El Reino de Dios o Reino de Los Cielos
El Reino de Dios o Reino de Los Cielos
El Reino de Dios o Reino de Los Cielos
Dice la Escritura: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. (Génesis 1:1)
Por esto leemos en las Escrituras: “De Yahúh es el orbe y lo que contiene, la
tierra y quienes la habitan, puesto que él fue quien la estableció sobre profundos
océanos y la instaló sobre fluidos”. (Salmo 24:1-2) “Inclinó el Norte sobre el
vacío… suspendió la tierra sobre la nada; sobre la faz de las aguas decretó un
límite hasta el confín de la luz con las tinieblas…” (Job 26:7,10)
Por esto había dicho Jesús a sus discípulos: “…yo por mi parte, preparo para
vosotros un reino, cómo para mí lo ha preparado mi Padre”. (Lucas 22:29)
Les dijo: “Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu voluntad tanto en la
tierra cómo en el cielo”. (Mateo 6:9-10)
El profeta Daniel vio este reino en una visión y escribió: “…contemplando las
visiones de la noche, he aquí que entre las nubes de los cielos venía uno que se
asemejaba a un hijo del hombre. Se acercó al Anciano en Tiempos, y fue
conducido ante él; entonces se le entregó la autoridad, la gloria y el reino, y
le rindieron homenaje todas las naciones, pueblos y leguas, porque es su
gobierno un gobierno eterno que no pasará y su reino nunca será destruido
…” (Daniel 7:13-14)
Cuando el apóstol Juan relata la visión que Jesús le dio, dice: “Entonaron un
nuevo canto que decía: “Tú eres digno de recibir el rollo y de abrir los sellos,
puesto que fuiste sacrificado y con tu sangre rescataste para Dios a personas de
toda tribu, lengua, pueblo y nación, haciendo de ellos reyes y sacerdotes de
nuestro Dios, para que reinen sobre la tierra.” (Apocalipsis 5:9-10) Cristo
asocia pues a su gobierno, a personas de toda tribu, lengua, pueblo y nación,
para que cuiden de la tierra, que según el propósito de Dios, estará habitada.
De esto, Pablo escribe que Dios “…no somete a los ángeles la futura tierra
habitada de la que hablamos, y alguno da testimonio de esto en un pasaje de
la Escritura, que dice: ‘¿Que es el hombre para que tú le recuerdes, o el hijo del
hombre para que le cuides? Le has hecho un poco inferior a los ángeles, y
coronándole de gloria y de honor, has sometiendo todas las cosas bajo sus
pies’. De manera que si todas las cosas le han sido sometidas, ninguna queda
excluida. Y si no podemos ver todavía todas las cosas sometidas a él,
podemos ver a aquel Jesús que fue hecho un poco inferior a los ángeles,
coronado de gloria y de honor por la muerte que sufrió; y gracias al favor divino,
su muerte ha sido en beneficio de todos”. (Hebreos 2:5-9)
Juan escribe que cuando “El séptimo ángel tocó su trompeta… unas voces
potentes dijeron en el cielo: ‘En este momento el reino del mundo ha llegado a
ser el reino de nuestro Soberano y de su Cristo y él reinará por los siglos de los
siglos’. Los veinticuatro ancianos que se sientan en sus tronos ante la presencia
de Dios, se inclinaron y rindiendo homenaje a Dios, dijeron: ‘Te damos las
gracias SEÑOR, Dios Omnipotente que eres y eras, porque haciendo uso de
tu gran poder has establecido tu reino’”. (Apocalipsis 11:15-17)
Por esto, cuando Pilatos preguntó a Jesús “¿Eres tú rey de los judíos?... …
respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuese de este
mundo, mi gente habría combatido para que yo no fuese entregado a los judíos,
pero en este momento, mi reino no es de aquí”. (Juan 18:33-36)
A pesar de que el gobierno del reino proviene de los cielos porque su rey es
Cristo, es un gobierno destinado al beneficio de los habitantes de la tierra. Juan
habla de las relaciones de este reino con la humanidad que llenará la tierra, y
dice: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el cielo anterior y la tierra
anterior habían desaparecido …Y vi cómo Dios hacía descender del cielo a la
ciudad santa, la nueva Jerusalén, adornada cómo una novia para su esposo.
Entonces oí una voz potente que provenía del cielo y dijo: ‘La tienda (Templo) de
Dios está con la humanidad y permanecerá con ella porque ellos serán su
pueblo. Dios mismo intervendrá en su favor y enjugará todas las lágrimas de sus
ojos, ya no habrá muerte ni duelo ni llanto ni dolor, porque las cosas
anteriores han pasado’. Aquel que se sienta en el trono me dijo: ‘Mira, hago
nuevas todas las cosas’ y dijo: ‘Escribe, porque estas palabras son fieles y
veraces’”. (Apocalipsis 21:1-5)
Las palabras ‘el cielo anterior y la tierra anterior’, se refieren al reinado que
desde la desobediencia de Adán, ejercen sobre la sociedad humana, aquellos
que Pablo describe cómo “…los gobiernos, las autoridades y los gobernantes
cósmicos de estas tinieblas, o sea, …las fuerzas espirituales malvadas que
habitan las regiones celestes”, (Efesios 6:12)
Por otro lado, la ciudad santa que Dios hace descender del cielo, representa la
nueva administración en favor de la humanidad. Se compara alegóricamente con
una novia porque es la esposa de Cristo, o sea, su congregación. Pablo se
refiere a esto cuando escribe “Con esto hermanos, quiero deciros que carne y
sangre no pueden heredar el reino de Dios”, (1Corintios 15:50) porque los que
forman parte del cuerpo de Cristo, no tienen herencia en la tierra, si no junto a él
en los cielos.
Estas personas que han sido nombradas por Dios y tomadas de la tierra para
cuidar de sus hermanos, fueron ya prefiguradas en la Ley de Moisés por los
sacerdotes levitas designados para cuidar de todo el pueblo, que no habían
recibido una propiedad en la tierra cómo las demás tribus de Israel.
El profeta Daniel los llama ‘los santos del Altísimo’ y dice de ellos: “Entonces los
santos del Altísimo recibirán dignidad real y poseerán la soberanía para
siempre, por los siglos de los siglos”. (Daniel 7:18)
Estos santos del Altísimo son, según las palabras del apóstol Juan,
personas tomadas de entre la humanidad para ser reyes y sacerdotes junto
con Cristo.
En el relato de la revelación que recibió Juan de Jesús, escribe que los que
habitan los cielos, “…entonaron un nuevo canto que decía: “Tú eres digno de
recibir el rollo y de abrir los sellos, puesto que fuiste sacrificado y con tu sangre
rescataste para Dios a personas de toda tribu, lengua, pueblo y nación,
haciendo de ellos reyes y sacerdotes de nuestro Dios, para que reinen sobre
la tierra’”. (Apocalipsis 5:9-10) Más adelante explica: “Y vi al Cordero en pié
sobre el Monte Sión, estaban con él ciento cuarenta y cuatro mil que llevaban
escrito sobre sus frentes su propio nombre y el nombre de su Padre... ...y siguen
al Cordero dondequiera que vaya, pues han sido adquiridos de la humanidad
cómo primicias para Dios y para el Cordero”. (Apocalipsis 14:1,4)
Y vuelve más tarde a hablar de ellos, para decir: “¡Felices y santos son los que
obtienen la primera resurrección! Sobre ellos no tiene poder la segunda muerte,
ellos serán sacerdotes de Dios y reinarán los mil años junto a Cristo”.
(Apocalipsis 20:6)
El primero de sus enemigos es Satanás, por esto le dio un nombre que significa
Adversario. Juan escribe: “En el cielo había estallado una batalla; Miguel y sus
ángeles combatieron contra el Dragón y aunque el Dragón y sus ángeles
lucharon, no pudieron prevalecer y perdieron su lugar en los cielos. Con esto, el
gran Dragón, la antigua serpiente, el que es llamado Diablo y Satanás, y está
engañando a la humanidad entera, fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron
arrojados con él. Y oí una potente voz procedente del cielo que decía: Ahora ha
llegado el momento de la salvación mediante el poder del reino de nuestro
Dios y la autoridad de su Cristo, porque el calumniador de nuestros hermanos,
aquel que los calumniaba día y noche ante nuestro Dios, ha sido arrojado
hacia abajo”. (Apocalipsis 12:7-10) Y más adelante dice: “…el Diablo que los
extravió (a las naciones) será precipitado en el lago de fuego que arde con
azufre, donde habían sido ya arrojados la bestia salvaje y el falso profeta, y su
condena será un ejemplo que se recordará día y noche por los siglos de los
siglos”. (Apocalipsis 20:10)
El lago de fuego es un alegoría que representa una total destrucción, una muerte
de la que no se retorna.
Hablando del gobierno de Cristo, Pablo dice que después de poner en orden
todas las cosas y “…después de haber destruido cualquier gobierno,
autoridad y poder, él consignará el reino al Dios y Padre... El último de los
enemigos destruidos será la muerte”, (1 Corintios 15:24,26) porque habrá
dejado de existir para siempre.
Escribe Lucas que en el día de Pentecostés, Pedro dijo a los que admirados,
escuchaban cada uno de ellos hablar a los discípulos en su lengua, dando
testimonio de Jesús: “Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús el Nazoreo,
hombre acreditado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales… a
éste… vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos, y a
éste le resucitó Dios, librándole de los dolores del hades… ya que David dice de
él: ‘…mi carne reposará en la esperanza de que no abandonarás mi alma en el
hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción…’ Hermanos… el
patriarca David murió y fue sepultado, y su tumba permanece entre nosotros
hasta el presente. Pero cómo él era profeta y sabía que Dios le había asegurado
con juramento que se sentaría en su trono un descendiente de su sangre, vio de
lejos y habló de la resurrección de Cristo, que ni fue abandonado en el hades ni
experimentó su carne la corrupción. A este Jesús le resucitó Dios, un hecho del
que todos nosotros somos testigos, y exaltado por la diestra de Dios, ha
recibido del Padre el espíritu santo prometido y ha derramado lo que vosotros
veis y oís. Porque David no subió a los cielos y sin embargo dice: ‘Dijo el
SEÑOR a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos
por banquillo bajo tus pies’. Sepa pues, con certeza toda la casa de Israel,
que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús que vosotros habéis
crucificado”. (Hechos 2:22-35)
Porque a pesar de que “todas las cosas le han sido sometidas”, y de que
“ninguna queda excluida… no podemos ver todavía todas las cosas
sometidas a él”, pero “podemos ver a aquel Jesús que fue hecho un poco
inferior a los ángeles, coronado de gloria y de honor por la muerte que
sufrió…” (Hebreos 2:8-9)
Dice Pablo que “Cristo, tras haberse ofrecido una sola vez, para abolir por
siempre los pecados de muchos, volverá a manifestarse de nuevo en una
segunda ocasión, pero ya no en relación al pecado, si no a los que le esperan
para ser salvados”. (Hebreos 9:28)