Tau Anzoategui HD132 2024
Tau Anzoategui HD132 2024
Tau Anzoategui HD132 2024
DYKINSON
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
Tributos a Víctor Tau Anzoátegui, forjador de puentes historiográficos
The Programme “Legal History” of the Figuerola Institute of Social Science History –a part of
the Carlos III University of Madrid– is devoted to improve the overall knowledge on the history of law
from different points of view –academically, culturally, socially, and institutionally– covering both
ancient and modern eras. A number of experts from several countries have participated in
the Programme, bringing in their specialized knowledge and dedication to the subject of their expertise.
To give a better visibility of its activities, the Programme has published in its Book Series
a number of monographs on the different aspects of its academic discipline.
Publisher:
Carlos III University of Madrid
Book Series:
Legal History
Editorial Committee:
Manuel Ángel Bermejo Castrillo, Universidad Carlos III de Madrid
Catherine Fillon, Université Jean Moulin Lyon 3
Manuel Martínez Neira, Universidad Carlos III de Madrid
Carlos Petit, Universidad de Huelva
Cristina Vano, Università degli studi di Napoli Federico II
dykinson
2024
Historia del derecho, 132
ISSN: 2255-5137
© 2024 Autores
Editorial Dykinson
c/ Meléndez Valdés, 61 – 28015 Madrid
Tlf. (+34) 91 544 28 46
E-mail: info@dykinson.com
http://www.dykinson.com
Preimpresión: TallerOnce
ISBN: 978-84-1070-252-3
7
ÍNDICE
263 Repensar la “cultura del código”. Código y ley en los primeros comenta-
ristas del Código Civil: los comentarios de Manuel Antonio Sáez y José
Olegario Machado a los títulos preliminares y al título complementario
del Código Civil (Argentina, fines del siglo XIX, principios del siglo XX):
María Rosario Polotto
321 Un breve recuerdo del Dr. Víctor Tau Anzoátegui: Laura Volkind
8
PRESENTACIÓN
9
BREVE SEMBLANZA BIOGRÁFICA DE VÍCTOR TAU ANZOÁTEGUI
(1933-2022)
11
SERGIO ANGELI / JORGE NÚÑEZ
12
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
13
SERGIO ANGELI / JORGE NÚÑEZ
Luego de cursar los dos primeros años de estudios generales, fue de-
signado Auxiliar de Docencia en la Facultad, percibiendo una suma men-
sual de 400 pesos por dicho cargo. Sin embargo, a finales del año 1953 fue
sorteado para realizar el servicio militar y le tocó el número de orden 851.
Como estaba estipulado, solicitó tres días para realizar la revisación médica
en la Avenida Santa Fe al 4800 de la Capital Federal (sede en la actualidad
de la Dirección de Bienestar del Ejército Argentino).6 Desconocemos duran-
te cuánto tiempo realizó el servicio militar obligatorio, y su legajo no nos
permite despejar esas dudas. Quedó registrado que el 26 de julio de 1954,
solicitó licencia “a partir del 9 de octubre y por todo el tiempo que perma-
nezca incorporado a las filas del Ejército”.7
El 22 de octubre del mismo año se reincorporó en sus funciones de ayu-
dante de docencia al ser dado de baja en el Ejército, y unos días después, el
31 de octubre, volvió a ser designado auxiliar de docencia en la facultad con
el mismo salario de 400 pesos.
14
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
15
SERGIO ANGELI / JORGE NÚÑEZ
16
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
11 Según indica la partida de matrimonio, los testigos fueron: Dora María Somoza
(51), soltera, empleada, domiciliada en Azcuénaga 942; Raquel Carmen Anzoátegui (49,
empleada, Vicente López 2305); Adolfo Horacio Somoza (49 años, casado, empleado,
Azcuénaga 942) e Ignacio Braulio Anzoátegui (53 años, casado, abogado, Laprida 1863).
17
SERGIO ANGELI / JORGE NÚÑEZ
12 Véase, 22-4-1963 Libro de tesis 2, folio 234. Ese mismo día, Víctor solicitó al de-
cano Marco Aurelio Risolía la expedición del diploma de Doctor en Derecho y Ciencias
Sociales. Agradecemos la referencia sobre el tribunal de tesis y el acceso a los legajos de
Víctor Tau Anzoátegui a la Licenciada María del Carmen Maza, encargada del Archivo de
la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
13 En septiembre de 1966 fue designado Profesor Adjunto interino ad honorem de
Historia del Derecho Argentino.
18
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
toria del Derecho indiano”, y fue designado miembro fundador del Instituto
Internacional de Historia del Derecho Indiano. También ese año publicó, jun-
to con Eduardo Martiré, el célebre Manual de Historia de las Instituciones
Argentinas (reeditado en numerosas ocasiones) y que se utilizó y utiliza como
referencia obligatoria en las universidades argentinas y en las facultades de
Derecho.
En 1968, Víctor quedó a cargo de la cátedra de Historia del Derecho Ar-
gentino (por licencia de Ricardo Zorraquín Becú) y participó en reuniones
científicas en el extranjero y en la provincia de Córdoba, asistiendo a las II
Jornadas de Historia del Derecho Argentino.14
En 1970, Víctor Tau contaba con 37 años y fue designado miembro de nú-
mero de la Academia Nacional de la Historia, ocupando el sitial 40. Por otro
lado, envió una carta al decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales,
el Dr. Roberto Durrei, a fin que contemplase la situación de los integrantes de
la cátedra de Historia del Derecho Argentino, interinamente a su cargo. Víc-
tor, de manera efusiva, indicó que había un solo cargo remunerado, el de pro-
fesor Adjunto, que él desempeñaba. No estaba rentado el cargo de titular, que
ocupaba interinamente, y solicitó que remuneren también el cargo de profe-
sor adjunto que ocupaba Abelardo Levaggi y el de Jefe de Trabajos Prácticos,
que desempeñaba Marcelo Urbano Salerno. Desconocemos si las gestiones
surtieron efecto, pero su legajo nos indica que el 19 de noviembre de 1970, fue
designado como Profesor Ordinario Asociado en Historia del Derecho.
19
SERGIO ANGELI / JORGE NÚÑEZ
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
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SERGIO ANGELI / JORGE NÚÑEZ
22
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SERGIO ANGELI / JORGE NÚÑEZ
25 Véase, https://www.conicet.gov.ar/el-conicet-honra-a-24-investigadores-con-la-
distincion-de-emeritos/
26 Hermosos recuerdos escritos para Don Víctor por algunos de sus mejores con-
tinuadores. Véase, Alejando Agüero: https://ahila.eu/noticias/in-memoriam-victor-
tau-anzoategui/, Darío Barriera:https://www.conicet.gov.ar/el-conicet-lamenta-el-fall-
ecimiento-de-victor-tau-anzoategui/, Agustín Casagrande: https://www.lhlt.mpg.
de/2873226/699-80_newsletter_june-22.pdf. El impacto de la obra de Víctor en el reci-
ente trabajo editado por Thomas Duve y Tamar Herzog: https://www.cambridge.org/core/
books/cambridge-history-of-latin-american-law-in-global-perspective/84400843A1F-
D996E81772FF29AD806A7
Véase también el sentido recuerdo de José María Díaz Couselo: https://www.boe.es/
biblioteca_juridica/anuarios_derecho/abrir_pdf.php?id=ANU-H-2022-10076800770,
de Ezequiel Abásolo: https://revistas.ufpr.br/historiadodireito/article/view/86749, Vivi-
ana Kluger:https://vivianakluger.com/wp-content/uploads/In-memoriam-Tau-Anzoate-
gui.pdf y Andrés Botero Bernal: https://www.andresboterobernal.com/2022/06/home-
naje-al-prof-victor-tau-anzoategui.html
24
EL USO FORENSE DE LITERATURA JURÍDICA Y TEOLÓGICA
EN UN CONTEXTO LEGO DE LA PERIFERIA COLONIAL
Córdoba del Tucumán, siglo XVIII
Alejandro Agüero
Universidad Nacional de Córdoba-CONICET
orcid 0000-0002-8902-8610
1 Tau Anzoátegui, “La doctrina de los autores”, pp. 351-354. Este trabajo fue incluido
posteriormente en Tau Anzoátegui, El jurista en el Nuevo Mundo, cap. V, pp. 97-146.
2 Publicado aquel año por el Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho de
Buenos Aires, el libro ha sido objeto de una reedición reciente, por donde lo citamos ahora,
Tau Anzoátegui, Casuismo y sistema, p. 428.
25
ALEJANDRO AGÜERO
26
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
8 Tau Anzoátegui, “La doctrina de los autores”, pp. 382 ss.; Tau Anzoátegui, El jurista
en el Nuevo Mundo, pp. 124-133; Tau Anzoátegui, Casuismo y sistema, pp. 476 ss. Hoy
sabemos que más allá de la auctoritas de la tradición medieval, nuevos criterios relativos a
la utilidad y estilo se impondrían como factores aceptación y éxito de determinadas obras
doctrinarias, Beck Varela, “The Diffusion of Law Books”, pp. 203-213.
9 Tau Anzoátegui, “La doctrina de los autores”, pp. 393-399.
10 Si en Casuismo y Sistema, Tau había cuestionado la anticipación del modelo sis-
temático en el estudio histórico jurídico del derecho indiano, sus críticas hacia el enfoque
estatalista se plantearían con toda claridad en su contribución al Tomo II de la Nueva His-
toria de la Nación Argentina publicado en 1999, véase Tau Anzoátegui, “La Monarquía.
Poder central y poderes locales”, pp. 233-235. La preocupación por el derecho local estaría
presente en buena parte de su producción a lo largo de la primera década del actual siglo.
Véase Tau Anzoátegui, “Una visión historiográfica del Derecho Indiano provincial y local”,
pp. 309-336; “El estudio del Derecho Indiano provincial y local”, 83-96; “La configuración
del Derecho Indiano Provincial y Local”, I, pp. 231–253; “El derecho local en el proceso
recopilador”, I, pp. 31-49. En el marco de un proyecto de investigación originalmente ini-
ciado junto a Thomas Duve, Víctor Tau lideraría un grupo de estudios sobre el tema, cuyos
principales resultados se plasmaron en un libro colectivo publicado en 2013, Tau Anzoáte-
gui y Agüero (coords.), El derecho local en la periferia de la Monarquía.
27
ALEJANDRO AGÜERO
Hacia finales del siglo pasado, la historiografía crítica del derecho llamó la
atención sobre las distancias que podían advertirse en la práctica del derecho
entre los espacios centrales y las periferias, incluso dentro de un mismo territo-
rio metropolitano12. En la deconstrucción del paradigma estatalista, la imagen
de un orden institucional uniformemente aplicado por una burocracia letrada
se desdibujaba ante la evidencia de unas formas de gestión de tipo corporativo,
en manos de agentes locales que interactuaban con los oficios letrados de la
monarquía13. Sin negar la relevancia que tuvo el estamento de los letrados en
el desarrollo cultural e institucional de la edad moderna, se comenzó a advertir
que la presencia de juristas era más bien escasa a medida que la observación se
orientaba hacia las jurisdicciones distantes de los centros de poder.
Si la ausencia de letrados en las periferias del espacio colonial había sido
tempranamente señalada en algunos trabajos pioneros como los de Ricar-
28
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
do Levene14, entre finales del siglo pasado y comienzos del actual, se asumió
aquella ausencia como un rasgo característico y compartido por la gran ma-
yoría de las jurisdicciones ordinarias de primera instancia en las Indias espa-
ñolas. Una serie de estudios mostraron entonces que el número de letrados
en las colonias hispánicas era más bien bajo y que el incremento de los estu-
dios universitarios, junto con el aumento del número de Audiencias reales en
las últimas décadas del siglo XVIII, no lograron alterar sustancialmente la
situación en las periferias15. En esta línea, un análisis comparativo realizado
por Víctor Uribe mostró que el número de abogados en las colonias hispa-
noamericanas era de 6 a 30 veces menor al que se podía encontrar en las
colonias británicas de Norteamérica, entre finales del siglo XVIII y principios
del XIX16.
La ausencia de abogados y la correlativa presencia de magistrados legos,
carentes de asesores, no eran, necesariamente, rasgos exclusivos del espacio
colonial17. No obstante, es probable que en la inmensidad de los dominios
americanos fuera más difícil acceder a letrados de jurisdicciones colindantes
o de instancias superiores, acentuándose los desafíos derivados de aquellas
carencias. En tales contextos, los requerimientos de saber normativo para
llevar adelante las funciones esenciales de gobierno y justicia pendían de la
experiencia de los notarios, de la formación de los eclesiásticos y, en buena
medida, de la circulación de libros. La presencia de obras doctrinarias, de
práctica forense, sumas teológicas y manuales de confesores, en bibliotecas
particulares y corporativas, aun en jurisdicciones de frontera e incluso en re-
giones rurales, es un fuerte indicio del valor y alcance de este recurso para el
acceso a los saberes normativos18.
29
ALEJANDRO AGÜERO
30
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
21 Para el caso de Córdoba, Peña, Los sistemas jurídicos en la enseñanza del Dere-
cho.
22 Peña, “Fuentes del Derecho Canónico Indiano”, pp. 145-160; Dellaferrera, “Fuen-
tes escriturísticas, legales y doctrinales”, 77-102.
23 Luque Colombres, “Abogados de Córdoba del Tucumán”, p. 16; Llamosas, La lite-
ratura jurídica, pp. 355-356.
24 Agüero, Castigar y perdonar, pp. 266-272.
25 Agüero, “Saber jurídico y técnica procesal”, pp. 311-332.
31
ALEJANDRO AGÜERO
32
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
29 Así, en la edición de 1701, Gómez, Variae Resolutiones, III, cap. XIII, n. 33, p, 538,
col. 1, in fine.
30 AHPC, Crimen, leg. 31, expte. 11, 1776, s/f.
31 Llamosas, La literatura jurídica, pp. 388, 390.
32 Llamosas, La literatura jurídica, p. 377.
33 Tau Anzoátegui, “La doctrina de los autores”, p. 401.
34 AHPC, Crimen, leg. 4, expte. 27, 1736, f. 30v.
33
ALEJANDRO AGÜERO
35 El escrito judicial remitía a la “glosa 3”, refiriéndose así al texto de la glosa “A pena
de talión”, que, en efecto, es la tercera que aparece en el texto de la ley citada, advirtién-
dose allí, sobre la pena de talión contra el acusador fallido, que “de consuetudine in isto
regno non fit ista inscriptio…”. Véase Lopez, glosa “A pena de talión”, ley 13, tít. 9, part. 4.
La propia glosa alude también a la citada ley 26, tít. 1, part. 7. Sobre el desuso de la pena al
acusador, véase Agüero, “Acusaciones & Inquisiciones”, 5-10.
36 La sentencia del juez comisionado y el trámite de la apelación, en AHPC, Crimen,
leg. 4, expte. 27, 1736, ff. 61r y ss.
37 Tau Anzoátegui, “La doctrina de los autores”, pp. 397, 401. Sobre la auctoritas,
véase ut supra nota 8. Sobre el particular éxito de la Curia, véase infra, nota 40.
38 AHPC, Crimen, leg. 5, expte. 3, 1746, f. 43r.
39 AHPC, Crimen, leg. 5, expte. 3, 1746, f. 49v-50r.
40 Se trata de la obra con mayor número de ediciones en la historia de la literatura
34
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
El Doctor Villadiego en su Política, Capítulo 3, folio 38, número 34, resuelve así, cuyas
palabras son estas: y en caso que la parte esté satisfecha no puede el juez dar pena
jurídica española, Corona González, “Hevia Bolaños y la Curia Philippica”, p. 77. Véase
también, Casagrande, “Curia Philippica”, pp. 156-158.
41 Llamosas, La literatura jurídica, pp. 390-391.
42 Honores, “Presence and Use of Pragmatic Legal Literature”, pp. 137-140.
43 Llamosas, La literatura jurídica, p. 413.
44 AHPC, Crimen, Leg. 5, expte. 5, 1751, f. 79v.
35
ALEJANDRO AGÜERO
corporal al delincuente, sino fuese el delito tan enorme y calificado, que fuera de la
pena corporal y aun en algún caso fuera de la capital, ninguna otra satisfara [sic] a
la república, apoyándolo con la Ley 8 del tít. 11, libro 6 de la glosa y la ley 8 del libro 6
título 24 de la recopilación de Castilla, cual nota parece estar errada, pues el libro 6 no
tiene mas que 20 títulos. Por lo que hallándose la ley que cita en el libro 8. tít. 11. ley 8
la traslado aquí para mejor inteligencia […]45.
Más allá de la tácita alteración del supuesto sobre el que versaba el frag-
mento citado de Villadiego -en cursiva en el original-, como se puede apre-
ciar, el defensor se permite señalar un error en las referencias legales que
servían de sustento al autor, haciendo gala así de su conocimiento de las leyes
recopiladas, pues transcribe inmediatamente la referida norma que ordenaba
conmutar las penas ordinarias por pena de galeras en casos de hurtos califi-
cados, robos, salteamientos y otros delitos graves46. Por el número de folio
que se menciona en el pasaje citado (“folio 38”), podemos inferir que, muy
probablemente, nuestro defensor está utilizando la edición de 161747. Si bien
la transcripción del fragmento es casi literal (hay un leve cambio en el co-
mienzo de la frase), el lego defensor malinterpreta las citas a la Nueva Reco-
pilación que hace Villadiego. En efecto, en la correspondiente nota marginal,
introducida con la letra b, además de remitir al Digesto, a las glosas de Gre-
gorio López y al tomo tercero de las resoluciones de Antonio Gómez, el prác-
tico castellano añade en apoyo de su afirmación las siguientes referencias:
“l.8.tit.11.l.6.tit.24.lib.8 Recop.”. En la siguiente imagen se puede observar el
fragmento citado y la nota marginal b, tal como figuran en el folio 38v de la
edición de 1617.
45 AHPC, Crimen, leg. 7, expte. 15, 1753, ff. 30v-31r. Subrayado en el original. La
ortografía se ha actualizado para facilitar la lectura. Valga esta aclaración para todas las
citas documentales.
46 N.R. ley 8, tít., 11, lib. 8: “Mandamos que ansí en los hurtos calificados, y robos, y
salteamientos en caminos, o en campo, y fuerzas, y otros delitos tan calificados y graves
que convenga a la republica no diferir la ejecución de la justicia y en que buena mente pue-
da haber lugar conmutación, sin hacer en ello perjuicio a las partes querellosas las penas
ordinarias les sean conmutadas en mandarlos ir a servir en nuestras galeras por el tiempo
que pareciere a las nuestras justicias según la calidad de los dichos delitos”.
47 Villadiego, Instrucción Política, cap. 3, n. 34, f. 38v.
36
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
48 N.R. ley 6, tít. 24, lib. 8: “Ordenamos y mandamos que en todos los casos y delitos,
donde ha de haber pena arbitraria, en que conforme a la calidad del caso, y de las personas,
les había de ser puesta pena corporal, aquella se conmute en vergüenza pública, y servicio
de galeras, por el tiempo que pareciere, según la calidad del caso y delito”.
49 AHPC, Crimen, leg. 7, expte. 15, 1753, f. 31v. En este caso, los fragmentos transcrip-
tos por nuestro litigante aparecen correctamente indicados con los números 40 y 42, f. 39,
en correspondencia con la citada edición de 1617.
37
ALEJANDRO AGÜERO
38
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
39
ALEJANDRO AGÜERO
tor de naturales57. Pero más allá de estas conjeturas, lo que nos interesa ahora
es mostrar la forma en que determinadas obras de la literatura pragmática
eran aprovechadas para proyectar una apariencia de saber jurídico elevado
mediante la utilización implícita de su aparato erudito. Comencemos por un
testimonio que nos permite constatar el escenario completamente lego en el
que se tramita el caso y el valor de las obras prácticas para este contexto. Ante
la complejidad de la causa y la calidad de la partes involucradas, el alcalde
ordinario, en otro giro poco habitual para esta jurisdicción, decidiría remitir
el proceso a un asesor letrado de Buenos Aires, a costa de las partes. Ante esta
medida, entre otras cosas, don Vicente Moyano respondió que no era:
40
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
[…] en la ratificación del cholo [apelativo étnico con el que se refiere a Tomás Cruz] to-
davía le duraba el dolor de los tormentos, porque hasta los ocho días estuvo impedido,
y dice la Práctica de Paz fol. 162 núm. 29 que entonces es nula la ratificación, porque se
presume hecha por miedo al tormento y así lo sienten Cyno y Baldo, y Sifuentes en la
ley 79 del Toro, Simancas en el Título 95, número 71[…]61
Si analizamos el pasaje citado de la obra de Suárez Paz (fol. 162, núm. 29),
en la edición de 1661, veremos que las referencias que el defensor hace a los
grandes comentaristas como Cino de Pistoia y Baldo de Ubaldi, a la Glosa de
Miguel de Cifuentes sobre las Leyes de Toro y a la obra de Diego de Simancas,
están tomadas casi literalmente de aquel fragmento de la Praxis. Consultan-
do la edición de 1661, en el lugar indicado (p. 162, núm. 29) por el protector
de naturales, encontramos el punto referido a la ratificación de la confesión
cuando aun persisten los dolores del tormento. Allí, observa Paz que:
[…] quando dolor tormentorum duraret, praesumeretur ratificatio factam fuisse metu
tormentorum, ut cum Cyno & Bald. resoluit Cifuentes in d. l. 79 Tauri […] & Simancas
in dict. titul. 95, numer. 71.62
41
ALEJANDRO AGÜERO
Lo segundo porque a los tormentos del Cholo que fue señalado por Protector Don Ja-
vier [en referencia a Don Javier Ponce de León, quien intervino por ausencia circuns-
tancial de Luján de Medina] tengo noticia que el dicho asistió no solo a verlo juramen-
tar como es de derecho si no también en todo el tormento a verlo confesar, y esto es
contra la ley 3, tit. 30, part. 7 y lo dice Paz fol. 166, núm. 83 y 84[…] 63
[…] y dice la práctica // de Paz fol 166. nº 84 que consta de la ley, 3. tít. 30 part. 7 que
no debe asistir a tormento otro que el juez escribano reo y ejecutor y lo notan Gregorio
López y Simancas […] 64
En este caso, el escrito de Moyano reconoce que está citando la ley de las
Partidas a partir de la obra de Paz, pero añade como propias otras referencias
de autoridad, Gregorio López y Simancas, que están igualmente tomadas del
referido pasaje de la Praxis. Veamos cómo se expresa en este punto el jurista
salamantino, en la pág. 166, números 83 y 84:
83 […] nec permittere debet iudex, procuratorem vel advocatum / 84 / rei, aut alias
personas praesentes esse: nam licet apud alias nationes publice delinquentes tor-
queantur: tamen in hisce regnis in loco secreto torqueri debent, nec quispiam praesens
debet esse, nisi iudex, tabellio, & tortor, ut probatur in l. 3 titulo 30, part. 7 & ibi notat
Gregorius Lup. verbo, Non otro. & Simancas […]65
42
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
[…] y dize la Practica de Paz fol. 147 nº 12 y 13 que entonces pregunta el juez rectamen-
te y con derecho cuando se le leen al reo los indicios y probanzas que ay contra el y de
este sentir es Santo Thomas, Cayetano, Soto, Navarro, Gregorio López, en la ley 4 tit.
29 part. 7. de la Glosa magna […]66
43
ALEJANDRO AGÜERO
autoridad que aparecen en esta obra -más vinculadas a las leyes del reino que
a la opinión de los doctores- no permiten un juego de apropiación de citas
como el observado con la Praxis de Suárez de Paz. Un segundo ejemplo de
utilización de este tipo lo hemos encontrado, sin embargo, en un libro que
formaba parte de la literatura pragmática relativa a la teología moral, un ge-
nero que eclosionó en el siglo XVI y que trascendió, como sabemos, los pro-
blemas del fuero interno para convertirse en un canal de saber normativo con
incidencia el ejercicio práctico de la justicia69.
En el caso que venimos analizado aquí, aparecen varias referencias a la
Suma de Teología Moral y Canónica del franciscano Enrique Villalobos,
publicada en dos volúmenes, con varias ediciones a lo largo del siglo XVII.
La obra se encontraba en Córdoba, para el período que nos interesa, en seis
bibliotecas particulares y también en la del Convento de San Francisco70. Al
igual que ocurría con la Praxis de Suárez de Paz, se trata de una autoridad
citada tanto por el protector de naturales, en defensa de Tomas Cruz, como
por don Vicente Moyano, ejerciendo su propia defensa. Las citas son precisas
y atañen a distintos aspectos, especialmente relacionados con el valor de la
prueba testimonial y con el juramento del reo durante la confesión judicial71.
Veamos solo dos ejemplos en los que se reproduce la dinámica de apropiación
de referencias de autoridad ya advertida en el uso de la Praxis de Paz.
En uno de sus escritos, don Vicente Moyano intentó justificar la informa-
ción que había realizado para demostrar que no estaba en su estancia el día
del crimen, respondiendo a la impugnación del querellante sobre la calidad
de los testigos de dicha información, todos vinculados a la casa del acusado.
En esa réplica, Moyano sostuvo que los testigos que presentó, aun cuando
fueran sus “familiares” debían ser aceptados:
[…] como testigos aptos en esta causa, como delito clandestino, para defensa del reo,
como expresamente lo dice el Padre Villalobos, fol. 267, nº13 y Antonio Gómez, en el
argumento del texto en la ley literas de presumcion. y otros con Julio Claro, en ellas un
solo testigo, idóneo, con otro, menos idóneo hace plena probanza porque la idoneidad,
69 Sobre este género como expresión de saber normativo, Duve, “Pragmatic Norma-
tive Literature” pp. 16-20.
70 Llamosas, La literatura jurídica, p. 434.
71 Así, por ejemplo, en el escrito de apelación a la sentencia de tormento, presentado
por el protector de naturales, el 3 de marzo de 1746, AHPC, Crimen, leg. 5, expte. 5, 1746,
f. 122r y en el alegato de Moyano tras la publicación de pruebas, fechado en 19 de abril de
1746, AHPC, Crimen, leg. 5, expte. 5, 1746, f. 140v.
44
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
del uno suple la falta del otro como expresamente lo siente con Baldo, Villalobos, nº 14
y lo infieren de la ley si quis ex arjentariis §1º ff de addendo […] 72
La cita que hace Moyano en este pasaje al “Padre Villalobos”, remite al fol.
267 de la segunda parte de su Suma de Teología Moral, dentro del Tratado
XVII, “Del testigo”. Hemos podido comprobar que la paginación citada coin-
cide, en este caso, con en la edición de 1682. Allí, en los párrafos 13 y 14, el
teólogo franciscano afirma:
13. Hase de advertir, que todos los que no pueden testificar, salvo el que perdió el seso,
deben ser admitidos, cuando se presenta para defensa, según la común, que refiere
Antonio Gómez (m), y lo prueba el derecho, lo cual entiende Claro […] 14. Lo segundo
se advierte, que si un testigo es fidedignísimo, y muy aprobado, aunque el otro sea in-
hábil, y menos idóneo, hacen plena probanza, porque lo que falta a uno, suple el otro,
como dice Baldo (n), por una ley.73
45
ALEJANDRO AGÜERO
Un último ejemplo nos sirve para ilustrar cómo se articulaban una serie
de referencias de autoridad, desde los textos bíblicos hasta las obras prác-
ticas, pasando por la Suma de Santo Tomás, a la hora de abordar un tópico
central en materia procesal como el de la calidad de las pruebas para conde-
nar. A este respecto, leemos en el mismo alegato defensivo de don Vicente
Moyano que:
[…] en las causas criminales deben ser las probanzas, contra el Reo, mas claras que la
luz; consta de la ley sciant cuncti c. de Testibus; ni basta solo un testigo, aunque sea
mayor de toda excepción, y no embustero vario, y vil, para condenar al reo, consta del
Deuteronomio cap. 17 y 19 ( séame licito alegar así en defensa de mi derecho) y del cap.
18 de San Matheo, consta también del derecho en el cap. Quod vero 2 q. 4 y del cap.
in omni negocio, de testib., esta y esto es de derecho natural, porque si el reo, como
yo, dice que no ha cometido el delito (es docta ilación de Villalobos, con Bañes) y un
testigo dice que si, son balanzas iguales y precisamente, se ha de favorecer al reo, que
está en posesión de su derecho […]76
76 AHPC, Crimen, leg. 5, expte. 5, 1746, 143r. Hemos enfatizado en cursiva las refe-
rencias que estarían tomadas de la Suma de Villalobos.
77 Villalobos, Suma de la Teología Moral, II, Tratado XVII “De la justicia del testigo”,
p. 263. La ortografía ha sido actualizada en la transcripción.
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
c) l. sicant cuncti, C. de 1. Primera conclusión. En las causas criminales han de ser las
testib. & c. sciät probanzas más claras que la luz, como dice el derecho (c) y han-
cuncti, 2, se de ponderar aquellas palabras: Sciant cuncti, que tiene gran
q. 8 énfasis. Más hase de advertir, que el decir, que han de ser mas
claras que la luz, es manera de hablar hiperbólica por vía de en-
carecimiento que en las probanzas de testigos no hay más que
certidumbre probable, como dice S. Tomás (d) y no evidencia.
d) D. Th. 2-2 q. 70 ar. 2 2. Segunda conclusión. No basta solo un testigo para condenar
al reo, como consta del Deuteronomio (e) y en S. Mateo, se
e) Deut. 17 & 19. Mat. dice: In ore duoroum, vel trium stet omne verbum. Y consta
18 c. quod vero, 2 q. 4 del derecho, y es porque un testigo fácilmente se podriá co-
c. in omni negotio de rromper, aunque algunas veces se corrompen dos, y tres […] Y
testi & alijs iur. dice Bañes, que el no bastar un testigo, es de derecho natural
porque si el reo dice que no cometió el delito y un testigo dice
que sí, son balanzas iguales, y hase de favorecer al reo que está
en posesión de sus bienes.
78 Villalobos parece referirse implícitamente a este pasaje de Bañes: “In causis gravi-
bus quando agitur de condemnatione alicuius: iure naturae requititur binarius testium”,
Bañes, Decisiones de Iure & Iustitia, Quaestio LXX, Art. II, Tertia Conclusio, fol. 245.
79 El principio tenía base textual en un pasaje del Diegsto (50, 17, 128). Sobre su
importancia durante los debates teológicos del probabilismo, Tutino, Uncertainty in Post-
Reformation, 63-76; 87-126
80 En la nomenclatura moderna, la ubicación correcta sería Codex, libro 4, título 19,
ley 25, “Sciant cuncti accusatores eam se rem deferre debere in publicam notionem, quae
munita sit testibus idoneis vel instructa apertissimis documentis vel indiciis ad probatio-
nem indubitatis et luce clarioribus expedita”.
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ALEJANDRO AGÜERO
tificada con la letra “c”, Villalobos cita la referida ley, tanto en versión romana
(con el mismo error de ubicación) como canónica, mediante la siguiente nota-
ción: “l. sicant cuncti, C. de testib. & c. sciät cuncti, 2, q. 8”. Recordemos que
la misma norma se hallaba tanto en el Codex como en el Decreto de Graciano
(Parte II, Causa II, cuestión 8, c. 2).
Más allá del traslado del error, que evidencia la relación intertextual entre
la obra de Villalobos y el escrito forense, es significativa la secuencia de refe-
rencias de autoridad que se articulan en ambos fragmentos. Además de las ya
señaladas, comparecen también, en la nota marginal “d” otras citas al dere-
cho canónico, en la expresión “ca. Quod Vero, 2, q. 4 & cap. in omni negotio,
de testib.”, con la que se remitía al Decreto (Parte II, Causa II, Questio 4 Quod
vero) y a las Decretales (Lib. II, tit. XX, de testibus et atestationes, Cap. IV,
In omni negotio), junto con las citas bíblicas (Deuteronomio y San Mateo)
para afirmar la necesidad de probar mediante dos testigos. Igualmente, la
nota marginal “e”, explica la referencia a la Suma Teológica de Santo Tomás
(2-2, q.70, art. 2), completando así el cuadro de autoridades aprovechadas
por nuestro litigante.
No podemos saber si quien escribió el alegato de don Vicente Moyano
comprendía las remisiones que Villalobos hacía con aquellas formas abre-
viadas que aparecen en las notas marginales. En cualquier caso, parece claro
que buscaba un efecto de aparente erudición que tendría sus consecuencias
prácticas. Por una parte, el apoderado del comerciante, víctima del robo, ha-
bía manifestado su malestar por aquellas expresiones de saber aparente, se-
ñalando que Moyano alegaba
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5. Reflexiones finales
La manera de operar de esta fuente del Derecho pertenece a una técnica difícil de com-
prender para nosotros, pues se ha perdido la tradición, transmitida generacionalmente
de jurista a jurista, de la misma manera que se pierden los secretos artesanales. Su
reconstrucción puede hacerse pacientemente, sobre las huellas dejadas, con una labo-
riosa interpretación84.
82 AHPC, Crimen, leg. 5, expte. 5, 1746, f. 168r. Véase la respuesta a esta resolución,
que hemos transcripto más arriba, en texto vinculado a nota 58. El trámite completo, en
AHPC, Crimen, leg. 5, expte. 5, 1746, ff. 171v-172r.
83 El dictamen del asesor, en AHPC, Crimen, leg. 5, expte. 5, 1746, ff. 176r-177r; la
sentencia del alcalde ordinario en ff. 177r-179r.
84 Tau Anzoátegui, “La doctrina de los autores”; p. 359.
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86 AHPC, Crimen, leg. 19, expte. 12, 1765 y leg. 19, expte. 16, 1765. Véase Danwerth,
“Política para Corregidores”, pp. 144-148.
87 Sobre la noción de “apropiación creativa” en el marco de la respublica iurisconsul-
torum, Beck Varela, “The Diffusion of Law Books”, 201-210.
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ALEJANDRO AGÜERO
Fuentes Primarias
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quum sit et qua ratione ad aequitatem & institiam recurrendum in omnibus
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ble en http://www.columbia.edu/cu/lweb/digital/collections/cul/texts/
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Corpus Iuris Civilis Romani, ed. Dionysii Gothofredi, Neapoli, Januarium Mire-
lli, 1828, disponible en https://droitromain.univ-grenoble-alpes.fr/
Las Siete Partidas del sabio Rey don Alonso el Nono nuevamente glosadas, fac-
símil de la edición de Salamanca, 1555, Madrid, Boletín Oficial del Estado,
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et Actis processuum hispano sermone compositis, Frankfurt, J. Andream &
W. Endteri, 1661.
Villadiego Vascuñana y Montoya, Alonso de, Instrucción Política y Práctica judi-
cial, conforme al estilo de los Consejos, Audiencias y Tribunales de Corte, y
otros ordinarios del Reyno, Madrid, Juan de la Cuesta, 1617.
Villalobos, Enrique de, Suma de la Teología Moral y Canónica, segunda parte…
corregida y enmendada en esta dezimatercera y ultima impresión, Madrid,
Bernardo de Villadiego, 1682.
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
Bibliografía
53
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LA HISTORIA DEL DERECHO EN LAS AULAS
DE LA FACULTAD DE DERECHO
DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA
Marcela Aspell
Universidad Nacional de Córdoba-CONICET
Sin historia no hay ciencia del derecho. Sin derecho no hay conciencia de la historio-
grafía. Vaya también, si se me admite una propina de metodología. Seamos utilitaris-
1 Abelardo Levaggi: Manual de Historia del Derecho Argentino. Hay varias edicio-
nes.
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tas. Hay que aprender a leer la deficiencia e incluso la carencia de fuentes e interpretar
los silencios.2
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2. Ponciano Vivanco
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uno de los primeros frutos universitarios de la enseñanza positiva y científica del maes-
tro Moyano Gacitúa, a quien tanto debe la cultura intelectual de Córdoba, por haber
iniciado a la juventud en los rumbos modernos a tal extremo, que su Cátedra ha sido en
nuestra Universidad, por mucho tiempo, el único ventanal abierto hacia el mediodía,
por donde la luz ha llegado a iluminar algunas aulas sombrías.5
Mas tarde, el doctor Pitt inició su carrera política tomando parte activa en
la vida pública, primero en el periodismo y luego como Fiscal de Gobierno y
Tierras Públicas. Su actividad en la política no lo apartó de la actividad docen-
te y académica, siendo designado Profesor de Revista de la Historia el 6 de
junio de 1896. En el ejercicio de la Cátedra imprimió a la materia una cierta
vertiente filosófica, utilizando como textos favoritos los: “Estudios sobre la
Historia de la Humanidad” del luxemburgués François Laurent (1810-1887),
y el texto de su contemporáneo, el bostoniano Ralph Waldo Emerson (1803-
1883) acérrimo abolicionista: “La Ley de la vida”.
Un discípulo distinguido lo recordaría así:
Los que hemos tenido el honor de ser discípulos de aquella Cátedra, recordamos toda
la ciencia y la pasión que supo poner en sus enseñanzas y trasmitir a sus discípulos. La
filosofía de la historia, un tanto maltrecha ya, por las críticas de los sociólogos, adqui-
rió para nosotros nuevo interés bajo la sugestión de la palabra profunda y sincera del
Maestro, y en la lectura de la prosa ardiente y revolucionaria de Laurent, nuestro texto
favorito. Era para nosotros, la clase del Doctor Pitt, después del especialísimo científico
de la enseñanza secundaria, la primera gran perspectiva que se abría ante los ojos y que
nos permitía comprender la vida de los pueblos en la historia.6
5 Enrique Martinez Paz: “Doctor Juan Carlos Pitt”. Córdoba, 24 de junio de 1914. En
Anales de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba. Año 1915. Tomo
II. Pag 977 a 979.
6 Ídem.
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En sus últimos años su autoridad intelectual había llegado a hacerse indisputable: re-
tirado un tanto de la actuación política militante, aunque siempre fiel al credo político
nacionalista, al que perteneció durante toda su vida, sin desmayar un solo instante, se
había dedicado a su estudio de abogado y a las labores universitarias a las que estaba
llamado por condiciones intelectuales y por sus cargos de profesor, académico, Decano
de la Facultad de Derecho y Miembro del Consejo Superior, para los que había sido
designado.7
7 Ídem.
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Ya nada habría que decir, consumada la hazaña, porque la muerte usa un gesto defini-
tivo cuya inflexibilidad desconcierta y anonada. Nada habría que decir ante lo irreme-
diable, que entrega la materia inerte a los secretos designios de la evolución, si no fuera
por sobre la filosofía de la serenidad y del estoicismo, vuelcan los dolores del corazón
con sus ímpetus incontenibles, en las horas de las largas noches para los afectos y de
los hondos desastres para las esperanzas. Ya nada habría que decir, junto a la fosa,
boca pequeña de la inmensa eternidad, donde viene a estrellarse débilmente toda pu-
janza de los hombres si no fuera que hay que atraer hasta ella, el mensaje último de las
sinceridades, cuya voz privilegiada quiere encerrarse en los misterios de los sepulcros,
para quedar resonando por siempre, como un lamento perdido en las tinieblas de una
noche infinita.
El Doctor Juan Carlos Pitt era un hombre ejemplar. Así se llama al espíritu caballeres-
co, ecuánime y liberal, a la inteligencia brillante que ilustró la cátedra y el foro y orientó
en diversas oportunidades los intereses públicos, a la voluntad enérgico que aniquiló
los obstáculos sembrados por la mano implacable del destino, el corazón generoso cu-
yos afectos llenaban el hogar doméstico y el más amplio de la amistad, alcanzando
hasta la inquieta falange estudiantil, cuyos legítimos intereses antes siempre fueron
desconocidos y hasta contrariados, el hombre que, en fin es capaz de singularizarse por
su valimiento, atesorado en leal moneda, sin necesidad de contemporizar y transigir
con los errores y los perjuicios, que si abren las puertas fáciles de los intereses mun-
danos y de los honores efímeros, cierran las nobles puertas de los corazones y de las
conciencias.
La muerte ha arrebatado a nuestro maestro y amigo en actitud de lucha, más aún en
actitud de triunfo. Fue talentoso y bueno. Que falsamente se ha dicho esto mismo de
muchos que fueron un simple engranaje de equilibrios mal guardados… Pero mientras
unas veces las palabras nada valen, porque prohíjan la mentira piadosa, otras como
hoy, valen todo un homenaje. En nombre de mis compañeros y en el mío, lo ofrezco.8
8 Arturo Orgaz: “Honras fúnebres presentadas por el Señor Arturo Orgaz en nombre
del Centro de Estudiantes de Derecho” en Anales de la Facultad de Derecho de la Univer-
sidad Nacional de Córdoba págs. 991-992
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exigir racionalmente la misma preparación al Abogado, cuya misión será aplicar las
normas de la ley en su patrocinio profesional o como juez, que al que, dirigiendo sus
aspiraciones a más altos destinos, prueba ser mañana el creador de esas leyes o el
encargado de dilucidad altas cuestiones de orden económico o social, y esa diferencia
substancial en ambos grados, debe conducirnos a la distinción de la que debemos exi-
gir, respectivamente, al Abogado y al Doctor en Derecho y Ciencias Sociales.
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un verdadero sofisma político y económico que volviendo contras las leyes de la natu-
raleza y violando lo más sagrado que el hombre puede poseer, pretende imponer un
régimen severo de asociación bajo la base de una mentida igualdad, es decir rompien-
do los vínculos de familia y hasta arrebatando al hombre el legítimo goce de su trabajo.
10 El tema fue inicialmente estudiado por Ramón Pedro Yanzi Ferreira en: “Tomás
Miguel Argañaraz: Primer Profesor de Historia del Derecho de la Universidad Nacional
de Córdoba”. Publicado en Atenea. Cuestiones de Derecho. Año I Tomo II. Córdoba, no-
viembre de 1993. Ídem: “Tomás Miguel Argañaraz. Primer Profesor de Historia del De-
recho en la Universidad Nacional de Córdoba y sus continuadores. 1907-1953”. En Junta
Provincial de Historia de Córdoba. Córdoba, 1994. Ídem: “Tomás Miguel Argañaraz y
la primera planificación académica para la enseñanza de la Historia del Derecho de
la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba” En
Cuaderno de Historia 17. Instituto de Historia del Derecho y de las Ideas Políticas Roberto
I. Peña. Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba. Córdoba, 2008.
70
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
La Comisión considera que la enseñanza de la Historia del Derecho debe orientarse deci-
dida y precisamente hacia el estudio del desenvolvimiento de nuestra legislación actual,
no solo porque tal fue el concepto que la Honorable Academia tuvo de esta materia, al
disponer su incorporación al plan de estudios de la Facultad, sino también porque ello
viene a ser la resultante necesaria de su lógica aplicación, teniendo en cuenta que existe
asimismo, la enseñanza de la evolución del Derecho Público Argentino en la Cátedra de
71
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Resulta hoy indiscutible la necesidad del estudio histórico del derecho, tanto por el
orden doctrinario, como el legislativo, porque da el concepto y conocimiento y funda la
teoría, porque sirve de base para la formación de la ley, su interpretación y práctica en
la exegesis y jurisprudencia”11
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5. Hipólito Montagné
73
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Vamos a ocuparnos del contrato de adhesión, tema complejo y a nuestro juicio de in-
terés creciente, respecto del cual tenemos la enorme desventaja de haber sido tratado
en esta misma sala por el eminente profesor francés Monsieur René Demogue, en una
de sus conferencias del año 1926. Desde entonces la materia continúa en formación.
Presenta aún aspectos vacilantes; pero ha logrado mayor caracterización ….
15 Ídem.
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te encerrado en el espacio de las puras abstracciones. Por eso su labor jurídica revelo en
todo momento la amplitud de su mente y la rectitud de su carácter. Fue también político
y ministro y más que eso, fue consejero de gobernantes y de políticos, que en sus horas de
graves decisiones acudían a él, seguros de encontrar la reflexión serena, el juicio exacto,
la razón oportuna. Se ha ido con el Doctor Montagne un noble espíritu, un digno ciuda-
dano, un grande amigo, que supo conquistar con el supremo don de la bondad, que el
poseía, el afecto de todos, el respeto de sus conciudadanos.16
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6. Roberto Ahumada
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Queda aquí su imagen severa en la Sala de Sesiones de esta Honorable Academia. Como
lo he manifestado al Señor Presidente de la misma, Doctor Alfredo Poviña al efectuar la
donación, no puede estar en mejor lugar la efigie del que tuvo primordial preocupación
en su vida dar normas de derecho, de conducta social y de instituciones democráticas
y libres a su pueblo. Me permito sugerir que se formen una de las dependencias de la
casa, la bibliografía completa de sus obras, así como la de los autores que trataron su
vida, expresaron sus juicios postergaron para los tiempos, sus profundas afirmaciones
y doctrinas. El corazón cálido del “Santo de la Espada” nos dejó en su lema “Valor y pa-
triotismo” una herencia inmortal. El cerebro claro y vital de Juna Bautista Alberdi nos
ha dejado en sus libros y en su vida el mandato de nuestros días y para siempre. Oiga-
mos su voz y su enseñanza: Alberdi el sabio conductor institucional, tiene la palabra.20
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Para agradecer la donación hizo uso de la palabra el titular del Sillón Juan
Bautista Alberdi, quien era a su vez el Vicepresidente de la Academia Nacio-
nal de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba.
Alberdi pertenece a muchas generaciones de argentinos, pero hay algunos a los que no
pertenece: ni a los violentos a los cuales repudió en “El crimen de la guerra”, ni a los
facciosos a quienes pulverizó con las Bases; ni a los colectivistas de la nueva usura esta-
tal que empobrece a todos, a los cuales denunció en “El sistema rentístico y económico”
ni a la simplificación centralizadora para la cual editó en Valparaíso hace 126 años sus
“Elementos de Derecho Público Provincial”. Usted Doctor Latella, deja este retrato en
la Academia cuando hace falta un nuevo ciclo alberdiano, donde nuestro sistema de
valores se reencarne en la línea de la Constitución con mucho pragmatismo: ese que
no triunfa en la coyuntura difícil sino a través del valor mismo. Ojalá seamos sensibles
a este retrato como a su signo.21
80
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
Los títulos que llevaron a la Academia al Doctor Latella Frías fueron obra de su capa-
cidad y de su talento, conseguidos a través de una digna y fecunda existencia, durante
muchos años. Las dos fuentes, que fueron también los dos grandes quehaceres de su
vida, fueron la Universidad y la vida política. Hizo de ellas una obra fecunda y prove-
chosa, que se recuerda con justicia. En la Universidad ocupó muchos cargos directivos
en la Facultad de Derecho teniendo a su cargo, como profesor titular la Cátedra de His-
toria del Derecho Argentino, con gran erudición histórica. Era un profesor de prestigio
reconocido, simple y amable. Un espíritu liberal, cordial y universitario. Por otra parte,
participó de modo activo en la vida política cordobesa tanto en la política de partido,
como en su actuación en el orden nacional y diplomático, llegando a ocupar el cargo
de Embajador de la Argentina en países de medio Oriente, lo que siempre recordaba
con emoción. Quizá el momento más culminante de su carrera política, fue durante
el periodo en que ocupó la Intendencia de nuestra ciudad de Córdoba, en la que rea-
lizado una labor de permanencia y de eficacia en el orden turístico y cultural, que se
mantiene hasta nuestros días. En la Academia el doctor Latella fue una “joven figura”
a pesar de sus años, con una presencia permanente y activa en nuestras reuniones en
las que intervenía, con sus opiniones, su experiencia y sus colaboraciones de expositor
y conferenciante. Hizo de la Academia una reunión de amigos, y encontró en ella calor
y amistad… Doctor Latella Frías: Las medias palabras y las palabras sencillas son las
que brotan del corazón, al mismo tiempo que traducen la emoción y el sentimiento.
También la Academia quiere expresar su pesar por tu partida de esa manera, porque
siempre habrá que repetir que el corazón tiene razones que la razón no entiende. Por
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eso, en nombre de la Academia traigo la triste misión de unir nuestro dolor por tu
ausencia para siempre, y darte, como recuerdo de tu presencia y de tu labor, el adiós
postero. Descansa en paz.23
Por las razones expresadas, al constituir, pues, Historia del Derecho Ar-
gentino una presencia que a juicio del Doctor Ogaz conformaba una “orienta-
ción a la legislación”, juzgaba que correspondía su ubicación en los primeros
años de la Carrera de Abogacía.
En 1944 fue aprobado un nuevo Plan de Estudios, que en lo atinente a
nuestra disciplina ni ofreció variante alguna.
Dos años después, la Ordenanza 120/46 volvía nuevamente a modificar el
Plan de Estudios. En él, Historia del Derecho Argentino continuaba enseñán-
dose en sexto año sin alterarse el diseño de su programa.
En esa época se desempeñaba como Profesor Titular por Concurso de títu-
los, méritos y antecedentes el Doctor Ricardo Smith, cuya designación por el
Poder Ejecutivo Nacional databa del 13 de mayo de 1947. Previamente entre
los años 1927, 1938, 1939, 1942, 1944 y 1945 había sido designado parcial-
mente, a cargo de los Cursos Teórico Prácticos dictados sobre la disciplina:
Historia del Derecho Argentino
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
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Su obra fue comentada por Jorge Basadre, Silvio Zabala, Luis Recasens Si-
ches etc y citada por Ricardo Levene, Carlos Cossio, Juan Francisco Linares,
Luis Jiménez de Asúa, Cesarino Juniors etc.
Entre su producción bibliográfica en el cultivo de la materia, se destacan:
“El descubrimiento y la colonización en el Derecho Indiano. Primeras
instituciones jurídicas de la penetración española en Indias”, (Tesis Docto-
ral), Córdoba, 1938.
“Régimen legal de la Metrópoli para el hombre americano”, Córdoba,
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do Rietti, Córdoba, 1940
“Función de la Historia del Derecho Argentino de las Ciencias Jurídicas”
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Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Con Palabras Prelimi-
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doba, Imprenta de la Universidad. 1950.
“La conciencia histórica argentina y la Historiografía”. En “A propósito
de un libro de Juan Antonio Villoldo”, Córdoba, Imprenta de la Universidad.
1950.
“La conciencia histórica argentina y la Historia del Derecho”, Córdoba,
Imprenta de la Universidad. 1950.
85
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Y concluía:
86
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Esta materia, en efecto, respecto a la exigencia de la ciencia jurídica de contar con las
luces de la tradición para el esclarecimiento de sus problemas, en orden a la mejor
interpretación, aplicación y reforma de las normas legales. Si se tienen en cuenta los
problemas de la materia, referidos al conocimiento de los factores teóricos y prácticos
en la ciencia y la legislación, en los diversos sistemas que han regido antiguamente en
lo que hoy es el territorio de nuestra República, tendremos un auxiliar para la memoria
jurídica de nuestra cultura, indispensable para un conocimiento racional, profundo y
crítico de nuestro Derecho. Por ello y por las dificultades de un estudio de carácter uni-
versal del pasado jurídico, se lo limita a nuestra Nación, a fin de propender al conoci-
miento de los tres siglos coloniales y del desarrollo jurídico duran te la independencia y
la organización nacional, buscando desentrañar en el examen de los sistemas a que ha
respondido toda esa legislación, lo que haya de propio o de universal ,en el fenómeno
jurídico de nuestro pasado inmediato y remoto; de ahí la denominación de Historia del
Derecho Argentino y la ubicación al final de los estudios jurídicos, de una rama que,
si ha de dirigir su atención a los sistemas, a la orientación de la legislación, requerirá
como antecedente el examen de nuestro Derecho en sus diferentes manifestaciones.
Según lo dicho, deberá ser coronación cultural de los estudios y no iniciación de ellos
en nuestra Facultad.
28 Ídem.
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cumanae el concepto de equidad que iba a dar nacimiento a una riquísima casuística
moral y jurídica. Los jesuitas crearon una admirable jurisprudencia interpretativa de
la ley que se proyectó particularmente en el derecho canónico y en el derecho penal”.
El fin, a que debe aspirar la pública sociedad humana consiste en vivir conforme a la
virtud, lo cual no podría conseguirlo el hombre aislado, de suerte que el fin propio de la
sociedad humana es el de conseguir una vida virtuosa (Libro I Capítulo XIV).
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30 Más tarde supe que la flor de lis tiene su propia leyenda que cuenta como un ángel
la regaló a Clodoveo I, el rey Merovingio de todos los Francos, (481-511) por su conversión
al cristianismo abandonando el arrianismo. En el siglo XII, los Luises usaron la flor-de-lis
en su escudo. La Iglesia Católica Romana utiliza el lirio como un emblema de la Virgen
María. Debido a sus tres pétalos la flor-de-lis también ha sido adoptada para representar
la Santísima Trinidad que en Erin simboliza invariablemente el trébol. En mi jardín, la flor
de lis crece siempre junto a mis tréboles.
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Nos deja un rico legado: líneas de investigación cultivadas con pasión y eru-
dición infinitas, un ejemplo ético de una conducta intachable al servicio de la
educación y de la investigación científica, el insobornable espíritu de un caba-
llero cristiano, la memoria luminosa de un hombre entrañablemente humano.
Nos deja sus consejos, el recuerdo de su afecto, de su inquebrantable vo-
luntad de trabajo, del tesón con que subía las áridas escaleras del Archivo
Histórico de la Provincia para espigar en sus fondos documentales en busca
de una partícula preciosa del pasado. Pero también nos deja un tesoro concre-
to para cuidar y multiplicar: el Instituto de Historia del Derecho y de las Ideas
Políticas que fundara en 1991 y al cual le dedicara tantas horas de trabajo, y
preocupación, esmero y dedicación y cuya joven lozanía es imperioso cuidar.
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Aborda el autor en esta obra el tema siempre actual y palpitante de nuestro Federalis-
mo en su ascendencia histórica y en su motivación institucional y jurídica. Ese funda-
mental asunto de nuestra organización política ha sido tratado en diversas épocas con
criterio y finalidades distintas, arribando por tanto a conclusiones diversas y haciendo
más interesante la consideración actual de esta cuestión para dilucidar, con criterio
científico, la raíz federalista de nuestra Constitución y de nuestras leyes fundamenta-
les”. 34
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35 Donato Latella Frías, a la sazón Profesor Titular de Historia del Derecho Argentino
en la Universidad Nacional de Córdoba, al prologar la obra escribió: “Obras como la pre-
sente prestigian a su autor y benefician la Institución universitaria en que actúa. Pero,
además, hacen bien a la democracia, porque la fortalecen y consolidan así las institucio-
nes libres que son herencia y debe ser legado de nuestro pueblo” Idem, pag 11.
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Pero además de estos infatigables periplos por todo el país, que aun hoy
convocan a los historiadores del Derecho, allí donde existan Cátedras del área
disciplinar, el Doctor Velázquez mantenía en Córdoba una prolífica actividad.
En 1957, cuando se encaró el proceso de reorganizar nuevamente la Junta
Provincial de Historia de Córdoba lo que efectivamente ocurrió por decreto
del 26 de enero de dicho año, bajo la Presidencia don Arturo G. De Lazcano
Colodrero, quien por entonces se desempeñaba como Director del Archivo
Histórico de la Provincia fue incorporado en calidad de Miembro de Número
y Fundador de la Junta Provincial de Historia de Córdoba, junto con los pro-
fesores Efraín U. Bischoff, Carlos Luque Columbres y Juan Luís Hogan.
Años más tarde, elegido por sus pares ejercería durante dos periodos con-
secutivos (1963-1965 y 1965-1967) la Presidencia de dicha institución.
Integró también diversas asociaciones y centros académicos, culturales y
científicos.
Fue Miembro de Número de la Asociación de Amigos de las Letras.
Miembro de Número del Instituto Drago de Cultura Americana. Miembro
Correspondiente de la Junta de Historia y Letras de La Rioja y de la Junta de
Estudios Históricos de Tucumán.
La actividad judicial ocupó también un considerable espacio en su des-
empeño laboral. Fue Fiscal de la Cámara Primera del Crimen de la ciudad de
Córdoba y Fiscal de las Cámaras Civiles desde 1956 hasta 1982.
Entre sus publicaciones, atinentes al cultivo de iushistorigrafia, se desta-
can, amén de su ya mencionada Tesis Doctoral publicada en 1963, “Federalis-
mo y Montonera”, cuatro libros que se mencionan a continuación:
“Los cabildos coloniales (en la Independencia y Organización Nacional)”,
Córdoba, 1956.
“Derecho Patrio”, Córdoba, 1965, 36
“Curso de Historia del Derecho Argentino”, Cuaderno I, Córdoba, 1978, 37
“Ensayos constituyentes Patrios”, Córdoba, 1995. 38
En esta misma orientación se inscriben, asimismo:
“Las instrucciones orientales”, Córdoba, 1958.
36 Alfredo N. Velázquez Martínez: Derecho Patrio, Córdoba, 1965. Edición del autor.
37 Alfredo N. Velázquez Martínez: Curso de Historia del Derecho Argentino. 1. Uni-
versidad Nacional de Córdoba, Dirección General de Publicaciones, Córdoba, 1978, 97
págs.
38 Alfredo N. Velázquez Martínez: Ensayos Constituyentes Patrios. Cuadernos de
Historia Número 55. Junta Provincial de Historia de Córdoba, 1995, 86 pags.
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Es sabido que nuestro derecho público fundamental reconoce como fuente casi exclu-
siva el derecho norteamericano, en el campo del derecho privado, las instituciones ar-
gentinas han sido moldeadas en sus diversas ramas por el derecho europeo continen-
tal. Aun así esto no bastaría para negar al derecho argentino autenticidad si aquellas
instituciones y tradiciones hubieran sido asimiladas y, por lo mismo incorporadas a
la vida nacional con sus indispensables transformaciones. Paúl Valery señalaba a este
respecto “el león este hecho del cordero asimilado”, y aunque no corresponda, des-
de luego, desconocer la gran importancia de la colaboración del cordero, nadie podrá
negarle autenticada al león. ¿Puede afirmarse del llamado derecho argentino una tal
asimilación de los aportes recogidos de fuera o, al contrario, no está aún demasiado
visible en él, como insuficientemente asimilado o digerido, el cordero original?41
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Hay quienes siguen pensando todavía que la función del juez se agota en la interpre-
tación dogmática de la ley. Que en la ley está todo el Derecho, y para interpretarla fiel
y diríamos servilmente basta indagar la voluntad del legislador y aplicarla automáti-
camente. Esta interpretación, mejor dicho, este criterio convierte al juez en esclavo de
la voluntad presunta del legislador y no de la voluntad de la ley, que no puede ser otra
cosa que alcanzar la justicia. Que la justicia sea el resultado natural y consciente de la
aplicación de la ley, debiera ser el desideratum de todo ordenamiento jurídica. Pero
las fórmulas legales o lógicas de la ley nada significarían si carecieren del dinamismo y
equidad que solo el magistrado puede insuflarles.45
Entre los escritos literarios que su pluma inquieta, bella y curiosa produjo,
se encuentran Samay Huasi, La Tebaida del Arte, El Poeta, Heraldo de la
Libertad, Tierra Heroica. Por sus méritos literarios fue distinguido, en 1949
con el Premio Provincial de Literatura.
Además, escribió, “Por la revisión histórica de Facundo”, Córdoba, 1952.
“José de San Martín, Paladín de la Libertad”, Córdoba, 1981, y “Mariano
Moreno y la Doctrina Democrática de Mayo”, Córdoba, 1997. 46
En 1995, desglosado del conjunto de su tesis doctoral publica en forma de
separata “Las Montoneras Argentinas” 47 donde intenta explicar el origen de
las montoneras y su vinculación al proceso de la independencia nacional y el
enfrentamiento de porteños y provincianos que el autor atribuye a un
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desigual tratamiento, ese egoísmo y menosprecio con que la capital señalaba a las ciu-
dades y hombres del interior, considerados en inferioridad de cultura, ese distancia-
miento consciente o inconsciente estimulado por el Puerto en todo lo que no fuera
convocatorias a congresos o reclutamientos de tropas, gabelas y bastimentos …
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
retoño autóctono de las tierras ubérrimas de los valles calchaquíes, cuyas frondas
perfumadas de lapachos y cebiles y de los soles que tuestan a bronce la carne sufrida
de sus hijos son testimonio de su dureza y de la resistencia de esas tierras que vieron
llegar a la marcha de conquista el orgulloso ejército de Tristán y regresar humillado;
que velaron insomnes el sueño de la patria naciente y despertaron libres al conjuro
de la Independencia americana. De este rincón privilegiado por la naturaleza nació y
por la historia surgió la voz de este autentico artista argentino… Ensayista ilustrado
y profundo; filólogo erudito, periodista ágil, ameno y observador; orador elocuente
de palabra suelta y armoniosa, sin estridencias ni rebuscamientos, político ciudada-
no de austeridad y firmes convicciones; diplomático, historiador, escritor y poeta.
Esa es, apenas diseñada, la personalidad de este ilustre argentino que durante más
de medio siglo de vida fecunda, ha de ofrecer a la cultura argentina y americana, su
infatigable tarea de creación y docencia”.53
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Solo un poeta puede hablar como Alfredo Velázquez Martínez lo hace en sus diserta-
ciones sobre Capdevila, Rojas y Zorrilla de San Martín, Solo un poeta puede demostrar
esta sensibilidad, este lenguaje y esta visión lírica de los sentimientos, Sentimientos
hacia la patria esta vez, porque no en vano – y lo explica bien- los heraldos de la liber-
tad... Estas alocuciones están exaltando la libertad, pero algo más: la prudencia y la
ética en el uso de la libertad.
En los últimos tiempos ya había reducido sus visitas a nuestra Junta, pero
aun vino en alguna ocasión especial a compartir alguna sesión dedicada a
homenajearlo, como cuando se presentó en el la casa Museo del Marqués de
Sobremonte, junto al decano de nuestra institución nuestro querido profesor
Efraín U. Bischoff el tomo XX de la Revista de la Junta Provincial de Historia
de Córdoba dedicado a ambos. 56
El Doctor Alfredo N. Velázquez Martínez falleció en la ciudad de Córdoba,
en el mes de diciembre del 2005.
Córdoba ha contado además con dos eximios Historiadores del Derecho.
Son los Doctores Carlos Antonio Luque Colombres y Padre Nelson Carlos De-
llaferrera.
No se evoca aquí su relevante y destacada memoria pues ambos desarro-
llaron su labor académica y científica fuera de nuestra Facultad de Derecho.
El primero lo hizo en la Facultad de Filosofía, en tanto el Padre Dellaferre-
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
Esta fue en breve síntesis pues, la orientación que registró la materia crea-
da en el plan de estudios, aprobado en 1895, que desarrollaba el siguiente
diseño: Primer año, Introducción al Derecho, Revista de la Historia, Filoso-
fía General y Literatura General. Segundo año: Derecho Romano, Derecho
Civil, Derecho Constitucional y Derecho Internacional Público. Tercer año:
Derecho Romano, Derecho Civil, Derecho Penal y Economía Política. Cuarto
año: Derecho Civil, Derecho Comercial, Derecho Público Eclesiástico y Fi-
nanzas. Quinto año: Derecho Civil, Derecho Comercial, Derecho Adminis-
trativo, Procedimientos y Práctica Forense.
Este Plan apenas alcanzó a vivir un año. En la sesión académica del 29
de abril de 1896 se pergeñó un nuevo Plan de estudios que sólo mantuvo el
diagrama del primer año.
Segundo año incluía: Derecho Romano, Derecho Civil, Derecho Interna-
cional Público y Minería. Tercer año significaba el estudio de Derecho Ro-
mano, Derecho Civil, Economía Política y Derecho Penal. Cuarto año incluía
el estudio de Derecho Civil, Derecho Comercial, Derecho Constitucional y
Derecho Público Eclesiástico. En quinto año se estudiaba Derecho Civil, De-
recho Comercial, Finanzas, Procedimientos y Práctica forense.
Por último, el sexto año agrupaba el estudio de Derecho Administrativo,
Derecho Internacional Privado, Filosofía del Derecho, Procedimientos y
Práctica Forense.
Dos meses después el Plan fue nuevamente modificado. La reforma llevada
a cabo el 17 de junio de 1896 sustituía en segundo año Minería por Economía
Política y en tercer año Derecho de Minas por Economía Política, a la par que
en cuarto año Práctica forense era sustituida en el nuevo Plan por Procedi-
mientos Civiles y en quinto año Práctica forense por Procedimientos Penales.
El 23 de marzo de 1907, el Consejo Directivo de la Facultad de Derecho
resolvió incorporar al Plan de estudios las nuevas cátedras creadas por el
Congreso Nacional: Sociología e Historia del Derecho, Derecho Público Pro-
vincial y Municipal, Estadísticas y Geografía Comercial, Legislación Indus-
trial y Agrícola e Historia de las Instituciones Representativas. Este Plan fue
aprobado y puesto en vigencia el 4 de abril de 1907 durante el Decanato del
Dr. Justino César.
El nuevo Plan, reorganizaba los estudios de Derecho de la siguiente ma-
nera: primer año, Introducción al Estudio del Derecho, Filosofía General,
Historia del Derecho y Derecho Público General. Segundo año: Derecho Ro-
mano, Derecho Civil, Derecho Internacional Público, Economía Política e
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
análisis del tema de la evolución del derecho del punto de vista del escenario so-
cial que lo contiene y del marco ideológico que acompaña al fenómeno jurídico
lo perfila y lo alimenta.
El propósito general, que el Programa de la Cátedra se ha impuesto, es ins-
trumentar teóricamente al futuro abogado para que adquiera conocimientos
que amplíen su formación general y le permitan acceder a una perspectiva criti-
ca de la evolución histórica del derecho.
Se trata, indudablemente de favorecer la formación intelectual y profesional
del alumno a través de la enseñanza del instrumental teórico y metodológico de
la Historia del Derecho.
Se pretende, asimismo, introducir al alumno en la estrategia del análisis ius-
histórico, a través del conocimiento de aspectos teóricos de la investigación his-
tórica y su participación en ejercicios prácticos, orientados a la producción del
conocimiento de la historia del derecho.
Por último, el programa pretende la cabal comprensión de la realidad jurí-
dica, definida esta última como la estructura resultante de un proceso, cuyas
consecuencias pueden ser interpretados a partir de fenómenos sociales.
Nos hemos propuesto, asimismo:Presentar la disciplina Historia del Derecho
como una ciencia analizando su interrelación con las demás ciencias jurídicas y
sociales. Conocer y analizar los principales conceptos y categorías analíticas
de la metodología de la historia del derecho, que permitan al estudiante ana-
lizar y comprender críticamente las investigaciones iushistóricas. Aprender a
utilizar el aparato conceptual que maneja la historia del derecho con precisión
y al mismo tiempo flexibilidad. Distinguir las distintas perspectivas y orienta-
ciones iushistóricas y aplicarlas al análisis de los textos. Identificar la influen-
cia que, en la evolución histórica del derecho, han operado tanto factores ju-
rídicos como extrajurídicos que afectan desde sus contenidos hasta la eficacia
y cumplimiento de los mismos. Capacitar al estudiante de Derecho para que
adquiera una conciencia histórica de la realidad socio-jurídico de su país, con
especial relación en el contexto hispanoamericano.
En especial, se trata de acentuar el estudio y la comprensión de la compleja
interacción existente entre el derecho y la sociedad, en lo que apunta al eje del
problema: la evolución de los cambios sociales, el precioso entretejido de las
ideas que los alimentan y su impacto en el Derecho.
Como los textos reconocen una riquísima profundidad “arqueológica” que
se hunde en los tiempos pasados. Ciudades sobre ciudades, costumbres sobre
costumbres, leyes sobre leyes, constituciones sobre constituciones.
117
MARCELA ASPELL / RAMÓN PEDRO YANZI FERREIRA
57 Bartolomé Clavero óp. cit. pág. 193. También “Entre la historia y el derecho, la
historiografía y el constitucionalismo”. “Multiculturalismo constitucional con perdón de
veras y en frio”. En Revista Internacional de Estudios Vascos, Tomo XLVII pág. 35-62.
58 Ver Ramón Pedro Yanzi Ferreira: “Más de veinte años de trabajo del Instituto de
Historia del Derecho y de las Ideas Políticas Roberto I. Peña de la Academia Nacional de
118
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
Destacamos además que gran parte de los profesores que actualmente in-
tegran las cátedras son Miembros del mismo, como asimismo del Instituto de
Investigaciones de Historia del Derecho Unidad Asociada Conicet, del Instituto
Internacional de Historia del Derecho Indiano y la Asociación Argentina de
Profesores e Investigadores de Historia del Derecho, creada por el Doctor Yanzi
Ferreira en el año 2005, Presidente de la misma desde entonces, la cual organiza
periódicamente sus encuentros de profesores e investigadores, publicando las
Actas respectivas.59
Toda una trayectoria de investigación y docencia en el campo disciplinar de
la Historia del Derecho Argentino, que acredita al presente 128 años de trabajo
ininterrumpido.
119
TAU, EL INGENIERO
Rutas, caminos, puentes y edificios
para orientar el desarrollo iushistoriográfico
Darío G. Barriera
ISHIR (CONICET-UNR)
ORCID ID: 0000-0003-3708-8301
1. Introducción
2. Bases
1 Los lectores de Historia y justicia reconocerán muchos de estos párrafos, a los que,
en esta ocasión, intenté dotar de unidad. Además, amplié, rectifiqué y reelaboré todo
aquello que me pareció que lo ameritaba.
2 Buenos Aires, 1885-1959, doctorado en jurisprudencia y leyes en la Universidad de
Buenos Aires en 1909.
121
DARÍO G. BARRIERA
122
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
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DARÍO G. BARRIERA
12 Configurada por opiniones en el mismo sentido que van desde las de Carlos Octavio
Bunge en los años 1910 hasta algunas vertidas por Tau Anzoátegui en sus Ideas jurídicas
en la Argentina, de 1987, pasando por Levene y Zorraquín Becú–. La cita de García Gallo
es de Estudios de Historia del Derecho Indiano, Madrid, 1972, en su artículo ya citado.
13 Gabriela Dalla-Corte, “La historia del derecho”, cit., p. 154.
124
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
3. Rutas y caminos
Entre las pretensiones a las que debe renunciarse para hacer un inventario
de las rutas y caminos abiertos por Tau, la primera es la de exhaustividad.
Por lo tanto voy a referirme apenas a algunas de las grandes rutas que ayudó
a rectificar y, haciéndolo, también a un puñado de caminos que abrió en dife-
rentes momentos de su carrera.
Una de las cuestiones que se achacaron a la historia del derecho tal y como
era practicada hasta los años 1990 (aunque algunos de sus cultores siguieron
haciéndolo después) es la de haber travestido las normas en hechos: es decir,
no en haberlas estudiado como hechos jurídicos –lo cual fue y sigue siendo
muy deseable– sino en haber utilizado la producción normativa como una
fuente de información que daba por buena la metamorfosis de la voluntad
legisladora en una realidad consumada, como si del dicho al hecho no hubie-
ra trecho. Otro tanto sucedió con aquello de hacer historia del derecho “en
la tradición” –sin percibir que podía hacerse la historia “de la tradición”–15.
125
DARÍO G. BARRIERA
Estos rasgos explican, en buena medida, unos cuántos párrafos de los manua-
les de historia americana escritos por juristas notables como Ots Capdequí
o Richard Konetzke, entre otros, publicados durante las décadas de 1960 y
1970 y dominantes en los programas de formación superior de profesores
e investigadores de Historia en institutos y universidades argentinas16. Y en
este punto –que no es de los menos importantes para la rectificación de las
rutas que traía la historia del derecho, menos aun para la apertura de nuevos
caminos– Tau tenía muy claro que era un rumbo a rectificar (como lo ha-
bía señalado también tempranamente Rafael Altamira y Crevea)17. Desde las
primeras ediciones del Manual de Historia de las Instituciones Argentinas
(1967), coescrito con Eduardo Martiré, que en esto estaban en sintonía con la
obra coetánea de Luis García de Valdeavellano, Curso de Historia de las Ins-
tituciones españolas (1968)18, Tau hablaba de las normas como horizontes,
como actividad del legislador, como lo pretendido por la Corona, por ejemplo,
evitando caer en la trampa de travestir las intenciones de unas Cortes o de un
Monarca en un hecho consumado. Lo interesante es que nunca lo hizo aleján-
dose de una herencia disciplinar de la que no renegaba, sino agregando, corri-
giendo, reorientando. Estos gestos de gratitud y educación en la rectificación
de un rumbo no siempre son percibidos por los coetáneos.
Para corregir la ruta, entonces, Tau se valió de sus propias intuiciones, de
sus propios métodos, pero también se abrió a los nuevos aires que llegaban
desde la Península Ibérica. Desde allí provenían los trabajos seminales de la
historia crítica del derecho que, durante los tempranos años 90 del pasado
siglo XX –no hace falta recordar a los especialistas que se trata, sobre todo, de
las aportaciones de Francisco Tomás y Valiente (Universidad Autónoma de
Madrid) y de los por entonces (¿y todavía?) revulsivos planteos de Bartolomé
Clavero (Universidad de Sevilla) y de António Manuel Hespanha (Universi-
dad NOVA de Lisboa)–19 no tenían ninguna presencia en la enseñanza de la
historia del derecho en la Argentina, sin embargo no tardaron en aparecer en
los trabajos de Tau, quien enseguida advirtió el valor teórico, metodológico
y heurístico que podían tener estos planteos, por caso, en la renovación de la
16 Me ocupé con algún detalle de esta cuestión en Historia y Justicia, cap. II.
17 A quien desde luego admiraba y en quien reconocía uno de los socios intelectuales
de su maestro, Ricardo Levene. Tau, “Altamira y Levene”.
18 Víctor Tau Anzoátegui y Eduardo Martiré, Manual, p. 27.
19 Vísperas del Leviatán (Hespanha) es de 1989 y Antidora (Clavero) de 1991.
126
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
historia del derecho indiano20. En este sentido –como lo hizo de manera pa-
ralela y desde la docencia, por los mismos años, María Inés Carzolio desde sus
cátedras de las Universidades nacionales de Rosario y de La Plata– Tau fue no
el único pero sí el más autorizado vector que introdujo en la disciplina plan-
teos que traían consigo efectos colaterales –como la discusión de la utiliza-
ción ahistórica de la categoría de estado, la puesta en jaque de la categoría de
“estado moderno”, la puesta en duda sobre la natural recepción del derecho
común en los territorios americanos que Castilla incorporaba por conquista o
la consideración de elementos de la oralidad y de la tradición entre los com-
ponentes del derecho a toda regla, asuntos sobre los cual dejó dos tremendos
edificios21– que no todos estaban dispuestos a enfrentar tranquilamente.
4. Puentes
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DARÍO G. BARRIERA
culo con del IIHD con Helmut Coing se formalizó después de una visita que el
iushitoriador alemán hizo a Buenos Aires en 1981. Y esta fue la relación clave
en la transformación científica del Instituto a corto, mediano y largo plazo,
ya que –lógicamente desde una mirada retrospectiva– también ahí echan sus
raíces el inicio de una fértil relación con el Max-Plank Institut für Europäis-
che Rechstgeschichte (lo había dirigido hasta 1980). Esa institución se con-
solidó como centro de recepción de historiadores argentinos (y no sólo de
iushistoriadores) a partir de 2008 y hasta la actualidad –bajo la dirección de
Michael Stölleis primero y de Thomas Duve después, con quienes Tau man-
tuvo una fluida y fertilísima relación científica23. Tau tuvo también diálogo y
muy buena relación con otros centros, entre ellos del de Köln y Hamburgo, a
través de la persona de Horst Pietschmann, un americanista de primera línea
con el cual evidentemente mantenía algunas diferencias conceptuales siem-
pre respetuosamente expresadas.
En 1994, el Instituto y la Facultad de Derecho de la UBA recibieron al
iushistoriador italiano Paolo Grossi, quien expresaba por entonces una de las
corrientes más vitales en la historiografía mundial. Fundador de Quaderni
Fiorentini per la Storia del Pensiero Giurídico Moderno en 1972 y del Centro
di studi per la storia del pensiero giuridico moderno en la Universidad de
Firenze (1980) y otros historiadores vinculados a la revista, como su discípu-
lo Pietro Costa o el agudísimo Mario Sbriccoli, mantuvieron con el Instituto
en general y con Tau en particular una estrecha relación, cuya incidencia ha
sido puesta en perspectiva en diferentes trabajos24. Otros notables iushisto-
riadores italianos, como Paolo Prodi, Luca Mannori o Pietro Costa, también
formaron parte de los colegas de ese país que dialogaron con Tau, le rindieron
homenaje y cuya producción él introdujo entre nosotros.
Durante el año 2000 el Instituto de Historia del Derecho de Buenos Aires
recibió la visita de historiadores europeos del derecho que estaban marcando
agenda desde hacía una década: en junio fue el turno del portugués António
M. Hespanha (catedrático de historia del derecho en la Universidad Nova de
128
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
25 Como ya llevo dicho, María Inés Carzolio fue pionera en la introducción de estos
materiales.
26 RHD, 27, 1999, pp. 587-588.
129
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
donde se advierte esta tendencia son las Jornadas de Historia del Derecho.
Si se revisan sus programas, desde el año 2000 se verifica una creciente par-
ticipación de historiadores generalistas que, hasta entonces, no habían sido
asociados a esta disciplina y que provenían de universidades con las cuales
el Instituto no había tenido un contacto fluido33. Y el tercero, sucedáneo de
ambos, pero sobre todo del segundo –puesto que existió una íntima relación
entre las jornadas y lo que el Instituto publica a través de su órgano editorial–
es la Revista de Historia del Derecho. En sus índices, además de verificarse
la participación de los colegas mencionados, desde el número 30 se incluyen
de manera progresiva y creciente reseñas sobre libros que no solamente pro-
venían desde fuera de la historia del derecho, sino que la interpelaban desde
diversos ángulos34. Puede decirse, por un lado, que desde el comienzo crono-
lógico del siglo XXI la participación de historiadores universitarios genera-
listas que llegábamos “desde afuera” del conjunto de la historia del derecho,
como la inclusión de reseñas sobre libros cuyos autores revisten la misma
condición, no solamente no se interrumpe, sino que no deja de crecer35 y, por
133
DARÍO G. BARRIERA
otro lado, que se tradujo durante los últimos quince años en la progresiva
incorporación de historiadores e historiadoras generalistas de todo el país
como miembros del Instituto36.
Para 2003, Tau tenía un panorama muy completo de lo que se hacía con
expedientes judiciales antiguorregimentales fuera de la historia del derecho37.
Dedicaba mucho tiempo a saber lo que hacíamos esos “otros” historiadores,
los generalistas, y no perdía ocasión de ofrecer generosamente sus puntos de
vista, que siempre comenzaban por un elogio y terminaban con alguna obser-
vación y varias recomendaciones, todas certeras.
Pero mientras entre los generalistas había una conciencia historiográfica-
mente consolidada sobre la renovación experimentada por la propia disciplina
(la historia) en las últimas décadas del siglo XX38, casi nadie advertía que la
historia del derecho había transitado una transformación igualmente produc-
tiva durante los años 1990. Como no podía ser de otra manera, Tau también se
había dado cuenta de esto muy tempranamente y, tan temprano como en 1997,
escribió que quienes todavía pensaban que su disciplina “...se ocupaba sólo de
aspectos formales, con prescindencia de los hechos sociales” solamente busca-
ban “excusas para explicar el alejamiento, sin ánimo de buscar conexiones”39.
Lo desapercibido que pasó para los historiadores generalistas el libro donde
Tau escribió esto es algo tan lamentable como difícil de explicar.
Hace algunas líneas maticé la cuestión de las ganancias en el diálogo inter-
disciplinar. Y escribí, sin ampliar, que ganarían “casi todos”. En efecto, pienso
134
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
que probablemente fue el propio Tau el que menos ganó –o, si no nos pone-
mos puristas, el que además de hacer ganar lectores e interlocutores a su dis-
ciplina se ganó unos cuántos dolores de cabeza con los propios...–. Como ya
lo tengo dicho en Historia y Justicia, su política científica, desde luego, bien
podía ser la de “perder para ganar”. Hay que reconocer que el hecho de que la
iniciativa haya sido suya es algo también bastante lógico: lo hacían posible la
claridad que tenía en el diagnóstico tanto como sus bases de formación. Tau
Anzoátegui, discípulo de Ricardo Levene, ha manifestado explícitamente que
admiraba en su maestro su capacidad para moverse entre ambas aguas (el
derecho y la historia) así como su talento para dialogar incluso con aquellos
con quienes discrepaba en extremo.
A este ensayo le falta algo, que no tendré tiempo de completar, pero que
lo dejo como tarea. Además de tender puentes, Tau cruzó algunos que le ten-
dieron. Tengo muy presente uno: en mayo de 2006 Orieta Zeberio y Andrea
Reguera le invitaron a participar del lanzamiento de la red Marc Bloch en una
mesa sobre cuestiones históricas y jurídicas. Allí Tau presentó una comuni-
cación –que luego no integró el volumen de actas publicadas, hasta donde yo
recuerdo, por su propia decisión– en una mesa que integraban Raúl Fradkin,
Orieta Zeberio, Tomás Mantecón (Cantabria, España), Alejandro Tortolero y
yo mismo. Sería importante ampliar este otro aspecto que, intuyo, permitiría
completar este panorama de relaciones.
5. Edificios
40 Me ocupo de las circunstancias, con algún detalle, en Historia y Justicia, pp. 77-
87. Sin embargo, el artículo mejor documentado sobre este proceso es el de Jorge Núñez y
Hernán Olaeta, “Una disciplina en tiempos de revolución”.
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DARÍO G. BARRIERA
41 IIHD, A cuarenta años... cit., p. 15. El piso de Avenida de Mayo 1480 donde fun-
cionaba y funciona todavía el Instituto fue adquirido por la Asociación Civil con fondos
provenientes de una donación que realizó Zorraquín Becú. En “Ricardo Zorraquín...”, cit.,
p. 33, Mariluz Urquijo subraya que entre los 24 investigadores reunidos el 8 de agosto de
1973 se incluyeron “...en calidad de miembros titulares a historiadores del interior”.
42 Cfr. mi Historia y Justicia, pp. 162-164.
136
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
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DARÍO G. BARRIERA
que incluyen en varias ocasiones giros sutiles que definitivamente le pertenecen. Queda
para otra ocasión, si se presenta, el análisis de esta en particular. Lo mismo vale para Los
Bandos de Buen Gobierno del Río de la Plata, Tucumán y Cuyo (época hispánica), IIHD,
Buenos Aires, 2004, extraordinario aporte al derecho local sobre el cual también habría
que hacer algo aparte. Pero todo no se puede.
45 Petit, “El caso”, p. 671.
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
que nadie ha definido mejor que Luigi Nuzzo: “nunca estridente, nunca per-
sonal, al contrario, susurrante, disimulado por una investigación constante
de soluciones que permitan alcanzar un punto de encuentro o mantener las
convergencias”46. Habría que agregar que ese estilo, además, incluia muchas
veces el don de la ubicuidad. Cuando fue invitado a publicar en el Anuario de
Estudios Americanos con ocasión del 75 aniversario de la revista, su inter-
vención puso de relieve las conexiones entre los estudios de derecho indiano
y la escuela sevillana sin deslizar una sola de estas disidencias47.
En este libro, Tau escribió también algunas páginas luminosas sobre la
situación de la disciplina
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DARÍO G. BARRIERA
Palabras finales
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Bibliografía final
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LA CUESTIÓN DE LA IMPUTABILIDAD PENAL DEL INDÍGENA
EN LA CODIFICACIÓN BOLIVIANA (1831-1972)
Y LA FORMACIÓN DE UN CONCEPTO DOGMÁTICO1
1. Introducción
Hace ya algunos años señalábamos que uno de los usos posibles de la his-
toria del derecho para los juristas se podía concretar a través de la historia
de la formación de los conceptos dogmáticos, mostrando su evolución y sus
problemas de fijación terminológica; una suerte –decíamos– de Begriffsge-
chichte del derecho2.
Pero ¿Qué es un concepto dogmático?
Que un concepto pueda ser así calificado depende de dos propiedades: una
relativa a su origen, y la otra relativa a su contenido. Respecto a su origen,
podemos calificar como dogmáticos a aquellos conceptos que han sido for-
mulados por los estudiosos del derecho. Es decir, “no han sido formulados ni
por el legislador ni por la jurisprudencia, sino que son obra de la doctrina”3.
Por su parte, y en relación a su contenido, éstos se caracterizan porque “hacen
referencia a comportamientos que son calificados jurídicamente […], explí-
cita o implícitamente, en el ordenamiento jurídico en que se formulan”4. Si
1 Agradezco a los pares evaluadores por la atenta lectura del presente texto.
2 Cesano, José Daniel, “Metodología de la ciencia jurídico penal”, en Guillermo La-
riguet (Comp.), Metodología de la investigación jurídica. Propuestas contemporáneas,
Córdoba, Brujas - Centro de Investigaciones Jurídicas y Sociales, Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Córdoba, 2016, p. 463.
3 Núñez Vaquero, Álvaro, “Los conceptos dogmáticos como normas apócrifas (o
sobre la creación dogmática del derecho): una primera aproximación”, en Guillermo Lari-
guet (Comp.), Metodología de la investigación, p. 390.
4 Núñez Vaquero, Los conceptos dogmáticos, p. 390.
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JOSÉ DANIEL CESANO
Ilenia – Spigno, Irene, Justice and Culture. Theory and Practice concerning the use of
culture in courtrooms, Napoli, Editoriale Scientifica, 2020. Sobre la aplicación del dere-
cho consuetudinario de los pueblos originarios en Bolivia, cfr., Chivi Vargas, Idón Moisés,
“El largo camino de la jurisdicción indígena”, en Boaventura de Sousa Santos y José Luis
Exeni Rodríguez (Editores), Justicia indígena, plurinacionalidad e interculturalidad en
Bolivia, Quito, Ediciones Abya-Yala, 2012, pp. 275-379.
10 Se impone aclarar que en el texto se respetan las manifestaciones lingüísticas que
emplean las fuentes que utilizamos (“indios”, “indígena”, “salvaje”, “inadaptado”, etcéte-
ra), sin que esto signifique, en modo alguno, ni solidarizarnos con las denotaciones idio-
máticas que en la actualidad adquieren estas expresiones ni desconocer que modernamen-
te la denominación de este colectivo es la de pueblos originarios. Como el idioma no es algo
neutro, nos vemos necesitados a realizar esta precisión.
11 Al constituirse, en 1836, la Confederación Perú-Bolivia, Santa Cruz, declarado Su-
premo Protector del Perú, dispuso que rigiesen en el territorio peruano, el código bolivia-
no de 1834. Este cuerpo legislativo tuvo vigencia en Perú hasta 1863, año en el que entró
a regir otro código; el cual tuvo por modelo al código penal español de 1850, que no era
más que el de 1848, con una leve reforma. El código de 1863 fue sustituido por uno nuevo,
redactado por Víctor M. Maúrtua, cuya vigencia comenzó en 1924.
12 Así lo dice Ramos Núñez, Carlos, “La Ley Penal y el Indio: de la Realidad del Discur-
so al Discurso de la Realidad”, Forum historiae iuris, Artikel vom 14. 03. 2019, N° 40. Lo
mismo sucedería en Perú, cuyo Código de 1863 no incluyó ninguna cláusula al respecto; de-
biéndose esperar hasta el Código de 1924 para que el tema mereciera tratamiento específico.
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
La situación continúo así de lege lata hasta 1972, en donde el Decreto Ley
N° 10.426, aprobó un nuevo código penal; el cual empezó a regir, a partir del
2 de abril del año siguiente, abrogando el Código de 1834.
¿Cuál fue la regulación que, respecto de esta materia, realizaba este
documento legislativo?
El artículo 17 del nuevo Código13 disponía: “Son inimputables: […] 5. El
indio selvático que no hubiere tenido ningún contacto con la civilización.”14.
Por su parte, el párrafo 2° del artículo 18, al regular la semi-imputabilidad,
que comprendía el grupo de casos que definían las situaciones de inimputabi-
lidad, pero que no hubiesen excluido totalmente la capacidad de comprender
o de querer del agente, si no que la disminuían notablemente, establecía que
el juez atenuaría la pena conforme al artículo 3915 o decretaría la medida de
seguridad más conveniente. De igual forma procedería el juez cuando el agen-
te fuese un indígena cuya incapacidad derivara de su inadaptación al medio
cultural boliviano y de su falta de instrucción.
Verificada la situación de inimputabilidad (y, con ella, la absolución del
acusado), la consecuencia jurídica posible –no obligatoria sino facultativa,
según el artículo 80, párrafo primero16– era el internamiento, que podía ser
en manicomios o casas de salud (para los enajenados mentales), en un es-
tablecimiento educativo adecuado, en una casa de trabajo o de reforma, o
en una colonia agrícola (art. 79, inciso 1°). Este internamiento duraba todo
el tiempo requerido para la seguridad, educación o curación; aunque la ley
13 El Código de 1972 fue objeto de profundas modificaciones, en 1997, por la ley 1768.
Entre estas enmiendas se destaca la derogación de los preceptos que vamos a transcribir
en el texto.
14 Los otros casos de inimputabilidad eran: 1) quien, en el momento de cometer el he-
cho, no hubiese podido comprender la criminalidad del acto o inhibir sus impulsos delicti-
vos, a causa de enajenación mental; 2) el intoxicado crónico por alcohol o estupefacientes,
cuando se hallare en el estado a que se refiere el número anterior; 3) el sordomudo y el cie-
go de nacimiento sin instrucción; y 4) el ebrio, cuando la embriaguez sea plena y fortuita.
15 El artículo 39 se refería a las “Atenuaciones especiales”, previendo las siguientes:
“En los casos en que este Código dispone expresamente una atenuación especial, se proce-
derá de la siguiente manera: 1. La pena de presidio será substituida por la de reclusión. 2.
La de reclusión, por la de prestación de trabajo. 3. En los demás casos, la escala será dis-
minuida de una tercera parte a la mitad, sin que en ningún caso la pena pueda ser inferior
al mínimo legal.”.
16 El internamiento era una medida de seguridad, distinta de la pena. La posibilidad
de aplicar la medida surgía si, por causa de su estado, existiere el peligro de que el imputa-
do se dañe a sí mismo o dañe a los demás.
149
JOSÉ DANIEL CESANO
17 Según el artículo 80, párrafo 4°, el juez también podía disponer la transferencia del
internado a un establecimiento penitenciario, si consideraba innecesario que continuase
la internación, previos los informes del director del establecimiento y el dictamen de los
peritos.
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
en realidad era un problema de explotación y tierra; que los españoles y sus seguido-
res habían saqueado las tierras a los indios e intentado destruir su cultura para poder
explotarlos, y que la pasividad y el atraso de los indios se debía, de hecho y de manera
exclusiva, a su explotación. La única manera de terminar con ella era destruyendo las
haciendas y devolviendo las tierras a sus trabajadores indios18.
18 Klein, Hebert S., Historia mínima de Bolivia, México, Ed. El Colegio de México,
2015, pp. 230/231.
19 Ortega, Juan, “Orígenes y evolución del nacionalismo boliviano”, Revista de estu-
dios políticos, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Nº 167, 1969, p.
197.
20 Klein, Hebert S., Historia mínima…, op. cit., p. 239. Explicando estas característi-
cas, el autor analiza la labor de la convención señalando: “Los debates surgidos en la con-
vención también proveyeron de un foro legitimador para la diseminación de la corriente
ideológica más radical en la nación. Aunque las propuestas más radicales de reforma agra-
ria, legalización del ayllu y nacionalización de las minas fueron finalmente rechazadas por
la Convención, la Constitución misma limitó los derechos de propiedad individuales de
manera rigurosa. La propiedad ya no debía tomarse como un derecho privado inalienable
de los individuos, sino como un derecho social cuya legitimidad se definía por la utilidad
social. A la vez, se responsabilizó al Estado por el bienestar económico del individuo, la
protección de las mujeres, los menores y la familia, y por proveer educación libre y univer-
sal. La meta esencial de la Convención en todos estos artículos era comprometer al Estado
a ostentar la responsabilidad total por la salud, la educación y el bienestar de toda su
ciudadanía. El clásico gobierno liberal tipo laissez-faire, con un mínimo de intervención,
quedaba ahora remplazado por el concepto de un Estado activo, interventor en todas las
áreas de la vida privada de la ciudadanía, para poder proveer el bien colectivo”.
151
JOSÉ DANIEL CESANO
Es en este clima socio político en que podemos encontrar los primeros in-
dicios concretos en orden a la preocupación, por parte de las élites intelectua-
les bolivianas, en relación a la cuestión indígena en general y, en particular,
respecto su responsabilidad penal. Esto se advierte, por ejemplo, en la signi-
ficativa visibilidad que tuvieron esos temas, en el Primer Congreso Nacional
de Facultades de Derecho de Bolivia que, aunque preparado a partir de 1938,
tuvo lugar en Cochabamba, entre el 21 y el 29 de junio de 1939. En efecto,
dentro del temario establecido, en la comisión de Derecho del Trabajo, se
trató el tópico “El problema del indio”; en tanto que, en la de Derecho Penal
se abordó el asunto de si era conveniente adoptar, respecto de este colectivo,
un régimen tutelar.
Las ponencias publicadas dentro de la primera comisión fueron desarro-
lladas por Abelardo Villalpando21, catedrático de Derecho del Trabajo en Po-
tosí, Arturo Urquidi Morales22, catedrático de Sociología en Cochabamba, y
Oscar Frerking Salas23, Catedrático de Legislación Social en Sucre.
Por su parte, en la comisión de Derecho Penal se publicaron dos ponen-
cias: “Las reformas de la Legislación penal en América Latina”24, de José Val-
divieso, catedrático de Derecho Penal en Cochabamba, y la de José Medrano
Ossio, delegado por Potosí, y catedrático de la misma asignatura en la Uni-
versidad Autónoma “Tomás Frías”, bajo el título de “Bases para un proyecto
de código penal boliviano”25.
El trabajo de Villalpando concluía que el problema social del indígena re-
quería de una radical transformación de la estructura económica. En tal sen-
tido, el autor afirmaba que el sometimiento del indio hay que buscarlo en la
estructura feudal del suelo; era el hecho de la apropiación privada de éste,
sea bajo formas feudales o bajo formas capitalistas, “la que ha determinado
su condición de clase dominada. Por consiguiente, la solución del problema
agrario, es pues, incuestionablemente, la solución del problema indígena”26.
El autor sostenía que dichos cambios debían estar inspirados “en los princi-
21 Villalpando R., Abelardo, “El problema del indio”, en Congreso Nacional de Facul-
tades de Derecho, sin pie de imprenta, pp. 91/103.
22 Urquidi Morales, Arturo, “Etnografía boliviana”, en Congreso Nacional…, op. cit.,
pp.104-117.
23 Frerking Salas, “Aspectos sobre el problema indigenal del Oriente (Proposiciones
relativas al indio selvícola)”, en Congreso Nacional…, op. cit., pp. 118-124.
24 Publicada en Congreso Nacional…, op. cit., pp. 127-166.
25 Publicada en Congreso Nacional…, op. cit., pp. 167 - 179.
26 Villalpando R., Abelardo, “El problema…”, op. cit., p. 103.
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
27 Villalpando R, Abelardo, “El problema…”, op. cit., p. 102. Como parte de la ar-
gumentación que trascribimos en el texto el autor expresaba: “reconocemos en la evolu-
ción y transformaciones de la propiedad, el comunismo primitivo, la propiedad privada
contemporánea y el retorno inevitable al comunismo, síntesis maravillosa y superada del
principio de dominio”.
28 Urquidi Morales, “Etnografía boliviana”, op. cit., p. 109.
29 Urquidi Morales, “Etnografía boliviana”, op. cit., p. 108.
30 Urquidi Morales, “Etnografía boliviana”, op. cit., p. 108.
31 Urquidi Morales, “Etnografía boliviana”, op. cit., p. 116.
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JOSÉ DANIEL CESANO
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
de penitenciaría y de prisión por la de colocación en una colonia penal agrícola, por tiem-
po indeterminado que no excederá de veinte años. Cumplidos dos tercios del tiempo, que
según la ley correspondería al delito si hubiere sido cometido por un hombre civilizado,
podrá el delincuente obtener libertad condicional si su asimilación a la vida civilizada y
su moralidad lo hacen apto para conducirse. En caso contrario, continuará en la colonia
hasta que se halle en esta situación o hasta el vencimiento de los veinte años. […]”. Por su
parte, el artículo 45 se refería a la situación de un delito perpetrado por indígenas semi-
civilizados o degradados por la servidumbre y el alcoholismo, caso en el cual los jueces
“tendrán en cuenta su desarrollo mental, su grado de cultura y sus costumbres, y procede-
rán a reprimirlos, prudencialmente, conforme a la regla del artículo 90 [facultad judicial
de disminuir la pena hasta mínimos inferiores al mínimum legal]. Podrán asimismo, en
estos casos, sustituir las penas de penitenciaría y de relegación por la de colocación en
una colonia penal agrícola por tiempo indeterminado no mayor que el correspondiente al
delito, señalando el plazo especial en que el condenado está autorizado a obtener libertad
condicional con arreglo al Título VII. Podrán también reemplazar la pena de prisión según
el procedimiento permitido en el art. 42”.
35 Medrano Ossio, “Bases […]”, op. cit., p.178.
36 Medrano Ossio, José, Responsabilidad penal de los indígenas, Potosí, Tipográfica
P. Magne M., 1941.
37 Luis Jiménez de Asúa fue cauteloso con relación a emitir juicios de valor sobre el
texto prologado. Lo dijo al inicio al señalar: “Ocuparse de él a la distancia, o después de
un breve o apresurado tránsito por el país donde mora habitante aborigen, me parece, al
menos para mí, empresa incalculable, o remedo de preocupación para un asunto descono-
cido. Cuanto voy, pues, a decir está escrito bajo el signo de múltiples reservas y con tales
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JOSÉ DANIEL CESANO
sus facultades mentales [del indígena] han quedado paralizadas relativamente […] La
coca y el alcohol han hecho extragos [SIC] en su organismo y han debilitado sus fun-
ciones psíquicas, en especial su inteligencia y su voluntad, han perturbado su memoria
y su atención, perturbaciones que son en él de carácter permanente.41
156
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
bles a los cometidos por un maníaco depresivo (como tiene una timidez y
tristeza congénitas) o por un neurótico o alguien con serios trastornos de la
personalidad”42, y es por ello que concluye el autor que “por esta imposición
del inconsciente sobre el yo superior queda eliminada toda imputabilidad,
el indígena es por esta razón naturalmente irresponsable ya que sus delitos
están motivados por causas determinantes ajenas a él mismo”43 Sobre la base
de estos argumentos es que Medrano Ossio sostuvo que, por los antecedentes
psicológicos, por la inferioridad en que se debate en competencia con las de-
más clases, por la realidad social en el que está inmerso, para el indígena que
hubiese cometido un delito, la pena resulta infecunda y “debe ser sustituida
por medidas psicopedagógicas, psiquiátricas y otras que hagan [de él] […] un
ser inocuo”44.
Si de la doctrina pasamos ahora a las propuestas legislativas coetáneas
en esta materia es necesario detenernos en el proyecto de Código Penal que,
el 25 de febrero de 1935, el gobierno encomendara a Julio Salmón. Este do-
cumento, que no llegó a ser tratado por el congreso boliviano, se caracterizó
también por su orientación positivista45. Entre sus fuentes, el proyectista in-
dicó al código penal argentino de 1921, al italiano de 1932, al proyecto cubano
del mismo año y al código penal peruano de 192446; siendo este último texto
el que inspiró la regulación que realizara Salmón con respecto al tratamiento
jurídico del indígena. Según lo indica el autor:
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
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Sin duda hubo varias vías de penetración. Sin embargo, dos de ellas nos
parecen, en especial, significativas; concretamente: la actividad desarrollada
en el país, entre fines de la década del treinta e inicios de la siguiente, por par-
te de un exilado español que se radicó en Bolivia, Manuel López Rey y Arrojo;
y, por otra, merced a un curso de largo aliento que dictara, en el año1952, en
la Universidad de La Paz, el catedrático español, también en el exilio, Luis
Jiménez de Asúa. De ambas cuestiones nos ocuparemos seguidamente.
Como consecuencia de la Guerra Civil Española, como muchos otros ju-
ristas republicanos53, Manuel López-Rey y Arrojo54 (1902-1987), tuvo que
exilarse; radicándose en Bolivia entre 1940 a 1946. Antes del exilio, y cuando
se encontraba en su patria, muy joven aún, opositó la cátedra de Derecho
penal en la Universidad de La Laguna, accediendo a la misma. Tras su doc-
torado, realizó diversas estancias de investigación, destacando, entre ellas, la
continuidad de sus estudios en Alemania, con Edmund Mezger. Apuntamos
estos datos porque son demostrativos de su formación dogmática; orienta-
ción académica que profesaría, durante su permanencia en Bolivia, en donde
fue designado Catedrático de Derecho Penal y Criminología en la Universidad
Mayor de San Andrés, en la Paz, a instancias del rector de la misma, Héctor
Ormaechea Zalles. También, durante ese período, fue contratado por el go-
bierno del presidente Enrique Peñaranda del Castillo para redactar la nueva
codificación penal, procesal y de menores.
En 1943, la Comisión Codificadora Nacional de Bolivia, publicó, bajo el
título Proyecto oficial de Código penal, el texto redactado por López-Rey.
El presidente Peñaranda Castillo, elevó el texto al Senado de Bolivia, el 10
de noviembre de 1943; el que finalmente fue archivado, sin obtener trata-
miento parlamentario. Sin embargo –y de ahí que también no detengamos
en él– dicho documento tendría incidencia en los trabajos preparatorios de
posteriores reformas. La tarea de López-Rey no estuvo exenta de críticas; las
que provenían de algunos sectores de la élite boliviana que veían con desagra-
do que se hubiese adjudicado a un extranjero una tarea de tanta magnitud,
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
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Son Inimputables: […] 2. El indio que por haber pasado toda su vida o la mayor parte
de ella en un medio cultural notoriamente inferior al que deba estimarse como mundo
configurador de la realidad empírico cultural boliviana, no pueda racionalmente con-
siderársele como formando parte integrante de dicha realidad. Quedará sujeto a las
medidas de seguridad oportunas. Si la integración fuere parcial deberá considerársele
como semi imputable, sometiéndosele a medidas de seguridad si no fuere susceptible
de pena. El indio notoriamente selvático, será considerado en todo caso, como inimpu-
table y sometido a las medidas de seguridad adecuadas60.
Por su parte, para los casos de error (esencial e invencible, que operaba
como eximente o, cuando no tuviese aquellas características, en que se con-
sideraba un atenuante), el texto autorizaba al juez a imponer una medida de
seguridad facultativa cuando el sujeto activo fuese un indio. Finalmente, en
el artículo 23, López-Rey, al proyectar las circunstancias que atenuaban la
responsabilidad previó: “Para el indio, a más de las anteriores [en referencia
a las eximentes de los numerales 1 y 2, 1° párrafo], regirán exclusivamente la
ignorancia debidamente acreditada de la ley y la notoria incultura”.
En 1945, López-Rey y Arrojo publicó su libro Introducción al estudio de
la criminología61. Todo un capítulo de la obra se ocupó de esta cuestión; po-
lemizando, en particular, con el opúsculo (ya analizado) de Medrano Ossio62.
Señalaba el jurista republicano que la tesis de la peligrosidad se corresponde
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
Tanto siendo blanco, negro, amarillo o indio y el hecho de que por diversas razones, la
misma pueda manifestarse más frecuentemente en uno de esos colores, no autoriza el
que se redacte un precepto singular y menos aún, una legislación especial, de la misma
manera que el hecho de que ciertas enfermedades mentales, den un contingente mayor
de inimputables, no autoriza a redactar una legislación penal especial, basándose en la
singularidad o peligrosidad que las mismas representan68.
163
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Ser indio no es por consiguiente ser algo inferior, sino sólo eso: indio, un hombre igual
a otro hombre cuya inimputabilidad, aún más frecuente por su mala situación socio-
cultural, no debe llevar a la conclusión de una incapacidad general del indio y menos
aún a su normal peligrosidad70.
164
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
están debatiendo en los días que corren, en Alemania, o que [habían sido] por
[él] entrevistos”73. En lo que concierne a la cuestión de inimputabilidad, Ji-
ménez de Asúa, la considero presupuesto de la culpabilidad y le dio un conte-
nido esencialmente psicológico; definiéndola como “la capacidad de conocer
y valorar el deber de respetar la norma y de determinarse espontáneamente”
en ella74. De tal manera, para el disertante, lo central en esta categoría jurídica
era el problema del conocimiento; “de poder conocer la norma”75. Junto a la
imputabilidad, y como su par opuesto, también se ocupó de la inimputabili-
dad y sus causales, explicando la fórmula del viejo código boliviano76; en par-
ticular: la edad (madurez mental), el estado de delirio (situación que el autor
relacionó con ciertos estados fisiológicos extremos, como una fiebre alta) y
la enajenación; expresión que Jiménez de Asúa prefería al de demencia, que
empleaba el viejo Código Santa Cruz.
Aun cuando en esas conferencias el autor no efectuó un desarrollo puntual
de nuestro tema, resulta de interés señalar –porque hace al contexto de la
recepción–, cuál era el desarrollo, por entonces, de dichas cuestiones en la
dogmática alemana; que era, justamente, la perspectiva que se introducía. Sin
duda, en aquel espacio cultural, el tema no tuvo gran relevancia en las obras
generales, sin perjuicio de que, algunos juristas, tangencialmente se refirie-
ran a él. En este sentido, es posible observar, que algunos teóricos germanos
proponían la solución de estos casos77, a través de la aplicación analógica del
73 Jiménez de Asúa, Luis, “El sujeto del delito (El hombre imputable, culpable y pe-
ligroso)”, en El Criminalista, Tomo 4, Ed. Víctor P. de Zavalía, Buenos Aires, 1960, 54.
74 Jiménez de Asúa, “El sujeto […]”, op. cit., p. 80.
75 Jiménez de Asúa, “El sujeto […]”, op. cit., p. 80.
76 En lo que aquí interesa, el Código Penal de Bolivia, antes de la reforma de 1972,
establecía, en su artículo 13, las circunstancias que “destruyen la criminalidad o culpabi-
lidad de un acto”; previendo, entre los que hoy consideraríamos causas de inimputabili-
dad, las siguientes: a) ser menor de diez años; b) el “estado de demencia”; y c) estado de
“delirio” o privación del uso de la razón por cualquier otra circunstancia; excluyendo de
esta categoría a la embriaguez voluntaria. Hemos consultado este texto en: Código Penal
Santa - Cruz. Para el régimen de la República Boliviana. Edición con notas y suplemento,
publicada con licencia del Supremo Gobierno por José Manuel Gutiérrez, Cochabamba,
Tipográfica de Quevedo, 1862.
77 Que, en rigor, como bien lo señala Núñez, Ricardo C., La culpabilidad en el código
penal, Buenos Aires, Ed. Depalma, 1945, p. 49, no se referían expresamente a los pueblos
originarios, sino a la posibilidad de aplicar las disposiciones vinculadas sobre la inimputa-
bilidad, que establecía el Código Alemán, “a los sujetos pertenecientes a pueblos primiti-
vos que en Alemania cometan acciones punibles a causa de su bajo nivel de cultura”.
165
JOSÉ DANIEL CESANO
78 Tal fue la postura, por ejemplo, de August Finger, Lehrbuch des Deutschen Stra-
frechts, Berlín, Carl Heymanns Verlag, 1904, p. 219.
79 Como era el caso de Von Liszt, Tratado…, op. cit., Tomo II, p. 393.
80 Jiménez de Asúa, en Medrano Ossio, Responsabilidad penal […], op. cit., p. 6.
81 Ortega, “Orígenes […]”, p. 199.
82 Una muestra de la importancia de esta cuestión puede observarse en el siguiente
pasaje de un libro que publicara, en 1960, uno de los ponentes en aquel Congreso Nacio-
nal de Facultades de 1939, Abelardo Villalpando cuando, con prosa elegante, refirió: “Los
indios bolivianos, del gélido altiplano andino, del valle fecundo y del llano feraz, inferiori-
zados hasta hace poco por la servidumbre, la miseria y el atraso, llevan hoy en sus rostros
la lozanía de una nueva juventud, la llama de una nueva fe, que conjugada con la educación
social y política, los conducirá hacia planos de superación y dignidad jamás conocidos.
Yo veo en el espejo de los indios bolivianos a los campesinos latinoamericanos, y confío
166
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
en que sus fuerzas creadoras, unidas en indisoluble alianza a las fuerzas de la clase obre-
ra, realizarán la ingente tarea histórica de libertar un continente y edificar la verdadera
independencia, soberanía, bienestar, progreso, democracia y cultura de América Latina”
(Villalpando R. Abelardo, El problema del indio y la reforma agraria, Potosí, 1960, p. V).
83 Comisión Codificadora Nacional. Comisión de Código Penal, Bases para la redac-
ción del anteproyecto de Código Penal Boliviano, La Paz, Oficina de Multicopiados de las
Comisiones Codificadoras, 1964, p. 2.
84 Villamor Lucía, La codificación […], op. cit., p. 259: “El Código penal boliviano de
1973 [rectius: 1972] ha sido copiado del Anteproyecto de 1964 […]”.
85 Comisión Codificadora Nacional, Bases […], op. cit., p. 10.
167
JOSÉ DANIEL CESANO
Se prevé, asimismo, la situación especial del indio selvático que no ha tenido ningún
contacto con la civilización, como otra causa de inimputabilidad. Dicho término com-
prende a los miembros de todas las tribus salvajes que pueblan los campos y bosques
del oriente boliviano. En cambio es semiimputable el indígena que teniendo contacto
con la civilización y formando parte de la comunidad, es todavía un inadaptado al me-
dio cultural boliviano y carece de instrucción87.
86 Sobre los proyectos de reforma venezolanos en esta materia, cfr. Yrureta, Gladys,
El indígena ante la ley penal, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1981, pp. 103-
110.
87 “Exposición de motivos del Anteproyecto de Código Penal para Bolivia”, en Revis-
ta de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, Año VII, Tomo I, Oruro, 1965.
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
el indio puede ser frecuentemente inimputable, lo mismo ocurre con otras personas
que, sin ser de tal raza, están en igual o semejante grado de capacidad o comprensión.
Son también numerosos los casos –abonados por nuestra observación personal y la
práctica profesional– de indios que sin haber residido en centros poblados, no se ha-
llan, sin embargo, privados de la facultad de conocer la naturaleza de ciertas acciones
y de saber que su realización pone en movimiento el aparato judicial organizado para
castigarlas. El indio en general posee la capacidad suficiente para darse cuenta de sus
actos y está dotado del sentido ético necesario para apreciar aquellos inmorales o pro-
hibidos y para abstenerse de ejecutarlos88.
Con todo, Durán también era cuidadoso al momento de emitir sus conclu-
siones ya que distinguía, entre los indígenas, situaciones muy diversas –no es
lo mismo el indio que habita en centros urbanos, que convive con el blanco
y el mestizo; que el selvático del oriente y noroeste de Bolivia–, con lo cual
no todos los indígenas están en las mismas condiciones de imputabilidad, o
sea, que no obstante pertenecer todos ellos a una misma raza, hay diferencias
naturales o adquiridas, respecto a su capacidad penal. Por eso, el autor epilo-
gaba su desarrollo expresando que:
No es posible construir una teoría de la incapacidad del indio en materia penal, sino
que su situación en este aspecto, debe ser resuelto dentro del problema de la impu-
tabilidad en general, contemplando –eso sí– su condición especial, conforme a sus
caracteres personales, en cada caso particular89.
5. Reflexiones conclusivas
88 Manuel Durán P., “El indio ante el derecho penal”, en AA.VV., Estudios jurídicos
en homenaje al profesor Luis Jiménez de Asúa, Ed. Abeledo - Perrot, Buenos Aires, 1964,
p. 557.
89 Durán P., “El indio […]”, op. cit., p. 558.
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JOSÉ DANIEL CESANO
década del treinta del siglo pasado. Durante aquellos años la doctrina transitó
por dos grandes momentos.
El primero se caracterizó por elaboraciones que adscribieron, en lo jurí-
dico, al positivismo criminológico; y en lo antropológico, al evolucionismo
cultural. Sobre tal base se postuló que los indígenas, por el sólo hecho de su
condición, debían ser considerados peligrosos, especialmente por una suerte
de estancamiento de su desarrollo intelectual, para algún autor, propio de la
raza; para otros, explicable como una consecuencia de la opresión social en
que vivían; y, para ambos, necesitados, en todo caso, de ser protegidos por
una legislación –que no llegó a concretarse– y, al mismo tiempo, susceptibles
de ser objeto de medidas de seguridad, para conjurar su peligrosidad natural
y satisfacer la defensa social.
El segundo momento, en cambio, se correspondió con la solución que die-
ra, en esta materia, el código de 1972. A ésta se llegó a través de un proceso
cultural que tuvo como presupuesto la recepción de la dogmática jurídica, a
partir de los años cuarenta del siglo veinte. La introducción de la dogmática
en Bolivia se vinculó con los aportes de dos exilados españoles que tuvieron
una gravitación sobre la élite universitaria local: López-Rey y Arrojo y Luis
Jiménez de Asúa. El primero de ellos fue quien, partiendo de una crítica al
positivismo criminológico imperante, trató de dar una respuesta jurídica a la
temática; y aunque no postuló la inimputabilidad general del indígena, ubicó
la cuestión parcialmente entre dos categorías de la teoría jurídica del delito:
la inimputabilidad y el error. La difusión de estos conceptos dogmáticos tuvo
en Jiménez de Asúa, en década siguiente (1950), su principal animador. De
esta forma, la confluencia de estas figuras, en conjunción con un nuevo clima
socio político derivado de la Revolución de 1952, dan el marco explicativo de
la instalación en la agenda científica y legislativa de la cuestión indígena; todo
lo cual constituyó el clima de ideas en que se gestaría el proyecto de 1962; el
cual, diez años más tarde, encontraría concreción en el nuevo código.
Con estas consideraciones generales como eje es posible, además, realizar
otras dos aproximaciones.
En primer lugar se observó cómo los conceptos desarrollados por auto-
res como Medrano Ossio, que respondía a la Suola Positiva, se nutrían de
argumentaciones provenientes de la antropología cultural (o social, según
cual fuese la denominación que se la dé). Se verificó, por tanto, cierto diá-
logo disciplinar de la ciencia social en general –y, en especial, del saber an-
tropológico que componía, también, esa melange– con la ciencia jurídica;
170
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
171
JOSÉ DANIEL CESANO
Bibliografía
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JOSÉ DANIEL CESANO
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CONTRA EL DEMASIADO APRECIO DE LA OPINIÓN
Casuismo moral, disputas teológicas y razones antiprobabilistas en Córdoba
del Tucumán durante el siglo XVIII. Bibliotecas, constituciones, juramentos1
Esteban F. Llamosas
IDEJUS CONICET-UNC
ORCID ID: 0000-0003-4268-2508
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otras fuentes que valían tanto como ellos, sean doctrinas, costumbres o liter-
atura religiosa. Teoría y práctica eran indisociables en este tipo de enseñanza,
y aunque en el siglo XVIII para la instrucción de los estilos ante los tribunales
proliferaban las academias forenses, no debemos desconocer que en las uni-
versidades también se educaba a los juristas para la praxis, en el marco de ese
orden tradicional y jurisprudencial. La lógica argumentativa, los secretos del
discurso y la retórica, el razonamiento tópico, el casuismo moral, las virtudes
modélicas de magistrados y abogados, tenían presencia en las aulas.
Esa formación práctica, por lo tanto, no implicaba sólo el dominio de la
legislación real ni el conocimiento de formularios que adiestraran en el estilo
de los tribunales. En un orden jurisprudencial en el que había que seleccionar
opiniones y argumentar a partir de casos concretos, se debían adquirir otras
destrezas que no se suministraban exclusivamente en sede jurídica.
En una universidad como la cordobesa, dirigida por los jesuitas hasta
1767, la cátedra de Teología Moral fue decisiva para esta formación, ya que
más allá de las posiciones estrictamente morales (probabilismo primero; rig-
orismo después de la expulsión), se entrenó a los estudiantes en una forma de
razonar casuista y tópica de gran utilidad para la práctica forense. Decisiva,
además, ya que cuando aún no había Facultad de Jurisprudencia, quienes
se iban a desempeñar en las justicias inferiores recibían allí todo su entre-
namiento. La literatura de casos de conciencia y los manuales de confesores
presentes en la librería universitaria, así como el uso en las aulas de tratados
morales, proveyeron de un catálogo de reglas de argumentación atentas a la
búsqueda de soluciones particulares y las circunstancias del caso, a equilib-
rios y excepciones, que tuvieron gran impacto en la formación jurispruden-
cial del derecho9.
Además de las cátedras teológicas, donde los vínculos resultan elocuentes
a través del probabilismo o el rigorismo, también es posible rastrear dicha
instrucción en los estudios preparatorios. La Facultad de Artes de la Univer-
sidad de Córdoba, por ejemplo, considerada la puerta de acceso a los estudios
mayores de Teología y luego de Jurisprudencia, preparaba filosóficamente a
los estudiantes. En ella, a fines del siglo XVIII, además de física, metafísica
y gramática latina, se enseñaba lógica, dialéctica y retórica, necesarias para
argüir y replicar, especialmente en los debates que se efectuaban en las aca-
demias universitarias. Esa preparación era muy útil para los alegatos y las de-
fensas de conclusiones en los actos públicos que debían hacer los estudiantes.
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Antes de entrar en las razones por las que el probabilismo se volvió doctri-
na temible, habrá que mencionar los motivos de su largo predominio. Entre
los siglos XVI y XVIII la mayoría de los moralistas (de todas las órdenes)
seguían sus dictados18. A fines del siglo XVII, el capuchino Martín de Torre-
cilla se preguntaba (y respondía) lo siguiente:
“…Si podrá uno, seguir opinión menos probable, y menos segura, dexando la mas pro-
bable, y la mas segura materialiter?... Respondo afirmativamente… Lo I. porque ningu-
no está obligado a obrar lo mejor, y lo mas perfecto: lo 2. Porque como ninguno pueda
tener total certidumbre de las cosas, Dios no nos obliga a ella en manera alguna… Lo
9. Y ultimo, quasi a priori. La opinión menos probable, es razonable: luego obra ra-
zonablemente el que la sigue, dexada la más probable; porque assi como, respecto de
la más probable, no pierde la opinión probable su probabilidad, assi también no obra
irracionalmente el que la sigue; luego en buena Theologia Moral no peca en ello, pues
obra racionalmente, lo qual escusa de culpa, ergo & c.”19
18 Entre los jesuitas, los más importantes fueron Tomás Sánchez, Fernando de Cas-
tropalao, Juan de Alloza, Pablo Layman, Hermann Busembaum, Francisco Pellizzari, Es-
teban Fagundez, Valére Regnauld, Cristóbal Haunold, Claudio Lacroix, Tomás Tamburini,
Domingo Viva, Andrés Mendo, Francisco Garau y Antonio de Escobar y Mendoza.
19 Torrecilla, Suma de todas las materias morales, pp. 77-78.
20 Delumeau, La confesión y el perdón, p. 118.
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Cliquet y Francisco Echarri33; algunos otros titularon sus obras para no dejar
lugar a dudas, como Miguel de San Joseph34.
Daniel Concina, uno de sus más famosos impugnadores, escribía en su
Teologhia christiana dogmatico-moral, que era proposición condenada ad-
mitir que “probablemente juzgo que puede juzgar el juez aún según la opinión
menos probable”35; y otro dominico, Lárraga, a la pregunta sobre si era lícito
seguir las opiniones de tenue probabilidad, respondía en su Prontuario de
la Teología Moral “que no, como consta de la proposición 3. condenada por
Inocencio XI”36. Estos autores tendrían una importancia decisiva en la Uni-
versidad de Córdoba del Tucumán luego de la expulsión de los jesuitas y su
reemplazo por los franciscanos en la dirección de los estudios.
Un caso interesante es el de Miguel de San Joseph (1682-1757), trinitario
descalzo y lector de prima de teología en el Colegio de Alcalá de Henares de su
orden. Su libro, Estudio de la verdad contra el demasiado aprecio de la opin-
ión, fue publicado por primera vez en 1715 y reeditado en Madrid en 1767. Un
título así, en ese año, invalida las coincidencias. La utilidad de la obra para
combatir la “doctrina de los expulsos” resulta evidente. Sin embargo, ya ver-
emos que cuando ingresamos en su lectura y en la sutileza de los “sistemas
morales”, encontramos que sus posiciones no son del todo tajantes.
No se nos escapa, por supuesto, que la doctrina del probabilismo, tan ben-
eficiosa y creativa para permitir respuestas adaptadas al caso concreto, coyun-
turas específicas o dilemas cuya resolución admitía varias posibilidades, tenía
también una gran potencialidad dañina en términos políticos para gobiernos
que pretendían consolidar su autoridad. Aquí radica tal vez el punto central
de los temores que llevaron a no diferenciar la opinión laxa de la menos prob-
able: el miedo a la desobediencia.
No resulta casual que la caída más estrepitosa del probabilismo como me-
canismo de resolución de dilemas, haya quedado vinculada a la de sus prin-
cipales valedores en las aulas, en el ámbito de la Monarquía española: los
jesuitas. En este tiempo, uno de los argumentos larvados que justificó la ex-
pulsión y disolución de la orden tenía que ver con ello.
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“¿si este sistema rige... en las sentencias pronunciadas acerca de la ley de Dios, por que
no ha de regir a yunque en las sentencias que se pronuncian sobre las leyes de la Iglesia
y de los soberanos?... ¿Tendrá por ventura mayor fuerza para con vosotros un canon
de un Concilio, una ley de un Soberano, que un mandamiento de la ley de Dios?... En
una palabra, ¿si el probabilismo sabe acomodar la ley de Dios al genio de la conciencia,
no ha de saber torcer al genio de la libertad las leyes de sus vicegerentes en la tierra?” 37
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“Juro también que rechazo y rechazaré mientras viva, e impugnaré en la medida en que
se ofrezca la ocasión, la doctrina acerca del tiranicidio contenida en aquella formula-
ción que dice: ‘Cualquier tirano puede y debe lícitamente y con mérito ser matado por
cualquier vasallo suyo, o súbdito, y también mediante insidias clandestinas y halagos y
adulaciones sutiles, no obstante cualquier juramento o alianza que se hayan hecho con
él, sin esperar sentencia ni mandato de ningún juez’, y abrazo firmemente la doctrina y
la definición del Santo Concilio General de Konstanza... Yo también juro que ni directa
ni indirectamente con ningún pretexto, derecho ni ocasión impugnaré la autoridad real
y las disposiciones reales de nuestro rey católico, que más bien sostendré, promoveré y
defenderé esa misma autoridad regia...”56
“No solo por el derecho natural y las leyes humanas, sino también por la ley divina, está
prohibido a todos y a cada uno de los súbditos tramar con cualquier pretexto o ejecutar
cosa alguna contra los reyes, aun los más crueles, de tal suerte que sea reo de nefario
sacrilegio ante Dios quien quiera que ose profanar las sacrosantas personas de los re-
yes, o la majestad de ellos: por lo qual el regicidio es condenado en el Concilio general
constantinense del año 1415…” 57
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de mediados del siglo XVII58, que durante un breve período, a comienzos del
siglo XVIII, otorgó grados en Artes y Teología59. El contenido de su biblioteca
estaba íntimamente ligado a las doctrinas difundidas en la enseñanza. Los
más célebres teólogos de la orden, utilizados por la Monarquía para reafirmar
su autoridad y controlar las disidencias, estaban presentes. La concordancia
no operaba sólo a través de la teología moral rigorista, también hay eviden-
cias de la adhesión en los estudios a la doctrina de Bossuet sobre el origen del
poder. En mayo de 1793, fray Baltasar de Quiñones, General de la orden, re-
alizaba observaciones al decimosexto capítulo provincial celebrado dos años
antes en Buenos Aires, atacando los “errores” de Rousseau e invocando las
autoridades de Santo Tomás y Bossuet60.
En la biblioteca conventual estaba la Política indiana de Solórzano Perey-
ra; la Historia legal de la bula In Coena Domini de Juan Luis López; las obras
de Pedro Frasso, Francisco Salgado de Somoza y Gaspar de Villarroel; los
tratados morales de Cliquet, Lárraga y Echarri; el Tribunal confessariorum,
manual rigorista de Martin Wigandt; los textos regalistas de Campomanes y
Rivadeneyra Barrientos; las Instituciones de derecho eclesiástico de Carlos
Berardi; el Gobierno de los regulares de la América de Pedro J. Parras; y
por supuesto, las obras de Bossuet, Cano y Concina. El predominio del pens-
amiento regalista y rigorista en moral es notorio61.
También identificamos la presencia de otro grupo de autores, más ligados
al jansenismo. Natal Alejandro, el gran teólogo dominico cuya doctrina se
recomendó para suplantar las enseñanzas jesuitas, aparecía con su Theologia
dogmatico-moralis62; de Claude Fleury, amigo de Bossuet, rigorista y epis-
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4. Conclusiones
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comenzará a convivir con una nueva razón general. El desbalance hacia esta
última demoraría hasta bien entrado el siglo XIX85.
La tarea intelectual de Tau Anzoátegui, especialmente en su última etapa,
estuvo dirigida por la preocupación de tender puentes entre la historia jurídi-
ca y las otras historias, buscando disolver prejuicios y establecer vínculos que
nos enriquecieran mutuamente. Esa apertura, imposible sin un espíritu hu-
milde y generoso, ha beneficiado a la disciplina y la ha vuelto más atractiva
para colegas de otras especialidades. Este interés, estos nuevos lazos intelec-
tuales, no deben hacernos olvidar otra preocupación también recurrente en
Tau Anzoátegui: el diálogo indispensable que debemos entablar con los juris-
tas, para complementar una visión del derecho que suele ser demasiado dog-
mática o apegada al legalismo. El aporte de los historiadores e historiadoras
del derecho resulta fundamental en las facultades jurídicas, si no se pretende
convertir la disciplina en una colección de curiosidades alejada del presente.
Cualquier interesado por el “progreso jurídico”86 podría encontrar allí reflex-
iones y ejemplos de suma utilidad. Allí está Casuismo y sistema para com-
probarlo, allí están las enseñanzas sobre ese orden interpretativo y tópico,
basado en la desigualdad, pero tan flexible, creativo y original para buscar la
equidad, la justicia de cada caso.
5. Fuentes y bibliografía
Archivo
Literatura
Cliquet, Joseph Faustino, La flor del moral, esto es, lo mas florido, y selecto que
se halla en el jardin ameno, y dilatado campo de la theologia moral: Su Au-
tor el M.R.P.Fr. Joseph Faustino Cliquet..., con las adiciones y correcciones...
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
Torrecilla, Martín de, Suma de todas las materias morales. Arregladas a las
condenaciones pontificias de Nuestros Muy Santos Padres Alexandro VII. Y
Inocencio XI. Tomo Primero. Su Autor el R.P.Fr. Martín de Torrecilla, Lector
de Theologia, Calificador del Santo Oficio, Ex Provincial de la Provincia de
Castilla y Ex Difinidor General de toda la orden de Menores Capuchinos. Año
1691. En Madrid: Por Antonio Román. A costa de los herederos de Gabriel
de Leon.
Bibliografía
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PROYECCIONES DE UNA EXHORTACIÓN
AL ESTUDIO DEL DERECHO LOCAL
De la justicia de proximidad a la función de policía en clave jurisdiccional
(consideraciones desde el caso mendocino)
Eugenia Molina
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad Nacional de Cuyo
ORCID: 0000-0002-2891-5224.
SUMARIO: 1. Por una historia del Derecho indiano provincial y local; 2. Las ver-
tientes de la justicia de proximidad; 3. La función de policía en la maraña juris-
diccional: el caso mendocino; 4. Consideraciones finales.
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esta ocasión también puntualizó otra cuestión clave para nuestro interés: la
recurrencia de la voz “policía” emparejada con la de “buen gobierno” en los
documentos producidos por el Derecho local y provincial del último cuarto
del siglo XVIII15, un momento en el cual adquirió una fuerza notable el tejido
normativo de las ciudades y los centros intendenciales16. Y esta era una pro-
blemática que ya había abordado para entonces en profundidad en otra obra
anterior, la cual resultó referencial en muchos sentidos.
Se trataba de su libro sobre los bandos de buen gobierno, el cual recupe-
raba un trabajo más acotado anterior17, actualizándolo y ampliándolo en su
variable territorial e introduciendo, asimismo, nuevas aristas a una cuestión
que no había sido un objeto de estudio transitado por la iushistoriografía para
los espacios hispanoamericanos de la Monarquía. A la par de lo fundamental
de su análisis pormenorizado de los caracteres formales, jurídicos y temáticos
de los bandos rioplatenses del siglo XVIII, y de su aporte documental nota-
ble (fruto de una cuidadosa búsqueda y recuperación en colecciones éditas y
originales en diversos repositorios provinciales)18, dos elementos resultaron
especialmente relevantes, uno por su estrategia metodológica (que implicaba
también una posición interpretativa), y el otro por su contribución a pensar
los desplazamientos desde formas jurisdiccionales de gobierno a otras polí-
tico-administrativas (y con estas la conformación de una cultura estatal)19.
En tal sentido, por un lado, resultó importante su perspectiva de articular
lo micro y lo macro, marcando cómo aun cuando lo casuístico conformara
la nota característica de esta producción normativa local, ella no dejaba de
insertarse en la intertextualidad construida por todo un corpus normativo
castellano e indiano (Nueva Recopilación de 1567, Cedulario indiano, Reco-
pilación de 1680, Real Ordenanza de Intendentes de 1782)20. Estos lazos per-
mitían explicar las similitudes en las soluciones dadas a una serie de tópicos
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En efecto, tal como el mismo Tau Anzoátegui había planteado, los histo-
riadores del Derecho no habían prestado demasiada atención a las manifes-
taciones normativas locales dado el predominio de una perspectiva estatalista
que no las consideraba relevantes según el rasero de la codificación decimo-
nónica y la configuración jurídica de los Estados nacionales27. Sin embargo,
en sintonía con lo planteado por él, algunos iushistoriadores no solo habían
considerado importante atender a esas manifestaciones, sino que efectiva-
mente habían abordado ciertos institutos de justicia menor. Así, si José Ma-
riluz Urquijo se había ocupado de los alcaldes de barrio salteños, José Ma-
ría Díaz Couselo lo hizo respecto de los designados en la ciudad de Buenos
Aires28, mientras Carlos M. Storni había analizado la justicia de la campaña
bonaerense durante el periodo hispánico29.
Mientras tanto, en el contexto de renovación disciplinar y en el de una
urgente preocupación por las prácticas de justicia y legitimidad del orden po-
lítico y jurídico de los primeros años de recuperación de la democracia30, los
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“En suma, se trata de profundizar el fenómeno jurídico indiano en vivo, más allá de
ciertas apariencias legales. (…) Esto se aprecia sobre todo si se mira al Derecho como
un orden de convivencia social anclado en la realidad concreta, en continua modela-
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ción, delicado y flexible, y no, en cambio, como el reinado abstracto y rígido de intere-
ses o normas jurídicas”41.
La cuestión del uso y difusión del término policía durante el siglo XVIII ha
sido objeto de una multiplicidad de estudios en los que se ha atendido a los
diversos procesos semánticos a través de los cuales promovió, acompañó o
legitimó una creciente intervención institucional en las relaciones sociales44.
Mientras el sugerente trabajo de Michel Foucault consideró la doctrina de la
policía como un elemento fundamental de la racionalidad estatal a través de
sus técnicas de individualización45, otros análisis han prestado atención a los
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61 Así, si una matrícula de 1777 del Curato de Mendoza había seguido la espacialidad
eclesiástica, otra de 1778 realizada en las estancias de Uspallata y Canota fue realizada por
el teniente de corregidor y juez de minas, mientras que los padrones del Fuerte y Villa de
San Carlos de 1794, 1795 y 1798 lo fueron por su juez poblador. Ver Molina, “El arte de
empadronar”.
62 Molina, “La función de policía”.
63 Archivo General de la Provincia de Mendoza (en adelante, AGPM), Registro Mi-
nisterial, núm. 58, 12/6/1828.
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fue asumido por los ya referidos subdelegados. Pero además de todo esto, el
jefe policial cumplió órdenes puntuales en materia de elecciones76, para la
indagación sobre noticias77 o el reconocimiento de personas en coyunturas
críticas78.
Simultáneamente, la sede del Departamento de Policía se volvió una ofici-
na que fue consolidando su lugar dentro de la trama gubernamental debido
a su acumulación de información clave (hídrica, fiscal y electoral), el otorga-
miento de documentación oficial (pasaportes y papeletas de conchabo) y la
organización de la prevención y vigilancia urbana de personas y bienes. Esta
consolidación institucional de la cabeza policial en su sede urbana se expresó
también en la creciente disponibilidad de presupuesto para cubrir un cada
vez mayor cúmulo de gastos. Respecto de estos, si el sostenimiento de pique-
tes armados daba cuenta del peso creciente de la cuestión de la “seguridad”
y el “orden público” en las responsabilidades del Departamento, también el
papel y la tinta evidenciaban la relevancia de la gestión administrativa, cuyos
registros escritos comenzaron a nutrir un archivo burocrático que nutría el
capital informacional a disposición del gobierno79.
La consolidación de la vigilancia, represión y castigo de las infracciones a
las normas de policía (muchas de las cuales referían a comportamientos que
intentaban ser disciplinados ya desde los bandos coloniales de buen gobierno
estudiados por Tau Anzoátegui)80 se evidenciaba en el aumento exponencial
de las multas registradas mensualmente desde la década de 1850, lo cual he-
mos podido constatar a partir del análisis de los documentos contables de la
Caja de Policía que se han conservado. En efecto, si entre 1834-1837 aquellas
no llegaban a 10 registros mensuales, e incluso hubo meses sin ellas o con solo
una, el segundo semestre de 1845 pareció evidenciar ya un crecimiento rele-
vante, por cuanto los registros muestran entre 6 y 18 por quincena, mientras
que desde 1852 los infractores aumentaron sin cesar, superando los 30 ó 40
hasta llegar a 90 u 80 entre 1857 y 185881.
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Pero, por otro lado, esta consolidación que hemos detectado se refleja
también en el análisis mismo de la correspondencia que delineaba un circuito
que conectaba al jefe policial con comisarios y decuriones, y otro que articu-
laba el Departamento de Policía con la justicia de primera instancia, los cua-
les muestran tensiones, negociaciones y conflictos en la maraña de la praxis
cotidiana a la hora de ir definiéndose qué era contravención y qué delito, y
qué papel le correspondía a cada cual82. En este sentido, y tal como ha mar-
cado Garriga, no podía deslindarse de una vez y para siempre qué era un acto
gubernativo (y en ese ámbito entraba la policía) y qué uno judicial, debiendo
decidirse casuísticamente para, de forma progresiva, delinear áreas de in-
cumbencia83. Una hipótesis a partir de la cual estamos indagando la cuestión
propone que, precisamente, esa diferenciación habría sido uno de los efectos
paulatinos logrado por toda una acumulación normativa sobre materia poli-
cial que se fue dictando entre 1828 y al menos 1860, esto sumado a la acción
administrativa cotidiana cuya producción documental, resguardada en los
archivos institucionales, se convertía ella misma en escenario del deslinde de
los comportamientos a castigar y de las atribuciones con las cuales hacerlo84.
4. Consideraciones finales
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Bibliografía
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LOS NATURALES DE AMÉRICA FRENTE AL DERECHO PENINSULAR
Las posibilidades interpretativas que proponen el casuismo y la costumbre
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5 La historia del Derecho. Entrevista a Víctor Tau Anzoátegui por Alejandro Agüero.
Disponible en Youtube.
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En esta clave la colonización aparece como una operación eminentemente jurídica, con
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toda su base religiosa, que precisa del derecho no tan sólo para legitimar la situación
colonial, sino también para construir a los sujetos de la relación colonial y el marco
organizativo donde se desempeñan8.
Fue la esencia del Derecho impuesto lo que hizo posible esa conformación
que terminó siendo la sociedad colonial9. Aníbal Quijano10, considera que la
conquista de América fundó una nueva forma de identidad histórica: una idea
de raza que sirvió para legitimar la colonialidad del poder, otorgando a la
pretendida naturaleza de cada grupo humano características que determina-
ban los roles y los lugares en las escalas social y productiva. Es esta una idea
que cuadra cabalmente con la lógica corporativa que dominó la sociedad de
Antiguo Régimen y que la justicia aplicará en la constitución de la república
de indios.
El proceso de colonización de América fue una experiencia signada por la
novedad, pero, para llevarlo a cabo se recurriría a antiguas recetas. Ya en los
primeros años del siglo XVI, en 1504, una Junta de letrados civiles teólogos y
canonistas se reunió para abordar la discusión acerca de la naturaleza de los
habitantes originarios de América, debates que no cesaron ni siquiera cuando
se dictaron las leyes de Burgos en el año 1512 que establecieron la libertad de
los indígenas y por lo tanto su condición de sujetos de derecho. La libertad
allí enunciada, empero, se vio limitada por una serie de rasgos que se atribu-
yeron a los naturales, antiguos status disponibles en el Derecho castellano
que adquirieron nuevo sentido en el contexto americano: los indios serían
invariablemente rústicos, miserables y menores de edad11.
Tradicionalmente, se había aplicado la categoría de rústico a quienes no
detentaban participación en la cultura jurídica letrada12, en tanto, la estima-
ción acerca de la carencia de recursos para desenvolverse socialmente, les
arrogó el dudoso privilegio de atribuirles la condición de personae misera-
bilis, categoría que se ocupaba de quienes eran especiales objeto de caritas13.
La sumatoria de estas condiciones igualaba a los indígenas con los menores
de edad e implicaba la necesidad de ser tutelados resultando de ello “un par-
ticular estatus étnico que implicaba una subjetividad disminuida, sometida a
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la tutela perpetua del rey y de la Iglesia. Esta categoría jurídica definida por la
necesidad de protección, tenía la particularidad de constituir un status étnico
y corporativo. 14 Las funciones de resguardo que, tradicionalmente, en el Viejo
Mundo estaban en manos de la familia, se delegaban en América en la esfera
externa, una larga cadena de cuidados paternales que comenzaba en la esfera
celestial y en la figura del Rey para alcanzar a eclesiásticos y encomenderos.
El soberano, como padre que vela por sus hijos, estipula una serie de privile-
gios que se inscriben en la lógica de la gracia, tejiendo la ficción del vínculo
vasallático en el Nuevo Mundo que, en un orden trascendente, se inscribía en
la idea de paternalismo divino. Se construye así, un imaginario de domina-
ción que Carlos Garriga denomina “Colonialismo católico”15.
La evangelización de los indígenas, su entrada en policía cristiana, está en
el centro de todo el discurso colonizador. Entre las múltiples disposiciones
que dan cuenta de ello, resulta emblemática la ordenanza del Virrey Fran-
cisco de Toledo que estipula la creación de reducciones entendiendo que la
dispersión en el espacio es contraria a la acción de los evangelizadores y per-
petúa las idolatrías16. Proceso de conversión sin horizonte, ya que, como bien
marca Germán Morong Reyes, los indígenas “no pueden dejar de ser indios
ya que de lo contrario llegaría a su fin la misión civilizadora y colonizadora, lo
que implicaría un serio problema de disposición de mano de obra gratuita”17.
El Derecho expedido para los naturales se puede reconocer tanto desde la
legislación promulgada a través de leyes y ordenanzas, como de los resultados
de Sínodos y Concilios. La necesidad de ordenar el mundo recién conquistado
y responder a las diversas situaciones que se iban presentando, generó una
abundante normativa, marcada por el casuismo18. Antes de que se alcanzara
la primera mitad del siglo XVI, se dieron pasos determinantes para asegurar
el lugar de la Corona frente a las pretensiones esgrimidas por los conquista-
dores. Las Leyes Nuevas (1542-1543) que abren el camino al accionar de au-
toridades como los virreyes Luis de Velazco en Nueva España o Francisco de
Toledo en los Andes tendrán incidencia directa en el lugar que se le otorgó a la
república de indios, el principal de ellos: se aseguró el rol de la Corona como
intermediaria en la relación entre indígenas y encomenderos, suprimiéndose
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3. Casuismo
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no sólo vela por la especie humana en general sino sobre cada acción libre
particular del hombre, atendiendo a sus necesidades personales”25 expresión
que el Derecho, como garante del orden divino en la tierra, respetaba. La al-
teridad americana recibirá respuestas del Derecho peninsular, pero, para en-
contrar esas respuestas, no se hizo necesario salir de los marcos conocidos,
ni siquiera saltearlos. Como ya mencionamos en el apartado antecedente:
antiguas fórmulas constitutivas del Derecho peninsular alcanzaron nuevos
resultados en el contexto colonial americano. Como marca Tau Anzoátegui,
el Derecho común y el castellano contenían una fuerte creencia casuista de
tradición romana y medieval. El Derecho romano no se concebía como un
conjunto de principios ordenados, sino como el resultado de la habilidad de
interpretar lo que resultara bueno y ecuánime a la resolución de casos deter-
minados, la decisión de establecer lo correcto en cada situación. El medioevo
tomó esta tradición y colocó el peso y la legitimidad de las resoluciones en el
principio de autoridad, en el razonamiento de los juristas.
El espacio americano presentó todas las particularidades posibles ante la
mirada de los colonizadores. La diversidad geográfica y ecológica se multi-
plicó con la variedad de sociedades que poblaban el paisaje. Los parámetros
eurocéntricos con los que se catalogó a los naturales del continente recono-
cieron las diferencias que mediaban entre sociedades complejas a grupos ca-
zadores y recolectores, así como indicadores tales como la belicosidad, los
sistemas de creencias, las formas de producción o las prácticas culturales que
tuvieran mayor o menor acercamiento a las propias. Novedad y necesidad
llevaron a un exhaustivo proceso de reconocimiento y descripción del espacio
y su gente, proceso que también abrevó en la tradición ya que la experiencia
en el terreno se reconocía como matriz de las leyes y un precepto básico del
casuismo.
El reconocimiento de la sociedad sobre la que se debía legislar contó con
múltiples alternativas. Entre ellas, es preciso destacar el aporte de los hom-
bres de la Iglesia. La necesidad de evangelizar y –para ello– la pretensión de
terminar con las expresiones idolátricas propias de los naturales, llevó a los
miembros del clero a recorrer el espacio, a levantar testimonios y a volcarlos
en Sínodos provinciales dentro de sus obispados, para después ser expuestos
y discutidos en Concilios en las sedes arzobispales. Habitar los pueblos de
indios, dispensar el catecismo y los sacramentos a su población posibilitó una
indudable ventaja comunicativa con respecto a los agentes de la Corona. Vi-
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modo de ejemplo, Tau Anzoátegui recoge dos que se proponen recabar infor-
mación sobre espacios medulares del Virreinato del Perú. En primer lugar,
presenta una Real Cédula expedida en 1573 que ordenaba a los oidores de
Quito que se informaran sobre el tributo y las cargas en trabajo que los ca-
ciques imponían a los indígenas de aquella jurisdicción. La Cédula disponía,
además, que si aquellas cargas fueran justas y heredadas de sus antepasados
se permitiesen y, por el contrario, se interviniese en caso de no serlo. El se-
gundo caso analizado data de 1572, cuando se presenta un interrogatorio en
la antigua capital inca, el Cuzco. La finalidad del mismo consistía en averiguar
cómo eran los métodos de administración de la justicia en el Tahuantinsuyo,
poniendo el acento en indagar si las leyes eran homogéneas en todo el impe-
rio o variaban entre una región y otra. Al sopesar si estas pesquisas respon-
dían a un interés intelectual o resultaban un dato esencial para el gobierno de
la sociedad indígena, Tau Anzoátegui no duda en inclinarse por la segunda
opción. Estos desvelos respondían a la preocupación y fundamentos del ca-
suismo que hemos repasado: las averiguaciones procuraban pensar las leyes
más ajustadas a la naturaleza de la sociedad sobre la que se asentaban, tanto
en sus fundamentos como en su diversidad. A pesar de estos esfuerzos, el ba-
lance resultaba desalentador. Tempranamente, en 1554, el licenciado Lebrón
de Quiñones –al procurar dar un diagnóstico sobre las antiguas maneras de
tributar en Nueva España– concluía que la diversidad de formas alcanzaba a
la organización de cada pueblo y la figura de cada cacique31.
A esta pluralidad se le superponía la mutabilidad de las situaciones que
debía contemplar la ley, ya advertida por el padre Acosta: “...las cosas de las
Indias no duran mucho tiempo en un mismo ser, y cada día cambian de esta-
do, de donde resulta que con frecuencia hay que reprobar en un punto como
nocivo lo que poco antes era admitido como conveniente”32. La mutabilidad,
considera Tau Anzoátegui, se profundiza en lo concerniente a los asuntos in-
dígenas, dando a lugar a que las leyes tuvieran una vida tan efímera, cues-
tiones “que debían sorprender a hombres habituados a medir el transcurso
del tiempo con los criterios dominantes en sociedades consolidadas”33. Es
necesario volver a poner el acento en la complejidad del mundo americano,
complejidad a la que el orden colonial supo responder con relativa eficacia.
Claro está, este tipo de intervenciones, no dejaron de ser limitadas y sesgadas
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4. Costumbre
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Ítem mando que los indios e indias comunes no caciques, ni principales no hagan ta-
quíes, ni borracheras y si algunos bailes quisieren hacer sea de día y en lugares y fiestas
públicas con licencia del corregidor y sacerdote a quien se encarga se la den con mode-
ración, con apercibimiento que haciéndolo de otra manera serán castigados46.
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52 Cunill, & Rovira Morgado, Lo que nos dejaron nuestros padres, p. 303.
53 Cunill, & Rovira Morgado, Lo que nos dejaron nuestros padres, p. 303.
54 Tau Anzoátegui, Casuismo y sistema, p. 85.
55 Tau Anzoátegui, Casuismo y sistema, p. 85.
56 Barriera & Tío Vallejo, Historia política e Historia del derecho, p. 23.
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sea volver sobre la validez de ese ámbito de “misterio” 75 que Tau Anzoátegui
vislumbra al referirse a la costumbre. En ese sentido, resulta imprescindible
destacar esa cualidad de lo intangible que se desliza en sus escritos. Desde la
mirada de un historiador del Derecho que se ocupó de normas e instituciones,
de un autor que manejó con tanta precisión las palabras y la documentación,
su reconocimiento de esta dimensión de lo sutil, cobra relevancia no sólo des-
de el punto de vista analítico, sino también en el ejercicio de situarse frente a
las fuentes, como él mismo lo expresó: “Muchas veces, el valor de un testimo-
nio reside en descubrir su espíritu oculto tras las palabras”76.
Más de medio siglo separa esta reflexión de los primeros trabajos de Víctor
Tau Anzoátegui sobre lo consuetudinario. En estas décadas no sólo ha corrido
agua bajo el puente de la Historia del Derecho: historiadores, etnohistoria-
dores y antropólogos se han ocupado de la cuestión colonial reconociendo
y ponderando la agencia indígena, rescatando imaginarios, analizando for-
mas de ocupación y de circulación en el espacio, desentrañando estructuras
e identidades sociales y dimensionado el rol de los colectivos étnicos y las
formas de autoridad. A pesar de la lejanía de los campos de estudio e interés,
y aunque el destino de sus reflexiones estaba puesto en otros horizontes, es
posible vislumbrar indicios, señales, que Tau Anzoátegui fue dejando en sus
escritos y que, de alguna manera tocan aspectos que más tarde o más tempra-
no serían trabajados por especialistas. Las diferentes percepciones del tiempo
entre europeos e indígenas, el estrecho vínculo entre orden y cosmogonía y la
relación que enlaza lo familiar y comunal con el imaginario en las sociedades
prehispánicas se sugieren, casi como al pasar, pero, con un grado de asertivi-
dad que no puede menos que admirarnos.
Personalmente, considero que esa mezcla de erudición e intuición es la
que signa a los grandes autores. Es el fruto de quien tiene oficio, una cualidad
que conjuga el trabajo con cierta sensibilidad innata, cualidad que –quizás–
se parezca más a un don que a un ejercicio intelectual… una hipótesis que
–con certeza– el Dr. Tau desestimaría amablemente y con palabras cuidado-
samente escogidas.
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Bibliografía
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REPENSAR LA “CULTURA DEL CÓDIGO”
Código y ley en los primeros comentaristas del Código Civil: los comentarios
de Manuel Antonio Sáez y José Olegario Machado a los títulos preliminares
y al título complementario del Código Civil (Argentina, fines del siglo XIX,
principios del siglo XX)1
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MARÍA ROSARIO POLOTTO
definió como “la concepción que hizo del código el objeto preferente, cuando
no exclusivo, de estudio y que impuso un modo de razonar ajustado a estre-
chas pautas”4. La creación del jurista, para nuestro iushistoriador, quedaba
circunscripta al acto de elaborar el código, en la crítica que eventualmente
conducía a su reforma y, en menor nivel, en la construcción del entramado
entre secciones y artículos de dicho cuerpo legal. Le estaba vedado salirse de
esa órbita, no podía buscar y aceptar otros modos de producción del derecho
y, en fin, no le era permitido hacer una crítica libre de sus preceptos o avanzar
en una comparación entre las normas establecidas y la cambiante vida social.
Estas constituían reglas tácitas de un modelo de pensar que atrapaba, con
fuerza disciplinaria, a jueces, abogados y profesores5. Era una cultura que se
apoyaba en la sanción legislativas de códigos “cerrados” que excluían explí-
cita o implícitamente el recurso a toda otra fuente del derecho que no fuese
la misma ley. Esta caracterización que hace Tau Anzoátegui se encontraba
comprendida en un clima intelectual que enfatizaba la ruptura de la codifica-
ción con la mentalidad jurídica anterior y su predominio casi exclusivo como
fuente del derecho6.
Sin embargo, frente a esta identificación de la “cultura del código” es pre-
ciso hacer observaciones medulares a la luz de nuevos estudios que discuten
su vigencia en la experiencia jurídica argentina. En primer lugar, la organi-
zación federal argentina, el régimen mixto, imprimió características peculia-
res al proceso codificador en nuestro país. Los códigos nacionales7, con su
pretensión de modernidad y uniformidad legislativa, convivieron con otros
ordenamientos provinciales como los códigos procesales y rurales que, como
normas mejor adaptadas a las realidades locales, condicionaron la vigencia
de aquellos. En este sentido, la aplicación del código fue una realidad antes
urbana que rural y circunscripta principalmente en el ámbito letrado. Así lo
reconocía Cabral Texo en 1920 al afirmar que el Código Civil importó “la sa-
tisfacción de una positiva necesidad para los grandes centros urbanos de la
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
República”, pero frente a una organización judicial dominada por los jueces
de paz y los códigos rurales y la presencia de pueblos indígenas “no tuvo vi-
gencia legal en todo el país ni en todo su contenido”8.
Esta aplicación atenuada, o prácticamente nula dependiendo las regio-
nes, también resultó de la misma organización judicial. Conforme la reforma
constitucional de 1860, el artículo 67, inciso 11 de la Constitucional Nacional
(antes artículo 64, inciso 11), dispuso privilegiar las jurisdicciones locales en
la aplicación de los códigos nacionales, excluyendo así la instancia federal,
solución que trajo aparejada la multiplicación de las interpretaciones que los
tribunales provinciales hacían de estos cuerpos en detrimento de la unifor-
midad que estos buscaban, propiciada esta aplicación local por la ausencia
de un recurso de casación9. A este escenario se suma la subsistencia, a nivel
provincial, de una instancia componedora y lega, encarnada por la justicia de
paz, alejada del paradigma técnico que la codificación expresaba10.
Estas cuestiones nos llevan a coincidir con lo señalado por Garriga en tan-
to que los códigos y la “cultura de la codificación” no fueron realidades coex-
tensivas y entre ambas medió un intenso trabajo de aculturación11. Los nue-
vos códigos quedaron por un tiempo envueltos por el viejo derecho y anclados
en las reglas de interpretación tradicionales12. Esta ultraactividad del derecho
antiguo puede observarse en los comentaristas del Código Civil de 186913. Tau
Anzoátegui señala como principales exégetas, dominados, según él, por una
impronta positivista a Lisandro Vicente Segovia, autor de El Código Civil de
la República Argentina con su explicación y crítica (1881) y El Código Civil
argentino anotado (1894); Baldomero Llerena que publicó dos ediciones de
las Concordancias y Comentarios del Código Civil (la primera edición, en
siete tomos, entre 1887 y 1903, la segunda, en 10 tomos, entre 1899 y 1903)
y por último Olegario Machado, con su Exposición y comentario del Códi-
go Civil, que se analizará en este trabajo. Por el contrario, como reacción al
excesivo apego a aquellas concepciones, ubicaba a Gerónimo Cortés, Lucio
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MARÍA ROSARIO POLOTTO
14 Tau Anzoátegui, Las ideas jurídicas en la Argentina. Siglos XIX-XX, pp. 123-133,
135-140.
15 Parise, Libraries of Civil Codes, pp. 339-344.
16 Polotto, Saber jurisprudencial, derecho científico y soberanía legislativa, pp.
64-66. Tau Anzoátegui señaló la pluralidad semántica que entraña el término positivis-
mo, y en el plano jurídico lo identifica con la “cultura del código” reseñada ut supra, Tau
Anzoátegui, Las ideas jurídicas en la Argentina. Siglos XIX-XX, pp. 125-133. Hespanha
define el legalismo como “la corriente de la teoría del derecho que identifica el derecho
con la ley, dando a las normas jurídicas la naturaleza de mandatos incuestionables, desde
el punto de vista de sus finalidades o de sus valores; reduciendo el saber jurídico a una
actividad intelectual puramente cognitiva, descriptiva, acrítica”, Hespanha, Tomando la
historia en serio, pp. 15-16.
17 Hespanha, Tomando la historia en serio; Halpérin, Exegesis (school).
18 Polotto, Saber jurisprudencial, derecho científico y soberanía legislativa, p. 40.
19 Garriga, Continuidad y cambio del orden jurídico, p. 78
20 Polotto, Saber jurisprudencial, derecho científico y soberanía legislativa, pp. 64-65.
266
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
complementarias del Código Civil, a fin de examinar las concepciones que es-
tos sostienen sobre el código y la ley. La elección de estos trabajos se ha hecho
fundamentalmente por la extensión y profundidad con la que han emprendi-
do esta parte del Código Civil. A ello se suma, que Tau Anzoátegui ubicó am-
bos juristas en las antípodas de lo que él había caracterizado como la “cultura
del código”. El objetivo de este trabajo es advertir la matriz común en la cual
abrevaron ambos juristas, estas imbricaciones entre el viejo y nuevo derecho.
21 Tarello, Cultura giuridica e politica del diritto, pp. 41-57. Para los debates en tor-
no a la organización estatal argentina ver Mariano J. Aramburo, La condición estatal de
Buenos Aires en la década de 1850.
22 Barrientos Grandón, Le Code civil en Amérique espagnole au XIXe siècle, pp. 74, 76.
23 Sordi, Diritto pubblico e diritto privato, pp. 99-100, 107.
24 Sobre los desafíos para el abordaje historiográfico del término “orden público”:
Godicheau, El extraño poder del orden público; Godicheau, Orígenes del concepto de or-
den público en España.
267
MARÍA ROSARIO POLOTTO
25 Clavero, Ley del Código, p. 84; Cacciavillani, Celebrar lo imposible, pp. 16-22.
26 Clavero, Ley del Código; Rubio Correa, Los títulos preliminares.
27 Se debatió en esta época el alcance del principio de irretroactividad: si tenía rango
constitucional o era una ley susceptible de ser modificada. La Corte Suprema de Justicia
de la Nación se expidió sobre el asunto en la causa “Don José Cafferarena contra Banco
Argentino del Rosario de Santa Fe, por conversión de billetes” (21 de septiembre de 1871)
adoptando la segunda postura Huertas, El modelo constitucional norteamericano, 227-
229.
268
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
puestos de aplicación de la ley nueva. Esta regía los hechos anteriores cuando
solo privaban a los particulares de derechos que fuesen meras expectativas,
pero no podía destruir o cambiar derechos adquiridos (artículo 4044); tam-
bién cuando privaran de facultades propias no ejercidas o que no hubiesen
producido efecto alguno (artículo 4045); asimismo regulaba la capacidad ci-
vil de las personas, aunque abrogaran o modificaran cualidades establecidas
por las leyes anteriores, pero solo para los actos y efectos posteriores (artícu-
lo 4046). Disponía finalmente sobre situaciones particulares como el poder
y facultades de los maridos (artículo 4047), las garantías patrimoniales de
las mujeres casadas, menores e incapaces, hijos y los gravámenes impuestos
a administradores de fondos del Estado (artículo 4048), las acciones resci-
sorias por lesión (artículo 4049), las adopciones y los derechos de los hijos
adoptados (artículo 4050) y las prescripciones (4051).
Si la lectura de estos preceptos evidencia el lugar central que la ley tenía en
el código, ello no tiene que impedir observar algunos matices que muestran
la operatividad de las antiguas categorías jurídicas28. Así, por ejemplo, el ar-
tículo 14 del Código Civil establecía que las leyes extranjeras no se aplicaban
cuando, además del supuesto del derecho público o criminal de la República,
que en definitiva eran leyes nacionales, aquellas se opusieran a la religión del
Estado, la tolerancia de cultos y a la moral y buenas costumbres. Esto es, a
órdenes normativos extralegales, que no nacían de la soberanía del Estado. La
referencia a la “religión del Estado”, expresión que Vélez toma del Esboço de
Freitas29, es interesante en tanto manifiesta una desconexión entre el código
y el texto constitucional sancionado en 1853 cuyo artículo 2° se reduce a reco-
nocer el sostenimiento del culto católico apostólico romano por parte del Go-
bierno Federal apartándose de soluciones que implicaban la confesionalidad
del Estado30. Sin embargo, la fórmula adoptada por el artículo 14 del Código
Civil remite a la dimensión constitucional que la religión mantenía en el orden
político y jurídico del antiguo régimen31: las leyes extranjeras no pueden ir
contra la religión católica en cuanto que ella pertenece, más allá de la fórmula
adoptada por la Constitución, al orden constitutivo de la nación. De ahí que
Vélez aclarase en su nota que sería el caso de leyes “en odio al culto católico, o
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MARÍA ROSARIO POLOTTO
270
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
Señala Tau Anzoátegui que Manuel Antonio Sáez38 había hecho sus pri-
meras consideraciones sobre el proyecto de Vélez en 1869. En 1875 empezó
a escribir las Observaciones, con la finalidad de examinar el código civil ya
vigente de manera crítica. El primer tomo, que apareció en 1883, estuvo dedi-
cado a los dos títulos preliminares y al complementario. Su obra quedó trunca
por su repentino fallecimiento en 188739. Si bien esta constituyó un aporte
significativo para el estudio de esta parte del código no parece que en la época
haya tenido un impacto relevante40.
En Sáez se advierten dos argumentos que conectan de sus comentarios: la
necesidad de conciliar un código nacional con las soberanías provinciales con-
forme a la constitución federal de 1853 y la preocupación por delimitar clara-
mente la órbita del derecho privado. Recorriendo transversalmente estas cues-
tiones este jurista desarrollaba un concepto restringido de ley y código, con un
importante apoyo en la literatura tradicional, como podían ser el Digesto o las
Partidas. Si el código civil era “el edificio harmonioso [sic] que debe contener
la reglamentación de las relaciones privadas de los habitantes de un estado”
estaba lejos de reconocer en él un “texto integral, completo uniforme, con valor
absoluto”41. Al comentar el artículo 22, se lamentaba de la derogación que la
norma había hecho del derecho anterior y de querer simplificar la legislación
“reduciéndola a un solo cuerpo” como si el código fuese “bastante para atender
a todas las necesidades, ausiliandolo con la jurisprudencia de los tribunales”42.
Tampoco la ley se reducía a expresar la voluntad sin límites del legislador.
En los pueblos celosos “de la conservación de sus derechos”, la ley constituyó
“expresión genuina de la voluntad del pueblo […] es el vínculo poderoso de
unión social” y el legislador no era más que “un mandatario mas o menos
munido de atribuciones, mirando siempre los intereses de su mandante”43.
En consecuencia, la ley debía fundarse en la razón y en la justicia y no ser una
expresión de la voluntad arbitraria del legislador:
271
MARÍA ROSARIO POLOTTO
Hai una conveniencia positiva en que el pueblo reconozca en la lei la razon i la justicia
que le han servido de base, que no le preste obediencia solo por que es una disposicion
de la autoridad, […] pues entonces hai una obediencia voluntaria i en algunos casos,
coaccionada por la razon, pero que mantiene las relaciones propias del gobierno con
el pueblo44.
Esta dimensión política de la ley tenía una estrecha relación con sus con-
cepciones confederativas45 y cómo ellas determinaban la posibilidad de vi-
gencia de un código para toda la nación conforme el artículo 67, inciso 11
de la Constitución Nacional46. Sáez concebía la constitución como un “pacto
internacional de nuestros catorce estados soberanos e independientes”47. Así,
el código civil no podía “ser nacional sin que desaparezca hasta de derecho
la autonomía de los estados”48. La facultad de dictar los códigos por parte
del Congreso Nacional que establecía aquel artículo “en nada contribuye a la
realización de los propósitos del pacto federal” y los “estados no han podido
cederla, porque el haberlo hecho, habría equivalido a entregar la totalidad o
la [esencia] de la soberanía”49. En todo caso, habrían cedido a la nación la po-
sibilidad de legislar en materia civil y penal “de un modo muy restringido […]
solo para echar las bases generales de legislación, tratando de uniformar en lo
posible la de los pueblos que en un tiempo estuvieron sometidos a una sola”50.
272
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
para negarle el derecho de tener la costumbre como lei en ausencia de ella, de hacerla
servir para interpretar la existente, de reconocerle autoridad para derogar la estable-
cida con el no uso de la misma, porque nada mas natural que faltando la lei, antes de
recurrir a una analogía estraña, se decida por la costumbre adoptada por el pueblo57.
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MARÍA ROSARIO POLOTTO
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
creo que es esta una de las concesiones que puede hacer la autoridad sin peligro
alguno i que debe hacerla aún antes de que le sea reclamada”65.
Su primacía tenía una relevancia particular en la época en que escribe Sáez
caracterizado como “un estado de indecisión, de expectativas de cambios en
instituciones sociales y políticas” donde se corría el peligro de conceder al
legislador “facultades omnímodas” alterando derechos adquiridos66. Con esto
procuraba desalentar cambios precipitados que alterasen sustancialmente el
orden jurídico y social:
Una de las grandes dificultades que encontraba Sáez en las normas que co-
mentaba, era la indefinición de lo que constituía el orden público y que solo eran
una excusa para avalar la “omnipotencia de la autoridad”68. Esta deficiencia del
código civil no solo afectaba ilegítimamente los derechos adquiridos sino también
garantías constitucionales como la del artículo 19 de la Constitución Nacional69:
el carácter o distinción de órden público en la lei, viene a formarse con una resolucion
judicial, pronunciada después de haber tenido lugar los hechos que han sido practica-
dos durante el ejercicio legítimo de un derecho constitucional, de no obedecer lo que la
lei no manda, ni de estar privado de lo que ella no prohíbe, derecho que no puede ser
limitado o restringido sin un conocimiento previo de la prescripción espresa contenida
dentro de la órbita de los intereses de la sociedad, hoy difícil de reconocer i de deter-
minar en la lei imperativa, que no señala con caracteres especiales, el círculo en que se
encierra el órden público, para dejar abierto el campo del derecho privado70.
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
cada materia legislada debe abrazar y traducir en forma de leyes las necesidades de la
vida nacional, encerrando en sus disposiciones las relaciones de los individuos entre sí
y su modo de obrar, siendo la única fuente donde deba encontrarse la regla que deter-
mina sus derechos82.
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MARÍA ROSARIO POLOTTO
la omnipotencia del legislador es la regla, que no puede admitir control de ninguna cla-
se. Nadie puede impedir que el Congreso dicte leyes inconstitucionales, ó contra todas
las conveniencias, violando la justicia y los mas claros principios; esas leyes serán obli-
gatorias para todos los habitantes de la Nación y los tribunales deberán aplicarlas90.
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uno “de los grandes principios reconocidos por las legislaciones de los países
más adelantados” y que el principal objeto era “poner á cubierto los intereses
particulares contra las arbitrariedades del poder público, asegurando que los
bienes y los derechos adquiridos bajo una ley existente, no podrán ser cam-
biados ni alterados por nuevas leyes”96. Advertía que si bien la retroactividad
era una gran perturbación que se producía en la sociedad, “hay casos en que
el bien general o las necesidades de la misma sociedad lo exigen como un me-
dio de conservación”97, como era el caso de las leyes sobre curso forzoso o las
de higiene y seguridad. Entonces
siempre que un alto interés nacional, ó la paz y seguridad del Estado, exijan la aplica-
ción inmediata de una ley, es preferible que la sociedad sufra una perturbación, como
consecuencia de un cambio brusco, antes que cruzarse de brazos delante del interés
individual, que en general debe merecernos gran respeto”98.
Para distinguir cuáles son esas leyes basta observar, que son dictadas tomando a la so-
ciedad como una vasta unidad, que se mueve y obra como un todo orgánico, mientras
que las demás consideran al individuo en su calidad de tal y determinan sus relaciones
para con los demás”101.
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
102 Machado, Exposición y comentario, pp. 21-22. El escrito de Duvergier, “De las
leyes” publicado en la Revista de Derecho Francés y Estrangero en 1845 fue transcripto
íntegramente por Varela en sus Concordancias y Fundamentos. Varela, Concordancia y
Fundamentos, pp. 52-125.
103 Machado, Exposición y comentario, p. 20.
104 Machado, Exposición y comentario, p. 21.
105 Machado, Exposición y comentario, p. 20.
106 Machado, Exposición y comentario, pp. 19-20.
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Bibliografía
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
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MARÍA ROSARIO POLOTTO
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285
MARÍA ROSARIO POLOTTO
286
ACERCA DE LA INTROMISIÓN DE LA MUJER
EN MATERIA DE PETRÓLEO
Argentina, primera parte del siglo XX
1. Introducción
El adentrarse la mujer en las cuestiones del petróleo –ya sea en los espa-
cios de trabajo propiamente dicho o en los espacios de decisión política-, im-
plica el trazado de un mapa que devela el camino que recorrieron para lograr
la equiparación de sus derechos con los hombres.
Petróleo y derechos de las mujeres fueron dos cuestiones que movilizaron
e inquietaron el debate político en la primera parte del siglo XX en Argentina.
Cuando en 1859 Edwin Drake perforó el primer pozo de petróleo en Pen-
silvania –EE.UU.– comenzaban a esbozar nuevos desafíos para los estados
modernos; al unísono el grupo femenino se despertaba y comenzaba a bregar
por del reconocimiento legislativo de sus derechos y sus espacios en la arqui-
tectura institucional de la sociedad –reclamo que tuvo eco inmediato fuera
del país presidido por James Buchanan–.
En el siglo venidero los hombres que abordaron por primera vez las mis-
mas cuestiones –petróleo y derechos de las mujeres– en Argentina, pertene-
cieron a la llamada generación de 1910 –nacidos entre 1873 y 1887–.
Con atino escribió Víctor Tau Anzoátegui que cuatro fueron los temas cen-
trales que ideológicamente hicieron al desarrollo de la actividad de estos ju-
ristas, a saber: 1.- la crítica y superación del positivismo, 2.- la necesidad de
estudiar la sociedad argentina, 3.- la pretensión de hacer de las escuelas de
leyes centros de cultura jurídica, y 4.- la reforma del orden legislativo recibida
de las anteriores generaciones1.
En la historia de la regulación jurídica puede observarse que el sexo ha
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
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CLAUDIA GABRIELA SOMOVILLA
13 Mallea, Eduardo: “…Y una gran conciencia culminó en 1916 con el advenimiento
de un gobierno austero y popular… Lo que nos interesa es ese estado nacional de gentes
serias, profundamente deseosas de ver a su tierra sanamente conducida: era una gran
necesidad civil de decencia contra muchos años de explotación y de fraude...Era una
cuestión de limpieza y honor. Era un movimiento de conciencias…Era un estado de no-
bleza colectiva, de salud nacional”. En, El Sayal y la Púrpura, p. 10.
14 Guy, Los filósofos españoles de ayer y de hoy, pp. 101 – 110. Allí puede encontrarse
una breve referencia al pensamiento del fundador del krausismo español, quien encontró
en el pensamiento del alemán una filosofía de aplicación práctica inmediata. Se destaca que
en El racionalismo armónico de Krause (1781 – 1832), que se designara con el nombre de
panenteísmo, enseñaba un método intermedio entre el sintético de los idealistas alemanes
y el analítico de los empiristas franceses del siglo XVIII. El krausismo e diferenciaba del
hegelianismo y de otras concepciones pos kantianos por el método y por el contenido. Para
Krause el estado es una agrupación de finalidad limitada, su filosofía del derecho rechaza
el absolutismo estatal. El ideal humano debe ser la federación internacional de todas las
agrupaciones universales, la realización de una humanidad verdaderamente unida, donde
cada uno de sus miembros puede participar en la razón y el Bien. Julián Sanz del Río acep-
tó casi todo el krausismo, “lo españalizó” según sus palabras escribe Guy, para hacerlo más
aceptable a los intelectuales hispanos. Destacó el contenido ético el mensaje, mostrando
como la consecución de una Humanidad enteramente racional (vale decir, unida a Dios)
era la función del advenimiento de cada persona humana de la racionalidad pura mediante
el triunfo en ella de la Libertad y de la Ley simultáneamente.
290
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
15 Yrigoyen, Confidencias.
16 De Privitellio, Estudio preliminar Las confidencias de Hipólito Yrigoyen del libro
“Confidencias” se detiene a considerar otros escritos publicados o referidos de Yrigoyen
con anterioridad a dicha publicación. Pág. 27-28. Asiente que ya se conocía dos escritos de
Yrigoyen –originales resguardados por Rodolfo Oyhanarte–, con el título –elegido por los
editores– de “Mi vida y mi doctrina” habían sido publicados por la Editorial Raigal hacia
1957 -escrito hacia 1923. En la obra “El Radicalismo, ensayo sobre su historia y doctrina”
–primera edición de 1951– menciona y hasta cita brevemente unos extensos escritos de
Yrigoyen que habrían quedado sin publicar. DEL MAZO, El Radicalismo, ensayo sobre su
historia y doctrina. Buenos Aires, Raigal, 1983. Tomo 2 p 85 – 86.
17 Yrigoyen, Confidencias. Ob. Cit. p. 51
18 Yrigoyen, Confidencias. Ob. Cit. p. 61
19 Yrigoyen, Confidencias. Ob. Cit. p. 65.
20 Yrigoyen, Confidencias. Ob. Cit. p.70 - 267.
21 Yrigoyen, Confidencias. Ob. Cit. p. 76
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CLAUDIA GABRIELA SOMOVILLA
“El principio cardinal de toda estructura pública debe ser el amparo constante y sin
restricciones del derecho genérico y común frente a todos los exclusivismos y predo-
minios. Ese es el concepto que lo llevará a la fórmula verdadera de la justicia para
todos contra la perpetración de todas las detentaciones28”.
También cuando se lee la Nación debe elevarse por sobre todos los intere-
ses parciales para alcanzar la legítima representación que radica en el ejerci-
cio de la propia soberanía29.
Puede observarse en sus líneas la influencia krausista al considerar la in-
teracción grupal:
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
“La soberanía en sus expansiones definidas reclama la política tan notablemente sentida
por el país, que refleja todas las inspiraciones del patriotismo en la aplicación integral de
las soluciones32…La Nación no debe declinar por ninguna consideración la restauración
del ejercicio de su soberanía33….Los atributos institucionales son de los Estados para el
ejercicio de la soberanía de los pueblos y no de los Gobiernos34… La misión del Estado es
resguardar el derecho público como condición indispensable al destino de la Nación para
cumplir los fines de su existencia35…Los Gobiernos pueden labrar la felicidad de los pue-
blos orientando todas las actitudes en el desenvolvimiento integral de sus finalidades36”.
“El día que la Unión Cívica Radical sintetice su obra trascendental en un programa
de partidarias parcialidades, y se concrete a la sucesión de Gobiernos, habrá caído de
sus grandiosos fundamentos a la superficialidad de todos los menguados trajines38”.
293
CLAUDIA GABRIELA SOMOVILLA
“El gobierno que me tocó presidir no fue un período más en la sucesión regular de
los mandatos44…En un breve período de tiempo, simplificamos la administración pú-
blica en todas sus formas …hicimos economía en todo; planeamos y propusimos le-
yes modernas y previsoras, después de haber resuelto fundamentales problemas que
hasta ayer permanecieron indescifrables45…La política que apliqué en el Gobierno
era la que persigue la humanidad como el ideal más supremo de su bienestar46”.
“Al terminar el período del Poder Ejecutivo de la Nación, por primera vez constitucio-
nal, ejercido en la más absoluta identidad con los preceptos que la fundamentaron y en
las que se afirman cada vez más mis mejores esperanzas patrióticas, me sentí inducido
a exteriorizar algunos juicios de orden público, que las circunstancias de estar todavía
en las funciones del cargo me cohibían para hacerlo, desde que todas mis actividades y
consagraciones son de carácter esencialmente nacional; pero preferí esperar”48.
294
TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
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CLAUDIA GABRIELA SOMOVILLA
“Donde quiera que esta compañía logre una posición firme, viene no solo a ser un
gobierno dentro de un gobierno, sino un gobierno sobre un gobierno”…El general
Enrique Mosconi fue una de las grandes personalidades de la Argentina, no sólo por
su talento profesional sino por poseer una virtud esencial en la política, que es la
honestidad”53.
296
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CLAUDIA GABRIELA SOMOVILLA
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TRAVESÍAS EN LA HISTORIA DEL DERECHO ARGENTINO
La familia obrera petrolera era nuclear, conformada por los padres y los
hijos que residen juntos conformando una unidad doméstica. En ella los roles
estaban marcadamente definidos; donde los hombres tenían a su cargo las
actividades rudas o fuertes y fuera del espacio del hogar, y las mujeres tenían
la responsabilidad del cuidado del hogar y crianza de los hijos. Puede obser-
varse entonces que el radio de influencia de la empresa petrolera se extendía
extramuros de la sede de trabajo y alcanzaba la vida del hogar de los trabaja-
dores y las personas de su familia a su cargo. Así la empresa se constituía en
una oportunidad y opción de trabajo para los hijos del grupo y también para
la mujer59.
4. Espacios de trabajo
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5. El tema en el cine
65 Mosconi … p. 80.
66 Mosconi … p.81
67 Mosconi…. p. 82.
68 Mosconi…..p.82
69 Mosconi … p.85.
70 Mosconi …p.86.
71 Di Núbila, La época de oro. Historia del cine argentino, p. 302
301
CLAUDIA GABRIELA SOMOVILLA
72 https://www.fototecacomodororivadavia.org/index.php/Detail/objects/22794
73 https://youtu.be/TS1HYAXZeg4
74 Manrupe, y Portela, María Alejandra, Un diccionario de films argentinos (1930-
1995, p. 392
302
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6. Corolario
303
CLAUDIA GABRIELA SOMOVILLA
Bibliografía
304
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305
CLAUDIA GABRIELA SOMOVILLA
306
TAU ANZOÁTEGUI EN EL ENCUENTRO
Dos experiencias del “giro jurídico” en la historia social
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GABRIELA TÍO VALLEJO / LUIS GONZÁLEZ ALVO
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GABRIELA TÍO VALLEJO / LUIS GONZÁLEZ ALVO
ción del derecho fue una de las preocupaciones constantes de Tau Anzoategui
y uno de los puntos cruciales que sirvieron para jerarquizar los hallazgos de
quienes tratábamos de reconstruir los procesos comunes a la monarquía es-
pañola desde las ciudades como actores.
A partir de la geografía moderna concebimos el espacio como producto
de una práctica cultural o simbólica, como resultado de una práctica estruc-
turarte del espíritu humano; una vez investido el espacio de sentido éste se
convierte en una realidad significante. El sentido del espacio pasa a confor-
mar la mentalidad social y a participar, junto a otros aparatos culturales, en
una labor de inculcación ideológica, especialmente de difusión de los valores
sociales dominantes y de constitución de una determinada imagen del orden
social, esto en palabras de Hespanha.8 Partiendo de esa conceptualización de
espacio, y usando las palabras de Tau siguiendo a Brunner, nuestro interés
se concentra en “la observación del pequeño espacio local habitado por una
comunidad regida por reglas y tradiciones comunes, formadas a lo largo de
varias generaciones, en estas comunidades”.9 Otto Brunner advertía la con-
vergencia de comunidad, derecho y territorio. Aunque la mirada sobre estos
espacios sufrió cambios en la Europa del siglo XVIII y se empezó a promover
una visión integrada y racionalizada del espacio, el afianzamiento de ese cri-
terio unitario no fue homogéneo en todos los ámbitos de poder.10 Efectiva-
mente si revisamos los copiosos estudios sobre la aplicación de las reformas
borbónicas en Hispanoamérica entre los años 70 y 90, veremos que este crite-
rio unitario del que habla Tau se aplica sobre todo a la fiscalidad y la defensa
del imperio, no sólo porque eran las necesidades urgentes de la monarquía
sino también porque el ámbito de la justicia fue más resistente a esta volun-
tad; esta persistencia del orden jurídico se hará evidente tanto en el momento
de las reformas como en el de la crisis de la monarquía.
Hace ya un cuarto de siglo, la tesis de Tío Vallejo, “La construcción del
espacio político entre la reforma y la revolución, 1767-1820”, planteaba un es-
tudio de la producción de ordenamientos por parte del cabildo de San Miguel
de Tucumán en discusión con un contexto historiográfico en el que aún reso-
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11 Fue Darío Barriera quien instaló esta categoría de análisis en el campo de los estu-
dios de la administración territorial de justicia.
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justicia se resolvía en “ ese pequeño espacio local habitado por una comuni-
dad regida por reglas y tradiciones comunes, formadas a los largo de varias
generaciones”12 aunque la reforma se haya dado en el contexto de tensiones
con el intendente ligadas a una supuesta intención de fortalecimiento del po-
der monárquico.
En una entrevista publicada en la revista Entrepasados en el año 1993,
Antonio Annino convocaba a salirse de la esfera del estado y de las elites para
construir una historia “desde abajo” del liberalismo. Una historia política que
se trasladaba de los textos constitucionales a las prácticas, de los centros po-
líticos a las realidades locales, de la “difusión” y recepción de ideas a la cons-
trucción de significados, también ajustó la lente de la política a los espacios
de poder locales en donde la nueva antropología del derecho tenía mucho que
decir. Pero para que historia política e historia del derecho se encontraran
también había sido necesario que la historia política experimentara ciertos
cambios. Una “nueva historia política” que había ya definido su campo y no
necesitaba reivindicar su autonomía, se acercó a esta concepción del dere-
cho como producción cultural de una sociedad determinada. Podríamos decir
que, en el fondo de la cuestión, lo que acercaba historia política e historia del
derecho fue la desestatización de ambas.13
Los estudios sobre el periodo colonial tardío y la crisis de la monarquía
se beneficiaron especialmente de la crítica al paradigma estatalista. En par-
ticular la publicación en 2007 de “Cádiz, 1812” de Lorente y Garriga marca
también un punto de inicio de este fructífero diálogo que tuvo un impacto
esencial en la relectura de la crisis del imperio y las experiencias gaditanas.
Lempérière afirma que la especificidad del liberalismo hispanoamericano fue
su articulación con el orden jurídico en vigor y la forma en que se construye
un orden jurídico en función de la cultura que hoy todos llamamos jurisdic-
cional. De hecho la misma carta gaditana ha sido llamada constitución juris-
diccional, Garriga y Sleiman hablan de un liberalismo jurisdiccional. Incluso
más allá de la Constitución de Cádiz, las similitudes en las soluciones que las
comunidades locales han dado a los problemas de gobierno de los territorios
en aquellos lugares en que se aplicó la constitución y en los que no demues-
tran la profundidad y ubicuidad de ese sustrato cultural común.
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gui fue fundamental para que las tesis –de licenciatura y doctoral– de González
Alvo, incluyeran ópticas desde la historia del derecho. Las propuestas de Tau,
desde la metodología de su obra La Codificación en la Argentina, 1810-1870,
fueron decisivas para la inclusión de un apartado en su tesis doctoral completa-
mente dedicado a la construcción de la pena privativa de la libertad en las dos
codificaciones penales nacionales (1887 y 1921). Se podría decir que el impulso
de Tau aproximó aquel proyecto inicial hacia la historia crítica del derecho. La
inclusión de una mirada desde las transformaciones de la cultura jurídica con-
tribuyó a la producción de una explicación más abarcativa de la formación del
penitenciarismo argentino y de la forma en la que se llevó a cabo una determina-
da “localización” de la reforma penitenciaria en las distintas provincias del país.
Fue también una forma para poder aproximarse a una explicación acerca de la
relativa “demora” de la introducción de la reforma penal y penitenciaria en la
Argentina y de los rasgos particulares que adquirió con las distintas codificacio-
nes penales. La historia crítica del derecho contribuyó a dar nuevos sentidos al
estudio de lo local en la conformación de la cultura jurídica de fines del siglo XIX
y comienzos del XX. No porque lo local deba confirmar o refutar los procesos
del centro, sino porque permite acceder desde vías alternativas a los procesos
mediante los cuales la institución-prisión fue desarrollándose en el país.
Entre las recomendaciones de Tau, y la guía de Barreneche y Tío Vallejo,
la tesis fue reorientándose hacia un estudio de la localización de la reforma
penitenciaria argentina, en tres provincias (Córdoba, Tucumán y Santa Fe).
Así, lo “local” comenzó a ser abordado del mismo modo que lo hace la histo-
ria crítica del derecho, haciendo de una elección metodológica una postura
epistemológica, ya que lo local no tiene que tener necesariamente un carác-
ter complementario, sino que es justamente en aquellos ámbitos donde debe
poner la lupa el historiador. Ello constituye una hipótesis de partida: lo local,
más que una colección de precariedades, rarezas o desviaciones de lo que se
hace en el centro, cuadra perfectamente en el orden punitivo que se va con-
formando en las provincias junto al Estado en construcción.
Se registra entonces un proceso de reinterpretación local del orden jurí-
dico en general, que se reinventa cotidianamente. Se evidencian procesos de
localización normativa en ámbitos penitenciarios, por ejemplo, cuando las
autoridades administrativas redactan los primeros reglamentos penitencia-
rios, cuando el Poder Ejecutivo regula el trabajo al interior de las cárceles o
cuando decide dejar algunas instituciones en manos de congregaciones reli-
giosas, sólo por citar algunos ejemplos.
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Bibliografía
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UN BREVE RECUERDO DEL DR. VÍCTOR TAU ANZOÁTEGUI
Laura Volkind
Laboratorio de Humanidades Digitales (HD LAB)
del Instituto de Investigaciones Bibliográficas y Crítica Textual (IIBICRIT)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
ORCID ID: 0000-0002-5988-052X
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LAURA VOLKIND
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LAURA VOLKIND
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HISTORIA, COSTUMBRES, JUSTICIAS Y DERECHOS.
La campaña de Buenos Aires durante la segunda mitad del siglo XIX
Melina Yangilevich
CONICET/Universidad Nacional
del Centro de la provincia de Buenos Aires
ORCID 0000-0003-2036-2503
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las diferencias entre […] una y otra tribu académica, por lo menos hasta finales del
siglo XX, no pasaron ni por el objeto de estudio ni por las metodologías. […] Lo que
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sostenía con mayor firmeza esa distancia entre los investigadores era el modo en que
las afinidades científicas y políticas habían configurado ambientes académicos.
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teos de cada uno de los autores dio lugar a obras relevantes de la historiogra-
fía argentina y latinoamericana que continúan siendo material de lectura y
consulta permanente.5
Más allá de estos debates, uno de los aportes más relevantes del grupo se
vinculó con las fuentes documentales que utilizaron, así como los interrogan-
tes novedosos que habilitaron. En este sentido, como menciona Barriera, fue
el propio Carlos Mayo entre los primeros que apeló a las fuentes judiciales
para rastrear a los sin voz en sus investigaciones.6 Sin embargo, el acerca-
miento a la documentación existente en diversos repositorios7 vinculados a la
administración de justicia no tuvo como propósito central indagar en el que-
hacer judicial ni en las características que asumió el orden jurídico durante el
dominio de la monarquía hispánica o el que se configuró con fuertes trazas de
continuidad luego del proceso revolucionario en el espacio rioplatense. Los
intereses estaban puestos en demostrar lo erróneo de la tesis postulada lar-
gamente –y afianzada en un sólido sentido común– que sostuvo la existencia
de grandes estancias de poderosos hacendados, por una parte, y un grupo de
gauchos sueltos, por otro. Por ello, se indagó un amplio abanico de registros
que mostraron la existencia de familias, algunas pequeñas propietarias o con
derechos sobre la explotación de las tierras que habitaban. Ello habría permi-
tido alcanzar una movilidad social ascendente, la existencia de condiciones
laborales favorables para los hombres en un contexto de escasez de fuerza
de trabajo y abundancia de tierras, dos caras de la misma moneda. A partir
de los estudios realizados, se corrió el velo de una campaña polarizada que,
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“En todos los fallos se encuentran las Partidas, las recopiladas de Castilla y hasta el
Fuero Juzgo. […] Creemos que no hubo un corte total con el pasado a partir de la Re-
volución y que las leyes indianas y las prácticas de justicia se mantuvieron con pocas
modificaciones en el orden postindependiente hasta medio siglo después de la Revo-
lución.”
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que trascendieron las citas en el papel para mostrar la potencialidad del diá-
logo y los intercambios. En esta dinámica creo necesario destacar la iniciativa
de un grupo de jóvenes investigadores e investigadoras que indagaban dife-
rentes aspectos de la administración de la justicia y los ámbitos de encierro
que abrió nuevos espacios de encuentro y debates fructíferos20. Estos encuen-
tros contaron con el apoyo de Tau Anzoátegui desde la dirección del Instituto
de Investigaciones en Historia del Derecho. Sin embargo, la búsqueda de Tau
Anzoátegui por nutrir sus estudios ius-jurídicos con aportes provenientes de
otras perspectivas históricas puede ser reconocida a lo largo de toda su obra y
su práctica al frente de esa institución.
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Es precisamente esta cuestión muy difícil de comprender para el jurista actual, que
solo ve la fuerza vinculante de un precepto en el texto legal. Estas consideraciones
aconsejan observar esa relación (entre ley y costumbre) con una mayor libertad que la
derivada de definiciones y clasificaciones estrechas. La costumbre está inmersa en un
movimiento múltiple, esquivo a esquemas y precisiones de orden racional, y solo es
posible aprehenderla en el dinamismo de la vida social de cada comunidad.24
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[…] ser la conciencia crítica del estudioso del derecho positivo, descubriéndoles la com-
plejidad de aquello que en su visión unilateral puede parecerle simple, resquebrajando
sus convicciones acríticas, relativizando certezas demasiado absolutas, insinuando du-
das sobre lugares comunes aceptados sin una adecuada verificación cultural34.
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crecientes, se extendió más allá del aparente parte aguas de mediados del
siglo decimonónico37.
La cita de Thompson realizada por Tau Anzoátegui, se enmarca en la re-
flexión que este realizó acerca de la vigencia de la costumbre, especialmen-
te, en el ámbito rural a partir de la utilización por parte de los sectores más
pobres y marginados. En este marco, aquella “actúa dentro de un contexto
de normas y tolerancias sociales, en el que frecuentemente está en juego el
nivel de subsistencia de esas gentes”38. En síntesis, eran los rústicos quienes
apelaban a la costumbre para sostener una manutención que se alcanzaba sin
holguras. Asimismo, Tau citó la definición de Thompson en la que caracterizó
a la costumbre como “un entorno vivido que comprende prácticas, expectati-
vas heredadas, reglas que determinan los límites de los usos a la vez que re-
velan posibilidades, normas y sanciones tanto de la ley como de las presiones
del vecindario”39. Sin dudas, estas reflexiones sobre la práctica y la vigencia
de la costumbre se vinculan con los estudios realizados por Raúl Fradkin en
torno a la participación de los campesinos y su apelación a la costumbre como
argumento para defender sus derechos frente a los propietarios y autorida-
des que implicaron una concepción del orden legal en tanto justo y moral,
indefectiblemente ligado al del orden católico. Tales prácticas “rutinizadas,
institucionalizadas socialmente” permitieron registrar argumentos compar-
tidos en torno a la llamada “costumbre del pays”40. Fradkin, como Tau, apeló
a las consideraciones de Thompson respecto a sus usos en el marco rural. De
manera paralela, advirtió que tales prácticas no podían considerarse como un
“simple reflejo” de las relaciones sociales dominantes. Estas resultaban más
fructíferas si eran pensadas como un espacio de fuerza en tensión y conflicto,
que al mismo tiempo que limitaban los márgenes de la acción social tam-
bién ofrecían tácticas para ser empleadas en función de las experiencias en
un marco de cierta racionalidad.
Desde miradas diversas, los análisis de Tau Anzoátegui y Fradkin, jun-
to con los de Chiaramonte y Cansanello ya mencionados, se complementan
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de los expedientes implicó abrir una puerta a ámbitos tan desconocidos como
complejos. E implicó abordar documentos que daban cuenta de prácticas ju-
diciales que se describían a partir de un lenguaje, en parte, desconocido. Al
inicio del proceso, una de las más acertadas sugerencias provino de mi di-
rector de tesis, Eduardo Míguez. Su recomendación frente a la problemática
que implicaba el abordaje del problema de investigación fue que debía con-
vertirme en una abogada del siglo XIX42. La misma resultó tan certera como
imposible de cumplir. No obstante, buscar tal formación me llevó con cierta
regularidad a la biblioteca del Instituto de Investigaciones de Historia del De-
recho. Allí tuve la enorme fortuna de conocer a Víctor Tau Anzoátegui du-
rante mis primeras visitas. Su curiosidad sobre los motivos de mi asistencia
derivó en varias conversaciones en las que intenté absorber las sugerencias
que tan generosamente me obsequió desde entonces.
El inicio de la investigación se nutrió de los trabajos referidos a la adminis-
tración de justicia que, como mencioné, se encontraban en pleno desarrollo
a principios del 2000. Por entonces, las fuentes judiciales –indagadas para
explorar diversos aspectos del quehacer de los sectores subalternos– fueron
interrogadas para conocer cómo se administraba justicia y cuáles eran los
vínculos entre esta y aquellos. Este aspecto se centraba en que durante si-
glos los modos en los que se ejercía la práctica judicial componía una de las
formas más relevantes en las que se gobernaba a las personas.43 Parte de las
indagaciones se concentraron en la justicia de paz –lega y administrada por
vecinos y por ello a ras del suelo– y que por medio de los jueces, alcaldes y
tenientes alcaldes permitía alcanzar a quienes moraban en la campaña, sus-
tentados en la capilaridad que los encarnaba. Un aspecto central del análisis
consistió en la caracterización de estos hombres. Específicamente, si podían
ser considerados funcionarios en el sentido estricto del término, dado que
Tuve conocimiento del mismo gracias a un encuentro fortuito y afortunado con María
Angélica Corva, quien en ese entonces integraba dicho Departamento. Además de su ge-
nerosidad, agradezco asimismo a Claudia Durán y Juan Carlos Sorá, quienes me prestaron
su valiosa colaboración durante el periodo de consulta de los expedientes.
42 La dirección de la tesis fue compartida entre el Dr. Eduardo Míguez y la Dra. María
Bjerg. Su orientación fue clave para que la misma fuera culminada y defendida satisfac-
toriamente. Agradezco a ambos los múltiples aprendizajes que obtuve de sus recomen-
daciones y sugerencias no solo para la investigación en curso sino también respecto del
aprendizaje del oficio.
43 Entre otros, Barriera, Abrir puertas a la tierra y Farberman, Las salamancas de
Lorenza, especialmente capítulo 2.
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Este recorrido, arbitrario y personal, por los textos de Víctor Tau Anzoá-
tegui pretendió presentar, aunque fuera de manera esquemática, el derrotero
seguido durante la lectura de su obra. Sus textos fueron anclajes necesarios
en tanto insumos para abordar nuestro trabajo de investigación. Junto a
otros escritos, fungieron como herramientas para poder pasar la vista por un
63 A modo ilustrativo menciono tres tesis doctorales recientes que recogen algunas de
las contribuciones aquí referidas, aunque no necesariamente con los mismos propósitos.
Gastellu, Los jueces de paz; Vaccaroni, Los primeros policías de Buenos Aires y Beraldi,
La construcción de un poder.
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Bibliografía
Barral, María Elena y Fradkin, Raúl, “Los pueblos y la construcción de las estruc-
turas de poder institucional en la campaña bonaerense (1785-1836)”, Boletín
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OECONOMICA Y DERECHO LOCAL
La importancia de la casa y de la autoridad del padre de familia
para la comprensión del derecho local
Romina Zamora
Instituto Superior de Estudios Sociales- CONICET
ORCID: 0000-0003-0142-6997
1. Introducción
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cidad del ius commune, en cuya relación entre ius commune–ius proprium
quedaba en evidencia la imposibilidad de pensar el orden de antiguo régimen
como uno solo, antes bien, se trataba de una negociación permanente entre
los intereses de los territorios locales –las familias– y el Rey.
La autoridad paternal es lo que se conocía como oeconomia, oeconomica,
o económica a secas desde la antigüedad hasta los siglos modernos. Consistía
en la capacidad de un padre de regir su casa y de lograr la obediencia y la ar-
monía entre todos sus miembros, cada uno respetando su estatus y su lugar
dentro de la jerarquía hogareña. La autoridad se extendía a todos los miem-
bros de su casa en la ciudad y/o en la campaña, sean familiares, domésticos,
criados, mitayos, peones, esclavos, conchabados o huéspedes, constituyéndo-
se, de esta manera, en el responsable tanto del bienestar como del comporta-
miento de una gran cantidad de personas.
Por otra parte, la oeconomia tenía proyección jurídica en la medida en que
las normas promulgadas por los Cabildos o Ayuntamientos debían favorecer
a las familias de sus vecinos y propender al bien común de sus casas, en tanto
ellos eran el componente principal de la República y a cuyo beneficio debía
estar destinado el buen gobierno. Esto fue un tema que Tau Anzoátegui ilu-
minó en sus estudios sobre la costumbre en América y sobre los bandos de
buen gobierno5.
En este capítulo, el objetivo es presentar la evolución y las múltiples resig-
nificaciones que fue sufriendo el concepto oeconomia en el campo filosófico
europeo y de qué manera ello es útil para reflexionar sobre la conformación
de un derecho local americano para el período preconstitucional, de dominio
hispánico.
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extrema necesidad y sólo para lograr ganancias moderadas, sin obtener más
lucro que el que necesitara para mantener el bienestar de su familia, ya que
ninguna familia de bien podía fundar su honorabilidad en la usura. La usura
era considerada un pecado y una ignominia, pero esto no significaba que un
buen padre de familia no pudiera prestar auxilios materiales a sus amigos o
dependientes y que éstos, en agradecimiento, se lo devolvieran crecidos13.
El buen gobierno de la casa no consistía en acumular riquezas sino en la
esmerada formación de virtuosos padres de familia, que administraran con
prudencia, que mandaran a su mujer, a sus hijos y a su servidumbre con
amor, que regalaran a sus amigos con liberalidad y que dieran a los pobres
por caridad, además de brindarles el ejemplo inalcanzable de la distinción.
La riqueza, por supuesto, ayudaba a exhibir la buena gestión del patrimonio,
a procurar el bien común para los miembros de la casa y a poder mantener
clientes y huéspedes, lo que le daba aún más protagonismo social en la ciu-
dad, que no tardaba en convertirse en protagonismo político14.
13 Clavero, Antídora
14 Marqués de San Adrián, Manual de Economía Doméstica
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15 Summa Theologiae, I-II, q. 97, a. 4, c.; II-II, a. 50, a. 3, c. y ad. 3; q. 80, a. 1, c. y ad.
2; q. 97, a. 4, ad. 3; q. 105, a. 1, c.
16 Summa Theologiae, II-II, q. 57, a. 4.
17 Summa Theologiae, I-II, q. 90, a. 3, ad. 3; q. 105, a. 4, c.
18 Summa Theologiae, II-II, q. 58, a. 7, ad. 2 y 3.
19 Summa Theologiae, II-II, q. 65, a. 2, c. y ad. 2.
20 Summa Theologiae, II-II, q. 47, a. 11, c.
21 Summa Theologiae, I, q. 22, a. 3, c.; q. 105, a. 6, c.; I-II, q. 61, a. 5, c. y ad. 3; q. 65,
a. 2, c.; II-II, q. 26, a. 7, c. y ad. 1; a. 8, c.; a. 9, c.; a. 10, c.; a. 11, c.; a. 13, c. y ad. 3.
22 Frigo, Il padre di famiglia.
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Durante el siglo XVI, a medida que la teoría política moderna fue edifican-
do su teoría y separándola de la religión, se fue redefiniendo la relación entre
política y oeconomica. Eso iba a significar la secularización de las bases po-
líticas de la República, pero de una República que, paradójicamente, no dejó
de ser entendida como católica y familiar, y de un derecho que era custodiado
por abogados y juristas que debían ser, primero, teólogos.
Todavía la casa representaba la base y fundamento de orden y buen go-
bierno de la sociedad. El gobierno de la casa debía estar a cargo del padre de
familia, esposo, patrón y señor, sin descuidar que, complementariamente y
según las materias, ese lugar rector de la familia también podía ser asumido
por la madre. Esto no era algo menor, ya que implicaba una división conyugal
de las tareas de la casa y, por ende, del lugar rector dentro de ésta.
Las madres de familia fueron las encargadas de la gestión cotidiana de la
casa, de las criadas, la higiene, la salud, la buena alimentación y el cuidado de
los niños. Hacia afuera, las madres debían encargarse de las muestras de la
piedad tanto como de la socialización con las demás mujeres, mediante reu-
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las múltiples leyes generales o por las costumbres locales reconocidas como
privilegios, bajo el principio general de que lex especialis derogat generalis29.
Así, los Cabildos o Ayuntamientos, a través de bandos de buen gobierno o de
medidas para regular conflictos puntuales, podían establecer principios que
estaban en las antípodas de la normativa originada en niveles superiores de
autoridad30.
El derecho local tenía estrecha relación con los intereses de las familias
principales de ese mismo lugar. Tau Anzoátegui explica el valor de la costum-
bre en este delicado equilibrio local:
La costumbre surgió, sobre todo en una primera época, como expresión rudimentaria
de la vida jurídica para dar solución a los problemas planteados, ya por desconoci-
miento de las normas existentes, ya por insuficiencia de éstas. Pero paulatinamente
fue también patrimonio de una cultura jurídica más desarrollada, que frecuentemente
se apoyó en la costumbre en la búsqueda de soluciones a situaciones o hechos nuevos
no previstos en los rancios ordenamientos castellano y común y en la necesidad de
atender a la variedad regional y a la mutabilidad temporal de los fenómenos indianos31.
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parte con el todo. Porque si bien la República estaba conformada por familias
y el justo gobierno de éstas fundaba la prosperidad de aquélla, precisamen-
te la novedad estaba en señalar la necesidad de la suprema autoridad (puis-
sance souueraine) por sobre la autoridad doméstica, para el control de las
cosas comunes, “como el patrimonio publico, el tesoro publico, el circuito de
la ciudad, las calles, los muros…: porque no es Republica, sino tiene algo de
publico” (p.9).
Jerónimo Castillo de Bovadilla, en su Política para corregidores (1597),
tomaba la primera parte de la relación de Bodin entre ménages et republi-
que, fundándola además en la palabra de San Pablo y de otros sabios anti-
guos: “Equiparase la Politica a la Economica, que trata del govierno de la
casa, porque la familia bien regida es la verdadera imagen de la Republica,
y la autoridad domestica semejante a la autoridad suprema”. La diferencia
radicaba en que Jean Bodin estaba tratando de crear el ámbito de soberanía
para un reino carcomido por las guerras de religión; mientras que Castillo de
Bovadilla escribía en el contexto del reino más cristiano y más poderoso que
nunca, tratando de advertir a los corregidores del Rey, que debían gobernar
copulativamente con los regidores de las ciudades, para lograr su buen orden
y prosperidad. Donde el filósofo francés usaba la comparación entre familia
y República para presentar la diferencia entre lo público y lo particular, el
letrado de las Cortes de Castilla insistía en equipararlas, resaltando el interés
de ambas en el bien común.
Castillo de Bovadilla establecía además una doble analogía, entre la casa
y la República, por un lado, y entre la República y el reino, por otro, ya que el
gobierno de la familia tanto como el de la República, así como el de la Repú-
blica tanto como el del reino, buscaban asegurar el disfrute del bien común
a sus integrantes. El bien común consistía, en líneas generales, en todas las
ventajas que representaba la vida ordenada localmente. La noción colectiva
de bien común no era contraria al ideal de utilidad individual, porque estaba
haciendo referencia a la administración –pública– de las cosas comunes, al
mismo tiempo que a la gestión de los privilegios –privados y corporativos–.
Su objetivo era lograr el bienestar de todos los padres de familia y sus grupos
domésticos considerados dentro de su propio espacio e imbuidos en su pro-
pia noción de justicia y de bienestar. No se trataba de una oposición entre lo
público y lo particular, sino en el delicado equilibrio entre ambas.
La equiparación entre la política y la económica resaltaba la trascenden-
cia de la potestad paternal y la capacidad vinculante de algunos elementos
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7. Conclusión
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BIBLIOGRAFÍA
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ROMINA ZAMORA
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SOBRE LOS AUTORES
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galardonada con los premios José Peña, Miguel Hernández, Virrey del Pino y
Academia Nacional de la Historia. Ha dictado cursos y clases de postgrado en
La Sorbonne, Universidad de São Paulo, Inst. Mora de CDMX, UPO y UNT.
Es miembro del INHIDE, IIHDI, OWSD, RESINPRoD y Columnaria.
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PROGRAMA HISTORIA DEL DERECHO
PUBLICACIONES
ISSN: 2255-5137