Virtualia 24
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#24
Mayo 2012
Editorial 24
TEMAS DE ESCUELA
Lacan el judo
El cartel es la Escuela
El adjetivo y el viaje
Por Irene Accarini
COMENTARIO DE LIBROS
LECTURAS LACANIANAS
El cuerpo en psicoanlisis II
De AA.VV. | Por Mara Elena Lora
Borde de semblante
Por Kuky Mildiner
ENSEANZAS CLNICAS
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#24
Mayo - 2012
Editorial
Fernando Vitale
Estimados lectores:
Presentamos hoy la Edicin N 24 de Virtualia, la Revista Digital de la Escuela de la Orientacin Lacaniana.
En primer lugar, quiero informarles que a partir del prximo nmero ser Claudio Godoy quien se har cargo de
tomar la posta en la direccin de la publicacin. Por eso, quiero aprovechar esta ocasin para dejar constancia de mi
especial agradecimiento para todos aquellos que me han acompaado en el trabajo que posibilit la realizacin de los
4 nmeros que hemos puesto on line durante estos ltimos 2 aos.
En el Consejo Editorial: Eduardo Benito, Pedro Pablo Casalins, Viviana Fruchtnicht y Marisa Morao.
En el Comit de Redaccin: Daniel Aksman, Roberto Bortnik, Rolando Gianzone, Adriana Laion, Eduardo Suarez y
Jorge Yunis.
Nuestros corresponsales: Marcela Antelo (EBP), Mara Hortensia Crdenas (NEL), Domenico Cosenza (SLP), Marta
Davidovich (ELP) y Fabian Fajnwaks (ECF).
Nuestros asesores: Germn Garca y Juan Carlos Indart.
Agradezco tambin a Mario Merlo, encargado de la web, por su permanente disposicin y colaboracin.
Para este nmero le debemos a Fabin Fajnwaks el haber gestionado para nosotros la autorizacin para publicar
los textos de Jean Claude Milner y de Stella Harrison. El excelente artculo de Jean Claude MilnerLacan, el judofue
publicado en septiembre pasado en La cause freudienne N 79: Lacan au miroir des sorcieres en el nmero homenaje
editado en ocasin de cumplirse los 30 aos de la muerte de Jacques Lacan. Para aquellos que aun no lo conocen,
Milner, lingista, filsofo y ensayista es autor de textos imprescindibles para orientarnos en la coyuntura actual de
lo que Lacan llam El malestar en la civilizacin. Como ejemplo me basta citar los ltimos de sus libros ya editados
en castellano como Las pendientes criminales de la Europa democrtica, El judo de saber, La arrogancia del
presente y La poltica de las cosas.
Stella Harrison, colega de la ECF, dirigi la obra colectiva pubicada en Francia en mayo de 2011Virginia Wolf: L
criture, refuge contra la folieque cont con el prlogo de Jacques Aubert.
No podramos haber contado con estos textos sin la esmerada traduccin realizada por Viviana Fructnicht.
En esta oportunidad agradecemos tambin a Ninon Cottet y a Pedro Tricrico por habernos permitido utilizar algunas
de sus obras en ste nmero, as como a la gentileza de Arteba Fundacin para autorizarnos a incluir imgenes de la
Edicin N 21 de ArteBA 2012 que se llevar a cabo entre los das 18 y 22 de mayo en La Rural.
Sabemos que Virtualia es una publicacin de referencia no solo para los psicoanalistas sino por todos aquellos que
encuentran en el psicoanlisis de la orientacin lacaniana una brjula original en la que orientarse. Sin ms, me
despido entonces esperando puedan disfrutar de la lectura atenta de los textos incluidos en las 5 secciones que
componen el presente nmero.
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Lacan el Judo
Jean-Claude Milner *
Una teora no es verdadera ms que si no es todopoderosa.Ms exactamente, una palabra no roza la verdad si no ha
encontrado, explcita o implcitamente, directa o indirectamente, una de las fallas que resquebrajan la gramtica del
significantetodo.Ahora bien, esto no es posible ms que con una condicin. Es necesario que el significantetodo, en
todos sus usos y bajo todas sus formas, no seale jams una solucin, sino siempre un problema. Problema de su propio
equvoco, entre lmites, sin lmites y fuera de lmites. Problema de la inexistencia del metalenguaje, de donde se sigue
que cuando se mencionatodoinmediatamente se usa, y viceversa. Problema de su estuche de sinonimias:todosen
plural,todoen singular, artculo definido singular, universal, infinito matemtico, infinito no matemtico, colectivo/
distributivo, etc. Tambin es oportuno, cuando se abordan proposiciones en lengua, cualesquiera que sean, pesquisar
ah las vicisitudes deltodoy las huellas que testifican que el problema no ha estado ausente.
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en fenmenos rebosantes de sentido, en el mismo movimiento por el que haba admitido que la diversidad de las
costumbres no atentaba contra el horizonte totalizante de la humanidad, se haba apartado de Tcito. l fue rebajado
al rango de los literatos y su teorema ces de ser reconocido como tal. Se desarrollaron historizaciones no taciteanas,
como se desarrollaron geometras no euclidianas. La historia haba considerado no alabar ni censurar a nadie; no
se escriba elnosotros,ni exclusivo, ni inclusivo. Rechazaba ese pronombre, pretendiendo aceptar con ecuanimidad
todos los nombres de la historia. Paralelamente, la sociologa, la antropologa, le etnologa pretendieron aceptar con
ecuanimidad todos los nombres de la estratificacin social o de la reparticin geogrfica. Las vas del decir que no, se
cerraron poco a poco, por falta de uso, amuralladas como estaban por los empedrados de buenas intenciones. Poco
importa hoy en da: si fue as en el S XIX, entonces es necesario admitir, en cambio, que en el S XX el teorema de Tcito
y su lema retomaron toda su fuerza.
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un ttulo de propiedad. Pero perteneca a Lacan proceder a las escrituras necesarias, como se fabrican falsos papeles
para salvar a un fugitivo.
Otros han preferido retirarse de la prueba y salvar el todo, al precio del borramiento progresivo del nombre reacio.
Otros, amantes demasiado dciles del todo, todava atraviesan la prueba, no la han superado. Se dejaron llevar a la
tristeza frente al desmantelamiento del bello trpode de Lrins. Movidos por la tristeza extrema, pasaron a veces al
odio. Lacan ha relevado el desafo.
No salvar al todo de sus chicanas sino, al contrario, someterlo a estas; respecto del nombre judo, no ceder a la
tristeza, pero tampoco fingir y arbolar la mscara de carnaval. Los propsitos vacos del tipoNosotros somos todos
judos alemanes,no eran su gnero.Yo no soy judo,poda decir l de s mismo con seguridad y simplicidad; como
pudieron decirlo Racine, o Pguy, o Claudel. Pero como ellos, justamente, extraa de esta seguridad una conclusin:
importa al ms alto grado situar lo que dice un sujeto cuando dice de s mismoYo soy judo,o cuando, pudiendo
decirlo, se rehsa, o cuando l proclama bien alto que decirlo o no decirlo no hace la diferencia.
Adivinamos al leer el ruego de Esther y la profeca de Joad, que Racine, vuelto hacia Port-Royal, se interrog sobre
lo que es ser judo, con una profundidad tal que se encuentran pocos ejemplos como este, ni en la lengua francesa
ni en ninguna otra. Yendo al encuentro de Bernard Lazare en el curso del combate por Dreyfus, Pguy articul las
proposiciones sobre el proferirYo soy judo;Benjamn, despus Scholem persisten en tomarlo. En la persona de Sichel,
Claudel no ces, en su caso siendo cristiano catlico romano, de querer captar, como un pintor loco, la mirada oscura
que se oculta bajo la venda de la Sinagoga. Pero lo que est permitido a los poetas no lo est al analista.
Este ltimo no puede ni debe ni quiere hablar en el lugar del sujeto. Lacan se prohbe poner palabras en la boca
de uno que diraYo soy judo.El no cree que la Sinagoga haya jams tenido los ojos vendados. Sabe de antemano
que todo lo que l podra avanzar, respecto a la plegaria o la profeca, depende de una palabra producida. El no ha
pegado de entrada el nombre del Cristo ni ningn nombre por lo dems- sobre el trpode delen todas partes, siempre,
por todos.Se pueden relevar las numerosas ocasiones en que, en sus escritos y en su Seminario, l aproxima lo que
ha acordado en llamar el judasmo. Siempre se cuida, frente a los que portan el nombre judo, de ensearles lo que
es este nombre. El se torna ms bien hacia los que no lo portan, a fin de advertirles: Despacio, peligro. Peligro de
imbecilidad, de idiotez, de falta, de crimen.
Freud parece haber deseado ensear a los Judos y a los Cristianos lo que ellos son. l provena del S XIX e imaginaba
an que la funcin de maestro del gnero humano le estaba abierta. Lacan, por su parte, se impone una reserva.
Tampoco es que cuando l menciona directamente el nombre judo que ste sea necesariamente el ms investido.
Ms vale pesquisar los momentos donde el todo, la verdad y sus satlites son propiamente puestos en piezas.
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medio por el cual el tirano pudiera satisfacer su deseo. Debera decir que el inocente es un Judo por ejemplo, si l
lo es verdaderamente, delante de un tribunal, se ha visto esto, quien encuentra ah materia a censurar []? Lacan
contina: Se puede erigir en deber la mxima de contradecir el deseo del tirano, si el tirano es aquel que se arroga el
poder de avasallar el deseo del Otro[5].
As se entiende por retroaccin la dimensin terminante de la proposicin aparentemente constatativa:La verdad no se
dice toda.Esta no puede materialmente decirse toda y, puesto que no puede, nodebedecirse toda. ElTu debes, entonces
tu puedeskantiano, se revierte enTu no puedes, entonces tu no debes.Si por imposible, la verdad, una sola vez, se dijera
toda, un nombre siempre servira de pasto para el tirano. Para ilustrar su proposicin, Lacan eligi el nombre judo;
eligi tambin el caso del ateo y el del disidente de un partido. Sea, concedo que l no reservaba al nombre judo una
suerte particular, entre las que los poderosos acusan. Pero en esto, justamente, escapaba a las trampas de la puesta
en excepcin, en tanto que l no haba todava desmontado los resortes de la misma. Mora, en su propio aplogo,
un alboroto silencioso que estalla en las orejas de los fieles del todo. Familiares o no de Tcito, de Vincent de Lrins
o de Petrarca, les va a costar ingenirselas para multiplicar los acfenos para cubrir el ruido inoportuno; no sufrirn
menos en or estas simples palabras, en este orden y no en otro: el inocente es un Judo.
Traduccin: Viviana Fruchtnicht
* Jean-Claude Milner es lingista, filsofo, y ensayista.
1.
2.
3.
4.
5.
Tcito, Historias, libro V, 4-5(Obras completas,traducidas en francs con una introduccin y notas por J.-L. Burnouf, Paris, Hachette, 1881,
p. 607).
El texto se lee en el captulo II delCommonitorium, fechado en 434. La frmula no define ah la verdad en tanto que tal, sino la verdad de fe
catlica. Se le ha atribudo, sin embargo, muy pronto un alcance general.Cf.Vincent de Lrins,Commonitorium,Paris, Descle de Brouwer,
Coleccin Los Padres en la fe, 1978, p. 26.
Este pasaje se encuentra en una invectivaContra eum qui maledixit Italiam,de 1373.Cf.Petrarca,Invectives,Grenoble, Jrme Millon, 2003, p.
308.
Se habr reconocido el comienzo de Televisin,Otros Escritos, Paris, Seuil, 2001, p. 509 & La cosa freudiana o el sentido del retorno a
Freud en psicoanlisis,Escritos, Paris, Seuil, 1966, p.409.
Lacan, J. Kant con Sade,Escritos, ob. cit.p. 784.
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Virginia Woolf.
Virginia Woolf, (14 de enero de 188228 de marzo de 1941), nacida como Adeline Virginia Stephen, es hija de un
padre escritor, editor, y gran alpinista. Lo volveremos a encontrar, sin duda, justo antes del final.
De nia, Virginia est inmersa en una atmsfera ilustrada. No va a la escuela, es educada por sus padres, y tendr un
temprano acceso a la biblioteca de su padre, el que, gesto extraordinario para un victoriano , nos dice J. Aubert, le
haba abierto su biblioteca, la totalidad de su biblioteca .[1]
V. Woolf pierde a su madre, fallecida a causa de la gripe, a la edad de 12 aos. De lo que resulta lo que se nombrar
como su primera depresin nerviosa. La muerte precoz de su media hermana amada, Stella, luego la de su padre
en 1904, la llevarn a un nuevo hundimiento, luego a una breve internacin. Despus de la muerte de su madre, los
nios, Virginia, Vanessa y Adrian, se mudan a Bloomsbury, en Londres. Encontrarn numerosas figuras del medio
literario britnico. Lytton Strachey, por no citar ms que uno, devendr el gran amigo de Virginia, quien lo editar.
Despus de su casamiento con Leonard Woolf, escritor, V. Woolf funda con l la Hogarth Press en 1917, y edita, entre
otros, a Freud, Joyce, y toda su propia obra. Sern publicados tambin los miembros del Grupo Bloomsbury.
Ttulos notorios:Monday or Tuesday,Virginia Woolf,The Waste Land, deT. S. Eliot(1924)The Standard Edition of the
Complete Psychological Works of Sigmund Freud(19561974),en colaboracin con Anna Freud.
V. Woolf vivir una relacin larga y apasionada con Vita-Sackville West, aristcrata y escritora. Quedarn amigas
hasta la muerte de Virginia. Vita inspirar en 1928 a Virginia, quien crear, a partir de ella, el personaje de su
novelaOrlando.
Numerosos psiquiatras hoy acuerdan en decir que V. Woolf era bipolar y hacen de los traumatismos variados que
ella reconoci la causa de sus trastornos. Ella dice haber sido violada por sus dos medio hermanos y que estuvo
toda su vida presa de episodios de locura , es as como ella lo describe. Se suicida al momento de los bombardeos
alemanes sobre Londres, en marzo de 1941. James Joyce conUlises(1922),Finnegans Wake(1939) y V. Woolf, con
sus ensayos, novelas, y su diario, van a revolucionar la escritura en Inglaterra. Surge ah una escritura que se quiere
liberar de las leyes del gnero impuestas por la austera reina Victoria. Se busca estar ms cerca de lo mental, de la
experiencia subjetiva, ntima.
Jacques-Alain Miller (y esto para mi es una fuente de la obra colectivaVirginia Woolf, la escritura refugio contra la
locura),evocaba en su Curso[2] elstream of consciousness, flujo de consciencia , de fines del S XIX, gnero literario al
cual se haba consagrado, despus de Joyce conUlises, Virginia Woolf conMrs Dalloway.Declaraba que la esquizofrenia
de V. Woolf no estaba todava suficientemente avanzada en esta novela, y propona darle a todo esto la categora
de efectos de invencin freudiana sobre la literatura, por qu no una puesta en forma literaria de lo amorfo mental .
Intentar continuar, no sin estas ltimas balizas por el momento: Jacques Aubert[3], en primer lugar, enLa Cause
freudiennen 76, escribe: Virginia Woolf: que no haya relacin sexual no lo soporta ; le falta decir como no la hay,
retomando y manejando esos dos objetos que la persiguen, la mirada y la voz. Cmo y por qu no hay, a diversos
niveles, ms que del equvoco, introduciendo en la ficcin biogrfica y en la historia la suya para comenzar- contra
ellas, la voz de la escritura potica .
El 22 de marzo de 2011, J.-A. Miller enunciaba en su Curso que el analista somete al inconsciente a un deber ser ;
que lo escrito en el lenguaje se pueda autonomizar y l recordaba que la relacin sexual no poda estar escrita. En
Londres, en el congreso de NLS en abril de 2011, deca de nuevo que en la letra, no esthe Beingque es investigado
sinothe Real,y que En el campo del lenguaje sin duda el psicoanlisis toma su punto de partida de la funcin de
la palabra pero la refiere a la escritura. Hay una separacin entre hablar y escribir, speaking y writing. Es en esta
separacin que el psicoanlisis opera, es esta diferencia de la que el psicoanlisis saca partido .
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Qu busc extraer V. Woolf, en pos delMoment of Being,del instante de ser de la cosa, tan precioso para ella?
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El smbolo [18]
El smbolo fracasa ac nada menos que al ser smbolo en s mismo, y el efecto ser inmediato: escudriemos como,
en este alto lugar alpino inquietante, la palabra es la cosa misma. Con ferocidad, es a lo real pues que se asesina
cosa en tanto que pequeo otro, porque ningn asesinato deLa Cosapor el lenguaje puede advenir: Haba un
pequeo hueco, en la cumbre de la montaa, como un crter lunar. Estaba invadido de una nieve irisada gargantade-paloma, o plido como la muerte. Los tejados del valle son tumbas y, cito, las tumbas de los cementerios
recuerdan en escalada los nombres de los muertos. Cito: la montaa es un smbolo, acababa de escribir la dama
sentada en el balcn del hotel. Se interrumpi; hizo la puesta a punto como para ver la naturaleza de este smbolo.
Estaba escribiendo a su hermana mayor que viva en Birmingham. El objeto-mirada es llamado a sostener el orden
simblico, desfalleciente: ac, en esta fra estacin, nada slido. La amistad, escribe la dama, no sostiene ms que
el matrimonio a tales altitudes. El objeto-voz apenas es ms real: la voz del presentador ingls tambin pareca
irreal. La dama baj su prismtico para saludar a los jvenes quines estaban a punto de irse, en la calle []. La
montaa es un smbolo, pero de qu? .
Prontitud y fulgurancia actan entonces con rigor, se pone a soar sin ton ni son con accidentes mortales pasados,
como la muerte de su madre, escribe o grita ms bien, a su hermana, con este recuerdo en el que ella fijaba sus
ojos sobre su muerte como sobre un smbolo, promesa de liberacin. Cito: tenemos una vista magnfica, vemos la
montaa desde todas las ventanas -pero por fin aqu es verdad. Te aseguro que lo gritara a veces [] gritara ver
siempre esta montaa [] hara falta un terremoto para aniquilar esta montaa [] le pregunt a Herr Melchor,
el propietario, si todava haba terremotos en nuestros das. Dice que no, solamente avalanchas y deslizamientos
de terreno. Vimos barrer todo un pueblo del mapa pero aqu no hay riesgo alguno, es lo que l enseguida agreg.
Mientras te escribo, veo muy netamente a los jvenes sobre las pendientes; estn sujetos por cuerdas [] Ahora
pasan una grieta La pluma se le cae de las manos y la gota de tinta chorrea en zigzag sobre la pgina. Los jvenes
haban desaparecido.
El smbolo de la montaa pasa entonces a lo real, irreductiblemente y sin falla. Real, simblico, imaginario se
desanudan, y eso chorrea, gracias o a pesar, del llamado a eseHerr gerrero (estamos en plena segunda guerra
mundial), ese extrao Rey Mago nombradoHerr Melchior!El tono se calma y se cierra al modo de La Fontaine o de
Andersen: Los antiguos clichs son de circunstancia, y, mientras que No pareca ah haber conclusin adecuada,
la dama aadi: los mejores besos a los nios.
Qu es un smbolo?
Recordar aqu, gracias a un esclarecimiento muy reciente de J. Aubert la etimologa de la palabra smbolo. Se
sabe, por lo dems, que V. Woolf estuvo instruida en griego, y particularmente por Jane Ellen Harrison, profesor de
historia, de arqueologa y de antropologa, cuyos trabajos pioneros tratan particularmente sobre la supremaca del
matriarcado en la religin griega, trabajos que no dejaron, se puede pensar, de dar cuerpo al feminismo de Virginia. En
Grecia, un smbolo era un tiesto de alfarera roto en dos pedazos y compartido entre dos contratantes. Para liquidar
el contrato, era necesario hacer la prueba de su calidad de contratante restituyendo los dos pedazos que deban
encajar perfectamente. Elsymbolonestaba constituido por dos pedazos de un objeto partido, de suerte que su reunin,
por un ensamblaje perfecto, constituyera una prueba de su origen comn y por ende un signo de reconocimiento
muy seguro. Esta idea de corte esclarecera, dice J. Aubert, la escena final de la novela El smbolo, donde el nudo
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se deshace, mientras que el corte se revela, en la grieta donde desaparecen los alpinistas, en el momento mismo en
que la dama describe a los jvenes sujetados por cuerdas. La letra aqu no puede hacer nudo: la gota de tinta chorrea.
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Jacques Aubert, Virginia Woolf,Identit, politique, criture, Positions , bajo la direccin de F. Duroux, p.91, 2008.
Jacques-Alain Miller,LOrientation lacanienne, 22 de marzo de 2011.
J.Aubert,La Cause freudiennen76, Au bon heur dunedram, p 170.
Virginia WoolfJournal intgral, 1915-1941, traducciones de Colette-Marie Huet y Marie-Ange Dutartre ,La Cosmopolite, Stock, septiembre de
2008, p 1936.
V. Woolf,The Diary of Virginia Woolf,Edicin Anne Olivier Bell, asistida por Andrew Mc Neillie, Volumen 5, p.249
V. Woolf,Journal intgral,op cit, p.1237.
V. Woolf, Memoirs of Julian Bell The Platform of Time Memoirs of Family and Friends Hesperus, 2008.)p 19.
J.-A. Miller, Clinique ironique ,La Cause freudienne,n 23, febrero de 1993, p. 7.
V. Virginia Woolf,Instants de vie, p. 80.
Virginia Woolf,op.cit.
Jacques Aubert, Positions,Virginia Woolf,Identit, politique, criture, bajo la direccin de Franoise Duroux, Indigo, Paris, agosto de 2008,
p. 94.
Virginia Woolf,The Diary of Virginia Woolf, Volume 3, p. 358
Virginia Woolf,Journal intgral, p. 1526.
M. Rivoire, Une suite inacheve, Virginia Woolf, lcriture, refuge contre la folie.
V. Woolf,Kew Gardens, La marque sur le mur, Ed Les langues modernes, p.33
Jacques Aubert, Au bon heur dune dram , op. cit. p. 168.
Monique Harlin,Virginia Woolf, lcriture, refuge contre la folie, Entre les actes, fiction ou rel? pp 17 -51.
V. Woolf,La fascination de ltang, Le symbole, pp 194-197, Points, noviembre de 2003.
V. Woolf, op cit, La station balnaire : flux reflux
V. Woolf,Journal intgral, p.1526. Carta del domingo 19 de febrero de 1939 de V.W. a Vita S.W. en Lettres Virginia Woolf,1993, Seuil.
Ttulo original: The Letters of V.W. , 6 volumes ed. por Nigel Nicholson (vol. I 1975, vol.VI,1980) The Hogarth Press- Londres, cartas
elegidas, presentadas y traducidas por Claude Demanuelli segn la edicin de Nigel Nicholson.
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que clase de individuos conviene criminalizar) que desemboca en un panptico digital para controlar a la poblacin
entera.
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Por esto, la teora sobre el delito de cuello blanco fue innovadora (contra las hiptesis positivistas) al vincular
criminalidad con clase alta y separar criminalidad de patologa. Sin embargo, es manifiesto que la crcel funciona
como un instrumento de seguridad que no responde a la retribucin sino a un modo de autoritarismo denominado
neopunitivismoen la literatura anglosajona.
Ahora bien, si el poder punitivo es el que ejercen las agencias del sistema penal (especialmente las ejecutivas)
entonces, el derecho penal no pasa de ser un ejercicio acadmico de los juristas para construir un sistema terico,
que se traduce en un proyecto de jurisprudencia. En la prctica, el sistema penal inicia un proceso de criminalizacin
(regido mediante estereotipos) y luego pasa a agencia judicial, la continuacin o no de tal proceso, que culmina en
la prisin. Como explicita R. Zaffaroni, el criterio operativo real del sistema punitivo es la peligrosidad mdicopolicial racista del siglo XIX, que la agencia judicial y su deber ser lo transmuta en una noble culpabilidad jurdica.
Segn L. Ferrajoli, el primer presupuesto de la funcin garantista del derecho y del proceso penal es el monopolio
legal y judicial de la violencia represiva. Sin embargo, con la actividad policial se plantea la divergencia entre el
deber ser propio del derecho penal y el ser de la prctica concreta del sistema punitivo: el monopolio judicial
del uso de la fuerza contra los ciudadanos se desvanece porque existe una fuerza pblica que acta sin vinculaciones
legales. El caso lmite y dramtico se plantea cuando esa divergencia entre el nivel normativo de la legalidad y el
efectivo de la realidad alcanza la forma terrible que han vivido los regmenes militares de Amrica Latina. Pero
tambin, en los ordenamientos que respetan formalmente el principio de legalidad, el monopolio legal y judicial del
uso de la violencia puede resultar burlado por los poderes paralelos que, en materia de libertades, concede la propia
ley a las fuerzas de polica. Desde esta perspectiva, la ciencia jurdico-penal es una sofisticada racionalizacin de la
pena, que en ltima instancia se reduce a la venganza irracional del poder punitivo. La pena qued desenmascarada
cuando debi emanciparse del castigo divino y desde Justiniano hasta nuestros das, pasando por la Inquisicin, el
poder punitivo jams ha operado a partir de la prohibicin del incesto (Lvi-Strauss) o la pureza de la norma bsica
(H. Kelsen), sino que ha efectivizado la tesis sobre el individuo peligroso nticamente impuesto (R. Garfalo) y la
teora poltica decisionista sobre el enemigo (C. Schmitt). Tales reflexiones renuevan la advertencia de Lacan, en 1950,
sobre el lmite del psicoanalista en el anlisis del criminal donde comienza la accin policial, que es la prctica diaria
de la principal agencia ejecutiva del poder punitivo.
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definiciones socialmente creadas; por ende, el delito o la desviacin no es un asunto inherente a la conducta sino un
etiquetamiento.
En definitiva, el inconveniente de situarse en la ley del padre en continuidad con el orden dogmtico de Occidente
(P. Legendre) es pasar por alto el desarrollo histrico de la verdad y las formas jurdicas (M. Foucault), que muestran
el modo en que reapareci el poder punitivo en el siglo XII, y cual es su lgica puramente vertical intrnseca. Segn
despej J. Lacan, en 1970, las leyes del mundo concreto (que son las leyes de la palabra) dependen del lugar desde
donde se enuncian; es decir: para agenciar una ley hay que tener un lugar de poder. La ley no tiene fundamento,
aunque se intente llenar ese vaco con la justicia, el padre o una divinidad etc.
Las leyes histricas no son en absoluto lmites del poder sino instrumentos del mismo para velar intereses de distintos
rdenes. Tan es as que, en nuestro pas, se sancion el 28 de septiembre de 1974, la Ley 20.840 de seguridad nacional:
penalidades para las actividades subversivas en todas sus manifestaciones, que fue un marco para estructurar
la persecucin poltica; y en la Alemania nazi se promulg una Ley de prevencin de descendencia patolgica
hereditaria, que entr en vigor el 1 de enero de 1934 y fue el primer paso para la eliminacin fsica de los asociales.
Incluso el ministro del Reich nazi, H. Frank, lleg a declarar que el derecho penal habr de ser sustancialmente un
ordenamiento para el castigo de la falta de fidelidad.
Por otra parte, el poder punitivo en estado de excepcin puede agenciar la ley, prescindiendo, paradjicamente, del
discurso jurdico-penal y del estado de derecho. En todo caso, segn G. Agamben, el estado de excepcin concierne
a una zona de indiferenciacin en relacin con el ordenamiento jurdico Occidental, pues suspende la aplicacin de la
norma, y su vez, la ley permanece como tal, en vigor. El desarrollo de un derecho penal de excepcin o de emergencia
para intentar hacer frente, primero al terrorismo y despus a la criminalidad organizada, es una arista ms de la crisis
del derecho en la sociedad contempornea. La legislacin de emergencia engendra un subsistema penal y procesal
administrativo, confiando a la polica y al poder poltico (razn de estado) funciones propias del poder judicial (razn
jurdica) con efectos destructivos sobre el sistema de garantas.
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y la seguridad. En la prctica penal concreta, como revela R. Zaffaroni, el sistema punitivo y la poltica criminolgica
en su conjunto (la polica, el procedimiento judicial y la prisin) estn vacos de todo contenido tico.
Tambin resulta indispensable distinguir la responsabilidad por el acto a la que se refiere el psicoanlisis, de la
nueva teora criminolgica de la responsabilidad -denominada actuarial y hegemnica en EEUU- basada en la
eleccin racional, que desplazando a las teoras positivistas y sociolgicas, reflota el enfoque utilitarista de los
actos delictivos como una conducta calculada que intenta maximizar los beneficios. Segn sostiene D. Garland,
tal enfoque contemporneo, opuesto a la criminologa correccional welfarista, considera que el delincuente es un
oportunista racional al que hay que controlar (el aumento de cmaras, trabas y otros dispositivos de control se
basan en el supuesto: la ocasin hace al ladrn); y que el problema del delito es una cuestin de oferta y demanda,
cifras y riesgos, donde el castigo funciona reducido a una tarifa sin ninguna significacin social. En la misma lnea
interpretativa, J. Young indica que el mayor tema de control social contemporneo es el enfoque administrativo, que
no considera las causas de la delincuencia ni la culpabilidad y responsabilidad del delincuente, sino la evaluacin de
probabilidades y clculo de riesgos. Desde luego, el nfasis simplista en la responsabilidad individual a partir de la
grilla de la economa poltica, conduce directamente al endurecimiento del castigo como elemento de disuasin y a
robustecer el poder punitivo, que es responsable del proceso de criminalizacin (aunque sea inimputable).
Bibliografa:
Agamben, Giorgio:Estado de excepcin, Ed. A. Hidalgo, Bs. As., 2007.
Becker, Howard:Los extraos, Ed. Tiempo Contemporneo, Bs. As., 1971.
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Foucault, Michel:La verdad y las formas jurdicas, Ed. Gedisa, Barcelona, 1980.
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Milner, Jean Claude:La poltica de las cosas, Ed. Miguel Gmez, Mlaga, 2007.
Mollo, Juan Pablo:Psicoanlisis y criminologa. Estudios sobre la delincuencia,Ed. Paids, 2010.
Muoz de Conde:Mezguer y el derecho penal de su tiempo. Estudios sobre el derecho penal en el Nacionalsocialismo, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia,
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Zaffaroni, Ral:El enemigo en el derecho penal,Ed. Ediar, Bs. As., 2005.
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El adjetivo y el viaje
Arte, psicoanlisis y vida cotidiana
Irene Accarini
Dos prcticas, arte y psicoanlisis que no se agotan en la experiencia, pues pueden hacer escritura, viaje y letra, en un
derrotero pulsional, merecen ser reunidas en el rasgo de la creacin. Las pensaremos como una ertica que construye
su metrpolis en la vida cotidiana. El tiempo donde pretendemos abordarlas es el hoy, la contemporaneidad
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La infancia all es una mueca de trapo a punto descoserse para volverse a armar de otra manera bajo la voluntad
del ocio del adulto. Al mismo tiempo que los retratos surcan las paredes de rostros o grandes cuerpos enteros,
la desnudez del cuerpo real de un hombre en el espacio de la sala se opone a la distancia con el cuerpo de aves
en una vieja fbrica abandonada y recuperada para la muestra. Color, calor, olor suman las gallinas en su hbitat
desconcertando al visitante y proponiendo instalar una mirada a la convivencia con otros. En la larga sala como
formando un corredor aquellos cuerpos nos saludan desde los grandes retratos, donde las posturas y no las miradas
son las que encuentran el rostro del espectador: el hombre que camina como la escritura occidental de izquierda
a derecha, la mujer que baja la cabeza que nos invita a hacer lo mismo y reflexionar un poco, las nias que saltan
entre las muecas y las olas de una playa, entre la infancia y el paso del tiempo en la marea del habla, los amigos
sentados en ronda conversando en el expresionismo de sus manos. El movimiento se nos impone como sinnimo de
la vida, introvertirse y extrovertirse, enlazarse al otro es perder la paz del desierto, aquella paz que como deca Joseph
Conrad, es la paz de la resignacin de la vida. La invitacin del artista resuena, que haya algo, qu haya alguien!
animando la vida de cada quin y que cada quin sea no algo, sino alguien para otro. El hombre desnudo enlazado a
sus cuerdas en el otro extremo de la sala, avanza y retrocede en su lugar, una y otra vez, en un movimiento esttico,
en la estabilidad de un trabajo esforzado. Sobre el fondo de una pared intervenida con un texto potico: une fois,
une vie, une voie, une rue, une vue, une voix y delante de una escenografa circular que simula un viejo silo, o torre.
El hombre avanza y retrocede sin hacer un exhibicionismo de su desnudez, y sin donar su mirada a los caminantes
de la muestra, un gua se aproxima con un grupo de adolescentes que ren, el gua les propone pensar el ttulo de la
BienalUna terrible belleza ha nacido, la belleza encarnada en el cuerpo, aqu en ese cuerpo, en tanto en la antigedad
griega el cuerpo de los varones jvenes eran erigidos como el paradigma de lo bello, por ello la representacin
escultrica los inmortalizaba, el artista aqu con su modelo vivo ha prescindido de tal gesto y nos presenta el cuerpo
mismo, tal cual es en su desnudez cotidiana con el verbo como accin que lo sostiene y el enigma de su historia
propia por delante.
Una puesta en escena de una obra de Beckett, donde en una sala a pleno negro de oscuridad, el pblico sentado en
lo que semeja ser un teln negro sobre un fondo de un negro ms abismal, escucha un grito, un llanto de beb, ve un
pequeo resplandor seguido por un gran relmpago hasta que la luz que inunda la sala permite descubrir que haba
un teln sin gnero slo hecho de oscuridad ocultando un escenario consistente en una manta dispuesta en el piso
cubierta de residuos que la civilizacin deja a su paso cada noche en la calle o en la puerta de sus vecindarios. Una
manera negra, de la que sabe el arte plstico a partir de Rembrandt para mostrar el escenario de lo que sobrando le
falta al mundo.
Dnde est la esperanza? en la planta alta del espacio de la muestra, el vuelo de un avioncito impulsado por el
calor de la mano del artista demora a los visitantes, el artista camina el permetro de la sala, al fondo est su mesa de
trabajo, pequea y low tech. Todos se acercan luego de su performance a dialogar con l, todos dibujan una sonrisa
es un diseo que no invent, pero lo recuper, yo slo lo hice y quise darlo a conocer aqu, me pareci importante
que se conozca esto. Slo pesa 0,05 gramos, puede romperse con facilidad, slo tiene dos elementos, madera balsa
y una pelcula de leve nylon transparente. La muestra, la suelta de sus dedos, y la pelcula viaja hasta la mano de
una seora que dice hay comunicacin Entre el vuelo y su mano, entre la obra y ella. La salida es comunicarse, la
salida es extender la mano? Lacan usa esa figura en el Seminario 10, donde el amor extiende su brazo para encontrar
otro, como sucedi aqu. Hay primero amor al hacer, el artista elige sus materiales de trabajo cuidadosamente, el
soporte de su obra, su textura, su color o ausencia de color, su concepto lo toma de una invencin anterior, recupera
la historia, la hace accesible y experienciable a otros, con amor a la transmisin, al don del saber.
Analizarse es tambin hacer un recorrido, segn cada cul, ser una lnea en el tiempo, un significante nuevo, un
efecto de poesa, un lugar posible, un deseo decidido, un lazo nuevo, un cambio de discurso, un efecto de amor, pero
raramente lo calificaremos de exitoso o feliz, an en la salida del sufrimiento del sntoma o el cansancio del fantasma.
Es en forma adjetiva o en forma verbal que andamos el anlisis? la palabra actual de los analizantes suele estar
embrollada en un exceso de calificativos que sin embargo envuelven vaco simblico. Los modos de decir adjetivados
suelen reemplazar un enunciado reflexivo, distanciados del eco de la interpretacin.
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La invencin de Eros
Si el psicoanlisis participa como el arte de una creacin, es tambin una ertica, se trata en l de las relaciones del
deseo con el lenguaje y del deseo como objeto, de modo que son lazos libidinales los que se establecen entre sujeto
y objeto.
Podemos pensar a Eros como una invencin de la cultura, la tendencia a la unin que conlleva Eros permite la
persistencia de la subjetividad y del vnculo social, la superacin de la disputa de los ideales, y el paso de avance
hacia la creacin. Persistir, superar, avanzar, son entonces acciones erticas que se despliegan a partir del par
mitolgicohambre y amor, expresin sinttica de las fuerzas naturales que mueven al mundo.
Freud recupera esta nocin de un verso del poeta Schiller y con ella arranca al ser humano del programa de los
instintos biolgicos para elevarlo al plano de la ertica, de las pulsiones de vida y de muerte. Jacques-Alain Miller,
revisitando la frase del poeta, nos lo recuerda en Los divinos detalles .
En el bello mito de Eros y Psiquis, encontramos unidos otro paralma y amorcomo expresin de esta elevacin,
del desplazamiento del orden de las necesidades, de lo necesario a consumir para la supervivencia biolgica del
organismo, al amor, como el don de la sola presencia sin la adicin de otro elemento a dar.
Recordemos brevemente el mito, trata de la admiracin que despierta Psiquis por su belleza en el mundo de los
mortales, siendo la diosa Afrodita quin se considera la nica con el derecho al homenaje por su condicin divina,
elabora una venganza con carcter de humillacin para la bella Psiquis, la diosa solicita as a su hijo Eros que arroje
sus flechas embebidas en amargura sobre la muchacha. Eros dispuesto a cumplir el mandato de su madre-diosa,
sucumbe ante la mirada de la bella Psiquis, as con torpeza las flechas caen sobre s mismo. La diosa sin saber
de este fatal accidente destina a Psiquis a desposar un monstruo. Compadecido y enamorado Eros, sustituye este
destino alojndose l en el palacio en el que en su exilio llega Psiquis. La condicin que impone Eros a Psiquis es que
sta no podr ver jams su rostro, sus encuentros sern en la absoluta oscuridad. Pasado un largo tiempo de feliz
amor, Psiquis escucha los consejos envidiosos de sus hermanas, quines le dicen que debe descubrir el rostro y las
intenciones de su horrible marido, para ello le indican que vaya a su prximo encuentro provista de una lmpara y
un hacha dispuesta a cortarle la cabeza. Psiquis acepta la sugerencia, y cuando en la siguiente noche eleva la lmpara
para iluminar el rostro de su amado se sorprende ante el bello Eros, a quin an no conoca. ste, en su enojado
lamento la increpa interrogndola no te bast con mi amor? qu otra satisfaccin quieres? Para luego arrojarla de
su presencia y castigarla con la prdida del amor. El Eros que deba quedar invisible sufri el error de la visibilidad
y con ello el desencuentro primero entre el alma y el amor. Una separacin del agalma que convocaba la mirada bajo
el doble destino de belleza y monstruosidad. Esto nos reenva a la conjetura que acompaa a la muestra de la Bienal
de Lyon, que ms adelante retomaremos, en el dilogo con el arte contemporneo.
En el mito, finalmente, luego de dar pruebas de humildad, Psiquis recupera la presencia amorosa de Eros. Podramos
decir que Psiquis, en su camino errante, en su intento de separar lo invisible de lo visible, la luz de la oscuridad,
aspira a llevar su tensin vital a nivel cero, tal como aspiran las fuerzas de la Naturaleza con el organismo, es decir, el
grado cero de la vida, la muerte. Ser esto de lo que se trata en la propuesta artstica que comentramos ms arriba?
Es el filsofo Georges Bataille quin afirma y resalta el vnculo existente entre muerte y erotismo, para l el erotismo
es tanto conmovedor como innoble. En su texto Las lgrimas de Eros, recorre una inmensa galera de obras de
arte de todos los tiempos surcadas por imgenes saturadas de eros y suplicios. Para el filsofo, la superacin de este
conflicto se dar en el desenlace entre tiempo y conciencia. Entendemos que olvida los efectos de creacin como lugar
superador del lazo imposible entre muerte y erotismo.
Desde el psicoanlisis sabemos que el desencuentro en los lazos afectivos y sociales, es la regla y no la excepcin. El
desencuentro es un dato estructural de la subjetividad, entendido como la no proporcin exacta o la no armona plena
entre dos partenaires, de modo que un buen encuentro, un encuentro feliz resulta un verdadero acontecimiento! As
podramos enumerar a modo de ejemplo, el desencuentro del sujeto con sus objetos culturales, cuando este lazo
produce desconocimiento en lugar de conocimiento, el desencuentro entre el sujeto y su cuerpo cuando se instala el
fenmeno displacentero o el sntoma en lugar del placer; el desencuentro entre el sujeto y sus semejantes, cuando lo
ajeno, lo otro, en lugar de funcionar en la reciprocidad de un alter-ego se transforma en lo inquietante, en lo siniestro
rechazable.
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La ertica sin embargo, se nutre tanto del encuentro como del desencuentro, es as que Susan Sonntag puede enunciar
que el artista, que reemplaza al santo, es un sufridor ejemplar, para sostener su hiptesis cita a Pavese, para quinla
literatura es una defensa contra las ofensas de la vida, as el escritor nos dice Sonntag hace un uso del sufrimiento en una
economa del arte, as como los santos descubrieron la utilidad del sufrir en la economa de la salvacin, pudiendo
gracias a su arte digerir al hombre que sufre. Esta metfora del digerir, indica la operacin superadora del arte que
hace quedar al amor como una ficcin esencial, como un error o comouna danza ms del ego solitario. As traza la autora
una analoga entre arte y amor, donde de la tradicin aristotlica del arte como imitacin se pasa a la modernidad
donde el arte es expresin de un yo al igual que el amor en detrimento del valor del amado, de all a desembocar en
el fracaso del amor en la actualidad hay un paso. Esta posicin absoluta del amor lo presenta en su carencia esencial:
el desencuentro que habita en el interior mismo del amor. As el amor que reviste de valor al ser amado, tal como
se observa en Eros, invistindolo de la cualidad del amante, tanto como el amor que reviste de valor al propio yo, al
estilo de Psiquis reducindola a la amada.
En este escrito propongo pensar al artista -escritor o artista visual- como aqul que puede situarse en el lugar de la
pulsin, desde donde puede modular las envolturas del amor y la muerte, sea la pasin, el sufrimiento, el xtasis.
Si la cultura se instala por represin de los instintos animalescos, como nos deca Freud, por ejemplo, la prdida
de la olfacin que ocurre en el ser humano como base primaria del conocimiento del mundo, que s la dispone
el mundo animal; esta represin no implica tal como se entiende a menudo en forma distorsionada en el saber
cotidiano, decimos que no implica la desaparicin de Eros, sino por el contrario su fundacin. Eros adviene gracias a
la represin, desdoblndose de lo que no es su consistencia, separndose de la regla sagrada de la naturaleza por la
cual cada ser vivo congenia con un par semejante de su especie. Muy por el contrario Eros subyace a la interdiccin de
una satisfaccin natural, esa falta o falla original ligada a la interdiccin, animar la singularidad de cada bsqueda
subjetiva a lo largo de la vida. Eros se liga entonces a la belleza de la falla, y a la monstruosidad de la regla.
Entendemos as que Eric Laurent pueda decir que el horror y el pnico son la verdad del lazo a otros, interpretamos,
que lo son en tanto que establecer un lazo se opone al confort, a la comodidad del ser consigo mismo, ese confort que
trabaja en el rechazo activo de la incomodidad. El deseo que la falta original desencadena, el deseo al otro implica
salir de ese confort, arriesgar la comodidad para ir al encuentro posible con el otro, se requiere as un salto a lo nuevo
y lo desconocido en el impasse del amor.
Es as que Eros resulta ser una invencin y la amalgama de toda creacin. La belleza entonces como presencia
incmoda con su verdad como monstruosidad a revelar.
El viaje
Tomamos unas palabras de Jacques-Alain Miller: el mito pulsional en psicoanlisis admite una historia distinta que el mito
paterno. Ante todo el mito pulsional es como una variante del mito paterno, que relata solamente el robo de la libido, como fue
usurpada por un cuerpo y luego de eso condenada al desierte de goce, el mito pulsional cuenta las migraciones de la libido.
Esta migracin de la libido la aplicamos a nuestro decir del viaje, viaje de la libido en el excedente de goce que el
padre no logra retener, que enlazar de uno a otro lado a los protagonistas de un lazo, en la experiencia del arte
contemporneo al creador, la obra y el visitante de la misma. Recordamos al escritor Claudio Magris, para quin el
viaje tiene una connotacin devoz. En una conferencia dada en Buenos Aires, deca creer enla variedad de voces, creo en
la memoria no como pasado, sino como escritura, dando voz a cosas lejanas,en eco con sus obras en las que emprende viajes
en geografas y pasiones del hacer cotidiano. Afirmaba,mis itinerarios se completan entre utopa y desencanto, mi frontera
es en cambio inabarcable, se halla entre el mundo noto y el ignoto. El viaje como la odisea del Ulises de Joyce, es el que permite el
retorno atravesando la vida, puede darle un sentido o perderlo.
Esta realidad del viaje sita al viajante entre la prdida y la falta, en el movimento que enlaza lugares, migracin
libidinal, de la que quedar un real. Real irreductible, al decir de Eric Laurent en un texto suyo, pudiendo ser la
angustia de vivir o aqul objeto que se haya de aislar all.
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De este modo, la operacin artstica actual, no es una resignificacin sino un itinerario intrprete que dejando huellas
en el cuerpo y alejndonos de las representaciones, del saber y sus sentidos, nos interpela por igual a artistas y
espectadores, si hemos arribado a nuestro deseo.
La experiencia artstica actual que ha abandonado la definicin acadmica de lasbellas arteshaciendo nuevos usos de
sus soportes expresivos y sus formas, desconcierta al entendido y al crtico, que le objeta esta prdida. Es notorio el
recurso a los estados elementales de la materia para calificar lo contemporneo como gaseoso o lquido, recursos
que lejos de reflexionar sobre el fenmeno lo adjetiva sin percibir el derrotero pulsional, el peso gozante de los lazos
actuales que mueven el mundo. Yves Michaud, es quin afirma quetanta belleza, y junto con ella, un tal triunfo de la
esttica se cultivan, se difunden, se consumen y se celebran en un mundo cada vez ms carente de obras de arte, si es que por arte
entendemos a aquellos objetos preciosos y raros, antes investidos de un aura, de una aureola, de la cualidad mgica de ser centros
de produccin de experiencias estticas nicas, elevadas y refinadas. Es como si a ms belleza menos obra de arte, o como si al
escasear el arte, lo artstico se expandiera y lo coloreara todo, pasando de cierta manera al estado de gas o de vapor y cubriera todas
las cosas como si fuese vaho. El arte se volatiliz en ter esttico, recordando que el ter fue definido por los fsicos y los filsofos
despus de Newton como medio sutil que impregna todos los cuerpos.
Aade que la desaparicin de las obras deja lugar a un mundo de belleza difusa, tanto profusa como gaseosa. El
autor sigue as el pensamiento de otros especialistas en arte actuales que entienden que la creciente estetizacin de
los objetos tiles de la vida cotidiana, implican una desestetizacin del objeto de arte mismo, que pasa a ser cualquier
objeto vulgar. No acordamos con estos puntos de vista, entendemos ms bien que el arte contemporneo ha salido
del canon de la belleza por voluntad propia, como modo de atravesar estos semblantes contemporneos cotidianos,
despojndose de la esttica bella como de una cscara vaca para mostrar que lo envuelto que sostiene el envoltorio
no necesariamente es refinado y arico, pero s siempre verdadero, agalmtico, y real. El artista contemporneo as
invita a la demora y a la reflexin, conmueve por su encarnamiento del problema de la no proporcin del mundo, y
no por su vestido de la bella evasin. An queda por repensar la propuesta del artista Joseph Beuys cuando planteaba
quetodo hombre es artista, proposicin provocadora y reveladora, donde el todo es del orden de la posibilidad de
asumirse como sujeto de una creacin, si el arte ya no es sublimacin, s es creacin y la creacin puede ser el acto de
cada quin en su saber hacer cotidiano, por eso Beuys reclamabaque cada uno en su lugar de trabajo se convierta en una
potencia creadora, y la reconozca como parte de un deber artstico a cumplir.Es asombroso que se pueda desear confinar la
funcin del arte al refinamiento artstico y no se advierta el grito del arte contemporneo. Un grito que pide olvidar
lo ilusorio de las imgenes totales, que desea escapar al significado narrativo dogmtico, que evidencia lo real de la
Cosa.
As como un psicoanalista en el escenario de la transferencia con su analizante se presta asercualquier cosa que
ste le haga encarnar, lo cual es posible porque el analista nada es, ya que ha perdido a su persona para escuchar a
su analizante desde su mismo deseo, tambin el objeto de arte actual se presta a ser cualquier cosa, ha perdido su
metfora, en funcin del objeto valioso que encierra ms all de su presentacin fctica.
Mientras el lazo en el mundo actual y los tericos adjetivantes, reclaman ms objetos de visibilidad bella, el artista y
tambin el psicoanalista, sealan al objeto valioso no en su significado o en su bella apariencia, o en su valor de uso,
sino en su valor de goce.
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1- Sinthome e Inconsciente
J. A. Miller en su curso de 2009 , Cosas de finura en psicoanlisis en el intento por ir delimitando
progresivamente el concepto desinthoma introduce la siguiente cuestin: cmo entender que el nico
caso probado de unsinthome, hablamos de Joyce, nunca pas por un anlisis y adems, segn Lacan,
fue alguien que estaba desabonado del inconsciente. En consecuencia: Se puede hablar desinthomeen
abonados al inconsciente?
Qu hay que entender? Que ni un anlisis y ms aun
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Para sintetizar Hablar desinthomasin Otro, en su soledad absoluta, implica entonces hablar de un
sntoma sin inconsciente?
Dicho lo cual, bien nos podemos preguntar si tales ideas no implican el riesgo de participar, como analis
tas lacanianamente orientados, precisamente del delirio contemporneo denunciado por E Laurent.
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As el hombre, al igual que con cualquier sntoma: cree ah en ella . Y qu quiere decir ese creer
ah? Significa que supone que el sntoma, y ella, tienen algo para decir relativo a verdades o mentiras. No
se trata de ningn significado sino de la dimensin de la verdad mentirosa. As, si una mujer es sntoma de
un hombre, es porque ste le supone un decir.
Es claro que no es as con la mujer del fantasma. En todo caso si se espera algo de ella es que se calle.
Por ultimo una tercera consecuencia decisiva.
Lacan plantea a continuacin, seguimos en elSeminario n 22, que una vez que se cree ah en la mujer,
se produce casi necesariamente un deslizamiento hacia un creerle .Es decir a partir de entonces se le
cree a ella.
Lacan diferencia ntidamente ese creer ah y su medio decir de un creerle cualquier cosa que diga. Es
decir que a partir de entonces, se espera de sus significaciones como de aquel que posee un saber sobre la
verdad del propio sujeto.
En cunto? Segn sea el caso. Si se est muy enamorado se le cree todo. Cosa que ellas podran apr
ovechar. Ahora bien, si han pasado los aos se le cree ms o menos.
Obviamente se puede aplicar lo dicho, sus resonancias son evidentes, a los tiempos de un anlisis e ir del
paso inicial de un creer ah en el sntoma, hacia una consulta que implica un creerle al analista lla
mado a ocupar el lugar del Otro. Solo que si la mujer es sntoma del hombre, al coexistir en ella las dos
creencias, la consulta a un tercero puede esperar hasta que se le crea menos.
En resumen Lacan diferencia un creer ah en el sntoma de un creer-le a ella que como vemos implica
la dimensin del Otro.
Ahora bien tal segunda creencia, segn Lacan, vine a taponar la primera. Si hay un tapn en juego su
ponemos algo insoportable en sta. Muy probablemente porque se trata de una creencia sin Otro.
Llegamos entonces a la pregunta planteada que podemos reformular as:
Es elsinthomeun refinado aporte al delirio contemporneo?
La idea de las dos creencias tal vez ayude a salir de tal impasse.
Comenzando por responder que en el final de un anlisis solo ha cado la segunda de ellas. Es decir ha
cado el creer-le al Otro. Ha cado la neurosis y su Otro, a distinguir del sntoma.
Pero no por ello debemos suponer que tambin ha cado el efecto inicial de creer ah en el sntoma.
Cosa que mantiene en l un decir que supone un saber inconsciente al que se articula.
Por lo que la nocin desinthomeno slo no participa del delirio contemporneo sino que resiste
radicalmente a l pues preserva la suposicin del inconsciente. Como vemos las creencias mencionadas,
permiten a su vez, distinguir dos inconscientes.
Aquel que hace del Otro el sujeto supuesto saber, a distinguir del caso en el que tal suposicin cae sobre
elsinthomemismo. En consecuencia se puede decir que elsinthomees sin Otro no sin inconsciente.
Indudablemente, el orden simblico actual no slo supone la decadencia de un creerle al Otro sino que
su increencia apunta incluso al creer ah en el sntoma, en el intento por imponer el delirio contempor
neo, sin dudas y no sin razones, forclusivo del inconsciente como tal.
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Pero ah est Joyce, al que por algo Lacan le dedica por entero el seminario que sigue, pues l parece abrir
los lmites de la clnica del Otro. Y esto, debido a que ha reducido el goce flico de su sntoma sin tener
que pasar por la creencia en tal Otro.
En estos trminos, es cierto, Joyce era un desabonado de la segunda creencia, pero podemos suponer que
crea ah como pocos en su sntoma y en consecuencia en el saber inconsciente articulado a l. S, fue
un desabonado del inconsciente como discurso del amo, como semblante, como el Otro de la segunda
creencia, no como saber.
En base a esto y para concluir, en las pocas que corren, dira de la doble increencia, el invento de Joyce
tal vez permita orientar la clnica que se avecina hacia el creer, no ya en el Otro (por lo dems en extin
cin), sino ah en el sntoma, como una forma de mantener vivo al psicoanlisis al preservar el inconsci
ente como saber.
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El Aplogo
San Martn, soldado romano, encuentra en su camino a un mendigo desnudo e interpreta en su mirada una demanda,
demanda de abrigo. La respuesta no tarda, corta su capa en dos y le ofrece la mitad.
Es una interpretacin de la necesidad, necesidad que hay que satisfacer porque el mendigo est desnudo y una
interpretacin de la demanda, lo que el mendigo le pide. Es una interpretacin de la demanda como necesidad. El
acto de beneficencia est orientado a satisfacer necesidades.
Lo que hubo fue un encuentro, un cruce en el camino, una mirada, no hubo palabras, hubo una interpretacin por
parte del soldado.
Pero, quizs,ms allde esta necesidad de vestirse, mendigaba otra cosa, dice Lacan, que San Martn lo mate o lo
bese, por ejemplo.
La beneficencia queda ligada a la satisfaccin de la necesidad y al mandamiento: Amars a tu prjimo como a ti
mismo.
Amor al prjimo
Sobre el tema del amor al prjimo, Freud da cuenta enEl malestar en la cultura,[4] lo que all plantea se llama: ms all
del principio del placer.
Mi amor es algo valioso para m, no puedo desperdiciarlo, sin pedir cuentas. Si amo a otro l debe merecerlo de
alguna manera. Y lo merece si en aspectos importantes, se me parece tanto, que puedo amarme a m mismo en l.
El prjimo es una tentacin para satisfacer en l la agresin, explotar sus fuerzas de trabajo sin resarcirlo, usarlo
sexualmente sin su consentimiento, humillarlo, infringirle dolores, martirizarlo y asesinarlo.
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Lacan, en el Seminario sobre tica,[5] afirma que la consecuencia de ese mandato hace surgir la presencia de esa
maldad fundamental que habita en ese prjimo como en m mismo.
Mi bien no se confunde con el del otro, mi egosmo se satisface con cierto altruismo, el que se ubica a nivel de lotily
es estealtruismoel que permite evitar encarar el problema del mal que est en cada uno en relacin con el otro.
Lacan no deja de hacer referencia a nuestra prctica en cuanto a lo que los analistas queremos para nuestros pacientes.
Qu bien persiguen exactamente en relacin a su paciente? Tenemos que saber en cada instante cul debe ser
nuestra relacin efectiva con el deseo de hacer el bien, el deseo de curar. Dir aun ms, se podra de manera paradjica,
incluso tajante, designar nuestro deseo como un no-deseo de curar. El nico sentido que tiene esta expresin es el
de alertarlos contra las vas vulgares del bien, que se nos ofrecen con su inclinacin a la facilidad; contra la trampa
benfica del querer-el-bien-del-sujeto.
Volviendo al Aplogo, San Martn con su acto altruista no lo mata ni lo besa, envolvindolo con su bien demuestra
que tiene tanto el poder de dar esta pieza de gnero como de conservarla, testimonia no solo de su buen corazn, de
los mandatos divinos, sino tambin de su poder.
El abrigo compartido le permite poner de relieve que ni el valor del objeto, ni el gesto, son reductibles a su valor de
uso ni a su valor de intercambio, sino a su valor de goce. Es lo que la economa deja de lado.
La historia destaca el carcter dual, imaginario del altruismo, que no es ms que la proyeccin del egosmo en el
sentido que el otro no es sino otro yo mismo, rebajamiento del deseo a la demanda, de la demanda a la necesidad
y de la enunciacin al enunciado.
Lo que Lacan interroga enEl Seminario, Libro 20,[6]la otra satisfaccines el ms all de la necesidad.
Hay un ms all que se llamadeseo, cuando se trata de otra cosa y opera por desplazamiento y un ms all que
se llamagoce, otra cosa no vinculada al placer, al exceso de placer sino al mal, lo que exige un franqueamiento. El
corazn de eseyo mismoes el mal, tal como Freud define al hombre enEl malestar en la cultura.[7]
Es una definicin del hombre que integra la pulsin de muerte.
Se puede ubicar, en el Aplogo, algo delpartenairesntoma? Hay dos respuestas en el curso mismo:
1) Una primera respuesta, desde el soldado, el que da afirma su poder y sobre todo su rango, encuentra en el pobre
unpartenaireque le refleja su potencia. Del lado del pobre, el que no tiene exige que se lo reconozca no solo en su
pobreza, sino tambin en el valor de su ser, ms all de lo que le falta.
2) En el Aplogo no se llega a la constitucin delpartenairesntoma, la cuestin de la beneficencia recubre con un
velo la cuestin del goce, que no llega a plantearse.
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Ella se ubica en la zona destinada a los criados y va llevando a los mendigos que encuentra cerca de la iglesia. Los
rengos, el ciego, el loco, el leproso, la prostituta, la enana.
Los ubica en la casa donde ella tiene su cuarto, los distribuye en habitaciones y los rene alrededor de la mesa. Les
da casa, abrigo y alimento.
El clima es tenso, la primera reaccin violenta que aparece es de todos contra el leproso cuando le descubren la lesin
en su mano, ella es la nica que lo defiende y los intenta convencer de que se merece el trato de un enfermo, mientras
uno de ellos dice: En la Iglesia mete esa mano en la pila santsima y dice:Ojal se le pase lo mo a todos.
Ella quiere hacerlos trabajar y transformar esa casa en albergue, donde los pobrecitos que estn de paso, encuentren
techo y comida.
En el momento en que la casa principal queda sin sus dueos porque Viridiana se ha tenido que ausentar, los
pobrecitos la toman por asalto. Proponen hacer una comida, usar los bienes, manteles, vajilla, tomar el mejor vino.
En medio de ese festn se desata el descalabro, que uno espera desde el principio.
En una memorable escena que reproduce la ltima cena, uno de ellos, un Judas, avisa al ciego (en el lugar de Cristo)
que otro se ha apropiado de la mujer que l deseaba.
Todo termina en destrozo. Al regresar Viridiana a la casa, se enfrenta con el fracaso de su misin.
Es el fracaso lo que la introduce en el circuito mundano de hombres y mujeres, representado por su inclusin en una
partida de tute cabrero con su primo y la criada. Saba que acabaras jugando al tute con nosotros, dice el primo al
recibirla. La escena sexual est aludida y cada uno podr suponer cul ser el premio del ganador.
Buuel haba imaginado un final en donde ella, con su pelo suelto, tocaba la puerta de las habitaciones de su primo.
La censura se lo impidi, l la cambi por esta que fue aceptada por ser inocente. Al censor se le escap la alusin
a un posiblemnage trois, ms pernicioso que el primero; como en los sueos lo censurado se abre paso.
EnEl juguete rabiosode Roberto Arlt, la caridad no existe.
Son personajes patticos, ruines y desesperados. Es una novela sobre la marginalidad urbana.
Viven de los robos y las trampas, y tambin de pequeas invenciones para el mal. Los robos estn ms destinados a
destrozar, a romper, que a conseguir un botn que les mejore la vida.
Con un tubo de hierro, una curea hecha con las tablas de un cajn, el inventor dice:
Este can puede matar, este can puede destruir -y la conviccin de haber creado un peligro obediente y mortal
me enajenaba de alegra. Otra frase: Llegamos a convencernos que robar era una accin meritoria y bella.
En el final, el personaje central, Silvio Astier, delata el robo que planea hacer con su mejor amigo, delata a su amigo
y lanza una verdadera apologa de la traicin:
Hay momentos de nuestra vida en que tenemos necesidad de ser canallas, de ensuciarnos hasta adentro, de hacer
alguna infamia, de destrozar para siempre la vida de un hombre y despus de hecho eso, podemos volver a caminar
tranquilos.
No hay atisbo de buenos sentimientos hacia el prjimo, se vinculan entre s para hacer alguna maldad y en el momento
final uno delata a otro, que haba sido su compaero de ruta hasta ese preciso momento.
Viridiana y la novela de Arlt parecen estar en las antpodas, sin embargo tienen algo en comn, muy bien descripto
por Oscar Masotta en su ensayoSexo y traicin en Roberto Arlt.[9]
La comunidad, ser comunidad de humillados? Comunidad? Ser que el sufrimiento y la humillacin acercan
ms a los hombres entre s? Todo lo contrario: los humillados, en esta obra, son a la vez seres moralmente culpables,
y nada ms difcil para un culpable que aceptar o ser aceptado por otro culpable.
Si hay un tema rector en esta obra, hacia donde confluye lo ms especficamente arltiano, entiendo que es en la
imposibilidad de contacto entre humillado y humillado. Arlt, que conoca a Dostoievski, saba muy bien quenada
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hay ms estrecho que la relacin que une al verdugo a la vctima, el humillado al que humilla. Pero saba muy bien que esa
relacin es improbable entre humillados.
En las dos obras no hay comunidad entre los humillados, no hay relacin, no hay ideales. Cada uno parece ser para
el otro el andrajo que se le puede robar. Sin embargo, si hay vnculo estrecho entre el humillado y el que humilla, ah
s, parece poder armarse unpartenaire-sntomaen donde elpartenairese sita en relacin con el otro en trminos de
goce.
Para que elpartenairese pueda constituir como tal para el otro, no se trata de este amor, amor al prjimo, amor
narcisista, es necesario que algo del goce est en la jugada. Es por esto mismo que la siguiente clase del curso trate la
revalorizacin del amor, abre a un amor diferente, articulado con lo real.
Si nos quedramos en el Aplogo nos encontraramos con un clsico expresado con claridad por Lacan:
No necesito pedirles que avancen demasiado en la experiencia de sus enfermos -queriendo la felicidad de mi
cnyuge, sacrifico sin duda la ma, pero quin me dice que la suya entonces no se evapore totalmente tambin?
Notas
1. Miller, J.-A.:El partenaire-sntoma, Paids, Buenos Aires, 2008.
2. Lacan, J.:El Seminario, Libro VII,La tica del psicoanlisis, Paids, Buenos Aires,1988.
3. International Bible Students Association, Brooklyn, New York, 1985, pg. 1389 - 1445.
4. Freud, S.: El malestar en la cultura,en:Obras completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1993, Vol. XXI.
5. Op. Cit.
6. Lacan, J.:El Seminario, Libro 20, Aun, Paids, Barcelona, 1981.
7. Op. Cit.
8. Arlt, R.:El juguete rabioso,Tolomia, Entre Ros, 2008.
9. Masotta, O.:Sexo y traicin en Roberto Arlt,Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2008.
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singularidad del modo de gozar que se vuelve necesario a partir de la contingencia inicial y la invencin con la que
el sujeto ha venido a recubrir tanto la contingencia como la singularidad de su modo de gozar.[3]
Encuentro otra consecuencia que se puede deducir de esta lectura del discurso psicoanaltico, es un cierto avance en
la precisin -es la forma que encuentro para decirlo- para cernir la imposibilidad, otra manera de decir lo Real, a la
que nos confronta nuestra prctica.
Freud ubicaba la imposibilidad del psicoanlisis -cuando lo equipara a las imposibilidades de educar y de gobernaren relacin a la duracin de los tratamientos -ya que en esa poca solan ser breves- tanto como a la confrontacin con
la roca de la castracin, que entenda como el rechazo de la posicin femenina para ambos sexos.[4]
Lacan formula la imposibilidad del psicoanlisis en la de la escritura de la proporcin sexual, pero en lo que respecta
a la escritura de los discursos, sta se va a ubicar en la no relacin entre las letras. Es decir que esa no relacin
la concibe sobre el fondo de la relacin la doble barra que indica la no relacin entre los denominadores en los
matemas de los discursos.
En lo que entiendo que Miller avanza en Comandatuba es en la escritura misma de la no relacin es un oximoron- ya
que sta es la que sostiene el sentido de lectura de cada una de las letras del discurso psicoanaltico de esa praxis que
l plantea en ese momento como a inventar, una praxis basada en eleso falla.
En su entrada sobre el Discurso Psicoanaltico, orientada hacia el prximo Congreso de la AMPEl orden simblico en
el Siglo XXI Graciela Brodsky, avanza en esa direccin. La tesis en la que leo este desarrollo es la que desarrolla
sobre el Agente, a su vez sostenida en la hiptesis de que es el objetoay la deriva pulsional lo que genera el campo
del Otro, desplazando la hiptesis de la primera enseanza de Lacan acerca del Otro como tesoro de los significantes.
Ello implica una rectificacin en la concepcin de la posicin del analista en el discurso del que es agente, ya no
orientada por el Significante de la Transferencia y la relacin entre significantes, sino en la dimensin libidinal de la
transferencia.
Si la transferencia se equipara simplemente a su algoritmo, el campo de aplicacin del psicoanlisis se restringe a los
sntomas clsicos. Si en cambio se toma en cuenta que la pulsin obliga a pasar por el campo del Otro para encontrar
sus objetos, es posible aceptar que el objetoapuede bastar para que un sujeto establezca un lazo con el Otro, y que este
lazo, no motivado por el sujeto supuesto saber, es decir por la suposicin del inconsciente, puede ser suficiente para
que el analista, objeto antes que significante, encuentre su lugar en el discurso que lo tiene como agente. [5]
Si consideramos que el sntoma en nuestro discurso, ya no trafica slo con el sentido, que su hueso, el grano de arena
segn Freud, es signo de la no relacin entre los sexos -Miller lo define enUna fantasacomo signo de puntuacinpodemos acordar con la cita con la que G. Brodsky concluye su entrada sobre la praxis del psicoanlisis
es una prctica delirante, pero es lo mejor de que se dispone actualmente para hacerle tener paciencia a esa
incmoda situacin de ser hombre. [6]
Ya que si el discurso psicoanaltico es una manera de tratar el goce por medio del dispositivo de conversacin S1- S2,
cuanto ganamos al introducir la perspectiva del silencio que es lo que precisamente se lee en un signo de puntuacin.
En todo caso, es la posicin inversa a la que un delirio como el de Schreber empuja a que todo sinsentido se anule.
Estriba acaso en esta torsin la risa del psicoanalista?[7]
Notas
1. J. Lacan:Radiofona y Televisin, Ed. Anagrama, Barcelona, 1977
2. J.-A. Miller: Una Fantasa enRevista Lacaniana No. 3.
3. J.-A. Miller: El futuro del Micoplasma Laboratorium, XXXVI Jornadas de la ECF, 7.10.2007 (indito)
4. S. Freud: Anlisis Terminable e Interminable,Obras Completas, Biblioteca Nueva
5. G. Brodsky: Discurso del analista enScilicet El orden Simblico en el Siglo XXI
6. J. Lacan: Apertura de la Seccin Clnica enOrnicar?,Petrel, Barcelona, 1981
7. K. Marx:El Capital, Tomo I, Libro 1, Siglo XXI, 1980
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Borde de semblante
Kuky Mildiner
En la Presentacin del tema para el VII Congreso de la AMP, Jacques-Alain Miller propone articular una dialctica
del sentido y del goce en la experiencia analtica y manifestar en nuestros trabajos el borde de semblante que ubica el ncleo de
goce, no borrar el semblante sino recuperarlo. [1]
Tomar el borde del semblante a partir de la nominacin, esto es, a partir del nombre y el acto de nombrar que este
implica.
Una referencia obligada para este tema es el curso De la naturaleza de los semblantes. All J.-A. Miller define al
semblante como lo que hace creer que hay algo all donde no hay [2]. En el camino al nudo borromeo, perspectiva que
estipula la equivalencia de los tres registros, el semblante es una escala que nos permite tratar juntos lo simblico y lo
imaginario. Pero, Miller aclara, sostener que el semblante no tiene ninguna relacin con lo real sera ser nominalista,
cosa que, segn Lacan, un analista nunca podra ser. Cmo ubicar entonces la relacin del semblante con lo real? Un
sesgo posible es aquel que lo propone como ex-sistente a partir del nombre.
Retomando una cita de El despertar de la primavera donde Lacan ubica .el nombre como existencia. O sea, el
semblante por excelencia[3], J.-A.Miller afirma: El nombre es, sin duda, semblante, pero toda la cuestin es que termina por
ex - sistir. Y agrega un nombre que ex - siste es la perfeccin del semblante [4]. Es lo que pondr a trabajar como un
modo de situar el borde del semblante.
Respecto de la exsistencia: sabemos que pas a ser una categora de la ltima enseanza de Lacan. Es aquello con lo
que se califica, hablando con propiedad, lo real [5]. La posicin de la existencia se realiza una vez que se atraves el
orden de las causas, es decir, un orden de sentido. Esta nocin modifica a la de consecuencia ya que introduce una
discontinuidad entre el
antecedente y el consecuente. Subsiste el consecuente desarticulado y liberado del antecedente.Es un resultado, pero
un resultado que queda incluso mientras que se borra la operacin de la que resulta. Diferente del supuesto que
queda anudado a la condicin.
Respecto del nombre: Es en el Seminario 22, R.S.I. donde J. Lacan se interesa especialmente en el acto de nombrar.
Que dice al respecto? La nominacin es la nica cosa de la cual estamos seguros que eso hace agujero[6].
En la lingstica se distingue el dar nombre,de la comunicacin. En el nombrar la habladura, hablando propiamente, se
anuda a algo de lo Real [7].
Y contrapone lo que puede ser comprendido, el para todos, de lo que est fuera de toda comprensin, el para uno.
En la comunicacin estaran en primer plano: o bien la referencia - aquello de lo que se trata - o bien el Otro a quien
uno se dirige. Mientras que en el nombrar se cuestiona la evidencia de la comunicacin. Lo dice de un modo muy
interesante, jugando con el equivoco: Yo me esfuerzo simplemente por vaciarlos (les evider), lo que no quiere decir lo mismo,
porque vaciar (vider) reposa sobre vaco (vide) y evidencia (evidence) sobre ver (voir) [8]. De lo que se deduce que el nombre
remite al sin referente, denuncia el espejismo de la referencia [9].
Incluso en la clase 11 de dicho Seminario ubica la nominacin como la introduccin de un cuarto elemento en el nudo.
Cuarto elemento que enEl Seminario, Libro 23, El Sinthome,lo referir alsinthome. La teora del nombre se relaciona
con las teoras de los nombres propios y los comunes (y estos con el escrito). El nombre propio necesita de un
tratamiento lgico especial, presenta una dificultad especfica en la medida en que resiste la traduccin por funciones.
En ese punto lo relaciona con lo escrito .En el epilogo deEl Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del
psicoanlisis,Lacan hace una diferencia entre susEscritos(no-para leer) y la transcripcin de su seminario, para que
se lea.
Esta agudeza respecto del escrito, Lacan dice que ya ha sido establecida antes por Joyce, quien introdujo el escrito
como no para leerlo. Y que seria mejor que se dijese lo intradujo, ya que hace de la palabra trfico mas all de las
lenguas.
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Es interesante situar al respecto que en la Biblia, referido al nombre de Dios, tambin se ubica ste como un escrito
de cuatro letras, en hebreo, no para leer. Se pronuncia de maneras plurales: Adonai, Elohim, etc., pero aquello que se
escribe no se podr leer. Tambin en el Seminario 22 y a propsito del tema de nombrar, Lacan habla de los judos que
han sido muy gentiles al explicar qu es lo que llaman padre: Lo hacen en un punto de agujero que incluso no podemos
imaginarsoy lo que soy.-eso es un agujero, no? Un agujero,eso traga, y luego hay momentos en que eso vuelve a escupir,
Qu? El nombre [10].
Respecto de esto J.A.Miller, en su curso El desencanto del psicoanlisis, ubica que el sentido de la prctica no es
pensable.si no funciona el envs del psicoanlisis, que es el discurso del amo y el amo instalado en su lugar. Para lograr que
el sujeto lo vuelva a escupir, es preciso que en primer lugar haya sido marcado por ese significante[11]. Volver a escupir el
nombre implica el movimiento de un anlisis. Del discurso del amo al discurso del analista.
Si tomamos el camino que va del semblante en el discurso del inconciente al del discurso del analista, se pueden
ubicar esos dos valores diferentes del S1. En el discurso del inconciente, el significante amo (en el lugar del semblante)
como la gloria de una marca que se repite y que lleva al sentido, con un modo particular de elaborar el goce. El goce
que estar siempre a travs de todas las significaciones, a travs de todos los efectos de sentido, de donde se deduce la
posicin subjetiva. En el discurso analtico, Del lado del analista, existe hacerse el ser de abyeccin. Pero eso no es todo. Del
lado analizante, el Uno se admite, bien que resulte puesto a trabajar all. Es puesto a trabajar, ya que finalmente resulta siendo
producido [12]. Es as que Tal vez sea del discurso del analista de donde puede surgir otro estilo de significante amo [13].
Creo que volver a escupir el nombre se podra pensar, en este sentido, como el surgimiento de otro estilo de S1.
Implica un volver a los fundamentos a la vez que un acto de invencin.
Entonces es a ese S1, como nombre producido,escupido en el discurso del analista, S1 que no llama a la
significacin, sino efecto de las vueltas dichas en un anlisis, al que podemos ubicar como nombre que ex siste como
borde de semblante singular.
Un nombre producido, al tornarse ex-sistente, puede ser tomado como borde de semblante.
Notas
1. http://www.elp-debates.com/e-textos/hacia_VII_congreso_JAM.prn.pdf
2. Miller, J.A.,De la naturaleza de los semblantes, Editorial Paidos, Bs.As., 2002, Pg. 17.
3. Lacan, J.,El despertar de la primavera, enIntervenciones y textos 2, Editorial Manantial, 1993, Pg.112.
4. Miller, J.A., dem (1), Pg. 21.
5. Miller, J.A, La ex sistencia, enLo real y el sentido, coleccin Diva, Bs.As., 2003, Pg.52.
6. Lacan, J, Seminario 22, R.S.I. Indito. Clase 10.
7. dem (5)
8. dem (5), Clase 7.
9. Laurent, E., Sans referente en Papers numero 1, febrero 2009.
10. Lacan, J., Idem (5), clase 10.
11. Miller, J.A., El desencanto del psicoanlisis (indito)
12. Laurent, E., La carta robada y el vuelo sobre la letra. EnSntoma y nominacin,Coleccin Diva, Bs..As., Pg. 171.
13. Lacan, J.,El Seminario, Libro 17, El Reverso del Psicoanlisis, Ediciones Paidos, Bs.As., 1992.Pg. 190.
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los personajes de la realidad para remitirlos a una funcin puramente lgica, metaforiza de todos modos el pasaje
por el complejo de Edipo.
La posterior transformacin del Nombre del Padre es llevada hasta su pluralizacin, y finalmente se ver reducida
a ser un elemento ms entre otros cuyo objetivo es el de mantener unidos los tres registros, lo cual modifica
sustancialmente la idea freudiana del Edipo como articulador central. Ya no se tratar ms del determinismo que
dichos elementos introducen en la subjetividad del nio y que estaban estrechamente ligados al otro parental. Esta
trasformacin conceptual modifica la idea del determinismo que supone la nocin de estructura y abre a la nocin de
creacin que se desprende de la ltima enseanza de Lacan.
Hoy, estamos en la poca del Otro que no existe y del ascenso al cenit social del objetoa.Por otra parte,
la poca nos muestra por todas partes que del declive del padre, que arrastra a todas las figuras de autoridad, no se
puede responsabilizar al psicoanlisis. Ms bien es el amo oculto del capitalismo el que favorece esta cada. En este
sentido, el psicoanalista es aquel que lee la subjetividad de su poca y el que la interpreta.
El declive del padre y de los ideales, que encuentra su forma ms acabada en la inconsistencia del Otro, ilustrada en
todas sus formas en el mundo contemporneo, tiene efectos en el modo de pensar la clnica.
Es esta ltima perspectiva la que propongo para pensar la clnica de los adolescentes en la actualidad. Algunos
casos en los que la funcin paterna parece estar en cuestin, estar muy descalificada o simplemente ausente, la
aparicin en el anlisis de un significante promisorio para el futuro pareciera venir a ordenar un Otro para ellos. El
deseo de ser bombero, en un adolescente que haba tenido serias conductas piromaniacas en la niez, las cuales
testimoniaban de un empuje de la pulsin que parecera no encontrar ningn freno ni lmite en la funcin del padre,
transform al significante bombero en un elemento ordenador de su futuro. La firme decisin de otro de llegar a ser
militar -presentndose ya a las primeras entrevistas con dicho uniforme que la institucin elegida para sus estudios
secundarios le obligara a llevar- encontr su origen en un recuerdo de la infancia en el que el ser saludado por su
nombre por el polica del barrio hizo del ser nombrado por un ser nombrado para y compens el desentendimiento
temprano de su padre respecto de l. Finalmente, la aparicin del deseo de estudiar criminologa, en una adolescente
cuyas coordenadas simblicas respecto de su nacimiento estn impregnadas de muerte y de rechazo por parte del
padre, y cuyo entorno familiar actual no es mucho mejor, va en la misma direccin.
La hiptesis que me interesa introducir es la de que un significante cualquiera puede venir a ordenar una existencia
y proyectarla hacia el futuro. De la misma manera que en la poca de Freud -poca de la existencia de un Otro
consistente- este ordenamiento hacia el futuro era remitido exclusivamente a la transmisin que hiciera el padre y
las figuras que lo representaban, as fuera para seguirlas o para oponrseles, en la actualidad el psicoanlisis puede
tomar el relevo de esta funcin.
Mi idea es que el Otro cambia y que el psicoanlisis puede ayudar al adolescente a encontrar significantes que
otrora se le adjudicaban al padre como principal agente de su transmisin. La clnica con adolescentes me ensea
que el psicoanlisis puede ayudarlos a encontrar un significante propio por donde orientar sus deseos en una poca
marcada por la inconsistencia del Otro.
Notas
1. Freud, Sigmund. Sobre la psicologa del colegial, en:Obras completas Tomo II. Ed. Biblioteca Nueva. Madrid, Espaa. 1973. Cap: LXXVIII
2. Lacan, Jacques.La Familia. Ediciones Homo Sapiens, Argentina, 1977.
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Luego, Temple explica de modo detallado siguiendo las huellas de lo contado por la madre la forma de aparicin del
autismo en su caso. La madre tuvo a la nia a los 19 aos, era un bebe bueno y silencioso, a los 6 meses not que
la nia ya no era mimosa y que se pona rgida cuando la tomaba en brazos, incluso una vez la ara. La madre no
entenda su conducta y se senta herida por las acciones hostiles de la pequea.
A medida que pasaban los aos, adems de ese rechazo al contacto, se sumaron la obsesin con los objetos que giran,
la preferencia por la soledad, las conductas destructivas, los berrinches, la incapacidad para hablar, la sensibilidad a
los ruidos sorpresivos, una sordera aparente y un intenso inters por los olores.
Cuando Temple tena tres aos, la madre consulta a un neurlogo porque la nia no se comportaba como los dems
nios.
Se le administran a la nia determinadas pruebas que validan el diagnstico de autismo, y a pesar de que los
resultados no son tan alarmantes, la nia no es normal. En ese momento solo se recomienda terapia del lenguaje
para que pueda comunicarse. Me interesa resaltar esta vertiente del diagnstico ya que muchas escuelas insisten en
este aspecto, creyendo que una clasificacin acertada de este tipo de nios les dar pautas milagrosas sobre qu hacer
con ellos. En nuestro pas la categora TGD del DSM IV ha ganado terreno en los ltimos aos sin que esto tenga
mayores consecuencias salvo para discriminar a los que la portan, diciendo: este nio no es para este colegio.
En cuanto al lenguaje y la comunicacin en Temple, relata que entenda lo que decan los dems pero era incapaz
de responderles y que gritar y agitar las manos eran los nicos medios que poda utilizar para tratar de comunicar
algo. Cuando hablaba lo haca con voz apagada, con escasas inflexiones y sin ritmo. Tampoco poda mirar a la gente
a la cara y le interesaban poco los otros nios, prefiriendo su mundo interior. Este funcionamiento del lenguaje en
los autistas nos remite a los desarrollos de Jean-Claude Maleval que siguiendo a Lacan afirma que no se trata del
mutismo en los autistas, sino que estos son ms bien verbosos, es decir hablan pero con ese lenguaje de cotorra,
pronunciando las palabras, pero sin utilizarlas, hay una voz artificial, particular, sin expresividad. Los autistas hablan
sacando palabras pero siendo sordos al sentido.
En el caso de Temple, y de otros nios con estas caractersticas, hay una sensibilidad extrema a los ruidos, ella relata
lo torturante de la sirena de un barco o lo insoportable de las fiestas de cumpleaos con las cornetas y matracas. Lo
explica desde la incapacidad de los autistas para manejar estmulos simultneos, pero creo que podemos pensar que
los sonidos externos duplican las palabras que ellos tienen en la cabeza o dicho de otro modo, las alucinaciones que
tiene un carcter ms o menos vocal.
No hay nada ms infructuoso que dirigirle la palabra a un nio autista esperando una respuesta acorde a los modos
de intercambio entre neurticos. An cuando entiendan nuestra pregunta o peticin, solo nos contestarn en el
momento en que estos dichos entren en concordancia con su propio lenguaje.
J-Claude Maleval lo explica del siguiente modo: Si hay una constante discernible en todos los niveles del espectro
del autismo, esta reside en la dificultad del sujeto para tomar una posicin de enunciador. Habla, sin problemas, pero
con la condicin de no decir.
Respecto del lenguaje es interesante que a Temple la denominaran parlanchina ella explica que tena que ver con
su obsesin de formular preguntas y la perseverancia respecto de un tema.
Temple dice: incluso de noche, estando en la cama, tena que hablar: contarme cosas a mi misma en voz alta
Si relacionamos esto ltimo con lo planteado por Lacan en 1975, en la Conferencia en Ginebra sobre el sntoma, l
dice que los autistas se escuchan ellos mismos, que escuchan muchas cosas y esto desemboca en la alucinacin, que
tiene un carcter ms o menos vocal. Siguiendo esta misma orientacin Jean- Clande Maleval seala que la voz es un
objeto pulsional que presenta la especificidad de comandar la identificacin primordial, de tal suerte que ceder sobre
el goce vocal implica la inscripcin del sujeto en el campo del Otro. Los autistas sufren su soledad y buscan entrar en
comunicacin pero Cmo hacerlo sin poner en juego el goce vocal?
Dice Temple Grandin ante un comentario referido a su tono de voz menos apagado:
durante varios das trat de descifrar lo que eso significabadecid que al volverme ms socialmente perceptiva, mi
tono de voz tena que haber mejorado.
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A partir de esta situacin el autor coloca el binomio placer-displacer en un momento previo y otro a posteriori: vida
intrauterina-placer /trauma del nacimiento-displacer. De esta manera todos los intentos del ser humano, a lo largo
de la vida, estaran girando en torno a volver a la fase intrauterina donde existe la seguridad.
Ms all de los desacuerdos que podamos tener con el enfoque biolgico que propone Rank hay una lgica que se
escurre detrs de sus planteamientos. Como seres humanos advenimos a un mundo que se caracteriza por una falta
fundamental, donde las ideas de armona, de completud y de unicidad son mticas. La idea mtica de la completud
representa de lo que el sujeto ha sido supuestamente separado, quitado, esta separacin es lo que conocemos con
Freud como castracin, una situacin subjetiva de vaco e incompletud primordial.
As, con la entrada del sujeto en el lenguaje, hay el sometimiento a una ley simblica; pero no existe la posibilidad que
todo se reduzca al campo de lo simblico, no todo es regulado por dicha ley, es decir siempre queda un resto, algo
que se escapa a ella. Ante este resto, el sujeto se encontrar sin respuestas: encontrarse sin respuestas ante este Real
es la definicin ms sencilla que podemos brindar del trauma. Esta es la dimensin procesual del mismo, su carcter
constitutivo en todos lo seres humanos.
El trauma es aquello que en algn momento de la vida puede repetirse y se traduce en una confrontacin del sujeto
con dicho Real, ante el cual queda sin respuestas, producindose el afecto que llamamos angustia. En este sentido
estamos haciendo referencia al trauma como acontecimiento [7]. Es lo que ocurre en el caso de nuestra investigacin
con falla el semblante hombre-directivo, por esa razn podemos hablar de una clara situacin de trauma ante la cada
de dicho semblante.
Ante lo Real traumtico del origen hay respuestas fundamentales que los seres humanos deben construir: una por
la va de la relacin del sujeto con el Otro, sede de las identificaciones simblicas. La otra va es la relacin con el
otro semejante, especular que brinda la idea de un autodominio, de una autodefinicin, brinda la suposicin ilusoria
de esas virtudes. Existe una categora central en el edificio terico del psicoanlisis que agrupa estas respuestas
simblicas e imaginarias, esa categora es: el semblante.
Ella engloba tanto el registro de lo Imaginario como el registro de lo Simblico y se opone radicalmente al registro de
lo Real. Es lo que tiene funcin de velar la nada. Comprende imgenes y significantes que constituyen el discurso, el
saber, el parecer, la verdad y el ser [8].
La nica manera de establecer un lazo social es el semblante, el sujeto humano debe responder a su posicin de
prdida estructural con semblantes que han funcionado para l a partir de su relacin con el otro de la imagen y el
Otro del significante.
$ expresara la relatividad, la disolucin de las identidades, como traduce adems el trmino mismo de identificacin, que
significa que una identidad en cierto sentido es siempre semblante. La identificacin es una identidad de semblante[9].
El sujeto llamadoinfansllega al mundo del lenguaje falta de representacin, falta de identidad y falta de algo que lo
nombre completamente. A travs del binomio identidad-identificacin empezar a construir, no sin el otro y el Otro,
su ser como sujeto. Este ser ser siempre sexuado.
ser reconocido como humano es una de las primeras tareas que el infans requiere para ir constituyndose. Esa es la funcin
primordial del Otro sexualizante desde an antes del nacimientoeso que llamamos identidad antecede al sujeto quien deber
apropiarse de una que le ser otorgada[10].
La lgica de las identificaciones narcisistas que acompaan al sujeto en este momento subjetivo cumplen, en la
constitucin subjetiva, una posicin central: brindan al sujeto una aparente solucin para hacerle frente a la
prematuracin del nacimiento, al agujero primordial del ser prematuro de la biologa.
Las identificaciones narcisistas, con el propio cuerpo y con el semejante, brindan al sujeto la posibilidad de una
identidad que de manera constitucional le es negada.
en este sentido el psicoanlisis nos lleva ms bien a la falta de identidaden lo imaginario, porque la fragmentacin en que
se halla el infans encuentra su unificacin en el reflejo que le aporta el otro y en el cual se reconoce como yo. Est as condenado
a encontrarse fuera de s, siempre en otro lugar, desdoblado[11].
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Para hacerle frente a la situacin de rivalidad, competencia y agresividad debe haber una intervencin simblica
que sirva de normalizacin de todas esas reacciones imaginarias, estableciendo una separacin de objeto, y con ello
orientar al sujeto en la construccin de su propio deseo.
la pacificacin es obra de un tercero, el Otro simblico[12].
Un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante dir Lacan. A partir de la localizacin de un
grito del nio/a tenemos un S1, lo que har que ese grito se convierta en llamado ser la intervencin del Otro que
localiza en ese grito un llamado y aporta la dimensin de la respuesta, que es un S2 [13].
del lado del Otro el grito entraa de inmediato un Eres t, un Eres t! Infinidad de ancdotas reflejan lo que sera el
reconocimiento intuitivo, directamente simptico, del grito del nio por su madre, y establecen de la manera ms simple, ms
reducida, el reconocimiento de la identidad del sujeto por parte del Otro [14].
Una de las ideas que dan evidencia de la falta de identidad completa en los seres humanos la hemos visto ya en el
registro de lo imaginario, ahora bien, en el registro de lo simblico, donde Lacan localizar al sujeto, se dar la misma
situacin.
en este sentido el psicoanlisis nos lleva ms bien a la falta de identidaden lo simblico, porque el lugar de la palabra est
primero en el Otro. El bao de lenguaje es en principio exterior a lo que ser un sujeto y cuando adviene como tal, esa palabra se
inscribe en el sujeto pero como discurso del Otro (inconsciente), en una torsin que hace de este lugar del Otro lo ms propio del
sujeto[15].
Esta pequea introduccin al terreno de lo simblico y a la constitucin subjetiva en general nos abre el camino para
abordar los elementos fundamentales que sirven para pensar a la subjetividad masculina en el psicoanlisis. A partir
del binomio identidad-identificacin, pasando por las teorizaciones del complejo de Edipo, hasta llegar a lo que
conocemos con Lacan, por un ms all del Edipo: las frmulas de la sexuacin.
Estas frmulas dir Sinatra, abren paso a legalizar la no naturalidad de la sexualidad tanto para hombres como para
mujeres, por estar sujetas a condiciones especficas y precisas de satisfaccin infantil, as como por identificaciones
de las cuales es imposible anticipar sus orientaciones. Es pensar tanto al goce sexual como a la identidad sexual
desalojada de los genitales, es pensar a la sexuacin con relacin al goce y no con relacin al cuerpo imaginario.
A partir de la honda repercusin que tuvo para Sigmund Freud la muerte de su progenitor, existi un inters
particular de este autor por las teorizaciones acerca del padre, acompaado igualmente por un mito: Edipo Rey.
Con elsueo de muerte de personas queridas, Freud nombraba un apartado de la obra citada al inicio y arrancaba sus
investigaciones sobre el Padre.
En las obras dedicadas a esta problemtica del padre y del Edipo [16] Freud se va a mover en algunas direcciones,
una de ellas ser la identificacin al padre segn la cual el nio pone de manifiesto un particular inters por su padre;
quisiera ser como l y reemplazarlo en todo. Podemos decir que hace de su padre su ideal. En nuestra investigacin
tenemos dos particularidades en la construccin de la subjetividad masculina, esta pasa por la identificacin al padre
y de manera general al sujeto masculino. Por un lado tenemos la identificacin a un padre completo, sin falta y por
otro a uno que se equivoca, que falla y que trasmite la falta. Tenemos entonces que la subjetividad masculina se erige
por una suposicin de saber al sujeto masculino, dgase padre biolgico o padre profesional.
En las obras mencionadas, Freud destaca el lugar del nio en el complejo de Edipo. Este lugar del varn ser
catalogado como completo en este complejo, formando parte de l, el Edipo positivo: identificacin al padre y desde
all abordar a la madre, y el Edipo negativo: nio desde una posicin pasiva, desde el lugar de la madre, espera la
satisfaccin sexual por parte del padre [17].
Lo que debe ocurrir para poner fin a este Edipo completo es el complejo de castracines sabido que el complejo de
castracin inconsciente tiene una funcin de nudola instalacin en el sujeto de una posicin inconsciente sin la cual no podra
identificarse con el tipo ideal de su sexo[18].
La manera de describir el complejo de Edipo por parte de Freud adquiere dos caractersticas, es mtica y fenomenolgica,
as afirma que el Edipo en el nio, esos deseos de tomar a la madre como esposa y apartar al padre, como rival, estos
deseos el nio los ve pospuestos por la amenaza de castracin, por el peligro de perder lo que tiene, esto da lugar
al abandono en el nio del Edipo, su represin e instaura lo que sera el sper-yo como heredero de este complejo.
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La lgica del Edipo en Lacan adquiere su importancia en la medida en que la hace pasar por las categoras fundamentales
en que piensa la subjetividad, lo imaginario, lo simblico y lo real. Por razones propias del movimiento que realiza
con relacin a Freud vamos a referirnos a la lgica simblica en el complejo de Edipoel complejo de Edipo no es tan
solo una catstrofe porque es el fundamento de nuestra relacin con la cultura[19].
Se produce una lectura lgica del mencionado complejo, que da paso al lugar de lo simblico, va los significantes, en
los seres humanos e instaura la funcin del deseo, propio de cada sujeto:
Por estas razones Jacques Lacan dir que:el sistema cuaternario tan fundamental en los impasses, las insolubilidades
de la situacin vital de los neurticos tiene una estructura bastante diferente de aquella que se da tradicionalmente el deseo
incestuoso por la madre, la interdiccin del padre, sus efectos de barrera, y, alrededor, la proliferacin mas o menos frondosa de
sntomas. Creo que esta diferencia debera llevarnos a discutir la antropologa general que se desprende de la doctrina analtica
tal como se la ensea en el presente. En una palabra, todo el esquema del Edipo debe criticarse[20].
Tanto el padre como la madre en el Edipo de Lacan van a tomar el lugar de funciones, y la operacin se va a reducir
a una metfora, sustitucin del significante del padre por el significante de la madre, por esta razn a esta operacin
lgica Lacan la llama metfora paternauna metfora, ya se los he explicado, es un significante que viene en el lugar de
otro significante[21].
Entonces nos dir Lacan, que la va que tiene su lugar es la metafrica, es la barra producida, la sustitucin del
significante del Nombre del Padre, sobre el otro significante: Deseo de la madre. Las consecuencias de esta operacin
son las siguientes: separa el deseo de la madre del deseo del nio, como una relacin simbitica y completa,
introduciendo con esto, va el nombre del padre, la castracin simblica y la significacin flica, que permite que
puedan, madre e hijo, realizar sus propios deseos.
lo concibo como el tiempo del devenir del sujeto, el tiempo que permite que el sujeto pueda separarse del deseo de la madre
para comenzar a inscribir su propio deseo. Se trata de un tiempo constitutivo, es aqu donde comienza a configurarse el proceso de
identidad de todo ser humano. Tambin es el tiempo que nos inaugura como sujetos de la cultura, de modo efectivo, es el tiempo
que nos permite apropiarnos de las reglas del juego con las que luego tendremos mayor o menor xito en la interaccin social, es
el que nos hace aptos para consentir a las normas y los roles sociales[22].
El Edipo entonces nos permite, nos abre las puertas a una posible identidad, que no es sin la identificacin que
se produce con cierto rasgo, con ciertos significantes del padre, de la madre, del Otro de la cultura. Es interesante
destacar ac, va los registros, lo que diferencia una identificacin simblica (rasgo, significante del Otro), de una
identificacin imaginaria (otro semejante, imagen especular).
Nos abre, no sin dejar una huella, tambin la posibilidad de la eleccin de los objetos de amor, y sobre todo impacta y
vehiculiza todo lo referente a nuestra identidad sexual y genrica. En un captulo titulado laidentidad freudiana,Jorge
Chamorro nos dir de ella:
est sostenida en el complejo de Edipo. Juego de eleccin amorosa de objetos, que sostienen identificaciones, decepciones,
desplazamientos constituyen finalmente la identidad de nia y nio, y su buen encuentro[23].
Ahora bien, en psicoanlisis por el mismo movimiento que debe realizarse en la estructura edpica, hay una posibilidad
de decir algo de lo que soy, pero porque existe el sujeto del inconsciente, porque hay una barra a esa identidad, no
voy, en todo lo que digo sobre m, poder hacer referencia al todo ser.
Con relacin al concepto de identidad, desde la perspectiva psicoanaltica nos acogemos ms bien a unms all de la
identidadproponiendo la categora de sujeto. Por esta razn nos parece muy oportuno quedarnos con la definicin
que ha propuesto el psicoanalista argentino Jorge Chamorro:la identidad es todo aquellos en que me reconozco, que lo
reconozco como propio. El estilo, el cuerpo, el pensamiento, el semblante. Estas formas en las que me reconozco no son todo lo que
soy: o sea que all trazamos un campo de divisin entre las formas de reconocimiento y el ser; por eso Lacan va a decir que el ser
humano tiene, en la medida que pasa por el lenguaje, una relacin de forclusin con su ser. Por eso nadie puede decir soy el que
soy. La consecuencia de esta forclusin del ser es la denominada falta en ser[24].
A partir de todos estos planteamientos podemos decir que hay dos posibles maneras de identificacin. Hay una
primera que podemos llamar, una identificacin imaginaria, sostenida por la apariencia del cuerpo y regulada por
lo que se aprecia del tener y el no tener, por la distincin sexuada que proviene de la observacin de los cuerpos. La
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otra, una identificacin simblica que para cada sujeto establece los significantes que van a representar lo que sera
una masculinidad o una feminidad y que se toman del Otro (dgase familia, regin geogrfica, poca, etc.). Es as que
en nuestro estudio, la subjetividad masculina aparece identificada a rasgos simblicos, ms all de lo imaginario,
tomados del padre y de la madre, que hacen sostener, que dan una va para hacer con el semblante hombre-directivo.
Es decir sus maneras de ser y de hacer en la direccin van por el camino del ideal paterno o materno. Los significantes
que toman del Otro representan a la tradicin, cuando el Otro si exista y era consistente, hace posible esto que se
sostengan los semblantes tradicionales de la masculinidad. Al encontrarse con este Real de la cada del semblante de
hombre-directivo, cosa muy comn en nuestra poca hipermoderna, aparece la otra dimensin, momentneamente,
del Otro, que en este caso no existe y se revela como inconsistente. El orden simblico del siglo XXI arroja que los
semblantes tradicionales fallan y como nos indica Graciela Brodsky sobre el cuidado de los semblantes, y el esfuerzo
por hacerlo, seala que a cada posible utopa, hay un Real que destaca su impotencia.
A partir de la teora freudiana del complejo de Edipo, Lacan sacar las consecuencias que llevan a pensar, a nivel de
sus seminarios 4 y 5, que la construccin de la masculinidad y la feminidad tienen lugar al salir del Edipo a partir de
la identificacin en cada caso con el ideal de su sexo. Para el hombre identificarse con los valores de la masculinidad y
para la mujer con los valores de la feminidad. Esto tiene lugar mediante la identificacin, que es un registro solidario
de los significantes que el Otro social va aportando y a los cuales el sujeto va a sujetarse para tener, reconocerse como
ser sexuado.
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Del lado hombre se va a encontrar la escriturax, x que podemos leer para todox, dex. Es decir que para todo
individuo que logre ubicarse de este lado, del lado hombre, se pone de manifiesto la funcin flica como universal.
Este goce flico es un goce situable, localizable y regulado por la castracin. Luego para que este se de y se sostenga
es necesario que para al menos uno este universal no se cumpla, es la funcin de la excepcin y se escribexx, as
podemos leer que existe al menos una x, para la que no dex.
Esta situacin hace ver que para al menos uno est negada la funcin flica y es lo que sita la barra que recubre a
x. Este lmite hace efectivo la funcin del para todos de la castracin.
Ahora bien, el lado hombre de las frmulas de la sexuacin no es un lugar privativo de los hombres, no solo ellos
eligen estar all, sino que como son lugares, elecciones de goce pueden estar igualmente las mujeres, al respecto dice
Lacan:
tomemos primero las cosas del lado en que todo x es funcin de de x, o sea, del lado en que se coloca el hombrecolocarse
all es, en suma, electivo, y las mujeres pueden hacerlo, si les place[27].
A partir de esta explicacin nos gustara citar la definicin que aporta Miller, (2010) sobre lo que sera el hombre
lacaniano, nos dir:el hombre lacaniano, tal como atraviesa los seminarios y los escritos, es por el contrario un ser pesado,
estorbado, embarazado por el tenerEl tener es un estorbo, y como l tiene algo que perder est condenado a la cautelaEl tengo,
como sentimiento que le da una superioridad de propietario un bien que implica, tambin, el miedo a que se lo robenEl goce
flico es por excelencia goce de propietario[28].
De manera general las elecciones que ponen en prctica los seres humanos tienen una consecuencia fundamental, y
es la de responder al trauma inaugural que los constituye y que hemos abordado al principio de este acpite, es un
trabajo por recubrir ese vaco que siempre queda del encuentro con lo Real.
Ahora bien este trabajo que hace el sujeto de colocar sus semblantes, sus identificaciones para velar este vaco que es la
nada, puede en el trascurso de la vida derrumbarse, puede fallar. Es esto lo que puede suceder con las identificaciones
y semblantes que se construyen del lado de lo masculino.
Esta irrupcin de lo Real tiene como caracterstica mostrar al sujeto en su forma ms desnuda, generando efectos
inmediatos sobre esa subjetividad. El sujeto entonces pasa a estar desposedo de cualquier gancho simblico que lo
haga salir de la angustia que genera la emergencia del deseo del Otro.
Luego se demuestra que los mecanismos que ha creado son susceptibles de fallar. Aqu es donde queremos situar al
trauma como acontecimiento, del que habamos hablado antes.
hay un trauma como acontecimiento, que es la figura de la contingencia, es la figura de la irrupcin de lo real sobre las
representaciones simblicas que tena ese sujeto hasta ese momentoalgo irrumpe y es lo que se llama usualmente la angustia
mas generalizada, la angustia traumtica[29].
La solucin posible para estos acontecimientos traumticos es lograr la vuelta a un sentido, que lo har reintegrarse
a sus lazos grupales, al lazo social. Es volver a restaurar esa combinatoria de identificaciones y de semblantes, que
aunque tengan un antes y un despus del momento traumtico, hacen que el sujeto no responda, en este momento,
con el pasaje al acto, no se identifique a lo Real como desecho de lo simblico, como resto no subjetivable excluido
de lo simblico. Es evitar que el sujeto elija la va ms radical de pasaje al acto y es lo que conocemos en psicoanlisis
como la desaparicin completa de la escena subjetiva[30]. El resultado ms interesante de nuestro estudio es que
cuando la subjetividad masculina es tocada, cuando falla el semblante, instantneamente se produce un estar sin
lugar en el orden simblico, lo destacable es que la subjetividad masculina se presenta en nuestro estudio como
erigindose en la restauracin, el restablecimiento de los semblantes tradicionales de lo masculino, como hombrespoderosos, ubicndose del lado del tener. Es una de las vas posibles y condicin de posibilidad de tratar y salir de
la situacin que hemos esbozado como traumtica dndole un sentido a la emergencia de ese Real que es lo que no
tiene sentido. Otro elemento a destacar es la particularidad que tiene nuestro pas y que muestra que como poltica
estatal cuando un trabajador es demovido de su puesto de directivo, no queda desamparado, entonces el Otro estatal
tambin se revela como un lugar posible del restablecimiento del sentido, de reconocimiento.
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Notas
1. Freud, S. (1894). Las neuropsicosis de defensa. En, Freud, S.,Obras completas volumen 3,Standard Edition. Versin Digital; Freud, S.
(1896). Nuevas puntualizaciones sobre la neuropsicosis. En, Freud, S.,Obras completas volumen 3,Standard Edition. Versin Digital;Freud,
S.(1948). Conferencias de introduccin al psicoanlisis. En Freud, S., Obras completas volumen 2, Madrid: Biblioteca Nueva.
2. Lacan, J. (2007).El seminario de Jacques Lacan. Libro 20. Aun. Buenos Aires: Paids.
3. Sinatra, E. (2010).Por fin hombres al fin. Buenos Aires: Grama.
4. Belaga, G. (2006). Presentacin. En,Belaga, G., La urgencia generalizada. La prctica en el hospital. (pp. 11-19). Buenos Aires: Grama.
5. Sinatra, E. Ibdem p. 75.
6. Sinatra, E. (1993).Por qu los hombres son como son?Buenos Aires: Atuel.
7. Belaga, G. Ibdem.
8. Lacan, J. (2009).El Seminario de Jacques Lacan. Libro 18.De un discurso que no fuera del semblante.Buenos Aires: Paids; Miller, J.A. (2008).De la
naturaleza de los semblantes.Buenos Aires: Paids; Miller, J.A. (2010).Conferencias porteas Tomo II. Buenos Aires: Paids; Laurent, E. (2010).
El Semblante, la cusa y la relacin sexual.El Caldero de la Escuela, 13, 6-14.
9. Miller, J-A. y Laurent, E. (2006). ElOtro que no existe y sus comits de tica.Buenos Aires: Paids.
10. Sotolano, O. (2004). Dilogo. En,Roqueta, C., Identidad y lazo social. Fronteras, pasajes y diversidad.(pp. 101-108). Buenos Aires: Grama.
11. Rocca, C. (2004). De Lazos y desenlaces. En,Roqueta, C., Identidad y lazo social. Fronteras, pasajes y diversidad.(pp. 69-73). Buenos Aires:
Grama.
12. Rabinovich, D. (2007). La teora del yo en la obra de Jacques Lacan. Buenos Aires: Manantial.
13. Miller, J-A. (2006).Los signos del goce. Buenos Aires: Paids.
14. Miller, J-A. Ibdem p. 110.
15. Rocca, C. Ibdem p. 69.
16. Freud, S. (1912). Sobre la mas generalizada degradacin de la vida amorosa. Contribuciones a la psicologa del amor II. En Freud,
S.,Obras completas volumen 11, Standard Edition. Versin Digital; Freud, S. (1921). Psicologa de las masas y anlisis del yo. En, Freud,
S.,Obras completas volumen 18, Standard Edition. Versin Digital; Freud, S. (1924). El sepultamiento del complejo de Edipo. En, Freud,
S.,Obras completas volumen 19, Standard Edition. Versin Digital; Freud, S. (1925). Algunas consecuencias psquicas de la diferencia
anatmica de lo sexos. En, Freud, S.,Obras completas volumen 19, Standard Edition. Versin Digital; Freud, S. (1933). La feminidad. En,
Freud, S.,Obras completas volumen 22, Standard Edition. Versin Digital.
17. Mazzuca, R., Schejtman, F. y Godoy, C. (2004). Cizalla del cuerpo y del alma.La neurosis de Freud a Lacan. Buenos Aires: Berggasse 19.
18. Lacan, J. (2008).La significacin del falo. En Lacan, J.,Escritos II, (pp. 653-662). Buenos Aires: Siglo XXI.
19. Lacan, J. (2009).El seminario de Jacques Lacan. Libro 5.Las formaciones del inconsciente.Buenos Aires: Paids.
20. Lacan, J. (1985). El mito individual del neurtico. Buenos Aires: Paids.
21. Lacan, J. Ibdem p. 179.
22. Mesa, Y. (2008). Sobre la esencia de toda identidad, el sujeto en la era de las des-informacin.Revista Cubana de Filosofa. Versin Digital.
23. Chamorro, J. (2008).Las mujeres. Buenos Aires: Grama.
24. Chamorro, J. Ibdem p. 73.
25. Foulkes, E. (2010).Diferir y convivir. Identidad, goce y multiculturalidad.Buenos Aires: Letra Viva.
26. Foulkes, E. Ibdem p. 15.
27. Lacan, J. Ibdem p. 88.
28. Miller, J-A. (2010).Conferencias porteas Tomo II. Buenos Aires: Paids.
29. Belaga, G. Ibdem p. 16.
30. Hago referencia ac a lo que sera la manera ms radical de pasar al acto: el suicidio.
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Una joven mujer relata, en una sesin de anlisis, la siguiente secuencia, que le produce un gran enojo: ha decidido
decirle a su madre que se quedar a dormir en la casa de su novio esa noche.
La madre, bastante sorprendida, ya que hasta ese momento su hija se ocupaba de ocultrselo, le responde: De
acuerdo, pero que no se haga costumbre!.
Esta frase, que tiene la apariencia de censura por parte de la madre, en realidad es una expresin de deseos por parte
del sujeto: que esa novedad amorosa no pase a la trituradora de lo acostumbrado, de lo esperado, que es ms bien la
versin que esta analizante tiene de la relacin desapasionada de sus padres.
Crear las condiciones de posibilidad para la produccin de lo inesperado, he aqu uno de los desafos mayores para
la direccin de la cura.
Es as que Samuel Beckett ha ubicado al ser del artista como alguien que fracasa como nadie os fracasar, y nos lanza:
Intenta de nuevo, fracasa de nuevo, fracasa mejor.
Notas
1. Lacan, J.:El Seminario, Libro 11,Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanlisis, Paids, Buenos Aires, 1987, pg. 29.
2. Miller J.-A.: Piezas sueltas, curso 2004-2005, sesin n 3, del 1-12-04. Indito.
3. Ibd.
4. Miller J.-A.: Una fantasa, en: Revista Lacaniana, n 3, pgina 13.
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analista: una posicin de docta ignorancia; cada caso un caso nuevo. Una exploracin, una investigacin sobre cmo
ha hecho cada uno para volverse psicoanalista, qu fue lo que encontr en su vida para que este bicho le pique y
quiera salir de la clausura de la experiencia analtica para decrselo al Otro, habiendo partido toda la historia de un
sufrimiento sintomtico?
La del cartel del Pase, es una experiencia totalmente incomparable, y al ras de la clnica, donde ningn elemento de
la jerarqua imaginaria institucional pesa pues se trata de escuchar un relato, que implica un grado de escritura sobre
las consecuencias que puede tener el discurso analtico, en la vida de las personas.
Cada cartelizante advierte al final, o a la hora de las presentaciones a las que somos invitados, que ha perseguido un
punto de inters y que esto ha constituido un rasgo de investigacin en el cartel. El cartel del Pase es la experiencia
mas vivida del anudamiento ineliminable que para el psicoanlisis lacaniano hay entre poltica- clnica y episteme, y
de cmo hay all un modo dondela Escuelareleva la formacin que ella dispensa.
En mi experiencia de Escuela tuve tres modos de relacionarme al cartel del Pase, intentar transmitirles algo de esta
traslacin. La primera como pasante, es decir cuando ped hacer la prueba del Pase y testimoniar sobre lo que ocurri
a lo largo del anlisis y su conclusin.
En esa experiencia, el cartel tomaba la forma de la Escuela quiere saber porque no sabe-. Es decir que vaciado el
fantasma oral del Otro y cado totalmente el SsS, yo poda alimentarla, darle de comer. No haba en m ninguna
relacin a que el Otro supiese nada o sea, la presencia en la Escuela del agujero en el saber, que seal ms arriba. De
esta manera podemos decir que el cartel del Pase ex siste a los dichos del pasante, es un real cuya presencia empuja
por fuera de la elaboracin del pasante a los pasadores.
La segunda relacin la cartel fue mas bien un segundo tiempo del decir con la Escuela, fue unaprs-coupdel primero,
como si eso que se haba mantenido como real por fuera de los dichos, volviese con forma de escritura. Ese tiempo
fue el de la recepcin y la subjetivacin del dictmen del cartel. nico momento en que cartel y pasante se relacionan.
Se trata de una escritura que, en mi caso, produjo la causa de tres testimonios. La precisin de esas lneas, tildaron
a modo de palabras clave- aquello que en mi decir sealaba la experiencia de lo mas real de la cura. Mi decir haba
pasado y volva a m iluminando el sntoma a desarrollar en los tres aos de enseanza.
La tercera relacin al cartel, fue ya como miembro, adentro del cartel. Lo antes dicho vale por mi experiencia. Slo
agrego que mi punto de inters fue investigar cmo la demanda de alivio del sufrimiento, la demanda siempre
teraputica pasa a querer alcanzar la experiencia del sntoma va el deseo del psicoanalista.
El cartel del Pase es (en) la Escuela porque como aparato antididctico, l constituye un destino privilegiado donde
es posible demostrar lo que cada quien ha hecho con el saber que la experiencia deposita. Llevar los anlisis hasta
el fin, probar la fuerza de querer lo que se desea es una chance pero tambin constituye nuestro imperativo tico para
la subsistencia del psicoanlisis en el porvenir.
Notas
1. Lacan J. Decolaje o despegue de la Escuela, en:Escansin Nueva Serie N1, Editorial Manantial, Buenos Aires, 1989, pg 24.
2. Lacan J. Nota italiana, en:Uno por uno N 17,1991, pg. 16.
3. Lacan J. Decolaje o despegue de la Escuela, en:Escansin Nueva Serie N1, Editorial Manantial, Buenos Aires, 1989, pg 24.
4. Lacan J. Nota italiana, en:Uno por uno N 17,1991, pg. 17.
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sensata sobre un problema que se aborda por la va de la conversacin. La cuestin es si esta va puede o no ser
soportada por una comunidad de experiencia hecha vnculo social, es decir efecto de discurso. As, en esta lnea
la Escuela Una se sostiene por y en una nueva dimensin de la conversacin. Y ubica algo muy fuerte: que esta
conversacin tienda a ser permanente. Ejemplos que sealaron un tiempo de transformaciones en las Escuelas.
5.- El estatuto del Otro posibilita o anula la relacin con el otro. Por lo tanto es muy valida la pregunta por el
estatuto del Otro en la conversacin. Y para situar dicha interrogacin tomemos simplemente la diferencia cuando la
conversacin est referida a otro completo y cuando se inscribe en relacin a otro barrado. Aceptando la simpleza del
planteo, avancemos en su desarrollo, en sus diferencias y explicitemos algunas diferencias con el siguiente cuadro:
Conversacin
a)
Obturacin
Posibilidades
b)
Homogeneidad
Heterogeneidad
c)
Monlogos
Dilogos
d)
e)
f)
Negociacin de grupos
g)
Podramos continuar ubicando de un lado y del otro las diferencias que son posibles constatar, pero pasaremos
a plantear algunas de las implicaciones de esta biparticin y algunas consideraciones parciales sobre los puntos
sealados en el cuadro:
a) Obturacin versus posibilidades, no se trata de un puro deliberar, pero se trata de que la conversacin no este
determinada de antemano por el resultado de lo ya sabido. Al decir posibilidades nos referimos concretamente a la
apuesta de Lacan de que una Escuela mantenga su forma subversiva sobre la instalacin del grupo en lo institucional.
b) Homogeneidad- heterogeneidad. Contextualizando que un discurso no es casi nunca homogneo, podemos
preguntarnos por los factores de la heterogeneidad en la conversacin. Y parece que entre los mismos hay que darle
un lugar especial al discurso de los otros. Podemos sostener que el psicoanlisis como formacin discursiva parte de
una heterogeneidad constitutiva (con esto aludimos a varias cuestiones: relacin del sujeto a la ciencia y a la realidad
humana situada por Lacan como lo ms disparatado que hay.) Entonces si pensamos una heterogeneidad constitutiva
(el yo es una multitud) en el sujeto, esto tiene que estar reflejado en la conversacin, es decir generar las condiciones
de posibilidad que d cabida a lo mltiple en relacin a lo uno. Cuestin que podemos nombrar simplemente como la
oposicin entre lo ya sabido, lo controlado, lo restringido, el exceso de prudencia, por un lado, y lo heterogneo como
el vector contrario a la voluntad de lo homogneo, tendencia del grupo como tal. Por lo tanto nuestro desarrollo
nos conduce a afirmar que los factores de heterogeneidad son un elemento constitutivo de una conversacin sensata
que da al discurso de los otros su lugar.
c) Varias cuestiones se pueden incluir en este punto, pero solo mencionaremos, para destacarla, una, la de la relevancia
o pertinencia del sujeto del enunciado y la situacin en que se inscribe.
d) Nos apoyamos ahora, en lo que Ducrot, en especial, denomina leyes del discurso (otros lo denominan mximas
conversacionales), es decir, las reglas culturalmente variables, que cada uno de sus participantes presume que el
otro respetar cuando juegan el juego del intercambio verbal. La referencia erudita que anula, la burla, el ser
exageradamente halagador, el monopolizar la palabra, etc., son cuestiones que hacen o no al respeto del marco
simblico para la posibilidad de la conversacin- Por lo tanto una conversacin bajo el estatuto de Otro completo, a
nuestro entender, implica la preeminencia de lo imaginario bajo el t o yo, o el yo y los otros. J.A. Miller en su texto
Afectio societatis dice claramente que la agresividad perdura de una forma u otra en el lazo social y surge cuando
se debilita el discurso que lo contiene. Pues bien, el estatuto del Otro en la conversacin implica el debilitamiento
del discurso y su posibilidad.
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Dejemos por el momento los restantes puntos sealados ya que requieren un mayor desarrollo y hoy solamente,
basado en lo expuesto, sealemos que se trata de principios, es decir como aquello que funda y fundamenta una
accin, en este caso la accin de la conversacin. Para concluir con algunas consideraciones:
- La conversacin no anula el principio del malentendido y no se trata de extrapolarlo a nuestra prctica y de ahora
en ms no invitar mas a la asociacin libre y pensemos en una va de racionalidad para acceder al inconsciente. Por
lo tanto circunscribimos la conversacin como una herramienta para entendernos y para el desarrollo de las polticas
que convienen al psicoanlisis, es decir polticas basadas en el deseo del analista de hacer existir el psicoanlisis. A
su vez no justificarnos en el malentendido cuando se trata de las responsabilidades consecuentes con los horizontes
del psicoanlisis.
- Produce entusiasmo la ampliacin del campo de la accin analtica. Un entusiasmo coherente que no se basa en
destituir al Otro, a pesar de su inexistencia (tanto en la comprobacin singular del anlisis, como en la poca) ya que
tal destitucin implica para la posibilidad de la conversacin un abanico que va desde el cinismo a la disolucin
del lazo asociativo. En tanto y justamente el invento de Lacan, la Escuela para tratar los efectos de grupo se ubica
justamente all en la inexistencia del Otro.
- Hemos sostenido como un punto fundamental de esta presentacin las cuestiones relativas a la heterogeneidad de
la y en la conversacin. En esta lnea nos parece conveniente precisar la cuestin sostenida por Javier Aramburu (El
Caldero de la Escuela N 65) La conversacin sostiene las diferencias, las vueltas, los argumentos; la orientacin los
hace converger en un punto de real y el Uno, es uno de esos puntos donde lo real se alcanza. Agreguemos a esta
posicin, simplemente que el estatuto del Otro barrado implica que la conversacin no sea sin orientacin y que esto
justamente no implica que la misma sea carente de finalidad, sino todo lo contrario.
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1- Traduccin y formacin
Podemos pensar el trabajo de traduccin de textos en psicoanlisis, por qu no, como una experiencia tambin de
formacin. Las ancdotas de los traductores lo atestiguan cuando, sin llegar allapsus calamidel traductor, nos cuentan
acerca de los puntos de detencin y dudas, a veces insalvables, que los textos en otra lengua generan. La propia
formacin analtica, del analista-traductor, incide por supuesto. El ejercicio de la traduccin, su hacer con otras
lenguas, siempre en ms de un punto ajenas u opacas, suele depararnos ciertos pasajes, conceptos o argumentos
particularmente arduos, difciles; puntos por fuera del sentido en los que encallamos y a partir de los cuales, a
veces, despertamos a otras lecturas del texto analtico. As, por ejemplo, refiero un trabajo que me toc traducir hace
ya varios aos, se trata de Siete sustituciones para la poca (clases 14 y 15 de El Lugar y el lazo), de JacquesAlain Miller, publicado en la revista Mediodicho. Recortemos algunos prrafos que giran en torno a una cuestin
mencionada por Lacan de manera enigmtica, muy bien expuesta aqu por Miller, la de la morosidad analtica:
Esta morosidad -es el nombre de un afecto- en efecto se opone al alegre saber, al alegre saber del desciframiento. Y es
este alegre saber que Lacan pudo tomar... y en qu movimiento, en qu arrebato de su primera enseanza. Pero que
al contrario, all donde se trata del girar en redondo del modo de gozar, si el analista abandona el desciframiento, si
abandona la posicin de Leonardo, entonces lo que lo afecta en su operacin es la morosidad.
Es una invitacin a salvar algo de lo que Lacan llama -yo terminara aqu- lo que Lacan llama -pongamos aqu
todas las reservas-el pensamiento del psicoanalista. El pensamiento del psicoanalista, dice l, sufre una succin, est
como aspirado por la hendidura que se abre en su ejercicio mismo. Y en la prctica, dice l, esta hendidura toma la
forma -creo que jams he citado esta expresin, en tanto que ella est hecha para eso estando planteadas todas sus
asonancias-, toma la forma de la insistencia, dice l, de una indecente intimidad.[1]
La traduccin, su arduo ejercicio, es tambin un desciframiento, por momentos no del todo alegre, que muchas veces
nos obliga a sacudirnos cierta modorra de encima, la morosidad en la que por momentos caemos en nuestros anlisis,
o respecto a nuestra propia lengua analtica, a veces casi en la indecente intimidad de rebajarla a un uso hasta del
orden del sentido comn; eso que era lo ms aborrecido para Joyce.
2- Traduccin y discurso
Esto nos permite plantear un problema. Por ejemplo, la traduccin de los textos de Jacques-Alain Miller (en los
que podramos incluir los seminarios de Lacan, ya que hace poco nos enteramos que el propio Lacan lo quera a
Miller como coautor de los mismos) como experiencia discursiva de pasaje, elaboracin y transmisin en curso del
psicoanlisis lacaniano a nuestra lengua, no ajeno a una experiencia de Escuela (y de Escuela Una), como un trabajo
en curso, unwork in progressno exento de algunos momentos joyceanos tambin. Trabajo aun inconcluso, lo sabemos.
Verdadera introduccin de la letra lacaniana como letra viva, anudada a las experiencias analticas de los propios
psicoanalistas y, por lo tanto, experiencia de Escuela analtica. Planteo que este trabajo de traduccin, as entendido
y anudado, es central en tanto implica una verdadera experiencia discursiva y de comunidad. Aqu creemos que se
funda tambin, entre otros tpicos, la diferencia entre una escuela psicoanaltica y un mero grupo de lectura.
3- La traduccin ylalengua
Pero la traduccin no solo implica un hacer con el lenguaje, y con los discursos que lo ordenan, sino que tambin
implica una cuestin de lenguas. Al respecto, Miller es claro enExtimidad: Mientras en el sistema del lenguaje como
un todo no hay lugar para la extimidad, la inconsistencia de la lengua al contrario no barra, no forcluye la extimidad,
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es ms, plantea por esto mismo el principio de la imposibilidad de la traduccin de Quine. Dicho principio, el de la
indeterminacin de la traduccin de Quine, se enuncia as: Es posible confeccionar manuales de traduccin de una
lengua a otra de diferentes modos, todos compatibles con la totalidad de las disposiciones verbales y, sin embargo
todos incompatibles unos con otros.
Este principio de Quine es puesto en evidencia, en una puesta al absurdo, por los traductores informticos con sus
disparatados resultados, incluso aun los ms novedosos como el de Google, que no recurre slo a criterios formales
sino tambin estadsticos, con esa estadstica del infinito que permiten los ordenadores actuales. Como se ve, no nos
salvaremos, los analistas, del arduo trabajo de las traducciones. Hacen falta los sujetos traductores para ubicar en
contexto el uso y las formas de otra lengua, y hacen falta los sujetos-analistas traductores para interpretar el texto, sus
argumentos y conceptos, sus relieves discursivos.
Silalenguaes una declinacin del Otro, en tiempos en que para Lacan ste se torna inconsistente, la lengua del Otro
como tal ser, por ende, un objeto privilegiado de rechazo, de racismo. La experiencia de traduccin, en la medida
en que pone en juego ladit-mensindelalengua(y sabemos cmo hecha mano a esto el ltimo omuy-ltimo-Lacan),
implica entonces un tener que hacer all con ese rechazo a la dimensin de extimidad quelalenguadel Otro plantea.
Ahora bien, Miller aclara: Si el problema tiene un aspecto de insoluble, es porque el Otro es Otro dentro de m mismo.
La raz del racismo, es el odio al propio goce; es decir, a la experiencia de inconsistencia de la propialalengua. Hemos
escuchado la ancdota del filsofo Heidegger respondiendo a estudiantes extranjeros, que se acercaban a su meca,
que deban, para aprender filosofa, estudiar antes alemn. No importa si es cierta o no, lo que importa subrayar es
que en psicoanlisis partimos de otro principio. Lo enuncia Miller tambin enExtimidad: Todo puede expresarse
en una lengua, aunque coloreado de un modo singular y propio, ya que es cada lengua la que inventa y nombra
sus afectos. En ese punto tampoco habr nunca una traduccin segura. Cmo traducir al castellano elsaudadedel
portugus. No qued ms remedio que incorporarlo literalmente. Tenemos varios ejemplos de esta operacin en
psicoanlisis, y no est mal, a Borges tambin le gustaba la idea deamillonarla lengua castellana.
La cuestin delalenguapropia, privada, y su inconsistencia es abordada por Derrida en el textoEl monolingismo
del Otro: Resumamos: el monolinge del que hablo habla una lengua de la que est privado. El francs no es la
suya. Debido a que est por lo tanto privado de toda lengua, y ya no tiene otro recurso, ni rabe, ni hebreo.
El ejemplo ms extremo de este monolingismo insalvable, ineludible, quizs lo tenemos en Joyce, como ejemplo
literario, en elFinnegans Wake,detrs del mayor polilingismo aparentemente posible. Mario Teruggi (El Finnegans
Wake por dentro) nos recuerda que tras las numerosas lenguas all injertadas, por el juego de asonancias verbales
eminentemente fonticas, la estructura que sostiene el texto, no cabe decir historia o trama, es la de una lengua,
la inglesa (lengua materna de Joyce): El lenguaje de base, adems del manipuleo que de l hace el autor, est
complicado por la incorporacin y articulacin de voces de otros idiomas. No obstante ello al igual que el hombre
ingls en las colonias o en el desierto- la lengua inglesa mantiene su identidad y su estructura. Su propia lengua
privada, de la que est en parte, a su vez, privado o, a decir de Freda, exiliado.
Para este autor, el analista lacaniano encarna este exilio (Del pase al contrapase). En su caso, para que advenga el pase
clnico fue necesario un pasaje de su lengua materna a otra, del castellano al francs. En esta operacin se trata, de
alguna manera, de hacer de la segunda el punto de mira, o la lupa hacia la primera, trato de mostrar cmo una
segunda lengua le extrae, a una primera, un resto, dejando intacto lo real de lalengua o de lalangue. Como vemos,
no se trata de una relacin simtrica entre ambas. Es la primera lengua, la materna, la que requiere ser agujereada,
para que aparezcan destellos de esa otralalengua, la propia y singular de ese ser hablante. Joyce necesit para ello
movilizar un arsenal de lenguas (cuarenta y cinco en elFinnegans Wake) y de tcnicas literarias (Sbato[2] nos dice
que elJoycees una compilacin de todas las tcnicas literarias existentes). En Freda, el pasaje de una lengua a otra se
inscribi en la experiencia de un anlisis, en cuyo marco se le revel un punto de real delalengua(la imposibilidad de
su traduccin) en el momento en que no saba en qu lengua hablaba. Los equvocos homofnicos entre distintas
lenguas, de los que contamos con varios ejemplos en los testimonios de Pase de la AMP, dan cuenta de esta operacin
definida por Freda con gran precisin. Por ejemplo, recordemos el equvoco homofnico que transmita Mauricio
Tarrab en relacin a su nombre, pronunciado en francs pero escuchado en castellano,Mors. Esa operacin, de
traduccin equvoca, define bien un topos del inconsciente, o un ms all del mismo, en donde vemos cmo un
entrecruzamiento de lenguas no quiere decir una simetra de las mismas.
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Eric Laurent, en su textoEl pase entre las lenguas o Decir Babel[3], llama a este uso del equvocointer linguas, el rgimen
del equvoco generalizado. Retoma, a su vez, el equvoco mencionado de Tarrab: Mors. Nos hace ver cmo la
lengua materna en nuestra experiencia es propiamente aquella que dice el fantasma de la madre. Entonces, es a
partir de este ejercicio del equvoco generalizado que de esa lalengua le llegan al ser-hablante algunos destellos
(son hpax inclasificables, perlas inslitas y excepcionales), a travs de los equvocos que una experiencia analtica
posibilita y verifica.
As pues, respecto de la lengua materna, digamos que el Otro puede presentarse tanto con figura de lengua como
con figura de mujer.[4] Ese goce que surge a partir de la lengua puede producir un variado abanico de respuestas:
el horror absoluto con un exilio indeclinable, en los hechos y en la vida del sujeto (Wolfson), el racismo, el amor,
un deseo de traduccin y transmisin, etc. Ahora bien, que esa lengua materna tenga para el sujeto un carcter
muy particular, no la hace nica. Laurent lo precisa de una manera notable en el texto mencionado: La lengua
privada del sujeto no es jams tan nica como el sueo de la lengua materna lo supone. El amor del inconsciente
no es el amor de esta lengua supuesta primera. Es un nuevo amor del que los lingistas no hacen sino adivinar su
existencia. Nosotros la comprobamos. Angelina Harari[5] nos ha transmitido en sus testimonios esa divergencia con
claridad: En varias ocasiones, este testimonio esclareci el lugar de diferentes lenguas en milalengua, es decir en mi
singularidad.[6] Este testimonio gira en su esfuerzo por establecer esa escisin que se da entre la lengua materna de
un sujeto, o las lenguas maternas, ylalenguade su inconsciente. El caso de Angelina Harari nos muestra, nos plantea,
una pregunta, a la que quizs deberamos estar atentos en los anlisis, un punto de extraeza al que arriba: Pero
cmo saber cul es entonces mi lengua materna? El punto en quelalenguadel ser-hablante se revela intraducible con
ninguna lengua corriente, en la cual, o en las cuales, el sujeto se vio inmerso en el Otro. Esaintegral de equvocoses
suya y solo suya. Algunos, los AE por ejemplo, o los poetas, logran hacer pasar, a veces, algo de ese registro privado
al de todos.
Notas
1. Miller, J.-A.: Siete sustituciones para la poca, en:El Lugar y el lazo, revista Mediodicho, n 29, julio de 2005.
2. Sbato, E.:El escritor y sus fantasmas, Emec, Buenos Aires, 1976, pg.24.
3. Laurent, E.:La Passe entre les langues ou Dire Babel, en: http://www.wapol.org/es/articulos/TemplateArticulo.asp?intTipoPagina=4&intEd
icion=2&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=2243&intIdiomaArticulo=5&intPublicacion=13)
4. Milner, J. C.:El amor de la lengua.Editorial Visor, 1998. Espaa, pg. 82.
5. Harari, A.:La passe, les langues et lalangue, en: http://www.wapol.org/es/articulos/Template.asp
6. Ibd.
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histrica o femenina?, con una precisa argumentacin fundamentada en la lgica del no-todo la autora muestra
cmo en el personaje de Stella se hace posible el pasaje de madre a mujer.
Este pasaje de la madre a la mujer queda muy bien plasmado por Elsa Maluenda en El elogio de la locura, donde
pregunta es qu hacer con esa locura del goce que no hace lazo. Qu cambia y qu resta?
Virginia Notenson introduce la feminizacin del mundo, a travs de la escritura de John Irving, para hablar de las
posiciones femeninas que no se dejan embaucar por ningn semblante, y exhiben su ferocidad sin mediar el operador
flico. Mujeres terribles, cuyo ejemplo aparece en el caso de Alejandra Glaze, que ensea sobre las posibilidades que
abre un anlisis orientado por el uso del semblante y el manejo del odio, que apuesta a un nuevo tratamiento del Otro
que la aleje de lo peor. En la misma lnea, Carmen Gonzlez Tboas propone una travesa compartida entre analista
y analizante, donde la solucin se encuentra va la tala del amor, en otro caso donde no hay significacin flica, y
el goce en la psicosis comanda los devenires del sujeto.
Luego nos encontramos con la pregunta acerca de dnde radica la dificultad para que una mujer advenga a la
posicin femenina, que Gabriela Camaly responde, en un recorrido que sita la escritura como lo que bordea ese
imposible de saber que hace a la posicin femenina. Marisa Morao pone en tensin un personaje de la filosofa y la
actualidad del mundo del espectculo, para dar cuenta del lugar que tiene el pudor como semblante y su relacin
con lo femenino, semblante del que se puede servir una mujer para tratar la ausencia de programacin a nivel
de los sexos. Kuky Mildiner analiza los lmites del amor al padre y de la funcin flica, en el borde entre histeria
y feminidad. Una pregunta que resuena con el ttulo de nuestro libro se abre aqu: cmo dar lugar a una mujer
adviniendo a la posicin femenina.
Con Blanca Snchez volvemos a la cuestin de lo femenino como lo que introduce la diferencia, y toma para ello aLa
mujer justade Sandor Marai, abordando la pregunta acerca de qu encuentra una mujer cuando deja de buscar La
mujer. Raquel Vargas retoma la lgica de lo femenino, para hablar de Sophie Call, otro modo singular de lidiar con
la falta frente a la ruptura amorosa. Gloria Aksman, en un recorrido sobre lo femenino en Freud y Lacan, arriba a la
idea de que para que haya un significante de lo femenino, este debera ser diferente del flico para nombrar su goce.
Por ltimo, Andrea Cucagna muestra la posicin del analista frente a una nia que no encuentra modo ms que por
la mscara y la voz, de separarse de una madre que la aloja en un lugar de objeto precipitndola en su cada.
Para terminar, es importante destacar que lo que gua nuestra formacin es que no hay del analista, no sabemos
qu es un analista, es una funcin, y el modo de acercarse es cada vez, uno por uno, para dar cuenta de lo que implica
esa funcin en la cura, o cuando ensea y escribe. Hay tantos modos de transmitirlo como analistas, cada uno con su
estilo.
Es por todo esto que nos parece interesante seguir a Marie-Hlne Brousse cuando sostiene que en un recorrido
analtico se puede pasar de la posicin histrica a la posicin femenina, devenir una mujer, otra para s misma, pero
devenir analista es otra cuestin. Tomando sus palabras: el punto comn entre posicin femenina y posicin del
analista se sostiene en la contingencia que les recuerdo que est caracterizada por el encuentro con un real que puede
finalmente escribirse y que es definida por la frmula x Fx, que es la frmula del no-Todo. () Ella es indita (la
posicin del analista) en el sentido en que se diferencia de una posicin deseante organizada por el imperio del falo
y de una posicin femenina que permanece organizada por el objeto.[2]
El escndalo del discurso analtico, Lacan lo indicaba en la dificultad de pensar lo propio de la feminidad, es as que
si bien La mujer no existe, estas analistas, una por una, han escrito sobre aquello que las ha convocado para hablar de
lo femenino, sin una orientacin precisa y cada una con su estilo.
Buena lectura!
Notas
1. Alvarenga, E., Las mujeres analistas, Papers N 6, octubre 2009, Boletn Electrnico del Comit de Accin de la Escuela Una.
2. Brousse, M.-H., Posicin sexual y fin de anlisis, Tres Haches, Bs. As., 2003, p. 74.
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embarazosas, de riesgo siempre creciente con los recursos que ha aprehendido en su formacin como psicoanalista
para extraer de ella un instrumento til para ofrecer a sus analizantes, a sus siempre impacientes, pacientes.
El autor responde as, en acto, al urgente tratamiento que requiere la angustia contempornea: los casos presentados
evidencian el alivio subjetivo que se produce cuando se logran situar las coordenadas reales que producen el
sufrimiento y que no pueden ser consideradas por aquel que consulta.
Cualesquiera que sean los txicos empleados, la causa del padecimiento siempre es singular, sta es la frmula que me ha
transmitido Luis Daro Salamone desde estas pginas. Ya desde el inicio, las argumentaciones del libro desbaratan
cualquier creencia en una frmula de curacin que fuera generalizable para la heterclita serie de los nombres del
goce que nos presenta: solo al analizar cada caso se podr precisar la funcin que el txico ha desempeado, la
funcin que ha sostenido en la economa libidinal de cada cual. Por ejemplo, varios casos demuestran hasta qu
punto la variacin en la eleccin de las drogas intenta dar tratamiento a la impotencia sexual (encausada siempre por
una identificacin), pero que tal impotencia siempre se desplaza y que es all, al ser aislado ese asentamiento preciso
del fracaso del txico, el punto de aplicacin por donde el psicoanlisis puede acceder.
Cmo puede el analista colaborar para que tales individuos se enteren de que tienen un inconsciente que determina
su modalidad de satisfaccin y que consientan a afrontar la responsabilidad de sus elecciones de goce?
Sucede que por la caracterizacin antedicha y que este libro ilustra de un modo eficaz es eso mismo lo que esta
poca dificulta (con la oferta de sus explcitas formas de goce) ms que ninguna otra. Y es por ello que cada vez que
tal funcin del analista se evidencia como es ste uno de los casos disfrutamos de los testimonios vivos que nos
ofrecen.
Solo nos resta, entonces, agradecerle a Luis Daro Salamone su exposicin. Y como no existe gratuidad para ningn
don que sea concedido, a los lectores les queda la satisfaccin de corresponder a su entrega leyendo este libro.
Notas
1. Toxicomana y Alcoholismo, red internacional (1992).
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Adems, el lector encontrar en la continuacin del texto tres intervenciones. En la primera de ellas, El envs de la
familia, Beatriz Gregoret, sita muy precisamente que el envs de la familia es lo que va a contrapelo de lo que
manifiestan el discurso jurdico, social, biolgico, los cuales sostienen el sueo de un lazo social natural. Precisin
que podemos enlazar a lo que sostiene Sonia Mankoff, en su presentacin sobre el Saber y poder, cuando ubica la
dificultad sealada por Lacan en hacer pasar el discurso analtico al discurso universitario, y me parece que la cita
hace escuchar que es un hecho de estructura. Porque cada uno tiene sus propias leyes. Entonces como lo aclara no
depende de los mritos ni de las intenciones. Depende de las leyes de funcionamiento del discurso.
Y por ltimo, tenemos la contribucin de Alejandro Willington, en La histerizacin del discurso, quien presenta
las diferentes maneras que desarroll Lacan sobre la nocin de sujeto dividido, y cmo puede ser tomado desde
distintos ngulos. Pero, lo que elabora en particular para ese concepto ($) vale para todos y, en retroaccin, permite
ubicar los desarrollos presentados en este texto, al sostener, que cada uno tiene que hacer siempre, respecto a las
escrituras de Lacan, el esfuerzo de no pensarlo rpidamente en relacin a los sentidos habituales, de no reducirlo a
lo ya conocido, a la comprensin de determinadas frmulas, por haberlas visto con anterioridad, sino, siguiendo la
orientacin de J.-A. Miller, tratar de desnaturalizar la lectura e introducir all las argumentaciones analticas que eso
conlleva, y as ubicar el contexto epistmico, o paradigma, con el que Lacan trabaja cada vez.
Por ltimo sealemos que este prlogo tiene su razn de ser en el pedido de Rosa Yurevich, quien tuvo la gentileza
de compartir su trabajo. Pero, vale la insistencia de advertir al lector que estas lneas no intentan ms que indicar
algunos puntos que en los temas desarrollados se presentan con esmero y precisin. Por lo tanto, dejo al lector en la
agradable tarea de buscar su propio camino en la triloga de los cuatro discursos.
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El cuerpo en psicoanlisis II
de AA.VV.
Por Mara Elena Lora
A partir de la acogida por parte de nuestra comunidad analtica del volumenEL CUERPO EN PSICOANALISIS I, la
Coleccin Mundo Psicoanaltico decidi publicar esta 2 parte:EL CUERPO EN PSICOANALISIS II, con los aportes
de colegas de la AMP. El prlogo realizado por Mara Elena Lora, da cuenta de la importancia de la investigacin de
esta temtica para la prctica del psicoanlisis en el siglo XXI
Prlogo
El 3 de septiembre de 2011 se han cumplido 30 aos de
la muerte de Jacques Lacan. Hoy queda claro que sin la
obra de Lacan, el psicoanlisis quizs habra comenzado
su retirada y estara ocupando ahora un pequeo lugar
en alguna historia de las ciencias. El psicoanlisis es una
praxis afectada por la poca y con los cambios sucedidos
durante el trnsito del siglo XX al siglo XXI podra haber
resultado archivado, al igual que su fundador Sigmund
Freud, en las bibliotecas. Pero no, el psicoanlisis gracias
al legado, a la enseanza de Jacques Lacan respira an y
bien, tiene buena salud y est presente vivamente en la
cultura; vale decir que an hoy podemos gozar de sus
marcas. Al mismo tiempo, se hace indiscutible precisar
que su inmensa obra contina orientndonos, en virtud
al infatigable trabajo, transmisin y presencia de JacquesAlain Miller.
Hablar de Jacques Lacan, a propsito de la presentacin de
un libro, supone efectuar un recorte, elegir algn aspecto
de su enseanza; esto significa desistir de una operacin
de sntesis y tan slo subrayar un matiz. Sin duda, esto
implica incurrir en una parcializacin inevitable.
Si bien es cierto que en un texto nos alcanzan otras
voces, provenientes de otra poca, de otros saberes que
nos hablan del pasado y del porvenir, tambin el texto
supone una serie de interrogantes y respuestas. Una
relacin tal se produce con la lectura de este libro, pues
conduce a desprenderse de la idea tan actual de que leer
consiste nicamente en informarse; en cambio el libro
trata sobre todo de mantener viva la idea de que leer se
constituye en una va de ingreso al saber, en un ejercicio
de reflexiones y en seguir entusiasmados a la espera de
que en cualquier recodo del camino nos veamos conmovidos por lo que nos sale al encuentro.
Estamos ante un libro, en el que se intertextualiza, se hace un caleidoscopio textual del decir de quien enuncia.
En ese sentido los trabajos aqu reunidos no homogeneizan las opiniones, ms bien las diversifican, componen un
mosaico de diferencias. As, este libro, de ser un acontecimiento textual que se enriquece por las diferentes posiciones
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desde donde se escribe, se transforma en un cuerpo textual que abre el debate y la discusin en tanto horizonte de
intercambio.
El cuerpo, punto fundamental de la propuesta lacaniana, se hace visible en este libro, no slo como una propuesta
innovadora, sino como un nudo que permite desenredar las lneas epistmicas de su pensar, y atiende la concepcin
original de cuerpo planteada en la obra de Sigmund Freud. La concepcin de cuerpo en la obra de Lacan nos hace
discurrir por un territorio donde se establecen distintos momentos de teorizacin, construccin e interrogacin sobre
este concepto; al respecto l dir: Ese cuerpo no se caracteriza simplemente por la dimensin de la extensin: un
cuerpo es algo que est hecho para gozar, gozar de s mismo. La dimensin del goce est completamente excluida
por lo que he llamado la relacin epistemo-somtica () de la medicina. () Pues lo que yo llamo goce en el sentido
en que el cuerpo se experimenta, es siempre del orden de la tensin, del forzamiento, del gasto, incluso de la hazaa.
Incontestablemente, hay goce en el nivel donde comienza a aparecer el dolor, y sabemos que es solo a ese nivel del
dolor que puede experimentarse toda una dimensin del organismo que de otro modo permanece velada.[1]
De esta manera, reflexionar sobre el cuerpo comporta trabajar la encrucijada entre la medicina, la psiquiatra, el
psicoanlisis y la poca actual. Igualmente, se torna relevante sealar cmo actualmente, cada vez ms la lgica
social y la poltica se ocupan de cuestiones vinculadas con la subjetividad, de modo que hablar de cuerpo y/o salud
se convierte en campo de controversia, de poder y confrontacin poltica.
Una de las transformaciones ms significativas de la llamada postmodernidad, es el nfasis puesto en los valores
relacionados con el cuerpo. En efecto, el cuerpo ha devenido en un bien altamente valorado, cuyo cuidado requiere
una altsima inversin de tiempo, dinero, trabajo y sacrificio para mantenerlo, transformarlo, rearmarlo y renovarlo,
establecindose un tipo de relacin del sujeto con su cuerpo en el que se radicaliza el valor de este ltimo, hasta llegar
a constituirse en un valor comercial, que puede funcionar como un capital en la economa del mercado.
La posibilidad de construirse un cuerpo encuentra en esta poca de la tecnociencia la puerta abierta, por una parte
para incorporar al cuerpo dispositivos que posibiliten resolver problemticas como los dficits orgnicos (transplantes
de rganos, prtesis) y, por otra parte, para modificarlo con cirugas estticas hasta lograr un cuerpo idealizado que
se acomode a las exigencias simblicas de la poca, a las demandas consumistas del mercado. Asistimos a una
manipulacin del cuerpo, impensable hace unos aos, que rompe los lmites de toda propuesta tica y que exige cada
vez ms, traspasar los mitos de la ciencia-ficcin. As, es necesario puntuar cmo, sobre esta prctica, Jacques Lacan
advierte: tuyo es tu cuerpo, (). La cuestin est en saber si, por el hecho de la ignorancia en la cual es mantenido
ese cuerpo por el sujeto de la ciencia, habr derecho luego a ese cuerpo, hacerlo pedazos para el intercambio.[2]
En esta misma lgica, es importante plantear que vivimos bajo los efectos de la existencia de programas robotizados,
montados para funcionar como aval y control del cuerpo, por ejemplo las condiciones para obtener un documento
de identidad son: fijar la vista en el objetivo, adoptar una expresin neutra, tener la boca cerrada, y ensear el lbulo
derecho de la oreja en posicin tres cuartos de la cara. El tamao del rostro no debe exceder de 32 a 36 milmetros,
desde el mentn hasta la parte superior de la frente. Esta imagen no est destinada a la mirada humana, sino a
programas de biometra que slo reconocen una cara normatizada cuya expresividad debe ser completamente
desterrada. De este modo, nuestro rostro oficial se hace completamente irreconocible: sin sonrisa, con la mirada
vaca, sin expresin, conformando una triste y pattica imagen de nosotros mismos.
Actualmente, se trabaja en programas que analizan gestos, posturas, formas de caminar, modos de manejar el
cuerpo y cada fenmeno o funcin que se desve de la norma sealada activar una alerta que exige un inmediato
control. Siguiendo este modelo, algunos pases estn diseando un sistema llamadoFuture attribute screening
technology(FAST) para equipar sus aeropuertos y cuyo objetivo ser detectar no slo el movimiento de los cuerpos
sino actitudes que anuncian la intencionalidad de malas acciones como una mirada huidiza, aceleracin del pulso,
exceso de transpiracin, etc. En otros trminos, al crimen se lo conoce antes de ser cometido, tal como se lo anuncia
en la pelcula de Steven SpielbergMinority Report.
En este siglo XXI signado por la prisa y sin conclusin, las disfunciones, las desregulaciones del cuerpo y la presencia
de alteraciones orgnicas crnicas son experiencias fuertes y cada vez ms frecuentes que logran desequilibrar la
estructura subjetiva que hasta ese momento se haba mantenido. Es decir, frente al surgimiento de lo real como el
quiebre de un rgano, un accidente, un dolor fsico del organismo, el sujeto enfrenta la ruptura de lo imaginario
sustentado en un cuerpo viviente y esta situacin genera una angustia que moviliza, demanda ser atendida y llama
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a hablar acerca de aquello que no tiene nombre. Es ah donde la clnica de la medicacin responde con la promesa de
que todo es susceptible de ser tratado y siempre hay algn tipo de medicamento indicado para ese cuerpo afectado.
Se trata al cuerpo como una mquina mortificada, al que se le inyecta, se le implanta materia inorgnica, o se lo
atiborra de qumicos.
Frente a este panorama, el psicoanlisis responde a las exigencias de la poca, si hacemos de l un discurso de
actualidad. As, a lo largo de las reflexiones planteadas en el libro, se vislumbra la pregunta Qu es un cuerpo? y
vemos que hablar de l no es solamente hablar de un cuerpo en relacin a la imagen, no es el cuerpo del espejo, que
se lo ha pensado durante mucho tiempo como un doble del organismo. Tampoco se refiere exclusivamente al cuerpo
simblico, el texto nos transporta a algo ms especfico que propone el psicoanlisis sobre el tema del cuerpo: no hay
goce ms que a condicin de que la vida se presente bajo la forma de un cuerpo.
El cuerpo vivo es la condicin del goce, por ello Jacques Lacan habla del sntoma como acontecimiento del cuerpo, en
tanto est en juego lo pulsional. Los diferentes artculos aportan una orientacin respecto a estos conceptos, que van
refrendando algunos puntos de inflexin en la enseanza del psicoanlisis de la orientacin lacaniana. La propuesta
de cada uno de estos autores sobre el cuerpo no slo recorre rigurosamente los conceptos analticos, sino que los
plantea con solvencia y fluidez, invitando a una mayor indagacin sobre el tema.
Las elaboraciones sobre el concepto de cuerpo, contenidas en el libro, recuperan la propuesta de Jacques-Alain Miller,
quien afirma: El mismo organismo debe sostener dos cuerpos distintos, superpuestos. Por un lado, un cuerpo de
saber, que sabe lo que necesita para sobrevivir, el cuerpo epistmico y, por otro lado, el cuerpo libidinal. El primero es
el cuerpo que normalmente debera estar regulado y cuya regulacin debera ser placer, () por un lado, el cuerpoyo y por otro lado, el cuerpo goce que no obedece al yo, que se sustrae a la dominacin del alma como forma vital
del cuerpo.[3]
En ese entendido, el psicoanlisis detenta un saber especfico, propone un saber sui generissobre la cuestin del
cuerpo, en el que est en primer plano la cuestin del goce y conforme sostiene Jacques-Alain Miller: por qu no
pensar el goce como un afecto del cuerpo? Esta reflexin abre otra va para pensar la angustia y otros sntomas
actuales donde aparece, en primer plano, el cuerpo.
La lectura de este libro evidencia la primaca del cuerpo en la actualidad y la manera singular de abordar que tiene
el psicoanlisis. Implica entender que los conceptos vertidos no estn dados de modo inmutable, sino que se trata de
semblantes que visten a lo real y pierden su funcin cuando la prctica clnica ha sealado que ya no son adecuados.
El verdadero respeto por un concepto es encontrar el rigor en el cual se halla cristalizado. El presente texto nos gua y
convoca a un despertar y a no dormirse en el confort del empleo repetitivo de los conceptos. Por ello, considero que
otorga algunas claves para pensar la subversin conceptual del cuerpo que introdujo Jacques Lacan como un nuevo
paisaje.
* Psicoanalista (AME) de la NEL y de la AMP. Fundadora de la Asociacin del Campo Freudiano de Bolivia (ACFB). Directora de la Maestra en
Estudios Psicoanalticos de la Universidad Catlica Boliviana - La Paz.
Notas
1. Lacan, Jacques - Psicoanlisis y medicina, 1966,Intervenciones y textos, Manantial, Argentina, 1985, p. 95.
2. Lacan, Jacques - Discurso de clausura de las Jornadas sobre las psicosis en el nio, 1967,El Analiticn No 3, Paradiso, Espaa, 1987, p. 13.
3. Miller, Jacques-Alain -Biologa lacaniana y acontecimiento del cuerpo, 1999, Diva, Argentina, 2002, p. 72.
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