Ejercicios Espirituales Con Don Bosco
Ejercicios Espirituales Con Don Bosco
Ejercicios Espirituales Con Don Bosco
EJERCICIOS
ESPIRITUALES
CON DON BOSCO
DIA PRIMERO
INFANCIA Y JUVENTUD DE DON BOSCO: EPOCA
EN LA QUE NACEN LOS ELEMENTOS ORIGINALES
DE SU PERSONALIDAD
PRIMERA CHARLA
LA FAMILIA DE I BECCHI,
MANANTIAL DE LA PERSONALIDAD DE DON BOSCO
Os invito a trasladaros con la fantasa a la casita de I Becchi.
All vivi Juan Bosco sus primeros aos, junto a mam Margarita, la abuelita y los dos
hermanos.
La familia qued impresa en la mente, en el corazn, en la personalidad de Juan Bosco.
Los elementos que esta familia le proporcion o que de algn modo nacieron en su alma
durante aquel primer tiempo mtico de su vida, lo marcaron para siempre.
Podemos decir que durante toda su vida l se esforzar para hacer vivir a sus muchachos
(muchos de ellos hurfanos y sin hogar) la dulzura, la paz, la seguridad que, a pesar de las
dificultades, encontr l en la familia de I Becchi.
Trabaj con todas sus fuerzas para reproducir, primero en el Oratorio de Valdocco y
despus en la Congregacin Salesiana, el clima de la familia en la que se haba encontrado
tan a gusto en I Becchi.
Creo que la Congregacin Salesiana, si quiere ser genuina, tiene que sentirse marcada, aun
hoy, por el clima de aquella familia. Por eso pienso que ser muy til reflexionar sobre ella,
sobre los elementos que nacieron en el alma de Juan Bosco durante aquel tiempo
importantsimo.
El trabajo y el sacrificio
El segundo elemento que Juan Bosco absorbi de su madre hasta convertirlo en su norma,
fue el trabajo.
Ve a su madre trabajar. Los hijos le echan una mano segn sus posibilidades. La vida de la
familia Bosco es una vida de pobreza. Entre las pocas casas de I Becchi, la de los Bosco es
la ms pobre de todas: una construccin de una planta, que es habitacin, pajar y establo.
En la cocina hay unos sacos de maz, y al otro lado de una endeble pared, rumian dos
vacas. Pobreza verdadera, pero no miseria, porque todos trabajan, y el trabajo del
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El sentido de Dios
El tercer elemento que, en orden cronolgico, regala la familia de I. Becchi a Juan Bosco
es el sentido de Dios.
Dios te ve es, una de las palabras ms frecuentes de mam Margarita. Deja que sus hijos
vayan a corretear por los prados vecinos, y mientras marchan les dice: Recordad que Dios
os ve' Si cree que estn a punto de dejarse dominar por pequeos rencores, o de soltar una
mentira para salir del apuro, les dice: Recordad que Dios ve tambin vuestros pensamientos.
Pero no es un Dios-guardia civil el que ella esculpe en la mente de sus pequeos Si la
noche es bella y el cielo est estrellado, mientras salen a tomar el fresco a la puerta de casa,
dice: Es Dios el que ha creado tantas estrellas y las ha colocado all arriba. Cuando los
prados estn cubiertos de flores, murmura: Cuntas cosas bellas ha hecho el Seor para
nosotros! Despus de la siega, despus de la vendimia, mientras beben un trago, tras la
fatiga de la recoleccin, dice: Demos gracias al Seor. Ha sido bueno con nosotros. Nos
ha dado el pan de cada da.
Tambin despus del temporal y del granizo, que lo ha destruido todo, la madre invita a
reflexionar: El Seor nos lo dio, el Seor nos lo quit. l sabe por qu. Pero si somos
malos, acordmonos de que con Dios no se juega.
Junto a la mam, a los hermanos, a los vecinos, Juan aprende de este modo a ver a otra
persona, Dios. Una persona grande. Invisible, pero presente por doquiera: en el cielo, en
los campos, en el rostro de los pobres, en la voz de la conciencia que dice: Has obrado
bien. Has obrado mal. Una persona en la que su madre tiene una confianza ilimitada,
indiscutible. Es Padre bueno y providente, da el pan cotidiano, a veces permite ciertas
cosas (la muerte de pap, el granizo sobre la via) difciles de comprender: pero El sabe
el porqu, y esto basta.
Es ste el valor de la religiosidad normal que Juan absorbe de su madre y de su ambiente, y
con naturalidad transmitir a sus alumnos.
Con el correr de los aos, Juan se va transformando en adolescente, en joven. Y Margarita
lo ayuda a crecer tambin en la religiosidad, en el sentido de Dios. Es iletrada, pero sabe
de memoria muchos pasajes de la Historia Sagrada y del Evangelio. Y cree en la necesidad
de rezar, es decir, de hablar con Dios, donde encontrar fuerzas para vivir y hacer el bien
Mientras era pequeo escribe Don Bosco me ense ella misma las oraciones. Me
haca arrodillar con mis hermanos por la maana y por la tarde, y todos juntos rezbamos
las oraciones.
El sacerdote estaba lejos, la iglesia ms prxima era la de Morialdo. Ella no esper a que
un sacerdote encontrase tiempo para ir a ensear el catecismo a sus pequeuelos. He aqu
algunas de las preguntas y respuestas del Compendio de la doctrina cristiana que Margarita
haba aprendido de pequea y que transmiti a Juan, Jos y Antonio. Impresiona pensar
que stas fueron las primeras palabras que Juan Bosco aprendi de memoria y que
permanecieron siempre en su mente.
D. Qu es lo que debe hacer por la maana un buen cristiano al despertarse?
R. La seal de la Santa Cruz.
D. Una vez que se ha lavado y vestido, qu es lo que debe hacer un buen cristiano?
R. Ponerse si puede de rodillas delante de cualquier devota imagen y, renovando con el
corazn el acto de fe en la presencia de Dios, decir con devocin: Os adoro, Dios mo...
D. Qu es lo que se debe hacer antes del trabajo?
R. Ofrecer el trabajo a Dios.
Pero el sentido de Dios para Margarita y, por lo tanto, para Juan no se paraba aqu Mi
haba un enfermo grave en las casas vecinas, acudan a despertar a Margarita. Saban que
no rehusaba echar una mano: Y despertaba a uno de sus hijos para que la acompaase.
Deca: Hay que hacer una obra de caridad. Hacer una obra de caridad: con estas
sencillas palabras se expresaban, en aquellos tiempos, muchos valores juntos que hoy
llamamos generosidad, atencin a los dems, altruismo, servicio.
La caridad, en I Becchi, no se haca por filantropa o por sentimiento, sino por amor de
Dios. El Seor era uno de casa en la familia Bosco. Entraba bajo las apariencias del
mendigo que peda una sopa caliente, del evadido a las levas que hua de los guardias, del
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viejecito que, por vergenza a pedir limosna, iba a retirar el pucherito cuando todo estaba
oscuro.
La razn
Cuando dos personas desean aclararse mutuamente un asunto, tratar sobre un tema, se
invitan ordinariamente diciendo: Hablemos, discutamos, dialoguemos. En el dialecto
piamonts todas estas expresiones se pueden manifestar con la sola palabra rasunma,
razonemos. Razonar para los monferratinos no significa tanto profundizar con calma,
cuanto discutir con cierta vivacidad. Es lo que corresponde a la palabra moderna
confrontacin.
Con este significado aparece la palabra razn, razonar en la niez de Juan Bosco.
Margarita no es una madre que impone su parecer: Es as y basta. Es as porque lo digo
yo. Acepta, por el contrario, siempre que es posible, la discusin, la confrontacin con sus
nios. Pretende que reconozcan sus razones, lo mismo que reconoce tambin las de sus pequeos.
Discute con Juan, nio de pocos aos, cuando ste llega a casa chorreando sangre despus
de una partida a la taba, y acepta que vuelva a jugar con los compaeros que se portan
mejor cuando est Juan entre ellos. Discute con l cuando se le presenta con un mimbre
adornado dicindole que lo tiene merecido porque ha roto el vaso del aceite. Y se rinde a
los argumentos de su hijo, que tena unos diez aos, cuando, en casa de la abuela, quiere
subir al granero para ver qu diablo hace aquel ruido. Juan le dice: Y usted, mam, no
tiene tambin un poco de miedo? Y Margarita reconoce que no puede, que no debe tener
miedo porque es ella quien le ha enseado a no tenerlo... Y lo acompaa arriba, por la
escalera, para descubrir al diablo que era una pobre gallina asustada.
La palabra razn, en el sucederse de la obra educativa de Don Bosco, se cargar de
significados ms vaporosos y profundos, pero en sus comienzos tiene este significado
especfico: dilogo entre educador y educando, confrontacin abierta, tambin vivaz, de las
respectivas posiciones; rechazo, por parte del educador, de imponer a priori su postura,
actitud de bsqueda del mejor modo de actuar, en el que el educador est dispuesto a
reconocer los argumentos del educando: porque entre los dos no existe espritu de rivalidad
o de revancha, sino amistad, estima. Por eso el dilogo no acaba con caras largas. Se
reconoce la razn y el error y se vuelve a la alegra.
Don Bosco tendr esta actitud profunda en toda su obra educativa. El muchacho jams ser
para l un sujeto pasivo, un ejecutor de rdenes. Tambin con los primeros Salesianos
utilizar el ejemplo del pauelo que se deja restregar entre las manos; no comprender
jams la obediencia ciega, sino la obediencia sacrificada siempre, pero razonable. Don
El valor
Margarita no es una madre aprensiva, insegura. Juan no se cra, por lo tanto, entre miedos
ni arrimado a las faldas. El valor crece en l ms de prisa que la estatura. Le gustan la
aventura y el riesgo, y Margarita acepta todo lo que hay de razonable en estos gustos: desde
trepar por los rboles en busca de nidos hasta los juegos acrobticos sobre la cuerda con las
inevitables cadas. Este gusto por la aventura y falta de aprensin la tuvo Don Bosco con
sus muchachos. Algunos bigrafos lo atenuaron, lo hicieron casi desaparecer porque
escriban en el perodo del mximo desarrollo escolar salesiano, y en los colegios la
disciplina uniforme era ms estimada que el valor arriesgado. Pero basta leer unas pginas
de la Vida de Domingo Savio y algn relato sobre los paseos otoales por el Monferrato
para apreciar cmo impulsaba Don Bosco las iniciativas valerosas y cunto margen de
iniciativa dejaba a la fantasa de sus muchachos.
del ao 1884) los experiment Don Bosco cuando vea que su Comunidad se deslizaba
lentamente de la familia a la empresa.
Aado todava, para encauzar vuestra reflexin, que hoy la familia puede degenerar, no
solamente en empresa, sino tambin en cuartel y copropiedad. Dicho ms claro: la empresa
tiene por finalidad los balances activos. Trabajar, preocuparse todos de que ningn balance
acabe con nmeros rojos y de que haya buenos dividendos. Acabado el trabajo, cada uno se
va a donde quiere, hace lo que quiere, tiene los amigos que quiere. Y dichoso el que tiene la
cartera bien repleta.
El cuartel, la vida militar, tiene como meta suprema sus objetivos. Estos deben lograrse a
cualquier precio. En guerra no se cuentan los cadveres, se cuentan los objetivos alcanzados. Al final se dan medallas a los cados, pensiones a los mutilados y a las viudas, pero
lo nico importante es haber logrado los objetivos. No importa que alguien haya
enloquecido por esta causa, que haya perdido la salud, que haya muerto. Es el precio
normal que hay que pagar.
La copropiedad, la ocupacin de un apartamento en un edificio comn, tiene como palabra
de orden no estorbar. Cada uno puede hacer lo que crea conveniente, incluso las cosas
ms estrambticas, con tal de que no estorbe a los dems, a los vecinos, que deben de
poder hacer, tambin ellos, lo que quieran.
Familia, por el contrario, es quererse como hermanos, soportarse, ayudarse, compadecerse.
Trabajar por un fin coparticipado por todos, con la satisfaccin de estar juntos y de vivir
juntos, con atencin a las personas ms que a los objetivos (por muy importantes que ellos
sean). Tenemos que preguntarnos con seriedad: Cmo es la Obra Salesiana, de la que
formamos parte? Alcanzan los jvenes a ver en ella a una familia? Sienten que somos
para ellos padres, hermanos o solamente superiores y profesores?
He mencionado hasta aqu siete valores fundamentales que Juan Bosco asumi: amor
exigente y reconfortante, trabajo, sentido de Dios, razn, valor, gusto por trabajar conjuntamente, gusto por estar unidos. Estos valores, absorbidos de la familia en la que le toc
vivir, Don Bosco los transmiti naturalmente a la gran Familia Salesiana que se convierte
en la prolongacin de la familia de I Becchi.
En la segunda charla tratar de examinar otros elementos que, en la preadolescencia y en la
adolescencia, saturan la personalidad de Don Bosco: elementos que ya no recibe de la
familia, sino que fueron creciendo en l de modo muy original.
Ahora tratar de concluir esta conferencia.
Estoy firmemente persuadido de que la Sociedad Salesiana es una Congregacin inspirada
por la Virgen y edificada por Don Bosco con seriedad y ejemplaridad. Tambin estoy profundamente persuadido de que, antes que una Congregacin, la Sociedad Salesiana es una
familia. Don Bosco habla siempre a sus queridos hijos de cosas de familia, como
padre antes que como superior. Dice y repite a sus Salesianos que deben sentirse padres,
hermanos, hijos, unidos estrechamente por el amor fraterno antes que por el vnculo de los
votos simples. En el lecho de muerte, dijo muy despacio a Don Miguel Ra y a Mons.
Cagliero, despus de haberles tomado de la mano: Quereos bien como hermanos. Amaos,
ayudaos y so-portaos mutuamente como hermanos... Prometedme que os amaris como
hermanos.
En este clima la Congregacin recibe un carcter familiar en todas sus manifestaciones: los
votos, las estructuras, las orientaciones de fondo, las decisiones ms importantes, la forma
de construir las casas y de estructurar los horarios, etc.
El Salesiano mismo adquiere una fisonoma caracterstica, original.
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SEGUNDA CHARLA
VALORES CARACTERISTICOS Y ORIGINALES
QUE DESTACAN EN LOS PRIMEROS AOS
DE JUAN BOSCO
En la primera charla enumer los siete elementos fundamentales que asimil Juan Bosco:
amor exigente y reconfortante, trabajo, sentido de Dios, razn, valor, gusto de trabajar en
equipo, gusto de vivir unidos. Deca que estos valores Juan Bosco los absorbi
prcticamente de un modo inconsciente del ambiente en que le toc vivir. Le fueron
regalados, si podemos expresarlo as, por su madre, por su familia, por el contexto humano
en el que se desenvolvi su vida.
naciendo en l algo que es original. Es el primer elemento que no le fue regalado por su
madre y por el ambiente. Es un valor profundamente suyo, que marcar de forma
caracterstica su personalidad y su estilo educativo. Podemos llamarlo amor personalizado
y grande.
El episodio, casi insignificante, es el del mirlo (MB I, 118). Los pjaros eran una pasin de
Juan. Haba sacado del nido un mirlo y lo haba criado. En la jaula, entretejida con ramas
de sauce, lo ense a silbar. El pjaro aprendi. Cuando vea a Juan, lo saludaba con un
silbo modulado, saltaba alegre entre las barras, lo miraba con los ojillos negro-brillantes.
Un mirlo simptico.
Pero una maana el mirlo no lo salud con sus silbidos. Un gato haba destrozado la jaula y
se lo haba comido. Slo quedaba un mechn de plumas ensangrentadas. Juan empez a
llorar. Su madre trat de calmarlo, dicindole que podra encontrar mirlos y nidos por los
alrededores. Pero Juan no comprendi estas palabras de su madre: a l no le importaban
nada los otros mirlos. Era aqul que estaba all, su pequeo amigo, el que haba muerto,
y al que no volvera a ver.
El pensamiento de que podra encontrar en las colinas muchos otros pjaros, no poda
atenuar su sufrimiento: porque no cambiaba el hecho de que haban matado a su pequeo
amigo y que ya no volvera a verle saltar alegremente.
Es sta la primera manifestacin del amor personalizado de Juan Bosco. Afecta a un
pajarillo, pero no es por ello banal o poco significativo. Juan Bosco no se aficion jams a
ninguno de una manera general. Todos los muchachos del Oratorio se sentan amados
personalmente por l, no como componentes de un grupo o de una comunidad, sino como
personas. Y el sufrimiento de cada uno se convertir en un sufrimiento suyo personal.
Entre los jvenes de Don Bosco no existirn las pequeas envidias que rodean a ciertos
educadores, que surgen en torno a los preferidos. Don Bosco quiere a todos sus jvenes:
no quiere a uno ms que a otro porque quiere para todos todo el bien que tiene. Lo
dir con una comparacin muy simple: A qu dedo de mi mano quiero ms? A todos.
Cualquiera que fuese el dedo que me arrancaran, sentira un profundo dolor.
Don Bosco quiere a todos sus muchachos, y los quiere tal y como son: un Ra reflexivo, un
Cagliero impulsivo, un Savio diligentsimo, un Jos Buzetti tranquilo y sereno, un Pablo
Albera delicado y tmido.
En el episodio casi insignificante del mirlo, se advierte segn mi opinin otra
particularidad que descubre las caractersticas originales del amor de Juan Bosco, de este
valor que es fundamento de su personalidad. Dice el bigrafo que estuvo triste durante
varios das y que nadie lograba alegrarlo. Finalmente son palabras de Lemoyne se
par a reflexionar sobre la vanidad de las cosas mundanas, y tom una resolucin superior
a su edad: propuso no apegar jams el corazn a nada de esta tierra.
Leyendo las vicisitudes de la vida de Don Bosco, nos damos cuenta de que la misma
resolucin la formul algunos aos despus, a la muerte de un amigo muy querido, y
muchas otras veces. Y todos comprendemos que una resolucin se repite muchas veces
cuando slo se ha conseguido practicarla muy pocas.
A m me agrada mucho constatar que ste fue el propsito que Juan Bosco no logr nunca
cumplir. Tambin era l como nosotros, con un corazn que tiene necesidad de amar las
cosas pequeas y las grandes. Llorar, con el corazn hecho pedazos, a la muerte de Don
Jos Calosso, de Luis Comollo, a la vista de los primeros muchachos encerrados entre las
barras de una prisin. Sus jvenes darn testimonio de l con una insistencia
impresionante: Me quera bien. Muchsimos repetirn una afirmacin que llevaban
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consigo en la vida como un tesoro: Don Bosco me dijo: soy un pobre sacerdote, pero te
quiero tanto que, si un da tuviera solamente un pedazo de pan, lo partira contigo. El
primero que escuch estas palabras fue Carlos Gastini, el barberillo a quien se le muri su
madre y arroj el patrn de su casa. Despus se las oyeron repetir Buzzetti, Enra, Ra... Yo
mismo, siendo muchacho, en el pas de Santa Mara, cerca de Penango, he conocido a un
viejo sacerdote que haba sido algunos aos alumno de Don Bosco. Recordaba pocas cosas
de Valdocco, el presbtero Corte, pero aquella frase la recordaba muy bien y nos la repeta
frecuentemente a nosotros, que ramos aspirantes: Don Bosco me dijo: te quiero tanto
que, si un da tuviese solamente un pedazo de pan, lo partira contigo.
Y los muchachos sentan que no eran slo palabras: era la sencilla verdad. Uno de ellos,
Luis Orione, llegar a ser padre de una Congregacin con Oratorios y casas para chicos
pauprrimos, y pensando en Don Bosco, dir: Caminara sobre carbones ardiendo para
verlo todava una vez ms y darle las gracias.
La asctica de aquellos tiempos enseaba que apegar el corazn a la criaturas era un mal.
Era mejor no arriesgarse, era mejor amar poco.
La asctica ms evanglica del Vaticano II nos dir que no hay que transformar las
criaturas en dolos, que es necesario purificar nuestro corazn, pero que Dios nos ha dado
el corazn para que amemos sin miedo. El Dios de los filsofos es impasible, pero el Dios
de la Biblia, nuestro padre y nuestro modelo, no: El ama y se enoja, sufre y llora, se
estremece de gozo y sonre de ternura.
La tierra en que naci Don Bosco le ha dado las caractersticas de su raza: la resistencia, el
espritu prctico, la solidez, el buen sentido, la paciencia y hasta la testarudez. Pero Dios le
dio tambin un corazn grande que ama a lo grande. Un corazn que no se resignar ante
los jvenes humillados por la ignorancia, ante la gente tarada por la miseria, ante las
personas resecas por la falta de Dios. Yo creo que el carisma, el don especial que se le
asign a Don Bosco fue un corazn total, que no conoce las medias tintas.
de mi abuelita; sin embargo, no me fue posible quitarme de la mente aquel sueo. Las
cosas que expondr a continuacin darn algn significado a esto (Memorias del Oratorio,
Ceria, p. 25).
Es la primera irrupcin de lo extraordinario en la vida de Juan Bosco. A los valores que le
regal su madre, a los originales que crecen en l, se aade en este momento la voz de Dios
que hace surgir en l un valor nuevo: la predileccin por los jvenes pobres. El sueo de
los nueve aos escribe Pedro Stella condicion todo el modo de vivir y de pensar de
Don Bosco (Don Bosco en la historia de la religiosidad catlica, I, 31).
El campo educativo de Don Bosco est iluminado con resolucin:
1. Se le indica el estilo: No con golpes, sino con mansedumbre y con caridad debers
ganarte a stos tus amigos. Ponte inmediatamente a hablarles sobre la fealdad del pecado y
sobre la hermosura de la virtud.
2. Se le indica de forma clara el carcter cristiano, casi sagrado, de su accin educativa:
Yo soy el Hijo de Aquella a quien tu madre te ense a saludar tres veces al da... Yo te
dar una Maestra, bajo cuya gua llegars a hacerte sabio.
3. Se le asignan los sujetos de su accin educativa, y casi se le trazan los lmites dentro de
los que debe actuar: Una muchedumbre de jvenes que jugaban entre alborotos y risas;
algunos blasfeman. E inmediatamente despus, con imagen simblica: Una multitud de
cabritos, perros, gatos, osos y varios otros animales..., animales feroces. Y la Seora de
majestuoso aspecto le dice: He aqu tu campo, es ah donde tienes que trabajar. Lo que ves
que sucede en este momento con estos animales, t lo hars con mis hijos. La
predileccin por los jvenes pobres, desheredados, abandonados, le es ordenada y
consagrada de este modo. Don Bosco fue rgidamente fiel a esta orientacin venida de lo
alto. Causa asombro aadir a este sueo el testimonio de Esteban Castagno, un joven que
particip en la vida del Oratorio de Valdocco hacia el ao 1848. Sus palabras parecen la
traduccin del sueo a la realidad: Don Bosco era siempre el primero en los juegos, el
alma de los recreos... No s cmo haca, pero se le encontraba siempre en cualquier rincn
del patio, en medio de todo grupo de muchachos. Con la persona y con los ojos los segua a
todos. Nosotros bamos desgreados, a veces sucios, ramos importunos, caprichosos. Y l
senta gusto en estar entre los ms miserables. Tena afecto de madre con los ms
pequeos. Con frecuencia reamos, nos pegbamos. Y l nos separaba. Levantaba la mano
como para pegarnos, pero no lo haca jams, nos separaba a la fuerza, agarrndonos por los
brazos (cf. MB III, 126 ss.). 26
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La alegra
En Chieri Juan Bosco hizo su primera experiencia educativa: funda y dirige la Sociedad
de la Alegra. Se gana la amistad de los compaeros ayudndoles en sus deberes. Exagera,
incluso, pasando por debajo del banco traducciones enteras. (En un examen ser
descubierto durante una de estas maniobras, y slo podr salir bien parado gracias a la
amistad de un profesor que le har repetir la traduccin del latn.)
Con este medio escribe me gan la benevolencia y el afecto de mis compaeros.
Empezaron a venir y a buscarme durante los recreos por los deberes, despus para escuchar
mis cuentos, y al final sin ningn motivo.
Reunidos se est bien. Formamos una especie de pandilla y Juan la bautiza con el nombre
de Sociedad de la Alegra. El reglamento es sencillsimo: no hacer ni decir nada que
pueda avergonzar a un cristiano; cumplir los deberes religiosos y escolares; estar alegres.
El nombre de Sociedad de la Alegra y el tercer punto del reglamento: estar alegres, nos
hace fijar la atencin sobre un valor que emerge en la vida de Don Bosco: la alegra.
La alegra ser siempre una de sus ideas fijas. Domingo Savio, uno de sus mejores
alumnos, llegar a decir: Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres.
Tratamos solamente de evitar el pecado que nos roba la gracia de Dios y la paz del
corazn (Domingo Savio, Ceria, p. 126). Para Don Bosco, campesino, la alegra es la
medicina de los pobres. Para Don Bosco, cristiano y sacerdote, es la profunda satisfaccin
que nace de saberse en manos de Dios, y por lo mismo en buenas manos. Es la palabra
pobre con la que se indica un valor muy grande, la esperanza cristiana.
En los primeros aos en los que Don Bosco da comienzo a su Oratorio, muchos sacerdotes,
cerca y lejos de l, tienen el mismo empeo: hacer el bien a los muchachos pobres. Su
actitud tiene una caracterstica comn, que podemos llamar afabilidad seria. Basta leer
los reglamentos de San Luis Pavoni, fundador de los Oratorios de Brescia, los Manuales de
los Hermanos de las Escuelas Cristianas, el Reglamento que Monseor Gastaldi dio al
Seminario de Turn. Hay que ser amables con los jvenes pero no permitir que alcen
demasiado la voz, que tengan una alegra rumorosa. Hay que imponerles silencio,
recogimiento; de lo contrario, se desencadena en los muchachos la fierecilla.
La amabilidad de Don Bosco tiene una caracterstica diversa: es alegre. El, que ha
correteado de nio por las colinas de I Becchi, que, de joven, ha hecho excursiones por las
colinas de Turn, conoce el valor de la alegra rumorosa, del desencadenamiento alegre de
las energas encerradas en aquel cartucho explosivo al que llamamos juventud. El mismo
invita a los jvenes con las palabras de Felipe Neri: Jugad, saltad, armad jaleo. A m, slo
me interesa que no cometis pecados.
El aire libre, el patio donde se puede correr a porfa, son el ambiente ideal para Don Bosco.
Asiste a sus jvenes, ciertamente, para que no hagan ni se hagan dao. Pero es una asistencia no mortificante, sino estimulante. Intuye que el educador no debe permanecer ajeno
a la alegra de los jvenes. Debe participar, debe organizarla cuando no nace espontnea e
impedir todo lo que pueda destruirla.
Francisco Piccollo contina escribiendo su testimonio con estas palabras: Pasaron otros
tres aos. Ya estaba en el quinto curso. Un da, llamando aparte a Don Bosco, le susurr al
odo: "Quiero hacerle un regalo. Creo que le gustar." Don Bosco le dijo: "Qu regalo
quieres hacerme?" Francisco respondi: " Tmeme! Don Bosco sonri: "Qu quieres
que haga con una buena pieza como t?" Pero inmediatamente se puso serio y me dijo:
"Gracias, Francisco. No podas hacerme ningn regalo mejor. Yo lo acepto, no para m,
sino para ofrecerte y consagrarte al Seor y a Mara Auxiliadora".
Francisco Piccollo se hizo Salesiano, Eusebio Calvi se hizo Salesiano, muchos otros
jvenes, ayudados por el sacrificio y el amor de Don Bosco, se hicieron Salesianos: porque
haba nacido en ellos el reconocimiento y queran corresponder. Haban recibido como
regalo la vida de Don Bosco, y le daban su propia vida: Tmeme! Haba saltado la
relacin entre cosas; la relacin familiar de Don Bosco, por el contrario, haba llegado a su
cumplimiento. A m me parece ste el valor ms original que brota de Don Bosco:
educacin como donacin recproca, gratuita, total de afecto y de persona.
Binomio amistad-confianza
Da 3 de noviembre de 1837. A los veintids aos cumplidos, Juan Bosco comienza los
estudios de Teologa en el Seminario de Chieri. Ha vivido hasta el presente una juventud
difcil pero alegre. Ha tenido a su lado esplndidos amigos a quienes el cristianismo vivido
en profundidad no les ha impedido una vida sana, alegre, divertida. Los desafos a los
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saltibanquis y los entretenimientos de magia blanca, con los que se re a espaldas de los
tmidos bobalicones, nos revelan un Juan Bosco que mira la vida con alegre optimismo.
Su relacin con los jvenes est slidamente edificada sobre el binomio amistad-confianza.
Los dos primeros aos del Seminario no han enturbiado esta manera de ver la vida y a
los jvenes. Los estudios teolgicos, desarrollados sobre los manuales de la poca,
significan un duro ataque a su visin de la vida. Cito a Pedro Stella:
La teologa dogmtica de entonces situaba todas las cosas bajo la luz de la cuenta que hay
que dar al juez divino, en espera de la vida o de la muerte eterna...
La teologa moral lo centraba todo en la relacin de la ley divina con la libertad, educaba a
considerar las obras propias como responsable adecuacin con la ley divina...
Incluso la oratoria sagrada para los seminaristas contribua a alimentar el estado de
angustia que poda germinar en almas religiosas muy sensibles. Argumentaba... sobre la
rigurosa cuenta que el divino soberano habra de exigir... (op. cit., p. 61).
Dogma, moral, oratoria sagrada contribuan, por lo tanto, a abandonar todo optimismo en
lo que respecta a la vida y a alimentar, por el contrario, el miedo por la cuenta rigurosa que
habr de rendirse a Dios. El hombre se encuentra casi aplastado por esta visin continua y
amenazadora del juicio divino, y su estado de pecador es una de las realidades que ms
reclaman su atencin.
Tambin el joven sale con una fisonoma alterada en esta visin antropolgica: se siente un
hombre inclinado al mal, que hay que erradicar con severidad, ms que un hijo de Dios
que debiera crecer en la confianza del Padre. Haba que educar, por lo tanto, con rigor,
vigilar con desconfianza porque era constante la posibilidad de perderse.
El instinto optimista de Juan Bosco, su visin de los jvenes con amistad-confianza, fueron
sometidos a dura prueba. Su buen sentido campesino jug un papel importante para atenuar
ciertas posiciones rigoristas, pero ciertamente Don Bosco fue un hombre normal, y los
estudios teolgicos incidieron y, de algn modo, debieron condicionarlo.
Don Jos Cafasso, en los primeros aos de su sacerdocio, le tendi una mano vlida para
remover todo esquema rigorista en su accin sacerdotal, pero en ciertas plticas de Don
Bosco sobre la confesin, en ciertas narraciones de sueos es difcil no apreciar (adems de
las preocupaciones de un educador que ha reunido en breve espacio centenares de jvenes)
un eco de aquellos estudios que intentaron formarle en el rigor.
Pero toda la vida de Don Bosco est all, ante nosotros, para decirnos cun rpidamente los
acontecimientos, el contacto vivo con sus muchachos, la reflexin continua sobre sus
experiencias lo ayudaron a vencer las sugestiones rigoristas que los estudios teolgicos le
haban insinuado, y a volver al binomio amistad-confianza.
La confesin que el joven Luis Orione hace con l en octubre de 1886 (apenas diecisis
meses antes de su muerte) es la manifestacin ms clara de cmo haba prevalecido este
binomio en la personalidad educativa de Don Bosco. Ante aquel muchacho serio, turbado,
angustiado, que ha consultado formularios y ha llenado tres cuadernos de pecados, Don
Bosco sonre, toma los cuadernos, los rompe y dice a Luis: Ya est hecha la confesin. No
vuelvas a pensar ms en cuanto has escrito. Y mirndolo con dulzura le susurra:
Recuerda que nosotros dos seremos siempre amigos.
La vida vivida junto a sus muchachos, las largas horas pasadas en el confesonario, le
ensearon que es un error el rigor en la confesin-tribunal, que ciertos esquemas que presentan los libros de moral no sirven de hecho en la vida de sus muchachos porque los
conducen por el camino peligroso del complejo de culpabilidad.
El Don Bosco que confiesa a Luis Orione es el educador que ha llegado a la plena
madurez, en la que la amistad y la confianza lo llenan todo, tambin porque se ha dejado
Conclusin
Cinco de junio de 1841. Juan Bosco se ha ordenado sacerdote. La imposicin de las manos
del Obispo fijan definitivamente su paternidad: no de sangre, sino de espritu y de corazn,
no encerrada en el radio de una pequea familia, sino abierta a todos los jvenes que
encontrar en su vida.
Las intuiciones educativas fundamentales se dan prcticamente todas en l: religin
liberadora; amor personalizado que es confianza, respeto, clima de familia; razn que es
dilogo y mutua relacin educativa; laboriosidad que es sentido de dignidad; alegra que es
esperanza cristiana; pobreza que anula las relaciones de dependencia y exalta las relaciones
personales.
Ahora comienza para Don Bosco el choque con una ciudad desconocida que le presenta
problemas completamente nuevos, la lucha contra los obstculos de la vida concreta y cotidiana, el constante tirar de la cuerda, con un ambiente que quisiera verle sumergido en
una tranquila mediocridad. Esto ser objeto de las reflexiones de maana.
Ahora trato de concluir. Al final de mi primera charla deca que si era exacta, al menos en
parte, mi reflexin sobre la familia de I Bechi podamos hacer un primer balance sobre la
figura del Salesiano, del que Don Bosco sigue siendo el modelo fundamental.
Ahora podemos enriquecer este balance sobre la figura del Salesiano.
Es un hombre que juega su vida sobre el amor de los jvenes: amor purificado, pero amor
verdadero, profundo, que alcanza a todos los jvenes, los respeta y no se resigna jams a su
fracaso.
Es un educador que no utiliza los castigos, sino la mansedumbre, que cree en el carcter
cristiano y sagrado de su misin educativa, que tiene predileccin por los jvenes pobres,
desaliados, abandonados.
Es alegre y educa para una vida llena de alegra. Una alegra no vaca, sino nacida del saber
que se est en las manos de Dios, y por lo tanto, en buenas manos.
Elimina lo ms posible, entre la obra salesiana y los jvenes, la relacin dependiente del
dinero, y establece una relacin gratuita y total de afecto y de personas, seguro de que entre
los muchachos pobres, a los que alcanza esta relacin, surgirn las vocaciones que
continuarn la obra de Don Bosco.
Para l, el muchacho no es ante todo un inclinado al mal que hay que enderezar con
severidad, sino un hijo de Dios que debe crecer en la confianza del Padre. Su asistencia defiende del mal, pero no es mortificante: es un estmulo de alegra y un tiempo de relaciones
familiares.
Si queremos que Don Bosco nos repita todas las cosas sobre las que hemos reflexionado
esta maana, releamos su carta-sueo del ao 1884. La encontraremos en el apndice de
nuestras reglas. Sentiremos no solamente su voz, sino tambin su llanto que nos exhorta a
caminar por esta senda como nica senda autntica del Salesiano.
19
SEGUNDO DIA
DON BOSCO, JOVEN SACERDOTE,
SE CONVIERTE EN EDUCADOR
CRISTIANO Y MODELO
DEL EDUCADOR SALESIANO
PRIMERA CHARLA
LA OPCION DE DON BOSCO
El 5 de junio de 1841, en la capilla arzobispal de Turn, las manos de Monseor Fransoni
se extendieron sobre la cabeza de Juan Bosco. El Obispo invoc al Espritu Santo para que
viniese a consagrar sacerdote a aquel hombre joven de veintisis aos, procedente de las
colinas de Castelnuovo. Se cantaron las letanas de los Santos. Se invoc, segn el largo
formulario de la poca, a San Silvestre, a San Gregorio, a San Ambrosio, a San Agustn, a
San Benito, a Santo Domingo, junto con otros treinta y ocho santos para que el candidato
volviera a pensar, una vez ms, en los grandes modelos que desde aquel da debera imitar
en su vida.
Cuando se levant, aquel hombre joven se haba convertido en Don Bosco. No un santo, no
un mito, sino un joven sacerdote de buena voluntad que buscaba su camino.
No es un modo de hablar. Segn las estadsticas, estudiadas por Pedro Stella, en Turn
haba en aquellos tiempos un sacerdote por cada cien habitantes. (Segn la estadstica publicada en el peridico Armona en el ao 1853, nms. 5 y 9, transcrita por Toms Chiuso
en el vol. IV, pg. 183 de su obra La Iglesia en el Piamonte, haba, sin rodeos, un
sacerdote por cada veintids habitantes! ) Muchos, demasiados. El Arzobispo Monseor
Chiaverotti (predecesor de Monseor Fransoni) estaba seriamente preocupado. Porque
hacerse sacerdote quera decir correr el riesgo de la desocupacin; pero sobre todo porque
la preocupacin principal de tantos jvenes sacerdotes era la de buscar un puesto, de
comenzar una carrera, no la de empezar un ministerio pastoral. Muchos de estos sacerdotes
(cito las plticas de Don Jos Cafasso), ni siquiera rendan examen de confesin, ni
tampoco pedan licencia para predicar. Se convertan en sacerdotes de familia (una
especie de ornato de las familias cristianas acomodadas), en profesores o en empleados
municipales. Muchos se aficionaban a la poltica, a la vida de caf, vivan entre vasos de
vino y chismorreos. Don Bosco, ordenado sacerdote, qu har?
acompaado hasta la vspera de la ordenacin cuando su hermano Jos tuvo que empear
sus pocos enseres para constituir la congrua, exigida entonces a los candidatos al
sacerdocio como garanta de una vida digna y decorosa.
Pero lo mejor que Don Bosco lleva consigo es que es un cristiano de verdad (lo que no se
puede decir ciertamente de todos los sacerdotes ordenados en aquella poca). Juan Bosco,
ayudado por su madre, y por el Seor, ha injertado en su vida los grandes valores
cristianos: el sentido de Dios, el amor a los dems, la capacidad de rezar, la capacidad de
sufrir, la confianza en el Seor, la esperanza.
Adems de estas caractersticas, de estas cualidades, en Don Bosco existe un elemento
superior, un don gratuito de Dios. El misterioso sueo de los nueve aos ha marcado, ha
iluminado su vida como un rayo de luz ilumina un cristal. As como la luz, al pasar a travs
de las estras de un cristal, se polariza en formas diversas, as los aos sucesivos se orientaron, iluminados por aquel sueo que se repiti en otras dos circunstancias. Madre e hijo
vieron la indicacin de un camino y ambos soportaron fatigas y humillaciones profundas
para que Juan pudiera llegar a ser sacerdote. Estos muchachos pauprrimos, vistos en el
sueo, atrajeron como un imn a Juan hasta el sacerdocio.
una crisis que llevar en los prximos decenios a centenares de sacerdotes y de religiosos a
abandonar clamorosamente su vocacin y su misin. Si en el ao 1841 hay un sacerdote
por cada cien habitantes en Turn, en 1870 (veintinueve aos despus) habr tan slo un
sacerdote por cada trescientos noventa habitantes. Una prdida brusca del setenta por
ciento. Un vaco clamoroso en las filas sacerdotales, debido precisamente al hecho de que
el dinero, la carrera, el puesto honorable eran los primeros peldaos de los motivos que
impulsaban al sacerdocio. En cuanto (despus del ao 1848) el ser sacerdote no
proporcione estas ventajas econmicas y sociales (sino que, por el contrario, ocasione
persecuciones e incomodidades por la conocida ley de confiscacin de los bienes
eclesisticos), las filas del clero quedarn desiertas.
He dicho que la analfabeta mam Margarita intuy tambin la crisis ms vasta de nuestra
poca, que estaba comenzando en aquel momento, y en la que todava estamos inmersos
hasta el cuello. Erich Fromm, con una simplificacin clarsima, afirma que la crisis del
mundo occidental se puede resumir en un trgico cambio de verbos: hemos dado
importancia absoluta al tener, creyendo que la felicidad humana consiste en producir cosas,
poseer cosas, consumir cosas. La felicidad del hombre, por el contrario, consiste, dice
Fromm, en ser. Ser ms responsables, ms amigos, ms padres, madres y educadores de los
propios hijos. En una palabra: ser ms personas humanas. Charles Chaplin, en su Autobiografa, tiene una frase simple y trgica. Escribe a su hermano Sidney despus de los
primeros xitos cinematogrficos: Hoy soy un hombre que vale cien dlares por semana.
Pero, si esto sigue as, pronto ser uno que vale mil dlares por semana. Es una expresin
lingstica corriente, me dicen, en el lenguaje americano: un hombre vale el dinero de su
sueldo, el dinero de que puede disponer. Creo que existen pocas expresiones humanas
menos antievanglicas que sta... Si fuese verdad, todos los enfermos del Cottolengo no
valdran nada, todas las personas que trabajan por una misin y no por un estipendio, no
valdran nada. La vida de Jesucristo, por lo pronto, no valdra nada. Y esta forma de
valorar las cosas, dice Erich Fromm, que nos est llevando a la ruina, nos crea ejrcitos de
frustrados, de infelices.
Mucho antes que Fromm, Jess haba dicho: Hay ms gozo en dar que en recibir.
Partiendo de esta afirmacin de
Jess, nosotros, los cristianos, podemos corregir y completar a Fromm. El verbo ms
importante para la felicidad humana no es ciertamente tener. Pero tampoco ser (que, sin
embargo, es importantsimo y es un verbo muy cristiano: ser ms hombres, ms hijos de
Dios). El verbo ms importante es dar. T vales, eres feliz, te sientes realizado (si queremos
utilizar esta expresin moderna y ambigua) no cuando tienes, ni tampoco cuando eres, sino
cuando das: te das a ti mismo, tu tiempo, tus cualidades, tu vida. Fromm mismo lo admite
en otra obra suya famosa, El arte de amar: El acto de dar... me colma de gozo. Me siento
rebosante de vida y de felicidad. Dar proporciona ms alegra que recibir, no porque es
privacin, sino porque en aquella accin me siento vivo... No es rico el que tiene mucho,
sino aqul que da mucho (op. cit., p. 38).
No me parece forzar demasiado las palabras afirmando que mam Margarita en su
sabidura campesina, no refinada, pero profunda, haba intuido muchas de estas cosas y las
haba expresado con aquella dura frase: Si llegaras a hacerte rico, no pondra jams los
pies en tu casa. Tal vez no saba explicarlo, pero comprenda que si llegaba a ser rico, su
Juan hubiera sido un sacerdote fracasado, y si hubiera explotado su sacerdocio para hacerse
rico, hubiera sido un fracasado incluso como cristiano.
Luis Guala tuvo como ayudante en la Residencia sacerdotal a Don Jos Cafasso, y junto
con l dio vida a un verdadero plan a largo alcance para preparar sacerdotes dignos y
adiestrados para los nuevos tiempos en la dicesis de Turn. No preparados para las
novedades polticas, sino para las necesidades pastorales de los nuevos tiempos.
Ya desde los seminarios, los mejores clrigos eran seguidos y ayudados por Don Luis
Guala y Don Jos Cafasso. Dos Luis pag algunas anualidades de Don Bosco en el
Seminario de Chieri. Inmediatamente despus de la ordenacin, unos treinta seminaristas
haban aceptado (a veces solicitado) participar en el bienio de la Residencia sacerdotal.
La fuerza de Don Luis Guala y la dulzura de Don Jos Cafasso incidan profundamente en
la mentalidad de estos jvenes sacerdotes. No se trataba de adoctrinamiento ni de lavado de
cerebro, sino de una cuidadosa preparacin espiritual y pastoral, fundada sobre algunos
postulados. Enumero tres:
gran comprensin de la gente, del pueblo (desmantelando toda rigidez moral que
poda descorazonar y alejar del cristianismo);
El primer dato con el que Don Bosco debe echar sus cuentas es que hasta aquel momento
solamente conoce la pobreza de los campos. No sabe lo que es la miseria de la periferia de
una ciudad, ni se ha imaginado jams cmo son los jvenes que crecen en esta miseria.
Desde los primeros domingos testimoniar Don Miguel Ra, uno de sus primeros
muchachos y ms tarde su sucesor a la cabeza de los Salesianos fue por la ciudad para
hacerse una idea de las condiciones morales de los jvenes. Qued desconcertado. Los
suburbios eran zonas de fermento y de rebelin, cinturones de desolacin. Adolescentes
inmigrados vagaban por las calles, desocupados, tristes, prontos a lo peor. Los vea
jugndose el dinero por las esquinas de las calles con el rostro duro y decidido de quien
est dispuesto a intentar cualquier medio para abrirse paso en la vida.
Cerca del mercado general de la ciudad, en Puerta Palacio, descubri un verdadero
mercado de brazos juveniles. Escribi aos despus: La parte prxima a Puerta Palacio
bulla de buhoneros ambulantes, de vendedores de fsforos, limpiabotas, mozos de cuerda,
expendedores de folletos, mozos de negociantes del mercado, todos ellos pobres
muchachos que vivan al da, llegados en su mayor parte de pueblos lejanos.
Si intentaba acercarse a ellos, casi todos huan desconfiados y esquivos. No eran los pobres
muchachos de I Becchi, no buscaban que se les contaran cuentos, ni ejercicios de
prestidigitacin. Eran los lobos, los jvenes salvajes de sus sueos, aunque en el fondo
de sus ojos viera ms el miedo que la ferocidad. No hubiera bastado caminar sobre la
cuerda para atraerlos en grupo, haba que ganrselos uno a uno, caminando sobre la difcil
cuerda de una infinita bondad y paciencia.
Los muchachos que trabajan, y que Don Bosco descubre en los talleres y en las oficinas, no
se encuentran en mejores condiciones que los que vagan por las plazas. Tomo los datos de
Castellani (el gran bigrafo de Don Leonardo Murialdo): la jornada laboral dura entre
quince y diecisiete horas; la edad media de la vida de los obreros de Turn es de
diecinueve-veinte aos; los jvenes comienzan a trabajar en los talleres de la ciudad a los
ocho-nueve aos, llevando cal y ladrillos por las escaleras de mano.
25
religiosos, que se contaban por millares en Turn, no vean lo que estaba sucediendo, el
aluvin que haba que afrontar con toda urgencia. En las disertaciones, ms o menos
acadmicas, se deploraban los bellos tiempos en los que los jvenes emigrados llegaban
con la carta del prroco de origen, que tenan que presentar en la parroquia a la que iban a
trabajar. No se daban cuenta de que ante la oleada del crecimiento popular, aquellos
esquemas de comportamiento se haban roto. No haba que lamentar los tiempos, sino
marchar con los tiempos, superando el esquema fijo y cmodo de Misa-SacramentosCatecismo cuaresmal obligatorio. Este esquema slo llegaba a una parte de la gente y con
eficacia bastante discutible.
Muchos jvenes sacerdotes de la Residencia sacerdotal que, exhortados por Don Jos
Cafasso, hacan esfuerzos de fantasa y de buena voluntad, eran tenidos por ingenuos
fervorosos y extravagantes. Don Bosco ser pronto considerado como el ms ingenuo y el
ms extravagante de todos.
Tienes que hacer t todo el bien del mundo? En fin de cuentas no eres ms que un
pobre hombre, con poca salud, con posibilidades limitadas.
Mejor poco y bien que intentar una aventura que no se sabe dnde acabar.
Por qu arruinar una carrera segura para lanzarse a una empresa insegura?
La pregunta que ms acucia mi mente en este momento (y que quisiera fuese tambin
vuestra pregunta) no es cmo hizo Don Bosco para no abandonar su opcin de dejarse
arruinar la vida para salvar a los jvenes abandonados, sino cmo tantos,
verdaderamente tantos hombres de Dios no han hecho, tambin ellos, una opcin igual a la
de Don Bosco, que es adems la de Jesucristo: lanzarse, quemarse, arruinar la vida para
salvar a la gente que andaba a la deriva.
En el captulo veinticinco de San Mateo, Cristo-juez dice a los de su izquierda: Tuve
hambre y no me disteis de comer, era forastero y no me alojasteis en vuestra casa. Y
aqullos caen de las nubes: Pero cundo, Seor, te hemos visto y no te hemos
ayudado? Tomada en sentido positivo, aquella frase afirma: Pero, Seor, nosotros no te
hemos visto jams, jams te hemos encontrado!
Monseor Carlos M. Martini, en su segunda meditacin sobre San Mateo, tiene una pgina
esplndida y dura, comentando estas palabras. Tratar de condensarla:
Seor, yo no te he sentido, yo no te he visto cerca de m pobre, cansado, enfermo,
encarcelado. Soy como el sacerdote de la parbola, que pasa junto al herido, pero es tal su
costumbre, que no lo ve. Cada vez que medito esta pgina, digo: "Est bien, ahora he
comprendido." Pero despus, cuando torno a la vida cotidiana, no veo, no siento, no
comprendo. Mis relaciones con el prjimo son de defensa, tratan de establecer distancias,
que son mis privilegios. Siento la situacin como un riesgo excesivo, como una necesidad
de hacer valer mis derechos. Toda nuestra vida no es un reconocimiento del Seor, sino una
relacin de dar y recibir para recorrer mi camino, tal vez sin oprimir a los otros, pero
ponindome siempre a m mismo por delante. Seor, no ser por esta meditacin por lo que
en adelante abrir los ojos. Instintivamente, en las situaciones agresivas todava me
retirar. Toda mi vida est hecha de pequeas agresiones frente a las que tomamos
posicin, nos distanciamos, nos armamos sabiamente. Seor, tengo ojos y no te veo, tengo
odos y no te oigo. No te veo donde verdaderamente ests, sino donde me es cmodo verte,
donde la costumbre, la tradicin, el hbito me ensean a verte, y basta. Todava no he
convertido mi corazn al Evangelio.
Es una meditacin dura, despiadada. Pero creo que debemos hacerla todos. Caminamos
detrs de Don Bosco o detrs de aquellos que le aconsejaban que no exagerase?
que salta inmediatamente a la vista es que Don Bosco de ahora en adelante, incluso en los
momentos ms negros, no se preguntar jams: Qu ser de m?, sino qu ser de
mis jvenes?. Es, segn creo, una particularidad importantsima. No le importa nada su
persona, su carrera, incluso su salud. Para l slo existen los jvenes que hay que salvar.
Con palabras modernas, podramos decir: busca su realizacin, en el nico sentido cristiano
de esta palabra: ser siervo de sus jvenes.
No le veremos, ni en los comienzos ni nunca, tomarse algn tiempo para s a lo largo de la
semana, para sus hobby. Su tiempo de distensin consiste en subir a los andamios de los
albailes y en entrar en los talleres para encontrar a sus muchachos. Su retirarse
peridicamente a un lugar tranquilo lo provocarn solamente dos motivos: rezar (siente
necesidad de hacerlo) y escribir libros para sus jvenes con suficiente concentracin.
En las duras contrariedades que le amargan los primeros aos, jams descarga sus
desilusiones, sus disgustos sobre los jvenes. Lo amargo se lo guarda para s, lo dulce para
ellos.
2. Don Bosco hace opciones de fondo que en su tiempo van contra corriente, pero no es ni
un imprudente ni un contestatario. Franco Molinari ha escrito de Monseor Montini, que
despus fue Pablo VI, dos lneas que creo definen tambin a Don Bosco: Frente a la
Iglesia, no fue ni un obediente servil ni un desobediente rebelde. Fue un obediente
creativo. Don Bosco no hizo jams cabezonadas. Tuvo como director espiritual no una
cabeza caliente, sino a Don Jos Cafasso, consejero espiritual del Arzobispo de Turn y de
por lo menos cinco Obispos piamonteses. Con Don Jos Cafasso discuti todas sus
opciones y todas sus decisiones. Alguna vez su lnea de accin fue distinta de la preferida
por Don Jos Cafasso, pero al exponerle los motivos de conciencia que lo llevaban por otro
camino, manifest tal prudencia que Don Jos Cafasso dijo de l: Dejadle hacer. Don
Bosco es un misterio, pero dejadle hacer. Y en otra ocasin dijo: No se debe juzgar a los
santos.
3. Don Bosco, antes de tomar una decisin, reza. Hago notar este particular. Despus del
trauma de las prisiones, donde ve a jovencitos de doce a dieciocho aos, sanos, robustos,
de ingenio despejado, ociosos, comidos por los insectos, ruega a Dios: Decidme qu
debo hacer. Cuando est preparado para decir la Misa y encuentra en la sacrista al primer
muchacho, aquel Bartolom que ser el comienzo de todo, no retrasa la celebracin para
hablarle, sino que le dice: Ven a or Misa. Despus he de hablarte de un asunto que te
gustar. Al acabar la Misa, Bartolom lo espera y Don Bosco da gracias y despus le
habla. Y tras el coloquio cordial ( sabes cantar?, sabes silbar?), comienza el primer
catecismo con un Avemara, recitada de rodillas. Don Bosco no es un ngel bajado del
cielo. Es un hombre con las cualidades de su tierra: la prudencia, la desconfianza por la
aventura, el sentido realista. Pero tambin con las virtudes del verdadero cristiano: un amor
grande a Dios y a los hijos de Dios. Un corazn que no descansar jams despus de haber
dicho pobrecitos, despus de haber expresado un sentimiento de compasin. Un corazn
que, por el contrario, lo empujar sin tregua al trabajo, a la entrega, a deshacerse, a dejar
hecha jirones su vida. Don Bosco es un piamonts de su tiempo, exactamente como somos
nosotros hijos de nuestra tierra y de nuestro tiempo. Pero es tambin (y aqu est tal vez la
diferencia ms profunda entre l y nosotros) un cristiano hasta la mdula.
Conclusin
29
SEGUNDA CHARLA
CUATRO MOMENTOS DE LA REALIZACION
La gran aventura de Don Bosco ha comenzado. Traz un proyecto y pasa a realizarlo en
concreto.
Recordar cuatro momentos, tratando no tanto de recordarlos cuanto de leerlos por
dentro, de ver cmo Don Bosco se convierte en estos momentos en nuestro modelo de
educador salesiano y de salvador de los jvenes. Los cuatro momentos que vamos a
considerar son: el encuentro con Bartolom Garelli, el primer Oratorio en el cobertizo
Pinardi, la grave enfermedad que contrae Don Bosco en julio de 1846 y el comienzo del
internado. (Al hacer esta seleccin olvido otros momentos importantes, como el impacto de
los jvenes en las crceles, pero es necesario abreviar.)
Trat de entrar en la sacrista como solan hacer los hombres y los jvenes en muchos
pueblos de la regin de Asti. Lo echaron fuera. Don Bosco reprendi al sacristn, y a la
pregunta de aquel hombre: A usted qu le importa?, respondi Don Bosco con una
intuicin rpida: Es un amigo mo. Es una respuesta expeditiva de Don Bosco, pero a m
me parece tambin que es una respuesta de Dios. Don Bosco le haba pedido pocos das
antes: Decidme lo que debo hacer, y Dios, con aquella intuicin rpida, le respondi:
Tmalos como amigos tuyos. Walter Nigg, con algo de poesa, pero tambin con mucha
verdad, escribe: Don Bosco, con aquellas palabras que le haban asomado involuntariamente a los labios, haba entonado la meloda de su vida. La nueva tonalidad que l dara a
la educacin se llamaba amistad. Quera reconquistar la juventud a travs de la amistad
(Don Bosco, un santo para nuestro tiempo).
La amistad de Don Bosco es verdadera. Por eso se traduce inmediatamente en un afectuoso
inters por los problemas, por la vida de aquel joven. Todos sabemos de memoria el
coloquio familiar, alegre. Pero bajo aquella familiaridad no hay presuncin. Aquel coloquio
es en realidad un examen de la situacin, un test muy cuidado. Don Bosco se informa sobre
los tres elementos educativos (como se llaman hoy) que deben actuar en aquel momento
sobre la formacin de un joven de diecisis, arios: familia, escuela, iglesia. Y viene a saber
que ya no tiene padres, que nunca haba ido a la escuela, que no haba hecho la primera
comunin y que no sabe nada de catecismo. Una situacin desastrosa que puede ser
fcilmente la premisa de un fracaso en la vida.
Y Don Bosco, despus de haberle devuelto la alegra ( sabes silbar?) de manera muy
simple, rudimentaria, si queremos, trata de reconstruir inmediatamente, para aquel muchacho, los tres elementos educativos fundamentales:
inmediatamente es para m muy importante. El noventa por ciento de las cosas buenas
que no hemos hecho inmediatamente, no las hemos hecho jams.
Los domingos siguientes se aadieron otros jvenes. Don Bosco recordaba: Eran Carlos
Buzzetti, Germano, Gabilondo (MB II, 76): pequeos albailes lombardos que permaneceran a su lado durante treinta-cuarenta aos, a los que todos conocan en Valdocco.
Un da entra Don Bosco en la iglesia donde un joven sacerdote predica desde el plpito con
entusiasmo. Sobre las gradas de un altar, algunos pequeos albailes duermen, apoyados
unos en las espaldas de los otros. Don Bosco los despierta, pregunta en voz baja: Por
qu dorms? Uno le contesta: No comprendemos nada; otro dice: Ese sacerdote no
dice nada para nosotros. Don Bosco ensea a aquellos muchachos, pero esta vez es l
quien recibe su leccin: los sacerdotes hablan muy difcil, no hablan para ellos (quin
sabe para quin hablan?). Como todo educador de raza, Don Bosco est pronto para dejarse
educar por sus muchachos, para escuchar sus lecciones. Y aprende a hablar para ellos.
Una pregunta ms para someterla a nuestra reflexin: el inmediatamente, existe en
nuestro modo de actuar? O sabemos camuflar, detrs de la pereza, el deseo de ir
abandonando, de que no se nos moleste? Sabemos escuchar las lecciones de nuestros
jvenes? Un bostezo aburrido durante una pltica, una hora de clase, lo tomamos como
una ofensa o como una leccin? Cmo una invitacin a aprender a hablar para ellos?
a estas prcticas una breve instruccin, que consista de ordinario en un ejemplo, en el que
se haca resaltar un vicio o una virtud. Todo acababa con el canto de las letanas y la
bendicin del Santsimo Sacramento.
Al salir de la iglesia, comenzaba el tiempo libre, durante el cual cada uno poda divertirse a
su gusto. Unos continuaban la clase de catecismo, otros la de canto o lectura; pero la mayor
parte se entregaba a saltar, correr, divertirse en diversos juegos y pasatiempos. Los que se
reunan con intencin de saltar, hacer carreras y dedicarse a juegos de manos o de habilidad
sobre cuerdas y barras, como yo todo eso lo haba aprendido en mis tiempos de saltibanqui,
lo practicaban bajo mi direccin. De este modo poda frenar a aquella muchedumbre, de la
que en buena parte se poda decir: "Sicut equus et mulus, quibus non est intelectus" ("Son
como el caballo y el mulo, que no tienen inteligencia"). Y es a estos muchachos a los que
Don Bosco hace redescubrir la dignidad del hombre, del hijo de Dios.
He de decir, por otra parte, que en medio de tan gran ignorancia, pude admirar siempre un
gran respeto por las cosas de la Iglesia y sus sagrados ministros, y un gran entusiasmo por
aprender las verdades religiosas.
Es ms, yo me serva de aquellos ruidosos recreos para insinuar a mis muchachos
pensamientos espirituales e invitarles a la frecuencia de los sacramentos. A unos, con una
palabrita al odo, les recomendaba ms obediencia, mayor puntualidad en sus deberes; a
otros, que frecuentasen el catecismo y se viniesen a confesar; y cosas semejantes.
Para m aquellas diversiones eran un modo eficaz de hacerme con una multitud de jvenes,
que cada sbado por la tarde o cada domingo por la maana viniesen a confesarse con el
mejor deseo del mundo.
A veces apartaba de los mismos juegos a algunos para llevrmelos al confesonario, pues
me haba percatado de que andaban un tanto rezagados en el cumplimiento de tan importante deber. Contar un hecho de entre muchos. Haba insinuado muchas veces a uno que
cumpliese con Pascua; cada domingo me lo prometa, pero no acababa de cumplir. Un da
de fiesta, terminadas las funciones sagradas, se puso a jugar con frenes. Mientras corra y
saltaba por todas partes, todo baado en sudor, y con tal entusiasmo que no saba si estaba
en este mundo o en el otro, lo llam a toda prisa, rogndole que viniera conmigo a la
sacrista, pues me iba a hacer un encargo. l quiso venir tal como estaba, en mangas de
camisa.
No le dije; ponte la chaquetilla y ven.
Ya en la sacrista, lo conduje al coro, y entonces le dije:
Arrodllate en este reclinatorio.
Lo hizo, pero con ademn de tomarlo y llevarlo a otro sitio.
No aad---; el reclinatorio djalo donde est. Entonces, qu quiere?
Pues confesarte.
No estoy preparado.
Eso ya lo s.
Entonces, qu?
Entonces que te prepares y te confesar despus.
Bueno exclam; no est mal la cosa; en realidad necesitaba hacerlo, tena verdadera
necesidad; hizo bien en cazarme de este modo; de otra forma, por miedo a mis compaeros, no hubiera venido todava a confesarme.
Mientras yo rec una parte del breviario, l se prepar un poco; despus se confes de
buena gana y dio gracias con mucha devocin. A partir de aquel momento fue uno de los
ms asiduos en el cumplimiento de los deberes religiosos. Cuando l contaba la ancdota a
33
si as fuera, creo que tambin Don Bosco se ira del otro lado de nuestras puertas. Preferira
estar con ellos antes que con nosotros. Y tambin nosotros nos sentiramos profundamente
insatisfechos.
Tambin estoy convencido de que aquellas palabras derrochar toda mi vida por
vosotros son una leccin para nosotros. No puede pensarse que un Salesiano que trabaja
ocho horas (si las trabaja), despus se aparte, se evada, se dedique a sus cosas. Tiempo
para hobby, para actividades geniales, para amistades cultivadas fuera de casa.
Derrochar toda mi vida por vosotros me parece que es el secreto de nuestra fecundidad,
de nuestra felicidad.
educativo. Lo aman tanto estos jvenes, han palpado con su mano de tal modo que vale la
pena vivir como l vive, que quisieran llegar a ser como l. Aqu est todo el problema
de su vocacin. Todava no saben bien qu es lo que significa, tanto que se asustan cuando
Don Bosco les habla abiertamente de votos y de congregacin. Pero superan tambin este
ltimo obstculo. Concluyen con Juan Cagliero: Fraile o no fraile, yo me quedo con Don
Bosco. El camino educativo toca a su trmino. En el lmite (como hoy se dice) Don Bosco
podra tambin desaparecer: quedan sus exmuchachos que se han transformado en otros
tantos Don Bosco. Han nacido los Salesianos.
Conclusin
Concluyo enumerando nuevamente algunos elementos de sntesis para nuestra reflexin:
1. Desde el encuentro con Bartolom Garelli, Don Bosco acta su proyecto educativo
apoyndose en tres valores: reconstruir para aquellos jvenes el calor de una familia mediante la amistad, despertar su inteligencia con la escuela, hacerles descubrir el pleno
sentido de su dignidad y de su vida, encontrando a Dios.
2. Don Bosco hace inmediatamente lo que le parece til para los jvenes: vence la
pereza del transmitir rdenes.
3. Don Bosco se deja educar, toma lecciones de sus jvenes, aprendiendo a hablar para
ellos.
4. En el Oratorio de Don Bosco Dios ocupa el primer lugar, y la presencia constante de
Don Bosco entre los jvenes es su caracterstica fundamental.
5. Don Bosco acepta en su Oratorio a los muchachos que otros no aceptaran, pero los
conoce a todos personalmente, y pide a todos un mnimo de colaboracin.
6. Los jvenes correspondieron a Don Bosco con un amor total. Comprendieron que vala
la pena vivir como l, de tal suerte que desearon o aceptaron llegar a ser como l. Es
la cima de su xito educativo. Y debera ser el camino ordinario por el que maduran en las
obras salesianas las que nosotros llamamos vocaciones.
Una brevsima oracin conclusiva:
Seor, tu Espritu es Espritu de paz: haz que en la paz reconozcamos lo que somos y lo
que no somos; lo que T en tu amor nos has llamado a ser para que podamos tener el gozo
de llegar a ser lo que T quieres que seamos.
Danos autenticidad y verdad. Haz que no tengamos miedo de las decisiones que pueden
derivarse de esta autenticidad. Aydanos a hacer aflorar en nosotros todas las dudas rechazadas, todas las situaciones cerradas, todas las perspectivas que por tranquilidad hemos
marginado. Enciende en nosotros un amor grande que, como el de Don Bosco, elimine
todo egosmo, cerrazn, ceguera, opacidad interior para que te reconozcamos en las
verdaderas exigencias de los jvenes.
Te lo pedimos al mismo tiempo que a tu Madre y a Don Bosco.
DIA TERCERO
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LA VIRGEN
EN LA VIDA DE DON BOSCO
PRIMERA CHARLA
MADRE, MAESTRA, REINA,
FUNDADORA DE LA OBRA SALESIANA
Da 29 de octubre de 1835. Juan Bosco tiene veinte aos. Hace cuatro das que ha vestido
el hbito clerical, y dentro de veinticuatro horas debe encontrarse en el Seminario de
Chieri.
Mientras prepara el pequeo bal, se le acerca su madre y, despus de alguna indecisin, le
dice (cito de las Memorias de Don Bosco): Cuando viniste al mundo te consagr a la
Santsima Virgen. Cuando comenzaste los estudios te recomend la devocin a esta nuestra
Madre. Ahora te digo que seas todo suyo, Juan.
Sigue un intenso momento de emocin. Cuando termin estas palabras escribe Don
Bosco mi madre estaba conmovida y yo lloraba. Madre respond, le agradezco todo
lo que usted ha hecho y dicho por m; sus palabras no caen en el vaco y sern todo un
tesoro a lo largo de mi vida.
Detengmonos en las primeras palabras de Margarita: Cuando viniste al mundo, te
consagr a la Santsima Virgen. Era una costumbre muy difundida en los pueblos
campesinos por aquellos tiempos. Las estadsticas dicen que de cada cien nios, sesenta
moran en los cinco primeros aos de vida. La consagracin a la Virgen era, por tanto, un
acto de religin y de miedo, de confianza en una persona poderosa que salvase la vida del
nio y la protegiese de todo mal. Si queremos, podra mezclarse la supersticin con la
devocin: la consagracin era en muchos casos una tentativa de captacin del poder de la
divinidad, que no podra dejar que pereciera una cosa que haba sido declarada suya.
En la vida se comprobara si en aquel acto hubo slo miedo supersticioso o verdadera fe. Y
la vida de Juan Bosco est toda all, abierta y deshojada, para decirnos que en aquel acto de
mam Margarita existi ciertamente la aprensin de todas las madres, pero especialmente
una cota altsima de verdadera, de extraordinaria fe.
segunda parte se dirige al Padre pidindole poder recorrer, juntamente con Jess, la pasin
y la muerte para poder llegar a la gloria de la resurreccin.
No debi ser una costumbre infantil prontamente olvidada cuando la encontramos de nuevo
en la vida de Juan que hace de criado (de los doce a los catorce aos) en la alquera Moglia.
El viejo Jos, to del patrn, regresaba un da del campo empapado en sudor y con la azada
al hombro. Era medioda, y desde Moncucco llegaba el sonido de las campanas. El viejo,
cansado, se sent sobre el heno a resollar. Cerca vio a Juan, tambin sobre el heno, pero de
rodillas: recitaba el Angelus.
Medio en broma, medio en serio, Jos murmur:
Est bien! Nosotros, los amos, nos gastamos la vida trabajando maana y tarde hasta
no poder ms. Y el criado se lo toma con calma y reza en santa paz.
Juan, tambin medio en serio, medio en broma, respondi:
Cuando se trata de trabajar, to Jos, sabis que no me echo atrs. Pero mi madre me ha
enseado que cuando se reza, de dos granos nacen cuatro espigas; si, por el contrario, no se
reza, de cuatro granos solamente nacen dos espigas. Es mejor, por lo tanto, que rece un
poco tambin usted.
Quisiera que reflexionsemos sobre el sentido que este hecho, repetido todos los das, da a
la vida de un joven campesino. La Virgen no se convierte para l en un objeto festivo, de
lujo, una flor que se pone en el ojal cuando se deja el trabajo y se va a la procesin, a la
fiesta mayor con los amigos. No es una joya que se guarda en el armario, junto con el
vestido de fiesta, apenas se vuelve a la vida ordinaria, concreta y gris, molesta y desgarrada
por la lucha constante.
Para Juan Bosco la Virgen se convierte, desde los primeros aos, en la madre de todos los
das. Juan aprende a cavar, a segar la hierba, a manejar la podadera, a ordear las vacas.
Un verdadero campesino que va de un campo a otro con los pies descalzos y que a la noche
duerme sobre el jergn repleto de hojas de maz. Y la Virgen es la madre de todos los das,1
que l encuentra por la maana cuando canta el gallo y hay que vencer el sueo y la pereza,
porque el da se presenta todo, lleno de trabajos; a medioda, en la pausa relajante que el
campesino transcurre sobre la hierba con la alegra de comer el pan y destapar una botella;
por la tarde cuando el cansancio se ha hecho agobiante y el regreso hace en entrar de nuevo
el gozo sencillo de la casa, del hogar encendido, de los seres queridos reunidos alrededor
de la mesa.
Despus de la cena, en la larga pausa al fresco de la noche estival o al calor del establo en
el invierno, en todas las familias se reza el rosario. Tambin los nios lo rezan, sentados en
la falda de la madre o sobre las rodillas de los abuelos, en una pausa de recogimiento
verdaderamente sagrado. Desgranando las cuentas del rosario, el pensamiento de los
viejos labradores se dirige a la Virgen, a los hijos, a los campos, a la vida, a la muerte. Este
momento cotidiano fue siempre muy importante y lo vivi con intensidad. En la alquera
Moglia, la seora Dorotea, admirada de su recogimiento, lo invit muchas veces a guiar el
rezo del rosario. Juan comenz a hablar de este modo a la Virgen con las palabras del
Avemara, con el recuerdo de los misterios que cada da impriman en su mente los
grandes acontecimientos de la vida del Seor y de su Madre. Y saba que la Virgen estaba
all, que lo escuchaba, que pensaba en l.
Para confirmrnoslo existe en el sueo de los nueve aos un gesto que me parece muy
significativo. Don Bosco dice: Vindome desconcertado, me indic que me acercase a
Ella y me tom amablemente de la mano. Es el mismo gesto que tiene con l tantas veces
mam Margarita, por ejemplo, cuando regresa del mercado y lo ve turbado con la vara
adornada en la mano porque ha roto el vaso del aceite.
Este es el sentido primero, primordial de la devocin a la Virgen que Juan Bosco asimila
con naturalidad. La Virgen es la madre, la madre de todos los das, que est a su lado mientras trabaja, mientras reza. La madre que piensa en l y est junto a l en las fatigas, en las
penas y en las alegras de cada da. La que en los momentos difciles lo toma de la mano.
El Avemara aparece con naturalidad antes y despus de sus divertidas lecturas en el
establo invernal, antes y despus de sus juegos sobre la cuerda en el esto. Es la seal de
una presencia continua.
Esta es la devocin que Don Bosco transmitir a sus jvenes. No el adorno precioso para
ponerse en los das de fiesta, para guardarlo durante la semana, sino el encuentro ordinario,
domstico, familiar con la madre de todos los das.
Domingo Savio y tantos otros jvenes abrirn o cerrarn la pgina de sus deberes (es decir,
de su trabajo cotidiano) con ingenuas efusiones de amor a la Virgen: Mara, aydame.
Trono de la sabidura, ruega por m. Exactamente como Juan Bosco abra y cerraba su
trabajo en los campos con la oracin a la Virgen.
Preguntmonos: Cmo es nuestra devocin a la Virgen? Es la que enseamos a los
jvenes? Ordinaria o festiva? Un conjunto de funciones y de cantos que acaban con la
fiesta, o una presencia continua de una madre con la que se habla, a la que se pide ayuda,
que nos toma de la mano para levantarnos o sostenemos...?
Maestra
En el sueo de los nueve aos hay otra particularidad que no debemos olvidar para no
correr el peligro de desfigurar el sentido de esta maternidad. El Hombre venerable dice a
Juan: Yo te dar una Maestra bajo cuya disciplina (= gua fuerte, robusta) podrs llegar a
ser sabio. Y la Virgen comienza inmediatamente a ensear, a ser maestra de Juan: He
ah tu campo. He ah donde debes trabajar. Hazte humilde, fuerte y robusto. Lo que veas
que sucede en este momento, t debers hacerlo con mis hijos.
Cuatro frases, tres de las cuales son de viva exhortacin, casi mandatos. Con estas cuatro
frases, lo dijimos el primer da la Virgen presenta a Juan los sujetos, y casi traza los
lmites dentro de los que deber actuar en su labor educativa. Le anticipa que para su
trabajo necesitar humildad, fortaleza y robustez. Le indica la meta de su misin: cambiar a
aquellos jvenes en dciles hijos de Dios.
No acostumbrados a los libros, corremos el peligro de equivocarnos ante la palabra
maestra. Para nosotros, maestro es aquel que transmite una cultura intelectual, de
nociones y conceptos. Para un campesino como Juan Bosco, era, por el contrario, el que
transmita, antes que todo, una experiencia de vida, el que enseaba a hacer, el que trazaba
una lnea de accin, el que enseaba a evitar errores de conducta. La Virgen no ser jams
para Don Bosco una maestra que sube a la ctedra, sino que, por el contrario, sugiere,
inspira, ayuda a comprender y a resolver, y gua con fuerza por el camino que hay que
recorrer. Una maestra que ensea ms actitudes que conceptos, una maestra de vida ms
que una maestra de doctrina.
Condensando: la Virgen es, ante todo, madre. Una madre que, sin embargo, no slo
consuela y estimula, sino que ensea, traza el programa de Juan, y le indica el modo de
actuarlo. Durante toda la vida durar esta enseanza. Y Don Bosco le ser fiel, tambin
cuando le cueste mucho. Tendremos que volver sobre ello al hablar de la Virgen
fundadora de la Congregacin. Al final Don Bosco podr decir: Nunca hemos dado un
paso que no nos haya sido trazado por la Virgen (MB XII, 169; XVIII, 436; 531).
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Reina
Madre, Maestra. Para ilustrar el tercer aspecto inicial de la Virgen en la vida de Don Bosco,
reina, tenemos que subrayar otra particularidad del sueo de los nueve aos. Seora de
majestuoso aspecto escribe Don Bosco vestida con un manto que resplandeca por
todas partes como si cada uno de sus puntos fuera una estrella refulgente. Algn
comentarista ha visto en estas dos lneas un recuerdo del Apocalipsis: Seora que pareca
vestida del sol, con una corona de doce estrellas en la cabeza, y la luna bajo sus pies.
Esta comparacin a m me parece forzada. Y si pienso que a los nueve aos Juan no
conoca seguramente el Apocalipsis, me parece que la impresin narrada por el muchacho
(sin contar con las palabras que despus le sirvieron para expresar esta impresin) es la
clsica de una reina.
En las fbulas, en los cuentos, en los poqusimos libros que conoca, uno de los cuales era
los Reyes de Francia, la descripcin tpica de la reina era precisamente aquella: revestida
de perlas, de joyas, que esparcan luz, que daban visiblemente el sentido de majestad y de
poder. Es fcil encontrar en la literatura popular de la poca las dos comparaciones
complementarias: La reina era bella como una Virgen, La estatua de la Virgen, llevada
en procesin, era bella como una reina.
Para la gente, especialmente para la gente del campo, donde el poder del rey se haca sentir
casi exclusivamente en dos ocasiones, el cobro de los impuestos y la entrada en caja de los
jvenes para la leva militar, la reina era la mujer afortunada y buena que lo consegua todo
del rey, que poda mitigar sus decisiones ms duras. Tener una recomendacin de la
reina era el sueo imposible de toda familia en los momentos ms difciles: slo ella poda
arrancar las gracias del soberano, como, por ejemplo, hacer regresar al hijo de la guerra.
En la mente de la gente del campo piamonts del 1700 y de la primera mitad del 1800 la
misericordia es propia de la reina, como la justicia es propia del rey.
Estas imgenes populares del rey y de la reina, en aquellos tiempos culturalmente pobres,
quedaron indudablemente reflejadas en las figuras de Jess y de la Virgen. Fueron proyectadas de manera tan difana que a veces se roz la hereja.
Tambin en los cnticos que Don Bosco recogi en su Joven Instruido (hoy El Joven
Cristiano, libro de oraciones para los jvenes) y que se cantaron durante tanto tiempo en
Valdocco y en las casas salesianas, existan estos riesgos de burda confusin teolgica. Los
letristas de aquella poca haban olvidado el Reino de Dios, predicado por Cristo, la parbola del Hijo prdigo y de Jess, el buen samaritano. En el dialecto monferratino no existe
distincin entre Dios y Jess. Todo se funde en la palabra '1 Signr, el Seor. Dios
volva a ser el vengador airado de su pueblo o del alma que le haba traicionado. Y Mara
reina, era la que salvaba de la ira divina. En la cancin Pecadores deseosos (que se
cantaba todava por los aos cuarenta) se leen estas estrofas:
Somos reos de mil errores,
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enero de 1854: La Virgen quiere que comencemos una sociedad. Nos llamaremos Salesianos. 1864, despus de narrar el sueo de la prgola de rosas: Es la Virgen la que
quiere nuestra Congregacin. En 1862, a Juan Cagliero: Mara Santsima es la fundadora
y ser la sostenedora de nuestras obras (MB VII, 334).
Esta conviccin absoluta de Don Bosco no aparece de improviso, sino que crece poco a
poco segn se van verificando los acontecimientos ordinarios y extraordinarios en los que
toca con mano la intervencin de la Virgen.
Tratar de enumerar los que me parecen ms importantes.
jvenes... Resultando ya estrecha esa iglesia, recurr de nuevo a Ella y me mostr otra
iglesia bastante ms grande y con una casa al lado... Me vi rodeado de un nmero inmenso
de jvenes y vi una grandsima iglesia, con muchos edificios alrededor, y con un hermoso
monumento en el medio.
caminar sobre espinas y comenzaron a gritar: " Nos hemos equivocado"! No pocos
retrocedieron. Me qued prcticamente solo. Entonces comenc a llorar. "Es posible que
tenga que andar este camino yo solo?", me preguntaba.
Pero pronto hall consuelo. Vi llegar hacia m un tropel de sacerdotes, de clrigos, de
seglares, que me dijeron: "Somos tuyos. Estamos dispuestos a seguirte." Ponindome a la
cabeza reemprend el camino. Slo algunos se descorazonaron y se detuvieron. Una gran
parte de ellos lleg conmigo a la meta.
Despus de atravesar la prgola, me encontr n un hermoso jardn. Mis pocos seguidores
haban enflaquecido, estaban desgreados, ensangrentados. Se levant entonces una brisa
ligera y, a su soplo, todos quedaron sanos. Corri otro viento y, como por encanto, me
encontr rodeado de un nmero inmenso de jvenes y clrigos, seglares coadjutores y
tambin de sacerdotes que se pusieron a trabajar conmigo guiando a aquellos jvenes.
Conoca a varios por su fisonoma, pero a muchos no los conoca.
Entonces la Santsima Virgen, que haba sido mi gua, me pregunt:
Sabes qu significa lo que ahora ves y lo que has visto antes?
No!
Has de saber que el campo por ti recorrido entre rosas y espinas significa el trabajo que
debers realizar en favor de los jvenes. Tendrs que caminar con los zapatos de la mortificacin. Las espinas significan los obstculos, los padecimientos, los sinsabores que tienes
que sufrir. Pero no pierdas el nimo. Con la caridad y con la mortificacin lo superaris
todo y alcanzaris las rosas sin espinas.
Apenas termin de hablar la Madre de Dios, volv en m y me encontr en mi habitacin.
Os he contado esto concluy para que cada uno de vosotros tenga la seguridad de que
es la Virgen la que quiere nuestra Congregacin, y para que nos animemos cada vez ms a
trabajar para la mayor gloria de Dios.
Conclusin
Termino aqu esta primera parte. Es consolador saber que es la Virgen quien nos quiere. Si
esto es as, ciertamente que quiere hacer con nosotros cosas grandes. Tambin conforta el
nimo tener casi un parmetro, un medio sencillsimo para comprender que nos
encontramos en el camino trazado por la Virgen a Don Bosco y a sus hijos: las espinas. Si
no las sintiramos podra significar que ya no caminamos por el sendero justo. Pero el
remedio es sencillo: basta retornar al camino de las espinas: pobreza, viajes incmodos,
trabajo duro, jvenes pobres y molestos. Que la Virgen, que se encuentra aqu a nuestro
lado, como estaba al lado de Don Bosco, nos ilumine y nos ayude como le ilumin y le
ayud a l.
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SEGUNDA CHARLA
INMACULADA, AUXILIADORA, LA LUZ DE LOS ULTIMOS
AOS
LOS AOS DE LA INMACULADA
En mayo de 1847 inicia Don Bosco el internado para los jvenes que le piden permanecer
con l porque no saben dnde alojarse.
El primer muchacho (lo hemos recordado ya) es un hurfano de Valsesia obligado a llamar
a su puerta por la lluvia que caa a cntaros.
El segundo es un chico de doce aos desahuciado por el patrn porque haba muerto su
madre y nadie le pagaba el arriendo. Luego llegaron Jos Buzzetti, Carlitos Gastini y muchos ms.
Para aquellos primeros muchachos que viven con l, Don Bosco transforma en dormitorio
dos habitaciones con capacidad para ocho camas, un crucifijo, una imagen de la Virgen y
un cartelito, en el que se lee Dios te ve.
sacerdotales para las dicesis y para la Congregacin que piensa fundar. Los estudiantes
son doce en el ao 1850, treinta y cinco en el 54, sesenta y tres en el 55 y ciento veintiuno
en el 57...
Con los jvenes aprendices Don Bosco no era muy exigente en materia espiritual, en
cambio lleg a ser muy intensa la atmsfera espiritual que rode a los jvenes estudiantes.
Estos eran los brotes delicados de las futuras vocaciones sacerdotales, y Don Bosco quera
que estuviesen inmersos en un clima de religiosidad sacramental, mariana, eclesial.
La confesin era una costumbre semanal o quincenal en todos ellos. Cada da Don Bosco
confesaba durante dos o tres horas. En la vigilia de las fiestas lo haca tambin durante toda
la tarde. La fama muy difundida de su capacidad para leer los pecados animaba a una
confianza absoluta. La Comunin ya era un sacramento cotidiano, a los pocos aos de
iniciarse el internado, para muchos jvenes. Eran poqusimos los que no reciban la
Eucarista al menos una vez por semana.
Se respiraba la devocin a la Virgen. Alcanz una intensidad esplndida en los aos de
Domingo Savio.
La Compaa de la Inmaculada
Domingo Savio se hizo muy amigo de Ra, Cagliero y Rocchetti, aunque tenan, por
trmino medio, cuatro aos ms que l. Con toda probabilidad Domingo Savio no supo
nada de la Sociedad Salesiana de la que haba comenzado a hablar Don Bosco desde
comienzos del ao 1854. Pero en la primavera de 1856 tuvo, juntamente con otros, una
idea que habra de ser, sin l saberlo, la prueba general de la Sociedad Salesiana. Por
qu no unirse, pens Domingo, todos los jvenes ms voluntariosos en una sociedad
secreta, con el fin de llegar a ser un grupo compacto de pequeos apstoles en medio de
los dems? Habl con algunos. Gust la idea. Se decidi llamar a la sociedad Compaa
de la Inmaculada.
Don Bosco dio su permiso, pero sugiri que no se precipitaran las cosas: que probasen, que
hicieran un pequeo reglamento. Despus se volvera a hablar de ello.
Probaron. En la primera reunin se decidi el invitar a inscribirse. Seran pocos, de
confianza, capaces de guardar el secreto.
La asamblea encarg a tres de los inscritos para esbozar el reglamento: Miguel Ra, de
diecinueve aos; Jos Bongiovanni, de dieciocho aos, y Domingo Savio, de catorce aos.
Don Bosco afirma, sin embargo, que el que escribi el texto fue Domingo Savio. Los otros
lo retocaron.
El pequeo reglamento constaba de veintin artculos. Los socios se empeaban en ser los
mejores, bajo la proteccin de la Virgen y con la ayuda de Jess-Eucarista; a ayudar a Don
Bosco convirtindose, con prudencia y delicadeza, en pequeos apstoles entre los
compaeros; a difundir alegra y serenidad a su alrededor.
El artculo veintiuno, el conclusivo, condensaba el espritu de la Compaa en estas
palabras: Una sincera, filial, ilimitada confianza en Mara, una ternura especial para con
Ella, una devocin constante harn que superemos toda suerte de obstculos, tenaces en
nuestras resoluciones, inflexibles con nosotros mismos, amables con el prjimo y exactos
en todo.
La Compaa se inaugur el 8 de junio de 1856 ante el altar de la Virgen en la iglesia de
San Francisco. Cada uno prometi ser fiel a su propsito.
La Compaa de la Inmaculada funcion muy bien. Se convirti en la levadura del
Oratorio. Dio a la devocin mariana un tono concreto y slido de vida cristiana.
Transform a chicos corrientes en pequeos apstoles y se trasplant a todas las casas
salesianas. En las cuatro pginas de consejos que Don Bosco dio a Don Miguel Ra, que
iba a fundar la primera casa salesiana fuera de Turn, en Mirabello (apuntes que Pedro
Stella define una de las mejores sntesis de su sistema educativo, y que se entregarn a.
todo nuevo director Salesiano), se lee esta frase: Procura fundar la Compaa de la
Inmaculada Concepcin (MB VII, 526).
Me atrevo a manifestar un deseo: que en las cartas de obediencia que se dan a los
Directores, se reproduzca esta frase: Procura fundar la Compaa de la Inmaculada
Concepcin. Creo que se dara un gran paso adelante para resolver el problema de las
vocaciones.
Y ahora unas preguntas que someto a nuestra reflexin
Contina siendo la Virgen, para nosotros y para nuestros muchachos madre de pureza?
O nos estamos rindiendo a la corriente, considerando los problemas de la pureza de nuestros jvenes como pequeos berenjenales que se resolvern con la edad? Tenemos el
ojo abierto a las lecturas, a los espectculos de los jvenes? Vigilamos para purificar
nuestro ambiente de ciertas conversaciones? O consideramos todo esto como una batalla
perdida? La Compaa de la Inmaculada, con cualquier nombre o etiqueta, existe en
nuestras casas? Cuenta con nuestro apoyo? O existen solamente grupos deportivos?
Cmo extraarse, en este caso, de que de las casas salesianas salgan ms campeones
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llez: Yo no soy el autor de estas obras. Lo son el Seor y Mara Santsima, que se
dignaron servirse de un pobre sacerdote para llevarlas a cabo.
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Desde aquel 1868, el mes de mayo en Valdocce e convirti en una de las funciones
religiosas ms concurrid s de la ciudad y del Piamonte. Muchos acudan tambin desde
ms lejos y quedaban extasiados escuchando los nutridos coros polifnicos dirigidos por el
maestro De Vecchi, por Don Juan Cagliero y finalmente por el maestro Dogliani; la Misa
del Papa Marcello de Palestrina o la de Rossini, el vibrante Tu es petrus o las movidas
evocaciones de la batalla de Lepanto con clangores de trompas y superposicin de ondas
sonoras.
Espoleto declinaba, se converta en un santuario local cito a Pedro Stella, perda
incluso el ttulo popular de Auxilio de los Cristianos y volva a llamarse nuevamente
Virgen de la Estrella. El santuario de Valdocco, por el contrario, se convierte en un
centro de irradiacin a escala cada vez mayor: santuario local y santuario mundial. Para los
Salesianos, que partan a las misiones, resultaba inolvidable la funcin de la imposicin de
crucifijos a los pies de Mara Auxiliadora. Las Hijas de la Inmaculada de Mornese se
transformaban en Hijas de Mara Auxiliadora y se desparramaban, tambin ellas, por el
mundo partiendo del solar sagrado de Valdocco. A la muerte de Don Bosco eran ya
trescientas noventa, con un centenar de novicias y cincuenta casas. Constituyen segn el
pensamiento de Don Bosco el monumento vivo a la Auxiliadora, del mismo modo que el
de Valdocco es el monumento de piedra.
Algunas preguntas para nuestra reflexin
Es esto para nosotros la Virgen? Es as como la presentamos a nuestros jvenes? Con la
visin amplia de la Iglesia, a la que tenemos que tener siempre presente, y por la que
debemos rezar? Con el cario ntimo de los hijos que tienen necesidad de su ayuda
durante su breve vida? Pedimos a la Virgen que est cercana a nuestros muchachos, que
les ayude?
mundo?
He podido hacer ms de lo que poda esperar responde, pero el cmo ni yo mismo
lo s. La Santsima Virgen, que conoce las necesidades de nuestros tiempos, es la que
acta.
El periodista hace alusin a los milagros que l ha obrado, pero Don Bosco le corta en
seco:
Yo solamente he pensado en cumplir con mi deber. He rezado y he confiado en la
Virgen.
La ltima pregunta es sta:
Qu piensa de las condiciones actuales de la Iglesia en Europa, en Italia y en su
porvenir?
Yo no soy profeta responde. Solamente Dios conoce el porvenir. Sin embargo,
humanamente hablando, hay que pensar que el porvenir ser difcil. Mis previsiones son
muy pesimistas, pero no temo nada. Dios salvar siempre a su Iglesia, y la Virgen, que
protege visiblemente al mundo contemporneo, sabr hacer surgir los redentores.
Don Bosco tiene sesenta y nueve aos y es un hombre destruido por los muchos trabajos, y
se nota en esta respuesta. Pero tambin cuando tena veintisis aos y arribaba por vez
primera a la Turn preindustrial, se le presentaba sombro el porvenir. Pero sus reacciones
fueron muy distintas: se lanz a las calles, a las crceles, a los barrios. No pronunci ni siquiera una palabra de lamentacin; emple toda su energa para preparar un tiempo mejor.
Ahora tambin Don Bosco es un viejecito cansado, y mirando al porvenir siente angustia,
tiene presentimientos tristes. Paga su tributo a la edad como todo hombre, arrugado y
encorvado por la vida. Pero inmediatamente prevalece su fe, su confianza en la Virgen
toma la delantera. Por esto sus ltimas palabras me resultan conmovedoras. La Virgen
sabr suscitar nuevos salvadores. El ya no se encontrar fsicamente entre los activos
redentores de la nueva generacin. Lo fue de la suya y ahora tiene que rendirse a la ley
inexorable del tiempo. La Virgen sabr hacerlos surgir exactamente como lo hizo surgir a l
hace setenta aos de una colina perdida en los campos de I Becchi.
Entre los aos 1884 y 1885 sucede como una ulterior profundizacin en la familiaridad de
Don Bosco con la Virgen. Por primera vez da la impresin de que la siente, de que la ve
fsicamente presente en sus obras y de que por esto se emociona hasta las lgrimas.
Dictando en Roma, en mayo de 1884, el sueo sobre su antiguo Oratorio, rompe a llorar
pronunciando esta frase que tiene el valor de un juramento: Delante de Dios os digo: basta
que un joven entre en una casa salesiana para que la Virgen Santsima lo tome
inmediatamente bajo su especial proteccin.
En agosto de 1885, Don Bosco fue a Niza-Monferrato para la imposicin de hbito y
profesin de las Hijas de Mara Auxiliadora. Estaba tan acabado que solamente pudo dar la
comunin a algunas Hermanas. A la imposicin de hbito y a la profesin solamente
asisti, sentado en un silln. Pero quiso decir unas palabras. Tena la voz muy dbil, y Don
Juan Bonetti, a su lado, haca de altavoz repitiendo las frases que no se entendan.
Queris que yo os diga algo. Si pudiera hablar, cuntas cosas os quisiera decir! Pero soy
viejo, viejo achacoso, como veis. Slo quiero deciros que la Virgen os quiere mucho,
mucho. Sabed que Ella se encuentra aqu, en medio de vosotras...
Don Juan Bonetti dijo en alta voz:
Don Bosco quiere decir que la Virgen es vuestra madre, y que os guarda y os protege.
No, no replic Don Bosco. Quiero decir que la Virgen est verdaderamente aqu, en
esta casa, y que est contenta de vosotras...
Don Bonetti dijo, una vez ms:
Don Bosco os dice que, si sois buenas, la Virgen estar contenta de vosotras.
Entonces Don Bosco trat de recoger sus fuerzas, extendi los brazos y dijo:
No, no. Quiero decir que la Virgen est verdaderamente aqu, aqu en medio de
vosotras! La Virgen se pasea en esta casa y la cubre con su manto.
Es tal vez sta la declaracin que ms nos tiene que hacer pensar. La Virgen no es slo la
fundadora de la Obra Salesiana, sino que se encuentra en medio de nosotros. Camina por
nuestras casas, por los patios donde juegan nuestros jvenes, est en las aulas, en las
iglesias. Nos contempla. Nos habla: madre, maestra, reina, para nosotros como lo fue para
Don Bosco.
Para nuestra reflexin
Lo sentimos as? Creemos que cada muchacho ha sido conducido a nuestra casa por la
mano de la Virgen? Que ha sido tomado bajo su especial proteccin?
Si los aos nos doblegan y nos hacen sentir inquietud por el futuro (y es natural que as
sea), sabemos reavivar nuestra fe? Tener el coraje y el optimismo de la fe?
En los ltimos meses, mientras el cuerpo de Don Bosco se va desmoronando
despiadadamente por la mortal enfermedad, se dira que cada elemento de su personalidad,
ligado a una cultura o construido a fuerza de voluntad, se deshoja y cae, dejando al
descubierto las races ms profundas de su identidad humana.
Tambin su relacin con la Santsima Virgen subyace en esta operacin que puede ser
definida tanto de decaimiento como de purificacin.
Sobre su lecho de agona no es la invocacin Inmaculada o Auxiliadora la que florece
sobre sus labios que se contraen, sino la invocacin de Madre; una, dos y ms veces:
Madre, Madre... Mara Santsima, Mara, Mara...
Mara est presente en aquello que es lo ms esencial para todo catlico. Es la que ruega
por nosotros en la vida y en la muerte; la que abre las puertas del paraso juntamente con su
Hijo. As, precisamente, la invoc entonces Don Bosco: In manus tuas, Domine,
commendo spiritum meum... Oh Madre... Madre... abridme las puertas del paraso (MB
XVIII, 537). Y as espero que la invocaremos tambin nosotros.
DIA CUARTO
57
PRIMERA CHARLA
EL ELEMENTO CARACTERISTICO
Y LAS CONVICCIONES CRISTIANAS
DE DON BOSCO
Os invito a trasladaros con la imaginacin a Valdocco, aquel conjunto de edificios, de
iglesias y de patios donde Don Bosco vivi y trabaj durante cuarenta y dos aos ininterrumpidos, desde 1846 a 1888.
Qu es la espiritualidad
No en el desierto como los monjes, ni en tierras lejanas como los misioneros, sino
precisamente all, en aquellos patios y en aquellos edificios se desarroll y madur la
espiritualidad de Don Bosco. Espiritualidad es una palabra compleja, pero significa
solamente el modo de ser cristiano, el modo de vivir como hijo de Dios (F.
DESRAMAUT, Don Bosco y la vida espiritual) que tiene cada uno de nosotros. El modo
con el que yo, vosotros, cada cristiano, logra vivir como cristiano, est condicionado por el
tiempo, por la salud, por la cultura, por las circunstancias concretas en las que nos
encontramos.
En los orgenes, en la raz de la espiritualidad de cada cristiano, especialmente de cada
santo (que son los cristianos mejor logrados), existe, en general, un elemento que da un
marchamo particular a esta espiritualidad. Por ejemplo, en el origen de la espiritualidad de
San Felipe Neri se encuentra el gozo de saberse hijo de Dios. En la raz de la espiritualidad
de San Ignacio de Loyola est la conviccin de ser un soldado de Jesucristo. En la raz de
la espiritualidad de San Jos B. Cottolengo se encuentra el abandono total en la Divina
Providencia. Resulta fcil comprender que el modo de ser cristiano de San Felipe, de San
Ignacio, de San Jos B. Cottolengo, ha recibido un sello especial del elemento que se
encuentra en la raz de su espiritualidad. San Felipe ha sido un hijo de Dios alegre,
optimista incurable, sucediera lo que sucediera. San Ignacio fue un decidido estratega de
las batallas de la Iglesia, el forjador de una compaa, que ha exigido a esta compaa una
obediencia de soldados de Dios. San Jos B. Cottolengo tuvo tal confianza en Dios que
prohibi, en los ltimos aos, registrar las limosnas y contar a los acogidos: Son cosas de
la Providencia deca. Nosotros no debemos pensar en ello.
reflexin por los profesos perpetuos del ao 1980, asignndoles alguna bsqueda sobre este
tema. Y, aunque estime mucho los estudios de Don Jos Aubry, me parece que esta
afirmacin no es del todo exacta.
El elemento que, segn mi opinin, se encuentra en la raz, en la base de la personalidad y
de la espiritualidad de Don Bosco, no es una conviccin, sino una actitud: es el amor, aquel
amor personalizado, grande, verdaderamente irreprimible, al que alud el primer da,
recordando el episodio del mirlo y despus los testimonios de sus jvenes. En su
manifestacin hacia los muchachos Don Bosco llam a este amor amabilidad, que Don
Pedro Stella define amor demostrado (Don Bosco en la historia de la religiosidad
catlica, II), y que Don Pedro Braido llama supremo principio de su mtodo educativo,
elemento caracterstico y distintivo de la concepcin y accin educativa de Don Bosco y
alma del sistema preventivo (P. BRAIDO, El sistema preventivo de Don Bosco).
Si se examina la vida de Don Bosco, el amor (a Dios y a los dems) se nos manifiesta
como un elemento tan caracterstico de su personalidad desde el principio que parece
connatural en l e instintivo. Y crece de tal modo en su vida que hace pensar que ha sido
siempre el fondo ms genuino, la raz ms caracterstica de su personalidad. Un amor
realista que no se detiene nunca en las palabras, sino que va inmediatamente (como todo
amor genuino) a los hechos.
En el sueo de los nueve aos Juanito oye blasfemar a unos muchachos. E inmediatamente
se lanza a puetazos sobre ellos porque ofenden al Seor. En este pequeo detalle se ve
claramente que Juan ama verdaderamente al Seor y siente las ofensas a Dios como
ofensas a s mismo. Se ve tambin claramente que no se para a calcular si l es ms chico o
mayor, si l est solo y los otros son muchos. Quiere de verdad al Seor y por eso pasa a
los hechos concretos para defenderle. El hombre majestuoso del sueo no le dice que esta
actitud es equivocada, sino solamente que debe traducir su amor a Dios en hechos
distintos: no golpear, sino ensear la fealdad del pecado y la hermosura de la virtud.
Por los mismos aos, Segundo Matta, un muchacho de una alquera prxima, baja con l al
valle para pastorear dos vacas. Lleva en su mano la comida del pobre: un pedazo de pan
negro. Juan, que lleva un pedazo de pan blanco, no le dice: pobrecito! , sino por favor,
cambimonos el pan. Y esto, segn el testimonio del seor Matta, durante temporadas
enteras. Tambin aqu Juan quiere verdaderamente a su compaero de trabajo y, por
consiguiente, pasa a los hechos concretos para ayudarlo.
Al hablar de amor, traicionamos un poco la idea. Amor es una palabra que ha perdido su
valor. Querer bien a Dios y a los dems puede ser slo un sentimiento. Querer el bien de
Dios y de los dems es algo ms sustancioso, concreto, duradero, aunque pueda parecer
fro. Es necesario que el sentimiento vaya unido a la sustancia, el querer bien al querer
el bien: se convierte entonces en una actitud que se siente y se ve. Tal vez la palabra ms
prxima al concepto es la palabra benevolencia, que indica querer bien y querer el
bien. Si aclaramos as los trminos, podemos afirmar que la benevolencia es el elemento
que se encuentra en el origen de la espiritualidad de Don Bosco.
Pero, ms all de las palabras, lo que importa es entendernos, y los hechos de la vida de
Don Bosco nos hacen comprender que el elemento que marca toda su espiritualidad es el
amor que puede muy bien expresarse con las palabras amabilidad y benevolencia. Ya
he recordado el testimonio repetido y convencido de sus muchachos. Me quera bien. Y
de ellos, Luis Orione, escriba: Caminara sobre carbones ardiendo por verlo todava una
vez y decirle: gracias!
De los que hacan dao a sus jvenes, deca Don Bo con rabia contenida: Si no fuera
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pecado (y aqu se ve todo su amor a Dios) los estrangulara con mis manos (y aqu es todo
su amor a los jvenes).
Domingo Savio, que arde de fiebre en la enfermera (cito del Proceso de Beatificacin),
siente que le pregunta Don Bosco: Hay alguna cosa que pudiera proporcionarte alguna
satisfaccin en este momento? Y l, que contemplaba a los albailes por la ventana,
contest: Me gustara beber agua en cubo de los albailes. Don Bosco se echa a rer
como de una extravagancia. Baja all y retorna con el cubo goteante y le de beber.
Don Bosco no tena una tcnica, no buscada triquiuela; para revelar su amor. Quera
bien, sencillamente. No haca ningn esfuerzo para ocultarlo ni para manifestarlo. Y los
muchachos lo sentan hasta el punto de serles ms grato un ni" suyo que un s dicho por
otros: puesto que sentan que se 19 deca porque les quera bien.
trabajo para sus muchachos. Por el contrario, lo primero que desea para todos los suyos es
la salvacin del alma. Esta palabra, salvacin del alma, es quiz la ms repetida en su
vida. El pide a Dios para s y para los dems (y hace pedirlo a sus jvenes) la salvacin, la
santidad, la virtud, la gracia, la ciencia, el xito en los estudios, la salud, la perseverancia
final.
Creo poder concluir esta reflexin sobre el amor en Don Bosco, afirmando que nuestro
Fundador encontr la fuerza para trabajar por el prjimo en el amor de Dios.
Cuando mam Margarita se encuentra cansada y le pide retornar a I Becchi, Don Bosco
no le cuenta un chascarrillo para levantarle la moral: le indica el crucifijo que pende de la
pared de la habitacin. Y encontr en el amor de los jvenes el estmulo, el empuje para
santificarse, para hacerse ms hombre de Dios. Y lo ense muchas veces a sus
Salesianos: Quieres hacer bien a tus jvenes? Reza ms por ellos, sacrifcate por ellos.
Quieres hacerle ms bien? Hazte ms santo.
En una palabra: el amor de Dios y el de los jvenes estn compenetrados de tal modo en la
vida que nos ense Don Bosco, que el amor de Dios nos ayuda a amar a los jvenes, y el
amor a los jvenes nos empuja a amar a Dios.
Estos dos amores se funden en l en una sola cosa, profunda benevolencia, y en los aos de
la madurez adquieren el sabor, tranquilo y sosegado, del padre de familia. Pedro Stella
escribe: Sorprendemos a Don Bosco interiormente volcado hacia los jvenes, colocado en
el umbral de su personalidad ofrecindoles el propio corazn y pidindoles el suyo,
respetuoso y delicado, suplicante y confidente, agradecido si el joven acepta su servicio
sacerdotal (op. cit.). Y Don Pablo Albera, el muchachito que por su frgil salud no poda
jugar y haba crecido literalmente a su sombra, escribe: ramos suyos porque cada uno de
nosotros tenamos la certeza de que l era verdaderamente el hombre de Dios, en el ms
completo sentido de la palabra (Cartas Circulares).
salvar un alma estoy dispuesto a descubrirme incluso delante del diablo. Dos expresiones
populares, pero llenas de significado: por las almas est dispuesto a sacrificar la salud e
incluso la estima de los bien pensados.
Debemos advertir, sin embargo, que si Don Bosco habla siempre de almas, en realidad su
accin (y la de los Salesianos) se orientarn a salvar a toda la persona humana: l y los
Salesianos fundarn escuelas y talleres, orfanatos y oratorios para brindar una familia a
quienes se sienten privados de afecto, una dignidad a quienes se sienten humillados en su
propia inteligencia, una humanidad plena a quienes corren el riesgo de marchitarse en el
egosmo.
Los ejemplos los conocemos por docenas. Recuerdo como paradigma el encuentro que
tuvo lugar en la estacin de Arezzo en abril de 1887. Slo faltan ocho meses para su
muerte, y Don Bosco baja a Roma, ya agotado de fuerzas, para la consagracin de la
iglesia del Sagrado Corazn. En la estacin de Arezzo el jefe de estacin, apenas le ve,
corre hacia l, lo abraza, y, llorando, le dice: Don Bosco, no se acuerda de m? Yo era un
rapazuelo en Turn, sin padre ni madre. Usted me recogi, me instruy, me quiso mucho.
Ahora, si tengo una maravillosa familia y este puesto, se lo debo a usted.
Uno de tantos salvados, no solamente en el alma, por Don Bosco y por sus primeros
Salesianos.
2. Si son pocos los que se preocupan de procurar la salvacin de la juventud abandonada y
en peligro, del pueblo sin instruccin, de los paganos, privados del Evangelio, su amor lo
empuja con fuerza en esta direccin, y con tanto ms ardor cuanto ms siente la
marginacin de alguno de sus hermanos, El jams consider a ninguno como un deshecho,
jams!
Cuando vio a los primeros jvenes en las crceles, en aquel terrible estado que lo trastorna,
no piensa: pobrecitos, son irrecuperables. Piensa, por el contrario: la culpa es de la,
situacin en que se encontraron. Si fuera de aqu encontrasen un buen amigo, que se
interesase por ellos, se convertiran en buenos chicos. Yo ser ese amigo.
Cuando encuentra jvenes marginados en la periferia de Turn o culturalmente pobrsimos
en las colinas del Monferrato, no piensa: pobrecitos, es fatal que tenga que haber marginados. Piensa, por el contrario: pueden llegar a ser buenos cristianos y honestos
ciudadanos. Muchos, incluso, buenos sacerdotes. Tengo que ayudarles, trabajar por ellos.
El aspecto activo de este amor y estima hacia los ms abandonados, la actitud que le
encarna en la vida de todos los das es la razn (el tercer elemento de la frmula con la que
Don Bosco sintetiza su sistema educativo). Si t amas y aprecias a los jvenes, aunque
sean ignorantes, maleducados, si les razonas, les persuades, entonces no te impones, no
pegas, no haces de domador.
3. La tercera conviccin fundamental, segn hemos dicho, es la grandeza de la misin del
apstol que lleva a la gente abandonada la salvacin de Dios.
Don Bosco afirma docenas de veces: De las cosas divinas, la ms divina es cooperar con
Dios a la salvacin de las almas. Es la conclusin lgica de su amor a Dios y al prjimo.
El ama a Jesucristo, el Hijo de Dios, que muere para salvar las almas. Y esta muerte le
revela la grandeza, la hermosura de las almas de sus jvenes y de todo el mundo, y la
grandeza de aquellos que llevan a su cumplimiento la obra de Jesucristo. Y toda su
actividad se centrar en ser apstol y en fundar una congregacin de apstoles para llevar
la salvacin a la parte ms olvidada de la gente.
Deca que el padre Desramaut, con una frase un poco arriesgada, escribe: Se vea en Don
Bosco casi exclusivamente la oracin de pura splica. Quien viva codo a codo con l
poda tener a veces la impresin de que la oracin no le ocupaba mucho tiempo. Tanto que
aquel Monseor de la Curia, que tuvo que estudiar los testimonios de su proceso de
beatificacin, present la famosa objecin que constern a los Salesianos: Pero cundo
rezaba Don Bosco
Otro sacerdote, en cambio, Don Aquiles Ratti, que llegara despus a ser Papa con el
nombre de Po XI, haba visitado a Don Bosco en el ao 1883. Con su aguda inteligencia y
con una sensibilidad que generalmente no tiene el que vive en el ajetreo de la vida de todos
los das, haba contemplado en pocas horas la atmsfera de oracin que transpiraban todas
las acciones de Don Bosco. Mientras se encontraba en Valdocco, se hallaban tambin
presentes los directores de las casas salesianas. Despus de la comida, Don Bosco estaba de
pie, apoyado sobre la mesa y ellos venan a exponerle sus dificultades. Don Aquiles Ratti
quera retirarse, pero extraamente le dijo Don Bosco: No, no; qudese. Cuarenta y
nueve aos ms tarde, Po XI, hablando de Don Bosco a los seminaristas romanos, narr
aquel hecho y dijo: Haba gente que llegaba de todas partes, quin con una dificultad,
quin con otra. Y l, de pie, como si se tratase de asuntos de un momento, lo escucha a
todo, lo recoga todo, responda a todo. Un hombre que estaba atento a todo lo que suceda
a su alrededor y al mismo tiempo se habra dicho que no pona atencin a nada, que su
pensamiento se hallaba en otro lugar. Y era verdaderamente as: se hallaba en otro lugar,
estaba con Dios. Y tena la palabra exacta para todo, de modo que causaba maravilla. Esta
es la vida de santidad, de constante oracin que Don Bosco llevaba entre continuas e
implacables ocupaciones.
Esta oracin, que se convierte en atmsfera, que circunda toda accin sin interrumpir el
ritmo de la actividad, ser llamada de diversas maneras. Nuestro actual Rector Mayor, repitiendo las palabras de San Francisco de Sales y de Don Felipe Rinaldi, gusta llamarla el
xtasis de la accin.
No es una caracterstica exclusiva de Don Bosco, sino de muchsimas personas que en todo
tiempo han trabajado y se han fatigado humildemente por Dios. La encontramos descrita,
sin ambajes, por San Juan Crisstomo, hace mil quinientos aos. He aqu sus palabras, que
la Iglesia hace leer a sus sacerdotes el viernes despus de Ceniza:
La oracin no debe circunscribirse a determinados tiempos y horas, sino que debe florecer
continuamente, noche y da.
No solamente hay que levantar nuestra alma a Dios cuando nos entregamos con toda el
alma a la oracin. Es necesario que tambin, cuando estamos ocupados en otros asuntos, ya
sea cuidando a los pobres, ya sea en otras actividades, tengamos el deseo y el recuerdo de
Dios para que todo, impregnado de amor divino, como de sal, todo se convierta en
alimento gustossimo al Seor del universo. Podemos gozar continuamente de esta ventaja
por toda la vida, si dedicamos el mayor tiempo posible a este tipo de oracin... que es un
deseo de Dios, un amor inefable que no proviene de los hombres. Si el Seor concede a
alguien este modo de oracin, es una riqueza que hay que valorar, es un alimento celestial
que sacia al alma. Quien lo ha gustado se enciende en deseos celestiales por el Seor, como
si se tratase de un fuego ardentsimo que inflama al alma.
Po XI dice: Un hombre atento a todo, y al mismo tiempo su pensamiento estaba puesto
en Dios. San Juan Crisstomo escribe: Es necesario que cuando estamos ocupados en
otros trabajos tengamos el deseo y el recuerdo de Dios.
Es algo ms que las jaculatorias que puntean un da de trabajo. Es un da de trabajo
inmerso en el recuerdo y en el pensamiento de Dios. Mientras doy clase, o hago funcionar
una mquina, pongo al da un registro, sufro, juego, consigo xitos y fracasos, mi estado de
alma es siempre el mismo: Dios est aqu, a mi lado. Estoy en las manos de Dios. Y as,
en todas las cosas que suceden, que parecen tan pobres e insignificantes, se cumple el
Reino de Dios.
Cuando entrevist a Carlos Carretto, o que me deca: Esta es la verdadera oracin de
contemplacin, y yo la he encontrado en tantas viejecitas campesinas que rezaban su
rosario despacito, al atardecer, envolviendo en el recuerdo de Dios la casa, los parientes,
los nios, el campo, los vivos y los muertos. Yo creo que Don Bosco absorbi esta oracin
de contemplacin (o xtasis de la accin, como prefiramos llamarla) de su madre. Esta
gran mujer madur su espiritualidad entre el heno y el grano de la siega, harapos que
remendar, coladas y pucheros. En aquellos humildes trabajos tena el deseo y el recuerdo
de Dios, y la jornada ms gris estaba impregnada de amor divino como de- la sal.
Pidamos a esta verdadera madre de la Congregacin Salesiana que nos obtenga, tambin a
nosotros, una espiritualidad fundada sobre este amor grande que vio crecer en su hijo,
sobre el deseo de consumirse por la salvacin de los ms humildes, y sobre aquella
atmsfera de oracin que envolvi sus das y los de su hijo.
SEGUNDA CHARLA
LA ESPIRITUALIDAD POPULAR
DE DON BOSCO
Para profundizar sobre un punto original de la espiritualidad de Don Bosco os propongo en
esta charla cinco reflexiones precedidas de una breve consideracin que soportaris en sus
lmites histricos.
Estudiando a Don Bosco y la historia de su tiempo, me ha impresionado siempre un hecho:
la suerte paralela de las congregaciones de San Jos B. Cottolengo y de Don Bosco, por
una parte, y la del Abate Rosmini, por otra. Toda comparacin entre las obras de Dios es
odiosa y en parte falsa. Pero el paralelo nos hace pensar. Antonio Rosmini, el gran filsofo
del ao 1800, santo sacerdote, poltico y estudioso refinado, lo tena todo: santidad, cultura,
ideas claras, planes amplios y ponderados, apoyo y grandes elogios por parte de los Papas
Po VIII y Gregorio XVI. Gregorio XVI escribi sobre l tales elogios que normalmente no
se escriben ni siquiera de un santo fallecido. Su Congregacin, nacida en el ao 1829,
durante veinte aos tuvo caminos fciles y grandes privilegios por parte de la Santa Sede.
Y sin embargo, humanamente hablando, no alcanz un desarrollo floreciente.
Por el contrario, la Congregacin de Don Bosco, un pobre sacerdote de los arrabales, sin
nada, y la obra del cannigo Cottolengo, que apenas saba escribir cuatro palabras en cruz
en lengua italiana, que se autodefina un baleng (un simpln), se desbordan por la
Iglesia y por el mundo.
La Providencia juega con los acontecimientos humanos. Pero debajo de la historia de las
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obras de estos tres grandes hombres me parece que se esconde una profunda diferencia que
seala y determina su xito: la diversidad de sintona con su tiempo. Rosmini fue un
hombre culto y refinado que apunt a la construccin del Reino de Dios a travs de una
congregacin de hombres cultos y refinados en un momento en el que los intelectuales eran
ciertamente muy importantes, pero la clase que explotaba, que se converta en protagonista
de la historia, era el pueblo, ni culto ni refinado. Cottolengo y Don Bosco, por el contrario,
no slo caminaron hacia el pueblo, sino que fueron del pueblo.
la carta de Domingo Savio a su padre del 6 de septiembre de 1855, anota: Creo que no
ser intil reproducir el texto genuino, con sus incorrecciones, incluso porque es un
documento de la poca cultura escolar en un alumno de segundo de gramtica de aquellos
tiempos. Los errores son ms bien enojosos, como: En el Oratorio, existe una asociacin
y Don Bosco me ha asociado tambin a yo (p. 86 s.).
Don Bosc demostr que se puede hablar con Dios cuando todava se encuentra uno
sudoroso y polvoriento, despus de unas carreras locas por el patio. El Cardenal Cagliero
declar bajo juramento: Recuerdo bien cmo algunos (cita al abad Tortone, representante
de la Santa Sede ante el Gobierno piamonts, y hubiera podido citar tambin al padre
Marco Antonio Durando, lazarista), visitando nuestro Oratorio, y presenciando los recreo
de los jvenes, con juegos, carreras y saltos, dijeron que Don Bosco educaba a los suyos
sin ningn cuidado: y hubo incluso quien dijo "caballeras, ii cavalass 'd dun Bosc!!!" Y
estas caballeras aade con el nfasis que le daba la prpura cardenalicia eran los
sacerdotes Don Miguel Ra, Don Juan Bta. Francesia, Don Juan Cagliero, Don Pablo
Albera, Monseor Lasagna apstol del Brasil, Monseor Fagnano, apstol de la
Tierra de Fuego, Monseor Costa-magna apstol del Ecuador... y mil otros que
ahora son celossimos misioneros, obispos, arzobispos, prrocos, sacerdotes... (Positio
super dubio, p. 83
ante todo a los jvenes que, a causa de su pobreza econmica, social y cultural, a
veces extrema, no tiene posibilidad normal de xito;
a los jvenes pobres en el plano afectivo, moral o espiritual, expuestos por ello a la
indiferencia, al atesmo y a la delincuencia.
La caridad de Cristo y la fidelidad a Don Bosco nos estimulan a salvar a estos jvenes que
tienen necesidad de ser amados y evangelizados; trabajemos, por lo tanto, con preferencia
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tiene una imagen culta, refinada de Dios: el Dios de los Santos, que contempla fijado en
gestos hierticos en los cuadros que adornan su habitacin; el Dios que habla a travs de
hombres cultos, como el abate Pullini; el Dios soberano que nos invita a inclinarnos, a no
olvidar a los hermanos ms pobres, forzados por la necesidad a trabajos materiales ms
humildes. Juan Bosco, por el contrario, tiene desde los primeros aos una imagen de Dios
filtrada a travs de la naturaleza: el Dios del cielo, de las estrellas, del sol, de la nieve, de
los rboles, de los pjaros. El Dios de su madre, que reza arrodillndose todos juntos,
porque slo El puede dar paz y seguridad a la familia. Es el Dios que estimula a arremangarse los brazos desde la maana, a trabajar porque est contento si ve que sus hijos se
entregan al trabajo.
La oracin para el jovencito Murialdo es un coloquio que se establece sobre el reclinatorio,
tranquilo y reflexivo, pensando en las cosas bellas y profundas que le ha dicho el abate.
Para el jovencito Bosco, rezar es hablar con Dios de r' las sobre el suelo de la cocina, y
despus en todas partes sobre la hierba, sobre el heno, mirando al cielo (como lo
sorprendern en la alquera Moglia) o corriendo tras una vaca c e se ha desmandado.
El cristiano (y s que simplifico mucho diciendo estas cosas) es para Leonardo el que
encuentra a Dios con sus vestidos aseados, con su cara limpia; el que ayuda a los dems a
lavarse las manos y la cara, a calzar un buen par de zapatos para volver a encontrar el gozo
y la dignidad. Para Juan Bosco el cristiano es ciertamente todo esto, pero tambin lo es el
que ama a Dios con la cara sucia, la chaqueta rota por los codos, convencido de que a Dios
se le puede encontrar muy bien lanzando el grito del deshollinador o tirando de las riendas
de una vaca.
Es comprendiendo estas primeras imgenes, esta sensibilidad que se encuentra en los
orgenes de la personalidad cristiana de Juan Bosco como lograremos penetrar en la
esencia de su espiritualidad.
Durante toda su vida Don Bosco tratar de elevar a sus jvenes, trabajar para ayudarles
a salir de la miseria. Pero estar siempre convencido de que se puede ser buen cristiano sin
dejar la condicin de campesino, que no hace falta un reclinatorio para rezar, que no es
necesario lavarse la cara para ser cristianos: sus jvenes ya lo son, aunque tengan la cara
sucia del joven mecnico o del pequeo deshollinador.
Al llegar a este punto es conveniente advertir que estas convicciones, alrededor del ao
1840, no son tan slo de Don Bosco, sino de todo un grupo de sacerdotes piamonteses.
En los aos que precedieron al 1840 hubo en Turn catlicos que dedicaron su vida a los
pobres. Pero como eran acomodados, y por aadidura nobles, su estilo era el de los
hermanos mayores que se acercaban a los hermanos menores, considerados un poco
como seres inferiores, de segunda clase. Haba en el fondo de aquella caridad una opinin
muy difundida entre la clase bien de aquellos tiempos: los pobres lo eran porque eran
malos, la miseria era hija del pecado y de la mala voluntad.
Naca de aqu una cierta sospecha hacia las actitudes tpicas del pueblo bajo: alegra
rumorosa, cantar y vocear, hablar a gritos, correr, llevar las manos a la espalda. Cosas todas
que hacan torcer el gesto. El reglamento del seminario, por ejemplo, censuraba todas
estas actitudes como vulgares, es decir, cosas del vulgo, del populacho, que deban por
lo mismo reprobarse.
En los aos que corren alrededor del 1840, junto a figuras de clase noble y acomodada,
como la marquesa de Barolo, comienzan a predominar los bienhechores del pueblo,
nacidos del pueblo mismo. Researemos cuatro.
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Jos B. Cottolengo. Nacido en Bra de una familia modesta y muy numerosa, llega a Turn
como sacerdote. Pasa un perodo de honesta mediocridad, en el que se interesa por el
matrimonio de sus hermanos, busca herencias, lleva esclavina de seda, reloj de oro y
hebillas de plata (como los dems cannigos). Despus de una larga crisis y con la lectura
de la vida de San Vicente de Pal, comienza a dedicarse a ayudar a los incurables, a las
jovencitas que viven abandonadas por las calles, a los sordomudos. Es un hombre de
pueblo sencillo que frecuenta los mercados y las buhardillas, que recomienda a las monjas
(que llama bromeando ciucte, es decir, borra-chinas) que no se instruyan, que se
mantengan como los pobres a los que ayudan.
Juan Cocchi. Nace en Druent, un pueblecito del cinturn de Turn. De jovencito
acompaaba a su madre que vena a servir en la zona de la Annunziata, junto al Po. Una
tarde, en que no tenan pan, van a pedir limosna al prroco. El sacerdote qued tan
impresionado de la buena educacin de aquel muchacho que le mand estudiar con el
prroco de Borgaro, que preparaba algunos chicos para el seminario. Ordenado sacerdote el
ao 1836 (cinco aos antes que Don Bosco), Don Juan Cocchi comienza como vicario de
la Annunziata: rene a los primeros viejos que se encuentran solos, despus a las nias
abandonadas. Es fcil hablar mal de un sacerdote joven que rene a jvenes abandonadas,
y Don Juan Cocchi se enoj de tal modo que decidi partir como misionero a Amrica.
Pero en Roma cambia de parecer.
Despus de haber visto un Oratorio, regresa a Turn y funda algo parecido para muchachos
muy pobres en Moschino, una localidad de mala fama sobre el Po (1840). No lo llama
Oratorio, sino i saut (= los saltos). Un ao despus traslada el Oratorio a la parroquia,
unos meses antes de que Don Bosco comience su Oratorio en San Francisco de Ass. Los
entretenimientos son muy ruidosos. Continuando con una actividad volcnica, Don Juan
Cocchi funda primero los huerfanitos, despus las primeras colonias agrcolas para
mucha' hos que le enviaba la Generala, la casa correccional para 1 s jvenes de Turn. Se
marcha despus a la Liguria, a Albisola, y acabar como director del Seminario Mayor de
Catanzaro. Don Juan Cocchi tiene unas limitaciones temperamentales muy precisas, hace
poltica en contra de las disposiciones de su Arzobispo, pero tiene indudablemente una
incidencia enorme en las orientaciones del clero joven turins.
El tercero, en orden cronolgico, es Don Bosco. Funda su Oratorio, ayudado por Don Jos
Cafasso, inmediatamente despus de Don Juan Cocchi (diciembre de 1841). La influencia
de estos dos sacerdotes sobre los muchachos pobres es tal que durante muchos aos los
jvenes de la periferia norte, afirma Eugenio Reffo, son rebautizados con dos nombres por
el pueblo de Turn: fii 'd don Bosc y fii 'd don Cocchi (E. REFFO, Don Cocchi, p. 12).
Los recreos bulliciosos, la barahnda de los patios, las palabras arrabaleras, hacen fruncir
el ceo a los catlicos buenos, y el padre Marco Antonio Durando director espiritual
de gran fama se lleva las manos a la cabeza al ver a clrigos que corren por los patios
polvorientos, seguidos de turbas de muchachos alborotadores.
El ltimo que cito es Don Pedro Ponti. Junto a la pequea iglesia de San Martn, en Puerta
Palacio, que ya haba sido utilizada por Don Bosco y ms tarde por Don Juan Cocchi, este
capelln de la marquesa de Barolo rene a los pequeos deshollinadores. Entre los jvenes
pobres, entre los muchachos trabajadores, los deshollinadores estn considerados como los
parias, robados y maltratados por los otros muchachos trabajadores porque son ms
pequeos, enclenques, de poca fuerza, y porque no comprenden el dialecto piamonts
(hablan patu). Vienen en el verano, reclutados por el manijero de turno, en los valles de
Aosta y en Saboya entre los nios delgaduchos y finos: tienen que pasar por las chimeneas
y rascar el holln. Bajan a Turn, desarrollan un trabajo muy pesado, enferman con
frecuencia de tuberculosis y son devueltos en la primavera avanzada a sus familias,
enfermos muchas veces de cuerpo y alma (como escribe Castellani). Don Pedro Ponti les
dedica su pan y su bondad. (Tambin Don Bosco y Don Miguel Ra les recibieron en sus
Oratorios, y Don Juan Cagliero dedicar a esta figura grcil y triste una de sus ms bellas
romanzas.)
tendr que dejarla al morir. Y las palabras que Don Bosco dijo a Don Antonio Sala que
vacilaba en salir en busca de limosnas. Ve con nimo. Los ricos nos hacen bien, pero
tambin nosotros se lo hacemos a ellos. La palabra evanglica cun difcil es para los
ricos entrar por la puerta estrecha, Don Bosco la constat personalmente, y esto le ha
confirmado en la estima de la pobreza popular, y en el esfuerzo para sacar a la luz todos los
valores que tienen su raz en la pobreza popular.
La situacin pobre del pueblo es el ambiente en que se encuentra Don Bosco. Condivide la
situacin de la mayora de la gente, se siente hermano suyo. Los pobres se encuentran bien
en su casa y l se encuentra bien en la casa de ellos. Va en su busca, los descubre si se
esconden.
Don Bosco sabe que sus Salesianos sern los religiosos nuevos de esta gente. Siendo
pobres, estarn contentos. Siendo ricos, no lo estarn jams. Se sentirn peces fuera del
agua: no tendrn la espiritualidad refinada de los cultos ni la popular de la gente. Estarn
fuera de lugar. Y no encontrarn gusto ni siquiera en gastar su propia vida, exactamente
como las monjitas del Cottolengo que tuviesen que lavar los calcetines a asilados ricos y
acomodados. Qu sentido tendra entonces el sacrificarse?
Don Bosco llega incluso movido por estos motivos a desconfiar de los estudios
superiores de sus Salesianos. A pocos metros del lugar en que Jos B. Cottolengo
recomendaba a sus religiosas que no se hicieran instruidas, Don Bosco, en noviembre de
1884, cuenta a Don Carlos Viglietti (despus de una noche agitada e interrumpida por
gritos imprevistos) el sueo de los diablos que trataban del modo de exterminar a la
Congregacin Salesiana. Despus de haber descartado las tentaciones de la gula, del amor
a las riquezas y a la libertad, los diablos deciden: Persuadirles de que el ser doctos es lo
que debe constituir su mayor gloria, y as lograran el dao radical. Por lo tanto, inducirles
a que estudien mucho para s mismos, para adquirir fama... Jactancia en los modos hacia
los ignorantes y los pobres... No ms Oratorios festivos, no ms catequesis a los
muchachos, no ms escuelitas primarias para instruir a los pobres chicos abandonados, no
ms largas noches de confesonario. Slo tendrn la predicacin, rara y comedida, y adems
estril, porque estar hecha con fuego de soberbia y no para salvar almas (MB XVII,
387).
La raz de su desconfianza no son los estudios en s mismos, sino el hecho de que el
estudio profesional es una grave tentacin para hacerse aristcratas, refinados y para
despreciar a los pobres. Ya no se encontraran a gusto ni en su propia casa con los pobres,
con los chicos de pueblo, con los rudos en las escuelitas pobres para instruir a los pobres.
acomodados. Se nos puede considerar fieles a Don Bosco si en la inspectora, entre tantas
obras, tenemos alguna para los jvenes pobres. Pero considero ms exacto que nos creamos
fieles a Don Bosco si, entre tantas obras, tenemos alguna para los jvenes que no son
pobres. Para renovar la figura del Salesiano se nos han hecho llamadas urgentes y
angustiosas a la pobreza. Cosa muy sabia e indispensable. Pero creo que tambin son
urgentes al mismo tiempo las llamadas a la pobreza de los jvenes albergados en las
casas salesianas.
Para que esto no parezca un prejuicio mo, voy a recordaros como conclusin tres
momentos de la vida de Don Bosco.
a) Da 3 de abril de 1864. A los Salesianos que discuten sobre el futuro de la
Congregacin, Don Bosco les dice con agudeza: Si nos aficionamos siempre a los
muchachos pobres, podemos estar tranquilos: aunque slo sea porque buena parte del
mundo nos compadecer y tolerar y la otra parte nos alabar. Nadie tendr envidia de
nosotros porque no sabrn qu hacer con nuestros arrapiezos (MB VII, 647). Aquella
palabra arrapiezos me parece muy eficaz para describir la situacin preferencial en la
que quiere Don Bosco que trabajen sus Salesianos.
b) En octubre de aquel mismo ao 1864, Don Bosco (y no creo que fuese tan poco
inteligente para contradecirse a la distancia de seis meses) funda en Lanzo el primer
colegio con pensin fija. Comienza la fase salesiana de los colegios por los motivos
histricos y eclesisticos que caracterizan esta poca (los indico por si alguno no los
recordara; los catlicos, excluidos de la vida del Estado, organizan una especie de Estado
dentro del Estado: fundan hospitales catlicos, obras sociales catlicas, escuelas catlicas,
especialmente para las clases de la baja burguesa y del pueblo obrero y agricultor. Don
Bosco, que vive de lleno la historia de la Iglesia de su tiempo, emplea buena parte de sus
energas en abrir colegios y escuelas catlicas, hasta el punto de hacer vivir a su Congregacin una nueva fase: la fase de los colegios).
Desde este momento, las obras salesianas se articularn en tres clases: Oratorios,
internados para jvenes pobres con pensin aleatoria, colegios para jvenes de clase
popular en que las pensiones son las mnimas de la poca: unas veinticuatro liras
mensuales.
Evidentemente, desde ese momento comienza, para los Salesianos de los colegios, la
tentacin de despegarse de la clase modesta y popular y de aceptar a los hijos de la clase
acomodada. Confiar en los registros de contabilidad, todos lo sabemos, produce menos
trastornos que confiar en la Providencia.
c) La tarde del 7 de marzo de 1869, a su regreso de Roma, Don Bosco refiere a sus
Salesianos estas recomendaciones del Papa Po IX: Ateneos siempre a los pobres hijos del
pueblo. Educad a los jvenes pobres; no tengis nunca colegios para los ricos y nobles.
Mantened modestas las pensiones. No las elevis nunca. No aceptis la administracin de
casas ricas. Si educis a los pobres, si sois pobres, os dejarn tranquilos y haris el bien
(MB IX, 566). Estas recomendaciones las repiti y las explic muchas veces, en privado y
en las Conferencias, advierte el bigrafo.
En aquellas recomendaciones se transparenta la preocupacin del Papa, que ha visto nacer
en la Iglesia tantas rdenes y congregaciones para el servicio de los hijos del pueblo, que se
fueron transformando con mayor o menor rapidez para servir a los acomodados. Pero a m
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me parece que tambin era vivsima la preocupacin de Don Bosco, que repiti aquellas
palabras muchas veces y que, de ahora en adelante, las repite y explica en privado y en las
Conferencias. Don Bosco comprende que cuanto ms se dilate su obra, menos podr
controlarla en los pequeos detalles. Tiene que confiarse en la fidelidad de sus hijos, y se
encuentra por eso muy preocupado de que los Salesianos comprendan bien cul es la ruta
por la que deben caminar. Repite y explica que los colegios continen siendo para los
pobres hijos del pueblo, con pensiones modestas que no deben subirse jams
(entonces no saban qu era la inflacin, dichosos ellos! ).
Me detengo aqu. Pero esta reflexin debemos continuarla siempre. Cuando volvamos a
contemplar I Becchi, Chieri, Valdocco, pensemos en nuestras races, races populares.
Tratemos de no perder de vista el marco que Don Bosco nos traz. Mientras contemplamos
la pobreza de los lugares en que Don Bosco vivi junto a las gentes del pueblo, como uno
de ellos, hacindose la misma idea de Dios, de la oracin, del cristiano que se haca la
gente del pueblo honesto de su tiempo, preguntmonos si somos como l. Ser Salesianos
autnticos, genuinos, es decir, ser como l: con las gentes de nuestro tiempo, como lo fue l
con las gentes de su tiempo. Hijos del pueblo, con la mentalidad y los gustos del pueblo,
especialmente del pueblo ms pobre, para construir entre los jvenes del pueblo el Reino
de Dios.
DIA QUINTO
AL LADO DE LOS TRABAJADORES.
ULTIMAS PALABRAS
PRIMERA CHARLA
DON BOSCO AL LADO DE LOS TRABAJADORES
En otoo de 1841, ordenado sacerdote haca solamente unos meses, Don Bosco se
establece en Turn como interno en la Residencia sacerdotal. Anduvo por la ciudad. Se
qued desconcertado. Los adolescentes vagabundeaban por las calles, desocupados, tristes,
dispuestos a lo peor.
Aquellos muchachos no son un efecto perverso de la revolucin industrial que desde
hace casi cien aos est trastornando Europa y est llegando tambin a Italia. La revolucin industrial es un gran salto hacia adelante de la humanidad, pero lo estn pagando
las clases ms humildes con un pavoroso costo humano. Una pequea minora de grandes
ricos repito la afirmacin de Len XIII impuso una verdadera esclavitud a una
multitud infinita de proletarios. La miseria y las luchas de los proletarios es lo que se
llama cuestin social.
En favor de los trabajadores proletarios estn luchando los socialistas (bien recordados) y
los catlicos (bien olvidados) desde comienzos del ao 1800. En el Piamonte, donde
comienza a trabajar Don Bosco, en el ao 1845 Monseor Rendu, Obispo de Annecy,
donde surge la mayor hilatura de algodn del Estado piamonts, escribe un largo memorial
a Carlos Alberto, denunciando las condiciones del proletario industrial, y recordando la
obligacin que tiene el Estado de intervenir para que se promulgue una ley que pueda
introducir la justicia. Dos aos despus, en 1847, Monseor Charvaz, preceptor del prncipe heredero Vctor Manuel y Obispo de Pinerolo (despus de Gnova), denuncia en una
pastoral la nueva especie de esclavitud instaurada por la industria con la sed de
enriquecerse en el menor tiempo posible por todos los medios y con los mnimos gastos
(Marx escribira su Manifiesto al ao siguiente, 1848).
Qu hace Don Bosco despus de haber llevado a cabo sus exploraciones por Turn?
Se polariza sobre lo inmediato, sobre la pronta intervencin. El y sus primeros
Salesianos darn a los jvenes catecismo, pan, instruccin profesional y oficio protegido
por un buen contrato de trabajo. Actan inmediatamente porque los jvenes pobres no
pueden permitirse el lujo de esperar las reformas, los planes orgnicos, las revoluciones del
sistema. Y esperan que otros catlicos, en competencia con los socialistas y los anarquistas,
preparen los planes para atacar y transformar el Estado liberal, que hipcritamente se
abstiene en los conflictos del trabajo, es decir, deja que los poderosos se hagan
prepotentes y que los dbiles sean oprimidos.
muchachos que vean un amigo que se preocupaba por ellos; tambin halagaba a sus
patronos que tomaban de buen grado a su cargo a jvenes asistidos durante la semana y en
los das festivos. Los excarcelados procuraba colocarlos uno a uno para que trabajaran
junto a algn honesto patrn y los iba a visitar a lo largo de la semana. El joven que tiene
un patrn perverso o que se encuentra de improviso desocupado, sabe que Don Bosco est
siempre dispuesto a poner en movimiento a sus amigos, a trabajar para encontrar un puesto
y un honrado patrn.
anuales. Y exige una paga progresiva porque el tercero y ltimo ao de aprendizaje era
en la prctica un ao de verdadero trabajo.
Para comprender el valor de estos documentos es necesario conocer las condiciones
normales a que estaban sometidos los muchachos en el Piamonte por aquellos aos. Cito
del segundo volumen de Castellani (L. Murialdo pionero de la accin social cristiana, II,
pp. 529 ss.).
Los patronos, especialmente en las manufacturas, para reducir los salarios, colocaban en
el puesto de obrero adulto, a la mujer y al chico. Hubo as una figura nueva en el campo del
trabajo: el nio obrero a los ocho aos. Eran escandalosas las formas de reclutamiento e
inhumanos los mtodos de trabajo. Los chicos, los obreritos, eran empleados como adultos
durante trece o catorce horas diarias y durante los siete das de la semana. A su poca edad,
en locales insalubres, antihiginicos, con un trabajo extenuante y montono y un horario
agobiante, crecan cuadrillas de chiquillos desnutridos, anmicos, casi alelados por el sueo
y el cansancio, amargados y rebeldes. En el ao 1844 el Congreso de los cientficos
italianos, que se desarroll bajo la bandera del filantropismo, confirm la necesidad de
conservar la mano de obra infantil aduciendo como motivo que slo con el trabajo de los
nios podran hacer frente las fbricas italianas al mercado internacional. En Italia el
nmero de chicos en los talleres y en las fbricas fue aumentando notablemente: el factor
econmico continu prevaleciendo sobre cualquier otra consideracin higinica o moral,
de salubridad, educacin o humanidad. El ao 1844, en las provincias piamontesas de tierra
firme se contaban 7.184 chicos empleados en las fbricas de seda, lana y algodn que
tenan menos de diez aos.
En 1876, en la pennsula, en la sola industria textil, de 290.300 obreros, 88.315 eran nios (
casi un tercio!). Trabajaban de doce a catorce diarias, y su paga normal era de 53 cntimos
al da (cerca de 2.000 liras del ao 1980). Solamente en el ao 1886 (dos aos antes de la
muerte de Don Bosco) una ley prohibi el empleo de los menores de nueve aos en las
fbricas, los menores de diez en las minas y los menores de doce en trabajos nocturnos.
Slo hacia 1900 limit la ley la jornada a los menores de quince aos a once horas diarias.
Pero Sh. B. Clough se apresura a decir que, durante mucho tiempo, a pesar de estas leyes,
no se consigui ninguna mejora en lo que hoy nos parece una situacin intolerable
(Historia de-la economa italiana, Capelli).
Quiz comprendamos mejor ahora lo que significaban los contratos para aprendices,
inventados por la Obra de la mendicidad instruida que los exiga en Turn para aquellos
poqusimos asilados suyos escogidos entre los mejores, a los que se les haca aprender un
oficio (A. SURACI, op. cit.), y que Don Bosco exiga para sus muchachos antes de
dejarles entrar en un taller. Comprendemos lo que quera decir en aquellos tiempos el
exigir la garanta de los derechos fundamentales de los jvenes: salud fsica, descanso en
los das festivos, previsiones sociales en caso de enfermedad, salario justo, obligaciones
sociales y morales. Y comprendemos especialmente cun meritorio fue el paso sucesivo
llevado a cabo por Don Bosco: la fundacin de los talleres internos con ventaja no slo
para los aprendices, sino tambin para los jvenes obreros, explotados en los
establecimientos de la poca.
la obra son las malas costumbres, la irreligin, la explotacin que padecen los jvenes en
los talleres de la ciudad. En Turn existe ya un embrin de escuelas profesionales, con los
talleres internos en el reformatorio de la Generala y los que tena para unos pocos asilados
la Obra de la mendicidad instruida. Pero los de Don Bosco recibirn un ao despus un
desarrollo inesperado. Podemos afirmar tranquilamente que la fama de Don Bosco se
extender por Italia especialmente por esta obra: los talleres internos, las escuelas
profesionales.
Comienza en el otoo de 1853 con el taller de calzado. Siguen el de sastrera (1853) y el de
encuadernacin (1854). A finales del ao 1856 surge la carpintera, y en 1862 la tipografa.
En este mismo ao, 1862, comienza el taller de cerrajera, precursor de los actuales talleres
de mecnica.
Para estos talleres suyos, que pronto trasplanta a otras obras salesianas fuera de Turn, Don
Bosco inventa un nuevo gnero de religiosos, los coadjutores Salesianos: no Salesianos
de serie B, sino de igual dignidad y derechos que los sacerdotes y clrigos, pero
especializados para las escuelas profesionales.
A la muerte de Don Bosco, las escuelas profesionales salesianas son ya catorce,
distribuidas por Italia, Francia, Espaa y Argentina (en 1953 estas escuelas de sus
Salesianos llegarn a ciento ochenta y cinco).
Las intuiciones primeras y la larga experiencia, acumulada a lo largo de los aos, con la
accin social de las escuelas profesionales, Don Bosco las recoge en el Reglamento del
ao 1886. Es el punto lgido en el que se acumulan las intenciones caritativas y sociales de
Don Bosco. En l afirma explcitamente que el joven debe ser ayudado en sus escuelas para
llegar a ser: cristiano, cualificado, culto, consciente de su dignidad y de sus derechos.
Citemos brevemente los fines y las normas establecidas.
Algunos de los fines:
Educar a los jvenes artesanos de modo que, al salir de nuestras casas:
1. Lleven aprendido un oficio con el que ganarse honradamente el pan.
2. Estn bien instruidos en religin.
3. Tengan los conocimientos cientficos oportunos para su estado.
Algunas de las normas:
1. Tengan cada da, al acabar el trabajo, una hora de clase o algo ms para quien tuviere
necesidad...
2. Redctese un programa escolstico que sirva de norma en todas nuestras casas.
3. Al final del ao, rndase un examen para hacer constar el aprovechamiento.
4. Al final, entrgueseles un certificado, anotando distintamente su aprovechamiento en el
arte u oficio, en la instruccin y buena conducta.
En aquel ao 1886, para adecuar las escuelas profesionales salesianas al ritmo industrial,
alguien propuso introducir entre los jvenes trabajadores el destajo. Don Bosco lo rechaz.
Para l el trabajo no era una diversin, pero tampoco deba convertirse en un juego
humillante.
graves riesgos para sus obras, sus colaboradores y sus jvenes (op. cit., II, 652 s.).
Fue entonces cuando, aconsejado por autorizadas amistades, y por el mismo Cardenal
Alimonda, se mantuvo ms reservado en sus manifestaciones de carcter pblico y oficial,
y orden a los peridicos de inspiracin catlica que, en aquellas circunstancias, no se
pusiese de relieve su nombre.
El bigrafo se apresura a precisar: No era ciertamente debilidad de nimo, sino razn de
cautela y de prudencia para no exponer a represalias sus instituciones y por las graves responsabilidades que pesaban sobre sus espaldas (II, 655). palabras que transcribo a la par
para explicar la actitud normal de Don Bosco.
En el ao 1895, cuando ya haban pasado siete aos de la muerte de Don Bosco, el santo
Leonardo Murialdo pronuncia una frase amarga, pero realista, que me parece define eficazmente la lnea de Don Bosco, respondiendo de lleno a la pregunta que nos hicimos al
principio: Queriendo abarcar mucho, se corre el peligro de fracasar en todo. Yo me veo
constantemente obligado, al ver un bien posible, a pasar a su lado sin deternerme para no
sacrificar otros.
Para no sacrificar su obra eficacsima en las escuelas profesionales, en la ayuda urgente a
los jvenes pobres, Don Bosco desde el comienzo intuy que deba sacrificar otros bienes
posibles. Si hubiese querido abarcar demasiado, hubiera corrido el riesgo de acabar mal
en todo. La opcin (para Don Bosco, para Don Leonardo Murialdo y para muchos hombres
de Iglesia, en aquellos tiempos) fue dramtica: de cualquier forma que se actuase, no se
haca todo lo que se poda hacer. Trabajando en las escuelas profesionales, pero no al
frente de las asociaciones obreras y de la legislacin social, se formaba a los jvenes para
que conocieran sus derechos de trabajadores, pero se corra el riesgo de que fuesen en parte
instrumentalizados por el sistema, es decir, de preparar trabajadores obedientes y dciles
que no causaran trastornos a los poderosos. Luchando por las asociaciones y las leyes
sociales (como intent Don Leonardo Murialdo) se solicitaba el cambio del sistema,
pero se corra el peligro concreto de enrarecer las fuentes de la beneficencia pblica, de
tener que cerrar los hospicios y las escuelas, y de abandonar a su propio destino a los
muchachos pobres.
Don Bosco enfil el primer camino. La experiencia dramtica de Don Leonardo Murialdo
confirm que haba acertado. En los lmites de su obra, que advirti de forma dolorosa, se
sinti, sin embargo, garantizado por la accin total de la Iglesia que, gracias a Dios, no se
reduca a las obras salesianas.
Hasta el final de su vida, Don Bosco fue resolutivo y dursimo en su predicacin a los
ricos, recordndoles sus precisos deberes en relacin con los pobres. Pero en sus
argumentos se atiene siempre estrictamente a los trminos del Evangelio, consiguiendo no
dar a nadie pretexto para que le considerasen un sacerdote socialista o una cabeza
ardiente, consiguiendo de este modo tener siempre abiertas las fuentes de la beneficencia
pblica de las que tenan absoluta necesidad sus jvenes para salir de sus escuelas
honestos ciudadanos y buenos cristianos.
He expuesto solamente mis convicciones, convicciones que he madurado en la lectura y en
la reflexin sobre los documentos. Respeto, por ello, todo parecer distinto al mo; como
pienso tambin que an queda por hacer un estudio extenso y profundo sobre la obra
social de Don Bosco.
ha dejado en herencia esta actitud. A nosotros nos toca renovar esta actitud de encarnacin
entre los pobres, con formas siempre nuevas (por ejemplo, la educacin social, la
enseanza de la doctrina social de la Iglesia en todas nuestras obras), y con una fidelidad
siempre antigua. Reflexionemos sobre esta fidelidad.
2. Don Bosco supo conciliar, en concreto, dos actitudes que parecen contradecirse: la
prudencia y la audacia, y nos invita a hacer otro tanto: tener una prudencia que no mortifique a la audacia; tener una audacia que no atropelle a la prudencia. Reflexionemos.
3. Don Bosco sinti su obra, no como un gueto, sino como parte de la Iglesia que trabaja
por la salvacin. Y nos invita a sentirnos siempre as, en la colaboracin y en la integracin
con las dems partes que trabajan en la Iglesia. Reflexionemos.
SEGUNDA CHARLA
EL TESTAMENTO DE DON BOSCO
He hablado durante estos das de Don Bosco. Pero he hablado filtrando lo que deca a
travs de mi sensibilidad. Es un riesgo que todos corremos. Cuando cada uno de nosotros
habla de Jesucristo, lo filtra a travs de su cultura, de su sensibilidad, de sus problemas. Lo
mismo cuando se habla de Don Bosco. Para evitar este riesgo dentro de lo posible, en esta
ltima charla no os voy a decir palabras mas, sino palabras suyas. Las palabras ms
pensadas y ms dolorosas de su vida: su testamento, que nos presenta su pensamiento en
los aos ms cargados de experiencia y tambin de aprensin, el pensamiento de los
ltimos aos de su vida.
A mi parecer, Don Bosco escribi en realidad tres testamentos.
Cuando Don Miguel Ra parti en el otoo de 1863 para ir a fundar la primera casa
salesiana fuera de Valdocco, el Seminario Menor de Mirabello Monferrato ( tena Don
Miguel Ra veintisis arios! ), Don Bosco le entreg unas pginas de preciosos consejos.
Pedro Stella dice de aquellas paginitas: Tienen un valor casi de cdigo y de testamento.
Don Bosco refleja todo el arco de sus principales preocupaciones de padre, de educador, de
sacerdote que mira a la salvacin de las almas. Tambin Don Bosco se dio cuenta de que
haba conseguido trazar en ellas una sntesis de su sistema educativo, e inmediatamente
las transcribi (con variantes y profundizaciones) para todos los Directores Salesianos (MB
VII, 524-526, y las modific para los Directores, MB X, 1.040-1.046).
Cuando Don Juan Cagliero y los primeros Salesianos, en noviembre de 1875 (doce aos
despus), partieron para las misiones de Amrica, Don Bosco entreg a cada uno de los que
partieron un folleto con veinte recuerdos especiales. Los haba anotado por la maana en
una agenda durante el viaje en tren. A estos Salesianos que marchaban lejos, para iniciar
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1. Consrvense secretas las deliberaciones capitulares y, si hay algo que comunicar a otros,
encrguese ex profeso a uno. Pero que ste ande muy atento a no nombrar a ningn miembro del Captulo que haya dado el voto afirmativo o negativo o que haya dicho tal frase o
tal palabra.
Se nota la preocupacin por la unidad: dentro del Consejo se puede, se debe discutir; fuera
del Consejo, despus de tomar las decisiones, deben ser todos solidarios con esas
decisiones. De este sentido de unidad, de este apoyo de todos a las decisiones de la
mayora, nace el espritu de familia y se tronchan en cuanto nacen las divisiones que tanto
dao ocasionan. A veces, el deseo de una fcil popularidad puede llevar a alguien a
manifestar su opinin contraria: esto perjudica muchsimo a la familia, crea partidos y
divisiones dentro de la Comunidad.
2. Tngase como principio, que no debe modificarse nunca, no conservar ninguna
propiedad de cosas estables, con excepcin de las casas y de las dependencias que son
necesarias para la salud de los hermanos o de los alumnos. La conservacin de cosas
estables, productivas, es una injuria a la Divina Providencia que de modo maravilloso, y
an dira prodigioso, viene constantemente en nuestra ayuda.
Al acometer construcciones o reparaciones de casas hay que ser rigurosos para impedir el
lujo, la magnificencia, la elegancia. Desde el momento en que comience a aparecer la
comodidad en la persona, en las habitaciones o en las casas, comienza al mismo tiempo la
decadencia de nuestra Congregacin.
Es la primera recomendacin de pobreza. Volver sobre ello hablando a los Salesianos. Es
tambin la primera recomendacin de confianza en la Providencia. Y quiz conviene notar
que, prohibiendo a los Salesianos la conservacin de bienes rentables, Don Bosco va en
contra de la costumbre que hasta entonces haban tenido la mayora de las dems rdenes
religiosas que se preocupaban, como, en primer lugar, de las rentas fijas con las que
poder mantenerse dignamente: rentas que provenan de donaciones de autoridades pblicas
o de personas privadas. Es tambin la primera aparicin del tema dominante en el
testamento: preocupacin por la prosperidad futura de la Congregacin y cuadro de
condiciones para favorecer esta prosperidad.
cado en su autntico e irrenunciable puesto, debe ser propagada a todos los niveles: a los
ambientes de cultura y a los privados de cultura o con cultura elemental. Nosotros tenemos
que ser especialistas de estos ambientes populares.
2. Las vocaciones
Don Bosco, en las repeticiones ampliadas del sueo de los nueve aos, ha visto que los
pastores surgan del rebao que la Virgen le haba confiado. Un rebao que poco antes era
un conjunto de muchachos pobres, que se daban de puetazos, alborotaban y hasta
blasfemaban. En el tumultuoso ao 1848 haba madurado esta conviccin: En estos
tiempos Dios hizo conocer de manera muy clara un nuevo gnero de milicia que l se
quera escoger: pero no entre las familias acomodadas. Aquellos que manejaban la azada o
el martillo (= labradores, obreros) deban ser elegidos para formar en las filas que iban a
encuadrarse en el estado eclesistico (MB V, 393). Ahora, al trmino de su vida, recoge el
cmulo de sus experiencias en estas palabras que me parecen de gran importancia:
Dios llam a la pobre Congregacin Salesiana a promover las vocaciones eclesisticas
entre la juventud pobre o de humilde condicin.
Las familias acomodadas estn por lo general muy inficionadas del espritu del mundo, del
que desgraciadamente quedan imbuidos tambin sus hijos, a quienes hacen perder de este
modo la vocacin que Dios ha puesto en sus corazones. Si se cultiva este espritu... se
sofoca o se debilita y se pierde no slo el germen de vocacin, sino tambin la vocacin ya
nacida y comenzada con tan buenos auspicios.
La frase de Don Bosco es algo confusa, se ve que a un cierto punto ha perdido el hilo. He
quitado algunas palabras sin las cuales parece que la frase adquiere toda su fuerza.
Recomendaciones a la comunidad
1. A los Directores
El Director debe ser modelo de paciencia, de caridad con los hermanos que de l
dependen, y por consiguiente:
Asistirles, ayudarles, instruirles sobre el modo de cumplir los propios deberes, pero
nunca con palabras speras u ofensivas.
Hgales ver que tiene gran confianza con ellos; trate con benevolencia los asuntos
que les ataen. No reproche nunca ni d severos avisos en presencia de otros. Esto hgalo
siempre, in camera caritatis, es decir, amablemente y en privado.
No olvide nunca, por cuanto sea posible, la cuenta de conciencia mensual; y en esta
ocasin todo Director convirtase en amigo, en hermano, en padre de sus subordinados. D
a todos tiempo y libertad para hacer sus observaciones, expresar sus necesidades y sus
intenciones. El despus, por su cuenta, abra a todos su corazn sin manifestar jams rencor
alguno; ni recuerde tampoco las faltas pasadas a no ser para dar avisos paternales o
recordar con caridad sus deberes a quien fuese negligente.
El Director de una casa trate a menudo y con mucha familiaridad con los hermanos,
insistiendo sobre la necesidad de la uniforme observancia de las Constituciones y, por
cuanto sea posible, recuerde tambin las palabras textuales de las mismas.
Olvide fcilmente los disgustos y las ofensas personales y con benevolencia y con
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atencin trate de vencer, o mejor dicho, de corregir a los negligentes, a los recelosos y a los
sospechosos.
Don Bosco es muy prctico y muy realista. Cuando dice que con ocasin de la cuenta de
conciencia, el Director sea amigo y padre. Sabe muy bien que el Director debera ser
siempre amigo y padre, pero que, en la vida de cada da, es fcil olvidarlo; que procure
serlo, al menos en la cuenta de conciencia! Cuando sugiere al Director que recuerde a los
hermanos la uniforme observancia de las Constituciones est evidentemente preocupado
porque el Director recuerde ante todo esta uniformidad en la observancia para que ningn
hermano tenga la impresin de que cambiando de casa se cambian las Constituciones o la
Congregacin, como observaba amargamente un Salesiano en un Captulo Inspectorial. La
ltima frase es conmovedora. Sustituye la palabra vencer por la palabra corregir.
Porque el Director no deba jams vencer al hermano. No existe ninguna victoria ms
amarga que la de haber mortificado a un hermano o a un muchacho.
2. A los hermanos
Todos los hermanos Salesianos que viven en una misma casa deben formar un solo
corazn y una sola alma con su Director.
Recordemos siempre que la mayor peste de la que hay que huir es la murmuracin.
Hganse todos los sacrificios posibles, pero no seamos nunca tolerantes con las crticas
contra los Superiores.
Nunca censuris las rdenes dadas en familia, ni desaprobis las cosas odas en las
predicaciones...
Cada uno sufra para la mayor gloria de Dios y en penitencia de sus pecados, pero
por el bien de su alma huya de las crticas en asuntos de administracin, en el vestido, en el
alimento, en la habitacin, etc. (No quiere decir que no se discuta, sino que se discuta
en los despachos y en los lugares apropiados con las personas que pueden intervenir,
evitando transformar nuestra jornada en una catarata de lamentos y de irritaciones que
deprimen y destruyen la familia.)
Recordad, hijos mos, que la unin entre el Director y los sbditos y el acuerdo
entre stos hace de nuestras casas un verdadero paraso terrestre (en otro lugar dice:
Transforma nuestras casas en fuente de vocaciones).
de la animadversin.
El argumento principal de estas ocho recomendaciones a los hermanos es la murmuracin.
Un argumento que caus estupor a algunos de los hermanos jvenes que se preparaban a la
profesin perpetua. Al decirle que la definiera, la confundi con la calumnia, con la
falsedad. Cuando le hice observar que murmuracin no quera decir cosas falsas de
algn Superior, sino criticar las disposiciones del Superior, qued bastante confuso. Al
algunos la crtica les pareca algo bastante normal. Todos convinieron en que la crtica a
los Superiores y a los hermanos era uno de los temas ms frecuentes de conversacin.
Y convinieron tambin en que esto deprime, hace ms difcil el trabajo y produce
desasosiego. Pero no saban cmo se podra evitar. Les hizo pensar la propuesta de hablar
slo con los interesados de las deficiencias inevitables (o evitables) y de buscar
positivamente otros temas de conversacin para evitar el desaliento y la desconfianza.
Respecto a la murmuracin, conviene leer algunas lneas de Don Alberto Caviglia. En la
quinta conferencia sobre el espritu salesiano, que dio a los telogos de Chieri en el ao
1938, cuenta este episodio personal:
El 3 de octubre de ao 1886, Don Bosco, enfermo y extenuado por la enfermedad, quiso
ir a San Benigno para la profesin, y quiso dar l mismo los recuerdos. Yo estaba a su lado
porque le serva de aclito, y recuerdo, todava hoy, aquella hora angustiosa y terrible. Don
Bosco se dispara, cobra nimos, es casi la maldicin de aquel pobre enfermo que se levanta
con pena, con su esfuerzo de voluntad, que alarga su persona y con mano temblorosa
arremete contra el espritu de crtica que arruina a la Congregacin. No ha podido
continuar porque el llanto le ha truncado la palabra... Jams pude creer que el santo, el
dulcsimo Don Bosco, tuviese fuerza para un arranque semejante.
Inmediatamente despus Caviglia precisa: Cuando dice murmuracin, Don Bosco no
entiende las pequeas lamentaciones o detracciones, sino la crtica a las disposiciones de
los Superiores, el desprecio a la autoridad, el criticar continuamente lo que hacen los
Superiores. Esta es la murmuracin en la que ve Don Bosco un desastre para la vida de la
Congregacin.
1. En las dificultades
Las explicaciones personales de vuestras buenas intenciones disminuyen mucho y con
frecuencia hacen desaparecer las siniestras ideas que pueden forjarse en la mente de
algunos. Este modo de obrar es muy conciliador y con frecuencia hace benvolos a los
mismos adversarios.
Sigan la misma regla los Directores de las casas con sus inferiores. Hablaos, respetaos y
fcilmente os entendenderis sin llegar a romper la caridad cristiana contra los intereses de
nuestra misma Congregacin.
Si queris conseguir mucho de vuestros alumnos, no os mostris jams ofendidos contra
ninguno. Tolerad sus defectos, corregidles, pero olvidad. Mostraos siempre amigos suyos y
hacedles conocer que todos vuestros esfuerzos se encaminan a hacer el bien a sus almas.
Recuerdo con admiracin al Director de una casa no muy grande que me deca que haba
encontrado el secreto de la armona acercndose cada da a alguno de sus hermanos para
hablar, aunque fuese brevemente, con l. Hablar, explicarse: es el mtodo sugerido por Don
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Bosco. Si despus cada hermano logra, a su vez, decir cada da una palabra a cada uno de
sus alumnos, creo que se formara una cadena que garantizar la armona en la casa.
2. El porvenir
Nuestra Congregacin tiene por delante un alegre porvenir, preparado por la Divina
Providencia, y su gloria ser duradera mientras se observen fielmente nuestras reglas.
Cuando empiecen entre nosotros las comodidades o el bienestar, nuestra pa Sociedad
habr cumplido su carrera.
El mundo nos recibir siempre con satisfaccin mientras nuestra solicitud se dirija a los
salvajes, a los nios y a los pobres ms necesitados de la sociedad. Esta es para nosotros la
verdadera comodidad que ninguno nos envidiar, que ninguno vendr a arrebatarnos.
A su tiempo llegarn nuestras misiones a la China y precisamente a Pekn. Pero no se
olvide que nosotros vamos para los nios pobres y abandonados. All entre pueblos
desconocidos, que ignoran al verdadero Dios, se vern las maravillas increbles hasta
ahora, pero que Dios todopoderoso revelar al mundo.
Cuando suceda que un Salesiano sucumbe y deja de vivir trabajando por las almas, decid
que nuestra Congregacin ha conseguido un gran triunfo y sobre ella descendern copiosas
las bendiciones del Cielo.
La carta
En el cuerpo del testamento, en un momento Don Bosco se dirige a su Vicario y le invita a
escribir, despus de su muerte, esta carta suya a todos los hermanos. La escribi, por lo
tanto, tambin para nosotros, pensando en cada uno de nosotros. Escchela, pues, cada uno
como dirigida a l mismo.
Mis queridos y amados hijos en Jesucristo:
Antes de partir para mi eternidad, debo cumplir con vosotros algunos deberes y satisfacer
as un vivo deseo de mi corazn. Ante todo, os agradezco, con el ms vivo afecto de mi
corazn, la obediencia que me habis profesado y cuanto habis trabajado para sostener y
propagar nuestra Congregacin.
Yo os dejo aqu abajo, pero slo por un poco de tiempo. Espero que la infinita misericordia
de Dios haga que nos podamos encontrar todos un da en la feliz eternidad. All os aguardo.
Os recomiendo que no lloris mi muerte. Es una deuda que todos tenemos que pagar, pero
despus nos sern ampliamente recompensados todos los sufrimientos soportados por amor
a nuestro buen Maestro Jess.
En lugar de llorar, haced firmes y eficaces propsitos para permanecer seguros en la
vocacin hasta la muerte. Vigilad y procurad que ni el amor al mundo, ni el afecto a los
parientes, ni el deseo de una vida ms cmoda os induzcan al gran error de profanar los
sagrados votos y traicionar as la profesin religiosa con la que nos hemos consagrado a
Dios.
Si me habis amado en el pasado, continuad amndome en el futuro con la exacta
observancia de nuestras Constituciones.
Vuestro primer Rector ha muerto. Pero nuestro verdadero Superior, Cristo Jess, no morir.
El ser siempre nuestro Maestro, nuestro gua, nuestro modelo; pero recordad que, a su
tiempo, El mismo ser nuestro juez y recompensar nuestra fidelidad en su servicio.
Vuestro Rector ha muerto, pero ser elegido otro que cuide de vosotros y de vuestra eterna
salvacin. Odlo, amadlo, obedecedlo, rogad por l, como lo habis hecho por m.
Adis, queridos hijos, adis. Yo os espero en el cielo. All hablaremos de Dios, de Mara,
Madre y sostn de nuestra Congregacin; all bendeciremos eternamente a nuestra Congregacin, la observancia de cuyas Reglas contribuy poderosa y eficazmente a salvarnos.
Nos da las gracias; nos recuerda que todos tenemos que morir; nos invita a amarlo con la
observancia; nos seala en Jess el Maestro, el modelo, el juez y el premio; nos exhorta a
amar y a escuchar al Rector Mayor como si fuese l mismo, Don Bosco; nos espera en el
cielo donde est ansioso de reedificar con nosotros su familia, hablando juntos de nuestras
cosas bajo la mirada de Dios y de Mara.
Dejemos que resuenen muchas veces las palabras de Don Bosco en nuestro corazn. Ser
como hacer resonar la moneda de nuestra alma sobre una plancha de piedra. Sentiremos
por su sonido si es todo metal precioso o si suena a metales sin valor. Que Don Bosco nos
ayude!
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