Valobra. Ciudadanía Política Femenina en La Argentina

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Valobra, Adriana Mara

La ciudadana poltica femenina en la Argentina de la primera mitad de siglo XX: Aportes para una aproximacin conceptual y recursos didcticos
Clo & Asociados
2010, no. 14, p. 86-112

Este documento est disponible para su consulta y descarga en Memoria Acadmica, el repositorio institucional de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin de la Universidad Nacional de La Plata, que procura la reunin, el registro, la difusin y la preservacin de la produccin cientfico-acadmica dita e indita de los miembros de su comunidad acadmica. Para ms informacin, visite el sitio www.memoria.fahce.unlp.edu.ar Esta iniciativa est a cargo de BIBHUMA, la Biblioteca de la Facultad, que lleva adelante las tareas de gestin y coordinacin para la concrecin de los objetivos planteados. Para ms informacin, visite el sitio www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar Cita sugerida: Valobra, A. M. (2010) La ciudadana poltica femenina en la Argentina de la primera mitad de siglo XX: Aportes para una aproximacin conceptual y recursos didcticos. Clo & Asociados (14), 86-112. En Memoria Acadmica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.4022/pr.4022. pdf
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Clo & Asociados. La Historia Enseada / nmero 14 2010

La ciudadana poltica femenina en la Argentina de la primera mitad del siglo XX. Aportes para una aproximacin conceptual y recursos didcticos1
por Adriana Mara Valobra CINIG-IDIHCS / Universidad Nacional de la Plata - CONICET

Resumen Esta obra aborda la temtica de la ciudadana poltica femenina entre nes del siglo XIX y mediados del XX y propone una nueva lectura a la enseanza de la historia. El artculo plantea dos grandes interrogantes. El primero inquiere qu cambios y continuidades se registraron en la construccin de esa ciudadana. La segunda pregunta indaga qu aporta la historia de mujeres y gnero a la comprensin de la ciudadana poltica y a la interpretacin historiogrca existente sobre el perodo. Palabras claves ciudadana poltica femenina, debates, didctica 2

Female political citizenship in Argentina in the first half of the twentieth century. Contributions to a conceptual approach and educational resources
Abstract This work deals with the issue of female political citizenship between the late nineteenth and mid twentieth and proposes a new reading on the teaching of history. The article puts forward two main questions. The rst examines changes and continuities in the construction of this citizenship. The second question asks what women's history and gender history can contribute to the understanding of political citizenship and to existing historiographical interpretations of the period. Key words female political citizenship, debats, teaching

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La Historia de las Mujeres como campo historiogrco es relativamente reciente. Propone un proceso de ampliacin del sujeto histrico, una renovacin epistemolgica que transforma el lugar de la verdad y la produccin del conocimiento y, concomitantemente, una puja por los espacios de interpretacin. Su derrotero se relaciona con la defensa de la igualdad de sexos, o la oposicin a la jerarqua de ellos; el reconocimiento de que la condicin de la mujer est construida socialmente y determinada histricamente por el medio social, y la identicacin con las mujeres en tanto grupo social (Knecher y Panaia, 1994:12). Para los 90, la categora de gnero irrumpi exultante en nuestro pas y en el mbito historiogrco los aportes de Joan Scott son insoslayables (Scott, 1993). La propuesta excede la visibilizacin de la mujer y coloca la discusin en torno a las relaciones entre los sexos al tiempo que rompe con cualquier binarismo. Esta vertiente, ciertamente, potenci el terreno de anlisis de los sujetos histricos. Sin embargo, la complejidad de estos anlisis a veces ha sido simplicada en extremo y se ha utilizado de manera agregativa y vacua la referencia a esta literatura en el mbito escolar, aun cuando la reforma educativa ha privilegiado en todo momento tanto la actualizacin docente como el aprendizaje de competencias que permitan desarrollar una prctica ciudadana democrtica respetuosa de la diversidad, y en ella, las cuestiones de gnero (Tiramonti et al., 1995). En efecto, las mujeres como sujetos de derechos y sus luchas por alcanzarlos estn invisibilizados en la enseanza o slo aparecen nominalmente en alguna efemride (el da de la mujer, generalmente) y no vuelven a trabajarse pues el tema est dado. No se piensa el tema como una parte sustancial de la comprensin histrica y del conocimiento del pasado ni tampoco, como parte de nuestro propio conocimiento como sujeto de ciudadana (Tenti Fanfani en Filmus, 1993). Esa situacin responde a mltiples causas aunque aqu me interesa mencionar la que tiene que ver con las relaciones entre lo acadmico y lo escolar.2 En efecto, resulta especialmente llamativo el hecho de que, aunque las investigaciones profundizan sus anlisis y hallazgos, la llegada a los espacios de formacin docente y a la escuela en general se ha visto dicultada por la persistencia de un habitus tradicionalista respecto de estas cuestiones.3 Asimismo, una escritura acadmica le ha quitado la posibilidad de llegada a un pblico amplio. En ese sentido, recientemente, algunos estudios han comenzado a sistematizar los resultados de varias dcadas de investigacin en el tema y han mostrado una especial preocupacin por brindar una forma amena a la escritura para facilitar la divulgacin sin por ello resentir la apoyatura documental y bibliogrca al tiempo que han favorecido la difusin de instrumentos didcticos; sin embargo es todava muy incipiente la tarea.4 La propuesta de este artculo se inscribe en esa lnea e intentar visibilizar a las mujeres en la primera mitad del siglo XX desde una postura relacional. El artculo elabora una sntesis de los recorridos de la nocin de ciudadana poltica en Argentina en el que se conectarn una serie de contenidos conceptuales que, si bien tradicionalmente se abordan en la escuela, no cobran sentido como formas histricas de la diferencia sexual sino que se integran en otras problemticas. As, analizaremos cmo algunos hechos que jalonaron la edicacin de la nacin argentina se conguraron como dispositivos que tuvieron como aspectos centrales la

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construccin de los sexos (Foucault, 1997:119). Sealaremos cmo las caractersticas asociadas a la masculinidad y a la feminidad debieron ser impuestas a travs de distintas normativas e instituciones que intentaron domear las prcticas sociales que, de modo menos estabilizado que aquellas prescripciones, realizaban las personas. Este proceso no fue lineal ni homogneo, pero un cierto discurso y una prctica interpretativa de las normativas existentes hegemonizaron el campo poltico y fueron difciles de horadar. Se intenta favorecer una interpretacin histrica crtica y alternativa a la existente para dar cuenta de la complejidad de las relaciones genricas y explicar qu aporta a nuestra comprensin de la historia la perspectiva genrica. Finalmente, sin que sea el objetivo central, se procura ofrecer algunos recursos documentales para introducir estos temas en la escuela. Por cuestiones tcnicas de presentacin del artculo se privilegiaron documentos escritos, que aunque tienen menos impacto visual, siguen siendo una estrategia fcil de utilizar y que, en este caso, donde es comn la falta de materiales, pueden convertirse en base para instalar la temtica en el aula acompaados por las claves de lectura que se sugieren en el texto y el marco didctico que considere el docente.5 El artculo puede ser tomado de manera completa como modo de incluir la problemtica de gnero y ciudadana tanto en historia como en otras materias sociales y humansticas o, en su defecto, cada apartado puede ser utilizado para repensar los perodos correspondientes que abordan y ofrecer una lectura alternativa a la existente sobre cada perodo. La ley Senz Pea a la luz de la historia de mujeres a) De la imposicin de modelos de gnero Entre 1880 y 1916, se asiste a un proceso de transformaciones que tradicionalmente ha sido analizado como el de consolidacin de la Argentina moderna. Segn sintetiza Mirta Lobato, por las caractersticas de la generacin de riquezas basada en la exportacin de productos agropecuarios, el perodo fue designado con el nombre de la Argentina agroexportadora; si se toma en cuenta el tipo de control poltico restrictivo y quines lo detentaban, la denominacin ha sido la de rgimen oligrquico o conservador; y, nalmente, si se enfocan los movimientos demogrcos de europeos llegados a estas tierras, la denominacin ha sido Argentina aluvial o perodo de la inmigracin masiva (Lobato, 2000:11). Las imbricaciones entre cada una de estas facetas han sido sealadas en extenso y el comienzo del gobierno de Julio Argentino Roca, en 1880, resulta lo sucientemente emblemtico como para homegeneizar bajo la idea de generacin del 80 a las guras que ocuparon los espacios de gobierno y a los intelectuales. Esa elite tom en sus manos el curso civilizador y el Estado se sirvi de distintos medios entre los que las leyes cobraron gran centralidad y permitieron especicar las prescripciones normativas que instituciones crecientes en nmero y alcance deban garantizar. Estos temas ocupan comnmente la currcula escolar y se han desarrollado textos y recursos didcticos para abordarlos en el aula. Lo que ha sido menos visible es la signicacin poltica que tuvo la diferencia sexual en el diseo del estado nacional. Por ello, no se han analizado una serie de leyes y cdigos que caracterizaron la labor legislativa de nes del siglo XIX como

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intentos de modelar a los sujetos en una relacin genrica binaria, como varones o como mujeres denidos por la genitalidad, de manera que pensaran, actuaran y tuvieran aptitudes y destrezas segn el sexo al que se los adscriba desde su nacimiento. La historiografa de las mujeres ha sido especialmente aguda en demostrar que despus de la Revolucin de mayo desde diversas instituciones, comenz un proceso de maternalizacin de las mujeres. Sin embargo, el momento en el que esas tendencias se cristalizan en trminos normativos es durante el proceso de constitucin del Estado nacional entre nes del siglo XIX y las primeras dcadas del XX cuando corporaciones como la mdica y jurdica se convirtieron en brazos del Estado mismo. As, se sancionaron leyes tales como el Cdigo Civil y la ley de Matrimonio Civil. El objetivo de esa maternalizacin fue ajustar las supuestas funciones naturales con ciertos imperativos sociales, se propalaron estas ideas desde campos diversos (medicina y educacin, por ejemplo) que intentaban ejercer una inuencia efectiva sobre las mujeres y encauzar a aqullas cuyas prcticas no se adaptaban a esos modelos (Ben en Gil Lozano et al., 2000). El n ltimo era instalar un modelo social saludable de gnero: padre proveedor y madre paridora y cuidadora de la reserva potencial de la especie. Ello no implicaba algo obvio, que las mujeres podan ser madres, sino que slo deban ser madres (Nari, 2004:101). En un molde heterosexual, atravesado por el inters de aumentar selectivamente la natalidad y mejorar la calidad de la especie, la maternidad fue el nico destino socialmente consensuado para la mujer (Miranda y Vallejo, 2005). Asimismo, el marco regulador de esa maternidad era el matrimonio y colocaba a las mujeres en condiciones de subordinacin al esposo, como antes la haba tenido para con el padre. Estas ideas daban por sentado que las mujeres no conformaran el electorado pues su funcin social las adscriba al espacio domstico en el que procreaban y criaban. Para muchos, era impensable que las mujeres votaran y, menos an, que gobernaran. Para algunos era tan impensable que las mujeres participaran polticamente, que ridiculizaron el modo en que podan llegar a actuar en poltica. Un ejemplo de esto ltimo puede ser el siguiente fragmento de un peridico que imaginaba cmo sera una discusin entre mujeres dedicadas a la poltica. Desengense Uds.! Grita una de aquellas seoras, con acento irritado Mi peridico no sostendr jams esa candidatura! Elevar a la presidencia al hombre ms feo de la Repblica Jams! Nuestras Conquistas sociales peligraran rigiendo nuestros destinos un hombre para el cual ningn atractivo ofrece ya nuestro sexo, porque adems de ser feo como Picio, es viejo como Matusaln. Nunca pondr mi pluma al servicio de semejante candidatura, que me es odiosa, altamente odiosa. Sin embargo Aade una triguea de ojos irresistibles es el hombre que nos conviene. Qu horror! Replica la primera A los setenta aos no hay hombre que convenga a ninguna mujer! Bajo el punto de vista poltico, no lo creo as. Sin duda, porque ese candidato tiene hijos buenos mozos.

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Julia, mida Usted sus palabras! Expreso franca y lealmente mis pensamientos, y lo que digo aqu, lo sostendr en todos los terrenos. Orden seoras! -exclaman varias voces (). Yo creo, agrega Julia, que Leopoldo es el nico candidato aceptable. Es demasiado joven. El talento y la ciencia no estn reidos con los pocos aos. Leopoldo ha sido ya ministro, y esto es algo; ha estado en Norte Amrica, y esto es mucho; ama con delirio al bello sexo, y esto para nosotras es el todo. En el poder, Leopoldo completar la regeneracin social de la mujer comenzada hace pocos aos, y nos conceder nuevos derechos polticos, de los que pretenden injustamente despojarnos los gobernantes viejos y achacosos. Decididamente, Leopoldo conviene al pas (El Zonda, San Juan, Las mujeres en el ao 1900, 1878). Aunque no es nuestro inters desarrollar aqu este tema, vale la pena sealar que, a la par de la maternalizacin de las mujeres, se gestaron dispositivos de masculinizacin pues el modelo familiar estaba basado en la pareja heterosexual por lo que toda otra manifestacin fue reprimida o censurada como anmala (Ben, 2000). Respecto de la masculinidad deseada, cabe mencionar que una serie de procesos histricos propendieron a su consecucin. Comnmente estn incluidos en la currcula escolar pero analizados como cuestiones sociales y econmicas, a lo sumo como parte del proceso de racionalizacin del estado. En efecto, pueden mencionarse, por ejemplo, las cuestiones relacionadas con la formacin de la mano de obra y la expansin del estereotipo del varn productor y defensor de la patria. Las llamadas leyes de vagos y malentretenidos impusieron una nueva forma de vivir que conllevaba, adems, una manera especca de masculinidad (trabajar en tareas rurales, bajo el dominio de un patrn o pagar las consecuencias de la falta de insercin en el sistema capitalista, defendiendo la frontera),6 aunque no fue menos una forma de imposicin a las mujeres, tema poco analizado (Guy en Barrancos, 1993). Asimismo, las leyes de servicio militar constituyeron otra forma de congurar la identidad del varn, aspecto ya presente durante las guerras de la independencia y la formacin de ejrcitos regulares (Rodrguez Molas, 1983:18). A travs de la imposicin militar se pretenda no slo asegurar la defensa del territorio sino tambin conformar un sentido de honor y patriotismo en los varones y la idea de que dar la vida por la patria formaba parte de la identidad nacional masculina y era la base sobre la que podan, luego, aspirar al ejercicio de los derechos de ciudadana poltica. Estas ideas permearon a travs de innidad de soportes tanto icnicos, orales o escritos. En esta ocasin, y por una cuestin tcnica, nos parece til rescatar las siguientes expresiones tomadas de la revista La Aljaba escrita entre 1830 y 1831 por Pedrona Rosende de Sierra, emigrada uruguaya en Buenos Aires. Las mismas resultan relevantes para dar cuenta tanto de la visin de la mujer madre y su vinculacin con la domesticidad como del varn proveedor y patriarca del hogar. El texto nos permite abrir ciertas preguntas respecto de cules son los mbitos que se mencionan como propios de las mujeres y los varones, cul es la relacin entre

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varones y mujeres y en qu se funda ese vnculo o por qu la mujer no puede realizar su felicidad si no es cumpliendo con su deber y cul es el n ltimo socialmente deseable para la mujer. Incluso, algunas de estas ideas pueden ser indagadas respecto de su persistencia en el presente, aunque las mediaciones entre esa poca y stas requieren de un trabajo que excede este artculo.
Mujer! Parte esencial del universo; columna de los estados; honor, gloria, ornamento, y brillo de la sociedad, y adorno de las concurrencias privadas; dulce compaera y consoladora del hombre aislado; legisladora del orden domstico; ecnoma, administradora, de los caudales que el afn y desvelos del hombre deposita en las arcas de su prudencia (A mis lectoras, La Aljaba, 16 de noviembre de 1830, n 1) La mujer debe pensar en agradar a su marido (), debe consultar sus gustos, y a veces adivinarlos para tener el corazn del hombre encadenado () es de necesidad pagar al hombre que cumple con sus deberes con exactitud, el tributo de sus afanes. Cuntos sudores vierte el hombre para lograr una fortuna que dedica exclusivamente a la felicidad de su esposa? Y no debe este esposo esperar en el retiro de su hogar hallar una particular compensacin en los cuidados que merece que le prodiguen por parte del objeto de sus conatos y desvelos? (Felicidad de las mujeres, 26 de noviembre de 1830, dem, n 4) La mujer no debe esperar su felicidad de causas extraas al desempeo de sus obligaciones: la madre no lo hallar si no llena debidamente las que tiene respecto a sus hijos y domstico. La hija labrar su desgracia si no cumple con exactitud las rdenes y preceptos a que la sujeta su situacin de tal. La esposa ser un objeto despreciado, no slo en lo domstico, sino tambin en lo pblico, cuando se separa del camino que debe conducirla a gozar el inapreciable ttulo de buena esposa. (Felicidad de las seoras, 19 de noviembre de 1830, dem, n 2)

Luego, resulta interesante proponer el anlisis del Cdigo Civil sancionado en 1869. Algunos fragmentos dan cuenta de la semejanza con el texto anterior y las consecuencias del contrato matrimonial en relacin con las obligaciones del marido y las limitaciones impuestas a la mujer. Art. 56: El marido est obligado a vivir en una misma casa con su mujer, a prestarle todos los recursos que le fueren necesarios y a ejercer todos los actos y acciones que a ella correspondan, haciendo los gastos judiciales necesarios aun en el caso de que fuese acusada criminalmente. Faltando el marido a estas obligaciones, la mujer tiene derecho a pedir judicialmente que aqul le de los alimentos necesarios y las expensas que le fuesen indispensables en los juicios. Art. 57: Si no hubiese contrato nupcial, el marido es el administrador legtimo de todos los bienes del matrimonio, incluso los de la mujer, tanto de los que llev al matrimonio como los que adquiriese despus por ttulos propios. Art. 59: La mujer no puede estar en juicio () sin licencia o poder del marido, celebrar contrato alguno Art. 61: Se presume que la mujer est autorizada por el marido, si ejerce pblicamente alguna profesin o industria () (y) en las compras al contado que la mujer hiciese y en las compras al ado de objetos destinados al consumo ordinario de la familia (Ley n 2393 de Matrimonio Civil).

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Hasta aqu, entonces, hemos repasado la importancia que tuvo para la Argentina moderna la cuestin de las relaciones entre los sexos y cmo se intent imponer una visin binaria (varnmujer) que supuso, tambin, caractersticas binarias excluyentes para cada uno. El trabajo y el servicio militar (y la posibilidad de actuar en la guerra) eran las formas de convertir en hombres y padres de familia a los varones, en denitiva, en verdaderos ciudadanos; la maternidad y el cuidado de los nios, las destinadas a convertir en madres a las mujeres. b) De las resistencias a las imposiciones de los modelos de gnero Sin embargo, las imposiciones generan no slo aceptaciones y reproduccin de los modelos, sino tambin resistencias. As como la desercin del servicio militar haba mostrado que los varones no queran ser ciudadanos a travs del tributo de sangre, asimismo, el matrimonio civil apenas si alcanzaba a un mnimo porcentaje de la poblacin y, adems, las mujeres se resistan a la maternidad obligatoria y multpara y progresivamente, y a travs de distintos mtodos, comenz a evidenciarse la denatalidad, es decir, el decrecimiento del nmero de nacimientos. La exigencia de sufragio femenino fue, tambin, una forma de resistencia a aquellas imposiciones. De hecho, aunque no contaban con el derecho al sufragio o a ser elegidas, las mujeres haban participado tempranamente en la poltica a travs de distintas acciones individuales y colectivas, tanto en movimientos (polticos o sindicales) como en partidos (Barrancos, 2001). Pero ya a nes del siglo XIX era posible encontrar a quienes apoyaban el derecho al sufragio femenino en nuestro pas y un dato interesante es que, desde entonces, no slo las mujeres sino tambin muchos varones fueron importantes propaladores de estas ideas sufragistas. El anlisis de las biografas y obras de guras como Octavio Iturbe y Luis A. Mohr pueden resultar tiles para analizar la recepcin y bienvenida que algunos dieron a los derechos polticos de las mujeres. Sin embargo, a pesar de que las posiciones hegemnicas no daban lugar a estas ideas, las mujeres descollaron tempranamente en la poltica y eludieron la reproduccin de esos estereotipos. Sin duda, Julieta Lanteri es la gura ms insigne de este perodo y su biografa resulta un recurso genuino para en el mbito escolar analizar cmo, a partir de una batalla individual, obtuvo una pequea gran victoria respecto del acceso a los derechos polticos para el conjunto de las mujeres.7 Aqu exponemos los datos ms relevantes en materia de derechos polticos. Lanteri entabl una disputa legal con el gobierno y consigui un fallo sin precedentes. Luego de obtener su carta de ciudadana argentina, logr el reconocimiento de sus derechos polticos por aplicacin del principio de clausura y legalidad de la Constitucin: nadie se encuentra obligado por aquello que la ley no manda ni privado por lo que ella no prohbe. Es decir, la normativa fundamental no negaba a las mujeres el derecho al voto. Sin embargo, an as, intentaron que no lo ejerciera y sealaron que como estaba casada deba obtener el consentimiento de su esposo. ste lo otorg y el 26 de noviembre de 1911, Julieta vot en comicios para renovacin del Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, aquella luz que haba echado Lanteri sobre los derechos de las mujeres se opacara en 1912 cuando la ley llamada Senz Pea en honor al presidente que la impuls

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ocluy aquella potencial va de ampliacin de los derechos de las mujeres. Esta reforma electoral que buscaba ampliar los sujetos de ciudadana y garantizar al sistema una legitimidad que haba ido perdiendo al calor del fraude electoral, impuso un nuevo lmite a las mujeres pues, si bien intentaba contener la creciente conictividad poltica y social al tiempo que creaba al sufragante (Ansaldi, 1999), evidenciaba que quienes hegemonizaban el poder estaban dispuestos a hacer una reforma que no slo omitiera a las mujeres, sino que esperaban que explcitamente las excluyera. Es interesante destacar el mecanismo por el cual tal exclusin se perpetr pues muestra el modo en que las conguraciones genricas se haban convertido en elementos fundamentales de una nacin que haba celebrado ya su Centenario y an requera deniciones profundas. Mientras las mujeres se hacan ms visibles con la organizacin del Primer Congreso Femenino, entre 1910 y 1911, el Poder Ejecutivo present tres proyectos que conguraran las bases del nuevo sistema poltico. El primer proyecto (17-XII-1910) estableca el enrolamiento general de la ciudadana y la creacin de un padrn electoral; el segundo atenda competencias para la designacin de funcionarios, la organizacin y la scalizacin de los comicios y el tercero (11-VIII-1911), el voto secreto, universal y obligatorio (Daz, 1983:72). La historiografa ha reparado poco en el primero y sus implicancias genricas y me demorar en l para establecer algunas consideraciones. En efecto, el sufragio obligatorio se constitua sobre la base del padrn militar y exceptuaba a los varones en condicin indigente y a los no aptos para las armas de la obligacin de votar. El enrolamiento no era ms que una excusa para aguzar un mecanismo formal slo permita votar los varones, a quienes se les exiga, a cambio, un potencial tributo de sangre.8 Al anudar el derecho al sufragio con el deber del servicio militar, las mujeres quedaban excluidas. Segn la lectura hegemnica, las mujeres no podan reclamar un derecho por un deber que no cumplan. Una vez ms, fue Julieta Lanteri quien intent quebrar esas imposiciones y solicit ser incluida en el padrn militar para realizar la conscripcin y, por ende, obtener derechos polticos (Deleis, 2001:269). Sin embargo, fue rechazado su pedido lo cual atestigua que tomar las armas era un subterfugio de inhabilitacin a las mujeres, pues no accedan a la ciudadana poltica por no ser soldados y no eran soldados porque no eran varones. Una nota del diario La Prensa consideraba que las supuestas exclusiones mujeres, incapaces, indios, extranjeros y menores de 17 aos no quitaba carcter democrtico a las instituciones argentinas ni violaba derechos: Olvidan quienes as argumentan, que los excluidos del derecho de votar lo estn tambin del tributo de sangre. No votan, pero tampoco son soldados.9 As, mientras algunos grupos armaban la voluntad de ampliar los derechos polticos, las posiciones hegemnicas eran reticentes a ello. La libreta de enrolamiento militar pasaba a ser una carta de ciudadana masculinizada. La historiografa ha analizado la Ley Senz Pea como un momento de quiebre fundante de la democracia argentina. En relacin a las mujeres, no es acertado decir que el Estado omiti considerar su situacin, ms bien cabe armar que explcitamente las excluy. Desde la mirada de la historia de las mujeres este tema debe, al menos, plantearnos la necesidad de reexionar acerca de si lo que para los varones algunos de ellos, al menos pudo ser liberador, para las mujeres no necesariamente lo fue. La historia enseada en los mbitos escolares no ha plan-

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teado estos conictos de gnero pues, en general, tiende a tomar la historia de los varones como la Historia. A la vez, se privilegia el estudio de los resultados de un proceso y no los conictos que lo jalonaron. Derivas de los derechos polticos femeninos durante la entreguerras El perodo 1912-1945 est caracterizado por los primeros ensayos democrticos tras la implantacin de la ley Senz Pea y el triunfo del radicalismo en las elecciones presidenciales por tres perodos consecutivos. Sin embargo, tambin se dio el primer golpe de Estado y luego, la llamada restauracin conservadora ti al pas no slo por el fraude que fue uno de los elementos distintivos de una democracia formal (De Privitiello en Cattaruzza, 2001:120) sino tambin por la violencia poltica contra toda forma de oposicin (Cantn et al., 1980:166). Estos temas han sido cardinales en la currcula escolar y, como en otros casos, tambin cuentan con materiales y estrategias de abordaje variadas. Ahora bien, nuevamente, sobre lo que se ha echado menos luz es al hecho de que, durante el perodo, se instalar el debate pblico de los derechos polticos femeninos, pero su saldo ser contradictorio y complejo. Por entonces, ya se ha aceptado la idea de maternidad como nico destino para las mujeres, aunque ms all de la utilizacin comn del trmino, las maternidades eran distintas: para unos, la garanta del orden; para otros, el motor de la revolucin (Nari, 2000b:205). Mientras los sectores ms conservadores apelaban a una maternidad multpara que garantizara una mayor cantidad de poblacin y mantuviera recluida a las mujeres en la domesticidad, las sufragistas utilizaron la idea de la maternidad femenina para exigir su inclusin en la arena pblica, es decir, impulsaron la politizacin de la maternidad. Esta idea consideraba que si los varones daban la vida por la patria y por ello tenan el derecho de votar, entonces, las mujeres, por su condicin o potencialidad de ser madres, deban obtener ese derecho como contraprestacin a ese aporte a la nacin. Como seal oportunamente la historiadora Marcela Nari, ese pensamiento redena el rol de la maternidad no slo como experiencia vital femenina sino como central en la toma de conciencia poltica de la mujer (Nari, 2000a:189). Estas ideas se expresaron con distinta fuerza en los discursos de las sufragistas. En algunas es ms contundente su invocacin que en otras en las que aparece la idea ms suavizadamente o apenas mencionada o utilizada slo para criticar a quienes sostenan que la maternidad era causal de la exclusin de las mujeres de la poltica. En ese caso, las sufragistas la consideraron una funcin social, incluso, una posicin poltica (Nari, 2000b:205). Tal vez, por el acotado esfuerzo que requera, el voto fue una dimensin que se adapt ms fcilmente que otros aspectos de la prctica de ciudadana a esa dicotoma pblico-privado que mantenan las sufragistas. Asimismo, tena gran peso simblico: las mujeres podan elegir a quienes regiran el destino de la nacin. Sin embargo, las sufragistas no explicaron cul era la conexin entre esa maternidad y el pensamiento y las prcticas polticas de la ciudadana, es decir, cmo en la prctica diaria compatibilizaran las mujeres la domesticidad y la maternidad con la vida poltica sin reformular las relaciones de gnero imperantes en la poca. En general, y contra
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quienes adems le achacaban su incapacidad intelectual, las sufragistas sostuvieron que las mujeres provean un plus de valores moralmente buenos como remedio a un estado insalubre del cuerpo social que haban generado los varones exclusivamente. En 1919, el diputado radical Rogelio Araya Santa Fe presenta por primera vez en la Cmara de Diputados de la Nacin un proyecto en pro de los derechos polticos de las mujeres. ste sera el comienzo de una sucesin de otros proyectos cuyos mulos estuvieron tanto en las huestes radicales como socialistas e incluso, conservadoras pues, la novedad fue que algunos de los que hasta entonces haban sido ms reacios a otorgar esos derechos, modicaron su posicin. Segn la historiadora Silvana Palermo, se plantearon dos maneras de ver el sufragio femenino. Para algunos, con matices en cuanto a la edad, las mujeres deban acceder a las facultades polticas en igualdad de condiciones que los varones; mientras que para otros deba darse un proceso gradual que tuviera en cuenta la capacidad de las mujeres para la tarea, fundamentalmente, su educacin y, eventualmente, ser voluntario. Asimismo, la retrica parlamentaria omiti casi toda alusin al desarrollo del feminismo del pas y se concibi el sufragio femenino como un instrumento destinado fundamentalmente a consolidar los principios republicanos de gobierno y desarrollar la conciencia cvica, antes que fortalecer los derechos individuales de la mujer. El objetivo nal era sumar a la mujer como fuerza moderadora y constructora del sentir nacional frente al conicto social (Palermo, 1998:158, 160). En conjunto, los proyectos dejaban en claro que para un sector dirigente cada vez ms amplio y heterogneo los derechos polticos de las mujeres deban gurar en la agenda de gobierno. No obstante, ninguno de los gobiernos nacionales tuvo voluntad poltica para la consecucin de la sancin de una normativa que diera a las mujeres una ciudadana poltica plena. Los aos 20 fueron un perodo de esplendor para el sufragismo local. A partir de ejemplos en otras partes del mundo, se realizaron dos simulacros electorales en los cuales las representantes ms conspicuas fueron candidatas.10 La intencin era resaltar la madurez cvica de las mujeres no slo para votar sino tambin para ser electas. Sin duda, tres guras femeninas son altamente representativas de este perodo. La socialista Alicia Moreau de Justo, la independiente Julieta Lanteri y la radical Elvira Rawson de Dellepiane eran las cabezas ms visibles del sufragismo y exigan los mismos derechos para varones y mujeres. Por entonces, Julieta Lanteri form el Partido Feminista Nacional, nico partido feminista de la historia argentina, y exigi que fuera aceptado para participar en las elecciones ociales. Aunque no fue aprobado, de todos modos logr que los varones porteos los nicos que podan votar la votaran en tres elecciones. Asimismo, otras mujeres emularon su osada e integraron las listas electorales como candidatas del socialismo. En conjunto, estas intervenciones lograron visibilidad para los derechos polticos femeninos e incidieron en la apertura de un debate pblico que alcanz las esferas de gobierno. Sin embargo, a la vez que crea el sufragismo, algunos grupos encabezados por mujeres rechazaron de plano esos derechos polticos que vean contradictorios con sus deberes maternos. As es posible leer el siguiente texto que puede ser un recurso muy til para analizar la tensin y el rechazo que generaba en algunos sectores la idea de igualdad legal y los temores a que ello degenerara y cambiara a varones y mujeres invirtiendo sus supuestos caracteres denitorios.
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Asimismo, revela que el destino maternal era el nico destino posible para las mujeres.
Igualdad de derechos! Aberracin imperdonable! Pretender esa igualdad como las eminentes sufragistas reclaman, de igualdad completa entre hombres y mujeres, desde el doble punto de vista de las costumbres y las leyes, equivaldra tambin a que el hombre se feminizara, oh, abyecto y despreciable terror! Y masculinizarse la mujer? Qu desvaro, y loca fantasa! En cuyas alas salpicadas con el lodo de tan grande degeneracin, se deslizara velozmente, y en tan febril carrera pretendera la mujer desafiar al hombre a apurar el licor ms fuerte, fumando a la par y entregarse a sus licencias, y oh, mujer arrojada de tu trono de Diosa! El afn de los derechos, pisara vilmente tus sagrados deberes! Igualdad de derechos, locura repudiable! Pretender esa igualdad, equivaldra a entablar una lucha titnica de fatal degeneracin, cuyo choque de ambos sexos para representar uno slo, sera el ms cruel y macabro atentado, cuyo resultado sera la extincin de la especie. Mujeres sufragistas, pensad lo que pretendis! Esas leyes de ideal sublime cual la del acercamiento de los pueblos, proteccin a la infancia, dicha y salud de la raza, est en manos de las mujeres todas, sin necesidad de derechos! Cumpliendo nuestro deber! Pongamos en funcin ese sagrado deber. Seamos madres! Sepamos ser madres! Y al palpitar en nuestro seno ese pedazo de nuestra alma, el hombre, hagamos de l, un hombre. (Reflexiones y Enseanzas de Primavera y Desarmona humana en el Gran Concierto de la Naturaleza de Adela Tormo de Cassinelli, Directora de Accin Femenina, Revista Cientfica, Sociolgica y Espiritualista fundada por Luisa Ferrer, nmero 51, ao V, de octubre de 1926)

La llegada al gobierno de sectores que hasta entonces se haban posicionado como defensores de la democracia, como el radicalismo, no modic el cuadro de situacin. La sancin de la ley Senz Pea habilit el ascenso de un candidato radical a la mxima magistratura de gobierno, pero salvo excepciones como los proyectos de ley presentados por algunos de sus legisladores, no slo que los gobiernos radicales no sancionaron ninguna ley que brindara a las mujeres la posibilidad de participar polticamente en el plano electoral, sino que ni siquiera se discutieron los proyectos presentados. Esta tendencia se corrobor dramticamente en 1928, en la provincia de San Juan. En 1927, el radicalismo bloquista sanjuanino, surgido de las propuestas de Federico Cantoni, de la UCR, y Aldo, su hermano, militante del Partido Socialista Independiente, propici la reforma de la Constitucin Provincial de 1878 por medio de la cual se otorgaron en la provincia los derechos polticos que las mujeres ya tenan en el nivel municipal.11 Yrigoyen intervino la provincia varias veces y Modestino Pizarro, el ltimo interventor, anul la Constitucin. Este acto tuvo intencionalidades que excedieron la reorganizacin del poder provincial y suprimieron lo que era visto como un escndalo pblico: la ciudadana poltica femenina. Los informes elevados por el interventor son un recurso muy til para dar cuenta de cmo Pizarro entenda la actuacin poltica de las mujeres y sus crticas al gobierno sanjuanino:
Los comits femeninos, constituidos en su mayora por empleadas de la administracin, y en los cuales se realizaban fiestas peridicas, cuya asistencia era obligatoria bajo amenaza de cesanta, degeneraban en verdaderas orgas, para regalo de los secuaces del gobernador. () a la llegada de la Intervencin fue necesario aislar (a las mujeres), pues, encaminadas por el sendero del vicio, su libertad se convirti en un permanente atentado contra la moral y la salud pblica. () la consecuencia dolorosa de la formacin de comits femeninos () a los que concurran nicamente mujeres y nias de

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la clase humilde, impulsadas por el afn de obtener su mejoramiento econmico mediante un empleo pblico fue el aumento alarmante de la prostitucin clandestina, a donde fueron encaminadas por los mismos que con todo cinismo, afirman que su sistema Izquierdista ha favorecido el progreso de la masa obrera de San Juan. (Pizarro, 1930:13-14)

Los aos 30 seran el momento culminante de los progresos sufragistas. Los giros ideolgicos que trastocaron la vida nacional, sobre todo a partir del golpe de Estado encabezado por Flix Uriburu en 1930, las agrupaciones de derecha alcanzaron gran visibilidad pblica e intentaron librar a las mujeres de la fascinacin que pudieran ejercer sobre ellas los discursos libertarios del feminismo y de la izquierda. Por entonces, y de acuerdo con la encclica Quadragesimo Anno (1931), la Iglesia Catlica abogaba por un acuerdo entre clases sociales como parte de su proyecto de catolizacin de la sociedad (Bianchi, 2001). Esta propuesta tuvo repercusiones en ciertos sectores locales.
La contradiccin entre la actuacin pblica y la defensa de la ideologa de la domesticidad fue suturada gracias al catolicismo social o la Doctrina Social de la Iglesia que reivindicaba la superioridad moral femenina basada en la naturalizacin de la maternidad. De esta manera, las mujeres promovieron la participacin en la prensa, el debate en los diarios, las actividades radiales, la asistencia social, los cursos para mujeres trabajadoras. (Queirolo, 2005)

Ello no fue censurado por la Iglesia sino que lo comprendi como una tarea realizada por las mujeres eles a sus preceptos que salan de su mbito natural (el hogar), para emprender la empresa moralizadora en un mundo corrompido por la modernizacin. En esta lnea de pensamiento fue defendido el sufragio femenino (Queirolo, 2005). Sin duda, la ms destacada actividad sufragista de grupos catlicos conservadores fue la de la Asociacin Argentina del Sufragio Femenino, impulsada en 1932 por Carmela Horne de Burmeister y una de las ms importantes y activas asociaciones sufragistas de entonces; que propici el sufragio calicado segn los grados de alfabetizacin. Esta agrupacin femenina intent mostrar cmo podan ser bien entendidos los derechos polticos, sin desaar las jerarquas naturales intergenricas. En este clima tuvo lugar el primer debate parlamentario nacional sobre los derechos polticos de las mujeres que, an cuando slo obtuvo media sancin en Diputados, la historiografa, en cierto modo, lo ha miticado. El debate se origin en 1932, tras la presentacin de los proyectos de socialistas y conservadores, nicos partcipes de esas sesiones, dada la ausencia radical ocasionada por su abstencin electoral. Ni los sectores de izquierda ni los del centro pudieron ya esgrimir su originalidad frente a un grupo de conservadores reformistas. Los diputados bregaban que por el sufragio femenino irrestricto en igualdad con los varones tuvieron que esforzarse por dejar fuera de consideracin los retaceos de calicacin que esgriman los conservadores. Segn la historiadora Silvana Palermo, los conservadores
ms que transformar prcticas polticas mediante la incorporacin de la mujer como se sola proponer en la dcada anterior, se trataba ahora de imponer un criterio paternalista, orientado tanto a proteger a la mujer como a consagrar esas prcticas caudillistas y violentas. (...) el segundo elemento relevante para fundamentar la reforma limitada era la preocupacin por las jerarquas dentro de la vida familiar (...) las caractersticas culturales y raciales de la sociedad argentina que deba seguir, segn la opinin conservadora, el modelo latino y no el anglosajn. (Palermo, 1998)

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El debate fue intenso y estuvo acompaado por una nutrida presencia femenina en los palcos del Congreso. El clima era propicio para la inminente sancin de la nueva ley, pero a pesar de los reclamos de varios diputados, el proyecto no volvi a tratarse. En 1938, diversas propuestas legislativas y solicitudes cierran el perodo. Una de ellas, de un diputado radical, tom el ejemplo de la movilizacin de las mujeres europeas durante la primera guerra mundial y solicit el sufragio femenino a cambio de la realizacin de servicios militares compatibles con su sexo. Esa propuesta result inusual para los cnones de la poca pues supona una igualacin de varones y mujeres que potencialmente deban dar la propia vida por la patria a cambio de la posibilidad de ejercer sus facultades polticas. Sin embargo, ni esta ni las otras propuestas fueron tratadas. El perodo presenta situaciones llamativas. Aun cuando los conservadores retaceaban los derechos polticos slo para las mujeres calicadas y raramente mencionaban la posibilidad de que fueran electas, resultaron ser los primeros en llevarla a la legislatura. En 1934, una mujer, la abogada Emar Acosta, era elegida por primera vez como legisladora provincial en San Juan a la sazn, primera legisladora latinoamericana por el Partido Demcrata Nacional (Sosa de Newton, 1972). Asimismo, en 1935, el ministro del Interior de la Provincia de Buenos Aries, el conservador Vicente Solano Lima, presentaba un proyecto que involucraba los derechos polticos femeninos en igualdad de condiciones que a los varones. Proyecto que sera rechazado al tiempo que triunfaba la lnea conservadora que apoyaba el fraude patritico, la de Manuel Antonio Fresco. Para algunos, era escandaloso que se propiciara que las mujeres votaran cuando el fenmeno del fraude haca que los varones no pudieran hacerlo; aunque para otros, era ms escandaloso que las mujeres no pudieran votar cuando que los varones una y otra vez solicitaban ser exceptuados de su deber de servicio militar, contrapartida de sus derechos polticos (Longhi, 1932:151). Fue en ese contexto que Alicia Moreau de Justo sostuvo que el fraude era un escndalo poltico que realizaban los varones y convoc a las mujeres a abandonar la indiferencia hacia la poltica y a participar.
Ningn mal deja de existir porque se le ignore o se aparente ignorarlo. Aunque privadas de derechos polticos, no dejan de pesar sobre nosotras las consecuencias de la poltica y no se producirn desastres masculinos sino desastres familiares. () Mujeres, nios, extranjeros, todos soportan las mismas consecuencias. Las mujeres deben vencer su repugnancia y su indiferencia y entrar de lleno en la lucha poltica. Creo firmemente que su intervencin saneara el ambiente. () Nosotras, pues, debemos querer el voto libre, el respeto sincero de la voluntad ciudadana pero al mismo tiempo el ejercicio del voto para una finalidad determinada, para llegar a la solucin de nuestros problemas sociales y lo repudiaremos como medio de encumbramiento de cualquier personalidad, faccin o casta. Para repetir la farsa [de las elecciones fraudulentas ()], basta con los hombres. (Ante la farsa electoral, Vida Femenina, noviembre de 1935, pp. 14 y 15).

No obstante, durante la Guerra Civil espaola y la Segunda Guerra Mundial el tratamiento del tema de los derechos polticos femeninos se subsumi en la temtica ms amplia de la tensin entre democracia y autoritarismo y la relacin ms estrecha entre la subjetividad femenina y la lucha por la paz. Los gobiernos civiles y militares que se instalaban en nuestro
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pas y parecan reproducir los totalitarismos europeos llevaron a que las mujeres se movilizaran polticamente en la lucha a favor de un sistema democrtico que crean en peligro.12 La apelacin maternalista fue mucho ms efectiva para movilizar a las mujeres por la paz que por los derechos polticos. En esta coyuntura, se dar un cambio: en octubre de 1944, el ya prominente Juan Domingo Pern, crea la Divisin de Trabajo y Asistencia de la Mujer dependiente de la Direccin General de Trabajo y Accin Social Directa. Fue la primera vez que el Estado al menos, una parte del mismo asuma los derechos femeninos como una reivindicacin propia (Bianchi, 1986). A mediados de 1945, Pern avanzara sobre las facultades cvicas. Mont a tales efectos la Comisin Pro-Sufragio Femenino y logr importantes adhesiones. La prdica sufragista, concienzudamente abonada en el perodo anterior, haba instalado cierto sentido acerca de que la exclusin de las mujeres se converta en una injusticia que exiga una reparacin. Pern intent posicionarse respecto de esa reparacin y propici un acto con tales nes. Sin embargo, no especic las caractersticas del sufragio femenino. Obligatorio u optativo, universal o calicado, voto o voto y representacin? Tampoco, como sola hacer con los varones, habl directamente a las trabajadoras e, incluso, consider que el empleo femenino generaba una baja en los salarios masculinos. S, en cambio, reivindic la tarea domstica de las amas de casa sealando la importancia que tena en el destino de la patria. Para ese entonces, haba corrido el rumor de que Pern decretara los derechos polticos a las mujeres. Aunque no hay documentos escritos que lo ratiquen (Navarro en Torre, 2002:323), es interesante el efecto que ello provoc: distintas agrupaciones de mujeres de todos los partidos y orientaciones polticas repudiaron la propuesta del gobierno en una Asamblea Nacional de reunida bajo el lema: Sufragio femenino, pero sancionado por un Congreso Nacional elegido en comicios honestos. Sin embargo, cabe mencionar, que hubo sufragistas que apoyaron la propuesta del gobierno, como la Asociacin Argentina de Sufragio Femenino liderada por Carmela Horne, aunque fueron denominadas feministas ocasionales por las sufragistas socialistas. Los acontecimientos de octubre de 1945 el encarcelamiento de Pern por sus compaeros de armas y la posterior movilizacin popular que exiga su liberacin precipitaran otras preocupaciones aunque no es ocioso preguntar por qu los derechos de las mujeres fueron secundarios en relacin a aqullas. El llamado a elecciones tuvo al mismo Pern como candidato presidencial mientras la autodenominada oposicin democrtica perge una unin heterognea. Los derechos polticos femeninos durante los gobiernos peronistas El perodo peronista es un tema que se presenta problemtico para los y las docentes a la hora de tratarlo en el aula. En general, persiste la idea de que se politiza la enseanza de la historia y que, dada la vigencia de ese partido, es un tema ms conictivo de tratar que el anlisis de otros. Sin embargo, es un perodo que nos permite analizar las continuidades y rupturas respecto de los roles de gnero y la ciudadana poltica y no puede ser desconsiderado o minimizado su tratamiento.
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El triunfo de Pern en las elecciones fue el comienzo de un cambio en la organizacin poltica. Las movilizaciones realizadas desde el Estado ilustraban las nuevas prcticas del peronismo que complementaban la accin de acercamiento a los sindicatos y la dispersin en un amplio conjunto de entidades civiles. La accin expansiva del peronismo abarc especialmente a las mujeres tanto en el intento de organizar su participacin a travs de las vas partidarias como en la preocupacin por dictar un estatuto normativo sobre los alcances de sus derechos polticos. En el primer mensaje a la legislatura como presidente en 1946, Pern plasm en apretados prrafos algunas consideraciones informando que enviara un proyecto a la Legislatura sobre el tema pues las mujeres ameritaban por su creciente incorporacin a las actividades sociales, econmicas, culturales y de toda ndole el otorgamiento del sufragio y otros derechos polticos que no puntualiz. Con el Primer Plan Quinquenal octubre de 1946 el gobierno reconoci y jerarquiz esos derechos (Novick, 1993). Con este teln de fondo aparecieron diversos proyectos en ambas Cmaras de representantes. En Senadores, el proyecto no slo se circunscriba a una igualacin poltica de varones y mujeres sino que abarcaba todos sus derechos y deberes, vale decir, los polticos, econmicos, sociales y humanos que acuerda a ste la Constitucin y las leyes argentinas. Es decir, el proyecto tena dos caractersticas: no conceba los derechos polticos y sociales de las mujeres como posibles de separar y su fundamentacin se basaba en posturas igualitarias entre varones y mujeres. Esta equivalencia llegaba hasta la movilizacin femenina para cubrir servicios auxiliares en caso de guerra, lo cual hasta entonces haba sido planteado marginalmente. Sin embargo, este proyecto fue reformulado y su debate en Senadores devel que el peronismo no tena una postura homognea sino, todo lo contrario, y aunque oscilara en posicionamientos conservadores e igualitaristas, las miradas conservadoras fueron las que primaron. Un fragmento del debate puede permitir una estrategia de acercamiento al tema que revele, a la vez, la preocupacin de algunos representantes peronistas y, a la vez, lo impensable que era por entonces que las mujeres ocuparan cargos elegibles. El contrapunto con la situacin actual puede ser muy interesante. Antille: Si la equiparacin es absoluta, tendramos la posibilidad de que una mujer fuera presidente de la Repblica contra lo que dispone, en mi concepto, la Constitucin. Yo deseara que la comisin me aclarara ese punto. Ramella: Yo entiendo que en el texto constitucional al emplearse las expresiones en gnero masculino, lo ha sido por una razn gramatical, porque siempre y como tambin parece que la gramtica la han hecho los hombre se indica a los seres por el sexo masculino y no por el femenino. Indiscutiblemente, que de acuerdo con la ley que consideramos, una mujer podra llegar a ser presidente de la Repblica. Antille: ... y vicepresidente y presidir nuestros debates desde el sitial que ocupa hoy el doctor Quijano. Ramella: Considero que no habra ninguna dicultad de orden prctico en eso (Debate de la ley sobre derechos polticos de la mujer, Cmara de Senadores, agosto de 1946)

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Si bien se clausur el da acordando derechos polticos iguales a varones y mujeres, los senadores peronistas conservadores lograron modicar el proyecto originalmente presentado. Si al referirse a los varones ciudadanos, el peronismo funda los derechos polticos y los sociales al identicar sujetos de ciudadana y trabajadores (James, 1990:30); en relacin con las mujeres la referencia como trabajadoras fue problemtica pues se crea que ese papel rea con su rol de madres. Por ello, los derechos polticos femeninos no se vincularon estrechamente al papel productivo de las mujeres como lo planteaba el proyecto original. En ese sentido, desde la ptica de la historia de mujeres, el peronismo no imbric discursivamente lo poltico y lo social en las propuestas de ley de derechos polticos femeninos. La media sancin del proyecto en senadores, no obstante, no haba garantizado la consecucin de la ley que, nalmente, se trat en septiembre de 1947 a instancias de la propuesta de un legislador peronista. Hasta entonces, la oposicin tampoco haba agilizado el tema pues le preocupaba el modo en que un volumen tan importante de nuevas electoras poda llegar a repercutir sobre los comicios. Se supona que las mujeres se volcaran al peronismo pues Evita, la esposa del primer mandatario, vena realizando una labor expansiva entre las mujeres y por ello, la oposicin desalentaba el tratamiento del tema en esa coyuntura an cuando muchos de sus representantes haban presentado proyectos de ley en tal sentido. La ampliacin de los derechos de ciudadana femenina se enrareca con las luchas intestinas entre opositores y entre los peronistas mismos. Los debates parlamentarios de septiembre de 1947 estuvieron originados en varias propuestas presentadas con antelacin por diputados peronistas, radicales y conservadores. Los representantes no se expresaron contrarios a la limitacin impuesta por la Ley Senz Pea a las mujeres, por el contrario, la ley fue considerada un avance en la ampliacin de los derechos y peronistas y radicales ms no los conservadores la reivindicaron porque haba habilitado el gobierno de sus lderes. Nadie volvi a la idea de que el debate era innecesario si la Constitucin no negaba aquello que se disponan a sancionar tal como lo haba planteado Julieta Lanteri. Durante el debate, los radicales asociaron la ciudadana poltica con el deber y, si bien consideraron que el carcter obligatorio que tena el voto en Argentina encerraba una funcin educativa, insistieron en que las mujeres deban adems ser preparadas para ejercer dichas funciones, lo cual no postularon para los varones. Por su parte, los peronistas conaron en que las mujeres sabran votar por sus nobles sentimientos de mujer y porque haban aprendido con su participacin en las movilizaciones a favor de Pern a quien seguramente sabran votar. Finalmente, la ley se sancion bajo el nmero 13010 tal cual haba sido remitida por los senadores. La ley estableca en su artculo primero las mujeres argentinas tendrn los mismos derechos polticos y estaran sujetas a las mismas obligaciones que les acuerdan o imponen las leyes a los varones argentinos. Es decir, las mujeres no fueron convocadas en trminos de ciudadanas: se postularon los derechos polticos de la mujer bajo una frmula comparativa con el hombre. El prototipo de ciudadana segua siendo masculino.13 Aunque la ley supuso que las mujeres fueran electas, este aspecto no se debati en la Cmara baja. La dimensin

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ms visible y prcticamente la nica que los legisladores debatieron fue la emisin del voto. La insistencia en el sufragio parecera querer centrar la atencin en este aspecto de los derechos polticos desvindola de la condicin de elegibilidad de las mujeres. El importante logro del voto quedaba constituido como un cerco que limitaba la aprehensin total de los derechos polticos, la gestualidad electoral como nica faceta de los derechos polticos constituira a la mujer como ciudadana. Los proyectos que hacan referencia a la movilizacin femenina en casos de guerra no fueron considerados y la ley sancionada exceptu a las mujeres de cualquier obligacin militar. En su lugar, cobraron importancia cuestiones tcnicas relacionadas a la documentacin, empadronamiento, etc. Se estableca la libreta cvica como documento de identidad en el orden civil y electoral tanto para varones como para mujeres.14 Tampoco se debati la organizacin femenina en los partidos polticos, tan presente en el debate de la Ley Senz Pea.15 El 23 de septiembre de 1947, Evita recibi de manos de Pern la ley de derechos polticos como un acto simblico que inauguraba la nueva era de derechos de las mujeres.16 As como Lanteri, Moreau y Rawson fueron guras destacadas en la lucha por el sufragio, durante el gobierno peronista es imposible soslayar a Eva Pern, gura que condens el mayor poder femenino alcanzado hasta entonces por una mujer, pero tambin, las limitaciones que se le impusieron. En la historiografa ha prevalecido la referencia a los aspectos ms conservadores de su prdica: la subordinacin a una jerarqua sexual natural y el hogar as como la exhortacin a la religiosidad catlica. Asimismo, se supone que lo que dio envergadura a su discurso no fue el contenido, o no slo l, sino el lugar desde el que lo enunci (Guivant, 1985). La campaa de Evita busc peronizar el sufragio habilitando una nueva tradicin sufragista que tuviera como protagonistas a Pern y a ella misma y dejara de lado a las sufragistas de viejo cuo, aunque sus referencias a ellas fueron muy pocas. Sin embargo, los discursos de Eva Pern sobre los derechos polticos de la mujer tambin presentaron modulaciones poco convencionales y algunos fragmentos pueden ser elocuentes de ello para trabajar en el aula cmo Evita politiz el hogar y quebr las fronteras entre lo pblico y lo privado de un modo que no haba sido planteado por las sufragistas y, a la vez, muestran un cierto recelo por los varones a los que hay que recordarles que las mujeres tienen derechos.
Voto femenino, la facultad de elegir y de vigilar, desde la trinchera hogarea, el desarrollo de esa voluntad, que se ha convertido as, ms que en una aspiracin, en una exigencia impostergable. (Mensaje del 12 de febrero de 1947) El voto femenino, ser el arma que har de nuestros hogares, el recaudo supremo e inviolable de una conducta pblica. El voto femenino, ser la primera apelacin y la ltima. No es slo necesario elegir, sino tambin determinar el alcance de esa eleccin. En los hogares argentinos de maana, la mujer con su agudo sentido intuitivo, estar velando por su pas, al velar por su familia. Su voto ser el escudo de su fe. Su voto ser el testimonio vivo de su esperanza en un futuro mejor. Los legisladores saben eso, compaeras. Es premioso recordarles que no lo olviden. Esa es una de las formas de nuestra lucha cotidiana, amigas, ahora que nos hemos conocido mejor y estamos unidas por todo el pas, en un bloque solidario. () Tu hogar y el mo, amiga, son la caja de resonancia del pas, y todo aquello que no puede ser discutido, criticado, aceptado o rechazado, en el intermedio de la mesa familiar, no pertenece al nmero de preocupaciones de tu pas. (Mensaje del 27 de febrero de 1947)

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Creamos demasiado en los hombres y en sus posibilidades tradicionales de reaccin para dar oportunidad de manifestar igual entereza a la mujer. A decir verdad, nuestra legislacin la olvid como entidad poltica. Se la despej de ideas. Se la apart con discrecin e indiferencia del terreno de las decisiones nacionales. No creamos en la mujer. (Mensaje del 12 de marzo de 1947)

Aunque la representacin femenina no estuvo entre sus propuestas en los aos 40, desde sus primeras apariciones tras la eleccin de Pern se haba sospechado que la primera dama aspiraba a llegar al poder ejecutivo y, hacia los aos 50, su proyeccin pblica llev a que se calicara de bipresidencialista al sistema de gobierno que informalmente conformaba la pareja. Los escozores se hicieron sentir y Pern comenz a recibir presiones para que Evita menguara su visibilidad pblica. No obstante, el 2 de agosto de 1951, miembros del comit Confederal de la CGT solicitaron la reeleccin de Pern e hicieron realidad los temores de la oposicin: postularon a Evita como candidata para la vicepresidencia. Sin embargo, Evita no llegara a las urnas. El 22 de agosto, en el denominado Cabildo Abierto del Justicialismo, la candidata se vio obligada a postergar la aceptacin de su candidatura frente a una multitud que la exiga sin descanso.17 Un fragmento del discurso permite captar la tensin en las armaciones de Evita, la supuesta estrategia de una candidatura que nunca habra sido tal y las excusas de gnero que le impiden tomar el puesto poltico:
Les aseguro que esto me toma de sorpresa. Hace mucho tiempo que yo saba que mi nombre se mencionaba con insistencia, y no lo he desmentido; yo lo hice por el pueblo y por Pern, porque no haba ningn hombre que poda acercarse ni a distancia sideral de l, y por ustedes, porque cre que as podan conocer a los hombres con vocacin de caudillos, y el general, con mi nombre, momentneamente, se poda amparar de las disensiones partidarias; pero jams en mi corazn de humilde mujer argentina pens que yo poda aceptar este puesto. (Eva Pern, discurso pronunciado en el Cabildo Abierto del Peronismo del 22 de agosto de 1951)

El acontecimiento estremece: la multitud grita, le exige que acepte y Evita aparece en el centro de la escena, sola en el palco una distancia prudencial la separaba de quienes all se reunan, incluso de Pern; ella contesta con palabras un diferimiento de su decisin, esquiva la interpelacin clara de la gente, a la vez que entabla un dilogo silente, gestual, corporal con quienes la han dejado sola. El escenario no montaba una obra sino el ocaso vital de una mujer que, al alcanzar una de sus aspiraciones mximas, es obligada a dejarla de lado ante una multitud que le demanda que la tome. Las vacilaciones, las palabras de ese da mediante las cuales expresa indenidas armaciones sin sentido, son elocuentes. El 31 de ese mes, por radio, para que no se repitiera el desborde del 22, Evita renunci a la candidatura.18 Pocas imgenes reejan mejor la desolacin que el renunciamiento dej a Evita como la del ltimo 17 de octubre en el que particip. No puede seguir viendo a la muchedumbre que la aclama y busca refugio en Pern (De pola en Torre, 1995:147). Mientras Pern haba logrado convertir el acontecimiento del 17 de octubre en un espectculo reservado para cualquiera que observara desde los balcones; en realidad lo haba montado slo para su propia y exclusiva contemplacin (De pola en Torre, 1995:147), Evita convirti el balcn en un escenario

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y, lejos de las heronas de sus radioteatros y de las performances pblicas de sus gestiones, devino en la protagonista de un drama en el que su vida mixturaba y confunda lo pblico y lo privado (Rosano, 2006). Esto da pie a otra lectura relacionada con el papel que jug Pern en el renunciamiento. Las explicaciones ociales gloricaron lo que dio en llamarse El renunciamiento: Evita declinaba los honores en nombre de una labor desinteresada y ajena a lo poltico. Desde la historiografa, las hiptesis han sido variadas. Algunos sostienen que ello fue as porque ya se saba de la enfermedad que padeca Evita y se decidi que no fuera candidata; otras, adhieren a que las presiones militares y eclesisticas hicieron que ella declinara tal postulacin; otros estudios, atribuyen su dimisin al intento de desmovilizar a las masas y, en particular, a las mujeres; nalmente, otras creen que Evita evalu que su poder sera encorsetado en un puesto formal y que ello podra acarrear consecuencias nefastas para el liderazgo de Pern (Navarro, 1994; Potash, 1981; Eickhoff, 1996; Barry en Valobra, en prensa; Lobato, 2003). Sin embargo, entendemos que la responsabilidad de Pern en esta renuncia no fue menor. Pern parece haber comprendido que no sera la oposicin o su segunda lnea partidaria quienes haran sombra sobre su poder, sino su propia esposa (Valobra, 2006). El puente de esperanza, Evita, dejaba de tener las facultades de ligazn entre Pern y el pueblo. Pern necesitaba a Evita como puente jo y estable y no uno que se levantaba y abra entre ellos un abismo. La tensin en los vnculos que se haban forjado entre Pern y Evita no puede ser desconsiderada. Con todo, el impacto de la imagen de Evita en el imaginario poltico de nuestro pas y la dimensin representativa de la ciudadana se evidencia si se enfoca el inusual fenmeno de una multitud de varones y mujeres que aclamaban a una mujer para ocupar un puesto ejecutivo de gobierno de tal envergadura. Ms all del carcter organizado que pudo haber tenido el evento del Cabildo abierto del 22 de agosto de 1951, no le quita valor a algo que cuatro aos atrs haba resultado impensable durante los debates de la ley derechos polticos. La dimisin de Evita a la candidatura evidencia los lmites impuestos al poder femenino respecto del acceso a las instituciones polticas por la misma inercia patriarcal de las instituciones y de algunos hombres no dispuestos a perder su primaca.19 Evita poda tener poder, pero no lograra una investidura. Para cerrar estas consideraciones, vale la pena tener en cuenta algunas ideas que remiten a las apropiaciones cotidianas. En efecto, aunque los legisladores fueron especialmente conservadores y cautos a la hora de fundamentar los derechos polticos femeninos, las mujeres se apropiaron de ellos de maneras particulares. As, las leyes vinculadas a la ciudadana poltica que hemos mencionado tuvieron consecuencias que los legisladores no esperaron. La movilizacin y organizacin partidaria de las mujeres constituy un fenmeno exponencial en aquellos aos que, si bien no era nuevo, s fue mucho ms masivo. Los cuerpos femeninos caminando las calles, entonando cnticos polticos, haciendo pintadas, atrevindose a opinar generaron un impacto que pronto ira hacindose habitual Asimismo, muchas mujeres sintieron que se dignicaba su condicin de ciudadana y encontraron en el voto secreto la posibilidad de ejercer sus derechos libremente, sin las imposiciones que muchos varones queran ejercer sobre

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ellas. Por otro lado, aunque no se efectiviz la candidatura de Evita, no fue despreciable el efecto multiplicador que tuvo en el marco de las primeras elecciones en las que las mujeres votaron a nivel nacional en Argentina el 11 de noviembre de 1951. Algunas candidatas peronistas ocuparon puestos en las legislaturas nacionales en el porcentaje ms elevado hasta la sancin de la ley de cupos en los aos 1990.20 Asimismo, en otros partidos, las mujeres alcanzaron candidaturas de envergadura en las listas y una notable presencia, fruto de un proceso de larga data, fue espoleada por la coyuntura.21 Consideraciones finales En cada perodo hemos marcado cmo los derechos polticos se asociaron a ciertas conguraciones genricas al tiempo que se excluyeron otras y, a la vez, cmo los cambios habidos respecto de quines podan ser sujetos de ciudadana se fueron ampliando desde el punto de vista genrico, pero no se modicaron los roles sexuados atribuidos a las deniciones de masculinidad y feminidad. Asimismo, se insinuaron algunas consecuencias sobre las prcticas cotidianas que realizaron varones y mujeres respecto de esas normativas que se intentaron imponer. En cada momento, se reexion sobre cmo la mirada desde la historia de las mujeres nos obliga a reinterpretar las ideas existentes sobre ciertos procesos y acontecimientos histricos. En ese sentido, el artculo se concentra en una actualizacin de lo que llamamos los contenidos conceptuales y ofrece, a la vez, una lectura en la que la historia se analiza como un proceso de disputas y no de manera lineal y unvoca. Asimismo, renovar la mirada sobre los sujetos histricos desde una perspectiva de gnero nos interpela de manera que alcancemos una identicacin entre stos y nosotros/as mismos/as como sujetos cognoscentes. Esta relacin con aquellos sujetos histricos difcilmente pueda ser pensada en el marco de una didctica que no entienda a docentes y educandos como sujetos activos de los procesos de enseanza y construccin de conocimientos. Pues, de otro modo, como sealara Henry Giroux independientemente de lo progresista que pueda ser un enfoque del pensamiento crtico, desperdiciar sus propias posibilidades si opera a partir de una trama de relaciones sociales del aula que sean autoritariamente jerrquicas y promuevan la pasividad, la docilidad y el silencio (Giroux, 1990). As, reexionar de manera relacional la historia de la ciudadana femenina nos ha permitido comprender no slo las fundamentaciones con las que se exclua a las mujeres, sino tambin las que se imponan a los varones; ello, adems, nos lleva a pensarnos en conexin con esas prcticas, vinculando ese pasado con el presente, y, fundamentalmente, a establecer una relacin didctica respetuosa y alejada de los binarismos jerrquicos y excluyentes que analizamos en trminos histricos. En ese sentido, conocer el pasado no tiene que ver estrictamente con acumular informacin o datos sino que es un intento de apropiarnos del tiempo como un insumo para reexionar sobre nuestras propias prcticas de ciudadana. En relacin con esto, resulta particularmente interesante cerrar estas consideraciones sobre la ciudadana argentina con las imgenes actuales pues no entendemos la historia como un pasado sin conexin con nuestro presente sino que, por el contrario, la comprendemos como

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una constante interpelacin. En el pasado, la lucha por el sufragio femenino y otros derechos de las mujeres no involucr slo a las mujeres sino que encontr muchsimos varones en esa tarea. Hoy en da, por el contrario, parecera que los derechos de las mujeres deben ser resueltos por ellas mismas. Asimismo, mientras muchas mujeres aspiraron y tuvieron condiciones para actuar en esferas legislativas, en aquellos aos no dej de ser un fenmeno aislado e, incluso, impensable. Sin embargo, hoy en da, nuestro pas cuenta con una trayectoria abultada de mujeres en puestos polticos signicativos entre los que la presidencia o los ministerios incluso los ms masculinizados como el de Defensa no le son vedados. Sin embargo, la poltica de la presencia no parece haber modicado las estructuras partidistas ni modicado los discursos binarios sobre los roles sociales de las mujeres. Estas imgenes apenas si vislumbran los recorridos de los cincuenta aos posteriores al perodo aqu analizado, sin embargo, como disparadores o puntos de llegada, nos permiten una reexin sobre los recorridos de la ciudadana poltica no slo de las mujeres, sino de la sociedad argentina en su conjunto y, a la vez, esperan ser un aporte que potencie el tratamiento de estos temas en el aula.

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Notas
Quiero agradecer enormemente a Viviana Pappier, Pina Garriga y a Constanza Erbetta sus comentarios a este artculo. 2 Tempranamente varias investigaciones han abordado el problema de retraso de la enseanza en relacin con la disciplina cientca. Entre otras obras, Finocchio, S. (1989): Programas y textos en la historia de cuatro asignaturas de la escuela media: Historia, Literatura, Educacin Cvica y Fsica, en Propuesta Educativa, n 1, FLACSO, Buenos Aires. Braslavsky, C.; Frigerio, G.; Lanza, H. y Liendre, E. (1991): Los investigadores frente a la propuesta ocial y editorial para la enseanza: los casos de Biologa e Historia, en Curriculum presente, ciencia ausente, tomo 1, Mio y Dvila, Buenos Aires. Amzola, G. de y Dicroce, C. (1998): Reforma, transformacin y metamorfosis. La enseanza de las ciencias sociales en el tercer ciclo de la EGB en la Provincia de Buenos Aires, en Clo & Asociados. La historia enseada, N 3, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe. 3 Entre las obras ms recientes, Finocchio, S.: Enseanza de las ciencias sociales y formacin docente en los pases del Mercosur, en Pags, J.; Estepa Jimnez, J. y Trav Gonzlez, G. (eds.) (2000): Modelos, contenidos y experiencias en la formacin del profesorado de ciencias sociales, Universidad de Huelva. AA.VV. (2006): Equidad de gnero y reformas educativas. Argentina, Chile, Colombia, Per, Hexagrama Consultoras, FLACSO-Buenos Aires/ IESCO- Universidad Central de Bogot, Santiago de Chile. 4 Barrancos, D. (2008): Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco siglos, Sudamericana, Buenos Aires. Y de la misma autora (2009): Mujeres, entra la casa y la plaza, Sudamericana, Buenos Aires. Elizalde, S.; K. Felitti y G. Queirolo (2009): Gnero y sexualidad en las tramas del saber. Revisiones y propuestas, Libros del Zorzal, Buenos Aires. Lobato, M. et al. (2008): Historia con mujeres, mujeres con historia, FFyL, Universidad de Buenos Aires, CD. 5 Cuando existe esa posibilidad, se remite a videos disponibles en Internet que pueden ser visualizados en clase, aunque no se desarrolla su uso en este artculo ni se especican aspectos que puedan abordarse a partir de ellos.
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Clo & Asociados. La Historia Enseada / nmero 14 2010 El debate clsico sobre este tema fue condensado en el dossier Gauchos, campesinos y fuerza de trabajo en la Campaa Rioplatense Colonial, con las intervenciones de Mayo, C.; Amaral, S. Garavaglia, J.C. y Gelman, J. (1987): Anuario IEHS, n 2, UNICEN, Tandil. 7 Varias biografas permiten aproximarse a su vida y son apropiadas para el trabajo ulico (Deleis et al., 2001). Tambin, es muy fcil ubicar su biografa en Internet. Por ejemplo, Bio.ar, Julieta Lanteri, http://www.encuentro.gov. ar/nota-2793-Video-Julieta-Lanteri.html Ms all de que no se comparten algunas ideas de la produccin respecto del formato de presentacin del tema, es uno de los pocos documentales que aportan al conocimiento de la vida de esta sufragista y es fcilmente accesible. 8 La situacin de los extranjeros en el sistema electoral posterior a la Ley 8871 exclua, aproximadamente, un 30 % de los habitantes a nivel nacional, aunque en algunos lugares, como en Capital Federal, llegaba casi al 60% de la poblacin (Daz, 1983:75-76). Segn Cibotti, algunos renombrados polticos e intelectuales, como Joaqun V. Gonzlez, propusieron una nacionalizacin automtica incluso manteniendo la ciudadana original- que se consideraba que facilitara la insercin cultural y poltica de los inmigrantes. Sin embargo, fueron rechazadas que slo a ttulo de solicitud poda ciudadanizarse mientras el Estado mantena la prerrogativa sobre la decisin (Cibotti, 2000). 9 La Prensa: Actualidad, Calicacin del sufragio, 30 de noviembre de 1911, p. 13. El nfasis es mo. 10 El primero fue el 7 de marzo de 1920 y el segundo, el 21 de noviembre de ese mismo ao. 11 No sera ste el nico rasgo pionero de San Juan, tambin tuvo intendentas, juezas de paz y concejalas (Ramella de Jefferies, 1986:340). 12 Entre otras agrupaciones, se destac la Junta de la Victoria, agrupacin exclusivamente de mujeres que moviliz a 45.000 mujeres en todo el pas. 13 La Ley Senz Pea de febrero de 1912 postulaba son electores nacionales los ciudadanos nativos.... En la formulacin de la Ley Senz Pea, los hombres son primero ciudadanos que por la ley se transforman en electores. En las propuestas y debates de 1947, las mujeres son mujeres y se convierten en electoras sin realizarse el pasaje por la ciudadana. 14 En 1948, se reform la Ley 13010 y, a pedido del peronismo, en los padrones electorales femeninos de consulta pblica no se incluy la fecha de nacimiento de las electoras considerando que ello era una galantera que permitira mantener en reserva su edad. El discurso exaltaba un tipo de identidad femenina y cercenaba los cnones igualitarios de la ley a la vez que le daba primaca a una diferencia sexual que se volva cada vez ms signicativa polticamente. Se sancion como Ley 13480 la cual consign que los padrones
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La ciudadana poltica Dossier. femenina los... jvenes Adriana frente Mara a laValobra historia pblicos no gurara la fecha de nacimiento, pero s constara en las libretas cvicas femeninas. 15 En 1949, la reforma del Estatuto de los partidos polticos constituy la primera referencia explcita a los silencios que haba habido hasta entonces sobre el modo en que las mujeres podran sumarse a las contiendas electorales a travs de los partidos polticos. Sin embargo, el estatuto se sancion sin que se reparara en que las mujeres, segn esa norma, no se insertaban de modo independiente en las lides electorales y se naturaliz su politizacin sublimada a un partido poltico masculino preexistente. 16 Se puede escuchar el mensaje de Evita de esa ocasin en http://www. youtube.com/watch?v=AstpW48AYl4&feature=related, sitio consultado el 27 de abril de 2010. 17 El documental est disponible en http://www.youtube.com/watch?v=_ OIHkEqJ99k, sitio consultado el 27 de abril de 2010. 18 Parte del renunciamiento radial se encuentra disponible en http://www. youtube.com/watch?v=zET7N0bicjA&feature=related sitio consultado el 27 de abril de 2010. 19 El concepto de inercia institucional es sugerido por la idea de inercia de las organizaciones sociales masculinas tomado de Jelin (1997). 20 A nivel provincial se cuentan 58 diputadas y 19 senadoras. En total, sumando legisladoras nacionales, provinciales y delegadas eran 109 mujeres electas. Sobre la actuacin de las legisladoras peronistas vase Pelez, S. y Valobra, A., 2004. 21 El PCA, por ejemplo, postul a Alcira de la Pea a la vicepresidencia y a Irma Othar como vicegobernadora bonaerense. Incluso, el conservadorismo tambin postul mujeres en sus listas. El silencio ms notable lo dio el radicalismo que no llev ninguna candidata en 1951.

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