Sobre Las Prfundidades Del Mandar Obedeciendo
Sobre Las Prfundidades Del Mandar Obedeciendo
Sobre Las Prfundidades Del Mandar Obedeciendo
Chiapas
miradas de mujer
Chiapas
miradas de mujer
Mercedes Olivera, Magdalena Gmez,
Diana Damin Palencia
PTM-Mundubat
Sombrerera, 2- 3 48005 Bilbao
Tel. 94 416 23 25
www.ptmmundubat.org
de esta edicin:
TERCERA PRENSA-HIRUGARREN PRENTSA S.L.
Pea y Goi, 13, 1 - 20002 Donostia-San Sebastin
e-mail: hiruga01@sarenet.es
ISBN: 84-87303-78-1
Depsito Legal: SS-1159/04
Imprime: Michelena artes grficas
ndice
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PRLOGO
Prlogo
Desde hace diez aos y despus del levantamiento armado, en
enero de 1994, Chiapas ha sido el referente de las luchas de los
pueblos indgenas en la esfera internacional. En estos aos la solidaridad internacional para con los pueblos indgenas y por el
logro de sus derechos colectivos ha ido extendindose. Esta solidaridad ha sabido hacer de caja de resonancia de la propia historia
de los pueblos indgenas y de sus reivindicaciones seculares, convirtindose en su vocera infatigable en los diferentes pases del mundo.
Durante estos aos han acontecido en Chiapas y por extensin en Mxico varios momentos que han ido dando imagen y voz
a la lucha de los pueblos indgenas a favor de la paz, la justicia
social y la libertad. De alguna manera la rebelin en Chiapas es
desde luego indgena, es campesina y es democrtica. Momentos
que han sido noticia en los medios de comunicacin internacionales y que han generado expectativas y han dado aliento a movimientos sociales, ONGs, e incluso a instituciones sobre todo de
mbito local. Como bien dice Jos Saramago Chiapas no es una
noticia en un peridico. Chiapas es un lugar de dignidad, un foco
de rebelin en un mundo patticamente adormecido. Debemos
seguir viajando a Chiapas y hablando de Chiapas. Ellos nos lo
piden. Dicen en un cartel que se encuentra a la salida del campo
de refugiados de Polh: Cuando el ltimo se haya ido, qu va a
ser de nosotros?.
A este reconocimiento y respeto de los derechos de los pueblos indgenas y de acompaamiento y apoyo a los procesos autnomos de las comunidades de Chiapas, se suma PTM-mundubat,
organizacin que lleva 15 aos trabajando conjuntamente con la
poblacin de las comunidades indgenas de Chiapas, siempre con
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Mercedes Olivera
La presencia armada del EZLN en enero de 1994 caus una gran
expectativa, no slo porque los indgenas chiapanecos en una accin temeraria y sin precedentes pusieron al descubierto del mundo, junto con sus saberes y potencialidades, sus problemas seculares de discriminacin y marginacin. Sino porque sus planteamientos, madurados con la resignificacin de una larga historia
de silenciosas rebeldas, nos permitieron a muchos y a muchas
recuperar la esperanza de reconstruir la realidad en un momento
en que la desmoralizacin en sus dos acepciones, como prdida
de las utopas y como prdida de los escrpulos, dominaban el
panorama poltico de Amrica Latina.
En efecto, el zapatismo apareci, despus de varias dcadas de
frustradas luchas populares por la democracia en Centro y Sudamrica, con un nuevo aire de cambio, con planteamientos que
rompieron los viejos dogmas de la izquierda y actualizaron la lucha poltico-militar como punto de partida para el cambio. El proyecto zapatista busca cambios para los indgenas y para todo el
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bios en los valores, concepciones, relaciones sociales y funcionamiento social de las unidades de poblacin, indgenas y mestizas.
Pero tambin para el funcionamiento global del pas, que hay que
ir construyendo, a la par que se deconstruye el funcionamiento
vertical, excluyente y discriminatorio de la sociedad actual. La
construccin de los municipios autnomos zapatistas, es un espacio inicial para esa construccin. Sin embargo, la lucha misma
para lograrlo parece encerrar contradicciones no resueltas que
impiden el ejercicio de la toma de decisiones desde abajo, empezando porque mandar obedeciendo se opone al funcionamiento
militar del EZLN y de cualquier organizacin poltico-militar.
Por lo tanto, iniciar la aplicacin del principio en la prctica
indgena zapatista no ha sido tarea fcil, en ocasiones pareciera
que ni siquiera se ha intentado y que se ha quedado en el aire, sin
pies en la realidad. El zapatismo mantiene vigente el principio de
mandar obedeciendo, pero la realidad en los varios lustros de su
lucha parecen mostrar las dimensiones de cambio que encierra,
las grandes dificultades para irlo poniendo en prctica, sobre todo,
porque es muy difcil mandar obedeciendo en una situacin de
guerra de baja intensidad como la que les ha impuesto el gobierno
mexicano en contra de su proyecto autonmico.
Ivon Le Bot, uno de los muchos investigadores que han reconocido la importancia actual de las luchas de los indgenas en
Amrica Latina, incluyendo en forma especial al EZLN, llama la
atencin sobre la fuerza nacional e internacional que en poco tiempo ha acumulado el movimiento indgena, pero al mismo tiempo
alerta sobre el peligro que los gobiernos neopopulistas y
neoliberales representan para su existencia. La mediatizacin, la
penetracin, el clientelismo, los conflictos en las comunidades
indgenas, no pueden verse como acciones aisladas de los gobiernos, sino como consecuencia de las exigencias de paz subordinada, que necesita el libre comercio para expandirse y el poder
neoliberal imperialista para apropiarse, con la mediacin de los
gobiernos, de los recursos naturales y sociales de nuestros pueblos tercermundistas.
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Acercamiento metodolgico
Para un acercamiento a la compleja problemtica planteada parto
de la descripcin de casos concretos que ilustran contradicciones
de diferentes tipos entre la realidad y el proyecto zapatista de
mandar obedeciendo. Los casos, presentados testimonialmente,
en la voz de los propios agentes, se han escogido entre los muchos
acumulados en mi experiencia de trabajo social y de investigacin sobre las mujeres en las comunidades indgenas chiapanecas,
durante los ltimos diez aos. El caso de la contrainsurgencia paramilitar en la zona chol del norte del Estado, que es uno de los
casos que analizo, ha sido documentado y denunciado amplia y
permanentemente por los centros de Derechos Humanos, especialmente por el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolom
de las Casas; no obstante, aqu incluyo algunos puntos de vista
que, sin contradecir las denuncias, complementan la informacin
para entender la dinmica del conflicto.
Aunque los lmites de este artculo no nos permitan entrar en
detalles, ni tener una idea completa del contexto global en que se
realizan los casos escogidos, trataremos de analizarlos partiendo
de la teora del campo cultural de Bourdieu1 poniendo nfasis en
la dinmica surgida de las prescripciones sociales (normativas,
trascendentes e impositivas), elementos del hbitus que, como estructuras estructurantes de las relaciones, de las identidades, de
las formas de pensar, concebir y clasificar la realidad, agilizan la
reproduccin o el cambio tanto de las relaciones sociales como de
Campo, hbitus y capital son conceptos centrales en la obra de Bourdieu. En
trminos analticos un campo puede definirse como una red o configuracin de
relaciones objetivas entre posiciones ... [que] se definen objetivamente en su
existencia y en las determinaciones que imponen a sus ocupantes, ya sean agentes
o instituciones por su situacin actual y potencial en la estructura de la distribucin
de las diferentes especies de poder (o capital) ... que estn en juego dentro de un
campo ... y por sus relaciones objetivas con las dems posiciones (Dominacin,
subordinacin, homologa). En las sociedades altamente diferenciadas el cosmos
social est constituido por el conjunto de estos microcosmos sociales, relativamente autnomos ... que forman la base de una lgica y una necesidad especficas,
que son irreductibles a las que rigen a los dems campos. (Bourdieu y Wacquant
1995:64)
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dencia en Chiapas agudiza la explotacin servil, los usos y costumbres de la dominacin terrateniente y del servilismo a travs
de normas fuertemente discriminatorias, con la nica limitacin
de mantener la sobrevivencia de los indgenas como trabajadores
de las fincas. La modernizacin que acompa el llamado desarrollo porfirista tambin favoreci en Chiapas al rgimen terrateniente. Los deslindes y la desamortizacin de bienes comunales
dieron la posibilidad de ampliar los latifundios ganaderos hacia
las regiones del centro, norte y selva, mientras que en el Soconusco a finales del siglo XIX se establece un enclave cafetalero con
capitales alemanes y norteamericanos principalmente, que utilizaron mano de obra temporal y cautiva de los indgenas de los
Altos. El enclave cafetalero (modelo de desarrollo primario exportador) se extendi tambin hacia la selva y el norte; coletos y
comitecos migraron llevando indios de los altos para establecer
pueblos en los terrenos de las fincas con mano de obra acasillada.
(Benjamin 1990, Ruz 1992). Tanto el trabajo temporal, como el
de los acasillados representan el punto ms lgido del rgimen
servil indgena y el momento en que se acumularon grandes capitales chiapanecos. El sistema de deudas, los salarios nfimos, las
tiendas de raya y el derecho de pernada, la ausencia de un rgimen
de derecho para los indgenas (Olivera 1977, 1998b) aumentaron la
discriminacin, dependencia y la subordinacin tnica y genrica.
El poder de los terratenientes en Chiapas, que combatieron con
las armas, la intervencin federalista, la revolucin, el socialismo
y los cambios sociales que se trataron de hacer extensivos a
Chiapas, logr sostenerse en base al despojo indgena, a alzamientos armados en los que utilizaron peones indgenas y gracias a los
pactos con el gobierno central que desconocieron la existencia de
esa poblacin que formaba a fines del siglo XIX y principios del
XX ms de la mitad de la poblacin del Estado. La llamada Guerra de Castas, es una muestra de la persistente rebelda indgena
en contra del poder y la discriminacin (Ruz, 1992)
El rgimen patriarcal, semiesclavista, sobreexplotador y discriminatorio que dur en Chiapas hasta los 70s-80s del siglo XX
(Pars, 2001) cuando se expande el mercado nacional, toma auge
el indigenismo integracionista, se incrementan las luchas agra-
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rias, se impulsa el modelo de sustitucin de importaciones, proliferan significativamente las sectas protestantes y se inicia la construccin, desde la dicesis de San Cristbal, de la Teologa India
es punto clave para entender, tanto la profundizacin de la autodevaloracin indgena, de sus identidades subordinadas tnica y
genricamente, de su rezago en el desarrollo, de su dependencia y
situacin econmica actual como el inicio y despliegue de su resistencia y sus rebeldas. (Prez Castro 1989, Rus 1997, Harvey, 1998).
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cionamiento poltico-militar, en donde los acuerdos no son tomados por consenso o al menos con el conocimiento de los miembros de las comunidades. Por razones de seguridad y estrategia
las rdenes militares no se discuten, se obedecen y su valor rebasa
los lmites comunitarios, pero sobre todo tienen una dinmica y
significados diferentes. Las contradicciones entre el consenso de
sumarse al zapatismo como bases de apoyo y la aplicacin de
rdenes militares, sobre los marcos rgidos del funcionamiento
comunitario en Santa Catarina, originaron problemas graves de
muertes, desestructuracin social, polarizacin poltica y frustracin personal y colectiva.
Despus del levantamiento zapatista, la asamblea tzotzil de
Santa Catarina Huitiupan, acorde con su tradicin de lucha, acord convertirse en base zapatista:
era cabecera de una amplia regin y sede de los mandos, pues siempre haba sido como el ombligo de la poblacin indgena de ac,
desde la lucha que vivimos contra los finqueros y quizs desde ms
antes (Entrevista autoridad 1)
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paerismo no se rompieron; de vez en cuando, de paso a comunidades ms al norte, pasbamos por Catarina, comunidad que desde el 76 era punta de lanza en la defensa de los derechos y luchas
populares. Dos aos despus de la asamblea referida, las religiosas del Convento de Huitiupn nos dijeron: hay problemas fuertes, toda la comunidad est castigada, los zapatistas salieron de la
poblacin, se teme la entrada del ejrcito, es mejor que no lleguen
ustedes. Esto coincidi con la etapa de fuertes agresiones
paramilitares, en los municipios de Sabanilla y Tila, y con el recrudecimiento de la militarizacin de todas las regiones indgenas
del Estado; la informacin sobre Catarina no pareca salirse del
contexto de la violencia generalizada que en ese momento se viva en Chiapas.
Precisamente entonces, a mediados del 96, la brigada de cooperantes catalanas/es de Tarrassa, que trabaj con nosotras en la construccin de la casa de las mujeres de una comunidad del vecino
municipio de Simojovel, fueron detenidos en el cruce del camino
con Huitiupan por agentes estatales de seguridad y subidos a una
camioneta abierta en donde trasladaban los cuerpos de una familia, supuestamente zapatista, asesinada das antes en un lugar cercano. En un momento inicial se culpabiliz a los extranjeros del
asesinato, pero al da siguiente fueron liberados. La solidaridad
internacional no se hizo esperar, en varios peridicos aparecieron
protestas responsabilizando al ejrcito y al gobierno, tanto de la
masacre como de la expulsin de las cooperantes.
Cerca de dos aos despus regres a Sta. Catarina a peticin de
Marcelo, el nuevo promotor cultural de la comunidad; me pidi
que trabajramos con las mujeres. La comunidad ya no era zapatista
por los problemas anteriores, pero ni l ni otros amigos se atrevieron a dar su visin completa. Fue en una reunin de trabajo con
las mujeres en donde obtuvimos la informacin:
las mujeres estn bastante tristes, algunas se enfermaron y hasta
murieron como la Camila. Ya no quieren nada, nada del gobierno, ni
de los zapatistas, ni de las ONGs. Desde que pas lo que pas, la
gente desconfa unos de los otros, ya nadie cree en lo que se dice y
menos aceptan trabajos para la comunidad, cada uno vela slo por l
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El ser prista, de acuerdo con los mandos locales, era no dar las
cooperaciones acordadas en asamblea para las acciones de resistencia; otra razn para los ajusticiamientos fue que no se cumpla
con la prohibicin de tomar trago y a uno de ellos, lo acus su
mujer de pegarle, de no darle para mantener a sus hijos y de tener
a otra en Simojovel.
saber por qu no queran dar la cooperacin, porque eran pobres
como todos, pero s tenan cmo dar, aunque haba acuerdo ellos no
daban, as lo hacen los pristas y los protestantes en la cabecera, all
tambin han peleado por esto pero no ha habido muertos como ac
(Mujer, asistente a la reunin de mujeres)
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Analizando con las mujeres estos hechos se ha buscado la forma de ayudarlas a procesar sus duelos. No es fcil, la gente piensa
que tendrn que crecer los que ahora son nios, para ver si se
componen las cosas. Entre la informacin importante que logramos registrar estn los argumentos de quienes todava, despus de
varios aos, defienden al mando que dio la orden de ajusticiamiento:
l actu con la razn, la nueva ley zapatista fue acuerdo todos
tenamos que cumplirla, as es la costumbre indgena.
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que haba que llevarlo con las autoridades de Chiln, otros propusieron que se lo llevaran a los zapatistas. Del juicio surgi el acuerdo de encerrarlo en una improvisada crcel de la misma comunidad en espera de la llegada del responsable zapatista que, segn
sus expectativas, llevara al acusado a un juicio zapatista. Cuando
ste lleg no slo dej libre al asesino, sino que destituy a los
dirigentes zapatistas locales por no haber tomado en cuenta la situacin de alerta de emergencia que se les haba hecho llegar. La
comunidad no entendi la contradiccin entre sus problemas locales y la amenaza de un despliegue militar contrainsurgente, ni
la solucin que le dio el mando desautorizando los acuerdos de la
comunidad, que obedeca al principio zapatista de mandar obedeciendo.
En otra comunidad con algo ms de 350 familias, de un municipio autnomo de la selva, todos eran zapatistas, pero en una
visita reciente no llegan ni a veinte familias:
Se han salido porque hay una desorientacin, no estn de acuerdo
con el consejo autnomo en eso de la madera. Primero dijeron que
no hay que venderla porque es riqueza natural. Despus salieron con
que ellos s la vendieron a un dueo de aserradero, y cuando les
reclam la comunidad dijeron que les daran el 15% de las ventas.
Pocos estuvieron de acuerdo, otros no estn de acuerdo con la cantidad, pues dicen que es madera de la comunidad y que la comunidad
tendra que decir si la vende o no y en cunto y si de all se va a dar
una cantidad al Consejo. Dicen que el Consejo hace lo mismo que
las autoridades pristas de antes. Slo de palabra dice el EZ que las
comunidades son autnomas y que los municipios son autnomos,
la verdad es que siempre viene la orden de arriba. La gente ya no
muy les cree, dicen que tienen razn los curas dominicos. Por eso
est dividida la comunidad. (Ex-dirigente de la comunidad, noviembre de 2000)
Esa comunidad, como la de Chiln, ha dejado de ser base zapatista, sus miembros han optado mayoritariamente por afiliarse a
una posicin poltico-religiosa que rechaza la guerra y plantea la
reconciliacin, otros han cado en la indiferencia poltica, y otros
ms, pocos por cierto, se han afiliado en la zona norte a grupos
paramilitares.
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ta. Yo no conoca al compaero, pero esa noche tuve que dormir con
l y fuimos parejas por 14 aos. Nos toc ir a trabajar en muchos
lugares, a veces yo por lado y l por otro, pero nos entendamos bien
lo primeros aos. Pero de nada sirvi tanta igualdad y justicia que
predicbamos. Como l era mi mando, me mandaba a hacer tareas
lejos para quedarse libre. Un da descubr que se acostaba con varias
compaeras, con la de salud, con la radista y con las que llegaban de
cualquier parte. Le reclam pero l no acept su culpa, pero se enoj
mucho y me mand fuera. Yo regres a decirle que ya no quera
seguir con l. Desde entonces estoy castigada en la ciudad. Hace dos
aos que no tengo contactos a pesar de que al principio yo mand
mis informes y solicitudes a la comandancia general. Creo que nunca
llegaron a su destino mis cartas. Ahora no s si sigo en la organizacin
o no, pero no quiero que nadie me utilice. (Soledad. Ex-insurgente)
Los ejemplos anteriores nos muestran la fuerza de las dinmicas sociales colectivas y las contradicciones personales que se dan
en las relaciones de gnero. De hecho las organizaciones no son
abstracciones sociales, sino comparten las herencias sociales de
procesos histricos correspondientes al hbitus de la cultura en
donde se mueven. El machismo, la discriminacin hacia las mujeres muchas veces prevalecen sobre las nuevas normas en construccin. Las leyes revolucionarias de las mujeres existen precisamente porque la realidad lo exige. Las mujeres han ocupado
nuevos espacios polticos y han sido reconocidas socialmente por
sus capacidades y sentido de responsabilidad y hasta por tener
mejor puntera que muchos hombres. Sin embargo, el sistema de
valores que las ha subordinado por siglos a los hombres y al sistema patriarcal, sigue vigente. Una pregunta es si habr democracia
y justicia sin resolver las contradicciones que viven las mujeres
por su condicin de gnero. Qu estrategias se necesitan para
incluir la igualdad de gnero entre las demandas polticas necesarias para construir las autonomas personales y colectivas? No
slo entre los grupos tnicos, sino en toda la sociedad. De cualquier manera tenemos que reconocer que la existencia de las leyes
revolucionarias de las mujeres y su participacin poltica y militar
son avances inconmensurables en la legitimacin de los derechos
de las mujeres, su puesta en prctica ser una prueba para la validez y direccin de los cambios.
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los mestizos en donde la subordinacin de gnero est fuertemente imbricada con la de etnia y profundiza y ayuda a reproducir las
relaciones desiguales con los patrones/as, con los sacerdotes y
religiosas, con los mdicos, con los dirigentes de las organizaciones, etc. Por su parte los que tienen el poder, como los sacerdotes
y algunos dirigentes, mantienen concepciones discriminatorias
concibiendo a los y las indgenas como menores e incapaces, con
una fuerza paternalista que renueva constantemente las dependencias serviles y les impiden avanzar en la conquista de su autodeterminacin.
La Libertad se form despus del 94, fue producto de una toma
de tierras de indgenas tzeltales y mestizos pobres del Municipio
de Chiln que estimulados por el zapatismo se levantaron contra
los dueos de fincas y ranchos en la regin. Aos despus, con la
mediacin de la misin de Bachajn, compraron las tierras, en
donde iniciaron un proyecto comunitario siguiendo las normas
zapatistas. Al principio haba una contradiccin con la Misin porque no acepta la va armada, mientras que la comunidad decidi
integrarse al movimiento zapatista. Las mujeres tambin participaron en las movilizaciones, la organizacin y la lucha por la tierra. Mara era dirigente de la organizacin de bordadoras de la
comunidad y estaba casada con Margarito, hijo de una pareja de
Diconos, autoridades religiosas indgenas de la iglesia de la cabecera municipal, que sigue los lineamientos de la Teologa India
impulsada por el Obispo Samuel Ruiz. Entre el hijo y los padres
haba diferencias en relacin a la filiacin zapatista del primero,
pero que finalmente se aceptaba por el inters de que el hijo consiguiera tierra para independizarse de su familia de origen.
Una noche Margarito lleg bolo a la casa, Mara estaba bordando a la luz de una vela. l le exigi de mala manera que le
sirviera su cena. Ella le dijo:
Tu comida est en el fogn, srvetela, los nios y yo ya cenamos, te
esperamos y no llegaste, ahora yo estoy terminando mi bordado. No mirs que vengo algo tomado, no puedo servirme. -Es tu problema, yo no estoy de acuerdo en que te embols, caso no decs que
eres zapatista pues.
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Las mujeres jvenes del lado de Mara en su mayor parte, argumentaban que no fue justo encerrarla, que ella slo se defendi
de los golpes, que l no tiene por qu pegarle aunque estuviera
bolo. Los hombres y las mujeres mayores al contrario, decan:
la mujer cristiana no puede levantar la mano contra su marido, Dios
manda que ella le debe respeto y obediencia, as lo marca Dios y es
la costumbre.
Entre las autoridades tambin hubo divisin, dos que eran profesores de escuela dijeron que las jvenes tenan razn:
l no debi embolarse por ser zapatista y menos pegarle a su mujer
porque ya hay unas leyes zapatistas que las defienden.
Como no se lleg a un acuerdo, toda la semana hubo cavilaciones, la suegra de Mara, lleg a reclamarle, su madre le dijo
que no eran acciones de buena mujer, que ella le ense otra for-
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Entonces al acuerdo se le incluy la obligacin de que se casaran. La boda fue motivo de fiesta de la comunidad, se hizo como
si fueran solteros. Los novios no intervinieron, los padres de l
llevaron dos cajas de coca cola y otros regalos a los padres de ella,
que desde luego no se opusieron al matrimonio. Mataron una vaca
y dos borregos, toda los familiares se solidarizaron con el trabajo.
En la Iglesia el sermn del cura, en idioma tzeltal, como durante
la Colonia, fue dirigido a reafirmar las obligaciones que Dios
manda:
los hombres deben trabajar para mantener a sus esposas, no tienen
que ir de revoltosos zapatistas, abandonando sus obligaciones de la
familia. Margarito, tienes que representar dignamente a tu familia
ante Dios. T, mujer, debes fidelidad y obediencia a tu esposo, atender tu casa y tus hijos sin pleitos y para toda la vida. Tienes que darle
muchos hijos, todos los que dios mande. Tienes que ser humilde y
conformarte con lo que tu marido traiga a la casa, as sern una pareja de hijos de Dios
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Dios y de los curas sigue funcionando sobre las leyes y las ideas
de igualdad de gnero en la comunidad, sobre todo cuando el cura
dio el dinero para que la comunidad regularizara la propiedad de
la tierra y de paso dejaran las ideas zapatistas, y se impusiera el
poder de la misin jesuita de Bachajn sobre los protestantes de la
comunidad.
Las relaciones desiguales de gnero, muestran claramente
cmo el principio de mandar obedeciendo no ha incluido ni el
parecer, ni la voz, ni la necesidad de participacin de la gran mayora de las mujeres indgenas, que siguen siendo cautivas de las
relaciones de dominacin masculinas. El poder patriarcal instalado en las relaciones familiares y comunitarias, sigue siendo alimentado y reproducido por el poder de la iglesia y por los hombres y mujeres de las comunidades. Incluso dentro de las organizaciones sociales, como es el caso de las bases y milicianos
zapatistas, la opresin, desigualdad y subordinacin de las mujeres, incluidos como mandatos trascendentes en la cultura y en las
identidades sigue vindose como natural y no como un problema
de injusticia social y de falta de democracia. El mandar obedeciendo aplicado de esa forma parece ser que se refiere slo al
mandato de los hombres, pero sobre todo mandato de los hombres
y de las instituciones con poder, como ha sido la iglesia durante
ms de cinco siglos.
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Luchas agrarias
El autoritarismo poltico, la presin demogrfica sobre las tierras,
la marginacin y la pobreza extrema aunadas a la diferenciacin
econmica y poltica, son factores que tensionaron las relaciones
sociales en la regin. En el archivo agrario se encuentran documentadas muchas disputas de tierra entre los ejidos y entre las
cabeceras ejidales y sus anexos. Amparados por las autoridades,
pobladores de los ejidos matrices niegan a los anexos la posibilidad de independizarse, o bien intentan despojar de sus tierras a
campesinos pobres tramando como trucos la prdida de documentacin, la formacin de potreros en cooperativa, el acceso a crditos, las ventas fraudulentas, etc. (Mndez, 2000) Los conflictos,
con frecuencia iban acompaados de abusos de autoridad y represin con violencia como lo ilustra el caso del anexo Jol Aco:
..en vistas de que no progresaba en absoluto el negocio [potrero en
cooperativa que les ofrecieron las autoridades El Crucero] y que los
valores de las cooperaciones de los ejidatarios eran absorbidas con
fines particulares, desistimos de participar, habiendo sido este el
motivo de que se presentaran las autoridades de El Crucero combinadas con las de Tila ... penetrando a deshoras de la noche a nuestros
hogares, espantando a nuestros familiares, conducindonos a nosotros con fases de inquisicin ... habiendo caminado 24 km. con dos
amarras una en los brazos y otra en las manos vueltas a la espalda ...
nos tuvieron presos en Tila. (Archivo Agrario, Tuxtla Gutirrez,
24/12/53).
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Violencia contrainsurgente
Prcticamente desde 1983 la violencia armada y el divisionismo
quedaron instalados en la regin, tomando fuerza sobre todo desde que se reinstalaron los pristas en la direccin de El Crucero.
Ejidos como Miguel Alemn y el Limar tomaron partido por el
gobierno y actuaron en contra de los expulsados y de los anexos
democrticos. Estos hechos han definido en mucho las identidades al mismo tiempo rebeldes y temerosas de los choles.
La situacin de violencia sorda en la zona norte de Chiapas
hace crisis nuevamente con la aparicin zapatista en 1994 y la
respuesta contrainsurgente de los gobiernos federal y estatal, unas
veces como guerra de exterminio y otras como guerra de baja
intensidad. La guerra involucra a las poblaciones de los 4 municipios choles, abona en la inestabilidad de regin y acrecienta el
temor, la inseguridad y la angustia en las subjetividades. La violencia de la guerra funciona tambin como una prescripcin del
hbitus que no slo dinamiza las relaciones sino las violenta y las
desestructura. Como se dijo antes, a diferencia de las prescripciones trascendentes y normativas en donde la violencia toma un carcter simblico, se trata de una prescripcin impositiva y
compulsiva de la que nadie escapa, con violencia fsica y de muerte.
Con la guerra de baja intensidad que se inicia en la zona a finales
de 1995, la poblacin chol profundiza y resignifica sus divisio-
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des a las casas, traan armas grandes que el gobierno les daba. Samuel
Snchez era su dirigente. Entraban as de pronto, nadie lo esperaba,
tenan la cara tapada venan como barriendo las comunidades, tenan ya vistos a los dirigentes, a los catequistas y a los que no estaban con el gobierno, pero arriaban con todos, no respetaron nada.
Cuando llegaban, la gente sala huyendo a esconderse bajo el monte,
mujeres, nios, viejos pasaron fro y hambre. Varias mujeres fueron
violadas, aun ahora tienen miedo de salir solas. Aqu en Patastal
vinieron varias veces y quemaron las casas, mataron los pollos y se
llevaron todo el ganado de la comunidad, nos dejaron en la miseria.
Esta casa fue quemada toda, hace un mes apenas la recompusimos,
tuvimos que cambiar los horcones y poner techo de lmina nuevo.
Mi esposa estuvo a punto de morir quemada porque agarr fuego su
ropa, se puso muy asustada. Al viejo Antonio, ya muy mayor, no
pudo correr y lo mataron en su huida. Varios nios murieron. Sali
gente a refugiarse en otras comunidades, la cuenta que se hizo con el
padre Heriberto es de ms de cinco mil personas que estn refugiadas todava de los 4 municipios choles. En Misop viven como 30
familias desplazadas de Miguel Alemn, ya van para 3 aos, los
pristas no les permiten regresar a sus casas, perdieron sus tierras y
cafetales, viven de las ayudas, la iglesia les da un poco de maz cada
mes. Los de Masoj se fueron a Salto de Agua, estuvieron poco porque la UGOCEM primero se hizo responsable, pero no tenan un
lugar seguro para alojarlos, muchos se fueron a Yajaln, otros a Villa Hermosa, otros estn en Masoj Shuj. Al final pas que de las
comunidades pristas sacaron a los zapatistas y perredistas y de las
comunidades nuestras sacamos a los pristas, los maestros los primeros, porque eran de SOCAMA, los nios tienen tres aos sin clases en muchas comunidades. Los pristas de Limar, Miguel Alemn,
el Crucero, Cerro Misop y otros lugares tienen tomados los caminos, no podemos entrar por Tila, tenemos que andar por veredas.
Para llegar ac, ya ves, hay que dar la vuelta por Tabasco. (Dirigente de Patastal, mayo de 1998)
Cuando hubo problema esta vez (1999), en la Fiesta de Corpus
Cristi, se juntaron bastantes porque era cuando mataron a un seor
(dirigente del PRD) ... cuando supe que haba matazn, yo lo veo
que hacen muy mal los del PRD, entraron sin permiso y mucha gente de aqu de Tila fueron tambin, rompieron la presidencia, quebraron las bancas, no se cuantos millones de pesos acabaron. Yo no
tengo por qu meterme en esos problemas, slo que miedo s me da.
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hecho que ahora cualquiera puede ser paramilitar en las comunidades pristas y ya no sabe uno de quin cuidarse, pues en las combis,
en los autobuses, en todas partes estn vigilando y controlando a la
gente de las comunidades perredistas. Hasta cuando uno de ac pasa
cerca de una comunidad prista la gente empieza a chillar como mono,
avisando para que todos los de la comunidad se alerten. Nosotros
tenemos mandado que no se acerque la gente a las comunidades
pristas para que no haya una provocacin. (Miliciano de la Zona
Baja de Tila 1999)
Desde que ustedes salieron ya no hay quien llegue a las comunidades. Todo est muy desorientado porque tambin sacaron a nuestros
responsables zapatistas y ahora la gente no sabe qu hacer, estn
acostumbrados a que haya quien los mande, hay ms miedo a los
pristas, pero tambin hay temor de venga un castigo de Oventic, la
gente no sabe nada, nadie nos ha informado por qu salieron ellos y
por qu salieron ustedes, todo lo han decidido en otra parte.5 Lo que
s s es que la gente no tiene problema en que CIAM siga llegando y
trabajen, los maestros que estudiaban con ustedes ya no siguen, los
nios estn otra vez sin clases, las mujeres preguntan mucho que
dnde estn las de CIAM y por qu ya no llegan. Gracias que me
dices que ustedes estn dispuestas a regresar. (Catequista de
Jolnishti, 1998)
Aqu hay descontento con el padre Heriberto, no slo tiene problemas con los pristas, sino tambin con las bases zapatistas, pues l
recibe los apoyos de la solidaridad y se la da a la gente que l quiere,
a sus catequistas que lo siguen y los que no obedecemos sus rdenes, no nos da el apoyo y cuando lo da, lo da vendido dice que para
que no nos acostumbremos slo a recibir. Sus catequistas quieren
mandar en nuestras comunidades y no se someten a los acuerdos. Su
ayudante, una monja que viene a ver la cooperativa, regaa y exige
que se le entreguen las cuentas, nosotros decimos que la cooperativa
es del ejido y que somos todos los que mandamos y no ella y tampoco Heriberto. Tambin tiene encono con CIAM porque dice que le
quieren quitar a los promotores de salud que l y Demstenes han
El informante se refiere al Centro de Investigacin y Accin para la mujer,
ONG que trabaj en la regin durante 1997 y 98 con las bases zapatistas y sin
ninguna explicacin, por acuerdo de la comandancia general, fue expulsada
de las zonas en donde trabajaba.
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57
Este ltimo ejemplo nos muestra la forma en que las identidades colectivas en torno al EZLN, a los partidos polticos y a las
estructuras religiosas, a los grupos paramilitares, expresin de sus
diferentes hbitus polticos,6 han respondido a las agresiones del
gobierno rechazando o integrndose a la contrainsurgencia, en dinmicas que no siempre responden a una clara conciencia del proyecto poltico correspondiente. Sin obviar las circunstancias que
originan o las que son consecuencias de la guerra, las conductas
polticas responden con frecuencia ms a formas culturales aprendidas inconscientemente (ethos, prescripciones trascendentes) que
a una conciencia poltica real (logos, autodeterminacin).7
La construccin de la autodeterminacin personal y colectiva,
que permita el ejercicio del mandar obedeciendo y la construccin de la cultura correspondiente, lleva implcito el requerimiento de muchos y complejos rompimientos sociales, colectivos e
individuales. El rompimiento brusco de las estructuras tradicionales de relaciones y/o los cambios bruscos en los hbitus, generalmente ponen al descubierto inseguridades que con frecuencia
pueden ocasionar la bsqueda inconsciente de la reproduccin o
resignificacin de sus viejas dependencias serviles, por lo cual,
las personas o los grupos, ante nuevas ofertas o expectativas polticas, pueden cambiar fcilmente de su posicin a la contraria,
incidiendo, inconscientemente tambin, en la forma, direccin y
La potencia explicativa del hbitus poltico, radica, segn Bourdieu, en que
integra en la unidad originariamente sinttica de un principio generador, el
conjunto de los efectos de las determinaciones impuestas por las condiciones
materiales de existencia. El hbitus [poltico]contiene entonces la clase incorporada, no solamente como simbolizacin de relaciones y posiciones sociales en
una determinada formacin social, sino incluye lo biolgico moldeado histricamente a travs del sexo y la edad y, en todos los casos, incluye los desplazamientos
inter o intra-generacionales (Bourdieu 1988:448-449).
7
De la misma manera en que lo que se transmite biolgicamente es ms estable
que la herencia cultural, el inconsciente de clase (ethos) inculcado por las condiciones de existencia es un principio productor de juicios y opiniones ms estable
que los principios polticos explcitamente constituidos (logos). La mayora de
la gente, desprovista de los instrumentos del discurso poltico, en todos los
espacios del discurso social, tiene un comportamiento guiado ms por su ethos,
que por un logo explcito y consciente, por eso esta misma gente fcilmente se
vuelve objeto de disputa electoral. (Velasco 1998:130-132)
6
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fuera aprobada por el Congreso de la nacin, vino un largo periodo de silencio en las selvas y montaas de Chiapas que albergan
la esperanza de paz con justicia y dignidad. El tiempo de silencios, hacia el interior fue, seguramente, intensamente trabajado
en encuentros, anlisis, evaluaciones y tomas de decisiones importantes, cuyo resultado nos dieron a conocer: una nueva etapa
de construccin y lucha de los municipios y comunidades autnomas zapatistas. Los Aguascalientes, pensados originalmente como
centros para las relaciones con los agentes de la solidaridad nacional e internacional, desaparecen ese da y en su lugar se constituyen los Caracoles, sedes polticas de las Juntas de Buen Gobierno
de cinco cabeceras zapatistas autnomas que articulan, cada una,
a diferentes municipios autnomos desde donde, entiendo yo, se
seguirn construyendo la democracia desde abajo, la civilidad, la
cultura, la igualdad de gnero9 y las identidades colectivas
zapatistas.
Es necesario leer en los discursos de ese da el significado profundo de los cambios y la preocupacin por resistir avanzando
prcticamente en la construccin de una nueva concepcin y ejercicio del poder desde abajo, es decir del mandar obedeciendo. No
slo se ha deslindado la parte militar del EZLN10 de la organizacin y gobierno de las bases zapatistas y se han abierto los territorios a una nueva relacin con la sociedad civil, sino tambin, se
establece una estructura poltica, surgida de la praxis, que en cada
regin ejercer el poder autnomamente abriendo espacios para
El brillante discurso ledo desde su condicin de mujer indgena, por la Comandanta Esther se puede consultar en Debate Feminista ao 12,vol 21 de octubre
de 2001, pp. 337-348.
9
Oye mujer, ests soando con un futuro bonito? Pues aqu te decimos que
tienes derecho a elegir tu pareja y que nadie te puede obligar por la fuerza a
contraer matrimonio ... Tienes derecho a estudiar. A que tu marido te trate con
respeto. A descansar y divertirte. Tienes derecho a pedir, a exigir a tu marido
que te apoye en la cocina, con la ropa y con los hijos. Tienes derecho a decir
no a tu marido, si ests cansada, te sientes mal o no tienes ganas. Das de
radio en las montaas del sureste, Bellinghausen, La Jornada, 10/07/03.
10
Cf. Marcos: quedan en manos de las juntas los asuntos de los municipios autnomos. Comunicado del EZLN, 9 de agosto de 2003. La Jornada, 11/08/03
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La leccin de vida y de futuro que nos dan los caracoles zapatistas a todos los mexicanos, tendra que ser asumida tambin por
el gobierno, empezando por la desmilitarizacin y poniendo fin a
la Guerra de Baja Intensidad, para que las dificultades que ha impuesto al mandar obedeciendo de los zapatistas, dejen de ser su
responsabilidad histrica.
11
Palabras de la Comandanta Esther a los Pueblos Indios de Mxico La Jornada
11/08/03
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Introduccin
Para analizar las Juntas de Buen Gobierno en Chiapas se requiere
ubicar el contexto y sentido de su organizacin. Si uno de los
problemas que expresa la crisis del derecho es un distanciamiento
con la realidad social y su apego a la letra de la norma que no la
refleja, en el caso indgena dicha crisis ha sido doble ante la ausencia de normas. La ficcin jurdica de una sociedad homognea
no se pudo sostener ms. La movilizacin social, poltica e incluso armada, demand al Estado asumir una propuesta de reconstitucin para dar cabida a nuevos sujetos de derecho, los pueblos
indgenas, que histricamente han mantenido su legitimidad y han
carecido de legalidad.
Habermas1 incursiona en la teora jurdica crtica y propone
que reconozcamos que no hay derecho sin validez, pero tampoco
hay derecho slo con validez. Para l, la validez deber ser la
suma concomitante del principio de legalidad y el principio de
legitimidad. Ah donde concurren ambas nacer la validez. Por lo
tanto, desecha la tesis clsica de validez formal Kelseniana.
En contraste, si recordamos que el concepto tpico con el que
nace el estado Moderno es el de legalidad y que la autoridad slo
puede hacer lo que la ley le permite, a los particulares les queda el
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constitucional, se configura una violacin de la garanta constitucional que establece que los ayuntamientos sern electos mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo. Alega que el artculo 39 debe entenderse conforme a los artculos 40 y 41, el primero seala que es voluntad del pueblo constituirse en una Repblica representativa, democrtica y federal; y el segundo que ste
ejerce su soberana a travs de los poderes de la Unin o de los
Estados en el mbito de sus respectivas competencias. Tambin
afirm que la ley para el dilogo no impide el ejercicio de las
facultades otorgadas a las autoridades y fuerzas de seguridad pblica para que cumplan con su responsabilidad de garantizar la
seguridad interior y la procuracin de justicia.4 Entonces preguntamos al discurso oficial donde qued el convenio 169 y los
Pactos internacionales? Desde el derecho indgena para valorar a
los municipios autnomos no basta con apegarse a la letra de una
norma constitucional pasando por alto las normas internacionales. Con esa lgica positivista el gobierno tiene un campo frtil de
ilegalidades en la existencia misma de los pueblos indgenas
que se han autogobernado y han ejercido facultades y competencias histricamente excluidas del orden jurdico. Uno de los asuntos indiscutibles en la mesa de San Andrs fue el acuerdo de modificacin de la divisin municipal en Chiapas y atrs de esta demanda est sin duda la de adecuar este nivel de gobierno a las
posibilidades de ejercicio de las formas de organizacin social y
poltica de los pueblos indgenas.
Para validar esta ltima apreciacin se difundi un documento
de 18 de mayo de 1997 que, en la lgica gubernamental, probara las intenciones del EZLN de extender su radio de accin e
influencia en el territorio chiapaneco, mientras que el Comit Clandestino Revolucionario Indgena (CCRI) da cuenta y valida el cambio de autoridades del concejo municipal Tierra y Libertad cuya
cabecera es Amparo Agua Tinta, desmantelado el 1 de mayo de
1998. Lo interesante del documento referido es el listado de orienEmilio Rabasa, coordinador para el dilogo y la negociacion, extractos del
documento que entrego a la COCOPA, La Jornada 11 de mayo de 1998, Jose
Gil Olmos 1.
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Perspectiva
Es clara la resistencia a ubicar al derecho indgena, como una suerte
de derecho constitucional de la pluriculturalidad. Una concepcin
as, llevara a revalorizar la diversidad cultural, rebasar su sentido
folklorista restringido, que en materia de costumbres pretende enlistarlas, codificarlas como antes se haca con las fiestas o
los trajes, promoviendo ahora una variante que podemos considerar folklorismo jurdico.
Es comn que el discurso desde el Estado plantee que las normas de Derecho Indgena deben armonizarse con la Constitucin y, con ello, el mensaje implcito es que la carga de la armonizacin corre a cuenta de los conceptos sustantivos del Derecho
Indgena. Por ejemplo, para no afectar o contradecir al orden jurdico, no hablamos de jurisdiccin para pueblos indgenas sino de
sistemas normativos, o de consideracin de usos y costumbres al dictar resoluciones jurdicas. De esta manera, la armonizacin consiste en reducir la jurisdiccin indgena a la simple
resolucin de asuntos menores, el robo de gallina, al que hemos
hecho mencin en otros trabajos. En sntesis, armonizar para trivializar.
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Con la contrarreforma mexicana de 2001, se concret una tendencia que consiste en desnaturalizar las propuestas indgenas en
nombre de la tcnica jurdica y de la supuesta necesidad de precisin y concrecin. No olvidemos que los pueblos indgenas demandan autonoma en lo que implica el concepto, es decir requieren el derecho de tomar decisiones en aspectos fundamentales para
su cultura, que hoy por hoy se deciden afuera y en lo general en su
contra, por lo que no es suficiente que la reforma utilice el trmino autonoma, si se deja como cascarn vaco o se sustituye al de
territorio con el de los lugares que habitan u ocupan y se seala
que disfrutarn los pueblos de recursos naturales de manera preferente pero despus de salvar los derechos de terceros o de cualquier interesado. En el caso de la modalidad jurdica de las Juntas
de Buen Gobierno se habran inscrito la posibilidad de asociarse
en los municipios indgenas cuestin que se suprimi.
Para abordar el status jurdico de las Juntas de Buen Gobierno
es importante distinguir entre conceptos del derecho pblico interno y del derecho internacional pblico, es el caso de los conceptos de soberana, territorio y libre determinacin, sin dejar de
abordar tanto la interconexin entre uno y otro espacio, hoy en
da se perfila la tesis de que el cumplimiento de normas internacionales de derechos humanos sea un referente de legitimidad para
el conjunto de los instrumentos y organismos internacionales. Por
lo tanto, cualquier omisin en el respeto a la normatividad internacional, puede legtimamente justificar sanciones internacionales en otros campos o sectores. De ah la necesidad de distinguir
entre los efectos de un acto en derecho interno y los que tiene el
mismo acto en derecho internacional, ya que los sujetos son diferentes y el marco tambin es diferente.
Hoy en da tenemos el problema de la falta de justiciabilidad
de los convenios internacionales. Podramos anotar que as como
se ha sealado que en derecho interno se deben producir cambios
que modifiquen su lgica y superen la tendencia a las meras adiciones o parches normativos, en derecho internacional, se requiere un ejercicio similar tanto en las normas como en las instituciones y sus prcticas. En ese camino van las nuevas tendencias,
las cuales no encuentran la suficiente voluntad poltica para avanzar.
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La experiencia de las Juntas de Buen Gobierno aporta elementos para fortalecer a futuro el Estado de derecho, sin embargo, la
realidad poltica y jurdica camina en sentido contrario. Hoy tenemos una cantidad de normas aisladas en diversos ordenamientos
que en hiptesis deberan responder a las demandas de los pueblos indgenas, en los hechos estamos inaugurando una nueva vertiente del positivismo, que no es mejor por tener ahora el carcter
de una suerte de positivismo indigenista. Estn de moda las antologas, algunas promovidas por organismos internacionales como
el Banco Interamericano de Desarrollo, sin anlisis de contenido
y con el afn de mostrar que el captulo del reconocimiento de
derechos est cerrado.
El constitucionalista Karl Loweinstein ha dicho que en ocasiones, en nuestras constituciones, nos hacemos un traje muy grandote
que hay que guardar en un clset para cuando crezcamos; que otras
veces nos hacemos un traje adecuado a la realidad, con una talla
extra por un crecimiento normal y en perspectiva; pero hoy en da la
contrarreforma indgena de 2001 no elabor un traje, sino un disfraz.
A estas alturas es necesario aclarar que es un falso dilema preguntarnos s slo con el contenido de nuevas normas constitucionales se resolver la grave situacin de los pueblos indgenas conociendo de antemano la respuesta. Esta lgica nos podra llevar
a la peligrosa conclusin de que da lo mismo tener el Derecho que
no tenerlo. Ah est uno de los riesgos centrales de la situacin
actual donde los pueblos indgenas han recibido un portazo de los
tres poderes en que se organiza el Estado por lo que han decidido
continuar con la aplicacin unilateral de los Acuerdos de San
Andrs en el marco del convenio 169 de la OIT para lograr el
fortalecimiento de su autonoma, lo que sin duda anticipa tensiones y enfrentamientos.
La jurista mohawk Patricia Monture ha dicho que en la lengua
de su pueblo los trminos derecho y justicia se pueden traducir
como vivir bien juntos. Esta libertad de los pueblos de vivir
bien juntos puede traducirse a las Juntas de Buen Gobierno que
caminan preguntando, como suelen decir, y abren la brecha para
que la libre determinacin de los pueblos indgenas sea una realidad.
82
Bibliografa
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Hace 16 17 aos comenc junto con otras compaeras de escuela dando plticas de salud reproductiva, plticas bsicas, sin metodologa, sin estrategia. Viviendo el rechazo de las mujeres indgenas a los temas de salud, y error tras error estratgico y
metodolgico, reflexionamos sobre cmo tenamos que trabajar
para tener mejores resultados en los objetivos, yo quera tener una
comunicacin diferente, sincera, honesta, abierta e igualitaria (me
era difcil siendo mestiza) y sintiendo el rechazo por las costumbres y sus usos (resultado de mirar la vida en mi pueblo y cmo la
vivan las mujeres), me era difcil aceptar que las mujeres estuviramos dentro de este sistema y no hiciramos acciones radicales
para salir de ella.
Me propuse observar y desde mi prctica como trabajadora
social, esta prctica era vlida para el desarrollo de las actividades
escolares, junto con mi equipo veamos con detenimiento como
nos relacionamos las mujeres y desde el ser mujeres cmo nos
relacionamos con los hombres. Viva en grandes contradicciones
que discutamos continuamente en los espacios de la escuela. No
saba por qu, todas mis compaeras eran rechazadas, no haba
respuesta de parte de las mujeres, no se queran organizar para el
ejercicio al derecho a la salud, que era el nico que conocamos
nosotras, aun las que eran indgenas tampoco eran aceptadas por
otros pueblos, y no nos dimos cuenta que trabajamos desde la
imposicin.
Con los aos, vea cmo ms mujeres, feministas, autoreafirmadas y no, trabajaban con poblacin indgena, muchas de ellas
desde una mirada mestiza y urbana, con metodologas adaptadas
a la poblacin indgena, pero originarias de Europa o de Estados
Unidos, siempre con las buenas intenciones de que las mujeres
terminaran organizndose, o al menos luchando por sus derechos
individuales; como estrategia para la aceptacin en comunidades,
se utilizaba la confianza de las relaciones, el llegar a una comunidad y ser conocida a veces aos, y entonces, ya siendo conocida y teniendo confianza, se empezaba a trabajar el tema de
gnero; muchas veces informbamos a las autoridades de la
comunidad, sin embargo, como feministas, lo mirbamos como
pedir permiso, y esto nos confrontaba con la formacin que
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mos generalizar y totalizar que los acuerdos colectivos son realmente colectivos, en donde las mujeres estn participando con su
opinin y decisin, ya que esto tambin cambia en cada pueblo.
En algunos pueblos, las mujeres no pueden participar en las asambleas, otras veces slo hacen acto de presencia, sin decir su palabra, y otras muy pocas pueden hablar, aunque su palabra no tenga
el mismo valor que la del hombre. Tenemos que decir que estas
costumbres estn cambiando y que algunas mujeres estn en el
quehacer cotidiano de cambiarlas, intentando y estando en las tomas de decisiones de sus pueblos; esto es un trabajo y una lucha a
largo plazo pero que ya se inici.
En el mbito mundial tampoco hay que creerse que en las decisiones de todos los procesos asamblearios y colectivos se tiene
en cuenta la voz de las mujeres. Quienes dirigen o coordinan movimientos casi siempre son hombres, y las mujeres facilitamos
este proceso al hacer trabajos, comunicacin de acuerdos, reuniones, conferencias, logstica, etc. Pero ello no quiere decir que nuestra palabra y decisin est incluida y por supuesto nuestra persona. No generalizo, porque existen colectivos, redes u organizaciones mixtas en las que s es tomada en cuenta la voz y la decisin
de las mujeres y cada vez lo tiene que ser ms claramente.
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entre las mismas mujeres de una comunidad, organizacin, o actividad poltica o en nuestras relaciones de pareja o familiares, ya
que se sigue pensando que la lucha por la equidad entre hombres
y mujeres no es algo prioritario, es para despus de que se logre
algo, sea lo que sea, ya que las organizaciones que luchan por un
cambio priorizan las dems luchas.
An con este riesgo y sabiendo que en todos los procesos
formativos y de posicionamiento poltico en el mundo tiene que
haber diferencias, cambios o confrontaciones, las mujeres hemos
trabajado con mujeres y se han logrado ms conciencia y ms
mujeres que trabajen gnero desde sus espacios, con costos siempre, con costos de diferente ndole y envergadura.
Mujeres asesinadas, encarceladas, amenazadas, expulsadas de
sus pueblos y sus familias, mujeres enfermas y cansadas... y mujeres olvidadas. De otro lado y por lo que muchas estamos siempre de pie y luchando por los derechos, es porque tenemos logros.
Hay muchas mujeres que se expresan cada da, que intentan vivir
felices, mujeres que logran su emancipacin, mujeres que se organizan y se coordinan en todo el mundo, que estn hablando de
sus derechos, de su diversidad y del derecho que tenemos a elegir
la vida que queremos.
En una reunin donde se discuti el tema de las desigualdades
de gnero decan compaeros que era igualdad para ellos, diciendo que tenamos que tener los mismos derechos al trabajo, a los
estudios, ponan ejemplos: si una mujer y un hombre buscan un
empleo si el hombre lo gana est bien pues l se lo gan, as mismo ser autoridad de una comunidad si eligen al hombre l se lo
gan, (esto es igualdad para muchos hombres).
Responde la compaera:
La igualdad tiene que ver con pequeo, pero tambin esto tiene que
ver con lo global, hombres y mujeres no estamos empezando iguales
a construir este mundo, existen hombres en todos los espacios, de
trabajo, de decisin, de autoridades, en las escuelas, en el manejo de
los idiomas, son ms hombres en todo el mundo en lo pblico y a
nosotras nos queda el privado y el domstico en donde mayoritariamente tampoco decidimos.
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DE SUBORDINACIONES Y REBELDAS
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De subordinaciones y rebeldas:
una historia de la participacin de las
mujeres indgenas de Chiapas
Mercedes Olivera
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Cristianas y colonizadas
En la Colonia se impuso el modelo cristiano de ser mujer, que fue
hibridizado con el modelo prehispnico e interiorizado a tal punto
que se incorpor como una forma cultural caracterstica de los
conquistados. Las mujeres indgenas se asumieron como tributarias
del rey de Espaa, siervas de dios y de los hombres como lo manda la doctrina cristiana. Reafirmadas en su papel de reproductoras,
para dar al rey el mayor nmero de tributarios posible, fueron
excluidas de las estructuras de gobierno cvico-religioso de las
comunidades indgenas. Al asumirse la lnea masculina de descendencia y parentesco, qued sustituido el sistema matrilineal
que al decir de algunos autores fue caracterstico en algn momento del sistema social maya prehispnico que permita, al menos en los estamentos nobles, mayor complementariedad entre
hombres y mujeres, aunque como dice Noem Quesada, al referirse a la sociedad mexica, la complementaridad relacional era expresin de representaciones simblicas ms amplias: se trataba de
mantener el equilibrio csmico y social basndose en la dualidad, oposicin binaria simtrica y complementaria de lo masculino y lo femenino, en la cual cualquier trasgresin haca peligrar la
totalidad del sistema. (Quesada,1966:10)
En la Colonia se estructura la interrelacin simbitica entre la
subordinacin de gnero y etnia que fue una de las bases de la
construccin y reproduccin del sistema colonial de dominacin,
discriminacin de lo indio y explotacin de los espaoles, que
origin un profundo proceso de deconstruccin de la autodeterminacin de los pueblos conquistados, de las personas, de las
mujeres, imponindoles un sistema de valores, instituciones y re-
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masivamente la produccin artesanal para el mercado o se dedicaron a revender frutas y verduras en el mercado de las ciudades.
En todos los casos las mujeres fueron cambiando sus formas de
participacin social, pero no su posicin y condicin subordinada
al poder de los hombres y al sistema patriarcal capitalista. La
modernizacin trajo para ellas un aumento considerable en la violencia familiar y sexual; muchas viven en conflicto por las contradicciones entre el modelo esperado de ser mujer y la realidad que
les ha impuesto cambios profundos. Las relaciones intergeneracionales son conflictivas en tanto siguen vigentes los valores tnicos
y colectivos tradicionales en contraposicin con los ideales de la
modernizacin y el xito individual. La identidad de muchas mujeres indgenas est rota, fraccionada de acuerdo a los diferentes
mbitos de su participacin y en todos su posicin reproduce su
condicin subordinada.
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cin de una nueva cultura religiosa incluyente, sin discriminaciones ni exclusiones para las mujeres, lo que con frecuencia las coloca en oposicin a la propia Iglesia institucional. Tienen una estructura regional con dirigentas a diferente nivel, que en forma
solar difunden la informacin sobre los acontecimientos nacionales e internacionales ms relevantes, las nuevas ideas religiosas,
generan nuevas formas de conducta y de valoracin en las mujeres indgenas. Su trabajo, muy significativo para la lucha de las
mujeres, ha incidido en la realidad, dando y uniendo la fuerza de
las mujeres en busca de los cambios necesarios que, estn conscientes, son muy difciles de alcanzar, pero que al buscarlos las
han convertido en sujetos de la historia presente.
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lencio, a la exclusin de las estructuras de poder de sus comunidades, como nica opcin de sus existencias. En las filas del EZ las
combatientes han aprendido a hablar en castellano, a valorar su
cultura e identidad indgena, a conocer su historia de injusticias y
marginacin, a leer y escribir, a trabajar colectivamente y en igualdad, a tener voz, opinin propia y posibilidades de participar en la
toma de decisiones. (Robira, 1996). En el EZ la vida es muy diferente a la de la comunidad en donde la supuesta complementariedad
entre los sexos encubre desigualdades y discriminaciones que se
agravan con la pobreza y la marginacin. La conducta hacia las
mujeres se rige por modelos culturales rgidos que forman parte
de las tradiciones y usos y costumbres que conforman y mantienen vivas las identidades tnicas.
Muchas de las insurgentes se incorporaron a la guerra como
nica posibilidad de escapar a las formas serviles tradicionales de
sus comunidades, como la nica forma de construirse una identidad sobre nuevos referentes. La guerra ha legitimado la participacin de las mujeres zapatistas y no zapatistas, en nuevos espacios,
sobre todo en los espacios polticos de las luchas que libran
cotidianamente contra las fuerzas del orden, federales y estatales.
Las mujeres zapatistas representan desde el punto de vista del
gnero, un frente activo de lucha, an hacia el interior de su organizacin poltico-militar. La ley Revolucionaria de las Mujeres,
elaborada por las insurgentas del EZLN, reivindica derechos importantes para el cambio de la situacin subordinada de las mujeres como es el derecho a decidir cuntos hijos tener y con quin
tenerlos, el poder decidir con quin casarse, el participar en condiciones de igualdad en los puestos de mando y en las decisiones.
La existencia de la ley revolucionaria de las mujeres implica que
era necesario proteger con ella los derechos de las mujeres dentro
de su propia organizacin.
El EZLN, como todas las estructuras poltico-militares, adems del verticalismo propio de su funcionamiento, no est exento
de la discriminacin a las mujeres, que en general no han tenido la
misma oportunidad de capacitarse y desarrollarse que los hombres. Las mujeres zapatistas tienen que luchar permanentemente
por sus reivindicaciones de gnero; esto se entiende ya que los
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miembros del EZ, insurgentes, milicianos y bases de apoyo, forman parte de la sociedad en que vivimos y por lo tanto comparten
sus formas estructurales de discriminacin de gnero que hay que
eliminar. Aunque el EZLN no reivindica la igualdad de gnero
como una condicin de la democracia, se puede reconocer que ha
propiciado la participacin y la representacin paritaria de hombres y mujeres en los escenarios pblicos, en las marchas, en las
mesas de dilogo, en la consulta sobre los derechos indgenas, en
su presentacin ante el Congreso de la Unin en febrero de 2001.
Ha posibilitado que la voz de las mujeres se escuche y que su
participacin sea valorada. Esto no justifica que no haya trazado
una estrategia para detener la violencia familiar y sexual en las
comunidades, para evitar las violaciones, para promover el desarrollo y la participacin de las mujeres de base en trminos de
igualdad a los hombres en los cargos pblicos de sus municipios
autnomos. No obstante ha de reconocerse que el camino a la
igualdad de gnero est abierto como un campo de lucha de las
mujeres en el cual hay mucho por hacer. La identidad rebelde de
las mujeres del EZLN que va creciendo con una dinmica irregular, pero sostenida por ellas, es una garanta para la resignificacin
de los modelos de ser mujer orientados a la autonoma personal y
la emancipacin.
Hay que advertir que la prctica insurgente en el contexto de
guerra de baja intensidad (GBI) que se vive en Chiapas desde
1995, ha sido un factor que ha originado retrocesos y avances en
las identidades rebeldes de las mujeres indgenas. La GBI que
tiene entre sus objetivos dominar a la poblacin basndose en el
terror contrainsurgente, ha convertido a las mujeres en objeto y
objetivo de la guerra. Acciones como la ACTEAL en la que fueron masacradas 45 personas, en su mayor parte mujeres y nios,
son un ejemplo del tipo de acciones que ha tenido que soportar la
poblacin y que han aterrorizado momentneamente a hombres y
mujeres con el uso de smbolos como el de la madre ultrajada
despus de muerta, para lograr los objetivos contrainsurgentes del
terror. Pero las mismas mujeres sobrevivientes de la masacre reconocen que estas acciones lejos de paralizarlas, han despertado
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congruentes con el respeto a los derechos de las mujeres y establezcan las condiciones para que sea sancionada toda afectacin
en las comunidades cuya aplicacin opere en detrimento de los
derechos individuales de sus integrantes, hombres y mujeres. En
la medida en que cambie la relacin de los pueblos indgenas con
el conjunto de la sociedad y sta se d en trminos de respeto y sin
el requisito obligado del sacrificio de su identidad o de sus formas
de organizacin social, en esa medida se establecern relaciones
interculturales slidas, y en un marco de ejercicio de libertades y
no de sometimiento o imposicin. Esta problemtica demanda atencin y no debe ocultarse por el temor de transgredir una cultura y
unos derechos colectivos.
Sin embargo, se hace necesario recordar que al abordar temas
como el que nos ocupa, se debe evitar la generalizacin y el juicio
cultural que con frecuencia se asocia a quienes cuestionan el planteamiento sobre los Derechos de los Pueblos Indgenas, olvidando que en la sociedad no indgena el trato hacia las mujeres no es
precisamente encomiable. Con lo anterior no pretendo ni siquiera
insinuar que la mujer debe supeditar sus demandas propias a las
de sus pueblos, simplemente destaco que con el reconocimiento
de derechos colectivos planteados en COCOPA definitivamente
se pueden promover cambios internos dentro de los pueblos que
revaloren y recoloquen a la mujer indgena.
La agenda no est agotada, los ejes de diversidad cultural, ciudadana, mujeres indgenas, requieren que pensemos la construccin de ciudadana en trminos de que sta exprese el reconocimiento a la autenticidad de todas las culturas, a la dignidad que
representa cada una de ellas en el mosaico cultural de nuestro
pas. La mesa pendiente sobre mujeres indgenas que se realizar,
esperamos, en el contexto de la futura reanudacin del dilogo
entre el EZLN y el Gobierno Federal ser escenario propicio para
que se definan y profundicen los derechos de las mujeres indgenas dentro y fuera de sus pueblos.
Las otras dos menciones constitucionales se encuentran en el
artculo 18, al establecer la separacin de las mujeres en los centros para la compurgacin de penas comnmente conocidas como
las crceles. Y en el artculo 123, donde se consignan condiciones
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