El Sentido de La Historia - Lowith Karl
El Sentido de La Historia - Lowith Karl
El Sentido de La Historia - Lowith Karl
EL S E NT I DO
DE L A
HI STORI A
IMPLICACIONES TEOLOGICAS
DE LA FILOSOFIA DE LA HISTORIA
NOTA PRELIMINAR
INDICE
IN D IC E
N o ta
p r e l i m i n a r ...................................................................................................................................... .
P refa cio
P g.
......................................................................................................................................................
R e c o n o c im ie n to
I n tr o d u cc i n
..........................................
.................................................................
...................................................................
29
h is t ric a de B u r c k h a rd t.
d e l C r is ti a n is m o d e B u r c k h a r d t
..............................
I I . M a r x ......................................................
III. H e g e l .
contra
P rov id en c ia
..................... .
P ro u d h o n
.........................................................................................
C o m t e ............................................................................................................................
S u c o n c e p c i n h is t r i c a .
S u v a l o r a c i n d e l C a t o lic is m o y P r o t e s t a n t i s m o .
C o n s id e r a c i n f i n a l ...................................... ................................................
C o n d o rc e t y T u rg o t.
V . V O
L
T
A
IR
E
......................................
V I . V IC O
V I I . B OSSUET....................................................................................................................................
V I I I . - Joaqun
69
71
77
77
85
91
101
117
......................................................................................................................... .
P r i n c i p i o s y m to d o s d e La C ie n c ia N u e v a
.
La d ia l c t ic a d e la H is to r ia .......................................................
R e lig i n v e r d a d e r a y fa ls a s r e l ig io n e s .
El a c o n t e c e r h is t r i c o y su i c p e t i c i n .
C o n c lu si n
........................ .
de
F iore
.....................................................
E l p r o g r e s o p r o v id e n c ia l h a c ia u n e s c h a t o n h is t r i c o ....................
C o n c l u s i n .......................................................................................... .
I X . S an
41
54
61
IV . P rogreso
3.
29
35
41
I n t e r p r e t a c i n m a t e r i a l i s t a d e la H i s t o r i a d e M a r x .
C r t ic a m a r x is ta d e la r e l ig i n .........................................
1.
2.
6
7
I. B u rck h a rd t
C o n c e p c i n
C o n c e p c i n
X
I
A g u s t n .
131
133
142
145
149
152
15 5
1 63
165
174
181
S u r e f u t a c i n d e la c o n c e p c i n c l s ic a d e l m u n d o .........
La te o lo g a d e la H i s t o r i a d e S a n A g u s t n ................................. .
XV
181
188
X . O r o s i o ................................................................................................. ..............................
X I. E l
concepto
de
la
H is t o r ia en
la
197
205
B ib lia .
C on c lu si n .
217
231
plo g o
pn d ic e
I . M o d e r n a s
pn d ic e
I I . R e v is i n n ie tz s c h i a n a d e la d o c t r i n a d e l e t e r n o r e t o r n o ...
t r a n s f i g u r a c io n e s
del
jo a q u in is m o
...................
237
24 5
EL SENTIDO
DE LA HISTORIA
PREFACIO
RECONOCIMIENTO
IN T RO DU C CION
que ser creada y descubierta una y otra vez por las generaciones
vivas. N osotros en tend e m osy no siempre bien a los autores an
tiguos; pero, en todo caso, a la luz del pensamiento contemporneo,
leyendo el libro de la H istoria hacia atrs, desde la ltima pgina
a la primera. E sta inversin de la forma habitual de presentar la
Historia es, en realidad, la practicada aun por aquellos que en su
estudio proceden desde los tiempos pasados a los actuales, sin tener
clara conciencia de sus motivaciones contemporneas.
3.a El procedimiento metodolgico regresivo, que va desde la
interpretacin secular moderna de la Historia a su antiguo carcter
religioso, est esencialmente justificado y esto no es lo menos
im portante si tenem os en cuenta que nos encontramos ms o
menos al final de la m oderna cuerda. Esta se ha vuelto demasiado
dbil para sum inistrarnos un soporte adecuadamente esperanzador.
Hemos aprendido a esperar sin esperanza, ya que lo contrario con
sistira en fundam entarla en algo completamente ilusorio. De aqu
la conveniencia de recordar en estos tiempos de indecisin aquello
que ha sido olvidado, recobrando as las fuentes genuinas de n u es
tros resultados sofsticos. Realizar esto es posible solamente, no por
un salto imaginario, ya a la cristiandad ms remota (Kierkegaard),
ya al paganismo clsico (Nietzsche), sino por la reduccin analtica
de la moderna elaboracin a sus elementos originarios. Sin embargo,
el elemento ms notable del cual puede originarse una interpreta
cin de la Historia es la experiencia bsica del mal y del sufrimien
to, as como la persecucin de la felicidad por el hombre. La inter
pretacin de la H istoria es, en ltima instancia, un intento de
comprender el significado de la Historia como el del sufrimiento
originado por el aconte cer histrico. En particular, el significado
cristiano de la H istoria consiste en el hecho tremendam ente para
djico de que la Cruz, el signo de la ignominia ms profunda, pudo
haber conquistado el m un do de los conquistadores, oponindose a
l. Millones de personas han soportado, en nuestros das, su cruz
en silencio; y si existe algo que abone el pensamiento de que el
significado de la H istoria ha de ser ente n dido en sentido cristiano,
es un tal ilimitado sufrimiento, El Occidente ha abordado el p ro
blema del sufrimiento de dos maneras diferentes: con el mito de
Prometeo y con la fe en Cristo; el primero, un rebelde; el segundo,
un servidor. Ni la antigedad ni el cristianismo han pretendido
ilusionarse con la idea de que la Historia pueda concebirse como
una evolucin progresiva que elimine el problema del mal.
9
13
Y, sin em bargo, esta F o rtu n a, que n unca est de acuerdo con la vida,
que siem pre se burla de nuestros clculos con algn acontecim iento
im previsto, que dem uestra incesantem ente su poder al defraudar una y
otra vez n uestras esperanzas, ahora tam bin, segn a m me parece, al
conceder a los m acedonios la riqueza toda de los persas, hace ver claro
a todos los hom bres que nicam ente les hace prstam o de sem ejante
prosperidad hasta que decida obrar de m anera diferente.
(P olibio , Historias, XXIX, 21.)
titud ante el futuro. Para Polibio, constitua una materia fcil prever
el futuro ded ucindolo del pasado. Para los escritores del Antiguo
Testamento, nicamente Dios podra revelar, por medio de los p ro
fetas, un futuro que es independiente de todo pretrito acontecer, y
que no puede ser deducido del mismo modo su natural consecuencia.
De aqu que el cumplimiento de las profecas, tal como fueron en
tendidas por los escritores del Antiguo y del N uevo Testamento, es
enteramente diferente de la comprobacin de las predicciones con
cernientes a los acontecim ientos historiconaturales. A unque el fu
turo pueda ser definido por la voluntad divina, se determina por
una voluntad personal y no por fatalidad, y el hombre nunca p ue
de preverlo, a menos que le sea revelado por Dios. Y ya que
la final perfeccin del destino hebreo y cristiano consiste en un
futuro escatolgico, el resultado del cual depende de la fe del h o m
bre y no de una ley natural de la historia pragmtica, el sentim iento
lgico frente al futuro viene a ser de indecisin ante la imposibilidad
de calcularlo tericam ente.
Hasta aqu la teora de B urck hardt de que lo que ms profunda
mente nos separa de los antiguos es que estos crean, en c on tra
posicin a nosotros, en la posibilidad de predecir el futuro, ya por
inferencia racional o por los medios ms populares de consultar a
los orculos y de las prcticas adivinatorias, resulta completamente
cierta. No creemos, por otra parte, que ello sea deseable.
Si pudiramos representarnos a un individuo que supiera el da y
las circunstancias de su muerte, o a un pueblo que conociera de an te
mano el siglo de su desaparicin, ambos cuadros produciran inevitablemente la confusin de todo deseo y de toda ambicin, pues estos solo
se desarrollan completam ente cuando obran a ciegas, es decir, siguiendo
sus propios impulsos. Esta es la condicin misma del porvenir, y si no
fuera as, el futuro y el fin de un hom br e o de una nacin presentaran
un aspecto bien diferente. Un porvenir conocido anticipadamente sera
un absurdo. No solamente no es deseable el preverlo, sino tambin de
realizacin improbable. Por de pronto, nuestros deseos, nuestras espe
ranzas y nuestros temores provocaran errores en tal conocimiento del
porvenir. Ignoramos, adems, lo que se l al man fuerzas latentes m ateriales o morales, del mundo, as como el factor incalculable de los con
tagios espirituales que sbitam ente pueden transformarlos 6.
6 J. Burckhardt, Force and Freedom, Reflection on History, Nueva York,
1943, pgs. 90 y sgs.; Griechische K u lturgeschichte, en Gesamtausgabe, Ba
silea, a partir de 1929, IX, pgs. 247 y sgs. Solamente en este m oderno sen
tido de que la historia es una relacin de libertad , resulta absurda la
16
destino histrico no es el resultado de una aceptacin indiscri m in a toria de la fatalidad; es ambigua por completo, a causa de su creen
cia contraria de que el hombre es responsable de la Historia me
diante su decisin y su voluntad, que se dirige siempre a un futuro
de posibilidades no determinadas.
Para Tocqueville, la marcha de la democracia tiene tanto de
irresistible fatalidad como de irresistible providencia, ya que todos
los que promueven acontecim ientosy tambin los que a ellos se
oponen son inst rum entos ciegos en las manos de un poder que
dirige la Historia. El desarrollo gradual de la igualdad de condicio
nes es consecuencia de un hecho con todas las caractersticas de un
designio providencial universal, duradero , eludiendo constante
mente toda interferencia humana, y con los acontecimientos y h o m
bres de consuno contribuyendo a su desarrollo. Intentar detener
la democracia parecera entonces luchar contra Dios mismo 7 y
contra la Providencia. El reverso de esta imposibilidad de detener
la marcha de la democracia y su providencial fatalidad es que su
futuro puede ser previsto. La contemplacin de tan irresistible evo
lucin pro dujo en la mente de Tocqueville una especie de religioso
temor reverencial. Y, sin embargo, en el prrafo siguiente, y tam
bin en el ltimo captulo de su libro, Tocqueville expresa su deseo
de que este proceso providencial sea dirigido y limitado por las
propias previsin y voluntad humanas, porque la suerte de las n a
ciones cristianas est todava en sus m anos , aunque no sea por
mucho tiempo ms. sta solucin de la dificultad por una libertad
parcial dentro de una fatalidad parcial vuelve a plantear, aunque
en trminos m enos contundentes, el viejo problema teolgico de la
compatibilidad de la providencia con el libre albedro.
Spengler, en la primera frase de su Decadencia de O ccidente,
anuncia audazmente que intenta por prim era vez la predeterm ina
cin de la Historia. Parte del supuesto de que el curso de la Historia
es en s mismo, determinado por la necesidad. La significacin de
las culturas histricas reside en el cumplimiento fatal de los ciclos
de vida, desde su crecimiento y floracin hasta su decadencia. La
Historia carece de objetivo y de propsito si no est dirigida por la
voluntad de Dios o por la del hombre. Su sublim idad consiste en su
misma falta de propsito. Sin embargo, cuando Spengler procede a
definir su concepto supremo del d estin o, introduce la nocin de un
7 De la dem ocracia en Am erica, Introduccin.
18
8 The Decline of the West, Nueva Y ork, 1937, cap. IV, pgs. 17 y sgs.
Cfr. cap. XI. (Existe trad u ccin espaola: M adrid-Buenos Aires, EspasaCalpe.)
9
Id., I, pg. 38: II, pgs. 292 y sgs. Cfr. ms abajo el apndice II
10
Jahre der Entscheidung, M unich, 1933. T raduccin inglesa: The h o u
of decisin, N ueva Y ork, 1934. (Existe traduccin espaola publicada por
Espasa-Calpe, M adrid, con el ttu lo A o s decisivos.)
19
Dividida de una forma semejante entre la tradicin clsica y lacristiana, se halla la concepcin histrica de T oynbee. Este, adems,
trata de establecer un ritm o peridico de ciclos de vida 11, repitien
do el mismo modelo perm anente de la gnesis y del crecimiento
cultural, de la decadencia y de la desintegracin. Al propio tiempo,
intenta extraer de este proceso histrico natural un definitivo objeto
y significado. La universalidad material del estudio comparativo de
veintiuna civilizaciones, o, mejor dicho, sociedades, es enfocada so
bre la historia de nuestra sociedad occidental. La decadencia del Oc
cidente constituye tam bin para Toynbee el problema ms im por
tante. Es, sin embargo, menos explcito que Spengler en cuanto a la
previsin de la Historia, porque la desintegracin puede parecer
crecimiento, y v ic e v e r s a 12. Es ms: lo que origina que una civi
lizacin se precipite en su curso fatal no es una ley clsica de ci
clos peridicos, sino una destruccin originada por nosotros mis
mos, ya que la H istoria es una transaccin perpetua del hombre con
su contorno, de reto y respuesta. No obstante la libertad y respon
sabilidad implicadas en la respuesta del hombre, Toynbee sugiere
un determinismo an ms estricto que el de Polibio: el curso n o r
mal del ritm o de desintegracin es exactamente tres latidos y m e
dio y se supone que el Occidente ha sobrepasado ya latido y medio.
La Historia es ms que una historia de las civilizaciones. Es tam
bin, y aun de una forma primordial, una historia de la religin, y
las religiones no son para Toynbee expresiones homogneas de cul
turas, como lo son para Spengler, sino que las trascienden. De aqu
la primordial preocupacin de Toynbee hacia la religin cristiana y
tambin hacia las precristianas redentoras. Ellas constituyen los
nicos medios creadores de escape de una sociedad en desintegra
cin 13. Crean un nuevo clima y dimensin y, en consecuencia, una
nueva clase de sociedad; esto es, una Iglesia universal, afrentada a
la minora dominante de los estados universales.
La desintegracin de una sociedad secular pagana o nominal
mente cristiana provee la oportunidad para que se desarrolle una
religin universal, y para una historia de salvacin; pero indirecta
mente transforma tambin la sociedad. Los hombres aprenden m e
339 y sgs.
169 y sgs. Cfr. Spengler, op. cit., pgs. 15 y
todo el trabajo.
169 y sgs.
23
Pero cmo pueden el ritm o elem ental del yin y del y ang, y el
ciclo de crecimiento y decadencia, ajustarse a la creencia en un fin
significativo y en una progresiva revelacin de la divina verdad de
la Historia? Cmo puede la economa de la v e rda d4,2
como
Toynbee, con frase del catlico N e wman, llama a la magistral dis
pensacin, reconciliarse con las especulaciones griegas y chinas? La
respuesta de Toynbee es que el perfecto rodar de una rueda no es
una mera repeticin si con cada una de sus revoluciones lleva al
vehculo mucho ms cerca de su d e s t i n o 25. Este smil, que parece
unir el ciclo clsico con el eschaton cristiano, presum e de que la
rueda conduce a un vehculo (religin) con un conductor (Dios) que
sabe cmo dirigir la fuerza natural de rotacin hacia un objetivo
sobrenatural. Si la religin es un carruaje, parece como si las rue
das sobre las que se dirige hacia el cielo pudieran representar las
peridicas decadencias de la civilizacin sobre la tierra. Parece como
si el movimiento de la civilizacin pudiera ser peridico y desarro
llarse en ciclos, m ientras el movimiento de la religin se representa
ra por una lnea continua ascendente. Este continuo movimiento
hacia arriba de la religin puede ser servido y ayudado por el movi
miento cclico de las civilizaciones (nacimiento-muerte-nacimiento) 26. O, para expresarlo de otra forma: cmo puede el espritu
fustico de la tierra (conforme lo ha concebido Goethe y cita Toyn
bee), que se mueve en un ritm o elem ental de confusin de vida y de
tempestad de accin, tejer el vestido viviente de la divinidad, si esta
es ms que la divinidad pagana, es decir, un Dios encarnado en un
Salvador hum an o? Toynbee admite que esta pregunta carece de
contestacin convenie nte; al mismo tiempo, est claro para l que
no puede perm itirse ignorarla, ya que ella guarda la clave del signi
ficado del tejer y destejer del Hacedor. As, Toynbee concluye el
sexto volumen de su E studio de la H istoria con una pregunta incontestada y con la esperanza de que el secreto de la Historia pueda
hacerse claro en el futuro, dando una respuesta al problema de la
futilidad aparente y de la falta absoluta de significado de tanto tra
bajo y sufrimiento.
Polibio se ocup de la historia romana, esto es, trat de los
acontecimientos pasados progresando hacia el presente poder de
24 A S t udy of History, VI, pgs. 554 y sgs.
25 Id.. pgs. 324 y sgs.
26 C i v i l i z a t i o n Trial,
no
pgs. 235 y sgs.
24
antiguo, sino que som os m odernos, esto es, un com puesto m s o m enos
inconsistente de am bas tradiciones. Los h istoriadores griegos e sc ri
bieron historia pragm tica cen trad a en un gran aco ntecim iento p o
ltico; los P adres de la Iglesia desarrollaron, basndose en la p ro
feca hebrea y en la escatologa cristiana, una teologa de la H istoria,
cen trada en los acontecim ientos su prahistricos de la C reacin, E n
carnacin y C onsum acin; los m odernos elaboran un a filosofa de
la H istoria secularizando los principios teolgicos y aplicndolos a
un nm ero siem pre creciente de hechos em pricos. P arece como si
la s dos grandes concepciones de la A ntigedad y del C ristianism o,
m ovim iento cclico y direccin escatolgica, hubieran agotado las
consideraciones bsicas p a ra un entendim iento de la H istoria. Aun
los intentos m s recien tes de una in terp retaci n de la H isto ria no
son m s que variaciones de estos dos principios, cuando no una
mezcla de am bos. Las reflexiones que siguen pueden com enzar con
provecho p o r un anlisis de la obra de B u rck hard t F uerza y Libertad:
R eflexiones sobre la H istoria, y despus proceder hacia atrs en el
tiem po, hasta el en ten d im ien to h eb reo -c ristiano de la H isto ria a tr a
vs de la fe.
I
BURCKHARDT
33
l w i t h . 3
4
Vase Introduccin de J. H. Nichols a la traduccin de la obra d
Burckhardt Forme and Freedom: Reflections on History, Nueva York, 1943,
pgina 75.
34
36
37
38
II
MARX
42
43
44
5
Las citas que siguen son del Manifiesto Comunista, en la traducci
inglesa de la M odern Library, pgs. 321 y sgs.
46
todos. Finalm ente, el campo entero de las necesidades hum anas ser
reemplazado por un reino de libertad, en una com unidad suprema
de carcter comunista, un reino de Dios sin Dios alguno y sobre
la tierra, meta e ideal definitivos del mesianismo histrico de Marx.
En la conciencia de los mismos M arx y Engels, no obstante, el
descubrim iento revolucionario del M anifiesto C om unista consisti,
no tanto en su patrn histrico antes esbozado, sino ms bien en
la tesis m aterialista de que en toda poca histrica el modo p redo
m inante de la produccin econmica y del cambio, y la organizacin
social, consecuencia necesaria del mismo, forman la base sobre la que
se construye y sobre la cual puede ser nicam ente explicada la
historia poltica e intelectual de tal poca. E ste hecho bsico es
expresado en la prim era frase del M anifiesto C om unista, que reduce
toda la H istoria a los antagonism os econmicos. Todo lo dems
que de aquella resulta ha de ser entendido, consecuentem ente, como
que no es la conciencia de los hom bres la que determ ina siempre
el carcter general de los procesos social y poltico, legal y espiri
tual de la vida, es el modo de la produccin m a te ria l 6. E sta in te r
pretacin m aterialista resume en la proposicin bien conocida de
que no es la conciencia de los hom bres la que determ ina su ser,
sino que, por el contrario, es su existencia economico-s ocial la que
determ ina su conciencia; proposicin que a Engels pareci tan m e
ridiana que debe resultar evidentedijoa cualquiera que no se
halle absorto en ilusiones idealistas . Y, cuando en pocas revolu
cionarias, el fundam ento econmico experim enta un cambio radical,
tambin se transform a con mayor o menor rapidez toda la super
estructura de las formas de conciencia legal y poltica, religiosa y
filosfica. Juzgar, dice Marx, tal transform acin por su propia con
ciencia sera tan superficial como juzgar a un individuo por las
opiniones que de s mismo tiene 7.
Si aplicamos esta distincin entre el pensam iento consciente y la
fuerza real m otora al M anifiesto Comunista, conforme ha sido en
tendido por el mismo Marx, obtenem os un resultado ms bien cu
rioso, porque suponiendo que la histeria legal, poltica y espiritual
tiene en sus condiciones econmicas su historia secreta que difiere
de sus reflejos ideolgicos, lo mismo puede decirse, invirtiendo los
trm inos, con referencia al m aterialism o de Marx. Porque la historia
6 A C o n t r i b u t i o n pg.
.,
11.
7 Id., pg. 12.
50
51
53
10
Vase L. Feuerbach, prefacio a la primera edicin de La esencia d
cristianismo (traduccin inglesa: Nueva York, 1855); Briefwechsel und Nach
lass, ed. K. Grn, Leipzig, 1874, I, pgs. 406 y sgs.; cfr. tam bin F. Engels,
L. Feuerbach and the Outcom e of Classical German Philosophy, Nueva York,
1941, pg. 56; S. Kierkegaard, A ttack upon Christendom , Princeton, 1944.
54
55
56
57
58
forma de pensar. A unque abstracto e idealista en la forma, el desarrollo de su pensam iento procedi siempre, sin embargo, de acuerdo
con el de la historia del m u n d o ...; el contenido real (histrico) se
halla por todas partes en la filosofa... En su fenomenologa, esttica,
historia de la filosofa, penetra esta magnfica concepcin de la H is
toria, y este m aterial es tratad o en todas sus partes histricam ente,
en una conexin definitiva, aunque falseada abstractam ente con la
Historia 17. A qu de nuevo, como en la crtica de M arx de la F enomenologa y de la Filosofa del Derecho, de Hegel, la diferencia entre
las posiciones idealista y m arxista no es de principio, sino de aplica
cin. N o obstante, el origen histrico del idealismo de Hegel es la
tradicin cristianas. Como tod o el idealismo, alemn, la F ilosofa del
Espritu, de Hegel, descansa en el sobrenaturalism o cristiano. E s la
fe en C risto, como Seor y Logos de la H istoria, lo que l transm ut
en un E spritu m etafsico que se revela a s mismo en el proceso de
la H istoria. Sin em bargo, al identificar historia del m undo e historia
del espritu, la inteligencia hegeliana de la H istoria retiene una parte
menor de su derivacin religiosa que el m aterialism o ateo de Marx.
Este ltim o, a despecho de la insistencia en las condiciones m ateria
les, m antiene la atencin original de una fe trascendente frente al
mundo existente, m ientras que H egel, para el cual la fe era solam en
te un modo de Vernu nft o Vernehmen, decidi, en una poca deci
siva de su historia intelectual, reconciliarse con el m undo tal y como
este es: existente, real y razonable 18. Com parado con M arx, Hegel
es el ms realista.
17 F. Engels, L. Feuerbach..., pg. 77.
18 Para un anlisis m s detallado de Marx y Hegel, vase mi libro Von
Hegel bis Nietzsche, Z rich, 1941 ; cfr. tam bin S. Hook, From Hegel to
Marx, Nueva York, 1935, y H. Marcuse, Reason and Revolution, OUP, 1941.
III
HEGEL
61
62
4
Briefe von und an Hegel, ed. Karl Hegel, Leipzig, 1887, I, 13; Lectur
on the Philosophy of History (Vorlesungen ber die Philosophie der Ges
chichte), pg. 340; Introduccin a Lectures on the Philosophy of Religion
(Vorlesungen ber die Philosopie der Religion), traduccin de E. B. Speirs y
J. B. Sanderson, Londres, 1895.
64
guna parte es requerida ms apremiantemente tal perspectiva armonizadora que en la historia universal5.
Para arm onizar la concepcin de la H istoria, tal y como aparece a
primera vista, con el fin ultim o del m u n d o , o designio de Dios, Hegel
introduce la idea del ardid de la razn 6, insinundose e influ
yendo en las pasiones hum anas a m anera de agente de las mismas.
No por azar, sino por co n stitu ir la misma esencia de la H isto
ria, el resultado ltim o de todas las acciones histricas es siempre
algo no deseado por los hom bres. Csar y Napolen no saban, ni
pedan saber, lo que llevaban a cabo cuando consolidaron sus res
pectivas posiciones. Y sin saberlo, obtuvieron un objeto general en
la historia de Occidente. La libertad aparente de sus actos es la ambigua libertad de las pasiones, buscando, con una fe animal, un fin
particular, pero en tal form a que la persecucin de sus intereses p ar
ticulares es estim ulada y dirigida por un impulso annimo necesitado
de su voluntad y decisiones. Fin universal e intencin particular se
mezclan as en esta dialctica de apasionada accin, porque a lo que
los hum anos se dirigen inconscientem ente no es lo que consciente
mente intentan, sino lo que estn obligados a querer, que tiene un
estmulo al parecer ciego, y con ms amplias perspectivas, sin em
bargo, que los intereses personales. De aqu que estos hom bres en
tiendan instintivam ente cuanto con ellos se proyecta. Obran hist
ricamente porque sobre ellos acta el poder y el ardid de la razn
que, para Hegel, es una e xp resin racional para designar a la divina
Providencia; as, los motivos, pasiones e intereses de la H istoria son
en verdad los que han aparecido en una prim era contem placin, es
decir, la parte hum ana de los mismos, si bien dentro de un marco
de un propsito trascendental, fom entando un fin que no fue parte
de las intenciones conscientes.
Tanto pueblos como individuos desconocen realm ente adonde
se dirigen y, lo mismo cuando obedecen que cuando resisten a la
voluntad y designio divinos, no son ms que instrum entos en manos
de Dios. De esta forma, el resultado ltim o de las acciones hist-
5
Lectures on the Phylosophy of History (Vorlesungen ber die Philo
sophie der Geschichte), pg. 16; vase tam bin pg. 477.
6
Id., pg. 34; Enciklopdie der philosophischen Wissenschaften, ed
Bolland, nm. 209, Zusat. La descripcin ms im presionante de la funcin
de la List der V ernunft se contiene en una carta de 5-7-1816 sobre Napo
len (Briefe von und an Hegel, pgs. 401 y sgs.).
65
l w ith -
7
T rasplantado a la concepcin materialista, el "ardid de la razn
Hegel viene a ser fuerza m otora ltima de la lucha de clases, actuando
dentro y ms all del inters consciente y de los caprichos individuales de
toda especie . Da origen a los duraderos resultados, que son extraordina
riam ente extraos a las intenciones temporales (vase F. Engels, L. Feuer
bach and the O utcom e of Classical Germ a n Philosophy [Nueva York, 1941],
pgs. 48 y sgs.).
66
En otras palabras, la historia del m undo es, para Hegel, una his
toria antes y despus de Jesucristo, no incidental o convencionalmente, sino en esencia. Solam ente en base a esta tesis, de que la
religin cristiana es la verdad absoluta, pudo H egel construir sistem ticam ente la H istoria universal, de China a la Revolucin fran
cesa. E1 es el ltim o filsofo de la H istoria, porque l es el ltimo
filsofo cuyo inm enso sentido histrico estuvo lim itado y disciplinado
por la tradicin cristiana. En nuestras m odernas concepciones de la
Historia universal, el com puto cristiano del tiem po se ha conver
tido en un m ero m arco de referencia, convencionalm ente aceptado
corno o tro s cm putos, y aplicado a una m u ltitud m aterial de cultu
ras y religiones que no presentan un ncleo de significado desde el
cual puedan ser organizadas, como lo haban sido desde San A gus
tn a Hegel.
Lo que en principio distingue a Hegel de San Agustn es que
Hegel interpreta la religin cristiana en trm inos de razn especu
lativa, y la providencia como el ardid de la raz n . El proceso
que m uestra la H istoria, dice, es nicam ente la m anifestacin de la
religin como razn hum ana, la produccin del principio religioso
bajo la form a de libertad secular. . Su captulo sobre la expansin
del C ristianism o concluye con estas palabras: El desacuerdo entre
la vida ntim a del corazn y el m undo real es eliminado. Los sacrifi
cios ofrecidos incesantem ente en el altar de la tie rra estn justifi
cados por la realizacin del espritu del C ristianism o, una verdadera
teodicea, la justificacin de Dios en la H isto ria.
Con esta secularidad de la fe cristiana o, como Hegel dira, con
esta realizacin del Espritu, Hegel se crey leal al genio del C ristia
nismo, y al transm utar la esperanza cristiana de una consumacin
final en el proceso histrico como tal, contem pl la historia del
mundo como una consumacin en s misma. La historia del mundo
es la C orte de Justicia del m undo (Die W elgeschichte ist das Weltgericht) es una frase tan religiosa en su m otivacin original, por
significar que toda la historia del m undo tendr su consumacin en
un juicio final, como irreligiosa en su aplicacin secular, al significar
que el juicio es contenido en el proceso histrico como tal.
Hegel mismo no percibi la profunda ambigedad de su gran
intento de transm utar la teologa en filosofa, y de realizar el reino
de Dios en trm inos de historia del m undo. N o experim ent dificul
tad alguna en identificar la idea de libertad, la realizacin de la cual
es el fin ltim o de la H istoria, con la voluntad de Dios; ya que como
67
68
IV
PROGRESO CONTRA PROVIDENCIA
69
70
1.
P roudhon
71
5
Systme des contradictions conomiques ou philosophie de la misre,
1846, Prlogo.
72
73
74
75
76
2.
Comte
Su concepcin histrica
La nica gran co n trap artid a de la filosofa de la H istoria de Hegel 17 en extensin, aunque no en profundidad, es el Cours de Philosophie positive, de Com te (1798-1857)18. Ambos trabajos son, prim ordialm ente, no solam ente filosofas de la H istoria, sino filosofas
histricas, im pregnadas en un sentido histrico en sus mismos m
todos, sea el que sea el particular tem a de sus estudios. Como Hegel,
Comte est convencido de que ningn fenm eno puede entenderse
filosficamente, a m enos que lo sea histricam ente, m ediante una
dem ostracin de su destino y derivacin tem porales, de su funcin
y de su significado, as como de su razn relativa, en el entero curso
de la H istoria. El predom inio de tal punto de vista, histrico no se
produjo hasta el siglo XIX, pero sus races se rem ontan a la idea
cristiana del universo com o una creacin, es decir, de un universo
creado una vez, con un objeto y fin ltim os. Solamente dentro de
tal esquema suprahistrico y, sin embargo, tem poral, pueden y de
ben los acontecim ientos todos ser referidos a sus comienzos y fines,
aparte de los cuales la continuidad histrica carece de sentido.
17 En el Prefacio personal de 1842 al ltimo volumen de su Curso de
filosofa positiva, Com te adm ite que evit la lectura de Vico, Kant, Herder
y Hegel para no perjudicar la consistencia y pureza de su propia concepcin.
Habindose im puesto d u ran te veinte aos esta higiene cerebral , la hall
a veces inconveniente, pero, con ms frecuencia, saludable.
l 8 Este trabajo est basado en un curso de conferencias pronunciadas en
tre 1826 y 1829. Con posterioridad, Comte quiso m odificar su ttulo por el
ms apropiado de Sistema de filosofa positiva. Las citas son de la traduccin
inglesa condensada de H . M artineau, The Positive Philosophy of A. Com
te (2 vols., 2.a ed., Londres, 1875), corrigindola, no obstante, all donde es
innecesariam ente libre, y com pletndola, ocasionalm ente, de acuerdo con la
edicin francesa com pleta, en seis volmenes, de E. Littr, Pars, 1864. Entre
otros muchos libros sobre Comte, vase especialmente el estudio teolgico
de H. de Lubac, Le Drame de l'humanisme athe, Pars, 1945, pgs. 135 y sgs.
(existe traduccin espaola, publicada por Epesa, M adrid, con el ttulo El
drama del humanismo ateo), y A. Comte and the United States (Cambridge,
1936), de R. L. Hawkins.
19
The Positive P h i l o s o p h y .,II, pg. 154. A parte de este intento de e
plicacin naturalista, Comte acepta la concepcin de Bossuet de restringir la
historia universal a la del Occidente cristiano, y ello, no obstante su criti
cismo de los fundam entos teolgicos de Bossuet. Si Bossuet se gui por
principios literarios al restringir su estimacin histrica a una serie continua
y hom ognea, me parece que no ha dejado de cumplir, con xito, las con
diciones filosficas de la investigacin. Aquellos que desplegaran toda su
erudicin, m ezclando en la exposicin poblaciones como las de la India,
China y otras que no han ayudado al proceso de desarrollo, pueden repro
char a Bossuet su lim itacin; pero no por eso la exposicin de este es, desde
el punto de vista filosfico, menos verdaderam ente universal. A menos que
procedam os de esta m anera, perdernos de vista todas las relaciones polticas
a que da nacim iento la accin de las naciones ms avanzadas en el progreso
sobre las inferiores... Cuando hayamos aprendido a buscar de entre la lite
de la H um anidad, vendrem os en conocimiento de cmo la porcin superior
debe intervenir en ventaja de la inferior, y no podremos com prender el hecho
o la consiguiente funcin de ninguna otra forma, porque la vista de estados
de desigualdad coexistentes no podr ayudarnos. N uestro primer lmite, pues,
es que tenem os que concentrar nuestro anlisis sociolgico en la estimacin
histrica del desarrollo social ms avanzado. (II, pgs. 151 y sgs.) Esta
notable percepcin de la prioridad metdica de la civilizacin en principio
progresiva (por ser cristiana) implica un ataque contra la crtica que a
Bossuet hiciera Voltaire. (Vase ms abajo cap. V.)
78
20
The Positive Philosophy. . I, pg. 13; II, pgs. 58 y sgs., y 430 y
21
Id., II, pgs. 72 y sgs.; edicin francesa, IV, pgs. 264 y sgs.; 272 y
siguientes, 278.
79
80
81
Lw it h . 6
82
establecido en las ciencias n atu rales que en las sociales. Pero tarea
y fin ltim os consisten en la aplicacin de los avances de las cien
cias naturales a la fsica social o socio l g ica 31, en consideracin a
la reorganizacin social.
La gran crisis poltica y m oral que estn experim entando las na
ciones ms civilizadas 32 se origina en una anarqua prim ordialm ente
intelectual; porque el m undo historicosociolgico descansa en las
ideas y opiniones por las cuales los hom bres dirigen sus asuntos.
La falta de estabilidad de las m xim as fundam entales y del orden
social se explica por la desorien tad o ra coexistencia de tres filoso
fas divergentes: la teolgica, la m etafsica y la positiva. Sola, cual
quiera de ellas podra proveer alguna especie de orden social, pero
su coexistencia las neutraliza, to rn an d o imposible aquel. La tarea a
realizar consiste, en consecuencia, en prom over el triunfo de la fi
losofa positiva en su influencia sobre la vida social, y consolidar
el todo en un cuerpo de d octrina homognea. Es tiempo de com
pletar la gran operacin com enzada por Bacn, D escartes y Galileo,
reconstruyendo el sistem a de las ideas generales que deben prevale
cer de ahora en adelante sobre la raza hum ana. E sta es la m anera
de poner fin a la crisis revolucionaria que est atorm entando a las
naciones civilizadas de la tie rra 33.
P ara compensar la tendencia anrquica de la mera progresin
hacia los derechos individuales (en lugar de hacia los deberes co
munes), hacia la libertad abstracta (en lugar de la subordinacin
voluntaria), y hacia la igualdad (en lugar de hacia la jerarqua) 34,
y para poner trm ino al perodo revolucionario de los ltimos siglos,
tiene que ser restablecida y reorganizada la fuerza e sta b iliz a d o ra del
orden, porque solamente un sistem a que arm onice orden y progreso
puede encauzar el estado revolucionario que ha sido caracterstico
31 El trm ino sociologa fue utilizado por Com te por primera vez, refi
rindose a la obra del C ondorcet, al objeto de designar la fsica social
como aquella creencia relativa a las leyes fundam entales de los fenmenos
sociales. Filosofa positiva es as sinnim o de Filosofa sociolgica (The
Positive P h i l o s o p h y .,II, pg. 442. Cfr. la ed. francesa, IV, pg. 185, nota).
32 Son, segn Comte, Francia, Italia, Alem ania, Inglaterra y Espaa. Con
el tiempo, no obstante, la salvacin por el positivismo se extender a toda
la raza blanca y, finalm ente, a la H um anidad toda (The Positive Philoso
p h y II,
., pgs, 409 y sgs., 464, 467).
33 The Positive P hilosophy..., pg. 13. Cfr. la ed. francesa, IV, pg 16.
34 Id., II, pgs. 11 y sgs. Cfr. la ed. francesa, IV, pg. 51, sobre los l
m ites de la tolerancia.
83
35 The Positive P hilosophy..., II, pg, 3. Cfr. la ed. francesa, IV, pg. 17.
84
85
86
89
90
91
92
93
94
57
No existe una sola ciencia que habiendo alcanzado la etapa positiva no
m uestre seales de h ab er pasado a travs de las otras. Algn tiem po h a ..., fue
compuesta la Ciencia, com o ahora podem os ver, de abstracciones metafsicas.
Ms atrs en el tiem po, se form en las concepciones teolgicas. Tendremos,
ciertam ente, dem asiada ocasin de ver... que nuestras ciencias ms avanza
das an conservan seales bien evidentes de los dos perodos anteriores por
los que han pasado. (The Positive Philosophy..., I, pgina 3.)
58.I d., I, pg. 51; II, pg. 55. Cfr. la ed. francesa, IV, pgs. 227 y sgs.
9Ed.
5 francesa, IV, pg. 279.
60 The Positive Philosophy..., I I, pg. 457.
61 Op. cit., pgs. 61 y sgs.
95
62 Ed. francesa, IV, pdg. 504, nota. The Positive P h i l o s o p h y .,II, pgina 463.
96
97
Lo w
tth
. 7
98
99
debe ser referido todo, no al hom bre, sino a la H um anidad 74, con
cede una excesiva im portancia a la universalidad y continuidad de
la H istoria, en perjuicio del carcter finito y personal de la vida
humana. Las leyes morales, adems, son para Comte m ucho ms apre
c ia b a s en el aspecto colectivo que en el individual, y aun cuando la
naturaleza de los individuos tipifica a la general, todo avance hu
mano se caracteriza mucho ms com pletam ente en el aspecto gene
ral que en el particular. De este m odo la moralidad estar siempre
relacionada con la p o lity .
Este punto de vista politicosocial es en verdad inevitable para el
historiador, ya que los tem as prim arios de la historia secular no son
individuos aislados, sino com unidades, grupos y estados. De aqu el
prim ado de la poltica de la H istoria. La historia poltica no puede
adoptar jams el esquem a cristiano de la historia de la salvacin,
por referirse esta a1 al m a individualde cada uno d e nosotros , no
a la H um anidad 75. La H um anidad no puede ser salvada, por no exis
tir esta sino en los individuos, hom bres y m ujeres. C onstituye una
com n caracterstica de todas las filosofas de la H istoria de tenor
secular y positivista adoptar el elem ento universal del entendim iento
cristiano de la H istoria, si bien elim inando la preocupacin cristiana
por las personas, porque el reconocim iento de la im portancia uni
versal de una personalidad nica com o Jesucristo significara algo
contradictorio con la corriente lineal de un desarrollo progresivo
continuado. El esquem a com pleto de la filosofa de la H istoria de
Comte es as tan teolgico como p o sitiv ista: lo prim ero, por su pre
tensin universal y su indefinida escatologa; lo segundo, por pres
cindir del individuono obstante todo lo social que pueda ser ,
que constituye la preocupacin final del Evangelio. Como conse
cuencia de su falta de inters por el destino universal, la m uerte es
para Com te un fenmeno m eram ente estadstico, al igual que el in
crem ento de la poblacin. A parte de este punto de vista positivista,
pero altam ente inadecuado, la m uerte es, sin embargo, no un esti
m ulante de un progreso social continuo, sino el verdadero trm ino
74 The Positive Philosophy..., II, pg. 463.
75 No es por falta de tica social , sino debido a una percepcin cris
tiana genuina, por lo que K ierkegaard insisti a travs de toda su obra en
la irrelevancia final de la historia del m undo , en comparacin con la rele
vancia absoluta de la historia religiosa de cada persona. Aun los pensadores
catlicos estn conformes con l a este respecto. Vase T. Haecker, Der
Christ und die G eschichte [Leipzig], 1935, pgs. 98 y 101 y sgs.; Knox, obra
citada, pg. 123.
100
101
102
3.
CONDORCET Y T URGOT
103
104
nindose en ella la raza hum ana, y esta siga ejercitando sus facultades,
podemos abrigar la precisa esperanza acerca de nuestro progreso
futuro en conocim iento, virtu d y libertad. Podem os predecir que
estos bienes se m ezclarn necesariam ente y se convertirn en inse
parables en el m om ento en que el conocim iento alcance, a un tiempo,
un cierto nivel en el m ayor nm ero de naciones de la tierra ; en
aquel en que venga a ser patrim onio de la totalidad de un gran pue
blo, el lenguaje del cual pasar a ser universal 82, y su comercio se
extienda por todo el globo. H abiendo tenido una vez lugar esta unin
en la entera clase de lo s hom bres ilustrados, estos se convertirn en
los amigos de la H um anidad, que se concentrarn en un esfuerzo
comn para conseguir la m ejora y la felicidad de la especie.83
D educindolo del progreso alcanzado en el pasado, se puede p re
ver con seguridad el panoram a fu tu ro y predecir el perfeccionam iento
de la raza hum ana.
Si
el hombre puede predecir casi con absoluta certeza las perspec
tivas de las que conoce las leyes; si aun sindole estas desconocidas,
la experiencia del pasado facilita la prediccin de aquellas con consi
derable probabilidad, por qu debemos suponernos que es una em
presa quimrica el esbozar con algn grado de verosimilitud el cuadro
del futuro destino de la Humanidad basndose en los resultados de su
historia? El nico fundamento de la fe en las ciencias naturales es el
principio de que las leyes generales, conocidas o no, que regulan los
fenmenos del Universo, son regulares y constantes: y por qu este
principio, de aplicacin a todas las otras actividades naturales, ha de
ser menos verdadero cuando se aplica al desarrollo de las facultades
intelectuales y morales del hombre? En una palabra, si las opiniones
formadas por la experiencia, relativas a la misma clase de objetos, son
la nica regla por la cual gobierna su conducta los hombres de ms
profunda inteligencia, cmo puede negrsele al filsofo que apoye
sus conjeturas en una base semejante, siempre que no les atribuya ma
yor certeza que la que el nmero, la consistencia y la exactitud de la
observacin autoricen? 84.
Ciencia pura, experim ento y clculo, sin mezcla alguna de su
persticin, prejuicio o au to rid a d , transform an la profeca arbitraria
en un pronstico racional que nos perm ite reem plazar la providencia
82 Una lengua cientfica universal com pletara el progreso iniciado por la
escritura alfabtica; de este modo, el error sera casi imposible. (Outt l ines....,
Pginas 10, 351, 363 y sgs.; 366.)
83 Id., pgs. 14 y sgs.
84 Id., pgs. 356 y sgs.
105
106
107
108
110
111
112
113
LOWITH.-8
114
V
VOLTAIRE
117
118
119
dieron leer sus libros; pero para los cristianos, iluminados por la fe,
se convirtieron en nuestros precursores, en los que nos han preparado
el camino, y en los que han actuado como heraldos de la Providencia8.
Con los judosresum e V oltairecasi todos los acontecimien
tos de un carcter puram ente hum ano resultan en extrem o horribles;
todo lo que es divino en su historia excede de nuestra pobre com
prensin. Lo uno y lo otro nos torna silenciosos 9. Por otra parte,
la historia de los chinos est libre de fbulas absurdas, de milagros
y de profecas. Confucio, cuya imagen Voltaire tena en su habitacin
(Sancti Confuci, ora pro nobis), era para l muy superior a un
profeta; era un verdadero sabio.
Despus de haberse referido a la hum anidad civilizada de los
chinos, V oltaire contina con India, Persia y A rabia, y, a su debido
tiempo, con Rom a y la aparicin del C ristianism o. En todas es
tas descripciones, interesantes y divertidas, si bien documentadas,
habla expresam ente como filsofo e historiador 10; es decir, no como
un creyente en las cosas divinas, sino como hom bre que conoce lo
que es hum ano. En consecuencia, distingue continuam ente entre
historia sagrada e historia profana 11, que para Bossuet estaban rela
cionadas por la unidad de un designio divino. Y su criticism o hist
rico, no solo distingue aquello que podemos conocer m ediante la
razn de la creencia en la revelacin, sino que ataca tam bin a las
narraciones bblicas 12.
Su m todo es ms bien sim ple; rene la mayor cantidad de he
chos culturales im portantes que le es posible, interpretndolos con
arreglo a las norm as de la comn razn humana. La civilizacin sig
nifica para l el desarrollo progresivo de las ciencias y de los oficios,
de la moral y de las leyes, del comercio y de la industria. Los dos
mayores obstculos con que tiene que enfrentarse este progreso son
las religiones dogm ticas y las guerras, principales tem as de la teo
loga de la historia de Bossuet. El xito enorme del ensayo de Vol-
8
Essai sur les m oeurs e t l'esprit des nations (Oeuvres compltes, 1972
XXII, pgs. 194 y sgs.). Traducciones del autor de todas las citas del Essai.
9
Essai... (Id., id., 166). Cfr. en el Dictionnaire philosophique de Voltair
el artculo juifs.
10
Essai... (Id., id., pgs. 49, 76 y sgs.; 120, 167, 175, 189; XXIII, p
gina 104.)
11 Dictionnaire philosophique, artculo Histoire.
12 Essai... (Id., id., pgs, 75 y sgs.; 179 y sgs.) Con posterioridad a Vol
taire, slo Gibson tuvo una influencia de tan gran alcance en liberar a la
H istoria de interpretaciones religiosas.
120
121
rable. Toda la pequea com paa adopta esta resolucin, tan digna
de encomio, y todos se esfuerzan en ejercer sus peculiares talentos
en sus pequeas casas y huertos. En su ltim a conversacin con
Cndido, Pangloss se aferra todava a su teodicea: Porque, piensa:
si no has sido expulsado de un magnfico castillo m ediante vigorosos
golpes en tus partes traseras, por sospecharse que hacas el am or a
miss Cuunegund; si no has sido entregado a la Inquisicin ; si no has
recorrido a pie Amrica, de un lado a o tro ; si nunca has atravesado
de parte a parte con tu espada al Barn, o perdido tus ovejas p ro
cedentes del bello pas de E ldorado, no estaras aqu ahora com iendo
acitrones y pistachos. Bien d ic h o ! respondi C ndido , pero
tenemos que cuidar de nuestro jard n .
En el fondo de esta brillante narracin que con tan ta fuerza se
opone a la justificacin de Dios en la historia
este m undo 16 se
hallaba la experiencia del grn terrem oto de Lisboa, que p rodujo
una profunda im presin en toda E u ro p a 17 y estim ul la revisin
de la contem pornea interpretacin racionalista de la Provindencia.
Ahora nos hemos acostum brado a destrucciones m ucho m s am plias,
debidas, no a la N aturaleza, sino a nuestra propia voluntad. P o
dram os preguntarnos si la destruccin intencionada de cientos de
grandes ciudades ha producido cualquier clase de im pulso sem ejante
de volver a considerar la tradicional frase expresiva de que Dios reali
za su designio en la H istoria con la cooperacin del hom bre. Parece
que hoy, an, los telogos profesionales se las arreglan sin Teodicea
alguna18, a menos que osen afirm ar que la Providencia se las ha com
puesto para dar la bom ba atm ica, as como la m s poderosa in
dustria, a las naciones am antes de la paz.
Al escribir su Ensayo contra Bossut, tena V oltaire presente dos
puntos: uno, que la H istoria universal de Bossuet no es univer-
16
Cfr. Dictionnaire philosophique, artculo Bien, tout est bien. El argu
m ento de Cndido se repite en los Dialogues concerning Natural Religion ,
de Hume (Parte X).
17
Vase el tratado fsico de Kant Sobre las causas de los terrem otos, 1756
que fue sugerido por el terrem o to de Lisboa.
18 Cfr. el ensayo de K ant, ber das M isslingen aller philosophischen
Versuche in der Theodizee. Lo que esta refutacin clsica prueba realm ente
es, sin embargo, solam ente la posibilidad de un intento filosfico de cons
truir una teodicea. El problem a de una teodicea puede ser, quiz tam bin,
insoluble en el terreno religioso, pero no puede ser tom ado a la ligera
(cfr. T. Haecker, Schpfer und S chpfung [Leipzig, 1934], cap. I)
123
124
125
Cmo pudo el Cristianism o producir consecuencias tan anticrislianas? Es el C ristianism o progresivo en s mismo y, por tanto,
capaz de producir, como su consecuencia, un progreso secular?
La cuestin de si el C ristianism o es o no progresivo puede ser
resuelta solamente si distinguim os entre la m oderna religin del
progreso, el progreso de la religin y el progreso religioso 23. Para
comenzar con este ltim o, no puede caber duda de que los Evangelios viven por la confianza en el avance religioso de la persona
hacia el juicio y la salvacin; no por una creencia en el progreso
secular, por notable que este haya sido en tiem pos de Augusto y
23 Ejemplo tpico de la confusin del progreso religioso con la religin
del progreso es el captulo sobre el progreso de E. F. Scott en su libro
Man und Society in the New Testament, Nueva York, 1946. Intenta hacer
justicia a am bos: como hom bre m oderno, al espritu m oderno, y como un es
tudioso del Nuevo T estam ento, a las enseanzas de Jess; a la creencia en
el progreso y a la fe de Cristo. M antienen que la concepcin m oderna del
progreso ha enriquecido la del Nuevo Testam ento por el hincapi que
hace en la propia actividad hum ana . Pero, a despecho de este nfasis en la
actividad del hombre, dirigindose hacia adelante y mejorando, sus con
diciones terrenales, Scott no puede m enos de entender la pregunta de Jess
Qu puede aprovechar a un hom bre el que gane todo el m undo y que
pierda su a lm a?, en su recto sentido: que el progreso religioso se refiere
a la ntima condicin de cada alma individual y q ue no puede ser medido
por las diversas clases de progreso del m undo, en conocim iento y comodidad,
en salud y en riqueza (pgs. 261, 279 y sgs.). Y, no obstante, se atreve a
decir que el Nuevo T estam ento ensea en todas partes que el hom bre debe
aceptar la vida terrena en todas sus avanzadas condiciones , las cuales su
pone ingenuam ente que nos ayudarn a una fe ms clara y ms genuina
(pg. 270), puesto que intereses m ateriales y espirituales deben ir juntos.
Todas las mejoras en el aspecto m aterial de la vida, como mejor alojamiento
y mejor comida, tienen una naturaleza religiosa (pgs. 271 y 276). En
consecuencia de esta arm ona preestablecida entre el progreso y la religin,
comenta Scott en la anterior referencia a la distincin de Jess entre el
mundo y el alma hum ana, que sera necio negar que se gana mucho con
la riqueza, la seguridad y el dom inio de las fuerzas naturales . Ellas nos
proporcionan trem endas ventajas aun en la persecucin de la ms alta vi
da ; y la bsqueda de ellas puede a veces constituir un deber prim ordial,
aunque no debamos olvidar que los cristianos primitivos estaban muy ade
lantados con respecto a nosotros en cuanto a cristianos, aunque sin contar,
naturalm ente, con nuestras m ejoras m odernas. Confirmando su propia obser
vacin de que ninguna frase ha originado tanta confusin como la del pro
greso religioso, Scott confunde a todo lo largo de su captulo la mo
derna religin del progreso con el progreso religioso, para llegar a la con
clusin de que m ientras la religin es necesaria al progreso, no es menos
cierto que el progreso es necesario a la religin (pg. 269), frmula que
parece tan innocua como es falsa; porque todo el m oderno progreso ha
sido alcanzado independientem ente por completo, cuando no en contra, de
la fe en la salvacin por interm edio de Cristo, y la fe en Cristo fue, durante
mil ochocientos aos, independiente en absoluto de todas nuestras recientes
mejoras.
126
127
128
VI
VICO
1
Nos referim os ocasionalm ente a la primera edicin, no traducida (La
Scienza Nuova prima), como N S If y generalm ente, a la ltima edicin (La
Scienza Nuova seconda), como SN. Ambas han sido editadas de la forma
ms cuidadosa por F. Nicolini (Bari, 1931; 3.a ed 1942). N uestras citas de
la traduccin inglesa d e T. G. Bergin y M. H. Fisch (Cornell University
Press, 1948) van hechas con arreglo a la num eracin de los prrafos. La
presentacin ms com pleta del pensam iento de Vico es la de B. Croce, The
Philosophy of G. Vico, trad u cid a por R. G. Collingwood (Nueva York, 1913).
Vase tam bin F. Am eris, Introduzione allo studio di Vico (Turn, 1947).
Otros dos estudios m uy valiosos son Der A ufbau der Weltgeschichte bei
Vico, de R. Peters. (Berln. 1929), y A ugustinus und Vico, que apareci en
la serie Geist und Gesellschaft, vol. III, y Von Denker ber Geschichte (Bres!au, 1928). Monografas inglesas sobre Vico son: Vico, Londres, 1884, de
R. Flint, y la ms popular, The Life and Writings of Vico, de H. P. Adans,
Londres, 1935. Para m ayores referencias, vase Apndice IV del libro de
Croce. U n com entario revisado y am pliado, de F. Nicolini, que fue publi
cado prim eram ente con su edicin de la Scienza Nuova seconda, de Vico
(3 vols., 1911-16), est en preparacin.
N. del E. 1. De La Ciencia Nueva , y de la Autobiografa, de Vico, hay
traduccin espaola. (Buenos Aires, Aguilar, Biblioteca de Iniciacin Filo
sfica.).
131
132
P r i n c i p i o s y m t o d o s d e L a C ie n c ia N u e v a
133
134
7
Para un tratam iento detallado de la teora del conocim iento de Vic
vase el trabajo de Croce, caps. I y II, y A pndice III. Vase tambin la
obra citada por Amerio, captulos II, IV y V.
8 SN1, nm. 40.
135
9
$N. n m. 331. Vase tam bin la interpretacin estilstica de esta fras
debida a E. Auerbach, en Sprachliche Beitrge zur E rklrung der Szienza
von G. Vico, A rc hivum Romanicum , XXI, 1937, pgs. 173 y sgs.
10 Id., 331.
11Id., 346 y 148. Cfr. el anlisis de Auerbach del concepto de la natura
leza de Vico (obra citada, pgs. 177 y sgs.).
136
137
138
139
140
141
La dialctica de la Historia
No obstante lo decisiva que la teora del conocim iento de Vico
es para el fundam ento de La Ciencia Nueva, no debe ser tomada
literalmente, ya que en sus consecuencias puram ente tericas la
conversin de lo verdadero y de lo creado conducira, necesariam en
te, a la conclusin, com pletam ente opuesta al pensam iento de Vico,
que el hom bre es el dios de la Historia, que crea su m undo me
diante su libre actividad y, conociendo, consecuentem ente, de for
ma espontnea, lo que ha hecho, hace y har. Croce, para quien la
Historia es una historia de libertad, no de providencia, inter
preta a Vico en este sentido, y, por tanto, se ve obligado a eliminar
todo lo posible el pensam iento de Vico, sobre la Providencia, de sus
pretendidas tendencias reales. De acuerdo con la interpretacin de
Croce, el hum ano conocim iento de los asuntos hum anos es, en
verdad, idntico cualitativam ente al conocimiento divino; porque
el hombre crea el m undo histrico por su actividad libre, y, al pen
sar, rehacer su propia creacin, conocindola as com pletam ente. He
aqu un m undo real del cual verdaderam ente el hom bre es Dios 31.
Croce entiende la coincidencia entre el verum y el factum , no sobre
la base de la creencia de Vico en la Providencia, sino sobre la de
la dialctica hegeliana de sujeto y objeto y de sujeto universal y
particular. El individuo particular que hace historia librem ente, se
supone que es un individuo racional y universal; esto es, un uni
versal concreto. Bajo este supuesto, la Providencia es tan superflua y perturbadora como la fatalidad y el azar, porque todos ellos
separan al individuo creador de su producto, actuando a sus es
paldas. En lugar de elim inar el capricho de la H istoria, dice Croce,
la fatalidad, el azar y la Providencia no hacen ms que reforzarlo.
Pero teniendo en cuenta que la concepcin cristiana de la H istoria
es el trabajo de Dios, tiene una superioridad sobre la doctrina an
tigua de fatalidad y azar, por suponer una actividad libre creadora
como ltima fuente del proceso histrico; es natural que por
gratitud a esta concepcin m s elevada... debemos inclinarnos a
dar a la racionalidad de la H istoria el nombre de D ios... y lla
marla Providencia divina 32. Entendida de esta forma, la Provi31 Croce, op . cit., pgs. 28 y sgs.; 115 y sgs.
32 Id., 116.
142
143
N u e v a ; es decir, que el hom bre ha creado este mundo de las naciones, contina m anifestandoy esto es para l tam bin incontes
tableque este mismo mundo civil debe su existencia a un espritu
con frecuencia diferente, a veces com pletam ente opuesto, y siem
pre superior a los fines particulares perseguidos p o r los hombres,
cuyos lim itados objetivos, convertidos en medios para ms amplios
fines, han sido empleados siempre para conservar la raza humana
sobre la tie rra 35. En la H istoria, los hom bres no saben lo que
quieren, porque algo diferente a su deseo egosta es querido con
ellos.
Los hombres quieren satisfacer su bestial concupiscencia y abando
nar a sus hijos, e inauguran la castidad del matrimonio, que estableci
el origen de las familias. Los padres quieren ejercer, sin restriccin
alguna, mando sobre sus dependientes, y les sujetan a los poderes civiles,
origen de las ciudades. Las rdenes nobles reinantes quieren abusar
de su libertad seorial contra los plebeyos, y resultan obligadas a so
meterse a las leyes que establecen la libertad popular. Los pueblos libres quieren sacudirse el yugo de sus leyes, y quedan sujetos a la rea
leza. Esta pretende reforzar su posicin envileciendo a sus sbditos
con toda la bajeza del vicio, preparndoles as para sobrellevar la es
clavitud a manos de naciones ms poderosas. Las naciones quieren
disolverse, y sus restos huyen al despoblado en busca de seguridad, y
all, cual ave fnix, resucitan. Lo que ha realizado todo esto fue esp
ritu, porque el hombre lo ha hecho mediante su inteligencia; no fue
fatalidad, porque lo hicieron por eleccin; no fue azar, porque los re
sultados de tales acciones son eternamente los mismos 36.
35 SN, 1108. El subrayado es nuestro.
36 Id., cfr. el resum en de Croce de esta dialctica (op. c i t .,pg. 118). Los
hom bres pensaron escapar de las am enazas del tronante cielo llevando a sus
m ujeres al interior de cuevas, en donde satisfacer sus pasiones, ocultos a la
m irada de Dios; y por m antenerlas as, en una segura reclusin, fundaron
las prim eras reuniones castas y las prim eras sociedades: el m atrim onio y la
familia. Se m ortificaron en lugares adecuados, con la intencin de defenderse
a s mismos y defender a sus familias, pero, en realidad, con ellas pusieron
fin a su vida nm ada y a sus correras primitivas, y com enzaron a apren
der la agricultura. Los dbiles y los desordenados, reducidos a la extremosidad del ham bre y del aniquilam iento m utuo, tom aron refugio en estos lu
gares fortificados, para salvar sus vidas, hacindose sirvientes de los hroes,
y as, sin percatarse de ello, elevaron la familia a una condicin aristocrtica
o feudal. Los aristcratas, jefes feudales o patricios, una vez su dominio
reconocido, confiaron en defenderlo y asegurarlo por el ms severo trata
m iento de sus siervos, los plebeyos, pero de esta form a despertaron en estos
la conciencia de su propio poder, y los convirtieron en hom bres; y cuanto
ms los patricios se enorgullecan de su patriciado, y cuanto ms luchaban
para conservarlo, m s efectivam ente contribuan a destrozar tal estado de
cosas y a crear la dem ocracia.
144
145
146
147
148
pueblo escogido; pero, precisam ente por esta razn, los principios
de su historia no se incluyen en La Ciencia Nueva. Por todas partes
se recalca como mdulo de la H istoria universal y modelo tpico del
segundo curso en la H istoria de la E dad M oderna, el progreso y
la decadencia de la R om a antigua 48.
149
150
151
Conclusin
D entro del lim itado alcance de este estudio nos hemos visto for
zados a no dar una descripcin concreta de la riqueza sociolgica del
esquema de la H istoria universal de Vico. Pero, aun as, puede ase
57 SN, nm.
85 1106.
SNI. mims. 41 y 8.
152
VII
BOSSUET
155
156
157
158
159
160
161
LOWITH. 11
VIII
J O A Q U I N DE FIORE
164
165
166
167
168
9 Vase E. Benz, Die K ategorien... ,pg. 100, y Ecclesia spiritualis, pgs. 434
y 460 y sgs., con referencia al intento de los joaquinistas de interpretar la
historia de la Iglesia de form a estrictam ente religiosa como un comen
tario a las figuras y acontecim ientos significativos del Nuevo Testam ento.
C fr. H. G rundm ann, en su penetrante anlisis del m todo exegtico de Joa
qun y de sus antecedentes histricos (op. cit., pginas 18-55; vase tambin
Buonaiutti, op. cit., pgs. 189 y siguientes). Lo que asom bra en la interpre
tacin de Joaqun no es que constituye el vuelo ms insensato de expo
sicin alegrica y de fantasa apocalptica (H. Bett), sino el grado de disci
plina que alcanza su autor al establecer una lgica cristiana de la Historia
m ediante la concordancia de los acontecim ientos m s im portantes en la his
toria de la Iglesia con la literaria sucesin de las figuras y visiones del Nue
jedlaru*vo T estam ento.
E
169
mensaje de San Francisco encajaba an en el m arco de la escatologa tradicional, sus seguidores se convirtieron en revolucionarios,
interpretndose a s mismos, e interp retan d o a San Francisco y a los
acontecim ientos contem porneos, como el cumplim iento de la pro
feca de Joaqun. De esta manera, se vieron envueltos en serios con
flictos: prim ero, con las aspiraciones rivales d e los dominicos;
despus, con el mesianismo imperial de Federico I I 10, y, por ltimo,
con la Iglesia Catlica Romana. La Iglesia fue lo bastante astuta e
intransigente durante esta trascendente lucha con lo s joaquinistas
para lograr la mitigacin, integracin y asimilacin del peligroso mo
vimiento dentro de su institucin, como una secta ms de tantas
otras consentidas. El colapso del m ovim iento fue tan decisivo y ter
minante como term inantes y decisivas haban sido sus aspiraciones.
Es, sin embargo, digno de ser notado que en fecha tan reciente como
el siglo XIX un positivista como C om te pudiera atreverse a llamar
al movimiento franciscano la nica prom esa real de reforma
cristiana.
En el siglo XIV excit por corto tiem po las m entes italianas una
pattica caricatura de la escatologa politicorreligiosa. El tribuno
romano Cola di Rienzo, considerndose a s mismo el n o v u s dux,
si no im perium mundi, al menos de Italia, plante de nuevo, por
as decirlo, la pretensin m esinica de Federico II. Convencido, al
igual que los franciscanos espirituales, que la bajada del Espritu
Santo no ha sido un acontecim iento nico en el pasado, sino algo
que puede suceder de nuevo, Cola di Rienzo creyse el anta
gonista poltico de San Francisco, destinado a apoyar y a renovar
un imperio decadente, al igual que San Francisco haba apoyado y
renovado una Iglesia que se desm oronaba 11. Su ambicin fue el
10.Vase E. Kantorowicz, Kaiser Friedrich II, Berln, 1927 (traduccin in
glesa: Nueva York, 1931). Esta obra fue muy leda por la juventud alema
na entre 1920 y 1930, porque les aseguraba la misin mesinica de la Ale
mania secreta hasta que el secreto se descarri y fue profanado en el
Tercer Reich de H itler . Federico, excom ulgado por la Iglesia, se coron a
s mismo en Jerusaln, con el ttulo de D om inus m undi.
11
Vase Benz, Ecclesia Spiritualis, pgs. 387 y sgs., y las biografas d
Cola di Rienzo, por Gabriel dAnnunzio (La vita di Cola di R ienzo, Miln.
1912) y por P. Piur (Cola di R ien zo , Viena, 1931). La interpretacin de San
Francisco como el novus dux se deriva de Joaqun. El origen espiritual del
ttulo dux se halla en Mateo, 2 : 3-6. La transposicin del ttulo espiritual de
San Benito y San Francisco al del dirigente poltico persisti en Italia hasta
el Duce de nuestros das. A lrededor de 1920 fue publicado un panfleto fascis
ta titulado St. Francis and M ussolini, por un sacerdote catlico, en el que
172
173
Conclusin
Las aplicaciones polticas de las profecas histricas de Joaqun
no fueron previstas ni buscadas por l. Constituyen, no obstante,
plausibles consecuencias de su esquema general; porque al abrir las
puertas a una revisin fundam ental de mil aos de historia y teo
loga cristiana, proclam ando una nueva y ltim a dispensacin, Joa
qun puso im plcitam ente en tela de juicio, no solo la autoridad
tradicional de la Iglesia, sino tam bin el orden tem poral. Su expec
tativa de un progreso providencial ltimo hacia la consumacin de
la historia de la salvacin, inserto en el marco de la historia del
mundo, es radicalm ente nueva en comparacin con el patrn agustiniano. San A gustn nunca se perm iti hacer predicciones profe
tica s de cambios detallados y radicales del orden tem poral o saeculum, que est sujeto esencialm ente a cambios.
Amenazada por innovaciones peligrosas, la Iglesia tuvo que vol
ver a afirm ar su doctrina fundam ental acerca del curso de la His
toria como una historia de salvacin, sobre la base de las concep
ciones de San A gustn y de San Anselmo 13. Tuvo que insistir en
la tradicional divisin en dos dispensaciones: Viejo y N uevo Tes
tamento, excluyendo una tercera, acentuando el carcter t rascente de la consum acin final. M uerte y resurreccin, deformidad y
reforma, corrupcin y renovacin, no tienen lugar en el progreso
ininterrum pido hacia una consumacin final suprahistrica 14. Es
ms, dijo la Iglesia: Va contra la naturaleza de la historia de sal
vacin el que se produzca un retroceso; un ir de un estado perfecto
a otro que lo es menos. Aquel fue alcanzado cuando se produjo la
consumacin de los tiempos, y, en consecuencia, no puede seguir
el presente e s ta d o 15. La spiritualis intelligentia fue prerrogativa de
13 Vase Benz, Ecclesia spiritualis, pgs. 404 y 342 y sgs., acerca de la
teologa de la historia de P etrus Aureoli.
14 Con Joaqun, la resurreccin se convirti en una categora historicoteolgica. Puesto que la vida, la m uerte y la resurreccin de Cristo son el
modelo de su cuerpo en la Iglesia, la Iglesia histrica, tam bin, debe vivir,
decaer y revivir.
15 Aplicando este principio a la controversia entre pobreza y propiedad,
argy la Iglesia contra los franciscanos espirituales que si el Cristianismo
primitivo hubiera dem andado la pobreza absoluta como el estado ms per
fecto, el presente estado de cosas contradira, en verdad, la ley del pro
greso. De aqu que la Iglesia se haya arriesgado a probar que la posesin
de temporalia ha sido siempre legtima.
174
176
178
IX
SAN AGUSTIN
U
S
REFUTACIN DE LA CONCEPCIN CLSICA DEL MUNDO
El punto de vista de una interpretacin cristiana de la H istoria
est fijado en el futuro como el horizonte tem poral de un objeto y
m eta definitivos; y todos los intentos m odernos de trazar la H is
toria como progreso lleno de significado, au nque n d efinido , hacia
una consumacin, depende de este pensam iento teolgico. C onse
cuentem ente, la prueba suprem a del ltim o puede encontrarse so
lam ente en una concepcin del proceso tem poral que no es ni cris
tiana ni m oderna. El C ristianism o tena que regular la clsica no
cin del tiem po como un ciclo eterno el m odelo visible del cual es
la revolucin cclica de los cuerpos celestes. N o es un azar que las
exposiciones cristianas m s explcitas de esta teora clsica del cosmos
las encontram os en una teologa de la historia, preocupada por la fe
licidad del hom bre; porque, en verdad, el lgico em plazam iento para
un tratam iento cristian a de los problem as cosmolgicos es, no el U ni
verso, sino Dios y el hom bre, ya que la existencia del m undo depende
enteram ente de Dios y su significado sobre el hom bre como objeto
de la creacin divina. Por el contrario, el lugar lgico para un tra
tam iento clsico de Dios y del hom bre es el cosmos, porque, en s
mismo, es eterno y divino, y dirige la naturaleza y el destino del
hombre. En vista de esta divergencia fundam ental en tre las concep
ciones clsica y cristiana, podem os de antem ano esperar que la
refutacin agustiniana de la teora del eterno retorno en La Ciudad
de D ios 1 , podra solam ente ten er xito en cuanto se limita a la
deficiencia moral de la teora pagana, refutndola, prctica, aunque
1
Citamos de la trad u cci n inglesa de La ciudad de Dios, de M. Dods
(Nicene and Post-N icene F athers o f the C hurch , vol. II, Buffalo, 1887), t o
m ndonos la libertad de revisarla cuando nos ha parecido conveniente.
181
2
La ciudad de Dios, XI, pg. 4; Conf., XI, pg. 4. El argum ento es lig
ramente diferente, debido al distinto nfasis, ya en el bien ordenado carc
ter de los cambios, o en este como tal. En el segundo caso, cielo y tierra
182
183
184
185
186
14
Cfr. R om ., 4 : 17, en donde el poder creativo es incluso secundario a
de la resurreccin.
15
Ps. 12: 8. Las versiones m odernas (King James, American Revised. Go
odspeed, M offatt) traducen el crculo de los textos latino, hebreo y griego
por un en todo lado, aqu y all y alrededor de nosotros sin sentido.
Despus de la restauracin nietzscheana de la teora cclica, fue intentada una
refutacin radical de la misma con argum entos puram ente ticos, por O. Weninger. en un ensayo interesantsim o sobre la irreversibilidad del tiem po ,
aparecido en ber die letzten Dinge (Viena, 1907). Las fuentes principales de
la concepcin clsica de la repeticin eterna son: Herclito, fragmentos 30.
31. 51, 63, 67, 88; Empdocles, 115; casi todos los m itos platnicos; A rist
teles. M et., X II, 8; Del cielo, I, 3 y 14, y Problem as, XVII, 3; Eudemo, f. 51 ;
Nemesio, De nat. hom 38, 147; M arco Aurelio, XI, 1; Sneca, Ep. ad Lucilium. 24. Las fuentes principales para la discusin cristiana de la misma son,
adems, de San Agustn, Justino, Dilogo con Trifn, I. Introduccin: Or
genes, Contra Celso, IV, 67, y V, 220; y De principiis, II, 3.
16 R om ., 8: 24. La esperanza cristiana, lejos de constituir un don natu
387
188
18 Santo Toms, Sum m a theol., II, 2, qu. 1, a. 7. Los articuli fidei no pue
den ser desarrollados histricam ente, porque son, en s mismos, perfectos
e intemporales. Pueden ser solam ente explicados.
19 Vase W. Nigg, Das ewige R eich, Zrich, 1944, pgs. 123 y sgs., y
el estudio, m ucho ms penetrante, de J. Taubes, Abendlndische Eschatologie,
Berna, 1947. Cfr. tam bin G rundm ann, obra citada, pgs. 70 y sgs., con refe
rencia a la actitud de Joaqun hacia el esquema tradicional de la historia,
en particular el de San Agustn. Tam bin E. Lewalter, Eschatologie und
W eltgeschichte bei A gustn , en Zeitschrift fr K irchengeschichte, vol. LII
(1934). El tratam iento ms explcito de la relacin entre historia y escatologa
se encuentra en dos cartas de San A gustn (nms. 197 y 199) al obispo
Hexychius.
189
192
193
LWITH. 13
194
dad que San Agustn descuida el relacionar la prim era causa, esto
es, el designio providencial de Dios, a las causas secundarias , que
actan en el proceso como tal. P ero es precisam ente la ausencia de
una correlacin detallada entre acontecim ientos profanos y sagrados
lo que distingue la apologa cristiana de San Agustn de la teologa
de la historia poltica de B ossuet, m s elaborada, y de la filosofa
de la historia de Hegel, las cuales prueban demasiado, al encontrar
garantas de salvacin y xito en los acontecim ientos histricos. Lo
que nos parece una falta en la inteligencia agustiniana de la his
toria profana, y en su valoracin de ella, se explica por su incondi
cional reconocim iento de la soberana de Dios en la prom ocin,
frustracin o desnaturalizacin del designio humano.
Esperar del autor de las C onfesiones una crtica histrica de los
hechos empricos estara tan fuera de lugar como esperar de un his
toriador moderno un inters en el problem a de la resurreccin de
los cuerpos, al cual San A gustn dedic todo el ltim o libro de La
Ciudad de Dios. N o es en verdad muy difcil im aginar la fe apa
sionada, la creencia en los m ilagros y el cum plim iento de las pro
fecas que inspiraron su trabajo. Para la com prensin de una mente
como la de San A gustn, tenem os que olvidarnos de las norm as de
la H istoria, en cuanto ciencia, y de su suprema ambicin de regir
los acontecim ientos futuros, y tenem os que recordar la autoridad
de la Biblia, en particular la de las predicciones profticas y la de la
Providencia divina, que no adm ite direcciones.
F. W. Loetscher, A gustines City of G od , en Theology Today, vol, I, oc
tubre 1944.
X
OROSIO
197
198
199
200
201
202
203
XI
EL C O N C E PTO DE LA H ISTO R IA
EN L A BIBLIA 1
1
Como aficionado a los estudios del N uevo T estam ento, presento este
esbozo con gran vacilacin. Se apoya principalm ente en la obra de O. Cullm ann, Christus und die Z eit, Zollicon-Zurich, 1946, que me parece la inter
pretacin ms clara y consistente de la concepcin cristiana de la historia
de la salvacin. Puede objetarse que la exposicin de Cullmann es una cons
truccin filosfica ms bien que una exegesis fiel. En defensa de la misma
y de mi propia adopcin de ella, expresara, sin embargo, que una exgesis
constructiva no puede ser ms que una construccin, por explicar, com
plem entar y reforzar las indicaciones e im plicaciones fragmentarias de la
letra en el espritu de todo el contexto. As revela la lgica del Nuevo
T estam ento. E ntre los Padres de la Iglesia esta lgica ha sido desarrollada,
de la m anera ms clara, por Irineo, como historia de salvacin. Como tal,
el entendim iento de la H istoria no puede ser ms dogm tico. Reciente
m ente la justificacin de un tratam iento dogm tico de la sustancia histrica
del Nuevo Testam ento ha sido proporcionada indirectam ente por A. Schweit
zer, que ha dem ostrado que la accin y el m ensaje del Jess histrico per
m anecen ininteligibles si se separan de sus presuposiciones dogmtico-escatolgicas (G eschichte der Leben Jesu Forschung, cap. XII, 2.a ed. [1913]). La
distincin de Schweitzer entre historia em prica o natural, y dogmtica o
escatolgica, corresponde a nuestra distincin entre W elgeschichte y Heilsgeschickte.
205
206
3
O. Cullmann, Koenigsherrschaft Christi und Kirche im Neuen Testa
m en t, Zollicon-Zurich, 1964, pgs. 35 y sgs.; confrntese tam bin Christus
und dice Zeit, pgs. 99 y sgs.
207
208
209
L W ITH . 14
210
14
Vase R. N iebuhr, The Im pact of Protestantism Today, en Atlantic
M onthly, feb. de 1948, pag. 60.
211
212
tiana primitiva con una prediccin prem atura del da de la Victoria (V-Day).
En ambos casos, dice, la ilusoria expectacin de un cercano fin se apoya en
la conviccin positiva de que el acontecim iento decisivo ha tenido ya realiza
cin. Contra M. W erner arguye (pg. 75): No es como si la fe en una con
sumacin que ha tenido ya lugar con Jesucristo sea un sustitutivo para la
expectacin no realizada de la aproxim acin del reino de D ios; muy al con
trario, esta fe ha producido la expectacin intensa de la prim era. Pero po
demos preguntarnos si la conviccin de lo decisivo de un acontecim iento
pasado puede m antenerse si la realizacin final prom etida se aplaza indefi
nidam ente. Puede ocurrir que uno o tres aos de guerra futura no debiliten
aquella conviccin, pero qu direm os de cien o de mil aos? U n da de la
victoria aplazado en demasa no puede m enos de desvirtuar la conviccin en
la caracterstica decisiva de la batalla que ha tenido lugar. De aqu los m u
chos y laboriosos intentos de reconciliacin con la Naherwartung del Nuevo
Testam ento, a costa de abandonar su tem poral m arco de referencia como
mero m arco por ejemplo, A lthaus (op. c i t pgs.
.,
263 y sgs.) que separa
la errnea forma de la cercana tem poral de su significacin esencial . El
eschaton, dice, est esencialm ente cerca; esto es, siempre muy cerca ,
cerca en principio, aunque no de hecho. Tenemos, por tanto, que concebir
el fin de la historia en idntica form a a como concebimos la inminencia
de la m uerte; es decir, no con referencia a los signos externos de la ancia
nidad que se aproxima, sino como algo que puede suceder en cualquier m o
mento. Althaus no se percata de que existe una diferencia esencial entre el
trm ino ltim o de la vida individual y el de la H istoria. La caracterstica
indefinida de cundo va a producirse la m uerte no excluye, sino que ms bien
implica, la certeza de que o cu rrir; porque esta certeza descansa en la evi
dencia emprica de que el hom bre es m ortal, en principio y de hecho. En el
caso del fin de la H istoria, la fe en la realidad inconcusa de la venida del
reino de Dios no es, sin embargo, independiente de la cuestin tem poral; y
la incertidum bre de su cundo puede muy bien debilitar la conviccin de
que habr un da que ser el ltim o y definitivo. La confianza en un eschaton
teolgico se m antiene o no solo m ediante la fe. Y dondequiera fe y esperanza
se m antuvieron vivas intensam ente, los creyentes cristianos se sintieron se
guros de que las ltim as cosas eran inm inentes; m ientras que para una
factibilidad m eram ente hipottica (como si un ltim o da fuera a producirse),
la clase correspondiente de expectacin es lo que Althaus llama Fernerwartung, es decir, falta de expectacin genuina.
213
los judos y tam bin para los c ristia n o s 18. En comparacin con la
pasmosa perseverancia de la expectacin juda, fe confiada y pacien
te, la esperanza cristiana es casi racional, porque descansa en la fe
en un hecho ya c u m p lid o 19. El cumplimiento prelim inar del desig
nio divino en la historia real asegura al creyente cristiano del xito
final. Los cristianos de la prim era generacin crean en la victoria
escatolgica y en la futura revelacin del Reino de Dios, porque
crean en la presencia oculta del Reino del Crucificado. La fe cris
tiana, conforme fue expresada en los credos prim itivos 20, no se
preocupa de un futuro o pasado aislados, ni puede ser reducida a
una decisin existencial en un instante siempre presente 21. A barca
toda la historia de la salvacin, en el futuro y en el pasado, pero
se concentra en Jesucristo como el Salvador, lo mismo ayer, que
hoy y que siem pre (H eb., 3: 8).
Tal inteligencia teolgica de la historia de la H um anidad no
puede ser transpuesta en trm inos de historia mundial, ni elaborada
en un sistem a filosfico. Las instituciones y los cataclism os de la
historia del mundo equivocan sin remisin la realidad ltim a de la
esperanza y expectacin cristianas. Ningn progreso secular puede
siquiera aproxim arse a la m eta cristiana, si esta m eta es la redencin
18
Marcos, 13; 3 y sgs., y 28 y sgs.; Mat., 24; 26 y 36; Lucas, 17-20 y
siguientes; Hechos, 1: 6 y sgs.; I Tes.. 5; 1 y sgs.
19 Cfr. Althaus, op. cit., pgs. 44 y sgs., sobre esperanza y fe; K ierke
gaard, E difying Discourses, I, 1943, pgs. 6 y sgs.
20 O. Cullmann, Die ersten chrislichen Glaubensbekenntnisse, ZolliconZurich, 1943.
21 A centuando dem asiado, con Kierkegaard, la situacin siempre presente
del reto de Jesucristo, aqu y ahora, para una decisin, la existencialista in
terpretacin de Bultm ann de la escatologa cristiana, m enosprecia el hecho
de que la decisin cristiana depende de la esperanza en una consumacin
futura. Tal dependencia de la actitud escatolgica de la realidad de un
eschaton futuro es esencial tam bin para la anticipacin de la m uerte, que
determ ina el anlisis de H eidegger de la existencia finita, y que sirve a Bult
mann como un ejemplo del significado existencial del futuro reino de Dios
(Jess, cap. II, n. 4). Ambos insisten en que la verdadera cualidad futura
del eschaton, hum ano y divino, respectivamente, descansa en el instante de
nuestra decisin. Ignoran el hecho de que ni la m uerte ni el reino de Dios
pueden provocar una decisin, y an menos un cambio radical en la con
ducta y actitud del hom bre, a menos que sean esperados como acontecim ien
tos reales en el futuro. Siguiendo la tesis de Kierkegaard de apropiacin
de la verdad subjetiva por un ser existente a quien aquella verdad preocupa,
Heidegger y Bultm ann van tan lejos hasta apropiarse la inm inencia de la
m uerte y el reino de Dios, respectivamente, hasta anular su esencial aleja
miento y dom inacin. Cfr. la penetrante crtica de A lthaus sobre la escato
loga existencial de Bultm ann (op. cit., pgs. 2 y sgs.) y la de Cullmann del
concepto de la contem poraneidad existencial de Kierkegaard (Christus
und der Zeit, pgs. 128 y 148).
214
215
CONCLUSION
217
219
4
Vase F . Rosenzw eig, Der Stern der Erl sung, Berln, 1921, II, pgs. 2
y sgs.; III, pgs. 48 y sgs., que es quiz la interpretacin contem pornea
ms penetrante del carcter excepcional de historia y destino judos.
220
5
Cfr. Berdiaeff, op. cit., cap. V ; G. H. Dold, History and the Gospe
Londres, 1938, pgs. 32 y sgs.
221
224
profetas: Baudelaire y H eine, Bruno Bauer y B urckhardt, Dostoyevski y N ietzsche. Pero ninguno de ellos previ las alianzas reales, y
tam poco el resultado de la agona de E uropa; lo que previeron fue
solam ente el patrn general a que la H istoria se ajustara. La H isto
ria, en lugar de gobernarse por razn y providencia, parece estar
gobernada por el azar de la fatalidad.
Y, no obstante, si reducim os la c reencia en la Providencia a su
carcter genuino, dirigiendo individuos y naciones invisible e incons
cientem ente, de m anera m s bien oculta e interm itente, vemos que
se aviene en form a sorprendente con el escepticism o hum ano que
constituye la sabidura ltim a de las reflexiones histricas de Burck
hardt. Si bien no el m otivo, el resultado hum ano del escepticismo
y de la fe en relacin a las consecuencias de la H isto ria es el mis
m o: una resignacin definitiva m undana, herm ana de la devocin,
frente a la im previsibilidad e incalculabilidad de los acontecim ientos
histricos. En la realidad de tal m ar agitado que llam am os historia,
apenas existe diferencia en que el hom bre se considere en las manos
de la voluntad inescrutable de Dios o en las del azar o fatalidad.
D ucunt volentem Fata, nolentem trahunt podra ser fcilm ente in
terpretado en trm inos de una teologa que cree que Dios obra, no
solamente sobre los que obedecen su voluntad, sino tam bin sobre
aquellos que por fuerza le sirven involuntariam ente.
N adie ms consciente que San A gustn de esta coincidencia de la
reverencia pagana y cristiana por la fatalidad y por la Providencia,
respectivam ente. Al tra ta r de la concepcin pagana de la fatalidad,
distingue dos tipos de fatalism o: uno que cree en los horscopos
y se basa en la astrologa; otro basado en el reconocim iento de
un poder suprem o 7. Solam ente el prim ero, dice, es incom patible
con la creencia cristiana; el ltim o puede muy bien estar de acuerdo
con ella, aunque la palabra fatum constituya una desafortunada
expresin para lo que realm ente se quiere significar: sententian
teneat, linguam corrigat. Si la fatalidad significa un poder supremo,
que gobierna nuestros destinos, en absoluto independientem ente de
nuestra voluntad, es com parable a la Providencia divina 8. Hay en
verdad un terreno comn, de tem or reverente y de libre sumisin
7 La ciudad de Dios, V, pgs. 1 y 8; M inucio Felix, Octavius, XI y
XXXVI; Sum m a theoL, I, qu. 116.
8 Para Boecio (De consolatione philosophiae, IV, 6), la fatalidad y la Pro
videncia no son ms que dos aspectos de la misma verdad. Vase tambin
la interesante exposicin sobre Providence Miscalled F o rtu n e , de Thomas
225
LWITH, 15
226
227
13
Vase la nota 13 al cap. IV ; cfr. tam bin E. Frank, Philosophical Un
destanding and Religious T ru th, Nueva York, 1945, pg. 32; O. Spengler,
The Decline o f the W est, Nueva York, 1937, vol. I, cap. XI, pgs. 408 y sgs.
(Existe traduccin espaola publicada por Espasa-Calpe, M adrid.)
14
Vase mi artculo H eidegger; Problem and Background of Existen
tialism , en Social Research, sept. 1948.
228
229
toria no solamente flores del m al, sino tam bin propios males,
fruto de demasiada buena voluntad y de un Cristianism o equivo
cado, que confunde la distincin fundam ental entre acontecim ientos
redentores y acontecim ientos profanos, entre la Heilsgeschehen y la
W eltgeschichte.
EPILOGO
231
que la esperanza era una ilusin que ayuda al hom bre a soportar la
vida; pero que, en ultim o anlisis, es un ignis fatuus. Por o tra parte,
el veredicto de San Pablo sobre la sociedad pagana fue que la misma
careca de esperanza 3, significando con ello la ausencia de una es
peranza sustancial, cuya seguridad es fe, no ilusin. La fe cristiana
confa sin la m oderna esperanza en un m undo mejor y sin el an
tiguo descrdito del dudoso Zeus. En lugar de aceptar la mxima
estoica nec spe nec m eta , San Pablo afirma 4 que somos salvados por
la esperanza, y en tem or y en tem blor. Las prom esas de alegra y
triunfo que colman las E scrituras no pueden ser separadas del nuevo
sentido del sufrim iento. La H um anidad, dice Len Bloy, com en
z a sufrir en esperanza, y a esto es a lo que llamam os la era cris
tiana.
Quin se atrevera a negar que la concepcin clsica es ms
serena y ms razonable, m ientras que la fe cristiana y hebrea, eri
giendo la esperanza en virtud moral y deber religioso, parece ser
tan simple como entusiasta? El sentido comn, aun el sentido co
mn teolgico, insistir siempre en que la expectacin cristiana
prim itiva de un eschaton inm inente dem ostr ser ilusoria, dedu
ciendo de ello que el futurism o escatolgico debe considerarse como
un mito, sin im portancia para el verdadero significado del mensaje
del Nuevo T estam ento para nosotros (existencial en la tesis de Bult mann, y simblico en la de D o d d ) 5. Pero esta ilusin de los prim iti
vos cristianos se revel extraam ente persistente e independiente
por completo de la probabilidad o im probabilidad racional de los acon tecim ientos escatolgicos. U na y otra vez, los cristianos sinceros es
peraron el fin del m undo y su transfiguracin de un futuro cercano 6,
la proximidad del cual est en razn directa de la intensidad de la
expectativa. Podem os dudar de si el sentido comn podr persuadir
3
Cfr. Dante, Infierno, IV, 42; vase tambin W. R. Inge, The Id
Progress, Oxford, 1920, pgs. 26 y sgs.
4 Rom ., 8: 24. Vase el profundo anlisis de la esperanza por G. Marcel,
en H om o viator, Pars, 1944, pgs. 39 y sgs. Cfr. The philosophy of Existence, Nueva York, 1949, pgs. 16 y sgs., y Kierkegaard, E difying Discourses, I (1943), pgs. 30 y sgs.
5 Vase la atinada crtica de las reinterpretaciones de Dodd y Bultm ann
del realismo futuro de la escatologa del Nuevo Testam ento por W. K. Km
mel, Werheissung und Erfllung, Basilea, 1945, pgs. 86 y sgs. Tam bin R. N.
Flew, lesus and H is Church, 1938, pg. 32, y O. Cullmann, Christus und die
Zeit, Zrich, 1946, pgs. 33 y sgs., 82 y sgs.
6 Vase W. Nigg, Das ewige R eich, Zrich, 1944.
232
APENDICE I
M O D E R N A S T R A N SF IG U R A C IO N E S
DEL JO A Q U 1N ISM O
de Lessing fue tam bin adoptada por los filsofos idealitas alemanes,
los cuales en su intento de racionalizar la doctrina cristiana se
refieren al Evangelio espiritual de San Juan como el ms filsofo de
ellos. En Grundzge des gegenw artigen Z eitalters, de Fichte, la edad
presente es una edad de perversidad total, antes de una regeneracin
final en una nueva edad del espritu que corresponde al reino mile
nario de la revelacin de San Juan. Fichte repudia su generacin y
su poca como solam ente lo han hecho los profetas judos, esperando
desde esta hora cero de la H istoria un milenio ascendente y, desde la
muerte, la resurreccin. H a sido justam ente observado (K. Inmerm an n : Die Jugend vorf n fundzwanzig Jahren) que el desm edido ra
dicalismo poltico, caracterstico de todos los grandes movimientos
de la historia del m undo occidental a partir de Carlomagno, tiene su
fundam ento decisivo en el radicalismo del mensaje cristiano, sien
do incluso extrao a las crisis ms violentas de la edad antigua 1.
Un contem porneo de Fichte ha dicho: El deseo revolucionario
de realizar el reino de Dios es el p unto de partida flexible de la edu
cacin progresiva y el principio de la historia m oderna 2. Y no im
porta que Fichte se considerara cristiano, al propio tiem po que era
denunciado como ateo por su crtica de la revelacin, porque incluso
el atesmo, en los tiem pos poscristianos, extrae su fuerza de la fe
cristiana en la salvacin.
Lo mismo es cierto con respecto a Hegel, que transform la re
ligin cristiana en filosofa, empresa que puede ser interpretada (sin
ms que citarlo) de dos m aneras opuestas: como un ataque contra
la religin cristiana, aunque todava en trm inos de teologa, o como
una apologa, pero en trm inos de filosofa 3. Esta am bigedad in
trnseca de todo intento m oderno de realizar el E spritu Cristiano
ms all de su fe y esperanza originales, aparece al propio tiempo
que Hegel se decide a construir un sistema, haciendo claro para s
238
mismo "lo que puede ser entendido por el acercam iento a Dios.
El docum ento ms interesante de esta resolucin es una carta a
Schelling 4, en la que anim a a su amigo a p ertu rb ar cuanto le sea
posible a los telogos cuya misma existencia dem uestra esta n e
cesidad , en un intento de extinguir el conflicto del dogmaticismo,
aunque despus contine diciendo: Ojal venga el Reino de Dios
y no nos halle desprevenidos. Inspirado en este principio cristiano,
hizo el intento ms intenso de los tiem pos m odernos para realizar
el Reino de Dios sobre la tierra, en el reino del Espritu, provocando,
por ello, la crtica de M arx, que vio solam ente en la realizacin de
Hegel una evaporacin idealista de toda existencia real, excepto en
el espritu, es decir, ideolgicam ente.
El intento ms profundo y original para establecer filosficamen
te el Reino del Espritu es el de Schelling en la conferencia 36 de su
Filosofa de la Revelacin 5. Com o Joaqun, Schelling se refiere a San
Pablo (1.a Cor., 13: 8 y sgs.) y a San Juan como a los apstoles del
futuro para justificar su elaboracin de una religin espiritual de la
raza hum ana, porque solam ente as puede seguir siendo el C ris
tianism o la religin de los alem anes despus de la Reforma. Y
ms de un asistente a sus conferencias de Berln de 1841 tuvo la
im presin de que Schelling esperaba un nuevo estado de con
ciencia y l nacim iento de una nueva religin. La tesis de Schel
ling consista en que el trabajo de C risto poda solam ente echar los
cim ientos, pero no podra sobrevenir en su em plazamiento contem
porneo. El es el ltim o Dios", que cierra la lista de los dioses de
la antigedad, y en lugar de s mism o proclam a al Espritu, que es
independiente de los dioses extticos de la edad apostlica. El Cris
tianism o posterior a C risto ya no est condicionado por la tensin
entre un mensaje nuevo y sobrenatural y los poderes csmicos del
paganismo, sino que es libre de desarrollarse en un conocimiento
hum ano com pletam ente consciente. Cuando el Cristianism o apareci
en la historia del m undo tuvo que adaptarse a las leyes y condicio
nes generales del mismo, no menos que a sus leyes, esto es, a las del
cambio y del desarrollo. Tuvo que desarrollar la primitiva semilla,
la que Cristo haba sem brado en la tierra. El progreso de la religin
4
Vase nota 4 al cap. III. Un anlisis com parativo de la filosofa del es
p ritu de Hegel con la profesa de Joaqun se incluye en Abendlandische
Eschatologie, de J. Taubes, Berna, 1947, pgs. 90 y sgs.
s W erke, II; A b t., IV, pgs. 294 y sgs.; vase tam bin E. von Hartmann,
Religion des Geistes: Ausgew hlte W erke, VI, pg. 2.
239
16
APENDICE II
REVISION N IE TZ SC H IA NA
DE LA D OC TR I N A DEL ETERNO R E T O R N O
1
Vase Figgs, The W ill to Freedom of the Gospel of N ietzsche and the
Gospel o f C hrist, N ueva York, 1917, pgs. 309 y sgs.
245
246
247
248
249
250
251
ocaso
consi
ejem
como
252
253
254
255