Martin Barbero Jesus - Cultura Medios Y Sociedad PDF
Martin Barbero Jesus - Cultura Medios Y Sociedad PDF
Martin Barbero Jesus - Cultura Medios Y Sociedad PDF
2
Jess Martn Barbero
Beatriz Sarlo
William Rowe
Ana Mara Ochoa
Fabio Lpez de la Roche
Ana Mara Lalinde
Jaime Eduardo Jaramillo
Jorge Orlando Mel
Jairo Chaparro Valderrama
Germn Muoz
Jos Fernando Serrano
Luz Guillermina Sinnmg
(Editores)
^r
"
UNIVERSIDAD NACIONAL DE C O L O M B IA
Facultad de Ciencias Humanas Centro de Estudios Sociales
AMI RR \ I. VI 1\ \
liinsino
\rango
1 ni\ e r s t d a d I a b r e d e Berln
PRESENTACIONES
IAHIO
I.OP1.Z
IH
LA
RIICIIK
[l-.Sl'S
M \ U T 1 N
HARBHRO
i >S
y participacin ciudadana". Lalinde estudia algunas de las especificidades de la radio en la evolucin de los medios masivos a lo largo del siglo XX en Colombia y precisa cuatro etapas en la evolucin
de la radiodifusin desde que surgi en los aos treinta v cuarenta,
"cuando la propiedad aun se dilua en familias dispersas y 'quijotes' ", al tiempo que las emisoras se orientaban a "lo que podra llamarse 'programacin cultural': msica clsica, teleteatros, poesa v
programas religiosos, ms relacionada con ios gustos y la educacin
de sus dueos que con cierta comprensin de los pblicos". En la
segunda etapa, consolidado el medio como comercial, la programacin se oriento mas hacia pblicos populares v urbanos, contribuyendo a la transicin de las culturas rurales a las urbanas mediante
los radioteatros v radionovelas, de los programas "en vivo", como
los concursos y los musicales, v de los consultorios sentimentales.
La tercera etapa, entre los aos sesenta y los setenta, tiene que ver
fundamentalmente con la bsqueda de identidad propia del medio
ante el auge y la competencia de la televisin v se caracteriza por la
aparicin de los primeros sntomas de especializacin y segmentacin de los pblicos entre "emisoras musicales v emisoras llamadas
'bsicas', que aun continan con programacin familiar, y en las que
se consolidan dos gneros: los humorsticos v los deportivos". La
cuarta etapa, de mediados de los setenta hasta los noventa, "coincide con el ingreso de los grupos econmicos a la radio, el viraje definitivo de la radio hacia la empresa privada" v la tendencia hacia la
especializacin, que cobrar su mayor relevancia en el rea de la informacin noticiosa.
El segundo conjunto de trabajos, dedicado a la cultura urbana
y las culturas juveniles", se abre con un trabajo del socilogo de la
cultura Jaime Eduardo jaramillo Jimnez, "Formas de sociabilidad
v creacin de identidades en el campo urbano-popular". En l, a
FABIO LOPKZ
111. I.A R O C H E V ( l . S t S M A R T I N
BARBKRO
l6
\11KI I . O P K Z
1)1- LA R I l C l l i ; Y J L S C S
MARTIN
BARBLRO
jtLl presente volumen recoge trabajos referentes a dos tpicos centrales del Seminario Internacional sobrCleoras culturales)' Estudios
de Comunicacin en Amrica Latina: uno, los cambios en la relacin
entre cultura y medios de comunicacin; dos, temas y problemas de
la cultura urbana y las culturas juveniles. En ambos se indaga por
el desbordamiento del canon cultural producido por las narrativas
y los discursos massmediticos, las nuevas tecnicidades y las nuevas sensibilidades. En Amrica Latina la investigacin cultural es
anterior a que apareciera la etiqueta de "estudios culturales", pero
se fundamenta tanto en la experiencia que aportan los movimientos sociales como en el trabajo de los pioneros ingleses que, como
R. Williams, R. Hoggart y Stuart Hall, investigaron la insercin
de los medios de comunicacin en las dinmicas de la cultura contempornea y la relacin de las culturas juveniles con las industrias
culturales y las transformaciones de la ciudad. Fue en busca de la
comprensin de los procesos sociales que la investigacin cultural
en Latinoamrica se ha convertido en un rea estratgica de reconocimiento de las rupturas y continuidades de que est hecha nuestra modernidad.
La primera parte se inicia con el trabajo "Experiencia audiovisual y desorden cultural", de Jess Martn Barbero, dedicado al
anlisis del descentramiento cultural producido por la actual hegemona de los medios de comunicacin, en especial de los audiovi-
L U Z (CABRILLA A R A N 0(1
I 2
trepo y Jaime Eduardo Jaramillo, cuya labor crtica y comprometida logr darle nuevas dimensiones a este programa y asegurarle
races en el medio acadmico colombiano. A los profesores Carlos
Patino y Angela Mara Prez les debemos la excelencia de la coordinacin acadmica y logstica del primer coloquio. Nuestros reconocimientos y gratitud a los ponentes nacionales e internacionales
que aceptaron nuestra invitacin y nos ofrecieron trabajos originales de excelente calidad.
Finalmente, mis afectuosos agradecimientos a Sonia Alvarez,
nuestra "coordinadora logstica", alma y nervio del segundo y del
tercer coloquios, infatigable salvadora de obstculos, sin cuya dedicacin estos eventos no habran sido posibles, y al equipo del CES
que la respald con trabajo perseverante y entusiasta: Fernando Visbal, Angela Daz, Rosalba Mel, Margarita Villada, Miiler Mora.
Memorias de un encuentro
i i
L U Z Ci \ B R I I L \
ARANA,O
I O
Memorias de un encuentro
tLs muy grato para el Centro de Estudios Sociales de la Universidad Nacional ofrecer a los lectores, observadores escpticos o encantados de las importantes transformaciones culturales que viven
nuestras sociedades, los libros Cultura, poltica y modernidad y Cultura, medios y sociedad. Ellos son el resultado del coloquio Teoras de la
cultura y estudios de comunicacin en Amrica Latina, realizado en Santaf de Bogot en julio de 1997, en el marco del Programa Internacional Interdisciplinario de Estudios Culturales sobre Amrica
Latina. Este programa, ideado por el profesor Carlos Rincn, de la
Universidad Libre de Berln, y acogido con entusiasmo por la Universidad Nacional, ha tenido como propsito principal apoyar la difusin en Colombia de las innovaciones tericas y metodolgicas en
el campo de los estudios literarios y culturales a nivel internacional.
Con ello, se propone incidir en el mejoramiento de la calidad de los
docentes colombianos, de su capacidad cientfica y su insercin dentro de la comunidad acadmica internacional. Apoyado desde sus
inicios por instituciones como Colcultura hoy Ministerio de Cultura, el Instituto Distrital de Cultura y Turismo de la Alcalda de
Bogot, la Secretara Ejecutiva del Convenio Andrs Bello y la Biblioteca Luis ngel Arango, ha contado tambin con el respaldo del
Ministerio de Educacin, la Fundacin Social y la Consejera Econmica de la Presidencia de la Repblica. En 1996, el Programa
despeg con ei coloquio La situacin de los estudios literarios y cultu-
L A B I O L P E Z DE LA R O C H E Y J E S S M A R T I N
BARBERO
2 0
desenvolvimiento modernizador de la ciudad durante el perodo estudiado: "el desarrollo de una imagen de ciudad moderna y los esfuerzos para poner en prctica, en forma planeada, unos ideales de
vida urbana", "el proceso por el cual se intent educar la poblacin
para esa vida urbana", y la manera como la literatura se ubic en y
expres esos procesos de modernizacin y civilizacin. Esas tres facetas del proceso modernizador son vistas a travs de la aproximacin a tres figuras protagnicas, con sus distintos idearios cvicos y
focalizaciones sociales: don Ricardo Olano, empresario y promotor del desarrollo urbano de Medelln; don Tulio Ospina Vsquez,
autoren 1910 del Protocolo hispanoamericano de la urbanidad y el buen
gusto, "uno de los varios tratados de urbanidad publicados en la ciudad en estos aos, pero el que vieron sus contemporneos como paradigmtico"; y don Toms Carrasquilla, con sus novelas urbanas.
Abordando los tres discursos como "tres lneas de desarrollo de una
nueva sensibilidad social que conduce al control de los hbitos y
costumbres campesinos y su reemplazo por los que se definen como
urbanos", en sus palabras, "la conversin del montaero en hombre
civilizado y urbano", el historiador nos muestra el auge entonces
de los manuales de cvica, cortesa, urbanidad, etiqueta, buenas maneras, buena conducta o buen tono, como "seal de la necesidad
creciente, a medida que aumenta la vida urbana y con ello el contacto entre grupos de personas ms amplios, de generalizar unas normas ritualizadas y previsibles de conducta a toda la sociedad".
Jairo Chaparro Valderrama, etngrafo y educador de adultos,
nos presenta en su trabajo "Los mapas culturales, una herramienta
para la gestin local", una propuesta para la intervencin en procesos de gestin local con una perspectiva cultural. Partiendo de la
idea de que "las distancias existentes entre la vida formal-mstitucional del Estado v la vida cotidiana de las mavoras son distancias
L A B I O L P E Z DI
LA R O C H E . V J E S S M A R T I N
BARBERO
22
algunas "comunidades emocionales"), la mirada esttica (el anlisis de su produccin simblica desde el ngulo de "la sensibilidad")
y la mirada de los rockeros ("participantes directos" de la cultura
que focaliza el acceso). L o que se pretende con esta multiplicidad
de perspectivas es un nuevo acceso a la comprensin de las culturas
juveniles urbanas contemporneas en tanto que "comunidades de
sentido", mltiples, diversas y cambiantes, poseedoras de saberes
y sensibilidades propias", al mismo tiempo que:
examinar desde un enfoque cultural algunas hiptesis respecto a formas de ser/parecer de las culturas juveniles urbanas: la sensibilidad emocional, las atmsferas en donde conviven, su permanente mutacin e inestabilidad, las tendencias o modas en lasque
se inscriben y que no obedecen a un principio ordenador de la totalidad ni son aspectos puramente "residuales" para su comprensin, la circulacin dinmica de sus capitales simblicos vehiculados en objetos culturales de amplio consumo entre actores de la
"nueva generacin": video, msica, ropa...
En su ensayo "La investigacin sobre jvenes: estudios de (y
desde) las culturas", el antroplogo Jos Fernando Serrano, en una
relectura crtica de parte de la bibliografa sobre juventud dentro
de los estudios de sociologa urbana de la Escuela de Chicago, pasando por las contribuciones de los Estudios Culturales Britnicos,
hasta algunas de las aproximaciones latinoamericanas y colombianas al tema, llama la atencin sobre las limitaciones de la utilizacin
prioritaria de criterios etreos en la definicin de "juventud", subrayando la conveniencia de integrar un conjunto amplio de criterios
o factores incidentes en la construccin del concepto, entre ellos la
situacin histrica y generacional, la condicin de ciase, la etnia, ci
F A B I O L P E Z D E LA R O C H E Y J E S S M A R T I N
2
BARBERO
de investigacin, sino tambin un insumo importante para la formulacin de polticas culturales, educativas y de comunicacin desde
la sociedad y el Estado, tanto ms valiosos en estos tiempos de aceleradas transformaciones socioculturales en que los niveles de incertidumbre y de confusin social crecen cada da, lo cual impide
disponer de diagnsticos que permitan incidir en la realidad con niveles mnimos ya no de informacin sino de conocimiento.
De igual modo en su diversidad de enfoques y alcances, y aun
en el desigual desarrollo terico y metodolgico que evidencian
estos textos constituyen una buena muestra de la investigacin cultural que est posibilitando a los latinoamericanos pasar de su tradicional oficio en la conversacin internacional, el de "informantes
nativos", al de productores de teora y formuladores de "problemas"
de investigacin. Con la subsecuente redefinicin del sentido del dilogo que anima el intercambio con los estudios culturales que se hacen en la academia norteamericana o europea. Tal intercambio no
se halla exento de malentendidos, pero hoy hace explcitas las consecuencias que, para el quehacer terico y las agendas de investigacin, implican los lugares de enunciacin desde donde se escribe y
desde donde se lee. N o para reeditar viejos discursos esencialistas
o fundamentalistas sobre la identidad/diferencia latinoamericana,
sino para romper el espejismo de una "centralidad de los mrgenes"
decretada desde el centro; esto es, como dice Nelly Richard, para
"desadaptar efectivamente el mecanismo de autoridad fijado por el
centro entre tloriginal (el texto metropolitano) y Xztraducin (su aplicacin perifrica)".
PRIMERA PARTE
Experiencia audiovisual
y desorden cultural
JESS
MARTIN
BARBERO
28
calma, de silencio y soledad, y compulsivamente necesitadas de movimiento, de luz y de bulla, eme es lo que nos proporciona la televisin. Slo que esenos, que incluye al autor entre esas pobres gentes,
tiene algo de irona pero tambin no poco de tramposa retrica. Pues
si la incultura constituye la quintaesencia de la televisin se explicara el desinters y, en el "mejor" de los casos, el desprecio de los intelectuales colombianos por la televisin, pero tambin queda ah al
descubierto el pertinaz y soterrado carcter elitista que prolonga esa
mirada: confundiendo iletrado con inculto, las lites ilustradas, ya
desde el siglo XVIII, al mismo tiempo que afirmaban -Apueblo en
la poltica lo negaban en la cultura, haciendo de Izincultura el rasgo intrnseco que configuraba la identidad de los sectores populares, y el insulto con que tapaban su interesada incapacidad para
aceptar que en esos sectores poda haber experiencias y matrices de
otra cultura".
Ahondando en esos interrogantes llevo aos preguntndome
por qu los intelectuales y las ciencias sociales en Colombia siguen
padeciendo un pertinaz "mal de ojo" que los hace insensibles a los
retos que plantean los medios, insensibilidad que se intensifica hacia la televisin. Ni aun en los diez volmenes de la Nueva historia
de Colombia hubo un pequeo sitio para otros medios que no fueran la prensa y el cine. L o que no deja de ser revelador: si la prensa
es la que cuenta con ms y mejor historia escrita no es slo por ser
el medio ms antiguo, sino por ser aquel en que se reconocen culturalmente los que escriben historia. M e pregunto el por qu de la ausencia en Colombia de una corriente intelectual que, como en Brasil
o Chile por ejemplo, mire la televisin desde un discurso menos ma-
niqueo y capaz de superar una crtica intelectualmente rentable... justamente porque lo nico que propone es apagar el televisor. Hasta
los maestros de escuela niegan que ven televisin, creyendo as defender ante los alumnos su hoy menguada autoridad intelectual!
Garca Canclini ha sido uno de los primeros en explorar los
modos de relacin de los intelectuales latinoamericanos con la tardomodernidad desde su relacin con la televisin, y ello mediante
un esclarecedor anlisis de dos muy diferentes modos de mirarla:
los de Borges y Octavio Paz 3 . Podramos hacer una comparacin
tambin ilustrativa a este respecto entre las miradas de dos pases
como Colombia y Brasil.
En un pas tan dividido y desgarrado, tan incomunicado como
Colombia, la televisin se ha convertido en escenario de perversos
encuentros: mientras las mayoras ven all condensadas sus frustraciones nacionales por la "tragedia" de su equipo en el mundial de
ftbol de Estados Unidos, o su orgulloso reconocimiento por las figuras que, de las gentes de la regin y la industria cafetera, dramatiz la telenovela Caf, la culta minora vuelca en ella su impotencia
y su necesidad de exorcizar la pesadilla cotidiana, convirtindola en
chivo expiatorio al que cargarle las cuentas de la violencia, del vaco moral y de la degradacin cultural. La televisin sera adems
la principal culpable de que en el pas casi no haya cine ni se apoye
el teatro, culpable no slo de que los empresarios no inviertan ms
que en ella, sino de que los espectadores hayan perdido el gusto por
el verdadero arte.
En Brasil, donde la televisin es mediada an ms fuertemente que en Colombia por las condiciones del negocio, pues consti-
' N . Carca Canclini, "De Paz a Borges; comportamientos ante el televisor", en Culturas hbridas (Mxico: Grijalbo, 1990), p. 96 ss.
ILSUS MARTIN
BARBERO
tuve una gigantesca industria de exportacin, ese medio se ha convertido, sin embargo, en un espacio de cruces estratgicos con su tradicin cultural, teatral, novelesca, cinematogrfica, e incluso con ci
pensamiento y ci trabajo de no pocos intelectuales y artistas de izquierda. Algunos de los dentistas sociales y filsofos de ms peso,
como Sergio Miceh, Renato Ortiz, Muiz Sodr y Dedo Pignatan, son autores de investigaciones v ensayos decisivos sobre las relaciones de la televisin con su pas. Y algunos de los ms exitosos
libretistas y directores son novelistas o dramaturgos pertenecientes
al partido comunista y al P.'!'., como Dias Gomes, Doc Compralo
o Aguinaldo Silva. Lo que ha posibilitado hacer de la telenovela
brasilea un espacio estratgico de expresin de los mestizajes y las
contradicciones que en ese pas han producido su modernidad.
Una pista de compresin de ese contraste la ofrece Daniel Pcaut al trazar las diferencias de Colombia con ci "imaginario modernizador" de Brasil: ci que, pasando por ci mito evolucionista y por
la nueva presencia del Estado que introduce el populismo de Getuho Vargas, "crea las condiciones para el reconocimiento de la importancia del lenguaje poltico v del rol social de los intelectuales".
Por lo contrario, en Colombia, la precariedad del Estado y varios
obstculos -ci poder exagerado de la Iglesia, la ausencia de emigracin portadora del pensamiento positivista contribuyeron a "privar de legitimidad el discurso de los intelectuales v a impedir la
conformacin de un entorno cultural favorable al desarrollo de la
racionalidad cientfica"4. De ese modo, ios intelectuales en Colombia, como en la mavor parte de Amrica Latina, han pasado de esa
larga ausencia de legitimidad social a la profunda erosin que de su
autoridad produce hoy la desorganizacin del orden cultural introducida por la hegemona del campo audiovisual que cataliza la televisin.
Se que el curso que lleva mi reflexin la coloca por fuera del lugar legitimado por las disciplinas v las "cofradas discursivas", tornando mi posicin altamente vulnerable a los malentendidos. Ser
que tiln me reconozco en \A tarea del intelectual constituida por "la
crtica de lo existente, ti espritu libre y anticonformista, la ausencia de temor ante los poderosos, el sentido de solidaridad con las
victimas"': Ah me reconozco, ciertamente, pero no como en una
trinchera que me resguarde de las incertidumbres de las gentes del
comn, sino en ci esfuerzo por construir una crtica que "explique
el mundo social en orden a transformarlo, v no a obtener satisfaccin o sacar provecho del acto de su negacin informada'"'. Lo que
trasladado a nuestro terreno significa una crtica capaz de distinguir la necesaria, la indispensable denuncia de la complicidad de
la televisin con las manipulaciones del poder v los ms srdidos
intereses mercantiles que secuestran las posibilidades democratizadoras de la informacin y las posiblidades de creatividad y de enriquecimiento cultural, reforzando prejuicios racistas v machistas
y contagindonos de la banalidad y mediocridad de la inmensa mayora de la programacin, del lugar estratgico que la televisin
ocupa en las dinmicas de la cultura cotidiana ci las mayoras, en la
transformacin de las sensibilidades, en los modos de construir imaginarios e identidades.
JESS MARTIN
BARBERO
ii
En Amrica Latina esta experiencia tardomoderna se halla atravesada por un especial y profundo malestar. La desmitificadn de
las tradiciones y las costumbres desde las que, hasta hace bien poco,
nuestras sociedades elaboraban sus "contextos de confianza"9 desmorona la tica y desdibuja el habitat cultural. Ah arraigan algunas de nuestras ms secretas y enconadas violencias. Pues las gentes
pueden con cierta facilidad asimilar los instrumentos tecnolgicos
y las imgenes de modernizacin, pero slo lenta y dolorosamente
puede recomponer su sistema de valores, normas ticas y virtudes
cvicas. El cambio de poca est en nuestra sensibilidad, pero a la
crisis de los mapas ideolgicos se agrega una fuerte erosin de los
mapas cognitivos que nos deja sin categoras de interpretacin para
captar el rumbo de las vertiginosas transformaciones que vivimos.
La segunda atmsfera cultural es la de la secularizacin y el desencanto. En su genealoga de las relaciones entre secularizacin y
poder, G. Marramao examina cmo la racionalizacin constitutiva
de la modernidad, segn Weber, va a implicar la reorganizacin de
la sociedad como "mundo administrado", en que la poltica no puede comprenderse por fuera de la burocracia, que es el modo "formalmente ms racional de ejercicio del poder" 10 y que desembocar
en la conformacin de la jurisdicin secular del Estado moderno.
Por su parte, desde Amrica Latina, N . Lechner ha examinado los
rasgos que configuran el desencanto de las izquierdas: el "enfriamiento de la poltica" " y el surgimiento de una nueva sensibilidad
JESS MARTIN
BARBERO
34
marcada por el abandono de las totalizaciones ideolgicas, la desacralizacin de los principios polticos y la resignificacin de la utopa en trminos dt negociacin como forma de construccin colectiva
del orden: la predominancia de la dimensin contractual y el predominio, en la concepcin y la accin poltica misma, de la racionalidad instrumental y su profesionalizacin. De ah los nuevos saberes
que el poltico necesita1": eljurdico-administrativoyel de la comunicacin publicitaria. Primera paradoja: el desencantamiento de la
poltica transforma al espacio pblico en espacio publicitario, convirtiendo al partido en un aparato-medio especializado de comunicacin y al carisma en algo fabricable por la ingeniera meditica.
Lo que acenta el carcter abstracto y desencarnado de la relacin
con las audiencias a la que se dirige un discurso poltico televisado
en bsqueda ya no de adhesiones sino de puntos en la estadstica
de los posibles votantes. Y, sin embargo, la secularizacin afecta
tambin a la poltica en un muy otro sentido: el de la entrada en su
agenda del derecho a la diferencia de las mujeres o los homosexuales
que, como en Aderecho a la autorrealizacin, "se expresan las luchas
contra las diversas formas de alienacin que en las sociedades contemporneas no proceden solamente de la explotacin"13.
Ni siquiera el "retorno de la tica" escapa al desencanto. Segn
Lipovetsky, ese retorno marca tambin el punto de llegada del largo proceso de secularizacin cuya primera etapa (1700-1950) emancip la tica del espritu de la religin, pero ser apenas en los aos
sesenta cuando la lgica del proceso de secularizacin conduzca a
la completa disolucin de "la forma religiosa del deber": la entrada en la sociedad del postdeber, que "devala el ideal de abnegacin,
estimulando sistemticamente los deseos inmediatos, la pasin del
ego, la felicidad intimista y materialista"14 . Y si en las capas medias
y altas el individualismo se alia con el mtegnsmo consumista, en los
sectores bajos los ghetos, la droga y la violencia son su expresin.
La tercera atmsfera cultural recoge la desintegracin del horizonte socio-cultural coman. Aun con las enormes dificultades que
implic la heterogeneidad tnica y racial, desde la independencia,
y especialmente en el proceso de transformacin de estos pases en
naciones modernas a partir de los aos treinta, se busc articular la
creacin de un mercado, condicin indispensable para su integracin en el mundo, a la construccin deuna cultura nacional, un foco
de imgenes y mitos fundadores que posibilitara a la gente sentirse
perteneciendo a una comunidad. El papel de la radio en toda Amrica Latina, y del cine en pases como Mxico, Argentina o Brasil,
fue decisivo en la formacin del sentimiento nacional. Los medios se
transformaron en voceros de la interpelacin que desde el Estado
converta a las masas en pueblo y al pueblo en nacin. Los caudillos populistas, de Getulio Vargas a Crdenas y Pern, hallaron en
la radio el medio que les posibilitaba un nuevo discurso poltico que
articulaba la interpelacin a los obreros de las grandes ciudades en
cuanto ciudadanos y la reelaboracin radial de la oralidad cultural y
la expresividad de la cancin popular. Junto con la escuela, los medios proporcionaron a las gentes de la provincia una experiencia
primordial de integracin: la traduccin de la idea de nacin a vivencia cotidiana, a la vez que hacan de mediadores entre la sensibilidad expresivo-simbhca de las culturas rurales y la racionalidad
14
JESS MARTIN
BARBERO
36
M . Wieviorka (din), Une sacete fragment? Le culturalisme en debut (Pars: La Decouverte, 1997).
6
37
tura, el mundo de los nuevos clrigos sufra una herida profunda: el
cine haca visible la modernidad de unas experiencias culturales que
no se regan por sus cnones ni eran gozables desde su gusto. Pero
domesticada esa fuerza subversiva del cine por la industria de H o llywood, que expande su gramtica narrativa y mercantil al mundo
entero, Europa reintrodudr en los aos sesenta una nueva legitimidad cultural, la del "cine de autor", con la que recupera el cine
para el arte y lo distancia definitivamente del medio que por esos
mismos aos haca su entrada en la escena mundial, la televisin.
La televisin es el medio que ms radicalmente va a desordenar la idea y los lmites del campo de Incultura: sus tajantes separadones entre realidad y ficcin, entre vanguardia y kitsch, entre
espacio de ocio y de trabajo:
Ha cambiado nuestra relacin con los productos masivos y
los del arte elevado. Las diferencias se han reducido o anulado,
y con las diferencias se han deformado las relaciones temporales
y las lneas de filiacin. Cuando se registran estos cambios de horizonte nadie dice que las cosas vayan mejor o peor: simplemente han cambiado, y tambin los juicios de valor debern atenerse
a parmetros distintos. Debemos comenzar por el principio a
interrogarnos sobre lo que ocurre1
Ms que buscar su nicho en la idea ilustrada de cultura, la experiencia audiovisual la replantea de raz: desde los nuevos modos
de relacin con la realidad, esto es, desde las transformaciones de
nuestra percepcin del espacio y del tiempo. OAespacio, profundi-
' U. Eco, "La multiplicacin de los medios", en Cultura y nuevas tecnologas (Madrid: Novatex, 1986), p. 124.
JESS MARTIN
BARBERO
38
|N
19
A. Gramsci, "Los intelectuales y la organizacin de la cultura", tnCultura y literatura (Barcelona: Pennsula, 1977).
' B. Sarlo, op. cit., p. 179.
21
JESS MARTIN
BARBERO
4"
-" O. Monguin, "Una memoria sin historia", en Puni de vis/a, N" 49, p. 26.
- 4 C. Monsivis, "Notas sobre la cultura mexicana en ei sigloXX", en I listona general de Mxico, vol. IV (Mxico: Colegio de Mxico, 1976).
-' O. Monguin, op. cit., p. 25.
-'' U. Eco, "Apostilla a El nombre de la rosa", en Anlisis, N " 9 (Barcelona:
1984), p . 2 7 ss.
JESS MARTIN
BARBERO
42
"
llido de las fronteras que ella entraa, incluidas las de sus campos
de estudio, por la configuracin de objetos mviles, nmadas, de
contornos difusos, imposibles de encerrar en las mallas de un saber positivo y rgidamente parcelado. Sobre esto dice C. Geertz:
lo que estamos viendo no es simplemente otro trazado del
mapa cultural el movimiento de unas pocas fronteras en disputa, el dibujo de algunos pintorescos lagos de montaa, sino una
alteracin de los principios mismos del mapeado. No se trata de
que no tengamos ms convenciones de interpretacin, tenemos
ms que nunca pero construidas para acomodar una situacin que
al mismo tiempo es fluida, plural, descentrada. Las cuestiones no
son ni tan estables ni tan consensales y no parece que vayan a
serlo pronto. El problema ms interesante no es cmo arreglar
este enredo, sino qu significa todo este fermento' .
Hacia all apunta el desafo: hay en las transformaciones de sensibilidad que emergen en la experiencia audiovisual un fermento de
cambios en el saber mismo, el reconocimiento de que por all pasan
cuestiones que atraviesan por entero el desordenamiento de la vida
urbana, el desajuste entre comportamientos y creencias, la confusin entre realidad y simulacro. G. Vattimo ha tenido el coraje de afirmar: "La relacin que se da entre las ciencias humanas y la sociedad
de la comunicacin es mucho ms estrecha y orgnica de lo que generalmente se cree" 21 . Si esas ciencias han llegado a configurar su
ideal cognoscitivo en el permanente modificarse de la vida colecti-
11
ES US M A R T I N
BARBERO
44
'~ M . I leidegger, "I ,a pregunta por la tcnica", en Revista de la L 'niversidadde Antioquia, N " 205 ( Medelln: \ 'niversidad de Antioquia, 1986).
A. (iargam, "1 .a friccin del pensamiento", en I .a secularizacin de la filosofa (Barcelona: Gedisa, 1992), pp. 9 ss.
"+ G. Vattimo, op. cit., p. 95.
J. I labermas, leona de la accin comunicativa. (Complementos y estudios previos (Madrid: Ctedra, 1989).
'' Sobre ei concepto de reflexividad, vase P Bourdieu, I .es regles de Cari (Pars: Senil, 1992), pp. 290 ss.; A. Giddens, "La ndole reflexiva de la modernidad", en op. cit., pp. 44 ss.
' J. Habermas, I listona v crtica de la opinin pblica (Barcelona: G. Gili,
1982).
I E S U S M A R T I N B A R B E RO
46
' M . Auge, Hacia una antropologa de los mundos contemporneos (Barcelona: Gedisa, 1995), p. 88.
no slo el sentido del discurso poltico sino Asentido social: "el conjunto de las relaciones simbolizadas (admitidas y reconocidas) entre los hombres" 41 . Sintomticamente, las adhesiones y vibraciones
se desplazan ahora hacia dos espacios precisos de manifestacin: las
sectas y la televerdad es decir, los fundamentalismos religiosos, nacionalistas, xenfobos, y la morbosa exhibicin de la singularidad
individual y de la intimidad que losreality show espectacularizan hacindonos visibles las interrogaciones y recomposiciones simblicas
que atraviesan el colectivo cotidiano.
L o que las ciencias sociales no pueden ignorar hoy es que los
nuevos modos de simbolizacin y ritualizacin del lazo social se
hallan cada da ms entrelazados a las redes comunicadonales y a los
flujos informadonales. El estallido de las fronteras espaciales y temporales que ellos introducen en el campo cultural des-localizan los
saberes y des-legitiman susmodernas fronteras entre razn e imaginacin, entre saber e informacin, naturaleza y artificio, ciencia y
arte, saber experto y experiencia profana. Ello modifica el estatuto
tanto epistemolgico como institucional de las condiciones de saber y
de lasfiguras de razn que constituyen para Lyotard el fondo de la
marejada que llama postmodernidad, lo que ella tiene de verdadero cambio de poca y las conecta con las nuevas formas de sentir y
las nuevas figuras de la socialidad4". Estos desplazamientos y esas
conexiones empezaron a hacerse institudonalmente visibles en los
movimientos del 68, de Pars a Berkeley pasando por Ciudad de M 41
4
Ib dem, p. 109.
~ Sobre esa conexin, es significativo que el subtitulo dei libro-eje del debate que introduce J.F. Lyotard, La condicin postmoderna ( M a d r i d : Ctedra,
1984), sea "Informe sobre el saber"; vase asimismo M . \lafftso]i,LI tiempo de
las tribus. El declive del individualismo en la sociedad de masas ( Barcelona: Icaria.
1990).
JESS MARTN
BARBERO
48
xico. Entre lo que dicen losgrajfitti "hay que explorar sistemticamente el azar", "la ortografa es una mandarina", "la poesa est en
la calle", "la inteligencia camina ms pero el corazn va ms lejos'42
y lo que cantan los Beatles necesidad de liberar los sentidos, de explorar ci sentir, de hacer estallar el sentido, entre la revuelta de los
estudiantes y la confusin de los profesores y en la revoltura que esos
aos producen entre libros, sonidos e imgenes, emerge un descentramiento cultural que cuestiona de manera radical el carcter monolticamente transmisible del conocimiento, revaloriza lasprcticas y
las experiencias y alumbra un saber mosaico hecho de objetos mviles, fronteras difusas, intertextualidades ybricolages. Pues si ya no se
escribe ni se lee como antes es porque tampoco se puede ver ni representar como antes. Y ello no es reducible Ahecho tecnolgico ni
tan "ilustradamente" satanizable pues "es toda la axiologa de los
lugares y las funciones de las prcticas culturales de memoria, saber, imaginario y creacin la que hoy conoce una seria reestructuracin", la que produce una visualidad electrnica que ha entrado
a formar parte constitutiva de la visibilidad cultural, esa que es a la
vez entorno tecnolgico y nuevo imaginario "capaz de hablar culturalmente, y no slo de manipular tecnolgicamente, de abrir nuevos espacios y tiempos para una nueva era de lo sensible" 44.
Una era en que los cientficos duros, por su parte, empiezan a
hablar dtpensamiento visual: en el cruce de ambos dispositivos economa discursiva y operatividad lgica sealados por Foucault4-''
para indicar el nacimiento de lasnuevas ciencias, biologa, economa,
lingstica, se sita la nueva discursividad constitutiva de la visibilidad y la identidad logtconumrica de la imagen. Pues estamos ante la
emergencia de "otra figura de la razn"4'', que resita la imagen en
una nueva configuracin sociotcmca el computador no es uninstrumento con el que se producen objetos, sino un nuevo tipo detecnicidad que posibilita procesar informaciones, cuya materia prima
son abstracciones y smbolos, inaugurando una aleacin de cerebro
e informacin que sustituye a la del cuerpo con la mquina y que
rehace las relaciones entre el orden de lo discursivo (la lgica) y de
lo visible (la forma), esto es, de la intelegibilidad y la sensibilidad.
Virilio denomina "logstica visual" 4 ' a la remocin que las imgenes informticas hacen de los lmites tradicionalmente asignados a
la discursividad y la visibilidad, lo que dota a la imagen dt legibilidad, hacindola pasar del estatuto de obstculo epistmico al de
mediacin discursiva de la fluidez (flujo) de la informacin y del
poder virtual de lo mental. Por su parte, desde las ciencias sociales
se rescata la imagen como lugar de una estratgica batalla cultural:
cmo pueden entenderse la conquista, la colonizacin y la independencia del Nuevo Mundo por fuera de la guerra de imgenes que
todos esos procesos movilizaron?, se pregunta Serge Gruzinski 4 *.
Cmo pueden comprenderse las estrategias del dominador o las
tcticas de resistencia de los pueblos indgenas desde Corts hasta
la guerrilla zapatista sin hacer la historia que nos lleva de la ima-
46
A. Renaud, "L image: de 1' economie intormationelle la pense visuelle", (snRcseaux, N" 74 (Pars: 1995), p. 14 ss. Para una aproximacin a la perspectiva, vase ( i. Chartron (director), Pour une nouvelle economie du savoir (Pars: Presses Universitaires de Rennes, 1994).
4/
JESS
MARTIN
BARBERO
5
gen didctica franciscana al barroco de la imagen milagrosa, y de
ambas al manierismo heroico de la imaginera libertadora, al didactismo barroco del muralismo y a la imaginera electrnica de la
telenovela? Cmo penetrar en las oscilaciones y alquimias de las
identidades sin auscultar la mezcla de imgenes e imaginarios desde los que los pueblos vencidos plasmaron sus memorias, reinventaron sus tradiciones y se dieron una historia propia:
Recorriendo la historia mexicana, Gruzinski responde a esas
preguntas, sealando momentos y dispositivos que desbordan las
peculiaridades mexicanas e iluminan los escenarios latinoamericanos en que se libra la batalla cultural. Como el que se sita entre la
desconfianza y el ascetismo de los franciscanos, cuyo didactismo trata
de conjurar el uso mgico y fetichista que el pueblo tenda a hacer
de las imgenes, y la explotacin que los jesutas hacen de las potencias visionarias y las capacidades taumatrgicas de la imagen...
milagrosa: sa en la que se produce el ejemplo ms denso y esplndido de la guerra de ciframientos y resignificaciones de que est
hecha la historia profunda de estos pases. Abiertos a la novedad
del mundo americano, los jesutas no le temen a la hibridacin cultural que aterraba a los franciscanos y no slo permiten sino que
alientan las experiencias visionarias, las conexiones de la imagen con
el sueo y el milagro, la irrupcin de lo sobrenatural en lo surreal
humano. Pero los indgenas, por su parte, aprovechan la experiencia de simulacin que contena la imagen barroca para insertarla en
un relato otro, hecho de combinaciones y usos que desvan y pervierten, desde dentro, la lectura que impona el relato de la Iglesia. El
sincretismo de simulacin/subversin cultural que contiene la imagen milagrosa de la Virgen Guadalupana ha sido esplndidamente
descifrado por O. Paz y R. Bartra. Pero ia guerra de imgenes que
pasa por ese icono no queda slo entre la aparecida del Tepeyac, la
diosa de Tonantzin y la Malinche, sino que contina producindose hoy en las hibridaciones iconogrficas de un mito que reabsorbe
el lenguaje de las historietas impresas y televisivas, fundiendo a la
Guadalupana con el hada madrina de Walt Disney, la H d d i japonesa, el mito de la Mujer Maravilla y hasta el de Marilyn Monroe,
cuyo rostro aparece en el cuadro que de la Virgen de Guadalupe
expuso el pintor Rolando de la Rosa en el Museo de Arte Moderno de Mxico (1987) . Blasfemia que en cierto modo empata con
la que paradjicamente subyace al lugar que la Guadalupana conserva en la Constitucin de 1873, que consagra su da como fiesta
patria y al mismo tiempo establece la ms radical separacin entre
Iglesia y Estado.
O como en el barroco popular que del siglo XVIII al XIX despliega "un pensamiento plstico frente al que las lites slo tendrn
indiferencia, silencio o desprecio". Y que es el de los santuarios rurales de Tepalcingo y lnantzintla, el del muralismo que de Orozco
y Rivera a Siqueiros resignifica en un discurso revolucionario y socialista el didactismo de los misioneros franciscanos y el barroquismo
visionario de los jesutas, fundiendo discurso ideolgico e impulso
utpico, y el de la recuperacin de los imaginarios populares en las
imagineras electrnicas de Televisa, en las cuales el cruce de arcasmos
y modernidades que hacen su xito no es comprensible sino desde
los nexos que enlazan las sensibilidades a un orden visual social tn que
las tradiciones se desvan pero no se abandonan, anticipando en las
transformaciones visuales experiencias que an no tienen discurso
ni concepto. El actual desorden postmoderno del imaginario deconstrucciones, simulacros, descontextualizadones, eclecticismos
'' M . Zires, "Cuando Heidi, Walt Disney y Marylin Monroe hablan pol-
JESS
MARTIN
BARBERO
52
experiencia-simulacro de la ciudad global: es en la televisin donde la cmara del helicptero nos permite acceder a una imagen de
la densidad del trfico en las avenidas o de la vastedad y desolacin
de los barrios de invasin, es en la televisin o en la radio donde
cotidianamente conectamos con lo que en la ciudad "que vivimos"
sucede y nos implica por ms lejos que de ello estemos: de la masacre del Palacio de Justicia al contagio de sida en el banco de sangre
de una clnica, del accidente de trfico que tapona la va por la que
debo llegar a mi trabajo a los avalares de la poltica que hacen caer
los valores en la bolsa. En la ciudad de flujos comunicativos cuentan ms los procesos que las cosas, la ubicuidad y la instantaneidad
de la informacin o de la decisin va telfono celular o fax desde
el computador personal, la facilidad y la rapidez de los pagos o la
adquisicin de dinero por tarjetas. La imbricacin entre televisin e
informtica produce una alianza de velocidades audiovisuales e informacionales, de innovaciones tecnolgicas y hbitos de consumo:
"Un aire de familia vincula la variedad de las pantallas que renen
nuestras experiencias laborales, hogareas y ldicas" 53 , atravesando y reconfigurando las experiencias de la calle y hasta las relaciones con nuestro cuerpo, un cuerpo sostenido cada vez menos en su
anatoma y ms en sus extensiones o prtesis tecnomediticas, pues
la ciudad informatizada no necesita cuerpos reunidos sino interconectados.
Ahora bien, lo que constituye la fuerza y la eficacia de X^ciudad
virtual, lo que entreteje los flujos informticos y las imgenes televisivas, no es el poder de las tecnologas en s mismas, sino su capacidad de acelerar amplificar y profundizar tendencias estructurales
C. Ferrer, "Tenla sagmata o ei veneno en la red", en Nueva Sociedad, N' :
14(1 (Caracas: s. d., 1995), p. 155.
JESS
MARTIN
BARBERO
54
JESS MARTIN
BARBERO
56
lleva de unos objetos a otros, de unas "marcas" a otras. En ci supermercado slo hay la informacin que le transmite el empaque
o la publicidad5'.
Y lo mismo sucede en las autopistas. Mientras las "viejas" carreteras atravesaban las poblaciones convirtindose en calles, contagiando al viajero dei "aire del lugar", de sus colores y sus ritmos,
la autopista, bordeando los centros urbanos, slo se asoma a ellos a
travs de los textos de las vallas que "hablan" de los productos del
lugar y de sus sitios de inters.
No puede entonces resultar extrao que las nuevas formas de
habitar la ciudad del anonimato, especialmente por las generaciones que han nacido con esa ciudad, sea insertando en la homogenizacin inevitable (del vestido, de la comida, de la vivienda) una
pulsin profunda de diferenciacin que se expresa en las tribus5*:
esas grupalidadcs nuevas cuya ligazn no proviene ni de un territorio fijo ni de un consenso racional y duradero sino de la edad y del
gnero, de los repertorios estticos y los gustos sexuales, de los estilos de vida y las exclusiones sociales. Paneros, plsticos, tragelos, guabalosos, desechables, gmelos, eros, son algunas denominaciones que
sealan la emergencia de nuevas y diferentes grupalidadcs jvenes
en Cali y Bogot' 9 . Basadas en implicaciones emocionales y en lo-
11
JESS MARTIN
BARBERO
''" R. Silverston, "De la sociologa de la televisin a la sociologa de la jiantalla", en lelos, N " 22 ( Madrid: 1990); I F Vezzetti, "LI sujeto psicolgico en el
universo massmeditico", en Punto de Vista, N " 47 (Buenos .-Vires: 1993); A,
Novaes (coord.l, Rede imaginara: televisan e democracia (Sao Paulo: Compaa
das Letras, 1991).
J. V,e\\exervC\., Cosmopolitas domsticos [ Barcelona: Anagrama, 1995 ), p. 81,
te del antiguo agora: A escenario por antonomasia de la cosa pblica. Cada da en forma ms explcita la poltica, tanto la que se hace
en el congreso como la que se hace en los ministerios, en los mtines y las protestas callejeras y hasta en los atentados terroristas, se
hace de cara a las cmaras, <jue son la nueva expresin de la existencia social. Y tambin ci mercado ha invadido el mbito privado convirtiendo al consumo productivo en una fuerza econmica de primera
magnitud: ser telespectador "equivale a convertirse en elemento de
una poblacin analizable estadsticamente en funcin de sus gustos y preferencias que se revelan en el consumo productivo previo
a la compra de la mercanca fsica"64. Al consumir su tiempo de ocio,
la telefamilia genera un nuevo mercado y una nueva mercanca: el
valor cid tiempo medido por ei nivel de audiencia de los productos
televisivos. Y aun ms decisivo resulta lo que sucede en el plano cultural: mientras ostensiblemente se reduce la asistencia a los eventos culturales en lugares pblicos, tanto de la alta cultura (teatros,
museos, ballet, conciertos de msica culta) como de la cultura local popular (actividades de barrio, festivales, ferias artesanales), la
cultura adomuiluE crece y se multiplica desde la televisin hertziana
(que ve ms del 90% en promedio en toda Amrica Latina) a la de
cable v las antenas parablicas y la videograbadora, que en vanos
pases latinoamericanos ya supera el cincuenta por ciento de hogares, al tiempo que se "populariza" ei uso del computador personal,
la multimedia v la Internet.
64
J ESUS M A R T I N
BARBERO
60
JESS
MARTIN
BARBERO
62
C3
Vase a ese propsito A. Ford, "Culturas orales, culturas electrnicas, culturas narrativas", en Navegaciones. Comunicacin, cultura y crisis (Buenos Aires:
Amorrortu, 1994), pp. 29-42,
'" Ci. Marramao, "Metapoltica: ms all de los esquemas binarios", en Razn, tica y poltica (Barcelona: Antliropos, 1988), p. 60.
S. Ramrez v S. Muoz, Trayectos del consumo (Cali: Universidad del Vil le,
1996), p. 60.
JESS
MARTIN
BARBERO
64
Beatriz Sarlo
K I . A T K I /.
S \KI.O
66
BEATRIZ
SARLO
68
BEATRIZ
SARLO
WILLIAM
ROWE
-s
don de la potica1. La potica, convencionalmente, se ocupa de los
rdenes del discurso, y no de los ensamblajes sociales y tcnicos-.
Quiero decir que hasta hace unos diez aos, cuando se hablaba de
la potica (en el sentido de una disciplina intelectual), se trataba de
una conversacin sobre la literatura (asignatura acadmica) y la teora literaria (rama especializada de esa rea). En cuanto al discurso, ste poda entenderse, desde luego, como un objeto de estudio
que se relacionaba estrechamente con las prcticas materiales (el
caso paradigmtico eran los trabajos de Michel Foucault: por ejemplo, sobre las sociedades disciplinarias cuyo modelo era la crcel).
Pero, en ese caso, el discurso dejaba de ser objeto de la potica. Lo
cual era indicio de la relacin difcil y tensa entre el estudio de la
literatura y las ciencias sociales, esa relacin asimtrica entre estas
disciplinas, que vara segn la historia intelectual de cada lugar.
Porque el estudio de la literatura se consideraba el lugar privilegiado de las ciencias humanas: vale decir, que la crtica literaria
tena una relacin determinada con la estratificacin social. A partir del final de la dcada de los sesenta y a lo largo de la de los setenta, las ciencias sociales le hacen competencia epistemolgica a la
crtica literaria. Despus en trminos muy redondos porque slo
se pretende situar provisoriamente esta conversacin en que estamos imbricados aqu comienza a manejarse la nocin de la cultura como un campo que abarca al menos idealmente todas las
prcticas, sin exclusin. Es decir, no slo las de los sectores ilustrados sino las de los grupos tnicos, las de las clases dominadas; no
William Rowe
VI R I Z
SARLO
76
mente, frente a la obsolescencia atribuida a las destrezas adquiridas en ci pasado (entre ellas las de lectura y escritura), surge una sensacin de crisis de instrumentos. Se ha roto nuestra temporalidad
cultural.
Entre la aceleracin cid tiempo y la vocacin memorialista hay,
entonces, coincidencias. Precisamente, la aceleracin produce ci
vaco de pasado que las operaciones de la memoria intentan compensar. El 2000 se abre sobre esta contradiccin entre un tiempo
acelerado que impide ci transcurrir del presente, y una memoria que
busca dar solidez a ese presente fulminante que desaparece comindose a s mismo. Recurrimos a las imgenes de un pasado que son,
cada vez ms, imgenes de lo ms reciente. Para sintetizar, cultura
de la velocidad y de la nostalgia, olvido y aniversarios. Por eso la
moda, que capta bien el aire de la poca, cultiva, con igual entusiasmo, el estilo retro y la persecucin de la novedad.
La primera dcada del nuevo milenio, si las cosas siguen este
curso, ser de aos en que la memoria correr sobre una cinta aceitada. Algo parece contradictorio: trabajar para que las cosas y las
imgenes envejezcan y, a la vez, trabajar para conservarlas como
signos de identidad en un mundo unificado por Internet y los satlites donde, como paradoja siniestra, los nacionalismos se vuelven
cada vez. ms particularistas y las culturas establecen cada vez con
ms fuerza su diferencia, remitindose a pasados tan construidos
como las imgenes de nuestro presente. Del otro lado, pero tambin muy cerca, viven los millones de pobres para quienes la computadora y el correo electrnico, la virtualidad y ci hipertexto son
tan irreales como los decorados de un telefilm.
BEATRIZ
SARLO
74
73
slo como memoria del pasado (imperfecta, como toda memoria,
pero, sin duda, la ms abarcadura que hemos conocido nunca), sino
como invento imbatible en su sencillez. El libro es un objeto funcional de diseo perfecto. Slo una visin lineal del progreso puede
pensar que el libro entra en su etapa final cuando la escritura electrnica est en sus inicios. Fui un hipottico mundo de computadoras, si el libro no existiera, habra que trabajar para inventarlo.
De todos modos, aunque el libro persista, el hipertexto rodea por
entero al planeta. No est slo en nuestros disquetes y CD-ROM,
no es slo un programa de escritura que nos permite hacer nuestros
propios nexos hipertextuales, sino que, bajo la forma de Internet,
es una masa gigantesca de palabras e imgenes a las que se accede
desde cualquier computadora hogarea. Internet es hipertexto al alcance de todo el mundo. Y cualquiera que haya navegado conoce
esa sensacin de potencia infinita, y de prdida absoluta de la orientacin, de multiplicidad democrtica y de charlatanera ociosa que
produce una hora dentro de la red.
Llegamos as a un cambio de protocolos de lectura que me parece denso y espectacular. Leer, ese acto simple que, pese a los problemas socioeconmicos de la alfabetizacin, damos por sentado,
debe ser revisado por completo. La lectura pasa por un proceso de
mutacin. Quizs seamos los ltimos lectores tradicionales. La lectura es una actividad costosa, en cuanto a las habilidades y al tiempo que requiere. El desciframiento de la superficie escrita exige una
atencin intensa y concentrada por un lapso relativamente largo.
Muramos ei texto y miramos/(f/,ro del texto. Practicamos observaciones intensivas y extensivas de la materia escrita, nos quedamos en
A texto y con el texto. Aun cuando profesemos la metafsica negativa que nos ensea que ya no hay profundidad que deba alcanzarse
hundindose en lo escrito, ni totalidad que deba reconstruirse so-
BEATRIZ
SARLO
den ser vistos hasta que no son convocados a la pantalla, su organizacin no es secuendal ni fija, no tienen comienzo absoluto ni final
absoluto). El libro es un plano como ei papel en el que se imprime;
el hipertexto es una bola gigantesca que, en su versin desaforada,
forma ese anillo virtual del planeta Tierra conocido como Internet.
Ese cambio en la geometra (del plano real, material, a la esfera
virtual) es justamente lo que est sucediendo ante nuestros ojos hoy.
Pero escribo "nuestros ojos" y no puedo dejar de preguntarme ante
los ojos de quin? De quin son los ojos que leen el hipertexto?
Leer un libro fue, desde los comienzos, una tarea complicada.
El desciframiento de los signos alfabticos no es sino la precondicin que permite aprender una serie de destrezas bastante refinadas,
incluso para lo que podramos considerar las lecturas ms triviales.
Desplazarse por un hipertexto no slo es distinto (aun cuando presupone el manejo de esas destrezas anteriores), sino ms complicado an. Ion primer lugar, porque la tecnologa del hipertexto exige
mquinas que el libro no necesita: una computadora lo bastante rpida como para que los desplazamientos no sean penosos. Adems,
se necesitan cartas de navegacin que permitan saber qu se busca.
Sin ellas, los desplazamientos en el hipertexto son mucho ms azarosos y menos productivos que los desplazamientos por un libro, tal
como los que conocemos hoy. Sin esas cartas de navegacin, el navegante hipertextual est embarcado en una nave de locos que va por
todos lados a ninguna parte. L o digo precisamente en polmica con
quienes piensan, con optimismo tecnolgico y ceguera sociolgica,
que el hipertexto sencillamente nos har ms libres, ms autnomos
de los caminos determinados por un autor, ms creativos.
Es posible que esto suceda. Pero no ser probable sin lectores
capaces de mantener una relacin fluida con lo escrito (en papel o
en el espado virtual de la pantalla). La historia del libro est unida
WILLIAM
ROWE
8o
un volumen de ensayos escritos por etngrafos, que sitan la potica en el quehacer etnogrfico: se titula Escribirla cultura: la potica y
poltica de la etnografa1' y el compilador fue James Clifford. La preocupacin central de los ensayos se relaciona con el aspecto discursivo de la etnografa: es decir, se trata de una prctica escrituaria.
Vamos a considerar algunos de sus argumentos.
Circulan por el libro varias definiciones de potica. Tal vez la
ms emprica sea que consiste en la "tctica de la escritura" (p. 232),
en el sentido de una actitud reflexiva hacia la narracin etnogrfica
y sus diferentes formas de autoridad y legitimidad. Uno de los obstculos que impide segn Clifford pensar el quehacer etnogrfico
de este modo sera la insistencia en modelar visualmente la cultura,
es decir, en un objeto que se organiza visualmente5 :
Una vez que ya no se pretende prefigurar visualmente las
culturas [...] resulta posible pensar en una potica cultural que
consisten en un juego [inlerplay] de voces, de enunciaciones situadas. Una vez que se dispone de un paradigma discursivo y va
no visual, se desplazan las metforas dominantes de la etnografa
desde la mirada que observa hacia ei habla y el gesto expresivos.
La "voz" del autor permea y sita el anlisis, se renuncia a la retrica distanciadora.
Pasemos a examinar algunas consecuencias prcticas de esas propuestas. Se trata de incluir en la escritura etnogrfica las instancias
* James Chford, Writing Culture: the Poetas and Politics of Ethnography
(Berkeley: University of California Press, 1984),
Ntese lo anacrnico de esta aseveracin: hoy da la imagen moldea la cultura --es la principal tuerza moldeante-. Flan cambiado las relaciones entre lo
visual v lo discursivo.
WILLIAM
ROW'i;
Si
las conexiones sintcticas | como en la primera pgina de un peridico]. L.s, desde luego, en ci sentido literal en griego de la
palabra smbolo -ci aproximar dos cosas que no estaban conectadas. El acercamiento abrupto de imgenes, sonidos, ritmos y hechos es omnipresente en ei poema, sintona, baile y peridico
modernos | pp. 86-87 |.
Una de las conclusiones que podran sacarse me parece sera que la idea que tiene Clifford de la poesa moderna resulta bastante inadecuada y anacrnica. No incluye la potica de Mallarm
o la de Pound, que con sus usos del collage y del montaje de enunciaciones e imgenes sobrepasa los lmites de la poesa romntica.
F'.n los pases latinoamericanos el equivalente sera la potica de la
vanguardia (Huidobro, Vallejo, Nenela, etctera). Si sustituimos
la definicin de poesa que maneja Clifford con la propuesta de
McLuhan, entonces tenemos que el mtodo de yuxtaposiciones rpidas y complejas que McLuhan asocia con Mallarm, Joyce y
Picasso (pp. 3, 4, 75) colocara a la literatura y la etnografa en el
mismo plano epistemolgico; y eso es, al parecer, lo que Clifford
no quiere, debido a lo que es, para l, ci estatuto dudoso de la literatura; por eso insiste en que su libro est lejos de "afirmar que la
etnografa es 'slo literatura"'(p. 26). All, otra vez, surge esa relacin tensa entre literatura v ciencias sociales a la que ya aludimos.
La cita de McLuhan pertenece a un ensayo suyo sobre AWurIttzer (la rocola); la incluimos ahora como anticipo de lo que viene
luego. Continuemos, por ci momento, con los planteamientos de
Clifford. Dice: "Caspoesis y la poltica culturales consisten en la
reconstitucin constante de las identidades propias y ajenass meF.l original dice "of selvis and others"
diante exclusiones, convenciones y prcticas discursivas especficas" (p. 24). Es notable, me parece, ci nfasis tico de su discurso
y la concomitante pobreza esttica asimetra que, habra que decir, est bastante lejos de las prcticas de Joyce, por ejemplo, o de
Ral Zurita, para mencionar a un poeta actual. Esa situacin responde, al menos en parte, a la historia de las mentalidades en Estados Lbiidos y en especial a la sobre-valoracin dei discurso de la
culpabilidad, pero no hay tiempo para dilucidar ese tema. No obstante, se encuentran admoniciones tiles en este libro , como la siguiente: "La sociedad no es un texto que se comunica con el lector
adiestrado. La sociedad consiste en personas que hablan" (p. 155).
De acuerdo. Pero no habra que preguntar tambin sobre ci
ordenamiento visual de esta sociedad? Visual ya no en el sentido
newtoniano de la ptica"1 (que es ei sentido que da Clifford a la
visualidad) 1 ', sino en ci sentido de los medios electrnicos del siglo XX. Con esto ya estamos rozando el problema de los modelos
de la cultura. Ms puntualmente, en el caso de Clifford, estamos
frente a una propuesta aparentemente nueva, pero que lleva implcitos ciertos elementos de un modelo de la cultura preelectrnico.
l T na propuesta postmoderna que lleva adentro un paradigma (cientfico) que acab a fines del siglo XIX con ci surgimiento de la teora de la luz como ondas/partculas, vinculada al descubrimiento
(para mencionar un hecho puntual) del electrn en 1897.
One es menos nuevo de lo que parecera: habra que mencionar como precursora, por ejemplo, a la etnometodologa.
" Contra ei que -asumido como modelo de la cultura por los escritores de
entonces lucho \ \ illiam Blake, precisamente en los comienzos de la poca de la
tecnologa industrial,
1
WILLIAM
ROWE
M
Qu importancia tendra esto? Lo importante, seala William
Burroughs, son "las lneas de asociacin" establecidas en las personas ": en el efecto modelante de ellas estn los modelos de la cultura. Se da ci caso, por ejemplo, de debates acadmicos sobre la teora
de la cultura, en los que los patrones de asociacin, aunque no la
terminologa (muy al da, por supuesto), son todava positivistas.
El ensayo de McLuhan citado coloca arte, medios y ciencia en
el mismo plano: "Ya no existen perspectivas remotas y fciles [...],
todo est en primera plana. Este hecho se subraya tanto en la fsica, como en el jazz, los peridicos y el psicoanlisis modernos" (p.
87). Es decir, McLuhan trata a la cultura como campo de informacin, en la que cualquier prctica es afectada por las dems. Y
propone un mtodo: si Maquiavelo inaugur la poca moderna,
fue porque divorcia la tcnica de la finalidad social. Desde
entonces el Estado pudo desarrollarse segn las leyes de la mecnica y "la poltica del poder". El "estado como obra de arle" se
unifica segn las leyes del poder como fin en s. Hoy da tenemos la posibilidad de criticar ci Estado como obra de arte, v son
las artes las que muchas veces suministran las herramientas de
anlisis [p. 87] ' 3 .
14
WILLIAM
K(1\VL
86
intitulado "Films" y publicado en Discusin, que continua las aseveraciones deGarca Canclini. ( Debo esta aclaracin a lerna von der W'alde)
'' Pero ntese que Garca Canclini todava presupone que lo que est en
luego son "recorridos habituales", '"lo sabido" vs. la "innovacin": es decir,
masiticacion vs. invencin.
WILLIAM
ROVVE
88
to de smbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; cmo transmitir a los otros el infinito Aleph,
que mi temerosa memoria apenas abarca?" (p. 166). Se da una serie
de disyunciones o disimetras. Primera disimetra: entre la memoria narrable, como en el teatro de memoria clsica donde los objetos se dejan recorrer en una caminata, y la memoria electrnica del
siglo XX18. Segunda disimetra: entre el orden sucesivo y la simultaneidad. "Lo que vieron mis ojos fue simultneo: lo que transcribir, sucesivo, porque el lenguaje lo es" (p. 167). Tercera disimetra:
entre las imgenes apropiadas a la literatura y las que estn disponibles en el imaginario. "Vi en un cajn del escritorio (y la letra me
hizo temblar) cartas obscenas, increbles, precisas, que Beatriz haba dirigido a Carlos Argentino" (p. 169). Habra que asociar a
Beatriz, la amada muerta de "Borges", con la Beatriz literaria, configuracin del deseo que mueve la escritura/lectura y el cosmos.
Consideremos otro ejemplo: un lector de E l amor en los tiempos del
clera, al leer las escenas de enamoramiento a lo antiguo, puede encontrarse inundado por una cantidad de imgenes flmicas y televisivas "mapropiadas", desfasadas 19 .
Mi propuesta es que el segundo procedimiento de lectura, el
del siglo XX (indicado por la disimetra entre lo sucesivo de la letra y lo simultneo de las imgenes), posee las caractersticas del espacio compuesto por los medios electrnicos. Cmo, si no hay en
el cuento de Borges ni simetra con la historia poltica argentina ni
18
Si, segn la teora einsteiniana de la relatividad, la simultaneidad depende de la velocidad de la informacin, entonces la sustitucin de la mediacin
mecnica jior la electrnica podra suponer la base de los efectos de simultaneidad
del siglo XX. Vase Werner Heisenberg, Physics and Philnsophy (Londres: H a r mondsworth and Penguin, 1990), pp. 104, 115.
19
WILLIAM
RIIWi:
yo
WILLIAM
ROWE
92
pliamente, la nocin misma de campo (cultural, literario, intelectual) tiene que ver, entre otras cosas, con la teora del campo electromagntico de (entre otros) J. J. Thomson, descubridor, hace
exactamente cien aos, del electrn. El campo electromagntico
consiste en fuerzas interactuantes y su borde es sumamente poroso, no as la nocin de campo manejado por Pierre Bourdieu, que
no problematiza el corte que da al campo su autonoma"
Es pertinente, en este contexto, la obra del escritor y artista visual peruano Jorge Eduardo Eielson. Eielson ofrece una variedad
de meditaciones sobre qu sucede cuando el espacio literario se abre
para dejarse penetrar por la cosmologa actual. Hay, por ejemplo,
una pgina suya que consiste en una lnea vertical y, debajo de ella,
las siguientes palabras en mayscula: "ESTA VERTICAL CELESTE
P R O V I E N E DE ALFA DE C E N T A L R O " 2 8 .
W 11,1,1 \M ROWE
94
WI 1,1,1 \ M ROWE
y6
Creo que la relacin entre contenido y expresin se hace en extremo movediza, inestable: los desplazamientos desafan cualquier
ordenamiento estable del discurso, como los movimientos cunticos
de las partculas subatmicas obstaculizan la fsica newtoniana y la
lgica clsica'". En lugar de uno o ms sujetos de enunciacin, que
hablan de los efectos de la dictadura, tenemos un sondeo de la lengua, que permite sentir la materialidad no tematizada an que pasa
por ella. Una sustancia sonora en extremo viscosa, visceral, y una
realidad material que eviscera la lengua, ms estrictamente, a lo que
en ella hay de regulacin de la representacin social. Y en lugar de
la ubicacin progresiva, segn la estructura retrica, del predicado
("cadveres"), ste se va desituando, y surge en todas partes, ms
all o ms ac de las categoras lgicas e incluso de las reglas de la
morfologa gramatical. El poeta forja una forma de lenguaje capaz
de registrar lo emergente. Y ste no se define slo por determinados hechos sociales y polticos, sino tambin por las alteraciones
profundas de la trama social de la comunicacin.
El primer libro del poeta chileno Ral Zurita,Purgatorio'1 ', utiliza varios elementos de la cosmologa, la matemtica y la topologa
actuales. Veamos algunos de los efectos, sin pretender que tal ejercicio puede sustituir una lectura del libro en su totalidad. Los pro-
" Para decirlo de otro modo, considerando la discusin provocada ltimamente jior Sokal, se trata de las formas de la intuicin, de las formas (matemticas) inventadas para abrirse a la realidad subatmica. Escribe Borges: "Una circunferencia en un pizarrn, un tringulo rectngulo, un rombo, son formas que
podemos intuir plenamente; lo mismo le pasaba a Ireneo | Funes] con las aborrascadas crines de un potro, con una punta de ganado en una cuchilla, con ei fuego
cambiante y con la innumerable ceniza, con las muchas caras de un muerto en
un largo velorio. No s cuntas estrellas vea en ci cielo" (pp. 123-124).
Santiago: Editorial Universitaria, 1979.
97
WILLIAM
ROWE
y8
Esta vaca es una insoluole paradoja
pernocta bajo las estrellas
pero se alimenta de logos
V sus manchas finitas son smbolos | p. 48 |.
Y surgen "otros mundos", semejantes tanto a los "mundos posibles" de la cosmologa cuntica" 1 , como a la nocin dantesca y
cristiana de la vida nueva.
En estos poemas ha sufrido un remezn la funcin simblica
del lenguaje"'. En lugar de un espacio estable e infinito en ci que los
signos se remiten a otros signos, sin lmite, tenemos un espacio que
se agota;
Las reas verdes regidas y las blancas reas no
regidas se siguen intersectando hasta acabarse las
reas blancas no regidas
Saba l Id que ya sin reas que se intersecten comienzan
a cruzarse todos los smbolos entre s | ...j ? [p. 50 ].
Esta implosin del espacio de la simbolizacin produce la sensacin dei delirio y, simultneamente, de la ms absoluta claridad.
W I 1,1.1 A M
ROWE
I OO
El multiculturalismo en la globalizacin
de las msicas regionales colombianas
lbn los ltimos aos han surgido, a lo largo y ancho del mundo,
nuevos estilos musicales de fusin, producto de la hibridacin de
msicas locales con msicas que hoy en da consideramos transnacionales como el rock o el jazz. Estas nuevas msicas de fusin, que
toman como eje innovador las msicas locales tradicionales, han
abierto un nuevo mercado: el de msicas tnicas o msicas del mundo
[world music). Fsta categora comercial, creada por la industria
musical, designa msicas regionales que no son de origen europeo
o norteamericano, o que pertenecen a las minoras residentes en
cualquier pas del mundo.
Fino de los aspectos ms intrigantes de esta nueva clasificacin
comercial son los modos como lo regional se vuelve transnacional.
Generalmente, lo que se identifica como gneros musicales folclricos y/o de auge nacional en regiones del Tercer M u n d o pasa a
transnacionalizarse bajo la nomenclatura dt msica del mundo en los
almacenes de Europa y Norteamrica. El modo de presentacin al
consumidor de dichas msicas en sus pases de origen y en los pases desarrollados es bastante diferente. Por ejemplo, la msica de
Carlos Vives aparece bajo la seccin de msicas del mundo1, compartiendo la casilla de Colombia con Tot la Momposina, que hace
Carlos Vives tambin se mercadea bajo el rubro de latn music.
ANA M A R A
OCHOA
I 02
msica caracterstica de una regin de la costa atlntica colombiana (Talaigua y Mompox), con Claudia Gmez, cuyo estilo es una
fusin entre msicas de diferentes regiones de Colombia y msica
brasilea, y con Jos Luis Martnez, uno de los tiplistas tradicionales de la regin andina colombiana, (-eneros musicales que en
Colombia seran considerados como bastante diferentes, los encontramos mercadeados bajo un mismo rubro en los pases del norte.
En ci proceso de pasar de lo regional a lo transnacional, cada
una de estas msicas es mechada de una forma diferente, tanto por
ci modo de acceso del artista al gran mercado de la industria, como
por los imaginarios por medio de los cuales se vende el producto al
consumidor. Las diferencias que hay en los modos de mediacin
de cada una de estas msicas tienen que ver profundamente con la
asimetra que en general caracteriza los fenmenos de hibridacin.
En dichos procesos todos los elementos e individuos participantes
se ven afectados, pero no de la misma manera, ya que la hibridacin
es por naturaleza "una constelacin inestable de discursos" - . Quiero
explorar estas asimetras a travs de una mirada tanto al modo de
ingreso al mercado como al imaginario por medio del cual se constituye la mediacin a nivel transnacional de las msicas regionales,
explorando dos producciones de artistas colombianos: La candela
viva de dot la Momposina y La tierra del olvido de Carlos Vives.
El disco La candela viva de Tot la Momposina fue grabado y
mezclado en los estudios Real World ( M u n d o Verdadero) de la
estrella del pop Peter Gabriel, en 1992, en asociacin con el Festival Womad, World of Music, Arts and Dance (Mundo de la msica, las artes y la danza), tambin fundado por l. Este disco fue
' Ella Shohat and Robert Stam, Unlhinking Eurocen/nsm: Mu/tu id/ura/tsi.
and the Media (London y New York: Routledge, 1994).
grabado en "la semana de grabacin de Real World" de 1992, semana en la que anualmente se encuentran en ci estudio de Peter
Gabriel msicos de diversas partes del mundo que han visitado ci
Festival y vienen a los estudios a grabar. En la promocin del disco
se anuncia que est destinado "a volverse un clsico del gnero".
Tot entra al mercado transnacional de la misma manera que
lo hicieron el senegals Youssou N ' D o u r o el grupo suratncano
Ladysmith Black Mambazo: fue descubierta por una de las grandes estrellas del pop, que se ha interesado por distintas msicas del
mundo y se ha dedicado a promoverlas generando un nuevo mercado, renovando, simultneamente, su propio estilo musical, bal es
el caso de artistas como Paul Simn, David Byrne, Micky Hart,
para mencionar sedo a algunos.
El disco de Tot slo se pudo conseguir en Colombia tiempo
despus de su lanzamiento en F'.uropa, cuando la disqueraMLM lo
produjo en asociacin con Real World. De hecho, tener este disco
en Colombia durante ei lapso en que existi exclusivamente en el
mercado europeo fue signo de posesin de una prenda extica. El
disco aparece primero a nivel transnacional y luego, debido a la
valoracin que se le da en el exterior, entra al mercado colombiano.
Aqu se da un curioso fenmeno de descentramiento cultural en ei
que centro y periferia pasan a existir en una situacin circular, donde
ci artista del Tercer M u n d o es descubierto por un artista del Primer Mundo, con cuya valoracin transnacional pasa a ser vendido
en ei mercado nacional del cual proviene originalmente el artista.
La afirmacin del estilo regional no surge del espacio nacional, como ha sucedido histricamente con el folclor, sino, paradjicamente, del transnacional. Pero descifremos un poco en qu consiste esa
valoracin transnacional explorando el mbito que le dio nacimiento a este disco.
ANA M A R A
OCHOA
IOq
Veamos primero la descripcin que Peter Gabriel hace de W o mad, el festival que alimenta su casa disquera:
El puro entusiasmo por la msica del mundo nos llev a la
idea de Womad en 1980 y al primer festival Womad en 1982.1 .os
festivales siempre han sido ocasiones tnicas y maravillosas y han
tenido xito en recabar una audiencia internacional para muchos
artistas talentosos. Igualmente importante es ci hecho de que los
festivales tambin han permitido que muchas audiencias distintas puedan mirar hacia culturas diferentes de la propia a travs
del disfrute tle su msica. I .a msica es un lenguaje universal que
junta a la gente y comprueba, de una vez por todas, la estupidez
del racismo. Como organizacin |... | nuestro objetivo es incitar,
informar}" crear conciencia de una sociedad multicultural.
E n la pgina de I n t e r n et sobre su disquera e n c o n t r a m o s que
este sello fue
fundado por Womad y Peter Gabriel para proveer a artistas
talentosos de diferentes partes del mundo acceso a facilidades de
grabacin ptimas y audiencias ms all de ias de su regin geogrfica. Desde los primeros das, los discos Real World han estado en ci corazn de una revolucin pacfica en ei negocio de la
msica [...]. Antes de existir Real World, slo era posible acceder a la msica de artistas que no fueran de Europa o Norteamrica con gran determinacin o viajando intensamente. Ahora,
usted puede darse un paseo por los almacenes en las avenidas
principales v encontrar Cl)s de msica de cada continente, 111 u-
chos de ellos con nuestro logo de colores [...]. Aunque hay una
tendencia a que la gente junte toda esta gran gama de la diversidad bajo la bandera de zvorld music ("msica del mundo"), la
realidad de las producciones de Real World se extiende mas all
de tal categorizacin. Nosotros encontramos que una buena
msica es agradable de escuchar, sin importar la nacionalidad de
los artistas que la crean [...]. El resultado de nuestras semanas
de grabacin en donde se untan artistas de diversas partes del
mundo es una celebracin triunfal de la msica como ci lenguaje global de las emociones4.
Despus de leer este discurso es fcil entender por qu muchas
figuras, tanto de la academia como de! mundo de la industria musical, han postulado la categora de msicas del mundo como una
categora alternativa que supuestamente demostrara nuevas formas
de autenticidad y de lucha contra la hegemona del gran sistema
homogeneizante de la industria cultural y de la sociedad occidental. Sin embargo, si analizamos la retrica y las relaciones entre artistas y pblico que desde all se proponen, vemos que el problema
es bastante ms complejo.
Que "los objetos pierden su relacin de fidelidad con los territorios originarios"' es una de las caractersticas del mundo contemporneo, segn (iarca Canclini. Pero con la msica este fenmeno
se comenz a dar desde el momento mismo de la invencin del fongrafo en 1877, cuando se hizo posible la transportabilidad de las ondas musicales hacia territorios diferentes de los que le dieron origen.
ANA M A R A
OCHOA
I 06
Desde ese momento, ha existido una fascinacin con las dislocaciones acsticas y la reespadalizadn de la msica. Fin la ltima dcada esta dimensin ha sido llevada al extremo en su capacidad de
afectar a todas las msicas ya que, debido a los desarrollos tecnolgicos, en este momento es posible la "total portabilidad, transportabilidad y mutacin de cualquiera v todos los ambientes sonaros"
del mundo, por remotos que sean6.
Lina categora como la de world music depende casi en su totalidad de dicha posibilidad tecnolgica, pero adems es desde all que
se constituye como imaginario. Peter Gabriel enfatiza el consumo de
las msicas locales sin necesidad de ir a sus lugares de origen, ya sea
comprando un CI) en una gran avenida o consumiendo dicho "lenguaje universal de las emociones" en un festival en Europa, Japn
o Australia, lugares en los cuales ha organizado sus festivales. En
el discurso de Gabriel, lo local se tamiza a travs de una imagen de
similitud universal en la cual la diversidad tnica, con los estilos
musicales y sus artistas removidos de sus sitios originarios, pasan a
representar una comunidad ecumnica global, hermanada por el
hecho de estar consumiendo el mismo tipo de msicas. La autenticidad de esta experiencia de consumo, esto es, su definicin como
espacio "alternativo", depende de la desespadalizacin de dichas
msicas de sus lugares de origen y su reespadalizadn en un hiperespado comercial de encuentro entre productores y consumidores,
distante de las opacidades y los conflictos de los lugares donde se
origina dicha msica. En esta comunidad ecumnica global se reci-
ANA M A R A
OCHOA
I 08
no por ello tenemos que caer en una postura aerifica de las diferentes propuestas sobre diversidad y multiculturahsmo. Esta apertura
al mercado depende de nuevas relaciones de poder entre el centro
y la periferia, en las cuales desempean un papel central no slo ci
modo de acceso del centro a niveles tecnolgicos y comerciales de
produccin y consumo, sino los imaginarios que desde all mismo
se producen para vender esas msicas. Es por ello que no tocias las
msicas regionales caben en esta categora: slo aquellas que corresponden a los imaginarios que desde all se promueven.
Pero adems del lenguaje de la autenticidad ligado a lo transnacional, encontramos otro elemento: la msica como ci gran mediador de las emociones globales. Tal vez una de las caractersticas
ms impactantes del fenmeno musical es su capacidad aparentemente ilimitada de conmovernos, esto es, de dar forma y expresin
a nuestros mundos afectivos. Esta dimensin de la msica descansa, por lo menos a nivel palpable, sobre un hecho fundamental que
la musicloga Susan McClary nos ha sealado como su aptitud
para "hacernos experimentar nuestros cuerpos en concordancia con
sus gestos y ritmos"''. Fis como si el hecho de que la msica no se
materialice en un objeto hiciera que, en ltimas, se concretara en
los modos de sentir de nuestros cuerpos.
No es casual que en la categora de msicas del mundo predominen las msicas de origen africano o afroamericano, seguidas por
las msicas asiticas. Las msicas africanas y afroamericanas han
cumplido un papel esencial en la transformacin de la cultura occidental al introducir una vivencia del cuerpo y de las emociones que
no parte de la culpabilidad histrica de la divisin mente-cuerpo
1
ANA M A R A
OCHOA
lio
'" Susan M c C l a n ; "Same as it Ever Ws: Youth Music and Youth Cul
ture", en Mierophone Eriends (New York v Londres: Routledge Press, 1994).
i i
ANA M A R A
OCHOA
I I 2
'3
das tierras. A Gerardo y Alicia Reichel y por supuesto a las nuevas generaciones .
No es difcil ver aqu la similitud en la paradoja con el discurso
de Peter Gabriel: por un lado, se desdibujan elementos populares
del vallenato, pero al mismo tiempo la popularidad ha generado, en
algunos casos, una validacin del vallenato tradicional y sus practicantes. El problema aqu no reside en si lo vlido como expresin es
lo ms convencional o lo ms experimental, sino ms bien en damos
cuenta de que en la actualidad los caminos de las tradiciones musicales regionales son mltiples y de que la multiculturalidad no es
un simple fenmeno de celebracin de la diversidad, sino un complejo tapiz en el cual se entretejen ias herencias histricas de unas
relaciones de poder que atraviesan los encuentros entre las personas y las instituciones y que hoy se reciclan en el nuevo entramado
de lo global.
F A B I O L P E Z D E LA
ROCHE
i 16
mericanos, y particularmente la tradicin de investigacin en comunicacin y cultura, han permitido un cierto conocimiento de
algunas experiencias nacionales de desarrollo cultural y polticocultural y de sus rasgos nacionales definitorios, que permite hoy da
ci desarrollo de trabajos comparativos que contribuyan a un mejor
conocimiento mutuo de los distintos procesos, secuencias y trayectorias en la configuracin de nuestras modernidades.
Comparando el desarrollo histrico chileno durante el siglo XX
con el colombiano para ejemplificar nuestra argumentacin anterior-, podramos afirmar, junto con Brunner, Barrios y Cataln, que
la modernidad se inicia tambin aqu en los aos veinte y se profundiza tambin en Colombia durante los sesenta, consolidndose
a partir de esta poca una sene de procesos modernizadores y de
configuracin de modernidad tales como "la emergencia de un sistema de produccin cultural diferenciado para pblicos masivos",
es decir, ci surgimiento de campos especializados con agentes profesionales y con funciones especializadas, as como la conformacin
de una moderna cultura cotidiana de masas y de un mercado de mensajes que llevaron al desplazamiento progresivo de "las formas cotidianas de organizacin de la cotidianidad en torno a la religin"'.
Fiste desplazamiento de las normas de la cultura tradicional por una
moderna cultura cotidiana de masas lo podemos revivir en nuestra
memoria recordando cmo en los aos sesenta y a comienzos de los
setenta muchos de los smbolos v testimonios icnicos que encarnaban la dominancia en los hogares colombianos de la cultura tradicional (los cuadros de I .a ltima cena, dtlSagrado Corazn de Jess,
de la Virgen del Carmen, del Purgatorio -con sus llamas mtimidato-
pise' Joaqun Brunner, Alicia Barrios y Carlos Cataln,Chile: transformaciones culturales v modernidad ( Flacso: Santiago de Chile, 1989), pp. 21-42,
L A B I O L P E Z DI
LA
ROCHI
I I s
" Vase el ensayo "Chile, otro pas", en Jos Joaqun Brunner, l i espejo
trizado. Ensaxos sobre cultura vpolticas culturales ( Flacso: Santiago de Chile, 198S ),
LABIO LOPKZ
1)1. LA
ROCHE
1 20
Presentaremos ahora algunas pistas sobre ciertas particularidades dei proceso de modernizacin y configuracin de actitudes de
modernidad en Colombia, comparando nuestra situacin con experiencias nacionales distintas. Tomaremos para su anlisis algunos
textos que con nuestra perspectiva dicen cosas importantes sobre
nuestra historia cultural y nuestros procesos identitarios.
Miremos eximo se presentaban ci pasado precolombino y el significado del descubrimiento de Amrica en un manual de historia
de Colombia publicado por la Procuradura de los Hermanos Maristas en 1928, ao de la masacre de las bananeras, descrita por G.
Garca Mrquez en Cien aos de soledad, cuando estaba prxima a
su fin la hegemona conservadora de casi medio siglo que sera reemplazada por el gobierno liberal de Olaya Herrera en 1930, iniciando lo que en la historiografa colombiana se ha denominado la
Repblica Liberal (1930-1946). As, el manual de FTD nos cuenta cmo "Colombia fue descubierta, en 1502, por Cristbal Coln;
desde esta fecha principia su historia". Y agrega ms adelante que
"desconocidos son los tiempos que precedieron a la fundacin del
imperio chibeha pues los indios no tienen historia, sino leyendas".
La argumentacin y una narracin de acentos casi picos sobre las
fuerzas motrices conducentes al descubrimiento de Amrica evidencian el peso de las concepciones providendalistas de la historia
y la fuerte presencia de una visin catlico-eurocntnca de la conquista: "No permiti) la divina Providencia que las pintorescas y
fecundas regiones del Nuevo Mund o permaneciesen eternamente
sepultadas en las tinieblas de la idolatra y de la barbarie'".
Aunque las visiones colonialistas e hispanistas reaccionarias (reductoras de lo hispnico a sus elementos culturales ms conservadores y antimodernos) difundidas durante los aos de la hegemona
conservadora fueron contrarrestadas parcialmente bajo el nuevo
clima ideolgico y cultural imperante durante los aos de la Repblica Liberal, lo cierto es que Colombia no vivi un nacionalismo
cultural, una pedagoga de lo nacional desde los museos o desde la
glorificacin pictrica y escultrica del mestizo y del indgena como
la vivida por Mxico, muy bien descrita en los captulos de Culturas hbridas, de (iarca Canclini, dedicados a los usos polticos del
patrimonio en la tradicin poltico-cultural mexicana4.
Colocamos este ejemplo sin ninguna nostalgia por no haber Aivado los colombianos una experiencia de nacionalismo cultural similar a la mexicana. Nos parece que cada pas ha de asumirse desdelas particularidades de su experiencia poltica e histrico-cultural
nacional. Hoy da, finalizando ei siglo XX y en buena medida
debido a los verticalismos y desmanes del PRI, tenemos por lo
dems mucha conciencia de los usos y abusos del nacionalismo, de
las aberraciones antidemocrticas, las exclusiones polticas, tnicas
y sociales muchas veces encubiertas por la fraseologa y los rituales
oficiales nacional-populistas. Colombia no se ha caracterizado por
l 'na visin sinttica del desarrollo cultural y poltico-cultural colombiano durante la primera mitad del siglo puede verse en mi trabajo "Tradiciones de
cultura poltica en ci siglo XX", en Miguel Eduard o Crdenas (comp.), Modernidad y sociedad poltica en Colombia (Bogot: Fescol-Foro por Colomhia-Iepn,
1 995. Sobre el hispanismo y la orientacin filosfica v poltica de la educacin y la
cultura durante los aos de la hegemona conservadora, vase el aparte "Regeneracin y antimodernidad en la cultura" en mi ensayo "Cultura poltica de las clases
dirigentes en Colombia: permanencias v rupturas", en Fabio Lpez de la Roche
(comp.), "Ensayos sobre cultura poltica colombiana",Controversia, N" 1 62-1 65
(Bogot: Cinep, 199(1).
LABIO L P E Z
DE LA R O C H I.
I 22
Sobre esta cuestin puede verse la "Introduccin" al libro dei colombiamsta trances Daniel Pcaut, Crnica de dos dcadas de poltica colombiana 19(819X8 (Bogot: Siglo XXI, 1959).
' Sobre ci populismo anapista, vase Cesar Augusto Avala Diago, Sacionalismo y populismo.. Inapto v el discurso poltico de la oposicin en Colombia: 1960-19(6
(Bogot: Universidad Nacional, 1995),
ABIO L P E Z
I 2
1)L 1, \ R O C H l
Futre nosotros no ocurre como en Argentina y Chile, en donde todo vestigio del hombre africano ha desaparecido. Tampoco
tenemos la situacin del Per y ci Ecuador, en donde ci elemento blanco no alcanza sino al 6 por 101) de la poblacin, mientras
ci elemento indio sube al 70, y ci resto se divide entre africanos y
mestizos. Somos un pueblo en donde ci mestizaje (mezcla de
espaol y de indio) es preponderante. I n antropologista argentino, Ayarragaray, ha formulado una ley que aparece aplicable con
exactitud a nuestra poblacin: "ci mestizo primario es inferior al
progenitor europeo; pero al mismo tiempo es a menudo superior
al antiguo indgena". El mestizo primario no constituye un elemento utilizable para la unidad poltica y econmica de Amrica; conserva demasiado ios defectos indgenas; es falso, servil,
abandonado y repugna todo esfuerzo y trabajo. Slo en los cruces sucesivos de estos mestizos primarios con europeos, se manifiesta la tuerza de caracteres adquirida del blanco.
mocracia turbulenta e irremediable. F.n los pases donde ci negro ha desaparecido, como en la Argentina, Chile y ci Uruguay,
se ha podido establecer una organizacin econmica y poltica,
con slidas bases de estabilidad, til mulato y el zambo, que existen en nuestra poblacin, son los verdaderos hbridos de .Amrica. Nada les debe a ellos la cultura americana. Avarragarav afirma que los hijos de la unin de negros con zambos o con indios
son inferiores a sus padres por la inteligencia y por la fuerza fsica; tienen una voluntad dbil, dominada por pasiones groseras.
A la flaqueza de carcter unen una inteligencia poco lcida, incapaz de anlisis profundo, de mtodo, de ideas generales; ci
amor al bullicio, ci hbito de hablar a gritos, cierta abundancia
oratoria y una retrica pomposa, que es precisamente lo que se
llama "tropicalismo".
El c o m p o n e n t e i n d g e n a de la nacionalidad c o l o m b i a na era
descrito as por el dirigente conservador:
La otra raza salvaje, ia raza indgena de la tierra americana,
segundo de los elementos brbaros de nuestra civilizacin!, ha
transmitido a sus descendientes ei pavor de su vencimiento. Fn
ci rencor de la derrota, parece haberse refugiado en el disimulo
taciturno y la cazurrera insincera v maliciosa. Afecta una completa indiferencia por las palpitaciones de la vida nacional, parece resignada a la miseria y a la insignificancia. F.st narcotizada
por la tristeza del desierto, embriagada con la melancola de sus
pramos y sus bosques.
D e la argumentaci n anterior extraa L a u r e a n o G m e z ciaras
y c o n t u n d e n t e s conclusiones sobre el futuro de C o l o m b i a como
A B I O L P E Z DE I. \ R O C H I.
126
Laurala > (imez, Interrogantes sobre el progreso de Colombia ( Bog >t: Editorial Minerva, 1925), pp. 55-55: 51, 55 y 56; 51 y 56-57, respectivamente.
frivolas, de versos apasionados. Fsa alma tuya necesita de alimentos sanos en lecturas tiles y juiciosas que le den luz, y fortaleza.
Fu alma necesita vivir en una atmsfera fresca, libre de emanaciones dainas, de impresiones y de ejemplos indelicados, que
llevan consigo un contagio pestilencial ,
Fa difcil inclusin de Colombia en las tipologas del desarrollo
latinoamericano y en particular de las construidas
desde la experiencia del Cono Sur
Varios analistas sociales colombianos percibimos que la inclusin de
Colombia en las tipologas del desarrollo poltico latinoamericano
ocurre con frecuencia sobre la base de estereotipos o visiones esquemticas de nuestro desarrollo histrico-poltico y poltico-cultural.
Sentimos adems que algunos modelos y conceptos de intencin
generalizante, que se construyen pretendiendo dar cuenta del desarrollo poltico y poltico-cultural de Amrica Platina, hablan a menudo ms de la experiencia de un grupo de pases que del conjunto
de pases de la regin. Un concepto como "redemocratizacin", por
ejemplo, si bien da cuenta de la experiencia de vuelta a la democracia tras los quiebres autoritarios del ordenamiento democrtico
experimentados por Brasil, Argentina, Chile y LAuguay, difcilmente puede aplicarse a Colombia, donde no hemos vivido ningn
rgimen militar9 al estilo de los del Cono Sur ni ningn discipliAntomo Otero Herrera, Francisco M . Renjito, y Roberto Cortzar,Nuevo
lector colombiano. Para el uso de las escuelas de la Repblica (Bogot: Casa Editorial
de Arboleda y Valencia, 1915, tercera edicin), p. 1 15,
151 arribo al poder del gobierno militar del general Gustavo Rojas Huilla
( 1955-1957) se produjo gracias a un consenso entre los liberales opositores al
gobierno autoritario del conservador Laureano Gmez ( 1959-1955), un sector
L A B I O L P E Z DE LA
ROCHE
128
moderado del partido conservador liderado por Mariano Ospina Prez, la iglesia y las fuerzas armadas. La ciase poltica colombiana, carente de suficiente autoridad para asumir inmediatamente el p o d e r - e n virtud de su involucramiento
pasional y sectario en la Violencia bipartidista desatada desde 1946 y especialmente desde 1948 con el asesinato del caudillo popular Jorge Elicer Gaitn,
resuelve propiciar un interregno militar como transicin a un posterior retorno
de los civiles a la conduccin del poder. La llegada al poder de Rojas Pinilla no
puede ser por ello asimilada a ninguno de los golpes militares ocurridos en el
Cono Sur en los aos sesenta y setenta. E n la historiografa colombiana el ascenso de Rojas Pinilla al poder ha sido denominado -con la expresin acuada por
el maestro Daro E c h a n d a - como un "golpe de opinin".
111
Aclaramos y es parte de la complejidad de nuestra experiencia nacional- que no hemos vivido un disciplinamiento autoritario a nivel macro y en el
conjunto dei sistema poltico porque probablemente a nivel micro, en muchas regiones y localidades rurales y zonas de colonizacin, las poblaciones han sufrido
en los ltimos aos modelos militares de control poltico y social, construidos por
los movimientos insurgentes, los paramilitares, los narcotraficautes con sus grupos de hombres armados o las propias tuerzas armadas oficiales. Si el pas a nivel
macro y de sus amplias y numerosas reas metropolitanas (dada la caracterstica
colombiana de desarrollo de varias ciudades grandes y de numerosas ciudades
intermedias) no ha vivido una dictadura, probablemente muchas regiones y localidades hayan tenido durante lapsos variables- verdaderas dictaduras regionales o locales y sus propios disciplinamientos autoritarios de la vida cotidiana
en pequea escala.
F.a Violencia, esa guerra civil no declarada entre liberales y conservadores, con fuertes elementos de intolerancia poltico-religiosa,
expresivos por s mismos del difcil proceso de secularizacin y de
aclimatacin de la modernidad que el pas experiment durante la
primera mitad del siglo XX, constituy uno de los factores que incidieron en la constitucin relativamente tarda (aos sesenta) de las
ciencias sociales como campos especializados de la produccin de
saber. Mientras otros pases vivieron ambientes ms favorables para
el desarrollo de las ciencias sociales (o por lo menos con problemas
e interferencias menos graves) y fenmenos de relativa internadonalizacin a travs del establecimiento de relaciones acadmicas con
reconocidos investigadores extranjeros1 , la atmsfera de la Violencia no slo cre un clima altamente hostil al libre pensamiento y la
reflexin acadmica, sino que leg una situacin de gran deterioro
y distorsin institucional de la universidad pblica. En 1959, el poeta y ensayista Jorge Gaitn Duran, fundador de la revista7hf^o, que
aos despus va a ser considerada como prototipo de modernidad
y de entereza y franqueza intelectual, describa as los efectos de la
Violencia de los cuarenta y cincuenta sobre la cultura y la investigacin social colombiana:
No existen los datos que se necesitan para fundar una poltica, ni los instrumentos para obtener estos datos. No existe el equipo de cientficos, planificadores, especialistas, tcnicos, que pueda hacer un estudio global de la realidad colombiana. La violencia
Un panorama de los momentos fundacionales de las ciencias sociales
modernas en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, y de las atmsferas polticas
que los caracterizaron, puede verse en Jos Joaqun Brunner y Alicia Barrios,
Inquisicin, mercado y filantropa. Ciencias sociales y autoritarismo en Argentina, Brasil,
Chile y Uruguay (Flacso: Santiago de Chile, 1957), en especial pp. 55-88,
1 \BI(1
l.OPI:/.
DI.
1. \
ROCIl I
arras nuestros incipientes medios de conocimiento. I .a l 'niversidad Nacional, los institutos de economa y filosofa, los institutos de investigacin histrica y geogrfica, la Escuela Normal, las
bibliotecas, los organismos de planeacin y tomento, quedaron
hechos trizas o dislocados y falsificados. El terror y su compaa
inevitable: la intolerancia, destruyeron nuestras posibilidades de
estucho e investigacin!. I .a mitad de la cultura qued) convertida
en acto subversivo y la otra mitad en pecado .
Si nos adelantamos un poco en ci tiempo, hacia los aos setenta e inicios de los ochenta, resulta curioso ver cmo mientras en los
pases latinoamericanos antes n o m b r a d o s se instalaban regmenes
militares que condujeron al deterioro de la atmsfera pluralista y de
libertad de opinin en las universidades, a la censura ideolgica, la
represin y el exilio de los intelectuales crticos de los ordenamientos
autoritarios instalados, en Colombia, no obstante las interdicciones
del rgimen poltico de "democracia restringida" que caracterizaron al Frente Nacional ( 1 9 5 8 - 1 9 7 4 ) y a buena parte del Postfrente
Nacional ( 1974-1991), de una u otra manera se mantuvieron tradiciones de autonoma universitaria, de libertad de ctedra, de independencia del poder judicial y de pluralismo ideolgico,
C o n respecto al desarrollo del rock y su articulacin con los
movimientos juveniles, quisiramos decir que si d a m o s crdito a la
argumentacin de Pablo Vila, quien al estudiar el fenmeno dtlrock
y su difusin entre la j u v e n t u d argentina encuentra que ese g n e r o
musical permiti construir u n espacio poltico-cultural de afirma-
forge Gaitn Duran, "La revolucin invisible", en ()bra literaria de Jor%e (lailn Duran (Bogot: Instituto Colombiano de Cultura, 1975; Biblioteca
Bsica Colombiana N" 6), p. 341).
cion y defensa de la identidad de los jvenes considerados v tratados por la dictadura como peligrosos1 ', en Colombia, til no existir un contexto estructural similar de autoritarismo poltico v militar
y de represin abierta contra los jvenes y en virtud, obviamente,
de otros factores estrictamente culturales y musicales, no se configur una situacin macro con ci rock en la que ste se constituyera en un movimiento social nacional de afirmacin de la identidad
juvenil amenazada por el rgimen (lo cual no implica que otras amenazas del poder, como las de los abusos cotidianos de la polica con
los jvenes, no hayan sido tematizadas por varios de los grupos de
rock o de rap colombianos).
Los estudios de comunicacin-cultura y los desbloqueos
de las ciencias sociales para pensar y estudiar lo que no era
basta hace unos pocos aos pensable ni estudiable
Abordaremos a continuacin algunas de las posibilidades de reflexin y de renovacin de las concepciones y practicis de la poltica que, desde nuestra perspectiva, habran sido abiertas lo cual no
supone que realizadas desde los estudios culturales latinoamericanos en los ltimos aos, particularmente desde la tradicin tle estudios de comunicacin-cultura.
Nos detendremos primero en los trabajos de Nstor (arda
Canclini. Nos parece que la nocin de "culturas hbridas" ha desempeado sin lugar a eludas una conveniente funcin de erosin
Vase Pablo Vila, " t i rock nacional: genero musical v construccin de
la identidad juvenil en Argentina", en Nstor (iarca Canclini ( compilador),(,V//lura v postpoltica. El debate sobre la modernidad en America Calina I Mxico: Consejo Nacional para la Cultura y las \rles, 1905; Coleccin Claves de America
Latina)
L A B I O L P E Z DE LA
1
ROCHE
?2
de los viejos modelos dualistas a partir de los cuales se pens durante muchos aos el desarrollo latinoamericano: las oposiciones
cosmopolitismo-nacionalismo, imperialismo-culturas nacionales,
extranjero-local, tradicional-moderno, culto-popular, hegemnicosubalterno. El cuestionamiento de esas visiones dualistas ha contribuido a pensar menos esquemticamente nuestras realidades,
prestando atencin a las diversas posibilidades de mezclas, cruces
y de configuracin de situaciones sociales hbridas. Aunque no est
muy desarrollado ese aspecto en Culturas hbridas, Garca Canclini
ha sugerido las posibilidades de aplicacin del concepto en la comprensin de fenmenos polticos como el clientelismo:
[...] esta mirada transdisciphnana sobre los circuitos hbridos tiene consecuencias que desbordan la investigacin cultural.
La explicacin de por qu coexisten culturas tnicas y nuevas tecnologas, formas de produccin artesanal e industrial, puede iluminar procesos polticos; por ejemplo, las razones por las que tanto las capas populares como las lites combinan la democracia
moderna con relaciones arcaicas de poder. Encontramos en el estucho de la heterogeneidad cultural una de las vas para explicar
los jioderes oblicuos que entreveran instituciones liberales v hbitos autoritarios, movimientos sociales democrticos con regmenes paternalistas, y las transacciones de unos con otros14,
FAe cuestionamiento a los rgidos modelos dualistas, presente
va en Fas culturas populares en el capitalismo, contribuy en los aos
14
ochenta y los noventa a la crtica de las concepciones y polticas culturales de lites intelectuales que reducan la cultura a las obras de
arte y a las expresiones ms acabadas de la cultura culta, ampliando
notoriamente el espectro de temas, campos y fenmenos objeto de
polticas culturales a fenmenos como las culturas populares, las industrias culturales y los medios de comunicacin masivos.
La obra de (jarcia Canclini, junto con la de Jess Martn Barbero, a la cual haremos referencia ms adelante, adems de cumplir
ese papel de ampliacin del espectro de sujetos, temas y problemas
objeto de la investigacin y de la formulacin de polticas culturales, desarroll una rica argumentacin cuestionadora de las visiones puristas e idealizadas de lo popular y los sujetos populares, que
ha contribuido y contribuye hoy da al desarrollo de pautas y actitudes de crtica a los populismos de izquierda y las predisposiciones
romntico-populistas de las organizaciones no gubernamentales y
de muchos de los centros de promocin popular 1 ', sugiriendo readecuaciones y replanteamientos importantes para la cultura de las
izquierdas y de los movimientos populares.
H a desempeado tambin Garca Canclini un papel importante
en la recepcin y vinculacin del pensamiento de Pierre Bourdieu
Es necesario aclarar, sobre todo en un contexto altamente contlictivo y
enmaraado como ei colombiano, donde en virtud del conflicto interno lasONds
son a menudo estigmatizadas por el poder civil y por las tuerzas armadas, que
mi critica al romanticismo populista de muchas ()N(,s no desconoce su aporte a
lajusticia social, a la visibilidad de actores sociales frecuentemente desatendidos
y subvalorados por el Estado y la sociedad, a la defensa de los derechos humanos y, en general, a la dinmica democrtica en las sociedades latinoamericanas.
La crtica de (iarca Canclini a los centros de promocin popular, ON(,s ligadas
a la promocin de la cultura de los sectores populares e instituciones atines, que
compartimos [llenamente, puede verse en ci captuloVI de Culturas hbridas ("Popular, popularidad: de la representacin poltica a la teatral", pp. 250-252),
A B I O L P E Z 1)1. LA R O C 1 I 1
Cl4
a la interpretacin de los procesos y fenmenos culturales latinoamericanos y, en particular, a una reflexin crtica sobre el consumo
cultural y al desarrollo de estudios empricos sobre ci tema16. En general, podramos decir que la obra de (iarca Canclini, junto a la
de Martn Barbero, Beatriz Sarlo, Jos Joaqun Brunner, Renato Ortiz, y otros analistas culturales de la regin, ha contribuido de modo
notable al desbloqueo de las ciencias sociales y los estudios humansticos para pensar de manera no mamquea y con las necesarias
ecuanimidad y distancia tanto de las visiones demonizantes como
de las polticamente ingenuas- la cultura de masas, la globalizacin
cultural y comunicativa, la industrializacin de los bienes simblicos, su papel en la vida cotidiana de la gente y la organizacin del
tiempo de la diversin y del ocio, la publicidad y sus implicaciones
culturales y valorativas, as como la reestructuracin de las culturas e identidades nacionales en las condiciones de globalizacin1
1 .as investigaciones de Jess Martn Barbero han sido fundamentales para el desarrollo de los estudios culturales latinoamericanos y para la consolidacin del pensamiento comunicolgico en la
regin. Hay que destacar en su obra un notorio inters por la his-
*,5
'* \ case |ess Martn Barbero, De los medios a las mediaciones. Comunicacin, cultura v hegemona (Mxico: Gustavo Gil, 199] ),
'" Iluden.
L A B I O L P E Z DE LA R O C I I I
It
La confluencia en la obra ms reciente del investigador espaolcolombiano me refiero a la produccin posterior a De los medios a
las mediaciones del inters por la historia con la preocupacin sodolgico-cultural lo ha llevado a observar atentamente la relacin
entre la evolucin temtica y esttica de los formatos o gneros de
los medios de comunicacin, y especficamente de los televisivos,
con las transformaciones ocurridas en la cultura colombiana y latinoamericana relacionadas con la modernizacin y la urbanizacin:
la secularizacin, los procesos de individuacin, los desarrollos de
la identidad nacional, la presencia cultural de lo popular y lo regional, las tranformaciones asociadas a la ampliacin de la cobertura
de la educacin primaria, secundaria y universitaria, y los cambios
a nivel de la familia y los roles de gnercr".
Uno de los aspectos abordados por Martn Barbero, y que tiene que ver con uno de los perodos ms interesantes de la historia
poltica y cultural de la comunicacin masiva en Amrica Latina, es
la relacin entre los procesos polticos populistas vividos por las sociedades latinoamericanas de 1930 a 1960, la consolidacin de las
identidades culturales nacionales y la incorporacin de las masas populares a la vida poltica y a una mayor visibilidad social"1. Releyendo crticamente la bibliografa sociolgica sobre el populismo
latinoamericano y cruzndola con los anlisis culturales y comunicativos del perodo, el autor muestra el papel de los medios de
comunicacin en la nacionalizacin de las masas populares, la contribucin del populismo no obstante sus apuestas polticas pater"" Vase al respecto en especial Jess Martn Barbero y Soma Muoz (coordinadores), televisin y melodrama (Bogot: tercer M u n d o Editores, 1992).
"' Vase especialmente "Los procesos: de los nacionalismos a las transnacionales", primer acpite de la tercera parte, "Modernidad y massmediacion en
Amrica 1,atina", en De los medios a las mediaciones.
ABIO LPEZ
DI. LA RI1CII I
les britnicos y por su apuesta metodolgica de observar las interrelaciones entre contextos histricos, sociales y culturales y medios
de comunicacin de masas, dedicado al anlisis de las relaciones
entre cultura popular, cultura de masas y cultura poltica, vistas a
travs de la investigacin de la prensa popular de masas chilena dlos aos treinta a los setenta"'. Su estudio de las representaciones
de lo popular que distintos diarios de masas construyeron durante
esos aos desde sus propuestas poltico-discursivas, y de las sensibilidades polticas que se tejieron en la relacin de esos diarios con
sus audiencias, nos llama la atencin no slo sobre ci papel de la
prensa en la conformacin de pautas colectivas de cultura poltica,
sino adems sobre aspectos centrales del proceso de configuracin
de la modernidad en Chile.
Un mrito importante de la investigacin de Sunkel fue el de
constituir uno de los trabajos pioneros en el cuestionamiento decierta visin tradicional de las relaciones entre cultura popular y
cultura de masas, que las conceba como entidades exduyentes y
antinmicas. En Razn y pasin..., Sunkel seal cmo en muchas
de sus expresiones la cultura de masas era de hecho una forma de
existencia de lo popular y para el caso concreto de la prensa popular de masas chilena mostr cmo sus formatos y convenciones discursivas se apoyaban en herencias culturales provenientes del siglo
XIX, asociadas a prcticas narrativas y tradiciones de lectura colectiva en voz alta en los lugares pblicos, ampliamente difundidas a
nivel de los sectores populares, tales como la lira popular.
Dialogando atentamente con los escritos de Garca Canclini y
Martn Barbero, el trabajo de Beatriz, Sarlo, Escenas de la vida post-
"' Nos referimos .iRazn y pasin en la prensa populan L n estudio sobre cultura popular, cultura de masas v cultura poltica (Santiago de Chile: liet, 1 955 t
L A B I O L P E Z 1)1. LA
ROCHE
140
tica televisiva hegemnica y formas de puesta en escena de la poltica), sobre la influencia de la poltica televisiva o videopoltica en
la morfologa del sistema poltico a travs de la promocin televisiva
de candidaturas por fuera de los mecanismos electivos internos de
los partidos (muy visible en el manejo actual del peronismo por el
presidente- Menem en Argentina y en el apoyo oficial al candidato
presidencial "Palito" Ortega), y en torno a la capacidad que tiene
hoy da la televisin de promover, en condiciones de* crisis y desprestigio de los polticos profesionales, los partidos y las formas tradicionales de hacer poltica, la visibilidad poltica y la eventual
eleccin para cargos de poder, de candidatos provenientes del mundo del deporte, la ciencia, la farndula, el periodismo y los medios
de comunicacin"'.
Los trabajos de Landi aportan valiosos elementos de anlisis
para la comprensin del funcionamiento del espacio pblico contemporneo en Amrica Latina, que algunos estudiosos han denominado la nueva escena pblica electrnica o el "agora electrnico".
Dentro del conjunto de trabajos del socilogo de la educacin,
la cultura y la comunicacin, Jos Joaqun Brunner, quisiramos
destacar su libro Un espejo trizado. Ensayos sobre cultura y polticas
culturales. Del significativo aporte de Brunner al estudio de las relaciones entre comunicacin, cultura y poltica en Amrica Latina,
nos parece particularmente importante su elaboracin sobre el concepto de "rgimen comunicativo", por la relevancia que tal concepto
tiene para el anlisis poltico-cultural.
Para el socilogo chileno, en cada sociedad, en ntima relacin
con las particularidades histricas de los procesos de construccin
"' Vase O, Landi, Devrame otra vez. Qu hizo la televisin con la gente. Qu
hace la gente con la televisin I Buenos Aires: Planeta, 1 993 ),
LABIO
I.IIRI Z
DI
LA
KOC11 I
42
de la modernidad en ella (peso mayor o menor de unas u otras instituciones pblicas, aclimatacin mayor o menor del ideal democrtico ), y en estrecha dependencia de las caractersticas definitorias de
su sistema poltico (mayor o menor apertura, niveles altos o precarios de competitividad, grado de avance en la configuracin de pautas mentocrticas, etc.), se forja un particular rgimen comunicativo,
expresivo de la experiencia histrico-poltica v cultural de esa comunidad nadonal.
Otro trabajo de Brunner, realizado conjuntamente con Alicia
Barrios y Carlos Cataln, Chile: transformaciones culturales y modernidad, constituye un aporte importante al estudio de los procesos
de configuracin de la modernidad en Chile y en Amrica Latina,
desde los aos sesenta hasta nuestros das (surgimiento de las ciencias sociales como campos especializados de la produccin de conocimiento, secularizacin, configuracin de una moderna cultura
cotidiana de masas, etapas y ritmos de internacionalizadn de la
cultura, etc.), observados esos procesos desde sus desarrollos a nivel del campo cultural y sus distintos subcampos.
Por ltimo, queremos referirnos al trabajo de Martn Hopenhavn, Ni apocalpticos ni integrados. Aventuras de la modernidad en
America l.atina. Ouisiramos destacar en esta obra los ensayos dedicados al abordaje de la cuestin de la postmodernidad en Amrica Latina. Nos parece importante detenernos en esa cuestin en la
medida en que consideramos que en Colombia y .Amrica Latina
existe un notorio maniquesmo a la hora de abordar el debate sobre el tema, tanto desde cierto postmodernismo dogmtico como
desde cierta crtica esquemtica al pensamiento postmoderno.
Sin embargo, y no obstante lo anterior, vemos eximo precisamente desde os estudios de comunicacin y cultura en Amrica
Latina se ha venido configurando en los ltimos aos una reflexin
cultural de acentos postmodernos que difcilmente podramos asociar a un mero calco del pensamiento postmoderno de los centros y
que, adems, parte de la crisis de las propias modernidades perifricas latinoamericanas ( por darles algn nombre que aluda a sti especificidad, su originalidad y su relativa autonoma) y de los propios
metarrelatos "criollos" (como el desarrollismocepalino, las diversas
revoluciones de nuestros distintos grupos armados, nuestras diferentes variantes liberales o marxistas de la razn ilustrada), construidos y recin erosionados en cuanto a su vigencia y su legitimidad
poltica, social v cultural en la regin"*1.
Asumiendo el postmodernismo como un fenmeno no reductible "al epteto peyorativo de moda intelectual" (visin muy extendida no slo en los movimientos alternativos, ()N( is, vertientes del
movimiento popular, sino tambin en. amplios sectores de la intelectualidad colombiana), Hopenhayn ha llamado la atencin, al mismo tiempo, sobre las conexiones entre ciertas crticas postmodernas
y el proyecto de hegemona cultural de mercado. Ida indicado, por
ejemplo, cmo en algunos atitores la celebracin de la diversidad
marcha muchas veces paralela a la exaltacin del mercado, la desregulacin econmica y la privatizacin; cmo a menudo ciertas crticas de las vanguardias polticas y de sus lgicas tienen por substrato
real v mas fuerte una crtica de la funcin transformadora de la poltica; y cmo muchas veces la crtica de las ideologas "se capitaliza en crtica al marxismo y a sus versiones humanistas-socialistas;
la crtica de las utopas tiende a volcarse especficamente sobre uto-
LABIO LPEZ
l
DI- 1 \ R O C H !
44
ABIO
l.ll'l
Z DI,
1. \
KOC1I I
,46
L A B I O L P E Z DE LA
ROCHE
48
Sobre ci debate acerca de los estudios literarios en Colombia puede verse ei N " 28, monogrfico, de la revista Texto y Contexto (Bogot: Universidad de
los Andes, Departamento de Filosofa y 1 .etras, septiembre-diciembre de 1995),
editado por Monserrat Ordez y Claudia Montilla y dedicado al tema "Estudios literarios: relecturas, imaginacin y resistencia",
,+
40
podra incidir notablemente en una mayor apertura de las disciplinas sociales a los estudios de comunicacin y cultura y en un enriquecimiento de sus perspectivas tericas e interpretativas del juego
poltico, social y cultural en las sociedades contemporneas.
Para concluir este aparte, digamos que no sin resistencias se llevan a cabo estos encuentros interdisciplinarios y estas nuevas formas de investigacin en los bordes o las fronteras de las disciplinas.
Provienen a veces de los sectarismos profesionales y disciplinarios,
de herencias generacionales, de la formacin en rgidas escuelas o
de conservatismos personales, pero tambin, en otras ocasiones, de
una conciencia legitima de los riesgos de dispersin que se corren
en las investigaciones interdisciplinarias y de reflexiones muy vlidas sobre la necesidad de cierto centramiento disciplinar que imponga unos lmites a la proyeccin interdisdplinaria.
Consideraciones finales a ttulo de conclusin
Ei desarrollo actual de los estudios culturales en varios pases de la
regin muestra avances importantes en el estudio de los procesos
de construccin de la modernidad poltica y cultural y de las especificidades y diversas trayectorias nacionales. Sobre la base de estos desarrollos acadmicos pueden intentarse hoy da esfuerzos de
investigacin en historia cultural y poltico-cultural comparada que
redunden en un mejor conocimiento de nuestras modernidades latinoamericanas y, en general, del desarrollo histrico-poltico y cultural de la regin.
No obstante la riqueza de los aportes de la reflexin adelantada en Amrica F^atina desde los estudios culturales, y especialmente
desde los estudios de comunicacin y cultura a la renovacin de las
miradas sobre la poltica, nos parece que ellos constituyen hoy da
LABIO L P E Z
Di; LA
ROCIII
150
-en sus posibilidades de articulacin creativa con propuestas alternativas desde las universidades, los movimientos polticos y sectores del movimiento popular ms una promesa que una realidad.
Pensamos que se requieren traductores, intermediarios o mediadores culturales que desempeen un papel de difusin y discusin de
estas nuevas perspectivas a nivel de grupos populares, sectores del
magisterio, ONCs, programas de educacin de adultos, movimientos de izquierda en proceso de transformacin de su cultura poltica y otros potenciales participantes de esfuerzos de renovacin del
pensamiento y la accin poltica democrtica y alternativa.
Al mismo tiempo, nos parece que resulta necesario desarrollar
desde los estudios culturales una elaboracin mayor y ms cualificada de los procesos de ciudadana y participacin de la sociedad
civil tanto en la formulacin de demandas como en la construccin
de nuevas formas y escenarios de democracia comunicativa. Con
independencia de la valiosa labor deconstructiva llevada a cabo por
los estudios culturales, se requiere hoy da desarrollar una capacidad de diseo de polticas culturales y comunicativas democrticas
que permitan a los diferentes grujios sociales interesados incidir en
la orientacin del desarrollo econmico, poltico, social y cultural.
Para lograrlo se hace necesario estimular desde la academia un dilogo ms atento entre los estudios culturales y los estudios polticos, as como el desarrollo de elaboraciones sobre los aspectos
culturales y comunicativos de la democracia que, paradjicamente
sobre todo los comunicativos, slo muy recientemente han empezado a ser objeto de inters acadmico y ciudadano por parte ciclas facultades o departamentos de ciencia poltica en muchos pases de la regin.
Hallamos conveniente que, adems de la difusin de los desplazamientos tericos y conceptuales realizados desde los estudios
Radio informativa
y participacin ciudadana
vjuiero comenzar esta ponencia aclarando que el ttulo no corresponde necesariamente al contenido. O ms bien s, pero en forma
diferente de lo que se pensaba en primer lugar cuando se relacionan los medios con la formacin ciudadana. Ya sea concebidos
como meros instrumentos o como espacios de participacin y de
constitucin de la ciudadana, la relacin que se establece generalmente es la de ubicar a grupos organizados de la sociedad civil, organizaciones no gubernamentales, comunidades barriales u otras
formas de organizacin, que utilizan la mediacin radiofnica como
formas de participacin poltica y social. Espacios en donde, por lo
general, existen "proyectos" sociales de base que se materializan o
que ven salidas de difusin y participacin a travs (o alrededor)
de la radio. Me refiero a experiencias del tipo de las radios comunitarias, las radios escolares o, incluso, radios clandestinas que responden a estos objetivos.
L^a reflexin que me propongo realizar est ms bien encaminada a mirar hacia la radio comercial e informativa; aquella a la que
los acadmicos y planeadores de la comunicacin no le vemos futuro, a no ser el de seguir las lgicas del mercado. Y me quiero referir a esta radi porque, sin dementar el trabajo de esas otras
experiencias que mencionaba antes, es la que llega prioritariamente
a eso que llamamos "gran pblico": gran pblico "inerme" frente
'55
ANA
MARI
!
L A 1-1 N D E
54
modelo fue el que permiti que esta industria se expandiera de forma acelerada v que encontrara las formas de sofisticacin empresarial que hoy conocemos.
A pesar de que la legislacin radial consagra la propiedad estatal de las frecuencias, el sistema de concesin caracterizara a la radio como una empresa privada. En trminos comparativos con la
prensa y la televisin, este particular proceso de desarrollo y consolidacin del medio le ha permitido actuar, si se quiere, con mucha ms independencia. Por un lado, frente a la prensa sus vnculos
polticos aunque presentes han sido mucho menos evidentes y
actuantes. Apenas ahora empieza pblicamente a entenderse la radio como botn y bastin poltico. Por otro lado, frente a la televisin, el control estatal ejercido sobre aqulla ha sido menos incisivo
y regular que sobre sta.
En trminos generales, la forma como la radio se impuso en
nuestro pas, y el impulso que los gobiernos de estos primeros aos
de la radio dieron a la industrial, permitieron una rpida comercializacin, tecnificacin y definicin organizacional'. A pesar del
papel fundamental que los historiadores del medio le asignan en
momentos de crisis poltica, como es el caso del conflicto con Per,
muy en sus nudos (1932), y el mucho ms evidente alrededor del
9 de abril de 1 948 v en los aos siguientes v, ms cercanamente, en
los aos en los que fueron ms fuertes los actos narcoterronstas, la
radio ha sido considerada como el medio comercial por excelencia.
Alrededor de l se gest el sistema de "cadenas" y a partir de l los
grujios econmicos ingresaron a los medios de comunicacin y, en
general, a la industria de las telecomunicaciones.
ANA
M \RI A
LAL1NDE
l56
cultura nacional , de una sensibilidad o, en trminos de ese tiempo, de un "sentimiento nacional". El alcance y el sentido de las
tecnologas de comunicacin, su relacin con la cultura de esemomento, remiten entonces al movimiento social que da origen
al proyecto populista: la aparicin en la escena social de las masas urbanas. Pues las masas sern constituidas en sujeto social justamente a partir de la idea de "nacin", se reconocen v son ci contenido de aquel nuevo sujeto de lo social que es lo nacional6.
La programacin, en consecuencia con ese proyecto, posibilit
el paso de culturas rurales a culturas urbanas, dando comienzo a ese
"sentimiento nadonal" convertido en cotidianidad. Aparecieron entonces los radioteatros fortalecidos y su gnero hermano, las radionovelas, los programase;/ vivo, como los concursos y los musicales,
los consultorios sentimentales y los servicios de transcripcin ofrecidos por embajadas extranjeras. Es aqu donde la radio familiar se
fortifica en los espacios privados de la vida cotidiana y, adems deentretener, conecta a la gente con el mundo que la rodea. F.n trminos de propiedad, es esta etapa la que permite comenzar a distinguir la tendencia que se fortalecer aos despus con la aparicin
del sistema de cadenas, cuando se funden Caracol y RCN y, un poco
ms tarde, ddelar.
La tercera etapa que mencionamos antes comienza con el auge
de la televisin en los aos setenta y viene a consolidarse- en la dcada de los setenta. Podramos identificarla como una bsqueda deidentidad propia en la medida en que la televisin empieza a ganar
\ N \
MARA
I, A 1.1 N I ) I
isS
Ed filn noticioso
ANA M A R A
LALIND1
I 60
Jess Martn Barbero, "Comunicacin y ciudad. Sensibilidades, paradigmas, escenarios", en E Giraldo v F Viviescas ( c i ) m | i . ) , / t a ; 7 ciudad (Bogot: Tercer M u n d o , 19961, p. 65.
Cf. M a n a Cristina Mata, "Entre la plaza y la platea", en Poltica v comunicacin (Buenos Aires: I 'ntversidad de Crdoba, 1992), p. 65,
(NA
M \ R I A LA l.l M ) L
1(12
decisiones. Mirado desde la recepcin, como lo afirma Mara Cristina Mata, la radio-necesidad, en sentido informativo, es un invento
moderno que "como nueva racionalidad hace de la informacin el
instrumentos de un saber que ilusoriamente trasparenta el mundo
del poder de cuyas decisiones se depende. Y es moderno en trminos de agenda comunicativa: nica posibilidad de 'no quedar at
margen' de lo que ocurre; de esa realidad cada vez ms fabricada
en los medios y de los cuales depende toda posibilidad de legitimacin social"11 . Mirado desde la produccin, la relacin con el poder es lo que justifica y avala su capacidad de legitimar el orden de
cosas. Los periodistas y productores radiales viven en funcin de
entrevistar celebridades v acercarse as al lugar de las decisiones.
El gnero informativo las noticias, los radioperidicos, los
programas de opinin es el escenario perfecto [tara ello. Fin la radio colombiana cada vez, menos aparece el hombre y la mujer de la
calle como protagonistas de la noticia. Slo existen cuando se suman. En 1992, cuando un equipo de la Facultad de Comunicacin
de la Universidad Javeriana hizo una investigacin sobre las prcticas productivas de la informacin en Caracol Radio 1 ", el periodista judicial nos coment que en ese momento nadie se interesaba
por el "muertico de la esquina". "Tiene que ser alguien importante
-me deca, no cualquiera puede aparecer en la radio". Por su parte,
otra periodista del gruji me comentaba que, tristemente, en Caracol empezaba a clasificar como noticia una masacre de ocho para
arriba. Eos protagonistas siempre sern los funcionarios pblicos
y los grandes eventos (tic generan rupturas en la vida social: la
1
Mara Cristina Mata, "Radio: memorias de la recepcin", en Dilogos de
la Comunicacin, N 50 (Finia: Felatacs, junio de 1991 ), p. 45,
l_
Ana Mara Lahnde, op. al.
ANA M A R A
LA L I N D E
I 64
Locomotora" en las radios juveniles, representan sin duda una profunda transformacin en la forma de entender la poltica y de hacer poltica. Puede ser una estrategia comercial, puede ser la lenta
imposicin del periodismo lighl, pero aparejado a esto se trata de
comprender que los escenarios tradicionales de la poltica se han
transformado. Y en Colombia fue la radio, antes'que la televisin,
la que propici el cambio.
En tercer lugar, en Colombia la radio fue el primer medio que
nos acerc al mundo proveyndonos de un "marco interpretativo"
compartido masivamente. Constituye hoy da, tambin, una "ventana" y un escenario para los acontecimientos mundiales, nacionales y locales. Gran parte de la informacin que recibe la gente a
diario a travs de la radio tiene una utilidad prctica en la vida cotidiana. Desde los "trancones" de trnsito y la decisin de moverse
o no de su casa, hasta las declaraciones del narcotraficante de turno que le permiten, mal que bien, armarse una idea del pas en el
que vive. Por la radio se han expresado tambin las ideas sobre la
ciudadana, se han reivindicado derechos trente a la administracin
pblica, se han explicado y reforzado obligaciones ciudadanas como
el voto, por ejemplo. La radio atomiza, pero tambin ofrece conocimiento til; descontextualiza, pero ofrece tambin elementos de
juicio; desintorma, pero tambin ofrece pautas de comportamiento; hace que la gente viva en un mundo ficticio, pero tambin aterriza a esa misma gente y le ayuda a moverse en un mundo y en un
pas cada vez ms complejo, ofrecindole "claves de lectura".
La radio y la participacin ciudadana
Si bien los medios en general, y la radio en particular, generan una
ficcin de participacin, abren tambin espacios de interpelacin
ANA
MARA
LA L I N D E
I 66
que los canales polticos tradicionales no ofrecen. Por una parte, los
medios posibilitan el no lugar:
ese espacio en que los individuos son liberados de toda carga de identidad interpeladora y exigidos nicamente de interaccin
con informaciones o textos. Es lo que vive el comprador en el
supermercado o el pasajero en el aeropuerto, donde el texto informativo o publicitario lo va guiando de una punta a la otra sin
necesidad de intercambiar una palabra durante horas'
F.s esa misma relacin la que se establece con los medios; slo es
necesario, para "estar en el mundo y ser buen ciudadano", el estar
conectado a los medios. F.n nuestras sociedades el estar informado
es participar. Fin este sentido, los informativos radiales cumpliran
con el deber social de mantener informada a la gente y la gente
cumplira con el deber ciudadano de estar informada.
La radio, como los dems medios, generaliza esa falacia de
identificar a la opinin pblica con la opinin del pblico. A travs
de encuestas callejeras o de las lneas abiertas, los ciudadanos nos
venios interpelados como colectivo a travs de la opinin de unos
cuantos, "ddos los colombianos opinan que.,.", "las mujeres colombianas afirman...", son frases que cotidianamente nos llegan
sobre los temas ms dismiles: preferencias electorates, opinin sobre los servicios pblicos, sexo, comidas o diversiones. Al mismo
tiempo, los periodistas y conductores de los programas informativos asumen el papel de intermediarios y de voceros de los dudadanos del comn. Quermoslo o no, estemos de acuerdo o no, el
jess Martn Barbero, "Comunicacin y ciudad. Sensibilidades, paradigmas, escenarios",'ye cit., p. 65.
ANA
MARA
I,ALINDE
i 68
' Manuel Antonio Garretn, "Democracia ciudadana y medios de comunicacin", en Varios autores. Los medios: nuevas plazas para la democracia (1 ama:
Calandria, 1995), p. 102.
"' Ibid.
Ibid.
17
nocen y valoran formas de relacin con los poderes y se re-configuran libertades, igualdades y calidad de vida. Filos, asimismo, son
controladores de otras relaciones de poder, constituyndose en instrumentos de ejercicio de ciudadana. Y, finalmente, ellos mismos
son espacio de ejercicio de la ciudadana en tanto se constituyen en
poder en relacin con la gente.
Empezar a reconocer esta relacin es empezar a reconocer ([Lela radio comercial puede constituirse tambin en un espado departicipacin ciudadana. Fisto slo es posible en tanto se replantee
la relacin del pblico con la radio y se comience a demandar de
ella, como ahora se empieza a demandar de la televisin. De la
misma forma como se hacen debates ciudadanos sobre la violencia
y el sexo en televisin, es ya hora de comenzar a plantear debates
sobre lo que nos llega por la radio. Y es tambin el momento dereconocer y de aprovechar esos agujeros que el sistema comercial
deja para que la ciudadana se cuele.
SEGUNDA PARTE
J A I M E L O C A R DO J \ K A M I L L O
'74
dieu, Ees regles de Cart: genese et structure du ehatnp litteraire ( Pars: Editions du
Senil, 1992).
zan una representacin hegemmca en ninguna de las instituciones del Estado. Stis intereses son tenidos en cuenta apenas de modo
parcial o refractado en las decisiones polticas nacionales y locales.
En la esfera simblico-expresiva, los sectores populares urbanos expresan tina apropiacin desigual del capital cultural, redundando en una escasa valorizacin de su fuerza de trabajo y en unos
mecanismos de exclusin para el acceso a los conocimientos y las
destrezas indispensables en el desempeo de un ciudadano moderno. Sus escuelas y sus colegios, pblicos y privados, muestran en
su mavor parte deterioro fsico, estancamiento tecnolgico y tanto a
maestros como a estuchantes desmotivados, sin disciplina de trabajo o de estudio, lodo esto se manifiesta en currculos rutinarios, autoritarismo, mtodos memorsticos y alta desercin escolar. Los
estudiantes revelan notables dificultades para vincular los contenidos de su educacin escolar con su capital simblico previo y con
sus expectativas existenciales, sociales y laborales, tal como lo seala Beatriz, Sarlo, penetrante analista de los fenmenos culturales
contemporneos, con respecto a los sectores urbano-populares en
Amrica Latina:
lesas sociedades estn hoy duahzadas no solamente desde el
punto de vista econmico, sino tambin desde el punto de vista
del acceso a los bienes simblicos. Uno puede decir que los sectores populares tienen su cultura y eso es verdad, pero esos sectores
quedan encerrados y ocupados desde el satlite,
(... ] 1 .os sectores populares viven en las zonas ms miserables, en las zonas donde las reformas econmicas neoliberales se
han traducido en un paisaje urbano de depredacin, de miseria,
de taita de equipamiento cultural, educativo y sanitario, encerrados en esos guetos, que son guetos sociales y culturales.
A1M E EDU \ R D O
JAR
VMILLO
176
[...] Sabemos bien que los sectores populares han desarrollado a lo largo de siglos una cantidad de estrategias de lecturas
y de usos desviados de lo que reciben de los medios de comunicacin de masas, pero tambin sabemos que esos usos desviados
se realizan a partir de adquisiciones culturales propias. Durante
el siglo XX pensamos que esos desvos respecto de la cultura de
lites se podran realizar a partir de una reserva fundamental de
estrategias culturales populares. Aquella cultura que es la cultura de la alfabetizacin y que a los sectores populares les sirvi para tener sindicato, para acceder al voto, [tara tener polticos, etc.
En la quiebra de las instituciones culturales educativas, los sectores populares practican su estrategia de desvio y de usos no
contemplados en el mensaje, pero su posibilidad de recombinacin de elementos culturales es menor porque les est faltando
esa otra institucin que fue fundamental en la re-configuracin
de esos sectores: fue fundamental en la dominacin, pero fue tambin fundamental en la autonoma, que es la escuela-.
En este mismo sentido, podemos afirmar que, en relacin con
nuevas expresiones del capital cultural, relacionados con los conocimientos, hbitos y destrezas necesarios para educarse en la informtica, denominada "segunda alfabetizacin", tambin acudimos
en nuestra poca a otra peligrosa dualizadn. F.n especial, los nios y los jvenes del campo popular, en su mayor parte, se hallan
ftiera de esa revolucin tecnolgica y cultural. Si el acceso y la utilizacin de la informacin de bienes simblicos es crecientemente
un indicador estratgico de diferenciacin social (algunos analistas
hablan hoy da de la sociedadde la informacin), registramos sti dificultad de acceso a esta nueva tecnologa y este nuevo lenguaje,
ya sea porque las escuelas pblicas no disponen de computadoras
en nmero suficiente o carecen de multimedia y de Internet, ya porque en los currculos esta enseanza no tiene an el reconocimiento que merece, ya porque el computador personal es unbien de lujo
en estos sectores sociales. Por otra parte, la utilizacin del computador que supere (sin negar) su momento ldico demanda unos conocimientos slidos y amplios, una destreza para la escritura y para
la comprensin de textos y un maestro que stpaensear a aprender,
a utilizar creativa y productivamente la informacin (desordenada,
desigual, no jerarquizada) que se puede obtener por la multimedia
o el Internet.
Pero ias formas de supervivencia econmica, las redes sociales y las expresiones simblico-expresivas pertenecientes al campo
popular-urbano no expresan por necesidad una relacin pasiva ante
lo hegemnico ni ante distintas expresiones culturales, mediticas,
regionales, campesinas, etc. Por la teora de la recepcin cultural se
puede comprender qtie la asimilacin de imgenes, interpretaciones, valores y prcticas institucionalizadas, velucuhzadas desde el
Estado, las iglesias, los medios de comunicacin, etc., son resignificadas y recreadas en funcin de* matrices sociales y culturales
previas. La pertenencia a una familia, el origen tnico, la territorialidad barrial, las adhesiones religiosas, culturales, etc., crean identidades restringidas, a algunas de las cuales nos referiremos luego,
([Lie funcionan como "comunidades de sentido". En la perspectiva
que nos ocupa, proponen a sus adherentes cdigos de lectura, orientaciones ticas, interpretaciones y clasificaciones sobre la realidad
personal, familiar, barrial, ciudadana, nacional, internacional v, en
algunos casos, sobrenatural.
J A I M I E D U \ R D O JAR \ M I L L O
Citado por Jos 1 ans Romero, "I ,os sectores populares urbanos como sujetos histricos", en Proposiciones, 19 (Santiago de Chile, 1990). 1 Linos usado en la
caracterizacin de lo urbano-popular las nociones decampo y capital cultural, centrales en ci pensamiento de Pierre Bourdieu, por cuanto la coneepicion del notable
pensador contemporneo permite comprender la produccin y la reproduccin dlas desigualdades materiales y simblicas en una sociedad dada. I .ejos de postular
una determinacin unilmeal, la economa y la cultura son en su sistema terico elementos codeterminados "encabalgados", necesarios ambos en la reproduccin dla vida social.
Con todo, el reproduc/ivismo bourdieano adscrito al eslructiiralsmo, paradigma que el autor ha buscado trascender sin lograrlo plenamente, se nos revela fecundo en un primer nivel de anlisis, pero insuficiente, pensando desde el especfico
contexto latinoamericano, para comprender la dinmica del campo popular, la recepcin, la significacin y la recreacin desde sus matrices societarias y culturales de elementos econmicos, formas de sociabilidad y rasgos culturales de la sociedad hegemnica de los textos, sonidos e imgenes de \oy,mass media, as como el
sincretismo que establece, en el marco urbano, entre las diversas subculturas regionales, campesinas, tnicas, etc. F.n Bourdieu, el agente social dentro de un campo se halla en la polmdadsiimisn-ress/enca que expresa el momento determinista
y el voluntarista, que el socilogo francs procura superar como antinomias de un
pensamiento tradicional con las nociones centrales de campo y hbitos. Pero, en la
prctica, en particular en America 1 .atina, la figura social del/adino es la expresin
del mestzale cultural; aqu lo que predomina es la asimilacin selectiva, la resema ntizacin, el sincretismo, la resistencia oblicua que se vincula, en ciertos campos,
a la complicidad. F.n este campo ambiguo, no reductible a las categoras antinmicas
sumisin-resistencia, el sistema de Bordieu se nos revela insuficiente.
Id campo cultural en nuestros pases se halla mucho ms fragmentado por los
procesos de dua/izaen estructural, coexistencia de modos de produccin, sincronas.
conceptos con que desde los aos cincuenta cientficos sociales del subcontmente
buscaron tematizar la heteroiteneidad econmica, social y cultural de Amrica La-
I .atina. For ello, en lo que sigue nos sentimos deudores tanto de los aportes de la
Escuela Britnica ( Phompson y Williams ) como, de manera especial, de los aportes latinoamericanos al estudio de las culturas populares.
Como lo seala Nstor d a m a Canclini: "l 'n socilogo brasileo, Sergio
Miceh, que aplic este modelo (de Bourdieu I al estudio de la industria cultural en
un pas, observa que tal subordinacin corresponde, hasta cierto punto, a los pases
capitalistas europeos, donde hay un mercado simblico unificado. F.n Brasil, en
cambio, y en general en America Latina, ei modo de producen')!! capitalista incluye
diversos tipos de produccin! econmica y simblica. N o existe una estructura de
clases unificada y, mucho menos, una clase hegemonica (equivalente local de la
burguesa I en condiciones de imponer al sistema entero su propia matriz de significaciones.
"Encontramos ms bien un sistema simblico fragmentado que, agregaramos nosotros, implica an una mayor heterogeneidad cultural en las sociedades
multitnicas, como la misma brasilea, las mesoamericanas, las andinas. Aunque la
modernizacin econmica, escolar y comunicacional ha logrado una cierta homogeneizacin, coexisten capitales culturales diversos: los precolombinos, el colonial
espaol, en algunos la presencia negra y las modalidades contemporneas de desarrollo capitalista.
"Necesitamos reformular la concejicion de Bourdieu, en muchos sentidos til
para entender el mercado de bienes simblicos, a fin de incluir los productos culturales nacidos de los sectores populares, las representaciones independientes de sus
condiciones de vida y la resemanlizacion que hacen de la cultura dominante de acuerdo con sus intereses".
Vase Nstor (jarcia Canclini, "Introduccin: la sociologa de la cultura de
Fierre Bourdieu", en Herr Bourdieu,.Sociologa y cu/tura (Mxico: (njalbo, 1990 ),
p. 5 1. Sobre la [escuela Britnica, que por lo dems conoce diversas vertientes, cf.
E. V. Phompson, Tradicin, revuelta v conciencia de clase ( Barcelona: Editorial Critica, 1 979 |, Raymond Williams,Cu/tura: sociologa de la comunicacin v arte ( Barcelona: s. d., 195 1 ) y Stuart 1 lall, "Estudios culturales: dos jxiradigmas", enUausas v
Azures, N" 1 (Buenos Aires: s. ch, 1994),
J A I M E EDUARDO
JARAMILLO
I 8()
[...] Esa mezcla es la propia de todo el proceso social y cultural: el conflicto, la coexistencia, la impureza.
Fin cuanto a Amrica Latina, cabe mencionar a varios pioneros de esta concepcin, entre ellos Fernando Ortiz 4 , Pedro Henr-
\ I M F. I D L \RDO JARAMILLO
182
barriales. Grupos de mujeres, jvenes o ancianos, asociaciones religiosas, hoy no son slo catlicas, sino protestantes, pentecostales y
de otras denominaciones, sin excluir grupos de la Nueva Era, adems de grupos de padres de familia en las escuelas, asociaciones
ecolgicas, culturales, cvicas, etc. Ellos pueden ser concebidos, en
la ptica de anlisis sociocultural que aqu reivindicamos, comoromunidades de sentido, o si se quiere movimientos culturales, que plantean "nuevos significados imaginarios para las formas de vida...
patrones de accin, aspiracin e imaginacin" 14 . Ofrecen as a sus
miembros propuestas que influyen en su interpretacin de la realidad, en su tica individual y social, en stis valores, en fin, en sus
prcticas institucionalizadas. De ese modo actan sobre las tres dimensiones que constituyen lo cultural: la cognitiva, la valorativa y
la conducluaf.
F'.stas agrupaciones buscan objetivos de diferente tipo: vivienda, empleo, servicios del Fistado uONGs. Crean identidades restringidas, organizadas en torno a criterios particulares de gnero, edad,
religin, grupo tnico, actividad cultural, pertenencia barrial, adhesin poltica, etc. Desarrollan estrategias de captacin de. miembros, de educacin de ellos, de negociacin con diversas entidades
pblicas y privadas, lo que implica involucrar, interpretar y canalizar intereses y motivaciones de sus asociados.
Cabe plantear, ante este tipo de identidades, con una ptica pesimista, que asistimos a una poca signada por la erosin de los
14
JAIME EDUARDO
JARAMILLO
184
Pero la realidad no suele ser negra o blanca; sus tonos mezclados, sus claroscuros, expresan mejor las situaciones empricas. Partimos de la fragmentacin ocupacional, en el campo urbano-popular,
vinculada a la desproletarizadn de sus integrantes. Posiciones laborales inestables, rotativas, informales, con bajsimas tasas de sindicalizacin. De otra parte, la atomizacin social se potencia con las
tendencias al privatismo y la competencia generalizada, que son
exacerbadas por el neoliberalismo, el cual, adems de una poltica
econmica dominante hoy en el mundo, es una tica social e individual y una. forma de vida. Los partidos polticos (incluidos los de
izquierda) no poseen la capacidad de convocatoria de antao y ms
bien asistimos a redes neodientelistas o adhesiones pragmticas y
puntuales, para el caso de Bogot, a un edil, concejal o senador. La
inseguridad, la desconfianza, las pugnas barriales, tienden, en ciertos casos, a una privatizacin de la vida social, a la reclusin tras la
jornada de* trabajo en la vivienda, donde la televisin supone una
conexin virtual, electrnica, mediada por mltiples intereses e interpretaciones de los propietarios de los medios y los comunicadores, con la ciudad, el pas y el mundo.
Pero los agentes no son seres pasivos, meros "portadores" de
relaciones sociales, como lo sealaba un estructurahsmo determinista, que an sigue teniendo seguidores. La necesidad de supervivencia, la adaptacin al medio urbano, obliga a sus habitantes a
crear nuevas formas de asociacin, que pueden combinar rasgos
"tradicionales" de relacin cara a cara ("comunidades afectivas"),
con un tipo de asociacin contractual, formal, "moderna". Pero este impulso a estas formas de organizacin no parte slo de una necesidad de supervivencia material. Fixpresa tambin la necesidad
de recrear identidades, frente a los procesos de fragmentacin social de conformar sujetos en un proceso de subjetivacin social, de
JAI M K E D E \ H I I I ) | \ R A M I I.LO
i 86
plantear significaciones colectivas, interpretaciones, valores y prcticas que contribuyan a transformar las condiciones de vida signadas por la penuria material y, en muchos casos, por la desesperanza,
el individualismo, el pragmatismo individualista1''', el vaco de sentido. No son, en s mismos, movimientos sociales, puesto que no
siempre se hallan activos, con frecuencia no superan el nivel barrial
y no se vinculan a procesos sociales de mayores amplitud y cobertura. Pero en otros casos, como sucede en Bogot con las madres comunitarias, pueden hacer parte de redes ms amplias que elaboran
demandas colectivas al Estado y desarrollan mecanismos de intervinculadn entre ellas.
Nos referimos en este contexto a tipos de agrupacin que revisten gran arraigo en el campo urbano-popular, tomando como referencia ms inmediata nuestras experiencias de investigacin y
vinculacin a procesos socioculturales en el suroriente de Bogot,
localidades 4 (San Cristbal), 18 (Rafael FJribe) y 5 (Usme). En la
Fatcalidad 18, desarrollo al presente un proyecto de investigacin
participativa, "Cultura, espacio pblico y tiempo libre", auspiciado por el Observatorio Urbano del Instituto de Cultura y Turismo
de Bogot. Referendo tambin el texto Actores sociales y culturales.
Para que el sur... oriente, coordinado por Jairo Rodrguez y el autor"". Tenemos en cuenta, tambin en este texto, estudios realizados en Bogot en sectores urbanos populares. Naturalmente, estas
apreciaciones se deben confrontar con investigaciones realizadas en
1
' Jaime Eduardo Jaramillo, "El mundo urbano-popular: perspectivas desde
Latinoamrica" (Cartagena; 1907; ponencia presentada en el Cuarto Congreso
Mundial de I nvestigacion-Accin v ()ctavo de Investigacin-Accin Participativa I.
Jl
Alcalda Local de San Cristbal, Actores sociales v culturales. Para que el sur...
oriente ( Bogot: Comunicacin Creativa Ramrez I ,td., 1997 ).
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
I 88
~' Roco Londoo Botero, Una visin de las organizaciones populares en Colombia (Bogot: Editorial Gazeta, 1994), p. 42,
Con todo, en los ltimos veinte aos han acaecido transformaciones econmicas, sociales y culturales que comienzan a superar
esta situacin, si bien no sin resistencias y dificultades. El deterioro
de las condiciones laborales con la informalizadn de las actividades productivas, el empleo temporal y e! desempleo que afectan a
casi todos los trabajadores, han obligado a un nmero cada vez
mayor de mujeres a vincularse a actividades laborales. Para ellas,
incluso las condiciones salariales y de trabajo son segregativas en
relacin con los varones. Sin embargo, esta situacin ha permitido
que las mujeres de estos sectores sociales trasciendan el marco domstico, con ms razn si se tiene en cuenta que el sistema de madres y jardineras comunitarias, junto a cierta expansin en la oferta
del pre-escolar, les permite liberar parte de su tiempo para estas actividades.
Y no slo se ha dado un cambio en las condiciones econmicas, en que el ingreso familiar, en el mayor nmero de casos, pasa
a ser compartido. Se han registrado tambin transformaciones socioculturales que afectan a la mujer urbano-popular. Asistimos al
comienzo de una redefinidn de los roles sexuales en la familia, alterando, as sea de manera lenta pero irreversible, el tipo de familia
patriarcal, si hitnmatricntrica, caracterstico de las zonas campesinas en Amrica Latina-". De otra parte, la escolaridad femenina,
(]ue sigue siendo deficiente, ha avanzado y hoy es prcticamente inconcebible una mujer joven en esos sectores sociales sin, al menos,
algunos aos de primaria. Las corrientes de la vida social y cultural
y el impacto, ya referenciado, de activistas feministas de otras capas
sociales son registrados por mujeres pobres que cada da se abren
~~ E n c h Fromm y Michael Maccobv, Sociopseoanlisis del campesino mexicano (Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1979).
JA I M E E D U A R D O JARA M I 1.1,(1
I 90
a espacios de la vida barrial. Ello presupone intervencin de entidades estatales, asesora de profesionales y una divisin del trabajo
y procesos de auto-organizacin de estas mujeres.
Un proceso asociativo muy importante, por su masividad y
consecuencias en el mundo urbano-popular colombiano, es el de
las madres comunitarias. El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF, otorga un subsidio de $120.000, el cual resulta, por
dems, inadecuado para las funciones de la madre comunitaria; tal
subsidio es mayor en el Departamento Administrativo de Bienestar Sodal, DABS, para mujeres del Distrito Capital. La madre comunitaria debe colaborar en la preparacin de los alimentos en su
casa para los nios.
Tiene lugar en este espacio una relacin de estas mujeres, en
muchos casos con tasas de escolaridad reducidas, con saberes acadmicos a travs de cursos y talleres desarrollados por profesionales del ICBF o del DABS o, en algunos casos, de las ONGs. De tal
modo, en su comportamiento con los nios puestos bajo su atencin asimilan v aplican conocimientos de la psicologa y otras ciendas sociales.
Pero, ya lo hemos dicho, el compromiso del Fistado con esta
forma organizativa es, por decir lo menos, parcial y mezquino.
Las madres comunitarias sufren, en muchos casos, carencias locativas y pedaggicas. Su reconocimiento salarial es an precario.
FLsta situacin las ha impulsado a desarrollar formas organizativas
en ciudades colombianas. F.n Bogot han realizado peticiones colectivas y tomas de calles para llamar la atencin acerca de sus reivindicaciones. Fin cierto sentido, han constituido un movimiento
social, luchando por un proyecto pedaggico propio.
Podemos sealar en Bogot otro movimiento de mujeres que
posee tambin cierta cobertura institucional pero que, como en el
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
194
estos funcionarios y profesionales. En cualquier caso, no pu.de hablarse hoy da en Amrica Latina del campo urbano-popular sin
referirse a las miles de ONGs (en Colombia hay ms de seis m i l / 5
que tienen presencia con mltiples acciones. Ni mesas ni necesariamente manipuladores, son importantes actores socioculturales.
Aspectos varios, como la formacin de sus miembros, sus objetivos
y formas de trabajo, junto a la interaccin concreta que mantienen
con organizaciones populares, deben ser analizados de modo emprico, evitando la ideologizadn, por autoalabanza o demonizadn, tan comn en estos casos.
Se seal que la mujer en el campo urbano-popular ha proyectado en sus nuevas actividades comunitarias sus funciones sodalizadoras y de reproduccin de la familia. Como ya se dijo, se
ha vinculado masivamente en estos sectores al mercado de trabajo, lo cual es posibilitado en cierta medida por las instituciones aludidas madres comunitarias y jardines infantiles comunitarios,
que les permiten liberar parte de su jornada para actividades extradomsticas. En otros casos son familiares, como abuelas, tas o
hermanas mayores, quienes asumen, as sea parcialmente, estas labores de crianza y socializacin. A ese respecto, Diana Medrano y
Cristina Escobar escriben:
Se observa cmo las vas de organizacin de la mujer en el
espacio cvico-popular parten de sus roles tradicionales en la reproduccin, [ven ese proceso] la localidad barrial adquiere una
significacin permanente por construir el escenario en donde
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
196
26
Diana Mediano y Cristina Escobar, "Pasado y presente de las organizaciones femeninas en Colombia", en Elsy Bonilla C. (comp.), Mujer y familia en
Colombia (Bogot: Plaza y Janes, 1985).
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
198
tehstas. Tales redes, esenciales para el migrante, pueden debilitarse si el nuevo poblador recibe de modo regular algunos servicios
(agua, luz, alcantarillado) y logra una vinculacin individual, ms
estable, a la economa y la sociedad urbanas. Reconociendo las funciones de colaboracin de la familia, debe sealarse que ella, en particular hoy da, es atravesada por agudas tensiones que cuestionan
su papel tradicional. En el campo popular el espacio domstico suele estar caracterizado por las malas condiciones locativas, el hacinamiento, la violencia, los permanentes conflictos, la ausencia del
padre (a veces definitiva) y, en muchas ocasiones, de la madre, que
debe responder con sus obligaciones laborales.
Fin el campo urbano-popular existen tambin posiciones de sus
diversos miembros que plantean antagonismos difciles de solucionar; en particular en lo que a los jvenes atae, citemos sus tensiones reiteradas con los adultos. Estos buscan preservar una autoridad
y un capital simblico, creando estigmas o patrones normativos de
actuacin para los jvenes. Fd conflicto generacional se expresa entonces como confrontacin agresiva de modos de vida, cdigos, valores, posibilidades y expectativas. En muchas ocasiones asistimos
a un dilogo de sordos. El joven se siente estigmatizado por padres
y adultos. Fd desencuentro generacional se expresa con mucha frecuencia en que el joven evita al mximo la permanencia en casa, se
siente expulsado hacia la calle y otros espacios de sociabilidad. L.a
calle, nos deca un grupo de muchachos en unparche bogotano, es
"la sala de la casa".
Si la familia no cumple a cabalidad las funciones de provisin
de alimentos y servicios ni la funcin sodalizadora y de apoyo afectivo que desempea en otros momentos y contextos, laescuela (institucin alterna de sociabilidad y socializacin esencial en la sociedad
moderna) ha ido perdiendo su funcin significante y de referencia
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
200
en estos sectores sociales. De una parte, por el deterioro de la educacin pblica, la cual se expresa en muchos casos en inadecuadas
instalaciones, retraso en tecnologas docentes modernas, maestros
que, con excepciones que se deben conocer 30 , tienden a ser rutinarios y con estilos pedaggicos an teoricistas y discursivos. El llamado Proyecto Atlntida, la ms completa investigacin sobre el
adolescente colombiano, hace referencia a una escuela desfasada no
slo de las exigencias de la sociedad, sino de las nuevas culturas juveniles. U n estudiante entrevistado define al maestro como "un dinosaurio en una sala de computadores".
El joven urbano-popular no observa una conexin directa de
los contenidos de la escuela con, de una parte, sus posibilidades laborales y, de otra, su sensibilidad, sus imaginarios, sus expectativas. Persisten los estilos autoritarios de relacin y las innovaciones
pedaggicas son ms bien una excepcin que ia regla. U n sector
significativo de los docentes asiste a sus clases, pero se vincula dbil
y espordicamente con la comunidad. Por eso el maestro ha perdido legitimidad, deteriorndose el papel de la escuela en cuanto institucin sodalizadora. Como lo seala Rodrigo Parra Sandoval, en
la actualidad hay una carencia defiguras adultas significativas para el
joven 11 . Tal situacin se manifiesta en el ya mencionado y dramtico desencuentro entre padres e hijos y en la crisis delethos "sagrado" del maestro, sin que, en su mayor parte, haya sido reemplazado
en un sector significativo por unethos secular que suponga una con-
30
Camilo Ernesto Bogot, Carlos Alberto Osorio, Gustavo Ospino, Gloria Arvalo, Isabel Duque, Marcel Prez y Sandra Martnez, "Los retos de la
nueva pedagoga: Escuela Nueva Delhi y La Belleza", enActores sociales y culturales, op. cit.
R. Parra Sandoval, Los maestros colombianos (Bogot: Plaza y Janes, 1987).
ciencia de responsabilidad social, creatividad y un estilo ms participativo. La desercin escolar es muy alta y ello es un factor adicional que hace de la calle un espacio de sociabilidad y socializacin
privilegiado en estos jvenes.
Finalmente, el Estado, en su calidad de oferente de programas
culturales, ecolgicos, laborales, etctera, que podran generar tambin alternos espacios de sociabilidad y de socializacin que haran
viable el incentivar las propuestas y la creatividad juveniles, slo
plantea programas puntuales y de orientacin, muy verticalista y
burocrtica en la mayora de los casos. Se ha comenzado a instalar
Casas de la Juventud en estos sectores por parte del viceministerio
de la Juventud. Estos centros tienen una dotacin aceptable, teniendo en cuenta la exclusin econmica de esta poblacin, pero en su
administracin y sus programas los jvenes no tienen una incidencia directa. Tanto estos locales como, en general, los centros comunitarios en el campo urbano-popular bogotano, como el del barrio
La Victoria, en la localidad 4, se hallan subutilizados por cuanto la
poblacin juvenil, que tiende a desconfiar de lo institucional, y en
particular si esta institudonalidad parte de un Estado del que se resiente y experimenta como lejano, cuando no agresivo contra ellos,
no siente estos centros como suyos (en cuanto espacios pblicos) y
rechaza una normatividad y un manejo administrativo en los cuales no tiene ninguna injerencia.
Por ello, registramos en esos sectores juveniles nuevas formas
asociativas que buscan hacer frente, en primer lugar, a la desproletarizacin en lo econmico (la insercin laboral para este grupo de
edad y socioeconmico es inestable, informal y con posiciones mal
remuneradas), a la exclusin social, poltica y cultural y a las crisis
ya referendadas de las instituciones de cohesin, sociabilidad y socializacin tradicionales. Se expresan diversos tipos de agrupacin
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
202
juvenil en Bogot, slo muy recientemente investigados por las ciencias sociales.
Son organizaciones informales, conformadas generalmente por
adolescentes y jvenes entre los doce y los veintitrs aos. Cuando
un miembro de estas asociaciones se casa o vincula a un trabajo ms
estable, hace su transicin a la vida adulta y se retira del grupo. Son
grupos predominante aunque no exclusivamente masculinos. El joven de la gallada o de la banda con frecuencia tiene su "novia" y la
desea "sana" y fuera del grupo, diferencindola de la "amiga" del
parche, quien es, ms bien, la compinche.
El vocablo parche, un colombianismo reciente, hasta donde alcanza nuestra informacin, expresa tres significados interreladonados. El parche alude, en primer lugar, a un territorio, el espacio
donde se rene el grupo (una esquina, un parque, etc.) La territorialidad es una dimensin esencial de estas asociaciones juveniles.
Frente a los procesos de desterritorializadn de las grandes urbes,
auspiciados por el impacto de los mass media y la carencia de un
sentido de pertenencia a la ciudad, especialmente dramtico en Bogot, A parche, especialmente si es una pandilla, se vincula tambin
a la defensa y posesin del barrio, referente sociocultural central an
en el campo urbano-popular colombiano 32 . Las luchas de pandillas en Bogot, Nueva York o Ciudad de Mxico por la defensa de
su territorio han alimentado el imaginario cinematogrfico y las ciencias sociales en las ltimas dcadas.
Pero A parche es tambin el grupo de pares, como lo plantea
un grupo de investigadores del Departamento de Sociologa de la
Universidad Nacional:
El "adentro" es el espacio ocupado por un grupo de individuos que, de alguna manera, lo reconocen como propio y excluyente. Ese espacio, mediante el proceso de apropiacin, se redimensiona, pasa de pblico a privado, convirtindose en algo
diferente, en un "parche". Su nombre alude a algo que resalte, a
un remiendo, a una alteracin del espacio anterior. En este sentido, el "parche" no es solamente el espacio fsico, sino que tambin es aquel construido mediante la interaccin .
Finalmente, dt parche se deriva el verbo parchar, reunirse con
los compinches, las "llaves", los amigos ms prximos, para conversar, hacer relajo, divertirse, hablar, consumir sustancias psicoactivas, hacer caminatas, "rumbear", en especial los fines de semana,
etc. El consumo de la marihuana es general: puede practicarlo la
gallada, la cual no es una organizacin delincuendal. El basuco es
ms generalizado en las pandillas y sus agudos procesos adictivos
implican, en muchos casos, la desocializacin del consumidor y su
definitiva entrada en el mundo de la delincuencia.
La gallada, la pandilla, la banda^^, son tipos de organizacin
juvenil que pueden diferenciarse por las formas de integracin de
sus miembros, por sus objetivos, por la distinta relacin, como se
vio, con el consumo de sustancias psicoactivas y por la vinculacin
con el mundo de la delincuencia. La pandilla oscila entre la pertenencia al barrio y las actividades delincuenciales. La banda es "la
profesionalizacin de la delincuencia" 3 '.
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
204
All, este joven excluido, estigmatizado, sin instituciones cohesivas y sodalizadoras fuertes, y sin figuras de identificacin adultas,
busca en estos grupos de pares satisfacer diversas necesidades sociales y psicolgicas. Queremos aludir, con la brevedad que impone
el texto, a las siguientes necesidades: reconocimiento, sociabilidad primaria, socializacin, liderazgo y construccin de identidad.
Reconocimiento. El joven urbano-popular se siente desvalorizado y desconocido por sus padres, los adultos de su barrio y por los
habitantes externos a su entorno inmediato. Para la polica y amplios sectores ciudadanos es potendalmente un vago, un delincuente, un drogadicto o un guerrillero o "miliciano urbano . E n su parche,
el joven se siente reconocido por sus pares en su vestimenta peculiar, sus gustos musicales, sus estilos de relacin con el otro sexo,
sus odios, sus sueos, sus frustraciones. Su "anormalidad", desde
ei punto de vista del observador externo, se convierte en "normalidad". Estamos en otro "universo de significado"36 en el interior del
parche. Se genera as unasubcullura juvenil de caracteres muy peculiares, al tiempo local e internacional, que desafa las tipologas
habituales.
Al respecto, investigadores sociales de Mxico escriben:
Los fenmenos sociales que se viven a finales de los ochenta han logrado desconectar a estudiosos de diversas disciplinas.
Los comportamientos colectivos de los pobres urbanos merecen
ser reconsiderados en los anlisis sociolgicos. Las herramientas conceptuales y las ideas consensualmente aceptadas deben revisarse a la luz de los nuevos contextos y formas de accin colec36
Peter Berger y Thomas Luckman,/,<2 construccin social dla realidad^ (Buenos Aires: Amorrortu, 1986).
Sociabilidad primaria. E n la medida en que no encuentra espacios de sociabilidad amables y estimulantes usualmente en su familia, en la escuela o el trabajo, este joven halla con su grupo de pares
un espacio privilegiado para su interaccin social cotidiana. Esta
interaccin se encuentra vinculada Atiempo libre, por ello es ldica
y es un espacio de libertad que no encuentra en ninguna otra parte.
Con todo, ese espacio debe defenderlo cotidianamente frente a la
estigmatizadn y la violencia de la polica, de los adultos del barrio, de otros parches. Entre los jvenes dAparche se establece una
relacin ntima, cara a cara, afectiva, que permitira categorizarlo
en lo que sociolgicamente se ha denominado Xacomunidad (en alemn, Gemeinschafffv La fidelidad al grupo es una cualidad altamente valorada que se cumple incluso ante prohibiciones familiares
o la hostilidad de los vecinos del barrio. De esta forma, el joven teje
lazos afectivos de intimidad, frente a la hostilidad o, en el mejor de
los casos, la indiferencia que encuentra en ciudades desestructuradas, atomizadas, impersonales.
"' Sergio "Lermeoet at, "Juventud popular y banda en la ciudad de Mxico", en Cultura y post-poltica. El debate sobre la modernidad en Amrica Latina {Mxico; Consejo Nacional parala Cultura y las Artes, 1991), p. 74,
8
Ferdinand Tonnies, Principios de sociologa (Mxico: Fondo de Cultura
Econmica, 1946). Una discusin sobre el contexto sociocultural en el cual surge
este concepto central de la sociologa se encuentra en Jaime Eduardo Jaramillo,
Tipologas polares, sociedad tradicional y campesinado. Tonnies, Durkheim, Sorokm, Parsons y Redfield (Bogot: Universidad Nacional, 1987), pp. 51-124,
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
20
Socializacin, "ia sealamos la crisis de las instituciones tradicionalmente sodalizadoras de imaginarios, interpretaciones, clasificaciones sociales, valores y conductas, como la familia, la escuela y los
partidos polticos. En cuanto a stos, los partidos de izquierda representaron para muchos jvenes en los aos sesenta y setenta espacios
de interaccin y socializacin privilegiados. Hoy, con excepciones
que se expresan, verbigracia, en las llamadas "milicias populares",
el joven urbano-popular no encuentra en las organizaciones de izquierda (mucho menos en partidos ligados al establecimiento) opciones que lo movilicen e interesen, entre otras razones porque carece
de una dimensin de futuro colectivo. Para l, las utopas se hallan
clausuradas. YAparche constituye un espacio y un grupo de amigos
en el que colectivamente se construyen y reconstruyen imaginarios
y valores. Ellos establecen all esos particulares sincretismos culturales que suponen el procesamiento de lo escuchado en la radio y lo
visto en la televisin, de lo asimilado en la escuela y en la relacin
en el trabajo o con la familia, en fin, sus vivencias cotidianas. Construyen as percepciones de grupo, valoraciones y prcticas expresadas en usos, costumbres y convenciones sociales que, sin ser en forma
explcita revolucionarias, s entraan alternativas a las interpretaciones, los valores y las conductas del mundo adulto.
Fiderazgo. E n los parches los jvenes crean formas de poder no
codificadas explcitamente. De hecho, en su ideologa hay un fuerte igualitarismo que los lleva, con frecuencia, a negar que existan
maneras de liderazgo informal al interior de sus grupos de amigos.
Sin embargo, para el observador externo, es claro que existen cdigos implcitos para obtener la primaca, y ciertas pruebas {ritos de
pasaje) que el lder y los aspirantes a esta posicin deben cumplir.
E n ellas deben expresar valor, que raya para el adulto en la temeridad; se exige la capacidad de realizar actos arriesgados o de enfren-
tarse a miembros de otros parches. Fin las bandas, el liderazgo implica la capacidad de realizar actos delincuenciales determinados,
de enfrentar a la polica, de pelear con miembros de la propia banda, o de otras, y salir vencedor 19 .
Construccin de identidad. Todas estas funciones que cumple el
grupo de pares, el combo, la gallada, la pandilla, la banda (siendo
conscientes, como ya sealamos, de las diferencias existentes entre
estos tipos de agrupacin juvenil), se expresan en el intento del joven de estos sectores pobres urbanos por construir suidentidadpersonal y colectiva, esto es, no slo diferenciarse (como lo ha hecho cada
generacin antes) frente al mundo de los adultos, sino tratar de lograr constituirse, a su manera y dentro de sus valores, en actores sociales, as esta definicin implique situarse completa o parcialmente
en la ilegalidad o ser estigmatizados. Vestimenta, jerga, diversiones,
actitudes, tica, etc., constituyen, como ya se dijo, grupos de sociabilidad especficos y subculturas juveniles 40 . Es necesario enfatizar
Camilo Bonilla, Un acercamiento a la subcultura de la delincuencia juvenil.
Curso de sociologa urbana (Bogot: LJniversidad Nacional, Departamento de Sociologa, 1997).
Pere-Oriol C o s t a s / a l , 'Tribusurbanas (Barcelona: Rtids, 1996), han desarrollado el fenmeno del neotnbalismo contemjiorneo, el cual se presenta para
los autores como una respuesta social y simblica frente a la excesiva racionalidad
burocrtica de la vida actual, el aislamiento individualista a que nos someten las
grandes ciudades y la frialdad de una sociedad en extremo competitiva (p. 12). All
sealan como caractersticas de estas tribus juveniles el apoyo emotivo, la dependencia de la consideracin de otros, el permanente contacto tsico entre sus miembros, la rebelda y la marginacin.
Con todo, eXparche, en la concepcin aqu considerada, no tiene siempre ms
caractersticas de lo que los autores denominan como tpicas tnbus urbanas: rockers,
skinheads, punks, etctera: su vestimenta claramente diferenciada de otras tribus juveniles, tatuajes, corte y color de pelo muy caractersticos, la msica como elemento centra! de identificacin. Si bien entre los jvenesdel campo urbano-popular
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
208
que asistimos en Amrica Latina a un nuevo modelo de acumulacin de capital, vinculado a los procesos dt globalizacin y las consecuentes desproletarizacin, informalizacin y pauperizacin de amplios
sectores sociales. Esta situacin genera nuevas formas de sociabilidad
(interaccin social) y socializacin (asimilacin de interpretaciones,
valores y pautas de accin) y, para nuestra exposicin, otras vas de
construccin de la identidad. Cada pas, cada ciudad, puede manifestar especificidades. Pero el estudio microsociolgico, etnogrfico, debe
complementarse con una visin comparativa. Sin que ste sea el propsito explcito de este ensayo, s podemos sealar cmo en Ciudad
de Mxico el grupo de investigadores citado, analizando las "bandas" de jvenes de sectores urbano-populares, llega a conclusiones
que implican notables similaridades con lo observado por nosotros
en Bogot y por otros investigadores en otras ciudades colombianas. Al respecto, escriben:
A pesar de las diferencias nacionales, la investigacin emprica realizada en diversos pases latinoamericanos ha intentado hallar recurrencias en los comportamientos sociales de los
jvenes de los sectores populares.
Actualmente, la banda, incluso para las mujeres, constituye
una nueva forma de asociacin voluntaria y defensiva ante la crtica situacin que deben enfrentar los jvenes. [As] se construyen nuevos tipos de relaciones sociales y solidaridades conformadas en torno de grupos reducidos capaces de enfrentar
colectivamente problemas concretos, relacionados con la propia subsistencia.
La banda es un espacio de contencin social, fortalece individualmente al joven que enfrenta un cotidiano y una sociedad
complejos y difciles con muy pocos recursos econmicos, sociales y hasta morales. La banda implica el no estar solo, sentimiento que constituye una dificultad propia de los adolescentes. Ser miembro de una banda no impone ni obligaciones ni
compromisos formales para su pertenencia; j^ero la banda s impone conocer y compartir cdigos de conducta41.
Grupos religiosos
Desde Max Weber se ha hablado de un proceso de secularizacin de
la sociedad moderna, que se expresa en una autonoma creciente de
los rdenes o los campos sociales (economa, poltica, cultura) respecto de la religin, que no es ya la gran instancia unificadora. Es
la tematizacin sociohistrica de la muerte de Dios, acontecimiento
que implicar una nueva tica y concepciones no providendalistas
sobre el hombre, la sociedad y la muerte. El agnosticismo es la expresin individual de este proceso.
Con todo, esta tendencia central de la modernidad posee diversos ritmos en sociedades de centro y periferia, y afecta de distintos
modos a cada sector social. La religin, su cosmovisin, sus exclusiones e inclusiones, sus rituales, su tica privada y social, es un referente importante para un gran nmero de miembros del campo
urbano-popular. Cierto que ella, en la generalidad de los casos,
compite con otras instancias de legitimacin de percepciones, valores y prcticas. Salvo en los grupos ms fundamentalistas, coexiste
en los fieles religiosos con otras lgicas de accin en determinados
Sergio Zermeno'/O;/., op. cit., pp. 283-285.
J A I M E E DU A R D O JA R A M 11, LO
210
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
21 2
44
Ibid.,p. 12.
Max Weber, Economa y sociedad, I (Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1972).
45
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
2IJ
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
21 6
gocios y casas, as como en el uso cotidiano de amuletos. La compra de lotera, y especialmente la masividad del negocio del chance,
importante generador de empleo, manifiestan una versin secularizada de esta bsqueda del milagro.
Hemos examinado tres tipos de agrupacin (femenina, juvenil, religiosa), relativamente extendidos en el campo urbano-popular, las cuales generan formas de interaccin social especficas,
evaluaciones y prcticas determinadas. Son comunidades de sentido,
en cuanto proponen "provincias de significado", es decir, interpretaciones de aspectos especficos de la realidad para sus miembros y
orientaciones en su accionar. Se generan entonces, como se dijo al
principio de este texto, identidades restringidas, puesto que cobijan
determinados sectores de las comunidades barriales, expresando
cierta capacidad de convocatoria. A su vez, en especial aquellas
agrupaciones religiosas que involucran de modo ms multilateral
la vida de sus adherentes y les exigen compromiso total, %na lealtad exclusiva e incondicionaE*', contribuyen a generar identidades
de sus miembros, con asiento en rasgos comunes cognitivos, ticovalorativos y conductuales que, a su vez, los diferencian de otras
agrupaciones con las cuales pueden divergir, sea en la competencia
por el reclutamiento de sus miembros, sea por la diferencia de sus
objetivos, sea por la expectativa de movilizar, de acuerdo con sus
postulados, a los sectores sociales donde hacen presencia.
Estas organizaciones, en la mayora de los casos, pueden ser
agentes de cambio sociocultural, dinamizadores de actividades comunitarias para generar una mayor autoestima y ayudar a convertir
en actores sociales activos a sus adherentes. Pueden contribuir a su46
perar la atomizacin, el pragmatismo, el providencialismo, la pasividad que caracterizan a sectores sociales desorganizados en el
mundo urbano-popular, pero tambin reproducir concepciones y
prcticas corporativas, cuando no estigmatizadones mutuas que generan speras otvtsiones.
En ciertos casos, se asiste a manejos privatistas de los dineros
de las organizaciones (muy comunes en las juntas de accin comunal) o bien se veneran caudillismos v nrntacrnmsmns nprsinnales Que
van en contrava de la retrica participativa de estas asociaciones o,
en ltimas, son manipuladas por instituciones externas (estatales,
ONGs), aunque, a su vez, su relacin con ellas es necesaria para no
caer en el aislamiento. O pierden vigor por falta de direccin o compromiso de sus miembros, en muchas ocasiones acosados por el
diario rebusque, pero tambin a menudo porque son partcipes de
la indiferendacin entre lo pblico y lo privado, tan generalizada
en nuestro pas.
No tiene sentido quejarnos por la desaparicin o por el debilitamiento de otras formas asociativas ms tradicionales. Lo que resulta claro es que existe un impulso a la organizacin en el campo
urbano-popular en minoras activas, y que ellas pueden contribuir
a superar su situacin de pobreza, de marginalidad, de exclusin,
al permitirles colectiva y organizadamente expresar sus necesidades, expectativas y proyectos. Pueden ser interlocutores privilegiados frente al Estado, a las ONCs y a otros tipos de instituciones
externas. Al mismo tiempo, son espacios de sociabilidad y socializacin privilegiados, de procesamiento de necesidades y conflictos, de gestacin de proyectos comunitarios, de constitucin de
identidades, de construccin de actores sociales.
Pero tambin debemos registrar su atomizacin, su capacidad
de convocatoria restringida, los riesgos ya sealados del corpora-
Medelln 1880-1930:
los tres hilos de la modernizacin
J 0 R 0 E ORLANDO MEL
222
que vieron sus contemporneos como paradignttico. No se agotan los discursos modernizadores en estos autores: un cuadro ms
completo debera incluir una cuarta vertiente, la de los polticos
del consenso modernizador, encabezados por Carlos E. Restrepo,
quien lleg a la presidencia de la repblica proponiendo un movimiento que sirviera de algodn entre los dos vidrios de liberales
y conservadores. Y segunda advertencia casi innecesaria: el texto
de hoy, ms que tratar de pintar el panorama en toda su complejidad y riqueza^ esbozar solamente algunas lneas de fuerza muy
simples.
Los tres discursos se traban esencialmente en cuanto son tres
lneas de desarrollo de una nueva sensibilidad social que conduce
al control de los hbitos y costumbres campesinos y su reemplazo
por los que se definen como urbanos. La conversin del montaero en hombre civilizado y urbano es, de un modo u otro, el objetivo de quienes estimularon estos procesos. La ciudad requiere,
para su funcionamiento, una actitud de cooperacin y una disciplina social que se fundamenta en la creacin del espritu cvico
y se apoya en el progreso de la ciudad: la imagen de una ciudad
excepcional, por sus cualidades y virtudes, tanto naturales como
creadas, hace parte de esta construccin conceptual y retrica3. En
muchos sentidos, los brillantes trabajos de Norbert Elias sobre el
proceso civilizatorio, que toman en cuanta ante todo el papel de
las cortes y las formas aristocrticas de conducta, pueden aplicarse
con mayor fuerza a la vida de las ciudades. En stas, las necesiLa retrica de exaltacin de las cualidades y virtudes de Medelln es bastante amplia: "la ciudad de la eterna primavera", "la taza de plata" v otras denominaciones aluden a la imagen natural de la ciudad (se le atribua belleza
incomparable), a su clima y algunas virtudes de sus gentes, como la limpieza,
la cordialidad, la autenticidad, su talento y capacidad y disciplina de trabajo.
dades de la sociabilidad requieren con mayor fuerza la coordinacin mutua, el establecimiento de cdigos comunes de conducta,
la previsibilidad de la respuesta del otro. Aunque el desarrollo, la
invencin misma de las formas de conducta analizadas por Elias
se da ante todo en las cortes, y aunque la familia, la iglesia y la escuela son usualmente las instituciones que promueven su generalizacin, es la ciudad la que crea un mbito social en el cual la
interaccin humana se hace continua y obligada y es preciso controlar con cuidado las formas en que las propias acciones afectan
la vida de los dems y prever cmo las acciones de los dems influyen sobre mi vida. La adopcin de horarios y medidas para el
tiempo del trabajo, el estudio o el ocio, el control de las basuras y
desechos, el acceso al agua y, ms recientemente, a otros servicios,
la construccin de viviendas teniendo en cuenta la orientacin y la
localizacin de las de los dems, la definicin de reas aceptables
para el desarrollo de ciertas actividades productivas, comerciales
o recreativas, son situaciones en las cuales la ciudad impone una
coordinacin que en la vida rural era innecesaria, y aunque pudo
ser inidalmente el resultado de una coaccin puramente externa,
se ha convertido en casi todas las naciones de Occidente en algo
asumido interiormente por los individuos, en forma muchas veces totalmente inconsciente o inadvertida. Las mismas instituciones sealadas antes iglesia y escuela encuentran en la ciudad el
campo adecuado para el ejercicio de sus funciones, en la medida
en que la mayor densidad humana facilita la extensin de su impacto a masas cada vez mayores de personas y permite acrecentar
el tiempo que los nios, sobre todo, pasan en instituciones educativas y sociales centradas en la creacin de formas de conducta que
ya no se basan, como las de familia, en fuertes lazos de afecto o sentimiento o en complejas y a veces aterrorizadas interiorizaciones de
' Sobre el desarrollo de estos conceptos, adems de los viejos diccionarios, pueden verse los libros de Raymond Williams, Keyzcords, y Alain M o n tandon, Diclionnaire ratsonn de la polttesse et du savoir-vivre ( Pars: Senil, 1995 ),
y el artculo de I .ucien Febvre, "Civilisation. Evolution d' un mot et d' un group
d' idees", en Civilisation. I .a mot et F idee (Pars; s. d., 1930, actualizado por Emile
Benveniste, "Civilisation: Contribution a f estoire du mot", enProblemes de lengistiquegenrale (Pars: s. d., 1966). Es interesante sealar ijue la "cultura", a
veces contrapuesta y a veces identificada con la "civilizacin", cuyo mbito semntico pertenece a la idea de ia persona que se comporta bien o "culta", alude a la actividad agrcola: la cultura es lo que produce e! cultivo de la naturaleza, incluida la propia naturaleza humana. Cortesa proviene, como es evidente,
de la "corte" real o nobiliaria de los siglos XVII y XVIII (vase ei Diccionario de
autoridades y el Diccionario etimolgico de Corommas).
la ciudad pasa de 40.000 a unos 60.000 habitantes, el desarrollo fsico urbano est marcado por las inversiones fsicas esenciales: la
instalacin de energa elctrica, telfonos, acueducto cubierto, tranvas, taxis y automviles', un primer parque de recreacin masiva,
dos grandes teatros con capacidad total [tara 8.000 espectadores y
la llegada prxima del tren. Inversiones sociales: barrios para obreros, cuidadosamente diseados; apertura de los grandes colegios
de educacin secundaria, controlados en su mayora por rdenes
religiosas recin importadas de Piuropa; sistema escolar que lleva
a la alfabetizacin casi total de la poblacin; manicomio, matadero y plaza de tenas; Hospital de San Vicente de Pal; Escuela de
Bellas Artes y de Agricultura. Cambios en los usos y costumbres:
las mujeres salen a la calle, las escuelas de comercio ensean a futuras empleadas y dependientes, en las fbricas las mujeres constituyen la mayora de la mano de obra. Se retinan los mecanismos
de control, organizacin y pensamiento urbanos: el Concejo M u nicipal ve reforzados sus trabajos y esfuerzos con la actividad de
la Sociedad de Mejoras Pblicas y, por fin, en 1913 y tras dos decenios de vacilaciones, la adopcin de un Plano de la Ciudad Futura, con funciones reguladoras. Son los aos de fundacin de las
principales industrias: textiles, cervezas, gaseosas, chocolates, galletas, fundiciones metlicas, empaques. Surgen los peridicos diarios y, en el terreno literario, la situacin es casi delirante: revistas,
imprentas, miles de cuentos v centenares de novelas dejan una imagen de lo ([Lie sucede, pues contra la idea usual la gran mavora
de los literatos hace literatura y, en especial, novela urbana.
Carrasquilla se refiere en 1915 a "esta automovihtis aguda que nos acomete actualmente a los medellinistas"; vase "Los autos", en Acuarelas v discos
corlas, p. 1 95,
JORGE ORLANDO
MEL
228
caridad" 9 . Para 1938 la sociedad se senta muy satisfecha en ese campo y crea haber logrado "la difusin del espritu pblico [...], la
conciencia de la ciudad, el afn de embellecerla y hacerla amable y
grata para la vida se va extendiendo por todas las capas sociales. La
palabra civismo en la boca y en la mente de un obrero tiene valor extraordinario".
Vale la pena destacar dos elementos en el contexto de este argumento: uno de ellos es que el ideal de ciudad promovido incluy
siempre, como elemento central, el impulso cultural y educativo.
Aunque las inversiones globales principales se hicieron en infraestructura vial y productiva, la proporcin del gasto asignado a obras
como el Bosque de la Independencia, el Instituto de Bellas Artes,
donde el pueblo aprendera msica clsica y pintura, y el Teatro
Municipal, fueron ms elevados que en casi ningn otro perodo:
la ciudad, crean, deba ser "un centro de cultura social y escuelas de buen gusto". El segundo punto fue el establecimiento del
plano del Medelln futuro, con el cual la municipalidad pretendi, desde 1913, y tras ms de dos dcadas de debates, regular el
crecimiento fsico de la dudad. Pese al cumplimiento muy parcial
de sus normas y la frecuente modificacin para compensar su rpida desactualizacin y, tambin, ceder a presiones de sectores privados, estuvo en la base de un desarrollo relativamente ordenado
de la ciudad hasta 1930.
2. E.ducacin de las masas
Ca educacin para la vida urbana incluye varias orientaciones y
sectores. Menciono, sin detenerme en ello, la gran importancia que
" Ibid., p. 42.
tuvo en la ciudad la conformacin de un sector de ingenieros y administradores, educados en buena parte en la Escuela Nacional
de Minas, y que tuvieron gran influencia en la cultura de instituciones como las Empresas de Servicios Pblicos y algunos sectores industriales y polticos. Menciono tambin el fuerte impulso
a la educacin artesanal, impulsada tanto por entidades externas
como por los gremios mismos de artesanos. Ambos procesos han
sido analizados con bastante detencin por Alberto Mayor. Ouiero
simplemente tomar como ejemplo de ese esfuerzo educativo el impulso a la urbanidad misma, a la educacin expresamente orientada a la vida en comunidad.
Como lo recuerda Patricia Londoo, desde mediados del siglo XIX las clases altas colombianas, cada da ms ricas y con mayores vnculos comerciales con Europa, mostraron preocupacin
por mejorar sus modales, lo cual se tradujo en la popularidad de
los manuales de urbanidad. Aunque en 1836 haba aparecido el
primer manual escrito en Colombia, el auge de estos textos se produce en la dcada de 1850. Fin 1854, el venezolano Manuel Antonio Carreo public el suyo, que sera el ms exitoso de todos y
que se sigue editando, con actualizaciones, hasta la fecha, y en
1858 Florentino Gonzlez, procurador general de la nacin, traduce y adapta aunque muy levemente el Manuel du savoir-vivre,
de Alfred Meilheurat. Con estos manuales y otros disponibles intentaron los dirigentes antioqueos iniciar la educacin de unas
gentes que se destacaban por "duros e incultos" 10 . En Medelln
el exgobernador Pedro Justo Berro, quien epitomiza el esfuerzo
por someter a los antioqueos a las reglas de la religin, la decencia
I O R O 1. O R L A N D O M E L 0
22(1
3>
1912 forman la mayora de la poblacin de la ciudad, parecen desaparecer: lo que ocurre es que el mestizo, en la medida en que la
fortuna o la educacin lo lleva al xito, entra al grupo social blanco. Existe para las estadsticas, pero para la conciencia racial existen slo neros y zambos jxir un lado y blancos por el otro. Sin
embargo, no es ste el imico tema de divisin: a l se sobreponen
las diferencias no definidas como tnicas (aunque se traslapen con
stas): el pueblo y la gente bien, los artesanos y los cachacos. Artesanos y pueblo son probablemente zambos y negros, pero esta
relacin es ms probabilstica que apoltica. Fil ascenso del artesano blanco no tropieza con barreras importantes y se hace ante
todo mediante la educacin", y es el tema alrededor del cual se
desarrolla buena parte del discurso civilizador: el de la separacin
entre el hombre del campo y el de la ciudad, entre el montaero
y la gente cultivada.
No es exagerado decir que la obra urbana de Carrasquilla es
esencialmente un anlisis de las diferenciaciones sociales, de la separacin entre campesinos y ciudadanos, entre zambos y blancos,
entre quienes dominan las formas del comportamiento urbano y
quienes actian con vulgaridad o cursilera. Fin unas cuantas pginas, y tomo los ejemplos exclusivamente de Ligia Cruz, se encuentra la ms amplia gama de expresiones: en un prrafo que
JORGE ORLANDO
MEL
232
33
[ O R O E O R L A N D O M 1,1,0
M4
cargazn! entre "el buen tono". Las apariencias v los protocolos
urbanos, sin la cultura del alma, sin la aristocracia del temperamento, slo producen esa desproporcin risible que se llama cursilera, y que muchos contunden con la vulgaridad franca, ([lleno pretende nada. Lo cursi cabe ms en ios neos y entonados
que en cualesquiera otros grupos; ms en la ciudad que en la
aldea... y perdnase este parntesis, en obsequio de la caridad.
Cuando aparecen los Cruz, son un modelo de afecto, autenticidad, sinceridad, honradez, trabajo: las verdaderas virtudes cicla cultura antioquea. "Es gente pobre, pero muy respetable, muy
formal, muy gente...". Este discurso se halla relativamente extendido en el paso de siglo. Casi todos los novelistas parecen compartirlo: en ellos, la elegancia, el afn de ascenso social, se identifican con
la ridiculez y casi siempre de aparentar. Paralelamente, el discurso
social, el de los educadores y dirigentes sociales, subraya tambin
las posibilidades de ascenso, pero sujetas al desarrollo de las virtudes propias del trabajo, la disciplina y el sometimiento a las normas
sociales. Fd triunfo est al alcance de todos, siempre que no identifiquen ese triunfo con la adopcin de una filosofa del lujo y la ostentacin y que no abandonen los valores tradicionales de la familia,
el trabajo y la religin 12 . Y por ello se vuelve tan importante la urbanidad: ante una perspectiva de debilitamiento de las distancias
tnicas y familiares, aceptada por este progresismo tan tradidona-
'" El dominio del savoir-vivre incluye, por supuesto, el manejo del comedor v la cocina. En 1907, cu Medelln, se publica - p o r la Librera de Carise
Restrepo un tratado de cocina, el de Elisa Fernndez, y luego siguen apareciendo otros. El de Sola Ospina Prez, sobrina de don buho Ospina Vsquez,
ha tenido y sigue teniendo rpidas reediciones.
35
J O R 0 E ORLANDO MEL
2?6
Osjiina, Protocolo, IV y V.
37
14
I OR,I
O R I A \ DO M I LO
3a
' Camilo Botero Guerra, "Furor potico", incluido en Naranjo, Antologa..., p. 1 15. lauto Ele (lome/, como Carrasquilla aludieron a la misma avalancha literaria. En "Domingo P.M.", un personaje del primero dice: "Aqu
todos quieren ser artistas, ya no hay quien cargue la herramienta", (rase que
retoma Carrasquilla en una carta de 1906: "Aqu ya no hay quien cargue la herramienta: todos somos genios y almas enfermas". Carrasquilla, Obras completas (Medelln: s. d., 1955), tomo II, p. 769,
escritores con inters en la psicologa contradictoria de personajes urbanos, encabezados por Efe Gmez, Gabriel Latorre, Lucrecio Vlez y Alfonso Castro, v en algunos casos un esfuerzo por
incorporar las formas y temas del modernismo, mientras que Francisco de Paula Rendn v Eduardo Zuleta, como el mismo Carrasquilla, harn la novela de las zonas mineras de Antioquia .
Fin los aos finales del siglo pasado y la primera dcada del
siglo XX, la literatura tiene una alta valoracin social. Para los escritores, es una promesa de realidad ms alta que la vida misma,
es origen de significacin de la vida. Los escritores no tienen vergenza social, no se sienten, en una ciudad que evala continuamente la jerarqua social y la localizacin de cada persona en ella,
de peor familia. Sin embargo, nunca los escritores dejaron el tema
de la incomprensin por un medio entregado a los afanes pecuniarios, aunque este lugar comn perdi intensidad de 1870 a 1915.
A partir de este ao se esboza una ruptura muy fuerte entre el creador y su mecho: para los escritores, en la villa de la Candelaria seda una "peculiar inopia en los cerebros". lote Gmez, Len de
Grdff y Fernando Gonzlez expresan con mayor virulencia el rechazo a esta sociedad de "tanto almacn enorme, tanta industria
novsima", a los burgueses ventripotentes del marco de la plaza.
Carrasquilla, en sus obras iniciales, rechaza la simulacin y el arribismo, pero comparte el optimismo del progreso. Los que vienen
rechazan el becerro de oro y elogian la contemplacin, el ver fugarse los crepsculos. Los recursos para las revistas, el aprecio
Introduccin
Jlbn las breves lneas que siguen, se explica una de las herramientas metodolgicas desarrolladas en la Corporacin Races para
llevar a cabo investigaciones culturales, disear estrategias de participacin o sustentar proyectos de desarrollo.
Los mapas culturales a los que hacemos referencia tienen una
doble condicin: por un lacio, sirven como herramientas que organizan la recoleccin y sistematizacin de la informacin y, por
otro, son productos que se construyen progresivamente en el marco de procesos de investigacin.
Conceptos metodolgicos que informan los mapas
La cultura es el cemento que da cohesin al edificio social y el alma
del cuerpo colectivo. Cuando desaparece la cultura singular que
caracteriza la lgica, la magia y los ritmos de un determinado grupo social, la comunidad, como hecho colectivo, se extingue.
Cultura es el conjunto de relaciones que los seres humanos
establecen consigo mismos, con sus semejantes y con su entorno,
en determinadas condiciones de tiempo y lugar. Lo esencial de la
cultura se expresa en los elementos que mediatizan tales relacio-
J \l RO CHAPARRO VALDERRAM \
2
42
nes. Estos elementos se pueden agrupar, para efectos metodolgicos, en smbolos, cdigos e imaginarios, los cuales estn asociados,
por lo general, con valoraciones y/o regias del juego socialmente
aceptadas o socialmente rechazadas. Sus significados suelen hacerse visibles a travs de los hbitos, los comportamientos y las actitudes.
Entendemos por smbolo aquel elemento (lugar, construccin,
personaje, organizacin, acontecimiento u objeto) con la capacidad
de reflejar uno o ms sentimientos individuales o colectivos y de
motivar niveles de sensibilidad y solidaridad. Por ejemplo, el llamado Palo del Ahorcado, en el barrio Jerusaln, es un rbol que
encarna sentimientos religiosos, evoca actividades de esparcimiento y diversas leyendas. Su deterioro o su posible destruccin crean
inquietud generalizada en los habitantes de Jerusaln, que lo ven
como parte de su patrimonio colectivo.
Faitendemos por cdigo aquel elemento (ademn, gesto, expresin o elemento grfico) con una carga efe significados particulares para cada individuo o comunidad y que cumple la funcin de
hacer ms gil y fluida la comunicacin. Son ejemplos las expresiones "ta' robao", emitida en la llamada Calle Cementerio por los
atracadores, que significa "proceder a ejecutar el atraco" o "sopas,
pnganse liebres que lleg la [tarca", para indicar la presencia de
la polica en territorios de un parche malevo, o el dedo ndice que
apunta a la yugular [tara indicar carencia de dinero ti otro tipo deproblemas.
Entendemos por imaginario aquella idea o elemento referencial
ms o menos general que expresa anhelos o frustadones y ([tic nos
habla de lo deseado. Son ejemplos el recuerdo del cuerpo de agua
desaparecido en el sector de Tanque-Laguna, con sus [tatos, juncos v ranas, o el anhelo de arborizar el barrio.
r: ~ i
4-
-z l
p-
'-1
A I' j
^3
C: " ^3
?lu M
c -=_ 5 p
I.-I ^ -
AIRO CHAPARRO
2
VALDERRAMA
44
45
VIRO C H A P A R R O V A L D E R R A M \
246
Experiencias
I. Barrio Jerusaln, Ciudad Bolvar, Bogot
Jerusaln es un importante barrio de la ciudad de Bogot, que en
la actualidad cuenta con 83.000 habitantes y que en sus diecisis
aos de existencia ha pasado de ser una ranchera de latas, cartones y tela asfltica, carente de cualquier infraestructura urbana y
de todos los servicios pblicos y sociales, a ser un vecindario dotado de equipamiento urbano mnimo, en su gran mayora con servicios pblicos, y cuyas casas estn construidas casi en su totalidad
en materiales resistentes. A la vez, en Jerusaln se ha consolidado
una muy amplia red de pequeo y mediano comercio.
Esta transformacin, que no deja de sorprender, ha sido el resultado de la capacidad de creacin y adaptacin de sus habitantes, que han protagonizado una gesta colectiva a la cual el Pistado
se ha sumado de manera pardal y casi siempre tarda.
Los niveles de planificacin de la comunidad han sido por lo
general muy sectorizados, siendo prcticamente inexistentes los
proyecto globales que se orienten a articular el conjunto de Jerusaln. Adems, los recursos naturales y los espacios pblicos del
barrio, que fueron conquistados colectivamente y casi siempre por
la fuerza, ofrecen situaciones de deterioro crecientes: se presentan
situaciones de invasin del espacio pblico por nuevos moradores y algunos comportamientos vandlicos de jvenes con relacin
a los bienes comunes. Eos lugares de esparcimiento resultan insuficientes para la poblacin actual y, en varios casos, poco funcionales. En efecto, algunos grupos etreos en ciertos sectores se ven
privados de zonas de descanso y recreacin o se encuentran con
que las existentes no son utilizables de forma adecuada.
47
(AIRO CHAPARRO
VALDERRAMA
24 8
Ellos son: Manuela Beltrn, Pradera-Esperanza, Nueva Argentina, Paraso, Bellavista-La Y, Plan Canteras-Media Loma, TanqueLaguna, Santa Rosita-Las Vegas y Potos-La Isla.
Los habitantes de la parte baja de Manuela Beltrn y del sector de Canteras tienden a mantenerse relativamente aislados del
conjunto de Jerusaln. Los sectores ms integrados son los que se
localizan en la zona central y en las partes media y alta del barrio,
aunque la comunicacin peatonal entre los sectores se torna a menudo dificultosa, por las limitaciones que presentan los desplazamientos existentes.
Fin Jerusaln se han desarrollado una serie de canchas, parques, edificaciones comunales y espacios pblicos que no se hallan articulados por una estructura urbana apropiada, a pesar de
existir una serie de lotes y espacios comunitarios que permitiran
crearla e incluso proveer nuevos desarrollos. Por lo tanto, las fortalezas de la vida colectiva se ven constreidas por estas limitadones del espado pblico, que es donde se construye comunidad
y donde se definen los niveles de democracia y apropiacin existentes en una ciudad.
Fd mapa cultural levantado en este sector de la ciudad tena
como propsito servir de soporte para el diseo de un proyecto
de espacio pblico, consistente en una malla de senderos y puntos
de encuentro comunitarios que permiten potenciar la vida y la comunicacin colectivas. En el plano final se localizaron diecisiete
smbolos (dos lugares verdes, una calle, un lugar clasificado como
"otros", diez construcciones educativas, una construccin colonial
y dos objetos), cuarenta y un puntos de encuentro (veintids recintos de usos educativos, recreativos, religiosos, de salud y de organizacin comunitaria, ms diecinueve espacios pblicos, entreparaderos, canchas, parques, calles y otros) y treinta y ocho des-
49
plazamientos segn el tipo de vas (pavimentada, destapada, escalera o camino de herradura), y el carcter del desplazamiento
(vehicular/peatonal), que se identificaron como prioritarios en la
historia y la vida cotidiana de Jerusaln.
r o r su parte, ei texto respecovo presema unos rasgos generales del barrio y una resea histrica del mismo, luego de lo cual
aborda por separado los nueve sectores del barrio, tratando para
cada uno de ellos los sipaaientes temas:
1. Descripcin del sector.
2. La historia.
3. Los habitantes.
4. Dinmica social.
5. Smbolos.
6. Desplazamientos.
7. Lotes de la comunidad.
8. Resultados de la tertulia.
9. Mapas.
El informe brinda un retrato analtico de la vida cotidiana del
barrio, mostrando las connotaciones especficas que tienen sus elementos simblicos y los imaginarios de los habitantes en relacin
con el espacio pblico. A la vez, identifica los diferentes tipos de
desplazamientos utilizados por la poblacin, los lotes disponibles
para potenciar el espacio pblico, y presenta las caractersticas de
sus agrupaciones sociales.
El proyecto de espacio pblico, diseado por el equipo de trabajo del arquitecto Carlos Nio, es coherente con el mapa cultural, ya que procura respetar y potenciar los usos y costumbres que
se han forjado en los espacios colectivos, exaltar los smbolos del
barrio, complementarse con las obras comunitarias existentes y estructurar urbanamente el barrio en conformidad con las huellas
que la vida ha marcado sobre el territorio. As, los imaginarios dlos pobladores con relacin al espacio pblico dialogaron con los
imaginarios de investigadores culturales y arquitectos sensibles.
Los frutos de ese encuentro afortunado se pueden ver en el plano
del proyecto urbano piloto, titulado "Jerusaln-F'.spacio Pblico".
E n el cuadro de la pgina siguiente presentamos una relacin
de la totalidad de puntos de encuentro del barrio, de los cuales no
se ha establecido todava una lista de prioridades, as como el listado de smbolos, puntos de encuentro y desplazamientos que se
consideraron prioritarios.
A continuacin se listan los puntos y espacios prioritarios sealados en el mapa cultural.
SMBOLOS
Fugares smbolo
Verdes
1. Palo del Ahorcado
2. Parque Pandiactiva
Calles
3. Calle Cementerio
Otros
4. Puente de Los Indios
Construcciones smbolo
Educativas
5. ICES
s.'/noj
SKZKJ(|
"'di1'.)
s.inluicj
ra
SKIJ.IUI;-)
u-
-1-
;+
-1
^i
1-
"
<
soj.ipiuic]
sopK.ijsiiu.xlns
<~0
uoi.nr/unijo 3( |
pn|i;s,i(I
SOSOl.olJ.l^j
'soi.io.Si3u 'snpnni |
EUKinmuio.i
-t-
^1
~-\
OC
r1
F--
-t-
<-1
<
(s.i.n;||i(|-of.n|
S11AUK3J13J-J
SOAUE.inp'.]
-1
r~]
-,
-+
~1
<~ 1
-,
e-
'-a
-t
i-
^t
.1
-.
^1
~,
*~ 1
<-
-h
t-]
R
s.
=Q
7.
y
'-
[AIRO C H A P A R R O
2
VALDERRAMA
52
9. CIAF Despertar
10. Escuela Pradera-Esperanza
11. Escuela Paraso
12. Escuela Nueva Argentina
12. Centro Comunitario Nuevos Horizontes (Bellavista-La Y
14. Escuela Bellavista y Jardn Pitufines
De gobierno
15. La Casona (sede JAL)
Objetos smbolo
16. Viejo Tanque de Agua
17. Cruz de tiraba
PUNTOS DE ENCUENTRO
Recintos
Educativos
18. Escuela Divano Nio
19. Escuela de Tanque Laguna
20. Instituto San Pablo-David Ben Gurin
(talleres, aulas, biblioteca, polideportivo)
21. Escuela de Canteras
12. Escuela de Manuela Beltrn
23. Librova de Potos
Recreativos
IA. Club Social y Canchas de Tejo Monterrey
25. Billares El Esquinazo (Santa Rosita)
26. Cancha de dejo Paraso
27. Cancha de Tejo Palo Negro (Plan Media Loma)
Religiosos
28. Iglesia Santa Mara de Jerusaln (Tanque Laguna)
29. Iglesia Nueva Argentina
53
J U R O ( I I \ P A R R O y \ I , I ) t RR \ M A
2
53
Calles
54. 1 .a Y
local
A I R O C H A P A R R O VA 1,1)1, RR A M A
256
Caminos de herradura
92. Transversal 46A desde la diagonal 82B hasta la caada (ltimo tramo de Potos)
93. Bajando de Las Brisas hasta Puente de Madera por el zanjn La Muralla (Potos)
94. Calle lateral a la cancha "abismo" de Santa Rosita
95. Calle 72 desde la carrera 46C hasta la carrera 47B
96. Transversal 49A entre las calles 69C y 69C (bajada a Canteras)
Z. Arca de influencia de la carrera Quinta, entre los parques Nacional
v de la Independencia, en Bogot
E n el primer trimestre de 1994, la Unidad Coordinadora Plan
Centro de la Alcalda Mayor de Bogot manifest a los habitantes del rea comprendida entre el parque Nacional y el parque de
la Independencia su inters en intervenir la carrera Quinta. Este
anuncio motiv algunas reflexiones pblicas sobre problemas que,
en los ltimos aos, se han convertido en factores constantes de
preocupacin en este sector de la ciudad, a saber: la inseguridad,
la indigencia, la drogadiccin, los altos niveles de trfico vehicular, las relaciones residentes-comerciantes, residentes-instituciones, residentes-oficinas y la acumulacin o dispersin de basuras.
En aquel entonces, la Corporacin Races elabor y aplic un
paquete de encuestas que permiti un primer nivel de sistematizacin de la percepcin que los pobladores del rea tenan sobre
sus problemas, las modalidades y los factores que inciden en los mismos y sus posibles soluciones, tal como se resume en el cuadro de
la pgina 258. Dentro del total de soluciones propuestas en las encuestas por los habitantes, el peso especfico de las mismas, segn
tipo de accin, se distribuy en orden de importancia, as:
TIPO DE ACCIN
PESO ESPECFICO
31,6%
26,5%
Represin (castigar)
22,3 %
Mejoramiento en la prestacin de
servicios estatales
57
18,1 %
Los resultados enunciados pusieron de presente en ese momento varios aspectos de importancia que debera tener en cuenta la
Administracin Distrital al tomar decisiones de inversin en el rea.
Ellos fueron:
Que a primera vista la sola remodelacin fsica de la carrera
Quinta no apareca como asunto prioritario para los habitantes del
sector, los cuales se sentan mucho ms afectados por problemas
de inseguridad, drogadiccin, basuras y organizacin del trfico
vehicular.
- Q u e el diseo y la forma de llevar a cabo la remodelacin
de la carrera Quinta deba buscar la manera de articular, explcitamente, la intervencin fsica con los problemas ms sentidos por
los pobladores, ms an si se esperaba que, con posterioridad, stos
velaran por el mantenimiento del nuevo espacio pblico que se iba
a generar.
Que, de entrada, exista una cierta conciencia sobre el hecho
de que el Estado por s solo no poda solucionar el conjunto de los
problemas y que resultaba indispensable modificar hbitos y comportamientos ciudadanos, as como incrementar los niveles de organizacin y participacin vecinal para poder construir soluciones
viables.
I \IRO CHAPARRO
258
VALDERRAMA
if ,s
-r^
'->
~ ,S
rt
. ^
"0
aj
_2
c? 'S -3
-0
IJ
rt
3
n:
2
u
T3
IJ
S;
.*^
~rt
"3
' 72!
~-
'~>
'
ll
"G
c5
'G
OJ
;sb >
O
CJ
u
1-
OJ
<
~
,j-.
i-,
' ->
1
i^
OJ
"O
ra
='
3J
T J
rt
Lg
CJ
_^r
-73
CJ
a.
MJ
c H
&j
13
-a
CL
J*
-3
"S
- "
,Q
CJ
O
L-
^u
"rt
" 3
rt
(O
cj
-^
c
3J
-2
u
c/T
rt
'c
"3
^
g
_c
y;
'C
i
Su
rt
4-2
B -S
bp x )
^ 5
CO
rt
H ~5
-+
CJ
bu
"V
-d
t)
T3
CJ
rt
*"! E
43 -
0" i ^
"rt
rt
'Si
yT
u
C3
y.
'A
-^ _S 70
rt
3 ' 'B
"
"O
*r)
rt
tJ
CJ
CJ
rt
OJ
'.
.S
5J
-,
T3
ET
yT
bfl
c/T
OJ
'bb
rt
c;
CJ
U
CJ
CJ
Li
rt
bJ
CJ
^ -
u
s-
1 -
CJ
CJ
CJ
Art"
aj
'
1
rt
u
Crt
c/T
0
".
T J
CU
r.
~rt
'> .5
>
rt
s
-yf
' O
CJ
d"
rt
y.
L-,
'>
1-,
CJ
'5c
9 _r
y.
3"
CJ
OJ
^Jj
c^
-75
.= |
2.
8
C
S A3
r-I
12
rtl
|1
("rt
>
13
3 22
c2 -a
"O
^ '3
'\~j
U
eco
CU
CJ
"bp
sj
t)
rt
tj
.2
.
3
o
T3
" "P
bJj
^ "3
t)
S 1
.2
'^'
Ce3
rt
T3
P2
~o
ra
cu
'>-
i- H '
OJ
[to
vi
OJ
O
rt
CJ
c"
__
r-'
^
>
"
13 -5
cu
C
x
u
-L,
-JZ
59
a partir de los cuales dise una estrategia de participacin que, entre otras cosas, propone asumir sesenta y tres puntos de encuentro
como nodos de informacin comunitaria. Un o de los propsitos es
involucrar a las organizaciones formales y a las no formales, pero
tambin a franjas de la poblacin no organizada que, como siempre, es la mayora, en un proceso de construccin colectiva de dos
productos bsicos:
EIn pacto de convivencia suscrito por residentes, comerciantes, entidades pblicas y y empresas privadas, que contenga: mecanismos de preservacin y embellecimiento del espacio pblico,
normas de comportamiento en el mismo y uso del suelo.
Un programa de desarrollo sectorial que sea incorporado a
los Planes de Desarrollo Local y Distrital para el perodo de 1998
al ao 2000.
Construccin y usos
Los mapas culturales se construyen a partir de un riguroso trabajo
etnogrfico apoyado en observacin, entrevistas, encuestas, tertulias y ejercicios colectivos en torno de planos del lugar para identificar smbolos e imaginarios, etctera. Todo depender siempre de
lo que se quiera lograr con cada mapa.
Los mapas, en tanto documentos sistematizadores que retratan
la vida cotidiana, pueden y deben ser actualizados regularmente a
travs de diversos programas de sistemas, de suerte que sea posible
disponer de una ayuda vigorosa y vigente para desarrollar con mayor sensatez la gestin pblica local.
En nuestro caso, hemos visto su utilidad tambin en procesos pedaggicos con nios y jvenes, y en la organizacin de fiestas y carnavales.
AIRO CHAPARRO
VALDERRAMA
2)2
Germn Muoz
OERMAN M U O Z
264
sean las "nuevas tecnologas" (la informtica) que impulsan el desarrollo de una cultura mundializada. El cuadro se vuelve distinto
del existente...
La conquista de nuevos conceptos nos permite dar todava un
paso adelante: construir globalmente algunos de nuestros objetos
de estudio. Un ejemplo: la juventud. Como fenmeno ella puede
ser pensada dentro de las sociedades nacionales: la juventud en los
Estados Unidos, en Brasil, en el Reino Unido o en Suecia. Una manera ms amplia sera considerarla desde el punto de vista comparativo. Ahora bien, sobrepasaramos los lmites anteriores, aunque
permaneceramos en el plano de la comprensin "tradicional" de
las ciencias sociales. Pues el anlisis comparativo requiere la autonoma de las sociedades para enseguida aproximar las convergencias y las discrepancias existentes entre ellas. Una propuesta radical
sera, no obstante, la de considerar la juventud como un fenmeno
global. Evidentemente habra que definir lo que entendemos por
eso, pero subrayo lo importante es que el pensamiento, al situarse en este punto de vista, puede postular la existencia de sustratos juveniles desterritorializados, para enseguida, en abstracto, reunidos en
cuanto objetos sociolgicos. Los pases, las sociedades nacionales,
ya no seran el foco central para la definicin territorial de nuestra
temtica, sino que lo sera un conjunto de elementos maneras de
pensar, de vestirse, de comunicarse, de comportarse que nos serviran de parmetro. La "juventud" se entendera como el cruzamiento de estas maneras de ser, permitindonos comprenderla en
su extensin mundializada 1 .
Fas identidades postmodernas son transterritoriales y multilingsticas. Se estructuran menos desde la lgica de los Estados que de
Renato Ortiz, Modernidad y cultura (Sao Paulo: s. d., 1994).
los mercados; en vez de basarse en las comunicaciones orales y escritas que cubran espacios personalizados y se efectuaban a travs
de interacciones prximas, operan mediante la produccin industrial de cultura, su comunicacin tecnolgica y el consumo diferido y segmentado de los bienes Ea clsica definicin socioespacial de
identidad, referida a un territorio particular, necesita complementarse
con una definicin sociocomunicacional...
En las nuevas generaciones las identidades se organizan menos en torno de los smbolos histrico-territoriales, los de la memoria patria, que alrededor de los de Hollywood, Televisa o Benetton.
Mientras en las grandes ciudades los centros histricos pierden peso, las poblaciones se diseminan... los jvenes encuentran en ellas,
en vez de ncleos organizadores, "mrgenes para inventarse". La
identidad pasa a ser concebida como el "punto focal de un repertorio estallado de mini-roles ms que como el ncleo de una hipottica interioridad" contenida y definida por la familia, el barrio, la
ciudad, la nacin o bien cualquiera de estos encuadres declinantes.
Podran ser las identidades, en estas condiciones, objeto de polticas?...
Quiz las dos manifestaciones que hacen ms patente la dificultad de hablar de una identidad homognea en cualesquiera de las
grandes ciudades (Buenos Aires, Santiago de Chile, Sao Paulo y
Mxico) sean las bandas juveniles y la discriminacin a los migrantes. Las bandas "compensan" la atomizacin y la disgregacin de
las grandes urbes ofreciendo pertenencia a grupos; ante la prdida
de expectativas escolares y la estrechez del mercado de trabajo, brindan a decenas de miles de jvenes otras formas de socializacin y
de acceso a los bienes de consumo. Pero las bandas tambin llevan
hasta la exasperacin los enfrentamientos interculturales, la ardua
convivencia entre nativos y migrantes, entre migrantes de diverso
GERMN M U O Z
2 66
jvenes), las cuales son inasibles en s mismas, razn por la cual elegimos mirarlas desde un punto de vista que consideramos privilegiado y pertinente: la cultura rock (no la msica exclusivamente).
Entendemos ambas, en su cruce, como "intensidades" que se modulan recprocamente.
El objeto as delimitado nos aparece como excesivo, frac tal y
complejo. Ca primera consecuencia ha sido asumir conscientemente "la prdida de la totalidad" o de la pretensin de unidad en la
mirada. Y ello conlleva el reconocimiento de diversos puntas de vista
que desde diversas perspectivas muestran facetas del fenmeno:
la mirada comunicolgica ("la interpretacin" de las culturas juveniles a partir de sus propios arquetipos),
la mirada antropolgica (la observacin de actuaciones de algunas "comunidades emocionales"),
la mirada esttica (el anlisis de su produccin simblica desde el ngulo de "la sensibilidad"),
la mirada de los nocheros ("participantes directos" de la cultura que focaliza el acceso).
El reto de abordar las culturas juveniles urbanas mediante la
recepcin de la msica rock nos oblig a transformar en cierta medida la nocin de sujeto de la cual partimos: a transformarla retomando los planteamientos de la anterior investigacin y a hacerla
compleja para avanzar sin ataduras en el camino abierto. Este giro
obedeci a la necesidad de ser en verdad coherentes con los cambios de percepcin, sensibilidad y pensamiento propios del ser humano contemporneo, un ser "constituido por" y "constituyente de"
los objetos culturales ms importantes del siglo.
E n consecuencia, el trabajo ha logrado:
Proponer elementos conceptuales y metodolgicos para que
tanto el Estado como la sociedad civil colombianos reconozcan p-
GERMN M U O Z
268
GERMN
MUOZ
2/0
particulares, y de su capacidad para resolver problemas. En su trabajo Conflicto subcultural y comunidad obrera, Phil Cohn fija una posicin en la cual se ponen en interaccin la economa, la ideologa
y los factores "culturales" para generar subculturas, entendidas
como "una solucin comn para dos necesidades contradictorias:
la necesidad de crear y expresar autonoma y diferencia con los
padres... y la necesidad de mantener identificaciones parentales".
Es decir, constituyen soluciones colectivas a problemas compartidos, sean stos movilidad social o chovinismo. Aqu cabe una crtica: la definicin proviene de un enfoque de clase que no explica cmo
cristalizan nuevas subculturas, de dnde nacen otros estilos de vida...
Porque no basta considerar una subcultura como una "desviacin" en el sentido weberiano, que surge estimulada por la magnitud de los problemas; stas no son estticas ni rgidas, no se
confinan a su gnesis... se transforman, son apropiadas, desfiguradas o destruidas... y los jvenes se mueven de una a otra no slo
para resolver sus problemas, sino ms hitnpara sentir afecto. Las
"autnticas" subculturas muchas veces son congeladas en un momento histrico para verlas como una imagen esendalista, pura y
no contradictoria. Las subculturas se revelan en el anlisis emprico
como difusas, diluidas e informes... Las subculturasjuveniles no son simples "soluciones imaginarias" sino tambin resistencia simblica, lucha
contrahegemmca, defensa de espacios culturales con 'autonoma relativa "
en el nivel ideolgico... Las polticas de juventud no se restringen a
una consideracin del poder simblico del estilo y a su capacidad
de innovacin... Sin embargo, el poder de las subculturas est en
su capacidad de simbolizar, de hacer presencia desde la diferencia, de levantar sospechas y extraas sonrisas...
La contraposicin entre lo normal (ligado al buen "sentido comn" y a la cultura obrera) y los estilos subculturales est arraiga-
GERMN M U O Z
272
13
cada vez ms difcil de sostener debido al incremento en la diversidad de estilos sin estndares definidos. Despus de lospunk, toda
combinacin posible de estilos lleg a ser posible. El fenmeno
de la "nueva era" rompi con otro conjunto de prejuicios.
EAste documento procura sealar la relacin entre jvenes, juventudes y culturas desde dos puntos de vista: el primero indaga por
la comprensin cultural de la "juventud" al considerarla categora construida histrica y culturalmente, para avanzar en la problematizadn de dicho trmino, y el segundo propone la discusin
de las formas de investigar a los jvenes con sus culturas a partir de
la creacin tanto de sujetos de investigacin como de sus perspectivas de abordaje.
1. Fosjvenes como sujetos: "desnaturalizar"para culturizar
De quin hablamos cuando nos referimos a "los (y las) jvenes"?
Qu los define? Existe una condicin particular que les d su
carcter como sujetos especficos? En esta primera parte vamos a
plantear lo que implican las nociones de "joven" y de "juventud" y
sus efectos para la posible definicin de un nuevo campo de investigacin.
1.1. Fa cuestin de la edad
Empecemos sealando que de manera general se tiende a asociar
las ideas de "joven" y "juventud" a caractersticas relacionadas con
La investigacin sobrejvene:
275
1
Usamos estas expresiones entre comillas para entatizar su carcter de conceptos elaborados tanto histrica como culturalmente y resaltar que no tienen un
significado nico. F.n el resto del texto las vamos a usar en este sentido.
276
JOS F E R N A N D O
SERRANO
278
la moratoria sodal propone una imagen de los jvenes como despreocupados de obligaciones, libres y sin exigencias, excepto de las
que supone el "perodo de gracia" en que se encuentran. Desde esta
idea quedan de lado en la definicin del ser joven hombres y mujeres que inician su ingreso en la vida productiva y la subsistencia
desde muy temprano, y se hace de la juventud una cuestin exclusiva para cierta clase social.
La idea de la juventud como construccin histrica y cultural
dependiente de ciertos usos y circunstancias se puede llevar hasta
sus mximas consecuencias, como lo hace Bourdieu (1990) al considerarla "slo una palabra" vaca de significado en s misma: afirma que las clasificaciones por edad resultan bastante arbitrarias y,
por ello, sujetas a las relaciones de poder y las manipulaciones entre generaciones; slo se puede hablar de "juventud" por un abuso
de lenguaje, pues lo que hay es una gran variedad de fenmenos
sociales que no resisten tal clasificacin. Sin embargo, si aceptamos
de plano esa posicin caeremos en un error extremo similar al de
"naturalizar" y definir a los jvenes nicamente desde su condicin
etaria, pues negaramos las intencionalidades polticas, las expresiones sociales y las construcciones de la diferencia que llevan a que
unos sujetos concretos sean definidos o se autonombren desde dicha condicin de juventud. As, ms que plantear una nueva "naturalizacin" de la juventud, como si sta existiera por s misma, lo
que proponemos es considerar las condiciones que llevan a la conformacin de la juventud como una "posicin vital" que no se adquiere por el solo hecho de tener determinada edad o de pasar por
ciertos cambios fsicos, sino por una construccin cultural y un proceso de subjetivizacin y afirmacin de otredades.
En un texto titulado Fa juventud es ms que una palabra, Margulis (1996) cuestiona los planteamientos de Bourdieu, al sealar
79
que no es posible reducir el anlisis de la juventud a un mero signo, pues se dejan de lado dimensiones fcticas, materiales, histricas y polticas que tambin hacen parte de una produccin social.
De este modo propone dicho autor un conjunto de nociones que
nos remiten a! complejo panorama del "ser" de la juventud: generacin, juvenilidad, juventud-signo.
Siguiendo con Margulis (1996), la facticidad de la juventud estara en su alusin a un modo de estar en el mundo que es histrico y cultural y se relaciona con el tema de las generaciones: pocas,
cambios, circunstancias, diferencias de memoria, modos de "percibir, apreciar, clasificar y distinguir" (p. 18). La generacin supone
momentos, y conforme a esta idea la juventud implica la pertenencia a una generacin ms reciente y a un juego de relaciones con ella
misma y con las precedentes; es, adems, la participacin dentro de
cierta memoria social, pues ser parte de una generacin supone vivencias que conceden a cada grupo su matiz especial. De modo que
la condicin joven no depende slo de la moratoria social ya referida, pues la pertenencia y la participacin en una generacin hacen
parte de la construccin de ese ser diferente, del estar antes o despus de algo y de la coexistencia de diversas generaciones. Eso ampla el rango de sujetos cubiertos por el "ser joven" a aquellos que
sin tener la moratoria social se encuentran en relaciones generacionales y nos permite comprender las diferencias entre unas juventudes y otras en el transcurso del tiempo. La nocin de juventud remite
tambin a una "moratoria vital":plus, promesa, esperanza, opciones,
posibilidades, energa, materialidad que distingue el ser joven del
no joven, incluso con independencia del sector social al que pertenezca. Desde este punto de vista, la juventud se hace una "experiencia temporal vivida", particular al momento presente en que se
encuentran los individuos {ibid.).
28o
E n este ejercicio de sealar las variables que inciden en la condicin juvenil no podemos dejar de lado la cuestin de gnero; la
juventud no se vive igual por las mujeres que por los hombres en
cuanto para unas y otros se determinan socialmente trayectos y expectativas vitales distintos: las valoraciones asignadas al ser mujer
joven y hombre joven, los espacios de socializacin permitidos, el
desarrollo de las relaciones de poder entre s, la formacin de la familia, el momento para asumir la maternidad y la paternidad, son,
entre otros, factores que alteran las formas de vivir la juventud.
Hasta el momento hemos querido mostrar que no es posible
definir la juventud desde una sola condicin -la etaria, que se tiende a privilegiar; en tal sentido, la juventud se vuelve una nocin
de confluencias mltiples:
Eal como la hemos venido definiendo, la juventud es una
condicin que se articula social y culturalmente en funcin de la
edad como crdito energtico y moratoria vital o como distancia frente a la muerte, con la generacin a la que se pertenece
en tanto que memoria social incorporada o experiencia de vida
diferencial, con la clase social de origen como moratoria social y perodo de retardo, con el gnero segn las urgencias
temporales que pesan sobre el varn o la mujer, y con la ubicacin en la familia -que es el marco institucional en el que todas
las otras variedades se articulan-. [Margulis, 1996: 29].
1.3. Juventud-signo: la cultura sobrepasa a los jvenes
El tema que tratamos no se queda en lo dicho hasta ahora. Los
jvenes y la nocin de juventud no operan de manera aislada o independiente del resto de la dinmica social; en este sentido, la ju-
ventud es un concepto relaciona! pues implica comprender las formas de articulacin que unos sujetos tienen con otros y con el resto
de instituciones que los afectan y con las que se relacionan: polticas, religiosas, econmicas, massmediticas, entre otras. Preguntarse qu son los "jvenes" supone a su vez la inquietud acerca de
qu son los "adultos" y cmo se construyen unos en relacin con
los otros, relacin que puede ser de complementariedad, de oposicin, de diferencia, de independencia.
Cada una de las instituciones sealadas tiene una nocin particular de joven; en el momento actual la construccin que hacen
los medios masivos de comunicacin y, en general, el mundo de
los signos ocupa un lugar decisivo en las definiciones del ser joven. Cajuvenilizacin hace de la juventud una esttica massmeditica
que tiende a borrar el paso del tiempo en los cuerpos y pretende
actuar sobre la biologa desde un modelo supuesto del ser joven.
En el "mercado de los signos" se construye un modo de ser joven
independiente de la edad y que puede ser adquirido: es un look
particular asociado con sectores que tienen acceso a ciertas ofertas de mercado y que hace de lo joven un signo dejuvenilidad (Margulis, 1997).
Otra vez, en este caso, se nos abre el panorama de la determinante etaria a la valoracin cultural, pues se puede ser juvenil sin
ser joven, lo cual quiere decir que se comparten las imgenes y simbologas asociadas con ello.
F.n consecuencia, se puede reconocer la existencia dejvenes
no juveniles como es el caso de muchos jvenes de sectores populares que no gozan de la moratoria social y no portan los signos
que caracterizan hegemnicamente a la juventud, y denojvenes
juveniles como ciertos integrantes de sectores medios y altos
JSE F E R N A N D O
SERRANO
282
sumidor privilegiado. Estos nuevos jvenes, si bien no estaban directamente ligados a la produccin en la medida en que se mantenan como estudiantes, van a permitir el desarrollo de industrias
diversas dedicadas al ocio y al uso del tiempo libre. No son productores directamente; sin embargo, fueron el sustento para nuevas
formas de capitalismo.
1.4. Adolescencia y juventud como construcciones histricas
En este deslinde de terrenos con respecto a las nociones de joven
y juventud tenemos que aclarar otro concepto con el cual se establece mucha cercana: adolescencia. Es comn encontrar una asodacin entre adolescencia y juventud, aunque se tienda a asumir
a la primera ms como una parte de la segunda; de cierto modo,
juventud tendera a ser una nocin ms amplia e integrara otros
aspectos ms all de los cambios fsicos y psquicos que se consideran propios del momento etario.
Sealar que la juventud o la adolescencia son categoras histricas y culturales puede entenderse por lo menos de dos modos:
uno, diciendo que los modos de ser y estar que las caracterizan
son resultado de procesos marcados por esas dos variables cultura e historia, de modo tal que no existe una condicin de juventud nica o generalizable; como todo aspecto del ser humano,
es histrico, al moverse en los ejes del tiempo y, en este sentido,
podemos hablar de una "historia de los jvenes". Es necesario sealar que es poco lo que se ha hecho sobre la juventud desde una
perspectiva de historia cultural, en parte por las dificultades que
implica su definicin y por el hecho de que la pertenencia a un
rango de edad o a un momento vital son condiciones que requieren un abordaje diferente de otras que pueden ser ms permanen-
284
tes a lo largo de la vida del sujeto tipo cuestin de clase o de gnero (Levi y Schmitt, 1996); siendo precisos, con una perspectiva de larga duracin no se podra hablar de una historia de la
juventud, sino de varias historias de juventudes.
Por otra parte, si bien podramos decir que siempre ha habido jvenes, ello no implica que dichos sujetos tuvieran conciencia de una particularidad en funcin de la edad; los procesos de
autonombramiento y diferenciacin estn tambin en relacin con
los contextos sociales concretos y no podemos considerar que los
"jvenes" siempre se han considerado como tales.
El segundo sentido de la afirmacin apunta a que ambas ideas
jvenes y juventud son categoras construidas y significadas en
momentos determinados y que responden a estilos de comprender un suceso particular; dicho de otra manera, son historizables.
E n lo que sigue voy a desarrollar esta segunda idea con respecto
a la nocin de adolescencia.
1.5. Nuevos contextos, nuevos significados
E n el proceso de construir su realidad, las sociedades tienden a
considerar como independientes de su accin nociones o categoras que, siendo sus elaboraciones, toman un carcter reificado,
externo y dado por hecho, por "natural". E n este campo han avanzado las teoras feministas y constructivistas al mostrar que temas
considerados como "naturales" son el resultado de relaciones de
poder que hacen ver as construcciones sociales y que se legitiman
al darle a los asuntos biolgicos una condicin universal (Lesko,
1996). Algo as sucede con las nociones de adolescencia y juventud en las que la condicin de edad y los cambios fisiolgicos se
toman como condicin "evidente" de una situacin de trnsito que
define una "era", una poca especial que marca una posicin diferenciada en la sociedad para quienes por ella pasan; esta consideracin los hace sujeto-objeto de prcticas, instituciones, normas,
concepciones y toda una variedad de modos de comprensin que
los ubican en el lugar considerado correspondiente con ello.
Basta revisar un fichero de cualquier biblioteca para darse
cuenta de los temas con los cuales se tiende a asociar la juventud
y la adolescencia: cambios fsicos y psquicos, dificultades de
aprendizaje, problemas de drogadiccin, delincuencia juvenil,
manuales de consejo y asesoras morales. Diversos autores (Lesko, 1996, Feixa, 1997) han sealado que la nocin de juventud
tom un nuevo matiz con la consolidacin de las ciencias sociales a fines del siglo pasado y con el proceso de determinacin de
poblaciones susceptibles de ser aprehendidas, tratadas o estudiadas mediante los desarrollos de las ciencias. Mientras la antropologa surge para ver a las poblaciones "primitivas" colonizadas
o colonizables, la sociologa se encarga de estudiar a los "desviados" sociales, las poblaciones marginales urbanas o los migrantes
de los procesos industriales, y la psicologa trata de determinar los
comportamientos "normales" y adecuados para el contexto social
del momento.
A su vez, las sociedades occidentales vivan por la poca procesos
de cambio en el mercado laboral, urbanizacin, industrializacin,
extensin de la escolaridad, modificaciones en la estructura familiar,
que desplazaban los lugares de los sujetos en diferencia de edad, generacin, gnero y clase. En este contexto, la nocin de adolescencia
toma un nuevo significado y genera una sene de prcticas educativas, polticas, sociales, morales, y de formas de conocimiento que la
sustentaban en el lugar asignado; construida la nocin, busca legitimarse.
JOS F E R N A N D O
SERRANO
286
correspondiendo la adolescencia a la etapa de turbulencia y transicin de las civilizaciones y preludio de la etapa en que ya no imperan el instinto y el egocentrismo (Fdxa, 1997; Eichorn, 1974). De
cierto modo, "aquello" que se supone superado luego de la adolescencia qued asociado con lo incontrolable, lo salvaje, lo no viril,
que era ci objeto de las nacientes ciencias sociales y cuya comprensin permitira superarlo (Lesko, 1996: 146).
Es en este campo que las nociones de adolescencia y juventud quedan asociadas desde inicios del siglo XX con una sene de
temas considerados como comunes y generalizados a ellos: jvenes vistos como seres en crecimiento y trnsito desde un esquema lineal y progresivo, cuyo fin ltimo es cierto tipo de adulto; sujetos
del ineludible efecto alterador de los cambios biolgicos y hormonales que son considerados causa principal de todo el proceso que
viven; seres en quienes se supone que los grupos de pares tienen importancia fundamental al ser soportes y copartcipes del mismo proceso {ibid).
Lesko (1996) dedica buena parte de su artculo a explicar las
razones que llevaron a asignar a los adolescentes dichas condiciones, y a mostrar que ellas se dan por hecho en la caracterizacin de
los jvenes, contribuyendo a crear una imagen de ellos como seres
inestables, problemticos, determinados por algo que est fuera de
su control y, por ende, necesitados de direccin y encauzamiento.
Extendiendo an ms esta idea, Tait (1993) seala que para los objetivos de la investigacin sobre jvenes es necesario tener en cuenta que el concepto de "juventud" se entiende mejor como ejemplo
de la creacin gubernamental de una clase de persona en la interseccin de varios problemas, entre ellos el proceso de individuacin,
la normalizacin y la regulacin de las relaciones de tiempo; de este
modo, se generan al interior de las sociedades tecnologas y estrate-
288
gias para que los jvenes moldeen sus conductas de acuerdo con la
nocin construida de juventud.
Resumiendo, podemos aseverar que conforme a estas nociones
la adolescencia y la juventud quedan convertidas en asunto d t control: control por parte de la familia, la educacin, el Estado; control
necesario, pues el ser del joven queda definido por defecto lo que
no tiene, pero va a tener y slo mediante l se garantizar que el
objetivo se logre. Al ser definido por la ausencia, el joven queda
sin estatus, sin voz propia, y es all donde el discurso del cientfico
viene a ocupar su lugar, en una prctica similar a la de la antropologa colonialista que haca del otro un sujeto del que se habla pero
que no habla por s mismo. El adulto, el cientfico, el educador, se
convierten en los encargados de "conducir el camino" del adolescente desde su "inestabilidad" hacia la inevitable madurez, modelo
que no es sino el resultado de una repeticin de las relaciones de
poder en el interior de la sociedad2 . Lo que quiero sealar aqu es
que las caractersticas asignadas y/o asociadas con el ser juvenil son
el resultado de un proceso histrico y cultural, y que no existe una
"naturaleza" juvenil o adolescente independiente de los contextos
vividos. Si pretendemos establecer una forma de comprender lo que
sucede con los jvenes hoy es necesario que empecemos a "desnaturalizar" aquellas concepciones que hemos dado por sentadas e
iniciemos un proceso de reconceptualizacin de la nocin de joven
y juventud, pensado desde la cultura y la historia.
Esto se hace evidente, por ejemplo, al observar que en nuestro pas una de las
nociones comnmente asociadas a los jvenes y adolescentes es la de "poblacin en
riesgo", la cual supone que estos sujetos son susceptibles de volverse problema, pero
que, si se toman las debidas "precauciones", es posible evitar que ello suceda: "estn
en riesgo de... pero si actuamos sobre ellos...".
294
296
97
J O S F E R N A N D O S F. R R A N ()
298
los cultural studies de hoy la volvieron una nocin instrumental, y del radicalismo del principio pas a una ambigedad debido a la mercantilizacin del conocimiento. Vase revista Lelos, N " 4 9 (Madrid: s. cf, marzo-mayo de 1997), p. 144.
son expresin de rebelda y resistencia; en ellos, la relacin juventud/cultura se resuelve hacia el lado de las contraculturas juveniles .
Cambia la mirada a la vez que cambian los jvenes mismos, pues
desde fines de los aos sesenta y durante los setenta se va a dar una
serie de manifestaciones juveniles que requeran nuevos enfoques
de comprensin; es la poca de las formas contestatarias, la rebelda
juvenil a los valores tradicionales, el uso de sustancias que amplan
la conciencia, las expresiones culturales alternativas y el auge del
mundo underground. De este modo, la nocin de "contracultura" se
asocia con categoras como lo marginal, lo reactivo, la crtica a lo
hegemnico, las culturas populares y una cierta mirada esperanzadora al supuesto cambio que all se estaba generando, y no slo con
lo subordinado que implica la idea de "subcultura".
Siguiendo con Prez Islas (1998), un tercer enfoque en la relacin juventud/cultura surge del rock y de las industrias culturales
vistas como el centro de las culturas juveniles contemporneas; cabe
sealar que el rock y la cultura que gira en torno a l son algunos de
los referentes fundamentales en la expresin y comprensin de las
culturas juveniles contemporneas. En esta versin de cultura juvenil se unen tanto las contradicciones con el sistema en general como
la integracin hecha por efecto de la sociedad de mercado; juventud v consumo se hacen trminos bastante relacionados v la cues-
300
Wallace y Kovacheva (1996) apuntan las diferencias en las formas de consumo cultural en Europa del Este y del Oeste; mientras que en los pases soviticos las
formas de consumo cultural juvenil expresaban la contradiccin con las autoridades
y el rgimen hegemnico, en la Europa Occidental estaban ms relacionadas con el
ocio y la contradiccin con el mundo del trabajo, aunque los objetos de consumo y
las culturas juveniles fueran similares; las autoras concluyen que si bien cada vez es
ms evidente la generalizacin de los smbolos del consumo, las formas del ser joven
estn atravesadas por tantos aspectos que no es posible pensar una homogeneizacin
de las culturas juveniles y, ms bien, lo que podemos ver es que las identidades juveniles se extienden hacia otras identidades y grupo de edad, dejando de ser marcadores exclusivos de una diferencia generacional.
tmicos para comprender lo social dominante/dominador, popular/oficial, moderno/tradicional dan paso a modelos que enfatizan las interrelaciones y mediaciones; 2) los nuevos movimientos
sociales empiezan a hacer reivindicaciones que no caben en los esquemas totalizantes de la cuestin de clases o ia opresin centro/
periferia, y se hacen necesarias nuevas formas de comprender variables tnicas, de gnero, de ubicacin geogrfica o de orientacin
sexual, entre otras; 3) por ello la relacin investigador/objeto de investigacin es muy cuestionada y se abren paso teoras y tendencias
interpretativas, microinvestigativas, emotivas, feministas, autonombradas, que cambian las formas de hacer ciencia; 4) en general, la
crisis de la dcada, sobre todo en Amrica Latina, pone a los jvenes y a los estados ante nuevos problemas: desempleo, crecientes
migraciones campo/ciudad, lo urbano como nuevo factor de atencin, multiplicacin de las formas de violencia7.
E n este marco surgen investigaciones sobre los jvenes que con
una perspectiva etnogrfica enfatizan sus puntos de vista, buscan
comprender sus diversidades, sus cambios, sus expectativas, sus expresiones culturales, sus adaptaciones y sus negociaciones con los
procesos culturales generales: Inglaterra, Canad, Mxico, Brasil,
Portugal, Espaa, Argentina, ven aparecer otra forma de entender
la relacin juventud/cultura, en la cual se hacen fundamentales lo
simblico, lo interpretativo, lo cotidiano, las formas de apropiacin.
Los estudios sobre los jvenes venan hacindose sobre poblaciones muy concretas, y desde ellas se generalizaba al resto de la poblacin; el referente de los jvenes escolarizados de clase media que
haba estado presente, o bien el de aquellos sectores particularmen-
' En Latinoamrica los estudios sobre jvenes toman fuerza con los efectos
de la crisis de los ochenta; en 1979, la Asamblea General de las Naciones Liidas
JSE F E R N A N D O
SERRANO
302
el pas se da cuenta de que un nuevo actor social irrumpe en el escenario nacional, eljoven dlos sectores populares. Si bien ya "exista", con esta "aparicin" logra nuevas formas de hacerse evidente,
de desarrollar redes e identidades que, siendo proscritas en marcos
de delincuencia y violencia, le permiten crear mecanismos de permanencia y consolidacin como sujeto particular (Valenzuela, 1998).
YApunk, el rock pesado, los conciertos de barrio, la simbologa religiosa y los problemas de jvenes hijos de desplazados por alguna
de las mltiples formas de violencia de nuestro pas, constituyen el
escenario para la aparicin en escena de este nuevo actor social; es
necesario sealar que este fenmeno se present en otros pases latinoamericanos, lo cual hace pensar en las crisis econmicas y polticas del contexto internacional que llevaron a ello.
La atencin que este fenmeno ha requerido, viene generando
en Amrica Latina una reflexin sobre las "identidades proscritas"8
(Valenzuela, 1998), que ya no ve a un joven aislado en su desajuste
con la sociedad, como se haca antes en los modelos dedincuenciales
y criminolgicos, sino que trata de observar las culturas juveniles
producidas por la marginadn, la crisis econmica, la falta de expectativas laborales y vitales. A nivel general sigue habiendo una
mirada al joven como "peligroso", pues de lo contrario no se explicara la violencia selectiva que ejercen contra ellos escuadrones de
"limpieza social" y grupos que se abrogan el derecho de mantener
cierto orden social. Sin duda, tambin algunos de esos mismos jvenes llegan a comprender tanto esta lgica de la violencia que
hacen de ella su forma de vida y usan la imagen que se les asigna
para legitimarse; si se los ve violentos, se hacen violentos, lo cual
genera un crculo vicioso de imgenes y de estereotipos que llevan
al aumento de las distancias entre unos y otros. Surgen entonces en
nuestro pas expresiones del tipo cultura del sicariato, cultura del
34
narcotrfico o cultura de la muerte como nuevos calificativos asociados a las culturas juveniles; lo que antes era disfuncin social,
anomia, se vuelve "cultura", una forma de vida con una historia,
unas razones y unas expresiones.
De este modo, a la nocin de juventud como "poblacin en
riesgo" que se anunciaba desde los ochenta por efectos del desempleo y la pobreza se suma una nueva condicin, el riesgo de ser
actor y vctima de violencia. Surge entonces otra nocin asociada,
la "prevencin", que caracteriza acciones sobre los jvenes con iniciativas tanto pblicas como privadas a muy diversos niveles. Lo
interesante es que gran parte de lo que se quiere prevenir en el joven proviene del mundo adulto: alcohol, drogas, sexo comercial,
armas, muerte, violencia.
Los supuestos en los cuales se sustentan las diferentes acciones sociales para conseguir estos objetivos (de prevencin)
estn enmarcados en la idea de que la adolescencia es un perodo que requiere control social, para lo cual es necesario disear
estrategias de institucionalizacin que permitan la vigilancia, a
la vez que faciliten el discurso moral de los adultos, encaminado
a instruir sobre los peligros que asechan a la juventud y a la sociedad [Cajiao, 1995: 31].
"Por ello hemos definido las identidades proscritas como aquellas formas de
identificacin rechazadas por los sectores dominantes [...] los miembros de los
grujios o las redes simblicas proscritas son objeto de caracterizaciones peyorativas y muchas veces persecutorias. |... ] encontramos desde agrupaciones polticas
con posiciones ideolgicas contrarias a los sistemas dominantes, grupos tnicos,
grupos con adiccln a las drogas, grujios religiosos, grupos de nudistas, o algunos
grupos o redesjuvemles, como ha sido ei caso de los beatmks, los pachucos, los
hippies, los cholos, los punks, los chavos banda, los tunkies" (Valenzuela, 1998).
35
Con la asociacin adolescencia/necesidad de control se generan
polticas y programas especficos que conforman una imagen general de los jvenes, no siempre coincidente con sus condiciones y
necesidades y que se enfrenta con otra que circula en la publicidad
y los medios de comunicacin: el joven banal, consumista, con exceso de tiempo libre, desinteresado por las "cosas importantes" del
mundo y de la vida; mientras al primero hay que "controlarlo", al
segundo hay que "recrearlo", imgenes ambas que son resultado
de las relaciones de poder y control que surgen del mundo adulto.
Ante esas imgenes reaccionan los jvenes con una variedad de
expresiones que las replican o las reelaboran mediante procesos de
identidad y agrupacin que no corresponden a los comportamientos esperados.
Esta situacin de desfases y contradicciones entre las miradas
adultas, pblicas y estatales con las dinmicas de las culturas juveniles viene siendo detectada en las investigaciones ms recientes en
el pas que, saliendo del referente de la violenda y las "poblaciones
marginales", se acercan hacia otros modos del ser juvenil. Una de
las ms importantes es el Proyecto Atlntida, encabezado por la
Fundacin FES, sobre adolescencia y escuela. El proyecto no slo
logr hacer un recorrido por diversos lugares del pas ofreciendo
un panorama amplio y diverso de la juventud nacional, sino que
adems mostr, desde una perspectiva cualitativa, la magnitud de
las desfases entre el mundo adulto y el mundo de los jvenes, en
particular en el escenario de la escuela, la cual se mueve en un tiempo
"atrasado" (Cajiao, 1996).
En otros estudios recientes la pregunta jxir la cultura se ha resuelto hacia el lado de la formacin de identidades a travs del consumo de algunos objetos culturales como el rock (Muoz, 1998;
Serrano, 1998)oelra/> (Perea, 1998) y el tema de contraculturas en
306
Bibliografa
Aries, P E l nio y la vida familiar en el Antiguo Rgimen (Madrid:
Taurus, 1987).
Beezer, A. "Dick Hebdige, subcultura: el significado del estilo".
En: Introduccin a los estudios culturales (Barcelona: Bosch Casa
Editorial, 1994).
57
Bourdieu, P. Sociologa y cultura (Mxico; Grijalbo, 1990).
* Brake, M . Camparaive Youth Culture: The Sociology of Youth Cultures and Youth Subcultures in America, Britain and Canad (Londres: Routledge & Kegan Paul, 1985).
Bronfenmajer, G. et al. De la modernidad. Ensayos sobre los jvenes
venezolanos de hoy (Caracas: Alfadil Ediciones, 1989).
Cajiao, F. "La adolescencia en el universo de las edades". En: La
cultura fracturada (Bogot: Fundacin FES, Colciencias, Tercer M u n d o Editores, 1995).
. "Atlntida, una aproximacin al adolescente escolar colombiano". En: Nmadas, N" 4 (Bogot: Fundacin Universidad Central, marzo de 1996).
Eichorn, D. "Adolescencia". En: Enciclopedia internacional de las
ciencias sociales, volumen I (Madrid: Aguilar, 1974).
Feixa, C. La ciudad invisible. Territorios de las culturas juveniles (Bogot: DIUC y Siglo del Hombre Editores, 1988).
Lesko, N. "Denaturalizing Adolescence. The Politics of Contemporary Representations". En: Youth and Society, volumen 28, N"
2, diciembre de 1996.
Levi, G., y Schmitt, J. Historia de los jvenes. 1. De la antigedad a
la edad moderna (Madrid: Taurus, 1996).
Maffesoli, M . El tiempo de las tribus (Barcelona: Icaria, 1990).
Margulis, M . (ed.). La juventud es ms que una palabra (Buenos
Aires: Biblos, 1996).
Margulis, AE, y Urresti, M . "La construccin social de la condicin de juventud". En: Viviendo a toda. Jvenes, territorios culturales y nuevas identidades (Bogot: DIUC y Siglo del Hombre
Editores, 1998).
Martn Barbero, J. "Jvenes: des-orden cultural y palimpsestos de
identidad". En; Viviendo a toda. Jvenes, territorios culturales y
308
La primera pregunta es: hasta dnde la globalizacin con el determinante uso de los medios de comunicacin y particularmente con la
reiteracin de la imagen y la velocidad en la disponibilidad de muy diversas informaciones ha cambiado la sensibilidad de los jvenes de nuestro contexto urbano?
Como ya es sabido, el fenmeno de la globalizacin con sus
sofisticados procesos de produccin y consumo ha generado imaginarios comunes de tal magnitud que ha tocado de una u otra forma
a toda la sociedad contempornea. Pero si dichos imaginarios han
constituido una sintaxis y una semntica que se reconocen y son asumidas en diversas latitudes, rompiendo fronteras y lmites culturales y haciendo sentir a los individuos que estando aqu o all estn
como en un mismo lugar desde el tradicional viaje hasta el simulado por las autopistas de la informtica, tambin han generado
otras formas de representaciones simblicas, tal vez a manera de
supervivencia, tal vez por la naturaleza misma de la globalizacin,
producidas por diversos reciclajes colectivos con sus improntas especficas de vivencias ya emocionales, ya reflexivas, constituyendo
plurivalencias, diferencias y ambigedades, cuya complejidad real
es muy difcil interpretar con las herramientas conceptuales tradicionales.
Cuando se menciona la complejidad de lo real se hace alusin
a un concepto que se opone a la realidad de unidimensionalidad y
homogeneidad tan temida y diagnosticada por la Escuela de Frankfurt o el mismo Orwell, asumiendo a la sociedad, y al mismo conocimiento, como un entramado cada vez ms denso, fragmentario,
heterogneo y discontinuo de cruces de cultura, entramado que en
la poca de la globalizacin pone a disposicin sus logros tecnolgicos en aras del consumo, generando de manera contradictoria
con estas nuevas posibilidades sincretismos, hibridaciones y enti-
LUZ G U I L L E R M I N A S I N N I N G
3
I2
distinto; verdad, como postulado inmvil y cerrado, no contradictorio, que se afirma en la diferencia del sujeto que conoce y el objeto que se conoce; unidad, como un todo orgnico estructurado en
el que si sus partes son distintas es el todo el que predomina como
universalidad ;/>rogmo, en trminos de continuidad mesinica en la
que se cree, y que se piensa que se puede predecir con base en un
deber ser de necesidad causal en donde la innovacin es la premisa
que jalona lo que cada vez es mejor; historia, como secuendalidad
que aun siendo dialctica es aprehendida racionalmente como un
proceso objetivo.
Esta abierta relativizadn de conceptos pilares de la modernidad, que no dejaron de tener fisuras desde finales del sigloXIX
hasta comienzos del siglo XX- y que por miedo a ellas no han dejado de producir hecatombes en lo transcurrido del siglo, evidencia de lleno una fragilidad no slo terica sino en su correspondencia
con la vida misma y con el desarrollo de la ciencia. Los campos de
polaridad, entonces, se diluyen; Aontos no puede devenir sin tllogos
y viceversa; ya Heidegger lo anunciaba al concebir que el sujeto
slo es como adjetivo y ste no es distinto ni externo a l. El ser es
acontecimiento, no est fuera de l.
E n estas formas situacionales de la vivencia y del conocimiento
se cruzan territorios, se fragmentan y se multiplican las diferencias,
ya con el estallido violento de no haber sido reconocidas en sus ancestrales races, ya con la agresividad de la nostalgia de un terreno
seguro perdido. Pero existe la urgencia de evocar, de ensoar, de
transgredir lo poltica, social y estticamente correcto que sigue vigente como camisa de fuerza, negndose a aceptar ya no las fisuras
sino las rupturas vitales que con ms o menos dificultades han creado unas condiciones de posibilidad distintas para mirar el mundo
(comprensin de lo local en lo cosmopolita y viceversa), para cons-
LUZ G U I L L E R M I N A S I N N I N G
estticamente diversa crea un campo propicio en donde se reafirman y simbolizan sus procedencias y sus historias con la impronta
del contacto con los medios y los nuevos conceptos que, en sus paulatinos ritmos de maduracin, canalizan vitalmente otras formas de
\dvir espado-temporalmente el mundo, sin pretender con ello descartar las ya conocidas (porque muchas veces no les fueron dadas o
el autoritarismo les impidi la posibilidad de hacerlas suyas), que
superviven y al ser reconsideradas no seran en ningn caso obstculos sino posibilitadoras de una mayor comprensin de aquellas
que por poca les son propias (han sido ms los prejuicios de los
maestros, que crearon y continan creando dicotomas y polaridades entre la cultura letrada y la hipertextual).
La tercera pregunta es: hasta dnde es posible vivenciar cambios
tan fuertes en el campo de lo esttico e intensificar la urgencia de sensibilidad y comunicacin del mismo, en nuestro contexto de grandes contrastes, contradicciones y carencias de toda ndole, cuando se supone que lo
predominante debe ser la bsqueda de estrategias para la supervivencia
bsica?
Pese a un conservadurismo furioso (como en otros momentos
del arte), que sigue considerando que para ser artista se debe tener
un espritu selecto y modelado por una sofisticadn casi de sangre,
el arte contemporneo o postmoderno, como concepto referido a la
condicin de ser de su produccin actual, se hace explcitamente
plurivalente, ambiguo, abierto, eclctico en sus gneros, materiales, tcnicas y, por qu no afirmarlo, catico hasta en los mismos referentes de los que parte.
Hoy el arte es ms proceso, no tiene pretensiones de verdad y,
por ende, de encerramiento formal o semntico; tiene sentido en la
intensidad de sus divergencias matricas, sgnicas y tcnicas; rdela, configura, desconstruye y resignifica; es posibilidad de com-
LUZ G U I L L E R M I N A
SINNING
316
definidas que, hasta hace poco, metodolgicamente podan caracterizar las diferencias culturales en diferencias de gustos y hbitos.
Hoy los jvenes hacen suyas las imgenes publicitarias, las imgenes religiosas, ias tcnicas artesanales y las tecnologas contemporneas y las mismas teoras cientficas, para decir de su existencia
psicolgica, social, urbana, cotidiana e histrica.
Los conceptos mismos de tradicin, de memoria, se constituyen
en una de las preocupaciones estticas y artsticas de los jvenes, no
con la nostalgia y el purismo del rescate atemporal buscado y vivido por generaciones anteriores en una pretensin historiogrfica,
mtica, proftica. ste es un rescate desde la conciencia de la actualidad veloz, de espacios y tiempos simultneos que, si bien diluyen
y dispersan, a la vez demandan resignificar procedencias, orgenes,
desde tlser mismo como espacio y evento; en este rescate la imaginacin los recrea para poder vivirlos, pues todo recuerdo se recrea
como todo documento se interpreta con la urgencia del acontecimiento y de la actualidad (figuras 6, 7 y 8).
El arte contemporneo en un medio como el nuestro no slo
resulta posible en su pluralidad de estticas, sino que es acontecimiento mismo (no se trata de un problema de voluntad), es vivencia que hace al mismo el contexto donde nos debatimos a diario; es,
en trminos de Gadamer, algo ejemplar no producido meramente
por reglas, algo permanentemente nuevo en el sentido de ser creado por reglas no concebidas todava.
* Las fotografas de las propuestas plsticas y visuales que ilustran el texto son muestras de los procesos de tesis de grado de estudiantes del programa de artes plsticas de la ASAB.
LUZ G U I L L E R M I N A
3
SINNING
l8
ndice de fotografas
Figura 1. Mara Fernanda Meja, "Sin ttulo", 1996. Fotografa
de la serie Querer verse para tener alguna idea de quien se es.
Figura 2. Ricardo Castillo. "El poder de la intolerancia", 1997.
Fotografa de la serie Angelesypredicadores, intervenida con elementos grficos y tridimensionales.
Figura 3. Santiago Bartivas, "Silencio", 1997. Pintura y tcnica
mixta, de la serie Ileautoscopia.
Figura 4. Carolina Holgun, "Roa, N.N." (detalle), 1996. Tcnica mixta, del proceso investigativo Tanatomorfis.
Figura 5. Ral Naranjo, "Objetos en solidaridad con una vctima
y un victimario", 1997. Accin, de la serie La penetracin violenta.
Figura 6. Gloria Barros, "Los asientos", 1997. Papel hecho a mano y mixografa, de la serie Papel sellado, instalacin en el Archivo de la Nacin.
Figura 7. Juan Paz, De lo referente al origen (pgina), 1997. Libros-objetos, fotografa y papel a mano.
Figura 8. Romarey Virguez, "Sin ttulo", 1997. Tcnicas mixtas
sobre papel, de la serie Ed testamento de los pjaros, propuesta de
instalacin.
Figura 5 (RalNaranjo)
"El simbolismo de la violencia en trminos de un placer del victimario que a
la vez es vctima de un goce que termina inflingindole dolor".
:,.-- - i .
'
'
vV, '
,; - -
..^*^^|n
F i g u r a 6 (Clona Barros)
"...espacio penetrable a travs del cual la palabra y la cosa se reafirman...
Papel sellado, asiento, testimonio humano, documento, materia, memoria'
V-
r.
-r
COLABORADORES
Beatriz Sarlo
Naci en Buenos Aires (Argentina). H a trabajado sobre cultura y
literatura popular, folletn, historia del periodismo y de los medios
de comunicacin de masas. En los ltimos aos public seis libros:
en 198 5, E l imperio de los sentimientos; en 1988, Cna modernidad perifrica: Buenos Aires 1920y 1930 y, en 1992, otro libro que contina
ese ensayo de interpretacin de la ciudad moderna: Fa imaginacin
tcnica. Sueos modernos de la cultura argentina. En 1993 apareci en
Londres Borges, a Writer on the Jidge (traducido, en 1995, como Borges, un escritor en las orillas); en 1994, Escenas de la vidapostmoderna:
intelectuales, arte y videocultura en Argentina y, en 1996, Instantneas.
Medios, ciudad y costumbres en el fin de siglo. Es profesora en la Universidad de Buenos Aires y ha dictado cursos en varias de los Estados Unidos (Columbia, Berkeley, Maryland, Minessota). Dirige,
desde 1978, la revista Punto de Vista.
COLABORADORES
322
William Rowe
Nacido en Inglaterra, Rowe ha sido profesor, en su patria, de las
universidades de Liverpool y Londres y, en Per, de la Universidad San Marco y de la Pontificia Universidad Catlica. E n la actualidad se desempea como profesor titular del King's College
Strand de la Universidad de Londres. H a publicado varios libros
sobre autores y culturas de este hemisferio, entre los cuales cabe mencionar Mito e ideologa en la obradeJ. M. Arguedas (1979), Juan Rulfo.
E l llano en llamas (1987) y Memoria y modernidad: la cultura popular en Amrica Latina (1994).
COLABORADORES
324
Germn Muoz
Licenciado en Filosofa de la Universidad de San Buenaventura,
consejero pedaggico de las Facultades Catlicas de Lyon y doctor
en Lingstica de la Escuela de Altos Estudios de Pars, ha sido
coordinador acadmico y profesor titular de la Maestra en Comunicacin de la Universidad Javeriana, investigador principal del
Departamento de Investigaciones de la Universidad Central, donde realiz el estudio "Las culturas juveniles urbanas de Bogot vis-
COLABORADORES
326
tas desde la cultura rock", e investigador de la Caja de Compensacin Familiar Compensar, en la cual public Qu significa tener 15
aos en Bogot? (anlisis documental y serie de videos). En la actualidad trabaja en el rea de Investigacin y Planeacin de la Fundacin Social. Sus trabajos ms recientes son: Generacin RE (serie
de televisin); "La cultura tcnica en el carnaval de Barranquilla
(estudio y proyecto); "Consumos culturales y nuevas sensibilidades (en Viviendo a toda, memorias del Seminario Estado del Arte
de la Investigacin sobre Juventud).
entre 1988 y 1993 y becaria del programa Francisco de Paula Santander de 1994 a 1995. En la fecha coordina el rea sodalhumanstica de la Facultad de Restauracin de Bienes Muebles en la
Universidad Externado de Colombia y es profesora de Esttica y
Metodologa de la Investigacin Artstica en la Academia Superior de Artes de Bogot. H a colaborado con notas' y artculos en las
revistas Arte Internacional y Restauracin Hoy.
NDICE
PRESENTACIONES
9-
PRIMERA PARTE
Cultura y medios de comunicacin
27
Beatriz Sarlo
Del plano a la esfera:
libros e hipertextos
77
William Rowe
Potica, cosmologa y modelos de la cultura
en la poca de los medios electrnicos
101
Ana Mara Ochoa Gautier
E l multiculturalismo en la globalizacin
de las msicas regionales colombianas
114Fabio Lpez de la Roche
Historia, modernidades, medios y ciudadana
en los estudios culturales latinoamericanos
152Ana Mara Lalinde
Radio informativa
y participacin ciudadana
SEGUNDA PARTE
Cultura urbana y cultura de jvenes
173
Jaime Eduardo Jaramillo
Formas de sociabilidad y construccin
de identidades en el campo urbano -popular
219Jorge Orlando Mel
Medelln 1880-1930:
los tres hilos de la modernizacin
241
COLABORADORES
321
2
Este libro, segundo que recoge
las ponencias presentadas en el coloquio
TEORAS DE LA CULTURA Y ESTUDIOS DE COMUNICACIN
EN AMRICA LATINA,
CINTRO DE
ESTUifOS
SOCIALES