0054 Israel Extranjero y Emigrante PDF
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El tema del extranjero en la Biblia cabe abordarlo de dos formas distintas. Para la
primera, nada original, es extranjero el que no es del propio clan, del propio pueblo. La
nica novedad est ah en la actitud que la Biblia fomenta respecto al extranjero y que
representa una gran apertura. De qu depende esa apertura? No ser que la realidad
del extranjero se enfoca de otra manera?
La Biblia sugiere una forma inslita de abordar el tema. Esencialmente -crea- por la
conciencia que Israel tiene de que l es extranjero. Cuando se afirma como pueblo
escogido se define como distinto de los pueblos que le rodean. Cuando se aplica el
apelativo 'ibr (hebreo), reasume un trmino que sus vecinos emplean para hablar de l
y que significara "hombre de allende la frontera", o sea, no de aqu, extranjero. Esto no
deja de ser sorprendente.
Nacin escogida entre las naciones, Israel se caracterizara por su afirmacin de que el
extranjero es l. Lo cual contradice el sentido comn, que quiere que el extranjero sea el
otro. Este giro est creo- en el origen de su apertura respecto al extranjero. Y por esto
comenzar exponiendo este aspecto fundamental, que considero el ms original. Slo
despus bajar a los detalles de la actitud que, para el AT, hay que adoptar respecto al
extranjero.
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Es esta conciencia de ser escogido por Dios lo que hace que Israel no sea como los otros
y se sienta extranjero. No obstante, el tema de la eleccin ha sido tan mal entendido que
se impone un esfuerzo para llegar a lo esencial. Qu es lo que caracteriza al elegido?
Qu es lo que justifica su eleccin?
1. Ser elegido es preferir la Ley de Dios a la codicia. Al escogido a qu se le llama? A
vivir su vida escuchando la Ley de Dios. Vemoslo en dos momentos fundamentales.
Porque Dios se lo manda, Abraham abandona su tierra, se lanza a la aventura y, ms
tarde, se muestra dispuesto a renunciar a su hijo. Para l, la orden de Dios es camino de
libertad. El pueblo salido de Egipto: la invitacin de entrar en la eleccin es, para l,
una palabra de vida, que en la alianza adopta la forma de las diez palabras 1 . Estas le
abren al elegido un camino de libertad y le impulsan a renunciar a todo absoluto, a todo
lo que aliena y conduce a la muerte. A menudo se piensa -y cmo perdura ese
prejuicio!- que la eleccin se ajusta principalmente a una diferencia tnica. En realidad,
los textos nos orientan ms bien hacia una diferencia tica, ya que el elegido es el que
escoge la ley de un Dios que llama a la libertad en vistas a una alianza. Pero aqu se abre
un interrogante: en qu sentido aquella palabra hace de Israel un pueblo extranjero? O
ms de raz: para el relato bblico, qu es lo que pretende Dios con la eleccin? Dirase
que lo que pretende es que un ser humano o un pueblo escape a otra ley: la ley de la
codicia, que es fuente de muerte. Esto s que constituye la diferencia del elegido.
A qu viene aqu la codicia? En realidad, es ella la que, antes de la eleccin de
Abraham, acarrea problemas. Qu nos cuentan las primeras pginas de la Biblia? Que
el juego de la envidia y de la codicia impide que la vida florezca, porque obstaculiza las
relaciones justas entre los humanos. Las convierte en violencia y en relaciones de
posesin y dominacin. Segn el relato mtico de Gn 2-3, todo ser humano est
profundamente marcado por esa codicia que traba su libertad y le hace sufrir.
Por qu la codicia conduce a la muerte? Para el que se deja llevar por la codicia, por la
voluntad de tener siempre ms, el otro no puede ser ms que tres cosas: o algo que hay
que arrebatar o un medio para lograr sus fines o un rival que quitar de en medio. En
estas condiciones cmo es posible entablar con l una relacin positiva, humanizante?
Lo que ms bien har es generar violencia y muerte. Es a esa lgica a la que Dios opone
la eleccin.
2. "Sal de tu tierra". "No codiciars" . La lgica que preside habitualmente las
relaciones humanas es, pues, la codicia. A Abraham y a Israel se le invita a salirse del
crculo infernal de esa lgica y a oponerse a ella con otra lgica, que est en el corazn
de la ley de Dios: la lgica de la justicia, de la solidaridad, de la participacin.
De entrada, a Abraham se le llama a abandonar un mundo que era el suyo, el mundo de
la codicia, que se describe en las primeras pginas del Gnesis. Para l, la eleccin
consiste en aventurarse a otro gnero de vida, caracterizado por la desposesin. As,
deja lo que tiene, para ir hacia lo que no tendr: la tierra que Dios le mostrar, pero que
no poseer (Gn 12,1-4).
Igualmente, a Israel Dios le libra de la esclavitud. En Egipto era vctima del ansia
dominadora del faran, quien se sirvi de l para construir una ciudad que llevaba su
nombre (Ex 1,11-13). El propio Israel haba asimilado esa lgica de la codicia, pues
ansiaba volverse all para hartarse de pan (Ex 16,3). En cambio, Dios le propone la
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norma de decir no a la codicia. No en vano el declogo se cierra con un doble precepto
que repite: "No codiciars" (Ex 20,17).
3. La condicin de extranjero del elegido. La identidad de Israel, su diferencia, est
constituida por su opcin de abandonar el mundo de la codicia, que arrastra a los
humanos a la violencia y a la destruccin. Se trata de un talante que ponga coto a la
violencia evitando que el deseo humano se convierta en codicia. Para esto, hay que
imponerse un lmite. Hay que aceptar no tenerlo todo, no poderlo todo, no saberlo todo,
no serlo todo. Es entonces cuando, al llegar a ser uno mismo, se aprende a ofrecer al
otro un espacio, para que tambin l pueda ser l mismo. Y es entonces cuando la
alianza, que resulta el nico modo de vida que puede hacer fracasar la codicia, es
posible.
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sentido de las primicias para los pobres y los emigrantes. La memoria que Israel
conserva de su estatuto originario de emigrante es esencial para una justa relacin con la
tierra y con los desposedos que viven en ella.
Es probablemente esa idea de un Israel husped de Dios la que inspir a los recabitas a
proseguir su vida nomdica, de acuerdo con las normas recibidas de sus antepasados.
No construan casas y se negaban a comprar y explotar las tierras. Vivan fieles a su
ideal nmada y a su ley de vida. El profeta Jeremas hizo el elogio de ellos a comienzos
del siglo VI (Jr 35). Haca unos seis siglos que Israel haba perdido de vista ese ideal.
3. "El Seor te har volver de Egipto": exilio y vuelta. Ese pueblo instalado y olvidado
de sus orgenes hace la experiencia de un desarraigo radical. Deportado a Babilonia,
echado del pas del que se crea propietario, aprende Israel de nuevo lo que es: un
extranjero sin tierra. En el exilio experimenta una situacin en la que la codic ia le est
vedada. Buena coyuntura para redescubrir su vocacin de elegido.
De hecho, al constituirse como monarqua, se haba entregado Israel, como las otras
naciones, al juego de la codicia y del poder. Virtualmente haba dejado de ser escogido.
El exilio le obliga a volver sobre s mismo. Y as - la historiografa deuteronomstica nos
lo atestigua- redescubre lo que determina su identidad: la ley de un Dios que le llama a
hacerse extranjero al mundo de la codicia y que le asigna la responsabilidad de ind icar a
los dems el camino de la vida.
La dura experiencia del exilio le recuerda, pues, a Israel que slo es elegido a condicin
de preservar su singularidad, de sentirse interiormente extranjero. Esto exige de l el
rechazo de la codicia y la opcin por otra manera de vivir su deseo: el reconocimiento
de la alteridad irreductible del otro y la entrada en un dinamismo de justicia y alianza.
A la vuelta del exilio el pueblo de Jud intenta vivir esa singularidad redescubierta. Pero
no evita otro escollo: el de replegarse en una torre de marfil, celoso de su eleccin,
como de un privilegio. Con esto, vive su condicin de extranjero como una segregacin.
La reconstruccin de los muros de Jerusaln son todo un smbolo. Haciendo de la
eleccin su propiedad exclusiva y fomentando la desconfianza contra todo lo extranjero,
considerado en adelante como una amenaza, el pueblo escogido acaba por atizar en
contra suya el fuego de una codicia que l deba encargarse de extinguir.
Un extranjero reconciliado
Trato de profundizar sobre lo esencial de la experiencia de Israel.
1. Reconciliado con su propia condicin de extranjero. La vocacin de Israel es, en
realidad, la de todo ser humano. Toda persona recibe una especie de invitacin a
desengancharse de la codicia y del modo de vida que ella alimenta, para entrar en otra
manera de ser que llamo alianza. La alianza es el reverso de la envidia. Al dominio, ella
opone la equidad; a la posesin, la participacin; a la violencia, la justicia. Pero la
alianza no parece resultarle natural al ser humano. Basta dar una ojeada a nuestras
sociedades. Entrar en alianza implica que uno es consciente de su diferencia, de su
condicin de extranjero. Sin esto, slo hay simulacros de alianza.
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Vivir la propia singularidad de ser humano nico, ajustar en profundidad al deseo de
vivir en s mismo, hacerse dueo de la propia fuerza para devenir un ser de dulzura,
aceptar al otro en su diferencia sin miedo a la confrontacin con l, pero sin pretender
tampoco vencerle ni convencerle: todo esto fomenta la propia condicin de extranjero,
todo esto hace que uno est en s y no en el otro y, por consiguiente, que sea un
extranjero frente a los otros, porque uno no vive ya al margen de la propia alteridad. Ese
sentirse as extranjero produce una reconciliacin consigo mismo, que cura de raz la
codicia y los miedos. Es esa conciencia la que nos abre a un autntico encuentro con el
otro, cualquiera que sea su color, su sexo, su habla, su etnia, su clase social. Un ser
humano as es el elegido y su image n es Jess.
2. Perpetuamente emigrantes. Este ser, reconciliado consigo mismo, se convierte en el
perpetuo emigrante que es Abraham (Hb 11,13). Forastero en todas partes, va siempre
en busca de una patria mejor (Hb 11,14-16). No es que pretenda la quimera de un
paraso perdido para siempre. Pero, si busca en s mismo aquella autenticidad y aquella
rectitud, all donde viva o por donde pase actuar como artfice de la paz, o sea, de las
relaciones justas y humanas, aunque tope con una oposicin feroz y aun violenta. Pues
los que tienen su fuerza en la codicia se consideran atacados por su manera de ser, que
hace vacilar sus seguridades y cuestiona sus prcticas.
Este ser en paz consigo mismo es un emigrante. Su verdad consiste en una fidelidad
profunda a s mismo. Dndole la vuelta al tema, Pablo indica cmo ese sentirse
extranjero conduce a una nueva ciudadana: "Por tanto, ya no sois extranjeros ni
advenedizos, sino ciudadanos y familia de Dios" (Ef 2,19). Pero, aunque suspiremos por
esa nueva ciudadana, no dejamos de vivir como nmadas: "S, los que vivimos en
tiendas, suspiramos abrumados" (2Co 5,4).
El cristiano es un emigrante as. La carta a los hebreos lo subraya: "Aqu no tenemos
ciudad permanente, andamos en busca de la futura" (Hb 13,14). Para nuestra condicin
de extranjeros, lo esencial no es estar aqu o all, sino el tipo de humanidad que uno
construye all donde se encuentra.
2. El "emigrante" y los emigrantes. El que se siente as interiormente extranjero no cae
en ese defecto casi universal que consiste en considerar como extranjero a aquel o
aquella que no se le parece. El que se reconoce como extranjero no distingue entre unos
que se le parecen y otros que no. Se encuentra tan a gusto con los extranjeros y
emigrantes que no tiene inconveniente alguno en reconocer en ellos a hermanas y
hermanos. Qu es el Reino anunciado por Jess sino el lugar de encuentro con aquellas
y aquellos que las sociedades humanas condenan a la marginacin?
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Quin es extranjero?
En el AT se distingue el extranjero que est de paso, y al que se debe hospitalidad
(nokri), y el extranjero que reside en el pas (ger). Aqu nos referimos a este ltimo.
Un residente es una persona que ha abandonado su clan o su patria y pide asilo en otra
comunidad humana que vive en otra parte (Gn 23,4; Ex 2,22; 18,3). Su estatuto est
ligado al hecho de no poseer tierra en el lugar de residencia. Por esto se pondr al
servicio de un natural del pas que dispone de tierra, pero que no tiene derecho de
tratarle como a esclavo (Dt 24,14). Sin embargo, al no gozar de autonoma econmica,
es a menudo pobre y desprotegido. Como tal, est bajo la proteccin de Dios (Dt 10,1718). De ah la exhortacin a amar al extranjero, fundamentada en el hecho de haberlo
sido: "Amaris al emigrante, porque emigrantes fuisteis en Egipto" (Dt 10,19).
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2. Hacia una igualdad de derechos y de deberes. En los cdigos ms recientes el
legislador va ms all de la mera medida de proteccin. En la llamada "Ley de santidad"
del Levtico no slo se enuncia el principio de la igualdad ante la ley, sino que se
fundamenta en la autoridad divina: "Aplicaris la misma ley al emigrante y al nativo,
pues yo soy el Seor, vuestro Dios" (Lv 24, 22).
Este principio se aplica a la resolucin de pleitos (Dt 1,16) y a la posibilidad de
refugiarse en las ciudades de asilo (Nm 35, 5). Por otra parte, los emigrantes quedan
sometidos a las prohibiciones tico-religiosas, como las concernientes a la blasfemia
(Lv 24,16), a los sacrificios de nios (20,2-3) y a las prcticas sexuales ilcitas (18,629). Y, si el legislador explicita estos casos, no es porque en los dems no se aplique la
misma ley, sino porque la praxis de los pueblos de origen es contraria. Ms
sorprendente todava: tampoco las leyes cultuales excluyen a los emigrantes. Se les
asocia a las fiestas: Pascua (Nm 9,14); Azimos (Ex 12,19); Semanas y Tabernculos (Dt
16, 11.14); da de la expiacin (Lv 16,29). Es verdad que el ritual de la Pascua exige la
circuncisin (Ex 12,48-49). Pero, esto supuesto, se apela al principio de la igualdad
(12,49).
Incluso determinadas leyes sobre los sacrificios se aplican tambin a los emigrantes (Lv
17, 8-16; Nm 19,10b). Tambin se les aplica la ofrenda de la flor de harina (Nm 15,14).
Y se repite el principio: "Ante el Seor el emigrante es igual que vosotros" (15,15).
3. Igualdad de principio con praxis discriminatoria. El principio de igualdad no
significa que la praxis se haya ajustado al ideal. Otros escritos veterotestamentarios dan
testimonio de que los emigrantes, como los pobres, experimentaron la injusticia y la
explotacin. Y los profetas no dejaron de denunciar esa prctica contraria a lo que
consideraban el corazn de la fe del pueblo escogido. As, clama Malaquas: "Os
llamar a juicio, ser testigo contra (...) los que defraudan al obrero de su jornal,
oprimen a viudas y hurfanos y atropellan al emigrante sin tenerme respeto" (M 1 3,5).
Los profetas intentaron mantener vivo ese ideal igualitario. Es Ezequiel el que va ms
lejos en la expresin de ese ideal. El llega a afirmar que, despus del exilio, cuando
Israel sea restaurado, los emigrantes sern ciudadanos de pleno derecho y participarn
en el reparto de la tierra (Ez 47,22). Se realizar el sueo de Ezequiel?
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En realidad, a Ezequiel -el campen del igualitarismo- le dejaron fuera de juego. La
apertura se convirti en cerrazn. Slo se acept al extranjero converso. El trmino ger
(residente) cae en desuso y es sustituido por negar (extranjero de paso). Y los Setenta
traducen el hebreo ger por el griego proslytos (adepto al judasmo). Para el que lea la
Biblia griega el extranjero era un convertido. En vez de aceptar las diferencias, se mide
a todos por el mismo rasero.
ANDR WNIN
Notas:
1
Sobre el declogo - las diez palabras- puede leerse otro artculo del mismo autor en el
nmero monogrfico BIBLIA-1 (ST 136, 1995, 325-343) (Nota de la Redaccin).