Israel, El Misterio de Un Pueblo Eterno (Spanish Edition)

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 126

ISRAEL

EL MISTERIO
DE UN PUEBLO ETERNO
SAMUEL J. SALAMA
Índice

Índice
El autor
Agradecimientos
Prólogo
1. El pueblo elegido
Abraham
2. El pacto de Abraham
3. La Torá
4. Disciplina y autocontrol
5. Valor supremo de la humildad
6. Exégesis judía
7. La misión de Israel
8. La bendición de Dios a Abraham y su descendencia
9. Los hijos de Israel en la Tierra Prometida
10. Diversidad de pueblo
11. Nace el cristianismo, que se autodenomina Nuevo Israel
12. Antisemitismo cristiano, sus leyes y persecuciones
13. El Renacimiento y los judíos
14. Israel prosigue su misión
15. Perdurará la memoria de Israel
El Estado de Israel
16. La guerra de los 6 días
17. En busca de una paz inalcanzable
18. La llama judía (I)
19. La llama judia (II)
20. La hipocresía del mundo
21. Israel, la conciencia de las naciones
22. ¿Y ahora?
23. La reconstrucción de la identidad judía
24. Israel, indestructible
25. Israel existe por y para la Torá
26. En busca de la Era Mesiánica
Tosefet
El mundo a la deriva
Yom Kipur
La enfermedad, origen y causa
Sefarad
El autor
Samuel J. Salama nació en Tetuán, Marruecos.

Es Diplomado por la Escuela Normal Hebraica de la Alianza Israelita


Universal.

Fue Profesor de Francés designado por el Ministerio de Educación de


Francia, y de Árabe Clásico por el Ministerio de Educación de Marruecos.
Amplió Estudios Judaicos en la Universidad Hebrea de Jerusalem. Ha sido
profesor de idiomas en Casablanca y de Materias Judías en el Colegio de
Secundaria de Tetuán.

En 1966 se traslada a Barcelona contratado por la CIB, y funda el Colegio


Sefardí de Barcelona , del que fue Director durante 37 años, así como
profesor del Centro Cultural C3 de Barcelona. Ha sido Profesor de Materias
Hebraicas de la Cátedra de las Tres Religiones de Valencia.

Su pasión es la Historia del Pueblo Judío y su trayectoria en la Historia


Universal. Su vocación, trasmitir los valores de su pueblo a los jóvenes judíos
en el marco de una visión universalista.

En esta obra, el autor argumenta las razones religiosas, culturales e históricas


que definen a Israel como Pueblo Elegido de Dios.
A mi querida esposa Camila,
por su cariño y ánimo.
Agradecimientos
A mi querido Rav Daniel Karpuj por la aprobar la divulgación de mi escrito.

A mis entrañables amigos, el escritor Fidel Simón Vilanova y a su esposa,


Julia Elisheva por la corrección y supervisión desinteresada de este libro.

A la Editorial, por todas las facilidades.

Finalizo mostrando mi admiración y cariño a todos los hombres y mujeres, de


todas las creencias y de todas las naciones a través del mundo, que obran en
silencio en bien de su prójimo y de la Humanidad. Pasan inadvertidos, pero
sus merecimientos quedan grabados en las Alturas.
Prólogo
Desde mi primera lectura del libro de Samuel Salama, no pude quitar de mi
cabeza el conocido proverbio en latín: “Soy un hombre, nada humano me es
ajeno".
Porque nadie puede quedar indiferente ante un libro en el que su autor, sin
quererlo y sin pretenderlo, y casi como al pasar, no deja de exclamar a los
cuatro vientos: “Soy judío, nada de lo judío me es ajeno”.
Porque es muy difícil, o prácticamente imposible, señalar de que aspecto
histórico, bíblico o filosófico judíos, no es abordado por Samuel Salama en
su obra.
Todo lo hebreo, todo lo judío y todo lo israelí, se va entretejiendo de un modo
claro y lúcido -a veces con más detalle, a veces de modo menos extenso-,
logrando que el lector, casi sin darse cuenta, sea llevado de la mano a lo largo
y lo ancho de la esencia del Ser Judío.
Poseedor de una vastísima experiencia como educador, y dueño de un largo
recorrido de vida, Samuel Salama hace galas de estos, sin palabras de más,
sin exageraciones y sin ornamentos innecesarios.
Se trata de una obra prácticamente enciclopédica, sin convertirse en un libro
de consulta; de cientos de páginas cargadas de información, pero que, en
lugar de fatigar al lector, lo invitan a pensar y a reflexionar.
En mi humilde opinión, el libro que Samuel Salama ha escrito es un claro
fruto de nuestro tiempo, en el que, aparentemente, contamos con toda la
información a nuestro alcance, pero en el que las personas cada vez
desconocen más acerca del Pueblo de Israel, sin cuyo conocimiento se torna
imposible comprender el destino del mundo moderno.
Un libro serio, necesario, directo y espontáneo, vital para toda persona
sedienta de conocimientos auténticos y fidedignos.
Un libro que derrama y contagia amor y pasión, fruto de un hombre, cuyas
raíces personales, se aferran vigorosamente a su adorado Pueblo de Israel.
El Pueblo Eterno.
Daniel ben Itzjak,
2 de Shevat, Jerusalén
1. El pueblo elegido
Así lo define la Torá: "Tú eres un pueblo santo consagrado al servicio del
Eterno tu Dios. El Eterno tu Dios te ha elegido como pueblo Suyo sobre todas
las naciones que habitan sobre la faz de la tierra" (Deuteronomio 7, 6). Así de
claro y de contundente.
¿Nos encontramos ante un Dios exclusivista? ¿Nacionalista? ¿Es el Dios de
Israel discriminador y racista? ¿Acaso al Dios de Israel no le importan todos
los demás pueblos de la tierra? En absoluto. Aunque pueda parecer
sorprendente, el judaísmo y la Torá hacen énfasis en el aspecto universalista
de Dios.
El Génesis comienza con los seis días de la Creación, señalando la formación
de la primera pareja de la humanidad, Adán y Eva. Al respecto, todos
nuestros exégetas se esmeran en subrayar que Dios creó una sola pareja para
enseñarnos que todos provenimos de unos mismos padres y que por
consiguiente nadie podrá pretender que desciende de una estirpe superior
dado que todos somos descendentes de la única fuente que nos hermana a
todos por igual, la humanidad. El judaísmo ante todo es Humanismo.
Esta precisión en el pensamiento judío es básica y esencial. Son innumerables
los pasajes y reseñas que subrayan este gran principio, que es a la vez un eje
y una meta de la religión judía.
Si es así, nos encontramos ante una contradicción difícil de entender.
¿Cómo encaja la definición de Israel, pueblo elegido, ante el ideal judío de un
Dios universalista?
"¿No es cierto que tenemos un mismo Padre? ¿Acaso no nos creó un mismo
Dios?“, proclama el profeta.
Intentemos dilucidar este dilema.
El judaísmo es una religión en tanto que enlaza al hombre con el Ser Eterno,
pero el judaísmo es mucho más que una religión, es una visión de futuro, un
Proyecto en acción, una filosofía de vida, una historia, una tierra, Eretz Israel
y una lengua sagrada, la lengua hebrea.
La historia del Hombre comienza con Adán y Eva en el Paraíso en un estado
idílico destinado a ellos y sus descendientes para siempre. Este paraíso se
mantuvo hasta que el Hombre quebrantó la voluntad divina, lo que originó la
introducción del instinto del Mal en el mundo.
Es así como la Humanidad dio sus primeros pasos bajo el principio del libre
albedrío que Dios estableció en el sistema creado. El mundo idílico
inicialmente programado quedó ensombrecido ante el desconocimiento del
Bien absoluto inicial.
Desde entonces el Hombre se enfrenta constantemente al dilema de la
elección. El Bien y el Mal nos envuelven y nos obligan a elegir.
En realidad, Dios lo quiso así para que el ser humano se midiera ante las
dificultades de la vida: hacer merecimientos, vencer desafíos y sentir así la
satisfacción de alcanzar logros.
De lo contrario seríamos como ángeles y éstos están en otro Mundo distinto
sin retos que afrontar.
Ello no supuso una ruptura de Dios con los hombres sino que, muy al
contrario, el Creador mantuvo su vínculo con todos ellos, sus hijos en la
tierra.
Pero los hombres, no supieron merecer la cercanía de Dios y se dejaron
seducir por sus malos instintos.
Desde Adán hasta Noé se sucedieron diez generaciones.
Caín mató a Abel, fratricidio que vaticinó el devenir bélico de la Humanidad,
la conducta de la generación de Enoj y la profanación del Nombre de Dios.
Asistimos a la vida de Lémej que se vanagloria de su matanza de hombres,
mujeres y niños. Vemos las iniquidades de los " hijos de dios" que
cometieron atrocidades sin fin. Todo un cuadro que refleja la maldad del
hombre y su alejamiento de su Creador.
Y así llegamos hasta los días de Noé y del Diluvio que devastó la tierra.
De Noé a Abraham transcurrieron otras diez generaciones.
Los habitantes de la tierra se multiplicaron. Hizo su aparición el rey Nimrod,
héroe cazador y llegamos así a la prepotente generación de los constructores
de la Torre de Babel. Tras su derrumbe, la humanidad se dividió en naciones
y nacieron las lenguas que confundirían a todos los seres.
Dios, que creó el mundo y al hombre dotando a éste de razón, sabiduría y
poder, contempló cómo el ser privilegiado que formó, no supo mantener y
valorar la cercanía que Dios le ofreció ni supo beneficiarse del flujo de
bondad y justicia que emanan de Él. Muy al contrario, se dejó arrastrar por
los instintos, los apetitos y la corrupción.
La fórmula de comunicación directa inicial, donde cada ser estuviera
conectado con Dios y vivieran todos apaciblemente unidos y hermanados,
había fracasado. Dios no debía actuar e imponer. Su Voluntad consistía en
conceder al ser humano el libre albedrío que estableció para nuestro mundo.
Pero, a la vez, Dios no quiso despreocuparse de la criatura que creó con amor
y para retomar la situación, para acercar al hombre a Él, esta vez de forma
definitiva, fraguó un Proyecto, al que estamos asistiendo. Su objetivo será
alcanzar el acercamiento de los seres humanos a Su Creador y a los atributos
que Le distinguen. Esta vez, y de forma definitiva, lo conseguirá a través de
todo un pueblo que llevará a cabo esta misión de enlace.
Y ese pueblo es… ¡Israel!

Intentemos ante todo, en lo posible, definir la Identidad del Dios Fundador


del pueblo judío, lo que nos permitirá conocer mejor la misión de Israel.
No existe una definición de Dios. Él escapa a toda valoración, suposición o
razonamiento del intelecto humano. Cualquier comparación a formas
humanas u otras posibles es pura invención de una mente incapaz de conocer
lo desconocido. No existe en el judaísmo el estudio de Dios, no disponemos
de teología. De Dios solo sabemos su grandiosidad si contemplamos la
perfección del Cosmos, del funcionamiento infalible que rige toda la
Creación incluido el ser humano. Al contemplar una obra tan perfecta es de
suponer que fue creada por una Inteligencia sin igual y no un puro azar.
Así dice un salmo: "Los Cielos narran la Gloria de Dios, y sus actos quedan
manifiestos en el firmamento".
Otra prueba de Su existencia la constituye la propia historia de Israel, que
durante milenios ha estado sembrada de milagros y de promesas cumplidas.
¿Qué pretende el Dios de Israel? ¿Qué exige de nosotros, Sus criaturas
humanas? ¿En qué consiste su Revelación al mundo a través de Israel?
Dios espera que los humanos eliminen las falsas creencias en dioses y mitos
que alejan al hombre de la realidad. Dios aborrece la idolatría y nos invita a
pensar en un Dios Único sin representación alguna que mora más allá de
nuestra existencia humana y de nuestro entendimiento. Pretende así que
hagamos alarde de una perspectiva abierta e ilimitada que nos empuje a
indagar sin limitaciones mentales.
Una vez abierto y despejado nuestro espacio mental y racional, Dios nos
exige una conducta moral donde los valores de bondad, justicia y amor nos
distingan, pues esos son sus atributos.
Dios, como Padre de la Creación, solo busca lo bueno para sus hijos, no
desea que vayamos a la deriva. Para Él no tiene sentido crear un mundo
caótico sin orden, ley, amor y justicia.
Puesto que las generaciones primeras iban al declive por falta de hilo
conductor, creará a un pueblo, que ejercerá y difundirá Sus atributos: el
pueblo de Israel, que tendrá la misión de reconducir la historia de la
humanidad hasta su retorno al estado inicial de perfección en que fue
concebido.
Nos encontramos así pues, ante un Dios universal de Amor y Verdad que
busca lo mejor para toda la especie humana.
Abraham
La elección de Abraham como padre de la nueva nación no fue casual.
Abraham reunía todos los requisitos para ser elegido patriarca de Israel. Le
adornaban todas las virtudes que Dios requería.
Su elección no fue, pues, arbitraria. Sus méritos le avalaban. Su fe absoluta e
incondicional en Dios, su sentido de la hospitalidad, su amor al prójimo y su
defensa de la justicia le distinguían. De él y de su descendencia dependerán el
éxito de la empresa divina.
¿No supone la elección una discriminación?, insisten muchos.
Si reflexionamos sobre los fracasos de la Humanidad, coincidiremos en que
la elección se justifica. El Médico intentó curar a Babel mas Babel no se
repuso; Adán y sus descendientes fracasaron una y otra vez. Un segundo
intento fracasó con Noé y sus hijos.
La Humanidad ya no encontraría remedio a sus males y quedaba rota y
desunida. Solo un pueblo consagrado a Dios y que siguiera sus leyes divinas
a través de los tiempos podría salvarla. Esta misión, insistimos, recaerá en los
descendientes de Abraham cuyos méritos fueron notorios.
Un maestro de escuela, buscando un burdo ejemplo, elegirá al alumno que
mejor pinte para hacer un decorado, y al alumno que mejor corra lo elegirá
para representar a su colegio en una carrera deportiva. Todos los alumnos
justificarían la elección del profesor y no verían discriminación alguna en
ello.
El mandato encomendado a los descendientes de Abraham es claro y preciso.
Dice el Génesis que, si Dios distinguió a Abraham, es para que "ordene a sus
hijos y a su Casa después de él, para que guarden el camino del Eterno,
practicando la virtud y la justicia para que Yo cumpla con Abraham lo que
dije acerca de él" (Génesis 19).
La misión de Israel conlleva una distinción y una carga a la vez. Esta misión
constituye la razón de ser de Israel y es el origen de su grandeza y de su
servidumbre.
Además, no podrá eludir su destino, pues de él depende el resultado final, que
es en provecho de toda la humanidad y no solo del pueblo de Israel. Toda la
humanidad está en juego.
Israel es solo una nación entre las naciones, con una particularidad: tiene un
mandato que cumplir, un sacerdocio.
No hay otro camino. Israel deberá ser la luz de las naciones. Es decir, con su
conducta, Israel deberá enseñar a los demás las reglas y conductas que nos
acerquen a una alta espiritualidad y a los valores morales, unificándonos a
todos en una gran familia en la que el humanismo eliminará las divisiones y
confrontaciones entre naciones y el conocimiento de Dios cubrirá toda la
tierra para que quedemos unidos bajo Su unidad y Su espiritualidad.
2. El pacto de Abraham
Abraham, en su momento, aceptó la voluntad divina. La circuncisión fue la
señal del Pacto contraído que el pueblo de Israel deberá guardar en señal de
fidelidad, pacto ratificado posteriormente por los hijos de Israel en el monte
Sinaí, al salir de Egipto.
La Torá

Analicemos ahora las leyes y obligaciones que dicta el Pacto.


¿En qué forma práctica, con qué rituales y manifestaciones diarias y
rutinarias, deberá actuar el pueblo elegido para alcanzar ideales tan altos y
sublimes?
Las obligaciones de la Alianza contraída y aceptada unánimemente por el
pueblo de Israel al pie del monte Sinaí están contenidas en el Libro de los
Libros, la Torá de Moisés, siervo mensajero de Dios.
La Torá es el código o guía de ruta por el cual deberá regirse Israel hasta el
final de los Tiempos, ¡hasta la Redención tan esperada!
Israel debe su existencia a la Torá. Es su razón de ser, su alma. Es por ella y
para ella que existe como pueblo. Solo la Torá justifica su existencia en la
Tierra. Ya no puede escapar a su destino, porque algo más que su existencia
está en juego, a saber, la Humanidad entera que Dios creó.
Como seres humanos, propensos también a la debilidad, podrían pretender
abandonar su misión y asimilarse a los demás pueblos, mas no les permitirá
Dios incumplir la Alianza contraída por las razones ya aducidas.
Dios dispone de sus propios mecanismos correctivos. Algunos, como
persecuciones y dispersión, están explícitamente señalados en la Torá.
Que tampoco piensen las naciones que podrán hacer desaparecer a Su pueblo
de la faz de la Tierra, pues su misión y la Torá que llevan consigo les hacen
ser imperecederos. Así dijo el profeta Samuel: "la eternidad de Israel jamás
será desmentida".
Que Israel forma parte de lo sobrenatural lo demuestra la trayectoria de Israel
y de las naciones hasta el día de hoy. Vemos que, sorprendentemente, el
pueblo judío se mantiene vivo a pesar de milenios de luchas y exilios,
contradiciendo las leyes de la lógica y de la naturaleza, y que todo lo que le
acontece responde al guion anunciado en la Torá.
3. La Torá
La Torá contiene 613 preceptos de los cuales 248 son positivos y 365
negativos.
Conviene recordar que, a partir de Noé, las naciones solo están obligadas a
cumplir siete mandamientos básicos, a saber: abolición de la idolatría y
prohibición de la blasfemia, establecer cortes de justicia, no asesinar, no
mantener una conducta sexual impropia, no robar y no comer carne de un
animal vivo.
Los 613 preceptos que el judío debe cumplir abarcan todas las áreas de la
vida.
Muchas de ellas, relativas al comportamiento social, son comprensibles a la
razón humana y entretejen nuestra conducta con el prójimo. Otras evocan
conmemoraciones históricas, también comprensibles.
Sin embargo, muchas otras escapan a nuestro entendimiento y lógica. Todas
ellas, por ser de carácter divino, deben ser respetadas y cumplidas con
devoción y confianza en la Voluntad del Eterno que las estableció.
El cumplimiento de los preceptos divinos, aunque incontestables, no está
exento de escrutinio por parte del creyente. Bien al contrario, es obligación de
todo judío estudiar la Torá y "meditarla día y noche".
Es más, de todos los mandamientos de la Ley de Moisés, el estudio de la Torá
es el más importante puesto que el estudio es la fuente de todo conocimiento.
Dios nos exige que, como seres racionales, nos dediquemos a la investigación
de toda la existencia y de todos los preceptos.
La forma abstracta de concebir a Dios nos abre las puertas infinitas del
pensamiento humano. Nuestros sabios se preocuparon de desarrollar en
nosotros esta noción clave y esencial que distingue al judaísmo.
Razona Maimónides que, si bien no podemos alcanzar a Dios, debemos
aspirar a conocer parte de su Gloria y Sabiduría, estudiando, además de los
textos sagrados, las matemáticas, la física, la metafísica, la química, la
psicología y todas las ciencias existentes que nos acerquen al Conocimiento
de la maravilla de la Creación divina.
Este gran principio es el que nos llevó, siglo tras siglo, a cotas elevadísimas
de saber, distinguiéndonos en un pueblo culto y sediento siempre de saber.
Constituye uno de las razones de nuestra existencia.
Es importante precisar que la Ley escrita está redactada de forma escueta, a
menudo con vocablos ambivalentes, imprecisos y aparentemente
contradictorios. Precisamente al aceptar el mandamiento en sí como palabra
divina, el debate de la interpretación queda abierto para todas las mentes y
pareceres en una dialéctica y controversia sin fin. Tanto se ha escrito sobre
cada palabra y letra con la reinterpretación en cada época a la luz del saber
alcanzado, que un mar no puede contener tanta exégesis y teorías vertidas.
Cuenta el Talmud que, cierto día, Moisés, desde el Mundo de las Almas,
preguntó al Santo bendito Él: ¿Y qué ha sido de la Torá que traje a los hijos
de Israel? A lo que Dios respondió: "Baja al mundo y ve a la casa de estudio
de Rabí Aquibá y lo sabrás". Bajó Moshé, mil años después, a la casa de
estudio de Rabi Aquiba, y vio a los alumnos enzarzados apasionadamente en
una discusión. Moisés no entendió nada de lo que allí se comentaba sobre su
Torá y quedó alarmado. Interviene un discípulo y pregunta al famoso rabi:
"Rabí, ¿cómo llegas a esa conclusión?" A lo que responde Rabi Aquiba: "Así
viene en la Torá de Moisés!"
¡De esta manera evolucionan las ideas grabadas en una letra inalterable con
savia inagotable!
El judaísmo es progreso… Y por supuesto, en bien de toda la Humanidad.
Israel debe ser "Luz para las Naciones" como nos exige Dios en la Torá: "Esa
es vuestra inteligencia y vuestra sabiduría a los ojos de las naciones". Y solo
se alcanza esta meta siendo judíos auténticos, observantes del mandato divino
y sin cambiar ni un ápice la Letra de la Torá.
El conjunto de los preceptos abarca todos los estados y situaciones que puede
encontrar el ser humano y señala la forma de actuar para cada caso o
circunstancia. Todos ellos están orientados a hacer el bien y a tener a Dios
presente en cada actuación, para alejar al hombre de otros cultos, de la
promiscuidad, la corrupción, la envidia y la maledicencia. El objetivo es, en
definitiva, vencer el instinto del mal que todos llevamos dentro.
No existe otra religión que abarque todas las situaciones humanas en el
ámbito social, el familiar y el laboral.
Por ejemplo, las leyes judías contemplan nuestra relación con los animales.
El Génesis nos señala que Dios dispuso inicialmente que hombres y animales
comieran de la hierba del campo. Dada la concesión posterior de consumir
carne, fijó Dios los animales, aves y peces permitidos al consumo
restringiéndolo así a un reducido grupo y dictando leyes de matanza ritual
con el fin de que el animal sufra lo mínimo posible.
El Judaísmo pone gran énfasis en el trato adecuado a los animales. La
crueldad innecesaria está estrictamente prohibida y, en muchos casos, a los
animales se les concede la misma sensibilidad que a los humanos. Dicen los
sabios judíos: “Quien trata cruelmente a un animal lo será igual con su
prójimo." En Proverbios 10, el rey Salomón escribe: “Un hombre justo
conoce el alma de su animal".
Esta preocupación es poco habitual en el mundo occidental donde no han
existido tradicionalmente códigos que velen por los derechos del reino
animal.

Este espíritu de la Torá, muy brevemente resumido e insuficiente, merecería


el oportuno desarrollo y ampliación. Marcará la identidad de nuestro pueblo,
le imprimirá su sello particular y será la fuente inagotable e indispensable de
nuestra inspiración y destino. En su cuestionamiento permanente nos vamos
renovando y actualizando para hacer de la Torah un mensaje siempre
moderno y actual.
4. Disciplina y autocontrol
Se podría pensar que tantos preceptos, restricciones y obligaciones
transforman al judío en un asceta, aislado y siempre absorbido por la
observancia de la Ley.
El Creador del mundo conoce a la perfección la condición humana, sus
debilidades y limitaciones. No creó al hombre para sufrir en la tierra. En su
bondad infinita, todas sus ordenanzas buscan nuestra felicidad.
Lo que el Judaísmo nos enseña es, ante todo, a conseguir autocontrol en toda
situación; a aprender a discernir, a dominar los impulsos a fin de no profanar
ni dañar a nadie, mediante las sabias enseñanzas transmitidas.
Dios nos pide sumisión a Su ley con alegría y optimismo para que los
impulsos no nos dominen y seamos seres libres capaces de controlar sus
instintos. La alegría es fuente de felicidad y parte de los males que aquejen a
Israel será debida a no practicar un judaísmo con optimismo y alegría. En la
mesa del judío, los manjares y los vinos están para disfrutarlos. Solo se le
exige moderación y bendecir a Dios por todos los bienes que nos procura.
Así pues, el judaísmo no está reñido con el gozo y los placeres. Solo busca
que en todos ellos reinen el equilibrio y el autocontrol para obrar con rectitud
y agradecimiento al Rey del universo. Dios no necesita ni nuestro halago ni
nuestro reconocimiento, pues está por encima de todas las facultades y
sentimientos inherentes al hombre. No obstante, el hecho de recordar Su
Presencia implica que Él es el dador de la Vida y de todos los bienes que
gozamos. Basta reconocer su Nombre Santo para tener siempre presente que
Él es el Padre de toda la Humanidad, lo que en consecuencia, estimula
nuestra conciencia para actuar con espíritu fraternal y justo.
Para que cuerpo y alma puedan convivir en armonía, es importante no anular
ninguno de los dos. Bien al contrario, se trata de encontrar el punto
intermedio que dé espacio a ambos, lo que contribuirá al equilibrio de las
emociones y de los instintos de los judíos. Esto nos fortalecerá para resistir,
como individuos y como pueblo, las presiones internas inherentes en cada ser
humano y nos capacitará para resistir los envites que la historia nos deparará.
Siguiendo con todos los puntos que distinguen al pueblo elegido, hay un
precepto excepcional, una joya para muchos desconocida: el Shabat.
El cese de toda actividad laboral en el 7º día, para consagrarse a la familia, a
la oración, a la buena mesa, a la conversación y pensamiento en familia,
prodigando acercamiento y amor entre padres, hijos, familiares y amigos,
supone todo un privilegio, ¡máxime en nuestros días! Sin televisor, teléfonos
ni whatsapp, sin coche para viajar, ni trabajo que realizar, el sábado es la isla
que todos soñamos tener para aislarnos en el tiempo, reposar la mente,
encontrarnos con nosotros mismos, fortalecer los vínculos amorosos en
familia y disfrutar juntos de un día de placer que Dios nos regaló.

Dos grandes momentos

Disponemos también, de dos grandes momentos de máxima importancia en el


calendario judío: Rosh Hashana y Kipur (el Año Nuevo judío y el Día del
Perdón).
El Año Nuevo judío, si bien consiste en un día de regocijo y buenos deseos,
es a la vez el Día en que Dios juzga a toda la humanidad y dicta el destino de
cada ser viviente para el año siguiente. En consecuencia, es Día de Temor, a
la espera del dictamen del Juez del universo sobre la vida de cada uno de
nosotros. El Judaísmo lo enfoca no obstante con optimismo confiando en Su
benevolencia y clemencia infinitas. El Día en que comparecemos ante el Juez
del Universo se transforma en un día de oración y reflexión, de alegría
contenida, meditación personal y colectiva.
No hay nada más instructivo para el hombre que disponer, una vez al año, de
una ocasión, una oportunidad maravillosa, que le permita recapacitar
seriamente sobre su conducta durante el año transcurrido, reflexionar a nivel
moral sobre sus actos y renovar sus buenos propósitos de enmienda y
superación personal.
En dicho día sagrado, Dios perdona las infracciones con Él cometidas mas no
perdona las faltas que hayamos infringido con el prójimo. Es, por tanto, al
prójimo, y no a Él, a quien debemos solicitar el perdón para así obtenerlo
también de Dios.
Tras los actos solemnes del Año Nuevo, Dios concede un plazo de diez días
de arrepentimiento antes de sellar definitivamente la sentencia establecida,
plazo que concluye en Yom Kipur, Día del Perdón. Se trata del día más
sagrado del calendario. El judío ayuna y reza durante 24 horas. Es el último
día del plazo otorgado para rogar y pedir la absolución de todas nuestras
faltas y pecados.
Que el hombre disponga ritualmente de días de reflexión y arrepentimiento
semejantes, una vez al año, constituye otro avance moral para el
perfeccionamiento del hombre y beneficia a toda la sociedad.
Es importante saber que toda prohibición, todo precepto, por más valioso que
sea, debe ser invalidado si la vida de un individuo está en peligro. Las leyes
judías están para que el hombre viva feliz. No hay bien más preciado que la
vida y debemos velar por conservarla por encima de toda circunstancia y
consideración. ¡El Dios Vivo y Existente así nos lo exige!
El judío, conocedor del valor profundo de los valores que encierran estos
grandes momentos, sale fortalecido de su creencia y se siente distinguido por
el Creador. No es de extrañar, así pués, que sintiéndose perseguido y
humillado continuamente, se sienta firme en su fe y orgulloso de su destino.
5. Valor supremo de la humildad

Hago énfasis en que los preceptos de la Torá, desarrollados posteriormente en


la Mishná (Ley oral) y en el Talmud, abarcan todos los ámbitos de la vida
humana en cualquier circunstancia, tiempo y lugar, incluso en los aspectos
más insospechados. La normativa judía incluye asimismo, todos los ámbitos
de medio ambiente y sostenibilidad.
Todo ello hace que el judío practicante tenga siempre presente a Dios, al que
bendice por sus cuidados. Vemos un ejemplo peculiar en el premio Nobel de
Literatura, Shay Agnon, de bendita memoria, quien, al recibir el premio
Nobel de literatura, lo primero que hizo fue bendecir a Dios por haberle
permitido, en aquel momento de la ceremonia, ver a un rey de carne y hueso.
Bendecimos a Dios antes de beber un vaso de agua, al atravesar un río, al
estrenar una camisa, al oír truenos y relámpagos, etc. Reconocemos en cada
acto que todo Le pertenece, que vivimos de sus dones y que toda la Creación
está bajo su control. Nos doblegamos así ante Su Poder y Su Voluntad.
De este modo, le agradecemos todo lo que de Él recibimos y nos
reconfortamos en el Amor que nos prodiga. Nuestra insignificancia
manifiesta, nos hace ser más humildes y por ende, más humanos.
Las leyes que guían la vida rutinaria del judío practicante lo envuelven en una
continua comunión con Dios. Al depositar su fe en Él, el creyente se siente
fuerte y confiado porque sabe con certeza que todos Sus mandatos buscan
nuestra felicidad.
Esta fortaleza le proporciona optimismo y seguridad. A Él se encomendará y
solo de Él esperará.
Su fe no le apartará jamás de sus obligaciones familiares, laborables y
sociales. El mundo judío es un mundo de acción. Es precisamente en los
quehaceres diarios cuando deberá proyectar todas las virtudes y enseñanzas
que se desprenden del estudio y de las prácticas rituales.

El sistema de estudio tan absorbente, controvertido, dialéctico y al mismo


tiempo con total libertad de expresión, unido a la confianza puesta en Dios y
en su Ley, hacen que los logros del pueblo judío sean sorprendentes en todas
las áreas de la actividad humana y explican parte de su éxito en el seno de las
naciones.
El pueblo elegido, sumido en las leyes de su Tradición ancestral, deambula a
través de la Historia, desprendiendo su aroma de valores y revoluciones
sociales, en espera de que su Luz alcance a toda la Humanidad y la acerque al
reconocimiento del Dios Único, Dios de todos.

En este cometido, la familia juega un papel fundamental. La familia es el


núcleo social inicial. De su éxito dependerá el de la sociedad en general. Las
leyes de pureza y la prohibición de la promiscuidad sexual proveen a la
familia de dignidad y control, con el fin de dar un sentido espiritual a sus
componentes.
Tanto se valora la función de la mujer en la familia judía que ésta queda
exenta de todos los preceptos sujetos a días y horas. Su sensibilidad y sus
preocupaciones están por encima de toda obligación de horario fijo. Su
intuición es altamente valorada.
Recordemos que Dios interviene ante Abraham para pedirle que “oiga la voz
de Sarah, tu mujer". Por su parte, el Talmud advierte del respeto y el honor a
la esposa señalando que "Dios cuenta las lágrimas de la mujer".
La pureza del pueblo comienza por la pureza de la familia.
Israel, al observar las leyes para las cuales fue creado, se transforma así en un
pueblo sagrado al servicio de Dios y de la humanidad.
Referirse a Israel como pueblo sagrado no implica en ningún modo que el
judío en sí sea sagrado. Es el conjunto del pueblo, como portador de la Torá,
quien es sagrado. El desempeño de su función, expandiendo la Luz del
Creador, es lo que confiere santidad al pueblo de Israel.
6. Exégesis judía

Decíamos al comienzo que Israel es algo más que una religión.


Es también una visión del mundo, una filosofía de vida, una historia peculiar
donde el protagonista es Dios y nosotros su pueblo sirviente, y también una
lengua sagrada, la lengua de los Textos sagrados.
No sabemos por qué razón eligió Dios este punto tan conflictivo del Medio
Oriente "como herencia para los hijos de Abraham, Isaac y Jacob". Pero
creemos en sus decisiones.
La Tradición cuenta que en la Tierra Prometida se originó la Creación del
mundo; que en la Tierra de Israel se formó el primer Hombre; que en
Jerusalén, en el Monte Moriah, tuvo lugar el sacrificio de Isaac, razón por la
cual se establecieron allí los Templos de Israel.
Jerusalén, epicentro de la historia mundial, es capital eterna de Israel, desde
hace más de 3000 años.
Algo especial envuelve a Jerusalén y a toda la tierra de Israel que no sabemos
definir y que mora en los secretos inalcanzables de Dios.
Observemos como, hasta el día de hoy, Jerusalén está en el punto de mira de
las naciones, especialmente de las religiones monoteístas que la codician. Se
trata del punto conflictivo más ardiente en la actualidad, capaz de originar un
enfrentamiento de las religiones y de las naciones.
Es curioso observar que ninguna religión hizo de Jerusalén, su centro
mundial o su capital mientras los judíos, expulsados de su tierra, erraron entre
las naciones durante 2000 años. Tierra Santa quedó desierta y casi
deshabitada, como lo testimonian célebres viajeros que la visitaron en los
últimos siglos.
“No hay ni una sola aldea solitaria a través de toda la extensión del Valle de
Jezreel en Galilea, no por treinta millas en cualquier dirección…
Uno puede recorrer diez millas en la región sin ver un alma viva.
Para experimentar el tipo de soledad que causa tristeza, ven a Galilea…
Nazareth es abandono…Jericó yace en desolada ruina…Bethlehem y
Betania, en su pobreza y humillación…desposeídas de toda criatura
viviente…Una región desolada cuyo suelo es rico, pero completamente
despojado de todo…una expansión silenciosa, lúgubre…una desolación…
Nunca vimos un ser humano en todo el recorrido…Difícilmente se ve un
árbol o un arbusto en algún lado. Incluso el olivo y el cactus, aquello amigos
del suelo árido e indigno, han desertado…Palestina yace en silicio y
cenizas…desolada y desamorada…”
MARK TWAIN, “The Innocents
Abroad”, 1867

“La tierra en Palestina carece de gente que pueda cultivar su suelo”


THOMAS SHAW, arqueólogo británico de mediados
del XVIII

Irónicamente, ahora que el pueblo de Israel, que durante milenios oró y soñó
con volver a Jerusalén y a su Tierra prometida, resurge radiante en la tierra de
la cual fue expulsado, precisamente ahora, todos la desean y se enfrentan a
nosotros para descalificarnos y expropiarnos de ella.
El pueblo de la Torá necesita, como todo pueblo, una tierra propia para
desarrollar su cultura, sus tradiciones y su lengua.
El hebreo es la lengua santa porque en ella se redactó la Palabra de Dios y
porque gran parte de su significado solo se comprende en la versión original,
que se apresta a muchas interpretaciones y numerologías cabalísticas.
El lector entenderá que todo lo expuesto es solo una pincelada de la exégesis
judía. La intención aquí es disponer de una visión global que permita enfocar
el presente a la luz de sus orígenes y motivaciones.
7. La misión de Israel

Toda la normativa judía y su exégesis, tanto la Mishná y el Talmud como


tratados posteriores, están regidas por el hilo conductor que define la misión
de Israel. La meta de reconducir a la Humanidad al reconocimiento de un
Dios Único aparece constantemente como telón de fondo.
Israel vivirá retraído en sus tradiciones pero precisamente de su particularidad
brotará el mensaje universal.
La Torá ya nos señala que seremos el pueblo menos numeroso. El Éxodo nos
define como "un pueblo que morará en solitario y no será considerado entre
las naciones". La misión de Israel, nos anticipa la Ley de Moisés, no será ni
comprendida ni aceptada. Bien al contrario, será discutida, rechazada y
combatida. La autodefinición de "pueblo elegido" nos hará odiosos a los ojos
de los demás al ser interpretada como discriminatoria y pretenciosa... Aunque
las verdaderas razones de aversión al Judaísmo y a los judíos, las
analizaremos más adelante.
Tres festividades judías definen la trayectoria de la Humanidad. Son las tres
fiestas de Peregrinación al Templo de Jerusalén: Pesah, Shavuot y Sucot
(Pascua, Pentecostés y las Cabañas). Las tres van ligadas y marcan el
calendario de la Historia Universal.
La Pascua judía conmemora la salida de Egipto que supuso la libertad de los
Hijos de Israel tras siglos como esclavos de los Faraones.
Así nace Israel, como pueblo, y mora durante 40 años en el desierto. Nace
una nación que no funda sus raíces en reyes y héroes, como las demás, sino
que pregona su esclavitud y padecimientos. Sin embargo, son descendientes
de Abraham, Isaac y Jacob, a quien Dios encomendó su propósito de
salvación universal.
La libertad da al hombre todos los poderes para actuar. Sin libertad no hay
acción, ni se pueden desarrollar ideas y pensamientos. La libertad constituye
el punto de partida, el comienzo del camino.
Israel da sus primeros pasos en libertad, gran motivo de recordación y
regocijo. El pueblo lo celebrará históricamente acudiendo en peregrinación al
centro del mundo: El Templo de Jerusalén.
Al judío no le bastará recordarlo. Lo vivenciará en la medida de lo posible:
comerá pan ácimo durante siete días, comerá hierbas amargas, cantará
alrededor de la mesa pascual junto a toda su familia el relato histórico y
agradecerá a Dios por tantos milagros acaecidos.
Pero un pueblo libre necesita leyes que rijan su destino. De nada vale la
libertad sin sentido.
De nuevo interviene Dios. Congrega a todo el pueblo alrededor del monte
Sinaí y proclama los Diez Mandamientos, fundamento del Judaísmo.
Unánimes, los hijos de Israel aceptan cumplirlos. La Torá puntualiza que esta
alianza compromete "a los aquí presentes y a aquellos que no están presentes
hoy aquí" en una franca alusión a todas las generaciones judías en el futuro.
La entrega de la Torá es la segunda fiesta de peregrinación, llamada Shavuot.
Supone subir un escalón más.
Tendrá repercusión, con el tiempo, en los valores que marcarán las leyes y la
cultura de las otras naciones. Se reflejará esencialmente en el cristianismo y
en el islam, eternas rivales del judaísmo. Esta influencia representa un
acercamiento a la meta deseada y constituye, en definitiva, un aporte
fundamental del judaísmo y de la Torá de Moisés a toda la humanidad.
Nos hallamos en la actualidad en esta segunda fase de la historia universal
pero la aspiración de Unidad de todos los seres sin distinción, está aún lejos y
difícil de alcanzar. Seguimos viviendo en guerras, injusticias, rivalidades
religiosas y discriminaciones continuas. La humanidad se encuentra todavía
muy lejos de alcanzar el sueño de la hermandad bajo la égida de un Dios
Único, de amor y bendición.
Sukot, la fiesta de las Cabañas, enlaza con las anteriores anunciando que si
bien hemos llegado a la etapa del Decálogo, aún estamos lejos de la meta
final en el que "la tierra se llenara del conocimiento del Eterno como las
aguas que cubren los mares“ y los hombres vivirán entonces en armonía y
justicia.
Las cabañas, sencillas, modestas, iguales todas, nos señalan la tercera y
última etapa de igualdad, equilibrio social y espiritualidad, cuya consecución
encomendó Dios a Israel, su pueblo elegido.
Para alcanzar este objetivo, el judaísmo, a diferencia del Cristianismo y del
Islam, no hace proselitismo. Pide, en palabras del profeta, "que cada cual siga
a su dios y nosotros caminaremos detrás del Eterno nuestro Dios”. Israel no
rivaliza. Su labor consiste en cumplir con las leyes de la Torá, motivo único
de su existencia. De su imagen auténtica y entregada a su Creador, surtirá el
elixir de hermandad que nos debe aunar en fe y fraternidad.
8. La bendición de Dios a Abraham y su
descendencia

Y dijo Dios a Abraham: “Vete de tu tierra, de tu patria y de la casa de tus


padres a la tierra que Yo te indicaré. Y haré de ti una gran nación, te
bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición. Y bendeciré a quienes
te bendigan y a quien te maldiga maldeciré. Y serán benditas en ti todas las
familias de la tierra".
Aquí, en el capítulo 12 del Génesis, arranca la vida de Abraham y la gloriosa
historia de Israel.
Los 11 capítulos anteriores narran la historia de la humanidad en general
hasta su derrumbe moral. Abraham, por todos sus méritos, será la elección de
Dios para reconducir a la humanidad a su punto original de espiritualidad.
Abraham engendró a Ismael, padre del mundo musulmán y de Isaac nacerá
Esaú, padre de Edom, identificado con Roma y el mundo cristiano. Ismael
recibe la promesa divina de poseer tierras fértiles y pozos. En cuanto a Esaú,
será bendecido por Isaac con la siguiente aseveración: "Con tu espada
vivirás", aludiendo así al Imperio Romano, que luchará y conquistará tierras.
En todo caso, independientemente de sus características como pueblos,
ambos fueron bendecidos como descendientes que son de Abraham.
En cuanto a Jacob y las tribus de Israel, gozarán siempre de la particular
protección divina. Serán indestructibles mientras obedezcan las leyes de la
Torá, mas si el pueblo se aleja del Dios Único que los formó y rinden culto a
dioses ajenos, entonces el Eterno se ensañará con su pueblo y será escarnio
entre las naciones, que los afligirán y perseguirán sin cesar.
El Deuteronomio relata una amplia relación de maldiciones que acaecerían a
su pueblo por no servir al Eterno con alegría y por servir a dioses extraños.
Pero el Eterno, Dios de Israel, siempre tendrá piedad de su pueblo y nunca
permitirá su exterminio. Siempre recordará los méritos de nuestros patriarcas,
Abraham, Isaac y Jacob, y la promesa que les hizo de proteger a su
descendencia, portadora del mensaje divino.
9. Los hijos de Israel en la Tierra Prometida

Una vez ya establecidos en su tierra, los israelitas exigieron tener un rey al


igual que las demás naciones. Esto desagradó enormemente a Dios, quien en
un acto de condescendencia accedió al deseo del pueblo, no sin antes
advertirles de la carga y la servidumbre que supondría la monarquía.
Saúl fue el primer rey elegido. Tras él, el rey David reinó durante siete años
en Hebrón y treinta y tres años en Jerusalén, convirtiéndola en la capital de
las doce tribus de Israel, hace ya más de 3000 años. Le sucedió su hijo
Salomón quien tuvo el privilegio de construir el Templo al Dios de Israel,
abierto además a todas las naciones del mundo.
Tras su muerte, la discordia y las luchas internas dividieron las tribus en dos
estados, Israel y Judea. Los reyes de Israel sirvieron a dioses ajenos y se
apartaron de los estatutos de la Ley, por lo que Dios no los protegió y los
entregó a manos de los Asirios quienes conquistaron su reino y dispersaron a
las diez tribus de Israel entre las diferentes comarcas de su dominio, con el
fin de diluirlos entre los pueblos. Era el año 722 antes de la era común. Éstas
son las llamadas diez tribus de Israel desaparecidas cuyos rastros aún se
buscan en la actualidad.
El Reino de Judea, compuesto de las tribus de Judea y de Benjamín, se
mantuvo independiente hasta el año 586 antes de la era común, cuando
Nabucodonosor lo conquistó, destruyó el Templo de Salomón y exilió a los
judíos a Babilonia.
Aquí aparece la primera gran tragedia de los hijos de Israel, que vieron
derrumbarse el Templo sagrado y a Jerusalén en ruinas.
Tampoco en este caso gozaron de la protección divina. El pecado y los cultos
ajenos se habían extendido por todo el reino. La desunión imperaba y Dios
ejecutó el pacto contraído con su pueblo castigándolo tal como estaba
previsto en las Escrituras.
70 años después, gracias al decreto del rey Ciro de Persia, los exiliados judíos
pudieron regresar y reconstruir el segundo Templo en el mismo
emplazamiento.
El Reino de Judea sufrió el dominio de los Asirios helenistas, conoció un
breve lapso de independencia con la dinastía de los macabeos y cayó
finalmente bajo dominio romano hasta su desaparición, culminada por Tito
con la destrucción del segundo Templo en el año 70 de la era común. De sus
vestigios solo quedan actualmente ruinas y el Muro Occidental que lo
protegía. Este muro, el Kotel, se ha convertido en el lugar de peregrinación
por excelencia de los judíos de todo el mundo. A esa dirección oramos tres
veces al días rogando al Altísimo la pronta reconstrucción del Templo.
Esta vez el exilio duraría 2000 años, hasta que Dios, viendo el padecimiento
de su pueblo, se apiadó de él, conforme a su promesa de nunca abandonarnos,
y permitió la creación del Estado de Israel que volvió a acoger a sus hijos
dispersos en los confines de la tierra.
Los sabios del Talmud aseveran que el odio gratuito fue la causa principal de
la caída de Jerusalén y del segundo Templo, lo que confirma la importancia
primordial de la moral y la ética en el pensamiento judío.
Se equivoca quien piense que tras la expulsión finalizó la presencia judía en
Tierra Santa. De hecho, siempre se mantuvo. El exilio abarcó a la gran
mayoría de judíos pero una extensa población permaneció en el país.
En el año 73 tuvo lugar la revuelta judía de Masada, en un intento de
independizarse de los romanos, pero resultó un fracasó.
Otro intento fallido de rebelión se produjo en el año 132. En esta ocasión
cayeron Bar Kojbá y los 24 000 discípulos de Rabí Aquiba.
La consistente presencia de los judíos en la Tierra de Israel queda patente en
el hecho de que las obras literarias y religiosas más importantes del judaísmo
fueron redactadas en fechas posteriores a la destrucción del segundo Templo,
tales como la Mishná o Ley Oral, recopilada en el año 200 de la era común,
el Talmud de Jerusalén, en el año 400, así como otras obras posteriores de
pensamiento y de Cábala. Fueron numerosas las Yeshivot (academias
talmúdicas) que se mantuvieron en Tierra Santa.
La Judea conquistada pasó a denominarse desde entonces Palestina, por el
deseo de los romanos de que Judea pasara al olvido para siempre. Jerusalén
pasó a llamarse Aelia Capitalina. Como sabemos, la intención de Roma no
prosperó.
La nostalgia y el amor a la Tierra de Israel quedaron grabados en los
corazones de los judíos hasta su retorno al suelo patrio.
Los judíos llevaron y llevan a Jerusalén bien anclados en sus corazones,
orando en su dirección tres veces al día, ayunando el día de la destrucción de
su Templo, recordándola incluso en los momentos de mayor felicidad,
rompiendo una copa y exclamando: "Si te olvido, oh Jerusalén, que mi diestra
me olvide, que mi lengua se pegue al paladar, si no te recuerdo y si no pongo
a Jerusalén por encima de todas mis alegrías".
Los sabios de Israel supieron crear un código de leyes, costumbres y
conmemoraciones para que los judíos portaran la tierra de Israel, Jerusalén y
el Templo sagrado, como un hecho vivo.
Así consiguió el pueblo judío sobrevivir dos milenios en el exilio sin perder
su identidad, conservando y practicando las leyes de Moisés, con el sueño y
la esperanza de recuperar lo suyo, su casa, en la tierra Prometida.
10. Diversidad de pueblo

Hablamos todo el tiempo de los hijos de Israel, de los judíos, pero debemos
entender claramente que judíos y judaísmo son cuerpo y espíritu, seres
humanos y doctrina religiosa. La Torá o Ley de Moisés es santa. El pueblo
que la porta y le sirve de vehículo a través de los siglos hasta la llegada del
Redentor es, en consecuencia, pueblo santo. En su conjunto, Israel es pueblo
santo que gozará de la protección divina, no por su valor intrínseco sino por
ser el detentor del mensaje divino.
Individualmente, sin embargo, el judío no es un ser santo. Tiene el valor que
cada uno y uno de ellos merece, según sus méritos, sus acciones y fidelidad a
su credo. No tienen fisionomía distintiva.
Los hay buenos y malos, ricos y pobres, amables y antipáticos, generosos y
avaros, coléricos y serenos… como en cada pueblo y en cada familia. Les
distinguirá su forma de vida marcada por la historia de su pueblo y su
obediencia a las leyes de la Torá. En su derecho de libre elección, muchos
observan parcialmente sus tradiciones, otros se alejan y se asimilan, algunos
son agnósticos o ateos y muchos otros siguen fielmente el Pacto de Dios.
Lo cierto es que de una forma u otra los judíos han conseguido mantenerse
unidos como pueblo y han logrado continuar, sin resquebrajarse, el
compromiso contraído en el monte Sinaí manteniendo así en vigor el Pacto
establecido con Abraham.
Quisiera hacer hincapié en la importancia que el judaísmo concede al estudio
de la Torá y de todas las ciencias como valor primordial. Este estudio
constante está impregnado de un espíritu crítico y abierto que alimenta de
nuevo todo el proceso.
Los rabinos supieron estimular la sed del estudio que define a nuestro pueblo.
Y los judíos, como colectivo, aprendieron a valorar el tesoro que poseían.
Esto, unido a la práctica de hábitos y normas para cada situación y momento,
cobijó al pueblo judío en una fortaleza ficticia: los judíos parecían vivir como
si en su tierra santa se hallaran y a sus profetas oyeran.
No solo resistieron a todas las adversidades sino que en los dos milenios de
exilo, la creación literaria, filosófica, cabalística y poética fue prolífera, a
pesar de las persecuciones y limitaciones sufridas. Tanto en Babilonia como
en España y, posteriormente en Europa del Este y central, se levantaron
colosos del pensamiento judío tales como Saadia Gaón en Babilonia,
Maimónides, Najmánides, Yehuda Haleví, Salomón Ibn Gabirol, Ibn Ezra, en
España, Rashi, en Francia, el Maharal de Praga, entre centenares de otros
grandes rabinos y pensadores que abarcan toda la Diáspora.
Debemos recordar aquí a los sabios de Safed, la escuela cabalística en la
tierra de Israel que fundaron los cabalistas españoles expulsados en 1492,
José Caro y Salomón Alqabetz, autor de Lejá Dodí, junto a cabalistas de
mayor renombre tales como Hayim Vidal, Moshé Cordovero y el pensador
más profundo del misticismo judío, Isaac Luria ( Arizal). ¡Ya en 1600
contaba Safed, en la alta Galilea, con 21 sinagogas y 18 escuelas rabínicas!
También a partir del Renacimiento y hasta la actualidad, el mundo laico en
Europa conoció a innumerables sabios, filósofos, matemáticos y científicos
judíos que promovieron y enriquecieron la cultura y la ciencia, contribuyendo
al progreso del mundo con su valiosa aportación. ¡Ésta es al fin y al cabo su
misión histórica!
Así pues, judíos observantes y judíos laicos vinculados a los conocimientos
de la ley de Moisés, no sólo lograron sobrevivir como pueblo y conservar su
patrimonio sino que además supieron iluminar a una sociedad que les era
hostil. La Luz de Israel irradiaba: ¡Israel proseguía su misión!
11. Nace el cristianismo, que se autodenomina
Nuevo Israel

A pesar de un sinfín de calamidades, persecuciones, muertes y sufrimiento,


los judíos lograron sobrevivir en la historia universal.
Muchas son las razones que se aducen para justificar o entender los motivos
de su trágico destino.
Ya en la época de los griegos, anterior al Cristianismo, fueron objeto de
burlas y ofensas, debido principalmente a su diferencia con respecto a los
demás. No gusta lo diferente y menos aún en una sociedad pagana
acostumbrada a rendir culto a sus dioses y donde el pensamiento judío era
inconcebible.
Que los judíos no mostraran a su dios era para los helenos motivo de burla.
Argumentaban que los judíos se avergonzaban de su dios y creaban
espectáculos donde representaban al dios de Israel en forma de cabeza de
burro o de elefante. No se concebía un Dios abstracto. Su desprecio
desembocaba a menudo en persecuciones.
Pero el odio a los judíos alcanzó una virulencia sin precedentes en la historia
con el comienzo del cristianismo y la muerte de Jesús de Nazaret. En el siglo
I, los judíos, dominados y oprimidos por los romanos, pusieron su esperanza,
como siempre, en la llegada del Mesías siempre esperado que los liberaría del
yugo romano.
Parte de la población pensó que, posiblemente, Jesús, quien según los
Evangelios denunciaba la corrupción de su sociedad, pudiera ser el salvador
de Israel. No tuvieron que ser numerosos sus seguidores ya que el
contemporáneo e incontestable historiador por excelencia de aquella época,
por nadie contestado, Flavio Josefo, en sus volúmenes de historia de la lucha
de los romanos contra los judíos, en ningún momento señaló la existencia y
predicación de Jesús, lo que incomodó al mundo cristiano que lo disimuló
con una falsa y escueta mención a Jesús en su versión posterior al árabe de la
obra de Flavio Josefo.
Que hubiera judíos que siguieran presuntamente a Jesús era comprensible y
normal. ¿Por qué no? ¿Quién sabe? Pero cuando el pretendido Mesías muere
y la salvación no llega con él, esto se considera motivo, según las escrituras
judías, para aseverar que fue una falsa alarma. El mesías verdadero representa
la salvación de Israel y de la humanidad. Tras la vida de Jesús, el mundo
siguió padeciendo y los judíos continuaron subyugados a Roma. Señal
evidente de que no fue el Redentor esperado.
Por su parte, los romanos sí tenían razones, y muchas, para crucificarle. No
olvidemos que el pueblo judío considera al esperado Mesías rey y libertador
de los hijos de Israel. Los romanos, únicamente preocupados por el concepto
de Rey de Israel y no por sus populares ideas, no estaban dispuestos a
permitir el fenómeno. Jesús, en todo caso, representó, como otros patriotas de
su generación, una amenaza al poder establecido.
La crucifixión de judíos por insumisión por parte de los romanos en dicha
época era continua.
No era la única vez que en nuestro pueblo aparecía un falso mesías.
Siempre los hubo y se esfumaba la esperanza de sus seguidores al no
realizarse su profecía. Jesús hubiera aparecido, quizás, en la historia de
nuestro pueblo, quizás, como un pensador judío que cayó en manos de los
romanos o posiblemente mas, como un revolucionario o patriota mas de
nuestro pueblo, crucificado como muchos miles más de judíos.
Pero algunos de sus seguidores y muy particularmente Pablo de Tarso se
ocuparon de cambiar la historia y utilizo la figura de su maestro situándole
como fundador de una nueva religión, la cristiana.
Se hubiera diluido en el tiempo el cristianismo a no ser por las nuevas
doctrinas del rabino Pablo de Tarso, verdadero fundador de la nueva fe.
Inicialmente, promovía en Roma la conversión al judaísmo. Vio cómo la
normativa judía ralentizaba el proceso de conversión.
Contemplaba como los esclavos romanos se sentían atraídos por el judaísmo
que proclamaba libertad e igualdad. Le llamó la atención el hecho de que las
mujeres acudían en mayor número a la sinagoga que los hombres para
convertirse al judaísmo y entendió que la circuncisión y otras leyes mosaicas
era un impedimento para la conversión. Decidió "hacer rebajas "en el
judaísmo.
Suprimió la circuncisión y las leyes alimenticias pretextando que lo impuro
no es lo que se ingiere sino lo que se habla. Basó la abolición de leyes
esenciales en nombre de Jesús que, en sus palabras, había llegado al mundo
para traer una nueva ley, el Cristianismo.
A esta nueva creencia, basada en el judaísmo, sin normativa ni exigencias,
centrado y basado en la vida y muerte de Jesús, Pablo de Tarso consiguió
convertir a muchos miles de romanos a la nueva fe.
Cerca estuvo de diluirse la nueva religión pero la llegada del emperador
Constantino en el siglo 4 dio un giro radical a su destino. Convertido al
cristianismo, Constantino impuso el cristianismo como religión de estado.
Los cristianos pasaron a ser una gran mayoría que dominaría todo el Imperio.
Bien situados en el poder, los cristianos se esmeraron en tomar represalias
inmediatas contra los judíos, sus rivales directos que lo desmentían y
buscaron a desmarcarse de ellos.
No podía ser que una nueva fe, a pesar de las modificaciones habidas, fuese
tan parecida al judaísmo ancestral. Había necesidad de realizar cambios
rotundos para tener credibilidad en el mundo.
De ello, se ocuparon los primeros concilios del Vaticano. La Pascua judía que
festeja la salida de Egipto tomó otro significado. La bendición del vino
simbolizaría en adelante la sangre de Jesús y el pan ácimo, el cuerpo sufriente
de Jesús.
Se anularon las leyes sabáticas y el día de descanso pasó al domingo.
Y solo fue a finales del siglo 4 que el Concilio de Nicea, ahondando mas las
diferencias, elevó a Jesús a la divinidad con lo que la ruptura con el judaísmo
se hizo total.
Serán los judíos, quienes, al comienzo oraban con los primeros cristianos en
las mismas sinagogas, donde solo el concepto de Jesús mesías les dividía,
serán ellos quienes de forma rotunda rompan los lazos con los cristianos, ante
la imposibilidad de aceptar el concepto de divinidad en un ser humano, idea
radicalmente opuesta e inconcebible en nuestra Ley.
Cualquier acercamiento a ellos resultaría ya, una profanación.
A partir de entonces y durante siglo la Iglesia Católica y los católicos se
dedicaran a perseguir a los judíos de forma furibunda y despiadada.
Su combate será feroz pues se trata para ellos de asentar una nueva doctrina
contestada por los judíos.
El Catolicismo se proclama como la continuidad del pueblo judío que
prosigue su camino en la nueva vía pretendida de Jesús. Se auto proclama
hasta nuestros días el Nuevo Israel. La línea de Abraham prosigue, a su
criterio, por el sendero de Jesús. Conviene para tal menester y credibilidad,
relegar al judaísmo de siempre a una creencia obsoleta y caduca, en
decadencia. Para ello se hizo necesario combatir el judaísmo pujante en las
comunidades de Europa donde llegaron exiliados.
La persecución y exterminio parcial de judíos se justificará con la alegación
de que los judíos mataron a Jesús, a su dios.
Acusación de deicidio que presidirá la conducta de la iglesia que se encargará
de enardecer las poblaciones instigando al odio y a la discriminación.
Nunca querrá la Iglesia la aniquilación total de los judíos. Y no hará ni por
piedad ni por bondad! Pretendió reducirlos a un pequeño número distribuido
en las comunidades de Europa, pobre y doblegado para así dar testimonio de
la veracidad del Nuevo Israel ante el residual viejo Israel, reducido al castigo
pobreza, por haber matado a su dios, Jesús.
Es el comienzo de una sistemática persecución y exterminio de los judíos que
caló plenamente en la literatura Europa. Se difundió a través de los altares de
las iglesias y creó toda la aversión y antisemitismo que aún hoy prosigue con
virulencia.
12. Antisemitismo cristiano, sus leyes y
persecuciones

Las condiciones de vida de los judíos, para colmo, se vieron agravadas por
las leyes laborales que limitaban, tanto la movilidad de los judíos como el
ejercicio de ciertas actividades y profesiones. Viviendo en una sociedad de
régimen rural, les estaba prohibido adquirir tierras y dedicarse a labores
agrícolas de toda índole. En muchos lugares, solo se les permitió ejercer de
prestamistas, tarea prohibida a los cristianos, sin considerar que precisamente
la usura está prohibida en el Judaísmo. Este factor exacerbaba, aún más la
animosidad de los cristianos que se veían obligados a pagar altos intereses a
los judíos.
Algunos Papas les exigieron, además, llevar vestimenta distintiva y el porte
en ocasiones, de gorros o sombreros con dos cuernos en sus puntas para
ridiculizarlos y señalarlos como hijos del diablo. Toda convivencia con los
judíos, tales como compartir mesa y comida con ellos, quedaba prohibida.
El judío, que ante todo es un ser humano, se vio impedido de establecer
amistad, comunicar y fraternizar.
Los mitos y los prejuicios eran sus señas de presentación. La obsesión por
convertirlos, incluso de forma forzada, era la meta anhelada. Denigrarlos,
rebajarlos y rebatir constantemente su doctrina para desalentarlos y
convencerlos de su error era conducta habitual. Una de las más claras
muestras de esta política religiosa la encontramos en la célebre Disputa de
Barcelona donde, ante la curia y el rey Jaime 1, Moisés Ben Najmán, hizo
una elocuente y brillante defensa de su fe mosaica. Pero los voceros de la
iglesia, dueños de la información, se encargaron de distorsionar la realidad y
difundir la noticia que Nahmanides no tuvo respuestas a los argumentos de la
curia. Nahmanides se vio obligado, por invitación del rey, a abandonar el
país, trasladándose a Jerusalén, donde fundó una sinagoga.
Los judíos además, fueron los chivos expiatorios de todos los males de la
tierra.
Fueron acusados de envenenar los pozos y traer la Peste a Europa. Muchos
miles de judíos fueron quemados con este pretexto.
Se acusó asimismo a los judíos de matar a niños cristianos y con su sangre
confeccionar el pan ácimo de la Pascua judía.
Ya anteriormente los Cruzados en su camino a Tierra Santa para liberar el
Santo Sepulcro, en manos de los musulmanes, aniquilaron a muchas
comunidades judías de Europa. Fueron expulsados de Inglaterra y luego de
Francia, trasladándose muchos de los refugiados a la Europa del Este.
Incluso en situaciones tan adversas, los judíos instruidos contribuyeron muy
favorablemente al desarrollo de las finanzas y de las ciencias. Algunos nobles
y reyes, conocedores de sus capacidades, los utilizaron para el bienestar de
sus reinos. Ciertos judíos gozaron de ciertos privilegios y mejoras para sus
correligionarios. Pero fueron lapsos de tiempo que no sacaron a los judíos de
su condición de "pueblo pecador y perseguido"
Los judíos conocieron una época dorada en la Edad Media, en España
concretamente, cuando ésta fue dominada por los musulmanes. El Califato de
Abderramán 3, culto y tolerante permitió a los judíos desplegar todas sus
capacidades. Fueron influyentes en todas las ciencias y dio personajes tales
como Maimónides.
Poco duró la alegría y el respiro de los judíos en la España musulmana, los
Almohades, intolerantes, invadieron España poniendo fin a las libertades
halladas, e imponiendo el Islam, lo que obligó a Maimónides a huir a
Marruecos.
Los judíos en los reinos cristianos corrieron la misma suerte que sus
hermanos de Europa. Se agravaría aún más con el establecimiento de la
Inquisición, que en España cobró una virulencia sin igual.
La historia de los judíos de España merece un capítulo especial. Aquí solo
subrayaremos el celo de los Reyes Católicos por la Unidad de una España
católica y su obsesión de convertir a los judíos. La Inquisición brilló
trágicamente por su extrema crueldad y las hogueras donde quemaban a los
judíos. En un " acto de misericordia " el hereje que, bajo tortura, reconocía su
error de judaizar era matado y luego conducido a la hoguera. Aquel que
permanecía fiel a su fe judía y no adjuraba de ella, era quemado vivo.

La mayor desgracia para los judíos aconteció en el año 1391, año de gran
catástrofe! El cura de Écija, Ferrando Martínez inició unas predicaciones
antijudías, incitando a las masas contra los judíos. El populacho airado inició
en Sevilla el saqueo, quema de sinagogas y matanza de judíos. La revuelta se
extendió por toda España con el saqueo y aniquilación de las comunidades
judías que quedaron mermadas. Muchos fueron forzados a convertirse y otros
emigraron a otros países. Este pogromo se inscribe en uno de los episodios
más trágicos y tristes de nuestra historia.

Los judíos fueron expulsados de España en 1492 por los reyes Católicos
poniendo fin a la presencia de los judíos en España.
Los años de oscurantismo medieval llegaban a su fin. Una corriente de aire
fresco de humanismo, comenzó a soplar. ¿Llegaría el aire fresco a los judíos
? ¿Acabaría allí el odio a los judíos ?
¿Dónde estuvo Dios durante tantos siglos de dispersión hasta la Edad Media
? . . Se preguntarán.
Tengamos en cuenta que en muchísimos casos, los judíos intentaron
integrarse pero el rechazo hacia ellos les obligaba a seguir unidos. Conducta
que Dios desaprobó.
Dios estuvo donde prometió estar "si alejaros os alejáis de Mí, yo esconderé
mi Faz de vosotros y seréis entregados a las naciones, y seréis estrago y
escarnio. . . "
Somos el Pueblo elegido, querido por Dios quien asegura, que al final, se
apiadará de sus hijos, los consolara y los reunirá en su tierra. Mas tenemos
una misión que cumplir y Él no permitirá que nos alejemos de ella. Dios
dispone de dispositivos de forma que no podamos desviarnos. No podemos
escapar a nuestro destino, no podemos huir. Si lo intentamos, se ocuparán las
naciones de mantenernos al margen.
Pero que no haya equivoco, Dios utiliza la maldad de las naciones para
devolvernos a nuestra fuente. La tendencia humana del judío a asimilarse y
olvidar su pacto, no puede prosperar.
Quiérase o no, el judío y, lo más importante, el judaísmo arraigado en él
sobrevivirán por ser Palabra Divina. Es el Destino de Israel hasta nuestros
días.
En ningún modo se piense que las naciones cumplen el mandato de Dios. Las
naciones que tanto persiguieron, humillaron y mataron a los judíos a lo largo
de la historia, lo hicieron por otras causas, y serán retribuidas según sus
crueles acciones.
13. El Renacimiento y los judíos
El siglo XVI trastocó la sociedad europea. El descubrimiento de la imprenta
facilitó la publicación de libros y panfletos. El conocimiento se expandió,
dejó de ser el privilegio de las élites y fomentó el interés de saber y de
investigar. Descubren así otras versiones de la Biblia que señalan entre
muchos otros datos, que la virgen no fue siempre virgen y que Pablo estuvo
casado. Esta nueva versión choca con la inmutable Iglesia Católica que no
gozaba de mucha simpatía.
A finales de la Edad Media, los Papas solían tener amantes, se inmiscuían en
la política y dirigían guerras. Muchos clérigos vivían en opulentos Palacios y
explotaban a sus fieles en lo monetario y en lo espiritual.
Es tiempo de Renacimiento. Se exige de la Iglesia romana establecer ciertas
reformas. Jesús observaba el sábado y las fiestas. Se había llegado a un
distanciamiento tal de las fuentes de los primeros cristianos que requería una
rectificación, pero la Iglesia, inflexible, no soltó prenda y declaró la guerra a
los reformistas. Así llegamos al protestantismo, verdadero cisma dentro del
cristianismo.
Y de vuelta con los judíos, los Papas acusaron a éstos de provocar la fisura
producida. Acaso no instruyeron, ellos, a los primeros humanistas en el
aprendizaje del hebreo y de los textos bíblicos?
Cierto que ellos, el pueblo del Libro, siempre estaban donde está el estudio y
el progreso. La Iglesia se lo hará pagar caro estableciendo nuevas
restricciones y persecuciones.
El Protestantismo nace como una nueva religión y creen sus dirigentes que
por hallarse más cerca del judaísmo, los judíos accederían a la nueva fe.
Lutero hizo al comienzo, un encendido elogio de los judíos y denunció las
persecuciones que les infligió la Iglesia Romana.
Mas no bastó para seducir a los judíos, no dispuestos a cambiar ni una iota de
la Torá. Lutero cambiará entonces su lenguaje y las restricciones a los judíos
continuarán también en el campo reformista.
600 años han transcurrido ya desde la destrucción del Templo de Jerusalén y
comprobamos que en su gran totalidad, los hijos de Israel siguieron fieles y
orgullosos de sus tradiciones. La gran mayoría prefirió sufrir antes que
renunciar a sus creencias, fortalecidos de la convicción que sus ideales eran
superiores y justificaban su sufrimiento. También el antisemitismo les ayudó
a mantenerse fieles. Las puertas cerradas de la sociedad circundante no
invitaban a otra alternativa.
En el antisemitismo, creemos ver la mano de Dios, que a su forma y por sus
razones insondables, tampoco nos permite desvaríos y nos impide
asimilarnos.
Y de nuevo hay que señalar que el antisemitismo no queda en ninguna forma
exculpado por su hostilidad. Los antisemitas actúan por voluntad propia y
empeño de dañar a los judíos y ni por asomo se sienten instrumentos de Dios.
Y es que simplemente, Dios deja que el mal sea activado por el malvado, el
cual no escapará a su castigo.
Continuando con la historia, los movimientos humanistas avanzaban en
Occidente y con ellos, judíos prominentes tomaron parte activa en favor de
las libertades. Asomaba el final del túnel.
El saber se extendía a mediados del siglo XVIII.
Mas fácil sería para los judíos al otro lado del Océano, concretamente en
Estados Unidos, donde la Iglesia Católica no pudo influir y donde no existían
los prejuicios habituales, arraigados desde siglos en Europa. En Estados
Unidos las libertades llegarían antes.
Las puertas de los ghettos se abrirán finalmente en Europa con la llegada de
la Revolución francesa que aportará una nueva era de libertades al mundo. En
1789, bajo el lema" Libertad, Igualdad y Fraternidad" cae el despotismo y la
esclavitud. ¡Afloran las libertades. Un sueño hecho realidad! Todos quedan
atraídos y entusiasmados con el nuevo canto a la democracia y a las
igualdades para todos los seres, sin discriminación de género, religión o
color.
Y cómo no, los judíos se sienten también bendecidos. Desaparecerían las
barreras que los separaban y por fin podrían acceder a una sociedad libre.
Craso error.
La Asamblea Nacional Francesa que derribaba muros y otorgaba derechos
humanos, se resistió en conceder a los judíos los derechos inapelables, pero
resolvió finalmente respetar los principios tan pregonados de la República y
concedió a los judíos, en 1972, las libertades jurídicas proclamadas.
El resto de países de la Europa Occidental fueron paulatinamente adoptando
las ideas revolucionarias que alcanzarían también a los judíos. Napoleón, en
sus conquistas europeas contribuyó a ello exportando los aires frescos de la
República.
Entramos en una época de cambios, de alivio, de expectativas y de
esperanzas. Los judíos también se sienten atraídos por las mejoras sociales
que mejorarían su calidad de vida y les permitirían prosperar, ejercer
profesiones liberales y salir esuma del ostracismo y de las restricciones
imperantes.
Es a partir del siglo XIX cuando el pueblo judío entra en la fase más
excitante, difícil, peligrosa y comprometida de su historia en el exilio.
Es la época del desafío. Tendrán que medirse a sí mismo frente a su historia,
su cultura y a su Dios.
Comentaba al principio que el judaísmo no es estrictamente una religión. Es
una filosofía de vida, una historia, una nación, una cultura y un ideal que
dependerá de su perseverancia y del afán de nuestro pueblo en valorar y
mantener su propia identidad.
La Torá contiene todos los componentes de nuestra identidad singular. En
este estado álgido de su existencia deberán demostrar sus convicciones reales,
su capacidad, su apego y fidelidad a los postulados de Moisés.
Será la gran prueba de nuestro pueblo, nada fácil de superar! Dios les otorgó
el libre albedrío y espera de ellos que sepan superarla. Su nuevo status social,
jurídico y político les obliga a hacer concesiones. En dicha tesitura les será
difícil mantener las normativas rabínicas. Difícil dilema por resolver.
Momento crucial.
El dulce que les espera fuera es muy tentador. Libertad, bienestar, autoestima,
realización. . . Lejos del oprobio, humillaciones y pogromos que conocieron.
Siendo el judaísmo algo más que una religión, cada judío, en su libre
albedrío, se inclinará por una vertiente o por otra. Habrá quienes se inclinen
por el lado simplemente cultural y quienes elijan proseguir su identidad judía
por la vertiente nacionalista. Y por seguro quienes seguirán inmutables y no
querrán libertades que menoscaben el cumplimiento de la normativa judía. Lo
que resulta indudable es que los judíos, bajo un aspecto u otro, en su gran
mayoría, mantendrán su lazo de fraternidad y unidad de pueblo orgulloso de
su pasado histórico, ético y moral. El hecho de integrarse queriendo no
obstante mantener su identidad y cultura, unos con más apego que otros, hará
que los Estados nos vean, en adelante, como una nación dentro de otra nación
y comprueben que a pesar de nuestra adaptación a la nueva sociedad,
sintamos lazos de fraternidad y respeto a nuestras tradiciones, a nuestro
pasado y a Jerusalén, nuestro Centro espiritual.
Parte de nuestro pueblo seguirá íntegramente las leyes mosaicas y parte
cumplirá parcialmente con ellas. La observación principal será comprobar
que, como pueblo seguimos unidos en fraternidad, solidaridad ejemplar y
destino.
Nace, en estas circunstancias, el movimiento reformista judío. Irrumpió en
Alemania aportando una nueva forma de vivir y sentir el judaísmo, más
acorde con el mundo moderno. Ello ocasionó un cisma entre los judías, sin
llegar a causar una ruptura.
Rabinos buscaban a no salir al exterior y otros luchaban para convencer a sus
hermanos a hacer concesiones para ser plenamente admitidos y respetados.
Se desarrollan así conflictos internos que no llegaran a la ruptura. Libre
confrontación ideológica en un pueblo habituado a estas artes dialécticas.
Lo importante es que se mantiene el principio básico del Judaísmo
consistente en la Unidad de Dios, las leyes que nos legó y su misión en el
mundo.
Mientras, el resentimiento de la sociedad que los acoge, mantienen los
prejuicios del pasado. Fueron muchos los siglos de prejuicios, odio inculcado,
discriminación y distorsión, difíciles de erradicar.
Por esta razón la incorporación de los judíos fue problemática, el judío siguió
siendo el judío de siempre con el que hay que tratar con tientos y reservas
fruto de la desconfianza y prejuicios ancestrales.

Así y todo, los judíos participarán, como fieles ciudadanos que han sido
siempre en los países de acogida, en el desarrollo y prosperidad de su
entorno, resaltaran sus capacidades intelectuales y su iniciativa en todos los
campos, lo que no bastará para romper la desconfianza y hostilidad.
Como botón de muestra de esta situación citaremos un caso, de repercusiones
trascendentales, ocurrido en 1894. Un alto cargo del estado mayor de defensa
francés, el capitán Albert Dreyffus, fue acusado falsamente de alta traición en
una sentencia judicial de corte altamente antisemita, promovida por una
influyente prensa antisemita.
Impactó en aquellos días ver a las masas en París gritar “muerte a los judíos”.
Este caso, entre otros muchos, demostró que los judíos jamás serían vistos
como iguales. Se acrecentó aún más la idea del nacionalismo político en los
judíos.
Teodoro Herzl, un judío asimilado, que casualmente cubrió las escenas de
París, como corresponsal de un diario vienés, vuelve sobre sus pasos y
entiende que los judíos no tienen futuro en Europa, como había creído, y que
seguirán siendo los judíos de siempre! El antisemitismo anclado en la cultura
occidental continuará imperando y odiándonos. Se aviva así el sentimiento
sionista en las filas judías que culminará con la convocatoria del primer
Congreso judío Mundial que presentará el proyecto de la creación de un
hogar nacional judío en suelo patrio.
Nuevamente y curiosamente, es el antisemitismo quien logra cerrar más las
filas de nuestra unidad y de nuestra fraternidad. Caminos ocultos nos
acompañan de continuo en momentos de incertidumbre y nos señalan nuestra
verdadera vocación.
La unidad de nuestro pueblo, su solidaridad y sus valores se verán
fortalecidos. La mano de Dios nos sigue de cerca.
Israel mantendrá las cualidades que le distinguió permanecerá fiel a su legado
bíblico.
Se mantendrán espiritualmente ligados a la Tierra Prometida.
Cuando los judíos parecían más abocados a la asimilación, seducidos por una
convivencia fraternal, descubren que no pueden ni deben dejar de ser lo que
son: judíos con un destino común, una visión otra de los demás y Jerusalén
viva en sus corazones.
Esta vez no actuó Dios impidiéndoles probar la miel del vecino. Esta vez la
probaron y sintieron el sabor amargo de la golosina en forma de
antisemitismo que una vez más, y con métodos nuevos y sofisticados, los
devuelve a su redil, a su condición natural y a la misión para la cual fueron
destinados. Los israelitas contribuyeron notablemente en todos los avances
habidos en los últimos siglos. Socialismo, comunismo, medicina, psiquiatría
y muchas otras artes fueron conducidas por almas judías. Todo ello fruto de
una cultura, que bebe de nuestras. Fuentes milenarias del Sinaí, que prioriza
el amor al estudio, al espíritu de la Torá con el propósito de ser la luz de las
naciones que nos allegue a los tiempos de la Redención que unirá a toda la
humanidad, sin distinción alguna, en paz y fraternidad.
14. Israel prosigue su misión
Se ha de subrayar, que acudimos a una simplificación extrema de la historia y
del pensamiento del pueblo judío en el afán de ofrecer una visión rápida y
global de ella.
La realidad es que la historia del pueblo judío es la historia más fantástica,
emocionante, trágica, desgarradora, apasionante y deslumbrante jamás
conocida.
Tiene la particularidad de ser única, imperecedera y donde el actor principal
es Dios y su Mensaje al pueblo de Israel.
Su estudio, a través de los siglos, en su propia tierra y en los países donde
vivieron revelan la lucha permanente y sin límite de nuestro pueblo para
superar obstáculos mil y sobrevivir contra todo pronóstico, y, a la vez, ilustrar
al mundo circundante con su fuerza creativa y difusión de valores e ideales.
Todo ello en situaciones sumamente adversas y dramáticas.
¿Qué nación pudo alguna vez resistir a tantos intentos de persecuciones y
matanzas durante dos milenios y a la vez poder construir e iluminar al
mundo? ¿Donde radica su fuerza y tesón para resistir tanto asedio? ¿Como
pudieron y pueden amar tanto un Libro y una normativa que tanta desgracia
les trajo? ¿Cómo llevar a Jerusalén en sus corazones como si en ella
residieran?
Solo la protección e inspiración de una Fuerza Superior puede explicar el
milagro de Israel. Su Dios, oculto, los guía, los bendice y los castiga mas los
salva en definitiva para que prosiga con su cometido.
Solo el estudio detenido y minucioso de los episodios históricos del pueblo
judío a través de los años y de los países de "acogida" podrá dar idea de esta
maravillosa hazaña de Israel.
Aquí solo se pretende señalar el hilo conductor que explique la continuidad
de la misión de Israel hasta nuestros días, cuyo propósito, repetimos, es el
propósito divino de unir a toda la humanidad en una sola familia. Israel es
solo el instrumento de Dios para lograr el objetivo. Israel no es un pueblo
superior a los demás. Todos los pueblos son queridos por el Ser Eterno. Su
elección se debe a los méritos de nuestros Padres, Abraham, Isaac y Jacob,
que poseían todas las virtudes y cualidades necesarias para asegurar el éxito
esperado. Su descendencia poseerá los rasgos patriarcales y unas leyes
dictadas por el Cielo, que les educará a conservarlas.
Israel no puede defraudar.
15. Perdurará la memoria de Israel

Referente a la historia judía, he destacado sucintamente hasta aquí, 3 etapas


distintas.
1. La historia de los hijos de Israel en su tierra, hasta la destrucción del
Segundo Templo.
2. La historia de los judíos en general a lo largo de su dispersión entre las
naciones, sin gozar de libertades, hasta el siglo XVII.
3. La emancipación de los judíos en Occidente y en Estados Unidos que
marca un nuevo rumbo y abre un abanico de posibilidades.
La eclosión del socialismo, el comunismo, y los nacionalismos, entre los que
irrumpe el nacionalismo judío, el sionismo, que se presenta como la única vía
para resolver el futuro de los judíos que se ven acosados siempre por el
antisemitismo que no les concede tregua.
El pogromo de Odessa en 1881 había exterminado a 100.000 judíos, tragedia
ésta que avivó la idea sionista.
Pero por desgracia, el pueblo que quiso salir de los guetos y vivir conforme a
las libertades y leyes jurídicas tan cacareadas en Occidente, aun vería
tragedias peores.
El holocausto nazi, acontecido durante la Segunda Guerra Mundial, marcó el
paroxismo de la maldad, la crueldad y el horror. Se exterminó a 6 millones de
judíos en cámaras de gas solo por el hecho de ser judíos. Considerados como
pueblo inferior, los alemanes, el pueblo más ilustrado de la historia moderna,
cometió el genocidio más horrendo que se pueda imaginar.
Liberados en 1945, parte de los sobrevivientes se dirigirá a Palestina y
muchos otros a los Estados Unidos.
La cuarta etapa, que vive nuestra generación en la Tierra de Israel, esta vez,
es de una intensidad y vitalidad sin precedente. Comienza la era de
regeneración de nuestro pueblo, su reconstrucción física y espiritual,
expuestos a la vez al peligro existencial debido a la hostilidad continua de los
vecinos árabes.
El Estado de Israel
Como breve introducción a esta etapa moderna, recordaré varios datos
importantes a tener en cuenta.
Siempre hubo una presencia judía en Tierra Santa.
A lo largo de los siglos, en la Edad Media, hubo pequeñas inmigraciones de
judíos tales como la inmigración de 300 rabinos de Francia.
Grandes pensadores, como Yehuda Haleví, Nahmanides, Maimónides y otros
muchos se instalaron igualmente en Judea. Siempre en épocas difíciles por
los peligros de los viajes y las persecuciones de cruzados y musulmanes
intolerantes.
Existió un proyecto para impulsar la inmigración en el siglo XVI impulsado
por el duque de Naxos que estableció colonias en Tiberiades, pero los piratas
desbarataron su proyecto al asaltar los barcos de inmigrantes.
Con la revolución industrial, que posibilitó los largos desplazamientos,
fueron llegando judíos que huían de persecuciones o alimentaban el sueño
sionista de crear un estado propio.
Así pues, a finales del siglo XVIII y principalmente en los siglos XIX y XX
se llevaron a cabo las cinco grandes Aliyot (inmigración a la Tierra de Israel)
provenientes de Europa del Este y de la Alemania nazi.
Finalmente, entre 1934 a 1948 llegan cerca de 150.000 judíos en la conocida
“inmigración ilegal”, debido a la promulgación del Libro Blanco del Mandato
británico, que prohibió a los judíos alcanzar Tierra Santa. Los inmigrantes, en
su gran mayoría laicos, chocan en aspecto y vestimenta con la colonia judía
ortodoxa ya existente en el país, creándose fricciones ideológicas y culturales
difíciles de enmendar. Se inicia así una confrontación religiosa y social. Unos
vivían del trabajo del campo y otros de los donativos que enviaban sus
hermanos de la Diáspora.
Con anterioridad a la creación del Estado de Israel vivían ya en el país más de
600000 judíos.
Palestina no existía como estado, ni existió nunca. Recordemos que los
romanos dieron arbitrariamente este nombre a la región con el único interés
de borrarlo de la memoria de los judíos. Intento vano.
Tampoco existía una amplia población árabe en el país, que quedó
despoblado como lo testimonian ilustres viajeros de siglos pasados.
Además, con la ola de inmigrantes judíos que labraban y construían, fueron
llegando árabes a la zona en busca de trabajo.
Por fin, el 14 de mayo de 1948, los ingleses abandonan el país. Los judíos,
tras la votación en las Naciones Unidas de la partición de Palestina en dos
estados, uno árabe y otro judío, proclamaron la creación del Estado de Israel,
después de 60 años de esfuerzos diplomáticos y políticos. Los árabes
rechazaron la votación y cinco estados árabes declararon la guerra al nuevo
estado, el mismo día de su nacimiento. En una cruenta y desesperada guerra
desigual, caracterizada por métodos improvisados y armamento caduco y
escaso, los judíos supieron repeler la agresión árabe e incluso conquistar
tierras.
Los hijos de Israel, cansados y debilitados, que lograron escapar a todos los
pogromos europeos y sobretodo, sobrevivir al Holocausto, al horrendo
genocidio nazi, perpetrado por la nación más iluminada de Europa, Alemania,
no encontraran reposo en su hogar natural.
La hostilidad árabe no cesará, y deberá defender sus vidas diariamente y a la
vez construir una nación que no disponía de infraestructura, viviendas y
tierras de cultivo.
Las libertades en Europa no lograron eliminar el antisemitismo virulento, el
odio a lo que huela a judío.
Se las prometieron muy felices en Europa con las igualdades conseguidas
sobre el papel pero una vez más, el judío no pudo escapar a su destino.
Muchos miles abandonaron las filas del judaísmo pretendiendo llevar una
vida mejor. Una gran mayoría de judíos seguirá viviendo en la diáspora, en
comunidades ortodoxas o reformistas. Se mantendrán judíos, practicando
parcial o íntegramente sus tradiciones.
Pero el judaísmo no hace concesiones y los que eligen vivir como judíos en
casa y como no judíos en la calle, provoca que la convivencia los invita a la
asimilación a través de los matrimonios mixtos que los empuja a la
integración para perderse finalmente como judíos. Es la criba natural. A pesar
de ello las comunidades en la Diáspora se mantendrán y buscarán otros
caminos para mantenerse judíos y luchar contra el antisemitismo circundante.
Los judíos que decidieron permanecer en la Diáspora son y serán muy
solidarios con sus hermanos que luchan y construyen en Israel. Los apoyarán
en todos los aspectos. Incluso fomentarán la inmigración a Israel.
En 1950, el estado de Israel proclama la Ley del Retorno, por la cual llama a
sus hermanos en el exilio a regresar a su hogar y les procurará albergue,
vivienda y trabajo. Centenares de miles de judíos, perseguidos y humillados,
de países árabes principalmente, responderán a esta llamada.
16. La guerra de los 6 días

Estos nuevos inmigrantes, judíos provenientes de países subdesarrollados, en


su mayoría, solo cursaron estudios elementales. Aquellos que estaban
preparados, con estudios superiores, o disponían de alguna fortuna emigraron
mayoritariamente a Francia, Venezuela, Estados Unidos y otros pocos a
España. Los más desafortunados, que no disponían de medios ni de estudios
superiores decidieron encontrar suerte en Israel. En su honor, hay que decir,
que no necesitaron del movimiento político sionista para decidirse a emigrar.
Llevaban el sionismo en ellos mismos, en sus vivencias diarias, rogando el
retorno a Sion. Fueron educados en sus tradiciones y leyes y vieron en la
creación del Estado de Israel, la concretización del sueño de sus vidas.
Quienes emigraron a otros lugares, también participaban de estas ideas, mas
la comodidad, el camino fácil y sin sudor resulta muy tentador. No olvidemos
nunca que, por encima de nuestras creencias e ideales, solo somos simples
seres humanos, tentados como mortales por la vida cómoda y agradable.
Los nuevos inmigrantes de países árabes chocaron con los israelíes
provenientes de países europeos, de diferente cultura y preparación. Los
distanciaba esencialmente, el status social y el nivel cultural que dificultaba
su integración.
Una vez más, serán factores exteriores que limaran asperezas humanas y los
unirá. Los enemigos comunes, los vecinos árabes, sus guerras Incesantes por
arrojarnos al mar, acabaran acercando posturas y uniendo a pueblo
diseminado durante milenios y que alienaron sus mentalidades y sus culturas.
La personalidad de un individuo está determinada por cuatro factores: el
genético, el social, el psicológico, y el libre albedrío. En el caso que tratamos
por encima de todo, quedó algo que guardaron en común y que superó la
barrera de los siglos y de las culturas, y es el sentimiento de pertenencia al
pueblo judío, a la Torá y a la cultura judía, a su origen histórico y a un
concepto de Dios Único. Bajo un colorido u otro de la Torá quedamos
siempre arraigados al lema que nos unifica: " Escucha Israel, el Eterno es
nuestro Dios, el Eterno es Uno".
No por todo lo expuesto van a curarse todas las heridas.
Toda virtud contiene un defecto. El amor al estudio, la visión abierta e
infinita a la hora de pensar y de indagar, hizo de nosotros seres
individualistas, discrepantes con las ideas, opuestos y contradictorios. Pero
este "defecto" es el que a la vez nos hace avanzar, evolucionar, superarnos y
en suma sobrevivir como entidad propia. No es fácil ser judío. El judío es un
ser en ebullición, que por tanto remueve las ideas. Todo está fermentando
constantemente en la mente judía y es por ello que chocamos entre nosotros
mismos, en confrontación de ideologías. Toda esta situación de inestabilidad
existente en nosotros mismos es fruto de una herencia que arranca ya en
Abraham, nuestro Padre, quien, en una época totalmente pagana, estudió la
ciencia y creencias de su tiempo, la desechó, se enfrentó al mundo idólatra de
su tiempo, lo denunció, fue perseguido por ello, arriesgó su vida y tuvo que
salir de su tierra para anunciar la creencia en un Dios Único.
Este fue uno de los factores de la elección de Abraham, para ser Padre de una
nación que llevaría la Palabra de Dios, y si bien nos fijamos seguimos con la
misma tenacidad que Nuestro Patriarca, quizás por herencia genética, fieles a
la Torá, defendida bajo diferentes ángulos.
Seguimos transportando ideas y revoluciones, seguimos denunciando, y esto
no place al denunciado, pero una fuerza superior inexplicable nos dice de
seguir adelante.
En 1967 tuvo lugar la Guerra de los Seis Días. Seis estados árabes amenazan
el país con el fin de eliminarnos. Contra todas las previsiones, un estado aún
en pañales salió victorioso de ella contra todo pronóstico.
Israel recuperó la ciudad de Jerusalén con el Muro Occidental, el Kotel, y Har
Habayit, la explanada del Templo, el lugar más sagrado del pueblo judío,
donde se erigieron los dos Templos destruidos y donde los árabes en el siglo
X elevaron la mezquita de Omar.
Sin habérselo propuesto, los judíos recuperaron el lugar más sublime de su
historia y creencia.
¿Cómo pudo un pueblo tan pequeño vencer en seis días a seis estados?
¿Cómo volvimos, sin proponérnoslo, a recuperar nuestros lugares más
reverenciados y soñados? Muchos piensan que la alta preparación del ejército
israelí es la explicación a estas preguntas. Pero lo cierto es que quienes
piensan así pasan por alto muchas "casualidades" del momento. ¿A que se
debió que el ejército sirio, ya en las puertas de la Galilea, sin resistencia, se
detuviera allí, lo que dio tiempo a que llegaran tropas judías?
Sin hablar de relatos personales, o de la decisión súbita del rey de Jordania
para entrar en guerra lo que motivó la toma de Jerusalén. Las guerras de
Israel nos recuerdan la contienda bíblica de Gedeón que venció a los
midianitas con solo 300 hombres, solo valiéndose de tácticas sorpresivas.
Aquí también, como con Gedeón, el factor sorpresa y la astucia llevaron a la
victoria: los altavoces con cánticos en los kibutz, el cañón Davidka que solo
hacia ruido, etc.
Nuestro espíritu, controvertido puede hacernos dudar de la intervención
divina pero muchísimos otros pensamos, viendo la gran desigualdad de las
tropas en combate, que Dios protegió otra vez mas a su pueblo, esta vez no de
pogromos y matanzas, sino de ejércitos regulares.
Así nos dice el Eterno "No venceréis por la espada ni por la fuerza, sino por
mi espíritu". Y este espíritu que nos anima, como pueblo elegido, para una
misión nos procuró la salvación.
17. En busca de una paz inalcanzable

Tras la reunificación de Jerusalén, se vivieron momentos de euforia y


exaltación. Lo más sagrado de nuestro pueblo volvía al fin a nuestras manos.
Israel, que se sentía tan amenazada tras el bloqueo egipcio, respiró tras el
éxito de sus ejércitos y las conquistas de nuevos territorios que no pretendió
ocupar.
El Golán, al norte y el desierto del Sinaí y Gaza, al sur, quedaron en su poder.
Israel, en posición de fuerza, intentó entonces impulsar conversaciones de
paz, mas los estados árabes reunidos en Jartum, de nuevo rechazaron
reconocer y dialogar con los sionistas.
Llegamos así a la guerra de Yom Kipur, en 1973, donde sorpresivamente los
egipcios invadieron el Sinaí. Pero sus éxitos iniciales fueron contenidos y
nuevamente fueron derrotados. Israel cruzó incluso el canal de Suez y tuvo
acorraladas divisiones egipcias. Las Naciones Unidas intervienen y se llega a
un alto el fuego.
Por fin, en 1979, en el Tratado de Camp David, Israel y Egipto firman un
tratado de paz que perdura hasta nuestros días.
Seguirán más guerras en Líbano y vastas operaciones militares en Gaza para
repeler el terrorismo y proteger las poblaciones sureñas constantemente
bombardeadas.
El estado de inestabilidad proseguirá. Israel no tendrá respiro y el desgaste
continuará.
Siempre derrotados en el campo de batalla, los Estados árabes y los
palestinos triunfarán continuamente en del campo político, al gozar del apoyo
de los Estados Europeos esencialmente que se situarán del lado de "las
víctimas" palestinas.
El petróleo árabe y los intereses económicos eclipsan la justicia y las
naciones acallan ante el terrorismo continuo que padecemos que no
discrimina entre civiles y militares. Los gobiernos europeos y
norteamericano, los "buenos" que siempre "buscan la Paz", solo consiguen
así alentar más aun el terror. Son ellos, a mi entender, quienes impiden que
judíos y árabes se entiendan y encuentren la Paz en un Medio Oriente
siempre en convulsión.
Pienso también, que en los europeos pesan los prejuicios y sentimientos
antijudíos mamados de la iglesia Católica y de la literatura que emana de ella.
El antisemitismo se viste de antisionismo: una nueva versión de la judeofobia
que requerirá defender y abogar siempre y en toda circunstancia a favor de
los palestinos en perjuicio de los judíos.
Y mientras los israelíes se defienden y ven caer a muchos de sus hijos en
atentados o guardando las fronteras, construyen y construyen, avanzan en
todos los terrenos hasta situarse entre los países más avanzados de la tierra.
Israel se defiende, pero a la vez se debate en una lucha interna, para encontrar
el camino del diálogo con los palestinos, quienes al saberse protegidos y
considerados víctimas, serán reacios al entendimiento. La discusión de los
judíos alrededor del camino de La Paz, llega hasta agotar por su intensidad y
divide a la población. Ocurre que el humanismo arraigado en nosotros, junto
a nuestro espíritu crítico y democrático, nos obliga a buscar ser justos con un
pueblo manipulado por sus líderes.
La vida de todo ser humano es sagrada y tiene el derecho de existir en
libertad.
Así nos lo enseñaron nuestros sabios y así lo seguimos transmitiendo miles
de años después.
El pueblo judío no ha perdido su vitalidad.
Y como nada es rutinario en Israel, llegan a partir de 1990, cerca de un millón
de inmigrantes rusos, tras la caída del Telón de Acero.
A pesar de la carencia de albergues, el Estado supo soportar una inmigración,
en general, con preparación y que supo integrarse y hasta crear su propia
prensa y canal de televisión. Debido a la larga dictadura soviética laica y anti
religiosa, carecen en gran parte de sentimientos de simpatía por las
tradiciones judías. Además, fueron muchos los rusos, no judíos, que
aprovecharon las oportunidades que les ofrecía el estado, para declararse
judíos y poder mejorar sus vidas en Israel.
Llegados a estas fechas, el choque cultural no solo no se corrige sino que se
acrecienta aún más.
Por esas fechas llegó otra inmigración, esta vez de q etíopes, en dos grandes
etapas conocidas con los nombres de Operación Moisés y Operación
Salomón, que trajo al país a cerca de 10.000 judíos, que viviendo en Etiopía
desde la destrucción del Templo (muchos piensan que datan de la época del
rey Salomón), conservaron su fidelidad a la Torá y a sus leyes, lo que da
muestra una vez mas de la perseverancia de nuestro pueblo por mantenerse
fiel al pacto del monte Sinaí, y ello a pesar de matanzas y persecuciones que
sufrieron continuamente.
Debido a las grandes diferencias culturales, su integración se realiza con
dificultad.
Si reflexionamos sobre todas las olas de inmigrantes que llegaron y siguen
llegando, si realizamos la diversidad existente en cada grupo humano de cada
país, comprenderemos un poco cuán difícil es recobrar mínimamente nuestras
bases comunes.
Todo ello se va realizando, no obstante, y aquellos que nos dispersaron para
dividirnos y hacernos desaparecer, están viendo cómo se van curando
nuestras heridas, que necesitaran aún tiempo largo para sanar.
El antisemitismo, sin proponérselo, será un factor de unión. En momentos
difíciles y vitales, dejamos a un lado nuestras divergencias y nos unimos para
sobrevivir.
18. La llama judía (I)

En un inmenso afán de resolver el problema palestino, se llegó a los acuerdos


de Oslo, por el que se creó la Autoridad Palestina, embrión de un Estado
Palestino. Israel cede territorios y ciudades bajo su control. Ello exacerbará el
extremismo de la derecha israelí, que desconfía de las aspiraciones pacíficas
de los palestinos y responde al acuerdo firmado cometiendo un crimen
horrendo, que por desgracia, marcará una página negra en los anales de
nuestro pueblo. Un judío extremista asesina en una plaza pública al jefe de
gobierno israelí, Isaac Rabín.
Trauma éste, del cual, el pueblo judío no se ha recuperado.
El problema palestino acaparó siempre la preocupación y la discusión del
país.
Para entender las divergencias y agudas discrepancias enfrentadas, es esencial
conocer el trasfondo político e ideológico que enfrentan a ambas partes.
En un intento más para resolver el conflicto, Ariel Sharon, jefe del gobierno
israelí, cedió a los palestinos la franja de Gaza que ocupaba. Fue ésta una
muestra del interés israelí de satisfacer parte de las demandas solicitadas por
los palestinos de permitirles regirse por ellos mismos. Incluso poblaciones
judías tuvieron que ser evacuadas de forma dramática.
El resultado fue nefasto para los judíos. Los palestinos en lugar de construir
una nación, transformaron la región en un nido de terrorismo donde la
actividad principal consiste hasta hoy, en construir túneles para atacar Israel y
lanzar periódicamente cientos y miles de misiles sobre la población israelí
causando muchas víctimas humanas y paralizando la actividad laboral
durante tiempo prolongado.
La desconfianza hacia los palestinos irá creciendo. Su afán de destruirnos es
declarado. Lo demostraran continuamente con actos terroristas
indiscriminados y pronunciamientos inequívocos.
En este contexto tan difícil de superar, aparece el Estado Islámico con sus
decapitaciones, su afán de destrucción y de conquistas, incluido, cómo no,
Israel...
Van filtrándose en todos los estados y encuentran además estructuras y
adeptos en los países árabes, incluidos los territorios palestinos, donde logran
lentamente transformar el problema regional en un problema religioso.
Por ello Jerusalén, como ciudad santa y la mezquita del Aqsa, se convierten
continuamente en foco de confrontación en un intento de transformar el
conflicto en una cuestión que atañe a todos los musulmanes.
Estas circunstancias siembran la desconfianza de los judíos que van
perdiendo fe en un arreglo político, puesto que, efectivamente, el problema va
dejando de ser, paulatinamente, una confrontación local para convertirse en
un asunto musulmán.
El peligro del estado islámico preocupa a todos.
Detrás de él, están centenares de millones de musulmanes que no se
pronuncian. Muchísimos de ellos, calladamente, simpatizan con los
yihadistas y deciden actúar como meros espectadores pasivos.
¿Acaso no cumple el estado islámico lo que predica el Corán: La guerra
Santa, Dar el Islam, el mundo convertido al islam?
El silencio de los musulmanes a través del mundo es elocuente. Los países
occidentales fingen ignorar la fuente del fenómeno islámico, para no exaltar a
los pueblos árabes e incluso, para ahuyentar el espectro que se les avecina.
Por ello simpatizan más con los palestinos, en un afán de congraciarse con el
mundo del islam, mostrando su preocupación por las víctimas palestinas
(nunca las judías) y condenarán siempre y de forma sistemática a Israel, sin
pensar que, por su complicidad, recibirán el mismo pago. Darán así, también,
rienda suelta al tradicional antisemitismo religioso de todos los tiempos.
Israel, vuelve a quedar sola, cada vez más sola entre las naciones.
Pero contamos con el aliado más poderoso que actúa en la sombra y que
nunca nos abandona, el Rey del mundo.
Lo paradójico es que un sector de la población israelí, aunque cada vez
menos influyente, confía y cree aún en una solución negociada. Las
divergencias políticas y religiosas son tan amplias y disonantes en el país que
corren el riesgo de convertirse en un grave peligro interno, más graves que
todas las amenazas externas, cada vez en aumento. En la Unión del pueblo
judío radica nuestra fuerza y es la condición primera que nos exige el Creador
para obtener Su Protección.
El nudo del antagonismo entre nosotros radica principalmente en el sustrato
religioso o laico de los diferentes grupos que emitirán un abanico de
propuestas de solución al problema palestino y la viabilidad de entendimiento
entre ambos pueblos en concordancia a su pensamiento laico o religioso con
diferentes variantes.
Aquí nos volvemos a dividir, como en el pasado en Judea, en grandes
sectores: el religioso-conservador y el laico.
Al religioso o conservador le preocupa ante todo asegurar nuestra existencia
como pueblo en nuestra tierra, fomentar y cumplir las leyes de la Torá y
esperar la llegada del Mesías. Para ello, no se fiará del enemigo, que nos
quiere expulsar en su pretensión de expulsarnos de esta tierra. Buscará de
contener la expansión árabe, construyendo poblados que protejan Jerusalén y
sus fronteras, creando anillos de seguridad. Construir nuevas ciudades para
las nuevas generaciones. Negociar siempre desde una posición de fuerza y no
importarle mucho la presión de los gentiles, siempre tan solícitos a la hora de
pedirnos concesiones y condenarnos.
Esta es, grosso modo, la postura de un gran sector de la derecha israelí.
La motivación de la izquierda, también muy fraccionada, se debe a su
concepción del mundo moderno. Son herederos o continuadores de los
movimientos de emancipación e integración de los judíos europeos que
promulgaban la emancipación e incorporación en la sociedad, relegando la
religión a un rango secundario e íntimo.
Aplicada su teoría al estado de Israel, propondrá que Jerusalén quede
dividida, si ello trae la paz. Lo principal para ellos es la Paz a cualquier
precio. Piensan que si aceptamos las condiciones de los palestinos y les
damos las zonas que reclaman, aceptaran convivir con el estado de Israel.
Aquí es donde más se discrepa. Principalmente porque creemos que tras
conseguir su propósito, poco después llegarían más reclamaciones que nos
enemistarían de nuevo, dejándonos entonces en una situación donde el
espacio geográfico que nos quedaría sería muy difícil ya de defender.
Acostumbrados a la mentalidad cambiante de nuestros vecinos es obvio que
sintamos total desconfianza además de no estar dispuestos a ceder lugares
sagrados del judaísmos y de zonas densamente habitadas de judíos.
Hay incluso una pequeña minoría de la izquierda radical, que aceptaría un
estado binacional sin valorar nuestra trayectoria histórica como pueblo y
religión defendiendo el humanismo como valor prioritario.
Esta breve reseña de los partidos y de sus ideologías, es solo un boceto para
resaltar los rasgos más visibles y radicales de ellos. La realidad es mucho más
compleja y profunda. En ambos lados hay todo un abanico variopinto de
visiones, lo que hace más difícil aún la convivencia y el entendimiento. El
hecho es que los desacuerdos internos, vienen principalmente influidos por el
arraigo y fe en el judaísmo o por la orientación laica de un sector que se ve en
el espejo de las democracias europeas.
En todo caso, ambas posturas representan las dos caras de una misma
moneda.
Si bien es loable el espíritu de fidelidad de los creyentes practicantes, no lo es
menos el sentimiento que anima a la catalogada izquierda israelí que se
distingue, aquí, al igual que la derecha, por su capacidad de estar
continuamente alerta a las desgracias humanas por su gran sensibilidad y
humanismo, al ser, casi siempre, los primeros en llegar a cualquier catástrofe
humana que se produzca en el mundo, incluida la de sus más grandes
enemigos. Todo ello, viviendo en una situación de conflictos bélicos
continuos que poco espacio deja para respirar y actuar. Las muestras de todo
ello son bien conocidas para un lector bien informado. Ni que decir tiene que
los religiosos comparten este mismo humanismo, propio de su legado. Pero la
disponibilidad inmediata y extensa de un país en situación precaria, siempre
en pie de guerra y con pocos medios, nos llama considerablemente la
atención y nos produce admiración.
Relacionándolo a la exposición de este trabajo, se puede, una vez más
afirmar, que los judíos, no perdieron en siglos su capacidad creativa,
buscando siempre la justicia y aportando luz a un mundo cada vez más
convulsivo, donde las ideas y los valores cabalgan al son de los intereses y las
ambiciones humanas. La verdad es solo una y una vez más, en este terreno, se
nos combatirá por no seguir al rebaño que distorsiona lo correcto y lo justo.
Israel, seguirá siendo una luz discrepante, la luz de la verdad.
Su influencia, así pues, sigue viva.
Mientras viva esta luz, capaz será, algún día de prender e iluminar a todos los
seres humanos, judíos y no judíos. Esa es nuestra misión como pueblo que
sigue levantando la antorcha que prendió Abraham.
Fijémonos en el símil de una vela.
Para producir una luz, se necesita una materia, un cuerpo, una vela que la
sostenga. Esta vela es Israel. Veamos ahora la luz que expande la vela. Si se
fijan en ella, verán que el núcleo inicial, la luz, emerge de un núcleo
totalmente negro. Es su esencia principal, sin ella no existiría luz. Si nos
seguimos fijando, a la llama negra le sigue una llama, bella, amarillenta: luz.
De ésta, emana una fase más blanca que ilumina. Se diría, que se va
diluyendo y, alrededor de la gama de colores, obtenemos la luz global.
Estos colores definen los componentes de la configuración del judaísmo.
Arranca de una doctrina rigurosa y exigente, la ortodoxa sin concesiones, que
curiosamente, como en el símil de la vela, practican, en su mayoría, los judíos
ortodoxos y en especial aquellos que suelen vestir de negro. Guste o no,
como en la llama, no resulta el color más agradable, pero indiscutiblemente
es el esencial. Sin él, no hay combustión ni luz.
De él, del ortodoxo férreo, emana el conservador en general, aparentemente
más agradable, y tras él aparece el color blanquecino, que define al judío que
apenas se manifiesta, el que se va asimilando. Todos ellos iluminan no
obstante y la claridad resultante de estos factores es la luz que queda en el
mundo y que alcanza a todos. Luz que no se ve, al igual que no se ve el
aporte de Israel. Y lo que debe tenerse por cierto es que es el ortodoxo, con
su firme determinación, quien asegura y permite otros aspectos de esa misma
luz.
Cada uno de nosotros debe seguir la inclinación de su alma, pero también,
cada uno de nosotros debe reflexionar, respetar y valorar la raíz de su propia
identidad, Solo ella asegura nuestra continuidad que radica en la estricta
ortodoxia, y velar por mantenerla y protegerla siempre.
Pero nada se sostiene sin la ayuda del Eterno. Ninguna llama iluminaría sin el
oxígeno vital e invisible que reina en la atmósfera. De igual forma, la luz de
Israel, tampoco iluminaría sin la Protección divina, el oxígeno que nos
ampara y que nos permite existir para llevar Su mensaje universal.
19. La llama judia (II)

En cuanto a nuestra relación con las demás naciones, no olvidemos que solo
somos el pueblo vehículo que transporta una idea. No somos ni superiores ni
inferiores.
Todos, repito, descendemos de los Padres comunes de la Humanidad, Adán y
Eva, y por tanto hermanos iguales. Nacimos, como narra el Génesis al
principio, con una chispa de aliento divino que nos anima y nos enlaza con
las Alturas. El Plan divino consiste en unir a toda la Humanidad, en paz,
armonía y elevación espiritual que nos acerque al Dios Único que nos quiere
a todos sin distinción.
Pero sus hijos en la tierra, valiéndose del libre albedrío que les otorgó,
tomaron en gran medida, el sendero del materialismo, oscureciendo así la luz
de sus almas. Dictó Dios, en su momento, el manual de conductas y
comportamientos que nos serviría para seguir la vía correcta.
Viendo la inclinación del hombre a la tentación y a la sensualidad, conformó
un pueblo capaz de mantenerse fiel y vehicular su Ley. La elección recayó,
por sus méritos en Abraham y su descendencia, los hijos de Israel. Sabía Dios
que sus descendientes serían capaces de transmitir el Mensaje, con todo lo
que encierra y que el reflejo de sus prácticas y enseñanzas unidas a su
ejemplo iluminarían progresivamente a la humanidad entera.
Como buen Pastor, evitará que sus ovejas no se alejen de Su Plan, y se servirá
de pueblos y gobernantes malvados, que al perseguirlos y discriminarlos
impedirán que se salgan del guion para ellos trazado.
El rol de Israel en el seno de la humanidad, se asemeja algo, al conductor de
un autocar que transporta pasajeros. Estos, durante el viaje, hablan,
descansan, Comen y se divierten incluso, mientras que, al conductor, no le
está permitido ninguna distracción. Bien quisiera el conductor familiarizar y
distenderse, él también, como los demás, pero su cargo no se lo permite.
Queda aislado de los demás y es solo cuando llegue a destino que podrá
soltar el volante y ser uno más del grupo. Esa es la responsabilidad de Israel
hasta la Redención final en que todas las naciones alabarán al Dios Único
formando una sola familia.
Durante casi cuatro mil años de existencia, los hijos de Israel, contra vientos
y mareas, sigue fiel a su legado superando todos los intentos de destrucción.
A pesar de todas las presiones para humillarnos y desprestigiándonos. Se
mostraron, los hijos de Israel, en su conjunto, orgullosos de su ascendencia, y
de sus leyes, mostrando una gran confianza en su Dios que los guía y los
protege.
El apego de Israel a su Dios y a su legado no tiene parangón alguno. Po ley
natural, Israel, debió ya desaparecer, al carecer de suelo patrio y sufrir tantas
desgracias y matanzas.
Pero una fuerza incomprensible los anima para levantarse de nuevo, una y
otra vez y seguir adelante con su misión.
Toda su historia, si se estudia, a través de los siglos y de los pueblos, nos
hace sentir que una fuerza superior nos empuja a seguir adelante. Que si bien,
con una mano nos castiga por los "intento de fuga" con la otra mano nos
ampara y nos bendice.
Y así llegamos a nuestros días, de regreso a la tierra prometida, para superar
otra prueba, distinta ésta a las anteriores, y más arriesgada, donde nuestra
existencia como pueblo peligra, donde el fanatismo y nacionalismo de
nuestros vecinos árabes se unen al antisemitismo mundial que los alienta y
donde el Tzahal y todas sus fuerzas, por más competentes y eficaces que sean
no son suficientes para asegurar nuestra existencia.
Tenemos, eso sí, un aliado en las Alturas, el Rey de los Cielos, que una vez
más vendrá en nuestra ayuda.
Dice el Talmud, que no hay que depender del milagro. El pueblo judío hará
todo para solucionar sus dificultades por vía política o militar, pero la vez,
pondrá su confianza en su Protector, que completara la labor del hombre y
velara siempre por su pueblo.
Que Israel siga fiel a la Tora y a su misión, como intentamos explicar, no
significa que todos y cada uno de sus miembros cumpla con los preceptos de
Dios, ni que todos ellos tengan una conducta moral ejemplar. Muchos, a
través de los largos años, abandonaron nuestras filas en busca de una vida sin
turbulencias. Otros muchos, mas identificados con su pueblo, muestran, a
pesar de practicar una conducta reprochable e inmoral.
Nada de ello menoscabó la unidad de nuestro pueblo, que, como entidad
propia, en su conjunto, y no en su totalidad, seguirá unido y aferrado a la
Alianza establecida con Dios.
20. La hipocresía del mundo

Cuando en la noche de Pesah, la Pascua Judía, relatamos la salida de Egipto,


cantamos en todos los hogares: "En cada generación y generación, se
levantan contra nosotros para exterminarnos, pero el Santo Bendito Él, nos
salva de sus manos".
En nuestros días, enfrentados a un terrorismo mundial, cuya pieza favorita es
Jerusalén y la Tierra Prometida, vemos que a los líderes mundiales, los
pretendidos precursores de la justicia y de la Paz, no les importa nuestra
suerte ni nuestras vidas. Así lo vienen demostrando. Bien al contrario, buscan
a congraciarse con los palestinos que cometen actos terroristas, pretendiendo
así que el terrorismo no les alcance a ellos.
Siempre se prostituyen y encuentran pretextos para justificar la violencia
palestina y el terrorismo islámico en esta tierra, sin pensar que pronto se
toparán de frente con él.
Israel es solo la avanzadilla de un tsunami de violencia que azota a todo el
mundo. Israel es el dique de contención que los interesados en sostenerlo, en
su ceguera, están socavando.
Bajo la excusa de la defensa de los derechos palestinos, nos condenan
sistemáticamente en los foros internacionales. Loable defensa de minorías y
pueblos "dominados", se diría… Pero ¿por qué no demuestran una pizca de
este celo por los derechos de tantas y tantas otras minorías perseguidas en el
mundo? ¿Por qué la destrucción de un viñedo en Cisjordania acapara las
portadas de los medios de comunicación y la muerte de centenares de miles
de niños que mueren de hambre y sed en el planeta tierra pasan de refilón en
las noticias? Eso sí, los estados manifiestan “su profunda preocupación” y
entregan migajas para paliar el hambre y acallar la conciencia.
Quedaría pobre, parco, insuficiente e incapaz en el intento de describir las
desgracias, matanzas, hambre, torturas y miserias que acontecen a diario en
muchos puntos del mundo.
Pero los pueblos, que en gran parte originaron esta situación, explotando a los
nativos para llevarse todas sus riquezas, estos pueblos miran hoy en otra
dirección y escurren el bulto de su pecado, pero no apartan de su vista el
viñedo palestino y Obama clama al cielo porque los israelíes han construido
un bloque de viviendas en un barrio de Jerusalén, en Guiló, concretamente.
Las grandes potencias solo buscan su presencia en Medio Oriente, porque
huele a goloso petróleo y, para asegurar su hegemonía en el lugar, han
dibujado un perfil kafkiano, difícil de entender y de digerir. En su lucha
contra el Estado Islámico, en Siria e Irak, dos bandos aliados rivales
combaten al estado islamista ayudando a supuestos combatientes
musulmanes moderados, que supuestamente lo combaten pero que a menudo
colaboran con ellos, en intereses puntuales, en unas alianzas propias de
pueblos árabes, difíciles de entender ya que tu peor enemigo puede de la
noche a la mañana ser tu mejor aliado y pasado mañana volver a ser tu
enemigo mortal.
¿Y donde están las comisiones de derechos humanos de la ONU? ¿Acaso en
sus mapas solo aparece Gaza? ¿Donde caen las bombas que lanzan los
aliados de continuo? ¿No derriban casas ? ¿No tocan a ningún niño ni mujer
embarazada?
La realidad es que el mundo va a la deriva, nada importa, pero el encono con
Israel perdura siempre. Así dijo el Eterno: "y seréis como las estrellas del
cielo y como el polvo de la tierra".
Estrellas del Cielo por la luz que aportamos, y polvo de la tierra, que todos
pueden pisotear, como pretenden hacer las naciones del mundo.
He entrado en el conflicto Israelí-palestino, con referencia al terror que nos
invade y las Potencias que intervienen, para explicar, que, incluso hoy en día,
nuestra situación sigue siendo singular como lo fuera en tiempos pasados.
Ni siquiera en nuestra tierra encontramos respiro.
Es debido quizás, a la Voluntad de Dios, de que Israel no se relaje en su casa
y busque a vivir como una nación a imagen de las demás.
Israel, constatamos de nuevo, no puede escapar a su mandato divino. Ahora,
en su tierra, debe emprender su reconstrucción espiritual y cultural que fue
modificada y distorsionada en tantas generaciones en la Diáspora. El
Sionismo político de Herzl, cumplió su función inmediata de proveer a su
pueblo de un hogar nacional. ¡Ha llegado la etapa del Sionismo cultural y
espiritual!
Desde tiempos bíblicos hasta la actualidad, llámese antisemitismo o anti
sionismo, la consideración que se nos tiene no ha variado.
¿Acaso no se atisba en ello la Presencia de Dios? ¿No es elocuente la
singularidad de Israel y su exclusión?
¿No es llamativo que a pesar de tantas calamidades, que duran ya dos mil
años, encerrado en juderías y guetos, con tantas desgracias padecidas, y
guerras continuas en su país, Israel siga iluminando el mundo con sus aportes
y su espiritualidad?
Personalmente, me parece difícil ignorar la Protección divina. Siento Su
Presencia, como un manto que nos cobija.
El antisemitismo virulento de siglos, emanó, principalmente, de la Iglesia
Católica, su rival en doctrina, que contestaba su fe y que era necesario
eliminar. Para ello elaboró leyes y fueros sazonados de leyendas negras y
macabras. Todo ello envenenó profundamente las mentes y los corazones de
sus fieles y constituyeron el caldo de cultivo de una cultura occidental que
repelió lo judío. La acusación del deicidio atribuido a los judíos, es una de las
tantas tergiversaciones de la historia que estimuló constantemente el
antisemitismo en todos los tiempos.
El Vaticano modificó en el último siglo, su conducta y relación con los
judíos, abriendo cauces de aproximación y estima. En ocasiones, vierte
dulces palabras y buenos propósitos en nuestro favor. No le fue fácil digerir
la Creación del Estado de Israel, que contradice su doctrina del Nuevo Israel,
la Iglesia, frente al espectro del viejo Israel, los judíos, destruido, pobre y
diseminado, que desearon recrear como exponente museo vivo del pecado
cometido.
No tuvo más remedio, para no quedar en evidencia que reconocer al Nuevo
Estado de los judíos, joven, ágil y brillante. El reconocimiento se produjo
solo en el año 1993…
El Papa Juan XXIII, de bendita memoria, en un gran gesto que le honra, y
atendiendo al escrito del historiador judío francés Jules Isaac, "Acerca de la
enseñanza del desprecio" que había hecho gala siempre la Iglesia Católica,
congregó el Vaticano II, donde entonando el mea culpa pidió perdón al
pueblo judío y dictó normas que borraran el desprecio habitual que se nos
tiene.
Por desgracia, no todo lo que se pregona desde la cima llega al pueblo llano.
Viví en España el esfuerzo de la Amistad judeo-cristiana para conseguir que
las enseñanzas del Vaticano II llegaran al párroco de cada pueblo.
En todo caso la actitud de la Iglesia hacia los judíos tomará desde entonces
otro rumbo. Para ellos, la asimilación y conversión de los judíos por métodos
de castigos y conversiones forzosas, no obtuvo resultados positivos.
Comienza una etapa nueva, basada en la amistad y colaboración para limar
asperezas y crear un clima de confianza y de respeto mutuo. Seamos
positivos y esperemos que la nueva etapa suponga un paso adelante hacia la
Unión de todos los seres.
Nuestras posiciones doctrinales son muy dispares pero debemos todos
aprender a respetar las diferencias.
Las discrepancias teológicas no nos deben dividir. Nadie debe imponer su fe.
Los judíos, al respecto, siempre, siguiendo la voz de nuestros profetas, ni
intentamos convertir, y menos aún, imponer nuestra creencia a los demás.
Pedimos que "cada uno siga a su dios y nosotros caminaremos tras el Eterno
nuestro Dios".
Pedimos que nos dejen seguir con nuestros ritos y con nuestro Dios. No
queremos intervenir en religiones y dioses ajenos. ¿Por qué las demás
religiones no actúan de igual modo?
Que cada cual practique según sus convicciones y dejemos que al final de los
tiempos, La Verdad, que es Una, resplandezca para todos.
Con el Islam, se vive un fenómeno parecido.
El Islam, que al principio quiso congraciarse con los judíos, con la finalidad
de incorporarlos a la fe de Mahoma y del Corán, también acabó
denigrándonos, persiguiéndonos y convirtiendo a la fuerza.
Su doctrina, que estriba básicamente en la creencia a Dios y a Mahoma junto
a la consigna de la conquista de un mundo islamizado, sigue vigente en
nuestros días. Toma fuerza recientemente en los movimientos
fundamentalistas que pasan ya a la acción por métodos sangrientos,
cometiendo atentados y sembrando el pánico en las poblaciones. Predican la
Guerra Santa en base al Corán. Los estragos del fundamentalismo islámico
inquieta al mundo civilizado por su crueldad y matanzas continuas.
Este islamismo se está filtrando también, en las poblaciones palestinas por lo
que el conflicto empieza a adquirir un cariz islámico sin precedentes.
Como decía anteriormente, las sublevaciones en la explanada del Templo
tienen el propósito de convertir el conflicto que nos enfrenta a los palestinos,
en un asunto musulmán.
Los pueblos árabes tienen convicciones firmes.
No ocurre lo mismo en el mundo cristiano, donde, decepcionados por la
corrupción de sus dirigentes en todos los niveles, su injerencia en la política
de los Estados, la predicación de la Iglesia de los Pobres, que poco hace por
aliviar el padecimiento de los necesitados, y la base poco sostenible, para
muchos cristianos, de los conceptos de su fe, hacen que los ciudadanos no
sientan gran apego a su religión. No parece, a simple vista, importarles su
culto y no parece molestarles la incursión y la islamización en suelo europeo.
Adolecen de ideales y de rumbo. Las juventudes, intentando agarrarse a algún
valor, ante el vacío, se han inclinado por políticas de izquierdas simplonas,
consistentes en la defensa de los derechos de las víctimas en el mundo.
Y, al parecer, "las únicas víctimas existentes se hallan todas en Palestina"...
La deformación intencionada de las raíces de los conflictos y de los
acontecimientos diarios, permiten la animosidad contra los judíos y la
defensa a ultranza de los palestinos.
21. Israel, la conciencia de las naciones

Deseo expresar unas impresiones personales que considero esenciales para


esclarecer lo que acontece a nuestro pueblo.
En primer lugar resaltar el hallazgo científico que aportó el famoso
psicoanalista judío, superviviente del Holocausto, padre de la logopedia,
Viktor Frankl, quien en 1945, editó una obra reveladora, "La Presencia
ignorada de Dios", que viene a confirmar la creencia judía de que cada ser
humano lleva en sí mismo una chispa divina.
Basado en teorías científicas actuales, nos enseña Víctor Frankl, que en el
subconsciente, junto a los elementos impulsivos, actúa una conciencia
espiritual, religiosa.
Cierta luz de la Verdad y del Conocimiento, duerme pues en cada uno de
nosotros y como en todo sueño, solo vislumbramos ciertas secuelas fugaces,
tenues, que nos alerta como en una nebulosa, sin que lo percibamos
cabalmente.
Así, aunque actuemos de forma equivocada, subyace en nosotros el sentido
espiritual de lo bueno y de lo malo, sin distinguir la procedencia de la
información.
Cuando un déspota, como el Faraón, por citar un ejemplo, decide perseguir a
los judíos, busca a justificarlo. O sea, sabe que no está bien, pero inventará
razones para justificar el mal que pretende cometer.
Todos sabemos, por ejemplo, que robar no es bueno, por ello se roba a
escondidas o con engaño.
El sentido del bien y del mal está claro en nuestra conciencia porque el
sentido religioso del inconsciente es ético y bueno.
Llego así al antisemitismo para aportar una reflexión que presiento
intensamente.
Pienso que en lo más profundo del inconsciente, las religiones inspiradas en
el judaísmo, presienten inconscientemente que no están en el camino
correcto, al que muchos pertenecieron, pero al no poder admitirlo, intentan
acallar la conciencia, activando un impulso de autodefensa irreflexivo a
través de actos represivos.
Así se explica el inconsciente espiritual.
En definitiva, vengo a decir que los judíos somos LA CONCIENCIA de los
pueblos. Por ello seremos incómodos, al recordarles la realidad.
No encuentro argumento suficiente para explicar tanto odio y tanto empeño
en extinguirnos de forma continua y permanente. No se entiende que todo lo
que hagamos, siendo un pueblo que tanto aporta, sea criticado, repelido y
condenado en todos los tiempos y en todas las épocas. Se nos escapa algún
factor, diferente a los consabidos, que justifique el fenómeno antinatural que
inspiramos sin causa alguna.
Solo la mala conciencia de los pueblos puede activar inconscientemente tanta
animosidad y odio irracional durante milenios.
La Luz divina vive en cada uno de nosotros, adormecida en el inconsciente,
sin que nos apercibamos de ello. La luz del inconsciente, la presencia
ignorada de Dios, la podremos percibir mejor si estimulamos nuestra
espiritualidad con el estudio, la plegaria, la bondad y las buenas acciones. Y
la podemos oscurecer, e incluso apagar, si llenamos nuestra vida solo de
goces materiales y de actos innobles.
22. ¿Y ahora?

Y ahora, Israel, ¿a dónde vas? ¿Qué esperas del mundo, de los Cielos, de ti
mismo? ¿Qué camino vas a seguir? ¿Tendrás presente tu glorioso y a la vez
dramático pasado para proyectarte en el futuro? ¿Qué valores te guiarán?
¿Tenderás a vivir en el confort, como una nación más, o querrás realizarte
como pueblo de Dios e iluminar definitivamente al mundo, tal como se te
ordenó, hasta la llegada del Mesías?
Hoy ya estás de vuelta, en tu tierra, en la Tierra que Dios prometió a tus
padres, la que Josué conquistó al atravesar el Jordán, hace más de tres mil
años.
¿Te acuerdas…?
Viviste en la Diáspora experiencias sumamente duras. Primero, en el
oscurantismo de toda la Edad Media. Allí, fuiste asediado, acorralado y
encerrado en guetos y en Mellah. ¡Entonces no tuviste escapatoria!
Prácticamente, te obligaron por medio de persecuciones y matanzas, a seguir
siendo lo que eras: judío.
Luego llegó la Emancipación en Europa y te la prometiste muy feliz, y
razones tenías para ello. Al fin, salías al exterior y podías mostrar que eras un
ser como los demás con todos los derechos y libertades alcanzadas. Mucho
hiciste para integrarte. Incluso para pasarte a otras filas… Pero de nada te
valió. Seguías siendo eso, judío.
Ya, más recientemente, y eso sí que hay que reconocerlo, gracias a tu tesón,
al apego que tuviste a Jerusalén, a la tierra de Israel y a unas firmes
convicciones culturales y, o, ideológicas que conservaste en toda
circunstancia, tuviste la fortaleza de luchar sobrevivir como pueblo, vencer y
crear el Estado de Israel.
Momento dorado de tu historia.
Se cumplía así el sueño de tantas y tantas generaciones que soñaron y
esperaron con fe y devoción el Retorno a la Tierra Prometida.
Pero ya en tu tierra, quedaste sorprendido de nuevo.
Pensaste que ya nadie te perseguiría por ser judío. . . Al fin podrías ser tú.
Libre en tu tierra.
Pero de nuevo te topaste con una cruda realidad. Si bien tus enemigos de
siempre quedaban lejos, otros enemigos, vecinos tuyos, acostados en tus
fronteras, no te dieron descanso y te hicieron la guerra, una y otra y otra vez.
Y tú, los venciste continuamente.
Los atentados no cesarían, los misiles caerían masivamente sobre tus
poblaciones, pero no te doblegaste ante tanto peligro.
Te mediste a fuerzas superiores a ti, y siempre venciste.
Marcaste un hito en la historia, construyendo un país que carecía de
infraestructuras, viviendas, agua y tierras cultivo. Hoy Israel, tú, Israel, eres
un modelo, de modernidad de avances tecnológicos y científicos que te
colocan entre las naciones más avanzadas del mundo. Los enemigos no
pudieron contigo. . . . .
Y sin embargo, contemplas con amargura que las naciones del mundo, te
siguen rechazando por tu condición de judío, y que el antisemitismo de
siempre se llama ahora antisionismo.
Qué decepción...
Una buena parte de tu gente, se las prometió muy felices pensando vivir
como todos los gentiles, en un país de mayoría laica, a la europea. Otro sector
del pueblo, como era de esperar, lo vislumbró como el estado judío donde
podríamos cumplir las leyes de la Torá, sin restricciones.
Ya sé que todo es más complejo y más complicado. Existen muchas más
facciones que reclaman su espacio político e ideológico, y hay numerosos
desacuerdos. Menos mal que, a pesar del pluralismo y de la diversidad,
propia en nuestro pueblo, hay un factor que no falla: la SOLIDARIDAD.
Nuestra unión, nos hace invencibles.
En cuanto hay un problema vital, cuando estalla una guerra, guardáis vuestras
diferencias, os unís y hacéis piña.
Sois la admiración y la envidia de todos en muchas facetas. Pero no os
quieren. No nos quieren.
Ahora el terrorismo te acecha y te hiere, cada vez con más intensidad, sin
discriminar entre niños y adultos. El fanatismo islámico ha irrumpido en tus
fronteras y añade un nuevo cariz al conflicto. No estas enfrentado ya a un
asunto político de fronteras con los palestinos, sino a un enfrentamiento
abierto religioso, a escala mundial. Ante este nuevo panorama, cada vez más
peligroso, son más aquellos que optan, ante todo, por la seguridad del país,
frente a aquellos que siguen creyendo en una paz viable.
¿Cuantas pruebas necesitas, Israel, para entender que nunca vas a agradar a
los occidentales? ¿Que hagas lo que hagas estará todo mal? ¿Es el modelo de
lo falso y de lo "políticamente correcto" que airea Europa, lo que ansías
tener? ¿Hasta cuándo vivirás con dos culturas que se oponen? ¿Acaso el
mensaje de los profetas de Israel no son tan dignos o más que el de los
demás? ¿Cuándo enterrará un sector de tu pueblo su veneración por lo ajeno?
¿Hasta cuándo seguiréis divididos en dos campos mientras el enemigo acecha
y golpea? ¿Qué has aprendido del ayer?
Y sin embargo, es curioso constatar que, a pesar de tantas divisiones internas,
de toda índole, que nos ocupan, de tantos peligros que nos acechan, tantas
nuevas inmigraciones que van llegando y que requieren atención y cuidados,
a pesar de tantos hijos queridos que caen en las fronteras y en las ciudades
víctimas de guerras y del terrorismo, el país crece y crece a un ritmo
frenético, contando con grandes y famosos hospitales, universidades de
prestigio, lanzando sus propios satélites espaciales y siendo siempre uno de
los primeros países que ofrecen ayuda humanitaria holgada cada vez que
ocurre una catástrofe en el mundo, incluidos países enemigos.
También en lo dialéctico y en lo que concierne a moral y justicia, Israel es un
ejemplo para los demás. Todo ello ocurre en un clima de tensión, de guerra,
de rivalidades internas que nos hace a veces preguntar: Y ¿cómo se logra tal
prodigioso desarrollo si siempre estamos enzarzados con tantos conflictos?
Pareciera al ciudadano de a pie que vive el día a día en el país, que todo es
obra de un milagro. Y quizás sea así.
Todos los conflictos ideológicos, intelectuales, políticos y religiosos, emanan
en definitiva de una sed de creatividad, de superación y de búsqueda de
justicia social, que aparentan un enredo pero que en realidad representa la
esencia de Israel, ávida de conocimiento para formar una sociedad ejemplar.
Todo está siempre por hacer, en camino, nada está nunca acabado, y el
desorden de ideas y de cultos es el campo de elaboración. Vemos solo el
terreno en obra, no ofrece un aspecto agradable, pero sabemos que al final
contemplaremos una bella construcción, la del pueblo judío en este caso,
siguiendo con su aporte y con su misión, esta vez de forma distinta. Sus
frutos aún están por ver... Aunque parte ya se vislumbra.
La misión de Israel sigue su curso.
23. La reconstrucción de la identidad judía
La fragmentación tan profunda de la sociedad israelí, se debe
primordialmente a la tendencia individualista del ser judío, habituado a
pensar, cuestionar, desarrollar el espíritu crítico y dialéctico, propia del
método de estudio ancestral de pensamiento que encontramos en el Talmud y
que nos sigue definiendo como pueblo.
Pero las divisiones internas se acentuarán con la multiplicidad de
inmigraciones llegadas de todas partes, cada una de ellas aportando su lengua
y cultura de origen y su visión muy particular de entender la vida y la
religión.
Todas ellas llegarán además marcadas por persecuciones sufridas y por su
traumática y arriesgada travesía hasta llegar al país.
Muchos inmigrantes son sobrevivientes de campos de exterminio nazi, otros
llegarán a través de la inmigración clandestina, arriesgando sus vidas, en
travesías azarosas por mar, los habrá quienes lleguen desde los campamentos
de detención de Chipre establecidos por el Mandato inglés para impedir la
inmigración a Palestina. Se unirán a todos ellos, los judíos de los países
musulmanes, que en buen número necesitaron atravesar los desiertos
africanos y del Oriente Cercano, sin víveres y sin agua, expuestos al capricho
y abuso de las tribus y bandoleros del desierto que a menudo forzaban su
conversión al islam.
Todos los inmigrantes dejarán en el camino a seres queridos que no pudieron
cumplir el sueño de llegar a Sion. Todos ellos traerán el sufrimiento marcado
en sus cuerpos y en sus mentes y no dispondrán de un resquicio de respiro
para apaciguar sus almas. Ya en su patria, tendrán que medirse de inmediato
a nuevos desafíos y a hazañas bélicas para defender sus casas y sus vidas.
De su pasado, todas ellas guardarán, además, su bagaje particular, sus
costumbres, su folklore, su arte culinario y sus ritos. En la confrontación con
sus hermanos de otras procedencias, resaltará la disparidad cultural, religiosa
e idiomática, así como de mentalidad, que originará el choque de los
diferentes sectores.
El kibutz, por una parte, la educación estatal, por otra, los organismos del
bienestar social y el ejército, vendrán a paliar diferencias sociales y culturales
y formarán una plataforma sólida común de unión que permitirá fraguar la
unidad nacional indispensable.
El enemigo en común, en última instancia, nos proporcionará la cordura y la
sensatez para apartar nuestras diferencias de todo tipo y recordarnos que
somos un mismo pueblo con un mismo destino, vengamos de donde
vengamos.
Nuevamente, de fuera vendrán y a los judíos unirán.
Faltarán como mínimo varias generaciones más, para recuperar plenamente
nuestra identidad y volver a ser solo judíos en nuestra tierra, quedando
entonces la diversidad en una fuente de sabiduría y riqueza cultural.
La sociedad israelí se está fraguando lentamente. Los acontecimientos
diarios, la vida laboral intensa, las guerras y actos terroristas continuos,
obligan a la Unión y a forjar una historia en común.
Los hijos de Israel, nuestros jóvenes, nuestro bien más preciado, que
defienden nuestras vidas y nuestras fronteras constituyen la prioridad de
Israel por encima de toda ideología y discrepancias. El destino común que
nos une y los sufrimientos compartidos despiertan el lado humano que nos
une a todos.
El sufrimiento va así rompiendo las barreras que nos dividió durante miles de
años de exilio.
Si reflexionamos, veremos que el padecimiento siempre acompañó a nuestro
pueblo. Y nos preguntamos... ¿Por qué?
¿Por qué estamos condenados a padecer? ¿A qué se debe esta particularidad
nuestra?
Aconsejan nuestros sabios que "estemos entre los perseguidos y no entre los
perseguidores". ¿Acaso el mundo está dividido en estas dos alternativas?
El Talmud, en respuesta, nos define como una oveja rodeada de setenta lobos.
Esta definición ilustra nuestra realidad en la sociedad mundial. Nos sentimos,
con razón, agredidos y discriminados por las naciones, exceptuando,
naturalmente, muchos justos y simpatizantes.
El sufrimiento es un factor adicional para mantener viva la conciencia del
bien y de la justicia social.
La opulencia, el ocio y los placeres materiales alejan al ser humano de la
realidad que le rodea. La sensibilidad innata en él, se adormece para aislarse
en una burbuja de egoísmo. Va perdiendo noción del altruismo y del bien y
poco a poco va olvidando su deber y el sentido de la felicidad en la tierra.
Por el contrario, está demostrado que el sufrimiento purifica y sensibiliza
para captar los sentimientos más nobles y humanos que aflora en cada uno de
nosotros. El sufrimiento acerca las almas y promueve el amor, lo que nos
convierte en mas compasivos y generosos.
El dolor despierta los nobles sentimientos acallados por la rutina y la
opulencia.
Así dijeron nuestros sabios: "Dichoso el hombre a quien le llegan los
sufrimientos". Debe verlo como una purificación y no como un castigo.
Lo que es una realidad a nivel individual, lo es también a nivel grupal.
Israel, para conducir su misión, debe mantener bien despierta su sensibilidad
de justicia social, punto prioritario de su misión. De lo contrario, la vida en la
en la opulencia, anestesiarían los valores que debe defender y difundir al
mundo.
El dolor humaniza, instruye y en consecuencia te obliga a actuar.
Defiendo que el sufrimiento de Israel no es casual, es similar a una gimnasia
para mantenerse en forma.
A los hechos me limito. ¿Cuándo dejó nuestro pueblo de sufrir?
Siempre expulsado y siempre perseguido…
Lo más ilustrativo del caso es que para llegar a ser una nación libre en el
desierto, Dios lo esclavizó con anterioridad, durante siglos, en tierra de
Egipto. Dios lo consideró una necesidad.
Israel necesitaba esta experiencia para valorar las enseñanzas que tendrá que
impartir.
El resto de nuestra historia ya quedó brevemente expuesta aquí y viene a
confirmar que, indudablemente, el sufrimiento es vital para mantener vivo el
nervio de nuestra acción.
¿Hasta cuándo? nos preguntarán. Hasta llegar a la meta pretendida, hasta la
Redención de la Humanidad en un único ente que reconozca la supremacía de
Un Dios Único, de bondad, que nos profesa amor y que nos quiere hermanar
en justicia, paz y amor, por el sendero del pueblo elegido, sendero de paz y
justicia social tan necesitada.
24. Israel, indestructible

Es innegable, que en todo tiempo y a pesar de tanta hostilidad y privación de


libertades, errante por doquier, el pueblo judío demostró ser en todo momento
y en todo lugar, un pueblo culto, entregado al estudio de sus fuentes
culturales.
En paralelo, las civilizaciones y pueblos que ocupaban Europa, vivían en un
oscurantismo que distaba mucho de nuestra percepción de la vida.
Europa vivió siempre sumida en guerras y conquistas, feudalismo y tiranía.
La cultura y el conocimiento sería solo el privilegio de una élite y de los
monjes en los conventos. Las contiendas militares acaparaban su ocupación
diaria y la Iglesia, intrigaba y dirigía alianzas bélicas. El pueblo llano, en
todas partes, vivió en el sometimiento, el temor y la escasez, y si tiempo le
quedaba para otro menester, éste sería perseguir a los judíos con falacias y
leyendas oscuras que atizaba la poderosa iglesia. La vida del ser humano, en
el medioevo, carecía de valor. Consecuentemente, las represiones y
represalias contra la población civil se emprendían bajo cualquier pretexto o
sospecha.
Reyes y gobernantes, a menudo, pisoteaban los más elementales derechos de
sus súbditos. La justicia era arbitraria.
Esta actitud en nada se parecía a los principios morales del pueblo judío, que
desde los albores de la historia, consideró el respeto a la vida como valor
supremo. Las vivencias de ambas culturas resultaban chocantes y revelaban
hasta qué punto, el pueblo del Libro distaba en valores a los de las demás
Naciones.
Igual situación encontramos en los países del Islam, siempre en pie de guerra,
despiadado, espada en mano, enredados en luchas tribales durante siglos y
siglos, imponiendo la ley del Corán allá donde pisaban y considerando a
cristianos y judíos como religiones de segundo orden, los dhimis, con leyes
restrictivas, y pago de los debidos impuestos de sumisión.
Bien diferente resultaba nuestro concepto del mundo, de la vida y de los
derechos humanos, ante tanta crueldad y desprecio a la humanidad.
El patriarca Abraham, se llamó el Ivrí. El término hebreo Ivrí significa, el
otro lado, la otra ribera, en referencia a su lugar de procedencia.
Se utiliza esta apelación en nuestra exégesis, para señalar que el mundo está
situado en un lado y nuestro pueblo en el otro. Así fue con Abraham y así lo
será luego.

Europa comenzará a despertar del letargo en la época de la Emancipación


pero será a partir de la Revolución Francesa cuando los europeos comenzarán
a preocuparse seriamente de los derechos humanos y a valorar la vida de los
seres por igual.
Valores estos, que nuestro pueblo empezó a desarrollar en el Sinaí, hace ya
tres milenios.
Tampoco podremos decir que desde la otorgación de los derechos esenciales
del ser humano, Europa fue una balsa de aceite, ni que nuestra situación,
como judíos, mejoró considerablemente por ello. Siempre encontraron
nuevas razones y pretextos para marginarnos y humillarnos.
Las naciones seguirán rivalizando en Occidente en busca de supremacía y
poder. Conocerá la Primera Guerra Mundial que ensangrentó Europa, y
vivirá, poco después, la Segunda Guerra Mundial.
En esta Segunda Contienda Mundial, la humanidad, por desgracia, mostró su
más horrendo perfil de crueldad y monstruosidad, jamás conocido en la
historia de la Humanidad. El pueblo más ilustrado del mundo, "la Inteligencia
y la Intelectualidad" del mundo moderno, civilizado y ejemplar, Alemania,
perpetró el genocidio del pueblo judío, llevado a cabo con sangre fría,
meticulosidad y crueldad sin parangón alguno.
La industria del exterminio judío se realizó con suma rigurosidad y celo,
llevando a cámaras de gas a judíos de todos los países en una obsesión por
extinguirnos de la faz de la tierra. Seis millones de judíos murieron, víctimas
del Holocausto, la Shoah.
De esta horrenda y abominable página de la Historia Universal, recordaré que
casi todos los países conquistados por la Alemania nazi, colaboraron en esta
empresa nazi debido al antisemitismo y odio inexplicable a los judíos.
De esta condena que pesará para siempre en la historia de los pueblos, solo se
salvaran los Justos de las Naciones, que los hubo en todas partes, que
arriesgaron sus vidas para salvar a judíos.
Triste pensar que los países aliados que liberaron Europa, Estados Unidos
entre ellos, en sus bombardeos a los nazis, tuvieron sumo esmero en no
destruir las vías de tren que conducían a los campos de exterminio, a
sabiendas que un exterminio de tal proporción se estaba llevando a cabo, y
ello para que nadie pudiera pensar que el motivo de la invasión se debió para
salvar a los judíos.
¿Cuántos centenares de miles de víctimas se hubieran salvado de las cámaras
de gas, con tan sólo destruir las vías de los trenes? ¿Hasta dónde puede llegar
el cinismo, la maldad y la falta de piedad?
Muchos judíos que intentaban escapar al mundo libre, llegaron en barco a las
puertas del otro lado del Atlántico pero las autoridades les impidieron
desembarcar, a pesar del peligro que corrían. Fueron desviados de un puerto a
otro del Atlántico, ante la desesperación de los pasajeros, para acabar
regresando a Europa, a manos de los nazis y ser conducidos a las cámaras de
la muerte.
El primer ministro de Canadá de entonces llegó a decir: "Cero es demasiado".
Qué diferencia hoy, con la ola de inmigrantes de países árabes, que en
cantidades enormes llegan a todos los puntos de Europa y son recibidos con
esmero y compasión. Una inmigración que los europeos ya saben que no se
integra y que entre ellos penetran muchos terroristas prestos a actuar.

¿Harían lo mismo si los inmigrantes de hoy fueran judíos?


Lo dudo mucho.
Entonces, salta la pregunta pertinente: ¿Son estas las naciones que intentamos
imitar? ¿Tenemos a la luz de los hechos, algo que aprender de ellos? ¿Son un
ejemplo a seguir? ¿Por qué seguimos obstinados en aprender de ellos?
Ellos nos enseñarían, eso sí, el arte del engaño y de la hipocresía y a priorizar
el bienestar social y material, como valor superior.
Tapan sus deficiencias y doble rasero con una política engañosa haciendo
creer que están preocupados por la paz mundial.
No debe ser éste nuestro modelo a seguir.
Afortunadamente, hoy tenemos un hogar judío, El Estado de Israel, que no
solo acoge a todos sus hijos que quiera regresar a su casa, sino que también
vigila la situación de sus hermanos en la Diáspora, dispuesto incluso a
intervenir para salvar a todos los suyos en caso necesario, como ya lo ha
demostrado.
El Estado de Israel ha demostrado siempre su alto grado de humanidad y su
preocupación por los derechos de todos los seres humanos. Nosotros somos
el modelo a seguir, el modelo de un mundo inspirado en la Torá.
A Europa y América, los mundos civilizados, les preocupa ante todo, su
bienestar social. Mantener una hacienda y una economía que les permita vivir
holgadamente. Es legítimo siempre que no lo hagan a costa de la explotación
de otros pueblos. El Reino Unido y Francia, principalmente, a través de las
colonias que establecieron siglos pasados, expoliaron a los nativos, que
mantuvieron en la miseria, llevándose todas las riquezas naturales del lugar.
Estados Unidos interviene siempre en América Latina para implantar
gobiernos que les sean favorables.
Las Naciones Unidas, con la partición de Palestina, en 1920, crearon Estados
ficticios, como Líbano, Irak y Jordania, con la finalidad de defender su
economía y hegemonía en la zona, situando a títeres autoritarios que velarían
por sus intereses.
Serán estas potencias quienes sembrarán la discordia que abriría más tarde los
conflictos de la zona y principalmente el problema que nos enfrenta a los
palestinos.
En especial, y en lo que nos concierne, las Naciones Unidas crearon el estado
de Jordania, parte de la Palestina política. Puestos a exigir derechos, los
palestinos deberían reclamar ante todo el territorio de Jordania, que repito, es
parte de la Palestina política. En este caso, la figura de un monarca designado
arbitrariamente y de una suculenta riqueza por explotar pasó por encima del
derecho de un pueblo, el pueblo judío, que expulsado de su tierra, se asentó
de nuevo en ella, tras dos mil años de espera.
Lo cierto es que la justicia divina es inapelable. Todo se paga a corto o largo
plazo, similar al efecto de un boomerang. Los pueblos expoliados y
empobrecidos de África y Medio Oriente, en su frustración y desesperación,
abandonan sus tierras en guerra y acuden en busca de refugio a las puertas de
Europa.
25. Israel existe por y para la Torá
Muchas alabanzas se han vertido sobre el pueblo judío en este escrito. Y
ciertamente, ¡merecidas! A los hechos históricos me remito. Nuestra
existencia tras milenios de dispersión y el retorno a nuestro hogar nacional
contra todo pronóstico, y recuperar nuestra soñada Jerusalén, eterna capital de
Israel , avalan el mérito de un pueblo que nunca renunció ni a sus ideales ni a
su sueño.
En nuestro tortuoso, heroico y largo sendero de regreso contribuimos, no
obstante, al desarrollo económico de los pueblos que nos acogieron.
Como muestra, recordemos esta cita de Jaime I de Aragón: "No toquéis a los
judíos, pues son mi riqueza y mi tesoro". Y nuestro sabios, refiriéndose a la
llegada de Jacob a Egipto para ver a su hijo José, aseveraron: "Cuando Jacob
llegó a Egipto, las aguas del Nilo subieron y cuando Jacob salió de Egipto las
aguas del Nilo bajaron", en referencia a la prosperidad que crece allá donde
están los judíos y a la pobreza en que queda sumergido un país cuando los
judíos lo abandonan.
Uno de los ejemplos más ilustrativos lo proporcionaron los judíos expulsados
de España , que en su exilio llegaron a Turquía. El Emperador, Solimán el
Magnífico, exclamó al recibirlos: "¡Qué torpes son los Reyes Católicos,
empobrecen su país para enriquecer el nuestro!"
Nuestra existencia resulta ser un misterio para muchos, y para los judíos
creyentes, supone la prueba irrefutable de la Protección divina que gozamos
en, cumplimiento de las profecías Bíblicas y la confirmación de la veracidad
de la misión, que nos convirtió en el pueblo elegido, por méritos, no nuestros,
sino de nuestros Padres, Abraham, Isaac y Jacob.
¿Debemos sentirnos satisfechos como pueblo? Indudablemente, sí.
Nos movió siempre la convicción y la esperanza de servir una causa superior.
Creímos y sobrevivimos.
Cabe preguntarse, no obstante, si seguimos estando realmente a la altura del
compromiso contraído.
¿Cumplimos las enseñanzas que se nos ordenó, como es debido? ¿Actuamos
conforme al espíritu de la Torá? ¿Somos conscientes de la misión que se nos
encomendó?
¿Consiste el judaísmo en cumplir con toda la normativa que marca lo qué
hacer en toda circunstancia y momento? Sí, por supuesto.
Pero siempre a condición de que no olvidemos el matiz imprescindible, sin el
cual nada tiene sentido. La aplicación de la normativa constituye en cierto
modo la parte seca y rigurosa de la Ley, destinada a mantenernos en una
estructura que nos distinga, dificulte la asimilación y nos conduzca a aplicar
el espíritu de la Torá. Grave sería , si pregonáramos la letra seca y nos
olvidáramos de aplicarla.
Sin este matiz , las ordenanzas serían superfluas e inconsistentes.
¿De qué sirve practicar un ritual que predica el amor al prójimo, si luego nos
encerramos en nuestra propia concha sin que nos importen los demás, o si
faltamos a la obligación de ayudar al necesitado, a la viuda y al huérfano. . .?
¿Sabemos prestar ayuda cuando se nos solicita? ¿Buscamos hacer el bien a
los demás? ¿Tenemos cuidado en no avergonzar a nadie y menos aún en
público? ¿Ponemos armonía en nuestras vidas?
Porque resulta que todas las leyes judías, sus ritos y normativas solo buscan
ESO.
El amor al prójimo manifestado en todas sus facetas. La mecánica por sí sola
no es suficiente. Pero la mecánica, si es sentida, despierta los valores que
encierra.
Toda la normativa es una especie de gimnasia para mantener vivo el espíritu
que contiene. En su conjunto, la normativa, la Halajá, obra como el
envoltorio que protege la esencia, el alimento.
NO HAGAMOS DEL ENVOLTORIO LO ESENCIAL Y DE LO
ESENCIAL EL ENVOLTORIO.
Ello desagradaría a Dios, que es Dios de Amor y que nos entregó la Torá que
nos señala el sentido de la vida y todos los senderos que conducen a la
felicidad y al altruismo.
Recordemos la respuesta que dio Hilel al pagano que le pidió que le enseñara
la Torá en pocos instantes. Así la resumió: "Amarás al prójimo como a ti
mismo. El resto, ve y aprende."
No hay nada que agrade más al Eterno que ver a sus criaturas instruirse en los
preceptos que nos ordenó, hacer el bien, respetarse y ayudarse mutuamente,
pues es ésta la finalidad de toda la Creación. Que la práctica seca, tan
importante, que constituyó nuestra patria virtual en el exilio, no distorsione el
mensaje que encierra.
Seamos exigentes con nosotros mismos. No seamos complacientes. Seamos
críticos y sinceros. Estudiemos Torá, Mishná y Talmud, a la luz de nuestros
sabios pensadores que descifran los textos para darles su sentido y valor.
Nuestras fuentes son inagotables. Alumbran a cada generación. Desarrollan
aspectos conductuales y psicológicos, educativos y filosóficos. Aportan datos
medicinales y científicos, y filosóficos, siempre actuales. La Torá, así pues,
es pasado y es presente. Por eso sigue viva y es objeto constante de estudio y
de reflexión.
La Torá da vida a Israel e Israel vive gracias a la Tora.
Nuestra misión de transmitir el concepto de un Dios Único para todos, sin
representación ninguna , Dios de Amor y de Justicia a la vez, es nuestro
deber sagrado y de nuestro ejemplo depende guiar la Humanidad a una era de
hermandad.
Amasar conocimientos sin llevarlo a la acción resulta un acto estéril.

Es obvio y comprensible que no todos los judíos se mantengan fieles a la Ley


de Moisés. Pero a nivel grupal es evidente que seguimos cumpliendo el Pacto
contraído.
Constituimos un caso muy especial. De nosotros se espera lo máximo , ser el
ejemplo para todos. Por ello debemos elevar nuestro nivel de exigencia al
máximo y no aceptar ser un pueblo más. ¡Nuestra responsabilidad es enorme!
El destino de la humanidad está en nuestras manos y solo una conducta
humilde, humana y solidaria podrá rescatar a la humanidad del precipicio
donde se encuentra. Solo el reflejo de nuestro humanismo, compasión y amor
que emane de nuestros actos podrán iluminar al mundo y guiarlo a la
Redención final.
Israel es un pequeño punto en el mapa mundial, apenas perceptible, frente a
las grandes potencias y poderosos vecinos, y sin embargo los sabios han
insistido: "todo depende de Israel", Israel mueve los procesos del mundo.
Abundando en esta idea, dice el Zohar: “Así como sin el corazón, los órganos
del cuerpo no pueden existir un momento, tampoco las naciones pueden
subsistir sin Israel”. El bienestar del mundo depende de Israel. La
responsabilidad de Israel es enorme y la fórmula del éxito, no es difícil de
cumplir. "No está en los Cielos que pudiéramos decir quién podrá alcanzarla.
Ni tampoco está al otro lado de los mares, se encuentra muy cerca de ti",
como dice la Torá.
Dios solo nos pide algo que está muy al alcance nuestro. Solo nos pide
unión, respeto al prójimo, unidad nacional, y alegría en nuestras vidas.

Allí radica el secreto del éxito. En todas las generaciones se nos ordena
fortalecer la unidad "para que nuestros enemigos no se adueñen de nosotros"
( Libro de la conciencia).
Por ello nuestros sabios predicaron "Todos los judíos son responsables los
unos de los otros".
Ninguna calamidad caerá sobre Israel si el amor, el respeto y la unidad
dirigen nuestras vidas.
En la actualidad, si bien podemos decir que existe una parte considerable que
se mueve guiada por estos principios esenciales, debemos reconocer que
queda aún mucho camino por andar. La cohesión de nuestra sociedad muestra
fisuras considerables.
Vivimos desigualdades, fruto de injusticias sociales, de las cuales todos
somos responsables. La corrupción campa en muchos sectores.
Sobre los guías espirituales, nuestros rabinos, recae una mayor
responsabilidad. Su ejemplo y su humildad deben señalar el camino a seguir.
Muchos de ellos son conscientes de su misión y a muchos otros debemos
solicitarles mayor humildad, flexibilidad en sus decisiones, estar más
cercanos a sus hermanos e intentar oír sus almas. En ellos recae gran peso del
éxito de Israel. Ellos son nuestros guías, los detentores de la Torá, nuestros
instructore, al fin y al cabo.
Tampoco pongamos toda la responsabilidad sobre sus espaldas. Todos
tenemos sentido común para aplicar el bien. No se requiere tanto esfuerzo
para obrar con rectitud.
Cuando Israel sea como un mismo hombre, un mismo corazón, "será como
un muro fortificado contra las fuerzas del mal".
Toda la sociedad israelí tendrá que entender que el estado de Israel es, ante
todo, un estado judío. Que el judaísmo es la razón y causa de nuestra
existencia como pueblo y de nuestro retorno a Sion.
Debatirlo mostraría cuán lejos estamos aún de nuestro objetivo. La enseñanza
laica debe mostrar un mayor respeto y apego a nuestras tradiciones. También
, en tiempos de guerra todo el pueblo tiene el deber de defender nuestras
fronteras y nuestras casas. El estudio de la Torá no está reñido con el deber
de defenderse. Así lo fue en el pasado y así debe seguir siéndolo. Pero es
primordial entender que siendo el estudio de la Torá la base vital de nuestra
existencia como pueblo, debemos asegurar y permitir que todos los
estudiantes de Yeshivá, que dispongan de talento y grandes capacidades para
su estudio, solo éstos, se dediquen exclusivamente al estudio de la Ley judía
y queden exentos del servicio militar.
Intentemos entre todos reparar las grietas que tantos siglos de persecución
causó en nosotros.
Recuerden: “todo depende de Israel".
El tiempo corre, el mal avanza en el mundo, y recuerden: "Ninguna
calamidad viene al mundo sino por Israel".
Seamos conscientes del colosal peso que recae en nosotros.
El tiempo apremia, los hijos de Ismael, que encarnan terror en nuestros días
se aprestan a dominar el mundo y asediar Jerusalén, nuestro bien más
preciado. ¿Estamos a la altura de la magnitud del momento que vivimos?
Pueblo de Israel, pueblo elegido, nuestra existencia y la del mundo está en
juego. No ocasionemos otro exilio. No nos defraudemos a nuestros propios
ojos ni a los ojos de Dios. Posiblemente el Mesías esté ya en las puertas de
Sion.
Despertemos.
Seamos un solo hombre con un solo corazón y seamos el faro de la esperanza
para el mundo entero. Cumplamos el papel histórico que se nos asignó en el
monte Sinaí.

Concluyamos esperando, que una vez más, como en el pasado, Israel esté a la
altura del Gran Momento.
Sabido es que Dios, que completa la obra del hombre, estará una vez con su
pueblo ante la convocatoria de pueblos que nos amenazan y buscan nuestro
fin. Nuestra persistencia y fidelidad continua al Dios Único, será finalmente
recompensada.
Y así como se vienen realizando todas las profecías de la Biblia, también se
cumplirán esta proclama del profeta Jeremías:
"La palabra de Dios vino a mí para decirme: Anda y proclama a los oídos de
Jerusalén diciendo: He recordado la bondad de tu mocedad (el hecho de
seguir a Moshé y Aarón al desierto por haber creído en Mi), el amor de tus
esponsales cuando "me desposaste" (cuando Me revelé a ti en el monte
Sinaí), caminaste tras de mí en el desierto en una tierra no sembrada". (En
alusión esto último, al mundo oscurantista y carente de valores, semejante a
un desierto en abandono que supuso el exilio milenario de los hijos de Israel).
Y finaliza Jeremías afirmando: "Sagrado es Israel para Dios, todo el que lo
devore será culpable, el mal vendrá sobre ellos, dice el Eterno".
La justicia divina es inexorable. El Dios de Israel es Dios de Amor pero a la
vez de Justicia y Verdad. Ninguna maldad habida quedará impune.
La Luz del Eterno irradiará finalmente. La obra de Israel será vista y
reconocida por todos. El Conocimiento de Dios alcanzará a todos los seres
humanos. No habrá más guerras ni odios. Quedaremos todos hermanados en
el glorioso Día del Mesías . En aquel Día, tal como concluimos el servicio
religioso diario, "Dios será Uno para todos y Su Nombre será Uno".
26. En busca de la Era Mesiánica

Veamos ahora la similitud de conducta y valores de los Patriarcas, Abraham,


Isaac y Jacob, con el pueblo judío hasta nuestros días.
Cuando decimos que la elección de Abraham se debió a sus méritos y
valores y cuando afirmamos que el Eterno escogió a su descendencia para
difundir la creencia y virtudes de nuestro noble patriarca, venimos a decir que
esta descendencia sería capaz de guardar permanentemente las señas y la
personalidad de los Padres de Israel.
Si no, ¿cómo entender el hecho de confiar una misión tan singular a una
posteridad que no responda a las dotes de los Patriarcas?
Si no existe una evidencia probada de transmision genética, ¿qué sentido
tiene confiar una misión histórica de tal magnitud a unos descendientes que a
la postre nada tengan en común con la ética sus progenitores?
Y sin embargo, el Eterno confió la salvación de la humanidad a los hijos de
Abraham. Dios, en su inteligencia infinita obra con rectitud, aunque los
humanos no alcancemos a entender Sus actos.
Por ello, debemos remitirnos a los hechos históricos, a la evolución del
pueblo de Israel, a sus características morales constantes, para comprobar que
estos hijos de Israel, a través de siglos y milenios mantienen en toda
circunstancia unas actitudes y pensamientos en consonancia al espíritu con el
que el Génesis describe a los fundadores de nuestro pueblo.
Este breve estudio intentará demostrar las similitudes y paralelismos que
caminan juntos sin perder su esencia de origen.
Empecemos con Abraham.
¿Acaso fue un simple nómada de su época ensimismado en su fé ciega? ¿Fue
éste su mérito? No, indudablemente.
Abraham nació en Ur en Caldea hace unos 3800 años. Conoció
civilizaciones ajenas y culturas que buscaban a su manera la verdad de los
acontecimientos pero que no lograban desprenderse del tupido manto
politeísta que los dominaba. Su propio hogar paterno era un centro politeísta,
en el que los dioses proliferaban. Pero él, libre pensador, estudiaba los
argumentos de los creyentes e investigaba los fenómenos de la naturaleza.
Llegó a la conclusión de que aquellas civilizaciones estaban equivocadas en
su base y que los diversos motivos de culto respondían simplemente a las
múltiples manifestaciones de la naturaleza.
Abraham llegó, a través de la indagación y observación, a la conclusión de
que todos los fenómenos naturales, que se sucedían con exquisita precisión
solo eran manifestaciones de un Ente superior que los creaba y los
controlaba.
Abraham entendió que toda la existencia era la Creación de una Fuerza Única
Superior, el Poder de un Dios Único que la dirigía y la guiaba. A este ser
Único le atribuyó además un valor superior. El Dios Único que se forjó, era a
la vez Dios de Bien y de amor que vela por todas sus criaturas.
La personalidad arrolladora de Abraham no quedó aquí.
Convencido de su verdad, buscará implantarla, enseñarla. Denunciará la
idolatría y a los idólatras. Captará adeptos, como señala el relato bíblico.
Gran revuelo tuvo que causar cuando el mismo rey Nimrod le persiguió y
buscó su muerte. Nada le amedrantó.
Era un libre pensador, convencido de su descubrimiento y caminando con
valentía. Creyó en el Dios Único y Justo con toda firmeza, por lo que no dudó
a exponerse al sacrificio de su amado hijo Isaac.
Todo ello le hizo valedor de la inspiración divina, punto de arranque de la
gloriosa historia de nuestro pueblo.
¿Acaso no se corresponde este comportamiento con la del pueblo judío en su
trayectoria milenaria?
Nunca renunciamos al Dios de Israel. Siempre estuvimos en peligro por
concebir un Dios sin representación alguna y con su mensaje universal.
Decenas de miles dieron sus vidas santificando su Nombre. Israel sigue
ofreciendo sus hijos a Dios en señal de sometimiento y confianza en Él.
"Justo es Dios en todos sus caminos". Con esta creencia vivimos hasta hoy.
Orgullosos de nuestro patrimonio siempre hemos enseñado la belleza de
nuestros textos sagrados.
Israel sigue siendo Abraham.
Otra característica de nuestro Patriarca se refleja en el espíritu de justicia que
le definía. No toleraba la injusticia y para defender lo justo era capaz de
enfrentarse al más poderoso con el riesgo que comportaba. Osó pedir
explicaciones a Dios en defensa de los justos de Sodoma y Gomorra. Nada le
detuvo. Con el debido respeto, argumentó ante Él su demanda.
Transcurrirá el tiempo y los judíos, a partir del momento que dispusieron de
libertades promovieron los movimientos de libertades en los países de
acogida. Socialismo, Revolución rusa, el sistema jurídico y democrático en
Estados Unidos, entre otros muchos ejemplos en todas partes, dan muestra de
la gran aportación de los judíos en defensa de los derechos humanos, fruto
de una herencia sinaítica que rige en el seno de nuestro pueblo.
Israel mantenía el legado de Abraham.
De regreso con nuestro venerado patriarca, nos cuenta el Génesis que, cierta
vez, Abraham reunió a más de doscientos combatientes para salir, él a la
cabeza, a liberar a su sobrino Loth en poder de reyes de la zona. Los venció,
liberó a su sobrino y no aceptó ni siquiera unos cordones de zapatos de los
monarcas que liberó junto a Loth.
Ese espíritu de Abraham, combatiendo y exponiendo su vida por salvar a los
suyos, nos recuerda la máxima en nuestro pueblo de acudir a los mercados a
rescatar esclavos judíos y en la época moderna el deber que se asignó el
Estado de Israel de acudir allí donde sus hermanos estén en peligro. El
ejemplo más ilustrativo lo encontramos en la operación Uganda donde
Fuerzas del Ejército de Israel salieron a rescatar a rehenes judíos secuestrados
por terroristas en ese país.
La "Operacíon Moisés" y la "Operación Salomón" para traer a Israel a judíos
etíopes, y muchos ejemplos más, muestran el esmero de nuestro pueblo en
acudir en auxilio a sus hermanos en peligro.
Sir Moses Montefiori es un hermoso ejemplo individual, del desvelo y
preocupación de un ardiente judio acudiendo sin cesar en ayuda de
comunidades judías necesitadas en el mundo.
Nuestra máxima "Todo judío es responsable el uno del otro" se cumple así,
con orgullo, al estilo de Abraham.
Destaquemos, por ultimo, el espíritu hospitalario que le distinguía.
Sentado en la puerta de su tienda, esperaba el paso de viajeros para aliviarlos
y agasajarlos.
Este principio de hospitalidad quedó anclado en nuestro pueblo.
Nuestras leyes nos obligan a dar cobijo al menesteroso. Nuestras casas deben
permanecer abiertas en celebraciones y fiestas judías, pues ningún judío debe
permanecer solo y sin poder respetar sus festividades.
Nuestra normativa fija instituciones y reglas de forma a proteger al huérfano,
a la viuda y al extranjero. Todas las normas bíblicas y rabínicas se siguen
cumpliendo religiosamente, formas todas ellas de hospitalidad y de ayuda.
Isaac, el hijo tan deseado por Abraham y Sarah, heredó el Pacto contraído por
su padre con Dios. No se distinguió por ningún acto trascendental que llevará
a cabo. Le sedujo la vida aparentemente brillante de su hijo Esaú, sin advertir
sus carencias morales. Su esposa Rebeca, en última instancia, y valiéndose de
una artimaña, logró el nombramiento de Jacob, como heredero espiritual del
pueblo naciente.
Sin embargo, merece toda nuestra admiración por su vida, no tan vistosa,
pero si de gran repercusión para continuidad de nuestro pueblo.
Hablamos siempre del sacrificio de Isaac y de la devoción de Abraham
dispuesto a sacrificar a su hijo, pero olvidamos a la persona que iba a ser
sacrificada, Isaac. Éste tenía ya 37 años, según la tradición, cuando iba al
altar del sacrificio. No se opuso a ser sacrificado, no protestó ni interpeló.
Aceptó con la misma fé de su padre.
Su devoción fue ejemplar por lo que merece toda nuestra admiración
también.
Isaac fue el continuador de la obra de su padre. Si Abraham dejó su tierra
natal para instalarse en la tierra Prometida, su hijo se encargará de habilitarla,
de abrir pozos, labrar la tierra y sembrarla: tarea callada pero indispensable y
necesaria para hacer de un sueño una realidad .
Su obra, bien nos puede recordar la de tantos pioneros judíos, que durante
generaciones, de forma callada y abnegada construyeron y siguen
construyendo un país, labrando, sembrando, creando infraestructuras a lo
ancho y largo del país, entregando a veces sus vidas en el empeño por
conseguir que la tierra de Israel vuelva a brotar y fructificar como si nunca la
hubieran abandonado.
Y finalmente llegamos a Jacob, sucesor de Isaac, cuyos hijos constituirán las
doce tribus de Israel, embrión de una gran nación: los hijos de Israel.
Su vida será ajetreada, llena de sucesos y proezas significativas. Estará
marcada por su relación enconada con su hermano Esaú, de trascendencia
histórica hasta nuestros días. Ya al nacer, atrapaba el tobillo de su hermano
para hacerlo caer, signo premonitorio de futuras rivalidades ideológicas.
Hombre de estudio, obtuvo la cesión de primogenitura de su hermano a
cambio de un plato de lentejas, lo que refleja la importancia que daba Esaú a
su derecho de sucesión. "¿De qué me sirve la primogenitura?", llegó a decir.
Sin embargo, cuando Isaac, confundido por la ceguera bendijo a Jacob como
sucesor en lugar de su hermano, como pretendía su padre, Esaú montó en
cólera y desesperación y esperará la muerte de su anciano padre para matar a
su hermano.
Rebeca, advirtiedo la intención de su hijo Esaú, evitó el fraticidio pidiendo a
Jacob que huyera a casa de su tío Laban.
Jacob abandona Beer Sheva, su hogar, su tierra y su patria y huye a Jaran por
temor a su hermano. Viaje incierto, con los peligros propios del camino. No
sabe lo que le espera y se siente solo. Le asaltan muchas dudas y preguntas.
No entiende que recibiendo el legado espiritual que le ata a su tierra, tenga
que huir de ella como un fugitivo. Todo en él es duda, temor, incertidumbre y
soledad...
Llegada la noche, se detuvo para descansar. Tomó una piedra por almohada y
se durmió.
Y allí soñó. En su sueño, apareció una escalera apoyada en la tierra y que
alcanzaba el cielo. Por ella, ángeles de Dios subían y bajaban. En lo alto
apareció Dios que le reconforta con estas palabras: "Yo soy el Eterno, Dios
de Abraham y de tu padre Isaac. A ti y a tu descendencia les daré el lugar
donde estás acostado. Tu descendencia será tan numerosa como el polvo de la
tierra. Te extenderás de norte a sur y de este a oeste. Todas las familias de la
tierra serán benditas por medio de ti y de tu descendencia. Yo estoy contigo.
Te protegeré por donde vayas y te haré regresar a esta tierra. No te
abandonaré hasta cumplir todo lo que te he prometido".
Al despertar de su sueño pensó: "Realmente, ¡Dios estuvo en este lugar y yo
no lo sabía!" Y con temor añadió: "Qué grandioso es este lugar. Es nada
menos que la casa de Dios. Es el pórtico del Cielo".
Y llamó a aquel lugar Bet-El, Casa de Dios ( Génesis 28).
Detengámonos por un momento en este relato del sueño de Jacob e
intentemos traspasarlo a la historia de nuestro pueblo.
Nuestra trayectoria a a nivel colectivo se asemeja a la vivencia de Jacob. Su
sueño nos cuenta las incertidumbres de nuestras vidas como pueblo.
El pueblo judío siempre se sintió heredero espiritual del legado que nos
dejaron nuestros Padres y que recoge nuestra Sagrada Biblia. Pero humanos,
como Jacob, siempre nos asaltaron dudas y temores. Si fuimos escogidos por
Dios, ¿por qué debemos sentirnos siempre perseguidos como se sintió Jacob?
¿Cuantas veces nos hemos preguntado dónde está Dios? ¿Porqué permite que
viva huyendo?
La respuesta de Dios están en su aparición a Jacob.
Dios le habló a él y a la vez nos habla a nosotros, en nuestros días.
Nos pide no temer. Nos pide confiar en Él. Nos asegura que nuestro final será
feliz. Nos dice que siempre caminará con nosotros y nos protegerá.
¿Acaso no está ya demostrado? ¿No es cierto que a pesar de tantas
persecuciones y humillaciones nos sacó Dios de todos nuestros apuros, nos
libra de nuestros opresores y asegura nuestra continuidad? Los ángeles que
suben y bajan no se refieren a ángeles del cielo. De ser así el texto diría
bajaban y subían. Se refiere a los príncipes de la tierra, a las civilizaciones
que suben, alcanzan el zénit, caen y desaparecen, mientras que Israel
permanece siempre.
Dios sigue estando con nosotros al igual que estuvo con nuestros padres.
Somos como el Jacob del sueño que revive su trágica experiencia y recibe a
la vez la voz del Cielo que nos impulsa y nos renueva en confianza y fé.
Tosefet
El mundo a la deriva

1.
Desde mi pequeña ventana, hasta donde mi humilde entendimiento me
permite alcanzar, contemplo el mundo y me produce un cierto
estremecimiento.
A la luz de la evolución de la historia humana, tengo el presentimiento y la
sensación de que nuestro mundo se derrumba a pasos precipitados, sin ver
ningún factor relevante que lo detenga. Pienso que la única posibilidad de
salvación nos podría llegar desde las Alturas, del Creador del Universo, que
repare todas las calamidades de los humanos y nos depare la Luz del
discernimiento, que nos acerque a Él y nos permita convivir en hermandad,
sin guerras… en la Paz Universal.
Pero, por todo lo que aprendí en mis fuentes judías, pienso que no debemos
ser ingenuos. Dios no interviene en la historia, salvo en casos puntuales,
manifestándose principalmente a través de su pueblo, los hijos de Israel, a
quienes cuida, protege y a veces reprende con suma severidad.
Todos los seres humanos somos los responsables exclusivos del mundo que
habitamos. Ya advirtió Dios la incapacidad de las Naciones para
autocontrolarse y no caer en el abismo del materialismo, la sensualidad y el
despotismo. Para paliar este déficit, creó, a partir de Abraham, un pueblo, su
pueblo elegido, los hijos de Israel, a quienes liberó de la esclavitud de Egipto,
los acercó al Monte Sinaí, y les otorgó la Torá, la Palabra de Dios, para que al
practicarla sirviera de reflejo que aportara luz a las Naciones.
Es indiscutible que los judíos, como pueblo, se mantuvieron siempre fieles al
Dios Único y a la Ley de Moisés. Toda la historia de la humanidad bien
demuestra con cuanta fidelidad y devoción su pueblo creyó y nunca renunció
a sus raíces ni a su misión histórica. La historia de Israel es un prodigio y un
milagro que solo se puede entender con la intervención del Creador, que de
generación en generación nos salvó de nuestros angustiadores.
Cierto que aportamos Luz al mundo. Nuestra aportación a la sociedad global
es insuperable, si analizamos nuestra contribución en todos los campos a
través de los siglos.
El ejemplo de Israel, la luz prevista que irradie, debe conducirnos a los
Tiempos Mesiánicos que transformen la humanidad en una sociedad
hermanada, de conocimiento divino y de Bien.
Si Israel, en su conjunto, como pueblo, se mantiene fiel a su legado, ¿por qué
lejos de alcanzar el Sueño Dorado, pareciera que el género humano se hunde
cada vez más?
¿Qué responsabilidad tienen en esta situación las Naciones del mundo?
¿Y qué responsabilidad atañe a Israel?

Con respecto a la humanidad en general, conviene destacar grandes logros


obtenidos. De una sociedad sin leyes ni escrúpulos, donde la vida del ser
humano carecía de valor, donde los reyes y gobernantes déspotas hacían y
deshacían sin leyes y sin piedad alguna, llegamos en los últimos siglos a una
amplia apertura que permitió un mayor conocimiento y el despertar
consecuente de la conciencia de pueblos reclamando sus derechos y
libertades.
Entre otros factores, la invención de la imprenta permitió la corriente de ideas
y de saber, tan básicas y necesarias.
La Revolución Francesa fue uno de los puntos culminantes de las conquistas
de igualdad y derechos cívicos.
La Declaración de los Derechos Humanos, posteriormente redactada es pieza
fundamental de la jurisprudencia y valores de las sociedades democráticas y
modernas de hoy día.
Todo parecía presagiar a partir de entonces un mundo más justo y feliz.
Pareciera que el mundo occidental evolucionaba apostando por un
crecimiento moral y ético que se propagaría a los cuatro rincones del mundo
alcanzando a los más oprimidos y desfavorecidos.
En parte así fue.
Pero las buenas intenciones y las ideologías nacientes se toparon pronto con
otras prioridades. Otros intereses afloraron y transfiguraron los buenos deseos
iniciales.
Europa Occidental y los Estados Unidos, que figuran a la cabeza de todos los
avances alcanzados, se preocuparon principalmente del bienestar de sus
poblaciones. Hasta aquí, loable, lógico y justo. Pero deja de serlo y es
reprochable cuando el sueño de un mundo más igualitario se va
desvaneciendo, cuando el fuerte sigue queriendo abusar del débil y lo
extorsiona con sutiles estrategias.
El bienestar del mundo ilustrado se consiguió, en buena manera, explotando
pueblos rezagados y más débiles.
Tanto los Estados Unidos como Francia, Reino Unido, España y Portugal,
crearon en el siglo pasado, con el beneplácito de la Liga de las Naciones,
estados ficticios con gobernantes amañados, con la finalidad de explotar sus
riquezas naturales, petróleo y minerales.
Ello contribuyó a mantener al continente africano, parte de Asia y América
latina, en la pobreza en que ya se encontraban y en la cual siguen sumidos en
buena medida. La primavera de la libertad no llegó a ellos. Sin embargo, si
les llegó la ambición de los poderosos para hacerse con sus bienes terrenales.
El mundo culto se dedicó a expoliarlos en lugar de enseñarles a crecer y bien
administrar sus riquezas.
Así se explica, en buena parte, el bienestar del mundo occidental.
Así se expandieron y prosperaron los Estados Unidos y así nacieron
flamantes Estados tales como Líbano, Siria, Irak y Jordania.
Hoy esos estados son intocables mientras el mundo cuestiona la legalidad del
único pueblo que por largos siglos habitó dicho lugar: el pueblo judío, Israel.
La Tradición judía nos enseña que "cuando no hay justicia en la Tierra, hay
justicia en el Cielo". Ningún pecado queda impune. "Dios es Justo en todos
sus caminos" reza un salmo, ¡y Su justicia resplandece en su debido tiempo!
En este caso, el expolio de los países pobres, donde las guerras, el hambre y
la sed arrasan grandes poblaciones, ha originado un efecto boomerang de alta
proporción. Los inmigrantes de todas partes, que huyendo de la desolación y
la muerte invaden Europa, el mundo del bienestar, puede que estén reparando
el expolio que sufrieron de los colonialistas en siglos recientes. Ellos
provocaron la pobreza y los pobres pegan ahora a sus puertas para disfrutar
de sus bienes.
¡Muy posiblemente sea la Justicia divina la que esté operando!
Hay que añadir que la Europa avanzada está recibiendo inmigrantes en su
mayoría de religión musulmana que no desean integrarse y que aspiran a
expandirse con el tiempo y con el factor demográfico a favor, a dominar e
islamizar el viejo continente.
Europa actuó con mucha ingenuidad y no valoró la realidad vigente. Hoy
comprueba impotente su error y asiste a la invasión pasiva del Islam.
Para Europa ya no hay marcha atrás mientras las comunidades musulmanas
van levantando progresivamente su voz para exigir privilegios.
Para mayor intimidación, disponen de numerosas células terroristas que,
crueles y despiadadas, cometen atentados horrendos.
Europa no encuentra solución al problema.
El viejo continente, cuna del Cristianismo, tampoco veló por la defensa de su
religión y de su cultura. No parece importarle. Solo el valor de la democracia
les inspira sin pensar que ésta, en un futuro no lejano, será desmontada y
entrará entonces en vigencia la ley del Corán.
¿Cómo entender la pusilanimidad de Occidente? ¿Cómo se explica que no
velaran por los valores cristianos?
Quizás la respuesta esté en esta aseveración de los sabios judíos :"Si te
preguntan si hay sabiduría en las Naciones, dí: sí. Pero si te preguntan si hay
normativa en las Naciones, dí: no".
Toda la vida judía está impregnada de actos que nos permiten mantener viva
la idea. Nuestra normativa alcanza el más mínimo acto de la vida. Fuimos
una Torá ambulante donde el judaísmo se manifestaba en cada detalle.
Solo así conseguimos sobrevivir como pueblo y como ideología.
El Cristianismo por su parte no dispuso de dispositivo que lo avivara y lo
preservara. Dogmas y doctrinas, sin caparazón que lo resguarde, resultan
insuficientes. La tendencia del ser humano busca inclinarse a lo útil y lo
atractivo. La ambición y la sensualidad se disparan si no existen normas que
las frenen. Es fácil caer y muy difícil ascender sin disciplina de soporte.
De esta forma, los valores de la educación judeocristiana se fueron diluyendo
en un conglomerado, para identificarse con los principios de la democracia y
de los Derechos humanos, erigidos en la Biblia sagrada de los europeos.
2.
En su intento de preservación, el mundo de la Ilustración solo encuentra un
camino: el de la connivencia y acuerdos que buscan un equilibrio que le
permita sobrevivir sin irritar a sus nuevos conciudadanos. Para ello, las
concesiones serán numerosas, desde la elevación sin límite de mezquitas
hasta la supresión en muchos municipios de fiestas y tradiciones cristianas
que pudieran ofender la sensibilidad del Islam.
Todo ello no logra frenar las ambiciones de unos conquistadores que no
ocultan su decisión de implantar las leyes del Corán. Pareciera que,
sintiéndose abocado al cambio de civilización que se deslumbra, el mundo
occidental adoptara la consigna de Luis XVI quien dijo "Después de mí, el
Diluvio".
Aunque para que ese Diluvio no llegue en sus días, como parece casi
inminente, la fina y embriagadora diplomacia, con todas las lindezas que la
caracteriza, se esfuerza en querer aún deslumbrar y aleccionar a todo el
mundo con sus valores democráticos, razones de Estado y su principio de lo
"políticamente correcto" para justificar su ineficacia, injusticias e inhibirse así
de la verdad.
Para ello, encontró un chivo expiatorio, el Estado de Israel, desviando así la
atención de todos, en busca un poco de quietud. El mundo se derrumba, la
sed, el hambre y las guerras desolan la tierra, el ecosistema se quiebra… pero
hay algo más importante que resolver: "las injusticias que comete Israel con
los palestinos", cuando ya quisiera el mundo musulmán disponer de la
calidad de vida de los "sufridos palestinos."
Tampoco todo ello parece neutralizar las ambiciones de los nuevos
inquilinos de Europa. No lograrán congraciarse con ellos. Mas bien les invita
a proseguir su política terrorista que tan buenos dividendos les está
proporcionando.
Claro que el antisionismo, la nueva fórmula del antisemitismo, fluye de
forma espontánea, anclada en la cultura cristiana que durante ya dos milenios
envenena los corazones de las generaciones en Europa.
Muy difícil de erradicar pues la herida es muy profunda.
Últimamente se ha puesto de moda boicotear los productos israelíes
fabricados en las poblaciones judías, así como la participación de profesores,
conferenciantes, cantantes y actores judíos que actúan en suelo occidental. La
consigna es denigrar todo lo judío y aislar a Israel cada vez más.
Europa llegaría en su momento a tratar incluso con el Estado Islámico y
ofrecerles Israel en bandeja si así consiguiera su estabilidad perdida.
Si así lo intentara se llevarían otra gran sorpresa. No conseguirían apaciguar
al mundo islámico y olvidan un factor esencial: el Estado de Israel, ya curtido
en estas mañas, tampoco se dejará hacer.
En Israel sabemos todos que solo dependemos de nosotros mismos y del
Creador que vela por su pueblo imperecedero, como lo viene demostrando en
el transcurso de la Historia.

3.
Y mientras el mundo civilizado se debate desquiciado buscando a salir del
laberinto, dando palos de ciego, cabe pertinentemente preguntarse: En este
desorden mundial, en este cambio de rumbo que nos envuelve a todos, ¿qué
responsabilidad recae sobre los hijos de Israel? ¿No decíamos que los hijos
de Abraham, Isaac y Jacob fueron elegidos por Dios para que, a través de la
Torá recibida al pie del Monte Sinaí, trajeran la redención al Mundo? Si el
mundo va a la deriva, ¿como lo explicamos? ¿Debemos pensar que el Pueblo
Elegido fracasó en su propósito?
No podemos pensar así porque Dios es infalible, sabe de antemano lo que
acontecerá en todo momento y si confió Su Mensaje a los hijos de Israel, es
porque de antemano sabía que cumpliría su cometido. De lo contrario, no le
habría encomendado ninguna misión. Dios no puede equivocarse. Es todo
Sabiduría que abarca todos los acontecimientos habidos y por haber.
Entonces, ¿cómo debemos interpretar el rol de Israel en la Historia Universal
a la luz de la actualidad?
Para ello debemos matizar debidamente los hechos.
Nadie pretende afirmar que Israel haya realizado su labor impecablemente.
A fin de cuentas, es solo un pueblo compuesto por seres humanos, con todas
las imperfecciones inherentes en todos nosotros. No son ángeles enviados a la
Tierra para cumplir una misión sino seres débiles, dominados por sus
cuerpos, pero con una capacidad global de firmes convicciones y resiliencia
para atravesar el sendero de la historia y cumplir el compromiso que de él se
espera.
Tuvimos en nuestro seno muchas deserciones en el camino. Muchos
correligionarios abandonaron nuestras filas en busca de una vida sin
sobresaltos y persecuciones. Otros muchos fueron forzados a la conversión y,
después de muchos siglos, anhelan, aún en nuestros días, regresar a sus
añoradas raíces.
Tuvimos y seguimos teniendo detractores en nuestras filas.
Conocimos el momento más bajo de crisis de identidad durante la Segunda
Guerra Mundial, cuando padecimos el mayor de los horrores jamás
sospechado: el holocausto nazi.
La Shoá demostró que, si bien sentimos la "ocultación de la Faz de Dios",
como lo predijo el Pentateuco, tuvo la capacidad de devolvernos nuestra
identidad judía, en unos tiempos en los que la asimilación y la deserción
batían todos los récords.
Parte de nuestro pueblo fue seducido por la Ilustración y los valores humanos
que falsamente pregonaban.
Y sin embargo, a pesar de todas las catástrofes y los condicionantes humanos
e históricos, siempre se conservó, contra todo pronóstico, un grueso del
pueblo judío que, contra viento y marea, a pesar de los avatares más difíciles
e insólitos imaginables, permaneció firme en el pasado y firme en el presente,
movidos por una fuerza inexplicable que le empuja siempre a seguir adelante.
Es la fortaleza espiritual que heredamos de nuestros Padres, Abraham, Isaac y
Jacob, la que nos hace imperecederos.
Nadie podrá negar nuestra fidelidad y Transmisión del Mensaje divino
recibido.
La lucha de Israel contra la idolatría, por el libre pensamiento, por la justicia
social y los valores humanos fue ardua e incansable.
Hoy, establecidos en nuestro suelo patrio, seguimos con nuestras luchas
externas e internas.
Pero no podemos ser complacientes con nosotros mismos. El pueblo judío
debe ser más exigente.
Debe luchar contra la asimilación con más ahínco y convicción. No se trata
de establecer un pensamiento único. Nuestra personalidad y talante está
marcada por la diversidad y apertura de mente que nos distingue y enriquece.
No debemos renunciar a nuestra percepción creadora, plural e ilimitada. Esta
es nuestra identidad más íntima y representa nuestro sello de autenticidad.
Con todo ello, a pesar de la enorme dificultad para asentar un espíritu tan
disparatado y conflictivo de autobúsqueda personal y grupal, sí ,nos debemos
exigir todos una base vital, que es el requerimiento esencial que nos pide
Dios a cada uno y uno de nosotros, seamos de una tendencia u otra, y es la
UNIÓN del pueblo, el respeto mutuo, Ahavat Israel, amor a su pueblo.
Este es nuestro seguro de vida y a la vez nuestro talón de Aquiles que puede
provocar, no lo quiera Dios, nuestra destrucción. Ya supimos de dos Templos
destruidos por el pecado de odio gratuito.
No hay cosa más querida y deseada en los Cielos que vernos unidos y
hermanados sin importar tanto las diferencias de pensamiento. Dios ama a
toda su creación y nos ordenó, como valor supremo, el Amor al Prójimo.
Israel, su pueblo elegido, debe dar el ejemplo. Todos los preceptos de la Torá
conducen a ello.
Todo nos puede perdonar Dios; salvo el odio gratuito y la desunión.
Desunidos, las Naciones nos sienten resquebrajados y por los resquicios de
nuestras grietas se filtran nuestras desgracias y padeceres.
Hoy, en la tierra de Israel ,asentados como pueblo libre y soberano, debemos
velar, más que nunca, por permanecer unidos.
Miles de peligros nos acechan. Vivimos rodeados de pueblos hostiles y
despiadados cuyo deseo es echarnos al mar. Estamos rodeados de terroristas
y de distintas facciones islamistas que esperan el momento propicio para
atacarnos. Se busca ignorar internacionalmente nuestro pasado histórico en
nuestra tierra.
La UNESCO, sorprendentemente, cuestiona la pertenencia del Kotel, o Muro
Occidental del Templo, a nuestro pueblo, sabiendo todos que ésta es nuestra
referencia mas sagrada.
Los actos terroristas se suceden continuamente en todo Israel y
principalmente en el área de Jerusalén causando muertes y heridos en civiles
y militares. Contamos con la enemistad de más de medio mundo. Se
boicotean productos israelíes. Se nos condena continuamente en las Naciones
Unidas.
Todos los peligros señalados, y muchos más, no nos deben intimidar.
Hay una fuerza superior a todos ellos: La Providencia divina, que vela por su
pueblo.
"He aquí que no duerme ni descansa el Guardián de Israel", reza un salmo.
Israel es hoy todo un milagro que no se explicaría sin la Intervención de Dios.
Todo el poderío militar de Israel, por más moderno y eficaz que sea, no
podría con el poderío tan vasto de las naciones que nos amenazan.
Pero el pueblo judío no debe jamás olvidar que esta ayuda de los Cielos tiene
una cláusula inviolable que radica en conservar la identidad judía, que se
logra manteniendo nuestras tradiciones judías y las leyes morales que se
desprenden del estudio de nuestras fuentes.
Ello nos mantendrá unidos e inexpugnables. Somos los testigos de Dios en la
tierra.
Poderosa razon ésta para merecer el amparo de Dios, que desea implantar su
Reino en la tierra y abolir todo rasgo de idolatría a fin de unir a toda la
humanidad en hermandad.
A pesar de todas las dolorosas experiencias sufridas, ¡no acabamos de cerrar
líneas y mantenernos unidos!
¿Cómo es posible que un pueblo tan sufrido como el nuestro y tan castigado
por el mero hecho de nacer judío sea capaz, en su propia tierra, de discriminar
y diferenciar entre sus propias etnias, culturas o procedencias?
La respuesta se debe posiblemente al choque cultural de judíos llegados de
tantos países, con culturas e ideologías diferentes, que se conglomeraron aquí
al crearse el Estado de Israel.
Hay roces, disparidades y caracteres enfrentados que solo el tiempo puede
limar. Las asperezas van desapareciendo. Es indudable. El lado noble del ser
impone su lado humano unificador. Conseguir la Unión es nuestro desafío
sagrado. No hay ni tendremos excusas para no conseguirlo. ¿Acaso debemos
vivir mas intolerancia que la que llevamos sufriendo para aprender por fin a
ser tolerantes con nosotros mismos?
Unidos y asegurando nuestra identidad judía podremos irradiar al mundo
nuestros valores morales que culminarían con la llegada del Mesías. Dicen
nuestros sabios que el Mesías espera cada día en las puertas de Jerusalén
esperando poder entrar. Ello dependerá si allanamos el camino de la
comprensión y amor mutuo que permita el paso del Redentor de la
Humanidad.
Depende de nuestra capacidad de cumplir en Sión las ordenanzas esenciales
que nos enseño Moisés:
- Aplicar las leyes de justicia social en la forma práctica señalada.
- Observancia de las leyes de pureza de la familia de manera a asegurar
la continuidad de la sociedad, basada en el núcleo familiar tradicional.
- Observancia del descanso bíblico que permita el merecido descanso
físico y mental que contribuya a la Unión y conexión de la familia.
- Aplicación del Año Sabático que permita el descanso de la tierra, lo
que permitiría la renovación de la Naturaleza y del ecosistema que nos
sostiene.
- Velar por el sufrimiento de los animales, aplicando para ello la vasta
normativa bíblica. Quien sepa respetar y cuidar de los animales, sabrá,
seguro ,respetar y cuidar a su semejante.
¡Aún queda un trecho largo por andar! Avanzamos en este sentido pero los
judíos en Sión se debaten, unos en imponer este modelo tradicional y otros un
modelo laico, de nuevo, a imagen de las naciones, olvidando, una vez más
que los pueblos que tanto admiran solo dicen bellas palabras que, al no
sostenerse en una normativa sólida, como en nuestro caso, caen en la nada.
Contemplemos el mundo.
Contemplemos América y Europa. Ambos continentes se desploman. Aún se
mantienen de su gloria pasada.
Europa, con democracia pero sin frenos ni restricciones. Europa, donde las
libertades sin control permiten que cada cual campe a su gusto.
Falto de valores morales de cumplimiento riguroso, cae en el desorden
alienador que conducen al caos.
Cuando decimos que Europa se desmorona hablamos en el plano socio-
político. Nos referimos al derrumbe de una civilización para dar paso a otra,
tal como sucedió con los Babilonios, los Persas y tantas otras civilizaciones
en el pasado. Refleja el sueño de Jacob donde los Ángeles subían y bajaban.
Nuestros sabios convinieron que puesto que los ángeles verdaderos bajan y
suben, en el sueño de Jacob quienes suben son las naciones que alcanzan el
zénit y caen.
Dicho esto, hay que precisar que cuando hablamos de derrumbe socio-
político nos referimos a los países como institución y nunca al conjunto de
seres humanos que habitan dichos paises.
Dios nos libre de generalizar. En todas partes del mundo hay muchísimas
personas admirables por sus ideas y sus buenas acciones que merecen todo
nuestro respeto y admiración y que por supuesto merecen la gracia del
Creador en oposición a muchísimas otras personas que destacan por su
maldad o por su vaciedad. Así mismo ocurre en el seno de nuestro pueblo, al
igual que en otras partes, donde no todos están a la altura de lo que de ellos se
espera.
Ocurre que las Naciones, faltas de disciplina moral y de normativa religiosa
que les dé sentido elevado, a la larga se ven abocados a la deriva, arrastrando
a tanta gente noble y buena.
En el caso de los judíos, pese a que no todos responden a la expectativa que
se espera del ser humano en general y del judío en particular, poseen la
requerida normativa que permite que siempre exista un núcleo suficiente que
le mantiene como pueblo con un sentido de vida, una aspiración y una
orientación espiritual que le distinguirá siempre permitiéndole irradiar Luz de
esperanza y de Redención.
La vida en el mundo europeo es una sucesión de hechos que se suceden
descosidos, sin proyecto común salvo el de existir en tolerancia y prosperar.
Muy al contrario, el pueblo judío vive siguiendo una finalidad global, un
proyecto común. Es nuestra brújula, que en nuestro caso siempre busca y
ansía el Este: Sión, Yerushalayim, donde Dios nos congrega de nuevo para
seguir con nuestra misión de traer la Salvación al Mundo.
Fe no nos falta. Tenacidad, tampoco. Nuestra Idea es firme e inamovible: Un
Dios Único, un Mensaje Verdadero y un pueblo "Elegido", orgulloso de su
ascendencia, de su Ley y del Dios de Abraham, que lo distinguió.
Yom Kipur

Con toda la importancia dada a la observancia de los preceptos de la Torá, a


los 613 mandamientos de la Torá y al marco de las halajot que preservan la
identidad judía, no debemos nunca olvidar, que todas ellas, carecen de
sentido si las oraciones y prácticas religiosas se hacen de forma rutinaria, sin
sentimiento que las acompañe y que no emanen del corazón.

Nada de todo rito tiene mérito ni es aceptado en los Cielos si faltamos a la


esencia, al motor que nos debe mover, a saber, el amor al prójimo, las buenas
acciones, la bondad y, en definitiva, el Amor que nos debemos profesar, unos
a otros sin distinción de religión, pueblo o color.

Por ello en el día más importante del Año judío, en Yom Kipur, leemos en las
sinagogas esta aleccionadora profecía del profeta Isaías:

“He aquí que el día de vuestro ayuno obráis según vuestra voluntad y sacáis
vuestro provecho. Ayunáis para peleas y contiendas, y para herir con el puño
de la iniquidad.
No ayunáis de tal forma para que vuestra voz sea oída en Lo Alto.
¿Es así el ayuno que Yo escogí, el día en que el hombre aflige su alma,
encorva su cabeza como junco, y se prepara una cama de saco y ceniza?
¿Eso lo llamáis ayuno, y día agradable al Eterno?
El ayuno que Yo escogí ¿no es más bien deshacer las ligaduras de la maldad,
romper el yugo de la opresión, liberar a los quebrantados y quebrar la
esclavitud? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y que lleves a tu
casa al pobre que no tiene hogar, que cubras al desnudo cuando lo veas y
que no te escondas de tu propia carne?
Sólo entonces prorrumpirá tu luz como el alba, y tu salud renacerá pronto.
Entonces la justicia irá delante de ti y la gloria del Eterno será tu
retaguardia.
Tú clamarás, y entonces el Eterno te oirá y te dirá: Aquí estoy, cuando
quites de en medio de ti la opresión, el extender el dedo para escarnio y el
hablar con maldad, cuando tengas compasión del hambriento, cuando
satisfagas el alma afligida.
Entonces nacerá tu luz en las tinieblas y tu oscuridad se tornará en claridad
de mediodía. El Eterno te conducirá siempre, hartará tu alma en tiempo de
escasez, dará vigor a tus huesos.
Serás como fuente de agua cuyo manantial nunca se seca.”
La enfermedad, origen y causa
¿Quién soy yo? ¿Quién eres tú?

No somos el cuerpo que vemos, que vestimos ,alimentamos y disfrutamos. El


Yo verdadero es el alma que mora en él. El cuerpo es solo la escafandra, la
vestimenta. El astronauta vive dentro.

Igual ocurre con el Yo verdadero; el alma reside oculta en nuestro cuerpo…

Su origen no está en la tierra. Procede del más allá. No tiene forma ni tamaño
ni color. Es etéreo, es todo espíritu que proviene de la fuente común de las
almas. Su Creador las desintegró. Atomizadas, bajan a la tierra y viven en
cada uno y uno de nosotros.

Está desconectada de su hábitat celestial, perdida en un mundo físico. Se


siente en exilio y solo anhela regresar a su fuente de origen de perfección y
plenitud que le son propias. Cada una de ellas viene a este bajo mundo a
realizar una misión. Cada alma tiene su cometido, diferente uno de otro.

¿Podrá dominar el alma el cuerpo que la contiene? Esa es la cuestión. Su


desafío.
Esa es la asignatura a aprobar y por la cual seremos todos juzgados... Luchará
contra corriente, aturdida y subyugada por la fuerza de la naturaleza que la
domina.

Si tuviera plena conciencia de su esencia todo sería fácil… ¡pero ha olvidado!


Solo le quedan resquicios de su Procedencia, lo suficiente para que
inadvertidamente anhele su regreso.

Nacemos pues puros y limpios. El cuerpo aún no tuvo ocasión de decidir ni


de transgredir.

¿Por qué perdemos la plena identidad? ¿Con qué finalidad?


Dios creó el mundo, un mundo bello y perfecto, y puso a la especie humana
en ella para habitarla, disfrutarla y perfeccionarla.

Estamos en este bajo mundo para medirnos, para superar una prueba para la
cual estamos aquí.

Si conserváramos nuestra esencia primaria y elevada no tendríamos con qué


medirnos ni objetivo por alcanzar. El conocimiento del alma colmaría todas
nuestras expectativas.

Para pasar un examen hay que superar dificultades. Para superar el "test" de
la vida, el Creador nos sumió primero en las tinieblas de la naturaleza
humana. Para ello, necesitó oscurecer nuestra conciencia inicial y nos otorgó
el libre albedrío, la elección entre el Bien y el Mal.

De este modo, entramos en el mundo de la tentación, de la ambición, del


placer y de la maldad, disponiendo a la vez, junto a la inclinación al mal, la
inclinación al bien, a la bondad, la justicia, la misericordia y al amor.

El alma, muy disminuida pero no apagada, se deja arrastrar por el cuerpo que
es materia, opulencia y placer.

Comienza así una lucha interna en cada acto y acción, en cada palabra y
decisión:
cómo actuar y cómo hacer; qué amar y qué aborrecer.

Agraciadamente, tenemos suficientes destellos de plenitud que nos hacen


percibir algo superior pero la atracción de lo material, del cuerpo, nos hace, a
menudo, preferir la atractiva realidad terrenal.

Sucintamente, éste es el ser humano y ésta es su lucha.

El desarrollo de la humanidad, las grandezas y las miserias humanas, las


bellas gestas y las atrocidades y guerras de la historia dan prueba de cómo
nos inclinamos a un lado u a otro de forma constante en el plano individual o
colectivo.
Dos fuerzas se enfrentan, una te empuja al Bien y otra te arrastra a lo terrenal
y al gozo que comporta.

El alma adormecida te envía señales en un sentido y los placeres de la tierra


te invitan a otro distinto.

La práctica del bien, el estudio, la meditación sincera, la oración y la


búsqueda personal ayudan a despertar el alma, la alientan a ser clarividente.

Por contra, cuanto más se sumerge el ser humano en la vanidad de lo material


más ensombrece la luz de su alma.

La vida superficial y los actos innobles son cortinas que van cubriendo más y
más la luz del alma haciéndonos caer por un abismo donde ésta se pierde.
Cuanto más cubrimos la luz, menos lucidez tendremos.

Dios nos puso en una tierra buena y nos proveyó de todo lo necesario para
nuestra manutención y felicidad. Nos envió profetas y nos dictó leyes
morales y sociales para ayudarnos a superar la prueba de la vida con éxito.
Nos da el salvavidas necesario para no ahogarnos en el mar de la opacidad y
de la oscuridad.

La oración y el estudio de los mandamientos divinos junto a la práctica del


bien y el amor al prójimo constituyen los ingredientes básicos y esenciales
para nuestra elevación espiritual y conexión con nuestra raíz de procedencia.
Y sobre todo, el reconocimiento y amor a un Dios Único y creador de todo lo
existente, Ser Eterno sin representación alguna, es el arranque para
entender el enigma de la vida que da sentido a nuestra existencia.

La enfermedad es consecuencia principalmente de la disfunción entre el


cuerpo y el alma. Cuando ésta sufre por la disonancia que la altera, el cuerpo
que habita se enferma, se debilita, y puesto que este alma es nuestro
verdadero Yo, el cuerpo queda tocado y enferma.

Sufre el cuerpo cuando sufre el alma.

La enfermedad no debe verse como un castigo sino más bien como un aviso,
un toque de atención para que no vayamos a la deriva.

La debilidad, el dolor del cuerpo, nos hace ser más humildes, mejores.
Tomamos conciencia de nuestra pequeñez e insignificancia. Nos invita a ser
más humanos y sensibles al dolor ajeno.

Nos hace reflexionar, pensar, cuestionar, consciente o inconscientemente.


Recibimos una lección, una invitación a ser mejores, más solidarios, menos
egoístas, bajar del castillo del ego donde nos encumbramos para reconocer
nuestra realidad finita.

En este sentido, el sufrimiento, la enfermedad en sí ,no se interpreta en la


tradición judía como un castigo.

El hombre creyente sabe recibir el sufrimiento con entereza y consideración.


Entiende la finalidad aleccionadora del mal que le aqueja.

Así dicen las escrituras judías: "Dichoso el hombre a quien le llega el


sufrimiento". Es visto como una señal de estima de los Cielos a quien le
importa tu Yo. No sufrir es interpretado como el desinterés divino por un
alma que no merece la salvación.

La enfermedad es reparadora, es una voz de alarma, un toque de


atención, una invitación al cambio, a ser en definitiva, mejor persona.

La enfermedad tiene la facultad de bajarnos los humos, de acercarnos a la


verdad… Es un rayo de luz que debemos aprovechar para tomar conciencia
de la realidad y agradecer al Amo del Mundo por su toque afectivo y
reparador que nos envía: la enfermedad.

Por ello, los judíos que estudian y meditan nuestras fuentes, suelen mostrar
inquietud cuando van envejeciendo y la vida les sonríe en salud, bienestar y
felicidad sin tropiezos ni padecimientos. ¿Será que Dios me retribuirá solo en
este mundo?, suelen pensar.

Algunos, ante este temor, prefieren, en las mismas circunstancias, recibir


padecimientos en este mundo para reparar aquí todas sus transgresiones y
poder merecer el mundo futuro.

Y es que no hay que olvidar lo esencial: este mundo es pasajero, efímero,


donde solo estamos de paso. La verdadera vida es la vida futura, la vida
eterna en el mundo de las almas, de donde procedemos y esperamos merecer
regresar.

Mas que los 120 años de vida en esta tierra, que acostumbramos solicitar, los
cuales no dejan de ser similares a un soplo en el tiempo, merezcamos
deleitarnos en un mundo mejor, infinito y de plenitud: ¡el mundo de la
Verdad!

Hagamos méritos para merecer la eternidad y aprendamos a concebir la


enfermedad como un dispositivo reparador indispensable, que nos procure
estar en disposición de alcanzar las puertas de la eternidad y de la felicidad
infinita.

Así lo define un gran pensador judío: "Solo vuelve a la eternidad quien en la


vida busca la eternidad".
Sefarad

La fé de los judíos en los destinos de Israel como pueblo elegido por nuestro
Dios Único e irrepresentable alcanza a veces cotas insuperables, dignas de
nuestro patriarca Abraham.

En nuestra época contemporánea, donde la vida es más llevadera y por lo


general más fácil; en un mundo convertido en una aldea, donde las
comunicaciones son rápidas y los avances tecnológicos nos acercan más; en
unas generaciones dominadas por el ocio y las libertades conquistadas,
mantenerse judío resulta cada vez más difícil.

Por ello, este modesto maestro de escuela, inquieto por el devenir de sus
alumnos, en el último día de clase, antes de abandonar el colegio judío, solía
leer el testimonio de un judío anónimo que, al salir expulsado de España, dio
prueba de su inquebrantable fe y autodominio.

Era mi forma de pedirles que fueran fuertes, constantes y fieles a su pueblo,


de forma a mantener viva la cadena de Israel iniciada por nuestros padres,
Abraham, Isaac y Jacob.

El testimonio anónimo que sigue se halla en la obra “La vara de Judá” del
escritor Shelomo Ibn Verga, que al salir de España se dedicó a recoger relatos
de la tragedia de su pueblo al salir de Sefarad:

“Escuché de boca de unos ancianos que salieron de Sefarad que en una nave
se declaró una epidemia de peste, y su capitán los arrojó a una playa en un
lugar despoblado y allí murieron la mayoría de hambre.
Algunos decidieron marchar a pie hasta encontrar un lugar habitado.
Un judío de entre aquellos, su mujer y sus hijos decidieron irse. Su mujer
poco acostumbrada a caminar tanto, desfalleció y expiró.
El hombre y los dos hijos que llevaba también se desmayaron a causa del
hambre y, cuando el hombre despertó de su desfallecimiento, encontró a sus
hijos muertos.
En su gran pesar el hombre se puso en pie, exclamando:
¡Señor del Mundo, ahora se está haciendo mucho para que abandone mi Ley,
pero ten la seguridad de que, aún en contra de la voluntad de los habitantes
del cielo, judío soy y judío seré, sin que sirva de nada todo cuanto me has
ocasionado y ocasiones contra mí!
Entonces cogió tierra, cubrió a los niños y partió a buscar un lugar habitado.
Sus compañeros no le habían esperado para no morir también ellos, cada
uno estaba ocupado solamente en su propio dolor, sin poder prestar atención
ni tomar parte en el de los otros”.

También podría gustarte