Este documento explora cómo el proceso de globalización ha contribuido a debilitar la soberanía de los estados-nación y a expandir la política más allá de sus fronteras, creando ámbitos políticos supranacionales. Argumenta que aunque esto contradice la tesis de "el fin de la historia" propuesta por Fukuyama, estos nuevos ámbitos supranacionales son arenas políticas paralelas y complementarias, no el destino final o reemplazo de la esfera política estatal.
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Soberanía Light y Ambitos Políticos Supranacionales
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Este documento explora cómo el proceso de globalización ha contribuido a debilitar la soberanía de los estados-nación y a expandir la política más allá de sus fronteras, creando ámbitos políticos supranacionales. Argumenta que aunque esto contradice la tesis de "el fin de la historia" propuesta por Fukuyama, estos nuevos ámbitos supranacionales son arenas políticas paralelas y complementarias, no el destino final o reemplazo de la esfera política estatal.
Título original
Soberanía light y ambitos políticos supranacionales
Este documento explora cómo el proceso de globalización ha contribuido a debilitar la soberanía de los estados-nación y a expandir la política más allá de sus fronteras, creando ámbitos políticos supranacionales. Argumenta que aunque esto contradice la tesis de "el fin de la historia" propuesta por Fukuyama, estos nuevos ámbitos supranacionales son arenas políticas paralelas y complementarias, no el destino final o reemplazo de la esfera política estatal.
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Soberanía Light y Ambitos Políticos Supranacionales
Este documento explora cómo el proceso de globalización ha contribuido a debilitar la soberanía de los estados-nación y a expandir la política más allá de sus fronteras, creando ámbitos políticos supranacionales. Argumenta que aunque esto contradice la tesis de "el fin de la historia" propuesta por Fukuyama, estos nuevos ámbitos supranacionales son arenas políticas paralelas y complementarias, no el destino final o reemplazo de la esfera política estatal.
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SOBERANA LIGHT Y MBITOS POLTICOS SUPRANACIONALES PERFILES LATINOAMERICANOS 17 DICIEMBRE 2000
SOBERANA LIGHT Y MBITOS POLTICOS SUPRANACIONALES Benjamn Arditi* El objetivo de este ensayo es explorar en qu medida el proceso de globalizacin ha contribuido a transformar los parmetros de la poltica. El punto de partida de la reexin es que el debilitamiento de la soberana acenta la permeabilidad de las fronteras y facilita la migracin de la poltica a lugares ms all del Estado nacional. Luego de examinar los factores que inciden en el debilitamiento de la soberana, el ensayo aborda el proceso de crecimiento hacia fuera de la poltica y la creacin de mbitos supranacionales del intercambio poltico. La hiptesis es que, si bien con ello se inaugura un horizonte posliberal y as se contradice la tesis del nal de la historia, los mbitos supranacionales no son ni el destino de la poltica ni la alternativa que remplaza a la esfera poltica. Ms bien son arenas paralelas y suplementarias a sta. The aim of this paper is to examine the extent to which the process of globalization has contributed in changing parameters in politics. The starting point in this thought is that weakened sovereignty acce- ntuates the permeability of frontiers and simplies migration of politics to places beyond the national State. After examining the factors inuencing the weakening of sovereignty, the essay approaches the outwards growth process of politics and the development of supranational realms in political relations. The hypothesis is that, although a post-liberal horizon is hence inaugurated and the thesis on the end of history is contradicted, supranational realms are neither the destiny of politics nor the alter- native to replace the political sphere. More likely they are parallel arenas complementing this sphere. La globalizacin como internacionalismo del establishment La globalizacin, palabra clave en el lxico de n de siglo, no se res- tringe a su dimensin econmica inicial, pues transforma la cartografa poltica y cultural del planeta. Los ujos de la comunicacin, el consumo cultural y los estilos de vida trascienden las fronteras (Garca Canclini, 1999: 50). Sindicatos, movimientos de mujeres, ecologistas y ONG que deenden los derechos humanos por mencionar slo algunos ejemplos generan *.Facultad de Ciencias Polticas y Sociales, UNAM. 50 PERFILES LATINOAMERICANOS formas de accin colectiva que rompen con el espacio de contencin del te- rritorio nacional. Se mueven en un escenario global, conforman comuni- dades transnacionales y contribuyen junto con la Internet y los medios de comunicacin de masas a crear una opinin pblica internacional. El corolario es claro: vivimos en una sociedad mundial y en ella las tesis acerca de espacios cerrados o impermeables se convierten en una ccin (Beck, 1998: 28 y ss.; vase tambin Held, 1997: 121). Esto en s no es algo nuevo. Hay un precedente en el internacionalismo propugnado por el movimiento socialista desde la segunda mitad del siglo diecinueve. La izquierda, de Marx a Gramsci, y de la Primera a la Tercera Internacional, haca caso omiso de las fronteras territoriales de los Estados capitalitas. La solidaridad obrera y la poltica socialista deban tener una di- mensin global, al menos en principio. Previsiblemente, el pensamiento del establishment se ubicaba en las antpodas de ese internacionalismo. Vea en l una amenaza tanto para el orden liberal como para la integridad territo- rial del Estado nacin. Esto es llamativo dado que las potencias industriales promovan el comercio mundial y el colonialismo, sin preocuparse por la pr- dida de soberana de los pases menos desarrollados, y menos por promover la democracia en ellos. Hoy, excepto por algunos sectores conservadores y por la extrema derecha, su preocupacin por la soberana ha ido menguando a tal punto, que la globalizacin nombre que adopta el internacionalismo propugnado por el establishment nisecular est siendo impulsada por el propio empresariado, por gobiernos nacionales y por organismos multilatera- les. Su motivacin sigue siendo ms econmica que poltica, ya que busca la penetracin global de la lgica de mercado y la movilidad igualmente global de mercancas, capitales, servicios y dinero. Pero las consecuencias espe- radas o no de este nuevo internacionalismo van ms all de su motivacin econmica inicial. Tambin inciden sobre algunos supuestos de la concepcin liberal democrtica de la poltica, pues nos llevan a poner en tela de juicio el alcance de la soberana y a reconsiderar la idea de que el territorio del Esta- do nacin es el marco exclusivo de la actividad poltica. Podemos plantear esto a partir de la tesis del n de la historia pro- pugnada hace algunos aos por Francis Fukuyama. Para l, ya no que- dan grandes sistemas rivales puesto que la cada del comunismo en 1989 marc el triunfo de la economa de mercado y de la democracia liberal. La experiencia latinoamericana de los ochenta y noventa parece conrmar su hiptesis. En esos aos de ajuste estructural se reivindic el liberalismo econmico con la privatizacin de empresas estatales, la desregulacin de la economa y la apertura de sta al ingreso de capitales privados y al comercio internacional. Al mismo tiempo, la regin en su conjunto pas por una ola democratizadora que remplaz a las dictaduras militares con regmenes 51 SOBERANA LIGHT Y MBITOS POLTICOS SUPRANACIONALES multipartidistas. Pero la tesis del n de la historia no es tan clara, dado que puede tener por lo menos dos sentidos. Puede ser vista como el nal de una historia, la del largo periodo del enfrentamiento entre el liberalismo y el marxismo. Si bien esa historia culmina con la virtual desaparicin del marxismo como una opcin poltica creble, la victoria del liberalismo y la consecuente hegemona de ste no tiene un signicado trascendental; es un desenlace puramente contingente, y por ende disputable e incluso reversi- ble. Pero Fukuyama interpreta el n de la historia en el sentido hegeliano. Desde esa ptica, la ausencia de grandes sistemas antagnicos suspende el movimiento de la dialctica, y con ello de la historia como tal. Esta interpretacin es doblemente problemtica. Primero por sus implica- ciones polticas, pues al no haber antagonismo desaparecera tambin la fuen- te de las grandes divisiones y conictos. En ese caso se tendra que aceptar la pertinencia terica y por cierto la posibilidad emprica de una sociedad re- conciliada consigo misma, donde la poltica ha llegado a su n. En un contexto diferente, Carl Schmitt plantea muy bien este problema del n de la historia al reformular la tesis hegeliana en trminos ms polticos. Su argumento es una polmica en contra del liberalismo y su neutralizacin de lo poltico, esto es, en contra del deseo liberal de reducir las oposiciones del tipo amigo-enemigo rasgo distintivo de lo poltico a la concurrencia del mercado o a una discu- sin sin n. Sostiene que un mundo hipotticamente pacicado, en el que han desaparecido las oposiciones del tipo amigo-enemigo, es un mundo donde se ha puesto n a la tensin propiamente poltica de la existencia humana (Schmitt, 1984 [1932]). En otras palabras, si no hay antagonismo tampoco hay poltica. En segundo lugar, se puede falsicar el argumento acerca de la ausencia de sistemas rivales invocando procesos desencadenados por la propia globaliza- cin. Por una parte porque no han desaparecido los desafos externos al libe- ralismo. Entre ellos, el resurgimiento de formas agresivas del nacionalismo, el auge del fundamentalismo religioso y la reivindicacin de la raza y la etnicidad como ejes para la construccin de identidades polticas (Arditi, 2000). Estos otros del liberalismo no son anacronismos sino respuestas defensivas ante la desestructuracin de identidades que trae consigo la globalizacin. Por otra parte ha habido desafos internos al liberalismo en trminos de la persistencia de la desigualdad social, el incumplimiento del ideal democrtico de responsabilidad de las autoridades pblicas, la falta de respeto por los derechos ciudadanos, o la erradicacin de la corrupcin del sistema poltico (Hirst, 1997: 201-203). Sin embargo, tambin hay un desafo nuevo, pues la globalizacin, como bandera del neoliberalismo, nos recuerda lo que algunos autores llaman la creciente tensin entre la geografa ja de los Estados-nacin y la na- turaleza no territorial de los problemas globales y las soluciones a stos (Cutter et al., 2000: 81). De hecho, la globalizacin modica el estatuto de 52 PERFILES LATINOAMERICANOS la soberana y con ello juega un papel importante en el devenir-otro de la poltica. Contribuye a expandir la poltica ms all del esquema liberal democrtico de la representacin territorial dentro del Estado, y pone en entredicho el modelo de orden internacional surgido luego de la paz de Westfalia que puso n a la Guerra de los Treinta aos en 1648. Held describe este modelo como el de una sociedad de Estados so- beranos que no reconocen ninguna autoridad superior, que conciben el derecho internacional slo como un mecanismo para regular su coexis- tencia, que en ltima instancia dirimen sus controversias por la fuerza, y que no aceptan ninguna injerencia externa en sus asuntos internos (Held, 1997: 104 y ss.). En esencia, es el modelo de orden internacio- nal propugnado por Hobbes y otros tericos de la soberana en los albo- res del Estado absolutista. Para Hobbes el Estado es ante todo un ente pacicador; pone n al estado de naturaleza de la guerra de todos con- tra todos, pero slo en el plano interno. Las cosas son diferentes en la alta poltica de las relaciones entre Estados soberanos. En el mbito externo contina el peligroso estado de naturaleza donde la supervivencia de un Es- tado depende de su capacidad para distinguir correctamente a sus amigos de sus enemigos. Slo los Estados soberanos pueden decidir acerca de la amistad, hostilidad o neutralidad hacia otros. Para Schmitt, este tipo de decisin es constitutivo de lo poltico, y por ello sostiene que el Estado europeo clsico gozaba de un monopolio importante que dur por ms de tres siglos: era el nico sujeto de la poltica (Schmitt, 1971: 23). En ese periodo, dice Bauman, el orden global se reduca a una serie de rdenes locales, los Estados sobera- nos, y la poltica era bsicamente escenicacin de conictos entre Esta- dos cuyo objetivo principal era garantizar las fronteras que separaban y encerraban a sus respectivos territorios (Bauman, 1999: 84-85). Este sistema de Estados soberanos se mantuvo sin mayores cambios hasta mediados del siglo veinte. Hoy su continuidad est en juego, aunque no porque estemos en la antesala de la disolucin del Estado. Los cruces de frontera todava deben pasar por el cedazo de las autoridades migratorias, incluso hacia el territorio de los ms entusiastas adalides de la libre movili- dad de personas (especialmente cuando stas vienen de la periferia externa al mundo desarrollado). Adems, el grueso de los pases sigue apegado al principio de no-intervencin en los asuntos internos de otros Estados, aunque a menudo como excusa para sustraer la accin policiaca interna del control humanitario internacional, o como simulacin de un orgullo nacional que ya ha sido sacricado en el altar de la globalizacin. Pero si el Estado sigue siendo la unidad bsica en el campo de las relaciones internacionales, su papel sobre una poblacin y un territorio dados dista mucho de ser el que tena en el modelo clsico. Tal como cada cierto tiempo las serpientes cam- bian su piel, dice Beck, el Estado no desaparece sino que se reinventa a s 53 SOBERANA LIGHT Y MBITOS POLTICOS SUPRANACIONALES mismo desprendindose de algunos de sus rasgos clsicos y desarrollando tareas globales (Beck, 1997: 139). A medida que la globalizacin debilita la soberana interdependiente y la soberana westfaliana, esa reinvencin se vuelve impensable a menos que se reexamine el estatuto de las fronteras y el alcance del control gubernamental sobre ellas. 1 Porque, parafraseando a Paul Virilio, parece ser que ms que con el n de la historia, hoy los gobier- nos se enfrentan con el n de la geografa (Bauman, 1999: 20). Fronteras porosas, soberana light: sntomas de la condicin global Tal vez no se trate del n de la geografa como tal, pues la distancia no ha sido abolida, pero hay una serie de factores que avalan la tesis del debilitamiento de la soberana. Los ujos monetarios, los movimientos de capitales privados y las polticas de organismos multilaterales tienen efectos directos en el plano nacional. La soberana interdependiente la regulacin del trco fronteri- zo se ve afectada por las uctuaciones en los mercados internacionales de divisas que generan efectos que no siempre pueden ser contrarrestados por las polticas monetarias de un pas. Los sindicatos son vulnerables a polticas de inversin, de reubicacin de plantas industriales o de reduccin de personal diseadas por ejecutivos de empresas ubicadas ms all de las fronteras na- cionales. Los gobiernos combaten el contrabando de bienes, personas, ideas, drogas o recursos nancieros, pero no lo pueden erradicar. Instituciones nancieras internacionales tales como el Banco Mundial (BM) o el Fondo Mo- netario Internacional (FMI) exigen que los pases reestructuren sus institucio- nes y polticas econmicas a cambio de prstamos. El Banco Europeo para la Reconstruccin y el Desarrollo, dice Krasner, va ms lejos. El primer prrafo de su acta fundacional dice que los Estados beneciados con sus prstamos se comprometen a respetar los principios fundamentales de la democracia multipartidista, el Estado de derecho, los derechos humanos y la economa de 1 .Krasner (1999: 9-25) plantea una distincin bastante til acerca de la soberana. Identica por lo menos cuatro tipos de soberana, o cuatro usos diferentes del concepto de soberana. La soberana domstica se reere al modo de organizacin de la autoridad pblica dentro del Estado (monrquica, republicana, par- lamentaria, presidencial, etc.). La soberana interdependiente es la capacidad de regular el ujo de bienes, personas, ideas, etc., que pasa a travs de las fronteras de un pas. La soberana legal internacional se reere al reconocimiento mutuo de entidades territoriales que tienen independencia jurdica. La soberana westfa- liana se basa en la exclusin de actores externos de las estructuras de autoridad dentro de un territorio dado: cada Estado existe en un territorio especco dentro del cual slo las autoridades polticas internas pueden juzgar lo que es o no un comportamiento legtimo. Este ensayo se ocupa primordialmente de la soberana westfaliana y, en menor medida, de la soberana interdependiente. Hay una buena discusin acerca del impacto de la globalizacin sobre la poltica en Dahl (1994). Vanse tambin Falk (1990) y Kahler (1987), pero especialmente Connolly (1995: 135-161 y 163-198), quien habla del carcter poroso de las fronteras entre pases y de un contexto democrtico que rebosa las fronteras del Estado territorial. 54 PERFILES LATINOAMERICANOS mercado (1999: 144). La conciencia pblica contempornea puede celebrar requisitos tales como los derechos humanos y la democracia, pero no cabe du- da de que su aceptacin vulnera la autonoma de los Estados para determinar la forma de organizacin de la autoridad pblica y presupone la intervencin de un actor externo en sus asuntos internos; vale decir, se trata de requisitos que menoscaban su soberana interna y westfaliana. Tambin se fortalecieron los espacios interestatales como la Organiza- cin de Naciones Unidas (ONU) y se crearon nuevos mbitos como la Unin Europea (UE), el Mercado Comn del Sur (Mercosur) y la zona del Tratado de Libre Comercio de Amrica del Norte. La ONU es una organizacin de Esta- dos soberanos; en ella prima la igualdad en la Asamblea General y a la vez se maniesta la asimetra geopoltica debido al poder de veto de los pases que integran el Consejo de Seguridad (Held, 1993: 40-41; 1997: 114-115). Pero si bien es una organizacin congruente con el modelo westfaliano, no es una mera sociedad de Estados, tiene el compromiso explcito de promover el respeto de los derechos humanos en todo el globo, brinda foros internacio- nales para dirimir disputas entre Estados y territorios, y sus tropas los cascos azules contribuyen a la causa de la paz dentro de Estados soberanos al supervisar ceses al fuego en guerras civiles y monitorear el proceso de des- arme de los combatientes. El impacto interno de un mbito de gestin y deci- sin transestatal es an ms claro en el caso de la UE. En ella el clculo de los decision-makers de los Estados miembros no depende slo de la legislacin, las instituciones o la opinin pblica nacional, tambin debe contemplar los par- metros establecidos por instituciones multilaterales erigidas para administrar las polticas comunitarias. Los asuntos relacionados con el medio ambiente requieren respuestas pan-europeas que restan autonoma legislativa a los parlamentos nacionales. Con la entrada en vigor del Euro, la moneda comn europea, la poltica monetaria de los pases miembros debe ajustarse a los li- neamientos del Banco Central Europeo. Los pases candidatos a ingresar en la zona Euro deben cumplir con requisitos mnimos, tales como la reduccin del dcit pblico a menos de 3% del PIB, lo cual limita el margen de decisin econmica de los gobiernos. Ello naturalmente incide sobre la soberana de la decisin poltica en sentido amplio. La soberana jurdica tambin ha entrado en tela de juicio con la creacin de cortes tales como el Tribunal Internacional de Justicia de la Haya. Este Tribunal permite a un Estado llevar a otro a juicio. Sin embargo, no tiene el poder punitivo necesario para poner en prctica sus decisiones si el pas afectado por un fallo decide rechazar su jurisdiccin (Held, 1997: 124). Por ejemplo, en los aos ochenta el gobierno Sandinista de Nicaragua gan la demanda que interpuso contra Estados Unidos por el papel que ste jug en el minado del Golfo de Fonseca. El gobierno norteamericano se neg a aceptar 55 SOBERANA LIGHT Y MBITOS POLTICOS SUPRANACIONALES la jurisdiccin del Tribunal en esta querella. En el caso del Tribunal Especial para juzgar crmenes de guerra cometidos en la ex Yugoslavia, esa vulnera- cin de la soberana es an ms clara, pues el tribunal ha emitido rdenes de arresto para sospechosos que son ciudadanos de un Estado miembro de la ONU. Algunos de ellos ya han sido juzgados y condenados a prisin. En Amrica Latina el Acuerdo de San Jos ilustra esta cesin de sobe- rana en otro sentido, pues reconoce a los ciudadanos como sujetos de dere- chos cosmopolitas. Los Estados que han raticado la Convencin Americana sobre Derechos Humanos (rmada originalmente en 1969) se comprometen a aceptar la jurisdiccin de la Corte Interamericana de Derechos Huma- nos (CIDH) de San Jos, Costa Rica, creada por la Organizacin de Estados Americanos. Los ciudadanos de cualquier pas rmante pueden demandar a sus respectivos gobiernos por violaciones de derechos humanos. Al igual que en el caso del Tribunal Internacional de Justicia, los gobiernos pueden desconocer sus resoluciones. El gobierno peruano simplemente desestim el fallo del CIDH criticando las falencias en el juicio seguido a miembros de organizaciones guerrilleras o a sospechosos de pertenecer a ellas. Pero a ve- ces los gobiernos tambin aceptan dichas resoluciones. Venezuela reconoci en 1999 su responsabilidad por atropellos a los derechos humanos (como ejecuciones extrajudiciales) durante los motines del llamado Caracazo de 1989 y se comprometi a compensar a los familiares de las vctimas. Sea que se acaten o no los fallos de estas instancias jurdicas transnacionales, su mera existencia pone en duda el principio de soberana jurdica y abre la posibilidad de la extraterritorialidad del derecho. Ms recientemente las cortes espaolas e inglesas pusieron a prueba la extraterritorialidad del derecho en el juicio de extradicin del ex dictador chileno Augusto Pi- nochet. Lo hicieron al invocar la aplicacin de la reglamentacin europea de derechos humanos para crmenes ocurridos fuera de la UE. Todo parece apuntar a una recomposicin de la idea de soberana heredada del modelo clsico de una sociedad de Estados. El diagnstico de Krasner (1999: 82) es ms radical, pues considera que el principio de soberana estuvo comprometido desde el momento mismo de la rma del Tratado de Westfalia. Por una parte, este tratado marc el inicio de una transicin en el marco cognoscitivo de que orientaba el comportamiento de los gobernantes europeos: el viejo orden religioso fue remplazado por la razn de Estado y el balance del poder. Pero, por otra parte, el tratado de Westfalia logr esto violando el principio de autonoma debido a las con- diciones que estipulaba acerca de la tolerancia religiosa en los principa- dos del Sacro Imperio Romano. La tolerancia era una imposicin externa. Los gobernantes perdieron la potestad de decidir cul sera la confesin religiosa de sus sbditos, y con ello nunca tuvieron una soberana real- 56 PERFILES LATINOAMERICANOS mente plena. Krasner brinda abundante informacin acerca del respeto discrecional de la soberana durante los siguientes siglos. Menciona los acuerdos para la proteccin de minoras culturales, el cobro de prstamos internacionales mediante el uso de la fuerza, la enmienda Platt de 1901, que autoriza a los Estados Unidos a intervenir en Cuba para proteger sus intereses, la doctrina Truman de 1947 que arma el derecho de los Estados Unidos a intervenir en un pas para impedir que los comunistas tomen el poder, la soberana restringida de los satlites europeos de la Unin Sovitica despus de la segunda guerra mundial (especialmente a partir de la formulacin de la doctrina Brezhnev en 1968), entre otros. La lista es larga, y por eso Krasner se reere a la soberana westfaliana como hipocresa organizada (1999: 9, 25-30, 42, 104, 125). Poco importa si se calica a la soberana como una hipocresa de ori- gen o si se sostiene que su debilitamiento se ha tornado ms notorio en las ltimas dcadas. El problema de fondo es el mismo: los Estados se deben enfrentar con los nuevos problemas derivados de la cesin, o al menos la vulneracin de la soberana en asuntos de ndole econmica, legislativa, judicial y gubernamental de sus respectivos pases. En algunos casos esa vulneracin es aceptada e incluso ofrecida voluntariamente. Varias de las antiguas repblicas soviticas solicitaron su ingreso en la UE y la OTAN poco despus de convertirse en Estados independientes. Como seala Bauman, estaban dispuestas a renunciar a ejercer una soberana econmica y mi- litar plena a cambio de la cooperacin poltica o la integracin econmica (Bauman, 1999: 86-87). En otros casos, esa vulneracin es menos una op- cin que una imposicin resultante de la falta de recursos geopolticos y econmicos de un pas. Sea como opcin o imposicin, la soberana ya no parece ser la ltima palabra en un orden internacional cambiante, o al menos no lo es siempre y necesariamente para todos los pases. Contra esto se podra decir que, a pesar de todo, el manejo de la defen- sa y la diplomacia cuyo objetivo central es incrementar el estatus y el podero nacional permanece en manos de los gobiernos nacionales. En este sentido, los Estados como entidades polticas no estn en peligro. Al igual que en la poca clsica del Estado soberano y el modelo westfalia- no de orden internacional, los gobiernos todava ejerceran la soberana en el sentido fuerte que le asignaban a ese trmino los pensadores de la alta poltica de Hobbes a Schmitt. El sistema de Estados soberanos con- tinuara como estructura dominante en el mundo, aunque con un cambio notorio en el contenido de la poltica mundial (Keohane y Nye, 2000: 116). An as, sera una soberana disminuida dado que los gobiernos deben ha- cer frente a un creciente nmero de instituciones multilaterales a menudo creadas y nanciadas por ellos mismos. Las decisiones de esos organismos 57 SOBERANA LIGHT Y MBITOS POLTICOS SUPRANACIONALES se sustraen del control directo de los gobiernos e imponen lmites a su ca- pacidad para elaborar y ejecutar polticas internas en forma autnoma. En el caso de la defensa y la diplomacia, la concepcin de Europa como una espacio poltico obliga a los Estados miembros a supeditar muchas decisio- nes internas a resoluciones adoptadas en foros multilaterales como la OTAN, el Parlamento Europeo o el Consejo de Ministros. Parafraseando a Marx, se puede decir que esto simplemente conrma que los gobiernos naciona- les toman decisiones polticas, inclusive las ms soberanas, pero no como quieren ni en las condiciones que ellos escogen, sino que en un contexto en el que un nmero creciente de variables escapa de su control. El crecimiento hacia fuera de la poltica Una consecuencia del debilitamiento de la soberana es que las fronteras dejan de ser principios de contencin rgidos. La creciente permeabilidad de las fronteras desdibuja la lnea que separa la poltica interna de la inter- nacional. Va minando la distincin entre el adentro y el afuera a tal punto, que ya no resulta posible pensar el afuera como algo connado al campo de las relaciones internacionales. En una palabra, la poltica se expande ms all del marco del Estado nacin. Hay varios indicadores de esa expansin. Las redes globales de las polticas pblicas rompen con las barreras del te- rritorio, pero tambin con las que separan a distintos mbitos de decisin. Son instancias de coordinacin de agencias gubernamentales, empresas, organizaciones internacionales y ONG que conuyen para tratar problemas puntuales comunes (Reinicke, 1999-2000). Ellas contribuyen a subsanar dos tipos de obstculo con los que se enfrentan las burocracias nacionales en la poca de la globalizacin. Uno de ellos es lo que Reinicke llama la jaula de la territorialidad que limita el alcance de las decisiones de los ad- ministradores nacionales, y el otro es el acceso expedito a informacin y saberes necesarios para enfrentar el creciente nmero de asuntos que no pueden resolverse sin la combinacin de distintas reas de pericia burocrtica (Reinicke, 1999-2000). Las redes globales carecen de un lugar institucional propio, pues sus integrantes se relacionan entre s a travs de una arti- culacin informal, pero se es uno de sus atractivos, ya que no implica un costo burocrtico adicional para sus participantes. Tambin hay desarrollos ms institucionales. A primera vista la UE mantiene, al igual que las Naciones Unidas, un parecido de familia con el modelo de una sociedad de Estados. Pero tambin es ms que eso, puesto que la interaccin en el interior de la red de agencies e instituciones creadas por la UE no se reduce a la dinmica de los Estados nacionales que la confor- 58 PERFILES LATINOAMERICANOS man. Hemos visto que los asuntos referidos a las relaciones exteriores y la defensa se dilucidan, al menos parcialmente, en foros multilaterales. Pond (2000: 9) describe la UE como una entidad posnacional, dado que los pases que la integran se dieron cuenta de que no podan lidiar solos con problemas tales como la contaminacin producida por la central nuclear ucraniana de Chernobyl, las transferencias instantneas de billones de dlares, el deterio- ro del medio ambiente, el trco de drogas o las grandes migraciones. Si bien optaron por ceder parte de su soberana por el bien comn, dice, ello debe ser visto menos como una renuncia que como la creacin de una suerte de fondo comn de la soberana nacional. Schmitter coincide con que la UE ya est ms all de una mera condicin intergubernamental, pero cree que la novedad de la UE radicara en su creciente disocia- cin entre mbitos de autoridad territorial y de autoridad funcional (1999: 943). Debido a esta disociacin, el escenario ms plausible no se- ra tanto el de una Europa nica, con fronteras continuas y una gran eurocracia, sino ms bien un espacio poltico compuesto por una diversidad de mbitos de gobierno (polities) con distintos niveles de agregacin (na- cional, subnacional y supranacional) que coinciden e interactan en varios mbitos funcionales. Tal es as que se podra hablar de mltiples Europas la del intercambio comercial, la del medio ambiente, la de las polticas sociales, etc. (Schmitter, 1999: 945-946; 2000: 45-46). Esto, dice, es lo que se suele denominar la Europa de geometra variable. La diseminacin de espacios supranacionales tambin genera un proceso paralelo de adaptacin y de invencin de mecanismos de participacin en ellos. Las regiones de pases miembros de la UE interactan en instancias comunitarias. Intervienen en ellas para ejercer presin sobre sus respec- tivos gobiernos en materia de polticas pblicas, transferencia de recursos hacia las regiones o mayores prerrogativas de autonoma. El papel de esas instancias sera mayor an si el Comit de las Regiones dejara de ser un cuerpo consultivo y asumiera facultades resolutivas, esto es, si se convierte en una suerte de Cmara de las Regiones como querran las autonomas histricas de Espaa como Catalua, Galicia y el Pas Vasco. El Tratado de Maastricht permite que ciudadanos de cualquier Estado miembro de la UE residentes en otro pas miembro sean electores y candidatos en eleccio- nes municipales. Esto ya ocurre con los extranjeros que han sido electos como alcaldes de pueblos de la Costa del Sol de Espaa. Tambin pueden votar y ser candidatos en elecciones para el Parlamento Europeo. 2 En el 2 .No hay que ir tan lejos para constatar esto. En Amrica Latina algunos pases ya contemplan el voto de sus ciudadanos residentes en el exterior. Hay casos especialmente interesantes. Las consecuencias del debate en torno al voto de mexicanos residentes en el extranjero es uno de ellos. De legislarse al respecto, se calcula que un nmero considerable de los aproximadamente 5 a 7 millones de mexicanos ancados en 59 SOBERANA LIGHT Y MBITOS POLTICOS SUPRANACIONALES caso del Parlamento Europeo los miembros son elegidos de acuerdo con circunscripciones nacionales, pero su mandato como representantes se ejerce en un cuerpo legislativo cuyo mbito de accin es pan europeo. En l las bancadas se conforman en torno a bloques partidarios, no naciona- les, lo cual distorsiona cualquier ecuacin simplista entre la representa- cin y el carcter nacional de la circunscripcin territorial representada. Por eso, sea en asuntos de defensa o relaciones exteriores, en la relacin de las regiones con el centro nacional o en la prctica poltica en el seno del Parlamento Europeo, la conclusin es la misma: las arenas trans o su- pranacionales adquieren una dinmica propia, o al menos una que no es plenamente asimilable a procesos y decisiones que se originan y se desa- rrollan en el mbito poltico interno de los Estados miembros. mbitos supranacionales: una condicin posliberal? Este crecimiento hacia afuera de la poltica conrma que la globalizacin que el establishment neoliberal abraz como su credo no puede ser domesticada dentro de una existencia puramente econmica. En trminos estrictos, la poltica rebasa los lugares de su constitucin dentro del territorio del Estado nacional. Las fronteras ya no son un marco de contencin para la poltica. Este rasgo impropio de la poltica su migracin hacia otros lugares no es nuevo. Hay un precedente en el trnsito del Estado absolutista al Esta- do democrtico. La modernidad concibi la poltica como una prerrogativa del Estado soberano hasta que el liberalismo la transri a la esfera de la representacin territorial. Esta migracin no cancel el carcter poltico del Estado, pero tampoco dej el terreno inicial intacto. Desencaden un pro- ceso de des-territorializacin que despoj al Estado de su monopolio sobre la poltica, y un proceso simultaneo de re-territorializacin que insert al Estado en un nuevo marco y en una nueva prctica poltica. Los rasgos distintivos de este nuevo marco, especialmente luego de la democratizacin del liberalismo, varan de un autor a otro. Kelsen los Estados Unidos (segn cifras del Chicago Tribune, 8 de abril de 1998) tendran derecho a voto en Mxico (sobre un total de 59 millones de personas inscritas actualmente en el registro electoral). Con ello parte de las campaas electorales de los partidos polticos mexicanos deber llevarse a cabo en ciudades estadounidenses tales como Chicago, San Diego y Los Angeles, especialmente en el caso de candidatos de estados con una alta tasa de emigracin como Guanajuato, Jalisco, Michoacn y Zacatecas. Un debate similar se ha dado en Paraguay, slo que el efecto sera an ms radical dado que aproximadamente 500 mil paraguayos residentes en Argentina, particularmente en Buenos Aires, tendran derecho a votar. Esa cifra equivale a casi 25% de los 2.1 millones de personas inscritas en el registro electoral, lo cual puede ser decisivo para las elecciones presidenciales y parlamentarias. Sea como hecho o como proyecto en ciernes, las campaas electorales se abren a un campo poltico multidimensional y, a la vez, se crea una serie de escenarios simultneos para el ejercicio de la ciudadana: no slo local, regional o nacional, sino tambin un espacio poltico trans o supraestatal. En suma, la ciudadana comienza a liberarse de su marco clsico, el mbito del Estado nacin. 60 PERFILES LATINOAMERICANOS (1980: 201) lo pone escuetamente al decir que luego de la expansin del derecho a voto, el liberalismo democrtico recongur la poltica como un Estado de partidos, vale decir, inaugur un modo de hacer poltica basado en una forma ms plural de agregacin de intereses y de representacin electoral. Manin identica modelos consecutivos de la representacin (el Estado de partidos de Kelsen sera el modelo intermedio). Todos ellos comparten cuatro principios capitales: la eleccin de los representantes, la autonoma de los representantes, la libertad de la opinin pblica y la decisin como resultado de la deliberacin (Manin, 1999). Held rescata la separacin entre Estado y sociedad civil, la extensin de la ciudadana poltica al grueso de los adultos, la existencia de un conjunto de reglas e instituciones a travs de las cuales la ciudadana selecciona a sus repre- sentantes, el monopolio con que cuentan los representantes electos para tomar decisiones polticas (es decir, decisiones que afectan al conjunto de la comunidad), y el uso de las fronteras nacionales como criterio que dis- tingue a quienes estn incluidos y a quienes estn excluidos de participar en las decisiones que afectan nuestras vidas (Held, 1993: 20-21, 24, 27; 1998: 21-22). Para decirlo telegrcamente, el pensamiento liberal demo- crtico recongur la poltica democrtica en trminos de la ciudadana electoral o, ms precisamente, como una actividad ejercida en la esfera de la representacin dentro del territorio del Estado soberano. Lo que hay que preguntarse ahora es si estamos ante una nueva mi- gracin de la poltica. La respuesta debe ser cautelosa, pues se trata de un fenmeno emergente. En la genealoga descrita ms arriba, la migracin se reere a la insercin del esquema estatal de la poltica en el marco de la representacin territorial propugnado por el pensamiento liberal, pero en el caso de la migracin en curso se trata menos de una insercin en un nuevo topos que de una incorporacin o colonizacin de mbitos suprana- cionales suplementarios para el ejercicio de la poltica. Si se admite esta precisin la migracin concebida como un suplemento entonces mi hi- ptesis es que el debilitamiento de la soberana inaugura un nuevo proceso de re-territorializacin poltica. Como un suplemento, el desplazamiento de la poltica hacia mbitos ms all del Estado nacin disloca los lugares de una cartografa poltica centrada en la nacin sin poner en entredicho la forma estatal como tal, y sin invalidar el modelo liberal democrtico de la poltica dentro del Estado. Pero, cul es el estatuto de la poltica dentro del suplemento, esto es, dentro de los nuevos lugares supranacionales que amplan y descentran la cartografa nacional de la poltica? Si seguimos el argumento de Fukuyama, la respuesta es que la cada del comunismo anuncia el advenimiento de una era liberal, de la hegemona de la poltica liberal en su forma democrtica. Sin embargo, no es muy claro si este su- 61 SOBERANA LIGHT Y MBITOS POLTICOS SUPRANACIONALES plemento tambin se rige por el modelo liberal democrtico o si se abre a otros modos de deliberacin, participacin y decisin poltica. Veamos esto con ms detalle. Schmitter describe de manera clara y sucinta los componentes liberales de las democracias realmente existentes. Menciona el nfasis en el individualismo y la ciudadana individual, el vo- luntarismo en la participacin poltica y en el reclutamiento de los polticos, y una cierta indiferencia hacia las desigualdades sistmicas en la distri- bucin de los benecios y en la representacin de los intereses (1999: 936). Pero tambin incluye otros dos aspectos particularmente importantes para nuestra indagatoria. Uno es que para la democracia liberal el nico vnculo legtimo entre el ciudadano y el Estado se da a travs de la representacin territorial y la competencia entre partidos polticos, y el otro es que la ac- cin poltica est circunscrita a las instituciones del Estado nacional. Si bien la tesis acerca del nico vnculo legtimo puede ser un tanto excesiva en vista de que varias democracias liberales han incorporado guras como el plebiscito, el referndum y la revocacin de mandato, para Schmitter el problema central radica en el componente nacional debido a lo que denomina el fantasma de la globalizacin. Sugiere que si el futuro de la democracia liberal depende de la suerte del Estado soberano nacional, entonces ella est en serios aprietos. Eso no signica que comparta las tesis acerca de la democracia global o cosmopolita propugnada por Held y otros (Held, 1991, 1993, 1997, 1998; Archibugi et al., 1998), pues alega que an no hay verdaderos mecanismos de representacin democrtica fuera del Es- tado nacional. Su escepticismo respecto a la democracia cosmopolita se debe a que considera que de momento la lista de instituciones de esa de- mocracia es bastante limitada, no hay una explicacin acerca de cmo se arribara a dicha democracia, y la evidencia que avala la tendencia hacia un gobierno y una democracia global se basa ms bien en equivalentes funcionales del gobierno y la democracia (Schmitter, 1999: 939-940). En- tre esos equivalentes menciona a las ONG y los movimientos sociales de al- cance mundial, las coaliciones transnacionales que se articulan en torno a temas especcos, y la creciente presencia de unidades subnacionales en el escenario internacional. Por eso, dice, mientras no haya una moda- lidad de ciudadana, as como mecanismos de decisin y representacin supraestatal, no tiene mucho sentido hablar de democracia cosmopolita. Schmitter tiene algo de razn en esto. Ya hay algo parecido a una ciu- dadana supranacional en el Acuerdo de San Jos en materia de derechos humanos y en los diversos tratados sobre la proteccin de minoras, y en la UE hay avances auspiciosos en cuestiones relativas a la ciudadana y a la representacin, todo lo cual parece apuntar en direccin a lo que Turner llama membresa global (1992: 58-59). Pero despus de restar los equiva- 62 PERFILES LATINOAMERICANOS lentes funcionales, la lista de instituciones democrticas y los formatos de ciudadana globales se reducen de manera signicativa. Sin embargo, pa- ra ser justos con Held, l no plantea la democracia cosmopolita como una realidad que ya est presente. Efectivamente, sostiene que en el pasado la historia y la prctica democrtica estaba basada en la idea de localidad, mientras que su futuro depende de su reorganizacin en funcin de una dimensin global. Esto se debe a que el lugar del poder efectivo ya no ra- dica slo en los gobiernos nacionales, pues ese poder es ahora compartido por una serie de fuerzas y agencias ms all de la nacin. Es por ello que plantea la necesidad de repensar el criterio nacional de la democracia agre- gndole parlamentos regionales, el escrutinio de organismos internacio- nales, una mayor inuencia para los tribunales internacionales, etctera. Por lo mismo, su democracia cosmopolita debe ser vista como un proyecto de reforma poltica, como un proyecto poltico para reformar el orden in- ternacional para asegurar un mayor escrutinio pblico de los procesos que se desarrollan en l y, por ende, para potenciar el componente democrti- co de ese orden (1993: 41; Archibugi, Held y Khler, 1998: 4). Adems, es poco probable que sostenga que el mero crecimiento numrico de los acto- res supranacionales constituye un indicador de mayor democracia. Est consciente del dcit de instituciones democrticas supranacionales y por eso insiste en que es necesario repensar el estatuto de la ONU y de otras instituciones para impulsar una democracia a escala global (1998: 25-26). Los propios crticos de la globalizacin coinciden en sealar ese dcit co- mo algo problemtico. Sealan que, si bien cada vez hay un mayor nme- ro de decisiones pblicas tomadas por instituciones supranacionales tales como la Organizacin Mundial de Comercio (OMC), el BM y el FMI, ellas no estn sujetas al escrutinio pblico y existen pocos mecanismos para ha- cerlos responsables (accountable) por las consecuencias de sus decisiones (Zincone y Agnew, 2000: 15; Wallach, 2000: 35, 47, 54). En suma, la democracia global es an escasa, pero nos gustara tener ms de ella. Lo que s tenemos en abundancia son actores y formatos de participacin en escenarios globales, lo que Schmitter denomina equiva- lentes funcionales de la democracia cosmopolita. Los nmeros por s solos no conguran una democracia, pero son, como sugieren Keohane y Nye, indicadores de un proceso de pluralizacin (2000: 115-116). Para estos au- tores, la pluralizacin es un trmino ms acertado para describir la situa- cin actual, pues sostienen que la interdependencia compleja de la poca del globalismo multiplica los canales entre las sociedades, as como los actores y los asuntos involucrados. Esa interdependencia trae consigo un incremento en el nmero y la diversidad de los participantes en redes glo- bales. Qu tipo de evidencia existe para avalar esa tesis? Se puede citar el 63 SOBERANA LIGHT Y MBITOS POLTICOS SUPRANACIONALES surgimiento de organizaciones de profesionales, de ONG o de crteles de la droga transnacionales, as como de comunidades de cientcos, religiosos, de estilos de vida o consumo cultural (Beck, 1997: 30, 63). El nmero de ONG internacionales, por ejemplo, creci de 6 mil a comienzos de los aos noventa a 26 mil al nal de la dcada (Keohane y Nye, 2000: 116). Tambin hay un crecimiento hacia afuera de las actividades de los de- fensores del medio ambiente, los sindicatos, las organizaciones de muje- res, los grupos homosexuales y los activistas de derechos humanos. stos operan en distintos escenarios dentro y fuera de las fronteras nacionales. Intervienen en arenas supranacionales para impulsar la solidaridad con grupos vulnerables, articular redes de movimientos o luchar por normati- vas y regulaciones globales en materia de proteccin del medio ambiente o de derechos de la mujer, de los trabajadores migratorios, de los nios o de las minoras tnicas. Tambin generan una nueva dimensin de lo p- blico. Sus iniciativas globales, difundidas a travs de la prensa escrita o electrnica de los distintos pases donde actan, pero tambin a travs de redes globales de informacin tales como las cadenas CNN y ECO y aho- ra hay que agregar la Internet les permiten llegar a los rincones ms insospechados del planeta. La combinacin de una presencia fsica como grupos de presin (ante sus gobiernos, ante otros gobiernos o ante organis- mos multilaterales) y de una presencia virtual en los medios de comunica- cin contribuye a crear una opinin pblica global. Al igual que cualquier opinin pblica, sta funciona como un contrapeso moral de los actos de gobiernos y de organismos multilaterales, y como un recurso importante para la formacin de un juicio informado entre los ciudadanos. Slo que en este caso se trata de una opinin pblica que se proyecta como una fuerza moral des-territorializada o, ms precisamente, que se congura al margen de preocupaciones relacionadas con fronteras nacionales. Esto nos dice algo acerca de la naturaleza de la accin colectiva en la era de la soberana light. Por un lado, resulta evidente que el nmero y la diversidad de actores estatales y no estatales en el escenario global sir- ven para constatar el pluralismo ms que la democracia, en cuyo caso los equivalentes funcionales mencionados por Schmitter no nos permitiran pensar en una ampliacin de las formas de gobierno democrtico. Sin em- bargo, por otro lado, la formulacin del problema es un tanto engaosa, puesto que los equivalentes funcionales son sustitutos de una modalidad supranacional del gobierno y de la democracia slo si restringimos el cam- po conceptual de la poltica democrtica a su formato liberal democrtico. Esto es, slo si su carcter de equivalentes se mide contra el referente de la representacin partidaria dentro del territorio del Estado nacin. El crecimiento hacia afuera de la poltica ha debilitado el marco de conten- 64 PERFILES LATINOAMERICANOS cin territorial de la poltica liberal democrtica. En este sentido, la mera existencia de los nuevos lugares supranacionales es un indicador de un escenario posliberal de la poltica, o al menos de un formato de intercam- bio poltico que no se ajusta a las coordenadas habituales del pensamiento liberal. Pero no sabemos cul es el estatuto de la poltica democrtica den- tro de esos dominios supranacionales. Schmitter concede que la dimensin nacional de la representacin ya no puede ser el marco de contencin de la poltica, pero su argumento no parece contemplar aunque tampoco descarta la posibilidad de una poltica democrtica supranacional al margen de la representacin, o al menos no slo dentro del marco de la representacin. En otras palabras, una poltica democrtica que no sea slo o estrictamente liberal. 3 Este es, precisamente, el sentido de nuestra hiptesis de trabajo acerca de los procesos de re-territorializacin de la poltica en lugares supranacionales. Hay una expansin de la poltica ms all del Estado nacin, y esa expansin no se gua siempre por coordenadas liberales. Vemoslo con ms detalle. Los equivalentes funcionales tales como las ONG de derechos humanos, as como las organizaciones y los movimientos de derechos humanos o de mujeres que funcionan en arenas internacionales, tienen un estatuto poltico? Sin lugar a dudas. Sus acciones revelan la presencia de rasgos distintivos de lo poltico. De acuerdo con Schmitt, stos son la capacidad de una agrupacin de distinguir quines son sus amigos y quines sus enemigos y la disposicin de enfrentar- se a los enemigos en un conicto (Schmitt, 1984 [1932]). Ms precisamente, concibe lo poltico como un tipo de relacin entre grupos; se maniesta a par- tir de la puesta en escena de una polmica o divisin, esto es, de un conicto pblico entre un cierto nosotros y un cierto ellos, independientemente del tipo de grupos involucrados, de los objetivos en juego o del terreno en el que se da la oposicin (Arditi, 1995). La ventaja de esta formulacin es que ella no res- tringe lo poltico dentro del campo de la competencia electoral o el marco del Estado nacin, y que tampoco requiere que los intercambios entre los grupos contrapuestos cuenten con una formalizacin institucional. Es por ello que las acciones emprendidas por grupos como Global Exchange Watch para detener abusos de derechos humanos en algn pas, o de Global Trade Watch como co- organizador de la protesta contra la OMC en Seattle, pueden ser calicadas como polticas sin ser partidarias o nacionales, y sin estar basadas en la repre- sentacin territorial. Esto es, son polticas a pesar de la ausencia de rasgos tpicos del formato liberal de la poltica. 3 .En otros trabajos Schmitter (1992a, 1992b, 1995) ha explorado esto en relacin con el modelo neocor- porativo de los grupos de inters organizado y la representacin funcional. Al igual que Offe (1984, 1985), ve esto como un suplemento del modelo liberal de la representacin territorial, como un segundo circuito de la poltica. Este segundo circuito sera paralelo al circuito primario de la ciudadana electoral. 65 SOBERANA LIGHT Y MBITOS POLTICOS SUPRANACIONALES La accin poltica de estas organizaciones tampoco se rige por coor- denadas liberales. Cuando las organizaciones y las coaliciones que ope- ran en los topoi supranacionales hablan de democratizar la OMC o el FMI, no se reeren necesariamente a la eleccin de un consejo ejecutivo cuyos integrantes representen las diversas circunscripciones afectadas por las polticas de esos organismos. Antes bien, los guerreros globales estn ms interesados en someter a los organismos globales al escrutinio p- blico para as poner freno a su potestas. Dan prioridad a los mecanismos de regulacin y de control, pues su inters es limitar la impunidad con la que las cpulas empresariales y las agencias gubernamentales y multila- terales toman y aplican decisiones pblicas de alcance internacional. Por un lado, este desinters por lo electoral puede deberse al terreno en que se desenvuelven los diversos grupos y las coaliciones de activistas. stos operan en las arenas pblicas de una sociedad civil global y canalizan sus iniciativas a travs de ONG, movimientos sociales o grupos de presin, vale decir, a travs de modalidades de agregacin de intereses y formatos de accin colectiva no territoriales y no partidarios. Esto impone un lmite al papel del sufragio como mecanismo para controlar a las autoridades o para lograr acuerdos vinculantes fuera de las ONG o los movimientos. Sin embargo, esto a la vez indica una manera de percibir la accin democrti- ca que ampla las posibilidades de participacin de la ciudadana fuera de los periodos electorales. Por el otro lado, por qu habran de preocuparse exclusivamente por la poltica electoral si las agencias globales, que no es- tn sujetas al escrutinio popular, tienen una inuencia sobre las polticas gubernamentales comparable con y a menudo superior a la inuencia que ejercen los propios electores de un pas? A pesar de su importancia, las elecciones no son siempre la ltima palabra en asuntos relacionados con la participacin en la vida pblica, el control democrtico de las au- toridades pblicas y la responsabilidad de quienes toman decisiones que afectan al colectivo. Qu podemos concluir de todo esto? Bsicamente, que el debilita- miento de la soberana westfaliana en la poca de la globalizacin faci- lita la apertura de la poltica ms all de la esfera de la representacin territorial dentro del Estado nacin. El vector direccional de esa apertu- ra no anuncia la llegada de una democracia cosmopolita, sino ms bien la gestacin de mbitos polticos cosmopolitas o supranacionales que pueden (o no) llegar a ser democrticos. Ms precisamente, tal como la ciudadana primaria que heredamos de la tradicin liberal se reere al m- bito de las elecciones y de la representacin partidaria dentro del Estado nacional (Offe, 1985; Schmitter, 1992a, 1992b, 1995), la evidencia disponi- ble permite pensar que el exceso de la poltica en relacin con el territorio 66 PERFILES LATINOAMERICANOS puede designar una ciudadana cosmopolita o supranacional que se ejerce a pesar de que ella carece (an) de un correlato institucional en trminos de derechos y obligaciones. Esa ciudadana es una dimensin paralela y complementaria de la ciudadana primaria. Insisto en que si bien no podemos imputarle un efecto democrtico a priori a esa expansin, al menos podemos decir que el surgimiento de m- bitos supranacionales de la poltica es un sntoma del devenir-otro de la poltica. Especcamente, pone en entredicho el estatuto puramente liberal del campo poltico y anuncia el advenimiento de lo que se puede denomi- nar, a pesar del diagnstico de Fukuyama, un escenario posliberal de la poltica (Arditi, 1997). El prejo pos no signica que la poltica electoral y la accin en el mbito nacional hayan llegado a su n, sino que stas deben cohabitar con otras formas de hacer poltica, desde arriba y desde abajo, que rebasan el marco democrtico liberal clsico. El desafo del presente es pensar un diseo institucional capaz de expandir la prctica democrtica en ese nuevo marco. 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