recordatorio de algunas obras desconocidas (La confusa, el resto de
«romances infinitos», IV, v. 41), y, en general, conviene fijarse en dos rasgos
que se reclaman como fundamentales: la defensa del ingenio como marca de
su poética y signo distintivo de los verdaderos poetas, y la negación de la
sátira, que en una obra irónica parece «una paradoja absurda» (Close, 1990,
Página 39
pág. 494), pero que en verdad establece la diferencia entre la crítica amable y
el zarpazo furioso. De hecho, es uno de los consejos de don Quijote a don
Diego Miranda: «Riña vuesa merced a su hijo si hiciere sátiras que
perjudiquen las honras ajenas […]; pero si hiciere sermones al modo de
Horacio, donde reprehenda los vicios en general, como tan elegantemente él
lo hizo, alábele» (Quijote, II,16).
Las funciones del personaje Cervantes se multiplican a lo largo del Viaje
del Parnaso: de viajero pasa a comentador de los méritos de los poetas,
consejero de los dioses, cronista de la batalla, pues en realidad actúa casi
siempre al paño, como testigo (Romo Feito, 2003, pág. 145), puesto que no
lucha en el combate ni bebe de las fuentes poéticas, como deseaba al inicio
del poema[73]. Y es que, en verdad, Cervantes actúa según una dinámica
constante de reafirmación y desmentido (Romo Feito, en prensa). Con todo, la
reclamación acaba en exclusión como una marca de confesión final que
despierta a la realidad tras el sueño imaginado[74]: en atinadas palabras de
Close (1993, pág. 63), es una «pervasive self-assertion mitigated by persistent
self-effacement».
La reivindicación autobiográfica va estrechamente unida a la construcción
de un canon polémico, porque la conformación del perfil cervantino no se
realiza en soledad sino en diálogo (Ruiz Pérez, 1995, págs. 59-86).
Paradójicamente, Cervantes no está en la lista de Apolo y nunca entra en el
canon, pero juzga una y otra vez a los poetas que le salen al paso. Esto es: en
cierto sentido, Cervantes invierte su situación marginal para situarse en una
posición de poder que le permite examinar el valor de los demás poetas. Justo
esta posición al lado del camino actúa como escudo, pues el juez poético
carece de legitimidad para dictar sentencia, por lo menos hasta que Mercurio
y Apolo le conceden el poder. Pese a todo, le causa problemas con algunos
poetas descontentos (IV, vv. 490-522; VIII, vv. 421-450) y teme «presentes
miedos de futuros daños» (IV, v. 530), así que no le queda otra que excusarse
con la verdad: la elección es de Apolo y Cervantes-personaje únicamente
aprueba sus decisiones (IV, vv. 529-555), en un desdoblamiento prudente de
crítica poética.
En este baile de síes y noes se configura un agudo ejercicio de crítica
literaria realizada de tejas abajo, más desde la perspectiva del escritor que del
teórico y siempre con mucho de humor, como es habitual en Cervantes[75].
Junto al escorzo de reivindicación autorial (Gaos, 1973, pág. 30), el juicio
cervantino apunta a diferentes blancos internos y externos dentro del marco
de la poesía del primer tercio del siglo XVII: al estilo de los filósofos de
Página 40
Velázquez, hay una crítica del amaneramiento académico, la agotada receta
petrarquista, la descontrolada exuberancia de poetas y la falta de una crítica
cabal, que guarda más de una similitud con los poemas argamasillescos del
Quijote y las ideas de Herrera en sus Anotaciones (Márquez Villanueva,
1995b y 2005b). El disparo contra algunos vicios se hace por medio de
imágenes de gran potencia simbólica: así, la crítica contra la hinchazón
literaria y la pedantería (Gómez Canseco, 2001) por encima de otros vicios
(ambición, soberbia, servilismo, etc.) se representa mediante la conversión en
calabazas de los poetas, siguiendo la Apocolocyntosis de Séneca y otros
modelos italianos en el ámbito de la Academia degli Intronati, como el
macarrónico Baldus (1517) de Teófilo Folengo y La zucca (1551) de Anton
Francesco Doni (Zoppi, 2013)[76]. De modo más preciso, se trata de un dardo
contra Avellaneda y una defensa de la nueva poesía en el marco de la
polémica gongorina: de ahí que Góngora tenga un elogio inicial (II, vv. 49-
60) y luego sea el arma principal (VII, vv. 322-327) con la que se decanta la
batalla a favor del bando de los buenos poetas[77].
Una vez más se impone recordar la precaria situación de Cervantes en el
mundillo letrado del momento como acicate para la acción. Según Gracia
(1989 y 1991), Cervantes se lanza a escribir desde la conciencia de la
injusticia con una protesta que supone un modo de entender la poesía y la
relación del ingenio con la propia sociedad, que —entre otras cosas— zahiere
la alabanza y falsa adulación en defensa de la honradez, razón por la que se
remacha una y otra vez sobre el rasgo de pobreza de los poetas. En este
sentido, Ruiz Pérez (2006, pág. 91) señala cuatro temas fundamentales para la
autoconciencia del poeta y su consagración en el parnaso contemporáneo:
amén de la orgullosa afirmación artística, se da la dialéctica entre el gremio y
el individuo, el papel de los valores poéticos y sociales en esa dinámica y la
especificidad de la poesía lírica en la diversidad genérica disponible.
El repaso panorámico y la defensa de soi-même deriva finalmente en la
configuración de un parnaso, que es a la vez un cronotopo clásico, la patria
simbólica del autor y una alegoría del sistema literario coetáneo[78]. Y es que,
según muestra Fumaroli (1998, págs. 42-44) en un agudo estudio, las
fronteras del Parnaso, «taillé dans des matérieux antiques par des lettrés
modernes», se abren más allá de la república de las letras y crea —en alianza
con la alegoría de la Arcadia— «les dispositions à la sociabilité heureuse, à la
promenade en commun au jardin» que favorecen «la liaison et la
correspondance entre les Lettres et les Arts».
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Desde esta ladera, el Viaje del Parnaso es la versión poética del escrutinio
de la biblioteca del Quijote (I, 6), en tanto ofrece un repaso comentado de
ingenios y obras que funciona en tres niveles: en el primero, hay una defensa
de la poesía española (variante de la translatio studii) que enlaza con
empresas militares de su tiempo y contrautopía (Schmidt, 1996)[79]; en el
segundo, se bosqueja una selección de los mejores ingenios del momento; y,
de la mano, en el tercero Cervantes poetiza su compleja inserción en este
canon.
Frente al «Canto de Calíope», la crítica del Viaje del Parnaso encierra un
riesgo mayor según una conciencia poética más firme y madura: junto al
aumento cuantitativo (de 108 a unos 130 más la alegórica Poesía y otras
entidades abstractas), se pasa del listado ordenado a la clasificación y
discriminación realizada por una polifonía dominada por un Cervantes
personaje (más Apolo) que toma el testigo de la ninfa. Entre uno y otro caso,
la fuerza de las circunstancias tiene algo que decir: han tenido lugar dos
cambios generacionales que consuman una transformación estética histórica
tanto como propician el paso del convencional elogio inicial a una valoración
estética y satírica, con el avance de la presentación masiva a una selección de
calidad y la sustitución de la poética renacentista por el modelo cultista que
comienza a ganar enteros (Ruiz Pérez, 2006, págs. 46-50).
Cierto, en el Viaje del Parnaso la sonrisa complaciente de Cervantes se
vuelve una mueca más torcida que favorece el humor y la sátira sobre el
elogio a secas. Por el tono y la desmesura, hay «una amplificatio y una
hipérbole de los poemas de encomio» que anteriormente había modelado
Cervantes (Ruiz Pérez, 2011, pág. 170). Así, es capital el deslinde entre las
pervivencias —con algunos giros de apreciación—, las desapariciones y las
incorporaciones de la nómina galateica al catálogo viajero, además de las
ausencias absolutas de los dos repertorios[80]. Si bien hay un claro predominio
de autores vivos, las variaciones son reflejo en gran medida de un cambio
generacional, pero al lado hay ingenios que perviven más allá de la tumba,
como fray Luis y Herrera (Ruiz Pérez, 2006, pág. 52).
Para comenzar, de los 16 poetas que significativamente repiten mención,
el trío Góngora, Quevedo y Espinel mejora porque son los únicos poetas
alabados por Apolo (Asensio, 1973, pág. 80), mientras con Lope saca el
cuchillo para zarandearlo de varias formas: situado entre un joven dramaturgo
y una turba de malos poetas, lo presenta lloviendo de una nube según un
movimiento de caída y no en ascenso hacia el Parnaso, dando una imagen de
«señor endiosado», lleno de aire y en paralelo con la Vanagloria (Lokos,
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1989)[81]. Al margen de este ejemplo, por norma general los elogios se hacen
con nombre y apellidos, mientras la sátira puede llegar a encubrirse bajo giros
y máscaras (poetas molestos por no aparecer, posibles críticas a Alemán,
Villegas y otros).
Ruiz Pérez (2006, pág. 79) señala con toda razón que es capital que la
relación de poetas de Cervantes abarca a cultivadores de los géneros más
variados —incluidas la erudición y la historia—, manteniendo en parte la
disposición en agrupaciones o escuelas habituales en este tipo de repetorios
(como el «Canto de Calíope») y sin prestar apenas atención a obras concretas,
«como si pesara más el nombre que sus realizaciones efectivas». En
compensación, solamente Góngora, Arbolanche y Lofraso (y acaso Lope)
aparecen con nombre y obras. Especialmente significativo es el caso de los
Argensola, que reciben críticas constantes, pero a la postre son una baza
esencial en el desenlace del combate, que deja clara la «distinción entre la
talla moral del individuo y la altura de su creación literaria» (Ruiz Pérez,
2006, pág. 79).
Otros rasgos notables de la selección cervantina son el buen criterio para
juzgar a poetas jóvenes que todavía estaban despuntando (Herrero García,
1983, págs. 16-19), la preferencia de ciertos poetas épicos (Ercilla, Virués y
Rufo), que tienen un lugar en el corazón de Cervantes por la narración de
Lepanto (Vilà, 2008) y la autoinserción de Cervantes como personaje, que
queda fuera de toda forma de canonización —como se ha dicho antes—, en lo
que es una verdadera vuelta de tuerca a la tradición parnasiana[82].
Cual «nuevo Luciano» (Gaos, 1979, págs. 176-177), Cervantes se dedica a
rebajar burlonamente los mitos, en la estela de las fábulas mitológicas
burlescas que ya llevaban un tiempo en boga. El enfrentamiento entre los
dioses por los buenos y los malos poetas españoles se puede entender como
«una Ilíada en miniatura» (Márquez Villanueva, 2005b, pág. 695) de sabor
burlesco, toda vez que los ataques del grotesco Neptuno se detienen gracias a
la intervención de una Venus con más de cortesana seductora que de diosa,
según una fórmula retratística —al menos en el primero— digna de un cuadro
de Arcimboldo (Arellano, 1999, pág. 325) o «puro Disney» (Márquez
Villanueva, 2005b, pág. 695)[83]. A estas imágenes chistosas Cervantes les
añade el uso paródico de la lengua de jaques y tahúres (Márquez Villanueva,
1995b, págs. 215-216), más algo de inocencia cándida: Mercurio no pasa de
ser un mensajero de tres al cuarto que no sabe desempeñar bien su trabajo y
Apolo un noble simpático que carece de la experiencia necesaria para
defender el Parnaso, por lo que ambos deben acudir a un más sabio Cervantes.
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A más de eso, la riqueza de la lengua del Viaje comprende un diluvio de
vulgarismos, voces germanescas y de registros variopintos (literario, rústico,
soldadesco), expresiones del juego de naipes, arcaísmos, neologismos,
derivaciones creativamente desusadas y un manojo de cultismos que
constituyen el tapiz de la lengua de la locura, más ciertos eufemismos eróticos
y escatológicos (Márquez Villanueva, 2005b, págs. 686-687).
Con todos estos rasgos, el Viaje del Parnaso se perfila en silueta como un
«fascinante poema agenérico» (Márquez Villanueva, 2005, pág. 101) que
asimila muchos modelos diversos, de modo similar al sorprendente
Quijote[84]. Por tanto, su definición es harto problemática más allá de las
raíces comentadas previamente. Una marca esencial del Viaje es su estatuto
de texto de frontera entre relato y canto que detalla las relaciones
problemáticas entre prosa y verso (Ruiz Pérez, 2006, pág. 20). Por el tono
épico se antoja casi una Cervantea (Ruiz Pérez, 2006, págs. 71-74), pero en
realidad es un poema épico burlesco que se distancia tanto de la serie italiana
como de la tradición homérica por el uso de la primera persona, la guerra
poética y la forma en terza rima (Rivers, 1970; Balcells, 2005)[85]. El humor
sobresaliente, la actitud crítica, la variedad formal y una poética de la
incredulidad que permite poner en solfa los asuntos más serios en la difusa
frontera entre ficción y realidad hacen del Viaje del Parnaso un destacado
miembro de la sátira menipea (Rivers, 1991, págs. 11-16), que puede encajar
todavía mejor en la categoría estética de la sátira al modo de Frye (1967)
(Romo Feito, en prensa)[86].
Al final del todo está la «Adjunta al Parnaso», una coda en prosa escrita
un par de años después (la carta lleva fecha de 22 de julio de 1614, casi como
la carta de Sancho Panza a su mujer en el Quijote, II, 36) y seguramente
durante los preparativos para la imprenta. El regreso a la prosa conecta tanto
con los Avvisi di Parnaso de Caporali como con los Ragguagli de Boccalini.
Este epílogo de última hora se compone del encuentro de Cervantes con un
personaje tan curioso como estrafalario (Pancracio de Roncesvalles), una
carta de Apolo y una lista de «Privilegios, ordenanzas y advertencias» para
los poetas españoles, que es prima hermana de la «Premática del Desengaño
contra los poetas güeros» del Buscón de Quevedo, si bien Cervantes ofrece
una vuelta positiva con aprobaciones en vez de prohibiciones. Así, se
completa la mezcolanza genérica del Viaje del Parnaso con la adición de los
modelos del relato en prosa, la epístola y la disposición legal (Rivers, 2009,
págs. 197-199).
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El encuentro azaroso con un personaje sigue de cerca los prólogos del
primer Quijote y el Persiles (Riley, 1994, pág. 506), y propicia una nueva
serie de desdoblamientos con el personaje Cervantes, Pancracio y los dos
textos de Apolo como vías de difusión del pensamiento cervantino, que
rompe todavía más los límites entre realidad y ficción (ver Aráoz de Aráoz,
2006). De estas máscaras, Pancracio de Roncesvalles es una variación de la
figura del mal poeta de comedias (Sobejano, 1973), que es rico, pero
mantiene la vestimenta chistosa, cual hermano del licenciado Gomecillos del
entremés El retablo de las maravillas[87].
En esencia, la «Adjunta» es una recolección final de los temas tratados
previamente en el Viaje del Parnaso por el triple trámite de la novelita breve,
la carta délfica y las disposiciones poéticas: la apariencia y la pobreza de los
poetas, la cuestión del teatro, la crítica de los poemas lisonjeros, etc., más —
claro está—otros destellos autobiográficos (el soneto volandero) y nuevas
reivindicaciones de la valía cervantina con un final abierto (la respuesta a
Apolo) que es marca de la casa[88]. El deslinde entre el préstamo intertextual
(«hurtare algún verso ajeno y le encajare entre los suyos») y el hurto
descarado («el concepto y toda la copla entera») es una andanada con todas
las de la ley contra Avellaneda, reducido a la categoría de «tan ladrón […]
como Caco» nada más salir de la estampa[89].
La mano parecía buena, pero el envite no salió como se deseaba: una
segunda edición tardía y foránea (Milán, Juan Bautista Bidelo, 1624) es poca
cosecha para las dimensiones del esfuerzo, pero es que tal vez los poetas —
principales receptores del texto— andaban ya atareados por el
encadenamiento de otras polémicas de mayor fuste (Gutiérrez, 2001,
pág. 147), como la decisiva querelle gongorina que venía de arrancar.
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Fernández, 1996, pág. 94) que acaso tenga que ver con las distintas elecciones
genéricas y la gran apuesta poética del Viaje del Parnaso, que concentra todas
las baterías de versos cervantinos[91].
La Galatea es el primer asalto de Cervantes al campo literario de su
tiempo, que puede considerarse un verdadero cancionero de poemas (Trabado
Cabado, 2000), tal como marcaba la narrativa pastoril[92]. Además de las
relaciones anteriormente señaladas, entre toda la baraja poética hay más de
una veintena de sonetos distribuidos según una pluralidad creciente en los
últimos acordes de la novela, y que en ocasiones pueden tenerse por «esquejes
y esbozos que habrán de ser completados más adelante» (Sánchez, 1985,
pág. 36)[93].
Con los dos Quijotes la variedad poética se dispara desde el inicio, en un
auténtico esfuerzo por demostrar el hábil manejo de las más variadas formas y
metros (Romo Feito, 2012, pág. 148). Los preliminares burlescos y los
poemas de los académicos de Argamasilla que enmarcan a modo de cornice
el primer Quijote son un juicio sobre el estado de las letras coetáneas y «el
asesinato de una tradición epigráfica venerable para todo buen humanista», en
palabras de Márquez Villanueva (1995a, pág. 135)[94]. Además, en una
perspectiva de géneros literarios, la inserción de poemas es una novedad en
los libros de caballerías que hace fortuna en otros modelos narrativos
(Montero Reguera, 2004). La gama poética del Quijote pone sobre la mesa
muy diversas cuestiones: desde las distintas maneras de transmisión poética
(cuadernillo, epístola, epitafio, oralidad, etc.) (Jauralde Pou, 1983) hasta tres
visiones contrapuestas del mundo pastoril (el realismo del romance de
Antonio, I, 11; el patetismo de Grisóstomo, I, 14; y la burla de unas coplas
quijotescas, I, 26), la importancia del epitafio y la alianza entre poemas y
novelas intercaladas (cinco poesías en «El curioso impertinente» y dos
sonetos en la «Historia del capitán cautivo»).
Al frente de todos los textos poéticos que ahora no se pueden recordar se
encuentra la «Canción desesperada de Grisóstomo» (I, 14), que quizá sea una
composición previa a la novela que arranca de un afortunado esquema clásico
(el texto condenado al fuego como Virgilio salvado por otro personaje)
(Marasso, 1947, págs. 46-47) y se construye —con algo más de suavidad—
sobre el modelo de la canzone disperata (Alonso, 2008), como la clave
fundamental que resuelve el misterio de la muerte del pastorcillo: es una nota
suicida (Sáez, 2015)[95]. Un simple repaso muestra la amplitud de la galería
de voces poéticas de la novela, que parece presidida por don Quijote (Rey
Hazas, 2006; Ruiz Pérez, 2006, págs. 149-167). Los otros casos funcionan por
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parejas: los sonetos de Cardenio (I, 23 y 27), el curioso díptico de Lotario (I,
34), la pareja de poemas cautivos (I, 40) y los dos sonetos de don Luis (I, 43).
Primeramente, los sonetos de Cardenio (I, 23 y 27) se unen a los poemas
de Lotario (I, 34) por el tema del amor, en tanto los primeros presentan la
vertiente dolorosa y trágica del amor junto a la traición, mientras los sonetos
de Lotario parecen poemas amorosos al uso que entrecruzan un cortejo
fingido y verdadero, reflejan la situación de engaño a los ojos y preludian la
tragedia de la honra que despierta el exceso de curiosidad (Mata Induráin,
2005a, págs. 151-154). De modo similar, las poesías de don Luis muestran las
dificultades del amor y la desigualdad social, echando otra vez mano del
topos de la navegación amorosa (Mata Induráin, 2007a). Especial atención
merecen el díptico sonetil sobre la pérdida de La Goleta, que emparenta antes
de nada con la experiencia del cautiverio, los dos poemas a Ruffino di
Chiambery (núms. 6-7) y la Epístola a Mateo Vázquez. Dentro de la acción
son epitafios compuestos por el alférez Pedro de Aguilar, compañero de Ruy
Pérez de Viedma, y funcionan como signo de anagnórisis y como cierre de la
etapa militar del capitán cautivo (Sáez, en prensa b)[96]. En realidad, son «dos
sonetos a manera de epitafios» (I, 39) destinados a la exaltación de los
soldados caídos en la empresa bélica mediante una ponderación con toques de
terribilità y tonos oscuros que Ponce Cárdenas (en prensa) relaciona —entre
poesía e historia— con la modalidad del epitafio heroico y una serie de
modelos italianos[97].
En el segundo Quijote caen los poemas en relación directa con el
descenso de las digresiones y la ausencia de novelas intercaladas, que solían
acompañarse de poemitas. Entre otros, el soneto «Píramo y Tisbe» (II, 18) de
don Lorenzo de Miranda, que tiene valor por ser el único poema de tema
clásico de Cervantes y se relaciona con el soneto de Sansón Carrasco y el
segundo de Lotario, en un continuo cruce de intratextualidades[98].
Igualmente, es central el pequeño duelo poético entre Altisidora y don Quijote
durante la estancia en el palacio de los duques, que supone una réplica
continua de poemas entre uno y otro (de II, 44 a II, 69)[99].
Ya es mucho, pero hay más pistas que apuntan hacia la difícil
delimitación de un corpus que a veces tiene una vida efímera: se dice que hay
otros poemas compuestos por don Quijote (I, 26) y los académicos
argamasillescos (I, 52)[100] y la condesa Trifaldi escucha de don Clavijo
ciertas «coplitas y estrambotes» (Montero Reguera, 2004, pág. 39), más un
poema de Sansón Carrasco («tenía ya compuesta una écloga, que mal año
para cuantas Sanazaro había compuesto», II, 74) que prometía aún más
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(«compondré versos pastoriles, o cortesanos, o como más me viniere a
cuento, para que nos entretengamos por esos andurriales» (II, 73)
En las Novelas ejemplares la poesía comienza a escasear: solamente se
encuentran poemas en La gitanilla, Rinconete y Cortadillo (seguidillas de
putas), La ilustre fregona (cuatro poemas), El celoso estremeño (una glosa
popular) y el Coloquio de los perros (la profecía de la bruja). En la primera, la
gitana Preciosa es la pura encarnación de la poesía, que a lo largo de la
novelita va a ofrecer —junto a algún otro personaje— una verdadera
antología poética (Joly, 1993) desde un romance circunstancial al parto de la
reina que enlaza con la Relación de Valladolid atribuida a Cervantes (Marín
Cepeda, 2005) hasta una buenaventura subida de tono con continuas
referencias erótico-festivas escondidas (Márquez Villanueva, 1995c)[101]. Por
su parte, el cuarteto poético de La ilustre fregona (un soneto, dos romances y
un cantar) representan —entre otras cosas— un duelo de seducción por la
bella Constanza, mientras la glosa del cantarcillo «Madre, la mi madre» en El
celoso estremeño es una degradación acorde con los deseos lascivos de
Leonora, y la profecía brujeril del Coloquio presenta tanto una forma poética
popular y enigmática como una muestra de las dificultades de transmisión de
la poesía oral, con las dos versiones mínimamente retocadas del texto
(págs. 594 y 605).
Finalmente, y tras el asalto del Viaje del Parnaso, en el Persiles la poesía
se reduce a la mínima expresión por un puñado de buenas razones: las
convenciones del género bizantino, la preferencia de la narración sobre la
detención lírica y la fusión de poesía y prosa (Díez Fernández, 1996, págs. 93,
109-111), además de la respuesta equilibrada —de mesura— a la andanada de
versos y autos sacramentales que engalanan El peregrino en su patria de
Lope (Egido, 1999, pág. 38)[102]. La escasez de poemas preliminares desde
luego tiene que ver con la falta de un pulido final del libro, aparecido tras la
muerte de Cervantes, y ya en el cuerpo del texto, el Persiles solo contiene
cuatro sonetos y una canción, pero significativamente ninguno en boca de
alguno de los protagonistas (Díez Fernández, 1996, pág. 103). Los sonetos se
distribuyen equitativamente en las dos secciones principales de la novela (dos
en el mar, aventuras septentrionales; dos en tierra, viaje de Lisboa a Roma)
(Mata Induráin, 2004).
Los sonetos de Manuel de Sosa Coutiño («Mar seso, viento largo, estrella
clara», I, 9), Rutilio («Huye el rigor de la invencible mano», I, 18) y Policarpa
(«Cintia, si desengaños no son partes, II, 3) comparten el rasgo de ser poemas
recitados y percibidos en otras lenguas (portugués, italiano y una lengua
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bárbara) que luego se repiten —al menos para el lector— en castellano. A
partir de ahí, el primero es un poema amoroso idóneo tanto en el contexto (la
navegación amorosa) como en el personaje, pues los portugueses se
consideraban amantes sin medida[103]; el segundo tiene un valor profético
porque avisa de la posterior tormenta que va a asolar su navío; y el tercero es
una críptica confesión amorosa que descubre la pasión de Policarpa.
El soneto romano («¡Oh grande, oh poderosa, oh sacrosanta!», IV, 3) tiene
una historia algo más enrevesada. Sin que se pueda decidir si responde a una
inspiración juvenil o a recuerdos de un viejo Cervantes, se presenta en la
acción como un poema recitado por una voz misteriosa mientras los
peregrinos ven por primera vez Roma. Más en detalle, es un soneto de
alabanza (laudatio urbis) que responde a otro soneto («Un santo padre electo
a mojicones») en vituperio atribuido al conde de Villamediana o a Quevedo,
que sería descendiente de las paschinate tan bien manejadas por Aretino y el
modelo anticortesano de Góngora («Grandes más que elefantes y que
abadas») (Lara Garrido, 1999a). Es decir: la cara de elogio que responde a las
cruces antirromanas de una serie de textos.
Las octavas de Feliciana de la Voz (III, 5) suponen un antes y un después,
porque marcan el fin del viaje marítimo y el inicio de la peregrinación por
tierra. Poseen una doble dimensión oral y escrita, pues primeramente el
personaje canta con voz admirable una parte y luego se guardan por escrito a
petición de Auristela. Cual mosaico de piezas muy variadas (Canzone alla
Vergine de Petrarca, el Garcilaso a lo divino de Sebastián de Córdoba, la
«Canción a la Asunción de Nuestra Señora» de Lupercio Leonardo de
Argensola y la Oda a Francisco Salinas de fray Luis), estas octavas reflejan
la importancia de la Virgen de Guadalupe para Cervantes tanto por su valor
en la lucha contra los moros y para los cautivos como porque en su capilla se
guardaba la farola que en la batalla de Lepanto llevaba la nave capitana de los
turcos, a lo que se añade la significativa coincidencia de la reciente
proclamación de la Inmaculada Concepción (1615) (Egido, 1999, págs. 25-
26)[104].
Todavía menos se dirá en esta ocasión de los poemas del teatro
cervantino, porque es extremadamente complejo establecer el deslinde con la
poesía dramática. Eso sí, conviene tener en mente que el Viaje del Parnaso y
las Ocho comedias y ocho entremeses son el último esfuerzo cervantino por
defender su valía en el terreno de la poesía y el teatro, a escasa distancia uno
de otro. Romo Feito (2007) examina el mundo poético de las comedias y
tragedias de Cervantes, y aprecia una preferencia del soneto en el ámbito
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amoroso (El laberinto de amor, La Casa de los Celos y La entretenida) y
burlesco (otra vez en esta última comedia). En este marco salta el gusto
cervantino por la reescritura, ya que el primer soneto de Lotario reaparece en
La Casa de los Celos. Más sencilla es la cosa en los ocho entremeses
cervantinos —seis en prosa—, en los que se da una presencia paradójica e
insistente de la poesía a decir de Gaylord (1982, pág. 174), que se bifurca
fundamentalmente en los romances y romancillos finales que tienden a cerrar
la acción acompañados de baile y música según una gama de variaciones, con
algunos casos intermedios, como la glosa «Chinelas de mis entrañas» del
soldado perrohortelanesco de La guardia cuidadosa y el conjuro tan mágico
como estrambótico del estudiante en La cueva de Salamanca, además del
cierre de El rufián viudo con un homenaje a Escarramán, figura ajacarada
entre poesía y drama fundada por Quevedo.
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El segundo se halla en el sabroso diálogo de don Quijote —en uno de sus
momentos más cuerdos— con el sabio don Diego de Miranda, que se
preocupa por las veleidades poéticas de su hijo. Luego de admitir que la
poesía es «menos útil que deleitable» pero nunca deshonrosa, da un discurso
que puede grabarse en letras de oro:
La poesía, señor hidalgo, a mi parecer es como una doncella tierna y de poca edad y en todo
estremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que
son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y todas se han de autorizar con ella; pero
esta tal doncella no quiere ser manoseada, ni traída por las calles, ni publicada por las esquinas de
las plazas ni por los rincones de los palacios. Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien
la sabe tratar la volverá en oro purísimo de inestimable precio; hala de tener el que la tuviere a raya,
no dejándola correr en torpes sátiras ni en desalmados sonetos; no ha de ser vendible en ninguna
manera, si ya no fuere en poemas heroicos, en lamentables tragedias o en comedias alegres y
artificiosas; no se ha de dejar tratar de los truhanes, ni del ignorante vulgo, incapaz de conocer ni
estimar los tesoros que en ella se encierran (II, 16).
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poemas en parejas, que le permiten mostrar dos caras de una misma moneda
(como en las canciones sobre la Gran Armada o los sonetos a la pérdida de La
Goleta); los emblemas son un modelo de expresión privilegiado en la poesía
cervantina, que orienta de una forma más intelectual que visual y más tópica
que ingeniosa, según una sistematización en campos bien definidos que
selecciona los motivos más oportunos para la expresión de los temas
dominantes (Arellano, 1998, págs. 209-210); aparte de esto, si en las novelas
Cervantes maneja conceptos e ideas pictóricas a su antojo (baste recordar que
«la historia, la poesía y la pintura simbolizan entre sí», Persiles, III, 14)
(Serés, 2010), en los poemas escasean los juegos picto-poéticos más allá del
soneto «A san Francisco» y el romance burlesco «Suelen las fuerzas de amor»
de don Quijote a Altisidora (Sáez, en prensa a).
En pocas palabras, la poética cervantina se configura en el conflicto entre
la idea y la praxis, con modulaciones constantes marcadas tanto por las
transformaciones del panorama artístico como por peripecias personales y un
desengaño in crescendo que propicia el giro burlesco de algunos sonetos y el
gran satiricón del Viaje del Parnaso. No obstante, antes de cerrar resta decir
algo sobre un asunto de lo más peliagudo.
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desterradas— sobre la Epístola a Mateo Vázquez y otras supercherías que no
vienen al caso[109].
Con todo, de padrastro a padre va una gran diferencia y el problema tiene
su enjundia con cerca de cuarenta poemas que deben ponerse en cuarentena,
de los que Gaos (1974-1981, II, págs. 393-416) editaba una quincena larga.
En esta ocasión se ha optado por una selección mucho más reducida, que no
descarta posteriores adiciones cuando las pruebas de paternidad den mejores
resultados. Por el momento, se ofrecen dos poemas de valentón (núms. 38-39)
hermanados con el soneto «¡Voto a Dios que me espanta esta grandeza!», una
poesía satírico-burlesca de la guerra abierta contra Lope (núm. 40) y otra que
adelanta algunos rasgos del Viaje del Parnaso (núm. 41)[110].
Los dos poemas valentones pintan dos variantes de jaques de la época: el
primero es un rufián arrepentido a la fuerza y a medias según se expresa en
tres movimientos (quehacer maleante, razones del retiro y la transformación
irónica con una lección final) (Díez Fernández, 1997), mientras que el
segundo parece más bien uno de esos soldados pretendientes que trataban de
buscarse la vida entretanto intentaban realizar sus gestiones cortesanas, con
más problemas que gustos y con más bravuconadas que obras de valía. Este
segundo, además, comparte con el soneto «Al túmulo del rey que se hizo en
Sevilla» el final con estrambote y la pluralidad de emisores poéticos que
comentan y participan en la jugada.
El poema contra Lope también se ha atribuido a Góngora y fue
respondido a posteriori por el propio rival con otro soneto de estilo similar
(«Pues nunca de la Biblia digo le-») que anuncia ya los insultos del Quijote de
Avellaneda (Pérez López, 2002, pág. 53) y que Cervantes recuerda en la
«Adjunta»[111]. Sea de uno o de otro, la participación del poema dentro de la
sonetada contra Lope orquestada por la Academia de Ochoa para festejar su
llegada a Sevilla en 1602 (Martín, 1990a; Rico García y Solís de los Santos,
2008), el cabo roto y el final con estrambote casan bien con la práctica
cervantina, además de que las críticas recuerdan a otros lanzazos del prólogo
del primer Quijote y el catálogo burlón de las obras de Lope (La Dragontea,
Arcadia, Angélica, San Isidro, El peregrino y la Jerusalén, vv. 5-6, 8-9, 11 y
16) amplía el repaso que había realizado elogiosamente en el soneto
encomiástico («ángeles, de armas, santos y pastores», núm. 27, v. 14) que en
otro tiempo le había dedicado.
El último de los escogidos («Después que viste Amor jubón de raso») es
otro golpe contra Lope y parece un bosquejo en miniatura del Viaje del
Parnaso —según ve bien Lokos (1989, pág. 70)—, porque presenta una
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imagen degradada del estado de la poesía, convertida en mercancía vendible
(que se «empeña», v. 7) que se puede comparar con la prostitución.
Algunas otras poesías tienen credenciales para considerarse puramente
cervantinas, como el soneto «Cose Clito en el lienzo de su Lice» atribuido a
Cervantes («Servantes», con seseo) en un manuscrito de la BNE (Mss/4117,
fol. 39v) (Blecua, 1948) que tiene notables similitudes con la historia de La
tía fingida, pero es historia que ha de quedar muy cervantinamente abierta
para otra ocasión.
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Esta edición
PANORAMA TEXTUAL
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Descripción[113]
Página 56
17 Soneto preliminar en fray Pedro de Padilla, Grandezas y excelencias
de la Virgen Nuestra Señora, Madrid, Pedro Madrigal, 1587.
[Ejemplar de la BNE: signatura R/8756, disponible en la Biblioteca
Digital Hispánica, en red.]
18 Soneto preliminar en Francisco Díaz, Tratado… de las enfermedades
de los riñones, Madrid, Francisco Sánchez, 1588. [Ejemplar de la
BNE, signatura 30641][121].
19-20 Canciones I y II a la Gran Armada, en cancionero manuscrito Versos
varios. [BNE Mss/2856, fols. 20r-21r y 21v-22v, disponible en la
Biblioteca Digital Hispánica, en red][122].
21 Romance «La morada de los celos», tres versiones: primera («Hacia
donde el sol se pone»), en Flor de varios y nuevos romances (primera,
segunda y tercera parte), Valencia, Miguel Prats y Felipe Mey, 1593,
fols. 153r-154v. [Ejemplar de la BNE: R/15952][123]; segunda («Yace
donde el sol se pone») en Romancero general, Madrid, Luis
Sánchez/Miguel Martínez, 1600, séptima parte, núm. 497 («Otro
romance»), fols. 209v-210r]; tercera con atribución a Cervantes, en el
Cancionero manuscrito de Duque de Estrada (Biblioteca Nazionale di
Napoli, I-E-49), fols. 94r-95v («Romance a una cueva muy escura, por
Miguel de Cervantes»)[124].
22 Glosa a san Jacinto («De Miguel de Cervantes, Glosa»), en Jerónimo
Martel, Relación de la fiesta que se ha hecho en el convento de santo
Domingo de la ciudad de Zaragoza a la canonización de san Jacinto,
Zaragoza, Lorenzo Robles, 1595, págs. 234-236. [Ejemplar de la
Biblioteca Pública Episcopal del Seminario de Barcelona, signatura
271.2(460) Red, en Google Books].
23 Soneto-prólogo a Cristóbal Mosquera de Figueroa, Comentario en
breve compendio de disciplina militar, Madrid, Luis Sánchez, 1596,
fols. 177v-178r. [Ejemplar de la Biblioteca Nacional de Portugal:
Res/4067V, disponible en red].
24 Soneto a la entrada del duque de Medina en Cádiz, Biblioteca de
Palacio, signatura Est. M-Cod 163-fol. 815, según Pellicer (1800,
págs. 46-47).
25 «Décimas que compuso Miguel de Cervantes» a la muerte del rey
Felipe II, en Descripción del túmulo y relación de las exequias que
hizo la ciudad de Sevilla en la muerte del rey don Felipe segundo,
recopiladas por el licenciado Francisco Gerónimo Collado, y dos
Página 57
manuscritos (Mss/84-3-12 y Mss/84-7-11) de la Biblioteca Capitular
de Sevilla.
26 Soneto al túmulo del rey Felipe II en Sevilla, en José Alfay, Poesías
varias de grandes ingenios españoles, Zaragoza, Juan de Ibarra, 1654,
págs. 3-4 [Ejemplar de la Bibliothèque Municipale de Lyon, signatura:
345080, disponible en Google Books, en red]; y una serie de
manuscritos: Francisco de Ariño, Sucesos de Sevilla de 1592 a 1604
(P); el Cancionero de Duque de Estrada (Biblioteca Nazionale di
Napoli, I-E-49, M2), fol. 58r; otro de Poesías diversas (BNE,
Mss/3985, M3), fol. 95v; Canciones místicas (BNE, Mss/861, en la
Biblioteca Digital Hispánica, en red, M4), págs. 619-620; Libro de
romances nuevos y otras poesías (BNE, Mss/4127, en la Biblioteca
Digital Hispánica, en red, M5), pág. 183; Papeles literarios y políticos
(BNE, Mss/8252, en la Biblioteca Digital Hispánica, en red, M6), fol.
69v (con atribución al conde de Villamediana); Colección de poesías
(BNE, Mss/19387, M7), fol. 113v; Cartapacio de varios sonetos a lo
divino (Hispanic Society of America, B/2495, M8), fol. 326r;
Cancioneiro hispano-português (Hispanic Society of America,
B/2558, M9), fol. 35v[125].
27 Soneto preliminar («De Miguel de Cervantes») en Lope de Vega, «La
hermosura de Angélica» con otras diversas rimas [La Dragontea],
Madrid, Pedro Madrigal, 1602, fol. 348v. [Ejemplares de la BNE,
signaturas R/1202, R/5135, R/5403 y R/11556; y de la Biblioteca de la
Universidad Complutense de Madrid, signatura BH FLL Res.859].
28 Soneto a la muerte de Fernando de Herrera, cancionero manuscrito del
pintor Francisco Pacheco (Poesías varias. Año 1613), custodiado en la
Houghton Library, Harvard University, Span 56, fol. 169[126].
29 Soneto preliminar en don Diego Hurtado de Mendoza, Obras del
insigne caballero don Diego de Mendoza, Madrid, Juan de la Cuesta,
1610 [1609]. [Ejemplares de la BNE: R/1711, R/2223, R/2347,
R/2718, R/4123, R/5328, R/6883, R/7745, R/13729 y R/30600][127].
30 Octavillas en Gabriel Pérez del Barrio Angulo, Dirección de
secretarios de señores y las materias, cuidados y obligaciones que les
tocan, con las virtudes que se han de preciar, estilo y orden del
despacho y expediente, manejo de papeles de ministros, formularios
de cartas, provisiones de oficios y un compendio en razón de
acrecentar estado y hacienda, oficio de contador y otras curiosidades,
Madrid, Alonso Martín de Balboa, 1613. [Ejemplares: BNE, signatura
Página 58
R/6900, disponible en la Biblioteca Digital Hispánica; y Biblioteca de
la Universidad Complutense de Madrid, signatura: BH FLL 19857, en
Google Books][128].
31 Soneto preliminar en Diego Rosel y Fuenllana, Parte primera de
varias aplicaciones y transformaciones, las cuales tratan términos
cortesanos, prática militar, casos de estado en prosa y verso, con
nuevos hieroglíficos y algunos puntos morales, Nápoles, Juan
Domingo, Roncallolo, 1613. [Ejemplares de la Österreichische
Nationalbibliothek, signatura 72.K.79 (vol. 1), disponible en Google
Books, en red; y de la BNE, signaturas R/6116, R/11033, R/17408 y
R/30888][129].
32 Canción «De Miguel de Cervantes, a los éxtasis de nuestra Bendita
Madre Teresa de Jesús», en fray Diego de San José, Compendio de las
solenes fiestas que en toda España se hicieron en la beatificación de
Nuestra Madre Teresa de Jesús, Madrid, Viuda de Alonso de Martín,
1615, fols. 52r-53v. [Ejemplar de la Biblioteca de la Universidad de
Granada, signatura BHR/A-018-179, disponible en la Biblioteca
Virtual Cervantes, en red].
33 Soneto preliminar en Juan Yagüe de Salas, Los amantes de Teruel:
epopeya trágica, con la restauración de España por parte de
Sobrarbe y conquista del reino de Valencia, Valencia, Pedro Patricio
Mey, 1616. [Ejemplar de la BNE, signatura U/713, disponible en la
Biblioteca Digital Hispánica, en red].
34 Soneto preliminar en don Miguel Toledano, Minerva sacra, Madrid,
Juan de la Cuesta, 1616. [Ejemplar de la Biblioteca Xeral de la
Universidade de Santiago de Compostela, signatura 8756, disponible
en el Repositorio Institucional Minerva, en red][130].
35 Epístola a Mateo Vázquez, manuscrito, Archivo y Biblioteca de
Francisco Zabálburu (Madrid), fondo Altamira, caja 154[131].
36 «Canto de Calíope», en La Galatea, Alcalá de Henares, Juan Gracián,
1585. [Ejemplar de la BNE, signatura Cerv. 2538][132].
37 Viaje del Parnaso, Madrid, Viuda de Alonso Martín, 1614. [Ejemplar
de la ed. facsímil junto a Los trabajos de Persiles y Sigismunda,
Madrid, RAE, 1990; y de la BNE, signatura U/1134, disponible en la
Biblioteca Digital Hispánica, en red].
38 «A un ermitaño», manuscrito perdido de A. García de Arrieta, luego
en Obras escogidas de Miguel de Cervantes Saavedra, ed. A. García
Página 59
de Arrieta, París, Librería Hispano-Francesa de Bossange, 1826,
págs. 381-382[133].
39 «A un valentón metido a pordiosero», en José Alfay, Poesías varias
de grandes ingenios españoles (Zaragoza, Juan de Ibar, 1654).
40 «Hermano Lope, bórrame el soné-», manuscrito. [Ejemplar de la BNE,
signatura Mss/9636, fols. 90v-91r, disponible en la Biblioteca Digital
Hispánica, entre otros testigos].
41 «Después que viste Amor jubón de raso» («Otro contra la poesía», en
el códice Colección de poesías de los siglos XVI y XVII, vol. 2, fols.
286V-287r. [Ejemplar de la BNE, signatura Mss/3796, en la
Biblioteca Digital Hispánica][134].
Ediciones modernas
Todos estos trabajos han sido de gran valor para las decisiones editoriales
y la anotación como especialmente TM, VG, HG, ELR y SR para las poesías
sueltas y el Viaje del Parnaso, y MEG para el «Canto de Calíope», si bien
algunos (JT, BPL y CB) son antologías personales y otros (RGG) se limitan a
ofrecer una selección parcial de textos al gran público[135]:
Página 60
— [ELR] «Viaje del Parnaso» y poesías sueltas, ed. de E. L. Rivers,
Madrid, Espasa Calpe, 1991.
— [SR] Obras completas, ed. de F. Sevilla Arroyo y A. Rey Hazas,
Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 1993-1995, 3
vols. [Disponible en la página del Cervantes Project dirigido por
Eduardo Urbina, en red].
— [JT] «Canto de Calíope» y otros poemas, ed. de J. Talens, Madrid,
Biblioteca Nueva, 2001.
— [RGG] Sonetos dedicados a sus amigos y otros, ed. de R. García
González, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2003.
[En red].
— [BPL] Poesía, introd. de A. Blecua y ed. de A. Pérez Lasheras,
Zaragoza, Olifante, 2005.
— [CB] Poesía, ed. de J. M. Caballero Bonald, Barcelona, Seix Barral,
2005.
— [LL] La Galatea, ed. de F. López Estrada y M.ª T. López García-
Berdoy, 5.ª ed., Madrid, Cátedra, 2011.
— [MEG] La Galatea, ed. de J. Montero, F. J. Escobar Borrego y F.
Gherardi, Madrid, RAE, 2014.
CRITERIOS DE EDICIÓN
Página 61
—salvo las indicaciones estrictamente necesarias— se encuentran en un
apartado final («Galería de poetas»).
Página 62
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Poesías
Página 95
Poemas sueltos
1
A la reina doña Isabel II[138]
Página 96
2
Epitafio[142]
Página 97
3
Redondilla[147]
Bajo deste [el poema anterior] en un festón iluminado pusimos esta redondilla
castellana, en la cual se representala velocidad y presteza con que la muerte
arrebató a Su Majestad.
Página 98
4
Cuatro redondillas castellanas
a la muerte de Su Majestad[152]
Página 99
las prendas que más quesiste.[159] 35
Página 100
5
Elegía a don Diego de Espinosa[161]
Página 101
que a los campos Elíseos es llevada[168]
sin ver la oscura barca de Caronte.
A ti, fïel pastor de la manada
seguntina, es justo y te conviene[169]
aligerarnos carga tan pesada. 45
Mira el dolor que el gran Filipo tiene:
allí tu discreción muestre el alteza
que en tu divino ingenio se contiene.
Bien sé que le dirás que a la bajeza
de nuestra humanidad es cosa cierta 50
no tener solo un punto de firmeza
y que, si yace su esperanza muerta
y el dolor vida y alma le lastima,
que, a do la cierra, Dios abre otra puerta.[170]
Mas ¿qué consuelo habrá, señor, que oprima[171] 55
algún tanto sus lágrimas cansadas
si una prenda perdió de tanta estima?,
y más si considera las amadas
prendas que le dejó en la dulce vida
y con su amarga muerte lastimadas. 60
Alma bella, del cielo merescida,
mira cuál queda el miserable suelo
sin la luz de tu vista esclarecida:
verás que en árbor verde no hace vuelo[172]
el ave más alegre, antes ofresce[173] 65
en su amoroso canto triste duelo.
Contino en grave llanto se anochece
el triste día que imaginamos
con aquella virtud que no perece;
mas deste imaginar nos consolamos 70
en ver que merescieron tus deseos
que goces ya del bien que deseamos.
Acá nos quedarán por tus trofeos
tu cristiandad, valor y gracia estraña,
del alma santa santísimos arreos.[174] 75
De hoy más la sola y afligida España,[175]
cuando más sus clamores levantare
al sumo Hacedor y alta compaña,
cuando más por salud le importunare
al término postrero que perezca 80
y en el último trance se hallare,
solo podrá pedirle que le ofrezca
otra paz, otro amparo, otra ventura
que en obras y virtudes le parezca.
El vano confïar y la hermosura 85
¿de qué nos sirve, si en pequeño instante
damos en manos de la sepultura?
Aquel firme esperar santo y constante,
que concede a la fe su cierto asiento
y a la querida hermana ir adelante, 90
adonde mora Dios en su aposento
nos puede dar lugar dulce y sabroso,
libre de tempestad y humano viento.
Página 102
Aquí, señor, el último reposo
no puede perturbarse, ni la vida 95
temer más otro trance doloroso;
aquí con nuevo ser es conducida
entre las almas del inmenso coro[176]
nuestra Isabela, reina esclarescida;
con tal sinceridad guardó el decoro, 100
do al precepto divino más se aspira,
que meresce gozar de tal tesoro.
¡Ay Muerte!, ¿contra quién tu amarga ira
quesiste ejecutar para templarme
con profundo dolor mi triste lira? 105
Si no os cansáis, señor, ya de escucharme,
anudaré de nuevo el roto hilo[177]
que la ocasión es tal que ha de esforzarme;
lágrimas pediré al corriente Nilo,[178]
un nuevo corazón al alto cielo, 110
y a las más tristes musas, triste estilo.
Diré que al duro mal, al grave duelo
que a España en brazos de la Muerte tiene,
no quiso Dios dejarle sin consuelo:
dejole al gran Filipo, que sostiene, 115
cual firme basa el alto firmamento,[179]
el bien o desventura que le viene.
De aquesto vos lleváis el vencimiento,
pues deja en vuestros hombros él la carga
del cielo y de la tierra, y pensamiento.[180] 120
La vida que en la vuestra ansí se encarga
muy bien puede vivir leda y segura,[181]
pues de tanto cuidado se descarga;[182]
gozando, como goza, tal ventura
el gran señor del ancho suelo hispano, 125
su mal es menos y nuestra desventura.[183]
Si el ánimo real, si el soberano
tesoro le robó en un solo día
la muerte airada con esquiva mano,
regalos son que el sumo Dios envía 130
a aquel que ya le tiene aparejado
sublime asiento en la alta hierarquía.
Quien goza quïetud siempre en su estado,
y el efecto le acude a la esperanza
y a lo que quiere nada le es trocado, 135
argúyese que poca confianza
se puede tener dél que goce y vea
con claros ojos bienaventuranza.
Cuando más favorable el mundo sea,
cuando nos ría el bien todo delante 140
y venga al corazón lo que desea,
tiénese de esperar que en un instante
dará con ello la Fortuna en tierra,
que no fue ni será jamás constante.
Y aquel que no ha gustado de la guerra, 145
a do se aflige el cuerpo y la memoria,
Página 103
paresce Dios del cielo le destierra,
porque no se coronan en la gloria
si no es los capitanes valerosos
que llevan de sí mesmos la victoria.[184] 150
Los amargos sospiros, dolorosos,
las lágrimas sin cuento que ha vertido
quien nos puede su vista hacer dichosos,
el perder a su hijo tan querido,[185]
aquel mirarse y verse cual se halla 155
de todo su placer desposeído,
¿qué se puede decir sino batalla
adonde le hemos visto siempre armado
con la paciencia, que es muy fina malla?
Del alto cielo ha sido consolado 160
con concederle acá vuestra persona,
que mira por su honra y por su estado.
De aquí saldrá a gozar de una corona
más rica, más preciosa y muy más clara
que la que ciñe al hijo de Latona.[186] 165
Con él vuestra virtud, al mundo rara,[187]
se tiene de estender de gente en gente,[188]
sin poderlo estorbar fortuna avara;
resonará el valor tan excelente
que os ciñe, cubre, ampara y os rodea, 170
de donde sale el sol hasta occidente,
y allá en el alto alcázar do pasea[189]
en mil contentos nuestra reina amada,
si puede desear, solo desea
que sea por mil siglos levantada 175
vuestra grandeza, pues que se engrandece
el valor de su prenda deseada,
que en vuestro poderío se paresce
del católico rey la suma alteza,
que desde un polo al otro resplandesce. 180
De hoy más deje del llanto la fiereza
el afligida España, levantando
con verde lauro hornada la cabeza,
que, mientra[s] fuere el cielo mejorando
del soberano rey la larga vida, 185
no es bien que se consuma lamentando;
y, en tanto que arribare a la subida
de la inmortalidad vuestra alma pura,
no se entregue al dolor tan de corrida;[190]
y más, que el grave rostro de hermosura, 190
por cuya ausencia vive sin consuelo,
goza de Dios en la celeste altura.
¡Oh, trueco glorïoso, oh, santo celo,
pues con gozar la tierra has merecido
tender tus pasos por el alto cielo! 195
Con esto cese el canto dolorido,
magnánimo señor, que, por mal diestro,
queda tan temeroso y tan corrido
cuanto yo quedo, gran señor, por vuestro.
Página 104
6[191]
Soneto de Miguel de Cervantes, gentilhombre español,
en loor del autor [Bartolomeo Ruffino di Chiambery]
Página 105
7
Del mismo, en alabanza de la presente obra[195]
Página 106
8
Al señor Antonio Veneziani
[octavas]
Señor mío:
Prometo a Vuestra Merced como cristiano, que son tantas las
imaginaciones que me fatigan, que no me han dejado cumplir como quería,
estos versos que a Vuestra Merced envío en señal del buen ánimo que tengo
de servirle: pues él me ha movido a mostrar tan presto las faltas de mi
ingenio, confiado que el subido[198] de Vuestra Merced recibirá la disculpa
que doy y me animará a que, en tiempo de más sosiego, no me olvide de
celebrar, como pudiere, el cielo que a Vuestra Merced tiene tan sin contento
en esta tierra, de la cual Dios nos saque y a Vuestra Merced llegue a aquella
donde su Celia[199] vive.
En Argel, los seis de noviembre de 1579.
Página 107
teniendo el alma en Celia, que es un cielo.
Página 108
no me deis la ventura, que es muy poca,
mas las palabras sí de vuestra boca.
Página 109
9
Soneto de Miguel de Cervantes al autor[211]
[Preliminares de Pedro de Padilla, Romancero, 1583].
Página 110
10
Soneto de Miguel de Cervantes[216]
[Preliminares de Juan Rufo, La Austriada, 1584].
Página 111
11
Redondillas de Miguel de Cervantes
al hábito de fray Pedro de Padilla
[Preliminares del Jardín espiritual, 1585].[223]
Página 112
que en siendo sal de la tierra,
habéis de ser luz del mundo:[233]
luz de gracia rodeada 45
que alumbre nuestro horizonte,
y sobre el Carmelo monte[234]
fuerte ciudad levantada.
Para alcanzar trofeo
destas santas profecías, 50
tendréis el carro de Elías
con el manto de Eliseo,[235]
y, ardiendo en amor divino,
donde nuestro bien se fragua,
apartando el manto al agua, 55
por el fuego haréis camino;
porque el voto de humildad
promete segura alteza
y castidad y pobreza,
bienes de divinidad, 60
y ansí los cielos serenos
verán, cuando acabarás,
un cortesano allá más
y en la tierra un sabio menos.
Página 113
12
Miguel de Cervantes a fray Pedro de Padilla
[Preliminares del Jardín espiritual, 1585].[236]
Página 114
13
A san Francisco
[Jardín espiritual, 1585].[241]
Página 115
14
De Miguel de Cervantes en loor del autor y de su obra[248]
[Preliminares de Gabriel López Maldonado,
Cancionero, 1586].
Página 116
15
Del mismo al mismo[250]
[Preliminares de Gabriel López Maldonado,
Cancionero, 1586].
El sentimiento amoroso
del pecho más encendido
en fuego de amor, y herido
de su dardo ponzoñoso
y en la red suya cogido, 15
el temor y la esperanza
con que el bien y el mal se alcanza
en las empresas de amor:
aquí muestra su valor,
su buena o su mala andanza. 20
Página 117
16
De Miguel de Cervantes, soneto[256]
[Preliminares a Alonso de Barros,
Filosofía cortesana moralizada, 1587.]
Página 118
17
De Miguel de Cervantes, soneto[260]
[Preliminares de Pedro de Padilla,
Grandezas y excelencias de la Virgen…, 1587].
Página 119
18
Al dotor Francisco Díaz,[264]
soneto
[Preliminares de Tratado de todas las enfermedades
de los riñones, 1588].
Página 120
19
Canción nacida de las varias nuevas que han venido
de la Armada que fue sobre Inglaterra,
de Miguel de Cervantes Saavedra[268]
Página 122
la sangre de Austria, que con esto solo
le dirás cien mil hechos señalados
que, en cuanto el ancho mar cerca y contiene,
y en lo que mira el uno y otro polo, 95
fueron por sus mayores acabados.
Estos ansí informados,
entra en el escuadrón de nuestra gente
y allá verás, mirando a todas partes,
mil Cides, mil Roldanes y mil Martes,[280] 100
valiente aquel, aqueste más valiente;
a estos solo les dirás que miren
para que luego aspiren
a concluir la más dudosa hazaña:
«¡Hijos, mirad que es vuestra madre España!, 105
Página 123
20
Del mismo, canción segunda
de la pérdida de la Armada que fue a Inglaterra[285]
Página 124
cristiano, aunque de mármol fuese hecho,
moviera a justo y vengativo intento. 45
Y más, que el galo, el tusco, el moro mira,[290]
con vista aguda y ánimos perplejos,
cuáles son los comienzos y los dejos,[291]
y dónde pone este león la mira,
porque entonces su suerte está lozana 50
en cuanto tiene este león cuartana.[292]
Página 125
de la empresa justísima que tomas,
y no con ella un solo reino domas, 95
que a muchos pones de temor el peso;
aseguras los tuyos, fortaleces
lo que la buena fama de ti canta,
que eres un justo horror que al malo espanta
y mano que a los justos favoreces; 100
alza los brazos, pues, Moisés cristiano,[295]
y pondralos por tierra el luterano.
Página 126
21
La morada de los celos
Romance[300]
21a
[Flor de varios y nuevos romances, 1593]
Página 127
bañando lágrimas tiernas;
aire y fuego en los suspiros
arrójase, abrasa y hiela.
Los lamentables aullidos 45
son mis continuas endechas,
víboras mis pensamientos,
que en mis entrañas se ceban.
La piedra escrita amarilla[304]
es mi sin igual firmeza, 50
que los fuegos en mi muerte
dirán cómo fui de piedra.
Los celos son los que avisan
en esta morada estrecha,
que causaron los descuidos 55
cuidados de Silena».
En pronunciando este mal,
cayó como muerto en tierra,
que de memorias de celos
tales sucesos se esperan. 60
21b
[Romancero general, 1600]
Página 128
Y un pastor cantaba a Lauso
esta maravilla cierta 30
de la cueva, fuego y yelo,
aullidos, sierpes y piedra,
el cual, oyendo, le dijo:
«Pastor, para que te crea,
no has menester juramentos 35
ni hacer la vista experiencia.
Un vivo traslado es ese
de lo que mi pecho encierra,
el cual, como en cueva escura,
no tiene luz, ni la espera. 40
Seco le tienen desdenes
bañado en lágrimas tiernas;
aire, fuego y los suspiros
le abrasan contino y yelan.
Los lamentables aullidos, 45
son mis continuas querellas,
víboras mis pensamientos
que en mis entrañas se ceban.
La piedra escrita, amarilla,
es mi sin igual firmeza, 50
que mis huesos en la muerte
mostrarán que son de piedra.
Los celos son los que habitan
en esta morada estrecha,
que engendraron los descuidos 55
de mi querida Silena».
En pronunciando este nombre,
cayó como muerto en tierra,
que de memorias de celos
aquestos fines se esperan. 60
21c
[Cancionero de Duque de Estrada].
Página 129
formados en tristes quejas.
De las funestas paredes,
por los resquicios y quiebras
mil víboras se descubren
y ponzoñosas culebras. 20
En las bocas tiene puestos,
sobre una amarilla piedra,
huesos de muerte encajados
de modo que forman letras,
las cuales, vistas al fuego 25
que exhala por la caverna,
dicen: «Esta es la morada
de los celos y sospechas».
Un pastor cantaba a Alcino
esta maravilla cierta 30
de la cueva, yelo y fuego,
aullidos, sierpes y piedras,
el cual, oyendo, le dijo:
«Pastor, para que te crea,
no has menester juramentos 35
ni hacer la vista experiencia.
Un vivo traslado es ese
de lo que mi alma encierra,
la cual, como en cueva escura,
no tiene luz, ni la espera. 40
Seca la tienen desdenes,
bañada lágrimas tiernas;
aire y fuego en sus suspiros
arrojando abrasa y yela.
Los aullidos lamentables, 45
son mis continuas endechas,
víboras mis pensamientos
que en mis entrañas se ceban.
La piedra escrita, amarilla,
es mi sin igual firmeza, 50
que mis quejas en mi muerte
dirán como fue de piedra.
Los celos son los que habitan
en esta morada estrecha,
que causaron los descuidos 55
y cuidados de Filena».
En pronunciando este nombre,
cayó como muerto en tierra,
que de memorias de celos
tales sucesos se esperan. 60
Página 130
22
A san Jacinto[305]
[Relación de la fiesta a la canonización de san Jacinto, 1595].
Página 131
23
De Miguel de Cervantes Saavedra, soneto[308]
[Cristóbal Mosquera de Figueroa,
Comentario en breve compendio de disciplina militar, 1596].
Página 132
24
A la entrada del duque de Medina en Cádiz,
julio de 1596, con socorro de tropas enseñadas en Sevilla
por el capitán Becerra, después de haber evacuado
aquella ciudad las tropas inglesas y saqueándola por espacio
de 24 días al mando del conde de Essex[312]
Página 133
25
A la muerte del rey Felipe II[321]
[Francisco Gerónimo Collado, Descripción del túmulo
y relación de las exequias que hizo la ciudad de Sevilla
en la muerte del rey don Felipe segundo].
Página 134
y bueno en tu sucesor. 40
Página 135
26
Al túmulo del rey que se hizo en Sevilla[331]
Página 136
27
A Lope de Vega[339]
[Preliminares en «La hermosura de Angélica»
con otras diversas rimas, 1602].
Página 137
28
A la muerte de Fernando de Herrera[346]
Soneto.
Página 138
29
A don Diego de Mendoza y a su fama[352]
[Preliminares de Diego Hurtado de Mendoza,
Obras, 1610].
Página 139
30
Al secretario Gabriel Pérez del Barrio Angulo[355]
[Preliminares de G. Pérez del Barrio Angulo,
Dirección de secretarios de señores, 1613].
Página 140
31
Soneto a don Diego Rosel y Fuenllana,
inventor de nuevos artes
Hecho por Miguel de Cervantes[358]
[Preliminares de Diego Rosel,
Parte primera de varias aplicaciones…, 1613].
Página 141
32
A los éxtasis de nuestra beata madre Teresa de Jesús[366]
[Fray Diego de San José, Compendio de las solenes fiestas
en la beatificación de nuestra beata madre
Teresa de Jesús, 1615].
Página 142
a las regiones santas
con nueva suspensión, con virtud nueva.
Página 143
de Dios la incomparable hermosura, 90
colma nuestra ventura:
oye, devota y pía,
los balidos que envía
el rebaño infinito que crïaste[373]
cuando del suelo al cielo el vuelo alzaste, 95
que no porque dejaste nuestra vida
la caridad dejaste,
que en los cielos está más estendida.
Página 144
33
De Miguel de Cervantes Saavedra, soneto[374]
[Preliminares de Juan Yagüe de Salas,
Los amantes de Teruel, 1616].
Página 145
34
A la señora doña Alfonsa González,
monja profesa en el monasterio de Nuestra Señora
de Constantinopla, en la dirección deste libro
de la Sacra Minerva[379]
[Preliminares de Miguel Toledano, Minerva sacra, 1616].
Página 146
Epístola a Mateo Vázquez
35
De Miguel de Cervantes, captivo,
a Mateo Vázquez, mi señor[383]
Página 147
dice que es causa que en el buen estado 40
que agora poseéis os haya puesto,
con esperanza de más alto grado;[389]
mas solo el modo del vivir honesto,
la virtud escogida, que se muestra
en vuestras obras y apacible gesto, 45
esta dice, señor, que os da su diestra
y os tiene asido con sus fuertes lazos,
y a más y a más subir siempre os adiestra.
¡Oh, santos, oh, agradables dulces brazos
de la santa virtud, alma y divina,[390] 50
y santo quien recibe sus abrazos!
Quien con tal guía como vos camina,
¿de qué se admira el ciego vulgo bajo,
si a la silla más alta se avecina?
Y puesto que no hay cosa sin trabajo,[391] 55
quien va sin la virtud, va por rodeo,
y el que la lleva, va por el atajo.
Si no me engaña la experiencia, creo
que se ve mucha gente fatigada
de un solo pensamiento y un deseo. 60
Pretenden más de dos llave dorada;[392]
muchos, un mesmo cargo, y quien aspira
a la fidelidad de una embajada.
Cada cual por sí mesmo al blanco tira
do asestan otros mil, y solo es uno 65
cuya saeta dio do fue la mira.
Y este, quizá, que a nadie fue importuno,
ni a la soberbia puerta del privado
se halló, después de vísperas, ayuno,[393]
ni dio ni tuvo a quien pedir prestado. 70
Solo con la virtud se entretenía,
y en Dios y en ella estaba confiado.
Vos sois, señor, por quien decir podría,
y lo digo y diré sin estar mudo,
que sola la virtud fue vuestra guía, 75
y que ella sola fue bastante y pudo
levantaros al bien do estáis agora,
privado humilde, de ambición desnudo.[394]
¡Dichosa y felicísima la hora
donde tuvo el real conocimiento 80
noticia del valor que anida y mora
en vuestro reposado entendimiento,
cuya fidelidad, cuyo secreto,
es de vuestras virtudes el cimiento!
Por la senda y camino más perfecto 85
van vuestros pies, que es la que el medio tiene,[395]
y la que alaba el seso más discreto.
Quien por ella camina, vemos viene
a aquel dulce, süave paradero,
que la felicidad en sí contiene. 90
Yo, que el camino más bajo y grosero
he caminado en fría noche escura,[396]
Página 148
he dado en manos del atolladero,[397]
y en la esquiva prisión, amarga y dura,
adonde agora quedo, estoy llorando 95
mi corta, infelicísima ventura,
con quejas tierra y cielo importunando,
con suspiros el aire escuresciendo,
con lágrimas el mar acrescentando.
Vida es esta, señor, do estoy muriendo, 100
entre bárbara gente descreída
la mal lograda juventud perdiendo.
No fue la causa aquí de mi venida,
andar vagando por el mundo acaso,
con la vergüenza y la razón perdida. 105
Diez años ha que tiendo y mudo el paso
en servicio del gran Filipo nuestro,
ya con descanso, ya cansado y laso;[398]
y, en el dichoso día que siniestro[399]
tanto fue el hado a la enemiga armada, 110
cuanto a la nuestra favorable y diestro,
de temor y de esfuerzo acompañada,
presente estuvo mi persona al hecho,
más de esperanza que de hierro armada.
Vi el formado escuadrón roto y deshecho, 115
y de bárbara gente y de cristiana
rojo en mil partes de Neptuno el lecho;
la muerte airada, con su furia insana,
aquí y allí con priesa discurriendo,[400]
mostrándose a quién tarda, a quién temprana; 120
el son confuso, el espantable estruendo,
los gestos de los tristes miserables
que entre el fuego y el agua iban muriendo;
los profundos sospiros lamentables
que los heridos pechos despedían, 125
maldiciendo sus hados detestables.
Helóseles la sangre que tenían,
cuando, en el son de la trompeta nuestra,
su daño y nuestra gloria conocían.
Con alta voz, de vencedora muestra, 130
rompiendo el aire claro, el son mostraba
ser vencedora la cristiana diestra.[401]
A esta dulce sazón, yo triste estaba
con la una mano de la espada asida,
y sangre de la otra derramaba. 135
El pecho mío, de profunda herida
sentía llagado, y la siniestra mano
estaba por mil partes ya rompida.[402]
Pero el contento fue tan soberano
que a mi alma llegó, viendo vencido 140
el crudo pueblo infiel por el cristiano,[403]
que no echaba de ver si estaba herido,
aunque era tan mortal mi sentimiento,[404]
que a veces me quitó todo el sentido.
Y en mi propia cabeza el escarmiento 145
Página 149
no me pudo estorbar que, el segundo año,[405]
no me pusiese a discreción del viento;
y al bárbaro, medroso, pueblo estraño,
vi recogido, triste, amedrentado,
y con causa temiendo de su daño; 150
y al reino tan antiguo y celebrado,
a do la hermosa Dido fue rendida
al querer del troyano desterrado,[406]
también, vertiendo sangre aún la herida
mayor, con otras dos, quise hallarme, 155
por ver ir la morisma de vencida.
¡Dios sabe si quisiera allí quedarme
con los que allí quedaron esforzados,
y perderme con ellos o ganarme!
Pero mis cortos, implacables hados, 160
en tan honrosa empresa no quisieron
que acabase la vida y los cuidados,
y, al fin, por los cabellos me trajeron
a ser vencido por la valentía
de aquellos que después no la tuvieron. 165
En la galera Sol, que escurecía
mi ventura su luz, a pesar mío,
fue la pérdida de otros y la mía.[407]
Valor mostramos al principio y brío,
pero después, con la experiencia amarga, 170
conoscimos ser todo desvarío.
Sentí de ajeno yugo la gran carga,
y en las manos sacrílegas malditas
dos años ha que mi dolor se alarga.
Bien sé que mis maldades infinitas, 175
y la poca atrición que en mí se encierra,
me tiene entre estos falsos ismaelitas.[408]
Cuando llegué vencido, y vi la tierra,[409]
tan nombrada en el mundo, que en su seno
tantos piratas cubre, acoge y cierra,[410] 180
no pude al llanto detener el freno,
que, a mi despecho, sin saber lo que era,
me vi el marchito rostro de agua lleno.
Ofreciose a mis ojos la ribera
y el monte donde el grande Carlos tuvo 185
levantada en el aire su bandera,
y el mar, que tanto esfuerzo no sostuvo,
pues movido de envidia de su gloria,
airado entonces más que nunca estuvo.[411]
Estas cosas, volviendo en mi memoria, 190
las lágrimas trujeron a los ojos,
movidas de desgracia tan notoria.
Pero si el alto cielo en darme enojos
no está con mi ventura conjurado,
y aquí no lleva muerte mis despojos, 195
cuando me vea en más alegre estado,
si vuestra intercesión, señor, me ayuda
a verme ante Filipo arrodillado,
Página 150
mi lengua balbuciente y casi muda
pienso mover en la real presencia, 200
de adulación y de mentir desnuda,[412]
diciendo: «Alto señor, cuya potencia
sujetas trae mil bárbaras naciones
al desabrido yugo de obediencia,
a quien los negros indios, con sus dones, 205
reconocen honesto vasallaje,
trayendo el oro acá de sus rincones,
despierte en tu real pecho el gran coraje,
la gran soberbia con que una bicoca[413]
aspira de contino a hacerte ultraje. 210
La gente es mucha, mas su fuerza es poca:
desnuda, mal armada, que no tiene
en su defensa fuerte, muro o roca.
Cada uno mira si tu armada viene,
para dar a sus pies el cargo y cura[414] 215
de conservar la vida que sostiene.
Del amarga prisión, triste y escura,
adonde mueren veinte mil cristianos,
tienes la llave de su cerradura.
Todos, cual yo, de allá, puestas las manos, 220
las rodillas por tierra, sollozando,
cercados de tormentos inhumanos,
valeroso señor, te están rogando
vuelvas los ojos de misericordia
a los suyos, que están siempre llorando; 225
y, pues te deja agora la discordia
que hasta aquí te ha oprimido y fatigado,
y gozas de pacífica concordia,[415]
haz ¡oh, buen rey! que sea por ti acabado
lo que con tanta audacia y valor tanto 230
fue por tu amado padre comenzado.
Solo el pensar que vas, pondrá un espanto
en la enemiga gente, que adevino
ya desde aquí su pérdida y quebranto».
¿Quién duda que el real pecho benigno 235
no se muestre, escuchando la tristeza
en que están estos míseros contino?
Bien paresce que muestro la flaqueza
de mi tan torpe ingenio, que pretende
hablar tan bajo ante tan alta alteza, 240
pero el justo deseo la defiende.
Mas a todo silencio poner quiero,
que temo que mi pluma ya os ofende,
y al trabajo me llaman donde muero.
Página 151
Canto de Calíope[416]
36
«Canto de Calíope»
(La Galatea, libro VI)
Página 152
y al sabio agudo a veces le deslumbra. 40
Crezca el número rico desta cuenta
aquel con quien la tiene tal el cielo,
que con febeo aliento le sustenta,[424]
y con valor de Marte acá en el suelo.
A Homero iguala si a escrebir intenta,[425] 45
y a tanto llega de su pluma el vuelo,
cuanto es verdad que a todos es notorio
el alto ingenio de don DIEGO OSORIO.
Por cuantas vías la parlera Fama[426]
puede loar un caballero ilustre, 50
por tantas su valor claro derrama,
dando sus hechos a su nombre lustre.
Su vivo ingenio, su virtud, inflama
más de una lengua, a que de lustre en lustre,[427]
sin que cursos de tiempos las espanten, 55
de don FRANCISCO DE MENDOZA canten.
¡Feliz don DIEGO DE SARMIENTO, ilustre,
Y CARVAJAL, famoso, producido[428]
de nuestro coro y de Hipocrene lustre,[429]
mozo en la edad, anciano en el sentido,[430] 60
de siglo en siglo irá, de lustre en lustre,
a pesar de las aguas del olvido,[431]
tu nombre, con tus obras excelentes,
de lengua en lengua y de gente en gentes!
Quiéroos mostrar por cosa soberana, 65
en tierna edad, maduro entendimiento,
destreza y gallardía sobrehumana,
cortesía, valor, comedimiento,
y quien puede mostrar en la toscana
como en su propria lengua aquel talento 70
que mostró el que cantó la casa de Este:[432]
un don GUTIERRE CARVAJAL es este.
Tú, don LUIS DE VARGAS, en quien veo
maduro ingenio en verdes pocos días,
procura de alcanzar aquel trofeo 75
que te prometen las hermanas mías;
mas tan cerca estás dél, que, a lo que creo,
ya triunfas, pues procuras por mil vías
virtüosas y sabias que tu fama
resplandezca con viva y clara llama. 80
Del claro Tajo la ribera hermosa
adornan mil espíritus divinos,
que hacen nuestra edad más venturosa
que aquella de los griegos y latinos.
Dellos pienso decir sola una cosa: 85
que son de vuestro valle y honra dignos
tanto cuanto sus obras nos lo muestran,
que al camino del cielo nos adiestran.[433]
Dos famosos doctores, presidentes[434]
en las sciencias de Apolo, se me ofrescen,[435] 90
que no más que en la edad son diferentes,
y en el trato e ingenio se parecen.
Página 153
Admíranlos ausentes y presentes,
y entre unos y otros tanto resplandecen
con su saber altísimo y profundo, 95
que presto han de admirar a todo el mundo.
Y el nombre que me viene más a mano,
destos dos que a loar aquí me atrevo,
es del doctor famoso CAMPUZANO,
a quien podéis llamar segundo Febo. 100
El alto ingenio suyo, el sobrehumano
discurso nos descubre un mundo nuevo,
de tan mejores Indias y excelencias,
cuanto mejor que el oro son las sciencias.
Es el doctor SUÁREZ, que DE SOSA 105
el sobrenombre tiene, el que se sigue,
que de una y otra lengua artificiosa
lo más cendrado y lo mejor consigue.[436]
Cualquiera que en la fuente milagrosa,
cual él la mitigó, la sed mitigue, 110
no tendrá que envidiar al docto griego,
ni a aquel que nos cantó el troyano fuego.[437]
Del doctor VACA, si decir pudiera
lo que yo siento dél, sin duda creo
que cuantos aquí estáis os suspendiera: 115
tal es su sciencia, su virtud y arreo.
Yo he sido en ensalzarle la primera
del sacro coro, y soy la que deseo
eternizar su nombre en cuanto al suelo
diere su luz el gran señor de Delo.[438] 120
Si la fama os trujere a los oídos
de algún famoso ingenio maravillas,
conceptos bien dispuestos y subidos,
y sciencias que os asombren en oíllas,
cosas que paran solo en los sentidos 125
y la lengua no puede referillas,[439]
el dar salida a todo dubio y traza,[440]
sabed que es el licenciado DAZA.
Del maestro GARAY las dulces obras
me incitan sobre todos a alabarle; 130
tú, Fama, que al ligero tiempo sobras,[441]
ten por heroica empresa el celebrarle.
Verás cómo en él más fama cobras,
Fama, que está la tuya en ensalzarle,
que hablando desta fama, en verdadera 135
has de trocar la fama de parlera.[442]
Aquel ingenio que al mayor humano
se deja atrás, y aspira al que es divino,
y, dejando a una parte el castellano,
sigue el heroico verso del latino; 140
el nuevo Homero, el nuevo Mantüano,[443]
es el maestro CÓRDOBA, que es digno
de celebrarse en la dichosa España,
y en cuanto el sol alumbra y el mar baña.
De ti, el doctor FRANCISCO DÍAZ, puedo 145
Página 154
asegurar a estos mis pastores
que con seguro corazón y ledo,[444]
pueden aventajarse en tus loores.
Y si en ellos yo agora corta quedo,
debiéndose a tu ingenio los mayores, 150
es porque el tiempo es breve y no me atrevo
a poderte pagar lo que te debo.
Luján, que con la toga merescida
honras el proprio y el ajeno suelo,
y con tu dulce musa conoscida 155
subes tu fama hasta el más alto cielo,
yo te daré después de muerto vida,
haciendo que, en ligero y presto vuelo,
la fama de tu ingenio único, solo,
vaya del nuestro hasta el contrario polo. 160
El alto ingenio y su valor declara
un licenciado tan amigo vuestro
cuanto ya sabéis que es JUAN DE VERGARA,
honra del siglo venturoso nuestro.
Por la senda que él sigue, abierta y clara, 165
yo mesma el paso y el ingenio adiestro,
y adonde él llega, de llegar me pago,
y en su ingenio y virtud me satisfago.
Otros quiero nombrar, porque se estime
y tenga en precio mi atrevido canto, 170
el cual hará que ahora más le anime
y llegue allí donde el deseo levanto.
Y es este que me fuerza y que me oprime
a decir solo dél, y cantar cuanto
canto de los ingenios más cabales, 175
el licenciado ALONSO DE MORALES.
Por la difícil cumbre va subiendo[445]
al temp[l]o de la Fama, y se adelanta,
un generoso mozo, el cual, rompiendo[446]
por la dificultad que más espanta, 180
tan presto ha de llegar allá, que entiendo
que en profecía ya la fama canta
del lauro que le tiene aparejado
al licenciado HERNANDO MALDONADO.
La sabia frente del laurel honroso 185
adornada veréis de aquel que ha sido
en todas sciencias y artes tan famoso
que es ya por todo el orbe conoscido.
Edad dorada, siglo venturoso,
que gozar de tal hombre has merescido: 190
¿cuál siglo, cuál edad ahora te llega,[447]
si en ti está MARCO ANTONIO DE LA VEGA?
Un DIEGO se me viene a la memoria,
que DE MENDOZA es cierto que se llama,
digno que solo dél se hiciera historia 195
tal que llegara allí donde su fama.
Su sciencia y su virtud, que es tan notoria,
que ya por todo el orbe se derrama,
Página 155
admira a los ausentes y presentes
de las remotas y cercanas gentes. 200
Un conoscido el alto Febo tiene;
¿qué digo un conoscido?, un verdadero
amigo, con quien solo se entretiene,
que es de toda sciencia tesorero.
Y es este que de industria se detiene 205
a no comunicar su bien entero,
DIEGO DURÁN, en quien contino dura
y durará el valor, ser y cordura.
¿Quién pensáis que es aquel que en voz sonora
sus ansias canta regaladamente, 210
aquel en cuyo pecho Febo mora,
el docto Orfeo y Arïón prudente?[448]
Aquel que de los reinos del aurora[449]
hasta los apartados de occidente
es conoscido, amado y estimado 215
por el famoso LÓPEZ MALDONADO.
¿Quién pudiera loaros, mis pastores,
un pastor vuestro amado y conoscido,
pastor mejor de cuantos son mejores,
que de Fílida tiene el apellido?[450] 220
La habi[li]dad, la sciencia, los primores,
el raro ingenio y el valor subido
de LUIS DE MONTALVO, le aseguran
gloria y honor mientras los cielos duran.
El sacro Ibero, de dorado acanto, 225
de siempre verde yedra y blanca oliva
su frente adorne, y en alegre canto[451]
su gloria y fama para siempre viva,
pues su antiguo valor ensalza tanto
que al fértil Nilo de su nombre priva 230
de PEDRO DE LIÑÁN la sotil pluma,
de todo el bien de Apolo cifra y suma.
De ALONSO DE VALDÉS me está incitando
el raro y alto ingenio a que dél cante,
y que os vaya, pastores, declarando 235
que a los más raros pasa y va adelante.
Halo mostrado ya, y lo va mostrando
en el fácil estilo y elegante
con que descubre el lastimado pecho
y alaba el mal que el fiero amor le ha hecho. 240
Admíreos un ingenio en quien se encierra
todo cuanto pedir puede el deseo,
ingenio que, aunque vive acá en la tierra,
del alto cielo es su caudal y arreo.
Ora trate de paz, ora de guerra, 245
todo cuanto yo miro, escucho y leo
del celebrado PEDRO DE PADILLA,
me causa nuevo gusto y maravilla.
Tú, famoso GASPAR ALFONSO, ordenas,
según aspiras a inmortal subida, 250
que yo no pueda celebrarte apenas,
Página 156
si te he de dar loor a tu medida.
Las plantas fertilísimas amenas
que nuestro celebrado monte anida,[452]
todas ofrescen ricas laureolas[453] 255
para ceñir y honrar tus sienes solas.
De CRISTÓBAL DE MESA os digo cierto
que puede honrar vuestro sagrado valle;
no solo en vida, mas después de muerto
podéis con justo título alaballe. 260
De sus heroicos versos el concierto,
su grave y alto estilo, pueden dalle
alto y honroso nombre, aunque callara
la fama dél, y yo no me acordara.
Pues sabéis cuánto adorna y enriquece 265
vuestras riberas PEDRO DE RIBERA,
dalde el honor, pastores, que meresce,
que yo seré en honrarle la primera.
Su dulce musa, su virtud, ofresce
un sujeto cabal donde pudiera 270
la fama y cien mil famas ocuparse,
y en solos sus loores estremarse.
Tú, que de Luso el sin igual tesoro
trujiste en nueva forma a la ribera
del fértil río, a quien el lecho de oro 275
tan famoso le hace adonde quiera,[454]
con el debido aplauso y el decoro
debido a ti, BENITO DE CALDERA,
y a tu ingenio sin par, prometo honrarte
y de lauro y de yedra coronarte. 280
De aquel que la cristiana poesía
tan en su punto ha puesto en tanta gloria,
haga la fama y la memoria mía
famosa para siempre su memoria.
De donde nasce adonde muere el día, 285
la sciencia sea y la bondad notoria
del gran FRANCISCO DE GUZMÁN, que el arte
de Febo sabe, ansí como el de Marte.
Del capitán Salcedo está bien claro
que llega su divino entendimiento 290
al punto más subido, agudo y raro
que puede imaginar el pensamiento.
Si le comparo, a él mesmo le comparo,
que no hay comparación que llegue a cuento
de tamaño valor, que la medida 295
ha de mostrar ser falta o ser torcida.
Por la curiosidad y entendimiento
de TOMÁS DE GRACIÁN, dadme licencia
que yo le escoja en este valle asiento
igual a su virtud, valor y sciencia, 300
el cual, si llega a su merescimiento,
será de tanto grado y preeminencia,
que, a lo que creo, pocos se le igualen:
tanto su ingenio y sus virtudes valen.
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Agora, hermanas bellas, de improviso, 305
BAPTISTA DE VIVAR quiere alabaros
con tanta discreción, gala y aviso,
que podáis, siendo musas, admiraros.
No cantará desdenes de Narciso,
que a Eco solitaria cuestan caros, 310
sino cuidados suyos que han nascido
entre alegre esperanza y triste olvido.[455]
Un nuevo espanto, un nuevo asombro y miedo
me acude y sobresalta en este punto,
solo por ver que quiero y que no puedo 315
subir de honor al más subido punto
al grave BALTASAR, que DE TOLEDO
el sobrenombre tiene, aunque barrunto
que de su docta pluma el alto vuelo
le ha de subir hasta el impíreo cielo.[456] 320
Muestra en un ingenio la experiencia
que en años verdes y en edad temprana
hace su habitación ansí la sciencia,
como en la edad madura, antigua y cana.
No entraré con alguno en competencia 325
que contradiga una verdad tan llana,
y más si acaso a sus oídos llega
que lo digo por vos, LOPE DE VEGA.
De pacífica oliva coronado,[457]
ante mi entendimiento se presenta 330
agora el sacro Betis, indignado,
y de mi inadvertencia se lamenta.
Pide que en el discurso comenzado,
de los raros ingenios os dé cuenta
que en sus riberas moran, y yo ahora 335
harelo con la voz muy más sonora.
Mas, ¿qué haré, que en los primeros pasos
que doy descubro mil estrañas cosas,
otros mil nuevos Pindos y Parnasos,[458]
otros coros de hermanas más hermosas, 340
con que mis altos bríos quedan lasos,[459]
y más cuando, por causas milagrosas,
oigo cualquier sonido servir de eco,
cuando se nombra el nombre de PACHECO?
PACHECO es este, con quien tiene Febo 345
y las hermanas tan discretas mías
nueva amistad, discreto trato y nuevo
desde sus tiernos y pequeños días.
Yo desde entonces hasta agora llevo
por tan estrañas desusadas vías 350
su ingenio y sus escritos, que han llegado
al título de honor más encumbrado.
En punto estoy donde, por más que diga
en alabanza del divino HERRERA,
será de poco fruto mi fatiga, 355
aunque le suba hasta la cuarta esfera.[460]
Mas, si soy sospechosa por amiga,
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sus obras y su fama verdadera
dirán que en sciencias es HERNANDO solo[461]
del Gange al Nilo, y de uno al otro polo. 360
De otro FERNANDO quiero daros cuenta,
que DE CANGAS se nombra, en quien se admira
el suelo, y por quien vive y se sustenta
la sciencia en quien al sacro lauro aspira.
Si al alto cielo algún ingenio intenta 365
de levantar y de poner la mira,
póngala en este solo, y dará al punto
en el más ingenioso y alto punto.
De don CRISTÓBAL, cuyo sobrenombre
es de VILLAR[R]OEL, tened creído 370
que bien meresce que jamás su nombre
toque las aguas negras del olvido.
Su ingenio admire, su valor asombre,
y el ingenio y valor sea conoscido
por el mayor estremo que descubre 375
en cuanto mira el sol o el suelo encubre.
Los ríos de elocuencia que del pecho
del grave antiguo Cicerón manaron;
los que al pueblo de Atenas satisfecho
tuvieron y a Demóstenes honraron;[462] 380
los ingenios que el tiempo ha ya deshecho,
que tanto en los pasados se estimaron,
humíllense a la sciencia alta y divina
del maestro FRANCISCO DE MEDINA.
Puedes, famoso Betis, dignamente 385
al Mincio, al Arno, al Tibre aventajarte,[463]
y alzar contento la sagrada frente
y en nuevos anchos senos dilatarte,[464]
pues quiso el cielo, que en tu bien consiste,[465]
tal gloria, tal honor, tal fama darte, 390
cual te la adquiere a tus riberas bellas
BALTASAR DEL ALCÁZAR, que está en ellas.
Otro veréis en quien veréis cifrada
del sacro Apolo la más rara sciencia,
que en otros mil sujetos derramada, 395
hace en todos de sí grave aparencia.
Mas, en este sujeto mejorada,
asiste en tantos grados de excelencia,
que bien puede MOSQUERA, el licenciado,
ser como el mesmo Apolo celebrado. 400
No se desdeña aquel varón prudente,[466]
que de sciencias adorna y enriquesce
su limpio pecho, de mirar la fuente
que en nuestro monte en sabias aguas cresce;
antes, en la sin par clara corriente 405
tanto la sed mitiga, que floresce
por ello el claro nombre acá en la tierra
del gran doctor DOMINGO DE BECERRA.
Del famoso ESPINEL cosas diría
que exceden al humano entendimiento, 410
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de aquellas sciencias que en su pecho cría
el divino de Febo sacro aliento;
mas, pues no puede de la lengua mía
decir lo menos de lo más que siento,
no diga más sino que al cielo aspira, 415
ora tome la pluma, ora la lira.[467]
Si queréis ver en una igual balanza
al rubio Febo y colorado Marte,
procurad de mirar al gran CARRANZA,
de quien el uno y otro no se parte: 420
en él veréis amigas pluma y lanza
con tanta discreción, destreza y arte,
que la destreza, en partes dividida,
la tiene a sciencia y arte reducida.
De LÁZARO LUÏS IRANZO, lira 425
templada había de ser más que la mía,
a cuyo son cantase el bien que inspira
en él el cielo y el valor que cría.
Por las sendas de Marte y Febo aspira
a subir do la humana fantasía 430
apenas llega; y él, sin duda alguna,
llegará contra el hado y la fortuna.
BALTASAR DE ESCOBAR, que agora adorna
del Tíber las riberas tan famosas,
y con su larga ausencia desadorna 435
las del sagrado Betis espaciosas;
fértil ingenio, si por dicha torna
al patrio amado suelo, a sus honrosas
y juveniles sienes les ofrezco
el lauro y el honor que yo merezco. 440
¿Qué título, qué honor, qué palma o lauro
se le debe a JUAN SANZ, que DE ZUMETA
se nombra, si del Indo al Rojo mauro[468]
cual su musa no hay otra tan perfecta?
Su fama aquí de nuevo le restauro 445
con deciros, pastores, cuán acepta[469]
será de Apolo cualquier honra y lustre
que a Zumeta hagáis que más le lustre.[470]
Dad a JUAN DE LAS CUEVAS el debido
lugar, cuando se ofrezca en este asiento, 450
pastores, pues lo tiene merescido
su dulce musa y raro entendimiento.
Sé que sus obras del eterno olvido,
a despecho y pesar del vïolento
curso del tiempo, librarán su nombre, 455
quedando con un claro alto renombre.
Pastores, si le viéredes, honraldo[471]
al famoso varón que os diré ahora
y en graves dulces versos celebraldo,
como a quien tanto en ellos se mejora. 460
El sobrenombre tiene de VIVALDO;
de ADÁN el nombre, el cual ilustra y dora
con su florido ingenio y excelente
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la venturosa nuestra edad presente.
Cual suele estar de variadas flores 465
adorno y rico el más florido mayo,[472]
tal de mil varias sciencias y primores
está el ingenio de don JUAN AGUAYO.
Y, aunque más me detenga en sus loores,
solo sabré deciros que me ensayo 470
ahora, y que otra vez os diré cosas
tales que las tengáis por milagrosas.
De JUAN GUTIÉRREZ RUFO el claro nombre
quiero que viva en la inmortal memoria,
y que al sabio y al simple admire, asombre 475
la heroica que compuso ilustre historia.
Dele el sagrado Betis el renombre
que su estilo meresce; denle gloria
los que pueden y saben; dele el cielo
igual la fama a su encumbrado vuelo. 480
En don LUIS DE GÓNGORA os ofrezco
un vivo raro ingenio sin segundo;
con sus obras me alegro y enriquezco
no solo yo, mas todo el ancho mundo.
Y si, por lo que os quiero, algo merezco, 485
haced que su saber alto y profundo
en vuestras alabanzas siempre viva
contra el ligero tiempo y muerte esquiva.[473]
Ciña el verde laurel, la verde yedra,
y aun la robusta encina, aquella frente 490
de GONZALO CERVANTES SAAVEDRA,
pues la deben ceñir tan justamente.
Por él la sciencia más de Apolo medra;[474]
en él Marte nos muestra el brío ardiente
de su furor, con tal razón medido 495
que por él es amado y es temido.
Tú, que de Celidón, con dulce plectro[475]
heciste resonar el nombre y fama,
cuyo admirable y bien limado metro
a lauro y triunfo te convida y llama, 500
rescibe el mando, la corona y cetro,
GONZALO GÓMEZ, desta que te ama,
en señal que meresce tu persona
el justo señorío de Helicona.
Tú, Dauro, de oro conoscido río,[476] 505
cual bien agora puedes señalarte,
y con nueva corriente y nuevo brío
al apartado Idaspe aventajarte,[477]
pues GONZALO MATEO DE BERRÍO
tanto procura con su ingenio honrarte, 510
que ya tu nombre la parlera fama,
por él, por todo el mundo le derrama.
Tejed de verde lauro una corona,
pastores, para honrar la digna frente
del licenciado SOTO BARAHONA, 515
varón insigne, sabio y elocuente.
Página 161
En él el licor santo de Helicona,
si se perdiera en la sagrada fuente,
se pudiera hallar, ¡oh, estraño caso!,
como en las altas cumbres del Parnaso.[478] 520
De la región antártica podría[479]
eternizar ingenios soberanos,
que si riquezas hoy sustenta y cría,
también entendimientos sobrehumanos.
Mostrarlo puedo en muchos este día, 525
y en dos os quiero dar llenas las manos:
uno, de Nueva España y nuevo Apolo;
del Perú, el otro, un sol único y solo.
FRANCISCO, el uno, DE TERRAZAS, tiene
el nombre acá y allá tan conoscido, 530
cuya vena caudal nueva Hipocrene[480]
ha dado al patrio venturoso nido.
La mesma gloria al otro igual le viene,
pues su divino ingenio ha producido
en Arequipa eterna primavera, 535
que este es DIEGO MARTÍNEZ DE RIBERA.
Aquí, debajo de felice estrella,
un resplandor salió tan señalado,
que de su lumbre la menor centella
nombre de oriente al occidente ha dado. 540
Cuando esta luz nasció, nasció con ella
todo el valor, nasció ALONSO PICADO;
nasció mi hermano y el de Palas junto,
que ambas vimos en él vivo transunto.[481]
Pues si he de dar la gloria a ti debida,[482] 545
gran ALONSO DE ESTRADA, hoy eres digno
que no se cante así tan de corrida[483]
tu ser y entendimiento peregrino.
Contigo está la tierra enriquescida
que al Betis mil tesoros da contino, 550
y aun no da el cambio igual: que no hay tal paga
que a tan dichosa deuda satisfaga.[484]
Por prenda rara desta tierra ilustre,
claro don JUAN, te nos ha dado el cielo,
DE ÁVALOS gloria, Y DE RIBERA lustre, 555
honra del proprio y del ajeno suelo.
Dichosa España, do por más de un lustre[485]
muestra serán tus obras y modelo
de cuanto puede dar naturaleza
de ingenio claro y singular nobleza. 560
El que en la dulce patria está contento,
las puras aguas de Limar gozando,[486]
la famosa ribera, el fresco viento
con sus divinos versos alegrando,
venga, y veréis por suma deste cuento, 565
su heroico brío y discreción mirando,
que es SANCHO DE RIBERA, en toda parte
Febo primero, y sin segundo Marte.
Este mesmo famoso insigne valle
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un tiempo al Betis usurpar solía 570
un nuevo Homero, a quien podemos dalle
la corona de ingenio y gallardía.
Las Gracias le cortaron a su talle,[487]
y el cielo en todas lo mejor le envía;
este, ya en vuestro Tajo conoscido, 575
PEDRO DE MONTESDOCA es su apellido.
En todo cuanto pedirá el deseo,
un DIEGO ilustre DE AGUILAR admira,
un águila real que en vuelo veo[488]
alzarse a do llegar ninguno aspira. 580
Su pluma entre cien mil gana trofeo,
que, ante ella, la más alta se retira;[489]
su estilo y su valor tan celebrado
Guánuco lo dirá, pues lo ha gozado.[490]
Un GONZALO FERNÁNDEZ se me ofresce, 585
gran capitán del escuadrón de Apolo,[491]
que hoy DE SOTOMAYOR ensoberbece
el nombre, con su nombre heroico y solo.
En verso admira, y en saber floresce
en cuanto mira el uno y otro polo; 590
y si en la pluma en tanto grado agrada,
no menos es famoso por la espada.
De un ENRIQUE GARCÉS, que al piruano
reino enriquece, pues con dulce rima,
con sutil, ingeniosa y fácil mano, 595
a la más ardua empresa en él dio cima,
pues en dulce español al gran toscano
nuevo lenguaje ha dado y nueva estima,
¿quién será tal que la mayor le quite,
aunque el mesmo Petrarca resucite?[492] 600
Un RODRIGO FERNÁNDEZ DE PINEDA,
cuya vena inmortal, cuya excelente
y rara habilidad gran parte hereda
del licor sacro de la equina fuente,[493]
pues cuanto quiere dél no se le veda, 605
pues de tal gloria goza en occidente,
tenga también aquí tan larga parte,
cual la merescen hoy su ingenio y parte.
Y tú, que al patrio Betis has tenido
lleno de envidia, y con razón quejoso 610
de que otro cielo y otra tierra han sido
testigos de tu canto numeroso,[494]
alégrate, que el nombre esclarescido
tuyo, JUAN DE MESTANZA, generoso,
sin segundo será por todo el suelo 615
mientras diere su luz el cuarto cielo.
Toda la suavidad que en dulce vena
se puede ver, veréis en uno solo,
que al son sabroso de su musa enfrena
la furia al mar, el curso al dios Eolo.[495] 620
El nombre deste es BALTASAR DE ORENA,
cuya fama del uno al otro polo
Página 163
corre ligera, y del oriente a ocaso,
por honra verdadera de Parnaso.
Pues de una fértil y preciosa planta, 625
de allá traspuesta en el mayor collado
que en toda la Tesalia se levanta,[496]
planta que ya dichoso fruto ha dado,
¿callaré yo lo que la fama canta
del ilustre don PEDRO DE ALVARADO, 630
ilustre, pero ya no menos claro,
por su divino ingenio, al mundo raro?
Tú, que con nueva musa extraordinaria,
CAIRASCO, cantas del amor el ánimo
y aquella condición del vulgo varia 635
donde se opone al fuerte el pusilánimo;[497]
si a este sitio de la Gran Canaria[498]
vinieres, con ardor vivo y magnánimo
mis pastores ofrecen a tus méritos
mil lauros, mil loores beneméritos. 640
¿Quién es, ¡oh, anciano Tormes!, el que niega[499]
que no puedes al Nilo aventajarte,
si puede solo el licenciado VEGA
más que Títiro al Mincio celebrarte?[500]
Bien sé, DAMIÁN, que vuestro ingenio llega 645
do alcanza deste honor la mayor parte,
pues sé, por muchos años de experiencia,
vuestra tan sin igual virtud y sciencia.
Aunque el ingenio y la elegancia vuestra,
FRANCISCO SÁNCHEZ, se me concediera, 650
por torpe me juzgara y poco diestra,
si a querer alabaros me pusiera.
Lengua del cielo única y maestra
tiene de ser la que por la carrera
de vuestras alabanzas se dilate, 655
que hacerlo humana lengua es disparate.
Las raras cosas y en estilo nuevas
que un espíritu muestran levantado,
en cien mil ingeniosas, arduas pruebas,
por sabio conoscido y estimado, 660
hacen que don FRANCISCO DE LAS CUEVAS
por mí sea dignamente celebrado,
en tanto que la fama pregonera
no detuviere su veloz carrera.
Quisiera rematar mi dulce canto 665
en tal sazón, pastores, con loaros
un ingenio que al mundo pone espanto
y que pudiera en éstasis robaros.
En él cifro y recojo todo cuanto
he mostrado hasta aquí y he de mostraros: 670
FRAY LUIS DE LEÓN es el que digo,
a quien yo reverencio, adoro y sigo.
¿Qué modos, qué caminos o qué vías
de alabar buscaré para que el nombre
viva mil siglos de aquel gran MATÍAS 675
Página 164
que DE ZÚÑIGA tiene el sobrenombre?
A él se den las alabanzas mías,
que, aunque yo soy divina y él es hombre,
por ser su ingenio, como lo es, divino,
de mayor honra y alabanza es digno. 680
Volved el presuroso pensamiento[501]
a las riberas de Pisuerga bellas:
veréis que aumentan este rico cuento[502]
claros ingenios con quien se honran ellas.
Ellas no solo, sino el firmamento, 685
do lucen las claríficas estrellas,[503]
honrarse puede bien cuando consigo
tenga allá los varones que aquí digo.
Vos, DAMASIO DE FRÍAS, podéis solo
loaros a vos mismo, pues no puede 690
hacer, aunque os alabe el mesmo Apolo,
que en tan justo loor corto no quede.
Vos sois el cierto y el seguro polo
por quien se guía aquel que le sucede
en el mar de las sciencias buen pasaje,[504] 695
propicio viento y puerto en su viaje.
ANDRÉS SANZ DE PORTILLO, tú me envía
aquel aliento con que Febo mueve
tu sabia pluma y alta fantasía,
porque te dé el loor que se te debe. 700
Que no podrá la ruda lengua mía,
por más caminos que aquí tiente y pruebe,
hallar alguno así cual le deseo
para loar lo que en ti siento y veo.
Felicísimo ingenio, que te encumbras 705
sobre el que más Apolo ha levantado,
y con tus claros rayos nos alumbras
y sacas del camino más errado;
y, aunque ahora con ella me deslumbras[505]
y tienes a mi ingenio alborotado, 710
yo te doy sobre muchos palma y gloria,
pues a mí me la has dado, doctor SORIA.
Si vuestras obras son tan estimadas,
famoso CANTORAL, en toda parte,
serán mis alabanzas escusadas, 715
si en nuevo modo no os alabo, y arte.
Con las palabras más calificadas,
con cuanto ingenio el cielo en mí reparte,
os admiro y alabo aquí callando,
y llego do llegar no puedo hablando. 720
Tú, HIERÓNIMO VACA Y DE QUIÑONES,
si tanto me he tardado en celebrarte,
mi pasado descuido es bien perdones,
con la enmienda que ofrezco de mi parte:
de hoy más en claras voces y pregones, 725
en la cubierta y descubierta parte
del ancho mundo, haré con clara llama
lucir tu nombre y estender tu fama.
Página 165
Tu verde y rico margen, no de nebro,[506]
ni de ciprés funesto enriquescido, 730
claro, abundoso y conoscido Ebro,
sino de lauro y mirto florescido,
ahora como puedo le celebro,
celebrando aquel bien que han concedido
el cielo a tus riberas, pues en ellas 735
moran ingenios claros más que estrellas.
Serán testigo desto dos hermanos,
dos luceros, dos soles de poesía,
a quien el cielo con abiertas manos
dio cuanto ingenio y arte dar podía. 740
Edad temprana, pensamientos canos,
maduro trato, humilde fantasía,[507]
labran eterna y digna laureola
a LUPERCIO LEONARDO DE ARGENSOLA.
Con santa envidia y competencia santa 745
parece que el menor hermano aspira
a igualar al mayor, pues se adelanta
y sube do no llega humana mira.
Por esto escribe y mil sucesos canta
con tan süave y acordada lira, 750
que este BARTOLOMÉ menor meresce
lo que al mayor, LUPERCIO, se le ofresce.
Si el buen principio y medio da esperanza
que el fin ha de ser raro y excelente,
en cualquier caso ya mi ingenio alcanza[508] 755
que el tuyo has de encumbrar, COSME PARIENTE.
Y así, puedes, con cierta confïanza,
prometer a tu sabia honrosa frente
la corona que tiene merescida
tu claro ingenio, tu inculpable vida. 760
En soledad, del cielo acompañado,
vives, ¡oh, gran MORILLO!, y allí muestras
que nunca dejan tu cristiano lado
otras musas más santas y más diestras.
De mis hermanas fuiste alimentado, 765
y ahora, en pago dello, nos adiestras
y enseñas a cantar divinas cosas,
gratas al cielo, al suelo provechosas.
Turia, tú que otra vez con voz sonora
cantaste de tus hijos la excelencia,[509] 770
si gustas de escuchar la mía ahora,
formada no en envidia o competencia,
oirás cuánto tu fama se mejora
con los que yo diré, cuya presencia,
valor, virtud, ingenio, te enriquecen 775
y sobre el Indo y Gange te engrandecen.
¡Oh, tú, don JUAN COLOMA, en cuyo seno
tanta gracia del cielo se ha encerrado,
que a la envidia pusiste en duro freno[510]
y en la fama mil lenguas has criado, 780
con que del gentil Tajo al fértil Reno[511]
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tu nombre y tu valor va levantado!
Tú, conde de Elda, en todo tan dichoso,
haces el Turia más que el Po famoso.
Aquel en cuyo pecho abunda y llueve 785
siempre una fuente que es por él divina,
y a quien el coro de sus lumbres nueve
como a señor con gran razón se inclina,
a quien único nombre se le debe
de la etïope hasta la gente austrina,[512] 790
don LUIS GARCERÁN es sin segundo,
maestre de Montesa y bien del mundo.
Meresce bien en este insigne valle
lugar ilustre, asiento conoscido,
aquel a quien la fama quiere dalle 795
el nombre que su ingenio ha merescido.
Tenga cuidado el cielo de loalle,
pues es del cielo su valor crescido:
el cielo alabe lo que yo no puedo
del sabio don ALONSO REBOLLEDO. 800
Alzas, doctor FALCÓN, tan alto el vuelo,
que al águila caudal atrás te dejas,
pues te remontas con tu ingenio al cielo
y deste valle mísero te alejas.[513]
Por esto temo y con razón recelo 805
que, aunque te alabe, formarás mil quejas
de mí, porque en tu loa noche y día
no se ocupa la voz y lengua mía.
Si tuviera, cual tiene la Fortuna,
la dulce poesía varia rueda, 810
ligera y más movible que la luna,
que ni estuvo, ni está ni estará queda[514]
en ella sin hacer mudanza alguna,
pusiera solo a MICER ARTIEDA,
y el más alto lugar siempre ocupara, 815
por sciencias, por ingenio y virtud rara.
Todas cuantas bien dadas alabanzas
diste a raros ingenios, ¡oh, GIL POLO!,
tú las mereces solo y las alcanzas,
tú las alcanzas y mereces solo. 820
Ten ciertas y seguras esperanzas
que en este valle un nuevo mauseolo[515]
te harán estos pastores, do guardadas
tus cenizas serán y celebradas.
CRISTÓBAL DE VIRUÉS, pues se adelanta 825
tu sciencia y tu valor tan a tus años,
tú mesmo aquel ingenio y virtud canta
con que huyes del mundo los engaños.
Tierna, dichosa y bien nascida planta,
yo haré que en proprios reinos y en estraños 830
el fruto de tu ingenio levantado
se conozca, se admire y sea estimado.
Si conforme al ingenio que nos muestra
SILVESTRE DE ESPINOSA, así se hubiera
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de loar, otra voz más viva y diestra, 835
más tiempo y más caudal menester fuera;
mas, pues la mía a su intención adiestra,
yo [le] daré por paga verdadera,
con el bien que del dios de Delo tiene,
el mayor de las aguas de Hipocrene. 840
Entre estos, como Apolo, venir veo,
hermoseando al mundo con su vista,
al discreto galán GARCÍA ROMEO,
dignísimo de estar en esta lista.
Si la hija del húmido Peneo, 845
de quien ha sido Ovidio coronista,
en campos de Tesalia le hallara,
en él y no en laurel se transformara.[516]
Rompe el silencio y santo encerramiento,
traspasa el aire, al cielo se levanta[517] 850
de FRAY PEDRO DE HUETE aquel acento
de su divina musa, heroica y santa.
Del alto suyo raro entendimiento
cantó la fama, ha de cantar y canta,
llevando, para dar al mundo espanto, 855
sus obras por testigos de su canto.
Tiempo es ya de llegar al fin postrero,
dando principio a la mayor hazaña
que jamás emprendí, la cual espero
que ha de mover al blando Apolo a saña,[518] 860
pues, con ingenio rústico y grosero,
a dos soles que alumbran vuestra España
—no solo a España, mas al mundo todo—
pienso loar, aunque me falte el modo.[519]
De Febo la sagrada honrosa sciencia, 865
la cortesana discreción madura,
los bien gastados años, la experiencia,
que mil sanos consejos asegura;
la agudeza de ingenio, el advertencia
en apuntar y en descubrir la escura 870
dificultad y duda que se ofrece,
en estos soles dos solo floresce.
En ellos un epílogo, pastores,
del largo canto mío ahora hago,
y a ellos enderezo los loores 875
cuantos habéis oído, y no los pago:[520]
que todos los ingenios son deudores
a estos de quien yo me satisfago;
satisfácese dellos todo el suelo,
y aun los admira, porque son del cielo. 880
Estos quiero que den fin a mi canto,
y a nueva admiración comienzo;
y si pensáis que en esto me adelanto,[521]
cuando os diga quién son, veréis que os venzo.[522]
Por ellos hasta el cielo me levanto, 885
y sin ellos me corro y me avergüenzo:
tal es LAÍNEZ, tal es FIGUEROA,
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dignos de eterna y de incesable loa.
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Viaje del Parnaso
37
Viaje del Parnaso
Licencia[523]
Por comisión y mandado de los señores del consejo, he hecho ver el libro
contenido en este memorial. No tiene cosa contra la fe ni buenas costumbres,
es libro curioso y se puede imprimir. Fecho en Madrid, a 16 de septiembre de
1614.
El doctor Gutierre de Cetina.
Licencia
Por mandado y comisión de los señores del Consejo, he visto El viaje del
Parnaso de Miguel de Cervantes Saavedra; y, después de no tener cosa contra
lo que tiene y enseña nuestra santa fe católica ni buenas costumbres, tiene
muchas muy apacibles y entretenidas, y muy conformes a las que del mismo
autor honran la nación y celebra el mundo. Este es mi parecer, salvo[524], etc.
En Madrid, a 20 de setiembre, 1614.
El maestro Joseph de Valdivielso.
Privilegio
Por cuanto por parte de vos, Miguel de Cervantes Saavedra, nos fue fecha
relación que habíades compuesto un libro intitulado Viaje del Parnaso, de que
hacíades presentación, y, porque os había costado algún trabajo y ser curioso
y deleitable, nos suplicasteis vos mandásemos dar licencia para le imprimir y
privilegio por veinte años, o como la nuestra merced fuese; lo cual visto por
los del nuestro Consejo[525], por cuanto en el dicho libro se hizo la diligencia
que la premática por nos sobre ello fecha dispone, fue acordado que debíamos
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de mandar dar esta nuestra cédula en la dicha razón, y nos tuvímoslo por bien.
Por la cual vos damos licencia y facultad para que, por tiempo y espacio de
seis años cumplidos primeros siguientes, que corran y se cuenten desde el día
de la fecha desta nuestra cédula en adelante, vos, o la persona que para ello
vuestro poder hubiere, y no otra alguna, podáis imprimir y vender el dicho
libro que desuso[526] se hace mención. Y por la presente damos licencia y
facultad a cualquier impresor de nuestros reinos que nombráredes, para que
durante el dicho tiempo le pueda imprimir por el original que en el nuestro
Consejo se vio, que va rubricado y firmado al fin de Hernando de Vallejo,
nuestro escribano de cámara, y uno de los que en él residen, con que antes y
primero que se venda lo traigáis ante ellos, juntamente con el dicho original,
para que se vea si la dicha impresión está conforme a él, o traigáis fe en
pública forma, como por corretor por nos nombrado se vio y corrigió la dicha
impresión por el dicho original. Y mandamos al dicho impresor que ansí
imprimiere el dicho libro, no imprima el principio y primer pliego dél, ni
entregue más de un solo libro con el original al autor y persona a cuya costa
lo imprimiere, ni a otro alguno, para efeto de la dicha correción y tasa, hasta
que, antes y primero, el dicho libro esté corregido y tasado por los del nuestro
Consejo. Y estando hecho, y no de otra manera, pueda imprimir el dicho
principio y primer pliego, en el cual inmediatamente ponga esta nuestra
licencia y la aprobación, tasa y erratas; ni lo podáis vender ni vendáis vos, ni
otra persona alguna, hasta que esté el dicho libro en la forma susodicha, so
pena de caer e incurrir en las penas contenidas en la dicha premática y leyes
de nuestros reinos que sobre ello disponen. Y mandamos que durante el dicho
tiempo persona alguna, sin vuestra licencia, no le pueda imprimir ni vender,
so pena que el que lo imprimiere y vendiere haya perdido y pierda
cualesquiera libros, moldes y aparejos que dél tuviere, y más incurra en pena
de cincuenta mil maravedís por cada vez que lo contrario hiciere; de la cual
dicha pena sea la tercera parte para nuestra cámara y la otra tercia parte para
el juez que lo sentenciare, y la otra tercia parte para el que lo denunciare. Y
mandamos a los del nuestro Consejo, presidente y oidores de las nuestras
audiencias, alcaldes, alguaciles de la nuestra casa y corte, y chancillerías, y
otras cualesquiera justicias de todas las ciudades, villas y lugares de los
nuestros reinos y señoríos, y a cada uno en su jurisdición, ansí a los que agora
son como a los que serán de aquí adelante, que vos guarden y cumplan esta
nuestra cédula y merced que así vos hacemos, y contra ella no vayan, ni
pasen, ni consientan ir ni pasar en manera alguna, so pena de la nuestra
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merced y de diez mil maravedís para la nuestra cámara. Fecha en Ventosilla, a
diez y ocho días del mes de otubre de mil y seiscientos y catorce años.
Yo, el rey.
Por mandado del rey nuestro señor:
Jorge de Tovar.
Tasa
Yo, Hernando de Vallejo, escribano de cámara del rey nuestro señor, de los
que residen en su Consejo, doy fe que, habiéndose visto por los señores dél un
libro que compuso Miguel de Cervantes Saavedra, intitulado Viaje del
Parnaso, que con su licencia fue impreso, le tasaron a cuatro maravedís el
pliego, el cual tiene once pliegos, que al dicho respeto suma y monta cuarenta
y cuatro maravedís cada volumen en papel; y mandaron que a este precio se
haya de vender y venda, y no a más, y que esta tasa se ponga al principio de
cada volumen del dicho libro, para que por él se sepa y entienda lo que se ha
de pedir y llevar, sin que se haya de exceder ni exceda della en manera
alguna. Y, para que dello conste, de pedimiento del dicho Miguel de
Cervantes y mandamiento de los dichos señores del Consejo, di la presente en
la villa de Madrid, a diez y siete días del mes de noviembre, de mil y
seiscientos y catorce años.
[527]Hernando de Vallejo.
Erratas
Este libro, intitulado Viaje del Parnaso, compuesto por Miguel de Cervantes
Saavedra, con estas erratas, corresponde con su original. Dada en Madrid, a
diez días del mes de noviembre de 1614.
[528]El licenciado Murcia de la Llana.
Dedicatoria[529]
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Dirijo a vuesa merced este Viaje que hice al Parnaso, que no desdice a su
edad florida, ni a sus loables y estudiosos ejercicios. Si vuesa merced le hace
el acogimiento que yo espero de su condición ilustre, él quedará famoso en el
mundo y mis deseos premiados. Nuestro Señor, etc.
Miguel de Cervantes Saavedra.
Prólogo al lector
Si por ventura, lector curioso, eres poeta y llegare a tus manos —aunque
pecadoras— este Viaje, si te hallares en él escrito y notado entre los buenos
poetas, da gracias a Apolo por la merced que te hizo; y si no te hallares,
también se las puedes dar. Y Dios te guarde.
El autor a su pluma[532]
Soneto
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aunque la adulación es de ruin casta.
Y dadme vos que este Viaje tenga
de sal un panecillo por lo menos,[535]
que yo os le marco por vendible, y basta.
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Cap. I del Viaje del Parnaso
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Dije entre mí: «Si yo viniese a verme
en la difícil cumbre deste monte, 50
y una guirnalda de laurel ponerme,
no envidiaría el bien decir de APONTE,
ni del muerto GALARZA la agudeza,
en manos blando, en lengua Rodomonte».[551]
Mas, como de un error otro se empieza,[552] 55
creyendo a mi deseo, di al camino
los pies, porque di al viento la cabeza.[553]
En fin, sobre las ancas del Destino,
llevando a la Elección puesta en la silla,
hacer el gran vïaje determino. 60
Si esta cabalgadura maravilla,
sepa el que no lo sabe que se usa
por todo el mundo, no solo en Castilla.
Ninguno tiene o puede dar escusa
de no oprimir desta gran bestia el lomo, 65
ni mortal caminante lo rehúsa.
Suele tal vez ser tan ligera como
va por el aire el águila o saeta,
y tal vez anda con los pies de plomo.
Pero, para la carga de un poeta, 70
siempre ligera, cualquier bestia puede
llevarla, pues carece de maleta;
que es caso ya infalible que, aunque herede
riquezas un poeta, en poder suyo
no aumentarlas, perderlas le sucede.[554] 75
Desta verdad ser la ocasión arguyo
que tú, ¡oh, gran padre Apolo!, les infundes
en sus intentos el intento tuyo.
Y, como no le mezclas ni confundes
en cosas de agibílibus rateras,[555] 80
ni en el mar de ganancia vil le hundes,
ellos, o traten burlas o sean veras,
sin aspirar a la ganancia en cosa,
sobre el convexo van de las esferas,
pintando en la palestra rigurosa 85
las acciones de Marte, o entre las flores
las de Venus, más blanda y amorosa.[556]
Llorando guerras o cantando amores,
la vida como en sueño se les pasa,
o como suele el tiempo a jugadores. 90
Son hechos los poetas de una masa
dulce, süave, correosa y tierna,
y amiga del hogar de ajena casa.
El poeta más cuerdo se gobierna
por su antojo baldío y regalado, 95
de trazas lleno y de ignorancia eterna.[557]
Absorto en sus quimeras, y admirado
de sus mismas acciones, no procura
llegar a rico como a honroso estado.
Vayan, pues, los leyentes con letura,[558] 100
cual dice el vulgo mal limado y bronco,
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que yo soy un poeta desta hechura:
cisne en las canas, y en la voz un ronco
y negro cuervo, sin que el tiempo pueda[559]
desbastar de mi ingenio el duro tronco; 105
y que en la cumbre de la varia rueda[560]
jamás me pude ver solo un momento,
pues cuando subir quiero, se está queda.
Pero, por ver si un alto pensamiento
se puede prometer feliz suceso,[561] 110
seguí el viaje a paso tardo y lento.[562]
Un candeal con ocho mis de queso[563]
fue en mis alforjas mi repostería,
útil al que camina y leve peso.
«Adiós —dije a la humilde choza mía—; 115
adiós, Madrid; adiós tu Prado y fuentes,
que manan néctar, llueven ambrosía;
adiós, conversaciones suficientes
a entretener un pecho cuidadoso[564]
y a dos mil desvalidos pretendientes; 120
adiós, sitio agradable y mentiroso,
do fueron dos gigantes abrasados
con el rayo de Júpiter fogoso;
adiós, teatros públicos, honrados
por la ignorancia, que ensalzada veo 125
en cien mil disparates recitados;
adiós, de San Felipe el gran paseo,
donde si baja o sube el turco galgo,
como en gaceta de Venecia leo;[565]
adiós, hambre sotil de algún hidalgo, 130
que por no verme ante tus puertas muerto,
hoy de mi patria y de mí mismo salgo».
Con esto, poco a poco llegué al puerto
a quien los de Cartago dieron nombre,
cerrado a todos vientos y encubierto;[566] 135
a cuyo claro y sin igual renombre
se postran cuantos puertos el mar baña,
descubre el sol y ha navegado el hombre.
Arrojose mi vista a la campaña[567]
rasa del mar, que trujo a mi memoria 140
del heroico don Juan la heroica hazaña;
donde con alta de soldados gloria,
y con propio valor y airado pecho
tuve, aunque humilde, parte en la vitoria.
Allí, con rabia y con mortal despecho, 145
el otomano orgullo vio su brío
hollado y reducido a pobre estrecho.[568]
Lleno, pues, de esperanzas y vacío
de temor, busqué luego una fragata
que efetuase el alto intento mío, 150
cuando por la, aunque azul, líquida plata
vi venir un bajel a vela y remo,
que tomar tierra en el gran puerto trata.
Del más gallardo y más vistoso estremo
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de cuantos las espaldas de Neptuno 155
oprimieron jamás, ni más supremo,
cual este, nunca vio bajel alguno
el mar, ni pudo verse en el armada
que destruyó la vengativa Juno;[569]
no fue del vellocino a la jornada 160
Argos tan bien compuesta y tan pomposa,[570]
ni de tantas riquezas adornada.
Cuando entraba en el puerto, la hermosa
Aurora por las puertas del Oriente[571]
salía en trenza blanda y amorosa. 165
Oyose un estampido de repente,
haciendo salva la real galera,[572]
que despertó y alborotó la gente.
El son de los clarines la ribera[573]
llenaba de dulcísima armonía, 170
y el de la chusma alegre y placentera.[574]
Entrábanse las horas por el día,
a cuya luz, con distinción más clara,
se vio del gran bajel la bizarría.
Áncoras echa, y en el puerto para[575] 175
y arroja un ancho esquife al mar tranquilo
con música, con grita y algazara.
Usan los marineros de su estilo:
cubren la popa con tapetes tales,
que es oro y sirgo de su trama el hilo.[576] 180
Tocan de la ribera los umbrales;
sale del rico esquife un caballero
en hombros de otros cuatro principales,
en cuyo traje y ademán severo
vi de Mercurio al vivo la figura, 185
de los fingidos dioses mensajero;
en el gallardo talle y compostura,
en los alados pies y el caduceo,[577]
símbolo de prudencia y de cordura,
digo que al mismo paraninfo veo,[578] 190
que trujo mentirosas embajadas
a la tierra del alto Coliseo.[579]
Vile, y apenas puso las aladas
plantas en las arenas, venturosas
por verse de divinos pies tocadas, 195
cuando yo, revolviendo cien mil cosas
en la imaginación, llegué a postrarme
ante las plantas por adorno hermosas.
Mandome el dios parlero luego alzarme,[580]
y, con medidos versos y sonantes, 200
desta manera comenzó a hablarme:
«¡Oh, Adán de los poetas, oh, Cervantes![581]
¿Qué alforjas y qué traje es este, amigo,
que así muestra discursos ignorantes?»
Yo, respondiendo a su demanda, digo: 205
«Señor: voy al Parnaso, y, como pobre,
con este aliño mi jornada sigo».
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Y él a mí dijo: «¡Oh, sobrehumano y sobre
espíritu cilenio levantado,[582]
toda abundancia y todo honor te sobre! 210
Que, en fin, has respondido a ser soldado
antiguo y valeroso, cual lo muestra
la mano de que estás estropeado.
Bien sé que en la naval dura palestra
perdiste el movimiento de la mano 215
izquierda, para gloria de la diestra;
y sé que aquel instinto sobrehumano
que de raro inventor tu pecho encierra
no te le ha dado el padre Apolo en vano.
Tus obras los rincones de la tierra, 220
llevándola[s] en grupa Rocinante,
descubren y a la envidia mueven guerra.
Pasa, raro inventor, pasa adelante
con tu sotil disinio, y presta ayuda[583]
a Apolo, que la tuya es importante, 225
antes que el escuadrón vulgar acuda
de más de veinte mil sietemesinos
poetas que de serlo están en duda.[584]
Llenas van ya las sendas y caminos
desta canalla inútil contra el monte, 230
que aun de estar a su sombra no son dignos.
Ármate de tus versos luego, y ponte[585]
a punto de seguir este vïaje
conmigo, y a la gran obra disponte;
conmigo segurísimo pasaje[586] 235
tendrás, sin que te empaches, ni procures
lo que suelen llamar matalotaje;[587]
y, porque esta verdad que digo apures,
entra conmigo en mi galera, y mira
cosas con que te asombres y asegures». 240
Yo, aunque pensé que todo era mentira,
entré con él en la galera hermosa
y vi lo que pensar en ello admira:
de la quilla a la gavia, ¡oh, estraña cosa!,[588]
toda de versos era fabricada, 245
sin que se entremetiese alguna prosa;
las ballesteras eran de ensalada[589]
de glosas, todas hechas a la boda
de la que se llamó malmaridada;[590]
era la chusma de romances toda, 250
gente atrevida, empero necesaria,
pues a todas acciones se acomoda;
la popa, de materia estraordinaria,
bastarda y de legítimos sonetos,[591]
de labor peregrina en todo y varia; 255
eran dos valentísimos tercetos
los espalderes de la izquierda y diestra,[592]
para dar boga larga muy perfectos;
hecha ser la crujía se me muestra[593]
de una luenga y tristísima elegía, 260
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que no en cantar sino en llorar es diestra
(por esta entiendo yo que se diría
lo que suele decirse a un desdichado
cuando lo pasa mal: «pasó crujía»);[594]
el árbol, hasta el cielo levantado,[595] 265
de una dura canción prolija estaba
de canto de seis dedos embreado;[596]
él y la entena que por él cruzaba,
de duros estrambotes la madera[597]
de que eran hechos claro se mostraba; 270
la racamenta, que es siempre parlera,[598]
toda la componían redondillas,
con que ella se mostraba más ligera;
las jarcias parecían seguidillas[599]
de disparates mil y más compuestas, 275
que suelen en el alma hacer cosquillas;
las rumbadas, fortísimas y honestas[600]
estancias eran, tablas poderosas
que llevan un poema y otro a cuestas.
Era cosa de ver las bulliciosas 280
banderillas que al aire tremolaban,
de varias rimas algo licenciosas;
los grumetes, que aquí y allí cruzaban,
de encadenados versos parecían,[601]
puesto que como libres trabajaban.[602] 285
Todas las obras muertas componían
o versos sueltos, o sestinas graves,[603]
que a la galera más gallarda hacían.
En fin, con modos blandos y süaves,
viendo Mercurio que yo visto había 290
el bajel, que es razón, lector, que alabes,
junto a sí me sentó, y su voz envía
a mis oídos en razones claras
y llenas de suavísima armonía,
diciendo: «Entre las cosas que son raras 295
y nuevas en el mundo y peregrinas,
verás, si en ello adviertes y reparas,
que es una este bajel de las más dignas
de admiración, que llegue a ser espanto
a naciones remotas y vecinas. 300
No le formaron máquinas de encanto,
sino el ingenio del divino Apolo,
que puede, quiere y llega y sube a tanto.
Formole, ¡oh, nuevo caso!, para solo
que yo llevase en él cuantos poetas 305
hay desde el claro Tajo hasta Pactolo.[604]
De Malta el gran maestre, a quien secretas[605]
espías dan aviso que en Oriente[606]
se aperciben las bárbaras saetas,
teme, y envía a convocar la gente 310
que sella con la blanca cruz el pecho,
porque en su fuerza su valor se aumente;
a cuya imitación, Apolo ha hecho
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que los famosos vates al Parnaso
acudan, que está puesto en duro estrecho. 315
Yo, condolido del doliente caso,
en el ligero casco, ya instruïdo
de lo que he de hacer, aguijo el paso:
de Italia las riberas he barrido;[607]
he visto las de Francia y no tocado, 320
por venir solo a España dirigido.
Aquí, con dulce y con felice agrado,
hará fin mi camino, a lo que creo,
y seré fácilmente despachado.
Tú, aunque en tus canas tu pereza veo, 325
serás el paraninfo de mi asunto
y el solicitador de mi deseo.
Parte, y no te detengas solo un punto,
y a los que en esta lista van escritos
dirás de Apolo cuanto aquí yo apunto». 330
Sacó un papel, y en él casi infinitos
nombres vi de poetas, en que había
yangüeses, vizcaínos y coritos;[608]
allí famosos vi de Andalucía,
y entre los castellanos vi unos hombres 335
en quien vive de asiento la poesía.[609]
Dijo Mercurio: «Quiero que me nombres
desta turba gentil, pues tú lo sabes,
la alteza de su ingenio, con los nombres».
Yo respondí: «De los que son más graves 340
diré lo que supiere, por moverte
a que ante Apolo su valor alabes».
Él escuchó. Yo dije desta suerte.
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Este que de los cómicos es lumbre,
que el licenciado POYO es su apellido, 20
no hay nube que a su sol claro deslumbre;
pero, como está siempre entretenido
en trazas, en quimeras e invenciones,
no ha de acudir a este marcial rüido.
Este que en lista por tercero pones, 25
que HIPÓLITO se llama DE VERGARA,
si llevarle al Parnaso te dispones,
haz cuenta que en él llevas una jara,[614]
una saeta, un arcabuz, un rayo
que contra la ignorancia se dispara. 30
Este que tiene como mes de mayo
florido ingenio, y que comienza ahora
a hacer de sus comedias nuevo ensayo,
GODÍNEZ es. Y estotro que enamora
las almas con sus versos regalados, 35
cuando de amor ternezas canta o llora,
es uno que valdrá por mil soldados
cuando a la estraña y nunca vista empresa
fueren los escogidos y llamados;[615]
digo que es don FRANCISCO, el que profesa 40
las armas y las letras con tal nombre,
que por su igual Apolo le confiesa;
es DE CALATAYUD su sobrenombre;[616]
con esto queda dicho todo cuanto
puedo decir con que a la invidia asombre. 45
Este que sigue es un poeta santo,
digo famoso: MIGUEL CID se llama,
que al coro de las musas pone espanto.
Estotro que sus versos encarama
sobre los mismos hombros de Calisto,[617] 50
tan celebrado siempre de la fama,
es aquel agradable, aquel bienquisto,
aquel agudo, aquel sonoro y grave
sobre cuantos poetas Febo ha visto;
aquel que tiene de escribir la llave 55
con gracia y agudeza en tanto estremo,
que su igual en el orbe no se sabe:
es don LUIS DE GÓNGORA, a quien temo
agraviar en mis cortas alabanzas,
aunque las suba al grado más supremo. 60
¡Oh, tú, divino espíritu, que alcanzas
ya el premio merecido a tus deseos
y a tus bien colocadas esperanzas;
ya en nuevos y justísimos empleos,
divino HERRERA, tu caudal se aplica, 65
aspirando del cielo a los trofeos!
Ya de tu hermosa Luz, y clara y rica,[618]
el bello resplandor miras seguro,
en la que al alma tuya beatifica;
y, arrimada tu yedra al fuerte muro 70
de la inmortalidad, no estimas cuanto
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mora en las sombras deste mundo escuro.
Y tú, don JUAN DE JÁURIGUI, que a tanto
el sabio curso de tu pluma aspira,
que sobre las esferas le levanto, 75
aunque Lucano por tu voz respira,[619]
déjale un rato y, con piadosos ojos,
a la necesidad de Apolo mira;
que te están esperando mil despojos
de otros mil atrevidos, que procuran 80
fértiles campos ser, siendo rastrojos.
Y tú, por quien las musas aseguran
su partido, don FÉLIX ARIAS, siente[620]
que por su gentileza te conjuran
y ruegan que defiendas desta gente 85
non sancta su hermosura, y de Aganipe[621]
y de Hipocrene la inmortal corriente.[622]
¿Consentirás tú, a dicha, participe
del licor suavísimo un poeta
que al hacer de sus versos sude y hipe?[623] 90
No lo consentirás, pues tu discreta
vena, abundante y rica, no permite[624]
cosa que sombra tenga de imperfecta.
Señor, este que aquí viene se quite
—dije a Mercurio—, que es un chacho necio[625] 95
que juega, y es de sátiras su envite.
Este sí que podrás tener en precio,
que es ALONSO DE SALAS BARBADILLO,
a quien me inclino y sin medida aprecio.
Este que viene aquí, si he de decillo, 100
no hay para qué le embarques; y así, puedes
borrarle». Dijo el dios: «Gusto de oíllo».
«Es un cierto rapaz, que a Ganimedes[626]
quiere imitar, vistiéndose a lo godo;[627]
y así, aconsejo que sin él te quedes. 105
No lo harás con este dese modo,
que es el gran LUIS CABRERA, que, pequeño,
todo lo alcanza, pues lo sabe todo;
es de la historia conocido dueño,
y en discursos discretos tan discreto, 110
que a Tácito verás si te le enseño.[628]
Este que viene es un galán sujeto
de la varia fortuna a los vaivenes
y del mudable tiempo al duro aprieto:
un tiempo rico de caducos bienes, 115
y ahora de los firmes e inmudables
más rico, a tu mandar firme le tienes;
pueden los altos riscos siempre estables
ser tocados del mar, mas no movidos
de sus ondas en cursos varïables; 120
ni menos a la tierra trae rendidos
los altos cedros Bóreas, cuando, airado,[629]
quiere humillar los más fortalecidos.
Y este que vivo ejemplo nos ha dado
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desta verdad con tal filosofía, 125
don LORENZO RAMÍREZ es DE PRADO.
Deste que se le sigue aquí diría
que es don ANTONIO DE MONROY, que veo
en él lo que es ingenio y cortesía;
satisfación al más alto deseo 130
puede dar de valor heroico y ciencia,
pues mil descubro en él y otras mil creo.
Este es un caballero de presencia
agradable y que tiene de Torcato[630]
el alma sin alguna diferencia; 135
de don ANTONIO DE PAREDES trato,
a quien dieron las musas, sus amigas,
en tierna edad anciano ingenio y trato.[631]
Este que por llevarle te fatigas,
es don ANTONIO DE MENDOZA, y veo 140
cuánto en llevarle al sacro Apolo obligas.
Este que de las musas es recreo,[632]
la gracia y el donaire y la cordura,
que de la discreción lleva el trofeo,
es PEDRO DE MORALES, propria hechura[633] 145
del gusto cortesano, y es asilo
adonde se repara mi ventura.
Este, aunque tiene parte de Zoílo,[634]
es el grande ESPINEL, que en la guitarra
tiene la prima y en el raro estilo.[635] 150
Este que tanto allá tira la barra[636]
que las cumbres se deja atrás de Pindo,[637]
que jura, que vocea y que desgarra,[638]
tiene más de poeta que de lindo,[639]
y es JUSEPE DE VARGAS, cuyo astuto 155
ingenio y rara condición deslindo.
Este, a quien pueden dar justo tributo
la gala y el ingenio que más pueda
ofrecer a las musas flor y fruto,
es el famoso ANDRÉS DE BALMASEDA, 160
de cuyo grave y dulce entendimiento
el magno Apolo satisfecho queda.
Este es ENCISO, gloria y ornamento
del Tajo, y claro honor de Manzanares,
que con tal hijo aumenta su contento. 165
Este, que es escogido entre millares,
DE GUEVARA LUIS VÉLEZ es el bravo,
que se puede llamar quitapesares:
es poeta gigante, en quien alabo
el verso numeroso, el peregrino[640] 170
ingenio, si un Gnatón nos pinta, o un Davo.[641]
Este es don JUAN DE ESPAÑA, que es más digno
de alabanzas divinas que de humanas,
pues en todos sus versos es divino.
Este, por quien de Luso están ufanas[642] 175
las musas, es SILVEIRA, aquel famoso
que por llevarle con razón te afanas.
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Este que se le sigue es el curioso
gran don PEDRO DE HERRERA, conocido
por de ingenio elevado en punto honroso. 180
Este que de la cárcel del olvido[643]
sacó otra vez a Proserpina hermosa,[644]
con que a España y al Dauro ha enriquecido,[645]
verasle, en la contienda rigurosa
que se teme y se espera en nuestros días 185
(culpa de nuestra edad poco dichosa),
mostrar de su valor las lozanías;
pero ¿qué mucho, si es aqueste el docto
y grave don FRANCISCO DE FARÍAS?
Este, de quien yo fui siempre devoto, 190
oráculo y Apolo de Granada,
y aun deste clima nuestro y del remoto,[646]
PEDRO RODRÍGUEZ es. Este es TEJADA,
de altitonantes versos y sonoros,[647]
con majestad en todo levantada. 195
Este que brota versos por los poros
y halla patria y amigos dondequiera,
y tiene en los ajenos sus tesoros,
es MEDINILLA, el que la vez primera
cantó el «Romance de la tumba escura», 200
entre cipreses puestos en hilera.
Este que en verdes años se apresura
y corre al sacro lauro, es don FERNANDO
BERMÚDEZ, donde vive la cordura.
Este es aquel poeta memorando 205
que mostró de su ingenio la agudeza,
en las selvas de Erífile cantando.[648]
Este que la coluna nueva empieza,
con estos dos que con su ser convienen,
nombrarlos aun lo tengo por bajeza. 210
MIGUEL CEJUDO y MIGUEL SÁNCHEZ vienen
juntos aquí, ¡oh, par sin par!; en estos
las sacras musas fuerte amparo tienen;
que en los pies de sus versos bien compuestos,
llenos de erudición rara y dotrina, 215
al ir al grave caso serán prestos.[649]
Este gran caballero, que se inclina
a la lección de los poetas buenos,
y al sacro monte con su luz camina,
don FRANCISCO DE SILVA es por lo menos; 220
¿qué será por lo más? ¡Oh, edad madura
en verdes años de cordura llenos!
Don GABRIEL GÓMEZ viene aquí; segura
tiene con él Apolo la vitoria
de la canalla siempre necia y dura. 225
Para honor de su ingenio, para gloria
de su florida edad, para que admire
siempre de siglo en siglo su memoria,
en este gran sujeto se retire
y abrevie la esperanza deste hecho, 230
Página 185
y Febo al gran VALDÉS atento mire:
verá en él un gallardo y sabio pecho,
un ingenio sutil y levantado,
con que le deje en todo satisfecho.
FIGUEROA es estotro, el doctorado, 235
que cantó de Amarili la costancia[650]
en dulce prosa y verso regalado.
Cuatro vienen aquí en poca distancia,
con mayúsculas letras de oro escritos,
que son del alto asunto la importancia; 240
de tales cuatro, siglos infinitos
durará la memoria, sustentada
en la alta gravedad de sus escritos;
del claro Apolo la real morada,
si viniere a caer de su grandeza, 245
será por estos cuatro levantada;
en ellos nos cifró Naturaleza
el todo de las partes, que son dignas
de gozar celsitud, que es más que alteza.[651]
Esta verdad, gran CONDE DE SALINAS, 250
bien la acreditas con tus raras obras,
que en los términos tocan de divinas.
Tú, el DE ESQUILACHE PRÍNCIPE, que cobras
de día en día crédito tamaño,
que te adelantas a ti mismo y sobras,[652] 255
serás escudo fuerte al grave daño
que teme Apolo, con ventajas tantas,
que no te espere el escuadrón tacaño.[653]
Tú, CONDE DE SALDAÑA, que con plantas
tiernas pisas de Pindo la alta cumbre, 260
y en alas de tu ingenio te levantas,
hacha has de ser de inestinguible lumbre,[654]
que guíe al sacro monte al deseoso
de verse en él, sin que la luz deslumbre.
Tú, el de VILLAMEDIANA, el más famoso 265
de cuantos entre griegos y latinos
alcanzaron el lauro venturoso,
cruzarás por las sendas y caminos
que al monte guían, porque más seguros
lleguen a él los simples peregrinos; 270
a cuya vista destos cuatro muros
de Parnaso, caerán las arrogancias
de los mancebos, sobre necios, duros.
¡Oh, cuántas y cuán graves circustancias
dijera destos cuatro, que felices 275
aseguran de Apolo las ganancias!
Y más, si se les llega el DE ALCAÑICES[655]
MARQUÉS insigne, harán (puesto que hay una
en el mundo no más) cinco fenices;[656]
cada cual de por sí será coluna 280
que sustente y levante el idificio[657]
de Febo sobre el cerco de la luna.
Este, puesto que acude al grave oficio
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en que se ocupa, el lauro [y] palma lleva,
que Apolo da por honra y beneficio; 285
en esta ciencia es maravilla nueva,
y en la jurispericia único y raro:
su nombre es don FRANCISCO DE LA CUEVA.
Este, que con Homero le comparo,
es el gran don RODRIGO DE HERRERA, 290
insigne en letras y en virtudes raro.
Este que se le sigue es el DE VERA
don JUAN, que por su espada y por su pluma
le honran en la quinta y cuarta esfera.[658]
Este que el cuerpo y aun el alma bruma[659] 295
de mil, aunque no muestra ser cristiano,
sus escritos el tiempo no consuma».[660]
Cayóseme la lista de la mano
en este punto, y dijo el dios: «Con estos
que has referido está el negocio llano. 300
Haz que con pies y pensamientos prestos
vengan aquí, donde aguardando quedo
la fuerza de tan válidos supuestos».[661]
«Mal podrá don FRANCISCO DE QUEVEDO
venir», dije yo entonces; y él me dijo: 305
«Pues partirme sin él de aquí no puedo.
Ese es hijo de Apolo, ese es hijo
de Calíope, musa; no podemos[662]
irnos sin él, y en esto estaré fijo;
es el flagelo de poetas memos,[663] 310
y echará a puntillazos del Parnaso[664]
los malos que esperamos y tenemos».
«¡Oh, señor —repliqué— que tiene el paso
corto y no llegará en un siglo entero!».
«Deso —dijo Mercurio—, no hago caso, 315
que el poeta que fuere caballero,
sobre una nube entre pardilla y clara
vendrá muy a su gusto caballero».[665]
«Y el que no —pregunté— ¿qué le prepara
Apolo? ¿Qué carrozas, o qué nubes? 320
¿Qué dromerio, o alfana en paso rara?».[666]
«Mucho —me respondió—, mucho te subes[667]
en tus preguntas; calla y obedece».
«Sí haré, pues no es infando lo que jubes».[668]
Esto le respondí, y él me parece 325
que se turbó algún tanto; y en un punto
el mar se turba, el viento sopla y crece.
Mi rostro entonces, como el de un difunto
se debió de poner; y sí haría,
que soy medroso, a lo que yo barrunto.[669] 330
Vi la noche mezclarse con el día;
las arenas del hondo mar alzarse
a la región del aire, entonces fría.
Todos los elementos vi turbarse:
la tierra, el agua, el aire, y aun el fuego 335
vi entre rompidas nubes azorarse.
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Y, en medio deste gran desasosiego,
llovían nubes de poetas llenas
sobre el bajel, que se anegara luego,
si no acudieran más de mil sirenas[670] 340
a dar de azotes a la gran borrasca,
que hacía el saltarel por las entenas.[671]
Una (que ser pensé Juana la Chasca,[672]
de dilatado vientre y luengo cuello,
pintiparado a aquel de la tarasca),[673] 345
se llegó a mí, y me dijo: «De un cabello
deste bajel estaba la esperanza
colgada, a no venir a socorrello.
Traemos, y no es burla, a la Bonanza,
que estaba descuidada oyendo atenta 350
los discursos de un cierto Sancho Panza».[674]
En esto, sosegose la tormenta,
volvió tranquilo el mar, serenó el cielo,
que al regañón el céfiro le ahuyenta.[675]
Volví la vista, y vi en ligero vuelo 355
una nube romper el aire claro,
de la color del condensado yelo.
¡Oh, maravilla nueva! ¡Oh, caso raro!
Vilo, y he de decillo, aunque se dude
del hecho que por brújula declaro.[676] 360
Lo que yo pude ver, lo que yo pude
notar fue que la nube, dividida
en dos mitades, a llover acude.
Quien ha visto la tierra prevenida
con tal disposición que, cuando llueve 365
(cosa ya averiguada y conocida),
de cada gota en un instante breve
del polvo se levanta o sapo o rana,[677]
que a saltos o despacio el paso mueve,
tal se imagine ver, ¡oh, soberana 370
virtud!, de cada gota de la nube
saltar un bulto, aunque con forma humana.
Por no creer esta verdad estuve
mil veces; pero vila con la vista,
que entonces clara y sin legañas tuve. 375
Eran aquestos bultos de la lista
pasada los poetas referidos,
a cuya fuerza no hay quien la resista.
Unos por hombres buenos conocidos,
otros de rumbo y hampo, y «¡Dios es Cristo!»,[678] 380
poquitos bien y muchos mal vestidos.
Entre ellos parecióme de haber visto
a don ANTONIO DE GALARZA el bravo,
gentilhombre de Apolo y muy bienquisto.
El bajel se llenó de cabo a cabo, 385
y su capacidad a nadie niega
copioso asiento, que es lo más que alabo.
Llovió otra nube al gran LOPE DE VEGA,
poeta insigne, a cuyo verso o prosa
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ninguno le aventaja, ni aun le llega. 390
Era cosa de ver maravillosa
de los poetas la apretada enjambre,
en recitar sus versos muy melosa:
este muerto de sed, aquel de hambre.
Yo dije, viendo tantos, con voz alta: 395
«¡Cuerpo de mí con tanta poetambre!»[679]
Por tantas sobras conoció una falta
Mercurio, y, acudiendo a remedialla,
ligero en la mitad del bajel salta;
y con una zaranda que allí halla,[680] 400
no sé si antigua o si de nuevo hecha,
zarandó mil poetas de gramalla.[681]
Los de capa y espada no desecha,
y destos zarandó dos mil y tantos;
que fue de guilla entonces la cosecha:[682] 405
colábanse los buenos y los santos,
y quedábanse arriba los granzones,[683]
más duros en sus versos que los cantos;
y, sin que les valiesen las razones
que en su disculpa daban, daba luego 410
Mercurio al mar con ellos a montones.
Entre los arrojados, se oyó un ciego,[684]
que murmurando entre las ondas iba
de Apolo con un pésete y reniego.[685]
Un sastre, aunque en sus pies flojos estriba,[686] 415
abriendo con los brazos el camino,
dijo: «¡Sucio es Apolo, así yo viva!».[687]
Otro, que al parecer iba mohíno,[688]
con ser un zapatero de obra prima,[689] 420
dijo dos mil, no un solo desatino.
Trabaja un tundidor, suda y se anima
por verse a la ribera conducido,
que más la vida que la honra estima.
El escuadrón nadante, reducido
a la marina, vuelve a la galera[690] 425
el rostro, con señales de ofendido;
y [u]no por todos dijo: «Bien pudiera
ese chocante embajador de Febo
tratarnos bien, y no desta manera.
Mas oigan lo que digo: Yo me atrevo 430
a profanar del monte la grandeza
con libros nuevos y en estilo nuevo».
Calló Mercurio, y a poner empieza
con gran curiosidad seis camarines,
dando a la gracia ilustre rancho y pieza. 435
De nuevo resonaron los clarines;
y así, Mercurio, lleno de contento,
sin darle mal agüero los delfines,[691]
remos al agua dio, velas al viento.
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Cap. III del Viaje del Parnaso
Página 190
de su vista y su ayuda satisfecho.
Volvió la vista, y reiteró los lazos
en don GUILLÉN DE CASTRO, que venía
deseoso de verse en tales brazos.
CRISTÓBAL DE VIRUÉS se le seguía, 55
con PEDRO DE AGUILAR, junta famosa
de las que Turia en sus riberas cría.
No le pudo llegar más valerosa
escuadra al gran Mercurio, ni él pudiera
desearla mejor ni más honrosa. 60
Luego se descubrió por la ribera
un tropel de gallardos valencianos,
que a ver venían la sin par galera;
todos con instrumentos en las manos
de estilos y librillos de memoria,[706] 65
por bizarría y por ingenio ufanos,
codiciosos de hallarse en la vitoria,
que ya tenían por segura y cierta,
de las heces del mundo y de la escoria.
Pero Mercurio les cerró la puerta, 70
digo, no consintió que se embarcasen,
y el porqué no lo dijo, aunque se acierta:[707]
y fue, porque temió que no se alzasen,
siendo tantos y tales, con Parnaso,
y nuevo imperio y mando en él fundasen. 75
En esto, viose con brïoso paso
venir al magno ANDRÉS REY DE ARTÏEDA,
no por la edad descaecido o laso;[708]
hicieron todos espaciosa rueda,
y, cogiéndole en medio, le embarcaron, 80
más rico de valor que de moneda.
Al momento las áncoras alzaron,
y las velas, ligadas a la entena,
los grumetes apriesa desataron.
De nuevo por el aire claro suena 85
el son de los clarines, y de nuevo[709]
vuelve a su oficio cada cual sirena.
Miró el bajel por entre nubes Febo,
y dijo en voz que pudo ser oída:
«Aquí mi gusto y mi esperanza llevo». 90
De remos y sirenas impelida,
la galera se deja atrás el viento,
con milagrosa y próspera corrida.
Leíase en los rostros el contento
que llevaban los sabios pasajeros, 95
durable por no ser nada violento.[710]
Unos por el calor iban en cueros;
otros, por no tener godescas galas,[711]
en traje se vistieron de romeros.[712]
Hendía en tanto las neptúneas salas 100
la galera, del modo como hiende
la grulla el aire con tendidas alas.
En fin, llegamos donde el mar se estiende
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y ensancha y forma el golfo de Narbona,[713]
que de ningunos vientos se defiende. 105
Del gran Mercurio la cabal persona,
sobre seis resmas de papel sentada,
iba con cetro y con real corona;
cuando una nube, al parecer preñada,
parió cuatro poetas en crujía, 110
o los llovió (razón más concertada).
Fue el uno aquel de quien Apolo fía
su honra: JUAN LUIS DE CASANATE,
poeta insigne de mayor cuantía;
el mismo Apolo de su ingenio trate, 115
él le alabe, él le premie y recompense,
que el alabarle yo sería dislate.
Al segundo llovido, el uticense
Catón no le igualó, ni tiene Febo[714]
quien tanto por él mire ni en él piense: 120
del contador GASPAR DE BAR[R]IONUEVO,
mal podrá el corto flaco ingenio mío
loar el suyo así como yo debo.
Llenó del gran bajel el gran vacío
el gran FRANCISCO DE RIOJA, al punto 125
que saltó de la nube en el navío.
A CRISTÓBAL DE MESA vi allí junto
a los pies de Mercurio, dando fama
a Apolo, siendo dél propio trasunto.
A la gavia un grumete se encarama, 130
y dijo a voces: «La ciudad se muestra
que Génova, del dios Jano, se llama».[715]
«Déjese la ciudad a la siniestra
mano —dijo Mercurio—; el bajel vaya,
y siga su derrota por la diestra». 135
Hacer al Tíber vimos blanca raya
dentro del mar, habiendo ya pasado
la ancha, romana y peligrosa playa.
De lejos viose el aire condensado
del humo que el Estrómbalo vomita,[716] 140
de azufre y llamas y de horror formado.
Huyen la isla infame, y solicita[717]
el süave poniente así el viaje,
que lo acorta, lo allana y facilita.
Vímonos en un punto en el paraje 145
do la nutriz de Eneas pïadoso[718]
hizo el forzoso y último pasaje.
Vimos desde allí a poco el más famoso
monte que encierra en sí nuestro emisfero,[719] [720]
más gallardo a la vista y más hermoso; 150
las cenizas de Títiro y Sincero
están en él, y puede ser por esto
nombrado entre los montes por primero.
Luego se descubrió donde echó el resto[721]
de su poder Naturaleza, amiga 155
de formar de otros muchos un compuesto.
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Viose la pesadumbre sin fatiga
de la bella Parténope, sentada[722]
a la orilla del mar, que sus pies liga,
de castillos y torres coronada, 160
por fuerte y por hermosa en igual grado
tenida, conocida y estimada.
Mandome el del alígero calzado[723]
que me aprestase y fuese luego a tierra
a dar a los LUPERCIOS un recado, 165
en que les diese cuenta de la guerra
temida, y que a venir les persuadiese
al duro y fiero asalto, al «¡Cierra, cierra!».[724]
«Señor —le respondí—, si acaso hubiese
otro que la embajada les llevase, 170
que más grato a los dos hermanos fuese
que yo no soy, sé bien que negociase
mejor». Dijo Mercurio: «No te entiendo,
y has de ir antes que el tiempo más se pase».
«Que no me han de escuchar estoy temiendo 175
—le repliqué—; y así, el ir yo no importa,
puesto que en todo obedecer pretendo.
Que no sé quién me dice y quién me exhorta
que tienen para mí, a lo que imagino,
la voluntad, como la vista, corta. 180
Que si esto así no fuera, este camino
con tan pobre recámara no hiciera,[725]
ni diera en un tan hondo desatino.
Pues si alguna promesa se cumpliera
de aquellas muchas que al partir me hicieron, 185
lléveme Dios si entrara en tu galera.
Mucho esperé, si mucho prometieron,
mas podrá ser que ocupaciones nuevas
les obligue a olvidar lo que dijeron.
Muchos, señor, en la galera llevas 190
que te podrán sacar el pie del lodo:[726]
parte, y escusa de hacer más pruebas».
«Ninguno —dijo—, me hable dese modo,
que si me desembarco y los embisto,
¡voto a Dios!, que me traiga al CONDE y todo. 195
Con estos dos famosos me enemisto,
que, habiendo levantado a la Poesía
al buen punto en que está, como se ha visto,
quieren con perezosa tiranía
alzarse, como dicen, a su mano[727] 200
con la ciencia que a ser divinos guía.
¡Por el solio de Apolo soberano[728]
juro…! Y no digo más». Y, ardiendo en ira,
se echó a las barbas una y otra mano,
y prosiguió diciendo: «El dotor MIRA, 205
apostaré, si no lo manda el CONDE,[729]
que también en sus puntos se retira.[730]
Señor galán, parezca: ¿a qué se asconde?[731]
Pues a fe, por llevarle, si él no gusta,
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que ni le busque, aseche ni le ronde. 210
¿Es esta empresa acaso tan injusta
que se esquiven de hallar en ella cuantos
tienen conciencia limitada y justa?
¿Carece el cielo de poetas santos,
puesto que brote a cada paso el suelo 215
poetas, que lo son tantos y tantos?
¿No se oyen sacros himnos en el cielo?
¿La arpa de David allá no suena,
causando nuevo acidental consuelo?[732]
¡Fuera melindres! ¡Ícese la entena, 220
que llegue al tope!». Y luego obedecido
fue de la chusma, sobre buenas buena.
Poco tiempo pasó, cuando un rüido
se oyó, que los oídos atronaba,
y era de perros áspero ladrido.[733] 225
Mercurio se turbó, la gente estaba
suspensa al triste son, y en cada pecho
el corazón más válido temblaba.
En esto descubriose el corto estrecho
que Scila y que Caribdis espantosas 230
tan temeroso con su furia han hecho.[734]
«Estas olas que veis presunt[ü]osas
en visitar las nubes de contino,
y aun de tocar el cielo codiciosas,
venciolas el prudente peregrino 235
amante de Calipso, al tiempo cuando[735]
hizo —dijo Mercurio—, este camino.
Su prudencia nosotros imitando,
echaremos al mar en qué se ocupen,
en tanto que el bajel pasa volando, 240
que en tanto que ellas tasquen, roan, chupen[736]
el mísero que al mar ha de entregarse,
seguro estoy que el paso desocupen.
Miren si puede en la galera hallarse
algún poeta desdichado, acaso, 245
que a las fieras gargantas pueda darse».[737]
Buscáronle y hallaron a LOFRASO,
poeta militar, sardo, que estaba
desmayado a un rincón, marchito y laso;
que a sus Diez libros de Fortuna andaba 250
añadiendo otros diez, y el tiempo escoge
que más desocupado se mostraba.
Gritó la chusma toda: «¡Al mar se arroje;
vaya LOFRASO al mar sin resistencia!»
«¡Por Dios —dijo Mercurio—, que me enoje! 255
¿Cómo, y no será cargo de conciencia,
y grande, echar al mar tanta poesía,
puesto que aquí nos hunda su inclemencia?
Viva LOFRASO, en tanto que dé al día
Apolo luz, y en tanto que los hombres 260
tengan discreta, alegre fantasía.
Tócante a ti, ¡oh, LOFRASO!, los renombres
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y epítetos de agudo y de sincero,
y gusto que mi cómitre te nombres».[738]
Esto dijo Mercurio al caballero, 265
el cual en la crujía en pie se puso
con un rebenque despiadado y fiero.[739]
Creo que de sus versos le compuso,
y no sé cómo fue, que, en un momento
(o ya el cielo, o LOFRASO lo dispuso), 270
salimos del estrecho a salvamento,
sin arrojar al mar poeta alguno:
¡tanto del sardo fue el merecimiento!
Mas luego otro peligro, otro importuno
temor amenazó, si no gritara 275
Mercurio cual jamás gritó ninguno,
diciendo al timonero: «¡A orza, para,[740]
amáinese de golpe!» Y todo a un punto
se hizo, y el peligro se repara.
«Estos montes que veis, que están tan junto, 280
son los que Acroceraunos son llamados,
de infame nombre, como yo barrunto».[741]
Asieron de los remos los honrados,
los tiernos, los melifluos, los godescos,[742]
y los de a cantimplora acostumbrados;[743] 285
los fríos los asieron y los frescos;
asiéronlos también los calurosos,
y los de calzas largas y greguescos;[744]
del sopraestante daño temerosos,[745]
todos a una la galera empujan 290
con flacos y con brazos poderosos.
Debajo del bajel se somurmujan[746]
las sirenas, que dél no se apartaron,
y a sí mismas en fuerzas sobrepujan;
y en un pequeño espacio la llevaron 295
a vista de Corfú, y a mano diestra
la isla inexpugnable se dejaron;[747]
y, dando la galera a la siniestra,
discurría de Grecia las riberas,
adonde el cielo su hermosura muestra. 300
Mostrábanse las olas lisonjeras,
impeliendo el bajel süavemente,
como burlando con alegres veras.
Y luego, al parecer por el Oriente
rayando el rubio sol nuestro horizonte 305
con rayas rojas, hebras de su frente,
gritó un grumete y dijo: «El monte, el monte;
el monte se descubre donde tiene
su buen rocín el gran Belorofonte».[748]
Por el monte se arroja, y a pie viene 310
Apolo a recebirnos. «Yo lo creo
—dijo LOFRASO—, y llega a la Hipocrene.
Yo desde aquí columbro, miro y veo[749]
que se andan solazando entre unas matas
las musas con dulcísimo recreo: 315
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unas antiguas son, otras novatas,
y todas con ligero paso y tardo
andan las cinco en pie, las cuatro a gatas».
«Si tú tal ves —dijo Mercurio— ¡oh, sardo
poeta!, que me corten las orejas, 320
o me tengan los hombres por bastardo.
Dime: ¿por qué algún tanto no te alejas
de la ignorancia, pobretón, y adviertes
lo que cantan tus rimas en tus quejas?
¿Por qué con tus mentiras nos diviertes 325
de recebir a Apolo cual se debe,
por haber mejorado vuestras suertes?».
En esto, mucho más que el viento leve,
bajó el lucido Apolo a la marina,
a pie, porque en su carro no se atreve.[750] 330
Quitó los rayos de la faz divina,[751]
mostrose en calzas y en jubón vistoso,[752]
porque dar gusto a todos determina.
Seguíale detrás un numeroso
escuadrón de doncellas bailadoras, 335
aunque pequeñas, de ademán brïoso.
Supe poco después que estas señoras,
sanas las más, las menos malparadas,
las del tiempo y del sol eran las Horas:[753]
las medio rotas eran las menguadas; 340
las sanas, las felices, y con esto
eran todas en todo apresuradas.
Apolo luego con alegre gesto
abrazó a los soldados que esperaba
para la alta ocasión que se ha propuesto;[754] 345
y no de un mismo modo acariciaba
a todos, porque alguna diferencia
hacía con los que él más se alegraba;
que a los de señoría y excelencia
nuevos abrazos dio, razones dijo, 350
en que guardó decoro y preeminencia.
Entre ellos abrazó a don JUAN DE ARGUIJO,
que no sé en qué, o cómo, o cuándo hizo[755]
tan áspero viaje y tan prolijo;
con él a su deseo satisfizo 355
Apolo, y confirmó su pensamiento:
mandó, vedó, quitó, hizo y deshizo.
Hecho, pues, el sin par recebimiento,
do se halló don LUIS DE BARAHONA,
llevado allí por su merecimiento, 360
del siempre verde lauro una corona
le ofrece Apolo en su intención, y un vaso
del agua de Castalia y de Helicona;[756]
y luego vuelve el majestoso paso,[757]
y el escuadrón pensado y de repente[758] 365
le sigue por las faldas del Parnaso.
Llegose, en fin, a la Castalia fuente,
y, en viéndola, infinitos se arrojaron,
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sedientos, al cristal de su corriente:
unos no solamente se hartaron, 370
sino que pies y manos y otras cosas
algo más indecentes se lavaron;
otros, más advertidos, las sabrosas
aguas gustaron poco a poco, dando
espacio al gusto, a pausas melindrosas. 375
El bríndez y el caraos se puso en bando,[759]
porque los más de bruces, y no a sorbos,
el süave licor fueron gustando;
de ambas manos hacían vasos corvos
otros, y algunos de la boca al agua[760] 380
temían de hallar cien mil estorbos.
Poco a poco la fuente se desagua,
y pasa en los estómagos bebientes,
y aún no se apaga de su sed la fragua.
Mas díjoles Apolo: «Otras dos fuentes 385
aún quedan, Aganipe e Hipocrene,
ambas sabrosas, ambas excelentes;
cada cual de licor dulce y perene,[761]
todas de calidad aumentativa
del alto ingenio que a gustarlas viene». 390
Beben, y suben por el monte arriba,
por entre palmas y entre cedros altos
y entre árboles pacíficos de oliva;
de gusto llenos y de angustia faltos,
siguiendo a Apolo el escuadrón camina, 395
unos a pedicoj, otros a saltos.[762]
Al pie sentado de una antigua encina,
vi a ALONSO DE LEDESMA, componiendo
una canción angélica y divina;
conocile, y a él me fui corriendo 400
con los brazos abiertos como amigo,
pero no se movió con el estruendo.
«¿No ves —me dijo Apolo—, que consigo
no está LEDESMA agora? ¿No ves claro
que está fuera de sí y está conmigo?». 405
A la sombra de un mirto, al verde amparo,
JERÓNIMO DE CASTRO sesteaba,
varón de ingenio peregrino y raro;
un motete imagino que cantaba[763]
con voz süave; yo quedé admirado 410
de verle allí, porque en Madrid quedaba.
Apolo me entendió y dijo: «Un soldado
como este no era bien que se quedara
entre el ocio y el sueño sepultado.[764]
Yo le truje, y sé cómo, que a mi rara 415
potencia no la impide otra ninguna,
ni inconviniente alguno la repara».
En esto, se llegaba la oportuna
hora, a mi parecer, de dar sustento
al estómago pobre, y más si ayuna. 420
Pero no le pasó por pensamiento
Página 197
a Delio, que el ejército conduce,[765]
satisfacer al mísero hambriento.
Primero a un jardín rico nos reduce,
donde el poder de la Naturaleza 425
y el de la industria más campea y luce.[766]
Tuvieron los Hespérides belleza
menor; no le igualaron los Pensiles
en sitio, en hermosura y en grandeza;
en su comparación, se muestran viles 430
los de Alcinöo, en cuyas alabanzas
se han ocupado ingenios bien sotiles.[767]
No sujeto del tiempo a las mudanzas,
que todo el año primavera ofrece
frutos en posesión, no en esperanzas.[768] 435
Naturaleza y arte allí parece
andar en competencia, y está en duda
cuál vence de las dos, cuál más merece.
Muéstrase balbuciente y casi muda,
si le alaba, la lengua más experta, 440
de adulación y de mentir desnuda.[769]
Junto con ser jardín, era una huerta,
un soto, un bosque, un prado, un valle ameno,
que en todos estos títulos concierta,
de tanta gracia y hermosura lleno, 445
que una parte del cielo parecía
el todo del bellísimo terreno.
Alto en el sitio alegre Apolo hacía,
y allí mandó que todos se sentasen
a tres horas después de mediodía; 450
y, porque los asientos señalasen
el ingenio y valor de cada uno,
y unos con otros no se embarazasen,
a despecho y pesar del importuno
ambicioso deseo, les dio asiento 455
en el sitio y lugar más oportuno.
Llegaban los laureles casi a ciento,
a cuya sombra y troncos se sentaron
algunos de aquel número contento;[770]
otros los de las palmas ocuparon; 460
de los mirtos y yedras y los robles
también varios poetas albergaron.
Puesto que humildes, eran de los nobles
los asientos cual tronos levantados,
porque tú, ¡oh, Envidia!, aquí tu rabia dobles. 465
En fin, primero fueron ocupados
los troncos de aquel ancho circüito,
para honrar a poetas dedicados,
antes que yo en el número infinito[771]
hallase asiento; y así en pie quedeme, 470
despechado, colérico y marchito.
Dije entre mí: «¿Es posible que se estreme
en perseguirme la Fortuna airada,
que ofende a muchos y a ninguno teme?».
Página 198
Y, volviéndome a Apolo, con turbada 475
lengua le dije lo que oirá el que gusta
saber, pues la tercera es acabada,
la cuarta parte desta empresa justa.
Página 199
de verme solo en pie, sin que se aplique
árbol que me conceda algún arrimo. 45
Yo estoy, cual decir suelen, puesto a pique[786]
para dar a la estampa al gran Pirsiles,[787]
con que mi nombre y obras multiplique.
Yo, en pensamientos castos y sotiles,
dispuestos en soneto[s] de a docena, 50
he honrado tres sujetos fregoniles.[788]
También, al par de Filis, mi Silena[789]
resonó por las selvas, que escucharon[790]
más de una y otra alegre cantilena,[791]
y en dulces varias rimas se llevaron 55
mis esperanzas los ligeros vientos,
que en ellos y en la arena se sembraron.
Tuve, tengo y tendré los pensamientos,
merced al cielo que a tal bien me inclina,
de toda adulación libres y esentos. 60
Nunca pongo los pies por do camina
la mentira, la fraude y el engaño,
de la santa virtud total rüina.
Con mi corta fortuna no me ensaño,
aunque por verme en pie como me veo, 65
y en tal lugar, pondero así mi daño.
Con poco me contento, aunque deseo
mucho». A cuyas razones enojadas,
con estas blandas respondió Timbreo:[792]
«Vienen las malas suertes atrasadas,[793] 70
y toman tan de lejos la corriente,
que son temidas, pero no escusadas.
El bien les viene a algunos de repente,
a otros poco a poco y sin pensallo,
y el mal no guarda estilo diferente. 75
El bien que está adquerido, conservallo
con maña, diligencia y con cordura,
es no menor virtud que el granjeallo.
Tú mismo te has forjado tu ventura,
y yo te he visto alguna vez con ella,[794] 80
pero en el imprudente poco dura.
Mas, si quieres salir de tu querella,
alegre y no confuso, y consolado,
dobla tu capa y siéntate sobre ella;
que tal vez suele un venturoso estado, 85
cuando le niega sin razón la suerte,
honrar más merecido que alcanzado».
«Bien parece, señor, que no se advierte
—le respondí—, que yo no tengo capa».
Él dijo: «Aunque sea así, gusto de verte. 90
La virtud es un manto con que tapa
y cubre su indecencia la estrecheza,
que esenta y libre de la envidia escapa».
Incliné al gran consejo la cabeza;
quedeme en pie, que no hay asiento bueno 95
si el favor no le labra o la riqueza.
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Alguno murmuró, viéndome ajeno
del honor que pensó se me debía,
del planeta de luz y virtud lleno.
En esto pareció que cobró el día 100
un nuevo resplandor, y el aire oyose
herir de una dulcísima armonía.
Y, en esto, por un lado descubriose
del sitio un escuadrón de ninfas bellas,
con que infinito el rubio dios holgose. 105
Venía en fin y por remate dellas
una resplandeciendo, como hace
el sol ante la luz de las estrellas;
la mayor hermosura se deshace
ante ella, y ella sola resplandece 110
sobre todas, y alegra y satisface.
Bien así semejaba cual se ofrece
entre líquidas perlas y entre rosas
la Aurora que despunta y amanece;
la rica vestidura, las preciosas 115
joyas que la adornaban, competían
con las que suelen ser maravillosas.
Las ninfas que al querer suyo asistían,[795]
en el gallardo brío y bello aspecto,
las artes liberales parecían; 120
todas con amoroso y tierno afecto,
con las ciencias más claras y escondidas,
le guardaban santísimo respeto;
mostraban que en servirla eran servidas,
y que por su ocasión de todas gentes 125
en más veneración eran tenidas.
Su influjo y su reflujo las corrientes
del mar y su profundo le mostraban,
y el ser padre de ríos y de fuentes.
Las yerbas su virtud la presentaban;[796] 130
los árboles, sus frutos y sus flores;
las piedras, el valor que en sí encerraban.
El santo amor, castísimos amores;
la dulce paz, su quïetud sabrosa;
la guerra amarga, todos sus rigores. 135
Mostrábasele clara la espaciosa
vía por donde el sol hace contino
su natural carrera y la forzosa.
La inclinación o fuerza del destino,
y de qué estrellas consta y se compone, 140
y cómo influye este planeta o signo,[797]
todo lo sabe, todo lo dispone
la santa y hermosísima doncella,
que admiración como alegría pone.[798]
Preguntele al parlero si en la bella 145
ninfa alguna deidad se disfrazaba
que fuese justo el adorar en ella;
porque en el rico adorno que mostraba,
y en el gallardo ser que descubría,
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del cielo y no del suelo semejaba. 150
«Descubres —respondió— tu bobería;
que ha que la tratas infinitos años
y no conoces que es la Poesía».
«Siempre la he visto envuelta en pobres paños
—le repliqué—; jamás la vi compuesta 155
con adornos tan ricos y tamaños;
parece que la he visto descompuesta,
vestida de color de primavera
en los días de cutio y los de fiesta».[799]
«Esta, que es la Poesía verdadera, 160
la grave, la discreta, la elegante
—dijo Mercurio—, la alta y la sincera,
siempre con vestidura rozagante[800]
se muestra en cualquier acto que se halla,
cuando a su profesión es importante. 165
Nunca se inclina o sirve a la canalla
trovadora, maligna y trafalmeja,[801]
que en lo que más ignora menos calla.
Hay otra falsa, ansiosa, torpe y vieja,
amiga de sonaja y morteruelo, 170
que ni tabanco ni taberna deja;[802]
no se alza dos ni aun un coto del suelo,
grande amiga de bodas y bautismos,
larga de manos, corta de cerbelo.[803]
Tómanla por momentos parasismos;[804] 175
no acierta a pronunciar, y, si pronuncia,
absurdos hace y forma solecismos.[805]
Baco, donde ella está, su gusto anuncia,[806]
y ella derrama en coplas el poleo,
con pa y vereda, y el mastranzo y juncia.[807] 180
Pero aquesta que ves es el aseo,
la [g]ala de los cielos y la tierra,
con quien tienen las musas su bureo;[808]
ella abre los secretos y los cierra,[809]
toca y apunta de cualquiera ciencia 185
la superficie y lo mejor que encierra.
Mira con más ahínco su presencia:
verás cifrada en ella la abundancia
de lo que en bueno tiene la excelencia;
moran con ella en una misma estancia 190
la divina y moral filosofía,
el estilo más puro y la elegancia;
puede pintar en la mitad del día
la noche, y en la noche más escura
el alba bella que las perlas cría;[810] 195
el curso de los ríos apresura,
y le detiene; el pecho a furia incita,
y le reduce luego a más blandura;
por mitad del rigor se precipita
de las lucientes armas contrapuestas, 200
y da vitorias y vitorias quita.
Verás cómo le prestan las florestas
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sus sombras, y sus cantos los pastores,
el mal sus lutos y el placer sus fiestas,
perlas el sur, Sabea sus olores, 205
el oro Tíbar, Hibla su dulzura,
galas Milán y Lusitania amores.[811]
En fin, ella es la cifra do se apura
lo provechoso, honesto y deleitable,
partes con quien se aumenta la ventura. 210
Es de ingenio tan vivo y admirable,
que a veces toca en puntos que suspenden,
por tener no sé qué de inescrutable.
Alábanse los buenos, y se ofenden
los malos con su voz, y destos tales 215
unos la adoran, otros no la entienden.
Son sus obras heroicas inmortales;
las líricas, süaves de manera
que vuelven en divinas las mortales.
Si alguna vez se muestra lisonjera, 220
es con tanta elegancia y artificio,
que no castigo sino premio espera.
Gloria de la virtud, pena del vicio
son sus acciones, dando al mundo en ellas
de su alto ingenio y su bondad indicio». 225
En esto estaba, cuando por las bellas
ventanas de jazmines y de rosas
(que Amor estaba, a lo que entiendo, en ellas),
divisé seis personas religiosas,
al parecer de honroso y grave aspecto, 230
de luengas togas, limpias y pomposas.
Preguntele a Mercurio: «¿Por qué efecto
aquellos no parecen y se encubren,
y muestran ser personas de respeto?».
A lo que él respondió: «No se descubren, 235
por guardar el decoro al alto estado
que tienen, y así el rostro todos cubren».
«¿Quién son —le repliqué—, si es que te es dado
dicirlo?». Respondiome: «No, por cierto,
porque Apolo lo tiene así mandado». 240
«¿No son poetas?». «Sí». «Pues yo no acierto
a pensar por qué causa se desprecian
de salir con su ingenio a campo abierto.
¿Para qué se embobecen y se anecian,
escondiendo el talento que da el cielo 245
a los que más de ser suyos se precian?
¡Aquí del rey! ¿Qué es esto? ¿Qué recelo
o celo les impele a no mostrarse
sin miedo ante la turba vil del suelo?
¿Puede ninguna ciencia compararse 250
con esta universal de la Poesía,
que límites no tiene do encerrarse?
Pues, siendo esto verdad, saber querría,
entre los de la carda, cómo se usa[812]
este miedo, o melindre o hipocresía. 255
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Hace monseñor versos y rehúsa
que no se sepan, y él los comunica
con muchos, y a la lengua ajena acusa;
y más que, siendo buenos, multiplica
la fama su valor, y al dueño canta 260
con voz de gloria y de alabanza rica.
¿Qué mucho, pues, si no se le levanta
testimonio a un pontífice poeta,
que digan que lo es? Por Dios, que espanta.[813]
¡Por vida de Lanfusa la discreta,[814] 265
que si no se me dice quién son estos
togados de bonete y de muceta,
que con trazas y modos descompuestos
tengo de reducir a behetría[815]
estos tan sosegados y compuestos!». 270
«Por Dios —dijo Mercurio—, y a fe mía,
que no puedo decirlo, y si lo digo,
tengo de dar la culpa a tu porfía».
«Dilo, señor, que desde aquí me obligo
de no decir que tú me lo dijiste 275
—le dije—, por la fe de buen amigo».
Él dijo: «No nos cayan en el chiste,[816]
llégate a mí, dirételo al oído,
pero creo que hay más de los que viste:
aquel que has visto allí del cuello erguido, 280
lozano, rozagante y de buen talle,
de honestidad y de valor vestido,
es el doctor FRANCISCO SÁNCHEZ; dalle
puede, cual debe, Apolo la alabanza,
que pueda sobre el cielo levantalle; 285
y aun a más su famoso ingenio alcanza,
pues en las verdes hojas de sus días
nos da de santos frutos esperanza;
aquel que en elevadas fantasías
y en éstasis sabrosos se regala,[817] 290
y tanto imita las acciones mías,
es el maestro HORTENSIO, que la gala
se lleva de la más rara elocuencia
que en las aulas de Atenas se señala;[818]
su natural ingenio con la ciencia 295
y ciencias aprendidas le levanta
al grado que le nombra la excelencia;
aquel de amarillez marchita y santa,
que le encubre de lauro aquella rama
y aquella hojosa y acopada planta,[819] 300
fray JUAN BAPTISTA CAPATAZ se llama:
descalzo y pobre, pero bien vestido
con el adorno que le da la fama;
aquel que del rigor fiero de olvido
libra su nombre con eterno gozo, 305
y es de Apolo y las musas bien querido,
anciano en el ingenio y nunca mozo,
humanista divino, es, según pienso,
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el insigne doctor ANDRÉS DEL POZO;
un licenciado de un ingenio inmenso 310
es aquel, y, aunque en traje mercenario,
como a señor le dan las musas censo;[820]
RAMÓN se llama, auxilio necesario
con que Delio se esfuerza y ve rendidas
las obstinadas fuerzas del contrario; 315
el otro, cuyas sienes ves ceñidas
con los brazos de Dafne en triunfo honroso,[821]
sus glorias tiene en Alcalá esculpidas;
en su ilustre teatro vitorioso
le nombra el cisne, en canto no funesto,[822] 320
siempre el primero, como a más famoso;
a los donaires suyos echó el resto
con propriedades al gorrón debidas,
por haberlos compuesto o descompuesto.[823] [824]
Aquestas seis personas referidas, 325
como están en divinos puestos puestas
y en sacra religión constituïdas,
tienen las alabanzas por molestas
que les dan por poetas, y holgarían
llevar la loa sin el nombre a cuestas». 330
«¿Por qué —le pregunté—, señor, porfían
los tales a escribir y dar noticia
de los versos que paren y que crían?
También tiene el ingenio su codicia,
y nunca la alabanza se desprecia 335
que al bueno se le debe de justicia.
Aquel que de poeta no se precia,
¿para qué escribe versos y los dice?,
¿por qué desdeña lo que más aprecia?
Jamás me contenté ni satisfice 340
de hipócritos melindres: llanamente[825]
quise alabanzas de lo que bien hice».
«Con todo, quiere Apolo que esta gente
religiosa se tenga aquí secreta»,
dijo el dios que presume de elocuente. 345
Oyose, en esto, el son de una corneta,
y un «¡Trapa, trapa, aparta, afuera, afuera,[826]
que viene un gallardísimo poeta!».
Volví la vista y vi por la ladera
del monte un postillón y un caballero[827] 350
correr, como se dice, a la ligera;
servía el postillón de pregonero,
mucho más que de guía, a cuyas voces
en pie se puso el escuadrón entero.
Preguntome Mercurio: «¿No conoces 355
quién es este gallardo, este brïoso?
Imagino que ya le reconoces».
«Bien sé —le respondí—, que es el famoso
gran don SANCHO DE LEIVA, cuya espada
y pluma harán a Delio venturoso; 360
vencerase sin duda esta jornada
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con tal socorro». Y, en el mismo instante,
cosa que parecía imaginada,
otro favor no menos importante
para el caso temido se nos muestra, 365
de ingenio y fuerzas y valor bastante:
una tropa gentil por la siniestra
parte del monte se descubre, ¡oh, cielos,
que dais de vuestra providencia muestra!
Aquel discreto JUAN DE VASCONCELOS 370
venía delante en un caballo bayo,[828]
dando a las musas lusitanas celos.
Tras él, el capitán PEDRO TAMAYO
venía, y, aunque enfermo de la gota,
fue al enemigo asombro, fue desmayo; 375
que por él se vio en fuga y puesto en rota,[829]
que en los dudosos trances de la guerra
su ingenio admira y su valor se nota.
También llegaron a la rica tierra,
puestos debajo de una blanca seña,[830] 380
por la parte derecha de la sierra,
otros, de quien tomó luego reseña
Apolo; y era dellos el primero
el joven don FERNANDO DE LODEÑA,
poeta primerizo, insigne empero, 385
en cuyo ingenio Apolo deposita
sus glorias para el tiempo venidero.
Con majestad real, con inaudita
pompa llegó, y al pie del monte para
quien los bienes del monte solicita: 390
el licenciado fue JUAN DE VERGARA
el que llegó, con quien la turba ilustre
en sus vecinos miedos se repara,
de Esculapio y de Apolo gloria y lustre,[831]
si no, dígalo el santo bien partido,[832] 395
y su fama la misma envidia ilustre.
Con él, fue con aplauso recebido
el docto JUAN ANTONIO DE HERRERA,
que puso en fil el desigual partido.[833]
¡Oh, quién con lengua en nada lisonjera, 400
sino con puro afecto en grande exceso,
dos que llegaron alabar pudiera!
Pero no es de mis hombros este peso:
fueron los que llegaron los famosos,
los dos maestros CALVO y VALDIVIESO. 405
Luego se descubrió por los undosos[834]
llanos del mar una pequeña barca
impelida de remos presurosos;
llegó, y al punto della desembarca
el gran don JUAN DE ARGOTE Y DE GAMBOA, 410
en compañía de don DIEGO ABARCA,
sujetos dignos de incesable loa;
y don DIEGO JIMÉNEZ Y DE ANCISO
dio un salto a tierra desde la alta proa.
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En estos tres la gala y el aviso[835] 415
cifró cuanto de gusto en sí contienen,
como su ingenio y obras dan aviso.
Con JUAN LÓPEZ DEL VALLE otros dos vienen
juntos allí, y es PAMONÉS el uno,
con quien las musas ojeriza tienen, 420
porque pone sus pies por do ninguno
los puso, y con sus nuevas fantasías
mucho más que agradable es importuno.
De lejas tierras por incultas vías[836]
llegó el bravo irlandés don JUAN BATEO, 425
Jerjes nuevo en memoria en nuestros días.[837]
Vuelvo la vista, a MANTÜANO veo,
que tiene al gran VELASCO por mecenas,
y ha sido acertadísimo su empleo;
dejarán estos dos en las ajenas 430
tierras, como en las proprias, dilatados
sus nombres, que tú, Apolo, así lo ordenas.
Por entre dos fructíferos collados
(¿habrá quien esto crea, aunque lo entienda?)
de palmas y laureles coronados, 435
el grave aspecto del abad MALUENDA
pareció, dando al monte luz y gloria
y esperanzas de triunfo en la contienda;
pero, ¿de qué enemigos la vito[r]ia
no alcanzará un ingenio tan florido 440
y una bondad tan digna de memoria?
Don ANTONIO GENTIL DE VARGAS, pido
espacio para verte, que llegaste
de gala y arte y de valor vestido;
y, aunque de patria ginovés, mostraste 445
ser en las musas castellanas docto,
tanto, que al escuadrón todo admiraste.
Desde el indio apartado del remoto
mundo, llegó mi amigo MONTESDOCA,
y el que anudó de Arauco el nudo roto;[838] 450
dijo Apolo a los dos: «A entrambos toca
defender esta vuestra rica estancia
de la canalla de vergüenza poca,
la cual, de error armada y de arrogancia,
quiere canonizar y dar renombre 455
inmortal y divino a la ignorancia;
que tanto puede la afición que un hombre
tiene a sí mismo, que, ignorante siendo,
de buen poeta quiere alcanzar nombre».
En esto, otro milagro, otro estupendo 460
prodigio se descubre en la marina,
que en pocos versos declarar pretendo.
Una nave a la tierra tan vecina
llegó, que desde el sitio donde estaba
se ve cuanto hay en ella y determina; 465
de más de cuatro mil salmas pasaba[839]
(que otros suelen llamarlas toneladas),
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ancha de vientre y de estatura brava:
así como las naves que cargadas
llegan de la oriental India a Lisboa,[840] 470
que son por las mayores estimadas,
esta llegó desde la popa a proa
cubierta de poetas, mercancía
de quien hay saca en Calicut y en Goa.[841]
Tomole al rojo dios alferecía[842] 475
por ver la muchedumbre impertinente
que en socorro del monte le venía,
y en silencio rogó devotamente
que el vaso naufragase en un momento[843]
al que gobierna el húmido tridente.[844] 480
Uno de los del número hambriento
se puso en esto al borde de la nave,
al parecer mohíno y malcontento;
y, en voz que ni de tierna ni süave
tenía un solo adárame, gritando[845] 485
dijo, tal vez colérico y tal grave,
lo que impaciente estuve yo escuchando,
porque vi sus razones ser saetas
que iban mi alma y corazón clavando.
«¡Oh, tú —dijo—, traidor, que los poetas 490
canonizaste de la larga lista,
por causas y por vías indirectas!
¿Dónde tenías, magancés, la vista[846]
aguda de tu ingenio, que, así ciego,
fuiste tan mentiroso coronista? 495
Yo te confieso, ¡oh, bárbaro!, y no niego
que algunos de los muchos que escogiste
sin que el respeto te forzase o el ruego,
en el debido punto los pusiste;
pero con los demás, sin duda alguna, 500
pródigo de alabanzas anduviste.
Has alzado a los cielos la fortuna
de muchos que en el centro del olvido,
sin ver la luz del sol ni de la luna,
yacían; ni llamado ni escogido 505
fue el gran Pastor de Iberia, el gran BERNARDO
que DE LA VEGA tiene el apellido.[847]
Fuiste envidioso, descuidado y tardo,
y a las Ninfas de Henares y pastores
como a enemigos les tiraste un dardo; 510
y tienes tú poetas tan peores
que estos en tu rebaño, que imagino
que han de sudar si quieren ser mejores;
que si este agravio no me turba el tino,
siete trovistas desde aquí diviso, 515
a quien suelen llamar de torbellino,[848]
con quien la gala, discreción y aviso
tienen poco que ver, y tú los pones
dos leguas más allá del Paraíso.
Estas quimeras, estas invenciones 520
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tuyas te han de salir al rostro un día[849]
si más no te mesuras y compones».
Esta amenaza y gran descortesía
mi blando corazón llenó de miedo
y dio al través con la paciencia mía. 525
Y, volviéndome a Apolo con denuedo
mayor del que esperaba de mis años,
con voz turbada y con semblante acedo
le dije: «Con bien claros desengaños
descubro que el servirte me granjea 530
presentes miedos de futuros daños.
Haz, ¡oh, señor!, que en público se lea
la lista que Cilenio llevó a España,
porque mi culpa poca aquí se vea.
Si tu deidad en escoger se engaña, 535
y yo solo aprobé lo que él me dijo,
¿por qué este simple contra mí se ensaña?
Con justa causa y con razón me aflijo
de ver cómo estos bárbaros se inclinan
a tenerme en temor duro y prolijo: 540
unos, porque los puse me abominan;
otros, porque he dejado de ponellos
de darme pesadumbre determinan.
Yo no sé cómo me avendré con ellos:
los puestos se lamentan, los no puestos 545
gritan, yo tiemblo destos y de aquellos.
Tú, señor, que eres dios, dales los puestos
que piden sus ingenios; llama y nombra
los que fueren más hábiles y prestos.
[Y], porque el turbio miedo que me asombra 550
no me acabe, acabada esta contienda,
cúbreme con tu mano y con tu sombra,
o ponme una señal por do se entienda
que soy hechura tuya y de tu casa,
y así no habrá ninguno que me ofenda».[850] 555
«Vuelve la vista y mira lo que pasa»,
fue de Apolo enojado la respuesta,
que ardiendo en ira el corazón se abrasa.
Volvila, y vi la más alegre fiesta,
y la más desdichada y compasiva[851] 560
que el mundo vio, ni aun la verá cual esta.
Mas no se espere que yo aquí la escriba,
sino en la parte quinta, en quien espero
cantar con voz tan entonada y viva,
que piensen que soy cisne y que me muero. 565
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hizo de ojo y dio del pie a las olas,[852]
y, sin que lo entendiesen los poetas, 5
en un punto hasta el cielo levantolas;
y él, por ocultas vías y secretas,
se agazapó debajo del navío,
y usó con él de sus traidoras tretas.
Hirió con el tridente en lo vacío 10
del buco, y el estómago le llena[853]
de un copioso corriente amargo río.
Advertido el peligro, al aire suena
una confusa voz, la cual resulta
de otras mil que el temor forma y la pena; 15
poco a poco el bajel pobre se oculta
en las entrañas del cerúleo y cano
vientre, que tantas ánimas sepulta.
Suben los llantos por el aire vano
de aquellos miserables, que suspiran 20
por ver su irreparable fin cercano;
trepan y suben por las jarcias, miran
cuál del navío es el lugar más alto,
y en él muchos se apiñan y retiran.
La confusión, el miedo, el sobresalto 25
les turba los sentidos, que imaginan
que desta a la otra vida es grande el salto;
con ningún medio ni remedio atinan;
pero, creyendo dilatar su muerte,
algún tanto a nadar se determinan; 30
saltan muchos al mar de aquella suerte,
que al charco de la orilla saltan ranas
cuando el miedo o el rüido las advierte.[854]
Hienden las olas, del romperse canas,
menudean las piernas y los brazos,[855] 35
aunque enfermos están y ellas no sanas;
y, en medio de tan grandes embarazos,
la vista ponen en la amada orilla,
deseosos de darla mil abrazos.
Y sé yo bien que la fatal cuadrilla, 40
antes que allí, holgara de hallarse
en el Compás famoso de Sevilla;[856]
que no tienen por gusto el ahogarse
(discreta gente al parecer en esto),
pero valioles poco el esforzarse; 45
que el padre de las aguas echó el resto
de su rigor, mostrándose en su carro
con rostro airado y ademán funesto.
Cuatro delfines, cada cual bizarro,
con cuerdas hechas de tejidas ovas[857] 50
le tiraban con furia y con desgarro.
Las ninfas en sus húmidas alcobas
sienten tu rabia, ¡oh, vengativo nume!,[858]
y de sus rostros la color les robas.
El nadante poeta que presume 55
llegar a la ribera defendida,
Página 210
sus ayes pierde y su tesón consume;
que su corta carrera es impedida
de las agudas puntas del tridente,
entonces fiero y áspero homicida. 60
¿Quién ha visto muchacho diligente
que en goloso a sí mesmo sobrepuja
(que no hay comparación más conveniente),
picar en el sombrero la granuja,[859]
que el hallazgo le puso allí, o la sisa, 65
con punta alfileresca, o ya de aguja?
Pues no con menor gana o menor prisa,
poetas ensartaba el nume airado
con gusto infame y con dudosa risa.
En carro de cristal venía sentado, 70
la barba luenga y llena de marisco,
con dos gruesas lampreas coronado;[860]
hacían de sus barbas firme aprisco
la almeja, el morsillón, pulpo y cangrejo,[861]
cual le suelen hacer en peña o risco. 75
Era de aspecto venerable y viejo;
de verde, azul y plata era el vestido,
robusto al parecer y de buen rejo,[862]
aunque, como enojado, denegrido
se mostraba en el rostro, que la saña 80
así turba el color como el sentido.
Airado, contra aquellos más se ensaña
que nadan más, y sáleles al paso,
juzgando a gloria tan cobarde hazaña.
En esto (¡oh, nuevo y milagroso caso, 85
digno de que se cuente poco a poco
y con los versos de Torcato Taso!
Hasta aquí no he invocado, ahora invoco
vuestro favor, ¡oh, musas!, necesario
para los altos puntos en que toco; 90
descerrajad vuestro más rico almario,[863]
y el aliento me dad que el caso pide,
no humilde, no ratero ni ordinario),[864]
las nubes hiende, el aire pisa y mide[865]
la hermosa Venus Acidalia, y baja[866] 95
del cielo, que ninguno se lo impide.
Traía vestida de pardilla raja[867]
una gran saya entera, hecha al uso,
que le dice muy bien, cuadra y encaja;
luto que por su Adonis se le puso 100
luego que el gran colmillo del verraco
a atravesar sus ingles se dispuso.[868]
A fe que si el mocito fuera maco,[869]
que él guardara la cara al colmilludo,
que dio a su vida y su belleza saco. 105
¡Oh, valiente garzón, más que sesudo!,
¿cómo, estando avisado, tu mal tomas,
entrando en trance tan horrendo y crudo?
En esto, las mansísimas palomas
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que el carro de la diosa conducían 110
por el llano del mar y por las lomas,
por unas y otras partes discurrían,
hasta que con Neptuno se encontraron,
que era lo que buscaban y querían.
Los dioses, que se ven, se respetaron, 115
y, haciendo sus zalemas a lo moro,[870]
de verse juntos en estremo holgaron.
Guardáronse real grave decoro,
y procuró Ciprinia en aquel punto[871]
mostrar de su belleza el gran tesoro: 120
ensanchó el verdugado, y diole el punto[872]
con ciertos puntapiés, que fueron coces
para el dios, que las vio y quedó difunto.
Un poeta, llamado don Quincoces,[873]
andaba semivivo en las saladas 125
ondas, dando gemidos y no voces;
con todo, dijo en mal articuladas
palabras: «¡Oh, señora, la de Pafo,[874]
y de las otras dos islas nombradas,
muévate a compasión el verme gafo[875] 130
de pies y manos, y que ya me ahogo
en otras linfas que las del garrafo.[876]
Aquí será mi pira, aquí mi rogo,[877]
aquí será Quincoces sepultado,
que tuvo en su crianza pedagogo!». 135
Esto dijo el mezquino; esto escuchado
fue de la diosa con ternura tanta,
que volvió a componer el verdugado;
y luego en pie y piadosa se levanta,
y, poniendo los ojos en el viejo, 140
desembudó la voz de la garganta,[878]
y, con cierto desdén y sobrecejo,
entre enojada y grave y dulce, dijo
lo que al húmido dios tuvo perplejo;
y, aunque no fue su razonar prolijo, 145
todavía le trujo a la memoria
hermano de quién era y de quién hijo;[879]
representole cuán pequeña gloria
era llevar de aquellos miserables
el triunfo infausto y la crüel vitoria. 150
Él dijo: «Si los hados inmudables
no hubieran dado la fatal sentencia
destos en su ignorancia siempre estables,
una brizna no más de tu presencia
que viera yo, bellísima señora, 155
fuera de mi rigor la resistencia.
Mas ya no puede ser, que ya la hora
llegó donde mi blanda y mansa mano
ha de mostrar que es dura y vencedora;
que estos, de proceder siempre inhumano, 160
en sus versos han dicho cien mil veces:
“azotando las aguas del mar cano…”».[880]
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«Ni azotado ni viejo me pareces»,
replicó Venus. Y él le dijo a ella:
«Puesto que me enamoras, no enterneces; 165
que de tal modo la fatal estrella
influye destos tristes, que no puedo
dar felice despacho a tu querella;
del querer de los hados solo un dedo
no me puede apartar, ya tú lo sabes: 170
ellos han de acabar, y ha de ser cedo».[881]
«Primero acabarás que los acabes»,[882]
le respondió madama, la que tiene[883]
de tantas voluntades puerta y llaves;
que, aunque el hado feroz su muerte ordene, 175
el modo no ha de ser a tu contento,
que muchas muertes el morir contiene».
Turbóse en esto el líquido elemento,
de nuevo renovóse la tormenta,
sopló más vivo y más apriesa el viento; 180
la hambrienta mesnada, y no sedienta,
se rinde al huracán recién venido
y, por más no penar, muere contenta.
¡Oh, raro caso y por jamás oído
ni visto! ¡Oh, nuevas y admirables trazas 185
de la gran reina obedecida en Nido![884]
En un instante, el mar de calabazas[885]
se vio cuajado, algunas tan potentes,
que pasaban de dos y aun de tres brazas;
también hinchados odres y valientes,[886] 190
sin deshacer del mar la blanca espuma,
nadaban de mil talles diferentes.
Esta trasmutación fue hecha, en suma,
por Venus, de los lánguidos poetas,
porque Neptuno hundirlos no presuma; 195
el cual le pidió a Febo sus saetas,
cuya arma, arrojadiza desde aparte,
a Venus defraudara de sus tretas.
Negóselas Apolo; y veis dó parte
enojado el vejón, con su tridente[887] 200
pensándolos pasar de parte a parte.
Mas este se resbala, aquel no siente
la herida, y dando esguince se desliza,
y él queda de la cólera impaciente.
En esto Bóreas su furor atiza, 205
y lleva antecogida la manada,
que con la de los Cerdas simboliza.[888]
Pidióselo la diosa, aficionada
a que vivan poetas zarabandos[889]
de aquellos de la seta almidonada;[890] 210
de aquellos blancos, tiernos, dulces, blandos,
de los que por momentos se dividen
en varias setas y en contrarios bandos;
los contrapuestos vientos se comiden
a complacer la bella rogadora, 215
Página 213
y con un solo aliento la mar miden,
llevando a la pïara gruñidora
en calabazas y odres convertida,
a los reinos contrarios del aurora.
Desta dulce semilla referida, 220
España, verdad cierta, tanto abunda,
que es por ella estimada y conocida;
que, aunque en armas y en letras es fecunda
más que cuantas provincias tiene el suelo,
su gusto en parte en tal semilla funda. 225
Después desta mudanza que hizo el cielo,
o Venus, o quien fuese, que no importa
guardar puntualidad como yo suelo,
no veo calabaza, o luenga o corta,
que no imagine que es algún poeta 230
que allí se estrecha, encubre, encoge, acorta.
Pues, ¿qué cuando veo un cuero? ¡Oh, mal discreta
y vana fantasía, así engañada,
que a tanta liviandad estás sujeta!:
pienso que el piezgo de la boca atada[891] 235
es la faz del poeta, transformado
en aquella figura mal hinchada;
y cuando encuentro algún poeta honrado
(digo poeta firme y valedero,
hombre vestido bien y bien calzado), 240
luego se me figura ver un cuero,
o alguna calabaza, y desta suerte
entre contrarios pensamientos muero.[892]
Y no sé si lo yerre o si lo acierte
en que a las calabazas y a los cueros 245
y a los poetas trate de una suerte.
Cernícalos que son lagartijeros,[893]
no esperen de gozar las preeminencias
que gozan gavilanes no pecheros.[894]
Puestas en paz, pues, ya las diferencias 250
de Delio, y los poetas transformados
en tan vanas y huecas apariencias,
los mares y los vientos sosegados,
sumergióse Neptuno malcontento
en sus palacios de cristal labrados. 255
Las mansísimas aves por el viento
volaron, y a la bella Ciprïana
pusieron en su reino a salvamento.
Y, en señal que del triunfo quedó ufana
(lo que hasta allí nadie acabó con ella), 260
del luto se quitó la saboyana,[895]
quedando en cuero, tan briosa y bella,[896]
que se supo después que Marte anduvo
todo aquel día y otros dos tras ella.[897]
Todo el cual tiempo, el escuadrón estuvo 265
mirando atento la fatal rüina
que la canalla transformada tuvo;
y, viendo despejada la marina,
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Apolo, del socorro mal venido,
de dar fin al gran caso determina. 270
Pero en aquel instante un gran rüido
se oyó, con que la turba se alboroza
y pone vista alerta y presto oído;
y era quien le formaba una carroza
rica, sobre la cual venía sentado 275
el grave don LORENZO DE MENDOZA,
de su felice ingenio acompañado,
de su mucho valor y cortesía,
joyas inestimables, adornado.
PEDRO JUAN DE REJAULE le seguía 280
en otro coche, insigne valenciano
y grande defensor de la poesía.
Sentado viene a su derecha mano
JUAN DE SOLÍS, mancebo generoso,
de raro ingenio, en verdes años cano. 285
Y JUAN DE CARVAJAL, doctor famoso,
les hace tercio, y no por ser pesado
dejan de hacer su curso presuroso,
porque al divino ingenio, al levantado
valor de aquestos tres que el coche encierra, 290
no hay impedirle monte ni collado.
Pasan volando la empinada sierra,
las nubes tocan, llegan casi al cielo,
y alegres pisan la famosa tierra.
Con este mismo honroso y grave celo, 295
BARTOLOMÉ DE MOLA y GABRIEL LASO
llegaron a tocar del monte el suelo.
Honra las altas cimas de Parnaso
don DIEGO, que DE SILVA tiene el nombre,
y por ellas alegre tiende el paso, 300
a cuyo ingenio y sin igual renombre
toda ciencia se inclina y le obedece,
y le levanta a ser más que de hombre.
Dilátanse las sombras y descrece
el día, y de la noche el negro manto 305
guarnecido de estrellas aparece;
y el escuadrón, que había esperado tanto
en pie, se rinde al sueño perezoso
de hambre y sed, y de mortal quebranto.
Apolo, entonces poco luminoso, 310
dando hasta los antípodas un brinco,
siguió su occidental curso forzoso;
pero primero licenció a los cinco
poetas titulados, a su ruego,[898]
que lo pidieron con estraño ahínco, 315
por parecerles risa, burla y juego
empresas semejantes; y así, Apolo
condecendió con sus deseos luego;
que es el galán de Dafne único y solo
en usar cortesía sobre cuantos 320
descubre el nuestro y el contrario polo.
Página 215
Del lóbrego lugar de los espantos
sacó su hisopo el lánguido Morfeo,[899]
con que ha rendido y embocado a tantos;[900]
y del licor que dicen que es leteo,[901] 325
que mana de la fuente del olvido,
los párpados bañó a todos arreo.[902]
El más hambriento se quedó dormido;
dos cosas repugnantes, hambre y sueño,[903]
privilegio a poetas concedido. 330
Yo quedé, en fin, dormido como un leño,
llena la fantasía de mil cosas,
que de contallas mi palabra empeño,
por más que sean en sí dificultosas.
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de gustos que acudieron a manojos;
el tiempo, la ocasión, el oportuno
lugar correspondían al efecto,
juntos y por sí solo cada uno.
Dos horas dormí y más a lo discreto, 40
sin que imaginaciones ni vapores
el celebro tuviesen inquïeto;[911]
la suelta fantasía entre mil flores
me puso de un pradillo, que exhalaba
de Pancaya y Sabea los olores;[912] 45
el agradable sitio se llevaba
tras sí la vista, que, durmiendo, viva
mucho más que despierta se mostraba.
Palpable vi… mas no sé si lo escriba,
que a las cosas que tienen de imposibles 50
siempre mi pluma se ha mostrado esquiva;
las que tienen vislumbre de posibles,
de dulces, de süaves y de ciertas,
esplican mis borrones apacibles.
Nunca a disparidad abre las puertas 55
mi corto ingenio, y hállalas contino
de par en par la consonancia abiertas.
¿Cómo pueda agradar un desatino,
si no es que de propósito se hace,
mostrándole el donaire su camino? 60
Que entonces la mentira satisface
cuando verdad parece y está escrita
con gracia, que al discreto y simple aplace.
Digo, volviendo al cuento, que infinita
gente vi discurrir por aquel llano, 65
con algazara placentera y grita;[913]
con hábito decente y cortesano
algunos, a quien dio la hipocresía
vestido pobre, pero limpio y sano;
otros, de la color que tiene el día 70
cuando la luz primera se aparece
entre las trenzas de la Aurora fría.
La varïada primavera ofrece
de sus varias colores la abundancia,
con que a la vista el gusto alegre crece; 75
la prodigalidad, la exorbitancia
campean juntas por el verde prado
con galas que descubren su ignorancia.
En un trono, del suelo levantado,
do el arte a la materia se adelanta, 80
puesto que de oro y de marfil labrado,
una doncella vi, desde la planta
del pie hasta la cabeza así adornada,
que el verla admira y el oírla encanta.
Estaba en él con majestad sentada, 85
giganta al parecer en la estatura,
pero, aunque grande, bien proporcionada;
parecía mayor su hermosura
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mirada desde lejos, y no tanto
si de cerca se ve su compostura. 90
Lleno de admiración, colmo de espanto,[914]
puse en ella los ojos, y vi en ella
lo que en mis versos desmayados canto.
Yo no sabré afirmar si era doncella,
aunque he dicho que sí, que en estos casos 95
la vista más aguda se atropella:
son, por la mayor parte, siempre escasos
de razón los juïcios maliciosos
en juzgar rotos los enteros vasos.
Altaneros sus ojos y amorosos 100
se mostraban con cierta mansedumbre,
que los hacía en todo estremo hermosos;
ora fuese artificio, ora costumbre,
los rayos de su luz tal vez crecían,
y tal vez daban encogida lumbre. 105
Dos ninfas a sus lados asistían,
de tan gentil donaire y apariencia,
que, miradas, las almas suspendían;
de la del alto trono en la presencia
desplegaban sus labios en razones 110
ricas en suavidad, pobres en ciencia;
levantaban al cielo sus blasones,
que estaban, por ser pocos o ningunos,
escritos del olvido en los borrones;
al dulce murmurar, al oportuno[915] 115
razonar de las dos, la del asiento
que en belleza jamás le igualó alguno,
luego se puso en pie, y en un momento,
me pareció que dio con la cabeza
más allá de las nubes, y no miento; 120
y no perdió por esto su belleza;
antes, mientras más grande, se mostraba
igual su perfección a su grandeza;
los brazos de tal modo dilataba,
que de do nace a donde muere el día 125
los opuestos estremos alcanzaba;
la enfermedad llamada hidropesía[916]
así le hincha el vientre, que parece
que todo el mar caber en él podía;
al modo destas partes, así crece 130
toda su compostura; y no por esto,
cual dije, su hermosura desfallece.
Yo, atónito, esperaba ver el resto
de tan grande prodigio, y diera un dedo
por saber la verdad segura y presto. 135
Uno, y no sabré quién, bien claro y quedo[917]
al oído me habló, y me dijo: «Espera,
que yo decirte lo que quieres puedo.
Esta que ves, que crece de manera
que apenas tiene ya lugar do quepa, 140
y aspira en la grandeza a ser primera;
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esta que por las nubes sube y trepa
hasta llegar al cerco de la luna
(puesto que el modo de subir no sepa),
es la que, confiada en su fortuna, 145
piensa tener de la inconstante rueda
el eje quedo y sin mudanza alguna.
Esta que no halla mal que le suceda,
ni le teme, atrevida y arrogante,
pródiga siempre, venturosa y leda, 150
es la que con disignio extravagante
dio en crecer poco a poco hasta ponerse,
cual ves, en estatura de gigante.
No deja de crecer por no atreverse
a emprender las hazañas más notables, 155
adonde puedan sus estremos verse.
¿No has oído decir los memorables
arcos, anfiteatros, templos, baños,
termas, pórticos, muros admirables,
que, a pesar y despecho de los años, 160
aún duran sus reliquias y entereza,
haciendo al tiempo y a la muerte engaños?».[918]
«Yo —respondí por mí—, ninguna pieza
de esas que has dicho, dejo de tenella
clavada y remachada en la cabeza: 165
tengo el sepulcro de la viuda bella
y el Coloso de Rodas allí junto,
y la lanterna que sirvió de estrella.[919]
Pero vengamos de quién es al punto
esta, que lo deseo». «Haráse luego», 170
me respondió la voz en bajo punto.
Y prosiguió diciendo: «A no estar ciego,
hubieras visto ya quién es la dama;
pero, en fin, tienes el ingenio lego.[920]
Esta que hasta los cielos se encarama, 175
preñada, sin saber cómo, del viento,[921]
es hija del Deseo y de la Fama;
esta fue la ocasión y el instrumento,
el todo y parte de que el mundo viese
no siete maravillas, sino ciento 180
(corto número es ciento; aunque dijese
cien mil y más millones, no imagines
que en la cuenta del número excediese);
esta condujo a memorables fines
edificios que asientan en la tierra 185
y tocan de las nubes los confines;
esta tal vez ha levantado guerra
donde la paz süave reposaba,
que en límites estrechos no se encierra.
Cuando Mucio en las llamas abrasaba 190
el atrevido fuerte brazo y fiero,
esta el incendio horrible resfriaba;
esta arrojó al romano caballero
en el abismo de la ardiente cueva,
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de limpio armado y de luciente acero;[922] [923] 195
esta tal vez con maravilla nueva,
de su ambiciosa condición llevada,
mil imposibles atrevida prueba.
Desde la ardiente Libia hasta la helada
Citia, lleva la fama su memoria,[924] 200
en grandïosas obras dilatada.
En fin, ella es la altiva Vanagloria,
que en aquellas hazañas se entremete
que llevan de los siglos la vitoria.
Ella misma a sí misma se promete 205
triunfos y gustos, sin tener asida
a la calva Ocasión por el copete.[925]
Su natural sustento, su bebida,
es aire, y así crece en un instante
tanto, que no hay medida a su medida. 210
Aquellas dos del plácido semblante
que tiene a sus dos lados, son aquellas
que sirven a su máquina de Atlante.[926]
Su delicada voz, sus luces bellas,
su humildad aparente, y las lozanas 215
razones, que el amor se cifra en ellas,
las hacen más divinas que no humanas,
y son (con paz escucha y con paciencia)
la Adulación y la Mentira, hermanas.
Estas están contino en su presencia,[927] 220
palabras ministrándola al oído
que tienen de prudentes apariencia.
Y ella, cual ciega del mejor sentido,
no ve que entre las flores de aquel gusto
el áspid ponzoñoso está escondido.[928] 225
Y así, arrojada con deseo injusto,
en cristalino vaso prueba y bebe
el veneno mortal, sin ningún susto.
Quien más presume de advertido, pruebe
a dejarse adular, verá cuán presto 230
pasa su gloria como el viento leve».
Esto escuché, y en escuchando aquesto,
dio un estampido tal la Gloria vana,
que dio a mi sueño fin dulce y molesto.
Y en esto descubriose la mañana, 235
vertiendo perlas y esparciendo flores,
lozana en vista y en virtud lozana:
los dulces pequeñuelos ruiseñores,
con cantos no aprendidos, le decían,
enamorados della, mil amores;[929] 240
los silgueros el canto repetían,[930]
y las diestras calandrias entonaban
la música que todos componían.
Unos del escuadrón priesa se daban
porque no los hallase el dios del día 245
en los forzosos actos en que estaban.
Página 220
Y luego se asomó su señoría,
con una cara de tudesco roja,[931]
por los balcones de la Aurora fría,[932]
en parte gorda, en parte flaca y floja, 250
como quien teme el esperado trance
donde verse vencido se le antoja.
En propio toledano y buen romance[933]
les dio los buenos días cortésmente,
y luego se aprestó al forzoso lance; 255
y encima de un peñasco puesto enfrente
del escuadrón, con voz sonora y grave
esta oración les hizo de repente:
«¡Oh, espíritus felices, donde cabe
la gala del decir, la sutileza 260
de la ciencia más docta que se sabe;
donde en su propia natural belleza
asiste la hermosa Poesía
entera de los pies a la cabeza!
No consintáis, por vida vuestra y mía 265
(mirad con qué llaneza Apolo os habla),
que triunfe esta canalla que porfía.
Esta canalla, digo, que se endiabla,
que, por darles calor su muchedumbre,[934]
ya su ruina, o ya la nuestra entabla. 270
Vosotros, de mis ojos gloria y lumbre,
faroles do mi luz de asiento mora,
ya por naturaleza o por costumbre,
¿habéis de consentir que esta embaidora,[935]
hipócrita gentalla se me atreva,[936] 275
de tantas necedades inventora?
Haced famosa y memorable prueba
de vuestro gran valor en este hecho,
que a su castigo y vuestra gloria os lleva.
De justa indignación armad el pecho, 280
acometed intrépidos la turba,
ociosa, vagamunda y sin provecho.
No se os dé nada, no se os dé una burba[937]
(moneda berberisca, vil y baja)
de aquesta gente que la paz nos turba. 285
El son de más de una templada caja,
y el del pífaro triste, y la trompeta,[938]
que la cólera sube y flema abaja,
así os incite con virtud secreta,
que despierte los ánimos dormidos 290
en la fación que tanto nos aprieta.
Ya retumba, ya llega a mis oídos
del escuadrón contrario el rumor grande,
formado de confusos alaridos;
ya es menester, sin que os lo ruegue o mande, 295
que cada cual, como guerrero experto,
sin que por su capricho se desmande,
la orden guarde y militar concierto,
y acuda a su deber como valiente
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hasta quedar o vencedor o muerto. 300
En esto, por la parte de poniente
pareció el escuadrón casi infinito
de la bárbara, ciega y pobre gente.
Alzan los nuestros al momento un grito
alegre, y no medroso; y gritan: «¡Arma!». 305
«¡Arma!» resuena todo aquel distrito;
y, aunque mueran, correr quieren al arma.
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tan al vivo pintado, que dijeras
la voz despide alegre al aire vano;
siguen al estandarte sus banderas,
de gallardos alféreces llevadas,
honrosas por no estar todas enteras. 45
Las cajas a lo bélico templadas
al mílite más tardo vuelven presto,[944]
de voces de metal acompañadas.
JERÓNIMO DE MORA llegó en esto,
pintor excelentísimo y poeta: 50
Apeles y Virgilio en un supuesto;[945]
y con la autoridad de una jineta[946]
(que de ser capitán le daba nombre)
al caso acude y a la turba aprieta.
Y, porque más se turbe y más se asombre, 55
el enemigo desigual y fiero,
llegó el gran BIEDMA, de inmortal renombre;
y con él GASPAR DE ÁVILA, primero
secuaz de Apolo, a cuyo verso y pluma
ICÍAR puede envidiar, temer Sincero.[947] 60
Llegó JUAN DE MEZTANZA, cifra y suma
de tanta erudición, donaire y gala,
que no hay muerte ni edad que la consuma.
Apolo le arrancó de Guatimala,
y le trujo en su ayuda para ofensa 65
de la canalla en todo estremo mala.
Hacer milagros en el trance piensa
CEPEDA, y acompáñale MEJÍA,
poetas dignos de alabanza inmensa.
Clarísimo esplendor de Andalucía 70
y de la Mancha, el sin igual GALINDO
llegó con majestad y bizarría.
De la alta cumbre del famoso Pindo
bajaron tres bizarros lusitanos,
a quien mis alabanzas todas rindo, 75
con prestos pies y con valientes manos,
con FERNANDO CORREA DE LA CERDA,
pisó RODRÍGUEZ LOBO monte y llanos;
y porque Febo su razón no pierda,
el grande don ANTONIO DE ATAÍDE 80
llegó con furia alborotada y cuerda.
Las fuerzas del contrario ajusta y mide
con las suyas Apolo, y determina
dar la batalla, y la batalla pide.
El ronco son de más de una bocina, 85
instrumento de caza y de la guerra,
de Febo a los oídos se avecina;
tiembla debajo de los pies la tierra
de infinitos poetas oprimida,
que dan asalto a la sagrada sierra. 90
El fiero general de la atrevida
gente, que trae un cuervo en su estandarte,
es ARBOLÁNCHEZ, muso por la vida.[948]
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Puestos estaban en la baja parte
y en la cima del monte, frente a frente, 95
los campos, de quien tiembla el mismo Marte,
cuando una al parecer discreta gente
del católico bando al enemigo
se pasó, como en número de veinte.
Yo con los ojos su carrera sigo, 100
y, viendo el paradero de su intento,
con voz turbada al sacro Apolo digo:
«¿Qué prodigio es aqueste? ¿Qué portento?
O, por mejor decir, ¿qué mal agüero,
que así me corta el brío y el aliento? 105
Aquel transfuga que partió primero,[949]
no solo por poeta le tenía,
pero también por bravo churrullero;[950]
aquel ligero que tras él corría,
en mil corrillos en Madrid le he visto 110
tiernamente hablar en la poesía;
aquel tercero que partió tan listo,
por satírico, necio y por pesado
sé que de todos fue siempre malquisto.
No puedo imaginar cómo ha llevado 115
Mercurio estos poetas en su lista».
«Yo fui —respondió Apolo— el engañado;
que de su ingenio la primera vista
indicios descubrió que serían buenos[951]
para facilitar esta conquista». 120
«Señor —repliqué yo—, creí que ajenos
eran de las deidades los engaños;
digo, engañarse en poco más ni menos;
la prudencia, que nace de los años
y tiene por maestra a la esperiencia, 125
es la deidad que advierte destos daños».
Apolo respondió: «Por mi conciencia,
que no te entiendo», algo turbado y triste
por ver de aquellos veinte la insolencia.
Tú, sardo militar, LOFRASO, fuiste 130
uno de aquellos bárbaros corrientes[952]
que del contrario el número creciste.
Mas no por esta mengua los valientes
del escuadrón católico temieron,
poetas madrigados y excelentes;[953] 135
antes, tanto coraje concibieron
contra los fugitivos corredores,
que riza en ellos y matanza hicieron.[954]
¡Oh, falsos y malditos trovadores,
que pasáis plaza de poetas sabios, 140
siendo la hez de los que son peores:
entre la lengua, paladar y labios
anda contino vuestra poesía,
haciendo a la virtud cien mil agravios!
Poetas de atrevida hipocresía, 145
esperad, que de vuestro acabamiento
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ya se ha llegado el temeroso día.
De las confusas voces el concento[955]
confuso por el aire resonaba,
de espesas nubes condensando el viento. 150
Por la falda del monte gateaba
una tropa poética, aspirando
a la cumbre, que bien guardada estaba;
hacían hincapié de cuando en cuando,
y con hondas de estallo y con ballestas[956] 155
iban libros enteros disparando;
no del plomo encendido las funestas
balas pudieran ser dañosas tanto,
ni al disparar pudieran ser más prestas.
Un libro mucho más duro que un canto 160
a JUSEPE DE VARGAS dio en las sienes,
causándole terror, grima y espanto.
Gritó, y dijo a un soneto: «Tú, que vienes
de satírica pluma disparado,
¿por qué el infame curso no detienes?». 165
Y, cual perro con piedras irritado,
que deja al que las tira y va tras ellas,
cual si fueran la causa del pecado,
entre los dedos de sus manos bellas
hizo pedazos al soneto altivo, 170
que amenazaba al sol y a las estrellas.
Y díjole Cilenio: «¡Oh, rayo vivo
donde la justa indignación se muestra
en un grado y valor superlativo,
la espada toma en la temida diestra, 175
y arrójate valiente y temerario
por esta parte, que el peligro adiestra!».
En esto, del tamaño de un breviario
volando un libro por el aire vino,
de prosa y verso, que arrojó el contrario; 180
de verso y prosa el puro desatino
nos dio a entender que de ARBOLANCHES eran
las Abidas, pesadas de contino.[957]
Unas Rimas llegaron que pudieran[958]
desbaratar el escuadrón cristiano 185
si acaso vez segunda se imprimieran.
Diole a Mercurio en la derecha mano
una sátira antigua licenciosa,
de estilo agudo, pero no muy sano.[959]
De una intricada y mal compuesta prosa, 190
de un asunto sin jugo y sin donaire,
cuatro novelas disparó PEDROSA.
Silbando recio y desgarrando el aire,
otro libro llegó de Rimas solas,
hechas al parecer como al desgaire. 195
Violas Apolo, y dijo, cuando violas:
«Dios perdone a su autor, y a mí me guarde
de algunas Rimas sueltas españolas».
Llegó el Pastor de Iberia, aunque algo tarde,
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y derribó catorce de los nuestros 200
haciendo de su ingenio y fuerza alarde;
pero dos valerosos, dos maestros,
dos lumbreras de Apolo, dos soldados,
únicos en hablar y en obrar diestros,
del monte puestos en opuestos lados, 205
tanto apretaron a la turbamulta,
que volvieron atrás los encumbrados.
Es GREGORIO DE ANGULO el que sepulta
la canalla, y con él PEDRO DE SOTO,
de prodigioso ingenio y vena culta. 210
Doctor aquel, estotro único y docto
licenciado, de Apolo ambos secuaces,
con raras obras y ánimo devoto.
Las dos contrarias indignadas haces
ya miden las espadas, ya se cierran,[960] 215
duras en su tesón y pertinaces;
con los dientes se muerden, y se aferran
con las garras, las fieras imitando,
que toda pïedad de sí destierran.
Haldeando venía y trasudando[961] 220
el autor de La pícara Justina,
capellán lego del contrario bando;
y cual si fuera de una culebrina,
disparó de sus manos su librazo,
que fue de nuestro campo la ruïna. 225
Al buen TOMÁS GRACIÁN mancó de un brazo,
a MEDINILLA derribó una muela
y le llevó de un muslo un gran pedazo.[962]
Una despierta nuestra centinela[963]
gritó: «¡Todos abajen la cabeza, 230
que dispara el contrario otra novela!».
Dos pelearon una larga pieza,[964]
y el uno al otro con instancia loca,
de un envión, con arte y con destreza,[965]
seis seguidillas le encajó en la boca,[966] 235
con que le hizo vomitar el alma,
que salió libre de su estrecha roca.
De la furia el ardor, del sol la calma
tenía en duda de una y otra parte
la vencedora y pretendida palma. 240
Del cuervo, en esto, el lóbrego estandarte
cede al del cisne, porque vino al suelo,
pasado el corazón de parte a parte;
su alférez, que era un andaluz mozuelo,
trovador repentista, que subía 245
con la soberbia más allá del cielo;
helósele la sangre que tenía;
muriose, cuando vio que muerto estaba,
la turba, pertinaz en su porfía.
Puesto que ausente el gran LUPERCIO estaba, 250
con un solo soneto suyo hizo[967]
lo que de su grandeza se esperaba:
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descuadernó, desencajó, deshizo
del opuesto escuadrón catorce hileras,
dos crïollos mató, hirió un mestizo. 255
De sus sabrosas burlas y sus veras
el magno cordobés un cartapacio[968]
disparó, y aterró cuatro banderas.
Daba ya indicios de cansado y lacio[969]
el brío de la bárbara canalla, 260
peleando más flojo y más despacio;
mas renovose la fatal batalla,
mezclándose los unos con los otros;
ni vale arnés, ni presta dura malla.[970]
Cinco melifluos sobre cinco potros 265
llegaron, y embistieron por un lado,
y lleváronse cinco de nosotros;
cada cual como moro atavïado,
con más letras y cifras que una carta[971]
de príncipe enemigo y recatado. 270
De romances moriscos una sarta,
cual si fuera de balas enramadas,[972]
llega con furia y con malicia harta;
y, a no estar dos escuadras avisadas
de las nuestras, del recio tiro y presto 275
era fuerza quedar desbaratadas.
Quiso Apolo, indignado, echar el resto
de su poder y de su fuerza sola,
y dar al enemigo fin molesto,
y una sacra canción, donde acrisola 280
su ingenio, gala, estilo y bizarría
Bartolomé Leonardo de Argensola,
cual si fuera un petarte, Apolo envía[973]
adonde está el tesón más apretado,
más dura y más furiosa la porfía. 285
«Cuando me paro a contemplar mi estado»,[974]
comienza la canción que Apolo pone
en el lugar más noble y levantado.
Todo lo mira, todo lo dispone
con ojos de Argos; manda, quita y veda,[975] 290
y del contrario a todo ardid se opone.
Tan mezclados están, que no hay quien pueda
discernir cuál es malo o cuál es bueno,
cuál es garcilasista o timoneda.[976]
Pero un mancebo, de ignorancia ajeno, 295
grande escudriñador de toda historia,
rayo en la pluma y en la voz un trueno,
llegó, tan rica el alma de memoria,
de sana voluntad y entendimiento,
que fue de Febo y de las musas gloria; 300
con este acelerose el vencimiento,
porque supo decir: «Este merece
gloria, pero aquel no, sino tormento».
Y, como ya con distinción parece
el justo y el injusto combatiente, 305
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el gusto al peso de la pena crece.[977]
Tú, PEDRO MANTÜANO el excelente,
fuiste quien distinguió de la confusa
máquina el que es cobarde del valiente.
JULÏÁN DE ALMENDÁREZ no rehúsa, 310
puesto que llegó tarde, en dar socorro
al rubio Delio con su ilustre musa.
Por las rucias que peino, que me corro[978]
de ver que las comedias endiabladas
por divinas se pongan en el corro; 315
y, a pesar de las limpias y atildadas
del cómico mejor de nuestra Hesperia,[979]
quieren ser conocidas y pagadas.
Mas no ganaron mucho en esta feria,
porque es discreto el vulgo de la corte, 320
aunque le toca la común miseria.
De llano no le deis, dadle de corte,[980]
estancias polifemas, al poeta[981]
que no os tuviere por su guía y norte.
Inimitables sois, y a la discreta 325
gala que descubrís en lo escondido,
toda elegancia puede estar sujeta.
Con estas municiones el partido
nuestro se mejoró de tal manera,
que el contrario se tuvo por vencido. 330
Cayó su presunción soberbia y fiera,
derrúmbanse del monte abajo cuantos
presumieron subir por la ladera.
La voz prolija de sus roncos cantos
el mal suceso con rigor la vuelve 335
en interrotos y funestos llantos.[982]
Tal hubo, que cayendo se resuelve
de asirse de una zarza o cabrahígo,[983]
y en llanto, a lo de Ovidio, se disuelve.[984]
Cuatro se arracimaron a un quejigo[985] 340
como enjambre de abejas desmandada,
y le estimaron por el lauro amigo.
Otra cuadrilla, virgen por la espada
y adúltera de lengua, dio la cura[986]
a sus pies, de su vida almidonada. 345
BARTOLOMÉ llamado DE SEGURA
el toque casi fue del vencimiento:
tal es su ingenio y tal es su cordura.
Resonó en esto por el vago viento
la voz de la vitoria, repetida 350
del número escogido en claro acento.
La miserable, la fatal caída,[987]
de las musas del limpio Tagarete
fue largos siglos con dolor plañida;
a la parte del llanto, «¡ay me!», se mete[988] 355
Zapardïel, famoso por su pesca,
sin que un pequeño instante se quïete.[989]
La voz de la vitoria se refresca:
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«¡vitoria!» suena aquí y allí, vitoria
adquirida por nuestra soldadesca, 360
que canta alegre la alcanzada gloria.
Página 229
Puliose luego, y adornó su frente
de majestad mezclada con dulzura,
indicios claros del placer que siente.
Las reinas de la humana hermosura
salieron de do estaban retiradas 50
mientras duraba la contienda dura;
del árbol siempre verde coronadas,
y en medio la divina Poesía,
todas de nuevas galas adornadas:
Melpómene, Tersícore y Talía, 55
Polimnia, Urania, Erato, Euterpe y Clío,
y Calíope, hermosa en demasía,[997]
muestran ufanas su destreza y brío,
tejiendo una entricada y nueva danza[998]
al dulce son de un instrumento mío. 60
Mío, no dije bien; mentí a la usanza
de aquel que dice propios los ajenos
versos que son más dignos de alabanza.
Los anchos prados y los campos llenos
están de las escuadras vencedoras 65
(que siempre van a más y nunca a menos),
esperando de ver de sus mejoras
el colmo con los premios merecidos
por el sudor y aprieto de seis horas,
piensan ser los llamados escogidos, 70
todos a premios de grandeza aspiran,
tiénense en más de lo que son tenidos;
ni a calidades ni a riquezas miran:
a su ingenio se atiene cada uno,
y si hay cuatro que acierten, mil deliran. 75
Mas Febo, que no quiere que ninguno
quede quejoso dél, mandó a la Aurora
que vaya y coja in tempore oportuno,[999]
de las faldas floríferas de Flora
cuatro tabaques de purpúreas rosas[1000] 80
y seis de perlas de las que ella llora;
y de las nueve por estremo hermosas
las coronas pidió, y al darlas ellas
en nada se mostraron perezosas.
Tres, a mi parecer, de las más bellas 85
a Parténope sé que se enviaron,
y fue Mercurio el que partió con ellas;
tres sujetos las otras coronaron,
allí en el mesmo monte peregrinos,
con que su patria y nombre eternizaron; 90
tres cupieron a España, y tres divinos
poetas se adornaron la cabeza,
de tanta gloria justamente dignos.[1001]
La Envidia, monstruo de naturaleza,
maldita y carcomida, ardiendo en saña, 95
a murmurar del sacro don empieza.
Dijo: «¿Será posible que en España
haya nueve poetas laureados?[1002]
Página 230
Alta es de Apolo, pero simple hazaña».
Los demás de la turba, defraudados 100
del esperado premio, repetían
los himnos de la Envidia mal cantados;
todos por laureados se tenían
en su imaginación, antes del trance,
y al cielo quejas de su agravio envían. 105
Pero ciertos poetas de romance,
del generoso premio hacer esperan,
a despecho de Febo, presto alcance;
otros, aunque latinos, desesperan
de tocar del laurel solo una hoja, 110
aunque del caso en la demanda mueran.
Véngase menos el que más se enoja,
y alguno se tocó sienes y frente,
que de estar coronado se le antoja.
Pero todo deseo impertinente 115
Apolo resfrió, premiando a cuantos[1003]
poetas tuvo el escuadrón valiente;
de rosas, de jazmines y amarantos
Flora le presentó cinco cestones,
y la Aurora, de perlas, otros tantos; 120
estos fueron, lector dulce, los dones
que Delio repartió con larga mano
entre los poetísimos varones,
quedando alegre cada cual y ufano
con un puño de perlas y una rosa,[1004] 125
estimando el premio sobrehumano.
Y porque fuese más maravillosa
la fiesta y regocijo que se hacía
por la vitoria insigne y prodigiosa,
la buena, la importante Poesía 130
mandó traer la bestia cuya pata[1005]
abrió la fuente de Castalia fría;
cubierta de finísima escarlata,
un lacayo la trujo en un instante,
tascando un freno de bruñida plata. 135
Envidiarle pudiera Rocinante
al gran Pegaso de presencia brava,
y aun B[r]illadoro, el del señor de Anglante.[1006]
Con no sé cuántas alas adornaba
manos y pies, indicio manifiesto 140
que en ligereza al viento aventajaba;
y, por mostrar cuán ágil y cuán presto
era, se alzó del suelo cuatro picas,
con un denuedo y ademán compuesto.
Tú, que me escuchas, si el oído aplicas 145
al dulce cuento deste gran Vïaje,
cosas nuevas oirás de gusto ricas.
Era del bel trotón todo el herraje[1007]
de durísima plata diamantina,
que no recibe del pisar ultraje; 150
de la color que llaman columbina[1008]
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de raso en una funda trae la cola,
que, suelta, con el suelo se avecina;
del color del carmín o de amapola
eran sus clines, y su cola gruesa,[1009] 155
ellas solas al mundo, y ella sola.
Tal vez anda despacio, y tal apriesa,
vuela tal vez, y tal hace corvetas,
tal quiere relinchar, y luego cesa.
Nueva felicidad de los poetas: 160
unos sus escrementos recogían
en dos de cuero grandes barjuletas.[1010]
Pregunté para qué lo tal hacían.
Respondiome Cilenio a lo bellaco,
con no sé qué vislumbres de ironía: 165
«Esto que se recoge es el tabaco,
que a los váguidos sirve de cabeza[1011]
de algún poeta de celebro flaco;
Urania de tal modo lo adereza,
que, puesto a las narices del doliente, 170
cobra salud y vuelve a su entereza».
Un poco entonces arrugué la frente,
ascos haciendo del remedio estraño,
tan de los ordinarios diferente.
«Recibes —dijo Apolo—, amigo, engaño» 175
(leyóme el pensamiento). «Este remedio
de los váguidos cura y sana el daño.
No come este rocín lo que en asedio
duro y penoso comen los soldados,
que están entre la muerte y hambre en medio; 180
son deste tal los piensos regalados
ámbar y almizcle entre algodones puesto,
y bebe del rocío de los prados;
tal vez le damos de almidón un cesto,
tal de algarrobas, con que el vientre llena, 185
y no se estriñe ni se va por esto».[1012]
«Sea —le respondí—, muy norabuena;
tieso estoy de celebro por ahora,
vág[u]ido alguno no me causa pena».
La nuestra, en esto, universal señora, 190
digo la Poesía verdadera,
que con Timbreo y con las musas mora,
en vestido sucinto, a la ligera,
el monte discurrió y abrazó a todos,
hermosa sobremodo y placentera. 195
«¡Oh, sangre vencedora de los godos!
—dijo—, de aquí adelante ser tratada
con más süaves y discretos modos
espero ser, y siempre respetada
del ignorante vulgo, que no alcanza 200
que, puesto que soy pobre, soy honrada.
Las riquezas os dejo en esperanza,
pero no en posesión, premio seguro
que al reino aspira de la inmensa holganza.
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Por la belleza deste monte os juro 205
que quisiera al más mínimo entregalle
un privilegio de cien mil de juro.[1013]
Mas no produce minas este valle;
aguas sí, salutíferas y buenas,
y monas que de cisnes tienen talle.[1014] 210
Volved a ver, ¡oh, amigos!, las arenas
del aurífero Tajo en paz segura
y en dulces horas de pesar ajenas.
Que esta inaudita hazaña os asegura
eterno nombre en tanto que dé Febo 215
al mundo aliento y luz serena y pura».
¡Oh, maravilla nueva, oh, caso nuevo,
digno de admiración que cause espanto,
cuya estrañeza me admiró de nuevo!
Morfeo, el dios del sueño, por encanto 220
allí se apareció, cuya corona
era de ramos de beleño santo.[1015]
Flojísimo de brío y de persona,
de la Pereza torpe acompañado,
que no le deja a vísperas ni a nona; 225
traía al Silencio a su derecho lado,
el Descuido al siniestro, y el vestido
era de blanda lana fabricado.
De las aguas que llaman del olvido[1016]
traía un gran caldero, y de un hisopo 230
venía como aposta prevenido.
Asía a los poetas por el hopo,[1017]
y, aunque el caso los rostros les volvía
en color encendida de piropo,
él nos bañaba con el agua fría, 235
causándonos un sueño de tal suerte,
que dormimos un día y otro día.
Tal es la fuerza del licor, tan fuerte
es de las aguas la virtud, que pueden
competir con los fueros de la muerte. 240
Hace el ingenio alguna vez que queden
las verdades sin crédito ninguno,
por ver que a toda contingencia exceden.
Al despertar del sueño así importuno,
ni vi monte ni monta, dios ni diosa,[1018] 245
ni de tanto poeta vide alguno.[1019]
Por cierto, estraña y nunca vista cosa:
despabilé la vista, y pareciome
verme en medio de una ciudad famosa.
Admiración y grima el caso diome;[1020] 250
torné a mirar, porque el temor o engaño
no de mi buen discurso el paso tome.
Y díjeme a mí mismo: «No me engaño;
esta ciudad es Nápoles la ilustre,
que yo pisé sus rúas más de un año;[1021] 255
de Italia gloria, y aun del mundo lustre,
pues de cuantas ciudades él encierra,
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ninguna puede haber que así le ilustre:
apacible en la paz, dura en la guerra,
madre de la abundancia y la nobleza, 260
de elíseos campos y agradable sierra.
Si váguidos no tengo de cabeza,
paréceme que está mudada, en parte,
de sitio, aunque en aumento de belleza.
¿Qué teatro es aquel, donde reparte 265
con él cuanto contiene de hermosura
la gala, la grandeza, industria y arte?
Sin duda, el sueño en mis palpebras dura,[1022]
porque este es edificio imaginado,
que excede a toda humana compostura». 270
Llegose en esto a mí disimulado
un mi amigo, llamado Promontorio,[1023]
mancebo en días, pero gran soldado.
Creció la admiración viendo notorio
y palpable que en Nápoles estaba, 275
espanto a los pasados acesorio.
Mi amigo tiernamente me abrazaba,
y, con tenerme entre sus brazos, dijo
que del estar yo allí mucho dudaba;
llamome padre, y yo llamele hijo; 280
quedó con esto la verdad en punto,
que aquí puede llamarse punto fijo.[1024]
Díjome Promontorio: «Yo barrunto,
padre, que algún gran caso a vuestras canas
las trae tan lejos, ya semidifunto». 285
«En mis horas más frescas y tempranas
esta tierra habité, hijo —le dije—,
con fuerzas más brïosas y lozanas.
Pero la Voluntad, que a todos rige,
digo el querer del cielo, me ha traído 290
a parte que me alegra más que aflige».
Dijera más, sino que un gran rüido
de pífaros, clarines y tambores[1025]
me azoró el alma y alegró el oído;
volví la vista al son, vi los mayores 295
aparatos de fiesta que vio Roma
en sus felices tiempos y mejores.
Dijo mi amigo: «Aquel que ves que asoma
por aquella montaña contrahecha,
cuyo brío al de Marte oprime y doma, 300
es un alto sujeto que deshecha
tiene a la Envidia en rabia, porque pisa
de la virtud la senda más derecha;
de gravedad y condición tan lisa,
que suspende y alegra a un mesmo instan[te], 305
y con su aviso al mismo aviso avisa.[1026]
Mas quiero, antes que pases adelante
en ver lo que verás, si estás atento,
darte del caso relación bastante.
Será don JUAN DE TASIS de mi cuento 310
Página 234
principio, por que sea memorable,
y lleguen mis palabras a mi intento:
este varón, en liberal notable,
que una mediana villa le hace conde,
siendo rey en sus obras admirable; 315
este, que sus haberes nunca esconde,
pues siempre las reparte o las derrama,
ya sepa adónde, o ya no sepa adónde;
este, a quien tiene tan en fil la fama
puesta la alteza de su nombre claro, 320
que liberal y pródigo le llama,
quiso, pródigo aquí y allí no avaro,
primer mantenedor ser de un torneo
que a fiestas sobrehumanas le comparo.
Responden sus grandezas al deseo 325
que tiene de mostrarse alegre, viendo
de España y Francia el regio himineo;[1027]
y este que escuchas, duro, alegre estruendo,
es señal que el torneo se comienza,
que admira por lo rico y estupendo. 330
Arquímedes el grande se averg[ü]enza[1028]
de ver que este teatro milagroso
su ingenio apoque y a sus trazas venza.
Digo, pues, que el mancebo generoso
que allí deciende, de encarnado y plata, 335
sobre todo mortal curso brïoso,
es el CONDE DE LEMOS, que dilata
su fama con sus obras por el mundo,
y que lleguen al cielo en tierra trata;
y, aunque sale el primero, es el segundo 340
mantenedor, y en buena cortesía[1029]
esta ventaja califico y fundo.
El DUQUE DE NOCERA, luz y guía
del arte militar, es el tercero
mantenedor deste festivo día. 345
El cuarto, que pudiera ser primero,
es de Santelmo el fuerte castellano,[1030]
que al mesmo Marte en el valor prefiero.
El quinto es otro Eneas el troyano,
CARROCIOLO, que gana en ser valiente 350
al que fue verdadero, por la mano».[1031]
El gran concurso y número de gente
estorbó que adelante prosiguiese
la comenzada relación prudente;
por esto le pedí que me pusiese 355
adonde sin ningún impedimento
el gran progreso de las fiestas viese;
porque luego me vino al pensamiento
de ponerlas en verso numeroso,[1032]
favorecido del febeo aliento. 360
Hízolo así, y yo vi lo que no oso
pensar, no que decir, que aquí se acorta[1033]
la lengua y el ingenio más curioso.
Página 235
Que se pase en silencio es lo que importa,
y que la admiración supla esta falta, 365
el mesmo grandïoso caso exhorta,
puesto que después supe que con alta
magnífica elegancia y milagrosa,
donde ni sobra punto ni le falta,
el curioso don JUAN DE OQUINA en prosa[1034] 370
la puso y dio a la estampa para gloria
de nuestra edad, por esto venturosa.
Ni en fabulosa o verdadera historia
se halla que otras fiestas hayan sido
ni puedan ser más dignas de memoria. 375
Desde allí, y no sé cómo, fui traído
adonde vi al gran DUQUE DE PASTRANA
mil parabienes dar de bienvenido,
y que la fama, en la verdad ufana,
contaba que agradó con su presencia 380
y con su cortesía sobrehumana;
que fue nuevo Alejandro en la excelencia
del dar, que satisfizo a todo cuanto
puede mostrar real magnificencia.[1035]
Colmo de admiración, lleno de espanto, 385
entré en Madrid en traje de romero,
que es granjería el parecer ser santo;[1036]
y desde lejos me quitó el sombrero
el famoso ACEVEDO, y dijo: «A Dio,
voi siate il ben venuto, cavaliero. 390
So parlar zenoese, e tusco anch’io».
Y respondí: «La vostra signoria
sia la ben trovata, patron mio».[1037]
Topé a LUIS VÉLEZ, lustre y alegría
y discreción del trato cortesano, 395
y abracele en la calle a mediodía.
El pecho, el alma, el corazón, la mano
di a PEDRO DE MORALES, y un abrazo,
y alegre recebí a JUSTINÏANO.
Al volver de una esquina sentí un brazo 400
que el cuello me ceñía, miré cúyo,[1038]
y más que gusto me causó embarazo,
por ser uno de aquellos (no rehúyo
decirlo) que al contrario se pasaron,
llevados del cobarde intento suyo; 405
otros dos al soslayo se llegaron,
y con la risa falsa del conejo[1039]
y con muchas zalemas me hablaron.
Yo, socarrón; yo, poetón ya viejo,
volviles a lo tierno las saludes,[1040] 410
sin mostrar mal talante o sobrecejo.
No dudes, ¡oh, lector caro!, no dudes,
sino que suele el disimulo a veces
servir de aumento a las demás virtudes;
dínoslo tú, David, que, aunque pareces 415
loco en poder de Aquís, de tu cordura,
Página 236
fingiendo el loco, la grandeza ofreces.[1041]
Dejelos, esperando coyuntura
y ocasión más secreta para dalles
vejamen de su miedo o su locura.[1042] 420
Si encontraba poetas por las calles,
me ponía a pensar si eran de aquellos
huidos, y pasaba sin hablalles.
Poníanseme yertos los cabellos[1043]
de temor no encontrase algún poeta, 425
de tantos que no pude conocellos,
que, con puñal buido o con secreta[1044]
almarada me hiciese un abujero[1045]
que fuese al corazón por vía recta,
aunque no es este el premio que yo espero 430
de la fama que a tantos he adquerido
con alma grata y corazón sincero.
Un cierto mancebito cuellierg[u]ido,
en profesión poeta, y en el traje
a mil leguas por godo conocido, 435
lleno de presunción y de coraje
me dijo: «Bien sé yo, señor Cervantes,
que puedo ser poeta, aunque soy paje.
Cargastes de poetas ignorantes,
y dejástesme a mí, que ver deseo 440
del Parnaso las fuentes elegantes.
Que caducáis sin duda alguna creo.[1046]
¿Creo? No digo bien: mejor diría
que toco esta verdad y que la veo».
Otro, que, al parecer, de argentería, 445
de nácar, de cristal, de perlas y oro
sus infinitos versos componía,
me dijo, bravo cual corrido toro:
«No sé yo para qué nadie me puso
en lista con tan bárbaro decoro». 450
«Así el discreto Apolo lo dispuso
—a los dos respondí—, y en este hecho,
de ignorancia o malicia no me acuso».
Fuime con esto, y, lleno de despecho,
busqué mi antigua y lóbrega posada, 455
y arrojeme molido sobre el lecho;
que cansa, cuando es larga, una jornada.
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Adjunta al Parnaso
Algunos días estuve reparándome de tan largo viaje, al cabo de los cuales
salí a ver y a ser visto, y a recebir parabienes de mis amigos y malas vistas de
mis enemigos; que, puesto que pienso que no tengo ninguno, todavía no me
aseguro de la común suerte.
Sucedió, pues, que, saliendo una mañana del monesterio de Atocha, se
llegó a mí un mancebo, al parecer de veinte y cuatro años, poco más o menos,
todo limpio, todo aseado y todo crujiendo gorgaranes[1047]; pero con un cuello
tan grande y tan almidonado, que creí que para llevarle fueran menester los
hombros de otro Adlante[1048]. Hijos deste cuello eran dos puños chatos, que,
comenzando de las muñecas, subían y trepaban por las canillas del brazo
arriba, que parecía que iban a dar asalto a las barbas. No he visto yo yedra tan
codiciosa de subir desde el pie de la muralla donde se arrima hasta las
almenas, como el ahínco que llevaban estos puños a ir a darse de puñadas con
los codos. Finalmente, la exorbitancia del cuello y puños era tal, que en el
cuello se escondía y sepultaba el rostro y en los puños los brazos.
Digo, pues, que el tal mancebo se llegó a mí, y con voz grave y reposada
me dijo:
—¿Es, por ventura, vuesa merced el señor Miguel de Cervantes Saavedra,
el que ha pocos días que vino del Parnaso?
A esta pregunta creo, sin duda, que perdí la color del rostro, porque en un
instante imaginé y dije entre mí: «¿Si es este alguno de los poetas que puse o
dejé de poner en mi Viaje, y viene ahora a darme el pago que él se imagina se
me debe?». Pero, sacando fuerzas de flaqueza, le respondí:
—Yo, señor, soy el mesmo que vuesa merced dice; ¿qué es lo que se me
manda?
Él, luego en oyendo esto, abrió los brazos y me los echó al cuello, y sin
duda me besara en la frente si la grandeza del cuello no lo impidiera, y
díjome:
—Vuesa merced, señor Cervantes, me tenga por su servidor y por su
amigo, porque ha muchos días que le soy muy aficionado, así por sus obras
como por la fama de su apacible condición.
Oyendo lo cual, respiré, y los esp[í]ritus*, que andaban alborotados, se
sosegaron; y, abrazándole yo también, con recato de no ahajarle[1049] el
cuello, le dije:
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—Yo no conozco a vuesa merced si no es para servirle; pero por las
muestras bien se me trasluce que vuesa merced es muy discreto y muy
principal: calidades que obligan a tener en veneración a la persona que las
tiene.
Con estas pasamos[1050] otras corteses razones, y anduvieron por alto los
ofrecimientos, y, de lance en lance, me dijo:
—Vuesa merced sabrá, señor Cervantes, que yo, por la gracia de Apolo,
soy poeta, o lo menos deseo serlo, y mi nombre es Pancracio de
Roncesvalles[1051].
MIGUEL. Nunca tal creyera, si vuesa merced no me lo hubiera dicho por su
mesma boca.
PANCRACIO. Pues, ¿por qué no lo creyera vuesa merced?
MIGUEL. Porque los poetas por maravilla andan tan atildados como vuesa
merced, y es la causa que, como son de ingenio tan altaneros y remontados,
antes atienden a las cosas del espíritu que a las del cuerpo.
—Yo, señor —dijo él—, soy mozo, soy rico y soy enamorado; partes que
deshacen en mí la flojedad que infunde la poesía: por la mocedad, tengo brío;
con la riqueza, con qué mostrarle; y con el amor, con qué no parecer
descuidado.
—Las tres partes del camino —le dije yo— se tiene vuesa merced
andadas para llegar a ser buen poeta.
PANCRACIO. ¿Cuáles son?
MIGUEL. La de la riqueza y la del amor. Porque los partos*[1052] de la
persona rica y enamorada son asombros de la avaricia y estímulos de la
liberalidad, y en el poeta pobre la mitad de sus divinos partos y pensamientos
se los llevan los cuidados de buscar el ordinario sustento. Pero dígame* vuesa
merced, por su vida: ¿de qué suerte de menestra[1053] poética gasta o gusta
más?
A lo que respondió:
—No entiendo eso de «menestra poética».
MIGUEL. Quiero decir que a qué género de poesía es vuesa merced más
inclinado: ¿al lírico, al heroico o al cómico?
—A todos estilos me amaño —respondió él—, pero en el que más me
ocupo es en el cómico.
MIGUEL. Desa manera, habrá vuesa merced compuesto algunas comedias.
PANCRACIO. Muchas; pero sola una se ha representado.
MIGUEL. ¿Pareció bien?
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PANCRACIO. Al vulgo, no.
MIGUEL. ¿Y a los discretos?
PANCRACIO. Tampoco.
MIGUEL. ¿La causa?
PANCRACIO. La causa fue que la achacaron que era larga en los
razonamientos, no muy pura en los versos y desmayada en la invención.
—Tachas son esas —respondí yo— que pudieran hacer parecer mal a las
del mesmo Plauto.
—Y más —dijo él—, que no pudieron juzgalla, porque no la dejaron
acabar, según la gritaron. Con todo esto, la echó el autor[1054] para otro día;
pero, porfiar que porfiar, cinco personas vinieron apenas.
—Créame vuesa merced —dije yo— que las comedias tienen días, como
algunas mujeres hermosas; y que esto de acertarlas bien va tanto en la ventura
como en el ingenio: comedia he visto yo apedreada en Madrid que la han
laureado en Toledo, y no por esta primer desgracia deje vuesa merced de
proseguir en componerlas, que podrá ser que, cuando menos lo piense, acierte
con alguna que le dé crédito y dineros.
—De los dineros no hago caso —respondió él—, más preciaría la fama
que cuanto hay. Porque es cosa de grandísimo gusto y de no menos
importancia ver salir mucha gente de la comedia, todos contentos, y estar el
poeta que la compuso a la puerta del teatro recibiendo parabienes de todos.
—Sus descuentos[1055] tienen esas alegrías —le dije yo—, que tal vez
suele ser la comedia tan pésima, que no hay quien alce los ojos a mirar al
poeta, ni aun él para cuatro calles del coliseo[1056], ni aun los alzan los que la
recitaron, avergonzados y corridos[1057] de haberse engañado y escogídola por
buena.
—¿Y vuesa merced, señor Cervantes dijo él, ha sido aficionado a la
carátula?[1058]. ¿Ha compuesto alguna comedia?
—Sí —dije yo—, muchas; y, a no ser mías, me parecieran dignas de
alabanza, como lo fueron Los tratos de Argel, La Numancia, La gran
turquesca, La batalla naval, La Jerusalén, La Amaranta o la del mayo, El
bosque amoroso, La única y La bizarra Arsinda, y otras muchas de que no me
acuerdo. Mas la que yo más estimo y de la que más me precio fue y es de una
llamada La confusa, la cual, con paz sea dicho de cuantas comedias de capa y
espada hasta hoy se han representado, bien puede tener lugar señalado por
buena entre las mejores[1059].
PANCRACIO. ¿Y agora tiene vuesa merced algunas?
MIGUEL. Seis tengo, con otros seis entremeses[1060].
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PANCRACIO. Pues, ¿por qué no se representan?
MIGUEL. Porque ni los autores me buscan, ni yo los voy a buscar a ellos.
PANCRACIO. No deben de saber que vuesa merced las tiene.
MIGUEL. Sí saben; pero, como tienen sus poetas paniaguados[1061] y les va
bien con ellos, no buscan pan de trastrigo[1062]. Pero yo pienso darlas a la
estampa, para que se vea de espacio lo que pasa apriesa y se disimula, o no se
entiende, cuando las representan. Y las comedias tienen sus sazones y
tiempos, como los cantares.
Aquí llegábamos con nuestra plática, cuando Pancracio puso la mano en
el seno y sacó dél una carta con su cubierta[1063], y, besándola[1064], me la
puso en la mano. Leí el sobrescrito[1065] y vi que decía desta manera:
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Y él respondió:
—Cómo fui, fue por mar, y en una fragata que yo y otros diez poetas
fletamos en Barcelona; cuándo fui, fue seis días después de la batalla que se
dio entre los buenos y los malos poetas; a qué fui, fue a hallarme en ella, por
obligarme a ello la profesión mía.
—A buen seguro —dije yo— que fueron vuesas mercedes bien recebidos
del señor Apolo.
PANCRACIO. Sí fuimos, aunque le hallamos muy ocupado a él y a las
señoras Piérides[1070], arando y sembrando de sal todo aquel término del
campo donde se dio la batalla. Preguntele para qué se hacía aquello, y
respondiome que, así como de los dientes de la serpiente de Cadmo habían
nacido hombres armados, y de cada cabeza cortada de la Hidra que mató
Hércules habían renacido otras siete, y de las gotas de la sangre de la cabeza
de Medusa se había llenado de serpientes toda la Libia[1071], de la mesma
manera, de la sangre podrida de los malos poetas que en aquel sitio habían
sido muertos comenzaban a nacer, del tamaño de ratones, otros poetillas
rateros, que llevaban camino de henchir toda la tierra de aquella mala
simiente; y que por esto se araba aquel lugar y se sembraba de sal, como si
fuera casa de traidores.
En oyendo esto, abrí luego la carta y vi que decía:
Apolo délfico
A Miguel de Cervantes Saavedra,
salud
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No sé si del ruido de la batalla o del vapor que arrojó de sí la tierra
empapada en la sangre de los contrarios, me han dado unos váguidos de
cabeza, que verdaderamente me tienen como tonto, y no acierto a escribir
cosa que sea de gusto ni de provecho; así, si vuesa merced viere por allá que
algunos poetas, aunque sean de los más famosos, escriben y componen
impertinencias y cosas de poco fruto, no los culpe ni los tenga en menos, sino
que disimule con ellos; que, pues yo, que soy el padre y el inventor de la
poesía, deliro y parezco mentecato, no es mucho que lo parezcan ellos.
Envío a vuesa merced unos privilegios, ordenanzas y advertimientos
tocantes a los poetas; vuesa merced los haga guardar y cumplir al pie de la
letra, que para todo ello doy a vuesa merced mi poder cumplido, cuanto de
derecho se requiere.
Entre los poetas que aquí vinieron con el señor Pancracio Roncesvalles, se
quejaron algunos de que no iban en la lista de los que Mercurio llevó a
España, y que así, vuesa merced no los había puesto en su Viaje. Yo les dije
que la culpa era mía y no de vuesa merced; pero que el remedio deste daño
estaba en que procurasen ellos ser famosos por sus obras, que ellas por sí
mismas les darían fama y claro renombre, sin andar mendigando ajenas
alabanzas.
De mano en mano, si se ofreciere ocasión de mensajero, iré enviando más
privilegios y avisando de lo que en este monte pasare. Vuesa merced haga lo
mesmo, avisándome de su salud y de la de todos los amigos.
Al famoso Vincente Espinel dará vuesa merced mis encomiendas, como a
uno de los más antiguos y verdaderos amigos que yo tengo.
Si don Francisco de Quevedo no hubiere partido para venir a Sicilia[1072],
donde le esperan, tóquele[1073] vuesa merced la mano, y dígale que no deje de
llegar a verme, pues estaremos tan cerca; que cuando aquí vino, por la súbita
partida, no tuve lugar de hablarle.
Si vuesa merced encontrare por allá algún tránsfuga de los veinte que se
pasaron al bando contrario, no les diga nada, ni los aflija; que harta mala
ventura tienen, pues son como demonios, que se llevan la pena y la confusión
con ellos mesmos doquiera que vayan.
Vuesa merced tenga cuenta con su salud, y mire por sí, y guárdese de mí,
especialmente en los caniculares[1074]; que, aunque le soy amigo, en tales días
no va en mi mano, ni miro en obligaciones ni en amistades.
Al señor Pancracio Roncesvalles téngale vuesa merced por amigo, y
comuníquelo; y pues es rico, no se le dé nada que sea mal poeta.
Y con esto, nuestro Señor guarde a vuesa merced como puede y yo deseo.
Página 243
Del Parnaso, a 22 de julio, el día que me calzo las espuelas para subirme
sobre la Canícula, 1614.
Página 244
Ítem, se advierte que todo poeta no se desprecie de decir que lo es; que si
fuere bueno, será digno de alabanza; y si malo, no faltará quien lo alabe; que
cuando nace la escoba[1081], etc.
Ítem, que todo buen poeta pueda disponer de mí y de lo que hay en el
cielo a su beneplácito; conviene a saber: que los rayos de mi cabellera los
pueda trasladar y aplicar a los cabellos de su dama, y hacer dos soles sus ojos,
que conmigo serán tres, y así andará el mundo más alumbrado; y de las
estrellas, signos y planetas puede servirse de modo que, cuando menos lo
piense, la tenga hecha una esfera celeste.
Ítem, que todo poeta a quien sus versos le hubieren dado a entender que lo
es, se estime y tenga en mucho, ateniéndose a aquel refrán: «Ruin sea el que
por ruin se tiene»[1082].
Ítem, se ordena que ningún poeta grave haga corrillo en lugares públicos
recitando sus versos; que los que son buenos, en las aulas de Atenas se habían
de recitar, que no en las plazas.
Ítem, se da por aviso particular que si alguna madre tuviere hijos
pequeñuelos traviesos y llorones, los pueda amenazar y espantar con el
coco[1083], diciéndoles: «Guardaos, niños, que viene el poeta fulano, que os
echará con sus malos versos en la sima de Cabra o en el pozo Airón»[1084].
Ítem, que los días de ayuno no se entienda que los ha quebrantado el poeta
que aquella mañana se ha comido las uñas al hacer de sus versos.
Ítem, se ordena que todo poeta que diere en ser espadachín, valentón* y
arrojado, por aquella parte de la valentía se le desagüe[1085] y vaya la fama
que podía alcanzar por sus buenos versos.
Ítem, se advierte que no ha de ser tenido por ladrón el poeta que hurtare
algún verso ajeno y le encajare entre los suyos, como no sea todo el concepto
y toda la copla entera, que en tal caso tan ladrón es como Caco[1086].
Ítem, que todo buen poeta, aunque no haya compuesto poema heroico, ni
sacado al teatro del mundo obras grandes, con cualesquiera, aunque sean
pocas, pueda alcanzar renombre de divino, como le alcanzaron Garcilaso de la
Vega, Francisco de Figueroa, el capitán Francisco de Aldana y Hernando de
Herrera.
Ítem, se da aviso que si algún poeta fuere favorecido de algún príncipe, ni
le visite a menudo ni le pida nada, sino déjese llevar de la corriente de su
ventura; que el que tiene providencia de sustentar las sabandijas de la tierra y
los gusarapos del agua[1087], la tendrá de alimentar a un poeta, por sabandija
que sea.
Página 245
En suma, estos fueron los privilegios, advertencias y ordenanzas que
Apolo me envió y el señor Pancracio de Roncesvalles me trujo, con quien
quedé en mucha amistad; y los dos quedamos de concierto de despachar un
propio[1088] con la respuesta al señor Apolo, con las nuevas desta corte.
Darase noticia del día, para que todos sus aficionados le escriban.
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Poesías atribuidas
38
A un ermitaño[1089]
Página 247
39
A un valentón metido a pordiosero[1094]
Página 248
40
Contra Lope de Vega[1099]
Página 249
41
Contra la poesía[1103]
Página 250
Galería de poetas
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solamente un soneto en la traducción de Los Lusiadas de Garcés (Toribio
Medina, 1926, págs. 21-26).
Aguilar, Pedro de (VP, III, vv. 56-57)
Aunque se puede relacionar con el alférez ficticio del Quijote (I, 39) que
compone los dos sonetos a la pérdida de La Goleta y se podría entender
como una autoalabanza, parece que se trata de un despiste de Cervantes
por Gaspar de Aguilar, otro ingenio valenciano que también participaba
en la Academia de los Nocturnos y al que se elogia tanto en el Quijote (I,
58) por la comedia El mercader amante como en el prólogo a las Ocho
comedias por su «agudeza» (pág. 17).
Alcañices, marqués de (VP, II, vv. 277-282)
Don Álvaro Antonio Enríquez de Almansa era comendador de la Orden
de Santiago y un personaje importante de las cortes de Felipe III y Felipe
IV. Tenía una cierta relación con Cervantes, según refleja el soneto («Si
en el moral ejemplo y dulce aviso») que presenta en los preliminares de
las Novelas ejemplares.
Alcázar, Baltasar del (CC, vv. 385-392)
La vida de Alcázar (1530-1606) discurre entre actividades comerciales, el
mecenazgo de los duques de Alcalá de los Gazules y otros cargos
políticos (alcaide y alcalde mayor). Es un ingenio especialmente hábil en
el epigrama y la poesía jocosa, por lo que se le conoce como el «Marcial
sevillano».
[Alemán, Mateo] (VP, II, vv. 295-297)
Ingenio sevillano de origen converso que se dedicaba a los negocios y
logró pasar a las Indias, Alemán (1547-1614) es el gran rival de Cervantes
en el marco de la novela del momento. Se le conoce esencialmente por el
Guzmán de Alfarache (Madrid, Várez de Castro, 1599 y Lisboa, Pedro
Craasbeck, 1604), donde aparece un epigrama de Espinel y un elogio de
Alonso de Barros, en cuya Filosofía cortesana se encuentra un soneto
cervantino (núm. 16). Este dardo cervantino del Viaje es propuesta de
Márquez Villanueva (1995, págs. 278-282).
Alfonso, Gaspar (CC, vv. 249-256)
Tradicionalmente se suele identificar con el poeta Gaspar Alfonso, que se
recuerda por su temprana muerte en el Desengaño de Amor en rimas
(Madrid, Viuda de Alonso Martín, 1623) de Soto de Rojas (SB).
Almendárez (o Almendáriz), Julián de (VP, VII, vv. 310-312)
Poeta de Salamanca, es el autor del Patrón salmantino o vida de san Juan
Fecundo (Barcelona, Esteban Libreros, 1622), un largo poema
Página 252
hagiográfico.
Alvarado, Pedro de (CC, vv. 625-632)
Seguramente se trate de un descendiente del conquistador Pedro de
Alvarado, gobernador de Guatemala, pero no se sabe con certeza ni se
conoce ninguno de sus poemas (Toribio Medina, 1926, págs. 27-28).
Angulo, Gregorio de (VP, VII, vv. 208-213)
Personaje toledano, era doctor en leyes y desempeñó los cargos de regidor
de su ciudad y regente en Nápoles. Era buen amigo de Lope, que le dedica
una epístola poética, y de otros ingenios como Rufo y Valdivielso.
Aponte (VP, I, v. 52)
Ingenio de identidad enigmática, puede tratarse del jesuita Marcelo de
Aponte y Ávalos, profesor de Gramática en Toledo, lo que justificaría el
elogio del «buen decir» (HG), pero también se han propuesto al notario
Pedro Jerónimo de Aponte, el obispo Aponte de Quiñones y el licenciado
Gonzalo de Aponte, del Consejo de Indias (SB).
Arbolánchez (Arbolanche), [Jerónimo de] (VP, VII, vv. 91-93 y 178-183)
Poeta navarro (1546-1572), autor de Las Abidas (Zaragoza, Juan Millán,
1566), larga novela de género misceláneo con poemas injertos y un estilo
farragoso que se suele relacionar con la poética gongorina, por lo que
Cervantes se burla de este ejemplo de mal poeta. Es uno de los pocos
ingenios fallecidos que aparecen en el texto.
Argensola, Bartolomé de (CC, vv. 745-752; VP, II, vv. 163-192 y VII, vv.
280-288)
El menor de los hermanos Argensola (1562-1631) fue estudiante en la
Universidad de Salamanca, y luego desarrolló su actividad como poeta e
historiador entre Valladolid y Madrid. Junto a su hermano, fue protegido
del duque de Villahermosa y encabezaron la corte del conde de Lemos en
Nápoles.
Argensola, Lupercio Leonardo de (CC, vv. 737-744; VP, III, vv. 163-192 y
VII, vv. 250-255)
Poeta e historiador, el mayor de los Argensola (1559-1613) estuvo al
servicio de la emperatriz María de Austria, entre otros cargos. Cervantes
lo elogia en el Quijote (I, 48) como «famoso poeta destos reinos» por sus
tragedias Isabela, Filis (perdida) y Alejandra. No obstante, seguramente
se da un distanciamiento cuando los hermanos Argensola no lo
seleccionan para formar parte de la corte literaria que iría a Nápoles con el
conde de Lemos. Es autor de la manuscrita Información de los sucesos del
reino de Aragón en los años 1590 y 1591 sobre el caso de Antonio Pérez.
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Sus poesías aparecen póstumamente junto con las de su hermano (Rimas,
Zaragoza, [s. i.], 1634).
Argote y de Gamboa, Juan de (VP, IV, vv. 410-412, 415-417)
Quizá sea un capitán que recuerda Cabrera de Córdoba en la Historia de
Felipe II (IV, cap. 6), pero en verdad nada se sabe de este personaje.
Arguijo, Juan de (VP, III, vv. 352-357)
Ingenio y regidor sevillano (1567-1622) bien conocido en la época por
una serie de poemas recogidos en las Flores de Espinosa y por una
academia poética que acogía en su casa, en la que quizá participara
Cervantes durante su etapa en Sevilla.
Arias [Girón], Félix (VP, II, vv. 82-87)
Hijo del conde de Puñonrostro, fue un famoso capitán y de su faceta
poética se conoce un soneto al frente de las Diversas rimas de Espinel.
Artieda, Micer [Andrés Rey de] (CC, vv. 809-816; VP, III, vv. 76-81)
Véase Rey de Artieda, Micer Andrés.
Ataíde, Antonio de (VP, VII, vv. 73-81)
Militar, político y conde de Castanheira y de Castro Daire, fue capitán
general de la Armada de Portugal y embajador extraordinario de Felipe IV
en Alemania. Puede que coincidiera con Cervantes en la expedición de la
isla Tercera (1581) a las órdenes del marqués de santa Cruz.
Ávalos y Ribera, Juan de (CC, vv. 553-560)
Poeta y soldado nacido en Lima (h. 1553-1622), es hijo del conquistador
Nicolás de Ribera el Viejo y el elogio recuerda su estancia en España.
Ávila, Gaspar de (VP, VII, vv. 58-59)
Personaje murciano, era calígrafo, dramaturgo y secretario de la marquesa
del Valle. Cervantes lo recuerda una vez más en el prólogo a sus comedias
por Las fullerías de amor (pág. 17).
Balbuena, Bernardo de (VP, II, vv. 205-207)
Doctor e ingenio de La Mancha (1563-1627), viaja muy joven a las Indias
y llega a ser obispo de San Juan de Puerto Rico. Es uno de los pocos casos
en los que Cervantes calla el nombre del poeta y menciona solo el título
de una de sus obras, y es conocido fundamentalmente por la Grandeza
mexicana (México, Melchior Ocharte, 1604), la novela pastoril Siglo de
oro en las selvas de Erífile (Madrid, Alonso Martín, 1608) y el poema
épico El Bernardo o victoria de Roncesvalles (Madrid, Diego Flamenco,
1624).
Balmaseda, Andrés [Carlos] de (VP, II, vv. 157-162)
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Poeta toledano del que apenas se conoce nada; es posible que conociera a
Cervantes, pues los dos aportan sonetos para la Segunda parte de las
rimas de Lope (justo antes de La Dragontea) (el poema cervantino es el
núm. 27).
Barahona de Soto, Luis (CC, vv. 513-520; VP, III, vv. 358-363)
También conocido como Soto Barahona (CC), era poeta y médico (1548-
1595) con estudios en la Universidad de Granada, sirve al duque de Osuna
y se relaciona con Hurtado de Mendoza y con el grupo poético sevillano.
Se conoce sobre todo por Las lágrimas de Angélica (Granada, Hugo de
Mena, 1586) y en el Quijote se le menciona como «uno de los famosos
poetas del mundo» (I, 6) (Cruz Casado, 1999), siendo el único poeta junto
a Virués elogiado en las tres obras. No tiene mucho sentido que la
referencia del Viaje del Parnaso sea a un tal Luis Barahona Zapata,
cortesano de quien se conocen escasos poemas (RM y HG).
Barrionuevo, Gaspar de (VP, III, vv. 118-123)
Ingenio toledano, fue contador de la armada del marqués de Santa Cruz y
un gran amigo de Lope de Vega, que le dedica una epístola poética. Tiene
algún poema en la Relación de las fiestas que la imperial Toledo hizo al
nacimiento del príncipe nuestro señor Felipe IV (Madrid, Luis Sánchez,
1605) y en el Elogio del juramento del serenísimo príncipe don Felipe
Domingo (Madrid, Miguel Serrano de Vargas, 1608) de Luis Vélez de
Guevara. En el entremés Triunfo de los coches representado en Nápoles se
burla de un personaje de nombre Cervantes, aunque solo se imprime en
1617 (Madroñal, 1993b).
Bateo, Juan (VP, IV, vv. 424-426)
John Bath, poeta inglés conocido por algunos poemas latinos en La liga
deshecha de Vasconcelos y el Pentecontarchus de Ramírez de Prado.
Becerra, Domingo de (CC, vv. 401-408)
Doctor y presbítero sevillano, Becerra es conocido tanto por su traducción
castellana del Galateo (1558) de Giovanni della Casa como por haber sido
compañero de cautiverio de Cervantes hasta que ambos fueron rescatados
en 1580.
Bermúdez [y Carvajal], Fernando (VP, II, vv. 202-204)
Gentilhombre y camarero del duque de Sesa, compone un poema («Hizo
la memoria clara») para los preliminares de las Novelas ejemplares de
Cervantes y otros textos, como el Robo de Proserpina de Faría y varias
obras de Lope (Los pastores de Belén, Madrid, Juan de la Cuesta, 1612;
Rimas sacras, Madrid, Viuda de Alonso Martín, 1614).
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Berrío, Gonzalo Mateo de (CC, vv. 505-512)
Jurisconsulto de Granada (1554-h. 1628), fue el creador de las comedias
de moros y cristianos, a decir de Rojas Villandrando (El viaje entretenido,
1603). Tiene poemas en las Flores (1605) de Espinosa y en los
preliminares de otras obras como El peregrino indiano (Madrid, Pedro
Madrigal, 1599) de Antonio de Saavedra Guzmán y la Milicia y
descripción de las Indias (Madrid, Pedro Madrigal, 1599) de Bernardo
Vargas Machuca.
Biedma (VP, VII, vv. 55-57)
Puede tratarse de Hernando de Biedma, del que se concen algunos poemas
manuscritos y la Vida de Alejandro Magno (Madrid, Imprenta del reino,
1634) (SB), o bien Fernán Ruiz de Biedma, ingenio que aparece entre los
poetas participantes en la justa poética en honor de san Isidro (1622)
(HG).
Cabrera [de Córdoba], Luis (VP, II, vv. 100-111)
Además de ser cortesano al servicio de la reina Margarita de Austria,
Cabrera de Córdoba (1559-1623) era uno de los historiadores más
célebres de su tiempo, autor tanto de un manual teórico (De historia: para
entenderla y escribirla, Madrid, Luis Sánchez, 1611) como de una
Historia de Felipe II, rey de España (Madrid, Luis Sánchez, 1619), y
hasta de poemas.
Cairasco [de Figueroa], Bartolomé (CC, vv. 633-640)
Poeta realmente de las islas Canarias, a medio camino entre España y las
Indias, Cairasco (h. 1538-1610), era famoso por los versos esdrújulos
(sdruccioli) que Cervantes imita en la octava, además de dramaturgo y
traductor. Su producción poética puede verse en el Templo militante
(Valladolid, Luis Sánchez, 1602, con varias ediciones posteriores).
Calatayud [y Sandoval], Francisco de (VP, I, vv. 35-45)
Poeta del grupo sevillano, fue contador de la Casa de Contratación de
Sevilla y secretario de Felipe IV.
Caldera, Benito de (CC, vv. 273-280)
Poeta portugués que, además de trasladar al español Los Lusiadas (Alcalá
de Henares, Juan Gracián, 1580) de Camões, acompaña a Cervantes con
un soneto en los preliminares del Comentario de Mosquera de Figueroa.
Véase C. B. Johnson (1986), sobre el sentido de este guiño portugués en
La Galatea.
Calvo, [Sebastián de Nieva] (VP, IV, vv. 404-405)
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Sacerdote toledano y amigo de Valdivielso, poco se sabe de su faceta
poética.
Campuzano, doctor [Francisco de] (CC, vv. 97-104)
Médico de la casa real, colabora con poemas preliminares en varias obras
de amigos de Cervantes: El pastor de Fílida de Gálvez de Montalvo, el
Jardín espiritual de Pacheco y el Cancionero de López Maldonado, que
en los dos últimos irían al lado de sonetos cervantinos.
Cangas, Fernando de (CC, vv. 361-368)
Poeta estimado en su tiempo (elogiado por Juan de la Cueva y Cristóbal
de Mesa) y apenas conocido hoy en día, Herrera lo recuerda con
frecuencia en las Anotaciones a Garcilaso.
Cantoral, [Jerónimo de Lomas] (CC, vv. 713-720)
Hidalgo (1542-h. 1600) al servicio de don Juan de Zúñiga, conde de
Miranda, se trata del líder del grupo poético de Valladolid. Celebra a sus
compañeros en el «Canto pinciano» de sus Obras (Madrid, Pierres Cosin,
1578).
Capataz, Juan Baptista (VP, IV, vv. 298-303)
Fraile trinitario y amigo de Cervantes, se encargaba de la aprobación de
libros, entre los que se encuentran las Novelas ejemplares. Por el
contrario, no se conoce ninguno de sus poemas.
Carranza, [Jerónimo Sánchez de] (CC, vv. 417-424)
Capitán y comendador formado en el círculo de Mal Lara y Herrera, sirve
al duque de Medina Sidonia como militar y preceptor de esgrima.
Justamente, se le conoce por su Libro que trata de la filosofía de las
armas y de su destreza (Sanlúcar de Barrameda, Imprenta del autor,
1582), al que se refiere Cervantes en este pasaje y en otros lugares del
Quijote (Merich, 2007).
Carrociolo [Caracciolo, Troiano] (VP, VIII, vv. 349-351)
Troyano Caracciolo forma parte de una familia de duques y príncipes de
Melfi que solían dedicar su vida a las armas y eran también mecenas de
las artes.
Carvajal, Gutierre (CC, vv. 65-72)
Poeta desconocido, posiblemente relacionado con los Carvajales de
Plasencia (Cáceres) y al que tal vez conociera Cervantes en Italia (LL).
Carvajal, Juan de (VP, V, vv. 286-291)
Puede tratarse del médico y catedrático de la Universidad de Sevilla que
publica la Breve comisión de doctores antiguos para saber de pestilencia
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(Sevilla, Rodrigo de Cabrera, 1599) y el tratado Utilidades de la nieve
(Sevilla, Simón Fajardo, 1622), pero nada se sabe de su actividad poética.
Casanate, Juan Luis de (VP, III, vv. 112-117)
Jurisconsulto aragonés y durante un tiempo catedrático en la Universidad
de Zaragoza, hace carrera como importante hombre de leyes en la corte,
pero no se sabe nada de su poesía. Debido a que fue arcipreste de Daroca
y a que siempre figura solo con un nombre, quizá se podría enmendar en
«mosén Luis de Casanate», si se entiende que se debe a un error del
cajista (HG). Además, es probable que sea pariente de Agustín de
Casanate Rojas del epigrama latino que precede al Viaje del Parnaso.
[Castellanos, Agustín] (VP, II, vv. 415-417)
Discípulo y amigo de Lope, en varios textos se alude a su falta de ingenio
poético, pero se conoce el texto de alguna de sus comedias, como
Mientras yo podo las viñas, de tema histórico. Puede que participara en la
Academia del conde de Fuensalida en Toledo (San Román, 1935).
Castro, Guillén de (VP, III, vv. 52-54)
Dramaturgo valenciano, Castro (1569-1631) era miembro de la Academia
de los Nocturnos y lograría el hábito de Santiago. En el prólogo a las
Ocho comedias se presenta como ejemplo de «suavidad y dulzura»
(pág. 17), aunque solo más adelante publica su Primera parte de comedias
(Valencia, Felipe Mey, 1618).
Castro, Jerónimo de (VP, III, vv. 406-417)
Poeta y músico que fue albacea del testamento de Espinel; se le menciona
por su habilidad como cantor.
Cejudo, fray Miguel (VP, II, vv. 211-216)
De Valdepeñas, Cejudo era eclesiástico, humanista y caballero del hábito
de Calatrava. Formaba parte del círculo de amigos de Lope, como prueban
los poemas que acompañan a la Arcadia, el Isidro y otras obras. En los
preliminares de La hermosura de Angélica con otras rimas presenta dos
textos junto a otro de Cervantes (núm. 27) (Inamoto, 2004).
Cepeda, [Baltasar de] (VP, VII, vv. 67-69)
Ingenio andaluz, tiene poemas en las Reales exequias por la muerte de
Felipe II (Valencia, Diego de la Torre, 1600) de Juan Alonso de Almela y
en las misceláneas Flores de Espinosa.
Cervantes Saavedra, Gonzalo (CC, vv. 489-496)
Poeta y soldado de origen cordobés, es un pariente lejano de Cervantes
que participa igualmente en la batalla de Lepanto en la que probablemente
se conocerían y más adelante viaja a las Indias (1594), pero fallece en un
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naufragio. En El perfecto regidor de Castilla y Aguayo hay algún poema
suyo.
Cid, Miguel (VP, II, vv. 46-48)
Ingenio de Sevilla, era poeta religioso («santo») del que se conocen
algunos poemas en la Relación de la fiesta que se hizo en Sevilla a la
beatificación del glorioso San Ignacio (Sevilla, Luis Estupiñán, 1610) de
Francisco Luque Fajardo y en la Historia de Nuestra Señora de Aguas
Santas (Sevilla, Matías Clavijo, 1611) de Alonso Díaz y, más adelante,
unas Justas sagradas a la virgen santísima María (Sevilla, Simón
Faxardo, 1647).
Coloma [y Cardona], Juan (CC, vv. 777-784)
Cortesano y conde de Elda (v. 783), Coloma (h. 1521-1586), fue virrey y
capitán general del reino de Cerdeña. Además de algunos poemas sueltos
en el Cancionero general de obras nuevas (Zaragoza, 1554) de Esteban
de Nájear, es autor de la Década de la Pasión de nuestro redemptor
Jesucristo (Cagliari, Vincencio Sembenino, 1576), que también recoge el
Cántico de su gloriosa Resurrección (Cátedra, 2012).
Córdoba, maestro [Juan de] (CC, vv. 137-144)
Maestro en Teología y arcipreste de Buitrago, colaboraba con don Gaspar
de Quiroga, cardenal de Toledo. Era amigo de Lope, quien aplaude su
ingenio El laurel de Apolo y El peregrino en su patria. También colabora
con un poema latino en las Diversas rimas de Espinel.
Correa de la Cerda, Fernando (VP, VII, vv. 73-81)
Ingenio portugués, era militar y abogado, que dejó manuscritos los
poemas heroicos Imperio lusitano y El pastor de Guadalupe.
Cuevas [(o Cueva) y Silva], Francisco de las (CC, vv. 657-664; VP, II, vv.
283-288)
Jurisconsulto famoso de Medina del Campo, Cueva y Silva (h. 1550-
1628) fue también poeta y dramaturgo muy apreciado por Lope, además
de elogiado por Quevedo y otros ingenios. Tiene un soneto en las Flores
de poetas ilustres de Espinosa.
Cuevas, Juan de las (CC, vv. 449-456)
Más conocido como Juan de la Cueva (1543-1612), es uno de los
dramaturgos más relevantes de finales del siglo XVI. Para entonces ya
había publicado una recopilación poética (Obras, Sevilla, Andrea
Pescioni, 1582) y la Primera parte de las comedias y tragedias (Sevilla
Andrea Pescioni, 1583). Además, el Viaje de Sannio (1585) de Juan de la
Cueva es uno de los modelos para el Viaje del Parnaso.
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Daza, licenciado (CC, vv. 121-128)
Posiblemente sea Bernardino Daza Pinciano, traductor en rimas
castellanas de los Emblemas (Lyon, Guillaume Rouille, 1549) de Alciato
(SR). Menos firme parece la candidatura de su hermano Dionisio Daza
Chacón, médico y militar que participa en la batalla de Lepanto y otras
contiendas, escribe el tratado Práctica y teórica de cirugía en romance y
latín (Valladolid, Bernardino de San Domingo, 1584, con una segunda
parte en 1595) y ejerce como médico real (Fernández-Cañadas de
Greenwood, 1984-1985, págs. 16-19, LL).
Díaz, Francisco (núm. 18; CC, vv. 145-152)
Doctor en Medicina y maestro en Filosofía por la Universidad de Alcalá
de Henares, Díaz (h. 1527-1590) fue cirujano de cámara de Felipe II que
destaca por ser uno de los padres fundadores de la moderna urología, a la
par que con sus obras (como el Compendio de cirurgía, Madrid, Pedro
Cosin, 1575) contribuye al auge del castellano como lengua científica.
Presenta una cierta afinidad con Cervantes, de quien guardaba varias
obras en su biblioteca, y este contribuye con un soneto posliminar (núm.
18) al Tratado… de todas las enfermedades de los riñones, vejiga y
carnosidades de la verga y urina (Madrid, Francisco Sánchez, 1580).
Entre las pocas pistas que se conocen de su actividad poética, tiene un
poema preliminar en La conquista que hicieron… los reyes don Fernando
y doña Isabel en el reino de Granada (Madrid, 1590) de Duarte Dias
(Fernández-Cañadas de Greenwood, 1984-1985, págs. 15-16; Maganto
Pavón, 1990; Egido, 2010).
Durán, Diego [González] (CC, vv. 201-208)
Personaje poco conocido, a su nombre hay dos poesías en los preliminares
del Cancionero de López Maldonado y en las Primeras tragedias
españolas (Madrid, Francisco Sánchez, 1577) de Antonio de Silva (fray
Jerónimo Bermúdez) (LB, SB).
Enciso, [Bartolomé López de] (VP, II, vv. 163-165)
Autor del Desengaño de celos (Madrid, Francisco Sánchez, 1586), novela
pastoril condenada «al brazo seglar» en el Quijote (I, 6), junto a los textos
de Bernardo de la Vega y González de Bobadilla.
Ercilla, Alonso de (CC, vv. 25-32)
Cortesano del entorno de Felipe II, Ercilla (1533-1594) viaja por Europa y
embarca a las Indias, donde participa en la conquista de Arauco que narra
en La Araucana (con tres partes publicadas en 1569, 1578 y 1589, solo
completa en 1590), primer ejemplo de poema épico americano y uno de
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«los mejores [libros] que en verso heroico en lengua castellana están
escritos» (Don Quijote, I, 6), junto a La Austriada de Rufo y El
Monserrato de Virués. Es muy posible que Ercilla y Cervantes fueran
amigos.
Escobar, Baltasar de (CC, vv. 433-440)
Con formación en leyes, del poeta Escobar recuerda Cervantes la etapa en
Italia como secretario del conde de Olivares y su interés por la poesía
épica, que le lleva a ser uno de los primeros introductores de las ideas de
Tasso en España (Caravaggi, 1978).
España [y Moncada], Juan de (VP, II, vv. 172-174)
Cortesano y caballero de Santiago que también ensalza Lope en el Laurel
de Apolo; apenas se conoce nada sobre su obra poética.
Espinel, Vicente (CC, vv. 409-416; VP, II, vv. 148-150 y Adjunta)
Durante toda su vida, Espinel (1550-1624) se mueve entre las letras, la
música y la carrera militar, que le lleva a Italia y le depara diferentes
aventuras, que recrea en la Vida del escudero Marcos de Obregón
(Madrid, Juan de la Cuesta, 1618), una novela picaresca. Cervantes lo
recuerda por su doble doble faceta de poeta y músico. El elogio de
escritores «La casa de la Memoria» que incluye en sus Diversas rimas
(Madrid, Luis Sánchez, 1591) se relaciona directamente con el «Canto de
Calíope» y regala un encomio de Cervantes.
Espinosa, Silvestre de (CC, vv. 833-840)
Parece tratarse del autor del poema épico Segunda parte del Orlando
(Zaragoza, Pedro Bernuz, 1555), que también se celebra en el «Canto del
Turia» (SB).
Esquilache, príncipe de (VP, II, vv. 253-258)
Don Francisco de Borja y Aragón (1582-1658) fue virrey del Perú y poeta
que se dio a conocer con las Obras en verso (Madrid, Diego Díaz de la
Carrera, 1648).
Estrada, Alonso de (CC, vv. 545-552)
Personaje (h. 1540-1610) con muchas sombras, del que apenas se sabe de
su traslado al Perú desde sus orígenes sevillanos (Toribio Medina, 1926,
págs. 33-35).
Falcón (o Falcó) [y Segura, Jaime Juan] (CC, vv. 801-808)
Poeta y matemático valenciano, Falcón (1522-1594) era famoso por sus
epigramas latinos, que fueron recopilados en los Operum poeticorum
(Mantua, Pedro Madrigal, 1600) al cuidado de Manuel Sousa Coutinho.
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Por ello, Gracián lo bautiza como «Marcial de Valencia» (Agudeza y arte
de ingenio). Se le elogia igualmente en el «Canto del Turia» de Gil Polo.
Farías, Francisco de (VP, II, vv. 181-189)
Conocido como Faría, era un canónigo, doctor y poeta granadino, autor
del Robo de Proserpina (Madrid, Alonso Martín, 1608), una traducción de
Claudiano.
Fernández de Pineda, Rodrigo (CC, vv. 601-608)
Poeta peruano del que consta un poema preliminar en la traducción
castellana de Petrarca de Garcés y que posiblemente residía en España en
torno a la década de 1580, tal como deja intuir el final del elogio
cervantino (Toribio Medina, 1926, págs. 36-39).
Fernández de Sotomayor, Gonzalo (CC, vv. 585-592)
Ingenio del que nada se sabe, aparte de que dedica un soneto a El
Marañón de Aguilar, que lo precede en el catálogo cervantino (Toribio
Medina, 1926, págs. 40-41).
Ferrer [de Cardona], Luis de (VP, III, vv. 46-48)
Caballero valenciano que participaba en la Academia de los Nocturnos,
era mecenas y poeta de certámenes, además de caballero de Santiago (v.
47).
Figueroa, [Cristóbal Suárez de] (VP, II, vv. 232-237)
Ver Suárez de Figueroa, Cristóbal.
Figueroa, Francisco de (CC, vv. 857-888; y Adjunta, «Privilegios»)
Buen representante del ideal de armas y letras, Figueroa (1530-1580) fue
soldado en Italia, posible miembro de alguna academia literaria y contino
del rey Felipe II. También conocido como el «divino Figueroa» (según
etiqueta de Cristóbal de Mesa), su poesía se publica post mortem en las
Obras (Lisboa, Pedro Craesbeeck, 1625). Junto a Laínez, comparte el
honor de cerrar el «Canto de Calíope» con el elogio más extenso, al que se
suma el homenaje de presentarlo como el pastor Tirsi de La Galatea. Los
tres poetas se conocieron posiblemente en Alcalá de Henares en torno a
1567-1568 (Schevill, 1925).
Frías [y Balboa], Damasio (CC, vv. 689-696)
Ingenio de origen americano, de niño cruza a España y cursa estudios en
la Universidad de Salamanca. Es conocido sobre todo por sus diálogos en
prosa y sus sátiras literarias, como las invectivas contra el Inventario de
Villegas y las Anotaciones de Herrera.
Galarza, Antonio de (VP, II, vv. 382-384)
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Apenas se sabe nada de este joven poeta, que reaparece en el prólogo al
teatro cervantino como un dramaturgo con «agudo ingenio» que tiene las
obras en proceso («en jerga», pág. 17).
Galindo, [Gregorio] (VP, VII, vv. 70-72)
Parece tratarse de un preceptor de Gramática del que se conserva algún
poema en el tratado Conserva espiritual (Medina del Campo, Francisco
del Canto, 1588) de Joaquín Romero de Cepeda, aunque se ha formulado
que podría ser de Martín Galindo, que servía en Nápoles al duque
Filiberto de Saboya (HG).
Garay, Francisco (CC, vv. 129-136)
Originario de Soria y doctor por la Universidad de Alcalá de Henares, es
posible que se decantara por la carrera eclesiástica. Se le conocen algunas
poesías manuscritas y fue elogiado por Lope de Vega y Espinel
(Lissorgues, 1980).
Garcerán [de Borja, Pedro] Luis (CC, vv.785-792)
Hijo del III duque de Gandía, fue soldado y político al servicio de Felipe
II, además de último maestre de la Orden de Montesa. Se le elogia ya en
el «Canto del Turia» de Gil Polo.
Garcés, Enrique (o Henrique) (CC, vv. 593-600)
Portugués (1532-1593) emigrado al Perú en 1549 para trabajar en la
explotación minera, regresa a España para publicar tres traducciones al
castellano: Los Lusiadas, las poesías de Petrarca que elogia Cervantes y el
tratado De reino y de la institución del que ha de reinar (todos en Madrid,
Guillermo Droy, 1591) de Patrizi (Toribio Medina, 1926, págs. 42-55).
Gentil de Vargas, Antonio (VP, IV, vv. 442-447)
Vargas Gentil era un poeta genovés del que solo se conoce un poema en la
Justa poética (1620) de san Isidro. Para HG el cambio de orden de los
apellidos revela una mínima relación con Cervantes o una inclusión «de
rellano».
Gil Polo, Gaspar (CC, vv. 817-824)
Se trata del autor (1530-1584) de la Diana enamorada (Valencia, Juan
Mey, 1564), novela pastoril elogiada en el Quijote (I, 6) como «del
mesmo Apolo» y en la que aparece el «Canto del Turia» en alabanza de
los ingenios castellanos. Acaso ya había fallecido para la publicación de
La Galatea.
Godínez, [Felipe] (VP, II, vv. 31-34)
Dramaturgo y teólogo andaluz de ascendencia judeo-portuguesa, Godínez
(1582-1659) vive entre Sevilla y Madrid con algunos problemas con la
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Inquisición. Además de algunos poemas, escribe especialmente comedias
religiosas (La reina Ester, Los trabajos de Job, Las lágrimas de David,
etc.) y autos sacramentales (como Los pastores de Belén).
Gómez [de Sanabria], Gabriel (VP, II, vv. 223-225)
Jurisconsulto y poeta, fue oidor de la Audiencia de la Plata. De sus
poemas se conoce un soneto en los preliminares de La Cristiada (Sevilla,
Diego Pérez, 1611) de fray Diego de Hojeda y en los Proverbios morales
y consejos cristianos (Madrid, Luis Sánchez, 1618) de Cristóbal Pérez de
Herrera.
Gómez [de Luque], Gonzalo (CC, vv. 497-504)
Además de firmar el poema caballeresco Libro primero de los famosos
hechos del príncipe Celidón de Iberia (Alcalá de Henares, Juan Íñiguez de
Lequerica, 1583), colabora poéticamente en el Jardín espiritual de Padilla
y el Cancionero de López Maldonado, al igual que Cervantes.
Góngora, Luis de (CC, vv. 481-488; VP, II, vv. 49-60 y VII, vv. 256-258,
322-327)
Ingenio cordobés por excelencia, Góngora (1561-1627) es el paladín de la
poética culta y el mayor revolucionario de la lengua castellana con las
Soledades (1613) y la Fábula de Polifemo y Galatea (1612), a la que
Cervantes hace un guiño en el Viaje del Parnaso (VII, v. 323). Además de
ciertas relaciones intertextuales, un poema cervantino coincide con otro
gongorino en los preliminares de La Austriada de Rufo. A ambos se les
atribuye el soneto burlesco «Hermano Lope, bórrame el soné-» (Lapesa,
1967b; Rey Hazas, 2004; Ruiz Pérez, 2006, págs. 37-57).
[González de Bobadilla, Bernardo] (VP, IV, vv. 508-510)
El poeta canario González de Bobadilla, fue estudiante en la Universidad
de Salamanca y autor de la novela Primera parte de las ninfas y pastores
de Henares (Alcalá de Henares, Juan Gracián, 1578) que se recuerda en el
poema. Forma parte de un pequeño grupo de poetas que son nombrados
por sus obras.
Gracián [Dantisco], Tomás de (CC, vv. 297-304; VP, VII, v. 226)
De familia ilustre, Gracián (1558-1621) desde muy pronto trabaja cerca de
la corte como secretario de lenguas y cifra, escribano y notario apostólico
durante los reinados de Felipe II y Felipe III, si bien se le conoce
especialmente por su labor como censor de libros (de comedias a
repertorios poéticos), que comparte con su hermano Lucas Gracián
Dantisco que firma la aprobación de La Galatea. También fue autor del
Arte para escribir cartas familiares (Madrid, Pedro Madrigal, 1589)
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(Marín Cepeda, 2010), si bien en el Viaje se le recuerda por los problemas
que tuvo con la publicación de La pícara Justina.
Guzmán, Francisco de (CC, vv. 281-288)
Probablemente se trate del capitán y poeta sevillano Francisco de
Guzmán, autor de los Triunfos morales (Amberes, Martín Nucio, 1557),
unas Sentencias generales (Lérida, Pedro de Robles, 1576) y una Glosa
(Lisboa, Antonio Álvarez, 1633) a Manrique.
Herrera, Hernando (Fernando) de (núm. 28; CC, vv. 353-360; VP, II, vv. 61-
72; y Adjunta, «Privilegios»)
Miembro de los círculos humanistas de Sevilla y protegido de los condes
de Gelves, Herrera (h. 1534-1597) es conocido por sus Anotaciones
(Sevilla, Alonso de la Barrera, 1560) a la poesía de Garcilaso y
especialmente por ser el paladín de la escuela poética sevillana que da
inicio a la poesía culta. Era un modelo fundamental para Cervantes y poco
antes de la aparición de La Galatea había publicado parte de su poesía en
Algunas obras (Sevilla, Andrea Pescioni, 1582).
Herrera [y Temiño], Juan Antonio de (VP, IV, vv. 397-399)
De profesión jurista, era hijo del médico y arbitrista Cristóbal Pérez de
Herrera. Aparece entre las Flores de poetas ilustres de Espinosa con algún
texto.
Herrera, Pedro de (VP, II, vv. 178-180)
Ingenio de perfil poco conocido, era eclesiástico y se le conoce la
Descripción de la capilla de Nuestra Señora del Sagrario (Madrid, Luis
Sánchez, 1617), que dedica al arzobispo Sandoval y Rojas en cuyo
entorno se movían Cervantes y otros ingenios (Gómez Canseco, en
prensa).
Herrera [y Ribera], Rodrigo de (VP, II, vv. 289-291)
Era un joven dramaturgo madrileño que servía como caballerizo a la
duquesa de Nájera y que publica poemas en los preliminares de Prosas y
versos del pastor de Clenarda (Madrid, Viuda de Fernando Correa
Montenegro, 1622) de Miguel Botello y otras obras.
Hortensio [Félix Paravicino, fray] (VP, IV, vv. 289-297)
Véase Paravicino, fray Hortensio Félix.
Huete, fray Pedro de (CC, vv. 849-856)
Religioso y procurador general de la Orden de San Jerónimo en la corte.
Algunas muestra de su poesía aparece en Todas las obras (Madrid, Luis
Sánchez, 1593) de Francisco de Aldana y en los Versos espirituales
(Cuenca, Miguel Serrano de Vargas, 1597) de fray Pedro de Enzinas.
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Hurtado de Mendoza, Antonio de (VP, II, 139-141)
Cortesano, paje del conde de Saldaña y secretario de cámara de Felipe IV,
Hurtado de Mendoza (1586-1644) era poeta y dramaturgo, pero sus obras
no ven la luz hasta después de su muerte (Obras líricas y cómicas, divinas
y humanas, Lisboa, Miguel Manescal, 1690).
Icíar, [Juan de] (VP, VII, v. 60)
Ingenio vizcaíno conocido como maestro de caligrafía y autor del Arte
sutilísima, por la cual se enseña a escrebir perfectamente (Zaragoza,
Pedro Bernuz, 1550).
Iranzo, Lázaro Luis (CC, vv. 425-432)
De este ingenio únicamente se tiene noticia de algunas de sus
composiciones poéticas, como las poesías que inserta en el Romancero de
Padilla y el Cancionero de López Maldonado, junto a otros textos
cervantinos.
Jáurigui (Jáuregui), Juan de (VP, II, vv. 73-81)
Modelo de poeta pittore, Jáuregui (1583-1641) fue traductor de Lucano
(La Farsalia, Madrid, [s. i.], 1684) y de Tasso (Aminta, Roma, Esteban
Paulino, 1607), además de especialmente combativo contra la poética
culta en su preceptiva (Antídoto contra la pestilente poesía de las
«Soledades»). Sus obra se completa con las Rimas (Sevilla, Francisco de
Lira, 1618) y el Orfeo (Madrid, Juan González, 1624), con aprobaciones
de Valdivielso. De la relación con Cervantes es prueba el pasaje del
prólogo a las Novelas ejemplares: «le diera mi retrato el famoso don Juan
de Jáurigui» (pág. 15), sobre una falsa atribución pictórica.
Jiménez y de Anciso, Diego (VP, IV, vv. 413-417)
Habitualmente conocido como Jiménez de Enciso (1585-1634), era un
dramaturgo sevillano que tenía un poema en la manuscrita segunda parte
de las Flores al cuidado de Juan Antonio Calderón.
Justiniano, [Lucas] (VP, VIII, v. 399)
Párroco de San Ginés en Madrid, es uno de los dramaturgos que elogia
Rojas Villandrando en El viaje entretenido.
Laínez, Pedro (CC, vv. 857-888)
El poeta Laínez (h. 1538-1586) era un amigo muy querido por Cervantes,
según deja ver el pasaje del «Canto de Calíope. Seguramente se
conocieron en el entorno cortesano, pues Laínez formaba parte de la casa
del príncipe don Carlos que acogía el círculo literario del duque de Alba
en el que es posible que ambos participaran. Al parecer, los inicios
poéticos cervantinos están marcados por la relación con Laínez. Aparece
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en La Galatea con la máscara de Damón. A su muerte, poco antes de la
salida de la novela cervantina, su viuda (Juana Gaitán) encomienda a
Cervantes que se encargue de la publicación de sus poesías, proyecto que
no llega a buen puerto. Sin embargo, mantienen relaciones
posteriormente, pues en 1605 compartían casa en Valladolid, según se
sabe por el proceso Ezpeleta (Schevill, 1925; Astrana Marín, 1949, vol. 4,
págs. 211-213; Marín Cepeda, 2015, págs. 58-60).
Laso (o Lasso) [de la Vega], Gabriel [Lobo] (VP, V, vv. 295-297)
Poeta (1559-1615) muy conocido por sus romances (Primera parte del
romancero y tragedias, Alcalá de Henares, Juan de Gracia, 1587;
Manojuelo de romances nuevos, Zaragoza, Alonso Rodríguez, 1601) y
también autor del poema épico Cortés valeroso y Mexicana (Madrid,
Pedro Madrigal, 1588).
Ledesma, Alonso de (VP, III, vv. 397-405)
Es un ingenio segoviano (1562-1632), conocido por las tres entregas de
sus Conceptos espirituales (1606, 1606 y 1612), poesía religiosa de tipo
conceptista.
Leiva, Sancho [Martínez] de (VP, IV, vv. 355-362)
Conde de Baños y caballero de Santiago, hizo carrera en el ejército como
maestre de campo y luego como capitán general de la flota de Nápoles,
pero solo se le conoce algún poema suelto en los preliminares de obras
posteriores a Cervantes, como el Triunfo del desengaño contra el engaño
(Nápoles, Lazzaro Scoriggio, 1632) de Fernando Matute y Acevedo.
Lemos, conde de (III, vv. 195, 206 y VIII, vv. 334-342)
Don Pedro Fernández de Castro (1632-1672) era el VII conde de Lemos,
presidente del Consejo de Indias y luego virrey de Nápoles de 1610 a
1616, además de un importante mecenas cultural al que se acercaron
Lope, Góngora y Quevedo, entre otros. Cervantes le dedica las Novelas
ejemplares, el segundo Quijote, las Ocho comedias y ocho entremeses y el
Persiles, aunque al final no forma parte del círculo de poetas que le
acompañan en su gobierno napolitano. También se conocen algunos
ejemplos de su actividad como poeta (J. M. Blecua, 1948).
León, fray Luis de (CC, vv. 665-672)
Miembro de la Orden de San Agustín (desde 1544), fray Luis (1528-1591)
era doctor en teología, catedrático de la Universidad de Salamanca y
modelo par excellence de profesor y sabio, que jugaba un importante
papel en los estudios bíblicos coetáneos con comentarios y traducciones
que le depararon algún problema con la Inquisición (un proceso y cinco
Página 267
años de cárcel), al tiempo que participaba activamente en el ambiente
poético de la ciudad y se relacionaba con el cardenal Colonna desde su
etapa salmantina. Es un modelo fundamental para la poesía cervantina
junto con Garcilaso (Montero Reguera, en prensa), lo que explica que sea
el ingenio más encomiado en el «Canto de Calíope». Este elogio
cervantino constituye la primera alabanza de la poesía luisiana y, aunque
Navarro González (1971) cree que puede referirse únicamente a la prosa
por la vaguedad de las palabras, probablemente Cervantes conocía ya
alguno de sus poemas en versiones manuscritas (Marín Cepeda, 2015,
págs. 242-266).
Liñán Riaza, Pedro de (CC, vv. 225-232)
Bachiller por la Universidad de Salamanca, Liñán (1556?-1607) trabaja al
servicio del marqués de Camarasa y del duque de Maqueda, pero sobre
todo es conocido por sus romances pastoriles rubricados con el
pseudónimo Riselo, aunque se ha perdido parte de su obra. Aunque
algunas veces se le ha tenido por aragonés, Cervantes se queda con su
origen toledano. En ocasiones se le identifica con el personaje de Lenio en
La Galatea (Madroñal, 1997).
Lodeña (o Ludeño), Fernando de (VP, IV, vv. 383-387)
Militar y caballero de Santiago, era hijo de un personaje homónimo que
había mantenido relaciones con Magdalena, hermana menor de Cervantes,
a quien habría burlado. Firma uno de los sonetos preliminares («Dejad,
nereidas del albergue umbroso») de las Novelas ejemplares.
Lofraso (Lofrasso, o Lo Frasso), [Antonio de] (VP, III, vv. 247-273, 311-327;
VII, vv. 130-132)
Militar y poeta sardo (de Cerdeña) que escribía en castellano pese a que su
lengua materna era el catalán, es el autor de los Diez libros de fortuna de
amor (Barcelona, Pedro Malo, 1573), curiosa novela pastoril salvada y
elogiada con un punto de ironía en el escrutinio de la biblioteca en el
Quijote (I, 6) por «gracioso» y «disparatado». En cambio, es el ingenio
que más reaparece en el Viaje del Parnaso como ejemplo de mal poeta, si
bien se cuenta entre los pocos que tienen voz propia. Puede que Cervantes
y Lofraso se conocieran en Cerdeña (1573-1574) o Barcelona (1610),
aunque el interés puede radicar solamente en la obra. También se le
nombra en el entremés de El vizcaíno fingido (pág. 85) (Roca Mussons,
1990a y 1990b; Galiñanes Gallén, 2015).
[López de Úbeda, Francisco] (VP, VII, vv. 220-228)
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Aunque se han propuesto otros nombres (como fray Baltasar Navarrete),
parece que el médico bufonesco López de Úbeda es el autor de La pícara
Justina (Medina del Campo, Cristóbal Laso Vaca, 1605), libro que
competía con el Quijote por ocupar una posición similar en el campo
literario frente al Guzmán de Alfarache. La crítica cervantina calla el
nombre del autor, pero lo moteja de mal poeta, al tiempo que recuerda los
problemas que la publicación de la novela dio al censor Tomás Gracián,
cuyo nombre se menciona en el privilegio sin que llegara a firmarlo (Rey
Hazas, 2008). Anteriormente ya se encuentra un dardo en el poema de
Urganda la Desconocida de los preliminares del primer Quijote, a lo que
se responde en La pícara Justina con unos versos de cabo roto en los que
se declara «más famo- que doña Oli-, / que don Quijo- y Lazari-».
López Maldonado, Francisco (núms. 14-15; CC, vv. 209-216)
Por el escrutinio de la biblioteca quijotesca, se sabe que López Maldonado
«es grande amigo» de Cervantes, y se elogia por su doble faceta de poeta
y músico: «sus versos en su boca admiran a quien los oye, y tal es la
suavidad de la voz con que los canta, que encanta» (I, 6). Con Cervantes
se cruza diversos poemas de elogio: así, colabora con un soneto («Salen
del mar y vuelven a sus senos») en La Galatea, y recibe dos poesías
cervantinas para su Cancionero (Madrid, Guillermo Droy, 1586, con
preliminares de 1584), que concentra aportaciones de numerosos ingenios
celebrados en el «Canto de Calíope» y el Viaje del Parnaso (Vargas,
Espinel, Vergara, Lope, Gómez de Luque, Durán, Padilla, Aguilar y
Liranzo) (Marín Cepeda, 2013).
López del Valle, Juan (VP, IV, vv. 418-423)
Personaje andaluz que trabajaba al servicio del marqués de Priego, sus
poemas se encuentran en las Flores de Espinosa y los preliminares de las
Obras poéticas de Juan de la Cueva y el San Antonio de Padua de Mateo
Alemán.
Luján, Suárez de (CC, vv. 153-160)
Licenciado y médico de cámara del archiduque Alberto de Austria,
arzobispo de Toledo, virrey de Portugal y gobernador de Flandes (AA).
Quizá podría tratarse igualmente de Benito Suárez de Guzmán,
jurisconsulto que firma la aprobación de la primera parte de La Araucana
(1587) (SB).
Maldonado, Hernando (CC, vv. 177-184)
Quizá se trate del doctor Hernando Maldonado de Matute, autor de un
Memorial y discurso que la villa de Madrid dio al rey don Felipe III,
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nuestro señor, sobre la mudanza de la corte (Madrid, Pedro Madrigal,
1600) (SB, AA, SR).
Maluenda, abad [Antonio de] (VP, IV, vv. 433-441)
Canónigo de la catedral de Burgos, era tanto poeta como un reputado
músico de vihuela.
Mantuano, Pedro [Castro] (VP, IV, vv. 427-432 y VII, vv. 307-309)
Erudito y humanista de Málaga, fue secretario del condestable de Castilla
(el «Velasco» al que acompaña en 1613) y del conde de Lemos (1616-
1617), pero sobre todo se le conocía por un apellido adoptado (forma
latinizada de «madrileño») y por su polémica acerca de la Historia de
España del padre Juan de Mariana.
Martínez de Leyva, Alonso (CC, vv. 17-24)
Ejemplo de noble guerrero, era caballero de la Orden de Santiago y
participó en diversas acciones militares en Italia y Flandes.
Especialmente, actúa en la Gran Armada (1588) como uno de los
miembros del consejo, comanda la nave genovesa Rata Santa María
Encoronada al frente de la vanguardia de la expedición y fallece en las
costas de Irlanda (Martin y Parker, 2011). En cambio, no se conoce rastro
de su actividad poética, aunque aparece elogiado en La Austriada de
Rufo.
Martínez de Ribera, Diego (CC, vv. 533-536)
Únicamente se sabe que, desde un posible origen extremeño, fue alcalde
de Arequipa (Toribio Medina, 1926, págs. 56-58).
Medina, Francisco de (CC, vv. 377-384)
Figura destacada del humanismo sevillano, Medina (1544-1615) era
discípulo de Mal Lara y trabajaba como secretario de don Rodrigo de
Castro, arzobispo hispalense, entre otras relaciones con nobles. Se le
recuerda ante todo por su prólogo a las Anotaciones de Herrera y por las
poesías castellanas y latinas que allí presenta (Cobos, 1997).
Medinilla, [Pedro Medina de] (VP, II, vv. 196-201 y VII, vv. 227-228)
Poeta sevillano que participa en la generación del Romancero nuevo junto
a Cervantes, Lope y otros, pasa a América hacia 1600 (por eso, quizá, la
referencia a «hallar patria», v. 197). Es autor de una «Égloga en la muerte
de Isabel de Urbina», primera mujer de Lope. Anteriormente se
consideraba que se trataba del ingenio toledano Baltasar Elisio de
Medinilla (SB).
Mejía [de Fernangil, Diego] (VP, VII, vv. 67-69)
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Debe de tratarse de Diego Mexía de Fernangil, ingenio sevillano (como
Cepeda) y autor de la Primera parte del Parnaso antártico de obras
amatorias (Sevilla, Alonso Rodríguez Gamarra, 1608), una traducción de
las Heroidas de Ovidio en la que se recogen poemas preliminares de
algunos poetas recordados en el Viaje (como Pedro de Oña) y un
«Discurso en loor de la poesía» quizá relacionado con los catálogos de
ingenios cervantinos (véase la Introducción). Sin embargo, otro candidato
es el dramaturgo Luis Mejía de la Cerda, relator de la Chancillería de
Valladolid y autor del auto El juego del hombre (1625) (HG, ELR, SR).
Mendoza, Antonio de (VP, II, 139-141)
Véase Hurtado de Mendoza, Antonio.
Mendoza, Francisco de (CC, vv. 49-56)
Poeta de identificación problemática, para el que se han propuesto varios
candidatos posibles: Francisco de Mendoza (1547-1623), militar y
sobrino-nieto de Diego Hurtado de Mendoza al que tanto admiraba
Cervantes, que lo celebra bajo el nombre de Meliso al final de La Galatea
(LB, SB, AA, LL, SR); don Francisco Lasso de Mendoza, cuarto señor de
Junquera que colabora con un poema preliminar en El pastor de Fílida de
Gálvez de Montalvo (LB); y don Francisco Ramírez de Mendoza, que
antepone un soneto a la primera parte de La Araucana (SR).
Mendoza [de Barros], Diego de (CC, vv.193-200)
Aunque no es seguro, puede ser Diego Mendoza de Barros, «ayo del
duque de Alba» según Lope (Arcadia, pág. 638) del que se recogen dos
poesías en las Flores de poetas ilustres (1605) de Espinosa (Millé y
Giménez, 1928).
Mendoza [y Figueroa], Lorenzo de (VP, V, vv. 274-279)
Ingenio del que únicamente se aprecia su cercanía al círculo de
colaboradores de Lope de Vega, pues contribuye con un poema para La
hermosura de Angélica (junto a otro de Cervantes, núm. 27) y alguno más
para la Expostulatio Spongiae (1618) que defiende a Lope de ciertas
críticas.
Mesa, Cristóbal de (CC, vv. 257-264; VP, III, vv. 127-130)
De familia noble venida a menos, Mesa (1559-1633) estudia artes en
Salamanca y entra en la carrera eclesiástica. Culturalmente se forma en el
ambiente sevillano y después, gracias a su estancia en Roma (h. 1587-
1592), entabla relaciones con Torquato Tasso y se convierte en un
mediador esencial entre España e Italia, además de ser uno de los
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principales cultivadores del poema épico en España (Caravaggi, 2007).
Posiblemente fuera uno de los contactos sevillanos de Cervantes.
Mestanza (o Meztanza) [Ribera], Juan de (CC, vv. 609-616; VP, VII, vv. 61-
66)
Aunque Cervantes lo declara sevillano, se trata de un ingenio de La
Mancha que pasa a América en 1582 y llega a ser fiscal de la Audiencia
de Guatemala. Solo se le conoce un soneto en los preliminares de la
Navegación del Alma por el discurso de todas las edades del hombre de
Eugenio de Salazar (Toribio Medina, 1926, págs. 59-61).
Mira [de Amescua, Antonio] (VP, III, vv. 295-207)
De nuevo mencionado en el prólogo al teatro cervantino por su
«gravedad» (pág. 17), Mira de Amescua (1574-1644) era un clérigo y
dramaturgo granadino que formaba parte del séquito poético que fue a
Nápoles con el conde de Lemos.
Mola, Bartolomé de (VP, V, vv. 295-297)
Personaje desconocido.
[Molina, Tirso de] (VP, IV, vv. 316-324)
Fray Gabriel Téllez (1579-1648) era un religioso de la Orden de la
Merced que ejercía su labor de dramaturgo con el pseudónimo de Tirso de
Molina, máscara que no impidió que en alguna ocasión tuviera problemas
por dedicarse a la escritura de comedias profanas. Era especialmente
célebre por sus piezas cómicas, por lo que Cervantes elogia su ingenio
cómico («donaires», «gorrón», etc.).
Monroy [y Zúñiga], Antonio de (VP, II, vv. 127-132)
Poeta y señor de Monroy (Extremadura), colabora con un poema en los
preliminares del Robo de Proserpina de Faría.
Montalvo, Luis [Gálvez] de (CC, vv. 217-224)
Ingenio (h. 1549-1590) muy apreciado en su tiempo, se le tenía por un
modelo de perfecto cortesano. A caballo entre España e Italia, trabaja
como secretario personal de varios nobles, entre los que sirve al cardenal
Ascanio Colonna (1583-1588) y a los condes de Alba de Liste (1588-
1590). Gálvez de Montalvo colabora con un soneto preliminar («Mientra
del yugo sarracino anduvo») en la salida de La Galatea y, en respuesta,
Cervantes salva El pastor de Fílida (Madrid, [s. i.], 1582) de la quema en
el escrutinio de la biblioteca de Alonso Quijano como «joya preciosa» (I,
6). El «Canto de Erión» (libro VI) que presenta la novela es modelo
directo de los dos listados poéticos cervantinos. Sus primeros pinitos
poéticos van a la par que los inicios cervantinos, en torno a 1568 en el
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ambiente cortesano y coinciden con sendos poemas prologales en el
Jardín espiritual de Pedro de Padilla. Así, la relación de amistad con
Cervantes se fundamenta tanto en el marco de la corte como en la moda
de la narrativa pastoril (Alonso Gamo, 1987; Marín Cepeda, 2015,
págs. 183-224)
[Montesclaros, marqués de] (VP, VII, vv. 33-39)
Don Juan de Mendoza y Luna (1571-1628) fue sucesivamente virrey de
Nueva España y del Perú durante su etapa americana, para después
convertirse en consejero de Estado y de guerra a su regreso. Posiblemente
el elogio militar se deba a su participación en la campaña de Portugal
junto al duque de Alba (1580). De sus habilidades poéticas no se conoce
prueba alguna.
Montesdoca, Pedro de (CC, vv. 571-577; VP, IV, vv. 448-459)
Ingenio sevillano que pasa al Perú (seguramente a Lima, según se dice en
el «Canto de Calíope») en 1576 para disfrutar de una encomienda.
Además de presentarse junto a Pedro de Oña, en el Viaje del Parnaso (IV,
v. 449) se deja ver una posible amistad con Cervantes.
Mora, Jerónimo de (VP, VII, vv. 49-54)
Soldado, poeta y pintor, cuenta con un soneto en las Flores de Espinosa y
se relaciona con Alonso Sánchez Coello. Parece, además, que participaba
en alguna de las academias de la época.
Morales [Salado], Alonso de (CC, vv. 169-176)
Personaje oscuro, del que apenas se conocen dos sonetos preliminares en
las Obras de música para tecla, arpa y vihuela (Madrid, Francisco
Sánchez, 1570) de Antonio de Cabezón y en el Método de la colección y
reposición de las medicinas simples (Madrid, Alfonso Gómez, 1581) de
Luis de Oviedo.
Morales, Pedro de (VP, II, vv. 145-147 y VIII, vv. 397-398)
Autor y actor de comedias renombrado y recordado por otros ingenios, las
afectuosas palabras del Viaje dejan ver que, al parecer, le unía a Cervantes
una gran amistad que podría derivar de relaciones profesionales (DICAT).
Morillo (o Murillo), fray Diego (CC, vv. 761-768)
Religioso franciscano, era guardián del convento de Nuestra Señora de
Jesús en Zaragoza. Es autor de tratados (Instrucción para enseñar la
virtud a los principiantes, Zaragoza, Lorenzo de Robles, 1598) y de
poemas sacros (Divina, dulce y provechosa poesía, Zaragoza, Pedro
Labarte, 1616).
Mosquera [de Figueroa, Cristóbal] (núm. 23; CC, vv. 393-400)
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El licenciado y poeta Mosquera de Figueroa (1547-1610) formaba parte
de la camarilla académica de Mal Lara e hizo carrera administrativa. Se
conocen algunos de sus poemas, como las paradojas cómicas sobre las
narices grandes y las bubas. Es posible que, durante su etapa como auditor
general de las galeras de España, ayudara a Cervantes a conseguir el
oficio de recaudador de la Gran Armada, al tiempo que lo acogió en Écija
como corregidor de la ciudad (Canavaggio, 2015, págs. 182 y 204),
hechos que ayudan a entender el soneto encomiástico para el Comentario
en breve compendio de disciplina militar (Madrid, Luis Sánchez, 1596).
Nocera, duque de (VP, VIII, vv. 343-345)
Por un pequeño lapsus, Cervantes menciona al duque de Nocera (don
Francisco María Carafa), cuando en verdad el participante en cuestión era
el duque de Nocara, Donato Antonio de Loffredo (Croce, 1899, pág. 192).
Ochoa, Juan de (VP, II, vv. 7-18)
Posiblemente se trate de Juan Ochoa de Lasalde (o de la Salde), prior
perpetuo de San Juan de Letrán que —como Cervantes— escribe un
soneto en elogio del marqués de Santa Cruz dentro del Comentario de
Mosquera de Figueroa, a quien también dedica la Primera parte de la
Carolea ([s. l.], [s. i.], 1585), en la que aparece como recopilador. Otro
candidato es un poeta sevillano poco conocido, autor de una gramática
castellana según noticia de Jáuregui (aprobación al Arte de Correas, 1627)
y de unas quintillas en el Patrón salmantino o vida de san Juan Fecundo
de Almendáriz, con quien Cervantes tenía algún contacto (HG).
[Oña, Pedro de] (VP, IV, 448-459)
Poeta chileno (1570-1643), se le recuerda solamente por su labor de
continuador de la épica araucana con el poema Arauco domado (Lima,
Antonio Ricardo de Turín, 1596). Es uno de los pocos casos en los que
Cervantes se vale de una perífrasis y omite el nombre del personaje.
Oquina, Juan de (VP, VIII, vv. 364-375)
Tesorero del virrey de Nápoles, que se recuerda como autor de la Relación
de las fiestas (Madrid, Cosme Delgado, 1612) que se hicieron en Nápoles
por el matrimonio hispano-francés que se comenta en el poema.
Orena, Baltasar de (CC, vv. 617-624)
Nada se sabe de este personaje, aparte de que fue alcalde ordinario de la
ciudad de Guatemala en 1591 (Toribio Medina, 1926, pág. 67).
Osorio, Diego de [Santisteban] (CC, vv. 41-48; VP, IV, vv. 448-450)
Soldado y poeta, se le conoce sobre todo por haber continuado el poema
de Ercilla con la Cuarta y quinta parte de la Araucana (Salamanca, Juan
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y Andrés Ranuat, 1597). También es responsable de la Primera y segunda
parte de las guerras de Malta y toma de Rodas (Madrid, Várez de Castro,
1599), sobre otro episodio de las guerras hispano-turcas.
Pacheco, Francisco (CC, vv. 337-352)
El licenciado Pacheco (h. 1540-1599) es uno de los humanistas y eruditos
más importantes de Sevilla durante el Siglo de Oro, además de canónigo
de la capilla real de la catedral y tío del pintor homónimo. Si bien
cultivaba sobre todo la poesía neolatina, es también autor de la Sátira
contra la mala poesía (Solís de los Santos, 1999).
Padilla, Pedro de (núms. 9, 11-13 y 17; CC, vv. 241-248)
El poeta andaluz Padilla (h. 1550-1605) es uno de los amigos más
cercanos de Cervantes, al que dedica la gavilla más extensa de poemas
encomiásticos, que aparecen en el Romancero (Madrid, Francisco
Sánchez, 1583), en el Jardín espiritual (Madrid, Querino Gerardo
Flamenco, 1585) y en las Grandezas y excelencias de la Virgen (Madrid,
Pedro Madrigal, 1587). Anteriormente había escrito el Tesoro de varias
poesías (Madrid, Francisco Sánchez, 1580), que se critica en el donoso
escrutinio por la excesiva extensión y «algunas bajezas» (Quijote, I, 6), y
las Églogas pastoriles (Sevilla, Andrea Pescioni, 1582). A más de
coincidir también en los preliminares del Cancionero de López
Maldonado (dos sonetos) y en La Dragontea de Lope (soneto cervantino,
licencia padillesca), quizá Padilla hiciera de mediador con Blas de Robles
para la publicación de La Galatea, gracias a sus buenas relaciones en el
mercado editorial, y es posible que de esta relación derive la impronta
carmelitana de algunas poesías cervantinas (Bajona Oliveras, 1955-1956;
Montero Reguera, 2007b; Rey Hazas, 2010; Morón Arroyo, 2011).
Pamonés (o Pamones) [Francisco de] (VP, IV, vv. 418-423)
Parece que se trata de un poeta sevillano recordado por Juan de Robles en
el Culto sevillano (1631). También se había relacionado con Pedro
Gutiérrez de Pamanes, autor de una Poesía exegética (Málaga, Juan René,
1607) (SB).
Paravicino, fray Hortensio Félix (VP, IV, vv. 289-297)
Más que un desconocido «Ortense» del que nada se sabe, parece que se
trata de un error por el nombre del famoso maestro Paravicino (1580-
1633), orador y poeta de la escuela cultista, cuyas obras no se publicaron
hasta después de su muerte (Obras póstumas divinas y humanas, Madrid,
Carlos Sánchez Bravo, 1641).
Paredes, Antonio de (VP, II, vv. 133-138)
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Otro poeta extremeño y amigo de Góngora, sus poemas debían de
circulabar manuscritos y fueron publicados de manera póstuma (Rimas,
Córdoba, Salvador de Cea, 1622), que en el prólogo «Al lector» recuerda
este elogio cervantino.
Pariente, Cosme [Damián] (CC, vv. 753-760)
Personaje de perfil desconocido, solo se sabe que fue condenado a galeras
por tomar partido en las revueltas aragonesas de 1591-1592 por el caso de
Antonio Pérez, además de noticia de algunos poemas.
Pastrana, duque de (VP, VIII, vv. 376-384)
Don Rodrigo de Silva y Mendoza de la Cerda (1585-1626) era hermano
de don Francisco de Silva, fundador de la Academia Selvaje, y había sido
embajador extraordinario en París en 1612 durante los festejos por el
matrimonio regio. Otra vía de contacto procede de las visitas que el duque
de Pastrana hacía a Juana Gaitán (viuda de Laínez) y a su segundo marido
en Valladolid, en la misma casa en la que vivía Cervantes (Canavaggio,
2015, pág. 277). En concreto, el poema recuerda el regreso del personaje a
la corte tras esta encomienda diplomática.
Pedrosa (VP, VII, vv. 190-192)
Aunque se conoce un poeta (Francisco Pedrosa y Ávila) y un compañero
de cautiverio de Cervantes (el alférez Luis de Pedrosa, en la Información
de Argel, págs. 138-142), parece tratarse de un novelista del que no se
sabe nada.
Picado, Alonso de (CC, vv. 537-544)
Seguramente hijo de Antonio Picado, secretario de Pizarro, ocupaba
cargos municipales de Arequipa, en el desempeño de los cuales parece
que tuvo un enfrentamiento con Sancho de Ribera (véase infra). Pese a la
declaración cervantina, no se tiene constancia de su dedicación militar
(Toribio Medina, 1926, págs. 69-77).
Poyo, [Damián Salustio del] (VP, II, vv. 19-24)
Clérigo murciano, es un dramaturgo de finales del siglo XVI y principios
del siglo XVII que desarrolla parte de su actividad en Sevilla.
Pozo, Andrés del (VP, IV, vv. 304-309)
Sacerdote granadino, participa con un poema en la traducción de Jáuregui
de la Aminta de Tasso y colabora en la colección Poesías diversas (Roma,
Egidio Espada, 1612) para la muerte de la reina doña Margarita de
Austria.
Quevedo, Francisco de (VP, II, vv. 304-318y Adjunta)
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Cortesano y humanista de gran cultura, Quevedo (1580-1645) era un
poeta muy ingenioso que dominaba los géneros más diversos tanto en
prosa como en verso, con poemas en circulación desde las Flores de
Espinosa. Al tiempo, era un buen conocedor del panorama político, ya que
estaba al servicio del duque de Osuna, a quien acompaña en los
virreinatos de Sicilia y Nápoles (1613-1619). Parece que había una cierta
afinidad entre ambos: si la «Adjunta» al Viaje sigue de cerca la
«Premática del Desengaño contra los poetas güeros, chirles y hebenes»
del Buscón, que por entonces debía circular en manuscrito, Quevedo
reescribe en el romance «Testamento de don Quijote» el final de la novela
cervantina (Sáez, 2012). Igualmente, contribuyen con sendos poemas a los
preliminares de la Parte primera de varias aplicaciones y
transformaciones de Rosel y Fuenllana (núm. 31).
Ramírez de Prado, Lorenzo (VP, II, vv. 124-126)
Humanista y jurista extremeño, Ramírez de Prado (1583-1658) era un
cortesano de la órbita del conde-duque de Olivares que poesía una gran
biblioteca. Su obra se compone de un tratado de educación política
(Consejo y consejero de príncipes, Madrid, Luis Sánchez, 1617) y una
edición comentada de Marcial (Epigramatum, París, Michel Sonnium,
1607) que generaron una polémica con el jesuita alemán Mateo Radero,
ejemplo de las tormentas que le preceden en el Viaje del Parnaso
(Márquez Villanueva, 1995b).
Ramón (Remón), [fray Alonso] (VP, IV, vv. 310-315)
Más conocido como fray Alonso Remón (1561-1632), aunque Cervantes
lo vuelve a recordar como el «doctor Ramón» en el prólogo a sus Ocho
comedias (pág. 17); era un fraile mercedario aragonés.
Rebolledo, Alonso [Girón y] (CC, vv. 793-800)
Sobrino de doña Ana Girón, esposa de Boscán, Rebolledo es uno de los
poetas ya celebrados en el «Canto del Turia». Especializado en poemas
religiosos, publica La Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según san Juan
(Valencia, Juan Mey, 1563) y el Ochavario sacramental (Valencia, Pedro
de Huete, 1572).
Rejaule [y Toledo], Pedro Juan [de] (VP, V, vv. 280-282, 289-291)
Jurista y dramaturgo valenciano, parece que publica el Apologético de las
comedias españolas (1616) con el pseudónimo de «Ricardo del Turia»,
por lo que Cervantes lo bautiza «grande defensor de la poesía» (V, v.
282).
Rey de Artieda, Micer Andrés (CC, vv. 809-816; VP, III, vv. 76-81)
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El valenciano Rey de Artieda (o Micer Artieda, 1549-1613) formaba parte
de la Academia de los Nocturnos, fue profesor de Astrología (las
«sciencias» mencionadas, v. 816) y, además de poeta, era conocido como
dramaturgo. La relación con Cervantes puede proceder de la batalla de
Lepanto, en la que ambos participaron. Se conoce su tragedia Los amantes
(Valencia, Viuda de Pedro Huete, 1581) y sus Discursos, epístolas y
epigramas de Artemidoro (Zaragoza, Angelo Tuanno, 1605).
Ribera, Pedro de (CC, vv. 265-272)
Es otro ingenio no identificado a las claras, que podría corresponderse con
distintos personajes de los que, sin embargo, no presentan ninguna pista
de actividad poética, como otro con el mismo nombre que era cuñado de
Baltasar del Alcázar (AA).
Ribera, Sancho de (CC, vv. 561-568)
Hijo del conquistador Nicolás Ribera el Mozo y nacido en Lima, de
Ribera (h. 1545-1591). Se sabe de su dedicación militar y de su carácter
pendenciero, pero no queda rastro de sus poesías (Toribio Medina, 1926,
págs. 78-81).
Rioja, Francisco de (VP, III, vv. 124-126)
Poeta y eclesiástico sevillano (1583-1659) del círculo del pintor Francisco
Pacheco, era secretario del conde-duque de Olivares y uno de los
propagandistas de la Corona.
Rodríguez [de Ardila], Pedro (VP, II, vv. 190-193)
Nuevo ingenio granadino, era licenciado, librero y poeta. Ya había
publicado un poema en las Flores de poetas ilustres de Espinosa y había
colaborado en la edición de las Obras (Granada, Pedro de Cáceres, 1582)
de Gregorio Silvestre, razón por la que Cervantes tal vez lo conociera
(HG).
Rodríguez (Rodrigues) Lobo, [Francisco] (VP, VII, vv. 73-81)
De este ingenio portugués (h. 1580-1622) se conoce una colección de
Romances (Antonio Mariz, Coimbra, 1596), unas Églogas (Lisboa, Pedro
Crasbeeck, 1605) y A primavera (Lisboa, Jorgue Rodrigues, 1601), que
recoge tres novelas pastoriles.
Romeo, García (CC, vv. 841-848)
Nada se sabe de este ingenio, que debe de ser valenciano de origen.
Rueda, Lope de (VP, VIII, vv. 13-15)
Dramaturgo y actor sevillano (1510-1566), es uno de los precursores del
teatro español y el modelo dramático favorito de Cervantes, que acaso
había contemplado alguno de sus espectáculos. Lo vuelve a ensalzar en el
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prólogo a las Ocho comedias como «varón insigne en la representación y
en el entendimiento» (pág. 13). En el Viaje se hace referencia a la edición
de Las cuatro comedias y dos coloquios pastoriles (Valencia, Juan Mey,
1567) al cuidado de Timoneda, que también se encargó de dar a la
estampa otros textos del poeta (García López, 2008).
Rufo, Juan Gutiérrez de (núm. 10; CC, vv. 473-480)
Hijo de un tintorero, Rufo (1547-1620) fue jurado de Córdoba y soldado
en tierras italianas: se alista en la armada en 1571 y se embarca en la
galera real de don Juan de Austria, en honor del que compone La
Austriada (Madrid, Alonso Gómez, 1584), que abarca la guerra de las
Alpujarras (1568-1571) contra los rebeldes moriscos y la batalla de
Lepanto (en la que había tomado parte), y se dedica a la emperatriz doña
María de Austria. A su regreso a España, inicia una carrera cortesana, para
lo que trata de acercarse al entorno de Ascanio Colonna (1584) y busca
mercedes, pero no tiene suerte en sus aspiraciones al puesto de cronista
real (1588). La amistad con Cervantes puede proceder de Córdoba, de
haber luchado en Lepanto —si bien en compañías diferentes— o más
posiblemente tras el regreso del cautiverio, cuando Cervantes le dedica el
soneto prologal en el contexto de una red de relaciones literarias (Ramírez
de Arellano, 1912; Marín Cepeda, 2015, págs. 266-298).
Salas Barbadillo, Alonso [Jerónimo] de (VP, II, vv. 97-99)
Aunque también fue dramaturgo y poeta, Salas Barbadillo (1581-1635)
era un novelista muy productivo, uno de los máximos exponentes de la
novela corta áurea. Entre sus obras se cuentan La hija de Celestina (1612)
o El subtil cordobés Pedro de Urdemalas (Madrid, Juan de la Cuesta,
1620), que conecta con la comedia Pedro de Urdemalas de Cervantes, con
quien le unía una relación de admiración y amistad. HG entiende que la
brevedad del elogio tiene que ver por la dedicación satírica del poeta, que
por entonces había encadenado varias condenas de destierro.
Salcedo [Villandrando, Juan de] (CC, vv. 289-296)
Este capitán Salcedo Villandrando vivió en tierras peruanas y se conocen
varios poemas preliminares presentes en la Miscelánea austral de Ávalos
y Figueroa, entre otros textos (Toribio Medina, 1982, págs. 82-85).
Saldaña, conde de (VP, II, vv. 259-264)
Don Diego Gómez de Sandoval y Rojas (1584-1632) era el segundo hijo
del duque de Lerma y el anfitrión de una célebre academia poética. Según
se cuenta, en una reunión Cervantes presta sus lentes a Lope, de lo que
este se burla en una carta al duque de Sesa.
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Salinas, conde de (VP, II, vv. 250-252)
Diego de Silva y Mendoza (1564-1630), era hijo de los príncipes de Éboli
y una de las figuras más brillantes de la nobleza española: de un lado, era
un cortesano y político consumado, que llegó a ser capitán general y
virrey de Portugal; de otro, formaba parte de grupos literarios de la
camarilla del conde de Saldaña (y acaso la Academia Selvaje) y se le
consideraba un excelente poeta (Dadson, 2015; Marín Cepeda, 2015,
págs. 352-370). Aparece en la Relación de lo sucedido en la ciudad de
Valladolid atribuida a Cervantes.
Sánchez [de las Brozas], Francisco (CC, vv. 649-656)
De origen extremeño, Sánchez de las Brozas (1523-1600) era uno de los
humanistas más reputados de la época, que desarrollaba su actividad
desde la cátedra de griego de la Universidad de Salamanca. Aunque es
más conocido por sus gramáticas, retóricas y tratados de varia erudición,
también se sabe de su práctica ocasional de la poesía castellana y latina.
Sánchez [de Villanueva], Francisco (VP, IV, vv. 280-288)
Predicador real y obispo de Canarias, tiene poemas en el Viaje entretenido
de Rojas Villandrando y en los preliminares de la Relación de las fiestas
que la imperial Toledo hizo al nacimiento del príncipe nuestro señor
Felipe IV (1605).
Sánchez [Requejo], Miguel (VP, II, vv. 211-215)
Conocido como Miguel Sánchez «el Divino» (1560-h. 1620), era un poeta
y dramaturgo de Valladolid muy querido por sus contemporáneos. Entre
otros elogios, Lope lo menciona como ejemplo del «engaño con la
verdad» en el Arte nuevo de hacer comedias (vv. 319-322). Cervantes
vuelve a alabar sus «trazas artificiosas» en el prólogo a las Ocho comedias
(pág. 17).
[Sandoval y Rojas, don Bernardo de] (VP, IV, vv. 256-264)
El cardenal Sandoval y Rojas (1546-1618), pariente del duque de Lerma,
era un docto prelado que ejercía de consejero de Estado e Inquisidor
General. Era un hombre muy interesado por el arte y las humanidades, y
desde que fue nombrado arzobispo de Toledo (1599-1618), fue el
mecenas de una pequeña corte de letrados y escritores con Márquez
Torres, Valdivielso y otros personajes cercanos a Cervantes, además de
que posiblemente tuviera también sus pequeños dejes literarios (Gómez
Canseco, en prensa). Cervantes se contaba entre sus protegidos, por lo que
aparece ya en un romance de La gitanilla («Aquí el anciano Saturno / la
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barba pule y remoza, / y aunque es tardo, va ligero, / que el placer cura la
gota», pág. 35) y en el prólogo al segundo Quijote.
Sanz de Portillo, Andrés (CC, vv. 697-704)
Gracias al elogio de Lomas Cantoral, se sabe que su nombre pastoril era
«Delio» y «Alcida» el de la amada a la que cantaba.
Sanz (o Sánchez o Sáez) de Zumeta, Juan (CC, vv. 441-448)
Poeta sevillano muy activo en los círculos humanísticos, colabora en
proyectos como el Hércules animoso (1549-h. 1565) de Mal Lara y las
Anotaciones de Herrera. El soneto cervantino «Vimos en julio otra
Semana santa» emparenta con otro poema satírico-burlesco («De qué
sirve la gala y gentileza») de Sanz de Zumeta al mismo asunto.
Sarmiento y Carvajal, Diego de (CC, vv. 57-64)
Aunque no se tiene por segura la identificación, parece tratarse de don
Diego de Carvajal, correo mayor del Perú y poeta que cuenta con dos
sonetos en la Primera parte de la miscelánea austral (1602) de Diego
Dávalos y Figueroa, que acaso llegara hasta Cervantes. Véase la discusión
de Toribio Medina (1926, págs. 9-10).
Segura, Bartolomé de (VP, VII, vv. 346-348)
Fraile benedictino de origen manchego, es autor de una Vida de san Julián
(Cuenca, Miguel Serrano, 1599) y de un poema posterior sobre santa
Teresa (Amazona cristiana, Valladolid, Francisco Fernández de Córdoba,
1619).
Silva, Diego de (VP, V, vv. 298-303)
Personaje de perfil desconocido, del que se conoce su participación en
algunos festejos, como las fiestas de Toledo por el nacimiento de Felipe
IV y las celebraciones de Madrid por la canonización de san Isidro, según
informan las respectivas relaciones.
Silva [y Mendoza], Francisco de (VP, II, vv. 217-222)
Hijo segundo del duque de Pastrana y sobrino del conde de Salinas, era el
organizador de la Academia Selvaje, en continuación de las reuniones
poéticas del conde de Saldaña, y que contaba con la participación Lope.
Silva, Juan de (CC, vv. 33-40)
Cuarto conde de Portalegre, fue embajador de Portugal (desde 1578) en
vísperas de la unión de las dos coronas y posteriormente (desde 1609) es
nombrado capitán general y gobernador de Filipinas. Durante un tiempo
acogió en su casa la academia literaria presidida por el duque de Alba, en
la que participaron Laínez, Cervantes y otros poetas.
Silveira, [Miguel de] (VP, II, vv. 175-177)
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Poeta judeoconverso de origen portugués, estudia en la Universidade de
Coimbra y luego se traslada a la corte, donde participa en el mundillo
literario. Forma parte del círculo del duque de Medina de las Torres, a
quien sigue cuando es nombrado virrey de Nápoles, donde publica su
poema épico El Macabeo (Nápoles, Egidio Longo, 1638). Comparte
espacio con Cervantes (núm. 30) en los poemas preliminares de la
Dirección de secretarios de Barrio Angulo.
Solís [Mejía], Juan de (VP, V, vv. 283-285, 289-291)
Era un «gentilhombre cortesano, según se presenta en uno de los sonetos
preliminares («¡Oh, tú, que aquestas fábulas leíste!») de las Novelas
ejemplares cervantinas.
Soria, Pedro [Sanz de] (CC, vv. 705-712)
Médico y catedrático de Medicina en la Universidad de Valladolid, tiene
poemas en obras ajenas (como la Práctica y teórica de cirugía de Daza
Chacón) y durante una temporada se le atribuyó el Cancionero amoroso.
Sosa, Suárez de (CC, vv. 105-112)
Se barajan tres posibles personajes para este ingenio: el médico y escritor
Francisco Suárez de Sosa que, sin embargo, procede de Medina del
Campo y no de las cercanías de Toledo (LB); otro candidato es Alonso
Suárez, doctor en Talavera que firma la Recopilación de los más famosos
autores griegos y latinos que trataron de la excelencia y generación de
los caballos (1564) (SR); y el doctor Suárez de Sosa del que, no obstante,
no se conocen textos literarios (AA).
Soto [de Rojas], Pedro de (VP, VII, vv. 208-213)
El poeta granadino Soto de Rojas (1584-1648) era bachiller en leyes y
canónigo de la iglesia de San Salvador en Granada y durante su estancia
en la corte participaba en las reuniones poéticas del conde de Saldaña y de
la Academia Selvaje, marco del que deriva su Discurso en loor de la
poesía. Su obra sigue el modelo culto de Góngora, con textos como
Desengaño de amor en rimas (Madrid, Viuda de Alonso Martín, 1623) y
Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos (Granada,
Imprenta Real, 1652).
Soto Barahona, [Luis] (CC, vv. 513-520; VP, III, vv. 358-363)
Véase Barahona de Soto, Luis.
[Suárez de] Figueroa, [Cristóbal] (VP, II, vv. 232-237)
Doctor en leyes, militar y funcionario en Italia, Suárez de Figueroa (1571-
h. 1644) es autor de la novela pastoril La constante Amarilis (Valencia, [s.
i.], 1609) y de la Plaza universal de todas las ciencias y artes (Madrid,
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Luis Sánchez, 1615), traducción de una obra de Tomaso Garzoni.
Además, es uno de los primeros críticos literarios de la época, según
muestra en El pasajero (Madrid, Luis Sánchez, 1617).
Tamayo, Pedro (VP, IV, vv. 373-378)
Puede que este ingenio sea un capitán de la Guardia Real con habilidad
para el lenguaje (HG), o quizá un poeta de la Academia de los Nocturnos
(SB), o acaso portugués como el precedente Vasconcelos.
Tejada, [Agustín de Tejada Páez] (VP, II, vv. 193-195)
Es un ingenio antequerano (1567-1635), doctor en Teología y racionero
de la catedral de Granada del que aparecen poemas tanto en las Flores de
Espinosa y el Cancionero antequerano como en los preliminares de una
serie de textos ajenos. Tiene también una manuscrita Canción real al
desembarco de los siete discípulos de Santiago en las costas de la Bética
(1600).
Terrazas, Francisco de (CC, vv. 529-532)
Poeta de Nueva España, de Terrazas (1540-1600) aparecen algunos
poemas en el cancionero manuscrito Flores de varia poesía (1577) y
también se conservan algunos fragmentos de su épica inconclusa El nuevo
mundo y su conquista (h. 1580) (Toribio Medina, 1926, págs. 86-94).
Timoneda, Juan (Joan) de (VP, VIII, vv. 13-15)
El valenciano Timoneda (h. 1520-1583) era un dramaturgo y novelista
(con la colección de relatos El patrañuelo, Valencia, Joan Mey, 1567) que
se hizo responsable de la edición de Lope de Rueda —entre otros—, por
lo que también se le recuerda en Los baños de Argel (vv. 2085-2088). Es
posible que Cervantes lo conociera a su paso por Valencia a su regreso del
cautiverio.
Toledo, Baltasar de (CC, vv. 313-320)
Figura desconocida para la que se han propuesto diferentes candidatos:
Baltasar de Sotomayor, autor de una Gramática con reglas muy
provechosas (Alcalá de Henares, Francisco de Cormellas y Pedro de
Robles, 1565) (SB); Baltasar de Toledo, escribano y jurado de Toledo, y
padre del dramaturgo Juan de Quirós y Toledo (AA).
Vaca, doctor (CC, vv. 113-120)
Debe de tratarse del poco conocido doctor Vaca, cura y beneficiado de
Toledo de finales del siglo XVI que, además, era dramaturgo que
colaboraba con el autor de comedias Gaspar de Porres. También se ha
propuesto el médico Enrique Vaca de Alfaro que era, sin embargo,
cordobés (Fernández-Cañadas de Greenwood, 1984-1985, págs. 12-13).
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Vaca y de Quiñones, Hierónimo (Jerónimo) (CC, vv. 721-728)
Más conocido como Quiñones Vaca, era regidor de la Audiencia y
Cancillería de Valladolid. Cuenta con poesías en los preliminares del
Lucero de Tierra Santa (Valladolid, Bernardino de Santo Domingo, 1587)
de Pedro Escobar Cabeza de Vaca y El nascimiento y primeras empresas
del conde Orlando (Valladolid, Diego de Córdoba y Oviedo, 1594),
traducción de Dolce realizada por Pedro López Enríquez de Catalayud.
Valdés, Alonso de (CC, vv. 233-240; VP, II, vv. 226-234)
Parece tratarse del gentilhombre de la cámara real y secretario de don
Rodrigo de Mendoza (SB), aunque también se ha propuesto a Alfonso
Íñigo de Valdés, con su Tractatus eleemosynae (Madrid, Viuda de Alonso
Gómez, 1588) (AA). Si bien lo más coherente es que Cervantes celebre a
un mismo Valdés en los dos lugares, puede tratarse de dos personajes
distintos: SB considera que en el Viaje se celebra a Pedro de Valdés, de
quien apenas se sabe nada.
Valdivieso, José de (VP, IV, vv. 404-405; y licencia)
Generalmente conocido como Valdivielso (h. 1565-1638), era capellán
mozárabe de la catedral de Toledo, por lo que formaba parte de la
camarilla cercana al arzobispo Sandoval y Rojas. Para entonces ya había
publicado el poema Vida de san José (Toledo, Diego Rodríguez, 1604,
con varias reediciones), un Romancero espiritual (Toledo, Viuda de Pedro
Rodríguez, 1612). Además de la licencia del Viaje, también da el visto
bueno para las dos partes del Quijote, las Ocho comedias y el Persiles.
Vargas, Jusepe de (VP, II, vv. 151-156 y VII, 160-177)
Poeta del que apenas se tiene noticia alguna de su vida y obra, salvo del
carácter irascible que recuerda Cervantes (y Lope en el Laurel de Apolo) y
que lo hacen presentarlo como una suerte de «matón del Parnaso» (HG).
Vargas, Luis de (CC, vv. 73-80)
De origen noble, el cortesano Vargas (1566-h. 1591) representa el
paradigma del hombre de armas y letras. Además de integrar el grupo de
poetas que forman el Romancero nuevo, su privilegiada posición le
permitía ejercer de mecenas para algunos ingenios y posiblemente fuera el
presidente de la Academia Imitatoria en la que participaban Cervantes y
Lupercio Leonardo de Argensola. Colabora con un soneto («Hicieron
muestra en vos de su grandeza») en La Galatea y coincide con Cervantes
en los preliminares de La Austriada de Rufo y el Cancionero de López
Maldonado, dentro del grupo de escritores en la órbita de Ascanio
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Colonna y la emperatriz doña María de Austria (Madroñal, 1993a, 1996 y
1997; Marín Cepeda, 2015, págs. 337-351).
Vasconcelos, Juan de (VP, IV, vv. 370-372)
El portugués João Mendes de Vasconcellos era partidario de la unión
entre España y Portugal, además de autor del poema épico Liga deshecha,
por la expulsión de los moriscos (Madrid, Alonso Martín, 1612).
Vega, Bernardo de la (VP, IV, vv. 505-507 y VII, vv. 199-201)
Este ingenio andaluz es el autor del Pastor de Iberia (Sevilla, Juan León,
1591), que se condena en el donoso escrutinio del Quijote (I, 6).
Vega, Damián (CC, vv. 641-648)
Poeta salmantino, únicamente se tiene noticia de un soneto laudatorio en
los preliminares del Viaje y naufragios del Macedonio (Salamanca, Pedro
Laso, 1587) de Juan Bautista de Loyola.
Vega, Félix Lope de (núm. 27; CC, vv. 321-328; VP, II, vv. 388-390)
Una de las máximas figuras del Siglo de Oro, Lope (1562-1635)
revoluciona el panorama dramático del momento dando forma a la
comedia nueva, además de una larga lista de obras poéticas y narrativas en
los más diversos géneros, que Cervantes recuerda en el soneto dedicado a
La Dragontea (v. 14). Ambos coinciden en los preliminares del Jardín
espiritual de Padilla, en el Cancionero de López Maldonado, en el tratado
médico de Díaz, en la Dirección de secretarios de Pérez del Barrio
Angulo y Los amantes de Teruel de Yagüe de Salas. La relación entre los
dos evoluciona desde los mutuos elogios iniciales en la década de 1580
hacia la enemistad declarada, que se refleja especialmente en las críticas
cervantinas (prólogo a las Ocho comedias y ocho entremeses nuevos
nunca representados, Madrid, Viuda de Alonso Martín, 1615) al teatro de
Lope y otros debates en torno al Quijote de Avellaneda y sus respectivos
perfiles autoriales (Pedraza Jiménez, 2006). Es posible que las críticas a
los volúmenes de Rimas (VII, 184-198) sean otro lanzazo contra Lope y
algunos de sus libros poéticos (La hermosura de Angélica con otras
diversas rimas, Madrid, Pedro Madrigal, 1602; y el exitoso volumen de
Rimas, Sevilla, Clemente Hidalgo, 1604, con varias ediciones posteriores)
(Campana, 1999, págs. 79-83).
Vega, Marco Antonio de la (CC, vv. 185-192)
Maestro en Teología por la Universidad de Alcalá y amigo de Lope, que
lo elogia en numerosos lugares, aparece como «poeta laureado» en sendos
sonetos recogidos en el Cancionero general de la doctrina cristiana
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(Alcalá, Juan Iñiguez de Lequerica, 1579) de Juan López de Úbeda (AA)
y el Romancero historiado (Alcalá, 1582) de Lucas Rodríguez.
Velasco, [Juan Fernández de]
Recordado como mecenas de Pedro Mantuano, se trata del Condestable de
Castilla, que fue gobernador de Milán, militar de gran experiencia y
embajador en Inglaterra (1604). Asimismo, era discípulo del Brocense y
se disfrazaba con el nombre de «Preste Jacopín» para participar en la
polémica en torno a las Anotaciones de Herrera (Marín Cepeda, 2005,
pág. 62).
Vélez de Guevara, Luis de (VP, II, vv. 166-171 y VIII, vv. 394-396)
De origen humilde, la carrera de Vélez de Guevara (1579-1644) se
desarrolla entre los comienzos en el ejército y una larga carrera en la corte
en el entorno del duque de Lerma y luego del conde-duque de Olivares,
que le llevan a alcanzar el cargo de ujier de cámara. Destaca como
dramaturgo, con piezas como La serrana de la Vera y otras muchas,
aunque es sobre todo conocido por su posterior novelita El diablo cojuelo
(Madrid, Imprenta Real, 1641). Cervantes se acuerda de la «grandeza» de
sus comedias en el prólogo a sus Ocho comedias en un momento
temprano de su carrera, en el que apenas había sacado a la luz el Elogio
del juramento del serenísimo príncipe don Felipe Domingo, cuarto de este
nombre (Madrid, Miguel Serrano de Vargas, 1608). La consideración de
«bravo» (II, v. 168) puede deberse a una disputa con Soto de Rojas
durante una reunión académica (Márquez Villanueva, 1995b, pág. 196,
n. 8).
Vera [y Zúñiga], Juan de (VP, II, vv. 292-294)
Se trata del conde de la Roca (1584-1658), militar e importante
diplomático de Felipe IV, amén de autor de tratados políticos (El
embajador, Sevilla, Francisco de Lira, 1620) y poemas (como El
Fernando, o Sevilla restaurada, Milán, Henrico Estefano, 1632).
Vergara, Hipólito de (VP, II, vv. 25-30)
Dramaturgo sevillano, se le conoce una Vida, excelencias y milagros del
santo rey de España don Fernando III (Osuna, Manuel de Paiva, 1630),
donde introduce su comedia El defensor de la Virgen, o hechos del santo
Rey don Fernando.
Vergara, Juan de (CC, vv. 161-168; VP, IV, vv. 388-396)
Médico y cirujano activo en Segovia, su actividad como poeta se
concentra en los preliminares de tratados médicos (Francisco Díaz,
Compendio de cirugía, 1575; Luis de Oviedo, Método de la colección y
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reposición de las medicinas simples, 1581) y obras poéticas (Padilla,
Tesoro de varias poesías; Lucas Rodríguez, Romancero historiado, etc.),
en algunas de las cuales (López Maldonado, Cancionero; Lope, La
hermosura de Angélica) comparte espacio con Cervantes, además de otro
en la versión castellana de Os Lusiadas de Benito Caldera elogiado en el
«Canto de Calíope».
Villamediana, conde (VP, II, vv. 265-273 y VIII, vv. 310-330)
Juan de Tassis y Peralta (1581-1622) era un personaje polémico y un
poeta muy ingenioso de estética cultista, que formaba parte del grupo de
poetas que acompañaron al conde de Lemos en su virreinato de Nápoles.
Sus poemas se publicaron póstumos (Obras, Zaragoza, Juan de Lanaja,
1629).
Villarroel, Cristóbal de (CC, vv. 369-376)
Licenciado y poeta, cuenta con un soneto en la primera parte de las Flores
de poetas ilustres de Espinosa.
[Villegas, Esteban Manuel de] (VP, II, vv. 100-105)
El riojano Villegas (1589-1669) era un humanista y poeta conocido por su
dominio en la poesía anacreóntica que, entre otras cosas, tuvo algunos
problemas con otros ingenios por las declaraciones presuntuosas de su
capacidad poética en la portada de sus Eróticas o amatorias (Nájera, Juan
de Mongastón, 1618), donde critica la poesía de Cervantes, quizá en
respuesta a esta crítica encubierta del Viaje del Parnaso que detecta
Alonso Cortés (1913, pág. 331).
Virués, Cristóbal de (CC, vv. 825-832; VP, III, v. 55-57)
Como soldado, el capitán Virués (h. 1550-h. 1614) tomó parte en la
batalla de Lepanto y, como poeta y dramaturgo, sus tragedias colaboraron
en la renovación teatral de finales del siglo XVI. Difunde su producción en
las Obras trágicas y líricas (Madrid, Alonso Martín, 1609). Cervantes
valora grandemente su poema épico El Monserrate (1587, revisado para
1602) en el donoso escrutinio (Don Quijote, I, 6), pues junto a Barahona
de Soto es el único poeta elogiado en los tres pasajes metapoéticos.
Vivaldo, Adán (CC, vv. 457-464)
Banquero sevillano de familia genovesa (Adamo Vivaldi, según Astrana
Marín, 1949, vol. 5, págs. 382-384); la amistad con Cervantes muestra la
relación que tenía con el ámbito de los negocios. De su actividad poética
se conocen algunos sonetos manuscritos y en el Quijote (I, 13) aparece
brevemente un pastor Vivaldo.
Vivar, Juan Baptista (Bautista) de (CC, vv. 305-312)
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Uno de los principales miembros de la generación de 1580 que dio vida al
Romancero nuevo y poeta reputado por su habilidad como repentista o
improvisador según se elogia en el «Canto de Calíope» (v. 305); la fama
de Vivar (¿?-1592) muere con su tiempo y se conocen pocos textos a su
nombre (varios en preliminares y tres en el Ramillete de flores, cuarta,
quinta y sexta parte al cuidado de Pedro de Flores, Lisboa, 1593). Acaso
fuera soldado, pero es seguro que en su día estuvo al servicio del cardenal
Colonna, con quien al parecer le unía una especial afinidad personal, y
posiblemente en este ámbito entraría en contacto con Cervantes
(Madroñal, 1997; Marín Cepeda, 2015, págs. 304-337).
Zúñiga, Matías de (CC, vv. 673-680)
Ingenio desconocido.
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Aparato textual
Núm. 2
7 excelente] exelente P
Núm. 4
4 lo] la P
Núm. 5
55 oprima] opprima P
152 sin cuento] si cuento P
184 mientras] mientra P
Núm. 11
31 orza] orca P [Falta la cedilla por desgaste de tipos o mal entintado.
Núm. 19
23 almas] armas M, ELR [Enmienda de VG aceptada por SR, que restaura
el sentido del pasaje (‘almas que van al infierno’) y la contraposición
con «cuerpos».
67 son] sol M
102 solo] solos M
116 a] om. M
139 canción en profecía] canción y profecía M, ELR [Enmienda de VG,
sugerida en nota por SB y SR.
Núm. 20
11 los] las M [Enmienda necesaria para concordar con el referente («tus
hijos», v. 9).
12 incontrastable] icontrastable M
43 indignado] indigerado M
87 espera] espira [Aunque se puede entender como una disimilación
vocálica común en la época, se enmienda para evitar una mala
interpretación (‘espirar, morir’).
112 diamante] diamantes M
Núm. 21b
10 alma] elma P
Página 289
21 puestos] puesto P
Núm. 25
Título: Al túmulo del rey que se hizo en Sevilla] Soneto al túmulo que se
hizo en Sevilla por la muerte de don Felipe II M5; Soneto a un bravo
que llegó a ver un suntuoso túmulo en Sevilla M6; Soneto que hizo al
túmulo de Sevilla un soldado M8; Soneto viendo a [ilegible] del rey
Felipe en Sevilla M9.
1 espanta] admira M9; grandeza] braveza M5
2 doblón] millón M6; describilla] descrebilla M9
3 porque] pero M9; suspende] espanta M6
4 riqueza] belleza M5, M8, M9; grandeza M6
6 más que] más de M6, M9; millón] lugar M8; un siglo] un gran siglo M9
8 nobleza] riqueza M5, M8; belleza M6; en nobleza M9
9 Apostaré] Yo apostaré M6; la ánima] el ánima M5, M6, M8, M9
10 gozar] gosar M9; este] deste M5, M8, M9; hoy ha] te ha M6; haya M9
11 el cielo] la gloria M6; de que goza] donde habita M5, M6; en que vive
M9
12 Esto oyó] Llegóse M6; Oyolo M9; y] om. M6
13 voacé] vuercé M8; vuerced M6, M9; seor] señor M5, M9
15 Y luego encontinente] Terció la capa y luego encontinente M6; y luego
encontinente caló el sombrero, remiró M9
16 chapeo] capelo M5, M8; requirió] y requirió M5, M6, M8
17 miró al soslayo, fuese y no hubo nada] la espada miró hacia tras,
escupió, fuese y no hubo nada M9; fuese] y fuese M8
Núm. 26
28 Egeo] Aseo P, SB, VG [Se acepta la enmienda de ELR, que da sentido
al pasaje. SB sugerían «Aqueo».
Núm. 30
10 muestra] muestre P [Enmienda por razones de coherencia verbal del
pasaje.
27 materia] mateeia P [Errata.
Núm. 35, Epístola a Mateo Vázquez
Título: Cervantes] Cervante M
155 quise hallarme] quise ir y hallarme M
235 benigno] begnino M
Núm. 36 «Canto de Calíope»
31 Ercilla] Ercila P
65 Quieroos] Quieros P
Página 290
178 templo] tempo P
221 habilidad] habidad P
370 Villarroel] Villaroel P
838 le] om. P
Núm. 37, Viaje del Parnaso
Licencia (II) El viaje del Parnaso] el El viaje del Parnaso P
I, 40 en] om. P
I, 221 llevándolas] llevándola P [Error de concordancia.
I, 301 le] se P
II, 175 Luso] Lugo P [Lectura sin sentido.
II, 284 y] om. P
II, 294 quinta] quenta
II, 312 tememos] tenemos P, ELR [Enmienda de RM que parece mejorar
el sentido del pasaje.
II, 316 el] al P
II, 427 uno] no P [Errata de composición o impresión.
III, 20 muchos] muehos P
III, 42 consiente] consiete P
III, 120 quien] que P
III, 188 podrá] podía P
III, 121 Barrionuevo] Barionuevo P
III, 232 presuntuosas] presuntosas P
III, 319 ves] vez P
III, 404 agora] ahora P
IV, 50 sonetos] soneto P
IV, 78 granjeallo] granjealla P [Error por contaminación del v. 80
(«ella»), que hay que corregir por cuestiones de rima.
IV, 182 gala] ala P [Falta una letra por error durante el proceso de
impresión.
IV, 292 Hortensio] Orense P [Lectura sin sentido, que se tiene que
enmendar para restaurar el nombre del personaje.
IV, 352 pregonero] pregenero P [Errata por contaminación de las letras
vecinas.
IV, 439 la vitoria] la la vito ia P [Doble errata del proceso de impresión.
IV, 410 ancha] ancho P [Error de concordancia.
IV, 550 Y] om. P [Falta la conjunción, que ha dejado un espacio en
blanco.
Página 291
V, 95 hermosa] hermosura P [Error que altera el sentido y rompe la
métrica.
V, 146 le] se P
V, 262 cuero] cuezo P
V, 282 grande] grnade P
V, 312 occidental] accidental P
VI, 9 nuestro] nustro P
VI, 10 primera] tercera P, RR [Enmienda de RM seguida por los
siguientes editores, que restaura el sentido correcto del pasaje y evita
una repetición (con v. 8).
VI, 113 ninguno] ningunos P
VI, 190 Mucio] murio P
VI, 199 Libia] libra P
VI, 200 Citia] citra P
VI, 229 pruebe] preue P
VII, 130 Lofraso] Lafraso P
VII, 209 canalla] cañalla P
VII, 280 canción] Ganaon P
VII, 283 petarte] Petrarte P
VIII, 19 guarte] guarde P
VIII, 52 coronadas] coradas P
VIII, 56 Euterpe] Euterpi P
VIII, 138 Brilladoro] Billadoro P
VIII, 165 vislumbres] volumbres P, SB
VIII, 189 váguido] vagido P [Errata que puede estropear el sentido del
pasaje, pues para eviar confusiones con otro sentido de vagido (‘llanto
del niño’) es preferible la enmienda.
VIII, 199 respetada] espectada P
VIII, 305 instante] instan P
VIII, 331 avergüenza] avergenza P
VIII, 350 Carrociolo] Arrociolo P, VG, SR; Caracciolo RM, HG, ELR [Es
un error del cajista detectado por Croce (1899) que, sin embargo, basta
con restaurar ligeramente para recuperar la forma seguramente escrita
por Cervantes y no la original italiana.
VIII, 406 al soslayo] al del Layo VAM, RM, TM; al de soslayo SB; al del
lado HG [La errata de la princeps ha dado lugar a varias propuestas de
enmienda, de las que se adapta la propuesta de TM y ELR.
VIII, 433 cuellierguido] cuelliergido P
Página 292
«Adjunta» espíritus] espritus P
«Adjunta» partos] partos de los partos P, SR; partos (de los partos) SB;
partos de los ingenios TM, VG; fructos de los partos RM [La lectura
de la princeps parece una errata (única en el CORDE) sin sentido
alguno, para la que se han ofrecido diversas soluciones: si se entiende
como un error por reduplicación y partos como ‘producto del
ingenio’, basta con aceptar la enmienda de ELR (ya adelantada por
SB, que marcaba entre paréntesis la parte sobrante) para restaurar el
pasaje.
«Adjunta» dígame] déjeme P
«Adjunta» valentón] valenten P [Error por asimilación vocálica.
Página 293
Agradecimientos
Página 294
Índice de voces anotadas
Página 295
Alejandro (comparación) VP, VIII, vv. 376-384
alfeñicados VP, III, vv. 22-24
alferecía VP, IV, v. 475
algarabía VP, III, v. 39
alígero VP, III, v. 163
alma 35, v. 50
almarada VP, VIII, v. 428
almario VP, V, v. 91
al soslayo 26, v. 17
altitonante VP, II, v. 194
alto firmamento 5, vv. 115-116
alzarse a su mano VP, III, v. 200
Amarili VP, II, v. 236
áncoras 11, v. 37; VP, I, v. 175
ángel 34, v. 11
anidar CC, v. 254
ansias 29, v. 4
añublar, 5, v. 24
a orza 11, vv. 29-32; VP, III, v. 277
Apeles VP, VII, v. 51
a pique VP, IV, v. 46
Apolo 9, v. 14
Araucana (intertextualidad) VP, VIII, v. 19
Arauco 25, v. 26; CC, vv. 25-26
árbol VP, I, v. 265
árbor 5, v. 64
arca 19, vv. 124-125
arcas… tesoro 25, vv. 51-55
archiducal floresta 31, v. 6
arenas de oro (Tajo) 18, vv. 3-4
Argensola (soneto) VP, VII, vv. 250-251
Argos (monstruo) VP, VII, v. 290
Argos (nave) VP, I, vv. 160-161
Arión CC, v. 212
armada VP, I, vv. 158-159
Arno CC, vv. 385-386
arpa de David VP, III, vv. 217-219
Arquímedes VP, VIII, vv. 331-333
Página 296
arreos 5, v. 75; VP, V, v. 327
arrobos 32, v. 81
artificio de Janelo 41, v. 6
asconder VP, III, v. 208
asegurar un partido VP, II, vv. 82-83
atambor 19, v. 69
Atenas VP, IV, vv. 293-294
Atlante 5, vv. 119-120; VP, VI, v. 213
atolladero 35, v. 93
atrasadas VP, IV, v. 70
aulas soberanas 25, vv. 7-8
aurora CC, v. 213
Austria, Juan de (raro capitán) 10, v. 8
austrina CC, v. 790
autor VP, «Adjunta»
ave alegre 5, vv. 65-66
Ávila… alba 32, vv. 57-59
aviso VP, IV, vv. 15, 17; VIII, v. 306
«¡ay me!» VP, VII, v. 355
«azotar las aguas del mar cano» (metáfora) VP, V, v. 162
Página 297
Belorofonte VP, III, vv. 307-309
besar (signo de respeto) VP, «Adjunta»
bestia (Pegaso) VP, VIII, vv. 131-132
Betis 31, v. 12; CC, vv. 385-386
Biblis VP, VII, v. 339
bicoca 35, v. 209
bien 1, v. 10
bien donado… Maldonado (juego) 15, vv. 1-7
blanca y dura piedra 16, vv. 1-4
blando CC, vv. 858-860
blasones 25, v. 12
boca 21, v. 9
bodego 41, vv. 7-8
Bóreas VP, II, v. 122; VP, V, v. 205
bramar 24, v. 9
brazos de Dafne VP, IV, v. 317
Brilladoro VP, VIII, v. 138
brindez VP, III, v. 376
brumar VP, II, v. 295
buco VP, V, v. 11
buido VP, VIII, v. 427
burba VP, VI, v. 283
bureo VP, IV, v. 183
buscar pan de trastrigo VP, «Adjunta»
Página 298
Calíope VP, II, v. 308
Calipso VP, III, vv. 235-236
Calisto VP, II, v. 50
calor VP, VI, v. 269
Calvario, monte 12, v. 32
Campos Elíseos 5, vv. 41-42; 25, v. 56
candeal VP, I, v. 112
caniculares VP, «Adjunta»
cantilena VP, IV, v. 54
cantimplora VP, III, v. 285
canto del cisne 33, vv. 1-2
Canto del Turia CC, vv. 769-770
captivo 8, v. 75
caraos VP, III, v. 376
carátula VP, «Adjunta»
cárcel del olvido VP, II, v. 181
carda, los de la VP, IV, v. 254
Caronte 5, vv. 41-42
Carmelo monte 11, v. 47
carro de Elías 11, v. 51
Cartago VP, I, vv. 133-135
casa de Este CC, v. 71
caso CC, v. 755
Castalia VP, III, v. 363
Catalina 4, vv. 36-37
Catón uticense VP, III, v. 119
cautiverio 6, vv. 8-9; 7, v. 1
cedo VP, V, v. 171
céfiro VP, II, v. 354
celebro VP, VI, v. 42
Celia 8, v. 9
Celidón CC, v. 497
«celos, Los» (romance) VP, IV, v. 41
celsitud VP, II, v. 249
cendrado CC, v. 108
censo VP, IV, v. 312
centinela VP, VII, v. 230
cerbelo VP, IV, v. 174
Página 299
cerdas VP, V, vv. 206-207
cernícalos lagartijeros VP, V, v. 247
cerrar VP, VII, v. 215
chacho VP, II, v. 95
chapeo 26, v. 16
churrullero VP, VII, v. 108
chusma VP, I, v. 171
Cicerón 30, v. 16; CC, vv. 378-380
Cides 19, v. 100
ciego VP, II, v. 412
ciego dios 9, vv. 1-4
cielo empíreo 8, v. 12
ciencias 18, v. 14
«¡Cierra, cierra!» VP, III, v. 168
cierta 21, v. 30
Cilenio 27, v. 7
cilenio VP, I, v. 209
ciprés CC, vv. 729-732
Ciprinia VP, V, v. 119
cisne (canto) VP, IV, vv. 320, 565
cisne y cuervo (imagen) VP, I, vv. 103-104
cita (escita) 25, v. 21
Citia VP, VI, vv. 199-200
claríficas CC, v. 686
clarines VP, I, v. 169
clima VP, II, v. 192
clines VP, VIII, v. 155
Cocito 29, v. 5
coco VP, «Adjunta»
cofradías 24, vv. 2-3
colgado VP, II, v. 1
coliseo VP, «Adjunta»
Coliseo (Olimpo) VP, I, v. 192
colmo VP, VI, v. 91
Coloso de Rodas VP, VI, vv. 166-168
columbina VP, VIII, v. 151
columbrar VP, III, v. 313
comediaje 40, v. 7
Página 300
comedias cervantinas VP, IV, vv. 19-21; «Adjunta»
cómico mejor de Hesperia VP, VII, v. 317
cómitre VP, III, v. 264
compañías 24, vv. 2-3
Compás de Sevilla VP, V, v. 42
compasiva VP, IV, v. 560
concento VP, VII, v. 148
concierto 11, v. 33
«con descanso, ya cansado y laso», 35, v. 108
Confusa, La VP, IV, v. 16
con pa y vereda VP, IV, vv. 179-180
consentir en CC, v. 389
contino VP, VI, v. 220
cordero 19, vv. 124-125
Córdoba, casa de 20, vv. 76-80
coritos VP, I, v. 333
coro 5, v. 98
coronación de laurel VP, VIII, vv. 85-93
correr parejas 25, v. 45
corridos VP, «Adjunta»
corriente VP, VII, v. 131
«corta de vista, aunque de cola larga» VP, I, v. 13
corte… llano VP, VII, v. 322
cortesano laberinto 16, v. 11
cosas… referidas CC, vv. 125-126
crudo 8, v. 93; 35, v. 141
crujía VP, I, v. 259
Cruz, san Juan de la (intertextualidad) CC, v. 457
cuitada 40, v. 17
«Cuando nace la escoba, nace el asno que la roya» (refrán) VP, «Adjunta»
cuarta esfera CC, v. 356
cuartana 20, v. 51
cubierta VP, «Adjunta»
cuenta VP, VII, v. 37
cuento CC, v. 683
«¡Cuerpo de mí!» VP, II, v. 396
cuidado 5, v. 123
cuidados CC, vv. 309-312
Página 301
cuidadoso VP, I, v. 119
culta vena 28, v. 5
cura 35, v. 215
curioso VP, VIII, v. 370
cutio VP, IV, v. 159
cúyo VP, VIII, v. 401
Página 302
desterrado a Ponto VP, IV, v. 6
de uno en otro VP, III, v. 38
desvarío con discrección (verosimilitud) 8, vv. 53-56
detener el poder de Marte 5, vv. 37-38
Deus pictor 12, v. 1
dicernir 8, v. 30
dichoso día 35, v. 109
diestra 35, v. 132
diluvio 19, v. 46
«¡Dios es Cristo!» VP, II, v. 380
dios parlero VP, I, v. 199
dirección VP, «Adjunta»
discordia… pacífica concordia 35, v. 226-228
discurrir 35, v. 119
distinta 15, v. 28
divertirse VP, II, v. 13
docto griego (Homero) CC, vv. 111-112
Don Quijote VP, IV, vv. 22-24
Dragontina 31, v. 4
dromerio VP, II, v. 321
dubio CC, v. 127
duro Marte 9, vv. 7-8
Página 303
ensalada VP, I, v. 247
entenas 19, v. 53
en trenza VP, I, vv. 164-165
entricada VP, VIII, v. 59
envión VP, VII, v. 234
Eolo CC, v. 620
equina fuente CC, v. 604
Esculapio VP, IV, v. 394
escombrada VP, III, v. 44
escritor de Numa 10, v. 5
escritor toscano (Virgilio) 23, v. 7
esdrújulos VP, III, v. 2
Esgueva VP, VIII, vv. 33-38
espalderes VP, I, v. 257
espátula 39, v. 1
espías VP, I, v. 308
esquiva CC, v. 488
estado dichoso 4, v. 1
estafeta VP, I, v. 28
estancias polifemas VP, VII, v. 323
estantigua VP, I, v. 10
éstasis VP, IV, v. 290
Estigio 29, v. 5
estilos VP, III, v. 65
estornudo… cruces VP, II, vv. 4-5
estrambotes VP, I, v. 269
estrecho VP, I, v. 147
estrecho (Escila y Carbibdis) VP, III, v. 229
estremado 8, v. 86
Estrómbalo VP, III, v. 140
Etna 29, v. 5
excesible 31, v. 2
Página 304
Farnesio, Alejandro 19, vv. 77-78
faz 4, v. 12
febeo aliento CC, v. 43
Felipe… segundo (juego) 20, vv. 52-53
fenices VP, II, v. 279
fénix 28, v. 13
fil VP, IV, v. 399
Fílida CC, v. 220
Filis VP, IV, v. 52
«flagelo de poetas memos» VP, II, v. 310
flor 2, v. 2; 3, v. 4
Fortuna
Fortuna y Mundo 1, v. 8
rueda de la 35, vv. 37-42; CC, vv. 809-812; VP, I, v. 106
freno de la envidia CC, v. 779
fría noche 35, v. 92
frontero VP, «Adjunta»
fugitivo cristal VP, VI, v. 16
Página 305
gentalla VP, VI, v. 275
gente non sancta VP, II, vv. 85-86
Glauco CC, vv. 25-26
godescas galas VP, III, v. 98
godescos VP, III, v. 284
godo VP, II, v. 104
golfo de Narbona VP, III, v. 104
golfo insano (corte) 16, vv. 9-10
Golías 24, v. 7
gorgaranes VP, «Adjunta»
gorgolán 41, v. 2
gorrón VP, IV, v. 323
Gnatón VP, II, v. 171
Gracias CC, v. 573
gramalla VP, II, v. 402
gran Bastardo de Salerno, El VP, VIII, 18
gran capitán CC, v. 586
granjería VP, VIII, v. 387
gran marqués (de Santa Cruz) 23, v. 2
granuja VP, V, vv. 64-66
granzones VP, II, v. 407
greguescos VP, III, v. 288
griego (Homero) 23, v. 7
grima VP, VIII, v. 250
grita VP, VI, v. 66
Guánuco CC, v. 584
guilla VP, II, v. 405
guitarra… prima… estilo VP, II, vv. 149-150
gusarapo VP, «Adjunta»
Página 306
Helicona VP, III, v. 363
heridas de Cervantes 35, vv. 135-138
hermano de Calíope y Palas CC, vv. 542-544
Hero y Leandro VP, VI, vv. 22-24
Herrera, Fernando de (intertextualidad) VP, III, v. 414
Hespérides VP, III, vv. 427-432
Hibla (miel) VP, IV, vv. 205-207
Hidra VP, «Adjunta»
hidropesía VP, VI, v. 127
hijo tan querido (don Carlos) 5, v. 154
hijo de Latona 5, v. 165
himineo VP, VIII, vv. 331-333
hipar VP, II, v. 90
Hipocrene 12, v. 34; CC, v. 59; CC, vv. 517-520, 531, 604; VP, II, vv. 86-87;
III, v. 312
hipócritos VP, IV, v. 341
hisopo VP, V, v. 323
hombre viejo… nuevo 10, vv. 7-8
hondas de estallo VP, VII, v. 155
hopo VP, VIII, v. 232
Horas menguadas y felices VP, III, vv. 339-341
humor VP, VI, v. 7
humos VP, I, v. 47
Página 307
irse (‘descomponerse’) VP, VIII, v. 186
Isabela Eugenia Clara 4, vv. 36-37
isla inexpugnable VP, III, v. 297
isla infame VP, III, v. 142
ismaelitas 35, v. 177
Página 308
León, fray Luis de (intertextualidad) CC, v. 850; VP, III, vv. 85-86; III, vv.
414, 433-435; IV, vv. 139-141
leteo VP, V, v. 325
letras y cifras VP, VII, v. 269
letura VP, I, v. 100
levantada 10, v. 1
Libia ardiente VP, VI, vv. 199-200
libros de memoria VP, III, v. 65
licor santo CC, vv. 517-520
Limar CC, v. 562
lince sin vista 8, v. 52
linfas VP, V, v. 132
lindo VP, II, v. 154
Livio romano 6, v. 12
lizos VP, III, v. 6
llamados y escogidos VP, II, v. 39; IV, v. 505; y VIII, v. 70
llano… corte VP, VII, v. 322
llave dorada 35, v. 61
llegar CC, v. 190; VP, II, v. 277
Lope (catálogo de obras) 27, vv. 13-14
Lucano VP, II, v. 76
luego encontinente 26, v. 15
Lusiadas (intertextualidad) VP, V, v. 33
Lusiadas (traducción) CC, vv. 273-276
Lusitania (amores) VP, IV, vv. 205-207
Luso VP, II, v. 175
lustre CC, vv. 54, 447-448, 557
luterano 25, v. 23
Luz (nombre poético) VP, II, v. 67
luz del mundo… sal de la tierra 11, vv. 43-44
Página 309
magno cordobés VP, VII, v. 257
majestoso VP, III, v. 364
mal 7, v. 1
malditos VP, IV, v. 42
malmaridada VP, I, vv. 248-249
Malta (orden) VP, I, vv. 307-312
mantenedor VP, VIII, v. 345
manto de Eliseo 11, v. 51
Mantuano CC, v. 141
máquina 26, v. 4; VP, VIII, v. 1
maravillas del mundo VP, VI, vv. 166-168
marcado el pecho VP, III, v. 47
Marcilla 33, v. 6
Margarita 17, v. 4
marginalia 3, v. 5
marina VP, II, v. 425
mármol pario 33, v. 12
Marte (nuevo y pacífico) 25, v. 17
Martes 19, v. 100
Marte y Venus VP, I, vv. 86-87; V, vv. 263-264
mastranzo VP, IV, vv. 179-180
matalotaje 11, v. 24; VP, I, v. 237
materia de estado… cristiana forma 30, vv. 27-28
Matusalenes VP, «Adjunta»
mauseolo CC, v. 822
mayor collado de Tesalia CC, vv. 625-627
Medrano, Francisco de (intertextualidad) VP, III, v. 354
Medusa VP, «Adjunta»
melifluidad VP, III, vv. 22-24
melifluos VP, III, v. 284
Ménalo 6, v. 3
menestra VP, «Adjunta»
menudear VP, V, v. 35
mesura 24, v. 12
Milán (galas) VP, IV, vv. 205-207
mílite VP, VII, v. 47
mílites 20, v. 137
mina 9, v. 10; 22, v. 26
Página 310
Mincio CC, vv. 385-386, 644
mineros 9, v. 9
Minerva 9, v. 14; 27, v. 8; 34, v. 3
mirto CC, vv. 729-732
mis VP, I, v. 112
modo CC, v. 864
Moisés cristiano (imagen) 20, vv. 101-102
monas VP, VIII, v. 210
monta VP, VIII, v. 245
monumento CC, v. 32
Morfeo VP, V, v. 323
morsillón VP, V, v. 74
mortífero accidente 3, vv. 7-8
motete VP, III, v. 409
mozo de golpe 41, v. 13
Mucio Scévola VP, VI, vv. 190-195
muerte-ladrón 4, vv. 3-4
musas VP, VIII, vv. 55-57
muso VP, VII, v. 93
Página 311
numeroso CC, v. 612; VP, II, v. 170
nutriz VP, III, v. 142
Página 312
paz 4, v. 14
«paz de amor y la guerra» 15, v. 3
pecheros, no VP, V, v. 249
pedicoj VP, III, v. 396
Pegaso (Hipocrene) 12, v. 34
Peneo CC, vv. 845-848
pensado VP, III, v. 365
pensamiento presuroso CC, v. 681
Pensiles (jardines) VP, III, vv. 427-432
pérdida 35, vv. 166-168
perene VP, III, v. 388
Pérez de Guzmán, Alonso 19, vv. 77-78
perlas del alba VP, IV, v. 195
perlas del sur VP, IV, vv. 205-207
perlas finas 25, vv. 7-8
perusino VP, I, v. 2
pesados yerros 7, v. 13
pésete y reniego VP, II, v. 414
peso VP, VII, v. 306
petarte VP, VII, v. 283
Petrarca (intertextualidad) VP, I, v. 111
Petrarca (traducción) CC, vv. 597-600
piedra (juego) 18, vv. 9-10
piedra amarilla 21, v. 49
Piérides VP, «Adjunta»
pies VP, II, vv. 214-216
pieza VP, VII, v. 232
piezgo VP, V, v. 235
pífaro VP, VI, v. 287; VP, VIII, v. 293
pigmeos 24, v. 7
pimpollos 31, v. 10
Pindo CC, v. 339; VP, II, v. 152
pintura (arte, compostura, traza) 13, v. 3
pirata (inglés, Drake) 19, v. 27
piratas (corsarios) 35, v. 180
Pirsiles VP, IV, v. 47
Pisuerga VP, VIII, vv. 33-38
plático marinero 11, v. 28
Página 313
pluma… vuelo 35, vv. 14-15
plumas 24, v. 5; CC, vv. 581-582
Po 31, v. 12
pobreza de los poetas VP, I, vv. 70-75
poetambre VP, II, v. 396
poetas laureados VP, VIII, v. 98
poetas titulados VP, V, v. 314
poética 15, vv. 21-25
poleo VP, IV, vv. 179-180
poner VP, IV, v. 144
«por brújula» VP, II, v. 360
«por fas o por nefas» 35, v. 24
postillón VP, IV, v. 350
pozo de Airón VP, «Adjunta»
premisas VP, VI, v. 33
prendas 4, v. 35
preñada del viento VP, VI, v. 176
preñez 19, vv. 7-9
presidentes CC, v. 89
presta VP, VII, v. 264
presumir 35, v. 18
primera y segunda parte (Padilla) 9, vv. 1-4
príncipe de Marruecos VP, «Adjunta»
privado 35, v. 78
producido CC, v. 58
prometer 37, soneto
Promontorio VP, VIII, v. 272
propio VP, «Adjunta»
Proserpina VP, II, v. 182
prudente sierpe… viejo vestido 11, vv. 9-12
«prudentes / famosos generales» 19, vv. 77-78
puer senex CC, v. 60; VP, II, v. 138
puertas del Oriente VP, I, vv. 164-165
puesto que (‘aunque’) 20, v. 140; VP, I, v. 285
puja 11, vv. 29-32
pujanza 2, v. 9
puntillazos VP, II, v. 311
punto fijo VP, VIII, v. 282
Página 314
puntos VP, «Adjunta»
puño VP, VIII, v. 125
pusilánimo CC, v. 636
Página 315
rima idéntica VP, IV, vv. 80-84
Rimas VP, VII, vv. 184-198
«risa del conejo» (refrán) VP, VIII, v. 407
riza VP, VII, v. 138
Rodomonte VP, I, v. 54
rogo VP, V, v. 133
Rojo mauro CC, v. 443
Roldanes 19, v. 100
romano caballero (Marco Curcio) VP, VI, vv. 190-195
romeros VP, III, v. 99
Rosel… rosa (juego) 31, v. 3
rota VP, IV, v. 376
roto hilo 5, v. 107
rozagante VP, IV, v. 163
rúas VP, VIII, v. 255
rucias VP, VII, v. 313
rueda de la Fortuna 35, vv. 37-42
ruina 24, vv. 11-12
ruinas (tópico) VP, VI, vv. 157-162
«Ruin sea el que por ruin se tiene» (refrán) VP, «Adjunta»
rumbada VP, I, v. 277
rumbo VP, II, v. 380
Página 316
santo bien partido VP, IV, v. 395
sapos y ranas VP, II, vv. 367-368
sarga 19, v. 110
sastre VP, II, v. 415
sátira (concepto) VP, IV, vv. 34-36
sátira (Juvenal) VP, IV, v. 1
sátira antigua licenciosa VP, VII, vv. 188-189
sciencias de Apolo CC, vv. 90, 493
Scila y Caribdis 20, v. 109
secretos VP, IV, v. 184
seguidillas VP, VII, v. 235
segundo Abrahán 19, v. 87
segundo año 35, v. 146
segunda puerta VP, «Adjunta»
segur VP, VIII, v. 45
Selvas de Erífile VP, II, v. 207
senda y camino 35, vv. 85-91
senos CC, v. 388
sentimiento 35, v. 143
seña VP, IV, v. 380
señor de Delo CC, v. 120
señor galán VP, III, v. 208
seor 26, v. 13
sepulcro (Mauseolo) VP, VI, vv. 166-168
seráfico padre 13, v. 5
sesga VP, III, v. 40
seta almidonada VP, V, v. 210
Sevilla (nueva Roma) 26, vv. 7-8
Sicilia VP, «Adjunta»
sietemesinos VP, I, vv. 227-228
Silena VP, IV, v. 52
silgueros VP, VI, v. 241
sima de Cabra VP, «Adjunta»
Sincero VP, III, vv. 148-153; VII, v. 60
sirenas VP, II, v. 340
sirgo VP, I, v. 180
Sísifo VP, I, v. 40
sobrar CC, v. 131; VP, II, v. 255
Página 317
sobrenombre CC, v. 23; VP, II, v. 43
sobrescrito VP, «Adjunta»
sol… humidad (conversión) 12, vv. 13-23
solecismos VP, IV, v. 177
solio VP, III, v. 202
solo (italianismo) 28, v. 12; CC, v. 359; VP, II, v. 16
sombras… lejos 13, vv. 9-10
somurmujar VP, III, v. 292
sonaja y morteruelo VP, IV, vv. 169-171
soneto malo VP, «Adjunta»
sopraestante VP, III, v. 289
sotil disinio VP, I, v. 224
subido 8, v. 5
subir VP, II, v. 322
suceso VP, I, v. 110
«¡Sucio es Apolo!» VP, II, v. 417
sueños (teoría) VP, VI, vv. 1-9
sujetos fregoniles VP, IV, vv. 50-51
suma 10, v. 4
supuestos VP, II, v. 303
Página 318
tiernos VP, III, v. 284
Timbreo VP, IV, v. 69
timoneda VP, VII, v. 294
timonero VP, III, v. 277
tiracantos 39, v. 13
tirar la barra VP, II, v. 151
Títiro CC, v. 644; VP, III, vv. 148-153
tocar VP, «Adjunta»
toledano VP, VI, v. 253
tope VP, III, v. 4
Torcato (Tasso) VP, II, v. 134; VP, V, v. 87
trabajo 35, v. 55
trafalmeja VP, IV, v. 167
transfuga VP, VII, v. 106
trapa VP, IV, v. 347
traslado 21, v. 37
Trato de Argel (intertextualidad) 35, vv. 178-244
trazas VP, I, v. 96
triunfo 24, v. 14
troglodita VP, VI, v. 30
trovistas… de torbellino VP, IV, vv. 515-516
troyano fuego CC, vv. 111-112
tudesco VP, VI, v. 248
tusco (toscano) 17, v. 14
Página 319
vena caudal CC, v. 53
verdugado VP, V, vv. 120-122
verosimilitud 8, vv. 53-56; VP, VI, vv. 50-63
versos VP, I, v. 232
versos sueltos VP, I, v. 287
vide VP, VIII, v. 246
viento… mar de la privanza 35, vv. 21-23
virgen… adúltera VP, VII, vv. 343-344
Virgilio VP, VII, v. 51
Virgilio (intertextualidad) VP, IV, vv. 28-29, 53; II, v. 324
visorrey de Dios 32, v. 88
visos VP, III, v. 15
vizcaínos VP, I, v. 333
vísperas… ayuno 35, v. 69
voacé 26, v. 13
«¡Voto a Dios!» 26, v. 1
«¡Voto a Dios que me espanta esta grandeza!» VP, IV, v. 39
Página 320
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA (Alcalá de Henares, 29 de septiembre de
1547 - Madrid, 22 de abril de 1616) fue un soldado, novelista, poeta y
dramaturgo español. Es considerado una de las máximas figuras de la
literatura española y universalmente conocido por haber escrito Don Quijote
de la Mancha, que muchos críticos han descrito como la primera novela
moderna y una de las mejores obras de la literatura universal. Se le ha dado el
sobrenombre de «Príncipe de los Ingenios».
Página 321
Notas
Página 322
[1]Sobre la invención en relación con la discreción y la prudencia, véase
Egido (2011). <<
Página 323
[2]En otro orden de cosas, se trata de una «racionalización del rapto divino
del poeta» por las musas, a quienes decide no invocar hasta mucho más
adelante (V, vv. 88-93 y VII, vv. 1-15) (Vélez-Sainz, 2006, pág. 146). <<
Página 324
[3]De hecho, Herrero García (1983, págs. 630-632) ofrece una lista de
posibles romances cervantinos. Sobre sus relaciones con el Romancero viejo
y nuevo, véase Chevalier (1983), Eisenberg (1991a) y González (1993). <<
Página 325
[4]Por ejemplo, se sabe de la participación de Cervantes en la guirnalda
poética del Corpus de 1609 (con primer premio incluido) y en la de 1612, mas
no se conocen los poemas en cuestión (Canavaggio, 2015, pág. 299). <<
Página 326
[5]
Por eso también se le encuadra en el manierismo (Caso González, 1983;
Ruiz Pérez, 1985). Y véase Ruiz Pérez (2007). <<
Página 327
[6] Sobre el ovillejo cervantino, véanse Alatorre (1990) y Presotto (2012). <<
Página 328
[7]Un panorama de la recepción poético-cervantina en Romo Feito (2001),
Fernández de la Torre (2007), Cuevas Cervera (2014) y Martín (2014). <<
Página 329
[8]Véanse J. M. Blecua (1947a y 1947b), Ashcom (1951), Lapesa (1967b),
Navarro González (1971), Salazar Rincón (1980), Rivers (1981 y 1983)
Canavaggio (1994), Aladro y Ramos Tremolada (1996), Trabado Cabado
(1996), Montero Reguera (2003 y en prensa), Rey Hazas (2004) y Gálvez y
Huerta (2015), más el telón de fondo del petrarquismo (Díez de Revenga,
1986 y 1999; Manero Sorolla, 1991). En general, para la intertextualidad
cervantina, véase A. Blecua (2013). <<
Página 330
[9]Sobre el epitafio cervantino en prosa y verso, véanse Montero Reguera
(2011b y 2012), además de Luis (1987-1988) y Hens Pérez (1993). <<
Página 331
[10]
Rivers (1973, pág. 123) conecta el poema con el soneto XXI («Clarísimo
marqués, en quien derrama») de Garcilaso. <<
Página 332
[11]
Este maestro cuenta con otros textos similares tanto antes como después:
Relación de la muerte y honras fúnebres del serenísimo príncipe don Carlos
(Madrid, Pierres Cosín, 1568) y el Aparato real y suntuoso recebimiento con
que Madrid recibió a la serenísima reina doña Ana de Austria, nuestra
señora, con sus felices bodas y próspero viaje (Madrid, Juan Vázquez, 1572).
<<
Página 333
[12] Sobre esta poesía de muerte, véase Llamas Martínez (en prensa). <<
Página 334
[13]Como prueba de la relación entre López de Hoyos y Espinosa está el texto
In commendationem et encomium parti triumphi funditus profligata (1572)
que el maestro dedica a su protector. <<
Página 335
[14]Para las opiniones políticas cervantinas al respecto, véase Rey Hazas
(1998 y 2000). <<
Página 336
[15]Martín (1985) traza la historia del poema, que se relaciona con el entorno
poético del pintor Francisco Pacheco. Lara Garrido (1999b) tiene el texto —
que data en 1604— por ejemplo de poética de exaltación y del extrañamiento
que rinde tributo al poder de la creación, a lo que se añade un recordatorio de
la fugacidad temporal y la mortalidad humana (Ruiz Pérez, 1985, pág. 174).
<<
Página 337
[16]Ajusto y completo esta tipología con la adición del soneto a Mosquera de
Figueroa (núm. 23) en el tercer punto. Garrote Bernal (2008) distingue dos
tendencias (elogio de aristócratas y poetas), dos formas (poemas preliminares
y loor de escritores), dos clases (encomiástico e informativo) y dos estructuras
(ligada y autónoma), además de una amplia galería de motivos y tópicos. <<
Página 338
[17]Otros detalles se pueden encontrar en las notas iniciales de cada poema y
en el apartado de poetas final. <<
Página 339
[18] Para todos los pormenores al respecto, véase Garcés (2005). <<
Página 340
[19]
No se puede considerar un poema burlesco, como quiere Martín (1991,
págs. 81-84). <<
Página 341
[20] Véase Inamoto (1995). <<
Página 342
[21] Sobre esta y otras cuestiones, véase el repaso de Usunáriz (2014). <<
Página 343
[22]Este poema preliminar puede ser bastante anterior, porque las licencias de
la obra son de 1607. <<
Página 344
[23]Sobre las relaciones de Cervantes con los editores, véase Moll (2011). En
este libro hay otros dos poemas de la religiosa y otro de Valdivielso. <<
Página 345
[24]Un poco más adelante vuelve a la carga: «También ha de carecer mi libro
de sonetos al principio, a lo menos de sonetos cuyos autores sean duques,
marqueses, condes, obispos, damas o poetas celebérrimos; aunque si yo se los
pidiese a dos o tres oficiales amigos, yo sé que me los darían, y tales, que no
les igualasen los de aquellos que tienen más nombre en nuestra España»
(págs. 12-13), a lo que responde el amigo: «Lo primero en que reparáis de los
sonetos, epigramas o elogios que os faltan para el principio, y que sean de
personajes graves y de título, se puede remediar en que vos mesmo toméis
algún trabajo en hacerlos, y después los podéis bautizar y poner el nombre
que quisiéredes, ahijándolos al Preste Juan de las Indias o al emperador de
Trapisonda, de quien yo sé que hay noticia que fueron famosos poetas»
(pág. 14). <<
Página 346
[25]Repito que muchos otros poemas despegan de ciertos sucesos, pero el
diseño y el sentido siguen otras directrices. Por ejemplo, los poemas sobre el
ingreso de Padilla en los franciscanos se concentran en el cambio religioso,
mientras que el caso parejo del soneto a la monja Alfonsa González (núm. 34)
privilegia las habilidades cantoras del personaje. <<
Página 347
[26]
Son los epigramas «In laudem autoris» e «Idem ad Lectorem» del maestro
Pedro de la Royuela, un soneto de Francisco de Montalvo en elogio de Padilla
y el poema «No sé de tu admirable entendimiento» y otro de Luis de
Montalvo al ingenio («Esta divina crónica sacada»). <<
Página 348
[27]Se conocen dos cartas cervantinas al respecto (Montero Reguera, 1992,
págs. 84 y 95-96). Un buen panorama sobre este lance se halla en Martin y
Parker (2011). <<
Página 349
[28]
La invocación final (vv. 136-139) a la primera canción se relaciona con el
modelo de Petrarca y Herrera, para repetirse en el poema a santa Teresa (núm.
32) y en la «Canción desesperada» de Grisóstomo (Quijote, I, 14). Sobre
Cervantes y la poesía heroica, véase Díez de Revenga (1985). <<
Página 350
[29]
Canavaggio (2015, pág. 205) añade el aliento patriótico compartido con
La Numancia. <<
Página 351
[30]De rondón, aquí entra igualmente la profesión de Luisa y Magdalena,
hermanas de Cervantes, en la Orden del Carmelo (1565) y la Orden Tercera
de san Francisco (1610), junto al ingreso de su sobrino Fernando de Salazar y
Palacios en los franciscanos (1600). <<
Página 352
[31]La sección del Jardín espiritual se nombra «Canción seráfica padre san
Francisco, en cuya alabanza, a intercesión del autor, cuya es esta primera,
escribieron algunos de los famosos poetas de Castilla» (fol. 221v), entre los
que están López Maldonado, Lope de Vega y Gonzalo Gómez de Luque.
Véase Sáez (en prensa a) sobre el arte en la poesía cervantina, junto a uno de
los poemas de don Quijote a Altisidora («Suelen las fuerzas de amor», II, 46).
<<
Página 353
[32]Véase Fernández de la Torre (1984). Un marco sobre las fiestas teresianas
en España se encuentra en Romera Castillo (1998). <<
Página 354
[33]
Rey Hazas (2005, págs. 63-68) lo emparenta con los sonetos «Grandes,
más que elefantes y que abadas», «Duélete desa puente, Manzanares» y
«Tengoos, señora tela, gran mancilla» de Góngora. <<
Página 355
[34] Otros tres sonetos con estrambote llevan la firma cervantina: «En el
soberbio trono diamantino» (Quijote, I, 52), «Pluguiera a Dios que nunca aquí
viniera» y «Por ti, virgen hermosa, esparce ufano» (ambos en La entretenida)
(Domínguez Caparrós, 2002, págs. 155-156). Para la fortuna posterior, véase
Montero Reguera (2013c), además de Jauralde Pou (2004, pág. 649) sobre la
lexicalización del primer verso. <<
Página 356
[35] Según la lectura inocente de Rodríguez Marín (1943, págs. 15-17), el
soneto va contra la bravuconada en vez de contra el túmulo, mientras la visión
crítica de Martín (1999, págs. 106-108) entiende que se trata de una nueva
burla contra los poderosos. El dardo puede ir, en cambio, contra la pompa
vacía (Rodríguez de la Flor, 1999, págs. 356-359). <<
Página 357
[36]Este juego de máscaras conecta con el anterior poema burlesco y con los
personajes interpuestos de las novelas, que supone una ruptura con el modelo
petrarquista y una réplica a la Literarisierung des Lebens de Lope, más
cercano a Góngora (Alcalá Galán, 1999). El suntuoso catafalco respondía a un
proyecto diseñado por el jurado Juan de Oviedo, con pinturas de Francisco
Pacheco y esculturas de Juan Martínez Montañés, entre otros, por lo que
combinaba arquitectura, escultura, pintura y poesía, sin que llegue a haber un
ejercicio puro de écfrasis (Gaylord, 1996, pág. 138; D’Onofrio, 2013,
pág. 161). Este catafalco aparece en la comedia El amante agradecido de
Lope (Sanz, 2012). <<
Página 358
[37]Graf (1999) aprecia el desdén por formalidad religiosa, Reichenberger
(2005) ve un chiste inapropiado en un ambiente fúnebre y Lara Garrido
(2006) considera que el baile de máscaras cortocircuita el simbolismo
ceremonial sin llegar a la sátira más dura de Góngora (dos sonetos «Al túmulo
de Écija, en las honras de la señora reina doña Margarita»). <<
Página 359
[38]El sarcasmo protestón se distancia de la melancolía de Quevedo (Ayala,
1974, págs. 187 y 199-200; Ayala y Gaos, 1980, pág. 661), pero no llega a la
«mirada desestabilizante» que ve D’Onofrio (2013, pág. 161). Como dice
Prieto (1987, pág. 732), la crítica no se destina al rey, «sino a una situación y
a una realidad superficial». <<
Página 360
[39]La primera colección es la fuente principal del Entremés de los romances
tantas veces relacionado con la génesis del Quijote (Menéndez Pidal, 1924,
pág. 27). <<
Página 361
[40]Desde otra óptica, Wagschal (2007) lo conecta con la écfrasis y la
arqueología. Guarda relaciones con el romance «Funestos y altos cipreses» de
Medina Medinilla (también en el Romancero de 1600, núm. 28) y la Égloga I
de Garcilaso, además del romance «Los que priváis con las damas» de su
amigo Laínez (Schevill, 1925, págs. 439-440). Y véase González (1993,
págs. 612-613). <<
Página 362
[41]
El poema sale a la luz en 1863, se le pierde la pista en 1870 y se recupera
en 2004. Sigo en estos pormenores la estupenda reconstrucción de Gonzalo
Sánchez-Molero (2010). <<
Página 363
[42]Anteriormente se pensaba que el intermediario había sido Rodrigo,
hermano de Cervantes, que regresa a España en 1577. <<
Página 364
[43]Otros rasgos más tenues de intratextualidad se dan con los consejos de ars
gubernandi de don Quijote a Sancho (Quijote, II, 42) y el desengaño final de
El licenciado Vidriera (Blasco, 2014, págs. 387-393). <<
Página 365
[44] Acerca del epistolario cervantino, véase Montero Reguera (1992). <<
Página 366
[45]Esta propuesta ajusta las ideas de Gonzalo Sánchez-Molero (2010,
págs. 226-232) y Blasco (2014, pág. 377). <<
Página 367
[46]Gonzalo Sánchez-Molero (2010, págs. 227-228) anota los detalles de la
descripción bélica, que casa bien con las relaciones de la contienda (Jerónimo
de Corte-Real, Felicísima victoria, Zaragoza, Juan Soler, 1578, pero acabada
en 1574). <<
Página 368
[47]Más elogios al emperador están en el Quijote (I, 39) y en el prólogo a las
Novelas ejemplares (pág. 17). Otras veces se creía que la narración escondía
instrucciones cifradas propias de un espía. <<
Página 369
[48]Puede haber otros zarandeos a Mateo Vázquez en El licenciado Vidriera
(págs. 393-396). <<
Página 370
[49]Si bien una cierta irregularidad estaría perfectamente justificada en un
poema burlesco (Olay Valdés, 2013, pág. 307), Márquez Villanueva (1995b,
pág. 239) recuerda que es un metro propio de la poesía reflexiva que indica el
sentido ético del texto. <<
Página 371
[50]Según Gil-Osle (2009), el proyecto académico del poema de La Galatea
realza la hegemonía lingüística española en una amplia diversidad de géneros
en la que importa el saber enciclopédico. Véase también Johnson (1976). <<
Página 372
[51]Montero, Escobar y Gherardi (2014, pág. 363) añaden la Segunda parte
del Orlando (1555) de Nicolás Espinosa, el Hércules famoso (1549-1565) de
Mal Lara y el Carlo famoso (1566) de Luis de Zapata. <<
Página 373
[52]Caporali, del que tal vez conociera sus Essequie di Mecenate, también
formaba parte del círculo cortesano de Acquaviva, pero no hay indicios que
prueben un conocimiento mutuo. Véanse Croce (1899), Maurino (1958),
Lokos (1991, págs. 5-58), Cirillo (1995), Sansone (1995), Torralbo Caballero
(2005) y Lamberti (2015). <<
Página 374
[53]Para Riley (1994, pág. 498), la presentación ridícula del patrón parnasiano
refleja que la deuda no pasa de ser «un señuelo», o una «parodia desplazada»
para Gutiérrez (2001, pág. 1045). <<
Página 375
[54]En el parnaso cervantino solo hay poetas, no otros artistas y escritores,
como en Aretino y Caporali (Lamberti, 2015, pág. 110). Sobre los parnasos
españoles, véanse Simón Díaz (1979) e Infantes (2007). <<
Página 376
[55]En breve, son el Viaggio di Parnaso (Venezia, Nicolò Misserini, 1621) de
Giulio Cesare Cortese (Gagliardi, 2009), el Panegírico por la poesía
(Montilla, Manuel de Payva, 1627) atribuido a Fernando de Vera y Mendoza
(Delgado Moral, 2014), las Coronas del Parnaso y platos de las musas
(Madrid, Imprenta del Reino, 1635) de Salas Barbadillo y sobre todo el
Laurel de Apolo con otras rimas (Madrid, Juan González, 1630) de Lope de
Vega (Profeti, 2001; Carreño, 2004) que, por cierto, ya había realizado otras
variaciones parnasianas desde el listado de figuras insignes de la Arcadia
(1598) y en la silva «Apolo» (1604) había tocado el tema de los malos poetas
(Campana, 1999, pág. 78). Más acá, de otros contactos con Espronceda se
ocupa Román Gutiérrez (2015). El Viaje ha tenido, además, una moderna
representación (2005) de la Compañía Nacional de Teatro Clásico a las
órdenes de Eduardo Vasco según versión de Ignacio García May (Fernández,
2011 y 2013). <<
Página 377
[56]Gutiérrez (2001, pág. 1045) añade la narratividad del poema, que debe
diferenciarse de la gongorina. <<
Página 378
[57] Véase en general Ly (1996). <<
Página 379
[58]
La declaración del oficio («médico cirujano») de Rodrigo de Cervantes se
encuentra en un documento del 30 de octubre de 1564 (Sliwa, 2005,
pág. 325). Y, cuidado, porque alguno de los personajes no es toledano,
aunque aparezca en la sección correspondiente. <<
Página 380
[59] Sobre las figuras americanas (terceras en cantidad tras toledanos y
sevillanos), véase Toribio Medina (1926). <<
Página 381
[60]Como dice Canavaggio, es una suerte de revancha personal que enlaza
con el conde de Lemos sin tener que pasar por sus seguidores (Canavaggio,
2015, pág. 323). <<
Página 382
[61] Sobre Cervantes y Tapia, véase Marín Cepeda (2007, págs. 15-17). <<
Página 383
[62]Se sabía desde 1608 que el conde de Lemos iría a Nápoles, pero no viaja
hasta 1610, y otros poetas (Góngora, Cristóbal de Mesa y Suárez de Figueroa)
dejaron testimonio de su disgusto, quizá mayor en el caso cervantino por su
amistad con los hermanos poetas y su precaria situación económica. <<
Página 384
[63]
Sobre la geografía real y fantasiosa del poema, véase Cirillo (1998).
Algunos problemas en Romera Navarro (1937). <<
Página 385
[64]Este asalto contra los poetas sigue el modelo de la venganza de Juno, que
pide a Eolo que destruya las naves de Eneas, objetivo que logra impedir a
medias Neptuno (Eneida, I). <<
Página 386
[65]Jérez-Gómez (2013) defiende que esta proclama se modela sobre el
discurso de don Juan de Austria, y todo el viaje y la experiencia bélica como
una parodia de los memoriales. <<
Página 387
[66] Es un «viaje de viajes» (Roca Mussons, 1993, pág. 590). <<
Página 388
[67]Al respecto, véanse los comentarios de Vélez-Sainz (2006, págs. 139-
158). <<
Página 389
[68]Bernat Vistarini (1995, págs. 87-89) añade la similitud con el emblema de
la grulla. <<
Página 390
[69]
Para las voces y la polifonía del poema, véanse Rivers (1970, pág. 245 y
2009) e Ynduráin (1985, pág. 219). <<
Página 391
[70]Aclara que funciona como una especie de rito de presentación
(Canavaggio, 2000, pág. 70). Véanse también Gaylord (1983 y 1986), Roca
Mussons (1990) y Santos de la Morena (2013). <<
Página 392
[71]La situación en el margen tiene un doble motivo: el triunfo narrativo y la
carencia de mecenazgo (Gutiérrez, 2001, pág. 1044). Sobre la cuestión de la
propaganda, véase Stagg (1988) y para la pintura en relación con el
autorretrato, De Armas (2005). <<
Página 393
[72] En feliz expresión de García López (2015, pág. 235), «como un buen
padre» Cervantes «mima y enfatiza los aspectos más débiles de su obra». Para
Márquez Villanueva (1995a, págs. 151-152), la razón del autoencomio está en
la defensa de la literatura selecta de concepto humanista. <<
Página 394
[73]
Es un narrador bufonesco y desdoblado para Trabado Cabado (1999), o la
encarnación paródica de la vanagloria (Gracia, 1989, pág. 84). <<
Página 395
[74]Quizá puede entenderse como una «autoexclusión positiva» (Roca
Mussons, 1993, pág. 592) para dar una apariencia de objetividad (Torralbo
Caballero, 2007, pág. 56). <<
Página 396
[75]Pese a ello, Riley (1973, pág. 296), Stagg (1988) y Porqueras Mayo
(1990) marcan las conexiones con el Cisne de Apolo (Medina del Campo,
Juan Godínez, 1602) de Luis Alfonso de Carballo. Para la teoría cervantina,
véase el genial estudio de Riley (1981). <<
Página 397
[76]Vélez-Sainz (2006, págs. 150-151) ve un recuerdo de las fiestas a la
entrada de Ana de Austria (1570) organizadas por López de Hoyos. <<
Página 398
[77] Véase Herrero (1982) sobre la metáfora del libro. <<
Página 399
[78]Véanse Vélez-Sainz (2006, págs. 22-24) y A. Blecua (2008) para
Cervantes como historiador de la literatura. <<
Página 400
[79]Para Chiong-Rivero (2008, pág. 78) es «a translatio studii in reverse» y
un «antiparnaso» según Vélez-Sainz (2006, págs. 139-158). <<
Página 401
[80]Por ejemplo, Juan de Ochoa falta en uno y Medina Medinilla falta en los
dos (Ruiz Pérez, 2006, pág. 43, n. 20). <<
Página 402
[81]A esta idea, que ve la imagen de la lluvia como respuesta al soneto de
Lope adversus Cervantes recordado en la «Adjunta al Parnaso» a partir de
una amenaza del poema («[…] si se enoja, lloverá», v. 10), Arellano (1998)
matiza que la imagen de la nube es sobre todo burlesca. Véase además
Torralbo Caballero (2007, pág. 257). <<
Página 403
[82]Talens (1989, pág. 283) afirma que «en verdad los únicos elogios sinceros
y ajenos a los tópicos al uso son los dedicados a su propia obra». <<
Página 404
[83] Véanse además Correa (1960), Maestro (2014) y De Armas (2015). <<
Página 405
[84]Ruiz Pérez (2006, pág. 68) lo tiene por un «género espúreo» debido a la
esencia de contrafactum y parodia. <<
Página 406
[85]Para Florit (1968, pág. 263) es una «epopeya bufa sobre la lucha por la
gloria literaria» y Chiong-Rivero (2008, pág. 59) lo enmarca en la serie de
«mini mock-epics», pág. 59, entre otros. Otros elementos parodiados en
Vélez-Sainz (2006, págs. 154-155). <<
Página 407
[86]Un excelente resumen de la sátira menipea en Correard (2014) y véase
Darnis (en prensa) para Cervantes menipeo. Rivers (1970, pág. 247; 1980,
pág. 32 y 1993, pág. 114) añade la tesela de la novela picaresca. <<
Página 408
[87]Para la relación con Clemente de La gitanilla y la parodia académica,
véase Jerez-Gómez (2009). <<
Página 409
[88] Finello (1987) anota una cierta relación con el Ars poetica de Horacio. <<
Página 410
[89]Si se cruzan las fechas de la carta de Apolo (22 de julio de 1614), su
recepción (apenas veinte días después) y los trámites paratexutales (entre el
16 de septiembre y el 17 de noviembre) con la salida del horno del Quijote
apócrifo, seguro que Cervantes ya tenía noticia de esta continuación. La otra
parte de los robos ligeros puede tener que ver con los constantes homenajes
cervantinos a Garcilaso (Coenen, 2008, pág. 250). <<
Página 411
[90]Aunque no formen parte de la presente edición, se encuentran en las
ediciones oportunas de cada texto, amén del libro coordinado por Montero
Reguera (en prensa). Además, se puede discutir la licitud de desgajar los
poemas novelescos y dramáticos fuera de contexto (Romo Feito, 2001,
pág. 1084, n. 8). <<
Página 412
[91]Más colateralmente se encuentra la aguda intertextualidad poética de
algunas novelas (Garrote Bernal, 1996) y el hecho de que algunos poemas del
Quijote se copian en algunos cancioneros y códices manuscritos (Fernández
García, 2001). <<
Página 413
[92]Con algo de exceso, Amorós (1981, pág. 708) dice que es «un libro de
versos con prosa intercalada». <<
Página 414
[93] Y véanse Trambaioli (1993), Colón Calderón (1996) y Lerner (2005). <<
Página 415
[94] Véase también Martín (1990b y 1991). <<
Página 416
[95]Lapesa (1988) señala el recuerdo de la canción I («Nel dolce tempo de la
prima tarde») de Petrarca con la mediación de Garcilaso, Camões y otros,
mientras Gaylord (2001) examina la dimensión metapoética con atención a la
voz, la musicalidad, etc. <<
Página 417
[96]
La «Historia del capitán cautivo» es el marco literario y contextual (Mata
Induráin, 2007b, pág. 170). <<
Página 418
[97] Se trata de un tríptico funeral de Tansillo («Questi, che’l mondo in
riverenza teme», «Non perché il vento volva e l’aere bagne» y «Mentre questi
sassosi orridi monti», sonetos funerales a los tres mil infantes muertos frente a
las tropas otomanas en Castelnuovo en agosto de 1539) con la posible
mediación de sendos dípticos sonetiles de Gutierre de Cetina («Héroes
glorïosos, pues el cielo» y «Ni la alta pira que de César cierra») y Herrera
(«Esta desnuda playa, esta llanura» y «Bárbara tierra, qu’en tu frío seno») «A
los huesos de los españoles muertos en Castilnovo». <<
Página 419
[98] Sobre esta historia en el Quijote, véase Sánchez (1998). <<
Página 420
[99]No queda claro si Altisidora es autora de sus romances, pero parece que sí
por los elogios a su «desenvoltura» (II, 57) (Luján Atienza, 2008, pág. 206).
Y véase Armisén (2010). <<
Página 421
[100] Se lee: don Quijote «se entretenía paseándose por el pradecillo,
escribiendo y grabando por las cortezas de los árboles y por la menuda arena
muchos versos, todos acomodados a su tristeza y algunos en alabanza de
Dulcinea. Mas los que se pudieron hallar enteros y que se pudiesen leer
después que a él allí le hallaron no fueron más que estos que aquí se siguen»
(I, 26). Y a la postre: «Estos fueron los versos que se pudieron leer; los
demás, por estar carcomida la letra, se entregaron a un académico para que
por conjeturas los declarase. Tiénese noticia que lo ha hecho, a costa de
muchas vigilias y mucho trabajo, y que tiene intención de sacallos a luz, con
esperanza de la tercera salida de don Quijote» (I, 52). <<
Página 422
[101]Montero Reguera (2013a) entiende que hay una reflexión sobre la poesía
similar al Viaje del Parnaso. <<
Página 423
[102]Luján Atienza (2008, pág. 212) lo atribuye a la carencia del juego
perspectivístico del Quijote. <<
Página 424
[103] Más adelante (III, 1) se encuentran con el epitafio de la figura. <<
Página 425
[104] Sobre las imágenes, véase Micozzi (1995). <<
Página 426
[105]
Pese a que suelen ser figuras ridículas, Riley (1973, pág. 301) señala que
poseen una cierta dignidad en virtud de su oficio. <<
Página 427
[106]Véase Ruiz Pérez (2006, pág. 64) y acerca del incipiente proceso de
profesionalización, García-Reidy (2013). <<
Página 428
[107] Véase además Porqueras Mayo (1991). <<
Página 429
[108]El catálogo de poesías sueltas, en novelas y dramas está en Montero
Reguera (1995, págs. 59-65 y 67-71; 2013b), Mancing (2004), Romo Feito
(2007) y Montero Reguera et al. (2014), más el comentario sobre las
atribuciones de Avalle-Arce (1973, págs. 399-405) y Eisenberg (1991b). <<
Página 430
[109]
Para algunos de estos líos, debe verse el estudio de Blasco, Marín
Cepeda y Ruiz Urbón (2010). <<
Página 431
[110]En relación con los primeros epitafios cervantinos, se ha propuesto la
autoría cervantina de los poemas «Ocupa breve término de tierra» (Rodríguez
Marín, 1943, pág. 9) y «Debajo de la piedra dura», que se encuentra también
en la Historia… de López de Hoyos (Alvar Ezquerra, 2014, pág. 315), además
de otros textos de jaques y rufianes («Voasé, mi sor soldado, ¿qué se
almira?») (Rodríguez Marín, 1943, págs. 20-21), entre algunos más. <<
Página 432
[111]
Para Sánchez Portero (2008) se trata de un poema de Liñán de Riaza, que
no aparecería en el Viaje del Parnaso por este pullazo. <<
ESTA EDICIÓN
Página 433
[112]Las octavas «A Antonio Veneziano» (núm. 8) han sido editadas por Mele
(1913), Ruta (1979, con traducción y notas) y Montero Reguera (1992,
págs. 91-93), el poema al duque de Medina Sidonia (núm. 24) por Mata
Induráin (1998) y De Santis (2015), el soneto al túmulo de Felipe II (núm. 25)
por Solís de los Santos (2004) y la Epístola a Mateo Vázquez (núm. 35) ha
salido a cura de Cotarelo y Mori (1905, que no he podido consultar) y
Gonzalo Sánchez-Molero (2007, págs. 200-209 y 2010). <<
Página 434
[113]
Todos los manuscritos se señalan como M y P para los impresos en el
comentario textual. <<
Página 435
[114] Véase Fouché-Delbosc (1899). <<
Página 436
[115]Hay edición moderna en la web del proyecto «Historiadores y gentes de
letras en los Siglos de Oro» del CSIC, dirigido por Alfredo Alvar Ezquerra.
<<
Página 437
[116]Se trata de una copia manuscrita hecha por Ripa di Meana en 1862 del
códice (Università de Torino, signatura 453-LXXV) destruido durante el
incendio del 26 de enero de 1904. Tiene edición bilingüe de Sebag (1969 y
1971). <<
Página 438
[117]
Véanse todos los detalles en Ruta (1979). Antes aparece publicado en
Mele (1913) y Rico (2014) aporta jugosos comentarios. <<
Página 439
[118] El testigo R/2443 tiene una portada manuscrita y carece de los
preliminares. <<
Página 440
[119]Labrador Herraiz y DiFranco (2011), que también editan el texto donde
aparece el poema núm. 17. <<
Página 441
[120]Da noticia Wilson (1968). Tiene edición moderna y facsímil de Dadson
(1987). La segunda edición (Nápoles, Joseph Cacchij, 1588) no presenta
variantes de interés. <<
Página 442
[121]No está el poema cervantino en los ejemplares R/16563. Véase la
recensión de Egido (2010, pág. 51, n. 14). <<
Página 443
[122]
Véase Serrano y Sanz (1899 y 1900), que data el cartapacio en 1595-
1615. Véase De Santis (2015) para la tradición manuscrita. <<
Página 444
[123]
Contaba con una edición anterior (1591) de la que no se conoce ningún
ejemplar (Wilkinson, 2010, pág. 637, núm. 16328). Hay edición de Rodríguez
Moñino (1957). <<
Página 445
[124]Los poemas permanecen en las siguientes ediciones de las recopilaciones
con algunas variantes: véanse González Palencia (1947). Sobre la
recopilación manuscrita, véanse Teza (1889) y Mele (1901 y 1902).
Solamente Gaos (1981, vol. 2, págs. 369-372) edita las dos primeras
versiones. <<
Página 446
[125] Para estos y otros testimonios, véase Solís de los Santos (2004). <<
Página 447
[126] Véase Martín (1985), con una reproducción facsímil del poema. <<
Página 448
[127] El testimonio signatura U/10133 carece de los preliminares. <<
Página 449
[128] Hay edición moderna de Suárez Figaredo (2015). <<
Página 450
[129] Hay edición parcial moderna de Soons (1970), pero sin los poemas. <<
Página 451
[130] Cuenta con una edición de González Palencia (1949). <<
Página 452
[131]
Un facsímil del texto, con todos sus avatares, en Gonzalo Sánchez-
Molero (2010). <<
Página 453
[132]Véase la edición de Montero, Escobar y Gherardi (2014). Los poemas de
esta novelita se encuentran de manera exenta en Martín Jiménez (2002). <<
Página 454
[133]Díez Fernández (2007, págs. 103-104) recoge una serie de variantes de
los manuscritos de Hurtado de Mendoza. <<
Página 455
[134] Anteriormente publicado por Rodríguez Marín (1914, pág. 259). <<
Página 456
[135]Se consignan solamente los textos manejados. Para los problemas de la
edición de Sancha con La Numancia y El trato de Argel (Madrid, Antonio de
Sancha, 1784), véase Baras Escolá (2007). <<
Página 457
[136] Véase Bazet-Broitman (2004-2005). <<
BIBLIOGRAFÍA
Página 458
[137]Nota bene: todos los trabajos de los encuentros de la Asociación de
Cervantistas se encuentran disponibles en la Biblioteca Virtual Miguel de
Cervantes, en red. Las abreviaturas entre corchetes se emplean en la anotación
de los poemas. <<
Página 459
[138]Soneto a la reina doña Isabel II: Isabel de Valois (1546-1568), tercera
esposa de Felipe II (el gran Felipe soberano) y reina de España. El poema
celebra el alumbramiento de la infanta Catalina Micaela (10 de octubre de
1567), dentro de los festejos organizados en su honor en la corte y se
encontraba en los arcos triunfales, gracias a la amistad que unía a su padre
con Alonso Getino de Guzmán, el organizador de las celebraciones. Se trata
del poema más antiguo conservado (Foulché-Delbosc, 1899), aunque puede
que no sea el primero. <<
Página 460
[139] ínclito: ‘ilustre, famoso’. <<
Página 461
[140]
Fortuna y Mundo: ‘el hado y todas las naciones de los hombres’ que
domina el poder de Felipe II, con un recuerdo de los enemigos del hombre.
<<
Página 462
[141] el bien: el nacimiento de la infanta, segunda hija del matrimonio real. <<
Página 463
[142]Epitafio: soneto fúnebre dedicado a la muerte de Isabel II (3 de octubre
de 1568), al igual que los dos siguientes. <<
Página 464
[143] flor de la francesa gente: en un doble sentido, Isabel es flor por el
símbolo de la casa real francesa (la flor de lis) y por su belleza, tal como se
repite en el poema siguiente (núm. 3, v. 4). <<
Página 465
[144] quien concordó lo diferente / de oliva coronando aquella guerra:
referencia al Tratado de Cateau-Cambresis, uno de los más importantes del
panorama político europeo del siglo XVI, en el que España y Francia
acordaron la paz tras una nueva guerra italiana (1551-1559) y que fue sellado
con el matrimonio de Isabel de Valois con Felipe II, por lo que fue llamada
Isabel de la Paz (núm. 4, v. 14). El olivo (oliva) es símbolo de paz. <<
Página 466
[145]
aquí en pequeño espacio… lucero de occidente: es recuerdo del soneto
XXV de Garcilaso: «en poco espacio yacen los amores / y toda la esperanza
de mis cosas» (vv. 5-6) (Fernández de la Torre, 1984, pág. 16). <<
Página 467
[146] pujanza: ‘poder’. <<
Página 468
[147]Redondilla: otro poema (redondilla castellana o copla real, formada por
dos quintillas) por las exequias de la reina. La indicación de la ubicación del
poema en algún elemento de arquitectura fúnebre es de López de Hoyos
(Historia, fol. 146v). El festón es ‘un elemento decorativo de templos y
monumentos funerarios’. <<
Página 469
[148]
repentino vuelo: imagen de la muerte y ascensión del alma al cielo como
vuelo, que tiene aires de san Juan de la Cruz y reaparece en varios de los
poemas siguientes (núm. 4, v. 19; núm. 5, v. 10). <<
Página 470
[149]flor: Isabel es nuevamente una flor por su hermosura, metáfora vegetal
que se desarrolla con las imágenes del trasplante y el corte para la muerte (vv.
5-6), además de ser símbolo de la monarquía francesa de la que procede. <<
Página 471
[150] En el texto hay una marginalia: «Ioan cano 3 & Sa4». <<
Página 472
[151]el mortífero accidente… oculto: referencia al carácter inesperado y
repentino de la muerte de la reina, tras un embarazo frustrado. <<
Página 473
[152]Cuatro redondillas castellanas a la muerte de Su Majestad: este nuevo
poema fúnebre se construye en diálogo con la Muerte y luego con la reina
difunta. El texto en prosa es de López de Hoyos (Historia, fol. 148v), que
señala la elegía al cardenal Espinosa (núm. 5) que sigue. <<
Página 474
[153]estado dichoso: alusión al embarazo de la reina que prometía
descendencia real. <<
Página 475
[154]
La imagen de la muerte como ladrón tiene origen blíblico y cuenta con
un buen ejemplo en el inicio de las Coplas a la muerte de su padre (vv. 5-6)
de Manrique. <<
Página 476
[155]reposo: en un doble sentido, es ‘sosiego, tranquilidad’ que representa la
reina y ‘la paz hispano-francesa’ que había propiciado. <<
Página 477
[156]Posible recuerdo de Garcilaso, Égloga I, vv. 289 y 341: «cargó la mano
tanto», «ella en mi corazón metió la mano» (Rivers, 1973, págs. 123-124). <<
Página 478
[157] faz: ‘rostro’, en referencia a la Muerte. <<
Página 479
[158]Paz: con dilogía, se refiere tanto a Isabel de la Paz, sobrenombre que
recibe la reina por haber rubricado con su matrimonio el acuerdo hispano-
galo, como la ‘tranquilidad y sosiego’ que pierden todos con su muerte. En el
libro hay una marginalia al respecto: «I Reginam quae vulgo, “doña Isabel de
la Paz” apellabat» (fol. 148r). <<
Página 480
[159]prendas: ‘personas a las que se ama intensamente’, sentido presente en
otros poemas (núm. 5, vv. 57, 59, 177, etc.), que subraya la generosidad de la
reina, pues también son ‘los regalos que se dan los amigos o enamorados’. <<
Página 481
[160]Isabela Eugenia Clara, / Catalina: son los nombres de las dos hijas de
Felipe II con Isabel II. En una nota marginal de la Historia hay una apostilla:
«La infanta doña Isabel [Isabel Clara Eugenia], que es la mayor, nasció día de
santa Clara, a 12 de agosto, entre la 1 y las 2 de medianoche, de 1566 años; la
infanta doña Catalina, en la octava de san Francisco, 8 de octubre de 1567
años» (fols. 148r-v). <<
Página 482
[161] Elegía a don Diego de Espinosa: don Diego de Espinosa (1512-1572) es
uno de los personajes más poderosos de la corte de Felipe II, pues en su
brillante carrera llega a ser presidente del Consejo de Castilla y del Consejo
Real, Inquisidor General, cardenal de Sigüenza y consejero predilecto del rey
hasta su caída en desgracia en 1572 (Escudero, 2001). Además, era el
protector de López de Hoyos, que le dedica la Historia, contexto en el que se
explica que Cervantes le escriba un poema en representación del Estudio de
Gramática de la villa de Madrid, tal como se explica en el epígrafe. Los
elogios se repiten en el index: «trátanse en ella cosas harto curiosas con
delicados conceptos» (fol. 158). <<
Página 483
[162]
Doble eco de la Égloga I de Garcilaso («Tu dulce habla, ¿en cúya oreja
suena? […] que no s’esté con llanto deshaciendo», vv. 127 y 138). <<
Página 484
[163]
hado secutivo: ‘destino ejecutor’, con nuevo guiño a Garcilaso («¡Oh,
hado secutivo en mis dolores!», soneto XXV, v. 1). <<
Página 485
[164] beata: ‘bienaventurada, feliz’. <<
Página 486
[165]añubló: metafóricamente vale ‘empañar, oscurecer’, a partir del sentido
de ‘ocultar la luz del sol con las nubes’. <<
Página 487
[166]la temprana / dulce fruta del árbol deseado: alusión a las circunstancias
de la muerte de la reina, durante un mal parto. <<
Página 488
[167]detuvo el poder de Marte: nueva referencia al acuerdo de paz hispano-
francés rubricado con el matrimonio de Isabel. Con el alto monte se designa a
los Pirineos, frontera entre ambas coronas. <<
Página 489
[168]campos Elíseos… Caronte: concepto, según el cual Isabel va a ir al cielo
(los campos Elíseos, ‘lugar donde moran los bienaventurados en la mitología
clásica’) sin tener que cruzar el río Aqueronte con la barca fúnebre de
Caronte, como las almas que van al inframundo clásico. <<
Página 490
[169]
pastor de la manada / seguntina: ‘cardenal de Sigüenza’, según la clásica
imagen del pastor para los líderes religiosos, que deben cuidar del rebaño
(manada) de fieles. <<
Página 491
[170] Esta expresión con puerta combina un refrán («Donde una puerta se
cierra, otra se abre», en Correas y en Quijote, I, 21) y la imagen bíblica de la
puerta y la ventana (Hechos de los Apóstoles, 9, 23-25). Es mejor la lectura
«a do» que «hado». <<
Página 492
[171] oprima: ‘controle’. <<
Página 493
[172] árbor: ‘árbol’. <<
Página 494
[173] La desgracia hace que el ruiseñor (véanse más alegre), paradigma de
trino contento, solo exprese dolor. <<
Página 495
[174] arreos: ‘adornos’. <<
Página 496
[175]
De hoy más: ‘de hoy en adelante’ (véanse v. 181, núm. 10, v. 5, etc.).
Hay una semejanza con La Numancia («[…] la sola y desdichada España», v.
360) y con fray Luis («[…] la espaciosa y triste España», en «Profecía del
Tajo», v. 25) (VG). <<
Página 497
[176] coro: ‘coro de los ángeles’. <<
Página 498
[177]el roto hilo: referencia a la continuación de la historia tras el pequeño
escorzo digresivo, según un giro muy cervantino. Comp. Coloquio de los
perros, pág. 552: «anudando el roto hilo de mi cuento». <<
Página 499
[178]Referencia a los cocodrilos que viven en el río Nilo, que tienen un
fingido llanto para engañar y devorar a los hombres (Cov.). <<
Página 500
[179] sostiene… firmamento: el rey es columna (basa), símbolo de «apoyo,
firmeza, sustento, estabilidad» (Cov., luego núm. 35, v. 54), que cuida de la fe
(el alto firmamento), según la imagen clásica de Atlante sujetando la bóveda
celeste. <<
Página 501
[180]
A su vez, Espinosa hace las veces de Atlante del rey, metáfora que se usa
para «elogiar la sabiduría de un ministro» (Aut.). De hecho, fue regente
durante el luto del monarca. <<
Página 502
[181] leda: ‘alegre, contenta’. <<
Página 503
[182] cuidado: ‘preocupación’. <<
Página 504
[183]
Es verso largo, que a veces se enmienda ope ingenii como «su mal es
menos y esta desventura». <<
Página 505
[184]de sí mesmos la victoria: saber vencerse a sí mismo y superar las
pasiones propias es una de las virtudes principales de héroes mesurados y
buenos gobernantes. Es idea afín al neoestoicismo. <<
Página 506
[185]hijo tan querido: el príncipe don Carlos (1545-1568), primogénito y
sucesor de Felipe II, había muerto poco antes (el 24 de julio). En la Historia
de López de Hoyos se relacionan ya «estos dos azotes» (fol. 206v) y, además,
había preparado otra Relación al respecto. <<
Página 507
[186] hijo de Latona: Apolo, dios del sol. <<
Página 508
[187] rara: ‘extraordinaria’ (véanse núm. 10, vv. 7-8; 18, v. 7, etc.). <<
Página 509
[188]
se tiene de estender de gente en gente: nuevo recuerdo de Garcilaso,
Égloga I, v. 160: «que siempre sonará de gente en gente». <<
Página 510
[189] alcázar: ‘el cielo’. <<
Página 511
[190] de corrida: ‘deprisa, a la ligera’. <<
Página 512
[191] Soneto de Miguel de Cervantes…: poema encomiástico dedicado a
Bartolomeo Ruffino di Chiambery, doctor en leyes y auditor («dottore in
l’una e l’altra legge e auditore», según el título) que participa en la campaña
de Túnez comandada por don Juan de Austria (1573) y es apresado en la
caída de La Goleta (1574). Es un personaje poco conocido que coincide con
Cervantes en el cautiverio y escribe el tratado manuscrito Sopra la
desolatione della Goletta e forte di Tunisi (fechado en 1577) en el que se
encuentran este texto y el siguiente. La denominación gentilhombre aquí
denomina al ‘servidor de un señor’ o ‘servidor del rey’ a secas, y acaso venga
inspirada por la privilegiada compañía que Cervantes tenía en los baños
(Gonzalo Sánchez-Molero, 2010, pág. 214). <<
Página 513
[192]
Parnaso y Ménalo: montes de la mitología, el Parnaso es la casa de los
poetas, donde habitan las nueve musas, mientras el Ménalo se encuentra en
Arcadia y está dedicado a Pan, dios de la naturaleza y los pastores. <<
Página 514
[193]triste y bajo estado… libre de cadenas: referencia al cautiverio argelino
en el que el tratado fue compuesto («scritto in schiavitù») y en el que
Cervantes y Ruffino se conocieron (véase núm. 7, v. 13). Libre, podrá trabajar
con descanso (reposando el ingenio, v. 10). <<
Página 515
[194]
Livio romano: Tito Livio, historiador romano que constituye uno de los
modelos por excelencia de la historiografía clásica. <<
Página 516
[195]Del mismo, en alabanza de la presente obra: este soneto está dedicado al
elogio del tratado de Ruffino, en perfecta relación con el anterior. <<
Página 517
[196] mal: el cautiverio que comparten Cervantes y Ruffino. <<
Página 518
[197]pesados yerros: nueva referencia a la composición del texto durante el
cautiverio, dificultad que otorga mayor brillo a la obra. <<
Página 519
[198]Al señor Antonio Veneziani: las octavas para el cancionero La Celia (o
Libru di li canzuni amurusi siciliani) acompañan una carta de Cervantes a
Veneziano (1543-1593), poeta siciliano y compañero de fatigas durante el
cautiverio argelino. Le devuelve el gesto en un soneto «Al signor Michele de
Cervantes, risposta di Antonio Veneziano», recogido en el manuscrito justo a
continuación. <<
Página 520
[199] Celia: nombre de la amada de Veneziano. <<
Página 521
[200]cielo empíreo: ‘el último cielo, en el que se encuentran Dios, los ángeles
y los bienaventurados’. <<
Página 522
[201] dicierno: ‘discierno, conozco’. <<
Página 523
[202]Guiño al arranque de la «Noche serena» de fray Luis («Cuando
contemplo el cielo, / de innumerables luces adornado», vv. 1-2) (SR). <<
Página 524
[203]desierto líbico: Libia es un lugar desértico y alejado (apartado). Véase v.
49 seguidamente. <<
Página 525
[204]Hipálage que invierte los atributos típicos: el calor en Scitia (Escitia,
helada región del norte de Europa) y el frío en la desértica Libia, una
combinación inaudita (contraria operación y nunca vista) que muestra la
desesperación del amante. <<
Página 526
[205]lince… sin tener vista: nuevo concepto, por el que lince (paradigma de
visión aguda) no es capaz de ver, ya está cegado por el amor. <<
Página 527
[206]Este elogio del desvarío con discreción, que logra admirar (el alma
prende) de manera aceptable y verosímil (a la razón conquista) anticipa
algunas de las declaraciones teóricas fundamentales de Cervantes, como el
«desatino con propiedad» del Viaje del Parnaso (IV, v. 27) (Rico, 2014,
págs. 147-148). <<
Página 528
[207]captivo: por partida doble, Veneziano es prisionero del amor por Celia y
del encierro musulmán, con lo que la metáfora posterior de la cárcel triste
(vv. 79-80) se entiende igualmente en dos sentidos. <<
Página 529
[208]
estremado: ‘excesivo’, en consonancia con la frase hacer extremos como
«hacer demostraciones o expresiones excesivas con algún sujeto, por cariño o
gusto de verle o tratarle» (Aut.). <<
Página 530
[209]Recreación del motivo de la doble presencia del amante, que está
materialmente en una parte y espiritualmente en otra («non ubi animat sed ubi
amat»), que se hace verdad porque la dama está en Sicilia y Veneziano preso
en Argel. Así, captiva se refiere al topos de la cárcel de amor y al cautiverio
del poeta. <<
Página 531
[210] cruda: ‘cruel’. <<
Página 532
[211]Soneto de Miguel de Cervantes al autor: en otra pareja de sonetos-
prólogo, Cervantes dedica el primero al autor. Pedro de Padilla es uno de los
amigos más cercanos a Cervantes, por lo que es el ingenio cuyas obras
cuentan con más poemas cervantinos (núms. 9, 11-13 y 17). Más detalles en
la galería de nombres final. En el encabezado del texto se lee «Seruantes»,
con seseo. <<
Página 533
[212]del ciego dios… en la primera y la segunda parte: referencia a las dos
primeras entregas poéticas de Padilla (Tesoro de varias poesías, 1580; y las
Églogas pastoriles, 1582), que se dedican principalmente a los gozos y las
penas (el bien y el mal, la dulce fuerza y arte) del amor (ciego dios), como un
cancionero amoroso (está de amor el todo señalado, v. 4). <<
Página 534
[213] del duro Marte / las fieras armas y el valor sobrado: en efecto, el
Romancero abraza una veintena de poemas bélicos dedicados a «algunos
sucesos que en la jornada de Flandres los españoles hicieron» —según reza el
subtítulo—, entre otras composiciones de variado tema y métrica. Con el duro
Marte se designa tanto a la guerra en general como al duque de Alba,
Fernando Álvarez de Toledo (1507-1582), gobernador de los Países Bajos y
uno de los principales generales españoles durante el conflicto. <<
Página 535
[214]mineros: ‘minerales’ y hasta ‘piedras preciosas’, por los aciertos poéticos
del ingenio del poeta (mina, v. 10). <<
Página 536
[215] Apolo y Minerva son dioses de la poesía, entre otros atributos. <<
Página 537
[216]Soneto de Miguel de Cervantes: ejemplo de poema encomiástico que
elogia tanto al autor como al libro. Juan Rufo era amigo de Cervantes quizá
desde la batalla de Lepanto (1571) y consagra el poema épico La Austriada,
tan elogiado en la biblioteca de don Quijote (I, 6), a las hazañas de don Juan
de Austria en la guerra de las Alpujarras y la victoria naval recién
mencionada. Véanse más detalles en la «Galería de poetas» (infra). <<
Página 538
[217] levantada: ‘excelente, sobresaliente’. <<
Página 539
[218]la empresa más alta… que el mundo pudo dar: la batalla de Lepanto,
para Cervantes «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados
siglos, ni esperan ver los venideros» (prólogo a las Novelas ejemplares,
pág. 17). <<
Página 540
[219]recibo… gasto… suma: términos económicos que derivan del juego
dilógico de empresa (v. 2) como ‘tarea difícil’ (por la batalla) y ‘negocio’. <<
Página 541
[220]escritor de Numa: Tito Livio, parangón ideal para los historiadores, y
autor de Ab urbe condita, donde relata la vida de Numa Pompilio, segundo
rey de Roma (libro I). Es una comparación repetida (núm. 6, v. 12). <<
Página 542
[221] raros: ‘estupendos’, como en el verso siguiente. <<
Página 543
[222] raro capitán: don Juan de Austria (1547-1578), héroe bélico y
protagonista del poema épico de Rufo. <<
Página 544
[223]Redondillas de Miguel de Cervantes al hábito de fray Pedro de Padilla:
poema dedicado a la ordenación de Padilla, que entra en el convento de los
carmelitas descalzos de Madrid en 1584 tras una crisis espiritual, momento a
partir del que solo escribe textos religiosos, línea en la que debuta con el
Jardín espiritual. <<
Página 545
[224]
hombre viejo… nuevo: el motivo del hombre viejo y el nuevo en la gracia
de Cristo remite a las epístolas de san Pablo (Efesios, 4, 22-24; Colosenses, 3,
9-11). Da pie a la imagen siguiente. <<
Página 546
[225] prudente sierpe… viejo vestido: la muda de piel de la serpiente, que
realiza arrastrándose entre dos rocas, simboliza la conversión de Padilla, que a
su vez hace uso de la piedra de Simón (san Pedro, esto es, la Iglesia) para
nacer a una nueva vida. <<
Página 547
[226]jarciada barca: literalmente es ‘nave con sus aparejos’, que remite a la
nave de la Iglesia, prefigurada en el arca de Noé. Inicia una cadena de
metáforas marítimas, que presenta la vida y el mundo como un mar peligroso
y turbulento. <<
Página 548
[227]matalotaje: ‘provisiones que se llevan en una embarcación’, entendido
de manera espiritual (cristiano) seguramente en referencia al pan de la
eucaristía. <<
Página 549
[228] tempero: «sazón y templanza de tiempo, vocablo antiguo» (Cov.). <<
Página 550
[229]
plático marinero: ‘marinero práctico’, esto es, ‘diestro y experimentado’,
que generalmente se encarga de conducir los barcos en aguas peligrosas. Es
forma preferida por Cervantes (Corominas). <<
Página 551
[230]Serie de voces náuticas: el aguja es la brújula (o aguja de marear) según
la imagen de guía divina; ir a orza es ‘navegar torciendo las velas con el
viento en la proa’ (Viaje del Parnaso, VII, v. 277), que se tiene que
compensar con puja, ‘navegar dejando que las velas se hinchen y viento en
popa’, al encuentro con el barco del demonio. <<
Página 552
[231] concierto: ‘acuerdo’. <<
Página 553
[232] áncoras: ‘anclas’. <<
Página 554
[233] sal… luz del mundo: ‘pues eres la gracia (sal) de la tierra, has de ser un
modelo’ por la conversión espiritual, con recuerdo de una parábola bíblica
(Mateo, 5, 13-14) y la imagen de Cristo como guía y luz (Juan, 9, 5; 12, 46,
etc.), que se desarrolla a continuación. <<
Página 555
[234]
Carmelo monte: referencia al monte sagrado donde fue fundada la orden
carmelitana en la que entra Padilla, aunque en verdad hay dos lugares con ese
nombre. <<
Página 556
[235]carro de Elías… manto de Eliseo: son símbolos del poder divino. Como
marca propia, el profeta Elías portaba una capa de pieles con el que podía
separar las aguas (v. 55) y, cuando asciende al cielo en un carro de fuego,
Eliseo toma el relevo y simbólicamente comienza a portar el manto (2 Reyes,
2, 1-14). <<
Página 557
[236]Miguel de Cervantes a fray Pedro de Padilla: segundo poema sobre la
entrada en religión de Padilla, centrado en el proceso de conversión. <<
Página 558
[237] Símbolo de renovación de origen emblemático, que aplica
espiritualmente el cambio de plumas del águila al quemarse por el sol,
símbolo de Cristo (Arellano, 1998, pág. 204). <<
Página 559
[238] Motivo emblemático del sol que eleva los vapores (la humidad) para
devolverlos en lluvia benéfica, de la misma manera que la influencia de Cristo
(sol) llega a Padilla con la doctrina (scientia santa) y ejemplo (santa vida) que
muestra, con el que remedia la sequedad de la ignorancia que se atribuye el
locutor poético (Arellano, 1998, págs. 204-205). <<
Página 560
[239]Cuatro términos del comercio a propósito de la profesión religiosa: entre
ellos, el recambio es «recompensa, que empeña a nuevo agradecimiento o
retribución» (Aut.). <<
Página 561
[240] Por el giro devoto, Padilla cambia el monte de la poesía (Parnaso) por la
colina de la crucifixión (Calvario), y ha de buscar la inspiración en los
sacramentos cristianos simbolizados en el manantial (sagradas corrientes) de
las llagas del costado de Cristo (Juan, 19, 34) antes que en las fuentes de la
iluminación poética (Aganipe, que mana del monte Helicón, y Pegaso o
Hipocrene, pues esta surgió con una coz del caballo mitológico). <<
Página 562
[241]
A san Francisco: este poema cervantino sigue a tres canciones de Padilla
al mismo santo dentro del libro de poemas, junto a otros sonetos de López
Maldonado y Lope de Vega, más unas estancias de Gonzalo Gómez de
Luque. <<
Página 563
[242]
pintor curioso: imagen del Deus pictor, según el tópico clásico ut pictura
poesis. <<
Página 564
[243]La evocación de la pintura al desnudo (también en vv. 6-7) se entiende
como un ejemplo de humildad y sinceridad, pues desnudo es tanto un
tecnicismo pictórico como «patente, claro, sin rebozo ni doblez» (Aut.). <<
Página 565
[244]
Serie de términos pictóricos: traza es ‘el diseño’, arte vale por ‘las
normas, los preceptos’ y compostura es ‘el adorno’. <<
Página 566
[245]seráfico padre: san Francisco, bautizado como ‘angelical’ (seráfico, por
serafín, ángeles del primer coro de los nueve cielos) por «ponderación al
sujeto de especial hermosura u otras prendas» (Aut.). <<
Página 567
[246] sombras… lejos: pareja de voces del arte de la pintura que valen
‘muestras, signos’, en oposición a lo iluminado y cercano. A esta serie de
tecnicismos se añaden los colores (v. 12) del siguiente terceto. <<
Página 568
[247] se ha pagado: ‘ha recibido el pago por su obra’ y ‘ha quedado
satisfecho’. <<
Página 569
[248]De Miguel de Cervantes en loor del autor y de su obra: primero de los
poemas para el músico y poeta López Maldonado, tal vez para devolverle el
favor por el soneto preliminar para La Galatea, en cuyo «Canto de Calíope»
(vv. 209-216) aparece elogiado. Véase la «Galería de poetas» final. <<
Página 570
[249]del moreno etïope al cita blanco: ‘de un lado a otro del mundo, por todas
partes’, por los habitantes de Etiopía y Escitia, con un posible remedo de una
alocución bíblica: «bárbaros o escitas, […] Cristo es todo y en todos»
(Epístola a los Colosenses, 3, 11). Este blanco hace pareja por antanaclasis
con el final del poema. <<
Página 571
[250]Del mismo al mismo: en este segundo poema a López Maldonado,
Cervantes elogia la variedad de asuntos tratados en el Cancionero y elabora
diversos juegos de palabras onomásticos. <<
Página 572
[251]
la paz de amor y la guerra: el poemario abraza especialmente poesías
amorosas, pero también algunos textos heroicos. <<
Página 573
[252]Bien donado… Maldonado: el comienzo se construye en torno a juegos
(por calambur y antanaclasis) entre el nombre del poeta y ‘la buena o mala
condición del regalo, de lo dado (donado)’. <<
Página 574
[253]Cuestión de poética: el Cancionero ofrece poesía amorosa sin ambientes
pastoriles (flores, praderías, yerbas, aguas) ni personajes arcádicos como
ninfas (‘divinidades de fuentes y ríos’), falsos (vanos) dioses mitológicos ni
faunos silvanos (‘diosecillos de los campos y las selvas’), si bien recoge dos
églogas pastoriles («Prólogo al lector»). <<
Página 575
[254] distinta: ‘clara, patente’. <<
Página 576
[255]
lengua… la mejor se llama: el español de Toledo (lugar de origen de
Maldonado) se tenía por un modelo prestigioso de lengua. <<
Página 577
[256]De Miguel de Cervantes, soneto: Alonso de Barros (h. 1552-1604) inicia
su carrera en el ejército (participa en el socorro de Malta, 1564, entre otros
lances) y después se desempeña como cortesano (aposentador real y
administrador de las rentas de Santo Domingo de Silos), siempre dentro de la
órbita de Mateo Vázquez y el partido castellanista (Martínez Millán, 1996). El
éxito le llega con el manual Filosofía cortesana moralizada y los Proverbios
morales (Madrid, Luis Sánchez, 1598), una colección de sentencias
filosófico-morales. <<
Página 578
[257]
Esta piedra blanca puede tratarse de una referencia al valioso mármol de
Paros. <<
Página 579
[258]golfo insano / del mar de pretensiones: la corte, de acuerdo con la
metáfora de la nave del Estado, es un lugar repleto de riesgos (véase luego
núm. 35, vv. 21-23). <<
Página 580
[259]El cortesano laberinto es a la vez imagen de la peligrosa corte y reflejo
del tablero ilustrado («una pintura […] con ciertas figuras y letras») que
acompaña y se comenta en la Filosofía cortesana, y que constituye una suerte
de temprano juego de la oca que muestra la dirección (el hilo) del
comportamiento cortesano, con un guiño al mito del laberinto de Creta y el
hilo de Ariadna. <<
Página 581
[260]De Miguel de Cervantes, soneto: último de los poemas del miniciclo
dedicado a Padilla, en el que se combinan alabanzas a la Virgen y a un
miembro de la familia real. <<
Página 582
[261]Margarita: Margarita de Austria (1567-1633), infanta que abraza la vida
religiosa en 1584, ocasión a la que Padilla destina las Grandezas, tal como se
aclara en la portada del libro: «Dirigidas a la serenísima infanta Margarita de
Austria, profesa en el Monesterio de la Madre de Dios de Consolación, en las
Descalzas de Madrid». <<
Página 583
[262] Reminiscencia cum variatione de Garcilaso, Égloga III, v. 5: «A
despecho y pesar de la ventura» (J. M. Blecua, 1947a, pág. 147), que
Cervantes reitera en otros lugares (El licenciado Vidriera, Don Quijote, II, 59,
etc.). <<
Página 584
[263] tusco: ‘toscano’ (como en núm. 23, v. 7), que en verdad equivale a
‘italiano’ y hasta ‘romano’, porque con hipérbole se presenta el ingenio
español como superior a los poetas de Grecia e Italia. <<
Página 585
[264] Al dotor Francisco Díaz: el médico Francisco Díaz llegó a ser cirujano
del rey y se le tiene por uno de los inventores de la moderna urología. Tal vez
la composición tenga que ver con el traslado de los restos de santa Leocadia a
Toledo (26 de abril de 1587), cuando Díaz pediría a Cervantes un poema para
el libro que estaba a punto de salir (Maganto, 1990, págs. 103-104). El soneto
aparece como cierre del tratado médico a modo de contrapunto con otro de
Lope («A la inmortalidad os mueve y llama») en los preliminares. Falta en
algunos testimonios por deterioro o error en la encuadernación. <<
Página 586
[265]arenas… de oro: en un doble sentido, pues valen tanto ‘piedras del riñón’
como ‘las pepitas de oro que arrastraba el río Tajo’, en remisión al arranque
de la Égloga III de Garcilaso: «Las telas eran hechas y tejidas / del oro que’l
felice Tajo envía, / apurado después de bien cernidas / las menudas arenas do
se cría» (vv. 105-108). Esta imagen dorada enlaza con el tesoro científico
posterior (vv. 5-6). <<
Página 587
[266]piedra: con otro juego de ingenio, se refiere tanto a ‘los cálculos
dañinos’ como a ‘los monumentos de mármoles y bronces’ que la fama de
Díaz merece por sus descubrimientos médicos, según el tópico Exegi
monumentum aere perennius. <<
Página 588
[267]
ciencias: Díaz era doctor en Medicina y maestro en Filosofía por la
Universidad de Alcalá de Henares, según presume desde la portada del libro.
<<
Página 589
[268] Canción… de la Armada: este primer poema bélico declara desde el
título su carácter circunstancial e inmediato (nacida de las varias nuevas) en
torno a las noticias de la Grande y felicísima Armada que fue sobre
Inglaterra, en un momento en el que se cruzaban las noticias favorables y
adversas sobre la suerte de esta empresa. <<
Página 590
[269]Fama veloz… prestas alas… tus ojos y tus lenguas: según el retrato
habitual, la Fama se pinta como una «mujer vestida con sutil y sucinto velo,
[…] que aparece corriendo con ligereza. Tiene dos grandes alas, yendo toda
emplumada, poniéndose por todos lados tantos ojos como plumas tiene y
junto a ellos otras tantas bocas y otras muchas orejas» (Ripa, Iconografía, I,
págs. 395-396). Resuena un recuerdo de la canción «Al sueño» de Herrera:
«¡Süave sueño, que con tardo vuelo / las alas presurosas blandamente bates»
(vv. 1-3). <<
Página 591
[270]preñez: tiene el sentido metafórico de ‘preocupación propia de una tensa
espera’ y el recto de ‘embarazo’, que se tiene que resolver con la llegada de
noticias felices en un alumbramiento (un parto dichoso). <<
Página 592
[271] pirata mayor del occidente: puede entenderse como una referencia
general al rival inglés, pero también puede tratarse concretamente de Francis
Drake (1543-1596), corsario inglés y vicealmirante de la marina inglesa que
participó en la defensa de Inglaterra, y uno de los enemigos principales de
España en la lucha por el dominio de los mares. Reaparece en el poema núm.
24. <<
Página 593
[272]afierra: ‘aferrar, echar el ancla’. La forma si es una variante por
asimilación del pronombre reflexivo, no la conjunción condicional. <<
Página 594
[273]diluvio: las malas condiciones meteorológicas perjudicaron de manera
constante la expedición española, al punto que se tiene por una de las causas
principales del desastre, perspectiva que se refuerza en el poema siguiente
(núm. 20). <<
Página 595
[274]Enumeración de términos náuticos: las entenas son ‘los mástiles de los
barcos’, las jarcias son ‘los aparejos y cabos’, y las quillas son ‘las
estructuras de madera o hierro que sustentan toda la embarcación’, aquí
dañadas (sentidas). <<
Página 596
[275] atambor: ‘tambor de guerra’. <<
Página 597
[276] revuelve: ‘regresa, da la vuelta’. <<
Página 598
[277]los dos prudentes / famosos generales: el ataque contra Inglaterra se
componía de una estrategia coordinada que abarcaba la flota comandada por
Alonso Pérez de Guzmán (1550-1615), duque de Medina Sidonia —que toma
el relevo del marqués de Santa Cruz, fallecido prematuramente—, y el
ejército de Flandes que capitaneaba Alejandro Farnesio (1545-1592), duque
de Parma, pariente de los Habsburgo (tiene / la sangre de Austria, vv. 91-92).
<<
Página 599
[278]al que… un niño atado: para animar al almirante de Castilla (el que las
naves guía), se recuerda el ejemplo heroico de su antepasado Guzmán el
Bueno, que durante el cerco de Tarifa (1294) por los árabes (la turba mora)
ofreció la vida de su hijo lanzando él mismo la daga (el yerro) para que lo
mataran. <<
Página 600
[279]segundo Abrahán: al modelo anterior se suma el sacrificio de Abraham,
que estaba dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac para satisfacer a Dios, que así
lo ponía a prueba (Génesis, 22, 1-19). <<
Página 601
[280] Cides… Roldanes… Martes: modelos de valor en la lucha, que,
respectivamente, son un héroe nacional, un personaje de la tradición
carolingia y el dios de la guerra. <<
Página 602
[281] sarga: ‘tela de seda áspera’. <<
Página 603
[282]Referencia al templo de Jano, que «estaba abierto en el tiempo que el
pueblo romano tenía guerra con algunas gentes y se cerraba cuando tenía paz
con todos» (Cov.). <<
Página 604
[283]católico monarca… David: Felipe II se compara a veces con el rey
David, modelo de monarca perfecto y cristiano, dentro de la visión mesiánica
de los Habsburgo. <<
Página 605
[284]
El cordero es símbolo de Cristo y el arca representa la alianza entre Dios
y los hombres. Puede haber un guiño al Apocalipsis (5, 6 y 11), pues
solamente el cordero sacrificado puede abrir el libro de los siete sellos (ELR).
<<
Página 606
[285]Canción segunda de la pérdida de la Armada que fue a Inglaterra: la
mención de la derrota (pérdida) en el título advierte ya del giro trágico en el
tono del poema frente a las dudas y esperanzas del anterior, pero todavía el
texto anima a la lucha. <<
Página 607
[286]
cabellos… calva Ocasión: la representación típica de la Ocasión muestra
una mujer calva con un solo copete de pelo (cabellos) que se debe agarrar
para aprovecharla, cosa que en este caso no ha sido posible. Es motivo
emblemático de inconstancia y volatilidad. <<
Página 608
[287] lasos: ‘cansados, faltos de fuerzas’. <<
Página 609
[288]La vuelta / del toro es un movimiento peligroso, por el que el animal
enviste dándose la vuelta de improviso, y revuelta supone «volver cara al
enemigo, para embestirle o invadirle» (Aut.), como en v. 36. <<
Página 610
[289] león: imagen habitual para el rey, que se presenta ofendido y enfurecido.
<<
Página 611
[290]El francés (galo) y el turco (moro) son enemigos tradicionales de España,
mientras el toscano (tusco) puede referirse a alguno de los estados italianos
con los que se luchaba (especialmente Venecia), o bien a los estados de la
Toscana y especialmente la Florencia de los Medici, con la que se mantenía
una relación inestable que cambiaba según sus intereses (Volpini, 2014), por
lo que se mostraba siempre atenta a la política española para sacar provecho
en momentos de debilidad, tal como se explica seguidamente. <<
Página 612
[291] dejos: ‘descuidos, flojedades’. <<
Página 613
[292] cuartana: ‘fiebre que se manifiesta cada cuatro días’. <<
Página 614
[293]Felipe… segundo: juego por antanaclasis entre el nombre del monarca
(segundo en nombre) y su excelencia (hombre sin segundo). Se repite en La
Numancia, v. 512: «el segundo Felipe sin segundo». <<
Página 615
[294]hijos… don Diego… casa de Córdoba: referencia a don Diego Fernández
de Córdoba, que perdió a su hijo Felipe en la Armada contra Inglaterra, en la
estela de los servicios anteriores de su familia, según se recuerda a
continuación. <<
Página 616
[295]Con la imagen bíblica de Felipe II como Moisés cristiano (y no judío) se
apunta al liderazgo del rey, que debe estar tan atento como el profeta en la
batalla contra Amalec en la que Israel vencía «mientras tenía las manos
alzadas», pero perdía cuando las bajaba (Éxodo, 17, 11). El enemigo luterano
representa al rival inglés (aunque en rigor eran anglicanos) y quizá se refiera
también a otros rivales. <<
Página 617
[296]Scila y Caribdis: en la mitología son monstruos marinos apostados a
ambos lados del estrecho de Mesina, que simbolizan las dificultades
insalvables. <<
Página 618
[297]planta… con la carga se levanta: la capacidad de la palma de resurgir
contra el peso es emblema de las fuerzas de los españoles, que crecen contra
las adversidades (Arellano, 1998, pág. 209). <<
Página 619
[298] mílites: ‘soldados’. <<
Página 620
[299] puesto que: ‘aunque’. <<
Página 621
[300]La morada de los celos: este poema alegórico está sembrado de
elementos simbólicos y se relaciona fuertemente con la comedia cervantina
La Casa de los Celos. Presenta tres versiones (21a, 21b y 21c) que aparecen
anónimas en dos recopilaciones de la época, mientras la atribución cervantina
se encuentra en el Cancionero manuscrito de Duque de Estrada. En la primera
redacción falta un verso (v. 4) que rompe la rima. <<
Página 622
[301] boca: ‘abertura, entrada’, como después en v. 21. <<
Página 623
[302] cierta: ‘verdadera’. <<
Página 624
[303] traslado: ‘imagen, reflejo’. <<
Página 625
[304]piedra… amarilla: símbolos de constancia y desesperación que forman
una paradoja. <<
Página 626
[305]A san Jacinto: poema de certamen distinguido con uno de los premios de
las justas poéticas por la canonización de san Jacinto (1594) en Zaragoza.
Cervantes había enviado el poema desde Sevilla (Pellicer, 1800, pág. 43) y
gana el primer galardón, pero no fue a recibirlo porque se encontraba en
Toledo para asistir a la ordenación de uno de sus cuñados (Canavaggio, 2015,
pág. 208). El poema se basa en un juego triple a partir de Jacinto como
nombre del santo, de una flor y de una piedra preciosa. <<
Página 627
[306]Merced a sus propiedades curativas, con el jacinto se elabora «una
confección» que sirve «para confortar y alegrar el corazón» (Cov.). Se puede
recordar la autoridad de Plinio el Viejo, Historia natural (XXI, 26) (VG). <<
Página 628
[307] mina: ‘origen y nacimiento de las fuentes’, en este caso de la luz. <<
Página 629
[308]De Miguel de Cervantes Saavedra, soneto: si bien el soneto aparece en
un libro de Mosquera de Figueroa, corregidor y poeta andaluz luego
celebrado en el «Canto de Calíope» (vv. 393-400) (véase la «Galería de
poetas» final), se trata de un encomio heroico del marqués de Santa Cruz. <<
Página 630
[309]gran marqués: don Álvaro de Bazán (1536-1588), marqués de Santa
Cruz, fue el conquistador de las Azores y uno de los actores principales en la
batalla de Lepanto, que Cervantes elogia en el Quijote como «venturoso y
jamás vencido capitán» (I, 39). El poema aparece en una sección del libro
centrada en un «Elogio al retrato de don Álvaro de Bazán, marqués de Santa
Cruz». <<
Página 631
[310]griego y escritor toscano: Homero (el griego por excelencia) y Virgilio
(toscano, ‘italiano’), un hiperbólico parangón poético (similar en núm. 17, v.
14). <<
Página 632
[311] Aunque aplicado a la envidia, el velo normalmente es símbolo de la
traición, pues se representa «llevando en la cabeza un velo sutilísimo» (Ripa,
Iconología, II, pág. 365). <<
Página 633
[312]A la entrada del duque de Medina en Cádiz: se trata de un soneto de
encomio burlesco basado en múltiples dilogías, que se mofa de la desastrosa y
ridícula expedición militar encabezada por el duque de Medina Sidonia, don
Alonso Pérez de Guzmán, y su lugarteniente, el capitán Becerra, para rescatar
Cádiz del asalto de los ingleses al mando del conde de Essex y de lord
Howard, que pudieron saquear la ciudad durante más de veinte días (julio de
1596) y marcharse antes de que llegara el socorro español. En algunos
testimonios varía el epígrafe: «El capitán Becerra vino a Sevilla a enseñar lo
que habían de hacer los soldados, y a esto y a la entrada del duque de Medina
en Cádiz hizo Cervantes este soneto». <<
Página 634
[313] cofradías… compañías: el sentido de cofradía como ‘hermandad de
devotos que participan en celebraciones religiosas’ y ‘junta de maleantes’ en
germanía, aclara el misterio del v. 1 (una Semana Santa fuera de temporada)
al tiempo que comienza la burla de los militares, cuyas compañías son antes
grupos de ladrones que ‘conjuntos de soldados’. <<
Página 635
[314]plumas: adorno típico de soldados, que representa su característica
vanidad, pero con una imagen animal justifica la irónica velocidad del socorro
que prestaron (vv. 6-7), y, por lo tanto, añade un matiz de cobardía. <<
Página 636
[315]pigmeos y Golías: ‘unos y otros, todos’, en referencia a los combates
desiguales —y algo burlescos— de los pigmeos con las grullas y de David
contra Golías (1 Samuel, 17), forma burlesca de Goliat. <<
Página 637
[316]cayó su edificio por la planta: expresión arquitectónica con un guiño
bíblico a la historia de Sansón y la destrucción del Templo (Jueces, 16, 22-
31), que en otro nivel significa la falta de correspondencia entre la
presuntuosa apariencia externa de los militares (la planta, que también puede
valer ‘fanfarronada’) y la rídicula expedición de socorro (edificio). <<
Página 638
[317]Bramó: ‘dio órdenes’ y ‘dio un bramido’, sentido que parte del juego con
Becerro, nombre del capitán al mando (Marco Antonio Becerra), como
animal (‘cría de buey o vaca’). Por su parte, púsoles en sarta retuerce la
expresión de un tipo de formación militar (poner en hilera) para mostrar que
se trata de gente sin formación para la lucha y hasta delincuentes que han sido
reclutados para la ocasión (como los cautivos que van en sarta). <<
Página 639
[318]tronó… una total ruina: los signos extraordinarios por la muerte de
Cristo en este caso anuncian una desgracia (ruina) que puede entenderse
como la mala disposición de este improvisado ejército, el peligro de
destrucción que tienen los soldados y el nefasto resultado de la expedición.
<<
Página 640
[319]mesura: si la ‘moderación’ suele ser una virtud de buenos cortesanos,
deriva en vicio cuando es excesiva (es harta) y se traduce en lentitud y
cobardía frente a celeridad y valentía. <<
Página 641
[320]triunfando: con toda ironía, el sentido clásico de ‘celebrando la victoria’
de los triunfos romanos resulta chistoso y hace que valga más bien
‘presumiendo vanamente’, después de una acción ridícula. <<
Página 642
[321]A la muerte del rey Felipe II: poema fúnebre en quintillas dedicado a la
muerte de Felipe II, en el que se elogian —con algo de ambigüedad— las
virtudes del monarca, de acuerdo con la retórica funeral a la que pertenece el
texto. Formaba parte de los adornos poéticos que se colgaron del suntuoso
túmulo fúnebre construido en Sevilla y hace pareja con el siguiente soneto
burlesco. <<
Página 643
[322]perlas finas… aulas soberanas: ‘el reino de los cielos’, según la parábola
de la perla preciosa (Mateo, 13, 45-46). <<
Página 644
[323] blasones: ‘honores y glorias’. <<
Página 645
[324]nuevo y pacífico Marte: imagen heroica del monarca que lo presenta con
una paradoja como un modelo novedoso de rey guerrero porque no luchaba
en el frente («[…] aquel que no ha gustado de la guerra», núm. 5, v. 145),
pero en ningún caso es una pulla chistosa. <<
Página 646
[325] Enemigos de la Corona hispánica durante el reinado de Felipe II: en el
este los turcos (como cita, ‘escita’, paradigma de guerrero fiero), los argelinos
(bárbaro) al sur (mediodía), los ingleses (luterano) en el oeste, y los rebeldes
holandeses (indómita gente) en el norte (tierra siempre fría), en referencia
respectiva a la lucha contra el Imperio otomano, el conflicto en el norte de
África, la lucha con Inglaterra (1585-1604) y la guerra de los Ochenta Años
(1568-1648). <<
Página 647
[326]
Arauco: ‘los araucanos’, pueblo del sur de Chile con el que los españoles
mantuvieron una larga contienda (desde 1536), relatada por Ercilla en La
Araucana. <<
Página 648
[327]Egeo: ‘mar Egeo’, situado entre Grecia y Turquía, donde tuvo lugar la
batalla de Lepanto (1571) en la que los turcos (las otomanas banderas, v. 30)
fueron derrotados. <<
Página 649
[328] corrieron… parejas: ‘fueron iguales, se dieron juntas’. <<
Página 650
[329]Contraposición del desastre económico del reinado (bancarrota, deudas)
con la piedad del rey y el verdadero tesoro divino, con recuerdo de Mateo, 6,
19-20 (Fernández de la Torre, 1984, pág. 32). <<
Página 651
[330]Elíseos campos: ‘hogar de los bienaventurados, lugar de descanso feliz’
(véase núm. 5, v. 41). <<
Página 652
[331]Al túmulo del rey que se hizo en Sevilla: este poema, seguramente el más
famoso de Cervantes, es la versión cómica del anterior, pues se trata de un
soneto con estrambote que se burla con aguda ironía del grandioso
monumento funerario construido en Sevilla por la muerte de Felipe II. En
concreto, este poemita satírico-burlesco apunta tanto contra el lujoso túmulo
como contra el conflicto derivado de problemas protocolarios que se dieron
durante la celebración de las honras fúnebres, hicieron que se suspendieran
los oficios divinos y que se ampliara la duración del catafalco de la semana
inicialmente prevista a varios meses, hasta la llegada de la resolución por
parte del nuevo rey (Ariño, 1873, págs. 101-103). <<
Página 653
[332]¡Voto a Dios!: juramento propio de «gente inconsiderada y fanfarrona»
(Cov.) y de soldados como el que habla, que inicia el artificio y el tono del
poema, continuado poco después con otro denuesto (v. 5). En grandeza hay
una clara ironía tanto por el ‘gran tamaño’ como por ‘majestad y poder’. <<
Página 654
[333]
máquina: «edificio grande y suntuoso» (Aut.), en referencia al lujoso
túmulo filipino. <<
Página 655
[334]La clásica comparación de Sevilla como nueva Roma (Lleo Cañal, 2012)
cobra en el poema un cariz irónico. El sintagma en ánimo y nobleza puede
tener origen en Tito Livio, Ab urbe condita, I, 1, 8: «nobilitatem admiratum
gentis virique et animum vel bello vel paci paratum» (Solís de los Santos,
2004, pág. 251). <<
Página 656
[335]
voacé (‘vuestra merced’) y seor (‘señor) son formas avulgaradas propias
de un jaque (valentón, v. 12). <<
Página 657
[336] luego encontinente: ‘inmediatamente, al momento’, con pleonasmo. <<
Página 658
[337]
caló el chapeo: ‘se puso el sombrero’. Si se entiende que no lo llevaba
puesto, ha guardado respeto al monumento real mientras soltaba su arenga.
<<
Página 659
[338]
al soslayo: ‘oblicuamente, de reojo’. En el rotundo final fuese y no hubo
nada se ha visto un pequeño eco gongorino: «en tierra, en humo, en polvo, en
sombra, en nada» (Senabre, 1994). <<
Página 660
[339]
A Lope de Vega: el soneto aparece entre los preliminares de la sección de
diversas rimas que acompaña a La hermosura de Angélica, en concreto
precediendo a La Dragontea, que se presenta como la Tercera parte de las
rimas lopescas, en el marco de un momento de buenas relaciones entre ambos
ingenios. <<
Página 661
[340]
Vega: juego muy repetido entre el apellido de Lope y ‘ribera del río’, que
fundamenta las alabanzas posteriores. <<
Página 662
[341] Helicón: fuente Helicona, que nace en el monte Helicón y da la
inspiración poética. <<
Página 663
[342] Cilenio: Mercurio, diosecillo mensajero. <<
Página 664
[343] Minerva: diosa de la sabiduría, que asiste (acompaña) a Lope. <<
Página 665
[344]Parnaso: ‘casa de los poetas’, que metafóricamente las musas han
establecido en este lugar lopesco. <<
Página 666
[345]Catálogo de las obras (frutos) de Lope, que abarca un poema épico de
origen italiano (La hermosura de Angélica, que precede al soneto de
Cervantes en las Rimas, 1602), otro dedicado a la materia bélica (La
Dragontea, 1598, que comienza «Canto las armas y el varón famoso»), un
poema hagiográfico (Isidro, 1599) y una novela de pastores (Arcadia, 1598).
<<
Página 667
[346]A la muerte de Fernando de Herrera: epitafio encomiástico a la muerte
de Herrera (1597), uno de los modelos principales de la poesía cervantina. El
epígrafe advierte de una clave: Luz (luego en v. 3) es el nombre poético que
Herrera atribuía a la amada en un ciclo de poemas dedicados a doña Leonor
de Milán, condesa de Gelves. Le precede una indicación de autoría, acaso de
mano de Pacheco, que lee: «Miguel de Cervantes, autor de Don Quijote». <<
Página 668
[347]culta vena: referencia a la estética cultista que inicia Herrera (su natural
poético) y a la corriente de las fuentes parnasianas. <<
Página 669
[348]Helicón: monte de Beocia en el que se halla la fuente Helicona, dedicada
a las musas (núm. 27, v. 4), al igual que Pirene, fuente de Corinto. <<
Página 670
[349] solo: ‘único, excelente’. <<
Página 671
[350]Alusión al ave Fénix, que muere en su propio fuego para renacer de sus
cenizas, por lo que es símbolo de inmortalidad. <<
Página 672
[351]yace debajo desta losa fría: sentencia común en la poesía funeraria que
recrea el epitafio de una tumba. Se relaciona con el inicio de un soneto
atribuido a Góngora («Yace debajo de esta piedra fría»), que repite Cervantes
como cierre del epitafio burlesco de Monicongo al final del primer Quijote.
<<
Página 673
[352]
A don Diego de Mendoza y a su fama: el soneto es un homenaje a Diego
Hurtado de Mendoza (1503-1575), poeta de renombre y diplomático español
en varias cortes europeas, y uno de los ingenios más apreciados por
Cervantes, hasta el punto que parece ser que estuvo implicado en el proceso
de edición de sus Obras (Rico, 2002; A. Blecua, 2005a). Asimismo, en La
Galatea se presenta al embajador bajo el disfraz pastoril de Meliso y hay un
poema (núm. 38) atribuido a ambos ingenios. <<
Página 674
[353]ansias: ‘penas amorosas’, que por la imagen ígnea conectan con el verso
siguiente. <<
Página 675
[354]
El Etna es un volcán de Sicilia, el Estigio es el río (o laguna) que separa
los mundos de vivos y muertos, mientras el Cocito es otro río infernal que
nace de la laguna anterior, que simbolizan las pasiones y las penas de los
amantes que dibuja Hurtado de Mendoza en su poesía. <<
Página 676
[355]Al secretario Gabriel Pérez del Barrio Angulo: este poema preliminar se
dedica a un manual en el que Pérez del Barrio Angulo ofrece instrucciones
para un perfecto secretario, aprovechando su experiencia al servicio del
marqués de los Vélez. También fue alcaide de la villa de Librilla, según se
declara en la portada de la obra. El romance acompaña a otros poemas de
Lope, Espinel, Soto de Rojas, Hurtado de Mendoza, Silveira y alguno más.
<<
Página 677
[356]Los oradores Demóstenes y Cicerón son considerados modelos de
elegancia y estilo. <<
Página 678
[357] materia de estado… cristiana forma: elogio del tratamiento moral
(cristiano) de un asunto político como la educación de secretarios de señores,
que se enmarca en el debate en torno a la razón de Estado, en el que el bando
español reclamaba tener en cuenta la perspectiva cristiana. Pérez del Barrio
Angulo dice en el prólogo «A la curiosidad» que ofrece «una verdadera
materia de Estado». <<
Página 679
[358]Soneto a don Diego Rosel y Fuenllana: «sargento mayor en las partes de
España y gobernador de la ciudad de Santa Agata en las de Italia» (según reza
la portada de la obra), pero se sabe poco de este personaje. Los nuevos artes
son los enigmas y las narraciones fabulosas, con juegos alegóricos
(aplicaciones) y metamorfosis (transformaciones), que muestra en su obra.
Un poema de Quevedo («Coronado de lauro, yedra y boj») forma también
parte de los preliminares. El libro tiene licencias de 1607, así que los poemas
preliminares pueden proceder de 1607-1613. <<
Página 680
[359]
jardín de Falerina: lugar mágico de la tradición épica donde vive la
maga Falerina, según aparecen en los Orlandos de Ariosto y Boiardo. <<
Página 681
[360]La Parnasa cuesta es la escala al monte Parnaso, que se declara excesible
(‘excelsa, inaccesible’), con un neologismo cervantino que solo se documenta
otra vez en una carta gongorina (CORDE). <<
Página 682
[361]Rosel… rosa: juego onomástico que retuerce el nombre del autor del
libro en su variante vegetal para conformar una red de metáforas naturales
anteriores (el jardín) y posteriores (flor con olor, floresta, planta y pimpollos,
rosa). <<
Página 683
[362]
Dragontina: encantadora del Orlando Innamorato de Boiardo, que tiene
un palacio mágico similar al jardín del v. 1. <<
Página 684
[363] La ribera amena (floresta) del itálico río Tronto es archiducal por el
Gran Duque de Alba (y no como el título nobiliario propio de los príncipes
alemanes), en recuerdo de su decisiva intervención para rescatar Civitella de
Tronto (1557) del sitio al que lo sometía el duque de Guisa en el contexto de
la guerra galo-hispánica, en la que acaso participara Rosel y Fuenllana. Se
trata de una acción recogida en varias crónicas (como Cabrera de Córdoba,
Filipe Segundo, III, caps. 9-11, págs. 123-134, entre otros lugares), que quizá
todavía estuviera fresca en la memoria durante la estancia italiana de
Cervantes. <<
Página 685
[364] pimpollos: ‘tallos nuevos de las plantas’. <<
Página 686
[365]Pareja de ríos célebres: el Betis es sevillano e italiano el Po, que
representan la admiración por la actuación de Rosel, que desde su
encomienda italiana debe extenderse a España. <<
Página 687
[366]A los éxtasis de nuestra beata madre Teresa de Jesús: el poema se dedica
a la beatificación de santa Teresa (1614), según las pautas del tercer certamen
de las fiestas de Madrid para esta ocasión: «Al que con más gracia, erudición
y elegante estilo, guardando el rigor lírico hiciere una canción castellana, en
la medida de aquella de Garcilaso que comienza “El dulce lamentar de los
pastores” [Égloga I], a los divinos éxtasis que tuvo Nuestra Santa Madre, que
no exceda de siete estancias, se le dará un jarro de plata, al segundo ocho
varas de chamelote y al tercero unas medias de seda» (fol. 12v). Aquí beata
vale «lleno de gloria y santidad» (Aut.). <<
Página 688
[367]
tú, que ganaste… sin segundo: cita a la letra de un pasaje de Garcilaso
(Égloga I, vv. 7-9), que se aplica a la santidad (grado sin segundo). <<
Página 689
[368] Mágico divino: ‘Dios’. <<
Página 690
[369]Ávila… Alba… muere el justo: aunque el lugar de origen de santa Teresa
es Ávila, la santa nace verdaderamente en Alba de Tormes (lugar donde
murió), ya que la muerte se entiende como el nacimiento a una nueva vida
para el justo. <<
Página 691
[370]
Alba… alba: juego por antanaclasis entre el nombre de un lugar (Alba de
Tormes) y ‘el amanecer’ (alba), que da inicio a una nueva vida. <<
Página 692
[371]arrobos: «rapto o éxtasis que suelen experimentar las personas de mucha
virtud» (Aut.). <<
Página 693
[372]visorrey de Dios: ‘virrey de Dios’, el papa Gregorio XV, que ha
canonizado (dando certeza) a santa Teresa. <<
Página 694
[373]rebaño: ‘grupo de fieles’, imagen bíblica ya presente en la elegía al
cardenal Espinosa (núm. 5, vv. 43-44). <<
Página 695
[374]De Miguel de Cervantes Saavedra, soneto: Juan Yagüe de Salas (1561-
1621), hombre de letras, fue secretario y archivero de la ciudad de Teruel, que
dio inicio a la tradición de los amantes de Teruel con una Historia y la
epopeya trágica a la que va dedicada este soneto. <<
Página 696
[375]el cisne… canta… vida: se cuenta que el cisne, imagen muy frecuente
para los poetas, canta justo antes de morir, pero el concepto está en que
Yagüe de Salas va a permanecer vivo en sus obras. <<
Página 697
[376]Marcilla y su homicida: son los amantes de Teruel, Juan Diego Martínez
de Marcilla e Isabel de Segura, que es homicida porque el galán muere
cuando, después de ver que su dama se ha casado con otro antes de su
regreso, ella le niega un beso final (Argumento y cantos XVI-XVII,
págs. 443-445 y 469). <<
Página 698
[377] raro: ‘excepcional’. <<
Página 699
[378] mármol pario: es un tipo de mármol «muy blanco y fino», procedente de
la isla de Paros. Es una rima imperfecta, que tal vez se podría enmendar en
«paro» (SA y RH). <<
Página 700
[379]
A la señora doña Alfonsa González…: poema de encomio de una monja-
cantora, a la que se destina la Minerva sacra, con una dedicatoria (dirección)
que Cervantes repite casi a la letra. De esta religiosa se sabe que era pariente
de Cervantes por vía de Catalina de Salazar (Baade, 2005, págs. 299-303). <<
Página 701
[380]sacra Minerva: diosa de las artes, que es sagrada por el tema religioso de
la poesía del libro. <<
Página 702
[381]infernal caterva: ‘muchedumbre de demonios’, en referencia al poder de
la divina voz de la monja, que logra hacerlos huir al infierno (centro, acerva /
región). <<
Página 703
[382]ángel: además de un encarecimiento de la belleza y la voz del personaje
(v. 10), recuerda el lema que aparece en la cartellina del retrato de la
religiosa: «In conspectu angelorum psallam tibi» (Salmos, 138, 2). <<
Página 704
[383]Epístola a Mateo Vázquez: con esta epístola poética, redactada en 1577
desde su cautiverio en Argel, Cervantes solicitaba ayuda para su situación y
revelaba sus intereses cortesanos. Un pasaje (vv. 178-244) se repite casi a la
letra en la tragedia El trato de Argel (vv. 396-462). Su historia textual es
compleja y la autoría cervantina ha estado en duda hasta el estudio de
Gonzalo Sánchez-Molero (2010). Mateo Vázquez de Leca (1542-1591) era un
importante cortesano de la época que, formado a la sombra del cardenal
Espinosa, asciende rápidamente en el entorno palaciego hasta ser nombrado
secretario personal de Felipe II (desde 1573), cargo que le reporta un gran
poder político como líder del partido castellanista, al que Cervantes estaba
muy próximo (véase la Introducción). <<
Página 705
[384]Arranque de sabor garcilasiano («Aplica, pues, un rato los sentidos / al
bajo son de mi zampoña ruda, / indina de llegar a tus oídos», Égloga III, vv.
41-43). <<
Página 706
[385]pluma… vuelo: por la dilogía de pluma (‘instrumento para escribir’ y
‘pluma de ave’) se establece el juego con vuelo (‘acción de volar’ y
‘pensamiento, proyecto’), con lo que insiste en la retórica del atrevimiento.
<<
Página 707
[386]se presuma: ‘se atreva’, por la imposibilidad de describir las muchas
gracias del rey. <<
Página 708
[387]viento… mar de la privanza: recreación del motivo del mar tempestuoso,
que hace referencia a los peligros de la política de acuerdo con la metáfora de
la nave del Estado en el marco de un ejercicio de menosprecio de corte. <<
Página 709
[388] por fas o por nefas: «con razón o sin ella, con daño o provecho, por
cierto o por falso» (Aut.), frase adverbial. <<
Página 710
[389]
no la inconstante rueda… alto grado: imagen clásica de la Fortuna, con
una rueda tornadiza (inconstante) que puede girar en cualquier momento.
Recuerda especialmente a un emblema de Alciato (núm. 98, «Ars naturam
adiuvans»), que a la ligereza contrapone la firmeza de Hermes (Arellano,
1998, pág. 175) y de Mateo Vázquez en el poema. <<
Página 711
[390] alma: «hermosa» y «muy amada» (Aut.). <<
Página 712
[391] trabajo: ‘dificultad, molestia’. <<
Página 713
[392]
llave dorada: insignia de los gentilhombres de cámara del rey y, por
metonimia, símbolo de este puesto de honor cerca del monarca. <<
Página 714
[393]después de vísperas, ayuno: ‘con grandes y continuas dificultades’, pues
el catecismo dicta que normalmente el ayuno tiene que durar solo hasta
después de vísperas y no más tiempo. <<
Página 715
[394] privado: como secretario personal de Felipe II, Vázquez tenía una
relación privilegiada con el rey, y en su actitud pretendía hacer exhibición de
humildad extrema (Gonzalo Sánchez-Molero, 2010, págs. 252-253). <<
Página 716
[395]senda y camino más perfecto… bajo y grosero: según el motivo del
bivium (en Mateo, 7, 13-14, entre otros lugares) en la vida existe el camino
angosto de la virtud (perfecto, con medio), que sigue Mateo Vázquez, y el
ancho del vicio y el pecado (bajo y grosero), con el que se identifica
Cervantes. <<
Página 717
[396]
fría noche escura: acaso recuerdo de la «Noche oscura del alma» de san
Juan de la Cruz. <<
Página 718
[397] atolladero: ‘lugar enlodado’ y metafóricamente ‘gran dificultad’. <<
Página 719
[398] Las dos caras de los servicios cervantinos: poeta y cortesano
(descansado) y soldado (cansado y laso, ‘desfallecido’). <<
Página 720
[399]dichoso día: 7 de octubre de 1571, jornada de la batalla de Lepanto en la
que la Santa Liga venció a la armada turca (la enemiga armada, v. 110). <<
Página 721
[400] discurriendo: ‘recorriendo’. <<
Página 722
[401]diestra: amén de ‘mano’, se trata del ‘flanco derecho’ de la escuadra
aliada, que dio una embestida decisiva a la armada turca, según podía percibir
Cervantes desde el ala izquierda (norte) donde combatía a bordo de La
Marquesa. <<
Página 723
[402] sangre… ya rompida: durante la batalla, Cervantes fue herido en el
pecho y la mano izquierda le quedó inutilizada, pero estas señales de guerra
las recuerda siempre con orgullo (Novelas ejemplares, prólogo), según se dice
seguidamente. <<
Página 724
[403] crudo: ‘cruel’ (antes en núm. 8, v. 93). <<
Página 725
[404] sentimiento: ‘dolor’. <<
Página 726
[405]
segundo año: Cervantes participa igualmente en las empresas de Corfú y
Navarino de 1572. <<
Página 727
[406]reino… desterrado: Cartago es el reino de Dido y escenario de sus
amores con Eneas, en su viaje tras la salida de Troya. Acaso resuene un eco
del soneto «A Boscán desde la Goleta» de Garcilaso: «Aquí donde el romano
encendimiento / donde el fuego y la llama licenciosa / solo el nombre dejaron
de Cartago» (soneto XXXIII, vv. 9-11). <<
Página 728
[407]galera Sol… pérdida: los hermanos Miguel y Rodrigo Cervantes fueron
apresados el 26 de septiembre de 1575 mientras regresaban a España en la
galera Sol, que establece el juego entre escurecer y luz. Aquí pérdida
equivale a ‘perdición’. <<
Página 729
[408]
Los ismaelitas son los ‘árabes’ que tienen cautivo a Cervantes, nombre
que les viene por su antepasado el profeta Ismael, y que son falsos por
musulmanes. <<
Página 730
[409] Pasaje reiterado casi a la letra en El trato de Argel (vv. 396-462). <<
Página 731
[410] piratas: ‘corsarios berberiscos’, que se refugiaban en Argel. <<
Página 732
[411]ribera… estuvo: la visión de Argel despierta el recuerdo de la jornada
organizada por Carlos V (el grande Carlos) para tomar la plaza (octubre de
1541), en la que el mal tiempo fue un enemigo constante que tuvo mucho que
ver en la retirada final, y más en detalle se menciona el monte donde el rey
tenía establecido el campamento con su pabellón (levantada la bandera),
lugar que los argelinos fortificaron luego con una torre (el buguio del
emperador). Esta campaña reaparece en vv. 230-231. <<
Página 733
[412]Otro eco doble de Garcilaso, Égloga III, vv. 11-12 y 44-46: «mas con la
lengua muerta y fría en la boca / pienso mover la voz a ti debida», «pues
d’ornamento y gracia va desnuda; / mas a las veces son mejor oídos / el puro
ingenio y lengua casi muda» (Blecua, 1947a, pág. 148). Véase Viaje del
Parnaso (III, vv. 439-441). <<
Página 734
[413]
bicoca: ‘lugar pequeño y mal defendido de murallas’, en referencia a
Argel. <<
Página 735
[414] cura: ‘protección’. <<
Página 736
[415]discordia… pacífica concordia: acuerdo del tratado de paz entre España
y los Países Bajos durante la guerra de los Ochenta Años (discordia), que se
inicia en la Pacificación de Gante (noviembre de 1576) y fue aceptada
posteriormente en el «Edicto perpetuo» (enero de 1577). <<
Página 737
[416]Canto de Calíope: el primer catálogo de escritores de Cervantes se halla
inserto en La Galatea (1585). Calíope es la musa de la poesía épica (de ahí
que se refiera varias veces a sus hermanas, vv. 4, 76, 305, etc.), si bien en la
novela se describe en varias ocasiones como una «bella ninfa» (VI, pág. 362),
de acuerdo a una iconografía similar. El catálogo poético se realiza cantando
«con la más sonora voz que imaginarse puede» y se acompaña de una
maravillosa música de arpa que causa la admiración y el placer de los
personajes (VI, pág. 362). <<
Página 738
[417] templada: ‘afinada’, con recuerdo de sabor a Garcilaso: «Si de mi baja
lira / tanto pudiese el son» (Canción II, vv. 1-2). <<
Página 739
[418]La Parca es la muerte, por las tres hermanas (Cloto, Láquesis y Átropos)
de la mitología que cuidaban la vida del hombre, «hilando el estambre de ella
la primera, devanándole la segunda y cortándole la tercera» (Aut.). <<
Página 740
[419] El laudable oficio de las musas es la alabanza de poetas. <<
Página 741
[420] sobrenombre: ‘apellido’. <<
Página 742
[421]
Alusión a La Araucana (1590, versión final) de Alonso de Ercilla, poema
épico que cuenta las guerras de Arauco (‘territorio de la zona central de
Chile’) a mediados del siglo XVI entre españoles y mapuches (o araucanos).
Glauco es el nombre de un dios marino, que aquí representa el océano
Atlántico. La rima Arauco-Glauco ya aparece en el soneto de Gerónimo de
Porras, dentro de los preliminares de la obra. <<
Página 743
[422] rauco: ‘ronco’, latinismo. <<
Página 744
[423] monumento: ‘sepultura’. <<
Página 745
[424] febeo aliento: ‘soplo de Apolo’, esto es, ‘la inspiración’. <<
Página 746
[425] El régimen verbal intentar a era corriente en la época. <<
Página 747
[426]La Fama se considera charlatana (parlera) porque es pregonera de
nuevas, de acuerdo con su imagen clásica ataviada con bocas o lenguas (luego
vv. 135 y 511). <<
Página 748
[427] lustre aquí vale ‘lustro’, y el sintagma ‘eternamente’ (véase v. 61). <<
Página 749
[428] producido: ‘engendrado’. <<
Página 750
[429] Hipocrene: fuente de las musas en el monte Helicón. <<
Página 751
[430]mozo en la edad, anciano en el sentido: elogio de la sabiduría del
personaje pese a su juventud, según el tópico del puer senex que se repite
varias veces en lo que sigue (vv. 66, 74, 741-742 y 825-826). <<
Página 752
[431]aguas del olvido: referencia al río Leteo del Hades, quizá con eco de
Garcilaso de regalo: «y aquel sonido / hará parar las aguas del olvido»
(Égloga III, vv. 15-16). Véase luego v. 372. <<
Página 753
[432]
la casa de Este es un noble linaje italiano que tuvo un destacado papel
como mecenas de las artes durante el Renacimiento. Ariosto los elogia en el
Orlando furioso. <<
Página 754
[433] adiestran: ‘guían, encaminan’. <<
Página 755
[434] presidentes: ‘maestros’. <<
Página 756
[435] sciencias de Apolo: medicina y poesía. <<
Página 757
[436] cendrado: ‘depurado, pulido’. <<
Página 758
[437]Referencia a Homero (docto griego) y Virgilio con su Eneida, donde
canta el troyano fuego. <<
Página 759
[438] señor de Delo: Apolo. <<
Página 760
[439] cosas… referillas: ‘son cuestiones tan sutiles que solamente pueden
apreciarse (en los sentidos), pero no expresarse (la lengua no puede
referillas). <<
Página 761
[440] dubio: ‘duda’, italianismo quizá tomado de Garcilaso: «donde el
cristiano estado estaba en dubio» (Égloga II, v. 1493) (MEG). <<
Página 762
[441] sobras: ‘ganas’. <<
Página 763
[442]Juego con el que advierte a la Fama que con el elogio del poeta será
considerada fiable (verdadera) en vez de chismosa (parlera). <<
Página 764
[443] Mantuano: Virgilio. <<
Página 765
[444] ledo: ‘alegre’. <<
Página 766
[445]Eco de Garcilaso: «por vos me llevará mi osado paso / a la cumbre difícil
d’Elicona» (Soneto XXIV, vv. 7-8) (MEG). <<
Página 767
[446] rompiendo… espanta: ‘abriéndose paso por el lugar más difícil’. <<
Página 768
[447] llega: ‘iguala’. <<
Página 769
[448]Orfeo y Arïón son poetas míticos: gracias a su canto, el segundo se salvó
de ser arrojado al agua por unos marineros durante una travesía, por lo que se
le considera paradigma de prudencia. <<
Página 770
[449]
el aurora: forma poética para la primera luz del día, que sale por oriente,
con una forma alomorfa del artículo femenino (illam), usado delante de
nombres que comienzan con vocal. <<
Página 771
[450]Fílida: la obra más importante de Gálvez de Montalvo es la novela
pastoril El pastor de Fílida (1582). <<
Página 772
[451]Ibero: ‘río Ebro’, que aparece engalanado con una corona vegetal, según
la iconografía habitual de los ríos personificados. <<
Página 773
[452] anida: ‘acoge’. <<
Página 774
[453] laureolas: ‘coronas de laurel’. <<
Página 775
[454]
Referencia a la traducción de Os Lusiadas de Camões que hizo Caldera,
pasando en nueva forma el poema del portugués (aquí denominado Luso, por
el compañero o hijo de Baco que da nombre a Lusitania) al castellano,
expresado por el aurífero Tajo (fértil río con lecho de oro). <<
Página 776
[455]La poesía de Vivar aprovechaba sus sucesos autobiográficos amorosos
(cuidados suyos) como materia artística, en vez de dedicarse a historias
clásicas como la de Eco y Narciso. <<
Página 777
[456]
En el sistema geocéntrico, el impíreo cielo es la región más exterior en la
que habitan las almas bienaventuradas. <<
Página 778
[457]De pacífica oliva coronado: recuerdo de Hernando de Acuña: «De oliva
y verde yedra coronado» (núm. 31, v. 1) (MEG). <<
Página 779
[458] El Pindo y el Parnaso son montes dedicados a Apolo y las musas. <<
Página 780
[459] lasos: ‘sin fuerzas’, italianismo (lasso). <<
Página 781
[460]
En la cuarta esfera se encuentra el Sol, y, por tanto, Apolo (luego en v.
616). <<
Página 782
[461] solo: ‘único’, italianismo. <<
Página 783
[462]Cicerón y Demóstenes son dos modelos clásicos del arte de la elocuencia
(v. 377). <<
Página 784
[463]En un ejercicio de translatio, se elogia la victoria del Betis sobre los tres
ríos italianos (Mincio se encuentra en el norte, el Arno cruza Florencia y el
Tibre, ‘Tíber’, pasa por Roma). <<
Página 785
[464] senos: ‘aguas, mares’. <<
Página 786
[465] El régimen consentir en era normal en la lengua de la época. <<
Página 787
[466] no se desdeña: ‘no tiene por indecoroso’, con lítotes. <<
Página 788
[467]ora la pluma, ora la lira: reescritura de un célebre verso de Garcilaso
(«tomando ora la espada, ora la pluma», Égloga III, v. 40), por el que conjuga
la unión de poesía y música frente al doblete clásico de armas y letras. <<
Página 789
[468] Rojo mauro: mar Rojo. <<
Página 790
[469] acepta: ‘bien recibida’. <<
Página 791
[470]
Ejemplo de antanaclasis: lustre primero vale ‘aplauso, elogio’ (como
nombre) y luego ‘dar gloria’ (verbo). <<
Página 792
[471]Pastores, si le viéredes: guiño a san Juan de la Cruz: «Pastores, los que
fuerdes / allá por las majadas al otero, / si por ventura vierdes» (Cántico
espiritual, vv. 6-8) (MEG). <<
Página 793
[472] adorno: ‘adornado’ (italianismo). <<
Página 794
[473] esquiva: ‘rigurosa’. <<
Página 795
[474] La sciencia de Apolo es la poesía, que crece gracias a este ingenio. <<
Página 796
[475]Celidón: nombre del protagonista de la novela de caballerías de Gómez
de Luque, Libro primero de los famosos hechos del príncipe Celidón de
Iberia (1583). Con plectro se refiere a ‘estilo’, por la púa empleada para tocar
algunos instrumentos de cuerda. <<
Página 797
[476]Dauro: ‘Darro’, es un río de Granada que también era conocido como río
aurífero, según se expresa con la forma latinizante del nombre. <<
Página 798
[477] Idaspe: afluente del río Indo, en Asia. <<
Página 799
[478]‘Si dejara de manar el agua de la inspiración poética (licor santo) en las
fuentes de Hipocrene (sagrada fuente) o Castalia (en las altas cumbres del
Parnaso), permanecería (se pudiera hallar) en Barahona de Soto’. <<
Página 800
[479]región antártica: ‘el Nuevo Mundo, las Indias’, más que el hemisferio
sur. Sobre los escritores americanos en el «Canto de Calíope», véase Toribio
Medina (1926). <<
Página 801
[480]Según el elogio, ‘la caudalosa inspiración (vena caudal) de Terrazas, ha
hecho manar una fuente poética (nueva Hipocrene) en la Nueva España
(patrio nido del poeta)’. <<
Página 802
[481]El parentesco (es trasunto y hermano) con Calíope y de Palas se debe a
la doble dedicación a las armas y a las letras del poeta. <<
Página 803
[482]Remedo de Garcilaso: «pienso mover la voz a ti debida» (Égloga III, v.
12). <<
Página 804
[483] de corrida: ‘rápidamente, a la ligera’. <<
Página 805
[484] Referencia a la plata (mil tesoros) enviada desde el Perú (tierra
enriquescida) a Sevilla, que, sin embargo, no es pago suficiente para el
traslado de Estrada a América. <<
Página 806
[485] lustre: ‘lustro’. <<
Página 807
[486] Limar: Rímac, río de Lima. <<
Página 808
[487]
Gracias: las tres Gracias reparten los dones, por lo que hicieron a su
medida (a su talle) al poeta. <<
Página 809
[488]
Aguilar… águila: juego onomástico por etimología, que da paso a ciertos
mecanismos retóricos. <<
Página 810
[489]pluma… se retira: la pluma vale ‘instrumento para escribir’, metonimia
del oficio poético, y también posee el sentido recto (animal) con un valor
emblemático, pues las alas del águila destruyen a otras plumas (Arellano,
1998, pág. 200). <<
Página 811
[490]Guánuco: Huánuco, ciudad al norte de Lima donde el poeta firma la
dedicatoria de El Marañón (1560) que narra la expedición de Pedro de Ursúa.
<<
Página 812
[491]
Alusión al Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, con quien se
compara al poeta. <<
Página 813
[492]Elogio de la traducción castellana (en dulce español) de Garcés de Los
sonetos y canciones (1591) de Petrarca (el gran toscano), que es tan excelente
que ni el propio poeta puede igualarla. <<
Página 814
[493]
equina fuente: ‘fuente de Hipocrene’, en juego etimológico, pues se dice
que brotó debido a una coz de Pegaso. <<
Página 815
[494] numeroso: ‘rítmico’. <<
Página 816
[495] Eolo: dios de los vientos. <<
Página 817
[496]
Con metáfora vegetal, se elogia el traslado del poeta (la planta) desde
América (allá) al monte Olimpo (el mayor collado de Tesalia). <<
Página 818
[497]
pusilánimo: ‘pusilánime’. En este pasaje Cervantes escribe en esdrújulos,
en guiño al estilo de Cairasco. <<
Página 819
[498] de la Gran Canaria: ‘desde la Gran Canaria’. <<
Página 820
[499]Con anciano Tormes se recuerda al «viejo Tormes» de Garcilaso (Elegía
I, v. 142; Égloga II, v. 1169) (MEG). Además, niega vale ‘afirma’, por la
doble negación. <<
Página 821
[500]Títiro es tanto nombre poético de Virgilio como uno de los pastores de
sus Bucólicas y el Mincio, río cercano a Mantua, es el escenario de alguna de
estas églogas. <<
Página 822
[501] El pensamiento es símbolo típico de celeridad (presuroso). Véase luego
II, v. 301. <<
Página 823
[502] cuento: ‘cuenta, relación’. <<
Página 824
[503] claríficas: ‘resplandecientes’. <<
Página 825
[504] pasaje: ‘navegación’. <<
Página 826
[505] ella: referencia a lumbre, que va implícito en alumbras (v. 707) (MEG).
<<
Página 827
[506]El enebro (nebro) y el ciprés son árboles longevos y resistentes, mientras
el laurel (lauro) y el mirto se relacionan con la poesía. <<
Página 828
[507]
fantasía: ‘imaginación’, más que ‘presunción’. Acaso se podría
enmendar en «cortesía» para mejorar el sentido (MEG). <<
Página 829
[508] caso: ‘asunto, cuestión’. <<
Página 830
[509]
Alusión al «Canto del Turia» presente en la Diana enamorada (1582) de
Gaspar Gil Polo, que ya celebraba a algunos de los ingenios que siguen
(Garcerán, Falcó, Rey de Artieda y Espinosa). <<
Página 831
[510]
El freno que sujeta a la envidia es otro motivo emblemático (Arellano,
1998, pág. 177). <<
Página 832
[511] Reno: el Rin. <<
Página 833
[512] austrina: ‘del austro, del polo sur’. <<
Página 834
[513]Juego onomástico entre el nombre Falcón y el águila real (caudal), que
sirve para encomiar el ingenio del poeta con una metáfora de origen
emblemático (Arellano, 1998, págs. 200-202). <<
Página 835
[514]
Imagen muy repetida de la Fortuna como divinidad montada sobre una
rueda que representa su inestabilidad y ligereza. <<
Página 836
[515] mauseolo: ‘mausoleo’, con metátesis. <<
Página 837
[516]
Referencia a Dafne, hija del dios-río Peneo, que se habría enamorado del
poeta de haberlo conocido, en vez de convertirse (transformarse) en laurel
según cuenta Ovidio (Metamorfosis, I, 452-567). <<
Página 838
[517]traspasa el aire: recuerdo de fray Luis de León: «Traspasa el aire todo»
(oda «A Francisco de Salinas», v. 16) (MEG). <<
Página 839
[518]El elogio de los dos últimos poetas que pretende realizar Calíope,
sospecha que puede enojar al benigno (blando) Apolo, ya que solamente él
podría hacerlo debidamente. <<
Página 840
[519] modo: ‘tono, armonía’. <<
Página 841
[520] no los pago: ‘todavía quedo en deuda con ellos’. <<
Página 842
[521] me adelanto: ‘me excedo’. <<
Página 843
[522] os venzo: ‘os convenzo’. <<
Página 844
[523] Viaje del Parnaso: este poema, el más extenso de la producción
cervantina, constituye el segundo catálogo poético de Cervantes. Frente al
«Canto de Calíope», se trata de una apuesta mucho más arriesgada en la que
se reflexiona sobre el estado de la poesía coetánea, se realizan importantes
juicios de valor y el poeta intenta situarse en el panorama poético coetáneo.
Licencia: la aprobación de impresión era uno de los paratextos legales
obligatorios en la época. <<
Página 845
[524]salvo: salvo meliori iudicio (‘salvo mejor opinión’), fórmula habitual en
este tipo de paratextos.
Privilegio: autorización de impresión válido solamente en el reino en el que
se solicitaba, Castilla en este caso. <<
Página 846
[525]
Consejo: el organismo que concedía este tipo de permisos era el Consejo
de Castilla. <<
Página 847
[526] desuso: ‘arriba’. <<
Página 848
[527]Tasa: Hernando de Vallejo era escribano del Consejo Real. Firma
también las tasas de los dos Quijotes, las Novelas ejemplares y las Ocho
comedias. <<
Página 849
[528]Erratas: el licenciado Francisco Murcia de la Llana era corrector de
libros desde 1601 y corrector general de 1609 a 1635. Conocido por su
dejadez, firma las fes de erratas de todas las obras cervantinas, salvo en el
caso de La Galatea. <<
Página 850
[529]
Dedicatoria: según reza la portada, el Viaje está dirigido «a don Rodrigo
de Tapia, caballero del hábito de Santiago, hijo del señor Pedro de Tapia,
oidor del Consejo real y consultor del Santo Oficio de la Inquisición
Suprema». El hijo entonces era apenas un joven de quince años, por lo que
todo apunta a que el verdadero objetivo del gesto cervantino era el padre. La
despedida del paratexto es «Nuestro Señor le guarde». <<
Página 851
[530]Augustini de Casanate Rojas: Agustín de Casanate Rojas, posible
pariente del Juan Luis de Casanate que aparece después (III, vv. 112-117), era
poeta poco conocido que más adelante participa en los certámenes por la
canonización de san Isidro (1622). <<
Página 852
[531]Epigramma: «Sacude, hijo de Saturno [Neptuno], la cerúlea espada, /
sienta los golpes de la cuadriga la augusta Tetis. / El escuadrón de Apolo,
nueva afrenta del sagrado ponto, / en bajeles de versos hace rumbo a los
mares. / Abandonan, asombrados, Proteo, el ganado marino, / las melodías
Tritón y los líquidos abismos. / No obstante, si tienes en nada los versos,
contén benigno / el poderío del tridente, que tanto atormenta las naves. /
De las orillas hesperias conduje Miguel a alta mar / preclaros vates. Dirígese
al campamento délfico: / “¡Ea, más bien depón el miedo, sosiégate entre las
naves, / lleva próspera las velas a las costas del Parnaso”». <<
Página 853
[532]El autor a su pluma: poema sobre la adulación, en el que Cervantes sigue
la dinámica de escribir sus propios sonetos preliminares, como en el primer
Quijote. Se asemeja al poemita con que Cide Hamete se despide de la historia
de don Quijote: «¡Tate, tate, folloncicos! / De ninguno sea tocada, / porque
esta empresa, buen rey, / para mí estaba guardada». No aparece en todos los
testimonios del Viaje (véase la Introducción). <<
Página 854
[533]de discreto: ‘de buen juicio, de ingenio’; acaso sea recuerdo del italiano
del discreto, con posible errata (RM), pero igualmente se puede entender con
«hacer del discreto» en la comedia, como aparece en el Quijote (II, 12 y 51)
(Egido, 2011, pág. 296, n. 4). <<
Página 855
[534] prometo: ‘aseguro’. <<
Página 856
[535]
sal: ‘gracia, ingenio’, del que ha de tener al menos una cantidad pequeña
(como un panecillo). <<
Página 857
[536] quídam Caporal italïano: comienzo irónico, en el que se revela la
relación del texto con Cesare Caporali (1531-1601), ingenio de Perugia
(perusino, v. 2) y autor del Viaggio di Parnaso (h. 1579-1580 y publicado en
1582), al que se presenta de manera acorde con el tono del resto de la
introducción y del poema como ‘un tal, un dicho’ (quídam). También lo
nombra en el prólogo a las Novelas ejemplares (pág. 16). <<
Página 858
[537] reverendo: ‘respetable, enorme’, irónico. <<
Página 859
[538] estantigua: ‘fantasma, figura deforme, visión’. <<
Página 860
[539]Traducción directa de Caporali: «era di cola lunga e vista corta»
(Viaggio, I, v. 29) (Croce, 1899, pág. 130). <<
Página 861
[540] adarga: ‘escudo formado por capas superpuestas de cuero’. <<
Página 862
[541] Con dilogía, caer vale ‘tropezar’ y ‘darse cuenta’. <<
Página 863
[542] en abril como en el mes de enero: ‘siempre, en cualquier momento’. <<
Página 864
[543] estafeta: ‘correo urgente’. <<
Página 865
[544]
El Oeta es un monte entre Tesalia y Macedonia, famoso (nombrado)
porque allí muere Hércules. <<
Página 866
[545]Aganipe: una de las fuentes de la inspiración poética al pie del monte
Helicón, en Beocia (luego en III, v. 386). <<
Página 867
[546] pancho: ‘panza’, en «estilo vulgar y jocoso» (Aut.). <<
Página 868
[547] magnifico: ‘magnífico’, con acentuación llana de valor burlesco. <<
Página 869
[548] en cierne: ‘en sus principios’. <<
Página 870
[549]
Alusión a Sísifo, figura clásica castigada a empujar eternamente una gran
piedra hasta la cima de una montaña, que vuelve a caer. La imagen de la
piedra sobre los hombros remite más frecuentemente a Atlas. <<
Página 871
[550] humos: ‘presunciones, vanidades’. <<
Página 872
[551]Rodomonte (o Rodamonte) es un rey moro de los Orlandos, personaje
fanfarrón por excelencia. <<
Página 873
[552]Eco de la Égloga II de Garcilaso: «y como d’un dolor otro s’empieza»
(v. 494). <<
Página 874
[553]La expresión «tener la cabeza llena de viento» o «henchir la cabeza de
viento» (Correas) expresa vanidad. <<
Página 875
[554] La pobreza de los poetas es un motivo tópico que se reitera
frecuentemente a lo largo del poema (I, v. 206; III, v. 323, etc.) y llega hasta
las normas de Apolo en la «Adjunta». <<
Página 876
[555] de agibílibus rateras: ‘de habilidades vulgares’, y cómicamente vale
‘estafas, raterías, robos’, en referencia a la ignorancia de los malos poetas y a
los hurtos de algunos (ver después la «Adjunta»). <<
Página 877
[556]Marte es el dios de la guerra y Venus la divinidad del amor, en
representación de la épica y la poesía amorosa. <<
Página 878
[557] trazas: ‘invenciones’. <<
Página 879
[558]letura: ‘advertencia, cautela’, como en uno de los sonetos preliminares
del primer Quijote. <<
Página 880
[559] El cisne es símbolo del buen poeta y del malo el cuervo (véase IV, v.
565; VII, vv. 40-42), a lo que se añade un juego burlesco entre el color blanco
del pelo (por las canas) y el plumaje del ave, que quizá lleve a
consideraciones adicionales sobre la madurez artística y la sabiduría frente a
las críticas por la expresión poética. <<
Página 881
[560]varia rueda: se trata de la rueda en la que está situada la Fortuna, que se
caracteriza por su constante inestabilidad y movimiento (véase II, v. 18; y VI,
v. 146). <<
Página 882
[561] suceso: ‘desenlace’. <<
Página 883
[562]Eco de Petrarca, Canzionere, núm. XXXV, v. 2: «vo mesurando a passi
tardi et lenti» (Lamberti, 2015, pág. 109). <<
Página 884
[563]El candeal es un tipo de pan «muy blanco y regalado» (Aut.), mientras
mis es contracción de ‘maravedís’. Parejas provisiones se preocupa por llevar
Sancho en el Quijote. <<
Página 885
[564] cuidadoso: ‘preocupado’. <<
Página 886
[565]Listado de varios lugares de Madrid: el Prado de san Jerónimo,
importante jardín de recreo; las fuentes, algunas recordadas en La ilustre
fregona (Caño Dorado, Leganitos, Castellana, etc., pág. 379); el mentidero
agradable de los representantes en la calle del León (RM) o el de la Puerta de
Guadalajara con sus estatuas decorativas (HG); los corrales (teatros públicos)
en los que se representaban comedias que se critican por disparates; el
mentidero de los soldados en las gradas de la iglesia de San Felipe, que era
centro de comentario de las noticias e informaciones, como la frecuente
conversación sobre los ataques turcos (motejados de galgos), que se podían
conocer también en alguna gaceta, «sumario o relación que sale todas las
semanas o meses de las novedades de las provincias de la Europa, y algunas
del Asia y África» (Aut.), medio que comienza en Venecia. La despedida en
anáfora cierra el prólogo del Persiles: «¡Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós,
regocijados amigos!» (pág. 114). <<
Página 887
[566] Referencia a Cartagena (Cartago Nova). <<
Página 888
[567] Recuerdo de la batalla de Lepanto, donde la armada aliada estaba
capitaneada por don Juan de Austria. <<
Página 889
[568] estrecho: ‘aprieto, peligro’, como en v. 315. <<
Página 890
[569]La armada troyana comanda por Eneas fue destruida por Eolo a petición
de Juno, esposa de Júpiter. <<
Página 891
[570]Argos es la nave de los argonautas comandados por Jasón para ir en
busca del vellocino de oro. <<
Página 892
[571]puertas del Oriente: metáfora muy cervantina para el amanecer, que
presenta a la Aurora con el rostro descubierto (en trenza). La imagen parte de
la Odisea (V, v. 390) (RM). <<
Página 893
[572]
Hacer salva es ‘saludar con tiros de armas de fuego en señal de cortesía y
honor’. <<
Página 894
[573]clarines: ‘trompeta de sonido muy agudo’ (después en II, v. 436; III, v.
86; y VIII, v. 293). <<
Página 895
[574] chusma: ‘tripulación’, concretamente los galeotes, como en v. 250. <<
Página 896
[575] áncoras: ‘anclas’. <<
Página 897
[576] sirgo: ‘tela de seda’. <<
Página 898
[577] caduceo: ‘vara con dos serpientes enroscadas’, atributo de Mercurio. <<
Página 899
[578] paraninfo: ‘mensajero’, como luego v. 326. <<
Página 900
[579] Coliseo: ‘Olimpo’. <<
Página 901
[580] dios parlero: Mercurio, mensajero olímpico y divinidad de la elocuencia
y la retórica (luego II, v. 2; IV, v. 145). <<
Página 902
[581]Adán aquí puede entenderse como ‘primero’ o ‘más viejo’, sea por la
capacidad inventiva del ingenio o por su avanzada edad, además de un guiño
a la situación de pobreza del personaje. Quizá haya un eco de la Divina
Commedia de Dante: «O degli altre poeti onore e lume» (Inferno, I, v. 82)
(Maurino, 1956, pág. 8). <<
Página 903
[582]
cilenio: ‘de Mercurio’, también conocido como Cilenio (véase IV, v. 533
y VII, v. 172). <<
Página 904
[583] sotil disinio: ‘sutil designio’. <<
Página 905
[584]
Los poetas sietemesinos (‘nacidos antes de tiempo’) designan a ingenios
jóvenes e inmaduros, de dudosas capacidades poéticas. <<
Página 906
[585]versos: aunque obviamente se refiere a las poesías de Cervantes, se
aprovecha el sentido bélico de «culebrina de muy poco calibre» (Aut.). <<
Página 907
[586] pasaje: ‘navegación’, como en III, v. 147. <<
Página 908
[587] matalotaje: ‘provisiones’. <<
Página 909
[588]Inicio de una serie de términos náuticos: la quilla es ‘la estructura de
madera o hierro que sustenta toda la embarcación’ y la gavia es ‘la vela
situada en el mastelero mayor’. <<
Página 910
[589]
ballesteras: ‘aberturas por las que se disparan las ballestas’, que estaban
hechas de ensalada, «un género de canciones que tienen de diversos metros»
(Cov.). <<
Página 911
[590] malmaridada: alusión a la famosa canción de «La bella malmaridada».
<<
Página 912
[591]bastarda: ‘grosera, desgastada’, que juega con el sentido de ‘hijo fuera
del matrimonio’ con los legítimos sonetos. <<
Página 913
[592] espalderes: ‘remeros’. <<
Página 914
[593] crujía: ‘paso en las galeras que va de proa a popa’. <<
Página 915
[594]«pasó crujía»: «frase vulgar, con que se da a entender que alguno lo pasa
con miseria y mal tratamiento» (Aut.), por un castigo propio de las galeras en
el que los condenados eran golpeados mientras pasaban entre los galeotes. <<
Página 916
[595] árbol: ‘mástil mayor’. <<
Página 917
[596] embreado: ‘untado de brea, un tipo de betún’. <<
Página 918
[597]estrambotes: ‘canciones amorosas’ y ‘estrofa adicional al final de un
soneto’, aunque puede valer también ‘versos’ en general, que son malos
(duros). <<
Página 919
[598] racamenta: ‘anillo que sujeta las vergas a los mástiles y palos’. <<
Página 920
[599]jarcias: ‘cabos y aparejos de un buque’, que en este caso son seguidillas,
un tipo de composición generalmente jocosa, según se explica a continuación.
El efecto risible de estos poemas se vuelve a comentar en el Quijote (II, 38).
<<
Página 921
[600]
rumbada (o arrumbada): ‘corredor en los laterales de las naves desde el
que disparan los soldados’. <<
Página 922
[601]
Los encadenados versos son los tercetos encadenados, en juego con las
cadenas de los galeotes. También pueden ser los versos que comienzan con la
misma palabra con la que acaba el anterior. <<
Página 923
[602] puesto que: ‘aunque’. <<
Página 924
[603] versos sueltos: ‘endecasílabos blancos’. <<
Página 925
[604]El Tajo y el Pactolo (en Lidia) eran ríos famosos por el oro de sus
arenas. Es expresión que vale ‘de todo el mundo’. <<
Página 926
[605]Referencia a la Orden de san Juan de Malta, entonces asentada en la isla
de Malta, que jugaban un importante papel en la guerra contra los turcos,
como corsarios y marina de élite de la cristiandad. Sus caballeros llevaban en
el pecho una cruz blanca de ocho puntas. <<
Página 927
[606] En la época espías era femenino. <<
Página 928
[607] barrido: ‘recorrido’. <<
Página 929
[608]yangüeses, vizcaínos y coritos: procedentes de Yanguas (en Segovia o de
Soria), Vizcaya y las montañas de Asturias, todos personajes rústicos
caracterizados por un castellano distorsionado que simboliza la falta de
pericia poética. <<
Página 930
[609] de asiento: ‘permanentemente’. <<
Página 931
[610] colgado: ‘atento, pendiente’. <<
Página 932
[611]El estornudo era un símbolo de mal presagio, que se trataba de conjurar
haciéndose cruces en los labios, entre otras fórmulas. <<
Página 933
[612] se divierte: ‘se desvía, se distrae’, como en III, v. 325. <<
Página 934
[613] sola: ‘única’, italianismo. <<
Página 935
[614] jara: ‘saeta’. <<
Página 936
[615]
Recuerdo de un pasaje de Mateo (22, 14): «muchos son llamados, pero
pocos escogidos» (luego en IV, v. 505; y VIII, v. 70). <<
Página 937
[616] sobrenombre: ‘apellido’. <<
Página 938
[617]Calisto: constelación de la Osa Mayor, por la ninfa Calisto que fue
transformada en animal y en astro sucesivamente por el romance que tuvo con
Júpiter. <<
Página 939
[618]Luz: nombre poético de la amada en la obra de Herrera, que ya aparece
en núm. 28, v. 3. <<
Página 940
[619]
Lucano: referencia a la traducción que hace Jáuregui de La Farsalia del
poeta latino. <<
Página 941
[620] aseguran / su partido: ‘refuerzan su bando’. <<
Página 942
[621]gente non sancta: ‘gente de mal vivir’, expresión tomada de los Salmos
(42, 1). <<
Página 943
[622]Aganipe e Hipocrene son dos fuentes de la inspiración poética, que
surgen del monte Helicón. <<
Página 944
[623] hipe: ‘se angustie, se fatigue’. <<
Página 945
[624] vena: ‘inspiración poética’. <<
Página 946
[625]chacho: ‘jugador’ y quizá ‘charlatán’ (AC), si bien en rigor se trata de
una expresión derivada del juego del hombre. Se ha visto como pulla contra
Esteban Manuel de Villegas, Alonso Álvarez de Soria, Alonso de Castillo
Solórzano (RM) y López de Úbeda (SR). <<
Página 947
[626]Ganimedes: copero de Júpiter, es imagen de hombre afeminado. Para
Alonso Cortés (1913, pág. 331) se trata de una alusión maliciosa a Manuel
Esteban de Villegas. <<
Página 948
[627] godo: ‘noble’, pues hacerse de los godos es ‘blasonar de origen
nobiliario’, pero al mismo tiempo puede ser ‘tudesco, alemán’, por las
vestimentas estrafalarias que llevaban (Herrero García, 1966, págs. 501-526).
<<
Página 949
[628]
Tácito: famoso historiador romano y autor de los Anales, que vale como
modelo de historiografía. <<
Página 950
[629] Bóreas: ‘viento del norte’ (reaparece en V, v. 205). <<
Página 951
[630]Referencia a Torquato (Torcato) Tasso (1544-1595), ingenio italiano que
constituye el paradigma de la poesía épica tanto por su Gerusalemme liberata
(1575) como por sus reflexiones teóricas en los Discorsi dell’arte poetica e
del poema eroico (luego en V, v. 87). <<
Página 952
[631]
Motivo del puer senex, que reúne la sabiduría propia de la madurez en la
juventud, elogio repetido (II, vv. 221-222; IV, 287-288 y 307; V, 285). <<
Página 953
[632] recreo: ‘diversión’. <<
Página 954
[633] hechura: ‘ejemplo, modelo’. <<
Página 955
[634] Zoílo: gramático que criticaba a Homero, es el prototipo del
murmurador. El propio Espinel reconocía este rasgo: «Acostumbré con
libertad desnuda / decir mi parecer al más pintado, / en torpe estilo o con
razón aguda. / Algo maldiciente y confiado, / juëz severo, en alabar remiso, /
a todos los extremos inclinado» (epístola «Al obispo de Málaga, don
Francisco Pacheco», vv. 66-71, en Diversas rimas) (VG). <<
Página 956
[635]guitarra… prima… estilo: la prima es tanto ‘la primacía’ como la
primera cuerda de la guitarra, «y la más delgada de todas, que forma un
sonido muy agudo» (Aut.), pues a Espinel se le atribuye la adición de una
cuerda más a la guitarra (Pastor Comín, 2008, págs. 326-327). <<
Página 957
[636]tira la barra: ‘aspira’, pues es una expresión que vale «adelantarse y
alargarse en algo» (Correas). <<
Página 958
[637] Pindo: monte poético en el norte de Grecia (luego en v. 260). <<
Página 959
[638] desgarra: ‘echa bravatas’. <<
Página 960
[639] lindo: ‘hombre atildado’, figurilla satírica. <<
Página 961
[640] numeroso: ‘armonioso’. <<
Página 962
[641]
Gnatón y Davo son personajes de truhán y esclavo de algunas comedias
de Terencio (Eunuchus para el primero, Phormio y Andria para el segundo),
que después se incoporan a distintos textos hispánicos. <<
Página 963
[642]
Luso: ‘Lusitania, Portugal’, por el compañero o hijo de Baco que le da
nombre. <<
Página 964
[643]
La cárcel del olvido es el infierno, el Hades, según una variación de la
imagen de la «sepultura del olvido» de Cicerón (Pro Archia, X, 24). <<
Página 965
[644] Proserpina: hija de Ceres secuestrada por Plutón y convertida en
divinidad de ultratumba, se recuerda por el Robo de Proserpina (1608) de
Faría. <<
Página 966
[645]
Dauro: río Darro, ya recordado en el «Canto de Calíope» (vv. 505-520)
que por extensión vale Granada. <<
Página 967
[646] clima: ‘región’. <<
Página 968
[647]altitonante: ‘altisonante y tonante’, neologismo por composición que
aparece también en el poema Elegías de varones ilustres de Indias (1589) de
Juan de Castellanos y otros textos (CORDE). <<
Página 969
[648]
Guiño al Siglo de Oro en las selvas de Erífile (1608), novela pastoril de
Bernardo de Balbuena (ver la galería de poetas final). <<
Página 970
[649]Juego con la doble acepción de pies en sentido recto y como ‘unidad
métrica’ (luego en III, v. 17). <<
Página 971
[650]
Alusión al libro de pastores de Suárez de Figueroa, La constante
Amarilis (1609). <<
Página 972
[651] Tanto celsitud (‘grandeza’) como alteza son tratamientos reales. <<
Página 973
[652] sobras: ‘excedes, superas’. <<
Página 974
[653] tacaño: «el bellaco que es astuto y engañador» (Cov.). <<
Página 975
[654] hacha: ‘antorcha’. <<
Página 976
[655] llega: ‘se añade, se suma’. <<
Página 977
[656] fenices: ‘aves fénix’, italianismo (SR). <<
Página 978
[657] idificio: ‘edificio’, ejemplo de asimilación vocálica (ver IV, vv. 47 y 239,
etc.). <<
Página 979
[658]quinta y cuarta esfera: ‘cielos o regiones de Marte y el Sol’, según la
idea del universo vigente en la época, que se corresponden con la espada y la
pluma anteriores (v. 293). <<
Página 980
[659] bruma: ‘abruma, carga, quebranta’. <<
Página 981
[660]
Posible crítica encubierta a Mateo Alemán, uno de los grandes rivales de
Cervantes: al tiempo que zarandea su pasado de converso (pues no muestra
ser cristiano), elogia sus escritos (sus escritos el tiempo no consuma)
(Márquez Villanueva, 1995, págs. 278-282). Con menos razón, se ha visto
como una crítica a Quevedo (RM). <<
Página 982
[661] supuestos: ‘sujetos’, como en VII, v. 51. <<
Página 983
[662]Calíope: musa de la poesía épica, que presenta el primer canon poético
cervantino en La Galatea. <<
Página 984
[663]La caracterización de Quevedo como flagelo de poetas memos (‘azote de
malos poetas’) se relaciona con la «Premática del Desengaño contra los
poetas güeros, chierles y hebenes» del Buscón que por entonces ya debía
circular en forma manuscrita y guarda similitud con la imagen de Aretino
como «il flagello / de’ principi» (Orlando furioso, XLVI, 14, vv. 3-4). <<
Página 985
[664] puntillazos: ‘golpe dado con la punta del pie’. <<
Página 986
[665]Juego con los dos sentidos de caballero: ‘hidalgo’ (como Quevedo) y
‘persona montada a caballo’. <<
Página 987
[666]dromerio: ‘dromedario’, forma en la que algunas veces se enmienda. Por
su parte, alfana es un «caballo corpulento, fuerte y brioso» (Aut.). <<
Página 988
[667] subes: ‘atreves’. <<
Página 989
[668] infando lo que jubes: ‘indecible lo que ordenas’, burla del registro
cultista con un eco de la Eneida: «infandum, regina, jubes renovare dolorem»
(II, v. 3). <<
Página 990
[669] barrunto: ‘imagino, sospecho’. <<
Página 991
[670]
sirenas: ‘ninfas del mar, con medio cuerpo de mujer y el otro de pez’,
que aquí son aliadas de los poetas, frente a la habitual caracterización como
monstruos de perdición (luego III, vv. 10, 91 y 292-294). <<
Página 992
[671] saltarel: baile de origen italiano (saltarello). <<
Página 993
[672]Juana la Chasca: es figurilla ridícula de nombre jocoso y vulgar (Chasca
puede ser femenino de chasco, ‘burla, chanza’). No es necesario que designe
a ningún personaje real como quería RM. <<
Página 994
[673]tarasca: ‘figura de sierpe que se saca en algunas fiestas como la del
Corpus’, pero además «por alusión se llama la mujer fea, sacudida,
desenvuelta y de mal natural» (Aut.), con lo que se moteja a la dama recién
nombrada. <<
Página 995
[674]Sancho Panza: personaje del Quijote cervantino, caracterizado por sus
parlamentos (discursos) chistosos y hasta sin sentido a base de enhebrar
refrán tras refrán. <<
Página 996
[675]El regañón es el viento del norte (el Bóreas de antes) que se caracteriza
por su fuerza, mientras el céfiro procede del oeste y es más suave. <<
Página 997
[676] por brújula: ‘con cuidado’, con expresión del juego de naipes. <<
Página 998
[677] Alusión a la creencia en la generación espontánea de sapos y ranas. <<
Página 999
[678]Referencia a ladrones, rufianes, y valentones, gente de mala vida (el
hampo) caracterizados por la ostentación (rumbo) y los juramentos (Dios es
Cristo). Además, ser «de los de Dios es Cristo» (Correas, con otras variantes)
es una forma lexicalizada para ser valentón. <<
Página 1000
[679]«¡Cuerpo de mí!»: juramento eufemístico; poetambre: ‘malos poetas,
poetastros’, neologismo cervantino. <<
Página 1001
[680]zaranda: ‘criba’, imagen acaso derivada del prólogo de las Flores de
poetas ilustres, donde Espinosa justifica su elección con una metáfora análoga
(«para sacar esta flor de harina he cernido doscientos cahíces de poesía»,
pág. 18). <<
Página 1002
[681]gramalla: ‘toga de color grana’, referencia a los poetas soberbios y con
ínfulas. <<
Página 1003
[682] guilla: ‘copiosa y abundante’. <<
Página 1004
[683]granzones: «el desecho de la paja, que deja el ganado ordinariamente en
los pesebres» (Aut.), en designación de los malos poetas. <<
Página 1005
[684] ciego: posible referencia a los ciegos que cantaban coplas y romances.
<<
Página 1006
[685] pésete y reniego: son dos formas de juramento y blasfemia. <<
Página 1007
[686]sastre: posiblemente sea una aparición irónica del sastre de Toledo,
Agustín Castellanos, un dramaturgo del círculo de Lope (véase la «Galería de
poetas»). Inaugura un listado de oficios mecánicos. <<
Página 1008
[687] «¡Sucio es Apolo!»: juramento blasfemo eufemístico. <<
Página 1009
[688] mohíno: ‘molesto’. <<
Página 1010
[689]El zapatero de zapatos nuevos (obra prima), «a diferencia del que hace
calzado basto» (Cov.). <<
Página 1011
[690] marina: ‘playa’ (luego en III, v. 329 y IV, v. 461). <<
Página 1012
[691] Los delfines se consideraban aviso de tempestad. <<
Página 1013
[692] esdrújulos: versos terminados en palabras esdrújulas. <<
Página 1014
[693] tope: ‘extremo superior de los mástiles’. <<
Página 1015
[694] lizos: ‘hilos fuertes que sirven de urdimbre a ciertos tejidos’. <<
Página 1016
[695] encarrujadas: ‘plegadas, rizadas’. <<
Página 1017
[696] visos: ‘reflejos’. <<
Página 1018
[697] Presentación de poetas alfeñicados, ‘blandos y suaves’, que se
caracterizan por la dulzura (melifluidad) excesiva, presentada a través del
azúcar y la miel. <<
Página 1019
[698]quien: entonces tenía valor singular y plural, pues la forma quienes es
analógica. <<
Página 1020
[699]Parodia del código petrarquista que se burla del esquema retórico de la
descriptio puellae mediante la atención a la escatología (los escrementos) y la
mención de una parte normalmente no alabada (los riñones). Se sitúa en la
corriente antipetrarchesca de Aretino, Berni y otros ingenios. Dolce tiene dos
capitoli precisamente «In lode dello sputo» (RM). <<
Página 1021
[700] agarrochado: ‘herido con una pica (garrocha)’. <<
Página 1022
[701]de en uno en otro: ‘de uno en otro, de tal manera’, forma documentada
en el Quijote (II, 25 y 29). <<
Página 1023
[702] algarabía: ‘árabe’ y, por extensión, ‘lengua incomprensible’. <<
Página 1024
[703] sesga: ‘gira, vira’. <<
Página 1025
[704] escombrada: ‘despejada’. <<
Página 1026
[705] marcado el pecho: el personaje era caballero de Santiago. <<
Página 1027
[706]
Los estilos son ‘plumillas’ y los libros de memoria son ‘cuadernos de
apuntes’. <<
Página 1028
[707] se acierta: ‘se supone’. <<
Página 1029
[708] laso: ‘cansado’. <<
Página 1030
[709]Posible eco de fray Luis de León, «Profecía del Tajo», vv. 31-32: «Oye
que al cielo toca / con temeroso son la trompa fiera» (VG). <<
Página 1031
[710] Recuerdo del aforismo «Nihil violentum durabile» (VG). <<
Página 1032
[711] godescas galas: ‘atuendos nobles’. <<
Página 1033
[712]romeros: ‘peregrinos, vestidos con bordón y esclavina’ (luego VIII, v.
386). Se describe con todo detalle en el Persiles (III, 6). <<
Página 1034
[713]
golfo de Narbona: situado entre los cabos de Leucate y San Pedro.
Romera Navarro (1937) apunta que el camino habitual era por el golfo de
León. <<
Página 1035
[714] Catón el Joven era un famoso político romano, natural de Útica
(uticense). <<
Página 1036
[715]Se decía que Génova, república italiana aliada de España, había sido
fundada por el dios Jano. <<
Página 1037
[716]Estrómbalo: Stromboli, volcán en el archipiélago de las Lípari, cerca de
Sicilia. <<
Página 1038
[717]isla infame: parece tratarse de Stromboli, lugar del que huyen por el
horror de la erupción, antes que de la isla de Capri (conocida por las
deshonestidades del emperador Tiberio, RM) o la de Cerdeña (de mala fama
entonces, según Romera Navarro, 1937). <<
Página 1039
[718]
nutriz: ‘nodriza’, por Caieta, ama de Eneas (Eneida, VII, vv. 1-3), que da
nombre al puerto de Gaeta. <<
Página 1040
[719]
En el monte Posilipo se encuentran las sepulturas de Virgilio (Títiro) y
Sannazaro (Sincero). <<
Página 1041
[720] emisfero: ‘hemisferio’, italianismo. <<
Página 1042
[721]echó el resto: ‘hacer un último esfuerzo’, expresión sacada del juego de
cartas frecuente en el poema (IV, v. 322; V, v. 46; VII, vv. 27 y 277). <<
Página 1043
[722] Parténope: Nápoles, por la sirena que le da nombre. <<
Página 1044
[723] alígero: ‘alado’, uno de los atributos del dios Mercurio. <<
Página 1045
[724]
«Cierra, cierra!»: ‘¡ataca, embiste!’, uno de los gritos de guerra de los
españoles que se explica en el Quijote (II, 4). <<
Página 1046
[725] recámara: ‘equipaje’. <<
Página 1047
[726] sacar el pie del lodo: ‘ayudar, sacar de apuros’, frase hecha (Correas).
<<
Página 1048
[727]alzarse a su mano: ‘apropiarse, conservar’, expresión registrada por
Correas («Álzome a mi mano, ni pierdo ni gano’). <<
Página 1049
[728] solio: ‘trono’. <<
Página 1050
[729]
conde: se trata del conde de Lemos, que reaparece después (VIII, vv.
334-342). <<
Página 1051
[730]en sus puntos se retira: ‘abandona la partida’, expresión del juego de
naipes en consonancia con la apuesta recién mencionada. <<
Página 1052
[731]
El tratamiento señor galán es algo irónico (ya en Quijote, II, 16 y 24),
parezca es ‘comparezca, preséntese’ y asconde vale ‘esconde’. <<
Página 1053
[732]El arpa (o cítara) de David era símbolo de la poesía religiosa (sacros
himnos) y tenía propiedades curativas que sanan la locura de Samuel (1
Samuel, 16, 23), y que aquí causan acidental consuelo, sintagma construido a
imitación de «gloria accidental», la que se gana «por el culto exterior,
alabanzas y otras demostraciones» (Aut.). <<
Página 1054
[733]ladrido: la voz de Escila, que era tan aguda y molesta como la de un
perro (Odisea, XII). <<
Página 1055
[734] El estrecho de Mesina, entre Italia y Sicilia, era uno de los pasos más
difíciles para la navegación, por sus escollos y remolinos que se representan
con los monstruos Scila y Caribdis de la Odisea (XII). <<
Página 1056
[735]Ulises es tanto el andante peregrino como el amante de Calipso, con
quien vive un romance en la Odisea (XII) después de haber atravesado el
peligroso estrecho. <<
Página 1057
[736] tasquen: ‘romper con los dientes y haciendo ruido’. <<
Página 1058
[737]En varias historias aparece la creencia de que la furia del mar se calma
arrojándole una víctima (valga el bíblico Jonás), pero quizá se refiera más de
cerca al caso de Arión, a quien echaron por la borda durante una gran
tormenta, pero fue salvado por los delfines que acudieron a su música.
También puede tratarse del piloto Palinuro de la Eneida (V), que muere como
ofrenda a cambio de una travesía segura. <<
Página 1059
[738]cómitre: ‘persona que en las galeras se encargaba del gobierno y castigo
de los remeros y forzados’. <<
Página 1060
[739] rebenque: un tipo de látigo. <<
Página 1061
[740]timonero: ‘timonel’. Navegar a orza es ir con la proa al viento para
aprovecharlo mejor (núm. 11, v. 31). <<
Página 1062
[741]Los Acroceraunos son unos montes de Epiro, que en Horacio (Carmina,
I, oda 3, v. 20) se dicen «infamis» porque atraían los rayos (VG). <<
Página 1063
[742] Tres tipos satíricos: débiles (tiernos), afeminados (melifluos) y
presuntuosos (godescos, ‘que se fingen de los godos’). <<
Página 1064
[743] cantimplora: ‘bebidas refrescadas en cantimploras enterradas en nieve’.
<<
Página 1065
[744] greguescos: ‘calzones’, forma que explica Corominas. <<
Página 1066
[745] sopraestante: ‘inminente’, italianismo. <<
Página 1067
[746] somurmujan: ‘somorgujan’, o sea, ‘se chapuzan, se sumerjen’. <<
Página 1068
[747] isla inexpugnable: Malta, centro de la Orden de San Juan, que había
resistido el ataque de los turcos durante el sitio de 1565. <<
Página 1069
[748]
Belorofonte era un héroe clásico, cuyo caballo (rocín) era Pegaso, que de
un golpe hizo surgir una fuente (Hipocrene, v. 312) en el Parnaso (monte).
Sobre esta forma del nombre (que no hace falta enmendar en Belerofonte),
véase Blecua (2012). <<
Página 1070
[749] columbro: ‘diviso’. <<
Página 1071
[750]Recuerdo algo jocoso del temor que confiesa Apolo sobre el carro del
Sol en las Metamorfosis (II, vv. 64-67 y 91-92) de Ovidio, cuando Faetón le
pide manejarlo. <<
Página 1072
[751]Nuevo eco de Ovidio: «Así había hablado y el padre se despojó de los
rayos que centelleaban alrededor de su cabeza» (Metamorfosis, II, vv. 40-42)
(SR). <<
Página 1073
[752] en calzas y en jubón vistoso: ‘en paños menores, medio desnudo’. <<
Página 1074
[753]Las Horas son las hijas de Cronos, dios del tiempo, que dan pie al juego
posterior con menguadas (‘tiempo desgraciado’) en oposición a las felices
(‘dichosas’). <<
Página 1075
[754] ocasión: ‘batalla’. <<
Página 1076
[755]
Posible recuerdo de Francisco de Medrano, soneto XI: «No sé cómo, ni
cuándo, ni qué cosa / […] no sé cuándo, ni cómo ni qué ha sido» (vv. 1 y 10,
en Diversas rimas) (Alatorre, 2003, pág. 108). <<
Página 1077
[756]Otras dos fuentes poéticas: Castalia está en el monte Parnaso y Helicona
en el cercano Helicón. <<
Página 1078
[757] majestoso: ‘majestuoso’, italianismo. <<
Página 1079
[758]Diferencia entre los poetas de trabajo reposado (pensado) y los
improvisadores (de repente). <<
Página 1080
[759]
Son dos expresiones de origen alemán: bríndez es el ‘brindis’, mientras
caraos «vale tanto como acabar el vaso y beberle todo» (Cov.). <<
Página 1081
[760]
Reminiscencia parcial al refrán «De la mano a la boca, se pierde la sopa»
(HG). <<
Página 1082
[761] perene: ‘perenne’. <<
Página 1083
[762]pedicoj: ‘a la pata coja’, expresión que en el siglo XVII solo se registra en
este caso cervantino (CORDE). <<
Página 1084
[763]motete: «Breve composición música para cantar en las iglesias, que
regularmente se forma sobre algunas cláusulas de la Escritura» (Aut.). <<
Página 1085
[764]Recuerdo de la «Noche serena» de fray Luis («en sueño y en olvido
sepultado», v. 5) y de un poema de Herrera («sin nombre, en ciego olvido
sepultado», soneto L, v. 4) (SB). <<
Página 1086
[765] Delio: Apolo. <<
Página 1087
[766] industria: ‘artificio’, en oposición a natura. <<
Página 1088
[767]Tres jardines famosos: el jardín de las Hespérides, que tenía manzanas de
oro y es escenario de uno de los doce trabajos de Hércules; los jardines
colgantes (Pensiles) de Babilonia; y los de Alcinöo, rey de los feacios, que
celebraron Homero, Virgilio y Ovidio. <<
Página 1089
[768]Posible eco de fray Luis de León, «Vida retirada»: «Del monte en la
ladera, / por mi mano plantado tengo un huerto, / que con la primavera, / de
bella flor cubierto, / ya muestra en esperanza el fruto cierto» (vv. 41-45)
(VG). <<
Página 1090
[769]
Recuerdo de la Égloga III (vv. 11-12 y 44-46) de Garcilaso, que ya había
aprovechado en la Epístola a Mateo Vázquez, vv. 199-201. <<
Página 1091
[770]número contento: ‘bando de los alegres’, con guiño a la Égloga II de
Garcilaso («si es del número triste o del contento», v. 97), que prosigue más
adelante con número hambriento (IV, v. 481) y número escogido (VII, v.
351). Ya aparece en el Quijote (II, 12). <<
Página 1092
[771]El número infinito es el de los tontos (stultorum), con un eco bíblico
(Eclesiastés, 1, 15). <<
Página 1093
[772]Recuerdo de Juvenal: «Si natura negat, facit indignatio versum» (Sátiras,
I, 79) (RM). <<
Página 1094
[773] tercia rima: tercetos encadenados, o terza rima. <<
Página 1095
[774] desterrado a Ponto: Ovidio, que allí escribe las Tristia. <<
Página 1096
[775]
La novela pastoril La Galatea (1585) es la primera obra publicada por
Cervantes, después de su regreso del cautiverio. <<
Página 1097
[776]La confusa: comedia seguramente de enredo, redactada en 1585 para el
autor de comedias Gaspar de Porres. Se recuerda otra vez en la «Adjunta». <<
Página 1098
[777]De las comedias, Cervantes reconoce que tuvieron un cierto momento de
éxito anteriormente (como en el prólogo a las Ocho comedias) y con un giro
elogioso (de lo grave y de lo afable) de origen italiano (RM). <<
Página 1099
[778]Defensa del sentido cómico del Quijote, que se entendía como un libro
de entretenimiento (Close, 2007). <<
Página 1100
[779] La aportación de las Novelas ejemplares se entiende tanto por tratarse de
la primera colección de novelas cortas originales en español, de lo que
presume Cervantes en el prólogo («yo soy el primero que ha novelado en
lengua castellana», pág. 19), como por el nuevo concepto novelesco que
representan en relación con su ejemplaridad, y la progresiva conciencia de la
utilidad del deleite. <<
Página 1101
[780]
Elogio con reminiscencias del pseudo Virgilio (Ego ille qui quondam)
(Ponce Cárdenas, en prensa). <<
Página 1102
[781]Puede tratarse de un nuevo eco de la Égloga II de Garcilaso: «Desde mis
tiernos y primeros años» (v. 167) (HG). <<
Página 1103
[782]Negación cervantina de la sátira más ácida frente a la crítica horaciana,
de acuerdo con el consejo del Coloquio de los perros de dar «un poco de luz y
no de sangre» (pág. 552) (Close, 1990). <<
Página 1104
[783]«¡Voto a Dios que me espanta esta grandeza!»: es el soneto satírico-
burlesco más conocido de Cervantes, sobre el túmulo de Felipe II en Sevilla
(núm. 26). Puede haber un deje irónico en la expresión de honra de un texto
que comienza con un juramento (Marín, 1984) y que es de naturaleza
burlesca. <<
Página 1105
[784]
«Los celos»: se trata del romance «La morada de los celos» (núm. 21),
que acaso se valora porque aparece en dos recopilaciones poéticas de su
tiempo. <<
Página 1106
[785]malditos: ‘de menor calidad’ o quizá ‘condenados’ por la opinión
coetánea o por no haber entrado en ninguna colección de poesía. <<
Página 1107
[786] a pique: ‘a punto’. <<
Página 1108
[787]Pirsiles: la novela helénica Los trabajos de Persiles y Sigismunda
(Madrid, Juan de la Cuesta, 1617) es la última de las obras cervantinas,
aparecida póstumamente, que Cervantes juzgaba la joya de su prosa. <<
Página 1109
[788]Los tres personajes (sujetos) fregoniles de Cervantes se encuentran en la
novela La ilustre fregona (Constanza), la comedia La entretenida (Cristina) y
el entremés La guarda cuidadosa (otra Cristina), que ha tratado en versos
(sonetos) de poco valor (de docena). Menos sentido tiene que se entienda
como tres sonetos dedicados a fregonas, pues se encuentra uno dedicado a
Constanza («Raro, humilde sujeto que levantas», pág. 388) y varios más
(«Raro, humilde sujeto que levantas», «Pluguiera a Dios que aquí nunca
viniera», etc.) en La entretenida (RM). <<
Página 1110
[789]Filis y Silena son nombres pastoriles de las amadas de Tirsi (Figueroa) y
Lauso (Cervantes) en La Galatea. Para la primera se han propuesto otras
identidades menos probables (la dama de El pastor de Fílida, una de las
amantes de Lope) y la segunda reaparece en el romance «La morada de los
celos». <<
Página 1111
[790]
Posible recuerdo de la Égloga I de Virgilio: «formosam resonare doces
Amaryllida silvas» (v. 5) (RM). <<
Página 1112
[791] cantilena: ‘composición poética breve para cantarse’. <<
Página 1113
[792]
Timbreo: otro nombre de Apolo, por tener un templo en Timbria (luego
en VIII, vv. 38 y 192). <<
Página 1114
[793] atrasadas: ‘desde atrás’. <<
Página 1115
[794]ella… ella: primer ejemplo de rima idéntica, una praxis que reaparece en
otros lugares del poema (VII, vv. 248 y 250) y tradicionalmente se afeaba a
Cervantes (Micó, 2008). <<
Página 1116
[795] querer: ‘deseo’. <<
Página 1117
[796]Ejemplo de laísmo, corriente en Cervantes y en otros ingenios (véanse
IV, v. 175; V, v. 39, etc.). <<
Página 1118
[797]Posible eco de fray Luis, oda segunda «A Felipe Ruiz»: «Y de allí
levantado / veré los movimientos celestiales, / ansí el arrebatado / como los
naturales; / las causas de los hados, las señales» (vv. 51-55) (VG). <<
Página 1119
[798] pone: ‘causa’. <<
Página 1120
[799] cutio: ‘laborables’. <<
Página 1121
[800] rozagante: ‘atuendo largo y vistoso’ (luego en v. 281). <<
Página 1122
[801] trafalmeja: ‘bulliciosa, molesta’, neologismo cervantino. <<
Página 1123
[802]
Poesía vulgar, de mucho ruido (sonaja y morteruelo) y propia de casas de
juego (tabanco) y tabernas. <<
Página 1124
[803] cerbelo: ‘cerebro’, italianismo. <<
Página 1125
[804] parasismos: ‘paraxismos’. <<
Página 1126
[805] solecismos: ‘errores sintácticos’ y, de ahí, ‘malos versos’. <<
Página 1127
[806] Baco: dios del vino. <<
Página 1128
[807]Expresiones de alboroto y jolgorio: el poleo, el mastranzo y la juncia (de
la expresión vender juncias) son hierbas que valen ‘jactancia y vanidad’,
mientras con pa y vereda significa ‘andar de fiesta’ (igual en La entretenida,
v. 6). HG propone enmendar en «con fray Veredas», como sinónimo de ‘con
jolgorio’. <<
Página 1129
[808] bureo: ‘junta, reunión’. <<
Página 1130
[809] secretos: ‘cajones ocultos en los escritorios y otros muebles’. <<
Página 1131
[810] Las perlas del alba son las gotas de rocío. <<
Página 1132
[811] Catálogo de materiales preciosos: perlas del mar del sur (del océano
Pacífico, entonces llamado mar del Sur), perfumes de Sabea en Arabia; oro de
Tíbar, un lugar fabuloso en el que se decía que estaba el oro más fino; miel de
Sicilia (Hibla); ricas telas de Milán y los amores portugueses, que tenían fama
de enamoradizos. Hay una enumeración pareja en el Quijote (II, 38). <<
Página 1133
[812]los de la carda: ‘los del gremio, los poetas’, aunque en sentido recto son
‘los cardadores’. <<
Página 1134
[813]Probablemente se trate de un guiño al cardenal Sandoval y Rojas (véase
la «Galería de poetas» final). <<
Página 1135
[814]
Juramento tomado del Orlando furioso de Ariosto: «giuro per la vita de
Lanfusa» (I, 30, v. 5). <<
Página 1136
[815] behetría: ‘alboroto, confusión’. <<
Página 1137
[816] cayan: ‘caigan’, en el sentido de ‘entiendan, se enteren’. <<
Página 1138
[817] éstasis: ‘éxtasis’. <<
Página 1139
[818] Atenas se tenía por modelo excelente de elocuencia. <<
Página 1140
[819] acopada: ‘con forma de copa’, en referencia otra vez al laurel. <<
Página 1141
[820] censo: ‘pensión, renta’. <<
Página 1142
[821] brazos de Dafne: ‘laureles’. <<
Página 1143
[822]Normalmente, el canto del cisne es triste (funesto) porque anuncia su
propia muerte, según se repite al final del capítulo (v. 565). <<
Página 1144
[823] En el otro parece esconderse el dramaturgo Tirso de Molina (véase
galería de poetas), que fue estudiante en Alcalá de Henares, aunque para otros
se trata de una nueva mención al cardenal Sandoval y Rojas, que tenía su
escudo grabado en el Monasterio de Las Bernardas (Vázquez, 2001,
pág. 1304). También se han propuesto al doctor Garay, Marco Antonio de la
Vega y el doctor Cámara. <<
Página 1145
[824] gorrón: «estudiante que en las universidades anda de gorra, y desta
suerte se entremete a comer, sin hacer gasto» (Aut.), caracterizado por su
afición a las bromas. <<
Página 1146
[825] hipócritos: ‘hipócritas’, italianismo. <<
Página 1147
[826]
trapa: es «ruido de los pies, o vocería grande con alboroto y estruendo»,
que suele repetirse para mayor expresión» (Aut.), como aquí. RM dice que
viene del italiano a strappa, strappa. <<
Página 1148
[827]postillón: ‘guía’, por «el mozo que va a caballo, delante de los que corren
la posta, para guiarlos y enseñarlos el camino, el cual solo corre desde una
posta a otra, y se vuelve a traer los caballos» (Aut.). <<
Página 1149
[828] bayo: ‘rubio’. <<
Página 1150
[829] rota: ‘derrota’. <<
Página 1151
[830] seña: ‘enseña, insignia’. <<
Página 1152
[831] Esculapio: dios de la medicina. <<
Página 1153
[832]santo bien partido: san Martín, de quien se cuenta que en una ocasión
repartió su capa con un pobre. <<
Página 1154
[833] fil: ‘equilibrio, igualdad’ por el ‘fiel de la balanza’ (luego VIII, v. 319).
<<
Página 1155
[834] undosos: ‘con ondas’, latinismo. <<
Página 1156
[835] aviso: ‘discreción, prudencia’ (como en VIII, v. 306). <<
Página 1157
[836] lejas: ‘lejanas, remotas’; incultas: ‘agrestes’. <<
Página 1158
[837]Jerjes (o Artajerjes), hermano del rey Ciro, era celebrado por Plutarco
por su buena memoria. <<
Página 1159
[838]Referencia a Pedro de Oña, continuador de La Araucana de Ercilla, con
una metáfora muy grata a Cervantes: el nudo (o el hilo) roto para el discurso o
las continuaciones, como es el caso (véase núm. 5, v. 107). <<
Página 1160
[839] salmas: ‘toneladas’, como se dice inmediatamente. <<
Página 1161
[840]Referencia a los dominios asiáticos (en la oriental India) de Portugal y a
sus rutas comerciales. Calicut es Calculta. <<
Página 1162
[841] saca: ‘venta’. <<
Página 1163
[842] alferecía: ‘convulsiones, temblores’. <<
Página 1164
[843] vaso: ‘nave’. <<
Página 1165
[844]
el que gobierna el húmido tridente: Neptuno, dios de los mares (también
en V, v. 1). <<
Página 1166
[845]adárame: ‘adarme’, un tipo de moneda de valor ínfimo, por lo que vale
‘pizca’. <<
Página 1167
[846]
magancés: ‘mentiroso, traidor’, en referencia a Galalón, señor de
Maganza que traiciona a Carlomagno en la batalla de Roncesvalles. <<
Página 1168
[847]Mención de dos novelas pastoriles condenadas en el escrutinio del
Quijote (I, 6): El pastor de Iberia (1591) de Bernardo de la Vega y la Primera
parte de las ninfas y pastores de Henares (1578), libro de pastores de
Bernardo González de Bobadilla. <<
Página 1169
[848] trovistas… de torbellino: ‘poetas de repente, improvisadores’. <<
Página 1170
[849] salir al rostro: ‘avergonzar’. <<
Página 1171
[850] Posible remedo de varios Salmos (138, 5; 16, 8; y 85, 17) (RM). <<
Página 1172
[851] compasiva: ‘digna de compasión’, italianismo. <<
Página 1173
[852]Dos gestos combinados: hacer del ojo es ‘hacer un guiño’, mientras dar
del pie es ‘remover’. Además, «hacer del ojo con el pie» vale ‘cualquier seña’
(Correas). <<
Página 1174
[853] buco: ‘casco de la nave’. <<
Página 1175
[854]Reminiscencia cómica de la intercesión de Venus ante Júpiter por los
portugueses en Os Lusiadas de Camões (II, 35-37) (RM). <<
Página 1176
[855] menudean: ‘agitan, se apresuran’. <<
Página 1177
[856]
El Compás de Sevilla era una mancebía célebre (famoso), recordada
también en el Quijote (I, 3) y Rinconete y Cortadillo. <<
Página 1178
[857] ovas: ‘algas’ (véase Tubau, 1999). <<
Página 1179
[858] nume: ‘numen, divinidad’, otro italianismo (luego en v. 68). <<
Página 1180
[859]
La granuja es la ‘uva desgranada’, que se recoge con un alfiler y se
deposita en el sombrero. <<
Página 1181
[860] lampreas: ‘anguilas’. <<
Página 1182
[861] morsillón: ‘mejillón’. <<
Página 1183
[862] rejo: ‘punta o aguijón de hierro’, sinónimo de ‘fortaleza’. <<
Página 1184
[863] almario: ‘armario’. <<
Página 1185
[864] ratero: ‘bajo, despreciable’. <<
Página 1186
[865]
Posible remedo de la Égloga I de Garcilaso: «con inmortales pies pisas y
mides» (v. 395) (RM). <<
Página 1187
[866]Acidalia: sobrenombre de Venus, por una fuente en la que se bañaba con
las Gracias (Eneida, I, v. 720). <<
Página 1188
[867]pardilla raja: ‘paño tosco de color pardo’, vestido humilde que porta en
señal de luto (v. 100). <<
Página 1189
[868]Referencia jocosa a la muerte de Adonis, enamorado de Venus que mató
un jabalí (verraco) (Ovidio, Metamorfosis, X, vv. 707-738). <<
Página 1190
[869] maco: ‘astuto, bellaco’, en germanía. <<
Página 1191
[870]
Las zalemas son las cortesías y los saludos propios de los árabes (a lo
moro). <<
Página 1192
[871] Ciprinia: Venus, porque fue llevada a Chipre al poco de nacer. <<
Página 1193
[872]Intento de seducción de Venus, que se levanta el verdugado (‘vestido
acampanado con aros de tamaño progresivo que la mujer llevaba bajo las
faldas’) para mostrar los pies (tesoro), un símbolo erótico, como si diera
puntapiés o coces. Márquez Villanueva (2005, págs. 692-694) sugiere que
muestra los genitales femeninos. <<
Página 1194
[873]don Quincoces: poeta inventado de nombre burlesco, derivado de los
golpes (las coces) que Venus acaba de dar a Neptuno. <<
Página 1195
[874]Pafo: lugar de Chipre con un templo consagrado a Venus, que hace juego
con las anteriores menciones de esta isla y de Citerea. <<
Página 1196
[875] gafo: ‘tullido’, aunque en puridad es ‘leproso’. <<
Página 1197
[876] linfas: ‘aguas’; garrafo: ‘garrafa, vasija’. <<
Página 1198
[877] rogo: ‘hoguera’, latinismo. <<
Página 1199
[878] desembudó: ‘habló, como a través de un embudo’, neologismo festivo.
<<
Página 1200
[879]
Recuerdo de la genealogía divina de Neptuno, hermano de Júpiter e hijo
de Saturno, para hacerle ver la desigualdad del combate. <<
Página 1201
[880]
Crítica de una metáfora repetidísima para el remo (azotando) que ofende
a Neptuno por tacharlo de viejo (cano). <<
Página 1202
[881] cedo: ‘pronto’. <<
Página 1203
[882]Antanaclasis con dos sentidos de acabar: ‘morir y terminar con ellos’,
por la infinidad de poetas. Similar en La Galatea: «¡Acabad ya de acabarme!»
(V, pág. 295). <<
Página 1204
[883]madama: ‘señora’, que se usa para las damas nobles y extranjeras (Aut.),
aquí con claro sentido jocoso. <<
Página 1205
[884] En Nido (Gnido), región de Caria, había un templo consagrado a Venus.
<<
Página 1206
[885] calabazas: símbolo de locura y vanagloria, por estar huecas y llenas de
aire. Sobre estos símbolos, véase Gómez Canseco (2001). <<
Página 1207
[886] valientes: ‘grandes, excesivos’. <<
Página 1208
[887] vejón: ‘viejón’, neologismo. <<
Página 1209
[888]Juego por dilogía de cerdas como ‘hembra del cerdo’ y el apellido de la
casa de Medinaceli. <<
Página 1210
[889]zarabandos: ‘zarabandistas’, ingenios que componían poemas para la
zarabanda y otros bailes. <<
Página 1211
[890]seta almidonada: ‘secta engalanada, afectada’, que se refiere a los poetas
de la estética culta, generalmente criticados con esta suerte de términos
religiosos. El almidón se entiende como dureza de ánimo y excesivo
formalismo literario, de acuerdo con el cierre del prólogo de las Novelas
ejemplares: «a mí me dé paciencia para llevar bien el mal que han de decir de
mí más de cuatro sotiles y almidonados» (pág. 20) (Gómez Canseco, 2001,
pág. 141). <<
Página 1212
[891] piezgo: ‘la costura, la boca del cuero’. <<
Página 1213
[892]Adaptación del final de la Elegía II de Garcilaso («y así diverso entre
contrarios muero» (v. 194), que vale como antídoto contra la mala poesía. <<
Página 1214
[893]cernícalos lagartijeros: imagen del hipócrita de origen emblemático,
probablemente tomada de las Empresas espirituales y morales (1613) de
Francisco de Villava (Bernat Vistarini, 1995, págs. 89-91). <<
Página 1215
[894] no pecheros: ‘libres de impuestos (pechos)’ y, por lo tanto, ‘nobles’. <<
Página 1216
[895]saboyana: «ropa exterior de que usaban las mujeres, a modo de basquiña
abierta por delante» (Aut.). <<
Página 1217
[896] en cuero: ‘en paños menores, semidesnuda’. <<
Página 1218
[897] Alusión a los amores de Martes y Venus. <<
Página 1219
[898] Los cinco / poetas titulados son los ingenios nobles (de título) elogiados
más arriba (II, vv. 250-278), a quienes despide, da permiso para partir
(licenció). En verdad, poetas titulados es un marbete ambiguo, que se refiere
a la posesión de títulos (académicos, clericales, nobiliarios) y a la ostentación
del título de poetas. <<
Página 1220
[899]Morfeo es la divinidad del sueño, que chistosamente se presenta fatigado
(lánguido) y con una varilla para adormecer, como la que se usan en las
iglesias para esparcir agua bendita (hisopo). <<
Página 1221
[900] embocado: ‘embaucado’. <<
Página 1222
[901] leteo: del Leteo, río infernal del olvido. <<
Página 1223
[902] arreo: ‘sucesivamente, sin interrupción’. <<
Página 1224
[903] repugnantes: ‘contrarias entre sí’. <<
Página 1225
[904]Exposición de la teoría sobre el origen de los sueños: los asuntos diarios,
las cuestiones relacionadas con las disposiciones físicas (humores) de cada
uno y revelaciones divinas (o ilusiones demoníacas). Esta clasificación, que
reaparece en el Persiles (I, 18), procede del Somnia de Petronio, quizá con la
mediación de las Anotaciones de Herrera. <<
Página 1226
[905]humor: ‘humores corporales (sangre, flema, cólera y melancolía)’, que
causan la salud y la enfermedad según su equilibrio o desarreglo. <<
Página 1227
[906] Pareja de contrarios: la saciedad (ahíto) y el hambre (dentera). <<
Página 1228
[907]fugitivo cristal: imagen para el agua tal vez inspirada en Garcilaso («el
curso inajenado iba siguiendo / del agua fugitiva», Égloga I, vv. 124-125)
(ELR). <<
Página 1229
[908]Guiño a la historia de los trágicos amores de Hero y Leandro, que no
llegan a encontrarse porque el amante muere en el mar en medio de una
tormenta; concierto: ‘cita, encuentro’. <<
Página 1230
[909] troglodita: ‘bárbaro, salvaje’. <<
Página 1231
[910] premisas: ‘esperanzas’, con término de lógica. <<
Página 1232
[911] celebro: ‘cerebro’ (luego en VIII, vv. 168 y 188). <<
Página 1233
[912]Pancaya y Sabea son dos regiones de Arabia célebres por sus bálsamos y
perfumes. 50-63 Pequeña digresión sobre la verosimilitud, un principio
fundamental del arte cervantino que defiende la búsqueda de la maravilla
(desatino) verosímil (con vislumbres de posible), es decir, creíble y
poéticamente logrado. Hay un pasaje hermano antes y otro en la conversación
del canónigo con el cura (Quijote, I, 47). <<
Página 1234
[913] grita: ‘griterío, alboroto’. <<
Página 1235
[914] colmo: ‘colmado’, italianismo. <<
Página 1236
[915]
dulce murmurar: posible recuerdo de la Égloga I de Garcilaso («El dulce
lamentar de dos pastores», v. 1) (ELR). <<
Página 1237
[916]hidropesía: enfermedad generada por el mucho beber que causa una sed
insaciable e hinchazón en el cuerpo, de la que se lamenta Cervantes en el
prólogo del Persiles (págs. 112-113). <<
Página 1238
[917] quedo: ‘en voz baja’ (como en v. 171). <<
Página 1239
[918]Recreación del motivo de las ruinas (Exegi monumentum aere
perennius), que representa el paso del tiempo y la fugacidad de la vida. <<
Página 1240
[919]Tres de las maravillas del mundo (v. 180): el sepulcro de Mauseolo en
Halicarnaso edificado por su viuda Artemisia, la gigantesca estatua del
Coloso de Rodas y el faro (lanterna) de Alejandría. <<
Página 1241
[920] ingenio lego: etiqueta que vale ‘sin estudios, sin formación universitaria’.
<<
Página 1242
[921]preñada del viento: frase que vale ‘aficionarse de cosas malas o creer
algo a la ligera’, a lo que se suma el refrán «Empréñate del aire, compañero, y
parirás viento» (Correas). <<
Página 1243
[922]Dos ejemplos clásicos de entereza narrados por Livio, Ab urbe condita:
Mucio Scévola, héroe romano que introduce voluntariamente la mano en un
brasero para mostrar su desprecio al dolor, amenazado de tortura por Porsena,
rey de los etruscos (II, 12-14); y Marco Curcio, personaje que, montado en su
caballo, se lanzó a una sima abierta en medio del foro romano, para que fuera
cerrada por los dioses (VII, 6). Ambos se comentan en el Quijote (II, 8). <<
Página 1244
[923]Imagen del Orlando furioso de Ariosto: «di bello armato e lucido
metallo» (XLII, 53) (RM). <<
Página 1245
[924]
199-200 ardiente Libia… helada / Citia: ‘de un lado a otro del mundo’,
marcado por el desierto libio y Escitia, región en el norte de Europa. <<
Página 1246
[925]Ocasión: según la imagen habitual, es una mujer calva con un solo
manojo de cabellos (copete) por el que hay que agarrarla antes de que se
escape. <<
Página 1247
[926] Atlante: ‘apoyo, sustento’. <<
Página 1248
[927] contino: ‘continuamente’. <<
Página 1249
[928]Es el tópico clásico de latet anguis in herba, que procede de Virgilio
(Égloga III, v. 93), filtrado a través de Garcilaso, Égloga III, vv. 131-132:
«[…] la pequeña sierpe ponzoñosa, / entre la hierba y flores escondida»
(ELR). <<
Página 1250
[929]Eco de Garcilaso («[…] las aves sin dueño / con canto no aprendido /
hinchen el aire de dulce armonía», Égloga II, vv. 67-69) y acaso de la oda «A
la vida retirada» de fray Luis («Despiértenme las aves / con su cantar suave
no aprendido», vv. 31-32) (Navarro González, 1971, pág. 4). <<
Página 1251
[930] silgueros: ‘jilgueros’. <<
Página 1252
[931]
tudesco: ‘alemán’, de modo que Apolo tiene el rostro rojo como un
alemán borracho, según la imagen habitual de los germanos. <<
Página 1253
[932] balcones de la Aurora: imagen muy cervantina que recrea en el Quijote
(I, 2 y 31). <<
Página 1254
[933]
toledano: ‘español de Toledo’, modelo coetáneo de lengua (buen
romance). <<
Página 1255
[934] calor: ‘aliento, ánimo’, pues dar calor es ‘apremiar, apresurar’. <<
Página 1256
[935] embaidora: ‘embaucadora’. <<
Página 1257
[936] gentalla: ‘gentuza’, «la gente más despreciable de la plebe» (Aut.). <<
Página 1258
[937]burba: «moneda venida de África de calidad y precio vil y bajo» (Aut.),
tal como se dice seguidamente. <<
Página 1259
[938]
Dos instrumentos bélicos que solían aparecer juntos: la caja es el ‘tambor
de guerra’, mientras el pífaro es una ‘pequeña flauta de tono agudo’. <<
Página 1260
[939]belígera musa: Calíope, consagrada a la poesía épica que canta hechos
de armas. Es una invocación de sabor épico con un latinismo (belígera). <<
Página 1261
[940] desigual: ‘difícil, peligroso’. <<
Página 1262
[941] descoge: ‘despliega, enarbola’. <<
Página 1263
[942] cuenta: aquí vale ‘con autoridad, distinguido’. <<
Página 1264
[943]
Puede tratarse del marqués de Montesclaros, don Juan de Mendoza y
Luna (SB). <<
Página 1265
[944] mílite: ‘soldado’. <<
Página 1266
[945]El griego Apeles y el romano Virgilio son, respectivamente, emblemas
del buen pintor y poeta, reunidos en un solo personaje. <<
Página 1267
[946]jineta: ‘lanza corta’, insignia de los capitanes de infantería, según se
explica acto seguido. <<
Página 1268
[947] Sincero: nombre poético de Sannazaro en su Arcadia (1504). <<
Página 1269
[948] muso: variante masculina de «musa», con valor despectivo. <<
Página 1270
[949] transfuga: ‘tránsfuga’, por cuestiones de ritmo. <<
Página 1271
[950]churrullero: ‘soldado que se daba a una vida desordenada a la espera de
instrucciones’, y ‘desertor’ en el contexto. <<
Página 1272
[951] serían: por desplazamiento acentual, hay que pronunciar «serián». <<
Página 1273
[952] corrientes: ‘corredores’, que se pasan al enemigo. <<
Página 1274
[953] madrigado: ‘astuto, experimentado’. <<
Página 1275
[954] riza: ‘destrozo’. <<
Página 1276
[955] concento: ‘canto armónico’. <<
Página 1277
[956]hondas de estallo: ‘hondas de estallido, que tienen crujidero para
hacerlas restallar’. <<
Página 1278
[957]
Las Abidas (1566) es una larga novela miscelánea de Arbolanche, que
combina prosa y verso. <<
Página 1279
[958] Rimas: se trata de un título genérico de los libros de poemas, aunque
también en estas tres menciones puede que haya una crítica contra algunos de
los libros de poesías de Lope (Campana, 1991, págs. 79-83). <<
Página 1280
[959]La mención de la sátira antigua licenciosa, tan ingeniosa (estilo agudo)
como inconveniente (no muy sano) puede referirse a cualquiera de los libelos
que se cruzaban en la época por cuestiones personales, poéticas y sociales,
antes que a algún texto determinado. <<
Página 1281
[960] se cierran: ‘se acometen, se atacan’. <<
Página 1282
[961] Haldeando: «andar deprisa las personas que tienen falda» (Aut.). <<
Página 1283
[962]Referencia a Francisco López de Úbeda, autor de la novela La pícara
Justina (1604), que cuenta con una aprobación (sin firma) de Tomás Gracián
que le traería problemas. <<
Página 1284
[963] centinela: ‘vigía’, voz femenina en la época. <<
Página 1285
[964] pieza: ‘rato’. <<
Página 1286
[965] envión: ‘empujón’. <<
Página 1287
[966]
seguidillas: ‘poemas de cuatro versos pentasílabos y heptasílabos con
asonancia en los pares’. <<
Página 1288
[967]Posible guiño al soneto «Imagen espantosa de la muerte» del mayor de
los Argensola, aunque puede ser una referencia genérica. <<
Página 1289
[968] magno cordobés: Góngora. <<
Página 1290
[969] lacio: ‘flojo’. <<
Página 1291
[970] presta: ‘sirve’. <<
Página 1292
[971] letras y cifras: ‘emblemas y motes’. <<
Página 1293
[972]balas enramadas: ‘balas unidas con una cadena que se empleaban para
cortar los mástiles de las naves’. <<
Página 1294
[973] petarte: ‘petardo’. <<
Página 1295
[974]Principio del soneto I de Garcilaso con el que Argensola inicia la
canción. <<
Página 1296
[975] Argos es un gigante con cien ojos, símbolo de la vigilancia. <<
Página 1297
[976] Con neologismo cervantino, se definen las dos escuelas poéticas
principales: la italiana introducida por Garcilaso (garcilasista) y los modelos
castellanos tradicionales representados por Joan de Timoneda (timoneda),
además de designar a los poetas buenos frente a los poetas malos, en
correspondencia con el v. 293. <<
Página 1298
[977]
peso: ‘nivel’, como en El gallardo español (vv. 23-24). No es necesario,
pues, la enmienda «al paso». <<
Página 1299
[978]
rucias: ‘barbas rucias, de color pardo o canoso’, juramento; me corro:
‘me avergüenzo’. <<
Página 1300
[979]
Elogio en un contexto irónico de Lope como mejor dramaturgo de
España (Hesperia), que hace juego con las palabras del prólogo a las Ocho
comedias y ocho entremeses. <<
Página 1301
[980]Dos términos del arte de la esgrima: el llano es ‘el ancho de la hoja de la
espada’ y el corte vale por ‘el filo’, a los que Cervantes atribuye un valor
poético que, respectivamente, valen por ‘la llaneza, el estilo claro’ y ‘el
campo literario de la corte’ (Ruiz Pérez, 2006, págs. 209-210), en una defensa
de la nueva poesía unida a una crítica a Lope, frecuentemente atacado por su
llaneza, como en el soneto «Patos del aguachirle castellana» de Góngora
(Gómez Canseco, 2001, pág. 146). <<
Página 1302
[981]estancias polifemas: referencia al Polifemo (1612) de Góngora, poema
en octavas (estancias). <<
Página 1303
[982] interrotos: ‘interrumpidos, entrecortados’, italianismo. <<
Página 1304
[983] cabrahígo: ‘higuera’. <<
Página 1305
[984]Alusión a la historia de Biblis, doncella que se convierte en fuente de
tanto llorar por un desamor (Metamorfosis, IX, vv. 450-665), aunque puede
ser una referencia genérica a las transformaciones (SR). <<
Página 1306
[985] quejigo: ‘especie de roble’. <<
Página 1307
[986] virgen por la espada / y adúltera de lengua: dos imágenes sobre la virtud
y el vicio poético: los unos por cobardes, los otros por malos poetas o por
satíricos. Se relaciona con un emblema de Covarrubias: «Servare potes tu
perdere» (centuria III, núm. 66) (Arellano, 1999, pág. 330). <<
Página 1308
[987]Dos ríos famosos por la suciedad de sus aguas: el Tagarete es un arroyo
extramuros de Sevilla y el Zapardiel es afluente del río Duero. <<
Página 1309
[988] «¡ay me!»: ‘¡ay de mí!’, italianismo. <<
Página 1310
[989] quïete: ‘aquiete’. <<
Página 1311
[990] máquina: ‘abundancia, embrollo’. <<
Página 1312
[991]El gran bastardo de Salerno: título fingido y ridículo de comedia, que
constituye una modalidad de la sátira contra los malos poetas (HG).
Es claro que apunta a una variedad dramática que explota la dinámica de
identidades perdidas y anagnórisis. <<
Página 1313
[992]Guiño a La Araucana de Ercilla: «¡Guarte, Rengo, que baja, guarda,
guarda, / con rigor y furia acelerada, / el golpe de la mano más gallarda!»
(XIX). Guarda: ‘protégete’; guarte: ‘guárdate’. <<
Página 1314
[993] bastarda: ‘trompeta bastarda’, de tono intermedio. <<
Página 1315
[994] Si el Caístro es un río de Lidia, el resto son ríos españoles. <<
Página 1316
[995] gallarda: danza española de ritmo muy vivo. <<
Página 1317
[996] segur: ‘hacha’. <<
Página 1318
[997] Presentación de las nueve musas, cada una de las cuales posee un
atributo propio: Melpómene (musa de la tragedia), Tersícore (o Terpsícore,
danza), Talía (comedia), Polimnia (poesía religiosa), Urania (poesía
didáctica), Erato (poesía amorosa), Euterpe (música), Clío (historia) y
Calíope (épica). <<
Página 1319
[998] entricada: ‘intrincada, enredada’. <<
Página 1320
[999]
in tempore oportuno: frase bíblica (Salmos, 144, 15) que se usaba en el
lenguaje jurídico. <<
Página 1321
[1000] tabaques: ‘cestillos de mimbre’. <<
Página 1322
[1001]Canonización de poetas, que son laureados públicamente: los tres
coronados en Nápoles deben de ser los hermanos Argensola y el conde de
Lemos o el conde de Villamediana; otras tres para Góngora, Quevedo y
Espinel, que han participado en la expedición parnasiana desde España; y tres
ingenios conocidos por divinos, seguramente Garcilaso, Herrera y Figueroa,
mencionados después en la «Adjunta» al lado de Aldana. <<
Página 1323
[1002]poetas laureados: ingenios premiados con coronas de laureles (poeta
laureatus) como ganadores de justas y certámenes, mas poetas oficiales como
en Inglaterra (laureate poets). <<
Página 1324
[1003] resfrió: ‘enfrió, calmó’. <<
Página 1325
[1004] puño: ‘puñado’. <<
Página 1326
[1005] La bestia que, con una coz hizo brotar una de las fuentes de la
inspiración es Pegaso, si bien se trata del origen de Hipocrene y no de
Castalia. <<
Página 1327
[1006]Brilladoro (o Brigliadoro) era el caballo de Orlando, señor de Anglante
en el Orlando furioso. <<
Página 1328
[1007] bel: ‘bello’, italianismo; trotón: ‘caballo que suele marchar al trote’. <<
Página 1329
[1008] columbina: ‘rojo amoratado’. <<
Página 1330
[1009] clines: ‘crines’. <<
Página 1331
[1010] barjuletas: ‘mochilas’. <<
Página 1332
[1011]váguidos: ‘vahídos’, «desvanecimiento de cabeza, por estar vacía de
buenos espíritus y ocupada de ciertos humores que andan a la redonda»
(Cov.), en relación con la crítica de la vacuidad poética. Apolo se duele en la
«Adjunta» de este mal. <<
Página 1333
[1012] se va: ‘se descompone’. <<
Página 1334
[1013] juro: ‘pensión, renta’, de cien mil maravedís. <<
Página 1335
[1014] Juego múltiple con monas: significa ‘borracheras’, establece una
paronomasia con minas (v. 208) y en sentido animal se relaciona con cisne
por la apariencia (talle). <<
Página 1336
[1015] beleño: planta conocida por sus efectos narcóticos. <<
Página 1337
[1016]Recuerdo de «y aquel sonido / hará parar las aguas del olvido» de
Garcilaso (Égloga III, vv. 15-16). <<
Página 1338
[1017]
hopo: ‘copete, mechón de pelo’, acción tras la que se encuentra la
imagen de la Ocasión tantas veces presentada. <<
Página 1339
[1018]monta: forma femenina jocosa de «monte», empleada para reforzar el
sentido negativo de la expresión. <<
Página 1340
[1019] vide: ‘vi’, arcaísmo. <<
Página 1341
[1020] grima: ‘espanto’. <<
Página 1342
[1021] rúas: ‘calles’. <<
Página 1343
[1022] palpebras: ‘párpados’, que acaso haya que leer «pálpebras» por ritmo.
<<
Página 1344
[1023]Promontorio: nombre de un personaje inventado por Cervantes, aunque
sea común en el sur de Italia (Croce, 1899, pág. 188) y se haya querido ver en
él a un supuesto hijo del poeta, de acuerdo con el tratamiento que se dirigen
ambos (vv. 280, 284 y 287). <<
Página 1345
[1024] punto fijo: ‘el norte’. <<
Página 1346
[1025]pífaros: ‘pífano, pequeña flauta de sonido muy agudo propio de la
milicia’. <<
Página 1347
[1026]
Juego de palabras por antanaclasis: ‘con su discreción (aviso) a la
misma prudencia (aviso) aconseja (avisa)’. <<
Página 1348
[1027]Referencia a las fiestas celebradas en Nápoles, el 13 de mayo de 1612,
por las dobles bodas (himineo) entre el futuro Felipe IV e Isabel de Borbón, y
la infanta doña Ana de Austria y Luis XIII, rey de Francia (anunciada a
principios de año, pero no celebrada hasta el 21 de noviembre de 1615). <<
Página 1349
[1028]Arquímedes era un físico y matemático griego, célebre por su industria
(ingenio) y sus invenciones (trazas). <<
Página 1350
[1029]mantenedor: ‘personaje que mantiene la justa y persona principal de la
fiesta’. <<
Página 1351
[1030]Santelmo: es el Castillo de Santelmo (Castel Sant’Elmo), uno de los
bastiones de Nápoles, entonces gobernado por don Antonio de Mendoza,
conde de Gambatesa (Croce, 1899). <<
Página 1352
[1031]Además de elogiosa, la comparación con el héroe Eneas se basa en el
nombre del personaje: Troiano Caracciolo, que Cervantes modifica
ligeramente (ver el aparato textual al respecto). <<
Página 1353
[1032] numeroso: ‘armonioso’. <<
Página 1354
[1033] no que: ‘no ya’, italianismo (non che). <<
Página 1355
[1034] curioso: ‘cuidadoso’. <<
Página 1356
[1035] Referencia a la entrada en Madrid del duque de Pastrana desde su
embajada en Francia, después de las negociaciones matrimoniales. Se le
compara con Alejandro Magno (vv. 382-384), paradigma de generosidad y
liberalidad. <<
Página 1357
[1036]granjería: ‘ganancia’. Crítica de la hipocresía religiosa, que para
algunos va destinada directamente contra Lope. <<
Página 1358
[1037]
Versión castellana: «A Dios, / vos seáis bienvenido, caballero. / Yo
también sé hablar genovés y toscano (tusco)», a lo que sigue la respuesta:
«Que vuestra señoría / sea bienvenida, señor mío». <<
Página 1359
[1038] cúyo: ‘de quién era’. <<
Página 1360
[1039]
Refrán: «La risa del conejo», que se dice por «risa con regaño y fingida»
(Correas). <<
Página 1361
[1040] saludes: «los actos y expressiónes corteses» (Aut.). <<
Página 1362
[1041]
Durante su huida, David se hace pasar por loco en la corte del rey Aquis
(con acentuación aguda por ritmo), en Gat, para salvar la vida (1 Samuel, 21,
11-15). <<
Página 1363
[1042] vejamen: ‘composición festiva y satírica contra ciertos defectos’. <<
Página 1364
[1043] yertos: ‘erizados, de punta’. <<
Página 1365
[1044] buido: ‘afilado’. <<
Página 1366
[1045] almarada: ‘especie de punzón’; abujero: ‘agujero’. <<
Página 1367
[1046]caducáis: crítica por «hacer y decir cosas y acciones fuera de juicio y
sentido originado de la larga edad, falta de los sentidos y vicio de las
potencias» (Aut.). <<
Página 1368
[1047]Adjunta al Parnaso: esta continuación en prosa del Viaje imita los
Avvisi di Parnaso de Caporali y los Ragguagli de Boccalini, al tiempo que
recopila los temas poéticos ya tratados previamente. gorgaranes:
‘gorgoranes’, o sea, ‘sedas, rasos’. <<
Página 1369
[1048] Adlante: ‘Atlante’, forma común en la época. <<
Página 1370
[1049] ahajarle: ‘ajarle, estropearle’. <<
Página 1371
[1050] pasamos: ‘mantuvimos’. <<
Página 1372
[1051]Pancracio de Roncesvalles: representante risible de la figura del mal
poeta de comedias. <<
Página 1373
[1052] partos: aquí y poco después «metafóricamente se toma por la
producción del entendimiento o ingenio humano, y por sus conceptos
declarados o dados a luz» (Aut.). Sobre los problemas de este pasaje, véase el
aparato textual. <<
Página 1374
[1053] menestra: ‘guisado’, italianismo, que aquí vale ‘género poético’. <<
Página 1375
[1054] autor: ‘autor de comedias’, que vale ‘empresario o director teatral’. <<
Página 1376
[1055] descuentos: ‘contrapartidas’. <<
Página 1377
[1056] coliseo: ‘teatro, corral de comedias’. <<
Página 1378
[1057] corridos: ‘avergonzados’. <<
Página 1379
[1058] carátula: ‘máscara’, metonimia por el teatro. <<
Página 1380
[1059] Catálogo de comedias cervantinas de las que únicamente se conocen
algunos textos: las tragedias Los tratos de Argel (como El trato de Argel) y
La Numancia, La gran turquesca que seguramente corresponda a La gran
sultana, La Jerusalén que debe ser La conquista de Jerusalén por Godofre de
Gullón; La batalla naval (sobre Lepanto), La Amaranta o la del mayo, El
bosque amoroso (quizá luego reelaborada como La Casa de los Celos y selvas
de Ardenia), La única y La bizarra Arminda están perdidas, al igual que La
confusa, que ya se había elogiado previamente como la joya de la corona del
teatro cervantino (IV, vv. 16-17). <<
Página 1381
[1060]Normalmente se considera que las seis comedias en cuestión son El
gallardo español, La Casa de los Celos, Los baños de Argel, El rufián
dichoso, La gran sultana y El laberinto de amor, a las que luego añadiría La
entretenida y Pedro de Urdemalas, mientras el conjunto de entremeses
abarcaría El juez de los divorcios, La guarda cuidadosa, El vizcaíno fingido,
El retablo de las maravillas, La cueva de Salamanca y El viejo celoso, luego
redondeado con El rufián viudo y La elección de los alcaldes de Daganzo,
ambos escritos en verso frente a la prosa de los anteriores. <<
Página 1382
[1061] paniaguados: ‘favorecidos’, expresión despectiva porque en origen era
‘el allegado de una casa que recibía pensión de pan y agua’, o sea, «lo último
que se puede dar a uno para que pueda vivir, aunque trabajosamente» (Cov.).
<<
Página 1383
[1062]
La expresión buscar pan de trastrigo equivale a ‘buscar algo difícil o
imposible sin necesidad’ (Corominas). <<
Página 1384
[1063] cubierta: ‘sobre’, que entonces se empleaba en ocasiones especiales. <<
Página 1385
[1064] besándola: signo de respeto realizado con las cartas de nobles. <<
Página 1386
[1065] sobrescrito: ‘dirección’. <<
Página 1387
[1066] frontero: ‘frente a’. <<
Página 1388
[1067] Muley Xeque era príncipe de Marruecos y de Fez, que se convierte al
cristianismo con el nombre de don Felipe de África bajo el patronicio del rey
y es acogido en la corte. <<
Página 1389
[1068]
La estancia de Cervantes en Valladolid comprende el período de 1604-
1606, donde vivía con su sobrina Constanza de Figueroa y otros familiares.
<<
Página 1390
[1069] Este soneto malo debe de tratarse del poema satírico burlesco que Lope
había escrito en respuesta de otro atribuido tanto a Góngora como a Cervantes
(núm. 40): «Pues nunca de la Biblia digo lé-, / ni sé si eres, Cervantes, có- ni
cú-, / solo digo que es Lope Apolo y tú / frisón de su carroza, puerco en pie. /
Para que no escribieses orden fue / del cielo que mancases en Corfú; /
hablaste, buey, pero dijiste mú, / ¡oh, mala quijotada que te dé! / Honra a
Lope, potrilla, o ¡guay de ti! / Que es sol, y, si se enoja, lloverá; / y ese tu Don
Quijote baladí, / de culo en culo por el mundo va / vendiendo especias y
azafrán romí, / y al fin en muladares parará». <<
Página 1391
[1070]
Piérides: ‘las musas’, aunque en verdad el nombre corresponde a nueve
doncellas que quisieron competir con las musas, fueron derrotadas y
convertidas en urracas. <<
Página 1392
[1071]Combinación de tres historias mitológicas: Cadmo, aconsejado por
Atenea, siembra los dientes del dragón al que había matado y de ellos
brotaron guerreros; uno de los trabajos de Hércules era matar a la Hidra de
Lerma, a la que le crecían varias cabezas por cada una que perdía; y la muerte
de Medusa, un monstruo que tenía serpientes por cabellos y de cuya sangre,
una vez decapitada por Perseo, surgieron el caballo Pegaso y un gigante, dos
hechos que Cervantes une libremente. <<
Página 1393
[1072]
Sicilia: Quevedo estaba al servicio del duque de Osuna, virrey de Sicilia
en 1610-1616, y lo acompaña desde 1613. <<
Página 1394
[1073] tóquele: ‘dele, apriétele’. <<
Página 1395
[1074]
caniculares: ‘días más calurosos’, en los que se tiene que proteger de
Apolo, dios solar. <<
Página 1396
[1075]Privilegios, ordenanzas y advertencias… a los poetas españoles: jocosa
disposición metapoética, que imita el estilo de las premáticas de la época y se
relaciona con la «Premática del Desengaño contra los poetas güeros» del
Buscón de Quevedo y el «Arancel de los necios» del Guzmán de Alfarache.
<<
Página 1397
[1076] puntos: juego con la expresión «mirar en puntos» (‘ser orgulloso’) y el
sentido de las ‘costuras de las medias’. De modo parecido está en el Quijote
(II, 44). <<
Página 1398
[1077]
Adanes y Matusalenes: paradigmas de vejez, por el primero de los
hombres y un profeta muy longevo. <<
Página 1399
[1078] niños… de la piedra: ‘expósito, niño abandonado’. <<
Página 1400
[1079]segunda puerta: la segunda taquilla, en la que el arrendador cobraba una
parte de la entrada, después de la primera en la que el dinero correspondía al
autor de comedias (Varey y Shergold, 1971, págs. 33-35). <<
Página 1401
[1080] dirección: ‘dedicatoria’. <<
Página 1402
[1081]Refrán: «Cuando nace la escoba, nace el asno que la roya» (Correas, que
registra otra variante), que Covarrubias explica: «Ninguno es tan feo ni tan
pobre que no halle su igual con quien acomodarse». <<
Página 1403
[1082] Nuevo refrán registrado por Correas. <<
Página 1404
[1083] coco: ‘figura que asusta a los niños’. <<
Página 1405
[1084]La sima de Cabra era una famosa cavidad profunda cercana a Córdoba
que se recuerda también en el Quijote (II, 14); el pozo de Airón es otro pozo
de gran profundidad que «echaba de sí bocanadas de aire» (Aut.), y que puede
corresponder con diferentes lugares de Granada, Cuenca, Málaga o Medina
del Campo (HG). <<
Página 1406
[1085] desagüe: ‘disipe, elimine’. <<
Página 1407
[1086] Caco: divinidad de los ladrones. <<
Página 1408
[1087]gusarapo: especie de gusano de agua. Aquí hay un recuerdo de un
pasaje bíblico: «Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni
recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis
vosotros más que ellas?» (Mateo, 6, 26) (RM). <<
Página 1409
[1088] propio: ‘mensajero’. <<
Página 1410
[1089]
A un ermitaño: este poema valentonesco se relaciona en diverso grado
con el sotaermitaño del Quijote (II, 24) y con el resto de maleantes
cervantinos, desde los jaques de Rinconete y Cortadillo hasta El rufián
dichoso y El rufián viudo. También se ha atribuido el poema a Diego Hurtado
de Mendoza (Díez Fernández, 1997). <<
Página 1411
[1090]ermita: puede valer tanto ‘capilla, santuario retirado’ como ‘taberna’,
donde Campuzano seguiría desempeñando su oficio rufianesco en la medida
de lo posible. <<
Página 1412
[1091] pardales: ‘gorriones’ o ‘pardillos’, un tipo de ave. <<
Página 1413
[1092] Madalena: ‘ermitaña, penitente’ y luego ‘prostituta’, por la figura
bíblica de María Magdalena. <<
Página 1414
[1093]san Hilario: más allá de «significar el apacible y el alegre» (Cov.), este
santo tiene un marcado sentido erótico. <<
Página 1415
[1094] A un valentón metido a pordiosero: este nuevo soneto con estrambote
retrata a un rufián tan fanfarrón y cobarde como pobre, muy posiblemente
porque es uno de esos soldados pretendientes que buscaba sin éxito el premio
a su carrera militar, como intentara el propio Cervantes en reiteradas
ocasiones. <<
Página 1416
[1095]
La espátula (‘paleta de boticario’) es una forma ridícula para designar la
espada del personaje, que hace juego con su vestimenta estrafalaria con
calzones anchos (gregüesco). <<
Página 1417
[1096]Contraposición entre el ejercicio militar (oficio de la pica) y las malas
artes (el ejercicio picaresco) atribuido a la soldadesca, con juego de palabras
incluido que continúa en los versos siguientes. <<
Página 1418
[1097]
refresco: aunque podría ser ‘comida o bebida’, más bien es la «limosna»
que se menciona luego (v. 15). <<
Página 1419
[1098] tiracantos: ‘hombre despreciable’. <<
Página 1420
[1099] Contra Lope de Vega. <<
Página 1421
[1100]Catálogo de las obras de Lope, ya recordadas en otro tono en un poema
anterior (núm. 27): La Dragontea (1598), la Arcadia (1598), La hermosura de
Angélica (1602), el Isidro (1599), El peregrino en su patria (1604) y la
Jerusalén conquistada (1609), que por entonces debía de estar ultimándose.
<<
Página 1422
[1101]Con el comediaje se designa despectivamente y los epitafios son una
serie de poemas funerales (II, págs. 331-335) dedicados a personajes, a los
que quizá se puedan añadir las inscripciones de unas estatuas descritas más
adelante (III, págs. 395-411). <<
Página 1423
[1102]La cuitada (‘afligida’) es la ciudad de Jerusalén, que está acosada por
trabajos (‘dificultades, penalidades’). <<
Página 1424
[1103] «Después que viste Amor jubón de raso»: el soneto se hermana con el
Viaje del Parnaso por el examen irónico de la poesía del momento, que
critica ciertos vicios y lanza algunos dardos directos contra Lope, en sintonía
con el poema precedente. <<
Página 1425
[1104]jubón de raso: ‘vestido de medio cuerpo ceñido y ajustado al cuerpo de
tela de seda lustrosa’, un tipo de atuendo de baja calidad. Para Rodríguez
Marín (1914, pág. 258) es una burla contra Lope <<
Página 1426
[1105]
El valón (o valona) es un adorno que se ponía al cuello rodeando la
camisa y el material en este caso es gorgolán (‘tela de seda con cordoncillo
simple’). <<
Página 1427
[1106]El artificio de Janelo (Juanelo Turriano) era una famosa máquina
hidráulica que permitía sortear un gran desnivel para llevar agua del río Tajo a
Toledo, en posible referencia a algunos excesos y vicios poéticos. <<
Página 1428
[1107]bodego: ‘bodegón’, «voz festiva» (Aut.), donde Garcilaso empeña su
capa larga (herreruelo) por dos tajadas de carne (postas de vaca). <<
Página 1429
[1108] haldas: ‘un tipo de costal para llevar paja y otras cosas’. <<
Página 1430
[1109]mozo de golpe: ‘muchacho que hacía las veces de guardián de la
mancebía’ (Léxico), al tiempo que es sinónimo de mal poeta en este
degradado cuadro de la poesía. <<
Página 1431
[1110] Este trabajo se enmarca en los proyectos SILEM: Sujeto e institución
literaria en la Edad Moderna (FFI2014-54367-C2-1-R) dirigido por Pedro
Ruiz Pérez (Universidad de Córdoba) y VIES: Vida y escritura I: Biografía y
autobiografía en la Edad Moderna (FFI2015-63501-P), coordinado por Luis
Gómez Canseco y Valentín Núñez Rivera (Universidad de Huelva). <<
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