Alfoldy 1-4
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INDICE
1. La sociedad romana primitiva Fundamentos y comienzos del orden social tempranorromano La constitucin de la sociedad romana arcaica La lucha de rdenes en la Roma primitiva 2. La sociedad romana desde el inicio de la expansin hasta la segunda guerra pnica La disolucin del orden social arcaico: la nivelacin de los rdenes y la expansin El orden social romano en el siglo III a. C. 3. El cambio de estructura en el siglo II a. C Condiciones y caracteres generales Estratos superiores Estratos inferiores, itlicos y provinciales El camino hacia la crisis 4. La crisis de la Repblica y la sociedad romana Los conflictos de la sociedad romana durante la Repblica tarda Levantamientos de los esclavos, de los provinciales y de los itlicos Los conflictos ms importantes de la Repblica tarda y sus conexiones sociales Las consecuencias de la crisis para la sociedad romana 5. El orden social en poca del Principado Viejas y nuevas condiciones La estratificacin social El orden senatorial Otros rdenes y estratos elevados Estratos urbanos inferiores Estratos campesinos inferiores La estructura en rdenes y estratos y sus efectos 6. La crisis del Imperio Romano y el cambio de estructura social La crisis del Imperium Romanum y la sociedad romana Alteraciones en los estratos superiores Alteraciones en los estratos inferiores El cambio de estructura 7. La sociedad tardorromana Presupuestos y caracteres generales Estratos superiores, Estratos inferiores La sociedad tardorromana y la desintegracin del Imperium Romanum
Primera edicin en "Alianza Universidad": 1987 Tercera reimpresin en "Alianza Universidad": 1996
Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra est protegido por la Ley, que establece penas de prisin y/o multas, adems de las correspondientes indemnizaciones por daos y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren pblicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artstica o cientfica, o su transformacin, interpretacin o ejecucin artstica fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a travs de cualquier medio, sin la preceptiva autorizacin. 1984 by Franz Steiner Verlag GmbH, Wiesbaden. Todos los derechos reservados Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1987, 1988, 1992, 1996 Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15, 28027 Madrid; telf. 393 88 88 ISBN: 84-206-2482-9 Depsito legal: M. 26.907-1996 Compuesto en Fernndez Ciudad, S. L. Impreso en Lavel. C/ Gran Canaria, 12. Humanes (Madrid) Printed in Spain
Fundamentos romano
comienzos
del
orden
social
temprano-
Sabido es que la historia ms temprana del estado romano, la correspondiente a la poca de los reyes y al comienzo de la Repblica, slo nos es conocida a grandes rasgos, y lo mismo cabe decir sobre la historia del primitivo orden social en Roma. Los inicios de la historiografa romana, como los de su literatura en general, remontan slo al siglo III a. C, y dicha historiografa, representada principalmente por la persona de Quinto Fabio Pctor, slo estaba en condiciones de referir sobre los tiempos ms antiguos aquello que se haba preservado en una tradicin oral fuertemente teida de leyenda. Pero incluso esta tradicin era realmente pobre y tan insuficiente para los fines propagandsticos de la analtica romana durante las guerras contra Cartago, que Fabio Pctor se vera obligado .a completarla a base de fantasa, componiendo as un cuadro totalmente arbitrario de los orgenes de Roma. Y lo cierto es que ni tan siquiera esa versin de la primitiva historia romana, que por lo menos procede del siglo III a. C, nos ha llegado en su integridad: a ella tenemos acceso, fundamentalmente, gracias a la utilizacin posterior que de la misma hicieron Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso, quienes a su vez la rehicieron de nuevo de acuerdo con los puntos de vista de la poca augustea1. Muchsimas noticias sobre acontecimientos y estados de cosas en la Roma temprana, y con ello tambin, sobre las formas y fundamentos de sus relaciones sociales, resultan por ende altamente dudosas; incluso all donde no nos enfrentamos a meros productos de la fantasa, sino a relatos esencialmente verdicos, los tales ofrecen una visin anacrnica en el mejor de los casos y en muchos otros no nos permiten tampoco una ordenacin cronolgica irrecusable de su contenido (tanto ms cuanto que los datos de aos no son verificables la mayora de las veces hasta el 300 a.C. aproximadamente). Toda vez que las fuentes epigrficas faltan casi por completo, son a lo sumo las
arqueolgicas las que hacen posible un cierto control de la tradicin literaria, permitindonos, sobre todo, una clarificacin de las bases histricas del poblamiento y el establecimiento de un cuadro cronolgico relativamente fiable sobre la evolucin interna de la sociedad y del estado tempranorromanos2. Si todas estas fuentes tan exiguas pueden ser an completadas, ello ser entonces gracias a nuestros conocimientos sobre las instituciones sociales, polticas y religiosas de la Roma posterior, que conservaron numerosos residuos de la estructura social arcaica 3. El relato sobre la fundacin de Roma por Rmulo es tan antihistrico como la fecha calculada para tal evento por Varrn a finales de la Repblica, que equivaldra al ao 753 a.C de nuestra cronologa. En cualquier caso, los comienzos de aquel asentamiento en la colina del Palatino al que perteneci un cementerio en el posterior emplazamiento del Forum Romanum y que puede ser considerado como ncleo del desarrollo urbano de Roma, se retrotraen, cuando menos, a dicho perodo y muy posiblemente incluso al siglo X a. C. Los habitantes de ese poblado eran latinos y formaban parte del grupo de pueblos latino-faliscos, rama a su vez de aquellos invasores indoeuropeos que en el curso de los grandes movimientos migratorios de Centroeuropa y los Balcanes a partir del siglo XII a.C. se haban establecido en Italia y all vivan del pastoreo y en parte tambin del cultivo de la tierra. En las cercanas, sobre la colina del Quirinal, se asentaron sabinos, que pertenecan al grupo de pueblos osco-umbro de los invasores indoeuropeos; sus clanes, como los Fabii y los Aurelii, o los Claudii, supuestamente establecidos ms tarde en Roma, quedaron progresivamente absorbidos en la comunidad latinoparlante. La formacin de Roma, un proceso en el que esta comunidad devino una ciudad-estado, se efectu como muy tarde a comienzos del siglo VI a. C. La ciudad se vio sustancialmente ampliada con la inclusin de los lugares habitados al sur, al este y al norte del Palatino, y qued separada del campo a su alrededor por una linde fija (pomerium); adquiri instituciones estables, magistrados incluidos, cuyo mbito de competencias cubra precisamente el territorio delimitado de la ciudad; paralelamente, fue instituido un sistema estable de gobierno, la realeza (en la forma de monarqua electiva). Este proceso era claramente inseparable de un acontecimiento histrico de decisiva importancia para Roma: la extensin de la dominacin etrusca a la ciudad del
Tber4. La comunidad urbana de Roma se model bajo el dominio etrusco y a imagen etrusca; hasta su nombre procede de una estirpe etrusca (Ruma). Las instituciones y la forma de gobierno fueron establecidas segn el modelo etrusco, y el poder fue ejercido por reyes etruscos; amn de ello Roma tom de ese pueblo no slo muchas de sus tradiciones religiosas y culturales, sino tambin su estructura social en gran parte. Reminiscencias de los tiempos anteriores a la dominacin etrusca, que pudieran haber correspondido a las estructuras ms antiguas de los latinos indoeuropeos, se mantuvieron enraizadas, sobre todo en el culto religioso, hasta las pocas ms tardas5. Al margen de la herencia indoeuropea y del papel jugado por los etruscos, hubo todava un tercer factor en la historia temprana de Italia que estuvo tambin a la base de la evolucin romana, a saber, el importante influjo de los griegos, particularmente en el plano cultural, que desde mediados del siglo VIII a. C. haban puesto pie en el sur de Italia y poco despus tambin en Sicilia6. Pero la conversin de Roma en una ciudad-estado fue algo que sta debi a los etruscos y, por consiguiente, nada constituy un fundamento histrico tan importante para la historia social de la Roma temprana como el hecho de la dominacin por aquel pueblo. La historia de los etruscos nos es conocida a partir del siglo VII a. C, momento en que, sobre la base de la explotacin minera y de la manufactura y el comercio ligados a ella, se inici el auge de sus ciudades y, con l, la fijacin de las caractersticas polticas y culturales de este pueblo7. Nunca llegaron a formar un estado unificado: la frmula de la que se valieron para organizar su vida poltica en comn fue una liga de doce ciudades, cada una de las cuales estaba regida por un rey. La sociedad se descompona en dos grandes grupos: nobleza y una capa inferior privada prcticamente de libertad 8. Los nobles, de cuyas filas sala tambin el rey, posean las tierras ms frtiles y presumiblemente tambin las minas; al mismo tiempo dominaban por completo la vida poltica, puesto que integraban el consejo de los ancianos en las ciudades y cubran las magistraturas. Los estratos bajos estaban compuestos por los grupos dependientes de la nobleza, es decir, por el personal de la aristocracia esos criados domsticos, atletas y bailarines que nos son conocidos por representaciones, por los artesanos y los mineros, as como por los campesinos, a quienes Dionisio de Halicarnaso (9, 5, 4) comparaba con los penestas tesalios y que, como stos, bien
pudieran haber sido trabajadores agrcolas atados a la gleba y obligados tambin al servicio militar. Este modelo de sociedad fue en gran medida adoptado por Roma, donde el primitivo sistema social antes de perfilarse la plebs como estamento aparte y resuelto a la lucha, con la nobleza patricia dominndolo todo, en un lado, y sus clientes y esclavos, en el otro, se ajustaba enormemente al prototipo etrusco. El poder de los etruscos alcanz su cnit en el siglo VI a. C. Por el norte se abrieron paso hasta la llanura del Po, donde fundaran nuevas ciudades; hacia el sur ocuparon el Lacio y Campania, y en el 535 su flota, en alianza con Cartago, pudo vencer a los foceos, los colonizadores griegos ms activos de la mitad occidental del Mediterrneo. Su dominio en Roma se mantuvo inconmovible hasta finales del siglo VI; durante ese tiempo debieron de haberse producido ciertos cambios polticos, ya que todo parece indicar que Roma cay sucesivamente dentro de la esfera de influencia de distintas ciudades etruscas, entre ellas Vulci, Tarquinii y Clusium 9. Los amos de Roma, a pesar de que su ttulo (rex) no sea de origen etrusco, sino indoeuropeo, eran con segundad etruscos, como Tarquinius Superbus, en la leyenda el ltimo de los siete reyes de Roma, o Porsenna, el rey de Clusium, quien poco despus de la expulsin del ltimo Tarquinio ocup temporalmente la ciudad del Tber. Estos ltimos acontecimientos marcaron ya el fin de la dominacin etrusca sobre Roma. La tradicin acerca de la expulsin de Tarquinio de la ciudad, producida segn aqulla en el 508 a. C, ha conservado, pese a todo, el recuerdo de un hecho histrico autntico: Roma fue liberada del dominio de los reyes etruscos por un levantamiento de la nobleza antimonrquica, al parecer en el 508 o algunos aos ms tarde10. Los presumiblemente repetidos intentos de establecer el control etrusco en esa ciudad se vieron abocados al fracaso y, una vez que los etruscos hubieron perdido su podero naval frente a Hiern de Siracusa en la batalla de Cumas, c. 474 a, C, tambin desapareci la influencia de este pueblo en el Lacio. El orden social arcaico de Roma11, que haba cristalizado durante el siglo VI a.C. bajo el gobierno de los reyes etruscos, no fue exclusivo de la poca monrquica. El orden social establecido en su da sigui vigente en gran medida tras la abolicin de la realeza, solo que las funciones del monarca, que haba sido jefe supremo del ejrcito, primer juez y sacerdote, fueron repartidas entre la aristocracia. Ciertamente, las luchas entre patricios y plebeyos a lo largo de
la quinta centuria prepararon e iniciaron el proceso de disolucin de la estructura social arcaica, si bien no hasta su completa liquidacin, y de ah tambin que muchas de sus notas caractersticas pudiesen sobrevivir no slo a ese siglo sino incluso a toda la Repblica. Los rasgos definitorios de este orden social arcaico, patentes en su estructura y en las mutuas relaciones entre sus estratos, seran las siguientes: la estructura de la sociedad estaba fuertemente marcada por la divisin horizontal, que naca del papel central de la familia en la vida social y que llevaba al agrupamiento de las familias sobre la base del parentesco de sangre en un complicado sistema de clanes, curias y tribus, comparable con la reparticin de la sociedad homrica en tribus, fratrias, clanes y familias. Frente a ello, la divisin vertical de la sociedad resultaba relativamente simple, ya que, al menos en sus comienzos, slo conoca la existencia de una nobleza y de un pueblo dependiente de ella, con lo que ya nos podemos imaginar el enorme significado que adquiran los vnculos estrechsimos de los particulares y las familias menos pudientes con los miembros de la aristocracia, bien por razn de la misma adscripcin gentilicia, bien simplemente por razn de las relaciones basadas en la vecindad y ello, por cierto, no slo en la sociedad arcaica, sino tambin, y bajo formas muy diferentes, durante toda la historia de Roma. En consonancia con todo esto, el frente de tensiones en el sistema social arcaico presentaba una relativa simplicidad: sus conflictos podan slo producirse cuando los sectores dependientes, o al menos los grupos de stos que estaban en mejores condiciones para liberarse de las relaciones de dependencia, declaraban la guerra a la aristocracia, luchando por la equiparacin poltica y la mejora de su situacin econmica. La constitucin de la sociedad romana arcaica La familia romana primitiva12 constitua una unidad econmica, social y de culto. El jefe de familia (pater familias), por razn de su autoridad (auctoritas), gozaba de poder ilimitado sobre la mujer, los hijos, los esclavos y el peculio familiar (res familiaris). A l incumba la administracin de los bienes familiares (bonorum administrado) y la direccin de la actividad econmica de la familia, en especial, la explotacin de sus campos de cultivo. Tras escuchar a los varones adultos,
era l quien decida en las cuestiones de derecho, como la admisin de nuevos miembros en el crculo familiar o la salida de stos (v. gr., por matrimonio), o la punicin de sus actos criminales; tambin corresponda a l representar a la familia ante el exterior. Adems se ocupaba como sacerdote del culto de los antepasados (sacra familiae). Su posicin de poder, casi ilimitada, que en la vida poltica tena su corolario en el predominio de aquella nobleza integrada por los jefes de familia con mayor autoridad, queda mejor que nada reflejada en el derecho que le reconoca la Ley de las Doce Tablas de poder vender a sus propios hijos como esclavos. Por la ascendencia comn y, al principio tambin, por la vecindad de residencia, las familias quedaron agrupadas formando el clan (gens), que, como unin sagrada, cuidaba del culto gentilicio (sacra gentilicia), y cuyos miembros, junto a sus nombres individuales, ostentaban el gentilicio comn (nomen gentile), como, pongamos por caso, Fabius (perteneciente a la gens Fabia). Originariamente, la creacin de estas parentelas constitua un privilegio de la nobleza patricia, mientras que las gentes plebeyas fueron instituidas al principio a imitacin de los clanes patricios. Claro es que las gentes de la nobleza, tanto en la lucha poltica como en el campo de batalla, adonde estas parentelas se desplazaban en cerradas unidades de guerra, eran capaces de poner en juego un nmero considerablemente mayor de hombres armados que los clanes plebeyos, pues tambin acostumbraban a movilizar para ello a sus clientes. As se explica que la tradicin antigua afirmara que la gens Fabia hubiese enviado 306 gentiles patricios y varios miles de clientes en el ao 479 a. C, cuando fue vencida a orillas del Crmera en la guerra contra los de Veyes; o que la gens Claudia, de origen sabino y acogida en Roma por esos mismos aos, sumase un nmero de 5.000 familias 13. Estas parentelas estaban agrupadas en curiae (probablemente de coviria = reunin de varones). Su nmero ascenda a treinta desde su fundacin bajo Rmulo, segn rezaba la tradicin; mientras que los clanes carecan de jefe, haba a la cabeza de cada curia un curio (y sobre todos los curiones un curio maximus). Estas agrupaciones de clanes, que estaban subordinadas a las gentes, adquiran en la vida pblica una gran relevancia. Junto a sus funciones sagradas, constituan la base organizativa de la asamblea popular y, al propio tiempo, del ejrcito. La asamblea popular reunida por curias (comitia curiata) decida en cuestiones de derecho de
familia (como, por ejemplo, cuando el padre de familia mora sin descendencia masculina), daba tambin su parecer en los temas de inters pblico y tena el derecho de ratificar en su cargo a los ms, altos magistrados de la comunidad (lex curiata de imperio). En la guerra, quienes estaban en edad de portar las armas entraban en campaa en formacin curial; de acuerdo con la tradicin, cada curia haba de poner en combate 10 jinetes (una decuria) y 100 infantes (una centuria). As, la totalidad de estas fuerzas, con al parecer 300 caballeros y 3.000 soldados de a pie, constitua la unidad de combate primitiva de la legin14. En la poca monrquica las curias estaban reunidas en las tres tribus gentilicias (tribus). Cada tribu comprenda diez curias. Los nombres de estas agrupaciones, Tities, Ramnes, Luceres, son etruscos y prueban claramente la importancia del protectorado etrusco en Roma en la conformacin de su primitivo sistema social. El protagonismo de estas entidades en la vida pblica era, sin embargo, menor que el de las curias, y a lo largo del siglo V a. C. la antigua forma de divisin por tribus se vera an ms relegada a un segundo plano, imponindose un reparto de la poblacin en tribus de carcter territorial. Pero, en la estructura social arcaica, cuando an se hallaba intacta, las tres tribus comprendan la totalidad del pueblo romano (populus Romanus o tambin Quirites, un trmino que puede ponerse en relacin con la colina del Quirinal o quiz con covirites = hombres de las curias). El nmero de ciudadanos de la Roma primitiva puede evaluarse slo de forma aproximada. Las cifras transmitidas sobre el nmero de gentes, y que ya hemos mencionado, resultan tan exageradas como la tradicin segn la cual el pueblo romano contaba con 130.000 ciudadanos en el 508 a. C. y 152.573 en el 392 a. C15. En el siglo VI, y todava hacia el 450 a. C., el territorio del estado romano 16 en la orilla izquierda del Tber comprenda una superficie de un dimetro de unos 8 kms. solamente; el nmero total de integrantes de dicha comunidad podra ascender, hacia el 500 a.C, a 10.000 15.000 a lo sumo, cifra que, ms o menos, encajara con el total de fuerzas de la leva militar mencionado por las fuentes. Todava hacia el ao 400 a.C, cuando el territorio del estado romano haba conocido ya una considerable ampliacin, el que ocupaba la ciudad de Veyes (Veii) era ms extenso que el de su vecino latino.
El estrato superior de la sociedad romana en poca de los reyes y durante el primer siglo de la Repblica estaba compuesto por los patricios, una nobleza de sangre y de la tierra con privilegios estamentales claramente delimitados. El nacimiento del patriciado difcilmente puede explicarse como no sea postulando la formacin de una nobleza ecuestre bajo los reyes etruscos de Roma, como consecuencia a su vez de la preeminencia de la caballera en el modelo arcaico de hacer la guerra; los miembros de esta nobleza componan el squito montado del rey. Esto se deduce, ante todo, de los distintivos estamentales de los patricios, que, al menos en parte, cabe hacer derivar del vestuario e insignias de la primitiva caballera romana. La lite de la antigua masa movilizable para la guerra en Roma, los caballeros (equites, originariamente celeres = los veloces), son a todas luces identificables con los patricios. Suponer que esta nobleza ecuestre a la cabeza de la milicia era al mismo tiempo la capa de propietarios de tierras, social y econmicamente dirigente, tiene ms visos de verosimilitud que la presuncin de que los patricios ya en los tiempos ms antiguos de Roma habran integrado como nobleza de la tierra la infantera pesada y poco tuviesen que ver con los caballeros del squito real. El dominio de la caballera, como sabemos tambin por la Grecia primitiva, responde claramente a las condiciones de un orden social arcaico. Es algo muy caracterstico el que todava en la llamada constitucin serviana de Roma en el siglo V a.C. los equites fuesen considerados como un grupo rector, situado por encima de las clases normales y corrientes; su posicin ha de compararse ms o menos con la de los caballeros (hippeis) en la constitucin de Atenas antes de la reforma soloniana 17. En base al origen, as como a sus funciones y privilegios en la vida econmica, social, poltica y religiosa, la nobleza patricia constitua en la Roma primitiva un estamento cerrado. Fuera de los miembros de las familias romanas ilustres, slo ciertos inmigrantes de otras comunidades podan hallar acogida en esa nobleza; claro que en tanto en cuanto se contasen ya en su patria entre la aristocracia local, como fue el caso, segn la leyenda, del sabino Atio Clauso, fundador de la gens Claudia trasladada a Roma. Muy poco despus del comienzo de la lucha de estamentos el patriciado cerr filas con ms fuerza an que antes, mientras que los recin llegados, slo pudieron integrarse en la plebe y el matrimonio entre patricios y plebeyos quedaba prohibido. Tambin los
componentes de la nobleza patricia, en consonancia con la tica de las sociedades organizadas aristocrticamente, empezaron a sentirse como los buenos de la sociedad, como viri boni et strenui tal como Marco Porcio Catn el Viejo definira todava en su poca a la aristocracia romana, y en adelante pusieron todo su empeo en distinguirse de la masa del pueblo tambin en su modo de vida. Su conciencia de identidad tuvo su mejor expresin en los signos exteriores de su estamento; eran stos el anillo de oro (anulus aureus), la banda de prpura (clavus) sobre la tnica, la capa corta ecuestre (trabea), el zapato alto en forma de bota con correas (calceus patricius), as como los discos de adorno en metal noble (phalerae), del equipamiento de la caballera primitiva, En el terreno econmico, los patricios deban su preeminencia a su propiedad de la tierra, que hubo de comprender una parte considerable del territorio romano, as como a sus grandes rebaos. Segn la tradicin, Atio Clauso obtuvo tras la admisin de su clan en Roma un lote de 25 yugadas, y las supuestas 5.000 familias corrientes de su acompaamiento slo dos yugadas por cada una (Plut., Publicola 21,10) Un rasgo tpico del poder econmico de los patricios en la Roma primitiva viene sealado por el hecho de que los gastos de mantenimiento de sus monturas eran cubiertos por la comunidad, o ms exactamente, por las viudas y hurfanos de la comunidad (quienes por lo dems estaban libres de impuestos). Tambin la parte del len en el botn de guerra, una fuente de riqueza muy importante en las pocas tempranas, les corresponda a ellos. En la guerra los patricios desempearon el papel militarmente ms destacado hasta el advenimiento de la falange hopltica, saliendo ellos mismos al campo de batalla al frente de sus partidas de clientes, como los Fabios en el 479 a. C. Tambin la vida poltica estaba totalmente dominada por ellos. La asamblea popular en su antigua forma de organizacin por curias, que les permita comparecer en ella acompaados de sus masas de clientes, se encontraba sometida por completo a su influencia. En el consejo de los ms ancianos (senatus), que haba nacido asimismo ya bajo los reyes etruscos y constitua desde la instauracin de la repblica la instancia suprema de decisin en el estado romano, sus miembros patricios (patres} tomaban el acuerdo del que dependan para ser vlidas, las resoluciones de la asamblea popular. Los senadores plebeyos que se fueron incorporando (conscripti = aadidos) no estaban facultados
durante la primitiva Repblica para votar. Adems, eran solamente los patricios quienes proporcionaban los magistrados de la comunidad, y entre stos los funcionarios superiores de duracin anual, cuyo nmero ya desde el inicio de la Repblica fue fijado en dos y que primero se denominaron praetores y ms tarde consules; asimismo de sus filas salan el dictator (originariamente magister populi), dotado en situaciones militares de emergencia de poderes ilimitados por espacio a lo sumo de medio ao, y los sacerdotes18. En situaciones de excepcin, en las que no haba ningn funcionario (o ningn rey en epoc de la monarqua), los patricios escogan de entre los suyos a una persona que tomaba a su cargo los asuntos internos(interrex) Una cierta estratificacin social dentro de este estamento homogneo es slo discernible en la medida en que el grupo de cabeza, compuesto por los varones de los linajes ms distinguidos (patres maiorum gentium), gozaba de una influencia especialmente sealada; el presidente del senado (princeps senatus) era elegido de entre dicho crculo. El otro estamento en la sociedad tempranorromana era la plebs (muchedumbre, de plere = llenar), el pueblo llano compuesto por los libres, parte asimismo del conjunto del pueblo-nacin (populus)19. Los plebeyos disponan como los patricios del derecho de ciudadana, pero no posean los privilegios de aqullos. Los comienzos de la plebe remontan ciertamente al tiempo de los reyes, s bien sta slo tom una forma consistente a partir del inicio de su lucha organizada contra la nobleza patricia poco despus del 500 a. C, una vez que se hubo consolidado como una comunidad aparte con instituciones propias. Por tanto, la plebe como orden aparte no era una institucin etrusca, sino especficamente romana, tanto ms cuanto que el ordenamiento social etrusco slo conoca en un polo de la sociedad a los seores y en el otro a los clientes, servidores y esclavos. En una parte de la tradicin antigua tarda la plebe tempranorromana se nos aparece como un estrato bsicamente campesino. Campesinos que pudieron preservar su independencia econmica frente a los patricios los hubo siempre en la Roma primitiva, y la unin en el marco de la plebe fue para ellos la nica posibilidad de afirmarse frente a la poderosa nobleza de la tierra. Pero los que sobre todo no dejaron de aumentar generacin tras generacin, fueron los grupos ms pobres del campesinado, aquellos que quedaban
desposedos como consecuencia del continuado reparto del fundo familiar entre los herederos; tambin ellos slo podan esperar la mejora de su situacin de una comunidad de lucha plebeya. No obstante, es de suponer que en el nacimiento de la plebe como estamento cerrado estuvo presente tambin un estrato bajo de tipo ms bien urbano, integrado por artesanos y gentes de comercio. La manufactura y el comercio, y consiguientemente tambin los grupos profesionales de artesanos y mercaderes, gozaban de muy baja reputacin en la Roma primitiva, en correspondencia con el orden aristocrtico de la sociedad, basado predominantemente en la agricultura: segn la tradicin, Rmulo habra prohibido terminantemente el ejercicio de la actividad artesanal a quienes deban sentirse llamados al servicio militar y al cultivo de la tierra, y la idea de que era el agricultor, y no un menestral o un mercader, la figura moralmente superior en la sociedad, se mantuvo as despus de Catn el Viejo y Cicern hasta los tiempos del Imperio. Segn algunos escritores tardos, como Tito Livio (1,56,1) y Plinio (N. h. 35,154), eran extranjeros, y sobre todo inmigrantes etruscos, quienes desarrollaron la manufactura en la Roma primitiva y ensearon a sus habitantes el saber artesanal. La predisposicin de Roma a acoger en su suelo a los extranjeros debi de ser grande; segn la leyenda, ya Rmulo haba instituido un asylum para los refugiados venidos de fuera. La posicin social de estos inmigrantes en tiempos del dominio de la nobleza era con certeza bastante desfavorable, pero personalmente deban de ser menos dependientes de las poderosas familias nobles que la mayora de los campesinos romanos: la resolutiva actuacin de la plebe contra la nobleza patricia desde el comienzo de la Repblica slo resulta comprensible si partimos del hecho de que un ncleo ms fuerte de los plebeyos viva en parte libre de las presiones econmicas, sociales, polticas, y tambin morales, que unan a los miembros corrientes de un clan a su cspide patricia y que en consecuencia afectaban ante todo a las masas de la poblacin campesina. En todo caso, sera un error equiparar sin ms a la plebe con los clientes de la nobleza patricia. Los clientes constituan, en contraposicin a una parte de la plebe, un estrato inferior prioritariamente campesino. Las fronteras entre estos dos grupos sociales estaban en verdad poco marcadas, tanto ms cuanto que tambin los clientes podan verse libres de su sujecin a los nobles (por su muerte, pongamos por caso, sin
dejar herederos) y entrar as a formar parte de la plebe; como tambin era posible que algunos miembros de la plebe llegasen a encontrar una posicin estable en la sociedad romana merced a su vinculacin personal a una familia patricia. Pero, si los plebeyos consiguieron aglutinarse en un estamento cerrado, ste no fue el caso de los clientes, hecho que se debi sobre todo a su fuerte dependencia personal de la nobleza. Esta forma de sujecin sobrevivi al antiguo ordenamiento gentilicio de la sociedad romana. El cliens (de cluere = obedecer a alguien) entraba en relacin de fidelidad (fides) con el noble rico y poderoso, relacin que lo obligaba a la prestacin de una serie de servicios de ndole econmica y -moral (operae y obsequium). En contraprestacin el noble, como patronus-suyo que era, asuma una tutela paternal, ofreciendo a su cliente proteccin personal y poniendo a su disposicin una parcela de tierra, que ste haba de cultivar junto con su familia. Una relacin parecida prevaleca asimismo entre el amo y su esclavo manumitido ( libertus), que tras la liberacin (manumissio) segua atado a su patronus, bien como campesino, bien como artesano o bien como comerciante. Dentro del ordenamiento patriarcal de la sociedad de poca temprana la esclavitud slo tuvo oportunidad de desarrollarse en la medida en que a sta le fue asignada una funcin en el seno de la familia, marco de la vida social y econmica. Consiguientemente, esta forma patriarcal de la esclavitud, que nosotros conocemos por la historia de otros pueblos, como en el caso de Grecia gracias principalmente a la pica homrica, difera enormemente de la esclavitud diferenciada de la Repblica tarda y del Imperio.'Por una parte, el esclavo era considerado como propiedad del amo carente de derechos personales; era un objeto para comprar y vender y, en consecuencia con esto, se le denominaba no slo servus, sino tambin mancipium (posesin); estaba asimismo menos reputado que el hombre libre, cosa que se desprende con toda claridad de una disposicin penal de la Ley de las Doce Tablas: quien rompa los huesos a un esclavo, quedaba obligado nicamente a satisfacer la mitad de la indemnizacin que debera en caso de la misma lesin corporal a un libre. Pero por otra parte, la posicin del esclavo en la familia apenas divergale Tanque tenan los otros miembros normales y corrientes de ella. Como stos, hallbase totalmente integrado en la unin familiar, comparta con ellos su vida diaria y siempre poda mantener un contacto personal estrecho con el
pater familias, a la autoridad del padre de familia estaba tan sometido como la mujer o los hijos de ste, personas a las que, como a l, poda castigar y hasta vender como esclavos (tres veces, a lo sumo, segn la Ley de las Doce Tablas); tambin la funcin econmica que desempeaba apenas se diferenciaba de la ejercida por los restantes miembros del grupo familiar, pues, dejando ahora a un lado sus tareas como servidor de la casa, lo vemos empleado como campesino en la heredad familiar o como pastor, y ciertamente asociado tambin aqu a los miembros libres de la familia. Hasta un individuo de pensamiento tan conservador como Catn el Viejo llegara a afirmar que de soldado preparaba a menudo la comida en compaa de su servidor, que en su finca pese a toda la severidad con que trataba a sus esclavos sola comer con sus criados, tomaba el mismo pan y beba el mismo vino que ellos, y que su mujer, adems de a su propio hijo, criaba tambin a los de sus esclavos (Plut., Cato 1,9; 3,2; 20,5 s.). El sentido de la institucin de la esclavitud bajo esta forma resida en el acrecentamiento de la fuerza de trabajo del grupo familiar en los quehaceres domsticos (manufactura incluida) y en la agricultura, especialmente tras los xitos de la expansin romana desde finales del siglo V a. C, que trajeron consigo el nacimiento de grandes fundos. A esto se aadi el hecho de que las familias ricas deseaban elevar su prestigio y su posicin de poder mediante cuadrillas de clientes lo ms grandes posibles, que se reclutaban muy fcilmente entre sus esclavos manumitidos. La necesidad de esclavos era en todo caso una realidad evidente, y se recurri a distintos procedimientos para atender a esta demanda. Hasta el siglo IV a. C. jugaron un importante papel dos formas de hacer esclavos entre los ciudadanos libres del crculo del populus Romanus. Una era la posibilidad que tena un padre de familia empobrecido de vender como esclavos a sus propios hijos; de la Ley de las Doce Tablas se deduce que el padre poda tambin recuperar mediante compra al hijo. La otra forma de hacer esclavos a partir de ciudadanos libres era la servidumbre por deudas, al igual, por ejemplo, que en la Atenas anterior a Soln: l derecho de uso registrado en la Ley de las Doce Tablas obligaba al deudor a responder de su deuda con su propio cuerpo (nexum), y en caso de insolvencia haba de ponerse a disposicin de su acreedor como mancipium, caso, v. gr., de un gran nmero de ciudadanos en el ao 385 a. C, quienes por lo visto haban perdido sus bienes como conse-
cuencia de la devastacin de Roma por los galos en el 387 a. C. (Liv. 6,15,8 y 20,6 s.). Sin duda, estas fuentes de esclavos se vieron completadas en todo momento con la esclavizacin de los prisioneros de guerra, amn de la proliferacin natural de dicho elemento: el esclavo nacido en la familia (verna) se converta automticamente en propiedad del pater familiar. Dada la naturaleza patriarcal de la esclavitud tempranoromana, han de enjuiciarse con gran precaucin los supuestos intentos de rebelin de los esclavos durante el primer siglo de la Repblica, de los que nos informan autores tardos 20. En las fuentes aparecen caracterizados como conjuraciones. La primera conjuracin de esta especie tuvo lugar, segn Dionisio de Halicarnaso, en el ao 501 a.C, cuando los latinos quisieron traer de nuevo a Roma al expulsado rey Tarquinio. Luego, en el 500 a. C, el propio ex monarca habra tramado una conjuracin de libres y esclavos contra la joven repblica. En el 460 a.C, segn Tito Livio, Roma necesit de ayuda exterior para hacer frente a la banda del sabino Apio Herdonio, reclutada a base de desterrados y esclavos romanos. En el 409 a.C. debi de haberse producido nuevamente una conjuracin de esclavos. Los relatos antiguos sobre movimientos serviles suelen seguir casi siempre el mismo esquema: en una situacin de dificultades para la comunidad romana los esclavos y algunos grupos de libres conspiran con el plan de ocupar las colinas de la ciudad, de libertar a los esclavos, de matar a los amos y de apropiarse de sus bienes y mujeres; eso s, la conjuracin es descubierta y desbaratada a tiempo. No cabe duda de que tales relatos fueron compuestos bajo la impresin de los grandes levantamientos de esclavos de la Repblica tarda y merecen tan poca credibilidad como, pongamos por caso, las disquisiciones de Tito Livio sobre si el rey Servio Tulio (no necesariamente una figura histrica) naci ya esclavo o fue posteriormente esclavizado. Solamente la accin de Apio Herdonio en el 460 a. C. acaeci realmente (ya Catn el Viejo tena conocimiento de ella), pero, segn Dionisio de Halicarnaso, sus seguidores no eran precisamente esclavos normales y corrientes, sino clientes y servidores 21. Posible es, desde luego, que en las agitaciones promovidas por grupos marginales de la sociedad romana, como en el 460 a. C. la de los desterrados, tomasen parte tambin ocasionalmente esclavos. Sin embargo, es caracterstico el hecho de que en un conflicto social de la Repblica temprana tan decisivo como el de la lucha entre patricios y plebeyos los esclavos no actuasen
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en absoluto como grupo social unitario, por ejemplo, en alianza con la plebe: mientras que ellos siguiesen plenamente integrados en la familia, faltbales el estmulo y la posibilidad para cuajar como tal formacin. Incluso en la propia tradicin romana ya no hay ms mencin hasta el ao 259 a. C. de otra accin semejante a la supuesta conjuracin del 409 a. C. La lucha de rdenes en la Roma primitiva La contradiccin fundamental en el ordenamiento social tempranorromano, que se expres en fuertes conflictos sociales y polticos y que puso en marcha un proceso de transformacin en la estructura de la sociedad y del estado, no fue, ni mucho menos, la tensin entre libres y esclavos, sino la lucha entre los distintos grupos de los campesinos libres: frente a frente estaban, de un lado, los integrantes de la nobleza de sangre y de la tierra, y del otro, los ciudadanos corrientes, cuyos derechos polticos estaban limitados y de los cuales muchos se encontraban en una situacin econmica apurada. Este enfrentamiento fue dirimido en la llamada lucha de estamentos entre los patres y la plebs, en una pugna entre patricios y plebeyos que durara ms de dos siglos, un hecho nico en la historia de los pueblos y las tribus de Italia y de una trascendencia extraordinaria para el futuro de la sociedad romana22. La primera fase de esta lucha estuvo caracterizada por la formacin de frentes muy vivos, perfilndose los plebeyos como estamento aparte en oposicin consciente al patriciado e imponiendo la constitucin de un estado de dos rdenes. En la segunda fase, entre los aos sesenta, del siglo IV y el comienzo del siglo III a. C., se lleg a un compromiso entre el grupo rector de los plebeyos y los patricios, y esto produjo a su vez el nacimiento de una nueva lite. El orden social arcaico de Roma, que ya se haba visto socavado por los logros de la plebe durante el siglo V, se descompuso en esta segunda fase del enfrentamiento, que coincidi cronolgicamente con la extensin del dominio de Roma a toda la pennsula italiana. En su lugar se impuso una nueva estructura de sociedad. Las causas del conflicto entre patricios y plebeyos hay que buscarlas en el desarrollo econmico, social y tambin militar de la Roma arcaica. Remontaban a la sexta centuria. Por una parte, fueron determinantes la explotacin econmica y la
opresin poltica de amplias masas de la poblacin por la nobleza patricia. Por otra parte, ya desde el siglo VI se haba operado un proceso de diferenciacin en el seno del pueblo, en virtud del cual las tensiones entre los patricios y los ciudadanos corrientes se agudizaron, y el pueblo pudo declarar la guerra a la nobleza. Algunos artesanos y comerciantes, pues desde un principio fueron poco dependientes personalmente de las familias patricias, pudieron aprovecharse del auge econmico de la joven ciudad en poca de la actividad constructora de los reyes y amasar as una fortuna, consistente sobre todo, en el valioso armamento y en los artculos de uso corriente. Otros grupos de poblacin entraron paralelamente en una situacin econmica y socialmente catastrfica, debido a la prdida de sus tierras y a su endeudamiento, particularmente gran nmero de pequeos campesinos, que haban de repartir, generacin tras generacin, el modesto patrimonio familiar entre cada vez ms herederos y que ya no podan sustentarse adecuadamente con su produccin agrcola. Los objetivos de estos dos grupos plebeyos eran, consiguientemente, muy diferentes: los plebeyos acomodados aspiraban, ante todo, a la equiparacin poltica, esto es, a la admisin en las magistraturas y a la igualdad de derechos con los patricios en el senado, a ms de a la integracin social mediante la autorizacin de los enlaces matrimoniales entre cnyuges nobles y no nobles. Al miembro pobre de la plebe le interesaba mejorar su situacin econmica y su posicin social, que pasaba por una solucin de las deudas y por una adecuada participacin en el disfrute de la tierra estatal (ager publicus). El enemigo para ambos grupos era, sin duda el mismo, la nobleza patricia las posibilidades de xito que ellos tenan consistan en aliarse contra sta, en desarrollar instituciones comunes como organizaciones de lucha y en arrancar las reformas apetecidas por ambos. Los plebeyos pudieron sacar partido por vez primera a estas oportunidades tras la cada de la monarquizacin en la situacin poltica exterior de la comunidad y tambin hubo cambios en la tctica de guerra romana ofrecieron las condiciones favorables para la asuncin de una lucha poltica resolutiva contra el dominio de la nobleza. Despus de que Roma hubo perdido el protectorado de las poderosas ciudades etruscas con la expulsin del ltimo rey, qued expuesta durante un siglo a la amenaza exterior, proveniente, por un lado, de los centros de poder etrusco vecinos, especialmente
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de Veyes (Veii), y por otro lado, de las tribus montaosas de la Italia central, como eran los ecuos y los volscos. La tctica de la secesin poltica y militar (secessio), que segn la tradicin fue ya aplicada en el siglo V en dos situaciones crticas (494 y 449 a. C.) como medio de presin, o tambin la simple amenaza de hacer tal defeccin, forzaba a la nobleza a transigir en el interior en vista de la amenaza que pesaba sobre el estado. Ello se haca tanto ms necesario cuanto que con el paso del siglo VI al V a. C. la infantera vio acrecer su importancia tctica: la forma arcaica de hacer la guerra, con la nobleza a caballo, se mostr ya insuficiente en las campaas militares contra la bien fortificada Veyes (Veii) y contra los pueblos de la montaa. El desarrollo de la ciudadana hopltica, al igual que en Grecia a partir de la sptima centuria, hizo que con la fuerza militar del pueblo se elevase tambin su propia confianza y seguridad, y que aumentase su actividad poltica 23. El papel fundamental en la nueva tctica de guerra correspondi, como es natural, a las formaciones de infantera pesada; toda vez que las unidades de lite fueron cubiertas por los plebeyos ricos, que podan pagarse la panoplia requerida o hasta fabricrsela en caso de ser artesano, era en este grupo de la plebe donde las ambiciones polticas estaban ms pronunciadas. El primer paso decidido, y al mismo tiempo el primer gran triunfo de los plebeyos fue la puesta en funcionamiento de instituciones propias: ello significaba la creacin de una organizacin para su autodefensa y para la lucha poltica, a ms de su unin como orden aparte frente a la nobleza. Segn la tradicin de la analstica, este acontecimiento decisivo tuvo lugar en el ao 494 a. C, en que la primera secesin del pueblo se vio coronada por el xito y la institucin del tribunado de la plebe fue introducida24. Que este dato resulta ms o menos cierto, ha de inferirse de la noticia sobre una fundacin de un templo por los plebeyos: en el 493 a. C. el templo a la diosa Ceres fue erigido sobre la colina del Aventino, cuyo culto siempre estuvo all reservado a los plebeyos, y esta fundacin religiosa no fue otra cosa que la congregacin de la plebe en una comunidad sagrada25. El hecho de que esta comunidad separada en el seno del populus Romanus se formase oficialmente para atender a un culto divino, era algo comprensible si reparamos, por un lado, en que el pueblo slo poda legitimar su unin apelando a la proteccin divina; y, por otro, en que este acto era un remedo consciente de la
fundacin del templo a Jpiter sobre el Capitolio segn la tradicin, en el 507 a. C, en el punto central del estado patricio , con la intencin evidente de poner en esta forma de relieve la propia existencia de la comunidad plebeya sedaba. En la prctica, esta comunidad no limit ni mucho menos sus actividades a atender un culto religioso, sino que tuvo la pretensin de ser un estado dentro del estado. Como alternativa a la asamblea popular, los plebeyos celebraron asambleas propias (contilia plebis) en el marco de esta comunidad de culto y en ellas adoptaron algunas resoluciones (plebiscita). Elegan jefes, los aediles (administradores del templo, de aedes = templo), y los tribuni plebis, cuyo nmero era de dos en un principio y de diez desde mediados del siglo V a. C; mediante sagrado juramento (lex sacrata) acordaron la inviolabilidad (sacrosanctitas) para los tribunos de la plebe, requirieron su amparo contra la arbitrariedad de los magistrados patricios (ius auxilii) y lograron incluso que los tribunos de la plebe pudiesen interferir en el proceso incoado por la autoridad patricia contra un plebeyo (ius intercedendi) y que paulatinamente adquiriesen un derecho de veto contra los magistrados y el senado. An cuando estas instituciones no fueron al principio reconocidas por el patriciado como parte del ordenamiento estatal, demostraron ser gracias al apoyo de la gran masa del pueblo polticamente efectivas. El segundo triunfo de los plebeyos consisti en forzar una reparticin del conjunto del pueblo en tribus segn un principio de divisin favorable para ellos y, por consiguiente, tambin una nueva ordenacin de la asamblea popular en consonancia con sus intereses. Puesto que el nombre de los tribuni plebis viene de la palabra tribus, es posible que la medida reformadora definitiva en el proceso gradual de reorganizacin de la divisin en tribus se hubiese operado simultneamente a la introduccin del tribunado de la plebe. Las tres viejas asociaciones gentilicias de los Tities, Ramnes y Luceres no fueron ciertamente suprimidas, pero s ampliamente sustituidas por tribus articuladas regionalmente. Cuatro de ellas, la Suburana, Palatina, Esquilina y Collina, correspondan, en tanto que tribus urbanae, a los cuatro distritos de la ciudad de Roma; a esto se aadieron en el siglo V a. C. las 16 tribus rusticae en un cinturn alrededor de la ciudad, cuyo nmero no dejara de incrementarse desde fines del siglo V (hasta la culminacin de esta evolucin en el ao 241 a. C, con un total de 35 tribus) 26. Toda vez que la divisin
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en tribus serva, sobre todo, como base para la asamblea popular, su importancia poltica era considerable, especialmente en la preparacin y celebracin de las elecciones de magistrados. En la asamblea popular organizada segn el principio de divisin regional de las tribus (comitia tributa), los patricios no podan comparecer ya a la cabeza de unos clanes cerrados y sometidos a ellos, y dominar de antemano estos comicios con la movilizacin de sus clientes, como suceda en la vieja forma de asamblea popular (comitia curiata). El nuevo marco ofreca al mismo tiempo buenas posibilidades para la agitacin plebeya, que ya no poda ser acallada sin ms ni ms. Mientras que las magistraturas estatales siguiesen reservadas nicamente a los patricios, la influencia de esta agitacin sobre las elecciones quedaba relativamente atenuada, pero poda resultar importante, en la medida en que los plebeyos tenan la posibilidad de elegir para los puestos de funcionarios a candidatos patricios de su agrado y dispuestos al compromiso. Los plebeyos pudieron anotarse una tercera victoria a mediados del siglo V, en el 451 o el 450 a. C, segn la tradicin, concretamente con la codificacin del derecho en la llamada Ley de las Doce Tablas (leges duodecim tabularum)27. No se trat en absoluto de una legislacin innovadora y filoplebeya, sino tan slo de una fijacin por escrito del derecho vigente con disposiciones bien que duras para los estratos bajos de la poblacin; nos ponen stas de manifiesto que la lucha de la plebe hubo de ser iniciada unos decenios antes desde una posicin imaginablemente peor y que la situacin del pueblo, incluso despus de sus primeras grandes conquistas polticas, era todava todo lo que se quiera menos favorecida. Los trazos arcaicos de la ley, tales como la consagracin del poder absoluto del pater familias, quien poda vender a sus hijos como esclavos, como la legitimacin de la esclavitud por deudas en la forma del nexum, o como el reconocimiento del derecho a la represalia por lesiones corporales en la misma forma y manera (talio), eran cosa manifiesta y poco propicia para aliviar la situacin de los socialmente ms dbiles. Tambin la aguda divisin entre patricios y plebeyos quedaba sancionada, ante todo, por la prohibicin de los enlaces matrimoniales entre miembros de los dos rdenes, y en esta norma se contemplaba asimismo a los plebeyos ricos. Ello no obstante, el hecho de poner por escrito el derecho vigente, comportaba en s una reforma
poltica de gran trascendencia: a partir de entonces el ciudadano corriente estaba en condiciones de apelar contra la injusticia y la violencia de los poderosos no ya slo a un derecho consuetudinario generalmente respetado, aunque no siempre claro y terminante, sino a normas de comportamiento y a disposiciones penales registradas con precisin. Con el principio de que todo ciudadano poda ser citado a juicio y tena derecho a un defensor (vindex), se garantizaba tambin a los pobres y a los dbiles la proteccin legal. El camino de la futura evolucin social se vio asimismo allanado por el hecho de que la Ley de las Doce Tablas dejaba ya de contemplar a la nobleza y al pueblo corriente como a los grupos sociales nicos: tambin se tena en cuenta la riqueza como criterio de estratificacin social, concretamente al establecerse la diferencia entre los poseedores (assidui), cuyo patrimonio habida cuenta de las condiciones de la ciudad-estado arcaica resultaba a todas luces bastante modesto todava, y los desposedos (proletarii), que no disponan ms que de sus hijos (proles = la prole). La consideracin de las relaciones de propiedad como criterio de cualificacin social redundaba en especial provecho de los plebeyos ricos, que ya no podran contarse en adelante como simple parte de la gran masa del pueblo; su riqueza les aseguraba prestigio e influencia. Lo mucho que interesaba al grupo rector de los plebeyos una nueva ordenacin de la estructura social en base a la riqueza, es algo que se pondra de manifiesto en el cuarto gran triunfo de la plebe en su lucha contra el patriciado. En efecto, sta logr finalmente imponer una nueva divisin de la ciudadana en clases propietarias. Esa constitucin timocrtica de la comunidad fue atribuida por la tradicin romana al rey Servio Tulio, que como hombre de baja extraccin pareca a los ojos de los analistas la figura modlica del reformador democrtico. No obstante, lo cierto es que en el siglo VI a. C. no se haban dado todava los presupuestos econmicos y sociales para semejante reforma; incluso la Ley de las Doce Tablas desconoca an todo tipo de clase censitaria. Por consiguiente, dicha constitucin, al menos en cuanto base para la organizacin de la asamblea popular, entr en vigor slo despus del 450; la institucin del cargo de censor para determinar la cualificacin econmica del ciudadano, hecho que segn la tradicin tuvo lugar en el 443 a. C, podra haber sealado su nacimiento28.
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Las escalas de propiedad de los miembros de cada una de las clases posesoras venan calculadas en la llamada constitucin serviana por el tipo de armamento que podan permitirse en la guerra. Se evidenciaba as con toda claridad que esta constitucin tena su origen en la nueva ordenacin de las fuerzas armadas, seguramente que con posterioridad a la introduccin de la tctica hopltica; a esta razn de fondo apuntan tambin los nombres de las clases posesoras (classis = leva para la guerra) y de sus subdivisiones (centuria = una centuria en la primitiva divisin del ejrcito). En forma detallada esta constitucin nos es conocida slo a partir de la Repblica tarda, momento en que ya haba experimentado un progresivo perfeccionamiento. Por encima de las clases (supra classem) figuraban los equites, evidentemente los integrantes de la nobleza ecuestre patricia, repartidos en 18 centurias. La primera clase comprenda las 80 centurias de la infantera pesada, que, pertrechada de yelmo, escudo, coraza, grebas, jabalina, lanza y espada, constitua la columna vertebral del conjunto de la leva romana; en dicha clase estaban representados ante todo los plebeyos ricos. A la segunda, tercera y cuarta clase, con 20 centurias respectivamente, pertenecan los restantes propietarios en grados decrecientes de fortuna: los miembros de la segunda clase portaban armas ligeras como los de la primera clase, aunque sin coraza y con un pequeo escudo alargado en lugar del escudo redondo; los ciudadanos de la tercera clase carecan por completo de armadura y slo llevaban yelmo y armas ofensivas; los miembros de la cuarta clase iban nicamente provistos de jabalina y dardo. En la quinta clase, compuesta de 30 centurias, estaban reunidos los pobres, armados nicamente con una honda. A estas unidades se aadan adems dos centurias de fabri, que se encargaban de las mquinas de guerra y estaban asignadas a la primera clase, as como dos centurias ms de msicos, adscritas a la quinta clase. Los desposedos por completo, por consiguiente los proletarios sin armas, fueron agrupados en una centuria por debajo del ordenamiento en clases (infra classem), pudiendo encontrar ocupacin en la guerra como ordenanzas y rastreadores a lo sumo. Como acaeciera en su da con la reparticin del pueblo en agrupaciones gentilicias y ms tarde en tribus locales, tambin este nuevo ordenamiento sirvi al mismo tiempo de base para la organizacin de la asamblea popular. En los comicios organizados por clases y centurias (comitia
centuriata) cada centuria tena un voto, con independencia del nmero efectivo de sus miembros; y ste, por cierto, variaba ya de una centuria a otra simplemente por el hecho de que las quintas por encima de los cuarenta y seis aos, menos nutridas numricamente, las de los sniores, tenan en cada clase el mismo nmero de centurias que los iuniores, con lo que dentro de una clase los votos de las personas de ms edad, y por ende de las ms conservadoras en cuanto a forma de pensar, igualaban a los de los hombres jvenes. El voto por centurias significaba claramente que los integrantes de las centurias de caballeros y de la primera clase, con sus 98 votos en total, podan en todo momento sobrepasar a las 95 centurias restantes, caso de que sus miembros lograsen poner de acuerdo los intereses de sus clases. Como ya hiciera notar Cicern (De re p. 2,39), a la hora de tomar decisiones este sistema aseguraba a los propietarios un claro predominio sobre la gran masa del pueblo. El relegamiento poltico y la opresin econmica de amplias masas populares no fueron eliminados por este nuevo ordenamiento de la estructura social, como tampoco lo haban sido por la Ley de las Doce Tablas. Antes bien, las diferencias sociales entre la nobleza situada supra classem y el pueblo corriente se vieron fortalecidas, si bien ya no en forma totalmente idntica a como hasta ahora; as culminaba tambin la divisin de frentes entre patricios y plebeyos, que se haba iniciado con la unin del pueblo en una comunidad aparte. En los decenios siguientes, hasta el primer tercio del siglo IV a. C, la sociedad romana vivi asentada sobre la base de esta separacin entre los rdenes. Pero paralelamente la constitucin serviana trajo consigo un desequilibrio para el orden social arcaico de Roma y abri el camino para la formacin de un nuevo modelo de sociedad. Si los nobles pudieron representar en la constitucin serviana el vrtice de la sociedad, hay que decir tambin que para mantener esa posicin no fue ya nicamente determinante su ilustre ascendencia, sino tambin su situacin econmica. Todava ms importante fue que a los plebeyos ms pudientes se les aseguraba institucionalmente un lugar distinguido en la sociedad, que tena en cuenta su relevancia econmica y militar, as como sus ambiciones polticas. Este maridaje se expres asimismo en la abolicin de la prohibicin de matrimonios entre los miembros de la nobleza y los del pueblo. Lo que ya no nos es dado dilucidar es si esta reforma acaeci
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efectivamente ya en el 445 a. C. en virtud de la lex Canuleia, como crean los analistas, o si, por el contrario, su puesta en prctica fue ms tarda. En todo caso, dicha medida caminaba en la misma direccin que la apuntada ya por la constitucin timocrtica, a saber, por el camino del acercamiento y el compromiso entre los patricios y el elemento rector de la plebe.
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Captulo 2 LA SOCIEDAD ROMANA DESDE EL INICIO DE LA EXPANSIN HASTA LA SEGUNDA GUERRA PNICA.
La disolucin del orden social arcaico: la nivelacin de los rdenes y la expansin En el momento de producirse el paso del siglo V al IV a. C, Roma era todava una ciudad-estado arcaica: su ordenamiento social, con la nobleza dominante a un lado y el pueblo muy desfavorecido poltica y econmicamente al otro, segua basndose en un principio estamental realmente simple, y su mbito de soberana se reduca a un modesto territorio en el entorno de la ciudad. Empero, las alteraciones operadas en la estructura de la sociedad romana desde la cada de la monarqua y el comienzo de la lucha de los rdenes, colocaron a Roma ante el umbral de una nueva poca de su evolucin social. El pueblo haba dejado de ser una masa muda: se haba unido en un estamento independiente, con una conciencia de identidad cada vez ms acusada, y poda preciarse de una serie de logros polticos considerables. Al mismo tiempo, bajo la superficie del simple modelo estamental nobleza-pueblo se haba configurado una divisin social ms profunda como resultado de la diferenciacin en las relaciones de propiedad, divisin que iba desde los ricos propietarios de tierras hasta los pobres campesinos y proletarios desposedos, pasando por los artesanos y mercaderes acaudalados. Tampoco Roma era ya hacia el 400 a. C. aquel poder de segundo rango de un siglo antes. Tras la expulsin de los reyes etruscos se vio obligada a mantenerse a la defensiva durante largo tiempo, pero a partir
de la mitad del siglo V pudo pasar a la ofensiva y, con la conquista de Fidenas (426 a. C.) y, sobre todo, el sometimiento de Veyes (396 a.C), consigui aumentar sustancialmente el territorio de su soberana. Con ello estaba sellado su futuro, y se abra el camino para la disolucin del orden arcaico en el enfrentamiento social y poltico interno el imperativo del momento para los plebeyos no era un mayor distanciamiento de la nobleza, sino precisamente lo contrario, el compromiso con el patriciado, al menos en el caso de los grupos rectores del pueblo; de cara al exterior, la meta tanto de la nobleza como de otros sectores dirigentes del pueblo slo poda ser la prosecucin de las conquistas, a fin de resolver a costa de terceros la apurada situacin econmica de los pobres y asegurar al propio tiempo mayor riqueza a los ya acaudalados. Tras los decenios, al parecer en calma, posteriores a los aos centrales del siglo V a. C, en los que las estructuras arcaicas desgastadas estaban ya maduras para su sustitucin por un nuevo modelo de sociedad, slo hizo falta una aceleracin del proceso histrico, para que las consecuencias de la evolucin precedente se pusiesen plenamente de manifiesto. A esta aceleracin del proceso histrico se lleg a partir de los primeros decenios del siglo IV a.C, con el resultado de que la estructura social del estado romano experiment una alteracin fundamental en el curso de los cien aos siguientes, aproximadamente. Poco despus del 400 a. C, las tensiones en Roma se incrementaron notablemente. Debido al crecimiento natural de la poblacin el nmero de desposedos de tierras se elev cuantiosamente, mientras que la ampliacin del territorio nacional romano, tras la conquista de Fidenas y Veyes (Veii) no aplac en absoluto el descontento de los pobres, sino que precisamente lo que hizo fue agudizarlo an ms: la tierra anexionada por Roma como botn de guerra no fue repartida entre los indigentes, sino que se vio ocupada por los hacendados ricos; Simultneamente, las condiciones polticas del momento avivaron el descontento de la plebe, incluidos los plebeyos ricos: en las guerras victoriosas contra los vecinos la infantera plebeya, y en particular la infantera pesada nutrida por los plebeyos pudientes, haba tenido una participacin fundamental y reclamaba la influencia poltica que le corresponda. La situacin se torn an ms difcil despus de que en el 387 a. C. una tropa en busca de botn, integrada por galos asentados en la Italia superior, bati al ejrcito romano, tom temporalmente Roma hasta el Capitolio,
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saque la ciudad y devast los campos circundantes: muchas familias perdieron entonces sus haciendas y como consecuencia de ello se vieron reducidas a la esclavitud por deudas; al propio tiempo, tambin el ordenamiento estatal patricio sufri a resultas de todo ello una conmocin. El camino de salida slo poda estar o en una revolucin o en una reforma fundamental. Segn la tradicin representada por la analstica, los descontentos intentaron en dos ocasiones consecutivas, en el 385 y en el 375 a. C, derribar por la fuerza el orden existente (Liv. 6, 11,1 s.). La impresin, sin embargo, era que las estructuras sociales vigentes no eran alterables mediante la violencia, y menos an cuando tal cosa iba tambin en contra de los intereses de los plebeyos ms acomodados. En cualquier caso, a raz de todo esto se puso en evidencia la necesidad de reformas, y el ala del patriciado dispuesta al compromiso en alianza con los jefes de la plebe logr imponerse y hacer valer sus criterios29. Segn las fuentes, la reforma decisiva tuvo lugar en el 367 a. C, en virtud de las llamadas leges Liciniae Sextiae (Liv. 6, 35,3 s.), as denominadas por los tribunos de la plebe Cayo Licinio Estoln y Lucio Sextio Laterano. Mediante esta legislacin se logr de un slo golpe mejorar considerablemente la situacin econmica de los plebeyos pobres y alcanzar la equiparacin poltica de la plebe con el acceso de los lderes del pueblo a las ms altas magistraturas. A partir del triunfo de esta reforma la mayor parte de las reformas necesarias pendientes fueron tambin acometidas por va legislativa. Puesto que las leyes haban de ser votadas por la asamblea popular, se aseguraban as que las reformas fuesen asumidas por la mayora del pueblo (o, cuando menos, de la asamblea popular), y puesto que haban de contar con la autorizacin del senado, su aprobacin significaba al mismo tiempo tambin el sancionamiento de la obra reformadora por aquella instancia estatal superior en la que los intereses de la nobleza estaban mejor representados. En todo caso, el desarrollo legislativo de la Repblica desde las leyes liciniosextias, que pusieron el proceso en marcha, hasta la lex Hortensia del ao 287 a. C, fue una corriente imparable de reformas sociales y polticas en favor de la plebe; tampoco los ocasionales reveses creados por la actitud de unas cuantas familias ms influyentes y conservadoras entre los patricios, pudieron frenar esta evolucin. En congruencia con la apertura de esta poltica reformadora por las leyes licinio-sextias,
tambin las disposiciones ulteriores se orientaron en las dos direcciones ya conocidas: por un lado, procurando remediar la acuciante situacin econmica de los plebeyos pobres; y, por otro, efectuando la equiparacin poltica del pueblo con los patricios, lo que no significaba otra cosa que la fusin de los sectores plebeyos dirigentes con los descendientes del viejo patriciado. Para mejorar la situacin de quienes carecan de tierras y para subvenir a sus necesidades materiales, ya en las leyes licinio-sextias del 367 a.C. se acometan enrgicas medidas. Las deudas, que opriman a los indigentes y los amenazaban con la prdida de la libertad personal, fueron en parte canceladas (al igual que aconteciera en Atenas con la reforma de Soln en una constelacin histrica muy similar). Paralelamente, se acord que nadie podra ocupar en suelo del estado una superficie de explotacin superior a las 500 yugadas. Esta medida de las leyes licinio-sextias, a veces tenida por anacrnica, ha de valorarse como autntica, y ciertamente no slo porque Catn el Viejo la mencionase en el 167 a.C. como una antigua disposicin (en Gellius, Noct. Att. 6, 3,37), sino tambin porque es perfectamente compatible con la extensin alcanzada por el territorio romano tras la anexin de los territorios de Fidenas y Veyes (Veii). La superficie de 500 yugadas por unidad de tenencia (aproximadamente, 1,25 km2) no constitua en aquel tiempo, ni mucho menos, el tamao habitual de una parcela de tierra, sino que representaba a todas luces la extensin de los predios de unas pocas familias de la cspide rectora, que se haban repartido entre ellas las reas conquistadas unos cuantos decenios antes y que, sobre todo en el antiguo territorio de Veyes (Veii), haban tomado posesin de fundos aun por encima de las 500 yugadas. Sea como fuere, los ricos hacendados tuvieron que ceder al menos una parte de la tierra que se haban arrogado, y esta tierra pudo ser entonces repartida entre los pobres 30. Lo que se dice plenamente, la poltica de aprovisionamiento de tierras a los pobres pudo entrar en vigor slo a partir del 340, gracias al rpido aumento del ager publicus como consecuencia de la expansin. En conexin con esto pudo ser tambin abolida la servidumbre por deudas, sancionada en su da por la Ley de las Doce Tablas: la importancia de la lex Poetelia Papiria (326 a.C), que introdujo este cambio, llegara ms tarde a ser comparada por Tito Livio (8,28,1 s.) con la fundacin de la repblica (velut aliud initium libertatis).
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Durante su censura del 312 a.C, el filoplebeyo y reformista Apio Claudio Ceco impuso todava otra medida que iba en la misma direccin que la reforma agraria de las leyes liciniosextias: a los antiguos esclavos, en su mayor parte gente muy pobre, que tras su manumisin carecan por lo general de todo tipo de bienes races y que en consecuencia venan siendo inscritos nicamente en las cuatro tribus urbanas, los reparti tambin en las tribus rsticas, a fin de que pudiesen disfrutar de un lugar de residencia fijo y una parcela de tierra en el campo31. Ello significaba al mismo tiempo que los libertos, como ciudadanos de la ms baja condicin social que eran y que hasta el momento slo haban podido intervenir polticamente dentro de las tribus urbanas, estaban ahora en condiciones de influir tambin en la opinin y en la vida poltica de la poblacin campesina. Cierto que en el ao 304 a. C. esta reforma fue anulada (se trat de uno de los pocos casos de clara reaccin patricia en la segunda fase de la lucha entre los rdenes), pero esta medida slo pudo limitar el campo de juego poltico de los libertos, ya que no poner una barrera a sus ambiciones econmicas. La mayora de los esfuerzos reformadores de esta poca estaban encaminados a la plena igualacin poltica de los plebeyos. Para la plebe era de gran importancia el fortalecer su seguridad jurdica frente a la arbitrariedad de los funcionarios del estado. A tal fin, el tribuno de la plebe Cneo Flavio hizo pblicas las frmulas procesales (ius Flavianum), que garantizaban normas uniformes de procedimiento para cualquier ciudadano ante un tribunal. La lex Valeria de provocatione del 300 a. C. fortaleca la seguridad del ciudadano ante los magistrados: en virtud de dicha ley, el ciudadano que era condenado por un magistrado a la pena mxima tena el derecho de apelar a la asamblea popular (provocatio), que haba de decidir sobre el asunto en un tribunal propio constituido al efecto; en los procesos polticos que se vean en la ciudad de Roma los magistrados perdieron todas sus competencias, para Ser entregadas a la asamblea popular32. Es evidente que a los dirigentes plebeyos les interesaba sobre todo verse igualados con los patricios en la direccin poltica del estado romano. Toda vez que la actividad poltica se canalizaba bien a travs de las magistraturas, bien a travs del senado y la asamblea popular, en sus funciones consultiva y deliberante respectivamente, las principales miras de la cspide plebeya estuvieron puestas en su admisin en los
ms elevados cargos del estado, en la paridad con los patricios tambin en el senado y al mismo tiempo en la salvaguardia del papel protector ejercido por la asamblea popular frente a aquella cmara. Por lo que se refiere a la participacin en la direccin poltica del estado a travs de las magistraturas, la tctica original del grupo rector plebeyo haba consistido en crear cargos aparte. Slo tras este rodeo haban decidido luchar tambin por entrar en aquellos puestos que hasta entonces les haban estado vedados. Ya mucho tiempo antes de la promulgacin de las leyes licinio-sextias pudieron cosechar algunos xitos modestos en este sentido. Los tribunos militares, cuya institucin data del 444 a. C. segn la tradicin, fueron desde un principio en parte patricios y en parte plebeyos, evidentemente porque la plebe slo estaba dispuesta a ir a la guerra bajo el mando de sus propios jefes y porque en vista de su importancia militar pudo imponer rpidamente la homologacin de sus mandos superiores con los generales patricios. En los cargos civiles el primer plebeyo apareci en el 409 a. C, cumpliendo la funcin de quaestor (en calidad de ayudante de los funcionarios superiores), significativamente en el puesto ms bajo. La autntica equiparacin de los plebeyos con los patricios en el ejercicio de las magistraturas dio comienzo unos cuantos decenios ms tarde, en el curso de la misma agitacin poltica que condujo a la obra reformadora licinio-sextia. En la situacin excepcional del 368 a. C. el entonces dictador patricio nombr como magister equitum a un representante plebeyo; simultneamente, los miembros de la plebe fueron admitidos en el colegio sacerdotal de los custodios oraculares. Las leyes licinio-sextias de los aos siguientes trajeron ya la reforma ms contundente: desde entonces los funcionarios superiores del estado tanto en la administracin de justicia como en la conduccin de la guerra fueron los dos cnsules de los cuales uno poda ser plebeyo, ms el praetor, solo con atribuciones en el mbito de la justicia, y cuya magistratura poda ser revestida tanto por un patricio como por un plebeyo; paralelamente, se confiri tambin a los plebeyos el derecho a presentarse a los restantes cargos ms elevados (dictadura, censura). Amn de esto, junto a los dos aediles plebis fueron elegidos dos ediles patricios (con el ttulo de aedilis curulis), a fin de que tambin las funciones de los ediles quedasen repartidas por igual entre los representantes de ambos rdenes. Poco despus tomaban tambin posesin de sus
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cargos los primeros funcionarios superiores plebeyos: el primer cnsul plebeyo fue Lucio Sextio Laterano, en el 366 de acuerdo con la tradicin; el primer dictador plebeyo, Cayo Marcio Rutilo en el 356; el primer censor plebeyo fue el mismo senador en el 351; el primer pretor plebeyo, Quinto Publilio Filn, en el 377 a. C. La culminacin de este proceso de integracin de los plebeyos en las magistraturas tuvo lugar por la lex Ogulnia del 300 a. C, momento a partir del cual quedaron abiertos para los representantes de la plebe los altos puestos sacerdotales de pontifices y augures 33. Dentro de este movimiento de reformas los dirigentes plebeyos hicieron valer su deseo de mejorar tambin su posicin en el senado. En virtud de la lex Ovinia (anterior al ao 312) qued estipulado que las bajas producidas en las filas de los senadores haban de ser cubiertas regularmente por los censores; ello significaba que en cada censura el senado poda ser renovado con plebeyos acaudalados e influyentes. Al mismo tiempo, los senadores plebeyos se vieron igualados por esta ley a los patricios, y el pleno derecho de voto, antes slo disfrutado por los patres, fue otorgado a los conscripti. En concreto, durante la censura de Apio Claudio Ceco en el 312 a. C, muchos plebeyos fueron admitidos en el senado, entre ellos hasta hijos de libertos, es decir, hombres que se dedicaban tambin al comercio y a la industria; con ello el senado dejaba de ser el bastin que haba sido de una nobleza privilegiada y exclusivista, por nacimiento y propiedad de la tierra (Diod. 20, 36,1 s.). Por otra parte, los derechos del senado sufrieron un recorte en favor de la asamblea popular, fuertemente influenciada por los plebeyos ricos. Mientras que antes las decisiones populares podan ser anuladas sin ms por la negativa del senado a darles su aprobacin, a partir de la lex Publilia (339 a. C) las objeciones que el alto rgano tuviese contra cualquier decisin de los comicios, tenan que expresarse de antemano y ante la asamblea popular; de esta forma, los acuerdos tomados por el pueblo escapaban al riesgo de verse declarados sin validez por obra simplemente de una mayora conservadora de los padres. Ms lejos an fue la lex Hortensia del 287 a. C, que en general es considerada como el cierre de la lucha entre los rdenes. Tras producirse alteraciones como consecuencia del endeudamiento de particulares, la lucha entre patricios y plebeyos pareci encenderse de nuevo con la misma virulencia de los viejos tiempos, pues la plebe recurri incluso a la medida extrema de
la secesin, como por dos veces aconteciera en el siglo V, segn cuenta la tradicin; pero, precisamente en este instante los jefes de la plebe y del patriciado hubieron de pasar por alto esa tensin del momento para llegar a un acuerdo general sobre las desavenencias del pasado (A. Heuss). Los acuerdos de la asamblea popular plebeya (plebiscita) adquirieron fuerza de ley sin el consentimiento del senado. Que tal reforma llegase a ser posible, pese a que con ella pudo haberse producido el colapso del estado, era buena prueba de lo muy avanzados que estaban la compenetracin y el entendimiento entre los rdenes: la base de esta reforma se hallaba a todas luces en el convencimiento de que en el senado y en la asamblea popular estaban bsicamente representados los mismos intereses, ya que los lderes del pueblo y de la asamblea eran ahora a un tiempo representantes y miembros rectores de una aristocracia senatorial de nueva formacin. El triunfo de los plebeyos, as pues, estaba conseguido. Comportaba ste la superacin de las barreras estamentales entre patricios y plebeyos, sin dar paso por ello a una sociedad igualitaria; antes bien, lo que aqul hizo fue crear los supuestos para una nueva diferenciacin social. Los plebeyos deban la victoria a su tenacidad en la lucha estamental y a su poltica coherente de alianza entreoos miembros ricos y pobres del pueblo; tambin a la actitud de compromiso por parte de la nobleza, o cuando menos de amplios crculos de ella, dada la presin de la situacin poltica exterior de Roma; y finalmente, al comn inters de todos los grupos de vencer los problemas sociales mediante el expediente de la expansin. Las implicaciones histrico-sociales de la expansin romana no quedarn nunca suficientemente valoradas: la reforma del sistema social romano por va legislativa no slo coincidi cronolgicamente con la extensin del dominio de Roma por Italia, sino que adems estuvo orgnicamente unida a dicho proceso. Las negativas consecuencias de la derrota contra los galos en el ao 387 a. C. pudieron ser pronto remontadas por el estado romano. Despus de diversas luchas con los vecinos y tras la consolidacin de la posicin romana en el Lacio y su entorno por obra de la diplomacia, una gran ofensiva dio comienzo pasada la mitad del siglo IV a. C, ofensiva que, tras duras guerras contra las tribus montaosas unidas en la liga samnita (hasta el 290 a. C.) y tras los determinantes xitos frente a galos y etruscos (285 a.C), condujo al sometimiento de
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la Italia central y, despus de la guerra contra Tarento y el rey epirota Pirro (282-270 a.C), al de la Italia meridional. Las causas de esta guerra de conquista no residan en una suerte de impulso irracional de los romanos a la expansin, sino en la necesidad de resolver los problemas internos de su sociedad a base de extender su esfera de dominacin. Por lo dems, tambin la presin de los samnitas y sus aliados del interior montaoso italiano hacia la regin costera, y en parte muy feraz, situada entre Roma y Npoles, hecho que iba en contra de los intereses romanos, tena parecidas razones: las consecuencias de la superpoblacin fueron an ms catastrficas para estos pueblos de pastores que para el estado agrrio romano34. Asimismo, los asombrosos xitos de la poltica exterior de la Repblica en tan poco tiempo resultan slo plenamente explicables si los situamos en su debido contexto histrico-social: no eran stos nicamente imputables a las cualidades militares y diplomticas de los generales y polticos romanos, sino tambin a la superioridad de la sociedad romana sobre el orden social de la mayora de los pueblos y tribus de Italia. Contrariamente a las atrasadas tribus montaosas de la Italia central, el ejrcito romano poda apoyarse siempre, aparte de la propia Roma, en centros urbanos que funcionaban como reserva de tropas y armamento; se trataba, desde la fundacin de la colonia de Ostia hacia mediados del siglo IV a. C, de todo un rosario de colonias de ciudadanos, tales como Antium, Terracina, Minturnae, Sinuessa, Castrum Novum, Sena Gallicia (fundadas todas del 338 al 283), emplazadas a lo largo de las costas itlicas; frente a los ejrcitos etruscos, compuestos por los nobles y sus vasallos armados, se alzaba una milicia de ciudadanos con una conciencia de s misma completamente diferente. A la vez, con la concesin del derecho de ciudadana, Roma abri a las distintas tribus y pueblos de Italia la posibilidad de entrar a formar parte de su sistema sociopoltico. A partir del momento en que Italia qued finalmente unificada bajo el dominio romano, hecho consumado en vsperas de la primera guerra pnica, la pennsula apenina qued constituida como una red de comunidades de diferente condicin jurdica bajo la soberana romana: junto a los aliados, titulares de una soberana nominal (socii), haba comunidades de ciudadanos a medias, con ciudadana romana, pero sin el derecho a participar en las elecciones de los magistrados romanos (civitates sine suffragio); otras
comunidades constituidas por una poblacin local con ciudadana romana y autonoma municipal (municipia), y, finalmente, las colonias romanas (coloniae civium Romanorum). La concesin tan generosa del derecho de ciudadana romana en sus diferentes modalidades no slo fue una jugada diplomtica, tambin sent las bases para el acrecentamiento del manpower (potencial humano) romano y, con ello, para la unificacin de la pennsula en un mismo marco estatal35. Merced a la legislacin reformadora y como consecuencia de la extensin del dominio romano en Italia tuvo lugar un profundo cambio en la estructura de la sociedad romana, aproximadamente en los cinco aos que transcurren desde las leyes licinio-sextias hasta el estallido de la segunda guerra pnica. Las reformas promovieron una nueva forma de diferenciacin social Los vnculos gentilicios, que haban servido de base a las estructuras arcaicas, fueron an mantenidos durante siglos por el siempre vivo sistema de clientelas y por los cultos privados, teniendo su gran influencia en las relaciones entre los particulares y los grupos, pero dejaron ya de funcionar como principio determinante de divisin de la sociedad. El origen patricio que evidentemente retuvo su significacin social durante toda la historia de Roma, no era ya desde haca tiempo el criterio decisivo a la hora de establecer la posicin rectora del individuo dentro de la sociedad. La posicin especial de la nobleza de sangre patricia fue preservada institucionalmente en la titulacin y la indumentaria, as como en la reserva de unos cuantos cargos sacerdotales, pero la diferenciacin entre patricios y no patricios dej de ser el fundamento del orden social. El sistema simple de los dos rdenes de patres y plebs se vio sustituido por un nuevo modelo de sociedad. La nueva capa alta se compona, de los descendientes, de la vieja nobleza de sangre y de las familias plebeyas dirigentes, unidos entre s mediante estrechos lazos familiares. Los componentes de este estrato superior deban su posicin rectora a sus funciones de mando, que ejercan como magistrados y miembros del senado y ello gracias a su propiedad y fortuna, que les posibilitaban precisamente el revestimiento de tales funciones de mando, con el consiguiente prestigio personal que tocaba a cada uno de ellos. Por debajo de esta capa alta, que se divida en una cspide rectora de ex-magistrados patricios y plebeyos y en un grupo ms extenso de senadores corrientes, ya no se
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extenda una masa poco diferenciada de gentes ms pobres o totalmente pobres, sino diferentes capas de poblacin articuladas en funcin de la cuanta y naturaleza de su patrimonio: haba campesinos ricos, que obtuvieron tierras en los territorios conquistados, pequeos artesanos y mercaderes, agricultores modestos y jornaleros con mayor dependencia de los grandes hacendados como clientes suyos, por ejemplo, tambin libertos, desempeando predominantemente profesiones urbanas, y esclavos, que ya no se incorporaban automticamente, como antes, al crculo patriarcal de la familia. Este modelo entraaba la disolucin de la estructura social arcaica e implicaba tambin que las tensiones del nuevo orden social no podan circunscribirse ya al simple conflicto entre nobleza y pueblo, y ello menos an desde el momento en que los elementos de conflicto los econmicos, en parte, y los polticos, prcticamente del todo haban quedado orillados. Pese a la persistente oposicin entre pobres y ricos, pudo comenzar una pausa de relativa calma, en la que paulatinamente iran madurando nuevos y graves conflictos. Tambin fueron evidentes las consecuencias de las guerras de conquista para la sociedad romana. El comn inters en la expansin oblig a los grupos sociales enfrentados a llegar a un compromiso, y los resultados de aqulla hicieron posible la solucin de los problemas sociales a costa de terceros, esto es, pudieron atenuar las tensiones sociales e hicieron innecesario un cambio violento del sistema de poder, que amenazaba con serlo antes de la promulgacin de las leyes licinio-sextias. Los desposedos de tierras obtuvieron un patrimonio en bienes races en las reas conquistadas, en los alrededores de Roma y en el territorio de las colonias romanas y latinas de reciente fundacin. Al mismo tiempo, el modelo de sociedad romano, concentrado hasta ahora en Roma y sus aledaos, trascendi el marco de la ciudad-estado por obra de la expansin, la colonizacin y la concesin del derecho de ciudadana, y fue trasplantado a un sistema estatal en el que coexistan muchos otros centros urbanos con territorios propios; paralelamente, este nuevo estado vio incorporar a s sistemas locales de sociedad muy variopintos, como poleis griegas en el sur, florecientes centros agrcolas en Campania pueblos de pastores y ganaderos en las montaas y comunidades urbanas con sus peculiares estructuras en Etruria.
El orden social romano en el siglo III a. C. El desenlace de la lucha entre los rdenes y la extensin del poder de la ciudad del Tber a la pennsula itlica determinaron claramente el camino que la sociedad romana seguira en su evolucin posterior. Tres fueron los factores condicionantes de la divisin de la sociedad romana y de las mutuas relaciones entre sus distintas capas derivadas del cambio que advino en la historia de Roma durante el siglo transcurrido entre las leyes licinio-sextias y la primera guerra pnica. Tanto el desarrollo interno del cuerpo cvico romano como la victoriosa expansin condujeron a que en la estructura econmica del estado romano, y, por consiguiente, tambin en su estructura social, se introdujese una diferenciacin ms pronunciada que antes. Adems, como consecuencia de la expansin el orden social de Roma en esta centuria dej de descansar sobre el vecindario numricamente insignificante de una sola comunidad urbana, para imponerse a una poblacin cifrada en varios millones y reunir as a grupos sociales en principio muy heterogneos. Finalmente, fue inevitable que los distintos grupos sociales quedasen aglutinados en un orden social aristocrtico: el triunfo poltico de los dirigentes plebeyos no haba acarreado la democratizacin del ordenamiento de la sociedad, como en Atenas a partir de Clstenes, sino la formacin de una nueva nobleza con un poder ms firme. Dados estos presupuestos, la Roma del siglo III a. C. vio cristalizar un sistema social aristocrtico peculiar, cuya evolucin no hizo sino acelerarse con la victoria romana en la primera guerra pnica (264-241) y que slo a raz de las transformaciones acaecidas durante la segunda guerra pnica (218-201) tom en parte un rumbo nuevo36. Considerada desde la perspectiva de su estructura econmica, Roma era todava en el siglo IV a. C. un estado agrario, en el que la inmensa mayora de la poblacin viva del cultivo de la tierra y del pastoreo y en el cual la propiedad del suelo constitua la fuente prin cipal y al mismo tiempo el distintivo ms importante de riqueza. Artesana y comercio tenan slo un papel limitado; en el comercio eran an empleados medios de trueque arcaicos (ganado, adems de barras y planchas de cobre bruto valoradas a peso), en lugar de dinero acuado; artesanos y mercaderes slo podan constituir un grupo proporcionalmente reducido en el seno de
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la plebe. La importancia primaria de la produccin agraria es una constante mantenida a lo largo de toda la Antigedad e incluso hasta la revolucin industrial de la poca moderna. Empero, para el desarrollo romano tuvo ciertamente una gran relevancia el que la artesana, el comercio y tambin la economa monetaria conquistasen un rango considerable en la economa y condujesen al fortalecimiento de los grupos sociales activos en estos sectores. Esta diversificacin de la vida econmica se vio particularmente acelerada por el hecho de que Roma se convirti asimismo en un poder naval a raz de sus enormes esfuerzos en tal sentido durante la primera guerra pnica, circunstancia que, aadida a la conquista de Sicilia en el 241 a. C. y a las de Cerdea y Crcega en el 237 a. C, y ms an, con la organizacin de estas islas en el 227 a. C. como las primeras provincias romanas en el Mediterrneo occidental, activ de forma inevitable su expansin econmica. El signo ms claro de ese cambio en la estructura de la economa romana fue la introduccin de la acuacin regular de moneda ya en el 269 a. C, en vsperas de la primera guerra pnica. Esto tuvo igualmente consecuencias para el establecimiento del criterio de valoracin segn el cual sera definida la posicin social del individuo: la adscripcin de los ciudadanos a cada una de las clases de censo, fijadas en su da en la llamada constitucin serviana, pudo ser regulada de acuerdo con una calificacin econmica que expresaba en sumas monetarias la cuanta de la fortuna mnima para cada una de las clases37. Inevitable fue tambin una ms acusada diversificacin de la sociedad romana como consecuencia del hecho de que su ordenamiento social en el siglo III a. C. descansaba ya sobre el conjunto de la poblacin de la pennsula itlica; la poblacin era muy heterognea, tanto tnica como social y culturalmente, y ya slo por sus efectivos numricos exclua toda posibilidad de divisin propia de un orden social simple y arcaico. Segn las listas del censo correspondientes al siglo III a. C, cuyos datos podran indicarnos al menos la cuanta aproximada de los cives Romani, el nmero de los ciudadanos romanos adultos ascenda en el ao 276 a. C. a 271.224 y en el 265 haba crecido a 292.234; tras un retroceso demogrfico debido a las prdidas ocasionadas por la primera guerra pnica, con al parecer slo 241.712 ciudadanos en el ao 247, las cifras del cuerpo cvico debieron recuperarse otra vez, hasta llegar a los 270.713 en el 234 (Liv., Epit. 14-20).
Atenindonos a los datos recogidos por Polibio (2, 24,3 s.) sobre la poblacin de Italia movilizable para la guerra en el 225 a.C, cabra evaluar, segn P. A. Brunt, en unos 3.000.000 el nmero total de habitantes libres de la pennsula (excluida la Italia superior), a los que habra que aadir todava 2.000.000 de esclavos38. Aun cuando esta valoracin es slo aproximada y, al menos en lo que se refiere a los no libres, parte ciertamente de una cifra alta en exceso, nos hace patente en cualquier caso que la sociedad romana del siglo III a.C. tuvo que proseguir su desarrollo en condiciones muy diferentes, condiciones en las que el modelo social primitivo y simple de nobleza-pueblo sera inconcebible. Esta poblacin diversificada se vio aglutinada en un orden social aristocrtico. Si en Roma surgieron de la lucha entre los rdenes una nueva aristocracia y un ordenamiento social dominado por sta, y si el dominio de la nobleza sobre el estado no fue sustituido por un sistema democrtico de sociedad, ello no fue en absoluto debido simplemente al talante conservador del cuerpo cvico romano, compuesto en gran medida por propietarios rurales y campesinos; dicha evolucin se derivaba de la naturaleza del enfrentamiento entre patricios y plebeyos. La victoria poltica de la plebe no haba sido otra cosa que el triunfo de aquellos grupos plebeyos dirigentes que ya desde el siglo V a. C. aspiraban a verse integrados en la capa rectora y que nunca se haban empeado en echar abajo el dominio de la nobleza, sino en participar en l. Al igualarse en derechos con los patricios en el lapso de tiempo entre la legislacin licinio-sextia y la ley Hortensia, los objetivos polticos de estos grupos fueron definitivamente alcanzados; una organizacin de la sociedad en la que tambin las masas inferiores del campesinado debieran recibir poderes ilimitados, nunca entr en los planes polticos de los dirigentes plebeyos. Paralelamente, en cambio, para la gran masa de plebeyos pobres la equiparacin poltica haba constituido una meta de su lucha slo en la medida en que por esta va crea ver cumplida su ms importante demanda, a saber, la de participar equitativamente en el disfrute de la tierra estatal; una vez que con las leyes licinio-sextias y la conquista de Italia fue provista de tierras, sus problemas se consideraron ampliamente resueltos. Por otra parte, el sistema clientelar no slo permaneci intacto tras la constitucin de una nueva capa superior, sino que an cobr nueva vida merced a los lazos anudados entre grupos inferiores de la poblacin y las familias
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plebeyas encumbradas; en el marco de este sistema, que garantizaba siempre a las familias ricas y poderosas una especial influencia y una base de apoyo gracias a las relaciones personales con sus partidas de clientes, era imposible que cuajase una democratizacin como en Atenas. Por consiguiente, tambin la sociedad romana del siglo III al igual que la de toda su historia posterior sigui estando encuadrada en un orden aristocrtico. Dadas estas condiciones, la estructura de la sociedad romana del siglo III a. C. qued marcada por una estratificacin diferente a la de antes y consecuentemente tambin por unas nuevas relaciones entre cada uno de sus estratos. La divisin de la sociedad descansaba en un complicado juego de criterios de valoracin, en el que influan los privilegios de sangre (descendencia), aunque tambin la capacidad personal, la propiedad fundiaria y el dinero, el ascendiente poltico por pertenecer al senado y ms concretamente por tener acceso a las magistraturas, amn del status jurdico del individuo en funcin del disfrute o no del derecho de ciudadana y de libertad Personal, la actividad en la produccin agraria o en otros sectores de la economa, y finalmente tenan tambin un papel que jugar las relaciones que cada una de las comunidades itlicas mantena con Roma. En correspondencia con este sistema de divisin haba una serie de estratos sociales que iban desde la aristocracia senatorial hasta los esclavos y que en absoluto eran homogneos en s mismos. Aunque la plebe como institucin fue preservada oficialmente, slo la aristocracia senatorial recin formada, con sus privilegios y su elevado concepto de s misma, posea algunos de los caracteres de un estamento, aunque ciertamente sin cerrarse a los escalones inferiores; pero, paralelamente a esto, se haban sentado ya las bases para que cristalizase una lite no slo interesada en la posesin de tierras, sino tambin, y cada vez ms, en el enriquecimiento a travs de la industria, el comercio y la economa monetaria. Las tensiones sociales entre las distintas capas se situaban en zonas distintas a las de antes: en lugar del conflicto entre patricios y plebeyos se desarrollaron ahora nuevas contradicciones sociales, as entre el estrato dominante y los grupos proletarios que se iban formando sin cesar en la ciudad de Roma, entre los romanos y sus aliados frecuentemente sometidos, entre amos y esclavos. Estas contradicciones, sin embargo, difcilmente podan conducir a
serios conflictos internos, ya que o bien se resolvan por medios pacficos, o bien eran controladas por el frreo poder de quienes imperaban en Roma. El poder poltico de esta capa dominante era en suma el factor ms importante que aglutinaba a los diversos grupos de la sociedad, hecho en buena parte explicable si tenemos en cuenta que aqulla tena en las masas de campesinos provistos de tierras a un seguro aliado, como se pondra perfectamente de manifiesto durante las guerras contra Cartago. Hasta qu punto segua conservando su carcter aristocrtico la sociedad romana aun despus de la terminacin de la lucha entre los rdenes, lo prueba mejor que nada el hecho de que la nobleza dominante senatorial comprenda solamente una minscula parte del cuerpo ciudadano: el nmero de los senadores, y por tanto el de los miembros adultos de la aristocracia senatorial, ascenda por lo general a unos 300 solamente. Pero incluso en el seno de esta aristocracia haba un grupo de cabeza numricamente an ms reducido, la nobilitas, que gozaba del mximo prestigio, de una influencia poltica determinante, y que se saba con gran orgullo detentadora de esa posicin dirigente; se tenan por viri nobiles sin que el concepto como tal se hubiera an formalizado a los senadores dirigentes, que eran por lo general los titulares del consulado, el cargo supremo del estado, junto con sus descendientes. En el transcurso del siglo III a. C. estas personas integraban alrededor de unas 20 familias nobles patricias y plebeyas, amn de unos cuantos individuos de elevacin reciente, quienes a su vez introducan a otras familias en el crculo de la alta nobleza. Las familias ms viejas, aquellas que contrariamente a muchos linajes patricios extinguidos en el siglo IV a. C. todava desempearon por mucho tiempo un importante papel en la historia de Roma, eran los Fabii, de siempre la estirpe de ms abolengo entre la nobleza romana, los Aemilii y Cornelii, adems de los Claudii y Valerii, de origen sabino. Un representante tpico de este crculo en tiempos de la segunda guerra pnica era Quinto Fabio Mximo Verrucoso, el Cunctator, censor, cinco veces cnsul, dos veces dictador, perfectamente consciente del abolengo y tradicin de su linaje, cuyo origen haca l remontar a Hrcules, pero al mismo tiempo hombre no carente de sensibilidad frente a las nuevas corrientes espirituales (Prut., Fabius 1,1 s.).
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Junto a estos linajes patricios haba asimismo otros plebeyos que a partir de las leyes licinio-sextias venan suministrando tambin cnsules. En la segunda mitad del siglo IV a. C. estaban ya en condiciones de poner en juego hombres del mayor relieve en el estado romano, como un Quinto Publilio Filn, cuatro veces cnsul y padre espiritual de la lex Publilia. Tambin en el siglo III muchos de ellos entraron en la historia, como Marco Atilio Rgulo, el dos veces cnsul y general en la primera guerra pnica. Una tajante separacin entre familias patricias y plebeyas no la volvi a haber ya ms; determinadas familias rectoras, como, por ejemplo, los Veturii, contaban tanto con una rama patricia como con otra plebeya, mientras que la mayora de las grandes casas estaban emparentadas entre s, caso, v. gr., de los Fabios con diversas familias plebeyas. Al mismo tiempo, a partir de los ltimos decenios del siglo IV a. C. tambin las primeras familias de las distintas ciudades romanas y latinas de Italia fueron aceptadas en la nobleza senatorial de Roma, como los Plautii de Tibur, los Mamilii, Fulvii y Coruncanii de Tusculum, los Atilii de Cales, los Otacilii de Beneventum o los Ogulnii de Etruria; las capas superiores de las comunidades aliadas mantenan a su vez estrechas relaciones con la aristocracia romana, caso de los nobles de Capua emparentados con los romanos (Liv. 23,4,7)39. La aristocracia senatorial, con la nobilitas como su lite rectora, se hallaba separada de las restantes capas de la sociedad romana por sus privilegios, actividades, posesiones y fortuna, su prestigio y su conciencia de grupo. Con ello evidenciaba al menos ciertos principios de constitucin estamental, si bien no reivindicando todava exclusivismo alguno. Dejaba la posibilidad abierta a que los descendientes ms capaces de las familias no senatoriales fuesen admitidos en su crculo, los cuales tenan tambin la oportunidad de alcanzar como hombres nuevos incluso el cargo ms elevado del estado, el consulado. Un homo novus as era Cayo Flaminio, que entre las dos guerras pnicas impuso nuevas medidas en beneficio del campesinado y que por sus concepciones polticas y religiosas entr a menudo en conflicto con sus iguales de orden. Pero la mayora de la aristocracia se compona de los descendientes de aquellas familias senatoriales que en la segunda mitad del siglo IV a. C, o bien podan jactarse ya de un largo pasado, o bien pudieron constituirse entonces en el marco de la integracin de los plebeyos dirigentes en la nobleza; por su parte, los pocos homines novi adoptaban por lo general con
toda rapidez y seriedad las concepciones conservadoras de esa nobleza. Marco Porcio Catn (234-149), hijo de un caballero de Tusculum, quasi exemplar ad industriam virtutemque, era, segn Cicern (De re p. 1,1), el mejor ejemplo de ello. La posicin rectora de la aristocracia en la sociedad era consecuencia de su papel determinante en la vida poltica: eran ellos quienes suministraban los magistrados40, de ellos se compona el senado y con su influencia, sobre todo mediante sus clientes, dominaban la asamblea popular. La forma establecida de revestir los cargos pblicos, que se tradujo en la constitucin de una carrera poltico-administrativa reglamentada desde los puestos inferiores hasta la censura y el consulado (cursus honorum), hizo que el acceso a las magistraturas se convirtiese en un privilegio de la nobleza: nicamente sus integrantes disponan de la riqueza necesaria para presentarse a un cargo con el aparato de propaganda electoral requerido en tales casos; disponan de masas de clientes, con cuyos votos podan contar en las elecciones; slo ellos eran econmicamente tan independientes como para permitirse el lujo de revestir cargos no retribuidos y con ciertas obligaciones financieras; y, sobre todo, slo ellos, criados e instruidos en las tradiciones de las familias dirigentes, posean la adecuada formacin poltica. Dada su experiencia adquirida en el ejercicio de las magistraturas, constituan luego en el senado el crculo de polticos profesionales ms competente a la hora de tomar las decisiones importantes. Estos hombres disfrutaban, por consiguiente, de un gran prestigio y podan influir en la opinin pblica de amplias capas de la ciudadana. El dominio de la aristocracia qued institucionalmente asegurado frente a las masas populares y, en particular, frente a la asamblea popular. Es cierto que Polibio, un ferviente admirador de la constitucin de la repblica romana, opinaba que la fuerza de los romanos resida en una saludable combinacin de formas de poder monrquico, aristocrtico y democrtico en un sistema de magistraturas, senado y asamblea popular (6, 11,11 s.), pero en realidad era la aristocracia la que dominaba en Roma. Slo los magistrados, esto es, los miembros de la nobleza, podan convocar a la asamblea popular, y nicamente a stos corresponda asimismo el derecho de presentar en ella cualquier propuesta. Por otra parte, los comicios populares no eran demasiado concurridos, ya que los ciudadanos que vivan lejos de Roma slo
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ocasionalmente se acercaban a la urbe; la celebracin de las asambleas en los das de mercado, en los que verdaderas masas de la poblacin campesina afluan a Roma, qued prohibida en inters de la nobleza. Paralelamente, todas las formas de los comicios populares aparecidas hasta ahora fueron conservadas, y, puesto que los votos eran emitidos por centurias y por tribus, todas las posibilidades de manipulacin que caban en el ordenamiento centuriado y tribal fueron utilizadas en adelante en perjuicio de las masas, ya que las fuerzas numricas y la composicin de cada una de las tribus y centurias no estaban representadas justa y proporcionalmente en el momento de las votaciones. Adems, cualquiera de los diez tribunos de la plebe ahora existentes, que como todos los magistrados pertenecan a la nobleza, poda bloquear con su veto cualquier acto oficial lesivo a los intereses de la aristocracia. Finalmente, era de gran importancia el hecho de que grandes masas de la poblacin estuviesen ligadas a las familias nobles en virtud de pactos de patronato y clientela, y ciertamente no slo sus parientes pobres, los vecinos o libertos, sino tambin ltimamente comunidades enteras de la pennsula itlica41. Evidentemente, en este sistema era tambin importante el que la aristocracia controlase a sus propios grupos para impedir que los linajes nobiliares particulares lograsen apoyndose en sus partidarios y clientes una posicin de poder de tipo monrquico semejante, v. gr., a la de Grecia con la tirana: tal cosa, al margen ya de la limitacin del poder de los magistrados en virtud del principio de la anualidad y colegialidad, era posible por el hecho de que los distintos linajes nobiliares, que a menudo perseguan objetivos polticos contrapuestos, mantenan en equilibrio la balanza y tampoco estaban siempre del todo unidos internamente42. Sin embargo, no eran slo el poder poltico y las manipulaciones en favor de la nobleza senatorial, lo que haca posible que la sociedad romana se mantuviese aglutinada por el dominio de la aristocracia. La nobleza senatorial con sus tradiciones imprima su sello en la conciencia de identidad del pueblo romano, inculcando al menos a las capas libres del cuerpo ciudadano la idea de que el estado era sostenido por la sociedad entera la res publica como una res populi (Cic, De re p. 1,39). La base espiritual de esta idea del estado era la religin. Polibio lo pondra bien claramente de relieve: Pero la diferencia positiva mayor que tiene la constitucin romana es,
a mi juicio, la de las convicciones religiosas. Y me parece tambin que ha sostenido a Roma una cosa que entre los dems pueblos ha sido objeto de mofa: un temor casi supersticioso a los dioses. Entre los romanos este elemento est presente hasta tal punto y con tanto dramatismo, en la vida privada y en los asuntos pblicos de la ciudad, que es ya imposible ir ms all (6, 56,6 s.). Pero era la aristocracia la que decida qu constitua el contenido de esa religio, de la correcta relacin con los dioses: sus miembros suministraban los sacerdotes del estado, que estaban llamados a escrutar los deseos de la divinidad y a fijar los preceptos religiosos. Las pautas de comportamiento de los individuos en la sociedad inspiradas en esa religiosidad se basaban asimismo en la tradicin de las familias nobiliares. La medida de la correccin en el pensar y en el obrar no era otra cosa que el mos maiorum, el modo de conducirse los antepasados, puesto de manifiesto en todas sus gestas; la memoria colectiva de esos hechos y su imitacin eran la garanta de continuidad de la idea del estado. Moribus antiquis res stat Romana virisque, escriba el poeta Ennio (en Cic, De re p. 5,1), un contemporneo ms viejo que Polibio, y este ltimo lo formulaba con no menos claridad: As se renueva siempre la fama de los hombres ptimos por su valor, se inmortaliza la de los que realizaron nobles hazaas, el pueblo no la olvida y se transmite a las generaciones futuras la gloria de los bienhechores de la patria. Y lo que es ms importante, esto empuja a los jvenes a soportar cualquier cosa en el servicio del estado para alcanzar la fama que obtienen los hombres valerosos (6, 54,2-3). Mas tambin el modo de actuar reflejado en tales hechos no era otro que el modo de pensar y actuar de los senadores: los hombres que haban realizado los hechos gloriosos del pasado, polticos, generales y sacerdotes, eran sus mayores, y su gloria aseguraba tambin el prestigio de sus descendientes. La posicin rectora aqu descrita de la nobleza senatorial habra sido inconcebible sin la base econmica en que reposaba el predominio de la aristocracia. Esta base era como siempre la propiedad de la tierra: aun cuando por las leyes licinio-sextias qued abolida la constitucin de grandes fincas, la nobleza senatorial representaba todava la capa de los grandes propietarios ms ricos dentro de la sociedad romana. La extensin de la dominacin romana a Italia y, sobre todo, la expansin romana en la cuenca occidental del Mediterrneo a
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partir de la primera guerra pnica haban abierto a los senadores la atrayente posibilidad de extraer ganancias hasta ahora desconocidas del comercio, la actividad empresarial y la economa monetaria, y sin duda hubo tambin grupos senatoriales influyentes que estaban dispuestos a seguir ese camino, el cual habra podido conducir a una completa alteracin de la estructura econmica y social romana. En el ao 218, sin embargo, una lex Claudia, a la que entre los senadores al parecer slo prest su apoyo la voz discrepante de Cayo Flaminio (Liv. 21, 63,3 s.), fren este proceso: a los senadores y a sus descendientes les fue vedado poseer barcos mercantes con capacidad para ms de 300 nforas, pues sta pareca suficiente para el transporte de sus productos agrarios; la supuesta justificacin de la ley sera la de que el negocio se tena por algo indigno de los senadores romanos (quaestus omnis patribus indecorus visus). Ahora bien, resulta a todas luces inconcebible que una asamblea popular romana hubiese podido imponer una resolucin tan absolutamente en contra de los intereses de la nobleza dominante. Antes bien, debieron de ser los propios crculos decisorios de la nobleza los que vieron que la garanta de continuidad de la forma de dominacin aristocrtica estaba en que la capa rectora continuase siendo como siempre una nobleza de la tierra: un estrato superior as configurado tena menos necesidad de arriesgar econmicamente, mantena intactos los lazos que la poblacin campesina haba anudado con los detentadores del poder y estaba menos expuesta a las influencias externas que una capa dirigente que se hubiese compuesto de mercaderes y hombres de negocios (cf. Cato, Agr. praef. 1 s.). En cualquier caso, el nmero de los comerciantes y artesanos, as como la importancia social de tales grupos de la sociedad romana, se acrecentaron a lo largo del siglo III, si bien en lo tocante a su prestigio social, como suceder siempre en la historia romana, stos quedaron muy por debajo de la aristocracia senatorial. Las guerras contra Cartago aceleraron considerablemente la consolidacin de un amplio estrato de artesanos y hombres de comercio. Como Polibio nos informa, Roma no posea todava a comienzos de la primera guerra pnica absolutamente ningn barco de guerra, y fue a partir de ese momento que foment por primera vez el trabajo artesanal necesario para la construccin naval (1, 20,10 s.); en el ao 255 a. C. consegua tener listos en tres meses 220 barcos (1, 38,6), lo que slo era posible con la existencia de una capa
especializada de artesanos (en parte de origen extranjero) numricamente elevada. Por otra parte, en esta guerra se desplazaron tambin a frica artesanos itlicos en apoyo de las tropas romanas (Polib. 1, 83,7 s.), y poco despus de la primera guerra pnica comerciantes itlicos reaparecan bajo la proteccin de Roma tambin en el Adritico (ibid. 2,8,1 s.). En la segunda guerra pnica mercaderes romanos acompaaron a las tropas no slo para su aprovisionamiento, sino tambin para comprarles el botn de guerra (Polib. 14,7, 2 s.) y hacer as grandes ganancias. Por aquel entonces haba ya en Roma ricos empresarios que podan acudir en ayuda del estado con grandes crditos para el armamento y las obras de construccin (Liv. 23,49, 1 s. y 24, 18,10). Se abri as paso a un proceso de desarrollo que en el siglo II a. C. condujo al nacimiento de una capa social muy importante de empresarios acaudalados, hombres de comercio y banqueros, y que de esta forma contribuy al nacimiento del orden ecuestre43. La gran mayora de la sociedad romana se compona de campesinos, cuya divisin social inclua desde los propietarios acaudalados en las proximidades de las nuevas colonias romanas y latinas hasta los trabajadores agrcolas y clientes bajo una fuerte dependencia personal de la nobleza. Gracias a la prosecucin de la colonizacin romana tambin en tiempos de las guerras pnicas, los ms pobres de ellos y las masas proletarias de la ciudad de Roma pudieron ser provistas en su mayor parte de campos de cultivo. Este desarrollo fortaleci sobremanera a las capas altas y medias del campesinado, fuertemente marcadas ya por la primera colonizacin, y que constituan los apoyos ms importantes de aquel sistema social y poltico dominado por la aristocracia; ellas garantizaban la dominacin romana en las regiones conquistadas y jugaban el papel decisivo en el ejrcito romano. En correspondencia con esto la nobleza les hara algunas concesiones polticas y militares, a fin de asegurar su comunidad de intereses. La aparicin en el ao 241 a. C. de las ltimas tribus romanas de nueva creacin44 provoc un fortalecimiento numrico y un afianzamiento econmico adicional de estos estratos campesinos, semejantes a los procurados por la fundacin de nuevas colonias, en particular la colonizacin del ager Galhcus en los alrededores de Sena Gallica, llevada adelante en el 232 a.C. por Cayo Flaminio frente a la oposicin de los grupos conservadores de la nobleza45 (Polib. 2,21,7 s.; segn l, esta reforma era el primer
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resquebrajamiento en la estructura a su juicio equilibrada del sistema social romano). La consecuencia poltica del fortalecimiento econmico y social de estas capas campesinas fue la reforma de la asamblea popular en Roma en el 241 a.C. o poco ms tarde: el ordenamiento tribal y el centuriado se vieron entrelazados en un complicado sistema, y las modalidades de votacin quedaron de tal manera establecidas que el sufragio del campesinado rico consigui ms peso que antes. Sus victorias en la primera y en la segunda guerra pnica las deba Roma especialmente a este campesinado, aunque sus catastrficas prdidas humanas, sobre todo en la segunda contienda contra Cartago, tuvieron graves consecuencias para la evolucin ulterior de la sociedad romana. Considerado desde el punto de vista jurdico, el status de los libertos en la sociedad romana de tiempos de las guerras pnicas era ms decado que el de los campesinos libres, pero su nmero e importancia se incrementaron en Roma y en las restantes ciudades, como tambin en el campo. Las familias dirigentes de Roma, que gustaban de comparecer en la asamblea popular al frente de sus masas de seguidores para defender en ella sus intereses polticos, daban la libertad a gran nmero de esclavos; stos, vindose en posesin de la ciudadana romana en virtud de la manumisin, apoyaban en los comicios los objetivos polticos de sus patroni, a ms de serles de gran utilidad con sus prestaciones econmicas y personales. Aunque ya al parecer en el 357 a.C. fue fijado un impuesto del 5 por 100 del valor de un esclavo en la manumisin (Liv. 7, 16,7), el nmero de libertos ascendi marcadamente en el curso del siglo III a.C; la frecuencia de las liberaciones se puede calibrar si pensamos que hacia el ao 209 a. C. los ingresos del estado romano en tasas de manumisin ascendan a casi 4.000 libras de oro (Liv. 27, 10,11 s.)46. Tras la desintegracin del orden social arcaico la posicin ms baja en la sociedad romana hasta el Alto Imperio correspondi a los esclavos. La importancia de la esclavitud se acrecent en el curso de la evolucin econmica y social de Roma a partir del siglo IV a. C. Sobre todo en las fincas de los hacendados rurales, aunque tambin en las de los campesinos ms ricos, los esclavos podan ser empleados como fuerza de trabajo. Haba tambin ms posibilidades que antes de adquirir esclavos. Las formas arcaicas de obtencin de esclavos, tan
gravosas para la comunidad romana, fueron abolidas: la esclavizacin de los nios de ciudadanos libres no se hizo ya necesaria a partir del momento en que el campesinado fue provisto de tierras y la esclavitud por deudas qued oficialmente prohibida en el 326 a. C. En su lugar aument la importancia del comercio de esclavos con otros pueblos y estados, intercambio al que ya en el 348 a. C. el segundo tratado entre Roma y Cartago prestaba atencin, pues en l se prohiba vender como esclavos a los aliados de ambas partes contratantes en sus respectivas esferas de influencia (Polib. 3,24,6 s.). Pero, fueron sobre todo las continuas guerras, primero con los pueblos de Italia y luego con Cartago y sus aliados, las que posibilitaron a Roma aumentar sus existencias de esclavos a base de reducir a la esclavitud a los prisioneros de guerra. El ao 307 a. C. vio al parecer vender como esclavos de un solo golpe a unos 7.000 aliados de los samnitas (Liv. 9,42,8); en el 262 a. C. llegaron al mercado de esclavos ms de 25.000 habitantes de Agrigento y en el 254 a. C. 13.000 prisioneros hechos en Panormo (Diod. 23,9,11 y 18,5). En la segunda guerra pnica las esclavizaciones en masa fueron hechos habituales y dieron paso a aquella poca en la que la esclavitud alcanz la cota mxima de importancia. Pero con anterioridad a la segunda guerra pnica la sociedad romana se hallaba lejos todava de asentar fuertemente su produccin econmica sobre la base del trabajo esclavo; tambin entonces se mantenan an intactas en parte las formas patriarcales de esclavitud. Con frecuencia los esclavos de guerra no eran esclavizados, sino liberados a cambio de un rescate en dinero, como, por ejemplo, en el 254 a. C. la mayora de los habitantes de Panormo; incluso romanos ricos no disponan necesariamente en aquellos tiempos de masas de esclavos, como lo atestigua el caso del general Marco Atilio Rgulo, de quien se nos dice que slo tena a su disposicin a un esclavo y a un trabajador a sueldo (Val. Max. 4, 4,6). No es sino a partir de la poca de la segunda guerra pnica que aparecen noticias sobre el empleo en masa de esclavos en la economa, y as los vemos en la manufactura (Polib. 10,17,9 s.). En consonancia con esta importancia relativamente escasa de la esclavitud tampoco sobrevino en Roma ningn gran movimiento de esclavos durante el siglo III a.C. En el ao 259 a. C. parece efectivamente que 3.000 esclavos se juramentaron con 4.000 soldados aliados de la flota (navales socii) contra el estado romano; la accin de estos insurrectos, que eran
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probablemente en su mayora prisioneros de guerra de las regiones montaosas de la Italia central, privados haca poco tiempo de libertad, ha de entenderse ms bien como un movimiento de enemigos vencidos atpico en la estructura social de la Roma del entonces. De forma parecida habra quiz que enjuiciar una conjuracin de 25 esclavos en Roma durante el ao 217 a.C, a instigacin presuntamente de un agente cartagins; el escaso nmero de implicados nos muestra ya que este movimiento careca de importancia 47. Una accin tan temeraria por parte de los esclavos como la acaecida en Volsinii, aliada de Roma, habra sido aqu algo absolutamente inimaginable: la nobleza etrusca de aquella ciudad haba concedido la libertad a sus esclavos en el 280 a. C. y transferido a stos el poder, pero luego se sinti maltratada por sus nuevos seores y pidi ayuda a Roma, que slo en el 264 a.C. consigui restablecerla en sus antiguos derechos tras una sangrienta guerra48; una evolucin semejante de los acontecimientos estaba aqu descartada tanto por la fuerza del sistema militar romano como por la importancia relativamente escasa de la esclavitud. Ni los levantamientos de esclavos ni las agitaciones de las capas inferiores de la poblacin en la ciudad y en el campo constituan una amenaza para Roma en el siglo III a. C; al margen ya de los peligros de la poltica exterior, la cuestin decisiva era si las comunidades de Italia, muy numerosas y diversamente estructuradas, estaban dispuestas a la larga a aceptar la preponderancia de Roma y a integrarse tambin junto a los romanos en el cuadro de un orden social ms o menos unitario. Cuan difcil de alcanzar era la unidad de Italia, se puso de relieve en la defeccin de tantos aliados de Roma durante la segunda guerra pnica, incluyndose entre ellos hasta la ciudad de Capua, estrechamente unida a los linajes dirigentes romanos; incluso despus de esta conflagracin hicieron falta todava un largo desarrollo ulterior y un levantamiento de los itlicos contra Roma para que este problema pudiese ser definitivamente resuelto. Pero las posibilidades y vas que tena Roma de asegurar su dominio sobre Italia mediante la aglutinacin de las comunidades itlicas en un orden social ms o menos unitario, se haban perfilado ya mucho antes de la segunda guerra pnica: consistan aqullas en la admisin de las familias rectoras itlicas en la nobleza senatorial, en el cultivo de las relaciones polticas y sociales entre la aristocracia romana y la capa alta
de cada una de las comunidades, amn de en la formacin de un extendido estrato de campesinos animado de sentimientos prorromanos en amplias regiones de Italia merced a la colonizacin. Adems, el episodio de Volsinii pona claramente de manifiesto que el podero de Roma poda ser plenamente compatible con los intereses de la capa alta de las distintas colectividades etruscas o itlicas. En cualquier caso, la aristocracia romana era lo suficientemente fuerte en el siglo III a. C. como para mantener en cohesin tanto a las diferentes capas de la sociedad romana como tambin a Italia con toda su diversidad poltica, social y cultural, amn de que el estado romano dominado por ella emergi de sus dos confrontaciones con Cartago como gran potencia vencedora. Con la segunda guerra pnica y con la expansin romana subsiguiente en el Oriente, llevada adelante con vigor, dio comienzo para la sociedad romana una nueva poca, que conoci la configuracin de un nuevo modelo de sociedad y la aparicin de nuevas tensiones sociales. Pero ya durante el siglo III a. C. se prefigur la direccin en la que haba de producirse el cambio: la mayora de los procesos de desarrollo histrico-social de la Repblica tarda, a saber, la transformacin de la nobilitas en una oligarqua, la constitucin de un estrato acaudalado de comerciantes, empresarios y banqueros, la decadencia del campesinado itlico, el empleo de las masas de esclavos en la produccin econmica, la integracin, cargada de reveses, de la poblacin itlica en el sistema social romano, estaban preparados por la historia de la sociedad romana de antes y de despus de la segunda guerra pnica.
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Condiciones y caracteres generales La segunda guerra pnica marca en la historia de Roma el comienzo de un proceso de transformacin que en poco tiempo produjo profundos cambios en la estructura del estado y de la sociedad. Roma se haba convertido en un imperio mundial, cuya estructura econmica y orden social quedaban sometidos a nuevas condiciones y bajo estas nuevas condiciones acusaban una complejidad hasta ahora desconocida. Al mismo tiempo, esta rpida mutacin coloc a la ciudad ante una crisis social y poltica que ya dos generaciones despus de la victoria sobre Anbal iba a provocar el estallido en la sociedad romana de gravsimos e insospechados conflictos. Las nuevas condiciones se originaban en parte de las repercusiones directas que tuvo para Italia la segunda guerra pnica, consistentes en la decadencia y proletarizacin del campesinado itlico, en la formacin de grandes fincas y en el paso a la utilizacin masiva de los esclavos en la produccin. Ya historiadores antiguos como Plutarco (Ti. Gracchus 8,1 s.) y Apiano (B. civ. 1,32 s.) describieron con gran claridad estas alteraciones, y A. J. Toynbee vea en las heridas que la segunda guerra pnica haba abierto en la economa y sociedad romanas la venganza final de Anbal por los triunfos de la expansin romana49. Pero, para el desarrollo econmico y social de la Repblica tarda fueron asimismo de la mayor trascendencia las consecuencias de la propia expansin. En los apenas cien aos que transcurren desde el estallido de la segunda guerra pnica hasta el brote de los conflictos sociales en la dcada de los treinta del siglo II a. C, Roma se convirti en la potencia dominante del Mediterrneo, a la vez que en un imperio mundial50. Sus ejrcitos acabaron con dos primeras
potencias de antao, Macedonia (en la tercera guerra macednica, 171-168) y Cartago (en la tercera guerra pnica, 149-146); debilitaron y humillaron al reino selucida; sometieron a la mayor parte de la Pennsula ibrica y ocuparon Grecia (146). Los territorios conquistados fueron incorporados al estado romano como provincias: la Hispania citerior y la ulterior en el 197, Macedonia en el 148, frica en 146 y Asia en el 133 a. C. Las consecuencias de todo ello demostraron ser enormes. El joven imperio englobaba inmensos territorios con una capacidad de produccin agraria altamente desarrollada, que posibilitaban la importacin de artculos de primera necesidad a Italia y que aqu, por ejemplo, hacan en gran medida superfluo el cultivo de cereales; posea recursos casi inagotables de materias primas, que, como las minas de plata en Hispania, eran explotadas en su directo beneficio; dispona ahora de cantidades ilimitadas de fuerza de trabajo ms barata, concretamente, esos millones de prisioneros de guerra esclavizados y de provinciales carentes de derechos; tena para sus productos manufacturados un extenso nmero de mercados, libres de toda concurrencia; en fin, ofreca a los particulares y a los grupos inmensas posibilidades para la inversin, la actividad empresarial y la economa monetaria. Todos estos nuevos factores en el desarrollo econmico conducan necesariamente tambin a una transformacin de la sociedad. De esta forma, desde la segunda guerra pnica y muy especialmente a partir del inicio de la activa poltica de expansin en el Mediterrneo oriental, el estado romano conoci la configuracin de un nuevo sistema social, cuyos rasgos esenciales se haran ya patentes a mediados del siglo II a.C.51. Por su gran complejidad este modelo era profundamente diferente al de la sociedad arcaica romana y se apartaba considerablemente tambin del paradigma social, relativamente simple an, que dominaba en la centuria anterior. La posicin social del individuo resultaba de la combinacin de distintos factores, como el origen, la formacin y la actuacin poltica, la posesin de bienes races, el dinero, la ambicin y la suerte en el aprovechamiento de la coyuntura econmica, la actividad en la produccin urbana o agraria, la situacin jurdica y la adscripcin tnica o, al menos, regional, a un grupo de poblacin. La estratificacin social era bastante diversificada. El pice de la sociedad apareca constituido por la aristocracia senatorial, con sus privilegios en la directiva
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poltica por razn de su origen y de una educacin y experiencia de gobierno acordes con su rango, y por razn tambin de la independencia econmica que daba la gran propiedad, aunque tambin los beneficios empresariales. Como una segunda lite se constituyeron los caballeros. Se trataba en su mayor parte, al igual que los senadores, de grandes propietarios ricos; otros eran empresarios, comerciantes y banqueros, a menudo de extraccin humilde, que no obstante invertan gustosamente su fortuna en la tierra. En las numerosas comunidades de Italia y las provincias exista la correspondiente capa alta local, compuesta principalmente copropietarios rurales, y que poda variar mucho de una regin o de una ciudad a otra en funcin de su situacin jurdica, cualificacin econmica y nivel cultural. En Italia haba gran nmero de campesinos que gozaban de la ciudadana romana si bien arrastraban una existencia precaria y muchos de ellos emigraban a las ciudades, especialmente a Roma. All dieron lugar a un amplio grupo de proletarios, que se vera an reforzado con las masas de libertos. Muy desfavorable era asimismo la situacin de esa aplastante mayora de socii itlicos y de poblacin provincial, tanto ms cuanto que stos ni siquiera disponan de la ciudadana romana, y sobre ellos pesaba la explotacin no slo de sus propios amos, sino tambin la del estado romano. Con todo, el lugar ms bajo en la escala social fue ocupado por las masas de esclavos, que no posean derechos personales y, sobre todo, que eran brutalmente explotados en el trabajo agrcola y en las minas. Debido a este acusado y vertiginoso proceso de diferenciacin de la sociedad pronto afloraron en su seno toda una serie de graves conflictos, en los cuales los diversos grupos sociales perjudicados y la capa dominante integraban frentes contrapuestos, aunque estos ltimos surgieron tambin entre las distintas facciones de la capa dirigente. Al mismo tiempo, el ya vuelto anacrnico rgimen poltico y la tradicin espiritual de la sociedad romana, tambin superada, se mostraron en este trance incapaces de aglutinar en un sistema equilibrado a los estratos y a los grupos enfrentados. En la mayora de los casos no era en absoluto posible resolver esta conflictividad pacficamente, y los pocos intentos que se hicieron para frenar esa evolucin o encauzarla por medio de reformas en otra direccin se vieron condenados al fracaso. La consecuencia inevitable de todo ello fue la crisis de la sociedad
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Estratos superiores Desde la segunda guerra pnica la aristocracia pudo cimentar con ms fuerza que antes su posicin dirigente. Los triunfos de Roma frente a Anbal y despus en Oriente fueron la mejor validacin de su poltica, al tiempo que los beneficios de la expansin redundaron, antes que nada, en su propio beneficio. Por otra parte, su renombre trascendi ms all del marco ciudadano y tambin allende las fronteras del estado romano: de todos era sabido que en el 168 a. C. un senador absolutamente seguro de s mismo haba forzado en Egipto al monarca selucida. Antoco IV, a plegarse a los deseos del senado romano en una escena realmente humillante ante su propio ejrcito (Liv. 45,12,1 s.); o con qu nfasis un ao despus el rey de Bitinia, Prusias II, se haba inclinado ante la puerta de la casa del senado, besado el suelo y saludado a los senadores como dioses salvadores (Polib. 30,18,1 s.). Asimismo, la conciencia estamental de los aristcratas aument considerablemente, orgullosos como estaban de acrecentar la gloria de sus familias con sus propias gestas: virtutes generis mieis (sic) moribus accumulavi, reza un elogio hecho a un miembro de la familia de los Escipiones hacia el 140 (ILS 6). La nobleza se distanci an ms que antes de la gran masa de ciudadanos y cada vez se hizo ms semejante a un orden, hecho que se evidenci tambin en la propia denominacin de ordo senatorius. Poco despus de la segunda guerra pnica esta separacin tom una forma muy reveladora en el hecho de que en los juegos pblicos determinados lugares de honor les fueron reservados a los patres. Particularmente importante pareci a los senadores marcar claramente las diferencias con los nuevos ricos, que en el orden ecuestre comenzaban a perfilarse como grupo social cerrado: los senadores abandonaron las centurias de los equites en la asamblea popular, que otrora haban comprendido a los miembros de la nobleza ecuestre, y ms tarde incluso a los senadores, pero que a partir del siglo II a. C. venan englobando tambin a los integrantes de ese estamento ecuestre en paulatina formacin; adems, los caballeros que ascendan al senado por la puerta abierta de las magistraturas, estaban obligados a entregar el caballo que les haba sido cedido por el estado y que hasta ese momento haba sido smbolo de su status52.
Como esta ltima norma pone de manifiesto, los caballeros ricos podan a menudo presentarse con xito a las elecciones para las bajas magistraturas. Ello significaba correlativamente que no quedaba en absoluto excluida la posibilidad de llenar los huecos de la aristocracia con personas que se haban elevado a s mismas o que eran de baja extraccin social. Esa permanente renovacin de la lite dirigente era tambin necesaria por la sencilla razn de que no pocas familias senatoriales se extinguan debido a la falta de descendencia masculina. Sobre el bajo nmero de nacimientos en las viejas familias de la nobleza puede ilustrarnos el hecho de que linajes tan prominentes como el de los Fabios y el de los Cornelios slo pudieron asegurar su perpetuacin recurriendo a la adopcin de jvenes vastagos de la familia de los Emilios: Publio Cornelio Escipin Emiliano, el destructor de Cartago y Numancia, y Quinto Fabio Mximo Emiliano, uno de los Fabios de ms relieve en el siglo II, eran hijos naturales de Lucio Emilio Paulo, el vencedor de Pidna. Con todo, los cargos ms elevados del estado difcilmente estaban al alcance de quienes ascendan socialmente y en general tambin de la gran mayora de los miembros del senado. A partir de la lex Villia annalis (180 a. C), la carrera poltica de los magistrados qued regulada en su totalidad: previo paso por los escalones inferiores, se poda alcanzar la pretura con un mnimo de treinta y ocho aos, y el consulado, el cargo ms alto, con un mnimo de cuarenta y tres53. Dado que el nmero de los puestos ms elevados era muy reducido (as, por ejemplo, frente a los diez tribunos de la plebe, nicamente dos cnsules eran elegidos al ao), sus titulares constituan slo un pequeo grupo encumbrado en el seno de la aristocracia senatorial. La nobilitas, ese grupo de cabeza, compuesto por los ocupantes de los cargos ms elevados y por sus descendientes, se haba ya formado bastante tiempo antes de la segunda guerra pnica. Pero, sera despus de la lucha contra Anbal cuando sta cerr filas con ms fuerza: el acceso al consulado se convirti en un privilegio para los miembros de aproximadamente 25 familias de la alta nobleza, que durante varias generaciones defenderan obstinadamente su posicin rectora y mantendran alejados del consulado al resto de senadores corrientes. Es significativo que entre Mani Acilio Glabrio (cnsul en el 191) y Cayo Mario (cnsul por vez primera en 107) slo dos homines novi pudieron ganar el ascenso al consulado, en concreto, Quinto Pompeyo (en el 141), el primer
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cnsul de la estirpe de los Pompei, y Publio Rupilio (cnsul en 132), un gran empresario. Igualmente indicativo del grado de poder disfrutado por las familias dirigentes lo es el hecho de que de los 222 consulados habidos entre el estadillo de la segunda guerra pnica y el primer consulado de Cayo Mario (218-108 a. C), 24 de ellos fueron revestidos por los Cornelii, 15 por los Claudii, 10 por los Fulvi, 9 por los Aemilii y Postumii, respectivamente, y 8 por los Fabii y Sempronii tambin en cada caso54. Por ello, Salustio (Iug. 63,6 s.) pondra ms tarde de relieve, no sin cierta acritud, que en aquella poca la nobilitas consideraba el consulado como de su propiedad (consulatum nobilitas inter se per manus tradebat), mientras que el homo novus, por ms renombrado y descollante que fuese, era tenido por persona indigna de este cargo y por un ser realmente impuro (quasi pollutus) a causa de su bajo nacimiento. El disfrute de esa firme posicin rectora como oligarqua de la propia nobleza senatorial era algo que dichas familias deban, ante todo, a sus experiencias y triunfos en la vida poltica. La cualificacin que un hombre pblico necesitaba para cumplir con las novsimas exigencias del estado romano, en particular la direccin de las campaas militares en pases extranjeros o las misiones diplomticas ante los monarcas helensticos, difcilmente poda adquirirse como no fuese a travs de una educacin dentro de la acrisolada tradicin familiar de la nobilitas; y cada victoria o cada xito diplomtico de estos generales y polticos acrecentaba todava ms el prestigio de sus casas. Al mismo tiempo, y no slo gracias a su popularidad entre el pueblo de Roma y el ejrcito, sino tambin debido a sus clientelas en Italia y ahora en las provincias, estos hijos triunfadores de las grandes familias podan contar con los ms amplios apoyos polticos y, por consiguiente, tambin con una gran influencia. Fue as como se consolid un sistema oligrquico. De acuerdo con el arbitrario parecer de unas cuantas personas se haca la poltica en poca de paz y de guerra, en sus manos estaban tambin el erario, las provincias, los cargos pblicos, los honores y los triunfos; el pueblo estaba agobiado por el servicio militar y la pobreza, los generales junto con sus amigos arramblaban con el botn de guerra; y mientras tanto los padres y los nios de los soldados perdan casa y hacienda, si tenan un vecino ms poderoso (Sall. Iug. 41,7 s.).
Como nos ponen de manifiesto las palabras de Salustio, tambin se acreci el podero econmico de la nobleza y, sobre todo, nuevamente, el de las familias gobernantes. Los generales victoriosos retornaban a Roma cargados de cantidades de tesoros capturados y nadaban en la abundancia del oro que ellos haban exaccionado principalmente en concepto de rescates de guerra. La famosa expedicin de saqueo de Cneo Manlio Vulso por Asia Menor en el 189 a. C. (Polib. 21,34,3 s.; Liv. 38,12,1 s.) fue motivo de que seis siglos ms tarde San Agustn slo viese magna latrocinia en las formas de estado injustas (De civ. Dei 4,4). Escipin el Viejo dej a cada una de sus dos hijas una fortuna de 300.000 denarios (Polib. 31,27,1 s.); la fortuna de Lucio Emilio Paulo el vencedor de Pidna, ascenda en el momento de su muerte a 370.000 denarios (Plut., Aem. 39,10). La magnitud de tales sumas se puede calibrar mejor atendiendo a la cualificacin econmica exigida a los miembros de los ordines rectores, y que todava en el siglo I a.C. estaba en 100.000 denarios (= 400.000 sestercios), tanto para los senadores como para los caballeros. Esta riqueza era invertida preferentemente en bienes races en Italia y tambin en la adquisicin de esclavos. Las familias ms acaudaladas acaparaban las parcelas del campesinado o sencillamente se apropiaban de ellas mediante amenazas y violencias (App., B. civ. 1,26 s.). En vano se intent, apelando a la ley licinio-sextia, que nadie ocupase en la tierra estatal romana ms de 500 yugadas. Sobre todo los componentes de la nobilitas se hicieron con grandes cantidades de tierra: la familia de los Escipiones, v. gr., posea fincas y villas en distintos puntos de Italia y en los aos de la tentativa reformista de los Gracos disfrutaba de posesiones cuya superficie superaba muchas veces las 500 yugadas; las tierras de Publio Licinio Craso Dives Muciano, cnsul en el ao 131 a.C. incluidas tanto las del ager publicus como las del ager privatus comprendan posiblemente no menos de unas 100.000 yugadas. Ciertamente no toda Italia cay atrapada en este proceso, como tampoco se podra comparar a la mayora de estas heredades del siglo II a. C. con las dimensiones alcanzadas por los latifundios en poca imperial; con todo, el cambio en la estructura agraria quedaba suficientemente patente55. De la tierra y los dems bienes se extraa el mayor beneficio posible, y as lleg a imponerse un autntico espritu de lucro. Nada revela mejor las ambiciones y posibilidades econmicas
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de un senador de la lite dirigente tras la segunda guerra pnica que el ejemplo del, por lo dems, archiconvencional Marco Porcio Catn56. Para ste el ideal del senador era aquel que consideraba como una obligacin sagrada su servicio al estado romano (Plut., Cato 24,11), encarnaba la tradicin religiosa y tica de ese estado y vea un peligro en las nuevas corrientes del espritu; en la vida privada, en cambio, antojbasele meta prioritaria el acrecentamiento del patrimonio heredado (ibid. 21,8). La obra de Catn sobre agricultura estaba bsicamente consagrada al problema de cmo sacar los mximos beneficios a una propiedad con los mnimos costes de inversin: aconsejaba reorganizar la explotacin de las grandes propiedades en funcin del provechoso comercio de exportacin (patrem familias as vendacem, non emacem esse oportet, Agr. 2,7), consecuentemente, no producir ya prioritariamente cereales, sino vino y aceite de oliva, y exigir de la mano de obra los mximos rendimientos. Catn inverta los beneficios, para multiplicarlos, en bosques, terrenos de pastos, viveros, tambin en instalaciones industriales e incluso en el comercio exterior y en banca; para escapar, en este caso, a la lex Claudia, que prohiba los negocips al orden senatorial, organizaba sociedades annimas para el comercio martimo y la gran empresa, hacindose representar en ellas por medio de testaferros (Plut., Cato 21,5 s.). La gloria de la nobilitas, su cohesin en la salvaguarda de sus intereses de grupo oligrquico y su creciente riqueza no pudieron evitar, con todo, que tras esa brillante fachada de grandeza senatorial surgiesen conflictos que con el paso del tiempo habran de tener muy graves consecuencias. Durante el siglo II a. C. la nobilitas, que en el senado se distanciaba cada vez ms del resto de sus colegas y, en especial, de los homines novi que ms medraban, fue capaz de mantener ese carcter de puado de familias de poder ilimitado. Pero, con un rgimen tan estrechamente oligrquico como ste, dicho grupo se cerraba a s mismo la posibilidad de rejuvenecer sus efectivos con hombres dotados y capaces, y ello a pesar de que en todas las pocas de la historia de Roma quienes ascendan socialmente se mostraron dispuestos a asumir y defender con especial vehemencia los puntos de vista e intereses de su nuevo estado. Este aislamiento de la nobilitas frente al resto de los senadores, acentuado por un orgullo y una arrogancia sin par, condujo al descontento de numerosas familias con
aspiraciones de elevarse y econmicamente pudientes, pero que, sin embargo, en la vida poltica se sentan desplazadas. No lejana a la sensibilidad de estos sectores era la actitud de un Mario, arquetipo del homo novus triunfador, lleno de complejos de inferioridad y, al mismo tiempo, de orgullo por sus propios mritos: Mario gustaba de vanagloriarse de haber conquistado la posicin que tena como botn de guerra contra la aristocracia degenerada y de exhibir como motivo de gloria no los monumentos funerarios de sus antepasados, sino las heridas de su propio cuerpo (Plut., Marius 9,1 s.). Ahora bien, los conflictos no slo se daban entre la oligarqua y los restantes crculos senatoriales, sino tambin en el interior de la propia oligarqua. Precisamente los factores que a partir de la segunda guerra pnica fortalecan la posicin de poder de la nobilitas frente a los otros grupos de la sociedad romana, engendraban al mismo tiempo tensiones dentro de la alta nobleza dirigente. Rivalidades y choques de intereses haban existido siempre entre las distintas casas de la aristocracia, pero antes de esta segunda confrontacin con Cartago no haban llegado jams a poner en cuestin el sistema mismo de gobierno de la sociedad romana. Sin embargo, desde la guerra aniblica se presentaron unas posibilidades para el protagonismo de ciertas familias y hasta de ciertos nobiles en particular, que podan comprometer los fundamentos del sistema oligrquico, el equilibrio entre los linajes principales. Consulados repetidos en las personas de generales y polticos altamente cualificados, resonantes triunfos militares, comandos de armas prorrogados necesariamente ms del ao previsto y estrechas relaciones personales con los ejrcitos, as como con la poblacin de las provincias por la extensin del sistema de clientelas, todo ello obraba en favor del acrecentamiento del poder de las grandes personalidades. Con toda claridad se observa esta tendencia en el caso de los Escipiones57. El viejo Escipin el Africano obtuvo ya con 25 aos, y sin haber realizado una carrera poltica senatorial regular, un alto mando militar; fue incuestionablemente el primer hombre de Roma tras su triunfo sobre Anbal y entr en conflicto con sus iguales tambin a causa de sus ideas y actos anticonvencionales. Sus rivales consiguieron derribarle mediante proceso, y la lex Villia annalis, promulgada poco despus, en el 180 a. C, que autorizaba el acceso a los altos cargos por riguroso orden de escalafn y a una edad madura, pretenda impedir de forma institucionalizada el fulgurante
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ascenso de estadistas tan jvenes. Aun as, para nada se tuvo en consideracin esta ley cuando en el 147 a.C. Escipin Emiliano fue elegido cnsul; Escipin alcanz el consulado sin el requisito previo de la pretura y a una edad ilegal. En el 134 a.C. revisti incluso por segunda vez el consulado, a pesar de que desde el 152 a. C. haba quedado prohibida precisamente para evitar la creciente acumulacin de poder la iteracin de esa magistratura. Era tambin muy significativo el que en los casi cien aos transcurridos desde la segunda guerra pnica slo la casa de los Cornelii haba aportado una dcima parte de todos los cnsules romanos, y no era por un casual tampoco el que la familia del vencedor de Anbal y del destructor de Cartago y Numancia, haya sido al mismo tiempo uno de los linajes senatoriales ms ricos en el siglo II a. C. Por ltimo, debe tenerse en cuenta tambin que los Escipiones, con su actitud abierta a las corrientes espirituales del mundo griego, estaban adoptando una postura independiente, claramente discordante con los puntos de vista de los crculos dirigentes contemporneos, como los representados por un Catn. As, pues, a partir de la segunda guerra pnica se fue abriendo paso una tendencia en el seno de la oligarqua conducente al realce de personalidades conspicuas frente al resto de la nobleza y en el que se pona de manifiesto que tales individualidades no tenan por qu identificarse en absoluto con los puntos de vista e intereses de su estamento. No era solamente a manos de los miembros de la aristocracia a donde iban a parar las riquezas del joven imperio mundial: las nuevas posibilidades para el comercio exterior romano en el Mediterrneo, la explotacin de los recursos naturales y de la inmensa fuerza de trabajo de los pases conquistados, y el continuo aumento de la capacidad financiera de Roma merced a la gran afluencia de dinero y tesoros, producto de la exaccin o del expolio, condujeron a un florecimiento inimaginado del comercio, la actividad empresarial y la economa monetaria, que trajo consigo la aparicin de un fuerte e importante sector de hombres de negocios. Poco a poco empezaron los integrantes de esta capa social a agruparse como ordo aparte dentro del estamento ecuestre romano, proceso que slo tras la poca de los Gracos abocara a la constitucin del ordo equester. El paso definitivo en este sentido fue dado con una disposicin legal en virtud de la cual los senadores deban abandonar las centurias de los equites, y los caballeros que entraban en el senado tras ejercer
una magistratura estaban obligados a entregar el caballo, smbolo de su status (lex reddendorum equorum, del 129 a.C). Con ello la montura pas a ser atributo de un grupo estamental diferenciado de los senadores. Pronto se aadieron nuevos smbolos externos que contribuyeron al fortalecimiento de la conciencia de identidad del ordo equester, a saber, el anillo de oro, la banda estrecha de prpura en el vestido (angustus clavus), a ms de ciertos lugares de honor en las celebraciones pblicas (definitivamente regulado por la lex Roscia del 67 a. C.)58. Ya a partir de la segunda guerra pnica se hizo notoria la relevancia de esta capa social. Personas acaudaladas constituyeron sociedades empresariales y prestaron su ayuda al estado romano tomando a su cargo distintos servicios pblicos (Liv. 23, 49,1 s. y 24, 18,10). Estas sociedades (societates publicanorum) se encargaban del mantenimiento del ejrcito o de la realizacin de obras pblicas, como el levantamiento o reparacin de edificios, calzadas y puentes; tomaban en arriendo la explotacin de las minas estatales, el cobro de tasas aduaneras y la recaudacin de impuestos, de tal forma que en estos apartados econmicos ya no era posible prescindir de ellas (vid. Liv. 45, 18,3). Segn Polibio, que nos describe con gran claridad la actividad de los publicani, estos hombres de negocios procedan de la gran masa del pueblo (6, 17,2 s.); y sin duda acierta dicho autor en sus apreciaciones, al menos en la medida en que muchos empresarios eran de muy baja extraccin social. A su mismo estrato social pertenecan tambin prestamistas, banqueros, ricos comerciantes y hombres de negocios, tipos todos ellos que ya Plauto (muerto en 184 a. C.) describi vividamente en sus comedias. Hasta qu punto adquiri importancia este mundo de las finanzas al poco tiempo ya de la segunda guerra pnica, lo prueban detalles como el de que Escipin el Africano (muerto en 183 a. C.) hubiese depositado en un banquero la enorme fortuna dejada a sus hijas (Polib. 31, 27,15). A pesar de ello, en el orden ecuestre hubo siempre tambin grandes propietarios de tierras; por decirlo con la terminologa de Cicern, entre los caballeros se encontraban publicani, o activos empresarios actuando como grandes arrendatarios, a ms de stos, faeneratores o argentarii, es decir, prestamistas, tambin negotiatores, o comerciantes, y, sobre todo, agricolae, hacendados, de los cuales muchos provenan de las colonias y municipios de Italia En su composicin social, por consiguiente,
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dicho estamento no se diferenciaba muy marcadamente del senatorial. Tambin la gestacin y el fortalecimiento de esta capa acarre nuevas tensiones a la sociedad romana. Movidos por el solo afn de lucro, y sin esas normas tradicionales de moderacin que nunca haban muerto del todo entre la nobleza, estos advenedizos eran con frecuencia creadores de fortuna y exactores faltos de escrpulos, que sobre todo en las provincias despertaban el odio de la poblacin local y que no se privaban de cometer estafa contra el estado Sus prcticas eran bien conocidas en Roma ya desde la guerra aniblica (Liv. 25,1 4 y 25, 3,9 s.), a tal punto que pronto se hizo proverbial el que detrs de todo publicanus haba siempre un violador de la ley (Liv. 45,18,3: ubi publicanus esset, ibi aut tus publicum vanum aut libertatem socus nullam esse) Los funcionarios romanos, como Catn durante su censura del 184 a.C , hubieron de intervenir una y otra vez contra los abusos de los publicani (Liv. 39,44,7 s.; Plut., Cato 19,2), y tales incidentes eran susceptibles de originar conflictos entre senadores y caballeros (vid. Liv. 43,16,1 s.). En todo caso, el dinamismo econmico de los publicani era grande, y sus excesos eran perfectamente posibles en aquel rgimen oligrquico que desconoca toda forma de control de la economa romana. Estratos inferiores, itlicos y provinciales La mayor parte de la gente dedicada al comercio en Roma y en las restantes ciudades, en particular la gran masa de modestos mercaderes, no perteneca desde luego a ese sector enriquecido de empresarios arrendatarios del estado; cabra sealar ms bien que junto a los artesanos constituan un elemento de la sociedad muy considerable numricamente, que en la estructura social de las ciudades poda asimilarse mejor a los estratos inferiores que a un estamento intermedio. La formacin en Roma y en muchas ciudades itlicas de una importante capa artesanal tuvo lugar en el siglo II a C. en conexin con el florecimiento econmico, que se deba, por una parte, a la evolucin en el sector agrario hacia una economa de plantaciones muy lucrativa y, por otra, a la creciente relevancia del comercio exterior, la actividad empresarial y el uso del dinero. Las comedias de Plauto y, sobre todo, el tratado de Catn sobre agricultura testifican la progresiva
importancia de los distintos artesanos especializados; Catn describa detalladamente cules eran los objetos manufacturados de que precisaba un hacendado, y en qu ciudades de Italia se producan los de mejor calidad (Agr. 135,1 s.). De su relacin se deduce que en la propia Roma, entre otros profesionales, haba numerosos artesanos del textil, zapateros, alfareros, herreros, cerrajeros y carreteros. Al menos una parte de estos artesanos se inclua en el amplio grupo de los libertos, cuyo nmero, al igual que el de los esclavos, ascendi considerablemente en Roma y en las restantes ciudades itlicas a partir de la segunda guerra pnica: Escipin Emiliano habra dicho en el 131 a.C. que la plebe urbana de Roma se compona bsicamente de antiguos esclavos trados por l a la ciudad como prisioneros de guerra (Val Max. 6, 2,3). Ya poco despus de la victoria sobre Anbal la cifra de libertos era tan elevada que se hizo necesario introducir determinadas normas sobre la manumisin; en el 177 a.C. fue prohibida la manumisin que slo se propona la obtencin del codiciado derecho de ciudadana romana (Liv. 41,9,11); a partir del 168 a. C. los liberti podan ser inscritos en una nica tribu, con lo que la influencia de esta extensa capa social en la asamblea popular se redujo a la mnima expresin (Liv. 45,15,5). Muchas personas en otro tiempo esclavas podan aprovecharse ahora de las nuevas posibilidades econmicas en las ciudades y hasta llegar a amasar una fortuna. Muchas otras, en cambio, no encontraron en Roma, ni en la industria ni en el comercio, un modo de vida estable y pasaron a engrosar aquel lumpenproletariado que no slo vivira en condiciones verdaderamente penosas desde mediados del siglo II a. C, adems, bajo la presin del aumento de los inquilinatos, sino que tambin habra de padecer los altos precios en buena parte de los productos de alimentacin e ir por ello sobreviviendo a base de donativos. Estos regalos al pueblo de hombres poderosos (congiaria) estn atestiguados desde el 213 a.C, y con ellos el donante se ganaba popularidad entre los pobres (cf. Liv. 37, 57,11, en el ao 189 a.C.). La masa de este proletariado, que en Roma fue creciendo considerablemente a partir de la segunda guerra pnica, se nutra no slo de libertos, sino tambin, y sobre todo, a base del campesinado romano, que haba visto arruinarse las bases econmicas de su existencia y aflua a Roma y a las dems ciudades59.
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La cada en la miseria y proletarizacin de muchos campesinos constitua una de las consecuencias ms penosas de la segunda guerra pnica y de la expansin romana resultante de ella. En la lucha contra Anbal la poblacin rural sufri un terrible nmero de bajas. Esta hubo de soportar doblemente el peso de la guerra: de sus filas fue reclutada la milicia romana que en las victorias cartaginesas lleg a perder ejrcitos enteros, como los 70.000 hombres slo en la batalla de Cannae (Polib. 3,117,4); y, por otra parte, fue sobre todo ese mundo agrario el que una vez ms result perjudicado por la Interminable contienda entre Anbal y los romanos en Italia, en la que, segn Apiano (Libyke 134), 400 grandes asentamientos fueron destruidos y cientos de miles de itlicos aniquilados. En las guerras subsiguientes y, en especial, durante las campaas extremadamente sangrientas de los romanos en Hispania, a mediados del siglo II a.C, el campesinado sigui pagando el mismo tributo de sangre, hacindose ya claramente visible su decadencia durante esta etapa en las grandes dificultades encontradas para el reclutamiento del ejrcito. A esta acusada reduccin de la poblacin del campo se aada el hecho de que aquellos agricultores sobrevivientes a la conflagracin aniblica no se encontraban ya en condiciones de rehacer las bases econmicas sobre las que se cimentaba la anterior posicin de protagonismo del mediano campesinado. La fertilidad del juelo italiano, a pesar de las devastaciones de los aos de guerra, no sufri en realidad, un particular menoscabo, pero los pueblos estaban en ruinas, los aperos de labranza destruidos y el ganado diezmado. Lareconstruccin exiga inversin de capital, y ello no se lo podan permitir todos los labradores. Por otra parte, como los mejores brazos del campo continuaron sirviendo en las fuerzasarmadasdespus de la segunda guerra pnica, las familias rurales se encontraban a menudo privadas de la fuerza de trabajo adecuada. Adems, los hacendados hicieron lo que estaba en su poder para apropiarse de las parcelas del campesinado. Al poco tiempo de ser Anbal expulsado de Italia haban ocupado en el ager publicus los lotes abandonados. Dado que disponan de suficiente capital, podan acaparar ms tierras y realizar en ellas las inversiones necesarias. No les faltaba tampoco mano de obra: precisamente como consecuencia de las guerras haba grandes cantidades de esclavos, cuya explotacin resultaba ms cmoda que la de los trabajadores libres. Cuanto mayor era el
poder econmico de los grandes propietarios, con tantos menos escrpulos actuaban frente a los campesinos reacios: puesto que en el ager publicus las parcelas podan ser ocupadas prioritariamente por quien estaba en condiciones de cultivarlas, result fcil a los ricos latifundistas proceder sencillamente al desalojo de los campesinos (cf. Sall., Iug. 41,8). Ya a dos generaciones de la victoria sobre Anbal, Tiberio Sempronio Graco slo vea miseria en el antao acomodado y poderoso campesinado: Las fieras que discurren por los bosques de Italia tienen cada una su guarida y su cueva; los que pelean y mueren por Italia slo participan del aire y de ninguna otra cosa ms, puesto que, sin techo y sin casas, andan errantes con sus hijos y sus mujeres..., porque, de un gran nmero de romanos, ninguno tiene ara, patria, ni sepulcro de sus mayores, sino que por el regalo y la riqueza de otros pelean y mueren, y, cuando se dice que son seores de toda la tierra, ni siquiera tienen un puado de tierra propio (Plut., Ti. Gracchus 9,4). En la investigacin ms reciente, y de acuerdo con los datos suministrados por la arqueologa sobre el poblamiento agrcola en los dos ltimos siglos de la Repblica, suele recalcarse que bajo ningn concepto debe aceptarse la idea de un proceso uniforme en toda Italia: en muchas partes de la pennsula, empezando por la Etruria meridional, pequeas explotaciones agrarias pervivieron hasta la poca imperial. Pero la tendencia general era claramente la inversa 60, y por ella se vio alcanzado sobre todo el sur de Italia. La vieja receta para resolver la cuestin agraria, a saber, el asentamiento y sustento de los sin tierras en las colonias, no constitua ya ningn remedio para las masas de agricultores cados en la miseria, y hacia mediados del siglo II a. C. apenas se pona en prctica. Muchos campesinos vivan de aceptar trabajos temporales como asalariados (mercennarii, operarii) en las granjas de los ricos (v. gr. Cato, Agr. 145,1); su suerte era con frecuencia poco mejor que la de los esclavos. Por consiguiente, grandes masas de poblacin rural emigraban a las dudadesy, sobre todo, a Roma, para vivir del regalo y del trabajo ocasional, y para apoyar a cualquier poltico que estuviese dispuesto a socorrerlas. De esta suerte, fue creciendo el proletariado urbano hasta convertirse en una masa humana imponente por su nmero. Pero su importancia no radicaba solamente en sus efectivos numricos, sino en su fuerza poltica potencial. El motn de los pobre tones en
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Roma no era otra cosa que la concentracin de un material poltico y social altamente inflamable: se trataba de una masa popular que era perfectamente consciente de su psima situacin y deseaba escapar a toda costa de ese estado, que por su apiamiento en la ciudad no tena ninguna dificultad de comunicacin, que era capaz en cambio de una rpida movilizacin y que por el disfrute de la ciudadana romana estaba cualificada para actuar como fuerza poltica en la asamblea popular. Slo precisaba de lderes que pudiesen dar forma coherente a sus reivindicaciones, lderes que desde esta posicin de fuerza se resolvieran a vencer la resistencia de la nobilitas para dar satisfaccin a esas demandas y que, por lo pronto, fuesen lo suficientemente ricos como para aliviar mediante donativos la extrema necesidad de la masa y asegurarse as el liderazgo sobre ella. Indefectiblemente, de todo ello resultaba que tales caudillos no podan ser revolucionarios salidos del proletariado, sino miembros de la nobleza, que como homines novi combatan contra el poder de la oligarqua o que como nobiles desgajados de sta haban entrado en conflicto con su propio grupo social. Conflictos en parte semejantes a los tenidos por el campesinado romano con la gran propiedad fueron apareciendo entre los socii itlicos y los detentadores del poder en Roma una vez concluida la segunda guerra pnica. Tambin la poblacin no romana de Italia haba sufrido enormemente con las devastaciones de la contienda aniblica, y ello se haca especialmente patente en el sur de la pennsula; todava se aada a esto la venganza de los vencedores contra aquellas comunidades que, como en el caso de Capua, haban hecho defeccin de Roma. Los socii, adems, estaban obligados a la prestacin de ayuda militar a la Repblica y en las continuas guerras del siglo II a. C. vertieron tanta sangre como el campesinado romano. Para empeorar las cosas, su condicin de no romanos los haca vctimas de la discriminacin por parte del gobierno republicano. Cayo Graco poda invocar casos casi increbles de arrogancia y arbitrariedad, con las que los funcionarios romanos actuaban incluso frente a los integrantes de los estratos superiores en las distintas ciudades de Italia (Gell., Noct. Att. 10,3,1 s.). Los derechos polticos del ciudadano romano faltaban a los socii, de tal forma que stos ni siquiera podan contar con la posibilidad de defensa que un simple proletario tena siempre en la asamblea popular; en la guerra se vean desfavorecidos a la hora del reparto del botn,
y las penas que se les aplicaban durante el servicio militar se caracterizaban especialmente por su dureza y carcter humillante. Econmicamente esta poblacin itlica lo tena algo mejor en las ciudades, donde como artesanos y gentes de comercio poda encontrar un medio de vida; en cambio, la poblacin rural comparta a menudo el mismo destino que el campesinado romano. Por otra parte, masas indigentes de campesinos itlicos marchaban tambin hacia Roma con la esperanza de hallar en la gran ciudad los medios de una existencia segura. Pero, dada su condicin de no ciudadanos obligados, adems, en sus respectivas ciudades a alistarse en el ejrcito de la Repblica, eran pronto expulsados por la fuerza de la capital por los magistrados romanos. La tensin que de esta forma lleg a producirse no era producto simplemente de un enfrentamiento entre ricos y pobres, toda vez que las capas superiores de los socii veanse tambin afectadas por la discriminacin. Con todo, la gran masa de descontentos estaba formada por el nutridsimo grupo de la poblacin rural pobre, que aspiraba tanto a la igualdad de derechos polticos como a la solucin de sus problemas sociales61. Parecidos en gran medida a las tensiones existentes entre los aliados itlicos y los gobernantes romanos eran los conflictos que surgieron en las provincias entre los romanos y la poblacin local. En las guerras de conquista los habitantes de Hispania, frica, Macedonia, Grecia y Asia Menor haban tenido que sufrir lo inimaginable, en especial hacia mediados del siglo II a. C, momento en que los romanos, en una fase crtica de su imperialismo, procedan en el exterior con especial brutalidad: ciudades como Cartago o Corinto fueron destruidas hasta sus cimientos, masas de cautivos pasadas a cuchillo o vendidas como esclavos, y quien consegua escapar mediante rescate poda considerarse dichoso. Pero incluso en tiempos de paz la situacin de los provinciales era a menudo catastrfica: los gobernantes y los publicani, procedentes, respectivamente, de la aristocracia senatorial y del grupo de los nuevos ricos, vean por lo general en las provincias simples campos de enriquecimiento personal y con frecuencia se conducan aqu con la misma falta de contemplaciones que en la guerra. El resultado era el levantamiento de las poblaciones sometidas, que en Hispania y Grecia, sobre todo, renaca siempre de nuevo. Esta resistencia no constitua en absoluto un movimiento socialmente homogneo, puesto que en ella
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estaban comprometidas tambin las capas superiores locales, que luchaban por la independencia poltica o, cuando menos, por la supresin de aquella poltica sin freno. Pero tambin en las provincias la presin de la dominacin romana recaa principalmente sobre las masas de poblacin ms pobres, a las cuales la oposicin a Roma parecales la nica solucin a sus males sociales, y as nacieron los cabecillas de la resistencia. Viriato, el caudillo de la guerra de la independencia contra Roma en Hispania, era, significativamente, un antiguo pastor (Liv., Epit. 52). En Grecia, donde con mayor claridad se pueden observar las razones de fondo de los movimientos y levantamientos antirromanos, fueron primero los miembros de los grupos sociales elevados los que, profundamente decepcionados al poco tiempo de la proclamacin de la libertad de Grecia por Flaminio en el 196 a. C, atizaron la oposicin antirromana; sin embargo, desde la tercera guerra macednica la iniciativa pas a las capas ms bajas de la poblacin, mientras que los sectores dirigentes se acomodaban cada vez ms al dominio romano62. Ninguna otra capa de la sociedad, sin embargo, se encontr en una situacin tan psima como la que toc vivir a las masas de esclavos, al menos las del campo. La importancia de la esclavitud para la economa romana se hizo enorme en el plazo de muy corto tiempo tras la segunda guerra pnica, por la sencilla razn de que la oferta y la demanda de esta rentable fuerza de trabajo crecieron sbita y simultneamente 63. Los terratenientes tenan necesidad de grandes cantidades de mano de obra barata para sus explotaciones, cada vez ms extensas y en trance de reconversin agrcola; dado que el campesinado haba sufrido enormes prdidas humanas y tena adems que consagrar los mejores aos de su vida al servicio militar, fue preciso renunciar a reclutar trabajadores de entre la poblacin autctona (Plut., Ti. Gracchus 8,1 s. y App., B. civ. 1,29 s.). A estos fines, en cambio, se prestaban los esclavos: por su absoluta carencia de derechos podan ser explotados mucho ms fcilmente que los campesinos, no haba que dispensarlos para el cumplimiento de la milicia, y precisamente en aquellos aos posteriores a la segunda guerra pnica, debido a la privacin de libertad de innumerables prisioneros de guerra, se podan encontrar a millares y a muy bajos precios. Cada una de las campaas militares de Roma en estos aos significaba la llegada a Italia de una nueva remesa de esclavos extranjeros. Haciendo una seleccin de las noticias
ms importantes que las fuentes antiguas nos transmiten sobre el nmero de prisioneros de guerra esclavizados en cada una de la campaas, podemos hacernos una idea sobre la cifras de esclavos con las que operaba la economa romana: 30.000 en Tarento, en el ao 209 (Liv. 27,16,7); 8.000 en frica, en el 204 (Liv. 29,29,3); 5.632 en Istria, en el 177 (Liv. 41,11,8); 40.000 bien a gusto en la campaa del 174 en Cerdea (Liv. 41,28,8: 80.000 personas en parte muertas y en parte esclavizadas); 150.000 en el Epiro, en el ao 167 (Polib. 30,15 y Liv. 45,34,5 s.), y un mnimo de 50.000 en Cartago, en el 146 a. C. (App. Libyke 130) 64. A estas fuentes de aprovisionamiento se aadan los nacimientos habidos en familias de los no libres y, al parecer como suministro ms importante, el comercio de escavos en Oriente, que all facilitaban las guerras entre los estados helensticos o el robo, y que eran enviados a los grandes mercados de esclavos como por ejemplo el de Dlos, donde, segn mformar mas tarde Estrabn (14,5,2), podan ser vendidos diariamente hasta 10 000 esclavos, mayoritariamente con destino a Italia. Los precios en el siglo II a. C. oscilaban quiz entre los 300 y los 500 denarios (1.200 - 2.000 sesterdos) por trmino medio 65. La importancia de la esclavitud, as pues, se increment sbitamente con el paso del siglo III al siglo II a. C. Ya en las comedias de Plauto y de su contemporneo ms joven Terencio (l mismo un antiguo esclavo de Africa) aparecen los esclavos como figuras que incuestionablemente forman parte del ambiente social de Roma y cumplen funciones diversas. La economa romana los absorbi rpidamente en todos sus sectores, aun cuando la mano de obra esclava no lleg nunca a sustituir completamente al trabajo libre, ni durante esta poca ni en ninguna otra de la historia de Roma. En las plantaciones de los ricos hacendados de Italia los esclavos realizaban una parte considerable de la produccin. Catn se basaba en su propia experiencia cuando asignaba 13 esclavos a una plantacin normal de olivos de 240 yugadas (60 Ha.) y 16 esclavos a una via grande normal de 100 yugadas (25 Ha.) (Agr. 10,1 s.); Cayo Sempronio Graco haba comentado que su hermano mayor Tiberio se haba decidido a luchar por las reformas durante un viaje por Etruria en el ao 137 a. C., cuando pudo contemplar que los campesinos se haban extinguido en todas partes, mientras que los trabajadores agrcolas y pastores eran siempre esclavos de origen forneo (Plut., Ti. Gracchus 8,4). Gran nmero de los no libres fueron empleados
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en las minas, y slo en los yacimientos de plata espaoles prximos a Carthago Nova la cifra se elevaba a 40.000 hombres en tiempos de Polibio (34, 9,8 s.). En la hacienda de Catn haba esclavos ocupados tambin en la manufactura y, como sabemos por Plauto y por los sellos en la cermica de la ciudad de Cales o en tejas de Etruria, en los centros urbanos sola haber tambin esclavos compartiendo con los libres y libertos los oficios artesanales especializados. En las ciudades y en las villas de los grandes propietarios vivan naturalmente esclavos, que ejercan profesiones liberales, v. gr., pedagogos, como en la casa de Catn (Plut., Cato 20,5), adems de servidores y esclavos de lujo66. En un sistema como ste a la fuerza tenan que difuminarse los rasgos patriarcales de la esclavitud romana primitiva. Por regla general, los esclavos ya no eran miembros, como antes, del crculo familiar, sino que se convirtieron en un grupo social claramente segregado del resto de la comunidad por su carencia de derechos, la terrible explotacin laboral a que estaban sometidos y el desprecio general. Una buena prueba de la consideracin que le merecan a Catn los esclavos era el hecho de que fuesen enumerados por l, junto al ganado o a los aperos de labranza, como parte del mobiliario de una propiedad agrcola (Agr. 10,1 s.); era la misma concepcin que un ms tarde estar documentada en Varrn, quien definira a los esclavos como instrumenti genus vocale (De re rust. 1, 17,1). De todas formas, esta masa de esclavos no presentaba en absoluto caracteres homogneos. Los esclavos en las ciudades gozaban, por lo general, de una posicin social ms ventajosa que la de los empleados en el campo o las minas, cosa explicable por el hecho de que en sus profesiones, a menudo altamente especializadas, los malos tratos no producan en absoluto mejores rendimientos laborales. Precisamente para estimularlos a los ms altos rendimientos, se les sola prometer la liberacin; las masas de libertos en Roma y en las ciudades eran generalmente antiguos esclavos urbanos. Por el contrario, en el tratamiento dispensado a los esclavos de las grandes plantaciones y las minas apenas se poda rastrear algo de humanidad. Catn mantena a sus esclavos bajo una estrecha disciplina y los mandaba azotar por cualquier pequeo descuido (Plut., Cato 21,2 s.); nunca los dejaba desocupados, ni en momentos de mal tiempo ni en los das de fiesta; tenan que trabajar en las minas encadenados los unos a los otros; a los esclavos enfermos no les pona una racin de
comida completa; si por enfermedad o vejez se volvan intiles para el trabajo, los pona a la venta (Agr. 2,1 s., 56 y 57) y, en cualquier caso, nunca quera saber nada de manumisiones. Otras brutalidades, que llegaban al tormento y la crucifixin (Plaut., Amphitr. 280, Mil. Glor. 372 s.), elevaban an ms estos sufrimientos. Tambin es verdad que no todos los esclavos, incluso en las explotaciones agrcolas, eran tratados igual de mal: en el seno de la capa de los esclavos haba una cierta jerarqua, que iba desde el administrador de la finca (vilicus) hasta los simples peones con grilletes, pasando por los vigilantes y los operarios especializados. Pero, considerado en su conjunto, el tratamiento dado al esclavo en la Repblica tarda fue peor que el de cualquier otra poca en la historia de Roma, anterior o posterior a sta. La explotacin incontrolada y especialmente brutal de las masas de esclavos, siempre reemplazables gracias al comercio o a la afluencia de prisioneros de guerra, condujo a conflictos en los que se encontraban frente a frente los ms fuertes y poderosos de la sociedad romana y los ms oprimidos. El odio del esclavo, que antes de su captura haba sido en muchos casos un ciudadano libre y consciente de sus derechos en otro estado, no poda pasar desapercibido a su amo; Catn procuraba en todo momento sembrar la discordia entre los suyos, pues tema que estuviesen unidos (Plut., Cato 21,4). Naturalmente, dada la fuerza del estado romano, las posibilidades de resistencia de los esclavos contra sus amos eran reducidsimas. El desobediente era al punto castigado con toda severidad. Escapar de una finca agrcola era difcil y a la larga pocas veces terminaba con bien para quienes lo intentaban; el hecho de que Plauto y tambin Catn (Agr. 2,2) mencionen la huida de esclavos, slo pone de manifiesto la suerte fatal que aguardaba a quienes se atrevan a ello. Ms inviable todava era un abierto levantamiento contra los dueos. Con independencia del estrecho control y del encadenamiento de los esclavos en muchas fincas, apenas haba entre ellos posibilidades de comunicacin, que habran sido imprescindibles para preparar un movimiento de masas; en las ciudades, donde se daban mejor estas condiciones, la situacin de los esclavos era ms favorecida y apenas haba pretextos para una revuelta en toda regla. Si dejamos a un lado a grupos especiales de esclavos, como lo sern ms tarde los gladiadores del entorno de Espartaco, slo haba un grupo de esclavos que estaba en condiciones de desencadenar un
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levantamiento armado: los pastores, no tan frreamente vigilados como los trabajadores de fincas ni tan atados en su libertad de movimientos, pero que a causa de los malos tratos y las duras condiciones laborales se hallaban tan insatisfechos con su destino como sus compaeros de las plantaciones de olivos y las minas. No est probado positivamente que cierta coniuratio servorum en Etruria, del ao 198 a. C, contra la que hubo de emplearse una legin romana completa (Liv. 33, 36,1 s.), hubiese sido promovida por pastores. Pero aquel magnus motus servilis, que en los aos 185-184 a.C. encendi en Apulia una guerra de guerrillas y concluy con la condena de 7.000 de los implicados, fue, en expresin de Tito Livio, una pastorum coniuratio (39,29,8 s. y 39,41,6 s.). Quedaba as preparado el camino que conducira a los grandes levantamientos de esclavos en Sicilia. El camino hacia la crisis Del examen de cada uno de los estratos de la sociedad romana entre la segunda guerra pnica y la poca de los Gracos se desprende que el brusco cambio de las estructuras econmicas y sociales en ese corto perodo no slo provoc una completa metamorfosis, en la que determinadas capas sociales conocieron un notorio crecimiento, otras sufrieron un debilitamiento, y algunas vieron ahora la luz; el cambio en la historia de esos grupos sociales particulares produjo, correlativamente, la aparicin o recrudecimiento de tensiones y conflictos sociales. Los enfremamientos entre las familias rectoras de la nobilitas no eran ya simples rivalidades sin mayor trascendencia entre los distintos linajes de un sistema de poder aristocrtico. Los choques entre la nobilitas y quienes ascendan socialmente en el senado,, aunque tambin entre la oligarqua y los nuevos ricos del orden ecuestre, originaban nuevos conflictos en el seno de las capas dirigentes. La degradacin material del campesinado romano y el surgimiento de una masa proletaria en Roma creaban una nueva y muy peligrosa fuente de problemas, al tiempo que una base de masas para cualquier tentativa revolucionaria. Las continuas tensiones entre quienes imperaban en Roma y los aliados itlicos, que no slo tenan un cariz poltico, sino tambin social, al igual que las fricciones entre los beneficiarios del imperio y la poblacin sometida de las provincias, complicaban
an ms la situacin. Finalmente, en el odio de las masas esclavas hacia sus dueos lata una amenaza~contra el sistema entero de dominacin romano. Roma, en efecto, se haba transformado en muy poco tiempo en un imperio mundial, en realidad, demasiado rpidamente para que su sociedad pudiese asimilar semejante cambio, y ni los xitos deslumbrantes de sus ejrcitos en Oriente y Occidente podan ocultar el hecho de que en el fondo de la sociedad romana germinaba una crisis que amenazaba con arruinar todos los logros alcanzados. Los primeros signos de alarma, caso del conflicto entre los Escipiones y el resto de la nobilitas, de las debilidades de Roma en las guerras de Hispania a mediados del siglo II a. C, de la resistencia de las masas contra Roma en Grecia, nunca extinguida del todo, o del levantamiento de los pastores en Apulia, no permitan reconocer todava la naturaleza de la crisis venidera. Pero ponan de manifiesto que una serie de problemas de nuevo tipo estaban presentes, y que la situacin resultaba totalmente distinta, por ejemplo, a la correspondiente a la fase crtica del enfrentamiento entre patricios y plebeyos hacia mediados del siglo IV a. C. Esta situacin se hizo ms aguda an porque el sistema de divisin social slo muy parcialmente era permeable. Para los integrantes de algunas capas sociales estaban ciertamente abiertas las posibilidades de movilidad social: los esclavos urbanos eran manumitidos con frecuencia, los libertos podan ganar el ascenso a un estrato de artesanos y mercaderes, comerciantes y empresarios hbiles podan amasar grandes fortunas y auparse como caballeros al segundo estamento de la sociedad romana, caballeros ricos podan obtener cargos senatoriales y as, como homines novi, entrar a formar parte de la aristocracia senatorial. Evidentemente, ello no significaba de ninguna manera que estas capas fuesen inmunes a la conflictividad social, pero no deja de ser significativo el que en las violentas luchas encendidas desde los aos 30 del siglo II a. C. fuesen ellas las que observaron el comportamiento ms tranquilo. As, los esclavos de las ciudades, en su mayora, no se sumaron a los grandes movimientos serviles del campo> los hombres del comercio y la industria no fueron, por lo general, grupos desestabilizadores, y la politizacin del orden ecuestre se mantuvo siempre dentro de unos lmites. Pero las posibilidades de movilidad social estaban muy circunscritas a la sociedad urbana, y aqu, sobre todo, a los estratos que podan obtener beneficios de la produccin artesanal, el
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comercio y la economa monetaria. Muy distinta era la situacin en el campo y entre las masas proletarias de Roma, sin ocupacin de ningn tipo en el proceso de produccin: rara vez haba perspectiva de liberacin para los esclavos de las fincas agrcolas (como tampoco para los de las explotaciones mineras), tambin estaba prcticamente excluida todo esperanza de mejorar de vida para los campesinos cados en la miseria y los proletarios, y en el caso de las masas de poblacin itlica y de los habitantes de las provincias apenas se vislumbraba una equiparacin poltica con los romanos mediante la obtencin del derecho de ciudadana. A esto se aada la negativa de la nobilitas a ceder al senador corriente y al homo novus las magistraturas ms importantes y, con ellas, el acceso al verdadero poder. Tambin en este sentido, as pues, la situacin en vsperas del perodo de las grandes alteraciones inaugurado por los Gracos se presentaba muy diferente a la de mediados del siglo IV a. C: en la sociedad romana de aquel entonces las puertas del poder se haban abierto casi de par en par a los homines novi que medraban, mientras que en esta segunda centuria apenas se vio algo semejante, aadindose a ello el que a masas enteras de la poblacin les estaban siendo negados el ascenso social, la mejora de sus condiciones econmicas de vida y la igualacin poltica. En fin, totalmente nueva era la situacin en la medida en que la sociedad romana del siglo II a. C. ya no contaba con aquellos lazos indestructibles que habran podido mantener firmemente unidas a capas sociales antagnicas. Anteriormente, tales vnculos resultaban, por una parte, de la propia estabilidad del sistema poltico, con las magistraturas senatoriales, el senado y la asamblea popular, lo que poda garantizar el dominio sin lmites de la nobleza, tanto ms cuanto que sta, al menos en el campesinado, tena un aliado para sus metas en poltica exterior. Por otra parte, la cohesin de la sociedad romana estaba antao asegurada por la serie de normas que se basaban en una religin y en una tica a hechura de una nobleza imbuida de tradicionalismo, y que definan los modos de comportamiento de las masas ciudadanas y, por supuesto, de la aristocracia, en consonancia con las reglas del mos maiorum. A partir de la segunda guerra pnica y la subsiguiente expansin de Roma en el Mediterrneo estos vnculos se haban relajado considerablemente y amenazaban con desintegrarse. Una vez
que la aristocracia ya no fue capaz, como en tiempos de las dos primeras guerras pnicas, de apoyarse en la masa del campesinado, el viejo edificio poltico empez a tambalearse: coepere nobilitas dignitatem, populus libertatem in lubidinem vortere, sibi quisque ducere, trahere, rapere (Sall., Iug. 41,5). Al mismo tiempo, este antiguo sistema poltico se volvi totalmente anacrnico en poca de la expansin: continuaba siendo todava un sistema de dominacin y gobierno que haba sido originariamente concebido para una ciudad-estado y que ahora, sin apenas haber cambiado, deba mantener unido a un imperio mundial, lo que a la larga resultaba imposible. Era sobre todo en las notorias deficiencias de la administracin de las provincias, en realidad no administradas, sirioexplotadas, donde esto se pona ms de relieve. Pero tambin los fundamentos espirituales del estado romano estaban siendo sacudidos da tras da: no slo Anbal, tambin los griegos vencidos vieron cumplida su venganza final cuando la expansin romana y, en particular, la influencia ideolgica del helenismo sometido produjeron inexorablemente la ruina de las viejas normas. Para aquellas mismas personas que haban soportado con facilidad las fatigas, los peligros y las situaciones inciertas y difciles, la tranquilidad y la riqueza, bienes otrora deseables, se convirtieron ahora en pesada carga y motivo de perdicin. As naci primero el afn de dinero y despus de poder: esto era, por decirlo as, la raz de todo el mal. Luego, la codicia min la lealtad, la honestidad y las dems virtudes; en su lugar, ella ense la arrogancia y la crueldad, ense a desdear a los dioses y a poner a todo un precio (Sall., Cat. 10,2 s.). La antigua escala de valores del romano sobre el cumplimiento del deber, la fidelidad, la justicia o la generosidad, que haba nacido bajo las condiciones del orden social arcaico, tena que aparecer como cosa ya superada en la poca de creacin del dominio mundial y de profunda reestructuracin de la sociedad romana. Paralelamente, Roma descubra en los pases conquistados, y particularmente en Grecia, ideas religiosas y filosficas con un contenido que en muchos aspectos entraba en contradiccin con el mos maiorum. Desde un primer momento, para la mayor parte de esta sociedad metamorfoseada el mos maiorum no signific absolutamente nada: ni para los nuevos ricos de mentalidad comercial, ni para los proletarios cados en la desesperacin, ni mucho menos para las poblaciones oprimidas de Italia y las provincias, por no hablar de los esclavos, muchos
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de los cuales eran de origen extranjero y que, de recibir algn tipo de educacin, lo era para la obediencia. Pero la autntica venganza de los vencidos consista en que la nueva y ms peligrosa corriente espiritual para Roma, la de la filosofa helnica, encontr las mayores simpatas precisamente entre aquel estrato social que debiera ser el guardin del mos maiorum, en concreto, en ciertos sectores de la aristocracia dirigente y especialmente en el crculo de los Escipiones. Para abrirse a esas corrientes espirituales eran menester un nivel educativo y un conocimiento de mundo que slo se daban en tales ambientes; a los aristcratas menos convencionales la filosofa griega no slo no pareci un peligro, sino una magnfica posibilidad de legitimar mediante un sistema ideolgico acorde con los nuevos tiempos el derecho al dominio del mundo y a su propia posicin social dirigente. En todo caso, la consecuencia de tales influencias fue bsicamente la de conmover el orden tradicional de la sociedad romana. Aquellos conflictos sociales que en su da llevaron a la desaparicin del orden social arcaico en Roma, pudieron solucionarse a partir de las leyes licinio-sextias por va reformadora. Ahora la situacin era distinta. Si en aquel entonces la expansin en Italia haba ofrecido la posibilidad de resolver a costa de terceros los problemas econmicos de las capas bajas de la poblacin, en estos momentos la expansin en el Mediterrneo se converta en una fuente de tensiones para la sociedad romana. Si antao los intereses comunes de la aristocracia y los distintos grupos de la plebe haban producido en las instancias rectoras una resuelta actitud reformista, ahora no se detectaba en las esferas de gobierno una disposicin semejante en pro de los estratos sociales perjudicados y oprimidos. En realidad, ni siquiera se llevaron a cabo intentos de solucionar los problemas sociales ms acuciantes, como el de mejorar la situacin de los esclavos o el de integrar a los itlicos en el sistema poltico, ya que ellos habran ido en contra de los intereses de los grupos dirigentes de Roma. Otros problemas fueron reconocidos como tales, y se hizo incluso alguna tentativa para paliarlos; por regla general, sin embargo, dichos intentos propendan tan solo a una vuelta al anterior estado de cosas, lo que, dadas las condiciones econmicas, sociales y polticas del momento, resultaba imposible, al margen ya de que carecan del empuje y la
coherencica suficientes o llevaban a resultados imprevisibles y fatales. Nada caracterizaba mejor la cortedad de miras de muchas de las personas influyentes en los crculos rectores de esta segunda centuria que la actitud de Marco Porcio Catn. Por un lado, luchaba por todos los medios a su alcance para que la capa dirigente se adaptase a las nuevas formas econmicas de reconversin de cultivos, trabajo esclavo, inversin de capitales y alta rentabilidad. Pero, por otro lado, este hombre se aferraba a las antiguas virtudes romanas, entre las cuales se encontraban el sentido del ahorro y la sobriedad en el modo de vida, y consideraba a la filosofa helnica, al igual que otros logros del espritu griego, v. gr., la medicina cientfica, como cosas incompatibles con los ideales romanos. Ante posturas de rechazo como sta resultaba imposible la resolucin siquiera de algunos problemas de la sociedad romana mediante una legislacin reformista. Las medidas legales tendentes a frenar el proceso de evolucin social estaban condenadas al fracaso. Es cierto que una disposicin senatorial del 186 a. C. contra los devotos de Baco en Roma e Italia pudo interrumpir las prcticas de culto orgistico, pero la decadencia del mos maiorum como sistema de referencia para la sociedad romana no dej por ello de detenerse. Las providencias tomadas por Catn contra el lujo durante su famosa censura del 184 a. C. entraban tan poco en el problema de fondo como tantas otras leyes que se promulgaron durante esta misma centuria contra el modo de vida dispendioso. La lex Villia annalis del 180 a. C, que pretenda evitar con una regulacin de la carrera senatorial el fulgurante ascenso de conspicuas personalidades de la oligarqua, como Escipin el Africano, fue saltada a la torera ya una generacin despus por Escipin Emiliano. Tampoco produjo resultado alguno la invocacin a las leyes licinio-sextias para salir en defensa del campesinado frente a los terratenientes, toda vez que nadie se atena a ellas; Cayo Lelio (cnsul en 140 a.C), que lleg a sopesar serias medidas de reforma en favor de los pobres, no se atrevi siquiera a intentar su puesta en prctica (Plut., Ti. Gracchus 8,7). Tan slo una ley anterior al movimiento de los Gracos tuvo hondas consecuencias en este siglo, an sin proponrselo. En virtud de la lex Calpurnia del 149 a. C. quedaron instituidas unas comisiones permanentes para investigar los abusos de los magistrados romanos y salir as en defensa de los provinciales. Si bien estos rganos de vigilancia no acabaron de ninguna
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manera con la violencia y la extorsin en las provincias, se convirtieron en cambio en el campo de juego perfecto para las intrigas y las luchas faccionales dentro de la capa dirigente, socavando an ms el orden vigente. As, pues, la sociedad romana enfil irremediablemente el camino de una crisis de la que slo era posible salir por la violencia. Pero el empleo de la violencia se atuvo a las propias leyes que impona la estructura de la crisis. La distinta naturaleza de cada uno de los conflictos por razn de la diversidad de los problemas sociales y polticos, la divergencia de intereses de cada una de las capas sociales y, finalmente, tambin los mltiples lazos de unos estratos y grupos con otros, hacan imposible el surgimiento de un moviminto revolucionario ms o menos homogneo. La estructura de la crisis llevaba, por el contrario, a que sta se resolviese en una serie de sangrientos conflictos sociales y polticos discurriendo en paralelo, aunque no engranados entre s desde un principio, y cuyo efecto final sera la destruccin del marco poltico anticuado en que se encuadraba el orden social, es decir, la repblica, si bien no afectando para nada a los fundamentos de la estructura social, que se vio nicamente corregida. Las guerras serviles constituyeron autnticos movimientos sociales, pero se proponan unas metas que no correspondan a los intereses de los otros estratos sociales perjudicados, en realidad, ni siquiera a los de los esclavos urbanos; estaban, pues, condenados al fracaso. La poblacin sojuzgada de las provincias vea la causa de sus males en el propio sistema de dominacin romano, pero contra ste apenas si poda hacer otra cosa que sublevarse con ayuda exterior, como lo hicieron los griegos con el apoyo de Mitrdates, si bien a la larga con ningn xito, tanto menos cuanto que aqu las capas superiores se haban ido convirtiendo paulatinamente en baluarte del dominio romano. Triunfante slo sali el levantamiento de los itlicos contra Roma, an cuando su resultado no fue la destruccin del poder romano, sino su robustecimiento con la integracin de la capa alta itlica en los rdenes rectores de la sociedad romana. Las luchas decisivas se dirimieron ms bien entre los detentadores del poder, con el apoyo en cada caso de una faccin consciente de sus intereses, bien organizada y armada; luchas entre la oligarqua, que gracias a su posicin de poder y a sus mltiples relaciones sociales contaba con el respaldo de una amplia base de seguidores, y miembros de la nobleza guiados por sus propios
designios polticos, que se presentaban como portavoces de las masas proletarias y que se saban apoyados por stas como si de poderosos ejrcitos se tratasen. Slo estos conflictos tenan posibilidad de alterar en sus fundamentos el orden social existente. Pero incluso las fuerzas progresistas contrarias a la oligarqua aspiraban, como mucho, a efectuar ciertas correcciones en el sistema social vigente, pero no a su abolicin, con lo que el centro de inters de los conflictos armados resultantes se desvi cada vez ms de los problemas sociales hacia el campo de la lucha por el poder poltico. En la guerras civiles derivadas de ello dejaron de enfrentarse capas y grupos sociales por formaciones polticas y ejrcitos regulares mandados por los primeros hombres del estado. Lo que se consigui con esto fue la cada del estado republicano: res publica, quae media fuerat, dilacerata (Sall., Iug. 41,5).
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Los conflictos de la sociedad romana durante la Repblica tarda La crisis en que se vio sumida la sociedad romana como consecuencia de la rapidez con que se oper el cambio de estructura a partir de la segunda guerra pnica, entr en una fase desde mediados del siglo II a. C, en la que ya no era posible evitar el estallido de los conflictos abiertos: la agudizacin de las contradicciones en la estructura social romana, de un lado, y las cada da ms evidentes debilidades del sistema de dominio republicano, de otro, tuvieron por resultado un repentino brote de las luchas polticas y sociales. La historia de los ltimos cien aos de la Repblica romana, desde el brote del primer levantamiento de esclavos sicilianos en el ao 135 y el primer tribunado popular de Tiberio Sempronio Graco en el 133 hasta el final de las guerras civiles en el ao 30 a. C., est ensombrecida por estos conflictos, que no han cesado de avivarse y que se han dirimido apasionada, brutal y cruentamente. Como consecuencia de ello, ese perodo de aproximadamente cien aos en la historia de Roma suele designarse como el perodo de la Revolucin, con lo que el concepto de revolucin, en la investigacin que va desde Th. Mommsen hasta R. Syme, es aplicado a distintas formas y tambin a distintas fases de los enfrentamientos 67. Es de todo punto evidente que el concepto de revolucin no puede ser empleado para definir el conjunto de estos conflictos en el mismo sentido que lo hace la historia moderna a partir de la revolucin inglesa y, sobre todo, la francesa, dado que los movimientos sociales y polticos de finales de la Repblica ni se proponan ni provocaron una transformacin violenta del
orden social; adems, por sus motivaciones, sus protagonistas, su desenlace y sus repercusiones, se trataba en estos casos de movimientos tan heterogneos que slo de manera forzada cabra medirlos por un mismo patrn. Para evitar malentendidos con el concepto de revolucin, resultar pues ms apropiado hablar, en lugar de la revolucin romana, de la crisis poltica y social de la Repblica, crisis que, ante todo, se hizo patente en conflictos que se dirimieron de forma abierta y violenta68. La heterognea naturaleza de estos conflictos se pone claramente de relieve, por un lado, en su variada tipologa y, por otro, en la modificacin de su carcter global durante los ltimos cien aos de la Repblica romana69. En lneas generales, los conflictos abiertos de esta poca se pueden agrupar en cuatro tipos principales (sin que quepa siempre marcar con nitidez sus lneas divisorias). A los tres primeros tipos pertenecieron las guerras serviles, la resistencia de los provinciales contra la dominacin romana y la guerra de los itlicos contra Roma. En las rebeliones serviles se encontraron frentes sociales bien definidos, pues se trataba ante todo de una lucha de los esclavos del campo contra sus dueos y el aparato estatal que los amparaba. Por el contrario, las revueltas de los provinciales y de los itlicos contra la dominacin romana no pueden ser consideradas como movimientos de capas sociales ms o menos homogneas, ya que fueron protagonizados por una amalgama muy diversa de grupos sociales, y su objetivo no se cifr en combatir por la libertad de los miembros de una capa social oprimida, sino en liberar de su sometimiento al estado romano a comunidades otrora independientes, a estados o a pueblos enteros; ciertamente, no carecan estos movimientos de un cierto cariz social, en la medida en que eran a menudo los estratos ms bajos de la poblacin los que mantenan frente a Roma una resistencia particularmente encarnizada. Finalmente el cuarto y ms importante tipo de conflicto de finales de la Repblica estaba representado por aquellos enfrentamientos y luchas que tenan lugar, bsicamente en el seno de la ciudadana romana, entre distintos grupos de inters. Al principio, y particularmente en tiempos de los Gracos, las motivaciones sociales todava jugaban en este caso un papel predominante o, cuando menos, de gran relieve. La reivindicacin central o, si no, una de las reivindicaciones centrales de uno de los bandos, en concreto, el de los polticos reformistas
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y sus partidarios, no era otra que la de dar solucin a los problemas sociales de las masas proletarias de Roma, teniendo para ello que vencer la resistencia del otro bando, el de la oligarqua, tambin con su nutrido ncleo de seguidores razn por la que en la terminologa de comienzos del siglo I a. C. en adelante estos dos grupos de inters pasaron a denominarse populares y optimates. Efectivamente, estos conflictos fueron desde un principio enfrentamientos polticos, que al comienzo se dirimieron predominantemente en el marco de las instituciones polticas y en trminos polticos en la asamblea popular, y en los cuales estaba en juego, tambin desde un principio, la cuestin del poder poltico dentro del estado. Tampoco aqu estaban claramente perfilados al principio los respectivos frentes sociales, y la heterogeneidad social de los bandos en lucha no dej de aumentar con el transcurso del tiempo. Con posterioridad, el contenido social del conflicto entre optimates y populares fue relegndose cada vez ms a un segundo plano, mientras que la lucha por el poder poltico ganaba paulatinamente en importancia, hasta quedar finalmente todo reducido a una pugna por dilucidar qu faccin poltica y, sobre todo, qu lder se alzara con el poder. Fue a partir de las guerras entre los partidarios de Mario y Sila en los aos ochenta del siglo I a. C. cuando la conquista del poder pas al primer plano de inters en los enfrentamientos entre las distintas fuerzas en liza, cuya composicin interna no dej ya de sufrir rpidas y constantes mutaciones. A esto se aadi la circunstancia de que a partir de los aos ochenta y setenta de esta centuria los restantes conflictos fueron extinguindose: los itlicos alcanzaron su meta en la guerra de los aliados (91-89 a. C.) con la obtencin de la ciudadana romana; en Grecia y en Asia Menor la resistencia contra Roma haba tocado a su fin con la victoria de Sila sobre Mitrdates en el 85 a. C, y con la sangrienta represin del levantamiento de Espartaco en el 71 a. C. cesaron asimismo las grandes guerras serviles. En las cuatro dcadas siguientes toda conflictividad qued reducida a la lucha por el poder en el estado el resolver si ste deba ser ejercido por la oligarqua o por un jefe nico, y en este ltimo caso, por cul de los que se lo disputaban. La consecuencia ltima de tales conflictos no sera la transformacin de la estructura de la sociedad romana, sino el cambio de la forma de estado sustentada por ella.
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Levantamientos de los esclavos, de los provinciales y de los itlicos Las revueltas serviles de la Repblica tarda merecen nuestra especial atencin, porque en ningn otro momento de la historia antigua la oposicin entre amos y esclavos se expres con tanta virulencia como en los grandes movimientos serviles del ltimo tercio del siglo II a. C. y del primer tercio de la siguiente centuria, comenzando con el primer levantamiento de esclavos siciliano y concluyendo con la rebelin de Espartaco70. La sociedad romana fue cogida totalmente por sorpresa: nadie haba imaginado el peligro que llegara a representar para Roma el primer levantamiento en Sicilia (Diod. 34/35,2, 25), y el movimiento de Espartaco fue al principio objeto de chanzas en Roma (App., B. civ. 1,549). No constituy, desde luego, ninguna casualidad el que estos grandes levantamientos tuviesen lugar en el corto espacio de tiempo entre el 135 y el 71 a. C. Ya Diodoro (34/35, 2,1 s. y 2,27 s.) puso claramente de relieve sus causas, al describir el trasfondo del primer levantamiento de esclavos siciliano. Estas se derivaban del propio desarrollo de la esclavitud romana desde la segunda guerra pnica: la importancia de la mano de obra servil para la economa romana y, con ello tambin, el nmero de esclavos, aumentaron enormemente en un breve lapso de tiempo: las masas de esclavos, fcilmente reemplazables por nuevas remesas gracias a la guerra, al comercio de esta mercanca humana o al simple pillaje, eran explotadas con especial brutalidad y maltratadas hasta extremos impensables, sobre todo, en las fincas agrcolas, todo lo cual produjo en aqullas un estado de extrema exasperacin; al mismo tiempo, por parte de los dueos se ejerca con bastante frivolidad el control de esta muchedumbre humana, entre la que se encontraban muchos ciudadanos de los estados helensticos, anteriormente libres, inteligentes y bien formados. Ni antes de la segunda mitad del siglo II a.C, ni despus de mediada la siguiente centuria, se dieron condiciones tan favorables para el estallido de las revueltas en masa de los esclavos; sus consecuencias no se haran esperar. Ciertamente, stas no consiguieron alumbrar un movimiento revolucionario unitario, toda vez que faltaban los presupuestos histricos para ello: ante todo se echaba en falta una ideologa
revolucionaria aglutinante, y las posibilidades de comunicacin entre la poblacin esclava de las distintas partes del mundo romano eran francamente reducidas. Adems, los intereses y objetivos de los distintos grupos de esclavos divergan a menudo muy considerablemente entre s; sola as suceder que, junto a los esclavos rebeldes, especialmente en las ciudades, haba gran nmero de individuos que deseaban alcanzar la libertad por la va legal de la manumisin y no por medio de la violencia (Diod. 36,4,8), mientras que los designios polticos de los sublevados podan ir desde la creacin de un estado independiente dentro del mundo romano hasta el aorado regreso a la antigua patria allende las fronteras del imperio. Y fue sta la razn por la que las revueltas de esclavos slo llegaron a prender de forma aislada, tanto en el espacio como en el tiempo. La primera rebelin de esclavos tuvo a Sicilia por escenario entre los aos 135-132 a.C71. Su origen estuvo en pequeos grupos de esclavos especialmente maltratados, entre los que tambin se encontraban pastores armados, que formaron bandas incontroladas de salteadores. En un golpe de mano conquistaron la ciudad de Enna e hicieron rey a su caudillo, el adivino y taumaturgo sirio Euno. Una vez que se hubo unido a los rebeldes otro grupo de esclavos sublevados bajo el mando del cilicio Clen, los seguidores de Euno llegaron, segn parece, a la cifra de 200.000 hombres; al principio obtuvieron considerables triunfos y slo pudieron ser aniquilados tras una larga guerra. Este levantamiento tuvo eco entre los esclavos de Roma, Sinuessa y Minturnae, tambin en las minas de Laurin en el tica y entre la poblacin servil de Dlos (Diod. 34/35, 2,19). Casi al mismo tiempo, entre el 133-129 a.C, prenda el levantamiento de Aristnico en la parte occidental de Asia Menor: este hijo ilegtimo del penltimo dinasta de Prgamo reclam para s el gobierno del estado tras la muerte del ltimo de sus monarcas, que haba dejado su reino en testamento a los romanos; dado que las ciudades permanecieron leales a Roma, Aristnico moviliz a los esclavos y pequeos campesinos, y slo pudo ser vencido tras una prolongada y sangrienta guerra. La siguiente oleada de revueltas lleg un cuarto de siglo despus. Primero se produjeron disturbios entre los esclavos del sur de Italia, Nuceria y Capua, y estall otra revuelta cuando un caballero romano de nombre Tito Vetio arm a sus esclavos contra sus acreedores (Diod. 36,2,1 s.); este ltimo
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asunto, que haba tenido por origen una historia amorosa entre el caballero y una esclava, nos indica la increble ligereza con que solan actuar los propietarios de esclavos, como ya evidenciara tres decenios antes la provisin de armas a los pastores sicilianos por sus amos. Inmediatamente despus de estas revueltas tuvo lugar el segundo gran levantamiento servil en Sicilia, entre 104-101 a.C, cuyas motivaciones revelaban en otro sentido cul era la actitud dominante entre los domini romanos: en la crtica situacin para la poltica exterior romana de la guerra cimbria, el senado tom la resolucin de ordenar la puesta en libertad de los ciudadanos deportados y esclavizados procedentes de los estados aliados de Roma, medida cuya ejecucin en Sicilia fue saboteada por los dueos de esclavos. Como consecuencia de ello, una vez ms se encendi en la isla una guerra servil que en muchos aspectos pareca una repeticin del primer levantamiento en dicha provincia. La rebelin parti otra vez de dos grupos de esclavos, que se formaron en torno al sirio Salvio y al cilicio Atenin, de los que Salvio, un adivino como en su da Euno, fue tambin proclamado rey; una vez que el nmero de sus seguidores hubo ascendido a 30.000 como mnimo, los romanos tuvieron que mantener de nuevo una dura guerra para hacerse dueos de la situacin en Sicilia. La insurreccin de esclavos ms peligrosa para Roma, el movimiento que naci en Italia en torno al gladiador tracio Espartaco del 74 al 71 a. C, estall una generacin ms tarde. Naci en Capua de una conjuracin de gladiadores que no tenan ninguna dificultad de comunicacin los unos con los otros y que fcilmente consiguieron hacerse con armas; tras los progresos de los primeros momentos, el nmero de partidarios de Espartaco ascendi al parecer a 120.000 hombres, cuya resistencia slo sera vencida despus de una larga y tornadiza contienda, en la que Roma hubo de poner en pie de guerra no menos de ocho legiones bajo el mando de Marco Licinio Craso. Aunque los distintos movimientos serviles se diferenciaron entre s en mltiples aspectos, tambin es cierto que todos ellos estaban unidos por una serie de elementos estructurales comunes, en los que apareca ntidamente reflejada la naturaleza de estos conflictos. Los movimientos partieron de pequeos grupos de esclavos aislados, que como pastores o gladiadores eran difciles de controlar y disponan de armas; tras los primeros avances, que se deban sobre todo al efecto
sorpresa, estas revueltas devenan muy rpidamente movimientos de masas, al tiempo que miles de esclavos fugitivos iban confluyendo en el campamento de los rebeldes. El ncleo de los sublevados estaba integrado bsicamente por esclavos de explotaciones agrcolas, es decir, por aqullos que reciban un trato especialmente duro. Tambin se unieron a los rebeldes sectores indigentes de la poblacin campesina, hecho que est probado tanto para el caso de Aristnico como para los de Salvio (Diod. 36, 11,1 s.) y Espartaco (App. B. civ. 1,540). Por el contrario, las ciudades mostraron una actitud hostil frente a Aristnico y Espartaco; los individuos libres ms pobres de los ncleos urbanos apenas apoyaron a los esclavos, preocupndose nicamente de sus propios intereses (Diod. 36,6), e incluso el elemento servil de las ciudades renunci en todo momento a hacer suya la causa de los sublevados (ibid. 36,4,8). Pero, aun sin este apoyo las masas de rebeldes estuvieron en condiciones de alzarse con xitos dignos de toda consideracin. Se organizaron con celeridad y bajo las rdenes de los cabecillas ms apropiados, cuya autoridad fue generalmente aceptada en atencin a sus dotes militares y organizativas o en virtud del carisma religioso de sus personas; al menos en Sicilia y Prgamo aspiraron a establecer un estado propio al estilo helenstico, con un rey a la cabeza, y en tales casos desarrollaron principios de teora del estado cuyo contenido estaba inspirado en ideas religiosas del oriente helenstico72 patria de muchos de los esclavos. Con todo, nada estaba ms lejos de sus intenciones que la transformacin radical del sistema social antiguo: sus metas eran o la creacin de un estado esclavista propio, con los papeles ahora invertidos, o, como en el caso de Espartaco, la huida de Italia hacia la Galia o Tracia de donde procedan muchos de ellos. Por consiguiente, los sublevados no abolieron la institucin de la esclavitud, sino que slo cambiaron las tornas y dieron tratamiento de esclavos a sus antiguos amos, a los que, por ejemplo, pusieron a trabajar cargados de grilletes como operarios en fbricas de armas (Diod. 34/35, 2, 15). Ya solamente por esto dichos movimientos no estaban destinados a cambiar la estructura de la sociedad romana; suceda adems que sin el correspondiente respaldo de otros grupos sociales, sin una organizacin revolucionaria unitaria y sin el desarrollo de un programa positivamente revolucionario, quedaban condenados al fracaso. La guerra de los esclavos, que fue conducida contra los opresores con la misma crueldad con la
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que stos se aplicaron a reprimirla, revisti tonos heroicos y despert incluso el reconocimiento de romanos distinguidos, pero su suerte estaba sellada de antemano. En consonancia con todo ello, tampoco el alcance histrico de las guerras serviles fue decisivo para la historia posterior de Roma; la tesis, por ejemplo, de que el imperio fue instituido en inters de los propietarios de esclavos, con el objeto de evitar mediante este frreo sistema de dominio una repeticin de los levantamientos serviles sicilianos o de revueltas como la de Espartaco73, desconoce el significado tanto de estas rebeliones como de los restantes conflictos de la sociedad romana durante la Repblica tarda. La consecuencia ms importante de las grandes sublevaciones de esclavos residi, ms bien, en el hecho de que entre los crculos de propietarios comenz a imponerse la idea de que el tratamiento brutal y la explotacin incontrolada de esta fuerza de trabajo constituan, tanto desde el punto de vista poltico como de la rentabilidad, un mtodo nada recomendable para la economa esclavista. Que la situacin de los esclavos comenz a mejorar lentamente a partir del levantamiento de Espartaco, se puso ya de manifiesto en el hecho de que en los ltimos cuarenta aos de la Repblica, en los que el sistema de dominacin romano estuvo sujeto a continuas conmociones, faltaron las grandes insurrecciones serviles. Muchos esclavos prefirieron entonces arrimarse a los polticos que les prometan libertad y bienestar: al campamento del aventurero poltico Lucio Sergio Catilina afluyeron tambin individuos de esta condicin (Sall., Cat. 56,5), y al partido de Sexto Pompeyo pertenecan ms de diez mil esclavos fugitivos, lo que explica que el emperador Augusto pudiese calificar de bellum servorum a la guerra sostenida contra ste (RGDA 25) 74. Sin embargo, en esos conflictos no se ventilaba ya una mejora de las condiciones extremas de los esclavos, sino prioritariamente cuestiones de tipo poltico, en las que los no libres eran slo medio para un fin. As, pues, la consecuencia de los levantamientos de esclavos para la sociedad romana no fue distinta a la que produjeron los dems conflictos de la Repblica tarda: se introdujo una correccin en la estructura social romana, pero ninguna alteracin esencial en la misma. A resultados en parte parecidos a los de las guerras serviles condujeron tambin los choques entre las poblaciones sometidas de las provincias y los beneficiarios del dominio romano. Ciertamente, conflictos de esta especie, al igual que
los movimientos de esclavos, no estaban destinados a convertirse en grandes levantamientos, como no fuese espordicamente y gracias a una combinacin de circunstancias favorables; suceda adems que como consecuencia de la diversidad de relaciones sociales y polticas en las distintas partes del imperio romano estas insurrecciones presentaban una cohesin menor an que las de los esclavos. Como puso de manifiesto el alzamiento de Aristnico en Prgamo, la resistencia de los provinciales poda estar estrechamente entrelazada con un levantamiento de esclavos: la revuelta de Aristnico fue un levantamiento de esclavos, pero al propio tiempo tambin una insurreccin de las capas ms pobres de la poblacin rural de Asia Menor, para las cuales la opresin extranjera resultaba particularmente insoportable; sintomticamente, esta revuelta estall en el preciso momento en que Roma iniciaba el afianzamiento de su sistema de dominio en el occidente de Asia Menor, y su jefe, como descendiente de un rey, hizo valer sus aspiraciones al trono. Cuatro dcadas despus de la derrota de Aristnico se apoder de Asia Menor y tambin de Grecia un nuevo movimiento de masas antirromano, que slo pudo tomar cuerpo gracias a la ayuda exterior, concretamente, al ataque del rey del Ponto Mitrdates contra territorio romano en una situacin de debilidad para el estado republicano, envuelto en la guerra civil. A una orden del rey, y con el apoyo de sus tropas, en el ao 88 a. C, murieron a manos de los enfurecidos provinciales 80.000 romanos e itlicos en Asia Menor, mientras que la revuelta prenda en Grecia y, muy particularmente, en Atenas; eran sus animadoras, sobre todo, las capas sociales bajas de la poblacin libre, cuyo odio se diriga contra los comerciantes, empresarios y recaudadores de impuestos del orden ecuestre75. Naturalmente, este tipo de movimientos no caus ningn cambio estructural en el sistema social romano, y ello fue as porque no se propona como meta transformar desde dentro dicho orden social, sino nicamente sacudirse el yugo del estado romano. Por lo dems, todos ellos terminaron fracasando lo mismo que los levantamientos de esclavos. Aristnico muri en una crcel de Roma en el 129 a.C; Atenas se rindi tras un largo asedio por las tropas de Sila en el 86 a.C. Las consecuencias a largo plazo de tales conflictos fueron el contribuir a una progresiva mitigacin de la brutal opresin sobre los provinciales y el llevar al convencimiento de que las
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capas superiores locales, por lo general leales a Roma, podan ser asociadas al nuevo sistema de dominio mediante concesin del derecho de ciudadana y actuar as como puntales del orden social y poltico del estado romano. Hubo un conflicto que pudo volverse especialmente peligroso para Roma y cuyas razones de fondo fueron tanto de ndole poltica como social. Se trat de la resistencia de los socii itlicos contra quienes ejercan el dominio sobre la sociedad romana. Puesto que los aliados itlicos de Roma ya a partir de la segunda guerra pnica venan siendo maltratados y discriminados de manera creciente, las tensiones entre romanos e itlicos se agudizaron cada vez ms desde mediados del siglo II a.C; las arbitrariedades de los representantes del estado romano eran una provocacin constante para los miembros de las capas altas de la poblacin, mientras que los estratos inferiores de los socii, sobre todo las masas de campesinos pobres, tenan que padecer no slo la opresin poltica exterior, sino tambin la penuria econmica. Estas tensiones crecientes condujeron ya en el 125 a.C. a un levantamiento que estall en Fregellae (Liv., Epit, 60 y Plut., C. Gracchus 3,1), despus de que el cnsul Marco Ful vio Flaco hubiese intentado en vano una extensin del derecho de ciudadana romana. Por lo dems, a partir de entonces el problema itlico sigui estando siempre de actualidad en el enfrentamiento entre optimates y populares; y cuando, tras las tentativas de reforma de Cayo Sempronio Graco y de Lucio Apuleyo Saturnino, tambin el programa reformador del tribuno de la plebe Marco Livio Druso se estrell contra la inevitable oposicin de la oligarqua, esta tensin estall en una gran insurreccin de los aliados itlicos contra Roma (bellum soctale), que del 91 al 89 a.C. convirti a casi toda Italia en un campo de batalla (App., B. civ. 1,169 s.). El levantamiento no fue un movimiento dirigido a subvertir el orden social, pues a los insurrectos preocupaba en primera instancia la obtencin del derecho de ciudadana romana (Vell. 2,15), y en la lucha contra Roma estaban tambin comprometidas las capas altas de los itlicos 76. Pero para las masas de la poblacin itlica, para el ingens totius Italiae coetus (Sneca, De brev. vitae 6,1), se trataba adems de encontrar solucin a los problemas sociales, y en este sentido fue muy elocuente el comportamiento de los sublevados frente al enemigo vencido en las colonias romanas conquistadas: los romanos ms distinguidos fueron muertos, y los componentes
de las capas bajas, incluidos los esclavos, alistados en los ejrcitos de los insurrectos (App., B. civ. 1,186 y 190). Roma logr finalmente sofocar el levantamiento, pero slo una vez que el derecho de ciudadana romana hubo sido otorgado por la lex Julia del 90 a.C. a todos los itlicos que seguan fieles a Roma, y despus por la lex Planta Vapina del 89 a. C. a cuantos de los sublevados depusiesen las armas; ello significaba al mismo tiempo que el alzamiento, contrariamente a los movimientos serviles y a las revueltas provinciales, consegua alcanzar sus objetivos. Pero de ello no se sigui en absoluto una modificacin del sistema social romano: ni entre los antiguos socii ni en el conjunto de la sociedad romana desapareceran por ello las diferencias sociales; antes bien, el orden establecido result reforzado por el hecho de que los estratos superiores de los itlicos se hicieron beneficiarios en pie de igualdad del sistema de dominacin romano. Cierto es que no todos los conflictos fueron resueltos de un plumazo; los nuevos ciudadanos itlicos que a partir de entonces entraban a formar parte de la asamblea del pueblo romano, se encontraron aqu perjudicados, porque al principio slo pudieron inscribirse en ocho de las tribus votantes, e incluso muchos de ellos seran perseguidos y muertos por la reaccin oligrquica durante las guerras civiles de Sila contra, los partidarios de Mario. La discriminacin, sin embargo, haba sido rota, y una vez que la poblacin de la Italia septentrional hubo obtenido el derecho de ciudadana romana, tota Italia, y no ya simplemente Roma con sus colonias, pas a considerarse el solar patrio del Imperium Romanum (cf. RGDA 25). Los conflictos ms importantes de la Repblica tarda y sus conexiones sociales Los conflictos de mayor significacin histrica en la sociedad romana de la Repblica tarda se desarrollaron entre las formaciones polticas del cuerpo ciudadano romano y condujeron del movimiento de los Gracos a las guerrasfciviles de finales de la Repblica. Apiano, que describi la historia de estos conflictos con ms detalle y mejor captacin de las interrelaciones sociales que cualquier otro historiador antiguo, puso claramente de manifiesto de qu manera la violencia de estas luchas haba ido incrementndose paso a paso: se haba iniciado con el asesinato de Tiberio Sempronio Graco, el primer
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derramamiento de sangre en la asamblea popular romana, que desde entonces fue testigo de choques armados recrudecidos y cada vez ms frecuentes (B. civ. 1,4 s.); stos degeneraron en abiertas guerras civiles, que slo terminaron definitivamente con la instauracin de la monarqua (ibid. 1,6 s. y 269 s.). Esa cadena de conflictos armados presenta una serie de semejanzas estructurales que resultan extraordinariamente instructivas: sus factores desencadenantes, la composicin de los distintos frentes de lucha, el origen y el papel de los lderes de masas, el programa defendido por stos, la forma en que fueron dirimidos estos conflictos, la reaccin suscitada por los mismos y, finalmente, las secuelas de cada uno de ellos, ponen de manifiesto la repeticin de numerosos elementos que reflejan muy claramente los problemas, las relaciones de fuerza y las perspectivas de futuro de la sociedad romana durante la Repblica tarda. Por otra parte, en las diferencias no menos evidentes entre cada uno de estos conflictos se puede constatar cmo el contenido social de dichos enfrentamientos fue cada vez ms relegado a un segundo plano por su carga poltica, con el resultado de que esa cadena de luchas slo acab por alterar el marco poltico del orden social romano, pero no este orden en cuanto tal77. Las causas de los choques habidos en el seno de la ciudadana romana, como en los restantes conflictos sociales y polticos de la Repblica tarda, residan en el cambio de estructura que se haba producido desde los tiempos de Anbal y que haba despertado tambin nuevas tensiones entre los ciudadanos. En correspondencia con la heterogeneidad social de ese cuerpo ciudadano, la naturaleza de estas tensiones era de una complejidad decididamente mayor que la de los conflictos entre seores y esclavos, romanos e itlicos, o romanos y provinciales: se trataba de fricciones dentro de la aristocracia senatorial, sobre todo, entre las distintas facciones de la nobilitas dirigente, cada una de las cuales contaba con el apoyo de amplias masas de clientes; tambin entre la nobleza senatorial y el recin formado orden ecuestre, con los ricos empresarios y los grandes arrendatarios en sus filas, y, adems, entre los potentados del estado romano y las muchedumbres de proletarios que se apiaban en Roma, as como entre los terratenientes ricos y el campesinado pobre. En los aos treinta del siglo II a. C. estas tensiones alcanzaron un grado tan alarmante que indujeron a las mejores fuerzas de la aristocracia a intentar su solucin por medio de reformas.
Significativamente, las tentativas se iniciaron por donde parecan ms apremiantes para los intereses del estado aristocrtico, por la cuestin agraria: el empobrecimiento de tantos y tantos campesinos estaba amenazando la continuidad en el reclutamiento del ejrcito romano y, con ello, el mantenimiento del sistema de dominio en el exterior (App., B. civ. 1,43 s.), al tiempo que el peligro poltico principal radicaba en el descontento de las masas proletarias emigradas a Roma y plenamente admitidas en la asamblea popular. Sin embargo, era tambin muy revelador el que la cuestin agraria no fuese susceptible de solucin mediante una reforma pacfica, ms an, que el fracaso de la primera tentativa reformadora provocase la agudizacin de otras tensiones sociales, y, finalmente, que las divergencias en torno a los problemas sociales engendrasen automticamente un conflicto entre distintos grupos de presin poltica. El primer conflicto abierto dentro de la ciudadana romana sobrevino en el ao 133 a. C.78. Llevado por la preocupacin de completar las filas del ejrcito romano, el tribuno de la plebe Tiberio Sempronio Graco, descendiente por va materna de Escipin el Africano y cuado de Escipin Emiliano, propuso en la asamblea popular la aprobacin de una ley agraria con la que se pretenda revitalizar el campesinado romano. Tomando como base la antigua ley licinio-sextia, se prevea que ninguna persona haba de disponer en el ager publicus de una posesin superior a las 500 yugadas (o a las 1.000 yugadas, en el caso de familias numerosas), con lo que, pese a todo, estas posesiones devenan propiedad de sus anteriores ocupantes. Las tierras recuperadas por la limitacin de la superficie de ocupacin deban ser repartidas entre agricultores pobres como parcelas de un mximo de 30 yugadas, pero en adelante haban de continuar en propiedad del estado romano lo que se haca explcito mediante el pago de un arriendo insignificante, a fin de que no pudiesen ser adquiridas por los grandes propietarios. De la puesta en prctica de la reforma deba encargarse una comisin de tres personas, compuesta por el propio tribuno, su suegro, Apio Claudio Pulcher, y su hermano ms joven, Cayo Graco. La comisin se puso a trabajar, y en los aos siguientes numerosos campesinos fueron provistos de tierras. Sin embargo, la resistencia de los ricos, que tan bien describe Apiano (B. civ. 1,38 s.), result ms fuerte de lo que se esperaba: cuando Tiberio Graco intent hacerse reelegir como tribuno de la plebe para el ao
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siguiente, a fin de protegerse contra una segura acusacin, sus enemigos organizaron un tumulto en el que el tribuno y numerosos de sus partidarios fueron asesinados. Es verdad que una nueva comisin para la distribucin de las tierras de cultivo pudo continuar su trabajo hasta el ao 129 a. C. y cosechar as algunos xitos parciales en la realizacin del programa reformador, pero la autntica meta que se haba trazado Tiberio Graco no fue alcanzada. El fracaso de esta primera tentativa reformadora no impidi la prosecucin de estos mismos esfuerzos, de la misma manera que el recuerdo del triste destino de Tiberio tampoco evitara nuevas medidas de represin sangrientas. Antes bien, para los movimientos reformadores venideros, aunque tambin para sus represores, qued as sentado un modelo a seguir en muchos sentidos. Por otra parte, la figura de Tiberio Sempronio Graco, como ms tarde la de su hermano menor Cayo, se convirti para los pobres en un smbolo de poltica en pro de la mayora y abierta a las reformas, de poltica popular, mientras que para los defensores de los privilegios de la oligarqua, pronto autodenominados optimates de acuerdo con la valoracin moral que hacan de su propia posicin social, aquella figura se les apareca como el prototipo del agitador. En los decenios siguientes, y siempre interrumpidos por perodos de restauracin oligrquica, se vivieron hechos parecidos a ste, hasta que, tras el tribunado de Marco Livio Druso en el ao 91 a.C, desembocaron en las guerras civiles. La segunda etapa del conflicto, despus de que el trabajo de la comisin agraria hubo llegado a un punto muerto a partir del 129 a.C. y de que en el 125 a.C. se frustrase el intento de reforma de Marco Fulvio Flaco en favor de los itlicos, se abri en los aos 123 y 122 a.C. con el tribunado de Cayo Sempronio Graco. Cayo tena un programa de reformas bastante ms ambicioso que el de su hermano mayor; se tradujo en no menos de 17 nuevas leyes. Con el objeto de poner a cubierto tanto a su persona como a sus partidarios de cualquier acto de fuerza de los magistrados oligrquicos, hizo que se votase una ley en virtud de la cual un ciudadano romano slo podra ser condenado a muerte por el pueblo. Para ampliar al mximo la base de sus seguidores, renov a los publicani ecuestres el arrendamiento de impuestos en la provincia de Asia, quienes de esta manera se vean con las manos libres para la explotacin del pas, y transfiri al mismo tiempo a los caballeros la facultad de integrar los tribunales encargados de
instruir proceso en los casos de abuso de autoridad, del que los senadores, y principalmente los gobernantes provinciales del orden senatorial, se haban hecho culpables. Esta reforma se revel cargada de enormes consecuencias, ya que comportaba la politizacin del estamento ecuestre y su inmersin en el conflicto desde una posicin que necesariamente haba de producir choques con el senado. Repercusiones a largo plazo tendra tambin una medida de Cayo Graco permitiendo al pueblo en Roma el aprovisionamiento de cereales a bajo precio; tambin sus disposiciones para la mejora de la red viaria itlica y la construccin de silos para el almacenamiento de grano facilitaban en particular el abasto de la plebe urbana en la capital. Menos efectividad, en cambio, tuvo la parte central de su reforma poltica, a saber, el mejoramiento de la situacin del campesinado, incluidas las masas de poblacin rural de los aliados itlicos. La puesta en prctica de la reforma agraria de Tiberio Graco fue acometida de nuevo con resultados mediocres; se demostr fallido el esfuerzo por satisfacer las necesidades de las masas populares carentes de tierras con la entrega de parcelas mediante colonizacin en frica, por escasez de parcelas en la Italia central. Sin xito alguno acab tambin el proyecto de otorgar la ciudadana romana a los latinos y el derecho de voto en la asamblea popular a los socii. Al igual que el de Tiberio Graco, este programa de reformas, que por causa precisamente de las medidas previstas en favor de los itlicos resultaba tambin impopular entre muchos ciudadanos romanos, moviliz una vez ms a la reaccin, y en el 121 a.C. Cayo Graco y sus seguidores perecieron violentamente. La realizacin de la reforma agraria fue proseguida sin entusiasmo, hasta que en el ao 111 a.C. una nueva lex agraria aboli la clusula de arrendamiento introducida en su da por Tiberio Graco; se malograba as el objetivo principal del programa reformista: el asegurar la estabilidad econmica de los campesinos librando a sus parcelas de la compra por parte de los ricos. Tras la muerte de Cayo Graco transcurrieron aproximadamente unas dos dcadas antes de que el conflicto estallase otra vez abiertamente, favorecido esta vez por el hecho de que entre los aos 104 y 100 a. C. revisti ininterrumpidamente el consulado un homo novus enemigo de la nobilitas, Cayo Mario. Con todo, el verdadero adalid de la reforma no fue l, sino Lucio Apuleyo Saturnino, tribuno de la plebe en los aos 103 y 100 a. C. El programa de los reformadores se asemejaba en muchos
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sentidos al de los Gracos, pues sus sucesores los populares lo asumieron plenamente conscientes de ello; tambin la utilizacin del tribunado y de la asamblea popular como vehculos de la poltica reformista responda al precedente sentado por los Gracos. Los temas de la propaganda popular eran, como siempre, la cuestin agraria, el reparto de grano entre los pobres y las medidas en favor de los aliados itlicos. Nuevo era ciertamente el planteamiento de la cuestin agraria: en las violentas luchas polticas de los aos 103 y 100 a.C, lo que ante todo se dilucidaba era la provisin de bienes races a los veteranos de Mario, concretamente mediante asentamientos coloniales en las provincias, ya que muchos de estos soldados licenciados carecan de toda propiedad, y se haca preciso disponer para ellos nuevos espacios de cultivo, cosa ya casi imposible dentro de Italia. Constitua asimismo una novedad el hecho de que ahora tambin los populares recurriesen desde un principio a la demagogia y al terror, lo que empuj a sus aliados naturales, los caballeros, a colocarse del lado de la reaccin senatorial. Como ya se haba puesto en prctica en el ao 121 a. C. contra Cayo Graco y sus seguidores, en el ao 100 a.C. fue declarado el estado de excepcin, que Mario debi hacer cumplir incluso contra sus propios partidarios. El asesinato de Saturnino y sus adeptos constituira el ltimo acto de una serie repetida de escenas violentas79. Por aquel entonces no se haban puesto an de manifiesto las trascendentales consecuencias de la ms importante medida tomada por Mario, la reforma del ejrcito, que fue llevada a efecto en poca de sus campaas militares: mientras que hasta la fecha el ejrcito romano se vena reclutando entre propietarios, campesinos con tierras que haban tambin de equiparse a su costa, Mario procedi a completar filas a base de proletarios carentes de toda propiedad (capite censi), a quienes armara el estado. No era totalmente nuevo este sistema de reclutamiento, pues ya antes se haba echado mano de los desposedos en situaciones crticas; por otra parte, con su aplicacin no se elimin del todo el reclutamiento del ejrcito romano a partir de las clases censitarias de los propietarios. No obstante, la medida de Mario, como resultado de la cual muchos ciudadanos sin bienes races se alistaran a filas, tuvo decisivas consecuencias para la historia de la Repblica tarda. Pues esta reforma explica el que los conflictos venideros fuesen resueltos en guerras civiles con
ejrcitos regulares. Con el nuevo sistema de reclutamiento se reviva, por un lado, la cuestin agraria, dado que el objetivo principal de los nuevos soldados era que se les pagase con bienes races tras el servicio militar; as se alejaba de Roma a las muchedumbres insatisfechas de proletarios, si bien desde ahora podan hacer valer sus reivindicaciones por la fuerza de las armas. Por otro lado, entre los polticos dirigentes que mandaban los ejrcitos, y la tropa, nacieron relaciones muy estrechas: tan slo estos generales podan responder con sus fortunas de que los soldados percibiesen regularmente sus pagas, y, sobre todo, nicamente su influencia poltica poda hacer que los veteranos viesen asegurado su porvenir en el momento de licenciarse con la entrega de parcelas en Italia o en las provincias80. Los polticos de ms relieve dispusieron as de un instrumento tan poderoso como leal, cuya aplicacin contra sus enemigos dentro del estado equivala a la guerra civil. Este cambio en los conflictos de la ciudadana romana se hizo pronto patente. Tras la cada de Lucio Apuleyo Saturnino la lucha entr con el ao 91 a. C. en una nueva y decisiva fase cuando el tribuno de la plebe Marco Livio Druso acometi la solucin de los problemas pendientes81. Hasta qu punto se haban complicado stos en el nterin, es algo que se trasluce en el amplio y diverso programa de Druso, que afectaba a todas las capas sociales inmersas en el conflicto. A los aliados itlicos prometa el tribuno la ciudadana romana, a los proletarios la solucin de la cuestin agraria, a los caballeros el acceso a los cargos senatoriales, a los senadores la participacin en los tribunales reservados desde Cayo Graco a los caballeros: tribunus plebis Latinis civitatem, plebi agros, equitibus curiam, senatui indicia permisit (Viri ill. 6, 6,4). No constituy ya ninguna novedad que Druso cayese vctima de la reaccin al igual que los ms destacados polticos reformadores. La situacin tras su asesinato, sin embargo, fue del todo nueva, pues con la defenestracin de este lder popular no se abri un perodo de diez o veinte aos de reaccin oligrquica, como haba sucedido hasta ahora en semejantes casos, sino que el conflicto degener en un enfrentamiento poltico y militar permanente entre los distintos grupos de inters. La guerra de los aliados del 91-89 a.C, desencadenada a resultas de la cada de Druso, se trat ya de una guerra civil en toda regla, en la cual los optimates y los populares se vieron obligados ciertamente a defender en
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comn los intereses superiores del sistema de dominacin romano. Pero, tan pronto como esa contienda hubo pasado, la guerra civil entre optimates y populares comenz de nuevo en toda su crudeza. Para empezar, los populares se agruparon en torno al tribuno del ao 88 a. C, Publio Sulpicio Rufo, tambin en torno a Mario, resurgido del olvido poltico, y, sobre todo, en torno al cnsul del ao 87 a. C, Lucio Cornelio Cinna; los optimates apostaron por Lucio Cornelio Sila 82. Pero la decisin fue de los ejrcitos que apoyaban a cada una de las facciones polticas: Mario pudo movilizar a muchos de sus antiguos soldados; Sila se apoy en las tropas puestas bajo su mando para la guerra contra Mitrdates en Oriente. De esta feroz guerra civil, en la que primero los partidarios de Sila, luego los de Mario y, por ltimo, las tropas de Sila nuevamente, ocuparon Roma, salieron triunfadores los optimates. Tambin su reaccin fue en esta ocasin distinta a la de las fases precedentes del conflicto: Sila permiti el aniquilamiento en masa de sus enemigos y del 82 al 79 a. C, ya dictador, asumi plenos poderes dentro del estado, con el objeto de afianzar el rgimen oligrquico mediante drsticas medidas reformadoras. Sus leyes se enderezaban a restablecer el dominio senatorial: el senado fue aumentado con unas 300 nuevas personas del orden ecuestre; los cargos y la carrera senatoriales conocieron una nueva regulacin; la legislacin fue sometida a la aprobacin del senado; el poder de los tribunos de la plebe sufri un considerable recorte; los tribunales por jurados fueron arrancados a los caballeros y convertidos en tribunales senatoriales; y, para evitar la constitucin de un poder militar en Italia, el mando de tropas dej de asignarse a magistrados en ejercicio y se reserv en exclusiva a los ex-cnsules y expretores, quienes haban de desempear durante un ao, respectivamente, su imperio militar en las distintas provincias en calidad de gobernadores. Pero estas reformas socavaron al mismo tiempo muchos de los fundamentos de la Repblica aristocrtica, a tal punto que la autocracia de Sila supuso, en realidad, el primer paso decidido en el camino del estado romano hacia la monarqua. Tras el retiro y muerte, acaecida poco despus, del dictador, el rgimen de Sila se mantuvo durante casi un decenio. Pero este sistema constitucional, que aspiraba a salvar la posicin dirigente de una oligarqua en descomposicin, no poda ofrecer una solucin duradera. Muchos problemas, que eran la
raz de los anteriores enfrentamientos entre optimates y populares, seguan como siempre sin resolverse; adems, desde la guerra civil entre Mario y Sila pudo ya entreverse cul era la nica posibilidad de superar definitivamente la crisis, a saber, la implantacin de un poder monrquico por los jefes de las facciones polticas con ejrcitos propios. Cuando en el ao 70 a.C. las disposiciones tomadas por Sila en favor de la supremaca del senado fueron en parte anuladas en virtud de una reforma judicial y por la abrogacin de las limitaciones impuestas al tribunado de la plebe, la restauracin de la antigua repblica se convirti ya en algo imposible. Significativamente, las tareas en las cortes de justicia quedaron repartidas entre senadores y caballeros (y un tercer grupo de hombres acomodados de las organizaciones tribales), mientras que los tribunos populares en los ltimos cuatro decenios de la Repblica slo conservaron influencia poltica en calidad de agentes de los grandes portadores de imperio. El futuro perteneca a estos polticos y generales todopoderosos, cuya ascensin haba sido vehiculada por la reforma militar de Mario. Los ltimos cuarenta aos de la Repblica, la poca de su last generation, transcurrieron bajo el signo de una lucha en la que primero se dirimi si la Repblica oligrquica era todava recuperable o inevitablemente haba de convertirse en una monarqua, y en la que despus se dilucidara a cul de entre los lderes polticos rivales correspondera el gobierno autocrtico83. En los dos primeros decenios que siguieron a la desintegracin del rgimen silano se sita el deslumbrante ascenso de dos polticos populares: era el uno, Cneo Pompeyo, que descoll principalmente como consecuencia de sus brillantes triunfos en Oriente entre los aos 67-63 a. C, y el otro, Cayo Julio Csar, que adquiri su gloria militar a raz de la conquista de las Galias desde el 58 a. C. La guerra civil entre estos dos rivales (a partir del 49 a. C.) fue todava una lucha por decidir qu forma tomara el estado, ya que Pompeyo se haba resuelto por el bando del senado; la autocracia de Csar, resultado de esta guerra, signific el triunfo claro de la monarqua sobre la repblica. Esta victoria no haba de ser invalidada pese al asesinato de Csar en el 44 a.C: con la derrota en el 42 a.C. de los asesinos de Csar, de los ltimos campeones del sistema oligrquico, frente a Marco Antonio y Octaviano, el posterior Augusto, la Repblica se hunda para siempre. Ahora slo restaba saber quin deba tomar posesin en exclusiva de la herencia poltica de Csar; tras la elimi-
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nacin de las figuras secundarias, como Sexto Pompeyo y Marco Emilio Lpido, la batalla de Actium (31 a.C.) y la muerte de Antonio (30 a.C.) convirtieron en vencedor al futuro Augusto, qui cuncta discordiis civilibus fessa nomine principis sub imperium accepit (Tac, Ann. 1,1). Los rasgos en comn de los conflictos habidos en el seno del cuerpo ciudadano romano desde Tiberio Sempronio Graco hasta la batalla de Actium, y que iluminan la estructura de la crisis, resultan tan dignos de atencin como sus crecientes diferencias, en las cuales se advierte un cambio de nfasis en el contenido de la crisis, con un desplazamiento del terreno preferentemente social al poltico. Atencin merece, sobre todo, el hecho de que los conflictos entre los distintos grupos de inters del cuerpo ciudadano se encendieron por regla general en situaciones particularmente difciles para el estado romano; fueron estos momentos de debilidad para el sistema oligrquico los que en definitiva hicieron posible inicialmente a los jefes de los populares abordar una poltica reformista. El mayor de los Gracos emprendi su obra reformadora no mucho despus de las serias derrotas en Hispania, coincidiendo con las fechas en que el primer levantamiento de esclavos siciliano alcanzaba su punto lgido, y la rebelin de Aristnico en Prgamo acababa de empezar. Cayo Graco entr en escena poco despus de la primera sublevacin de los aliados itlicos en Fregellae. Mario y Saturnino se aprovecharon de la impotencia de la nobilitas en la conduccin de la guerra contra Yugurta en frica y de las consecuencias de la contienda contra cimbrios y teutones, como tambin de la difcil situacin creada al sistema oligrquico por el segundo levantamiento de esclavos en Sicilia. Para su programa de reformas Marco Livio Druso intent sacar partido de una situacin de tensin producida por un escndalo poltico reciente. El activismo poltico ms encarnizado de los populares se inici unos aos despus de que hubiese concluido la guerra de los aliados y de que en el Oriente, Mitrdates lanzase su ataque contra las provincias romanas apoyado por los provinciales sublevados. La disolucin del sistema constitucional silano sobrevino en el tiempo de la rebelin de Espartaco. El rgimen oligrquico, as pues, se mantuvo realmente fuerte al menos durante los primeros decenios de la crisis de la Repblica, y en un principio slo pudo ser atacado en situaciones transitorias de debilidad. Estas conexiones, sin embargo, no deben hacernos olvidar el hecho de que los diferentes conflictos de la sociedad romana
en poca de la Repblica tarda no siempre estuvieron directamente entrelazados: ni las guerras serviles, ni los levantamientos en las provincias, ni siquiera los movimientos de los aliados contra Roma, se llevaron a efecto, pongamos por caso, en alianza con los populares. Los intereses de los esclavos insurrectos y del movimiento de los populares eran radicalmente dispares. No slo las sublevaciones serviles carecieron de todo respaldo de las masas de proletarios romanos, sino tambin a la inversa: los populares llamaron a menudo en ayuda de su causa tambin a los esclavos, pero casi siempre sin xito, como en el caso del ms joven de los Gracos (App., B. civ. 1,115), de Mario (ibid. 1, 262 s.) y, al principio, en el de Cinna (ibid. 1,293; de distinto modo, despus: ibid. 1,316). Tampoco entre populares y provinciales en lucha contra la dominacin romana poda haber entente alguna; los habitantes de Hispania que prestaron su apoyo a Quinto Sertorio, un partidario de Mario en guerra contra la oligarqua, no eran en absoluto enemigos del poder romano, sino que combatan por Sertorio, el cual consideraba a su gobierno en Hispania, con un senado propio, como el rgimen romano legalmente constituido. En cambio, entre los populares y los socii itlicos se dieron indiscutiblemente estrechas relaciones; la recomendacin de reformas polticas y econmicas en pro de los itlicos estuvo siempre presente en el programa de la poltica popular, desde Cayo Sempronio Graco hasta Marco Livio Druso. Aun as, es un dato revelador el que en la guerra de los aliados optimates y populares contendiesen juntos contra el alzamiento de los itlicos: tan pronto como un movimiento social o poltico pona en cuestin el propio sistema de dominacin romano, vease unnimemente rechazado por los distintos grupos polticos de inters en Roma. Ya slo la incidencia de este factor en la historia centenaria de la crisis republicana habra sido suficiente para impedir que los mltiples y heterogneos conflictos de esta poca hubiesen desembocado en un movimiento social unitario dirigido a alterar el orden social imperante: en los conflictos ms relevantes de la Repblica nunca se alinearon en contra frentes sociales de opresores y oprimidos, de manera que los resultados de estas luchas no pudieron entraar la transformacin violenta de aquel orden social. Precisamente la historia de los bandos contendientes en la larga serie de conflictos surgidos en el seno de la ciudadana romana revela con toda claridad la naturaleza de estos
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enfrentamientos. Apiano destacaba con razn que en tiempos de Tiberio Sempronio Graco los frentes en lucha estaban integrados, de un lado, por los grandes propietarios ricos, y, de otro, por los pobres, y que los restantes grupos de la poblacin, en consonancia con sus respectivos intereses, se alineaban en uno u otro bando (B. civ. 1,39 s.). Pero ya entonces haba senadores en el lado de los pobres y grupos de sencillos ciudadanos bajo una estrecha dependencia personal de los aristcratas en el lado de la oligarqua, mientras que los caballeros se repartan entre los dos campos (Vell, 2, 3, 2). Cicern, as pues, tena bastante razn cuando daba a entender que ya desde los Gracos la sociedad romana qued de tal modo dividida en dos bandos que uno podra realmente hablar de do senatus et do paene iam populi (De re p. 1,31). Es, como muy tarde, la guerra civil entre Mario y Sila, a partir de cuando nos encontramos claramente ante grupos polticos de inters enfrentados entre s y muy mezclados con una composicin interna que poda alterarse con gran rapidez en funcin de los correspondientes intereses de los distintos lderes y facciones84. Salustio haba caracterizado con gran acierto a los populares y optimates de los aos sesenta del siglo I a.C: cuando los jvenes alcanzaban el tribunado de la plebe, comenzaban, con la falta de consideracin propia de su edad y carcter, a soliviantar a la masa con reproches contra el senado y a encandilarla despus por medio de regalos y promesas, ganando de esta manera para s mismos renombre y poder. Contra ellos se resista por todos los medios la mayor parte de la nobleza, aparentemente en nombre del senado, aunque en realidad defendiendo su propia posicin de poder... Los unos actuaban as, como queriendo salvaguardar los derechos del pueblo, los otros, como deseando elevar al mximo el prestigio del senado todos invocaban el bien comn, pero en realidad cada cual slo luchaba por su propia influencia (Cat. 38,1 s.). Fue as cada vez ms frecuente que los representantes de unas mismas capas sociales asumiesen una posicin poltica opuesta. Para empezar, resultaba significativo el hecho de que no slo los lderes de los optimates, sino tambin los de los populares fuesen siempre senadores, en concreto, aquellos que buscaban satisfacer sus intereses en la lucha contra la oligarqua85. Sus orgenes y motivaciones personales podan ser muy diversos: muchos de ellos procedan de la alta nobleza, como los Gracos, Marco Livio Druso o Csar; otros,
como Mario y tambin Cayo Servilio Glaucia, un poltico reformador asociado a Lucio Apuleyo Saturnino, eran enemigos acerbos de la alta nobleza y pertenecan al crculo de homines novi tanto tiempo perjudicados; algunos, como los Gracos, estaban movidos por motivos desinteresados, y otros, como Publio Sulpicio Rufo (Plut., Sulla 8,1), eran meros estafadores; algunos, caso de Saturnino, haban tenido que encajar severas derrotas polticas en el ejercicio anterior de las magistraturas, y muchos, como un Sulpicio Rufo (Plut., Sulla 8,2), un Csar (App., B. civ. 2,3 y 2,26 s.; Plut., Caes. 5,8 s.) o un Antonio (Plut. Ant. 2,3), estaban adems cargados de deudas. Pero todas esas diferencias en nada cambiaban el hecho de que los caudillos de los populares, al igual que los de los optimates, procedan de la nobleza senatorial, dndose adems bastantes casos de senadores que apoyaron la causa de los populares: Sila, un paladn de la causa aristocrtica, mand matar o desterrar a ms de 100 senadores por ser enemigos suyos (App., B. civ. 1,482). En las luchas por el poder poltico despus de Sila la toma de postura de los senadores fue ms inconstante todava, y en las guerras civiles de finales de la Repblica se dio el caso de senadores que cambiaron de partido ms de una vez. Slo muy pocos nobles pudieron mantener una actitud poltica tan consecuente como la del segundo Marco Porcio Catn, que fue siempre un sostenedor de los ideales republicanos; ms tpico del comportamiento de los aristcratas eran las frecuentes fluctuaciones de un Pompeyo o Cicern a lo largo de sus dilatadas carreras polticas. Tampoco las otras capas sociales se mantuvieron en absoluto unidas en los enfrentamientos de la Repblica tarda. En el ao 133 a. C. una parte de los caballeros apoy a la oligarqua y la otra a Tiberio Sempronio Graco. Una dcada ms tarde fueron movilizados por Cayo Graco contra el senado con la creacin de los jurados ecuestres, lo que ciertamente no impidi que en el 121 a.C. participasen en la aniquilacin del movimiento graquiano. Posteriormente, entre ellos y los senadores se dieron siempre nuevas confrontaciones, si bien era la concordia ordinum, la armona entre senadores y orden ecuestre, a la que Cicern instaba como fundamento de la Repblica romana86. Hasta qu punto poda variar la posicin poltica de cada uno de estos caballeros, nos lo pone perfectamente de manifiesto el hecho de que Sila ejecut a 1.600 equites como enemigos suyos y orden, en cambio, que
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otros 300 ingresasen en el senado. Las masas del proletariado urbano eran fcilmente manipulables por medio de la agitacin demaggica y el regalo, de todo lo cual los populares supieron sacar gran partido87. Lo bien que estas muchedumbres podan ser dirigidas por un poltico hbil, se reflej como en ningn otro caso cuando Antonio las incit contra los asesinos de Csar (App., B. civ. 2,599 s.). Pero con idnticos procedimientos podan tambin los optimates movilizar en favor suyo a las masas, y por eso la autntica fuerza de la dictadura de Sila se bas, adems de en la fidelidad de sus 120.000 veteranos, en la lealtad de los 10.000 Cornelii, que eran sus libertos y, sobre todo, supieron defender su causa entre la plebe urbana de Roma (App., B. civ. 1,489). Los veteranos apoyaron siempre a su antiguo jefe militar, que los haba llevado a la victoria y asegurado su porvenir con tierras; desde Mario y Sila ellos constituyeron, con los soldados en activo, la columna vertebral de los movimientos polticos, agrupados en torno a cada una de las personalidades dirigentes 88. La heterogeneidad social a que poda llegar la composicin interna de uno de estos grupos polticos de inters, particularmente en los conflictos de la Repblica posteriores a Mario y Sila, se hizo patente en la conjuracin de Catilina del ao 63 a. C. contra el orden constitucional. El caudillo de este movimiento era un ser fracasado de la vieja nobleza, endeudado y marcado por el infortunio poltico; entre sus seguidores haba representantes de todos los estratos sociales posibles, a quienes slo una el descontento frente a la situacin imperante: senadores, caballeros, miembros de las capas altas de las ciudades itlicas, artesanos, lumpenproletariado, libertos y esclavos89. La composicin interna de los frentes surgidos en la sociedad romana durante la Repblica tarda fue variando, al igual que tambin cambi el contenido de estas luchas. Tiberio Sempronio Graco combata por una reforma social en pro de campesinos y proletarios pobres valindose para ello de medios polticos. Su hermano ms joven persigui este mismo objetivo, pero comprometi tambin en el conflicto a los caballeros y aliados itlicos, y, en consonancia con ello, fij asimismo nuevas metas polticas al movimiento. Las motivaciones sociales (provisin de tierras a los pobres y, desde Mario, a los soldados licenciados, mediante repartos de parcelas en usufructo o por medio de la colonizacin) jugaron siempre un papel en el programa posterior de los populares,
pero ya desde el cambio de siglo el eje en torno al que gir la lucha fue el reparto del poder y, con l, la cuestin constitucional; el problema agrario y el otro punto central en la problemtica sociopoltica de la Repblica tarda, la frumentatio, es decir, el reparto de vveres entre las masas de Roma, fueron cada vez ms un simple pretexto en la lucha de los jefes vidos de poder en el estado. Tambin la forma en que se desarrollaron los conflictos entre los grupos de inters evidenciaba la transformacin del primitivo movimiento animado de reivindicaciones sociales y polticas en una mera pugna por la conquista del poder. Sobre todo desde los Gracos hasta Sulpicio Rufo, aunque tambin en parte an despus de Sila, los populares utilizaron la institucin del tribunado de la plebe y la asamblea popular como instrumento y espacio de lucha. En consecuencia, los actos de violencia poltica no tomaron ciertamente la forma de abiertas guerras civiles, si bien se desarrollaron en ritmo e intensidad acelerados: demagogia, violaciones constitucionales, escenas tumultuarias, asesinatos polticos y aniquilamiento brutal del adversario. Estos mtodos de lucha continuaron siendo empleados ms tarde, sobre todo durante los enfrentamientos de triste memoria tenidos lugar en Roma a finales de los cincuenta, que prepararon la guerra civil entre Csar y Pompeyo. Pero desde los aos ochenta del siglo I a. C. estas formas de lucha experimentaron un cambio considerable. Los populares movilizaron ejrcitos para alcanzar sus fines e instauraron en Roma, como lo hizo Cinna en 87-84 a. C, un rgimen poltico de mano dura. Verdad era que no slo los populares recurrieron a nuevos procedimientos en el empleo de la violencia, sino tambin la reaccin oligrquica. Hasta ahora sta ltima se haba dado generalmente por satisfecha con la persecucin de los populares ms comprometidos, no haba osado abolir, al menos abiertamente, la legislacin reformista impuesta previamente y, por lo dems, se haba imaginado que las cosas volveran por s mismas a su cauce; la dictadura de Sila, por el contrario, fue un intento de represin total, desde luego no sin una serie de reformas polticas dignas de tener en cuenta, y stas evidenciaban que las antiguas formas de la Repblica ya no podan restablecerse prescindiendo de cambios. Algo sin precedentes, en cambio, eran las guerras civiles, como las que tuvieron lugar entre Mario y Sila, Sertorio y Pompeyo, Pompeyo y Csar, los republicanos y los herederos polticos de
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Csar, y, finalmente, entre cada uno de los sucesores polticos del dictador: en este tipo de contiendas se encontraron frente a frente ejrcitos regulares, las operaciones blicas afectaron a todo el imperio romano, y los enemigos polticos fueron muertos en masa en el curso de batallas campales o de sangrientas proscripciones. En estas luchas por la conquista del poder no tena ya cabida un movimiento de reforma social, y sus efectos se dejaron sentir no en el orden social, sino en el sistema poltico de Roma.
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Las consecuencias de la crisis para la sociedad romana En consonancia con la estructura de los conflictos de la Repblica tarda y con la naturaleza del cambio operado en la sociedad romana de los Gracos hasta la instauracin del imperio, el sistema social reinante no se vio esencialmente alterado, sino slo modificado en algn aspecto; radicalmente trastocado lo fue nicamente el rgimen poltico en que se organizaba la sociedad romana90. Los fundamentos econmicos del orden social, en lneas generales, continuaron siendo los mismos que los existentes desde la poca de la segunda guerra pnica. La vida econmica se basaba aun en gran medida en la produccin agraria, que se llevaba a efecto en los latifundios, aunque tambin en las pequeas heredades de los colonos agrcolas y en las modestas parcelas del campesinado pobre; empero, la economa agrcola, al igual que antes, constitua slo una parte del sistema entero de produccin: la manufactura ampliamente desarrollada y el comercio, ligados a una actividad empresarial fuerte, a las transacciones con el exterior y a la economa monetaria, as como la minera, desempearon un papel considerable. La expansin fuera de Italia, que aseguraba las condiciones para el ulterior desarrollo de este sistema econmico, fue proseguida con el sometimiento de Siria por Pompeyo, con la conquista de la Galia por Csar, y con la extensin posterior del dominio romano en Hispania, en la Pennsula balcnica y en Asia Menor. Por ello mismo, tambin la divisin de la sociedad romana apenas sufri modificaciones. Ciertamente, durante el perodo de luchas abiertas las distintas capas sociales se vieron algo afectadas, en algn caso experimentaron un desarrollo considerable, y en parte tambin se produjo una fuerte alteracin en su composicin interna; con todo, lo que no se dio fue el nacimiento de estratos sociales totalmente nuevos, ni desapareci ninguno de los formados anteriormente. De esta manera, se mantuvo inconmovible en lneas generales el modelo de sociedad dominada por unas capas altas muy reducidas numricamente y de rasgos estamentales. Es cierto que las tensiones existentes en el seno de esta sociedad slo disminuyeron en una pequea parte durante este perodo de crisis centenaria, pero todas estas tensiones y conflictos de la Repblica tarda no estaban en condiciones de destruir el sistema social. Tampoco se desarroll una nueva ideologa que
sirviese de cohesin a la sociedad entera: el mos maiorum, incluso para la aristocracia senatorial, haba dejado de ser desde haca tiempo el nico sistema de referencia, a pesar de lo cual los tericos de la poca se lamentaran de la decadencia de este cdigo de valores, y las corrientes espirituales determinantes se propondran revitalizarlo, pero nunca sustituirlo por nuevos ideales. Slo quedaron destruidos del todo los vnculos que hasta entonces haban sido capaces de mantener unida a la sociedad romana en un sistema poltico, es decir, la forma republicana de estado con sus instituciones; pero ya en los ltimos decenios de la Repblica pudo vislumbrarse la solucin que prometa salvar el antiguo orden social con un nuevo marco poltico: la monarqua. Los criterios que definan cada una de las posiciones dentro de la sociedad y, con ello tambin, la estratificacin social de la Repblica tarda, apenas se diferenciaban por su naturaleza de los principios de estratificacin social de la poca comprendida entre la guerra aniblica y los Gracos. Constituan un complicado sistema en el que, al igual que antes, interactuaban el origen social, la ambicin y la habilidad personales, la propiedad fundiaria y la capacidad financiera, los privilegios polticos y la educacin, el derecho de ciudadana o su carencia, la libertad personal o la esclavitud, la adscripcin tnica o regional, y la actividad econmica en los sectores de la produccin urbana o agraria; los factores mencionados en primer lugar otorgaban al individuo la dignitas, rango y honor, imprescindible en una posicin social superior, y cuyo contenido fue muy bien definido por Cicern: dignitas est alicuius honesta et cultu et honore et verecundia digna auctoritas (De inv. 2,166). Novedoso era nicamente que dichos factores, bajo las convulsiones ocasionadas por aquellos conflictos abiertos y permanentes, podan actuar en una forma y en una medida distintas a las de antes, en la poca dorada de la Repblica aristocrtica. El que descenda de una familia noble posea de antemano un privilegio de cara a su iniciacin en la vida poltica, tanto por el prestigio de su casa y sus relaciones, como por los bienes races y la fortuna heredados; incluso aquel que se hallaba completamente endeudado no tena en absoluto por qu renunciar a sus ambiciones polticas. De hecho, desde los consulados de Mario los homines novi no consiguieron de ninguna manera igualarse con los nobiles en el acceso a los ms altos cargos: durante los ms de sesenta aos entre el primer consulado de Mario y la muerte de Csar
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hubo en total slo once cnsules que nos conste positivamente que fuesen homines novi dentro del orden senatorial; no fue sino entre el 43 y el 33 a.C. que estos hombres nuevos con dieciocho cnsules en once aos conquistaron una posicin realmente distinta a la de hasta ahora91. Pero, en aquellas circunstancias histricas las dotes naturales y la ambicin de los hombres nuevos podan hacerse valer mucho mejor que en el siglo anterior a Mario; Marco Tulio Cicern, un homo novus como Mario, de Arpinum, que deba su carrera poltica y su general aceptacin como princeps senatus a sus mltiples cualidades, nos ofrece el mejor ejemplo de ello92. Ante todo, se daban entonces las condiciones necesarias para que individuos hbiles y sin escrpulos pudiesen amasar fortunas verdaderamente increbles en espacio de muy corto tiempo: no slo los beneficios empresariales y la expansin continuada contribuan a ello, sino tambin la repetida serie de conmociones polticas, en especial a partir de Mario y Sila, cuyo balance final fueron el exterminio de familias dirigentes enteras y la confiscacin de enormes patrimonios. Mario haba comenzado como un hombre pobre, pero adquirira tal cantidad de tierras que, en opinin de Plutarco (Mar. 34,2 s. y 45,11), habran podido ser suficientes para un rey; el Sila falto de recursos de un principio se convertira en el hombre ms rico de su tiempo (Plin., N. h. 33,134); Marco Licinio Craso, el tercer hombre del primer triunvirato, aument la fortuna heredada de 300 a 7.100 talentos (aproximadamente unos 42 millones de denarios), invertidos en latifundios, minas y esclavos (Plut., Crassus 2,1 s.). Por consiguiente, la escala de la riqueza fue otra muy distinta a la prevaleciente todava en tiempos de los Escipiones: slo la parte de la herencia de Pompeyo que un decenio despus de su muerte habra debido recibir su hijo, importaba 17.500.000 denarios (Dio 48,36,5); Csar regal a sus amantes joyas por valor de 1.500.000 denarios (Suet., Caes. 50,2), y Lucio Licinio Lculo, el victorioso general frente a Mitrdates, mand servir comidas por valor de 50.000 denarios (Plut., Lucullus 41,7). Un senador romano corriente, o un caballero, que simplemente alcanzasen los 100.000 denarios de cualificacin para su ordo, no se podan medir con estas fortunas, y Cicern, que posea predios y villas en distintos puntos de Italia fuera de su casa de Arpinum (en Tusculum, Lanuvium, Antium, Astura, Caieta, Formiae, Sinuessa, Cumas, Puteoli y Pompeya), ni siquiera formaba parte del grupo de romanos ms ricos de su poca.
Naturalmente, no slo haba senadores ricos, sino tambin caballeros, como un Tito Pomponio tico, el amigo de Cicern, que deba sus ganancias a la compra de tierras en Italia y Epiro, al prstamo de dinero, al alquiler de viviendas en Roma e incluso a su actividad como editor, y que pasaba por ser un hombre de negocios tan hbil como moderado (Corn. Nepos, Att. 13). Pero tambin personas de muy baja extraccin social pudieron sacar partido de las oportunidades que ofreca este perodo de guerras civiles: Crisgono, por ejemplo, un liberto de Sila, adquiri a un precio tan irrisorio los bienes subastados de un ciudadano condenado a muerte que ms tarde podra alardear de haber centuplicado los beneficios de aqullos (Plut., Cic. 3,4). Precisamente los libertos contaban tambin con la posibilidad, y no slo por dinero, sino tambin gracias a sus buenas relaciones con los poderosos patroni, de conseguir influencia y poder: Crisgono mereca a Cicern el calificativo de potentissimus hoc tempore nos trae civitatis (Rose. 6), y a Demetrio, un influyente liberto de Pompeyo, se le trat en Siria como a un distinguido senador (Plut., Cato min. 13,1 s.). No constitua ninguna novedad en la sociedad romana el que la propiedad fundiaria y el dinero confiriesen al individuo poder e influencia; algo sin precedentes eran slo las crecientes aspiraciones y las favorables condiciones para adquirir fortuna y gin ar as fuerza y favor. Tambin la experiencia poltica, as como L labilidad en el trato con las masas y las cualidades como jefe militar podan hacer realidad carreras inslitas. La posesin de la ciudadana romana permita adems obtener regalos, ser mimado polticamente, entrar en el ejrcito y disfrutar aqu de paga y botn, y en tanto que veterano o proletario ser provisto con tierras. Hasta la mera libertad personal de un provincial, por lo dems carente de derechos polticos, poda significar ms que antes, dado que al menos los miembros de las capas superiores locales podan abrigar la esperanza de que les fuese concedido algn da el derecho de ciudadana romana. Tambin es cierto que en aquella poca de abiertos enfrentamientos no slo era posible alcanzar con gran rapidez la riqueza y una posicin rectora en la vida pblica, sino cambien perderlo todo con igual rapidez, hasta el punto de que polticos y generales poderossimos podan caer vctimas de sus enemigos. Como consecuencia de las terribles prdidas de poblacin en las guerras civiles y en los dems choques sangrientos, la mayora de las capas sociales se vieron diez-
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madas. Pero en todos los estratos de la sociedad romana se produca continuamente el recambio con nuevos grupos. Las alteraciones en la composicin interna de los distintos estratos como resultado de dicha fluctuacin fueron en definitiva las consecuencias de naturaleza social ms importantes de los conflictos de la Repblica tarda. Muchos senadores cayeron vctimas de las guerras civiles y las proscripciones 300 hombres slo en el ao 43 a. C; en su lugar aparecieron otros homines novi del orden ecuestre y de las capas altas de las ciudades itlicas. Sila dio entrada a 300 caballeros en el estamento senatorial (App., B. civ. 1,468) y elev as el nmero de senadores a 600; y Csar, sobre todo, que tambin ech mano de los provinciales, prosigui esta misma poltica con la mayor liberalidad (Suet., Caes. 41,1 y 80,2), de tal manera que en los ltimos aos de la Repblica el senado contaba con 900 miembros (Dio 43, 47,3). El orden ecuestre, slo con las proscripciones de Sila, perdi como mnimo 1.600 de sus integrantes, mientras que las del ao 43 a. C. le ocasionaron 2.000 bajas. Con todo, el nmero de pertenecientes al estamento ecuestre se elevaba a mediados del siglo I a. C. a unos 20.000 (Plut., Cic. 31,1); entre los numerosos caballeros de reciente creacin haba tambin en creciente escala individuos de las provincias, de Sicilia, frica y especialmente Hispania (Bell. Alex. 56,4). Asimismo, la composicin de las capas altas de las ciudades y en parte tambin de las provincias conocieron sensibles mutaciones. La principal razn de ello era el asentamiento de veteranos a partir de Mario tanto en Italia como en el territorio extrapeninsular; estos exsoldados, que obtenan tierra cultivable en suelo colonial, formaban el estrato superior en dichas ciudades. Pero tambin en los municipios se daba con frecuencia el caso de advenedizos sociales, por ejemplo, libertos y sus descendientes, que se introducan en las lites locales y asuman all el papel de las antiguas familias que haban visto arruinarse su patrimonio en el perodo de crisis o haban sido exterminadas durante las guerras civiles. Tambin proletarios de Roma fueron a menudo instalados en las colonias; con Csar la cifra de receptores de grano oficialmente reconocidos en la capital se rebaj en total de 320.000 a 150.000 (Suet., Caes. 41,3). Por otra parte, la capa de dicho proletariado fue permanentemente revitalizada con la afluencia de nuevos grupos y, en particular, con las liberaciones en masa del ltimo siglo de la Repblica; ya slo los 10.000 liberti de Sila (App., B. civ.
1,469) suponan una inyeccin adicional muy considerable. A su vez, nuevos esclavos venan a ocupar el lugar de tantos libertos. Mario hizo al parecer no menos de 150.000 prisioneros en la guerra contra cimbrios y teutones, que fueron convertidos en esclavos (Oros. 5, 16,21); Csar orden esclavizar a 53.000 cautivos tras una sola batalla durante sus campaas en la Galia (Bell. Gall. 2, 33,6), y el nmero total de prisioneros hechos por l debi de ascender al milln (Plut., Caes. 15,6). A esto se aadan otras fuentes de aprovisionamiento de esclavos, como el pillaje humano, que en Oriente llegara a adquirir proporciones increbles hasta la destruccin de la piratera por Pompeyo en el 66 a. C; en el ao 104 a. C. el rey de Bitinia haba rehusado prestar ayuda militar a Roma contra los germanos, aduciendo que la mayora de sus subditos haban sido llevados como esclavos por los romanos 93. As, pues, podemos decir que la sociedad de la Repblica tarda registr un constante movimiento en la medida en que la composicin de sus distintas capas estuvo siempre sujeta a continuos desplazamientos internos. El resultado ms trascendental de esta movilidad fue el de sentar las bases para la integracin de las sociedades de distintas partes del imperio en un orden social ms o menos unitario y para la formacin de una capa social superior constituida por doquier segn unos mismos criterios. Los itlicos quedaron plenamente integrados en el sistema social romano. La gran lnea divisoria, jurdicamente hablando, desde la ltima generacin de la Repblica no era ya la establecida entre los romanos esto es, los habitantes de Roma y de las diversas ciudades de Italia en posesin de la ciudadana romana y los no romanos, sino entre los itlicos y los provinciales. Pero tambin en las provincias se dieron los primeros pasos hacia la integracin. Una de las vas era la colonizacin itlica en las provincias, principalmente en el sur de la Galia, Hispania, frica y algunas regiones del Oriente94. La otra va, ms resolutiva an de cara a la fusin, era el otorgamiento del derecho de ciudadana romana a los miembros de los estratos superiores indgenas en las provincias la mayora de las veces en los territorios donde tambin la colonizacin itlica actuaba con ms fuerza. Los nuevos ciudadanos de las provincias, caso de reunir los correspondientes requisitos econmicos y de haber prestado especiales servicios a la causa de un dirigente poltico, podan ser acogidos en el orden ecuestre, y en algunos casos incluso en el senado. En Hispania, slo en la ciudad de Gades,
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debieron de existir 500 caballeros en tiempos de Augusto (Strabo 3, 5,3), y de esta localidad provena tambin Lucio Cornelio Balbo, quien en el ao 72 a. C. consigui el derecho de ciudadana romana y en el 40 a. C. fue el primer provincial, el primus externorum (Plin., N. h. 7,43), que ascendi a cnsul 95. Pero esta evolucin tuvo lugar en el marco de la estratificacin de la sociedad operada ya en el siglo II a. C. y, como ya hemos sealado, no produjo verdaderamente un nuevo orden social. La cspide de la sociedad tardorepublicana segua siendo, al igual que antes, la aristocracia senatorial, en la que descollaban la nobilitas y algunos advenedizos. Su constitucin interna conoci efectivamente alteraciones, y su prestigio lleg a mermar tanto que Floro hablara ms tarde de un senatus... debilitatus en esta poca, un senado que omne decus maiestatis amiserat (2, 5, 3, para el ao 91 a. C), lo que, sin embargo, no modific para nada el hecho de que el podero poltico y econmico estaba, sobre todo, en manos de sus miembros. A pesar de que a los caballeros slo se les reconoca institucionalmente funciones de mando dentro del estado cuando ingresaban en dicha cmara, tambin a ellos les correspondi una posicin dirigente; como Floro (2,5,3) pona de relieve con acierto, los ecuestres posean una fuerza poltica; y sobre todo econmica, que casi les daba la posibilidad de controlar el estado. Los estratos rectores de la sociedad romana fueron agrupados en estas dos organizaciones estamentales; cuando Cicern hablaba de ordines en Roma, quera referirse con ello, ante todo, a ambos ordines96. En las lites locales de las poblaciones urbanas se concentr el sector de ciudadanos ricos y grandes propietarios que tras la concesin del derecho de ciudadana romana a los itlicos en el ao 90 a. C. comenz en toda la pennsula a tomar una forma ms unitaria que antes, y que se vera completado con las capas altas de las colonias provinciales. Por debajo de dichos estratos haba en las ciudades libertos pobres y ricos, artesanos, mercaderes, proletarios y esclavos, que se ocupaban aqu en la industria, aunque tambin en muchos otros menesteres (cf. esp. Plut., Crassus 2,5 s.); en el campo, agricultores con una acusada diferenciacin, desde el colono acomodado hasta el asalariado temporal e indigentes, como los mercennarii y obaerati de Varrn (De re rust. 1, 17,2), y finalmente las masas de esclavos trabajando en las explotaciones agrarias. En suma, tratbase ste de un modelo de sociedad que no se diferenciaba
considerablemente ni del precedente del siglo II a. C. ni del posterior del Alto Imperio. Ese orden social estuvo cargado de tensiones a lo largo de toda la Repblica tarda, tensiones que engendraban una y otra vez abiertos conflictos. El nmero de vctimas que se cobraron estos choques sangrientos alcanz varios millones de vidas humanas, y pese a ello la sociedad romana de aquellos tiempos no conseguira siquiera solventar de verdad sus propios problemas. Slo unos cuantos fueron los problemas sociales que la Repblica logr de hecho superar, y nadie como Livio ha sabido describir mejor dicha impotencia en una sola frase: nec vitia nostra nec remedia pati possumus 97. Autnticamente resuelta slo qued la cuestin itlica, y ello merced a una concesin hecha tras una guerra ciertamente cruenta, aunque tambin y precisamente en inters del sistema aceptada como normal desde haca tiempo por las mejores fuerzas de la sociedad romana. La opresin de los provinciales disminuy, y tambin los esclavos recibieron mejor trato que antes en las ltimas decadas de la Repblica. Varrn, al contrario de Catn el Viejo, recomendaba estimularlos a un mejor rendimiento no recurriendo a la explotacin brutal, sino dndoles facilidades y recompensas98. Pero, a fin de cuentas, las provincias seguan concibindose como praedia populi Romani, y, sin ir ms lejos, Cicern tena por brbaros a los galos de la provincia narbonense; tampoco Varrn tena reparo en afirmar que l consideraba a los esclavos slo como fuerza de trabajo y no como seres humanos Podemos decir, por tanto, que el foso de separacin entre los beneficiarios del sistema de dominacin romano y sus sometidos fue reducido slo un poco, y de ninguna manera qued suprimido. La cuestin agraria y, con ella, la provisin de tierrasa los proletarios, estuvo prxima a solucionarse gracias a la colonizacin en las provincias y a la redistribucin del suelo italiano tras cada una de las guerras civiles, pero este arreglo se apartaba bastante del propuesto en su da por los Gracos, y el precio que debi pagarse por l fue demasiado alto. En fin, semejante fue el resultado de los choques habidos en el seno de las capas dirigentes de la sociedad romana, entre caballeros y senadores, entre hombres nuevos y familias de la alta nobleza, entre las distintas facciones de la oligarqua: en lugar de una autntica superacin de las contradicciones sociales dichos conflictos terminaron, por el contrario, en nuevas y mutuas matanzas. La Repblica tarda no fue capaz de
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remontar la crisis ni mediante reformas ni mediante una revolucin social, y lo ms que consigui fue orillar los graneles problemas destruyendo el marco poltico tradicional y dejando la solucin definitiva de los mismos para el nuevo sistema poltico. Esta impotencia se deba en no pequea medida al hecho de que la sociedad romana en el perodo de la Repblica tarda no estaba en situacin de encontrar los ideales que habran ayudado a vencer o a atenuar sus conflictos, y que habran podido as al menos mantener compenetradas a las capas sociales dirigentes en torno a un mismo cdigo de valores. El horizonte ideolgico y moral del mos maiorum se perdi de vista prcticamente. Nada haca ms patente la crisis espiritual de la Repblica tarda que la reiteracin en esos aos del tan trado y llevado tema de la decadencia de las viejas costumbres, o el modo de proceder de los polticos dirigentes, como lo eran, por ejemplo, la provocativa ostentacin de un Lculo (Plut., Lucullus 39,1 s.) o la corrupcin de un Csar, sin la cual su carrera habra sido imposible (Suet, Caes. 13). Salustio atribua por completo la crisis de la Repblica romana a esta debilidad moral: una vez que Roma no tuvo ya nada que temer de Cartago, empez para ella un movimiento de disolucin y soberbia, como siempre suele acompaar al xito (Iug. 41,1 s.). Las causas reales de la crisis radicaban evidentemente en las insuficiencias de una constitucin hecha a medida de la ciudad-estado y en el cambio de las relaciones sociales a partir de la poca de la segunda guerra pnica; pero la importancia de la prdida de las antiguas pautas ticas de comportamiento fue correctamente calibrada por Salustio, puesto que con ella perdi toda su validez el sistema de referencia de la sociedad romana. Sus temores indicaban asimismo que la Repblica tampoco estaba en condiciones de sustituir el mos maiorum por un sistema ideolgico y tico de nuevo cuo a pesar de que precisamente esta poca pudiese presumir de espritus tan creadores como Cicern, Salustio o Csar. La nica norma de conducta respetada segua siendo, como antes, la de las costumbres de los antepasados, que, segn creencia general, haban sido capaces de crear en otro tiempo la mejor forma de estado en la historia (Cic, De rep. 1,70): el camino hacia el futuro slo poda consistir en la renovacin de la vieja tradicin en una lnea en consonancia con los nuevos tiempos sin olvidar tampoco su conveniente
enriquecimiento con los mejores planteamientos de la filosofa griega. Total y definitivamente arrumbado tras los conflictos de la Repblica tarda qued nicamente el orden poltico de la sociedad romana el sistema de gobierno aristocrtico que tena su origen en la constitucin de una ciudad-estado arcaica. Ya Cicern reconoci la quiebra de este sistema de gobierno: rem publicam funditus amisimus (Q. fr. 1, 2,15). Los enfrentamientos polticos y militares entre los grupos de inters de la ciudadana romana, ms agudizados todava por la incidencia simultnea de los dems conflictos, terminaron finalmente por arruinar el rgimen republicano, basado en la cooperacin entre magistrados y asamblea popular bajo la autoridad rectora del senado y, a travs de ella, de la oligarqua. Se aada a esto el hecho de que el Imperium Romanum, que a finales de la Repblica se extenda desde la Galia hasta Siria, ya no se poda defender ni gobernar en el cuadro del viejo y del todo anacrnico sistema poltico. Todos estos factores indicaban al mismo tiempo cul era la nica salida posible para la crisis. Ya Cicern se haba familiarizado con la idea de la terminacin de la oligarqua en un poder unipersonal, y la generacin siguiente no conoci ninguna otra alternativa. Desde los conflictos de la Repblica tarda el camino llevaba inevitablemente a ello. El ejemplo de los Escipiones haba probado desde un primer momento que las individualidades activas y victoriosas poltica y militarmente acababan por sobresalir por encima de la oligarqua. Los violentos enfrentamientos polticos a partir de los Gracos dieron la oportunidad a miembros particulares de la nobleza de colocarse al frente de las muchedumbres insatisfechas con el rgimen oligrquico; los populares, aunque poco despus tambin los optimates, cerraron filas progresivamente en torno a figuras individuales de la poltica que actuaban como lderes de un determinado grupo de inters. A partir de la reforma militar de Mario dichos caudillos dispusieron adems de un leal y decisivo instrumento de poder, a saber, el ejrcito de proletarios estrechamente ligado a sus personas; las guerras y victorias en el exterior, como las de Mario contra Yugurta y los germanos, la de Sila contra Mitrdates, la de Pompeyo en Oriente, la de Csar en la Galia, la de Antonio en Oriente, o la de Octaviano en el Ilrico, ofrecieron la posibilidad de entrenar al ejrcito, de satisfacer con botn a la tropa y de acrecentar la dignitas personal de los caudillos con la gloria
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militar. De esta forma fue creciendo sin cesar el poder de tales jefes, y el futuro fue de aqul entre ellos que tuvo la fuerza suficiente como para apartar de la carrera hacia el poder unipersonal a todos los dems competidores. La monarqua de Augusto, nacida en estas condiciones, dio por fin a la sociedad romana el marco poltico y tambin la orientacin espiritual que durante tanto tiempo haba buscado.
Vase E. Gabba, en Entretiens sur l'Antiquit Classique, tome XIII. Les origines de la rpublique romaine (Vandoeuvres-Genve, 1966), pp 133 s. (en adelante citado: Entretiens XIII); W. Pabst, Quellenkritische Studien zur inneren rmischen Geschichte der alteren Zeit bei T. Livius und Dionys von Halikarnass (Diss. Innsbruck, 1969). Para Fabio Pctor lase especialmente A. Alfldi, Early Rome and the Latins (Ann Arbor, 1965), pp. 123 s. (en alemn: Das frhe Rom und die Latiner (Darmstadt, 1977), pp. 119 s. Sobre las investigaciones llevadas a cabo por A. Alfldi acerca de la historia primitiva de Roma, consltese tambin su Rmische Frhgeschichte. Kritik und Forschung seit 1964 (Heidelberg, 1976). H. P. Kohns subraya con razn en su recensin a la 1. a edicin alemana de este libro {Vierteljahresschr. f. Soz.-u. Wirtschaftsgesch. 64, 1977, pp. 409 s.) que nuestras fuentes para la historia social de la Repblica temprana y, en parte tambin, para la de la media son muy fragmentarias (cf. asimismo W. V. Harris, Amer. Journ. of Philol. 100, 1979, p. 335), y que, en correspondencia con esto, yo habra debido hacer ms hincapi en el carcter hipottico de muchas afirmaciones; no menos vlido es esto en lo atinente a la cronologa de la evolucin social. En el estado actual de nuestros conocimientos difcilmente veo un camino ms adecuado para describir la historia social temprano-romana que el de seguir los hechos o hitos fundamentales de la lucha entre los rdenes. 2 Para la evidencia arqueolgica de la Roma primitiva, vase una sntesis en M. Pallottino, Aufstieg und Niedergang der Rmischen Welt (citado en adelante ANRW) I 1 (Berln-Nueva York, 1972), pp. 22 s., con bibliografa en pp. 46 s. Consltese, por lo dems, en particular a H. Mller-Karpe, Vom Anfang Roms (Heidelberg, 1959); del mismo, Zur Stadtwerdung Roms (Heidelberg, 1962); E. Gjerstad, Early Rome, I-VI (Lund, 1953-73); del mismo, Opusc. Rom. 3, 1961, pp. 69 s.; y tambin su Legends and Facts of Early Romn History (Lund, 1962); F. E. Brown, en Entretiens, XIII, pp. 45 s. 3 Instituciones: U. v. Lbtow, Das Rmische Volk. Sein Staat und sein Recht (Frankfurt a. M., 1955); E. Meyer, Rmischer Staat und Staatsgedanke4 (Zrich, 1975); id., Einfhrung in die antike Staatskunde4 (Darmstadt, 1980), pp. 151 s. Para la Repblica mrese adems esp. F. De Martino, Storia della costituzione romana, I-III (Npoles, 1951-64), y tambin J. Bleicken, Die Verfassung der Rmischen Republik2 (Paderborn, 1978), donde tambin se describen detalladamente las capas sociales portadoras de las instituciones (cf. a propsito de ello, A. N. Sherwin-White, Gnomon 51, 1979, pp. 153 s.). 4 A. Alfldi, Gymnasium 70, 1963, pp. 385 s., y esp. Early Rome, pp, 193 s. = Das frhe Rom, pp. 181 s. 5 A. Alfldi, Atti della Accademia Nazionale dei Lincei, Classe di Scienze morali, storiche e filol., Rendiconti, VIH, 27, 1972 (1973), pp. 307 s., y esp., tambin de l, Die Struktur des voretruskischen Rmerstaates (Heidelberg, 1974). 6 E. Bayer, en ANRW I 1, pp. 305 s. Sobre las condiciones sociales en las ciudades griegas de Italia, vid. E. Lepore, en Recherches sur les structures sociales dans lantiquit classique (Pars, 1970), pp. 43 s., y, adems, los Atti del 12. Convegno di studi sulla Magna Grecia, Economia e societ nella Magna Grecia 1972 (Npoles, 1973). 7 Consltese una sntesis en L. Banti, Die Welt der Etrusker2 (Stuttgart, 1963); J. Heurgon, La vie quotidienne chez les Etrusques (Pars, 1961) (en alemn, Die Etrusker2, Stuttgart, 1977); M. Pallottino, Etruscologia1 (Miln, 1972) (en alemn, Die Etrusker, Frankfurt, 1965). 8 Para una visin de sntesis, vid. J. Heurgon, Die Etrusker, pp. 61 s.; Historia 6, 1957, pp. 63 s.; y del mismo, en Recherches sur les structures sociales dans lantiquit classique, pp. 29 s.; S. Mazzarino, Historia 6, 1957, pp. 98 s.; R. Lambrechts, Essai sur les magistratures des rpubliques etrusques (Bruselas-Roma, 1959). Estratos inferiores: Th. Frankfort, Latomus 18, 1959, pp. 3 s.; J. Heurgon, Latomus 18, 1959, pp. 713 s. 9 A. Alfldi, Gymnasium 70, 1963, pp. 389 s., y tambin de l, vid. esp. Early Rome, pp. 206 s. = Das frhe Rom, pp. 193 s. 10 Cf. A. Alfldi, Early Rome, pp. 47 s. = Das frhe Rom, pp. 44 s.; R. Werner, Der Beginn der rmischen Republik (Mnchen, 1963), databa este acontecimiento en torno al 472/470 (cf. sobre ello, E. Meyer, Hist. Zeitschr. 199, 1964, pp. 578 s.), y E. Gjerstad lo baja incluso hasta el 450: vase la bibliografa en nota 2, y tambin del mismo autor, Entretiens, XIII, pp. 1 s. 11 Vid. esp. A. Alfldi, en Entretiens, XIII, pp. 225 s.; J. Heurgon, Rome et la Mditerrane occidentale jusqu'aux guerres puniques (Pars, 1969), pp. 192 s.; R. E. A. Palmer, The Archaic Community of the Romans (Londres-Cambridge, 1970), a propsito de lo cual, cf. A. Alfldi, Gnomon 44, 1972, pp. 787 s. Tngase tambin en cuenta E. Gjerstad, en ANRW I 1, pp. 136 s. Sobre la historia social de la Repblica romana, cf. la breve exposicin y el acopio de fuentes hechos por L. Harmand, Socit et conomie de la Rpublique romaine (Pars, 1976), y F. De Martino, Storia econmica di Roma antica (Firenze, 1979), I, pp. 19 s. Por lo que se refiere a la importancia del sistema de clientelas, consltese A. von Premerstein, RE IV (1900), col. 23 s., y ms recientemente, N. Rouland, Pouvoir politique et dpendance personnelle dans Lantiquit romaine. Gense et role des rapports de dintele, Coll. Latomus, vol. 166 (Bruselas, 1979) (acerca de este libro, G. Alfldy, Gymnasium 88, 1981, pp. 85 s.). 12 E. Sachers, Pater familias, RE XVIII (1949), col. 2121 s. Cf. E. Burck, Die altrmische Familie, en Das neue Bild der Antike II. Rom (Leipzig, 1942), pp. 5 s. Por lo que atae a la situacin de la mujer dentro de la familia en las distintas pocas, cuestin en la que aqu no podemos entrar, vid. una sntesis en J. P. V. D. Balsdon, Roman Women. Their History and Habits (Londres, 1962) (en alemn, Die Frau in der rmischen Antike, Mnchen, 1979). 13 Liv. 2,49,3; 2,50,11; Dion. Hal. 9,15,1 s.; Plut. Publicola 21,9. 14 Sobre las instituciones, vase la bibliografa de nota 3; para el sistema ternario de las curias y tribus, A. Alfldi, Die Struktur des voretruskischen Rbmerstaates, pp. 42 s. 15 Dion. Hal. 5,20,1, y Plut., Publicola 12,4, o bien Plin., N. h. 33,16. Para los datos censales en la Repblica, cf. A. J. Toynbee, Hannibals Legacy. The Hannibalic War's Effects of Roman Life (Londres, 1965), I pp. 438 s.; P. A. Brunt, Italian Manpower 225 B. C.A. D. 14 (Oxford, 1971) pp. 3 s. 16 A. Alfoldy, Hermes, 90, 1962, pp. 187 s. 17 A. Alfldi, Der frhrmische Reiteradel und seine Ehrenabzeichen (Baden-Baden, 1952); ibid., Die Herrschaft der Reiterei in Griechenland und Rom nach dem Sfurz der Knige, en Gestalt und Geschichte, Festschrift f. K. Schefold (4. Beiheft zu Antike Kunst, 1967), pp. 13 s.; del mismo, Historia, 17, 1968, pp. 444 s., contra la tesis opuesta de A. Momigliano, Journ. of Roman Stud. 56, 1966, pp. 16 s. Tambin A. Momigliano ha defendido de nuevo su interpretacin: vase Entretiens XIII, pp. 197 s. Para el patriciado primitivo, cf. asimismo P. Ch. Ransuil, Recherches sur le patriciat (509-356 av. J. C.) (Pars, 1975), y J.-Cl Richard, Rev. des Etudes Latines 54, 1976, pp. 34 s.
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Sobre los magistrados, vase la bibliografa citada en la nota 3, a ms de, especialmente, J Heurgon, en Entretiens XIII, pp. 97 s ; J. Jahn, Interregnum und Wahldiktatur (Kallmunz, 1970); F. De Martino, en ANRW I, 1, pp. 217 s. 19 Como visin de conjunto, vid J. Binder, Die Plebs (Leipzig, 1909); W. Hoffmann-H. Siber, RE XXI (1951), col. 73 s. Acerca del nacimiento y estructura de la plebe tempranorromana, vid tambin I Hahn, Oikumene 1, 1976, pp. 47 s , as como J -C. Richard, Les origines de la plebe romaine Essai sur la formation du dualisme patricio-plbien (Roma, 1978). Cf. adems la bibliografa sobre la clientela de la nota 11. 20 Para la esclavitud en la Roma temprana, consltese F. De Martino, Labeo 20, 1974, pp. 163 s. (esclavitud por deudas), y L. A. Elnickij, Helikon 15-16, 1975-76, pp. 575 s. (de inspiracin marxista). Visin de conjunto sobre la in vestigacin en torno a la esclavitud: N. Brockmeyer, Antike Sklaverei (Darm-stadt, 1979). Supuestos levantamientos tempranos de esclavos: cf. M. Capozza. Movimenti servili nel mondo romano in eta repubblicana I. Dal 501 al 184 a. Chr. (Roma, 1966), con acopio de las fuentes; P. Frezza, Stud. et Doc. Hist. et luris 45, 1979, pp. 289 s. (tambin sobre secesiones). 21 Liv. 3,15,5 s, y 3,19,6 s.; Dion. Hal. 10,14,1 s., y 10,32,2; Catn, frag. 25 (Peter). Cf. F. Mnzer, Appius Herdonius, RE VIII (1912), col 618 s. 22 Visiones de conjunto en un H. Bengtson, Grundriss der rmischen Geschichte mit Quellenkunde I. Republik und Kaiserzeit bis 284 n. Chr.2 (Mnchen, 1970), pp. 53 s.; A. Heuss, Rmische Geschichte3 (Braunschweig, 1971). 23 Cf. M. P. Nilsson, Joum. of Rom. Stud. 19, 1929, pp. 1 s. 24 Cf. H. Siber, Die plebejischen Magistraturen bis zur Lex Hortensia (Leipzig, 1936); F. Altheim, Lex sacrata. Die Anfnge der plebejischen Organisation (Amsterdam, 1940); J. Bleicken, Das Volkstnbunat der klassischen Republik 2 (Mnchen, 1968); R. Urban, Historia, 22, 1973, pp. 761 s. 25 Segn A. Alfldi, Early Rome, pp. 85 s. = Das frhe Rom, pp. 82 s., la fundacin de este templo tuvo lugar una centuria ms tarde. 26 Acerca de las tribus romanas, vid. L. Ross Taylor, The Voting Districts of the Roman Republic (Amer. Acad. in Rome, 1960). Cf. del mismo autor, Roman Voting Assemblies (Ann Arbor, 1966). 27 El texto en S. Riccobono, Fontes luris Romani Anteiustiniani I. Leges 2 (Firenze, 1941); R. Dll, Das Zwlftafelgesetz4 (Mnchen, 1971). Vase adems esp. F. Wieacker, en Entretiens XIII, pp. 291 s.; G. Grif, en ANRW I, 2, pp. 115 s.; A. Watson, Rome of the XII Tables. Persons and Property (1975). 28 Lase Cic, De re p. 2,39 s.; Liv. 1,43,1 s.; Dion. Hal. 4,16,1 s.; Pap. Oxy. 17, 2088. Sobre los diferentes puntos de vista en la moderna investigacin, vid esp. H. Last, ]ourn of Rom Stud, 35, 1945, pp. 30 s.; E. Stuart Staveley, Historia, 5, 1956, pp. 15 s.; J. Suolahti, The Roman Censors A Study m Social Structure (Helsinki, 1963); G. Pieri, L'histoire de cens jusqu'a la fin de la rpublique romaine (Pars, 1968); E. Gjerstad, en ANRW I, 1, pp. 172 s. 29 En lo referente a la nivelacin de los rdenes mrese la bibliografa de la nota 22, y en particular H. Siber, Rmisches Verfassungsrecht in geschtchtlicher Entwicklung (Lahr, 1952), pp. 64 s.; J. Heurgon, Rome et la Mditerrane, pp. 303 s. Para el desarrollo social en el siglo IV a. C, F. De Martino, Storia economica di Roma, I, pp. 25 s. 30 Sobre el contenido tantas veces discutido de la reforma agraria licinio-sextia, vase, por ej., G. Tibiletti, Athenaeum N. S., 26, 1948, pp. 173 s., e ibid 28, 1950, pp. 245 s.; A. Burdese, Studi sull'ager publicus (Torino, 1952), pp. 52 s.; por su autenticidad (con base en Catn) estn T. Frank, An Economic Survey of Ancient Rome I. Rome and Italy of the Republic (Reedicin, Paterson, 1959), pp. 26 s.; F. De Martino, Storia della costituzione romana, I, pp. 336 s. Cf. ya K. Schwarze, Beitrge zur Geschichte altrmischer Agrarprobleme (Halle, 1912), pp. 73 s. En lo tocante al contenido poltico, vase en particular K. von Fritz, Historia, 1, 1950, pp. 3 s. 31 Acerca de la figura de Apio Claudio Ceco, vid. E. Stuart Staveley, Historia, 8, 1959, pp. 410 s. 32 Cf. ahora R. A. Bauman, Historia, 22, 1973, pp. 34 s. 33 Para la problemtica de los primitivos funcionarios plebeyos superiores vase J. Pinsent, Military Tribunes and Vlebeian Consuls- The Fasti from 444 to 342 (Wiesbaden, 1974), segn el cual el primer cnsul plebeyo ejerci el cargo en el 342 a. C. 34 Cf E. T. Salmn, Sammum and the Samnites (Cambridge, 1967) Sobre la expansin romana en Italia, vid A. Afzelms, Die rmische Eroberung Italiens (340-264 v Chr) (Aarhus, 1942). 35 A J. Toynbee, Hannibl's Legacy, I, pp. 84 s , esp. 267 s. Para la unificacin de Italia, consltese H Rudolph, Stadt und Staat im rmischen Italien (Leipzig, 1935), A. N. Sherwin-White, The Roman Citizenship2 (Oxford, 1973), pp 38 s.; H Galsterer, Herrschaft und Venvaltung tm republikamschen Italien. Die Beziehungen Roms zu den italischen Gemeinden vom Latinerfrieden 338 v Chr. bis zum Bundesgenossenkneg 91 v. Chr (Mnchen, 1976); M. Humbert, Municipium et civitas sine suffragio L'organisation de la conqute jusqu' la guerre sociale (Roma, 1978) Sobre las ms antiguas colonias de ciudadanos, vase E Kornemann, RE IV (1900), col 511 s ; E T Salmn, Phoenix, 9, 1955, pp. 63 s.; del mismo Roman Colonisation under the Republic (Londres, 1969); acerca de Ostia, R Meiggs, Roman Ostia2 (Oxford, 1973), pp. 16 s. 36 Para las guerras pnicas y la expansin romana, consltese la bibliografa J. Bleicken, Geschichte der Rmischen Republik, pp. 220 s. 37 Acuacin de moneda: A. Alfoldi, Rom. Mitt., 68, 1961, pp. 64 s. Censo: H. Mattingly, Journ. of Rom. Stud., 27, 1937, pp. 99 s. 38 P. A. Brunt, Italian Manpower, pp. 3 s. y 121 s. 39 Nobilitas: M. Gelzer, Nobilitat der Rmischen Republik (Leipzig, 1912) = Kleme Schriften, I (Wiesbaden, 1962), pp. 17 s.; J. Bleicken, Gymnasium, 88, 1981, pp. 236 s. Linajes nobiliares, composicin de la nobleza senatorial: F. Mnzer, Rmische Adelspartaien und Adelsfamilien (Stuttgart, 1920). Veturii: I. Shatzman, Class. Quart, 23, 1973, pp. 65 s. Admisin de las familias itlicas dirigentes en la nobleza senatorial: W. Schur, Hermes, 59, 1924, pginas 450 s.; H. Galsterer, Herrschaft und Verwaltung, pp. 142 s. 40 Una lista de ellos durante la Repblica en T. R S Broughton, The Magistrates of the Roman Republic, I-II-Suppl. (Nueva York, 195160). Sobre la importancia de los cargos estatales, vid, por ej, J. Bleicken, Chiron, 11, 1981, pp. 87 s. (tribunado de la plebe); para la posicin de poder de los magistrados; cf. R. Rilinger, Chiron, 8, 1978, pp. 247 s. 41 E. Badian, Foretgn Chentelae (264-70 B. C) (Oxford, 1958); A. J. Toynbee, Hannnibals Legacy, I, pp. 341 s.
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A este respecto, F. Cassola, I gruppi politici romani nel III secolo A C (Trieste, 1962); A. Lippold, Consules Untersuchungen zur Geschichte des rmischen Konsulates von 264 bis 201 v Chr (Bonn, 1963). A. J. Toynbee, op. cit., I, pp. 328 s., destacaba el papel integrador de las instituciones: The Romans, like the Americans, believed in the value of constitutional checks and balances as a mechanism for making it difficult for any individual or group to win excessive power. 43 Cf H Hill, The Roman Middle Class in the Republican Period (Oxford, 1952), pp 45 s. (la expresin clase media para esta capa social no es muy afortunada); por lo dems, consltese la bibliografa de la nota 58. 44 Cf . U. Hackl, Chiron, 2, 1972, pp 135 s. 45 Sobre ello, G. Radke, en Beitrge zur Alten Geschichte und deren Nachleben, I (Berln, 1969), pp. 366 s. 46 Cf. a este respecto, A J. Toynbee, Hannibals Legacy, I, pp. 341 s. 47 Acerca de estas dos conjuraciones, vid M. Capozza, Movimenti servi-K I, pp. 75 s , con las fuentes correspondientes. 48 Para este episodio, cf. J. Heurgon, Die Etrusker, pp. 88 s , fuentes incluidas; vid T Frank, Economic Survey, I, pp 69 s. 49 A. J. Toynbee, Hannibal's Legacy, II, pp. 1 s. Cf. J. Vogt, Historia, 16, 1967, pp. 119 s.En la recensin hecha a la 1. a edicin alemana de este libro (vid. supra nota 1), H. P. Kohns pone en cuestin el supuesto de una evolucin discurriendo en cierto modo sujeta a leyes, as como el postulado de pretendidas necesidades histricas, que estaran presentes en mi exposicin sobre el cambio de estructura del siglo II y la crisis de la Repblica. Sin querer profesar una concepcin histrica estrechamente determinista, sigo convencido de que precisamente en los siglos II y I a. C. los factores econmicos, sociales, polticos y espirituales empujaron a la evolucin histrica de Roma en una direccin muy determinada, que no dejaba apenas alternativas. 50 Sobre la poltica de expansin romana, vid. el exhaustivo trabajo de E. Badian, Roman Imperialism in the Late Republic 2 (Ithaca, 1968), en alemn: Rmischer Impenalismus (Stuttgart, 1980); R. Werner, en ANRW, I, 1, pginas 501 s.; P. Veyne, Ml. Ecole Fr. Rome, 87, 1975, pp. 793 s.; D. Flach, Hist. Zeitschr., 222, 1978, pp. 1 s.; W. V. Harris, War and Imperialism in Republican Rome 327-70 B. C. (Oxford, 1979). 51 Respecto de la sociedad romana en el siglo II a. C, consltese como sntesis K. Christ, Krise und lintergang der Rmischen Republik (Darmstadt, 1979), Pp. 67 s.; vase tambin F. De Martino, Storia della costituzione romana, II, pginas 237 s,. y Storia economica di Roma, I, pp. 59 s. 52 Aristocracia senatorial en el siglo II a. C: cf. esp. F. Mnzer, Adelsparteien, pp. 98 s.; H. H. Scullard, Roman Politics 220-150 B. C. (Oxford, 1951); U. Schlag, Regnum in senatu Das Wirken rmischer Staatsmnner von 200 bis 191 a C (Stuttgart, 1968). Por lo que se refiere a los modos de comportamiento de la aristocracia romana (tambin en otras pocas de su historia), cf. P. Veyne, Le pain et le arque. Sociologie historique dun pluralisme politique (Pars, 1976). 53 Sobre esto, A. E. Astin, Latomus, 16, 1957, pp. 588 s; ibid, 17, 1958, Pp. 49 s.; G. Rogler, Klio, 40, 1962, pp. 76 s. En lo referente al senado y a los cargos senatoriales, vase U. Hackl, Senat und Magistratur in Rom von der Mitte des 2. Jahrhunderts v. Chr bis zur Diktatur Sullas (Kallmnz, 1982). 54 Cnsules: T. R. S. Broughton, Magistrates, I, pp. 237 s. Homines novi: T. P. Wiseman, New Me nin the Roman Senate 139 B C.A. D. 14 (Oxford, 1971), pp. 3 s. 55 Acerca del cambio en la estructura agraria romana, cf. esp. G. Tibiletti, en X Congr. Int. Se. Stor., II, Roma, 1955, pp. 237 s.; en alemn con el ttulo: Die Entwicklung des Latifundiums in Italien von der Zeit der Gracchen bis zum Beginn der Kaiserzeit, en H. Schneider (Hg.), Zur Sozial- und Wirtschafts-geschichte der spten Rmischen Republik (Darmstadt, 1976), pp. 11 s.; A. J. Toynbee, op. cit., II, pp. 155 s.; E. Gabba-M. Pasquinucci, Strutture agrarie e allevamento transumante nell'Italia romana (III-I sec. A. C.) (Pisa, 1979). Sobre la propiedad fundiaria y la riqueza de la aristocracia senatorial en la Repblica tarda, cf. sobre todo I. Shatzman, Senatorial Wealth and Roman Politics. Coll. Latomus, vol. 142 (Bruselas, 1975), con una completa prosopografa de la economa de los senadores y con pruebas de la concentracin de numerosas fincas y grandes fortunas en una mano ya en la poca de los Gracos. Cf. a este respec to G. Alfldy, Gymnasium, 84, 1977, pp. 541 s. Bienes de los Escipiones: Sneca, Ep. 86,11; Plut., C. Gracchus, 19; Plut., Ti. Gracchus, 13,2. Licinio Craso Dives: I. Shatzman, op. cit., pp. 18 y 253 s. Sobre las fortunas senatoriales, cf. tambin J. H. D'Arms, Romans on the Bay of Naples. A social and cultural Study of the Villas and their Owners from 150 B. C. to A. D. 400 (Cambridge/Mass., 1970). En contra de la sobrevaloracin de las extensiones de las fincas, vid. esp. K. D. White, Bull. Inst Class. Stud., 14, 1967, pp. 62 s. (en alemn: H. Schneider, ed., Zur Social- und Wirtschaftsgeschichte der spten Rmischen Republik , pp. 311 s., tambin acerca del concepto de latifundium); sobre este ltimo, vase asimismo, A. J. van Hooff, Historia, 31, 1982, pginas 126 s.); M. W. Frederiksen, Dialoghi di Arch. 4-5, 1971, pp. 330 s.; E. Badian, en ANRW, I, 1, 670 s. (vid. adems nota 60). Problemtica de un censo senatorial durante la Repblica: C. Nicolet, ]ourn. of Rom. Stud., 66, 1976, pp. 20 s. (haba slo un censo para los equites, pero que vala automticamente tambin para los senadores). 56 Sobre su persona: A. E. Astin, Cato the Censor (Oxford, 1978) y D. Kienast, Cato der Censor2 (Darmstadt, 1979). Para el De agri cultura de Catn, H. Gummerus, Der Rmische Gutsbetrieb als wirtschaftlicher Organismus nach den Werken des Cato, Varro und Columella, Klio-Beiheft, 5 (reed. Aalen, 1963), pp. 15 s.; N. Brockmeyer, Arbeitsorganisation und konomisches Denken in der Gutswirtschaft des Rmischen Reiches (Bochum, 1968), pp. 72 s. 57 Cf. esp. H. H. Scullard, Scipio Africanus: Soldier and Politician (Bristol, 1970); A. E. Astin, Scipio Aemilianus (Oxford, 1967); H. Strasburger, Hermes, 94, 1966, pp. 60 s. 58 Fundamental para el orden ecuestre durante la Repblica: C. Nicolet, Lordre questre a lpoque rpublicaine (312-43 av. J.-C.), I-II (Pars, 1966/ 1974). Tipos sociales de los caballeros: ibid., I, pp. 285 s. Para el tipo de los new Roman business men, vid. A. J. Toynbee, Hannibas Legacy, II, pginas 341 y s., y esp., E. Badian, Publicans and Sinners: Private Enterprise in the Service of the Roman Republic (Oxford, 1972). En lo tocante a los publicani vid., asimismo, C. Nicolet, en H. van Effenterre (ed.), Points de vue sur la fiscalit antique (Pars, 1979), pp. 69 s. Sobre el nacimiento del orden ecuestre, cf. adems M. I. Henderson, Journ. of Rom. Stud.} 53, 1963, pp. 61 s.; vid. tambin F. Kolb, Chiron, 7, 1977, pp. 239 s. (sobre la importancia de los smbolos de status en el afianzamiento de los grupos de rango social, y entre stos, en el del estamento ecuestre). Para los ecuestres en la Repblica tarda, consltese igualmente P. A. Brunt, en R. Seager (ed.), The Crisis of the Roman Republic (Cambridge, 1969), pp. 83 s. (en alemn: H. Schneider, ed. Zur Sozial-
und Wirtschaftsgeschichte der spaten rmischen Republik, pp 175 s ). Respecto del concepto de eques Romanus, T. P. Wiseman, Historia, 19 1970 pp. 67 s. 59 Por lo que se refiere a la situacin de los estratos bajos de poblacin en Roma durante la Repblica tarda, cf. A. J. Toynbee, op cit, II, pp. 332 s., y esp. H. C. Boren, en R. Seager, The Crisis of ihe Roman Republic, pp. 54 s. (en alemn: H Schneider, ed, Zur Sozial- und Wirtschaftsgeschichte der spten Rmischen Republik, pp. 79 s ), as como Z. Yavetz, en R. Seager, ed , op cit., 162 s. (en alemn: H. Schneider. ed., op cit, pp. 98 s ). Vase tambin del mismo, en Recherches sur les structures sociales dans lantiquit classique, pginas 133 s , y Plebs and Princeps (Oxford, 1969), pp. 9 s , adems de H Bruhns, en H Mommsen-W. Schulze, ed, Vom Elend der Handarbeit Probleme histonscher Unterschichtenforschung (Stuttgart, 1981), pp. 27 s. Cf. asmismo infra nota 87. Reparto de alimentos y dinero entre los pobres en Roma: C Nicolet, Le mtier de citoyen dans la Rome rpublicaine (Pars, 1976), pp. 250 s. 60 Destino de los pequeos campesinos: A. J. Toynbee, op. cit., II, pp. 10 s., y P. A. Brunt, Italian Manpower, pp. 269 s.; E. Gabba, Ktema, 2, 1911, pginas 269 s.; K. Hopkins, Conquerors and Slaves Sociological Studies in Roman History 1 (Cambridge, 1978), pp. 1 s.; J. M. Frayn, Subsistence Farming m Roman Italy (Londres, 1979); vid adems nota 55. Cf. J. K. Evans, Amer. Journ of Ancient History, 5, 1980, pp. 19 s., y 134 s. Trabajo asalariado junto a la mano de obra esclava en la agricultura itlica: J. E. Skydsgaard, en P. Garnsey (ed. ), Non-Slave Labour in the Greco-Roman World (Cambridge, 1980), pp. 65 s.; cf. W. Backhaus, en H. Mommsen-W. Schulze (ed.), op cit, pginas 93 s. Fuentes arqueolgicas sobre el mantenimiento de las pequeas haciendas campesinas: T. W. Potter, The Changing Landscape of South Etruria (Londres, 1979); A. Carandini-A. Settis, Schiavi e padroni nell'Etruria romana. La villa di Sette Finestre dallo scavo alia mostra (Bari, 1979); D. W. Rathbone, ]ourn of Rom. Stud, 71, 1981, pp. 1 s. 61 Sobre la situacin de los itlicos tras la segunda guerra pnica, vid. A. H. McDonald, Journ. of Rom. Stud., 34, 1944, pp. 11 s.; A. J. Toynbee, op. cit., II, pp. 106 s.; H. Galsterer, Herrschaft und Verwaltung, pp. 152 s.; V. Ilari, Gli Italia nelle strutture militari romane (Miln, 1974). 62 J. Deininger, Der politische Widerstand gegen Rom in Griechenland 217-86 v. Chr (Berln-Nueva York, 1971): para el trasfondo social, pp. 263 s. Roma y los griegos: T. Bernhardt, Imperium und Eleutheria Die rmische Pohtik gegenber den freten Stadten des gnechischen Ostens (Hamburgo, 1972) Acerca de las condiciones internas del mundo griego durante la Repblica tarda, vid S. Schlichting, Cicero und die griechische Gesellschaft seiner Zeit (Berln, 1975). 63 Por lo que se refiere a la esclavitud en tiempos de la Repblica tarda, consltese con carcter de sntesis W. L. Westermann, The Slave Systems of Greek and Roman Antiquity (Filadelfia, 1955), pp. 57 s.; E. M. Staerman, Die Bltezeit der Sklavenwirtschaft in der rmischen Republik (Wiesbaden, 1969). Vase adems esp. W. Hofmann, Dtaloghi di Arch , 4-5, 1971, pp. 498 s.; K. Hopkins, Conquerors and Slaves, pp. 99 s.; F. De Martino, Storia econmica di Roma, I, pp. 69 s. 64 Listas ms completas, con un anlisis de las mismas, en H. Volkmann, Die Massenversklavungen der Einwohner eroberter Stdte in der hellenistisch-rmischen Zeit. Akad. d. Wiss. u. Lit. Mainz, Abh. d. Geistes und Soz. wiss. Kl. Jg. 1961, Nr. 3 (Wiesbaden, 1961); A. J. Toynbee, op. cit., II, pp. 171 s.; E. M. Staerman, op. cit., pp. 43 s. 65 T. Frank, Economic Survey, I, pp. 194 s., 200. Comercio de esclavos: W. V. Harris, en J. H. D'Arms-E. C. Kopff (ed.), The Seaborne Commerce of Ancient Rome. Mem. Amer. Acad. Rome, vol. XXXVI (1980), pp. 117 s. (tambin para la poca del Imperio). 66 Esclavos en la economa: W. L. Westermann, op. cit., pp. 69 s.; E. M. Staerman, op. cit, pp. 71 s. En Plauto y Terencio: P. P. Spranger, Historische Untersuchungen zu den Sklavenfiguren des Plautus und Terenz. Akad. d. Wiss. u. Lit. Mainz, Abh. d. Geistes- und Sozwiss. KL, Jg. 1960, Nr. 8 Wiesbaden 1961). En Catn: bibliografa en la nota 56; sobre el acuartelamiento de esclavos: R. Etienne, en Actes du Colloque 1972 sur lesclavage (Besanon-Pars, 1974), pp. 249 s. 67 Para Th. Mommsen la revolucin romana significaba, sobre todo, la crisis poltica de Roma desde los Gracos hasta Sila: vid. Su Rmische Geschischte5 (Berlin, 1885), vol. II. R. Syme vea fundamentalmente la esencia de la revolucin romana en la reestratificacin de la lite dirigente bajo Csar y, ms an, bajo Augusto : The Roman Revolution (Oxford, 1939) (en alemn: Die rmische Revolution, Stuttgart, 1957). Cf. Sobre esta obra. G. Asfldy, Sir Ronald Syme, Die rmische Revolution und die deutsche Althistorie . Sitz. Ver. D. Heidelberg akad. D. Wiss., Phil. hist. Kl., Jg. 1983, FET, 1 (Heidelberg, 1983). 68 Cf. A. Heuss, Hist. Zeitschr., 182, 1956, pp. 1 s.; para el empleo del concepto de revolucin en los fenmenos y acontecimientos de la Antigedad, vid. adems del mismo autor, ibid., 216, 1973, pp. 1 s. Cf., empero, K. E. Pet-zold, Riv. Stor. dell'Ant., 2, 1972, pp. 229 s.; J. Molthagen, en I. Geiss-R. Tam-chine (ed.), Ansichten einer knftigen Geschichtswissenschaft, 2 (Mnchen, 1974), pp. 34 s. Sobre el uso que la historia antigua alemana ha hecho del concepto de revolucin, vid., asimismo, C. Gaedeke, Geschichte und Revolution bei Niebuhr, Droysen und Mommsen (Diss. Berln, 1978); E. Tornow, Der Re-volutwnsbegriff und die spdte Rmische Republik eine Studie zur deutschen Geschichtsschreibung im 19. und 20. Jh. (Frankfurt am Main-Bern-Las Vegas, 1978); K. Bringmann, Gesch. in Wtss. u. Unterricht, 31, 1980, pp. 357 s.; H. Castritius, Der Rmische Vrinzipat ais Republik (Husum, 1982), pp. 12 s 69 Cf. P. A. Brunt, Social Conflicts in the Roman Republic, pp. 74 s. Para estos conflictos, vid. H. Schneider Gesch. in Wiss. u. Unterricht, 27, 1976, pginas 597 s., que explica la crisis de la Repblica a partir de los antagonismos sociales; lase tambin del mismo autor, Wirtschaft und Politik. Untersuchungen zur Geschichte der spten rmischen Republik (Erlangen, 1974), acerca de lo cual vid. H. Castritius, Gymnasium, 86, 1979, pp. 207 s. 70 Como visin de conjunto: J. Vogt, Zur Struktur der antiken Sklaven-kriege, en Sklaverei und Humanitt. Studien zur antiken Sklaverei und ihrer Erforschung1 (Wiesbaden, 1972), pp. 20 s.; vid. adems P. Oliva, en Neue Beitage zur Geschichte der Alten Welt II (Berln, 1965), pp. 75 s., tambin en H. Schneider (ed.), Zur Sozial- und Wirtschaftsgeschichte der spaten rmischen Republik, pp. 237 s.; E. M. Staerman, Die Bltezett der Sklavemuirtschaft, pginas 238 s.; W. Hoben, Terminologische Studien zu den Sklavenerhebungen der rmischen Republik (Wiesbaden, 1978); K.-W. Welwei, en H. Mommsen-W. Schulze (ed.), Vom Elend der Handarbeit, pp. 50 s. 71 Fuentes principales para cada uno de los levantamientos: Diodoro, 34-35, 2,1 s., y 3,1 s. (Sicilia); Apiano, B. civ. 1,539 s., y Plutarco, Crassus, 8,1 s. (Espartaco). Bibliografa ms importante: M. Capozza, Atti dell'lst. Vneto, 133, 1974-75, pp. 21 s. (primer levantamiento siciliano); V. Vavnnek, La rvolte d'Aristonicos (Praha, 1957), y Eirene, 13, 1975, pp. 109 s.; J. P. Brisson, Spartacus (Pars, 1959); B. A. Marshall, Athenaeum, N. S., 51, 1973, pp. 109 s. (cronologa del levantamiento de Espartaco); A. Guarino, Spartakus. Analyse eines Mythos (Koln, 1980); R. Gnther, Der Aufstand des Spartacus. Die grossen sozialen Bewegungen der Sklaven und Freien am Ende der
rmischen Republik (Koln, 1980); cf. todava N. Brockmeyer, Antike Sklaverei, pp. 172 s. Ms bibliografa en J. Vogt-N. Brockmeyer, Bibliographie zur antiken Sklaverei (Bochum, 1971), pp. 149 s. 72 Para todos los problemas referidos a las ideas religiosas de los esclavos, vid. ahora F. Bomer, Untersuchungen ber dte Religion der Sklaven in Gnechenland und Rom, I-IV, Akad. d. Wiss. u. Lit. Mainz, Abh. d. Geistes-u. Soz. wiss. Kl., Jg. 1957 Nr. 7, 1960 Nr. 1, 1961 Nr. 4, 1963 Nr. 10 (Wiesbaden, 1958-64), 2.'a edi. de la primera parte en colaboracin con P. Herz (Wiesbaden, 1981). 73 E. M. Staerman, op. cit., pp. 279 s. 74 Cf. E. Marti, en Anticnoje obscestvo (Moskwa, 1967), pp. 109 s. 75 En lo referente a la resistencia de los griegos, cf. J. Deininger, Wider-stand ge gen Rom in Griechenland, pp. 245 s. Dominacin romana en las provincias: W. Dahlheim, Gewalt und Herrschaft. Das provinziale Herrschaftssystem der rmischen Republik (BerlnNueva York, 1977). 76 E. Badin, Foreign Clientelae, pp. 221 s. Sobre la guerra de los aliados y la entremezcla de componentes sociales, H Galsterer, Herrscbaft und Verwaltung, pp. 187 s; cf. adems esp. P. A. Brunt, Journ of Rom. Stud, 55, 1965, pp. 90 s.; E. Badin, Dialoghi di Arcb., 4-5, 1971, pp. 373 s. 77 Para la historia de los conflictos principales de la Repblica tarda, vase una detallada exposicin en K. Christ, Krise und Untergang der rmischen Republik, pp. 117 s. (bibliografa detallada, ibid, pp. 477 s.). Empleo de la violencia: A. W. Lintott, Violence in Republican Rome (Oxford, 1968). Cambios en la constitucin del estado: J. Bleicken, Staat und Recht in der rmischen Republik. SitzBer. d. Wiss. Ges.Frankfurt/M., Bd. XV, 4 (Wiesbaden, 1978). Ojeada a la situacin general a finales de la Repblica: E. S. Gruen, The Last Generation of the Roman Republic (Berkeley, 1974). Problemas de fuentes: E. Gabba, Appiano e la storia delle guerre civili (Firenze, 1956); I. Hahn, Acta Ant. Hung., 12, 1964, pp. 169 s. 78 Trabajos de sntesis sobre los Gracos: vid. esp. F. Mnzer, RE, II A (1923), col. 1375 s., y 1409 s.; D. C. Earl, Tiberius Gracchus. A Study in Politics, Coll. Latomus, vol. 66 (Bruselas, 1963); H. C. Boren, The Gracchi (Nueva York, 1968); A. H. Bernstein, Tiberius Sempronius Gracchus (Ithaca-London, 1978); D. Stockton, The Gracchi (Oxford, 1979); Y. Stochat, Recruitment and the Programme of Tiberius Gracchus, Coll. Latomus, vol. 169 (Bruselas, 1980). Estados de la cuestin: E. Badin, Historia, 11, 1962, pp. 197 s., y ANRW, I, 1, pp. 668 s. Partidarios y enemigos de Tiberio Graco: J. Briscoe, Journ. of Rom. Stud., 64, 1974, pp. 125 s. Reforma agraria: J. Molthagen, Historia, 22, 1973, pp. 423 s. Cayo Graco y sus reformas: K. Meister, Chiron, 6, 1976, pp. 113 s. (legislacin para los aliados); D. Flach, Zeitschr. d. Savigny-Stiftung, Rom. Abt., 90, 1973, pp. 91 s. (legislacin penal). Suerte de la reforma agraria: D. Flach, Hist. Zeitschr., 217, 1973, pp. 265 s.; K. Meister, Historia, 23, 1974, pp. 86 s.; K. Johannsen, Die lex agraria des ]ahres 111 v. Chr. (Diss. Mnchen, 1971).
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Sobre la poca de Mario y Sila vase en sntesis W. Schur, Das Zeitalter des Marius und Sulla (Leipzig, 1942); T. F. Carney, A Biography of C. Marius2 (Chicago, 1970); E. Badin, Sulla. The Deadly Reformer (Sidney, 1970). Estado de la investigacin: E. Gabba, en ANRW I, 1, pp. 764 s. Estado de excepcin: J. Ungern-Sternberg von Prkel, Untersuchungen zum spatrepublikanischen Notstandsrecht. Senatusconsultum ultimum und hostis-Erklarung (Mnchen, 1970). 80 En lo referente al papel del ejrcito y de los soldados en la Repblica tarda, vid. R. E. Smith, Service in the post-Marian Roman Army (Manchester, 1958); P. A. Brunt, Journ. of Rom. Stud., 52, 1962, pp. 69 s. (en alemn: H. Schneider, ed., Zur Sozial- und Wirtschaftsgeschichte der spaten rmischen Republik, pp. 124 s.); J. Harmand, L'arme et le soldat a Rome de 107 a 50 avant notre ere (Pars, 1967); H. Botermann, Die Soldat en und die rmische Politik in der Zeit von Caesars Tod bis zur Begrndung des Zweiten Triumvirates (Mnchen, 1968); E. H. Erdmann, Die Rolle des He eres in der Zeit von Marius bis Caesar. Militrische und politische Probleme einer Berufsarmee (Neustadt, 1972); E. Gabba, Esercito e societ nella tarda repubblica romana (Firenze, 1973), pp. 47 s.; cf. tambin J. Suolahti, The Junior Officers of the Roman Army in the Republican Period (Helsinki, 1955). 81 Cf. E. Gabba, Athenaeum, N. S., 32, 1954, pp. 41 s., 293 s.; Chr. Meier, Res publica amissa. Eine Studie zur Verfassung und Geschichte der spaten rmischen Republik (Wiesbaden, 1966; nueva edic. 1980), pp. 208 s. 82 Vase sobre ello la nota 79. Acerca de las repercusiones de las guerras civiles en la evolucin social del sur de Etruria, cf. G. D. B. Jones, en War and Society. Historical Essays in Honour and Memory of J. R. Westerd (Londres, 1973), pp. 277 s. 83 Insuperablemente expuesto por R. Syme, Roman Revolution, pp. 28 s. Bibliografa en K. Christ, Rmische Geschichte, pp. 134 s., y en J. Bleicken, Geschichte der Rmischen Republik, pp. 234 s. Un anlisis estructural de las condiciones prevalentes en Roma en el momento de la ltima generacin de la Repblica nos lo ofrece E. S. Gruen, The Last Generation of the Roman Republic {vid. nota 77). 84 Optimates: H. Strasburger, RE XVIII (1939), col. 773 s.; populares: Chr. Meier, RE, Suppl. X (1965), col. 549 s. Cf. adems del mismo esp., Res publica amissa} pp. 7 s. 85 Para la aristocracia senatorial durante la Repblica tarda vase, sobre todo, R. Syme, Roman Revolution, pp. 10 s.; estado de la investigacin con bibliografa en T. R. S. Broughton, en ANRW I, 1, pp. 250 s. Por lo que se refiere a la nobtlitas, cf. A. Afzelius, Class. et Red., 7, 1945, pp. 150 s.; respecto de los hombres nuevos, T. P. Wiseman, New Men in the Roman Senate 139 B. C. A. D. 14 (Oxford, 1971). En lo atinente a la toma de postura de los senadores en las guerras civiles de Csar, cf. H. Bruhns, Caesar und die Rmische Oberschicht in den Jahren 49-44 v. Chr. Untersuchungen zur Herrschaftsetabherung im Brgerkneg (Gottingen, 1978); cf. D. R. Shackleton Baily, Class. Quart, N. S. 10, 1960, pp. 253 s. A propsito de la situacin econmica de los senadores, vid. M. Jaczynowska, Historia, 11, 1962, pp. 486 s. (en alemn: H. Schneider, ed., Zur Sozial- und Wirtschaftsgeschichte der spten rmischen Republik, pp. 214 s.). Sobre las condiciones econmicas de la aristocracia senatorial tardo-republicana, consltese ahora sobre todo la obra de I. Shatzman (cf. supra nota 55); vase todava E. Rawson, en M. I. Finley (ed.), Studies in Roman Property (Cambridge, 1976), pp. 85 s. 86 Att. 1, 17,8. Sobre el orden ecuestre en la Repblica tarda mrese la bibliografa citada en la nota 58. 87 Respecto de la plebs urbana a finales de la Repblica consltese la bibliografa de la nota 59; en lo tocante a su papel en los enfrentamientos durante la crisis de la Repblica, P. A. Brunt, Past and Present, 35, 1966, pp. 3 s. (en alemn: H. Schneider, ed., Zur Sozial- und Wirtschaftsgeschichte der spten rmischen Republik, pp. 217 s.; I. Hahn, en J. Herrmann-I. Sellnow (ed.), Die Rolle der
Volksmassen in der Geschichte der vorkapitalistischen Gesellschafts-formen (Berln, 1975), pp. 121 s.; W. Nippel, en H. Mommsen-W. Schulze (ed.), Vom Elend der Handarbeit, pp. 70 s. 88 Acerca del papel de los veteranos en la Repblica tarda vase ahora esp. H.-Chr. Schneider, Das Problem der Veteranenversorgung in der spdteren rmischen Republtk (Bonn, 1977); consltese tambin la bibliografa indicada en las notas 80 y 94. 89 Sobre la coniuratio Catalinae cf. esp. E. G. Hardy, The Catilinarian Conspiracy in its Context (Oxford, 1924); M. Gelzer, RE II A, 2 (1923), col. 1693 s.; W. Hoffmann, Gymnasium, 66, 1959, pp. 459 s.; Z. Yavetz, Historia, 12, 1963, pp. 485 s.; H. Drexler, Die Catilinansche Verschwrung Ein Quellenheft (Darmstadt, 1976). Grupos sociales implicados: cf. esp. Cic, Catilina 2, 18 s. Participacin de los esclavos en los conflictos polticos y en las guerras civiles de la Repblica tarda: J. Annequin-M. Letroublon, en Actes du Colloque 1972 sur Vesclavage (Besancon-Pars, 1974), pp. 211 s.; N. Rouland, Les esclaves romaines en temps de guerre. Coll. Latomus, vol. 151 (Bruselas, 1977), pp. 77 s. 90 En lo referido al orden social de la Repblica tarda vase en general W. Warde Fowler, Social Life at Rome in the Age of Cicero (Londres, 1907; reimpr. 1964); M. Gelzer, Kleine Schriften, I, pp. 154 s.; F. De Martino, Storia della costituzione romana, III, pp. 102 s.; H. H. Scullard, From the Gracchi to Nero. A History of Rome from 133 B C. to A D 68 2 (Londres, 1963), pp. 178 s. Cf. E. Wistrand, Caesar and Contemporary Roman Society (Goteborg, 1978). Economa: T. Frank, Economic Survey, I, pp. 215 s. 91 En cuanto a los homines novi entre los cnsules, vase T. P. Wiseman, New Men in the Roman Senate, pp 164 s., 203. 92 Para Cicern consltese la bibliografa en K. Christ, Rmische Geschichte, pp. 136 s., y J. Bleicken, Geschichte der Rmischen Republik, pp. 235 s. 93 Diodoro 36, 3, 1. Acerca de los esclavos y libertos durante la Repblica tarda, cf. W. L. Westermann, Slave Systems, pp. 63 s.; E. M. Staerman, Die Bltezeit der Sklavenwtrtschaft, pp. 36 s.; S. Treggiari, Roman Freedmen du-ring the Late Republic (Oxford, 1969); G. Fabre, Libertus. Recherches sur les rapports patron-affranchi a la fin de la rpublique romaine (Roma, 1981). Bases econmicas para el ascenso de los libertos en la Repblica tarda: St. Mrozek, Chiron, 5, 1975, pp. 311 s. 94 Colonizacin, poltica de naturalizacin: F.Vittinghoff, Rmische Kolonisation und Brgerrechtspolitik unter Caesar und Augustus. Akad. d. Wiss.u. Lit. Mainz, Abh. d. Geistes- u. Soz. wiss. Kl., Jg., 1951, Nr. 14 (Wiesbaden, 1952), pp. 7 s.; L. Teutsch, Das Rmische Stdtewesen in Nordafrika in der Zeit von C. Gracchus bis zum Tod des Kaisers' Augustus (Berln, 1962); A. J. N. Wilson, Emigration from Italy in the Republican Age of Rome (Nueva York, 1966); P. A. Brunt, Italian Manpower, pp. 159 s.; A. N. Sherwin-White, en ANRW, I, 2, pp. 23 s, y The Roman Citizenship2 (Oxford, 1973). 95 Escalada de los provinciales hasta el senado: T. P. Wiseman, New men in the Roman Senate, pp. 19 s.; para los Balbos de Cdiz, vid. J. F. Rodrguez Neila, Los Balbos de Cdiz. Dos espaoles en la Roma de Csar y Augusto (Sevilla, 1973). 96 Sobre el concepto de ordo en Cicern cf. J. Branger, en Recherches sur les structur es sociales dans Lantiquit classique, pp. 225 s.; tambin ahora, del mismo autor, Principatus (Ginebra, 1973), pp. 77 s.; para el concepto romano de ordo vid. un detenido tratamiento en B. Cohen, Bull. de lAss. de G. Bud, 1975, pp. 259 s. 97 Liv., Praef. 9. Respecto del vaco de poder que se crea en la Repblica tarda, cf. Chr. Meier, Res publica amissa, pp. 301 s. 98 En cuanto a Varrn y a sus puntos de vista sobre la esclavitud, consltese la bibliografa de la nota 56, as como R. Martin, Recherches sur les agronomes latins et leurs conceptions conomiques et sociales (Pars, 1971), pginas 211 s.; del mismo autor, vid. en Actes du Colloque 1972 sur lesclavage, pp. 267 s.