Ferrarotti - La Historia y Lo Cotidiano
Ferrarotti - La Historia y Lo Cotidiano
Ferrarotti - La Historia y Lo Cotidiano
lo cotidiano
Franco Ferrarotti
Traducido por Claudio Tognonato
Centro Editor de Amrica Latina, Buenos Aires, 1990
Ttulo original
La storia e il quotidiano
[7]
Prefacio
Sociologa y filosofa, dos disciplinas que suelen aparecer divorciadas, encuentran en el discurso de Ferrarotti una inesperada armona, aunque es evidente que esta armona no tiene nada de inesperado:
ms bien rene y conjuga aquello que la analtica haba prolijamente
separado. La curiosidad por lo humano, por el dato cotidiano, por lo
obvio, lo rutinario, no se produce nunca en el cmodo aislamiento
acadmico, sino que se presenta constantemente confundida con su
poca, mezclada en la historia, como singular expresin de un universo
que la constituye y es a su vez constituido por ella. La cotidianidad
realiza la historia, nuestra cotidianidad lo est haciendo, hoy y aqu
mientras hojeamos estas pginas y tratamos de comprender nuestro
lugar en el mundo. Aqu es donde hay que buscar a la historia, en la
asuncin crtica que un proyecto realiza sobre su pasado, como la
superacin que conserva al superado en una sntesis comprendiente
que lo niega sin excluirlo. Pero si destacamos que la cotidianidad
constituye la historia es porque somos conscientes de que sta se
encuentra limitada por un proceso histrico determinado, Nuestra
cotidianidad no es una abstraccin, es aqu y ahora, tiene su temporalidad, vive ensimismada en su siglo inevitable, con su cultura o
contra ella.
Lo universal y lo singular no slo no se oponen sino que se re
asumen en un proceso dialctico en constante movimiento. Este es el
lugar de la temporalidad, all donde el ser humano vive dramticamen3
La historia y lo cotidiano (1986) es, en esta ptica, un trabajo central. Refleja fielmente sus inquietudes mientras nos propone un
mtodo. La interrelacin entre sociologa y filosofa se desenvuelve a lo
largo de sus pginas. Tal vez sea un nuevo modo de hacer sociologa,
tal vez sea el primer modo, la olvidada crtica social que ha quedado
sepultada bajo una ordenada mole de nmeros, debajo ... del mito de
la precisin cuantitativa, el fetichismo de la exactitud que reduce el
mbito del conocimiento para hacerlo coincidir con aquel de la medicin (pg. 10). Es fcil sentir el eco de la crtica de Husserl al cientificismo y a la pretendida objetividad del nmero.
La sociologa, queriendo emular a las ciencias exactas termina
destruyendo su objeto de anlisis. El ser humano pierde en ella su voz y
su libertad. Las estructuras de anlisis se transforman en crceles
4
Franco Ferrarotti, Storia e storie di vita, RomaBari, Laterza, 1981, pgs. 41 y 45.
fede senza dogmi (RomaBari, Laterza, 1990), y queda por completar la que se ocupa de
la violencia en la sociedad industrializada, del que ya aparecieron dos trabajos: Alla
radice della violenza (Miln, Rizzoli, 1979) y Lipnosi della violenza (Miln, Rizzoli,
1981). De este modo los distintos problemas encuentran en el transcurso de los aos
una verificacin histrica que los modifica, un recorrido abierto al tejido social.
Difcilmente encontremos conclusiones que cierren velozmente los argumentos y esto,
en el mundo de las certezas, es un raro mrito.
Tal vez por este motivo desconfe de cualquier teora que no provenga
de la investigacin en el terreno, que no parta de la realidad. Un da
charlando me deca ...nosotros somos ms sartreanos (...) es una
lstima que Sartre no haya realizado investigacin emprica... As
como tampoco le perdon a Lukcs, en una conversacin mantenida en
Budapest en noviembre de 1970, cuando lo critic duramente dicindole: Para usted la investigacin sirve slo para sufragar lo ya conocido
en el plano subjetivo conceptual. Usted niega sustancialmente que en la
investigacin pueda aparecer alguna novedad importante, que ponga
en discusin el esquema terico conceptual, as como necesariamente
se le escapa la funcin creativa de la investigacin.4
Este constante apego a la realidad del socilogo y esta necesidad
teortica del filosofar definen su personalidad y su obra. En un reciente
artculo publicado en LUnit (25290) afirmaba: La clase obrera
existe todava, pero espera sus investigadores, aquellos que tendrn las
ideas y el coraje para hacer en la situacin actual lo que Marx hizo en
su tiempo en Inglaterra (...). La historiografa oficial, de pura cpula,
nos ha mantenido en la oscuridad. Hay que cambiar el rumbo.
Claudio Tognonato
Roma, 1990
Franco Ferrarotti, Colloquio con Lukcs, Miln, Franco Angeli, 1975, pg. 15.
I. La conversacin interrumpida
[13]
sameness, es decir de identidad inducida por los medios de comunicacin ms all de la especificidad de tiempo y de espacio hasta la
anulacin de la variabilidad histrica y del sentido circunstanciado, o
sea histricamente radicado, de la experiencia humana. En una poca
fueron las estaciones de servicio, iguales por doquier, en Arizona as
como en la llanura paduana en la Provenza o en la zona suburbana de
Chicago, puntual reflejo de la red planetaria de las multinacionales del
petrleo. Hoy son los shopping malls, aquellas zonas peatonales
comerciales, que no se insertan en el tejido antiguo de la ciudad
tejido a menudo inexistente o ya destruido por la voracidad de la
especulacin edilicia en zonas relativamente desiertas de nuevos
asentamientos a lo largo de las autopistas, en ciertos cruces. Dado que
12
Cfr. William Severini Kowinski, The Malling of America, Nueva York, 1985, pg. 51.
14
15
su pblico, colocarse en el denominador comn ms bajo, comprensible para todos, accesible para todos, y por lo tanto debe igualar, limar,
es decir aplastar. Una vez terminado este proceso el pblico televisivo
dej de ser un agregado humano reactivo, ha sido masificado. Esto no
significa que ha sido reducido a nivel troglodita, indecoroso, vulgar.
Al contrario: la masificacin se coloca en un nivel medio, ni muy bajo
ni muy alto, en armona con aquello que los dirigentes de las redes
consideran la sabidura convencional fuertemente ligada a los
valores de la moral corriente, que no es, como tema Chesterton, la
moral que corre, sino una moral simple, no problemtica, siempre
segura de estar en lo justo, en blanco y negro. Palabra e imagen
encuentran en ella las puntas ms altas de la tensin que las divide.
La pantalla televisiva es una prtesis para el hombre, sostena
Marshall McLuhan; puede ser. Si bien es una prtesis que cuesta cara.
La televisin nos ha privado de la participacin del humano a lo
humano. La conversacin est muriendo. Se extinguen con ella las
narraciones mnimas de la cotidianidad. Haciendo excepcin de la
vista, estamos probablemente perdiendo los sentidos, por pura
atrofia. Por otro lado, no tenemos ms la historia, ni siquiera aquella
de los grandes advenimientos, la narracin que se crea encadenada y
explicada por el nexo de causaefecto. La imputacin monocausal
debe ceder paso a la indeterminada contingencia del anlisis plurifactorial; queda algo as como el extrao tentativo, ya obsoleto, de un
sueo de dominio lgico tan arduo como intil. Nos arrastramos,
dando pena, entre dos carencias. Pedimos certezas y nos sale al
encuentro un vaco que se transforma en tiniebla. Este proceso se ha
realizado con tanta rapidez que la vida de un hombre, no especial16
17
[17]
18
20
Cfr. La Geste hilalienne, compilado por Lucienne Saada, Pars, Gallimard, 1985.
Cfr. a ttulo de ejemplo, Paul Thompson, The Voice of the Past, Londres, 1978.
Philippe Joutard, Ces voix qui nous viennent du pass, Pars, 1983.
6
Permtaseme reenviar a mi libro Storia e storie di vita, RomaBari. Ed. Laterza, 1982.
21
23
24
[21]
volveremos ms adelante, pero que desde ahora nos permitir comprender la funcin latente de la historia oral como redescubrimiento
del contacto directo, resistencia al proceso de masificacin, rechazo, no
necesariamente coronado de xito, de la lgica de los medios de
comunicacin y de la colonizacin interior que esta comporta. En las
actuales condiciones de la comunicacin social, la relacin directa,
interpersonal, se debilita, se va perdiendo. No hay conspi-[23]racin
alguna en la denuncia de esta tendencia. Es una constatacin. Es la
constatacin de un proceso que aparece y se plantea como el resultado
de fuerzas impersonales, neutras, que ninguno especficamente controla. Simplemente sucede. Todos estamos implicados. Y por lo tanto
todos, en una cierta medida, somos responsables. Pero cuando todos
son responsables no lo es ms ninguno.
Hablarse en profundidad, sin formas estereotipadas, con calma,
para informarse y formarse al mismo tiempo, parece ser un lujo cada
vez ms raro. A tal punto que emergen nuevos especialistas, los profesionales de la confesin, mientras aumentan paradojal y simultneamente la locura y la soledad. Es cierto que se participa, como antes o
ms bien ms que antes. Pero la participacin se vaca interiormente,
resulta insignificante, inofensiva. As como se est informado, se sabe
todo de todo, pero no se conoce ms nada. Es una informacin totalmente cortical; no llega a tocar en profundidad a los seres humanos;
roza apenas la epidermis; se toma, en el mejor de los casos, una buena
nota, pero no se extraen consecuencias, porque no tiene peso, no tiene
dientes para embestir el conocimiento, reorientar una vida. La informacin, especialmente aquella que ofrecen los medios de comunicacin de masas que detentan hoy el monopolio prctico, y en primer
28
29
31
[25]
34
aspectos. Me parece que con McLuhan emergen los primeros, desconocidos elementos de una nueva historicidad. Mientras se hace menos
importante la lgica unilineal del desarrollo diacrnico, se abre camino
una nueva lgica: la de la copresen-[28]cia, del momento sincrnico. En
un mundo obligado a ser unitariamente considerado, si bien a niveles y
en modos diversos, McLuhan tal vez sea uno de los primeros que haya
intuido qu significa esto. Al modelo diacrnico de la lgica unilineal
que alinea rengln por rengln lo ir sustituyendo una simultaneidad
sincrnica por la cual las variables se consideraran como un todo
interactivo. No podemos ms confiar exclusivamente, y ni siquiera
principalmente, en la agudeza visual; tenemos que apelar al tacto, al
olfato, a la msica, al sentido de estar en grupo; a aquello que alguna
vez se llam neotribalismo. Es evidente que toda una tradicin,
incluso pedaggica, impregnada de intelectualismo, es aqu criticada a
fondo en sus esquemas favoritos. No es verdad, por ejemplo, que un
nio de hoy en da primero aprende a leer y despus mira la televisin.
Es verdad lo contrario: la televisin llega antes que el alfabeto. Salta la
cultura diacrnica y saltan las formas de poder que hacen referencia a
ella. Segn ciertos intelectuales franceses, la revolucin por la independencia de Argelia no era posible porque los argelinos eran analfabetos.
Estos intelectuales haban olvidado un pequeo particular: las radios a
transistor, a travs de las cuales los jefes de la resistencia argelina daban
informaciones, instrucciones y rdenes. La misma presuncin eurocntrica se trasluce hoy a propsito de la lucha por la liberacin de Palestina y por la organizacin de su Estado. Se querra decretar una inferioridad de principio de los palestinos frente al arma secreta de la cual
estaran ampliamente fornidos sus adversarios, es decir, la inteligencia.
37
[29]
40
41
Press, 1972.
44
11
Adams Innis and Marshall McLuhan, en The Antioch Review, 1, primavera de 1967;
The Mythos of Electronic Revolution, en The American Scholar, 2, primavera de 1970,
y con J. J. Quirk, en The American Scholar, 3, verano de 1970; G. J. Robinson y Donald
Theall (comps.), Canadian Communication Theory: Extensions and Interpretations of
Harold Innis, en Studies in Canadian Communications, Montreal, McGill University,
Programme in Communication, 1975.
45
[33]
46
47
50
poder de definir qu cosa es la realidad. Los monopolios del conocimiento en el sentido cultural se refieren entonces a los esfuerzos de
ciertos grupos por determinar una visin global del mundo de un
14
Roma, Ianua, 19801983, 3 vol.; especficamente mi The Myth of Inevitable Progress cit.,
pg. 157: Informacin, en trminos contemporneos, significa poder. Si el poder
implica control y si es imposible controlar aquello que no se conoce, se desprende que
la informacin es la condicin necesaria, si bien no exclusiva, que sostiene cada
ejercicio de poder.
52
15
53
[38]
7. Conocimiento e informacin
Este punto es importante: el monopolio del conocimiento no ser
ni siquiera rozado cuando sus detentores afirmen su disponibilidad
para ofrecer, a quien las requiera, las cintas magnticas de sus bancos
de datos y a garantizar el acceso a todas las informaciones que estn
en su poder. No se trata de eso. El problema verdadero consiste en
poner en discusin, o sea en aceptar el sometimiento a una instancia
rigurosamente escptica, la concepcin general que sirve de fundamento a la produccin y archivo de datos mediante las computadoras y sus
bandas magnticas. En otras palabras, la cuestin hace referencia a la
visin tecnocrtica del mundo en base a la cual se decide qu cosa es
un hecho importante o un dato significativo y de la cual depende el
mismo concepto de verdad, que aqu se reduce a una secuencia de
hechos inconexos, perfectamente cuantificables y archivables, vueltos
manejables e intercambiables bajo el carcter de cmodos tems. No se
debera confundir el conocimiento con la suma de informaciones.
Cualquier conocimiento de la realidad reenva necesariamente a un
aparato tcnicoconceptual que, como un andamiaje invisible pero
determinante, sirve de eje a la realidad del mundo en el mismo momento en que sta es explorada y, por as decir, sistemticamente
ordenada. Efectivamente, no se da nada que sea inmediatamente
observable. El monopolio del conocimiento no se refiere tanto a las
informaciones especficas, ms o menos fragmentarias, cuanto al aparato tericoconceptual subyacente y a sus inevitables criterios selecti54
Antioch Review, 1, 1967, pgs. 531; J. W. Carey y J. J. Quirk, The Mythos of the
Electronic Revolution, en The American Scholar, 2, 1970, pgs. 219241; 3, 1970. pgs.
395424.
56
57
a, hace tiempo haban alimentado. Lazarsfeld se debe haber olvidado de aquel ensayo de Gabriel Tarde sobre la conversation que por
otro lado l mismo cita en sus escritos [41] metodolgicos.18 No, es
intil hacerse ilusiones. La conversacin ha sido interrumpida. El hilo
del relato interpersonal directo se ha quebrado. Y fue a quebrarlo
justamente la reina de los medios de comunicacin, la omnipresente
televisin con su gran ojo ciclpeo abierto da y noche, nuevo ttem
que vela sobre la casa ya muda, donde el dilogo se ha apagado,
absorbido y subrogado por su charlatana, repetitiva voracidad. He
observado que as hemos vuelto a la contradiccin de fondo, aquella
que sustenta la genial construccin individualistaatomista de Tarde
y que al mismo tiempo revela la tentativa apologtica, con respecto a
los medios de comunicacin y a su rol social, de Lazarsfeld: la imagen,
el mensaje iconogrfico, suponiendo incluso que haya sido filtrado
por el pequeo grupo que se colocara entre los medios y la masa, en
el momento en el que ofrece la mxima fruicin a un mnimo costo,
en verdad usurpa un conocimiento y una participacin humana real,
es decir imprevisible y dramtica. La vida nos roza ligeramente, pero
por interpsita persona; es un reflejo de vida que no vive, vida imita-
dori, 1979, cap. VIII Gabriel Tarde La societ come processo mimetico, pgs. 153
83.
59
das y dinmicas, una suerte de colonizacin interior y de proletarizaron del alma, o sea, resolucin, subsumisin del individuo en el
esquema produccinconsumoproduccin. Nadie ms vive. Se es
impersonalmente vivido. Como punto de partida y punto de llegada el
individuo se ha simplemente debilitado, aplastado y homogeneizado
hasta su disolucin.
60
[42]
Cfr. Jean Baudrillard, A lombre des majorits silencieuses, Pars, 1982. (Hay
61
cfr. mi libro Una teologa per atei, BariRoma, Laterza, 1983, cap. V.
62
La naturaleza de estos Estados escribe Burckhardt21 sean estos republicanos o despticos, es la causa principal, sino nica, del
precoz desarrollo del italiano; y sobre todo gracias a ella se ha transformado en un hombre moderno. Gracias a ella es que ha sido el
primero de los hijos de la Europa actual. En el medioevo las dos caras
de la conciencia, la cara objetiva y la cara subjetiva, estaban de algn
modo veladas; la vida intelectual pareca dormitar. El velo que envolva
los espritus era un tejido de fe y de prejuicios, de ignorancia y de
ilusiones; el mundo y la historia aparecan bajo colores extravagantes
(...) Es Italia la que en primer lugar arranca este velo y da la seal para
el estudio objetivo del Estado y de todas las cosas de este mundo; pero
junto a este modo de considerar los objetos se desarrolla el aspecto
21
1921, pgs. 1534 (bastardilla en el original), (traduccin italiana del original alemn).
(Hay traduccin al castellano: La cultura del Renacimiento en Italia, Iberia, 1983.)
65
[45]
Cfr. Batrice Didier. Stendhal autobiographe, Pars, P.U.F,. 1983, pg. 49. Para
68
manent. Verdaderamente? Pero si es la palabra dicha que no consiente, una vez pronunciada, arrepentimientos. No se da, como en el
escrito, la laboriosa elaboracin del montaje con sus aadiduras,
cortes, nfasis y partes rehechas hasta la lectio ne varietur. Es esta la
diferencia cualitativamente insuperable entre cine y teatro. Es ms, ha
sido observado que la palabra impresa, as como aparece en el libro,
obedece a una lgica espacial basada en la separacin entre rengln y
rengln y que esto no es simplemente reducible a un hecho tcnico
tipogrfico. Dispone al lector a asumir un criterio interpretativo
fundado en el anlisis que lleva a fragmentar y a subdividir el pensamiento en sus componentes segn la regla cartesiana que exige en
primer lugar claridad y distincin. Con esta base coherentemente
analtica el retorno a la consideracin global del significado se presenta
difcil, a menudo imposible. Son las bases mismas del razonamiento
que quedan profundamente envueltas e irremediablemente condicionadas. Aunque no se trata slo de esto. Con respecto a la oralidad y a
su caracterstica de globalidad viviente, la escritura, especialmente la
escritura en la poca de la industria tipogrfica de masas, es el resultado de un montaje mecnico, o sea de una operacin en fro, predispuesta separadamente de los lectoresinterlocutores, con todos los
lmites de un vicio solitario que no espera reacciones de sus propios
destinatarios que por otro lado no conocey que de todos modos
72
technocratica, son legin, est seguro y se afirma sobre la vieja argumentacin en uso de la tcnica, que podr ser bueno o malo segn los
fines macrosociales (ideolgicos?) que sirva, independientemente de
su funcionamiento efectivo, empricamente determinable a travs de la
investigacin sociolgica conceptualmente orientada e histricamente
atenta. Es una argumentacin ntimamente contradictoria y viciada de
ilusiones progresistas. Timeo Danaos et dona ferentes.
23
74
75
de la disciplina.
Tal vez en esta postura, cientficaimpersonal y sociopoltica al
mismo [54] tiempo, se debera buscar la base emotiva y el tlos justificativo que sostienen la tensin del hombre culto, del Kulturmensch, del
1985, pgs. 131132 (la bastardilla es del autor). (Hay traduccin al castellano: Fin y
76
1985.
77
Oriente.
Admito sin dificultad que la frmula parece provocadora. Pero si
se miran con calma las situaciones que se van perfilando a escala
mundial no ser difcil darse cuenta de que se trata de cuestiones
reales. Haban transcurrido, por otro lado pocos meses de la publicacin de mi Cinco escenarios para el 2000, en el que apareca la frmula,
cuando explot en Sudfrica la revuelta de los negros, excluidos, por
ley, de la vida civil. No slo: comienzan a darse algunos casos de
grupos de negros que asaltan los barrios europeos y de ciudadanos
blancos, los cuales, barricados en sus casas, se defienden con fusiles y
ametralladoras. El sitio existe. No es una metfora. Es una dura, precisa
realidad. Los blancos no pueden hacerse demasiadas ilusiones. El final
del segundo milenio los encuentra superpotentes, desde el punto de
[55] vista tcnico, pero en neta minora y con el peligro de ser marginados, desde el punto de vista poltico y demogrfico. Para comprender
esta situacin, es necesario dar un paso atrs y hacerse algunas preguntas que pueden parecer abstractas.
Es necesario, en primer trmino, aclarar cul es el hecho ms importante de este siglo XX, que corre ya hacia su final. La respuesta
probablemente ms natural ser aquella que har referencia a los
grandes sucesos tcnicos y organizativos. Se recordar el espectacular
desembarco sobre la Luna. Se citarn los sucesos de la industria aero
espacial, de la medicina gentica y de la industria qumica. Profundizando el examen no ser muy difcil demostrar que estos sucesos
tcnicos, innegables, estn todos ligados a los descubrimientos anteriores, debidos en la mayora de los casos a aquel siglo XIX, que en modo
poco generoso es a menudo indicado como el siglo estpido. Desde
78
la luz elctrica hasta el telfono, la radio, las grandes teoras fsicas que
sirven de base a la industria nuclear, el siglo XIX sobre todo en sus
ltimas dcadas, ha contribuido con descubrimientos fundamentales,
en particular si se tiene presente que termina, en sentido real y no
meramente cronolgico, con la Primera Guerra Mundial, en la cual se
infiri el primer, mortal golpe al equilibrio europeo, y que llegando a
su fin, casi para coronarlo, se dan una serie de entrecruzamientos
intelectuales innovadores. Basta pensar en la Viena de los primeros
aos de este siglo y en el descubrimiento del psicoanlisis, de la msica
dodecafnica y de la lingstica moderna y la filosofa del lenguaje con
el potente soporte del movimiento neopositivista (Freud, Schonberg,
Carnap). El siglo XX, en comparacin, es pobre en sus descubrimientos
tericos, mientras es en vez riqusimo en las aplicaciones tcnico
prcticas de los principios ya adquiridos. La verdadera novedad, el
aporte original de este siglo hay que buscarlo en el campo social, Por
primera vez en la historia humana se experimentan dos guerras
mundiales totales, que envuelven no slo a los ejrcitos ya la poblacin
civil, sino que al mismo tiempo hecho histricamente indito por
primera vez entran en la escena histrica, como actores relativamente
autnomos y especficos, pueblos y naciones que hasta ese momento
haban estado presentes en la historia, pero sin participar en ella.
Presentes, pero en silencio, a la espera de que otros decidiesen su
destino; presentes como un combustible inerte, materia prima pasiva,
incapaz de autnomas decisiones as como de hacer historia en primera persona.
En este sentido el fin del colonialismo no es simplemente indicativo de un nuevo equilibrio poltico formal. No se trata solamente de
79
80
Esta situacin de pluralidad cultural determina un estado de agudo malestar entre los detentores del monopolio del conocimiento y
entre los grupos con posiciones relativamente privilegiadas. Las posiciones tradicionalmente dominantes, sea en trminos polticoculturales,
sea directa o indirectamente, se sienten amenazadas y advierten que la
historia ha mudado su residencia. Frente a la pregunta de cmo se deba
proceder para educar a un indgena de frica o de Asia, no es ms
posible responder con ligereza, como en los primeros aos de este siglo
lo haba hecho el ilustre filsofo marxista Antonio Labriola: En tanto
para empezar, tendra un esclavo.... Evidentemente ser esclavo hubiese
sido para el esclavo el primer escaln en su larga marcha de acercamiento a la cultura europea, considerada como trmino normativo
ltimo y coincidente por principio con la nica civilizacin y cultura
humana posible. No slo aquella respuesta, ms que extraa, hoy resulta
escandalosa. La misma pregunta no es ms proponible, es simplemente
absurda. Es evidente que para los detentores del monopolio del conocimiento y de sus instrumentos la situacin se est haciendo dramtica.
Se trata de bloquear el desarrollo histrico y de confirmar el monopolio
de la racionalidad, aunque sea a costa de restringir su mbito de validez.
No faltan ejemplos y premoniciones.
Cuando Innis habla del monopolio del conocimiento ha sido
observado detentado por la Iglesia medieval, no se refiere solamente
a la capacidad de la Iglesia de predecir el futuro gracias a los profetas y
a los astrlogos o de recoger en los monasterios el conocimiento oficial
de la experiencia humana. Se refiere ms bien al poder de la Iglesia de
producir un sistema completo de pensamiento, una visin oficial de la
81
82
[58]
Cfr. Gianni Vattimo, La fine della modernit, Miln, Garzanti, 1985, pgs. 1518.
84
Cfr. para una primera aproximacin, mi articulo Luomo nellera della tcni-
85
kai agaths.; por otro, los ms, oi polli, aquellos que no hacen historia,
que slo pueden soportarla.
86
Esta dualidad selectiva es intrnseca a la cultura europea. As como es su condena. El sello de su inferioridad con respecto a la tarea. No
pudiendo ni aceptar ni comprender el nuevo tipo de desarrollo histrico, ella lo niega de raz, proclama su fin. Pero la poca sincrnica no
significa en s, ni implica el fin de la historia. La cultura elitista est
ciertamente en crisis. Ella subraya, en el universo de la interdependencia funcional donde el individuo no es ms que el ambiente del
sistema, la desaparicin del evento y el ocaso del hombre carismtico,
del individuo excepcional. Entonces elige, con dudoso coraje, el
abismo, la angustia narcisista que llora sobre s misma. El acontecimiento puro habla sido mistificado como el acto extracotidiano que
anima, remueve y sacude la quietud, el indolente deslizar del tiempo
histrico. Siguiendo las ideas de E. M. Cioran se ha notado con agudeza
que el extremo ritual de la supersticin del evento, del acto extraordinario, forma parte del gusto a la ruina aunque de todos modos
representa su ltimo punto de honor metafsico:
Si la idea de lo inexorable nos seduce y nos sostiene, es porque
contiene a pesar de todo un residuo metafsico y representa el nico
haz de luz que an vislumbramos de una apariencia de absoluto, a falta
de la cual ninguno podra sobrevivir. Un da, quiz, tambin esta
fuente podra faltarnos. En el apogeo de nuestro vaco, estaramos
entonces consagrados a un desgaste indigno y total, peor que una
imprevista catstrofe, honrosa despus de todo, casi prestigiosa.
Tenemos confianza, apostamos a la catstrofe, ms coherente con
nuestro genio y con nuestros gustos.7
7
Cfr. M. Ciampa y f. Di Stefano (comps.); Sulla fine della storia. Npoles, Liguori,
87
[62]
91
posee una lgica estricta fundamentalmente unitaria no habr entonces en la idea misma de depsito de la supervivencia o en el depsito de las mscaras una contradiccin interna que cubre la confusin
entre causalidad dbil y discontinuidad temporalcultural?
La concepcin de la cultura europea occidental como, nica norma o fuente de valores superior y ms all de cualquier otra forma de
cultura, [64] producida por grupos humanos a escala mundial, se
presenta desarmada frente a la actual situacin histrica, en la que
culturas hasta aqu inditas y pueblos hasta hoy excluidos entran en
primera persona en la escena de la vida y de la poltica internacional.
Ella no puede sostener ni enfrentar el excepcional desafo en trminos
racionales intersubjetivos ni puede aceptar un desarrollo histrico en
el que sus valores no sean considerados por principio como valores
dominantes. La nica solucin de emergencia, que la entrada de
nuevos pueblos en la historia ha determinado, consiste entonces
esencialmente en confiarse al hombre de la providencia, al jefe
carismtico.
92
[65]
Consltese, en este punto, mi Trattato di sociologia, Turin, Utet, 1968, pg. 181 y ss.
10
Mulino, 1981.
93
gion selon Max Weber, en Archives europennes de sociologie, 1971, pgs. 321; en la
95
En tiempos recientes, un ejemplo con similares resultados lo encontramos en los hechos sucedidos a la secta californiana The Peoples Temple, guiada por el reverendo Jim Jones. En otra oportunidad
me he detenido sobre este caso, que ha asumido un valor emblemtico,
especialmente por [67] el suicidio en masa en Guyana que ha sellado su
fin.13 Se traa de una secta que, por un lado, aun queriendo conquistar
seguidores, no llega a establecer un contacto soportable con el
mundo externo y que, por otro lado, no tiene otra salida que resumirse
y anularse en su jefe, precisamente en el reverendo Jones, obedecindole por fin hasta el autoaniquilamiento. Ejemplos de este tipo en nuestros das se pueden encontrar en el mbito de las grandes religiones
positivas, sea en la difusin de aquellas agrupaciones que se colocan
bajo el nombre de nuevos movimientos religiosos, magma variado y
complejo, de las diversas matrices tericas y culturales. En el mbito
del catolicismo, por ejemplo, se ha discutido mucho sobre la importansera segn l necesario a cada rgimen poltico y a cada sociedad; la exigencia de
arrodillarse frente al prncipe, como dira Nicolai Berdiaev, se vuelve as una
exigencia universal, una caracterstica de la naturaleza humana; tan sutil como elitista,
es la posicin de Leo Strauss, por lo que el filsofo poltico de hoy en da, nuevo Platn
en la corte del tirano, tendra la tarea de formar al gentleman.
13
Cfr. mi libro Il paradosso del sacro, RomaBari, Laterza, 1983, pgs. 12741. A
96
produzione sociale del sacro, Npoles, Liguori, 1978, o los precedentes ensayos de Mara
I. Macioti y L. Catucci sobre Neopentecostali e carismaticci e I neopentecostali
cattolici: dallirrazionalismo alia salvezza, en La Critica sociolgica, n 43, Roma, otoo
de 1977. Recientemente el tema ha sido retomado, con especial atencin a la regin
Veneta por Enzo Pace.
15
Cfr. G janearlo Rocca, L Opus Dei. Appunti e documeti per una storia, Roma,
Paolina, 1985 (texto por otro lado publicado cum licentia ecclesiastica.) y Klaus
Steigleder, LOpus Dei vista dallinterno, Introduccin de Maurizio De Giacomo, Turln.
Claudiana, 1986 (Das Opus Dei. Eine Innenansicht, KolnZurichEinsiedeln, Benziger
Veerlag, 1983).
97
16
99
[69]
que han alcanzado una amplia difusin en nuestros das, con relativas
ventajas y contraindicaciones. Es verdad que la alteracin de los estados
de conciencia producida por un cierto tipo de meditacin puede llevar a
una mejor integracin psicofsica, a una exaltacin de la creatividad y de
la inteligencia, a la plena explicitacin de las propias potencialidades,
como promete la Meditacin Trascendental. Igualmente cierto es que
el Maharishi, indiscutido jefe carismtico de origen hind, fija la mente,
propone los puntos del programa (entre estos, intensificar los sucesos
de los gobiernos y llevar a cumplimiento las aspiraciones econmicas
del individuo y de la sociedad, prescindiendo, naturalmente del tipo de
gobierno y de [70] sociedad), est en el vrtice de la forma organizativa,
de tipo claramente piramidal, que rene la Meditacin Trascendental
a muchos otros movimientos de matriz carismticoreligiosa. La lejana
fsica, la dificultad que un simple meditante tiene aunque sea para ver
desde lejos al Maharishi no hacen ms que acrecentar la fascinacin de
este lder carismtico representado en su blanca vestimenta, apretando
una flor entre sus manos, cuya imagen hiertica y cuya voz se multiplican con el recurso del videotape, cuyas palabras lleva con traduccin
simultnea el enseante, parte de una aceitada cadena organizativa que
va desde el gur al lder nacional, para llegar luego al lder regional, al
Cfr. Giorgio Bartolomei Crescenzo Fiore, I nuovi monaci, Hare Krsna: ideolo-
102
104
[72]
piritual para la Unificacin del Mundo Cristiano, Principi Universali ASUMC, 1983. De
aqu se toman las citas. Para otra exposicin de la teora de Sun Moon, cfr. Unification
105
111
[76]
Sun Myung Moon, La famiglia: fonte di felicit (del discurso The True Pattern
of Family Life, pronunciado por Moon a los miembros del ASUMC), en La Nuova Era,
ao X, N 195196, julioagosto de 1985, pg. 8.
113
Todays World, julio 1982; en la tapa se puede ver una fotografa del evento y
115
[79]
8. El Papa televisivo
El carisma finalmente se autoderrota. Busca refugio en la nada. La
crisis del evento y la licuefaccin del carisma pareceran, de por s,
buenas ocasiones para superar positivamente las actuales dificultades y
para tentar una legitimacin substancial del poder. Pero imprevistamente, la declinacin y et jaque final al carisma, en vez de abrir nuevas
posibilidades en trminos de ampliacin de la perspectiva histrica,
abren una fase plmbea de desesperacin. La cultura elitista no se
resigna. Descubre en el carisma una puerta de escape, la alternativa al
ensanchamiento de las bases sociales del rgimen sociopoltico. Pero
esta alternativa no resiste, parece minada por una misteriosa ley
entrpica. El carisma se enfra. Se perfila una inquietante paradoja: en
el momento en el que sera ms fcil para el jefe carismtico manipular
coordinada por m y publicada en 1985 por la RAI, Oficina de verificacin de programas. Pero una investigacin especficamente dedicada a la imagen del Papa en relacin
con los medios de comunicacin de masas ha sido anunciada por G, Guizzardi en
C.I.S.R., Actes 18me Confrence Internationale, Lovarna, 1985, pgs. 2435.
117
120
Cfr. al respecto la investigacin coordinada por G. Guizzardi, op. cit., pg. 27.
121
ahora ya verificada, de superar la crisis. Para los medios de comunicacin de masas y en particular para la televisin la prueba consiste en el
hecho de acertar si el jefe carismtico llegar a reunir a las muchedumbres y a entusiasmarlas. Esto, y no sus palabras, son el mensaje del
hroe; de hecho se lo ve slo en el seno de las multitudes en fiesta.24
Los protagonistas son los medios de comunicacin de masas. El
director es el nico, verdadero discpulo que sigue, fatigosamente, al
jefe carismtico, el nico verdadero creyente. El locutor, a travs del
relato, es el nico testigo, pero al mismo tiempo tambin el predicador,
como resulta evidente en el tono celebrante, untuoso con el que se
describe y comenta toda la escena. El verdadero sacerdote, en este caso,
es l; a l se le asigna la sntesis de aquello que ha dicho el jefe carismtico, y esto lo coloca sobre un mismo plano, sin ser ms importante
que las descripciones del color, de los movimientos de las multitudes o
de las caractersticas del paisaje.
24
122
[83]
124
cabinet de travail, pero nada puede vlidamente reemplazar a la presencia en el campo, a la investigacin directa sobre el terreno, al contacto
cotidiano con los grupos humanos que se analizan.
En una poca dominada por los medios de comunicacin de ma126
26
Como ejemplo tpico de la ambivalencia con que se tratan estos temas, incluso
127
Cfr. a propsito el ensayo (indito) de G. Oakes, Weber and the South West
German School: the Genesis of the Concept of The Historical Individual, ofrecido como
contribucin para la discusin en el Staff seminar de la New School for Social
Research, Nueva York, primavera de 1985.
129
histoirehome. Es por cierto digna de mrito su preocupacin filolgica, si bien debe ser substancial mente ampliada su perspectiva. A los
documentos y a los monumentos deben agregarse los testimonios
orales, vivos, inmersos en el calor del presente y del viviente, temibles
factores de desbarajuste del ordenado fluir de la historia. Sin embargo,
no era novedoso que lo torrencial no fuese un prodigio accidental que
llegase a turbar la historia, para ser posteriormente reabsorbido: es
ms, ella era la manifestacin del nuevo carcter dominante (...) que se
haba injertado en la historia transformndola para siempre.2
Esta complejidad histrica escapa a las tradicionales categoras,
tal vez cmodas, pero estrechas. Se sacuden las empalizadas divisorias
de las disciplinas; la historia poltica as como la intelectual, es decir la
historia de vrtices est obligada a ampliar sus perspectivas, a hacerse
historia social y de las instituciones, historia de las costumbres, de los
comportamientos medianos, de la economa y de la mentalidad. De
historia histrica, ms o menos marmorizada, se disuelve en la fluidez
problemtica de las historias de vida. La historia de los principios debe
acoger y aceptar la posibilidad de ser reescrita, como historia de los
2
Cfr. R. Calasso, La rovina di Kasch, Miln, Adelphi, 1983, pg. 47; en cuanto a la
130
ha sido
Cfr. Pietro Crespi, Prete operaio, Roma, Edizioni Lavoro, 1985, pg. 16.
131
Hachette, 1978.
133
Cfr. Edward Hallet Carr, Sei lezioni sulla storia, Turn, Einaudi, 1966, pg. 99;
134
[93]
2. Historia y sociologa
La relacin entre historia y sociologa debe ser crticamente retomada, ms all de las contingentes polmicas, y reelaborada en funcin
de la investigacin. Las ironas de un estudioso como Paul Veyne, entre
otros, ya no son suficientes.6 Su brillante polmica antisociolgica en la
cultura italiana es ya vieja y tradicionalista, en la versin espiritualista
as como en aquella neoidealista; incluso tiene sus clsicos, desde
Benedetto Croce a Ugo Spirito, pasando por Monseor Francesco
Olgiati. Es una polmica retardataria, tan preocupada por encontrar el
bon mot que parece estar entre una competencia de esgrima y una
especie de ballet intelectual. Es una verdadera lstima que la danza, en s
placentera, dependa de una concepcin de la ciencia ya superada, una
concepcin tpica (dira Eugenio Garn, fuente no sospechosa en este
caso) de los positivistas menos advertidos,7 reductiva y burda, presume
poder preguntar a las ciencias de hoy las generalidades (definicin,
objeto, mtodos) as, como un solicito y molesto polica pide los documentos a los transentes. Como no llega a determinar a priori, por
ejemplo, el objeto de la sociologa, Veyne concluye que la sociologa no
6
Cfr. Paul Veyne, Come si scrive la storia, RomaBari, Laterza, 1973. (Traduccin
italiana del original francs Comment on crit lhistoire, Pars, Ed. du Seuil, 1971) (Hay
traduccin al castellano: Como se escribe la historia, Madrid, Alianza, 1984.) Tengo una
gran estima por los trabajos histricos de Veyne sobre la antigedad clsica; aqu me
permito asumirlo como motivo polmico personalizado y como representante de una
posicin terica ms all de sus mritos y orientaciones personales.
7
Cfr. Eugenio Garn. Cronache di filosofa italiana, Bari, Laterza, 1964, vol. I.
135
10
Cfr. ibdem, pg. 460 y siguientes as como para Benedetto Croce cfr. la resea
136
138
139
Para consultar un vlido parecer contrario, cfr. Lucy Stone, Il ritorno alla
140
1975.
141
rum sapientia. Ni siquiera de rescatar, de la as llamada cultura popular, los elementos para una indefinida, vaporosa y conceptualmente
inasible cultura de la contestacin. Lo que parece importante es el
registro detallado y la comprensin del punto de vista subalterno en
cuanto poseedor de vlidos elementos cognoscitivos. No somos indulgentes con los demaggicos tercermundistas, sino que consideramos
necesaria la ampliacin de la perspectiva histrica tradicional mediante
el uso de nuevos instrumentos; un uso crtico que se postula como un
pasaje crucial hacia la constitucin de un neohistoricismo como superacin de los lmites del historicismo clsico. En esta direccin el aporte
de las historias de vida como instrumento analtico, e interpretativo
puede resultar determinante.
15
Cfr. Benedetto Croce, Pensiero poltico e poltica attuale, Sari, Laterza, 1946.
142
[98]
17
143
tambin contradicciones aparentes e incluso contradicciones necesarias cuando los temas afrontados tratan distintos planos conceptuales
y tienen tal complejidad como para desafiar y hacer lgicamente
imposible su reduccin a abstraccin formal, so pena del total aplanamiento en una unilateralidad reduccionista y esquematizante. Pido
disculpas por el modo descriptivo, seguramente denso, pero esta
operacin es ms comn de lo que normalmente se cree y consiste
esencialmente en hacer pagar a la complejidad de los problemas la
inadecuada capacidad conceptual y tcnica del planteo investigativo.
Segn juzga Mancini, la contradiccin se refiere principalmente a la
nocin de horizonte histrico. [99] Admito el hecho de servirme aqu
de una frase estenogrfica favorable. Esta expresin significa en primer
lugar, en el piano de mi investigacin, el carcter no atemporal no
desvinculado de las determinaciones materiales extrasubjetivas de
los documentos autobiogrficos. Pero, en segundo lugar, indica un
trmino que, siendo externo, no por eso resulta trascendente respecto de las historias de vida. Est constituido por el conjunto de las
relaciones estructurales en el sentido extrasubjetivo, dotadas de una
materialidad en armona con la cosalidad durkheimiana, se encuentre sta solidificada en instituciones formalmente codificadas o encarnada en institutos comportamentales o costumbres. Lo que parece
escapar a Mancini es la relacin que necesariamente se establece entre
los dos trminos, es decir, entre el horizonte histrico y las historias de
vida, entendidas en el plano de lo vivido. Entre estos dos polos se
configura un campo de mediaciones que todava debe ser explorado y
por otro lado, ni la solucin de Dilthey an psicologizante, ni el
marxismo dogmtico, o desdialectizado en su forma cannica del
144
Cfr. Wilhelm Dilthey, Critica della ragione storica, Turn, 1954, pg. 80 (la bas-
145
147
[101]
tal vez debera indicarse con mayor precisin como enfoque biogrfico debido a la variedad de los caminos y a la multiplicidad de los
razonamientos que consienten o, ms bien, solicitanson ya conocidas, y los defensores de los mtodos cuantitativos tradicionales no se
cansan de repetirlas. Ellos hablan del mtodo biogrfico como una
especie de moda pasajera que no vacilan en presentar como la
precursora de gravsimos daos, cuya gravedad, por otro lado, no
corresponde a la naturaleza de todos modos frgil y friable de la
denunciada moda. Ya que: o la moda es realmente tal, y no valdra la
pena preocuparse de su efmero capricho, o bien los daos que ella
provoca son graves y entonces no se trata de moda, sino de auge. Esta
ltima alternativa parecera la ms atendible, teniendo en cuenta que
los temidos daos, ms [102] all de la infatuacin metodolgica, se
refieren a la desprofesionalizacin del trabajo sociolgico, la renuncia
al anlisis como alejamiento del sendero del trabajo cientfico, el
inevitable hundimiento en los pantanos del subjetivismo irresponsable.
Estos temores no son del todo infundados. Al contrario, deben ser
declarados en sus trminos reales y en sus necesarias consecuencias.
No cabe la menor duda de que el mtodo biogrfico, como ms adelante veremos, deje sin efecto la separacin, el verdadero desnivel de
poder, que se intercambia entre el investigador y el objeto de su
investigacin. El anlisis de la objetivizacin de los grupos humanos
es incompatible con el mtodo biogrfico y su postura cientfica. Entre
investigador e investigado no slo se da un proceso de interaccin. El
carcter crtico de la investigacin exige tambin en primer lugar que
se reconozca que cada investigador de ciencias humanas es un investigado, so pena de caer en la naturalista reedificacin del objeto digna
149
decir que hay que llegar a afirmaciones que tienden, en ltima instancia, al significante unvoco? Entonces existe el peligro de una clausura
que empobrezca el discurso y la investigacin llegando al lmite de la
tautologa o de la confirmacin de lo obvio. O bien: es inevitable la
clausura en un discurso cientfico que renuncie al mtodo inductivo
y que recurra solamente al mtodo deductivo? Entonces, realmente
debemos abandonar a Bacon para volver a Aristteles?
Lo que puede resultar inquietante en las objeciones presentadas
al mtodo biogrfico es la tendencia a juzgarlo no en sus trminos, sino
[103] recurriendo a criterios evaluativos de la inferencia mtrica, como
si el conocimiento cientfico necesariamente equivaliese a medir
cuantitativamente, sin residuos, como si el enfoque clnico y la representatividad estadstica fuesen la misma cosa. Este modo de proceder
me parece ilegtimo, indebido y desviante. Se construye un blanco
mvil, que se llama mtodo biogrfico, y posteriormente se lo pretende
demoler con instrumentos conceptuales y criterios que nada tienen en
comn con l. De todos modos es til intentar una respuesta, aun
cuando sta sea preliminar y deba ser retomada y profundizada en otro
lugar, a las objeciones ms comunes, que se han difundido entre los
defensores ms diligentes de los mtodos cuantitativos. Reagrupemos
los elementos de mayor relieve de este instrumental crtico:
1) el investigador debe limitarse a la presentacin lcida y a la re-
b) Otras objeciones embisten el mtodo inductivo y la no indivisibilidad de los problemas de la inferencia y de la regresin crtica: es
decir de cmo identificar las razones que nos permiten retener verda-
154
[105]
Cfr. Karl Raimund Popper, Lgica della scoperta scientifica, Turn, Einaudi,
156
21
157
158
de equilibrio (aunque ste incluso sea dinmico)? Todos los fenmenos son repetibles? Las mismas perturbaciones de las que habla
Blalock24 dependen de variables abandonadas por el sistema terico
o, ms bien, de la interferencia de causas que actan en modo discontinuo y llegan a complicar el modelo cuando menos lo esperamos?
Lo que reencontramos es un uso discutible (y tal vez ilegtimo)
del concepto de equilibrio. Tal concepto no est ms referido al
piano sincrnico (estudiando, por ejemplo, las relaciones entre las
partes de un sistema o las relaciones entre sucesos dislocados en un
espacio brevsimo de tiempo), sino que se extiende, aunque sea en
modo subrepticio, al plano diacrnico. Cuando, por ejemplo, se
sostiene que una determinada situacin histricosocial desemboca,
proviene de una situacin precedente, en modo ms o menos linear, se
razona en trminos de equilibrio, de concatenaciones lineares que no
se asumen como problemas [108] que deben ser explicados, sino ms
23
Hubert Blalock, Lanalisi causale en sociologia, Padua, Marsillo, 1967, pg. 90.
24
159
Cfr. HansGeorg Gadamer, Verit e metodo, Miln, Fabbri, 1972, pg. 340. (Hay
161
163
priori lgico, que pueda ser afrontado en modo exclusivamente deductivo. Por otro lado, no se puede aceptar un esquema de control del
conocimiento en el que los hechos verifiquen los hechos. El mtodo
regresivoprogresivo est incluido en este conocimiento de unidad de
los dos momentos del conocimiento; se trata, ms bien, de probar el
entrecruzamiento del contenido metodolgico con los del mtodo
hermenutico y del conocimiento como una actividad global.
164
[111]
6. La sntesis imposible
Debo dar aqu un paso airas. Despus de tantos esfuerzos de impersonalidad, despus de haberme inclinado humildemente sobre las
cosas con la intencin de escuchar su voz esencial y profunda ms all
del grrulo charlatn y de la sombra de un ego irritante e invasor, me
veo obligado a una especie de striptease psicofilosfico. Espero que el
ejercicio no le parezca impdico al lector exigente. Estoy convencido de
que el mayor herosmo del que sea capaz un escritor consiste en
ocuparse de cuestiones frente a las cuales l como persona no cuente
nada. Es ms: estoy convencido de que la inferioridad de los modernos
se debe buscar en la evidente incapacidad de olvidarse de s mismos
como individuos: parecen creer que el sol surge todas las maanas slo
para iluminar sus ventanas. Aunque tal vez esta mezcolanza est en la
naturaleza del sabio. Pero resulta ilusorio pensar que un ensayo sea un
discurso fur ewig sobre determinados problemas, que parta de premisas rigurosas y posteriormente llegue, como un tren cuyo trayecto se
haya decidido y trazado preliminarmente, con conclusiones ciertas,
necesarias y necesitadas, esencialmente intemporales y esquematizantes. Este nudo problemtico ha sido relevado y expresado con suficiente claridad:
Quien se disponga a escribir un ensayo, se dispone contemporneamente a un trabajo de comprensin y de interpretacin. En este
proceso operan y actan una serie de elementos de naturaleza psicol165
Cfr. Theodor W. Adorno, Note per la letteratura, Turn, Einaudi, 1979, vol I.
pg. 13 (traduccin italiana del original alemn). (Hay traduccin al castellano: Notas
vista di teologia morale, 66, abriljunio 1985, pg. 39: En los cuerpos aparece el posible
sentido de las cosas, y slo una teologa del placer llega a captar, a percibir la dinmica
del espritu que acta desde adentro de la vida. La corporeidad permite el descubrimiento de un valor espiritual del erotismo. El erotismo es aquello que a travs de los
cuerpos expresa, la profundidad de la belleza de la vida, reafirma la trascendencia de la
166
La reflexin crtica parte y arremete contra toda la persona, contra su realidad como realidad unitaria. El dato biogrfico se salda con el
esquema conceptual. Cada libro, cada razonamiento es tambin una
aventura. Antes de ser sistema, ha sido destino de la persona, momento
de su desarrollo, llamado. Por qu entonces las historias de vida? Por
qu despus de haber dominado las tcnicas cuantitativas en su forma
tradicional, especialmente en la cultura norteamericana, tenda a
privilegiar el material autobiogrfico? Cul era la insatisfaccin que me
empujaba? O dicho en trminos positivos, a qu nueva sntesis aspiraba? El dato biogrfico es una cosa pobre si se lo compara con la tranquila, impersonal naturaleza dla adquisicin terica. De todas maneras es
verdad que la vivencia puede todava ponerse como un haz de luz, como
el fragmento desde el que se podr reconstruir la globalidad del significado humano de la persona, y la totalidad de sentido que se expresa en
el proyecto. Para comprender afondo este punto debera retomarse el
concepto de produccin en toda su extensin, como empresa humana,
en el sentido de empresa constitutiva de lo humano, en Hegel antes
todava que en Marx y en su filosofa de la praxis (Lo que el hombre
es, coincide con lo que produce, en otras palabras, el hombre como ser
que se autorreproduce y se autorrelata, o sea el ser humano como
167
logie, 1985; as como tambin los dos editoriales de La Critica sociologica, 6364, otoo
invierno 19821983: primavera de 1984.
168
aise de sociologie se ha publicado un instructivo intercambio polmico entre Carlo G. Rosetti y Diana Pinto a propsito de la sociologa
italiana contempornea. Rosetti reprocha a esta sociologa el hecho de
no haber retomado contactos, ni haber hecho las cuentas con la
sociologa italiana prefascista, de la que se hacen algunos nombres,
incluyendo algunos estudiosos particularmente activos durante ese
veintenio. No se nombran las obvias dificultades para establecer
contactes con una disciplina que fuera rpidamente liquidada en los
primeros aos del 900, casi sin ser tocada, por la reaccin del idealismo de Croce. El verdadero problema de la sociologa despus de la
Segunda Guerra Mundial era, en todo caso, comprender las razones de
la debilidad extrema, metodolgica y sustancial, de la sociologa
italiana prefascista frente al peine de hierro de la crtica de Croce, una
crtica por otro lado patticamente desarmada con respecto a las ms
recientes tendencias metodolgicas, desde el neopositivismo a la lgica
simblica o la lingstica, y victoriosa slo por encontrarse involuntariamente protegida por la autarqua fascista e incluso ayudada por el
encierro que sta necesariamente comportaba. Bastaba tal vez leer
atentamente el plan de trabajo con el cual empec, con la colaboracin de Nicola Abbagano y de la editorial de Marian Taylor, la publicacin de los Quaderni di sociologia en los primeros meses de 1951 para
darse cuenta de que la sociologa como ciencia a nivel crtico se consideraba todava inexistente en Italia, a causa de la lujuriante [114]
169
Knowledge for What?, Conocer, para qu?) a las que llevaba inevitablemente aquella inadecuada estructura terica. Esta reflexin inicial,
que tena que desembocar, pasando a travs de la Sociologia como
partecipazione.* en la elaboracin de una propuesta sociolgica alternativa un veintenio ms tarde (Una sociologia alternativa.** que a
menudo es malentendida e interpretada como una suerte de mea culpa
actitud ciertamente muy itlica y catlica, y en ciertas circunstancias
respetable, pero en este caso totalmente fuera de lugar, sobre todo para
quien vea en los defensores del formalismo jurdico a los salvadores de
la instancia sociolgica, ya que parece difcil negar que, sobre todo
inmediatamente despus de la Segunda Guerra Mundial, en Europa y
en situaciones culturales y polticas profundamente rgidas y anquilosadas en reacciones mezquinamente defensivas, la sociologa se haya
puesto como una coherente y radical revuelta contra el formalismo.
En la actualidad, especialmente por parte de tas nuevas genera30
**
170
171
clsico europeo haciendo confluir en ste los instrumentos metodolgicos que se haban desarrollado en los Estados Unidos. Hoy puedo
decir que la tentativa no fue un xito. Hay un momento metatcnico
en cada tcnica de investigacin que no puede ignorarse. Las tcnicas
no son tericamente indiferentes. No son neutras. No constituyen una
especie de zona franca ni pueden considerarse intercambiables, o sea,
aplicables con indiferencia a cualquier problema. Las cuestiones de las
que se ocupa el anlisis sociolgico son cuestiones condicionadas
histricamente. Exigen la regulacin de los instrumentos tcnicos de
investigacin. Es necesaria una aclimatacin crtica que va ms all de
los supuestos procedimientos metodolgicamente neutros. Slo una
metodologa dividida puede escapar al peso de los valores implcitos,
precisamente builtin. Pero el precio es alto. Coincide con la prdida
de la conciencia histrica de los problemas. Implica la vanificacin de
la investigacin. Se vuelve una irresponsable cuantificacin de lo
cualitativo. Se produce una curiosa inversin de las prioridades. La
medicin exacta se arroga el rol cognoscitivo fundamental mientras
que su funcin es en primer lugar instrumental, subordinada y domstica respecto a las hiptesis orientativas generales y a las especficas
hiptesis de trabajo. Al final todo se sabe, con gran precisin, pero no
se sabe ms alrededor de qu cosa y por cul motivo. Junto a la conciencia histrica hemos perdido el sentido del problema. La investigacin gira en falso. En el mejor de los casos confirma especularmente
los datos del existente. No llega instrumentalmente a englobar la
dinmica de desarrollo de los fenmenos y el sentido de la direccin
del movimiento histrico, la naturaleza y el ritmo del cambio social.
Las historias de vida constituyen una salida fundamental. Reubi172
173
[116]
7. La ecuacin personal
Desde las investigaciones en el municipio de Castellamonte (en
los fascculos 1, 2, y 3 de los Quaderni di sociologia, 1951), el dato
biogrfico me apareca como la materia prima fundamental del anlisis
sociolgico, siempre que no entendiese limitarse al nivel, de todos
modos meritorio, de la sociografa. Aunque el enfoque biogrfico se me
revelara acabadamente recin en las biografas de la Piccola citt
(Miln, Comunit, 1959), donde les testimonios autobiogrficos contribuan para conocer en profundidad, ms all de cuanto los investigadores sospechasen, la sociedad oculta, no tanto y no slo la estructura formal de las instituciones cuanto el modo efectivo, la cualidad
cotidiana, el estilo de su funcionamiento. Aclaraban, desde ya, en
modo suficiente, si por ventura la clase dirigente cultural y poltica
hubiese sido menos sorda, los lmites de la capacidad racionalizante
del capitalismo. Aqu, aunque el discurso vale para todo el sur de Italia
y para las amplias islas del sur que hay en el norte, no slo el capitalismo no ha racionalizado el proceso social, sino que al contrario es el
proceso social y la comunidad tradicional las que han levantinizado
al capitalismo. La gran madre mediterrnea ha derrotado a la austera
sombra de Calvino. He aclarado (en el Prefacio de la segunda edicin,
Npoles, Liguori, 1973) que la documentacin y la interpretacin de
este proceso regresivo requieren tcnicas de investigacin que superen
los programas ideolgicos o los proyectos polticos. Son necesarias
investigaciones de medio alcance y microsociolgicas. Es necesario tal
174
***
****
177
citt, op. cit, especialmente el captulo II (La ricerca sociologica come rapporto
interpersonale).
179
180
[120]
8. La interaccin
La investigacin crece sobre la interaccin como prerrogativa que
garantiza su carcter no mecanicista. La interaccin es, por otro lado,
esencial para el enfoquebiogrfico; es su caracterstica discriminatoria.
Expresa el desafo de lo cualitativo y al mismo tiempo la insidiosa
fascinacin de la narracin. Pero implica a su vez implantar las bases
interdisciplinarias de la investigacin, que preferira llamar posdisciplinaria ya que es de todos modos evidente la necesidad de que el tema de
la investigacin sea global y coordinadamente tratado por todas las
ciencias humanas con sus especficos recursos de mtodo y de substancia. La interaccin da lugar primeramente a una serie de mediaciones
entre investigador y narrador y, despus, en el relato mismo, en la
historia de vida, entre s y percepcin de s, entre el yo narrante y el yo
narrado, en una tensin dialctica entre presentador, presentado y
autorrepresentado,32 donde todo desde los lapsus, tan importantes en
la oralidad, hasta los gestos, las expresiones faciales y 1as reiteraciones hace espesor, trama, proceso de transicin desde la historia
singular a las construcciones colectivas, desde la idiosincrasia individual
al comportamiento colectivo y a los modos de control social.
No existen reglas fijas para la interaccin. Cada investigador se
fabrica las suyas. Nuto Revelli dice todo de inmediato a sus interlocutores: esto que ustedes dicen ser un libro. Pero agrega: el libro no es
32
181
183
184
Nuto Revelli, sobre todo en el Mondo dei vinti, ha insistido largamente sobre
este aspecto de su investigacin, as como en el Anello forte explica su inters por los
campesinos pobres de Italia recordando su experiencia fundamental en la guerra, en
enero de 1943, como oficial de las tropas alpinas en el frente ruso, donde descubre las
convergencias de fondo entre campesinos rusos y campesinos italianos, destinados a la
masacre, como confirman las experiencias partisanas en los valles de Cuneo. Las isbas
rusas y las cabaas alpinas se correspondan.
187
sesiones escribe Barnet fueron registradas sobre cintas magnetofnicas. Esto me permiti una mayor familiaridad con sus formas de
lenguaje, frases, sintaxis, arcasmos y modismos. La necesidad de
verificar hechos, fechas y otros particulares, me llev a hablar con
viejos ms o menos de su misma edad (...) Tuve que recurrir a textos de
consulta, a las Actas de la municipalidad de Cienfuegos y de Remedios
y volv a estudiar atentamente toda aquella poca para no caer en
imprecisiones histricas planteando las preguntas. Aunque mi trabajo,
como es evidente, no es el de un historiador. Hay historia porque se
trata de la vida de una persona. Nuevamente Barnet, como todos los
recopiladores de historias de vida, debe hacer las cuentas con el
problema de la transcripcin situacin difcil de la investigacin en
la que se cumple el complejo pasaje de la oralidad a la escritura, dos
modos de comunicacin diferentes, ligados a lgicas netamente
contrastantes. La solucin de Barnet, sanamente pragmtica, tal vez
demasiado desenvuelta, no es la de la transcripcin literal: Si hubiese
referido fielmente sus palabras, el libro habra resultado demasiado
difcil y lleno de repeticiones. De todos modos me he preocupado, en
modo particular, por conservar la sintaxis, cuando era necesario. Su
intencin no era la de escribir una novela y ni siquiera aquella de
elaborar un ensayo etnolgico de tipo tradicional. Este libro
escribe no hace ms que narrar vicisitudes que la etnologa recoge
para estudios del ambiente social con finalidades histricas y folklricas. Nuestra mayor satisfaccin es la de contarlas a travs de la boca de
un autntico protagonista del proceso histrico cubano.36 [125]
36
lada por Carole Beebe Tarantelli y con una amplia nota bibliogrfica comentada de
189
En este punto, se hace necesario observar que, a pesar de lo preciosa que es, no se puede dejar todo a la mquina. La observacin
participante preliminar es fundamental como contacto directo personal. No solamente; como he escrito en Storia e storie di vita, no se
cuentan las propias Erlebnisse a un magnetfono. Hay tambin razones
de conveniencia heurstica prctica. Es bueno tomar apuntes durante la
grabacin para no dejar caer elementos particularmente significativos
de la totalidad del cuadro y del clima que se va instaurando en el grupo
(por ejemplo, Fulano en este instante se acaba de levantar y se va;
Mengano hace signos de que se callen; Zutano asiente o bien hace
signos elocuentes de desaprobacin y de negacin). Es necesario
adems reordenar los apuntes lo antes posible, de todos modos antes
de haber olvidado las circunstancias que servan de fondo y formaban
el ambiente de la grabacin. No es inteligente confiarse en la memoria.
Para los investigadores la memoria es una facilitad que olvida. Por otro
lado, debo observar que la idea de intentar una biografa no de un
individuo, ni siquiera de una sola familia como grupo nuclear natural,
ligados por la consanguinidad as como por las costumbres de vida,
aunque sea un grupo primario relativamente fluido, que permita
recoger el proceso de socializacin del individuo en su concreto
hacerse, no me surgi solamente a partir de una elaboracin terica,
especialmente luego de las crticas dirigidas a las investigaciones de
Oscar Lewis. Esta ha tenido origen en el ejercicio de la investigacin en
el territorio, sobre todo en el Acquedoto Felice y ms tarde an en
Valle Aurelia, all donde me haba resultado imposible aislar a mi
Alessandro Portelli (Savelii. 1978); de A. Portelli ha salido hace poco una investigacin
sobre la ciudad de Terni.
190
Cfr. Autores Varios, La cit come fenomeno di classe, Miln, Felice De Angeli,
Para Oscar Lewis, al que he tratado en el cap, I de Vite di baraccati, op. cit.,
191
En Vite di periferia se prob un nuevo camino. Ha sido oportunamente observado que aqu se busc referir los dilogos de un modo
lo ms cercano posible a las conversaciones originales; esto significa
que uno se atiene a los tiempos reales de las conversaciones que, a
veces, hacan referencia a un perodo del arco de una vida, a momentos
singulares. No hay que maravillarse de que la lectura resulte bastante
fatigosa: los materiales, no reordenados, son a menudo aburridos,
repetitivos, no lineales. Estos son inconvenientes tpicos de la oralidad,
pero las temticas que a menudo se repiten crean la sospecha de
nudos especialmente sentidos; en modo particular las incertidumbres, los lapsus, el retorno de ciertas frases tienen una importancia
sintomtica. Es obvio que tambin las transcripciones ms fieles
presentan lmites. Los que haban participado personalmente en el
coloquio redactaban el relato, una especie de acta de la entrevista,
cuidando la puntuacin, sealando la eventual pausa, el arrastrar, alzar
o bajar la voz, etc. Las distintas intervenciones de los investigadores
estn mencionadas en bastardilla, de modo que el lector pueda orientarse mejor. Quedan naturalmente abiertos los lmites de la escritura
respecto de la oralidad, o sea la gestualidad, el fondo, el clima, el
Studi e ricerche sulpotere,39 el mtodo se ha revertido: desde la investigacin longitudinal sobre un muestrario estratificado de ciudadanos
romanos con un complicado cuestionario, se pasa a una investigacin
que renuncia bsicamente a la sistematicidad, en donde los sujetos
eran contactados a travs de amigos, a veces en la Casa del Popolo,
lugar de reunin y de distraccin con una destacada tradicin histrica
en lnea con el movimiento social antifascista, especialmente durante
las tardes y por la noche del sbado y los domingos: alrededor de la
mesa junto a los investigadores con el grabador, los interlocutores
pueden variar, interrumpirse, contradecirse el uno con el otro, retomar
un discurso que haba quedado en el aire.40 [127]
El magnetfono no es, por lo tanto, un buen punto de partida, sino ms bien de llegada, que no slo no excluye sino que requiere otros
medios de estudio y de observacin, aparte del fundamental momento
de la observacin participante como el estudio de los documentos
histricos de los archivos municipales, por ejemplo41, el anlisis
ecolgico y del territorio, el uso de la fotografa42, el anlisis del conte39
Cfr. Franco Ferrarotti y otros, Studi e ricerche sul potare, ob. cit.
40
munit, 1984.
42
Luso della fotografia nelle scienze sociali, Npoles, Liguori, 1974; me duele tener que
193
nido de los diarios locales, el suministro de especiales test sociopsicolgicos. Antes de recurrir al magnetfono es necesario, de todos
modos, una considerable inversin de tiempo y de varias actividades
preparatorias, como encuentros, comidas, tardes y noches transcurridas juntos, aquella convivencia propedutica que suele parecer un
lujo al socilogo subordinado al mercado y a sus reglas, para el cual
el tiempo es oro, mientras son actividades esenciales para el estudioso de ciencias sociales conscientes de estar tratando, en primer lugar,
con seres humanos. Este detalle, es un decir, escapa a los socigrafos y
a aquellos socilogos hacendosos que aplican a la investigacin de i o
humano los mismos criterios eficientistas que aplican corrientemente
los manager a su actividad. En conclusin, la interaccin es fundamental para el enfoque biogrfico, es esencialmente un pacto fiduciario43
entre investigadores y testimonios, que liga a los contrayentes al
respeto reciproco y a una empresa cognoscitiva comn, y por lo tanto
no puede ser impuesta o subrepticiamente realizada, sino ms bien
aceptada y llevada a cabo por ambas partes en una situacin de substancial paridad.
notar que tal vez debido a una carente presentacin, en lo que se refiere a los socilogos
y con poqusimas excepciones, mi propuesta ha cado en el vaco.
43
Pars. Seuil, 1975; del mismo autor vase Je est un autre, dem, 1980. Para el uso de la
autobiografa en el Tercer Mundo vase Gerhard Grohs, The Changing Social Functions
194
[128]
9. Contexto y temporalidad
En un error anlogo al de los socilogos cuantitativistas los
cuales, armados de sus fichas y de sus rgidos cuestionarios, no ven la
hora de zambullirse en el gran mar de la objetividad, obsesionados
tambin, es necesario decirlo, por los vencimientos que les imponen
sus clientes incurren aquellos solcitos cultores del enfoque biogrfico que se muestran impacientes por recoger jugosas autobiografas y
no parecen tener tiempo para considerar preliminarmente, y con gran
atencin, el contexto, o sea el cuadro histrico especfico, con sus
fundamentales componentes econmicos, sociales, polticos y culturales de orden estructural en donde la narracin autobiogrfica se coloca.
Es necesario aqu hacer una determinacin lgicolingstica de los
trminos empleados. Se suelen usar de un modo intercambiable
trminos tales como historia de vida, relato de vida, biografa, autobiografa, historia oral, historia social, psicohistoria, cuando se trata de
trminos fuertemente diferenciados desde el punto de vista terminolgico y semntico, los cuales sirven a diversas finalidades en el campo
de la investigacin que se conduce con el uso de materiales biogrficos.
Naturalmente prevalece la oralidad. No deberan ser ignoradas las
vidas de los personajes, ms o menos ilustres, o sea las autobiografas
escritas por stos, desde Agustn hasta Rousseau, Benvenuto Ceilini,
Mark Twain, Vittorio Alfieri, etc. Son etapas importantes como testimonios, en distintos niveles, de un inters por las vicisitudes del ego.
Pero para nuestro tema, la oralidad es fundamental en cuanto inicial195
mente la autobiografa se dicta, es recogida en distintos modos, posteriormente escrita, en otro lugar, por el entrevistador con todas las
cuestiones que se plantean en el delicado pasaje de la palabra hablada a
la palabra escrita, desde la lgica de la oralidad a aquella de la escritura. Transcribir lo oral significa siempre, inevitablemente, reducir
interpretar, traducir. Hasta dnde? Con qu criterios? El escucha
habla. El silencio del que escucha es tan activo como la palabra del
197
lizacin reposa sobre el carcter selectivo de la memoria de los individuos y de los testigos, aun los ms atentos. Con el pasar del tiempo, no
slo tienden a emerger y a imponerse ciertos hechos y no otros; existen
tambin, y hacen sentir su peso, los llamados recuerdospantalla: el
interlocutor oscila entre dos polos opuestos y simtricos, ausencia de
recuerdos incluso de hechos [131] elementales, distracciones, amnesias
verbales, lapsus, incertezas en la evocacin, labilidad en la fijacin o
bien exceso de memoria con fijacin sobre algunos hechos particulares, palabras, frases, hechos, viejos recuerdos, hasta tener la impresin
de obesividad de los contenidos memorizados, si bien sectorializados y
arrancados del contexto.45 Por otro lado es difcil salvar tas historias o
los relatos de vida del riesgo de los bocetos paraliterarios, ni se pueden
entender a fondo los distintos testimonios si no se confrontan con el
promedio de marcha y las caractersticas estructurales de una determinada situacin. Slo sobre este fondo contextual ser posible describir
e interpretar las estrategias intersticiales de los singulares individuos
y de los grupos primarios que deben hacer las cuentas con la oficialidad y con su sistema de normas escritas y vinculantes. Es as que el
contexto ofrece los conocimientos indispensables acerca del especfico
campo normativo donde se desarrollan las conductas especficas y
reales de los individuos. A mi juicio la cada en el psicologismo o en
desviaciones paral iteraras hay que imputarla a una carente contextualizacin. Esta requiere un conjunto de conocimientos histricos,
polticos y culturales que consientan la construccin de un cuadro
ambiental, social y familiar en el que el dato biogrfico se inserte y
45
200
Cfr. P, Clemente, Per ledizione critica di testi biografici orali, en Fonti orali
201
202
ca individualizada.47
Por otro lado la contextualizacin puede oportunamente mitigar y
en algn caso corregir drsticamente la fantasa mitologizante de
algunos testimonios. Se pueden verificar olvidos, malentendidos,
recuerdos parciales o distorsionados aun sobre cuestiones prcticas. En
Valle Aurelia, por ejemplo, resultan poco atendibles los relatos de los
ex ladrilleros sobre sus sueldos. Las cifras difieren notablemente as
como tambin el cmputo de las horas de trabajo. Esto hace necesario
reenviar el problema a los contratos sindicales de la categora en la
poca estudiada y a una profundizaron que consienta superar las
discrepancias. Para citar un ejemplo famoso, en Los hijos de Snchez de
Oscar Lewis, a menudo los testimonios de los hermanos y hermanas son
contradictorios entre s o con el relato del padre; el lector se encuentra
frente a historias paralelas en las que es seguramente capaz de individualizar los puntos contrastantes, pero carece de una base para la
comparacin. El contexto es demasiado dbil para consentirlo. Un
ejemplo tomado de la literatura es el de las cartas de Virginia Woolf, que
son numerosas, dirigidas a amigos, y circunstanciadas pero extraamente, para nosotros, mudas en relacin con la guerra, probablemente
no por una falta de preocupacin al respecto, sino por un nivel de
preocupacin tan comn que hablarlo resulta superfluo. Sin tomar en
consideracin el hecho de la guerra, un hecho que repercuti y modific
profundamente sus estilos de vida, estas cartas seran incomprensibles.
Otro ejemplo se refiere a nuestra investigacin en Valle Aurelia. Hay
muchos testigos que afirman que el valle fue visitado, en su poca, por
47
Ibdem.
203
205
Cfr.Giovanni Levi, intr. a F. Ramella, Terra e telai, Turn, Einaudi, 1985, pg.
51
Para una toma de conciencia del problema, cfr, Lucy Balbo Il nostro diritto
VIII.
quotidiano, en Rinascita, 24 de agosto de 1985, pgs. 67.
206
207
208
209
[137]
Notas bibliogrficas*
Albano, Gianfranco y Sellari, Marieta, Storie allo specchio, Turn, Eri,
1984.
El ttulo se refiere a un programa televisivo emitido entre 1978 y
1981, ideado con la intencin de dar voz y rostro a los escondidos
protagonistas de nuestra realidad, a la gente comn. Mtodo
adoptado: el examen de los casos auto propuestos despus de un
primer anuncio televisivo, y por lo tanto un encuentro preliminar con
quien haba escrito, y una evaluacin acerca de la capacidad de relatar
la propia historia delante de una telecmara. Se trata de hombres y
mujeres, jvenes o menos jvenes; temas emergentes, el enfrentamiento con las instituciones, los problemas de crisis o de afirmacin de
identidad, el propio malestar existencial y social. En el pasaje de la
pantalla televisiva a la pgina escrita se pierden, evidentemente, una
serie de elementos visuales que haban enriquecido a las historias y de
los que se siente su falta. Tambin el impacto inmediato propuesto al
espectador televisivo con un yo narrante puede ser menos eficaz en el
texto escrito, que se hubiese valido tilmente de un comentario interpretativo de parte de los compiladores. Queda de todos modos un til
ejemplo de cmo la televisin puede a veces proponer intervenciones e
*
210
la escritura, Buenos Aires, Jorge Alvarez, 1967; Mxico, Siglo XXI, 8 ed.,
1986.)
Bateson, Mary Catherine, Con occhi di figlia. Ritrato di Margaret Mead
[140] construir una vida familiar, modos diversos de ser mujer: donde
la enseanza ms alta es aquella de la aceptacin de lo distinto y la
valorizacin de la individualidad. Los retratos de Margaret Mead y de
Gregory Bateson son complejos e inolvidables, ya que en toda la
reconstruccin de Mary Catherine se busca dar sentido a sus acciones
singulares y a su conjunto de vida. Margaret se caracteriza como una
mujer fuerte y tendencialmente abierta frente a lo desconocido, llena
de indulgencia hacia la propia cultura de origen, convencida de que
la inmersin en un distinto sistema cultural y el reconocimiento que
la diferencia no significa desorden sino que ms bien produce modelos
armnicos, constituye para un antroplogo el punto de partida para la
propia capacidad de penetracin. Mujer de grandes y variados amores
(femeninos y masculinos) y de una profunda fidelidad, Margaret tiene
al mismo tiempo el celoso sentido de la independencia propia y la del
otro (reivindicaba estas partidas, su disponibilidad a ser abandonada
como su capacidad de partir, superando aduanas y salas de espera sin
darse vuelta hacia atrs, dejndome a la vez libre de ir hacia mundos
para ella desconocidos) y un fuerte deseo de totalidad. Por eso el gran
dolor cuando est en peligro, cuando se siente menos comprendida y
comprensible (ha muerto Ruth Benedict, con la que ha tenido relaciones de comprensin intelectual y de un profundo amor; est en crisis
su matrimonio con Bateson), cuando se da cuenta de que no hay nadie
que conozca toda su produccin, que comprenda el sentido global de
su vida.
Distinta es la figura de Gregory. La hija recuerda su eleccin de
ensearle historia natural, la paciencia de hacer con ella algunos
simples experimentos: Me parece que l dedicaba muchsima aplica215
217
lingua salvata. Encontramos a Thomas Mann pero, sobre todo, encontramos a Musil. Del autor del Uomo senza qualit Canetti propone aqu
un retrato que es difcil olvidar. Musil sin que la cosa llamase
mucho la atencin estaba siempre en armas, listo para la defensa o el
ataque. Su postura era su seguridad (...). Entre todas las cosas trazaba
224
226
Catani, Maurizio, Gli emigranti. Dai valori localistici alla planetarizzazione dellindividualismo occidentale, en La Ricerca folklorica, 1983,
n.7, pgs. 5362.
Catani, Maurizio, Lhistoire de vie sociale de Tante Suzanne est un
change oral ritualis, en DelhezSarlet, C. y Catani, M. (comps.),
arcaiche della tradizione popolare, Viterbo, Centro dei studi sul teatro
medioevale e rinascimentale, 1982. [149]
Cipriani, Roberto, Le storie di vitae il caso italiano, en La Critica
231
marginalidad social conectada a la pobreza en una situacin fundamentalmente estructurar. Centralizado sobre la familia, el estudio
de Lewis tiende sustancialmente a una superficial consideracin de las
relaciones de clase y de tos mecanismos que las generan. Por otro lado
es necesario valerse de una metodologa que use las historias de vida
como instrumentos fundamentales para comprender y profundizar las
complejas dinmicas de la marginacin realizada en los grandes
ghettos metropolitanos.
Ferrarotti, Franco, Biography and the Social Sciences, en Social
239
Joutard, Philippe, Ces voix qui nous viennent du pass, Pars, Hachette,
1983.
El autor recorre la historia de las tcnicas y de las teoras de la
historia oral, sea en Europa como en Estados Unidos, detenindose con
mayor atencin sobre la experiencia francesa y sobre su aventura
intelectual de historiador para el cual la exigencia de la recoleccin oral
surgi directamente de la investigacin.
Kohli, Martn, Biographical Research in the Germsn Lenguage Area,
Actas del Weltkongress fr Soziologie, Mxico/Berln, 1982. [157]
Kohli, Martn y Robert, Gunther (comps.), Biographie und soziale
Techonology and the Canadian Mind, Montreal, New World Perspective, 1984.
Krll, Friedhelm, Biographie? Ein Sozialforschungsweg, en Das
Nueva York para finalmente volver a Puerto Rico, donde logra una
estabilidad emotiva as como una perspectiva econmica.
LviStrauss, Claude, Lo sguardo lontano (traduccin italianade Primo
Levi), Turn, Einaudi, 1984. (Hay traduccin al castellano: Mirando a lo
vinculada, evidentemente, a la didctica, pero que ha resultado interesante y vlida en el plano cognoscitivo. La investigacin en el campo ha
llevado a la formacin de un archivo fotogrfico. El texto trae algunas
contribuciones tericas sobre los aportes y las propuestas de la sociologa, de la historia y de la historia social (Pietro Zocchi), sobre el
espacio que en estas disciplinas ocupan las biografas y los materiales
biogrficos, y tambin sobre los distintos tipos de lenguaje hablado, as
como los distintos lenguajes de la imagen y del sonido (Marina Thiery);
un trabajo de Bruno Regni reconstruye la historia de las intervenciones
pblicas en el problema de la vivienda, desde un punto de vista arquitectnico y urbanstico. El volumen se cierra con una amplia seccin
dedicada a la historia y memoria de Doa Olimpia. De particular
inters es la parte que se ocupa de los juegos y las bandas, la delincuencia [161] juvenil, los recuerdos dejados por Pasolini: los testimonios se transcriben en forma directa, o sea organizados por temas. En
el conjunto, es una muestra del trabajo que las escuelas superiores
podran tilmente organizar, valorizando el aporte de los estudiantes
promoviendo en ellos, al mismo tiempo una serie de vlidos instrumentos cognoscitivos.
Lukacs. Gyrgy, Pensiero vissuto. Autobiografia informa di dialogo,
Roma, Editori Rluniti, 1983.
A los ochenta y cinco aos, vctima de un tumor, y consciente de
tener poco tiempo de vida, Lukacs dicta a Istvn Ersi en un grabador
sus clarificaciones, llena vacos y establece conexiones sobre los
malentendidos de un manuscrito autobiogrfico. Afirma Lukacs: En
m cada cosa es la continuacin de alguna otra. Creo que en mi evolu252
258
internalizada de un modo tal que se la considera una forma de conciencia innata: el violinista que toca nos habla directamente, arremete
contra nuestro sentido esttico, como si su alma le hablase a la nuestra
en un modo directo; simplemente nos olvidamos que el violn es un
instrumento, la tecnologa que le permite la comunicacin con nosotros, y que el violn, como hoy la computadora, ha debido ser estudiado
por aos. La escritura, respecto a la oralidad, ha producido nuevos
modelos de pensamiento, los cuales a su vez han hecho posible el
extraordinario desarrollo de la cultura. As, como lo asegura el autor,
suceder para las calculadoras electrnicas, para las computadoras, y
las preocupaciones de los tardohumanistas estn fuera de lugar. El
razonamiento se desarrolla con ricas referencias que van desde los
procesos de la psicologa conductisla hasta la lingstica histrica y a la
sociolingstica, de la historia del clasicismo a la filosofa, a la sociologa y a la antropologa cultural. As como para la escritura tambin
para la impresin se han registrado efectos revolucionarios sobre los
modos de pensar y de transmitir el pensamiento. Los efectos provocados por la introduccin de las computadoras en amplia escala provocarn tambin trastornos del mismo modo que se estn verificando con
la televisin. El optimismo del autor est totalmente fuera de discusin. Pero no es un optimismo inconsciente. Basta leer el captulo
sobre Ratn, la escritura y las computadoras donde se demuestra, en
lnea con lo que ya aclar Havelock, que toda la epistemologa platnica se funda inconscientemente sobre un rechazo del viejo mundo de la
cultura oral, mvil y caliente, el mundo de las interacciones personales,
representadas por los poetas que l no haba querido en su Repblica.
Las ideas platnicas son silenciosas, inmviles, carentes de calor, no
260
corte del libro es esencialmente antropolgico cultural, pero se aconseja por la puntualidad con que se observan de cerca los procesos
microsociales de la cotidianidad en una perspectiva longitudinal que
permite al lector darse cuenta de los aspectos dinmicos incluso en
[167] esas situaciones que a primera vista se diran de puro estancamiento. Los acontecimientos se desarrollan desde fines de siglo hasta
los aos 60 valindose adems de una sugestiva y til documentacin
fotogrfica.
Plimpton, George (comp.), Writers at Work. The Paris Review Inter-
263
Se delinea e interpreta la historia de Terni, con su pasaje de pueblo agrcola a ciudad industrial, a travs del recurso de los testimonios
orales asumidos como principal instrumento, acompaada por fuentes
escritas utilizadas en funcin de soporte, verificacin, sostn, a
travs del uso de los testimonios singulares en un cuadro que se hace,
de alguna manera coral. El argumento de la investigacin para Portelli
es entonces, este hecho de larga duracin que es la memoria, ntimo y
colectivo, colocado entre el hecho y la imaginacin, relato, entre la
historia y la subjetividad, entre narradores y oyentes que mezclan
continuamente sus roles. El autor realiza antes de los testimonios una
introduccin donde se interroga sobre la posibilidad d una real
fidelidad a las fuentes, que no se refiera tanto a la letra del documento
utilizado cuanto a su significado y a su calidad y que contemporneamente, salve la posicin y la interpretacin del investigador mismo:
trabajar con las fuentes orales, para l significa convivir con la
ambivalencia. Se asoman los problemas de las transcripciones de los
registros del montaje de las transcripciones, de las relaciones que
corren entre la memoria y lo imaginario, donde se sigue tambin el
juego de aquello que hubiese podido y debido suceder. Los
testimonios referidos, significativos y ricos de inters, cubren un arco
de tiempo de ms de ciento cincuenta aos y se presentan en el interior
de captulos cuyos ttulos hacen referencia en modo inmediato al
patrimonio literario (vase, por ejemplo, Comera verde la mia valte).
Raphael, Freddy, Le travail de la mmoire et les limites de lhistoire
orale, en Annales, Economies, Socits, Civilisationes, 35 (1980), n. 1,
pgs. 12745. [168]
264
268
postura para la investigacin social, llamada por Thompson etnohistoria, la cual podra contribuir a una mejor comprensin del cambio
social y de sus actores.
Thompson, Paul (comp.), Our Common History. The Transformation
of Europe, Londres, Pluto Press Ltd.; Atlantic Highlands (N.J.), Humanities Press Inc., 1982.
La historia europea del siglo XIX reconstruida a travs de la recoleccin de historias orales y reflexiones sobre los momentos ms
significativos de nuestra memoria colectiva.
Tolton, C. D. E., Andr Gide and the Art of Autobiography, Toronto,
McMillan, 1975.
El autor se detiene hbilmente y aclara la distincin que realiza
Andr Gide entre rcit, sotie y roman. Objeto de anlisis textual,
conducida incluso sobre el manuscrito original, es la obra autobiogrfica de Gide, Si le grain ne meurt.
Turner, William H. y Cabbel, Edward J. (comps.), Blacks in Apalachia,
Lexington, The University Press of Kentucky, 1985.
Es un trabajo ejemplar de historia y de sociologa desde abajo.
Ulivi, Loredana, Isola del Giglio. Unacomunit in transizione, Roma,
Bulzoni, 1984.
Zocchi, Piero y Mayer, Giovanna, A proposito di una recente ricerca
271
273