Mundo Nuevo 12 (1967)
Mundo Nuevo 12 (1967)
Mundo Nuevo 12 (1967)
12
Junio 1967
Un argentino de vuelta
Csar Fernndez Moreno
La emigracin espaola del 39
Vicente Llorens
\ .
Juan Luis Alborg
-
HISTORIA DE LA LITERATURA ESPANOLA
Vol. 11: Epoca barroca
Es an pronto para reunir una antologa crtica sobre esta gran obra. Pero la
aparicin del primer volumen despert ya en Espaa y en el extranjero ecos de
admiracin entusiasta. He aqu algunos extractos:
.. Si los tomos subsiguientes renen, como es de esperar, las mismas virtudes
que este excelente inicial, la Historia de la Literatura Espaola de Alborg ser,
en su gnero. la mejor de las disponibles.
(Gonzalo Fernndez de la Mora, en ABe, Madrid 21-VII-66)
.. Juan Luis Alborg ha escrito una historia -hablo, naturalmente de este
primer volmen- llena de aciertos... Slo nos resta esperar, con la seguridad
de que los volmenes posteriores redondearn una obra que no ha podido comenzar
con mejores augurios.
(Luis Blanco Vi/a, en YA. Madrid, 18-VII-66)
.. Tanto por la excelencia de su mtodo y ordenacin, como por la fineza de
su criterio, apoyada en una erudicin slida, en una documentacin exhaustiva, la
Historia de la Literatura Espaola de Juan Luis Alborg significa un esfuerzo muy
encomiable que ha de prestar grandes servicios a los estudiosos.
(Gastn FIguelra, en LA MAI':::ANA, Montevideo, 8-1-67)
Con este segundo volumen, la singular maestr(a de Alborg ha conseguido una
obra excepcional de ponderacin crtica, valoracin esttica e investigacin
histrica.
Estas casi mil pagmas, escritas con gil soltura y rara amenidad, constituyen
la exposicin ms sistemtica, amplia, documentada y actual del perodo ms
importante de nuestra literatura.
h EDITORIAL GREDOS
Snchez Pacheco, 83 . Madrid (2)
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1
1
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le point
Au sommaire du numro 8: Une interview exclusive de
Louis Aragon. Un article sur le Nouveau Thatre avec
la participation de Julian Beck, Jerzy Grotiswky, Marc O'
et JeanPaul Sartre. - La voix d'Edmonde CharlesRoux.
- Un dossier sur I'Angola.
{
valoraciones
Nmero 12 Junio 1967
Mito y realidad del teatro
relatos
Romera a la memoria de Meza
El perseguidor
Otra versin
dilogo
Destruccin de la Espaa Sagrada
poemas
Un argentino de vuelta
testimonio
Entre Espaa y Amrica
teatro
El director como oficiante
documentos
Un plan para el Tercer Mundo
notas
El mundo de Jos Donoso
libros y autores
Edwards Bello, cronista
Nuevas publicaciones
revistas
Balance de Ciro Alegra
sextante
El ao de Rubn Daro
colaboradores
Jean-Paul Sartre 4
Fernando Alegria 27
Carlos Bgue
33
Ulses Carrin 37
Juan Goytisolo 44
Csar Fernndez Moreno 13
Vicente Llorens 61
Jorge Lavell 66
Josu de Castro 70
Emir Rodrguez Monegal 77
Cristin Huneeus 86
88
90
92
96
JEANPAUL SARTRE
Mito y realidad del teatro
Hoy no se puede hablar del teatro, despus de
las obras de lonesco, Beckett, Adamov, Jean Ge-
net, y Peter Weiss, despus del xito -que ha
desbordado de lejos la frontera alemana- de la
obra de Brecht, como se hablaba antes. En el
fondo, el verdadero problema es este: "Ha habido
una revolucin teatral despus de la aparicin
de lo que se llama el 'nuevo teatro'?"
De hecho, no; no ha habido revolucin porque
estos autores, que proceden de horizontes diversos
y que tienen preocupaciones diferentes, no se pue-
den alinear bajo una misma rbrica. Sobre todo
se les ha llamado los autores del teatro absurdo.
Esta denominacin es ella misma absurda, porque
ninguno de ellos considera la vida humana y el
mundo como un absurdo. Desde luego, Genet no,
el cual estudia las relaciones de las imgenes y de
los espejismos entre ellos; ni Adamov, que es mar-
xista y que ha escrito "basta de teatro sin ideo-
loga; ni el mismo Beckett, del que hablaremos
un poco ms tarde. Lo que ellos representan en
realidad, sea por los conflictos interiores, sea por
sus oposiciones reciprocas, es la incandescencia
de las contradicciones que estn en el fondo del
arte teatral. Pues no existe arte que no sea una
unidad-calidad de contradicciones. La novela
misma est llena de contradicciones, de presupo-
siciones que se destruyen a s mismas. Y el tea-
tro tiene las suyas, que hasta ahora haflpasado
en silencio.
"Lo que ha sucedido es que el teatro ha repre-
sentado durante aos, incluso siglos, e. la vez el
papel del teatro y el del cine, para la gente que
tena necesidad del cine, pero que no saba por
supuesto lo que ste podra ser ya que no haba
sido inventado. Al aparecer el cine, contrariamente
que se pretende, no precipit al teatro en una
rcrisis, ni ha perjudicado al arte teatral. Ha perjudi-
!cado a ciertos directores de teatro, quitndoles es-
i pectadores; ha perjudicado a cierto teatro, precisa-
r mente al que haca las veces de cine, es decir, el
\ teatro realista burgus -cuyo objeto era la repre-
I sentacin exacta de la realidad-; y lo ha perju-
dicado porque, a partir de cierto momento, el rea-
fismo cinematogrfico ha parecido suplantar para
siempre al realismo teatral (para el espectador de
I cine un rbol es un verdadero rbol, mientras que
~ rbol de teatro aparece siempre como falso)
Resumiendo: el cine ha denunciado el falso rbol
del teatro como simple decorado y el falso acto
como simple gesto. Pero no ha perjudicado al tea-
tro. Al contrario, pues desde ese momento el tea-
tro ha reflexionado sobre sus propios lmites y,
como en todo arte, ha hecho de esos lmites la con-
dicin de su posibilidad.
Hemos tenido, despus de la muerte-de-Dios, co-
mo dice Nietzsche, y I ~ de la inspiracin, q u e ~ era
Dios-hablando-al-odo, ia novela crtica de los Flau-
bert, la poesa crtica de los Mallarm, es decir,
un arte que acarrea la posicin reflexiva del artis-
ta con respecto a l. La aparicin del cine y de
diversos factores socialeS ha. creado, a partir de
1950, lo que se podra llamar el teatro critico.
Los a.lJtores que tra.taremos de estudiar en sus
diferencias y en sus puntos comunes, los considero
como representantes del teatro critico: todos quie-
ren hacer de las insuficiencias mismas del teatro,
los instrumentos de una comunicacin. Por ejem-
plo, la irrealidad: el gesto como tal puede apare-
cer a algunos como un medio especficamente tea-
tral: es preferible que sea el gesto y no el acto el
que aparezca en el teatro. De ese modo, su trabajo,
que es una reflexin sobre el teatro, se tmduce en
la obra, los opone unos a otros y cada uno a s
mismo, porque precisamente cada cual escoge uno
de los aspectos de las contradicciones del teatro.
De manera que al examinar esos autores veremos
qu contradiccones existen en el arte dramtico
mismo, cmo cada uno se define en relacin a
ellas. Hablaremos, pues, de las oposiciones inter-
nas que existen en la representacin dramtica.
El gesto o el acto?
La primera oposicin que aparece, es la de la ce-
remonia y de la irreversibilidad nica de la repre-
sentacin. Surgido en Europa de la masa y en
Oriente de los cantos y las danzas rituales, debe
el teatro, una vez laicizado, conservar su carc-
ter ceremonial como quiere Jean Genet y como lo
quisieron los clsicos franceses que escriban en
verso? Desde esta perspectiva, es necesario comu-
nicarse con el pblico por medio del hechizo que
producen ciertos ritos. Los negros, pieza de Jean
Estas declaraciones, hechas por Jean-Paul Sartre
en Bonn (Alemania) el 4 de diciembre de 1966 y
recogidas por J. P. Berckmans y J. C. Garot, fue-
ron publicadas en francs por la revista belga Le
Point (Bruselas, enero de 1967), que nos ha autori-
zado su reproduccin en espaol (N. de la R.)
MITO Y REALIDAD DEL TEATRO
Genet, constituye simplemente una "misa negra.
El efecto sobre el espectador blanco es ciertamen-
te de malestar, objetivo buscado por Genet. Paula-
tinas encantaciones nos preparan para un acto sa-
crificioal, que de hecho no se cumple, puesto que
se trata del asesinato imaginario de una joven
blanca. Esto quiere decir que no pasa nada. Uno
de los personajes declara: "Nosotros tendremos la
amabilidad, aprendida de ustedes, de hacer la co-
municacin imposible. La distancia que ,en los or-
genes nos separa, nosotros la aumentaremos con
nuestros ritos, nuestras maneras, nuestra insolen-
cia, puesto que nosotros somos tambin comedian-
tes. Sintetizando: el negro, rechazado por los
blancos, incomunicable por la negativa de comuni-
cacin de los blancos, quiere representar hasta el
final la comedia que se le impone. Por lo tanto es
por s mismo, en la vida, tema teatral: representa
la comedia y la representa porque la comedia, se-
gn Genet, impuesta por los blancos, se ha con-
vertido en su segunda naturaleza. De manera que
loa eleccin del tema es reflexiva y crtica: Genet
no ha buscado un buen asunto, una buena intriga,
pero ha querido afirmar el teatro en su poder y
sus lmites mediante la eleccin del personaje que,
segn l, no puede afirmarse en la vida misma
ms que por el teatro. Y como su juego dramtico
-juego de negros- es la repeticin y la exagera-
cin de los papeles que le son prescritos por los
otros ( por los blancos) y que no cambian, la dra-
maturgia y la ceremonia no son ms que una mis-
ma cosa. Una ceremonia, en efecto, se caracte-
riza por la repeticin. De este modo, lo que se
quiere sugerir al espectador por este ritual infle-
xible, esta comedia de sacrificio que no es tal, es la
presencia desvaneciente del negro que oculta la
verdad negra tanto como la manifiesta.
Pues este personaje que representa una comedia
en escena, ya que lo han obligado a representarla
en la vida, muestra en parte su verdad pero tam-
bin la esconde en parte. No sabemos lo que este
actor es, y, justamente, la inquietud de este cono-
cimiento,. la idea de que este actor es otra cosa
que ull actor, es lo que crea la inquietud y el ma-
lestar. 'Cuanto ms representa el negro lo que se
quiere que represente, ms pensamos en profundi-
dad: existe la rebelin, la insurreccin armada, la
afirmacin del hombre por la liquidacin de los
verdugos colonialistas, que rezongan.
En conclusin, por la identificacin del teatro y
de la ceremonia en la persona de los actores ne-
gros (verdaderos actores -puesto que es su ofi-
cio: es la compaa negra de los Grillots, falsos
actores- ya que se trata de un ritmo impuesto a
los personajes que representan, ficticiamente rebe-
lados -puesto que los negros representan una re-
5
belin oculta-, y verdaderamente rebelados -por-
que estos negros reivindioan la personalidad afri-
cana contra los colonos-), Jean Genet eloabora una
obra cuyo sentido profundo es, como lo hdicho
G!l0rges Bataille, negar a aquellos que la escu-
chan. La ceremonia hechiza a los auditorios, a los
espectadores y les ensea poco a poco a negarse.
Este era uno de los trminos de la controadic-
cio' tal como yo la centro actualmente, pero por
otro lado, jams AntclOinp,rtilud -que ha escrito
El teatro y su doble y que durante mucho tiempo
dirigi el teatro Alfred Jarry- tuvo tantos discpu-
los: son innumerables los jvenes autores que en
Francia y en otros pases lo reivindican y que lo
consideran como el profeta del teatro moderno.
Ahora bien, precisamente l no carga el acento so-
bre I'a ceremonia en cuanto repeticin, sino por el
contrario, lo que l
tica es. ante. tocio sllJragilidad ..
cin es un aconlecimiento: un bache n la memo-
ria de Un actor pUede detner todo bruscamente-
y su carcter nico: cada noche es algo imprevi-
sible, los actores representarn bien o mal segn
sus preocupaciones y tambin segn el pblico,
pues hay das, como dice Jean Cocteau, en los
que "el pblico tiene genio, y otros en los que el
pblico es malo. Por lo tanto, segn el actor re-
presente bien o mal, o incluso un da bien y un
da mal; segn el pblico se interese ms por
tal intriga, tal personaje, tal aspecto de la pieza
o tal otro, el equilibrio de la representacin dra-
mtica y su sentido cambian de un da para otro.
esteppnto dEl yistaes .. eL.. cine. eLque.....resul-
tarepeticin segn Artaud, y no el teatro. En el
cin,cda noche, el opel'adorpasal' 'Ia mismCin"
ta, los actores representaran con el rnismo talento
(o sin talento) y los nicos accidentes que pueden
obstaculizar la proyeccin sern de orden tcnico:
no sern relaciones humanas entre los actores y
los espectadores. Ya en 1928, el sentido de esta
singularidad y de esta fragilidad de la representacin
llev a Artaud a escribir: "El teatro tender a ser
verdaderamente un acto sometido a todas las soli-
citaciones, a todas las deformaciones de las cir-
cunstancias, y donde el azar encuentra siempre
sus derechos. Una puesta en escena, una pieza
sern siempre motivo de caucin, de revisin, de
tal suerte que los espectadores que volvieran unas
noches ms tarde no tendran jams el mismo es-
pectculo ante los ojos. Se trata, pues, de consi-
derar la representacin teatral como un hecho no
repetible. La ceremonia, que es repeticin, deja el
sitio a la aventura singular de cada da. En msi-
ca, si se quiere, es la jam session opuesta al
disco jazz registrado.
La diferencia capital entre Genet y Artaud, aun-
{
j
6
que los dos adoptan aspectos brechtianos, se ve
enseguida. En el mismo texto, Artaud escribe:
Una puesta en escena sera emocionante lo mis-
mo que una partida de cartas en la cual todos los
espectadores participan". Genet, al contr'ario, quie-
re hechizamos pero tenindonos a distancia. En
este sentido, en Artaud, la distancia, que Brecht y
Genet por razones diferentes tratan de mantener
entre el espectador y el actor, ya no existe. La ra-
zn profunda -elegida por Artaud- es que asigna
al teatro la funcin de poner al da por una ope-
racin magica" (los trminos son suyos) las fuer-
zas profundas que estan en el fondo de cada es-
pectador: libido, obsesin sexual, de la muerte, vio-
lencia, he aqu lo que bruscamente tiene que sur-
gir en todos. Por esta razn Artaud llamara mas
tarde a su teatro (soado, puesto que no pudo ja-
mas llevarlo a cabo) teatro de la crueldad".
Esta contradiccin de Genet y de Artaud corres-
ponde a los dos aspectos contradictorios del tea-
tro, puesto que es a la vez repeticin ceremonial y
drama fulgurante, singular de cada noche: el mun-
do del teatro nos mantiene a distancia mucho mas
que el del cine, y al mismo tiempo participamos
en l identificandonos con tal o cual personaje.
Pero la oposicin va mas lejos y podemos, pro-
fundizando, ver surgir una contradiccin nueva.
Artaud nos dice: Considero el teatro como un
acto". Y, efectivamente, si nosotros nos situamos
en el punto de vista del autor y del director el tea-
tro, la representacin teatral, es un acto, un acto
real: es un trabajo el. un
trabajo el mostrarla y
es el .de" ac:c:in' real.
Poilendols cosas en un nivel mas bajo y toman-
do el teatro de consumo, la accin consiste en
atraer la mayor cantidad de gente posible y por
lo tanto en producir en el circuito econmico real
un desplazamiento de los fondos en provecho del
teatro. Colocando las cosas en un nivel mas alto,
el menos
durante el tiempo de la representacin, aunque
sloseaeescildalo, lJna cierta mutacin mental.
Pero tillribiri es Cierto que si uno se sita desde
el punto de vista del espectador, la pieza es algo
imaginario. Es decir, que sin exceptuar las piezas
histricas, el espectador no pierde jams de vista
que lo que se representa es algo no real. Esa mu-
jer no existe; ese hombre, su marido, no es ms
que su marido en apariencia y no la mata de ver-
dad. Esto significa que el espectador no cree -en
el verdadero sentido de la palabra- en el asesi-
nato de Polonio. De lo contrario se escapara o
saltara al escenario. Sin embargo, l cree a pesar
de todo, puesto que se conmueve, llora y se agita
en su butaca. Pero su misma credulidad es ima-
JEAN-PAUL SARTRE
ginaria. O sea, que no es una persuasin pro-
funda y vital, sino una autosugestin que conserva
la certidumbre informulada de ser una autosuges-
tin.
El resultado es que los sentimientos que son
fruto de la participacin en lo imaginario, en la re-
presentacin de lo imaginario en escena, son ellos
mismos sentimientos imaginarios: son sentidos a
la vez como definidos pero no reales -de ah la
posibilidad de alegrarse de su miedo al ir El un es-
pectaculo de los llamados de terror-, y no son ne-
cesariamente representativos de la afectividad real
del espectador. ...Elll.
to Tom a mediac1()!)c1llsigloPCisado, se comprob
que los esclavistas 1I0ral:>n ln el curso de la re-
presentacin, mientras conservaban sus costumbres,
hbiTos yslJspropiasideas sobrl.I()Olgrdes-
pus del espectculo.
El justo se vuelve malvado
Esta nueva contradiccin entre el actor y el gesto,
entre la accin real y el hechizo imaginario, lleva
a los autores modernos y a aquellos que se agru-
pan con el nombre de nuevo teatro a tomar diver-
sas posiciones. As, Genet no considera como un
defecto que su pieza se site en lo imaginario, sino
al contrario como una virtud. Lo que l escribe de
su pieza El balcn vale para todas las otras: No re-
presentar esta pieza como si fuera una stira
de esto o aquello. Es la glorificacin de la ima-
gen y del reflejo. Su significacin, satrica o no,
aparecer solamente en este caso." Esta posicin
radical corresponde al proyecto fundamental de
Genet: el hombre. Para l, escritor maldito y ladrn,
condenado desde el comienzo por la sociedad, lo
irreal y el mal no pasan de ser una misma cosa.
Enemigo de la gente honrada que ,lo conden des-
de la infancia a no ser ms que algo imaginario,
se venga en sus piezas proponindoles espejismos
que los hace caer de cabeza en el infierno de los
reflejos de la imaginacin que ha preparado para
ellos. En una palabra, su propsito real como autor
es obligar al justo a convertirse durante algunas
horas en malvado imaginario, lo que lo satisface
doblemente. Primero, porque obliga al hombre prc-
tico que est en la sala a irrealizarse, a largarse
en lo imaginario como l mismo tuvo que hacer.
Y segundo, obliga al justo a imaginarse ciertas
personas mediante identificacin con sus persona-
jes y a reprocharse al final de la pieza su compla-
cencia con el mal. Pues es de eso que se trata: lo
imaginario en Genet es la complacencia con el
mal realizada en el pblico, hechizar al justo me-
diante el mal, dejarlo siempre con su buena con-
1
j
no importa qu! Hay espectculos que especulan
con la espera, el aburrimiento, para liberar las fuer-
zas. Por ejemplo, uno de los ms clsicos: un hom-
bre entm, es el agente, se le mira, no se sabe lo
que va hacer, se sienta en una silla y se queda
all, con los brazos cruzados, durante dos horas.
El hecho es que f:!.n. f:!.!.f:!
pecta.dores,
que llegan hasta a sollozar. Se puede tambin pro-
vocar directamente por ejemplo,
en Pars se ha prohibido un happening porque ha-
ba en escena una mujer completamente desnuda,
cubierta de que se .' poda .Iamer.
()tras rrElalil1.!.i[ltf:!..rnuerte y a
la violencia; yo he visto un happening donde se
degoflabal1 gallinas y se arrojaba la sangre sobre
el pblico. Por supuesto que el inters no resda
jams en esehechomismo,qeen'parte ya. 'estaba
rio lesdelu
El
9g ht:iberlas,c:gmpradg, sino en la
reaccin del pblico. Al principio sucede casi siem-
pre el escndalo, despus viene la divisin: por
y contra, con el cortejo de violencias; luego,
en ciertos casos, sentimientos ms profundos: la
sexualidad, o la desinhibicin sexual, el deseo de
muerte, poco importa; y en fin, una organizacin
real en grupo del conjunto de los espectadores y
los actores. Por ejemplo, en Pars un happening
se transform, no se sabe por qu, en manifesta-
cin contra la guerra en Vietnam, aunque la gente
no haba venido en modo alguno a manifestar.
...
existe, da lugar efectivamente . 'cierto tipo de
por lo tanto podemos considerarlo como
un hecho. El problema en realidad es este: Qu
pasa con la representacin que apela a la libre
imaginacin del espectador? Este condicionamien-
to mediante algo ms o menos cruel no es lo con-
trario del teatro, o ms bien no es el momento en
el que el teatro estalla? La mayor parte del tiempo,
en efecto,Elll1aPPElning.es.una... explotacin .. hbil
df:!Jac[t1eJdaddEL9ue hablaba Artaud. En Francia,
Lebel ejerce sobre el pblico: este
ltimo es aturdido de luces espasmdicas, de rui-
dos insostenibles, salpicado de objetos diversos que
son en general sucios; es necesario ir a estos
.. .. del
lJQrttl[a
!: Po-
demosdecL9uehemosfranqueado los lmites de
lo quec()l1tiene la idea, la.. esencia del. teatro? Pe-
ter E3rOQk,enJnglateua,ha intentado encontrar una
fe'irmulamxta,...es.. decir, un .. trmino medio para
conteneL. .. la..
sentac:in. Es, el ac-
,
nos()trosIClsingleses, y "U. S:, los Estados Unidos,
YC:lJygtema., .::;i f:!xist
El
, o'.. lO'. .el tElOla
dirElc:tor'Elsig\jalmente una provocacin directa
pu;sto que se trata e .lagtlElrra f:!1 Vietnam, Por
si s'ola esta pieza no tiene ninguna significacin: no
se podrla llamarla pieza. Esta representacin que
debe hacerse sobre un escenario delante del pbli-
co es una sucesin de escenas, frases y actos de
violencia sin otro lazo que el afectivo, que sim-
plemente en su confusin se inspiran en dos temas.
La primera Parte,f:!selhorroLdeJaguerra del
Vietnam' r:!1ielltra.sque la segunda parte est ms
bien consagrada a la impotencia de la izquierda.
Lo que se ve no es ni real, puesto que a pesar
de todo son actores los que la interpretan, ni
irreal, ya que cada movimiento nos remite a la
realidad de la guerra del Vietnam. Y sin embargo,
es seguramente lo real lo que acta sobre el es-
pectador, puesto que son los ruidos, los colores
y los movimientos que acaban por crear una cierta
forma de zozobra o de embrutecimiento, segn la
gente. El espectador no es invitado a mezclarse a
I,a representacin: es en parte mantenido a distan-
cia. Recibe como un "golpe, esta mezcla volun-
tariamente desordenada de sketches quebrados,
interrumpidos en el momento en que la ilusin va
a nacer. y, para terminar, se encuentra delante de
un acontecimiento real, un verdadero happening,
aunque este happening se renueve todas las no-
ches.
Alguien en el escenario abre una caja de mar-
posas: mientras escapan, una mano armada de un
encendedor o de una antorcha las quema. Se que-
man vivas. Es evidentemente una alusin a los
bonzos que se han quemado voluntariamente en
Saign. Este happening es happening porque en l
pasa realmente algo; hay animales que mueren, y
que mueren en medio del sufrimiento. Sin embargo,
no es totamente un happening porque el teln cae
y el espectador, devuelto a su soledad, sale con
una desesperacin confusa hecha de embruteci-
miento, de odio y de impotencia. No existe una
conclusin y por otro lado, cmo se puede con-
cluir? Es verdad que la guerra del Vietnam es un
crimen. Es verdad que la izquierda es perfectamen-
te impotente. Es esto teatro? Es realmente el ni-
vel en que la forma es ntermediario, cuando puede
decirse: "esto es teatro o "esto no es teatro. Di-
rernos,en t() q\j.f:!..,.s,i ..Els sit\jacin
m.. a.ni.fiesta. 9ue.... se./)P9.d. ra.. llamar hoywvdtJSJsltll
Ff
a
1t
o
j
lEn efecto, la misma perspectiva hay por
todos lados contra-
dictoria de presentar al pblico una ficcin que sea
realidad. Los que van a estos espectculos son
conscientes de lo que se trata. Los ensayos de
MITO Y REALIDAD DEL TEATRO
teatro-documento, como el Proceso Oppenheimer,
que se ha representado en Alemania y que Vilar
represent en Pars, son una prueba. Esta. vez ya
no se trata, como en las piezas histricas, de pre-
sentar una realidad transpuesta y reconstituda
por la. subjetividad de un autor, sino de repetir
el proceso mismo y las palabras que cada uno ha
pronunciado realmente en un momento determi-
nado.
El resultado ha sido el contrario del que se pro-
duce en el happening. En ste es finalmente lo real
lo que absorbe lo imaginario. En el caso del do-
cumento, la realidad se transforma en imaginario:
es lo imaginario lo que se come la realidad. La
prueba: todo el mundo sabe que la pieza represen-
tada en Alemania y la representada por Vilar eran
completamente diferentes.
Por qu eran diferentes? Porque reflejaban,
a pesar de todo, la sensibilidad de los autores.
El proceso Oppenheimer se desarroll durante das
y das, por lo que fue necesario hacer una selec-
cin de todo lo dicho. La seleccin, es precisa-
mente un trabajo de autor: es una seleccin, es
una opcin yeso define por lo tanto un carcter.
Entre lo que nosotros vimos y lo que Uds. vieron
no hay nada de comn con la. reproduccin del
proceso Oppenheimer. Era otra cosa y Oppenhei-
mer mismo se convirti en algo ficticio, pues nos-
otros no perdemos jams de vista a Vilar: gran
actor francs conocido, que representa a Oppen-
heimer. De pronto, Oppenheimer no era ya un per-
sonaje real: se volva ficticio, se transformaba en
el papel de Vilar. No era acepta.do como un ser
real, simplemente porque Vilar hablaba francs y
el proceso haba ocurrido en ingls. Nosotros sa-
bamos todo esto. Todas esta.s convenciones que
aceptamos perfectamente cuando se trata de teatro
realista -donde se ve a los ingleses que hablan
entre ellos y que habl,an francs-, eso est muy
bien, eso es teatro. Pero a partir del momento en
que se trata de presentarnos el proceso Oppenhei-
mer, todos estos hombres que hablan francs mien-
tras expresan una situacin real norteamericana,
estos hombres irrealizan completamente la cosa;
no se puede tratar de ingleses o de norteamerica-
nos. De este modo se tena una suerte de ilusin
temporal. Viendo el objeto, uno se deca: "He aqu
una contraccin del proceso; es un proceso que
dura ilusoriamente 15 das y de hecho dos horas
de representacin. En verdad, el proceso en la
pieza era ms bien una. alusin simblica del pro-
ceso real: la "clave del proceso, su transposicin
revelaba su verdad abstracta y no su reconstitu-
cin real.
De esta manera, entre la ilusin teatral que es ab-
sorbida o comida por la accin real y sdica so-
9
bre el espectador, como en el happening, y lo
real que se representa como en el documento, pero
que es tragado por la ilusin, vemos la. crisis de
la imagen.
En realidad, en el fondo mismo del happening
existe una apelacin a la imagen. Es que en el
fondo, cualquier acontecimiento simboliza. otra
cosa: lo real sirve a lo irreal. No tengo tiempo
de mostrrselo a Uds., pero en todo caso si lo
creemos podemos decir que esta crisis, aunque
trajera ciertas rupturas de las formas teatrales,
marca el progreso de la reflexin.
Ya no se trabaja segn el principio indistinto y
confuso de! autor y director del pasado, ni del fi-
lsofo del teatro pasado, segn el cual la teatra-
lidad en su esencia implicaba en sus grandes mo-
mentos una indiferenciacin de lo real y de lo
imaginario. Se poda entonce.s c:rElElL.quElun espe-
jismo presentado, tomado como espejismo, deter-
minaba necesariamente sentimientos reales en el
espectador. Es la idea de la catharsis griega. La
buena conciencia con la cual, a principios de siglo
Gemier haca surgir sus actores de la sala, para
atravesarl'a y subir al escenario, muestra bien la
inocencia que posean en ese momento los auto-
res. Pensaban a la vez que el lugar escnico era
un lugar ilusorio, un espejismo, y que el persona-
je que iba a pasar por los pasillos, porque rozaba
a los espectadores, los iba a persuadir de la reali-
dad del espectculo. De pronto, para todos los
hombres de teatro de nuestra generacin, como
veremos ms adelante, el teatro deja de ser rea-
lista, pues, o bien se quiere la realidad y entonces
es necesario ir hasta el final, no hay otra solucin
-se provocan sentimientos reales con aconteci-
mientos reales-, o bien se reconoce a la represen-
tacin dramtica su carcter totalmente ilusorio;
pero en este caso, si la estructura de esa repre-
sentacin es una irrealizacin, es como tal que se
necesita explotarla: como negacin de la realidad
(volveremos sobre la significacin de estas pala-
bras) y no como imitacin de la realidad.
Teatro del verbo o teatro del inconsciente?
La contradiccin ltima ms visible y ms fun-
damental concierne al papel del lenguaje en el
teatro. El personaje teatral, en efecto, es un hom-
bre, o como en Chantecler, un animal concebido
de manera antropomrfica. Por lo tanto, si tiene el
conjunto de facultades humanas, haya o no intri-
ga debe hablar puesto que el hombre 'es un ser
parlante. El lenguaje es entonces uno
dios de expre:in escnica. EO.ElI JElatro Clsic:Q,
era el medio principal: el gran actor trgico de
10
nuestras tragedias se mueve poco y hasta puede
quedar inmvil durante tiradas enteras; I?or s solos
e) encanto verbal, la inflexin, el ritmo y la
cidad del discurso, la manera de cortar el
y la velorizacin de una palabra dan cuenta de la
Sit"aClon vIvida, ce las paSiOnes, de lasdecisio-
es. y esto coii"Ciere en nuestros clsicos al mu
"'Cl'Q--rse : ... Pl'r
'"medio del Con
que en
ella se han inspirado, todo cambia. Estos autores
han intentado hacer entrar el mundo entero en el
lenguaje, es decir, que la naturaleza presente el
mundo que nos rodea, lo que Uds. llaman Umwelt
los orizontes, las fuerzas obscuras que trabajan
en nosotros y fuera de nosotros, se deben encon-
trar directa o indirectamente presentes en el di-
logo: como significacin consciente, como referen-
cia o como sobredeterminacin no consciente del
mensaje; hasta como silencio, en esta concepcin
que da sin embargo la primaca al lenguaje. Tuvi-
mos en Francia, entre las dos guerras, un teatro
que se llam el teatro del silencio y cuyo principal
autor fue J. J. Bernard. Pero de hecho se trataba
de un teatro muy charlatn, pues teatro del si-
lencio" quera decir que el lenguaje se haba. ane-
xionado el silencio. Por un lado, en efecto, en estas
piezas el lenguaje expresaba un aspecto ftil y co-
tidiano: por ejemplo, los dos esposos de Feu qui
reprend mal; un soldado vuelve de la guerra y no
consigue restablecer el contacto con su mujer,
pues entre ellos se entabla una conversacin con
discursos vanos llenos de malestar. Pero estos dis-
cursos se refieren expresamente a una subconver-
sacin. Es que detrs de las palabras vecas, en
los momentos de silencio, existe esta frase inaudi-
ble: S que t ya no me amas, pero no es cierto.
Necesito un poco de tiempo, tal vez en efecto
yo te amo menos, por otra parte t tambin", etc.
Toda esta conversacin, aunque no fuera dicha,
estaba enteramente presente, como
c;QIT9!llJ
como su verdadero sentido de lo que ha-
blaban.
O;;ste modo el teatro del silencio, era
verbalismo, la ca uista total del mundo del teatro
por el verbo. El silencio ya no era el azar: uno
no tiene nada que decir o porque
tose, o porque espera la respuesta del otro. El si-
lencio consista en imitar verbalmente un contenido
verbal. Callarse era ir al paroxismo de la conversa-
cin, en el momento en que el conflicto estaba
plenamente realizado, En .. ..
q haba
logrado su plenitud" verbal. Es decir, que todo
consisa ..
,.d'" ""'0"'"'""""""_"
JEAN-PAUL SARTRE
alguna de decorado; y, efectivarnente,
muchos autores y directores omitan el decorado,
pesfoq ste no es ms que la ilustracin de
lqlJesdice. .c1e ver-
bigracia,Jlgsinforrni siempre sobre el. mundo
terjor.Por esto es cOmpletamente intilc()locar un
sol, producir relmpagos cuando l indica relm-
est. repre-
sentadO! Ele1ernel1t...
de la Ppr
hay significaciones mudas en el teatro, hay gestos
-cuando es necesario matar en el teatro, hay que
matar-, pero todo esto (gestQs. QE'Jsfiles,c()lores,
ruidos CI
ms que en s mismo unClc;Qrnpaamiento:sElsU-
pona que el teatro debClclElcirlotodo. POLElsJa
razn, la puesta en escena moderna ha sido la
ms inclinada a suprimir el decorado. Barrault re-
emplazaba el objeto con una pantomima que lo
haca nacer y desaparecer, cuando la pantomima
desapareca; consideraba que esto era suficiente.
En la adaptacin de una novela al teatro, una es-
cena lo obligaba a entrar en su casa, pasar ante
la portera y subir hasta el tercer piso para entrar
en su habitacin. Es evidente que una vez en su
cuarto, la portera y la escalera se volvan comple-
tamente intiles y por consecuencia inertes, mo-
lestas. Una pantomima de conversacin con la por-
tera invisible, y una pantomima de la subida de la
escalera eran suficientes. El mundo quedaba en-
treg'ado a la mimica y al mismo tiempo expresado
por el teatro. Pero justamente el nuevo teatro nace
tambin de un conflicto en torno al verbo. De he-
cho, la soberana del verbo en el teatro acenta
lo imaginario: el rbol, la lluvia o la luna imitados,
hablados, no existen ms que como objetivos com-
pletamente irreales. Pierden toda posibilidad de
actuar fsica y realmente sobre las disposiciones
actives del espectador.
Ahora bien, precisamente en Artaud, que busca-
ba los medios de alcanzar al espeCtador en lo ms
profundo de s mismo por medio de condiciona-
mientos reales (sonidos, luces estudiadas), es evi-
dente...
teatro: a.sign?al
En su Teatro de la crueldad, emplear
las palabras, no tanto por su valor significativo
sino por su carga real. Si cuento, como hace Cor-
neil!e, el asesinato de Pompeyo en escena, dismi-
nuyo la carga afectiva de las palabras porque la
diluyo en una historia imaginaria. Segn Artaud,
cuando una palabra con carga y fuerza es dicha en
su justo lugar, con cierta iluminacin, por una cier-
ta voz, producto por asociacin libre de un con-
junto verbal no significante -la palabra asesinato,
la palabra madre o sangre, una palabra sexual-,
-
MITO Y REALIDAD DEL TEATRO
esto puede llegar directamente al espectador y
hacer surgir con claridad, como en la cura psico-
analtica, su organizacin verbal inconsciente. Esta
posicin hacia el lenguaje es extrema. Entre el
teatro de Claudel, que se glorifica de ser en suma
la organizacin del "polvo inteligible, como l
dice, y la actitud de Artaud que subordina la pala-
bra a la accin real, hay una franca contradiccin.
El teatro contemporneo ofrece, a causa de preo-
cupaciones un .poco diferentes, soluciones mixtas.
El origen de esto reside sin duda en la lenta con-
viccin que ha penetrado en las personas de que,
como dice Lacan: el inconsciente freudiano est
estructurado como un lenguaje. En suma, parten
ms o menos explcitamente de la misma idea que
Artaud, pero la concepcin del lenguaje como
figura enmascarada de nuestro destino se hace
cada vez ms fuerte. Habra que decir que para
muchos autores contemporneos la frase de Hei-
degger, la conozcan o no, parecera verdadera:
El hombre se comporta como si fuera el creador
y el maestro del lenguaje, siendo asi que, por el
contrario, es el lenguaje el que es y sigue siendo
su soberano. Reemplacemos hombre por per-
sonaje y comprenderemos las numerosas tentati-
vas del teatro actual. En el teatro del discurso,
aunque el personaje no lo dice todo, aunque la
conversacin nos remita a una subconversacin, el
autor se comporta como si sus hroes y l mismo
fueran maestros del lenguaje. Dicen y sobreentien-
den lo que ellos quieren expresar conscientemente.
Pero si, como mucha gente piensa, el lenguaje es
dueo del hombre, si constituye su persona y su
destino, si las leyes del lenguaje en lugar de ser
recetas prcticas para comunicar, para expresar las
ideas, aparecen a la manera de las leyes fsicas
como necesidades pre-humanas y constitutivas del
hombre, entonces el hombre de teatro ya no consi-
derar el discurso como el instrumento real que
el hroe usa con total libertad, sino que al contra-
rio, querr mostrarlo como el dueo del hombre.
Esto basta para cambiar la significacin y el va-
lor de la prosa teatral. Para lonesco y los que
le siguen, el lenguaje es capital y de ningn modo
el medio que el hroe escoge para expresarse. Se
trata, al contrario, de mostrarlo desarrollndose, in-
humano, a travs del hombre, imponindole sus
leyes a pesar de los esfuerzos del que habla por
significar algo, tomando sus significaciones y obli-
gndole, por la simple potencia verbal, a actos que
no tena la menor intencin de cometer y que se
constituirn simplemente a medida que la palabra
se constituye para designarlo de antemano. En
La leccin, el profesor al trmino de su discurso
asesina a su alumna, lo que desde luego no en-
traba en sus intenciones al principio. Por lo tanto,
11
en las primeras piezas de lonesco el lenguaje es
el hroe: es el personaje principal. Es rey en la
medida justamente en que ese teatro destrona al
hombre. Se trata, pues, de piezas de lenguaje, pero
ustedes ven como se diferencian de las de Claudel.
Hay todavia personajes, personajes imaginarios,
pero intencionalmente insignificantes, ya que no
son otra cosa que lo que se dice a travs de ellos
y por ellos.
El teatro pierde su antropomorfismo, realiza lo
que se llama hoy en cierta literatura en Francia un
descentramiento del sujeto. No tenemos ante nos-
otros ms que un objeto solo y vivo: el lenguaje,
el discurso. Este objeto es real o imaginario?
Nos encontramos del lado del acto de Artaud o
del espejismo verbal de Genet? En realidad, en
lonesco todo se presenta como una solucin in-
termedia. El trata de revelar el lenguaje hacindolo
hablarse solo. Pero al mismo tiempo lo empuja
al absurdo, mientras que este absurdo se revela
lgico. Por lo tanto, denuncia el lenguaje como in-
humano. Por ejemplo, en la primera tirada de la
Cantante calva una mujer dice lo que ha comido,
habla de los platos ingleses que ha comido -ya
que es inglesa y est en Inglaterra-; afirma que ha
comido salsa inglesa y termina diciendo: hemos
bebido agua inglesa. Ahora bien, es evidente que
esto es a la vez perfectamente lgico, puesto que
en la ennumeracin todos los platos eran ingleses
-iaadamos, pues, el agua inglesa!- y totalmente
absurdo, pues aunque ella est en Inglaterra, el
agua es considerada como un elemento universal.
Esta manera en que el lenguaje se contina, em-
pujado por su lgica al absurdo a travs de la
mujer contribuye a irrealizar el lenguaje, es de-
cir, a mostrarnos mediante la exageracin y por
medio de un lenguaje irreal que el verdadero len-
guaje, o sea, el mismo pero no exagerado, contri-
buye enteramente a la servidumbre del hombre.
El teatro de lo inmediato, el teatro clsico transfor-
mado en teatro de la burguesa, contena en s las
contradicciones de las que no era consciente. Por
esta razn, las piezas diferan por su contenido,
pero se referan todas a una misma forma de tea-
tro: la comedia, la tragedia, el drama, el melodra-
ma, etc. El teatro nuevo, el teatro crtico habiendo
descubierto las contradicciones del gnero: cere-
monias reiterativas, acontecimientos singulares, he-
chizos por los mismos espejismos / condicionamien-
tos reales / mediante un acto, glorificacin de lo ima-
ginario / sadismo de la realidad, dominio del len-
guaje por el hombre y panverbalismo / lenguaje
destino del hombre o simple medio siempre traidor
de una subjetividad condicionada, sus autores ya
no difieren solamente, por su contenido, sino ante
todo por los trminos de la contradiccin por los
12
que han optado. Quiere esto decir que el teatro
se descompone? No; ms bien que se examina y se
profundiza.
Lejos de que la disgregacin de una frmula
nueva exprese una disgregacin y una disemina-
cin desordenadas, representa la unidad di'alctica
de las contradicciones reales de un arte. Si las
tenemos todas ante nosotros, si se toma el con-
junto de piezas contemporneas que las represen-
tan. tendremos en efecto todo el teatro. pero no
todo el teatro con la obscura contradiccin que es-
conde, sino todo el teatro como proceso dialctico
que une y progresa por sus contradicciones y que
puede, en cualquier momento, reconstituir la
unidad integrada por la aparicin de una obra naci-
da de sus contradicciones y que las supere. Por
lo dems, si consideramos el conjunto de piezas
del teatro nuevo, comprobamos que presentan mu-
chos caracteres comunes: estos caracteres son ne-
gativos, y contienen ciertos rechazos sin duda. pero
rechazos de los que podemos sacar, creo. el pre-
sentimiento de una unidad futura. Hay tres rElC:.hl:.
zos ... esencill13Ell:JIJeLJeatro .. contemporneo:.el. d.e
la psicologa, eLdeJaJotriga y el de todo realis-
mo.
Dialctica de las contradicciones
Todos estos .autores .. tienen Jas mismas razones
para rec.hazar estos Jres .c:ara.c:t13res Me,el
I
lDt13 e.l
ele I..l'l 'jPElic:olpgIl,ni.l3.gln .e.1. re100 Oe la
burguesa,PllesJpquee1.Jeatrg Psicolgico es en
el fondo un teltIPJoePlgi.c:o que significa que no
sQnlasc:pndiciones.histri.c:ls .yso.c:lllEls .laElqlJe
hacen.. aI hpmbre.qu13hlyun determinismo psico-
lgico y una naturaleza humana que es en todas
partes la misma. Esto es lo que niegan todos estos
autores, polticos o apolticos, simplemente porque
'estiman que es lo fundamental lo que cuenta. sea
el lenguaje. sea el ser-en-el-mundo, sea lo social
en su sentido ms profundo, y no el juego verbal
de la psicologa. Existe el rechazo de la psicolo-
ga y por consecuencia el deseo, ya sea por lo ima-
ginario o por la brutalidad real, de dirigirse a nues-
tras verdaderas fuerzas profundas.
Todos los autores que he citado, lejos de temer
el escndalo, quieren provocarlo conscientemente,
pues el escndalo debe acarrear cierta liberacin.
Creo que Beckett habl por todos el da que, es-
tando en el ensayo general de su pieza Esperando
a Godot y habiendo escuchado aplaudir con entu-
siasmo dijo; "iDios mo, se deben haber equivoca-
do. no es posible, aplauden! Efectivamente. todos
JEAN-PAUL SARTRE
estos autores, creen en lo imaginario o en la rea-
lidad, decllrlnqlJ13 la adhesin debe venir des-
pus .deles<:ndalc, j .
P.QIes!.l m
i
m.l....Ll
z
2.11. Elel1
i
13glnEl... 1aS camPel.-
dadesdela intriga, "Y.l.. l1ohay msintrigael1 el
sentidJ de pequea historia anecdtica bien cons-
truda con desarrollo, medio y final; ya no existe
porque consideran que eso es divertir. distraer la
atencin del espectador de lo esencial. La intriga
. Y
ren un tema, es decir. un que se o.esarro-
lIa y no recetas en el interior de . una. historia que
permitan construir una al1t3celota. NoquierElnrenun-
ciar. a toda construc<:i(n,sino construir rigurosa-
mente el tema: su construccin se refiere esencial-
mente a la temPoraJidad,queE':lla.. teatral.
Su objetivo no' es contar una historieta, sino cons-
truir un objeto temporal en el cual el tiempo, por sus
contradicciones, por sus estructuraciones, pondr
de relieve de modo sorprendente lo que es pro-
piamente el tema. fin. niegan el realismo sim-
plemente porque en el fi:>m:loes toda una filosofa
lo que rechazan. Es en primer trmino una filosofa
'que les parece burguesa, y luEl!:jo.la idea. de que
larelioacl esrealista. Ahora ben. en verdad la
realidad es realista al nivel de Di-
cho de otra manera, estamos adaptados a lo real
cuando conversamos de cosas insignificantes. Al
nivel que ellos quieren instalarse. que es para to-
dos (sea cmico, trgico o irritante), el nivel de
las fuerzas subterrneas o, si se prefiere. el nivel
de la aventura humana, a este nivel los trminos
esenciales de la aventura humana no son ya realis-
tas, porque no podemos aprehenderlos realmente.
No podemos aprehender una muerte, somos total-
mente incapaces de pensar la muerte, aun en el
caso de que estemos perfectamente convencidos.
como yo lo estoy, que se trata de un proceso de
orden biolgico, puesto que, incluso as, la brusca
ausencia, el dilogo interrumpido, es algo irrealiza-
ble. En consecuencia. cuando se quiere hablar de
la vida, claro es que no puede hacerse de modo
realista. Y si se quiere hablar del nacimiento. de
nuestro nacimiento, hecho que jams hemos vivido.
y que sin embargo nos ha hecho lo que somos. en
este caso asimismo el realismo no significa nada
puesto que no podemos darnos cuenta de nuestro
propio nacimiento.
Estos tres rechazos del mundo manifiestan que
el teatro nuevo n<;> tiene nada de absurdo. pero
que merced a la crtica vuelve al gran tema fun-
damental de la teatralidad que es en el fondo. el
hombre como acontecimiento, el hombre como His-
toria en el acontecimiento. O
CESAR FERNANDEZ MORENO
Un argentino de vuelta
TODO TIENE SU LIMITE
les cont de mi tiempo en mi patria'
les hablar de su espacio
les relat mis viajes por el mundo'
les dir qu pasaba al volver
mi corta historia sudamericana
comenz en palos hace cinco siglos
puede acabar a palos dentro de diez minutos
y bueno soy argentino
el virreinato era un bache del imperio espaol
entonces nos mandamos la revolucin
~ o s la ere a la plaza may.or
hoy se llama de mayo
eero igual sigue siendo el cfJntro. de toD
arriba siguen muertas las culturas
abajo siguen vivas las piedras
la repblica tiene tres habitantes
porteos del puerto porteos de las provincias y patagnicos del futuro
en rigor buenos aires ya dej de ser puerto
es un gran barco anclado una chata arenera
dicen que est al nivel del mar
en rigor est sobre el aconcagua
al pasar la avenida general paz te cas desde siete mil y pico de metros
te cas como agua en catarata
levants ms espuma que el iguaz
el pais es un bache del imperio porteo
el federalismo slo existi en las hormonas de los caudillos
la red ferroviaria lo consign a buenos aires
y ahora la capital envia a las provincias
los huevos que ellas mismas le enviaron
bien envasados eso si con seffitos
para recuerdo del federalismo
basta con las estrellas federales
nuestros limites ya dejaron de ser Ifmites
son cuestiones de limites
al oeste la cuestin de los chilenos
una especie de argentinos furiosos consigo mismos
elfos reclaman lo suyo como si no fuera nuestro
o sea de ellos y de nosotros
se creen distintos porque la cordillera les hizo creer
libro que lleva el titulo del primero (Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1963).
(') El autor se refiere a sus poemas -Argentino hasta la muerte. y -Un argentino en Europa., de su
14
qu cadena nos ata hermanos chilenos
el divortium aquarum nos desata
lo que chorrea para all es de ustedes
nuestro lo que rezuma para ac
un arroyo extraviado murmuraba
y bueno soy chi... digo argentino
al este la cuestin empez con brasil
que tom la colonia que te quito la colonia
una discusin de peluqueria
al fin se la pusieron a uruguay
nuestra mca provincia federal "TcidavJ9.
de jugadores de ftbol
de crticos cinematogrficos de criticos literarios de crticos diacriticos
entre argentina y brasil gime uruguay criticamente
C.Qmo una nuez entre los dos vstagos de un cascanueces
esa nuez tiene mucho que crujir
slo cuando hacen algo bueno los argentinos se vuelven rioplatenses
y reciprocamente por ejemplo
los rioplatenses devoramos a nuestro descubridor
aqui no nos gusta que nos descubran
no hace falta nos descubrimos solos
donde acaba el rio hemos descubierto el ocano
ese peligroso agitador
por el noreste
contra la corriente de los grandes rios
se va de verde en verde hasta ahogarse en la selva
cuestiones de limites con mosquitos
si te picaron ms ac o ms all del pilcomayo
por el noroeste
contra la corriente de la cordillera
de marrn en marrn hasta ahogarse en las cumbres
cuestiones de limites con el viento
que es todo el panorama de la puna
son dos hermanos bolivia y paraguay
tia sam no los lleva de vacaciones al mar
estn en penitencia rodeados de tierra americana
de ese norte llegaban conquistadores blancos
para fundar nuestras ciudades
ahora llegan cobrizos conquistados
para fundar nuestras villas miserias
al sur nuestro pais linda consigo mismo
sa es la ms difcil cuestin de limites
de ese lado la patria se llama patagonia
est deshabitada por seres que ya no existen
esos yaganes educados por los ingleses hasta exterminarlos
o por seres que nunca existieron
esos homnculos demasiado chicos que decia ameghino
esos patagones demasiado grandes que decia pigafetta
cmo la parlan estos italianos
lo nico seguro es que patagonia deriva de pata
y bueno soy argentino
15
la patagonia muere bajo el mar
de isla en isla a 'Suspiros de piedra
las malvinas que son argentinas
tierra del fuego cortada en tringulo
cual feta de repblica como cacho de queso
hecho de leche salida del polo que es un pecho solo
disculpen si les hablo asi alelado
el hielo me hiela la lengua
igual sigo glitando
las malvinas son algentinas
asi me lo ensealon en la escuela
los franceses decian otra cosa
les malouines sont francines
los ingleses decian otra cosa
Ihe falklands are englands
pongmonos de acuerdo compaeros
abandonemos la isla soledad
cantemos en las aulas del mundo
las falkvinas son eglantinas
ya se me terminaron los puntos cardinales
y todo lo que queda entre ellos cuatro
queda como asustado
suaves transacciones blandas ambiguas zonas
rios timidos desiertos ingenuos
gentecita de frontera que se enriquece favoreciendo declives entre regin y regin
poetitas como yo circulando con pipa entre zona y zona
escuchando el fragor lejano de aquellos cuatro puntos
de aquellos cuatro tiros tal vez de gracia
PROBEMOS CON EL SUR
probemos con el sur vengan a ver
cmo la calle lima sigue hasta el infinito
casi en seguida sale la plata
no est tan cerca como un suburbio
ni tan lejos como otra ciudad
respira el aire usado de buenos aires
slo el bosque y sus pingos del domingo
slo los tilos que la alzan en vilo
dicen de la pampa que yace bajo sus diagonales
y asoma pastitos entre los adoquines de las calles remotas
la plata slo tiene dos dimensiones
es un plano clavado con chinches sobre la pampa
para caminar por l tens que achatar el lomo
slo pueden ser verticales las descascaradas columnas de las administraciones
los empleados deben gatear debajo
en cuanto sobresalen estn perdidos
aqui slo crecen monstruos falsamente extranjeros
una municipalidad holandesa
una catedral nada menos que gtica
16
aqui es gobernador el que trampea en el cuarto oscuro
y poeta el que se mata en un cuarto de bao
para arriba slo se puede hacer una cosa
mirar
buen lugar para el observatorio
buen lugar para la gente sin plata
sin embargo se llama la plata
igual que mar del plata que el rio de la plata
igual que esta repblica tan argentina
qu obsesin metlica mamma mia
los hispnicos somos tan espirituales
mar del plata es el otro yo de buenos aires
all vamos por el camino de la costa
el ms pobre es decir el ms rico en diferencias
la cte-couleur-de-lion comme dirait lugons
ma de qu costa me ests hablando
en la argentina odiamos las costas les damos la espalda
setenta mil kilmetros de costa y ningn comedor con vista al mar
sos loco vos? para comer no hace falta mirar ms que la papa frita
este camino es de la costa pero del otro lado
la costa de lagunas de pantanos
de patos o gallaretas vaya a saber huyendo virginalmente por la sopa de yuyos
la costa de la pampa
gracias a dios los rematadores la siguen liquidando a loteadas
gente simple de cartel colorado letras claras y buen martllazQ
los argentinos slo amamos lo que compramos
y ms pasin cuanto ms largo el plazo
pero estos balnearios son absurdos siquiera
en punta indio se baan una punta de indios
che herclto se baan entre sueos
no se sabe si ahora o en mil trescientos tres
salen de sus modernas cuevas de colores
colectivos caidos de la ciudad como ladrllos
fuera de ruta sin apuro mansitos
sus nmeros signifying nothing
la ensenada de samborombn no te deja seguir derecho
tambin con ese nombre a tropezones
por ltimo rods en san clemente
dicen que este clemente era mi abuelo
que este rincn de lpez era suyo
pero las casas que hoy deberian ser mias
se atropellan se montan entre si hasta desaparecer en el mar
y aqui me quedo
hundido en tus cangrejales che giraldes
pobre tan incmodo con tu diresis
asi que corro en busca de refugio
un rincn de fernndez ya que no de lpez
encuentro un hotel imaginario
cartn disfrazado de acero
grand hotel de petit dormitorio
sorteo mi montn de dos valijas
me tiro en la cama la almohada se me cae toda la noche
claro no hay paredes
revivo a sueos mi infancia famosa
y cuando despierto en la maana radiosa
la prueba ha sido dura pero hemos logrado nuestro fin
estar en otra parte
todo est mal volvamos a buenos aires
tenemos que ser iguales que todos
tenemos que hacer todos lo mismo al mismo tiempo
somos tan individualistas nosotros
hay que ir a mar del plata por la gran ruta dos
por donde van los ricos con sus enormes autos
para encontrarse frente al mar otra vez a 'polas con su dinero
por aqui vamos al verdadero mar del plata
al autntico mar del plata
en idioma argentino nada se dice suficientemente por si mismo
para que nos crean tenemos que afirmar dos o tres veces cada cosa
-mlr te voy a decirla verdad
'entonces antes no la deciamos
honestamente debo reconocer
entQ!2..ces antes ramos deshonestos
esta vez la verdad est ms atrs todavia
el verdadero mar del plata tampoco importa nada
importan los cuatrocientos kilmetros de carrera
los cuatrocientos cuatro para no mentir ms
capica qu suerte jugalo a la ruleta
cuatrocientos cuatro alardes del poder de tu auto
cuatrocientos cuatro eventos para tu prepotencia
amor apresurado que va fundiendo bielas
pero despus dejs la (amila en la playa
volvs al despoblado suave colonial buenos aires de enero
aventuritas :de rio mientras la esposa plonge en lo salado
ella tal vez aventurtas de mar
total ya est medio fan
y la clase media se aburre tanto
sus individuos son tan fungibles como las casas marplatenses
cada chalecito igual al otrito
el mismo whiskicito al atardecer
como ustedes ven todas las cosas me salen en diminutivo
por algo ser
a descansar de la edad seores
la infancia estaba a seis horas de plaza mayo
vamos a ver pelculas de terror
. otra vez a temblar en la oscuridad
vamos todos al circo
cuanto ms miserable ms divertido
la ruleta en vez de la oficina
de paso el mar en vez del rio
pero tampoco mirarlo
jugar a la pelotita si
trarse barrto
empujarse al agita otra vez esa diresis
todos iguales bajo el sol arrasador
17
-
18
el viento del atlntico sublima el sudor
la arena nos vuelve speros
oscuros el yodo
parecemos fuertes
biba yo biba biba
y BUENO SOY PATAGON
pero no mi'hagas rir con semejante sur
el sur queda mucho ms al sur de la pampa
la pampa again
esa regin que tambin es provincia
conquistar la pampa parece conquistar la verdad
pero a ver quin se anima con el sur verdadero
sa te la pido huesito
en amrica el que no conquista todo no conquista nada
hay que ser magallanes pero bajarse aqui
aunque no haya ninguna especie de especias
no hay que hacerse el estrecho no buscar el estrecho
hay que buscarle el ancho a la precordillera
no hay que andarse con vueltas ni siquiera al mundo
por vueltero lo mataron a pedradas
al fina! slo elcano supo darse vuelta
y aprendi magallanes con su vida
que al mundo no hay vuelta que darle
a lo mejor tuvo mejor destino
aquel comandante que ellos abandonaron en san julin
amrica era entonces un castigo
todavia lo es piedras no le faltan
qu piedra la patagonia
como diez espaas me refiero al tamao
una piedra cortada en taiadas por las hachas de agua que baian de los picos
una payada entre la piedra y el agua de colores
rio colorado y piedra ro negro y pedra ro chubut y piedra ro deseado
y piedra ro santa cruz y piedra
con sus nombres de santos los golfos exorczan al mar
que es un demonio suelto
pero todo acaba felizmente en el cabo vrgenes
ro gallegos y cabo vrgenes qu mezcla no?
asi iba yo como magallanes
algo ms confortable lo reconozco
iba haca el estrecho de l
buscaba agua salada y conducente
el hombre no puede estar sn pasar
sn un pasar
no puede quedarse ah no ms
muerto
no es tan cmodo comodoro
puerto deseado deia mucho que desear
19
pueblos tan jvenes ya con altoparlantes
cuanto ms grueso el frio ms flacas las paredes
c.Janto ms firme el suelo ms rodante la casa
pero el agua es corriente
corren los chicos a buscarla en baldes
calefaccin central el centro de la tierra
cloacas la baja marea
refrigeracin las nieves eternas
y la piedra seguia y seguia
la meseta te empareda despacio
estratos cortados terrazas derrumbadas
la patagonia campo venido abajo
un velln por hectrea la tierra no da ms
sur a sur la hierba se va haciendo ms rala
por fin desaparece
se vuelve estrecho de agua y tierra del fuego y muerte y cabo de hornos para quemar
tus huesos
y despus de la muerte sigue el hielo
hielo del pleistoceno alto sobre alta piedra
nuestro polo no se asienta en agua como ese f1ojazo del norte
se clava en el ombligo de la antrtida
pero ese es otro continente yo me vuelvo al mio
parece mentira volver a sudamrica desde el sur
vuelvo a ser un conquistador enano
contemplando otro ombligo el de los patagones
la patagonia es pampa prehistrica
tal cantidad de pampa que ya no puede ser
pero es la que tiene que ser
en la patagonia todo patagn
y bueno soy argentinn
pero no seas asi
la patagonia es tiernita
una patagoniezuela
blanca y negra de ovejas y petrleo
de carbn y de nieve
nieve que cae del cielo con alegria
pero de los rboles con resentimiento
turbio carbn que no se cae
se cae el hombre que lo alza
vamos por el camino del petrleo
que es tambin de petrleo
nos impulsa el petrleo explosin a explosin
a explotar ms petrleo sacarlo de su hondura
la patagonia es toda para explotar
para sacar no para poner
yo slo supe poner en ella
mi soledad
soledades en campo de petrleo
te las dedico gngora
el petrleo no es trigo no cosqulla los ojos
es un desierto pero cuadriculado
lleno pero de mquinas
de torres pero abandonadas
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de sentenciosas bombas pacientes
bamboleando su cabezota su trompa su pico
el tucn elefante bombeando manitico
sujeto por su bozal de correas
ajeno a todo paisaje
sorbiendo la tierra en la noche
como una vaca pero ms adentro
chupando un viscoso seno tenebroso
slo el horizonte insista
redondamente
y bueno soy argentino
la patagonia es un camino a travs de la patagonia
una onda hertziana cruzando por si misma
clndros de camino cada vez ms chicos
ensartados uno en otro hasta el confin
camino jalonado de botellas vacias de neumticos rotos
caidos testimonios de rodantes momentos de olvido exaltacin o rabia
nadie puede quedarse en este puro camino
nada puede guardarse
guardaganadosguardanadas
las ovejas se van a salttos graciosos
como cachorros como retardadas
los guanacos tambin se van
en una perfecta demostracin de est/o
se van las liebres contoneando sus flecos
los anduces se van despacito al principio
como dignas seoras moviendo apenas las nalgas
y despus qu manera de darle a los camambuses
todos huyen del hombre y el hombre huye de todos
al final los anduces se volvieron motores
el gran premio para el que pase ms rpido viendo menos
que alguien se quede por favor
un rato largo por favor
hasta que la piedra se vuelva sangre
VOLVIENDO DE A POCO
fue asi que visit la patagonia sus monumentos histricos
quiero decir los postes indicadores de kilmetros
al llegar al 1800 entrs en el siglo XIX
al llegar al 2000 en la ciencia-ficcin
y despus al regreso otra vez para atrs
hacia el pasado la edad media
si volviramos por bahia
basta con viajar de dia
para volver por barloche
hay que seguir toda la noche
y de noche cruc la espalda del desierto
haciendo proa a las olas de piedra
al maremoto de piedra que toca el cielo y se hace nieve
y prob con el norte que tambin es oeste
llegu hasta san antonio de los cobres
antes capital de una gobernacin
ahora capital de la luna
en las aftas cumbres la nieve se daba cita con el sol
y el sol la acariciaba intilmente
en los altos valles unas mattas querian refutar la puna
el sol debajo de ellas no consigue hacer sombra
slo nieve muy fina
los coyas van rodando
dnde si no hay adnde
los lleva el viento nada ms
yo sigo contra el viento y a favor de la piedra
atrs quedan los picos
aplicados al cielo como un fotomontaje
me despeo otra vez hacia la pampa
tucumn crdoba ya las explic mi viejo
yo me limito a mirar
desde los altos comedores de los hoteles
esas campanas que los fundadores
elevaron en torres para oir de rodllas
en rosario no se elevan campanas
todo lo contrario sordas bolsas de trigo
camin largo a largo el bulevar oroo
muerto de calor bajo mi sobretodo
muerto de ganas de orinar destino de viajero
los edificios se vienen abajo o arriba
grandes fachadas vestbulos deslumbrantes
adentro nada total no se ve
las finiseculares casas de los cerealistas
van dejando entrar a la masa en pequeos cogulos
sindicatos art nouveau sanatorios barrocos
las iglesias son las que muestran ms inters en parecer modernas
hasta que el parque independencia vuelve por los fueros de la pampa
era domingo el ftbol
ocupaba todas las radios todas las mentes
el equipo local perdia en buenos aires
la provincia siempre pierde all
helados helados
ni loco ni loco
esqueletos de cemento vacio
futuros edificios en propiedad horizontal
siempre seguirn igual
las ms vivas imgenes que los habitarn
se agitarn en el televisor
aqui est el monumento a la bandera
qu lio de escalones
es intil no se puede con la barranca del paran
el rio es su propio monumento
esto le decia a un soldado inmvil
que hacia guardia perdido en los escalones
21
22
y me contest sin mover los labios
no puedo hablar no puedo hablar
en este preciso lugar a las seis y treinta de la tarde
belgrano iz la bandera argentina por primera vez
el sol poniente lo enceguecia
han pasado ms de ciento cincuenta aos
desde entonces el viento sostiene la bandera
yo no s qu otra cosa la sostiene
no puedo hablar no puedo hablar
despus anduve en bicicleta por la calle crdoba
en rosario la calle crdoba
en santa fe la calle rosario
en crdoba la calle rosario de santa fe
y en buenos aires naturalmente
las calles santa fe crdoba y rosario
qu confusin dios mio qu pobreza
somos hombres de pocas palabras
esto me decia pedaleando
y por hablar me tragu una mosca
entre rosario y santa fe
cream
el rio no se ve
slo algunos pueblitos limpios
en santa fe se alza la iglesia de san francisco
bastante santidad como ustedes ven
el techo lo hicieron los indios
el piso lo hizo dios
de paso le sali la laguna de setbal
en el centro de la ciudad tambin pods hundirte
en los enormes edificios pblicos
eso en comn tienen sanfa fe y rosario
estas dos rosas que guerrean por su reino provincial
sobre todo las jefaturas de policia
a ver quin la tiene ms grande
gigantes al lado del caserio chato
como las catedrales en europa
ellas cobijaban sacerdotes nosotros vigilantes
pero la loterla todo lo salvar
tengo la grande tengo la grande
pregonan los chicos que nada tienen
cruzando el paran se llega a paran
ciudad graciosamente desgranada sobre la orilla
atraves la flotante entre rios
fruta jugosa por fuera reseca por dentro
de la paz a concordia no todo es tan tranquilo
hay pueblos clausurados por el calor
hay campos que no saben dar a luz
no te baes en el gualeguay
guay
en el gualeguay me baaba
qu bao de baba
y despus poco poco vuelve en si la provincia
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y los ltimos tramos hasta el rio uruguay
se recorren flotando enamorndose
sobre el aroma de los naranjales
BUENOS AIRES ME VAS A MATAR
cruzando el uruguay se llega al uruguay
pero se es otro asunto son otros amores
por hoy vuelvo a mi casa achatndome en balsas
cruzo las lechiguanas sobre un camalote
y otra vez la provincia de buenos aires
ya no estn los indios para molestar
ya no hay ms malones slo quedan buenazos
y otra vez la tierra ..deshacindose entre las manos
otra vez ovejas sobre fondo verde
gaviotas sobre tierra arada
ya no es la patagonia tampoco europa
la historia delgadita se adhiere apenas a la tierra
levanta el rbol su copa voluntariosa
todo inscripto con arte en un perfecto circulo
a ver tomemos un pueblo cualquiera
digamos veinticinco de mayo
nueve de julio cualquier fecha patria
el poco tiempo que hemos juntado
lo usamos para nombrar espacios
es de noche el calor engendra hechos
prolfera burbujas de vida
las muchachas vacantes pasean debidamente infladas
por la plaza quiero decir por sus bordes
en el centro no hay nadie salvo un prcer oscuro
la iglesia la municipalidad el banco estn cerrados
los bares abiertisimos
desbordan sobre la calzada sus tapitas de cerveza sus mesas en mangas de camisa
las vidrieras son muy observadas por los insectos
y cuando te alejs diez pasos de la plaza
se te desploma encima la gran negrura
slo quedan sonidos en el mundo
un melifluo nocturno de chopin escapa por los resquicios de un balcn
en un garage entrearbierto un clarinete ensaya su cumbia
los nios jugando a la mancha venenosa
segura su inocencia en el milagroso calor
y a la maana tras el banquete de los mosquitos
todo ha cambiado termin la caza del hombre
el csped es el nico dueo de la plaza
y el pueblo se echa a andar en alpargatas
las medialunas estn recin hechas
los helados comienzan a endurecerse
los basureros malabaristas recogen en canastos las cosas de la noche
los toldos se bajan para frenar el medioda
las campanas siguen siendo el mayor sondo
24
y varios gallos en profundos patios
y unos taquitos excitando la vereda
y una motocicleta evasiva
y otra vez buenos aires
otra vez un nombre que significa demasiadas cosas
ahora quiero decir la ciudad aquella chata arenera
y otra vez mi pap con su surtido de
si vieras viejo ahora caminan con la porttil en la mano como si fuera un misal
no sea que el cerebro les 'VaYa a funcionar,
y otra vez el asfalto como cama tendida
sobre un agujereado colchn de estopa
y las viejas reparticiones como conventllos
donde las viejas empleadas calientan el t sobre lenguas de alcohol
vos siempre sos la misma buenos aires
no se pueden hacer tantas colas ante tantas ventanllas cerradas
no se pueden aguantar tantos colados en esas colas
no se puede comer tanta pizza sin enchastrarse el alma
tus merengues me revientan en la mano como pstulas
me vas a matar buenos aires
con la juventud incesante de tus mujeres
con la rifada inteligencia de tus hombres
con la astucia artstica de tus homosexuales
con la discrecin ostentosa de tus porteros
con tus ascensores que se descomponen para subir y se arreglan solos para bajar
con tus semforos trancados en rojo para esperar el dia del juicio final
vos cambis demasiado buenos aires
no me tironees de esta manera
me vas a poner rueditas y hacerme andar por los rieles que abandonaron tus tranvias
me vas a colgar de los cables olvidados por tus trolebuses
me vas a eyectar de uno de tus colectivos
yo no puedo seguir agarrando los boletos con el meique
mientras entrego cada vez ms monedas con el indice y el pulgar
yo no puedo correr a esta velocidad detrs de la inflacin
ya nos hemos agotado todo el crdito los unos a los otros
yo no puedo arreglar cosas fundamentales mientras me pongo el sobretodo para cambiar
de oficina
no se puede vivir con tanta revista /iteraria
basta de ya que te encuentro aprovecho para
si seguimos asi buenos aires
rapidito me vas a matar
me vas a vender como pan dulce a fin de ao
me vas a enterrar en una mesa redonda
vos siempre sos la misma vos cambis demasiado
me das y me quits demasiadas cosas
yo no s de dnde sacs fuerzas para inventarlas
si s de dnde para reprimirlas
yo no quiero ms este amor a cadas que me propons
este juego de empezar llegar a un punto y cortar en seco
y te sigo queriendo buenos aires
da a da ofrezco el pecho a tus gofpes
quedate tranquilo no te va a fallar
buenos ares me vas a matar
CONCLUSIONES EN LA TIERRA
pero buenos aires no te escucha
por toda respuesta te manda a trabajar
buenos aires es una usina
qu hacer en una usina sino trabajar
qu decir de un obrero que entre rugientes mquinas
se detuviera llave inglesa en mano
pero hay que detenerse
dejar la llave inglesa tomar la universal
qu tantas cuestiones de lmites
buenos aires es lo mismo que capetown
les estoy hablando del tiempo viejo
pero mucho ms viejo que tangos y zambas
el puo del brasil en el plexo del congo
amrica degajada de frica con animales y todo
ese asunto de los continentes a la deriva
asi seguimos
y la gente nos vino de asia
ese asunto del estrecho de behring
nada ms que sin agua y ellos pasaron a saltitos
nuestros abuelos asiticos no entendian aquella fauna salvaje
de este modo una tierra africana
vino a ser circulada por una sangre asitica
por algo no salimos del peso mosca
por algo los rivales de nuestros campeones
siempre son japoneses a lo ms filipinos
por algo siempre perdemos la final
contra los rivales ms desarrollados
dios es criollo pero los rbitros son sajones
es que todos vinimos de europa
ustedes ya lo saben coln y todo eso
nuestros abuelos europeos tampoco entendian aquella poblacin salvaje
en. amrica siempre vienen a no entendernos
no entienden que no hay nada que entender
amrica es igual que australa
pero all se les ocurri el ornitorrinco
aqui nunca se nos ocurre nada
el nico ser que amrica consigui inventar
es un caballo enano de treinta centimetros
pronto se extinguieron poco les costaba
cmo poner un gaucho sobre un matungo asi
de manera que los espaoles
tuvieron que traer caballos como la gente
para que los gauchos no quedaran en nada
por eso llama tanto la atencin
cualquier cosa que parece sucedemos
el rio de la plata nos parece color de len
de tanto en tanto parece aclararse
el pobre lugcnes se va quedando sin metfora
pero despus las aguas se agitan otra vez
y emerge el megaterio que sigue habitando su fondo
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26
sale chorreando limo y miedo y fanticas carabelas hundidas
y otra vez todo turbio todos ciegos
tenemos los pies helados el polo es nuestra pantufla
no los podemos levantar los arrastramos en tangaazos
somos unas pataduras
y mientras esos dedos se nos gangrenan
en la axila de misiones tenemos fiebre
cundo regularemos nuestra temperatura
pobre d'eyo si empezramos a caminar el mundo con nuestras botas de piedra
en vez preferimos sacudir levemente los flecos de nuestros mocasines
dejamos que los icebergs floten sin dueo y solos
mientras tengamos cubitos de hielo para nuestros whiskies importadisimos
de la patagonia slo nos importa el gas
un interminable eructo de gas que buenos aires transforma en llamita.s
en bifecitos vuelta y vuelta traidos de ms cerca
somos todavia petrleo crudo
somos unos crudos
slo el tiempo puede cocinamos
varios periodos silurianos deben carbonizarse todavia en nosotros
y nosotros tranquilos
todo consiste en aguaitar ese futuro
pero ya estoy cansado de referirme a ese seor
si seguimos asi compatriotas inmviles
nunca recogeremos los tiligranados frutos del petrleo
el bosque de jaramilJo seguir petrificado para siempre
no hablemos ms del tiempo cambiemos de tema
basta de perseguir a ese fugitivo
ya me tiene harto con tanta promesa
basta de hacerse el patagn
es hora de que ponga los pies sobre esta tierra
a ver si es cierto que los tiene tan grandes
en cuanto a vos patria
si patria otra vez te estoy hablando
siempre te estoy hablando solamente a vos
siempre con todo el cuerpo
vos me hiciste argentino hasta la muerte
pero no te lo toms tan en serio
no te pongs as
mientras siga argentno pero no muerto
mientras no llegue ese momento perdonador
patria ma tens que dejarme vivir
ya te hemos dado demasiada chang
y esta es la ltima diresis que te ofrezco
ya no podemos esperarte ms
basta de divertir conquistadores!
FERNANDO ALEGRIA
Romera a la memoria de Meza
Del muerto yo desconfiaba.
Es decir, o muchas veces su nombre, le una
que otra cosa suya, saba que en la plaza de su
pueblo le haban leV'antado una estatua y que algu-
nos se dolieron de su muerte y hablaron de pr-
dida nacional. Adems, la viuda presida todos
los aos una romera a su tumba.
Pero a la romera no fui por estos motivos,
sino por otros: 1) me invit el Reverendo Padre
Las Casas (auto grande, azul, raudo como chalupa
ballenera); 2) el camino es una maravilla de po-
treros en flor, de alamedas y vias, retenes y
parroquias, montaas rosadas, aguardiente al ama-
necer; 3) porque iban conocidos, al menos una
veintena de tipos peligrosos; y 4) presentimiento
de algo tremendo, una desgracia, crimen entre
sbanas.
Esto ltimo sucedi.
Viva yo en el Parque Forestal, frente a la Fuen-
te Alemana, sptimo piso. El Reverendo me pas
a buscar a las ocho. Sal dormido a abrirle la
puerta y le invit a sentarse en el living. Caminan-
do adelante de l resbal y se me cayeron los
pantalones del pijama. Me qued mirando asom-
brado. Por arremangrmelos se me enredaron ms
en los tobillos y anduve tropezando con los mue-
bles. El Reverendo se acerc al balcn y encen-
di un cigarrillo. No me dijo nada. Por qu no
se sirve una copa?, le dije. Todo est ah. Hay
vino, Reverendo, hay vino. No se preocupe, res-
pondi echando humo.
Entr en el bao y me met en la ducha fra. El
primer golpe de ague. me dio la ausencia psico-
lgica esperada: altura, nubes, aire, guilas, cordi-
llera. Al prolongarse me fue dejando en el cuerpo
primero y,despus, en la boca, en los ojos, en la
nuca, la sensacin de algo incompleto, algo ol-
vidado, inoportuno, feo. Par el agua de un mano-
tazo, sal del bao, me asom al dormitorio: es-
taba vaco. A qu hora se ira?, no s. Estuvo
all alguna vez? Debi estar. Por alguna razn la
segua buscando yo en las maanas. Aunque bien
pensado ese gesto era atomtico y podia repe-
tirse en cualquier parte. Volv al bao chorreando
agua, salpicando las paredes, dejando pozas en
el piso y me col sigilosamente, pero, al cerrar la
puerta, observ con el rabo del ojo que el Reve-
rendo me espiaba desde la sala y me haba vuelto
a ver rabn. Ahora mojado. Qu iba a pensar?
Que le estaba mostrando el poto adrede? Me dio
una rabia. Me sequ, me afeit con prisa, me ves-
t Y volv a aparecer frente a l. Esta vez hice
alarde de mis pantalones apretndomelos fuerte
con la correa. Vamos?, dije en tono cortante. Va-
mos, me contest. Le dej pasar. Nos sonreamos.
Afuera, para subir al coche se dobl en dos, le
crujieron los huesos, se puso los lentes y arranc
el motor. Nos movimos como un enorme y suave
atad azul por el parque solitario. A esa hora, tan
cristalina y al mismo tiempo empaada por la mis-
ma claridad, como una copa hmeda, sent el va-
co de la noche en vela y esforzada. Estornud
y me estremec. El Reverendo aceler. Pasamos
velozmente por la Alameda y, al llegar a la Estacin
Central, torcimos por una calleja y el auto se de-
tuvo. Vamos helados, dijo el Reverendo, nos pode-
mos enfermar. As es, respond. Para que no nos
enfermemos, dijo mostrando con un fruncimiento
de los labios una cantina. Le segu en silencio.
Entramos. Se sac los guantes y los puso en el
mostrador. El tabernero le mir con curiosidad.
Un aperitivo?, me pregunt el Reverendo, arru-
gando los ojos y mostrando sus dientes amarillos
de caballo. El tabernero sigui mirndonos sin
pestaear. Tena una enorme cabeza rubia, sucia,
como un zapallo, y unos ojos colorados sin pes-
taas. Qu chaqueta, pens mirndosela, y lo ima-
gin echndose al suelo y rodando para sacarle
lustre. Excelente idea, dije. Pone una botella de
pisco y no te sigas haciendo el getn, dijo el Re-
verendo. El cantinero movi la cabeza, como con
lstima, y obedeci.
Nos bebimos la botella en silencio. Nada se
movi en el bar. Las moscas dorman sobre las
mesas de mrmol o pegadas al papel engomado
que colgaba de las ampolletas; el aserrn, mojado,
lodoso, se esponjaba sin ruido. Una mujer muy
ancha, de espeso pelo negro, yaca sobre la es-
palda de un hombre cuya cara hmeda de vino
descansaba de perfil sobre la mesa. Respiraban
muy bien, con un estertor que vena de la nariz,
bajaba, suba nuevamente y sala golpendoles la
boca entreabierta. Despertaba una mosca y volaba
desde un escupitn volteado hasta una escoba y
luego a un balde junto a la puerta y se quedaba,
y nos quedbamos pensando en el vaho del vino,
vaho morado, tibio, dormido.
El Padre hizo una leve reverencia sin perder
la teja negra y me invit a salir. La sensacin de
ausencia haba desaparecido, en cambio, del vien-
tre al bajo vientre descendi la antigua presin
y ahora fue suave, dormida, como un prolongado
28
y acariciante calambre que provoc una incmoda
ereccin. Not que el sol me iba dando en el
regazo. Los carabineros indicaban el rumbo de la
romera desde la plaza del pueblo y el pblico,
civiles y uniformados, hombres, mujeres, nios,
avanzaba lentamente por la acera acercndose al
Teatro Nacional. Nadie vino a saludarnos, dirase
que llegamos como invisibles. El sol nos daba de
plano; reverberaban los romeros vestidos de ne-
gro. De las espaldas, del pecho, de los sombreros
y pantalones emanaba cierto calor provinciano,
dominguero, que turbaba a las moscas. Se hablaba
en voz muy baja. Un carabinero de alto rango nos
miraba como raspndonos con su bigotillo rubio.
A su lado distingu a Meza y, junto a ste, a un
seor muy pequeo, delgado y albino quien, a
juzgar por el respeto con que le hablaban los de-
ms, deba ser el alcalde.
De pronto, son una clarinada y, luego, un re-
doble de tambores. Las gentes del pueblo se ha-
ban alineado a lo largo de la calle principal y le
abran paso a una columna de nias colegialas,
vestidas de blanco, que marchaban detrs de un
esbelto guaripola. El ritmo marcial, el escndalo
de los platillos y las cornetas, nos abri el ape-
tito. El Reverendo, tieso, el sombrero pegado al
pecho, arrugando la cara y estirando la boca, sa-
ludaba el paso de la bandera. Un hombre largo
y flaco, vestido de negro, con lentes de oro apre-
tndole la nariz, canoso y arrugado, en posicin
firme, saludando a la bandera, siempre se ve bien;
yo, en cambio, reflejado en la vidriera de una pas-
telera, me vea despreciable: flaco tambin, pero
con algo de rado, aire familiar, desolado y, ade-
ms, burln y preocupado.
Entramos todos al teatro, las autoridades, las
nias, la familia del hroe, los amigos, y nos reci-
bi un fuerte olor a naftalina y tablas mojadas en
la sombra, olor a teatro vaco domingo por la ma-
ana, boca sombra que nos tuvo un momento
inmviles, como tomndonos el gusto antes de tra-
garnos o escupirnos.
Habl el alcalde en voz sumamente aguda. Cre
notar cierto enojo en sus palabras. Luego, disert
el jefe de las fuerzas armadas. Un sujeto moreno,
gordo, sudando, se acerc al piano en seguida y
cremos que se lo iba a echar al hombro para
llevrselo, pero no, se puso a tocarlo primero con
delicadeza, despus con entusiasmo y, al fin, con
desesperacin. Quisimos aplaudirle, pero en las
veladas fnebres no se permite, de modo que
cuando el pianista pas a mi lado le di una pal-
madita en signo de aprobacin.
y, entonces, subi al escenario una mujer vestida
de luto.
La observ con asombro: llevaba alrededor algo
FERNANDO ALEGRIA
como un velo de nimas que de golpe convirti
al teatro en una monumental sesin de espiritis-
mo.
iLas nimas, las nimas, le dije al Reverendo,
las nimas! Guarde silencio, me advirti ceuda-
mente. La mujer se quit el velo negro que le ta-
paba el rostro y comenz a hablar con un ritmo
nervioso. No entend lo que deca, pero me co-
municaba una profunda ansiedad. Temblaba y yo
tembl tambin. Los dedos crispados estrujab'an
el velo. La voz suba de tono. Gritaba ya. Una se-
creta conmocin iba apoderndose del pblico. Las
nias geman. Alguien se puso de pie. La mujer
suspendi una frase en la mitad, hizo un ruido
extrao con los labios y empez a bajar del es-
trado ayudada por el alcalde y el jefe militar. Los
tres sollozaban.
Pas a mi lado, muy cerca, tocando casi mis
piernas con las suyas y el velo de los espritus
se me enrosc en la cara: fue como un hlito
familiar y antiguo, ciertas flores que conoc en
algn hall fro, verde, de verano, en alguna gale-
ra de vidrio frente al puerto y en el mausoleo
tranquilo, caliente, dominado por el pasto seco,
mirndome en silencio con sus varias lagartijas,
sus diarios viejos, sus tarros vacos y sus corolas
amarillas y su agua podrida a mis pies. Dur unos
segundos ese contacto y en el escalofro que
sigui sent ms amplio, ms oscuro y hmedo el
mbito del teatro.
La viuda fue a sentarse al extremo de la pri-
mera fila y ya no pude verla.
Empez a subir al escenario Meza; digo empez
porque no alcanz a llegar al final de la escale-
rilla: se detuvo acezando, sin poder avanzar o re-
troceder. Se levantaron algunas de las autoridades
y le empujaron, primero con dulzura y, despus,
con ansiedad y violencia. Un empujn colectivo
le permiti llegar al centro de proscenio. Meza
sudaba y se ahogaba. Mir con sus ojos pelados,
se pas un pauelo sucio por la frente, suspir
varias veces y comenz a hablar.
La viuda dej de sollozar. Pareca tranquila de-
trs de los uniformes militares. Yo intent comuni-
carme otra vez por encima, o por debajo, de la
voz de Meza que sala ahora opulenta desde su
pecho tremendo, apretado por un dique de bo-
tones.
Pero el velo se haba apaciguado. Trat de ima-
ginar las facciones. Lo poco que haba visto en
ese sbito revuelo de nimas y temblores corres-
ponda a mis temores: unos ojos de mirada dis-
tante, orgullosos, ardientes, una frente vaga, el
perfil indeciso, la boca delgada, crispada, sensual.
No me fij en otra cosa. Los dedos, tal vez,
largos, duros, fieros. La voz insistente, marcada por
ROMERIA A LA MEMORIA DE MEZA
ritmos de conviccin ms bien agresiva pero ele-
gante. Y un algo indefinible, un poco de burla:
como si la comunidad con las nimas le diera
cierta superioridad.
No s con exactitud qu haca el hroe. Lea
la pgina de un diario, sujetndola con las manos
de color limn; lea otros recortes, muchas hojas
de papel, muchas cosas, sobres, cartas, libretas.
y, mientras tanto, desde la calle llegaba un rumor
inconfundible: los nios que venan a ver a algn
murcilago y para quienes la romera era un in-
sulto y una estafa contra su domingo.
El administrador del teatro se acerc al alcalde
y le habl en el odo. El alcalde asenta, levantaba
los hombros, meneaba la cabeza. Se convenci de
algo seguramente porque escribi una nota y la
mand con un bombero al orador. Este la recibi
y se la meti en un bolsillo sin leerla. Baj el
bombero y Meza continu hablando. En la calle
creca el tumulto. El Reverendo sac un desper-
tador y me lo mostr. Las dos de la tarde, dijo,
este tipo seguir hablando, no cabe duda. Cmo
dice? Este tipo es una mierda, insisti. Cmo se
le ocurre seguir hablando. Lleva ms de dos horas,
no hay derecho. No hay derecho. Que lo callen.
Quin puede callarle? Que lo callen es lo que
acabo de decir.
Se oan otras voces conminatorias, despreciati-
vas, sarcsticas. Pero Meza segua hablando, las
mejillas violceas, los ojos turbios, la frente sudada,
los pantalones arrugados, los zapatos cubiertos
de tierra.
De pronto, se apagaron las luces del teatro. To-
das las luces. Meza no se interrumpi. Las cole-
gialas empezaron a rerse, pero luego se asusta-
ron y las risas se transformaron en gritos. Corran
algunas por los pasillos. Alguien grit temblor y,
despus, incendio. Meza alz la voz y redonde
con mpetus sus oraciones, invencible, inagotable.
Se prendieron las luces. Y sigui hablando. Se
apagaron las luces. Habl ms fuerte. Se prendan y
apagaban las luces ahora. Es el juicio final, dijo
el Reverendo. Pero Meza no se callaba ni amila-
naba.
Sin embargo, la autoridad militar inici el xodo.
Detrs de l salieron el alcalde, el juez, los profe-
sores, las colegialas. El Reverendo se levant y yo
le segu. Se vaci el teatro. Desde la calle vimos
como Meza, al fin, cerraba la boca, secbase la ca-
beza y la cara con su inmenso pauelo y bajaba
del estrado caminando hacia nosotros como un
difunto cansado. En la calle se le hizo un vaco
insultante. Nadie le miraba. Sus amigos ms nti-
mos le volvan la espalda. Se le trat como a un
apestado.
29
La romera se movi hacia el cementerio. Mar-
chbamos a paso lentsimo: los vecinos nos ob-
servaban con curiosidad desde la acera, desde
las ventanas y puertas de casas, almacenes, farma-
cias y fuentes de soda. Seguramente les pareca-
mos negros gusanos, cebados en la espera estival,
pausadamente ansiosos de llegar al cementerio y
hundir nuestros hocicos en la tumba privilegiada.
Haba quienes agitaban pauelos y sonrean al-
zando las cejas como preguntndonos algo pero
sin decir palabra.
En el cementerio hicimos una ronda junto a la
tumba del hroe y, mientras meditbamos, despre-
venidos, Meza se adelant, se encaram sobre el
mausoleo, se alis las arrugas del vestn, nos
mir con odio y comenz a hablar. Seores y Se-
oras, dijo, y habl ya sin parar con su voz ju-
gosa, sin pestaear, sudando a chorros, rodeado
de moscas. Nadie poda moverse, ni devolver sus
horrendas miradas, ni gritarle. Pareci que habla-
ra para siempre. Pero, entonces, sucedi algo
extrao que fue como el anuncio de algunas co-
sas inexplicables que ocurriran despus: la viuda
lanz un punzante alarido que mantuvo durante
unos segundos y un romero se acerc a Meza y,
tomndolo de las piernas, lo remeci hasta botar-
lo al suelo y, una vez en el suelo, trat de cu-
brirlo con tierra y yerbas secas, enterrarlo. Nadie
prest mayor atencin a esa violencia. Se haba
cumplido con el rito anual y nos dispusimos a
salir del cementerio.
Afuera, el Reverendo llen su auto de gente rara.
Me limit a observar, sin decir nada. Partimos.
No s si debiera ir, dije en voz baja. No veo por
qu no, dijo el Reverendo. No estoy invitado.
Cuntos estn invitados? Lo sabe usted? Lo
s yo? Lo sabe alguno de estos seores? No lo
sabe nadie. Es la costumbre, exclam alguien des-
de el asiento de atrs. No tiene usted por qu
preocuparse. El doctor estar encantado de reci-
birlo. Es doctor? No lo saba. Claro que es doc-
tor. Pero si no me conoce. Usted no parece cap-
tar el sentido de esta romera. Permtame, dijo un
individuo mirndome aviesamente. Cmo dice?
Esto no es una romera si no aparecen gentes
como usted. Qu tengo yo? Cmo le dijera para
que me entendiera.
Me encog de hombros. Si estos sujetos me con-
sideraban un alma en pena, ya saldran del error.
Que a Meza trataran de enterrarlo, bien merecido
se lo tena. Si la viuda llamaba a gritos en la ro-
mera, era cosa de ella. En cuanto a m, deseaba
que se me dejara tranquilo.
No se me dej.
Los espritus son como moscas, una vez alte-
rados no te dejarn en paz, te perseguirn zum-
3D
bando, chocando contra ti en la oscuridad, tocn-
dote con sus cosas heladas. Igual que moscas.
La casa del doctor era grande, alta y fresca co-
mo en verano: vi la sala repleta de gentes de ne-
gro, con la copa en le. mano, mirando atentamente
hacia la puerta por donde entramos. Una vez que
cruzamos el umbral se volvieron para otro lado y
reanudaron sus conversaciones y choques de cris-
tales. Como si nos esperaran y no nos esperaran.
Como si quisieran asegurarse de que venamos,
de que habamos llegado y, por el momento, nada
ms.
Me llam la atencin el ligero amueblado de
esa inmensa piez'a colchaguina. Me llam la aten-
cin porque, sin duda, lo reconoc: unos pocos
muebles de mimbre muy viejos, un piano y un arpa,
macetas, retratos de gentes obviamente muertas
arreglados en serie, respetando algn orden o je-
rarqua. Y por l'as amplias ventanas: corredores os-
curos, frescos agobiados por el peso de antiguas
enredaderas y, afuera, rboles, parrones, muros de
adobe, flores. iQu aleteo de verdaderas brisas de
verano, de pjaros oscuros que volaban en silen-
cio de un muro a otro muro y picoteaban furiosa-
mente los retratos! iQu inmensa y suave presen-
cia de la siesta estival tendida sobre rojas galli-
nas! Por l'a sala, sintiendo acaso la picazn del
verano, corrian algunos perros empujando sillas y
ladrando.
No s quin fue el primero en protestar, pero
s s que Meza, en el comedor, se haba puesto de
pie y hablaba. Nadie deje.ba de comer, no se le
escuchaba, a pesar de que su voz era colrica y
que sus insultos se haban tornado directos. Se
refera a ofensas personales: una traicin que des-
cubri tardamente y un odio cultivado con lentitud
y cuidado.
Junto a m, inclinada un tanto, no para oirme
sino como para descansar su cabeza en mi hom-
bro, la viuda segua atentamente mis gestos.
No, deca, no es eso lo que quiero decir, usted
decididamente trata de confundirme qu me impor-
tan a m las palabras de Meza, quin es el doctor
para censurarme? Yesos parientes qu son para
que traten de golpearme? Y los amigos de Meza,
quin los llama, quin los forma en romera, ao
tras ao, y los arma de piedras contra m? Ya lo
s que usted no quera venir y seguramente no
querr volver a verme. Pero yo quera venir. S no
me atreva era por otras razones. Quera verla.
Aunque no saba si usted iba a estar aqu. No te-
nia la menor idea. Parece raro, lo s, pero le digo
la verdad. No saba que estaras aqu. Te lo juro.
Y quera verte Dios mo! iCmo quera verte!
Se haba hecho un silencio general en el co-
medor y todos nos escuchaban sin perder pala-
FERNANDO ALEGRIA
bra de lo que decamos. Coman con cierto di-
simulo, se miraban unos a otros, nos de.ban rpi-
das, hipcritas ojeadas.
Cmo quera verte, slo Dios lo sabe! Pensaba
en tus pasos sin sentido, en tus ojos siempre mi-
rndome con asombro, en tu cara al despedirte
,antes de alejarte cargando a tu hija. Pero te juro,
no tena idea de que iba a encontrarte aqu. Crea
que habas muerto.
Meza continuaba su oracin con voz mesurada.
rebosante de odio. Le mir con curiosidad. Se di-
riga a m: le vi ms delgado, la cara verdosa, con
ese color sucio, polvoso de las gentes en las ro-
meras, los ojos amarillos, grandes, la boca roja,
gruesa. Me culpaba de las inmensas dificultades
y muertes recientes. No entiende, decia, en su so-
ledad de roachn sensual, masturbador de nge-
les y demonios por igual, cree esconderse de no-
sotros, no entiende que no puede ni podr engaar-
nos. Se las llevamos contadas en los dedos, cada
una y todas sus traiciones.
Te escrib cuando nos fuimos de Santiago. No
recib ninguna carta. Mentira.
Recordaba alguna mencin a una casa de color
azul junto a un mar tropioal, la arena llameante en
la noche y desconocidos que lIegaban,a tu puerta
a golpear con la culata de sus fusiles. Tu marido
estaba ausente y t gritabas mi nombre, implora-
bas llorando, los otros seguan dando golpes tra-
tando de derribar tu puerta, hasta que al fin se
iban.
La pobreza, Ie.s humillaciones de todos nosotros
se las debemos a l. Quin es l para despreciar-
nos, para insultar a nuestros huasos, para burlarse
de nuestras mujeres y de nuestro ejrcito?
Te vee. mucho en la cara de otras mujeres, t
sabes como es eso, de repente miras, te estn
mirando y ves tus ojos en los ojos de una persona
extraa, te sonren y te quedas vaco, contrariado.
El doctor estaba hablando ahora y con una copa
en la mano brindaba contra el cura a quien lla-
maba maestro simulador, arribista, figurn y falso
pope. Otros quisieron brindar y hablaron. Meza no
cejaba, en varias oportunidades pude oirle y reco-
nocer sus insultos.
El doctor describa una ocasin en que, por in-
fidencias de terceros, se impuso de un aborto y
ese aborto cay como una tempestad de arena
sobre la alegra de la familia, y la joven deshon-
rada fue asediada por criminales hermanos, tos y
primos. Y el campo, deca el doctor, cambi de
sbito, como en los incendios lejanos cuando hasta
el aire que respiramos se hace colorado y caliente
sin que veamos llamas ni humo. El traidor escon-
di la cara, huy por qu? pregunto por qu?
ROMERIA A LA MEMORIA DE MEZA
Se golpeaba con los puos sobre la mesa, se
ladraba, se morda, volaban vasos.
Hay que irse. No podemos esperar demasiado.
Tratarn de matarte.
Meza se agigantaba, pero tambin se empeque-
eca: ahora le vea ms negro, menos redondo,
los ojos suavemente envenenados, haciendo sutiles
aros con las manitas, invitndome dispuesto ya a
asesinarme.
Tienes algo de joven otra vez, algo que te pasa
por la frente, por los labios, como entonces cuando
sonreas sorprendida y burlndote y te recogas
en la sombra de la almohada, gimiendo. Te acor-
dars que se abri de repente una puerta y se
asom esa mujer pariente tuya y nos vio, o ms
bien dicho te vio a ti acostada, con las medias y
los tirantes an puestos. Y el sol nos dio encima
al abrirse la puerta y alumbr ese pedazo de la
cama, una sola lnea dorada, ancha, sobre tus pier-
nas y tu vientre. Y yo salt sobresaltado. Ahora
tienes las caderas ms amplias, no las reconozco.
Habr que salir escondidos. Imposible, estn ace-
chndote.
Pasebamos en la oscuridad, de un lado al otro
en la inmensa pieza, un poco acosados por los
perros. Dndose de golpes contra el piano, luchan-
do rabiosamente, enredndose en el arpa, distin-
guanse apenas el Reverendo y el yerno del doc-
tor. Haban cado sobre restos de comida y era
curioso verles con pedazos de carne y mayonesa
en la cabeza. Desde el comedor venan otros rui-
dos de combate. Peleaban casi todos los vestidos
de negro entre copas y botellas que se haclan
astillas en el suelo. Un mantel teido de sangre se
agitaba en el umbral de la puerta.
iAh esos pinos en la tarde lluviosa, esa tarde l-
tima, cuando parta el camin y t mirabas lloran-
do desde la ventana y yo mantena fija la vista
adelante! Haba algo de ntimo, de tibio, como un
brasero, all adentro, en esa salita de una sola
lmpara, alfombrada a medias, t hincada en el
sof vindome partir para siempre. No supe exac-
tamente cuando te casaste, pero supe cuando mu-
ri el hroe y le hicieron su estatua. Despus cre
que t tambin habas muerto.
Se pegaban todos contra todos en el suelo, dan-
do tumbos, chocando contra las paredes, rompien-
do vidrios y muebles, Fue el momento de salir.
Pero me siguieron.
Ahora estoomos bebiendo en el pueblo. Ms se-
renos, ms recelosos, mucho ms resentidos.
Bajo los velos de la viuda haba descubierto una
peligrosa verdad: la romera se completaba con-
migo, no cada ao, por ms que ella tratase de
que as fuera y encontrase siempre el doble nece-
sario, sino este ao, esa tarde, esa noche.
31
El cura pasaba de un aposento a otro observan-
do de lejos las mesas. Al verme hacame seales
con las cejas, con los ojos y la boca. Quera irse
o confesarme. Le haban pegado mucho. El doctor,
mientras tanto, mantena a su familia muy junto
a l: beban en silencio, con desesperanza y no
perdan palabra de mi conversacin. La amenaza
era muy cierta, esa cantina era un lugar de luz
violeta, que flotaba entre pipas de vino, hmedo,
casi brumoso, y donde l'as voces asuman acentos
subterrneos y los transentes llegaban desde la
calle en tinieblas a despachar lentas botellas y a
buscar con mirada ladina algo en que clavar sus
mohosos cuchillos. Nuestra conversacin provo-
caba una ira general. Segua as:
Era y es intil, t sabes bien; esa noche que t
decidste partir qu poco tiempo habamos tenido
juntos y cmo habra de penarnos eso a travs de
los aos! Cometiste un error imperdonable. C-
mo pudiste creer que yo iba a traicionarte? Trai-
cionarte as? Te juro que me llevaron directamente
a casa y me dejaron all. Por qu? T estabas
con esas dos ancianas poetisas de pelo postizo
que te abrazaban y besaban en el rincn de las
cantoras. iCon qu desprecio me dejabas a un
lado y me entregabas a los sablistas! Y despus
me arrastraste borracho y me desnudaste a tirones
y me pegaste. Y fue una noche entera que pas
a tu lado, despierta, acaricindote, porque te dor-
miste y ni siquiera pudiste hacer el amor.
Qu noche? No hables as. Todo era una aven-
tura criminal, t sabes que no tena derecho a
nada Cmo se puede llamar a un amor que su-
ceda de repente en pueblos lejanos, en un hotel
de corredores orinados, con la puerta trancada por
una silla, t siempre medio desnuda, nunca desnu-
da entera, quejndote, tu familia buscndote con
perros por las calles?
Dormiste toda la noche con tu cara en mi cue-
llo. iQu te vas a acordar!
Estaba realmente enfermo, es cierto, ya no re-
cuerdo el ao, y entonces s me traicionaste be-
llamente, en gran estilo, no en pequeo estilo bur-
gus. No podras comprender. Me cas porque.
No hace falta decir por qu. Nada ha cambiado.
Recuerdo un beso casto y santo que te di en la
frente cuando volviste despus de tantos aos.
Eramos una copa dentro de otra copa en la ma-
ana de sol con las ventanas abiertas frente al
parque.
Los enlutados se haban puesto a pelear nue-
vamente, ahora en la calle, una calle de adoquines
y piedras sueltas, con un farol azuloso y una ca-
rretela inmvil y su caballo durmiendo. Se oy un
ruido de espolines de pacos y se esparci un
una vez
con pe-
O
32
intenso olor a botas recin lustradas. El Reverendo
se haba ido. Se fueron tambin los romeros de
Santiago. Qued solo, cercado por esa gente lenta
que me esperaba en el pueblo desde haca aos
para llevar a cabo su minscula venganza. Fueron
cerrando el cerco cada vez ms y la luz de la can-
tina se hizo amarilla mientras el cielo en la calle
ponase morado y empezaba a gotear. Sent los
primeros golpes. Intentos. Como lluvia que comien-
za. T tranquila, endurecida de pronto, sabas co-
mo salir. Habas botado el velo. Desafiante, mirn-
doles cara a cara, primero a tu suegro, el doctor,
despus a tus cuados y siempre, siempre, al
hroe escondido, empezaste a gritarles verdades
y yo vea tus ojos iluminarse con odio, tu gargan-
ta temblando, tu cuerpo entero que creca junto al
mo, a punto de enroscarse en m frente a la ex-
presin aguardentosa de ellos. Peleen, mierdas.
Me segu,an por todas partes. Caan sillas. Recib
un golpe veloz, cortante, en los dedos. Explot
una victrola de vientre granate. Bailbamos. Solos.
T, con la cabeza apoyada en mi cuello, en un
silencio asombroso, tan intenso, llorando un poco,
sin mirarnos, cargndonos uno al otro, como si te
llevase muerta y me ayudaras, besndonos. Nadie,
nadie sino esa gente de negro callada, sorprendi-
da, rabiosa, observando nuestros pasos, sin mo-
verse, esperando que cayramos del crculo oscuro
a sus pies para matarnos.
Era el momento de partir. Haba estado solo
mucho tiempo. Te encontraba despus de aos de
simular y creerte muerta. Ibas a desaparecer pron-
to y no nos veramos nunca ms. Te habas casado
de nuevo. Tu marido nos buscaba tambn y la
trampa iba cerrndose. El doctor y sus hijos esta-
FERNANDO ALEGRIA
ban en el suelo, olvidados de nosotros, sangrando
vino. Soaban ya en la romera del prximo ao.
Salimos a la calle perseguidos a pooa distancia
por los matarifes y los perros; corrimos tropezando
hasta llegar a la plaza. Vimos una victoria, subimos
al pescante, agarr las riendas y comenc a dar
huascazos hasta que los caballos se pararon en dos
patas y emprendieron un furioso galope. Galopa-
mos por todo el pueblo, pasamos varias veces por
la plaza donde el Reverendo y sus compadres nos
hacan seas y nos gritaban invitndonos a una
cantina muy iluminada. Nosotros seguamos co-
rriendo, yo dando huascazos y alaridos, t calla-
da, esperando. El cielo amaneciendo. Los asesinos
se quedaban atrs, tiraban piedras, insultaban,
caan, iban desapareciendo.
Con la aurora, blanca y verde sobre la plaza,
llev el coche al paso hacia el barrio de la Esta-
cin, all nos bajamos y caminamos hasta un hotel
tenebroso: una escalera, un hombre durmiendo en
camiseta, unos nios botados, un brasero, vdrios
rotos, el viento barra el pasadizo de tablas. El
hombre pas una gruesa cadena por los barrotes
de la puerta de calle, apag la candela y se fue
a acost,ar.
La cama era estrecha. La abriste de par en par,
como una ventana, y nos precipitamos desnudos.
Meza, dijiste, acostumbraba tomarme en brazos
y corra conmigo por las arboledas; poco antes de
morir ya saba que me odiaba y me quera, ade-
ms hablaba de matarte.
Yo crea que estaba muerta, te lo juro.
Meza asom el rostro por el tragaluz y,
ms, las autoridades empezaron a taparlo
sadas coronas.
CARLOS BEGUE
El perseguidor
No fue preciso echar suertes porque al otro se lo
haba llevado una tisis galopante en pleno invierno.
Oculto detrs de un diario, falsamente interesado
en una lectura que le era ajena, aguardaba re-
costado en el zagun del conventillo el supremo
instante de cumplir el pacto. Senta que el ausente,
enterrado lejos de la patria, en esta ciudad nasble
y babilnica adonde ambos hab'an arribado como
perros de presa, le infunda fuerzas para llegar
hasta el final.
L'ade apenas el peridico y de refiln ech un
vistazo sobre el lugar. El viento helado le lami
la cara, del lado del lunar y hundi an ms la
cabeza entre las radas solapas del gabn. Contra
el muro de la iglesia, dos chiquilines de guarda-
polvo se demoraban en una partida de figuritas.
Por entre un claro de la cola de automviles esta-
cionados, los veia sacudirse cada tanto indignados
carterazos. Dos horas llevaba aguardando que ese
hueco se cubriese y por un instante temi que
todo fracasara. La gente, ensimismada, pasaba de-
lante suyo sin reparar en l yeso lo tranqullz.
Por la avenida ceroana disparaban los colectivos
arracimados de pasajeros.
Con luz verde vio avanzar por la transversal el
Cadillac con chapa diplomtica. Atrs, repantigado
y desparramando gordura en los recovecos del ta-
pizado, vena su hombre. En hbil maniobra el mu-
latn de gorra arrim al cordn y salt a abrir
la portezuela trasera en posicin de perfecto al-
cahuete. Entonces trag saliva, palpse con disi-
mulo el ijar izquierdo y camin a encontrarlo. Lo
vio aferrarse al pasamanos, sudorosa la frente y
bermejos los mofletes, lidiando por zafarse del
asiento. En un esfuerzo supremo cobr nuevo im-
pulso, ladese el coche y por fin estuvo de pie
en la vereda, descompuesto el rostro, el pecho agi-
tado, catingoso bajo el uniforme pesado de meda-
llas y entorchados.
Ahora oa sus bufidos y olisque sus vahos al-
cohlicos. Era el momento.
-Cmo va, ch general? Esta se la manda
Chaves-, acompa el abrazo resbalndole en de-
rechura al corazn una pualada maestra que le
cort el postrer regeldo.
Slo un instante, pero tuvo tiempo de gozar su
agnica sorpresa antes de que al huir lo doblaran
como bisagra, los presentidos disparos hechos
desde atrs. Mientras caa, le galoparon por la
memoria oscurecida, muchos das de aquel lento
pero inexorable caminar haca la muerte.
En la lbrega estrechez del stano las voces al can-
z'an extraas resonancias. El humo de los cigarros
enturbia la luz del candil y vuelve an ms terro-
sos esos rostros curtidos por el sol y la intem-
perie.
El calor se alza del piso como una culebra ra-
biosa, trepa I'as paredes hacia los tirantes del techo
y desde all envuelve los cuerpos hasta sorberles
la ltima gota de sudor.
El Lunarejo, recio en su traza de moreno lus-
troso, el pelo hirsuto y las facciones levemente
aindiadas, se ve a esa hora en el ro, chapoteando
de panza a la luna, oyendo a lo lejos los acordeo-
nes de la comandanci,a y las risas borrachas de
las favoritas de turno,
Un fiero castaazo contra la mesa ahuyenta sus
fantasas cuando ya el sexo le despunta ansioso.
-iLo que hay menester son cojones!-, grita
Chaves, desafiando a los ms pusilnimes. Si no
salimos maana estamos fregados. Recuerden lo
del cincuenta y nueve.
y todos piensan en el padre del que habla, de-
sangrndose boca abajo colgado de un farol de
plaza; en el portugus que los haba delatado y
en los dems que cayeron: Rosario Candi'a, cas-
trado a punta de cuchillo; el mulato Leiva, acribi-
llado a balazos en el mercado viejo; el cura Bola-
os vagando ajeno por la capilla de su convento,
con los ojos vacos, y en tantos otros que pudren
sus huesos en el penal de la isla.
Alguien a su zquierda lo codea para pasarle
la guampa con terer yesos tragos profundos y
morosos le s'aben a miel.
-El camn petrolero llega a las once clava-
das-, prosigue Chaves con tono decidido, mien-
tras el sudor abre picadas en su frente y las sie-
nes, hasta embolsarse en los pmulos ahueoados.
-Recostadas contra la casilla de guardia estn
las cargas de dinamita que b-ajaron ayer.
Al Lunarejo se le va entrando un sueo hondo y
profundo, hecho de largas vigilias en ese sucucho;
de marchas agotadoras por los esteros, acarrean-
do armas desde la frontera y de ominosas vejacio-
nes en las mazmorras del rgimen.
-Con las viejas oarabinas daremos el golpe, a
lo macho... EL SOL METE SED PERO EL AGUA
DE LAS CHARCAS ESTA PODRIDA Y HAY QUE
AGUANTARSE Y SEGUIR CON LOS CAJONES DE
POLVORA A CUESTAS, SINTIENDO HUNDIRSE LOS
PIES EN EL BARRO CHIRLE... En Asuncin hay qui-
nientos conjurados ms dos compaas del Colegio
34
Militar y un batalln de infantera... QUIEN HA-
BRA INVENTADO LAS AVISPAS? ZUMBAN COMO
AVIONES Y PICAN Y ZUMBAN Y VUELVEN A
PICAR Y OTRA VEZ ZUMBAN Y PICAN OTRA VEZ...
Villa Rica, Concepcin, Caraguatay y Paraguar se-
cundarn el alzamiento... RECLINADO SOBRE EL
HORIZONTE YA EL SOL NO RETUESTA LAS ES-
PALDAS, CADA VEZ MAS CURVADAS Y PRONTO
LAS ESTRELLAS GUIAN LOS PASOS DESPATA-
RRADOS, CONTEMPLANDO INMOVILES LOS CHA-
PUZONES, LOS MANOTEOS, LAS CAlDAS EN EL
FANGO... Aqu nos dividiremos en seis grupos para
el asalto: Legua y Bentez dormirn al guardia...
DORMIR, ESO ES. DORMIR UN DIA ENTERO, UNA
SEMANA, UN MES, UN AO. DORMIR PARA SIEM-
PRE ECHADO DE BRUCES EN ESE PANTANO
SIN LIMITES Y OIR LA LLUVIA ENCIMA Y LEN-
TAMENTE PENETRAR POR SU BOCA OSCURA Y
BABOSA HACIA LOS GRANDES ABISMOS, HASTA
LAS ENTRAJ\lAS MISMAS DE LA TIERRA... Hgno
Caballero y el doctor Gardozo cubrirn el flanco
derecho...- AL. ..TO!!! DOSCUATROSEISDIEZONCE
FANTASMAS CON CASCOS BLANCOS YERGUEN-
SE EN DERREDOR APUNTANDOLOS CON EL
HOCICO NEGRO DE SUS FUSILES... Efran Rome-
ro y Ayala rn por la izquierda... A CULATAZOS
LOS METEN EN EL CAMION Y A CULATAZOS LOS
BAJAN EN EL DESTACAMENTO, CAMINO REAL
ARRIBA. NO A TODOS. UN MENSU Y EL CHIQUI-
L1N PECOSO QUE SILBABA GUARANIAS QUEDAN
AL FONDO, OVILLADOS, INMOVILES: UNO CON
LOS OJOS EN BLANCO Y EL OTRO DERRENGA-
DO... Yegros y Duarte cubrirn la retirada... PARA
QUIEN VAN LAS ARMAS? iAAMEMBUY! Y LA
DESCARGA ELECTRICA LE SACUDE LOS TESTI-
CULOS, LA ESPALDA, EL PECHO, EL PALADAR.
MILLARES DE ALFILERES LE DESGARRAN A UNO
LAS CARNES A PEDAZOS. NO CANTAS? LE SAL-
TAN ENTONCES SOBRE EL VIENTRE HINCHADO
LOS CIEN KILOS DE ESE GORDO LAMPIO CON
CHARRETERAS DE CAPITAN Y TODO SE VE NE-
GRO, HASTA LA PELADA LECHOSA DEL TIPO, Y
LAS TRIPAS SE ASOMAN A LA BOCA... Bengno
Gaviln y yo volaremos el polvorn... NADIE HABLA.
PERO LOS DOS ESTUDIANTES SE CORTAN LAS
VENAS EN LA CELDA-RETRETE Y EL SE FUGA
EN EL REVUELO, CAMINANDO DE NOCHE PARA
EVITAR LAS PATRULLAS, SIN AGUA, SIN BASTI-
MENTOS, SIN CUENTA DE LOS DIAS, HASTA
CONSEGUIR REFUGIO, LOS PIES LLAGADOS, CU-
BIERTO DE ARAAZOS Y COSTURONES, EXAN-
GUE, FAMELlCO. NUNCA SUPO COMO PUDO SAL-
VARSE.
El plan queda listo a medianoche. Lo de meter
al portugus levanta al principio muchas resisten-
cias, pero las fras razones de Chaves terminan
CARLOS BEGUE
por ahogarlas. Quin sino l puede circular libre-
mente en su cochecito de invlido por las calles
del arsenal? Los milcos sempre le compran ta-
baco y nada les sorprender por all.
-S el cuado lo trae borrar su cabronada del
cincuenta y nueve. iLo haremos hroe a la fuerzal
iEh, Lunarejo! Vos qu decs?
-iViva la revolucin, carajol-, atina a contestar
restregndose los ojos pesados.
Las explicaciones continan. Treinta obrajeros
pertrechados por el sindicato coparn la comisara
en una accin de comandos. Al frente de la re-
vuelta aparece el general Apolonio Samaniego.
-Y d'iande sacaron a se?-, preguntan varios
con desanimada sorpresa. -No es el de los gran-
des negociones de yerba canchada?
-Yo repito lo que dicen los exilados de Formo-
\la. iQu joder!-, replica Chaves alzando una car-
ta mugrienta. -Aqu dice eso y que maana cru-
zarn el ro. Andan medio cagados, pues? Nos
han pedido algo y no vamos a cuerpearles la ayu-
da. En cuanto al jefe, lo mismo da que sea ese
Samanego o cualquier otro. Total, todos estuvieron
prendidos al queso. iOjal pudiramos arreglarnos
sin milicos! Pero para eso, compadres, hay que
tener armamento bueno y no machetes y mosque-
tones de la guerra del Chaco como los nuestros...
Se despiden en silencio, casi con solemnidad, al
pie de la escalera. Dos toques contra el techo les
franqu6an la salida y ya arriba aspiran con avidez
tras cinco. horas de encierro. Por los portones del
corraln otean la calle solitaria. El pueblo est su-
mido en tibio desmayo, serruchado por el chirrido
de las cigarras, interminable como esa vspera re-
volucionaria. Una racha de aire fresco sube del
ro. Lejos, un perro se asusta de la luna. La noche
azul los va tragando, de a uno.
A fuer de espaciadas, las visitas del Lunarejo a
casa de su hermana, la mujer del portugus, son
ocasin propicia para enlazar recuerdos. En cua-
tro aos pasan tantas cosas. Pero esa vuelta slo
habla de lo que no pueda inquietarla: la zafra
caera en Brasil, el viaje en bote hasta Manaos,
la caza de carpinchos, una rodada sobre la raya
en las cuadreras de Fray Bentos. Del contrabando
de armas y sus prisiones nada dice. Menos an
de sus andanzas presentes.
Luego le toca a ella: el mal parto de la ahjada
del boticario, las fiestas patronales, todos los velo-
rios con pelos y seales. Recin entonces arrima
la silla y a media voz cuenta lo del cincuenta y
nueve.
-Te acords del doctor Chaves? A instancias
suyas haba cedido el altillo del fondo a unos mu-
chachos muy discutidores para una pea. Los sor-
EL PERSEGUIDOR
prendieron los de la secreta repartindose las ar-
mas. A un chiquiln le pegaron all mismo cuatro
balazos por retobarse, y hubo que jabonar el piso
muchas veces para que salieran las manchas. Al
portugus y a ella no les tocaron un pelo. Nunca
olvidara los ojos del marido, refocilndose en un
rincn mientras los arreaban. Las vueltas que ha-
bra dado para denunciarlos, as como estaba, se-
miparalitico y sin habla. Despus vinieron las re-
compensas. iQu asco, hermano! Doble pensin,
una foto dedicada por el presidente, el cochecito
de ruedas.Hasta pens en dejarlo, pero un monse-
or de la curia la disuadi. Deca que era deber
de todo ciudadano honrado denunciar a los sucios
traidores de la patria, que los comunistas metan la
cola en todas partes; que viera sino lo de Cuba;
que Su Excelencia era muy creyente y sostena
con generosidad el culto catlico, apostlico y ro-
mano y que el Padre Bolaos andaba medio loco
y por eso le haba pasado lo que pas.
-y ahorita te quedars algn tiempo aqu?
-'cha que he venido justo para las fiestas de la
Virgen de Caacup. Quiero agradecerle unos favo-
res de cuando me pic una yarar en el monte. Y
pues que voy al santuario, podra llevarlo a tu mari-
do por ver si la Madrecita lo alivia en sus dolores.
Pero su cuado ya est desde temprano en la
iglesia, cargado de cigarros, de paso hacia el ar-
senal. Y en su apuro por darle alcance, voltea una
silla y deja a su hermana plantada con el mate.
Arrimado contra la ltima fila de bancos el portu-
gus desgrana el rosario. Por suerte aquello es
una tremolina de gente que entra y sale. Sin ser
visto, retrocede hasta el pasadizo del coro, sube
tres peldaos y en el recodo de la escalera, all
donde ms cerca se oyen los temblores del rgano,
arma la bomba. Luego, al avanzar los comulgantes
hacia el altar, se hnca detrs del cochecito, cam-
panea piadosamente a ambos lados y sujeta el ar-
tefacto justo debajo del asiento. Se santgua con
devocin y sale al atrio.
Recostados contra la pared del cuartel de poli-
ca, plaza por medio con la glesa, un grupo de
arribeos fuma en silencio unas chalas gigantes-
cas, espantndose las moscas con parsimona. El
de la punta se rasca la barrga para el lado del
revlver. En la calle lateral, un muchacho dormita
trepado a un carro de sandas. El Lunarejo se sien-
te observado detrs de los anchos sombreros de
paja y piensa que a los tipos del sndicato no los
van a parar as noms, porque debajo de las san-
das estn los rfles.
Parado en meda de la plaza empavesada de
banderas tricolores, aguantndose a pe firme el
sol rajante y los empujones del gento que circula
35
entre los quioscos de rosquillas, el chupadero de
caa y los puestos de monte o pase ingls, oyendo
en contrapunto los acordes desafinados de la ban-
da y el chillido de los buhoneros, aguarda que Cha-
ves enve por l. No puede imaginar que est tan
cerca, ni que los fulleros colaboren en tales lan-
ces, pues un tallador de siete y medio le pasa
el santo y sea y lo conduce a un costado de la
plaza. Sentado atrs, en una victoria encapotada,
est Chaves, reloj en mano, controlando con
total parsimonia los ltimos detalles del golpe.
Al pescante, y con el mismo aire cansino del matu-
rrango apelechado, se arrumba Higinio Caballero,
otro de los conjurados.
-Ya est sobre el volcn-, les informa. De aqu
sgue al arsenal y tiene cuerda para media hora.
-Ah salen los parroquianos-, colmillea el co-
chero.
-Seguilo hasta que entre-, ordena Chaves.
-y te volvs aqu para apoyar a los del sindicato.
Si no va o se desva, desarms el asunto. Calzate
la pistolera y buena suerte.
Y suavemente la victoria despega del cordn y
con trote acompasado circunda la plaza.
La primera explosin sacude los cimientos del pue-
blo media hora antes del medioda. Millares de
vidrios saltan astillados y una violenta columna de
fuego asciende veloz detrs del casero achapa-
rrado. A eso siguen los escupitajos de la fusilera
y el tableteo monocorde de las ametralladoras, so-
bre la plaza y en sordina, hacia el lado del arsenal.
El segundo bombazo, espmeo capuchn de hu-
mo, tiene un eco sordo y pone en el aire un acre
olor a azufre.
Enceguecida por los reflejos apocalpticos de
aquella hoguera, la gente queda un instante inm-
vil. Luego se desbanda sin rumbo, silbndole la
muerte a los costados y pisoteando en su fuga la
masa informe de los cados. Tocan a rebato las
campanas, por encima del gritero demencial. Ca-
ballos y gendarmes ruedan juntos entre orines he-
diondos y sables atascados.
En pocos segundos el frente del cuartel queda
hecho un rallador y los obrajeros se lanzan al asal-
to. Pronto asoman sus sombreros aludos sobre el
repecho de las troneras y cuerpos y ms cuerpos
empiezan a caer, en tirabuzn, perniabiertos, ca-
beza abajo, pero uniformemente veloces, inexora-
blemente verticales, en ese breve trayecto de ape-
nas cuarenta metros que une la vida con un duro
veredn de cascotes. Uno de los ltimos queda en-
ganchado de los sobacos a los hilos telefnicos,
brillndole al sol los botones dorados y las hebillas
del correaje, con una efmera esperanza en el ros-
36
tro. Forrado con varios balazos sigue viaje hasta
amontonarse con los dems.
Parapetado detrs de un timb, el Lunarejo re-
mata con una 38 cao largo a cuanto gendarme
pisa los umbrales de aquella trampera. Tiene una
vaga nocin del comienzo de todo eso, pero la
sangre y el sudor velan la imagen de su cuado
rodando en el cochecito dinamitado hacia la in-
mensa oruga negra, detenida tras los portones del
arsenal, con diez mil litros de nafta en la barriga.
-Los aviones!-, alerta alguien de pronto, y
el Lunarejo se persigna como si estuviera ante
fuerzas indomables. Se vuelve para mirarlos, pero
ya los sucios abejorros crepitan sobre su cabeza
como si fueran a .descolgarse.
Cuando los carros de asalto llegan para comple-
tar la carnicera, con su fatdico anticipo de sire-
nas, ya a la plaza -sembrada de cascos blancos
como melones- le crece un silencio de muerte.
Olvidado desde el comienzo, tal vez en un rin-
cn de la iglesia, un disco rayado martilla el aire
por los parlantes: Oh, Mar. Oh, Mar. Oh, Mar...
Entonces el Lunarejo, pegado a las paredes y
confiado en su buena suerte al cruzar las esqui-
nas, va acercndose al bajo para encontrar a la
gente de Chaves.
Los alrededores del arsenal ya estn controlados
por la policia militar y slo se oyen estallidos ais-
lados, ltimos chisporroteos de aquel formidable
incendio. Los disparos en la plaza se van espa-
ciando. Acelera el paso sobre el asfalto recalenta-
do y ya en las barrancas ve el fuego arrugando la
tersa membrana del ro. Corre a esconderse en un
tacuaral y all, inmvil, como un tronco cado,
confundido con la tierra, tropieza con el cuerpo
de Chaves.
-iAviones de mierda!-, apunta al cielo ceni-
ciento con el brazo izquierdo desgarrado, roja la
camisa, sin mano. Y antes de aplastarse otra vez
contra los yuyos, mir-a al ro y agrega: -iPuete-
ros!, les qued nafta para cortarnos el cruce.
Con un emplasto de hojas secas el Lunarejo le
para la hemorragia y le tapona el mun haciendo
trizas su guayabera. Para evitar las batidas y en
busca de gente amiga que los ayude a cruzar al
otro lado, gana el Monte que crece tupido hasta
el borde mismo del alto barrancn de piedra ca-
CARLOS BEGUE
liza. con el cuerpo de Chaves sobre los hombros.
Por el rio bajan flotando los camalotes encendi-
dos al rojo vivo y millares de animales nadan en-
loquecidos delante de las llamas. En un recodo,
tirados sobre la pl,aya estrecha, avista dos yaca-
rs. Arriba los guacamayos alborotan entre los
cocoteros. Mecindose en el cielo, distantes, los
buitres remontan el ocaso seguros de encontrar
all abajo alimento abundante y seguro.
A la oracin, cuando llegan al rancho de un car-
pinchero, invisible a dos metros de distancia, cam-
bia el viento y se ahoga la serpiente de fuego que
los ha acompaado desde diez leguas atrs. Las
ltimas brazadas de ramazones ardiendo alumbran
el paso de decenas de cadveres mutilados, flotando
boca abajo y aureolados de espuma.
De madrugada cruzan el ro con dos combatien-
tes del sindicato. En Formosa oyen las primeras
noticias. El general Samaniego es nuevo embajador
en Buenos Aires. Cuatro lanchones con combatien-
tes han sido hundidos frente a Clorinda. No queda
ningn foco rebelde. Se realizan operaciones de
limpieza. La situacin es tranquila en todo el pas.
-iMilico cabrn!
y alli mismo, sobre el muelle de madera que
lengetea el ro, contemplando con tristeza la pa-
tria distante, el Lunarejo junta su puo al puo de
Chaves y se juramentan para continuar hasta Bue-
nos Aires y liquidar al traidor.
-Qu fue? Qu fue?, zumbaban los curiosos
arremolinndose ante el 1883 de la calle Tucumn.
Nada seora, nada... Oiga no empuje quiere?
Circulando por favor... Soy periodista... iUuuuuuu!
Dnde va?... Abr,an, seccional 38... Dale roooojo!
i Dale rooocojo!... No sea bruto... Ms bruta ser
su abuela... Qu corno pas? .. Un crimen pasio-
nal... Diga, no se la cuente Vayan a labur-ar ato-
rrantes... Reparten billetes? Volvi el avin ne-
gro, ch?... Parece que fue el embajador... As dijo
uno... iQuin sabe!... Dicen que el otro le habl en
guaran... iBah!, son cosas de paraguayos.
Entonces el grupo se fue desgranando, satisfe-
cho, y sobre el cordn, dos manchones purpreos
quedaron goteando al sol, lentos, casi resecos, has-
ta juntarse en el asfalto, muy cerca de la alcan-
tarilla. O
ULISES CARRION
Otra
. ,
verslon
Para Toms Segava
Corrijo el relato:
Pas la maana durmiendo. No, que le gusta
tocar el piano en esas horas, antes de lavarse los
dientes y desayunar, todava con las manos tem-
b!onas y la cabeza sucia de sueo. Que no: estu-
vo arreglando el cuarto para la cita, pues no fue
premeditado el crimen? Al fin de cuentas, la ver-
dad es que pas la maana durmiendo, como dije
al principio; pero cuesta trabajo decidirse.
Aunque Werner es un nombre raro para un me-
xicano, puede suceder.
Su cama est escondida, casi, entre dos ro-
peros. Es que no caben fcilmente tantas cosas
en un solo cuarto ( y nunca se le ha ocurrido ocu-
par el resto del departamento, que pertenece
a su abuela): tanta ropa, el piano, algunos li-
bros, la coleccin de monedas, la coleccin de
discos viejos, y cachivaches dversos.
Cuando debido a un estado de nimo extraordi-
nario ponia sus cosas en orden, cantaba:
-Victoria, victora -de Tosca, a grito pelado.
Para celebrar el restablecimiento de un orden,
que slo l entenda.
Mentras tanto Josefina Fernanda tomaba el au-
tobs en Jalapa.
Pero la abuela de Werner le haba recomendado,
dos meses antes, cuando parta para el hospital,
y luego, cada vez que Werner iba a vsitarla, los
sbados de cuatro a siete, que se cuidara mucho.
y era una vieja mediocre, arquetpica y zalamera.
Con unos ojos grandes grandes como los de la
abuela de Caperucta Roja.
Hay que darle vuelo a la hilacha.
As se afanaba Werner esa maana en la tarea
de arreglar el cuarto, porque le gustaba hacer las
cosas frenticamente o de plano no las haca (se
pona a buscar una razn suficente y necesara
y nunca la encontraba), y as esa maana aventaba
pares de zapatos bajo el gran sof de la sala, aco-
modaba las corbatas donde deba ser, y quemaba
papeles inservibles. Aunque ya dije que pas la
maana durmiendo, mentras Josefina Fernanda
vena, mpaciente, en el autobs de Jalapa.
Es flaco, tan flaco como un judo despus de
cinco aos en un campo de concentracin. O exa-
gero. Es simplemente delgado, y esto lo hace
atractivo, al contrario de la delgadez de un judo
despus de cinco aos en un campo de concen-
tracin Qu quieren? Y tene sus nalguitas bien
duras, y las espaldas anchas, lo que no tiene nada
que ver con un judo despus de etc.
Es todo.
Un vecino que pasaba frente al edificio y que,
aprovechando que era domingo en la maana y no
haba mucha gente en la oalle en ese momento, al
mismo tiempo que va cerrada la cortina del cuar-
to de Werner, normalmente aberta a esta hora, o
acaso por eso mismo, durante un momento pens
que...
Werner es nombre de msico, no cabe duda.
Sin embargo, el de Josefina Fernanda no est
mal. Pero tiene, ella, una cara plana, inexpresiva,
que no se dulcifica, sus rasgos, ms que en oca-
siones especiales, cuando hace el amor. Y ya va-
mos a empezar con el amor, dale, que nos per-
sigue.
Proust dijo que la silaba antes despide un
fulgor anaranjado. Como Werner ha ledo a Proust,
y adems le ha gustado, es perfectamente lgico
que recuerde esta afirmacin a menudo, y a veces,
como por ejemplo esa maana, suea en ella, que
se vuelve, el fulgor, un poeta alemn del siglo XIV,
o si no, otras veces,cuando la noche anterior co-
mi manzanas, suea que su fulgor lo trae colga-
do del hombro, como una bolsa.
Slo que la noche anterior haba luna llena,
toda blanca, y sobre ella una nube negra y alar-
gada, como un sombrero estrafalario sobre una
calavera.
Calavera que se duerme, se la llevan los gusa-
nos.
Experimento.
N ahora que su abuela estaba en el hospital,
silencio, sala Werner de su cuarto voluntariamen
te. Despreciaba, no slo ignoraba, el resto del de-
partamento. A la sal,a nicamente para echar los
zapatos bajo el gran sof, un hbito que adquiri
desde muy nio. Al bao, privado. A la recmara
de la abuela para qu. En su cuarto, siempre en
su cuarto. Y ya se sabe que aun no se sabe toda-
va todo lo que un muchacho llamado Werner
puede planear e incluso llevar a cabo si pasa prc-
ticamente da y noche en su cuarto.
iEI cobarde! Conejo. Gallina.
A oada quien su manera de buscar, encontrar,
expresar, traicionar, superar, idolatrar, satisfacer,
la ms ntima necesidad de su ser. Derrochar su
sufrimiento, agarrar la felicidad por un pelo, des-
tapar cajas vacas, arriesgar una reprimenda de Su
respectivo padre,
38
Es el momento de decirlo, Werner no conoci
a su padre. Fue un sacerdote..., no digo ms.
Sin embargo ese da sera definitivo.
Aprisa, aprisa.
Tiene disecado un pajarito azul, que vivi du-
rante dos aos con l en su mismo cuarto. No es
una extravagancia, sino la prueba de su capacidad
para amar. Alli lo tiene, sobre su mesa escritorio,
y cuando est solo, casi siempre, le da besitos en
el pico, porque se quisieron mucho, o si no, sim-
plemente se pone a hablar con l, y le acaricia
el plumaje y las uas punti'Cigudas iCmo lo quiere!
Werner es sin duda un muchacho normal, slo
que un poco raro.
-Vienes o no?- le escribi a Josefina Fer-
nanda, pero pongo guiones porque ella al leerlo
oy su voz.
Por comodidad, lIammosla J. F, a p'Clrtir de este
momento.
B. W. A. J. F. E. E. C.
Pensaba que los suizos seran demasiado lim-
pios, asquerosamente limpios. Las buenas gentes.
y sin conocer a ninguno de ellos; pero no le gus-
taba Klee, uf qu discusiones con sus amigos
pintores porque no le gustaba Klee. En cambio, a
veces s, pero muy pocas veces, tan pocas que
pueden contarse con los dedos... de las manos...
sin compaeras.
De todos modos, para un ratn resulta terrible-
mente difcil poner un cascabel, pues sus bracitos
no alcanz'Cin para rodear el poderoso cuello del
gato, y por eso no los culpo (a menos que deba
ponrselo en la cola), pensaba tambin Werner
ociosamente.
Echado sobre la cama boca ab'Cljo, ausente del
mundo, durmiendo, neutro, sin significado, ger-
minando interiormente, ms abajo que interiormen-
te, como si cayera, como si hubiera tocado fondo,
la respiracin suspendida y tenoo, en peligro de de-
saparecer, atado de todas las partes de su ser
por los liliputienses del sueo, abajo, lento y lar-
gui, si, si, ssimo, y acompasado, con su belleza
intil, con todo el peso enorme y sooliento de su
inutilidad.
Porque "el silencio puede ms que tanto instru-
mento. Y esto destruye el hecho de que al final
de esta historia, cuando Werner fue condenado por
su horrible crimen, viniera a verlo un periodista
norteamericano, tuviera con l largas y difciles
entrevistas, pero fructferas, y el resultado fuera el
xito de venta ms sensacional conocido por la
compaa editora.
As se hace, corazn.
La armona secreta, ntima, de Werner y su al-
ma, de Josefina Fern'Cinda y su alma, de las redes
ferrocarrileras, de los sistemas monetarios, de los
ULlSES CARRION
mecanismos sicolgicos, de los peridicos y sus
corresponsales en todo el mundo, del desengao
y mi ingenuidad, pero sobre todo la armona de
Werner y su alma.
Los recuerdos atvicos, y las injusticias sociales,
y especialmente la estupidez humana, colgaban del
techo puntiagudos, rasposos, sanguinarios, prestos
a abalanzarse sobre l y desgarrarlo a un movi-
miento cualquiera de Werner. Por eso el mucha-
cho, listo, se quedaba quieto.
Todos los caminos llevan a Roma, pero algunos
no tienen seales y adems estn en mal estado.
y cmo se equivoca uno acerca de sus propias
elecciones, no voluntariamente, sino porque es di-
fcil reconocer las verdaderas, y luego aceptarlas.
Por para, de desde, con contra, a hast,a, Werner
que duerme.
Anoche fue perfectamente normal, y ni siquiera
deliberadamente. Bebi una cerveza con sus ami-
gos, como debe ser, los hermanos Ons. De ellos
es mejor Pablo que Rafael. Los tres se quejaron
con amargura del crculo vicioso: sentirse fuera
del tiempo y no tener edad, pero el tiempo existe
a pesar de ellos y se les agotar un da, pero
sentirse... contina. Werner no pudo evitar cierta
desconfianza, sobre todo respecto a Rafael, que
parece demasiado conscientemente solidario de l
y de Pablo. A Werner le gustara que fuera ms
frvolo, que alguna vez dejara en claro que es
capaz de traicionarlos. Quz no lo es. Puah, pero
nunca se sabe.
Con una silla al lado de la cama, otro hbito
de su niez, sobre la que coloca cuidadosamente
y en un lugar establecido con exactitud, pauelos
de papel, cigarros, un reloj despertador, y el libro
que la noche anterior...
Interrupcin. Hay luces verdes que se vuelven
rojas.
En Pars, en Mxico, en Lisboa.
Pero los hbitos no tienen ningn valor esencial.
Se adquieren como las races un rbol, para sos-
tener el cuerpo. Pero el asombro no cesa, amazing,
el estupor, la falta de costumbre, maravillarse cada
maana de que el sol est all otra vez, de que
un objeto sea bello, de que un lugar comn sea
verdad. Eso que se llama descubrir el Mediterr-
neo. Pues Werner no lo sabe como yo pero al
menos lo comprende.
Se parecen su alma y la ma.
iAh, cmo es valiente! Responde con una agili-
dad perversa a las preguntas dudosas. Es que no
le importa.
Algo que afirmo porque estoy seguro de su cer-
teza, no lo sospecho, lo s; algo que establezco
como un dato irrefutable, que me negara a dis-
OTRA VERSION
cutir; algo como cuando un diccionario nos da el
significado de una palabra desconocida y as en-
tendemos el sentido de una frase; algo que debe
ser aceptado incondicionalmente y si no: stop!;
como las campanadas de un reloj que nos recuer-
da la hora y ya no hay esperanza; como el letrero
con el nombre de una ciudad y llegamos; como
un capricho: Werner no fue culpable de lo que su-
cedi, y por supuesto, si yo fuera su juez lo ab-
solvera sin vacilacin.
S que para que quede claro falta algo, pero
siempre falta algo, an a lo bello algo le falta, y
mientras ms bello y ms perfecto ms le falta,
porque qu hacer con el ensanchamiento de nues-
tra alma frente a la belleza, cmo remediar la ten-
sin, adnde irn a parar los pedazos? Estamos
de acuerdo en que todo final es artificial.
A veces es el cansancio de la vida.
De vez en cuando es la euforia exagerada.
Ora la piedad, ora.
De la cobarda no vale la pena hablar, por de-
masiado conocida.
Porque en la guerra como en el amor, nada se
vale.
Slo a Dios Pa.dre le est permitido ponerse se-
rio y decir: A estas alturas... "
Vista desde arriba, vamos a jugar al cine, des-
de arriba vemos llegar a Josefina Fernanda, con su
pinta inconfundible de provinciana, debido tal vez
a la variedad de colores y materiales que usa en
su atuendo, trae el pelo largo, negro ese da, y
lacio. Avanza resuelta. y con una sonrisa enigm-
tica, los espectadores deben adivinar que es pres-
tada, hacia la puerta, y cuando llega y va a
tocar el timbre detiene el movimiento de su brazo
a la mitad, sonre que vemos en primer plano,
satisfecha, gozosa, pero antes la habamos visto
atravesar el patio de entrada al edificio, su som-
bra movindose sobre el piso de cemento, pues
ha de ser un da soleado, y por fin toca el timbre.
Espera representada por, o en el transcurso de la
cual vemos, los autobuses urbanos que pasan con
la cabeza baja, recin baados porque es domingo,
algunos aparadores protegidos por una cortina me-
tlica perforada, o cualquier otro detalle carac-
terstico de la ciudad. Entre autobs y aparador
vimos el rostro de Josefina Fernanda ensombrecido
por la sospecha de que... Pero no puede ser, y
vuelve a tocar, otra vez gozosa y sonriente. All
est el zumbido. Clxones. Empuja la puerta, y en-
tra. Una caja de escalera mohosa y pobretona.
Josefina Fernanda sube cinco escalones, cuatro,
dos, tres, uno, y de pie frente a la puerta con la
letra A, vuelve a tocar. Tabletea con sus dedos
sobre el marco impaciente, contra la puerta retra-
sada. Un ruido metlico (es el pestillo), se abre
39
la puerta al fin y alli est Werner, despeinado, en
b-ata: obviamente acaba de despertarse.
Ahora vale todo lo que se dijo de los zapatos,
las corbatas y la quema de papeles, mientras Jose-
fina Fernanda cuenta su viaje con ojos amorosos.
La alegra, la expectacin.
Un beso es... No seas loca.
Por el dia que se conocieron en un parque en
penumbra, luego que el sol colg..., por las piernas
largas de Werner y su desnudez que lo hace pa-
recer frgil como una muchacha, por los mismos
ojos grandes, torpemente pintados de Josefina Fer-
nanda, por las esquinas de los armarios, la mesa,
el piano. La mirada de J. F. cae desordenadamen-
te sobre un objeto y sobre otro, mientras Werner
prepara el cuarto y la acaricia.
Josefina Fernanda no es ms que un pretexto.
Pre-texto. Solucin a los errores de imprenta
y las faltas de ortografa.
Pues no hay parentesco que los una. Y la abuela
de Werner est en el hospital sin su pierna ampu-
tada. Pero uno quiere saber ms, ms, ms. Hay
ya tratados al alcance de la mano y el bolsillo
de todo el mundo, de psicologa, sociologa, filo-
sofa, fsica, qumica, biologa, y ciberntica. Tra-
tados y novelas. Y no hay lenguaje que los una,
infancia, vicios secretos, aburrimiento que los unan.
Luego hay reacciones de Werner, risitas, excla-
maciones de asombro, tics, miradas, que le cos-
taran a Josefina Fernanda para descifrarlos, aos
de quemarse las pestaas estudiando. Y no es
seguro que las descifre. Adems, mrala cmo se
mueve: no sabe ni le gusta estudiar.
Por eso ahora debe uno contar las cosas de
otro modo.
Esa era una moneda romana del siglo tercero,
la pieza de oro de la coleccin.
-Te la regalo.
Sale la msica a pesar de dos teclas, de las
ms usuales, desafinadas. Werner toca una compo-
sicin suya. Josefina Fernanda percibe ante ella
desplegado un muro negro cubierto de signos.
Los signos de:
a) La vida sin trabajar,
b) El rechazo del trabajo,
c) La soledad impuesta, luego consagrada,
d) Las amistades extraas e intiles, mantenidas
a falta de otra cosa, o como protesta,
e) La posibilidad de la locura,
f) Las noches en vela,
g) La muerte joven,
h) El amor quin sabe por qu merecido, de
Werner.
La clave no est en ninguna parte. Es decir,
s, pero no sirve.
Ahora que ella ha perdido su virginidad y se
40
ha encontrado a s misma. Y a Werner. Ahora que
ella se dejare. pegar, abofetear, humillar, todo lo
que sucede. Ahora que ella ha aprendido a perdo-
nar, como dicen los otros, a ser ms humana.
iNo se le ocurra preguntarle por su padre, nom-
brar le. soga en casa del ahorcado! Qu dificil,
vaya, decir lo que uno quiere. Sin embargo, siem-
pre hay una idea directriz detrs del movimiento
de los titeres, y del lenguaje de los loros y los
locos. Pero si uno trata de explicar algo, slo algo,
y decidiera no seguir adel'ante antes de arreglar
este asunto, sera como si todos los trenes que
en este momento corren en el mundo se detuvie-
ran: catstrofe mundial.
Qu la hace venir de Jalapa a Mxico este
domingo? He aqu una respuesta total y definitiva:
una postal de Werner invitndola a hacerlo.
Es demasiado. Este muchacho va a volverse idio-
ta si pasa leyendo veinticuatro horas al d'a, por
temporadas. Tiene tambin un libro sobre el Pars
de 1900, pero ste slo lo ve, porque no entiende
el francs.
Tambin hay minutos de slencio entre los dos,
ms silenciosos que los que se guardan en me-
moria del ausente. Minutos en que se son despie.-
dadamente infieles. Piensan en otra cosa, o en
nada. Sucede hasta en las mejores familias.
Un abrazo por detrs, un abrazo por delante,
un beso largo en la boca, una mano sobre los
senos, un jadeo mutuo, contenido a medias, que
quiere y no estalla, callado, el aliento sale de no
se sabe qu profundidades, empaado de mil olo-
res diferentes y confundidos, para decir te quiero,
y su nariz aplastada contra la mejilla del otro, n-
gulo y expresin no vistos en algn film, un brazo
que no alcanza, una momentnea prdida del equi-
librio, aparta esos cabellos, no es como la primera
vez, mi amor, esto ha de querer decir algo, una
lengua resbaladiza, cuatro cosas resbaladizas, una
humedad hirviente, un movimiento que va al en-
cuentro de otro, y choca, una vuelta a la tuerca,
un sonido involuntario, repetido, como un autom-
vil sin frenos, una resignacin ante la catstrofe,
como en un automvil sin frenos.
Qu cosas raras suceden en este mundo, lo
deca yo. Luego la gente inventa teoras.
En cada cuarto hay una luz diferente, ms o
menos dorada, cuando uno dice todava y cuan-
do uno dice ya.
Ahora vemos las cosas desde el punto de vista
de ella. Resulta que de pronto tiene miedo: nadie
va a crerselo. Van a hacerle un interrogatorio ba-
sado en el cmulo de experiencie.s y opiniones
conocidas. Qu significa esto, eso, y aquello?
Ella va a ponerse nerviosa, se sentir acusada,
dar respuestas ridiculsimas. Los dems se enco-
ULlSES CARRION
gern de hombros, y no faltarn burlones que se
mofen de sus palabras. Los perversos inventarn
juegos con ella. Y para terminar le cerrarn las
puertas: closed!
Oh Dios, como dice la cancin, dnde, dnde
ests, qu ests haciendo?
En Finlandia habe. un muchacho, llamado Sture,
que lo hubiera dado todo por ella. Pero nunca se
encontraron a pesar del adelanto que las comu-
nicaciones han conocido en nuestra poca, inimagi-
nables para nuestros abuelos.
Un empleo que le iba bien, y ella reconoca
que le gustaria ejercerlo, es el de intrprete, por-
que qu orgullo servir de puente entre dos lisia-
dos.
As l le explicaba el cario que lo una al pa-
j-arito disecado, o a una escultura infantil en made-
ra, o a algunos libros, y sobre todo a los discos
de los aos treinta, todos de setenta y ocho revo-
luciones por minuto, con canciones en espaol, in-
gls, italiano y alemn, algunas con ttulos incom-
prensibles, pero todas muy tristes, y las que no
lo eran lo parecan.
Slo haban tenido msica antes, y la tendran
despus. Pero en este momento hay un silencio
acojinado, hmedo, largusimo.
Porque las cosas no terminan tan fcilmente,
aunque s de un modo dstnto en cada uno. Ella
es cariosa y agradecida. Pasa su mano por la
espalda de l, lo acaricia, le h'ace cosquillas sin
querer. Se acurruca mejor, a su lado. Le besa los
dedos de la mano derecha, calladamente, uno por
uno. Hace planes domsticos, modestamente. Adi-
vina la fuerza de Werner, y piensa que tiene las
espaldas echadas un poco hacia adelante, como un
campesino.
Ah, la diversidad de propsitos y caracteres hu-
manos.
El se queda tambin callado, quieto, nada ms,
fumando su cigarrillo. Ha llegado el momento. Y
tiene miedo, claro. O acaso es slo le. inmovilidad
anterior al salto. Una ceja: ms arriba que la otra,
y un mohn en la boca. Lstima que ella no lo
vea. Y se llama Josefina Fernanda? Para servir
a usted. Lo malo es que el tiempo pasa. Que pase
ms, o menos, est claro que toda decisin to-
mada de antemano es una traicin. Toda decisin to-
mada a sol'as y antes del acto est excesivamente
condicionada por consideraciones ajenas al acto
mismo, es un recurso cobarde y traiciona el mo-
mento en que se pone en prctica.
Fin de las tardes entere.s pasadas en la banca
de un parque, preguntndose qu haca aqu, en
este mundo ajeno. Adnde va la gente? Por
qu se viste esa muchacha as, con la falda dema-
OTRA VERSION
siado corta y los pelos alborotados? Sobre todo,
qu hago aqu?
Pues para comprar un libro que acaso ser de-
finitivo en su vida, debe esperar a que una com-
paa editora lo incluya en su programa, y lo
publique. Barato, por supuesto.
PaPa el que no se pregunte, si la parada del
autobs indispensable no estuviera situada en la
esquina de su casa, ni en ochenta esquinas a la
redonda, qu hara?
Demos gracias a oscuras, a ver si nuestro agra-
decimiento recibe acuse de recibo firmado.
Bien calculado el golpe, entre una costilla y
otra, la primera cuchillada. Y apenas si sali san-
gre. Un poco ms arriba, otra; y un poco ms
abajo, otra. Pero apenas si sali sangre. Josefina
Fernanda reaccionaba como si fuera de porcelana.
Que se haba quedado tendida boca abajo, ln-
guida, fofa por un momento. Sin embargo sus tres
gemidos produjeron en Werner el efecto de borbo-
tones calurosos, recibidos en plena cara, y su ex-
citacin le crispaba las manos ya la segunda vez,
y ms la tercera enterr el cuchillo, de modo que
cuando sinti el relajamiento final de Josefina
Fernanda, sinti tambin en l un aflojamiento im-
previsto, desagradable, impertinente, de sus ms-
culos, como un orgasmo interrumpido.
Aqu yace.
Su pie que le deca te quiero.
Cosquillas no.
Pasa sus manos sobre las piernas de ella, a todo
lo largo, aprieta el muslo, la rodilla. Qu mortal
silencio, qu silenciosa carne antao apetecida.
y el airecito fresco, y los crujiditos amorosos, y
las tetitas aplastadas, y el dedo chiquito del pie,
y los olancitos de su vestido, y su monederito de
Veracruz, y los hoyitos en sus mejillas, y su ombli-
guito oloroso, y sus manitas entrelazadas, y su
cuellecito corto y sudado, y su modito de mirar de
antes. El fulgorcito rojizo a veces de sus ojos.
Lejos de ti muri, a solas.
Fue demasiado poco, pens Werner sin decrselo
abiertamente, tan aturdido estaba por la poca re-
sistencia con que se haba encontrado.
Cogi una nalga y le dibuj una cruz, sta s
sangrante de inmediato, con la punta del cuchillo.
Cogi un brazo y pint una serpiente a lo primi-
tivo, a todo lo largo, con la cabez,a erguida y la
lengua de fuera.
Pero su abuela le haba recomendado mil veces
que fuera cuidadoso, que tuviera cuidado, que
cuidara el orden y la limpieza del departamento.
Las cartas sobre la mesa: su abuela lo quera
incondicionalmente. Y precisamente debido a esto
a Werner no le gustaba su amor, demasiado de
abuela. Y luego, por qu ella haba sobrevivido
41
a la muerte de la madre de Werner? Un repro-
che irracional pero bien amargo, bien profundo,
casi inconsciente, pero poderoso. No le toc a ella.
Ms puntos: Josefina Fernanda era una nia que
se vesta con demasiados colores, inteligente la
muy afortunada, pero con los nervios deshechos,
condenada a ser tPagada por la tierra en un da
caluroso, tan dbil era, si no que lo dijeran sus
ojos grises, no de color, sino de reflejo, y la ex-
cusa perversa pero no menos efectiva: Werner no
la quera.
A su favor: los profesores decan: iqu ingenio-
so! Y las muchachas: iqu interesante! Y los viejos:
ipromete! Y alguien, el ms ambicioso: ieste mu-
chacho tiene talentol As hablaban los otros de las
trampas que el optimismo y la resignacin de Wer-
ner le haban inventado al tiempo, a la tristeza,
a la rebelda que estallaron ese domingo. Tram-
pas decididamente infantiles, como por ejemplo
coleccionar monedas y discos viejos, tallar en ma-
der'a, y me callo lo dems.
Acurrucado en su rincn como en una celda,
adonde no llegaba la luz del sol, o apenas, para
hacerse chiquito como un papel arrugado, con sus
tiles de trabajo. sus doscientas ochenta y siete
monedas antiguas.
Adems adems adems le gustaba la pera y
cantaba:
-Victoria, victoria -de Tosca.
A propsito, por qu no poner un disco a pro-
psito?
Una pieza tpica de la coleccin. Una cancin
alemana del treinta, que se arrastraba trabajosa-
mente, como unas enaguas pesadas, cualquiera
hubiera tomado el violn por un violoncello, y tan
triste como un anochecer en provincia. A m me
gustan las grandes ciudades.
Slo fue necesario un pequeo esfuerzo. Jose-
fina Fernanda qued tendida sobre la alfombra,
uno de los pocos objetos que sin duda alguna
pertenecieron a la madre de Werner.
-Cmo llorabas cuando eras nia rubia y no
te daban un dulce, o te obligaban a dormir y te-
nias miedo? Cmo llorabas cuando en la escuela
te ponian un cero? Cmo Ilor,abas cuando lloraste
por primera vez, sin lgrimas? Cmo llorarias si
te humillara y pudieras verlo? (Pero lo pregunta
sin asomo de sentimentalismo, no porque lamente
su silencio de ahora. As, por simple curiosidad.)
Djame ver la bODa con que llorabas. No tienes
dientes de caballo. Djame ver tus ojos... no. Aca-
riciar tu pelo delgado y lacio. Tienes uno, dos, tres,
cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez once,
doce, trece, catorce, quince, diecisis, diecisiete,
dieciocho, diecinueve, veinte, veintin aos.
42
De paso, al voltear el disco, limpi la aguja. Fue
una interrupcin sin importancia, pero tomo nota
de ella para guardar las apariencias.
As son las cosas de la vida: buscamos amores
imposibles. -iAh! Pero hay posibles? -Natural-
mente. -Bueno.
Eso que estaba all a su lado, paralelo a su
cuerpo tendido en el suelo, no era, ni una mone-
da, ni un disco, ni madera tallada, ni un pjaro
disecado, ni un mueble de su madre. Era un ca-
dver.
No ms respeto, no ms temor. Un cadver no
es nada, se dijo, ms que una moneda. Sin em-
bargo saba el valor extraordinario de Josefina Fer-
nanda, y las terribles consecuencias de su existen-
cia, de su muerte. Tan los saba, el valor y las
consecuencias, que la mat por eso mismo.
De pronto aparece, en el ngulo inferior izquier-
do de la ventana que da a la calle, el rostro de
un curioso. No, es pura y simplemente nuestra
imaginacin, puesto que la cortina est cerrada.
Para algo sirvi, pues Werner, al volver la cara
hacia la ventana, al imaginarse a s mismo visto de
espaldas, record un propsito olvidado durante la
escena anterior, vaya, un propsito que se haba
prometido tener en cuenta en todas las situacio-
nes importantes de su vida, como la de ahora. Y
su propsito consista en, pero antes hay que recor-
dar su dolor al saberse inoapaz de pensar en dos
cosas al mismo tiempo, no poder verse la espalda
sino en un espejo, o no estar consciente al comer
del color de sus ojos, al gritar del tamao de su
nariz, al telefonear de la posicin de sus piernas,
al bailar del movimiento de sus manos, para decir
unos ejemplos, pero existan mil otras cosas ol-
vidadas. As, durante toda la maana, acaparado
por la presencia de Josefina Fernanda, no haba
tenido tiempo de registrar sus parpadeos, las con-
tracciones de sus dedos del pie. Propsito al agua.
Cogi el brazo derecho de Josefina Fernanda,
que un momento antes haba cortado, y fue con
l, a manera de batuta, a dirigir la orquesta del
disco. Pero, a medida que la meloda avanzaba,
Werner se fue poniendo triste. Aqu empieza la
serie de los grandes sentimientos.
Plaga de la tristeza, inevitable como cuando nos
ponemos colorados (hablo por nosotros los tmi-
dos). Porque moviendo la batuta se vio reflejado
en el espejo, y como una revelacin descubri la
inutilidad de su gesto. El no diriga la orquesta.
El, qu haca all? El no era el director, sino un
muchacho acosado por ciertos demonios. Y por
eso la muerte de Josefina Fernanda no tena ms
que causas y ninguna consecuencia.
Huelga decir todo lo que carece de signifioado
ULlSES CARRION
y consecuencias. Pero l se haba hecho ilusiones,
como un autor acerca del estreno de su primera
obra. El crey que algo se rompera. Algo. Un pe-
dazo del mundo compacto, opresivo, molde, horma,
que lo rodeaba.
y sospech, a medida que la meloda avanzaba,
pero su sospecha se present disfrazada de triste-
za, s, es verosmil, que le haban silbado a los
actores y media sala abandon el teatro antes del
teln final. Pues nada se rompe, dijo la sospecha
travestista, que no est roto ya.
(Esta era una tristeza que avanzaba lentamente
como un actor japons; hablaba en voz baja como
una serpiente; pesaba como una montaa.)
En un desesperado intento por recuperarse, tom
el pie izquierdo de J. F., manchado de sangre, y
fue a colooarse abiertamente frente al espejo. Tres
veces intent que el pie se quedara quieto sobre
su hombro, y slo a la tercera logr su propsito.
Como un pjaro' congelado sobre su hombro. Un
pjaro que orinaba rojo. Y comenz su discurso:
-Compaeros, isalud! Quiero entender las co-
sas, lo confieso. No quiero caer en la trampa que
me tiende el orgullo, no quiero coger la manzana
y decir: no entiendo. No quiero ser eclctico ni
comprensivo ni amplio de espritu. Por el contra-
rio, aspiro a ser dogmtico, legalista, intolerante.
Deseo creer que algo es absolutamente cierto (aqu
estaba lleno de ardor ya, y haca ademanes enr-
gicos). Andan mi corazn, mi cabeza y mi alma,
en busca de empleo. iMuera la duda! Que Jess
vuelva a nacer y no permita ser crucificado...
En esto, como abri los brazos, el pie de Jose-
fina Fernanda cay al suelo, con un ruido de palo-
ma. As fue interrumpido su discurso. Qu hacer?
Eso es lo que haba olvidado, dejar las tijeras
al alcance de la mano. Las busc aqu, all y acull.
por todo el cuarto. Estaban bajo unos papeles, en
el escritorio. Una vez descubiertas, las tijeras to-
maron un aire casual, cerraron los prpados hip-
critamente, y se dejaron coger sin oponer resis-
tencia.
Sin ningn esfuerzo ni cuidado por parte de Wer-
ner, Josefina Fernanda perdi su hermoso pelo
largo.
A todo esto hubo un cambio de disco. Fue el
ltimo.
No, a l no le qued'aba bien el pelo largo. Por
ms que se esforz, frente al espejo, de gustarse
con el pelo postizo, no pudo.
Somos tan limitados.
Afuera caa la tarde, como una enorme gota de
aceite, pesada y pegajosa.
Adentro oaa Werner junto a los restos de Jose-
fina Fernanda.
OTRA VERSION
Lo que prueba que esta historia, aunque suce-
di en Mxico, pudo suceder en cualquier otro
pais.
Ay", como dice un poema.
Qu amargas son las cosas, por ejemplo la fri-
volidad y el fracaso.
Lloran aquellos a quienes les dan pan y estn
hartos.
No llor como mujer, Werner, sino como hombre.
Las voces del silencio son juegos de palabras,
y no dicen nada.
Es la hora del grito, de la desesperacin.
No le busco tres pies a las cosas, pues s que
tienen cuatro y caminan solas. Lo dije, ahora
cranlo.
Luego se dijo que tal vez era culpa de su falta
de imaginacin. Que tal vez con ese pie cortado,
o con el brazo, o con el pelo, o con el resto, a al-
guien se le hubiera ocurrido hacer algo ms pro-
ductivo que lo que a l se le ocurra. Tal vez al-
guien hubiera sido capaz de encontrar el gesto,
la actitud, la palabm, que le diera sentido a la
muerte de Josefina Fernanda, al acto de darle la
muerte. Tal vez incluso alguien hubiera sabido des-
de siempre que la muerte de Josefina Fernanda
no bastaba, no hubiera confiado como l, ingenuo
a morir. Tal vez alguien no hubiera tenido necesi-
dad como l ahora de acurrucarse al lado de esos
pedazos inservibles. Tal vez alguien habra podido
dar el salto; romper el crculo, ir ms all de aqu.
El estaba visto que no.
Como una concursante a un ttulo de belleza que
no llega a finales, llor.
Pero cuando se trata de llanto, es cuestin de
nunca acabar. Pues ese llanto equivala a la pre-
gunta que se haca a veces, en los momentos ms
inesperados, en las situaciones ms annimas, en
43
el espacio del chofer del autobs a un asiento en
el fondo, cuando abra su par,aguas, cuando cami-
naba solo en la tarde de Mxico, o en la maana
(porque era un desocupado), que sala a descu-
brir el d'a, ese da, para saludarlo, buscando que
alguien tropezara con l, buscando que alguien se
enamorara de l, buscando a Dios (pues a qu
sale uno a la calle si no a buscar a Dios?), cuando
frente a la puerta de su edificio buscaba la llave
en los bolsillos del pantaln, cuando vea su mano
o cualquier otra parte suya, pero slo una parte,
reflejada en un espejo, y a veces incluso todo l,
cuando sentado en el borde de la cama se des-
vesta para dormir, cuando se cortaba las uas,
cuando se pona enfermo y le dola, y no crea
en su dolor, pero se lamentaba y le dola lo mis-
mo, cuando el momento ms emocionante, ms
aterrador, ms dulzn, ms idiota, de una pelcula,
en medio de algn beso sincero con Josefina Fer-
nanda, Eisa, Lucila, Alma, Cristina (son todas, dos
Escorpiones, un Sagitario, un Acuario, y un Virgo),
al cerrar, al abrir, al continuar un libro, al mismo
tiempo que un recuerdo imaginario, borroso, inten-
so, de su madre, la situacin exterior era variable,
pero dentro de l era siempre una momentnea
sensacin de mareo, de aflojamiento en las rodi-
llas, de algo que baja en el estmago, cuando se
preguntaba si en verdad esa ciudad se llamaba
Mxico, y si detrs de esas ventanas exista la
gente (como cuando acabamos de conocer a al-
guien y es tan difcil imaginar su infancia, su vida
pasada entera, y es cierto que no podemos ima-
ginaria), y si en verdad l se llamaba Werner, que
al fin de cuentas era un nombre vaco como todos
los otros. Por eso cuando se puso a llorar me dijo:
Ya empez", y supe que era el cuento de nunca
E a ~ ~ O
Destruccin
de la Espaa sagrada
JUAN GOYTISOLO
Con Seas de identidad (Mxico, J. Mortiz, 1967),
Juan Goytisolo se coloca al frente de una renovacin
narrativa que de ambos lados del Atlntico est
modificando notablemente la faz de las letras his-
pnicas. Esto ha sido reconocido por los ms j-
venes narradores mexicanos, que en articulas que
dedicaron recientemente a la novela subrayan su
originalidad y novedad. ASi, Jos Agustin (en El
Da) afirma que sta es la novela espaola ms im-
portante de lo que va del siglo. Por su riqueza
temtica, por su punto de vista sincero y objetivo
acerca de Espaa, por su posicin politica, ms
autntica que discutible, y por su forma: responde
perfectamente a la legitima ambicin de ofrecer
un testimonio multidimensional de los espaoles
(dentro y fuera de la peninsula), sin caer en tc-
nicas anquilosadas ni en los riesgos del experi-
mento excesivo". La conclusin del largo articulo
de Agustin no es menos elogiosa: Desde un punto
de vista literario, formal, me entusiasman varias
cosas: el uso del diario de vigilancia, ya loado, la
construccin casi potica de las partes finales, con
un procedimiento tipogrfico simple pero efectivo;
adis puntuacin, y principio de lineas sin sangrar
para continuar con lineas sangradas, al revs del
proceso normal, pero cortando las frases con un
procedimiento ms de poesia que de prosa. Me
encanta el encabalgamiento, la mezcla de dilogos
sin guiones y de la segunda persona narrativa en
el pasaje del aborto en Suiza. Es esplndido, tejer
una tensin que desemboca en el dramatismo ms
legitimo y que permite la presencia de Enrique,
un personaje un tanto fantasmal. Todas las lineas
argumentales me parecen magnificas, desde Sergio
y Ana hasta madame Heredia y Frderic, viejito
maricn pero nada imbcil. Adems, el uso
de las tres personas gramaticales del singular, y
los saltos del presente al pasado, juego de planos
de la novela, estn bien solucionados, tienen una
razn de ser, que es lo principal. No son slo de-
seos de hacer literatura antitradicional y entonces
ya todo vale, como sucede muy a menudo. Goytiso-
lo ha sabido emplear muchos recursos del lengua-
je, sabe ser elegante y coloquial, respeta las mane-
ras expresivas de sus personajes y sabe contenerse,
a pesar de la extensin del libro.
Por su parte, Gustavo Sinz en el semanario
Siempre, despus de situar la nueva obra en el
contexto de la prodccin anterior de Goytisolo y
de analizar sus aspectos principales, se concentra
en su estructura y afirma: Tambin, como en nin-
guna otra novela de Goytisolo, se experimenta con
la estructura prrafo, las unidades narrativas y los
puntos de vista. Primera, segunda y tercera per-
sonas del singular y del plural se combinan para
aprehender en totalidad la amplia geografia des-
crita. Si la novela moderna es identificable por una
b@queda de lenguaje, por una voluntad de lengua-
j ~ - E 0 m o lo seala Fuentes, Seas de identidad
cumple esla atiJ:..macin reestructurando un lxico
aparentemente aletargado.
Destrozada la narracin lineal por la proposicin
de enfoques mltiples y voces corales, la novela,
planteada como una suma de ancdotas y elemen-
tos que tienden a realzar a un personaje, amarga
y preocupada, feroz y cinica, espontnea y autn-
tica, demuestra la vigencia de un escritor vivo,
comprometido, testimonial, atento y decidido a
afrontar las responsabilidades que le plantea nues-
tro tiempo. Se han rebasado las limitaciones del
objetivismo al que estaba sujeto Goytisolo y se han
despertado nuevas reglas, una dinmica propia, en
la terminologia de Carpentier, posible, nueva, dis-
parada hacia nuevos mbitos.
Este renovador intento de biografiar a un repre-
sentante de la ms nueva Espaa es fundamental-
mente politico y no padece excesos estticos. Al
aceptar mltiples compromisos con el mbito so-
cial el protagonista se ve obligado a construir todo
lo que falta a su alrededor y a responsabilizarse en
la lucha. Su deseo, su representacin es la de una
ideologia vigente y necesaria. Junto con Paradiso,
de Jos Lezama Lima, Seas de identidad es la
mxima aportacin de la literatura en espaol a
la literatura internacional en 1966.
Para celebrar la aparicin de este libro, el ms
importante que sin duda ha producido ltimamente
la novela espaola, Mundo Nuevo ha conversado
con Goytisolo, intentado elucidar los problemas
ms hondos y entraables de una creacin que
ya est llegando a su plena madurez. O
Una disciplina de trabajo
ERM: Ante todo me gustara conocer tu propia
impresin sobre Seas de identidad, la novela que
has terminado hace poco y que ha publicado
ahora Joaqun Mortiz en Mxico.
JG: La primera impresin digamos fsica, es la
DESTRUCCION DE LA ESPAf:JA SAGRADA
de un ladrillo. Es decir, el libro tiene la forma
de un ladrillo, el peso de un ladrillo.
ERM: En qu sentido lo dices, por el nmero
de pginas o ms bien por el formato?
JG: Por el formato y las 485 pginas de letra
muy pequea, muy concentrada.
ERM: Supongo que a ti te impresiona tanto ese
objeto que has terminado de producir con la co-
laboracin de los impresores porque en general tus
libros son breves.
JG: S, y adems me acordaba que Louis-Ferdi-
nand Cline, a un joven que escribia novelas cor-
tas y que le pregunt su opinin sobre ellas, le
respondi: Lo que me gusta de sus libros es que
cuando se me caen de las manos no me hacen
dao en los pies... En el caso de mi novela, si se
cae de las manos del lector, le aplasta los pies.
ERM: Nunca corri ese riesgo en mi experiencia
con tu novela. Como la he leido en pruebas de
pgina mi cuidado mayor era, al contrario, que no
se me perdieran las pginas para lo cual salomni-
camente dividi la novela en dos partes, las puse
en sendos sobres e iba sacando hoja por hoja
para estar seguro de no saltearme ninguna. Esto
a su vez me trae el recuerdo del mtodo que
usaba Rudyard Kipling para leer un libro. En su
autobiografa cuenta que a medida que terminaba
una pgina la arrancaba y la tiraba a un rincn:
de ese modo cuando concluia el libro habia con-
cluido realmente con l, en ms de un sentido.
Pero vamos a ir a algo ms esencial que esa pri-
mera impresin fsica. Qu te has propuesto t
con esa ltima novela?
JG: Seria muy difcil decir lo que me he propues-
to porque una cosa es lo que uno se propone, otra
el resultado que consigue, otra lo que piensa el
lector que se propone el autor y otra an muy dis-
tinta el desequilibrio que hay entre el propsito
y el resultado. Creo que hay un juego de equvo-
cos en todo esto. Si tuviera que decir lo que me
he propuesto sera un poco difcil. Yo creo que
habra que partir de lo que he escrito hasta ahora
para llegar a lo que me propongo hacer en el fu-
turo. Esta es, tal vez, una obra que marca una
ruptura con lo que he hecho hasta ahora.
ERM: S, precisamente sa es tambin mi impre-
sin como lector. Vengo leyendo tus libros hace
bastante tiempo y tambin desde hace tiempo he
escrito sobre ellos. Mientras leia Seas de identi-
dad me ha parecido que hay evidentemente una
primera etapa muy clara en tu obra que es la de
los libros centrados principalmente en torno al te-
ma de una infancia y una adolescencia situadas en
la Espaa sacudida por la guerra civil y por la im-
plantacin del franquismo: esa etapa abraza, diga-
45
mas, casi todos tus libros hasta La resaca, del
ao 1958. Luego, a partir de ese momento, en tu
obra y sin que las preocupaciones iniciales desa-
parezcan (al contrario, siguen estando muy vivas)
hay un perodo en que t empiezas a enfrentarte
ms con la realidad total de Espaa y tambin
con la realidad de tus problemas como escritor
y de tu imaginacin como novelista. Hay un mo-
mento, a partir de Campos de Nijar, en donde tu
obra se vuelve ms objetiva, y en que t tomas
la realidad actual y el problema no slo ya de una
Espaa destruida. la Espaa de la niez y de la
adolescencia deshechas, sino de una Espaa tam-
bin a hacer. a construir, a reconstruir y a criticar
en una forma mucho ms honda. En esta segunda
etapa, me parece, t todavia no has ido al fondo
de tus propias preocupaciones como individuo y
como escritor. Por eso creo que es precisamente
a partir de Seas de identidad, a partir de la rup-
tura que significa sentarse durante varios aos a
escribir este libro (porque es evidente que este
libros te ha llevado tus aos escribirlo) que t
vuelves, asi con toda fuerza, a encararte con todos
tus problemas de escritor y todos tus problemas de
individuo. Por eso el libro no es slo grande de
tamao. Esa es mi visin de crtico, pero me gus-
taria que me dijeras lo que te parece a ti.
JG: En lneas generales estoy de acuerdo. Podria
sealar, si miro mi obra con cierta perspectiva,
por lo menos dos periodos, dos fases: la primera
que va de Juegos de manos a La resaca, como
t dices, y la segunda desde Para vivir aqui y
Campos de Njar hasta que empec Seas de iden-
tidad. En la primera etapa escrib una serie de
novelas con excesiva rapidez. Esas novelas, cuando
las leo ahora, me irritan soberanamente: son obras
con aciertos parciales, que rozan a veces proble-
mas interesantes, pero hay en todas ellas gran
improvisacin. Lo que ahora me llama ms la aten-
cin es su mala asimilacin de la tradicin literaria;
se advierte en ellas una serie de lecturas no dige-
ridas an, una cierta facilidad de imaginacin que
lleva a escribir conforme a determinados modelos
novelescos. Hay asimismo un gran apresuramiento
en la construccin de estas novelas que hace que
el edificio quede ms o menos bien pero que no
sea autntico. Y, sobre todo, un predominio. exce-
sivo de las influencias librescas sobre las expe-
riencias vitales.
ERM: Actuando ahor,a como abogado del diablo
con respecto a aquel jovencsimo Goytisolo que t
ya has dejado atrs, yo dira que esas novelas han
sido escritas casi contemporneamente a la vida
misma de los personajes: es decir, son novelas so-
bre adolescentes escritas por un casi adolescente.
T has escrito, creo, cinco de esas novelas en seis
46
aos, y adems a muy tierna edad, apenas cum-
plidos los veinte. Precisamente, en un artculo pa-
normico sobre todo este perodo de tu obra, que
publiqu en Marcha, de Montevideo, en 1959, yo
subrayaba que antes de los 30 aos t habas es-
crito prcticamente todo un ciclo novelesco, y que
por eso no haba que pedirle todava a la semi-
lla del peral, lo que es del peral mismo.
JG: S, esto es cierto: yo me di cuenta al con-
cluir La resaca de que segua un mal camino y
me tena que detener, que era preciso hacer mar-
cha atrs y examinar una serie de supuestos de
mi concepcin de la novela. Lo que he escrito."
despus, las obras de la segunda fase, si tuviese .
que definirlas de algn modo sera en trminos de
lucha contra mi facilidad. Buscaba entonces una
tcnica muy alejada de mi temperamento, una se-
quedad expresiva, un testimonio desnudo, un g-
nero intermedio entre la novela-testimonio y la
novela-reportaje, como una forma de combatir mi
facilidad y eliminar cuanto haba de libresco en
mis novelas. Fue una especie de cors o de malla
que me pona voluntariamente para combatir esta
tendencia m,a a introducir en mis libros hechos o
influencias literarias sin haberlos digerido del
todo. Esta segunda fase ha sido para m una es-
cuela de disciplina y as la he enfocado estos
aos, como un trampoln para algo ms intere-
sante.
ERM: Evidentemente, hay un cambio extraordi-
nario, y esto lo advierte cualquier lector, entre los
excesos de imaginacin de tus primeros libros,
sobre todo, por ejemplo, Duelo en el Paraso o
El Crco, con todas esas referencias a una litera-
tura en cierto sentido rica, recargada, sobreabun-
dante, y esa otra cosa as un poco asptica, de
dejar la novela reducida a los huesos y a un s i s ~
tema circulatorio muy preciso, que aparece en la
segunda etapa. Ahora te Preguntara si tambin..,
eso, esa reaccin aunque obedece, no dudo, a una
necesidad muy profunda de tu experiencia vital
como escritor, no o b ~ d e c e tambin a una cierta
influencia de otro tipo de literatura. Es decir, si
no hay tambin una escuela literaria o (tal vez
la palabra escuela sea excesiva) un movimiento
literario que te lleva tambin a eso, a esa desnu-
dez o descarnamiento, de las novelas de la segun-
da etapa.
JG: Desde luego las influencias existen siempre.
Ninguna obra se produce ex nihilo, de la nada.
Pero en cualquier caso, creo que el. factor decisi-
vo de este cambio de forma no fue, digamos, el
adscribirme a una escuela literaria behaviorista u
objetivista con tas que he tenido en efecto una
serie de coincidencias, sino ms bien una necesi-
dad que yo senta de poner un freno a mi facilidad
JUAN GOYTISOLO
narrativa, una lucha conmigo mismo, en fin, para
imponerme una disciplina de trabajo.
ERM: Efectivamente: porque creo que tu arte y
tu capacidad de novelar arrancan de cosas muy
profundas, es por lo que pienso que el cambio
viene motivado por lo que t dices y que. la coin-
cidencia con otras formas de escritura, con otras
formas de literatura o de narracin es consecuen-
cia de esto otro, y no al revs.
JG: Hay asmismo otro factor: en la primera eta-
pa expona una serie de preocupaciones que me
atormentaban o que me haban atormentado en la
niez o en la adolescencia, pero lo haca con un
desconocimiento bastante flagrante de la realidad
exterior, de lo que me rodeaba. Esto es: acertaba
en la exposicin de los problemas propios del
mundo adolescente, pero fracasaba en cambio en
la representacin del mundo adulto. En la segun-
da fase, por reaccin, intent eliminar en lo posi-
ble la exposicin de mis problemas subjetivos para
centrar la atencin en los del prjimo. Empec as
una etapa documental en la que me propuse ver,
viajar, recorrer una serie de zonas de Espaa, ha-
blar con gente muy distinta de m, para ponerme
en contacto con sus problemas y tratar de expo-
nerlos en mis libros. Todo en esta fase, fue pura
reaccin contra la primera.
ERM: La crtica ya te ha reprochado varias ve-
ces que hay cierto desequilibrio en todas las no-
velas de aquella primera poca entre lo que es,
digamos, la transcripcin literaria y recreada de
las experiencias de la infancia, de la adolescencia
o de una determinada clase social, y lo que es la
presentacin del resto del mundo. Como lector te
aseguro que yo me siento agarrado y comprometi-
do en muchos aspectos de tus primeras novelas y
tal vez ms que t ahora, porque la reaccin del
autor siempre es ms violenta contra una fase ya
dejada atrs que la del crtico. Y, sin embargo, al
mismo tiempo siento que si se sale de ese mundo
un poco onrico y fantasmagrico de la infancia, o
de una adolescencia muy perturbada por la crisis
espaola, los otros personajes y los otros temas
de esas novelas estn realmente vistos ms como
datos literarios que t incorporas al libro que como
experiencias vivas tuyas. Una cosa que te quera
preguntar, porque nunca lo he visto claro, es si t
ya conocas la obra de William Golding, Lord of
the Fles (El seor de las moscas), cuando escribis-
te Duelo en el paraso.
JG: No, pues, no la conoca. Creo que salieron
aproximadamente con dos o tres meses de dife-
rencia en Inglaterra y en Espaa. Recientemente,
en la revista Insula se public un artculo de Fer-
nando Daz Plaja hablando del paralelo existente
entre las dos novelas. A m tambin me sorprendi
DESTRUCCION DE LA ESPAIIA SAGRADA
cuando luego le Lord of the Flies: hay evidente-
mente una serie de coincidencias, aunque tambin
una serie de diferencias fundamentales. El anli-
sis de Fernando Daz Plaja me pareci muy intere-
sante porque demuestra cmo a veces se produce
simultneamente en lugares distintos una msma te-
mtica, una misma preocupacin. De todas las no-
velas de este perodo, Duelo en el paraso es la
mejor y la ms interesante. Me da gran tristeza ha-
berla escrito a los 23 aos porque si la hubiese
escrito diez aos despus hubiese hecho algo com-
pletamente distinto; hubiese aprovechado de ver-
dad todas las posibilidades del tema. En aquel mo-
mento mezcl una serie de vivencias reales con
otras excesivamente librescas, mal digeridas, mal
asimiladas. Por eso, hoy, al enfrentarme con Duelo
en el paraso no leo la obra en s; veo nicamente
su frustracin, la obra que hubiese podido ser.
y es tan enorme la diferencia entre una y otra que
me pongo de mal humor y prefiero no leerla.
ERM: T sabes que hay
que se pasan repintando sus cuadros: incluso hay
algunos que va a casa de los amigos 0e llevan'
propios cuadros para volVer a pintarlos. Lo
liferatura es bastante difci volver
a escribir una obra en el sentido de volver a reto-
carla o a cambiarla. Algunos autores como Henry
James lo han hecho y los resultados no siempre
son buenos. Ahora la pregunta que te hago: al-
guna vez has pensado seriamente en volver a es-
cribir Duelo en el Paraso?
JG: No, estoy excesivamente lejos de los proble-
mas que planteaba all; ahora hara algo completa-
mente dstinto. Si me volvese a preocupar el te-
ma ya no sera Duelo en el Paraso: lo escribira
de otra forma, tendra otro contexto. Adems, si los
pintores pueden ir a casa de los amigos a retocar
un cuadro, para m sera muy difcil recoger la
edicin, ejemplar por ejemplar y hacer una quema
inquisitorial en todas las bibliotecas de los amigos
e incluso de la gente que no conozco.
ERM: sabes que las comparaciones no se
pueden tomar nunca demasiado literalmente. El arte
de la pintura es un arte de creacin de originales J
en tanto que la literatura descansa en la multplica-
cin de cap:!.: por algo los ing eses aman co-
PaS a /los ejemplares de los libros.
La putrefaccin del idioma
ERM: Una de las cosas que tambin te ha repro-
chado la crtica, sobre todo en las obras de este
primer perodo, es un cierto descuido de lenguaje,'
unas ciertas durezas o asperezas estilsticas. ln-
47
cluso algn crtico serio y responsable como es
Eugenio de Nora, en su libro sobre la novela es-
paola contempornea vincula esas supuestas o
reales asperezas, no estilsticas si no sobre todo
de lenguaje, a tu origen vasco-cataln.
JG: Indudablemente en mis primeras obras hay
una serie de descuidos e incluso de errores y de
barbarismos. Ahora bien, creo que en Espaa hay
una tendencia excesiva hacia el purismo del idio-
ma, una tendencia que siempre he combatido.
Quiero dejar bien sentado gue una cosa son los
e.rrores involuntarios que comet en esta primera
poca y otra las violaciones deliberadas que lue-
uf
O
Dibujo de Federico Vils
EMIR RODRIGUEZ MONEGAL
El mundo de Jos Donoso
Un verdadero novelista no puede evitar ser un crea-
dor de mundo. Ese mundo puede ser vasto (como
el de Balzac o el de Dickens) y confundirse, en
las apariencias, con la realidad exterior haciendo
la competencia al estado civil, ocupndose de una
sociedad entera, reconstruyendo una poca y mul-
tiplicando as falazmente los simulacros humanos.
Pero tambin puede ser un mundo voluntariamente
coofinado ( como el de Flaubert o el de Hen!)'
James), un mundo estrTCtamente particular que slo
retieIa un asp,cto, casi siempre el mismo, de la
ralidad y que sin embrgo, a travs de ese nco
aspecto, casi maniticamente explorado, manifiesta
e ~ cifra el mundo entero 'A esta segunda raza de
novelistas pertenece sin la menor duda Jos Do-
noso.
El mundo que su obra crea es el de la vida fa-
miliar chilena en este centro del siglo que le ha
tocado vivir al narrador. Es un mundo en el que
siempre se da la misma experiencia repetida: el
salvaje descubrimiento de la violencia que yace
debajo de la superficie aparentemente convencio-
nal de una sociedad bastante estratificada y bur-
guesa. El narrador acota ese mundo en su contex-
to semifeudal, semiurbano con una lucidez cada
da ms aterradora. Es un mundo en que ricos y
pobres, las Dos Naciones de que hablaba Disraeli
en su famosa novela panfletaria, viven inextricable-
mente mezclados; un mundo en que las catego-
ras sociales, separables en el anlisis social y
econmico, no lo son en la esfera ms profunda
de las pasiones; un mundo en que la realidad su-
perficial de todos los das esconde y libera, de
tanto en tanto, los ms horribles monstruos de la
razn.
Naturalista y onrico, literal y simblico, tradicio-
nal y renovador, Jos Donoso ha creado' en tres
novelas y un puado de cuentos todo un mundo
que lleva indiscutiblemente su marca y que lo re-
presenta a l con la misma potenca con que el
universo ficticio de Clarice Lispector, de Juan Rulfo,
de Jos Lezama Lima o de Martnez Moreno re-
presenta a dichos singularsimos creadores. Ms
que fatigosas comparaciones con novelistas latino-
americanos de entonacin ms pica (comparacio-
nes en que hoy tanto abundan las gacetillas lite-
rarias chilenas) resulta til vincularlo con creado-
res como aquellos que ya han logrado transformar
su autobiografa en ficcin, sus obsesiones perso-
nales en mito, sus terrores y sueos lcidos en
realidad imaginaria, su universo interior en tierra
por la que circulan, libres y hechizadas, las criatu-
ras de su invencin.
Una carrera literaria
Entre el ao de 1960, en que Donoso publica un
volumen de cinco cuentos con el ttulo de uno de
ellos, El charleston (dos de los cinco ya haban
sido recogidos en un librito de 1956), y el ao de
1966, en que publica sucesivamente dos novelas,
El lugar sin limites, en Mxico (Joaqun Mortiz),
y Este Domingo, en Chile (Zig-Zag), adems de la
coleccin de Los mejores cuentos (tambin Zig-
Zag), Jos Donoso ha estado trabajando su narra-
tiva en silencio, un silencio slo interrumpido por
la publicacin peridica de articulas criticas, suma-
mente agudos, y por la leyenda de sus triunfos en
el extranjero. Son esos seis aos en los que su
nombre, proyectado metericamente en Chile a la
aparicin de su primera novela, Coronacin (1957),
comienza a ser reconocido y discutido en toda
Amrica Latina y obtiene, en 1962, el Premio de la
Fundacin William Faulkner para la mejor novela
chi!ena del ltimo quinquenio. Esos seis aos de
aparente silencio han servido para que Donoso
madure prodigiosamente como novelista y para que
emprenda una nueva obra, El obsceno pjaro de la
noche, que es sin duda su ms ambicioso proyecto
hasta la fecha.
No es intil, antes de repasar con algn detalle
su obra, marcar dos o tres aspectos de su carrera
literaria que han permitido a Donoso situarse en la
posicin casi nica que ocupa actualmente en la
novela chilena. Nacido en 1924, educado en un co-
legio ingls de Santiago (donde tuvo de condisc-
pulos a Carlos Fuentes y Luis Alberto Heiremans),
Donoso pertenece a esa generacin chilena del 50
que ha publicitado con tanto esfuerzo Enrique La-
fourcade y que realiza, en aquella nacin de Am-
rica Latina, una puesta al da completa de las le-
tras nacionales. Se produce hacia esa fecha en
todo el continente un acceso a la modernidad que
equivale a la registrada en el Modernismo por Ru-
bn Dara y sus secuaces, slo que ahora es sobre
todo la influencia masiva de las letras anglosajonas
la que determina esttioamente el nuevo rumbo li-
terario.
Ese cambio de influencias no es casual.
En la propia Francia es cada da ms evidente des-
de los aos veinte la influencia de la cultura an-
78
glosajona. Muchos de los escritores latinoamerica-
nos, que no han descubierto an el ingls, la reci-
ben, tal vez sin advertirlo del todo, via Pars y
con interesantes nombres franceses. Pero Donoso
(como Fuentes, como Cortzar, como Sorges) ha
recibido esa influencia directamente de sus or-
genes. Su dominio del ingls es impecable desde
la infancia, escribe en esa lengua sus primeros cuen-
tos, estudia dos aos en Princeton, ensea ingls
y literatura inglesa en Chile, actualmente vive en
los Estados Unidos, como escritor residente de la
Universidad de lowa.
Estos datos exteriores certifican la presencia de
una influencia perdurable. Al publioarse Corona-
cin, Donoso declar que dos de sus escritores
favoritos eran Dickens y Henry James. No es di-
fici! encontrar la huella de ambos en esa construc-
cin grotesca, entre pattica y vulgar, que es su
primera novela. De Great Expectations, del novelis-
ta victoriano, ha tomado Donoso no slo ciertos
rasgos de humor y el personaje de la gran vieja
loca, sino tambin el nombre de la muchachita de
la que se enamora el protagonista (Estela, en am-
bos libros) y que en buena medida ocupa con res-
pecto a l una situacin emocionante equivalente.
Como la Estela de Dickens, la de Donoso es una
tentacin que pone la vieja al alcance del protago-
nista. De James, de esa laberintica novela que se
llama The Spoils of Poynton, ha tomado Donoso
el smbolo de la casa como imagen del ser mater-
no, y tambin de James ha tomado el narrador
chileno alguna de esas viejas a la vez espantables
e intiles, como el espantapjaros de The Aspern
Papers. Si ahora detallo estas influencias, que el
autor mismo se ha encargado de subrayar, no es
para disminuir a Donoso ni a la novela que le dio
fama, sino para situar en su contexto ms exacto
esta filiacin literaria que se reconoce en l como
en tantos otros importantes narradores de la Am-
rica Latina de hoy.
La paradoja que subyace esta evidencia es sin
embargo muy grande. Marcado desde la infancia
por la influencia de la lengua y de la literatura an-
glosajonas, Donoso es chilensimo y su mundo,
en los niveles ms superficiales, es casi costum-
brista.
La crnica familiar
Al margen de las influencias literarias, es eviden-
te que Coronacin puede considerarse como el
primer volante de un trptico que tiene como tema
visible la decadencia de la familia chilena y apa-
rece ilustrado en tres novelas diferentes que pue-
den considerarse como variaciones sobre un mis-
EMIR RODRIGUEZ MONEGAL
mo tema. En la ms ambiciosa de las tres, en esa
Coronacin que abre el trptico, se echan las bases
de la crnioa familiar. Aqu, Misi Elisa Grey de
Abalos resulta el smbolo del tronco familiar de
una familia que ha ido perdiendo terreno en la
sociedad chilena y est reducida a esa vieja, loca
y moribunda, que vive encerrada en una casa de-
crpita (smbolo de la familia y de ella misma), y a
un nieto cincuentn, Andrs Abalos, que represen-
ta la otra cara de la misma decadencia: el debili-
tamiento de las energas vitales masculinas, la
abulia, la sangre adelgazada hasta la inercia.
Ese mundo de ruina burguesa (los Abalos fueron
alguien en la sociedad chilena, eran miembros de
la oligarqua, hubo hombres que llevaron el ape-
llido a su culminacin), esa decrepitud es slo una
de las dos caras de la moneda que ofrece Donoso
en Coronacin. Contrapuntstioamente, ese mundo
est mostrado no slo desde el punto de vista de
la vieja y su nieto, sino tambin desde el punto
de vista de la servidumbre que rodea y hasta cier-
to punto domina a ambos. Hay dos viejas sirvientas,
Rosario y Lourdes, que representan tambin una
suerte de prolongacin decadente del mundo bur-
gus y que sern las encargadas de coronar a la
vieja, en una escena de calculado y terrible de-
lirio simblico, y hay una joven sirvienta, Estela,
una muchacha del campo, que Andrs Abalos, co-
dicia en un ltimo espasmo de su dudosa virilidad.
Pero si las viejas sirvientas estn tan comprome-
tidas en la ruina y decadencia de la casa, la joven
no lo est y busca y encuentra una salida entre-
gndose a Mario, un muchacho que es repartidor
de un almacn vecino. Con este personaje mascu-
lino y su familia entra en la novela toda una por-
cin del lumpen chileno. Hay que decir desde aho-
ra que esta es la zona menos convincente de la
obra. Si Donoso puede apelar a su propia expe-
riencia para reconstruir la decadencia de la oli-
garquia o el mundo semifeudal de las sirvientas,
de nada le sirve su observacin exterior para re-
construir la realidad de las poblaciones margi-
nales. En su descargo hay que apuntar que no es
el nico de los narradores latinoamericanos que
ha fracasado en este intento. Se podra hacer una
larga y honrosa lista. Ms vale utilizar el proce-
dimiento inverso y afirmar que con excepciones tan
notables como la de Manuel Rojas en Hijo de la-
drn, el lumpen es estticamente inexistente en las
letras latinoamericanas. Para encontrarlo hay que
ir a los libros, admirables y terribles, de Oscar
Lewis sobre Mxico y Puerto Rico.
Pero lo que ahora importa sealar es que en
Coronacin ya aparece uno de los temas centra-
les de lo que ser, ms adelante, la entraa de
Este domingo: la vinculacin existencial que hay
EL MUNDO DE JaSE DONOSO
entre el mundo emocional de la oligarqua y el de
las clases pobres. En esta primera novela, el tema
slo aparece esbozado. Ser la vieja loca la que
descubra antes que nadie que el nieto codicia a
la joven sirvienta. Andrs haba visto las palmas
rosadas de las manos morenas de Estela y ha-
ba sentido primero una repugnancia, como ante
un espectculo obsceno. Pero misi Elisa ve ms
y mejor. Descubre en esa repugnancia la atrac-
cin sexual y en su locura, se la grita al nieto
y a la muchacha. Ms tarde, Andrs habr de re-
conocer la verdad de eso que al principio tom
como otra prueba ms del abismo de locura y
obscenidad en que ha cado su abuela. Terminar
por reconocer en l la codicia sexual soterrada por
los aos.
Aqu alcanza Donoso uno de los temas ms im-
portantes de su mundo novelesco: la develacin de
esas pasiones que se ocultan debajo de la impe-
cable superficie de las convenciones burguesas.
Pero en Coronacin el tema aparece presentado,
mostrado, explicado. Hay poca o muy poca capaci-
dad de explotarlo alusivamente. Todo est all, en
esa primera novela, pero todo est como a tare. Es
decir: todo est entrevisto por el autor sin que le
sea posible al mismo tiempo encontrar la forma
de desarrollarlo poticamente. De ah que Corona-
cin abuse de las motivaciones exteriores del con-
flicto y caiga en lo grotesco, para culminar en una
absurda y doble escena teatral en que Estela trata
de ayudar a Mario y a su hermano que quieren
robar Ia platera de la casa (otro smbolo de ese
poder intil de la oligarqua decadente), mientras
Misi Elisa se despea en la muerte, objeto mano-
seado por el culto tambin intil de las dos cria-
das, y Andrs se deja deslizar a la locura. La cr-
nica familiar degenera en melodrama social.
Varios puntos de vista
En las dos novelas que completan este trptico
imaginario, Donoso vuelve al tema pero con una
mayor profundidad y economa de recursos. Ante
todo, porque ninguna de las dos se propone cu-
brir un campo tan vasto como el de Coronacin.
Tanto El lugar sin lmites como Este domingo con-
centran la accin y concentran sobre todo el punto
de vista. Salvo pequeas excepciones todo est
mostrado en ambas novelas desde los personajes
centrales y no hay (como en Coronacin) el peli-
groso propsito de identificarse con personajes del
lumpen. Cuando el autor mira desde dentro de un
personaje, se trata casi siempre de un personaje
con el que puede identificarse real o emocional-
mente. En El lugar sin lmites (la primera y la ms
79
breve de las dos ltimas novelas) Donoso presen-
ta una accin simple que tiene en realidad dos
tiempos. En el presente se cuenta cmo Pancho
Vega viene a cumplir su amenaza de violar tanto a
la Japonesita (virgen y patrona de un burdel de
pueblo) como a su padre, un marica que llaman
la Manuela. La accin no sale de ese pueblo de-
crpito y casi no sale de esos tres personajes.
aunque en realidad hay un cuarto que es el que
con su presencia o ausencia explica profundamen-
te toda la situacin. Es don Alejo Cruz, propietario
de los fundos de los alrededores y verdadero due-
o del pueblo y de sus habitantes. En un tiempo
anterior al presente de la novela, ha sido don
Alejo el que forz, en una noche de orga, a la
Manuela a acostarse con la madre de la Japone-
sita y engendrar esa hija tan perversamente naci-
da. Ahora, en el presente, es tambin don Alejo
(el verdadero Dios de esta historia, el dador de
vida y de muerte) el que busca liquidar el pueblo
para recuperar sus tierras y convertirlas nuevamen-
te en vias, el que acecha a la Japonesita, a la
Manuela, al propio Pancho Vega, el que suelta al
final los perros feroces que tal vez maten a la
Manuela. El hombre, el padre, es tambin un Sa-
turno que devora a sus miserables hijos.
Pero no es de esta zona de la novela que quiero
hablar aqu sino de la otra, la que prolonga en
distinto ambiente y temperatura la crnica familiar
iniciada en Coronacin. Desde este punto de vista,
El lugar sin lmites es como una versin exagera-
da, agria, de la primera novela. El mundo familiar
est totalmente desintegrado por la visin grotes-
ca. El hogar, la casa, es un burdel. La muchacha
es virgen pero es tambin una puta frgida; el pa-
dre es un pattico marica que piensa y viste como
mujer; y esa otra figura paterna, don Alejo, que es-
taba conspicuamente ausente en Coronacin, es
aqu una de las fuerzas destructoras. La crnica
familiar, s, pero convertida en una caricatura te-
rrible.
Desde este punto de vista, Este domingo devuel-
ve al lector al mundo ms convencional de Coro-
nacin y hasta ciertos aspectos de la nueva nove-
la parecen acentuar an ms el aspecto crnica,
el aspecto costumbrista. De ah que no sea extrao
que los ms apresurados de sus crticos slo
hayan visto en Este domingo la reduccin del mbi-
to de Coronacin, como si se tratara de una se-
gunda parte pero ms simple, menos ambiciosa,
de la misma obra. En apariencia es as, y sera
muy fcil demostrar que con esta novela Donoso
vuelve a recorrer el camino ya andado con su pri-
mera. Otra vez toda la accin gira en torno de
una familia; hay una abuela dominante que se con-
funde simblicamente con la casa; hay una rela-
80
clan casi incestuosa pero no sexual entre esa
abuela y un hombre de la familia, en este caso
el marido. Tambin como en Coronacin la vida
del grupo oligrquico aparece inextricablemente
mezclada cgn la del grupo de sirvientes o depen-
dientes. Ls pasiones atraviesan aqu, una vez
ms, las barreras de las clases.
Es claro que no conviene extremar los paralelos.
En realidad, Este domingo posee una estructura
que es a la vez ms simple y ms compleja que
la de Coronacin. En la superficie es ms simple
porque no ambiciona, como la novela anterior, cu-
brir todo el campo social y dar cabalmente el
lumpen que aqu aparece slo vislumbrado y en
una suerte de culminacin pesadillesca. Pero si
bien Donoso ahora se reduce lo hace para profun-
dizar. De modo que lo que se pierde en amplitud,
se gana en intensidad. La novela, por otra parte,
se sita en dos planos narrativos ntidamente se-
parados y que permiten un valioso contrapunto. La
perspectiva es doble: en un plano, la accin est
presentada (en tres captulos que aparecen impre-
sos en letra cursiva) desde el punto de vista de
uno de los nietos. Es el mundo de la infancia para
el que cada domingo significa la culminacin del
fin de semana en casa de la abuela. Desde la pers-
pectiva del annimo narrador (uno de los nietos) la
abuela es una vieja que los recoge en su amplio
y maternal regazo, que participa de sus juegos,
que es un ser a la vez cotidiano y fabuloso. Nada
saben ellos de su verdadera vida, de sus frustra-
ciones, de sus pasiones contenidas. Para los nios
nunca ocurre nada si ellos no lo inventan. Pasan,
aparentemente inmunes, por la tragedia de los
mayores, concentrados en sus creaciones imagina-
rias. Es el suyo el mundo gratuito por excelencia:
el mundo irresponsable de la infancia burguesa.
Pero en otro nivel de la novela (el de los dos ca-
ptulos ms largos que presentan la accin direc-
tamente, a travs de la impersonal tercera persona
de la narracin convencional), la historia de los
mayores cuenta una cosa muy distinta: la abuela,
Josefina Rosas de Vives, a quien llaman la Chepa,
es una mujer cincuentona que ha encontrado entre
sus pobres a Maya, un hombre joven al que se
siente atrada incestuosamente; el abuelo, Alvaro
Vives, es un hombre que ya siente el aletazo
del cncer y que evoca retrospectivamente una
aventura que tuvo con la Violeta, sirvienta de su
casa. Tanto el abuelo como la abuela slo cono-
cen la pasin a travs del contacto emocional con
personas de la clase pobre. Para perfeccionar la
simetra, Donoso hace que el joven que la Chepa
protege vaya a vivir a casa de la sirvienta, ya vie-
ja, y tenga con ella una consumacin sexual de la
pasin que arde intil en la abuela. A travs de
EMIR RODRIGUEZ MONEGAL
la Violeta se enlazan indisolublemente las dos pa-
rejas, ya que ella ha sido amante de don Alvaro y
ahora lo es de Maya. La unin queda incluso sim-
bolizada por el crimen: Maya, que es un psicpata
y cae en unos trances que l mismo llama la
mano negra", termina matando a esa mujer. La
sangre derramada une para siempre a los cuatro
personajes.
Estos dos niveles de la accin permiten a Do-
noso oponer los distintos planos sociales y enri-
quecer de comentarios no explcitos esa situacin
que en el resumen tal vez peque de excesivamente
esquemtica. Sera posible llevar un poco ms le-
jos el examen de la novela y advertir que toda ella
est centrada en un tema: esa maternidad de la
Chepa, que su marido compara varias veces con
la de una perra parida, se manifiesta en varios
planos: con los nietos, sin duda, pero sobre todo
con ese muchacho que ella protege y al que ter-
mina amando. Pero en un ltimo plano atroz, esa
misma maternidad incestuosa culmina cuando la
Chepa, en su delirio de amor, va a una poblacin
oallampa en busca de Maya y es acosada por los
nios pobres, los nios tahures, los nios conver-
tidos por la miseria en perros de presa. Entonces,
esta mujer que era toda maternidad tiene una re-
belda y se levanta contra los juegos ilegtimos
de estos nios pobres, juegos que la tienen a ella
de centro y de vctima. Es fcil comprender que
en el plano de la accin simblica que disimula la
novela, esos juegos de los nios pobres equivalen
a los juegos (por el autor calificados de legtimos)
que tenan con ella sus nietos. El fabuloso entierro
de Mariola Roncafort, personaje imaginado por los
nietos, encuentra su equilibrio en la grotesca per-
secucin de la Chepa por los nios desposedos
y rapaces de la poblacin callampa.
Por este camino, Donoso recupera en Este do-
mingo algunos de los temas de Coronacin. Pero
esta lectura de la novela no agota por cierto sus
mltiples significados.
La crueldad desnuda
El ltimo cuento que recoge I'a seleccin de Zig-
Zag (Los mejores cuentos) puede facilitar una cla-
ve importante para llegar a una lectura ms pro-
funda de la obra de Donoso. Se titul,a Santelices"
y es de 1962. En la superficie cuenta la historia de
un hombre ms bien tmido y mediocre, que vive
en un cuarto de pensin y trabaja en una oficina, y
cuya nica p'asin es coleccionar fotografas de ani-
males salvajes. Una visita al zoolgico no satisface
del todo sus ansias. Sediento, buscaba escenas
feroces, donde la actualidad de las fauces humean-
poema
de 00-
EL MUNDO DE JaSE DONOSO
tes, estuviera teida an con el ardor de la sangre,
o en las que el peso del animal dejara caer toda
su brutalidad sobre la vctima espantada. El pe-
cho de Santelices palpitaba junto con la vctima y
para salvarse del pnico pegaba sus ojos al agre-
sor para identificarse con l."
Para aliviar sus tensiones, Santelices se concede
la libertad de poner con tachuelas sobre las pare-
des de su peza de pensin las fotografas de l'ls
fieras. "Permaneci largo rato tendido en la cama
con la luz velada, ms que mirndolos, sintindo-
los aduearse de su pieza. Se liberaron rumores
peligrosos que podan no ser ms que una pata
en un charco, una rama quebrada o el repentino
erguirse de orejas puntiagudas. Acudieron cuer-
pos de un andar perfecto, guios de ojos que
al oscurecer fulguraban hasta quemar, olores, bo-
canadas de aire usado en pulmones poderosos,
presencias, roces, calor de piel extendida sobre
la elegancia de msculos precsos, toda una ener-
vante ncitacin a participar en una vida candente,
a exponerse a ser fauce y sangre, vctima y agre-
sor."
Como Baudelaire en aquel famoso
("L'hautontimoroumnos,,), el protagonista
naso podra decir:
Je suis la pfaie et fe couteau!
Je suis /e soufflet et fa joue!
Je suis fes membres et fa raue,
Et fa victime et le bourreau!
El final de la historia es que Santelices no con-
sigue siquiera tener la satisfaccin vicaria de dejar
sus fieras sobre la pared. La duea de la pensin,
Bertita, una virgen marchita que lo ofende con su
obscenidad femenina, lo fuerza a sacar I'as foto-
grafas de las paredes. El nico recurso que le
queda a Santelices es entretenerse en contemplar,
desde la alta vent'lna de su oficina, a una mucha-
cha que juega all abajo en un jardn con sus
gatos. Poco a poco, Santelices se convence que,
de noche, el jardn (el paraso o el infierno terre-
nal) se puebla de fieras. Una noche acude a su
oficina con unos anteojos de larga vista; los enfo-
ca sobre el jardn, ve poblada la selva que anhela,
se asoma 'l la ventana, acaba arrojndose por ella,
al corazn mismo de ese mundo de fieras.
En ese cuento se puede ver, condensado, el
tema de toda la obra de Donoso. Ese tema es la
sbita liberacin de la violencia, la fier'l que est
dormida dentro de cada uno y que despierta para
saltar hacia afuera, la crueldad desnuda. Cada uno
de sus cuentos, cada una de sus novelas, es una
variacin sobre ese nico tema. Para verificarlo
bastar con volver rpidamente sobre las tres no-
velas.
81
El diseo del tapiz
S desde el punto de vista superficial las novelas
de Donoso parecen reflejar simplemente una rea-
lidad familiar, una crnica de costumbres (anda
por ah un crtico que hasta habla de incantadoras
crnicas), para una lectura ms honda el mundo
que encubr8n esas ficciones es un mbito de vio-
lencia, de pesadilla, de terror. En la primera no-
vela, en Coronacin, la entonacin fuertemente gui-
olesca de ciertos episodios estaba contrapesada
por el humor, la irona y hasta el distanciamiento
que tomaba muchas veces Donoso. En las dos no-
velas posteriores, ese distanciamiento no es tan
visible pero suele disimularse tras la mscara de
un humor macabro (como en El fugar sin /imites)
o de una ternura evocatva (como en Este domin-
go). Pero ya sea la irona, o el humor o la ter-
nura, los recursos estilstcos y emotivos de que
se vale Donoso no consguen dismul'ar la natura-
leza terrible de las stuacones que sus novelas
presentan.
Tanto la sacrlega coronacin de Misi Elisa,
como la brutalidad con que Pancho Vega y su
cuado Octavio castigan y manosean a la Manue-
la, como la degradacin de la Chepa en Este do-
mingo, son slo ejemplos de esa violencia sote-
rrada que estalla de pronto y arrasa con las con-
venciones sociales, con las convenciones afectivas,
hasta con las convenciones sexuales. Hay un mo-
mento en que la violencia desgarra la piel del
mundo y la fiera salta. Ese momento llega para la
vieja de Coronacin cuando toda su sexualidad re-
primida de mujer oligrquica, casta y frgida 'l la
fuerza ("Los hombres son todos unos cochinos"
es no slo su lema, sino el de toda su clase), se
convierte en obscenidad maligna: la curiosidad con
que registra y diagnostica el deseo que despiert'l
en su nieto la sirvientita. Pero tambin dentro de
Andrs salta la fiera, al descubrir en su vida es-
tril de soltern el ramalazo del deseo. En El fu-
gar sin lmites (cuyo titulo proviene de Christopher
Marlowe y designa el infierno) la violencia subya-
cente es ms clara y est ms a la vista, como
est ms a la vista el perverso origen sexual de
esa violencia. Al atreverse a presentar a un traves-
ti, un marica que se viste de espaola y que ha-
bla como si fuera una mujer, devela el autor chi-
leno una de las races de esa volenca soterrada.
Porque lo ms abismal de ese infierno sobre el
que vuelca sus miradas esta novela no es la exis-
tencia aislada de la pobre Manuela, sino el hecho
de que ese guiapo despierte realmente en los
hombres que se le acercan una turbia sensualidad,
una sexualidad que al negarse se convierte en la
ms cruel violencia. Tambin en Este domingo el
-
82
contraste entre los juegos, totalmente metafricos,
de los nios ricos (los juegos legtimos) con los
juegos peligrosos de los pobres marca precisamen-
te la diferencia entre un mundo de violencia pura-
mente simblica y un mundo de violencia total-
mente real.
Pero si bien es fcil verificar esa constante de
un tema y de un motivo en la obra narrativa de
Donoso (sera asimismo fcil mostrar la misma te-
mtica en los catorce cuentos
recogidos en volumen), ya no es tan fcil sealar
por qu ese tema y por qu esa motivacin subya-
cen este mundo a la vez familiar e infernal. Una
hiptesis puede adelantarse, hiptesis que tiene
sobre todo el valor de un instrumento de trabajo
analtico ya que requera un estudio mucho ms
pormenorizado de toda la obra del que se puede
realizar aqu. Esa hiptesis tiene en cuenta no slo
la constancia del tema de la violencia que irrumpe
destrozando la superficie del mundo familiar sino
esa doble naturaleza, algo ambigua, del mismo
mundo familiar. Es siempre un mundo que se basa,
por un lado, en una mujer, una madre o una abuela,
frustrada sexual mente o ya demasiado vieja para
que esa frustracin importe en un plano inmediato,
y, por otro lado, se basa en las relaciones franca-
mente incestuosas de esa mujer con un hombre
de su familia o un hombre ms joven. No es ne-
cesario ser un devoto del Dr. Freud para reconocer
ac la situacin edpica bsica de la sociedad bur-
guesa. En Coronacin hay una abuela nonagenaria
y un nieto cincuentn; la violencia estalla indirec-
tamente por la presencia de una muchacha que
la abuela arroja (metafricamente) sobre el nieto
y que lo enciende de deseo frustrado, revelando la
fiera que dormita en l. Es muy caracterstico, por
eso mismo, que en dich'a novela est ausente toda
figura paterna. (Aunque sta aparece en el raccon-
to, no decide la accin principaL) En Este domingo
la situacin edpica es mltiple, porque la Chepa
es abuela de sus nietos legtimos al mismo tiempo
que es abuela simblica de esos nios pobres que
ella protege con cristiana caridad y que casi la
matan al final; pero en otro nivel, la Chepa mantie-
ne una relacin muerta con su marido al tiempo
que se enamora de un hombre ms joven que tie-
ne hacia ella los sentimientos ms incestuosos po-
sibles. Tampoco es casual que Maya haya sido
abandonado de nio por su madre y que frente
a la Chepa mantenga una actitud de sumisin, no
slo servil sino filial, al mismo tiempo que la de-
safa, la insulta y hasta la veja. Cuando el mucha-
cho tiene relaciones con la Violeta, a la que ter-
mina asesinando, esa posesin y ese crimen son
simblicos. La Violeta est aqu en lugar de la
Chepa.
EMIR RODRIGUEZ MONEGAL
La situacin es ms compleja en El lugar sin /i-
mites porque a diferencia de las otras dos novelas
en ella hay dos personajes masculinos fuertes: don
Alejo, que es una figura paterna, y Pancho Vega
que se enfrenta al primero en un acto de parrici-
dio simblico. O tal vez no tan simblico porque
don Alejo ha sembrado de hijos los alrededores y
quin sabe si Pancho no es tambin hijo suyo.
Pero esto aqui no importa. Lo sea o no, Pancho
se comporta como hijo que viene a arrebatar el
poder a don Alejo. La situacin del viejo en el
pueblo es la de un Dios destructor. Slo Octavio
(que viene de fuera) es capaz de enfrentarlo sin
temor alguno. Los dems se someten a sus deseos
y hasta existen slo por decisin suya. La clave
de este poder est en los dos captulos de racconti
en que se cuenta cmo por una apuesta de la Ja-
ponesa con don Alejo, la Manuela engendra en
ella una hija, la Japonesita. Ac queda en claro
ese complejo papel de Dios creador y destructor
que tiene don Alejo. Por eso mismo, la situacin
edpica se pone ms completamente al desnudo
cuando Pancho Vega viene a forzar a la Japone-
sita (y de paso a la Manuela), como una forma
evidente de su desafo a la autoridad de don Alejo.
El travesti hasta en los nombres
Es claro que la Manuela introduce un elemento
a primera vista inesperado en la economa edpica
de El lugar sin /imites. Por eso mismo, conviene
examinar el tema con ms amplitud. Aparece aqu
un hombre que se comporta obviamente como una
mujer, un padre que es a la vez una madre, un
ser ambiguo y ambivalente. En las otras novelas
de Donoso no hay, a primera vista, nada similar.
Pero una segunda mirada revela otras cosas. Qu
son, al fin y al cabo, los protagonistas masculinos
de Coronacin y de Este domingo, sino dos proto-
tipos enmascarados de la Manuela? Lo que en el
nieto cincuentn es mostrado como una apata, s-
bitamente cortada por el ramalazo de deseo que
despierta la sirvientita, puede interpretarse tam-
bin en otra clave. Hay un episodio, bastante equi-
voco, en que el protagonista se siente tentado de
acercarse a pedir fuego a unos camioneros, y que
a la luz de El lugar sin /imites adquiere otro senti-
do. Del mismo modo, el abuelo de Este domingo
tampoco es un prototipo de virilidad. Es cierto
que en su adolescencia tuvo una gozosa aventura
carnal con la Violeta pero tambin es cierto que ese
episodio (uno de los ms hermosos del libro) est
marcado por su pasividad, por un dejarse hacer
estremecido de muchacho frente a la decisin y
la sabidura de la Violeta, que es unos aos mayor
EL MUNDO DE JaSE DONOSO
y ya sabe de qu se trata. Incluso, las reacciones
del abuelo frente a Maya son bastante equvocas.
Aunque lo echa de su casa y hasta no tiene em-
pacho en denunciar con crudas palabras a su mu-
jer la naturaleza de la pasin que ella siente por
el muchacho, sus reacciones instntivas frente a l
aportan algunos sgnos que revelan una perturba-
cin singular: Maya tiene un grueso lunar sobre
el labio y ese lunar se convierte de alguna manera
en un centro de obsesin para don Alvaro. No
hay que olvidar, adems, que los nietos lo llama-
ban la Mueca porque era muy blanco, muy blan-
co, como de porcelana envejecida y tenamos la
teora [dce el narrador] que se echaba polvos.
La ambigedad de este apodo encuentra su equi-
valente en el mismo nombre de Maya, la ms bella
de las ninfas de la mitologa griega y que en la
novela srve para desgnar no a una mujer sino a
un hombre. El travest de la Manuela aparece aqu,
es cierto, slo en los nombres.
Por eso no me parece excesivo afirmar que de
algn modo, la Manuela significa la culminacin de
estos personajes equvocos y torturados. Como los
protagonistas de Oscar Wilde que siempre tendan
a llevar una doble vida (aunque ambas fueran ino-
centes a la luz de la censura victoriana), estos per-
sonajes de las dos ltimas novelas de Jos Donoso
tambin parecen estar ocultando siempre otra for-
ma de vida, de ser, que es ms autntica, ms
abismal mente, suya. En la Manuela esa otra forma
aparece al desnudo. O mejor dicho: asume el as-
pecto, a la vez grotesco y pattico, del travest. En
un cierto nivel, no slo la Manuela disfraza su sexo.
Todos los personajes lo hacen. Incluso los que es-
tn heterosexual mente definidos revelan al anlisis
una naturaleza ambigua. Esas mujeres, abuelas te-
rrorficas o tiernas y amamantadoras, que pueblan
las novelas tienen una energa sexual detenida y que
se ha canalizado incestuosamente. En los hombres,
el complejo edpico reduce la virilidad o la canali-
za hacia las formas ms brutales. Si Andrs Aba-
los y don Alvaro estn como castrados y sufren
tentaciones homosexuales, don Alejo y Pancho Ve-
ga, o Mario y Maya, usan su virilidad para des-
truir, para castigar, para matar. El travesti, real o
simblico, es la clave secreta de este mundo in-
fernal.
Las races emocionales de la violencia profunda
que se apuntaban ms arriba aparecen ahora ms
claras. Atrados y repelidos a la vez por una si-
tuacin que los desborda, encerrados en el crcu-
lo edpico, horriblemente tentados por una situa-
cin incestuosa o reaccionando violentamente con-
tra ella por expedientes no siempre perversos, los
personajes de Donoso viven sometidos a presiones
tales que slo pueden escapar de ellas por la vio-
83
lencia. En esa violencia suelen ser sobre todo las
vctimas. En Coronacin la violencia interior que
sufre don Andrs lo lleva a la locura, en tanto que
la abuela muere en una grotesca ceremonia. En
Este domingo, don Alvaro es devorado por un cn-
cer mientras su mujer se sume en la senilidad.
En El lugar sin lmites, cuando todas las msca-
ras han cado, es la violencia sexual que se ejerce
finalmente sobre la Manuela que revela todo. In-
cluso queda en el aire del relato una ltima posibi-
lidad de violacin: la violencia de las fauces de los
perros que ha soltado don Alejo contra Pancho
Vega y que quiz acaben por devorarse a la Ma-
nuela, la que sera doblemente violada y precisa-
mente por los dos hombres que en la novela re-
presentan una virilidad indiscutida.
En el mundo burgus que presenta con tan ate-
rradora visin este novelista chileno la violencia
desnuda es la sexualidad. O dicho al revs) y con
mayor precisin: aceptar la sexualidad equivale
a aceptar la violencia desnuda. De ah que esa
crnica familiar de la decadencia de una oligarqua
y la turbia ascensin de otras clases que parece
ser, a la mirada superficial, el tema de las novelas
de Donoso, resulte ser en definitiva la crnica se-
xual de una decadencia, de una corrupcin, de una
pasin pervertida en sus orgenes mismos. En uno
de sus mejores cuentos, tal vez el mejor que haya
escrito, y que se titula Ana Mara.. , ha dejado
Donoso una clave para comprender bien esta otra
crnica. Cuenta all la historia de un viejo cuida-
dor de una obra que suele sentarse a medioda a
comer junto al tejido de alambre de un jardn bur-
gus. Una niita, descuidada por sus padres que
prefieren hacerse el amor a la hora de la siesta,
viene a espiarlo y poco a poco se va uniendo al
viejo por lo que es un amor incandescente. El vie-
jo queda hechizado por los ojos de la niita, se
siente hundir en su decrepitud, se entrega a una
relacin que otros slo vern como corrompida,
y termina aceptando huir con la niita. El final del
cuento, en su economa, en su ambigedad, en su
riqueza, ilustra admirablemente este aspecto cen-
tral del arte de Donoso:
Ana Mara corri a travs del jardn, salt, vol
ms bien, por encima de la acequia, exponindose
a los medallones de luz flotante que caan a travs
del boscaje diluyndolo todo. El viejo la aguardaba
junto al alambrado. La nia le dijo:
Upa, upa.....
El viejo la levant, depositndola a su lado.
Temblaba un poco porque era muy viejo y saba
lo que iba a suceder, y no saba tantas cosas. Ana
Mara se sent en el suelo a su lado y sac los
zap'atos de la bolsa. Rog al hombre:
Tatos. Pon paUtas.....
84
El vieJo se arrodill para calzarla con manos
torpes. Luego se pusieron de pie bajo el sauce, el
anciano encorvado y oscuro junto a la niita con
la bolsa al brazo. El la mir, como si esperara algo.
Entonces Ana Mara le sonri como en los mejores
tiempos, desde lo hondo de sus ojos fosforecentes
y azules:
Mi am, le dijo:
Y tomando al viejo de la mano lo hizo caminar
fuera de la sombra del sauce, al calor brutal del
medioda de verano. Lo iba guiando, llevndoselo,
y le deca:
Mamos..., mamos....
EI viejo la sigui.
Hasta cierto punto, Ana Mara sintetiza la si-
tuacin bsica de la pareja, tal como la ve Donoso:
la nia (de tres aos) es como una imposible Eva
que arrastra al viejo Adn (ya decrpito y totalmen-
te pasivo) fuera de la sombra de ese sauce, lejos
del paraso de la inocencia al que no volvern ja-
ms. Otros cuentos, otras novelas mostrarn va-
riantes de esa situacin bsica. El viejo no ser
tan viejo ni la nia tan nia en Coronacin; en
Este domingo, los papeles estarn invertidos y ser
la abuela la que se vea arrastrada fuera del para-
so por un muchacho de equvoco nombre; en El
lugar sin lmites el travesti agregar otras msca-
ras a la situacin y revelar nuevas profundidades
del mismo tema. Pero en todas las novelas y en
todos los cuentos, el tema que subyace es la pr-
dida del paraso, la corrupcin de la inocencia, la
violencia que termina engendrando la sexualidad.
Los viejos mitos de la Biblia, los viejos mitos que
ha cultivado y desarrollado la sociedad burguesa,
siguen alimentando hondamente esta crnica ya no
simplemente familiar y costumbrista.
Un lenguaje de smbolos
La casa como smbolo de la madre, el disfraz de
la Manuela como imagen de la ambigedad sexual,
el jardn como paraso. Habra que volver a exami-
nar las novelas y los cuentos para ir relevando to-
das estas imgenes, y otras, que permiten descu-
brir el verdadero mundo interior de estas narracio-
nes. Habra que volver a recorrer el camino, des-
andarlo, para mostrar todas las veces que Donoso
se vale de ciertas imgenes para sugerir este pro-
fundo mundo subterrneo de las obsesiones, las
culpas, los complejos, los terrores.
Uno de los smbolos ms explcitos, y por lo tan-
ta ms fciles de sealar, es el chal rosado que
aparece en Coronacin como regalo de cumplea-
os que don Andrs hace a su abuela y que sta,
en un golpe de obscena lucidez, califica de chal
EMIR RODRIGUEZ MONEGAL
de puta y regala a Estela. Ese chal rosado reapa-
rece convertido en camisn (en Santelices, por
ejemplo) y es tambin prenda de la Manuela en
El lugar sin lmites. Sobre el cuerpo de Estela, o
sobre el cuerpo de virgen marchita de Bertita o
sobre el cuerpo decrpito y equvoco de la Ma-
nuela, el chal es smbolo de la sexualidad femeni-
na en su aspecto doblemente tentador y repug-
nante. Como las manos rosadas de Estela que don
Andrs contempla primero con asco y luego con
deseo. Como la boca de Estela que ella le niega
y que l ve, impotente, que ella entrega a Mario.
En Coronacin el tema de la boca aparece en sus
dos extremos de atraccin y repulsin, porque si
est la boca de Estela, aparece tambin la boca
de Dora (cuada de Mario), boca desdentada y re-
pelente como su misma sexualidad gastada. No es
casual que Donoso oponga en una escena de bus-
cada simetra, el abrazo de Estela y Mario al
abrazo de Dora y Ren: en tanto que el primero es
la culminacin de una sexualidad gozosa, el se-
gundo representa todo lo que el sexo tiene de
horrible ceremonia repetida.
En Este domingo, ya se ha visto, es la boca de
Maya la que tienta con su grueso lunar a la Chepa
y perturba a don Alvaro. En El lugar sin lmites el
smbolo llega a su ms exasperante expresin cuan-
do se convierte en la boca de la Japonesa que la
Manuela se niega a besar en el simulacro de for-
nicacin con que culmina su aventura con ella. Al
final, la Manuela sucumbe a esa boca como su-
cumbe su dudosa hombra al abrazo carnal, con-
virtindose por primera y nica vez en su vida
en un hombre capaz de penetrar y fecundar. Ese
episodio, que Donoso describe magistralmente y
que cabra comparar con episodios sexuales tan
brillantemente metaforizados como algunos de Cor-
tzar en Rayuela o de Lezama Lima en Paradiso,
demuestra lo que ya era obvio: la boca es la se-
xualidad femenna, a la vez tentadora y rechazante.
No sera imposible continuar por esta lnea de
anlisis completando as lo que ya se ha descu-
bierto por otro camino. As, por ejemplo, cmo no
ver una relacin profunda entre esos smbolos (el
camisn rosado, la boca, pero tambin la casa que
es el cuerpo mismo de las abuelas y que Donoso
describe morosamente en Coronacin y Este do-
mingo) y las fauces de los perros que suelta don
Alejo y que tal vez destrocen a la Manuela en El
lugar sin lmites, o las bocas de esas otras fieras
sobre las que se precipita Santelices en el cuento
homnimo. La sexualidad femenina es un abismo,
es la destruccin, el anonadamiento. Por otra parte,
la virilidad tambin es destruccin. Basta advertir
que en El lugar sin lmites, Pancho Vega aparece
simbolizado por su camin colorado, cuya bocina
EL MUNDO DE JaSE DONOSO
horada y penetra el silencio del pueblo, anuncian-
do la llegada del violador. En Este domingo, Maya
corona su carrera matando simblicamente a la
Violeta, como ya se ha visto. A qu seguir? La
violencia que est soterrada debajo de la cautelo-
sa apariencia de la sociedad burguesa es la sexua-
lidad desnuda.
Pero hay que detener el anlisis. Con lo dicho,
creo, basta para certificar la presencia de una rea-
lidad ms honda en estas novelas y cuentos de Do-
85
naso: una realidad torturada y pesadillesca, una
realidad que completa el mundo de la superficie,
que lo lastra de sombras, que lo duplica en claves
terribles. Es'a realidad es tambin parte de la obra
de Jos Donoso y conviene que los lectores (y los
crticos, naturalmente) no dejen de verla porque
all se encuentra una de las razones de la natura-
leza profundamente perturbadora y original de la
creacin de este narrador chileno, cuya plena ma-
durez se inicia realmente ahora. D
Dibujo de Federico Vils
CRISTIAN HUNEEUS
Edwards Bello, cronista
Con el volumen titulado Crnicas la Editorial Zig-
Zag dio comienzo en 1964 a la recoleccin de los
comentarios periodsticos de Joaqun Edwards Be-
lio. La continu en 1966 con otros cuatro: Recuer-
dos de un Cuarto de Siglo, Nuevas Crnicas, Ho-
tel Odd y El Subterrneo de los Jesuitas. El de
1964 fue seleccionado por el propio autor y los
cuatro de 1966 por Alfonso Caldern, investigador
del Instituto de Literatura Chilena y redactor del
semanario Ercilla. Los cinco volmenes reunen
250 crnicas escritas entre los aos 20 y el pre-
sente, si bien ms de la mitad de las includas co-
rresponden a la dcada del 50.
Joaqun Edwards Bello es la figura ms atrayen-
te de la generacin de prosistas chilenos nacidos
entre 1880 y 1890, la que produjo a Eduardo Ba-
rrios (El Hermano Asno, 1922, y Gran Seor y Ra-
jadiablos, 1948), Mariano Latorre, el confuso lder
de la confundidora escuela criollista, Fernando San-
tivn (El Crisol, 1913, y Robles, Blume & Cia.. 1923),
Jenaro Prieto (El Socio, 1928), Augusto D'Halmar
(Pasin y Muerte del Cura Deusto, 1924, y La Som-
bra del Humo en el Espejo, 1924) y Pedro Prado
(Afsino, 1920, y Un Juez Rural, 1924). Es en dicha
generacin -yen Blest Gana, "el padre- don-
de se basan los supuestos escolares de que Chile
cuenta con grandes novelistas. Hay mritos en ella,
incuestionablemente; entre otros, el de haber am-
bicionado sentar las bases de una tradicin local
y el de haberse aventurado en -fallidas- con-
cepciones de envergadura, tales, Gran Seor, La
Sombra del Humo, y A/sino. Pero su legibilidad es
relativa para quien no tenga intereses creados de
especialista en literatura chilena o para quien no
padezca el vicio de la lectura ms o menos indis-
criminada. Lo mismo, en buenas cuentas, vale
para Edwards Bello, slo que conviene establecer
una distincin. Mientras la lectura de sus compa-
eros, aunque parcialmente benfica dadas la va-
riedad y altura de los fines que se propusieron,
resulta torturante por lo lejos que quedaron de al-
canzar dichos fines, por las grietas mal disimula-
das de gravedad, pretensin y falseamiento -ha-
bra que exceptuar aqu al humorista Prieto- la
lectura de Edwards Bello resulta refrescante por lo
sencillo y directo de su actitud humana. Hablando
de sus limitaciones como escritor dice (en 1928):
" ... el idioma no tuvo en m esa fuerza avasa-
lladora de penetracin ~ impregnacin que tiene
para los niitos de las naciones ya formadas, de
las naciones de Europa, como Espaa... Nac mi-
rando mil cosas sin abarcar ninguna, en esa forma
perfecta y amorosa que reclaman. Soy americano:
soy imperfecto y superficialmente enciclopdico.
Poco antes ha dicho: "Yo nac en Valparaso, don-
de me compraron los juguetes de Navidad en la
casa Burmeister; las galletas en la Casa Hucke; los
trajes en la Casa Francesa; los dulces en la Casa
Klugist; nuestros colegios fueron el Mac-Kay, los
Padres Franceses y el Liceo con profesores chile-
nos y alemanes; nuestros amigos, nuestras pololas
tenan nombres cosmopolitas. Yo lea en mi infan-
cia La Lidia, Barcelona Galante, y Madrid Cmico;
otras veces le The Graphic, al que estaban sus-
critos en casa; tuve institutriz inglesa... Cuando uno
se educa as puede decir que se ha educado en
Anodinia (1).
Edwards Bello aparece como el nico de los
prosistas de su generacin y uno de los pocos en
Chile "who came to terms with himself, para em-
plear la frase inglesa. No se exige ms de lo que
puede dar y sobrelleva la cortedad de sus alcan-
ces con gracia natural. El desalio de su estilo es,
paradojalmente, una de las condiciones que lo han
llevado al xito como periodista y no es del todo
inocente, no es una pura consecuencia de Anodi-
nia. "Conozco al pblico chileno, dice en una
crnica de 1943 (2), "y cuando me siento a escri-
bir veo multitud de rostros de personas que leen
Don Fausto, El Peneca y Topaze. Es decir, al gran
pblico de las revistas populares. Ms abajo agre-
ga: "Un libro pesado, profundo, t,ardaria muchos
aos en llegar al pblico lector de El Peneca. Yo
quiero que me entiendan ahora y no dentro de un
siglo. Cuando emplea frases trilladas:"EI jbilo lu-
minoso y grave de las nias nos penetra (se trata
de unas colegialas con banderitas y profesoras que
aguardan en una estacin de pueblo el paso del
tren presidencial) o "iHroes del mes de mayo!
Mes de las flores y de los holocaustos sangrientos
(se trata esta vez de los toreros sevillanos) -ama-
rra su vnculo casi dickensiano con el gran pblico:
le habla en su propio lenguaje y desde su misma
altura. ("Esta vez les he aguado la fiesta -as
concluye su crnica sobre el espantoso caso de
un seor al que aparentemente enterraron vivo-
"iDisculpen!) El comentador de lo cotidiano, el
cultor de lo comn y corriente ("me interesa un
(1) .Los Ex Chilenos, en Nuevas Crnicas, pp. 103-107.
(2) .Vale algo mi ltima novela?, en Hotel Odd, pp.
219-223.
LIBROS Y AUTORES
mercado, un matadero, un mitin, una pelea calle-
jera, un desfile militar, una procesin (3), se defi-
ne tambin en sus lecturas.
"Suelen hacer encuestas entre los escritores bajo
la pregunta: 'Qu libros fueron los que ms le
impresionaron?' Casi siempre respondemos sin de-
cir la verdad de nosotros mismos. Esto es co-
mn y cuando me hicieron la pregunta, aos atrs,
es probable que yo no fuera todava moi-meme,
y que respondiera: 'La Biblia, Don Quijote y Las Mil
y una Noches'. No es verdad. Los que dan respues-
tas as no han ledo la Biblia sino a medias, como
yo... Hay pedantes que pretenden haber ledo y
entendido libros profundos. Conoc a una que ase-
guraba haber ledo el Pthetep y el Pentateuco. El
Pthetep es un papiro de dieciocho columnas escrito
en caracteres egipcios el siglo XXV antes de Cris-
to, y se encuentra actualmente en el Museo del
Louvre... Me parece que actualmente casi nadie
lee el Quijote por gusto, y los que recitan partes
de dicho libro de memoria se imponen ese depor-
te por razones de docencia y de prestigio. Y con-
tina, caractersticamente: "Mi lectura favorita fue
el mundo, el tait divers en la vida y en los diarios.
Nunca dej de leer diarios y revistas (3).
En un pas donde pontificar es un lujo al al-
cance de todo el mundo, la "honestidad popula-
chera de Edwards Bello restablece equilibrios
amenazados. Como el desalio de su estilo, tampo-
co es esta del todo inocente. Nunca lo es un
cronista que se arraiga en le. estima pblica. La
estima es inmensa -los "Jueves de Joaqun
Edwards Bello en La Nacin son parte de la vide.
chilena- y para comprenderla del todo hay que
atender al carcter autobiogrfico de sus crnicas
y a su vida misma, que lo muestra, "con un pie
en el siglo pasado y otro en el presente, pinto-
resco, galante y ferozmente independiente.
Desciende de Andrs Bello (Don Andrs Bello
dira, para enfatizar el punto, si escribiera ahora
para una publicacin chilena) y es miembro de la
patricia familia Edwards; recibi parte de su educa-
cin en Francia y en Inglaterra y vivi largos aos
en Pars y en Madrid. Hechos como estos determi-
nan en buena medida la acogida que el pblico dis-
pensa a un escritor en Chile. Pueden hacerla favo-
rable o desfavorable, segn cmo los maneje el
escritor; la harn siempre atenta. Edwards Bello
se inici en la literatura a los 24 aos con su
succs de scandale, la novela El Intil (1910), en
que abjuraba, con ms fiebre que verdad, de sus
orgenes de nio bien. En 1918 public La Cuna
de Esmeralda (reeditada en 1920, revisada y bajo
(3) -Nuestras Lecturas, 1950, en Nuevas Crnicas, pp.
219-224.
(4) lb. id.
87
el titulo de El Roto), novela pionera en la explo-
racin naturalista del prostibulo y el proletariado
santiaguino. El Chileno en Madrid (1928) y Criollos
en Paris (1933), otras dos novelas importantes para
su biografa, cuentan su experiencia europea de
joven exuberante y callejero, aficionado al juego,
las sirvientas y las modistillas. Son intentos nove-
lescos que se resienten de aquello que lo ha he-
cho el periodista que es: el ansia por establecer
lazos de intimidad con el pblico; resulta cmico
ver cmo el autor gesticula, hace seas con el
sombrero, palmotea en la espalda y rompe a co-
dazos con sus lectores por entre los brazos y las
piernas de sus asombrados personajes. En su l-
tima novela, La Chica del Crilln, de 1933 (digo que
es la ltima porque el libro que la bordea, Valpa-
raiso, la Ciudad del Viento (1931) o En el Viejo
Almendral o Valparaso, Fantasmas, como vino a
llamarse en las ediciones de 1943 y 1955, no calza
en lo que se entiende por novela, sino ms bien
en lo que se entiende por memorias noveladas),
que trata de una joven santiaguina venida a me-
nos, descubre el huevo de Coln: escribe en pri-
mera persona. Si bien supera el nivel de lo conse-
guido anteriormente, impone a sus personajes vol-
teretas emotivas que no hacen sino revelar lo
lejos que Edwards Bello siempre estuvo de magi-
nar vidas humanas.
En sus crnicas, gnero menor al que descendi
para hallarse ms cmodo, siempre vuelve, evoca-
doramente, sobre las experiencias de su pasado. Lo
sabe colorido y nico. Lo ofrece con generosidad,
desplegndolo amenamente.
Muestra sus rbetes de viejo excntrico, que lle-
va revlver al cinto cuando sale a cenar lejos de
su barrio, profesa una indiferencia completa por
quien sea el Presidente de Chile y confiesa no ha-
ber votado desde 1920, escribe sobre el Jockey Club
de Buenos Aires o sobre sus eminentes antepasa-
dos tanto como sobre melodramas del cine mexi-
cano o barrios .populares de Santiago y Valparaso;
sale a reportear crmenes truculentos o reuniones
de sociede.des napolenicas, pergea biografas de
hombres clebres (sacndoles a luz su pasin por
las criadas domsticas), se burla de los buscadores
de tesoros, la bomba atmica argentina y las dele-
gaciones suramericanas a conferencias internacio-
nales, observa que "todo acto oficial se define en
una panzada" y "vamos masticando, pasea su mi-
rada escptica y bonachona, siempre superficial y
entretenida, por el espectculo de las preocupa-
ciones locales, a menudo tontas, y escribe sus
"Jueves, a menudo' tontos, pero siempre' redento-
res del sentido comn y evocadores de la pequea
historia social de Chile. En suma, un bienvenido
venido a menos de la prosa chilena. O
83l:l0.lnV A 80l:l811
Nuevas publicaciones
La Editorial Universitaria, de Santiago de Chile,
anuncia un ambicioso plan de publicaciones para
este ao. Habr una coleccin Cormorn, dedic'ada
a Amrica Latina, cuya serie Letras de Amrica
(dirigida por el crtico y ensayista Pedro Lastra)
incluir, entre otros, los siguientes ttulos de di-
fcil acceso p'ara el lector chileno dadas las difi-
cultades que encuentra all la internacin de libros:
El reino de este mundo, del cubano Alejo Carpen-
tier; Los rios profundos, del peruano Jos Mara
Arguedas, con prlogo de Mario Vargas Llosa;
Cumboto, del venezolano Ramn Diaz Snchez;
Crnicas de San Gabriel, del peruano Julio Ramn
Ribeyro, con prlogo de Alberto Escobar; Casas
muertas y Oficina nmero cinco, del venezolano
Miguel Otero Silva. Adems, una seleccin, compi-
lada y prologada por Pedro Lastra, de cuentos del
paraguayo Augusto Roa Bastos, que incluir rela-
tos de El baldio y El trueno entre las hojas, ms
algunos inditos, entre ellos un captulo desglosa-
do de Hijo de hombre. Tambin a cargo del mismo
Lastra, la nueva serie entregar una Antologia del
cuento hispanoamericano, en la que aparecern
representados 24 autores; entre ellos, Martnez Mo-
reno, Mara Luisa Bombal, Benedetti, Rulfo, Arreola,
Garca Mrquez, Denevi, Claudia Giaconi, Borges,
Cortzar, Arguedas, Carpentier, Manuel Rojas, En-
rique Lihn, Agustn Yez, Roa Bastos, etc. La se-
rie Letras de Amricareedtar Eloy, del chileno
Carlos Droguett, publicar una Antologia de la
poesia chilena, a cargo de Alfonso Caldern y, co-
mo primicia, la primera edicin en libro de las
Canciones rusas, de Nicanor Parra, (v. Mundo Nue-
vo, nm. 3), c:uya poesa completa aparecer ms
tarde, en la misma coleccin, bajo el tItulo caracte-
rstico de Obra gruesa.
Otra iniciativa editorial de inters es la que em-
prende la recientemente formada Editora Santiago,
en cuyo programa aparecen ttulos como los si-
guientes: Constantino Palelogo, de Kasantsakis,
en traduccin del helenista chileno Miguel Cas-
tillo Didier (traductor de la edicin de Cristbal
Coln, del mismo Kasantsakis, publicada por Gar-
las Lohl); La situacin, de Lisandro Otero. Premio
Casa de las Amricas en novela, 1963; Topografia
de un desnudo, del dramaturgo Jorge Daz; Ser y
morir en Pablo Neruda, de Hernn Loyola, mtlncin
nica en ensayo, Casa de las Amricas 1966; una
antologa de Ray Bredbury, en traduccin de Luis
Arenas Gmez, y una antologa del poeta nicara-
gense Ernesto Cardenal, preparada por Pedro
Lastra.
*
88
Entre las nuevas obras latinoamericanas publicadas
en Nueva York por la editorial Alfred A. Knopf se
destacan The Apple in the Dark (La manzana en
la oscuridad), de la novelista brasilea Clarice L1s-
pector, en una cuidada traduccin de Gegory Ra-
bassa (tambin traductor de Rayuela); Mother and
Son (Madre e hijo) novela de Gilberto Freyre, so-
cilogo brasileo y famoso autor de Casa Grande e
Senzafa; Latin America, A Cultural History, del en-
sayista colombiano Germn Arciniegas, que haba
sido publicada en castellano por la Editorial Sud-
americana con el ttulo de El continente de los
cuatro colores (Buenos Aires, 1965).
*
En Montevideo, la Editorial Alfa ha publicado re-
cientemente varios libros de narraciones: Confesio-
nes de un adolescente, primer libro de cuentos de
Alberto Paganini, que tambin se ha destacado
como critico y profesor de literatura; Los extraos
visitantes, cuentos de Silvia Guerrico e Irene AI-
za (son hermanas a pesar de la diferencia de ape-
llidos literarios), obra que obtuvo una recompensa
en el concurso Pablo Rojas Paz, organizado por la
Sociedad Argentina de Escritores, de Buenos Aires;
Geest, relatos de Roberto FabregatCneo, que ya
se ha destacado por su obra de ensayista, narra-
dor y dramaturgo. En la coleccin Documentos,
de la misma editorial, se recogen dos nuevos t-
tulos: Uruguay: una propuesta de cambio, del joven
economista Enrique Iglesias, que se publica bajo los
auspicios del Instituto Uruguayo de Desarrollo Eco-
nmico y Social (lUDES); e Ideologias y cambios
sociales, de Julio Barreiro, que con este libro ob-
tuvo el Premio Ensayo de dicha editorial, conce-
dido por un jurado que integraban Mauricio Mai-
danik, Carlos Maggi y Carlos Real de Aza. Entre
los nuevos libros de poesa de Alfa se destacan:
Pastor perdido, de Juan Cunha, uno de los ms
importantes, si no el ms importante, de los poetas
uruguayos; Contra los puentes levadizos, de Ma-
rio Benedetti, que recoge la ltima produccin, es-
crita en Pars, del exitoso polgrafo; Cinco modos
de amor, de Enrique Elissalde, joven poeta que ya
anda por su cuarto libro (naci en 1939); El mar
detrs del nombre, de Roberto Echavarren Welker,
an ms joven (tiene 22 aos) y ya cons'agrado por
el Premio Poesa 1966 de esta editorial, segun fa-
llo de un jurado compuesto por Hugo Garca Ro-
bles, Jorge Medina Vidal y Alejandro Paternain.
*
En Espaa, la editorial Aguilar ha publicado en su
Biblioteca de Autores Modernos y en dos gruesos
volmenes encuadernados las Obras Completas,
de Alejandro Casona. El tomo primero recoge la
LIBROS Y AUTORES
poesa (El peregrino de la barba florida, La flauta
del sapo), la prosa (Flor de leyendas) y trece pie-
zas de teatro; incluyendo la famosa Nuestra Na-
tacha. En el tomo segundo se publican ocho piezas
teatrales, las traducciones y adaptaciones (Shakes-
peare, Lope, Tirso de Malina, La Celestina) y los
ensayos (El Diablo, Las mujeres de Lope de Vega,
Vida de Francisco Pizarro). El extenso prlogo
(244 pginas, con ilustraciones) es de Federico Car-
Ias Sinz de Robles y constituye la mejor intro-
duccin al autor espaol. Tambin Aguilar ha pu-
blicado recientemente, en su coleccin Ensayistas
Hispnicos, una nueva edicin de La raza csmica.
Misin de la raza iberoamericana, del importante
pensador mexicano Jos Vasconcelos. En su co-
leccin Cultura e Historia han salido dos obras ca-
pitales: Alemania en Espaa, influjos y contactos a
travs de los siglos, de Hugo Kehrer, que tiene
158 pginas con numerosas ilustraciones fuera de
texto; y La realidad y los papeles, Panorama y
Muestra de la Poesa Argentina, por Csar Fer-
nndez Moreno, 633 pginas de nutrido texto. Los
lectores de Mundo Nuevo conocen ya el ensayo so-
bre Ezequiel Martnez Estrada, que anticipamos en
nuestros nmeros 1 y 2 (julio y agosto de 1966).
La obra ser reseada aqu prximamente.
En Barcelona, la editorial Seix-Barral acaba de
hacernos llegar la traduccin espaola, a cargo de
Angel Crespo, de la obra maestra de Joao Gui-
maraes Rosa, Gran Sertn: Veredas, de la que an-
ticipamos un fragmento en nuestro nmero 7 (ene-
ro de 1967) y un extenso comentario en el nm. 6
(diciembre 1966). Tambin acaba de publicar Seix-
Barral Tres Tristes Tigres, del joven escritor cuba-
no Guillermo Cabrera Infante (v. nm. anterior),
obra verdaderamente extraordin'aria con la que su
autor obtuvo el Premio Biblioteca Breve 1964 y
que renueva la narrativa latinoamericana.
En Buenos Aires, la Editorial Losada acaba de pu-
blicar unas Crnicas de Bustos Domecq, redacta-
das por Jorge Luis Barges y Adolfo Bioy Casares,
en las que los ilustres narradores argentinos asu-
men oficialmente por primera vez un seudnimo
colectivo que haban hecho clebre desde sus Seis
problemas para don Isidro Parodi (1942), deliciosos
cuentos policiales. Tambin ha publicado la misma
editorial los Recuerdos de la vida literaria, de Fer-
mn Estrella Gutirrez, que abarcan prcticamente
cincuenta aos y se inician con Galds (el nio
contempla la coleccin de los Episodios Nacionales)
y concluyen con un recuento de varios viajes por
Espaa. Entre uno y otro extremo, Estrella Guti-
rrez evoca encuentros con Lugones, Ricardo Rojas,
Payr, Horacio Quiroga, Roberto Arlt, Macedonio
89
Fernndez, Giraldes, Enrique Amorim, Tristn Tza-
ra, Pedro Salinas, Ortega y Gasset, Azorn, Valle-
lncln, Alfonso Reyes, Waldo Frank, Alberti, Bar"
ges, Juan Ramn Jimnez, S1. John Perse, George
Seferis, Ungaretti, Quasimodo, etc., etc.
Tambin en Buenos Aires, la Editorial Sudameri-
cana ha publicado Otro verano, nuevo libro de poe-
mas de Juan Jos Hernndez, joven escritor ar-
gentino, que se haba destacado tanto con un libro
de cuentos, El inocente (1965) de la misma edito-
rial; De los opuestos, poemas de Elizabeth Ancona
Cranwell, que lleva un comentario de Borges en
la contratapa; segn l, la autora ejecuta aqu
dos proezas de muy diversa ndole: el manejo fe-
liz de un lenguaje abstracto pero singularmente
vivido y memorable y de la forma mtrica ms ar-
dua aunque de apariencia ms fcil, el verso libre.
La misma' editorial argentina ha publicado una
nueva novela de Elvira Orphe, Aire tan dulce, que
ya haba publicado Dos veranos (1956) y Uno (1961);
y la tercera edicin de Lmite de clase, de Abelar-
do Arias, que obtuvo con esta novela el Primer
Premio Municipal, Por su parte, la Editorial Jorge
Alvarez acaba de publicar una coleccin de cuen-
tos de Francisco Urondo, Todo eso, y otra de C-
sar Fernndez Moreno con el ttulo obviamente au-
tobiogrfico de El joven Franz Moreno. D
Z'ona
franca
Revista de Literatura e Ideas
Director: Juan Liscano
Consejo de Redaccin:
Guillermo Sucre, Luis Garca
Morales, Baica Dvalos, Csar
Dvila Andrade, Pierre de Place,
Elisa Lerner, Pedro Briceo
y Alfredo Gerbes
Relaciones pblicas: E. Rodrguez
Suscripcin anual: Bs. 22
Extranjero: 6 dlares
Apartado 8349
Caracas Venezuela
Balance de Ciro Alegra
En nuestro nmero anterior se exponian dos dis-
tintas hiptesis (tal vez simultneamente verdade-
pas) sobre el silencio de Ciro Alegra tras la publi-
cacin de El mundo es ancho y ajeno (1941). La
primera planteaba una analoga con el novelista
brtnico E. M. Forster, que ha guardado tenaz
silencio despus de escribir en 1925 su obra maes-
tra, tal vez por haber comprendido que en ella
haba rendido lo esencial de su mensaje (podra in-
cluirse en esta analoga al poeta argentino Enrique
Banchs). La segunda hiptesis, ms literaria, su-
pona que en los aos 40 se abre una brecha en
la novelstica americana, a partir de la cual se tor-
na inactual la novela de denuncia (como El mundo
es ancho y ajeno), y comienza el auge de la no-
vela de tipo ciudadano, que despliega su crtica
tcitamente en el curso de los hechos que desarro-
lla en el relato.
La muerte de Alegra sigue dando oportunidad,
en toda Amrica Latina, para la elaboracin y am-
pliacin de estos y otros puntos de vista. Tenemos
a mano tres artculos en que se esboza un ba-
lance y que han sido publicados en Per, suelo
nativo del novelista; en Chile, la ms generosa
de sus patrias del exilio, y en Uruguay, tierra de
Horacio Quiroga y Juan Carlos Onetti, con quienes
se han sealado hitos de coincidencia y de ruptura,
respectivamente, frente a la gran novela de Ciro
Alegria.
Cuando apareci esta obra, escribe ahora Carlos
Real de Aza en el nm. 1.342 de Marcha (Monte-
video) "la narrativa hispanoamericana pareca cua-
jada, por lo menos provisoramente, en el triduo
an inclume, de novelas de la tierra: Don Se-
gundo Sombra, La vorgine, Doa Brbara. La
novela de Alegra vino entonces a testimoniar "con
ms eficacia que cualquiera otra, que vida y crea-
cin continuaban y que nuevos avatares esperaoon
a la literatura continental. [oo.] La historia de la
existencia y la destruccin de un ayllu indigena,
la multiplicidad de trayectorias individuales con
que se entreteje, se despliegan en la novela de
Alegra con un vigor y una economa inusuales.
Un centro, que es la comunidad indgena misma,
gobierna esa pluralidad con mano maestra y no
hay lugar all ni para una sociologa ingenua, a lo
Gallegos, ni para la frondosidad descriptiva del
tipo de la de Rivera y, menos, para la ambigedad
ideolgica de Giraldes. De esta manera, Alegra
habra superado a sus predecesores, abriendo el
camino de la nueva novelstioa americana.
El mundo es ancho y ajeno fue prohibido en su
patria, as como en el Brasil de Getulio Vargas.
El autor continental mente aclamado, debi conti-
nuar su vida en exilio: en Estados Unidos desde
1941 a 1949, en Puerto Rico hasta 1953, en La Ha-
bana despus. "No creo -dice Julio Ortega-, que
el xito literario haya compensado su largo exilio,
como no puede compensarlo en ningn escritor
autntico (Siete dias, Lima, 26 de febrero de 1967).
"Es muy de presumir -agrega Real de Aza- que
cuando volvi al Per, hacia 1960, muchas ilusiones
de sus aos jvenes deban de estar quebradas.
[ oo.] Reapareci como diputado de la Accin Popu-
lar de Fernando Belande. Su libro de cuentos
Duelo de caballeros fue publicado en Lima en
1963 y en Buenos Aires en 1966, pero nada puede
hacer contra la fama ya definitiva de El mundo es
ancho y ajeno.
Ahora, en Chile la crtica insiste en destacarlo
como escritor de denuncia: "Si para conseguir su
objetivo, su misin, debe emplear los instrumentos
de q u ~ , dispone, es decir, la palabra, la poesa y
el smbolo, ms all de los lmites restrictivos, no
vacila 'y ello forma parte de su poder mismo. El
gran escritor es tambin, con escasas excepciones,
un gran espritu. [.oo] Como lo fue Ciro Alegra
(M.C.G., en PEC, nm. 218). Y en Lima, Julio Or-
tega lo erige en arquetipo de la frustraCin del
escritor peruano: "Ciro Alegra es uno de los pri-
meros grandes ejemplos de una literatura peruana.
Una literatura vigorosa, imbuda por la poesa del
descubrimiento de una realidad propia. Su drama,
su desgarramiento de escritor de pronto detenido
en un punto de la realidad, es tambin el drama
de los precursores. Habra que considerar hasta
qu punto este drama no sigue siendo el de aque-
llos que continan hoy la lnea de la gran litera-
tura peruana.
*
Dos revistas se afirman en el periodismo literario,
torrencial pero tan a menudo efmero, de Buenos
Aires. Una de ellas es Testigo, dirigida desde
enero de 1966 por Sigfrido Radaelli: "Testigo [de-
ca su manifiesto del primer nmero] no acepta el
conocimiento pasivo; quiere conocer algo ms de
lo que ye. conoce; quiere indagar. Lo hace a tra-
vs de distintas secciones, algunas permanentes,
como "La ansiedad frente al cambio; otras espe-
cializadas en determinade. circunstancia: "Buenos
Aires y el tango, "Cuarenta aos despus (balan-
ce de la generacin martinfierrista).
REVISTAS
Radaelli es un revistero nato, como se desig-
n a s mismo Alfredo Bianchi, uno de los directo-
res de Nosotros, la importantsima y ya feneci-
da revista argentina. Megfono, Captulo, Contra-
punto, son hitos de su actividad en el mejor perio-
dismo literario. Testgo ha sobrepasado ya el mo-
mento crtico de los primeros nmeros, y sin duda
continuar suministrando al pblico de Amrica
Latina un amplio material donde concurren escrito-
res de todas las generaciones y tendencias.
Cormorn y Delfn (Revsta Internaconal de Poe-
sa), usufructa la condicin viajera de su director,
Ariel Canzani D., para recuperar nmero a nme-
ro (vajes los llama su cartula), la poesa de los
pases que aqul va visitando. Naturalmente, la
cosecha suele ser desigual, pero el aporte siempre
es til en un continente que no ha conseguido
vencer todava las barreras de la incomunicacin
entre los pases que la integran. Cormorn y Del-
fn anuncia que a partir de su nmero 8, la Edito-
rial Losada, de Buenos Aires, se ha hecho cargo
de su distribucin.
Nuevas revistas
Una de las ms importantes es, sin duda, Amaru, J
publicada en Lima, Per, por la Universidad Nacio-
nal de Ingeniera, que tambin goza de una gene-
rosa donacin de la Ford Foundation. Como suele
suceder con otras publicaciones oficiales de este
tipo, la nueva revista peruana (que dirige el cono-
cido escritor catlico Emilio Adolfo Westphalen) se
destaca inmediatamente por su calidad grfica y ti-
pogrfica, por el excelente papel, las ilustraciones
fuera de texto, los dibujos y las vietas. Todo esto
certifica la maestra del diagramador (C. Dietrich)
y el alto nivel profesional de Industrial Grfica
S. A., que imprime la revista. Aunque Amaru se
anuncia como revista de artes y ciencias, las pri-
meras predominan hoy sobre las segundas, El juz-
gar por el primer nmero. Slo hay un texto cien-
tfico importante, de Robert Oppenheimer, tradu-
cido de la revista inglesa Encounter, en tanto que
abundan los textos literarios y las notas artsticas.
Hay que elogiar a los ingenieros peruanos por esta
notable apertura hacia la realidad artstica del mun-
do actual.
Entre las colaboraciones extranjeras hay materia-
les de primer orden, como Eje, un poema ertico
de Octavio Paz que demuestra una vez ms la pro-
fundidad y madurez de su pensamiento potico;
un capitulo de Cen aos de soledad, de Gabriel
Garca Mrquez (dos captulos de la misma nove-
la se han publicado ya en Mundo Nuevo, nme-
91
ros 2 Y 9); unos poemas de Enrique Lihn. Del ma-
terial peruano ms importante, aparte de los dos
inditos de Vallejo (que interesan ms por la fir-
ma que por su calidad intrnseca), se destacan una
nota de Javier Sologuren que presenta textos de
Francis Ponge, poeta francs, que aparentemente
ha tardado bastante en cruzar los Andes; unos poe-
mas de Antonio Cisneros; una nota necrolgica del
pintor Fernando de Szyszlo sobre Kiesler, y una
larga resea de Mario Vargas Llosa sobre Parad-
so, del poeta y narrador cubano Jos Lezama Lima.
Esta ltima tiene gran inters no slo por la ca-
lidad del elogio, merecidsimo, sino tambin por
la inexplicable omisin de toda referencia al as-
pecto francamente homosexual de la novela. Como
se sabe, Lezama Lima dedica una buena cuarta
parte de su libro a describir en la forma ms deli-
rantemente metafrica las relaciones hetera y ho-
mosexuales de sus personajes (predominan, sin
embargo, Ias segundas), y a defender con argu-
mentos an ms sofisticos y oscuros que los de
El banquete platnico la homosexualidad masculi-
na. Todo esto ni siquiera es mencionado en la rese-
a. Es lstima, porque sin tener en cuenta este
aspecto central es imposible situar Paradso, como
la ha comprendido muy bien ,llIlio Cortzar en !In
orillante-eStUdio de la novela para su prxima
obra, La vuelta al da en ochenta mundos, y ~
ye:--ha ;;;ticipado la revista Unn, de Cuba, en su
nmero 4, d e ~
Tambin incluye Amaru abundante material ex-
tranjero. Adems del artculo de Oppenheimer, que
proviene del ingls, y de un artculo de Kiesler,
que se traduce de una revista norteamericana,
Art n Amerca, hay escritos de Francis Ponge, de
Giacometti y sobre Giacometti (por Andr 8reton
y Jean Genet), que revelan un claro inters por di-
fundir an ms en Amrica Latina algunas firmas
famosas. La revista se completa con las habitua-
les secciones de informacin y critica.- E. R. M.
temas
REVISTA DE CULTURA
Director Responsable: Benito Milla
Distribucin: Editorial Alfa
Ciudadela 1389 - Montevideo
El
-
ano Rubn Daro
As ha designado la Unesco a este ao de 1967,
en que se cumplen cien aos del nacimiento del
insigne poeta nicaragense. Con tal motivo, los
homenajes y recordatorios se han multiplicado en
Europa y Amrica.
En su patra, conmovida por una dscutidsima
eleccin presidencial, se realiz entre el 15 y el
21 de febrero, en la ciudad de Managua, el Con-
greso Centroamericano de Academias, con la asis-
tencia de distinguidos profesores y especialistas.
Se destacaron las ponencias del escritor nicara-
gense Ernesto Meja Snchez (que publicaremos
prximamente en Mundo Nuevo) y las de los pro-
fesores argentinos Enrique Anderson 1mbert y Rai-
mundo Lida. Se esperaba la asistencia del poeta
chileno Pablo Neruda, pero ste no concurri, en-
viando en cambio desde Chile, por teletipo, un poe-
ma de homenaje a Rubn.
La Universidad de California, a su vez, realiz en
Los Angeles, entre el 18 y el 21 de enero, el XIII
Congreso de Literatura Iberoamericana, dedicado a
honrar la memoria de Daro bajo el tema general
de Poesa y cultura en Iberoamrica. La progra-
macin comprendi un acto pblico de la Universi-
dad, en homenaje a Daro, seis sesiones de tra-
bajo y una especial, un recital potico a cargo del
Teatro de Cmara y un Symposium sobre los pro-
blemas actuales de la poesa, con participacin de
invitados especiales.
El "Encuentro con Rubn Daro, organizado en
Cuba por la Casa de las Amricas y realizado en
la ciudad balnearia de Varadero entre el 16 y el 22
de enero, alcanz repercusin tanto por el nmero
y calidad de los intelectales concurrentes como
por la concepcin poltica revolucionaria en que
el homenaje fue apoyado. "Tal vez no sospech
nunca Rubn Daro -escribe Nicols Guilln en
Granma, La Habana, 20 de enero- que al cum-
plirse cien aos de su venida al mundo, sirviera su
nombre ( y desde luego su obra) para congregar
a un grupo de escritores en una playa de Cuba,
durante seis das dedicados a estudiar lo que
hizo como poeta, y cmo fue su vida de hombre.
[ ... ] En sus ltimos aos dcese que le preocupa-
ba saber si su obra quedaria. [ ... ] El tena con-
ciencia del genio que lo habitaba, y le dola verse
maltratado y desconocido por quienes piensan que
un poeta es siempre un tonto o un loco que ha
de ser exhibido y encintado como un animal en
feria.
El "Encuentro,Slue dirigi como moderador Ro-
berto Fernndez Retamar, altern las ponencias
crticas con la lectura de textos inditos por parte
de los poetas concurrentes. Muchos de ellos debie-
ron desafiar prohibiciones, ms o menos oficiales,
de sus respectivos pases para poder viajar a
Cuba. Para no facilitar la tarea de ciertos servicios
policacos latinoamericanos no damos la lista de
los asistentes.
La primera ponencia estuvo a cargo del escritor
checo (y traductor de poesa hispanoamericana
a su lengua) Lumir Civrny, "cuya intervencin
[comenta Guilln], slida y ajustada, caus no ya
inters, sino sorpresa. Porque el orador rebas las
simples palabras de un saludo como son las admi-
tidas en tales casos, para exponer ideas muy su-
gestivas sobre la personalidad literaria de Daro.
Gianni Toti, poeta y crtico italiano, "fue muy aplau-
dido por su anlisis estructuralstico de la persona-
lidad de Rubn Daro, que abrazaba mejor que
otros la figura de este carducciano de Amrica,
en la espiral planetaria de un gran traspaso, de la
colonia al mundo moderno. Otros, como Jos An-
tonio Portuondo, pusieron ms de relieve el papel
histrico del modernismo latinoamericano, como
compleja maduracin necesaria de la personalidad
cultural autnoma del continente (Saverio Tutino,
L'Unita, Roma, 16 de febrero).
Interrogado por Salvador Bueno para la nota so-
bre el "Encuentro que ste public en Bohema
(La Habana, 20 de enero), uno de los invitados la-
tinoamericanos suministr un esquema de las lneas
lricas que pudieron discernirse a travs de la lec-
tura de poemas por sus propios autores: "Lo que
se ha ledo [dijo] es bastante representativo de lo
que se est haciendo en Amrica Latina: por un
lado, experimentacin del lenguaje y temas; por
el otro, retrica y repeticin. Estas seran las ca-
tegoras dentro de las cuales se pueden distin-
guir varias lneas que se han tendido aqu esta se-
mana: 1.- La lnea de los poemas en los que pre-
domina una sensualidad por la palabra, lnea peli-
grosa que ha dado lugar a desbordes y, a veces, a
vaciedades recubiertas por expresiones enfticas
[ ... ] 2.- La lnea de los poemas polticos. Pienso
que ha sido, como la anterior, de las expresiones
ms dbiles; en trminos generales, los he sentido
como impostados, como provenientes ms de una
voluntad declaratoria que de una vivencia y una
experencia real de lo poltico. Desde luego, no re-
chazo el tema poltico en poesa, n la intencin
poltica en el poema, pero lo indispensable es que
SEXTANTE
sea poema y no chantaje ideolgico-poltico [ ... ]
3.- La lnea de los poemas populistas. Tercera en
el desacierto segn mi opinin. Por populismo
debe entenderse esa tendencia que verbaliza la
realidad idealizando una entidad que tericamente
es el pueblo, y a la que se le atribuye, mediante
muchos adjetivos, todas las virtudes imaginables;
poesa que presenta una tica tramposa y que con
ella evita el verdadero trabajo de la expresin.
4.- La lnea de los poemas hermticos en los que
predomina la construccin verbal y la experimen-
tacin [ ... ] 5.- La lnea de la poesa intelectual,
es decir, en la que predominan ideas conceptuales
que se desarrollan mediante imgenes verbales
y en las que otros elementos poticos como la
afectividad pasan a segundo plano [...] 6.- La lnea
de la poesa intimista, que ha ocupado todo un
perodo en la poesa latinoamericana. De sintaxis
potica rigurosa, persigue la expresin especial-
mente de sentimientos y de relaciones individuales
[ ... ] 7.- La lnea de los poemas de experiencias,
es decir, aquellos en que su autores expresan lo
cotidiano, lo habitual, tratando de transmitir varios
planos y no uno solo. En mi opinin -concluye
diciendo- es el tipo de poesa ms abierta y la que
personalmente me importa ms.
"En la sesin final del "Encuentro [informa
Granma, 29 de enero], los poetas efectuaron impor-
tantes acuerdos, que fueron:
1) Que los que estuvieran dispuestos a adherir-
se al documento emitido por el Consejo de Cola-
boracin de la revista Casa de las Amricas, lo
firmaran, comprometindose a discutir este docu-
mento y difundirlo, en todos los pases latinoame-
ricanos de los all participantes.
2) Preparar una conferencia de los intelectuales
de nuestro continente.
3) Creacin de un Instituto de Literatura Latino-
americana.
4) Creacin de la Sala Mart en la Biblioteca Na-
cional de Cuba.
El documento a que se refiere el punto 1, que en
efecto fue suscrito por la gre.n mayora de los
concurrentes al "Encuentro, es una declaracin
dada por los integrantes del Consejo de Colabo-
racin de la revista Casa de las Amricas con re-
ferencia a "la reciente ofensiva norteamericana en
el plano cultural, destinada a neutralizar, dividir o
ganar para su causa a nuestros intelectuales [ ... ]
Por estos motivos -expresa le. declaracin- con-
sideramos que es hoy ms necesaria que nunoa
la unidad de los escritores latinoamericanos de
izquierda: nunca como ahora, cuando el peligro
de la intervencin armada que se ha ejercido en
Santo Domingo est pendiente sobre nosotros, y
cuando todos los das es salvajemente bombardea-
93
do Vietnam, ha sido ms urgente una lucha coor-
dinada contra el enemigo comn de nuestra Am-
rica".
Por su parte, la Unesco ha organizado ya va-
rios actos de homenaje a Dara. El 24 de enero,
y por invitacin de los embajadores y deleg,ados
permanentes del mundo de habla espaola, se ce-
lebr un acto en que hablaron el Dr. Alberto Z-
rega-Fombona (sobre Rubn Dara, poeta), el pro-
fesor Paul Verdevoye (sobre Dara y la poesa fran-
cesa) y el profesor Emir Rodrguez Monegal (sobre
Dara y la tradicin hispanoamericana). A este l-
timo tambin encomend la Unesco una audicin
radial que fue enviada a todo el mundo hispnico
y en que se celebra el centenario con una narra-
cin a dos voces y la lectura de varios poemas.
Tambin en El Correo de la Unesco se public un
artculo del mismo crtico sobre Rubn Dara.
Estos son slo algunos de los diversos homena-
jes que el Centenario ha suscitado y que seguirn
multiplicndose a lo largo del ao. Volveremos en
otra ocasin sobre el tema, que, por otra parte,
ha sido objeto de buena parte del nmero 7 de
nuestra revista (enero de 1967).
Autores peruanos
Circula en Lima una segunda edicin (de 5.000
ejemplares) de la discutida novela En octubre no
hay milagros, de Oswaldo Reynoso. El ttulo alude
a la procesin catlica del Seor de los Milagros,
que se realiza en octubre, y que es tradicional-
mente multitudinaria en esa ciudad. La novela, que
en su primera edicin provoc un verdadero es-
cndalo polmico, recurre profusamente a la jerga
ms violenta para ofrecer un cuadro despiadado,
grotesco y sensual de una Lima que Reynoso pola-
riza en un lumpenproletariat y una clase poderosa
que simboliza en el homosexual Don Manuel, un
propietario de bancos. Aunque los crticos han se-
alado serios defectos en esta novela -su esque-
matismo, su pobreza psicolgica, su tesis poltica
que sale a primer plano-, Reynoso ha logrado ya
un amplio pblico lector. Se anuncia que su prxi-
ma novela, Los Cantutas, supera a la anterior.
Del narrador Manuel Meja Valera acaba de apa-
recer Un cuarto de conversin, relatos, con el sello
mexioano de Joaqun Mortiz. Meja Valera reside
en Mxico hace ms de diez aos y es un introduc-
tor de las letras peruanas en ese pas. Nacido en
1928, ha publicado anteriormente La evasin y
Lienzos de sueo.
Otro peruano, Jos Bravo ha sido tambin editado
/
94
en Mxico: la editorial Finisterre lanz Los galli-
nazos nocturnos, primera novela de este joven es-
critor nacido en 1937. Por otro lado, la poesa com-
pleta de Carlos Germn Belli ser publicada por la
editorial Alfa de Montevideo.
Donoso en Chile
La reciente publicacin de Este Domingo, de Jos
Donoso (Zig-Zag, 1966), tendr que esperar su aco-
gida en el exterior para ser valorada, en sus lo-
gros y limitaciones, con seriedad e inteligencia.
La crtica chilena la ha despachado en crnicas
sumaras, crudas y superficales, que recorren el
arco comprendido entre la adulacin infundida por
la creacin mitolgca del xito en el extranjero
y la frustracin de las expectativas, muy explcitas,
con que el comentarista chileno aborda la lectura
del Donoso que ha entrado en tratos con ese raro
ser. Ocurre que Donoso no es slo el novelista
ms logrado de su generacin - novelista nece-
sario, como tuvo el acierto de llamarlo un cr-
tico de Coronacin (Santiago del Campo, en Po-
maire, nm. 10, febrero 1958)-, sino a la vez, ex-
traa justicia, el que ha obtenido mayor difusin
ms all de las angostas fronteras chilenas. Rela-
tos suyos han aparecido en numerosas revistas de
habla castellana e inglesa: Coronacin (1957) fue
premiada por la Faulkner Foundation y publicada
en 64 por Knopf en Nueva York y The Bodley Head
en Londres; Este domingo sale simultneamente
en ingls, editada por Knopf; por ltimo, Donoso
es en la actualidad escritor residente en el School
of Creative Writing de la Universidad de lowa. Tal
trayectoria no es corriente en Chile, donde la te-
rrible falta de contactos culturales con el extran-
jero, propciada por el ridculo patriotismo de una
actitud proteccionista hacia el delicado ente de
las letras nacionales quita a los escritores hasta el
deseo de darse a conocer fuera del dudoso cos-
mos de Santiago de Chile. As, Donoso viene a
ser, si no el nico, uno de los primeros novelistas
en zanjar, mediante sus viajes y contactos -como
lo hicieron en su da los poetas, Neruda, Huidobro,
Gabriela Mistral, Parra y Diaz Casanue..e- el ab-
surdo foso. Y por ser uno de los primeros se le
est cobrando el pontazgo. No basta que sus no-
velas sean buenas ni que tengan aspectos exce-
lentes. Se espera o se finge esperar que justifique
su posicin con grandes novelas. Las lamentacio-
nes habituales en la retrica de esta actitud impli-
can o bien que el resto del mundo ha enloquecido
o bien que todo se debe, como en las manifestacio-
SEXTANTE
nes polticas, a un bombo o tambor ubicado estra-
tgicamente cerca del micrfono. Este Domingo ha
merecido comentarios favorables. Pero lo que in-
teresa es precisar esa pedante nota de castigo
al colegial que se toma atribuciones no previs-
tas por el reglamento, claramente visible en bue-
na parte de los comentarios desfavorables. Cito de
Ercilla y P.E.C., dos publicaciones que representan
un tono actual (lo que hace ciertamente paradjica
la prosa obsoleta y engolada del segundo texto).
Dice Guillermo Blanco en la primera (21 de diciem-
bre de 1966):
Un libro de xito puede ser el peor enemigo
-o ms bien el peor amigo- de un escritor. Le
dar fama y renombre. Pero estar penando sobre
su mesa de trabajo, y exigindole que mantenga el
nivel, que cumpla la promesa anunciada por el
triunfo... Este es, quiz, el caso de Jos Donoso
[ ... ] Coronacin lo coloc en el primer plano de
la novela chilena. Recibi elogios dentro y fuera
del pas. Tuvo premios y traducciones, y fue con-
virtindose en un gran compromiso para el futuro.
Miles de entusiastas esperaban el nuevo paso que
daria su autor. Ahora lo ha dado y es, en gran
parte, un paso falso.
En tanto que M. C. G. afirma en el semanario
P. E. C. (nm. 209, 30 de diciembre):
...nosotros habamos odo hablar del autor del
libro que nos ocupar [Este domingo] como uno de
los ms brillantes literatos de las nuevas genera-
ciones, y no falta quien lo estime el primero [ ... ]
si ste fuese el libro de alguien muy joven repre-
sentara sin duda buenos mritos; pero Jos Do-
noso, segn la solapa, cuenta con cuarenta y dos
aos de edad y una pblica carrera de escritor,
cosas ambas que nos confieren el derecho a exigir
una obra significativa de nuestro acervo literario
... [Este domingo es] un libro asaz malogrado.
Resulta penoso admitirlo, pero, con o sin obser-
vaciones atinadas, este es el tono general de los
comentarios ocasionados hasta ahora por el cuarto
libro del novelista chileno ms importante de su
generacin y del que en este momento ocupa una
posicin internacional casi tan destacada como
Manuel Fojas. Es sin duda una relacin central en
la formulcin del juicio crtico el asociar la posi-
cin de un autor con la propia respuesta de lector.
Pero no de este modo, que a la vez de exagerar
el significado de la posicin (lo que transpira pa-
catera provinciana) permite evadir la tarea de va-
lorar esa otra relacin, ms esencial, que es la de
una visin del mundo y su expresin verbal. Los
comentarios publicados, en fin, indican la reaccin
local pero no aportan mayormente al conocimiento
de lo que Donoso ha hecho en Este domingo, que,
por otra parte, supera considerablemente, si bien
SEXTANTE
tal vez en un plano ms restricto, lo que hizo en
Coronacin. En ltimo trmino, si la conciencia
local de la posicin que ocupa Donoso es tan en-
fermizamente aguda, cabe preguntarse por qu los
crticos que juzgan dicha posicin inmerecida no
se han tomado el trabajo de atacarla con la serie-
dad y reflexin que den sentido al ataque.- C. H.
Lo que se lee en Colombia
Segn una encuesta recientemente realizada en
las principales libreras de Bogot, los libros nacio-
nales ms ledos son: en primer trmino, El buen
salvaje, novela de Eduardo Caballero Caldern,
que obtuvo el premio Eugenio Nad-al en 1965;
y luego: Don Dinero en la independencia, de Ar-
turo Abella; La pica ceb, de Lucy Botero de Val-
derrama, premio de novela Esso 1966; El dia sea-
lado, de Manuel Meja Vallejo. Entre los libros
extranjeros, el autor claramente preferido es Ma-
rio Vargas Llosa, con La ciudad y los perros y
La casa verde; y luego, Los hijos de Snchez, de
Osear Lewis; A sangre fria, de Trum-an Capote;
El retorno de los brujos, de Pauwels y Bergier;
y La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes.
Por otra parte, se informa acerca del buen xito
de los plsticos colombianos en el exterior: Arman-
do Villeg-as, en el Per; Antonio Hernndez, en
Espaa; Edgar Negret, Julio Acua, Ramrez Vi-
lIamizar y Fernando Botero, en los Estados Unidos.
Eran diez becarios
Jorge Lavelli, neto trunfador en Pars, nos habla
en este nmero sobre el director de tootro como
oficiante. Lavelli form parte de un grupo de be-
carios argentinos que el Fondo Nacional de las
Artes, de Buenos Aires, envi a Pars a fines de
1959: los pintores Rodolfo Krasno y Stefan Strocen,
el grabador Enrique Peycer, el escritor Csar Fer-
nndez Moreno y Hugo Muchnik, especializado en
televisin. Este grupo se vincul amistosamente,
durante su estancia en Pars, con otros becarios
argentinos de distintas instituciones: Len Rozitch-
ner, filsofo; Edgar Cantn, msico; Jacques Mam-
ruth y David Fruman, ingenieros hidrulicos. Eran
diez beoarios.
Hoy, ocho aos despus, podemos comprobar en
este grupo circunstancial uno de los conductos de
la notoria fuga intelectual que se viene dando en la
Argentina. De estos diez, seis se quedaron defini-
tivamente en Pars desde 1959, formando o radican-
95
do aqu sus familias: Peycer, Krasno, Cantn,
Mamruth, Fruman y el propio Lavelli. Otros han
viajado desde entonces dubitativamente entre Am-
rica y Europa: se encuentran actualmente en la
Argentina Strocen y Muchnik; en Francia, Fer-
nndez Moreno. Slo Rozitchner, el dcimo beoario,
sugestivamente un filsofo, ha permanecido en Bue-
nos Aires desde su regreso hasta la fecha. Pero
sealamos que es el nico de este grupo de diez
que haba vivido en Francia, estudiando, durante
el perodo del peronismo.
Premios y concursos
Premio Eugenio Nadal, para novelas inditas.
No menos de 200 folios a doble espacio y una sola
cara. Premio: 200.000 pesetas, valor que se con-
ceptan los derechos de autor de una primera
edicin de 20.000 ejemplares. Jurado de siete miem-
bros, designado por Ediciones Destino, S. L., em-
pres-a a la que debern enviarse por duplicado los
originales, con la indicacin "Para el Premio Eu-
genio Nadal (Balmes, 4 bajos, Barcelona). Plazo
de admisin: 30 de setiembre de 1967. Fallo: 6 de
enero de 1968.
Premio Alfaguara, para novelas inditas. No menos
de 250 folios a mquina, de 29 lneas cada uno.
Premio: 200.000 pesetas, considerados como anti-
cipo no reversible sobre los derechos de autor
(10 % sobre el precio de tapa). Jurado permanente,
designado por Ediciones Alfaguara, S. L., empresa
a la que debern enviarse por duplicado los ori-
ginales hasta el 1 de octubre de 1967. Fallo: 28
de diciembre de 1967, aniversario del nacimiento
de Po Baroja.
Casa de las Amricas: concurso de compos/c/on
musical. Un premio de 500 dlares para msica
de cmara, uno de 300 dlares para msica coral
y otro de la misma suma para cancin. Los premios
se otorgarn a compositores no dedicados a la
msica popular. Respecto a los derechos de autor
se observar lo dispuesto por la legislacin cu-
bana vigente. Jurado a designar por la Casa. Las
obras, inElitas, debern enviarse a la Casa de las
Amricas, 3ra, y G, Vedado, La Habana, Cuba, has-
ta el 30 de junio de 1967.
VI Concurso nacional de novela Esso (Colombia).
Para novelas inditas. Premio: 40.000 pesos co-
lombianos. Se cierra el 1 de setiembre. Informes:
Departamento de Relaciones Pblicas de Esso Co-
lombiana. Bogot, D. E. Apartado Areo 3533.
Colaboradores
FERNANDO ALEGRIA (Chile, 1918) se ha destacado
como novelista y como critico de la literatura latinoame-
ricana. Entre sus obras de ficcin sobresalen Caballo
de copas (1957), Las noches del cazador (1961) y Maa-
na los guerreros... (1964). Entre sus libros de critica
figuran La poesia chilena (1954) y Fronteras del rea-
lismo (1962), que se subtitula Literatura chilena siglo
XX. Hace aos que Alegria ensea en la Universidad
de Berkeley, California. Los lectores de Mundo Nuevo
ya han tenido oportunidad de valorar su estudio sobre
Csar Vallejo, publicado en el nm. 3. El cuento indito
que hoy publicamos ha sido especialmente enviado
para nuestra revista.
CARLOS BEGUE (Argentina, 1935) ha desempeado la
critica teatral en la revista Estudios, de Buenos Aires.
En 1966 obtuvo con "Pobre Crespo" el premio de cuen-
to en el concurso organizado por la revista Testigo,
de la capital argentina. En 1967 Casa de las Amricas,
de La Habana, confiri primera mencin a su libro
indito de cuentos Le decian Cabezn, al que pertenece
el cuento ya mencionado y el que ahora publica Mundo
Nuevo, con autorizacin del autor.
ULlSES CARRION (Mxico, 1941) ha publicado un volu-
men de cuentos, La muerte de Miss O (1966), Y tiene
en preparacin un segundo, al que pertenece el cuento
que publicamos en este nmero. Actualmente reside en
Paris y trabaja en una novela,
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Francia: 35 F - Otros paises europeos: 40 F
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el agente de cada pais. Vase la lista en la pgina
tercera de la cubierta,)
CESAR FERNANDEZ MORENO (Argentina, 1919) alterna
la poesia con la crtica literaria. Entre sus obras des-
tacan Argentino hasta la muerte (versos) e Introduccin
a la poesia (prosa). Nuestros lectores ya conocen su
largo estudio sobre Martinez Estrada, publicado en los
nmeros 1 y 2.
JUAN GOYTISOLO (Espaa, 1931) se inicia precozmente
con un par de novelas (Juegos de manos, 1954, y
Duelo en el Paraiso, 1955), que lo sitan a la vanguar-
dia de la renovacin de la narrativa espaola de pos-
guerra. Libros posteriores, entre los cuales se destacan
La resaca (1959), Campos de Nijar (1960) y La isla
(1961), contribuyen a fijar su nombre. Vive en Paris
desde hace aos.
CRISTlAN HUNEEUS (Chile, 1937) ha colaborado ante-
riormente en Mundo Nuevo con algunas notas criticas
y un cuento largo, "La casa en Algarrobo". Despus
de estudiar algunos aos en la Universidad de Cam-
bridge (Inglaterra), ha regresado a su patria a ensear.
VICENTE LLORENS (Espaa, 1966) se ha consagrado con
un libro sobre Liberales y Flomnticos (1954), en el que
estudia la emigracin espaola de 1823 en Inglaterra.
Ha estudiado asimismo la controvertida personalidad
de Jos Maria Blanco White y actualmente prepara una
obra sobre la emigracin espaola de 1939, a la que
pertenecen las pginas que hoy publicamos.
FEDERICO VILES naci en SI. Etienne, Francia, en el
ao 1942. A los seis aos viaj con su familia a Uru-
guay, donde sta se radica definitivamente. A los 17
aos recorre intensamente Espaa y Francia y es en-
tonces que nace su vocacin por las artes plsticas.
A su regreso a Montevideo ingresa en la Escuela Nacio-
nal de Bellas Artes de dicha ciudad, donde sigue
cursos durante tres aos de dibujo, pintura y grabado.
Su inters por el teatro lo lleva a realizar en 1963 la
escenografa de La historia del zoolgico, de Edward
Albee, y Dias Felices de Samuel Beckett, para el Teatro
de la Ciudad de Montevideo. Tambin para dicha com-
paia realiza en 1965 la escenografia de un programa
compuesto por tres obras del autor polaco Slawomir
Mrozek. El mismo ao expone sus cuadros en el Insti-
tuto Uruguayo de Artes P.lsticas y posteriormente sus
dibujos en la Galeria "O" de Montevideo. Poco antes
de viajar a Polonia (donde se encuentra actualmente
siguiendo cursos de dibujo y escenografa) organiza
con la bailarina Teresa Trujillo un happening que,
segn sus propias palabras, termin por arruinar su
bolsillo y su reputacin. Exceptuando dicho happening
(una experiencia poco afortunada) la critica ha elogiado
la calidad y la originalidad de sus escenografas y
de sus dibujos. Los que publicamos en este nmero
fueron hechos especialmente para Mundo Nuevo.
COLlN BANK y JOHN MILES, artistas ingleses, son
los autores del diseo de la cartula y del proyecto
de tipografa de las pginas interiores de Mundo Nuevo.
Advertencia
1
Todos los materiales publicados en Mundo Nuevo son
inditos en castellano, salvo mencin en sentido con-
trario. Est prohibida su reproduccin, total o parcial,
si no se menciona expresamente la procedencia. No
se mantiene correspondencia sobre colaboraciones no
solicitadas. Las opiniones contenidas en los trabajos
con firma pertenecen exclusivamente a sus autores.
Esta es una revista de dilogo. O
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to Milla, Editoral ALFA. Ciudadela 1389.
Imp. Moderne Gelbard, 20, r. F.-Duval, Paris....
taurufedicionef
ha publicado en su coleccin TEMAS DE ESPAA
UN INGLES EN LA ESPAA DE GODOY, por William Beckford
(Col. Temas de Espaa, na 45) 132 pgs., 50 ptas.
Serie de cartas muy famosas en Inglaterra pero, hasta hoy, nunca
traducidas al castellano. La sociedad de la poca en decadencia
contrasta con otras grandezas que maravillan.
LOS MUERTOS, por Jos Luis Hidalgo
(Col. Temas de Espaa, na 46) 132 pgs., 50 ptas.
He aqu un libro fundamental en la poesa espaola de los ltimos
veinte aos. En esta edicin, prologada por Jorge Campos, se incluyen
como apndice varios poemas que dieron lugar a Los muertos, pero
que nunca se incluyeron en el famoso libro.
ROMANCES DE CIEGO (Antologa). Seleccin y prlogo de Julio Caro Baraja
(Col. Temas de Espaa, na 47) 414 pgs., 100 ptas.
Romances que se han cantado en todos los pueblos de Espaa: histo-
rias de bandidos andaluces, sucesos histricos, romances burlescos,
novelas amorosas, etc. Literatura enjundiosamente popular salvada
del olvido.
TRAIDOR Y MARTIR, por Jos Zorrilla
(Col. Temas de Espaa, n 48) 239 pgs., 50 ptas.
Esta obra es la culminacin del drama histrico zorrillesco y un punto
de referencia en la historia literaria del XIX. A cien aos de su estreno,
an es capaz de prender el inters del lector. Lleva un prlogo del
profesor Elas Torre.
TAURUS EDICIONES Claudio Coello, 69 B.. Ap. 10.161 . MADRID (1)
Consejo de Ciento, 167. . BARCELONA (15)
..,
El nmero: 3,50 F Printed in France