Juristas, Malos Cristianos. Abogacía y Ética Jurídica
Juristas, Malos Cristianos. Abogacía y Ética Jurídica
Juristas, Malos Cristianos. Abogacía y Ética Jurídica
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URISTEN, bose Christen,
malos cristianos el juicio es del
. doctor Martn Lutero y es concluyente l. A su hijo, le dice adems,
siempre en las Tischreden, que, si por desgracia debiera decidirse a
convertirse en jurista, preferira verlo muerto. En esta condena sin
paliativos Lutero retoma y radicaliza argumentos agustinianos y paulinos.
Es la ley como talla que est aqu bajo sospecha, ya que paradjicamente es ella -como dice San Pablo- la que hace posible el pecado. Pero
cuantos confan en las tablas de la Ley se hallan bajo la maldicin (Carta a
los Glatas, 3, 10). Y con la Ley resultan sospechosas todas las actividades
y funciones que le estn vinculadas, entre las que sobresale la de juzgar.
No juzgues y no sers juzgado, dice el precepto evanglico. Ahora bien,
la condena que afecta al juez no excluye al abogado. Abogado y jueces son
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ambos juristas, nomiki, aquellos de los que Lucas dice que imponen pesadas cargas mientras ellos no las tocan con un dedo (11, 46), aadiendo que
tienen las llaves de la ciencia, negando el acceso a los dems (11, 52).
El abogado no obstante no se atreve a erigirse en juez de sus semejantes. Y, sin embargo, su actividad a menudo es la de provocar el juicio,
la de recurrir al juez, la de atizar el conflicto ms que sanarlo. De manera
que en el Evangelio explcitamente se recomienda a las partes llevar a cabo,
antes de presentarse en juicio, un serio intento de reconciliacin. En Mateo
(5,23) Y en Lucas (12, 58) se subraya que con el adversario es mejor intentar negociar y llegar a un acuerdo antes que poner en marcha el instrumento
rgido e implacable del proceso y al final ponerse en manos del esbirro.
Mustrate conciliador con tu adversario mientras vas con l por el camino,
no sea que te entregue al juez, el juez al alguacil, y seas puesto en prisin
(Mateo, 5, 25). Pero el abogado, en la tradicin cristiana, no est del todo
equiparado al juez. Este ltimo es todo lo ms un mal necesario; la abogaca
sin embargo se configura fundamentalmente como obra de misericordia,
socorro del dbil y del menesteroso. Abogado es ttulo que en la liturgia
catlica (en el rosario) se atribuye a Mara, que intercede ante el hijo por los
pecados de los hombres.
Existe por tanto en la representacin cristiana del hombre de ley una
abierta ambigedad. Una ambigedad con la que volvemos a encontrarnos
tambin en la tradicin clsica y que se perpeta, pasando por la radical
crtica iluminista, hasta nuestros das. Valga recordar a este propsito que
la Revolucin Francesa aboli la figura del abogado y cerr las facultades
de Derecho, introduciendo en la Constitucin del 91 un procedimiento
obligatorio de conciliacin -que deba preceder al juicio-, que retoma la
recomendacin evanglica a la que hemos aludido.
Juez y abogado son por tanto figuras ambiguas; pero lo son por
razones y en proporciones diversas. El juez es a un tiempo pater et filius
iustitiae. Como el prncipe o el rey, el juez (Basileus en Los trabajos y los
das de Hesodo), es al mismo tiempo imago equitatis y servus equitatis
-segn la expresin empleada por Juan de Salisbury (Policratus, IV, c.2).
Se trata as de la tensin presente en un sujeto que es pensado y se piensa
tanto como legibus solutus que como legibus alligatus. Legibus alligatus,
sometido a la ley, es el juez, desde el momento en que su papel es concebido
como aquel de ejecutor de una norma que l no produce sino que slo aplica. Legibus solutus es, no obstante, en cuanto que produce una norma (la
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legislador. Es boca de la ley porque no hace otra cosa que repetir lo que
ya ha sido dicho en otro lugar, lo que se contiene en los artculos de los
cdigos y de las leyes estatales. Como para el iuspositivista el Derecho
equivale fundamentalmente a la ley, el juez desaparece de la escena o,
mejor, es relegado a un segundo plano tras los rganos jurdicos de carcter administrativo.
El protagonista de la historia que nos cuenta el iuspositivista es el
legislador, no el juez, y menos el abogado. Desde esta perspectiva el Derecho es slo ley. Y el razonamiento jurdico es slo aplicacin mecnica
de la ley. La educacin jurdica es bsicamente saber conceptual, simple
conocimiento de leyes y decretos. Desaparece cualquier referencia a las
habilidades argumentativas del jurista y a sus eventuales responsabilidades
morales. La retrica -antes enseada en las facultades de Derecho- por no
hablar de cualquier tipo de deontologa, y (en ocasiones) de filosofa, es
repudiada por el saber jurdico y expulsada de los curricula de los estudiantes de Derecho. El modelo del jurista
es el orador o el humanista, sino el
matemtico, el cientfico, o incluso el qumico, al que de manera significativa se refiere el gran Ihering. En realidad la jurisprudencia se convierte en
una clase de filologa, con dos variantes. La francesa, mera exgesis de la
ley; la alemana, que avanza en la direccin del sistema.
Todo ello, y la imagen del juez autmata de las leyes resultante,
no sobrevive a la prueba de los hechos y al impacto con la experiencia
jurdica concreta. Die herrschende Idealvorstellung von Juristen ist die:
Ein Hoher Staatsbeamter mit akademischer Ausbildung, sitzt er, bewaffnet bloB mit einer Denkmaschine, freilich einer der feinsten Art, in seiner
Zelle, escribe Hermann Kantorowicz en el primer pargrafo de su Der
Kampf um die Rechtswissenschaft (Heildelberg 1906). La experiencia sin
embargo desmiente de manera ms evidente un ideal as. El juez interpreta la ley antes de aplicarla. Dicha operacin (la interpretacin) precede
por tanto a la deduccin silogstica. Y es un proceso complejo, no meramente cognitivo. Luego estn las lagunas, las clusulas generales, los
casos difciles: aqu, la letra de la leyes insuficiente a la hora de ofrecernos la norma para el caso concreto (o tambin slo la premisa mayor
del silogismo judicial).
El juez debe fenomenolgicamente producir y no simplemente verificar una norma. En este punto, entre otras cosas, se produce una especie
de cortocircuito del positivismo, cuyo voluntarismo de fondo (para el que
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KANT, La Paz perpetua, trad. de J.Abelln, Tecnos, Madrid, 1985, p. 43, cursivas en el
texto.
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Lo que podra ser objetado citando a DANTE: Videant nunc iuriste presumptuosi quantum
infra sint ab illa specu1a rationis unde humana mens hec principia specu1atur, et si1cant sccundum scnsum 1egis consi1ium et iudicium exhibere contenti (De Monarchia, 11, ix, 20).
10 KANT, Crtica de la Razn pura, trad. de P. Rivas, Alfaguara, Madrid, 1989, A430, p. 397.
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la parte slo en tanto que los derechos y los intereses de sta no entren en
colisin con los de la administracin de justicia.
Obviamente, el cuadro delineado por Damaska es bastante sumario y
en cierto sentido radicaliza la realidad efectiva. Ello sin embargo se debe a
su naturaleza idealtpica: la realidad institucional es mucho ms variada y el
cuadro de los ordenamientos procesales es cualquier otra cosa que simple,
siendo por el contrario muy fragmentado.
Haciendo no obstante abstraccin de tal variedad y fragmentariedad,
dos, en sntesis extrema, son las concepciones que se disputan el campo
de la concepcin del abogado. (1) Una liberal grosso modo por la cual el
abogado es un defensor celoso y neutral respecto a los fines perseguidos
por la parte (que l asume como los fines de su propia accin). (2) Una
comunitarista grosso modo -o eticista, o perfeccionista-, por la cual el abogado es administrador de justicia, por tanto encaminado a realizar -como el
juez-la justicia del caso concreto. Esta alternativa se presenta -si bien en
modos diversos- tanto en los sistemas de Derecho europeo continental (ms
prximos al modelo jerrquico del que se ha hablado antes) como en los
sistemas de common law (ms prximos al modelo coordinado). Estos
ltimos propugnan en mayor medida, por su constitucin, la doctrina de la
defensa neutral mientras que los primeros son prximos a las visiones
comunitaristas y eticistas.
Sin embargo, en la filosofa del Derecho -con la loable excepcin de
los estudios estadounidenses de legal ethics 26_ se ha escrito bien poco
sobre el tema. El iusfilsofo est obsesionado tradicionalmente con la figura del soberano o del legislador o bien ms recientemente con la del juez.
No se preocupa del abogado. No obstante en ocasiones, tambin fuera de
los Estados Unidos (donde se ha centrado la atencin ms en los aspectos
deontolgicos que conceptuales de la funcin del abogado) encontramos
notas y consideraciones interesantes y relevantes. En el contexto italiano
dos estudiosos se han ocupado del tema ofreciendo, si bien en pocas pginas, contribuciones de elevado nivel: Giovanni Tarello y Luigi Lombardi
Vallauri. Cada uno de ellos -de bien distinta formacin intelectual- es
26
Para una primera aproximacin y una resea de tales estudios y de las tesis
en ellos defendidas, vid. The Good Lawyer. Lawyers' Roles and Lawyers' Ethics, a cargo de
D. Luban, Totowa, N. J., 1983, Ethics in Practice. Lawyers Roles, Responsability and Regulation, a cargo de D. Rhodes, Oxford, 2000, y R. O'DAIR, Legal Ethics. Texts and Materials,
London,2001.
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Giovanni Tarello es ante todo exponente de una concepcin iuspositivista y vagamente sociologista. Las reglas deontolgicas, en su opinin, se
deducen del anlisis de la estructura de la organizacin jurdica de la que
se trate y tambin de la "cultura", que en una sociedad histrica los operadores jurdicos comparten con los otros sujetos 27. De esta manera -se
seala- la deontologa resulta separada de la tica y de la filosofa moral,
y se coloca en un espacio contiguo al mbito del Derecho positivo y la
sociologa. Dicha perspectiva metodolgica es por lo dems coherente con
la teora realista del Derecho y con el radical nocognoscitivismo metatico
que caracteriza la posicin iusfilosfica de Tarello.
Este -para dotar de contenido a la deontologa forense- parte de la
letra de la Constitucin. Aqu -subraya- se encuentran dos principios que
conciernen directamente a la actividad del defensor legal. Se trata sobre
todo del artculo 24.11 de la Constitucin de la Repblica Italiana, que seala: La defensa es un derecho inviolable, en cualquier estado o grado del
procedimiento. Est tambin el artculo 27.11: No se considerar culpable
al acusado sino hasta la condena definitiva. A partir de estos artculos, del
hecho de que el derecho a la defensa es un derecho fundamental indisponible, debe deducirse -contina Tarello- que en el ordenamiento italiano el
defensor penal debe sentirse no ya "principalmente" sino "exclusivamente"
defensor, y actuar como tal. En particular no debe sentirse, ni debe actuar
nunca como una clase de auxiliar o colaborador del juez 28.
A partir de esta configuracin general de la actividad forense, Tarello
deriva tres reglas deontolgicas que son en su opinin muy relevantes y
centrales para lo que afecta a las relaciones entre parte y abogado. (a) Quien
es elegido como defensor no puede negarse a aceptar la defensa salvo por
27
G. TARELLO, Due interventi in tema di deontologia, Materiali per una storia della
cultura giuridica moderna, vol. 12, 1982, pp. 215 Y216.
28
[bid., p. 209.
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bid., p. 210.
bid., p. 213.
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32
[bid., p. 214.
[bid., pp. 216 Y217.
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bid., p. 214.
donde a juicio inapelable del abogado tal eleccin o tal exclusin hiciera
menos eficaz la defensa 34. Permanece fuerte el acento sobre la orientacin instrumental y estratgica hacia el xito; pero ste est ms o menos
explcitamente conectado a la realizacin de un derecho fundamental -que
constituye la base justificativa ltima de la actividad forense-o
A fin de cuentas la tesis de la defensa neutral asume una imagen
positiva, o mejor optimista, del abogado y de su historia. Es una reivindicacin, en buena medida, del status del abogado tal como es o ms bien
como ideolgicamente gusta de presentarse. Bien distinta es la perspectiva
eticista que se presenta como intrprete de la sospecha que sobre la figura
del abogado es permanente en la cultura y en la literatura occidental.
De Lutero y de sus excesos verbales ya hemos hablado. Pero no podemos olvidar el Azzeccagarbugli manzoniano, personaje tan prximo a nosotros, como Don Abbondio fuerte con los dbiles y dbil con los fuertes. El
Azzeccagarbugli rechaza defender a Renzo, por obsequio y temor hacia el
prepotente de turno, aquel Don Rodrigo que se proyecta como una especie
de mscara intemporal de los hbitos polticos del Bel Paese. Pero los leguleyos no slo son aborrecidos por nuestro Manzoni. Es Shakespeare el que
en Enrique VI (l! parte) hace gritar let's kill aH the lawyers. Por no hablar
de los letrados mercenarios y corruptos de los que abunda la literatura del
Barroco espaol. Qu dice de los abogados Antonio Prez en el Norte de
Prncipes? Viven de nuestra sangre y se autorizan de nuestras indignidades 35. Y en las novelas de Dostoevskij algunos de los ms tristes de sus
personajes ejercen la profesin de abogado: Lebedev en El idiota, Luzin en
Crimen y castigo.
Ahora bien, intrprete de esta sospecha y desprecio puede considerarse la perspectiva eticista, de la que es ejemplo la reflexin al respecto de
Luigi Lombardi VaHauri: En el rol del abogado en cuanto representante en
el proceso, autor de comparecencias y arengas, de objeciones procedimentales y recursos, hay algo poco limpio ya sea desde el punto de vista intelectual, ya sea desde el punto de vista moral. La bsqueda de la verdad y la
defensa de la razn contra el error se concilian mal con la venta de la propia
lgica al primero que pasa 36.
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35
36
[bid.
A. PREZ, Norte de Prncipes, Buenos Aires, 1945, p. 153.
L. LOMBARDl VALLAURI, Corso dijilosojia del diritto, Padova, 1981, p. 625.
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[bid.
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bid., p. 627.
Vid. CaSI, G., Il giurista perduto, cit., pp. 144 Y ss.
bid., p. 151, subrayado en el texto.
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frente a los poderes pblicos, sea al mismo tiempo abogado de una causa
y miembro del Ejecutivo? Es lcito actuar de abogado en un proceso y al
mismo tiempo sentarse en un parlamento en el que se discuten y se deciden medidas que afectan al procedimiento judicial y que por tanto pueden
influir sobre la marcha y solucin del proceso en el que acta el parlamentario-abogado? Es lcito, a travs de maniobras varias, intentar sustraer la
investigacin o el proceso de su juez natural para confiarlo a otro magistrado del que se conoce o se supone la benevolencia hacia el propio defendido? Son estas preguntas cuya respuesta exige haber desatado los nudos de
la configuracin deontolgica de la profesin forense.
Pues bien, sta -como se ha visto- se encuentra comprimida entre
dos concepciones enemigas y opuestas. Por un lado est la doctrina de la
parcialidad neutral, o en otros trminos de la moral amoralidad. Para sta
-recurdese- se debera responder afirmativamente a todas las preguntas
que se acaban de formular- incluso con el riesgo de ofender el sentir comn
y el sentido normal de justicia. Por otro lado encontramos la visin eticista y paternalista de un abogado moralista que en su conducta anticipa la
accin del juez. Para ste, no habra causa que no fuese tambin justa, ni
cliente que no fuera bueno, ni parte que no tuviera el derecho de su lado.
Sin embargo, en ocasiones, si no a menudo, en las controversias jurdicas
no se sabe en realidad dnde est el error y dnde la razn. Y ello sobre todo
antes de examinar y debatir las pretensiones, las razones, las alegaciones,
los argumentos de las partes. Por otra parte, incluso el peor de los asesinos
tiene el derecho a defenderse en juicio -porque de otra manera no se abatira sobre el un juicio, incluso terrible, sino una venganza. Tambin el peor
asesino podra hacer valer alguna atenuante, podr -por qu no?- pedir
tambin clemencia. Negrsela sera volver de nuevo a los modos expeditivos (e irracionales) de la venganza y del linchamiento.
La justificacin de la moral amoralidad del abogado se basa en
general por una parte en una especie de lgica objetiva, por la que de la
suma de las pequeas amoralidades de la conducta forense derivara por
produccin espontnea la moralidad de la administracin de justicia, por
lo menos in the long run, a largo plazo. Es lo mismo que lo que se dice
ocurre en la economa de mercado, donde los pequeos (o grandes) sufrimientos de hoy producirn -al menos eso es lo que se asegura- la felicidad
del maana o sobre todo del pasado maana o de un momento temporal no
bien precisado sino ms bien proyectado en el futuro. In the long run no
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and Legal Advocates must attempt to have the facts brought to light and to
have the PGC correctly applied to the facts 51. Para entender mejor lo que
esto significa se pueden consultar los ejemplos de deficiencias del proceso
sealados por estos autores.
As, el proceso es deficiente si por ejemplo las partes, teniendo acceso
a pruebas determinadas, se abstienen de llevarlas a cabo por temor a que les
perjudiquen. Las partes pueden mentir, o avanzar argumentos jurdicos, a
pesar de estar ntimamente convencidas de la invalidez de estos argumentos. Puede ocurrir tambin que el juez llegue a la decisin sin estar seguro
o convencido de su justificabilidad moral. En todos estos casos el proceso
resultara deficiente. El proceso -desde este punto de vista- tiene que ver
con el bien comn, es decir con el inters colectivo a una decisin correcta
tanto desde el punto de vista jurdico como desde el punto de vista moral.
Aqu es del todo subsidiario el aspecto individual o personal de la parte que
tiene un inters propio a una (determinada) solucin de la controversia.
Las partes por tanto deben colaborar activamente con el juez ya sea en
el descubrimiento de las pruebas necesarias para establecer la verdad de los
hechos ya sea en la identificacin de los argumentos jurdicos ms eficaces
en relacin con la decisin justa. Tal colaboracin -recurdese- no debe
producirse de manera adversa, mediante la lucha argumentativa y probatoria entre las partes que reivindican cada una de ellas derechos incompatibles entre s. El abogado es concebido sobre todo como una especie de
amicus curiae, un tipo de consejero, y de consejero no de parte sino del
juez. We conceive of a legal Advocate (an Advocate at Law) as one who
through his advocay and general involvement in the handing of the dispute
attempts sincerely and seriously to promote a correct legal-moral determination of the matter 52.
El punto crucial en esta reconstruccin es ste: la deontologa del
abogado es fundamentalmente la misma que la del juez. Esta conclusin no
obstante nos deja insatisfechos. Y ello sobre todo porque confunde el rol del
abogado con el del juez. Una conclusin as no tiene en cuenta la situacin
fenomenolgica del proceso. Aqu se comete un error anlogo a la reconstruccin iuspositivista de la jurisdiccin. Esta, para el iuspositivista, es
esencialmente aplicacin de una norma. Tan es as que Kelsen, por ejemplo,
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bid., p. 389.
bid., p. 406.
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Este es ante todo una controversia, un conflicto, una litis, para cuya resolucin se apela a un tercero -que es investido por las partes, y no por s
mismo-, para la solucin del conflicto. Y es investido por su carcter de
tercero, por el hecho de ser extrao a la litis -situacin que le podr permitir
ser imparcial, que es la primera virtud que se le requiere al juez- 54. Aqu
puede saltar a la vista la razn por la que resulta inaceptable toda reduccin
del abogado a juez. El abogado es parte en el proceso. Es bueno que no
sea tambin juez, que nemo judex in re sua. Si ocurriese de otra manera, se
terminara inevitablemente violando el principio de imparcialidad que debe
sobreentenderse a la actividad del juez.
Nos encontramos por tanto con la alternativa entre (i) una visin deontolgica que se apoya sobre la nocin de moral amoralidad por la que el
abogado se identifica con los intereses de la parte y con nada ms (prescindiendo del hecho de que tales intereses sean ilcitos o moralmente injustificados) y (ii) una visin de un abogado activista moral sustancialmente
afn a la figura del juez. Ambos cuernos de este dilema son, no obstante, eso
es 10 que nos parece, inaceptables y distorsionan la funcin del abogado. El
primer planteamiento 10 convierte en una especie de consejero o de favorecedor de la parte; el segundo sic et simpliciter en un auxiliar del juez, una
especie de asistente. El abogado no es ni mero representante de intereses ni
simple funcionario de justicia. Y entonces?
Para reconstruir satisfactoriamente la posicin deontolgica del abogado podemos -ereo- recurrir a una estrategia diferente. Podemos emprender
un anlisis reconstructivo de la historia y de la prctica de la institucin de la
abogaca. En dicha perspectiva nos enfrentamos con un dato de mximo inters. Tradicionalmente, tanto en el common law como en el Derecho continental europeo, el abogado en realidad se encuentra compuesto por dos figuras:
est el procurador, el representante de los intereses de la parte, y el abogado
en sentido estricto, el defensor en la discusin. Esta duplicidad se vuelve a
encontrar en el ordenamiento ingls, donde el barrister defiende en la discusin y el solicitor desarrolla funciones de procurador, como en el derecho
francs, al menos hasta 1971, donde el avocat era una figura grosso modo
anloga al barrister mientras que el avou haca las veces del solicitor 55.
54
Vid. LUCY, W., Adjudication, in The Oxford Handbook of Jurisprudence and Philosophy ofLaw, ed. by J. Coleman and S. Shapiro, Oxford, 2002, pp. 206 Y ss.
55
Vid. ZWEIGERT, K., KOTZ, H., Introduzione al diritto comparato, vol. 1, Principifondamentali, trad. it. di A. Di Majo e A. Gambaro, Milano, 1992, pp. 155 Yss., pp. 262 Yss.
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Vid. Ch. FRIED, Right and Wrong, Cambridge, Mass., 1978, capto sptimo.
Ifratelli Karamazov, trad. it di A. Villa, Torino, 1993, p. 323.
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