MARIAS, Julian - Persona - Alianza, 1997
MARIAS, Julian - Persona - Alianza, 1997
MARIAS, Julian - Persona - Alianza, 1997
Person
Alianza Editorial
Indice
Juli n Marias
Alianzll Editorial , S. A.. Madrid, 1996, 1997
Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 1.5; 28027 Madrid; telf.: 393 88 8H
ISBN, 842069469X
Depsito legal: M. 2.355 -1997
lmpreso en ClosasOrcoyen, S. L. Polgono rgarsa
Pa mcuellos de J:trama (Madrid)
Printed in Spain
xvn.
XX:
Prlogo
133
143
157
157
167
metafsica (1970).
Desde entonces, todos mis libros han sido exploraciones de la realidad de la persona: los dos li
bros sobre la mujer, La mujer en el siglo XX y UI
11
1
Presencia
lInado su vida, la del autor de esta interpretacion de lo real. No era esto la mxima paradoja?
La realidad radical es <<mi vida, se entiende, la de
cada cual; cada uno de los vivientes puede repetir
esa frmula, descubrir el mbito en que toda realidad como tal se constituye y manifiesta. Pero no se
puede soslayar el hecho de que la vida humana termina con la muerte. Qu significa esto? Ese final ,
equivale a una extincin? Podra serlo de la realidad radical? Hay que buscar algo ms; pero precisamente no puede ser algo , sino una realidad
bien distinta, irreductible, de otro orden: lo que
llamamos alguien, y que la lengua distingue espontnea y radicalmente. Significa la muerte, el trlInO de la vida, la aniquilacin de ese alguien, de
ese yo que vivi en y con su circunstancia, en el
mbito de la realidad integra ordenada en torno
suyo?
La necesidad de comprender esto llevaba a plantear una cuestin nueva y particularmente espinosa,
casi siempre eludida por toda la tradicin filosfica:
la fOLma de realidad que pertenece a ese alguien, a
ese yo inseparable de su circunstancia
sea esta
cualquiera ; esto es, lo que llamamos persona.
ro
14
15
***
16
17
TI
21
una de las mayores limitaciones, con mnimas excepciones insuficientes, de todo el pensamiento filosfico.
Opacidad y transparencW son rasgos de esa extraa realidad que es la persona. La persona supone relacin, convivencia, excluye el aislamiento.
Lo primario es el descubrimientp del otro, es decir, de t, en el que se manifiesta la persona, y que
hace caer en la cuenta de m como alter tu, forma
primaria de verme como yq. La percepcin de
l persona es absolutamente distinta de toda otra.
Significa un encuentro, una resistencia, el engarce
de estructuras en una relacin personal. El descubrimiento del t tras la cara ajena es distinto de la
percepcin de esta. Y cabe preguntarse si ese descubrimiento es siempre mutuo.
Especialmente, a travs del cuerpo amado se llega a la persona, porque es su cuerpo, no un cuerpo impersonal. Entonces se llega a la verdadera
presencia, la forma radical del estar con. Y surge nuevamente la cuestin de si es necesaria la reciprocidad.
Esto lleva a ver la persona como mbito; podramos definirla como interiorIdad abierta. Hace mucho tiempo defin el patio, especialmente el andaluz, como dentro pero abierto, y esta nocin
puede aplicarse a la persona. La persona humana
puede estar consigo misma, es decir, soledad y
compaa juntas. Se puede estar, por otra parte, no
solo con otra persona, sino en ella. Es decir, es
posible el acceso a otra intimidad, compartida sin
que deje de ser intimidad.
24
Se puede entender a una persona <<habitada argumentalmente por otras, a lo largo de una vida. A
diferencia de lo que Leibniz pensaba de las mnadas, las personas tienen ventanas. El papel de esas
personas que nos <<habitan es excepcional y decisivo, y no es frecuente que se tenga conciencia clara de ello, ni siquiera por parte de la persona habitada. Es lo que suele faltar en las biografas escritas
por alguien distinto del sujeto, y ni siquiera es seguro que este llsmo se d cuenta de ese factor ca. pital de su propia realidad . Esas personas pueden
en algn sentido <<pasaD>, por el carcter sucesivo
de la realidad personal, pero no puede olvidarse el
otro carcter, la permanencia: las personas que
han pasado, en qu medida y en qu forma han
quedado? Creo que de esto depende en una dimensin capital la estructura de cada persona.
Pinsese en la del personaje, tan interesante y problemtico, del Don Juan.
Una de las formas decisivas de la inseguridad es
el azar, ajeno a los proyectos, sobrevenido, que in terfiere con ellos y los perturba. Pero no se olvide
que acontece a alguien previo e irreductible, definido por unos proyectos que reobran sobre los
contenidos del azar para llegar a un destino, resultado de la convivencia entre esos proyectos imaginarios y los azares sobrevenidos. La vida se realiza
mediante la absorcin desde los proyectos de los
azares externos y que ponen en peligro la continuidad y coherencia. El sentido mismo del azar
humano depende de su interferencia con los proyectos que lo asimilan e incorporan.
25
La personalidad se realiza en muy diversos niveles, es esencial la posibilidad de incremento o descenso, tanto individual como socialmente. Es posible la inmersin en lo csmico, situacin probable
en las formas de vida primitiva, en los milenios en
que la poblacin humana era exigua, pequeos
grupos aislados, sumidos en una naturaleza desconocida, hostil, con frecuencia opresora, que constitua a la vez el mayor riesgo de la supervivencia y
los recursos para asegurarla.
Otra forma de atenuacin de lo propiamente
personal es la disolucin en lo social, la subordinacin del individuo a un grupo condicionante, por
ejemplo la tribu, fuera de cuyas vigencias compactas queda un limitado espacio libre para la persona como tal. En un grado menor, pero posible en
condiciones histricas superiores, y que llegan a
nuestros das, la persona puede estar perdida en
una red de relaciones impersonales. A veces esto
no es forzoso, pero se busca por huir de la soledad; esta es inseparable de la condicin personal,
la acompaa siempre; ya la vez es la soledad la que
hace posible toda autntica compaa.
***
)( Creo que un planteamiento eficaz de la cuestin
decisiva: la realidad de la persona, requiere ir ms
all de los tipos o formas de realidad conocidos y
ensayados, y que no sirven para comprenderla.
Ser necesario partir de lo que realmente entendemos y vivimos como personas y en nuestra rela-
26
cin efectiva con las dems, y conceptuar la evzdencia, en lugar de intentar reducir esta a los conceptos recibidos, y que son inadecuados por la radical
diferencia entre los modos de realidad. Desde el
sistema conceptual elaborado para pensar las cosas en el ms amplio sentido de esta expresin no
es posible la inteleccin de lo que escapa a las estructuras admitidas y comprendidas en una larguisima tradicin. Creo que esta es la explicacin del
hecho enorme de que, mientras se ha avanzado extraordinariamente en el conocimiento de la naturaleza, hay un extrao <<fracaso en las disciplinas
que se refieren a lo propiamente humano.
El ltimo reducto, que encierra la decisiva evidencia, ms alla de las interpretaciones intelectuales dominantes, es el quin que cada uno de nosotros es, realizado o perdido en las diversas trayectorias de una vida que puede ser verdadera o
engaosa, en varias proporciones y direcciones. El
fondo personal es lo que se trata de salvar, ese
quin inequvoco, inconfundible con todo lo que
no es l, pero que puede ser solo adivinado y casi
desconocido; y, lo que es peor, enmascarado y desfigurado por una conceptuacin inadecuada, cuya
eliminacin es la primera y acaso ms difciltarea.
La persona es un arcano, hasta para ella misma.
Ante cualquier persona, por familiar y conocida
que sea, incluso ante uno mismo, surge una pregunta: de qu se es o no se es capaz, para bien o
para mal? La lzbertad se presenta, en uno de sus
aspectos, como un abismo no forzosamente <<in-
27
28
29
111
Temporalidad y mortalidad
La vida personal consiste en una distensin temporal; a diferencia de las cosas, no se reduce al presente, y por tanto a la realidad en el sentido de lo que
es. El hombre, cuando se da cuenta de s mismo,
se encuentra vivienrh desde su nacimiento, es decir,
con un pasado a su espalda, en el cual se ha ido haciendo lo que es, pero que ya no es actual, con una
extraa realidad pretrita, que es el <<haber sido. La
vida humana, cuando se cae en la cuenta de ella, es
ya antigua, y como no se conserva memoria de esa
anterior, resulta a la vez propia y ajena. Bastara esto
para ver la distancia entre la persona humana y cualqwera otra realidad, y por tanto la necesidad de nuevos instrumentos intelectuales para comprenderla.
Pero a la vez la persona es intrinsecamente f uturiza, est proyectada hacia el futuro, es anticipacin, proyeccin hacia algo que, no solamente carece de realidad, sino que acaso no la tendr nunca, por la inseguridad que le pertenece.
30
31
Puede esclarecer esta forma de realidad la comparacin con lo ms cercano, con una forma de la
cual participa e! hombre: e! animal. El hombre
es ciertamente un animal; sin duda muy particular,
con diferencias importantes; pero la cuestin es si
es posible partir de! gnero animal y aadir una
diferencia especfica, por ejemplo racional o
<<locuente zoon lgon khon , segn la definicin tradicional. Por lo pronto, hay que sealar la
equivocidad de! trmino animal, que puede
comprender desde e! protozoo hasta la ballena, lo
que parece excesivo. La semejanza psicofsica entre e! hombre y los animales superiores es evidente en nuestra poca se ha llegado a realizar trasplantes de rganos animales a organismos humanos, lo que es revelador de ese parentesco. Parece
posible, y es comprensible, e! origen evolutivo de!
hombre en una serie animal, hasta la aparicin de
la <<vida humana, que sera algo enteramente nuevo e irreductible. Hace mucho tiempo defin al
hombre como e! animal que tiene una vida humana, para indicar que lo decisivo es esta, antes
que e! soporte orgnico, que no tiene por qu ser
esencialmente diferente. Si se parte de este, se
pierde de vista la radical innovacin en que lo humano consiste, precisamente por ser personal.
El animal est dado , no solo en lo que es
como organismo, sino en e! repertorio de sus acciones, que tiene que realizar, pero que estn ya
determinadas por su especie; en eso consiste su naturaleza. En e! hombre, por e! contrario, se introfuturo incierto
como
duce la irrealidad
32
33
recen con l sus proyectos, aquello en que ms propiamente consista. Intntese comprender, es decir, imaginar, la situacin de la persona ante la
muerte prevista y ya en d honzonte. La pregunta
sera: qu puedo esperar en esta vida? Se nene la
impresin de que se van a cortar los. proyectos en
que se consiste. Creo que en ello estnba la percepcin de la intrnseca finitud de la V1da humana. La
evidencia de que ya no podr hacer algunas cosas
me pone frente al trmino bi~grfico de ella, bien
distinto de la mortalidad organlca, que puede estar todava ausente, no manifestarse en un detenoro perceptible. Es la trayectoria biogrfica la que
anuncia su final. Ahora bien, si los proyectos son
autnticos, como sucede con d amor o la vocacin, es imposible renunciar a ellos, porque se es
eso son la verdadera realidad de la persona.
Antes me pregunt a quin se despierta cada
uno, para entender la condi,:in personal de la
vida, en su forma real y condiana; ante la muerte
prevista y anticipada, el reverso de esa pregunta es
de quin se despide cada cual. Y en_ello descubre
lo que es irrenunciable, porque sena renunClar a
uno mismo, lo que es contradictono, y por ello
imposible.
. .
Si tomamos esto en serio, de ello se infiere q?e
la mortalidad personal envudve una contradiccin, y es por tanto inaceptable. A lo largo de la
historia y en muy diversas formas, se ha mtentado
escapar' a ella. De un modo predominant~, con la
esperanza de que la muerte no sea definit1~a o total non omnis moriar, frmula que perrmte muy
34
35
36
***
/ La insistencia, necesaria, en la irrealidad que
Introduce la condicin futuriza de la vida humana, la presencia del futuro incierto en forma de
proyectos y su articulacin en trayectorias, no
~ebe hacernos olvidar la otra forma de temporalidad: la presencIa del pasado, que es otra irrealidad, ya que no es, sino que fue. Con una diferencia importante y que no se puede pasar por alto:
no se trata solo de lo individual, sino que el pasado de la vida depende en gran parte de lo que la
persona encuentra ya en su mundo. Este, precisamente en lo que tiene de humano, consiste en
usos, vigencias, interpretaciones; es decir, es el
pasado de los dems, que constituye el <<nivel de
la vida personal de cada uno de nosotros. Todo lo
que no es personal se reduce a lo que es, al presente; la persona posee de modo imperfecto,
en esencial inseguridad, el tiempo, est constituida por una temporalidad que dilata los lmites de
lo real.
y no se trata solo de la memoria individual de lo
que para cada persona fue presente, sino de la his37
IV
Soledad y convivencia
39
38
40
to y que en principio no es personal. El gran acierto de Ortega al ver en mi vida como <<'jo y mi circunstancia la realidad radical ha de ser entendido
incluyendo en el sentido mismo de la circunstancia la convivencia que llamaba interindividu> a
diferencia de la social o colectiva.
Esto no quiere decir que no pertenezca radicalmente a la persona la soledad; pero su puesto y su
funcin no son primarios. La soledad es el resultado de una retracczon. No se est solo, sino que
uno se queda solo.' Existe la posibilidad de una
retirada de los dems y aun del mundo. El problema es adnde ir. Y esto descubre lo que antes
seal: junto a su esencial apertura, la persona es
un dentro, un mbito.
; La persona tiene lo que se llama <<vida interioD>,
en forma superlativa <<vida ntima; si se pudiera
proyectar en una pantalla lo que es efectivamente
la vida humana, se vera que no consiste solo en
actos y gestos, sino a la vez, en inextricable mezcla
con ellos, imgenes, recuerdos, evocaciones, expectativas, deseos, nostalgias, sentimientos de toda
ndole que coexisten con la vida exterior, de la que
son testigos los dems. En ambos <<mundos vive
simultneamente el hombre.
La forma suprema de retraccin o retiro a la in terioridad es lo que expresa maravillosamente la
palabra espaola ensimismamiento, tan viva y coloquial que puede ser un nombre, un verbo ensimismarse y el participio que significa su resultado: estar ensimismado.
Pero el ensimismanuento es una posibilidad, no
41
43
transparencIa que permIte una casI incomprensIble seguridad acerca de alguien que es una realidad dramtica, insegura, futuriza, abierta. Es
como si se ose era la clave de esa ersona es el
indicio e haber llegado a una convivencIa desde
el doble ncleo personal de los implicados en esa
relacin.
No hay que decir que la mayor parte de las vidas
humanas estn lejos de esta radical forma de contacto. En gran parte, porque las interpretaciones
vigentes excluyen lo personal, se mueven en el plano de la convivencia abstracta o entendida como
mera coexistencia de realidades de las que se omite su radical condicin de personas. En otras pocas exista, aun en forma residual e inerte, la vigencia de ciertas nociones sostenidas por la interpretacin personal de la vida humana pinsese en
los conceptos de creacin, pecado, responsabilidad, arrepentimiento, salvacin o condenacin .
N ada de esto es inteligible si no se trata de personas; por muy desdibujado que estuviese este concepto, la persistencia de estas vigencias obligaba a
mantener un rescoldo de la interpretacin personal, que por eso podia reanimarse o rebrotar ocasionalmente. Estamos asistiendo a la progresiva
evaporacin de esas vigencias, y con ella a la desaparicin de la visin del hombre como persona.
Acaso la nica posibilidad restante es el descu~
44
brimiento de la soledad, para hallar en ella las formas de una convivencia entre personas, hoy casi
desaparecida del horizonte, mental y vital, de gran
parte de nuestros contemporneos.
45
v
Las ocultaciones de la persona
Todos los hombres son personas, y se saben distintos de toda otra forma de realidad, no solo las
cosas inanimadas o la tan misteriosa, si se mira
bien de las plantas, sino la de los animales, que
tantas semejanzas presenta, por lo menos en algunos casos, sobre todo los mamferos superiores y
los que durante milenios han constituido la <<famies delia humana: los animales domsticos
cir, los de la casa o bien los ganados.
Ser persona es algo evidente y que se impone a
lodos los humanos; y sin embargo siempre se ha
advertido una dificultad para comprenderlo, se ha
sentido que esa condicin es evasiva o elusiva, que
no se manifiesta e impone siempre, que hay que
buscarla y perseg1lirla. Tan pronto como se ha tropezado en la filosofa griega con la persona, se ha
visto su oscuridad y la necesidad de poseerla y no
dejarla escapar: gnthi seautn , nosce te ipsum; por
lo visto, no es tan fcil ni seguro conocerse a s mis-
47
48
ma), en ocasiones pneuma (spiritus), pero igualmente aparecen srx (caro), soma (corpus); y, por
supuesto, es esencial el concepto de encarnacin:
la segunda persona (divina) srx egneto (caro factus es!) y se hizo hombre. La persona humana es
encarnada.
Cuando San Agustn habla de! hombre interioD> est dando por supuesto que no es todo, que
hay tambin el exterior; pero su atencin se concentra inequvocamente en e! primero (in interioyz
homine habitat veyztas); y San Anselmo, siguiendo
sus huellas, pide al hombre que entre en e! aposen to de su mente, excluya todo menos Dios y lo que
te ayude a buscarlo y cerrada la puerta, bscalo.
No exclusividad, pero s preferencia por la interioridad.
Lo ms inquietante es que el pensan1ento moderno, aun con el predominio de! idealismo, ha
experimentado una desviacin empirista que, a pesar de su escasa relevancia filosfica, ha tenido un
inmenso influjo social y ha llevado a la mayor ocul I acin de la persona.
, La insistencia en lo colectivo, en e! gran nmero, en los a.spectos ms superficiales de lo humano,
d bienestar: o welfare, en e! placer o el dolor en
detrin,ento de la nocin estrictamente personal de
Iclicidad, la atencin predominante a la poltica y
la economa, el olvido de la cuestin de la supervivencia tras la muerte, todo esto ha apartado la mirada de la realidad de la persona, relegada a un
puesto marginal o enteranlente pasada por alto.
El asombroso nmero de cosas que rodean-al
49
hombre, especialmente en los pases desarrollados, ha cambiado la perspectiva que durante milenios haba sido habitual. Se ha perdido la relativa desnudez de la vida humana, que haca fcil
el acceso a su ncleo personal: se llegaba a l sin
demasiados intermediarios; de manera creciente
desde el siglo XlX, con una enorme aceleracin en
el xx, .hay que atravesar algo as como una densa
muebles, vehculos, aparatos
muralla de cosas
de todo orden, imgenes para llegar al hombre,
no digamos a su ncleo personal, emboscado en
un mundo tcnico cuyo orden de magnitud es en teramente distinto de lo que ha sido en cualquier
,
otra epoca.
Consecuencia de todo esto, unido, es la dificultad de que el hombre individual pueda quedarse
..... solo y entrar en cuentas consigo rnismo .!,a dispersin habitual de la vida hace problemtica la concentracin, condicin imperiosa para el hallazgo
de la propia person~. La vida de nuestros contemporneos est llena de quehaceres impuestos,
impersonales, que no brotan de la vocacin personal , sino de las solicitaciones de la profesin, de las
mltiples regulaciones, de la presin del Estado y
de las diversas instituciones; ms an, de los impactos infOI mativos que se reciben a lo largo de todos los dias y que absorben la mayor parte de la
atencin posible.
El afn de seguridad y la multiplicacin de seguridades que el hombre actual exige y recibe, y que
afectan a los aspectos impersonales de la vida, es
algo que condiciona la perspectiva dominants:. Es
50
Varn y mujer, instalados en su condicin respectiva, tenan ante s dos proyectos diferenciados,
que podian no ser estrictamente personales, pero
determinaban dos argumentos destmados a realizarse o llenarse con contenidos que por lo menos
haban de ser individuales, concretos, preparatorios de algo que podia llegar a ser estrictamente
personal. Lo decisivo era la esencial referencia
mutua de un sexo al otro, la presencia de cada uno
en e! otro, como algo constitutivo. Esa proyeccin
impona la imaginacin de la otra forma humana,
lo cual llevaba forzosamente ms all de la realidad a una anticipacin que conduca a los aspectos ~ersonales de! otro sexo, a la anticipacin de
trayectorias cuyo ltimo supuesto es la realidad
personal.
.
Se preguntar por qu he usado e! tIempo pretrito. Acaso no es verdad ahora cuant? acabo de
recordar? Ciertamente lo es. Pero no tIene vIgencia: todos los esfuerzos llevan en direccin contraria; se intenta disipar la disyuncin polar en que la
persona humana consiste; se muestra solo lo comn, que es forzosamente abstracto. Por ~upues
to la doble condicin de la persona es meVltable y
se impone en todo caso, desde luego. tambin en
nuestro tiempo; pero e! hecho notorio es que s.e
est intentando borrar o enmascarar, y esto significa literalmente una ocultaezn de la persona.
Ocultacin no es negacin, ni siquiera desaparicin; pero significa que algo se interpone entre
cada persona y la visin de ella misma y de las dems personas como tale~. Siempre han eXistIdo, a
lo largo de la historia, tales ocultaciones. He aludido a las que han predominado en Occidente; en
otras formas de lo humano han sido o son otras,
que sera interesante descubrir. Una de las razones
de que no exista una historia universal es la falta
de claridad sobre casi todo lo que es verdadera.
mente lmportante.
He llamado la atencin sobre las ocultaciones
que afectan a nuestras formas de vida, y muy en
particular a las actuales, que son las que hay que
superar para alcanzar la necesaria transparencia
que e! descubrimiento de la persona requiere.
52
53
VI
La analoga de la persona
El captulo TI del Mapa del mundo personal se titula <<Persona masculina y femenina. Es menester
tener en cuenta cuanto dije all, pero en modo alguno agota la cuestin. En este contexto me muevo en otro nivel, a otra profundidad, y se impone
Jar un paso ms, que nos lleva a un nuevo planteamiento del problema.
H e insistido largamente, desde hace muchos
aos y en diversos libros, en la honda diferencia
,
.
,
~ ntre varon y mUJer, como estructuras reCiprocas,
disyuncin polar que, lejos de separar, vincula,
como dos formas de vida, cada una de las cuales
consiste en la referencia a la otra. Pero era meneslel" tener presente la condicin personal de ambas,
el hecho radical de que varn y mujer, a pesar de
sus inmensas diferencias, coinciden en ser personas, lo que hace posible su recproca inteligibilidad, la radical coincidencia que las une, frente a
cualquier otra forma de realidad.
55
57
58
59
VII
Conceptuar la evidencia
60
61
62
63
** *
En el captulo X 111 de Razn de la filosofa introduje una innovacin radical que, si no me equivoco, no ha sido percibida, menos an incorporada: la idea de que, cuando se trata del hombre, el
verdadero principio de individuacin reside en las
experiencias radicales. No voy a repetir aqu lo que
desarroll en otro contexto; simplemente quiero
aplicarlo ahora a ese mtodo que consiste en conceptuar la evidencia.
Las experiencias radicales constitutivas unas,
eventuales otras determinan quines somos. No
proceden de ninguna naturaleza , de los ingredientes de nuestro mundo o de nuestros recursos
psicofsicos, sino de lo que hacemos y nos pasa, es
decir, de nuestra vida personal, que ciertamente
est condicionada pero no determinada por
los factores naturales de nuestra circunstancia. De
esta manera el principio de individuacin, que nos
hace ser el que realmente somos, procede de nues tra vida, y no de ninguno de sus elementos integrantes, que se han de tener en cuenta, pero solo
en la perspectiva de esas experiencias, y por tanto
64
65
66
67
VIII
El arcano de la persona
He hablado anteriormente de las ocultaciones de la persona, que sobrevienen a esta, principalmente por causas sociales, que afectan a la situacin' de manera acentuada en nuestro tiempo.
Ahora es menester lanzar una ojeada a otro aspecto de la cuestin: la condicin intrnsecamente arcana de la persona humana, la dificultad de saber
quin es alguien, incluso yo mismo, en la ltima radicalidad.
La corporeidad, como vimos, es ya el primer factor, a la vez positivo y negativo: en el cuerpo, sobre
todo en el rostro, se muestra y descubre la persona;
si se hace caso de lo que se ve, lo que no es frecuente, se sabe en cierto modo a qu atenerse, se comprenden innumerables cosas, que pocas veces se
toman en serio. Lo normal es que se intente descifrar el psiquismo, muy especialmente el carcter.
Pero eso no basta; lo que se necesitara es saber lo
que alguien ltimamente es, quin pretende ser.
69
Consideremos dos aspectos distintos del problema: el que se refiere a los dems y el que me
concierne a m mismo. Hgase un recuento de
aquellas personas de quienes realmente sabemos
quines son. Se advertir que a lo largo de la Vlda
hemos logrado cierto grado de transpareneza acerca de unas cuantas personas, probablemente en
muy corto nmero. Lo ms probable es que hayamos invertido largo tiempo, experiencias comunes , hasta alcanzar ese extrao conocimiento. Es
posible tambin que no haya sido permanente: la
esencial variacin, el acontecer propio de la persona conocida y de m mismo, hacen que sea insegura esa posesin tan difcilmente alcanzada: a veces
se tiene la impresin de haber perdido a una
persona, de que ha resultado enajenada , a causa
de ella o acaso de m mismo.
La superacin del arcano requiere un grado de
coherencia con la otra persona, de afinidad con
uno mismo. No tiene por qu ser parecido
-peligroso error ; el encuentro en el nivel rigurosamente personal establece ms bien una extraa unin proyectiva, sobre la que se ha pensado
bastan te poco.
Hay una diferencia considerable segn se trate
de una persona del mismo sexo o del otro. En el
primer caso, se trata de un proyecto comn, de la
necesidad, o al menos el deseo, de hacer algo concreto' juntos. En el segundo, esto no es necesario,
cada uno puede ser proyecto para el otro, lo que
hace ms probable e intensa la superacin del arcano. Si hacemos bien las cuentas, encontraremos
70
que un hombre sabe con mayor frecuencia quines son algunas mujeres que los hombres , y lo mismo sucede si se invierten los trminos.
No se piense ~orzosamente en el amor, de cuya infrecuenCIa habra que ocuparse. Lo q ue es esencial
es que la relacin entre varn y mujer se mueve en el
elemento del amor, y por tanto de su posibilidad
rara vez realizada, pero con la cual hay que contar:
cuando la relacin entre ambos no es amor, es porque es otra cosa, pero podria serlo. Es decir, se trata
de una de varias posibles trayectorias, de las cuales
algunas podran ser amorosas en varias forlllas .
Si alrora consideramos la propia persona que
cada uno de nosotros es, encontramos el mismo
carcter de arcano. Vimos la vieja exigencia del
gn6thi seautn o nosce te ipsum. San Agustn dice
perspicazmente: Neque ego ipse capio totum quod
sumoLa razn ltima de esta situacin es la radical
lzbertad de la persona, que puede elegir entre muy
diversas posibilidades y trayectorias.
Pero estas no son equivalentes: el elemento de
autenticidad es decisivo. Yo elijo y decido mi vida,
dentro de las posibilidades que la circunstancia
permite, y por tanto puedo seguir mi verdadera
vocacin o serIe infiel. La posibilidad de que la circunstancia lo impida puede ser causa de infelicidad, pero no de falseamiento o inautenticidad. El
que, por ~taciones personales, somticas, psqwcas o SOCIales, no puede realizar plenamente su
vocacin, puede conservar su autenticidad, y as
.
."
conocer quzen es, qwen tena que ser, aunque cualquier adversidad lo estorbe.
~
71
El apartamiento de la trayectona autenUca puede ser consentido, y en ese caso la persona aparece enmascarada. Es la causa ms profunda y frecuente del descon~to de uno mismo: el hombre
no se reconoce en su realida<i: adivina, ms o menos confusamente, quin tenia que haber sido, y
acaso no ve que, por esa coridicin de radicallibertad que lo ha llevado a la prdida de s propiO,
todava podra recobrar su verdadera realidad a la
que haba renunciado.
presa del miedo y subordinen a l todos los proyectos, que se limiten a intentar sobrevivir a cual.
'
qwer precio. Este puede ser la vileza, la traicin, la
delacin, la aceptacin sin lmites de lo que se les
pida. Finalmente, esta variacin puede ser activa
la participacin entusiasta en el crimen el descu:
brimiento de un fondo de maldad que i~oraban y
que realmente pareca no existir.
Se tiene la conviccin de que esas vidas hubieran sido enteramente distintas si hubiesen continuado las circunstancias habituales. Ms an: se
asiste a una mutaczn de tales personas, difcil de
co~prender, y que lleva a pensar que no se saba
qwenes eran. Y queda en pie si la <<verdad resida
en el pasado normal o en la forma revelada por el
cambIO radical de las circunstancias. 0, por ltimo, si tal variacin descubre la irrealidad de esas
personas, la falta de autenticidad de ellas a lo largo
de todas sus vidas. Existe, por difcil que sea su
comprensin, la falsedad intrinseca.
Una amiga ma, excelente grafloga, al ver una
letra de una persona a quien no conoca, dijo: Es
una persona a la que, si dice "Buenos das", hay
que contes~arle: Mentira! En forma extremada y
un poco comlca, esto responda a esa posibilidad
que acabo de mencionar.
~l aspecto positivo de esa condicin arcana de
la persona es que no puede recaer un fallo definitivo sobre ellih Es arcana porque est siempre
abierta, porque es inagotable, porque tiene siempre nuevas posibilidades no ensayadas. Ciertas relaciones, precisamente las ms profundas, pueden
73
ner trmino conocido .. Ese halo es lo que vagamente se perCIbe e l1I1Plde dar por sabida la realidad de una persona, ni siquiera la que cada uno
es. SIendo la extrema intimzdad, le es propia la poSIbilidad de trascendencia ms all de toda realidad
dada. Hay algo as como la adivinacin de una in flnlt;Id que impide dar por conclusa a una persona
y as! une a ella un reducto de misterio.
* )'r *
Todava hay una justificacin ms honda de la
condicin arcana de la persona. Siendo, como es,
una realidad finita, estrictamente limitada, le pertenece un halo de posibilidades que no parece te-
74
75
IX
La vida personal
Esta indagacin sobre la persona presenta algunos caracteres que pueden parecer sorprendentes.
Se sealan con extremada insistencia aspectos que
pueden en algn sentido oponerse: .he insistido
con la mayor energa en la esencial corporeidad de
la persona humana, a la vez que he mostrado la ab soluta irreductibilidad a su cuerpo. He mostrado
-'
e! parentesco de! hombre con e! animal, la inclusin de la realidad de este en la humana, pero
igualmente la absoluta diversidad de la <<Vida humana y la animal en cualquiera de sus formas.
Por otra parte, algunas visiones de lo personal
reaparecen en diversos captulos, sin que se trate
de repeticin, sino de nuevas perspectivas, que
descubren facetas enteramente distintas de realidades que no se agotan en ninguna de ellas, ni si
qwera en su conjunto.
El inquietante balance de lo que se ha ido entendiendo por persona, a lo largo de toda la historia
77
78
ca , son como yo
aunque sean muy distintas
y, por supuesto, irreductibles a m .
Un anlisis ms a fondo descubre que esos
prjimos se presentan en mi vida en diferentes
escorzos, solamente algunos de los cuales responden a la peculiaridad de mi vida; el resto queda
fuera de esa condicin ltima. Mi libro Mapa del
mundo personal intent la delimitacin de la zona
en que la persona que soy yo funciona como tal en
su relacin con otras en que esa condicin acta
en sentido estricto.
Ahora hace falta dar un paso ms: extraer de esa
experiencia vivida el precipitado intelectual que
revele las condiciones ontolgicas
para empear una expresin no enteramente adecuadade la persona.
** *
El hombre, rodeado de cosas que le plantean
problemas y le proporcionan recursos para resolverlos, ha estado durante milenios oprimido por
una circunstancia, en gran parte adversa, que lo ha
obligado a vivir perdido en ella, con eventuales
retiradas momentneas a su interioridad. La
presencia de semejantes o prjimos se ha ido
haciendo ms frecuente a lo largo del tiempo, y ha
sido predominante en las pocas que llamamos
<<histricas y que conocemos ms all de vagllsimas conjeturas. Podramos decir que la convivencia ha llegado a ser ms importante que la inmersin en la <<naturaleza, y las presiones sociales
79
-lUSOS,
80
82
cuado. Si estos conceptos no son posedos y utilizados con rigor, sin hacer violencia a la realidad vivida, no es posible la posesin intelectual de la
persona.
Ser menester encontrar aquellas dimensiones
de la vida en que esto es posible, en q~e se des~u
bre de modo eminente y sin perturbacIOnes la Vida
estrictamente personal.
x
Persona y sustancia
La interpretacin intelectual de la realidad humana ha solido oscilar entre dos extremos: la que
se llama sustancialista y la que se ve como <<uncionalista. En la primera, el hombre aparece
como una cosa, si bien de una especie muy particular' definida sobre todo por la racionalidad. En
la segunda, esta nocin se disuelve en el conjunto
de los actos, sobre todo lo que en tiempos recientes se llama <<vivencias; el hombre sera un
haz o conjunto de actos psquicos.
Ambas interpretaciones suscitan profundo descontento. El hombre, en cuanto persona, no es
cosa ni nada semejante; pero esto no quiere decir
que no le pertenezca una realidad distinta de sus
actos y de su mera coleccin. Es forzoso renunciar al concepto de sustancia, o identificarlo con la
nocin de cosa? Vimos cmo el uso de la lengua
habla de una persona insustancial , lo que parece sugerir que la afecte una carencia o privacin de
84
85
** *
Cuando conocemos de verdad a una persona,
cuando realmente sabemos quin es, qu quiere
decir esto? Tenemos presente el fondo de sus poHi bilidades y no menos de sus imposibilidades,
de aquello de que <<no es capaz, con imposibili-
86
87
88
grado de realzdad.
y esto nos descubre inesperadamente que uno
de los atributos de la persona es la intensidad de su
reaIdad: se puede ser ms o menos persona
aunque no se puede dejar de serlo ms que
por un abandono de esa condicin, por un p roceso libre y consentido de despersonalizacin . y
ello es as porque la persona no es nunca una realidad dada, sino que se est haciendo, argumental y por ello parcialmente irreal, con una inseguridad que solo se supera cuando existe una carga suficiente de autenticidad.
Esta es la aparente paradoja: la constitutiva inseguridad de la vida humana y su condicin personal solo se puede superar con algo que a su vez es
~seguro: la autenticidad, la incapacidad de enganarse, que no es tampoco un dato o un atributo
<<naturru,>, sino la condicin misma del proyecto
o riginario, elegido, adoptado, identificado con la
pr~pia realidad dramtica, que se est haciendo y
esta sIempre expuesta a todas las vicisitudes de la
vida.
Por esto, la confianza que se tiene en una persona tiene siem re el carcter de apuesta : se pone
a una carta, con la conciencia e que se puede perder; pero con la conviccin de que esa confianza
89
90
XI
Perfeccin e imperfeccin
tiempo.
Por supuesto, cabe la duda de si esa desaparicin de las personas por su mortalidad es total y
definitiva, si quiere decir su destruccin o aniquilacin. Esta cuestin tendr que plantearse ms
adelante, sin darla por zanjada en un sentido o en
otro. Pero hay otras formas de imperfeccin que
sin duda afectan a la persona .
.fu..esencialmente imperfecta en el sentido literal
y etimolgico de la palabta: es incomplett, inacabada, se est haciendo siempre, en perpetua inconclusin. A la persona humana le pertenece un
carcter penltimo, utpico, constitutivamente
deficiente, indigente, menesteroso. Lejos de la
suficiencia que fue el ideal ontolgico de Gre
cia, especialmente del pensamiento eletico, la
persona necesita innumerables cosas, siempre y en
todos sentidos. Desde este punto de vista, es la
suma imperfeccin.
Lo es? El Dios de Aristteles es nesis noseo.\ ,
92
dosis de vacilacin o ambigedad. Se reza: <<Requiem aetemam dona ei, Domine, pero se aade:
et lux perpetua luceat e. Se pide el descanso
eterno, el reposo, el haber llegado, tal vez el sueo;
pero a la vez se pide que una luz perpetua luzca
para el que ha muerto; es decir, se lo imagina despierto, alerta, abierto a la realidad.
El <<morta!ismo que invade el mundo actual,
en una proporcin que sera aterradora si no fuera
porque l mismo elimina la importancia de todo y
engendra una inaudita indiferencia, nace de una
abolicin de la condicin personal, y a su vez induce a su olvido; acaso significa una desesperacin
de conciliar persona y perfeccin. Pero es problemtico que haya que desesperar de ello.
En lugar de partir de una nocin de perfeccin
surgida de otras realidades, sera ms razonable
partir de la persona tal como se nos presenta a la
evidencia inmediata y buscar lo que podra ser su
perfeccin. A esta altura hemos visto, ms all de
toda posible duda, la condicin nica de la persona, su radical diversidad respecto a toda otra forma de realidad; por tanto, carece de sentido apoyarse en cualquiera de estas y abandonar la singu1aridad de lo personal.
Hemos visto que, aunque todo hombre es persona, no todo en l es rigurosamente personal, que
hay procesos de despersonalizacin, que se dan
multitud de grados, por la inevitable inseguridad.
I-Un mtodo posible sera recurrir a las vivencias saturadas de la condicin personal. Hay momentos
en que nos sentimos plenamente alguien, en que
94
96
o alguien. Cuando esto acontece, se palpa la propia realidad personal, se la toma en las manos y se
la presenta al riesgo total. La condicin inexcusable es que esa decisin proceda del fondo de la
persona; que no sea consecuencia del embalamiento, la embriaguez, el contagio. En la gran mayora de los casos, se pone en juego la vida desde
fuera, yes un modo de enajenacin. En contadas
ocasiones el riesgo es aceptado desde la intimidad,
con la evidencia de que no se podra hacer otra
cosa y seguir siendo uno mismo, pero que por supuesto se podra rehllir el peligro al precio de ver
que ello significaba la desercin de uno mismo,
de la persona que se es. Esta forma de valor es un
rasgo esencial de la posible perfeccin de la persana, y por eso pienso que es un acierto de la lengua espaola que el sentido primario de esa palabra sea el de <<valenta, ms que el de lo <<valioso , porque sin una dosis de valor perecen todos
los valores.
He comenzado por el riesgo, por la razn de
que es un ingrediente de todas las dems posibles
experiencias radicales, aunque no envuelvan directamente el peligro de la vida. En la soledad se
produce la retraccin a la vida rig7rosamente personal, que culmina en el ensimismamiento. Es el
enfrentamiento con uno mismo, el reconocimien _.
to de la propia realidad, con sus limitaciones, tentaciones, cadas; con sus deseos y proyectos irrenunciables, y la probabilidad de su fracaso y frustracin. Hace falta no poco valor para mirarse en
el espejo insobornable de la soledad y tropezar
97
con los lmites. Pero ese encuentro con la mismidad descubre tambin las posibilidades, aquello
de que se sera capaz si uno se atreviera, y que en
cierto modo es debido, el precio que hay que
pagar para ser el que se tiene que ser; y esto reclama quiz una dosis superior de valenta.
Hay momentos en que se ve con evidencia que
hay que hacer algo que puede consistir ~ deCIr
<<no, en no hacerlo ,bajo pena de sentIr verar genza el resto de la vida, de no atreverse a
se al espejo o entrar en la soledad del enSlJll1smamiento.
Otro ejemplo es el descubrimiento de .la adscripcin forzosa a otra persona, muy espeCialmente cuando esta ha entrado en la vida como radical
innovacin de la que uno se siente responsable.
La experiencia de la paternidad o maternida?,
cuando se ven como personales, como eI origen
personal de otra persona irreductible y absoluta es uno de esos momentos en que se toma posesin de uno mismo. La difusin de una actitud
radicalmente opuesta a esta es una muestra de la
posibilidad de despersonalizacin que amenaza a
nuestro tiempo.
En otra forma, se realiza algunas veces el descu brimiento de la adscripcin irrenunciable a otra
persona. ~e cae en la cuenta de que en adelante la
vida incluye a otra persona, sm la cual la propia ca
rece de sentido, de plenitud, de posibilidad de fe
licidad
forma de perfeccin de las personas,
como-perspicazmente vio Leibniz . Es el mo
mento en que se reconoce y acepta libremente la
n.m
98
99
XII
* * -k
Ante la mujer como tal, si no se olvida o desdibuja su condicin, el hombre se sient? en estado
de alerta
trasldese esta SltuaClOn, aunque
con las oportunas diferencias, a la mujer . Esto
suele confundirse con la atraccin sexual, pero es
una forma de trivializacin: esa atraccin es solo
un ingrediente de algo mucho ms complejo. Lo
que llamo estado de alerta es ver en primer pla.no
la condicin masculina o femenma, darse cuenlil
de la constitutiva referencia al otro, de la menestC
rosidad personal, de la necesidad del otro sexo
para ser el que se es.
.
De hecho, esto se interpreta con frecuenCia cI,'
varias fOlmas parciales y superficiales; esto se debr
a que rara vez se desciende al fondo personal; \11
102
103
104
del doble enamoramiento. A todo lo hwnano pertenece el azar; y tambin la posibilidad del conflicto interno, de las resistencias de la realidad; y, finalmente, del error, siempre rectificable,
la
, porque
.
<<imperfeccin de la persona, su caracter Inconcluso' incluye la posibilidad de renace.r.
Es sorprendente que no se haya terudo en cuen ta la dimensin amorosa del hombre, y en espeCial
la capacidad de enamoramiento, para comprender
ese modo de ser que siempre se escapa de los inStrumentos mentales inadecuados: la persona humana.
XIII
La dificultad mayor en la indagacin de la realidad de lo que es persona es que no se toma en serio la evidencia. El peso de las ideas recibidas es
tal, que se superponen a lo que vemos, a lo que entra por los OJos, a lo que dice la lengua en su espontaneidad, a lo que pensamos cuando actuamos, con una dosis de <<ingenuidad que me parece preClOsa, en nuestra vida. Cuando creemos usar
la razn, nos estamos apartando de la realidad que
lIltentamos conocer, la suplantamos por otras respecto a las cuales se poseen esquemas conceptuales, que pueden ser radicalmente distintos de lo
que buscamos. La idea de Aristteles de la cienna buscada (zetoumne epistme) tiene su mejor
l')cmpIo en esta empresa que hemos acometido.
El mtodo adecuado es recurrir a las vivencias
M
lltumdas en que se descubre la condicin perso11111; en ellas hace acto de presencia esa realidad
l JlI C buscamos, que resulta accesible y permite la
109
pregunta por ella misma, sin admitir su suplantacin. Es lo que he intentado hacer a lo largo de
este libro, ensayando diversas perspectivas desde
las cuales la persona humana se pone de manifiesto. La multiplicacin de ellas es esencial, porque
ninguna agota la realidad buscada, y solo la convergencia de todas ellas puede aprehenderla de modo
suficiente, sin intentar agotarla, lo que sera utpico, ya que se trata de algo abierto y emergente.
Hay momentos en que nos sentimos plenamente alguien, en que vivimos a otra persona como radical e inconfundiblemente tal, nica, irreductible,
no solo a las cosas, sino a otra persona. Y no se trata del sueo, imagen de la muerte, sino de la plena
vigilia, del gozoso despertar a alguien que suscita
ilusin.
En ella veo un mtodo capital para lograr la presencia inteligible de la persona y avanzar en su descubrimiento. La dificultad estriba en que no se ha
pensado sobre la ilusin; ms an , en e! sentido
que aqu interesa solo existe en la lengua espaola,
y desde hace siglo y medio. Mi libro Breve tratado
de la zlusin (1984) es el nico lugar que conozco
en que se plantee la cuestin, en que se adviertu
que en la poca romntica, primero en Esproncc
da y Larra, luego en otros escritores y pronto en el
uso coloquial, se complet el sentido negativo qll~'
tradicionalmente tena y que sigue siendo e! nico
en todas las lenguas que conozco, con otro posill
va, que en espaol es ahora e! m_s fuerte. Lo que
se entendia como <<ficcin, engao, irrisi<n
~<<hacerse ilusiones, ilusiones de los sentidos,
110
113
114
XIV
Recapitulacin
116
Por eso hay que tenerlas presentes; por eso hablo de recapitulacin.
Sorprendern las perspectivas ensayadas. Algunas, por primera vez en la historia del pensamiento, puede parecer extrao que sirvan para entender lo que es persona. Otras han sido aplicadas en
otras ocasiones
pinsese en la corporeidad, la
temporalidad, la mortalidad ; pero desde puntos
de vista muy diferentes, en otros contextos y con
distinto propsito. Sobre todo, lo esencial es la articulacin de las diferentes perspectivas en una visin unitaria, que es la que corresponde al carcter
sistemtico de la filosofa.
No se pierda de vista que la entiendo corno la visin responsable, y no se puede olvidar el carcter
unitario de la visin. La dificultad estriba en la necesidad de justificacin, que obliga a exhibir si
vale la palabra los ttulos de legitimidad inmediata de lo que se dice. Es menester presentar la
evidencia inmediata de lo que se ve, o llevar indirectamente a ella, mediante un proceso de justifi
cacin, lo que carece de esa inmediatez. Una ve~
en posesin de esa justificacin, hay que mirar y
descubrir en una visin abarcadora lo que se im
pone mediante la evidencia.
Pero no se pueden eliminar dos exigencias. Unll
de ellas, que el pensamiento filosfico no es nunCM
.
.
.
. .
estaUco, SlnO que consIste en un movlIDlento argll
mental que recorre la realidad y la va desclI
briendo. Por eso creo que el simbolo de la filosu
fa podra ser el haz de luz de un faro que va y .
ne explorando el horizonte.
La otra exigenci
l'd'
quirirse d
a, que a eV1 enCla no puede ad gn mame una vez para todas: el haber visto en alento que algo es as
.
E
nester que esa evidencia se actu'aE Sirve. d S metan te se renue
1
ce en ca a lns1egiilirudad. ve y vue va a exhibir sus ttulos de
El reSultado de ambas es 1
.
la teora fil L '
.
a necesidad de poseer
Osonca en su ln
.
'
a , porque Sln
ellas esa posesin no es
los escritos filosficos ~~s;b1e. Fue el carcter de
del siglo XVII
.aIro
os grandes creadores
fu
d
~
espeCI
ente
Descartes
y
Leibniz
ue
Yq
e eClSIVO para canse '
'.
'
. gur su V1ctona sobre
los grandes infoli'
'b'
os
lntelmlnab1es
que
Sallan
cn lrse.
es-
118
119
xv
El origen de la persona
* **
A la altura en que estamos, este punto de partida me parece inevitable, pero hay que aadir algunas cosas ms. Si tomamos en serio lo que he escrito hasta ahora, encontramos algunas precisiones
ms sobre lo que es persona. Hemos visto que es
una realidad absolutamente distinta de toda otra,
lo que justificara que su origen fuese tambin diferente. Lo decisivo, lo que da a la persona un
puesto nico en el conjunto de todo lo conocido
con intuicin y que pellu.lte la experiencia, es la inclusin de la irrealidad en su realidad. Podramos
decir que lo real no es ms que real, y 'en ese sentido, presente. La persona, no: es desde luego pasa122
do y futuro, memoria de lo que fue, y que sigue actuando, formando parte de lo que es, y sobre
todo futuro incierto, anticipacin o proyecto, y
consiste primariamente en ello.
Lo incomprensible es que se haya pasado por
alto, obstinadamente, esta evidencia primordial,
que se la haya olvidado para recaer en los modos
de realidad propios de las cosas, radicalmente inconciliables con eso que encontramos a cada instante y que somos nosotros mismos, personas.
El origen de la persona es el nacimiento. Esto
quiere decir que es a su vez personal, procede
de personas que han intervenido en la concepcin;
pero lo decisivo es que el resultado va ms all, no
es un organismo semejante a los de los padres, sino
alguien que difiere numricamente de ellos, que
no se puede reducir a sus progenitores, que es un
tercero irreductible y, en ese sentido, absoluto,
aunque sea un absoluto recibido.
Pero esto quiere decir que la ~ersona, cada persona, ha empezado. La posibili ad de no haber
existido, lo que se Uama contingencia, es esencial,
significa, pues, un incremento de realidad, alg~
que se aade a lo que haba. Mejor dicho, no
algo, porque todos los ingredientes de la corporeidad los elementos qumicos y aun las estructura: somticas o psquicas preexistan;)o que
se anade es alguien, innovacin absol~ta respecto
a todo lo que antes haba; y no solo esto, sino respecto a las dems personas.
. La persona se encuentra en cierto momento, ya
,vIViendO, con un pasado que no fue presente, por123
XVI
Dimensiones de la persona
127
126
I
vivencia personal del tiempo solo es posible mediante la razn . Mediante la memoria y la proyeccin o expectativa, la persona vive en el elemento
y con su inseguridel tiempo, cuenta con l
dad , con sus lmites y el horizonte de posibilidades. El saberse moriturus, contar con que tiene
que morir, es una dimensin radical de la persona
humana.
Lo ms interesante es la conexin de la temporalidad con la corporeidad. La persona no se da de
un modo instantneo, en ningn sentido es simplemente actua1>. El nacimiento se produce en
un estado de la persona que podemos llamar <<implcito; durante un periodo relativamente largo
est latente, y se va manifestando y tomando posesin de s misma, de lo que ya era. Hay un largo
proceso de personalizacin de quien desde siempre fue persona, y que consiste sobre todo en imaginacin y proyeccin. ~a persona se va <<inventando a s misma a lo largo del tiemQ9, a la vez
~
que toma posesin de la realidad en torno y estabece el sistema de conexiones que la constituyen;
es decir, va elaborando, con la mera circunstancia,
un mundo.
Comprese con la articulacin del animal con su
medio o, si se prefiere, medio ambiente. Y en el
caso del hombre no hay solo una adaptacin al
medio, sino primariamente una transformacin
del medio para que se ajuste a los proyectos humanos, es decir, personales. El hecho de que las posibilidades de esto hayan sido muy limitadas durante milenios no debe ocultar que la persona es des130
de el comienzo tcnica; el fantstico despliegue actual no es ms,que una diferencia de grado respec~o a la sltuaclOn del hombre ms primitivo -deando de lado la duda razonable de si el hombre ha
comenzado por ser primitivo, si no se trata de
formas de estancamiento o regresin .
Lo decisivo, la dimensin radical de la persona,
es su enfrentamiento con el resto de la realidad
quiero decir la polaridad en que consiste. Es la for:
ma extren~a ?e la unicidad. No es solo que la persona sea distlnta de toda otra cosa, y de cualquier
otra persona, es que se siente en disyuncin con
todo lo real y lo irreal, con todo lo que no es ella.
No se la puede reducir a nada distinto; pero a la
vez neceslta esa realidad que encuentra, y con ella
tiene que realizarse.
No se puede <<fundiD> con nada, no puede ser
elemento de un rebao o banda, ni articularse con
un ambiente fsico, pero tampoco puede retraerse,
limitarse a s misma, sino que est inexorablemente vinculada a la totalidad de ht realidad presente,
pasada, futura o simplemente imaginad~ Dgase si
esto Uene alguna semejanza con nada que no sea la
persona humana.
131
XVII
que VlvtmoS.
Ha sido menester una lenta retraccin para descubrir ese medio transparente que es el vivir, a travs del cual encontramos las cosas, permanente
objeto de nuestra atencin. Mi vida no es cosa,
sino un hacer, una realidad proyectiva, argumental, dramtica, que propiamente no es, sino
acontece, cuya visin reclama una torsin difcil de
133
alcanzar con los inveterados hbitos del pensamiento, concentrado siempre en las cosas.
y cuando se ha intentado ir ms all de ellas, la
tentacin ha sido descubrir una forma particular
de cosas que ha retenido lo ms propio de ellas.
Las nociones de alma, espritu, subjetividad, el
yo con un artculo revelador han deslizado
el modo de ser de las cosas en los intentos de superarlas.
El ltimo reducto de dificultad reside en pensar, no ya la vida humana
esto se ha logrado
con asombrosa perfeccin en nuestro Siglo ,
sino la persona que vive. Cuando decimos yo (o
t ), descubrimos que es algo .
que acontece,
no
'
cosa, no un subjectum, soporte merte o qUlescente de los actos. Se ve la estructura proyectiva, no
del yo, sino de m, y esto puede hacer perder
de vista que yo me proyecto, que los proyectos
brotan o emergen de un ncleo que, aun siendo
l mismo proyectivo, no se identifica con sus proyectos.
.
En Antropologa metafsica introdUje las categoras de instalacin y vector, inseparables y que
obligan a hablar de instalacin vectorial. Estos
conceptos, que no tienen que ver con l~s. cosas,
pueden pensar esa extraa y acaso paradoJlCa realidad que es mi vida. Pero es menester dar un paso
ms y preguntarse por el modo de realidad que
pertenece a quien est instalado y se proyecta vectorialmente. Dicho con otras palabras, hay que
personalizar esos verbos, y ah es donde surge la
persona.
134
***
Hay que tomar en serio cuanto se ha visto hasta
ahora. La persona ha aparecido reiteradamente,
desde todas las perspectivas, como algo radicalmente distinto de toda otra realidad; para pensarla resultan inadecuados los conceptos de que se ha
servido tradicionalmente e! pensamiento. Y sin
embargo esa evidencia se ha borrado una vez y
otra, desplazada por la obsesiva presencia de las
cosas.
Especialmente la corporeidad. Toda persona,
incluida la que soy yo mismo, est asociada a un
cuerpo, inseparable de l, presente en l. A lo largo de la vida, muestra su dimensin corporal. Su
desaparicin final me refiero aqu a la de la persona ajena es ante todo una peripecia de su corporeidad, en forma extrema la destruccin de esta.
Frente a esto se desvanece esa otra evidencia
-<creo que todava ms fuerte
de que cuando
vivo a una persona no me refiero a su cuerpo, sino,
a travs de l, a un quin, a un t inconfundible
con la corporeidad en la que se manifiesta.
Lo decisivo es la inclusin de la irrealidad en la
re;idad de la personq. Esto basta para exigir una
nueva ontologa
si esta palabra es enteramente adecuada para entender la persona. Es una
realidad distinta de sus actos, que precisamente
136
manan de ella y por eso son suyos, no meros acontecimientos; e! punto en que se originan todos
ellos, en los cuales se realiza, en cuyo proyecto argumental consiste. Pero, antes de la posible realizacin
siempre insegura, atributo inseparable
de lo personal ,hay un singular apriorismo, una
anticipacin en virtud de la cual en la persona est,
paradjicamente presente, e! futuro . No cabe
mayor distancia respecto a todo lo que se entiende
por realidad.
Esto se ve con extremada claridad cuando se
piensa en ~s relaciones personales. Son programticas' proyectivas; en rigor, acontecen en el futuro,
consisten en anticipacin de s mismas. Si se intenta reducirlas a lo actual, a lo que es meramente presente, dejan de ser personales, sufren una cosificacin que las desvirta. Es lo que est sucediendo en gran escala en 'uestra poca, por 1;sustitucin creciente de las vigencias fundadas en
la nocin de persona por otras en que se opera la
reduccin al mero organismo.
Por eso se desdibujan los contenidos personales
de la vida, por ejemplo el capital de felicidad, sustituido por e! placeD> o e! bienestar, reducidos
al presente, a la dinlensin psquica de! hombre,
mientras que la felicidad afecta a la persona misma y consiste primariamente en lo futuro, en ir a
ser feliz, con e! ingrediente inevitable de la inseguridad.
y si se piensa en la persona propia, en e! yo que
se es, se descubre e! mximo de realidad, justamente aquella en que se apoya toda otra, desde la
137
cual es realidad cuanto se encuentra en e! horizonte de la vida. Esta evidencia, tan enrgica que es
casi brutal, viene acompaada de la menesterosidad, de la necesidad de cosas y personas, de la
conciencia de haber empezado es decir, de la
contingencia ,de la amenaza de destruccin ,
aunque esta sea en ltima instancia impensable.
Hay que invertir la manera usual de plantear e!
problema. En lugar de partir de los conceptos y
categoras elaborados para interpretar las cosas, y
entre ellos buscar la manera de dar cabida a esa
extraa realidad con la que nos encontramos y que
somos nosotros mismos, hay que partir de esta evidencia y exigir a los conceptos que den razn de
ella.
Volvamos a la consideracin de! nacimiento. La
mentalidad vigente lo ve como un resultado de la
reproduccin, de la generacin, cuyo trmino es
un organismo, en este caso un nio. Y en l, al
cabo de cierto tiempo, se descubren ciertos caracteres nicos, que se interpretan desde un punto de
vista psicofsico, como aparicin de ciertas estructuras complicadas, que se van a considerar humanas.
Pero esto es radicalmente falso. Lo que aparece
es alguien , un yo absolutamente irreductible a
todo, polarmente opuesto al conjunto de la realidad, incluida la posible de su Creador, inexplicable por generacin, ajeno a toda condicin de
cosa, aunque inextricablemente unido a ellas. Esta
es la evidencia que se impone absolutamente y de
la cual hay que dar razn.
138
Los
mecanismos de la interpretacin psieofsica,
, ' .
genetlca, no perlIl1ten entender esa irrupcin de la
persona irreductible, radical innovacin de realidad, que antes no exista y ahora se impone como
~a adicin a lo que haba, y que no puede explicarse por ningn proceso que dependa de cosas.
Intntese pensar desde los supuestos tradicionales.e! conjunto de los hechos ms evidentes y maniflestos de la vida humana, y se comprobar su
imposibilidad. Habl antes de la felicidad, que en
vano se quiere reducir a placer o bienestar, que se
mueven en un plano enteramente distinto. Pueden comprenderse e! remordimiento, e! arrepentilIl1ento que son cosas distintas ,el pecado, e!
deber, la conversin, el sacrificio, el enamorarniento? Los esfuerzos que desde hace un par de siglos,
y de manera creciente ha hecho la mentalidad dominante para explicar todo eso desde la nocin de
cosa , se han pagado al precio de desvanecer la
peculiaridad de todo eso que se intenta comprender con instrumentos mentales radicalmente inadecuados.
El concepto kantiano de posicim>, usado sobre todo por Fiehte, tiene particular valor, pero
con la condicin de extirpar de l todas las adherencias idealistas. Fichte dice: <<El yo se pone y
pone el no-yo . Esta fnnula recoge e! ncleo de
realidad, diramos de instalacin, que pertenece a
la persona. Pero si se analiza su contenido, parece
en muchos sentidos inaceptable. En primer lugar,
como ya VlffiOS, la anteposicin de! artculo desvirta y cosifica lo que entendemos al decir <<yo en
139
su funcin pronominal. El error del idealismo alemn fue hablar de das Ich y no, simple y radicalmente , de ich como pronombre personal. En se-.
gundo lugar, no es cierto que el yo se pone, ru
tampoco podramos decir <'Yo me pongo. Yo me
encuentro viviendo, no soy en modo alguno autor
de mi realidad; podramos decir ms bien soy
puesto, me descubro como alguien irreductible,
de quien no puedo irunediatamente dar razn,
como esa innovacin de realzdad que llamamos
creacin. No encuentro al Creador, pero s me veo
corno criatura. Finalmente, no es cierto que yo
pongo el no-yo, sino que me encuentro radicalmente con las cosas, sin subordinacin de estas a
mi; en modo alguno soy autor de ellas, ni son resultado de mi accin; lo que hallo es un dilogo dinmico entre m y lo que no soy yo, y que desde
Ortega se llama circunstancia, lo que me rodea o
,
,
esta en torno rruo.
La persona, si pretendemos entenderla, reclama
un enrgico esfuerzo de originalidad. No por voluntad de ella medio casi seguro de no conseguirla , sino por la fuerza de las cosas. Es menester partir de la evidencia y tomarla en cuenta. Es el
pie forzado de todo pensamiento. Este ha de respetar lo que vemos, no forzarlo a que se ajuste a
esquemas previos, que pueden ser algo que ejerce
violencia sobre la realidad que se trata de comprender.
.
La dificultad mayor es que no se puede preSCLn dir del concepto de cosa, porque la persona est
esencialmente ligada a ellas el cuerpo y la condi140
"'
w;
141
La evidencia de lo ms inmediato, nosotros mISmos y las dems personas cuando las VIVlffiOS
alterarlas
ni
suplantadas,
nos
obliin
S
como tales. , ., de los conceptos que 1a fil osofa h a
ga a 1a reV1Slon
1 d'
utilizado milenariamente, mientras e u la tenazmente el reconocimiento de lo qu~ somos. Es bue. .
la originalidad leJos de buscarla,
no reslsnrse a
'.
alid d
a
hay que resignarse a ella cuando la Inlsma re
nos fuerce a aceptarla y darle entrada en nuestra
XVIII
Las trayectorias personales
mente.
143
142
-"las instalaciones
corprea, mundana, sexuada,
lingstica, histrica, social y el azar, hacen que
la persona pueda ser una u otra, es a la vez lo que
la hace posible y la limi~.
A lo largo de su vida, la persona humana se
hace. No es originariamente sustancia, pero sus
experiencias radicales, que la van haciendo quien
es, que son su principio de individuacin, le confieren una sustantividad que en alguna medida es
obra suya y por eso se es responsable de la posible <<insustancialidad .
Un carcter decisivo de la persona es la sucesin
de sus edades. Estn determinadas indudablemente por la condicin corprea, por el nacimiento,
resultado de la generacin, por el lento desarrollo
biolgico, que no termina hasta un tardio estado
adulto, al cabo de muchos aos. Tras un periodo
extenso de estabilidad y relativa seguridad, se inicia el envejecimiento, que orgnicamente significa
un deterioro y una eliminacin de facultades, y
que desemboca en la muerte, tras una edad que es
la ltima.
Pero desde una perspectiva estrictamente personal, las cosas son bastante distintas. Las experiencias se van depositando y acumulando, van
constituyendo la riqueza personal, que puede
ser poseda y administrada de maneras muy diversas. Desde este punto de vista, las edades no son
grados de potencia o deterioro, sino niveles desde
los cuales se vive. Y estos niveles estn cualificados
por las trayectorias, segn las pocas, la condicin
de varn o mujer, la profesin elegida, etc.
l44
siguiendo dos series que no son paralelas, sino convergentes en cada momento de su desarrollo, y sUl
embargo nunca identificables."
.
,
La condicin sexuada va mas alla de la blologla,
de la psicologa y hasta de la biografa, y afe:ra al
ltimo, radical ncleo de la personalidad. Sera menester extraer de esto todas sus consecuenCias, 10
que rara vez se hace, y acaso en nuestro oempo
menos que nunca.
***
Las diferencias orgnicas entre el varn y la
mujer, la recproca ordenacin de sus aparatos
sexuales, la diferenciacin de sus funClO~es biOlgicas, todo eso ha absorbido la atenclOn al Ultentar entender la respectiva realidad de ambas
formas de vida. Un paso ms, indudablemente
certero, ha sido el descubrimiento ~e las diferencias psquicas, de los intereses, estl~aClOne~ , caracteres, de las distintas formas de Ulstalaclon en
las edades.
Hay que volver los ojos a 10 estrictam~te personal. Es, precisamente, donde se manifiestan las
mayores y ms hondas diferencias. Son los proye~
tos en que consiste la persona los que muestran di ferencias irreductibles: varn y mUjer se proyectan
hacia figuras en que la persona se realiza en dos
formas divergentes y convergentes a la vez: al c~
plirse acentan su diversidad, refuerzan su proplu
instalacin; pero esta, a su vez, conSiste en su mu .
tua referencia intrinseca. Todo el conjunto de Ja~
146
147
vencia afecta al ncleo ms personal de la vida humana, a su raz misma. Si esto se olvida, si domina
la reduccin de lo humano a sus elementos secundarios y ms superficiales, se produce una regresin a formas de primitivismo intelectual.
Se podr preguntar por qu hablo de primitivismo, y sobre todo de regresin, si la perspectiva que acabo de formular no haba sido ensayada. Intelectual y tericamente, no; pero gran
parte de la humanidad haba vivido, lejos de este
tipo de formulaciones , con una enrgica vivencia
de su condicin personal. En diversas formas y
grados, la humanidad haba estado instalada,
con cierta ingenuidad e inocencia, en lo que
efectivamente es; los hombres haban actuado
como personas, sin especial conciencia de ello;
aunque no siempre, con frecuentes cadas, haban visto al otro sexo como una manera irreductible de humanidad, extrayendo de ello muchas veces consecuencias gravemente errneas
para sus relaciones.
No hace demasiado tiempo que se inici una
debilitacin de las vigencias, de origen no primariamente terico, sino espontneo o bien religioso, que haban sostenido la visin personal del
hombre. Sera urgente la investigacin del origen
y el desarrollo de la interpretacin intelectual que
ha minado la nocin de persona, hasta su casi total desaparicin del horizonte de la vida colectiva. Si no me engao, se trata de uno de los errores maysculos de la historia del mundo occidental, de tal calibre que ha determinado que hoy
error.
148
149
XIX
Interpenetracin de personas
E n el captulo IV, Soledad y convivencia , introduje fugazmente un concepto que reclama ahora un desarrollo ms amplio y otro campo de aplicacin. Al hablar de la realidad de uno mismo, de
la esencial posibilidad del ensimismamiento, dije
que en esa situacin se puede estar con algunas
personas, que se incorporan a la propia soledad.
L a persona puede estar en ocasiones <<habitada '
por otras, en radical convivencia. Esto me llev a
forjar, por contraposicin con el principio fsico
de la impenetrabilidad de los cuerpos, el concepto de interpenetracin de personas, extraa
convivencia que no destruye la soledad.
Esto es posible por la dimensin no corprea de
la persona; en ella, distinta del cuerpo, acontece
este fenmeno, fundado en la parcial irrealidad de
la persona humana. Al decir esto pensaba en una
persona concreta, singular, que puede estar <<habitada o en interpenetracin con otra igualmente
~
151
Ninguno de los que la usan la ha creado la ha recibido de una sociedad en que es vigente;'viene del
pasado, ha sido creada por hombres que han
muerto, tal vez hace siglos o milenios, refleja vivenCIas, experiencias personales de ellos, que me
son realmente ajenas, pero de las que participo.
Pertenezco a una comunidad cuyas desconocidas personas actan sobre m y me penetran, cuyos gestos mentales, somticos, vitales, reproduzco sm saberlo, como resonancias de sus vidas.
~ no solo mi propia lengua, aquella en que estoy
radicalmente rnstalado; cuando aprendo otras, si
lo hago con alguna realidad, me sorprendo <<habitado por la legin desconocida de sus hablantes
primordialmente por algunos escritores, penetra~
do por personas que han dejado de selme ajenas.
Las lenguas rntroducen en diversas comunidades a
las que en un grado o en otro se incorpora la prop.l~ realidad. En el caso del bilingismo, la situaclon es partlcularmente clara e interesante: la persona bilinge participa de dos comunidades personal~s c~ya penetracin en ella es inevitable y
notona. VIve en dos dimensiones, en dos direcciones distintas, que significan un enriquecimiento y
pueden ser, CIertamente, origen de fricciones.
Lo referente a la lengua es solo un ejemplo el
ms inmediato y claro. Afecta solamente a una' de
las dimensiones de la vida, si bien de particular importancia. La vida en su totalidad est condicionada por vigencias y usos que tienen su nacimiento
fuera del sujeto, a veces en el remoto pasado. La
pertenencia a una verdadera comunidad humana,
153
155
xx
Grados de personalidad
157
La persona no es una
dada, con una consistencia fija, no digamos inerte. Ni siquiera se le puede atribuir el
concepto de <<naturaleza, que he evitado cuidadosamente.
Y, precisamente por tratarse de lo personal, esa
condicin est afectada por la manera de sentirse
cada persona. La naturaleza se realiza sin ms en
aquellos que participan de ella, pero la esencial
<<irrealidad que es ingrediente de la persona hace
que est abierta a la esencial interpretacin que
hace de s misma. El hombre puede sentirse
plena
,
e ntegramente como persona, verse aSI, en una extraa posesin , o bien serlo sin darse clara cuenta,
de modo marginal o residual, con un mnimo de
atencin o conciencia de quin es.
Son muchos los que no conocen la palabra
persona
o sus equivalentes en las diversas lenguas , que suelen ser inadecuados y deficientes ;
se viven confusamente como tales, se distinguen
de todo lo dems, pero les falta lo que podran10s
llamar la visin refleja de s mismos, como si carecieran de un espejo biogrfico.
Esta diferencia de grados es, por supuesto, individual, pero no solo. Las vigencias sociales, las interpretaciones recibidas, la misma lengua, hacen
que pueblos enteros o pocas de cada uno de
ellos
tengan un coeficiente de personalidad
que puede ser enormemente variable. Y no se trata propiamente de primitivismo o desarrollo, sino
que est determinado por la energa de las vigencias, que empujan en uno u otro sentido. Cuando
158
159
Un fenmeno distinto, pero estrechamente emparentado con este, es la renuncia a la propia personalidad. Esto puede suceder al esclavo, cuando
no ve esto como la situaczn en que est, sino
como su condiczn. En muchos lugares, la institucin de la esclavitud fue un admirable avance y un
reconocimiento de la personalidad de los vencidos, a los que antes se exterminaba; reducirlos a
esclavos fue una muestra de humanitarismo. En
Grecia y Roma, hubo esclavos de fuerte y aun ilustre personalidad, como Esopo, Epicteto, Terencio.
El partidario de un poder totalitario no el que
lo padece renuncia a su personalidad, se suma a
una actitud que pasa por alto esta condicin y se
identifica con ella. En otra fOlma, ms restringida
pero que puede ser particularmente intensa, se
161
164
166
XXI
El destino de la persona
168
***
La muerte puede sobrevenir en cualquier momento, desde el nacimiento, por enfermedad, accidente, violencia; en todo caso, por vejez, que es la
llltima edad, despus de la cual no hay otr-b Morir
es algo que afecta a la persona, que es quien mu re, y tiene que contar con ello. Pero no se sabe
bien qu es la muerte, porque no se ha experimenlado o <<vivido; se ha asistido a la muerte de otros,
se han visto sus resultados: e! muerto nos ha dejado solos de l, se ha ausentado, ha dejado su cuerpo innime, que puede incluso haberse destruido
o desaparecido enteramente.
169
pensamiento) .
Pero no es solo el sufrinliento lo que se teme; es
ms bien el acabaD>, la cesacin de la vida, la prdida del cuerpo y del mundo, de la presencia y
compaa de los dems. Por debajo de todo esto
late lo capital: la incertidumbre, el no saber lo que
~s la muerte, la sospecha de que la cosa no es tan
sencilla como las ideas dominantes tratan de sugerir. El hombre trata de aferrarse a una certeza ,
aunque sea la de lo peor, en un esfuerzo por no enfrentarse con la cuestin, con cerrar los ojos o
apartar la nlrada. Es la actitud frecuente en nuestro nempo.
AlIado de esto, es posible el deseo de morir, de
esa muerte que se sigue temiendo. Lo ms frecuente es que se desee dejar de vivir, porque las dificultades o el sufrinliento son excesivos y parecen
insoportables; se trata de una fatiga que anhela el
descanso, la cesacin de una situacin terriblemente penosa. Puede tratarse de algo bien distinto: el desaliento, la ausencia de un proyecto atractivo, el no esperar nada de la vida. Finalmente, la
prdida de alguien que era el mismo proyecto del
que sobrevive hace que la vida deje de parecer
deseable, que resulte inaceptable en esas condiclones.
El caso extremo es aquel en que el deseo de mo
171
172
**
irreal, por ser proyectivo, de la persona, hace imposible pensar la destruccin de eso que no es, y
que es precisamente aquello en que consisto. No
hay razn para que deje de prayectar. En Antropologa metafsica mostr cmo e! hombre, es decir, la estructura emprica de la vida humana, es
cerrada y remite a la muerte; pero desde e! punto de vista de la <<vida, es una estructura abierta,
proyectiva, que postula la perduracin.
Esto resulta an ms claro en la perspectiva de
la perJOna como tal, hecha de irrealidad, no enteramente presente, irreductible a toda cosa, con un
modo de realidad nico en e! mundo y no comparable a nada.
Vimos cmo la aparicin de la persona, e! nacimiento, es absolutamente inderivable, innovacin
radical de realidad, es decir, criatura, aunque la
presencia de! Creador no est dada y no se pueda
partir de ella. Ahora bien, si e! nacimiento es creacin, la muerte de la persona tendr que ser aniquilacin. Es esto pensable? En todo caso, habra
que pensarlo. Es decir, habra que recurrir a otras
categoras y conceptos que los aptos para entender
las cosas, de! mismo modo que ha sido menester
forjar los adecuados para entender la vida humana
y la realidad personal.
Esto basta para distinguir con toda radicalidad
entre la muerte biolgica y corporal y la muerte
personal. Podr preguntarse si la primera es causa
de la segunda, pero habra que indagar cmo ocurre as, cul es e! proceso real por e! que as sucedera.
174
176
177