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A MARCUS HERZa
21 de febrero de 1772
Muy estimado Seor
Noble Amigo
Si estuviese usted conmigo disgustado por el considerable
retraso en mis respuestas, no estara usted cometiendo
injusticia alguna contra m; pero si a partir de ello concluyese
usted desagradables consecuencias, deseara en este caso
apelar a vuestro propio conocimiento de mi modo de pensar.
(124) A modo de excusa, me gustara ofrecerle una pequea
explicacin del modo en que ocupo mi mente, que en mis
horas libres me arrastran a posponer mi correspondencia.
Despus de su partida de Knigsberg, entre los momentos de
trabajo y de descanso, que me son tan necesarios, he
revisado nuevamente el plan de las consideraciones sobre las
que habamos discutido, con el fin de adecuarlo a la filosofa
entera y al resto de conocimientos y tambin concebir su
extensin y sus lmites. En lo que respecta a la distincin
entre lo sensible y lo inteligible en la moral y en cuanto a los
principios que se derivan de all, con anterioridad ya he
avanzado bastante lejos. Tambin he esbozado desde hace
tiempo a mi satisfaccin los principios del sentimiento, del
gusto, y de la facultad de juzgar, as como sus efectos
(Wirkungen), lo agradable, lo bello y el bien y es entonces que
se me ocurri el plan de una obra que podra tener como
ttulo: LOS LMITES DE LA SENSIBILIDAD Y DE LA RAZN. Pensaba
dividirla en dos partes, una terica y la otra prctica. La
primera comprenda dos secciones 1.La fenomenologa1 en
general. 2. La metafsica, y esto en verdad nicamente segn
su naturaleza y su mtodo. La segunda comprenda
a

Del Original Alemn en la Edicin de la Real Academia Prusiana de las Ciencias., Volumen X p. 129-135
(Ak). Sin notas .Lo que se encuentra entre corchetes [] es el nmero de pgina de la edicin de la academia.
Lo que en el texto original aparece en caracteres latinos, es trascrito en cursivas. Para la presente traduccin
se ha tomado tambin en cuenta la versin de Alexis Philonenko en: Kant, Emmanuel, La dissertation de
1770, Lettre Marcus Herz, Paris: Librairie Philosophique J. Vrin, 1967, pp. 131-138.

igualmente dos secciones. 1 Los principios universales de la

sensacin, del gusto y de los anhelos [Begierde]. 2. Los
fundamentos primeros de la moralidad. Meditando sobre la
parte terica [p. 130] en su total extensin y as tambin
sobre las relaciones recprocas entre todas sus partes,
observ que an me haca falta algo esencial que, como otras
cosas, haba descuidado en mis largas investigaciones
metafsicas y que en efecto constituye la solucin de todo el
enigma, aquel de la metafsica, que hasta ahora ha
permanecido oculto [verborgen] para ella misma. Me
preguntaba en efecto a mi mismo: Cul es el fundamento
sobre el cual reposa la relacin de aquello que en nosotros
llamamos representacin, y el objeto? Si la representacin
slo comprendiese el modo en el que el sujeto [subiect] es
afectado [afficirt] por el objeto, sera fcil entender cmo
aqul sera conforme a ste, como el efecto lo es a su causa,
y cmo esta determinacin de nuestro espritu [Gemth]
puede REPRESENTARB alguna cosa, es decir, tener un objeto. As,
las representaciones pasivas o sensibles tienen por tanto una
relacin comprensible con los objetos, y los principios que se
derivan de la naturaleza de nuestra alma poseen validez
[Gltigkeit] comprensible para todas las cosas en la medida
en que deben ser objetos de los sentidos. Sin embargo, si
aquello que en nosotros se llama representacin fuese activo
en relacin al objeto, es decir, si por ella fuese producido
[hervorgebracht] el objeto, como nos representamos el
conocimiento divino en tanto arquetipo de las cosas, entonces
la conformidad de ste con los objetos tambin podra ser
comprendida. Por ende, es por lo menos comprensible la
posibilidad tanto del intellectus archetypus, sobre cuya
intuicinc [Anschauung] se fundan las cosas mismas, como la
del intellectus ectypus, que obtiene los datos de sus procesos
[Behandlung] lgicos de la intuicin sensible de las cosas.
Pero nuestro entendimiento con sus representaciones no es la
causa del objeto (con la excepcin de los buenos fines buenos
en la moral), y el objeto no es tampoco la causa de las
representaciones del entendimiento (in sensu reali). Los
b
c

En versalitas en la traduccin francesa.

Siguiendo a Philonenko.

conceptos puros del entendimiento tampoco deben, por tanto,

ser abstrados [abstrahirt] de las impresiones de los sentidos,
ni expresar la receptividad <Empfnglich > de las
representaciones gracias a los sentidos, sino que deben hallar
verdaderamente su fuente en la naturaleza del alma, pero
esto sin embargo sin que por ello sean producidos por el
objeto, ni producir al objeto mismo. En la Dissertatio me bast
expresar la naturaleza de las representaciones intelectuales
de un modo meramente negativo diciendo que ellas no eran
precisamente modificaciones del alma producidas por el
objeto. No obstante, no dije palabra alguna <berging ich mit
Stillschweigen> sobre la cuestin de saber cmo era posible
una representacin que se refiera a un objeto sin que ella sea
afectada en modo alguno por l. [p. 131] Yo haba dicho: las
representaciones sensibles representan las cosas tal como
ellas aparecen, las intelectuales, tal cual ellas son. Sin
embargo, cmo es que estas cosas nos son dadas, si no lo
son del modo segn el cual nos afectan y si tales
representaciones intelectuales se basan en nuestra actividad
interior; de dnde proviene el acuerdo que ellas deben tener
con los objetos, que sin embargo no son producidos por ellas;
y, finalmente, en cuanto a los axiomas de la razn pura que
versan sobre estos objetos, de dnde resulta que ellos
concuerden con stos, sin que un acuerdo tal se apoye en la
experiencia? En la matemtica esto puede entenderse
[angehen], porque los objetos solamente son para nosotros
magnitudes [Grssen] y slo pueden ser representados
porque podemos producir su representacin aadiendo la
unidad a ella misma [indem wir Eines etlichemalnehmen].
sa es la razn por la cual los conceptos de magnitudes
pueden ser espontneos y sus principios pueden ser
establecidos a priori. No obstante, en cuanto a la relacin de
las cualidades [Qualitaeten], cmo es que mi entendimiento
puede formarse por s mismo, totalmente a priori, los
conceptos de las cosas [Dinge], con los cuales las cosas
[Sachen] deben necesariamente concordar; cmo puede l
establecer la posibilidad de los principios reales [reale], con
los cuales la experiencia debe adecuarse fielmente, y que sin
embargo no dependen en modo alguno de ella? Esta cuestin

encierra siempre una oscuridad relativa a nuestro

entendimiento como facultad, que consiste en saber de dnde
viene este acuerdo con las cosas mismas.
Platn admiti un intuicin espiritual anterior de la divinidad
como fuente originaria de los conceptos puros del
entendimiento y de los principios. Malebranche incluso
admita una intuicin permanente de este ser originario.
Distintos moralistas admiten precisamente esto en lo
concerniente a las primeras leyes morales. En cuanto a
Crusius, l crea en ciertas reglas del juicio y de los conceptos
que Dios haba implantado en las almas humanas, de tal
modo que armonizaran con las cosas, y podra llamarse al
primero de estos sistemas [Systemen] influxus hyperphysicus,
y al segundo, harmonia praestabebilita intellectualis. Sin
embargo, en la determinacin del origen y del valor de
nuestro conocimiento, la va ms absurda que se puede
escoger consiste en recurrir al Deux ex machina que, adems
de introducir un crculo engaoso en el encadenamiento
lgico de nuestros conocimientos, comporta adems el
perjuicio de que ella presta apoyo a toda fantasa o a una
quimera piadosa o ensoadora.
Mientras que investigaba de tal modo las fuentes del
conocimiento [p. 132] intelectual, sin las cuales no es posible
determinar la naturaleza y los lmites de la metafsica, divid
esta ciencia en partes esencialmente diferentes y busqu
dividir la filosofa trascendental, a saber todos los conceptos
de la razn pura en su totalidad, en un nmero determinado
de categoras. Pero no <lo hice> al modo de Aristteles quien
las yuxtapuso totalmente al azar, tal como las hall, en sus 10
predicamentos, sino ms bien tal como ellas se reparten por
s mismas en clases segn un reducido nmero de leyes
fundamentales del entendimiento. Sin por ahora detenerme a
explicar con mayor detalle la secuencia de la investigacin
seguida hasta su objetivo final, podra afirmar que he
alcanzado mis fines en lo que concierne a lo esencial de mis
propsitos y que en este momento estoy a punto de presentar
una Crtica de la razn pura, que comprende la exposicin de
la naturaleza del conocimiento terico tanto como del
prctico, en la medida que l es simplemente intelectual,

cuya primera parte acabar, y que contiene en primer lugar

las fuentes de la metafsica, su mtodo y sus lmites, y luego
los principios puros de la moralidad. En cuanto a la primera
parte, la publicar en unos tres meses.
En una labor intelectual tan delicada no hay nada que cause
tantas penurias como ocuparse de reflexiones ajenas a este
campo. El espritu, sin necesidad de esfuerzo constante, debe
permanecer ininterrumpidamente abierto, en esos instantes
de calma o instantes de felicidad, a toda observacin fortuita
que pudiese presentarse. Las actividades propias a animarlo y
las distracciones deben conservar las fuerzas del espritu en
su flexibilidad y movilidad; haciendo eso uno se puede situar
en la disposicin de divisar [erblicken] el objeto siempre
desde otros lados y extender su horizonte desde una
observacin microscpica hasta una mirada general, con el fin
de adoptar todos los puntos de vista concebibles, de modo
que de una manera recproca se verifique [verificire] desde un
punto de vista el juicio que se lleva a cabo en la perspectiva
de otro. Tal es la nica razn, querido amigo, que ha
demorado mi respuesta a vuestra muy agradable misiva,
porque, en efecto, no parece usted hombre que demanda se
le escriban cartas sin contenido.
En lo que respecta a vuestro opsculo, escrito con buen
gusto y mucha profundidad, en varias partes ha excedido mis
expectativas. No puedo, sin embargo, por la razn ya
mencionada [p. 133] entrar aqu en el detalle. Slo, amigo
mo, <quisiera decirle> que el efecto que tienen sobre el
pblico entendido empresas de este gnero en vista del
estado de las ciencias es tal que, cuando me empiezo a
preocupar sobre el plan de mis trabajos que me parecen los
ms importantes y que tengo delante mo concluidos en su
mayor parte, pensando en las indisposiciones que amenazan
suspenderlos antes de su realizacin, este efecto deca es tal
que me consuela a menudo por el hecho que estos trabajos
se perderan para el inters pblico tanto si ellos se
publicaran como si ellos permaneciesen desconocidos. Es que
se necesita ser un escritor que posea mayor autoridad y
elocuencia para conducir al lector a ocuparse de su obra con
aplicacin.

He hallado vuestra obra reseada [recensirt] en el diario de

Breslau y hace poco tiempo en el de Gttingen. Si el pblico
aprecia as el espritu de una obra y su idea principal,
entonces todo pesar habr desaparecido. La misma crtica es
ms agradable al autor, si quien resea [recensent] se ha
tomado la molestia de entender lo esencial del esfuerzo, ms
que por la alabanza en un anlisis superficial. El crtico de
Gttingen se atiene a ciertas aplicaciones de la doctrina, que
de por s son accidentales y en vista de las cuales yo mismo
he aportado algunas modificaciones despus, aunque la idea
esencial se ha visto todava enriquecida. Una carta de
Mendelssohn o de Lambert es ms efectiva, para reconducir
al autor a la revisin de su doctrina, que diez anlisis de este
gnero redactadas por una pluma ligera. El honrado pastor
Schultz, la mejor mente filosfica que conozco en nuestro
entorno, ha visto con buenos ojos la idea de sistema: por lo
que deseo que l pudiese tambin atender vuestra pequea
obra. En su anlisis del sistema que se le present, hay dos
errores de interpretacin. La primera es la siguiente: en lugar
de ser la pura forma del fenmeno sensible el espacio podra
muy bien ser un verdadero acto intelectual de intuicin y por
consiguiente algo objetivo. La respuesta clara es la siguiente:
la razn por la cual el espacio no puede ser dado como
objetivo y por ende tambin como intelectual, es que, cuando
descomponemos enteramente su representacin, no llegamos
a pensar ni una representacin de las cosas (como aquellas
slo pueden estar en el espacio), ni un vnculo real (que de
otro lado no puede existir sin las cosas), a saber, no hay
efectos, no hay relaciones en tanto [p. 134] fundamentos, de
tal modo que no tenemos ninguna representacin de una cosa
o de algo real, que sea inherente a las cosas y en
consecuencia el espacio no es algo objetivo. El segundo error
de interpretacin le conduce a presentar una objecin que me
ha hecho reflexionar un poco pues parece ser que se trata de
la objecin esencial que se le podra hacer a la doctrina,
aqulla que tambin de modo muy natural podra ocurrrsele
a cualquiera y que el seor Lambert me ha hecho. Ella se
formula as: los cambios son algo real (conforme al testimonio
del sentido interno); ahora bien, ellos son solamente posibles

bajo la presuposicin del tiempo; por tanto, el tiempo es algo

real que es inherente a las determinaciones de las cosas en s
mismas. Por qu (me pregunto yo) no podra concluirse,
paralelamente a este argumento, que los cuerpos son reales
(conforme al testimonio de los sentidos externos); ahora bien,
los cuerpos son posibles slo bajo la condicin del espacio,
por consiguiente el espacio es algo objetivo y real que es
inherente a las cosas mismas. No se puede concluir as por la
razn siguiente: se observa con claridad que, en lo que toca a
las cosas externas, no se puede inferir a partir de la existencia
de las representaciones aqulla de los objetos, mientras que
en el sentido interno el pensamiento o el acto de existir del
pensamiento y mi s-mismo [Selbst] son una sola y la misma
cosa. La llave de esta dificultad se halla en esto. No hay duda
que si yo no pensara mi propia situacin [Zustand] bajo la
forma del tiempo, entonces la forma de la sensibilidad interna
no me dara el fenmeno de los cambios [die Erscheinung von
Vernderungen]. Pero que los cambios sean algo real es algo
que yo no podra negar, as como tampoco podra negar el
hecho que los cuerpos sean algo real, aunque yo entienda por
ello solamente que hay algo real que corresponde al
fenmeno [Erscheinung]. Ni siquiera puedo decir: el fenmeno
interno se transforma, pues cmo podra yo observar este
cambio si no apareciese ante mi sentido interno? Si se
quisiese inferir de aqu que todo en el mundo es objetivo y en
s mismo inmutable, tendra entonces que responder que las
cosas no son ni mutables ni inmutables, tal como Baumgarten
lo seala en el 18 de su Metafsica, que aquello que es
absolutamente imposible no es hipotticamente ni posible ni
imposible, porque no puede ser de ningn modo considerado
bajo condicin alguna; asimismo: las cosas del mundo no son
objetivas o en s ni en un estado idntico en diferentes
tiempos, ni tampoco ellas son en lo absolutoen diferentes
estados, puesto que tomadas en este sentido, representadas
en el tiempo. Pero he aqu ya lo suficiente sobre este punto. Al
parecer no existe audiencia [p. 135] para las proposiciones
meramente negativas, y debe construirse ah donde se ha
destruido, o al menos, cuando se ha apartado la quimera,
debe hacerse dogmticamente comprensible el conocimiento

puro del entendimiento y trazar sus lmites. Es en esto en lo

que ocupo actualmente y tal es la razn por la que
frecuentemente, contrariamente a mi intencin, yo no
consacro mi tiempo libre, si mi muy variable estado de salud
me permite dedicarme a la reflexin, a dar respuesta a las
cartas de los amigos y me abandono al fluir de mis
pensamientos. Renuncie, entonces, al derecho a cualquier
represalia contra m que significase privarme de sus cartas
por haber sido yo negligente en responderlas. Cuento
entonces con vuestra perenne simpata y amistad tanto como
usted puede dar por sentada la ma. Pero si an prefiriese
contentarse con breves respuestas, ellas no le faltarn en el
futuro. Entre nosotros, la seguridad de un honesto inters que
el uno tome en el trabajo del otro deber tomar el lugar de las
formalidades. Como seal de vuestra sincera reconciliacin,
espero el prximo arribo de una carta suya que me ser muy
agradable. Llnela de nuevas que nunca le faltan a usted que
se halla inmerso en las ciencias, y perdneme la libertad que
me tomo en pedrsela. Salude a los seores Mendelssohn y
Lambert lo mismo que al seor Sultzer, y presente mis
excusas, por las mismas razones, a estos seores. Sea usted
siempre mi amigo como yo el vuestro.
Koenigsberg, 21 de febrero de 1772
I. KANT

Phaenomologie en el texto en alemn. Philonenko, quien traduce la carta al francs junto con la Dissertatio de 1770 (Pars: Vrin, 1967), aade que la
expresin se halla ya en un texto de Lambert intitulado neues Organon oder Gedanken ber die Erforschung und Bezeichnung des Wahren und dessen
Unterscheidung vom Irrthum und Schein (Leipzig, 1764), de cuyo segundo tomo, la segunda parte se intitula: Phaenomenologie oder Lehre von dem
Schein.