Me Llaman El Solitario Jaime Giménez Arbe
Me Llaman El Solitario Jaime Giménez Arbe
Me Llaman El Solitario Jaime Giménez Arbe
me llaman el solitario
autobiografa
de un expropiador de bancos
Edicin a cargo de
iaki errazkin
de la edicin: Txalaparta
del texto: Mara Soledad Arbe
maquetacin
Monti
impresin
Grcas Lizarra S.L.
Carretera a Tafalla, km. 1
31132 Villatuerta - Navarra
isbn
978-84-8136-564-1
depsito legal
na. 3.278-09
txalaparta
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exordio
sona sensible e inteligente que, por serlo, no consinti que la maquinaria del Estado lo despersonalizase y se vio abocado a sobrevivir frente a
l. Un mal ejemplo tanto para la dictadura franquista, que lo encarcel
cuando solo contaba 16 aos, como para las democracias burguesas que,
ya adulto, lo encarcelaron igualmente.
Gimnez Arbe es un dscolo que no acept ni acepta las reglas so ciales impuestas por la clase dominante, pero s las de la partida inacabada que comenz en 1972 en la prisin de Carabanchel, cuando varios
carceleros autoerigidos en jueces y verdugos castigaron a su amigo Juanito, un inofensivo discapacitado psquico, amputndole las manos por
una chiquillada. Hostigar al poder establecido raramente sale gratis y l
ms que nadie era y es consciente de este extremo. As, asumi siempre
los riesgos de su condicin de activista libertario, si bien su lucha se centr en robar a los ladrones para poder seguir viviendo a su manera, sin
fronteras ni convencionalismos, entregando siempre una parte del dinero conseguido a la causa anarquista europea.
Jaime opt por ejercer la accin directa en su particular combate contra el eje del mal. Consecuentemente con su pensamiento crata, casi
siempre actu solo, como hicieran sus correligionarios a comienzos del
siglo pasado. Su enemigo, sin embargo, tras capturarlo, no se ha limitado a condenarlo por sus acciones, sino que le ha sentenciado tambin
por las ajenas, achacndole la autora del tiroteo que cost la vida a los
guardias civiles Jos Antonio Vidal Fernndez y Juan Antonio Palmero
Bentez.
El letrado Marcos Garca-Montes, abogado de Jaime Gimnez Arbe,
afirma desde el conocimiento del Derecho que los magistrados que han
juzgado y condenado a su defendido no han respetado sus derechos fundamentales. Segn Garca-Montes, el contundente fallo del tribunal no
se ajust a derecho por los siguientes motivos, a saber:
Primero: que se haba vulnerado el derecho constitucional a un proceso pblico con todas las garantas porque los registros de la casa y de
la nave del procesado no los haban hecho los jueces predeterminados.
Segundo: que no se haba respetado el derecho de Gimnez Arbe a
utilizar todos los medios de prueba pertinentes para su defensa.
Tercero: que haban sido vulneradas las leyes porque el interesado
no haba conocido la identidad de los testigos protegidos con anterioridad a la celebracin de las sesiones del juicio en Pamplona.
Cuarto: que haba sido vulnerado el derecho constitucional a la presuncin de inocencia en relacin con la prueba indiciaria del subfusil.
Quinto: que las armas supuestamente pertenecientes a Gimnez Arbe
no haban estado en todo momento bajo control y que, al haberse roto
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Efectivamente, los tres funcionarios del Ministerio de Justicia encargados de juzgar los dos casos de asesinato decidieron considerar literal mente rocambolesca la declaracin de Jaime Gimnez Arbe, en la que
este afirmaba conocer la identidad del verdadero autor de los hechos que
se le imputan, sealando de forma clara y precisa al ciudadano francs
de ori gen corso Paul Cortichiato, a su vez ase sinado el 19 de mayo de
2006, casi dos aos despus del tiroteo de Castejn, desestimando la investigacin de los nuevos datos que, de ser confirmados, exoneraran de responsabilidad penal a Jaime, hasta el punto de obligar a la Sala a fallar su
libre absolucin. En dicha declaracin, Gimnez Arbe mencionaba, adems, el pare cido fsico de Cortichiato con l mismo, lo que tiene una
extraordinaria importancia al no haberse incluido la foto del corso en el
lbum presentado por la Polica a los testigos oculares para su reconocimiento. De nuevo hay que sealar que, probablemente, un jurado popular no habra pronunciado jams un veredicto sin haber exigido la comprobacin de lo afirmado por El Solitario.
Cuando la Repblica Portuguesa lo extradite al reino borbnico, Jaime Gimnez Arbe comenzar a cumplir una condena de 47 aos, con firmada por el Tribunal Supremo, que, con el endurecimiento de las leyes
para los considerados presos peligrosos, no bajar de cuatro dcadas
de prisin efectiva en rgimen fies (Fichero de Internos de Especial Seguimiento). Eso sin contar las futuras condenas por los asaltos que an estn
sin juzgar. La venganza que el Estado ha diseado para l consiste, pues,
en una cadena perpetua maquillada de legalidad. Un rigor inusitado que
contrasta con la conmiseracin demostrada por los po deres del Estado
espaol con connotados criminales como el general Enri que Rodrguez
Galindo, el ministro Jos Barrionuevo o el secretario de estado Rafael Vera.
El doble rasero que aplican los gestores de este pas de las maravillas segn el bando en el que militen los delincuentes, hace tiempo que
dej de ser pattico para convertirse en escandaloso e indignante. La justicia espa ola es aranera y tramposa y no duda en levantarse la venda
de los ojos para ver la cara de la persona que se sienta en el banquillo de
los acusados y decidir en funcin de su ideologa.
La mesa de su celda en la prisin de Monsanto ha servido a Jaime
Gimnez Arbe de escritorio para la redaccin de su autobiografa. Esperemos que el esfuerzo no haya sido en vano y lo escrito sirva para agitar
conciencias y propagar la realidad de una sociedad envilecida por sus
gober nantes.
iaki errazkin
Andaluca, noviembre de 2009
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acompa a Quico y falsi fiqu moneda; mi mujer Anne es mdico responsable de la accin humanitaria en Hait y en un pueblo navarro: Valcarlos-Luzaide; los jvenes vascos ocupan casas abandonadas en el campo para autogestionarlas. Todo puede servir en algn momento si todas
las acciones estn sustentadas en los principios de la libertad, la generosidad, la justicia y la solidaridad entre las personas y los pueblos. Los
delincuentes, los malhechores, los que hacen las guerras y los pobres, los
que roban, son otros. Son ellos. Ojal te vea pronto en libertad.
lucio urtubia
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el deber de resistir
la pena de muerte se ha convertido en impalpable , sin nombre ni perfil. Es una cuestin administrativa. No tiene rostro y tampoco lo tienen
los jueces de vigilancia penitenciaria o los burcratas del Ministerio de
Justicia, que la aplican con minuciosidad y pretendida inocencia. De
la misma manera que el verdugo se esconda detrs de la capucha, esta
gente se esconde detrs del reglamento, las liquidaciones de condena, el
conformismo reaccionario que lo impregna todo.
Ya somos centenares y pronto seremos miles los que sufrimos nuestra condicin de condenados a muerte. Nos enfrentamos a esta cruda realidad: nuestra dignidad humana depende de la insurreccin contra el
destino infame que nos reservan. Delante de estos crmenes administrativos no solo tenemos el derecho del rechazo, de la revuelta, sino que
hoy esto constituye un deber para todo aquel que tenga la posibilidad,
se encuentre donde se encuentre, con sus propios medios; con los puos,
si es preciso, individualmente o colectivamente.
La lucha contra la institucin de los torturadores y de los verdugos
seguramente ser sin concesiones. La represin ser feroz. Ya hemos te nido la ocasin de sufrir las venganzas de la Administracin para hacernos una idea aproximada de lo que nos tienen reservado. Los crmenes
disfrazados de suicidio, las palizas, los aos y aos de aislamiento, los insultos y las humillaciones, es decir: todo aquello de lo que son capaces con la
excusa de la ley y de los reglamentos. De todas maneras, nuestro rechazo
ya no teme a la porra. Y ya no nos puede pasar nada, porque, si nada cambia radicalmente, nosotros ya estamos muertos, y enterrados vivos.
A Jaime, mi padre
A Marisol, mi madre
A Roberta, mi bonitinha de bala chita
A Ligia, la mejor y ms valiente abogada de Portugal
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el ltimo amanecer
el 23 de julio de 2007 amaneci radiante. Para m era un da pro metedor. Recin despierto, contempl la salida del sol desde un bello pinar
cercano al mar en el que haba pasado la noche acampado junto a mi
furgoneta Renault Kangoo, una compaera de aventuras ideal que jams
pregunta, discute o juzga. La haba bautizado con el nombre de Cirila.
Tena montada mi pequea tienda igl en un discreto claro del bosque, a salvo de miradas curiosas que pudieran poner en peligro mis planes. Me acomod sobre un tocn y comprob la posicin geogrfica con
un gps que haba comprado en Miami, durante un viaje que realic a los
Estados Unidos catorce o quince aos atrs, cuando an no se haba generalizado el uso de ese tipo de aparatos. Una flecha marc sin titubeos
el lugar en que me encontraba: justo al pie de un camino forestal afluente de una deteriorada carretera rural, estrecha y polvorienta, cercana a
Quiaios, a unos diez kilmetros de la localidad costera de Figueira da Foz,
en el dis trito portugus de Coimbra. Mi particular militancia expropiadora me ha obligado a pertrecharme siempre muy bien y a elegir
minuciosamente tanto mi equipo como mis herramientas. La clandestinidad tiene estas cosas.
Aquella veraniega maana los pjaros gorjeaban a su antojo sabindose dueos del lugar, casi tan libres como yo me senta. Comulgu una
vez ms con la naturaleza, a la que respeto con devocin. De hecho, soy
un ecologista practicante y, siempre que recojo mis brtulos al levantar
un campamento, dejo nicamente restos orgnicos que sirvan de abono
a la vegetacin.
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da Foz por el poderoso motivo de que es una importante ciudad turstica provista de un afamado casino, lo cual prometa. Yo trabaj hace tiempo en un casino de Madrid y conozco de primera mano los tejemanejes
de dinero y el trfico de influencias que se establecen entre los accionistas mayoritarios de estos tem plos de juego y los ediles de los municipios en que se asientan.
Mi plan era relativamente sencillo. Pretenda entrar en el banco ar mado y disfrazado por la puerta de la calle que da al Ayuntamiento. Una
vez dentro, tranquilo y sin prisa, accedera al despacho del director, al
que mostrara mi Colt 45, una persuasora pistola semiautomtica que
usaba desde hace aos, y le conminara a que escribiera en un papel la
clave numrica de la caja fuerte. Esperaba que fuera un hombre razonable y colaborase, pues, adems, debera decirme quin ms conoca la
combinacin. La experiencia y la in tuicin me hacan creer que poda
ser la interventora, una mujer que aparentaba cuarenta y tantos aos. El
trmite era necesario, ya que habra de con trastar la clave que me proporcionase el jefe de la sucursal con la que me diera la segunda persona.
Lo suyo, claro, era que coincidiesen, pues de no ser as, al teclear el nmero incorrecto saltara la alarma silenciosa, alertando a los vigilantes de
guardia en la sede central de la empresa encar gada de la segu ridad del
Santander Totta. Ya dice el refra nero que es mejor prevenir que curar,
as, para evitar indeseables equvocos, informara a quien correspondiera de la inconveniencia que supondra cualquier error numrico, ya que,
de producirse, conside rara que el direc tor me haba mentido y semejante conclusin me obligara a actuar en consecuencia. Confiaba en que
tal cosa no sucediese.
Al ser, como he dicho, una alarma silenciosa, no haba forma humana de saber a ciencia cierta si haba saltado o no, aunque, afortunada mente, la va gancia crnica de los guardias suele conceder una oportunidad. Me explico: las centrales de las compaas de seguridad, antes de
alertar a la Polica, acostumbran a llamar por telfono a la oficina bancaria en cuestin para asegurarse de que el apremio est justificado, pues
la pasma se suele disgustar sobremanera cuando acude a un banco que
supuestamente est siendo atracado y al llegar al lugar de los hechos se
encuentra con que se ha despla zado en balde por tratarse de una falsa
urgencia. Haba que estar, pues, atento al telfono.
Los bancos no nos lo ponen fcil a los expropiadores. De hecho, hay
en ellos ms trampas que en una pelcula de Fu Man Chu. Por ejemplo,
es frecuente toparse con cajones en los que se guardan a la vista, tentadores como Eva, la serpiente y la manzana juntas, pequeos fajos de billetes de 5, 10, 20 50 euros, nunca de ms, separados por lengetas de
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sido depositado en el banco y jams he cogido un euro o peseta sin ingresar. Digamos que contribuyo al equilibrio ecolgico. En la escala trfica,
esto es, en la cadena alimentaria natural que se da entre animales depredadores y depredados, siempre hay un flujo proporcional. Si hay muchas
gacelas, hay muchos leones. Pero si hubiera muchos leones y pocas gacelas, aquellos desapareceran por desnutricin y estas por extincin de la
especie. Todo depredador tiene que tener, pues, otro depredador que lo
compense. Esta es una ley universal que afecta a todas las especies animales, no importa el tamao, el gnero o el medio en el que vivan. Y no hay
enemigo pequeo. Que se lo pregunten, si no, a los epidemilogos, microbilogos y bacterilogos.
En las sociedades capitalistas, los depredadores supremos son el sistema finan ciero y los bancos. Son fuertes y poderosos. De una manera
u otra controlan los cuatro poderes del Estado, medios de intoxicacin
de masas incluidos. Ocupan el vrtice de la cadena trfica de alimentacin (canbal, of course) y no tienen otros depredadores de su talla que
amenacen su estilo de vida muelle. Solo algunos virus incontrolados
(como yo mismo) conseguimos darles algunas dentelladas donde ms
les duele. Yo sorteaba sus medidas de proteccin, los atacaba y les causaba daos. Cierto es que no he acabado con ellos como me gustara, pero
creo que soy un buen ejemplo a seguir para otros muchos virus que se
encuentran en estado latente. A medida que vayan despertando, seremos
cada vez ms agentes libertarios operando segn la ley de Talin, depredando a los depredadores. En dos pala bras: haciendo justicia. O mejor,
en tres: haciendo justicia popular.
Pero no divaguemos. Aquel da, al cabo de unas pocas horas estara
realizando una nueva expropiacin. Llenara la cartera con todo el dinero del banco que cupiera en ella y saldra tranquilamente, aunque, como
precaucin, camuflada bajo mi chaqueta llevara la metralleta montada
y lista para disparar. Luego cruzara la avenida y, una vez en el aparcamiento, subira a la furgoneta y abandonara el lugar a toda prisa, antes
de que se convirtiera en un avispero policial.
Haba llegado la hora de recoger el campamento. Desmont la tienda y la guard en su bolsa. Repas el terreno, asegurndome de no dejar
el menor objeto que diera testimo nio de mi presencia all. Guard todo
en la Cirila y comprob si estaba bien colocada la plancha de acero que
me guardaba las espaldas. Se trataba de una especie de mampara a prueba de balas, hecha de un acero especial, muy denso y compacto. Proceda de la puerta de un vehculo blindado, de esos que utilizan las empresas de seguridad para transportar fondos. La compr en un desguace que
hay al sur de Ma drid, en la carretera de Pinto a San Martn de la Vega,
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no muy lejos de la prisin de Valdemoro. Luego, en mi taller, con tiempo y calma, le fui dando la forma necesaria, que cubra exactamente la
parte trasera de mi asiento y del reposaca bezas, protegindome de las
balas que pudieran dispararme los esbirros del Estado. Recuerdo que al
encargado del desguace le cont la milonga de que la necesitaba para asegurar una caseta de aperos de labranza en la que entraban a robar a menudo. El hombre, muy amable, la desmont delante de m, lo que me permiti observar todos los detalles del interior del furgn.
Ya tena a mano todo lo necesario para el operativo. Haba sacado
las armas, el chaleco antibalas, la ropa que me pondra y los elementos
del disfraz que usara. El cha leco lo haba comprado en una ar mera de
Tampa (Florida). Recuerdo bien al dueo: un fascista, partidario de la
supremaca blanca, que no paraba de hacer co mentarios despectivos
sobre los negros e hispanos. Me repugna comprar a individuos as, pero
no vi otra forma de agenciarme una prenda impo sible de adquirir en
Espaa sin llamar la atencin y que me resultaba fundamental, vital en
el sentido literal de la pala bra. Cuando el tiparraco me pidi la do cumentacin, le mostr mi permiso de conducir del estado de Florida,
expedido, claro, a nombre de otra persona: un ciudadano americano de
origen cubano. Al ver que yo era hispano, el ar mero trag saliva, pero
mi piel blanca y mis ojos azules acabaron con fundindole. In cluso me
dedic una sonrisa cuando le pagu en efectivo los 500 dlares que me
pidi por el chaleco. A esta gente le encanta que los clientes no usen tarjetas de crdito, pues as no se ven obligados a declarar la venta.
Volviendo al chaleco, hay que reconocer que era una preciosidad.
Era capaz de detener proyectiles de los calibres 22, 9, 38, 357 Magnum
y 45 acp. Y, al menos en teora, hasta poda parar balas de escopeta y
proyectiles del 44 Magnum. No detena balas de rifle o fusil, pero la pasma no suele llevar ese tipo de armas. En los aos noventa era considerado
como tecnologa punta, aunque tena el in conveniente de que era un
poco grueso y daba mucho calor. Sin embargo, como dice el refrn, no
hay mal que por bien no venga, y esta caracterstica ayudara a deformar
mi aspecto fsico, hacindome parecer an ms corpulento.
Ya quedaba poco. Tras volver a comprobar que funcionaba perfectamente, intro duje cuidadosamente la metralleta en la maleta. Aquella
arma tena un sistema de seguro extremadamente sencillo, aunque muy
efectivo. Al dispararla, resultaba muy estable y precisa gracias al gran
tamao de su cerrojo y su baja cadencia. Aquel modelo de metralleta
todava sigue formando parte del arsenal del ejrcito de los Estados Unidos y de las Fuerzas Armadas de otros muchos pases, lo que demuestra
su calidad.
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Era la hora del maquillaje. El asiento del copiloto con su correspon diente espejo me servira de camerino. La barba y el bigote postizos re queran cierta dosis de habilidad y paciencia. El adhesivo poda convertirse en un obstculo si no se aplicaba correc tamente. Es curioso cmo
unos pocos pelos pueden cambiar el aspecto de una persona. Me di cuenta de ese efecto en 1969, cuando, a mis 13 aos, haca mis pinitos can tando y to cando la guitarra junto a otros compaeros en el parque del
barrio madri leo de la Concepcin. Manolo, un chico mayor que nosotros, pero que, como todos, vesta al estilohippy y tambin tocaba la guitarra, llevaba el pelo a lo afro y luca con orgullo una barba y bigote bien
poblados, hasta que un buen da le ofrecieron un contrato en una empresa. Presionado por las rancias normas sociales de la poca, tuvo que cortarse la rizada melena y rasu rarse. A pesar de ser un buen amigo, cuando me lo encontr des pus de ta maa transformacin, no fui capaz de
reconocerlo a primera vista. Lo hice, al fin, por la voz y por el chaquetn
de pana que llevaba puesto. Pareca bastante ms joven. Archiv aquella
impresin en mi memoria, aun que, por entonces, sin efectos prcticos.
Hasta algunos aos ms tarde no me sera de utilidad aquel recuerdo de
mi adolescencia. Desfigurar la imagen para no ser identificado por policas ni testigos es un objetivo elemen tal para cualquier expropiador de
bancos. Pero hay que hacerlo sin lla mar dema siado la atencin. Cualquiera que vea a una persona ocultando su cara con una mscara o un
pasamontaas, salvo que sea Carnaval o se encuentre en una estacin de
esqu, sospechar de l inevitablemente. Mucho ms si lo ve de esa guisa en las inmediaciones de una entidad bancaria. En cambio, a un hombre con el pelo largo y barba, le dirigir, como mucho, una mirada distrada e inocua.
Convertido ya en el primo hermano del hombre-lobo, proced a cambiar las matrculas de la furgoneta. Las espaolas que coloqu en Mia jadas, provincia de Bada joz, no me convenan para la accin que iba a
llevar a cabo, as que las sustitu por otras portuguesas. Como no me gusta dejar nada al azar, los nmeros de las placas eran los de un vehculo
exactamente igual al mo que haba visto en un viaje anterior en el aparcamiento sub terrneo de un centro co mercial de Coimbra. En mis dos
viajes anteriores haba comprado all lo que nece sitaba y haba comido
en algunos de los restaurantes que hay en la planta superior, aunque nunca repet local pues no quera que nadie se fijase en m y me pudiese
recordar posteriormente. Por cierto, desde que puse los pies por primera vez en Coimbra me haba sentido observado. No sabra decir el motivo exacto, pero as era. Una mujer que me miraba con demasiado inters,
otra que lo haca con descaro Y no una, sino varias eran las veces que
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que los ministros de la Porra se empeen en vender lo contrario, lo cierto es que una caracters tica de los policas espaoles (y tambin de los
portugueses) es que son unos vagos de siete suelas. No les gusta trabajar
en absoluto y tienden a aplicar la ley del mnimo esfuerzo. Son psimos
investigadores y procuran ir siempre a tiro hecho, por lo que necesitan
de soplones que les in formen. Les sobra arrogancia, prepo tencia y chulera, y carecen de diligen cia. Seguramente por eso, llevaban trece aos
intentando localizarme a cual quier precio, aunque sin resultado. Hasta
haban montado una des proporcionada campaa meditica, difundiendo los datos que crean te ner de m por todas las cadenas de televisin.
Si los contribuyentes supieran qu intiles son sus policas, exigiran la
devolucin de sus impuestos.
Con la carga disimulada y bien amarrada, me quedaba an un ltimo detalle, pues de all saldra directamente hacia Chez Botn. Me refiero a las tiritas caseras que haba dejado parcialmente pegadas en el salpicadero. Hasta algo aparentemente tan sencillo como su colocacin tena
su liturgia. Co loqu, pues, a la botella de acero de camping-gas el accesorio de estufa y me puse a la faena. Aquella estufa me haba confortado en ms de una noche invernal, de esas en que la temperatura cae por
debajo de cero y se es carcha hasta el aliento. Sin embargo, haba que
tener cuidado al encenderla dentro de un vehculo, pues consuma el oxgeno del interior y desprenda dos gases ms que peligrosos: anhdrido
carbnico y monxido de carbono, que tiene efectos le tales en quien lo
respira prolongadamente. No obstante, la estufa tena entonces otro cometido: secar el pe gamento con el que iba a embadurnar la piel de mis
manos antes de fijar en ellas el esparadrapo que evitara que dejase huellas dactilares en el banco.
Aquella expropiacin sera la ltima de mi carrera, pues haba decidido llevar una vida ms pausada junto a mi adorada Roberta, que me
esperaba en Sudamrica. Desde que la conoc slo pensaba en ella. Jams
haba amado tanto a una mujer. Cuando nos reunisemos en Brasil,
comprara mosuna chcara1 donde construir un hogar en el que empezar una nueva vida. Ya estaba harto de Europa. Me aburra solemnemente
tanta hipocresa institucionalizada. Desde que conoc la Repblica Federativa do Brasil, que as se llama oficialmente aquel pas, s que all est
mi casa. Me gusta su gente, su naturaleza desbordante, su fauna Es verdad que all la vio lencia social campa por sus respetos; que los policas
son ms criminales, si cabe, que los de aqu; que, como en todos lados,
1.- En Sudamrica, alquera o granja [Todas las notas al pie de pgina son del editor].
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los polticos son ladrones sin escrpulos; pero la gente, la gente normal,
es maravillosa. All todo es msica y baile. Todo tiene ritmo, empezando por sus mujeres. Sus mujeres! No tienen parangn en el planeta. S
de lo que hablo, pues he viajado mucho y he conocido un gran nmero
de pases, entre ellos Suecia, donde las mujeres tambin son muy hermosas, pero las brasileas son una inigualable sinfona de belleza y calidez. Supongo que a ello ha contribuido la mezcla de razas, habiendo sintetizado lo ms dulce de cada una de ellas. Son encantadoras y me fascinan.
Aunque todava no dominaba el portu gus, estaba seguro de que lograra hablarlo con correccin en poco tiempo. Ser mi quinto idioma, tras
el castellano, el italiano, el ingls y el francs.
Una mirada al reloj digital del cuadro de mandos me devolvi a la
realidad inmediata. Se acercaba la hora de partir y an no me haba vestido para la ocasin. Mientras elega las prendas que me iba a poner, repas el plan de fuga. Tena que recorrer rpidamente la escasa distancia
que haba del banco hasta el aparcamiento en el que me esperara la furgoneta. Cualquier segundo que ganase poda ser precioso, as que dejara la llave de contacto puesta, oculta a la vista por un poco de plstico
negro, y la puerta delantera izquierda, por la que entrara, estara cerrada pero sin bloquear. Tirara la maleta con el dinero en el suelo, bajo el
asiento contiguo, y arrancara el motor, saliendo del lugar lo antes posible, aunque evitando llamar la aten cin. Cogera por la avenida Otelo
Saraiva de Carvalho, en direccin a Vila Verde, unafreguesia2 de Figueira da Foz, circulando en paralelo al ro Mondego. El plan estaba bien concebido. Me llev varios das elaborarlo, pero estaba satisfecho. Como en
todas las actividades, en esta ma haba que estar al da en lo que a novedades tecnolgicas se refiriese. As, gracias a los programas Google Earth
y Google Maps, pude ul timar todos los deta lles sobre el terreno. En mi
cuaderno de viaje haba anotado cada una de las carreteras y cruces que
me iba a encontrar desde all hasta la Extremadura espaola, adems de
las distancias kilomtricas y las coordenadas. Todo estaba previsto.
Comenz entonces la sesin de peluquera, maquillaje y utileras varias. Me ech el pelo hacia delante y lo pein con dilacin, que las actividades expropiadoras no estn reidas con la coquetera y era consciente de que seran muchos pares de ojos los que iban a mirar con lupa en
los das siguientes las imgenes de mi persona que capturasen las cma-
2.- Freguesia es el nombre que en los pases lusfonos se da a las organizaciones administrativas en las que se divide un municipio o concelho. La traduccin literal es feligresa, pero tambin puede significar parroquia, pedana, distrito o barrio, segn los casos.
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Morena. Era la seal que esperaban los oficiales del Ejrcito integrados
en el Movimento das Foras Armadas para ocupar los puntos estratgicos del pas. Al cabo de solo seis horas, la revolucin haba triunfado y
Marcelo Caetano, ltimo primer ministro del llamado Estado Novo, 3
parta, exiliado, hacia Brasil, donde fallecera en 1980. A pesar de los continuos llamamientos radiofnicos de los capitanes de abril a la poblacin para que permaneciera en sus hogares, centenares de miles de portugueses, hombres y mujeres de todas las edades, se echaron a la calle
para acompaar a los militares sublevados. Un hecho clave de aquella
fecha fue la multitudinaria marcha de Lisboa, caracterizada por los claveles rojos que portaban los manifestantes, lo que dio nombre a la revolucin. Aos despus, en 1980, Otelo Saraiva de Carvalho dirigira la organizacin poltica comunista Fuerza de Unidad Po pular, llegando a ser
detenido y encarcelado en 1984 bajo la acusacin de ser el autor moral
de las acciones militares de las clandestinas Fuerzas Populares 25 de
Abril, aunque la presin popular, portuguesa e internacional, consigui
rescatarlo pronto de la prisin y devolverle la libertad de la que, afortunadamente, contina gozando, pues sigue vivo y coleando, luchando por
la transformacin de este mundo inhspito en otro ms amable, justo y
solidario. Comprendern ahora mi simpata por este hombre incorruptible, al que muchos jvenes como yo (quien esto escribe tena entonces
18 aos), que suframos en el pas vecino los estertores de la dic tadura
del general Franco, considerbamos un punto de referencia y un ejemplo a seguir. Como es sabido, no pudo ser y hoy ostenta la Jefatura del
Estado espaol el sucesor designado por el propio dictador. Pero esa es
otra historia.
Met primera y la furgoneta comenz a moverse muy despacio. Como
iba bien de tiempo, decid dar una vuelta alrededor del banco sin sa lir
del vehculo, ms que nada por ver si se haba producido algn cambio
de ltima hora que pudiera afectar a mis planes. Ya saben, una calle cortada, un accidente de trfico Slo me gustan las sorpresas cuando las
doy yo. Despus de recorrer algo menos de un kilmetro del camino forestal junto al que haba pasado la noche, llegu a la deteriorada carretera
rural que lleva a Quiaios, el pequeo y tranquilo pueblo que dista apenas diez kilmetros de Figueira da Foz. Era una va habitualmente desierta, por la que circulaban poqusimos coches. Por eso se me encendieron
las luces de alarma cuando vi con sorpresa que delante de m circulaban
dos vehculos, uno rojo y otro azul, y ambos, adems, con matrculas
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espaolas. Tanta casualidad no era normal. Los mir con ms detenimiento y observ que eran muy similares a los k, los coches camuflados que usa el Cuerpo Nacional de Polica, de modelo y gama demasiado discretos, elegidos especialmente para no llamar la atencin y que la
gente no se fije en ellos. Me precio de olfatear de lejos a la pasma y el
olor a chamusquina se incrementaba por momentos. Respir profundamente e intent sosegarme di ciendo para mi ca pote que seguramente
seran turistas, ya que estbamos en pleno ju lio y muchos espaoles
pasan en ese mes sus vacaciones en Portu gal, sobre todo en la costa. Y
como mi furgoneta llevaba matrcula portu guesa, no tena nada que
temer, pues los conductores de esos vehculos pensaran, lgicamente,
que era un ciudadano portugus. Adems, nunca antes haba expropiado un banco en Portugal, por lo que, a diferencia de Espaa, all no me
persegua la Polica ni haban difundido mi retrato robot, y aunque a los
tipos de los coches que me precedan les sonara mi cara, llevaba una barba y un bigote que la hacan irreconocible.
No tengo nada que temer! me dije.
Ms tranquilo, decid adelantar a los dos vehculos para poder observar mejor a sus ocupantes. Ya los haba dejado atrs y no haba visto ms
que a los dos conductores. Ambos tenan mala pinta y aparentemente
viajaban solos. Otra vez el olor a dberman. Podran ser po licas. Volv
a dudar. Como son tan sumamente cobardes, suelen viajar en grupo. Ya
lo dice el refrn: La pasma espaola nunca mea sola.
Ser una casualidad me volv a decir.
Sin embargo, mi sexto sentido insista:
Jaime, no te fes de las casualidades.
Desde luego, si aquello me llega a su ceder en Espaa, hubiese sido
causa ms que suficiente para abortar la misin. Ya expropiara a Botn
en otra de sus cuevas. Pero, recordando a las mujeres que me miraron
fijamente en Coimbra, me pregunt de nuevo:
Quin puede saber que estoy en Portugal?
Continu conduciendo hacia Figueira da Foz, aunque ya no viajaba
solo: me acompaaba una enorme mosca que se haba posado detrs de
mi oreja.
En los minutos siguientes detuve la furgoneta en varias ocasio nes
para cerciorarme de que nadie me segua. La verdad es que no haba vuelto a ver ningn vehculo sospechoso, solo algunos coches portugueses
conducidos por otras tantas mujeres jvenes, todas ellas diferentes. Nunca la misma. Siempre me he ufanado de tener una memoria fotogrfica
y, en caso contrario, me habra dado cuenta inmediatamente. No haba
rastro de los dos turismos espaoles. Ya estaba ms calmado. Cruc
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Quiaios, ace ler, met la quinta y enfil hacia Figueira da Foz sin ms
sobresaltos. Cuando llegu a la ciudad, tom la avenida dedicada a mi
admirado Saraiva de Carvalho con la intencin de pasar por ltima vez
por delante del que segua siendo mi objetivo. Observara detenidamente
los alrededores del banco y, si no haba novedad, dejara la furgoneta en
el aparcamiento pre visto, lo ms cerca po sible de la puerta del Santander Totta. Cuando, al fin, tuve a la vista Chez Botn, detect algo extrao
que volvi a alertarme. Junto a la sucursal que iba a expropiar, haba un
bar que dispona de una terraza techada, protegida lateralmente por mamparas de cristal y refrigerada, como corresponda a aquella poca del ao.
Adems, ordenadas en la acera, varias mesas y sillas, apenas resguardadas de los rayos del sol por unas descolori das sombrillas, ampliaban el
aforo del local, formando una es pecie de prolon gacin al aire libre del
mismo. Habiendo, como haba, plazas libres en la carpa cubierta, el insoportable calor y el sentido comn invitaban a cualquier inopinado cliente a desechar las mesas del exterior y degustar su consumi cin dentro
de la terraza. Primera circunstancia sospechosa: mientras todas las mesas
al aire libre estaban pegadas a la terraza y tenan cada una su respectiva
sombrilla, haba una separada, sin parasol y a pocos metros de la entidad
bancaria, que estaba ocupada por tres jvenes fornidos, uno de los cua les luca una gorra roja de bisbol. Segunda cir cunstancia sospechosa:
los tres estaban sentados a pleno sol y no se vea bebida alguna sobre la
mesa. Era posible que se acabasen de sentar y an no les hubiera atendido el camarero, pero, fuera como fuese, estaban demasiado cerca de la
puerta del banco por la que haba de salir al cabo de un rato, lo que supona una autntica contrariedad. Podan perca tarse fcilmente de lo que
pasaba en el interior de la sucursal y dar la alarma. Era muy peligroso y,
desde luego, no me con vena en abso luto, as que pens en abortar la
operacin. Ya era la segunda cosa extraa que me haba suce dido en la
ltima hora y mi sexto sentido me aconsejaba con insistencia abandonar
el proyecto.
Cavilando sobre estos extremos, di la vuelta a la plaza y me detuve
ante el semforo en rojo. Cuando cambi a verde, me incorpor de nuevo a la avenida y vi que, a mi derecha, el aparcamiento tena muchas plazas dis ponibles. Incluso haba varios sitios libres cerca de la mquina
expendedora de tiques. La tentacin de continuar con el plan era muy
fuerte, pero los tres individuos de marras seguan sentados en la mesa
tan inconveniente mente cercana a la puerta principal del banco. Cuanto ms me fijaba en ellos, peor espina me daban. Lejos de mostrarse relajados, como sera lo lgico en unos clientes normales, aparentaban estar
sometidos a una gran tensin. Estaba decidido: desde aquel momento
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quedaba abortada la expro piacin. Pas de largo la entrada al aparcamiento y sal de Figueira da Foz en direccin a Vila Verde, siguiendo la
ruta de escape prevista, paralela al ro Mondego. Al llegar a la pedana,
continu condu ciendo algunos kil metros ms sin un rumbo concreto.
Por fin, met a Cirila en un entrante cualquiera de la va y me detuve en
un descampado imposible de ver desde la carretera.
Haba parado all para seguir pensando, pues en el fondo me resista a irme con la maleta vaca. Haba dejado el motor encendido para
seguir disfrutando del aire acondicionado. Como haba llegado a la sucursal con tiempo de sobra, an podra entrar y lle varme la cantidad necesaria para hacer realidad mis proyectos con Roberta. El plan era bueno.
El banco era bueno. Haba invertido grandes dosis de es fuerzo, tiempo
y dinero para llegar hasta all. Los inoportunos tipos aquellos, lo mismo
habran desapare cido cuando regresase al banco. Repas mentalmente
otras expropiaciones y record cmo algunas veces me haban sucedido
cosas parecidas. Efecti vamente, en varias ocasiones me haba encontrado en situaciones extraas, aparentemente comprometidas, que, despus
de consumar las expropiaciones, resultaron carecer de fundamento. No
eran ms que jugarre tas de mi imaginacin, desbordada por la tensin
del momento y por la lgica desconfianza.
Slo yo saba lo difcil que es expropiar un banco en so litario, el trabajo tan duro que supone y el desgaste psicolgico que ocasiona. Eso por
no hablar del miedo inherente a los seres humanos cuando nos sabemos
en peligro. El temor es una reaccin natural de las personas normales ante
una situacin de riesgo. Nunca he confiado en quienes se pavonea n de
no tener miedo. Estn locos y son peligrosos. La diferencia entre una persona valiente y otra cobarde estriba sencillamente en que la primera tiene miedo, pero es capaz de controlarlo y actuar; la segunda, sin embargo, tiene miedo igualmente, pero al no conseguir controlarlo, reacciona
indefectiblemente de manera poco edificante: o se queda paralizada o
huye como alma que lleva el diablo. Y yo saba que poda controlar mi
miedo, al menos tempo ralmente, quizs ayudado en parte por la adrenalina que se gregaba la masa medular de mis glndulas suprarrenales
cuando me dispona a emprender una accin. Es algo que he experimentado varias veces y que ha quedado demostrado en determina dos
casos prcticos.
Ech un vistazo al reloj del cuadro de mandos de la furgoneta; el de
pulsera marcaba la misma hora. Si iba a llevar a cabo la expropiacin,
aquella era la ltima oportunidad que tena para ello. De retrasarme ms,
ya no podra hacerla aunque quisiera, porque sera demasiado tarde y
tanto la puntualidad como la precisin eran virtudes fundamentales en
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mi actividad. Volvera al pueblo. Si aquellos tres tos raros seguan sentados en la mesa sin consumir alguna bebida, abortara definitivamente
la operacin. Arranqu la furgoneta. Volv a bordear el ro Mondego, esa
vez en sentido contrario, y, tras pasar de nuevo Vila Verde, se present
ante mis ojos, al final de la recta carretera, la dichosa Figueira da Foz,
que Manit confunda. Otra mirada al reloj me indic que todava estaba a tiempo.
Entr en el pueblo. Haba poco trfico, como corres ponda a la sa grada hora de la comida principal, sobre las 13.30 en Portugal, por lo que
llegu al banco en un periquete. Todo estaba tranquilo. Los tres jvenes
que tantas cuitas me haban causado en tan poco tiempo haban desaparecido del mapa. No esper ms. Haba llegado la hora. Recorr por ltima
vez el camino hasta el aparcamiento y estacion a Cirila junto al expendedor de tiques, al lado derecho de otro vehculo de mayores dimensiones
que impedira que se viera la furgoneta. Sal del vehculo con un euro en
la mano, justo para abonar media hora de aparcamiento, el tiempo suficiente para ejecutar la expropiacin. Deposit el resguardo sobre el salpicadero, de manera que fuera bien visible desde el ex terior y no despertase sospechas en el vigilante.
Me puse, al fin, en marcha hacia mi objetivo. Ya estaba en la ave nida. La cruc sin respetar el paso de cebra, que quedaba lejos de mi posicin. Camin hacia el Santander Totta. Cerca del banco, en la esquina,
estaba la oficina de otra entidad: la Caixa Agrcola. Yo, a lo mo. Me dirig hacia la puerta trasera de Chez Botn, la que daba a la plaza donde se
encuentra el Ayuntamiento. Vi que haba varios coches aparcados, entre
ellos un furgn Ford Transit de color crema. Junto a l, se encontraba
una mujer de pie, sola en la acera, a la que no prest mayor atencin.
Hice mal.
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la captura
no haba hecho ms que rebasar a la mujer y al furgn, cuando o claramente los pasos acelerados de alguien que corra tras de m. No me dio
tiempo a girar la cabeza. De repente, a traicin, sin una voz de aviso, me
atacaron por la es palda, derribndome. Gente que no distingu se me
ech encima, pese a encontrarme abatido sobre el pavimento. No poda
moverme, pero empec a ver las caras de mis agresores. O voces en portugus. Me inmovilizaron en el suelo de la calle pisndome las manos, y
sent que alguien me retorca una pierna. Me haban arrancado la metralleta y la cartera. Uno de la jaura me electrocut con no s qu aparato.
Otro me dio la del pulpo. Afortuna damente, el cha leco protector amortigu los puetazos y las patadas. Varios me pisaron la cabeza.
No haba que ser adivino para darse cuenta de que haba cado en
una emboscada policial. Me acababan de atrapar. Los muy bestias me
incorporaron a golpes. Iban armados y, como yo, tambin vestan chalecos antibalas. Uno, que portaba una escopeta negra de corredera, fue
el encargado de esposarme. Lo hizo con extrema violencia mientras otro
me quitaba mi querida pistola. Betsy se fue con ellos a la fuerza, justo en
el momento en que me metan a empujones en el furgn Ford Transit.
Aunque estaba fuertemente esposado, siguieron pro pinndome golpes
en la cara, en el pe cho, en las costillas y en las piernas. De vez en cuando, un polica espe cialmente sdico me someta gratuita mente a tremendas descargas elctricas. En tan grata compaa viaj hasta Coimbra,
entre cantos de sirena bastante menos armoniosos que los que subyugaron a Odiseo en su periplo a taca. Despus de un rato que se me anto43
j una eternidad, el furgn entr en el patio de un edificio. Era el cuartel general de la Polica Judiciaria.
Me dejaron solo en una habitacin. Tena las manos esposadas a la
espalda y me encontraba en estado de shock, pero, al menos, poda respi rar unos momentos y, sobre todo, pensar. Me hallaba absolutamente confundido, e intentaba comprender lo que haba pasado. Cmo haban llegado
hasta m aquellos polizontes? Mientras intentaba aclarar mis ideas, irrumpieron en el cuarto varios policas que me obligaron de malos modos a
acompaarles. A trompi cones, me hicieron caminar por el laberinto de
pasillos del pequeo Guant namo conimbricense, salpicado de puertas.
Nos detuvimos ante una que estaba abierta y pareca esperarme amenazante. De un rotundo empujn me introdujeron en la nueva habitacin,
bastante ms amplia que la anterior y plagada de policas.
Todos los all presentes me miraban con la curiosidad de quienes
contemplan una atraccin de feria. Me hicieron preguntas en portugus
que no contest. Comenz entonces la sesin fotogrfica. Por unos momentos, me sent en la piel de Julia Roberts. Telfonos mviles, cmaras de
fotos, vi deocmaras todo les vala para inmortalizar mi imagen. Me
entretuve posando a mi manera, deformando la expresin de mi cara
con muecas que invalidaran el pos terior uso de mi rostro impreso. Me
ordenaron que pu siese la cara normal. No les hice el menor caso y los
valientes volvieron a pegarme.
Para entonces ya haba averiguado con qu me producan las descargas elctricas. Disponan de una pistola Stun gun. Lo supe cuando se la
vi en la mano a uno de los po licas de la divi sin de combate al bandidismo de Lisboa que se haba despla zado hasta Coimbra para hacerme
los honores, el mismo que me picane en el momento de la detencin.
Tras sen tarme a la fuerza en una ban queta, aquella bestia no du d en
regalarme otra sesin de martirio. Como estaba frente a m, parcialmente
agachado y con centrado en galvanizarme la pierna dere cha, aprovech
para poner las cosas en su sitio. Le desarm de un certero puntapi. La
pistola elctrica salt por los aires y aterriz sobre el piso hacindose aicos. Aquel sdico se haba quedado sin juguete y a m, genio y figura, me
dio la risa.
Mi pequea victoria fue la excusa perfecta para aquellos torturado res, que me sometieron a una rueda de patadas y puetazos. Los golpes
en la cabeza eran los peores, pues los que me daban en el tronco, aunque eran muy violen tos, me llegaban amortiguados por el bendito chaleco antibalas que an no me haban quitado. Alguno de los mercenarios
intent machacarme los testculos, pero me salv la campana, pues otro
con ms luces mand parar antes de que terminasen desfigurndome,
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diendo unos confusos permisos judiciales y sin testigos, la pasma entraba en la casa de Las Rozas, propiedad de mi madre, como elefantes en
una tienda de porcelanas.
Lo mismo sucedera en la nave industrial de Pinto, propiedad de Anita, mi ex pareja. Necesitaban apuntarse algn tanto y disponan de poco
tiempo. As, se comportaron como suelen: rompiendo puertas y arrasando con todo lo que encontraron. Todava hoy, a la hora de escribir
estas lneas, no s con certeza qu confiscaron. Por mi familia s que se
llevaron mis tarjetas de la seguridad social y del seguro mdico privado
junto con mi pasaporte en vigor, adems de documentos de altsimo valor
policial como mis ttulos de piloto de helicpteros y de patrn de embarcaciones de recreo. He conseguido inventariar tambin una cmara fotogrfica digital, una cmara porttil de vdeo, dos transmisores de radio,
el ordenador porttil de mi hijo Jaime (con el que yo sola comunicarme
con Roberta gracias al programa gratuito Skype) y una moneda de oro
de cincuenta pesos mejicanos, de 28 gramos de peso, que tena para m
un gran valor sentimental por ser un regalo de mi difunta ta Natividad.
Por otro lado, arramplaron con mis viejos lbumes de fotos en so porte de papel, todas ellas recuerdos familiares, y con muchos discos
compactos con fotografas digitalizadas de mi familia, de mis novias y
mas. Se llevaron incluso, al mejor estilo de Fahrenheit 451, todos los
libros que yo haba comprado en eeuu, absolutamente legales. Y, como
colofn, se apropiaron de unas gafas de visin nocturna, propiedad de
mi ex compaera Anita, que ambos solamos usar para ver las estrellas
por la noche en los tiempos en que ramos una romntica pareja bien
avenida. Esas gafas nunca fueron usadas en expropiacin alguna. Jams
las he utili zado en mis acciones. Simplemente, algn mangante de los
que particip en el registro policial se encaprich de ellas y se las llev.
En la nave in dustrial, las urracas uniformadas hicieron otro tanto,
llevndose las herramientas y los aparatos que se les antoj. Entre ellos,
un com probador electrnico de sistemas para vehculos. Luego, con la
inestimable complicidad de Falsimedia en su calidad de cuarto poder del
Estado, los hipnoti zadores encargados de las Relaciones Pblicas del
Ministerio del Interior presentaron ante la opinin pblica una historia
fabulada segn la cual yo dejaba en paales al mismsimo Rambo. Especialmente vergonzoso fue el bodegn de armamento que sali en todos
los telediarios tras mi de tencin, construido con un fusil de plstico,
varias pistolas de aire comprimido, el revlver de juguete de mis hijos y
un tubo metlico con agujeros de los que usan como atrezo los extras de
cine. Solo un par de pistolas y un subfusil eran de verdad, pero ya cono47
cen ustedes la costumbre que com parten los periodistas y los policas
espaoles de amoldar, como Procusto, la realidad a sus intereses.
Pero estos extremos no los conocera hasta das despus, estando ya
en prisin. En aquel momento me encontraba an en el cuartel general
de la Polica Judi cial de Coimbra, frente a un polizonte portugus que
me pregunt si iba a declarar. Le respond que no. l me inform entonces de que las leyes portuguesas establecen que cuando un detenido ha
sido atrapado en fla grante delito (lase con las manos en la masa), este
debe ser puesto indefectiblemente a disposicin judicial en el plazo mximo de 24 horas. Me di por enterado y, como no tenamos ms que decirnos, me trasladaron a un calabozo en el que me esperaba una bandeja
con la cena. No tena apetito pero s calor, as que me duch sin apenas
tocar la comida. Sucio, sudado y magullado como estaba, el agua caa
sobre mi cuerpo como un blsamo. Me tumb en el catre y dej volar mi
imaginacin.
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brasil
su momento a Jules y a Jean para que se la pasaran a Henry, antiguo compaero de lucha anticapitalista en mi etapa francesa, con el encargo ex preso de que la destruyese.
Cuatro aos ms tarde, el maldito 9 de junio de 2004, inexpli cablemente, como por arte de birlibirlo que, el arma reapareci en perfecto
estado de revista en las nerviosas manos de Paul Cortichiato. Ignoro qu
pudo pasar, pero el desastroso resultado es bien conocido: dos guardias
en el otro barrio y yo convertido en el hombre ms buscado del reino
borbnico. Me acusaban de darles pasaporte a los dos picoletos y yo no
poda desmentir la versin oficial. Me encomend al Destino, con mayscula inicial. Los hados no suelen fallarme e iba a necesitar de su ayuda
para salir bien parado de aquel lo.
Abr un atlas con el mapa del mundo, cerr los ojos y seal aleato riamente un lugar del planeta. La yema de mi dedo ndice se pos en Sur
amrica, en la zona noroeste de Brasil, en plena selva del Amazonas. Nunc
a haba
estado en el sur del continente americano, aunque conoca los Estados
Unidos, Mjico y Cuba, as que me met en internet y busqu ms informacin sobre el pas de la samba. Me alegr de la eleccin, pues Bra
sil me
haba fascinado desde siempre. Me atraan profundamente la Amazonia
y su inmenso Mato Grosso, y si no haba viajado nunca all haba sido ni
camente por la barrera idiomtica que supona para m el desconocimiento del portugus.
Haba odo hablar de sus fantsticas playas y de sus maravillosas
mujeres; de su flora y de su fauna, ambas sin par y de la injusticia y
violencia institucionalizadas; de sus polticos y policas corruptos; de sus
criminales militares; de la falta de escrpulos de sus empresarios y de
sus grandes ciudades, como So Paulo o Ro de Janeiro, con su espectacular Carnaval, su Po de Acar y su Cristo Redentor, vigilante desde
la cima del Pico do Corcovado; de la mezcla de razas; de su msica y de
sus can tantes; del Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Tierra y
de la Teo loga de la Liberacin; del extico Hevea Brasiliensis, el rbol
del caucho; del curare, ese veneno letal con el que algunas tribus impregnan las puntas de sus flechas y tambin de las crueles matanzas de indgenas patrocinadas por prsperas compaas transnacionales. No conoca el pas, pero me lo imaginaba tan hermoso como contradictorio y
esperaba descen der muy pronto la escalerilla del avin que me llevara
hasta l.
En la agencia de viajes me atendieron con profesionalidad, in formndome de los distintos destinos y de sus caractersticas. Tras valorar los pros y los contras de algunos de ellos, prefer evitar las grandes
ciudades y me decid por Natal, una ciudad costera del estado de Rio
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Grande do Norte, en el noreste del pas, que destaca por sus playas, por
su inmensa belleza natural y por su buena infraestructura. Adems, el
nombre me resultaba especialmente sugerente: sonaba a Navidad, al nacimiento de algo nuevo y tal vez excitante. As, en pleno mes de febrero,
con Madrid sumer gida en el crudo invierno, mont en el taxi liberador
que me haba de acercar hasta el aeropuerto de Barajas. Luego, segn el
plan de vuelo, embarcara en un avin rumbo a Lisboa, y de all a Natal,
en la otra orilla de la mar ocano.
Llegu a mi destino en domingo y, segn me informaron en el aeropuerto, la compaa no abra sus dependencias hasta las seis de la tarde,
por lo que hasta esa hora no podra recoger mis maletas. Fui en taxi hasta el hotel, me registr y sub a la habitacin. Con lo puesto, me acost
encima de la cama. Estaba extenuado y me dorm al momento. Cuando
abr los ojos ya haca rato que haba amanecido. Desayun y alquil un
coche. Conduje por la ciudad sin rumbo fijo, con la nica intencin de
familiarizarme con sus calles. Me apeteca ir a la playa, as que estacion el vehculo en la puerta de una tienda, en la que entr para comprar
todo lo necesario: una toalla, un baador, unas chanclas y una camiseta.
Regres al hotel, me disfrac de guiri y baj caminando hasta la famosa
playa de Ponta Negra, un lugar muy turstico. Alquil una tumbona y
una sombrilla y me regal un buen bao de mar.
Cuando sal del agua, lo hice absolutamente relajado. El agobio se lo
haba llevado la marea y el apetito comenzaba a acuciarme. Me sent a
comer en uno de los muchos restaurantes que hay en el paseo martimo
y ped rodizio, un plato tpico de Brasil a base de palomilla de buey. Dicen
los entendidos que su secreto estriba en sazonar la carne con sal marina
antes de brasearla. Hice la digestin sobre la cama de mi habitacin. Todava acusaba los efectos del largo viaje y la siesta fue de las de camisn y
padrenuestro. Me despert descan sado. Recog las maletas en el aeropuerto y volv a sentirme persona: ya me poda cambiar de ropa! Tras
la puesta de sol, me puse elegante y sal a conocer gente. Visit varios
bares y discotecas de la zona de marcha hasta que, en una llamada La
Cucaracha, choqu bailando con Vilma, una bella muchacha que resuma en su sonrisa la hospitalidad brasilea y la calidez de sus mujeres.
La dife rencia idiom tica no fue un obst culo para entendernos y, despus de la ensima caipi roska4, nos dirigimos a un motel a profundizar
en eso que Zapatero llama alianza de civilizaciones.
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tidad de rascacielos que hay en esa ciudad, que recordaban, mejorndolo, al skyline de Nueva York.
Un estimulante olor a caf recin hecho inund el cuarto cuando Roberta entr a darme el beso de buenos das. Nos sentamos a desayunar
y entonces conoc a Ingrid, su hija, una muchacha morena, muy guapa
y simptica. Como su madre, adoraba la msica y a los animales. Nos camos bien desde el principio, aunque nos comunicbamos con dificultad
por causa del idioma. Dejamos a Ingrid en el colegio y, aunque Roberta
haba cogido unos das de vacaciones, nos llegamos por su oficina, donde me present a sus compaeros de trabajo. Luego fuimos a pasear por
la ciudad. Entramos en la cntrica y famosa cervecera Penguin, a refrescarnos con su tpico chop7. Y como elegir es renunciar, en otro bar hicimos los honores a la tradicional guarapa, dulce como la caa de azcar
de la que se extrae. Entramos tambin en una pequea ermita, embrin
de Ribeiro Preto, y por la tarde fuimos a ver los animales del zoolgico,
para m exticos.
Los das que siguieron se caracterizaron por las confidencias que nos
hicimos. Ella me fue contando retazos de su vida, que result haber sido
particularmente difcil, si bien la haba sobrellevado con fuerza y decisin. Rechazada al nacer por su madre biolgica, fue adoptada por Jos
y Leonor, una pareja bien avenida que ya tena otros hijos. Roberta de mostr ser una persona muy inteligente y despierta, adems de una estudiante sobresaliente. Aprendi ingls de forma autodidacta, con la nica ayuda de un manual y un diccionario. Su amor por los animales le
llev a estudiar Bio loga y Veterinaria, carreras que curs en la Universidad de So Paulo.
Con los hombres, en cambio, no haba tenido suerte. Su primer compaero fue el padre de Ingrid, un poeta que viva en las nubes y que nunca se implic emocionalmente. La relacin no prosper y Roberta ter min abandonndolo, llevndose con ella a la pequea. Despus convivi
con un tal Mario, un hombre que gozaba de una buena posicin econmica pero que se revel como una mala persona. Mezquino como era,
no lleg a aceptar jams a Ingrid, llegando a cerrar el piano con llave
para que la nia no pudiera tocarlo. Por fin, cuando Roberta descubri
que, adems, le era infiel, decidi dejarlo e irse a vivir con su hija, las dos
solas. As estaban cuando yo entr en sus vidas.
Cuanto ms conoca a mi novia, ms prximo a ella me senta. No
solo era guapa, cariosa e inteligente, sino que era tambin una mujer
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valiente y luchadora, con las ideas muy claras y firmes. Nunca antes de
ahora haba conocido a alguien as y me consideraba el hombre ms afortunado del mundo. Como nos habamos juntado tres melmanos, fuimos a una tienda de instrumentos musicales y compr una guitarra acstica de doce cuerdas, de sonido impecable, y un piano elctrico para
Ingrid. Siguiendo mi costumbre de poner nombre a mis objetos preferidos, bautic a mi nueva guitarra con el nombre de Roberta, como la
que iba a ser mi musa en el futuro. El apartamento de la avenida de Portugal se convirti desde aquel da en un lugar donde reinaban la msica
y el amor. Yo compona canciones y se las cantaba a mis mujeres. Nos
compenetrbamos a las mil maravillas, como el ying y el yang. Tambin
yo cont a Roberta muchas partes de mi vida, aunque, como es lgico,
tuve que omitir todos los detalles referentes a mis actividades expropiadoras, aunque ella se dio cuenta enseguida de mis ideas libertarias.
Decidimos volver a Ubatuba, pero antes me llev a Jardim Procopio,
un barrio muy humilde, donde conoc a Jos, su padre adoptivo, y aJago,
su perro favorito. Luego enfilamos la rodovia Anhanguera y empren dimos el viaje hacia So Paulo. Como esta vez era de da, pude contemplar la be lleza exuberante de Brasil. Viajbamos por el sureste del pas,
una regin muy verde y llana caracterizada por sus inmensas praderas,
por sus huertas de rboles frutales y por sus campos de caa de azcar.
Cubrimos los 234 kilmetros que separan So Paulo de Ubatuba en menos
de tres horas. Repetimos hotel y habitacin. Tras hacer el amor como si
fuera la primera vez, hablamos de futuro. El tiempo se nos escapaba de
las manos y no queramos estar separados ms de lo indispensable. Yo
le propuse que viajara a Espaa con Ingrid y se quedaran en mi casa de
Las Rozas hasta agosto. Despus regresaran a Ribeiro Preto a tiempo
para el comienzo del curso escolar. A ella le pareci una idea excelente.
Incluso habl de visitar frica y Portugal. Roberta tena hambre de conocer mundo, pues solo haba salido de Brasil en una ocasin para ir a Paraguay, un pas fronterizo que no recibe bien a los brasileos como consecuencia histrica de la guerra del Chaco, librada entre 1932 y 1935.
Pasamos unos das maravillosos en Ubatuba, y ya de vuelta al apartamento de Roberta dimos la noticia a Ingrid, que la acogi con entu siasmo y nos pidi permiso para invitar tambin a su ntima amiga Lais.
Como donde caben dos caben tres, le dijimos que s. Iban a conocer Europa y es taban encantadas. Nos falt tiempo para comprar los billetes de
avin y dejar cerrado el viaje. La fecha de mi partida se acercaba y disfrutbamos de cada minuto como si fuese el ltimo de nuestras vidas.
Hasta tuvimos oca sin de intercambiar conoci mientos gastronmicos.
No pretendo competir con Karlos Arguiano, pero mis familiares y ami58
gos dicen que tengo cierta habilidad como cocinero. Algo tendr el agua
cuando la bendicen. As, en el apartamento de Roberta sola preparar
algunos platos tpicos espaoles, desde ensaladas hasta paella, pasando
por tortillas de patata y cocidos madrileos.
El ltimo domingo de mi estancia en Brasil, Ro berta me despert
temprano, pues, segn me dijo, quera ensearme un bosque cercano.
Vi que sala de casa con una bolsa repleta de pan duro, pero no hice
comentario alguno sobre el particular. Dejamos el coche estacionado en
el arcn, junto a otros vehculos y, para mi sorpresa, Roberta se puso a
silbar dirigiendo el sonido hacia los rboles. Al minuto empezaron a acercarse a ella unos cuantos monos, de menor tamao que los chimpancs.
Aunque los simios vivan en estado salvaje, eran muy sociables y descendan por las ramas para coger los mendrugos que les ofreca. Me recordaba a Maureen OSullivan interpretando a Jane en aquellas inolvidables
pelculas de Tarzn que vea de nio. Inmortalic la escena con mi inseparable cmara de fotos digi tal. Cada vez nos rodea ban ms monos y,
antes de que se ter minase el pan, invertimos los papeles y fue Roberta
la que me fotografi alimentando a nuestros nuevos amigos de cuatro
manos.
Lleg el temido momento de mi partida. Igual que en la ocasin anterior, me abastec de limones verdes y cachaa, aadiendo esta vez al equipaje algunos kilos de fruta de la pasin. Roberta quiso acompaarme al
aeropuerto de Guarulhos para despedirme. Mi vuelo sala al da siguiente, por lo que optamos por pasar nuestro ltimo da en la ciudad de So
Paulo. Cogimos una habitacin en un cntrico hotel que conoca Roberta y nos dimos una ducha. Despus salimos a dar una vuelta. Era sbado, 17 de ju nio de 2006, y nos en contramos con que ese da se celebraba all la mayor fiesta gay del mundo. Como, adems de festiva, la jornada
es reivindicativa, cientos de miles de homosexuales entre lesbianas, gays,
travestis y tran sexuales (ms de dos millo nes segn los organizadores)
ocupaban las calles vistiendo disfraces carnavalescos y portando banderas con el arco iris que los identifica mientras exigan el fin de la homofobia. El lema de ese ao era precisamente Homofobia Crime! Direitos
Sexuais so Direitos Humanos. Nos mezclamos con la multitud y nos
divertimos de lo lindo. A los brasileos les encanta el jolgorio y aquella
era una fiesta popular en toda regla. Un joven negro con el pelo teido
de rubio se acerc a m.
Guapo, deja a esa mujer y vente conmigo! me propuso.
Entre las risas de Roberta, declin amablemente el ofrecimiento
hacindole ver que ya estaba muy bien acompaado. Nos alejamos un
poco del bullicio y entramos a cenar en un restaurante italiano. Luego,
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saba dedicarme cuando estuvisemos a solas. La jornada result perfecta. Regresa mos a Conil, y aquella noche mgica y limpia, a la luz de la
luna, le ense a localizar la estrella polar. Entonces le propuse vivir con
Ingrid y con ella en Brasil. Todo lo que hiciramos en adelante estara orientado a crear nuestra propia familia. Incluso, si ella lo deseaba, podramos
contraer matrimonio civil, aunque solo fuese para facilitarnos las respectivas residencias en los dos pases. Ella acept y yo tambin. El compromiso qued sellado con un beso. Para m aquello tuvo ms valor que cualquier documento legal, en los que nunca he credo.
Salimos de Andaluca por la provincia de Huelva para entrar en Portugal. Nos dirigimos al Algarve y nos registramos en un camping que yo
ya conoca por haber estado en l con Anita y nuestros dos hijos. All mis
tres mujeres no tenan barreras idiomticas, sobre todo las chicas, que
en Espaa haban tenido dificultades para comunicarse con algunos
muchachos con los que haban intentado conversar. Estuvimos en el cabo
San Vicente, el extremo oeste del continente europeo ms cercano a Brasil, y nos baamos en las playas de la zona. Por las noches, mientras
Ingrid y Lais chateaban con sus amigos de Brasil desde un cibercaf,
Roberta y yo nos sentbamos en cualquier bar a escuchar msica y beber
cerveza o caipi rinha. As pasamos aquellas vacaciones, en total armona.
El mes se termi naba y haba que volver a Las Rozas, pues se acer caba el da en que Ro berta y las chicas tenan que regresar a Ribeiro
Preto. Empaquetar recuer dos, hacer el equipaje La tristeza se adueaba de nosotros. Antes de salir hacia Barajas entregu a mi amor el dinero suficiente para comprar una motocicleta Hondabiz, que se fabrica en
Brasil. La ne cesitaba para ir a trabajar, pues Mario, su anterior pareja,
estaba celoso de m y le haba quitado el coche que tena. Una vez en el
aeropuerto, les acompa hasta la misma entrada del control de pasaportes. Abrac cariosamente a las dos chicas y a Roberta le reserv un
beso dulce y apasionado. Sera el ltimo.
Escribo estas pginas del libro que tienen ustedes en sus manos en
el mes de septiembre de 2008 y todava mi cuerpo se estremece cuando
pienso en aquel beso. Llevo preso ms de un ao y no s si podr volver
a abrazar a Roberta. De los cuatro poderes, solo falta que se ensae con
ella el legislativo, pues los jueces, la Polica y los medios de comunicacin la han machacado desde mi detencin, llegndola a calificar de cmplice de un bandido y asesino. En semejantes condiciones de acoso es
imposible que venga a visitarme, pues se arriesgara a ser arrestada. Y
yo afirmo alto y claro para que no haya dudas: ella solo es culpable de
amarme.
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objetivo: botn
despus de separarnos estuvimos muchos meses comunicndonos por telfono e internet mientras yo segua con mis actividades. Dedicbamos nuestras largas conversaciones a organizar nuestra vida en comn en su pas.
No haba vuelta atrs. Yo empec a enviar a Brasil muchos objetos de uso
cotidiano que all son inexistentes o demasiado caros. Tambin mandaba
puntualmente dinero para pagar el apartamento. Tenamos inten cin de
construir nuestro hogar en una casa independiente y los precios eran asequibles, as que comenzamos a visitar webs de inmobiliarias para ver virtualmente algunas fincas. Mi madre tambin contribuy anticipn dome
una importante cantidad a deducir de mi herencia y yo envi dinero a
Roberta para que comprara un coche de segunda mano.
Mientras todo esto suceda, el Estado espaol segua empeado en
capturarme. Utilizaba para ello todos sus recursos policiales y mediticos, al mejor estilo de la Alemania nazi con Heinrich Himmler de ministro del Interior y Joseph Goebbels como titular de la cartera de Propaganda. Cmo sera la cosa que hasta la radio y la televisin emitan
programas basura (dirigidos por periodistas basura como un tal Francisco Prez Abelln) destinados a localizarme. Los peridicos tambin se
sumaban jubilosos a esta cacera humana. No se me olvidan algunas firmas como las de Lorenzo Silva, Jess Duva y otros reptiles. Algunos de
ellos llegaron a publicar sus intenciones de escribir un libro sobre mi
vida. Se equivocaban, porque solo hay un bigrafo que la pueda hacer,
que la est haciendo, de hecho, en este momento, un escritor de mi entera confianza: Jaime Gimnez Arbe. Yo mismo, que soy quien la ha vivido. Lo que puedan pergear estas sabandi jas solo podr basarse en la
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Las Rozas, por su parte, era tambin un pueblo genuino, prctica mente sin contaminar. Hasta la dcada de los ochenta no entraron en l
las empresas constructoras, pero, a diferencia de Majadahonda, tuvieron
cuidado de no despersonalizar el lugar convirtindolo en una ciudad
dormitorio. Por entonces, la zona de Monterrozas, donde mis padres compraron una casa, era idlica. Todo era campo, y la razonable altura de sus
fincas permita ver las montaas circundantes desde cualquier punto.
De hecho, nuestro hogar y toda la urbanizacin eran las nicas viviendas de proteccin oficial que haba por all. No sera hasta bastantes aos
ms tarde que las inmobiliarias sobornaran a la legin de politicastros
corruptos que tenan como guarida el Ayuntamiento. Consecuentemente, todo se en careci. Los pisos y los chals adosados, tpicos de la localidad, se hicieron inasequibles para la gente normal, y en nada de tiempo aquello pas a ser una zona de alto standing.
Poco a poco Las Rozas se convirti en lo que es hoy: un municipio
repoblado con yuppies, neoconservadores y fascistas sin complejos que
te miran de reojo si tu coche no es de la marca Merce des, bmw, Audi o
Volvo... Yo conduca una humilde furgoneta. Como el amable lector o
lectora supondr, el ambiente se hizo irrespirable para m. Me senta
como Astrix rodeado de romanos. Para colmo, un general de la Guardia
Civil se mud con su familia al nmero 44 de la calle Galeno, a unos
pocos metros de mi casa. Cosas veredes que farn fablar las piedras. Un
capo de esbirros del Estado viviendo en mi calle, en una casa de vpo!
Dicen que uno escoge sus amigos pero no sus vecinos. Estos te tocan en
suerte o en desgracia.
ngel y Angelines, mis vecinos del nmero 27, la casa contigua a la
ma, eran dos ngeles s, pero expulsados del cielo a puntapis. l, un calzonazos, trabajaba como contable de la empresa Uralita, y ella, una insidiosa, se dedicaba a sus labores, que consistan bsicamente en hacer
la vida imposible a los dems. Pasaban el tiempo emulando a James Stewart en La ventana indiscreta, espiando al prjimo con un inters digno
de mejor causa. Ambos tenan ideas ultraderechistas y no puedo definirlos sino como malas personas. Adems, demostraron ser un par de
gorrones que, conociendo mis habilidades manuales, me pedan constantemente que les realizara gratis pequeos trabajos de bricolaje: arrglame esto, suldame aquello Yo siempre les echaba una mano. Hasta
el da en que fui yo el que les pidi un triste favor y ellos me dijeron que
no podan hacrmelo. A partir de entonces yo tambin les negu mi ayuda y el angelito, que era afi cionado a la caza, no tuvo mejor ocurrencia
que disparar en represalia a mi perro King con su escopeta de aire comprimido. El animal, un precioso mastn montaa del Pirineo, perdi un
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goneta Cirila hacia Portugal. Corra el mes de junio de 2007 y eleg para
el viaje un fin de semana porque me permita pasar desapercibido, pues
en esos das mucha gente de las ciudades sale de acampada y no resulta
extrao a nadie, tampoco a los policas, encontrar una tienda de campaa montada en cual quier lugar de la geo grafa ibrica. En mi actividad
es fundamental fundirse con el paisaje: ser un rbol en el bosque, una
trucha en el ro, un lenguado camuflado en la arena del mar Deca Mao
Zedong que el revolucionario tiene que moverse como un pez en el agua,
con discrecin y eficacia.
Llegu a Extremadura al atardecer y acamp en un tranquilo y paradisaco lugar rodeado de alcornoques y encinas. Por la maana continu
hacia la frontera portuguesa y la cruc sin problemas por un camino no
sealizado. Com en Portugal y, despus del caf, decid acercarme a Coimbra para estudiar las posibilidades de esa ciudad universitaria. A ltima
hora de la tarde ya haba montado mi campamento en un paraje apropiado de los alrededores. Tena la intencin de explorar los bancos por la
maana. El do mingo amaneci luminoso. Al poco de entrar en el casco
urbano localic la zona comercial que albergaba tambin muchas sucursales bancarias, pero lo que vi no me gust. No era fcil aparcar y no haba
salidas fciles ni rpidas. Abandon Coimbra y enfil hacia el mar.
Mientras conduca, o hablar en la radio del casino de Figueira da
Foz. Una sencilla asociacin de ideas me llev a relacionar el casino con
dinero y corrupcin y pens que no estara de ms echar un vistazo a esa
ciudad costera. Entr en la localidad por el puerto y muy pronto di con
la oficina del Santander Totta. Me pareci un banco inmenso. Estacion
a Cirila junto a un grupo de personas que pescaban con caa. Pase por
la avenida Otelo Saraiva de Carvalho y vi que en las inmediaciones haba
varios bancos ms, entre ellos la Caixa Agrcola, pero este es un banco
portugus y mi objetivo es el capitalismo espaol. Me decid entonces
por Chez Botn, pero necesitaba ver la sucursal por dentro y en funcionamiento, por lo que tendra que volver en un da laborable.
Volv a la furgoneta y con duje en paralelo a la costa, en direccin
norte, en busca de un lugar apro piado en el que pernoctar y montar la
base de operaciones el da de la expropiacin. Al llegar a Quiaios encontr una estrecha carretera en mal estado. Circul por ella unos cinco kilmetros y gir a la izquierda, en direccin al mar. Estaba en el interior de
un extenso y bellsimo bosque. Dej la furgoneta entre unos rboles y
acamp junto a ella, en un pequeo claro. El lugar era perfecto para mis
planes. Dorm a pierna suelta, y despus de desayunar a bordo de Cirila
y recoger mis per tenencias me puse en mar cha hacia Figueira da Foz.
Iba vestido de sport, pero elegante. Con mi cmara de fotos bien visible
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Tuve tiempo de echar un sueecito reparador en un banco de madera que haba en el calabozo, pero antes de tumbarme me preocup de
hacerlo en una postura que no les permitiera fotografiarme. Me despert al or mi nombre. Escoltado por una legin de mercenarios comparec ante una bo nita mujer de ojos azules que result ser mi abogada de
oficio. Se llamaba Elisa y me pareci una persona con carcter y muy
inteligente. Ella me explic los detalles tcnicos de lo que iba a suceder
a continuacin. As supe que iba a tener una audiencia con el juez Gonalo Barreiros y con el fiscal Joao Romao. Mi abogada me recomend que
no respondiera a sus preguntas puesto que las diligencias procesales todava eran secreto policial. Elisa me gustaba. Era una mujer muy guapa y
femenina, con sus atributos de mujer ms que evidentes, que tena, adems, una bonita voz. Pens en la suerte que tena su marido o novio por
poder estar a su lado. Para m, ella era la primera persona amiga que vea
desde mi salida de Las Rozas. Por eso, cuando tiempo despus tuve que
renunciar a su trabajo como defensora por problemas jurisdiccionales,
me sent muy apesadumbrado.
Por fin me introdujeron en la sala de visitas, donde me esperaban todos los intervinientes en la vista. All estaban el juez, el fiscal, Elisa y Mara
Luisa, la intrprete. Tambin se hallaban presentes varios policas de Coimbra y algunas otras personas, todas sentadas en los bancos del pblico.
Aquella pantomima fue muy breve. Me preguntaron si quera declarar y
dije que no, as que me condujeron de nuevo al calabozo. All, los policas de la judiciaria se permitieron bromear conmigo especulando con
la posi bilidad de que el juez me pusiera en libertad. Ja, ja. Era ms factible que el infierno, de existir, se congelase antes de que eso sucediese.
Yo saba de lo que me acusaban en Espaa y no era para hacerme ilusiones. De hecho, si el juez me hubiera dejado libre hubiese desconfiado,
convencido de que me iban a aplicar la Ley de Fugas. Pronto dejamos de
divagar, pues su seora decret mi ingreso en prisin sin fianza.
Los polizontes que me custodiaban me informaron de que haba mucho revuelo en el exterior de los juzgados, pues estaban presentes muchos
periodistas y reporteros de todas las televisiones de Espaa y Portugal.
Decid no rehuir a las fieras. Al fin y al cabo, mi identidad haba sido desvelada y se haba acabado la larga clandestinidad. Ahora tocaba explicar a
la gente los motivos de mi lucha. Ya que se me conoca comoEl Solitario,
afrontara la situacin con orgullo y dignidad. Cuando me sacaron a la calle, antes de que me introdujeran en el vehculo policial, me ergu, mir
a los objetivos de las cmaras y dije en voz alta:
Hola a todos. Soy el Solitario. Salud, espaoles!
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La frase, segn supe despus, se hizo famosa, aunque yo solo pre tenda saludar a las personas que me estuvieran viendo. Asuma ser la
persona que la Polica y los medios de intoxicacin denominabanEl Solitario y saludaba a los anarquistas de Espaa y del mundo. Mi Salud! era
un grito de guerra, una declaracin poltica. Con l revelaba mi condicin de anarquista, de la que estoy muy orgulloso. Considero que mi
lucha es justa y no tengo nada que ocultar ni de lo que arrepentirme. Los
policas portugueses se quedaron boquiabiertos. Crean que me iba a
esconder como un cobarde. Estaban tan convencidos de que ocultara mi
cara, que llegaron a ofrecerme una camiseta para que me tapara. Est claro que no me conocan en absoluto.
Sin embargo, para los polizontes que me arrestaron, aquellos fueron
sus das de suerte. Les haba tocado el premio gordo. Con posterioridad
a mi detencin todos ellos fueron premiados con medallas al mrito policial por el nclito Alfredo Prez Rubalcaba, a la sazn ministro de la Porra
de las Espaas. Por su parte, el jefe de la banda, aquel irresponsable que
se entretuvo jugando con mi pistola Betsy cuando tena una bala en la
recmara, fue ascendido a jefe nacional de la Polica Judiciaria de Portugal. A tal seor, tal honor. Sin duda, los delincuentes lusos se habrn
llevado una gran alegra, pues Almeida Rodrigues es un manifiesto incompetente. En el momento de escribir estas lneas, lleva dos aos en el nuevo cargo mientras Portugal asiste atnito a una oleada de asaltos y delitos violentos que quedan impunes.
De camino a la prisin de Coimbra, pasamos por la sede la Polica
Judicial para recoger mis escasas pertenencias. No me dejaron llamar por
telfono, pero me invitaron a una lata de cerveza. Era de la marca Sagres.
Lo recuerdo muy bien porque fue la ltima cerveza que he bebido. La
cerveza siempre ha sido mi bebida favorita. Ahora ignoro si podr volver a saborearla, aunque algo me dice que s. Seguro.
Cuando atraves la cancela de entrada a la prisin, continuaba esposado. Me llevaron a un viejo y destartalado casern con muchas ventanas enrejadas desde las que muchos presos gritaban: Filhos da puta, filhos da puta!. Como por entonces no entenda bien el portugus, pens
que se di rigan a m llamndome hijo de puta. Empec a preocuparme pensando en la posibilidad de sufrir una violenta agresin a manos
de mis nuevos compaeros. La razn, sin embargo, me deca que no sera
as, pues yo jams he actuado contra los portugueses y, en todo caso, mis
supuestos de litos no son de los considerados deleznables, a saber: violacin de mujeres y nios, ser un confidente policial o pertenecer a las
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
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hecho, luego tuve acceso a una circular enviada por la pasma espaola a
la portuguesa en la que se les adverta de mi extrema peligrosidad y se
les aconsejaba detenerme con las mximas medidas de precaucin, lo
que traducido al romance quera decir que me dispararan primero y me
arrestaran des pus. Afortunadamente para m, los policas portugueses
no estaban impli cados emocionalmente en mi detencin y se comportaron con alguna pro fesionalidad dentro de lo que cabe. Al menos no me
asesinaron.
En la ms absoluta ignorancia sobre mi futura vivienda estatal, me
puse a tocar la guitarra que me prest un compaero de fatigas. Enton ces no lo saba, pero esa sera la ltima vez que iba a tener ocasin de
tocar un instrumento musical. En aquellos das, Espaa entera estaba
pendiente de mi persona. El cuarto poder del estado haba desatado un
huracn txico que se materializaba en todos los soportes: prensa, radio,
televisin e internet. Abundaron los programas especiales sobre El Solitario realizados a salto de mata con enviados especiales a Portugal que
propagaban insidiosamente la versin policial. Era una caza de brujas y
yo era la personificacin de su dueo, Satans.
Los catlicos celebraban ese da la festividad de Santiago, mi onomstica, y yo segua tocando la guitarra, ajeno a toda aquella parafernalia
policaco-periodstica, cuando unos individuos con as pecto pati bulario,
vestidos de negro y armados hasta los dientes, vinieron a buscarme. Sus
cabellos rapados, sus musculaturas y su cara de mastuerzos de lataban
su condicin de militares profesionales o de polizontes de lite. Efectivamente, eran miembros de los gisp10, una versin lusa de los hombres de
Harrelson. Les apodaban los ninjas por su lejano parecido a los legendarios guerreros japoneses, pero yo los rebautic en su idioma como bara tas11. Aduciendo motivos de seguridad, pero con nimo vejatorio, aquellas cucarachas me obligaron a desnudarme. Luego me registraron y me
hicieron entrar en una furgoneta sin soltar prenda sobre mi nuevo des tino. Por la ventanilla pude ver que viajbamos por una autopista, y por
la posicin del sol y la hora que era supe que nos encaminbamos hacia
el sur. La sirena del vehculo aull sin parar durante las dos horas que
estuvimos en movi miento, hasta que entramos en Lisboa y llegamos a
la prisin de mxima seguridad de Monsanto, la casa de los horrores desde la que escribo.
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bin estamos autorizados a llamar por telfono dos veces por semana a
nuestros familiares, pero las conferencias no pueden durar ms de cinco minutos y deben contar con el visto bueno del guardin de turno.
Al poco de llegar a la celda, un carcelero me trajo la cena. La comida
aqu, es escasa, aunque por la noche nos dan algn suplemento nutricional, normalmente leche o zumo, galletas y un bocadillo. Los alimentos los
sirven dentro de una bandeja con tapa de plstico gris a la que llaman
tabu leiro13. Cen, y como no tena televisin, ni radio, ni libros, me puse
el raqutico pijama de presidiario, me met en la cama y me qued dormido. En sueos, repas todos los hechos importantes que me haban
acontecido desde la infancia. Repas, en fin, mi vida. Pero, quin era yo?
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saba lo suficiente Hasta que un da, paseando aGaizki por la calle Urbieta, se detuvo en un paso de peatones y, en ese preciso momento, el perrito levant la pata y marc su territorio sobre la pernera del pantaln del
seor que esperaba a su lado. Aquel seor sera mi padre. Se ve que Cupido an daba ese da por Euskal Herria y haba lanzado sus flechas acertando de lleno en los dos corazones. Tras tres aos de noviazgo, se casaron en 1954. Dos aos despus nac yo; a finales de 1957 lo hizo mi
hermano lvaro, y en 1960 lo hara mi hermana Elvira.
Cuando los generalotes Sanjurjo y Franco se sublevaron contra la legalidad vigente, mi padre, que no haba cumplido an los 17, se enrol
voluntariamente en las filas del Ejrcito vasco, a favor de la Repblica.
Haba heredado las ideas republicanas y progresistas de mi abuelo Baldomero y tuvo claro que era hora de actuar. Combati en San Sebastin,
en Vizcaya, en Asturias y en Cantabria, donde asisti a la cada de Santander. Defendiendo el llamado Cinturn de Hierro de Bilbao, result
herido y fue trasladado a la retaguardia. Al acabar la guerra, intent eludir la represin franquista trabajando discretamente en una fbrica metalrgica de Santander, pero fue detenido y encarcelado. Como era tan
joven, logr fugarse hacindose pasar por el repartidor de peridicos que
acuda cada da a la prisin. Sali por la puerta principal con los peridicos en la mano, y consigui regresar a San Sebastin. All se enter de
que su padre, mi abuelo Baldomero, haba muerto y que su casa haba
sido allanada y saqueada por una horda de requets navarros y por algunos de los moros que Franco se trajo de Marruecos. Mi abuela Ins y mi
ta Margarita se haban quedado solas y desvalidas y a l le tocaba ayudarlas, as que se puso a trabajar para una empresa, pro piedad de un
industrial alemn, que venda carbn a los barcos de cabotaje. Como mi
padre hablaba francs por haber estudiado en el Liceo Francs de San
Sebastin, el empresario germano se interes por l, lo que le salv de
la cruenta revancha fascista que llevaron a cabo en Guipzcoa falangistas na va rroscomo El chato de Berbinzana , famoso por asesinar en los
hospitales a los soldados heridos en combate.
Pero un idealista como mi padre no poda dejar de luchar contra el
fascismo all donde se encontrara, as que al estallar la Segunda Guerra
mundial empez a colaborar con el Socorro Rojo Internacional, una organizacin comunista que proporcionaba apoyo e infraestructura a los
maquis que continuaban luchando en las montaas contra el franquismo y sus esbirros. Adems, el Socorro Rojo tambin se encargaba de facilitar informacin estratgica que luego usaban la Resistencia y los aliados para sabotear la maquinaria militar de los nazis. Como mi padre, por
su trabajo, contactaba con las tripulaciones de los barcos a los que sumi82
nistraba carbn, y muchos llevaban pabelln alemn, se enteraba de cundo, dnde y a quin iban di rigidos los fletes. Con tan valiosa informacin, los aliados localizaban sin dificultad a los mercantes nazis y los hundan en alta mar. Desde su puesto, mi padre cooper en el hundimiento
de muchos barcos alemanes que hoy reposan con sus cargas en el fondo
del ocano Atlntico. Lo hizo hasta que, en el ao 1942, fue detenido por
la polica poltica de Franco. Le acusaban de pertenecer al Socorro Rojo
Internacional. Fue salvajemente torturado y arrojado por las escaleras
por el comisario Melitn Manzanas, que odiaba todo lo que fuera vasco
o comunista, y mi padre era ambas cosas. Recuerdo que cuando yo tena
12 aos vi a mi padre abrir a hurtadillas una botella de champn y brindar luego con mi madre. Tiempo despus supe que celebraban su muerte a cargo de eta. Personalmente no creo en el Cielo ni en el Infierno,
pero de existir este ltimo, Melitn Manzanas tiene que estar all sufriendo el fuego eterno. Esa sola visin me reconforta.
El caso es que a mi padre le abrieron un proceso sumarsimo y fue
recluido en la prisin donostiarra de Martutene. El auto comenzaba as:
Juan Corta Cuesta y cuatrocientos ms. En aquella crcel coincidi
con Enrique Prez Sesma, Flix Txiki y el gran poeta Jos Hierro. Luego
lo trasladaron a Madrid, a la prisin de Porlier, en el barrio de Salamanca,
donde pas cuatro aos. Sola contarnos el hacinamiento que sufran los
presos, mal alimentados y plagados de piojos. Nos refera cmo aquellos
cobardes carceleros fascistas esperaban a la noche para hacer sacas de
prisioneros anarquistas, comunistas, republicanos de izquierda y socialistas autnticos (no confundir con los capitalistas del psoe) que luego
entregaban a los verdugos falangistas para que los fusilasen. Eran unos
sdicos y lo demostraban jugando con sus vctimas. Cuando cantaban el
nombre del prisionero que iba a ser asesinado, si haba, por ejemplo,
varios Juan Gmez, se demoraban en decir el segundo apellido para que
todos padeciesen la angustia de creer que iban a ir al paredn.
Mi padre sali definitivamente en libertad en 1946. En Porlier haba
aprendido ingls, lo que, sumado al francs que ya hablaba, lo converta
en polglota. Su conocimiento de ambos idiomas le sera de mucha ayuda en el futuro, pues empez trabajando en agencias de viaje hasta que
se hizo gua turstico, profesin que ejerci durante toda su vida laboral,
ocupando, en los aos sesenta, el puesto de secretario del embajador de
Turqua en Madrid. Recuerdo que, en cierta ocasin, mi padre nos llev
a mi hermano lvaro y a m a ver unas ruinas que estaban retirando de
un gran solar en el que iban a construir nuevos edificios. Eran los restos
de la infame prisin de Porlier. Sin decirnos el motivo de la visita, quiso que viramos el lugar donde tanto haba sufrido y, de alguna mane83
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La cosa es que, desde entonces, no fui capaz de comer pollo hasta que,
en 1977, ya con 21 aos, consegu superar aquel trauma de mi niez.
Al poco de instalarnos en la Conce, naci mi hermana Elvira. Mi
madre, fiel a sus principios, tena otro perro fox terrier de pelo duro al
que tambin haba llamado Gaizki. En aquella poca an no tenamos
receptor de televisin y solamos correr a escuchar la radio cuando oamos la cancin del anuncio de Cola-Cao, la de Yo soy aquel negrito del
frica tropical. Corramos a coger sitio porque en aquel programa que
tanto nos gustaba narraban cuentos tales como La Cenicienta, Blancanieves y los siete enanitos, Caperucita Roja, El sastrecillo valiente, Pinocho, etctera. ramos verdaderamente felices.
El barrio de la Concepcin fue construido por el empresario franquista
Jos Bans, el mismo que hizo el famoso puerto deportivo de Mar bella
que lleva su nombre. Por entonces era un barrio nuevo al que haban ido
a vivir innumerables parejas de jvenes, por lo que pronto se llen de nios.
Yo iba a una escuela pblica cercana a mi casa. Con cinco aos aprend a
leer, las tablas de multiplicar y a hacer mis primeros palotes. Conoc tambin a otros nios del barrio, pero mi mundo giraba alrededor de mis
padres, hermanos y perro. Para el nuevo curso, mis padres me tenan reservada una sorpresa. Al no haber plazas vacantes, no haban conseguido que
me admitieran en el Liceo francs como quera mi padre, pero me haban
matriculado en el Liceo italiano, pues ambos estaban convencidos del valor
de una buena educacin.
Con el parntesis de la ii Repblica, la enseanza en Espaa siempre haba estado en manos de la Iglesia catlica. Ese es el motivo ms
probable por el que buena parte de las generaciones espaolas hayan
sido castradas mental e ideolgicamente. Experiencias educativas no confesionales y de libre propagacin de ideas, como la escuela moderna del
insigne pedagogo cataln Francesc Ferrer i Guardia, haban acabado fusiladas en el castillo de Montjuich por la soldadesca fascista y por sus instigadores ensotanados. A las clases dominantes, las que detentan el poder
poltico, econmico y so cial, no les interesa en modo alguno un pueblo
culto. El conocimiento est reido con el oscurantismo religioso y cuestiona los principios injustos, cainitas y miserables en los que se basa la
explotacin del hombre por el hombre.
As que entr en el Liceo italiano de Madrid en el curso preescolar.
Mi clase era mixta, sin las odiosas discriminaciones de gnero que abundaban en las escuelas y colegios de la poca, lo que me vino de perlas para
percibir desde muy pequeo que las diferencias entre hombres y mujeres son solamente morfolgicas. Somos iguales en inteligencia y capacidades, pero ligeramente diferentes en nuestra constitucin fsica, solo
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eso. En aquel centro pas nueve aos. Desde el primer da nos educaban
en italiano y en castellano, con lo que pronto aprend mi segunda lengua, lo que unido a mis conocimientos de msica, otro idioma en s mismo, me facilitara en el futuro el aprendizaje del francs e ingls, y ahora del portugus. All estudi tambin latn, que me sirvi para aprender
a hablar y escribir con correccin. Fui un alumno aplicado y saqu siempre buenas notas, hasta el punto de que llegu a ser acreedor de algunas
becas. Algunos compaeros y compaeras de mi promocin fueron Lauro, Francisco, Carina (que era muy guapa) y Miguel Naveros, que hoy da
es escritor y que sigue siendo tan memo como entonces. Despus de mi
detencin le una columna suya en la que contaba cmo me recordaba.
Las sandeces que deca demostraban que no me haba llegado a conocer
en absoluto, y lo lamento. Como lamento su falta de tica y el hecho de
que haya pretendido hacerse famoso a mi costa. Otros muchos compaeros y compaeras que s me conocan, entre ellos alguna famosa actriz
de cine y televisin, optaron por no hacer declaraciones, y eso les honra.
Las cosas fueron bien para m en el Liceo italiano hasta el fatdico
curso en el que cambiaron de director. El nuevo era un fascista llamado
Italo Simonelli que nada ms llegar inici una caza de brujas al mejor
estilo macartista. Su primera vctima fue el hijo de un notorio comunista italiano afincado en Madrid. Luego la tom con cualquiera que no
comulgase con su ideario de camisa negra. Yo era ya un adolescente y
me haba dejado el pelo ligeramente largo, a la moda beatle. Tamao
delito me puso en el punto de mira de aquel tipejo, que me empez a
acosar con todos los medios a su alcance, que eran muchos.
El asunto se hizo insostenible el da en que el profesor de Gimnasia,
un pelota del director apellidado Basterra, y un judas de mi clase llamado Ignacio Medina, se abalanzaron sobre m en la cancha del gimnasio
y se atrevieron a cortarme un mechn de pelo arma dos de unas tijeras.
El mensaje estaba claro. Acto seguido me llam el director para decirme
que me tena que cortar el pelo porque las nuevas normas del centro, sus
normas, as lo establecan. Pero coincidi que el curso estaba llegando a
su fin y aquella mala imitacin del Duce, amante de la parafernalia fascista, orga niz un vistoso espectculo gimnstico escolar. El programa
inclua un nmero en el que uno de los mejores gimnastas del colegio y
otro compaero saltaran un plinto y un aro de fuego para, a continuacin,
caer dando una voltereta sobre una colchoneta. Todo muy teatral. Para
prender el aro haban dispuesto un recipiente con alcohol de quemar.
Cuando vi lo que preparaban, me falt tiempo para aguarles la fiesta, nunca mejor dicho. El sabotaje era sencillo. Slo tuve que llenar parcialmente de agua el recipiente con alcohol y esperar. Efectivamente, cuan86
do el responsable de mantenimiento empap de alcohol al aro para prenderlo, el agua lo impidi. El hombre lo intentaba una y otra vez, y el aro
segua negndose a encenderse. El pblico se rea con la escena mientras
el director pareca estar a punto de apopleja. Yo me rea tambin, encantado de haber saboteado la pequea olimpiada fascista. Pero alguien me
haba visto y le fue con el cuento a Simonelli. El director me llam a captulo en su despacho. La situacin era grave, pero yo recordaba lo sucedido y no poda ponerme serio. Simonelli interpret la sonrisa que iluminaba mi cara como un acto aadido de rebelda y, en medio del sermn,
se levant de su silln, se acerc a m y me tir del pelo. Hasta ah llegamos.
El director era un hom bre de elevada estatura. Yo calcul mental mente la distancia entre su ingle y mi pie y le lanc una patada a los test
culos. Fall por poco, pero Simonelli se llev un buen puntapi. Le haba
proporcionado el motivo perfecto para expulsarme y lo aprovech en el
acto. Yo tuve que abandonar el Liceo y el director consigui su objetivo.
Posteriormente me llegaran dos noticias a cual ms interesante. La primera, la identidad del chivato que le fue con el cuento a Simonelli: un
judas de mi clase apellidado De Prada. La segunda, el cese fulminante
del director porque, segn la versin oficial, las cuentas del centro eran
irregulares, lo que traducido al romn paladino significa que lo pusieron en la ca lle por chorizo. Desde la libertad que me proporcionaba mi
situacin de ex alumno, ajeno a la disciplina colegial, me di el gustazo
de propinar al tal De Prada dos buenos puetazos en la cara, uno de los
cuales le parti el labio. A propsito de este episodio, en medio de la
marea de comentarios de toda laya que se hicieron sobre mi persona tras
mi detencin, algn maldiciente me acus ante los micrfonos de haber
partido de un cadenazo el labio de una nia llamada Annalisa. Quiero
aclarar que de nia y de cadenazo, nada. Dos certeros puetazos a un chivato apellidado De Prada, esa es la verdad.
Jams he maltratado a una mujer. Las mujeres me gustan, a algunas
las amo y a todas las respeto. No digo que no haya tenido ganas de dar
un guantazo a mi intrigante vecina de Las Rozas, pero no lo har nunca,
precisamente, por ser mujer. Por ese poderoso motivo tiene patente de
corso. Y por ese poderoso motivo conserva todos sus dientes. Soy de la
opinin de que solo los cobardes golpean a las mujeres. Solo se me ocurre una excep cin: las mujeres policas. A esas no tendra inconveniente en ajustarles las cuentas, pero no por ser mujeres sino por su infame
condicin de policas.
Pero todo eso sucedera aos despus. De momento estbamos en el
barrio de la Concepcin, en la poca en la que se instalaron en l muchos
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militares estadounidenses destinados en la base de Torrejn. De repente, las calles se llenaron de coches impresionantes que contrastaban con
los nacionales y austeros Seat. Yo contemplaba con admiracin aquellos
vehculos de las marcas Chevrolet, Buick, Pontiac, Studebaker, Chrysler,
y tantas otras, que slo haba visto anteriormente en las revistas o en
algn lbum de cromos. Reconozco que desde entonces me encantan los
vehculos made in usa.
Desde muy pequeo demostr una gran habilidad para los trabajos
manuales. Coga las herramientas de mi padre y haca todo tipo de cosas.
Recuerdo que constru un barco con sus velas y hasta un flipper16 mecnico que hice con un tablero de madera, pinzas de tender la ropa, clavos,
gomas, una bola de acero y mucho ingenio. Tambin invent un telgrafo a pilas que, con la ayuda de un lpiz, escriba sobre un rodillo de
papel, y por el que me felicitaron en el colegio. Y ya en la pubertad, mi
amigo Pepn y yo construimos un kart con el motor de una moto Lambretta abandonada.
La vida en la Conce era para m la propia de un nio de los sesenta.
Las dos principales actividades eran jugar y estudiar, o lo que es lo mismo: la calle y el colegio. Me vienen a la memoria los nombres de algunos compaeros de juegos y travesuras, nios y nias: Nando, Cristbal,
Pepito, Valentn, Marisa Por aquellas fechas nos empezaban a gustar
las nias y, modestia aparte, yo tambin empezaba a gustarles a ellas,
pero, por nuestra inexperiencia, no sabamos qu hacer cuando nos juntbamos a solas o en grupo. Ellas, con picarda, nos pedan jugar a mdicos y enfermeras, pero nosotros, bastante ms pardillos, no veamos el
objetivo de ese juego y pre feramos el escondite o el clsico de policas
y ladrones. Como el amable lector o lectora habr supuesto ya, yo prefera el papel de ladrn.
16.- Mquina electrnica de juego provista de un tablero sobre el que se impulsa y se intenta controlar una bola por medio de una serie de palancas que se accionan desde botones exteriores.
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adolescente y antifranquista
en cierta ocasin, una nia muy atractiva llamada Mnica, que haca
de polica, me atrap. Pero para reducirme tuvo que abrazarme, y entonces sucedi. Me invadi una sensacin desconocida, muy fuerte e intensa, que me impuls a besarla en los labios. Para mi sorpresa, Mnica,
lejos de apartarse, correspondi a mi beso. Un tanto turbado, me escap
de sus brazos y ella no intent perseguirme de nuevo. Nos convertimos
en pareja de juegos, y ahora s practicbamos el de mdicos y enfermeras. Me encantaba tratar las dolencias de Mnica en exclusiva y ella jams
permiti que otros muchachos la auscultaran. Mnica fue, pues, la primera chica a la que bes y mi primer amor adolescente.
Luego vendran otras. Margarita era una chica rubia y guapa que
viva en la calle Virgen del Castaar. Sola acercarme en bicicleta hasta
su patio, algo distanciado del mo, slo para verla. Congeniamos, y cuando, cierto da, estaba yo tocando la guitarra en el parque del barrio, vino
a hablar conmigo. Nos besamos, pero lo deb de hacer fatal porque ella
se ri. Le ped que me enseara a hacerlo bien, ya que tena mucho inters en aprender. Margarita result ser una excelente profesora. Ella me
inici en los besos con lengua. Tumbados en el suelo, abrazados, tuve mi
primera ereccin y, tambin por primera vez, moj mis calzoncillos. Margarita estaba algo chiflada. Me llevaba a pasear por el cementerio y nos
acaricibamos sobre las lpidas. En una ocasin, su mano tropez con
mi sexo, pero yo me cohib y me ruboric, estropeando las posibilidades
del momento. Sin embargo, la experiencia me haba gustado. Tena 14
aos y era muy consciente de los cambios que se estaban produciendo
en mi persona. Em pezaba a salirme la barba y las hormonas se rebela89
ban en mi interior. La niez haba quedado atrs y me estaba convirtiendo en todo un hombre. Estbamos en 1970 y comenzaba una dcada que habra de dejar una gran huella en m, pero an no lo saba.
Como haba sido un buen estudiante, mis padres me regalaron un
ciclomotor Derbi de 50 centmetros cbicos. Mi ta abuela Natividad, por
su parte, me compr, adems, una ma ravillosa guitarra acstica de seis
cuerdas que, treinta y ocho aos despus, guardo en mi casa de Las Rozas
como oro en pao. Llevo sin tocar la guitarra desde mi detencin, pues
en ninguna de las crceles por las que he pasado me han permitido hacerlo, por razones de seguridad. El argumento es falso de toda falsedad,
que dira Jos Luis Rodrguez Zapatero. La nica verdad es que las crceles estn creadas para anular la personalidad de los prisioneros y,
consecuentemente, se nos impide cualquier actividad creativa.
Aquella moto imprima carcter, al menos a m me lo pareca. A mi
edad y sin permiso para conducirla, mi flamante Derbi me proporcion
una autonoma que me resultaba muy til y atractiva y me abri la puerta a otra dimensin. Acababa de comenzar a salir con una chica morena,
muy bonita, llamada Mara Jess Snchez Abascal y la motocicleta nos
vino de perlas. La llevaba de paquete, lo que le obligaba a pegar su delantera a mi espalda. Yo notaba en mi piel sus formas de mujer y me pona,
valga la redundancia, como una moto, esta de mucho ms cilindrada que
la ma. Retozamos por todos los parques y jardines de Madrid. Nos tumbbamos sobre la hierba y el ardor juvenil haca el resto.
Aquel ao, a algunos jvenes de la Conce se nos ocurri formar un
grupo musical. Yo tocaba el rgano electrnico y mi amigo Jos Antonio
Martn Gardoqui se encargaba de hacer sonar la batera. Lo haca muy
bien y, con el tiempo, llegara a integrar la mtica banda de rock Burning,
la que cantaba aquello de Qu hace una chica como t en un sitio como
este?. Jos Antonio tuvo una influencia determinante en mi gusto por
el rock. l dispona de una amplia coleccin de discos de vinilo en la que
no podan faltar temas de los mejores grupos de rock. Gracias a l tuve
acceso a algunas canciones prohibidas por la dictadura.
En nuestro barrio, ms concretamente en la colonia de San Vicente,
ensayaban Los Bravos, autores, entre otros, del xito mundial Black is
black. Se reunan en el chal de Tony, el guitarrista. A Tony no lo conocamos demasiado, pero su hermana era muy famosa entre nosotros. El
motivo de tanta popularidad era puramente anatmico, pues la naturaleza, siempre generosa, le haba dotado con un par de gloriosas tetas que,
por inalcanzables para nosotros dada la diferencia de edad, estimulaban
nuestra calenturienta imaginacin. Nosotros acudamos a aquel chal de
la colonia de San Vicente con la humildad del discpulo ante su maestro.
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Or cantar a Mike Kennedy era un lujo, y el ejemplo de Los Bravos supona un estmulo que nos animaba a continuar nuestra carrera.
Los instrumentos musicales eran carsimos, lo que quera decir que
para nosotros eran tan inalcanzables como las tetas de la hermana de
Tony. Haba una razn poltica para aquellos astronmicos precios, pues
exista un impuesto de lujo que se aplicaba a las guitarras elctricas,
amplificadores, bateras, rganos elctricos Se trataba de poner las cosas
difciles a los jvenes que optbamos por el rock, por definicin rebelde
e incompatible con la dictadura. Nuestros modelos eran The Rolling Stones, Free, Ten Years After, Black Sabbath, Johnny Winter, Alvin Lee,
Canned Heat, Traffic Eran los tiempos de la psicodelia y guitarristas
como Jimmy Hendrix, cantantes como Janis Joplin y bandas como Pink
Floyd, eran lo mximo. En cuanto al rock espaol, lo ms avanzado se
encontraba en Sevilla, y grupos de all, como Simun, recalaban en Madrid.
Nosotros conseguimos un local miserable y cochambroso en el que
ensayar. Nos faltaba de todo, pero compensbamos las carencias con
ingenio. Peregrinbamos por las tiendas de instrumentos musicales, fisgando y probndolo todo, hasta que, invariablemente, nos echaban. Nuestro poder adquisitivo era inexistente, por lo que no podamos comprar
lo que nos gustaba. Adems, la autoridad constituida, lejos de fomentar
nuestra activi dad creativa, nos pona una y mil trabas para desarrollarla, pues, como se ha dicho, el Estado la vea con suspicacia. De hecho, la
Polica Armada, los grises de toda la vida, nos solan parar en la calle,
obligndonos a identifi carnos, por el solo hecho de llevar el pelo largo,
expresin esttica de desafeccin al franquismo y de rebelda social. Y
como ya habamos empe zado a fumar nuestros primeros cigarrillos de
hachs, la cosa se complicaba, pues el trinomio rock, melena y porros
nos situaba enfrente de las normas y costumbres de la sociedad biempensante del Rgimen. Pero ramos jve nes y guapos y nos movamos
al margen de las pautas del sis tema. Para colmo, siempre nos acompaaban las chicas ms atractivas, lo que suscitaba la envidia general.
Por entonces conoc a Mara Jos, una cubana afincada en Madrid.
Tambin era una chica de gran belleza, algo mayor que yo. Congeniamos
en seguida y, en la primera ocasin que se nos present, hicimos el amor.
Fue mi primera vez, aunque ella ya haba tenido otra experiencia. Lo hicimos sobre una colchoneta, en nuestro local de ensayo, aprovechando un
rato en el que estbamos a solas. Cerramos con llave y pusimos un disco de Crosby, Stills & Nash. Cuando ya nos habamos corrido un par de
veces, llamaron a la puerta. Era el propietario, que haba odo la msica
y se haba acercado a fisgar. Afortunadamente, deba de ser un hombre
liberal, pues cuando vio all a una tierna parejita, sonri y se fue para no
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molestar. Todava tuvimos tiempo y ganas de repetir antes de salir. Luego nos fuimos a un parque, a refrescarnos con el aire de la calle.
El lugar estaba muy animado. Varios jvenes haban organizado un
happening y el ambiente es taba impreg nado del inconfundible aroma
de la resina de hachs. All se encontraba tambin mi hermano lvaro
con al gunos amigos. Siempre me he llevado muy bien con lvaro. A
pesar de ser dos aos menor que yo, hemos trotado mucho juntos. Recuerdo que cuando estbamos en San Sebastin, nos tocaba pasear a Gaizki
ii, que ya estaba muy viejo. Solamos ir por la orilla del ro Urumea, hasta el puente del Kursaal, donde nos qued bamos mirando con admiracin y curiosidad a los experimentados pescadores que lanzaban all sus
caas. No s cmo lo hacan, pero los peces pica ban constantemente y
ellos los recogan uno tras otro. Cuando Gaizki encontraba el lugar adecuado, haca sus cacas sin preocuparse de los mseros humanos que pudieran estar observndole. No sotros recogamos con mu cho cuidado los
excrementos y los guardbamos hasta que encontrbamos aparcado algn
coche caro, al que embardunba mos de mierda las manillas de la puerta del conductor. Nuestra incipiente conciencia social nos llevaba a respetar los utilitarios y reservar las deposiciones de Gaizki para los coches
de lujo. Lucha de clases, se llama la figura. Alguna vez tuvimos suerte y
alcanzamos a ver cmo algn desafortu nado ricachn retiraba la mano
de la manilla de la portezuela a la velocidad del rayo, como si le hubiese
mordido una cobra, se la ola con cara de asco y lanzaba juramentos a
los cuatro vientos. lvaro y yo nos moramos de la risa.
Casi nunca tenamos dinero, aunque es verdad que tampoco nos
haca demasiada falta, pues en aquellos tiempos no exista el consumismo, y las raras ocasiones en que disponamos de algo de efectivo solamos comprar chucheras, jugar al futboln o ir al cine. Adquiramos entradas de gallinero (las ms baratas) y, en cuanto se apagaba la luz de la sala,
esperbamos la menor distraccin del acomodador para deslizarnos furtivamente hasta el patio de butacas. Otras veces bamos a visitar a mis
tos Jos Flix Sarasate, Pepe, y Margarita Gimnez, hermana de mi padre.
Yo senta devocin por aquella pareja. El marido de mi ta era pariente
del gran violinista Pablo Sarasate. Ejerca su profesin de abogado y era
un hombre sumamente divertido. Me encantaba estar con l. En su casa
haba una televisin que, adems de las dos cadenas espaolas, sintonizaba los canales franceses. Al to Pepe le faltaba tiempo para poner la
televisin francesa en cuanto empezaba el noticiario de tve. Con mi ta
Margarita cruc varias veces la frontera. Estuvimos en Hendaya, Biarritz
y San Juan de Luz. Aquello era un mundo en colores que contrastaba con
la Espaa gris de la dictadura.
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El Madrid de 1971 no era el Madrid de hoy. Lo que hicimos entonces no hubiese sido posible en la actualidad. La capital de Espaa es ahora una ciudad policial. Policas municipales, policas nacionales, policas
secretas, guardias civiles, alarmas, empresas de seguridad parapolicial
Policas hasta en la sopa. Yo la llamo la ciudad madero. Pero cuando
yo tena 15 aos, Madrid era un lugar apenas vigilado y el escaso control
policial era fcilmente sorteable. No haba alarmas conectadas a comisaras o compaas de seguridad y los policas tardaban una media de
veinte minutos en atender un aviso. Adems, la frecuencia de la Polica
se poda interceptar con un simple transistor que tuviera banda de fm.
As se explica que tres menores de edad a bordo de un Seat 1.500
familiar llegsemos sobre las cinco de la madrugada a aquella tienda de
la calle Jorge Juan sin el menor problema. Tatu se qued en el coche, con
el motor en marcha, preparado para la huida. Mientras, Jos Antonio y
yo franqueamos la puerta utilizando la alta tecnologa espaola: rompiendo el cristal con un adoqun que habamos encontrado en una obra
cercana. En pocos minutos nos hicimos con un equipo amplificador de
voces, altavoces, micrfonos y cuatro guitarras elctricas, que cargamos
en el amplio Seat. No nos vio nadie o, al menos, como en la cancin de
Rubn Blades Pedro Navaja, no hubo curiosos, no hubo preguntas, nadie
sali Abandonamos el lugar de los hechos tranquilamente. Aparcamos
el coche en un descampado del barrio y nos quedamos dormidos dentro,
junto a los instrumentos incautados. Quedaba claro que como profesionales del robo ramos un de sastre, pero la expropiacin haba sido un
rotundo xito.
A esas alturas, ya tenamos otro local de ensayo y haban cambiado
tambin algunos componentes de la banda. A la guitarra estaba Pablo,
al que apodbamos El marmolista porque en su casa, donde ensaybamos, su padre tena un taller de lpidas para tumbas; Jos Antonio, ms
conocido por Pichita de oro por razones obvias, tocaba la batera; al bajo,
Iaki; y quien esto escribe tocaba el rgano electrnico. Guardamos los
instrumentos que le habamos birlado a Sabino el facha en un local anexo al taller del marmolista, que estaba muy cerca de la Plaza Bami, instalamos los que bamos a usar y los probamos. Sonaban de maravilla.
Por fin tenamos los medios necesarios para desarrollar nuestro arte.
Cuando llegaron al local los que faltaban, abrieron los ojos como platos.
No daban crdito a lo que vean. Aquella tarde ensayamos, y la cosa sali
mejor que bien. El local se llen de chicos y chicas que disfrutaron sinceramente del espectculo.
As estuvimos unos meses, pero, como es lgico, aspirbamos a darnos a conocer, necesitbamos compartir nuestro arte con un pblico ms
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damiento judicial y haba allanado la casa de mis padres, llegando a empujar a mi madre.
Excuso contar aqu la terrible manera de des pertar que tuve aquel
da aciago. Yo solo tena 16 aos, pero las leyes franquistas me consideraban mayor de edad a efectos penales. Me esposaron, me dieron un par
de golpes y me introdujeron en un vehculo camuflado de la polica secreta. En el coche me esperaba el inspector Muro, quien, pese a mi extrema
juventud, me golpe con saa. Me llevaron a la comisara de Buenavista y all continuaron los malos tratos. Yo estaba aterrorizado. Al parecer,
el dueo de la tienda de instrumentos musicales de la calle Jorge Juan,
aquel facha que atenda por Sabino, perteneca a la Guardia de Franco y
era amigo personal del dictador, por lo que el asunto no poda quedar
as, que no sabe usted con quin est hablando. Y como yo fui el ltimo
en ser de tenido, me consideraban el ms escurridizo y me tenan ms
ganas, si cabe, que a mis dos compaeros. Me dieron golpes y patadas a
discrecin, me llegaron a pegar en la cabeza con el listn de telfonos de
Madrid, y yo re sista, negndolo todo. Entonces vino el estram bote teatral. Los policas llevaron ante m a Iaki Conejero Garca-Cuenca, el
asqueroso sopln que nos haba delatado y que all, delante de m, volvi a denunciarme, se alndome con el dedo, como la persona que le
haba regalado la guitarra elctrica de bajos, y a Tatu, a Jos Antonio y
de nuevo a m, como los res ponsables de la expropiacin de los instru mentos musicales. Qued anonadado por tamaa traicin.
De la comisara de Buenavista me trasladaron a la Direccin General de Seguridad, la tristemente famosa dgs, en la Puerta del Sol, en pleno centro de Madrid, donde hoy se encuentra la sede del Gobierno de la
Comunidad Autnoma. Para mi sorpresa, all no me golpearon, aunque
pude or los lamentos de otras personas que haban sido interrogadas y
torturadas por los policas. El ambiente era terrorfico para un chaval de
16 aos. Despus de unas horas, me volvieron a trasladar, esta vez al Palacio de Injusticia de Madrid, en la calle Brbara de Braganza, reconvertido hoy en sede del Tribunal Supremo. All me encerraron en un calabozo junto con otros detenidos. ramos ocho presos para tres literas metlicas
de diseo, de diseo nazi quiero decir. Hasta la almohada para reposar
la cabeza era de metal. El resto del mobiliario lo compona un nico banco de madera. No nos dieron de comer ni de beber en todo el tiempo que
pasamos en la celda. Simplemente nos encerraban y se olvidaban de nosotros. As pas dos das. Cuarenta y ocho largas horas que me hicieron
recordar las penalidades sufridas por Edmundo Dants, el protagonista
de la excelente novela El Conde de Montecristo . Por fin me sacaron de
all y me subieron a las de pendencias judiciales solo para que uno de
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aquellos mercenarios togados firmara mi ingreso en prisin. Ni declaracin me tomaron. A la crcel, sin ms.
Entr esposado junto a otros presos en un autobs celular de la Po lica Armada que tena como destino la Prisin Provincial de Madrid,
ms conocida por crcel de Carabanchel, sita en la avenida de los Poblados. Al llegar, nos hicieron descender del autocar y entrar en aquel museo
de los horrores. Se vean por doquier caras de sufrimiento. Los carceleros, a los que luego supe que en el argot taleguero se les llama boqueras, iban em butidos en un alienante uniforme de color verde con una
ridcula gorra de plato a juego. Despus de tomarnos las huellas dactilares, medirnos la al tura y comprobar si lucamos en nuestros cuerpos
algn tatuaje o marca, nos abrieron una ficha. Luego nos dividieron por
edades. Como yo tena solo 16 aos, ira destinado al mdulo de menores de edad, pero antes tendra que pasar tres das con sus noches en lo
que se denomina mdulo de ingresos y que viene a ser un lugar de
aclimatacin previo a la adjudicacin de la celda definitiva. All tuve que
dormir sobre unos inmundos colchones de paja que haba en el suelo y
abrigarme con unas mantas cuarteleras de nfima calidad y menor limpieza.
El mdulo de ingresos para menores estaba situado en la sexta ga lera de la crcel, la misma en la que estaban recluidos los prisioneros
polticos. All conoc a Marcelino Camacho, secretario general de Comisiones Obreras, que era el encargado de entregar a los presos unos cubos
de plstico donde los familiares metan comida. Tengo que decir pblicamente que el seor don Marcelino Camacho era y es una persona absolutamente ntegra. Con l al cargo de la comida, jams falt uno solo de
los alimentos que los familiares entregaban a los presos. Era una persona sencilla y muy accesible. Desde entonces, y pese a nuestras diferencias polticas, le pro feso una gran simpata. Ya me habra gustado que
todos los secretarios generales que le sucedieron al frente de Comisiones
Obreras hubiesen tenido su estatura tica y humana. Lamentablemente,
no fue as, y tanto Antonio Gutirrez como Jos Mara Fidalgo se aburguesaron y traicionaron a la clase trabajadora. A la hora de escribir estas
pginas, me entero de que acaba de celebrarse el ix Congreso Confederal de ese sindicato y que Fi dalgo ha sido reemplazado por un tal Ignacio Fernndez Toxo. Sincera mente, visto lo visto, no se puede esperar
nada de l. Pero ese es otro tema. El hecho es que tena 16 aos y estaba
en la crcel de Carabanchel.
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