Moreno - La Violencia en La Pareja

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Revista Panamericana de Salud Pblica Print ISSN 1020-4989 Rev Panam Salud Publica vol.5 n.4-5 Washington Apr.

/May 1999

La violencia en la pareja
Florentino Moreno Martn1
RESUMEN En el presente artculo se describen las variables que estn relacionadas con las distintas formas de violencia en la pareja. Estas variables se han organizado en un modelo terico que tiene en cuenta los factores culturales, las caractersticas sociodemogrficas y familiares, las actitudes y otras variables definidas como inhibidores y facilitadores de la violencia en situaciones de conflicto. Se entrevist a una muestra representativa de 10821 personas en las ocho ciudades del proyecto ACTIVA y se tuvieron en cuenta las respuestas de las 6184 que haban convivido en un enlace formal (matrimonio) o de unin no reglada o libre durante el ao anterior a la entrevista. Los datos se obtuvieron a partir de las respuestas verbales a un cuestionario completado en el domicilio familiar de los entrevistados. Las variables que tuvieron una asociacin clara con la violencia conyugal fueron: el nivel socioeconmico (a menos recursos, ms violencia), el sexo (las mujeres tendan a maximizar la violencia y los varones a minimizarla, aunque el nivel de violencia fue similar), la edad (ms violencia en los jvenes), el estado civil (ms violencia entre los no casados), la experiencia de malos tratos en la infancia (los ms maltratados), el consumo excesivo de alcohol (los que se han embriagado), los que tenan actitudes de justificacin de la violencia y los que tenan menos habilidades para enfrentarse a los conflictos. Los actos de violencia, que se dan de forma bidireccional en la pareja, tienen su origen en los procesos de socializacin, tanto por la prctica de malos tratos, como por la transmisin de valores que se concretan en actitudes justificadoras de la violencia. El equilibrio de poder entre los miembros de la pareja, la modificacin de las actitudes, la mejora de las habilidades para resolver conflictos y la reduccin de los elementos estresantes pueden contribuir notablemente a reducir los niveles de violencia conyugal.

Existe una dificultad evidente a la hora de definir los lmites epidemiolgicos del problema de los malos tratos en la pareja. Una fuente de datos estadsticos es la de los informes oficiales sobre defunciones, denuncias y demandas (1, 2). Es razonable pensar que el nivel de violencia real es siempre superior al que se obtiene de estas fuentes. Si tomamos como referencia las respuestas de los entrevistados de ACTIVA a las preguntas sobre agresiones fuera del hogar, se observa que por trmino medio solo se denuncian 24,4% de las acciones. Si tan pocos entrevistados denuncian los actos de violencia en el mbito pblico, es lgico pensar que el porcentaje de personas que denuncian la violencia conyugal sea mucho menor. Para los varones, reconocer que una mujer les ha golpeado puede suponer un deshonor. Las mujeres no suelen denunciar el maltrato en la primera ocasin que este se produce, sino tras una dilatada historia de agresiones (3, 4) y, lo que es ms
Universidad Complutense de Madrid, Espaa. Direccin postal: Facultad de Psicologa, Departamento de Psicologa Social. 28223 Madrid, Espaa. Telfono: (34) 91.394.29.66; fax: (34) 91.394.31.89; correo electrnico 1): fmoreno@correo.cop.es , 2): pssoc12@emducms1.sis.ucm.es
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importante, cuando se da una serie de circunstancias que permite que la denuncia se convierta en la expectativa real de una separacin del agresor y de proteccin por parte de las autoridades (5). La otra fuente habitual de obtencin de datos sobre la violencia en la pareja es la encuesta domiciliaria, cuyos datos muestran una incidencia mucho mayor de la que se estima a partir de las denuncias policiales o a los servicios sociales. El estudio de Straus, Gelles y Steinmetz (6) sobre la violencia en familias de los Estados Unidos de Amrica puso de manifiesto que en una de cada seis familias de ese pas un cnyuge maltrataba fsicamente al otro, algo que se constat de nuevo en una investigacin similar realizada en 1985 (7). Diversos estudios internacionales reflejan que el problema se da en la mayor parte de las culturas (8, 9). Aunque las encuestas reflejen una incidencia tan alta de la violencia conyugal, conviene tener en cuenta que, por muy bien que se haga la entrevista, no es fcil que una persona reconozca ante un extrao que el individuo al que supuestamente se uni libremente por amor, la abofetea o golpea con objetos contundentes. Como recientemente sealaba Heise (10), si el problema de la violencia conyugal pas del comentario privado y la consulta psiquitrica al del debate pblico, no fue gracias a los estudios sociolgicos, sino por el empuje de las organizaciones femeninas, ya sea del movimiento feminista americano o europeo, que presionan por la igualdad de derechos (11); de las organizaciones sociales de mujeres latinoamericanas que a su lucha social contra regmenes dictatoriales unieron la denuncia de la propia opresin en el interior de los hogares (12); o de movimientos sociales contra los abusos sexuales en Asia (13). De este modo, identificada la violencia conyugal con el maltrato hacia la mujer, el asunto pas de los foros de debate feminista a su encuadre como problema de salud y desarrollo. Las limitaciones que supone la violencia para la incorporacin de la mujer a los programas de desarrollo (14), el impacto econmico sobre el sistema de salud (15, 16) y la necesidad de abordar el problema de forma global, vinculndolo con elementos institucionales y polticos, han sido factores que han jugado a favor de que actualmente la violencia conyugal est ocupando un lugar destacado en la agenda de salud pblica de instituciones internacionales tales como la Organizacin Panamericana de la Salud y la mayor parte de los ministerios de salud de pases latinoamericanos y europeos. Aunque existen varios trabajos orientados a comparar investigaciones sobre la violencia en la pareja (17), la diversidad de mtodos empleados supone un freno para el anlisis de los factores comunes que pueden estar asociados con el maltrato conyugal. Los estudios llevados a cabo en el proyecto ACTIVA pretenden ser una contribucin en este sentido. En el presente estudio, al definir las variables que supuestamente influyen en la aparicin de conductas violentas en la pareja, se acepta la naturaleza multicausal del fenmeno. Cualquier repaso de la literatura sobre las causas de la agresin conyugal arroja docenas de factores relacionados con la misma (3, 18-20). Aunque existen recientes estudios sobre elementos de caracterizacin psicolgica de la persona que ejerce los malos tratos (21, 22), hay una importante corriente de intervencin que otorga a los factores culturales y normativos un papel central en la explicacin de la violencia conyugal (23-25), ya sea resaltando la importancia de la accin social y poltica como factor preventivo (26) o utilizando una visin sistmica que integre estos factores en el mbito teraputico de la atencin a parejas con problemas de maltrato (27). Con el fin de estructurar de forma lgica las mltiples variables que en la literatura cientfica se han relacionado con la violencia conyugal, en el presente estudio se elabor un modelo terico explicativo (figura 1) cuyos principios estn inspirados en las teoras del aprendizaje social de Albert Bandura (28, 29).

Segn este modelo de referencia, la cultura, a partir de unos valores determinados, fruto de la historia y de la interaccin humana, determina unas normas de actuacin, que pueden formalizarse o no en leyes o reglamentos, pero que siempre estn vigiladas y sancionadas. Los valores normalizados son transmitidos por medio de los procesos de socializacin primaria y secundaria y suponen distintos modelos de comportamiento para diferentes tipos de actores en funcin de determinadas caractersticas de identificacin estructural, personal o de relacin familiar (30, 31). En sistemas sociales rgidos donde el componente normativo est determinado por cdigos claramente expuestos y sistemas de sancin previsibles, es relativamente sencillo definir si un comportamiento (por ejemplo, que el marido golpee a la esposa) se adecua o no a la norma y determinar hasta qu punto esta se cumple o no. En sociedades como las latinoamericanas y europeas, donde el empleo de la violencia en el hogar est formal y legalmente castigado, la pervivencia de la violencia en el hogar se puede atribuir a desviaciones de la norma (por problemas psicopatolgicos o de otro tipo) o a elementos normativos no formales que estn firmemente instalados en las actitudes de los individuos. Sin negar la importancia que en determinadas

ocasiones reviste el trastorno psquico en las conductas agresivas, consideramos ms adecuado averiguar qu variables se asocian con el uso de la violencia y, a partir de ellas, hacer inferencias sobre cules son los elementos socioculturales que las sustentan. Como se puede observar en el modelo, los tres grupos de caractersticas de identificacin que suponemos pueden influir en la violencia conyugal son los de carcter estructural (ciudad, clase social), los personales (edad, sexo) y los que derivan de las relaciones familiares. Entre los elementos de identificacin estructural, la ciudad es una de las variables de identificacin ms importantes y el eje del estudio. Aunque es cada vez mayor el intercambio de valores y normas culturales, el vnculo que se forma al pertenecer a un mismo estado-nacin es fundamental para entender las formas de actuacin. La condicin socioeconmica o clase social, ms que un elemento facilitador de la violencia, se entiende aqu como elemento que define conductas. En la mayor parte de los estudios empricos se informa de la existencia de una relacin directa entre pobreza y mayor incidencia de violencia familiar (17, 32-34). Algunas de las explicaciones que se han dado de estas diferencias van desde las condiciones de estrs ligadas a la pobreza al no poder disponer de los bienes ofrecidos permanentemente, es decir, la hiptesis de la frustracin-agresin (35, 36), hasta interpretaciones ligadas a la dinmica de la lucha de clases (37). El sexo y la edad son las caractersticas de identificacin personal que se han estudiado ms frecuentemente en su relacin con la violencia conyugal. La diferencia varn-mujer es el elemento central que determina la forma de comportarse en la pareja. La violencia conyugal tiende a asociarse con la violencia contra la mujer (3, 38). Son varios los estudios sobre la violencia en la pareja de carcter sociolgico (39), clnico (27) y de trabajo social (40), en los que se afirma que la frecuencia con que los hombres y las mujeres ejercen las distintas formas de violencia es similar, aunque su resultado suele ser siempre ms negativo para la mujer, debido fundamentalmente a la diferencia de fortaleza fsica. En los varones es ms difcil observar los efectos de lo que Walker (41) denomin sndrome de la mujer maltratada (inhibicin, aislamiento, fatalismo). Las consecuencias legales, sociales y psicolgicas que deben soportar las mujeres maltratadas suelen ser ms graves que las de los hombres (3, 4). En un anlisis llevado a cabo sobre las conclusiones de diversos estudios, Hotaling y Sugarman (17), al referirse a la edad, afirmaron que la violencia domstica era ms frecuente cuando los miembros de la pareja, especialmente el agresor, eran jvenes. A la misma conclusin se ha llegado en algunas investigaciones realizadas en madres adolescentes (42). Algunos estudios longitudinales (43) y transversales sobre mujeres maltratadas (2) confirman que los malos tratos suelen darse al comienzo de la vida en comn (incluso en la fase del noviazgo). El estado civil, la estructura familiar, la existencia de hijos y las diferencias entre los cnyuges (de edad, nivel acadmico y trabajo) han sido estudiados tambin en su relacin con la violencia en la pareja. En algunas investigaciones como las de Straus y Gelles (7) se parta de la hiptesis de que la vieja tradicin medieval que otorgaba a los maridos el derecho a castigar a la esposa poda seguir vigente como norma cultural; sin embargo, cuando se estudiaron los distintos estados civiles, comparando el vnculo matrimonial con el de las uniones libres, comprobaron que la probabilidad de propinar malos tratos era mayor en estas ltimas. Esta diferencia se atribuy al mayor compromiso que supone la unin formal y los esfuerzos por mantenerla. Hay dos visiones opuestas sobre el papel que la presencia de hijos u otros miembros de la familia desempea en los malos tratos entre los cnyuges. La primera supone que los hijos producen un efecto de normalizacin familiar que reduce la posibilidad de malos tratos; la segunda,

que la presencia de hijos y de otros miembros de la familia (suegros, sobrinos, etc.) es un elemento de estrs aadido que favorece la violencia conyugal (44). Las diferencias entre los cnyuges, las dificultades para la comunicacin, el desequilibrio del poder o las dificultades en el desempeo de papeles son elementos bsicos de conflicto en las parejas y fuente de posibles reacciones violentas (45, 46). Las diferencias de edad, origen social y nivel acadmico, econmico o profesional entre los miembros de la pareja podran generar disputas debidas a las diferentes formas de entender las relaciones o, por el contrario, ser fuente de complementariedad y prevencin del conflicto. Sin embargo, las verdaderas fuentes de conflicto son las interacciones violentas y el ciclo fatdico de reacciones emocionales que generan (maltratoarrepentimiento-reconciliacin-maltrato). Las consecuencias de estas relaciones anormales se han estudiado desde la perspectiva clnica y legal y se han elaborado propuestas orientadas a las mujeres maltratadas (47), a los que ejercen el maltrato (48) o a los procesos de interaccin entre los miembros de la pareja (27). Tambin se han formulado crticas fundadas sobre las posibilidades de usar procedimientos basados en los individuos (terapia de pareja) para resolver problemas institucionales de mayor envergadura (49, 50). Se considera que las actitudes actan como elementos mediadores entre las situaciones de conflicto y la forma de gestionarlo. En el caso de que los procesos de socializacin se desarrollen adecuadamente, combinando lo emocional con lo cognitivo, las normas culturales son interiorizadas por los individuos que asumen como propios los papeles marcados por la cultura en funcin de las caractersticas de identificacin de cada sujeto. Si una institucin est suficientemente asentada en el sistema social, tendr una incidencia directa sobre las actitudes de las personas de forma que sepan cmo actuar y por qu, y tengan sensaciones de placer o desagrado que les empujen a actuar en una u otra direccin (componentes cognitivo, emocional y volitivo). Si bien la interaccin humana, especialmente la conyugal, genera situaciones de conflicto en las que precisamos de las actitudes para orientar nuestra conducta, en esta investigacin solo se ha indagado sobre algunos elementos actitudinales (concretamente la justificacin de la violencia relacionada con la vida conyugal), que se supona que estaban directamente relacionados con una mayor o menor incidencia de la violencia y reflejaban algunas de las normas culturales mencionadas anteriormente. En otros estudios se afirma que algunos elementos actitudinales, como la justificacin, la adaptacin funcional, la tolerancia a la agresin, la empata hacia el agresor, son bsicos para que el maltrato se mantenga (24, 51, 52). Las normas culturales son elementos bsicos para entender la violencia conyugal; los mismos tipos de individuos actan de forma diferente ante situaciones aparentemente iguales. Existen importantes factores que facilitan o dificultan la accin violenta. Como elementos inhibidores de la conducta violenta, o recursos para hacerle frente, se han mencionado la capacidad para tener una percepcin realista del estrs que se sufre (53), enfrentar situaciones de tensin y manejar habilidades de relacin interpersonal, como el sentido del humor o la capacidad de empata. Entre los elementos facilitadores de la agresin conyugal, se coincide en sealar como elementos esenciales el haber sufrido violencia en la infancia (7, 19, 54, 55); el consumo excesivo de alcohol (7, 21, 56), las condiciones de carencia y pobreza; la presencia de armas y todos aquellos elementos que pueden incrementar las situaciones estresantes como el calor, el ruido, la contaminacin, etc. (18, 57). La forma violenta de resolver las situaciones de conflicto tiene una repercusin directa sobre todos los elementos explicados anteriormente: refuerza las actitudes justificadoras de la agresin, incrementa las posibilidades de nuevos conflictos y, cuando se articula en la movilizacin de grupos activos, modifica el marco normativo y el sistema de roles. Modelos de conducta personal

innovadores, la accin comunitaria, determinadas modificaciones de la legislacin y otras acciones pblicas actan sobre los valores, normas y roles en un proceso constante. No se debera hablar, por tanto, de elementos definitivos e inamovibles, sino de procesos histricos basados en la interaccin humana. Los objetivos bsicos de la presente investigacin son, primero, realizar un anlisis descriptivo y comparativo del fenmeno de la violencia de pareja en las ocho ciudades en que se ha realizado el estudio y, segundo, averiguar qu variables estn relacionadas con una mayor o menor incidencia de violencia conyugal en la muestra estudiada, tomando como referencia el modelo terico explicado.

MATERIALES Y MTODOS El universo de estudio del proyecto ACTIVA estuvo constituido por la poblacin de 18 a 70 aos de las ciudades participantes: Salvador de Baha y Rio de Janeiro, Brasil; Santiago, Chile; Cali, Colombia; San Jos, Costa Rica; San Salvador, El Salvador; Caracas, Venezuela, y Madrid, Espaa. En todas las ciudades se estratific tomando como base la condicin socioeconmica (baja, media y alta) de los distintos sectores o secciones de las ciudades. Los mtodos utilizados en dicho proyecto se detallan en otro artculo (58). Para el anlisis de la violencia en la pareja se extrajo de la muestra general (10 821 entrevistados) una submuestra de los que "viven en pareja". El vivir en pareja se defini segn los siguientes criterios: 1) la persona ha estado casada o viviendo en pareja de hecho o en unin libre en alguna ocasin, 2) la persona considerada como pareja (ya sea cnyuge legal, compaero, amante o cualquier definicin que se le quiera dar) vive actualmente con el entrevistado, y 3) el entrevistado contesta a alguna de las seis preguntas de violencia en la pareja. De los 10821 entrevistados, 6184 (57,1%) reunieron los requisitos anteriores. En el cuadro 1 se describen las caractersticas de las personas seleccionadas (edad, sexo y estado civil) de la submuestra utilizada en el presente estudio.

El cuestionario utilizado para recolectar los datos fue el acordado en el proyecto ACTIVA. La variable dependiente de este estudio fue la violencia en la pareja, que se evalu mediante seis preguntas, tres de agresin y tres de victimizacin. Se pregunt la frecuencia con que la persona grit con rabia, dio una bofetada y peg con un objeto que pudo haber lastimado a la pareja, y la frecuencia con que fue vctima de estas mismas conductas. El perodo evaluado para la agresin contra la pareja fue el ao anterior a la realizacin de la encuesta. Las opciones de respuesta eran: "nunca/ninguna vez en el ltimo ao", "rara vez (1-2 veces)", "a veces (3-5 veces)", y "a menudo (6 veces o ms)". Como variables independientes se tomaron las planteadas en el modelo: las de identificacin, las actitudes, los inhibidores y los facilitadores de la violencia. Las variables de identificacin de la persona incluyeron nivel socioeconmico, hacinamiento (no hacinados: duermen dos o menos personas en cada cuarto; hacinados: duermen tres o ms personas en cada cuarto), sexo, edad, estado civil, presencia de hijos, estructura familiar (convivencia con otros parientes y no parientes), diferencias de edad en la pareja (varn [V] > mujer [M] 10 o ms aos; V > M 4 a 9 aos; V = M 3 aos; M > V 4 a 9 aos; M > V 10 o ms aos), diferencias de nivel acadmico en la pareja (V > M 2 o ms niveles; V > M 1 nivel; V = M; M > V 1 nivel; M > V 2 o ms niveles), y diferencias en el trabajo de la pareja (trabaja solo el varn; trabajan varn y mujer; no trabaja ninguno; trabaja solo la mujer). Adems, se evaluaron dos actitudes de justificacin de la violencia. La primera, la justificacin de la violencia en la pareja, se evalu por el valor medio de las respuestas a dos preguntas ("Existen situaciones en las cuales se justifica que un hombre d una cachetada a la esposa" y "Existen situaciones en las cuales se justifica que una mujer d una cachetada al esposo"). La segunda, intolerancia social, se evalu con arreglo al valor medio de las respuestas a cinco preguntas ("Sera conveniente que un barrio estuviera compuesto por personas: de una misma clase social, . . . de una misma religin, . . . de un mismo origen tnico o raza, . . . con las mismas ideas polticas" y "Me parece bien que la gente pueda echar de su barrio a ciertos grupos de personas"). Las respuestas, categorizadas en una escala de tipo Likert de cinco categoras, variaron entre "muy de acuerdo" y "muy en desacuerdo". Como factor inhibidor de la conducta violenta se evalu la habilidad para resolver pacficamente los conflictos, a partir del valor medio de las respuestas a tres preguntas ("Ante un problema, yo s cmo controlarme para no pelear", "Si me insultan puedo perder el control y pelear" [los valores fueron invertidos], y "Ante un conflicto o desacuerdo serio con mi pareja puedo explicar mis razones sin enojarme"). Las respuestas, tambin categorizadas en una escala de cinco categoras, variaron entre "siempre" y "nunca". Por otro lado, se evalu el efecto de tres factores que facilitan la conducta violenta: la frecuencia de embriaguez durante el mes anterior a la encuesta, el haber sido castigado con golpes durante la infancia, y la tenencia de armas de fuego. Para cada ciudad se calcul primero el porcentaje de personas que agredieron a la pareja o que fueron vctimas de agresin al menos una vez durante el ao anterior a la encuesta. Segundo, solo entre aquellos entrevistados que notificaron violencia familiar, se calcul la media del nmero de veces que agredieron a la pareja o que fueron vctimas de agresin. Para calcular esta media, se asignaron los valores mximos de cada intervalo (0, 2, 5 y 12 veces). Al no haber un lmite superior para la respuesta "a menudo", se opt por establecer el valor de 12 veces al ao.

Con el fin de resumir la intensidad de la violencia, se construyeron dos variables ponderadas: violencia ejercida y sufrida. En estas nuevas variables se tuvo en cuenta la frecuencia de la conducta violenta y se asign un peso mayor a las acciones de violencia ms graves (golpear con objeto ms que bofetada y esta ms que gritar con rabia). El criterio de ponderacin seguido fue tomar como conducta bsica (con valor igual a 1) la ms frecuente (gritar) y dar a las otras dos conductas un peso inversamente proporcional a la frecuencia de su aparicin en el conjunto de la muestra. De este modo, una bofetada y un golpe con objeto tienen, respectivamente, 10 y 20 veces ms peso que un grito. Por lo tanto, el valor final de esta variable ponderada se calcul con la siguiente frmula: Frecuencia del grito x 1 + frecuencia de la bofetada x 10 + frecuencia del golpe x 20 As, los valores de estas variables ponderadas podan variar entre 0 y 372 (12 x 1 + 12 x 10 + 12 x 20). Adems de esta frecuencia ponderada total, se calcul la frecuencia ponderada entre aquellos que ejercieron o que fueron vctimas de violencia. Para validar el modelo se analiz la relacin entre cada una de las variables mencionadas en prrafos anteriores (de identificacin personal, actitudes, facilitadores e inhibidores) y las ocho variables de violencia en la pareja (las seis bsicas y las dos ponderadas). Los criterios para determinar la significacin estadstica de las diferencias entre los valores de la variable independiente en funcin de los valores de violencia, as como el sentido y orientacin de la asociacin entre variables, fueron los siguientes: 1. Variables nominales versus las seis variables bsicas: se emplearon tablas de contingencia y se calcul el estadstico ji-cuadrado para contraste de hiptesis y el estadstico V de Cramer para el anlisis de la asociacin entre variables. 2. Variables ordinales versus las seis variables bsicas: tambin se utilizaron tablas de contingencia y se calcul el estadstico ji-cuadrado para contraste de hiptesis y el estadstico D de Somers para anlisis de la asociacin entre variables, considerando como dependientes las relativas a la violencia. 3. Variables dicotmicas (por ejemplo, el sexo) versus las dos escalas con valores de violencia acumulada y ponderada: en este caso se aplic la prueba t de Student para muestras independientes. 4. Variables con tres o ms valores (tomadas una a una) versus las dos escalas con valores de violencia acumulada y ponderada: en este caso se realiz un anlisis de la varianza con un factor, cuya significacin estadstica se calcul mediante el estadstico F. El nivel de significacin estadstica (alfa) se fij como menor de 0,05. 5. Dos o ms variables independientes versus las dos escalas con valores de violencia acumulada y ponderada: en este caso se llev a cabo un anlisis factorial de la varianza. La significacin estadstica se calcul por medio del estadstico F y como nivel de significacin se aceptaron los valores P menores de 0,05. Estos anlisis se realizaron considerando el sexo como uno de los factores. Los resultados del anlisis comparado fueron estudiados detalladamente con el fin de no aceptar como relevantes diferencias o asociaciones entre variables que, a pesar de parecer significativas desde el punto de vista del anlisis estadstico, fueran el resultado de comparar grupos con un nmero de entrevistados extremadamente pequeo. Al tratarse de un estudio con ocho muestras diferentes, cada una de las ciudades presenta caractersticas propias en cuanto a los factores directa y significativamente relacionados con la violencia en la pareja. Ante la imposibilidad de presentar

las mltiples posibilidades particulares, se decidi tener en cuenta como resultados relevantes los siguientes: 1. Variables que en la muestra total estuvieran asociadas (con resultados estadsticamente significativos) con alguna de las ocho variables de violencia. En estos casos se estudiaron las tablas de contingencia y los anlisis de varianza de cada una de las ciudades. Si en al menos seis de las ciudades la tendencia de respuesta era la misma que en los datos generales, la variable se tuvo en cuenta, tomando nota de la excepcin o excepciones. Los datos acumulados no son, por tanto, valores de una supuesta muestra representativa de las ciudades de Amrica y Espaa, para lo cual sera preciso haber realizado un diseo muestral conjunto o ponderar el peso de las submuestras en funcin del tamao de los universos respectivos. Lo que se buscaba con los datos acumulados era analizar la similitud de las ciudades en las distintas formas de variabilidad. Por esta razn, se analizaron los datos globales y los de cada una de las ciudades y solo se tuvieron en cuenta cuando en un mnimo de seis ciudades se mantuvo la misma tendencia de respuesta. 2. Variables que en la muestra total no mostraban asociacin significativa con la violencia en la pareja. En este caso se estudiaban los datos de las submuestras y se tena en cuenta la variable solo si haba dos o ms ciudades con diferencias estadsticamente significativas, lo cual se consign como tendencia especfica de estas ciudades.

RESULTADOS Como se aprecia en el cuadro 2, las ciudades se ordenaron de mayor a menor violencia ejercida, tomando como referencia la frecuencia ponderada total, del siguiente modo: Salvador de Baha, Cali, San Salvador, Santiago, Caracas, Rio de Janeiro, Madrid y San Jos. Comparando la significacin de las diferencias, las ciudades se pueden dividir en tres grupos en funcin del nivel de violencia y de las diferencias entre cada grupo: mayor violencia (Salvador de Baha y Cali), menor violencia (San Jos y Madrid) y valores intermedios (las restantes).

En Caracas y Madrid es donde el porcentaje de personas que gritaron con rabia en alguna ocasin fue ms alto; sin embargo, por la frecuencia con que se desarrolla esta conducta, las dos ciudades brasileas fueron las de mayor incidencia de gritos en la pareja. Juntando los datos de las ocho ciudades, fue 10 veces ms frecuente gritar que abofetear y dos veces ms frecuente abofetear

que pegar con un objeto. Esta proporcin media se constat fundamentalmente en las ciudades con una violencia intermedia, mientras que en San Jos y Madrid la proporcin fue menor y en Salvador de Baha y Cali, mayor. En esta ltima ciudad fue casi tan habitual golpear con un objeto que dar bofetadas. En relacin con la violencia fsica, se observ que en Salvador de Baha era ms frecuente la bofetada y en Cali, el maltrato con objetos. Al comparar las conductas de ejercer la violencia frente a sufrirla, en la muestra global hubo coincidencia entre ambas en 73,8% de los casos en proferir gritos, en 95,3% en abofetear y en 97,2% en golpear con un objeto. Respecto a estas ltimas dos variables, no se observaron diferencias estadsticamente significativas entre los que dan ms de lo que reciben y los que reciben ms de lo que dan. S se observaron diferencias entre las variables gritarser gritado. En todas las ciudades el porcentaje de personas que grit fue superior al que dijo haber sido gritado. En los diversos cuadros de este artculo se describen las asociaciones, que resultaron significativas estadsticamente, entre las variables independientes del modelo y la violencia. Las variables de identificacin de la persona, con sus tres grupos estructural (nivel socioeconmico y hacinamiento), personal (sexo y edad) y familiar (estado civil y presencia de hijos) se presentan en el cuadro 3, detallando las diferencias en funcin del sexo en los cuadros 4 y 5. Despus, en el cuadro 6, se describen las asociaciones entre violencia y tres elementos ms del modelo terico: las actitudes de justificacin de la violencia (violencia con la pareja, intolerancia social), un factor inhibidor de la violencia (habilidad para resolver conflictos pacficamente), y factores facilitadores de la violencia (embriaguez, haber sido golpeado durante la infancia y portar armas de fuego).

En las tres formas de conducta violenta se observ que, a mayor nivel socioeconmico, menor era el nivel de violencia (P < 0,001, para gritos y bofetadas; P = 0,00016, para golpes). Las ciudades que no siguieron la tendencia general fueron Cali (golpes), Rio de Janeiro (gritos), San Jos (bofetadas). En estas tres ciudades la distribucin de frecuencias fue diferente de la del resto, aunque las diferencias no fueron estadsticamente significativas. En otras palabras, en la escala global de la violencia ejercida en estas ciudades se sigui manteniendo la tendencia general segn la cual a medida que aumenta el nivel socioeconmico, menor es la violencia ejercida. San Salvador fue la nica ciudad donde no se observaron diferencias significativas por nivel socioeconmico en ninguna de las tres formas de violencia (golpes, bofetadas y gritos) ni en la escala ponderada. Adems, se observ una relacin estadsticamente significativa entre hacinamiento y violencia (P < 0,001 para todas las conductas) en todas las ciudades, excepto en Madrid (donde no se pudo hacer

esta comparacin al ser el grupo de hacinados extremadamente pequeo) y San Salvador (donde se mantuvo la tendencia aunque sin alcanzar la significacin estadstica) (cuadro 3). Las mujeres afirmaron ejercer ms violencia contra sus parejas que los varones (cuadro 3). Las diferencias detectadas solo fueron estadsticamente significativas en el caso de los gritos (P < 0,001), en el sentido de que en todas las ciudades las mujeres dijeron gritar ms que los hombres. Ahora bien, al analizar la violencia que dijeron sufrir varones y mujeres, tambin fueron estas ltimas las que notificaron sufrir ms violencia. Un anlisis ms detallado revel que siempre fue menor la violencia que dijeron ejercer los hombres que la que las mujeres dijeron sufrir, y viceversa (siempre fue mayor la violencia que las mujeres dijeron ejercer que la que los varones dijeron sufrir). Esta tendencia se observ en todas las ciudades excepto en Madrid y San Jos, donde la frecuencia de bofetadas que las mujeres dijeron dar fue menor que la que los hombres dijeron recibir, y en Cali donde, por el contrario, fue mayor el porcentaje de varones que dijeron dar golpes con objetos que el de mujeres que dijeron haberlos recibido (cuadro 4). Los jvenes dijeron ejercer ms violencia contra sus parejas (cuadro 3). Esta tendencia se observ, con escasas excepciones, en todas las ciudades. El dato ms relevante de diferenciacin entre ciudades se recab en Cali y Madrid: en estas ciudades los valores extremos se mantuvieron en el orden general (los que ms ejercen la violencia son los de 18 a 30 aos y los que menos la ejercen, los de 57 a 70), aunque las generaciones intermedias (3143 y 4456 aos) intercambiaron el orden, esto es, los de 31 a 43 aos ejercieron menos violencia. Al ser el nivel acadmico una variable muy relacionada con el nivel socioeconmico, las personas con estudios universitarios respondieron en consonancia con las de mayor nivel econmico, e indicaron ejercer menos violencia contra sus parejas que las que carecan de estudios o tenan la primaria incompleta. Ahora bien, al eliminar la influencia del nivel socioeconmico, no se observ una ordenacin lgica significativa ni se mantuvieron estas diferencias; es decir, las personas de clase alta sin estudios no dijeron ejercer ms violencia que los universitarios de esta misma condicin econmica. Lo mismo sucedi con on las de nivel econmico medio y bajo. No se encontraron diferencias significativas en el nivel de violencia ejercida o sufrida debidas a la diferencia de edad o al nivel acadmico entre los miembros de la pareja. No se observaron diferencias en el nivel de violencia ejercida y recibida en funcin de la situacin laboral (activo o desempleado). Sin embargo, al diferenciar por sexo s hubo diferencias. Los hombres que trabajaban dijeron recibir ms violencia de sus parejas que los que estaban sin trabajo y, en cambio, las mujeres que trabajaban afirmaron sufrir menos violencia que las que no lo hacan. En los varones estas diferencias fueron estadsticamente significativas en cuanto a los gritos recibidos (P = 0,018) y a la escala acumulada (P = 0,046), y en las mujeres respecto a las bofetadas recibidas (P < 0,0001) y a la escala acumulada (P < 0,0001) (cuadro 5). Al categorizar a los integrantes de la muestra segn su estado civil, en todos los tipos de violencia la tendencia fue la misma: las personas no casadas (unin libre, solteros, separadosdivorciados y viudos) dijeron ejercer ms violencia que las casadas (cuadro 3), y las diferencias registradas fueron estadsticamente significativas. Esta tendencia se mantuvo en todas las ciudades (solo en Santiago la frecuencia con que los casados golpearon a su pareja fue mayor que la de los solteros, si bien no alcanz significacin estadstica). Al analizar detalladamente al grupo de los que no estaban casados, se observ que el comportamiento de los separados-divorciados y viudos que vivan con una nueva pareja fue idntico al de los casados, siendo las personas que definieron su estado civil como soltero/a o unin libre los que dijeron ejercer ms violencia.

En todas las ciudades, quienes tenan o cuidaban nios afirmaron gritar ms a sus parejas que quienes no tenan nios a su cargo (P < 0,0001), pero no se observaron diferencias en las formas de violencia fsica (abofetear y golpear con objeto) (cuadro 3). Se hicieron varias tipologas de estructura familiar en funcin de distintos criterios y no se encontraron diferencias significativas en el nivel de violencia ejercida o sufrida en la pareja, salvo las mencionadas (estado civil y existencia de hijos). La presencia de otros familiares diferentes de los cnyuges e hijos, y las diversas formas de convivencia familiar que se pueden generar al combinar los distintos tipos de parientes y no parientes, no afectaron al nivel de violencia que los entrevistados dijeron ejercer y sufrir. Las ciudades donde ms se justific la violencia conyugal fueron Cali y Caracas, donde se registr, respectivamente, que 16,8 y 14,4% de las personas estaban de acuerdo (o manifestaron duda) con que en ocasiones est justificado pegarle a la pareja. En el extremo de menor justificacin se encontraron Madrid y San Jos, donde los porcentajes ascendieron a 6 y 6,3%, respectivamente. En todas las ciudades, los hombres justificaron ms los dos tipos de violencia (esposa a esposo y de este a aquella) que las mujeres. Como puede observarse en el cuadro 6, las personas que justificaron que en ocasiones era lcito dar una cachetada a la esposa o esposo, ejercieron ms violencia sobre la pareja que aquellas que consideraban lo contrario. En la muestra general las diferencias fueron estadsticamente significativas para los tres tipos de violencia (P < 0,0001). En todas las ciudades se constat la misma tendencia (a mayor justificacin, mayor violencia), aunque hubo diferencias en el caso de los indecisos (los que contestaron no estoy seguro). En Salvador de Baha y Rio de Janeiro los indecisos se situaron en el nivel intermedio de violencia; en las dems ciudades fueron los que ejercieron ms violencia. Los que estaban ms de acuerdo en que los vecindarios tienen que ser homogneos (en cuanto a clase social, religin, raza o ideas polticas), es decir, los que se han definido como ms intolerantes, ejercieron ms violencia contra la pareja que los ms tolerantes (cuadro 6). Aunque en el conjunto de la muestra las diferencias fueron significativas en los tres tipos de violencia (gritos: P = 0,0277; bofetadas: P = 0,00218, y golpes: P = 0,0076), en las ciudades, a pesar de seguir la misma tendencia, no se encontraron diferencias estadsticamente significativas debido a la desproporcin entre los grupos comparados (con muchos menos ciudadanos que estaban de acuerdo en que los vecindarios deben ser completamente homogneos que aquellos que discrepaban). Las personas que se consideraron hbiles para controlarse y explicarse ante los problemas fueron las que dijeron ejercer menor violencia contra su pareja (cuadro 6), y en la muestra global estas diferencias fueron estadsticamente significativas para los tres tipos de violencia (P < 0,0001). En todas las ciudades los resultados siguieron la misma tendencia. En la muestra global, las personas que haban recibido golpes en su casa durante su infancia fueron las que con ms frecuencia dijeron ejercer ms violencia contra su pareja. Estas diferencias fueron estadsticamente significativas en los tres tipos de violencia (P < 0,0001), y en todas las ciudades se registr la misma tendencia. Los que dijeron beber alcohol en exceso fueron los que afirmaron gritar y abofetear ms a sus parejas (P < 0,0001). No se observaron diferencias significativas entre los que posean armas y los que no las posean, aunque s entre los que deseaban tenerlas y los que no las queran. Los que deseaban tener armas fueron los que ms ejercieron la violencia en sus tres modalidades (P < 0,0001) (cuadro 6).

DISCUSIN La estructuracin de los mltiples elementos relacionados con la violencia conyugal en un modelo explicativo organizado por bloques de variables puede ser til para actuar sobre las causas del maltrato. La forma como se articul el modelo que se presenta en este artculo no excluye algunas variaciones, especialmente entre los factores considerados de identificacin personal y los facilitadores. Por ejemplo, si se le quisiera dar un carcter ms psicolgico al modelo, la experiencia de malos tratos en la infancia podra considerarse elemento identificador y la clase social, elemento facilitador o inhibidor de la agresin. Existen muchos elementos que no se han tenido en cuenta a pesar de que tienen una importancia vital en el proceso, como los trastornos psicopatolgicos y otras caractersticas psicolgicas (atribuciones, percepciones, reacciones emocionales, historia particular de aprendizajes, etc.) y biolgicas relacionadas directamente con el maltrato. No obstante, estos elementos eran inabarcables en un estudio como este. Tras analizar los resultados y verificar las asociaciones entre las variables propuestas, se observa que los datos corroboran la utilidad del modelo propuesto. Al estudiar las asociaciones se confirma el origen multicausal de la violencia en la pareja. La ventaja que supone la agrupacin conceptual de todos estos factores es que pueden ayudar a abordar programas especficos para prevenir el maltrato, que estn centrados en el mbito educativo y de la socializacin (prevencin de los malos tratos a la infancia); en el fortalecimiento de actitudes contrarias a la justificacin de la violencia; en el aprendizaje de tcnicas y habilidades de gestin de conflictos por procedimientos no violentos, o en la facilitacin de oportunidades socioeconmicas para reducir el desequilibrio de poder en las parejas y las carencias de medios econmicos en las familias. Ninguna de las variables analizadas explica por s sola la aparicin de la violencia conyugal, pero es predecible que la incidencia en cada una de ellas contribuir a reducir el maltrato en la pareja. A pesar de las afirmaciones que se presentan en los resultados, la forma como se ha abordado la violencia en la pareja a partir de las respuestas de uno de los miembros de la misma, referidas a lo que recuerda de los ltimos 12 meses, es claramente insuficiente. En este sentido, al tener en cuenta nicamente a las personas que viven con su pareja, no se han analizado los casos de parejas cuya separacin no fue amistosa, en las cuales la violencia se manifiesta ms intensamente, sobre todo la de los hombres hacia las mujeres (1, 3). Sera preciso tener en cuenta la dinmica de la interaccin de la pareja y profundizar en muchos elementos, como los actitudinales y emocionales, que no se han abordado en el presente estudio, pues se pretenda dar una visin global de las distintas formas de violencia (conyugal, hacia los hijos, hacia los no familiares, violencia poltica, etc.) y era preciso limitar al mximo el nmero de preguntas. No obstante, la riqueza de los resultados es evidente y las posibilidades de interpretacin y de investigaciones complementarias que quedan abiertas son mltiples. De cara a los programas de intervencin (econmica, social, policial, sanitaria, etc.) que ponen en marcha las distintas autoridades, conviene tener en cuenta que en determinadas circunstancias (las analizadas en este estudio) es ms probable que le agredan a uno en el hogar que fuera de l. En la muestra total del proyecto ACTIVA, el porcentaje de personas que afirmaron haber sido golpeadas por no familiares fue de 4,6% y el de las que dijeron haber recibido este trato de la polica, 2,3%. Frente a estos datos ajenos al hogar, 5,4% de las personas manifestaron haber recibido bofetadas de su pareja. No se observ un comportamiento paralelo entre el nivel de violencia general de la ciudad (el delictivo) y el vivido en la pareja. Las ciudades donde el nivel de violencia fuera del hogar fue significativamente ms frecuente que en el resto Caracas y, sobre todo, San Salvador no son los lugares donde se produce ms violencia conyugal. Algo similar, pero a la inversa, se observ

con Santiago de Chile, que, siendo la ciudad donde menos violencia se registr en la calle, ocup un lugar intermedio en cuanto a la intensidad de la violencia conyugal ejercida, solo superada por San Salvador, Cali y Salvador de Baha. San Jos y Madrid fueron las ciudades donde se registraron niveles relativamente bajos de violencia conyugal y delictiva. Es importante destacar los resultados relacionados con las diferencias entre hombres y mujeres a la hora de ejercer y ser vctima de la violencia en el hogar. En el caso de los gritos, las mujeres superan claramente a los varones, pero aunque en las otras formas de violencia (bofetadas y golpes con objetos) las mujeres aparentemente ejercen ms violencia (elemento contrario a la hiptesis ms admitida socialmente), el nivel de agresin es similar, ya que las mujeres perciben un nivel mayor de violencia (tanto ejercida como recibida) que los varones. Esta es una pauta cultural de primer orden en los pases estudiados, donde las mujeres dan ms importancia a lo que sucede en el hogar que los hombres. La imagen de la mujer que le insiste al esposo para que converse o le llama la atencin (dentro o fuera del hogar) sobre las dificultades conyugales, suele contrastar con la del varn, que resta importancia a las situaciones conflictivas (59). La constatacin de que las mujeres no adoptan una actitud pasiva ante la violencia de sus compaeros confirma que la violencia en la pareja debe abordarse teniendo en cuenta a los dos protagonistas de la relacin, como sugieren Strauss y Gelles (7) y Perrone y Nannini (27). Esto no debe suponer el olvido de un hecho patente: aunque la violencia sea recproca, el proceso suele darse en una situacin en que habitualmente existe un diferencial de poder a favor del hombre. Por las relaciones desiguales que se han observado en las relaciones de pareja, el varn es el que suele controlar la autonoma de la mujer por medio de su aportacin econmica, apoyado en muchas ocasiones por instituciones pblicas dominadas bsicamente por hombres que no siempre tratan adecuadamente a las mujeres que se acercan en demanda de ayuda o de justicia (3). Cualquier elemento que equilibre el poder dentro de la pareja, como el trabajo de la mujer fuera del hogar o la mejora de su fuerza fsica, pueden ejercer un efecto a la hora de equilibrar las consecuencias de los actos de violencia bidireccional. Tampoco debe olvidarse que este estudio se ha llevado a cabo con personas que actualmente viven en pareja, lo cual deja de lado al sector donde se producen actos ms extremos de violencia, como la tortura psicolgica de utilizar a los hijos para daar al cnyuge (ms habitual en mujeres) y el acoso sexual y la violencia fsica con la excompaera que pretende establecer nuevas relaciones (conducta ms habitual en hombres). Las mujeres que trabajan reciben menos violencia de sus compaeros, lo cual sugiere que es importante aumentar su autonoma econmica respecto a los hombres, no solo por lo que puede suponer de independencia econmica. La relacin habitual y continuada con personas ajenas al ncleo familiar es un factor inhibidor de la violencia en el hogar y modifica creencias y actitudes favorecedoras del maltrato (24). Los jvenes ejercen ms la violencia, del mismo modo que tienen una conducta ms activa que las personas mayores en todos los rdenes. Esta clara influencia de la edad en los malos tratos en la pareja ha sido explicada de muy diversas formas: mayor excitabilidad, mayor intensidad emocional de las relaciones, mayores factores de estrs, como las dificultades en la crianza de los hijos y otros (60). Puesto que en otros estudios (2, 43) se ha comprobado que los malos tratos se dan en los primeros aos de una relacin, conviene reforzar la idea de que no hay que disculpar el primer acto de violencia, ya que esa actitud puede favorecer que esta se torne crnica. El que no se hayan encontrado diferencias significativas en cuanto a la estructura familiar (en funcin de las diferentes configuraciones de las relaciones entre los parientes y no parientes), ni con respecto al desequilibrio de edad o nivel acadmico, es un elemento positivo, ya que parece que el modelo de familia nuclear tradicional est empezando a perder la hegemona de que gozaba hasta

hace unas dcadas, abrindose paso nuevas formas de convivencia. Ahora bien, otro de los resultados relacionados con la familia indica que un compromiso pblico (como el matrimonio) parece menos ligado a la conducta violenta que la convivencia sin estar casados (19). En el camino de la reduccin de la agresin conyugal es de gran importancia que los ciudadanos, especialmente las mujeres, adopten actitudes contrarias a la justificacin de la violencia. En las ciudades donde es alta la proporcin de varones y mujeres que consideran justificado que se golpee a la mujer de vez en cuando (como Cali), los primeros afirman ejercer ms violencia que la que ellas dicen recibir, lo contrario de lo que se observa en ciudades donde el nivel de violencia es menor, como San Jos y Madrid, y donde la justificacin de estas conductas es menor en general y las mujeres las justifican menos que los varones. En este mismo sentido, cualquier modificacin de las actitudes de justificacin de la violencia y de la intolerancia social, en la lnea de censurar la agresin y aumentar el respeto por las diferencias, podra tener un efecto inhibidor de la conducta violenta (30). Se considera importante confirmar la hiptesis del proceso circular de la violencia o de su transmisin generacional. Esta confirmacin en un estudio internacional puede aportar nuevos argumentos a los educadores que alertan sobre la importancia de una socializacin no violenta de los menores en sus hogares y fuera de ellos. Otros facilitadores de la agresin, como el consumo de alcohol, deberan hacernos reflexionar sobre los procesos de introduccin de nios y adolescentes en la cultura del alcohol. Tambin conviene destacar que se confirma nuevamente la relacin directa entre la presencia (real o deseada) de armas y la agresin, hecho que suele aparecer en la mayor parte de las investigaciones realizadas desde el estudio pionero de Berkowitz y LePage (61). En la presente investigacin, el caso ms favorable fue siempre el de aquellos que no poseen armas y no desean poseerlas. La constatacin de asociaciones entre las variables estudiadas en esta investigacin y la violencia conyugal abre nuevas vas de actuacin desde distintos campos (salud pblica, terapia de pareja, accin legal, promocin del cambio de actitudes, etc.). Estas deben orientarse inexorablemente a reforzar los elementos inhibidores (dotacin de habilidades para enfrentarse a los conflictos, reduccin del estrs, etc.) y a reducir el impacto de los facilitadores promoviendo programas y actuaciones no estereotipados que se basen en posibilidades reales de actuacin con personas vctimas de la violencia, pero que, sobre todo, incidan en los elementos estructurales que soportan el amargo edificio del maltrato.

Agradecimiento. Este artculo se basa en los datos del Estudio Multicntrico sobre Actitudes y Normas Culturales sobre la Violencia (proyecto ACTIVA), que fue realizado en ocho ciudades de Amrica Latina y Espaa bajo los auspicios y la coordinacin de la Organizacin Panamericana de la Salud.

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