Cultura Ciudadana

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CULTURA CIUDADANA

UNIVERSIDAD FRANCISCO DE PAULA SANTANDER OCAA


FACULTAD DE EDUCACION ARTES Y HUMANIDADES
PLAN DE ESTUDIO COMUNICACIN SOCIAL
COMUNICACIN Y CULTURA CIUDADANA
CUARTO SEMESTRE.


Profesor: Yesid Ramrez Gonzlez

1. CULTURA Y CULTURA CIUDADANA
Pocos trminos tienen tal variedad de significados en la literatura acadmica,
en los medios de comunicacin y en el habla comn como la palabra cultura.
Una acepcin corriente la vincula con el arte, la literatura y la produccin
intelectual. Una visin antropolgica muy extendida entiende la cultura como
una totalidad en la que se integran instituciones, practicas, valores, smbolos y
productos humanos. De all se ha partido para agregar al trmino toda clase de
complementos, tanto en el lenguaje acadmico como en el lenguaje comn, y
se habla de una cultura empresarial, una cultura institucional, una cultura
poltica, e incluso una cultura del dinero fcil. Aqu, sin embargo, se
entender el concepto de cultura simplemente como los valores, las creencias,
las suposiciones, las actitudes y las percepciones que orientan el
comportamiento de las personas.


El comportamiento se entiende como parte integrante de la cultura y, por lo
tanto, se asume que esta no es algo subjetivo. As como hay diversidad cultural
en el sentido de que existen diversas culturas, dentro de una misma cultura
tambin se presentan diversidad de valores, creencias, comportamientos,
dimensiones comunicativas, etc., en relacin con un mismo aspecto de la vida
econmica, poltica o social.
La cultura ciudadana se refiere entonces a un conjunto especifico de aspectos
de las relaciones sociales, que forman parte de la cultura como un todo. Tales
aspectos abarcan aquellos valores, actitudes y comportamientos que tienen
que ver con la convivencia y el ejercicio activo de la ciudadana. El concepto de
cultura ciudadana se defini en el Plan de Desarrollo de Bogot Formar Ciudad
1995- 1997, como el conjunto de costumbres, acciones y reglas mnimas
compartidas que generan sentido de pertenencia, facilitan la convivencia
urbana y conducen al respeto del patrimonio comn y al reconocimiento de los
derechos y deberes ciudadanos. Esta definicin se complementa con la idea
de que las acciones de cultura ciudadana deben incidir sobre la manera como
los ciudadanos perciben, reconocen y usan los entornos sociales y urbanos y
como se relacionan entre ellos en cada entorno.
Cada individuo forma parte de diversos entornos La estrategia Forjar una
cultura para la convivencia, se refiere a la cultura as entendida.
Desde la familia hasta un partido poltico, un sindicato o un club deportivo. La
percepcin y el reconocimiento de tales entornos es lo que se llama sentido de
pertenencia. Cada entorno tiene sus reglas, que el individuo debe observar
para usarlo adecuadamente, es decir, para apropirselo, respetando su
ordenamiento y su carcter de patrimonio comn. La manera en que los
ciudadanos se relacionan entre si en cada entorno, es decir, la convivencia,
depende del cumplimiento de las normas propias de ese entorno y de la
capacidad de los ciudadanos de concertar acuerdos y dirimir conflictos
pacficamente.

LEY, MORAL Y CULTURA
El principio sobre el cual se basa el concepto de cultura ciudadana es la
existencia de tres sistemas reguladores de la conducta: la ley, la moral y la
cultura. Es posible hacer una distincin seala Antanas Mockus entre tres
tipos diferentes de reglas o normas: las jurdicas (las leyes), las morales (o de
la conciencia) y las culturales (las que comparte una comunidad
informalmente). En esencia, los actos de un individuo pueden estar regulados
ya sea por el respeto a la ley o el temor a las consecuencias de infringirla, las
convicciones personales sobre lo bueno y lo malo (moral), o la costumbre
sancionada socialmente (cultura).
La regulacin legal obedece a diferentes tipos de motivaciones, segn la
naturaleza de cada individuo. Uno puede obedecer la regulacin legal explica
Mockus porque le parece admirable, porque admira la manera como ha sido
creada o como es aplicada, o porque admira sus efectos. Algo admirable en la
ley colombiana es, por ejemplo, la existencia del debido proceso, que exige
argumentos y pruebas para condenar a una persona, quien quiera que esta
sea. Otra motivacin para obedecer la ley es la comprensin de su
conveniencia o necesidad.

As pues, cuando una persona se asegura peridicamente de que su vehculo
no emita gases contaminantes, como lo obliga la ley, lo hace tambin porque
comprende que esta restriccin normativa es para su propio beneficio y el de
su comunidad. De la misma manera, un individuo puede obedecer la ley porque
considera que es un deber hacerlo, aun cuando no est de acuerdo con ella. A
estas motivaciones se agrega, finalmente, la obediencia de la ley por temor a
la sancin legal, la multa o la crcel. Pasar por alto un semforo en rojo puede
quedar en la impunidad ante la inexistencia de un agente de polica o de
cmaras de vigilancia. Sin embargo, aun sabiendo esto, ms de 95% de los
conductores en Bogot se abstienen de hacerlo, ya sea porque son
conscientes del peligro implcito o porque consideran que es su deber respetar
las seales de transito.

La regulacin moral, ligada a la autonoma personal y a la formacin del propio
criterio, permite que la obediencia a las normas se derive del placer que
produce obedecerlas o del sentido del deber; es decir, de la satisfaccin que
produce ser coherente con los propios principios. Adems de la gratificacin
personal, las personas pueden obedecer las normas morales por temor al
sentimiento de culpa que les genera no hacerlo.
La regulacin cultural, por su parte, corresponde a las normas del grupo o la
sociedad a la que se pertenece. Se refiere por ejemplo, a la forma de vestir o a
la manera de dirigirse a los dems. En este caso, la motivacin para cumplir
con este tipo de normas puede provenir del deseo de aceptacin o
reconocimiento por parte del grupo, o del temor al rechazo y la censura
Todo comportamiento puede ser regulado por uno o ms de estos tres
sistemas. Matar a alguien, por ejemplo, est prohibido por la ley y por la moral,
a la vez que se considera una conducta socialmente reprochable. Pero algunos
comportamientos, para los cuales existen reglas sociales (los malos modales
en la mesa, por ejemplo), no tienen normas legales que los regulen. Existen
tambin comportamientos prohibidos legalmente, como robar, que pueden,
bajo ciertas circunstancias, recibir aprobacin social.
ARMONA Y DIVORCIO ENTRE LEY, MORAL Y CULTURA

Los individuos y las sociedades se caracterizan por su gran diversidad moral y cultural,
y por ese motivo, por la multiplicidad de reglas y normas morales y sociales que los
rigen. La existencia de diferentes religiones en una misma sociedad, por ejemplo,
implica variaciones entre los preceptos que guan el comportamiento de ciertos grupos
sociales frente a otros. Asimismo, comportamientos reprochables entre los adultos,
como pintarse el cabello de colores extravagantes, pueden ser perfectamente
aceptables entre la juventud. En la ley, sin embargo, no puede restringir este tipo de
diversidad. La ley debe ser la misma y aplicarse por igual para todos. Bajo esta
suposicin puede hablarse de armona o divorcio entre ley, moral y cultura. Una u otra
se dan segn exista o no correspondencia entre los tres sistemas reguladores. En
palabras de Mucus, la armona de ley, moral y cultura podra definirse como la
conjuncin entre la desaprobacin moral o cultural de comportamientos ilegales, y la
aprobacin moral y cultural de las obligaciones legales.
Por otro lado, hay divorcio cuando comportamientos ilegales son aprobados por la
moral o la cultura, o cuando las obligaciones legales son censuradas por la moral o la
cultura. La armona o el divorcio entre los tres sistemas reguladores se entienden, por
tanto, en referencia a la ley. De existir una cultura de la ilegalidad, esta se definira
como la aprobacin social y/o moral de comportamientos ilegales, y constituira el
caso extremo de divorcio entre ley, moral y cultura.
La ley no regula todos los comportamientos, ni podra hacerlo; pero esto no significa
que todo aquello que la ley no prohbe este permitido. Los comportamientos tambin
pueden ser regulados mediante normas morales o culturales. As, comportamientos
muy significativos en trminos de ciudadana, como las conductas solidarias y
tolerantes, llevan una considerable carga de aprobacin social y moral, en tanto que
las conductas opuestas, o la indiferencia, generan rechazo, desaprobacin o culpa.

CULTURA CIUDADANA Y CONSTRUCCIN DE CIUDADANA

El concepto de cultura ciudadana tiene estrecha relacin con ciertas ideas de la
ciencia social contempornea, relacionadas con el papel de los ciudadanos como
sujetos activos. La ciudadana en la comunidad cvica, escribe Robert D. Putnam,
tiene su impronta, en primer trmino, en la participacin activa en los asuntos
pblicos. Esto no supone renunciar a los intereses personales, aade Putnam,
siempre y cuando tales intereses se definan dentro del contexto de necesidades
publicas ms amplias. Para este autor la ciudadana tiene como presupuesto adicional
la igualdad de derechos y obligaciones para todos. Segn l, la comunidad cvica se
mantiene unida por relaciones horizontales de reciprocidad y cooperacin, y no por
relaciones verticales de autoridad y dependencia.

Adems de ser activos, tener espritu pblico y estar en igualdad de condiciones, los
ciudadanos virtuosos de una comunidad cvica son colaboradores, respetuosos y
confan unos en otros, aunque difieran en asuntos de importancia. Si bien la
comunidad cvica no tiene que estar libre de conflictos sus ciudadanos mantienen
puntos de vista slidos sobre los asuntos pblicos , son tolerantes frente a sus
opositores.

En una lnea de pensamiento semejante a la de Putnam, Will Kymlicka y Wayne
Norman han llamado la atencin sobre el hecho de que el vigor y la estabilidad de la
democracia no dependen solamente de su estructura bsica sino tambin de las
cualidades y actitudes de los ciudadanos . El Estado, anotan, es incapaz de
garantizar los derechos y satisfacer las necesidades de los ciudadanos si estos no
abandonan la ciudadana pasiva y se convierten en sujetos activos. Esto supone
participar en la vida publica y desarrollar virtudes cvicas que comprenden virtudes
generales como el respeto por la ley y la lealtad; virtudes sociales como la
independencia y la apertura mental; virtudes econmicas como la tica en el trabajo y
la adaptabilidad al cambio econmico y tecnolgico; y virtudes polticas como la
capacidad de reconocer y respetar los derechos de los dems, la capacidad de
evaluar el desempeo de quienes ocupan cargos pblicos y la disposicin a participar
en el debate pblico.

Dichas virtudes cvicas, necesarias para el ejercicio responsable de la ciudadana,
coinciden y se complementan en gran medida con las virtudes que exige la
convivencia, y que forman parte del concepto de cultura ciudadana: respeto por ciertas
normas mnimas de convivencia, por el patrimonio comn, por el buen uso del espacio
pblico y por la ley; as como tolerancia, participacin en los asuntos pblicos y
corresponsabilidad. Las virtudes cvicas se aprenden en la escuela, segn
CULTURA CIUDADANA Y DESARROLLO ECONMICO, POLTICO Y SOCIAL

Existe una clara correlacin entre la calidad de la convivencia y los rasgos que
distinguen la ciudadana en la comunidad cvica, como la caracteriza Putnam, y el
desarrollo econmico, poltico y social de una nacin. Por lo general, en un pas con
elevado ingreso per cpita y altos niveles de vida; con bajos niveles de pobreza y
miseria; con buena infraestructura y alto desarrollo industrial; y con un Estado que
funciona de manera eficaz y transparente capaz de proveer servicios de educacin y
salud a toda la poblacin, los ciudadanos son ms respetuosos de las normas de
convivencia y de la ley, ms solidarios, confan ms en los otros y en las instituciones,
se sienten ms orgullosos de su sociedad y ms seguros, que en pases donde no se
presenten tales condiciones.
Lo anterior supondra que la comunidad cvica o en nuestros trminos una sociedad
con altos niveles de cultura ciudadana es, simplemente, un efecto del desarrollo
econmico. Sin embargo, es posible demostrar que esta correlacin no es forzosa. En
Italia existen diferencias importantes entre el norte y el sur. El norte es hoy ms
industrializado y cvico que el sur; pero esto no siempre ha sido as. En el ltimo
milenio, el sur de Italia ha igualado, e incluso superado, los niveles de desarrollo
econmico del norte. Por el contrario, el norte ha mantenido sistemticamente su
republicanismo y su civismo y, como consecuencia, ha disfrutado de gobiernos ms
democrticos y abiertos. As pues, la riqueza social no es prerrequisito para que
impere la convivencia pacfica y se desarrolle la ciudadana. Por el contrario, ciertos
rasgos de la cultura, entre ellos los que podran identificarse como cultura ciudadana y
ciudadana en una comunidad cvica, son potentes motores del desarrollo econmico,
poltico y social.
La confianza, una moralidad individual que impulse a los individuos a vivir dentro de
los lmites de la ley y asumiendo sus responsabilidades sociales, una alta valoracin
del trabajo, una actitud creativa e innovadora, el orden, la puntualidad, el
reconocimiento de la supremaca de la ley, el pluralismo y la democracia, son
caractersticas sociales que impulsan el desarrollo; caractersticas culturales contrarias
lo retrasan u obstaculizan.

En consecuencia, para que exista desarrollo y riqueza social, es necesario que se
presenten condiciones culturales que los favorezcan. Cuando los rasgos culturales de
una sociedad presentan obstculos a la convivencia, a la construccin de ciudadana,
a la democracia, al desarrollo econmico y a la generacin de riqueza social, la clave
est entonces en el cambio. En un incesante proceso de retroalimentacin, el cambio
cultural impulsa el desarrollo econmico que, a su vez, impulsa el desarrollo cultural y
la democracia.

ES POSIBLE EL CAMBIO CULTURAL PROMOVIDO POR EL ESTADO?

Sobre los anteriores supuestos, es necesario preguntarse si es posible que el Estado
generare cambios en la cultura. Especficamente, si una poltica pblica puede
producir cambios en los valores, las creencias, las actitudes y los comportamientos
que obstaculizan la convivencia pacfica y la construccin de ciudadana, y promover
aquellos que las facilitan.
Las transformaciones experimentadas por Bogot desde mediados de la dcada de
1990 dejaron una enseanza fundamental: un gobierno puede influir de manera
exitosa sobre la cultura, con el fin de modificar ciertos comportamientos ciudadanos.
La novedad de la experiencia de Bogot consiste en la adopcin de la cultura como
punto de partida y campo de accin de una poltica pblica.

La opinin que tenan los bogotanos sobre su ciudad cambi de manera acelerada y
radical. Mientras que en 1995 cerca de 75% de los ciudadanos consideraba a la
capital de Colombia como un lugar malo o psimo para vivir; en 1998, 67% de los
ciudadanos tenan la percepcin opuesta. Este cambio de opinin refleja, desde luego,
las transformaciones experimentadas por la ciudad en aspectos tan fundamentales
como la justicia social y la administracin pblica. Durante las ltimas administraciones
la ciudad ha tenido notables avances en materia de infraestructura urbana, transporte
masivo, espacio pblico, coberturas educativas y de salud, logros que en el curso de
pocos aos produjeron un enorme salto cuantitativo y cualitativo en el aspecto fsico
de la ciudad y en la calidad de vida de sus habitantes, particularmente de los ms
pobres.

Tambin cambiaron las percepciones, actitudes y creencias de los habitantes de
Bogot en cuanto a si mismos, a los dems, a la administracin y la propia ciudad
como espacio fsico y como espacio social. En ltima instancia, cambiaron los
comportamientos ciudadanos. Estos cambios culturales estn asociados,
principalmente, con los programas y acciones desarrollados a partir de 1995, dentro
del concepto de cultura ciudadana.

Los logros ms reconocidos de Bogot en materia de cultura ciudadana se encuentra
en aquello que ha constituido uno de los principales objetivos de las administraciones
recientes: la proteccin de la vida. En cuanto a los homicidios, de un pico de 80 por
cada cien mil habitantes en 1993, Bogot paso a menos de 30 homicidios por cien mil
habitantes en 2002. En esta materia las diferencias entre Bogot y el resto del pas
son notables; si bien la tasa nacional de homicidios (sin contar a Bogot) present
durante el mismo periodo, una tendencia a la disminucin, se mantuvo en niveles
superiores a 55 homicidios por cien mil habitantes. En cuanto a las muertes por
accidentes de trnsito, Bogot paso de 1.387 en 1995 a 697 en 2002, tendencia que
se replic para las personas lesionadas por el uso de plvora en temporadas de fin de
ao, que pasaron de 262 en 1993 a 61 en 2002.

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