Torres Quevedo
Torres Quevedo
Torres Quevedo
Leonardo
TORRES QUEVEDO
y el
ESPERANTO
José Antonio del Barrio
Leonardo
TORRES QUEVEDO
y el ESPERANTO
(Conferencia)
ediciones
Retrato de Leonardo Torres Quevedo (1852-
1936) pintado por Sorolla en 1917. Al fondo del
retrato figuran algunos de sus inventos más
destacados: el dirigible Astra-Torres, y el husillo
sin fin de sus máquinas algébricas.
3. EL COMITÉ DE COOPERACIÓN
INTELECTUAL DE LA LIGA DE
NACIONES
La referencia de mayor interés en la relación de Torres Quevedo con el
esperanto es de comienzo de los años 20. Tiene lugar además en una
circunstancia que evidencia la gran proyección internacional que tenía
Don Leonardo en aquellos tiempos, y de la que no hemos encontrado
referencias en las biografías escritas sobre su trayectoria vital, y muy
pocas en la documentación general sobre su figura: nos referimos a su
participación en el Comité Internacional de Cooperación
Intelectual.
Este Comité (también se utiliza la expresión Comisión) fue instituido en
el seno de la Sociedad (o Liga) de Naciones creada tras la Primera Guerra
Mundial, como un instrumento de este organismo para facilitar las
relaciones entre los intelectuales de su tiempo, por lo que suele ser
considerado como el antecedente más directo de la actual UNESCO 14. En
un comienzo estaba formado por doce personas, escogidas entre lo más
selecto de los científicos y hombres de letras de los distintos países que
formaban el organismo. Posteriormente, el número fue aumentado a
quince. Cada persona era nombrada a título personal, por sus méritos
científicos o literarios, y no representaba a su país.
Entre los miembros que formaban parte del comité, además de
Leonardo Torres Quevedo, se encontraban intelectuales de la talla de
Albert Einstein, Hendrik Lorentz, Marie Curie, Jules Destreé, Gilbert
Murray, Gonzague de Reynold, y el filósofo francés Henri Bergson, que
fue su primer presidente. “Todos eran eminentes eruditos, algunos de
suprema eminencia en varias ramas del saber, y la primera ocasión en
que (...) se reunieron alrededor de una mesa en las oficinas de la
Sociedad, mereció ser considerada como una fecha memorable en la
historia” 15.
Las funciones que se fijó el Comité eran muy amplias 16 y entre ellas
pueden citarse, por ejemplo:
● La investigación sobre la situación del trabajo intelectual en el
mundo.
● El auxilio a los países en los que la vida intelectual corría peligro.
● El apoyo a la creación de Comités nacionales de Cooperación
Intelectual y la colaboración con las organizaciones intelectuales
internacionales.
● El estudio de las cuestiones de propiedad intelectual.
● El estudio de las cuestiones de cooperación interuniversitaria.
● La coordinación de los trabajos bibliográficos e intercambios
internacionales de publicaciones.
● La cooperación internacional para las investigaciones arqueológicas.
El Comité, desgraciadamente, fue incapaz de cumplir la ambiciosa
misión que le había sido encomendada, entre otras razones porque su
organización y estructura era muy pobre en comparación con su
finalidad. Apenas se concretó en unas reuniones anuales de sus
miembros, que carecían de todo poder para influir en los gobiernos o en
la propia Liga, y su institución “debió parecer un acto de pura fantasía a
los endurecidos políticos de aquel tiempo” 17. En 1924 se fundó un
Instituto Internacional de Cooperación Intelectual, bajo los auspicios del
Comité, con un carácter más estable, y con sede en París.
En abril de 1922 había tenido lugar en la sede de la Sociedad de
Naciones una Conferencia sobre la enseñanza del esperanto en las
escuelas, que dio como resultado un informe del Secretariado General
adoptado por la tercera Asamblea de la Sociedad en septiembre del
mismo año 18, para su envío al Comité de Cooperación Intelectual, “para
que este organismo diera su opinión sobre los distintos aspectos del
problema de la lengua internacional”.
Fue precisamente Torres Quevedo quien tomó la iniciativa,
proponiendo el primer día de la reunión la siguiente moción: “El Comité,
convencido de la utilidad que tendría un idioma auxiliar artificial para
facilitar las relaciones científicas entre los distintos pueblos, establece una
subcomisión encargada de estudiar, con la ayuda de expertos, las diversas
soluciones que le han sido propuestas” 19.
Aunque casi la mitad de los miembros del Comité eran en favorables al
esperanto 20, la moción de Torres Quevedo se encontró con la oposición
decidida de algunos otros participantes. Así, el poeta Gonzague de
Reynold apoyó el uso del latín “ya conocido por los católicos y los
intelectuales”. El ministro belga Jules Destrée afirmó que apoyaba el uso
del esperanto para el pueblo, pero no para los intelectuales. Otros
miembros preferían centrar sus esfuerzos en el aprendizaje de los idiomas
nacionales. Finalmente, otros como el profesor de Oxford Lowes
Dickinson y el matemático holandés Hendrik Lorentz preferían que el
asunto se estudiase con mayor calma y que el fondo no se decidiera en ese
momento.
No obstante, la principal oposición vino del propio presidente del
Comité, Henri Bergson, que se oponía a que el Comité estudiase el tema.
Según informaciones comprobadas en los archivos de la diplomacia
francesa, se trataba de una decisión política del gobierno francés de la
época, cuyo ministro de Instrucción Pública, Léon Bérard, había
prohibido poco antes la enseñanza del esperanto en las escuelas
francesas, y deseaba evitar la competencia que este idioma podía suponer
como la principal lengua de relación internacional, un puesto que el
francés desempeñaba sin ninguna discusión en aquellos momentos. Es
más, el propio Bergson había mostrado su apoyo personal al esperanto
una década antes.
Sin embargo, la decisión del gobierno francés era clara. Ya dos semanas
antes de la reunión el embajador francés en Berna había enviado un
mensaje al Ministerio de Asuntos Extranjeros informando sobre los
intentos de recomendar el esperanto como idioma internacional en el
seno de la Liga. No se olvidaba de señalar que el proponente de la moción
en el seno del Comité de Cooperación Intelectual era Torres Quevedo, al
que calificaba de “farouchement espérantiste” (esperantista feroz) 21.
Desde su posición como presidente del Comité, Bergson pudo utilizar
su influencia para neutralizar la propuesta de Torres Quevedo.
Empleando el pretexto de que el esperanto no estaba entre las cuestiones
que tenía previsto tratar el Comité de forma oficial, consiguió que no se
estudiara la cuestión.
El vicesecretario general de la Liga, el japonés Inazo Nitobe
manifestaría posteriormente su pesar por la decisión, expresando su
temor de que al cabo de veinte años la decisión del Comité sería
considerada ridícula, ya que su propia experiencia personal había
mostrado la importancia que el idioma había obtenido ya en aquellos
momentos.
Existían precedentes para la actitud del gobierno francés. Recordemos
que en aquellos momentos el francés era sin duda alguna el idioma de la
diplomacia y las relaciones internacionales, y que justamente la creación
de la Sociedad de Naciones había supuesto la primera amenaza a esta
hegemonía, debido a la incorporación del inglés como lengua cooficial, en
atención al papel destacado que el presidente norteamericano Wilson
había desempeñado en el nacimiento de esta organización. Ya en
diciembre del año 1920, Francia, prácticamente en solitario, se había
opuesto a una resolución que pedía medidas para favorecer la
introducción del esperanto en las escuelas; el delegado francés, Gabriel
Hanotaux, miembro de la Academia Francesa, ex ministro de asuntos
exteriores, historiador que en sus obras había glorificado el imperialismo
francés, se enfrentó a la resolución de forma agresiva, exigiendo “honor” a
su idioma, y consiguió un retraso en la aprobación de la moción 22. Al año
siguiente se presentó una nueva moción, cuyo resultado fue la conferencia
sobre la enseñanza del esperanto en las escuelas que hemos mencionado
anteriormente; de nuevo la oposición del gobierno francés impidió la
aprobación de cualquier tipo de recomendación.
Debemos tener en cuenta, además, que la política cultural era la gran
baza de Francia, que había visto disminuir su peso político, económico y
militar ya desde hacía algún tiempo. De hecho, el Comité de Cooperación
Intelectual era visto por muchos como un instrumento de la política
francesa para extender su influencia y para obtener ventajas morales e
incluso políticas, y en este sentido encontró una tácita pero constante
oposición por parte de los países anglosajones y germánicos. No es
extraño, pues, que Francia fuese especialmente beligerante en el Comité
contra un idioma que pudiese hacer frente a su incontestable hegemonía
en este campo.
La ofensiva del gobierno francés no terminó tras las maniobras en el
seno del Comité de Cooperación Intelectual. En la Cuarta Asamblea, en
septiembre de 1923, el delegado francés, que había recibido instrucciones
de su gobierno para “expulsar el esperanto de una vez por todas”, intentó
utilizar el resultado en el Comité para hacer aprobar una resolución en la
que se hacía hincapié en el aprendizaje de los idiomas nacionales, con
preferencia a una lengua auxiliar. Sin embargo, numerosas delegaciones
protestaron contra esta actitud y obligaron a retirar la resolución.
Más adelante, la Sociedad de Naciones volvería a tratar el tema del
esperanto, en conexión con las telecomunicaciones, pero no se volvería a
considerar el aspecto educativo o cultural, donde su papel podría haber
sido muy superior, como acertadamente había visto Torres Quevedo.
Según los datos existentes, en la iniciativa de Torres Quevedo había
desempeñado un papel importante el principal organizador del
movimiento esperantista español en aquellos años, Julio Mangada
Rosenörn, del que más adelante trataremos con mayor detalle. Al conocer
la existencia, objetivos y composición del Comité, publicó un artículo en
la revista «Hispana Esperantisto» 23, proponiendo a las sociedades
esperantistas de las naciones en las que había un miembro del Comité,
que se dirigieran a éstos y les informaran sobre las cuestiones
relacionadas con el esperanto, y especialmente sobre los resultados de la
Conferencia sobre la enseñanza del esperanto en las escuelas, a la que
hemos hecho referencia anteriormente. Por su parte, él informaba sobre
la posición de Torres Quevedo sobre la cuestión lingüística, recordando
que a comienzos de siglo, a la vuelta de un congreso científico
internacional en Viena, al informar a la Academia de Ciencias, había
hecho notar que a pesar del uso de tres idiomas oficiales, o precisamente
por esa razón, había sido imposible una adecuada comprensión durante
el desarrollo de las sesiones científicas. Mangada citaba al boletín de la
Academia de Ciencias, para indicar que Torres Quevedo había propuesto
el estudio del empleo de una sola lengua para los congresos científicos
internacionales. Finalizaba pidiendo a los lectores que le enviaran su
felicitación por su nombramiento como miembro del nuevo Comité. La
iniciativa de Mangada tuvo éxito, al menos en la parte que hacía
referencia a la adhesión de Don Leonardo a los objetivos del movimiento
esperantista, no sólo como puede deducirse de su actuación; también
hemos encontrado una noticia en el «Boletín Informativo de la Sociedad
Barcelonesa de Esperanto», de agosto de 1922, en el que se da cuenta de
la recepción de una carta de Torres Quevedo, agradeciendo la felicitación
de esa entidad con motivo de su nombramiento, así como las noticias e
informaciones referentes al esperanto, y asegurando que en la expresada
Comisión “encaminará sus esfuerzos a favor de los deseos de los
esperantistas y que le será muy grato que los resultados sean
satisfactorios”.
7. EL ESPERANTO Y EL RECUERDO DE
TORRES QUEVEDO TRAS LA GUERRA
CIVIL
Los últimos años de la Dictadura de Primo de Rivera y especialmente el
periodo de la República vieron un gran desarrollo del esperanto como
movimiento, con un notable crecimiento del número de hablantes en
España. No tenemos datos sobre la actividad de Don Leonardo en ese
periodo, aunque podemos suponer que fue reducida, dada la avanzada
edad y su estado de salud cada vez más precario, aunque el movimiento
esperantista le continuó considerando públicamente como uno de los
suyos.
Como es sabido, Torres Quevedo falleció en plena guerra civil, en
Madrid (por cierto, en un momento en el que el alcalde de la ciudad era
otro activo esperantista, el socialista Cayetano Redondo Aceña).
Con la guerra también el movimiento esperantista sufriría un fortísimo
golpe 31. Aunque hubo hablantes del idioma en ambos lados, una clara
mayoría, incluyendo gran parte de los dirigentes del movimiento,
tomaron partido por el bando perdedor; unos fallecieron, otros debieron
ir al exilio (es el caso de los citados Herrera, Mangada o Azorín) y
finalmente otros sufrieron prisión 32.
En el año 1947, con ciertas dificultades, se reconstituyó en España el
movimiento esperantista organizado, con la creación de la Federación
Española de Esperanto (HEF). Aunque se perdió una parte de la
continuidad histórica, el nuevo movimiento no olvidó la memoria de
algunos de los pioneros previos a la guerra, y entre ellos a Leonardo
Torres Quevedo.
Así, a comienzos de 1953 se conmemoró el 100 aniversario de su
nacimiento, con la publicación en primera página de la revista oficial de la
organización, de un artículo conmemorativo, recordando su calidad de
esperantista. El artículo, con tratamiento de editorial, no estaba firmado,
pero podemos suponer que se debía a la pluma del redactor del “Boletín”,
Luis Hernández Lahuerta, destacada figura del movimiento esperantista
ya en los tiempos anteriores a la confrontación.
Otra muestra de reconocimiento, si se quiere anecdótica, la constituye
la visita que los esperantistas llevaron a cabo el 25 de julio de 1957,
durante el XVIII Congreso Nacional de Esperanto, al Instituto “Torres
Quevedo” del CSIC, donde se recordó la figura de Don Leonardo.
Finalmente, mencionaremos que este pasado año 2002 se ha
conmemorado el 150 aniversario del nacimiento de Torres Quevedo,
mediante la publicación de un artículo en el número 358 del “Boletín” de
la Federación Española de Esperanto 33.
Como puede verse, el movimiento esperantista organizado no ha cesado
de considerar a Don Leonardo como uno de sus miembros más valiosos, y
de reconocer que las características que le inspiran permiten mostrar de
forma inequívoca la universalidad, en el sentido más profundo, de la
figura de Torres Quevedo.
*****
Notas
1 ECO, Umberto (1994): “La búsqueda de la lengua perfecta en la cultura europea”, Ed.
Crítica, Barcelona, traducción de María Pons (edición original en italiano, 1993);
existe edición en bolsillo; también se ha publicado una traducción al esperanto.
2 Íbidem. Véase también: LAPENNA, Ivo; Tazio CARLEVARO y Ulrich LINS (1974):
“Esperanto en perspektivo”, Centro de Esploro kaj Dokumentado pri la Monda
Lingvo-Problemo, Rotterdam.
3 PRIVAT, Edmond (1927): “Historio de la lingvo Esperanto”, Ferdinand Hirt & Sohn,
Leipzig, 2 volúmenes.
4 Existen numerosas obras sobre el esperanto en castellano. Un buen texto
introductorio es: AULD, William (1992): “El esperanto: fenómeno de la
comunicación”, Madrida Esperanto-Liceo, Madrid, traducción de Marcos Cruz. El
escocés Auld es, probablemente, el mejor literato en esperanto vivo en la actualidad.
[Otro posterior es: VALÉN, Antonio (2004): “El esperanto, lengua y cultura”, mga,
Santander].
5 RODRÍGUEZ ALCALDE, Leopoldo (1974): “Biografía de D. Leonardo Torres
Quevedo”, Institución Cultural de Cantabria, CSIC, Diputación Provincial de
Santander; GARCÍA SANTESMASES, José (1980): “Obra e inventos de Torres
Quevedo”, Instituto de España, Madrid; GONZÁLEZ DE POSADA, Francisco (1993):
“Leonardo Torres Quevedo”, Biblioteca de la Ciencia Española. Fundación Banco
Exterior, Madrid.
6 Leonardo TORRES-QUEVEDO Y TORRES- QUEVEDO, comunicación personal.
7 MARCO BOTELLA, Antonio (1987): “Analoj de la Esperanta movado en Hispanujo”,
Zaragoza, dos volúmenes. Antonio Marco es el autor de referencia sobre la historia del
movimiento español, y sus publicaciones han conseguido paliar la discontinuidad a la
que hacíamos referencia.
8 GONZÁLEZ DE POSADA, Francisco (1986): “Leonardo Torres Quevedo: europeo
preorteguiano e ingeniero español universal”, Aula de la Cultura Científica. Amigos
de la Cultura Científica, Laredo; la cursiva es del autor.
9 TORRES QUEVEDO, Leonardo (1907): “Sobre un sistema de notaciones y símbolos
destinados a facilitar la descripción de las máquinas”. Publicado por la revista
“Ingeniería”, Madrid, imprenta de J. Palacios.
10
Citado en GONZÁLEZ DE POSADA, 1993; la cursiva es del original.
11 Véase comunicación de G. OLAGÜE DE ROS, Alfredo MENÉNDEZ NAVARRO y
Mikel ASTRAIN GALLART “La participación de Leonardo Torres Quevedo en el
proyecto de creación de un Instituto Latinoamericano de Documentación e
Información científicas: la Unión Internacional de Bibliografía y Tecnología
Científicas (1910)”, en: GONZÁLEZ DE POSADA, Francisco, editor (1991): “Actas del
II Simposio: «Leonardo Torres Quevedo: su vida, su tiempo, su obra»”, Amigos de la
Cultura Científica, Santander. Véase también GARCÍA SANTESMASES (1980),
capítulo XV y GONZÁLEZ DE POSADA (1993), capítulo 10.
12 TORRES QUEVEDO, Leonardo (1920): “Discursos leídos ante la Real Academia
Española en la recepción pública de Don Leonardo Torres y Quevedo el 31 de octubre
de 1920”. Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, Madrid.
13 MARCO (1987), volumen I, p. 24. (Nota posterior: ver referencia aquí)
14
Así puede verse en las propias publicaciones de la UNESCO o en la página web de este
organismo, en el apartado de presentación histórica.
15 WALTERS, F. P. (1971): “Historia de la Sociedad de Naciones”, Editorial Tecnos,
Madrid, traducción de Federico Fernández de Castillejo (edición original en inglés,
1960).
16 Sociedad de Naciones (1923): “La Sociedad de Naciones y la cooperación intelectual”.
Sección de Información, Secretaría de la Sociedad de Naciones, Ginebra.
17 NORTHEDGE, F. S. (1986): “The League of Nations, its life and times 1920-1946”,
Leicester University Press.
18
Sociedad de Naciones (1923): “El esperanto como lengua auxiliar internacional.
Informe de la Secretaría General a la tercera sesión, revisado por la quinta comisión
y adoptado por unanimidad por la Sociedad de Naciones el día 14 de septiembre de
1922”. Versión española editada por la Federación Zamenhof. Madrid.
19 PRIVAT, 1927; LAPENNA, 1974. Edmond Privat es la fuente de información más
directa sobre el tema; diplomático en la Sociedad de Naciones, fue también presidente
de la Asociación Universal de Esperanto.
20 LESCURE, Jean-Claude (1999): “Un imaginaire transnational? Volapük et
Espéranto vers 1880-1939”, Institut d'Etudes Politiques, París, 4 volúmenes
21 LESCURE (1999), que cita a Jean- Jacques RENOLIET, “Institut de Coopération
Intellectuelle, 1919-1940”, París, Institut Pierre Renouvin, 1995, p. 79, que a su vez se
basa en documentos del Ministerio de Asuntos Extranjeros francés.
22 LINS, Ulrich (1988): “La danĝera lingvo, studo pri la persekutoj kontrau Esperanto”,
Bleicher, Gerlingen (República Federal Alemana).
23 Revista “Hispana Esperantisto” número 57, Madrid, abril-mayo 1922. Este boletín
actuaba como órgano oficial de varias de las sociedades esperantistas organizadas en
aquellos años en el territorio español.
24 Publicada en la “Gaceta de Madrid” de 12 de marzo. La revista «La Suno hispana»
(literalmente, «El sol español», que había sustituido a «Hispana Esperantisto» como
órgano oficioso de los esperantistas españoles) lo reprodujo en la portada de su
número 96.
25 INGLADA ORS, Vicente (1925): “La Conferencia Internacional para el empleo del
Esperanto en las Ciencias públicas y aplicadas, París, 14- 16 mayo 1925”. Córdoba,
1925.
26
RODRÍGUEZ DE LA TORRE, Fernando (1982): “Vida y obra de Vicente Inglada
Ors”, Instituto de Estudios Alicantinos, Alicante.
27 Existe una biografía muy completa de Emilio Herrera: ATIENZA RIVERO, Emilio
(1994): “El general Herrera - Aeronáutica, milicia y política en la España
Contemporánea”, Fundación AENA, Madrid. Véase también: LÁZARO ÁVILA, Carlos
(2001): “Emilio Herrera, Juan de la Cierva: la aventura aeronáutica”, Nivola,
Madrid. Finalmente, podemos citar su autobiografía: HERRERA, Emilio (1986):
“Memorias”, edición a cargo de Thomas F. Glick y José M. Sánchez Ron, Ediciones de
la Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, publicado anteriormente en inglés por
la Universidad de Nuevo Méjico.
28
«La Suno hispana», 3ª época, número 94, marzo 1925. Véase también: MANGADA
ROSENÖRN, Julio (1928): “Algo sobre el movimiento esperantista español”, Madrid.
29 HERRERA, Emilio (1925): “El Esperanto y la Ciencia”, en «Madrid Científico», año
XXXII, núm. 1140, páginas 177-180.
30 MARCO BOTELLA (1987), página 197. De las circunstancias de este aprendizaje se
hicieron eco numerosas publicaciones esperantistas, incluso internacionales.
31 Véase por ejemplo: MARGAIS, Xavier (2002): “El moviment esperantista a Mallorca
(1898-1938)”, Edicions Documenta Balear, Palma, pp. 239-244.
32 No fue una situación privativa de España: el final de los años 30 y la II Guerra
Mundial ocasionaron un gravísimo quebranto al movimiento esperantista mundial,
especialmente tras la persecución sufrida por el movimiento bajo los regímenes de
Hitler, que le acusó de ser una lengua de judíos, y de Stalin, que le consideraba un
idioma de cosmopolitas. Este tema, un aspecto negro de la represión totalitaria en los
mediados del siglo XX, ha sido objeto de investigación detallada en el citado libro de
Ulrich Lins (1988).
33 MARCO BOTELLA, Antonio (2002): “Leonardo Torres Quevedo, esperantisto”, en
Boletín de Hispana Esperanto-Federacio, número 358, pp. 16-17.
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