Monseñor Salvador Montes de Oca
Monseñor Salvador Montes de Oca
Monseñor Salvador Montes de Oca
1895
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Semblanza biogrfica
Salvador Montes de Oca naci en Carora, estado Lara, el 21 de octubre de
1895. Hijo de Don Andrs Montes de Oca Zubillaga y Doa Rosario Montes de
Oca de Montes de Oca. Aprendi sus primeras letras en la Escuela Federal,
regentada por su pariente, el Br Lucio Montes de Oca. Luego, bajo la direccin
de otro pariente suyo, el Pbro Carlos Zubillaga, aprendera catellano y latn.
ste le llev luego al seminario de Barquisimeto, donde lo recibi Mons.
guedo Felpe Alvarado, especialmente querido por nosotros los Valencianos al
ser quien, en nombre del papa Po X y de Mons. Juan Bautista Castro coron a
Nuestra Seora del Socorro. ste santo obispo lo hizo su discpulo predilecto,
que lo acompa en su visita Ad Lmina, que peridicamente realizan los
obispos al Papa, dejndole en el Colegio Po Latino Americano, donde el joven
Salvador hizo sus estudios eclesisticos, hasta que enferm gravemente y tuvo
que regresar a Venezuela en 1916. Recibidas las ordenes menores, fue
ordenado dicono el 22 de enero de 1922 y sacerdote el 14 de mayo de ese
ao, por anos de Mons. Alvarado. Cant su primera Misa el 28 de mayo de
1922 en la Iglesia de San Dionisio de Carora, contando con la presencia del
mismo Mons. Alvarado.
Su primer cargo pastoral fue de ayudante del padre Yanes en Cubiro. Luego en
Anzotegui y en 1923 fue nombrado Capelln del Santuario de la Paz en
Barquisimeto, donde instituira la Adoracin Continua al Santsimo Sacramento.
Ese mismo ao fue nombrado secretario de Cmara de la Dicesis y Padre
Espiritual del seminario. En esos aos recibi el ttulo de Camarero Secreto de
Su Santidad.
Antes de cumplir los 32 aos de edad, el 20 de junio de 1927, fue designado
segundo obispo de Valencia, al recin haber fallecido Mons. Francisco Antonio
Granadillo. El domingo 23 de octubre recibi la consagracin episcopal en la
Santa Iglesia Catedral de Valencia a las 8 de la maana, de manos del nuncio
Apostlico de Su santidad, Mons. Dr Fernando Cento. Asistieron tambin Mons.
Felipe Rincn Gonzlez, de Caracas, Marcos Sergio Godoy de Maracaibo y
que llam con urgencia. Pues bien: ese poltico, de cuya calidad moral
podemos formarnos idea por lo que dijeron Po Gil, que lo seala como un
traidor, y Fernando Gonzlez, que lo presenta como un corrompido, disfrutaba
de influencia en el rgimen que entonces mandaba en Venezuela. Y al
enterarse de que haba perdido la cacera por la intervencin del obispo,
maquin venganza y se aprovech para ello de la publicacin en esos das de
la "Instruccin sobre el matrimonio".
La situacin se torn pblicamente grave cuando el gobernador de Valencia,
anunci su divorcio y su nuevo matrimonio con una jovencita de la ciudad, y el
obispo, naturalmente, en una famosa instruccin pastoral del 5 y 11 de octubre
del mismo mes, expuso en pblico la doctrina de la Iglesia en torno a la
indisolubilidad del matrimonio catlico, que fue tomada por el rgimen como
una provocacin, siendo el pretexto para, con argumentos de violacin de las
leyes constitucionales y la ley del patronato eclesistico, vigente para la poca,
expulsarlo del pas. Y as, el 11 de octubre de 1929 fue decretada oficialmente
la expulsin de Monseor Montes de Oca del Pas, destierro ejecutado el mismo
da, cuando, por la carretera de los Teques, fue interceptado y llevado a la
Guaira a un barco con destino a Trinidad y Tobago, donde permaneci hasta el
ao 1931.
La reaccin de los obispos venezolanos fue inmediata, realizando varios
intentos para que el rgimen anulara el decreto de expulsin. En una carta
dirigida al presidente de turno, Juan Bautista Prez, El arzobispo de Caracas,
Mons. Felipe Rincn Gonzlez, intenta interceder ante la autoridad, pero en una
respuesta firmada, no por el mismo presidente, sino por el ministro Rubn
Gonzlez, qued expuesto el verdadero motivo de la expulsin: Si la expulsin
del Dr Salvador Montes de Oca, obispo de Valencia, caus honda amargura a
todos los miembros del Episcopado Venezolano, impresin de desagrado y de
extraeza produjo en el gobierno la sorprendente e interspenticia reaccin de
aquel prelado contra la Soberana Nacional y el imperio incontrastable de las
leyes, y su excitacin y mandato a desconocerlas y rebelarse contra ellas, en
los precisos momentos en que el gobierno acababa de develar, en sangrientos
combates, movimientos y brotes revolucionarios en distintos puntos del pas;
reaccin aquella que puso al poder ejecutivo en la necesidad de dictar y llevar
a cabo precisas e inaplazables medidas de alta polica nacional. Por lo que
queda claro que para el gobierno poco importaba el asunto del matrimonio en
s sino el espritu revolucionario del obispo y sus muchas intervenciones en
contra del rgimen y a favor de los desfavorecidos por la justicia.
Ante las repetidas intervenciones de los obispos venezolanos a favor de
Montes de Oca ante el gobierno, ste afirmaba, en una carta dirigida al Nuncio
Magra la figura Corporal. Una estatura ms bien mediana que prcer; fino y
delicado el cutis; amplia y erguida la frente como los Montes de s abolengo;
blanca la piel como el vuelo de las primeras Ocas de la estirpe; como tallados
en filigrana de rosado encaje los labios, fciles a la risa; vivos e inquietos los
penetrantes ojos por donde bulla y se asomaba el genio; caractersticamente
perfilada la nariz; alargadas las manos que conservaron siempre una impresin
de blsamo y aceite; los pies pequeos y el andar ligero; de hablar caroreo,
que cuando tronaba desde el plpito llegaba ser torrencial y numeroso.
Expresivo y jovial. As le conocamos. Pero su retrato espiritual es multiforme.
Sera menester concentrar en ese cuerpo, que no tena nada de arrogante, la
melflua entereza de Ambrosio de Miln, el dolor pensante de Agustn de
Hipona, la amplitud del espritu de Francisco de Sales, el moderno atrevimiento
de los cardenales Hinsley y Westminster y Faulhaber de Munich para tener al
obispo Salvador Montes de Oca. Y asumir, adems, la maciza asctica de Dom
Columba Marmin, el eucarstico fervor del padre Eymard y el imponente
hermetismo de Bruno de Colonia para tener al contemplativo Padre Montes,
como gustaba llamerse nuestro eximio desaparecido, en esa doble y misteriosa
desaparicin de sacramentino y de cartujo. Mons. Francisco Armando
Maldonado.