Salvatore, R.A. - Ynis Aielle 01 - Ecos de La Cuarta Magia
Salvatore, R.A. - Ynis Aielle 01 - Ecos de La Cuarta Magia
Salvatore, R.A. - Ynis Aielle 01 - Ecos de La Cuarta Magia
VOLUMEN I
R. A. SALVATORE
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Diseo de cubierta: Valerio Viano
Ttulo original: Echoes of the Fourth Magic
Traduccin: Mara Jos Vzquez
1990, 1998 by R.A. Salvatore. This book was originally published in a slightly different
form in 1990. This translation published by arrangement with The Ballantine Publishing Group, a
division of Random House, Inc.
Grupo Editorial Ceac, S.A., 2001
Para la presente versin y edicin en lengua castellana
Timun Mas es marca registrada por Grupo Editorial Ceac, S.A.
ISBN: 84-480-3243-8
Depsito legal: B. 30.146-2001
Hurope, S.L.
Impreso en Espaa - Printed in Spain
Grupo Editorial Ceac, S.A. Per, 164 - 08020 Barcelona
Internet: http://www.editorialceac.com
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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A la memoria de Geno Salvatore, mi padre,
y de mi mujer, Diana.
Su inspiracin e incondicional apoyo
han hecho posible todo esto.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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AGRADECIMIENTOS
Hay mucha gente a quien quisiera dar las gracias, demasiada para
poder mencionarla aqu, por su ayuda y apoyo en el desarrollo de
este proyecto; quiero hacer constar mi agradecimiento especial a
Dave, Jean, Kent y Sheila por permitirme aprovechar su experiencia
y profesionalidad en las reas en las que necesitaba ms ayuda.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Preludio
Jeff DelGiudice se despert en la quietud de la noche; quiz lo sac de su profundo sueo esa
misma calma. Pues aquel valle encantado, el valle de Illuma, el hogar de los elfos de Ynis Aielle,
rara vez estaba en silencio, sino rebosante de las canciones y la msica de la naturaleza: el viento
que bajaba de las montaas del Gran Cristal, cantando entre los rboles y las casas rbol; la danza
de un riachuelo de montaa que saltaba piedras y deca adis al fluir valle abajo.
Del se levant de la cama y se acerc a la ventana. Una silenciosa capa de nieve cubra el
valle de Illuma, aunque el invierno estaba tocando a su fin. Desde aquel punto, a la tenue luz de la
noche, Del perciba el encantamiento del lugar, la magia de los elfos y, aunque estaba preocupado,
aquella magia se abri paso hasta un diminuto rincn de su corazn y le aport un poco de calidez y
de consuelo.
Saba que aquella noche no podra volver a dormirse. Todas las noches se despertaba, y a
veces ni conciliaba el sueo, y senta una angustia que aumentaba a medida que el rigor del invierno
iba decreciendo. Las pistas de montaa no tardaran en abrirse de nuevo y le permitiran regresar a
Avalon.
Avalon.
Cuntos meses haban transcurrido desde que recorri los maravillosos caminos de aquel
bendito bosque? Desde que haba odo la cancin de la hechicera Esmeralda y los misterios de
aquella meloda lo haban envuelto como los velos de gasa de las vestiduras de la maga. Despus de
la batalla del Portal de la Montaa, el peor da de la vida de Jeffrey DelGiudice, en vano trat de
encontrar el camino de regreso al bosque encantado e incluso haba rodeado las Montaas de Cristal
del Sur para buscar una ruta diferente.
Pero Brielle, con su desconcertante magia, le impidi la entrada.
Del habl con varios montaraces y les rog que lo guiaran hacia el bosque, pero no obtuvo
respuesta.
El verano dej paso al otoo y el otoo al invierno. Y la nieve oblig a Del a irse del Portal de
la Montaa y a regresar al valle de Illuma. Poco despus, los senderos quedaron bloqueados.
No obstante, Del debera haber disfrutado de aquellos das. Las cicatrices de la batalla se
estaban borrando y los elfos haban vuelto a sus danzas y alborozos. El crudo invierno no refren
sus eternos juegos, y ahora, con el cambio de estacin y con la prxima coronacin del nuevo rey
de Pallendara, su jbilo era diez veces mayor.
Pero una incmoda sensacin, el sentimiento de que estaba atrapado en una tierra a la que no
perteneca, haba crecido como un cncer en el interior de Del. No poda olvidar que l era de un
mundo distinto, un mundo perdido tiempo ha, un mundo de ambiciones y responsabilidades; y
aunque siempre se haba rebelado contra aquellos aspectos de su sociedad, las costumbres de la
primera poca de su vida estaban impresas de manera indeleble en su mente. En efecto, a pesar de
todas las afinidades que, en principio, tena con los elfos, los triviales juegos de aquellas criaturas
no le bastaban.
Y tema que su desasosiego provocara que sus peligrosas ideas chocaran con aquel mundo
inocente.
Su depresin haba empezado a agudizarse con la llegada de la estacin fra. La barba le
adornaba la cara; no tena que molestarse en afeitarse. Slo sala de su habitacin en raras
ocasiones, pues la relacin con los elfos le recordaba que l no perteneca a aquel lugar llamado
Aielle, que su espritu no era, a pesar de todos sus deseos, afn al del nuevo mundo que l y sus
compaeros haban encontrado al emerger del mar.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Se visti y se dirigi a la habitacin de Billy Shank, y no pudo evitar sonrer ante los
ronquidos satisfechos de su amigo. Billy haba conseguido sentirse all como en su propia casa. Su
amistad con la hija del seor del pueblo elfo se haba convertido en algo ms, en algo maravilloso.
Del pens en la prxima coronacin en las tierras del sur, y en el lazo que se estrechara entre
las dos razas, la humana y la lfica, y volvi a sonrer. l y sus compaeros haban encontrado
aquel nuevo mundo en desorden y, a pesar de todo, haban hecho algunas cosas de valor.
S mi testigo le susurr a Billy en el odo, y sali del casern.
Al borde de la desesperacin, se encamin a la escalera invisible que sube a Brisen-ballas, en
busca de Ardaz, el nico hombre que poda comprender sus problemas.
Pero no hubo forma de encontrar al hechicero.
De modo que Del anduvo vagando bajo el cielo vigorizante y estrellado de la ltima noche de
aquel invierno. No poda hacer caso omiso de sus temores y sensaciones, no poda escapar de su
condicin, de lo que le haba sido inculcado en su corazn y en su alma durante los aos en que
creci en un mundo muy distinto.
Recorri con el pensamiento aquellos siglos, mientras paseaba sin rumbo por el valle de los
elfos, y consider de nuevo el asombroso destino que le haba llevado a aquel lugar tan especial, el
sinuoso camino que haba trocado la tecnologa por la magia, el pragmatismo por el misticismo, el
humanismo por la espiritualidad.
Qu maravilloso viaje! Del deseaba que lo hubiese conducido a encontrar un lugar mejor
dentro de s mismo...
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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El paso del Unicornio
El Unicornio navegaba a gran profundidad, deslizndose con la facilidad con que vuelan las
guilas. Pero no se trataba de ningn cazador; era una nave pacfica, el orgullo del Grupo de
Exploracin Submarina Nacional, el GESNA, rplica ocenica de la NASA, y que, poco despus de
iniciarse el segundo milenio, dispondra de un mayor presupuesto que aqulla. El desastre en la
estacin espacial, que ocasion la muerte de siete astronautas, la prdida de una lanzadera y de la
estacin, valorada en varios miles de millones de dlares, haban recortado drsticamente el
presupuesto de la NASA y enfriado el entusiasmo de la nacin por la exploracin espacial.
Pero a los cientficos no les haba costado que la gente aceptara la exploracin de los mares, la
mayor extensin inexplorada del planeta; en particular despus de otra desastrosa serie de efectos
climticos debida al Nio: el agua caliente del Pacfico provoc una serie de devastadoras
tormentas que asolaron de punta a punta Estados Unidos. En consecuencia, la opinin pblica
acogi favorablemente el impulso dado a la joven organizacin.
Y el resultado fue el Unicornio. Todos los miembros del GESNA lo miraban con satisfaccin
y profundo respeto, pues el submarino era el eptome de los logros tecnolgicos. Ms an, pues, de
acuerdo con la leyenda de su mtico homnimo, el Unicornio se haba convertido en el smbolo de
la esperanza en el futuro de la humanidad pese a las constantes amenazas de aniquilacin
tecnolgica. En efecto, el GESNA era una organizacin dedicada a la aplicacin pacfica de la
ciencia. Cualquier nacin, amiga o enemiga, poda, por una mdica cantidad, compartir las
informaciones que el proyecto pudiera reunir. Cualquier nacin. Y eso, por encima de todo, era la
verdadera victoria del Unicornio.
Ms de cinco millas de agua separaban al esplndido prototipo de la nueva generacin de
submarinos de la superficie iluminada por el sol. En torno, todo era oscuridad y silencio, salvo el
suave zumbido de los motores y el silbido del sistema hidrulico de aislamiento del casco que
permita resistir la tremenda presin del ocano. Potentes focos recortaban haces de luz a travs de
las oscuras aguas mientras aquel solitario reducto de civilizacin rondaba por las profundidades del
Atlntico.
En la superficie se haba agitado nerviosamente, pareca que iba a volcar con la embestida de
cada ola, pero en aguas abisales navegaba veloz y sin esfuerzo. En ellas se encontraba como en
casa, gil y rpido, aunque, a pesar de su minucioso y casi perfecto diseo, segua siendo un
extrao.
La maana centelleaba en la espejada superficie, pero en aquellas profundidades siempre era
de noche. As empez el trigsimo segundo da de viaje desde que el Unicornio sali de Woods
Hole. Fue su primer da sin amanecer. Se haba sumergido a gran profundidad, por debajo de los
curiosos barcos rastreadores rusos, del zumbido de los motores de un avin privado sospechoso de
estar al servicio del espionaje cubano, de los golpes de las gigantescas palas de los helicpteros de
la Armada; por debajo del clamor de un mundo mecnico, a una profundidad inalcanzable para los
rayos de sol, en unos abismos en los que ni siquiera los peces se aventuraban.
Jeff DelGiudice estaba apoyado contra la pared de un montacargas, asido a la barra metlica.
A cinco millas ms arriba y a mil a travs del mar musit cuando sus pensamientos lo
llevaron a Woods Hole y Cabo Cod, y a la mujer que haba dejado all.
Una vez ms, como siempre, se encontr analizando sus relaciones con Debby, tratando de
encontrar una respuesta definida a sus sentimientos. La quera profundamente y lo admita sin
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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ambages; pero, aunque tena miedo de reconocerlo, el amor que los una no era el deseo apasionado
que haba imaginado. Aquel centelleo especial, aquel hormigueo de emocin capaz de desvanecer
los estados de nimo ms negros, sencillamente brillaba por su ausencia. No obstante, el resignado
pragmatismo de Del le haca dudar de que fuera posible tener semejante emocin alguna vez.
Supona que l y Debby eran todo lo felices que podan ser; pues la realidad de su mundo, las
pequeas tensiones constantes y los leves dolores de cabeza, le haban enfriado la esperanza. De
hecho, Del dudaba de que existiera el amor romntico ideal. Eso poda encontrarse en la pluma de
un poeta, pero no en el mundo real.
Y una vez ms, a pesar de aquella pragmtica manera de conformarse, sus pensamientos
haban volado por su cuenta.
Pero incluso aquella fuga fue una mentira, y de bien poco sirvi para aliviar su profunda
tristeza. Jams haba aprendido a gozar de la existencia, de los simples placeres derivados de la
percepcin y de la experiencia, y eso, ms que Debby, era su autntica frustracin. De modo
instintivo, Del perciba un vaco, un hueco dentro de s mismo, que reclamaba algo que lo llenase;
pero el mundo materialista y altamente competitivo en que viva no le daba consuelo alguno.
Sube, sube exclamaba Del repetidamente. Sin xito. Cada vez que sonaba el ping-poc del
sistema hidrulico, perda la concentracin y se acordaba de Debby y de sus obsesiones. Solt la
barra en un gesto de frustracin.
En el puente de proa, los ojos castaos del navegante Billy Shank examinaban con atencin
los instrumentos.
En cualquier momento a partir de ahora, capitn dijo, con un deje de emocin.
Manda la seal de la pantalla al resto de los monitores del barco dijo el capitn Mitchell,
un ceudo gigantn. La solidez de la voz y del rostro era ptrea, pero el brillo de los ojos
traicionaba su aparente calma.
La alarma son en el preciso momento en que Del, al fin, haba conseguido poner en marcha
el elevador. La carga choc contra el estante y Del rod de un lado a otro, la cabeza dndole
vueltas. Entr a todo correr en el vestbulo y top con un tripulante; su pnico se transform en
turbacin cuando vio el vaso de cerveza.
Adelante dijo Del agitando la mano con impaciencia, como si no se hubiera sorprendido
en absoluto.
Mira por dnde andas! dijo desde atrs la voz de Ray Corbin, el primer oficial del
Unicornio.
Ray repuso Del, mirando cmo su amigo se le acercaba con grcil y tranquilo paso; era
el nico hombre que Mitchell haba solicitado que se incorporara a la tripulacin.
A Del le llamaba la atencin lo paradjico del hecho, pues Mitchell y Corbin distaban mucho
de parecerse. La inquieta actividad, principal caracterstica de Mitchell, no era un rasgo que
destacara en Ray Corbin; la tripulacin incluso le haba sacado el mote de Ray el Tumbado. Pero
todos los tripulantes comprendan la eleccin de Mitchell. Un primer oficial tranquilo y sin
pretensiones garantizaba el control del dominante capitn.
O no? Del se lo preguntaba a menudo. Sin duda Ray Corbin jams se opondra abiertamente
a Mitchell; la lucha libre no era su deporte favorito. Pero Corbin era un oficial que comprenda muy
bien las necesidades de la gente que le rodeaba y se daba cuenta de la presin que un tirano como
Mitchell poda ejercer sobre una tripulacin. Del lo vea como el seor Roberts del Unicornio,
jugando el papel de limar las asperezas provocadas por Jimmy Cagney. Y cul era el rol de Del en
la pelcula? Lo saba perfectamente, saba por qu Ray Corbin haba insistido tanto en que l
formara parte del proyecto. Corbin necesitaba un contrapeso para el carcter dominante de Mitchell,
una vlvula de escape para la inevitable tensin, y la encontr en un hombre que le recomend un
antiguo patrn. El arma secreta de Corbin era Jeff DelGiudice.
Subes? pregunt Corbin.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Crees que me perdera esto? replic Del. Probablemente es lo nico emocionante que
veremos en esta cuba durante los prximos ocho meses.
Quieres emociones? coment Corbin con una amplia sonrisa. Espera a que Mitchell
vea a su joven oficial con los pantalones cortos de gimnasia en el puente.
Del comprendi el sentido de aquella sonrisa, pues tambin l poda imaginarse fcilmente lo
que ocurrira en el puente y la cara del capitn encendida por la clera.
Pero t tienes unas piernas bonitas acab diciendo Ray Corbin.
No le importar dijo Del sin convencimiento. Adems, son de la Armada.
Las piernas? brome Corbin, avanzando por el corredor.
Ambos llevaban un vaso de plstico con cerveza cuando entraron en la sala de control. La
mayora de los oficiales y varios tripulantes estaban all, todos con copas coronadas por espuma y
con la mirada clavada en la pantalla. Mitchell estaba sentado, con la espalda recta apoyada en el
respaldo; sostena un micrfono en una de sus zarpas y una cerveza en la otra.
Una nevera con cabeza musit Del al ver al cuadrado capitn. Mitchell ech un rpido
vistazo a los dos oficiales, pero enseguida volvi a fijar la atencin en la pantalla.
Del suspir aliviado al ver que su inapropiado atuendo haba pasado inadvertido.
De repente la pantalla brill cuando el proyector se reflej en el fondo del ocano. Despus de
haber estado enterrada durante siglos bajo innumerables toneladas de agua, aquella extensin de
barro y rocas ofreca poco margen a la inspiracin artstica, pero a los hombres del Unicornio el
panorama les pareci magnfico.
Una extraa sonrisa se dibuj en el rostro de Mitchell cuando puls la tecla de la consola de
comunicaciones.
El punto ms profundo del Atlntico, seores dijo, mientras levantaba el vaso de cerveza
Old Milwaukee para brindar. El fondo de la sima marina de Milwaukee.
Tras un pequeo sorbo reapareci la habitual ceuda expresin de Mitchell.
Es toda suya, Corbin dijo mientras se diriga hacia la puerta. Y djense de cervezas.
Sin excepciones.
Corbin se encogi de hombros para expresar su impotencia ante la contrariada tripulacin e
indic a uno de los marineros que retirara las bebidas.
A Del le haca tanta ilusin como al que ms alcanzar el objetivo tras tantos meses de
preparacin, pero un brindis de cinco segundos y un trago de cerveza no era exactamente la idea
que tena de una celebracin.
Pues vaya...! refunfu, creyendo equivocadamente que el capitn no poda orlo.
Cuando la cabeza con el pelo cortado al rape de Mitchell apareci de sopetn en la puerta y la
mirada del corpulento capitn se clav durante un buen rato en Del, en la sala se hizo un silencio
sepulcral.
DelGiudice empez diciendo en un tono insidiosamente calmado, dado que ha
encontrado la celebracin inapropiada, le invito a que se rena conmigo en mi despacho dentro de
diez minutos para asistir a una fiesta privada.
De uniforme! aadi, mientras su risa burlona se converta en una inquietante mueca.
Del suspir cuando Corbin se le acerc para darle una palmada en la espalda.
Quiz no le han gustado tus piernas.
Billy Shank se mordi el labio y trat de reprimir una carcajada.
Transcurrieron dos das anodinos mientras el Unicornio surcaba el fondo del Atlntico.
Cuarenta y ocho horas de ronda no mostraron en la pantalla de control del sumergible ms que
contrafuertes rocosos y suelos planos, unas imgenes captadas en una montona secuencia que
hacan que Del se sintiera como un personaje de una pelcula de dibujos animados pasando una y
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otra vez por el mismo lugar. Permaneca en el puente la mayor parte del tiempo, pues, por orden
expresa del capitn Mitchell, se le haban ampliado las horas de servicio.
Supona que era una recompensa por su buena conducta.
Otros tres hombres, los marineros Jonson, Camarillo y Billy Shank, trabajaban con l, pero
cumplan con sus obligaciones con eficacia disciplinada y de poco servan para mitigar el
aburrimiento de aquella larga travesa durante la cual no ocurra absolutamente nada de particular.
Al fin, afortunadamente, una voz quebr el silencio.
Es increble murmur Billy Shank, ven a ver esto.
Pero en el mismo momento en que Del se levantaba de la silla, un estrpito estall en el
equipo de sonido de Camarillo e hizo que los otros, sorprendidos, se dieran la vuelta bruscamente.
Camarillo, con una cara rgida y deformada que expresaba conmocin y terror, no pudo
responder a las inquisitivas miradas de sus compaeros. Paralizado, cay bocabajo al suelo sin ni
siquiera extender los brazos para amortiguar el golpe.
Los otros tres hombres se precipitaron hacia l.
Vuelve a tu puesto! dijo Del a Billy. Y pralo todo! Avisa al capitn y a Doc!
Del dio la vuelta al cuerpo de Camarillo; en los ojos de su compaero slo vio un brillo
apagado, sin vida. Le quit los auriculares y vio que el uniforme estaba desgarrado y empapado con
la sangre que le manaba de los odos. l y Jonson se pusieron enseguida manos a la obra: Jonson
empujaba rtmicamente el pecho de Camarillo mientras Del trataba de insuflarle vida.
Un instante despus, Ray Corbin y Doc Brady entraron precipitadamente, seguidos de cerca
por Mitchell y Martin Reinheiser, el fsico civil que se haba ganado el dudoso honor de convertirse
en la mano derecha de Mitchell. Corrieron hacia DelGiudice que se esforzaba por reanimar aquel
cuerpo desplomado.
Yo me encargo de l dijo Doc Brady a Del.
Ha muerto susurr Del mientras se levantaba. Senta el latido de su propio pulso
mientras miraba en torno con impotencia.
Qu ha ocurrido? inquiri Mitchell.
Desde el otro lado de la sala, contest Billy Shank.
Los indicadores de mi panel se dispararon por encima de la escala; y esa escala cubre unos
valores que van ms all de los lmites predecibles. No he visto nunca nada parecido. Y entonces se
produjo un gran estruendo y Camarillo se desplom.
Mitchell mir con dureza a Del, pero ste no pudo devolverle la acusadora mirada, pues en
aquellos momentos se senta demasiado vulnerable para discutir con el capitn. Aunque Del no
tena ninguna culpa, era un hecho que, en aquella ocasin, era l quien estaba al mando.
Seguro de su victoria al ver cmo Del inclinaba la cabeza, Mitchell se volvi hacia
Reinheiser.
Qu ha podido ser?
Creo que debo examinar los datos antes de aventurar una hiptesis coment Reinheiser
despus de resoplar ante la pregunta.
Doc Brady sacudi la cabeza y cerr los ojos de Camarillo.
Un tripulante muerto. Mitchell echaba pestes al pensar en lo que ello implicaba en su hoja de
servicios.
Pongan la embarcacin en estado de alerta! rugi. Y redacten un informe de los
daos sufridos! Acto seguido, se refugi a toda prisa en la seguridad de su puesto de mando con
una clera particularmente intensa porque no saba contra quin dirigirla.
Al cabo de unos momentos sonaron las alarmas y la tripulacin empez a moverse
atropelladamente, pero ni siquiera aquel tumulto calm la impaciencia de Mitchell.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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En el resto de la embarcacin no hay desperfecto alguno ni ningn herido, seor exclam
Jonson.
Mitchell lanz una rpida mirada a Del.
Slo un altavoz explic el joven oficial. Todava funciona.
Tambin aqu slo hay pequeos desperfectos indic Billy Shank.
Martin Reinheiser, en un terminal situado a un lado de la sala, coloc una rejilla de referencia
en el panel de sistemas.
Creo que la perturbacin proviene de aqu dijo, mientras mova el puntero del ratn hacia
un punto de la rejilla y aumentaba el rea elegida para que ocupara toda la pantalla.
Aproximadamente a unos cuatrocientos metros, justo delante de nosotros.
Llvanos all, pero a marcha lentaorden Mitchell secamente a Billy. Quiero saber qu
es lo que ha ocasionado la muerte de un miembro de mi tripulacin.
Del ojeaba las imgenes de la pantalla; ahora le pareca que la luz del foco era un invasor no
deseado de aquella secreta y, de repente, inhspita oscuridad. Pensaba que se estaban dirigiendo
directamente hacia algo que haba causado la muerte de Camarillo desde una distancia de
cuatrocientos metros, y no era el nico hombre de la sala preocupado por aquel hecho.
Las manecillas de los indicadores de Billy Shank se movieron hasta alcanzar valores de alerta.
Capitn... empez a decir Billy, pero se le rompi la voz al advertir las expresiones de
asombro de los rostros que lo rodeaban. Mir la pantalla y, atendiendo a un gesto de Mitchell,
detuvo el submarino.
Negrura. La luz del foco se debilit y de repente desapareci. Como si no hubiera nada que
reflejar, como si simplemente se hubiera apagado.
Qu pasa? pregunt Mitchell.
Una caverna? pregunt Reinheiser, sin esperar respuesta alguna de los circundantes.
Mis indicadores han vuelto a bailar coment Billy en voz alta, pero los dems no le
hicieron el menor caso.
Tenemos que mirar ms de cercaafirm Reinheiser inclinndose hacia la pantalla.
Acrquenos ms orden Mitchell.
Pero seor repuso Billy, los instrumentos no estn operativos; tendr que maniobrar
manualmente.
En ese caso, hgalo despacio dijo Mitchell. DelGiudice, ha conseguido ya reparar el
altavoz?
S, seor.
Busque un sustituto para realizar el trabajo de Camarillo.
Yo puedo hacerlo propuso Del, creyendo que su valeroso ofrecimiento le hara ganar
puntos ante Mitchell. Pero no fue as. Con cautela, menos convencido de su propuesta, se puso los
auriculares.
El submarino se desplaz hacia abajo palmo a palmo; la luz segua sin penetrar en el espacio
que se abra ante ellos. El equipo snico emita seales hacia el exterior del sumergible, pero
tambin eran absorbidas por aquella oscuridad. No haba retorno.
Debemos estar a menos de siete metros dijo, nervioso, Billy; no s cunto ms podr
acercarme.
Entonces, prelo dijo Mitchell. Ha conseguido algo? pregunt a Del.
Nada respondi Del; el equipo parece que funciona, pero no recibo ninguna seal.
Maldicin! gru Mitchell en voz baja.
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Deberamos apartarnos y estudiar la situacin sugiri Ray Corbin; no tenemos ni idea
de lo que tenemos frente a nosotros.
Parece prudente aadi Reinheiser, dndose cuenta de la futilidad de un examen visual
sin la informacin proporcionada por sus instrumentos. Mientras hablaba, puls con el ratn para
que el ordenador le diera datos del exterior, pero la mquina no estaba recibiendo suficiente
informacin de los sensores externos para proporcionarle respuestas.
Mitchell cerr los ojos y se pas las manos por la cara.
Sbanos algo ms de treinta metros.
El suspiro de alivio de Del fue perfectamente perceptible.
Corbin continu Mitchell, inspeccinelo todo y trigame cuanto antes un informe
exhaustivo de la situacin.
Luego dirigindose hacia Reinheiser aadi:
Me gustara ver su evaluacin inmediatamente despus de que haya estudiado todos los
datos.
Y as el Unicornio permaneci suspendido en la eterna oscuridad, apenas cuarenta metros por
encima de aquel inexplicable vaco. En la superficie, una tremenda tormenta elctrica prodigaba su
furia con espasmos de incontenible violencia; pero los hombres del Unicornio no podan saberlo.
Todava no.
La embarcacin sali del estado de alerta al cabo de una hora. Del se encontr de nuevo al
mando de la nave, mientras Mitchell y Corbin conversaban con los cientficos. La mayor parte de la
tripulacin se retir a los camarotes colectivos intercambiando rumores y tratando de aprovechar lo
que crean poda ser su ltimo descanso durante bastante tiempo.
Estos indicadores se vuelven a comportar de forma rara dijo Billy a Del poco despus,
con el tono informal propio de su amistad. Como era el nico negro del Unicornio, su inseguridad
le haba impedido hacer muchos amigos a bordo. Haba odo las solapadas alusiones a la muestra
negra de la GESNA, un insidioso comentario que a menudo se deslizaba en la parte ms recndita
de su mente. Sin embargo, Del era distinto, y su sinceridad con Billy le haba resultado muy
gratificante.
Parece como si algo avanzara por encima de nosotros explic Billy mientras Del se
acercaba. Las manecillas saltaron y apareci una diminuta imagen en la rejilla rastreadora durante
un segundo, y despus desapareci. Lo ves? Ah va otra vez!
Podemos echar un vistazo ah arriba?
Podemos intentarlo respondi Billy, pinchando en el icono cmara de fotos, luego
arrastr el ratn hasta el punto indicado en la rejilla. La imagen frontal visualizada se oscureci
cuando la cmara se apart de la iluminacin del foco de proa.
Eso debera ser aproximadamente correcto dijo Billy, moviendo el puntero al icono
correspondiente a la iluminacin con focos. Ahora, si puedo iluminar un poco por all arriba...
aadi, pero mientras empezaba a arrastrar el ratn, un arco brillante traz una lnea cegadora de
una a otra parte de la imagen. El marinero McKinney, que trabajaba en el equipo de snar, peg un
grito y tir los crepitantes auriculares al suelo. La pantalla destellaba de nuevo.
Dios mo, parece una tormenta de rayos y truenos! grit Jonson.
Tambin lo parece por el ruido aadi McKinney, mientras se frotaba la oreja.
S, pero debajo del agua? se cuestion Billy. Mir a Del con aspecto de no entender
nada. Creo que deberamos avisar al capitn.
Pero antes de que Del pudiera moverse, las luces, la pantalla, incluso el zumbido del reactor,
se apagaron de golpe. El pnico se apoder del silencio y de la oscuridad, y sumi a todos los que
se encontraban a bordo en la conviccin de que estaban totalmente desvalidos, paralizndolos ante
la certeza de que algo terrible estaba a punto de ocurrir.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Entonces se desencaden la tormenta.
Provoc un impacto en la parte central de la nave, donde estaban los camarotes de la
tripulacin, tan violento que los sofisticados sistemas del Unicornio quedaron en ridculo. Baos de
acero y sistemas hidrulicos que haban resistido la presin de diez mil metros de agua se doblaban
como si fueran de goma ante aquella fuerza. Sucesivas descargas de rayos estallaban contra el
submarino abrasando sus costados. Brutales corrientes elctricas destrozaban sin piedad el casco y
arrancaban partes metlicas.
Y a travs de los huecos producidos penetr la muerte, indiferente a los gritos y splicas de la
tripulacin abandonada a su suerte.
Maltrecho, pero todava consciente, Del se abrazaba desesperadamente a la silla fijada al
suelo. Su mente daba vueltas con los tumbos del submarino en torno a un eje vertical y despus en
torno a otro horizontal, una y otra vez. Su terror fue en aumento al advertir que estaban cayendo y
se precipitaban incontroladamente hacia el fondo del ocano, hacia las fauces de aquella perversa
negrura que no se haba dejado penetrar ni por la luz ni por el sonido. Del asa con fuerza el brazo
de su silla: aquella materia tangible era su nico asidero en el mundo real. El metal cruja como si
protestara por los devastadores impactos que sufra, mientras el sumergible chocaba y luego
atravesaba aquella barrera negra.
Y DelGiudice no se enter de nada ms.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Enigmas ms all de la negrura
Billy Shank abri los ojos y ante l apareci una surrealista escena de destruccin. El
resplandor de la luz de emergencia enrojeca la neblinosa mortaja de vapor y humo que flotaba en el
aire y distorsionaba la percepcin de imgenes familiares. Reconoci a Del, tumbado bocabajo en el
suelo, todava agarrado con su brazo al soporte de la silla del capitn. Billy vio, hipnotizado, cmo
un lquido oscuro flua de debajo de Del y avanzaba hacia la pared.
Est escorado? susurr para s; entonces volvi a observar aquel lquido y se pregunt si
su color negro no sera un simple efecto ptico.
Tal vez era rojo; rojo como la sangre.
Al darse cuenta de que Del se estaba muriendo ante sus ojos, Billy espabil; pero cuando trat
de incorporarse, comprob que la barra de soporte se haba doblado encima de l y se le clavaba en
los hombros. Luch con todas sus fuerzas, pero no tena nada a mano con que hacer palanca y
librarse de aquella barra.
Maldicin! grit elevando la vista hacia un Dios inmisericorde. Hars que vea cmo
se muere?
Haciendo caso omiso de las protestas de su carne, que el metal cortaba abriendo una profunda
raja en la parte superior de la espalda, se retorca y contorsionaba violentamente.
Entonces un nauseabundo olor dulzn atac su pituitaria exigiendo su atencin. Se retorci de
nuevo y por el rabillo del ojo vio un cuerpo carbonizado que yaca sobre un panel elctrico
cortocircuitado.
McKinney.
Jonson! chill Billy.
Silencio. Billy explor la sala en busca de algo que le indicara la presencia de algn miembro
de la tripulacin, forzando la vista para atisbar en medio del vapor, del humo y de las lgrimas que
brotaban de sus oscuros ojos. Vio algo, tal vez un pie, que sobresala por debajo del derribado
bastidor de los ordenadores. S, era un pie. Los labios de Billy emitieron un gemido cuando se
imagin el cuerpo de Jonson aplastado bajo aquella pesada estructura.
Y as acaba todo dijo en voz baja abandonndose al dolor y al abatimiento que con ruido
sordo le martilleaban los sentidos; baj la cabeza y cerr los ojos.
Y se pregunt cmo sera la muerte.
En su estado de total aturdimiento Billy no se daba cuenta del paso del tiempo. Deliraba, y no
pudo reaccionar cuando la puerta se abri bruscamente y penetraron en la sala cuatro figuras
fantasmagricas. Seran emisarios para escoltarle hasta el pas de la muerte?
Jams hubiera podido imaginar que el sonido de los gritos de Mitchell sera un consuelo.
Qu demonios ha pasado? chill el capitn. Cruz precipitadamente la escorada sala
para dirigirse hacia el intercomunicador, sin fijarse aparentemente en los tripulantes heridos.
Doc Brady no vacil cuando vio cmo a Del se le iba escapando la vida al desangrarse.
Desgarr su camisa para improvisar un vendaje y se lo apret con fuerza para detener el flujo.
Este pobre se ha ido para siempre declar Reinheiser al advertir el cuerpo aplastado de
Jonson debajo del enorme bastidor. Y no creo que podamos albergar muchas esperanzas con ese
otro aadi cruelmente, sealando el cadver de McKinney que segua ardiendo.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
15
Es una atroz observacin le reprendi Brady con un guio y una sonrisa tranquilizadora.
Presion con energa la camisa sobre el cuello de Del y ayud al herido a levantarse. Quiz
necesites un torniquete.
Pero Del apenas oa al doctor; sus ojos se concentraban en Billy.
Ray Corbin contest con un tono monocorde aquella mirada de preocupacin.
Se pondr bien le asegur a Del, mientras apartaba el retorcido soporte. Billy se movi
para levantarse, pero Corbin le forz a permanecer quieto.
Limtate a relajarte. Doc estar contigo en un minuto.
Mitchell miraba el horrible aspecto del panel de control y las pantallas en blanco sin
comprender nada; ni siquiera un cursor parpadeaba en aquel vaco.
Algo muy grande se nos ha venido encima gru. Y no hemos reaccionado; nos
hemos limitado a encajar el golpe! Peg una patada a unos escombros cercanos. Alguien aqu
arriba, en el puente de mando, no hizo nada! exclam enfurecido. No dio ni siquiera un
condenado aviso!
Por supuesto, Mitchell, al igual que todos los dems, tena que darse cuenta de que lo ocurrido
haba sido del todo imprevisible y que ante una devastacin tan completa y tan rpida nadie hubiera
podido hacer nada para afrontarla.
Pero Del, que conoca muy bien a Mitchell, se dio cuenta enseguida de que el capitn
necesitaba una vlvula de escape, una cabeza de turco, alguien a quien culpar para que l pudiera
librarse de una ntima sensacin de vulnerabilidad. Si aquello no era culpa de nadie, le habra
podido ocurrir exactamente igual al propio Mitchell, pero si Del haba cometido un error...
Mitchell se dio la vuelta y carg contra Del. Pero Corbin y Brady, al igual que Del, adivinaron
su intencin y se interpusieron.
No hizo nada! chill Mitchell tras la pared que formaron aquellos dos hombres. Ni lo
ms mnimo!
No se poda hacer nada le espet Del como respuesta, pero tuvo que repetrselo varias
veces como una letana dirigida contra la culpabilidad que Mitchell haba cargado sobre sus
espaldas.
Basta ya! Escuchen! grit Reinheiser, y los dems se callaron, sorprendidos por el
estallido inhabitual del fsico. Escuchen! insisti.
Transcurrieron algunos segundos; el nico ruido era el crujido ocasional de alguna pieza
metlica al asentarse.
No oigo nada dijo Doc Brady.
Nada. Nada en absoluto subray Reinheiser. Ni siquiera el sistema hidrulico.
En el intervalo de un par de segundos las palabras de Reinheiser calaron hondo en aquellos
hombres, paralizados por el terror ante la expectativa de que seran instantneamente aplastados,
como si creyeran que la muerte, en una postrera demostracin de crueldad, les hubiese estado
esperando pacientemente para ejecutar la fatal sentencia.
Reinheiser fue el nico que rompi el silencio.
Por qu no estamos muertos? pregunt, exteriorizando la idea que bulla en el interior
de todos ellos.
Todos permanecieron callados; trataban de encontrar una respuesta racional a la cuestin. Y
por si no estaban bastante perplejos, de repente las luces principales se encendieron, las manecillas
de los indicadores resucitaron, un par de ordenadores emitieron sus pitidos y empezaron a arrancar,
y, lo ms asombroso de todo, se escuch de nuevo el habitual zumbido de las pesadas turbinas del
Unicornio. Los hombres saltaron al unsono cuando una voz trmula crepit por el
intercomunicador.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
16
Hola... hay alguien? implor la voz, al borde mismo de la histeria. Soy Thompson.
Alguien puede orme? Oh, Dios mo, por favor, no hagas que est solo!
Mitchell corri hacia el aparato.
Qu sucede ah?
Capitn? grit Thompson.
Dnde est usted?
En los equipos auxiliares de energa, con Sinclair fue la respuesta. Est muy mal; no
creo que vaya a... aadi antes de que se le quebrara la voz de nuevo.
Seguidme exclam Doc Brady, y se dirigi hacia la puerta.
No! dijo con un grito agudo Thompson. No podis!
Doc se volvi hacia sus compaeros; todos se haban quedado helados ante la tremenda
desesperacin de aquel lamento.
La perspectiva de que uno de sus hombres, un equipo con fama de ser la mejor tripulacin
jams reunida, perdiera el control, enfureci a Mitchell.
Sera mejor que se explicara usted! ladr al micrfono.
Est inundado, seor contest Thompson con voz uniforme. Todo lo que hay entre el
gimnasio y los equipos auxiliares de energa est cubierto por el agua. Si se abre la escotilla de
acceso a los camarotes de proa, se inundar la parte frontal de la nave.
La tripulacin! grit Mitchell. Qu pasa con mi tripulacin?
La inevitable respuesta de Thompson se clav como una daga en el corazn de Mitchell.
Muertos, seor; todos estn muertos... tienen que estarlo..., salvo Sinclair y yo, y ustedes,
los hombres de proa.
Una vez ms los supervivientes fueron conscientes de lo desesperanzado de su situacin.
Ocho hombres: seis en el puente de proa y dos a popa, y casi veinte metros de salas inundadas entre
ellos.
Parece que tenemos problemas dijo Corbin en tono de broma.
Pero Mitchell no poda mirar las cosas de aquella manera. Consider la situacin como si se
tratara de un desafo ms, probablemente el mayor reto que haba tenido que afrontar. Su vida
entera, desde las calles de la ciudad a la marina mercante y a aquella misin naval, haba sido una
lucha permanente. Haba hecho algo ms que sobrevivir. Se haba convertido en un lder.
Djese de lamentos, Corbin! gru. Tenemos trabajo aadi, y sealando hacia
Billy y Del, dijo: Quiero a esos dos listos para trabajar maana.
Es impos... empez a argir Doc Brady.
Maana! vocifer el capitn. Acondicionen la sala de conferencias como enfermera
agreg, y se volvi hacia Reinheiser. A ver qu puede hacer usted para limpiar este aire le
indic, y entonces mir a Corbin. Usted y yo pondremos en orden esta sala; quiero que esas
pantallas de visualizacin frontal funcionen lo antes posible.
Thompson exclam Mitchell sin aflojar el ritmo acelerado por su frentica actividad,
en qu estado se encuentra usted?
Un poco magullado, seor. Me he torcido la mueca, pero puedo trabajar coment con
voz algo ms calmada.
En tal caso, ocpese de que la maldita sala de mquinas vuelva a estar operativa, y
proporcineme toda la energa que pueda! le orden Mitchell, insuflando en el tono de voz la
clera conveniente para transmitir dos mensajes: que confiaba en la habilidad de Thompson y que
consideraba a Thompson el nico responsable de aquella tarea.
S, s, seor dijo Thompson con entusiasmo.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Del mir con incredulidad al capitn; lo odiaba, pero no poda negar que saba mandar. Con
Mitchell al mando, nadie se atreva a rendirse. Todos tenan un trabajo asignado y, debido a los
requerimientos del capitn, ninguno tena tiempo de preocuparse por las consecuencias de su
delicada situacin.
Al cabo de pocas horas, Del se agitaba, inquieto, en un improvisado camastro; sus sueos eran
un lamento por la seguridad que haba dejado atrs. En aquel mundo distante, Debby celebraba su
septuagsimo aniversario apretujada entre sus nietos en un placebo llamado refugio antiareo.
Doc dice que puedo volver a trabajar anunci Billy a Del al da siguiente. Ahora me
voy hacia el puente. Y t, qu tal?
Por lo menos un da ms replic Del con una sonrisa maliciosa, mientras enlazaba las
manos detrs de la cabeza.
Volver a visitarte luego dijo Billy, y, a pesar de su aparente contento, Del le envidi:
estar sentado sin nada que hacer dejaba demasiado tiempo para las preocupaciones.
No s qu decirle dijo Corbin encogindose de hombros, pues no tena respuesta alguna
para las obvias dudas de Mitchell; parece que est en condiciones de funcionar.
Cmo es posible que estemos a poco ms de treinta metros de profundidad? espet
Mitchell; pero, a pesar de su protesta, en su tono haba un asomo de esperanza.
Ese indicador mide la presin en una varilla que sobresale del costado del casco explic
de forma mecnica Martin Reinheiser, como si estuviera leyendo un manual. Es un diseo nuevo
que no se haba probado antes. Quiz la varilla se haya roto y el equipo haya cometido el error de
tomar la presin total en la parte restante y calcularla como si la varilla todava tuviera la longitud
prevista.
O tal vez nos encontramos en un lugar protegido de la presin de las profundidades del
ocano agreg. Su mentalidad analtica no omita ninguna posibilidad.
No es posible repuso Corbin.
A qu profundidad podamos estar sin el sistema hidrulico? pregunt Mitchell
haciendo caso omiso del primer oficial.
A poco ms de dos mil trescientos metros contest Billy desde la puerta; todos se
volvieron hacia l. Informar es mi deber, seor.
Dnde est DelGiudice? pregunt Mitchell con expresin sombra, como si el slo
hecho de pronunciar el nombre de Del le dejara un mal sabor de boca.
El doctor quiere que descanse un da ms explic Billy.
Ya me las ver con ese estpido ms tarde murmur Mitchell en voz baja. Contine
atento a esa pantalla, Shank.
Billy se fue hacia el intercomunicador, sabiendo que necesitara alguna ayuda de la sala de
mquinas para comprobar los niveles de potencia.
Thompson exclam.
Transcurri un intervalo sin sonido alguno.
Sala de mquinas, conteste.
Silencio absoluto. La preocupacin de Mitchell iba en aumento; reaccion con su clera
caracterstica y le quit el intercomunicador a Billy.
Thompson grit.
Aqu estoy, seor dijo un voz trmula, en un tono muy parecido al que haban odo el da
antes.
Qu problema hay? pregunt Mitchell.
Sinclair ha muerto murmur Thompson.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Los hombres se tomaron la noticia con estoicismo. Corbin se frot la cara para no dejarse
dominar por la emocin y Billy Shank exhal un resignado suspiro.
La voz de Thompson lleg con repentina determinacin:
A qu profundidad estamos?
Mitchell rara vez se apenaba por nadie, pero se compadeci del hombre del otro extremo del
intercomunicador, atrapado solo en la sala de mquinas llena de vapor.
No lo sabemos seguro repuso con serenidad; el indicador seala algo ms de treinta
metros, pero tememos que est estropeado.
Entonces el mo tambin debe de estar mal dijo Thompson, de nuevo con decisin.
Voy a salir; no tardar en llegar a proa.
No sea estpido! grit Mitchell. Si el indicador no funciona bien...
En ese caso, morir le interrumpi Thompson y acab con una resignada y casi sedante
carcajada. Y qu?
Mitchell se dispona a responder, pero se limit a sacudir la cabeza, pues al parecer no haba
nada que decir, ningn argumento para rechazar la decisin de aquel hombre.
Estoy aqu atrs, solo, sin agua y sin comida prosigui Thompson. De todas formas,
no tardar en morirme aadi, y desconect el micrfono para impedir cualquier otra objecin.
De todos modos tampoco le hubiera llegado ninguna ms.
Tiene derecho a elegir cmo quiere morir coment Ray Corbin.
Nunca lo conseguir murmur Reinheiser.
A menos que el indicador funcione bien espet Billy, molesto por el pesimismo
excesivamente rotundo del fsico en una situacin ya crtica de por s. Con escaso entusiasmo
volvieron al trabajo, incapaces de concentrarse en sus tareas, pues todos, incluso Reinheiser,
esperaban y rogaban para que Thompson consiguiera su empeo, para que el valor marcado por el
indicador fuera correcto. Pero a medida que transcurran los minutos el milagro pareca ms
improbable; al fin, Reinheiser se encarg de rebajar la tensin.
Caballeros dijo con su habitual tono serio, dado que el marinero Thompson todava no
ha llegado, debemos aceptar que ha muerto. O sea, que vamos a concentrarnos en las obligaciones
que tenemos asignadas para conseguir entre todos que esta nave vuelva a estar en condiciones.
Corbin y Billy intercambiaron miradas de desaliento; se sentan apenados por la muerte de
otro compaero ms, pero de nuevo tuvieron que enterrar sus emociones para no dejarse abatir por
el dolor.
Qu tal va esa pantalla? inquiri Mitchell, tratando de que cada uno se enfrascara en su
respectivo trabajo.
Bien, seor respondi Billy; dentro de unos minutos espero tener algo que pueda
interesarle.
Se concentr en su tarea y trat de olvidar que un amigo acababa de morir llevndose con l
lo que posiblemente eran las ltimas esperanzas de los supervivientes.
No veremos gran cosa sin los focos exteriores coment Reinheiser ; esperemos que
todava estn operativos.
Aunque lo estn, lo nico que vamos a ver es agua oscura y piedra gris murmur Billy
con voz demasiado baja para que nadie pudiese orlo. Pero tambin l esperaba que los proyectores
funcionaran; entonces tendran un dato cierto.
Billy volvi a arrancar su ordenador, luego puls los iconos adecuados: la pantalla crepit y
se qued llena de nieve. Billy se levant, gruendo, pas la mano por encima del panel y ajust la
clavija que haba detrs del monitor. La imagen se visualiz con claridad durante una fraccin de
segundo y luego volvi la nieve.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
19
Seor, ha visto eso? grit Corbin.
No estoy seguro de lo que he visto farfull Mitchell. Shank, haga que vuelva esa
maldita imagen!
Lo estoy intentando respondi Billy, confuso, al verlos tan emocionados; l no haba
visto nada.
El casco de un buque de guerra antiguo dijo Reinheiser.
Pero vio usted en qu estado se encuentra? grit Corbin. Parece como si acabara de
hundirse!
La pantalla parpade un par de veces, la imagen se volvi ntida otra vez y los cuatro hombres
se quedaron boquiabiertos ante aquella misteriosa visin. Recostada en un escollo rocoso a menos
de veinte metros apareca una vieja fragata; en un lado llevaba escrito su nombre: Wasp.
Explqueme eso desafi Mitchell a Reinheiser.
Deberamos avisar a Del, quiero decir a DelGiudice, seor propuso Billy, siempre est
leyendo libros de historia naval.
Avselo dijo Mitchell, y Billy se fue. Volvi al cabo de unos instantes con Del y Doc
Brady.
Bien, seor, qu nos puede decir de ese buque? pregunt Mitchell.
A Del le cost un minuto recuperar la voz.
El Wasp?dijo en voz alta tratando de escarbar en la memoria; ese nombre me resulta
familiar.
Por el aspecto debe de ser de finales del siglo dieciocho dijo Reinheiser.
Creo que es de principios del diecinueve corrigi Del. Podra contarles ms cosas si
pudiera volver a mi camarote; tengo algunos libros sobre barcos antiguos y...
Encima de ellos son el ruido de una explosin.
La escotilla exterior observ Corbin. Thompson?
Todos rodearon la escalerilla que conduca a la achaparrada torreta del submarino, y Mitchell
habl por el intercomunicador hacia el compartimento de presin controlada que permita pasar
entre reas de distintas presiones.
Thompson, eres t? pregunt hacia el compartimento intermedio.
La manivela de la escotilla interior empez a girar.
Ojal sea Thompson murmuro Billy con aire taciturno, mientras lanzaba un vistazo al
barco antiguo y pegaba un fuerte tirn.
Al abrirse la escotilla interior, entr agua a raudales, y por el hueco aparecieron colgando un
par de botas negras.
Las conozco! grit Billy tratando de alcanzar las piernas.
Hola! grit una voz temerosa desde arriba.
Mitchell reconoci la voz y agarr a Billy mientras las piernas se retiraban de nuevo hacia el
compartimento intermedio; se oy un arrastrar de pies y luego Thompson asom la cabeza por la
escotilla.
Os habis vuelto todos locos o algo por el estilo? pregunt a los rostros asustados que le
miraban desde abajo. Tengo algo para ti! No dars crdito a tus ojos! aadi mirando a Doc
Brady, y luego desapareci otra vez por el hueco.
Despus de otro arrastrar de pies, las piernas le volvieron a colgar por el hueco.
Echadme una mano con este tipo; est empapado dijo Thompson.
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Atnitos, Mitchell y Brady, sin pensar, le ayudaron a bajar un cuerpo; corresponda a un
hombre de unos treinta y tantos aos que iba vestido con una especie de frac gris y llevaba un reloj
de oro de bolsillo.
Lo nico que le falta es el sombrero de copa y el bastn exclam Corbin entre risas,
demasiado abrumado por lo irreal que resultaba todo aquello, y demasiado contento por haber visto
a Thompson para sentir aprensin.
Fjense en esto tambin dijo Thompson, y baj por la escalerilla con un bastn en una
mano y un sombreo de copa gris en la cabeza.
Bueno, qu les parece?
Se dira que acaba de morir dijo Corbin.
Casi no se ha descompuesto agreg Doc Brady, pero su atencin se concentraba en
Thompson y en las frenticas acciones del marinero.
Lo mismo que el casco observ Reinheiser.
Todo est as brome Thompson.
Qu es lo que est as? exigi Mitchell, que no estaba de humor para soportar las
gracias de Thompson. Y por qu demonios ha tardado tanto?
Todos los barcos ah fuera estn igual, seor respondi Thompson. Tiene que
comprenderlo, tuve que echar un vistazo.
Por supuesto dijo Doc Brady en tono tranquilizador.
Cuando sal del submarino, cerr los ojos explic Thompson. Estaba convencido de
que iba a morir. Pero los indicadores funcionan bien y la presin no era incorrecta; cuando abr los
ojos, lo primero que vi fue una goleta recostada detrs de nuestra popa. Ese tipo estaba liado en una
cuerda del cabrestante. No me lo poda creer. Empec a nadar hacia l y me di cuenta de que en
torno haba otros barcos.
Qu tal era la visibilidad? interrumpi Reinheiser.
No era mala. Como mnimo unos setenta metros respondi Thompson; al principio
tampoco pude entenderlo. Me imaginaba que arriba era de noche, pero incluso en el caso de que
hubiera sido de da, cunta de esa luz me llegara una vez filtrada a travs de ms de treinta metros
de agua? As que, de dnde provena aquella luz?
De dnde? pregunt Reinheiser.
Thompson lo saba.
Vi unos misteriosos destellos sobre nosotros y me dirig hacia la superficie; pero, cuando
me hube acercado ms, me di cuenta de que encima de nosotros haba una slida cubierta rocosa.
Qu? exclamaron Mitchell y Corbin al unsono.
Slida reiter Thompson; nos encontramos en una caverna gigantesca. Unos
doscientos metros ms atrs hay un embudo que conduce al punto ms alto, y all la luz es ms
intensa. Lo habra explorado para ver si se abra a la superficie, pero no pude conseguirlo; reciba
constantes descargas elctricas. Esttica o algo as. Recog a este tipo cuando regresaba. Tenan que
verlo.
Qu aspecto tiene el Unicornio visto por fuera? pregunt Mitchell.
Deplorable contest Thompson; realmente deplorable, seor. Hay varios boquetes en
medio de la nave, pero eso es lo de menos. Aqu, en proa, est escorado a babor pero, por la popa,
lo est a estribor.
Imposible! arguy Reinheiser.
El sumergible sufri una tremenda torsin en su parte central continu Thompson con la
mayor seriedad, colocando los puos apretados uno encima del otro y girndolos en direcciones
opuestas. Dira que hay una desviacin de unos treinta grados entre los dos extremos.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
21
Es un milagro que estemos vivos dijo Reinheiser.
Mitchell no lo oy. Se qued mirando hacia adelante sin comprender nada, consternado por el
ahora incuestionable hecho de que no haba la menor esperanza de reparar el submarino.
Pero el brutal relato de los daos sufridos no desalent a los dems. Todo aquello era muy
extrao y estaban intrigados, sobre todo Martin Reinheiser. En aquel momento, la curiosidad era
mucho mayor que la preocupacin.
Tengo que salir ah afuera pidi Reinheiser a Mitchell en un tono de voz casi
quejumbroso.
A m tambin me gustara volver a salir, seor aadi Thompson; quisiera examinar
con ms detenimiento los daos sufridos.
Y yo quiero consultar los libros de mi camarote dijo Del, que no deseaba quedar al
margen de aquel entusiasmo.
No, no vayas le cort Doc Brady, que todava continuaba observando el cadver.
Thompson te los traer; t qudate aqu, an no ests recuperado.
Del habra discutido, pero la explosin de Mitchell le detuvo de golpe.
Haga lo que quiera! aull el capitn con la cara deformada por su arrugado ceo. Ahora
le tocaba a Mitchell sentir la desesperanza y creer que nada de lo que hiciera en aquella situacin
servira de algo. Saba que el pesimismo pasara. Su fuerte temperamento le haba permitido hacer
caso omiso de todos los contratiempos desde nio, pero en aquellos momentos slo haba
conseguido que fueran los dems quienes los desdearan. Se dio la vuelta y sali precipitadamente
de la sala.
Los dems se quedaron atnitos al verlo salir, confusos ante el sbito desespero de su
imperturbable capitn.
Ha perdido su nave observ Reinheiser, mientras analizaba la rigidez de las zancadas del
capitn y grababa en su memoria aquella nueva caracterstica del temperamento de Mitchell.
Aydame a llevar ese cuerpo a la sala de conferencias le dijo Brady a Del, cuya cara
expresaba ostensiblemente la decepcin.
Bueno concedi Brady. Ms tarde, tal vez te dejar realizar una inmersin.
Del sonri.
Djame explicar a Thompson dnde se encuentran los libros.
Cruz de un salto la sala, fascinado por la aventura que le esperaba en el exterior del
Unicornio, capaz de olvidar por un rato la carnicera que le rodeaba y el implacable destino que le
aguardaba.
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3
El tictac de un reloj diferente
Para qu ha trado eso? gru Mitchell.
Reinheiser le lanz una dura mirada desde el otro lado de la mesa.
Es del Wasp explic, mientras sostena con una mano la hebilla de un cinturn en
perfecto estado para que la vieran los dems y sealaba la esquina superior izquierda, donde podan
leerse las iniciales JB.
Luego, el fsico dio visiblemente la espalda a Mitchell.
Se lo quit al capitn del barco, a juzgar por el uniforme que llevaba el cadver dijo; si
podemos encontrar alguna documentacin del Wasp, es probable que nos sea de gran utilidad.
Usted siempre pensando, verdad? coment Mitchell.
Reinheiser no hizo caso del comentario; no estaba seguro si se trataba de un insulto o de un
elogio.
Tambin he colocado un micrfono debajo de la brecha que hay en el techo de la caverna.
El embudo se estrecha considerablemente; pero, segn creo, sigue siendo lo suficientemente ancho
para permitir el paso del submarino. La zona negra de la parte superior parece similar a la que
estuvimos observando antes de que la tormenta se nos viniera encima.
Da usted por supuesto que la tormenta nos lanz hacia abajo a travs de aquella oquedad
dijo Corbin.
Nos fuimos hacia abajo insisti Del, mientras de forma inconsciente apretaba el puo
como si todava estuviera agarrando aquella silla. Y fuimos arrastrados a travs de aquel hueco.
Debemos considerar todas las posibilidades indic Reinheiser. Pero tanto si hemos
pasado o no por aquella oquedad, tanto si la brecha en el techo es la oquedad como si no lo es,
merece toda nuestra atencin. Aquel embudo est generando algn tipo de perturbacin elctrica,
impulsos, si lo quieren llamar as. Con el equipo de snar, quiz podramos comprobar si la
intensidad de esos impulsos sigue una pauta.
Y entonces? pregunt Mitchell; en su tono haba an un deje de frustracin y unas gotas
de sarcasmo.
Tendramos ms informacin fue todo lo que Reinheiser se dign contestar. Luego se
volvi hacia Thompson, que lo haba acompaado en la ltima inmersin. Ha averiguado algo
ms sobre el estado del sumergible?
Estoy seguro de que no podr volver a navegar respondi Thompson. Nuestros
propulsores estn destruidos, y la nave est torcida por la mitad. Adems, tenemos como mnimo
tres boquetes de considerable tamao. Es posible que haya otros menores; de hecho, estoy
convencido de que los hay. No obstante, los motores estn en bastante buen estado para el golpe
que han sufrido.
Puede llevarlo hasta arriba? pregunt Reinheiser.
A la superficie? pregunt Thompson, negando aquella posibilidad; se dispona a soltar
una risita, como si considerara que la pregunta no iba en serio, pero el rostro severo del fsico lo
disuadi. Turbado, se aclar la garganta y continu: Bueno, puedo taponar algn boquete y quiz
podamos reunir la energa necesaria para vaciar los tanques de lastre. Pero la mitad del submarino
est llena de agua y no disponemos de bombas para achicarla; no hay manera de eliminar esa carga.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Eso corre de mi cuenta dijo Reinheiser en un tono autoritario que transmita a Thompson
y a todos los dems el mensaje inequvoco de que tenan que limitarse a obedecer rdenes y dejar
que l se ocupara de pensar. Cunto tiempo le llevar taponar el casco?
Unos das, y necesitar a alguien que me ayude.
Reinheiser asinti con la cabeza y se acarici la barba de chivo. Con una mirada indic a
Mitchell que ya haba terminado con Thompson. Ahora le tocaba el turno a Billy Shank.
No hay mucho ms que contar sobre el puente empez a decir ste con aire abatido,
apesadumbrado por su papel de profeta apocalptico. Las pantallas funcionan, el comunicador
tambin, y un par de los ordenadores personales estn respondiendo bien, pero el ordenador central
est desconectado y no se puede conectar. Por lo menos el equipo snico est en perfectas
condiciones; ste es el ltimo listado obtenido en la impresora aadi mientras le entregaba los
folios a Reinheiser. Aparentemente, el indicador de profundidad tambin funciona, pero eso es
todo. El resto no est operativo y no veo cmo podramos reparar ni uno solo de los equipos.
Lo que ests diciendo es que podemos ver y or cualquier cosa situada en esta zona dijo
con tono severo Corbin, pero que eso es todo lo que podemos hacer.
Incluso Mitchell pareci impresionado por la fatalidad implcita en la frase de Corbin; la
conciencia de la propia muerte se apoder de aquellos hombres con tal intensidad que les hizo bajar
la cabeza.
Salvo a Reinheiser; examinaba los listados de impresora del equipo snico, sin prestar
atencin a la desesperanza de los dems.
Qu tal vamos de provisiones, Corbin? pregunt con su tpico tono desprovisto de
emocin.
En los compartimentos situados debajo de la cocina, hay comida suficiente para varios aos
respondi Corbin; sin embargo, el agua puede ser un problema. Segn mis clculos, tenemos
bastante para unas dos semanas si la racionamos estrictamente; y no es probable que consigamos ni
una gota ms. Nuestras unidades de potabilizacin estn destruidas.
Mitchell, enfurecido, observaba cmo Reinheiser no cesaba de tomar notas en su pequeo
cuaderno; el fsico se estaba haciendo cargo de la situacin.
Parece que tiene usted explicacin para todo este lo le espet el capitn; por qu no
nos informa?
A su debido tiempo, capitn replic Reinheiser framente; le dedic una sonrisa afectada
y le dio la espalda. Dgame, doctor, segn su examen, cunto tiempo llevaba ese cadver en el
agua?
No lo s dijo Brady encogindose de hombros. En el agua debe de haber alguna clase
de conservante o ausencia de bacterias; recuerdo un caso de unos cuerpos encontrados a gran
profundidad en uno de los lagos del oeste, en Nevada segn creo; la gente y los carruajes cubiertos
haban cado all un siglo antes, pero pareca que se hubieran hundido haca muy poco.
Reinheiser inclin la cabeza por cortesa y no para expresar su acuerdo.
Pero suponiendo que las cosas fueran normales prosigui Brady y suponiendo que
hubiramos encontrado el cuerpo en un estanque del barrio, yo dira que llevaba en el agua ms o
menos un da.
Los dems saban que el cuerpo se encontraba en buen estado, pero la confirmacin de Brady
no dej de impresionarles.
Podra concretar ms? insisti Reinheiser; su emocin revelaba que la estimacin de
Brady jugaba una baza importante en sus planes para escapar de all.
De veintids a veinticinco horas respondi Brady.
Reinheiser se limit a pasarse otra vez la mano por la barba de chivo y, con aire ausente, oje
el listado del equipo snico.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Interesante murmur.
Poco falt para que Del se echara a rer al imaginar que unos interruptores se conectaban y
desconectaban detrs de los ojos del fsico. Se las apa para estornudar con objeto de disimular su
risa, pero un segundo despus Reinheiser lo mir fijamente con aquellos ojos devoradores de
informacin, y Del tuvo la impresin de que haba conseguido leerle la mente.
DelGiudice, tiene algo que decirnos?
Del se aclar la garganta para sosegarse.
Si ese barco de la pantalla era realmente el Wasp, tiene una antigedad de ciento ochenta
aos aproximadamente. Desapareci sin dejar rastro a principios de mil ochocientos catorce y a su
mando iba Johnston Blakely.
Eso concuerda con las iniciales JB de la hebilla del cinturn coment Billy.
Pudo averiguar algo ms acerca de la goleta situada cerca de nuestra popa, donde
Thompson encontr el cadver? insisti Reinheiser.
Del examin las notas que Thompson le haba dado, en las que figuraban los nombres de los
buques naufragados.
Se llama Bella respondi. Perdido en mil ochocientos cincuenta y cuatro.
Apabullante murmur Doc Brady, mientras sacuda la cabeza.
Reinheiser asinti con la cabeza y sonri con presuncin.
An hay ms continu Del; levant un viejo libro, uno de los muchos que se escribieron
a finales de los aos setenta relativos a los casi mgicos misterios del Tringulo de las Bermudas.
Todos los barcos que vio Thompson por ah fuera figuran aqu. Perdidos en el mar veinte,
cincuenta, incluso doscientos aos atrs aadi Del y luego hizo una pausa para que sus palabras
surtieran efecto, conocedor de que lo que les iba a contar a continuacin los dejara an ms
atnitos.
Y los aviones... empez a decir.
Aviones? repiti Corbin.
De combate de la segunda guerra mundial explic Del; o de adiestramiento, de hecho.
Hay cinco, y adems un avin de salvamento de mayor tamao.
El vuelo diecinueve dijo Doc Brady con un gruido.
Del asinti con una inclinacin de cabeza.
Despegaron de Florida en una misin de entrenamiento y desaparecieron dijo, aunque no
haca falta recordar aquella tragedia legendaria a los hombres sentados en torno a la mesa.
O sea que hemos resuelto el misterio del Tringulo de las Bermudas dijo Corbin con
expresin seria; o por lo menos sabemos a dnde fueron a parar.
Para no volver a ver jams la superficie dijo Billy sin darse cuenta; enseguida se call y
se dej caer pesadamente hacia atrs.
Mitchell golpe con las manos el borde de la mesa, se puso en pie de un salto y se inclin
hacia los dems para mirarles ms de cerca con el ceo fruncido.
Concntrense en su trabajo! Est claro? Se dio la vuelta con impaciencia hacia
Reinheiser. Ya est usted preparado para hablar? Ese cerebro suyo habr conseguido poner algo
en claro.
Martin Reinheiser observ detenidamente a los hombres reunidos en torno a la mesa tratando
de determinar la mejor manera de presentar su teora. Luego fij la vista en Doc Brady.
Ante todo, permtanme asegurarles que aqu las condiciones son normales y conforme a
nuestras leyes y clculos. No hay conservantes en el agua, ni oxgeno o equilibrio qumico especial
capaz de mantener los cadveres en buen estado, y el anlisis que he hecho de una muestra de agua
indica la presencia habitual de abundantes bacterias. Brady agit la cabeza insistentemente y
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
25
Reinheiser levant la mano para impedir cualquier interrupcin. Comprendo sus dudas, doctor,
pero hay otra explicacin. Creo que la clave de este enigma no estriba en unas condiciones
fisiolgicas anormales sino en la cuarta dimensin: el tiempo.
Est diciendo que hemos sido proyectados hacia atrs en el tiempo? pregunt Doc
Brady; su tono reflejaba a la perfeccin las miradas de incredulidad que llovieron sobre Reinheiser
de todos lados.
Idiotas, pens Reinheiser. Saba que aquello estaba fuera de su comprensin.
No explic con calma, aunque el tono de su voz adopt un deje cortante. No
proyectados hacia atrs, sino proyectados hacia un distinto marco de referencia.
No pareca que le hubieran comprendido.
La fsica considera que el tiempo es algo relativo explic. Para un hombre en un
cohete que se acercara a la velocidad de la luz, una hora sera equivalente a das, semanas, incluso
aos para un hombre en la Tierra.
ltimamente no he estado en ningn cohete observ un incrdulo Mitchell.
Pero eso explica lo que creo que nos ha ocurrido prosigui Reinheiser. Hemos sido
proyectados hacia un marco de tiempo en el que ciento cincuenta aos de nuestra historia han sido
condensados en doce o quince horas, a juzgar por el informe del doctor sobre el cadver sacado del
Bella.
Dije que el cuerpo llevaba en el agua unas veinticuatro horas corrigi Doc Brady.
S, doctor, pero ya haca aproximadamente diez horas que estbamos en este marco
temporal cuando recogimos el cadver.
Espere un minuto pidi Del clavando su mirada en el fsico. Si lo que dice es cierto y
nosotros llevamos aqu abajo unas quince horas, entonces...
Entonces, en la superficie han transcurrido ciento cincuenta aos dijo Reinheiser. Y
todos aquellos que hemos conocido estn muertos y enterrados.
Dada la irrealidad de todo lo que ya les haba sucedido, se les hizo difcil rechazar con
palabras las conclusiones de Reinheiser. Sacudiendo la cabeza y murmurando negaciones, se
miraron en busca de algo que les reafirmara en lo absurdo de aquella explicacin. Aquello
encoleriz an ms a Reinheiser, no porque no lo creyeran algo con lo que ya contaba sino a
causa de la completa turbacin, incluso horror, del auditorio ante lo que les haba contado. Cmo
podan ser tan necios para descartar aquellas increbles implicaciones?
Caballeros, pinsenlo un poco! exclam el fsico. Nos espera un nuevo mundo.
Piensen en los avances de la ciencia! De la medicina, doctor! aadi casi implorndoles, con la
esperanza de que no tuvieran una mentalidad tan estrecha como la que aparentaban tener.
Mierda! solt de improviso Mitchell; se alz por encima del fsico que permaneca
sentado, sin ni siquiera tratar de disimular su decepcin. Es eso lo mejor que tiene para
contarme?
Le aseguro que tengo intencin de demostrar mi teora replic Reinheiser
comprendiendo a la perfeccin lo que Mitchell quera de l.
Y cmo podr lograrlo mientras permanezcamos aqu abajo?
No debera resultar difcil contest Del.
Las miradas atnitas de Reinheiser y Mitchell se posaron sobre l.
Maana por la maana enviaremos buceadores para recoger dos cuerpos, uno de nuestro
submarino y otro del Bella. Si la teora es correcta, las autopsias de Doc deberan demostrar que
nuestro tripulante lleva ahogado unas treinta y cuatro horas, y que el cuerpo del Bella, de cuarenta y
seis a cuarenta y nueve.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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La mirada sorprendida de Reinheiser se volvi glacial. Estaba asombrado ante la
demostracin de buen juicio de Del, pero sobre todo estaba enojado, pues prefera exponer sus
propias teoras sin la ayuda de ningn profano.
Exactamente dijo a Del en tono grun y con el ceo fruncido. Tanto si mi teora es
correcta como si no, creo que podemos escapar de este lugar prosigui el fsico. Si podemos
taponar los boquetes y elevar el submarino, la atraccin magntica nos conducir hacia el embudo.
Una tormenta nos podra llevar hacia arriba, del mismo modo que otra nos empuj hacia abajo.
No aguantar dijo Thompson borrando inmediatamente la esperanza de los rostros de los
dems. No es posible efectuar ninguna reparacin capaz de resistir la brutal presin que hay al
otro lado de esa oquedad.
El casco tampoco resistira semejante presin aunque estuviera intacto replic con
aspereza Reinheiser. El sistema hidrulico est destruido.
Entonces, cmo? pregunt Corbin.
Apuesto a que no tendremos que preocuparnos por la presin.
Mitchell resopl sarcsticamente en un tono que dejaba claro que rechazaba las afirmaciones
de Reinheiser.
Miren a su alrededor! rugi Reinheiser, harto de ser ridiculizado por sus inferiores
Tengo que deletrerselo? Por qu el casco del Wasp no fue aplastado bajo la presin de nueve mil
metros de agua? Aquel cadver todava llevaba sombrero de copa y bastn!
Su voz se suaviz al ver que las perplejas expresiones de los dems no mostraban el menor
vestigio de protesta sino que reflejaban autntica intriga.
La nica explicacin posible estriba en que las tormentas electromagnticas, que han
hundido esos buques y esos aviones, constituyen un escudo que nos protege de la presin del
ocano.
Pero nosotros no tuvimos nada que nos protegiera cuando fuimos arrastrados hasta aqu
indic Del.
La tormenta no nos atrap explic Reinheiser. La tormenta nos dio un coletazo, pero
estbamos slo en una zona de su devastadora influencia.
Los hombres se miraron unos a otros, mientras se encogan de hombros llenos de esperanza;
quiz de forma racional no crean lo que deca Reinheiser, pero en su situacin necesitaban
agarrarse a un clavo ardiendo.
Pero no disponemos de provisiones suficientes para quedarnos flotando por aqu y esperar a
que se produzca una tormenta dijo Del; su voz no era hostil, slo puntualizaba, no tena nimo de
polemizar.
No ser necesario esperar mucho repuso Reinheiser. Aquel portal es la barrera entre
dos campos magnticos muy distintos; la interaccin entre ellos ocasiona a menudo tormentas
elctricas de gran violencia.
Pero con qu frecuencia? inquiri Mitchell, malhumorado ante el segundo fallo
aparente del plan de Reinheiser. Cada dos meses? O cada varios aos? No tenemos tanto
tiempo.
De nuevo est usted mirando las cosas desde un punto de vista inadecuado, capitn dijo
el fsico con una sonrisa de suficiencia, divertido por tener una respuesta a todas las dudas. El
intervalo entre dos tormentas es de unas pocas semanas, medido en el otro lado de la barrera, en el
otro marco de referencia; aqu abajo esa duracin equivale a horas o incluso a minutos.
El fsico mir en torno y not en los rostros de los reunidos un dbil y vacilante rayo de
esperanza. Hay que darles lo que necesitan or, se record a s mismo, y, uno tras otro, les fue
mirando fijamente a los ojos.
Podemos escapar.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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4
Encomio
El asombro lo abrumaba. Las ansias de huir que Del guardaba en su interior le decan que se
alejara a nado del Unicornio y que se perdiera en la historia. Se haba metido en el corazn de un
legado inmaculado. Mucho mejor que un museo, aquel lugar constitua un testimonio directo de un
mundo pasado, cuya forma y pureza no admitan comparacin con lo que podan ofrecer libros,
modelos e incluso restauraciones exactas. Poda pasarse una vida entera nadando entre aquellas
instantneas de tiempos distintos; pens en las muchas clases de historia que haba recibido en el
colegio, en las ridas lecciones, o incluso en algunas buenas a cargo de alguno de los escasos
profesores animados por su pasin por el tema. Pero tampoco aquellos magnficos maestros y sus
entusiastas relatos podan compararse con la sensacin de maravillosa realidad que Del
experimentaba all fuera. Deseaba quedarse y nadar y aprender.
No obstante su primera misin fue un poco ms amarga. Tuvo que sacar los cuerpos de los
tripulantes que haban muerto ahogados en el submarino y seleccionar uno para que Brady
confirmara la teora de Reinheiser sobre el tiempo. Se dirigi al desgarrn mellado en el casco del
Unicornio y atisb el interior.
La destruccin era total. Literas astilladas, mantas hechas jirones y taquillas destrozadas
flotaban de un lado a otro agrupndose desordenadamente en montones informes.
Y dispersos entre aquellos desechos, enmaraados con ellos como si no fueran ms que otros
escombros, se hallaban los compaeros de tripulacin de Del.
Del, con aire decidido, se introdujo como pudo a travs del boquete. Trabaj con mtodo y
con tanta sangre fra como le fue posible, extrajo cada uno de los cuerpos y los solt en su tumba
acutica, salvo el ltimo, que reserv para el experimento; para ello lo deposit en el
compartimento de presin controlada para que los del interior del submarino pudieran recogerlo.
La segunda misin de Del consista en recoger un cuerpo del Bella. Era una tarea que lo
asustaba y lo intrigaba a la vez: su fantasa se desbordaba al pensar en aquel escenario misterioso e
imaginaba prometedores argumentos de pelculas de terror. Pero al mismo tiempo, no poda
reprimir su curiosidad acerca de las maravillas que haba all.
A bordo del Bella, al principio, se mova con suma cautela, como un arquelogo que cepillara
la arena de una antigua reliquia o como un historiador que pasara las hojas de un delicado
manuscrito medieval. No obstante, poco tard en darse cuenta de que el barco no era frgil por su
antigedad. Los entarimados no se haban alabeado, y los mstiles permanecan rectos y firmes. Del
estaba convencido de que si se pudiera subir la goleta a la superficie y reparar el casco, el Bella
podra volver a navegar dignamente.
Se dirigi sin vacilar hacia la puerta que conduca a los niveles inferiores y, tan pronto como
la abri, encontr un cadver adecuado para Brady. Pero decidi que aquello poda esperar y se
adentr ms all del cadver con objeto de echar un vistazo a las antiguallas que se hallaban all
abajo.
El panorama exceda todo lo que poda haber imaginado. Todo lo que no estaba atornillado,
se encontraba revuelto y estropeado, pero eso slo inclua una pequea parte de los enseres de la
habitacin. De qu modo la gente de aquella poca se haba preparado para afrontar los zarandeos
de los agitados mares! Del siempre haba sabido que el peligro era un hecho constante en la vida de
los marineros del siglo XIX, pero jams haba apreciado enteramente qu poderosa influencia poda
ejercer la impredecible furia de las aguas sobre la valiente tripulacin del Bella y sobre todos los
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
28
marineros que haban desafiado los mares, cuando la ventaja estaba tan decantada hacia el lado de
las fuerzas de la naturaleza. Casi como un tributo a aquellos valerosos marinos, se puso a ordenar la
sala.
Y la de tesoros que encontr! Trinquetes y artefactos hechos a mano con asombrosa
habilidad. Hubiera querido sacar de all todo aquello y llevrselo consigo, pero de hacerlo, Mitchell
le habra cortado la cabeza. No obstante, hubo un objeto que no pudo por menos de llevarse: una
cajita de plata, sellada y cerrada con llave, tal vez un joyero, y con sus propias iniciales grabadas:
JD.
Aquella noche, despus de una agotadora jornada de trabajo, la tripulacin se retir a la sala
de conferencias, donde se haban dispuesto las camas. Del, ms interesado en gozar de una cierta
intimidad, se qued aparte, en el puente; haba asegurado a Doc Brady que dormira mejor solo.
Brady sospech que Del estaba tramando algo, pues a juzgar por la agitacin que reflejaba su
mirada era evidente que no tena intencin de dormir.
Cuando al fin se qued solo, Del abri la cajita de plata y encontr una pequea pistola, un
diseo de H. Derringer, inventor norteamericano del siglo XIX, tambin con sus iniciales grabadas,
una bala de plata y una nota:
A mi muy querida Judith:
Caramba, pero qu difcil resulta encontrarte un apropiado regalo de cumpleaos! Sin embargo, he demostrado
una vez ms que soy un hombre de recursos. Con toda modestia, te ofrezco, querida Judith, el prototipo de mi nueva
pistola. Encontrars esta arma de fuego adecuada para una seora, pues es pequea, ligera y fcil de esconder. Otros la
encontrarn en el estante de un escaparate a partir de algn da del ao prximo, pero t siempre podrs presumir que la
tuviste antes.
Tu querido primo,
HENRY
Esto me lo voy a guardar suspir Del. Pens en la reaccin de los dems y, sobre todo,
en la de Mitchell; entonces, decidi ocultar la pistola y la bala, y se las meti en el bolsillo interior
de la camisa.
Al sexto da todos los boquetes haban sido taponados y Reinheiser estaba listo para tratar de
achicar el agua del submarino. La nica posibilidad era utilizar la unidad de control de presin para
hacer entrar grandes corrientes de aire en las zonas inundadas, de tal forma que desplazaran el agua
por una escotilla abierta. Result un trabajo tedioso y peligroso, puesto que el fsico no poda
producir suficiente energa para vaciar de golpe todo el submarino, y por lo tanto Del y Thompson
tuvieron que permanecer en las zonas inundadas para sellarlas una vez achicadas.
Fue preciso repetir el proceso varias veces; en dos ocasiones Del y Thompson no fueron lo
bastante rpidos como para cerrar a tiempo una sala y el ocano irrumpi de nuevo en ella,
comprimi el aire de su interior y forz la salida de una enorme burbuja por una escotilla. Pero los
taponamientos aguantaron y, cuando el da llegaba a su fin, Del cerr la escotilla exterior; el interior
del Unicornio ya estaba seco otra vez.
Al cabo de unas horas de la ltima limpieza los vaciados haban echado al mar todo lo que
no estaba sujeto con clavos, estaban listos para su desesperado intento. Nadie ech ningn
discurso ni pronunci palabras tranquilizadoras. Todos conocan la dificultad de los obstculos a los
que tenan que enfrentarse.
Thompson se qued en la sala de mquinas, ante los controles para vaciar los tanques de
lastre, mientras los otros seis hombres se ataron con correas en el puente. Cada uno tena consigo
provisiones, comida y agua, y ropa. Corbin sujetaba una balsa salvavidas neumtica, un regalo de
despedida que le hizo su padre el da en que el Unicornio zarp de Miami; era un obsequio
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
29
divertido, pues para qu podra servir una balsa salvavidas en una nave destinada a surcar
profundidades de diez mil metros?
Mitchell llevaba la carga ms pesada: cuatro rifles sujetos con una correa en una bolsa de
plstico. Del crea que las armas eran innecesarias, y el solo hecho de ver al inestable capitn con
ellas le molestaba profundamente. Sacudi la cabeza con incredulidad al pensar que ninguna arma
podra salvarlos de ahogarse. Lo paradjico de la situacin le dibuj en el rostro una perversa
mueca: en una emergencia por agua, aquel pesado fardo probablemente hara que la primera vctima
fuera Mitchell.
Sin embargo los rifles, de hecho, le proporcionaban al capitn Mitchell un cierto consuelo.
Aceptaba la posibilidad de que todos ellos murieran en el intento de huir; sa era la apuesta de
Reinheiser, y dejara que Reinheiser se ocupara de ella. Mitchell se preocupaba ms por las
situaciones que poda controlar: situaciones que l y sus armas podan controlar.
Vamos a empezar dijo Reinheiser cuando todos estuvieron instalados.
Mitchell tom el comunicador y llam a la sala de mquinas.
Thompson?
No hubo respuesta.
Thompson? gru Mitchell con ms energa.
Aqu estoy, seor.
Del y los dems se estremecieron al or el quebrado timbre de voz.
Y nuestras vidas estn en sus manos? observ Billy Shank con inquietud.
Mitchell habl con calma pero con firmeza.
Vace los tanques.
Pero de nuevo no hubo respuesta.
Al cabo de unos segundos de silencio, Mitchell se impacient:
Haga el maldito favor de vaciar esos tanques! rugi. Enseguida!
El submarino experiment una sacudida con la evacuacin de agua. Mitchell cerr el
intercomunicador y puso bruscamente el micro en el soporte.
Tras otra sacudida el Unicornio empez a subir.
Haba llegado el momento de la esperanza; como un solo hombre, se agarraron a sus ataduras.
Nadie dijo nada; todos estaban demasiado obsesionados por la probabilidad de una muerte
inminente como para pensar en otra cosa: sus sensaciones eran demasiado ntimas e inciertas para
compartirlas. Como haban estado inmersos en el trabajo cotidiano durante los ltimos das, no
haban tenido tiempo de considerar aquel momento tan decisivo y todos agradecan la meditacin
que les brindaba el silencio.
Pero dur poco. Sbitamente, la puerta se abri con brusquedad y un Thompson aterrorizado
se precipit en el interior de la sala; las lgrimas le bajaban por las mejillas.
Oh, no gru Doc Brady.
Yo me encargo de l grit Del. Se desembaraz de las ataduras, agarr al tembloroso
Thompson y lo empuj hacia la silla vaca.
La escotilla! chill Mitchell.
Del corri hacia la puerta. Cuando lleg all, se qued consternado y sin aliento.
Todas las dems estn abiertas grit. De aqu para atrs!
El Unicornio emiti un ruido sordo y se detuvo, y la sacudida hizo que Del cayera de rodillas;
se qued helado, y, atenazado por el miedo, no trat de levantarse.
Hemos chocado con el techo de la cavernaexplic Reinheiser.
Eh, no hay tiempo que perder! grit Brady a Del; atrs.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Del se apresur a afianzar la escotilla; luego trat de deslizarse por debajo de las correas con
Thompson, en el preciso momento en que el Unicornio empez de nuevo a moverse.
Mitchell mir a Reinheiser.
Corrientes?
No, se trata de fuerzas magnticas contest el fsico. Nos conducen hacia el centro de
interaccin del campo aadi a continuacin. Sujtense bien avis, sospechando lo que
estaba a punto de ocurrir.
En cuanto Reinheiser hubo acabado la frase, la tormenta hizo presa en el submarino. Como
una enorme bestia indmita, la recin desencadenada tormenta se abati sobre el Unicornio, en
busca de una salida para su incontrolable potencia. Atac aqu y all tempestuosamente, al principio
sin objetivo concreto, pero luego, de repente, pareci encontrar un blanco. Su potencia se convirti
en decidida clera, guiada como por un afn de venganza contra el negro portal, como si la
tormenta fuera un ser capaz de sentir y le echara la culpa de su dolor. Entonces arreci, arrastr al
desvalido submarino y lo lanz bruscamente a travs de la barrera.
Los nudillos de los hombres estaban blancos por la aterrorizada desesperacin con la que se
agarraban. Subieron ms y ms dando vueltas y girando en torbellinos. Hacia un mundo que una
vez haba sido su hogar.
Pero que no lo volvera a ser.
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La ira de un dios encolerizado
Los minutos iban transcurriendo con lentitud a medida que el Unicornio giraba y se
balanceaba durante el viaje de cinco millas hacia la superficie. Suba ms y ms, y en un momento
dado, tan repentinamente como haba empezado, termin el violento arrastre.
El Unicornio se enderez por s mismo y se qued inmvil, pero los siete hombres se
mantuvieron agarrados a las correas.
Nos hemos parado mientras subamos se atrevi Del a musitar al fin.
En la superficie aadi Corbin; y ya no estamos bajo los efectos de la tormenta.
Anchas sonrisas iluminaron los rostros de los reunidos.
Pero cuando los siete hombres empezaban a desprenderse de las ataduras, las luces se
apagaron. Y en aquella oscuridad, pudo orse un imponente sonido, un sonido que todo marinero
oye en sus peores pesadillas. En algn punto de la popa del Unicornio el ocano haba encontrado
de nuevo el modo de introducirse en el submarino.
Tenemos una va de agua! grit Billy. Como si quisiera confirmar sus palabras, el
Unicornio empez a escorarse hacia estribor.
Va a volcar grit Mitchell. Salgamos!
Ray Corbin, con su habitual sangre fra, fue el hroe en aquella ocasin. Ante el primer signo
de peligro, cuando se apagaron las luces, prudentemente avanz a tientas hasta la base de la torreta.
Estoy en la escalerilla dijo con serenidad; guiaos por mi voz.
Mitchell fue el primero en encontrarlo; dado que el capitn ya poda guiar a los dems, Corbin
exclam en voz lo bastante alta como para que todos lo oyeran:
Voy a salir con la balsa.
Entr una dbil luz cuando el primer oficial abri la escotilla exterior; en el cielo no haba ni
una sola estrella y la noche era negra como boca de lobo. Sin inmutarse, sac la balsa, diseada para
llevar hasta veinte hombres y, a ciegas, se mont en la pequea embarcacin, mientras sta acababa
de hincharse.
Reinheiser fue el siguiente en subir por la escalerilla; lo sigui Doc Brady.
Dense prisa! los apremi Mitchell, mientras el submarino segua escorndose hacia
estribor.
Pero Del tena un problema: Thompson estaba paralizado por el terror y se negaba a moverse
a pesar de sus splicas. A medida que transcurra el tiempo, el enfado sustituy a las buenas
maneras, y finalmente Del agarr a Thompson por la camisa y lo subi a rastras.
Aydeme! le grit a Mitchell. El capitn agarr la camisa del aterrorizado marinero y lo
iz hasta lo alto de la escalerilla, donde los esperaba Billy Shank.
Pero en el preciso momento en que conseguan dejar a salvo a Thompson en la balsa, el
Unicornio se escor de nuevo. Mitchell qued protegido por la escalerilla, pero Del perdi el
equilibrio y se hundi en la oscuridad.
DelGiudice! grit Mitchell.
Estoy bien respondi Del, mientras se frotaba una nueva magulladura en el hombro. El
Unicornio se inclin an ms. Lo conseguir le asegur a Mitchell. Siga subiendo.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
32
Mitchell sacudi la cabeza; no vea muy claro que Del pudiera llegar de nuevo a la escalera.
Pero el capitn no tena manera de ayudarlo. No dispona de cuerda alguna para ayudarlo. Y
abandon el submarino.
Del oy que sus compaeros lo llamaban, mientras luchaba a gatas en medio de aquella
oscuridad. Pero aunque se las arregl para sostenerse en la pronunciada pendiente, no hubo forma
de que pudiera encontrar la escalerilla. Entonces, el submarino se escor an ms, qued
prcticamente de costado y el ocano se precipit por la escotilla abierta, impaciente por devorar su
presa.
Se ha puesto de costado! grit desde lejos Billy mientras la corriente arrastraba la
balsa. Est volcando! Del!
Del resbal bruscamente por el suelo ahora vertical, resignado a su triste sino. Ni siquiera se
dio cuenta de que el agua que lo inundaba todo estaba extraamente caliente.
De repente, se encontr subiendo, y no a causa del agua, que no alcanzaba el suficiente nivel
para empujarlo hacia arriba. Sus ojos escrutaron en torno. Qu clase de delirio lo asaltaba? Estaba
flotando en el aire! Y entonces, milagrosamente, se encontr en la escalerilla!
Cmo es posible? pregunt Del en voz alta, pero no esper ninguna respuesta.
Consigui salir por la escotilla, se lanz de cabeza al caliente ocano y nad hacia la borrosa silueta
de la balsa y sus seis pasajeros.
Izaron a Del a bordo en silencio y se agruparon en un extremo de la embarcacin.
Todo estaba tranquilo salvo los chasquidos de las ropas mojadas y el ocasional roce de los
zapatos de suela blanda con la balsa de goma. Detrs, ya a considerable distancia y alejndose
velozmente, segua desencadenndose la salvaje tormenta, pero aquellos hombres no le prestaban
atencin. Permanecan serios, atisbando en la oscuridad, mientras esperaban que una parte de sus
vidas llegara a su fin. Y entonces, con un simple gorgoteo, el vasto e inconquistable ocano se trag
el Unicornio.
Bueno, ha desaparecido dijo Corbin, mirando perplejo el espacio vaco dejado por la
nave.
Qu ms podan decir?
Se instalaron para dormir a lo largo del borde de la balsa y se acostaron en silencio entre
recuerdos e interrogantes mientras transcurran las horas en medio de aquella negrura. La crisis y
las grandes prdidas de los ltimos das llevaron a Del a reflexionar sobre su condicin mortal. A
pesar de todos los esfuerzos, la muerte permaneca incontestable e irreversible, como una idea de
frustracin y terror, porque simplemente era algo que no poda comprender.
Quiz por primera vez en su vida, Jeff DelGiudice sinti el vaco de su incapacidad para tener
fe.
Al cabo de unas horas, sin previo aviso, el alba amaneci por el este y acab con la negra
calma nocturna y con la menor tranquilidad que aquellos hombres pudieran haber albergado.
Arrancados de sus sueos y cavilaciones, se encontraron frente a la sorprendente y asombrosa luz
del da.
Aunque la esfera solar slo haba empezado a asomar por el horizonte, la furia del sol les
quemaba los ojos y, mientras ascenda hasta dejarse ver por completo, el cielo se fue volviendo de
color rojo brillante y la temperatura subi mucho. Oleadas de calor desgarraban el aire por encima
de sus cabezas. El ocano lanzaba destellos de color sangre, pues el vivo oleaje captaba el fuego del
cielo en brillantes reflejos que, como lminas encendidas, se precipitaban contra las bordas de la
balsa.
Qu demonios est pasando? grit Mitchell mientras de forma refleja esquivaba las
salpicaduras de aquella agua roja. Incluso el cielo pareca desgarrado.
Debe de haber estallado dijo Corbin al darse cuenta de lo que poda haber pasado,
mientras, en precario equilibrio, consegua ponerse en pie. Al fin la hicieron!
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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La guerra? carraspe Mitchell. Se volvi hacia Reinheiser, que miraba con perplejidad
aquel sol implacable. La guerra nuclear?
Reinheiser se encogi de hombros.
Puede haber otras explicaciones dijo sin mucho convencimiento, abrumado por la
aparente traicin de su adorada ciencia. Qu haban hecho aquellos idiotas, o qu haban hecho
mal, con aquellos maravillosos instrumentos e inventos?
En cualquier caso, tenemos que protegernos antes de que ese sol nos arranque la piel a tiras
dijo Doc Brady.
Saquen el toldo dijo Mitchell con aire ausente y en voz baja; aquel horror trascenda la
clera y, tras l, slo quedaba una profunda sensacin de vaco.
Estamos en una situacin realmente sealada proclam Ray Corbin, que segua en pie;
los dems lo miraron sin mudar de expresin mientras l bajaba el brazo para coger uno de los rifles
de Mitchell. Somos los nicos testimonios de la ltima estupidez de la humanidad. Hemos venido
a enterrar a los muertos.
Alz el rifle por encima de la cabeza con las palmas vueltas para arriba y lanz su ofrenda a
las rojas aguas.
Los hombros de los nufragos que estaban sentados en la balsa se derrumbaron. Mitchell
quiso abalanzarse sobre Corbin para agredirlo, ms por haber destruido la poca moral que quedaba
que por haber lanzado el rifle al mar. Sin embargo, el furioso capitn no pudo ni pegarle un grito. El
sarcasmo de Corbin lo haba afectado, le haba hecho darse cuenta de su propia frustracin ante la
realidad de que su nica posibilidad de escapar los haba devuelto a una tierra estril.
Billy Shank hizo muchos ms turnos que los dems fuera del toldo y permaneci all horas
enteras, hasta que los ojos le ardan a causa de la deslumbrante luz y caa tumbado a un paso de la
deshidratacin, empapado de sudor. No lo haca por masoquismo; simplemente haba decidido vivir
los ltimos das de su vida desafiando aquel horror.
Negros pensamientos y un silencio vaco impregnaban la atmsfera bajo la tienda. Cada uno
de aquellos hombres se enfrentaba por su cuenta a la dura realidad y se senta ms solo que nunca.
En el corazn de Del, sin embargo, un hlito de esperanza luchaba contra la desesperacin. En
angustioso conflicto con su parte ms racional, que rechazaba admitir la fe ciega, tena la sensacin
de que en el puente del hundido Unicornio lo haba salvado un milagro. Y en un nivel ms
profundo, todava insondable, la idea de una intervencin de una especie de ngel de la guarda le
inspiraba una sensacin de consuelo distinta de cualquier otra que hubiera tenido hasta entonces.
El da fue una brutal prueba de resistencia en la que tuvieron que soportar temperaturas de
hasta 49 grados. Incluso fuera de la improvisada tienda hecha con el toldo raramente soplaba una
ligera brisa. Les ardan los pulmones y la garganta debido a la abrasadora sequedad y tenan los
labios cortados. Los ojos, cansados e inyectados en sangre a causa del misterioso resplandor, les
picaban sin descanso incluso cuando los cerraban.
Las noches las pasaban mejor. Cuando bajaba la temperatura hasta niveles ms tolerables,
algunos hombres se aventuraban a salir para reunirse con Billy, esperando vislumbrar una aorada
normalidad, un alivio de aquella constante tensin. Pero siempre se sentan defraudados, pues el
cielo nocturno mantena invariablemente su absoluta negrura. Ni una sola estrella les otorg la
gracia de su luz evocadora de fantasas, ni tampoco la luna sali para ofrecerles su atractivo
resplandor. Del se obsesion con aquella peculiaridad, que, para l, lleg a convertirse en lo ms
trgico de todo. Anhelaba desesperadamente ver de nuevo una estrella antes de morir.
El quinto da por la tarde las provisiones de agua estaban casi agotadas. Billy estaba tumbado
fuera de la tienda. Aquel da el mar estaba en calma y apareca como una fina capa de deslustrado
color carmes bajo la bruma que cubra la superficie. Billy estaba tumbado sobre el borde de la
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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balsa y con la mano jugueteaba con el agua. Se durmi en aquella posicin sin darse cuenta de que
la balsa se haba metido en una fuerte corriente e iba cada vez a ms velocidad. Varias horas y
muchas millas despus, Billy se despert y, sobresaltado, mir hacia arriba. Exactamente delante de
l, sus doloridos ojos contemplaron una visin maravillosa.
Un espejismo farfull, cerr los ojos y trat de sacudirse el sueo de encima.
Pero cuando volvi a mirar, la visin todava estaba all.
Un muro de luz dorada que ascenda desde el mar hasta el cielo y se extenda varios
kilmetros en ambas direcciones les impeda el paso.
Billy recobr el aliento con repetidos y breves jadeos. Qu era aquella barrera? Era la
puerta de la muerte? O la del cielo? O estaba delirando a causa del calor?
La balsa segua avanzando hacia la pared dorada y los temores de Billy iban en aumento.
Entonces cay en la cuenta de que necesitaba a alguien, a Del o a cualquier otro.
Eh! Venid a ver esto! chill entre jadeos.
Los hombres de la tienda reaccionaron con lentitud a su llamada. Algunos dorman, otros
estaban perdidos en ensoaciones o lejanos recuerdos.
Eh! grit de nuevo Billy; al fin asomaron varias cabezas del interior de la tienda, y,
entre exclamaciones interrogativas o incrdulas, los seis hombres se acercaron a la proa de la balsa.
Un rayo de sol gigante coment Del.
Qu puede ser? pregunt Mitchell a Reinheiser con un deje de pnico en la voz por
sentirse una vez ms frente a lo desconocido.
Reinheiser se limit a encogerse de hombros y a sacudir la cabeza. Aquellos das no hablaba
demasiado. Haba esperado un mundo futuro de mquinas maravillosas y grandes descubrimientos,
pero aparentemente algo haba salido muy mal. Alguien haba pulsado el botn indebido o, por
miedo a las consecuencias econmicas a corto plazo, haba persistido en no hacer caso de los signos
del inminente desastre, y simplemente se haba cargado su sueo tecnolgico. La amarga realidad
que lo rodeaba haba obligado a Reinheiser a cuestionar el valor de la ciencia y, por consiguiente, el
valor de toda su existencia.
Ah vamos! grit Del mientras se precipitaban en el interior de la luz.
De forma instantnea la temperatura descendi hasta alcanzar un nivel agradable; todo lo que
podan ver se reduca a un fondo impreciso de color amarillo dorado desprovisto de sombras y de
relieve. Absolutamente todo, la balsa naranja, sus ropas azules, la piel negra de Billy, se funda con
el tono uniforme de aquel fondo.
La balsa sali de la pared dorada de improviso y sus asustados tripulantes fueron recibidos
por una brisa fresca y por el cielo y el agua ms azules que haban visto en su vida. Tras un instante
de sobresalto, empezaron a gritar de contento, incluso Mitchell y Reinheiser, mientras Thompson
sollozaba de alegra. Pareca que una parte del mundo haba conseguido escapar de la devastacin.
De nuevo Mitchell se volvi hacia el fsico, y una vez ms Reinheiser se limit a encogerse de
hombros y a sacudir la cabeza.
Ahora tenemos que rezar para que llueva un poco o para que encontremos un lugar donde
desembarcar les record Ray Corbin; los cielos azules no llenarn nuestras botellas de agua.
Pero los dems apenas le hicieron caso. Su salvacin estaba al alcance de la mano, y no
queran or hablar ms de muerte. Ya no.
La balsa continu su periplo en direccin este durante el resto de la tarde y hasta la hermosa
puesta de sol carmes. Y aquella noche, clara y fra, aparecieron miradas de estrellas, y Del no
caba en s de gozo al contemplar cmo titilaban por primera vez desde haca muchas semanas.
Realmente era una noche para tumbarse al aire libre y apreciar el suave balanceo del mar y la
inmensidad del cielo; era una sensacin que escapaba a la comprensin terrenal pero que resultaba
ntimamente placentera. As que los hombres se tumbaron tranquilamente siguiendo la borda de la
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
35
balsa y acordaron por unanimidad que, si alguien se despertaba antes del alba, avisara a los dems
para que todos pudieran disfrutar de la primera y maravillosa salida del sol en mucho tiempo.
Luego, uno tras otro se fueron sumergiendo en agradables y serenos sueos.
Del abri los ojos justo antes del amanecer; el cielo era azul oscuro, mientras el sol, todava
oculto, se esforzaba por realizar la inevitable transicin desde la oscuridad de la noche. Del despert
a los dems y la balsa se convirti en un lugar bullicioso, en el que todos caminaban arrastrando los
pies y bostezaban, tratando de situarse y prepararse para el acontecimiento que se avecinaba.
Hablaban y bromeaban, y despedan la noche con gruidos de contento; pero cuando la
acutica lnea del horizonte oriental brill de repente con relucientes reflejos y el cielo se volvi de
un rosa uniforme, se callaron todos de golpe.
El amanecer era como una msica visual del cosmos, una perfeccin sin tiempo; el primer
rayo de sol les lleg por encima del espejo del agua en calma. La fuente de luz fue ascendiendo por
las invisibles e incansables ruedas de un esfrico orden. Los siete, como un solo hombre se pusieron
a aplaudir, y la mente de cada uno de ellos experiment la efmera sensacin de que vivan un
momento de plenitud espiritual, que demasiado a menudo se da por supuesta. Para la mayora,
aquella sensacin pasara tan rpidamente como el alba, y se reavivara con tan poca frecuencia que
no dejara huella alguna en su carcter; pero para Jeffrey DelGiudice la experiencia fue mucho ms
duradera. Nunca volvera a contemplar de la misma manera el mundo maravilloso en el que se
encontraba.
No obstante, cuando el amanecer dio paso al nuevo da, los hombres toparon con un nuevo
problema. La balsa segua todava en el agua y todo lo que la vista poda abarcar se limitaba al
inmvil azul del ocano. La advertencia de Corbin sobre las provisiones de agua volvi a resonar en
sus mentes. Haban dado por supuesto que las corrientes que los haban apartado de la devastacin
los conduciran a la salvacin.
Aquel nuevo problema era ms de lo que Thompson poda soportar; se puso en pie de un salto
y levant el puo contra el cielo.
Cundo acabars con esto? le grit a Dios. Bastardo! Si quieres matarnos, hazlo de
una vez y djate de juegos!
De repente, mir en torno de s, como si hubiera tenido una revelacin, y se encontr con las
expresiones incrdulas de sus compaeros a los que contemplaba con una mirada de sincera
comprensin.
Eso es! No lo veis? aull con aparente alegra. Todo es un juego!
Mitchell dirigi una amenazadora mirada a Corbin y a Brady y los avis con toda seriedad:
Controlen a ese idiota o va a saltar por la borda.
Pero mientras el capitn estaba hablando, Thompson se cay al suelo de la balsa entre
violentos sollozos y risas; abundantes lgrimas le corran por las mejillas.
Es slo un jodido juego no dejaba de susurrar, implorando desesperadamente la
aquiescencia de alguien.
Algo ms tarde, durante aquella misma maana, agotaron las ltimas provisiones de agua; se
sentaron desanimados, inmviles, con la sensacin de haber sido traicionados. Cunto tiempo
durara aquello?, se preguntaban cada uno por su lado.
Sus reflexiones fueron interrumpidas por un sonoro chapoteo seguido por otro parecido.
Delfines! grit Doc Brady, mientras un delfn con una gran nariz en forma de botella
asomaba a la superficie y saltaba gilmente por el aire. En cuestin de segundos el agua en torno a
la balsa se agit con docenas de delfines que bailaban y daban enormes brincos por doquier, como
agujas plateadas que tejieran intrincadas figuras en la tela azul del mar.
Increble! murmur Del al contemplar aquel espectculo desde una nueva perspectiva.
Una semana antes podra haber visto aquella danza como una agradable diversin, pero ahora su
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
36
visin era mucho ms penetrante. Al ir evolucionando, los delfines se haban adaptado
perfectamente a su hbitat, eran la encarnacin de la capacidad de la naturaleza en su fluir hacia la
perfeccin. Eran la msica de carne y hueso de la ley universal y del orden divino. Del tena ganas
de compartir aquella revelacin y ver si los otros, al igual que l, perciban la profunda belleza de
aquello, pero no encontr las palabras.
El ballet continu durante varios minutos.
Entonces un delfn mantuvo la mitad de su cuerpo gris azulado en el aire, a unos palmos de la
proa de la balsa. Dirigi sus inteligentes ojos hacia las siete caras perplejas y empez a chasquear y
a emitir una especie de suaves chillidos mientras agitaba su larga nariz con frenes.
Nos est hablando! dijo Billy entre risas.
No sea estpido! replic con aspereza Mitchell.
Pero Del se dio cuenta de que Billy tena razn, y, an ms, sinti que lo comprenda. Se
precipit al interior de la tienda y sac parte de la cuerda del borde de la lona, rpidamente at un
extremo a la balsa, y volvi a la proa para lanzar el otro extremo hacia el delfn.
Qu est haciendo? pregunt Mitchell. Pero antes de que Del pudiera responder se
produjo un gran tirn y la balsa empez a moverse remolcada por varios delfines que se haban
precipitado hacia la cuerda.
Increble fue lo nico que Doc Brady fue capaz de murmurar.
He tenido una intuicin dijo Del, algo abrumado, mientras se encoga de hombros.
Los delfines se dirigieron en lnea recta hacia el este; siguieron avanzando horas y horas:
cuando los que tiraban de la cuerda estaban cansados eran reemplazados por compaeros de
refresco. Una vez ms, los hombres recobraron la fe en su salvacin, y hacia media tarde sus
plegarias fueron escuchadas.
Tierra! grit Billy; con suficiente claridad, en el lmite este del horizonte, se
encumbraban las negras siluetas de unas lejanas montaas.
Alguien tiene idea de dnde estamos? pregunt Mitchell.
En absoluto contest Billy. Nos hemos desviado de nuestro rumbo hacia Florida;
podra tratarse de Hait.
Pronto lo sabremos dijo Corbin.
Los delfines prosiguieron su increble avance y, en menos de una hora, la balsa apenas estaba
a unos cientos de metros de la orilla.
Los delfines soltaron la cuerda y deleitaron a los nufragos con una ltima danza. Tal vez se
trataba de una forma de despedirse, la manera que tenan de decirles adis; o quiz simplemente
bailaban porque les apeteca cortar sutilmente el agua con piruetas o saltos mortales. Entonces, con
tanta precisin como un grupo que hiciera instruccin militar, se pusieron en fila y se alejaron hacia
alta mar, rozando la superficie con su vuelo majestuoso. Del se asom al borde de la balsa para
despedirlos.
Ni siquiera Mitchell se atrevi a censurarlo.
Ahora la marea nos arrastrar hacia tierra observ Corbin.
Al cabo de unos minutos, la balsa varaba en la arena de un nuevo mundo.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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6
Ynis Aielle
La playa era tan montona y gris como el cielo. Matas de algas empapadas, pequeos restos
arrojados por el ocano, sealaban el nivel de la marea alta como monumentos a la negligencia.
Peces y cangrejos muertos, olvidados por carroeros y parsitos, se pudran en la arena. All ocurra
algo terrible. Lo que hubiera debido ser un lugar revitalizador limpiado por las mareas ofenda los
sentidos como una estancada y ftida cinaga. Aparentemente la naturaleza haba abandonado o
haba sido obligada a abandonar aquella zona y la haba dejado en un estado de total decaimiento.
Pero no se desalentaron, pues aquella tierra, aunque descorazonadora, era su salvacin, su
liberacin del infierno.
Al cabo de un par de minutos de serenos agradecimientos nadie haba saltado de la balsa,
Mitchell les record sus responsabilidades.
Tenemos que encontrar agua dijo, y quiero saber en qu lugar estamos.
Y en qu punto del tiempo estamos brome Reinheiser. La prueba de Brady con los
cadveres haba confirmado las previsiones del fsico, aunque Reinheiser y el doctor haban
decidido no hacer pblicos sus descubrimientos hasta que tuvieran que abordar problemas ms
graves.
Pero a nadie se le escap el comentario de Reinheiser y, por vez primera, Del consider
seriamente aquella posibilidad. La devastacin al otro lado de la barrera dorada le haba convencido
de que haba ocurrido un holocausto, probablemente una guerra nuclear, pero, preocupado por otros
asuntos ms urgentes, no haba realmente considerado que quiz la devastacin haba sucedido
cincuenta o incluso cien aos despus de que el Unicornio hubiera zarpado de Woods Hole. La
perspectiva de un nuevo mundo, de encontrar al hombre del futuro, intrigaba ahora profundamente
a Del; en buena medida, deseaba que la teora de Reinheiser resultara correcta.
Nos dividiremos en tres grupos dijo Mitchell mirando los tres rifles que les quedaban.
Contempl el paisaje: al norte, vagamente perceptible debido a una ligera bruma, se encumbraban
lejanas formas de enormes rocas erosionadas, como un ptreo preludio de grandes montaas
oscuras; al sur, la playa se prolongaba montonamente hasta donde la vista alcanzaba; hacia el este,
tierra adentro, haba una llanura pantanosa, totalmente plana y cubierta por la niebla; informes
charcas negras de aguas salobres manchaban de gris verdoso el fondo del paisaje.
Tiren de la balsa hasta que quede por encima del nivel ms alto de la marea les dijo
Mitchell a Del y Billy. Luego dirjanse hacia el norte. Corbin, llvese a Thompson y vaya hacia
el sur.
Mil gracias refunfu Corbin.
Los dems vamos a ir tierra adentro prosigui Mitchell. Cada grupo coger un rifle;
disponemos de cuatro horas aproximadamente hasta que se ponga el sol; los quiero a todos de
vuelta antes de la puesta.
Del y Billy caminaban a paso ligero, emocionados e impacientes por descubrir en qu lugar
estaban y, como puntualiz Del, en qu tiempo se hallaban. Al cabo de un par de horas y de
varios kilmetros se encontraron marchando con decisin por el nico y serpenteante sendero que
se poda seguir a travs de enormes rocas y de impresionantes paredes de piedra. La pista suba y
bajaba, pero con clara tendencia a subir, por lo que fueron ganando ms y ms altura. Desde unos
pocos centenares de metros a su izquierda y por debajo de ellos, llegaba el incesante batir de las
olas contra los invencibles acantilados.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Estas rocas no se acaban nunca murmur Del con la cabeza baja, para mirar por dnde
andaba; ya haba tropezado varias veces con aquella dura piedra. En aquel tramo el sendero tena
poco ms de medio metro de ancho, apenas una grieta en el enorme bloque de slida piedra, y la
pendiente era muy pronunciada. Al fin, cuando se acercaban a la cima de su difcil ascensin,
miraron hacia arriba y gozaron de una magnfica vista.
Un castillo! dijo jadeando Del, y se precipit sendero arriba. Billy se encogi de
hombros; estuvo a punto de preguntar a su amigo a qu se refera con su exclamacin, pero al ver a
Del tan intrigado, incluso obsesionado, se limit a seguirlo. Un momento despus, una rfaga de
viento disip parcialmente la niebla y tambin Billy pudo ver las negras murallas y las imponentes
torres de una inmensa fortaleza, situada a considerable distancia, en lo alto de un acantilado que
dominaba el mar.
Del estaba en el borde de un saliente; con la mano se haca sombra sobre los ojos para
contemplar mejor el castillo a travs de la alternancia de capas de niebla. Todava no haba mirado
el abismo que se abra a sus pies.
Billy lo hizo al llegar.
Mira hacia abajo! le susurr; sujet a Del por el cuello de la camisa y tir de l para
separarlo del borde del acantilado.
Qu ests... empez a decir Del, pero cerr el pico cuando advirti que Billy estaba
temblando y preparando el M-16.
Ray Corbin llevaba el rifle despreocupadamente sobre el brazo derecho, con el can hacia
abajo. Thompson haba cogido el arma de la balsa, pero Corbin haba sido testigo de demasiadas
cosas para dejar que el inestable marinero se acercara a un arma. Ambos avanzaban despacio, pues,
pese a la impaciencia de Thompson; Corbin insisti en que se lo tomaran con calma.
Se adentraron en el territorio el trecho mnimo para separarse de la playa, y a continuacin
recorrieron una hilera de riscos resecos cubiertos por una esculida hierba de color pardusco. El
pausado paso de Corbin tranquiliz un poco a Thompson; ambos caminaban en silencio enfrascados
en sus propios pensamientos: Corbin pensaba, preocupado, en el destino de su familia en Nueva
Inglaterra y Thompson, que ya se haba convencido de que haba salvado al Unicornio sin ayuda de
nadie, fantaseaba sobre la ceremonia de imposicin de su medalla.
Cuando se aproximaban a un alto risco, un ruido de voces interrumpi de repente sus
ensoaciones. Se miraron y, cuando Thompson estaba a punto de descolgarse con algo, Corbin le
tap la boca con la mano, le hizo una sea para que lo siguiera y empez a trepar por la ladera de
aquel altozano. Cuando estaban a punto de coronarlo, los gruidos se hicieron ms perceptibles;
eran unas voces guturales, que no parecan humanas, pero que se expresaban en una variante
imperfecta del ingls. Al cabo de un buen rato, Corbin hizo acopio de valor, lleg trabajosamente a
la cima y contempl a los hablantes; qued tan asombrado de su aspecto que ni siquiera se dio
cuenta de que Thompson trepaba tras l.
Eran horribles, como una mutacin producida por la rebelin de la naturaleza contra su propia
existencia. Nueve de ellos estaban desnudos, salvo por un sucinto taparrabo de piel de lagarto y una
espada envainada sujeta al costado por una correa. Eran ms bajos que los hombres, pero robustos;
los vigorosos troncos se sostenan sobre unas piernas torcidas y recias, y la piel de color verde
plido estaba marcada por protuberancias desiguales, de las que colgaban inmundas greas de pelos
sueltos. Las caras eran todava ms espantosas: finas bocas sin labios ocultaban, tensas, unos
dientes cruelmente puntiagudos y manchados de amarillo; narices retorcidas y llenas de pus; ojos
malignos, bulbosos y amarillos, como un desierto estril agrietado por ros de sangre. Los brazos
torcidos les colgaban a los lados, hasta casi tocar el suelo.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Ante aquella visin Thompson palideci y, muy a pesar de Corbin, lanz un chillido. Al
instante, aquellos seres se dieron la vuelta y desenvainaron sus peligrosas espadas. Corbin se llev
las manos a la cabeza.
Bueno, Thompson, supongo que ha llegado el momento de que nos reunamos con nuestros
vecinos dijo con toda la calma que pudo reunir.
Furiosas por la intrusin, las criaturas enfilaron hacia el risco. Corbin reaccion
inmediatamente: se levant de un salto, apunt el rifle y efectu unas descargas atronadoras que
dej helados por la sorpresa a aquellos seres.
La tensin se mantuvo durante un largo momento, durante el cual nadie se movi; pero
entonces el miembro ms corpulento del grupo, un bruto ancho de espaldas, avanz un paso por
delante de sus aterrorizados compaeros.
Clav la vista en Corbin con fro desprecio; su mueca mostraba que no estaba impresionado.
Corbin le devolvi la mirada, pero se not gotas de sudor en las sienes. Thompson estaba
acurrucado en la hierba, sin osar moverse.
Amigos? pregunt Corbin en voz baja. Entonces en un tono an ms flojo que slo
Thompson pudo or, aadi: No creo que te hayan visto; sigue agachado y vuelve a la balsa para
avisar a los dems.
Pero Thompson no se movi.
Vete! le dijo Corbin tan fuerte como le pareci prudente, y le dio una patada en las
costillas. Thompson, que todava temblaba, empez a descender del altozano palmo a palmo.
Disparos? pregunt Mitchell asombrado.
Probablemente DelGiudice y los dems imbciles estn jugando espet Reinheiser
levantndose tras examinar una charca de aguas estancadas. Es el tpico juego que les encanta a
los jvenes.
Del no hara eso replic enojado Brady. No es de los que hacen tonteras con armas;
adems, esos tiros vienen del sur.
Mitchell asinti.
Renanlo todo orden. Vamos a regresar.
Kilmetros y kilmetros en vano! protest Reinheiser. Y an no hemos encontrado
nada que sirva para obtener agua aadi lanzando un manojo de hierbajos a la ftida charca.
Necesitamos agua, capitn!
La vacilacin de Mitchell confirm a Brady la cada vez ms estrecha relacin entre el capitn
y Reinheiser. ltimamente, a Brady le pareca que las recomendaciones de Reinheiser sonaban ms
bien como rdenes.
De acuerdo concedi Mitchell. Avanzaremos un poco ms; pero mantengan los odos
alerta.
Brady dej a un lado su disgusto.
Corbin segua mirando al lder.
La criatura gru un orden a la tropa, una palabra que Corbin no comprendi. Empezaron a
acercrsele con mucha parsimonia, con las armas prestas para el ataque.
Apartad las espadas! les avis Corbin, y dispar una segunda descarga en la arena, a los
pies de aquellos seres. La detonacin hizo que Thompson, que ahora se hallaba en la base del
altozano, emprendiera una loca carrera. Aterrorizado, se lanz velozmente entre las dunas y slo se
detuvo cuando juzg que haba puesto bastante tierra de por medio. Al mirar hacia atrs desde la
cima de otro risco, vio cmo las criaturas avanzaban en abanico para rodear a Corbin.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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La segunda descarga asust otra vez a aquellos seres, pero el lder permaneci sereno y su
presencia de nimo hizo que los dems no fueran presa del pnico. Otra vez se produjo una larga y
tensa pausa, y entonces el lder empez una solemne salmodia:
Los hombres mueren! Los hombres mueren! Los hombres mueren!
El cerco en torno a Corbin se iba estrechando, y ahora se sumaron a la salmodia:
Los hombres mueren! Los hombres mueren! recitaban con creciente frenes.
Corbin advirti la violencia suicida all congregada, como las negras nubes de un huracn que
se cerniera sobre l.
Dios mo, tengo que matar se dijo a s mismo en voz alta, pues necesitaba or aquellas
palabras, necesitaba hacer frente a la situacin. Se le revolvi el estmago, como si quisiera
protestar, y un grito de disgusto le brot en el fondo de la garganta.
Matar.
Temblando, como si los msculos se resistiesen a cada movimiento, se llev el rifle al
hombro.
No quiero mataros implor.
El lder se dio cuenta de la debilidad del humano. Levant el brazo y dio una orden; los dems
se detuvieron al instante.
Corbin se preguntaba, y deseaba fervientemente que as fuera, si su amenaza habra surtido
efecto.
La perversa mueca del lder le hizo perder la esperanza; haba detenido a los dems, advirti
Corbin, porque quera matarlo l en persona para saciar su sed de sangre. Aquel ser hinch el pecho
y avanz con la actitud desafiante de un enemigo, con la aparente conviccin de que aquel humano
no tendra el coraje de matarlo.
Pero la bestia haba calculado mal. Corbin, mientras la criatura se le aproximaba con una
sonrisa retorcida que se ensanchaba a cada paso, percibi que un aura horrible la rodeaba; el
hombre se senta abrumado por la sensacin de absoluta maldad que emanaba de la bestia. Sus
conflictos de conciencia se resolvieron de repente, pues en aquel momento comprendi que no se
trataba de una criatura ignorante y desgraciada. Era un monstruo, un demonio surgido directamente
de los tormentos del infierno. Apret la culata del rifle contra el hombro.
No quiero matarte repiti; y realmente no quera, pues no crea que su misin fuera
juzgar a nadie, aunque fuera un caso obvio. La bestia no redujo su paso.
Pero lo har gru Corbin sin ningn mal sabor de boca en absoluto. Y apret el gatillo
con decisin.
Clic.
El arma se atasc.
La criatura se retorci de sorpresa y sbito horror cuando Corbin inesperadamente tir del
gatillo. Pero, mientras trataba de recuperarse del susto, se dio cuenta de que Corbin tena
problemas; sin querer dar al humano la menor posibilidad de otra sorpresa, el monstruo se lanz al
ataque blandiendo la espada amenazadoramente. Corbin par el golpe con el rifle.
No quiero pelear! rog; pero la bestia, dominada por la clera, no estaba para pactos y
era incapaz de escuchar las palabras del hombre.
El monstruo golpeaba al hombre con violencia; cada golpe era ms salvaje que el anterior.
Corbin se convirti en el objetivo donde liberar furias y frustraciones demasiado primarias y viles
para poder comprenderlas.
Totalmente desesperado, el hombre desvi algunos ataques ms. Pero entonces, la criatura,
recuper el control el tiempo suficiente para efectuar una gil finta y eludi su defensa. Aull de
placer cuando la cruel hoja pas rozando a la izquierda de la cabeza de Corbin, cort carne y
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msculo y le destroz la clavcula. La fuerza del impacto le hizo caer al suelo, y Corbin de repente
se dio cuenta de que estaba sentado. Slo entonces, mientras empezaba a comprender la realidad de
su situacin, sinti un tremendo dolor.
Vio, perfectamente consciente, que la bestia maligna, de forma lenta para aumentar el
sufrimiento, retiraba la hoja dentada con la punta tinta en sangre. Entre tanto, el repugnante ser
miraba fijamente a Corbin, riendo, recrendose en la tortura que le infliga.
Pero entonces, por alguna razn que no comprendi, Corbin dej de sentir dolor, y tambin
desapareci su miedo. Lo nico que experimentaba era una repentina introspeccin mstica; la
compadeci por no poder conocer jams la dicha de la bondad o de la piedad. Verdaderamente, era
un alma condenada.
Por qu? pregunt con serenidad mientras la criatura empezaba a levantar la espada.
Corbin no intent defenderse y se limit a sentarse y a repetir:
Por qu?
El placer de aquel ser se transform en confusin. Ningn chillido de dolor? Ni rastro de
miedo? Mir a sus compaeros, los cuales, alentados por la pasiva reaccin de Corbin, gaan de
alegra y saltaban salvajemente, lanzando arena por los aires. Contagiado por aquel frenes, la
criatura volvi a mirar a Corbin.
Corbin estaba sentado pero se tambaleaba, poco menos que vencido por aquella peligrosa
herida. Se le nubl la vista, pero vio cmo la espada lenta y deliberadamente se alzaba por encima
de l y oy el siseo de la criatura: Los hombres mueren! antes de que el golpe definitivo le
alcanzara el crneo.
A lo lejos, Thompson ya haba visto bastante; haba visto demasiado. Las lgrimas empaaron
sus ojos y ech a correr hacia el norte a lo largo de la playa en direccin a la balsa.
El grupo de Mitchell se dispona a ponerse en marcha de nuevo cuando la segunda descarga
de Corbin hendi el aire.
Sin duda son disparos asegur Doc Brady.
Es suficiente dijo Mitchell con una seguridad haca tiempo ausente de su voz.
Regresemos ya.
El capitn gir sobre sus talones antes de que alguien pudiera hacer objeciones y se dirigi
hacia la playa seguido a paso rpido por Doc Brady. Reinheiser se detuvo y suspir, consternado. A
regaadientes, pero sin alternativa, los sigui.
Para qu hiciste eso? murmur Del frotndose el codo contusionado.
Miraste hacia abajo?
No, estaba mirando...
Bueno, pues mira! le pidi Billy, y empuj a Del hacia el saliente; Del ote por encima
de la espesa niebla.
No veo nada!
Espera un minuto a que se disipe un poco murmur Billy, algo ms calmado. Y no
hables tan fuerte.
Una rfaga de viento despej temporalmente aquel velo opaco.
Lagartos! exclam Del; y, en efecto, haba lagartos. Docenas de lagartos enormes
atrapados en un amplio hoyo y arrastrndose unos encima de otros de forma que sus cuerpos
entrelazados ofrecan una grotesca orga de escamas y garras.
No creo que puedan salir dijo Del; en el preciso momento en que lo deca, una bestia
oscura, de no menos de cinco metros de largo, se precipit hacia la base de la pared, justo debajo de
donde el hombre se encontraba, y arremeti contra l.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Espero que no dijo Billy empuando el M-16. Pero enseguida qued claro que el lagarto
no poda alcanzarlos. Se haba incorporado sobre sus patas traseras, haba apoyado las delanteras en
la pared y su cabeza erguida estaba slo a tres metros de los hombres. Frustrado por no poder
alcanzar la presa, el lagarto emita hmedos silbidos y abra su enorme bocaza, mostrando hileras de
numerosos dientes afilados. Se mantuvo un momento en aquella posicin, de forma que Del y Billy
pudieron apreciar cun impresionante era. Luego, con la velocidad del rayo, el monstruo cerr sus
temibles mandbulas.
Billy emiti un dbil silbido.
No te gustara quedar atrapado ah, verdad? pregunt, pero cuando volvi la cabeza se
dio cuenta de que Del ya se haba ido. Empez a sentir pnico, se dio la vuelta y, claro est, all
estaba Del bajando a buen ritmo por el camino.
Eh! grit Billy.
S, hombre, aqu estoy; creo que ya hemos visto bastante respondi Del con voz chillona
y sin detenerse. En cualquier caso, se est haciendo tarde; ya es hora de volver.
Cobarde! brome Billy.
El lagarto rugi desde el hoyo y Billy adelant a Del antes incluso de darse cuenta de que
haba echado a andar. No volvi a mirar atrs.
Cuando Mitchell, Brady y Reinheiser regresaron a la playa, encontraron a Thompson que
arrastraba frenticamente la balsa hacia donde rompan las olas. Brady lo llam, pero aquello no
hizo ms que animarlo a tirar con ms fuerza.
Hijo de perra! gru Mitchell; se lanz al mar y con rencor meti a Thompson debajo
del agua.
Qu demonios est haciendo? bram el capitn; agarr a Thompson por el cuello de la
camisa y lo arrastr bruscamente, junto con la balsa, hacia la orilla. De forma instintiva Brady se
encamin hacia donde se hallaba Thompson, pero Mitchell empuj la balsa hacia el doctor y le
mand que ayudara a Reinheiser a tirar de ella para subirla a la playa.
Thompson no opuso resistencia ante la enorme fuerza del corpulento capitn. De hecho,
Mitchell tena que sostener el cuerpo lnguido de Thompson para mantenerlo erguido, lo cual no
hizo ms que aumentar su clera.
Qu bien! No? ladr Mitchell. Thompson se dej caer en la fangosa playa y se sent
con las piernas cruzadas y con la cabeza agachada.
Le estoy hablando a usted! grit Mitchell. Al no recibir respuesta alguna, agarr el
cabello rubio de Thompson y con brutalidad le ech la cabeza hacia atrs.
Dnde est Corbin? Y qu significan esos disparos?
Thompson miraba al frente sin comprender y Mitchell, frustrado, de un tirn le arranc unos
mechones de pelo; luego le peg una bofetada.
Doc Brady ya haba visto demasiado; se interpuso entre ambos hombres y trat de mantener
apartado al ms corpulento.
Eso no est bien, capitn razon. An lo asusta ms.
Quiero saber qu est pasando!
Djeme intentarlo le pidi Brady; Mitchell se dio la vuelta mientras haca un gesto de
desagrado con la mano y se alej precipitadamente. Brady medio arrastr a Thompson a la parte
superior de la playa y lo sent en el borde de la balsa.
Le cost un buen rato de halagos y palabras amables, pero al fin consigui que Thompson
estuviera dispuesto a hablar. Mitchell y Reinheiser se reunieron con ellos, y entonces el marinero
les cont de forma desordenada y confusa la muerte de Ray Corbin.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
43
Cuando Billy y Del aparecieron a la vista del grupo, Thompson haba terminado su relato y
sufra otra crisis nerviosa. Doc Brady lo cogi del brazo y se lo llev.
Qu pasa? pregunt Del.
Corbin ha muerto respondi Mitchell.
Qu! exclamaron al unsono Del y Billy.
Lo mat un monstruo, un trasgo dijo en tono de mofa Reinheiser. Es decir, si hacemos
caso de nuestro poco cuerdo amigo.
Bastardo mentiroso gru Mitchell.
Sera ms adecuado decir que se trata de fantasas replic Reinheiser. Creo que
nuestro iluso amigo dispar contra Corbin dijo, por accidente se apresur a aadir al ver que
Del y Billy se disponan a protestar ante semejante acusacin. Su mente retorcida ha imaginado
esas criaturas para no enfrentarse a la realidad de lo que ha hecho.
Se equivoca arguy Brady, mientras se reuna con el grupo tras haber dejado a
Thompson acostado en la arena; yo lo creo.
Mitchell resopl asombrado mientras Brady prosegua su explicacin:
Es una descripcin demasiado minuciosa para que se haya inventado esos seres.
Claro que era minuciosa replic con aspereza Reinheiser; esos monstruos existen
realmente en su cabeza. Seguramente los tiene all desde su infancia.
De ningn modo.
Oh, doctor, por favor suspir Reinheiser. Podramos intentar ser lgicos y racio...
Lgicos! exclam entre carcajadas Brady, mientras acusaba ostentosamente a
Reinheiser y miraba a todos los dems Tiene guasa tener que escuchar al viajero del tnel del
tiempo hablando de ser lgicos!
Basta ya! rugi Mitchell con un deje de violencia. Los msculos del brazo se le
contrajeron peligrosamente. Incluso Reinheiser reprimi cualquier comentario ante aquella
imponente mirada, y Mitchell se calm al constatar el inmediato respeto que le demostraban
todos. He perdido a un oficial, probablemente haya muerto, y todo lo que he sacado en claro es
esa mierda de historia de ese idiota!
Haba hablado en voz muy alta.
Thompson lo oy.
Mitchell sigui desvariando y, como los otros lo estaban mirando, no advirtieron que
Thompson se levantaba y avanzaba por la playa; se inclin sobre el capitn, lo agarr por la
garganta y empez a soltar chillidos histricos.
El idiota es usted! grit. Va a conseguir que nos maten a todos!
Mitchell recuper el equilibrio en un segundo y con facilidad se liber de la presa de
Thompson. Estaba listo para contraatacar con violencia, y Billy, Del y Brady se aprestaban a
intervenir, cuando de sbito Thompson abandon la pelea.
Pero tal vez sea as! proclam, fuera de s, Thompson, mientras daba la espalda y se
apartaba del capitn. Al igual que en ocasin de su rabieta en la balsa aquella misma maana, su
brusco cambio de estado de nimo sumi a los dems en una gran confusin. Mitchell se retir y
esper con curiosidad a ver qu haca Thompson a continuacin.
No lo veis? pregunt Thompson, mirando en torno y fijando sucesivamente la vista en
todos ellos. No pertenecemos a este lugar. Quisiera huir en la balsa, pero no servira de nada: no
hay adnde ir. No lo veis? Ya no pertenecemos, ni perteneceremos, a ningn lugar. ste no es
nuestro mundo... aadi; mir a Mitchell directamente a los ojos. Corbin ha encontrado la
nica salida!
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Doc Brady se le acerc para calmarlo, pero Mitchell se le anticip y propin a Thompson un
gancho de izquierda que le alcanz en la mandbula, levant al marinero por encima del borde de la
balsa y lo hizo caer en el interior. Del empez a protestar con la intencin de exponer una retahla
de circunstancias que pudiera aportar credibilidad al relato de Thompson, pero el estruendoso bum-
bum de un tambor lo detuvo de golpe.
Los hombres, asustados, se dieron la vuelta y, bajo la luz diurna que se apagaba
gradualmente, vieron su inminente destino.
A cincuenta metros de distancia, una hilera tras otra de criaturas se alineaban en la playa: la
mayora iban a pie y portaban espadas, toscas pero peligrosas, y escudos negros; otras montaban
lagartos ensillados y empuaban largas lanzas. Al frente de las hileras iba un abanderado con una
ensea amarilla desplegada y decorada con las garras, rojas de sangre, de un ave de rapia.
Qu palabra utiliz, Reinheiser? Trasgos? dijo Billy manifestando un ostensible
desprecio por el fsico; es una palabra muy adecuada.
Y Thompson debe de tener una cabeza enorme para poder almacenar en su interior todo ese
ejrcito observ Del.
Calma dijo Mitchell en voz baja y uniforme. La tormenta le haba enfrentado a
elementos incontrolables que se le escapaban, pero ahora comprenda la amenaza que tena delante
y saba que estaba dentro de su mbito de competencia. Todava no estamos muertos, ni stos nos
van a matar aadi mientras empuaba el M-16.
Bum! Bum! retumbaron los tambores cuando un enorme trasgo pas majestuosamente por
delante del abanderado; mostr a los hombres el destrozado rifle de Corbin, ense los dientes,
ech el arma al suelo y escupi encima de ella.
Mitchell, con la mano levantada tras l para mantener a su gente en calma, avanz unos pasos.
Comprendis qu quiere decir dolor? los amenaz, mientras apuntaba con el rifle a la
criatura. Se qued asombrado al ver que la bestia era capaz de contestarle.
Sabemos qu es el dolor gru. Los hombres nos lo ensearon hace muchos aos.
Bruscamente, su voz adopt un tono solemne. Pero les dimos su merecido! Con ojos
enfurecidos, se volvi hacia su ejrcito y aull una orden: Demos muerte a los hombres!
Los tambores retumbaron de nuevo y las filas de monstruos empezaron a salmodiar la liturgia
de su raza:
Los hombres mueren! Los hombres mueren!
Los hombres, presintiendo la inminencia del ataque, se apartaron varios metros y se
dispusieron en lnea: Billy y Mitchell en los extremos, armados con los dos rifles que quedaban. A
causa de lo que se estaba desarrollando frente a ellos, no advirtieron que Thompson haba saltado
fuera de la balsa y se haba hecho con una piedra grande. Con mucha cautela se situ detrs de Billy
Shank y, mientras resonaba el tambor, le propin con la piedra un golpe en la cabeza. Sin un
gemido, Billy se desplom al suelo.
Thompson tena un rifle.
De repente los tambores callaron; su ltima nota flot en el aire como un presagio de muerte.
El cabecilla se volvi lentamente hacia Mitchell y le dedic una maligna sonrisa. Levant el brazo y
orden:
Marguluk!
Dos criaturas emergieron de la formacin; llevaban el cuerpo de Ray Corbin en un atad
que consista en un palo, sostenido horizontalmente sobre los hombros, al que estaba atado por la
mueca izquierda y por el tobillo derecho, el cuerpo mutilado y destrozado del pobre hombre.
Del se dio la vuelta, horrorizado, y trag la bilis que le suba a la garganta. Brady y Reinheiser
tambin desviaron la vista. Pero Mitchell reaccion de modo distinto, con una actitud ms que
dispuesta para la lucha.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Bastardos! rugi. Bastardos asesinos! Y dispar una descarga contra los que
llevaban el cuerpo de Corbin, que se desplomaron al igual que otras criaturas situadas detrs,
acribilladas por el plomo de la furia de Mitchell.
El lder de las bestias aull de rabia.
Mitchell imit la engreda mueca que el jefe haba hecho antes y se lo carg.
Impresionadas y aterrorizadas, las criaturas fueron presa del pnico. Muchas huyeron, sobre
todo las que estaban en las ltimas filas; otras se agacharon temblorosas tras sus escudos; incluso
algunas se inclinaron ante Mitchell.
Mrenlos! grit Mitchell; su clera se haba convertido en xtasis por el afrodisaco de
aquel instante de poder. Mrenlos cmo corren y se esconden!
Dispar una descarga al aire y los monstruos se encogieron presas del terror.
Se dan cuenta de lo que esto significa? dijo entre carcajadas Mitchell, y se volvi hacia
los dems con un brillo de satisfaccin en los ojos. Somos dioses! proclam. Somos los
amos!
No lo creo dijo desde un lado Thompson con voz ahora uniforme.
Mitchell, con los ojos desmesuradamente abiertos por la sorpresa, se volvi hacia el marinero
y mir el can del M-16.
No tenemos ningn derecho a matarlos declar Thompson. ste es su mundo, no el
nuestro.
Qu demonios est haciendo?
Cierre el pico! espet Thompson, y Mitchell se qued helado ante la tremenda violencia
de la respuesta, e incluso esper que Thompson fuera a disparar. Sbitamente, sin embargo,
Thompson pareci calmarse de nuevo.
No lo veis? rog, pidiendo alguna confirmacin. Nosotros somos quienes no
pertenecemos a este lugar. Tenemos que escapar; como Corbin.
El marinero abati la cabeza con desesperanza, y Mitchell, viendo una oportunidad, movi
centmetro a centmetro el can del arma hacia l. No obstante, Thompson estaba alerta y clav
otra vez los ojos en el capitn.
Mitchell se ech a un lado desesperadamente al ver la muerte en los ojos enfebrecidos de
Thompson.
Pero el rifle del marinero rugi primero y Mitchell sinti unas violentas explosiones cuando
las balas atravesaron su cuerpo.
Doc Brady arremeti contra el marinero enloquecido, pero se detuvo en seco cuando
Thompson se dio la vuelta con el rifle an en ristre.
Del vio la cabeza de Billy abierta y la sangre que de ella manaba a borbotones. Quiso acudir
junto a su amigo herido, pero el miedo y la confusin lo paralizaron. Se volvi hacia Reinheiser y
observ que los ojos del fsico escudriaban en torno. Era obvio que estaba buscando
desesperadamente una escapatoria. Y cuando sus miradas se encontraron, Del se dio cuenta de que
aquel egosta estaba esperando que l o Brady distrajeran a Thompson para poder huir.
Thompson, por favor dijo Brady, esforzndose en vano por aparentar calma. Tras ellos,
las criaturas se reagrupaban tratando de encontrar algn sentido a los dementes actos de Thompson.
Venga, hombre, por el amor de Dios! aadi Brady.
Los tres mantenan an su posicin: Del paralizado en un extremo, Reinheiser en medio
intentando retirarse, y Brady en el extremo ms cercano, inclinndose hacia Thompson con los
brazos extendidos y las manos abiertas para que le diera el rifle.
Por qu fui elegido para esto? refunfu Thompson, mientras las lgrimas le limpiaban
la arena del rostro. Mir a Brady, todava a varios palmos de distancia. Por qu soy el nico que
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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comprende lo que pasa? Con un suspiro de desesperacin, como si no tuviera alternativa, apret
el rifle firmemente. Los dems supieron lo que les esperaba.
Reinheiser huy hacia la balsa, Brady se ech de cabeza hacia el can del rifle, Del sigui
paralizado.
Pero daba igual.
Thompson, sollozando pero convencido de su deber, dio un atronador barrido con su mquina
de muerte.
Y los tres hombres sintieron las violentas explosiones.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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7
En las antesalas de los Colonnae
El vaco. La ms pura vacuidad. Segua estando consciente, pero su conciencia era algo
estancado, desprovisto de estmulos externos y de pensamientos lgicos. Existencia, y nada ms.
El tiempo pasaba... irrelevante.
Del abri los ojos. O quiz los haba tenido siempre abiertos pero sin darse cuenta de ello
hasta ahora. De modo instintivo, se sujet la barriga. Demasiado tarde: las balas ya le haban
atravesado el vientre.
Estaba tumbado de lado, envuelto por una espesa niebla gris. Sorprendentemente, no senta
dolor. Levant las manos llevndoselas a la altura de la cara.
No haba sangre. Haba sido un sueo? Temblando, mir hacia abajo; recuper el aliento
mediante cortos jadeos, mientras apartaba los harapientos pedazos de la camisa. Una hilera de
cicatrices le cruzaba el vientre: las redondeadas cicatrices de las balas.
Le cost muchos minutos respirar normalmente.
Al ir recuperando el control, se dio cuenta de que no estaba en la playa y de que se encontraba
sobre un suelo suave y fro como el mrmol. Luchando contra la confusin y al borde del pnico, se
oblig a ponerse en pie; pero cuando asom la cabeza por encima de la niebla que le llegaba hasta
la cintura, su confusin fue en aumento, pues se encontr en una antesala vasta y oscura, iluminada
por reflejos grisceos que se filtraban entre la niebla fugaz. Una hilera, aparentemente infinita, de
enormes columnas que resplandecan con un color blanco azulado se extenda a su izquierda. Del
no vio paredes ni techo, slo aquellas columnas imponentes, que se afianzaban firmemente por
debajo de la mvil niebla baja y se elevaban hasta donde alcanzaba la vista, para continuar
perdindose en la negrura. Era algo fantstico, bello, obsesivamente surrealista.
Debo de estar muerto refunfu, mientras miraba sin comprender aquel panorama
sobrenatural.
Casi dijo una voz detrs; se dio la vuelta y se encontr frente a Martin Reinheiser.
Del? Qu ha ocurrido? exclam otra voz. Del la reconoci de inmediato, y entonces
vio a Billy, que apareca por encima de la niebla a su derecha. Lo ltimo que recuerdo son
aquellos trasgos en la playa y que me aporrearon en la cabeza.
Thompson explic Del.
Me lo imaginaba respondi Billy sacudiendo la cabeza. Ese to tiene un problema
grave.
Cogi tu arma y abri fuego contra todos nosotros prosigui Del.
Pero vosotros dos os escapasteis.
No, me alcanz; y creo que a Reinheiser tambin.
Por lo menos una docena de veces confirm el fsico.
Billy cruz los brazos sobre el pecho y les dirigi una dura y colrica mirada.
Qu? pregunt alzando la voz.
Del comprendi la impaciencia de su amigo. Le sostuvo la mirada con la suya, firme pero
compasiva, y lentamente se apart la desgarrada camisa de la barriga. Incluso desde cierta distancia
era imposible no ver las feas cicatrices.
Billy dej caer los brazos y sus ojos se abrieron desmesuradamente de incredulidad.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Acaso estamos muertos? farfull.
Ustedes dos parecen muy preocupados por esa cuestin dijo Reinheiser. stos no son
cuerpos de entes espirituales; seguimos siendo de carne y hueso. No estamos muertos!
Pero acabis de decir que os han disparado protest Billy. No me diris que aquellos
trasgos entienden de medicina.
Eso parece... empez a decir Reinheiser, pero Del le cort en seco.
Ssh! sise, y se puso en tensin. Billy y Reinheiser tambin se pusieron en guardia,
aguzando ojos y odos con objeto de percibir el peligro del que Del les haba advertido.
Un gruido grave lleg desde un lugar cercano envuelto por la niebla.
Un oso? susurr Billy en voz baja. Se acerc a Del, medio esperando que una bestia
inmunda surgiera de la niebla y se les echara encima.
No obstante, al cabo de un segundo, el gruido son ms bien como un ronquido, y Billy y
Del se miraron el uno al otro y sonrieron:
Mitchell! exclamaron.
El capitn, tambin dijo Reinheiser. Se acarici la barba de chivo ante tal noticia. Saba
que a l le haban alcanzado los disparos, pero, dado que era lo ltimo que recordaba, no estaba
seguro de la gravedad de las heridas, y quizs una pronta asistencia mdica le haba salvado la vida.
Sin embargo, el caso del capitn era distinto: Reinheiser haba visto que Mitchell caa derribado por
una lluvia de balas y cmo, sin duda alguna, mora antes de llegar al suelo. Nadie poda sobrevivir a
una descarga como aqulla.
Siguiendo los atronadores ronquidos, y no tuvieron muchos problemas para encontrar al
durmiente gigantn. No obstante, despertarlo fue un poco ms difcil, pues Mitchell estaba
profundamente sumergido en sus sueos y no tena ganas de que lo importunasen. Manote y pate,
peg puetazos e incluso trat de morder. Al fin, consiguieron despertarlo, en cierto modo, ya que
el capitn permaneca grogui y apenas recordaba el episodio de la playa. Los dems le contaron
todo lo sucedido y, aunque Mitchell protest por considerarlo inverosmil, en aquella coyuntura, no
tuvo ms remedio que crerselo.
Continuemos explorando sugiri Reinheiser, quizs el doctor tambin est aqu.
Casi inmediatamente, Billy tropez con Doc Brady, que dorma beatficamente bajo aquel
manto gris. Incluso antes de que lo despertaran, Del empez a meterles prisa:
Con l ya somos cinco dijo; sigamos buscando aadi, y se dispuso a continuar la
marcha.
Realmente quiere usted encontrar al idiota de Thompson? arguy Reinheiser.
Tenemos que seguir buscando implor Del. No estaba buscando a Thompson, sino que
alimentaba la secreta esperanza de encontrar a Ray Corbin, recuperado.
Del tiene razn asinti Billy. Si Thompson est por ah con el arma, tenemos que dar
con l antes de que despierte.
En ese caso, en marcha gru Mitchell, inclinando su enorme cabeza para asentir al
empezar a recordar el dolor y el impacto de las balas. Quiero encontrar a Thompson; y quiero su
pellejo.
El capitn hizo una perversa mueca ante aquella idea; no es frecuente que un hombre muerto
tenga la oportunidad de vengarse de quien lo ha matado, y el solo hecho de pensar en retorcerle el
pescuezo a Thompson lo llenaba de satisfaccin.
Exploraron la zona prxima, pero la niebla segua impenetrable y Thompson no pareca estar
por all. Frustrado y no poco asustado por lo que pudiera ocurrirles pues Thompson, con una
sonrisa demente en la cara y el M-16 listo a su lado, poda estar observndolos a distancia mientras
lo buscaban, Mitchell deseaba vivamente solventar la situacin y se puso a gritar:
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
49
Thompson!
Los dems, excepto Reinheiser, se le unieron.
Maravilloso refunfu Reinheiser, y se agach para protegerse bajo aquel velo opaco.
En este preciso momento aquel luntico probablemente est apuntndonos orientado por sus gritos.
El cosquilleo de una brisa, una suave rfaga de viento, sopl y arremolin la niebla, formando
ascendientes minaretes. Y la brisa, al levantarse, llev hacia ellos palabras de un tono y un timbre
tan puros como jams haban odo, palabras ntidas como el taido de una campana inmaculada, y,
al igual que la enorme antesala en la que se hallaban, de una belleza sobrenatural:
Vuestro Thompson no est aqu.
Como un solo hombre, todos abrieron los ojos desmesuradamente, se quedaron boquiabiertos
y se volvieron hacia la voz.
A medio camino entre los hombres y las columnas, iluminado por una fantasmagrica
evanescencia, apareci un hombre alto vestido con una holgada tnica blanca de fina seda. Una
corona dorada le adornaba la cabeza y en su delicada mano llevaba un cetro de oro con mltiples
piedras preciosas. El pelo, del blanco ms puro, pero tupido y reluciente de vitalidad, le caa sobre
los hombros; y si bien tena la piel increblemente plida, casi translcida, su presencia transmita
una innegable sensacin de solidez y poder.
Incluso desde aquella distancia, la actitud apacible de aquel ser venci la aprensin de Del,
pues los ojos de la criatura brillaban con un resplandor azul que irradiaba sabidura y serenidad.
Mitchell no se inmut ante la maravillosa aparicin; su enfado era lo suficientemente fuerte
como para que pudiera sentir temor o respeto.
Entonces, dnde est? pregunt. Y t quin eres?
Aquel ser no hizo el menor movimiento, pero de l emanaba una ligera brisa. No movi los
labios, pera la brisa transportaba sus palabras; realmente eran algo ms que palabras. En el seno de
aquel suave viento haba emociones y sensaciones que iban ms all del mbito auditivo,
emanaciones que los cinco hombres perciban con sus cuerpos y con sus almas.
Digamos tan slo que el destino de Michael Thompson ha seguido un rumbo distinto al
vuestro. Por lo que concierne a tu segunda pregunta, yo soy Calae, prncipe de los colonnae.
El espectro, entonces, se volvi hacia Del, y la brisa sopl de forma an ms suave:
Lo siento sinceramente, Jeffrey DelGiudice, pero tu amigo, Ray Corbin, ha abandonado
este mundo.
Los ojos de Del se abrieron desmesuradamente. El ser haba ledo su mente y haba
contestado su pregunta no verbalizada.
Todava cree que no estamos muertos? susurr Billy a Reinheiser; el cientfico, que no
saba en absoluto qu decir, en aquella ocasin no descart tal posibilidad con la misma rapidez;
pero, antes de que pudiera considerar seriamente tal hiptesis, sopl de nuevo la brisa.
Tranquilzate, Billy Shank. Os aseguro que no estis muertos; gracias a los poderes de los
colonnae, habis cruzado el reino de las tinieblas y estis curados. No podamos permitir que
murierais, pues se trata de una oportunidad largo tiempo esperada y os aguarda una gran aventura;
vuestros actos pueden determinar el destino de un nuevo mundo.
Al cabo de un momento supieron que Calae haba previsto respuestas a sus comprensibles
dudas: el espectro alz el cetro y permiti que los hombres echaran un vistazo a su pasado ms
reciente, imgenes que haban sido piadosamente borradas de sus memorias. Cada uno por su lado,
y de forma no totalmente corporal, pero en cierto modo consistente e ineludible, anduvieron por
montculos negros, por tmulos de esquisto troceado, bajo estrellas desconocidas, y contemplaron
las tinieblas del dominio de la Muerte. Fue un viaje solitario, una jornada interminable, pues no
encontraron ningn ser vivo en aquella llanura ilimitada, y el horizonte no era ms que negrura sin
fin. Incluso Martin Reinheiser se qued mudo por la impresin; aquello estaba ms all de cualquier
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
50
experiencia terrenal para resultar creble. Mostrndose compasivo ante su confusa angustia, Calae
los liber de aquellos recuerdos que escapaban a su comprensin.
Venid les dijo abriendo los brazos como un padre para acoger a sus hijos. Sentaos
junto a m; os contar un maravilloso relato, que responder a la mayora de vuestras preguntas y os
plantear otras.
Impelidos por aquella voluntad superior, los mortales no pudieron por menos de obedecer.
Apenas conscientes de que se estaban moviendo, se acercaron y se sentaron ante Calae en el fro
suelo, y la niebla en torno se desvaneci.
Calae cerr los ojos y medit bien sus palabras; no quera abrumar a los frgiles mortales ms
de lo imprescindible. Volvi de nuevo la brisa:
Dejadme empezar les susurr por lo que segn vuestra percepcin es el final, aunque,
de hecho, se trata del principio. Habis sido muy inteligentes y habis adivinado muchas cosas
los ojos de Calae expresaban comprensin y tristeza; la guerra, tanto tiempo temida por los de
vuestra raza, lleg, rpida y terrible, cincuenta aos despus de que abandonarais el mundo
iluminado por el sol. Diminutos enemigos que se crean erradicados mucho tiempo atrs fueron
despertados de nuevo en forma de armas, y en la escalada de violencia que no tard en
desencadenarse las terribles mquinas de destruccin de los humanos sembraron la devastacin a lo
largo y a lo ancho del maravilloso mundo. Nada pudo resistir aquella furia; hasta las piedras
lloraban de dolor! Las naciones, una tras otra, disparaban sus armas sabiendo perfectamente que el
despertar slo dejara una tierra estril y sin posibilidad de vida alguna.
Pero, pese a todo, dispararon sus armas! aull aquel viento impresionante. Los hombres
se encogieron cuando, de repente, Calae adquiri un aspecto terrible y an ms imponente.
Pero Calae, que tena los ojos humedecidos por las lgrimas, se calm otra vez, y continu:
En efecto, al fin la locura del hombre le hizo anteponer la patria a la conciencia, el orgullo a
la compasin, el poder a la gracia. Vuestra raza se ahorc con sus propias manos, y sa fue la
tragedia.
Pero sabed una cosa, mortales, sabedla pues os la puedo garantizar: hay poderes en este
universo mucho mayores que los hombres y muy por encima de las invenciones humanas. Y los
seres que contemplaron la devastada tierra estaban tristes, ya que, si bien el mal moraba en los
dominios del hombre, no es un rasgo inherente a la raza humana. Incluso l, el supremo, sinti
piedad. As que fue decretado que al hombre se le dara otra oportunidad de sobrevivir, de
evolucionar por encima de la fatal lacra del orgullo. En medio de la devastacin, Ynis Aielle, la isla
de esperanza, emergi del mar, protegida de los fuegos por un muro dorado que era la bendicin de
l. Y l convoc a los colonnae.
En los tiempos del gran desastre, enormes barcos navegaban por esas aguas. De los cientos
de personas que iban a bordo slo se salvaron los nios y cuatro adultos. Los dems fueron tocados
por el fuego asesino y, lo que es ms importante, haban probado la temible magia, la tcnica que
haba provocado el fuego; ese conocimiento exiga su muerte si el mundo quera empezar de nuevo.
As fue como los colonnae se convirtieron en los vigilantes de los hurfanos. Guiaron los
barcos hasta esta tierra y los dejaron en una playa del sur. Y los cuatro adultos elegidos vinieron con
nosotros para adquirir mayores niveles de conciencia, con objeto de que un da pudieran regresar y
ayudar a conducir la nueva raza de hombres por un camino ms sensato. Con nuestra proteccin y
bendicin, los nios crecieron rpidamente. Al cabo de poco tiempo, un populoso enclave, una
ciudad llamada Pallendara, se haba formado en Calva, en las llanuras del sur de Aielle. Era una
magnfica ciudad, un lugar de arte y poesa, y de autntica fraternidad, una comunidad no
mancillada por la codicia y gobernada por filsofos que seguan sin desviarse la voluntad del
pueblo. Aprender era el objetivo comn, el conocimiento se adquira slo para compartirlo, y la
Tierra conoci su mayor paz desde antes del Jeric de vuestra historia, hace muchos miles de aos.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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La gracia del nico no tiene lmites, pero slo se otorga a quienes demuestran ser
merecedores de ella. As, la sptima generacin de Pallendara fue sometida a una dura prueba:
nacieron de gente inocente nios con mutaciones causadas por radiaciones y enfermedades
hereditarias, persistente maldicin de la tcnica.
S contest Calae a la pregunta que interiormente se haban planteado todos los
hombres, por supuesto, eran los antepasados de las criaturas que encontrasteis en la playa.
Cuando el primero de aquellos nios malditos inspir el limpio aire de Aielle en sus
pulmones contaminados, acab nuestro tiempo como vigilantes. As fue como los colonnae
abandonaron las luminosas casas de Pallendara. Empezaban las pruebas del nico, el tiempo en el
que vuestra raza tena que demostrar que era capaz y digna.
Calae mir hacia la niebla, ms all de su auditorio, y sonri con indulgencia ante los
distantes recuerdos de aquellos primeros das. De nuevo las lgrimas aparecieron en sus ojos.
Era difcil irse explic a los hombres. Habamos tomado afecto a los de vuestra raza,
les habamos llegado a querer como los padres a sus hijos. Pero sabamos que tenan que crecer
separados de nuestros cuidados; haba llegado la hora de que se las arreglaran solos. Los cuatro a
quienes habamos instruido volvieron con su gente, pero nosotros, siempre curiosos, nos quedamos
cerca para observarlos.
La maldicin dur diez aos. Todas las mujeres con hijos nos imploraban que el nio que
tena que llegar estuviera sano, pero no podamos ms que responderles con miradas de impotencia.
Gritos de consternacin rasgaban a menudo la noche e indicaban a los vecinos que les haba llegado
un nuevo mutante. Un centenar de veces durante aquella dcada de horror una madre se desesper
al contemplar a su hijo recin nacido.
Pero los calvans quisieron y cuidaron a aquellos bebs deformes, pues no conocan otra cosa
ms que el amor. En su inocencia, no se dieron cuenta de que aquellas criaturas eran la pura
encarnacin de todo lo malo de vuestra raza, un espejo donde se reflejaban los ms tenebrosos
errores de la historia del hombre.
Al principio los mutantes slo causaron pequeos problemas; pero a medida que pasaban los
aos, se fueron haciendo ms poderosos. Se juntaron para forjar una hermandad del mal, unidos por
un comn propsito de destruccin. Se reunan en las sombras y planificaban cuidadosamente cada
ataque. Eran taimados, y sus delitos se mantenan dentro de los lmites de lo que los calvans podan
perdonar. La gente, siempre confiada y misericordiosa, era presa fcil para ellos.
Los delitos se agravaban a medida que los mutantes se iban sintiendo ms seguros y no
tardaron en cometer sus fechoras en razias que sembraban la destruccin por las calles de la ciudad.
Con profunda pena y muy a su pesar, los calvans se vieron obligados a admitir que el amor y la
compasin no sirven para defenderse del verdadero mal. Tres de nuestros discpulos, el cuarto haca
mucho tiempo que haba abandonado la ciudad y los hbitos del hombre, se reunieron con los lores
de Calva en el consejo de la Ciudadela de Justicia para decidir el destino de los mutantes.
Una multitud enfurecida se haba reunido en el exterior, amenazando con rebelarse si los
lores no ofrecan una solucin satisfactoria; mientras, en el interior de los despachos se vivan
parecidas escenas de clera y frustracin, pues, de hecho, los bondadosos calvans no tenan
respuesta ante el mal que se les vena encima. Despus de horas de colricos y agrios debates, uno
de nuestros discpulos, Thomas Morgan, que se haca llamar Morgan Thalasi, propuso una solucin:
"Me llevar a esas repugnantes bestias lejos de nuestra hermosa ciudad", dijo, "y cruzaremos
las llanuras hasta llegar a un lugar donde ya no podrn causar jams ningn problema a Calva; y yo,
Thalasi, los vigilar para impedir que su maldad se extienda".
Menta. Lo que ms nos temamos era que uno de los cuatro hechiceros que habamos
formado fuera vctima del ansia de poder, la peor lacra de vuestra historia y que finalmente haba
ocasionado la destruccin de vuestra raza original. Y el colmo de nuestra pena fue que Morgan
Thalasi, el ms poderoso de los Cuatro, cayera en las redes del mal. Los calvans lo creyeron.
Aceptaron su propuesta con gran alegra y lo alabaron por su sacrificio.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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As que Thalasi sali con los cien condenados. Los llamaba sus "garras", un acto arrogante
que presagiaba algunos de los acontecimientos que sucederan despus. Se fueron hacia el norte y
luego hacia el oeste, en direccin al mar, donde el hechicero fund Talas-Dun, el bastin de las
tinieblas.
Del record el castillo que haba visto en las montaas. En cierto modo, la imagen que
evocaba ahora era ms clara que cuando lo haba contemplado a travs de la niebla, como si la
empata de Calae hubiera mejorado la imagen hasta hacerla ms ntida que la realidad. En su mente,
distingui almenas negras resistentes como el acero e imponentes torres que ascendan en espiral
hacia el cielo, como prolongaciones de la fortaleza de la montaa rocosa en la cual estaban
cimentadas. Y Del sinti, y eso fue lo ms impresionante, la impregnacin del mal por doquier, una
fuerza que segua estando muy viva. La visin se desvaneci con un escalofro.
All Thalasi organiz su ejrcito, y sus garras no tardaron en crecer y multiplicarse
prosigui Calae; y el tiempo poco importaba pues los colonnae haban concedido a los Cuatro el
don de una muy larga vida. Thalasi hubiera podido dedicar siglos a preparar un ejrcito que hubiera
barrido todo lo que encontrara ante l, pero su sed de poder fue ms fuerte que su paciencia. Slo un
siglo despus de la fundacin de Talas-Dun, Thalasi, el Brujo Negro, condujo a los mutantes otra
vez a Calva.
Los garras no podan albergar esperanza alguna de derrotar a los calvans, ms numerosos, en
una batalla abierta; pero Thalasi contaba con el factor sorpresa para apoderarse de Pallendara. Saba
que si poda llegar a la ciudad y derrocar rpidamente al Jefe Supremo, los caseros dispersos por
las llanuras no se organizaran contra l. Y en su arrogancia, Thalasi crey que los dos hechiceros
que quedaban no eran ms poderosos que l. Pero no pillaron a los calvans con la guardia baja. El
segundo de los Cuatro, el bondadoso Rudy Glendower, haba cuestionado en privado los motivos de
Thalasi para llevarse a los mutantes. Glendower, el siempre prudente guardin de la paz, haba
previsto un eventual regreso de Thalasi y no haba dejado de vigilar Talas-Dun. Gracias a su aviso,
los calvans tuvieron tiempo de reunir un enorme ejrcito, que se dirigi hacia el oeste a travs de los
prados, para salir al encuentro de los invasores en el gran ro Sin Final. Cuando lleg el ejrcito de
Thalasi vio que los cuatro puentes que cruzaban el ro estaban tomados por las fuerzas de Calva.
Siempre compasivos, los calvans propusieron la paz: exigieron a los garras que se volvieran a su
hogar en las montaas y pidieron que les entregaran a Thalasi. Pero los aos de rencor pasados en
Thalasi haban influido perversamente en sus secuaces y adems el que se haca llamar Brujo Negro
se crea invencible. A pesar de no contar con el factor sorpresa, se lanz al ataque. La ferocidad de
su ejrcito era enorme y al principio consiguieron hacer mella en las filas de los calvans; pero
Glendower y Perrault, el tercer hechicero, supieron mantener a raya los encantamientos de Thalasi,
mientras la oleada de calvans contraatacaba y aplastaba y dispersaba a sus mal nacidos enemigos.
Una segunda imagen surgi en la mente de Del mientras Calae describa escenas de aquella
fiera batalla. Los ejrcitos se enfrentaron en los cuatro puentes de arcos de piedra que atravesaban
un brillante ro plateado, aunque el agua se iba enrojeciendo con la sangre de los combatientes
cados.
La barbarie desenfrenada de los garras aterr a Del. Con total desprecio de sus vidas, se
lanzaron contra los lanceros calvans empuando violentamente sus cortas espadas, repartiendo tajos
y estocadas. Se abrieron paso a travs de las primeras filas superando a aquellos hombres
civilizados con demonaca ferocidad y los obligaron a retroceder hasta el otro lado de los puentes.
Pero mientras los monstruos atacaban, no slo matando sino destrozando y mutilando a cuantos
hombres atrapaban en su salvaje carga, los calvans fueron presa de la violencia. Sus caras se
contrajeron de rabia, se lanzaron en tropel contra la masa de mutantes e igualaron la brutalidad de
los garras y les devolvieron golpe por golpe. Las bien definidas lneas de los contendientes se
deshicieron, la batalla se desmembr en revueltos grupos de cortantes espadas y lanzas
amenazadoras, y los aullidos de furia no tardaron en ser ahogados por los chillidos de dolor. En
ocasiones, hombres y mutantes se enzarzaron en mortales combates y cayeron desde un puente a las
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
53
peligrosas aguas del ro; incluso entonces continuaban su frentica lucha, aunque eso significara
que ninguno pudiera escapar de morir ahogado en la impresionante corriente.
El agotamiento debilit gradualmente las fuerzas mutantes, menos numerosas, y, cuando el
desenlace resultaba evidente, la visin se esfum de la vista de Del; le picaban los ojos a causa del
sudor. Mir a sus compaeros y sus asombradas expresiones le indicaron que tambin ellos haban
sido testigos de los horrores de aquella batalla.
Aquel da Thalasi fue derribado y asolado continu Calae cuando los hombres se
hubieron recuperado. Pero el mal no muere con tanta facilidad y el espritu de Morgan Thalasi
sigue al acecho, en Aielle con una paciencia amargamente aprendida, esperando una segunda
oportunidad.
La traicin de Thalasi caus graves prdidas en los calvans. Muchos hombres murieron en la
batalla de Los Cuatro Puentes, y los que sobrevivieron sufrieron y transmitieron a sus hijos el
estigma de la sospecha y del miedo. As fue como la nueva raza de hombres perdi la inocencia y la
confianza. Y as ha seguido, hasta hoy.
Calae hizo una pausa; el abatimiento se reflejaba en sus ojos. Obviamente, el engao de
Thalasi tambin le pesaba.
Mi relato no acaba aqu prosigui al cabo de unos segundos. La batalla de Los Cuatro
Puentes ocurri hace muchsimo tiempo. Diez aos despus de la batalla, naci en Pallendara una
segunda mutacin humana. A diferencia de los garras, aquellos nios eran muy bellos y jubilosas
sonrisas les iluminaban los rostros, sin rastro del mal. Pero los desconfiados calvans estaban
siempre alerta, y su temor fue en aumento a medida que nacan ms nios mutantes. Aunque los
nios no haban hecho nada malo, la ciudad se vio invadida por los prejuicios y la clera
injustificada. Una vez ms, se reunieron el consejo de los lores de Pallendara y los dos hechiceros
que quedaban.
Perduraban los estigmas causados por el engao de Thalasi y perduraban las pruebas del
nico. Con la segunda mutacin, el carcter del hombre fue de nuevo sometido a examen.
Jams la Ciudadela de Justicia haba conocido una parodia semejante declar Calae.
Lord Umpleby, un nefasto y glotn personaje que haba conseguido el poder gracias a los fraudes,
se opona a cualquier cambio, temeroso de que ello hiciera tambalear su posicin. Exiga la muerte
de los inocentes nios, y sus retorcidas opiniones no carecan de apoyo entre aquella gente asustada.
Pero Ben-rin, el Jefe Supremo de la ciudad, era un hombre ms bondadoso, y orden: "No
mataremos a ningn nio; hemos superado el legado de nuestra herencia y no somos asesinos.
Vigilaremos a esos nios, pero no se les debe infligir ningn dao!".
Y tan convencido se mostr de sus ideas que no se produjo debate alguno prosigui
Calae. La compasin de Ben-rin era admirable y sus razonamientos, bien fundados; pero molesto
e irritado por la creciente opinin de asesinar a los nios, haba descuidado la aplicacin correcta de
la ley en Calva y se haba extralimitado en sus atribuciones. Nadie gobernaba Pallendara, aunque
hubiera una disculpa para ello. Reinaba una gran confusin en la Ciudadela, pues lo que se tena
que dirimir era algo ms que el destino de aquellos nios. Lord Umpleby fue rpido en su rplica:
"Nuestro Jefe Supremo se ha autoproclamado emperador".
La dura mirada de Ben-rin expresaba frialdad y firmeza, pero de golpe advirti que su
irritacin le haba llevado a equivocarse y no se atrevi a ordenar a Umpleby que callara sigui
contando Calae.
Umpleby continu sus ataques invocando la justicia; sus delirantes bufonadas encendan los
recuerdos de ira y miedo provocados por Thalasi y la primera mutacin. Saba que su nica
oportunidad de ganar consista en arrastrar a los dems hasta un nivel en el que las emociones ms
primarias anularan la compasin, por lo que les grit: "Tengo que recordaros nuestro pasado? Es
posible que hayis olvidado el terror que se adue de nuestras propias calles?".
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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En torno a l se levantaron enojados gritos que expresaban acuerdo coment Calae. Y
Umpleby implor con burlona preocupacin: "Respetables lores, acaso podremos alguna vez lavar
las manchas de sangre de las piedras de Los Cuatro Puentes? Estas imprevisibles criaturas podran
ser peores! Por la salvacin de todos los que creemos en el bien, exijo que mueran!".
Umpleby consigui el caos que buscaba sigui relatando Calae. El furor dividi el
consejo; los lores se enfrentaron unos con otros en un agrio debate que roz la violencia. Aunque la
marea emocional barra contra sus posiciones, Ben-rin se mantuvo firme, y no cesaba de repetir:
"No mataremos nios inocentes".
Pero Umpleby haba ganado demasiada influencia y las proclamas del Jefe Supremo no
bastaran aadi Calae. Desde el otro lado de la sala, desde una esquina olvidada de la mesa
del consejo lleg una respuesta inesperada: "Entonces los mataremos".
Se hizo un impresionante silencio prosigui Calae, y poco falt para que Ben-rin no
sufriera un colapso, pues el que acababa de hablar no era otro que el amable hechicero, Rudy
Glendower. El otro hechicero, Perrault, comprendi e inclin la cabeza para mostrar su acuerdo.
Quizs Umpleby, siempre desconfiado, tambin comprendi, pues se encar con Glendower
y le espet riendo: "T? Una vez confiamos en un hechicero, y nuestra sangre corri a raudales por
su culpa. Y ahora esperas que te creamos a ti?".
Glendower se encumbr por encima del lord prosigui Calae y, con convincente enojo
y una mortal frialdad en los ojos que impidi la rplica de Umpleby, pronunci en voz baja:
"Tambin yo he sentido el dolor causado por Thalasi. Maana me ir hacia el norte con los nios,
pues no debe derramarse sangre en la ciudad, y los matar sin crueldad alguna. Y slo t me
acompaars!".
El rostro de Umpleby palideci ante la fiera mirada del imponente hechicero explic
Calae. Glendower se volvi hacia Ben-rin y lo mir a los ojos con una intensidad que permiti al
Jefe Supremo comprender y aceptar lo que el brujo se propona, pero ocult su sonrisa de alivio. De
ese modo termin el consejo.
La solemne caravana sali de Pallendara y viaj en solitario a travs de la ondulada llanura,
evitada por los asustadizos granjeros. Al caer la noche del sptimo da, llegaron a las estribaciones
de las Montaas de Cristal del Sur, el extremo septentrional de las praderas de Calva. Entonces,
Glendower dijo: "Primero vamos a dormir; y, en la oscuridad de la noche, para que no haya
testimonio alguno, cumpliremos con nuestro sucio trabajo".
Umpleby se durmi enseguida sigui contando Calae, pues aquella tarea no le afectaba
en absoluto; y Glendower se le acerc mientras dorma y le hizo un encantamiento. En sus sueos,
Umpleby vio cmo el brujo mataba a los mutantes uno tras otro sobre una amplia roca plana y
enterraba sus cuerpos en una tumba sin ninguna seal. En realidad, aquella noche Glendower se
escap con los nios y los escondi en las montaas; ya haba encargado a un amigo que se ocupara
de los pequeos. Glendower y el engaado Umpleby regresaron a Pallendara con la noticia de que
haban matado a los nios mutantes. Muchas otras veces, durante los aos de la segunda mutacin,
Glendower condujo un carro con nuevos mutantes hacia el norte, aparentemente a la Roca de la
Justicia, tal como Umpleby haba bautizado aquella roca plana, pero en realidad se los llev al
refugio secreto.
Durante el da los nios permanecan escondidos por miedo a que los descubrieran, pero bajo
el protector velo negro de la noche, danzaban llenos de alegra. Glendower los llam illumanos,
Nios de la Luna, y bautiz su hogar con el nombre de Illuma, Lochsilinilume en la lengua de los
hechiceros. Y para que su nmero pudiera ser reducido y as pudieran ocultarse con facilidad,
Glendower, su secreto amigo y Perrault unieron sus poderes con objeto de hacer un encantamiento
gracias al cual los nios pudieran tener una muy larga vida.
Aldeanos de las praderas del norte relataban las tpicas historias en torno al fuego relativas
a los danzarines nocturnos de las Montaas de Cristal, y las leyendas sobre los illumanos se
extendieron por todo el territorio de Calva. Pero Ben-rin y luego sus descendientes, con la ayuda de
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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los hechiceros, desmentan aquellos rumores con cierta facilidad como si se tratase de fantasiosos
cuentos infantiles. De ese modo, la paz rein en Aielle durante muchos aos.
Pero prosigui Calae con voz repentinamente severa, hace treinta aos, Ungden el
Usurpador, un descendiente de lord Umpleby, derroc a un miembro del linaje de Ben-rin y se
proclam Jefe Supremo de Pallendara. Desterr a Glendower, pues sospechaba el engao de la
Roca de la Justicia. Una vez asesinados los nobles sucesores del linaje de Ben-rin y sus partidarios,
y una vez desterrado Glendower, la nica esperanza de paz para Pallendara era Perrault, el cual
haba llegado a ser conocido con el nombre de Istaahl el Blanco; pero Istaahl, por increble que
resulte, apoy al nuevo Jefe Supremo y la guerra no tuvo lugar slo gracias a la incapacidad de
Ungden para encontrar el refugio secreto en la montaa.
Hablas de generaciones y de cientos de aos le interrumpi Reinheiser. Cunto
tiempo transcurri?
Desde que penetrasteis en el mar han pasado ms de doce siglos respondi Calae.
Mitchell solt un bufido.
Cree lo que quieras replic Calae, pero no vivas en el pasado. Tu destino no est all
sino aqu, en Aielle. No tardar en estallar una nueva guerra. No ser un conflicto entre el bien y el
mal, como lo fue la batalla de los Cuatro Puentes, sino de una nacin contra otra. Aielle est a punto
de afrontar su Jeric, su primera guerra innecesaria; y, si llega a desencadenarse, la nueva raza de
hombres puede seguir el mismo rumbo que condujo a la vuestra a su postrer desastre. Las lecciones
del pasado an pueden salvar este mundo; por esta razn los colonnae os hemos guiado hasta aqu.
Guiado? exclam Mitchell.
Calae permaneci en silencio para que los hombres aclarasen un poco sus ideas. Los asaltaban
innumerables dudas y confusiones; todo aquello era excesivo para asimilarlo. Desconcertados, se
sentaron a reflexionar sobre los acontecimientos que les haban ocurrido y buscaron
desesperadamente una explicacin lgica. Sin embargo, Del no lo hizo. Se recost cmodamente
apoyado en los brazos y dirigi una afectuosa sonrisa a Calae. Recordaba el milagro en la escalerilla
del naufragado Unicornio; en el fondo de su corazn haba sabido en aquel momento que alguien
estaba cuidando de l.
Ahora conoca la identidad de su ngel de la guarda.
Al fin, la brisa de Calae volvi otra vez.
Un pueblo os llama dijo; vuestro camino se dirige hacia el este, a Illuma. Pero ahora,
dormid, hombres antiguos, pues os espera un largo y duro viaje, y en los das por venir encontraris
fatigas y penalidades.
Mientras hablaba, la niebla volvi trayendo consigo sugestiones hipnticas que los mortales
no pudieron resistir. Todos se sumergieron en un sueo profundo y reparador.
Calae los contempl. Parecan simples sombras bajo el velo gris, y de nuevo se dio cuenta de
que se haba ido convirtiendo en un enamorado de aquel ser llamado hombre y que se preocupaba
cada vez ms profundamente por los esfuerzos de aquella raza para encontrar su verdadero camino.
Id, hombres antiguos dijo con suavidad. Id a Lochsilinilume. Buscad a los Nios de la
Luna y procurad que Aielle aprenda de las lecciones del pasado.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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8
La desolacin de Thalasi
Una polvorienta luz del sol los despert al cabo de un rato. Se esforzaron no poco por
orientarse, tratando de distinguir la realidad de los sueos. La caverna se haba esfumado, o
tambin haba sido slo un producto de la imaginacin de unas mentes enfermas? Se encontraban al
aire libre, sentados en la reseca tierra de un yermo que extenda su color pardusco y su aridez hasta
donde les alcanzaba la vista en todas direcciones, salvo hacia el norte, donde se alzaban imponentes
montaas rocosas, impasibles y no menos impresionantes por el plido velo del mar de niebla. Del
se estremeci al ver aquella encumbrada cordillera, dentada y evocadora, pues el aspecto de su
negro centro, Talas-Dun, permaneca ntido y amenazador en su recuerdo.
Vestidos todava con sus uniformes blancos y azules, todos los hombres llevaban adems una
capa de color gris pardusco con capucha y una espada envainada atada con una correa al costado. A
sus pies haba pellejos con agua y paquetes de provisiones.
Ms enigmas.
A pesar de la nueva situacin, lo que de forma persistente gravitaba sobre ellos era la imagen
de Calae; y era lo que menos comprendan de cuanto les haba sucedido. El recuerdo del espectro
angelical los inundaba con distintos y poderosos sentimientos. Para Mitchell eran sentimientos de
frustracin e incluso de enojo, pues en presencia de semejante ser, l pareca pequeo y sin
importancia, y frente al poder de los colonnae careca de recursos. Reinheiser tambin se senta
frustrado, no por sentirse empequeecido, sino porque la simple existencia de los colonnae entraba
en contradiccin con la lgica que lo haba guiado durante toda su vida.
Billy y Doc Brady aceptaron al prncipe de los colonnae como la encarnacin de la paz y la
serenidad. Del tambin senta ese consuelo interior, pero de una manera ms profunda. Calae era
una promesa de respuestas, la gua hacia la verdad y hacia una forma de existencia ms all de la
experiencia humana.
Finalmente, Mitchell no pudo contener la ira por ms tiempo.
Qu demonios era aquel ser? espet.
Demonios? repiti Billy; la satisfaccin se le dibujaba en el rostro de forma
imborrable. No tiene nada que ver con demonios.
Doc Brady solt una risita para mostrar su acuerdo, pero Mitchell lo mir con dureza y
Reinheiser se aprest a atacar:
No mezcle en esto ingenuas fantasas espirituales dijo ofendido. Lo conozco, seor
Shank, he conocido hombres como usted toda mi vida. A veces ocurre algo para lo que no
encuentran una rpida explicacin y enseguida hablan de milagro y se arrodillan para recitar
falsas plegarias en verso.
Acaso tiene una explicacin mejor? replic con aspereza Billy.
Despus de todo lo que hemos visto an duda? aadi Brady.
Reinheiser se acarici la barba de chivo.
Han considerado ustedes que todo lo ocurrido podra formar parte de un elaborado fraude?
S, vale murmur Billy, hacindose eco de los sentimientos de Brady.
Del se senta ajeno a aquella trascendente conversacin. Consideraba irrelevante cualquier
discusin sobre Calae. No comprenda lo que estaba pasando, pero no le importaba, pues saba
instintivamente que la ciencia y la razn de su poca no proporcionaban explicacin alguna sobre lo
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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que haba sucedido. La lgica, tal como la entendan, no se poda aplicar aqu. De modo que hizo
caso omiso de las limitaciones impuestas por sus inadecuados conocimientos y experiencias, y se
abandon a la aceptacin incondicional de su imaginacin. Dio crdito al relato de Calae y al nuevo
mundo, no con la mente sino con el corazn.
Sin hacer caso a los dems, concentr su atencin en la espada que llevaba al costado. Cuando
con temblorosos dedos percibi los exquisitos detalles de la empuadura, lo envolvi una sensacin
maravillosa. No estaban hechos en el molde de una cadena de montaje. Sus delicados dibujos eran
producto del trabajo artesanal y del amor de unas manos cuidadosas. La espada lo llenaba de
asombro, no como arma sino como smbolo. Algo haba en ella que evocaba en su imaginacin
tierras de imponentes dragones y torreones con tesoros y peligros; y, desde luego, hermosas
doncellas en poder de bestias repugnantes a la espera de que las rescatara l, el Hroe; o mejor an,
mujeres guerreras peleando a su lado. Abstrado por sus fantasas desenvain la espada y la blandi
con suavidad de un lado a otro para acostumbrarse a sentir su perfecto equilibrio.
La discusin ces de repente y entonces Del se dio cuenta de que todos los ojos estaban fijos
en l. Trat de ocultar su turbacin fingiendo que estaba interpretando una comedia.
Trasgos! rugi, y una sonrisa luch por asomarse en su rostro ceudo. A m, trasgos!
Y tens los msculos para adoptar una posicin de lucha imitando a los espadachines de
Hollywood y tratando de disimular su creciente sonrisa con una mueca.
Garras! corrigi Billy alegremente.
Tradmelos tambin brome Del, ya que mi sed de venganza es grande y mi espada
est hambrienta aadi, y lanz la espada al aire en seal de triunfo.
Eh, imbcil grit el capitn, sin humor para bromas. Aparte ese juguete.
Aquello hizo perder parte del entusiasmo de Del.
Espadas espet Mitchell; cambiara todo el lote por un solo rifle. O incluso por una
estpida pistola.
Ante la mencin de la palabra pistola, Del instintivamente se llev la mano al bolsillo de su
camisa y not el familiar bulto de su Derringer.
Yo... empez a decir mientras tocaba la bala con los dedos y consideraba la oportunidad
de confesrselo a los dems. Pero entonces se dio cuenta de lo que aquello implicaba, record la
amenazadora imagen de Mitchell en la playa con la mirada encendida de violencia y al borde del
delirio por el poder que le otorgaba la posesin de un arma superior. Era preferible que la Derringer
siguiera siendo su pequeo secreto.
Qu? Gru Mitchell con actitud agresiva.
Nada respondi Del con calma esperando que se olvidaran del tema. Mitchell lo mir
con fiereza y aire escrutador, y Del comprendi que el capitn estaba buscando algn pretexto para
descargar su frustracin.
Le dije que apartara esa maldita espada! dijo encolerizado Mitchell. Cuando le doy
una orden, tiene que saltar, seor mo!
Lleno de contento por haber puesto en su sitio al joven oficial, el ansia de poder y dominacin
de Mitchell pareci temporalmente satisfecha. Se volvi hacia Reinheiser. Pero aquella vez Del no
estaba dispuesto a dejarle decir la ltima palabra.
Ya no dijo en voz baja; ha llegado el momento de aclarar algunas cosas coment.
Y mientras Mitchell se volva de nuevo hacia l para echarle en cara sus murmuraciones, el
joven lo mir a los ojos.
Por qu? le pregunt con firmeza.
Por qu, qu? exigi Mitchell con incredulidad.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Por qu es usted quien da las rdenes? pregunt Del con toda la calma que pudo y
procurando por todos los medios asegurarse de que no sonara en su voz el menor rastro de
sarcasmo.
Tienes agallas susurr Billy a Del, pero al mismo tiempo se separ prudentemente de su
insensato amigo.
El imponente capitn se acerc, pero Del no retrocedi ni un milmetro.
Si el pas se esfum hace mil doscientos aos, la marina de guerra y el GESNA tambin
desaparecieron con l.
Mitchell lo escuch sin parpadear, con los msculos en peligrosa tensin, a punto de estallar.
Pero Del se haba jurado a s mismo que llegara hasta el final.
Ahora somos civiles.
La cara deformada de Mitchell se convirti en la viva estampa del ultraje. Los dems no
daban crdito a sus ojos. El capitn se volvi hacia ellos, aparent relajarse y sonri perversamente
al or que Del exhalaba un suspiro a sus espaldas.
Lo habis odo? pregunt el capitn calmadamente, mientras se le ensanchaba la
sonrisa. Quiere saber por qu estoy al mando.
De repente, volvi a ponerse tenso. Su forzada sonrisa se borr con un gruido de clera tan
incontrolada y violenta que la cara de Del palideci al instante.
Te lo voy a decir chill Mitchell y, bum!, estrell su enorme puo contra la mandbula
de Del.
Del se tambale hacia atrs, dominado por el vrtigo. Le flaquearon las rodillas pero l no
dej que se le doblaran.
No voy a caerme murmur en voz baja, y su frrea determinacin le permiti mantener
el equilibrio. Entonces, bum!, lleg el segundo puetazo, y Del sinti el calor de la sangre que le
manaba de la nariz.
No voy a caerme refunfu con ira protegindose la cara con los brazos mientras
Mitchell segua descargando puetazos contra l. Los otros se apresuraron a separarlos.
Basta! grit Mitchell, y se desembaraz de Billy y Brady. Se acab! exclam y
seal ostentosamente hacia Del. Se est usted buscando ms problemas de los que puede
solucionar, colega.
Del mantena la vista apartada, pero no pudo pasar por alto aquella amenaza.
No creo que est rota dijo Doc Brady, sosteniendo hacia atrs la cabeza de Del para
interrumpir el flujo de sangre de la nariz.
No me ca dijo Del con verdadero orgullo, firmemente convencido de que haba
conseguido una victoria sin pegar un solo puetazo.
Quizs hubieras debido hacerlo respondi el pragmtico doctor; probablemente
hubiera dejado de pegarte.
No es sa la cuestin! replic con aspereza Del, frustrado al ver que Brady
aparentemente no comparta su fidelidad a los principios. Ahora somos civiles; no podemos
permitir que nos intimide!
Hazle caso, Del le aconsej Brady, mirando con el rabillo del ojo mientras se alejaba,
o te matar.
S, vale murmur Del con voz demasiado baja para que alguien pudiera orlo, y poco a
poco se reuni con los dems. Mitchell lo mir amenazadoramente, pero, una vez ms, Del no le
devolvi la mirada.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Qu piensa de todo esto? pregunt Mitchell a Reinheiser; el capitn pareca satisfecho
de que la pelea con Del se hubiera acabado de momento, aunque ambos saban que no tardaran en
reemprender la escalada de tensin.
El fsico se encogi de hombros.
No s qu decirle.
Bueno, entonces, qu demonios sugiere que hagamos? le espet Mitchell con una
expresin que mostraba su creciente frustracin.
Qu podemos hacer? contest Reinheiser. No podemos quedarnos aqu y no tenemos
ningunas ganas de regresar a la playa para encontrarnos otra vez con aquellas criaturas.
Slo tenemos una opcin estableci Brady.
Sigamos adelante, capitn aconsej Reinheiser. Vayamos hacia el este como nos
indic aquel ser. Tal vez all encontremos las respuestas que nos faltan.
Mitchell, desanimado, cerr los ojos; haba estado temiendo aquel consejo. Para l, continuar
aquel juego significaba aceptar que era real, y no estaba en condiciones de aceptarlo.
De acuerdo dijo al fin, sin otra alternativa. En ese caso, pongmonos en marcha.
Shank, vaya delante, y Doc, usted y l... aadi sealando a Del irn detrs.
El altercado poda haber desconcertado a Mitchell, pero todava era capaz de manejar a sus
hombres. Saba que tena que mantener a Del y a Billy tan alejados el uno del otro como fuera
posible si quera seguir controlando la situacin.
As que los cinco hombres cogieron los brtulos y emprendieron viaje hacia el este a travs de
la rida llanura en busca de respuestas. Andaban penosamente, en silencio, mientras cada uno por
su cuenta buscaba posibles explicaciones. No obstante, a Del, como haba aceptado plenamente la
situacin, le preocupaba ms la gente que haban dejado atrs. Decidi que era tiempo de pensar en
los seres queridos desaparecidos, pero no derram lgrima alguna; quiz por la irrealidad de la
aventura, por la esperanza subconsciente de poder despertar de un sueo en cualquier momento; o
tal vez, confiaba, por una recin adquirida comprensin de los misterios del universo. Con tan
elevado espritu, no poda concebir que su padre o Debby estuvieran muertos. Por el contrario,
existan en un tiempo distinto al suyo, separados por eones, pero todos igualmente vivos.
Inmortalidad en el seno de nuestra propia burbuja espacio-temporal?
Del esperaba no estar soando.
Para la mayora de ellos las reflexiones profundas no duraron mucho. El implacable sol y el
irrespirable aire polvoriento no invitaban precisamente a reflexionar. Como ya no consegua
dedicarse a tal actividad mental, Billy, solo en cabeza, se aburra como una ostra, pero saba que,
dado el malhumor del capitn, era mejor no discutir. En cualquier caso, tampoco hubiera
encontrado mucha compaa en los otros cuatro. Mitchell y Reinheiser haban empezado a hacer
planes en privado y discutan qu acciones seran convenientes dependiendo de los casos. Del
estaba encerrado en sus febriles pensamientos; ahora se deleitaba con otra fantasa: era un guerrero
enzarzado en una batalla heroica; pero aquella vez la bestia inmunda era Hollis Mitchell.
Tambin Brady estaba preocupado y trataba tenazmente de eliminar la inquietud general que
le produca todo aquello. Su intranquilidad era demasiado profunda para inquietarse por aquel erial.
Para el doctor, y era el nico del grupo que tena esa impresin, haba algo que no encajaba.
El sol se encumbr por encima de ellos; sus rayos penetrantes les absorban la energa a cada
paso y les mermaban el nimo para continuar avanzando. Al fin, empapados de sudor mezclado con
un polvo pegajoso y muy molesto, hicieron la primera parada. No haba sombra alguna, pero en
aquellas circunstancias se sintieron aliviados con un poco de comida y, sobre todo, con algo para
beber.
En los fardos haba tortas secas de aspecto poco apetitoso, que los hombres miraron con cierto
reparo pero con avidez. Pero se llevaron una buena sorpresa, pues el primer mordisco les arranc
una sonrisa de satisfaccin. Las tortas resultaron ser extraordinariamente sabrosas y el lquido de
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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olor dulzn de la cobertura increblemente refrescante, de forma que se sentan revitalizados a cada
sorbo. Con las fuerzas recobraron la determinacin, pues se dieron cuenta de que el regalo de los
colonnae les bastara para cruzar el yermo. No tardaron en sentirse saciados, pero, cuando se
dispusieron a rehacer los fardos, se quedaron asombrados al ver la minscula parte de provisiones
que haban consumido.
Parece que disponemos de ms provisiones de las que creamos dijo Billy alegremente.
Tal vez eso slo quiere decir que tenemos que ir ms lejos gru Mitchell, entre colrico
y precavido. Estaba escarmentado y, como no saba lo que les deparara el futuro, no quera que lo
pillaran con la guardia baja.
Siguieron avanzando durante la tarde; la tierra segua siendo pardusca y sucia. Incluso el aire
tena un sabor desagradable y el cielo, descolorido y vaco, no presagiaba nada bueno. Grietas
dentadas rasgaban el paisaje como bocas amordazadas que imploraran agua a un cielo sordo. Los
hombres no vieron ningn ser vivo, pues estaban atravesando la tierra de Brogg, los Yermos
Pardos, una desolacin provocada por Thalasi, durante los primeros tiempos antes de la batalla de
Los Cuatro Puentes, para disuadir a cualquier curioso aventurero que hubiera podido descubrir
Talas-Dun y su ejrcito secreto. Incluso siglos despus, el azote del Brujo Negro segua presente en
aquellas tierras.
La noche cay de repente, fresca y revitalizadora. Pero todo fue muy rpido y, casi sin previo
aviso, el sol matutino resplandeci por el horizonte del este. El da volvi a presentarse seco y
caluroso, tal como constataron que seran todos los que vendran en aquel desierto. Para colmo de
desgracias, se levant un viento que les lanzaba a los ojos y a la boca aguijoneante arena. Seguan
sin ver signos de vida, y todos se volvieron ms taciturnos, en particular Doc Brady. Algo
preocupaba al doctor. Pareca incmodo, inquieto; sus ojos exploraban sin cesar en todas
direcciones como si tratara de detectar un desastre inminente. Pero cuando Del le pregunt, se
limit a encogerse de hombros y no quiso contestar.
El da dej paso a la noche, y de nuevo la noche al da. Y cuando hubo transcurrido una
semana, el paisaje segua exactamente igual.
Aquella primera semana fue brutal; el sol implacable les quem la piel y la larga caminata les
dej los pies doloridos y tumefactos. A sugerencia de Brady, se apretaron los cordones de las botas
y no se las quitaron ni para dormir, temiendo que si lo hacan despus no podran volver a
ponrselas.
La segunda semana result peor. Fsicamente mejoraron: las ampollas se les haban
convertido en callos y la piel haba adquirido un tono muy moreno. Pero el aburrimiento los oprima
como una losa. Los das no consistan ms que en poner un pie delante de otro en una procesin
interminable que pareca no conducir a ninguna parte en medio de un paisaje que nunca cambiaba.
La dureza fsica del erial segua siendo la misma, pero las dificultades se multiplicaban pues el
nimo haba desaparecido de sus corazones. Incluso Del estaba harto de la aventura. Se haba
dejado de fantasas y se encontraba sumido en un profundo tedio. Sin embargo, proseguan la
penosa caminata ya que no tenan ningn otro sitio adonde ir.
A la tercera semana reaparecieron las cumbres de oscuras montaas en el lejano norte. Los
fardos de provisiones haban disminuido sensiblemente de tamao. Rezaron para que aquello
significara el fin del viaje, pero el horizonte oriental que tenan enfrente todava era una requemada
lnea ininterrumpida de color pardusco, y temieron que no fuera as.
A finales de aquella semana encontraron aqu y all algunos arbustos esculidos, casi tan
llenos de cicatrices como la tierra agrietada. Aquellos hombres desesperados saludaron aquel
pequeo cambio como si fuera una bendicin, aunque sus esperanzas volvieron a desvanecerse
despus de que hubieron avanzado lentamente unos cuantos kilmetros ms sin que nada nuevo
surgiera.
Entonces, tan de pronto que les cost unos momentos enfocar los ojos enrojecidos por el
polvo, alcanzaron la cima de una ladera de arena y se encontraron junto a un prado verde, con un
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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cielo de un color azul intenso sobre sus cabezas. Mltiples pjaros echaron a volar sorprendidos al
verlos, y unos conejillos levantaron sus nerviosos hocicos para olfatear el inhabitual olor.
Del se puso de rodillas y musit un sincero agradecimiento a los cielos. Ms de una vez, Billy
se enjug lgrimas de los ojos fingiendo que se trataba de sudor, pero los otros que compartan sus
sensaciones saban la verdad. nicamente Doc Brady permaneca taciturno; por alguna razn
desconocida, aquel cambio de paisaje no lo haba animado en absoluto.
La alfombra verde se extenda amplia ante ellos, elevndose y descendiendo con suavidad en
sucesivas colinas onduladas. Las altas montaas del norte parecan mucho ms cerca, y
distinguieron adems una baja cordillera rocosa hacia el sur. Los majestuosos picos tenan un
aspecto muy distinto al de las amenazadoras montaas que haban dejado atrs por el oeste. Rizadas
formaciones de mica surcaban las laderas de las montaas como carmbanos en un rbol de
Navidad, reluciendo con los innumerables reflejos del sol.
La gran cordillera se extenda hacia el este durante muchos kilmetros y luego viraba hacia el
sur; as que frente a ellos, durante todava un da de viaje o ms, pudieron contemplar el
encumbrado paisaje que, lo saban, era el refugio de Illuma. Tal vez Calae haba hecho arraigar
profundamente esa imagen en sus mentes para que los guiara. Apretaron el paso, pues les lata el
corazn a gran velocidad ante la perspectiva de haber alcanzado su objetivo y de encontrar algunas
respuestas cruciales.
Horas y kilmetros despus, las montaas del norte aparecan ms cerca an y el estrecho
valle bajaba gradualmente. Aquellos animosos hombres todava hubieran podido continuar unas
horas ms, pero la luz no tard en empezar a declinar.
El cielo se cubri de carmes por la parte de poniente, indicando que el da haba llegado a su
fin y encendiendo miles de fuegos rojos en los ros de mica de las impresionantes montaas del
norte. Incluso Mitchell se qued boquiabierto ante el temor reverencial que inspiraba la
sobrecogedora belleza de la puesta de sol en las Montaas de Cristal.
Y entonces, libres ya de aquel trance contemplativo, pues el cielo se haba tornado de un azul
intenso y las montaas se haban convertido en una masa oscura y fra, montaron el campamento
bajo la proteccin de la parte ms occidental de un bosque pequeo y tupido.
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Nigrolago
Impacientes por terminar la larga caminata, levantaron el campamento mucho antes de que la
dorada esfera solar emergiera por encima de las crestas ms bajas de las Montaas de Cristal. Sin
embargo, el bosque result intrincado: la maleza se amontonaba por doquier, las ramas se doblaban
a causa del tremendo peso de la maraa vegetal entrelazndose bajo sus pies a cada paso y racimos
impasibles colgaban de las parras que haba por todas partes. Apenas se poda pasar entre aquella
aglomeracin compacta de delgados rboles, tan tupida que sencillamente impeda que los rboles
pudieran medrar. A los hombres les pareci que toda la vida arrancada de la tierra de los Yermos
Pardos haba echado races en aquel catico amasijo de vida, y su reproduccin desaforada pareca
querer desafiar la perversin sin vida del desierto. Los hombres se abrieron paso como pudieron
buscando el camino ms recto y esperando encontrar algn sendero.
Las horas pasaron ms aprisa que los kilmetros y la enmaraada masa de vida no menguaba
ni un pice. Estaban tremendamente cansados, pues sin cesar tenan que desembarazarse de arbustos
o parras que parecan empeados en agarrarlos mientras pasaban. Slo una inquebrantable
determinacin les permita continuar y cada paso que les internaba ms en el bosque haca ms
difcil que admitieran su error y volvieran atrs para encontrar una ruta que rodeara aquella
espesura. Faltaba poco para medioda, cuando Billy, que de nuevo iba en cabeza, diera un grito de
alegra.
Ah delante hay un claro exclam mientras aceleraba la marcha. Tambin los dems
apretaron el paso cuando avistaron la zona despejada, pero sus esperanzas se desvanecieron en
cuanto vieron a Billy.
Una fina niebla se levantaba ante l que apoyaba la espalda en un rbol y tena la cabeza
inclinada en seal de frustracin.
Los otros no comprendieron qu suceda hasta que llegaron junto a l.
Junto a l, al borde de una profunda garganta.
La pared del barranco caa casi en una perfecta vertical de ms cien metros; en el fondo, un
ro, crecido a causa del deshielo primaveral, corra hacia el sur sobre un lecho rocoso y generaba
aquellas sutiles brumas. A apenas unos cien metros de distancia, el otro lado no pareca ser ms que
una imagen reflejada en un espejo neblinoso: la pared del barranco era igualmente vertical y la
espesa vegetacin continuaba de forma parecida.
Maldita sea! protest Mitchell.
Vaya da infernal que estamos teniendo! dijo Billy con una risita sarcstica. Mir,
abatido, hacia el precipicio y suspir. No hay manera de bajar por aqu.
No se puede encontrar nada sin buscarlo se dijo a s mismo Del, quien, inasequible al
desaliento y con paso decidido, se encamin hacia el norte por el borde del barranco y desapareci
entre la niebla.
Es evidente que el ro baja desde las montaas del norte dijo Reinheiser, el fsico, que al
igual que Del, pareca ms interesado en encontrar una solucin al problema que en seguir
refunfuando. Pero mientras Reinheiser fundaba sus esperanzas en deducciones lgicas, Del se
basaba en un presentimiento, una misteriosa sensacin arrolladora de que haca falta algo que
completara aquel paisaje obsesivamente montono.
Y qu? pregunt en tono burln Mitchell, ante aquella irrelevante observacin.
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Pues que continu diciendo Reinheiser alterado por la brusca rplica a juzgar por la
direccin del ro debe de encontrarse con la cadena de montaas ms baja, al sur de donde estamos
aadi; la expresin de Mitchell permaneci impasible, poco menos que indiferente a los intentos
de Reinheiser por hallar una salida. El fsico frunci el ceo para mirar a lo lejos mientras
prosegua. Una lnea horizontal que partiera de nuestros ojos pasara muy por encima de la base
de esas montaas; o sea que y recalc las ltimas palabras con un tono de superioridad el
terreno evidentemente desciende hacia ellas. Sin duda, se trata de una ligera pendiente pero es
suficiente para permitirnos bajar hasta el nivel del ro.
Sorprendido ante aquella simple respuesta y algo turbado por su malhumor, Mitchell se
dispona a considerar aquella idea cuando se oy el grito agudo de Del:
S!
Los cuatro hombres se volvieron asustados hacia la voz y se agazaparon para protegerse como
si temieran que algn peligro los amenazara. Mitchell iba ya a desenvainar la espada, pero nuevos
gritos de Del disiparon sus temores.
Lo saba! exclam Del extasiado. Tena que estar aqu. Eh! les dijo a los dems,
pero stos ya haban reemprendido la marcha.
De repente, en medio de la niebla, toparon con l; con los brazos cruzados sobre el pecho en
actitud triunfante y con una presumida expresin en el rostro, estaba apoyado en una estaca bien
hincada que serva para amarrar la barandilla de un viejo puente de cuerda; aunque slo se perciba
su silueta debido a la espesa bruma, el puente se extenda hasta desaparecer aproximadamente a
mitad del barranco. A pesar del neblinoso velo, constataron que faltaban varios tablones y que los
que quedaban no estaban precisamente en muy buen estado pues crujan y geman como los huesos
de un anciano, cuando los remolinos y las rfagas de aire balanceaban y hacan oscilar el puente.
En cualquier caso, al verlo, los embarg la emocin, ya que el puente era el primer signo de
civilizacin que haban encontrado desde que salieron de la Antesala de los Colonnae. Pero
Mitchell no estaba dispuesto a cruzar por aquella vieja y desvencijada pasarela.
A qu distancia nos hallamos de dnde la tierra es suficientemente baja para cruzar el ro?
pregunt a Reinheiser.
A poco ms de tres kilmetros respondi ste, y en su expresin se vea que comparta el
temor que el capitn senta por el puente.
Por qu? pregunt Del con incredulidad De qu estn hablando? aadi, pues
estaba tan convencido de la seguridad del puente como lo haba estado de que lo iba a encontrar.
Pensaba que todo encajaba a la perfeccin, como las piezas de un rompecabezas cuyo truco hubiera
aprendido.
Acaso cree usted que vamos a cruzar por ah? le espet Mitchell.
Del se encogi de hombros como si ni siquiera comprendiera el problema.
Bueno, usted primero dijo en tono de reproche, y se volvi hacia los dems;
pescaremos su cuerpo ro abajo agreg, y su sonrisa adquiri una expresin sdica al sealar el
puente e invitar a Del a cruzarlo en primer lugar.
Del dio la vuelta a la estaca y avanz por los primeros tablones, con la intencin de seguir
adelante. No obstante, dud cuando sus sentidos lo atenazaron con un remolino de miedo
vertiginoso. Cerr los ojos, se trag el terror, y esforzndose por confiar en su ltima intuicin,
sigui adelante.
A cada paso ganaba confianza y no tard en desaparecer de la vista de los dems. Cuando
haba recorrido dos tercios del puente, se encontr con un tramo de algunos palmos sin tablones. De
alguna manera saba que no haba llegado su hora y, sin inmutarse, puso los pies sobre una de las
cuerdas que sostenan el puente y se agarr a la barandilla de cuerda con ambas manos.
Pero el punto de apoyo era muy resbaladizo a causa de la bruma y, en el preciso momento en
que Del se decidi a abandonar el refugio seguro del ltimo tabln, una rfaga de aire le golpe el
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rostro e hizo oscilar el puente. Del se dej llevar por el viento, aprovechndolo para mantener el
equilibrio y se mantuvo firme como si la racha no fuera ms que un inconveniente de poca
importancia. Impasible, no prest la debida atencin a lo que estaba haciendo y compens en
exceso su inclinacin. Cuando el puente alcanz el punto culminante del balanceo, Del experiment
una brusca sacudida hacia atrs y sus pies colgaron en el vaco. Se qued suspendido, atnito y
aterrorizado, durante varios segundos interminables, mientras el puente continuaba balancendose y
las cuerdas le laceraban sin piedad los fatigados dedos. El ro pareca rugir con ms fuerza, y todos
sus sentidos se centraban en el fatal destino que lo aguardaba.
Estaba equivocado? se pregunt en voz alta cuando empez a notar que le flaqueaban
las fuerzas para asirse. Una mueca de clera se dibuj en su rostro al pensar que la aventura se
acababa y gru desafiante: Ahora no puedo morirme!
Acompas el movimiento de sus piernas con el balanceo del puente y logr pasar una por
encima de la cuerda de la base; luego se impuls hacia arriba y se puso a horcajadas sobre la
cuerda. Entonces, centmetro a centmetro, fue avanzando y lleg hasta donde volva a haber
tablones.
Ahora no puedo morirme! repiti de forma menos convincente al mirar hacia las rocas
situadas debajo. A menos que sea un estpido! se apresur a aadir.
Con mayor humildad y mucho ms cuidado, continu cruzando. Daba pasos ms cortos y con
gran cautela tanteaba cada tabln antes de apoyarse en l con todo el peso. No tard en alcanzar el
otro lado y a gritos indic a sus compaeros que era posible cruzar, aunque con las debidas
precauciones...
Temiendo que el ceudo capitn los mandara dar un rodeo para evitar el abismo a pesar de
que Del lo hubiese salvado merced al puente, Billy se aprest a reunirse con su amigo. Mitchell
sacudi la cabeza y solt un colrico bufido mientras Billy desapareca de su vista; pero ante el
hecho de que dos de sus hombres hubieran pasado, el capitn tuvo que ceder.
Ir el ltimo propuso a Reinheiser y a Brady; soy el que pesa ms.
Doc Brady no pensaba lo mismo.
Djeme ir a m en ltimo lugar insisti. Y acab su razonamiento en silencio, dicindose
a s mismo: Hoy, en cualquier caso, voy a morir y, si tiene que suceder aqu, es mejor que todos
vosotros hayis cruzado antes de que se caiga el puente.
Irritado por haber sido superado por Del, Mitchell no se molest en discutir con Brady. El
doctor se sinti aliviado por haber evitado un peligro para los otros y por el aplazamiento
momentneo de su temido destino; pero Reinheiser y el capitn no tardaron en llamarlo despus de
haber cruzado la garganta. Durante muchos minutos Brady se qued helado de miedo, incapaz de
dar un paso.
Date prisa! gru Mitchell. O continuaremos sin ti.
Brady puso un pie en los tablones, respiraba con cortos jadeos y gotas de sudor fro le caan
por la frente; pero luchaba por seguir adelante. No le resultaba fcil y su terror aumentaba a cada
paso, hasta tal extremo que estuvo a punto de lanzarse al abismo para acabar de una vez. Aquella
sensacin le dur hasta que se dio cuenta de que ya estaba al otro lado, en tierra firme, sorprendido
pero casi desmayado de alivio.
Una vez salvada la garganta, prosiguieron la marcha con mayor impaciencia. Poco despus de
medioda salieron del bosque y contemplaron un panorama desalentador.
Haban llegado a una pradera de hierba alta y ondulante. El terreno que se extenda ante ellos
era una ladera que bajaba en una larga pendiente que se iba estrechando y, al fondo, acababa en un
segundo bosque, oscuro y lbrego. Por el norte y por el este se encumbraban imponentes montaas,
y por el sur una alta sierra de piedra gris, como si la tierra se hubiera partido por la mitad, les
cortaba el paso. La sierra se extenda hacia el este, viraba hacia el norte durante un corto trecho y
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luego volva hacia ellos de nuevo, siguiendo la base de las montaas del norte y formando un cerco
en forma de herradura en torno al oscuro bosque.
Un can protest Mitchell ante un coro de suspiros.
Slo representa un pequeo retraso, capitn dijo Reinheiser; lo nico que tenemos que
hacer es retroceder hacia el sudoeste y encontrar dnde empieza la sierra. No puede estar lejos. En
unas pocas horas deberamos de estar en ese altiplano. Pero Mitchell haba vuelto a sentirse enojado
y frustrado ante todo aquello, y su terquedad lo ceg. Su rplica asust a Reinheiser y a los dems.
No vamos a retroceder bram. Todava no. Es posible que haya un camino que cruce
ese muro que tenemos delante, un tnel o algo as. O tal vez sea fcil trepar por l. Quiero
comprobarlo antes de malgastar el resto del da retrocediendo!
Pero capitn... empez a decir Reinheiser.
No pienso discutir! rugi Mitchell. Ni siquiera saben si podremos cruzar el maldito
ro sin utilizar otra vez el puente de cuerda. Les gustara hacerlo? Aquel ser de la antesala dijo que
furamos hacia el este. Y hacia el este iremos!
No lo s dijo Del. No me gusta el aspecto de ese bosque.
Pero el desacuerdo de Del no hizo ms que aumentar la determinacin de Mitchell, que
empez a bajar por la ladera apartando violentamente la alta hierba a su paso. Del hubiera querido
exponer ms razones la simple visin del bosque all abajo le inquietaba y le haca presagiar
peligros, pero la idea de volver a enfrentarse a Mitchell hizo que la mandbula y la nariz se le
estremecieran con el vivo recuerdo del dolor. Se encogi de hombros, suspir y se dispuso a
seguirlo con Brady y Billy.
No obstante, Reinheiser vacilaba. Estuvo unos instantes acaricindose la barba de chivo y
considerando la invectiva del capitn, asombrado de que Mitchell se le hubiera dirigido con tanta
clera.
No hubiera debido hablarme de ese modo murmur en voz baja. Y con una risita
perversa que sugera afn de venganza se dispuso a ir tras los dems.
El sol estaba a punto de desaparecer cuando penetraron en el oscuro bosque: enormes rboles
negros casi se doblaban por la mitad bajo el peso de tupidas capas de musgo gris verdoso que
formaban una bveda que los cubra por completo. Aunque en Aielle era primavera, ningn color
vivo de ptalos de flores recin abiertas decoraba el paisaje. Quiz se deba a la dbil luz, pero Del
tena la sensacin de que incluso con el sol alto aquel bosque seguira siendo triste y mortecino. Le
pareca que la vida en torno a ellos haba sido pletrica en una poca pasada y que se haba negado
a abandonar el lugar para una nueva regeneracin. All no naca nada, no se produca renovacin
estacional alguna. Incluso el olor de las escasas flores haca mucho tiempo que haba enmohecido.
Aunque no haba mucho sotobosque ni hierba alta, la marcha segua siendo dura. A cada paso
se encontraban con enmaraadas races que se retorcan en el suelo; los viejos y deteriorados
rboles se inclinaban ostensiblemente y, dado que muchos eran demasiado gruesos, era preciso
trepar por ellos o gatear por debajo.
Al fin, el grupo lleg a una zona amplia de enormes helechos, tan altos como un hombre o
an ms, y con tallos de casi tres centmetros de grosor. Pero an no osaban discutir con el decidido
capitn y a regaadientes desenvainaron las espadas y con ellas empezaron a abrirse paso.
Con el rabillo del ojo, Del vio una ardilla del tamao de un perro pequeo saltando por unas
ramas altas. No pareca desentonar en aquel bosque, semejante a los de los cuentos de un abuelo, as
que decidi olvidarla, se encogi de hombros y no se lo dijo a los dems. Entonces comprendi los
temores de las pesadillas de los poetas romnticos, tan lejanos de los ladrillos y las autopistas del
mundo de Del, pues todo en torno a l los rboles y las plantas y toda la vida del bosque,
pareca cercarlo, mirarlo con el ceo fruncido con una hostilidad pasiva pero sofocante. En aquel
lugar el hombre se senta abrumado por las grandes dimensiones y el tremendo poder de la
naturaleza; era un lugar en el que un hombre poda darse cuenta de su insignificancia.
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Pero a diferencia de Del, Mitchell no tena tiempo ni ganas para tales reflexiones. El entorno
tenebroso y la barrera de helechos no hacan ms que provocar en l que le rechinaran los dientes y
un mayor empecinamiento. Uno tras otro, cortaba los helechos con la espada, de forma
impresionante e internaba ms y ms a sus hombres en las sombras negras del decrpito bosque.
Entonces llegaron los insectos. La mayor parte eran mosquitos que los picaban, les silbaban
en torno a los ojos y a los odos y se les metan en la nariz, de modo que aquel tramo del viaje
result todava ms penoso.
El suelo se iba ablandando a medida que avanzaban.
Reinheiser y Billy comprendieron lo que aquello quera decir y ambos se teman lo que los
esperaba, cuando, finalmente, Mitchell cort la ltima hilera de helechos y se encontr en la ribera
fangosa de un pantano que serpenteaba perezosamente entre los rboles que tenan enfrente;
grandes charcas de agua negra emitan tenues vapores que hacan todava ms espesa la atmsfera.
Una gran quietud reinaba alrededor, un silencio incmodo y expectante, como la calma que precede
al salto de un depredador agazapado.
Todos seguan a Mitchell y se esforzaban lo que podan, pero todos los senderos terminaban
en uno de aquellos charcos estancados, y las resbaladizas races cubiertas de limo que les
obstaculizaban el avance eran poco menos que insalvables. El terreno rezumaba barro y amenazaba
con tragrselos a cada paso.
Cada vez que Del se secaba el sudor de la frente, dejaba tras de s un reguero de lodo y limo.
Esto es una locura grit, completamente abatido. Hace horas que hubiramos tenido
que volver atrs.
No le he preguntado su opinin! respondi con aspereza Mitchell, aunque, tambin l,
se haba dado cuenta de la locura que representaba continuar pantano adelante. No obstante, no fue
difcil que Del y los dems coincidieran: el terco Mitchell jams reconocera su error ante Del.
Espada en mano, el capitn hinch el pecho y lo mir con actitud desafiante.
Sorprendido por la amenaza, pero convencido de tener razn, Del prosigui con cautela:
Slo trato de sealar que este lugar... si nos perdemos aqu, somos hombres muertos
explic; un mosquito le zumb en el ojo. Y estos bichos! agreg dando una intil palmada
hacia el insecto.
Escchele, capitn implor Billy. Detrs de la casa donde viv de pequeo haba un
pantano y le puedo asegurar que es un mal sitio para vagar a ciegas por l.
Mitchell concentr su amenazadora mirada en Billy.
Cul es el problema, nenitas? gimote sarcsticamente. Os estn picando los
bichitos malos? aadi, y enderez los hombros mientras sus ojos les lanzaban una rpida mirada
amenazadora.
Adelante! gru.
Del no quera desafiarlo en aquella ocasin, ni tampoco Billy, pero la renovada furia de
Mitchell provoc a Reinheiser. El fsico deseaba abandonar el pantano y el oscuro bosque, pero
sobre todo quera comprobar qu consecuencias acarreaba desafiar la opinin de Mitchell.
Tal vez debera escucharlos, capitn indic en tono neutro.
Mitchell se dio la vuelta como si lo hubieran golpeado.
Usted tambin? dijo asombrado y sin pensar. Otra vez respaldando a ese par de
memos. De qu lado est?
No se trata de ningn enfrentamiento empez a decir Reinheiser, pero antes de que
pudiera dar ms explicaciones un sonoro chapoteo finaliz la discusin.
Las aguas pantanosas se agitaron y burbujearon, y la masa rezumante de color gris ofreci un
repugnante contraste con la plida blancura de la espuma. Luego, tan repentina e inesperadamente
como haba empezado, ces aquella agitacin, y las putrefactas aguas no tardaron en aplanarse del
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todo bajo el peso de sus propias inmundicias. En un segundo slo qued un amplio anillo de ondas
que se fueron disipando como nico vestigio de la perturbacin en el liso espejo de la charca. Los
hombres advirtieron una presencia cerca, bajo la superficie y supieron que sin duda los estaban
acechando. Paralizados por el terror, esperaban la violenta embestida de un ataque.
Pero no sucedi nada de eso. La criatura apareci con deliberada lentitud, segura de que sus
presas eran incapaces de escapar. Sin causar siquiera una ligera ondulacin, casi como si fuera una
extensin del propio pantano, surgi una cabeza de las oscuras aguas: era la cabeza de un gran
lagarto, con una lengua bfida que vibraba entre largos y afilados dientes, y con unos bulbosos ojos
negros, provistos de una hendedura amarilla.
Qu ojos!pens Del. Horribles y a la vez atrayentes!
Hizo acopio de toda su fuerza de voluntad y consigui liberarse de su magnetizadora mirada.
Casi desmayado de terror, sin saber muy bien cmo, logr asir la empuadura de la espada.
El monstruoso lagarto se alz sobre la charca irguindose sobre las patas traseras, delgado,
vigoroso y muy alto, pues, a pesar de que estaba a siete metros de distancia, se encumbraba por
encima de los hombres. Se hubiera dicho que sonrea al mirarlos, mientras se balanceaba hipntica
y lentamente hacia atrs y hacia adelante ponderando sus presas. Y sus perversas patas delanteras se
retorcan sin cesar ante la expectativa de los sabrosos bocados para sus enormes mandbulas.
Lo ms terrorfico eran los ltigos de la criatura. Dos tentculos, como dos serpientes,
sobresalan de sus hombros y le colgaban por los costados hasta hundirse en el agua oscura. Del no
poda calcular su longitud, ya que en su mayor parte aquellos tentculos estaban ocultos bajo la
cinaga, pero ech un vistazo al extremo de uno de ellos, un repugnante garfio armado de lengetas,
cuando lo sac del agua en una rpida y amenazante contorsin.
Dios mo murmur Del, y desenvain la espada dispuesto a afrontar su fatal destino.
Intentamos pelear o huir? pregunt en voz baja, para no incitar al monstruo a la accin.
Bueno, qu? dijo ms alto, con la voz presa de pnico al no recibir respuesta. Ech un
vistazo a su derecha. All estaban Billy, Mitchell y Reinheiser, mirando sin comprender nada,
pasmados por la mirada de la asquerosa bestia. A la izquierda de Del, tambin Doc Brady
permaneca inmvil, paralizado por aquellos ojos bulbosos.
Eh, eh! grit Del, empujando a Billy Shank, que era el que tena ms a mano. Pero los
ojos del lagarto haban magnetizado a Billy de tal modo que ste ni siquiera parpade.
Una voz interior, el instinto de conservacin, le deca a Del que tratara de huir. Se resista a
hacerlo, incapaz de abandonar a sus amigos en tan apurado trance. Obviamente no era un rival para
el monstruo, pero se imagin que si consegua herirlo, el lagarto quiz se abalanzara contra l y se
olvidara de los dems.
Del tom aliento y se prepar para atacar. Verdaderamente quera hacerlo, pero de nuevo
aquel instinto bsico de supervivencia lo impidi lanzarse a una muerte segura.
La criatura se movi y Del vio con angustia que uno de los tentculos empezaba a emerger
del agua muy despacio y se arqueaba por detrs del hombro, insidiosamente, hasta que la garra
armada con lengetas sali de la cinaga. Entonces se oy el crac del latigazo, y el tentculo se
dispar como un cohete a la izquierda de Del y choc contra el pecho de Doc Brady, destroz carne
y huesos, y le alcanz la espalda; las lengetas se agarraron con firmeza en las vrtebras de la
astillada columna del pobre doctor. El golpe fue tan rpido y tan preciso que Doc Brady ni siquiera
se movi. Ni tan slo mud la expresin. Se limit a caer bocabajo en el lodo; la bestia empez a
acercarse a la presa que acababa de atrapar.
Doc!chill Del.
Al sentirse con la comida asegurada, la bestia liber a los otros hombres de su mirada
paralizadora.
Salgamos de aqu! orden Mitchell a lo que quedaba de su tripulacin.
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Vamos, Del grit Billy, agarrndolo por el hombro.
No pienso abandonarlo! dijo Del con voz spera; se solt de la mano de Billy y se
precipit hacia el cuerpo cado de su amigo, que se hallaba casi a medio camino entre l y la bestia.
No obstante, la criatura estaba lista para atacar a Del y, justo antes de que ste alcanzara a
Doc, dispar el otro tentculo. En aquel momento, Del tropez con una roca y se tambale casi a
punto de caer encima de ella tratando de recuperar el equilibrio. Aquel movimiento le salv la vida,
ya que la zarpa le roz la espalda y le desgarr la capa, pero no pudo penetrar en la carne. Del sinti
la dolorosa quemazn del latigazo y luego el calor de su propia sangre. Se tir de cabeza a la
cinaga fangosa y rept para llegar junto a Doc Brady.
Doc! grit. Oh, Doc!
Del! chillo Billy, y dio un paso hacia adelante.
Ya est bien, seor mo! rugi Mitchell. Billy se volvi hacia el capitn, que ya haba
emprendido la retirada. Vmonos! le orden Mitchell.
Billy vio a Reinheiser tratando de ponerse a salvo tras una raz cercana. A su espalda oy que
Del gema junto a Brady; confrontado al mismo dilema que Del acababa de resolver, tampoco Billy
pudo abandonar a su amigo. Clav los ojos en los del capitn y exclam:
No!
Mitchell se abalanz sobre Billy con la intencin de arrastrarlo, pero se detuvo de golpe y su
cara palideci sbitamente, a causa de la sorpresa y del miedo, cuando una flecha silb a pocos
centmetros de su nariz.
No iba dirigida contra el capitn. En el preciso momento en que el lagarto se aprestaba a
propinar un golpe mortal a Del, el proyectil alcanz su objetivo, se hundi en el pecho de la bestia y
le hizo perder el equilibrio. El lagarto dispar el tentculo con inusitada violencia, mientras se
tambaleaba debido al impacto.
Eh, Avalon! grit una voz. Mitchell y Billy se volvieron con el tiempo justo para ver a
un guerrero que se acercaba hacia ellos a travs de aquellas aguas inmundas, blandiendo una
enorme espada. Billy se prepar para resistir y Mitchell, dudando de si aquel hombre era amigo o
enemigo, se llev la mano a la empuadura de la espada. Sin embargo, no llegara a desenvainarla,
pues el guerrero, al dirigirse veloz como un rayo en lnea recta contra el monstruo, choc con ellos
y los hizo rodar por el fango.
El lagarto empez a menear el tentculo que aprisionaba al doctor y trat frenticamente de
desprenderse de su cuerpo con objeto de sentirse ms libre y as luchar en mejores condiciones con
su nuevo enemigo. Pero Del advirti su intento.
No te vas a escapar! grit, y con inusitada furia le hundi la espada en el tentculo.
El monstruo intent de nuevo utilizar el otro tentculo, pero el guerrero se le haba acercado
demasiado y la bestia slo pudo apartar el apndice sin causar dao alguno antes de dar otro
latigazo. El guerrero atac y la bestia respondi con un desafiante gruido, como impvida,
convencida de que era muy superior a cualquier hombre.
Pero aquel guerrero no era un hombre cualquiera. Carg hacia adelante, esquivando con
destreza el ataque inicial de las peligrosas mandbulas, y golpe con la espada el costado del lagarto
justo por debajo de las patas delanteras; la agilidad y la velocidad del hombre sorprendieron a la
bestia, aunque de momento segua inclume pues su escamosa armadura rechaz el golpe con
facilidad. El guerrero conservaba la calma; ambos contendientes se observaban, analizndose el uno
al otro. El guerrero ya se haba enfrentado a aquella clase de monstruos con anterioridad y saba
cmo derrotarlos.
Dej que el lagarto llevara la iniciativa y utiliz su energa para defenderse, esquivando las
mortferas mandbulas y desviando los golpes propinados a la velocidad del rayo de las patas
delanteras, que terminaban en una especie de afiladas navajas. Esperaba el momento propicio,
aguardando pacientemente a que se le brindara una oportunidad para atacar; cuando sta se
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present, dirigi la espada al costado de la bestia. Frustrado, el lagarto arreci el ataque, pero eso,
simplemente, dio al gil guerrero ms oportunidades de golpearlo; una y otra vez lanz la espada
siempre contra el mismo sitio y, a cada golpe, la bestia ruga de dolor.
Billy y Mitchell contemplaban la pelea horrorizados con una extraa mezcla de temor y
respeto. Reinheiser retrocedi un poco ms, para tener ms posibilidades de escapar si el monstruo
ganaba la partida, o quiz tambin si era el desconocido guerrero el que sala victorioso. Del no
tena ojos para nada salvo para el particular objeto de su rabia y tajaba con furia el espasmdico
tentculo que haba atravesado a Doc Brady.
El lagarto ya no se mantena erguido. Se dobl hacia un lado a causa del evidente dolor
cuando los concentrados golpes empezaron a surtir efecto. La bestia, desesperada, embisti a su
enemigo, pero, como estaba cansada debido a sus frenticos ataques y desequilibrada por su postura
encorvada, avanz dando traspis y el guerrero la esquiv con facilidad. Mientras la bestia se
esforzaba por recuperar la vertical, el hombre aprovech aquella oportunidad, agarr firmemente la
empuadura de la espada con ambas manos y golpe contra las ya maltrechas escamas, lo cual hizo
que el monstruo se elevara del suelo varios centmetros. Las escamas se astillaron y se
desprendieron, y dejaron al descubierto el morado y magullado pellejo del lagarto. Un chillido de
dolor acompa al ltimo y fatal golpe del guerrero.
Pero el monstruo todava no estaba vencido. Con desesperada ferocidad, concentr toda su
rabia y todo su dolor en la postrera y peligrosa embestida.
El guerrero crey que ya haba ganado la batalla; el sbito ataque lo cogi con la guardia baja.
Como pudo, se las arregl para protegerse con el arma e impedir que las mandbulas de la bestia le
alcanzaran la cara; pero la violencia del golpe le rompi la hoja y lo derrib de espaldas sobre el
barro.
Billy jade y se dispuso a atacar, pero el lagarto recuper de nuevo el control y agit el
tentculo libre amenazadoramente y lo mantuvo a raya.
El guerrero consigui ponerse en pie y enfrentarse a su destino. Saba que no tena
escapatoria; aunque echara a correr delante de la bestia, el tentculo le alcanzara por la espalda con
facilidad. Tena pocas posibilidades; entonces sac fuerzas de flaqueza y se concentr en trazar un
plan de ataque.
El lagarto lo mir y emiti un largo silbido, como si estuviera saboreando el momento de la
victoria.
Fue un error fatal.
El guerrero arroj la empuadura de la espada rota a la cabeza del monstruo y sac un hacha
del cinturn. Cuando la bestia alz las patas delanteras para detener el proyectil, el guerrero dio un
salto. Choc pesadamente con la criatura, se aferr a ella con el brazo libre para presionar las patas
delanteras contra el pecho del lagarto, mientras con el otro brazo propinaba un hachazo tras otro en
el pellejo desprotegido del animal, desprendiendo pedazos de carne. El monstruo trat de morderlo,
pero estaba demasiado cerca y la bestia no poda mover la cabeza en su direccin. El lagarto luch
denodadamente para liberarse, pero el guerrero era tan fuerte, su presa tan frrea, que lo mantuvo
atrapado.
Sangre oscura brot de la herida del monstruo, manch la persistente hacha y ti de rojo el
agua a los pies de los contendientes. El lagarto consigui dejar libre una zarpa y hundirla en el
hombro del guerrero, haciendo manar un chorro de sangre que resbal por la espalda del hombre;
ste gru y apret con ms fuerza; increblemente, la tensin de sus msculos, potentes como
cuerdas, lo liber de la zarpa.
Y entre tanto, el hacha se hunda una y otra vez, desgarrando y esparciendo las entraas de la
bestia.
Entonces, con un grito final de agona, el lagarto se desembaraz del hroe. El guerrero
retrocedi unos pasos con el hacha preparada pero, al contemplar al tambaleante monstruo y
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
70
advertir su respiracin entrecortada supo que el combate haba terminado. Despus de un ltimo
estremecimiento, la bestia rod hacia atrs, cay a la cinaga y se la trag la misma inmundicia de
la que haba surgido.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
71
10
Belexus
Del seccion el tentculo justo antes de que la bestia desapareciera bajo las aguas. Con sumo
cuidado, dio la vuelta al cuerpo de Brady. De la boca del doctor goteaba sangre que se mezclaba
con el barro y el limo de la cara formando una grotesca pasta roja y negra.
Oh, Docgimi Del.
No te preocupes por m jade Brady abriendo sus ojos hundidos.
Ests vivo! exclam asombrado Del.
Por poco tiempo dijo con serenidad Brady y le apret la mano cariosamente. No
duele, Del. Calae me lo advirti.
Calae? pregunt Del, y la simple mencin del nombre del ngel consigui calmarlo.
De qu ests hablando?
Esa aventura... no para m respondi Brady respirando con gran dificultad. Estoy aqu
por un error; lo mismo que Corbin. Calae se me acerc aquella primera noche... en la carretera. Me
lo explic. Me pidi perdn... me prometi que no sufrira. Acab tosiendo, y de entre los labios
le man ms sangre.
Ahora estn viniendo, Del dijo Brady; la voz son ms vigorosa. Levant la vista al cielo
y la cara se le ilumin de gozo cuando la ms misteriosa de las experiencias humanas se despleg
ante l. Vienen a buscarme! asever tan fuerte como pudo, tratando de convencerse de que
realmente le haba llegado la hora de la muerte.
No te preocupes por m continu diciendo en tono consolador, y en su voz haba autntica
emocin. Ahora no me duele; no tengo miedo. Todo est bien, ahora.
Y continu repitiendo aquellas palabras hasta que su voz se desvaneci y sus ojos, ya fros,
miraron sin ver.
Doc gimi Del. Levant la cabeza de Brady y la abraz con afecto.
Tienes que ser fuerte, chico dijo Billy, que se haba reunido con Del. Lo ayud a
levantarse en el preciso momento en que Mitchell se les acercaba.
Est muerto? pregunt Mitchell con voz ronca. Del asinti.
Venid. Y daos prisa exclam el guerrero cuando hubo acabado de limpiar el hacha de
sangre. No podemos perder ni un minuto.
Cubierto de barro por haber sido derribado al suelo, Mitchell estaba confuso, turbado y
enojado. La bestia lo haba sobresaltado y la flecha asustado. Doc Brady yaca muerto ante l, y
haba sido su decisin lo que haba originado la tragedia. Y adems Mitchell no estaba seguro de
que le agradara que alguien los hubiera salvado; en sus fantasas l era el nico hroe.
Y si nos oponemos? le espet, atacando como nica defensa.
Mientras el guerrero se acercaba, Mitchell puso la mano en la empuadura de la espada
envainada.
Est usted chalado? murmur Billy a Mitchell. Este tipo nos acaba de salvar el
pellejo.
El guerrero desliz el hacha en su cinturn y se acerc al capitn. Del lo mir con sincero
respeto. No era tan alto como Mitchell, pero era ms robusto y tena unos msculos abultados y
bien formados; el pelo, despeinado, era de un brillante color negro de ala de cuervo y los ojos de un
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
72
azul claro pursimo. Llevaba botas altas y flexibles y una corta tnica marrn ceida por un ancho
cinturn de piel. Pulseras claveteadas le adornaban las muecas; llevaba un delgado brazal rojo
atado al macizo bceps del brazo derecho y una cinta, a juego con el brazal, le cruzaba la frente y
los cabellos despeinados se enmaraaban en ella.
No lo entiendo dijo serenamente.
Si nos oponemos a seguirte explic Mitchell; qu pasara si estamos de acuerdo?
En ese caso vuestros huesos sern pasto de las guilas replic el guerrero como si
constatara un hecho incontrovertible. Morirais.
Mitchell, no del todo seguro acerca de las intenciones del desconocido, apret con todas sus
fuerzas la empuadura de la espada.
Contemplad Nigrolago, el Lago Negro prosigui el guerrero, dibujando con el brazo un
amplio arco; su nombre proviene del color de su ncleo y no del de sus aguas. Sin duda no sabis
adnde vais, pues es imposible adentrarse mucho ms en el pantano. Es demasiado blando para
atravesarlo a pie, os quedaran las botas llenas de lodo a cada instante. Y si no os tragaba la cinaga,
lo hara, sin duda, alguno de sus demonios.
Nigrolago repiti, haciendo vibrar la palabra con la lengua como si fuera el imponente
ruido sordo de una nube de tormenta al acercarse. Sera una buena idea que en los prximos das
os alejarais del pantano: aqu entran muy pocos, pero nadie salvo los combatientes de Avalon
consiguen salir.
Mitchell afloj un poco la mano que sujetaba la espada, pero an miraba al desconocido con
glacial desconfianza.
Cmo te llamas? pregunt Del tratando de poner fin a la tensin.
Belexus respondi el desconocido.
Yo, Jeff DelGiudice dijo el joven, y le tendi la mano; Belexus se la estrech con
firmeza. Llmame Del.
Del repiti sonriendo Belexus. Demostraste una gran nobleza al arriesgar la vida por
tu amigo. Me inclino ante ti con todo respeto por tu bravura.
Los elogios de aquel hombre emocionaron a Del, pero Mitchell se encarg de mitigar
enseguida su orgullo.
Fue una estupidez dijo con un bufido.
Y quin eres t? pregunt Belexus, mirando a Mitchell con una evidente y
comprensible dosis de desprecio, pues el capitn acababa de insultar al hombre a quien Belexus
haba alabado un instante antes.
Soy Mitchell, el capitn Mitchell proclam el corpulento hombre, recalcando el grado.
Pero la arrogancia de su voz pareci molestar an ms al guerrero.
Demuestras tener una extraa mentalidad para ser capitn, Mitchell dijo Belexus. Un
hombre que sigue los dictados de su corazn, aunque conlleven peligros que su razn no osara
afrontar, no es un estpido. Al contrario, es un hombre que me gustara tener a mi lado a la hora de
la batalla. Un verdadero jefe sabe lo que vale la lealtad aadi. Y, aparentemente, sin tener
nada ms que decir a Mitchell ni querer escuchar nada de lo que ste dijera, se volvi hacia Billy.
Billy Shank dijo Del.
Salud para los tuyos dijo Belexus, y estrech la mano de Billy calurosamente.
Asombrado, sin saber exactamente qu decirle al impresionante guerrero, Billy inclin la
cabeza, perplejo. Pero no haca falta que dijera nada, pues ya se haba ganado el respeto de aquel
hombre. Su intento de ayuda cuando el monstruo haba cobrado ventaja no le haba pasado
inadvertido.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
73
A juzgar por vuestros nombres inslitos y por vuestros vestidos nunca vistos dijo
Belexus con un profundo suspiro y por el hecho de no venir de tierra adentro, pues es evidente
que no conocis estos parajes, es fcil asegurar que sois la confirmacin de las Profecas
Hechizantes.
Qu quieres decir? pregunt Reinheiser, que se haba acercado desde su escondrijo
cuando las cosas parecieron ms seguras; de mala gana correspondi a la mano que le ofreci
Belexus estrechndosela con un movimiento rpido. Qu son esas Profecas Hechizantes?
Un don de la Seora contest Belexus, indiferente ante el seco saludo de Reinheiser.
Algn resorte salt en su corazn, un recuerdo lejano o una imagen placentera y un centelleo, como
el titilar de una estrella remota, apareci en sus ojos. Son viejas historias, y largas de contar.
Crea que disponamos de poco tiempo dijo en tono cortante Mitchell, abiertamente
hostil.
Eso dije replic Belexus con una sonrisa, sin hacer caso alguno del tono de voz del
capitn. Los insultos dirigidos contra l no le importaban, a menos que provinieran de alguien a
quien respetara. Se volvi hacia Reinheiser.
Segn las profecas, se acerca el tiempo de una gran prueba; un tiempo que requerir valor y
coraje. Y honor. Y las historias nos hablan de la llegada de hombres extranjeros, hombres antiguos
que nos liberarn. O tal vez vienen para perdernos para siempre. "Sern los forjadores de Aielle, los
que cambiarn todo lo que tiene que pasar" recit. Pero las profecas no dicen si para bien o
para mal. Mi seor, Bellerian, lord de los montaraces de Avalon, me envi en busca de los hombres
antiguos; encontr vuestra pista en el valle situado ms arriba; el resto ya lo conocis.
Y nosotros debemos de ser los hombres antiguos dijo Reinheiser.
Bien puede ser contest Belexus; y siendo as, debo pediros que confiis en m y que
dejis que os conduzca hasta mi seor.
Antes tengo que enterrar a mi amigo dijo Del; es una costumbre nuestra.
Y tambin nuestraexplic Belexus; pero no tenemos tiempo. No tengo ganas de ver
este repugnante pantano con poca luz, y el sol ya empieza a estar bajo. Nigrolago se ocupa de sus
vctimas.
Del mir al pobre doctor.
En ese caso, si quieres perdonarme un momento dijo en voz baja, me despedir de l.
Se encamin hacia donde yaca Brady; Billy iba a su lado y ambos se arrodillaron junto al
doctor. Belexus inclin la cabeza en seal de respeto.
En atencin a la espalda herida de Del, Belexus los condujo con paso constante pero
moderado. Sin embargo, Del no se senta demasiado mal, ya que el corte era superficial.
Mientras andaba detrs de Belexus, Del se asombraba de la agilidad de los movimientos del
montaraz. Belexus no pareca entorpecido por sus robustos msculos, pues con gran facilidad
saltaba por encima o rodeaba cualquier obstculo que se le pusiera delante. Y la sorpresa de Del
todava fue mayor cuando se dio cuenta de que Belexus, a pesar de ser ms pesado que todos los
dems, salvo Mitchell, dejaba tan slo una ligera huella, apenas visible en el suelo fangoso,
mientras que l y sus compaeros se hundan casi hasta los tobillos a cada paso. Del sonri cuando
se le hizo difanamente claro el significado de las anteriores palabras de Belexus, Es demasiado
blando para atravesarlo a pie, os quedaran las botas llenas de lodo a cada instante.
Salieron del pantano cuando la luz del da empezaba a desvanecerse y retrocedieron por la
herbosa ladera; el sol, muy bajo ya en el cielo de poniente, los deslumbraba. Cuando Belexus
consider que se haban alejado lo suficiente de Nigrolago para sentirse seguros, vir bruscamente
hacia la cordillera del sur. Alcanzaron la pared del precipicio justo antes de la puesta de sol y se
desplazaron a lo largo de su base en direccin oeste. El gran ro, que centelleaba con reflejos rojizos
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
74
bajo la luz de los ltimos rayos del sol, segua su curso pausadamente un poco ms adelante y,
mientras se acercaban, vieron que se meta dentro de la pared del precipicio a travs de un amplio
tnel. Belexus los llev por all; seguan un estrecho saliente rocoso que bordeaba la corriente de
agua. Al poco rato, se detuvieron en el tnel.
Os ruego que desviis la vista les pidi el combatiente.
Por qu? Acaso no confas en nosotros? protest Mitchell.
No d la lata, capitn se aprest a reprenderle Reinheiser. Djelo correr y
concentrmonos en esta aventura.
Todava refunfuando y picado por el comentario de Reinheiser, Mitchell se dio cuenta de
que no contaba con nadie en su hostilidad hacia el montaraz. Se dio la vuelta y los dems hicieron
otro tanto.
Belexus puso la mano en una pequea grieta de la pared y empuj una palanca oculta. Un
gran bloque de piedra se desliz silenciosamente y desvel una estrecha escalera de caracol labrada
en la roca que se elevaba hasta la negrura.
Del se qued boquiabierto cuando se dio la vuelta.
Es una obra que un hechicero hizo tiempo ha explic Belexus; un paso franco desde el
valle en caso de necesidad. Venid.
Avanzaron hacia la escalera. Belexus sac una antorcha y unas yescas de una hornacina. Unos
peldaos ms arriba se detuvo de nuevo para accionar una segunda palanca y la roca se movi
despacio hasta alcanzar su posicin original.
La escalera suba inclinndose hacia la derecha en un ngulo constante. Las paredes estaban
agrietadas y desconchadas, aunque no en tan mal estado como las exageradas sombras de la
antorcha daban a entender. Aquel paso no daba la impresin de haber sido excavado. A Del le
pareci que una fuerza increble haba arrancado la roca de entre las paredes.
Subieron ms y ms: quinientos peldaos, luego hasta mil. nicamente Belexus mantena la
zancada vigorosa; los dems respiraban fatigosamente y les dolan las piernas. Reinheiser se rezag,
y los dems lo llamaron para estar seguros de que continuaba subiendo, pero Belexus no aminor el
paso. En una casi total oscuridad el fsico avanzaba dando traspis y trepaba como poda para
permanecer dentro del rea iluminada. Al fin, en el preciso momento en que los hombres crean no
poder ms, llegaron a un pequeo rellano que terminaba en una gran puerta de piedra. All se
detuvieron un minuto para recobrar el aliento y para permitir que Reinheiser los alcanzara.
Entonces, con un gran esfuerzo, Belexus abri una puerta.
Una agradable y refrescante brisa les acarici el rostro, y los gritos de un pjaro nocturno y
los chirridos de los grillos acabaron con el eco montono del roce de sus pesadas botas contra los
peldaos de piedra. Pero lo que atrajo la atencin de Del fue el lmpido cielo nocturno. Pareca un
toldo de terciopelo negro decorado con un milln de lucecitas resplandecientes esparcidas por
doquier.
La belleza de los cielos primaverales de Aielle declam Belexus al advertir el goce de
Del es la consoladora libertad de los invernados ojos cansados de muros.
Los hombres se adentraron en la noche y Belexus cerr la puerta tras ellos. Desde el exterior,
el portal pareca formar parte de una roca inmensa y ninguna hendidura indicaba que se trataba de
una va de entrada.
Qu artificio tan increble! exclam Reinheiser. Belexus sonri e inclin la cabeza para
asentir, pero antes de que pudiera dar a Reinheiser alguna explicacin sobre la puerta, el grupo fue
abordado por una voz proveniente de la oscuridad.
Quedaos donde estis!
Los hombres se detuvieron, obedientes ante aquella amenaza, pero Belexus reconoci la voz.
Andovar? exclam.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
75
Al instante, brillaron varias antorchas y una docena de hombres robustos y bien armados
rodearon al grupo. Del adivin enseguida que aquellos hombres eran del mismo clan que Belexus,
pues tambin ellos desprendan energa y tenan una apariencia excepcionalmente saludable. Haba
equilibrio en su aspecto fsico: una belleza natural y una potencia, reforzada por los trabajos del
invierno, pero suavizada por la calidez del sol primaveral. Los rostros reflejaban aquella rara
combinacin: las mandbulas, duras y severas, indicaban que las caras no estaban habituadas a
sonrer. Cuando los guerreros se dieron cuenta de que se trataba de Belexus, rpidamente apartaron
las armas.
Esperad tranquilamente mand Belexus a los hombres, y se dirigi hacia uno de los
guerreros.
Traer esa gente hasta aqu dijo el montaraz. Ha sido una locura.
Vaya que s, Andovar! asinti Belexus Si no fueran los hombres antiguos de las
Profecas Hechizantes...
El hombre llamado Andovar dio un sordo silbido.
Ests seguro?
Por sus vestidos dijo Belexus, y por la piel de se aadi, mientras sealaba a Billy
Shank, el primer hombre negro que vean los montaraces en su vida, y por supuesto el primer
hombre negro que pisaba las arenas de Ynis Aielle.
Cinco tenan que ser, segn las historias arguy Andovar, pero slo veo cuatro.
Cinco eran dijo Belexus con amargura; precisamente cuando los encontr, un dragn
con ltigos mand a uno de ellos al otro mundo.
Alz su espada rota.
Nigrolago? exclam Andovar, abriendo los ojos desmesuradamente expresando
incredulidad. Un mal lugar para encuentros agreg mientras sacuda la cabeza y suspiraba.
Pero, con todo, no deberas haberlos trado; los espas de Calva escudrian hasta debajo de las
piedras.
No poda hacer otra cosa contest Belexus; no conocen el territorio, y una noche ms
sin proteccin los habra llevado a una muerte segura.
Se volvi hacia otro hombre.
Ve a buscar a mi seor, y date prisa.
El hombre asinti y sali corriendo hasta perderse en la oscuridad.
Bellerian est justo al otro lado de la luz del fuego dijo Andovar, y mientras estaba
hablando, el hombre regres con el lord de los montaraces. Tena el mismo aspecto fuerte y sereno
de Belexus; los cabellos plateados o el hecho de que tuviera la espalda casi encorvada y de que
utilizara bastn para andar, secuelas de una herida que sufri en una pelea frente a un dragn con
ltigos, no disminuan en absoluto su imponente apariencia.
Seorempez a decir Belexus, he trado a los...
S, hijo mo, ya lo he odo dijo Bellerian con voz uniforme y serena, fruto de la confianza
que otorga la experiencia. Has obrado bien al traerlos hasta aqu. Conocer su camino nos puede
ayudar a encontrar el nuestro.
Y que ocurrir con nuestro husped? pregunt Andovar con profunda preocupacin.
Es un riesgo dijo Bellerian; pero es un riesgo que debemos correr; nos han ocurrido
demasiadas cosas para no hacer caso de las Profecas, Andovar. Tal vez stos sean los hombres
antiguos y, si lo son, entonces nuestro mundo ya no volver a ser el mismo. Quiero interrogarlos
ahora mismo.
Belexus seal a Del.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
76
Habla con se; he visto el interior de su corazn y he encontrado sinceridad. A menos que
mis ojos me hayan engaado puedo asegurar que es un hombre bueno.
Llmalo, entonces dijo Bellerian.
Jeff DelGiudice grit Belexus, por favor, seras tan amable de acercarte y hablar con
nosotros?
Sorprendido, Del ech una ojeada a sus compaeros y se encogi de hombros. Aunque les dio
enseguida la espalda, no se perdi la colrica cara de celos de Mitchell y estaba convencido de que
el capitn dira algo mientras se dispona a reunirse con Belexus.
Vigila lo que dices gru una voz de mando detrs de l. Del sonri ante aquella
previsible intimidacin, pero por lo dems no le hizo el menor caso, harto de las amenazas y de las
rdenes que Mitchell profera con el nico propsito de sentirse importante. Del saba que tena
mejor criterio que Mitchell para saber qu poda y qu no poda decir a aquellos hombres.
ste es Andovar, un amigo mo, y aqu est mi seor, Bellerian dijo Belexus cuando Del
lleg junto al pequeo grupo. Del inclin la cabeza a modo de saludo y les estrech las manos con
firmeza.
Llamadme simplemente Del dijo con una sonrisa amistosa.
Mi padre desea formularte algunas cuestiones le explic Belexus, y Del inclin de nuevo
la cabeza.
Bellerian lo miraba detenidamente y tomaba nota hasta del menor detalle del aspecto de Del.
A medida que transcurran los segundos, el joven se iba sintiendo ms incmodo: se senta desnudo
ante la mirada escrutadora de los ojos grises del lord de los montaraces, unas rbitas claras, agudas
y de cristalina perspicacia. Para defenderse Del empez a su vez a observarlo. De inmediato
descubri el orgullo y el honor que subyacan en Bellerian; y constat la increble energa de la
mirada del anciano, un poder mental que haca irrelevante el encorvamiento de la espalda: sus ojos
saban mirar fijamente y mantener la mirada para averiguar la verdadera naturaleza del carcter de
los dems.
Una buena prueba, pens Del, e hizo acopio de toda su fuerza de voluntad y trat de resistir
ms que Bellerian mirndolo a los ojos. Haba advertido la energa de Bellerian, pero no tena ni
idea de la profundidad ni del alcance exacto de aquella caracterstica. Ambos permanecieron
enfrascados en aquel combate mental durante varios largos minutos, pero, a pesar de su
determinacin, Del no pudo batir al lord de los montaraces. Visiblemente alterado, con sudor en la
cara y en el cuello, parpade y desvi la mirada. Bellerian no vacil lo ms mnimo.
Qu os ha llevado hasta Nigrolago? pregunt Bellerian incisiva pero educadamente; en
la voz no haba ni rastro de arrogancia, como si ya se hubiera olvidado de la contienda visual. Su
actitud generosa hizo aumentar el considerable respeto que Del senta por los montaraces. Acaso
Mitchell le habra dejado tranquilo despus de propinarle una derrota parecida?, se pregunt con
una risita burlona.
Estbamos buscando un paso para franquear el precipicio contest, deseoso de ser
amable. Nos dijeron que tenamos que ir hacia el este.
Los ojos de Bellerian se iluminaron y Del se pregunt si no habra hablado ms de la cuenta.
Y quin pudo habroslo dicho? pregunt el lord de los montaraces.
Del dud un instante. Se acord de la advertencia de Mitchell, pero su propio criterio le indic
que aquellos hombres eran de fiar. Ech una ojeada a sus compaeros. Mitchell estaba con los
brazos cruzados, la cabeza echada hacia atrs, desafiante, y la actitud tan tercamente orgullosa y
beligerante como de costumbre. Era todo lo que Del necesitaba ver.
Fue Calae quien nos envi.
Los tres montaraces suspiraron a la vez ante la mencin del prncipe de los colonnae.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Por el Seor de la Antesala Interminable! grit Andovar. Son en verdad los seres
benditos.
Adonde os dirigais? O adonde querais ir? insisti emocionado Bellerian. De nuevo
Del vacil.
No temas le tranquiliz Belexus; con su propio pecho, un montaraz de Avalon
detendra una flecha disparada contra ti, si eres amigo de los colonnae.
Nos dirigamos a... a Illuma.
Lochsilinilume dijo Bellerian, y su rostro se ilumin con una sonrisa de agradable
agradecimiento. El Reino de la Plata. Vaya, es lo que supona. Mir a Del con franqueza y
seriedad, y el joven supo que no haba falsedad alguna en sus palabras.
Si vuestros asuntos tienen que ver con los colonnae, amigo mo, vuestros asuntos son cosa
vuestra y no voy a preguntarte nada ms. Vete en paz, pues has acertado al confiar en nosotros.
Ahora, regresa con tus compaeros. Los montaraces, en cuanto hayis descansado, os llevarn hasta
Illuma.
Del se tranquiliz, convencido de la amistad de los montaraces. Hizo una reverencia que
juzg apropiada y regres con sus compaeros.
Que se queden en la Sala Esmeralda hasta los primeros albores del amanecer dijo
Bellerian cuando Del ya no poda orlo; entonces vosotros dos los guiaris hasta el Portal de la
Montaa.
Pero Benador est en su casa! arguyo Andovar.
Ir al bosque para esconderse hasta que se hayan ido replic Bellerian. Hay un gran
peligro en torno a esos hombres. Y una gran esperanza. Quiero tenerles siempre un ojo encima.
Prestad atencin a lo que quiero: nadie hablar con ellos y no saldrn de mi casa hasta que lo hagis
vosotros. Ahora no quiero que nadie rechiste. Llevadlos a la sala. Han dejado atrs un duro camino
y probablemente los espera un camino an peor. Necesitan descanso.
Belexus y Andovar intercambiaron una mirada: conocan perfectamente lo que les esperaba a
aquellos hombres y tambin saban que Bellerian tena razn.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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11
La sala esmeralda
Belexus y Andovar condujeron a los cuatro hombres hacia el este, a lo largo de la pared del
precipicio que dominaba el valle y Nigrolago; atravesaron un terreno pedregoso, agrietado y
desigual, cosa que los oblig a saltar pequeas gargantas y a tirar los unos de los otros para
remontar inclinadas pendientes. De vez en cuando, pasaban por delante de un tmulo de piedras;
eran seales, para quien supiera interpretarlas, que indicaban a los combatientes el sendero secreto y
los pasos para acceder al hogar de Bellerian.
A Andovar segua sin gustarle la idea de tener forasteros en el campamento de montaraces,
pero cumpli al pie de la letra las rdenes del venerable Bellerian. Desde haca treinta aos
Bellerian era su maestro y su tutor. De hecho, el anciano era como un padre para Andovar, al igual
que para todos los montaraces de Avalon, pues cuando no eran ms que unos chiquillos, hijos de
nobles de la corte de Ben-Galen, el Jefe Supremo de Pallendara, el infame Ungden usurp el trono y
asesin a sus padres. Ungden tambin haba planeado realizar con ellos otra carnicera para
extinguir los linajes de sangre noble, pero Bellerian, con la ayuda de Glendower, consigui
rescatarlos en la oscuridad de aquella noche sangrienta y llevarlos hasta los alrededores de Avalon.
All, bajo la vigilante mirada de Bellerian y de otro amigo secreto, los nuevos montaraces crecieron
sanos fsica y mentalmente. Ahora, ya adultos, se haban ganado una muy difundida fama de bravos
guerreros entre los granjeros de los campos del norte de Calva; aqulla era una tierra salvaje, por
donde merodeaban bandas de indeseables garras y monstruos emergidos de Nigrolago. Pero tales
intrusos, sin importar ni cuntos ni cun temibles fueran, eran siempre derribados antes de que
pudieran ocasionar dao alguno; y cuando los granjeros encontraban los restos de alguna carnicera
por los mrgenes de los caminos, saban que contaban con la proteccin de los bravos montaraces.
El grupo lleg a una pequea pared rocosa, un gran bloque de piedra que sobresala ante ellos.
Fijaos bien, estamos ante la puerta indic Belexus, mientras sealaba una oscura grieta
en la base de la roca.
Qu es eso? pregunt Billy. Quieres que nos metamos ah dentro?
Es la casa de vuestro padre? aadi Del con incredulidad. Crea que era un lord.
Desde luego, sa es la casa; y claro que es un lord respondi Belexus, pero un lord de
los montaraces.
Un montaraz es un soldado del espritu explic Andovar. No somos ms que gente
corriente y no necesitamos ni queremos palacios como hogares. La comida de nuestra mesa no son
manjares, pero es digna y saludable. Tenemos un deber que cumplir y ello es para nosotros una
satisfaccin suficiente.
Y en qu consiste exactamente ese deber? pregunt Reinheiser, curioso por conocer
ms cosas acerca de aquella gente, por comprender su forma de vida y sus motivaciones. Pues para
l, tener informacin era la mayor ventaja tanto sobre los enemigos como sobre los amigos.
Andovar no contest, preguntndose si no habra ya hablado demasiado.
Venid, entremos terci Belexus; podris comprobar que no somos tan pobres como
creis.
Dicho esto, Belexus se escabull por la hendidura y despareci de su vista. Los dems lo
siguieron: Billy un poco receloso y Andovar en ltimo lugar. Belexus no tard en disponer varias
antorchas encendidas, a cuya luz los hombres se vieron en una amplia cmara, con pieles extendidas
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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por el suelo y una olla situada bajo una chimenea natural que haba en una esquina. Una de las
paredes dispona de un armero, lleno hasta los topes de buenas lanzas y espadas artesanales y cotas
de malla. De unos ganchos clavados en la pared opuesta, pendan capas y sillas de montar.
A m me parece bastante tosco dijo Mitchell riendo con disimulo.
Belexus sac una antorcha de un soporte.
Seguidme indic framente con la vista clavada en los ojos del capitn, el cual,
obviamente, no era del agrado del montaraz.
Esa manifestacin de disgusto slo provoc una solapada sonrisa del belicoso Mitchell.
Belexus empuj la roca con fuerza y una parte de la pared se desliz para desvelar un corto
tnel que descenda hasta perderse en la oscuridad. Entr l en primer lugar, con la antorcha en la
mano; la luz invasora mostr una puerta de madera con bandas de acero al otro extremo del tnel.
Belexus sac una llave y abri la puerta, y los dems echaron un rpido vistazo a la oscura sala que
apareci a su vista. Pero entonces, con una mirada despreciativa dirigida a Mitchell, y para gran
sorpresa de todos, Belexus apag la antorcha.
Qu demonios haces? grit el capitn, por encima de un coro de interrogativos
murmullos.
Silencio! orden con brusquedad Belexus, y los dems, desconcertados por la sbita
energa de la habitualmente reposada voz del montaraz, callaron de golpe. Sin embargo, Reinheiser
y, sobre todo, Mitchell iban ponindose cada vez ms nerviosos, pues se daban cuenta de que
estaban en una situacin precaria, rodeados por dos temibles guerreros, uno de los cuales estaba
molesto con Mitchell, y de que se encontraban indefensos en una oscuridad absoluta. nicamente
Del permaneca tranquilo gracias a su confianza en los montaraces.
Dad la mano al hombre que tengis delante y dejaos guiar por m les mand Belexus.
Tom la mano de Del y, despus de que Andovar le gritara desde la cola de la cadena que ya se
haba formado, los llev a una sala situada ms all. Andovar cerr la puerta, y entonces oyeron una
msica de ritmo rpido. Permanecieron callados, expectantes, durante varios segundos; pero ni
Belexus ni Andovar hicieron el menor movimiento ni dieron explicacin alguna.
Bueno, y ahora qu? espet Mitchell, impaciente.
Contemplad la casa de Bellerian contest Belexus de modo terminante.
Est terriblemente oscuro dijo Del.
Queris luz? pregunt Belexus con una risita. Pues pedidla.
Desde la puerta, Andovar estall en carcajadas.
Por favor, queris encender la antorcha? pidi Del, sin comprender en absoluto lo que
se traan entre manos los montaraces.
No me lo pidas a m replic Belexus, ahogando su propia carcajada; debes pedrselo a
la sala.
Qu?
A la sala repiti Belexus con calma y, aparentemente, con toda seriedad.
Pero peddselo con educacin aadi Andovar. Tened cuidado de no ofenderla!
Vale, voy a seguiros la corriente dijo Del, cuya confusin se estaba transformando en
curiosidad.
Billy y Reinheiser, tambin, haban dejado de tener miedo al darse cuenta de que los
montaraces les haban reservado algo maravilloso, algo de lo cual Belexus estaba muy orgulloso.
Mitchell, sin embargo, estaba furioso y sin disposicin alguna para recibir sorpresas o bromas
hechas a su costa, y percibi en esa actitud misteriosa de los combatientes una forma de hacerle
pagar sus precedentes insultos.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
80
Del reflexion un momento acerca de lo que iba a decir, y decidi que si se trataba de seguir
el juego lo iba a hacer de forma solemne:
Oh, Gran Sala! empez, pero fue interrumpido por las carcajadas de Andovar.
Silencio! grit Del, mientras una sonrisa se dibujaba en su cara.
Oh, Gran Sala! empez de nuevo Humildemente imploramos ante ti que derrames tu
magnfica luz sobre nosotros! Al instante, la sala qued iluminada por una cegadora luz blanca,
cuya intensidad irrit los ojos de los cuatro hombres antiguos; Belexus y Andovar saban
perfectamente que tenan que cerrar los ojos cuando Del dijera la palabra magnfica.
Mitchell chill de clera, mientras cerraba violentamente los ojos y exclamaba:
Maldicin!
Luz! orden Belexus, y la iluminacin de la habitacin mengu de inmediato. Andovar
abri los ojos y se puso de un salto ante los cuatro hombres.
Contemplad grit la cmara mgica de Bellerian, lord de los montaraces de Avalon.
Mientras ajustaban la vista, los cuatro contemplaron una escena que jams olvidaran, una
visin tan maravillosa que incluso disip el enfado de Mitchell.
Se encontraban en una cmara abovedada cuyo suelo era de mrmol blanco rayado con vetas
pardorrojizas. Un cauce de agua de varios palmos de anchura que corra de pared a pared paralelo a
la puerta, divida la sala y dejaba or la cantarina voz del agua. Un puente de mrmol tenda
delicadamente su arco en el punto medio del cauce y, por consiguiente, en el mismo centro de la
sala. De modo increble, los pilares y las barandillas del puente, a pesar de que tambin eran de
mrmol, haban sido esculpidos con intrincadas torsiones y giros, y Del de forma intuitiva supo que
slo la magia poda haber trabajado la piedra de aquella manera.
En la pared opuesta a la puerta, los hombres vieron unos muebles bellamente decorados: un
escritorio, una silla y una librera, adornada con bajorrelieves de dragones y brujos, y signos de
arcanos, y repleta de rollos escritos y pergaminos. En un lado se encontraba un pequeo armario y
la cama de Bellerian, llena de almohadones y cubierta por lustrosas sbanas de color prpura.
No obstante, lo ms impresionante de todo aquello eran las paredes curvadas y el techo de la
sala. Estaban construidos en transparente cristal polidrico, cuyas mltiples caras constituan la
fuente de luz: un mgico resplandor que centelleaba con brillantes reflejos de todos los colores del
espectro. Hileras de gemas irisadas, pulidas para que brillaran de modo rutilante, ascendan por las
paredes, como escaleras multicolores de luz estelar, y convergan en el centro del techo en un
estallido caleidoscpico. Exactamente debajo, suspendido a media altura, penda una ntida bola de
cristal que giraba despacio en torno a un eje invisible. En el centro de la esfera, haba una enorme
esmeralda de seis caras, perfectamente tallada, casi como si, del mismo modo que las barandillas
del puente, hubiera adquirido aquella forma de manera natural.
Mitchell se qued pasmado ante aquella maravilla, sin poder objetar nada a la belleza del
lugar.
No somos ms que gente sencilla! dijo Andovar con orgullo y riendo entre dientes.
Soldados del espritu aadi Belexus.
Es inaudito! grit Del cuando recuper el aliento.
Increble convino Reinheiser. Cmo es posible que hayis hecho esto?
No lo hicieron nuestras manos contest Andovar.
Quin, entonces? insisti Reinheiser, impaciente, poco menos que frentico, por saber
qu poder en Aille era capaz de crear algo semejante.
Andovar pareca no saber cmo responder a la cuestin del fsico; intercambi interrogativas
miradas con Belexus, preguntndose qu podan contar a los extranjeros. Los cuatro hombres
advirtieron lo cauteloso que fue Belexus al contestarles.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
81
No lo sabemos afirm; Bellerian se limit a decirnos que se lo haba hecho un amigo.
Bueno, sentaos dijo Andovar, cambiando de tema rpidamente, y gozad del privilegio
de descubrir los poderes de la Sala Esmeralda.
Impacientes por saber ms acerca del maravilloso lugar, los hombres obedecieron al instante.
Mientras se ponan cmodos sobre las elegantes pieles que Belexus haba trado, Andovar se dirigi
al punto medio del puente; una vez estuvo todo el mundo instalado, levant la vista hacia la bola de
cristal, y le habl:
Azul! orden, y al instante la sala se inund de una luz azul que resplandeca por todas
las paredes de cristal.
Rojo! dijo Andovar, y la sala obedeci de nuevo.
Mir a los extranjeros, y sus expresiones asombradas lo urgieron a proseguir su exhibicin.
El agua! mand con orgullosa conviccin, y la habitacin se oscureci; entonces, las
paredes del cauce se iluminaron: la luz bailaba de manera encantadora a travs de la corriente de
agua proyectando cambiantes dibujos de un lado a otro de la sala. De vez en cuando, un destello
plateado delataba la presencia fugaz de un pez de las cavernas.
Oscuro! grit Andovar, y la sala se qued de nuevo a oscuras.
Testimonio de la noche, Andovar pidi Belexus.
Como quieras respondi Andovar.
Se hizo un profundo silencio durante unos instantes; al fin, cuando Andovar se sinti
preparado, alz la vista a travs de la negrura hacia la bola de cristal y pronunci con toda claridad:
Testimonio de la noche!
La sala sigui oscura durante un segundo. Entonces una bola carmes, una perfecta
reproduccin del sol poniente, apareci en la parte baja de la pared opuesta a la puerta y la sala se
ilumin. La bola se hunda rpidamente por detrs de un paisaje virtual y transformaba el rojo
intenso del cielo occidental de la bveda en una hermosa puesta de sol, resaltada por la negra silueta
de una nube solitaria.
El color rojo no tard en disiparse y convertirse en el azul oscuro de la ensoacin
crepuscular; puntos luminosos, estrellas, surgieron en el firmamento, aqu y all, para ofrecer sus
primeras titilaciones. El azul se ennegreci y pronto millones de estrellas brillaron ntidamente. Los
cuatro hombres miraban fijamente sin dar crdito a sus ojos, cuando una enorme luna plateada
emergi de la pared situada detrs de ellos y empez a dibujar su trayectoria por encima de sus
cabezas. Pero tampoco tard en desaparecer por detrs del horizonte de la sala, y gradualmente la
habitacin empez a iluminarse hasta que los primeros rayos del amanecer asomaron desde la pared
situada a la espalda de los asombrados hombres. Esas primeras luces del nuevo da indicaban que la
peticin efectuada por Andovar haba sido satisfecha, y la sala volvi a quedar a oscuras.
Luz orden Andovar para conseguir otra vez una iluminacin normal.
Dios mo, Belexus susurr Del.
Magnfico! exclam Reinheiser. Tengo que conocerlo mejor.
Mi seor se alegrar cuando sepa que os ha gustado dijo Belexus, pero detuvo el alud de
preguntas que iba a formularle Reinheiser con un gesto de la mano. Ahora debis descansar
explic. La noche ha avanzado mucho mientras estbamos entretenidos y Andovar y yo tenemos
cosas que hacer antes del alba.
Cundo regresaris? pregunt Del.
Dentro de dos alboradas; el da despus de la noche de maana respondi Belexus.
Volveremos cuando sea la hora de vuestra partida; hasta entonces, quedaos aqu y descansad.
Encontraris comida en un saco debajo de la mesa que hay en el puente.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Unos peldaos permiten bajar hasta el cauce de agua cuando ste, a travs de la pared,
fluye hacia la sala aadi Andovar, sealando la pared de la derecha; all podris lavaros; y
cerca del tirador el agua es potable.
Disponed de la sala a placer dijo Belexus; pero tened cautela, pues es el poder de
vuestra mente lo que realmente provoca los cambios aadi, con voz grave; y, puesto que soy
amigo vuestro, os voy a hacer una advertencia, y espero que tomis buena nota de mis palabras: los
tomos y los rollos de pergamino slo pueden ser ledos por los ojos de Bellerian. No soportaran la
mirada de nadie ms.
Dicho esto, los montaraces inclinaron la cabeza en seal de despedida y se fueron; los cuatro
hombres oyeron que Belexus cerraba la puerta detrs de l.
Es mejor que cualquier planetario que haya visto antes declar Del con una amplia
sonrisa, fascinado por aquel lugar.
No lo entiendo dijo Mitchell, confuso pero no precisamente encantado. Se pasean con
espadas y sin embargo disponen de tcnica para hacer esto.
Esta sala no tiene nada que ver con la tcnica, capitn afirm Reinheiser.
De veras? le espet Mitchell, sospechando por dnde iban las dudas de Reinheiser;
entonces, cmo funciona?
Ese hombre llamado Andovar lo ha dicho respondi Reinheiser, vacilando como si
estuviera haciendo una concesin a regaadientes. Con magia.
Est usted tan trastornado como los dems retruc el capitn.
Quiz dijo a guisa de desquite Reinheiser, pero me limito a constatar lo que tengo
delante; considere todo lo que nos ha ocurrido continu diciendo en un tono de abierto desafo.
Usted mismo tiene cicatrices de heridas de bala que deberan haberlo matado y, no obstante, est
aqu hablando conmigo. Cmo es posible? Cmo, capitn?
No lo s! grit Mitchell Tal vez estn muy avanzados en medicina o quizs estas
cicatrices no sean reales.
Ilusorias, entonces? replic con aspereza Reinheiser. S, desde luego, toda esa
experiencia podra ser una ilusin. O tal vez un sueo.
S! grit Mitchell, ante aquella revelacin.
No! le grit Reinheiser a la cara. No ve la trampa, capitn? Por qu sera una
ilusin? Quiz lo que era ilusorio eran nuestras vidas antes del Unicornio.
Esto es una mierda.
Por supuesto asinti Reinheiser; y tambin es ridculo creer que este pas, Aielle, es
imaginario. Una imagen que persiste durante das y semanas no es una ilusin, es la realidad; y por
insensato que esto parezca, est ocurriendo realmente.
No me esperaba esto de su parte dijo Del a Reinheiser; quiero decir que al ser usted un
cientfico, consagrado a las leyes y a los clculos precisos, no crea que cupiera en su mundo algo
tan ilgico como todo esto.
Leyes, mediciones... resopl Reinheiser solamente son herramientas; tienen su mbito
de aplicacin, pero son limitadas. No, aqu hay algo ms. Puedo sentirlo. Aqu existe un poder, una
magia en el aire, que las leyes de la ciencia, tal como las entendemos, no pueden explicar.
Bah! exclam Mitchell alzando las manos y alejndose.
Reinheiser sacudi la cabeza, y su subsiguiente sonrisa reflejaba la lstima que senta por el
ignorante capitn.
A pesar de la tensa atmsfera que se haba creado, aquella noche todos durmieron mejor que
nunca desde su llegada a la Antesala de los colonnae.
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83
El da siguiente result difcil para Mitchell. Como estaba tan impaciente por terminar de una
vez con toda aquella historia, convencido de que su fin aportara una explicacin razonable, la
frustracin que le causaba estar sentado y esperar no tard en hacrsele insoportable.
Aquel da para Reinheiser fue cualquier cosa menos aburrido. Se puso a trabajar con
entusiasmo y examin las limitaciones de lo que la sala poda realizar. Aquello lo hubiera ocupado
lo suficiente para satisfacerlo, de no ser por el tormento constante que para su insaciable curiosidad
representaban los pergaminos. No obstante, se mantuvo apartado de ellos, pues crea en la magia de
lo que haba presenciado y, como an no la comprenda, la respetaba lo bastante para hacer caso de
la advertencia de Belexus.
Del y Billy pasaron el da recuperndose de las duras semanas de marcha. Ambos estaban
emocionados y encantados con aquel mundo inslito, a pesar de sus peligros y de sus recientes
prdidas. Especialmente Del. Pero, obligados a aceptar una imposibilidad tras otra, haban
soportado intensas tensiones y ambos necesitaban calmarse. Hablaron con nostlgico cario de los
viejos tiempos y se interrogaban sobre lo que les deparara el futuro, mientras no dejaban de
admirar el espectculo ofrecido por los experimentos de Reinheiser.
Quiz me equivoqu con l dijo Del, al advertir el entusiasmo del fsico mientras
provocaba luces e ilusiones.
No, no lo hiciste contest Billy con rotunda conviccin.
Pero mralo ahora sonri Del; est emocionado con todo esto.
Sus viejas reglas son incompletas. No explican lo que est sucediendo, de modo que est
tratando de encontrar nuevas leyes que puedan hacerlo. Eso es todo.
No lo s arguy Del. La pasada noche expuls su Majestad el Ordenador de su interior
y se emocion profundamente, e incluso defendi este lugar absolutamente imposible frente a
Mitchell. se no es el Reinheiser que conozco.
Profundamente? replic Billy. No, lo interpretaste mal. Se alter un poco, pero jams
perdi el control de sus emociones; encontr un nuevo juguete, una nueva frontera para explorar.
Ocurri exactamente lo mismo en el Unicornio, cuando se imagin que la distorsin temporal nos
llevara a encontrar una sociedad avanzada. No hay nada malo en ser curioso o en querer aprender,
pero Reinheiser tiene una necesidad autodestructiva de saberlo absolutamente todo sobre todas las
cosas.
Vale, es probable que tengas razn suspir Del. Slo pens que tal vez habra alguna
esperanza para l.
Creme, colega dijo Billy; esa serpiente tiene la sangre tan fra como siempre.
Aquel da no recibieron ninguna visita. Pero por la noche, mientras dorman, lleg Bellerian y
despert a Del. Le hizo seas para que no hiciera ruido y lo condujo por el tnel iluminado por
antorchas.
Mi hijo me ha asegurado que puedo confiar en ti dijo Bellerian una vez hubieron cerrado
la puerta con cuidado.
Puedes respondi Del, intrigado, mientras esperaba que Bellerian le preguntase algo
sobre l.
Aunque el joven saba pocas cosas de los montaraces y de sus costumbres, y no comprenda
su dedicacin al desconocido deber que Andovar haba mencionado, Del se daba cuenta de que
aquellos hombres eran honorables. Y al advertir en ellos cualidades de hroes orgullosos y con
principios, que tan desesperadamente necesitaba su mundo calculador y desprovisto de misterios,
estaba ansioso por mostrarse merecedor de su compaa y de su respeto.
Debo mi vida a los montaraces aadi Del; no os traicionar.
Me alegra orlo dijo Bellerian; en ese caso, te voy a pedir un pequeo favor.
No tienes ms que pedirlo.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
84
Toma esto le indic Bellerian, mientras le entregaba un hueso cilndrico con ambos
extremos tapados con corchos. Tan pronto como llegues al reino de Illuma, busca al Mago de la
Plata y dale esto. Dile que te lo he dado yo, y tambin que es de parte de nuestro amigo del bosque.
Mago? pregunt Del Quieres decir que se trata de un hechicero?
Claro; desde luego, Rudy Glendower es un extraordinario hechicero.
Vaya! exclam Del silbando de emocin ante la perspectiva de conocer a un hombre
semejante. Ese mundo era cada vez ms fantstico. Qu aspecto tendra un hechicero?, se
preguntaba. Qu clase de poderes poda convocar ese Rudy Glendower, si es que poda hacerlo?
Entonces, se acord del entorno ms inmediato y mir al venerable hombre de frrea voluntad que
tena delante con una expresin asombrada e interrogante.
Bellerian interpret perfectamente la expresin de Del y sonri.
No, amigo mo, no soy ningn brujo, sino slo un hombre mortal como t mismo. Slo
cuatro hechiceros realizan encantamientos en Aielle.
Ah, claro, los Cuatro que los colonnae adiestraron dijo Del, al acordarse del relato de
Calae; la inclinacin de cabeza de Bellerian confirm la suposicin de Del, que, an ms
emocionado, hizo una pregunta ms: Dime cmo puedo encontrar a ese hombre.
No deberas tener problemas para hallarlo repuso Bellerian, pues Glendower es el
nico en todo Illuma por cuyas venas circula sangre pura segn los humanos. Y a menos que los
hbitos de los nios danzantes hayan cambiado, Ardaz, pues as lo llaman, anda siempre de un lado
para otro.
No ensees a nadie esto prosigui Bellerian con toda seriedad, mientras sealaba la cajita
de hueso. Y si por casualidad alguien lo viera, dile que lo encontraste al borde de un camino.
Guarda nuestro secreto.
Del asegur al lord de los montaraces que ejecutara aquel encargo. Mientras Bellerian se
volva para irse, Del le llam.
Has confiado en m y quiero agradecrtelo le explic. Analizaba la menor reaccin de
Bellerian esperando acertar con las palabras adecuadas:
Puedes confiar en m un poco ms? Puedes hacerme un favor?
Bellerian asinti cautelosamente.
Quiero saber algo sobre la sala indic Del. Es obra de la magia de uno de los Cuatro?
La cre el Mago de la Plata?
Bellerian vacil un momento, pero luego inclin la cabeza para asentir, ya que, habiendo
pedido un favor a Del en nombre de la amistad y de la confianza mutua, ahora no tena otra
alternativa que corresponder de la misma manera.
Ciertamente lleva la firma de Ardaz dijo. Pero en verdad, se debe, sobre todo, a los
encantamientos de otro; no te puedo decir ms.
Comprendo dijo Del satisfecho. Y gracias por decirme todo lo que me has dicho.
Ahora vete y descansa indic Bellerian; maana partiris.
Del se reuni con sus dormidos compaeros y no tard en sumergirse en un sueo repleto de
hroes, magias, esgrimas y rescates de feroces fauces de malvados dragones. Pero de repente una
imagen lo atrap y domin el curso de sus pensamientos con incesante inquietud.
Un ojo lo estaba observando.
Un gran ojo verde vigilaba sus menores movimientos y penetraba en su interior para escrutar
los pensamientos y los sentimientos que guardaba en el corazn.
Al fin, el ojo lo liber de su acoso y Del so que flotaba en el aire. Suba ms arriba de los
rboles y de las nubes, ms y ms, hasta alcanzar millones de estrellas, estrellas que le hablaban con
sus luces centelleantes, le mostraban efmeros destellos de maravillosos secretos y poderes, e
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
85
iluminaban los lmites de su conciencia, atormentndolo con inimaginables conocimientos cuyos
cdigos fugaces no poda descifrar.
Entonces, bruscamente, se encontr de nuevo en la Sala Esmeralda, an ingrvido y flotando
junto a la bola de cristal que penda por encima del puente. El ojo estaba dentro de la bola!
Se despert en la oscuridad; los dems respiraban profundamente y todo era normal. Mir por
encima del puente y crey ver un parpadeo verde antes de que todo se oscureciera.
Del no durmi el resto de la noche. No tena miedo, slo curiosidad. Algo lo estaba llamando,
y anhelaba saber qu, o quin, era.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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12
La hechicera del bosque
Al da siguiente por la maana, Reinheiser prepar una pequea sorpresa a sus compaeros.
Haba aprendido muchas cosas acerca del manejo de los poderes de la Sala Esmeralda, incluso la
capacidad de hacer coincidir su magia con acontecimientos del mundo exterior. Del, Billy y
Mitchell se despertaron llenos de confusin a causa de la ilusoria luz de una salida del sol en el
interior de la sala en el mismo momento en que en el exterior alboreaba. Apenas tuvieron tiempo de
estirar los miembros para desentumecer los msculos dormidos y de volverse a orientar en aquel
ambiente antes de que Andovar abriera la puerta.
Venid dijo; hace un hermoso da, y Avalon nos espera.
Y cuando los hombres salieron de la casa de Bellerian, vieron que Andovar no exageraba: era
un da realmente magnfico, agradablemente fresco y con una deliciosa brisa primaveral que
transportaba las fragancias de la vida que empezaba a brotar. Hinchadas bolas de nubes blancas
flotaban aqu y all en un cielo azul intenso y el sol resplandeca como si tambin se alegrara de que
los ltimos vestigios del invierno hubieran quedado atrs.
Preparaos vosotros mismos el desayuno dijo Andovar. Tenemos tiempo; Belexus ha
ido a explorar el camino que tenemos que tomar y no regresar hasta dentro de un rato; adems
tengo que reparar una muesca de mi espada.
Del desenvain su propia espada.
Crees realmente que las necesitaremos?
Supongo que no respondi Andovar; la gente malvada no acecha en las tierras de
Avalon, pero el sol alcanzar el punto ms alto por encima de nuestras cabezas antes de que veamos
sus ramas benditas. El camino est siempre lleno de peligros en las tierras salvajes del norte
aadi; la expresin de Del oscilaba entre la emocin y la turbacin. No os preocupis, amigos
mos acab por decir Andovar para animarlos, pues hoy viajaris junto al ms temible guerrero
de esta poca.
Vaya modestia refunfu Mitchell, cuyo sarcasmo no haba disminuido tras una buena
noche de descanso.
No hablo de m mismo replic con frialdad Andovar; era un hombre orgulloso, curtido
en mil batallas, y no se tom a la ligera el insulto del extranjero. Mir duramente al capitn, sin
pestaear, y prosigui con voz grave y severa; soy bueno con la espada, al igual que todos los
montaraces, pero las hazaas de Belexus son nicas.
Mitchell no hizo caso de las palabras ni de la mirada, y se comport como si Andovar ni
siquiera existiera.
Con el dragn provisto de ltigos que mat para salvar vuestras vidas, Belexus ya lleva en
su haber quince dijo Andovar a Billy y Del; y todava es joven. El gran Bellerian no mat ms
que doce en sus aos de lucha, y esas bestias abundaban por aquel entonces. Y Belexus en una
ocasin envi un dragn al otro mundo. Para la fuerza de los hombres mortales, un dragn pequeo,
y no digamos ya uno grande, es un enemigo imbatible.
Pero no para Belexus explic Andovar; su sonrisa de admiracin no estaba contaminada
por la envidia. Por lo que he visto con mis propios ojos, incluso el mayor de la especie de los
dragones podra ser derrotado por la enrgica espada de Belexus Backavar, hijo de Bellerian y
prncipe de los montaraces de Avalon.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Backavar? pregunt Del.
Brazo de hierro, en tu lengua explic Andovar. Es un nombre que se gan al
principio de sus hazaas. No miento al decirte, mis ojos lo vieron, que es un guerrero ms temible
que el propio Arien Silverleaf.
Las miradas de los hombres indicaron a Andovar que el nombre no les deca nada.
Arien Silverleafrepiti el montaraz con respeto. Lo conoceris dentro de poco, pues es
el jefe de Illuma, un sabio, un gran hombre. Pero basta ya de preguntas. Tenemos mucho que hacer
y no nos sobra tiempo!
Belexus no tard en regresar y, una vez ms, de forma inesperada, los cuatro extranjeros se
quedaron estupefactos. Estaban en una pradera protegida por un anillo de enormes rocas que
parecan puestas adrede para mantener oculto el lugar. Andovar y otro montaraz se afanaban por all
cerca; estaban seleccionando caballos para el viaje y los hombres se alegraron de que aquella vez no
tuvieran que desplazarse a pie. De repente los caballos empezaron a relinchar y a pisotear el suelo
con los cascos.
Del se apart de un salto del caballo que estaba cepillando.
Lord Calamus se acerca dijo Andovar en respuesta a su muda pregunta.
Quin?
El montaraz seal hacia la parte este del cielo.
Calamus repiti con solemnidad el alado lord de los caballos.
Los hombres se volvieron para examinar el cielo protegindose la vista del resplandor
deslumbrante de la primera hora de la maana. Tan pronto como fueron capaces de ver, se quedaron
boquiabiertos, pues, por debajo de la encendida esfera del ascendente sol, avanzaba la inequvoca e
increble silueta de un caballo alado con un jinete.
Pegaso musit Reinheiser.
Puede ser suspir Mitchell. Se qued perplejo. Todo lo que hasta entonces haba
ocurrido (los garras, los colonnae, la Sala Esmeralda, incluso el dragn provisto de ltigos) poda
explicarlo racionalmente como una ilusin o como alguna invencin tcnica. Pero slo faltaba
aquello! Pegaso! No haba explicacin posible. El animal que se acercaba no era ningn artilugio
mecnico ni un truco de maquillaje. El capitn respiraba fatigosamente y tuvo que hacer un
esfuerzo para mantener la calma, obligado ya a aceptar que aquella aventura en su conjunto no era
simplemente un juego. Incluso en medio de la locura y de la muerte, Mitchell haba mantenido la
esperanza de que se tratara de alguna compleja intriga.
No obstante, la realidad era terca. La creciente evidencia haba relegado ms y ms aquella
conviccin de Mitchell, y ahora aquel caballo volador haba acabado por expulsarla de su mente, y
con ella se haba llevado tambin todas sus esperanzas de regresar a un entorno ms controlado,
ms organizado y ms familiar.
Pocos instantes despus, el majestuoso corcel aterriz en el pequeo montculo y Belexus
salt de su lomo. El animal era de un blanco pursimo; su espesa crin plateada reluca a la luz del
sol y sus sugestivos ojos, negros como el carbn, centelleaban de orgullo y viveza revelando una
inteligencia que trascenda su condicin equina.
Dnde lo conseguiste? pregunt Del, temblando de emocin.
Belexus lo gan contest Andovar. Es un botn obtenido en la guarida del dragn.
Lo gan? repiti Belexus con incredulidad No, Calamus no puede ser ganado!
Palme el musculoso cuello del temible corcel y cruz su mirada con los expresivos ojos del
animal, como si le dirigiera sus palabras. Calamus no puede ser ganado repiti, pues nadie
puede poseerlo: l es su nico amo. Ay de aquel que tratara de ponerle unos arreos!
El caballo solt un bufido para expresar su acuerdo y golpe con fuerza el suelo con una pata
delantera.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Belexus se dirigi de nuevo a los hombres con una juvenil sonrisa de oreja a oreja.
Pero ha llegado el momento de partir proclam: una carretera despejada y un sol
ascendiente. A Illuma!
Del, maravillado ante el entusiasmo del montaraz, le envidi aquella sonrisa, pues brillaba
inmaculada como una pura alegra nacida simple y nicamente de la gloria de la naturaleza, un
entusiasmo engendrado por la mera emocin de la vida. Del se preguntaba si alguna vez podra
sonrer de aquel modo.
Illuma! repiti Andovar con la misma inocente sonrisa, y as empez la etapa final de su
expedicin hacia el este.
Primero se dirigieron en direccin sudeste, separndose an ms del gran precipicio.
Para protegernos de las miradas vigilantes de los que andan al acecho en las montaas del
norte explic despus Belexus.
No tardaron en doblar hacia el este. El terreno suba ligeramente mientras avanzaban hacia las
Montaas de Cristal; el sendero era rocoso y desprovisto de vegetacin salvo por algunos arbustos y
matorrales; pero hacia el sur la pendiente se haca ms pronunciada y a lo lejos se divisaban vastas
praderas. Numerosas colinas ondulaban perezosamente el paisaje como olas de un gran ocano
verde e interminable, hasta donde les alcanzaba la vista, y entre ellas serpenteaba un reptil azul
plateado: el gran ro Sin Final.
Entonces el sendero se fue haciendo llano y el repiqueteo de los cascos en la piedra fue
sustituido por un suave ruido sordo a medida que el camino dejaba de ser rocoso y se transformaba
en tierra blanda. Todava se elevaban por doquier abundantes y dentadas rocas, pero a cada paso
que daban se iban internando en un terreno ms acogedor. Pastos y rboles se iban haciendo ms
frecuentes, y, entonces, casi inesperadamente llegaron al borde de un impresionante bosque.
Enormes robles, altos y orgullosos, se agolpaban apretujados frente a ellos y describan una larga
lnea que descenda hasta encontrarse con la verde llanura. Belexus al verlo aceler la marcha y
poco despus de medioda los viajeros desmontaron y comieron a las sombras de Avalon.
Del hablaba casi siempre con Belexus y no cesaba de reiterarle su agradecimiento ms sincero
por haberlos rescatado del peligroso pantano.
Belexus, un hombre humilde, no deca gran cosa, pareca sentirse ms bien incmodo al
hablar de aquel asunto.
Matar al monstruo fue una hazaa para la que se requera enorme fortaleza coment Del.
Al otro lado del camino, Mitchell daba buena cuenta de su torta.
Un dragn provisto de ltigos es sin duda un temible enemigo convino el montaraz;
pero ms que una prueba de fortaleza lo es de coraje, ya que hay que lanzarse corriendo al ataque
sin vacilar. Si le dejas utilizar los ltigos, puedes darte por vencido; pero si consigues acercarte lo
suficiente para que no pueda golpearte con ellos, la bestia es tuya.
Y claro, es inmensamente ms fcil si el maldito ser est previamente ocupado con otras
cinco personas coment secamente el capitn.
En verdad te digo replic Belexus con una sonrisa condescendiente que es ms fcil
cuando la bestia est tranquila y no lista para atacar.
Como Del se dio cuenta de que Mitchell estaba tratando de crear problemas y que insistira en
aquel punto, grit:
Es hora de irse! Y se levant de un salto.
Vale asinti Belexus mientras segua sonriendo al capitn. Es ms tarde de la hora
prevista, en mi opinin.
Mientras realizaban los preparativos para reanudar la marcha, Belexus se llev a Del a un
lado.
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Amigo mo dijo, si alguna vez tienes que entrar en combate, acurdate de esas
palabras: la mayor ventaja de un verdadero guerrero no es la fuerza ni la rapidez sino el valor; el
valor hace que mantengas la cabeza clara y as puedas tener presente tus cualidades y percibir los
puntos flacos de tu enemigo.
Jams olvidar esa advertencia asegur Del mientras montaba a caballo. Y de hecho la
record, y hacerlo le report no poco provecho en el futuro.
Atravesaban Avalon a paso lento; no necesitaban o no queran ir aprisa en aquel bosque
esplndido. Los rboles eran altos y rectos, y proporcionaban una tupida cubierta vegetal, pero a
diferencia de Nigrolago, el bosque de Avalon no era un lugar siniestro. Se podan seguir muchos
caminos llanos y despejados, y la luz del sol se filtraba por todas partes, filtrndose entre las ramas
cargadas de hojas, calentando la tierra y salpicando de juguetonas sombras el suelo a lo largo de los
senderos. Y, oh, los colores! Flores silvestres de tonos blancos, rojos, violeta, dorados y otros de
inimaginables matices se agrupaban a cada recodo e inundaban el aire con sus ricos aromas.
Y la hierba era muy espesa, de un verde intenso, de una pureza primitiva, como si fuera la
original concepcin de ese color. Todos los verdes del mundo de Del parecan burdas imitaciones.
Era un lugar para poetas y amantes, un sueo sin mcula de colores y perfumes que
transportaba los sentidos a nuevos niveles de percepcin. Y era un lugar limpio; no haba malvados
merodeadores acechando detrs de los rboles. Por el solo hecho de estar all, Del sinti que
comprenda mejor a los montaraces. Nutrido con los frutos de esa perfeccin, un hombre tena que
ser necesariamente fuerte y sincero. Se senta abrumado ante aquel bosque. Observ que Billy
tambin se senta de forma semejante, pero pareca que Reinheiser tena otras cosas en la cabeza y
apenas se daba cuenta de lo que le rodeaba, y que Mitchell segua empecinado en su enfado y
tambin en sus envidias.
La fauna era abundante. Conejos, ardillas e incluso, de vez en cuando, un ciervo o un jabal
lanzaban curiosas miradas al paso de la expedicin, e incontables pjaros graznaban y parloteaban
en las ramas como chismosas viejecitas difundiendo la noticia de que haba extranjeros en el
bosque. Un animal en particular llam la atencin de Del: una gran ardilla que saltaba entre las
ramas y que pareca seguir a la expedicin. Del tuvo la rara sensacin de que se trataba de la misma
ardilla que haba visto en Nigrolago y empez a sentir curiosidad por el animal.
Se acerc a Belexus al trote.
Esa ardilla nos est siguiendo.
Mitchell se les acerc y lade la cabeza en direccin a ellos para escuchar mejor.
Ni la menciones susurr Belexus. No le hagas caso.
Pero es la misma ardilla que vi en el pantano insisti Del, en el mismo prudente tono de
voz del guerrero.
Y yo ya me he hartado de ella! anunci Mitchell en voz alta.
Del emiti un gruido, pues ya haba observado antes esa actitud en el capitn y comprendi
los motivos que le movan a adoptarla. Como se haba dado cuenta de la veneracin que los
montaraces sentan por Avalon y sus habitantes, el capitn ahora tena la oportunidad de descargar
su profunda frustracin con una verdadera ofensa a Belexus y Andovar.
Mitchell descabalg y cogi una piedra.
Dnde te has metido? grit hacia los rboles.
Como si le contestara, la ardilla salt a una rama muy visible y lade la cabeza en actitud
curiosa.
Mitchell sonri perversamente.
Ya eres ma gru, y alz el brazo para lanzar la piedra.
No! grit Del rebelndose instintivamente contra semejante accin. Brinc desde su
montura y choc con Mitchell en el preciso momento en que el brazo del capitn se proyectaba
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
90
hacia adelante; la piedra se desvi del objetivo. Mitchell, enfurecido, no tard en recuperar el
equilibrio; intent golpear a Del, pero Belexus y Andovar se interpusieron.
Por los colonnae! rugi Belexus En verdad te digo que eres un estpido por haber
hecho algo semejante! Avalon abre los brazos generosamente a sus amigos...
Se detuvo al ver que Mitchell responda a su intervencin con una mirada de abierto desafo.
Cuntas ganas tena el montaraz de aceptarlo! Pero, dndose cuenta de que se haba comprometido
a actuar de otra manera, Belexus opt por una advertencia que son como una inequvoca amenaza.
Avalon da la bienvenida a sus amigos, Mitchell; pero, recuerda estas palabras, destruye a
sus enemigos!
Como un solo hombre todos se volvieron hacia la ardilla. Permaneci sentada e inmvil en la
rama durante unos instantes como si se hiciera cargo de lo ocurrido, y se alej de un brinco y
desapareci entre las sombras de los rboles.
Por lo menos esa rata nauseabunda se ha marchado ri Mitchell.
Trgate tus palabras! grit Andovar; su ira pudo ms que su sensatez y, con una rapidez
que los hombres antiguos no consiguieron seguir, la espada del montaraz sali de la vaina y su
punta se apoy en la garganta de Mitchell. O defiende tu sucia boca con tu vida!
Detente, Andovar le orden Belexus con serenidad. De acuerdo con las Profecas y
con nuestra investigacin, no tenemos derecho a hacer esto.
Andovar reflexion unos momentos sopesando las consecuencias; refunfuando, envain la
espada pero continu mirando al capitn con ferocidad.
Has obligado a huir a un animal dijo Belexus; pero los ojos del bosque no son pocos, y
sin duda estarn vigilando an ms estrechamente.
Mitchell trataba en vano de disimular el terror que le haba invadido al ver con qu facilidad
Andovar poda haberlo matado. Hizo caso omiso de la imponente mirada que Belexus clav en l y
se volvi hacia Del, un enemigo menos intimidante.
Me acordar de esto, DelGiudice gru, amenazador.
Oh, yo tambin replic speramente Del en el mismo tono. Me acordar de todo.
Mitchell solt un enojado bufido, sorprendido por la actitud desafiante que de nuevo adoptaba
Del ante l, y se dirigi hacia su caballo. Pero la yegua no dej que se le acercara y las dems
monturas tambin se apartaron de l.
Son bestias de Avalon explic Andovar con una risita de satisfaccin; tendrs que
seguir a pie.
Eso justamente hizo Mitchell. Ech a andar con la cabeza erguida en una clara muestra de
orgulloso desafo al bosque y en todo el da no volvi a abrir la boca.
Todos avanzaron en silencio durante la tarde y Del no tard en sentirse feliz de nuevo ante la
absoluta belleza y la salubridad del bosque.
Era tal el poder de Avalon para elevar la sensibilidad de los buenos observadores que permita
advertir una armona que trascenda la normalidad y adquira poco menos que proporciones
mgicas. El bosque posea una doble belleza, simple y profunda: simple en las danzas de los
animales en el suelo o en los rboles, en el constante fluir de canciones de los innumerables pjaros,
en la manera de levantar sus diminutas testas que un grupo de flores silvestres adoptaba en busca de
la luz del sol que se filtraba a travs de las ramas de los encumbrados robles. Pero haba adems
algo ms profundo, la belleza ntima de Avalon, que abrumaba a Del: la constatacin de que cada
uno de los seres vivos que viva y se desarrollaba all perteneca a un sistema que era delicado y a la
vez resistente, y de forma tan completa y equilibrada que reflejaba el perfecto orden del proyecto
universal.
Senta todo eso en lo ms hondo del corazn y quera desesperadamente formar parte de aquel
conjunto.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
91
Acamparon en una pequea caada mientras, a sus espaldas, el sol tea el cielo de rosa. Las
cimas de varias de las montaas ms cercanas eran perfectamente visibles, y una vez ms el grupo
pudo gozar del centelleante espectculo de los ros de mica de las Montaas de Cristal.
Al echarse encima la fra oscuridad, las estrellas se volvieron brillantes y ntidas; pero no
tardaron en debilitarse cuando la cara plateada de la luna llena asom por el este sobre los valles
encerrados entre las montaas. El aire se volvi muy fresco, pero no desagradable, pues se levant
un suave viento del sur.
Algo en aquel incipiente anochecer result familiar a los sentidos muy sensibilizados de Del.
Tal vez me equivoque se dijo con expresin perpleja, pero creo que se trata de la
misma noche que vimos en la sala de Bellerian.
Desde luego, parece la misma asinti Reinheiser, y tambin l tena una expresin de
perplejidad.
Es la misma dijo Del.
Podra muy bien serlo afirm Andovar. Entre los poderes mgicos de la Sala
Esmeralda figura la posibilidad de haber previsto esta noche.
En ese caso ser, sin duda muy hermosa aadi Belexus; pero no podremos
contemplarla, pues el camino que todava os queda es muy largo y an lo sera ms si estuvierais
cansados. Ahora ha llegado el momento de acostarse.
Arrullados por el murmullo de las hojas y por la melanclica cancin del viento, obedecieron
casi al instante, salvo Andovar, que se qued vigilando, y Del. Aunque el joven se senta
ciertamente cmodo en aquel bosque encantador, no tena sueo en absoluto. Cuando se instalaron
para pasar la noche, la cajita de hueso que Bellerian le haba dado atrajo su atencin y espole sin
cesar su curiosidad. Era consciente de que deba resistir la tentacin, pero con todas aquellas
maravillas que sucedan en torno a l no poda.
Al fin, desisti de sus intentos de dormir y se dirigi hacia donde Andovar estaba
pacientemente sentado. Del no pudo evitar una risita burlona mientras se acercaba, pues, como
sospechaba, los ojos del montaraz no vigilaban un posible peligro proveniente del bosque, sino que
estaban clavados en el capitn Mitchell.
No estoy cansado explic Del cuando lleg junto a la pequea fogata. Si quieres,
puedo hacer guardia para relevarte.
No, la guardia es cosa ma respondi Andovar; las agradables noches de Avalon me
gustan tanto que ni siquiera siento la fatiga de la cabalgada; pero me alegrar si quieres
acompaarme aadi, y le hizo una amistosa seal invitndolo a sentarse.
Yo tambin me alegro dijo Del devolvindole la clida mirada que el montaraz le haba
brindado. Pero antes, si todo est en orden, me gustara dar un paseo. Los bosques no me dan
miedo; tengo la impresin de que me llaman; y la luna est resplandeciente.
Tienes madera para ser un buen montaraz ri Andovar, mientras examinaba la cara de
Del. Amigo mo, hay un centelleo en tus ojos que ya he observado antes. O sea que la has visto,
no es as? La magia del bosque.
La habilidad de Andovar para ver en su interior turb a Del, que se ruboriz.
Vale prosigui el montaraz, la magia te ha mostrado la belleza y la salubridad de este
lugar, la fuerza de los rboles y la riqueza de la tierra donde arraigan. Te ha hecho sentir un hombre
afortunado. Vete a dar el paseo y disfruta del bosque; pero no te alejes demasiado; un hombre puede
perderse incluso en un bosque acogedor agreg Andovar, y cuando Del se dispuso a irse le
advirti: No pierdas la fogata de vista!
Del sonri, tranquilizado por el tono sereno y amistoso del montaraz. Por supuesto, no perdi
de vista la fogata, aunque se alej bastante, y no tard en encontrar un claro en el bosque tan bien
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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iluminado por la luna que permita leer. Sac la cajita de hueso de debajo de su capa; tena los ojos
desmesuradamente abiertos y las manos empapadas de sudor.
No deberas hacerlo, le gritaba la conciencia.
Pero su conciencia no era suficiente rival para su curiosidad.
Bellerian no dijo que yo no pudiera mirarlo, se dijo tratando de justificarse; y antes de que la
conciencia pudiera argumentar contra tal razonamiento, sac el tapn y extrajo un rollo. Temblaba
como una hoja mientras desenrollaba lentamente el pergamino.
Lo primero que Del advirti fueron esbozos de un hombre en distintas posturas.
Debe de tratarse de una invocacin mgica susurr lleno de contento, pues era lo que
haba esperado encontrar.
Pero su emocin se convirti en frustracin cuando vio los signos mgicos. Era escritura de
hechiceros, naturalmente; y, por mucho que lo intent, Del no pudo encontrarle el menor sentido.
La analiz unos instantes ms, confiando en que la propia magia de los signos recompensara su
perseverancia. No ocurri nada y, despus de un profundo suspiro, guard el rollo y regres al
campamento.
Pero entonces oy la msica.
Flotaba en el viento, entre los rboles; eran las campanadas ms ntidas que jams haban
sonado, la msica ms dulce que jams haba odo. Se apoder del corazn de Del y lo arrastr de
forma incontrolable al interior de una esfera de notas alejndolo del campamento hasta perder de
vista la fogata. Pero el joven no se preocup, pues lo nico que le importaba era seguir la evolucin
de aquella armona.
Lleg a una hilera de pinos en un pequeo terrapln. El cantante no; se dio cuenta de que
haba ms de un cantante ahora estaba cerca, quiz justo sobre el montculo. Trep a rastras hasta
la parte superior; con suma cautela, atisbo desde uno de los rboles y descubri que se encontraba al
borde de un amplio campo cubierto de una esplndida hierba y limitado por hileras de pinos por los
cuatro costados. Aqu y all crecan grupos de flores silvestres y daban al paisaje un aire
sobrenatural, unas pinceladas surrealistas de colores matizados bajo la luz plateada de la luna.
Pero Del apenas se dio cuenta del campo, ya que su mirada estaba clavada en el origen de la
cancin de Avalon, una mujer de inolvidable hermosura que danzaba despreocupadamente a la luz
de la luna y daba espectaculares saltos en el aire; despus, bajaba suavemente, como una hoja
otoal mecida por la corriente de una brisa invisible. Llevaba un holgado vestido negro con muchos
velos de sutil gasa que revoloteaban a cada giro y se levantaban a cada salto, de tal modo que su
esbelta figura adquira un aspecto fantasmal; y al perder altura despus del ltimo salto, durante el
cual cruz repetidamente las piernas, un velo de seda qued flotndole detrs, como un contrapunto
oscuro que acentu su misteriosa esencia. Su piel brillaba con la suavidad de la porcelana, y los
espesos cabellos que le flotaban en torno a los hombros formaban una melena dorada de un tono tan
bello que incluso a la plida luz de la luna no disminua su esplendorosa hermosura. Los ojos verdes
le brillaban con destellos capaces de penetrar la noche ms oscura.
Aunque sus movimientos bien marcados y cargados de intencin eran como los de una gil
bailarina, danzaba de una manera menos rgida y precisa, ms acorde con el flujo natural de su
espritu. Del senta gozo de aquel espritu. Perciba la hierba del atardecer, fresca y hmeda bajo los
pies desnudos de la mujer. Y sinti el movimiento del aire mientras ella se alzaba en otro gran salto
elevndose por un rayo de luna para despus, flotando delicada y suavemente, regresar al terrenal
reino de los simples mortales.
Del segua mirando extasiado mientras el tiempo pasaba y la mujer, incansable, continuaba su
danza. Sbitamente dej de bailar y se qued mirando hacia l con los ojos muy abiertos por la
sorpresa.
Del concluy que era imposible que, a aquella distancia y con una luz tan mortecina, pudiera
verlo. Pero, al margen de toda lgica, saba que ella haba percibido su presencia y que poda verlo.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
93
Cautelosamente, la mujer cruz el prado en direccin a Del y se detuvo a una docena de
metros de distancia. Se inclin para verlo mejor y se ech hacia atrs el espeso cabello que le caa
sobre la cara; Del vio un centelleo verde en su frente, aunque no pudo distinguir su origen.
Se preguntaba si tena que echar a correr o simplemente quedarse all y presentarse a la mujer.
Pero cualquier alternativa que pudiera plantearse devino algo totalmente irrelevante, ya que
experimentaba una combinacin de respeto y de otra cosa, que sin duda era temor, hacia la
misteriosa mujer que estaba ante l, junto con una profunda pasin, algo maravillosamente inslito;
y todo ello lo dejaba clavado en el suelo y le inmovilizaba la lengua.
La mujer inspeccion la zona en torno a Del durante unos segundos; entonces pareci
tranquilizarse, aparentemente satisfecha de que estuviera solo. Su mirada result an ms
penetrante. Del se sinti desnudo ante aquellos ojos verdes, convencido de que la muchacha poda
leer hasta los rincones ms recnditos de su alma. Pero, cuando ms incmodo se encontraba, ella
pareci advertirlo y ces de examinarlo para contemplarlo con aire de disculpa.
Del anhelaba conocer a aquella mujer que era tan perspicaz y tan sensible a sus sentimientos.
Intua que tenan espritus afines y deseaba fervientemente que ella compartiera esa sensacin.
Como en respuesta a sus silenciosas esperanzas, la mujer baj los ojos y le brind una candorosa
sonrisa; con una repentina explosin de energa, como un chiquillo que se desembaraza de su
turbacin, empez a dar vueltas y su figura se hizo borrosa a causa del revoloteo de los velos del
vestido. Gir sobre s misma una y otra vez, ms y ms vertiginosamente. Luego aprovech uno de
los giros para encaramarse a un rayo de luna y desvanecerse sin ms en el aire del atardecer.
Del se levant de un salto; la tensin emocional que lo embargaba se desgarr de pronto. Y se
qued aturdido, ofuscado por la imagen de una mujer que hubiera querido conservar hasta el fin de
sus das.
Cuando se le aclar la mente, cuando hubo explorado la zona y llegado al convencimiento de
que la mujer se haba ido, Del se dio cuenta de que no saba dnde se encontraba. Tena una ligera
idea de hacia dnde se hallaba el campamento, por lo que se dispuso a retroceder, atento a cualquier
caracterstica del entorno que pudiera refrescarle la memoria y guiarlo por el buen camino. Pero
siempre que crea que estaba avanzando y esperaba a cada paso que la fogata apareciera ante su
vista, la imagen de la mujer surga de nuevo ante l y lo dejaba completamente aturdido; no tard en
vagar sin rumbo en la oscuridad.
Los minutos pasaron a ser horas mientras Del segua deambulando. Afortunadamente, sus
azarosos pasos describan circunferencias, con lo cual no se alej demasiado en ninguna direccin,
y bajo el azul oscuro del cielo, antes del amanecer, Andovar y Belexus consiguieron dar con l.
DelGiudice? grit Andovar. No oas cmo te llambamos?
Del mir en torno instintivamente al or aquellos sonidos, pero sus ojos apenas abiertos no se
percataron de las figuras de los dos hombres que estaban junto a l. Reanud su confuso deambular,
pero Belexus se plant ante l y le impidi el paso sujetndolo por los hombros con sus brazos
extendidos. Poco menos que dormido de pie e indiferente a lo que estaba sucediendo, Del no
ofreci ninguna resistencia.
Qu le debe ocurrir a este joven? pregunt Andovar.
Me temo que ha sido hechizado respondi Belexus. Cogi a Del por la barbilla y le ech
la cabeza hacia atrs para inspeccionarle los ojos. Luego agit la mano ante su cara, pero el joven,
pasmado, no reaccion.
Sus ojos estn mirando hacia otro lugar.
DelGiudice dijo Belexus sacudindolo con delicadeza.
De acuerdo dijo de forma poco clara Del, ella no quiere herirme.
Los asombrados montaraces se miraron el uno al otro con los ojos desorbitados.
La Seora! susurr Andovar, casi sin aliento. Podra ser, no es as?
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Belexus, incmodo, se encogi de hombros y se volvi de nuevo hacia Del.
DelGiudice! grit mientras examinaba la vidriosa mirada del joven con renovada
preocupacin y lo sacuda con energa.
El primer dedo del alba se abra paso entre los rboles, cuando los ojos de Del se desvelaron,
liberados de su trance por las primeras luces del amanecer.
Belexus dijo sorprendido, cuando vio el rostro preocupado del montaraz a pocos
centmetros del suyo. Ya es hora de irse?
Andovar se dispona a decir algo, pero Belexus lo contuvo con un ademn.
Has dormido bien? le pregunt el montaraz.
De maravilla respondi Del; quin no dormira bien en un lugar como ste?
aadi; pero entonces frunci el ceo, confundido, mientras ciertas imgenes revoloteaban por la
frontera de su conciencia. Tuve un sueo muy extrao..., creo coment; nuevas y efmeras
visiones de la bailarina surgieron en lo ms recndito de su mente, al margen del control de su
conciencia.
Por mucho que lo intent no pudo atraparlas.
No puedo acordarme explic con un encogimiento de hombros que expresaba su
frustracin.
De nuevo los dos montaraces se miraron.
Dnde estn los dems? pregunt Del, ms confuso an al mirar en torno y constatar
que el paraje no le resultaba conocido. Y los caballos?
Belexus seal hacia el campamento.
Del decidi que ya insistira ms adelante; aquellas pequeas anomalas apenas le parecieron
importantes, pues en aquel momento senta una necesidad mucho ms imperiosa.
En ese caso, vaymonos exclam, mientras se pona en marcha; me estoy muriendo de
hambre.
Por los colonnae, Belexus, la ha visto dijo Andovar en voz baja.
En ese caso, no hay duda de que una luz bendita brilla sobre l respondi Belexus. En
verdad es un hombre afortunado.
Los dems estaban despiertos cuando los tres hombres regresaron al campamento; Billy
Shank y Reinheiser estaban preparando el desayuno, mientras Mitchell, a cierta distancia,
continuaba malhumorado junto a un rbol. De nuevo, Del se pregunt por qu razn no se haba
despertado en el campamento. Sin embargo, no se preocup demasiado por ello, por lo menos
mientras su estmago an estaba vaco.
Comieron un abundante desayuno, y pronto reanudaron el camino. Las imgenes de la noche
anterior revoloteaban por la cabeza de Del, insidiosamente prximas pero inalcanzables.
Cabalgaron cmodamente por un terreno suave, salvo Mitchell, cuyo caballo segua
negndose a que lo montara; pero incluso el capitn poda seguirlos fcilmente. En suma, pareca
una agradable y tranquila maana, y todos disfrutaban de los sonidos, y de los colores del bosque y
de la ligera brisa de otro perfecto da primaveral. Aromas de flores recin abiertas mezclaban, en un
aire pursimo, sus dulces perfumes y ofrecan una exquisita combinacin de fragancias naturales.
El camino serpenteaba y no tardaron en llegar a un extenso prado rodeado por gruesos pinos.
Al instante volvieron a Del las imgenes de la noche anterior, y todo lo ocurrido entonces empez a
encajar en su lugar. Del hizo que su montura se colocara entre los dos montaraces.
Este prado tartamude; figuraba en mi sueo. Estuve aqu explic; seal un
pequeo peasco a un lado del campo en donde se haba tumbado la noche anterior. All. Y
aquella muj... dijo, pero se interrumpi con aire desvalido, boquiabierto y con los ojos
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
95
desorbitados, al comprender, al fin, todo lo que haba ocurrido. No fue un sueo aadi, y mir
a los montaraces en busca de una explicacin.
La Seora dijo Andovar con un brillo en los ojos. Hblame de la Seora.
Era bellsima contest Del; cabellos de oro y ojos verdes indic, y cerr los ojos
para concentrarse en aquella imagen. Tena algo aqu aadi tocndose la frente; brillaba
con un hermoso color verde a la luz de la luna.
Una esmeralda explic Belexus; es su joya emblemtica, ya que se trata de la
Hechicera Esmeralda.
Entonces, es verdad? jade Del; es una persona de carne y hueso?
Se dice que puede ofrecer a cualquier hombre lo que ste pueda desear ms en una mujer
explic Andovar; eres de los pocos que la han visto.
Y t?
No.
Yo tampoco aadi Belexus, pero mi padre la conoce como el que ms.
Ayer te llam afortunado, y en verdad lo eres declar Andovar; en el fondo de mi
corazn albergo la esperanza de poder admirar la belleza de la Hechicera del Bosque antes de que
llegue el fin de mis das.
El resto de la maana Del estuvo flotando en una especie de venturoso trance, y el bosque le
pareca mil veces ms bonito ahora que el recuerdo de la hechicera era tan ntido en su mente; en
ms de una ocasin imagin que la vea deslizndose detrs de un rbol o incluso bailando entre
distantes sombras. Aqul era su reino, el reflejo de su belleza, y su mgica presencia impregnaba el
aire de su ntima esencia.
Pero cuando la maana llegaba a su fin, Del constat con tristeza que estaban a punto de
abandonar Avalon. Estribaciones rocosas de las encumbradas Montaas de Cristal se alzaban ms
all de los rboles hacia el sur y hacia el este.
Luego las montaas se perdieron de vista, pues la expedicin lleg a un bosquecillo de robles
muy tupido, y la espesura apenas dejaba entrar luz. No obstante la penumbra no supona problema
alguno, pues el camino era recto, ancho y estaba bien marcado; suba perfectamente recortado a
travs de infranqueables muros de robles y olmos que constituan un tnel verde y pardo.
Un punto de luz mostr el distante final del tnel, una luz que iba creciendo a medida que se
acercaban a ella. Incluso antes de lo que Del esperaba, alcanzaron el brusco final de Avalon. Ms
all de los rboles, se extenda un campo herboso y, en la distancia, una pared montaosa de piedra
gris.
A pocos metros de la salida, todava bajo la protectora sombra de los rboles, Belexus hizo
dar media vuelta al caballo.
Los montaraces no iremos ms all dijo; vuestros caballos tambin han llegado al final
del trayecto.
Pero Bellerian nos dijo que nos llevarais hasta Illuma dijo Billy.
Y as lo hemos hecho respondi Belexus con una sonrisa; puesto que ms all del
bosque, en el extremo norte de un prado llamado el Portal de la Montaa, se encuentra la entrada al
Reino de la Plata. All, de acuerdo con las palabras del prncipe Calae, alcanzaris vuestro destino.
Del no quera irse. Desde la Antesala de los colonnae, haba viajado contento, haba dejado
que el camino lo llevara a donde quisiera y haba buscado aventuras en cada recodo. Pero ahora, al
margen de lo que pudiera haber ms adelante, el camino lo arrancaba del lugar en el que ms quera
estar.
Al advertir su pesar, Billy desmont enseguida y acudi a animarle. Comprenda a Del, pues
se daba cuenta de que tambin l se habra rendido ante los encantos del salutfero bosque en otras
circunstancias.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Lo sac del bosque lentamente, permitindole saborearlo hasta el ltimo segundo. Cuando
pasaron ante los montaraces, Del se detuvo y mir a Belexus.
Cmo voy a marcharme? pregunt desgarrado entre sus deseos y su responsabilidad.
Belexus comprendi la tortura al mirarlo a los ojos.
Lo siento mucho, amigo mo respondi. Mltiples son las penalidades del viaje de la
vida, pero el dolor de las despedidas es el que menos se considera y el que ms duele. Con todo,
debes partir. Segn las palabras del mismsimo Calae, Lochsilinilume es la tierra a la que tenis que
ir, es vuestro destino.
En aquellos momentos ninguna razn le pareca a Del lo bastante buena para irse, pero con
gran pesar reemprendi la marcha, haciendo votos en lo ms profundo de su corazn de que no
tardara en regresar a Avalon para buscar a la misteriosa hechicera.
Mitchell y Reinheiser iban detrs y sus zancadas eran considerablemente distintas a los
desanimados pasos de Del y Billy, y eso reflejaba que los dos estaban impacientes; no era difcil
adivinar los motivos: Reinheiser arda en curiosidad por ver qu iba a ocurrir a continuacin y
Mitchell tena prisa por alejarse de los montaraces y recuperar el control de la situacin.
Andovar condujo el caballo para bloquearles el paso.
Acurdate de mi advertencia, Mitchell le recomend con aire severo. Si causas algn
problema a DelGiudice, la espada de Andovar te cortar la cabeza!
Y todos los montaraces se te echarn encima aadi Belexus; y para tu terror,
supongo, la clera acrecentar su fuerza y la volver ms horrible, de un modo que ni siquiera
puedes imaginar, y todos querrn obtener una parte de tu testarudo pellejo.
Mitchell se ech a un lado para esquivar el caballo de Andovar y sigui andando fingiendo no
hacer caso de los montaraces, pero en realidad oy lo que dijeron y tom buena nota de ello.
Martin dijo al fsico cuando los montaraces ya se encontraba lejos y todava no haban
alcanzado a Del y a Billy, algn da, y para ello cuento con su ayuda, voy a apoderarme de este
mundo; entonces me vengar de esos estpidos montaraces y, sobre todo, del maldito DelGiudice.
Si se propone dominar este mundo, capitn, va por mal camino repuso Reinheiser; ha
manifestado su enemistad hacia muy poderosos enemigos, cuando ganarse su confianza hubiera
servido mucho mejor a sus propsitos.
Mitchell analiz las palabras de Reinheiser y, excepto por un meditabundo gruido, guard
silencio.
Los cuatro hombres salieron de Avalon y se encontraron con el reluciente sol del medioda.
Se hallaban en el extremo de una verde y llana pradera que se extenda algo menos de medio
kilmetro hacia el sur, hasta un grupo de montaas, y hacia el norte el doble de esa distancia; all la
cordillera principal de las Montaas de Cristal pareca una serie de gigantes acostados, durmiendo
cmodamente en la confianza de que eran inconquistables. La pradera tena apenas unos doscientos
metros de anchura y limitaba al oeste con el borde del precipicio que dominaba Nigrolago y que
corra desde el pie de las montaas del norte hasta el bosque de Avalon. Una encumbrada
estribacin rocosa destacaba en el lado este de la pradera y acababa de repente justo al sur de donde
se encontraban los cuatro hombres, permitiendo que la pradera desbordara las montaas del sur y
desembocara en una amplia y ondulada llanura hacia el sudeste.
Los cuatro hombres anduvieron lentamente hacia el norte y se acercaron a una pared de piedra
y rboles. En el punto medio de esa imponente barrera haba tres rboles, parecidos a olmos, pero
con la corteza de un tono plateado y las hojas de un color blanco que recordaba el de las nubes
hinchadas. Los rboles se inclinaban para encontrarse unos con otros y sus ramas entrelazadas
daban la impresin de que slo hubiera un nico rbol, formando un arco de entrada al solitario
sendero que trepaba por la montaa.
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13
La ciudad de la montaa
Ahora me toca recibir a m susurr Del a Billy cuando vio que Mitchell y Reinheiser casi
los haban alcanzado.
Pero el capitn todava estaba meditando la recomendacin de Reinheiser, y saba que
Belexus y Andovar estaban probablemente vigilando desde las sombras de Avalon. No pensaba
provocar la clera de los poderosos montaraces; todava no.
Voy a tomar el mando de nuevo declar Mitchell mientras adelantaba a Del y a Billy.
Y de ahora en adelante, si encontramos a alguien, ser yo el portavoz.
Demasiado relajado para preocuparse por las consecuencias de la orden de Mitchell, Del hizo
odos sordos y no quiso discutir.
Cuando se acercaron al arco plateado, a los cuatro les result obvio que en aquellos rboles
haba algo especial, como si un aura mgica emanara de ellos, un sabor de cuento de hadas de los
felices sueos nocturnos de un nio. La tensin de las zancadas de los hombres se iba aflojando y
los apretados msculos se distendan a cada paso que daban en direccin a aquellas maravillosas
ramas; y, cuando pasaron bajo sus hojas plateadas, una disparatada pero inocente y jovial cancin
lleg a sus odos. Pareca tan apropiada que apenas se dieron cuenta de ella, y durante un largo
momento no advirtieron que no estaban solos. Inspeccionaron con renovada cautela el sendero que
ascenda montaa arriba, pero el brusco contraste entre las manchas de sombra y las zonas soleadas
dificultaba la visin a partir de unos pocos metros.
Creis que saben que estamos aqu? pregunt Billy.
Los cantores enmudecieron.
Lo saben contest Reinheiser.
Mitchell se apart a un lado con la esperanza de encontrar una mejor perspectiva. Sin
embargo, apenas haba empezado a moverse cuando una flecha se clav a medio palmo de su
cabeza.
Por vuestras vidas, deteneos e identificaos! orden una voz de mujer joven o tal vez de
un muchacho, y, desde luego, nada siniestra; pero la flecha se haba hundido bastantes centmetros
en el tronco, y los hombres se quedaron helados.
Arrojad las armas al suelo, delante de vosotros les inst la voz. Billy y Del se miraron,
dispuestos ambos a rendir las espadas, y en cualquier caso sin saber realmente cmo utilizarlas pero
temerosos de un enfrentamiento. Mitchell, sin embargo, no se rendira ciertamente con tanta
facilidad a una voz tan poco intimidante.
De hecho, el capitn rabiaba por pelear; cuando oy la orden de lanzar las armas al suelo, su
primera reaccin fue agarrar el pomo de la espada. Pero entonces record el consejo de Reinheiser y
mir al fsico, que inclin la cabeza invitndolo a obedecer. Ante la absoluta sorpresa de Billy y
Del, Mitchell desenvain la espada y la arroj al suelo.
Obedeced! gru a los estupefactos hombres, aunque no necesitaban que los animaran a
ello, pues sus espadas ya volaban por los aires.
Una esbelta figura vestida con una tnica corta de color marrn sali tras un rbol y baj por
el sendero en direccin a las espadas. El cabello de un rubio reluciente, lacio y corto, oscilaba por
encima de unas puntiagudas orejas a cada paso saltarn que daba. Pareca tener menos de quince
aos, era ms bajo que un hombre y de mucho menor peso; la cara era angulosa, pero agraciada,
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
98
con la nariz recta y fina pero no afilada, y unos ojos destacados por oblicuas cejas. Aquellos ojos
maravillosos, grandes, redondos y azules, de un tono tan intenso que casi parecan negros,
advirtieron a Del que no se trataba de un chiquillo. Aunque aparentemente reflejaban la inmaculada
alegra de la juventud, distaban mucho de ser frvolos, y en el fondo revelaron a la sensible mirada
de Del una tristeza acumulada a lo largo de muchos, muchos aos.
La piel del muchacho brillaba con reflejos dorados, pero Del se dio cuenta de que aquel ser no
haba visto mucho sol en su vida. Un bailarn nocturno, supuso Del con una disimulada risita, y
advirti que era el titilar de las estrellas y no el brillo del sol lo que iluminaba el pelo del chico.
Quin... qu demonios eres? ladr Mitchell cuando el gil illumano recogi las espadas
con dedos largos y hbiles, y se dispuso a remontar el sendero.
Es un elfo explic Del, pero su sonrisa satisfecha desapareci cuando el sorprendido
illumano se par en seco y se dio la vuelta para encararse con los hombres. De todos los escondrijos
imaginables prximos al sendero salieron rumores de asombro.
De qu me has motejado? exigi el illumano casi a voz de grito. Avanz amenazador
hacia Del, con la mano sujetando firmemente el pomo de la espada envainada.
Creo que lo has ofendido susurr Billy a Del.
Del se aclar la garganta y, sumisamente, respondi al illumano que de repente haba
adquirido un aspecto impresionante:
Un... elfo.
De nuevo por el lado de la montaa se levantaron rumores.
Con qu derecho te atreves a pronunciar esa palabra? inquiri el illumano; su voz
expresaba una mezcla de confusin y enfado.
Martin Reinheiser se apresur a intervenir:
As te llamaramos en nuestro pas explic; de ningn modo tenamos intencin de
ofenderte, pues esa palabra no significa insulto alguno para nosotros.
Y qu pas es vuestro pas? pregunt el illumano, un poco menos agresivo.
Afortunadamente, no sois garras, pues si tuvierais la menor pinta de pertenecer a esa maldita
especie, una flecha os habra derribado al instante. Pero tampoco parecis calvans. Qu clase de
seres sois?
Somos hombres repuso Reinheiser; hombres llegados del otro lado de las fronteras del
tiempo aadi. Recalc la palabra tiempo y analiz la reaccin del illumano, apostando que
aquella gente estaba familiarizada con las mismas creencias tradicionales y leyendas que haban
guiado las acciones de los montaraces. Por la asombrada expresin que reflejaba la mirada del elfo
clavada en l, Reinheiser comprendi que su suposicin acababa de verse confirmada.
S continu con un spero jadeo para darse importancia, decidido a poner las cosas en
claro para poder calibrar exactamente la reaccin del illumano. Somos hombres de otro mundo,
un viejo mundo. Los hombres antiguos han vuelto!
Bey-ane cairnliss colonnae!grit el illumano en la lengua que usan los hechiceros para
sus encantamientos; las manos temblorosas no pudieron sujetar las espadas y, dando traspis, corri
a refugiarse sendero arriba. Entonces, el coro de murmuraciones son como mltiples jadeos, y Del
imagin docenas de flechas colocadas en arcos dirigidos contra ellos.
Pero los ruidos se desvanecieron y el illumano no tard en reaparecer, acompaado por una
hermosa doncella elfa. La muchacha tena la misma estatura y el mismo tono de piel que su
compaero y vesta de igual forma, pero su cabello era oscuro mientras que el del elfo era claro. La
negrura de su larga melena no era como la oscuridad vaca de una oquedad, sino de un tono
reluciente, como si todos los colores, con generosidad desbordante, se hubieran mezclado
ntimamente. Y el azabache de los cabellos ofreca un asombroso contraste con los brillantes ojos
azules.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
99
Ambos se acercaron a los hombres con cautela, tan asustados evidentemente como sus
interlocutores.
Me llamo Erinel dijo, y sta es...
Sylvia le interrumpi ella, hija de Arien Silverleaf, jefe de Lochsilinilume.
Entonces es un afortunado encuentro proclam Mitchell con desenfado amistoso.
Sylvia enarc una ceja.
Hemos venido a visitar a tu padre se apresur a puntualizar Reinheiser.
Sylvia retrocedi un paso y los examin, mientras pensaba sobre aquellos hombres de otro
mundo lo mismo que Belexus cuando los vio por vez primera. Tambin ella conoca aquellas
historias, pero era muy prudente, pues las consecuencias de su decisin podran resultar mucho ms
nefastas. Illuma era un secreto refugio, oculto a los ojos de poderosos enemigos, y Ungden el
Usurpador otorgara una real recompensa a cualquier hombre que descubriera el paradero de la
Ciudad de Plata. Al fin, la tez negra de Billy Shank logr convencerla de que aquellos hombres no
pertenecan a su mundo y decidi agarrarse al dbil rayo de esperanza que haba penetrado en su
angustiado corazn.
Si sois realmente los hombres de los que hablan nuestras leyendas, mi padre os conceder
audiencia.
En marcha, entonces dijo Mitchell, y dio un paso adelante.
Alto! le orden Erinel, y se volvi hacia Sylvia. Voy a respetar tu criterio en este
asunto; pero tenemos que cumplir las leyes de nuestro pas. Sabes tan bien como yo que est
prohibido a todo hombre contemplar los caminos que conducen a la ciudad.
Ella asinti con la cabeza; luego explic a los hombres:
Tenemos que vendaros los ojos.
No hay ningn inconveniente se apresur a decir Mitchell.
De nuevo Del y Billy intercambiaron atnitas miradas.
Tan pronto como les hubieron colocado las vendas, los hombres oyeron en torno el sonido de
numerosas y ligeras pisadas y de charlas susurradas. Sylvia dio algunas instrucciones y la
expedicin se puso en marcha.
Numerosas races y piedras se atravesaban en el camino, lo cual ocasionaba que los invidentes
hombres tropezaran a menudo a pesar de los esfuerzos fervorosos de sus apresadores para guiarlos
con todo cuidado con objeto de que no perdieran el equilibrio. Reinheiser, sin embargo, no tuvo
muchos problemas, pues de forma uniforme y deliberada espaciaba los pasos y exageraba los giros,
de manera que casi dibujaran ngulos rectos. Los illumanos pensaron que estaba loco, pero de
hecho haba mtodo en la locura de Reinheiser.
Al cabo de una hora cesaron de trepar y empezaron a desplazarse en horizontal siguiendo la
falda de la montaa; de repente, su ceguera se volvi ms absoluta y la agradable brisa de la
montaa dej de soplar.
Estamos en una cueva coment Reinheiser, casi en el mismo momento en que entraron
en ella.
En un tnel corrigi Erinel; aqu dentro comprobaris que el suelo es menos
escarpado.
Por favor! grit Reinheiser con sbito terror. Cuevas, no!
Del aguz el odo, sorprendido; sospechaba que el fsico estaba tramando algo. Un hombre
del carcter de Reinheiser jams se permitira un miedo tan irracional y el tono exagerado de su
desesperacin le caus a Del la inequvoca impresin de que estaba fingiendo.
Puedo andar junto al muro? solicit Reinheiser. Para tener donde agarrarme.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
100
A Del se le encogi el corazn ante aquella burda farsa, pero como no comprenda lo que el
fsico se propona, permaneci callado.
No comprendo dijo Erinel. Por qu...?
Por favor! chill Reinheiser, advirtiendo un tono subyacente de culpa en la voz de su
compasivo y comprensivo captor. El fsico sonri para s, al darse cuenta de que poda jugar con los
buenos sentimientos de aquellos seres con tanta facilidad como si fueran sus tteres. Tengo
horror a las cuevas!
S, s asinti Erinel, mientras trataba de consolar al frentico hombre. Cogi a Reinheiser
por la mano y lo acompa unos pasos hasta alcanzar el muro del tnel.
Voy a quedarme junto a ti le asegur, pero ten cuidado con los pasadizos laterales.
Eso es precisamente lo que me interesa, pens el fsico disimulando una risita. Controlar los
pasadizos laterales! Se alegraba de llevar la capucha que haba escondido su taimada sonrisa.
Bendita sea esta gente amable e ingenua, dijo para s.
Al cabo de un buen rato, salieron del retorcido laberinto de tneles y una fra brisa de ltima
hora de la tarde les salud. Sylvia hizo detener la expedicin y avis a los hombres de que ya
podan quitarse las vendas de los ojos. Impacientes, la obedecieron y, al mirar hacia abajo, vieron
otra maravilla ms de aquel inslito nuevo mundo.
Se encontraban en el extremo oeste de un valle y, por debajo de ellos, desplegado como una
alfombra de sueos mgicos, se extenda el oculto refugio de Illuma.
Del contempl la ciudad del Reino de la Plata con maravillados ojos radiantes, ya que el lugar
estaba repleto de encantamientos de hechiceros, seguramente tanto como la Sala Esmeralda, y en
mayor escala an. Realmente, no era un valle normal; las laderas que descendan hasta l eran de
rida piedra gris y esquistos, en contraste con el suelo lleno de color y desbordante de vida. La
hierba azul verdosa mecida por la brisa de la montaa recordaba las ondas de un estanque, y olmos
telfiplat, tal como Sylvia llamaba a los rboles plateados, oscilaban con flexibilidad a cada rfaga
y reciban el viento sin crujidos ni gruidos de protesta. La mayora de los rboles, con ramas de
grandes dimensiones, eran ms altos que los dos que formaban el arco de entrada al Portal de la
Montaa, y entre las impresionantes ramas haban construido muchas cabaas aprovechando la
proteccin del blanco follaje. Las viviendas no eran elementos extraos en medio de los soberanos
telfiplats; ms bien parecan prolongaciones naturales de los rboles, como si stos hubieran
contribuido a su construccin.
Los hogares que se elevaban aqu y all a nivel del suelo eran de piedra, y estaban diseados y
construidos de forma muy cuidada de acuerdo con planos que no seguan pautas preestablecidas,
pero que manifestaban coherencia espiritual. Resplandecan con rayas y espirales de centelleante
plata y destellos de piedras preciosas; los muros eran recios y provistos de ventanas y, en definitiva,
aquellas alegres moradas parecan ms una creacin del amor que un producto del trabajo.
Y otro tanto se poda decir del valle, rodeado por tres encumbradas montaas con paredes de
mica y, en la parte situada justo enfrente de los viajeros, por una profunda y ancha garganta que se
meta entre la cordillera y ofreca una ilimitada panormica de agreste majestuosidad. Algunos de
los distantes picos se vean cubiertos de alargadas sombras surgidas con la cada de la tarde,
mientras que otros alzaban sus cabezas por encima de la envolvente oscuridad para atrapar el calor
de los ltimos rayos de sol. En aquella mstica serenidad, flotaban collares de nubes y algunas
brumas ascendentes, que aadan un toque sobrenatural, casi sagrado, y propiciaban profundas
meditaciones sobre los inescrutables secretos de los cielos. Qu alejadas de la ruidosa existencia de
los hombres aparecan las inconquistables y silenciosas Montaas de Cristal!
Por el aire del valle flotaba una cancin, la misma inocente meloda que los hombres haban
escuchado en el arco de entrada del Portal de la Montaa. Tambin all, la meloda encajaba a la
perfeccin, como la ms dulce alcorza de un pas azucarado. Ante aquella extraa y maravillosa
panormica Del sinti que el nombre de Illuma no era el adecuado; prefera el que Bellerian haba
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
101
utilizado, Lochsilinilume, de resonancias fericas que conjuraban imgenes de tierras de hechizos y
leyendas.
Sylvia los condujo a la ciudad, ante las curiosas miradas y las risitas sofocadas de los
sorprendidos elfos.
Rara vez haban llegado visitantes a Illuma, y nunca desde que Ungden el Usurpador haba
pretendido el trono de Calva. Y, naturalmente, Billy, con su piel oscura, era una inslita novedad.
Atravesaron la ciudad y se acercaron al borde de la garganta, donde se hallaban las casas ms
grandes, de enormes dimensiones y de increbles diseos, con tejados de vertientes en todas
direcciones y salpicados de chimeneas que humeaban perezosamente. Agujas y torres se alzaban
por doquier sin otro propsito que el de tocar las nubes ms bajas. Cada pared estaba presidida por
ventanas, grandes o pequeas, que podan abrirse ampliamente con objeto de dejar entrar el sol y de
permitir el goce de las pasmosas vistas y el disfrute del aroma de los millones de flores que
brotaban en el campo. Haba balcones y terrazas con barandillas, adornadas con hiedras de colores,
que se entrecruzaban una y otra vez.
Las enormes puertas principales estaban enmarcadas por adornos esculpidos, cubiertos con
hojas de oro; y tan slo las puertas deban de pesar varias toneladas. Pero eran tan perfectos el
equilibrio y la construccin, que Sylvia las pudo abrir fcilmente con una ligera presin. Fcil y
calladamente, con un silencio adecuado a las santificadas antesalas del interior. Incluso Del, que
haba considerado aquel valle un lugar de felicidad, se qued un poco desconcertado al entrar en el
palacio del jefe. Un imponente silencio los abrum cuando cruzaron la puerta, empequeecidos por
los enormes y decorados arcos. Pero una vez en el interior constataron que se trataba de una casa
cmoda, y de un lugar donde no eran inhabituales los bailes y las diversiones. Una casa artstica, no
con obras colgadas a la manera de los museos, sino por ser en s misma una obra de arte, de forma
que cada trabajo individual era un componente que contribua a realzar el diseo global.
Todas las habitaciones disponan de una amplia chimenea, prometedora de agradables
temperaturas incluso en las ms fras noches de las montaas; todos los hogares eran distintos, pues
reflejaban los gustos de los distintos elfos que los haban construido, y revelaban sus preferencias
con giros y torsiones nicos en los trabajos del hierro de los morillos y en la decoracin de la
piedra. Intrincados mosaicos cubran el suelo y en las paredes lucan tapices finamente tejidos,
representando escenas de fiestas y celebraciones a la luz de la luna llena. Los vestidos de las
doncellas eran de gran belleza, los hombres llevaban holgadas tnicas, pero al igual que toda la
casa, los regios ropajes tenan un aire de cmoda informalidad y reflejaban preferencias y
personalidades.
El grupo atraves varias salas y un largo pasillo que daba a un estrecho vestbulo, una
antesala muy distinta a las dems habitaciones que haban visto hasta entonces. Formal y severa, la
pieza tena aspecto de ser un lugar de debates importantes, un saln de sesiones donde se tomaban
decisiones cruciales.
Al otro lado del saln, en un trono esculpido en plata de telfiplat, estaba sentado un illumano
muy alto, tan alto como un hombre; llevaba una tnica verde claro con adornos de plata. En la
cabeza luca una corona de hojas blancas, lo cual haca que el cabello negro pareciera an ms
intenso que el de Sylvia. Sus facciones eran firmes pero hermosas, y mantena la cabeza erguida
pese a lo incmodo de la posicin. Estaba flanqueado por un elfo de aspecto ms comn, con el que
al parecer haba estado discutiendo cuando la gran puerta se abri.
Sildarren aht theol baisrraquin!grit el illumano que estaba de pie junto al trono,
obviamente molesto por la interrupcin. Pero se trag la segunda oleada de protestas y su rostro
palideci de horror al descubrir que los acompaantes de Sylvia eran humanos.
Sorprendido, el elfo que estaba sentado en el trono se dispuso a moverse hacia adelante, pero
no tard ni un segundo en recuperar la serenidad y en lanzar una interrogativa mirada a Sylvia.
Padre, te traigo viajeros de lugares muy remotos que quieren pedirte audiencia explic
ella.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
102
Vaya idea traer hombres a la Ciudad de Plata en estos tiempos! grit el illumano que
estaba de pie, y con dedos temblorosos por la ofensa, seal amenazadoramente hacia Sylvia.
Nos has traicionado!
Entregaron las espadas de buen grado replic con aspereza Sylvia; su cara se sofoc por
el enfado y las miradas que ambos intercambiaron mostraron a los presentes que sentan el uno por
el otro una profunda antipata.
Acaso no recuerdas las leyes, mi querida seora Sylvia? replic con sarcasmo.
Ya basta, Ryell dijo con aire despreocupado el illumano que se hallaba en el trono, pues
estaba demasiado acostumbrado a las discusiones entre los dos.
No las recuerdas? insisti Ryell, sin hacer caso al jefe.
Y t no recuerdas las historias? le reprendi a su vez el elfo que segua sentado en el
trono, apretando los puos de repente, tenso y preparado como un arco doblado; no haba
pronunciado aquellas palabras a gritos, pero su voz clara reson con energa y la tremenda fuerza de
su insistencia quebr la tensin entre Sylvia y Ryell e hizo que ambos se volvieran hacia l.
Inmediatamente se recost relajadamente en el trono. Creo que esos hombres son especiales
dijo para calmar a su enojado compaero.
Son hombres le espet Ryell con tono de verdadero odio; ese hecho les convierte en
enemigos de los illumanos. Haces demasiado caso a las antiguas leyendas, Arien, teniendo en
cuenta las respuestas que requieren hoy nuestros problemas.
Se volvi hacia Sylvia.
Naturalmente, los habrs cacheado indic flemticamente, pero el seco tono de su voz
rebosaba sarcasmo.
Se rindieron de buen grado tartamude Sylvia.
Cachalos! rugi Ryell, al parecer con cierta autoridad, pues varios elfos se acercaron a
los humanos.
Del fue presa del pnico cuando se acord del rollo de pergamino oculto en la tnica; mir a
los ojos a Arien, implorando que desautorizara aquella orden.
El perspicaz lord elfo capt la desesperada peticin en la mirada del joven.
No! orden Arien, deteniendo inmediatamente el cacheo. Ellos han confiado en
nosotros y no podemos responder con recelo a su confianza.
No seas insensato! chill Ryell. Son hombres! De acuerdo con la ley que t mismo
promulgaste, deben ser encarcelados por ese solo hecho!
Arien Silverleaf, desde el trono, miraba al suelo y permaneca firme y sin pestaear.
Tu confianza en los humanos nos traer la ruina a todos grit Ryell; luego la expresin
del rostro se le distendi, como si hubiera tenido una revelacin. Pero prosigui con calma,
No es cierto que tus padres eran hijos de humanos? En Caer Tuatha, en los albores de este pas.
Yo que t, Ryell, escogera mis palabras con ms cuidado le avis Arien en tono
uniforme, y la repentina y calculada frialdad de su actitud presagiaba que la advertencia era algo
ms que una vaca amenaza.
Acobardado, al darse cuenta de que haba llevado las cosas demasiado lejos, Ryell retrocedi
y se limit a levantar las manos en seal de frustracin y a encaminarse hacia la salida.
Ven Erinel dijo mientras se iba a toda prisa.
Pero to... protest Erinel.
Ven! le orden Ryell, sin querer escuchar rplica alguna; y Erinel no tuvo ms remedio
que seguirle.
Oh, padre, por qu dejas que siga a tu lado? pregunt Sylvia cuando los dos se hubieron
ido. Es tan desagradable y testarudo!
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
103
Ryell conserva viejos rencores, pero no es malo repuso Arien; su rostro ya no reflejaba
tensin alguna y sus labios dibujaban una sonrisa conciliadora. Y es bueno que un consejero sea
desagradable; Ryell me proporciona un punto de vista diferente en muchas cuestiones importantes,
ya que sus ojos ven lo que los mos no pueden ver. Ardaz est demasiado ocupado para sentarse
conmigo desde mediados del invierno. Estoy agradecido a Ryell.
Del aguz los odos ante la mencin del nombre del hechicero.
Ryell fuerza el alejamiento de Ardaz dijo Sylvia; siempre le est llamando viejo
bufn y cosas por el estilo...
Arien alz la mano para hacerla callar.
Querida hija, discutiremos esto en otro momento; mis huspedes me tienen que contar una
historia y estoy impaciente por orla.
Hizo una sea a los hombres para que se le acercaran y se sentaran frente a l. Mitchell
avanz por el centro, le present a sus compaeros y, con una gran reverencia, se present a s
mismo como lder del grupo. Entonces, a peticin de Arien, procedi a relatarle sus aventuras,
desde el rescate de los delfines hasta el encuentro con Sylvia y Erinel en los arcos plateados de
entrada del Portal de la Montaa; con cuidado omiti los pasajes que lo dejaban en mala posicin y
tampoco habl de los montaraces, pues no estaba seguro de cmo eran las relaciones entre los
illumanos y los guerreros de Avalon.
Estuvo hablando durante ms de una hora y, aunque no era precisamente un buen narrador de
historias, la rareza y la importancia de su relato mantuvo a Arien en el trono ostensiblemente
inclinado hacia adelante, asimilando los menores detalles. Cuando el capitn hubo acabado, Arien,
sentado y con la barbilla apoyada en la palma de la mano, examin durante largo rato a los viajeros
mientras en su cabeza se repeta aquella historia una y otra vez para contrastarla con sus propias
impresiones.
Es una buena historia dijo al fin. No tenis que ser encarcelados ni se os debe hacer el
menor dao, pero insisto en que seis mis huspedes durante un corto tiempo.
Puedo preguntarte qu significa exactamente? dijo Mitchell.
Tenis total libertad para recorrer el valle, como si formarais parte de mi gente respondi
Arien, pero no podis abandonar la ciudad; de todas formas, tampoco encontrarais la forma de
salir por esas montaas.
Tu criterio es ms que correcto dijo Mitchell, y de nuevo se inclin ante l con respeto.
Por tercera vez desde que estaban entre los illumanos, Del y Billy se miraron con
incredulidad.
Qu debe ocurrirle? murmur Billy.
Me saca de quicio dijo Del; pero no acabo de crermelo.
Menos que nunca asinti Billy.
Sera posible disponer de lo necesario para escribir? pregunt Reinheiser; me gustara
tomar nota de nuestras aventuras ahora que tengo ocasin de hacerlo.
Sylvia se ocupar de proporcionaros todo lo que necesitis contest Arien; en estos
momentos tengo que atender otros asuntos.
Comprendieron lo que quera decir y, tras una reverencia, se dirigieron hacia la puerta.
DelGiudice debe quedarse orden Arien; todava tengo que hablar con l de algunas
cosas.
Del se detuvo a medio giro, sorprendido por la peticin y con no poca aprensin. Tambin
Mitchell se detuvo un instante y ahog un chillido de rabiosos celos; sin embargo, dado que no
tena otra alternativa, se march sin rechistar y lo mismo hicieron los dems.
Del se qued en el sombro saln frente al jefe de Lochsilinilume.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
104
14
Ardaz
Tal vez ahora me ensears lo que estabas escondiendo dijo Arien en tono amistoso;
estaba sentado calmada y distendidamente, con plena conviccin de que Del no representaba
ninguna amenaza.
No s qu quieres decir balbuce rpidamente Del.
He vivido mucho dijo Arien; he visto amanecer varios siglos y he sido testigo de sus
crepsculos. Dos docenas de reyes y an otros diez ms en Caer Tuatha, Pallendara, han llegado y
se han ido, pero yo he continuado aadi; se enderez por completo en el asiento y su rostro
reflej una creciente gravedad. No utilices las palabras para engaarme, amigo mo lo
advirti, pues leo en tus ojos y ellos me dicen la verdad.
Del baj la cabeza, al darse cuenta de que estaba atrapado. Arien saba, con toda certeza, que
estaba escondiendo algo, pero Bellerian le haba confiado el rollo de pergamino para que lo
mantuviera oculto. Una desesperada idea le vino a la cabeza y mir a los ojos del rey de los elfos.
No quiero que ellos lo encuentren le explic; una involuntaria expresin de alivio le
ilumin el rostro cuando hurg en el bolsillo de la camisa y sac la Derringer.
Qu es eso? pregunt un asombrado Arien mientras se levantaba del trono, sorprendido
pero a la vez intrigado por aquel pequeo objeto.
Una pistola contest Del, convencido de que su estratagema haba funcionado. Un
arma de mi mundo.
Arien retrocedi; los ojos desmesuradamente abiertos mostraban que recordaba demasiado
bien lo que se contaba acerca de las terribles armas producidas con la tcnica de los tiempos
antiguos.
Oh, no te preocupes le tranquiliz Del, sorprendido ante el nerviosismo de Arien; no
est cargada dijo; abri la recmara y le mostr el depsito vaco. Lo ves? No hay... no...
trat de explicar, e hizo una pausa para encontrar una palabra que el rey de los elfos pudiera
comprender, no hay flechas.
En ese caso, por qu la llevas? inquiri Arien.
No lo s contest con sinceridad Del; supongo que me siento protegido; si quieres te la
doy agreg tendindole la pistola.
Arien levant las manos y retrocedi horrorizado.
No le espet, y Del dio un paso atrs nerviosamente; Arien insinu una sonrisa y trat de
que su voz reflejara una mnima calma.
No, amigo mo, eres t quien debe guardarla le explic con tanta compasin como
pudo. Es una maldicin que ha cado sobre ti; gurdala en lugar seguro y bien oculto, pues no
quiero en Ynis Aielle los horrores de tu poca.
Del no comprenda del todo el profundo horror de Arien, pero se meti de nuevo la pistola en
el bolsillo y observ que el jefe de los elfos se tranquilizaba tan pronto como el arma estuvo a buen
recaudo.
Comparto tu criterio dijo Arien; antes hiciste bien en mantenerla oculta.
No cre prudente que todo el mundo la viera explic Del.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
105
Entonces, dime pregunt Arien, se trata de un secreto tan importante como el otro
que escondes?
Del trat de despistar y dijo con rapidez, con demasiada rapidez:
No s a qu te refieres.
Claro que sabes a qu me refiero insisti Arien con suavidad; amigo mo, no juegues
ms conmigo. Estoy seguro de que tienes poderosas razones para guardarlo en secreto, y, por lo que
a m respecta, confiara en ti y me olvidara del asunto. Pero comprende mi situacin declar
ponindose en pie; soy el jefe de mi pueblo, y soy responsable de ellos. No puedo jugar con su
seguridad. Ensame ahora mismo lo que todava no me has mostrado.
Del volvi la cabeza luchando con su indecisin. Quera respetar la promesa que le haba
hecho a Bellerian, pero se daba cuenta de que su relacin con el jefe de Illuma podra verse
comprometida en aquel preciso momento. Arien se haba dado perfecta cuenta del engao y por el
tono de voz del jefe, Del descubri que el lord de los elfos se haba propuesto obtener el rollo de
pergamino de una manera o de otra. Con rapidez, pues no quera cambiar de opinin, Del sac el
estuche con el rollo y se lo entreg a Arien.
Ah suspir Arien, mientras examinaba el estuche sin abrirlo; sospechaba que el
capitn Mitchell haba omitido algunos detalles en su narracin. Te lo dio Bellerian afirm
retricamente; as pues, habis encontrado a los montaraces de Avalon.
Cmo lo has sabido? pregunt, sorprendido, Del.
Pocos pueden escapar de Nigrolago respondi Arien. Lo supe en el mismo momento
en el que el capitn Mitchell me cont vuestra aventura all; luego, tartamude al explicar cmo
conseguisteis salir, y de todo ello deduje que habais encontrado a los montaraces de Avalon.
Adems, venais de su tierra y nadie puede hacerlo sin que ellos lo sepan.
Del suspir profundamente, disgustado consigo mismo por haber roto su promesa al lord de
los montaraces.
De nuevo comparto tu criterio dijo Arien; fuiste prudente al confiar en m y acceder a
mi peticin aadi, y le devolvi el estuche sin abrirlo. No voy a inmiscuirme en tus asuntos
con el lord de los montaraces de Avalon; he tenido el honor de coincidir con el venerable Bellerian
en varias ocasiones durante las tres ltimas dcadas y s que es un hombre merecedor de todo
respeto. En verdad te digo que siento mucho que los ojos de Ungden desde entonces se hayan
dirigido hacia el norte y hayan impedido que creciera nuestra amistad, ya que ahora los illumanos
no podramos sentirnos seguros si saliramos de las montaas. Algn da, tal vez.
Una solemne expresin ilumin los ojos del jefe, como si se hubiera sumergido en una
silenciosa plegaria. En aquellos momentos ofreca a Del una imagen de intensa y profunda tristeza.
Pero no tard en sonrer otra vez.
Puedo preguntarte para quin es el rollo de pergamino?
Para el Mago de la Plata respondi Del tranquilamente, pues ya no le preocupaban las
intenciones del noble jefe.
Claro ri Arien, por ser quien es.
Podras decirme dnde podra encontrarlo? pregunt Del.
Arien se acerc a una ventana de la pared norte y seal una grieta en la parte alta de la cara
del precipicio.
Al otro lado de esa brecha de la pared montaosa se encuentra Brisen-Ballas, la torre del
Mago de la Plata dijo. Espero que lo encuentres all.
Cmo puedo llegar hasta all arriba? pregunt Del, mientras observaba el inaccesible
muro montaoso.
Hay una escalera respondi Arien con una risita; pero tienes que buscarla con mucho
cuidado, pues nadie puede verla salvo Ardaz.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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La expresin de Del reflejaba sus evidentes dudas.
No te estoy tomando el pelo insisti Arien; la escalera existe realmente, y no le tengas
miedo, pues es firme y recta y no tiene ningn punto de discontinuidad ni ninguna trampa diablica.
No obstante, debes apresurarte pues las sombras se van alargando y no debes perderte la Luminas
ey-nabraieken.
Qu es eso?
Ya lo vers esta noche contest Arien, sonriendo. Ahora, vete, deprisa.
Del ech una ojeada en torno y se inclin desgarbadamente.
Hasta prontoexclam, sin saber qu decir y encontrndose estpido en el preciso instante
en que lo deca. Se inclin de nuevo y se apresur a ir hacia la puerta, pero se detuvo al llegar all y
se volvi para mirar a Arien, el cual segua junto a la ventana. Una cosa ms dijo.
Arien se dio la vuelta para indicarle que lo haba odo, y Del se qued sin habla durante unos
instantes. La mitad del rostro del rey de los elfos brillaba a la luz de los ltimos rayos de sol del da,
que se filtraban por la ventana, mientras que la otra mitad estaba cubierta por una oscura sombra.
Del pens que era una buena imagen del paradjico mundo de los elfos. El mismo e irresoluble
conflicto haba visto en los ojos de Erinel: una mezcla de luz centelleante de alegre inocencia y
oscuras sombras de profunda tristeza.
Por qu se enfad tanto Erinel cuando lo llam elfo? pregunt Del. Desde las
profundidades de las sombras del crepsculo, los ojos de Arien parecieron arder, y Del se apresur
a aclarar aquel trmino. No es ningn insulto.
Arien pareci alegrarse de que Del explicara que no tena intencin alguna de ofender.
Elfo... dijo suspirando profundamente, y su voz se volvi menos grave hasta devenir casi
suave. Es una palabra antigua; un nombre que los calvans de Pallendara, que pretendan acabar
con nosotros, utilizaron para designar a los primeros seres de mi raza.
Del observ que la mandbula del jefe se tensaba con innegable dolor por la herencia de su
pueblo, y tambin l sinti una sincera pena por su nuevo amigo. Susurr, en voz baja, una disculpa
y abri la puerta para marcharse.
Espera! exclam Arien. Del se volvi otra vez y vio que la tristeza y la clera haban
desaparecido de la cara de Arien. Elfo dijo de nuevo Arien, en una voz ms fuerte, ms
afirmativa. En tus labios no contaminados no es ninguna palabra ofensiva. T, DelGiudice,
puedes llamarme elfo, y tambin a mis gentes declar con ancha sonrisa. As lo proclamo, y as
debe ser considerado.
Me siento muy honrado, lord Arien Silverleaf, jefe de Lochsilinilume! le respondi Del
con el debido respeto. Hizo una gran reverencia y sali de la habitacin, dispuesto a encontrar la
oculta torre del Mago de la Plata.
Del sigui su camino, entre las curiosas miradas de muchos elfos, hacia el pie de la pared
norte; observ, aliviado, que casi todas ellas expresaban afabilidad. Los comentarios colricos de
Ryell le haban hecho dudar de los sentimientos de los elfos hacia l y sus compaeros, pero sus
temores se haban desvanecido cuando lleg a la pared. No muy convencido, pero lleno de
impaciencia, recorri la roca en bsqueda del paso invisible. Se dio un golpe en la espinilla con algo
duro, algo muy concreto.
Vaya! jade, mientras con ansia palpaba el objeto invisible; de hecho, pareca el hueco
de una escalera.
Empez a subir con suma cautela, siempre pegado al muro; apoyaba ligeramente el pie en
cada escaln antes de descansar en l todo su peso. Tuvo que trepar menos de veinticinco metros,
pero le llev bastante tiempo subir aquella intimidante escalera; normalmente, Del no tena miedo
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
107
de la altura, pero no poda eludir la lgica que rechazaba su ferviente deseo de creer en la magia.
Sus ojos le decan que estaba en el aire y que debera estar cayendo.
Suspir aliviado cuando lleg a la entrada de la casa de Ardaz. Desde abajo le haba parecido
una simple grieta en la roca, pero ahora Del adverta que la pared izquierda estaba retirada del
saliente varios palmos y que por la parte posterior se solapaba con la pared derecha y formaba un
pasadizo. El pasillo recorra una corta distancia y despus daba un brusco giro; Del se encontr en
un pequeo claro circular alfombrado con la misma hierba espesa que cubra el valle. Estaba
rodeado por altas paredes de piedra que lo mantenan siempre en una sombra penumbra aunque
estaba a cielo abierto. En el extremo oeste haba un telfiplat pequeo, y en la roca de la pared norte,
como un gigantesco bajorrelieve, haban excavado una singular torre veteada de mica con dos
estrechas ventanas que centelleaban con el fuego de la chimenea que arda en el interior como si
fueran los ojos escrutadores de un dragn.
La enorme puerta de madera de la torre tena flejes de plata y estaba adornada con numerosos
smbolos de arcanos esculpidos. Del todava estaba admirando aquel trabajo de artesana, cuando la
puerta se abri y por ella surgi de repente un anciano, delgado pero fuerte, con una tnica azul
oscuro y un ancho cinturn de plata. Sobre la cara sin pelo le caa pesadamente un largo y
puntiagudo sombrero de brujo que le vena muy grande y le dejaba al descubierto nicamente la
larga nariz y la boca, que no cesaba de moverse. No paraba de meterse las manos en los
innumerables bolsillos de su vestimenta y se aturrullaba ms y ms, a medida que iba sacando
races y hierbas, ranas y serpientes, e incluso algn murcilago, e iba apartndolo todo con una
patada de frustracin. Pareca dirigirse al rbol plateado sin dejar de farfullar mientras el volumen
de su voz aumentaba por la excitacin.
Desdmona, Desdmona, dnde est?, oh!, dnde?, oh!, dnde? S que lo tena, es
cierto, s que es cierto, pero, adnde se ha ido? Lo cogiste t? Apuesto a que lo hiciste, malvada
gatita. Te gusta incordiarme, no es cierto?
Miau, marramiau se oy en el rbol a guisa de respuesta. Guiado por el sonido, Del
descubri una sonriente gata negra, tranquilamente instalada en una rama, lamindose las garras.
Oh, no me digas eso! divag el anciano. Condenada bromista! S que lo hiciste t.
Debera, y t sabes que podra hacerlo, convertir tu cola en un ratn, ja, ja, y mirar cmo dabas
vueltas sobre ti misma sin cesar para siempre jams. Te gustara, eh, Desdmona? No, no, no te
gustara en absoluto, me atrevo a asegurar! Ja, ja!
Eso es de Shakespeare le interrumpi Del.
El anciano se qued helado donde estaba y sujet el borde del sombrero con ambas manos;
lentamente lo desliz hacia atrs descubriendo sus plidos ojos azules y mir, boquiabierto, a Del.
Qu? pregunt.
Shakespeare repiti Del. La cara del anciano segua contorsionada por el asombro.
Quiero decir que el nombre, Desdmona, es un personaje de Shakespeare.
Shakespeare murmur el anciano rascndose la barbilla y moviendo los ojos como si
tratara de recordar algo. Del, entonces, se acord de que Shakespeare era un escritor de otra poca,
de un siglo olvidado tiempo ha. Trat de encontrar el medio de contrselo a aquel anciano sin
aumentar an ms su confusin, pero entonces fue ste quien a su vez sorprendi a Del.
Shakespeare! exclam. Oh, s! Claro que s, el poeta, el bardo! Un viejo tipo
divertido, no te parece? Vaya, s, s, y Otelo, y un extrao pjaro realmente...
La gata maull.
Lo siento Des dijo el anciano. Y vaya gata tan extraa, no ests de acuerdo?
Del estaba pasmado.
Bueno, lo ests, no? Una extraa gata, eh?
Quin? pregunt Del.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
108
Vaya, Desdmona... s, s, estbamos hablando de ella, no es cierto? Era una extraa gata,
lo era, lo era, pero entonces, ja, ja, todas lo son, seguramente, claro que s!
Oh, bueno, no tiene importancia, no, no. Pero dnde, oh, dnde lo puse? No lo tienes,
verdad? No, claro que no! Ni siquiera te conozco; cmo pudiste...?
Se detuvo en seco y se inclin hacia Del; y al hacerlo el sombrero le baj de nuevo hasta la
punta de la nariz. No se molest en subrselo; se limit a echar la cabeza hacia atrs y a mirar al
extranjero por debajo del borde del sombrero.
Quin eres?
Jeff DelGiudice respondi Del con una sonrisa. Llmame Del. T debes de ser Ardaz,
el Mago de la Plata, no?
S, s, claro que lo soy. Vaya nombre raro tienes, hijo mo; s, realmente muy raro. Del-joo-
dis
1
.
Pero si es un nombre que podra haber utilizado yo en el otro...
De repente el anciano empez a temblar y a respirar con cortos jadeos.
Sabas quin era Shakespeare exclam con voz aguda, y levant el sombrero por encima
de sus cejas desprovistas de pelo, para observar a Del con ms facilidad. A Ardaz el aspecto del
uniforme de Del y el tejido sinttico le resultaron familiares; remotas memorias de los vestidos que
haba llevado muchos, muchos aos antes, antes del amanecer de Aielle. El hombre que estaba
frente a l era del antiguo mundo!
Los hombres antiguos han llegado al pas! chill Ardaz mientras daba un brinco y alzaba
los brazos.
Entonces, al darse cuenta de que no hubiera debido hacer aquella afirmacin en voz tan alta,
puso las manos sobre la boca de Del y dijo:
Sssh! Sssh!
Le cost unos segundos recordar que era l el nico que haba gritado, y entonces se separ
del joven.
Bien, bien, Ardaz a tu servicio, Del; y estoy muy contento de haberte conocido. Ja, ja!
Estoy seguro! Una leyenda viviente en mi casa! Es grandioso!
Del trat de cambiar de tema, con la esperanza de que el frentico hechicero se calmase.
Qu ests buscando?
Buscando? repiti Ardaz, rascndose de nuevo la barbilla. Quin?
Tdijo Del.
Buscndome? grit Ardaz, ms confuso que nunca.
No! gru Del; cuando he llegado aqu estabas buscando alguna cosa.
De verdad?
S!
Ah, s, buscando! Bueno, una pluma, naturalmente. Una pluma de guila.
De qu te va a servir en esta tierra?
Tierra? repiti Ardaz. Conozco esta palabra. Tierra aadi, rascndose la
barbilla. Humm... oh, bueno, ya me acordar. Para mover aquella roca infernal, claro explic
mientras sealaba un enorme bloque de piedra en el extremo este del claro. Para qu otra cosa
podra querer una pluma?
Cmo puedes mover una roca con una pluma? exclam Del, cada vez ms dispuesto a
seguirle la corriente.
Es evidente que t no puedes.
1
Del-joo-dis pronunciado en ingls suena como DelGiudice. (N. De la t.)
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
109
Del emiti un gruido de protesta y lo acompa con una palmada en la frente.
Eres un tipo muy vehemente, no? dijo secamente el hechicero, provocando otro gruido
de Del. Necesito la pluma para hacer un encantamiento. Qu ms? Qu ms? Para hacer levitar
la roca en el patio, claro.
Los ojos de Del se iluminaron.
Magia? dijo, haciendo una mueca como un gato de Cheshire. Me gustara verlo; tal
vez encuentres la pluma si te quitas este sombrero. Te est grande.
Me est grande? se pregunt con expresin embobada. Me est grande! A ver, si es
mi sombrero, cmo me puede estar grande? No me estaba grande, claro que no, no, no y no,
cuando tena pelo no me estaba grande. Pero entonces lleg el fuego e hizo puf, y puf, y me qued
sin pelo, y ahora t me dices que mi sombrero me est grande. Qu descaro!
No lo saba, lo siento se disculp Del.
S, s, t eres aqul, ja, ja! Pero entonces, naturalmente no lo sabas. Al fin y al cabo,
cmo podas saberlo?
Realmente, me gustara ver un poco de magia dijo Del, tratando ante todo de que el
anciano se concentrara. Hay otro modo de hacerlo?
Otro modo de hacer qu?
De mover la roca.
Todo el mundo sabe no hay levitacin sin pluma sentenci Ardaz; pero espera!
Humm... tal vez exista otro modo. Quiero a toda costa librarme de la roca. Creo que kaboom podra
ir bien. Qu opinas, Desi pregunt a la gata. Al instante, la gata peg un horrible chillido y se
meti por una hendidura del rbol.
Bestialmente leal, ya ves murmur el mago.
Oh, bueno, lo har! S, s, lo har! Estoy seguro! Pero, oh, hermano, dnde est mi
bastn? No debera intentarlo sin mi bastn, no, no. Ay, no me digas que tambin lo he perdido!
Realmente no debera probarlo sin mi bastn le explic de nuevo a Del; pero mientras
pronunciaba esas palabras, su cara se relaj, impresionado al parecer por el profundo disgusto
reflejado en el rostro de Del. Oh, bueno aadi con una risita, De todos modos, quin
necesita un bastn? All vamos, all vamos!
Ardaz se rasc el mentn y refunfu mientras trataba de recordar las rimas del
encantamiento.
Oh, s! dijo al fin Funcionar! Funcionar, estoy convencido!
Se aclar la garganta y se enderez el sombrero; luego empez a salmodiar en una lengua de
msticos y arcanos, y a describir crculos con los brazos, pero se detuvo de golpe al ver que Del lo
miraba embobado.
No me mires a m, estpido muchacho! Mira la roca!
Del se volvi al instante y Ardaz reanud sus recitaciones; y al cabo de pocos segundos,
kaboom!: La descarga de un rayo emergi de sus manos y rompi la roca en mil pedazos.
El brinco que dio Del fue tan brusco que por poco se qued sin pantalones.
Mierda! grit. Cmo? Qu demonios... exclam; se dio la vuelta y vio a Ardaz
que saltaba sobre un pie y agitaba violentamente las manos como una paloma enloquecida, mientras
de los dedos le salan finas espirales de humo.
Ay, ay, ay, ay, ay! gritaba el mago, pero la voz sonaba sorda, ya que el enorme
sombrero le haba bajado por la nariz y le cubra la cabeza por entero. Ay, ay, ay, ay, ay!
Ests bien? chill Del, acercndosele a toda prisa.
S, s fue la amortiguada respuesta. Hubiera tenido que utilizar mi bastn, estoy
seguro!
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
110
Del le quit el sombrero de la cabeza totalmente desprovista de pelo, y se qued
desconcertado al ver que, incrustada en medio de la frente de Ardaz, haba una gema, una plateada
adularia.
Aunque fue un buen disparo, no es cierto? exclam Ardaz con una risita burlona
mientras lanzaba a Del un amistoso guio.
Fue perfecto asinti Del en tono ausente, mientras sus ojos, sin parpadear, seguan
clavados en la gema.
Te ocurre algo, muchacho?
Esta piedra, en tu frente... empez a decir Del.
Mi distintivo? pregunt Ardaz.
He visto otra igual.
Es el distintivo de la magia; no hay muchas como sta por ah, sabes? Oh, no, no. Cuatro,
y ninguna ms en todo el pas. Y no a la vista de cualquiera, eh?. Pero, dnde podras haber
visto... ah, s, entonces es que has estado en Pallendara y has visto la perla blanca de Istaahl.
No, no he estado nunca en Pallendara contest Del. Tiene Thalasi una piedra de sas?
Iiiyaieieiei! chill Ardaz saltando violentamente y dirigiendo la vista a uno y otro lado,
como si esperara verse rodeado por demonios en cualquier momento. Sssh! Sssh! grit, y
cubri la boca de Del con la palma de la mano. No pronuncies ese nombre! No, no! agreg
apretando con fuerza la mano sobre la boca del joven y mirando de nuevo en torno en busca de
seales de la inminente catstrofe. El brujo lo agarraba con una fuerza increble, y, por mucho que
Del lo intent, no consigui librarse de l. Concentrado en su bsqueda, Ardaz no prest atencin a
los esfuerzos de Del y no lo solt hasta que se dio cuenta de que el joven se estaba volviendo de un
enfermizo tono azulado.
Perdona se disculp Ardaz. Pero no debemos pronunciar el nombre del Brujo Negro.
Un conjurador del mal donde los haya, te lo aseguro! Tiene una piedra, un zafiro, la ms poderosa
de todas las gemas. Del ms intenso y brillante azul. Azul al principio, recurdalo; pero se vuelve
negra cuando su corazn se vuelve negro; s, s, el zafiro ms negro. Ojal no le hayas visto nunca!
La piedra que vi era verde; una esmeralda, en Avalon.
Clas Braiyelle murmur Ardaz en voz uniforme y mucho ms reposada, como si la
simple alusin a la hermosa hechicera hubiera inyectado un sedante en sus venas. Has visto a
Brielle. Has sido bendecido, querido muchacho, realmente bendecido. Por favor, tienes que
contrmelo todo.
Claro respondi Del, pero primero tengo que darte algo dijo. Sac el rollo de
pergamino y se lo tendi al hechicero. Me lo dio Bellerian. Me dijo que ya sabras de qu se trata.
Ardaz tom el estuche de las manos de Del, quit la tapa y sac el pergamino.
Es eso! exclam. Es eso, es eso! Qu bien! Absolutamente maravilloso!
El encantamiento grit a guisa de explicacin al asombrado Del. El encantamiento que
har que mi pelo crezca de nuevo!
Pero espera! Qu es esto? grit al notar algo en un extremo del rollo. Oh, no! Grasa.
Grasa de dedos curiosos. Lo has tocado! Oh, no!
No lo saba explic Del.
Vaya desastre! gru el hechicero. As ocurri la primera vez; alguien toc un
pergamino. Supuestamente para que un fuego ardiera mejor, sin duda, sin duda, pero, puf, me
alcanz en plena cara. Y ahora has manoseado ste! Vaya desastre, probablemente me crecer
pelo en las orejas!
Lo siento de veras dijo Del, mordindose el labio en un fallido intento de ahogar una
carcajada.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
111
Lo encuentras divertido? le espet Ardaz con expresin colrica, pero fue incapaz de
mantener el ceo fruncido cuando analiz su propia prediccin. Supongo que lo es, no? Ja, ja!
Pelo en las orejas! Qu divertido! Realmente, muy divertido!
Cuando hubieron acabado de rer, Del cont a Ardaz sus aventuras. Al contrario que Mitchell
en la corte de Arien, Del relat todo lo que le haba sucedido a la expedicin de forma exhaustiva y
sincera. El hechicero lo escuch con verdadero inters, pero estuvo especialmente atento cuando
Del le explic el sueo en el que lo vigilaba un ojo verde; y le hizo repetir tres veces la parte
correspondiente a Avalon.
Cuando Del hubo acabado su relato, una estrellada noche luca en todo su esplendor.
Ah, Avalon! dijo Ardaz Los illumanos lo llaman Clas Braiyelle, sabes? Un adecuado
apelativo aadi en una voz de la que haba desaparecido cualquier vestigio de su anterior
frenes, como si de repente se hubiera dado cuenta de lo importante que poda ser el regreso de los
hombres antiguos para el mundo en el que ahora viva. Te envidio por haberla visto, pero si yo
estuviera en tu lugar no se lo contara a nadie ms.
Por qu no? pregunt Del. Se lo dije a los montaraces, Andovar y Belexus, y no se
alteraron.
Los montaraces son prudentes, muy prudentes repuso Ardaz; bajo la mirada de
Bellerian se acuerdan del pasado y comprenden el poder y la bondad de Brielle. La mayora de los
hombres e incluso buena parte de illumanos temen a la hechicera y te rehuiran si supieran que la
has visto. Los Hijos de la Luna han olvidado lo que ella hizo por los de su raza en un remoto
pasado. Ah, incluso muchos han olvidado lo que yo, Ardaz, hice por ellos en los primeros das de su
poca. Son tiempos tristes los que nos tocan vivir.
Debo volver murmur Del; a Avalon, a ella.
Si es verdad todo lo que me has dicho, creo que a ella tambin le gustara indic con una
sonrisa el hechicero. Pero deja que lo piense. Ahora vete, querido muchacho, regresa a la ciudad,
y no te demores; la luna no tardar en salir. No querrs perderte el festival, verdad?
Estars all? pregunt Del.
Podra estar repuso Ardaz, pero ahora tengo que pensar en lo mucho que me has
contado. S, tengo muchas cosas en que pensar.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
112
15
Luminas ey-nabraieken
Del sali del claro y cautelosamente empez a bajar por la escalera invisible, al principio con
cierta aprensin, pues recordaba los problemas que tuvo al subir a plena luz del da. No obstante, no
tard en comprobar que la oscuridad era su mejor aliado. La pared montaosa, que se encumbraba a
la derecha junto a l, segua siendo bastante visible, y su incapacidad para ver los peldaos
invisibles con la mortecina luz no desmenta en absoluto su razonamiento.
Cuando ya haba descendido la mitad de la escalera, oy cantos que provenan del rincn
noroeste del valle. Cientos de elfos, se dira que la ciudad entera, se haban reunido en un singular
coro festivo. Del no entenda la letra de las canciones, ya que cantaban en la extraa lengua de los
encantamientos, pero el tono y el tempo le hacan sentir perfectamente la emocin del canto.
Interpretaban una alegre meloda, aunque no exenta de misterio, casi sobrenatural, como si slo las
estrellas y el cielo pudieran comprender la cancin.
Cuando al fin Del hubo llegado al fondo del valle y a decir verdad, pareca haber
transcurrido un buen rato, se apresur a ir al lugar en el que se haban reunido los elfos, cuya
inolvidable cancin segua resonando en el aire de la noche. Encontr a Billy con Sylvia y Erinel.
Mitchell y Reinheiser tambin estaban all, algo apartados, hablando de sus cosas.
Dnde has estado? le pregunt Billy a Del cuando ste se le acerc. Te hemos
buscado por todas partes.
Un pequeo asunto, eso ha sido todo dijo Del; nada importante.
Billy no insisti; pensaba que era perfectamente normal que a Del se le hubiera ocurrido
emprender cualquier empresa misteriosa. Billy estaba completamente seguro de que algo irrepetible
le haba sucedido a su amigo. Del era el nico de los supervivientes de la tripulacin que aceptaba
en cuerpo y alma aquel nuevo mundo, y Aielle y sus gentes parecan darle la bienvenida. A todos
los que encontraban Del les mereca la ms alta consideracin.
Sylvia mir a Del con cara de pedirle disculpas.
Espero que mi padre no haya sido demasiado severo contigo dijo la mujer, y Del se dio
cuenta de que estaba realmente preocupada. Tienes que hacerte cargo de que son tiempos
peligrosos.
Sylvia la interrumpi Del con una incontenible sonrisa, tu padre es un elfo
absolutamente maravilloso.
Otra vez vuelves a pronunciar esa palabra protest Sylvia.
Arien no lo desaprueba explic Del. De hecho, l, el jefe de tu pueblo, me ha dado
permiso para utilizarla. En serio.
En realidad, no es ningn insulto aadi Billy.
No discutir ese punto dijo Sylvia, rindindose con un suspiro, incapaz de resistir sus
sonrisas. Supongo que es la intencin con la que se dice esa palabra la que determina su carcter.
De qu tratan esas canciones? pregunt Del.
Luminas ey-nabraieken contest Sylvia.
Del se limit a encogerse de hombros.
Abraieken significa fiesta, una danza explic Sylvia. Y el lugar al cual viajamos lo
llamamos Shaithdun-o-Illume aadi, y se puso a cantar suavemente:
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
113
Luminas ey-nabraieken
Plataforma montaosa de luz lunar.
Bailad vuestra danza de libertad,
hijos de la noche insomne
Destellos del espejo rocoso,
inacabable cancin de Tivriasis.
Alzad las manos hacia el globo plateado,
que su paso sea brillante y largo.
Luminas ey-nabraieken.
Shaithdun-o-Illume!
Tu luz es slo para m!
Sylvia se dio cuenta de que a Billy y a Del les haba gustado la cancin, y eso hizo que se le
iluminara la hermosa cara con una sonrisa.
Celebramos esta fiesta cada mes, durante las tres noches de ms luna explic ella.
Cuando la plataforma brilla con luz de plata y los pies bailan la cancin de Tivriasis! Ya lo veris,
y os prometo que disfrutaris.
La muchedumbre en torno a ellos se call.
Silencio, ahora les dijo Erinel a los tres. Estn a punto de empezar. Mi to ha trado el
Bastn de la Luz.
Todos los reunidos permanecan en silencio y haban apagado las antorchas. Frente a ellos, en
un pedestal de roca, estaba Arien Silverleaf, poco ms que una silueta a la luz de las estrellas.
Sostena ante l un cayado en una mano, y con la otra frotaba la curvada parte superior.
Illu lumin-bel!orden al bastn; gradualmente, la parte superior empez a iluminarse y
la intensidad de luz fue aumentando hasta que Arien qued baado por una suave claridad.
Entonces asi el bastn con las dos manos y lo alz hacia la multitud, la cual respondi al unsono:
Illu lumin-bel!
El bastn obedeci a aquellas voluntades unidas y su extremo desprendi una luz
resplandeciente.
Arien entreg el bastn a Ryell. Detrs de ellos, en la pared montaosa, apareci la negra
boca de un tnel.
El jefe aguard a que el tumulto se apaciguara y entonces se dirigi a la muchedumbre.
Esta noche, cuatro invitados participarn en nuestras danzas declar. Son hombres que
han venido hasta nosotros desde tierras muy remotas.
Como era de esperar, aquellas palabras levantaron abundantes rumores entre los reunidos.
Silencio! les orden Arien. La luna no tardar en salir; no nos queda mucho tiempo.
Shaithdun-o-Illume nos espera. Que cada cual ocupe su sitio!
Entre risas y canciones, los elfos formaron apresuradamente la hilera ritual que indicaba el
principio de la celebracin.
Dame la mano, DelGiudice dijo Sylvia, y ponte detrs de m. Y t, Billy, toma mi otra
mano y ve delante de m.
A lo largo de la hilera todos hicieron lo mismo, de modo que los elfos con las manos
enlazadas constituyeron una nica y larga cadena. Arien encabezaba la columna con el Bastn de la
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
114
Luz; Ryell iba inmediatamente detrs. No obstante, en aquella ocasin, haba un punto de
discontinuidad en la cadena: Mitchell estaba detrs de Del y no quera aceptar la mano del joven,
algo que ste juzgaba absolutamente infantil e impropio de alguien que se las daba de lder.
Penetraron en el tnel guiados nicamente por el bastn. A los que iban incluso a poca
distancia de Arien ya les resultaba difcil vislumbrar algo; y a los que estaban a treinta metros, o a
sesenta, el serpenteante tnel les resultaba negro como el carbn. Para los elfos era una ocasin de
reunirse, una ocasin de comunicarse y confiar los unos en los otros. Encontrar el camino entre las
rocas o ascender por unas escaleras de peldaos irregulares dependa solamente de la persona, el
enlace hacia la luz, que cada uno tena delante. Despus de unos pocos pasos en aquella negrura,
Mitchell comprendi la futilidad de su empecinamiento y cogi la mano de Del.
El tnel penetraba slo unos centenares de metros en el interior de la montaa, pero la marcha
lenta y el retorcido camino hicieron que el trayecto les pareciera mucho ms largo. Especialmente a
Del, continuamente acosado por el incesante torrente de quejas y protestas de Mitchell.
Shaithdun-o-Illume! invoc al fin Arien, pues ante l, en lo alto, surgi un punto
luminoso, y los elfos renovaron sus cnticos y sus vtores.
De repente, a la salida del tnel se recort la silueta de un hombre; Arien se detuvo en seco,
sorprendido.
Quin puede ser? pregunt un asustado Ryell. Recientemente haban ocurrido muchas
cosas raras, la menor de las cuales no era la llegada de los hombres antiguos, y Ryell, al igual que
otros muchos, estaba convencido de que Illuma iba hacia una crisis que amenazaba la misma
existencia de sus gentes.
Nadie ha entrado en el tnel antes que nosotros y no hay otra va de acceso al shaithdun.
Bueno, creo que se puede decir que ya era hora de que llegarais! exclam una voz
familiar que disip todos los temores. Un poquito tarde, debera decir!
Horror! gru Ryell; nos espera el bufn.
Si deseabas participar en la fiesta, deberas haberte unido a la hilera dijo Arien al
hechicero, mientras se acercaba a la salida del tnel. Hay que respetar las tradiciones.
Participar en la fiesta? repiti el confuso mago. Oh, no, no, eso no, eso no! Quiero
decir que no va a haber ninguna fiesta, as que, despus de todo, cmo podra participar en ella?
Qu te has credo? pregunt con gravedad Arien, mientras aumentaban al mximo sus
sospechas acerca de las intenciones de Ardaz al verlo, frente a l, bloqueando la salida del tnel.
Aprtate de nuestro camino, viejo estpido! le espet Ryell, indignado.
El Bastn de la Luz debe permanecer en el tnel! replic con aspereza Ardaz en un tono
repentinamente sereno y serio. Y esta noche no habr ninguna fiesta!
Ryell empez a protestar, pero Arien, adivinando el peligro en los ojos del brujo, lo hizo
callar al acto; el jefe conoca bien los malhumores de Ardaz, por lo que se volvi hacia l con
autntica preocupacin.
Nos acecha algn peligro?
Los espas de Ungden estn en el Portal de la Montaa respondi Ardaz con aire
severo. Lo siento, pero una fiesta en la plataforma sera perfectamente visible desde all.
Cmo sabes que estn all? gru Ryell, siempre receloso del brujo. Si se trata de uno
de tus juegos...
Lo s! respondi speramente Ardaz, y Ryell se qued sorprendido de la tremenda
fuerza de su voz.
Jams haban llegado tan lejos murmur Arien.
Jams Ungden haba decidido nada semejante replic Ardaz; no tuvo que aadir ninguna
explicacin adicional, relativa a sus temores de que algo peor y ms peligroso subyaca bajo aquel
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
115
ltimo intento de Ungden el Usurpador de descubrir dnde se encontraba Illuma, pues saba de
sobras que todos los miembros de la comunidad de Lochsilinilume compartan esos temores.
Obviamente apenado ante la perspectiva de anular la fiesta, Arien, no obstante, fue lo bastante
prudente para hacer caso de las palabras del hechicero.
Hazlo pasar a lo largo de toda la hilera orden a Ryell entregndole el Bastn de la
Luz. Ahora es tiempo de preparativos para nuestro pueblo; la fiesta tendr que esperar.
Arien protest Ryell, no puede ser que, por culpa de lo que ha dicho ese brujo, vayas a
estropear esta noche.
Ordena a la gente que regrese a la ciudad continu con calma un impertrrito Arien.
Ryell, encolerizado, se dio la vuelta y empez a bajar siguiendo la hilera, pero Arien todava
no haba terminado de hablarle.
Convoca a los nueve de la segunda generacin y acompalos al shaithdun. Creo que hay
que celebrar un consejo.
Desea algo ms, mi querido lord? refunfu Ryell, con descarado sarcasmo.
S replic con aspereza un severo Arien. Avisa a mi hija y a Erinel que traigan a
nuestros visitantes. Este problema tambin es de su incumbencia.
Arien esper a la salida del tnel para saludar a los dems a medida que iban llegando.
Nuestro consejo ser duro dijo a Del y a Billy, pero por lo menos habris llegado en el
momento oportuno para ver Loch-shIllume, el Estanque Lunar, en su ms radiante belleza.
Los dos hombres avanzaron hasta la plataforma y vieron que el jefe no haba exagerado lo
ms mnimo. Se hallaban en un saliente plano de una garganta en forma de cuenco rodeada por altas
paredes montaosas formadas por rocas de mica que constituan anchos embudos y se alzaban hasta
abrazar el cielo nocturno. Las paredes por debajo del saliente, sin embargo, eran verticales y caan a
plomo mucho ms de cien metros hasta llegar a un profundo y fro lago de montaa. A pocos
metros, a la izquierda del tnel, de una grieta de la pared rocosa emerga una corriente de agua que
se precipitaba en el abismo. Era Tivriasis, que emita sin cesar sus inolvidables notas, evocadoras de
imgenes de heroicas aventuras y de tierras mticas, mientras danzaba por las paredes de piedra en
su viaje hacia la oscuridad del fondo acuoso.
Por la parte sur, la garganta mostraba la nica discontinuidad de toda la pared montaosa:
empezaba siendo una grieta a nivel del lago, pero poco a poco se ensanchaba al ir subiendo, de
modo que todas las tierras del sur quedaban a la vista. A la luz del da, el Portal de la Montaa y
Avalon se vean perfectamente; pero de noche, tan slo se vislumbraban las sombras formas de la
cordillera del sur y, ms all, alguna luz, aqu y all, en la extensa llanura de Calvan.
En la plataforma no se necesitaban antorchas, salvo en las noches ms oscuras, pues incluso
bajo un cielo estrellado, la abundante mica reflejaba suficiente luz. En una noche como aqulla, de
luna clara, el saliente resplandeca con una fantasmagrica luz plateada.
Mientras Del permaneca hipnotizado por la belleza que tena delante, se le acerc un anciano
y le dio una palmada en el hombro. Al principio Del no lo reconoci, pues, aunque llevaba un
sombrero y una tnica similares a los del hechicero Ardaz, tena una larga barba blanca, espesas
cejas, y ondulante cabello blanco que le llegaba por el pecho. Sobre el hombro llevaba posado un
gran cuervo con toda comodidad. Naturalmente, era Ardaz; Del se dio cuenta cuando el hechicero
seal la barba y le hizo un guio.
Asombrado, Del le tir ligeramente de la barba; el brujo solt una risa aguda y divertida, se
dio la vuelta con rapidez y se fue a saludar a los que saliendo del tnel iban llegando a la
plataforma. Del solt una carcajada y lo sigui, contento de que Ardaz estuviera all e intrigado por
saber qu magia habra utilizado para llegar a la plataforma antes que ellos. Quiz se haba
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
116
transformado en un pjaro, como el que llevaba sobre el hombro. O tal vez tena un palo de escoba,
como el de algunas brujas de las viejas leyendas de Halloween.
Cuando el ltimo grupo del consejo hubo salido del tnel, Arien se sent con la espalda
apoyada en la pared de piedra y propuso a todos los all reunidos que se sentaran en semicrculo en
torno a l. El jefe apenas los mir mientras se iban instalando; tena la mirada fija en el panorama
que se abra por el sur entre las montaas, y su espritu haba retrocedido varios siglos. Haba sido
el primognito de la segunda generacin de illumanos, el primer elfo nacido de padres elfos y el
primer nio nacido en Illuma. Se acordaba del da en que haba caminado hasta el shaithdun y haba
visto por vez primera Loch-shIllume. Por aquella misma abertura de la pared montaosa, aquel da,
el joven Arien Silverleaf haba visto las extensas tierras del sur y se haba percatado de que, desde
luego, haba en el mundo muchas ms cosas aparte del valle Illuma y de las Montaas de Cristal.
Entonces, su padre se le acerc y le habl de la impresionante Pallendara, la ciudad que los elfos
llamaban Caer Tuatha, y del maravilloso Avalon, Clas Braiyelle, y de las extensas tierras entre
ambos lugares.
Shaithdun-o-Illume era un sitio especial para Arien. Hasta tal punto, que cuando Tivriasis, su
esposa y madre de Sylvia, se fue de este mundo, fue all donde encontr consuelo. La cancin del
salto de agua haba cautivado el alma de Arien aquella noche: su jovial meloda era parecida a las
notas que haban guiado la vida de la doncella elfa que se haba convertido en su compaera. As
que Arien decidi dar su nombre al salto de agua para honrar su memoria, y aquella misma noche
empez la tradicin de Luminas-ey-nabraieken.
Arien sonrea al pensar en los remotos tiempos en que Tivriasis, Ryell y l se haban escapado
de Illuma y haban ido hasta el bosque de Avalon o hasta las estribaciones septentrionales de las
llanuras de Calvan. Pero aqullos eran tiempos ms tranquilos, los das de Ben-rin y sus herederos.
Ahora, con Ungden el Usurpador en el trono del sur, ningn illumano se atreva a abandonar el
refugio de las montaas.
En el rostro de Arien, la sonrisa se desvaneci. Unos calvans, exploradores de Ungden, haban
acampado en el mismo umbral de su territorio. Incluso el maravilloso Illuma, Lochsilinilume, el
santuario de los elfos de Aielle, estaba amenazado. Arien se pregunt: santuario o prisin? Se
volvi hacia Ardaz, que estaba sentado a su lado.
Cuntos aos vivir, amigo mo? le pregunt en voz baja. Suficientes para gozar del
da en que pueda visitar Pallendara? O para nadar, tal vez, en el mar?
Aquello hizo brotar una lgrima de los ojos del hechicero, pues Ardaz, mucho mejor que
nadie, comprenda la frustracin de Arien; la pregunta era retrica, ya que Arien era el ms anciano
de los elfos, el primero de su especie que los hechiceros haban bendecido con el don de la
longevidad. En aquel momento, al verlo apoyado en la pared de piedra, Ardaz tuvo la impresin de
que Arien era muy viejo. Desde que Ungden haba asumido el poder, Arien haba estado sometido a
una gran tensin y, al igual que un animal enjaulado, estaba perdiendo bravura y se iba deslizando
lentamente hacia un estado letrgico que Ardaz saba que acabara por ocasionarle la muerte.
Incluso Luminas-ey-nabraieken le aportaba slo un consuelo temporal. Tambin otros elfos
presentaban aquellos sntomas de fatal decadencia; Ryell, siempre al borde de la rabia y de la
frustracin, era probablemente el que ms. A menudo Ardaz se sentaba a la entrada de Brisen-
Ballas, la torre que era su residencia, y miraba hacia abajo, hacia el valle secreto, y lloraba por los
Hijos de la Luna. Aquella raza bondadosa, que ofreca nada menos que una sincera amistad,
mereca mejor suerte. Podan aportar muchas cosas a los hombres de Aielle y as enriquecer sus
vidas. Si slo...
Si slo os dieran la oportunidad de hacerlo... murmur a Arien. El jefe, que estaba
preparndose para dirigir el consejo, no lo oy.
Aunque le corresponda a Arien abrir el consejo, el primero en hablar fue Ryell. Impaciente y
esperando preservar al menos una parte de la fiesta, el vehemente illumano no esper a nadie.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
117
Cmo sabes que hay espas, anciano? le espet a Ardaz. O es otra de tus bromas?
Arien no reprendi a su amigo, pues comprendi que Ryell necesitaba desesperadamente
sentir la libertad de Luminas ey-nabraieken. Lo mismo que para Arien, danzar en la plataforma a la
luz de la luna, constitua para Ryell el mayor de los placeres, una liberacin de la tensin producida
por las constantes amenazas del enemigo del sur; por eso no le gustaba tener que prescindir de ello.
No es ninguna broma respondi solemnemente el hechicero. Aunque me gustara que
lo fuese, me gustara que lo fuese. No, no aadi; seal a Del. Justo despus de que te fueras,
conjur un torbellino que elimin la confusin. Por supuesto, ya sabes que Desdmona,
manifestndome como siempre su implcita confianza, sali corriendo.
Dedic al cuervo un sarcstico gruido y Del se qued confundido pues, cuando lo vio por
vez primera, Desdmona era una gata.
Se fue como un rayo y yo invoqu el torbellino. No hay problemaprosigui el hechicero;
indignado, chasque los dedos en direccin al cuervo; las hojas volvern a crecer agreg en
voz muy baja para que slo Desdmona pudiera orlo.
Bueno, dnde estaba? Ah, s. Mientras me estaba vistiendo otra vez, Des volvi aleteando
con asustado nerviosismo y me dijo que unos calvans, llegados desde el sureste, haban cruzado el
Portal de la Montaa.
Un pjaro! grit Ryell. Nuestra fiesta ha sido anulada por el graznido de un pjaro!
aadi; se puso en pie de un salto y mir hacia el sur, hacia la negrura del Portal de la Montaa
. Viejo, no veo nada all abajo. Dnde est la fogata del campamento? O acaso les gusta la
oscuridad?
Pero mientras profera sus sarcsticas preguntas, en el oscuro prado apareci la luz de una
fogata. Al verla, a Ryell le falt poco para caer del saliente; los dems empezaron a dar saltos y a
jadear de asombro. Slo Arien, que nunca dudaba de las palabras del hechicero, no se sorprendi en
absoluto.
Creo que le debes una disculpa al pjaro, Ryell dijo con frialdad el lord de los elfos.
Jams haban llegado tan lejos dijo Ryell, ahora en un tono suavizado. Qu significa
eso?
El jefe, decidido a mantener un comportamiento sereno, le respondi secamente.
Significa que Ungden tiene pistas del paradero de nuestro territorio, pues sin duda cree que
Illuma es ms que una leyenda. O tal vez no significa nada en absoluto. No podemos saberlo con
total seguridad.
Oh, s, podemos estar seguros, Arien dijo Ardaz. Des los escuch. Nos buscan y saben
ms o menos dnde estamos.
Del analiz al hechicero con sumo cuidado; en l haba algo distinto. Ya haba visto el lado
serio del brujo en una ocasin, cuando hablaron de Brielle el primer da; pero lo de ahora era algo
ms profundo. Antes, Ardaz se haba mostrado dinmico, casi frentico, pero a pesar de todos sus
brincos, no dejaba de parecer un frgil anciano. Del incluso haba temido que pudiera hacerse dao.
Ahora ese temor haba desparecido; el hechicero emanaba energa y en torno a l haba un aura de
poder sobrenatural. Antes, Ardaz le haba parecido un insensato, pero ahora era inequvoca la
lucidez de su mirada. Una lucidez profunda, capaz de llegar ms all del nivel que puede alcanzar la
comprensin del ser humano. Sbitamente, la verdad sobre Ardaz, y las consecuencias de la historia
fantstica de Calae gravitaron con todo su peso sobre Del. El hombre que tena enfrente era un
hechicero, uno de los Cuatro adiestrados por los colonnae en los primeros tiempos de Ynis Aielle.
Aquel hombre llevaba viviendo ms de doce siglos y haba conocido el mundo anterior al
holocausto! El impacto del descubrimiento fue tal que poco falt para que Del lo expresara en voz
alta.
Entonces, estamos perdidos protest uno de los elfos por encima de las lamentaciones
generales.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
118
No replic severamente Arien, y en el auditorio se hizo el ms absoluto de los silencios
ante la firmeza de su tono. No estamos perdidos; aunque los calvans descubrieran la entrada del
tnel, nunca encontrarn la salida del laberinto subterrneo.
Pero si llegaran a encontrarla dijo Ryell con voz severa, slo tendramos trescientas
lanzas para hacer frente a los millares que tiene Caer Tuatha.
En un apartado rincn del auditorio, Hollis Mitchell escuchaba con creciente inters, atrado
por la idea de la guerra. En el momento adecuado y con las circunstancias apropiadas, crea que
poda hacerse con el poder en aquella tierra de gentes primitivas. Su conocimiento de las armas
bastara para decidir la victoria en aquel mundo de espadachines.
Tiene que haber guerra? pregunt interviniendo en el debate con su caracterstica
impaciencia.
Una guerra o una carnicera murmur Ryell.
Si Ungden nos encuentra dijo Arien, nos destruir; su clera est muy enraizada. A sus
ojos tenemos que morir por el solo hecho de ser diferentes.
Eso me suena susurr Billy, y Del le dedic una resignada inclinacin de cabeza para
mostrarle su acuerdo.
Mitchell se levant y se dirigi al centro del crculo del consejo.
No estis perdidos! proclam en voz alta, mientras proyectaba las manos hacia arriba
como si fuera una especie de salvador venido para liberar a los illumanos. En mi mundo tenemos
procedimientos y armas con los que unos pocos pueden vencer a muchos! agreg e hizo una
pausa, esperando escuchar gritos de entusiasmo en su honor, antes de proseguir.
Pero no ocurri lo que esperaba; mientras la mayora de los de la segunda generacin se
quedaba atnita, el rostro de Ardaz palideci horrorizado y Arien se levant de un salto provocado
por un arranque de ira.
Silencio! mand el jefe. Mitchell meda ms de medio palmo ms que Arien y pesaba el
doble que los delgados illumanos, pero la ira hizo que se encumbrara por encima del capitn. En
Aielle no caben tus armas ni tus procedimientos!
Djale hablar! pidi Ryell. Arien se volvi hacia l, con la cara contrada a causa de su
incredulidad y de su renovada furia.
Quiz tenga algo interesante que decirnos indic Ryell, sin dar su brazo a torcer.
Arien permaneca sin parpadear.
Nos enfrentamos al exterminio! rugi Ryell, como si aquel solo hecho justificara su
posicin. Ungden es un tirano! Es mucho ms justo que nosotros disfrutemos de estas tierras
que l y sus miserables humanos! Qu pasa con nuestros derechos de nacimiento?
Arien mir a su alrededor, muy consciente de que aquel discurso no iba dedicado a l, pues
Ryell saba que jams se dejara influir en aquella cuestin; en realidad, aquellas palabras iban
destinadas a los odos de los dems de la segunda generacin, que estaban tan hartos como Ryell de
esconderse. Lochsilinilume no era una dictadura; la voluntad del consejo poda arrancar
concesiones al jefe.
De repente, se iniciaron varias conversaciones y pronto result patente que el consejo haba
quedado definitivamente dividido en dos partes por la propuesta de Mitchell. Arien mir a Ardaz en
busca de sugerencias, y el hechicero le devolvi una mirada, firme e intransigente, que no hizo ms
que confirmar los sentimientos y temores de Arien.
No! declar Arien de modo terminante. Y no quiero or hablar ms de eso. No
empezar una guerra. Ni aceptar los procedimientos de los hombres de antes de los e-Belvin Fehte.
Acaso habis olvidado las horribles historias? Estamos moralmente obligados, por el simple hecho
de nuestra existencia, a respetar lo que se supone que Aielle debe ser, y a no repetir aquellos
errores.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
119
Si nos encuentran... coment uno de los de la segunda generacin.
Cumpliremos con nuestro deber! le espet Arien.
Ser demasiado tarde murmur Ryell.
Mitchell se alej de la clera de Arien y se reuni con sus compaeros.
Capitn exclam Del rechinando los apretados dientes y temblando a causa de su propia
indignacin, no nos han trado aqu para empezar una guerra.
No terci Reinheiser, pero han considerado que tal vez nos condujeron hasta aqu
para asegurar que el bando que tiene razn salga victorioso? El conflicto parece inevitable.
Aunque estaba sinceramente preocupado por el hecho de que Reinheiser pudiera tener razn,
Del todava se senta ms intranquilo pensando cul sera el bando correcto para el capitn
Mitchell. El objetivo de ste y estaba profundamente convencido de ello sera conseguir
ventajas personales sin importarle el bienestar de Ynis Aielle.
Y, a pesar de sus reservas, Del estaba persuadido de que podra encontrar una alternativa
mejor; detestaba la guerra y todo el dolor y el mal que conllevaba, y comprendi en aquel momento,
el momento ms crtico de toda su vida, que si no poda ser fiel a sus principios y a sus ideales en
aquellos tiempos de grandes peligros, todo aquello no sera ms que retrica intil. Del crea
tena que creerlo despus de haber sido testigo de la devastacin al otro lado del muro de luz
dorada que la razn, y no la violencia, era el nico camino til para resolver un conflicto.
Tiene que haber otra manera dijo Del al consejo. Un emisario para mostrarle a Ungden
que no representamos ninguna amenaza para l y que deseamos vivir en paz con Calva.
No funcionara, querido muchacho replic Ardaz. No, no, eso jams saldra bien;
conoc al antecesor de Ungden, y era tan terco como ese tozudo imbcil. La mentalidad del
Usurpador no puede cambiarse. Estaba en Caer... bueno, en Pallendara la noche en que Ungden se
apoder del trono. Puedo dar fe de los sanguinarios mtodos que utiliz y de la maldad de su
corazn. Hacedme caso en este punto: no hay ninguna posibilidad de paz mientras Ungden mande
en la ciudad.
Desde luego, Ungden ha demostrado ser una vbora en cada uno de sus actos confirm
Arien.
Y me temo que an pueda haber un mal mayor desde el trono murmur Ardaz en voz
baja.
El incmodo silencio que se produjo se prolong durante mucho, mucho rato. Arien trat de
poner en claro sus ideas con sumo cuidado, pues saba que todo Illuma dependa de su criterio.
Sylvia y Erinel dijo al fin, acompaad a nuestros huspedes a la ciudad; alojadlos en
mi casaorden, y, dirigindose a los hombres, aadi: y all debis quedaros. El debate que nos
aguarda es exclusivamente para los miembros del consejo; puede que no volvamos antes del
amanecer.
Los seis se levantaron para marcharse. Todos tenan cuestiones o sugerencias que formular,
pero el tono de voz de Arien haba dejado claro que no era procedente que hablaran en aquel
momento. Todos hicieron una reverencia, salvo Mitchell, y se dieron la vuelta hacia el tnel.
Hay una antorcha a vuestra disposicin dentro del tnel dijo Ardaz; Sylvia inclin la
cabeza para asentir.
Perplejo, Reinheiser se detuvo y examin al hechicero. El fsico conoca sus propias dotes de
observacin y saba que no haba otra antorcha en el tnel ms que el Bastn de la Luz. Aquel
bastn lo haba utilizado la hilera de elfos para regresar a la ciudad y nadie se haba aproximado a la
entrada desde que todos llegaron a la plataforma.
Pero cuando penetraron en el tnel haba una antorcha en el suelo frente a ellos; y cuando
Erinel la recogi, su extremo se encendi espontneamente.
A Del no le sorprendi.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
120
El consejo privado empez tan pronto como el grupo se hubo marchado; se produjeron
abundantes discusiones y disputas, pues haba dos puntos de vista muy dispares sobre las medidas
que haba que tomar. Ryell y los que lo apoyaban queran escuchar los planes de Mitchell y, sin ms
dilacin, ir al encuentro de las fuerzas de Calva antes de que pudieran organizarse contra Illuma, y
de este modo propiciar la derrota de Ungden. La otra faccin, liderada por Arien, se basaba en la
esperanza de evitar la guerra tanto tiempo como fuera posible, confiando en que en Calva ocurriera
algo que rebajara la tensin; tal vez una sublevacin contra Ungden. Se produjo un debate muy
agitado, pero al final se decidieron muy pocas cosas. Cuando el cielo empezaba a iluminarse con la
proximidad del alba, Arien puso fin a las discusiones.
Parece que estamos divididos dijo. Irremisiblemente divididos, por lo menos de
momento. Por lo tanto, en calidad de jefe, decido que permanezcamos ocultos y esperemos hasta
tener ms informacin sobre lo que nos aguarda. Sus palabras levantaron protestas en el grupo de
Ryell. Y nadie prosigui Arien por encima de las murmuraciones, salvo los enviados con
alguna misin por este consejo, debe salir de la ciudad.
Y qu pasar con nuestros huspedes? pregunt en tono incisivo Ryell. Despus de
todo, son hombres, y no me fo de ellos.
Ardaz se movi con inquietud y pas la mano sobre el lomo de Desdmona que, de nuevo, se
haba convertido en una gata negra.
Y sin embargo estaras dispuesto a confiar al que llaman Mitchell el mando de nuestras
fuerzas contra Calva replic con dureza Arien.
Me limitara a enterarme de sus planes para derrotar a Calva replic speramente
Ryell; los analizara y vera qu tienen de aprovechable. Jams le confiara el mando.
Arien cerr los ojos y trat de averiguar lo que realmente senta en su corazn. Intua que
tena que esperar la hora propicia y reaccionar segn se fueran produciendo los acontecimientos,
por la sencilla razn de que todava no tena la suficiente informacin para emprender una accin
audaz; y una decisin imprudente poda significar su completa destruccin.
Por lo que respecta a nuestros huspedes orden, tenemos que ofrecerles todas las
comodidades posibles aadi, levantando otra oleada de protestas; pero puntualiz Arien
para acallar las quejas, no estarn autorizados a salir de sus habitaciones y dispondremos
vigilantes frente a sus puertas.
Recorri el consejo con la mirada; le bastaban los ojos para expresar a los reunidos la firmeza
de su decisin y a la vez para solicitarles su aprobacin, lo que sin duda mitigara la tremenda
tensin del mando.
De acuerdo respondieron en bloque.
Es una decisin prudente aadi Ryell.
Ardaz tambin pensaba lo mismo, pero saba que, desde un bosque, una voz llamaba al que
llevaba por nombre Del. Al brujo le daba miedo aquella voz, pues no acertaba a comprender la
razn de tal llamada, y tambin saba que no sera desatendida.
Bueno, ya que estamos de acuerdo, terminemos este consejo y regresemos a la ciudad
dijo Arien; y esperemos aadi severamente, que nuestros hogares permanezcan ocultos a
los ojos del Usurpador.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
121
16
Paciencia
Del no se alter demasiado cuando se despert a media maana y vio que no estaba
autorizado a salir de la habitacin. Sus sueos estuvieron repletos de imgenes de Avalon, y luego
una fantasa sobre una danza con la bella Brielle, en un prado a la luz de la luna, invadi
obsesivamente su mente. Lo que le rodeaba, dado que no formaba parte de Avalon, le pareca
irrelevante, y una habitacin era lo mismo que la ciudad entera.
No obstante, Billy se tom las cosas ms a pecho. Desde el principio de aquella aventura,
haba adoptado una actitud estoica. Incluso cuando haban emergido de las profundidades del mar y
encontrado su mundo visiblemente destruido, Billy se haba encogido de hombros con grave
firmeza y haba convertido su aceptacin forzosa en un escudo protector, aunque se daba cuenta de
que la afilada hoja de la disciplina necesaria para mantener el equilibrio interno poda cortar en
ambos sentidos: poda defenderse de las depresiones, pero en una situacin tan imprevisible e
incontrolable como aqulla tambin tena que evitar sobresaltos emotivos, falsas euforias a las que
acechaban profundos abismos. Hasta ahora, haba sabido controlar esa afilada hoja, incluso frente a
las fascinaciones mgicas de Avalon.
Pero la disciplina de Billy haba alcanzado su lmite. En la tarde que haba pasado con los
elfos, lleg a querer a Illuma y a sus habitantes con sus joviales canciones y danzas y su modo
despreocupado de vivir. Ahora estaba sentado, alicado, abandonado por aquella euforia que no
haba buscado, mirando por la pequea ventana de la habitacin el jolgorio exterior. Pues la sombra
de Ungden que se cerna sobre los elfos no poda evitar sus eternos festejos.
En la habitacin del otro lado del vestbulo, Reinheiser se esforzaba por calmar al airado
capitn.
Cmo se atreven? grit Mitchell con las venas del cuello hinchadas. Encerrarme a
m! Y despus de haberles ofrecido mi ayuda.
Un ofrecimiento vano resopl Reinheiser, que conoca suficientemente bien los deseos y
las ambiciones de Mitchell para saber que el capitn ayudara a quien fuera con tal de que ello le
acercara a la consecucin de sus objetivos personales. Aquellos elfos, tan infantiles y
despreocupados, no figuraban en los planes ltimos de Mitchell. Los podra utilizar, o dominar,
pero Reinheiser lo saba perfectamente el capitn no tena la menor intencin de ayudarlos.
Qu quiere decir con eso? le pregunt Mitchell con cautela.
Vamos, capitn; no me diga que piensa organizar un ejrcito con esas pequeas criaturas
desvalidas.
No admiti Mitchell, y se ri de forma repugnante; pero ellos no lo saben.
Desde luego que no asinti Reinheiser. Y no se preocupe, creo que ha convencido a
bastantes por lo menos de que es amigo suyo.
Y as es como me recompensan exclam, mientras pegaba un puetazo en la puerta
cerrada con llave. Tengo que salir de aqu!
Para ir a Calva, supongo.
A Calva, claro; a la corte de Ungden.
Y all se har con el poder? musit el fsico. No creo que Ungden sea de los que
abandonan un trono ganado con malas artes tan fcilmente.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Yo tampoco lo creo convino Mitchell, pero quiz recompensar a un gran lder llegado
de otro mundo, a un hombre que le entrega a su mayor enemigo, con un lugar de honor en su corte o
tal vez incluso con el trono de un pequeo reino.
Ambas alternativas constituyen para usted una slida base para preparar un ejrcito
razon Reinheiser.
Un ejrcito con pistolas confirm el capitn, saboreando su fantasa de poder con
obscena delectacin.
Y las mquinas para fabricar las piezas necesarias? pregunt Reinheiser. El hecho de
conocer las partes de que se compone una pistola no significa que se disponga de los medios para
fabricarlas. Los metales disponibles son lo bastante resistentes? Y qu pasa con la plvora?
Se puede hacer insisti Mitchell.
Reinheiser le dedic una sonrisita.
Claro dijo. O si no se pueden fabricar pistolas, por lo menos otras armas superiores a
las que aqu hemos visto.
Mitchell asinti, satisfecho al parecer con la respuesta.
Entonces, mandar sobre este mundo coment con calma mientras se le ensanchaba la
sonrisa. No obstante, no fue ms que un alivio temporal de su clera y de su frustracin, y
enseguida la sonrisa dej de iluminarle la cara. De qu sirve todo esto? gru. Slo es un
sueo. Aunque pudiramos escapar de esta habitacin, cosa que no podemos hacer, jams
encontraramos la manera de salir de este estpido valle.
S, la encontraramos repuso Reinheiser, que ahora era el nico que sonrea. Sac un
pergamino enrollado de debajo de la capa y se lo ense a Mitchell, que pudo comprobar a medida
que lo iba desenrollando que se trataba de un mapa, un mapa que indicaba el camino de vuelta al
Portal de la Montaa.
Dnde lo consigui?
Lo he hecho yo mismo.
Pero cmo?
Ha sido tan fcil como un juego de nios contest Reinheiser; cuando los elfos nos
escoltaron hasta este valle, iba contando los pasos que daba y los relacionaba con las curvas y
pasadizos que seguimos en el interior del tnel.
Esa fue la causa de que montara aquel maldito nmero acerca de su miedo a las cavernas
dijo Mitchell; para poder ir pegado a la pared.
Reinheiser inclin la cabeza, para asentir fingiendo aburrimiento, como si aquello no fuera
ms que algo nimio para un hombre tan brillante como l.
El mapa no es perfecto, pero estoy seguro de que ser suficiente para permitirnos salir de
aqu.
Menuda cabeza tiene dijo Mitchell, con una cara que apenas poda dar cabida a la
amplitud de su sonrisa. Cundo nos vamos?
Paciencia, amigo mo, paciencia contest Reinheiser; los elfos relajarn la vigilancia
cuando el peligro inmediato haya pasado, y entonces...
Y entonces le interrumpi el capitn, abriendo ampliamente los brazos, como si se
dirigiera a una multitud, todos aclamarn a Mitchell, lord de Aielle.
Y estall en una sonora carcajada.
Reinheiser lo secund pero con menos entusiasmo; el fsico saba que tenan que enfrentarse a
otros obstculos que Mitchell no haba considerado y, de hecho, encontraba que la codicia de
Mitchell era absolutamente ridcula.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
123
A media tarde, Ardaz y Ryell estaban sentados en el estrado de la sala del trono, mientras
Arien, inquieto, se paseaba de un lado a otro ante ellos.
Arien, djale ir le rog Ardaz; podemos confiar en l.
Confiar en l! exclam Ryell Es un hombre. Cmo podemos estar seguros de que en
su interior queda algn vestigio de honradez? Los hombres no han mostrado ms que odio por los
illumanos; si pudieran encontrarnos, nos mataran al instante. Y t hablas de confiar nuestras vidas
a uno de ellos?
Soy un hombre y, ciertamente, no comparto esta opinin dijo Ardaz, aunque comprenda
la animadversin de Ryell hacia los de su raza.
Era una historia por todos conocida que en Illuma los padres de Erinel, el hermano de Ryell y
su cuada, haban sido asesinados en un paso montaoso por unos humanos cuando Erinel slo era
un nio. Arien dudaba de la veracidad de aquella historia y crea que en realidad aquella infortunada
pareja haba sido abatida por violentos garras; y, aunque Ardaz tampoco crea que los asesinos
hubieran sido hombres, no tena pruebas que oponer a las enraizadas convicciones de Ryell.
T eres diferente replic Ryell; eres un brujo, y bastante inofensivo.
Qu asunto puede interesarle en el bosque de la hechicera? pregunt Arien retomando
el hilo de la conversacin; las discusiones entre Ryell y Ardaz se ramificaban con facilidad y Arien
saba por experiencia que aquel par poda pasarse horas divagando si se les dejaba.
S, qu asunto! replic Ardaz Porque, qu asunto puede interesarle aqu? Mirad, creo
que fuerzas que estn fuera, absolutamente fuera, de nuestro alcance guan el rumbo de esa persona.
Sabis... no creo que sea prudente retenerlo. Tal vez se vuelvan locos, y eso no lo deseamos; no, si
quiere regresar a Avalon, deberamos dejarlo.
Tambin deberamos darles a todos ellos permiso para circular libremente por Illuma?
dijo Ryell con un gruido. Y dejar que esas fuerzas ocultas que mencionabas nos lleven a la
destruccin?
No, claro que no! repuso el hechicero. Slo me refiero al que se llama DelGiudice, el
cual estoy convencido que se ha ganado nuestra confianza.
Por supuesto asinti Arien. Pero, sigo sin comprender qu es lo que ella quiere de l.
Probablemente quiera convertirlo en ardilla, para que pueda bailar entre los rboles
indic Ryell.
Te has pasado de la raya! grit Ardaz, y dio un brinco con los ojos centelleantes de ira.
Ryell sigui sentado, despreocupado y sin dejarse impresionar, firmemente convencido de que los
brujos eran unos viejos insensatos ineptos y que las hechiceras eran tan slo fruto de las
imaginaciones infantiles.
Ya basta, Ardaz! orden Arien, pero el brujo no retrocedi. Arien se interpuso entre l y
Ryell, y clav una dura e inflexible mirada en los ojos encendidos del hechicero.
Cuando volviste con nosotros hace treinta aos, estuviste de acuerdo en respetar mis
rdenes y atenerte a nuestras leyes dijo Arien severamente, sin dejar lugar a ambigedad alguna.
Ardaz se sent a regaadientes.
Ryell no tiene tantos aos a sus espaldas como nosotros coment Arien para apaciguar al
brujo. No se acuerda de la Hechicera Esmeralda ni de los viejos tiempos, cuando la magia
impregnaba el aire; aquella poca para l slo son leyendas que se cuentan en torno a una chimenea.
Entonces ya es hora de que se vaya enterando! refunfu Ardaz, pero su enfado no tard
en dejar paso enseguida a los recuerdos de aquellos das remotos.
Arien dijo con calma, invoca si te apetece los das lejanos, los das de Ben-rin y
Umpleby y de la Roca de la Justicia. En aquel entonces, hice mucho por tus padres y por tu familia,
y no ped nada a cambio excepto tu amistad y tu confianza. Ahora confa en m, te lo ruego. Deja
que DelGiudice se vaya.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
124
Qu crees que ella quiere de l? pregunt Arien.
Ni siquiera s si quiere algo de l respondi Ardaz. Slo s que el joven debe elegir su
propia senda y que ha escogido la que lleva a Avalon. Djale ir, Arien. Amigos mos lo vigilarn, te
lo prometo.
Arien, en el fondo de su corazn, saba que Del haba ganado y merecido la confianza de los
illumanos, pero tambin conoca las consecuencias de dejarle ir. Ryell y muchos otros se pondran
furiosos con l si lo haca, y no era momento adecuado para dividir a su pueblo.
Pero al fin decidi seguir los dictados de su corazn, argumentando que traicionar a su propia
conciencia era un mal mucho mayor que cualquiera que pudiera ocasionarles Ungden. Arien no
aceptara aquella traicin en nombre de la prudencia. Con grave determinacin, pero suavizada por
la empata, mir a los ojos de Ryell.
DelGiudice tiene permiso para irse.
Ryell volvi la cabeza.
Magnfico! grit Ardaz.
Pero slo despus de que prosigui el jefe los calvans hayan desalojado las colinas
ms bajas en torno al Portal de la Montaa.
Desdmona los est vigilando inform con satisfaccin el hechicero y me avisar tan
pronto como se hayan ido.
Asimismo, ese da, debemos dejar que los otros tres puedan volver a recorrer el valle
libremente dijo Arien. Tenemos que averiguar si tambin son dignos de nuestra confianza.
Enfurecido y temblando como si estuviera a punto de perder el control, Ryell se dio la vuelta
y lanz a Arien una mirada de profundo desprecio.
Tranquilo, amigo mo dijo Arien. A ti te nombro supervisor de la vigilancia de los
otros tres, te ocupars personalmente de escoltar a DelGiudice hasta el arco de entrada del Portal de
la Montaa. Desde all, podrs ver si entra en Clas Braiyelle y si el pacfico y sereno bosque le
permite la entrada, y podrs comprobar, entonces, que no es amigo de Ungden el Usurpador.
Y los otros tres por la noche deben volver a sus habitaciones y quedarse en ellas sugiri
Ryell; y a Arien le gust que su amigo, obviamente enfurecido por sus decisiones, las aceptara
aparentemente de buen grado.
Como quieras respondi Arien.
Entonces, de acuerdo.
A Del le dio un vuelco el corazn cuando Ardaz lleg con la noticia de que estaba autorizado
a regresar a Avalon. Billy, tambin, se puso a bailar cuando supo que no tardara en pasear de nuevo
en libertad entre los elfos. El brujo crea haberles hecho un favor al comunicarles la decisin de
Arien; pero los dos hombres se sentan ms tristes a medida que pasaban los das y Desdmona no
regresaba con la noticia de que los exploradores calvans se haban ido.
Durante ese tiempo, Sylvia y Erinel visitaron a menudo su habitacin y les proporcionaron a
ambos un gran consuelo. Los cuatro no tardaron en hacerse muy buenos amigos y se contaban unos
a otros interesantes historias. No obstante, Del estaba un poco disgustado por el hecho de que ni
Sylvia ni Erinel compartieran su entusiasmo por regresar a Avalon. Siempre que hablaba de Brielle,
se miraban el uno al otro con preocupacin y compasin, como si conocieran algo de la hechicera
que el joven ignorara, y aprovechaban el menor pretexto para cambiar de tema. Del empez a
comprender el consejo de Ardaz de mantener su encuentro con la bruja en secreto. Aunque
difcilmente poda comprender la incongruencia que representaba, le qued claro que el hechicero
haba acertado al comentar que incluso la buena gente de Illuma no aceptaba del todo a la hechicera
del bosque.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
125
Ardaz pasaba la mayor parte del tiempo en la otra habitacin, hablando sobre todo con
Reinheiser y Mitchell. Haba una perfecta sintona, pues el fsico era un auditorio atento y al brujo
le encantaba hablar. Reinheiser le peda a Ardaz historias de Istaahl, el Mago Blanco, y de la ciudad
de Pallendara, que los elfos conocan con el nombre de Caer Tuatha. No obstante, por mucho que lo
intentaba, no poda conseguir que el hechicero le diera informacin acerca del Brujo Negro,
Morgan Thalasi, aparte del conocido relato de la batalla de los Cuatro Puentes y de lo ocurrido en
los das previos a la primera mutacin.
Finalmente, poco despus del desayuno del sexto da, Desdmona volvi junto a Ardaz con la
noticia de que el Portal de la Montaa estaba despejado.
Se han quedado mucho tiempo dijo Arien cuando el brujo le comunic la novedad;
crees que habrn encontrado algo?
Oh, no, no respondi Ardaz. Eran tozudos, eso es todo.
Espermoslo repuso Arien. En ese caso, vete a darle la noticia a DelGiudice; querr
irse cuanto antes. Y diles a los dems que ya pueden salir de sus habitaciones.
Oh, es maravilloso! grit Ardaz, y sali disparado de la habitacin.
Ve a por Erinel y DelGiudice le dijo Arien a Ryell.
S, jefe contest Ryell, y ay de l si el bosque lo rechaza.
No lo har.
Poco despus Arien y Ardaz vieron a los tres en la entrada del tnel, en el extremo oeste del
valle.
Bueno, movmonos dijo Del con impaciencia. Me vendis los ojos? pregunt
extendiendo la mano.
No, amigo mo dijo Arien, mirando de soslayo a Ryell. En esta ocasin podrs
caminar sin vendaje.
Me halagis tartamude Del por la sorpresa; pero, realmente, preferira llevar los ojos
vendados. Si algo fuera mal y me atraparan los calvans sera mejor para todos nosotros que yo, al
no conocerlo, no pudiera ensearles el camino de vuelta.
Ardaz estall en carcajadas.
Ya ves, Ryell, acaba de superar tu pequea y absurda prueba.
Tambin Arien sonri ampliamente.
Confibamos en que haras esa prudente reflexin explic, y mir a Ryell de nuevo.
Esperamos que sers lo bastante precavido para no comprometer nuestra seguridad aadi; y
dicho esto, le entreg una capucha. Buen viaje, amigo mo; ya tengo ganas de que ests de vuelta.
Volver les asegur Del. Ahora, adis. Y ocupaos de Billy por m! Se carg a la
espalda el equipaje que le haban preparado, se puso la capucha y entr en el tnel.
Ah va murmur Mitchell, que junto con Reinheiser estaba a poca distancia.
Es mejor que se vaya coment Reinheiser. DelGiudice se nos opondra si conociera
nuestros planes.
Es una cucaracha gru Mitchell, y volver para pisotearla.
Reinheiser se limit a inclinar la cabeza para asentir y se olvid del tema.
El viaje al Portal de la Montaa a Del no le pareci largo. Recorri el tnel y baj por el
sendero presa de la impaciencia; los pies apenas le tocaban el suelo. Le cost un gran esfuerzo
estarse quieto cuando lleg el momento en que Erinel le pudo quitar el vendaje.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
126
Estamos en el prado, y all se encuentra nuestro destino refunfu Ryell sealando una
lejana hilera de rboles, evidentemente contento de que todo aquel asunto estuviera casi terminado.
Sabr Ardaz cundo regreso? pregunt Del. No quiero quedarme aqu abajo.
Lo sabr le asegur Erinel. Y no te preocupes, alguien vendr, te encontrar y te
guiar en tu regreso a Lochsilinilume. Ahora, vete sin ms dilacin.
Bueno, pues adis dijo Del, y se march a toda prisa hacia Avalon, hacia su sueo, con
el corazn alborozado.
Pero cuando lleg junto al bosque, se encontr con que no haba ninguna entrada. El camino
haba desaparecido! Confundido, empez a buscar aqu y all por la hilera de rboles, pero no
apareca sendero alguno. De hecho, pareca que el bosque se volviera ms tupido en el preciso lugar
donde buscaba, como si los rboles se apretaran unos con otros ante l para cerrarle el paso. Ni
siquiera pudo encontrar un resquicio para penetrar en el bosque.
Qu raro! susurr.
Bajo la entrada del Portal de la Montaa, Ryell puso una flecha en su arco.
No, to! grit Erinel.
S! replic con aspereza Ryell. Es la voluntad de Arien, y todos hemos estado de
acuerdo. Comprubalo t mismo, Erinel, Clas Braiyelle le niega la entrada! Es un espa de Ungden,
sin duda, y nos ha engaado aadi; tens la cuerda del arco y empez a avanzar cautelosamente
por el prado; Erinel, muy nervioso, lo segua.
En la linde del bosque, Del sacuda la cabeza.
Qu raro! murmur, imitando la voz de su nuevo amigo, el hechicero. Es muy raro!
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
127
17
Clas Braiyelle
Ryell levant el arco y apunt.
Por favor, to implor Erinel, sujetando la flecha, tiene que haber otra manera. Seguro
que se rinde!
Del no adverta su presencia, aunque estaban a corta distancia; permaneca perplejo ante la
barrera viviente que le bloqueaba el paso. Haca slo una semana que haba estado all y haba
llegado a aquel preciso lugar despus de atravesar el bosque; pero ahora no se vea camino alguno.
Los elfos llamaban aquel sitio Clas Braiyelle, hogar de Brielle, y el nombre tena implicaciones que
iban muy lejos. Del mismo modo que Talas-dun era una extensin de la negrura de Morgan Thalasi,
Clas Braiyelle reflejaba el espritu de su nombre. Cuando Del atraves el bosque, percibi la
esencia mgica que el nombre de Brielle infunda a todas las caractersticas de Avalon, pero
solamente los illumanos muy ancianos, Ardaz y los montaraces de Avalon podan apreciar
verdaderamente la relacin entre la hechicera y su bosque. Ella tena poderes para modificar los
caminos, cerrar la linde del bosque, con la misma facilidad con la que cerraba el puo, y para ver a
travs de los ojos de los pjaros con la misma nitidez que con los suyos. Constituan una unidad; la
mujer y la tierra que la haba nutrido eran almas hermanas y espritus hermanos que recorran los
caminos de tiempo en perfecta armona.
Aparta la mano orden Ryell, tirando de la flecha que sujetaba Erinel y volvindola a
colocar en el arco. Ya he odo demasiadas mentiras de ese individuo y no aceptar su rendicin
aunque me lo pida. Ese humano tendr lo que l y todos los de su raza merecen.
Se volvi para apuntar, pero Del haba desaparecido... desaparecido por un camino que
penetraba en Avalon.
Clas Braiyelle lo acepta! grit Erinel No nos ha engaado; pero t hubieras podido
matarlo.
Ryell se call, atrapado, de alguna manera, entre el alivio y la clera.
Del trot por el sendero, silbando y canturreando mientras avanzaba. El sol pareca ms clido
y ms amistoso. Y la brisa que se filtraba entre los rboles llevaba los aromas y los sonidos de la
primavera y de una irresistible alegra.
Por vez primera, desde su llegada al extrao nuevo mundo, se encontraba totalmente solo,
pero no tena miedo y ni siquiera estaba preocupado; en aquel bosque se senta como en casa, y bien
recibido, sin ser consciente de que Avalon le haba permitido la entrada slo cuando su vida estaba
en grave peligro.
Aquella maana vio seales de Brielle por todas partes: en los terraplenes floridos por donde
zumbaba el frenes de los insectos acabados de despertar, en los bosquecillos de hoja perenne,
oscuros y orgullosos sobrevivientes de las rfagas ms fras del invierno; y oa el aliento de su
espritu en las canciones de los riachuelos crecidos por el deshielo en las montaas. Pero la
hechicera segua invisible. Del no haba pensado jams cmo lograra encontrarla; haba supuesto
simplemente que ella estara all para darle la bienvenida a su dominio. Pero Avalon era un bosque
muy grande; se extenda a lo largo de muchos kilmetros hacia el oeste y muchos ms hacia el sur.
El gozo que haba sentido al dar rienda suelta a sus fantasas haba impedido a Del hacerse cargo
del ingente trabajo que le esperaba.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
128
Aquella maana no la vio, y se senta un tanto disgustado cuando hizo una pausa para comer;
no obstante, su humor enseguida adquiri un tinte ms agradable, pues mientras estaba sentado en
un pequeo claro, mascando una torta que los elfos le haban preparado, varios conejos asomaron
sus cabezas de entre los arbustos, para observarlo. Recelosos durante unos instantes, no tardaron en
saltar y acercrsele.
De modo que creen que yo tambin formo parte de este lugar se dijo Del riendo, y
alegremente comparti su comida con ellos.
Despus de comer, Del dijo adis a sus pequeos amigos y retom la bsqueda con renovado
optimismo. Pero sus esfuerzos fueron intiles durante todo el resto del da y hasta bien entrada la
noche. Se sent con la espalda apoyada en un rbol, con la intencin de tomarse un breve respiro;
por fin el agotamiento pudo ms que l. Demasiado cansado para preocuparse por la comodidad, se
durmi enseguida en aquella posicin. De nuevo, so que en los prados a la luz de las estrellas
bailaba con Brielle al ritmo de la msica de la noche, y se sinti tranquilo.
El sueo fue muy corto, tal como ocurre siempre con los sueos maravillosos, y pareci que
slo haban transcurrido unos minutos cuando el sol de la maana ilumin el cielo por el este y
deshizo el ensueo. La noche haba sido fra pues todava faltaba casi un mes para el verano, y el
rbol se le haba clavado sin piedad en la espalda. Gimiendo al menor movimiento, Del consigui
ponerse en pie a duras penas y trat de extender los miembros para desentumecerlos. Aunque estaba
seguro de que no conseguira quitarse del rostro una mueca de disgusto durante el resto de la
maana, no se desalent.
Hoy ser el gran da se asegur a s mismo en voz alta.
Pero no lo fue. Los animales bailaban en los rboles, el sol calentaba con generosidad desde el
cielo azul y la magia de Avalon lo impregnaba todo en torno al joven. Pero Del aquel da no vio
ninguna mujer ni oy ninguna cancin.
Ni tampoco la encontr por la noche; ni al da siguiente; ni a la siguiente noche. Cuando
rompa el alba de la cuarta maana, se apoder de l una total frustracin y su determinacin
empez a abandonarlo.
Caminaba penosamente, temiendo que si se detena, sus ojos se clavaran siempre en Avalon
con una mirada de anhelo no correspondido. Aquel da, se olvid tanto como pudo de la belleza del
bosque y redujo su visin a un nico objetivo, siguiendo todos los senderos que encontraba con
rpidas y decididas zancadas. Un caminito le condujo a un grupo enmaraado de blancos abedules.
Not bajo los pies la esponjosidad de la tierra; incluso haba barro en las zonas en las que un
arroyuelo se haba desbordado y muchas ramas cadas cubran el suelo. Del hubiera debido ser ms
prudente y no adentrarse hasta all, pero su frustracin le haba provocado una temeraria tozudez.
Pag la insensatez cuando perdi pie y, al tratar de agarrarse, se desgarr el brazo con la afilada
punta de una rama rota; la herida no era demasiado seria, pero fue ms de lo que sus maltrechas
emociones podan soportar.
Maldita sea! grit. Dnde ests, Brielle? Por qu no puedo encontrarte?
De modo que es a m a quien buscas susurr una meldica voz detrs de l.
Del se qued petrificado. Se le hizo un nudo en la garganta, se le encogi el estmago y fue
tal el ataque de pnico que le asalt que tuvo que esforzarse para recobrar el aliento. Saba que era
ella y tena que mirarla cara a cara. Haba anhelado ese momento y, al mismo tiempo, lo haba
temido; tena ante l un milln de preguntas no contestadas: la realizacin de su fantasa o el mayor
disgusto de su vida. Con toda su fuerza de voluntad luch para liberarse de la tensin que lo
atenazaba y, todava temblando, se volvi para encontrarse con su sueo.
Del crea que se haba preparado para aquel momento, pero al verla vestida con una tnica
blanca de sutil gasa, con los rubios cabellos sueltos sobre los hombros y con los ojos verdes
resplandecientes a la luz del sol matutino, qued impresionado.
Y me has estado buscando mucho tiempo? pregunt la mujer.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
129
Del pens siempre, y slo pudo balbucear:
Cuatro das.
Lo nico que tenas que hacer era decrselo al viento dijo ella.
Al viento?
Pues claro contest Brielle. Si expresas tus pensamientos en voz alta en mi bosque, los
oir.
Del se dio cuenta de que durante los das que haba estado en el bosque no haba mencionado
jams el nombre de Brielle; a pesar de su nerviosismo, o quizs a causa de l, empez a rer.
Brielle respondi con una educada sonrisa, aunque no acababa de comprender qu es lo que al
hombre le pareca tan gracioso. Entonces advirti la sangre en la manga de Del y con rapidez y
decisin le sostuvo el brazo y se lo gir a fin de examinar mejor la herida.
Te lo has hecho t solo?
No es nada respondi Del, y se separ de ella, turbado por la herida y sobre todo por la
estupidez de haber permitido que se produjera. Slo un rasguo.
Un poquitn ms que un rasguo, me lo dicen mis ojos le reprendi Brielle con sarcasmo,
dejando claro que se haba comportado como un chiquillo y que como a tal lo tratara. Del advirti
el insulto y admiti que la mujer tena razn; el corte, como mnimo, tena que limpiarse y
vendarse. Poco falt para que no se echara a rer otra vez al escuchar su tono sbitamente maternal.
Ven le dijo ella tenindole la mano, en un gesto que era ms una splica que una orden
. Me ocupar de tu herida.
S, mam murmur Del en voz baja.
Brielle le mir con dureza.
Debo recordarte que en mis bosques tus palabras llegan siempre a mis odos?
Pero su enfado era fingido y Del descubri una sonrisa bajo la reprimenda. Entonces estall
en sonoras carcajadas y Brielle lo secund.
La mujer lo dej en la ladera de una pequea colina de hierba suave con flores aqu y all, en
la cima de la cual haba una tupida mata de lilas; le pidi que aguardara all y desapareci entre las
sombras de los rboles.
Del, tumbado de espaldas en la ladera, dejaba que el sol le calentara mientras trataba de poner
en orden el cmulo de emociones que bullan en su interior. En realidad, no saba lo que senta; tan
slo adverta que cuando miraba a Brielle estaba a la vez tranquilo y emocionado. Le sorprendi lo
a gusto que se encontraba con ella y lo deprisa que se haban evaporado los nervios del primer
encuentro, por ambas partes, al parecer. Pero todava, cuando la miraba, tena que hacer un esfuerzo
para acordarse de respirar y la voz amenazaba con quebrrsele a cada slaba. Por encima de aquella
confusin, Del supo algo incuestionable: era feliz. El solo hecho de contemplar a la Hechicera
Esmeralda de Avalon le emocionaba como nunca nadie haba conseguido hacerlo.
Brielle no tard en regresar al altozano; llevaba un pequeo cuenco de madera lleno de una
pasta blanda de una dulzura especial, como si reuniera las fragancias de todos los aromas de la
primavera; le explic a Del que aquello le limpiara la herida y se la cicatrizara; el brazo le mejor
tan pronto como ella le aplic la pasta.
Ambos guardaban silencio, sentados en la hierba; dejaban que los sonidos y los afanes de la
vida del bosque llegaran hasta ellos como las perezosas nubes del cielo. La hechicera pareca
contenta y relajada; la serenidad y el orden natural del lugar eran su energa y su magia. Al cabo de
unos minutos, sin embargo, Del empez a ponerse nervioso; sus ojos se dirigan una y otra vez a
Brielle. El silencio lleg a cohibirlo y se pregunt si ella esperaba que l iniciase una conversacin.
Aunque quera decir algo, todo lo que se le ocurra, como hablar del esplndido da que haca, le
pareca un tpico ridculo.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Brielle entonces lo mir y atrap la mirada del joven con la suya. La mujer segua sonriente,
relajada mientras cualquier vestigio de tranquilidad haba desaparecido en Del. El joven poda or el
latido acelerado de su corazn y estaba seguro, en contra de toda lgica, de que Brielle tambin
poda orlo; aunque ella, en cualquier caso, lo habra podido adivinar con facilidad mirndole la
sofocada cara. Para mayor horror de Del, not que el sudor le goteaba por la frente.
Al fin tuvo que volver la cabeza. Mir en torno nerviosamente, sintindose ms estpido a
cada segundo que pasaba y rogando que alguna distraccin lo salvara de aquella embarazosa
situacin.
Qu tal si comemos? dijo Del de improviso, como obedeciendo a un repentino impulso,
cuando se dio cuenta de que el sol estaba en la vertical de su cabeza; se inclin hacia su fardo y, al
cabo de un cierto tiempo, consigui sacar finalmente una de las tortas y se la ofreci a Brielle. La
mujer la acept con curiosidad, si no con entusiasmo, y despus de un mordisquito se la devolvi .
Esta comida es para quitar el hambre dijo. Te suplico que me esperes aqu y te traer
comida para dar placer! aadi; agit su melena, ri y desapareci entre los rboles.
Apenas se haba dado cuenta Del de su partida, cuando ella regres portando una bandeja muy
grande provista de productos de Avalon: bayas llenas de pulpa dulce y variedad de frutos
rezumantes de jugos. Del ech un vistazo a aquellos manjares y dej sus tortas en el suelo.
Comida de conejos.
Entonces sabore la magia de Avalon, saludable y deliciosa ms all de cualquier
comparacin; en el mismo momento en que coma sinti la salud y el rejuvenecimiento que
florecan en su organismo. Cuando hubo acabado, Brielle le trajo un frasco lleno de un agua como
jams haba probado; era de una claridad cristalina y provena del deshielo de las montaas; tragarla
le produjo un agradable hormigueo.
Despus de comer se sinti totalmente repuesto, como si todos los males y dolores se le
hubieran evaporado del cuerpo; la pasta aplicada sobre el brazo se haba secado y se haba
convertido en polvo que, siguiendo un presentimiento contrario a toda lgica, cepill para dejar la
herida al descubierto; la herida estaba cerrada por completo y su nico vestigio era la fina lnea de
una cicatriz.
Increble murmur Del mirando a Brielle; es increble.
La mujer se limit a mirarlo y a sonrer por toda respuesta.
Dios mo, pens Del, qu bella es; es la imagen personificada de la belleza. Pero mientras
consideraba la inmensa fortuna de haberla encontrado, de estar junto a ella, se acord de las
palabras de Andovar relativas a los encantamientos que la hechicera haca a los hombres, y el miedo
le borr la sonrisa del rostro.
Empez con suma cautela, con miedo de preguntar, pero consciente de que necesitaba saber la
verdad.
Alguien me dijo una vez que puedes ser para un hombre lo que ste ms desea en una
mujer.
La hechicera se qued muy sorprendida, pues aquello la cogi desprevenida.
Es cierto? insisti Del.
Brielle baj la cabeza de forma defensiva y lo admiti.
Hay un encantamiento para eso.
Aquellas palabras produjeron en Del el dolor ms profundo que jams haba sufrido, una
repentina sensacin de vaco ms all de lo imaginable; haba llegado a creer que haba encontrado
el esquivo amor de sus fantasas, la romntica fascinacin que haba dudado que existiera incluso
cuando haba pedido a Debby en matrimonio en aquel mundo tan remoto; ahora se daba cuenta de
la trampa. Seducido por la magia de Ynis Aielle, y por el bosque en particular, haba bajado la
guardia y se haba atrevido a soar.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Entonces, todo eso tartamude el joven, casi incapaz de hablar, todo eso no era ms
que una ilusin y para ti era slo un juego. Cmo pudiste engaarme? Por qu...?
No! insisti Brielle, y el destello de sus ojos detuvo a Del de golpe. De nuevo la mujer
baj los ojos, sintiendo, tambin ella, el pinchazo de la soledad. Los montaraces haban dicho la
verdad; a menudo, los hombres la haban mirado desde lejos slo para ver sus ms anhelados
deseos, pero eso era una simple consecuencia de la honestidad y de la pureza del bosque. Era tal vez
una ilusin, pero en mayor medida se deba a que los hombres vislumbraban por un instante su
propio e innato anhelo de vivir una existencia inocente y ordenada de forma natural. En su
simbiosis con Avalon, Brielle se haba convertido en una prolongacin del bosque, del mismo modo
que el bosque se haba convertido en una prolongacin de la mujer. Y en esa prolongacin resida
precisamente su trampa, el imprevisto peligro de ofrecer semejante imagen al mundo exterior a sus
dominios. Pero ahora haba encontrado a un hombre del que ella podra ocuparse realmente y quera
ser para l algo ms que una efmera visin a la luz de las estrellas. Pero cmo poda el joven
confiar en ella? Cmo poda creer en la esencia que yaca debajo de la apariencia?
No te he engaado dijo suavemente con voz nerviosa y trmula, demostrando que
tambin ella consideraba que se hallaban en una encrucijada crtica. Te doy mi palabra, soy como
aparezco ante ti.
Por encima de cualquier duda que pudiera tener, Del supo que la niebla en los ojos de la
mujer era una prueba de su sinceridad, pues l, con su acusacin, la haba ofendido. La sonrisa
volvi, mucho ms alegre, a la cara del joven.
Es posible que no lo entiendas? implor la hechicera con suavidad, sin comprender, al
parecer, el significado de la expresin de Del. T eres el nico que me has visto realmente como
soy. Incluso si estuviera haciendo el encantamiento del que hablabas ahora mismo, ante ti no
aparecera de distinta forma, pues te prometo que no ests bajo la influencia de ningn hechizo.
Pero Brielle estaba equivocada; Del estaba, de hecho, hechizado por ella y ese hechizo
aumentaba a cada palabra que ella pronunciaba y a cada sonrisa que le dedicaba. Se haca ms
profundo cada vez que ella agitaba despreocupadamente la melena dorada sobre los hombros, o
levantaba la cabeza para dejarse acariciar mejor por la calidez del sol, o paseaba por el aire limpio
del bosque sin mcula. Estaba atrapado por la nica magia que haba quedado en el mundo anterior
a Aielle, la nica magia que haba sobrevivido bajo la capa sofocante de las ciencias exactas y de
las precisiones tcnicas. Del estaba enamorado, y los diez das que pas en Avalon con Brielle
fueron lo mejor que jams le haba ocurrido.
Mientras haba la luz diurna, Brielle enseaba a Del una nueva manera de mirar el mundo.
Despertaba sus sentidos y aumentaba la interaccin entre ellos, intensificando las misteriosas
emociones que el joven haba estado experimentando desde aquella maana en la balsa, cuando
vivi la primera salida del sol en Aielle. Brielle lo ayudaba a purificar aquellas sensaciones y a
comprenderlas, a llevar su conocimiento a cotas ms altas de placer. Ahora, una simple fragancia
transportada por el viento poda hacer que los ojos de Del se fijaran en una solitaria florecilla
silvestre escondida entre un amasijo de rocas grises cubiertas de musgo. Su visin adiestrada
traduca la textura de la flor para que pudiera percibirla su sentido del tacto, mostrndole todas las
estras y todos los pliegues, la suavidad de los ptalos y el espinoso tallo. Y qu maravillosa
msica interpretaba el viento pasando a travs de tan intrincada superficie! Era inaudible para el
odo humano, pero Del, en su comunin con la flor, senta ntidamente todas las vibraciones. Y as
fue como lo que en otra ocasin habra sido simplemente un agradable olor del bosque se convirti
para Del en una experiencia mucho ms completa.
Juntos observaban la fauna del bosque y Brielle le enseaba a Del a imitar los movimientos
giles y equilibrados de los animales. Los msculos del joven trabajaban en perfecta conjuncin y
expandan los lmites de su soporte corpreo a niveles que desbordaban lo imaginable. Se senta
libre, con una pasmosa sensacin de salud y autenticidad.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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De noche bailaban a la luz de las estrellas, y Brielle le cantaba a Del bellas y misteriosas
canciones, a menudo en la misma lengua extraa que haba odo entre los elfos. La cancin de los
ngeles, ancestral y melodiosa, conocida por los Cuatro y que Ardaz ense a los elfos, era el ritmo
de las galaxias. Del, cuando poda, una sus cantos a los de ella y, aunque antes haba sido incapaz
de entonar una meloda, en Avalon su voz sonaba clara y potente.
A Del la idea de abandonar el bosque jams se le pasaba por la cabeza. Aqul era su hogar, y
aqulla, la mujer con la que compartira la eternidad. Pero las realidades del mundo no suelen
permitir semejantes proyectos, tal como Del no tardara en descubrir.
Era la primera hora de la maana; los dedos del sol se metan a travs de la niebla delgada y
entre los rboles. Del, que se acababa de despertar, estaba sentado entre trboles cubiertos de roco,
en el mismo prado rodeado de pinos en el que, tres semanas antes, vio danzar por vez primera a
Brielle. Estaba esperando que ella se reuniera con l como haca cada maana. Y, por supuesto, con
su radiante sonrisa que rivalizaba con cualquier alborada, la hechicera de Avalon no tard en
deslizarse por la hierba.
Buenos das le grit Del.
Lo son, desde luego! ri Brielle; entre saltos y piruetas lleg hasta Del y se dej caer
suavemente sobre los trboles.
Lo mir con gran intensidad y fijeza. Ahora lo tena siempre en la cabeza: sentimientos
olvidados tiempo ha empezaban a florecer en su interior.
Del percibi la vulnerabilidad de la mujer; el joven haba superado por completo todas las
sensaciones de inseguridad gracias a la dicha de los das precedentes y saba que ella comparta su
amor. Se acerc ms a la mujer: haba llegado el momento de compartir el primer beso.
De repente, Brielle se apart de l y se puso en pie de un salto; la expresin de la mujer
reflej primero sorpresa y luego enfado.
Del se ech hacia atrs perplejo preguntndose qu haba hecho mal, pues, a diferencia de la
hechicera no haba odo el grito de dolor de un rbol.
La mujer se qued inmvil con los ojos cerrados para concentrarse en la violacin que
amenazaba su dominio.
Cmo? se pregunt, mientras consegua hacerse una idea clara de lo ocurrido; descubri
la respuesta cuando mir a Del y se dio cuenta de que haba sido poco precavida.
Haba cometido un grave error.
Tienes que irte ahora mismo tartamude Brielle, consciente de su responsabilidad y
dispuesta a aceptarla. Y, rpidamente, sin darle tiempo a replicar, pues saba que si el joven
protestaba poda quebrarse su firmeza, sigui diciendo: Te digo que te vayas; vuelve a
Lochsilinilume y no regreses!
De qu ests hablando? grit Del.
Vete! le orden Brielle en un tono que hizo enmudecer a Del.
El joven dedujo que la hechicera haba utilizado algn encantamiento para acallarlo y quiso
resistirse, pero el fuego de los ojos de la mujer era implacable y comprendi que discutir era intil.
Desvi la vista para disimular las lgrimas mientras contemplaba cmo ella atravesaba el prado.
La mujer se volvi para mirarlo cuando lleg a los pinos y susurr:
Lo siento.
Del la oy, aunque estaba muy lejos, ya que se levant una repentina brisa que llev aquellas
palabras hasta sus odos.
Luego la mujer desapareci y Del no tuvo ms opcin que seguir sus deseos. Se apresur a
levantar un muro emocional para contener su decepcin, abandon el prado y se intern en el
bosque; trat de encontrar la va de acceso ms directa hacia el Portal de la Montaa. No obstante,
no pudo mantener su serenidad y gradualmente empez a desviarse del camino; emocionalmente
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
133
estaba muy afectado, herido y, sobre todo, confuso, pues Brielle le haba llegado hasta el fondo del
corazn y en un soplo lo haba hundido desde la ms alta de las cimas hasta el ms profundo de los
valles; no se senta capaz de renunciar a sus sinceros sentimientos hacia ella y hacia su maravilloso
bosque. La quera y ningn fingido enfado poda cambiarlo. Entonces, empez a caminar ms
despacio y su rumbo se volvi serpenteante, como si fuera un condenado a muerte agarrndose a los
ltimos minutos de su vida e implorando un aplazamiento.
La fragancia de unas lilas lo condujo hasta la pequea colina donde l y Brielle haban
compartido la primera comida. Del se sobrecogi, perdido en el recuerdo de aquella esplndida
maana. Poco le faltaba para alcanzar la parte superior del altozano, cuando oy unas voces broncas
que llegaban desde el otro lado. Alarmado, se agach por precaucin y se arrastr hasta unos
arbustos.
Un pequeo carruaje se hallaba parado en el camino, frente a l. Lo primero que se le ocurri
fue que algunos montaraces andaran por all, pero cuando observ el caballo enganchado al
carruaje descart de inmediato aquella suposicin. Maltratado y medio muerto de hambre, apenas
poda mantener la cabeza erguida por falta de fuerzas y de nimo, y Del saba que ningn montaraz
tratara a un animal de aquella manera. Se dio cuenta de que algo iba mal, aunque no pudo
imaginarse la gravedad de la situacin hasta que entre un grupo de rboles empujndose y
refunfuando a cada paso, apareci una banda de garras.
Cinco de ellos, cargados con brazadas de lea recin cortada, se dirigieron hacia el carruaje;
el ms corpulento, que llevaba un hacha, iba empujando a los otros cuatro. Desaliados y
repugnantes, mancillaban el hermoso bosque con su mera presencia y poco falt para que a Del se
le escapara un grito de consternacin.
Haz algo susurr al viento; haz que alguien los eche.
Como si su ruego hubiera sido escuchado, un gran mapache surgi de unos arbustos del otro
lado de la carretera; salt al lomo del caballo y empez a roer las riendas. Los garras, ocupados con
sus discusiones, no lo advirtieron. Aunque el caballo qued libre en cuestin de segundos, no se
movi del lugar, dando muestras de un alto grado de inteligencia y disciplina, hasta que el mapache
estuvo de nuevo a salvo entre los arbustos; entonces huy precipitadamente.
Los garras dieron un aullido y emprendieron la persecucin del animal, pero el caballo corra
con el sabor de la libertad soplndole en la cara y no tena intencin de dejarse atrapar por sus
perversos amos. Del contempl, satisfecho, el regreso de aquellos seres miserables, empujndose y
discutiendo diez veces ms que antes, culpndose unos a otros y amenazndose con horribles
represalias.
Entonces, otra cosa atrajo la atencin de Del: Brielle en una lejana colina al otro lado de la
carretera. La hechicera danzaba bella y terrible a la vez, reuniendo poder a cada movimiento y
tendiendo los brazos hacia el cielo. Del sigui la direccin de los brazos de la mujer y vio los
nubarrones. Mir a la hechicera que, amenazadora, conjuraba la incipiente tormenta y cuya tnica
blanca ofreca un destacado contraste contra el cielo oscuro.
Los garras se callaron al ver cmo el sol despareca y sus discusiones se disiparon ante la
violencia atronadora de la magia de la bruja. Del casi los compadeci de tan aterrorizados como
estaban al saber que su fin estaba cerca. En un pattico intento por escapar, empezaron a pegarse
codazos y trataron de apartarse unos de otros y de alejarse del carruaje.
No tenan escapatoria. Mientras trataban de huir, la descarga de un rayo rasg el cielo desde
las nubes. Del se cubri la cabeza y se tumb tan plano e inmvil como pudo. Estallido tras
estallido los relmpagos explotaban y crepitaban y los truenos se sucedan sin cesar haciendo
temblar la tierra.
Cuando volvi la calma, Del contempl horrorizado los restos astillados del carruaje y los
cuerpos de los intrusos, carbonizados y humeantes.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
134
Entonces, un pequeo tornado silb por encima de los rboles, no lejos de Del; el joven no se
asust, pues comprendi que aquella furia estaba perfectamente dirigida. El arremolinado viento
barri la zona prxima a la carretera y succion todos los vestigios de la contaminacin que haba
invadido Avalon; se los llev lejos, muy lejos del bosque encantado y los devolvi a las desoladas
tierras de Brogg.
Tratando de recobrar el aliento y esforzndose por no vomitar, Del mir a la hechicera. Estaba
tranquila, imperturbable, como si no pudiera ver sus manos manchadas de sangre. Y mientras las
nubes empezaban a disiparse, terminada su misin, un rayo de sol se pos sobre ella resaltando su
silueta con un aura plateada.
La esmeralda que la bruja llevaba en la frente resplandeca.
Dios mo murmur Del.
El joven aborreca la violencia y haba credo ver en la cara de Brielle la misma expresin que
haba visto en Mitchell aquel da en la playa. Pero el rifle de Mitchell pareca un juguete al lado del
increble poder que la bruja haba convocado. En Avalon, Del haba comprobado los efectos de la
magia de Brielle, y por ellos an la haba querido ms. Pero nunca habra imaginado que pudiera
usar aquella habilidad para desencadenar semejante fuerza destructiva.
Aunque su brillante figura le resultaba borrosa a causa de las lgrimas que le empaaban los
ojos, Del vio que Brielle estaba en paz, con una satisfecha severidad. Debilitado por la confusin y
la desesperanza, se dirigi, dando continuos tropezones, hacia el Portal de la Montaa.
No tard en emprender una desenfrenada carrera.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
135
18
Caer Tuatha
Ya est terminado declar triunfante Reinheiser; en la mano tena una pequea astilla de
madera acabada en punta.
Maravilloso dijo frunciendo el entrecejo y yendo de un lado para otro sin cesar con la
mirada ansiosa de un animal acorralado. La larga espera haba hecho mella en Mitchell,
consumindolo. Durante el da, ninguno de los dos haba tenido la menor oportunidad de salir del
valle, pues Ryell, o alguno de sus compinches, pareca estar siempre alrededor, atento a todos sus
movimientos. Y por la noche ambos eran encerrados bajo llave en sus habitaciones. Reinheiser
advirti que Mitchell, aquella noche, pareca especialmente malhumorado, y conoca la razn: aquel
mismo da, unas horas antes, el capitn haba visto que unos escoltas acompaaban a DelGiudice
desde las montaas hacia el mundo libre.
Bueno, qu es eso?
Una llave de su habitacin, por supuesto contest Reinheiser, con una amplia sonrisa.
Al principio la respuesta no pareci causar el menor efecto en el distrado capitn, pero de
repente palideci y se volvi hacia Reinheiser.
Dnde demonios la ha conseguido?
Reinheiser se ri sin darle importancia al asunto.
De verdad crea que me iba a dejar vencer por una puerta cerrada con llave? Vamos,
capitn, ahora tendr que ser ms respetuoso conmigo.
Pero, cmo lo logr?
Me form una representacin mental de la llave y me limit a reproducirla respondi,
flemtico, aunque en realidad l mismo se preguntaba cmo era posible que aquella imagen de la
llave se hubiera formado tan ntidamente en su cabeza.
De todos modos, tampoco nos servir de nada refunfu Mitchell, empecinado en su
negativa actitud. Hay vigilantes detrs de la puerta; jams conseguiremos salir de la casa y
escapar del valle.
No se preocupe, capitn; creo que hay planes para ocuparse de ellos.
Quiere dejar de hablar en clave?
An no dijo Reinheiser riendo; considrelo slo una llamada en la noche acot, con
una voz que se iba desvaneciendo misteriosamente. Paciencia, amigo mo, paciencia; todava no
podemos irnos. Hay que arreglar algunas cosas y tiene mucho que aprender.
De qu est hablando? pregunt Mitchell.
De los arreglos, aunque de momento an no estoy seguro explic Reinheiser; pero s
puedo decirle con toda certeza que debe hacer lo que le diga cuando estemos ante la corte de
Ungden si desea alcanzar los altos objetivos que ambiciona.
Mitchell frunci el ceo, pero Reinheiser poda ser incluso ms tozudo que l. El fsico haba
aprendido muchas cosas acerca de Ungden gracias a sus charlas con Ardaz y saba que una palabra
desafortunada del capitn cuando estuvieran ante aquel despiadado gobernante les costara la vida.
As que Reinheiser se mantuvo firme, lo domin y le oblig a ceder. Al final, Mitchell no
tuvo otra opcin que acceder a las peticiones de Reinheiser; adems de que ste tuviera la llave y de
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
136
que slo l era capaz de leer su mapa para atravesar los pasadizos secretos de Illuma, el fsico dej
claramente sentado que dispona de un plan para encargarse de los vigilantes.
Ante la insistencia de Reinheiser, se pusieron de inmediato manos a la obra; pasaron el resto
de la noche y la mayor parte de la maana siguiente ensayando situaciones y repitindose
cuestiones con las que podran encontrarse en la corte de Pallendara. Reinheiser planteaba las
mismas preguntas una y otra vez, tenazmente, y obligaba a Mitchell no slo a contestarlas
correctamente sino tambin a comportarse con la adecuada subordinacin.
Y siempre que el capitn cometa un desliz, por leve que fuera, el fsico se encaraba con l,
levantaba un dedo acusador y lo miraba frunciendo el entrecejo.
A Mitchell aquello no le gustaba lo ms mnimo.
Y mientras iban practicando, al capitn la espera se le lleg a hacer an ms difcil; ahora que
haba encontrado un sentido y un objetivo a aquella aventura, ansiaba desesperadamente llevar a
trmino sus grandes planes.
Cuando por fin Reinheiser juzg los ensayos satisfactorios, el fsico le pidi que no lo
molestara y pas das enteros en tranquila meditacin, lo cual contribua a que el paso de las horas
pareciera an ms lento. Mitchell pensaba que el fsico estaba ultimando su plan para escapar y
saba que tena que dejarlo tranquilo, pero se le haba acabado la paciencia y no cesaba de
incordiarlo con el redundante:
Cundo?
En una noche oscura y ventosa, dos das despus, el capitn tuvo al fin la respuesta.
Unas estrellas asomaban entre las escasas rendijas de la negra capa de nubes que
evolucionaba sobre sus cabezas.
La antigua casa de Arien cruja y gema con las rfagas arremolinadas y la nica vela de la
habitacin parpadeaba con las corrientes de aire. Reinheiser estaba sentado, inmvil, y trataba de
aislarse de los ronquidos de su dormido compaero y de alcanzar el estado relajado de su trance
meditativo: algo difcil de conseguir, incluso para su mente disciplinada, pues estaba intranquilo,
ms cerca que nunca de perder el autocontrol.
Entonces, una llamada silenciosa atrajo su atencin. Lleno de temor y de emocin, se levant
y cruz la habitacin en direccin al capitn; su sombra bailaba bajo aquella luz vacilante como si
fuera un monstruo en el fondo borroso de una pesadilla.
Venga, capitn le murmur; ha llegado la hora de irnos.
Mitchell, aturdido y sin entenderlo del todo, se puso en pie y empez a reunir su ropa,
mientras Reinheiser coga una antorcha y un par de fardos pequeos que haba ocultado debajo de
la cama. Una fina capa de niebla se deslizaba por debajo de la puerta y se extenda por el suelo. De
hecho, una bruma baja envolva todo el valle, una niebla muy extraa que se haba formado de
repente, apenas unos minutos antes.
Dse prisa, capitn le anim Reinheiser; introdujo en la cerradura la llave, que encaj a
la perfeccin, tal como supona, y entreabri la puerta lo justo para observar el vestbulo; satisfecho,
la abri del todo y empuj al todava somnoliento capitn hacia la antesala.
Mitchell se reanim enseguida, sobresaltado por la mirada fija de un vigilante elfo. Levant
los brazos para defenderse de un ataque inesperado, pero el guardin no hizo ningn movimiento
contra l. De hecho, no hizo ningn movimiento en absoluto, ni siquiera parpadeaba ni respiraba!
Unos pasos ms all, otro vigilante se encontraba en el mismo estado.
Qu pasa? pregunt estpidamente el atnito capitn, volvindose, como siempre, hacia
Reinheiser en busca de respuestas.
Comprendiendo que la situacin favorable no durara mucho, Reinheiser cort las preguntas
de Mitchell.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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No preguntes cosas que escapan a tu comprensin replic con aire de superioridad, como
si l fuera una compleja parte de los portentosos acontecimientos. Pero en realidad, el fsico tena
tan poca idea de lo que pasaba como Mitchell, con la salvedad de que saba que los vigilantes se
encontraban en un estado de parlisis total antes de abrir la puerta.
Mitchell asinti y empuj a Reinheiser.
Slo quiero quitarle la espada a ste dijo con una risita.
No! le reprendi Reinheiser, y una vez ms se pregunt si la ventaja de conservar a
Mitchell a su lado compensaba los inconvenientes de las interminables estupideces del capitn.
Decidi con un suspiro de resignacin que, como siempre, llevara al capitn de la mano para que
ambos pudieran salir adelante.
No coja nada, no haga nada que pueda molestarlos; si tenemos suerte, no se darn cuenta de
nuestra fuga hasta la maana. Ahora pongmonos en marcha a toda prisa; slo disponemos de unos
minutos para salir del valle.
Bajaron corriendo los vestbulos, abandonaron la casa de Arien y pasaron por delante de
varios elfos mientras se apresuraban por las calles de la brumosa ciudad: un par de ellos haba
salido a dar un paseo nocturno y otros tres estaban bailando en una pequea plaza; pero tambin
stos se haban quedado paralizados en un instante del tiempo, inmviles a medio paso o a media
pirueta.
Los dos hombres no tardaron en adentrarse en el intrincado laberinto de tneles y forzaron la
vista para leer a la luz de la antorcha el mapa de Reinheiser, adems de ir contando los pasos
recorridos y los pasadizos laterales. La ferica niebla, entonces, abandon el valle, tan silenciosa y
rauda como haba llegado; y los elfos, que no haban notado ninguna anomala, reemprendieron la
vigilancia, los paseos y las danzas como si nada hubiese sucedido.
Los clculos del fsico resultaron correctos y les fue bastante fcil seguir el camino adecuado
en el interior del tnel; cuando vieron la salida inferior, Reinheiser apag la antorcha para no llamar
la atencin en plena noche, y l y Mitchell se vieron obligados a bajar a ciegas entre continuos
tropezones por la ladera de la montaa. Al fin llegaron al portal plateado: la emocin del xito les
provoc sendas descargas de adrenalina. Avanzaron por los prados del Portal de la Montaa, todo lo
rpido que pudieron. Cuando cruzaron el paso del sudoeste, sintieron una rfaga de libertad al ver la
ondulada llanura que se extenda ampliamente ante ellos.
Mitchell peg un puetazo en el aire.
Lo conseguimos! grit con alegra. Piense en esto, Martin, la prxima vez que
contemplemos esa maldita ciudad, ser al frente de un ejrcito.
Reinheiser no hizo el menor caso de las bravatas de Mitchell.
Debe de tratarse del grupo de exploradores de Calvan dijo, mientras sealaba hacia el
sur, donde la luz de una lejana fogata rompa la uniforme negrura del horizonte. Creo que
podemos llegar hasta all protegidos por las sombras de la noche.
La distancia result un poco mayor de la que Reinheiser haba estimado; el cielo por el este se
haba teido con la plida luz que precede al alba cuando ambos llegaron junto a un herboso
montculo, en cuya parte superior estaba instalado el campamento; en el centro la fogata haba
quedado reducida al resplandor de unas brasas y en torno yacan las figuras dormidas de varios
hombres envueltos en mantas; los caballos, atados con cuerdas, descansaban tranquilamente a poca
distancia, en la ladera sur del altozano.
sos son soldados? ri con disimulo Mitchell. Ni siquiera saben cmo se monta una
guardia coment; pero mientras hablaba, l y Reinheiser sintieron en la espalda las afiladas
puntas de unas lanzas y los hombres supuestamente dormidos del campamento se levantaron de un
salto y desenvainaron unas espadas cortas, listos para atacar. Eran altos y fornidos, y vestan cotas
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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de malla plateadas y capas negras con pequeas hebillas tambin negras adornadas con
incrustaciones de tiburones de plata.
Tan acertado como siempre susurr Reinheiser con sarcasmo.
Silencio! orden uno de los calvans. Los ladrones slo hablan cuando se les ordena
que lo hagan.
No somos ladrones dijo Mitchell.
Silencio! orden el calvan, y el hombre situado detrs de Mitchell lo empuj con la
lanza.
Ni siquiera vamos armados protest Mitchell con un gruido sordo, con lo que se gan
un segundo empujn. Con eficacia de profesionales bien adiestrados, dos de los espadachines
envainaron sus armas y se acercaron corriendo a los intrusos.
Me llamo Bracken prosigui el jefe de los calvans, un hombre curtido, de cabellos claros
y oscuros entremezclados, y rostro anguloso y firme como el acero.
Estoy al mando del Primer Grupo de Exploradores de Pallendara; en representacin del
Jefe Supremo Ungden en las llanuras del norte, mis atribuciones me permiten deteneros y ejecutaros
aqu mismo.
Por qu delito? grit Mitchell en un tono que indic a Reinheiser que el capitn estaba a
punto de explotar, algo que muy probablemente los llevara a la muerte.
En honor a Bracken hay que reconocer que mantuvo la calma.
Acercarse a una patrulla militar oficial sin permiso es un delito contra los Edictos de
Ungden declar.
Con su terco orgullo, Mitchell se dispona de nuevo a protestar, pero Reinheiser lo hizo callar
con un decidido codazo. El fsico haba reconocido un anillo que llevaba Bracken, una perla negra
montada sobre oro, y saba que era mejor no discutir con aquel hombre. Ardaz le haba hablado de
aquel smbolo durante sus mltiples conversaciones. Un hombre que llevara un anillo semejante
perteneca a los vigilantes de las Murallas Blancas, una orden de caballeros que se haba fundado
mucho tiempo antes de la poca de Ungden el Usurpador. El nico objetivo que justificaba la
existencia de aquel cuerpo era servir de instrumento fro y eficaz de la voluntad de quienquiera que
fuera el que ocupara el trono de Pallendara, y su dedicacin a tal misin era absoluta. Ahora eran
pocos y viejos, pues haban sido escasas las incorporaciones a la orden durante los treinta aos del
mandato de Ungden, pero, segn Ardaz, que en aquel punto pareca estar muy seguro, el fanatismo
de los que quedaban no haba menguado, ni siquiera bajo el reinado del tirnico nuevo Jefe
Supremo. El hecho de que Bracken llevara aquel anillo demostraba que era un hombre peligroso y
que era preciso tratarlo con suma delicadeza, y Reinheiser saba que eso significaba que Mitchell
tena que mantener la boca cerrada.
Los vigilantes no tardaron en expresar su satisfaccin al ver que los intrusos no llevaban
armas. Sin embargo, el hombre que registr a Reinheiser, descubri el pergamino y enseguida se lo
mostr a su jefe; Bracken lo examin meticulosamente y se dio cuenta de que era una especie de
mapa, aunque las anotaciones y smbolos del fsico le resultaron ininteligibles.
Qu es esto? exigi saber.
Reinheiser se rasc la barba. Haba llegado el momento de jugrsela un poco y saba que tena
que medir sus palabras cuidadosamente; mir a los dems calvans. Jvenes e ingenuos, ambiciosos
peones de un rey perverso, no le serviran de nada. Slo Bracken con su visin profunda, fruto de
los aos de experiencia poda comprender el valor de la propuesta que iba a formular.
Deliberadamente Reinheiser fij la vista en el jefe calvan.
Le ruego que perdone nuestra ignorancia de sus leyes de extranjera empez diciendo.
Bracken arque una ceja; buena seal, pens Reinheiser.
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Hemos venido slo para ofrecerle este mapa explic. Es un regalo de los
supervivientes de antao para Ungden, justo Jefe Supremo de la ciudad de los hombres.
El jefe calvan ni siquiera parpade; con la vista clavada en el fsico, desliz el pergamino en
un bolsillo interior de su capa e inclin la cabeza para expresar su asentimiento. Reinheiser sonri
con la arrogante suposicin de que su estratagema los haba salvado, pero en realidad, la patrulla no
haba sido enviada al norte para encontrar Illuma sino en bsqueda de los hombres antiguos;
Ungden, o alguien de su corte, estaba al corriente de que los das que presagiaban las profecas
estaban al caer.
Convencido de que aquellos dos eran los hombres que Ungden le haba mandado buscar,
Bracken estaba ponderando lo que implicaba entregarlos en Pallendara. Se acercaba una crisis y
aquellos hombres ayudaran a Ungden a superarla. La fidelidad de Bracken a su juramento se pona
a prueba, y no por vez primera desde que Ungden haba robado el trono de Ben-galen. Pero el
juramento de los vigilantes era su fuerza y la orden a la que pertenecan la razn de sus vidas.
Aquella decisin, al igual que todas las dems, haba sido tomada cuarenta aos antes, cuando haba
ingresado en la orden de los vigilantes de las Murallas Blancas.
Preparad los cinco corceles ms veloces orden; escoltaremos a estos intrusos hasta
Pallendara, donde el Jefe Supremo Ungden decidir su suerte.
No tardaron en partir; galoparon, raudos, por los interminables mares verdes de la pradera. No
trataron mal a Reinheiser ni a Mitchell, ni los ataron durante el viaje, pues los calvans no eran mala
gente; pero Bracken dej muy clara su condicin de prisioneros y, siempre que el grupo se detena a
descansar, les ataban las manos firmemente.
Habitualmente el viaje desde el Portal de la Montaa hasta Pallendara duraba nueve das.
Demasiado tiempo para Bracken, el cual, advirtiendo la urgencia de la expedicin, forz a sus
hombres y a los prisioneros al mximo; cada noche cabalgaban un buen rato despus de la puesta de
sol, y antes del amanecer ya estaban de nuevo sobre sus monturas. Pasaron ante muchos campesinos
que trabajaban en los campos para la siembra de primavera; ni siquiera reducan la marcha para
responder a sus miradas curiosas y montaban los campamentos nocturnos tan alejados de sus
moradas como les era posible.
Impacientes por comparecer ante Ungden, Mitchell y Reinheiser aceptaban estoicamente
aquel ritmo agotador, aunque el cuerpo no lo tenan acostumbrado a tales sobreesfuerzos. Se
sintieron aliviados cuando, por la tarde del quinto da, el olor salado del agua de mar satur el aire.
Tras coronar la postrera elevacin del terreno, se abri ante ellos la ltima extensin de las
llanuras de Calvan. A lo lejos, ms all de la ribera sur de Aielle, la espuma azul del Atlntico
difuminaba la lnea del horizonte. Justo debajo de donde estaban los hombres, al final de una
estrecha y larga baha, se alzaban grupos de casas en torno de una inmensa fortaleza blanca:
Pallendara, llamada por los elfos Caer Tuatha, la Ciudad de los Hombres. Bracken orden que la
expedicin se detuviera un momento en aquel privilegiado punto panormico y, a pesar de la
distancia, la majestuosidad de la gran ciudad lo hizo estremecerse.
Cinco torres altas dominaban el conjunto: dos en la parte frontal al lado del gran edificio
rodeado de una verja; dos en las esquinas posteriores, encaradas a la baha; y una en el centro de la
ciudad. La fortaleza se haba construido como tributo a la inspiracin del hombre y haba
constituido un bastin seguro para preservar a toda costa obras de arte y, an ms, el espritu
creativo que haca que la humanidad fuera considerada digna de la bendicin de los colonnae.
Pallendara haba sido considerada, durante ms de mil aos, la perfecta asociacin de la belleza y la
comodidad, y el eptome de lo mejor que poda ofrecer el hombre. Pero tres dcadas de paranoia de
un rey ilegtimo haban significado una pesada carga. En los brillantes das anteriores a Ungden, las
enormes verjas de hierro estaban abiertas de par en par, da y noche, como una invitacin explcita a
todos los que venan a compartir la fiesta que era aquella ciudad. Slo una vez en la historia de
Pallendara, en los das de la llegada de Thalasi y su ejrcito mutante, las verjas haban sido
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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cerradas. Ahora, bajo el ojo receloso del Usurpador, estaban cerradas para todo el mundo y
soldados de rostro severo estaban parapetados en torno.
Reinheiser observ la impresionante fortaleza mientras la expedicin trotaba para acercarse a
las murallas; se ri interiormente al advertir que aquella pretenciosa exhibicin no representaba la
manifestacin de poder que, sin duda, Ungden pretenda. Al contrario, revelaba la inseguridad y,
por consiguiente, la debilidad, del trono. El fsico se fij, asimismo, en el suspiro de Bracken
cuando el estandarte de Ungden, un tiburn gris sobre fondo negro, apareci ondeando sobre la
ciudad. Al igual que muchos de sus compaeros, advirti Reinheiser gracias a la expresin y a las
palabras de Ardaz, Bracken prefera el viejo escudo de Calva: cuatro puentes blancos y cuatro
perlas en un campo azul marino. Pero no formaba parte de las atribuciones de los vigilantes de las
Murallas Blancas cuestionar los decretos del Jefe Supremo.
Bracken dio un grito de santo y sea a un soldado que se hallaba en el tejado del gran edificio
y una de las enormes verjas cruji al abrirse lo suficiente para permitir que pasaran los hombres a
caballo. Un corto tnel, de muros provistos de saeteras y techo interrumpido con fatdicos huecos,
conduca al patio abierto de la fortaleza; Mitchell y Reinheiser, intranquilos, fueron el blanco de las
curiosas y fieras miradas de muchos guardianes escondidos mientras pasaban sobre sus monturas.
Un rastrillo se alz para permitirles el paso y el capitn suspir sonoramente al abandonar aquel
pasadizo de los horrores para salir de nuevo al aire libre.
Reinheiser imagin la gloria que Pallendara haba alcanzado en otro tiempo al mirar en torno
de s. Ahora, una tangible capa flotaba sobre la ciudad, una letrgica niebla gris que envolva a unos
hombres que trabajaban por obligacin y por miedo, no por gusto. Las personas con las que se
cruzaban se acurrucaban unas contra otras y caminaban abstradas, con la vista baja, vigilando sus
medidos pasos. Por doquier, mquinas de guerra dominaban todo: una enorme catapulta ocultaba
una fuente de tres niveles; y otra, especial para arrojar piedras de gran tamao, se apoyaba en los
pedestales que antes sostenan arrogantes estatuas; incluso el fsico, un hombre poco dado a las
emociones, sinti pena ante las maravillas perdidas que aquella ciudad deba de haber conocido
antao.
Bracken los conduca a toda prisa por las calles, y su expresin revelaba parecidas emociones
y tambin, quizs, una cierta turbacin.
Con todo, un redundante flujo de imgenes iba pasando ante los viajeros mientras avanzaban
tortuosamente, almena tras almena, y una lnea de defensa despus de otra. Detrs de cada esquina
apareca la misma severa fachada y el grupo tena la impresin de avanzar en crculo.
Al fin desmontaron y subieron por una escalera de mrmol de cien peldaos que los condujo a
las puertas doradas de la sala del trono de Pallendara; aparentemente, estaban esperndolos, pues
los guardias abrieron las puertas de inmediato y los escoltaron hasta el interior. Una alfombra roja
se extenda a lo largo de varias antesalas hasta una gran sala atestada de estatuas y esculturas, y con
las paredes cubiertas de tapices y cuadros; las ms escogidas obras de arte de todo Calva, puestas de
cualquier manera, slo demostraban mal gusto y codicia acaparadora.
La corte de Ungden el Usurpador.
En el extremo ms alejado de la sala, en un trono de oro y joyas, de proporciones exageradas,
estaba sentado el Jefe Supremo. A su izquierda, encorvado y apoyado en un bastn, estaba un
hombre con una tnica blanca y con la capucha bajada para taparse la cara. Detrs del trono una fila
de soldados con el uniforme negro y plata de la ciudad esperaban la orden del Jefe Supremo. Todo
lo que Reinheiser vea encajaba con la corte que haba imaginado, todo salvo el Jefe Supremo.
El fsico haba supuesto que el usurpador sera una versin antigua del capitn Mitchell, un
violento guerrero que se haba hecho con el poder a base de intimidaciones y amenazas. Pero el
aspecto de Ungden no responda a esa imagen. Delgado y delicado, vestido con sedas de colores
brillantes, cuello fruncido y mangas muy holgadas, y adornado con excesivas joyas un anillo en
cada dedo, dos en algunos y tres en uno, y varios brazaletes que tintineaban ruidosamente al menor
movimiento, pareca ms bien un nio vestido con las ropas de un adulto. De hecho, desde donde
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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se encontraba, Reinheiser apenas poda creer que aquella persona tuviera la edad que tena, dados
los aos que la simple aritmtica indicaba a partir de la fecha de su llegada al poder; pero cuando el
fsico se acerc, reconoci que se trataba de una evidente ficcin fruto de la vanidad. Los polvos
disimulaban las arrugas de la cara de Ungden y una negra peluca le cubra los cabellos grisceos.
Reinheiser al verlo se esforz en ocultar su sorpresa, pero le pareca imposible que aquel
hombre, que haba arrebatado el trono a una gente orgullosa y temible, fuera a todas luces un
petimetre.
Cuando los miembros de la expedicin se hubieron detenido ante l, Ungden puso una pierna
sobre un brazo del trono y empez a tamborilear en el otro sin parar, con dedos cuidados con
meticulosa manicura, como un nio aburrido e impaciente.
Seor dijo Bracken, con una profunda reverencia he encontrado a estos hombres en las
estribaciones de las Montaas de Cristal; se los he trado para que pueda juzgar si son realmente los
hombres antiguos que los exploradores tenan que encontrar.
Entreg el mapa de Reinheiser a Ungden y se apart a un lado.
Ungden examin el pergamino rpidamente y sin demasiado inters; luego se lo dio al
hombre de la tnica que se hallaba tras l, el cual se lo guard en un hondo bolsillo sin ni siquiera
mirarlo. Despus de un breve intercambio de susurros, Ungden fij la vista en Mitchell.
Cmo te llamas? le pregunt.
Mitchell, Hollis T. Mitchell.
Bueno, Hollis T. Mitchell, hblame de este mapa.
Mi amigo Martin Reinheiser probablemente podra explicrselo mejor, lord Ungden. l lo
dibuj.
Ah, s, seguro que podra replic con calma Ungden, pero te lo he preguntado a ti.
No dio ms explicaciones, como si la simple peticin contuviera una lgica irrebatible que
hiciera intil cualquier discusin. Y all, en el saln del trono, rodeado de su guardia bien armada,
as era realmente. El Jefe Supremo no era estpido y su consejero estaba bien informado; slo por la
forma en la que los dos hombres se haban presentado a s mismos, era obvio que Mitchell era, a
nivel verbal, una presa ms fcil que Reinheiser y, si aquellos extranjeros conocan algn secreto,
Mitchell era el que se ira de la lengua con ms facilidad.
El capitn, sin embargo, result un adversario ms duro de lo que pareca y, gracias a los
consejos de Reinheiser, saba lo que tena que decir.
Ese mapa, Jefe Supremo, os llevar hasta vuestros mayores enemigos, los elfos de la
segunda mutacin.
Los ojos de Ungden centellearon y se dispuso a inclinarse hacia adelante; pero se contuvo y se
volvi a recostar con fingida calma. El hombre de la tnica no se inmut, como si las palabras de
Mitchell no le hubieran producido sorpresa alguna.
Y por qu me dais semejante mapa tan graciosamente? pregunt receloso Ungden.
Sin duda, sabis el valor de esa informacin. Por qu me lo ofrecis a cambio de nada, cuando
podrais ganar un tesoro del rey?
Por dos razones explic Mitchell. La primera, porque es justo que pueda saber dnde
encontrar a esos mutantes aadi, y despus hizo una breve pausa para tratar de recordar la forma
en que Reinheiser haba pronunciado su ensayado discurso. Los elfos son impuros, son una
degeneracin de la raza humana, y, al igual que usted, soy partidario de purificar la raza; estoy
convencido que ha sido el destino el que ha querido que nosotros, los hombres antiguos, vengamos
a Aielle.
Oculto por la capucha de su tnica, el brujo sonrea divertido.
La segunda continu el capitn, porque espero recibir algo a cambio.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
142
En ese caso eres imbcil dijo Ungden con una risita burlona, pues ya tengo tu
informacin; no tienes nada para negociar.
Claro que s arguy Mitchell. Me tengo a m mismo.
Ungden mir a Mitchell de soslayo; Reinheiser inclin la cabeza para expresar la satisfaccin
que senta por el buen trabajo que haba realizado con el capitn.
Bueno, pues explica en qu puedes serme til pidi Ungden.
Lo que le pido a cambio es un cargo en su ejrcito respondi Mitchell; un alto cargo,
para que pueda colaborar en la purificacin de la raza humana; se es mi destino.
Ungden enarc las cejas ante aquella idea.
Y qu debo decirles a mis oficiales cuando les coloque entre ellos a un extranjero del que
nada sabemos?
Dgales que ha venido un lord desde otras tierras y desde otros tiempos repuso Mitchell
sin vacilar; un gran guerrero experto en mil batallas y que ayudar a Calva a alcanzar la victoria
sobre sus odiados enemigos.
El brujo se inclin y susurr algo a Ungden, el cual inclin la cabeza para asentir.
Cmo se llama ese lugar de donde vienes, esa nacin que te trata de lord? pregunt.
Estados Unidos de Amrica replic con orgullo Mitchell; la nacin ms poderosa que
este mundo ha conocido jams.
Ya dijo Ungden, obviamente sin dejarse impresionar en absoluto por lo que l, el Jefe
Supremo de la mayor nacin de Aielle, consideraba una simple fanfarronada. Y all t eras el
rey?
No, el rey no, pero s mandaba el ejrcito del rey, y en su nombre, para que l tuviera ms
tiempo para ocuparse de otros asuntos de Estado. Dispona de millones, lord Ungden, y de armas
que ni siquiera puede usted imaginar.
Millones dijo sarcsticamente Ungden, imitando el tono enftico del capitn, pero el
consejero de la tnica le susurr algo otra vez, y su sonrisa burlona desapareci; permaneci en
silencio unos instantes: trataba, en vano, de aclarar sus ideas despus de que su consejero le hubiera
confirmado que semejante imperio haba existido.
Mis fuerzas estn bajo el hbil mando de Persomy, Primer Vigilante de la Muralla Blanca
explic Ungden. Est ligado a m por un juramento de lealtad que no puede ser puesto en duda
y ejecuta mis rdenes sin rechistar. Y debo admitir que lo hace muy bien. De modo que
comprenders que no me hace falta ningn otro jefe.
La cara de Mitchell se contrajo ante aquel inesperado rechazo.
Sin embargo prosigui Ungden, mi querido amigo Istaahl me ha comentado que tal
vez podras resultar un buen asesor para el ejrcito. Por lo tanto, Hollis T. Mitchell, te nombro
temporalmente Subjefe de las fuerzas de Pallendara y de la nacin de Calva, dependiendo slo de
Persomy y de m mismo. Tu permanencia en el cargo depender de cmo nos vaya contra los
bailarines nocturnos, pues t y Persomy os vais a reunir hoy mismo para preparar el plan de ataque.
Gracias, Jefe Supremo Ungden balbuce Mitchell con una amplia sonrisa; no lo
decepcionar.
Ungden frunci el entrecejo, desaprobando obviamente aquella familiaridad en un inferior; se
inclino hacia adelante y mir al capitn a los ojos, mostrndole una perversa sonrisa.
Ten por seguro, Subjefe le coment con fatdica seguridad, que t sers el nico
responsable si fracasamos.
Mitchell, que haba dejado de sonrer, no necesitaba saber ms detalles sobre las
consecuencias de la advertencia de Ungden.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
143
19
Sombras del trono
El Usurpador volvi sus desconfiados ojos hacia Reinheiser.
Y t qu quieres? le pregunt con palabras cargadas del cinismo que presida todos los
aspectos de su vida.
Qu quiero? repiti Reinheiser con simulada sorpresa.
No te andes por las ramas le avis el Jefe Supremo; pero, aunque sonrea
maliciosamente, el fsico mantuvo con mucha firmeza su aparente ingenuidad. Qu pides a
cambio de tu participacin en la entrega del mapa? pregunt Ungden.
Por qu tengo que pedir algo, seor? respondi Reinheiser. Me limit a hacer lo que
cre correcto.
Ungden inclin la cabeza para expresar aprobacin, si bien su rostro mostraba que las dudas
persistan. Imbuido de su propia perversidad, el Usurpador consideraba que el beneficio personal
era la motivacin primaria de los actos de cualquier hombre y que eran sospechosos de traicin
todos los que pretendieran lo contrario. Saba que Reinheiser menta. El brujo que estaba junto al
trono sonrea oculto por la capucha. Tambin lo saba; y adems, haba averiguado lo que Martin
Reinheiser se propona.
Aunque continu Reinheiser, como si se le acabara de ocurrir algo en aquel preciso
momento, le estara muy agradecido si me permitiera visitar ese magnfico palacio y, quiz,
tambin toda la ciudad.
As se har dijo Ungden; y an ms, pues realmente lo mereces: te quedars en
palacio, con todas las comodidades y respetado por todos en calidad de invitado real.
Gracias, generoso seor dijo Reinheiser, e hizo una profunda reverencia como si se
sintiera muy honrado, aunque se dio cuenta de que la invitacin era precisamente el truco que
Ungden utilizaba para no perderlo de vista.
El Usurpador acept la reverencia con un displicente ademn, un gesto que indicaba que ya
haba terminado con los dos extranjeros y que la reunin haba llegado a su fin.
Aquel da Reinheiser contempl muchas maravillas, obras de arte tan impresionantes como
las mejores de su propio mundo. Desgraciadamente, la forma desordenada en que atestaban las
salas hera su sensibilidad con un recargamiento de imgenes que constitua un insulto a los artistas
que haban consagrado meses, aos o tal vez vidas enteras a sus creaciones. Como los dragones de
las mitologas, Ungden acaparaba tesoros sin saber valorarlos; en l la posesin pareca un fin en s
misma, y la forma de exhibirlos, estticamente insultante, mostraba que su codicia era infinitamente
superior a su amor por el arte.
Pero a Reinheiser el arte tampoco le importaba demasiado. Su deseo de visitar el palacio no
tena nada que ver con la contemplacin de obras maestras y le cost no poco guardar las
apariencias y convencer al atento vigilante de que encontraba interesante la visita. Hasta la tarde no
encontr lo que verdaderamente andaba buscando; cuando el gua lo acompaaba a su habitacin,
pasaron por un vestbulo oscuro y sin decorar, y Reinheiser enseguida sospech que en aquel
pasadizo poda haber algo importante, pues era la nica zona que haba visto en todo el palacio
desprovista de obras de los pillajes de Ungden.
Llvame all abajo pidi.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
144
No, no puedo contest el vigilante.
Eres portador del anillo de los vigilantes de las Murallas Blancas se apresur a recordarle
Reinheiser. Tu Jefe Supremo autoriz esta visita y tu obligacin es obedecer su voluntad. Y
ahora, llvame all abajo.
El vigilante respondi a la expresin amenazante y feroz de Reinheiser con una mirada que
presagiaba peligro.
No puedo indic de nuevo; ese corredor conduce a la torre de Istaahl, y slo l decide
sus huspedes.
Incluso por encima de la voluntad de Ungden? inquiri Reinheiser retricamente con
objeto de intimidar al guardin y de recordarle sus obligaciones; pero la negativa del vigilante
segua siendo tan firme como antes.
El Jefe Supremo Ungden ha concedido a Istaahl plenos poderes para que en su torre tenga
intimidad y soberana explic el hombre; slo podemos acercarnos por invitacin del mago.
Reinheiser se haba quedado sin argumentos, pero ya no tena importancia; haba descubierto
lo que quera y confiaba que no tardara en reunirse con el brujo; ocurrira tarde o temprano. Deba
tener paciencia durante un tiempo.
Slo un corto tiempo. Afortunadamente, la habitacin de Reinheiser estaba cerca. Entr, cerr
la puerta tras l y esper a or los pasos del guardia al alejarse. Pero no lleg ruido de pisada alguna;
tal como el fsico haba supuesto la habitacin estaba vigilada. Frustrado, se recost en la cama,
repiti el discurso que tena preparado para el brujo y trat de encontrar la forma de salvar el
obstculo del centinela. Cansado a causa del largo viaje, no tard en dormirse.
Cuando los ltimos rayos de sol de la tarde conseguan an penetrar en la habitacin a travs
de una pequea ventana, se despert con un repentino sobresalto y al principio crey que alguien lo
haba sacudido. Sigilosamente se acerc a la puerta y escuch de nuevo. El vestbulo segua en
silencio.
Es hora de irse, se dijo Reinheiser; y, aunque no dispona de una estrategia definida, decidi,
impulsado por la arrogancia y la impaciencia, que tena la suficiente rapidez mental para ir
completndola sobre la marcha. No obstante, cuando abri la puerta advirti que no hara falta
ningn truco, pues el guarda estaba tumbado, apoyado en el muro del otro lado del pasillo, hecho un
ovillo y durmiendo profundamente.
Gracias a los impresionantes relatos que Ardaz le haba contado acerca de los Vigilantes de
las Murallas Blancas, Reinheiser comprendi que aquella inobservancia del deber no era habitual.
Dispuesto a no perder el tiempo cuestionndose la suerte que haba tenido, se alej cautelosamente
y se dirigi corredor abajo hacia la torre del mago; slo se detuvo unos segundos entre las sombras
proyectadas junto a la puerta, reforzada con hierro, de la torre, para asegurarse de que nadie lo
segua. Una vez convencido de que estaba solo, dio unos golpecitos a la dura madera.
Nadie respondi. Llam con toda la fuerza que le pareci prudente, pero tampoco obtuvo
respuesta. Se encontraba ante una decisin difcil y peligrosa. Saba que la situacin era grave, que
tal vez se estaba jugando la vida. Por otra parte, se daba cuenta de que haba tenido mucha suerte
por haber llegado tan lejos y que no era probable que aquella oportunidad se le volviera a presentar
en un futuro inmediato. Abri de par en par la pesada puerta y entr en la habitacin del mago.
Era una sala circular con una escalera de piedra que suba, pegada al muro de la izquierda,
hasta un nivel superior. Haba slo una ventana pequea, poco mayor que una saetera, que poco
poda hacer contra la profunda lobreguez que impregnaba todos los rincones de la habitacin con
manchas de horrores nocturnos. Reinheiser permaneci inmvil, atenazado por la absurda aprensin
de que perturbar aquel silencio mortal alertara a alguien que estuviera escondido, tal vez un
demonio preparado para asesinarlo.
Con pies de plomo, camin hasta una silla situada junto al muro detrs de la puerta abierta y
con suma cautela la cerr; tuvo que admitir que se senta intimidado ante la magia misteriosa de
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
145
aquel mundo. Con todo, su avidez por saber superaba el miedo, pues Reinheiser quera, mejor dicho
ansiaba, aprender y controlar los conocimientos que permitan un poder personal tan impresionante.
Mientras examinaba la habitacin en busca de algo relevante sobre la persona que en ella
viva, los ojos se le fueron hacia un amplio escritorio de roble adosado al muro opuesto a donde
estaba sentado; sobre el escritorio haba un revoltijo de plumas de ave, tinteros y varios artefactos
relacionados con los arcanos: un cuchillo con joyas incrustadas, un crneo y los ojos de alguna
desgraciada criatura. Pero el fsico no poda saber con seguridad si se trataba realmente de
instrumentos para hacer encantamientos o de macabros espantajos contra intrusos curiosos. En las
esquinas posteriores del escritorio haba un candelabro alto de mltiples brazos y de pie retorcido y
entrelazado, y entre ambos se hallaba una caja vertical dividida en docenas de compartimentos, la
mayor parte de los cuales contenan pergaminos enrollados.
La de oscuros secretos que con ellos se podran descubrir!, pens Reinheiser. A pesar de la
gran tentacin que representaba todo aquello, no se atrevi a tocar nada por temor a los
encantamientos que el brujo tal vez hubiera dispuesto para protegerlos.
Al cabo de poco rato, a la puesta de sol, la sala se oscureci enseguida. Reinheiser se sent,
inmvil y silencioso: se senta pequeo y vulnerable ante los demonios ocultos que su imaginacin
le aseguraba que andaban por doquier. A cada instante tena que luchar para vencer el pnico,
mientras se preguntaba sin cesar si aquellas sobrecogedoras sensaciones no eran trucos del brujo,
sutiles anticipaciones de un horror futuro, una guerra mental contra los ladrones.
Despus de lo que le pareci una eternidad, la puerta cruji, se abri y entr el mago de la
tnica blanca con una vela en la mano. Sin fijarse en el fsico sentado en la penumbra, cruz
cojeando la sala apoyndose pesadamente en un pequeo bastn, mientras salmodiaba un breve
encantamiento para cerrar la puerta, seguido de otro para encender las velas del escritorio.
Reinheiser segua sentado, asombrado y divertido ante las pequeas muestras de brujera; observ,
con continuo inters, mirando de soslayo a la luz dbil y vacilante de las velas, hasta el menor
movimiento, mientras las huesudas manos del mago empezaban lentamente a echar hacia atrs la
capucha.
Supongo que debe de ser negro dijo al fin Reinheiser, con una sonrisa de satisfaccin por
haber cogido por sorpresa a un hombre tan sabio. Las manos continuaron movindose sin
inmutarse, sin alterarse por lo que hubiera tenido que ser una voz imprevista; y, en cambio, fue el
fsico el que se encontr incmodo.
Su distintivo, quiero decir continu en un tono menos seguro, casi a la defensiva. Debe
de ser negro, pues negro es el distintivo de Morgan Thalasi, y se, a menos que mis suposiciones
sean falsas, es usted.
El brujo se volvi con lentitud hacia Reinheiser y estall en carcajadas que sonaron ms bien
como un silbido.
Est jugando con fuego, doctor Martin Reinheiser dijo con calma, mientras acababa de
echarse la capucha hacia atrs para dejar que el intruso viera con quin estaba tratando.
Reinheiser se estremeci al verlo, pues el hombre que estaba ante l era el mismsimo Brujo
Negro, Morgan Thalasi. Era completamente calvo, y la piel, plida y enfermiza, pareca que se
haba estirado ms all de sus lmites para cubrir su esqueltico cuerpo. Los ojos negros se vean
como huecos profundos, cuencas hundidas; las mejillas ahuecadas y tirantes, como si se hubiesen
consumido, como si perteneciesen a un hombre muerto de hambre que hubiera debido fallecer
mucho antes. Siglos de perversin le haban cobrado un caro peaje y haban devorado su parte
fsica, pero no su maligna voluntad, que segua conservando en toda su firmeza. El zafiro de
mltiples caras que constitua el distintivo del brujo le resplandeca en la frente, como si lo acabaran
de tallar y pulimentar.
Saba que era usted dijo Reinheiser, y se ri sumisamente, tratando de aparentar
tranquilidad. A pesar de sus esfuerzos, el temblor de la voz lo traicion y transmiti su terror.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
146
Deduje que slo el temible Thalasi era capaz de realizar las hazaas que aquel mago, Ardaz,
atribuye a Istaahl.
Estaba en lo cierto se burl el Brujo Negro, con una voz calmada y segura, aunque
dbil. Un triste consuelo, teniendo en cuenta la terrible muerte que le espera.
Reinheiser se frot la barba de chivo y trat de mantener el control y la clarividencia que
necesitaba para salir de aquel trance. Algo iba muy mal. Jams se haba imaginado que su encuentro
con Thalasi sera de aquel modo, ni en el ms desfavorable de los supuestos; y la imagen que se
haba formado del Brujo Negro estaba muy lejos del horror real que inspiraba el ser que tena
delante. Aquel hombre de tan frgil aspecto estaba envuelto por un aura abrumadora de maldad y
poder sin lmites; como Satn, era la personificacin de un agujero negro de moralidad; Reinheiser
saba que el brujo poda lanzarlo a su antojo a los ruegos eternos del infierno.
Muerte? se pregunt con incredulidad, tratando de hacer que esa idea pareciera
absurda. Por qu razn querra matarme?
Por la sencilla razn de que conoce mi identidad y de que ha violado mi intimidad; o por el
hecho de haber hablado con aquel perro, Glendower, al que llama usted Ardaz replic Thalasi.
Son, sin duda, suficientes motivos. O podra descuartizarlo por el simple placer de causar dolor
aadi, y de nuevo estall en carcajadas que parecan silbidos, como si aquella ltima ocurrencia lo
sedujera particularmente.
Y Reinheiser se convenci de que aquel ser sin corazn era perfectamente capaz de matarlo
por capricho.
Pero yo vine porque usted me llam! grit. La niebla que nos permiti escapar, tiene
que haberla enviado usted! sa es la razn por la cual descubr al fin su verdadera identidad; la
magia de Istaahl se circunscribe a la costa y, por consiguiente, no podra alcanzar una zona tan
tierra adentro.
S, conjur la niebla.
Y provoc el sueo del vigilante?
Fue fcil.
Por lo tanto, me trajo aqu con algn propsito dedujo Reinheiser.
Slo por el mapa dijo Thalasi. Consegu apoderarme de su mente; y usted, creyendo
que podra alcanzar nuevos conocimientos, me dej entrar. No tuve tiempo de controlarla, pero vea
con sus ojos y me di cuenta de que estaba con los danzarines nocturnos; pero no pude averiguar
exactamente dnde; y para conseguir el mapa lo he trado hasta aqu, eso es todo.
Pero Mitchell... empez a decir Reinheiser, agarrndose desesperadamente a cualquier
cosa que pudiera salvarlo.
Mitchell es un imbcil! le interrumpi Thalasi. Tuve bajo mis rdenes un ejrcito de
millones de hombres, dijo. Ja! Tambin yo viv en Estados Unidos antes del holocausto y no
recuerdo ningn general llamado Hollis Mitchell; y puedo asegurarle que tengo una memoria
excelente. No obstante, me acuerdo de usted prosigui Thalasi; o por lo menos de su trabajo, y
de cuando el Unicornio zarp de Woods Hole.
Aquellos recuerdos del otro mundo pillaron por sorpresa a Reinheiser, pero vio que en ellos
tal vez encontrara una salida y con gran resolucin consigui controlarse.
En tal caso, tambin sabe que yo dominaba algunas materias, coment con todo el
orgullo que se atrevi a manifestar. Era experto en fsica y tcnica. Crea que sa era la razn por
la cual me hizo venir, pues si pudiramos combinar nuestros conocimientos...
Thalasi lo cort con un sonoro estallido de carcajadas, mofndose de los lastimosos intentos
del fsico para salvar la vida.
Se re? grit Reinheiser saltando enfurecido del asiento. Se dio cuenta de que Thalasi
probablemente lo iba a matar all y en aquel momento por atreverse a discutir, pero se senta tan
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
147
frustrado por sus errores de clculo y tan confuso por las respuestas y por la actitud del Brujo Negro
que apenas le import. Usted que conoce las maravillas del mundo anterior al holocausto, duda
del poder de la ciencia?
Poder? repiti Thalasi con tanta energa en la voz que hizo que Reinheiser se acurrucara
de nuevo en la silla Destructivo, s prosigui Thalasi; eso ha quedado demostrado de forma
bien pattica. Pero no se puede equiparar capacidad destructiva con poder; usted confunde esos dos
conceptos. Una bomba reduce una ciudad a un hoyo de alquitrn burbujeante, y a eso usted lo llama
poder. Qu se ha ganado con eso?
Reinheiser se lo qued mirando, perplejo.
La aniquilacin no es poder continu Thalasi, sino la anttesis del autntico poder;
cerr un puo y levant los ojos hacia el techo y Reinheiser se estremeci ante la tremenda maldad
que se reflejaba en aquellas provocativas rbitas.
Control! sise Thalasi Doblegar la voluntad de otro a los propios deseos; dominar el
menor de sus movimientos. Eso, estpido, es poder!
An aterrorizado, pero tambin intrigado, Reinheiser se oblig a sentarse ms erguido. Aqul
era el maestro que dispona de la llave de los secretos que l ambicionaba, y esa ansia irrefrenable
incluso estaba por encima de la defensa de su amenazada vida.
Y qu me dice del conocimiento? pregunt de forma apremiante. Acaso no tiene un
papel importante?
S, s, desde luego respondi Thalasi; de repente, se mostr ms emocionado que
enojado. No suceda a menudo que el Brujo Negro encontrara a alguien con quien conversar a aquel
nivel, y adems hablaban de su tema favorito. El conocimiento de los secretos del universo y de
los poderes absolutos que existen en su seno es el primer requisito. El segundo prosigui el Brujo
Negro, con los puos apretados y los ojos mirando maliciosamente de soslayo para acentuar su
aseveracin es el deseo; el deseo de poseer, de disponer... de todo. La osada de atreverse a ser
Dios! grit. Y la constante determinacin de conseguirlo.
Hablamos del poder o del mal? pregunt Reinheiser.
Son la misma cosa replic con aspereza Thalasi; oh, los poderes del universo son
absolutos y estn ah para los que son buenos y para los que no son ni buenos ni malos, pero su
fuerza viene limitada por las restricciones de la conciencia en el primer caso y por la falta de
objetivos en el segundo; slo el poder del mal puede ejercerse sin trabas ni menguas.
Ciertamente, los poderes son neutros opin Reinheiser; el bien y el mal no pueden ser
tenidos en cuenta.
Bah! se es su error explic Thalasi. Hay cuatro escuelas de magia y todas ellas
trabajan con las mismas verdades absolutas y universales. Esas verdades, esos poderes se hallan en
estado puro en Brielle, la Hechicera Esmeralda, maestra de la primera magia. Pero se encuentra
limitada al conjurar su poder por la falta de objetivos; est atada a su bosque y a su pacto para
conservar el orden natural, por lo que se ha convertido en un simple perro guardin, para avisar a la
naturaleza de cualquier intromisin perversa. Fuera de su dominio, su magia es inoperante y, por
consiguiente, no merece mayor consideracin que una sirvienta. Usted ha hablado personalmente
con Ardaz continu el brujo Negro; es de la segunda escuela, la que los colonnae pretendan
que tambin siguiera yo.
Para adaptar las verdades del universo de forma que encajen con el desarrollo de la raza
humana observ Reinheiser; para el bien del hombre, tal como se define en los cdigos de
moral establecidos por los colonnae.
Excelente respondi Thalasi, entusiasmado ante el sorprendente grado de comprensin
del fsico; entonces, te has dado cuenta de la trampa? De las restricciones?
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
148
Por supuesto contest Reinheiser con confianza; aunque es ms accesible que la
primera escuela, la segunda tiene un mbito y unos efectos ms limitados, al estar constreida por
cdigos estrictos de ticas impuestas.
Exactamente dijo el brujo. Pero hay una tercera escuela, unas prcticas que los
colonnae se reservan para ellos mismos y para aquellos a quienes sirven. No nos las confan porque
nos tienen miedo: temen que nos alcemos por encima de ellos y que dejemos de ser sus servidores.
Yo, Thalasi, he descubierto ese secreto, y da a da mi poder va en aumento.
Control? pregunt Reinheiser.
Control repiti Thalasi; no mantengo ningn pacto ni obedezco cdigo alguno. Los
poderes no se me pueden resistir. Los invoco a voluntad y los obligo a cumplir la menor de mis
rdenes. Es la ms difcil de las magias, una disciplina que exige una concentracin constante. Todo
pensamiento y todo movimiento lo enfrento a las constantes del orden universal explic; los ojos
le brillaban de codicia y orgulloComprende las implicaciones de lo que le digo? le pregunt a
Reinheiser, que permaneca sentado mirndole con incredulidad, asombrado ante la magnitud del
poder potencial que el brujo le sugera. Hay enemigos infatigables; yo soy uno de ellos. Y cuando
gano, en estos tiempos en que soy el ms poderoso, con una palabra puedo pervertir el orden de la
naturaleza y arrancar un cadver de las garras de la muerte y resucitarlo bajo mi control. O puedo
manipular un encantamiento en los mismos labios de un brujo para volverlo en su contra, tal como
hice con Istaahl hace treinta aos.
Entonces, usted fue sin duda la fuerza que estaba detrs del alzamiento de Ungden dijo
Reinheiser con una amplia sonrisa, pues aqulla era la forma en que haba imaginado su encuentro
con Thalasi. Mantuvo a los vigilantes a raya hasta que el golpe triunf, sabiendo que su
juramento los obligara a acatar las rdenes de Ungden y a asegurar su posicin.
Thalasi inclin la cabeza para mostrar su acuerdo con lo expuesto por Reinheiser y tambin
para aprobar las continuas demostraciones de la clarividencia mental del fsico.
Pero por qu Ungden? pregunt Reinheiser; no parece un lder muy adecuado.
No es el lder explic Thalasi. Es el pen del lder. Un hombre fcil de complacer, por
tanto, fcil de controlar, y que no representa amenaza alguna para m. Y su enemistad con el linaje
de Ben-rin est profundamente enraizada en el pasado. Muy pocos en todo Calva se hubieran alzado
contra los reverenciados Jefes Supremos de aquel linaje; pero el miserable Ungden era lo bastante
impaciente para hundir una daga en el corazn de Ben-galen. Por consiguiente, Ungden es el humo
que cubre mi fuego. Los vigilantes no estaran dispuestos a servir a un brujo y, si pretendiera el
trono, mi verdadera identidad no tardara en ser de dominio pblico. Todava no estoy preparado
para ese da, aunque cada vez falta menos. Por esa razn necesito su mapa. La matanza de los
desvalidos mutantes debilitar el honor de los calvans ms honestos y har que disminuya su
resistencia hacia m.
Pero y mis conocimientos tcnicos? insisti Reinheiser. Seguramente pueden servirle
de ayuda.
No pronuncie esa palabra! le orden Thalasi con sbita y renovada clera. Tcnica!
le espet con absoluto desprecio. La cuarta escuela de magia, una maldicin para la sabidura y
una ruina para todos. Qu es la tcnica sino un instrumento que pone los poderes universales al
alcance de cualquiera, sin preocuparse lo ms mnimo de su energa interior? Un espadachn debe
educar su mente durante aos para llegar a manejar el arma con correccin, pero cualquier chiquillo
puede empuar una pistola y matar. No, la tcnica es un peligro inaceptable, que adolece de
absoluta falta de control y no promete nada ms que una final y total devastacin a manos de
cualquier imprudente explic; no tuvo necesidad de enfatizar la verdad de su aserto, pues
Reinheiser haba visto el mundo fuera de la burbuja de Ynis Aielle.
La energa ms profunda continu Thalasi con una voz que era ms bien un susurro
uniforme es la energa de la mente en conjuncin con los poderes del universo y el gobierno de
esos poderes con firmes deseos y convicciones. Puesto que las verdades universales son secretas,
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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usted siempre sera un simple Fausto jugando con petardos. Pero yo... se levant muy erguido y
con un terrible aspecto colrico, y Reinheiser desvi la mirada lleno de temor.
Mreme! rugi Thalasi, y Reinheiser vio que no tena ms remedio que obedecerlo.
Contemple a Morgan Thalasi y entrese de que est perdido!
Reinheiser se puso a temblar. Escondi la cara entre los brazos y se hizo un ovillo, buscando
con desespero algn refugio en un lugar donde no haba ninguno. Antes, no haba estado jams
verdaderamente asustado; incluso haba aceptado la muerte como una parte indisociable de la vida.
Pero ahora Reinheiser estaba aterrorizado. Senta una negrura en el corazn, una sensacin de
desesperanza y desespero que afectaban a lo ms profundo de su ser. Esper, mejor dicho, rog,
para que el golpe mortal llegara cuanto antes.
Pero no lleg, y progresivamente fue recuperando la esperanza, aunque tema que slo fuera
la forma que tena Thalasi de jugar con l o de dejarle creer en una mnima posibilidad de salvacin
antes de condenarlo definitivamente. Al fin, consigui reunir el coraje suficiente para echar una
mirada furtiva.
El brujo estaba sentado, aparentemente ensimismado; lentamente Reinheiser se incorpor en
la silla y esper lo que tuviera que venir.
Tal vez haya una esperanza para ti dijo Thalasi, al cabo de varios minutos. Es bien
cierto que has demostrado ser inteligente y quiz, bajo mi gua, llegues a serme til.
Reinheiser sonri esperanzado, lo cual desagrad a Thalasi, que lo mir con tanta ferocidad
que el fsico, deprimido, se hundi otra vez en la silla. Thalasi lo seal con un dedo amenazador.
Pero nunca te opongas a m gru el hechicero, y Reinheiser sinti unos dedos fros y
huesudos en torno a la garganta, un invisible collar generado por la voluntad de Thalasi.
El brujo, muy tranquilo, estall en sonoras carcajadas, pues vea con claridad que el fsico ya
no constitua ninguna amenaza para l; su fe en su forma de ejercer el poder haba demostrado su
eficacia una vez ms, pues sin destruirlo, ni matarlo, ahora posea a Martin Reinheiser.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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20
La flagrante traicin
La maana que sigui a la fuga de Mitchell y Reinheiser Sylvia fue temprano a despertar a los
hombres. La neblina matutina se haba disipado poco despus de la salida del sol y el aire qued
clido y limpio; la mujer quera que los tres huspedes pasaran el mayor tiempo posible fuera de sus
habitaciones para disfrutar del da. Despreocupada y slo interesada en hacerles la estancia ms
agradable, la doncella elfa jams hubiera podido imaginar que Mitchell y Reinheiser haban
emprendido un duro viaje a travs de las llanuras como prisioneros de los exploradores calvans.
Advirti que pasaba algo grave cuando, al poner la llave en la cerradura de la puerta de la
habitacin, vio que ya estaba abierta. Saba que no se trataba de un descuido, pues ella misma la
haba cerrado con llave la noche anterior. Sin embargo, los dos guardianes que estaban junto a la
puerta, tan perplejos como ella, le aseguraron que haban montado una atenta guardia durante toda
la noche y que ella haba sido la ltima persona en entrar o salir.
Pero la habitacin estaba vaca. Sin comprender del todo el alcance de la fuga, Sylvia cruz el
vestbulo para despertar a Billy; el simple hecho de que estuviera all para contestar a su llamada le
aport cierta tranquilidad y se dijo que deba de haber alguna explicacin sencilla para la ausencia
de los otros dos.
Aunque su calma dur bien poco, pues la pregunta acerca de la desaparicin de sus
compaeros espabil la somnolencia de los ojos de Billy con tanta celeridad como si le hubiera
echado un cubo de agua helada, ya que todas las imgenes que Billy Shank recordaba de Mitchell
desde la llegada a aquel mundo lo llevaban implacablemente a una terrible conclusin.
Mir a Sylvia con expresin grave: la inocente y esperanzada sonrisa de la joven aument sus
sospechas y su clera.
Vete corriendo a buscar a Arien le indic; Sylvia vacil, en espera de ms detalles, pero
Billy no se vea con nimo para decirle que Mitchell y Reinheiser, sus compaeros, probablemente
se disponan a traicionar al pueblo elfo.
A Sylvia se le ocurri dnde poda encontrarse su padre en una maana tan deliciosa como
aqulla y pidi a Billy que la acompaase; el hombre estuvo de acuerdo, aunque le horrorizaba
tener que dar tan nefastas noticias al lord de los elfos. Poco despus, se reunieron con Arien en un
balcn posterior de la casa que dominaba la enorme garganta. El lord y Ryell estaban
tranquilamente sentados disfrutando de la serenidad del siempre maravilloso espectculo del
amanecer en las Montaas de Cristal.
Arien se dio cuenta enseguida de que ocurra algo terrible al ver la expresin de dolor en la
cara sofocada de su hija. Estrech las manos de Sylvia para calmarla.
Qu pasa?
Se han ido! grit Sylvia El capitn Mitchell y Martin Reinheiser no estn en su
habitacin!
Traicin! chill Ryell. Saba que esos hombres no nos traeran nada bueno
remach. Avanz amenazadoramente hacia Billy, pero Arien lo intercept con el brazo.
Encuentra a Erinel dijo Arien a su hija, muy sereno y tranquilo. Rene de inmediato a
nuestros amigos y explorad los tneles del Portal de la Montaa. Hasta que no tengamos ms
informacin, hay que considerarlos huspedes y no enemigos; pero quiero que los encontris y que
me los traigis.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
151
Tal vez ya estn en la ciudad sugiri Sylvia.
Lo dudo repuso Arien, pero deja un grupo atrs. Diles que busquen por todo el valle e
incluso por Shaithdun-o-Illume. Ahora vete corriendo; aqu estaremos, a la espera de tus noticias.
Sylvia inclin la cabeza para mostrar su acuerdo y se fue. Los dos guardianes se quedaron
junto a Billy, que ahora no tena claro cul era su situacin entre aquella gente y estaba un poco
nervioso por el hecho de estar tan cerca de su jefe. Arien, no obstante, les hizo un gesto con la mano
para que se fueran, pues se negaba a que los actos de Mitchell y Reinheiser le hicieran perder la
confianza en un hombre que no les haba hecho nada malo.
Adnde han ido? le espet Ryell a Billy, desbordante de sospechas y convencido de que
participaba en una conspiracin.
Billy se encogi de hombros y desvi la mirada; prudentemente, segua fiel a su teora hasta
que pudiera conocer ms datos y se calmaran las aguas.
Ryell, en cualquier caso, no esper respuesta alguna. Buscaba cabezas de turco en quien
descargar su furia y encontr a los guardianes.
Qu hicisteis vosotros dos? les ri. Se supone que debais vigilarlos!
Estuvimos toda la noche a la puerta de la habitacin respondi uno de los infortunados
elfos con conviccin.
Ja! se burl Ryell. Si descubro que os dormisteis, os aseguro que...
Oh, chitn, chitn! Os digo que os callis! dijo una voz desde detrs de los guardianes,
y Ardaz apareci en la terraza; llevaba la gata Desdmona en torno al cuello, dormida
profundamente, como si fuera una estola.
Tambin yo tena ojos para vigilar a los hombres antiguos: los de Desdmona explic;
alz la flexible gata por encima del hombro y se la acerc a la cara. Y no me fallar, verdad?
No, no lo har! La gata vigil vuestra casa desde el otro lado y no vio salir a nadie, a nadie en
absoluto asegur Ardaz a Arien. Adems, nunca se duerme. En cualquier caso, jams de
noche. Dormir todo el da, incordiar a todos de noche: es la norma de los gatos, como sabis.
Solt un divertido resoplido y se ocup de nuevo de la gata, acaricindola para hacerse perdonar su
ltimo comentario.
Pero se han fugado insisti Ryell. Aquel simple hecho desafiaba los razonamientos del
hechicero.
Lo s, claro que lo s! replic Ardaz, confuso. Sylvia me lo ha dicho hace un
momento en el vestbulo.
Ryell se estremeci, frustrado.
Si no estn aqu pregunt con sarcasmo deliberado, y esa gata te asegura que no se han
ido, dnde estn entonces? Tal vez, sencillamente, han desaparecido?
Ah, s, comprendo tu razonamiento repuso Ardaz, a la vez clarividente y confundido;
un buen razonamiento, sin duda! exclam; cogi la gata del hombro y le dio una sacudida para
despertarla.
Des, te dormiste malvada gatita! le dijo, y le dio otra sacudida mirndola con expresin
de sospecha; entonces, como si le hablara en su propia lengua, pronunci una serie de miaus de
desaprobacin, y Desdmona le contest con un enftico miau!.
El hechicero se la recost de nuevo encima del hombro y pareci tranquilizarse.
Me ha dicho que no se durmi explic a la asombrada concurrencia. Yo tambin dudo
de que lo hiciera continu; su mirada ausente se perdi en el barranco. No podan desaparecer,
no, no prosigui, hablando mas para s mismo que para los dems; naturalmente, hay maneras
de conseguirlo, pero ellos eran gente corriente; despus de todo, no eran brujos razon, e hizo
una pausa para frotarse su mentn barbudo. A menos que...
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
152
Arien y Ryell aguardaban a que los hiciera partcipes de su aparente descubrimiento, pero los
segundos iban transcurriendo y una expresin de profunda preocupacin ensombreca la cara del
hechicero, hasta que a Arien se le acab la paciencia.
Qu te ocurre? quiso saber.
No estoy seguro respondi Ardaz, con voz sbitamente serena. Despertado de su trance
contemplativo, volvi a mirar al jefe. No es seguro, pero lo averiguar asever, y se encamin
hacia la puerta.
Espera! le grit Arien. Ahora no puedes irte.
Pero Ardaz sigui adelante.
Tengo trabajo exclam. Tengo trabajo! repiti, y sali zumbando.
Por qu lo dejas estar en Illuma? refunfu Ryell. No nos sirve para nada.
Arien estaba mejor informado; saba que Ardaz an era el sabio y amable Glendower,
salvador de los elfos en los albores de su raza, cuando Ben-rin gobernaba Pallendara y Umpleby se
propuso exterminarlos. Arien se daba cuenta de que la compasin y el poder del hechicero seguan
vivos, ocultos tras una fachada de incoherente parloteo, pero siempre presto a actuar como una
resplandeciente luz de esperanza en los momentos ms oscuros.
No culpes a Ardaz de nuestros problemas advirti a Ryell.
Pero, qu vamos a hacer? pregunt con suavidad Ryell; el tono cortante de su enojo
haba menguado al darse cuenta de la desastrosa situacin en la que se encontraban.
Esperemos dijo Arien con aire grave; y confiemos.
El jefe mand a los guardianes que se unieran a la expedicin de bsqueda, y l, Ryell y Billy
se quedaron en el balcn observando las encumbradas montaas, buscando refugio a sus
preocupaciones terrenales en la profunda contemplacin que tan magnfico paisaje propiciaba a
menudo. Hablaron poco; cada cual encontraba consuelo en su personal meditacin y algo parecido a
la esperanza brot en sus corazones cuando la sorpresa inicial de la fuga empez a debilitarse.
Aunque no calcularon el tiempo transcurrido, les pareci que haban pasado varias horas cuando
regresaron Sylvia y Erinel.
Sus esperanzas se desvanecieron.
No estn en la ciudad dijo Sylvia.
Ni en los tneles aadi Erinel. He recorrido incluso los pasos inferiores situados
encima del Portal de la Montaa explic; mir hacia Billy y se encogi de hombros en un gesto
de disculpa, pues saba que lo que iba a decir no le sentara bien a su nuevo amigo. En varios
lugares encontr huellas distintas que no tenan ms de dos das.
Y esas huellas te resultaron familiares? refunfu Ryell, en un intento de obligar al
reticente Erinel a que confirmase que su propia desconfianza hacia los humanos haba sido
corroborada por los hechos.
Encajaban con las raras botas de nuestros visitantes respondi Erinel.
Ryell mir a Arien, satisfecho, con la conviccin de que el jefe ya no le reira ms, y luego
dirigi su furia contra Billy.
Qu tienes que decir a esto? le espet.
Se han ido a Calva declar Billy con firmeza, con una voz que tembl ligeramente por la
turbacin.
Cmo lo sabes? le grit Ryell antes de que el benevolente Arien pudiera reaccionar.
Y por qu nos lo ocultaste?
No os he ocultado nada respondi Billy; slo lo he imaginado ahora tras los hallazgos
de Erinel aadi y se volvi hacia el jefe, evitando la mirada de Ryell. Admito que me lo
tema... por parte de Mitchell. Slo vive para la gloria y el poder, y hara cualquier cosa para
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
153
conseguirlos; aquella noche del consejo en la plataforma de la montaa, trat de convencerte de que
le confiaras el mando de un ejrcito. T te negaste, as que ha buscado en otra parte. Supongo que
est en la corte de Ungden.
Bah! exclam Ryell Est ms que claro que formas parte de la conspiracin!
Te equivocas dijo Billy.
En absoluto! insisti Ryell Y qu me dices de DelGiudice? Acaso no fue un
emisario que enviasteis para preparar el camino a tu capitn? Y a ti te dejaron atrs para que les
cubrieras la fuga, para evitar que sospechramos lo peor hasta que fuera demasiado tarde para
impedirlo!
No dijo Billy, pero vio que la fuerza de sus argumentos se estaba evaporando. Cmo
poda mantener la credibilidad ante Arien y los dems a la vista del terrible engao de Mitchell? La
desesperada situacin de los elfos lo puso a la defensiva, pues saba que la clera de Ryell se basaba
en el muy justificado temor ante la mortal amenaza que pesaba sobre todos los illumanos. Del y
yo no tenemos nada que ver con esto.
Mientes! chill Ryell.
Ya basta exigi Arien; Ryell desvi la mirada y, apretando los dientes, se trag
maldiciones y acusaciones. Billy se sinti profundamente herido, pues la mirada que le dedic
Arien dejaba entrever dudas y sospechas. Te ruego que nos digas todo lo que sepas; es
importante.
No hay mucho que aadir contest Billy; Mitchell har lo que sea para conseguir lo
que quiere, y tenis razn para estar preocupados. Har todo lo que est en mi mano para ayudaros
y os garantizo que Del no tiene nada que ver con esto. Detesta a Mitchell an ms que yo. Ambos
han estado lanzndose a la yugular desde que se conocieron, y esa rivalidad no hizo ms que
agravarse cuando desembarcamos en las costas de Ynis Aielle.
Y qu tal es el otro, Martin Reinheiser? pregunt Arien.
Billy se encogi de hombros y sacudi la cabeza.
Realmente, no lo s. l y el capitn hacen causa comn, pero no acierto a comprender la
razn. No se parecen en nada. Tal vez se deba a que no tienen a nadie ms a quien arrimarse, o
quiz se necesitan para complementarse. En cualquier caso, no confiara en Reinheiser ni un pelo
ms que en Mitchell. Puede que no sea tan peligroso como el capitn, pero es falso y lo bastante
inteligente para manipularlo todo de la forma que le interese explic; hizo una pausa y se hizo un
silencio general para asimilar la informacin.
Eso me basta le asegur Arien, pero el hecho de renovar la confianza en Billy no borr la
expresin de dolor del rostro del jefe.
De nuevo la desesperanza suaviz el deje colrico de Ryell.
Entonces, estamos perdidos indic con desesperada resignacin.
An no puntualiz Arien, pero a pesar de su determinacin la voz son perceptiblemente
tensa, y una vena de profunda preocupacin se le marc claramente en la sien. Caer Tuatha est a
muchos kilmetros al sur y esos dos no llevan caballos; no sabemos si conseguirn llegar a la
ciudad, ni cmo les va a recibir Ungden, si lo consiguen.
Pero si llegan all dijo con expresin grave Ryell, los humanos contarn con diez mil
lanzas.
Eso les llevara semanas, incluso meses repuso Arien.
Tenemos que asegurarnos intervino Erinel; jefe, djame ir a los prados de Calva; me
puedo informar del destino y de las intenciones de esos dos hombres preguntando a los granjeros.
Sera estpido por nuestra parte quedarnos sentados sin hacer nada y esperar lo que se nos venga
encima.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
154
Arien mir interrogativamente a Ryell, confiando a su amigo, en calidad de vigilante de
Erinel, la ltima palabra respecto a aprobar o no la propuesta de su sobrino. Ambos saban muy bien
el riesgo que Erinel correra si se internaba entre los calvans, pues ambos haban hecho lo mismo
muchsimos aos antes. Pero aquello haba sucedido cuando los descendientes de Ben-rin ocupaban
el trono del sur y los calvans, aunque no conocan directamente la existencia de los elfos, los
toleraban con guios que indicaban el compromiso de guardar el secreto y hablaban de ellos slo en
las exageradas historias tabernarias. Con el perverso Ungden en el poder y todos los calvans
alertados por la existencia de los mutantes ocultos en las montaas, el viaje de Erinel era mucho
ms peligroso.
Ryell suspir.
No tenemos otra alternativa.
Arien pos la mano en el hombro de su amigo para consolarlo.
Ten siempre mucha cautela le dijo a Erinel. Recuerda que las sombras de la noche
siempre han sido amigas de tu pueblo. Espero y confo en tu feliz regreso.
Erinel asinti para tranquilizarlo y abandon la terraza junto con Sylvia.
Quiero poner vigilancia en los rboles situados sobre el Portal de la Montaa dijo Ryell,
y Arien asinti.
En su hogar, la torre de Brisen-ballas, que se cerna sobre el valle de Illuma, Ardaz miraba
desde la ventana ms elevada.
Vigila desde este sitio mientras estoy fuera le dijo a Desdmona; la gata estaba
cmodamente acurrucada en su regazo; no es que realmente quiera irme, ya sabes. Quin
querra, despus de todo?
Un estremecimiento involuntario le subi por la espalda al pensar lo que le aguardaba: Talas-
dun, la fortaleza destinada al negro corazn de Morgan Thalasi. Castel Angfagdt era el nombre que
reciba en la lengua de los encantamientos, el castillo de la oscuridad absoluta.
Un nombre que Ardaz saba que tena bien merecido.
El hechicero se levant, consigui dominar sus temblores y se mentaliz para cumplir con su
deber.
An tenemos que asegurarnos! le explic a Des, mientras levantaba del regazo aquel
cuerpo que pareca no tener huesos y mantenindolo en la misma posicin acurrucada lo colocaba a
su lado, en el suelo. Volver tan pronto como pueda!
Domin un segundo estremecimiento y, despus de salmodiar montonamente como si
estuviera en trance y de danzar rtmicamente con unos pocos giros y torsiones que hacan flotar su
tnica, se convirti en un guila que emprendi el vuelo.
Se elev por encima de la torre, se dej llevar por las altas corrientes de aire calentado por el
sol que emergan de las paredes de los precipicios y no tard en planear por las alturas de las sierras
del sur de las Montaas de Cristal. Ardaz se lo estaba pasando en grande con la libertad que
representaba volar sin ningn esfuerzo, impulsado por el viento, pero saba que el tiempo
apremiaba, por lo que se desvi de las paredes rocosas ms all de las corrientes de aire y baj en
picado hacia Nigrolago; enderez el vuelo justo encima del pantano y aprovech el tremendo
impulso que llevaba para dirigirse hacia la desolada tierra de Brogg.
Con gran resolucin, el hechicero se apresur hacia las distantes sombras de la cordillera de
Kored-dul y la esperada negrura de Talas-dun, donde confiaba encontrar algunas respuestas.
Los das transcurran con dolor mientras los elfos y Billy aguardaban el regreso de Erinel; la
espera fue todava peor para Arien, cuando advirti que Ardaz tambin se haba ido.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
155
21
La suerte est echada
Los rboles se cerraron tras Del cuando sali de Avalon, como si Brielle hubiera cerrado la
puerta ruidosamente a sus espaldas. Y aunque Del se deca a s mismo que no le importaba y que lo
nico que le preocupaba ahora era poner entre l y Avalon la mayor distancia posible, su nimo se
hundi an ms ante el ruido del bosque que lo expulsaba de su seno. Trat en vano de eliminar de
su mente los recuerdos y las imgenes de la hechicera, pues haba sido testigo de una terrible e
inesperada faceta de Brielle que haba destruido sus fantasas y le haba destrozado el corazn.
Cabizbajo, cruz con pasos lentos y tristes el Portal de la Montaa.
No prestaba la menor atencin a lo que haba a su alrededor mientras se acercaba y pasaba por
debajo de plateados telfiplats situados al final de la pradera. Sus pensamientos seguan mirando
hacia adentro, fijos en bosquecillos de pinos que se balanceaban majestuosamente, en prados
iluminados por las estrellas y en la mujer que les confera un especial sentido. Con un resignado
suspiro acept que no se librara tan fcilmente de los recuerdos de la Hechicera Esmeralda.
Aunque hubiera sido cauteloso y hubiese tenido la ms vigilante de las actitudes, Del no
habra visto a los tres elfos, silenciosos como la muerte, que se deslizaban desde las ocultas ramas
de los rboles arqueados que estaban detrs de l.
Subi unos cuantos metros por el sendero de montaa y entonces se dio cuenta de que no
podra ir muy lejos si no dispona de alguien que lo guiase.
Maldicin mascull; aun en el caso de que Ardaz lo hubiera visto en el camino de
Avalon y se hubiese apresurado a informar a Arien, los elfos tardaran horas en llegar para guiarlo
de regreso a Illuma. Peg un puetazo de frustracin al aire y se volvi hacia el arco de entrada; una
vez all busc un lugar a la sombra para sentarse y esperar.
Su alivio al ver a los elfos dur muy poco, exactamente el tiempo que tard en advertir que
los dos arqueros tenan las armas tensadas y bien sujetas y que las flechas le apuntaban al corazn.
Y el tercer elfo, entre los dos arqueros, con expresin severa, empuaba una ligera espada, aunque,
obviamente haba reconocido a Del.
Qu ocurre? pregunt Del con cautela, aunque segua sin dar crdito a que los elfos
quisieran causarle dao alguno.
Silencio! orden el espadachn. Tira el arma al suelo, ante ti.
No tuvisteis bastante con el nmero que montasteis hace un par de semanas? sugiri
Del con una sonrisa nerviosa, dando a entender que les peda que acabaran el juego y admitieran
que todo haba sido una broma.
A una inclinacin de cabeza del jefe, uno de los arqueros dispar. Del palideci del susto al
or la vibracin de la cuerda e, instintivamente, se lade pues crea que le haba disparado a dar,
pero la flecha se hundi profundamente en el suelo, entre sus pies.
Por ltima vez, te pido que arrojes el arma al suelo dijo con calma y voz uniforme el
espadachn; y ante aquel tono conminatorio Del no tuvo la menor duda de que la siguiente flecha le
alcanzara el corazn.
Herva de clera, pero debido al torbellino emocional que estaba sintiendo era incapaz de
concentrarse en un objetivo claro. Dominado por la confusin, sin nimos para discutir y mucho
menos para pelear, desenvain la espada, la arroj al suelo y tambin baj la vista para no ver a los
elfos en aquella actitud tan intimidadora. Eran los Hijos de la Luna, las mismas personas joviales
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
156
cuya existencia se basaba en cantos y danzas y que vivan en una amistosa comunidad? O tal vez
sus deseos utpicos le habran engaado respecto a la verdadera naturaleza de aquella tierra y de sus
gentes? La imagen que se haba hecho de Aielle pareca de repente oprimirle y sofocarle con los
mismos tintes amargos de la realidad que pensaba que haba dejado en las orillas de un mundo
distante.
No ofreci resistencia en el momento en que el elfo se le acerc y le at las manos.
Erinel corri por el Portal de la Montaa evitando la pared del precipicio de la parte este a
causa de la poca proteccin que proporcionaba; no le gustaba desplazarse a plena luz del da, pero
la urgencia de la informacin exiga correr aquel riesgo. No obstante, se agach y redujo la
velocidad, cuando se acerc a los telfiplats y oy voces.
Vndale los ojos dijo uno de los arqueros.
No es necesario replic el elfo que estaba con Del; slo servira para demorarnos y
Ryell est impaciente por hablar con este hombre. Qudate aqu para montar guardia orden a
uno de los arqueros; nosotros acompaaremos al prisionero de regreso a la ciudad.
Por los colonnae! grit Erinel al cruzar el arco de entrada. Liberadlo inmediatamente.
Erinel! gritaron los elfos al unsono; el espadachn se apresur a estrechar
calurosamente el brazo de Erinel.
Qu suerte que hayas vuelto, amigo mo! dijo con toda sinceridad el espadachn. Los
das que hemos estado montando guardia esperndote han sido largos; toda la ciudad est
expectante, impaciente por saber qu has descubierto.
Desatadle! pidi Erinel precipitndose hacia Del.
Pero est atado por orden de tu to puntualiz el espadachn, obviamente desgarrado por
dos lealtades contradictorias; temeroso de un enfrentamiento, pero con todo, fiel a las rdenes del
jefe, corri a interceptar el paso de Erinel.
En ese caso mi to es un insensato! espet Erinel, apartando al espadachn y avanzando
hacia Del sin desviarse lo ms mnimo.
Los tres elfos se miraron sin saber qu hacer y poco a poco empezaron a acercarse a Erinel y a
Del, con las armas todava en alto.
No pasa nada, Erinel dijo Del tratando de apaciguar la ira de su amigo y de evitar
cualquier enfrentamiento con los tres elfos. Realmente, no tiene importancia. Volvamos a la
ciudad; y vndame los ojos, independientemente de lo que puedan pensar: es mejor para todos que
siga sin conocer el camino a Lochsilinilume.
Erinel dud unos instantes; odiaba ver a su amigo atado, a pesar de los comentarios
tranquilizadores de Del, pero comprenda que era intil discutir. Tom una capucha del cinto del
espadachn y la puso en la cabeza de Del, no sin antes sonrerle por ltima vez para asegurarle que
estara a su lado en todo momento.
Bueno, muy bien dijo a sus compaeros elfos; vaymonos de una vez. Tengo que
informar a Arien del revuelo que se ha armado en el sur.
Erinel dej a los dos arqueros apostados para que vigilaran el lugar y con paso rpido condujo
a Del y al espadachn montaa arriba. Debatindose an con el tormento que representaban para l
la faceta ms oscura de Brielle, Del no pregunt nada ni se fij en los pasadizos secretos. Sin
embargo, al fin, cuando hubieron entrado en los tneles y dejado Avalon muy atrs y fuera del
alcance de la vista, pudo concentrarse en lo que ocurra y se dio cuenta de que deba de estar
sucediendo algo de terrible importancia y gravedad. Todos los indicios apuntaban hacia una
horrible sospecha: si los elfos estaban tan irritados quera decir que uno de sus compaeros haba
hecho algo nefasto. Y Del tena una idea muy clara de quin poda ser.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
157
Al cabo de un rato, sentado a la mesa del consejo en la Sala del Trono de la casa de Arien,
Del observ los rostros severos de los elfos, que trataban de disimular una desesperacin interior, y
la silenciosa, casi intimidada, cara de Billy Shank; tambin advirti con gran preocupacin y
renovadas sospechas que Mitchell y Reinheiser no estaban.
Ha ocurrido lo que nos temamos dijo en tono sombro Erinel; han llegado a Caer
Tuatha.
Mitchell dijo Del con un gruido; ahora vea claramente el engao y los motivos del
odiado capitn, y se reprochaba no haberse dado cuenta antes, cuando todava hubiera podido
impedir su traicin. Qu idiota he sido!
Y cmo los recibieron? pregunt al fin Arien, sin hacer caso del estallido de clera del
joven.
Mientras celebramos este consejo, el Usurpador se dirige hacia el norte con un ejrcito de
miles de lanceros respondi Erinel.
Por encima de los gritos sofocados y de los murmullos de temor que provenan de todos los
rincones de la mesa, aadi:
Y su nmero no hace ms que aumentar da tras da, pues muchos humanos se apresuran a
unirse a su glorioso Jefe Supremo para celebrar junto a l el futuro da de triunfo sobre los
perversos mutantes.
Qu barbaridad! grit Ryell, subrayando su exclamacin con un puetazo sobre la
mesa. De nuevo somos testigos de una traicin de los hombres.
Silencio! orden Arien, que se esforzaba en mantener un clima sereno. Pero tambin l
tena ganas de expresar a gritos su clera y su frustracin. No poda hacerlo, pues era el jefe, el lder
del pueblo elfo y tena que servirles de modelo. Todo Illuma lo miraba en busca de gua. Recuper
la serenidad y pregunt con calma:
Cunto tiempo tenemos?
Unos das, como mucho respondi Erinel.
Entonces no hubo gritos sofocados ni respuestas murmuradas: un silencioso velo de pavor
flotaba por toda la sala, oscureca las caras de los elfos y les apagaba el brillo de los ojos.
Jefe dijo Ryell con un gruido, escudndose en su clera para defenderse de la
desesperanza y dejando claro ante todos los presentes que consideraba a Arien responsable de la
apurada situacin en la que se encontraban, te ruego que nos digas qu tenemos que hacer ahora.
Acaso quieres que representemos el papel de conejitos asustados que corren a esconderse ante las
fauces del lobo? O tal vez podemos encontrar otro agujero ms profundo en las montaas que nos
sirva de prisin durante los prximos siglos?
Al or hablar de conejos, los pensamientos de Del retrocedieron hasta Avalon y a la apacible
comida que haba compartido el primer da de su regreso al bosque; la retorcida mueca de Ryell
borr enseguida aquellas fantasas y le record al joven con dolorosa claridad que su utpica
imagen de Aielle era una distorsin provocada por su propia ignorancia.
Tienes razn, Ryell, pens. Los conejos huiran; no confunden el orgullo con la estupidez.
El sarcasmo de Ryell hiri profundamente a Arien, pues haba confiado en los humanos a
pesar de los riesgos y ahora tena que afrontar la responsabilidad de no haber tomado mayores
precauciones. Arien se mantena firme en sus convicciones respecto a la confianza y a la amistad,
pero el ejrcito que se acercaba para asesinar a su pueblo, para acabar con todo su mundo, se cerna
pesadamente sobre sus fatigados hombros. Sinti sobre el rostro los ojos fiscalizadores de los dems
a la espera de una respuesta a las acusaciones de Ryell.
El jefe clav una acerada mirada en el acusador.
No, Ryell dijo con toda firmeza. No me ir.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
158
No podemos ganar! exclam sin pensar Del, desesperado e impulsado por aquella
repentina declaracin, que le pareci un propsito suicida.
Es posible replic Arien; pero, si toda la ciudad se va, la persecucin ser rpida y sin
tregua. Mi pueblo debe sobrevivir y, por consiguiente, un amplio grupo de doncellas y jvenes de
nuestra raza, y cualquier otro que lo desee, huir hacia las montaas. Debemos dejar atrs algo ms
que un grupo simblico para que se enfrenten a la asesina amenaza de Ungden; por supuesto, yo
estar entre ellos. sta ha sido mi casa durante muchos, muchos aos, y no voy a dejarla de buen
grado en manos de un rey ilegal. Quiz todava podamos parlamentar, y en ese caso, quin, si no
yo, debera hablar en nombre de Illuma?
Os matar a todos exclam Del con rotundidad.
Entonces, dejemos que sacie su rabia y que lo haga declar Arien; no somos un pueblo
guerrero, aunque nuestra habilidad con la espada y con el arco es notable. Los calvans pagarn un
precio muy alto por la incursin; nuestra cada satisfar su sed de sangre y es posible que las bajas
que sufran los disuadan de ulteriores propsitos guerreros. Tengo la impresin de que es la nica
forma de que nuestro pueblo pueda vivir en paz de nuevo.
Arien se puso en pie de un salto y la silla se desplaz hacia atrs; erguido y orgulloso,
dominando la asamblea, mostraba una severa resolucin que no poda ser cuestionada. No haba el
menor indicio de debilidad en el jefe, ninguna vacilacin, ningn fardo pesaba sobre sus hombros, y
todos los sentados en torno a la mesa lo miraban con respeto rayano en el temor reverencial.
Todos, salvo Del.
El joven desvi la mirada y murmur:
T tambin, Arien dijo, y una vez ms sinti un dolor tan agudo como si una daga se le
hubiera clavado en el pecho.
Arien no le prest la menor atencin.
ste es mi consejo declar; pero en este asunto creo que cada cual tiene que tomar su
propia decisin: huir a las montaas o quedarse y enfrentarse a la clera de Ungden.
Con las mandbulas apretadas, Erinel expres a gritos su apoyo:
Nadie se marchar voluntariamente!
No asinti Sylvia con idntico fervor; el pueblo est contigo, Padre!
Bueno, pues no nos quedemos con los brazos cruzados orden Ryell; hay mucho que
hacer.
Abrumado por nuseas y mareos, tragndose la amarga bilis que le suba a la garganta, Del
avanz dando traspis hacia el pasadizo.
Varias horas despus, regres a la Sala del Trono; el lugar bulla de actividad, pues los elfos
entraban y salan, y se reunan en pequeos grupos para comentar los planes. Ryell, unos pasos ms
all, de espaldas a Del, pareca el centro de todo. Presa de gran agitacin, poco menos que frentico,
daba rdenes y delegaba responsabilidades en los elfos ms jvenes.
Parece que todo esto te emociona mucho, Ryell afirm Del en tono acusador al entrar.
Tan sediento ests de sangre?
Ryell se dio la vuelta hacia l con aire enojado.
De libertad gru; tengo sed de libertad. Llevo demasiado tiempo ocultndome por
miedo a los hombres; he visto demasiado tiempo las mismas paredes montaosas, las paredes de mi
prisin.
Mir a travs de la sala, y atrajo con la suya la mirada de Del. Billy y varios elfos estaban ante
un mapa grande que alguien haba colgado en el muro.
Ryell se volvi de nuevo hacia Del y lo mir astutamente.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
159
Tu amigo nos ha ofrecido su ayuda de forma incondicional dijo en voz alta para atraer la
atencin de los elfos que andaban por all cerca. Qu pasa contigo?
Del saba que Ryell lo haba puesto en un compromiso, lo haba situado en una encrucijada
ante testigos para obtener la respuesta que deseaba. Se dio cuenta de que las miradas expectantes
que lo rodeaban enseguida se convirtieron en impacientes; baj la cabeza para no enfrentarse con su
rechazo y permaneci callado.
En efecto, Del no poda dar su ayuda o su aprobacin a la batalla que los elfos haban
decidido librar. Haba esperado otra cosa en aquella nueva tierra que no fuera el lugar comn de las
guerras, las falsas soluciones que se consiguen con la violencia, que constituan el repugnante
legado de su mundo; acaso Calae no haba hablado precisamente de la tierra de Jeric y de los
primeros pasos en aquel camino ensangrentado? Y despus de haber visto aquella misma clera
oscura en la mujer que haba amado y considerado el eptome de la paz y de la belleza, senta tal
aborrecimiento por la violencia que sus emociones se vean dominadas por aquel sentimiento, sin
margen para excusas o compromisos.
Necesito tiempo dijo; quiero hablar con Ardaz.
Ese estpido ha huido replic con aspereza Ryell; se ha escapado ante los primeros
indicios de tormenta.
En ese caso, me gustara volver a mi habitacin repuso Del.
Vigilante! grit Ryell, y Del se alegr de que lo dejaran marchar tan fcilmente
acompaado slo por el elfo que apareci en la puerta.
Los consejos relativos a la guerra se prolongaban hasta altas horas de la noche, pues aunque
los elfos en el pasado haban tenido que pelear en numerosas escaramuzas con bandas de brutales
garras, no estaban familiarizados con las batallas ni con los preparativos de defensa. Arien y Ryell
escuchaban con suma atencin los distintos planes de accin que su gente les iba presentando, y
conjuntamente trataban de elaborar uno propio. No tardaron en descubrir que la nica esperanza
resida en los conocimientos del otro mundo que posean Billy y Del. Ryell detestaba la idea de
volver a confiar en los humanos, pero incluso l tuvo que admitir que los elfos eran unos novatos
comparados con el bien adiestrado ejrcito calvan.
Billy se senta incmodo en su posicin, pero poda ms su deseo de ayudar. No tard en
disuadirlos de la opcin que los elfos haban considerado ms factible: retirarse a Shaithdun-o-
Illume, que slo dispona de una entrada fcilmente defendible. Incluso Arien, que jams haba
presenciado una guerra, haba cado en la cuenta de las fatdicas consecuencias de un asedio.
Cuando la luna, prxima a ocultarse, envi los ltimos rayos plateados a la Sala del Trono a
travs de una ventana situada al oeste, el consejo lleg a un acuerdo definitivo: los elfos se
agruparan en las praderas del Portal de la Montaa. Billy les haba propuesto dos opciones: un
enfrentamiento nico en el prado o una guerra basada en ataques cortos y retiradas rpidas,
castigando poco a poco las tropas de Ungden, mientras buscaban lugares ms elevados, terrenos
ms defendibles en el interior de la montaa. Billy se inclinaba por la segunda alternativa, pues
estaba convencido de que los elfos no tenan nada que hacer en una batalla abierta contra una fuerza
tan numerosa. Pero los elfos, Arien en especial, seguan distintas lneas de pensamiento.
Consideraban que su suerte ya estaba echada, que el resultado de la batalla estaba
determinado, y aquello para ellos era ms bien una cuestin de honor. A Arien no le importaba
demasiado la victoria o la derrota a corto plazo y vea el destino de los que se quedaran con l para
luchar contra Ungden como algo intrascendente. Sus pensamientos se concentraban en las
consecuencias de la batalla, en la seguridad de los illumanos que huiran a las Montaas de Cristal.
El objetivo que persegua al enfrentarse a los calvans era ganarse el respeto de los soldados rasos,
mostrarles lo valerosos que eran para disipar las falsedades de Ungden acerca de que los elfos son
peligrosos asesinos mutantes. Una guerra de guerrillas, tema Arien, reforzara esa falsa idea
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
160
negativa, contraria a los elfos. Y llevara tiempo. Cada da transcurrido significara que nuevas
fuerzas se uniran al ejrcito de Ungden. Al fin, las fuerzas de Arien seran abatidas o dispersadas
sin remisin y el ejrcito que celebrara la victoria en las laderas sur de las Montaas de Cristal
sera diez veces mayor que las fuerzas que ahora se acercaban. Pero anclados en sus prejuicios
sobre los elfos, probablemente reforzados por las insidiosas tcticas guerrilleras, los calvans
continuaran implacablemente la persecucin de los traicioneros mutantes.
De modo que, a la maana siguiente, Billy y un grupo de elfos, al frente de los cuales iban
Arien y Ryell, bajaron hasta el Portal de la Montaa con objeto de organizar mejor los planes para
la batalla. Al examinar la zona, en busca de la posicin ms ventajosa, Billy advirti un prolongado
saliente cortado a lo largo de la impresionante pared del precipicio que bordeaba la pradera por el
este, a una altura aproximada de siete metros por encima de la hierba y prcticamente invisible
desde abajo, debido a la coloracin y a las sombras de las rocas; sin duda, un ejrcito a la carga no
le prestara la menor atencin.
Hay alguna forma de subir all arriba? pregunt Billy a Ryell, indicando el saliente.
Ryell inclin la cabeza para asentir.
En tiempo, haba un tnel detrs de esa pared de piedra confirm; una hendidura en la
roca permita el acceso al saliente; no se puede ver desde aqu. Pero no he pasado por ese lugar
desde hace muchos aos y tal vez ya no exista.
Pues claro que existe interrumpi Sylvia; muchas veces Erinel y yo hemos pasado por
all para sentarnos en el saliente con el objeto de contemplar los ltimos rayos de sol sobre Clas
Braiyelle.
Perfecto dijo Billy; unas docenas de arqueros hostigarn desde all arriba las filas
calvans.
Olvidas que somos pocos dijo Ryell; no nos sobran guerreros.
Y no sera una sorpresa tan grande como crees, lo siento dijo Arien; tambin consider
ese mismo plan mientras bajbamos hacia aqu, pero lo desech, pues el capitn Mitchell no slo
conoce el camino del valle de Illuma sino que tambin sabe cuntos somos. Todos los guerreros,
excepto los pocos que eleg como escolta para los huspedes fugados, estarn en la batalla, pero si
en nuestras filas hay muchas ausencias, semejante emboscada sera muy previsible; y, si la
descubrieran, los calvans podran cargar lejos del saliente, por el extremo opuesto de la pradera y
utilizar escudos para protegerse eficazmente de nuestros arqueros, de modo que, en definitiva, lo
nico que conseguiramos sera disponer de mucha menos gente para enfrentarnos a su ataque
furioso.
Sigo creyendo que deberamos apostar unos arqueros all arriba arguy Billy.
Tendramos que debilitar su contingente antes de que nos alcancen; y ya me has dicho que tu gente
es muy buena con el arco.
Dudas de nuestras hazaas? ri Sylvia; lo primero que viste al llegar a Illuma fue la
flecha que clav en un rbol justo encima de la cabeza de Mitchell. Ojal hubiera tirado a dar!
Fuiste t quien dispar? dijo Billy con una sonrisa maliciosa, mientras con toda rapidez
elaboraba un plan.
Sylvia lo mir como si no comprendiera su sorpresa.
Dime, todas las doncellas illumanas disparan tan bien como t? insiri Billy.
El campo de batalla no es un lugar para hembras! grit Ryell, imaginando la idea de
Billy y desaprobndola.
En circunstancias normales estara de acuerdo respondi con aspereza Billy, y se volvi
hacia Arien; acaso todas las hembras van a huir a las montaas?
Arien adopt una expresin grave.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
161
No es posible admiti sombramente; si lo hiciramos, descubriran con facilidad
nuestra estratagema.
Y si nos vencen, crees, de verdad, que Ungden tendr compasin de las hembras que se
hayan quedado en la ciudad? no pudo menos de preguntar Billy. En absoluto. Nuestra victoria
es la nica posibilidad de salvacin de las mujeres; por lo tanto, deberan ayudar donde haga falta,
incluso has dicho que Mitchell sabe con cuntos guerreros contamos. Por cierto, cuntos somos?
Trescientos, o tal vez unos cincuenta ms.
Contra millares reflexion Billy. Arien, necesitamos toda la ayuda que podamos
conseguir; elige algunas de tus mujeres diestras con el arco y disponlas en aquel saliente; si
perdemos la batalla, se pueden retirar de nuevo hacia la ciudad, o por los pasos de la montaa.
No tenemos nada que perder y tal vez nos ayude a ganar convino Ryell.
Al fin, Arien tambin se mostr de acuerdo con gran alegra de Sylvia, la cual haba
manifestado su negativa a huir a las montaas, a la par que detestaba la idea de quedarse sentada sin
hacer nada mientras Ungden asesinaba a sus hermanos.
Arien tena un paso algo ms vivo al regresar a la ciudad, pues la estrategia de Billy
representaba al menos una pequea esperanza de alcanzar los objetivos de su desesperada
resistencia. Aunque no vea otra alternativa, la decisin de entrar en combate todava lo preocupaba.
Pues a pesar de los preparativos y de la firmeza de todos, estaba convencido de que conduca a su
pueblo a una muerte segura.
Del sali muy poco de su habitacin durante los das siguientes. Colg una manta en la nica
ventana y la penumbra convirti el cuarto en una especie de santuario que lo aislaba de las
conocidas imgenes de brutalidad que de repente se aparecan por doquier. No tuvo visitas, salvo
Sylvia que le traa la comida; la elfa no poda comprender qu lo atormentaba y, puesto que perciba
la conducta del joven como una traicin al pueblo al que ella perteneca, no se senta con nimo de
hablarle.
Del acept con estoicismo la frialdad de Sylvia, aunque le doli en el alma. Los elfos no
haban visto el mundo antes del holocausto, y, por consiguiente, no podan darse cuenta de que
entre las implicaciones de la prxima batalla estaba la renovacin de un ciclo destructivo que slo
poda terminar de una nica manera. Eran los hijos de la danza, de las canciones y de los juegos, y
en su inocencia se basaba la esperanza del mundo. Pero Del no poda esperar que cargaran sobre sus
espaldas una responsabilidad de una naturaleza de la que no tenan la menor idea.
Pero haba esperado ms de Billy. Si Mitchell y Reinheiser iban a ser los demonios que
condenaran a Aielle, Billy Shank se haba convertido de forma involuntaria en su agente, al
reforzar la resolucin de los elfos para aceptar las reavivadas llamas de la guerra proporcionndoles
falsas esperanzas.
Y la visin de aquel pueblo condenado, ensayando las maniobras que comportaran su
inminente muerte a manos de afiladas hojas y ante vulgares y despiadados gestos, revolva las tripas
del joven y lo obligaba a retirarse a su habitacin, el ltimo bastin de sus fugaces esperanzas. Pero
incluso aquel tero de piedra no era impermeable a los ataques de la perversa realidad, pues no
poda impedir que le llegaran los sonidos de fuera. De vez en cuando, el ruido hueco de una espada
contra otra resonaba por el aire y laceraba el corazn de Del.
Por la tarde del tercer da despus de su regreso a Illuma, Del estaba acostado y se imaginaba
que bailaba con Brielle en el prometido esplendor de Luminas ey-nabraieken. Un golpecito en la
puerta desvaneci aquella fantasa.
Qu? grit, agresivo.
Billy entr en la habitacin, indiferente al tono de Del.
Qu tal ests? le pregunt con una sonrisa forzada.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
162
Estoy bien replico Del con frialdad, desviando la vista de los ojos de Billy para tratar de
dilucidar sus verdaderos sentimientos.
Qu tienes previsto hacer? pregunt con calma Billy; avanz y se sent, sin vacilar, en
el extremo de la cama, al lado de su amigo.
Cmo demonios voy a saberlo? replic Del; y de nuevo apart la mirada.
Quieres mirarme de una vez? le reprendi Billy. Oye, colega, convendra que te
aclararas pronto; los calvans estn instalando el campamento a menos de seis kilmetros al sur del
Portal de la Montaa, y todo este maldito lo va a estallar maana por la maana.
Del se sent al otro lado de la cama y sigui con la mirada apartada mientras se morda el
labio ante la amarga noticia.
La mayora de los elfos estn en la pradera prosigui Billy en un tono realmente afable
; el resto partiremos dentro de un rato.
Es una estupidez murmur Del.
Claro que es una estupidez asinti Billy con una risita burlona; conoces acaso alguna
guerra que no lo sea?
Del se volvi hacia l.
Entonces, por qu? grit. Puedes contestarme a esta pregunta? Vas all a morir,
Billy. A morir! Toda esa gente va a entregar sus vidas. Para qu?
Billy sacudi la cabeza y suspir.
Por una cuestin de principios, maldita sea dijo levantndose de la cama; vives por
unos principios y obras de acuerdo con ellos. Y si mueres por esos principios y para esos
principios, tu muerte no es estpida!
Los dos hombres se miraron con dureza uno a otro, enfrentados por vez primera.
Olvdate de los illumanos, entonces arguy Del; piensa en los calvans; tu espada va a
clavarse en hombres, hombres reales, con esposas e hijos. No son monstruos malignos, slo
hombres normales y desinformados que se limitan a cumplir rdenes. Qu te parece:
Me parece horrible replic Billy; claro que s. Pero no tengo otra eleccin.
Vaya, eso es todo? se burl Del.
S, as es repiti Billy, con voz ms enrgica y enfado ms ostensible; sabes, Del,
desde que llegamos aqu hemos estado viviendo en una especie de mundo de fantasas. Me apena
mucho tener que ser yo quien te lo diga, pero ese mundo no es realmente as.
Pero debera ser as! espet Del, y de nuevo volvieron a intercambiarse duras miradas.
No obstante, aquello no poda prolongarse; entre ellos dos, no. Como si hubieran expulsado
toda la clera y las diferencias se hubieran evaporado en el aire gracias a una sintona apasionada,
no tardaron en recuperar las habituales sonrisas.
Qu nos pasa? se pregunt Del, calmado. Qu hay en nuestro carcter que hace que
los hombres, y ahora los elfos, no dejen nunca de pelearse de la forma ms estpida?
No lo s respondi Billy encogindose de hombros; esta guerra me repugna tanto
como a ti, pero est a punto de empezar y tenemos que combatir. Qu otra cosa podramos hacer?
Podramos huir replic Del sin la menor vacilacin; me sorprendi que Arien no
considerara esa posibilidad en primer lugar. Debe de haber millones de lugares para esconderse en
esas montaas; maana no tiene por qu desencadenarse esa batalla, esa tragedia.
Billy reflexion un momento sin dejar de observar a Del.
En lo alto de la plataforma, hace un par de semanas, Reinheiser dijo que tal vez no
habamos sido trados aqu para impedir esta guerra sino para asegurar que ganaran los buenos;
pinsalo; tiene mucho sentido. Tienes razn, y todo este lo puede demorarse; pero no evitarse.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
163
Ungden ahora est seguro de que los elfos estn aqu y no descansar hasta cazarlos. Arien se da
cuenta de ello. Por qu otra razn crees que se queda aqu?
Del se volvi a morder el labio y cruz los brazos sobre el pecho. Su expresin era una
mezcla de desdeo y disgusto, pero Billy no se rindi.
Tienes que afrontar la realidad insisti. Olvdate de los elfos y de los calvans y piensa
slo esto: no podemos permitirnos el lujo de perder el tiempo huyendo. Si no detenemos aqu y
ahora a Mitchell y Reinheiser, van a introducir todas las maravillosas armas de nuestro mundo en
Aielle; no lo dudes ni por un segundo. Qu quedara de tu mundo fantstico, entonces?
Del estaba abatido, asombrado; tan abrumado ante el inmediato peligro que no haba pensado
demasiado en los futuros daos que Mitchell y Reinheiser podan provocar.
Billy se encamin a la puerta, pero volvi la cabeza.
Pinsalo, Del. Nos vamos dentro de media hora.
Del se hundi en la seguridad de la suave ropa de cama, mientras la puerta se cerraba de
golpe. Senta la presencia de fantasmas de dolor y de miseria, imgenes de las guerras y de la
pobreza de su propio mundo que se abalanzaban sobre l y hacan que se esfumaran sus sueos de
verdadera paz y fraternidad. No tena ningn razonamiento para oponer a la idea de Billy acerca de
Mitchell y Reinheiser; se encontraba atrapado en aquel conflicto, prisionero, de forma tan ineludible
como sus antepasados, en un implacable ciclo blico.
Aquello lo llen de asco, lo paraliz durante muchos minutos en la cama con la esperanza
inconsciente de que la ltima expedicin hacia el Portal de la Montaa partira sin l, absolvindolo
de sus responsabilidades no deseadas.
Entonces, lo asalt un vvido recuerdo: vio al capitn Mitchell en una playa con un rifle
automtico, manteniendo a raya a centenares de atemorizados garras y proclamndose dios.
Del se qued sin argumentos.
Se habr marchado esa ltima expedicin? se pregunt en voz alta. Salt de la cama y
sali corriendo.
Se le haba ocurrido un plan.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
164
22
Bajo un cielo estrellado
Del alcanz la ltima expedicin en el preciso instante en que entraba en el tnel del extremo
del valle de Illuma. Billy experiment dos emociones distintas ante la llegada de su amigo. Por una
parte, estaba muy satisfecho de que Del hubiera aceptado su responsabilidad; pero, por la otra, tena
la sensacin de que se haba perdido para siempre la inocente manera de Del de contemplar el
nuevo mundo, pues, aunque l juzgaba esa visin poco realista, esperaba que Del pudiera
convencerlo de lo contrario, que pudiera demostrarles, a l y a todos los dems, que bastaba alargar
el brazo para tocar la utopa con la mano.
Del se acerc a Billy y le estrech la mano con firmeza; ambos se miraron largo y tendido,
expresando silenciosos pero inequvocos sentimientos de mutuo respeto y de verdadera amistad, y
establecieron entre ellos un vnculo indestructible que permanecera vivo aunque ambos cayeran
muertos en la batalla.
Vas a estar a nuestro lado en estos das desesperados? le pregunt Arien, esperanzado y
con una expresin de enorme alivio. La reticencia de Del a aceptar la inminente batalla como la
forma ms adecuada de reaccionar haba debilitado la confianza de Arien en la bondad de tal
decisin y se haba sentido preocupado por el hecho de que aquel hombre, que tena amargas
experiencias en otra poca, pudiera ver la situacin desde un punto de vista distinto del suyo.
Estoy contigo le asegur Del; pero antes tengo algo que hacer. Me autorizas a volver
a Avalon?
Qu clase de truco es ste? interrumpi Ryell. No luchar a nuestro lado; huir y se
esconder, y no regresar hasta que los buitres mordisqueen nuestros cuerpos.
Estar a vuestro lado durante la batalla prometi Del. Tengo que estar en la batalla
aadi mirando a Billy; su rostro severo despej todas las dudas que Billy o cualquier otro pudieran
haber abrigado acerca de la firme resolucin de Del para llevar a cabo las obligaciones que tan
recientemente se haba impuesto. Ahora, estoy seguro.
Dice la verdad explic Billy a Arien sin vacilar.
Pero primero tengo que ir a Avalon insisti Del con una amplia sonrisa. Tengo un
plan.
Arien no le devolvi la sonrisa, aunque haba confiado en Del incluso antes de la intervencin
de Billy a su favor.
Nuestro problema no tiene que ver con Avalon dijo el lord elfo con imperturbable
certeza, imaginando lo que Del se traa entre manos. Arien saba que los poderes de Brielle no
podan ayudarlos en su lucha contra los calvans, pero se dio cuenta de que esa certeza no bastara
para disuadir a Del. Arien saba que el joven tena derecho a descubrir por s mismo la verdadera
naturaleza de la hechicera, pero l, como jefe, cargara con el coste de la leccin de Del. Arien ya
senta el enojo de la mirada de Ryell clavada sobre l. Me otorgas ms crdito del que me merezco,
Ryell, pens amargamente, pero fue de las expectativas de Ryell de donde sac la energa para
mantenerse fiel a sus principios. Poco le falt para soltar una carcajada ante lo irnico que resultaba
todo aquello, cuando le dijo a Del con inequvoca resolucin:
Puedes ir.
Jefe! protest Ryell, pero Arien lo cort en seco.
DelGiudice no nos ha dado ninguna razn para que dudemos de su palabra.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
165
Hay muchos que no estarn de acuerdo contigo argument Ryell.
En ese caso estn mal informados replic Arien con una calma deliberada y un tono
mesurado que reafirmaban la confianza en su autoridad. No quiero or hablar ms del tema,
Ryell. No tenemos tiempo de convocar un consejo y, en ausencia del mismo, mi palabra de jefe
debe prevalecer.
La clera hizo temblar a Ryell.
Tu ascendiente sobre la gente de Illuma puede que no sea tan fuerte como crees, Arien
Silverleafdijo casi escupiendo las palabras entre las mandbulas apretadas. Son muchos los que
cuestionan tus decisiones respecto a los hombres antiguos; y tambin se cuestionan tus intenciones.
Arien hizo caso omiso de los improperios de Ryell los elfos no podan permitirse una
ruptura entre su jefe y su ms prximo consejero en aquel momento tan crtico y se dirigi a su
hija.
Vete con DelGiudice le orden. Procura que tenga el paso libre para ir a Clas
Braiyelle.
Del se sorprendi de que los rboles no le impidieran la entrada a Avalon; aunque su
persistente rencor le impeda aceptarlo de forma consciente, sinti un indudable consuelo al ver que
Brielle no le cerraba las puertas. Silbaba mientras trotaba por el camino; los sentidos se le
empapaban con los innumerables estmulos del bosque en plena floracin y fue capaz de olvidar
durante un rato las miserables nubes que se haban formado en el Portal de la Montaa y la grave
situacin que lo haba impulsado a buscar a la encantadora hechicera.
No obstante, pronto, cuando el sol desapareci por el horizonte del oeste y los colores del
bosque se difuminaron en los grises contornos borrosos del crepsculo, Del advirti que no tena
tiempo que perder.
Brielle! grit, pero la nica respuesta fue el lgubre chillido de un pjaro acutico que
anunciaba el dominio del secreto mundo que constitua el bosque nocturno.
Inasequible al desaliento, Del sigui esforzndose, llamando una y otra vez a la hechicera.
De nuevo le contest aquel pjaro, y esa vez su grito le son a Del como el de un espritu
errante y lo relacion con su triste situacin. Atrado por el grito, Del se desvi del camino y avanz
a ciegas, dando traspis por la oscuridad entre arbustos y matorrales, para seguir sus ltimas y
prolongadas notas. Y cuando se disiparon por completo, la llam de nuevo y obtuvo respuesta.
No tard en llegar a un bosquecillo de gruesos pinos, un verdadero muro de ramas
entrelazadas y rgidas. Sin arredrarse, se tumb bocabajo y se arrastr bajo aquella pared vegetal;
cuando al fin consigui cruzarla, alz la cabeza, y se qued sin aliento.
Debajo de donde estaba, despus de una pendiente de hierba espesa, haba un diminuto claro,
tupido y suave, de oscilantes ptalos de trbol blanco. Y ms all del prado, una recndita laguna; la
uniforme superficie, slo alterada de vez en cuando por juncos y carrizos, estaba tranquila y
silenciosa, como entregada a la meditacin bajo los reflejos oscuros de la luz que antecede a un
cielo estrellado. Pero Del apenas se dio cuenta del mstico entorno, pues en lo alto de un montculo
que se alzaba por encima del verde mar del claro, estaba la encantadora Brielle, ensombrecida por
los misterios de la creciente oscuridad.
A Del le produjo dolor contemplar su belleza, aunque era a ella a quien iba buscando; en
aquel momento slo tuvo ganas de huir de aquel lugar y del bosque, y olvidarse de todos los
recuerdos de la Hechicera Esmeralda. Saba que era imposible; Avalon ya haba anunciado su
llegada a su reina.
El pjaro acutico, siempre invisible, lanz un ltimo grito.
Inmediatamente, Del se puso en pie y avanz por la deslizante hierba. Sin duda, Brielle saba
que l estaba all, y el joven no pensaba darle el gusto de que lo atrapara escondindose entre la
hierba. Conjur los recuerdos de la carnicera que provoc en el camino la clera de Brielle, se
record a s mismo una y otra vez el nico propsito que lo haba guiado de regreso a Avalon y con
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
166
firme determinacin encerr sus emociones en una fortaleza de rabia para protegerse a s mismo de
las pasiones incipientes que amenazaban con destruirlo. Sus zancadas, gracias a la tensa clera, eran
ms enrgicas a medida que se acercaba.
Pero entonces lleg junto a ella y el hielo se fundi de nuevo.
Hola dijo con suavidad.
La respuesta fue una sonrisa.
Deliberadamente, Del reconstruy la fachada de hielo.
No he venido para importunarte dijo con brusco sarcasmo.
Una oscura nube ensombreci la cara de Brielle, pues se haba dado cuenta de lo que Del se
traa entre manos, y saba que tena que defraudarlo una vez ms.
Necesito tu ayuda continu Del manteniendo con firmeza su tono spero; en breve, va
a librarse una batalla.
Brielle desvi la mirada.
Lo s dijo, apesadumbrada, y siento en lo ms profundo del corazn una gran tristeza
por esa desgracia que acontecer maana por la maana agreg; hizo una pausa luchando, al
igual que Del, en un ntimo conflicto de emociones y principios. Las leyes del lugar eran claras e
inflexibles; haba vivido de acuerdo con ellas y para ellas durante centenares de aos. Cuando
volvi a mirar a Del, su rostro expresaba resignacin e impasibilidad. No es de mi incumbencia
le anunci con fra resolucin.
Cmo puedes decir algo semejante? la reprendi Del. Centenares de personas
inocentes van a morir en aquella pradera. Acaso eso no es de tu incumbencia?
Me duele, incluso tanto como a ti replic Brielle casi en tono de disculpa. Pero no
tengo poderes para intervenir en una guerra de hombres.
Con la frustracin al lmite de la clera, a Del le entraron ganas de gritar y llorar a la vez.
Mierda! vocifer. Te vi, Brielle, vi lo que les hiciste a aquellos garras!
Brielle comprendi entonces con mayor claridad que la clera de Del no se deba slo al
hecho de que ella lo hubiera rechazado.
Ojal no lo hubieras visto dijo con suavidad, mientras bajaba la vista para ocultar a Del
las lgrimas que le brotaban de los ojos. Es una parte de mi vida y de mi deber que me resulta
muy ingrata coment; suspir profundamente y se dijo a s misma que slo haba hecho lo que
tena que hacer.
Avalon es mi dominio y mi responsabilidad, y mis ojos son su proteccin asegur. Yo
no he creado las tormentas, slo me limito a mostrarles el peligro que hay en esta tierra. Los garras
son pura maldad y slo viven para destruir. Ni sienten compasin por nadie ni de nadie la merecen.
Acaso les habras dejado que asolaran mi bosque?
Del no encontr ninguna rplica ante tal razonamiento.
Pero la batalla de maana prosigui Brielle, de nuevo con dulzura, es un asunto entre
hombres y elfos y, como no tengo responsabilidad alguna en esa guerra, tampoco dispongo de
ningn poder.
Del se dej caer sumisamente sobre los trboles y suspir. Con aquella inocente confesin de
obligaciones, Brielle le haba dado una leccin de humildad; en aquel momento Del contempl
muchas cosas a la luz de una nueva perspectiva. Record la leccin que Billy le haba dado aquel
mismo da.
Deberes.
La utopa tena que triunfar.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
167
Cuando se recuper de la turbacin, Del se ri sonoramente de su actitud de arrogante
santurrn; luego mir a la hechicera y dej de rer, pues temi que creyera que se estaba burlando
de ella.
Brielle estaba sentada, tranquila, con las rodillas apretadas, contemplando la melanclica
laguna.
Quin soy yo para juzgarte?, se pregunt Del a s mismo. Le deba una explicacin, una
disculpa. Quera decirle muchas cosas, y la ms urgente no paraba de darle vueltas y ms vueltas en
la cabeza. Se interpuso en la direccin de sus ojos ausentes, le atrap la mirada con la suya y se
atrevi a decir algo que antes nunca haba osado expresar en toda su vida.
Te quiero.
Brielle se sonroj, pero no apart la mirada.
Mi corazn me dice lo mismo.
Pero t tienes tu bosque y tus obligaciones, y yo tengo mi batalla y las mas. Querida
Brielle gimi Del, y con ternura le acarici la cara con la mano, nunca podremos estar juntos?
pregunt. Cuando se dispona a marcharse, Brielle le pas sus brazos por los hombros y lo tumb
sobre la mullida alfombra.
Se incorpor ante l, inquieta, incluso asustada, por la decisin que acababa de tomar. Pero su
corazn no albergaba dudas acerca de su amor por Del.
La pradera del Portal de la Montaa no est a ms de una hora de camino, y tu batalla no
empezar antes de las primeras luces del amanecer se oy decir a ella misma. Tenemos toda la
noche.
Del no dijo nada. Miraba a Brielle profunda e intensamente, asombrado de que algo tan
perfecto pudiera sucederles; luego mir ms all de donde estaba ella, hacia el firmamento: las
primeras estrellas aumentaban su brillo a cada instante, mientras el velo de la noche se iba
oscureciendo.
En verdad son hermosas asinti Brielle al ver la extasiada mirada de Del. Admira las
primeras estrellas del verano, pues estamos en el solsticio; ha terminado otra primavera. Hoy es una
noche especial.
Lo es susurr Del.
Nerviosamente, Brielle deshizo los lazos de la tnica; con un ligero encogimiento de hombros
se liber de la sutil gasa y apareci desnuda ante Del. La luz de las estrellas pareca emerger de su
cuerpo resaltando las suaves curvas, como si fuera ella la fuente de la luz. Como respondiendo a
una invitacin, ligeras ondulaciones recorrieron la laguna y fueron impulsadas hasta la orilla por
una fresca brisa estival.
Brielle temblaba, pero confiaba por completo en su corazn y no vacil. Se inclin hacia Del
y lo bes, y pasiones largo tiempo guardadas bajo llave despertaron de nuevo en su interior.
Y all, en medio del ondulado mar verde de suave trbol, bajo la aprobacin centelleante de
incontables estrellas, consumaron su amor.
Aquella noche, Brielle grit. Llor por las recuperadas emociones que haban estado dormidas
durante siglos y llor ante la certeza de que con el austero amanecer del da siguiente esas
emociones deberan de nuevo adormecerse. Del la abraz tiernamente, y descans la cabeza de la
hechicera sobre su pecho. Y aunque Brielle no poda verlo, l tambin estaba llorando.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
168
23
El brujo descubierto
Poco antes del alba, Del dej a Brielle durmiendo sobre los suaves trboles para empezar su
largo y descorazonador camino de vuelta al Portal de la Montaa; la ligera lluvia, que haba
comenzado a caer durante la noche golpeaba rtmicamente la alfombra de hojas y siseaba a travs
de la niebla que se balanceaba por encima de la laguna. Cuando Del lleg a lo alto de la ladera,
antes de cruzar el bosquecillo de pinos, mir hacia atrs, hacia el montculo donde estaba la bella
hechicera, y se sinti sin nimo, a pesar del gozo experimentado al amarla. Pues aunque conservara
el recuerdo de Brielle en la batalla y durante toda la vida, el corazn le deca que no volvera a verla
jams. Con todo, la dej por propia voluntad, impelido por una responsabilidad que no deseaba pero
que no poda eludir.
Poco despus, Brielle despert de una vvida pesadilla; un sudor fro le empap la frente al
evocar, con aterrorizada nitidez, la imagen de Del agonizando en un prado quemado y
ensangrentado: tena profundamente clavada en el pecho la punta de una lanza cruel.
No es posible! grit desesperada y desvalidamente hacia los cielos.
Como si fuera una respuesta, tuvo una visin: un pequeo palo negro, terminado en ambos
extremos por puntas de hierro, daba vueltas por el aire. La tremenda iniquidad de aquello, una
perversin contra la misma naturaleza, asalt todos los sentidos de Brielle. Se senta aterrorizada y
atenazada por el dolor, pero se control y se dio cuenta de que haba encontrado algo que la
vinculara a los acontecimientos de aquel da.
El alba lleg como plidos contornos de un rosa difuminado detrs de la montona y continua
capa de nubes grises. Un tiempo apropiado para un da como ste, pens Del. Haba cesado de
llover, pero el viento soplaba cargado de humedad.
Del encontr en plena actividad el campamento elfo, en el norte, aunque por el sur todava no
se vea ni rastro de las fuerzas calvans. Despacio, con la cabeza baja, cruz la pradera, mientras
daba rienda suelta a su fantasa y vea con la imaginacin cmo le hubiera gustado que las cosas se
desarrollaran.
La ntida nota del cuerno del viga que anunciaba su llegada lo hizo volver a la dura realidad.
Dos jinetes se le acercaban al trote desde el bullicioso campamento. Billy Shank iba a la
cabeza, protegido con una cota de malla, un reluciente escudo y una espada; el otro jinete, de
imponente aspecto, capt la atencin de Del. Arien Silverleaf, inequvoco lord de los elfos de todo
Illuma, conduca el corcel con gran soltura; llevaba una capa verde bosque que le volaba hacia atrs
y una tnica verde claro tejida con alguna fibra noble. Debajo de la camisa sin mangas, Del advirti
los apretados nudos de una brillante malla, ms finos que los pesados anillos de la cota de Billy. No
llevaba yelmo, sino una corona de plata con gemas incrustadas y una luna en cuarto creciente
grabada en oro, el smbolo de Lochsilinilume. Sujeto al brazo izquierdo portaba un escudo pulido
con el mismo emblema; enfundada al costado en una vaina decorada con gemas descansaba una
ancha espada de calidad no superada ni siquiera por la excelente arma que Calae haba dado a Del.
La empuadura era de reluciente plata maciza; intrincados relieves que recordaban la cabeza de un
dragn adornaban el pomo, incrustados en oro a lo largo del arriaz hasta la cruz del arma.
No me di cuenta de que tu gente dispona de semejantes armas coment Del.
La mayora son regalos de Ardaz explic Arien, mientras apretaba los talones para
apaciguar su brioso corcel, un musculoso e imponente semental, cuyo pelo negro como el carbn
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
169
reluca con la humedad de la neblina matutina y con el sudor de la tensa espera. Pero algunas las
hemos hecho nosotros puntualiz sonriendo ante el inflexible sarcasmo de Del. Las montaas
son salvajes y peligrosas incluso ahora, amigo DelGiudice. Ojal pudiramos colgar estos
instrumentos en la pared sobre terciopelo rojo y utilizarlos slo para ilustrar leyendas fantsticas!
El rostro del jefe se ensombreci de nuevo mientras agarraba la empuadura de la espada.
Se llama Fahwayn le dijo a Del; La muerte de plata explic; extrajo la espada de la
vaina con lentitud, con reverencia incluso, y la alz. La espada resplandeca con un brillo intenso, a
pesar de la mortecina luz. La forjaron hace muchos aos, cuando Aielle era joven dijo; baj la
espada y pas la mano por su pulimentada hoja, dejndose invadir por las sensaciones de su
inigualable perfeccin y de su magia, para que pudieran invocar imgenes del pasado y le
permitieran vagar por la seguridad de los recuerdos de los primeros das de Illuma.
Con repentina y tremenda velocidad, Arien alz de nuevo la espada y el arma reluci
intensamente, revelndose como la base de la energa de Arien Silverleaf. El gran semental,
contagiado de la ira del lord elfo, se encabrit y Arien grit:
Bayr imine eyberg ai'l anais I Sylv Fate-aval!
Mir al asustado Del y grit de nuevo con idntico fervor:
Por su propia perversidad les caer encima La muerte de plata!
Tras la descarga de energa de aquella proclamacin, Arien dedic una serena sonrisa a los
asombrados y pasmados Billy y Del, y se puso Fahwayn al costado despus de hacer que la hoja
describiera un lento arco.
En tiempos, cuando los garras andaban fuera de sus tierras, su tajo era suave y seguro
coment. Pero ahora se siente incmoda en mi mano; no tengo sed de la sangre que Fahwayn
derramar esta maana. Envain la espada, exhal un suspiro y dirigi el corcel de nuevo hacia el
campamento.
Me alegro de que hayas vuelto le dijo Billy a Del. Slo deseara que Ardaz tambin
estuviera aqu. Con sus trucos, tal vez tendramos una oportunidad.
No ha regresado Ardaz? pregunt, sorprendido, Del.
No respondi Billy; pero Arien est seguro de que estar aqu cuando lo necesitemos.
Arien hizo dar la vuelta al caballo para situarse frente a ellos.
Aun en el caso de que el hechicero no venga gru el jefe con expresin severa e
intransigente, ensearemos a los humanos a respetar a nuestro pueblo. El poder de la justicia
fluye por nuestras venas.
Un pensamiento consolador dijo con cierta tristeza Del; pero preferira estar bailando
en el saithdun.
Desvalido ante al implacable ataque de la censura de Del, el jefe no pudo impedir una sonrisa
que suaviz la dureza de su expresin.
Ven le dijo; tenemos que encontrarte un caballo.
Arien lo condujo al pie del precipicio situado en el extremo oeste de la pradera, donde se
hallaba Erinel con las manos apoyadas en las caderas mirando desafiadoramente a una yegua
blanca. Se volvi al or que se acercaban y les sonri amablemente.
DelGiudice! grit con jbilo Tu regreso alegra esta maldita maana.
Dispones de un caballo para nuestro amigo? pregunt Arien.
Erinel dej de sonrer.
Lo siento de veras, pero olvid reservarle uno. Hemos enviado los restantes caballos a las
colinas, una vez satisfechas las necesidades del ltimo de los nuestros. Quiz tengamos tiempo de
encontrar otro.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
170
Y sa? pregunt Del sin comprender, con la mirada cautivada por la gran belleza de la
pequea yegua.
sa? ri Erinel No se deja montar. Otros han tenido la misma idea, pero los ha
disuadido enseguida aadi; les ense una contusin en el brazo y se ech a rer otra vez. Es
la recompensa de mis esfuerzos por embridarla.
De quin es? pregunt Del.
No lo s respondi Erinel; no la haba visto jams hasta esta maana. Aunque debe de
haberse escapado del campamento calvan, pues est demasiado acicalada para ser un animal
salvaje.
Djame montarla exclam Del mientras avanzaba hacia la yegua.
Ten cuidado! le avis Erinel; pero mientras se lo deca, la yegua acarici con el hocico
el cuello de Del. El joven le acarici el pelo, de un blanco pursimo, con el mismo afecto.
Cmo lo has conseguido? pregunt asombrado Erinel. Los rodearon por doquier
numerosos elfos, que haban presenciado las travesuras de la pequea yegua, sin dar crdito a sus
ojos.
No admitir silla de montar grit Erinel a Del.
No la necesitarepuso Del, saltando al lomo de la yegua; no me hars caer, verdad,
chica? le pregunt suavemente mientras le daba unas palmadas en el poderoso cuello.
Algunos elfos empezaron a rer entre dientes y Erinel se sonroj intensamente.
Ni una brida! insisti tozudamente.
En respuesta, Del se agarr a la nevada melena de la yegua.
Vas a permitirlo? le pregunto Erinel a Arien. Es un jinete inexperto y ese animal es
impredecible.
Arien observ las reacciones de la yegua ante las caricias de Del.
Quiere que la monte l respondi. No somos quin para interferir en su amor aclar;
con una risa maliciosa, el jefe hizo dar la vuelta a su montura y se alej corriendo para ocuparse de
otros asuntos.
Al cabo de pocos minutos, son el cuerno del vigilante y todos los elfos y los dos humanos
aliados con ellos volvieron la vista hacia el sur.
Como un interminable enjambre de insectos, el ejrcito calvan se desplegaba por la pradera,
extendindose por la amplia zona del Portal de la Montaa. Se agrupaban en hileras de diversa
profundidad a medida que iban llegando ms soldados por el paso de montaa.
Vamos a morir constat Del entre jadeos.
Tranquilo, colega dijo Billy para consolarlo, aunque tambin l estaba al borde del
pnico. Las fuerzas que tenan delante, uniformadas de negro y plata, marchaban con paso firme y
disciplinado; todos iban a caballo y eran diez veces ms numerosos que el ejrcito de los elfos.
Al fin, por fortuna, termin la procesin y los calvans permanecieron en sus sitios en paciente
silencio; miles de lanzas, inmviles, apuntaban al cielo.
Ryell condujo a su caballo hasta Arien.
Cinco mil? susurr.
Tal vez le contest el jefe; mir a sus descorazonadas tropas. Haban sabido desde el
principio que estaban condenados, pero haban confiado que poda ocurrir un milagro. La visin de
aquella enorme fuerza formada para atacarlos los sumi otra vez en la desesperanza. Pero tenan
una misin que cumplir, un deber para con los de su especie que haban huido a las montaas y que
daran sentido a su sacrificio. Con gran vigor, Arien tom el mando.
En fila! grit.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
171
Los elfos obedecieron la orden del jefe: eran apenas unos trescientos. Y cuando hubieron
terminado de ponerse en fila, Arien sac Fahwayn de la vaina y dirigi el caballo a lo largo de la
hilera para mirarlos uno a uno, recordarles su propsito y reafirmarlos en el principio bsico de
justicia que haba forzado su presencia en aquel lugar; Del observ cmo se les iluminaban los
rostros cuando Arien pasaba ante ellos.
Con todo, el joven se preguntaba si eso podra influir ante la abrumadora superioridad de las
fuerzas que tenan delante. Pero ocup un lugar al lado de Ryell y Arien en medio de la hilera de
illumanos y se guard para s aquella enojosa cuestin.
Sin embargo, oy que Ryell murmuraba:
Veinte a uno.
Y tambin vio que Arien, concentrado en los preparativos ante lo que se avecinaba, no
contest.
Entonces, una fanfarria de trompetas se elev de entre las lneas calvans, y Ungden, Jefe
Supremo de Pallendara, Soberano del Imperio Calvan, apareci solemnemente en la pradera,
adornado con una armadura blindada, que brillaba con reflejos dorados a la dbil luz de aquel
nublado da, y con un gran yelmo cubierto de gemas y engalanado con plumas. Su montura, un
elegante caballo castrado de pelo blanco, avanzaba con garbo haciendo cabriolas; llevaba unas
protecciones en las patas forradas de blanco y una armadura de parecido brillo.
Una veintena de vigilantes de las Murallas Blancas rodeaban y protegan a Ungden, montados
sobre corceles tambin blancos, poderosos sementales de pura raza y recios msculos,
especialmente adiestrados para la guardia de elite del Jefe Supremo. Los vigilantes llevaban los
tradicionales uniformes blancos y las capas azul celeste, iban provistos de yelmos con plumas
blancas y de escudos adornados con un puo enguantado empuando una espada sobre cuatro
puentes y cuatro perlas, el estandarte original de Pallendara.
Ni siquiera el arrogante Ungden se atreva a desafiar algunas tradiciones.
Del hizo una mueca de clera al reconocer a los dos jinetes que cabalgaban dentro del crculo
protector en torno a Ungden. Mitchell, con el pecho henchido de victorioso orgullo, iba a la derecha
del Usurpador; Reinheiser lo segua, mirando sin cesar de un lado para otro como si buscara a
alguien.
En el saliente que dominaba la pradera, Sylvia puso una flecha en el arco mientras la comitiva
de Ungden se desplazaba hacia el centro de la pradera al frente de la primera hilera de soldados
calvans. El Usurpador estaba a su alcance, pero su slida armadura probablemente desviara
cualquier flecha disparada desde tan lejos; su tiro tendra que ser perfecto para traspasarla; en caso
contrario, se perdera la eficacia de la emboscada.
No disparis dijo una voz detrs de ella. Ungden est demasiado bien protegido.
Asustada, Sylvia se dio la vuelta y, al ver quin haba hablado, obedeci y baj el arco al
instante; acto seguido se agach de nuevo bajo la proteccin de la pared de piedra.
Ungden, con aire distrado, agit una mano enguantada, y un abanderado sali a caballo de
entre las filas calvans y se dirigi hacia las lneas elfas. Cruz la estrecha pradera al galope y, al
divisar el atavo de Arien, hizo avanzar al caballo hasta situarlo frente a l, a pocos metros de
distancia, con los ojos desmesuradamente abiertos de asombro al verse ante los legendarios
danzarines nocturnos enfrentados a los terribles acontecimientos que se avecinaban.
El calvan examin las fuerzas de los elfos un momento, tom nota de su nmero y se dirigi a
Arien con arrogante familiaridad:
Hablas en calidad de lder de tu pueblo?
Arien, con rostro severo, no contest.
Sin arredrarse ante su impone mirada, el soldado prosigui, dirigindose a todo el mundo:
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
172
Danzarines nocturnos, prestad atencin a mis palabras! grit. Aunque no sera ms
que una trabajillo menor para nuestro ejrcito de Pallendara derrotaros con la espada, es decir,
aunque no tenis ninguna posibilidad de ganar, no es deseo del Jefe Supremo destruir a vuestro
pueblo. Arrojad las armas al suelo y aceptad a Ungden como verdadero y nico rey de Ynis Aielle y
salvaris la vida.
Ni un solo elfo se movi ni suaviz su expresin dando a entender que no haba lugar para
componendas. Arien lo observ con orgullo. Eran un pueblo libre y estaban ms que dispuestos a
morir para defender su libertad. A Ungden aparentemente no le gust aquella determinacin.
Daran una buena leccin a los calvans, pens Arien, aunque seguramente a costa de sus
propias vidas.
Qu respondes? inquiri el mensajero. Te someters a la voluntad del verdadero
rey?
Ryell, que estaba junto a Arien, escupi en el suelo frente al calvan. Por primera vez en
bastante tiempo l y Arien estaban en completo acuerdo.
Arien hizo avanzar su caballo por delante de las lneas de los elfos, y el calvan, a pesar de su
aparente arrogancia, retrocedi otro tanto en seal de cauteloso respeto.
Por qu has venido, serpiente? pregunt Arien. No tenis nada contra nosotros, ni
nada que reclamarnos. Somos libres, nuestra tierra es nuestra y no reconocemos ningn soberano
que se haya nombrado a s mismo. Ahora vete, si no, sers el primero en sentir la fra hoja de mi
espada aadi, y en un instante desenvain Fahwayn y se dispuso a atacar: la hoja brillaba con
los destellos de su magia interior.
Aterrorizado ante la serena confianza con que el lord de los elfos haba anunciado su muerte,
el mensajero volvi grupas y se alej por la pradera.
Ungden estall en carcajadas cuando el emisario le inform de la actitud desafiante de los
elfos. Agit la mano y envi al mensajero a su puesto en la formacin y puso en movimiento su
mquina de guerra.
Son un cuerno. A la seal, un sargento de la guardia de elite desenvain la espada y la alz
por encima de su cabeza. Los hombres y los elfos estaban en mxima tensin.
Son un segundo cuerno. Los mandos de las fuerzas calvans dispusieron a sus grupos delante
y a los lados del grupo que rodeaba a Ungden.
Del sudaba y respiraba con dificultad.
Son un tercer cuerno. Ungden dej que transcurrieran algunos segundos ms de tortura y
entonces hizo una sea al sargento. La hoja baj y el estruendo de las pisadas de veinte mil cascos
hizo temblar el Portal de la Montaa. El ejrcito calvan, dando gritos de batalla y chocando las
armas con los escudos, aumentaba su frenes a medida que la carga avanzaba.
A las rdenes de Sylvia, las arqueras esperaban pacientemente el momento ms adecuado
para la emboscada. Cuando los calvans pasaron por el centro de la pradera y alcanzaron el punto
ms prximo, las elfas asomaron por encima del saliente y dispararon una lluvia de flechas que
trataron de concentrar sobre la primera lnea de jinetes. Caballos y jinetes rodaron por el suelo, y los
que venan detrs los pisotearon o tropezaron con ellos. La lnea calvan se ondul y poco falt para
que se rompiera por completo debido a la confusin reinante; la formacin de batalla se desorganiz
a causa de aquel ataque por sorpresa.
Arien advirti que haba llegado la primera oportunidad para lanzar sus guerreros al ataque
contra los calvans, sin embargo, por alguna razn, casi como si alguien se impusiera a su voluntad,
no pudo dar la orden.
Con eficacia profesional los oficiales calvans obligaron a las tropas a dar la vuelta y
emprender una corta retirada con objeto de reagruparse y recuperar la calma. Muchos calvans
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
173
haban cado bajo las rfagas de flechas, aunque no los suficientes, ni mucho menos, como para dar
a los illumanos esperanzas de victoria.
Deberamos haber atacado! insisti Ryell.
Arien no poda censurar que lo reprendiera; todava no comprenda qu le haba impedido dar
la orden. No poda creer que se hubiera quedado paralizado por la tensin.
Sus filas no parecen haberse debilitado; si haba alguna posibilidad de xito, se acaba de
esfumar protest Ryell.
Los calvans se preparaban para reemprender el ataque; ahora, conscientes del peligro de
acercarse al precipicio, se desplazaron hacia el oeste de la pradera y se protegieron el flanco con
escudos; as las flechas no les alcanzaran.
Pero mientras espoleaban a los caballos para que se pusieran en marcha, un anciano barbudo
con una tnica azul claro y un sombrero puntiagudo apareci entre las arqueras; Sylvia y las dems
bajaron los arcos.
Ardaz! grit Del al darse cuenta de la presencia del hechicero. En el saliente, Arien!
Era cierto, el Mago de la Plata de Lochsilinilume haba vuelto. Tena los brazos extendidos:
en una mano sujetaba el bastn de roble y con la otra convocaba los poderes celestiales
salmodiando en la lengua de los encantamientos la invocacin del fuego.
Ahora es el momento de combatir! grit Ryell a sus camaradas.
Calma, amigo mo le orden Arien con una sonrisa maliciosa, pues ahora comprenda la
voluntad que le haba impedido dar la orden de cargar. Ardaz ha vuelto; seguro que tiene un par
de trucos contra Ungden.
De nuevo ests demostrando ser un insensato, Arien replic con aspereza Ryell; las
payasadas de ese bufn no detendrn a los calvans. Debemos salir al paso de su carga.
Las fuerzas calvans se acercaban con rapidez, pero Arien confiaba plenamente en el hechicero
y mantuvo a las tropas a raya.
La invocacin de Ardaz alcanz un punto enfebrecido; una llama roja emergi de la parte
superior del bastn, vacilante, sin consumir la madera. El brujo dirigi el bastn hacia la pradera y
recit un ltimo arcano. Al instante, un muro de llamas cuya anchura abarcaba todo la pradera se
alz frente a los que cargaban a caballo. Los que no pudieron mantenerse en las sillas chocaron de
cabeza con la pared gnea, estallaron en llamas blancas y cayeron al otro lado, a unos pocos pasos,
convertidos en cadveres carbonizados.
Aquella vez los bien adiestrados y expertos oficiales calvans no pudieron impedir el pnico.
Horrorizados ante el tremendo poder del brujo, los supervivientes calvans emprendieron una
desordenada retirada.
Pero Ardaz no haba terminado.
Este asunto tiene que acabar aqu y ahora explic a Sylvia, poco menos que
disculpndose por su siguiente accin. Levant los brazos otra vez y grit con una voz cuya
potencia pareca la de un dios:
Ungden, Usurpador! Demasiado tiempo has tenido prisioneras a las gentes de esta tierra
bajo tus leyes ilegales! Por los ruegos del sol que arde sobre nosotros, en el da de hoy limpio
Aielle de esa mancha maligna!
Apunt de nuevo con su terrible bastn y levant una segunda barrera de llamas justo detrs
de Ungden y de su escolta, encajonando las huestes calvans.
A una orden de Ardaz, mientras lgrimas de dolor le humedecan los ojos, las dos mortales
paredes empezaron a converger.
Los atrapados jinetes calvans daban la vuelta violentamente y chocaban unos con otros;
algunos caan del caballo y eran pisoteados. Los caballos, enloquecidos, ciegos a las nerviosas
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
174
indicaciones de sus amos, se precipitaron hacia la plataforma oeste, la nica salida posible, pero que
caa a plomo ms de cien metros sobre Nigrolago.
Implacables y despiadados, los muros de fuego se iban cerrando.
Sylvia y las dems arqueras contemplaban horrorizadas el tremebundo espectculo; crean
que era responsabilidad suya ser testigos de los momentos trgicos de aquel da y se daban cuenta
de que Ardaz, casi destrozado por la matanza que haba conjurado, no tardara en necesitar su
ayuda.
En las filas de los jinetes elfos, por la parte exterior del muro de fuego, Del y los dems no
podan ver lo que les ocurra a los calvans. Pero los chillidos y gemidos de sus agonizantes
enemigos les indicaban todo lo que necesitaban saber.
Las payasadas de un bufn repiti Del en tono de censura dirigindose a Ryell.
Lo siento respondi Ryell; sus palabras reflejaban a la vez temor al mago y compasin
por los calvans, atrapados entre dos fuegos. Tal vez Ardaz es ms poderoso de lo que crea.
Llmalo por su propio nombre dijo Arien; no le llames Ardaz precis, y extendi la
mano hacia la encorvada figura que ahora se apoyaba pesadamente en el bastn. Contemplad a
Glendower; infortunados los que provoquen la ira del Mago de la Plata!
Muchsimos calvans murieron por el pnico, algunos atrapados por los fuegos del brujo, otros
pisoteados, y muchos ms al saltar aterrorizados al pantano. Entonces lleg un zumbido apenas
audible y, tan de repente como haba empezado, el tumulto termin. Incapaces, al parecer, de
manifestar emocin alguna, casi como zombis, los restos de las fuerzas calvans se reagruparon en
grupos de batalla.
Las paredes gneas seguan convergiendo.
Pero ni un solo hombre chillaba.
Ningn caballo se encabrit ni resopl de terror.
Slo el crepitar de las envolventes llamas al consumir hierba y carne perturbaban aquella
quietud ferica.
Ardaz comprendi lo que pasaba y se asust.
Una nube arremolinada de humo rojo flotaba sobre las lneas de los calvans y se haca ms
espesa a medida que se desplazaba. No tard en asemejarse a un caballo con su jinete y al poco rato,
en efecto, se convirti en un hombre con una capa roja, con la capucha bajada para ocultar el rostro,
montado en un adusto semental negro de ojos amarillos que echaba bufidos de llamas humeantes
por los relucientes agujeros de la nariz y pisoteaba el suelo como si odiara la hierba viva que tena
debajo.
Istaahl? pregunt Sylvia a Ardaz, pero el hechicero, aturdido, no le contest.
El jinete de la capa roja extendi un huesudo brazo hacia el oeste, apretando y abriendo el
puo como si quisiera atrapar aire de algn lugar lejano. Luego movi el brazo hacia el precipicio,
como si lanzara algo, y una fuerte rfaga de viento fustig a Ardaz y apag la llama de la parte
superior del bastn de roble.
Los muros de fuego desaparecieron.
El brujo de Caer Tuatha? grit Ryell cuando vio al mago de la capa roja.
No es posible dijo Arien, sorprendido. Istaahl saca su poder del mar; est demasiado
tierra adentro.
El amo ha venido sise una voz maligna desde debajo de la capucha.
El rostro de Ardaz empalideci.
El brujo vestido de rojo levant la capucha y descubri una cabeza plida y calva, y el zafiro
negro de mltiples caras que era su distintivo.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
175
Ardaz gru sonoramente, aunque ya se haba imaginado que era Thalasi quien haba
aparecido.
Qu los colonnae sean con nosotros! jade Arien, pues tambin l haba reconocido el
distintivo del Brujo Negro. Angfagdul, la negrura absoluta, ha vuelto!
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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24
Jeric
Oculta en un pequeo rincn de su subconsciente, en un lugar reservado para los miedos
infantiles, supuestamente irracionales, Del guardaba una imagen que se pareca mucho a Morgan
Thalasi, una imagen de la encarnacin del mal, un demonio que haba tomado forma humana. El
cuerpo decadente de Thalasi pareca marchito y enfermizo, como si no pudiera contener vida, pero
la fuerza vital del espritu del Brujo Negro generaba un aura temible, paralizante, maligna, y una
energa suficiente para mantener dos ejrcitos a raya.
En el saliente, Ardaz se dio la vuelta y agit los brazos con violencia, convocando
desesperadamente toda su energa. El aire en torno a l crepitaba a medida que su poder aumentaba;
junto a l el pelo de Sylvia se estremeci y se dirigi hacia el hechicero atrado por la creciente
carga elctrica. Cuando se dio cuenta de que haba alcanzado el lmite de sus posibilidades y de que
ya no poda contener ms energa, el brujo recit un arcano de evocacin y golpe el bastn contra
la roca para producir la azul descarga de un rayo. Su destello ceg a todos los presentes durante
varios segundos; el correspondiente estruendo del trueno se expandi por valles y montaas.
Pero Thalasi se haba preparado para hacer frente a tan previsibles ataques; un globo protector
de energa defensiva que lo rodeaba dispers aquel rayo en una lluvia de chispas multicolores e
inofensivas, antes de que alcanzara el objetivo.
Thalasi encogi un labio delgado por encima de los dientes podridos para sonrer de una
forma que ms bien pareca una mueca, y sac una vara con puntas de hierro. Apunt con ella hacia
el saliente, y demostr su maestra al controlar poderes elementales que Ardaz slo poda invocar
como ayuda. Pronunci tan slo dos sencillos arcanos y replic al ataque de Ardaz con un tremendo
rayo blanco diez veces ms potente.
El Mago de la Plata se haba esforzado en construir su propia barrera defensiva en cuanto vio
que Thalasi empuaba la vara, pero no le dio tiempo. La violencia del rayo blanco sacudi la
montaa entera, provoc profundas grietas en la roca desde el saliente hasta la pradera y las
arqueras fueron derribadas al suelo. La peor parte se la llev Ardaz, alcanzado a pesar de sus
intentos por defenderse: el fino bastn de roble se carboniz y se astill, y l mismo fue arrojado
violentamente contra la pared de piedra del fondo del saliente. Se qued desplomado sobre la roca
junto a retazos de sus vestidos ennegrecidos y todava humeantes, el pelo recin salido chamuscado
y la mano que haba sujetado el bastn quemada y llena de ampollas.
Sylvia se volvi a poner en pie y corri a su lado. Manaba sangre entre los labios del
hechicero mientras murmuraba el nombre del Brujo Negro. Luego se call.
Entre la clera y el temor desesperado, las arqueras empezaron a disparar contra Thalasi. ste
se ri de ellas y concentr su atencin en otra cosa; se olvid de sus ataques pues resultaban
totalmente infructuosos ante su escudo y las flechas se vean reducidas a cenizas, que el viento se
llevaba, cuando chocaban con el globo defensivo.
Arien areng a la tropa para que hiciera acopio de valor y se lanzaron a la carga, decididos a
que, a pesar del terror, venderan cara la vida.
Pero tambin eso result vano.
Con una amplia sonrisa burlona, Thalasi se encar con la lnea de elfos y empez a manejar la
vara como si se tratase de un bastn. Impelidos por su voluntad dominadora, los caballos illumanos
respondieron dcilmente y empezaron a dar vueltas, sin hacer caso de las rdenes de los jinetes.
Ungden, seguido por sus tropas, estall en sonoras carcajadas al ver a los desvalidos elfos
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
177
esforzndose infructuosamente en controlar sus monturas. Todos los caballos se haban puesto a
caracolear.
Todos excepto uno.
La yegua blanca resopl con furia y endureci la mirada al ver las consecuencias del siniestro
ataque de Thalasi; convoc hasta el ltimo gramo de fuerza de voluntad, alej de su mente
cualquier insinuacin de Thalasi y lentamente empez a avanzar hacia el portador de perversin,
llevando a lomos a un confuso y aterrorizado DelGiudice.
La yegua segua adelante, cruz la hierba ennegrecida por el fuego de Ardaz y alargaba el
paso a medida que se daba cuenta de que poda resistir al Brujo Negro. Como un desvalido pen en
la batalla, atrapado en medio de dos poderes que le desbordaban, Del se agarraba con las dos manos
y todas sus fuerzas a la crin de la yegua y rogaba que Arien o quienquiera que fuese viniera en su
ayuda.
Thalasi se equivoc. Crey que la yegua estaba guiada por la poderosa voluntad del jinete y
dirigi su siguiente ataque contra Del. Extendi un huesudo brazo, solt una maldicin y con gran
violencia cerr los dedos hasta formar un apretado puo.
Del grit de dolor al sentir una mano helada que lo agarraba y le oprima el corazn;
horrorizado dej de sujetar la crin y se apret el pecho.
Not un bulto en el bolsillo de la camisa.
Movido tan slo por el instinto de supervivencia, Del se abri la camisa y cogi la pequea
Derringer; tena los ojos desorbitados por la tensin interna, no recobraba el aliento y empezaba
perder el conocimiento, pero se las arregl para meter la bala de plata en la recmara y apuntar la
pistola contra Thalasi.
Al ver el arma, Thalasi se sorprendi y llevado por su asombro afloj por un instante su fatal
presa. Los pulmones de Del se expandieron de inmediato al aspirar una profunda bocanada de
revitalizador aire, pero no perdi el tiempo recrendose en aquella sensacin. Cerr los ojos
anticipndose a la explosin y al retroceso, y puso el dedo en el gatillo.
No pudo disparar.
Detrs de Thalasi, los calvans ya no se rean y, en lugar de eso, miraban con curiosidad a Del,
que haba resistido al brujo y que ahora empuaba una extraa pieza de metal. Mitchell gru de
rabia al ver la pistola, histrico ante la posibilidad de que su ms odiado enemigo echara sus planes
de conquista por la borda. Pero, convencido de que sera el primer objetivo de Del si se dejaba ver,
el capitn no acudi en ayuda de Thalasi.
Reinheiser, sin embargo, al darse cuenta del peligro que corra su amo, reaccion con rapidez
y sin preocuparse por su propia seguridad rompi la formacin de los vigilantes; aunque no era un
jinete diestro y casi se caa de la silla a cada paso, puso el caballo al galope por la pradera.
Del mir la Derringer con aire desvalido, engaado por su propia conciencia y decepcionado
por no haber podido controlar sus emociones en un momento tan crtico. Entonces, sinti de nuevo
el dolor paralizante, pues Thalasi, que ahora comprenda el verdadero peligro que representaba Del,
renov su ataque incluso con ms furia que antes. El brazo de Del tembl y se baj, su campo visual
se ennegreci por los bordes y hubiera dejado caer el arma de no ser por una voz sensata que son
ntidamente en su odo.
Hazlo! le acababa de gritar Billy Shank.
Sin embargo, Del no consigui moverse. Se mir la mano tratando de luchar contra su propia
reaccin as como contra los insidiosos ataques de Thalasi; al verse el brazo, con las venas
hinchadas de sangre por la tremenda tensin, y los morados del antebrazo en donde pequeas venas
ya haban empezado a reventarse, se qued consternado. Comprendi que haba perdido, que no
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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poda luchar contra el poder que tena ante l, y supo con suprema repugnancia y horror que no
tardara en explotar.
Reinheiser se tranquiliz considerablemente cuando lleg junto al amo: Thalasi pareca tener
la situacin controlada.
En lo alto del saliente, Sylvia tambin lo vio. El negro nubarrn que era Morgan Thalasi no
tardara en destruir a Del, y despus la condena caera sobre su gente. Desesperadamente, se agarr
a la nica brizna de esperanza que le pareci vislumbrar y corri junto al derribado hechicero.
Por favor, Ardaz implor, mientras le sostena la cabeza. Tienes que ayudarnos.
Angfagdul acabar con todos nosotros!
Ardaz abri un ojo.
Un disparo horrible, sabes dijo tosiendo, y al hacerlo escupi sangre. Realmente, por
encima de mis posibilidades aadi, y empez de nuevo a desvanecerse, pero Sylvia lo sacudi
enrgicamente.
Claro, claro refunfu el hechicero en respuesta; tenemos que hacer algo. Tal vez...
empez a decir, y luego, sin llegar a emitir sonido alguno, movi los labios tratando de pronunciar
unas palabras y de recordar un encantamiento.
Treme una flecha pidi. Al instante, Sylvia le proporcion la mejor flecha que tena en el
carcaj. Ardaz golpe el astil de madera de la saeta y salmodi un encantamiento de bsqueda. El
esfuerzo le rob su ltima energa y se qued en silencio y, una vez ms, con los ojos cerrados.
Sylvia liber la flecha de la dbil mano del hechicero, la coloc en el arco y volvi corriendo
hacia el saliente, rogando que el encantamiento se hubiera completado y que, por lo tanto,
permitiera que la flecha alcanzara a Thalasi. Respir profundamente para estabilizar sus
temblorosos brazos, apunt al Brujo Negro y dispar.
Por aquel entonces, Del ya hubiera muerto de no ser porque Thalasi se lo tom con calma,
quera saborear el tormento del hombre que haba osado enfrentrsele.
Cuando la punta de piedra de la saeta perfor la barrera mgica, saltaron chispas. La flecha se
desvi un poco pero no se destruy, y aunque no dio en el blanco, se le acerc lo suficiente como
para sorprender y confundir a Thalasi.
Del se salv por segunda vez.
Un enfurecido Thalasi se dio la vuelta hacia el saliente y lanz un segundo y destructor rayo
blanco.
No obstante, la prudente Sylvia, en lugar de quedarse esperando para comprobar si su flecha
haba dado en el blanco, ya se haba ido de all. Se haba refugiado en el interior de la montaa para
protegerse, justo cuando la explosin hizo volar el borde del saliente en mil pedazos.
Reinheiser, sentado junto a su amo, no haba reaccionado con suficiente rapidez. El rayo le
pas por delante de la cara y la intensidad del destello lo paraliz y lo ceg.
Sylvia! grit Del exaltado, y dirigi la pistola hacia el Brujo Negro, el cual contraatac
levantando su vara horizontalmente frente a l con ambas manos y apretando las puntas de hierro.
Del sinti que un dolor profundo recorra su cuerpo, como si se le clavara la afilada punta de una
espada; se le desgarr la camisa y empez a salirle sangre del pecho.
Pero en esa ocasin Del no se detendra. Pens en Ardaz y Sylvia, a quienes crea muertos por
los atronadores ataques de Thalasi; record de nuevo la imagen del capitn Mitchell en la playa
proclamando que era un dios. En su clera, el joven encontr la energa para vencer el dolor y
resistir ante la voluntad de su enemigo.
Cuando recobr la vista, Reinheiser vio la mirada de inequvoca determinacin en el rostro de
Del y comprendi que su amo se encontraba en peligro de muerte.
No! grit, y salt hacia Thalasi.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
179
Demasiado tarde. Del dispar, y la bala de la cuarta magia, la tcnica, hendi la vara negra de
Thalasi por la mitad con un destello verde brillante y se hundi en el Brujo Negro con una furia
desconocida hasta entonces en Ynis Aielle. Reinheiser se lanz de cabeza por encima del lomo de
aquel semental engendrado por el infierno y cay de bruces en el suelo; en las manos slo llevaba
una capa, pues no haba quedado el menor rastro de Thalasi, ni siquiera un indicio de que el brujo
hubiera estado all, salvo la vara rota y la capa roja con un agujero de bala.
Reinheiser consider esa sucesin de acontecimientos durante unos instantes, hasta que sinti
que por entre las cejas le goteaba sangre caliente y le bajaba por la nariz.
Debo de haberme cado sobre una roca murmur, y se desmay.
La yegua blanca sali corriendo asustada por el disparo, y Del, que se encontraba dbil, se
cay del lomo y se estrell contra el suelo. El dolor del pecho haba disminuido, pero la vida se le
iba con la sangre que perda por abundantes cortes y desgarrones. Del no se daba cuenta, pues
estaba demasiado ocupado observando la pequea pistola.
Y la sangre que le manchaba las manos.
El caballo de Reinheiser enderez las orejas y retrocedi cuando la yegua blanca y el adusto
corcel de Thalasi se pusieron uno frente al otro. Inclinado a la destruccin, el caballo negro levant
las patas delanteras y resopl fuego con fiereza. Entonces, como si de repente comprendiera la
verdadera naturaleza y el poder del ser que tena ante l, baj la cabeza en seal de sumisin y se
disip entre vapores hasta desaparecer por completo.
En el extremo norte de la pradera, los caballos de los elfos dejaron de caracolear. En el
saliente, las arqueras prepararon las flechas que les quedaban.
La batalla con trucos mgicos haba terminado.
La batalla con las espadas estaba a punto de empezar.
Un jinete solitario avanzaba raudo por las filas calvans y en su ciega furia apartaba todo lo
que se le pona por delante. Mitchell cargaba por la pradera; llevaba en alto el gran escudo para
protegerse de los ataques del saliente y la lanza equilibrada, y se diriga inequvocamente hacia su
presa. Las flechas crujan al chocar contra el escudo y silbaban en torno, pero no se arredr. Sus
ojos no vean otra cosa ms que su vctima, su rabia y frustracin lo llevaban por un estrecho tnel
hacia el hombre que haba desbaratado todos sus planes.
Entre tanto, Arien se dio cuenta de la identidad y del propsito del jinete, y comprendi que
era demasiado tarde para salvar a Del. Enojado por no haber reaccionado con mayor celeridad,
espole al semental para que corriera y as empez la carga de los elfos.
Agrupados slo por las amenazas de Ungden y sus mandos, los soldados calvans, vacilantes e
inseguros, respondieron al asalto de los elfos.
Mitchell puso el caballo de manos junto a su desvalido enemigo y apunt la punta de la lanza
justo por encima de la cabeza de Del.
Vas a morir precis con calma y crueldad; en su rostro se dibuj una victoriosa sonrisa y
alz el arma para propinar el fatal golpe.
Los ojos de Del se clavaron en la mortal punta de la lanza; poda percibir con una nitidez
extraordinaria esa imagen, como si fuera el nico apoyo de su conciencia, a pesar de que la vista se
le haba nublado. Aturdido y deslizndose fuera de la realidad, no poda darse verdadera cuenta de
que iba a morir.
Pero, en el preciso momento en que se desmayaba, en algn lugar muy recndito de su mente
experiment una sensacin de alivio al ver un borroso contorno: era la pata trasera de la yegua
blanca aplastando el costado de Mitchell.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
180
Desde el saliente, despus de ver todo que acababa de ocurrir y sin apenas comprender la
verdadera naturaleza de la yegua blanca, Sylvia casi no poda creer que aquel animal hubiera venido
a salvarlos.
La batalla iba a empezar y perdi la alegra, pues a pesar de todo lo que haba sucedido, los
calvans eran mucho ms numerosos que los elfos. Las brujeras ya se haban terminado; era el
momento del choque de unas espadas contra otras. Y en ese contexto, sin ningn otro truco posible,
la causa de los elfos pareca perdida.
Apuntad con sumo cuidado aconsej Sylvia a sus compaeras; no podemos
desperdiciar ni una sola flecha.
Una de las arqueras, una joven doncella, con ojos demasiado sensibles para presenciar tal
carnicera, se le acerc.
Sylvia dijo, Arien me nombr mensajera para informar a los que abandonaron la
ciudad; espero que me diga qu debo hacer.
Sylvia se volvi hacia la pradera. La enorme superioridad numrica de los calvans ya haba
provocado una situacin ventajosa. Una parte del ejrcito de Ungden se haba desplazado en torno
de las lneas lficas y los guerreros de Arien se encontraron rodeados por tres lados y empujados
hacia el precipicio que caa sobre Nigrolago.
Vete ahora mismo orden Sylvia a la doncella; encuentra a nuestros hermanos y
hermanas en las montaas y diles que no nos olviden ni a nosotros ni a la noble causa que
defendemos para que ellos puedan vivir en libertad.
La doncella se ech a llorar.
Tranquilzate le dijo Sylvia para calmarla; consulate pensando que todos los que van
a morir esta maana han aceptado su destino de buen grado.
Todas las que ahora quieran irse pueden hacerlo dijo Sylvia a las dems que se hallaban
en el saliente. Las que se queden no van a juzgaros; slo os pedimos que no nos olvidis.
Pero las elfas crean firmemente en su causa y la doncella que Arien haba elegido para
mensajera parti sola.
Acorralados, los elfos luchaban con increble furia y muchos calvans fueron derribados.
Fahwayn resonaba una y otra vez y las tropas calvans se retiraban enseguida dondequiera que
Arien, al que llamaban Portador de Muerte, se desplazara para atacarlos.
En medio de la confusin, la yegua blanca piaf sobre el cuerpo de Del y empez a emitir
unos alaridos sobrenaturales que perforaban los tmpanos de los ms osados guerreros; y desde
aquel momento ni hombres ni elfos se atrevieron a acercarse a ella o al hombre al que protega.
Seguan cayendo guerreros calvans, pero el cansancio y la superioridad numrica jugaban
cada vez ms en contra de los elfos a medida que transcurran los minutos de la batalla. Nuevos
calvans reemplazaban a los cados en el ataque a sus fatigados enemigos; la sangre elfa se mezclaba
con la de los humanos en la lacerada hierba del Portal de la Montaa y los chillidos de dolor y
muerte de los elfos no tardaron en igualar a los que proferan los calvans.
Las arqueras en el saliente poco podan hacer por sus hermanos que luchaban en la pradera, y
Arien advirti que la batalla evolucionaba hacia un brusco final. Los calvans seguan evitndolo
siempre que podan y permitan que pudiera moverse casi libremente por la pradera; esa capacidad
de maniobra le dio una desesperada brizna de esperanza. Atrs, hacia un alejado extremo de la
pradera, Ungden estaba rodeado por aparentemente inexpugnables anillos de guardaespaldas.
Desaparecido Thalasi, y con Mitchell y Reinheiser fuera de combate, la nica cosa que haca que
muchos de los soldados calvans pelearan era el miedo a la ira del Jefe Supremo.
Casi ciego de clera, Arien se precipit hacia el Usurpador y fue interceptado enseguida por
dos guardianes de la lnea exterior que protega a Ungden. Detrs de ellos, otros dos del anillo
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
181
interior estaban preparados por si Arien, a pesar de toda su desventaja, se abra paso. Los restantes
guardaespaldas de lite seguan en sus puestos, alertas ante cualquier ulterior intento.
La furia disip la fatiga de los msculos de Arien y el trabajo de su espada era realmente
magnfico; pero se enfrentaba a los vigilantes de las Murallas Blancas, los mejores guerreros que
podan hallarse en Calva y, aunque ninguno de los dos enemigos hubiera sido capaz por separado de
resistir su ataque, juntos lo conseguan de sobra. Siempre que emprenda con Fahwayn un fatal
ataque contra uno de sus oponentes, un bien dirigido contraataque del otro lo obligaba a retroceder
y esquivar el golpe. A medida que los vigilantes fueron descubriendo las fintas y estratagemas del
jefe, fueron teniendo menos dificultades para mantenerlo en posiciones casi exclusivamente
defensivas.
La frustracin de su ineficacia no tard en aminorar la clera que a Arien le haba permitido
recobrar la energa. Ya se estaba cansando y cometa errores que, lo saba muy bien, le podan
costar la vida.
Embisti desesperadamente, pero ya no tena aquella velocidad centelleante y el enemigo al
que atac desvi Fahwayn, mientras el otro vigilante diriga la espada al punto que Arien haba
dejado desprotegido. El jefe sinti cmo la fra punta le morda el pecho y retrocedi
instintivamente, aunque saba que era demasiado tarde.
Pero todava estaba vivo.
Manaba sangre de la herida, justo debajo del pecho, pero la espada no haba penetrado mucho,
como si algo hubiera detenido la mano del vigilante. Arien, que ahora tena Fahwayn en guardia
frente a l, examinaba a sus oponentes y en sus ojos ley respeto en vez de sed de sangre.
Podas haber acabado conmigo le dijo al vigilante.
No, t fuiste ms rpido fue la respuesta.
Me podas haber matado insisti Arien; pero te retuviste: en esta batalla peleas sin
nimo.
A modo de refutacin, el vigilante describi un peligroso arco con la espada, pero Arien
desvi el golpe con facilidad.
Voy a cortar la despreciable cabeza del Usurpador! proclam el lord de los elfos.
No lo permitiremos dijo el vigilante, pero su voz era poco convincente y la sospecha de
Arien de que los vigilantes despreciaban a Ungden se consolid.
Entonces son un cuerno, y fue tan ntido y potente su sonido que por un momento la lucha se
detuvo y todas las cabezas se volvieron hacia Avalon. All, en el extremo de la pradera junto al
mgico bosque, Calamus, el lord alado de los caballos, estaba inmvil en el aire, y montado en l,
vestido con una malla reluciente, se encontraba Belexus; aplicaba los labios a un cuerno de marfil y
alzaba una enorme espada con aire triunfante. Debajo, emergiendo del bosque, erguidos y
orgullosos y montados en impresionantes corceles, aparecieron los montaraces de Avalon, con las
espadas desenvainadas y los rostros severos.
Eran apenas unos cuarenta, pero iban precedidos por una consolidada fama de fiereza y
constituan el tema de heroicas historias que se contaban en las tabernas de todo Aielle; su presencia
provoc un miedo visceral tanto entre los calvans como entre los illumanos.
En efecto, ninguno de los dos bandos comprenda el propsito que aquella maana haba
llevado a los montaraces al campo de batalla y ambos se preguntaban qu partido tomara aquella
legendaria orden.
Qu delitos has cometido contra los Hijos de la Luna? grit Belexus contestando a la
pregunta inmediatamente. Probars mi espada, Ungden! Asesino usurpador de tronos, ahora
tendrs tu merecido! exclam; y los montaraces avanzaron.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
182
Calamus, encumbrado con sus impresionantes alas, no tard en distanciarse de los dems
caballos y desde su privilegiado punto de vista Belexus divis a Arien y enseguida se dio cuenta del
desesperado intento del lord de los elfos.
Los dos guerreros tenan muchas cosas en comn, aunque jams haban coincidido. Parecidos
e inigualables en sus hazaas blicas, partidarios de un mismo cdigo moral y de justicia que no
toleraba a alguien como Ungden el Usurpador, el lord de los elfos y el prncipe de los montaraces se
dieron cuenta al instante de su mutua simpata.
Mientras observaba cmo varios vigilantes cercanos a Ungden sacaban de las monturas
anchas espadas para protegerse de un ataque por el aire, Arien saba sin ninguna duda lo que el
temible combatiente se propona hacer.
La sincronizacin sera la clave.
Belexus descenda amenazadoramente hacia el Jefe Supremo de Pallendara; senta el mismo
ardor que Arien y la sangre le corra enfurecida por las venas.
Arien ahora se mova con lentitud para moderar el ritmo de la lucha con objeto de bajar la
guardia de sus enemigos. No caba el menor error: no habra una segunda oportunidad.
Pas una sombra efmera mientras Calamus bajaba y, tal como el jefe elfo haba supuesto,
provoc una ligera distraccin en sus oponentes.
La velocidad del rayo volvi al brazo armado de Arien. Fahwayn taj el pecho de un vigilante
y con un preciso giro de mueca el lord de los elfos prolong el movimiento de la espada y hundi
la punta por debajo del peto del otro. No culmin ninguno de los dos ataques: no tena ni tiempo ni
ganas de matar a ninguno de sus dos temibles adversarios. Pero, con todo, su accin result un
xito, pues ambos vigilantes retrocedieron para evitar la embestida de Fahwayn, se tambalearon
hacia los lados y ante Arien qued franco el paso hasta Ungden.
Belexus ahora realizaba su parte en el asalto; de forma previsible, haba empezado a acercarse
a Ungden y haba provocado una muralla de armas alzadas. Pero entonces, desvi con brusquedad a
Calamus hacia un lado y, mientras Arien chocaba con la primera lnea y llamaba la atencin de los
dos Vigilantes del segundo anillo, Belexus se les ech encima.
El montaraz y el corcel alado aplastaron al primer jinete y a su montura y los proyectaron
contra el segundo y an ms all. Belexus haba desempeado su papel a la perfeccin y el demonio
que le haca hervir la sangre se aplac al sentir la rfaga de aire que produjo el ataque de Arien a
travs del paso abierto.
Desesperadamente, los vigilantes ms cercanos a Ungden trataron de poner sus voluminosas
armas en torno a l. Pero para su horror, Arien ya haba salvado la barrera y en aquel momento el
jefe de los elfos y el Usurpador tuvieron la sensacin de que estaban solos en la pradera. Todo lo
dems se desvaneca hasta convertirse en insignificantes contornos borrosos a causa de sus
singulares y absorbentes emociones: la clera de Arien y el terror de Ungden.
De forma lamentable, Ungden empu su adornada espada; sus dbiles brazos apenas eran
capaces de sostener de forma equilibrada la pesada hoja. Fahwayn pas una vez, en un vertiginoso
giro, por encima de la cabeza de Arien, choc con la espada de Ungden y se la arranc de la mano;
la clera de Arien no dejaba sitio a la piedad. Ni siquiera se dio cuenta de que su lloriqueante
oponente estaba desarmado y alz de nuevo Fahwayn por encima de la cabeza para darle un rpido
giro. Sin la menor vacilacin, descarg toda su clera en un pavoroso golpe y cort en redondo la
cabeza de Ungden.
El cuerpo de Ungden conserv su posicin durante un momento, como si la incredulidad lo
hubiera paralizado; despus se derrumb sobre el lomo del caballo. Arien contempl con severa
satisfaccin cmo la cabeza rodaba por el suelo. Esperaba que los vigilantes se abalanzaran sobre
l para matarlo, pero el nico jinete que se le acerc fue Belexus, que se inclin muchsimo a un
lado de Calamus para recoger la cabeza.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
183
El montaraz no tard en sobrevolar la pradera mostrando el siniestro trofeo y haciendo sonar
el cuerno a todo pulmn.
Para asombro de Arien, los vigilantes de las Murallas Blancas lo saludaron por la victoria y
con las cabezas gachas por la vergenza que sentan retrocedieron por la pradera. El jefe de los
elfos los contempl compasivamente: eran gente honorable destrozada por el vnculo de un
juramento que los haba obligado a servir a un tirano. Derrotarlos en el campo de batalla haba sido
la nica forma de liberarlos de sus responsabilidades.
A la vista de los oficiales que huan y del impresionante montaraz y los cuarenta
compaeros que se les echaban encima esgrimiendo la cabeza cortada de su Jefe Supremo, se
quebr el nimo de los calvans para la lucha. Algunos continuaron peleando ms por miedo que por
conviccin, pero la mayora huy del Portal de la Montaa cabalgando frenticamente en busca de
la proteccin de Avalon. Muchos rindieron las armas e imploraron clemencia.
La batalla del Portal de la Montaa haba terminado.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
184
25
Al vencedor
Baila conmigo! brome ella empezando a dar vueltas en el prado a la luz de la luna; al
moverse, la corta capa ondeaba en torno a su cuerpo desnudo y el deseo del joven aumentaba. No
poda resistirse, se encontraba indefenso ante su inocente sonrisa, sus ojos hechiceros y su sencilla
pureza. Una sola palabra de ella poda anularlo.
Y, sin embargo, ante ella se senta seguro.
La capa se le levantaba mucho mientras giraba entre alegres carcajadas, y los muslos
atrapaban silenciosos rayos de luz lunar en un suave y tentador resplandor que atraa la anhelante
mirada del joven.
Transcurri largo rato y la luz segua atrayendo toda la atencin del hombre. De forma sutil,
la luz se transform, se hizo ms intensa y a l le pareci que cobraba vida propia.
La luz debera haber desaparecido... la capa se le caera otra vez... debera haberse movido de
nuevo.
Pero la luz permaneca.
Y ella haba desaparecido, y el prado. Trat de volver a atrapar aquel momento, aquella
sensacin, pero le result imposible. Slo permaneca aquella luz.
Aquella luz.
Se dio cuenta de que tena algo fro y hmedo en la mejilla; gradualmente se dio cuenta de
que estaba tumbado bocabajo.
Con tenacidad, Del se esforz para abrir uno de sus ojos. No tard en vislumbrar una gran
claridad: la hierba cubierta de roco tena un centelleo cristalino que slo poda proceder de la luz de
la maana. Ms all estaba la arcada de los plateados telfiplats que constitua la puerta de entrada a
los senderos que trepaban por las montaas.
Se dio cuenta de que estaba en el Portal de la Montaa, y el nombre le evoc otras cosas.
Lentamente se dio la vuelta y se irgui sobre los codos para mirar la pradera: le esperaba una dura
realidad.
El Portal de la Montaa, que haba sido la orgullosa y adecuada entrada a las majestuosas
Montaas de Cristal, haba sido derribado. A causa de las enloquecidas cargas de los ejrcitos, la
hierba ondulante, pisoteada y revuelta, haba quedado reducida a una especie de csped destrozado,
cubierto con la sangre y los restos de los cados. Cuerpos desplomados y destrozados, tanto de
hombres como de elfos, yacan esparcidos por la pradera, y caballos sin jinete vagaban, lastimeros,
confusos y sin rumbo. De las zonas carbonizadas y ennegrecidas por el fuego del hechicero todava
se elevaban delgadas columnas de humo que daban a lo que Del contemplaba un aspecto onrico.
Pero el joven capt la realidad. Una amarga mezcla de repugnancia y clera le oprimi la
garganta al contemplar la carnicera. Pens en la belleza y en la magia de aquella tierra, ofrecida al
hombre como regalo de los dioses, y una sola palabra se le escap de los labios:
Sacrilegio.
Se dio la vuelta, incapaz de encararse a Billy y Sylvia mientras se le acercaban, y vio otro
pattico espectculo.
A lo largo del lado oeste del Portal de la Montaa, donde se abra el precipicio sobre
Nigrolago, estaban sentados los prisioneros calvans, amontonados y desamparados, bajo la
vigilancia brutal de unos huraos elfos. Los desdichados humanos no estaban autorizados a hablar
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
185
ni a moverse, y el castigo por cualquier desobediencia era inmediato y duro: un golpe con el
extremo del mango de una lanza o una patada bien dirigida.
Su odio es profundo dijo Billy, al advertir que Del se haba fijado en la escena.
Desvalido, Del sacudi la cabeza, deseando desesperadamente liberarse de todas las horribles
imgenes que tena frente a l.
Y Ardaz? pregunt de repente, mientras recordaba el ataque de Thalasi contra el
saliente.
Est bien respondi Sylvia; el ataque de Angfagdul lo hiri explic. Pero
nosotros los hechiceros somos muy resistentes, ya sabes, ms duros que las piedras de la montaa,
aunque estemos un poco ms agrietados, dira yo dijo imitando alegremente la voz de Ardaz.
Pero ni siquiera ella pudo seguir sonriendo. Ahora, est en un consejo, con Ryell, Arien y los
dems responsables.
Y Erinel?
Billy y Sylvia se miraron el uno al otro en busca de ayuda.
Ha muerto, Del contest Billy, apenado; contempl la devastada pradera con expresin
triste, como tantos otros.
Del, durante varios minutos, tuvo que esforzarse para poder respirar normalmente.
Ha ido bien el consejo, padre? se atrevi a preguntar Sylvia cuando, aquella misma
maana, se encontr con Arien.
Ha sido odioso replic con tristeza Arien y estoy convencido de que la desaparicin de
Ungden y de Morgan Thalasi ha acabado esta guerra, y quiz podra iniciar una nueva y mejor
poca; Caer Tuatha no nos volver a atacar.
Por qu querra hacerlo? razon Billy.
Ese era precisamente mi razonamiento dijo Arien, pero la muerte de familiares y
amigos genera afn de venganza.
Maldita sea! refunfu Del. Contempl de nuevo a los desgraciados prisioneros calvans
y la impasible mueca de los guardianes elfos. Qu pasar con ellos? pregunt sombramente,
temeroso de la respuesta.
Arien vacil y se encogi de hombros.
Los calvans muertos se dejarn en el campo de batalla para las aves carroeras y los
prisioneros sern llevados ante el consejo para ser juzgados por delitos contra Illuma. Algunos
obtendrn la libertad para dar una apariencia de justicia, pero la mayora, me temo, estn perdidos.
Del se ech a temblar, al borde del descontrol.
Y los que han huido?
Los atraparn y los castigarn.
Tienes que evitarlo!
No puedo! le respondi Arien gritando en el mismo tono. De repente, el jefe se calm y
en sus ojos apareci una profunda pena. Nunca me he sentido tan solo entre mis gentes. Nadie,
excepto Ardaz, estuvo de mi parte en el consejo.
Como si lo hubieran llamado, Ardaz se acercaba en aquel momento, aunque pareca no darse
cuenta de la presencia de sus amigos.
Terrible murmur para s, vagando hacia el precipicio. Sencillamente terrible.
El hechicero se quit la gata negra del hombro y sopl sobre la cara del animal para
despertarlo.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Des dijo, ahora te necesito, cario. Vete a Avalon, y trenos ayuda! le pidi, y ante
ese requerimiento, Desdmona se convirti en un cuervo y ech a volar por el cielo de la tarde.
Los exploradores que Arien haba enviado llegaron a la pradera aquel mismo da, cierto
tiempo despus, junto con el grupo de elfos que haba huido a las montaas; todo el mundo estaba
desbordante de alegra ante el inesperado retorno a su pas natal, pero les aguardaba una amarga
tarea y la celebracin de la victoria tendra que esperar.
Emplearon el sentido de la responsabilidad y el respeto a los muertos como un escudo contra
el dolor: los elfos trabajaron de forma incansable hasta mucho despus de la puesta de sol para
terminar de construir una enorme pira. Y cuando la bien trabada torre de madera, magnficamente
elevada y concebida como un adecuado monumento a los muertos heroicamente estuvo al fin
acabada, todos los illumanos contemplaron solemnemente cmo unos ochenta Hijos de la Luna,
amigos, que deberan haber vivido durante los prximos siglos, eran dispuestos con suma
delicadeza encima.
La medianoche lleg, y las llamas de color anaranjado rugieron en la oscuridad, consumieron
los terrenales cuerpos de los cados y elevaron sus espritus, transportados por un clido viento,
hasta los cielos.
Y el viento tambin transport los gritos y los llantos de los vivos; la muerte no era un
visitante frecuente en el pas de los elfos sin edad y una tragedia como aqulla jams se haba visto
anteriormente.
Durante el doloroso funeral, Ryell surga por doquier, como un espectro de singular propsito.
Con una energa sin lmites, pareca estar en todas partes a la vez: consolaba a los afligidos y
comparta su dolor por los desaparecidos. Pero, a pesar de que su dolor era autntico, su conducta
era premeditada y tena por objeto insuflarles sutilmente la misma sed de venganza que l senta.
Hablaba de la muerte siempre en trminos de gloria y honor, y finalizaba cada intervencin
recordndoles que eran los calvans los que haban provocado la tragedia.
Los prisioneros calvans teman por su seguridad, pues con creciente frecuencia caan sobre
ellos colricas miradas, y se apelotonaban estrechamente.
Van a secundarlo coment Del a Arien.
Arien comprendi la horrorosa verdad de sus palabras. Un elfo incluso agarr un pequeo
leo de la pira y lo arroj a los prisioneros; cay lejos del blanco sin causar dao alguno, pero fue
saludado con entusiasmados gritos por otros miembros del pueblo de Arien.
De forma infatigable, Ryell continuaba excitando los nimos, yendo y viniendo
apresuradamente en torno al fuego y arrastrando a exaltados y colricos seguidores a su paso. El
grupo entero no tard en ponerse de su parte, y, entonces, levant los brazos para reclamar silencio.
Eso no me gusta en absoluto, no, no murmur Ardaz. Arien, detenlo ahora! Quin
lavar la sangre de nuestras manos?
Arien se encogi de hombros con aire desvalido y baj la vista.
Parece que el juicio ha empezado observ Del.
Sylvia lo mir con dureza; no le gustaba que el sarcasmo del joven hiriera a su padre.
Amigos! Familiares! exclam en voz muy alta Ryell. Es una noche de dolor, la de
decir adis a nuestros bravos hermanos. Pero no nos limitemos a sentir pena por ellos, pues
murieron con el convencimiento de que su sacrificio nos ayudara a liberarnos de las cadenas de
nuestra prisin. Slo deseo que mi propia muerte sea tan gloriosa y est tan cargada de sentido
como la suya! Cuntas injusticias hemos sufrido a manos de los humanos? Hay alguien entre
nosotros que no haya sufrido la prdida de algn ser querido en esta batalla? Y acaso no habis,
como yo, sentido el oprobio de contemplar los prados del sur y saber que no podis atravesarlos por
ms que lo deseis, porque no nacisteis de linaje puro? Esa degradacin ha terminado! proclam
Ryell El ejrcito de Caer Tuatha ha sido aplastado y todo Calva se abre ante nosotros!
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
187
Arien se arredr y se desmoraliz an ms al or el coro de gritos violentos que se alzaron en
soporte de Ryell.
Su hija se cuadr ante l y lo oblig a mirarla a la cara.
Cuando el ejrcito de Ungden nos amenazaba, aunque no tenas esperanzas de ganar dijo
Sylvia secamente, conseguiste sacar fuerzas de la justicia de tu causa, y de la deshonestidad de tu
enemigo; mira a Ryell, el odio lo domina. En qu es mejor que Ungden?
Con nuestra victoria del Portal de la Montaa, inauguramos la era de Illuma exclam
Ryell por encima de los entusiasmados gritos histricos. Esta noche daremos la primera de las
lecciones que tenemos que dar a todo Calva agreg, y dirigi la espada con actitud amenazante
hacia los desvalidos prisioneros, mientras los elfos congregados en torno a l recogan leos o
empuaban espadas.
Son ellos los causantes de nuestro dolor! grit Ryell. Hagmosles sentir el aguijn de
su locura!
Con aire adusto, condujo a la multitud hacia los prisioneros. Arien apret la mandbula,
mientras un espasmo de renovada rabia arda en su interior, y ech a correr para interceptarlos.
Aprtate gru Ryell, mientras levantaba amenazadoramente la punta de la espada.
Arien apret la empuadura de Fahwayn y se mantuvo firme.
Eso no est bien afirm con rudeza; no es una conducta propia de nuestro pueblo.
Tu tiempo se ha acabado, Arien Silverleafafirm Ryell, aunque baj la punta de la
espada y retrocedi un paso. El pueblo no te escuchar.
Estn enloquecidos por el mismo demonio que te posee a ti replic con aspereza Arien
. Escuchadme! grit, pero la muchedumbre, incapaz de atender a razones, lo abuche.
Aprtate, Arien dijo de nuevo Ryell. No puedes ganar.
De repente, se produjo un gran destello por detrs del jefe de los elfos y de la humareda
emergi el brujo Ardaz, tosiendo y con Desdmona transformada en cuervo sobre el hombro.
Espera! grit. Viene un jinete! Por el sur, por el sur.
La multitud se call por completo y como un solo hombre dirigi atentamente la vista hacia el
sur.
No veo ningn jinete! espet Ryell.
Silencio! le reprendi Ardaz. Ten cuidado, Ryell; tu impaciencia pone a prueba mi
paciencia!
Ryell lo mir con fiereza, pero como haba sido testigo del poder del brujo, no quiso
desafiarlo.
En cualquier caso hubiera sido irrelevante, pues ya poda orse el ruido del galope de un
caballo. Un instante despus, la alta silueta de un combatiente cruz la luz del fuego. Se detuvo para
observar a los all reunidos durante un momento, luego encamin la montura hacia Arien.
Lord Silverleafdijo con respeto mientras desmontaba y se inclin para hacer una
profunda reverencia.
Arien baj la cabeza.
Soy Andovar, embajador de Avalon dijo el montaraz; Bellerian, lord de los
montaraces, te enva sus saludos.
Dale los mos a l respondi Arien. En Illuma nos alegra escuchar vuestros nombres;
estamos en deuda con vuestro pueblo.
Andovar observ la muchedumbre y los amontonados prisioneros.
Os vengaris? pregunt.
Haremos justicia le espet Ryell.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
188
Como queris concedi con serenidad el montaraz. Parece que he llegado en el
momento oportuno, pues Bellerian os propone que no hagis nada hasta maana por la maana.
Por qu razn? exigi Ryell.
No me incumbe a m decirla. Confiad en que la luz del alba aportar nuevos datos.
Ryell se dispona a replicar, pero Arien lo cort y acab con las murmuraciones de la
muchedumbre.
Silencio! orden. Acaso vuestro rencor no conoce lmites? De no ser por los
montaraces de Avalon, vuestros cuerpos y el mo se contaran entre los muertos; sin duda, les
debemos el respeto suficiente para confiar en su peticin sin necesidad de explicaciones.
Sin saber cmo refutarlo, Ryell sacudi la cabeza y se alej. La masa se encontr inmersa de
nuevo en un estado de incmodo apaciguamiento, y tanto Arien como Andovar suspiraron
aliviados.
Me gustara hablar con los prisioneros dijo Andovar.
La mayora de los calvans se levant al ver que se acercaba el montaraz, e incluso algunos lo
saludaron. Los ojos de Andovar, sin embargo, se clavaron en los de uno que ni se puso en pie ni lo
salud. Desde lejos, Billy y Del tambin lo miraban.
Mitchell! grit Del.
Y el que est detrs de l es Reinheiser agreg Billy.
El capitn y el montaraz se desafiaron con la mirada.
Te avis gru Andovar.
Mitchell le escupi.
Lord Arien exclam Andovar te voy a pedir un favor personal. Me lo conceders?
Si est en mi mano repuso Arien con cautela.
Dale una espada a ese hombre le pidi Andovar. Tengo una cuenta pendiente con l.
Mitchell se cuadr ante el montaraz.
Es un arma de tu mundo, no del mo dijo con un gruido; me has desafiado t, por
consiguiente, me corresponde elegir las armas.
Sin vacilar, Andovar dio la espada a un elfo que estaba a su lado.
Los puos dijo perversamente Mitchell; y nada ms. Quiero matarte con mis propias
manos.
Sin duda tardars ms en morir replic Andovar en el mismo tono uniforme; pero, en
cualquiera caso, morirs, no lo dudes.
Esperad! grit Del precipitndose hacia ellos.
Tienes mejor aspecto que cuando te dej ayer le dijo a modo de saludo el montaraz, pero
Del, que no estaba en absoluto para cumplidos, hizo caso omiso del comentario.
Es mi lucha, Andovar dijo, mientras l y el capitn se miraban sin parpadear; ha sido y
es mi lucha desde hace mucho, mucho tiempo.
Andovar observ a los dos hombres. Tena miedo por su amigo, pues crea que Mitchell era
ms fuerte, pero se daba cuenta de que no tena derecho a impedir que Del librara aquel combate.
De mala gana, se apart a un lado.
Del saba lo que tena que hacer.
La violencia no es solucin se record en voz baja a s mismo respirando profundamente
para serenar sus nervios.
Sinti que lo haba conseguido, pero no estaba preparado para afrontar el virulento ataque de
Mitchell. El capitn carg como un toro furioso: peg a Del, lo hizo retroceder y continu la rabiosa
embestida con una lluvia de golpes sobre su atnito oponente.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
189
Inadvertido, en un segundo plano, Reinheiser estrujaba una brizna de hierba en la mano y
susurraba palabras inhabituales.
De alguna manera, Del se las apa para escabullirse de Mitchell y recuperarse un tanto;
desalentado y con el enfermizo sabor dulzn de la sangre en la boca, poco le falt para no caer
desplomado ante la brutal paliza.
No voy a atacarlo, Mitchell dijo; no quiero rebajarme.
Mitchell no comprendi las razones de Del, pero rugi de nuevo. Y Del no pudo menos que
preguntarse si l mismo estaba demostrando algo o si simplemente se comportaba como un idiota.
Entonces, desde algn recndito lugar de su subconsciente emergieron hasta su conciencia las
palabras de Belexus, un consejo que el gran guerrero le haba dado unas semanas antes.
La mayor ventaja de un verdadero guerrero no es la fuerza ni la agilidad, sino el valor le
haba dicho Belexus.
Del apret los dientes para vencer el dolor y, muy erguido, se enfrent al castigo. Tena
razn; aquello tena que salir bien!
Reinheiser qued maravillado ante la facilidad con que haba conseguido el encantamiento de
transformacin. Sin dar crdito a sus propias capacidades, con suma cautela pas los dedos por los
bordes cortantes de la hoja del pequeo cuchillo que ahora sostena en la mano.
Las manos de Mitchell alcanzaron la garganta de Del; sonriendo con asesina alegra, el
capitn lo oblig a arrodillarse. Pero Andovar, que ya se haba hartado, se abalanz sobre Mitchell,
lo agarr y le oblig a soltar a Del. Despus, con una fuerza que aterroriz al desvalido capitn, el
montaraz lo empuj hacia atrs y lo envi rodando hacia los prisioneros calvans.
Los elfos guardaban silencio, confusos y aturdidos, como si Del hubiera levantado ante ellos
un espejo y les hubiera mostrado su tenebroso reflejo.
Reinheiser se inclin sobre Mitchell y bruscamente lo ayud a levantarse.
Mata a DelGiudice le pidi, mientras deslizaba el pual en su mano; por lo que ms
quieras, mtalo.
Mitchell se estremeci ante la repentina sangre fra de los ojos del fsico y, tambalendose, se
alej de la multitud.
Andovar avanz a la defensiva para impedir el paso al capitn, pero Del se haba puesto en
pie y lo empuj a un lado; Andovar lo mir con incredulidad.
Debo hacerlo le dijo Del; tienen que aprender.
Tienes coraje, desde luego, Jeffrey DelGiudice dijo Andovar apretndole el hombro y se
apart.
Se acab le dijo Del a Mitchell.
Mitchell sacudi la cabeza y le lanz un puetazo; la punta del pual oculto le asomaba entre
los dedos. Del desvi el golpe, pero sinti un agudo dolor; asombrado, vio la sangre que manaba de
la cuchillada que tena en la mano.
Mitchell sonri con perversidad y atac de nuevo, pero Del, advirtiendo el peligro, fue muy
rpido y esquiv el golpe.
Repiti el consejo de Belexus para dominar el pnico, mientras retroceda para separarse del
pertinaz acoso del capitn.
Se est saliendo usted de los lmites se burl Mitchell cuando se aproximaron al borde
del precipicio que dominaba Nigrolago.
Mientras hablaba, los talones de Del resbalaron por la parte exterior del borde; crey que la
hora de la muerte le haba llegado.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
190
Mitchell, entonces, ense el pual sin importarle nada ms que su avidez por la sangre de
Del y lo alz para atacar.
Pero una flecha le alcanz la mueca.
Sorprendidos, tanto l como Del miraron hacia donde se hallaba Ryell, con expresin grave y
un arco en la mano.
El pual cay al suelo y Mitchell se desplom mientras se apretaba la mueca para paliar el
dolor.
Instintivamente, Del recogi el arma, se coloc encima del pecho de Mitchell y le puso la
punta del cuchillo en la garganta.
Sorprendido por la frentica celebracin que sbitamente estall en torno, poco falt para que
se desvaneciera; cuando se dio cuenta de lo que estuvo a punto de hacer y cuando vio que mltiples
elfos se le acercaban y pedan la muerte de Mitchell con desenfrenada alegra, se sinti invadido por
una profunda nusea.
Basta ya! los increp Del mientras daba un brinco. Arroj el pual por el barranco,
hacia la oscuridad de la noche, y se abri paso impetuosamente entre la confusa multitud, con el
nico deseo de alejarse de aquella locura contagiosa.
Billy y Sylvia se precipitaron hacia l para calmarlo, pero no supieron qu responder cuando
Del los mir directamente a los ojos y les dijo:
Estis seguros de que ganaron los buenos?
Luego, el joven ech a correr por la pradera y cruz la arcada plateada, en busca del refugio
de los senderos de la montaa.
Aprovechando la distraccin de los elfos, Reinheiser se acerc tranquilamente a Mitchell.
No se preocupe dijo. Tenemos la fuga al alcance de la mano explic, mientras
sealaba por encima del borde.
Mitchell, que segua apretndose la mueca herida, mir hacia aquella oscuridad, mientras se
preguntaba qu habra querido decir Reinheiser.
Sinti una mano de hielo, increblemente fuerte, que lo empujaba por la espalda y se dio
cuenta de que empezaba a caer.
Algunos elfos advirtieron que Mitchell pasaba por encima del borde. Reinheiser contest las
perplejas miradas que le clavaron con un encogimiento de hombros y luego se limit a rer y a
lanzarse al barranco.
Andovar se precipit hacia all, pero los dos hombres haban desaparecido en la oscuridad de
la noche.
Es mejor que hayan muerto dijo el combatiente; sin duda habran trado desgracias a
nuestra querida Aielle.
La calma que sigui encendi la furia de Ryell. Corri hasta la zona iluminada en torno a la
pira.
No olvidemos nuestra gran victoria! grit, temeroso de que la confusin de la
muchedumbre no le hiciera perder su anterior ascendiente. Es una noche de fiesta! exclam, y
la mayora de los elfos recibieron aquellas exclamaciones emotivas, que enterraban las inquietantes
acusaciones de Del, con renovado y creciente entusiasmo.
Un impotente gesto de desaprobacin con la cabeza fue la nica disculpa que Arien pudo
ofrecer a Andovar.
Reinheiser no estaba muerto.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
191
Mientras caa recit un sencillo encantamiento y manej las corrientes de aire para frenar su
cada y amortiguar el aterrizaje. Tom tierra suavemente en Nigrolago a poca distancia del cuerpo
desplomado y descalabrado del capitn Mitchell.
Sorprendentemente, el capitn consigui abrir un ojo.
No tardar en morir le asegur Reinheiser.
Mitchell saba que el fsico estaba en lo cierto, pues tena los pulmones destrozados y no
poda respirar.
Antes, era simplemente un inconveniente le explic Reinheiser, pero ahora, con lo que
sabe de armas y su obsesiva ambicin de poder, se ha convertido en un peligro para m agreg, y
con una voz potente, muy distinta a la suya, coment:
Siempre sera un simple Fausto!
Los ojos de Mitchell se desorbitaron aterrorizados ante el aura maligna que de repente se lo
trag. Advirti que su propia mirada recorra el rastro de sangre seca que iba desde la cara de
Reinheiser hasta su frente, donde la afilada punta de un reluciente zafiro negro empezaba a asomar
a travs de la piel.
Su alma me pertenece proclam Reinheiser.
La garganta de Mitchell se llen de sangre y bilis; entonces se dio cuenta de que estaba
perdido para siempre.
Y muri.
Del corri por los oscuros y retorcidos senderos, desesperado por alejarse del bullicio de la
recomenzada celebracin en la pradera; al fin, exhausto, se recost de espaldas contra una roca.
Grandes manchas de nubarrones cruzaban raudas el cielo, impulsadas por un viento violento que
bajaba por las discontinuidades de la montaa desde los picos del norte.
Todava poda divisar el campo. Haban avivado el fuego y las llamas se elevaban altas en la
noche y dibujaban con toda nitidez las siluetas de los elfos mientras bailaban con orgistico frenes.
Del no pudo retener las lgrimas al contemplar cmo se desvanecan sus utpicas fantasas.
Se haba atrevido a creer que podra cambiar el futuro de Aielle, se haba permitido sentir el
ingenuo optimismo de que, en aquel lugar, el rumbo de la civilizacin podra ser diferente al de su
propio mundo devastado por la guerra.
Se qued sentado durante un buen rato, atormentado por aquellas crueles imgenes, hasta que
un sueo compasivo se apoder de l.
En el Portal de la Montaa, continuaba la perversa juerga.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
192
26
El desafo
Del crey que era el sol el que le haba robado su sueo repleto de pesadillas, pero no fue as;
Calae estaba frente a l, resplandeciente y glorioso como el alba.
Esperis mucho de nosotros dijo Del al prncipe de los colonnae.
Ni esperamos nada ni nada pedimos respondi Calae.
Ni tampoco dais nada aadi Del con humor agrio. Apenas oy sus propias palabras,
quiso retirar el insulto. Ciertamente, los colonnae, que haban salvado a los de su especie en la ms
tenebrosa de sus horas, no se merecan aquellas palabras.
An se sinti ms ridculo cuando Calae se ri con moderacin, aceptando el sarcasmo con la
bondadosa comprensin de la frustracin que encerraba.
No puedes ayudarme? implor Del. No puedes detenerlos y hacerles comprender lo
que estn haciendo?
Qu ganaramos con ello? repuso Calae. El destino de la humanidad est en manos de
los hombres; si fuera de otra manera carecera de sentido. Tu especie es libre, Jeffrey DelGiudice, y
t no querras que fuera de otra manera. La humanidad tiene que cargar con el peso de sus propias
responsabilidades y aceptar las obligaciones derivadas de su libre albedro.
Del baj la vista al sentir cmo el peso de la salvacin caa fatal y duramente sobre sus
espaldas.
Tal vez encontrars la energa necesaria para ganar ese combate le consol Calae. En
Avalon hay esperanzadoras inspiraciones agreg; sus palabras se desvanecieron poco a poco.
Del lo mir, pero se vio obligado a protegerse los ojos cuando la luz aument y la imagen del
prncipe de los colonnae se le hizo borrosa. Los primeros rayos del nuevo amanecer se haban
abierto paso por encima de las Montaas de Cristal y, cuando Del hubo superado el
deslumbramiento, Calae haba desaparecido.
Del consider aquellas palabras y mir all abajo, hacia la lejana pradera. A la sombra del alto
precipicio que se extenda por su lmite oriental, el Portal de la Montaa todava no haba sido
baado por la luz del alba. Las fogatas estaban medio extinguidas y la mayora de los elfos dorma;
su fiesta haba acabado a causa del cansancio fsico y emocional.
Del se apresur por los caminos de montaa, espoleado por la innegable verdad de las
observaciones de Calae y decidido a enfrentarse a sus responsabilidades con valor, a cargar con el
peso de sus obligaciones con la cabeza erguida.
Te has convertido en algo lamentable, Arien Silverleafse mof Ryell poco despus; la
muchedumbre que lo segua, casi todo Illuma, estaba de acuerdo con aquellas palabras. Juraste
servir a nuestro pueblo, pero ests en su contra. Qu clase de coherencia es sa?
Dimos nuestra palabra al montaraz de que esperaramos las indicaciones de Bellerian
record Arien.
Dijimos que esperaramos hasta la maana siguiente replic con aspereza Ryell; ya ha
amanecido, y no he odo ningn mensaje del maldito bosque.
Yo sigo una lnea de conducta correcta puntualiz Arien.
Te has quedado solo en tu locura.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
193
No es cierto; soy el nico que se opone a ti porque los que son capaces de darse cuenta del
mal que ha cado sobre nuestro pueblo tienen miedo de hacerlo. Te aprovechas del dolor de mucha
gente, Ryell. Te siguen para ahogar su pena en la clera y el odio, siniestros sentimientos que se
sacian con facilidad mediante la venganza. Acaso no te ocurre a ti lo mismo con la prdida de
Erinel?
Deberas haber estado fuera ms tiempo dijo Billy con aire grave cuando vio que Del se
acercaba desde las sombras de los telfiplats; Ryell acaba de anunciar la decisin del consejo.
La inocencia no evitar que su despiadada espada caiga sobre los prisioneros tartamude
Sylvia; y se dio la vuelta, evidentemente avergonzada de formar parte del pueblo de
Lochsilinilume. Quiere matarlos a todos.
El diablo es lo que es gru Del mientras avanzaba.
Billy le sujet el brazo.
No puedes hacer nada le dijo.
Sultame le orden Del clavando una inflexible mirada en los ojos de su amigo; hace
unos das me convenciste de que habamos sido trados aqu para ayudar a que ganaran los buenos.
El combate todava no ha terminado.
Aprtate de nuestro camino, Arien amenaz Ryell despus de recuperar una calma que la
punzante alusin a Erinel haba disipado. O te pasaremos por las armas como a un traidor.
Horrorizado de que la posesin del demonio de su, en otro tiempo, amigo hubiera llegado tan
lejos, Arien dirigi la mano hacia la empuadura de la espada. Pero Del se interpuso y se encar
con Ryell.
Esto no es cosa tuya, humano le espet Ryell.
Pues te equivocas replic con aspereza Del; no pienso quedarme cruzado de brazos
mientras matas a inocentes.
Inocentes? ladr Ryell. Cargaron contra nuestros hogares! Si hubieran ganado,
crees que hubieran sido compasivos?
No lo s contest Del con sinceridad. Pero eso no te da el derecho de hacer lo que te
propones. Acaso te crees que esos hombres vinieron hasta aqu creyendo sinceramente en su
causa? Vinieron engaados, y slo podemos hacer conjeturas acerca de la influencia mgica que
Thalasi ejerci sobre ellos.
El Brujo Negro ha muerto, Ryell prosigui Del. Ungden tambin ha desaparecido para
siempre y ya no podr perjudicar ms a vuestro pueblo; crees de verdad que esos hombres
constituyen una amenaza para vosotros? o simplemente queris vengaros?
Ryell se dirigi tanto a la multitud como a Del.
Quiero dar a Calva una leccin que los humanos no olvidarn jams.
Lo nico que hars ser engendrar odio! le grit Del. No puedes comprender los
horrores del mundo antes de Aielle agreg dando un paso hacia un lado, para que la gente
pudiera verlo. Escuchadme bien! exclam. Pues ahora comprendo claramente la razn de
mi regreso desde una poca remota aadi clavando la vista en los ojos de Ryell. Las guerras
engendran guerra; las matanzas engendran ms matanzas. Una vez empezado el ciclo, slo puede
haber un final.
Cuando mi mundo estall, Ryell continu serenamente, cinco mil millones de personas
murieron con l. Cinco mil millones. Te puedes hacer una idea de lo que significa ese nmero?
Cinco mil millones de esperanzas, cinco mil millones de corazones.
Verdaderamente, Del lament tener que pronunciar las siguientes palabras, pero comprenda
que su nica arma era el impacto de su discurso:
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
194
Cinco mil millones de Erinels. No habr tregua para el horror que hoy iniciars.
Los ojos de Ryell echaron enfurecidas chispas mientras desenvainaba la espada.
Aprtate, humano gru, o te hundir la espada en el corazn.
La sonrisa de Del expresaba la serenidad de la verdad. Tena los brazos extendidos, en una
posicin totalmente vulnerable.
Entonces, hazlo dijo, impasible. Mi fe en tu pueblo es inquebrantable y, por lo que
parece, mucho mayor que la tuya. Cuando les haya pasado el efecto del veneno de tu odio, se
mirarn, horrorizados, las manos manchadas de sangre. Recordarn este momento, Ryell. Qu ser
de ti cuando se den cuenta del pozo donde los has hundido?
La punta de la espada de Ryell se inclin hacia abajo. Record la pelea de Del con Mitchell
de la noche anterior. Cmo poda aquel hombre aceptar la muerte con tanta tranquilidad?
Antes de que pudiera hallar la respuesta, son un grito de alarma.
Mirad hacia el sur! grit uno de los elfos, y los dems no tardaron en comprender su
pnico.
Salan de Avalon y se dirigan hacia el norte por el Portal de la Montaa; yelmos y puntas de
lanza brillaban bajo el sol de la maana: eran los restos reagrupados del ejrcito calvan y, a pesar de
las bajas, contaba con ms de mil hombres. Todos los elfos se dieron cuenta a la vez de que haban
sido pillados por sorpresa, pues jams hubieran imaginado que aquel ejrcito puesto en fuga y sin
jefe fuera capaz de volver a por ellos con tanta celeridad.
Embustero! grit Ryell con desesperanzada rabia, y se dio la vuelta para hacer describir
a su espada un arco mortal dirigido a la garganta de Del.
No obstante, Ardaz fue ms rpido: lanz un encantamiento con un gesto de la mano que
paraliz la hoja e inmoviliz a Ryell a medio movimiento.
Manteneos en calma orden Arien a su gente, mientras los calvans, que haban rebasado
el centro de la pradera, seguan avanzando con sus monturas sin mostrar signo alguno de disponerse
a cargar; los acompaan los montaraces de Avalon.
El ejrcito se detuvo a corta distancia de los sorprendidos elfos y tres hombres salieron de la
formacin. El de en medio, un pelirrubio joven vestido como un rey, con una holgada tnica blanca
provista de adornos de oro, cabalgaba sobre un gran semental ruano. A su derecha iba Belexus, que
montaba el pegaso Calamus; y a su izquierda cabalgaba Bellerian, el lord de los montaraces. Del
brazo de Bellerian colgaba una corona de coral, de color blanco rosado y con docenas de
incrustaciones de brillantes perlas.
Los seguan a corta distancia una fila de once: diez vigilantes de las Murallas Blancas y
Andovar, que llevaba un estandarte enrollado.
Arien se sinti ms tranquilo al observar la sinceridad de los perspicaces ojos oscuros del
joven pelirrubio. Aquel muchacho era de buena casta: no pareca amedrentado por los
impresionantes montaraces que lo flanqueaban.
Mir a Arien durante unos instantes y luego alz el puo cerrado por encima de la cabeza.
Los calvans se haban acercado demasiado si pretendan cargar, pero, con todo, Arien empez
a situarse a la defensiva cuando el muchacho baj el brazo con un gesto rpido.
Y para asombro absoluto de los elfos, todo el ejrcito calvan, y tambin los montaraces que
cabalgaban con ellos, arrojaron las armas al suelo y se quedaron silenciosamente atentos. Al mismo
tiempo, Andovar despleg el estandarte: cuatro puentes y cuatro perlas destacaban en el cielo azul.
Era la ensea de Pallendara anterior al reinado de Ungden.
Soy Benador anunci el joven con una voz clara y potente, adecuada a su rango;
heredero de la dinasta de Ben-rin y legtimo lord de Pallendara. Cuando Ben-galen, mi padre, y
Darwinia, mi madre, fueron asesinados por Ungden el Usurpador, yo era un nio todava; debo la
vida al venerable Bellerian y al hechicero que vosotros llamis Ardaz.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Ardaz se ruboriz y baj la vista ante las numerosas miradas que se clavaron en l.
Ellos me ocultaron para que no me alcanzara el cuchillo de Ungden prosigui Benador
; y he aqu que durante esos treinta aos he vivido como el hijo de un granjero.
Hace varios meses fui hacia el norte, al hermoso bosque de Avalon, para que Bellerian
pudiera prepararme para el da en el que pudiera reclamar el trono que legtimamente me
corresponde. Ese da ha llegado proclam, solemne; tena los brazos abiertos y la mirada alzada
hacia el cielo. Que se sepa aqu y ahora que se ha restaurado la dinasta de Ben-rin en el trono de
Pallendara!; y haced que la noticia se extienda por todo Aielle.
Cuando se volvi hacia Arien, en su rostro se dibujaba de nuevo una sonrisa amistosa y
modesta.
Y de acuerdo con el verdadero espritu de mi antepasado Ben-rin dijo con suavidad al
jefe mi primer acto es rendir mis armas a los danzarines de la noche.
Los asombrados elfos ni siquiera saban cmo reaccionar.
Mi pueblo ha injuriado muchas veces al tuyo, lord jefe Arien Silverleaf; lo ms grave ha
sido la batalla que se libr ayer prosigui Benador. No puedo remediar esos errores, pero deseo
que la enemistad ancestral entre Calva e Illuma se acabe ahora mismo aadi bajando los brazos
y la vista con humildad. Confiamos en vuestra benevolencia.
De golpe, todas las miradas confluyeron en Ryell.
Que hable l, Ardaz le acuci Del; al punto Ryell, lleno de confusin, pareca vacilar.
A vuestro mundo se le ofrece una oportunidad le dijo Del con serenidad. La paz es
vuestra: slo tenis que extender la mano y cogerla.
Apoy la mano en el hombro de Ryell.
Erinel ha muerto; el precio ha sido caro, demasiado caro. Pero si esta locura no acaba
ahora, la muerte de Erinel habr sido intil y volver a repetirse una y otra vez.
Ryell mir a Benador y al ejrcito calvan, que esperaba con paciencia y desarmado su
decisin.
Sin trucos le asegur Del; te lo prometo.
Qu opinas, Ryell? pregunt Arien S lo que tengo que responder al legtimo lord de
Pallendara; es una respuesta que doy con sumo agrado, de todo corazn. Pero muchos de los
nuestros han llegado a considerar tus palabras por encima de las mas y es importante que nuestra
posicin al respecto sea una. As pues, qu opinas?
El futuro de Aielle depende de tu decisin aadi Del. Recorrer vuestro mundo los
mismos ensangrentados caminos que condujeron a mi mundo a su destruccin? O vais a superar
esta estpida violencia?
Ryell baj los ojos; trataba de aclarar la sbita confusin que el da le haba aportado. Cmo
poda esperarse de l que aceptara la paz con los odiados calvans cuando la victoria de los
illumanos estaba al alcance de la mano?
Desvi la mirada hacia las piras funerarias de sus compaeros muertos, hacia la pira de
Erinel, la alegra de su vida.
Ech un vistazo a los cuerpos de los calvans cados: yacan desperdigados por la pradera;
algunos haban ennegrecido y tenan aves carroeras en torno; pens en sus hijos, que los esperaban
en Calva a la puerta de sus casas y en los llantos que derramaran por unos padres que no volveran
jams.
Tales eran los horrores de la guerra.
Humillado y avergonzado, Ryell mir a Arien con la cara baada en lgrimas.
Ya se ha derramado bastante sangre dijo con voz calma.
Arroj la espada al suelo.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
196
No aceptamos tu rendicin, lord de Caer Tuatha dijo Arien a Benador, sino tu amistad.
Benador desmont y tendi la mano al jefe; mientras se acercaba para estrechrsela, Arien
desabroch la sujecin de la vaina y Fahwayn cay al suelo junto a la espada que haba arrojado
Benador. Ante aquel gesto de amistad entre el jefe de Lochsilinilume y el Jefe Supremo de
Pallendara numerosos elfos y hombres comprendieron y compartieron las esperanzas de Del en el
futuro de Ynis Aielle.
Ahora eres libre le dijo Del a Ryell con suavidad; libre del odio que ha oscurecido tu
vida durante tanto tiempo.
Ryell no pudo esbozar una sonrisa en su rostro baado por las lgrimas, pero le estrech la
mano calurosamente.
Los fuegos funerarios iluminaron una vez ms el firmamento nocturno del Portal de la
Montaa; pero aquella noche, la pena de los supervivientes no estaba mancillada por los gritos de
odio o de falsa gloria. Tanto los humanos como los elfos aceptaban sus prdidas como una trgica
leccin y hacan votos por no repetir el lacerante error que haban cometido.
Arien, en un acto de profunda fe y confianza, sin que nadie de los suyos se le opusiera, abri
los hasta entonces secretos pasadizos y condujo a sus huspedes humanos hasta Ciudad de Plata.
All, se prepar una gran fiesta, se estrecharon muchos lazos y se pronunciaron muchos juramentos.
La solemne celebracin dur una semana entera; el punto culminante fue una invitacin de Benador
a los elfos y a los montaraces para que asistieran a la ceremonia de su coronacin en Pallendara en
la primavera del prximo ao.
Del fue temprano a la habitacin de Billy para despertarlo la maana en la que los calvans
tenan que marcharse.
Lo hemos conseguido dijo lleno de jbilo; su entusiasmo naca del orgullo. Fuimos
trados aqu para enderezar las cosas y, por lo ms sagrado, lo hemos conseguido.
Yo no dira tanto respondi Billy mientras rodaba fuera de la cama y se desperezaba;
has olvidado tu propio mundo. Cientos de aos de prejuicios y odios no desaparecen de la noche a
la maana.
Del mir a su amigo negro y no pudo menos que mostrarse de acuerdo. Se dirigi a la ventana
y corri las cortinas.
Y entonces qued extasiado al contemplar cmo en el mgico valle los elfos y los humanos se
despedan afectuosamente y se daban sinceros apretones de manos y abrazos. Del se sinti invadido
por una gran serenidad: en aquel momento parecan haberlo abandonado precauciones y
preocupaciones, pues en cierto modo comprenda que aquello permita vislumbrar el futuro de
Aielle.
Llevar tiempo dijo con una esperanzada sonrisa volvindose hacia Billy. Pero estn
en el buen camino.
Billy lade la cabeza curiosamente ante la repentina e impresionante expresin de calma de su
amigo.
Otro verano dej paso al otoo, pero l no pudo saberlo. Haba perdido toda esperanza; slo
podan llegar sufrimientos en aquella situacin difcil, sin tiempo y sin remedio.
El nico refugio era la meditacin; por tanto se haba asido a un encantamiento y se haba
concentrado en su espritu: suspendi toda actividad salvo la mental. Cuntos aos haban
transcurrido? Cuntos transcurriran todava?
No lo saba y no le importaba. Del mismo modo que la supresin de actividad fsica le
elimin las necesidades y le preserv el cuerpo, la contemplacin de las verdades universales ms
profundas le preserv la mente.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Pero qu haba interrumpido su encantamiento? Qu cambio fsico haba sucedido en
aquella continuidad que haba perturbado su sueo encantado?
El picaporte son de nuevo y la diminuta puerta de la celda se abri hacia adentro. La silueta
de una figura que se encorv para entrar tapaba la mayor parte de la luz del pasillo, aunque aquel
resplandor bast para resultarle dolorosamente deslumbrante al hombre que durante treinta aos
slo haba conocido la oscuridad de las mazmorras.
La bendicin de los colonnae sean siempre con Ardaz! exclam Benador cuando vio al
prisionero. Lo que l haba profetizado se ha hecho realidad, e Istaahl el Blanco vuelve a su
puesto junto al trono de Pallendara!
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Eplogo
Los sonidos de la danza de Tivriasis despertaron a Del de sus ensoaciones; haba estado
vagando por Shaithdun-o-Illume, la plataforma de reflejos cristalinos. La belleza inolvidable del
lugar lo haba cautivado al instante, y de repente comprendi la proteccin que Arien deseaba para
aquel reino y hasta qu punto estaba en peligro.
Y en aquel instante de epifana tambin comprendi por qu Brielle lo haba echado.
Del ech una ojeada a los tneles por los que acababa de pasar. En aquel instante, sus
necesidades personales le parecieron insignificantes y egostas; y liberado de esas restricciones, su
mirada cobr un renovado brillo al contemplar el creciente resplandor de la luna sobre las paredes
de mica.
La primera luna de la primavera, la ltima luna del invierno.
Cuando la luna se ha ocultado detrs del horizonte del oeste y el brillo de las estrellas destaca
con mayor nitidez sobre el cielo oscurecido, cuando las ltimas notas de las voces de la noche se
han borrado del pensamiento y los primeros ecos de la msica del alba todava no han empezado a
sonar, es posible que un hombre pueda explorar los rumores de su alma. Eso fue lo que le ocurri a
Del aquella noche en Shaithdun-o-Illume. Viva el presente con tal intensidad que su contemplacin
interior se vio libre del mundanal ruido.
Todava perdido en el ensimismamiento del increble viaje que lo haba transportado a travs
del tiempo y del espacio hasta aquel lugar en el que tena el corazn pero que todava no era su
hogar, Del no prest atencin a una niebla sobrenatural que, poco despus, ascendi desde el agua y
se qued flotando a poca distancia de la plataforma, ni tampoco vio el espectro que apareci entre
las espesas brumas.
DelGiudice dijo la figura, y la angelical entonacin llen de jbilo a Del.
Calae! dijo jadeante.
Ests preocupado, amigo mo.
Una mujer explic Del. Y un mundo. Amores que no estn a mi alcance.
Lejos de las montaas, en la magia tranquila de Avalon, la mujer estaba apoyada contra un
rbol.
Oh, Rudygrit. He roto mi juramento!
Es evidente, querida hermana replic Ardaz con una risita burlona; s, s, muy evidente
agreg; pero se ensombreci al advertir que Brielle estaba realmente afligida.
No debes preocuparte dijo. Los colonnae se alegraron al saberlo! Ellos son quienes me
han pedido que te visite.
Aydame le rog; las palabras del hechicero le aportaron un cierto consuelo, aunque
poco podan hacer para aliviar su intenso dolor. Debes hacerlo, por favor. Jams haba estado tan
angustiada.
Tambin tengo miedo, Calae continu Del. Miedo de m mismo y de lo que podra
hacer.
Tienes motivos? le pregunt Calae.
Despus de la batalla del Portal de la Montaa, cre que podra escribir la historia del
mundo explic Del. Del mundo antes del holocausto.
Una ambiciosa empresa coment Calae.
Ecos de la cuarta magia R.A. Salvatore
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Y estpida aadi Del. Pues esa obra contendra informacin que esas gentes no
necesitan saber, informacin que pudiera muy bien ser la causa de su perdicin.
Calae no contest, pero la expresin de su rostro mostr a Del que le haba entendido a la
perfeccin. Cualquier relato acerca del mundo antes del holocausto podra incluir datos sobre armas
y mtodos, la cuarta magia de la tcnica, que haran avanzar a Aielle prematuramente, que podra
encender fuegos de conquista en el corazn de algunos.
ste es el mundo que siempre haba soado explic Del; el mundo de mis fantasas, y
no puedo quedarme a causa de lo que aprend en el mundo que desprecio. Tanto mi formacin
como mis mtodos, podran traer la ruina a Aielle; no puedo permitir que tal cosa ocurra.
No podras guardarte esos conocimientos peligrosos para ti mismo?
Tal vez respondi Del. Pero no creo que me atreva a correr el riesgo; no soy como
Billy. l puede aceptar todo esto con un encogimiento de hombros y una sonrisa, pero yo siempre
estoy tratando de mejorarlo todo.
Mejorar repiti Calae; una idea peligrosa.
Aielle no lo necesita dijo Del con sinceridad mirando intensamente las llamas azules de
los omniscientes ojos de Calae. Sobrevivieron a su Jeric, su batalla est ganada. Ahora, el nico
peligro soy yo.
Tus temores son fundados, amigo mo respondi Calae; haca falta que llegaras a esa
conclusin por ti mismo; veo tu dolor y me gustara poderte decir algo distinto.
No es justo dijo Del con calma. Haber encontrado mi paraso, nicamente para tener
que abandonarlo.
Lo siento muchsimo.
Del se esforzaba para contener las lgrimas.
Entonces, qu? pregunt con aparente estoicismo. Me enviars de nuevo a mi propio
tiempo, donde podra vivir mi vida?
No puedo hacerlo repuso Calae; los ros del tiempo fluyen a diferentes velocidades,
pero ay! sus aguas se mueven siempre en la misma direccin. La poca de tu existencia en la tierra
que t conociste ha pasado; y aunque no fuera as, la experiencia de tu mundo palidecera ante la
belleza de Ynis Aielle. All no seras feliz.
El prncipe de los colonnae extendi el brazo hacia Del.
Ven conmigo, Jeffrey DelGiudice dijo; viajaremos juntos por las estrellas.
Del ech un vistazo a la entrada del tnel que conduca a la ciudad de los elfos y sinti que su
mirada era atrada hacia el sur, a travs de la hendedura en la pared montaosa, hacia el
impenetrable velo negro que cubra Avalon.
Cmo puedo olvidarlo? pregunt O cmo puede ella? aadi; mir de nuevo a
Calae, mientras la humedad de las mejillas centelleaba a la luz de las estrellas. Se ha acabado
todo? murmur. Pens en Billy, en cmo envidiaba a su afable amigo, y cobr nimo al pensar
que Billy presenciara la coronacin por l y cuidara de aquel mundo y de los logros que haban
conseguido.
Del mir al angelical espectro. Calae permaneca imperturbable, con el brazo extendido y una
expresin que pareca llamarlo.
Del sacudi la cabeza y sonri: aceptaba su destino a manos del leal Calae. Lanz una ltima
y soadora mirada al bosque encantado.
Luego salt de la plataforma.
Quizs era simplemente la accin de las corrientes de aire en la quietud de la noche, pero ms
probablemente era la magia de Calae, o de Ardaz o Brielle, lo que aportaba un consuelo final al
hombre de ayer que tanto haba influido en sus vidas, mientras los ltimos sonidos de Ynis Aielle
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llevaban a los odos de Del el llanto de una criatura al nacer. Pues en aquel momento, acababa de
llegar al mundo un hijo de Brielle: una hermosa nia.
La llamara Rhiannon, el nombre de una mujer que haba honrado aquel viejo mundo perdido
haca mucho tiempo con pequeos misterios y encantamientos.
Tambin en aquel preciso momento empez a nevar en Aielle. Impulsada por el viento del
mar, la ventisca azotaba con furia las murallas negras de Talas-dun, donde Reinheiser, el nuevo
Brujo Negro, estaba sentado en su trono oscuro esperando el da en el que de nuevo podra alzarse.
La nieve caa indiferenciada sobre Pallendara, pues apenas era visible sobre la blancura de las
recin pulidas murallas; cubra la dormida Illuma y bajaba suavemente hasta Avalon, donde una
madre amamantaba a su hijita.
Iba a ser la ltima nieve del invierno, pues la luz del alba, brillante y clara, anunciaba el
primer da de primavera.
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Nota sobre el lenguaje
El ingls es la lengua comn a todas las razas de Aielle; incluso lo hablan, aunque de forma
incorrecta, los salvajes garras de las tierras baldas del este. Se trata, simplemente, de una
herencia de los tiempos anteriores al holocausto, cuando el ingls era la lengua predominante entre
los nios de los barcos que los colonnae guiaron hasta las costas de Aielle.
El sabor galico del habla de los guardabosques es debido a la influencia de Jennifer
Glendower (Brielle). Sola en su dominio durante muchos siglos, la hechicera a menudo teja
encantamientos almacenados en las celdas de su memoria tratando de hallar a sus antepasados a
travs de su herencia gentica. Y gracias a esos encuentros adquiri las ms coloreadas frases y los
ritmos del habla de sus antepasados de las tierras altas escocesas. As lo transmiti a Bellerian
cuando ste se fue al norte a vivir bajo las ramas del bosque de ella; y l a su vez lo ense a los
nios que se convertiran en los Combatientes de Avalon.
Los encantamientos constituyen la lengua de los brujos; sus vibrantes palabras multisilbicas
son un componente bsico de las invocaciones mgicas. En Aielle lo usan mucho los elfos, que lo
incorporaron a su habla cotidiana a causa de su estrecha relacin con el hechicero Ardaz.
Irnicamente, los encantamientos tambin tienen reminiscencias galicas, pues el lenguaje de los
antiguos pueblos celtas reflejaba la simbiosis con la tierra y las fuerzas de la naturaleza, las mismas
fuerzas de las que los brujos extraan sus poderes.
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Glosario
Aielle: la tierra del renacimiento.
Andovar: un combatiente, hijo de Belexus.
Angfagdul: (palabra mgica) la oscuridad absoluta; se refiere a Morgan Thalasi.
Ardaz: el Mago de la Plata de Illuma, uno de los cuatro hechiceros adiestrados por los
colonnae en los albores de Aielle.
Avalon: bosque mgico situado al sudoeste de las Montaas de Cristal y bordeando el prado
del Portal de la Montaa.
Backavar: (palabra mgica) brazo de hierro; se refiere a Belexus.
Belexus: un combatiente, hijo de Bellerian, considerado el mejor guerrero de todo Aielle.
Bellerian: el lord de los montaraces de Avalon.
Benador: heredero del linaje de Ben-rin y legtimo Jefe Supremo de Pallendara.
Ben-galen: padre de Benador, asesinado por Ungden el Usurpador
Ben-rin: admirado Jefe Supremo de Pallendara cuando ocurri la segunda mutacin del
hombre.
Brady, Doc: mdico naval en el Unicornio.
Brielle: experta de la Primera Magia, la hechicera Esmeralda de Avalon y uno de los Cuatro.
Brisen-Ballas: la torre donde reside Ardaz situada sobre un precipicio que domina el valle de
Illuma.
Brogg: los Yermos Pardos, una tierra desolada por Thalasi para disuadir a los intrusos de
buscar su fortaleza.
Caer Tuatha: (palabra mgica) la ciudad del hombre; se refiere a Pallendara.
Calae: anglico prncipe de los colonnae.
Calamus: un pegaso rescatado de la guarida de un dragn por Belexus y que, agradecido, le
sirve como montura.
Calva: tierras herbosas del centro y del sur de Aielle, bajo soberana del Jefe Supremo de
Pallendara.
Castel Angfagdt: (palabras mgicas) el castillo de la oscuridad; se refiere a Talas-dun.
Ciudad de Plata: la ciudad de los elfos, Illuma.
Clas Braiyelle: (palabras mgicas) hogar de Brielle; se refiere a Avalon.
Colonnae: seres angelicales que sirvieron de guardianes a la segunda raza de hombres
inmediatamente despus del holocausto.
Corbin, Ray: primer oficial del Unicornio.
Cuatro, los: los cuatro adultos salvados del holocausto por los colonnae y adiestrados para
ser hechiceros.
Cuatro Puentes: construcciones que cruzan el ro Sin Final al sur de Aielle; lugar de una
legendaria batalla entre los garras y los calvans.
Darwinia: esposa de Ben-galen, asesinado por Ungden el Usurpador.
DelGiudice, Jeffrey: Del, el oficial ms joven del Unicornio.
Desdmona: compaera de Ardaz de aspecto cambiante; generalmente adopta la apariencia
de una gata negra.
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E-Belvin Fehte: (palabras mgicas) fuegos asesinos; se refieren al holocausto que
destruy la primera raza de hombres.
Elfos: la segunda mutacin del hombre, obligados a exiliarse por los calvans.
Erinel: un elfo, sobrino de Ryell.
Fahwayn: espada mgica de Arien Silverleaf.
Garras: raza perversa producto de la primera mutacin del hombre; son peones malignos en
los ambiciosos planes de Morgan Thalasi.
GESNA: Grupo de Exploracin Submarina Nacional, organizacin hermana de la NASA.
Glendower, Jennifer: nombre de Brielle antes del holocausto.
Glendower, Rudy: nombre de Ardaz antes del holocausto.
Hombres antiguos: los supervivientes del Unicornio, que fueron llevados a Aielle, la tierra
del futuro, para ensear a la nueva raza de hombres las lecciones del pasado.
Illuma: el refugio de la montaa secreta que alberga a los fugitivos elfos.
Illuma, valle de: valle mgico donde se encuentra Illuma.
Istaahl: Mago Blanco de Pallendara, uno de los Cuatro.
Kored-dul: (palabras mgicas) montaas sombras situadas al noroeste de Aielle, donde
se encuentra Talas Dun.
Loch-shIllume: (palabras mgicas) el remanso de la luna, la poza ubicada al pie de
Shaithdun-o-Illume.
Lochsilinilume: (palabra mgica) tierra de la luz de luna hechizada; se refiere a Illuma.
Luminas ey-nabraieken: (palabra mgica) danza de las lunas ms brillantes, una fiesta
iniciada por Arien Silverleaf para celebrar la belleza de la luz de la luna llena sobre Shaithdun-o-
Illume.
Mitchell, Hollis: capitn del Unicornio.
Montaas de Cristal: dos grandes cordilleras con vetas de mica que limitan por el norte las
praderas de Calva.
Montaraces de Avalon: los hijos de los nobles de la corte de Ben-galen cuando Ungden
usurp el trono; fueron puestos en lugar seguro y adiestrados por Bellerian para ser guerreros.
Morgan, Thomas: nombre de Morgan Thalasi antes del holocausto
Nigrolago: (palabra mgica) lago negro, un infecto pantano en un encajonado can justo
al norte de Avalon.
Pallendara: La mayor ciudad de Aielle, ubicada en la costa sur.
Perrault: nombre de Istaahl antes del holocausto.
Profecas hechizantes: conjunto de profecas de Brielle que anunciaban la venida de los
hombres antiguos.
Reinheiser, Martin: cientfico civil a bordo del Unicornio.
Roca de la Justicia: lugar donde Ardaz hizo creer a Umpleby que asesinara a los elfos,
aunque en realidad se los llev a Illuma.
Ryell: un elfo, amigo de Arien Silverleaf.
Shaithdun-o-Illume: (palabras mgicas) plataforma montaosa a la luz de la luna; es un
lugar especial para celebraciones de los elfos de Illuma
Shank, Billy: navegante del Unicornio.
Silverleaf, Arien: jefe de los elfos de Illuma, el primer elfo nacido de padres elfos.
Sylvia: una elfa, hija de Arien Silverleaf.
Talas-Dun: fortaleza negra de Morgan Thalasi.
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Telfiplat: plateado rbol de hojas blancas frecuente en las laderas sur de las Grandes
Montaas de Cristal.
Thalasi, Morgan: el Brujo Negro, uno de los Cuatro y malvado practicante de la dominacin
de la Tercera Magia.
Thompson, Michael: ingeniero del Unicornio.
Tivriasis: ro cantarn de Shaithdun-o-Illume, as llamado por Arien Silverleaf en honor de su
difunta esposa.
Umpleby: antepasado de Ungden, un despiadado terrateniente que se opuso a Ben-rin cuando
ste era Jefe Supremo de Pallendara.
Ungden: el Usurpador, autoproclamado Jefe Supremo de Pallendara que se hizo con el
poder mediante un sangriento golpe de estado en el que asesin a Ben-galen y a Darwinia.
Unicornio: el submarino de grandes profundidades que llev a los hombres antiguos hasta las
profundidades del Atlntico, y finalmente hasta las aguas del nuevo mundo.
Vigilantes de las Murallas Blancas: orden de caballeros vinculados por el inquebrantable
juramento de fidelidad al Jefe Supremo de Pallendara.
Ynis Aielle: (encantamientos) isla del renacimiento.