Drama y Utopìa en El Facundo
Drama y Utopìa en El Facundo
Drama y Utopìa en El Facundo
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SAN --LUIS
Un gobierno para todos
Drama y utopa en
el Facundo
Gerardo Oviedo
Ensayos
Oviedo, Gerardo
Drama y utopa en el Facundo. - la ed. - San Luis : SLL - San Luis Libro, 2012.
107 p. ; 24x18 cm.
ISBN 978-987-1787-25-8
1. Ensayo Argentino. I. Ttulo.
CDD A864
Fecha de catalogacin: 03/01/2012
Es una publicacin de San Luis Libro, organismo dependiente del Ministerio de Turismo, de
Las Culturas y Deporte del Gobierno de San Luis
1 Edicin
2012 San Luis Libro
Diseo y Edicin
rea Diseo y Comunicacin. Grupo Payn S.A.
Tirada 500 ejemplares
ISBN 978-987-1787-25-8
Impreso por La Grfica. Payn S.A.
Av. Lafinur 924 - San Luis
Impreso en la Argentina
Queda hecho el depsito que establece la ley 11.723.
Prohibida su reproduccin total o parcial, incluyendo fotocopias sin la autorizacin expresa del autor.
--LUIS
SAN
Mi II A
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Cfr. Vias, David, Indios, ejrcito y frontera, Buenos Aires, Santiago Arcos, 2003 (ed. orig.: Siglo XXI,
1982).
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de la modernidad en Amrica Latina. Literatura y poltica en el siglo XIX, Santiago de Chile, Cuarto
Propio, 2003 (1 ed. 1989).
12
Arturo Andrs, "El siglo XIX latinoamericano y las nuevas formas discursivas", en Historia de las ideas,
teora del discurso y pensamiento latinoamericano, Revista Anlisis, Vol. XXVIII, Nos. 53-54, Bogot,
Universidad Santo Toms, (Homenaje a Arturo Andrs Roig), Enero-Diciembre 1991.
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Segn Lugones, su carcter se deja sentir por la tipologa del revolucionario moderno, "pues claro est
que para comparar a Sarmiento, busqu los ms grandes hombres de la Revolucin." Lugones, Leopoldo,
Historia de Sarmiento, Eudeba, Buenos Aires, 1960 (ed. orig.: Imprenta Otero, 1911), p. 32.
17
Dicho esto remedando el libro de Luis Alberto Murray: Pro y contra de Sarmiento. Gua para maestros,
En su Sarmiento, Ezequiel Martnez Estrada escribi que "muchos leen Facundo y Martn Fierro sin
miedo, como cuentos pintorescos y divertidos". Martnez Estrada, Ezequiel, Sarmiento, Buenos Aires,
Sudamericana, 1969 (1 ed. 1946), p. 109.
16
Rojas, Ricardo, El profeta de la pampa. Vida de Sarmiento, Buenos Aires, Guillermo Kraft, 1962, p. 724.
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"Si nos atuviramos a una Filosofa de la Historia - cosa que no es muy de nuestro gusto- diramos que
el ego moderno se traslad a esa Amrica que, para un Hegel cuando precisamente escriba sus Lecciones
de la Historia Universal, a comienzos del siglo XIX era un baldo de humanidad, una pura naturaleza.
No se trataba de un nuevo descentramiento del sujeto moderno, sino de una directa herencia del mismo
y de su tradicional misin, a tal extremo que lo que actualmente se ha dado en denominar `Posmodernismo' podra entenderse como la realizacin plena de aquel sujeto" Roig, Arturo Andrs, "Amrica
Latina y su identidad" (1991), en El pensamiento latinoamericano y su aventura, (Edicin corregida y
aumentada), Buenos Aires, El Andariego, 2008, p. 66.
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sus pampas eran, en efecto, literatura. La previsible categora "civilizacin" casi nada
nos dice de ese teatro universal y de sus personajes, centrales y secundarios, respecto
a su despliegue dramtico. Tampoco del coro. Nosotros, entretanto, dejamos de ser
espectadores desde el palco para serlo desde el estrado, como jueces implacables.
Pues hoy nos resulta demasiado fcil decir que Sarmiento estaba errado, cegado,
infatuado, y que todas sus fabulaciones fueron perniciosas. Que slo provocaron
equivocaciones y desgracias. Aunque puesto en el banquillo de los acusados, se lo
ve como siempre soberbio, obcecado, grave. Pero algunos de los cargos levantados
contra Sarmiento pueden volverse contra sus propios acusadores. Las imputaciones
al sentido de la historia pueden implicarnos. Al menos cuando ataen a una cierta
intuicin temporal que sigue siendo solcita de la forma trastornada de la dialctica,
y de los destinos trgicos de los pueblos. Las sospechas nos alcanzan siquiera en
lo que respecta a dicha palabra, "dialctica", por la que Sarmiento no se preocup.
Pero por qu habra de afectarnos Sarmiento, si tras haber muerto ha perdido casi
todas las batallas, y hoy es prspero negocio volverse sus querellantes retrospectivos?
Diramos en principio que no tanto por l, sino por sus hijos. Por ejemplo, por el
propio Ezequiel Martnez Estrada, a quien invocamos slo como un espectro, al cabo.
Es cierto que esto puede sonar a evasiva. Entonces diremos que lo que de verdad
nos inquieta, para ir al grano. Es que Sarmiento crey que la Argentina posea un
Destino.
De all que no nos aflige la muerte del memorial ni de la archivologa de Sarmiento,
sino ms bien la extincin de la idea del Destino que entroniz aqul profeta. En fin,
nos duele la tachadura y borradura de la "tierra prometida" en las escrituras sagradas
del pas. Claro que no querramos acarrear de nuevo sus escarnecidas vctimas, ni
aceptaramos jams su entusiasmo desptico. De eso que l llam la "civilizacin",
para ser claros, no queremos ninguna de sus funestas ilusiones. Tambin nosotros
aprendimos de las denuncias. Bien, pero sobre ese perro muerto que para muchos
es hoy Sarmiento, yace tambin reseca la piel cadavrica de la temporalidad de un
"mbito de destino", como le llam Martnez Estrada. Podr salvarse Sarmiento?
En apariencia ya no. Ahora bien: podra salvarse an el Destino argentino, ese mito
utpico empeado en perseverar?
.**
18
Capdevila, Arturo, Babel y el Castellano, Buenos Aires, Cabaut & Ca., 1928.
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sus recodos. Entonces un "legado" de textos se ofrece tambin como el enigma de una
salida que acaso no desemboque sino en otros laberintos. Como si su metamorfosis
de formas deviniera no slo un artefacto imaginario de la voluntad de dominio, sino
tambin filatura de esperanza, espina metafsica, resplandor vital, flecha anhelante,
huella titilante, latido de perseverancia. Y claro, tradicin. Peripecias de un traer y
transmitir textos "argentinos", que acaso no slo merezcan una mueca irnica y un
gesto de repudio antes de proceder a su remocin, concertar gestos de despedida y
firmar certificados de defuncin.
Claro que una tradicin es tambin un problema. Ms an cuando dicha
"tradicin" remite a la vida de las naciones, y de las pasiones y los cuerpos cuyas vidas
aqullas se cobraron como su ms alto precio. La nacin, corpus de cuerpos. Problema
de problemas. Somos Nacin? Lleg a preguntarse el viejo Sarmiento. Que se saba
l solo una nacin. Lo cual no deja de revestir gravedad, y acaso, de constituir una
tragedia. O del resentimiento que proviene de sentirse descendientes de una patria
futura y augurada, pero de la que hemos sido desengaados, y adems desheredados.
Nosotros los argentinos: los que descendemos de la tierra prometida. Que tenemos a
nuestras espaldas, en los reveses de las tramas de las utopas modernizantes. Si es que
la anunciacin de Sarmiento en el Facundo se dejara asir ya no como condenacin
de los demonios de la pampa tenebrosa y arcaica, sino en su disposicin semntica
interior de cifra que reclama la clave de un impulso al futuro. Queremos decir:
cuya expectacin temporal mueve la historia en direccin de la tierra. Que le est
debajo y le viene de atrs, y que contina ante la vista. Esa estructura temporal
porvenirista del pas de las pampas, tambin declamada por l: "Este porvenir no se
renuncia as noms!", tal como lo leemos en la Introduccin de la obra. O como reza
el captulo final a veces tambin suprimido de las ediciones realizadas en vida del
autor. Recordemos el ttulo: "Presente y porvenir". All Sarmiento, entre las diatribas
al tirano, se haca ilusiones que, si bien desmentidas en sus efectos y consecuencias
objetivas, no podramos repudiar en cuanto al sino de destinacin que dictaminaban
con su promesa de una misin a cumplir: "Tal es la obra que nos queda por realizar
en la Repblica Argentina."
No otra la expectacin temporal que se desplazaba con la eufnica vocalizacin
de la pampa. De aqul horizonte de un ver... y aun no ver nada. Cuyas radiaciones
se concentran en torno de una forma de visin de temple horizontal. Aunque para
Sarmiento se tratara de un ente negativo. Como es sabido: del "vaco" de la "extensin".
En cierto pliegue de su contexto epocal, esa consigna parece por s misma una tensin
del realismo gnoseolgico traspuesto a una forma devenida. O como le llamaron
otros de acuerdo a sus fuentes monumentales europeas: de la dialctica. La consigna
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sarmientina va de suyo: eso que llamamos la Argentina est todava est por realizar.
La Argentina reside en lo por-venir. Pro-yectada en la tierra. Como si colocada sobre
la llanura fuera puesta sobre la pista voraginosa de la Historia, confundiendo la
topografa con la temporalidad. Permutndolas, intercambindolas en un connubio
impdico. En fin, temporalizando el espacio.
Si ello dependiera de la constitucin de una filosofa dialctica, restara nada
ms que quedar atentos. Avizores y esperanzados. Armados con un puado de
categoras del tiempo histrico adecuadas para emplear en el momento justo: en
el instante mesinico. Si es que dispuestos atentamente ante el despliegue de su
movimiento interior, a fin de no perder de vista sus fases escalonadas y espirales, esa
resolucin acontecera por fin como arribo y respuesta. Entonces s que valdra la
pena seguir su enroscada y viboreante progresin hasta el final, a sabiendas de hallar
al fin el bucle de terminacin de esa espiral incesante. Preparados para una fiesta.
Con ello acometeramos la empresa de satisfacer el sentido del mundo conforme a
su plan universal y necesario. Es cierto que Sarmiento mismo lo crey as. O es que
ms bien se trata de violencia, descendimiento, calamidad, fantasmagora, locura,
crimen? Ahora bien, si el Facundo no es nuestra primera utopa, cuanto ms bien
nuestra Utopa Primera, y si en lo que respecta a su imagen espacial inaugural, el
terrible "vaco", le tomamos al propio Sarmiento la palabra sobre su visin horizntica
porvenirista, el problema para nosotros se nos plantea en cmo seguir leyendo
dialcticamente la extensin horizontal de las "pampas argentinas", sin incurrir en la
pavorosa abstraccin de Sarmiento. A los efectos de pensar una "extensin", no ya
como sentencia de muerte de los hombres negados de la historia, sino, mejor, ahora
estimada, ponderada y tematizada como un problema conceptual.
Siquiera como desafo filosfico, aunque esto no nos sea lcito asumirlo desde
la dignidad de una construccin sistemtica. En consecuencia, asumir ese problema
que nos ha legado la tradicin, no simplemente como ejercicio historiogrfico,
filolgico o crtico, y mucho menos, a fin de reiterar el gesto acusador de un ritual
de denuncia, decamos. Acaso para ensayar una lectura no tanto en los trminos de
una canonizacin an insospechada, o peinada a contrapelo, o salida de los bordes.
Menos, al slo propsito de poner al da una controversia bibliogrfica, reuniendo
minuciosamente una familia de juicios y pareceres hasta confeccionar un impecable
estado de la discusin, ajustar cuentas frente a otros crticos y emitir luego nuestro
propio veredicto. Si bien ms adelante nosotros mismos no dejaremos de acarrear
algunos baldes acumulativos de esos yacimientos de exgesis, como tampoco nos
abstendremos de cascar ciertos filones de la genealoga de controversias que yacen
afloradas en las vetas expuestas de los comentaristas de Sarmiento, de momento, lo
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Gerardo Oviedo
que de veras cuenta para nosotros es pensar la tal visin horizntica del Facundo.
Con el objeto de fiexionarla ontolgicamente, si se nos admite esta figuracin. Y ello,
siguiendo una tradicin de lectura filosfica del Facundo. Puesto que la propia historia
de la recepcin filosfica del texto sarmientino nos incita, se dira que nos conmina
a ello.
Para ello nos serviremos de algunas fuentes como si fueran fulguraciones que
vienen a encender otras tantas mechas en las que podamos ver chisporrotear algo de
la dinamita filosfica que, tambin, se puede poner a secar cuando se dejan abiertas,
como expuestas al sol, las pginas sangrantes de Sarmiento. Y que tambin crepitan,
ms sordamente, a travs de algunas ya viejas lecturas filosficas argentinas del
siglo XX. Ahora haremos valer esta ltima pregunta, siquiera como motivo de un
itinerario de lecturas, con el objeto de comenzar a internarnos en aquellos tramos del
archivo bibliogrfico argentino que se tuercen y retuercen en torno al problemtico
e inquietante legado sarmientino. Ya sea en el centro, ya sea en las mrgenes de la
vasta tradicin exegtica sarmientina del siglo XX, ninguno de los nombres que la
entretejen ha permanecido indiferente a su objeto. Algunos navegaron sus aguas
profundas con fruicin, y otros slo mojaron ocasionalmente sus pies. Pero siempre
sintieron su turbulencia y su temperatura infernal. De ese ancho y revuelto cauce
que es la exgesis sarmientina en el siglo XX, nos aproximaremos de momento a
la corriente del pensamiento mediterrneo argentino, uno de cuyos afluentes ms
caudalosos porta el nombre de Sal Taborda.
a) Sal Taborda ante Sarmiento: comprensin filosfico-antropolgica e
historizacin poltica "vertical" de "lo facndico"
A mediados del siglo pasado el filsofo mexicano Jos Vasconcelos arriesg,
precisamente en su escrito utopista sobre la raza americana del futuro, que si "fuera
posible concretar en pocas palabras los caracteres del pensamiento argentino, dira
yo que en general es claro, amplio y generoso, con algo de la vastedad de la pampa y
la frescura de los grandes ros.""
As cerraba Jos Vasconcelos La raza csmica, donde se quiso hacer convivir
el cosmos y el continente, el hombre pleno y el pas de la Cruz del Sur. Claro que
a esa enumeracin telrica de Vasconcelos, tan generosa para con la extensin de
la pampa, deba incorporarse el foco gneo de una cultura mediterrnea que fue
" Vasconcelos, Jos, La raza csmica. Misin de la raza iberoamericana, Buenos Aires, Espasa-Calpe,
1948, p. 53.
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volcnica cuando se combin con la herencia mtica de los llanos riojanos, porque
lo vena siendo desde la toma de la Universidad de Crdoba en 1918. Tambin ellos
tomaron las lanzas americanas. Deban llegar a Buenos Aires atravesando su pampa
con buenas nuevas. Y esto, para el sarmientino Vasconcelos de La raza csmica, como
espacio geogrfico civilizado que es "condicin indispensable a toda gran prosperidad".
Pues refirindose a las pampas argentinas, Vasconcelos aseguraba que no hay "en
ninguno de los dominios que fueron de Espaa, ni en Espaa misma, una regin
comparable a esta gran meseta, baja y frtil, de millones de leguas cuadradas de tierras
aprovechables." La llanura pampeana nos era prdiga, en efecto, como su promesa
de futuridad. Y muchos pensadores cordobeses, como sabemos, nunca se alejaron
demasiado de Espaa, y menos de la Amrica espaola. Ahora bien, quisiramos
leer una ltima vez al Vasconcelos de La raza csmica, solamente cuando observaba
que la "era de los Facundos, que todava en otros pases perdura, en la Argentina se
ha hecho casi mtica." En efecto, en la Argentina, Facundo ha devenido un mito, ms
de lo que Vasconcelos quiso comprender. Tambin devino en un mito filosfico?
Para responder a ello sera menester volver la mirada sobre una voz que nos llega de
Crdoba, atravesando la llanura.
Amparado del fragor tcnico del desalmado mundo moderno en las serranas
cordobesas, un pensador se puso a la escucha del rumor histrico que provena de
los llanos riojanos. Presto a recoger sus signos numinosos, dio con la fuente de la
tradicin, de la que bebi hasta colmar su sed de asideros ontolgicos argentinos. No
pas desapercibido este intelectual de Crdoba entre sus contemporneos, a pesar de
que su obra no circul por las avenidas de mayor nombrada. O tal vez no quiso para
s ms que una suave murmuracin. Entre los intelectuales platenses. Uno de ellos,
Jos Luis Romero, lleg a considerarlo su maestro secreto. Sal Taborda, intelectual
argentino raigalmente cordobs, recibido de abogado en la Universidad de La Plata y
animador espiritual de la Reforma Universitaria del 18, filsofo y pedagogo adems de
ensayista, novelista, dramaturgo y jurista, pens el tema del destino y de la vida de las
naciones a contrapelo de la imaginacin porvenirista de Sarmiento. Volviendo contra
l su propia criatura. Sal Taborda pens algunas de sus ideas cardinales viviendo
sus ltimos aos en la localidad cordobesa de Unquillo. Barruntamos que meditaba
al borde de las serranas cordobesas y al pie de los comienzos de la pampa recostada
sobre las ltimas lomadas hacia donde se hunde la vieja ciudad cabildante.
Se dira que Sal Taborda recorri filosficamente ese estrecho espacio de pampa
que lleva desde Unquillo hasta las afueras de Jess Mara, y que all se detuvo para
retomar en trminos histrico-simblicos el significante yacido de un viejo camino
de llanura: la huella que pasaba por el paraje Barranca Yaco. De un sitio al otro hay
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Gerardo Oviedo
una breve distancia geogrfica pero un gran paso conceptual. Taborda afront all un
terrible encuentro filosfico con dos nmenes contradictorios de la nacin argentina:
Sarmiento y Facundo Quiroga. Lo que sigue es una rpida excursin hacia ese territorio
filosfico que Taborda nos ha proporcionado en esa metfora ensaystica, filosfica
y politicista bautizada como "lo facndico". Veremos cmo Taborda experimenta ese
vuelco que lleva de un lugar geogrfico e histrico a la dimensin simblica de una
formulacin "etnopoltica" sobre la nacionalidad argentina. Crea que el imaginero
Sarmiento se equivocaba al pensar el destino de la nacin argentina dentro de la
matriz agonstica de la modernidad burguesa occidental. Su rectificacin procedera
de un camino que tronch la vida del caudillo de los llanos riojanos. Y es cuando
Barranca Yaco se erige en clave de un enigma espiritual fundamental, venturoso al
tiempo que trgico.
Ese camino a ser retomado deba reconducir a un destino argentino cuyo
"sentido histrico" deba volverse reflexivamente sobre sus propios extravos. Para ello
deba remontarse el trayecto que nos devolvera a los fundamentos de la nacionalidad
preexistente a la formacin del Estado, cuya construccin revolucionaria prepar el
contexto jurdico de despliegue de una modernizacin occidental desquiciada por el
capitalismo en su fase monopolista e imperial. Sal Taborda se lanza as a la rebusca
de una herencia dormida y latente en el interior profundo de las provincias. Retoma
la senda que lo reenva al "genio nativo" perennemente arraigado al suelo y a la
ciudad americana levantada por la voluntad hidalga castellana. La civilizacin era ya
una empresa realizada sobre la vastedad geogrfica del suelo americano hispanizado.
En sus Investigaciones pedaggicas, Taborda refiere que al tiempo "que la conquista
y la colonizacin emprendidas por el nomadismo hispano encendido de voluntad
histrica fundaba, aqu y all, en el vasto suelo americano los centros urbanos
para el desarrollo de las actividades sedentarias, la cultura se fue sistematizando y
organizando en los afanes de la polis y se fueron creando las instituciones encargadas
de su custodia y de su difusin." 23
Es que segn Taborda, en el seno de esos centros presididos por un claro ideal
ecumnico, se formaron los hombres de la voluntad de Mayo y tambin los que, ms
tarde, alucinados por el brillo de la civilizacin ultramarina, renunciaron al mismo.
Entre quienes debemos nombrar en primer lugar a Sarmiento. Sin embargo, producto
y expresin de una de nuestras comunas de ms enrgico sello castellano, Sarmiento
cierra una poca, la poca de la colonia, y abre otra poca, la poca inaugural del
"
23
1951, p. 174.
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hombre argentino." Porque "es cierto que se puede estar contra Sarmiento, pero no se
puede estar sin l."
Ese comunalismo hispanoamericano encierra un concepto del hombre,
de modo que la nacionalidad preexistente se afirma en un ncleo antropolgicopoltico fundamental. La obra de Mayo fue el resultado de una voluntad histrica
decidida a consolidar un orden social concebido para "realizar el destino del hombre
argentino". Ese destino estaba sellado ya en la forma fundante de las comunas
urbanas originarias del vasto suelo americano del que Taborda haca antes referencia,
en tanto la afirmacin del principio poltico de la autodeterminacin implic un
especfico concepto del hombre, que fue necesariamente el mismo que concibieron y
realizaron las comunas de origen. De modo que al proceso revolucionario de Mayo,
dice siempre Taborda en las Investigaciones pedaggicas, "no le fue dado cambiar a
designio o transmutar a voluntad la tesitura tnica radical y eterna." La emancipacin
argentina produjo por tanto un peculiar fenmeno de interaccin entre revolucin
y tradicin. Y para desanudar ese embrollo es preciso ejercer un tipo especfico de
ejercicio rememorativo, ya que la memoria "nos trae -de tradere, de donde tradicin",
en tanto que la revolucin es la actitud con la que el espritu vuelve sobre una
relacin adquirida y la convierte en un nuevo problema. Con ello la memoria queda
encarnada en "un movimiento decantador que va perpetuamente de la tradicin a
la revolucin." Y lo que hay que reconocer bajo este aspecto es que "la instauracin
del orden poltico advenido a raz de nuestra liberacin del dominio espaol no
pudo prescindir de la tradicin espiritual espaola." Es en esa huella del crculo de la
tradicin operante en el ciclo revolucionario en donde reside "ese genio que llamamos
facndico porque lo facndico es lo que imprime sello peculiar a nuestra fisonoma".
Pero se trata de un genio revolucionario. La recuperacin de esa fisonoma espiritual
castellano-americana de la autodeterminacin popular revolucionaria exige retomar
hermenuticamente ese legado histrico que Taborda acu con la figura del genio
de Sarmiento, Facundo.
La Revista Facundo haba preparado detalladamente esa empresa de construccin
de la memoria de la tradicin y la voluntad poltica "radical" que segn Sal Taborda
le es propiamente inherente. La denegacin caudillezca de la secularizacin poltica
burguesa adquiere en Taborda un estatuto filosfico-antropolgico positivo, que
traspasar en la esfera conceptual al principio de lo facndico. Se dice en la editorial
de la Revista Facundo que el acontecimiento de Barranca Yaco encierra un silencio
grvido que afecta a los destinos comunes. Su desciframiento es una tarea que se le
exige al hombre que vive su tiempo. Es que la tragedia de Barranca Yaco comporta la
necesidad de plantear un examen de conciencia sobre los rumbos ideales de nuestra
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vida. 24 Es decir, de la vida nacional que se verifica en las libertades de las provincias.
Mas esa vida nacional requiere ser descifrada, ahondada en una hermenutica
rememorante. Facundo es el "secreto y la clave" de la vida argentina, cuya esencia
histrica procede de la entraa viva de la hispanidad americana. Lo facndico es la
substancia viva y eterna de nuestro ser, consigna Taborda. Es por tanto la esencia
de nuestra historia que permanece viva por sobre las figuraciones temporales que
ineludiblemente despliega en el acontecer social y comunitario. Lo que quiere decir:
la realizacin de la unidad nacional con base en la autonoma de las comunas. En
tanto la vida de un pueblo es una realidad tejida de historia y de cultura, que acusa
las direcciones espirituales inherentes al destino particular, sus productos necesitan
verterse en la comunidad para aspirar a la vigencia, en el soporte tpico que les asegure
la perpetuidad. La historia se refiere a la voluntad de ser, inherente a toda comunidad
poltica. Se expresa en los hechos histricos, pues es en ellos donde se exterioriza la
direccin que ella asume y la continuidad propia de su esencia. Razn por la cual,
esgrime Taborda, un acontecimiento del pasado puede ser, histricamente, ms
actual y ms eficiente que cualquier acontecimiento contemporneo.
Lo que constituye el fondo perviviente y esencial de la voluntad de Mayo en la
comprensin de Taborda es la autodeterminacin de las comunidades existentes en
la demarcacin territorial llamada Argentina. Ese principio de autodeterminacin
contenido en aquella voluntad, nutrido "de amor y de fuerza", dice Taborda, conlleva
un sentido total y universal que identifica el destino del individuo con el destino de
su grupo en un orden armnico de cultura e historia. De acuerdo con Taborda, es
posible verificar que la comunidad argentina est formada por ncleos constituidos
y consolidados en una gran superficie geogrfica, separados entre s por la distancia,
y por tanto propicia a la acentuacin de las caractersticas regionales autonmicas,
al tiempo que se muestran ligadas por los lazos espirituales legados por Castilla. De
modo que esa comunidad estaba previamente estructurada y dispuesta como entidad
civil para la historia, y su vocacin poltica era el intercomunalismo federalista. En
tal modo que sobre esta estructura y esa vocacin debimos afianzar la organizacin
nacional republicana. Y por tanto, sobre esas notas peculiares y distintivas crear
instituciones originales, expresivas de la idiosincrasia nativa, es decir, impregnadas
de su "etnos" poltico vernculo. El caudillo "de mltiples nombres", como lo llama
Taborda, es en su opinin el tipo representativo del espritu comunal. En ese smbolo
" Taborda, Sal, "Meditacin de Barranca Yacd; (Ao 1, febrero 16, 1935) en Artculos de Facundo, Revista Estudios, No 9, Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Crdoba, Julio 1997-Junio 1998.
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Gerardo Oviedo
vena trgica abierta, cuando dice que si la la civilizacin europea puebla la inmensa
superficie de la repblica, puebla acaso el baldo de nuestra alma. La cultura nacional,
"ano est acaso ms obsedida y desesperada por el enorme hueco de la pampa, que un
siglo atrs, cuando la bala homicida fabricada por la industria importada, puso una
oblea de sangre en el pecho del hroe?"
De modo que, sin decirlo con las palabras que casi al mismo tiempo empleara
Homero Guglielmini, la historizacin de la cultura y la realizacin de la voluntad
poltica histrica de la autodeterminacin popular, es decir de la soberana argentina,
se le presenta a Taborda como la verticalizacin espiritual de la llanura infinita en
su trasposicin espiritual, o si se quiere, culturalista. Pero para esta representacin
intelectual telrica de lo "facndico", esa alegora irrumpe liberadoramente en la vida
histrica y pblica. Siempre movilizada por la realizacin emancipada la vida de una
comunidad histrica.
As pues, la inmensidad espacial de la llanura se abra en la meditacin de
Taborda como un arduo problema ontolgico-poltico. Para ello propuso su clave
"vertical" de interpretacin histrica. La propia formacin de la nacionalidad tiene
una disposicin hacia la verticalidad de autorrealizacin de una voluntad proyectada
ms all del eje horizontal de la conquista tcnica del suelo. En su objetivacin
politicista, la verticalidad volitiva remite a la restitucin utpica de las comunas. En
trminos terico-polticos, Taborda estima que una comuna es un grupo humano
caracterizado por una continuidad de accin que liga un pasado a un presente con
posibilidades dispuestas y arrumbadas hacia el futuro. Considera que preside su
vida una constante dirigida voluntariamente hacia fines ideales. Segn este esquema
antropolgico en el que reposa su filosofa de la voluntad, el grupo humano es una
manifestacin del fenmeno de lo poltico. La comuna es un producto poltico, tanto
ms acentuadamente poltico, piensa Taborda, cuanto ms originario y genuino.
Veamos por tanto que para Taborda la comunidad concreta de la nacionalidad
comunal se halla histricamente formada por ncleos constituidos y consolidados
"en una enorme superficie geogrfica", separados por la distancia, propicia a la
acentuacin de caractersticas regionales, pero "ligados por los lazos espirituales
legados por Castilla", por lo que "su evidente vocacin poltica era el intercomunalismo
federalista", inherente a sus "instituciones originales, expresivas de la idiosincrasia
nativa."
Sabemos que Sarmiento se opuso frreamente a este camino que vena
de la heredad histrica hispano-americana. Claro que el "escenario es amplio,
inconmesurable, como su voz." Pero Taborda escucha la voz de su creatura
imaginaria: la voz de Facundo que sale desde el Facundo. Y es que ya "la intuicin
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genial de Sarmiento alcanz esta verdad cuando, reconocindole como 'la figura ms
americana que la Revolucin presenta, le seal enfticamente como el poseedor del
secreto 'vivo en las tradiciones populares, en la poltica y revoluciones argentinas, y
le demand la clave de la vida secreta que mueve y preside nuestra historia." Esa clave
es "lo facndico", entendiendo bajo esta expresin "la substancia viva y eterna de
nuestro ser, ha intervenido en las gestaciones de las estructuras asumidas hasta hoy
por el hombre argentino y, cada vez con mayor eficacia, nutrir por los siglos de los
siglos, las figuraciones que ese hombre cree en todos sus tiempos histricos." "
El propio Sarmiento, cuando se empe en que las comunas argentinas
cobraran unidad poltica, hizo poltica facndica, pero en nombre de una "cultura de
colonizacin" que Taborda, "a la luz de lo facndico", considera inadecuada, desvo
a ser rectificado. Es as que "su espritu vehemente y alucinado comenz negando
a Facundo", aun intuyendo que lo facndico era la nica condicin de la unidad
nacional. En ello, Sarmiento se "neg a s mismo en un duelo paradojal consigo
mismo." Ya que "tanto Sarmiento como el personaje de su extraordinario panfleto,
eran una sola y misma expresin de lo facndico radical, y as se explica que, a lo largo
de la dramtica empresa, su personaje haya, ms que nunca, desafiado y excedido a
todos los Sarmientos habidos y por haber."
Guglielmini, Homero M., Bajo el guila azul, Buenos Aires, Ed. Libreras Anaconda, 1934, p. 23.
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Gerardo Oviedo
la razn pura, porque la pasin slo puede ser comprendida por la pasin." De ah
que los "verdaderos libros que se escriben sobre Amrica son todava ms bien formas
de la accin", en tanto "van actualizando la historia americana, en lugar de narrarla
desde afuera; traen el futuro al presente, en lugar de traer el pasado al presente."
"Libro-accin fue el Facundo, de Sarmiento", concluye Homero Guglielmini.
Aos ms tarde, en pleno auge del primer peronismo, Homero Guglielmini
declarar, como en s ayista del tomo que l convoca con el ttulo de Argentina en
marcha (una de las publicaciones oficiales del Estado revolucionario nacional -as lo
autocomprenda nuestro ensayista-) que "Sarmiento haba lanzado a la circulacin
con finalidad polmica y poltica" su consabida frmula, civilizacin o barbarie,
"desestimando en principio toda manifestacin vernacular porque la consideraba
brbara." Resonaba, manifiesta Guglielmini respecto a Sarmiento, "en esta manera
simplista de enfocar el problema el eco de un racionalismo crdulo ya perimido, que
aceptaba a priori la idea trascendental de un progreso rectilneo que se desenvuelve
como una constante de la historia." 27
Sarmiento posee una filosofa de la historia que es preciso rectificar, advierte
Homero Guglielmini. Se trataba de recusar esa filosofa lineal de la historia, es decir,
su falso a priori, con el fin de dar buena cuenta del "acontecimiento esencialmente
orgnico y misterioso del nacimiento de una nacionalidad", apunta con afn correctivo.
Dos elementos sustanciales, por lo tanto, introduce Sarmiento para resolver un
enigma ante el que fracasa: a) una filosofa de la historia, y b) el nacimiento de una
nacin. La incgnita quedaba del lado de lo que llam barbarie, suprimida tanto de la
legalidad del tiempo como de la aventura de la nacionalidad surgente. Pero el factor
comn es que ambos trminos convergen en una teora del tiempo, o si se quiere, en
una idea retrica de la temporalidad, en una metfora de la historia. Sin perder un
pice de potencia en dichas gradaciones, que bajan del concepto hacia la intuicin,
como una pendiente que culmina en una hondonada. Y para ello ya no Sarmiento,
sino el gaucho Martn Fierro es el que ofrece, segn Homero Guglielmini, la clave de
esa "misteriosa" filosofa de la historia germinal argentina. Porque en efecto Homero
Guglielmini acepta como tesis ontolgica el siguiente verso de Jos Hernndez,
expuesto a modo de tesis: El tiempo es slo tardanza de lo que est por venir. Ante esta
imagen ontolgica hernandiana, manifiesta Homero Guglielmini es que asistirnos a
"una nocin existencial de la temporalidad".
"Hay una experiencia argentina de espacio, tiempo y tcnica. Para una interpretacin de la realidad
argentina", en Argentina en Marcha, Tomo I, Buenos Aires, Comisin Nacional de Cooperacin Intelectual, 1947, p. 58.
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Homero M., "Un paraso perdido: Guillermo Hudson", en Fronteras de la literatura ar-
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Ello querr decir que Hudson haca abstraccin de la radicalidad del drama
social histrico concreto que aconteca en la pampa: las guerras civiles argentinas.
Todava, explica Guglielmin, el "momento idlico y complaciente de la rememoracin
es homlogo -notable paralelismo- al Canto II de El gaucho Martn Fierro, que evoca
ardientemente los tiempos de una pampa dichosa." Claro que la tragedia no poda ser
callada sin que re-emergiera subrepticiamente. Porque "en seguida el poema gaucho
se despea en un dramatismo descarnado y urgente", en el preciso momento en que
el "paisaje desaparecer devorado por la fiebre de la accin, convirtindose en simple
escenario implcito de zozobras humanas:' Esta observacin de Guglielmini no
reviste meramente el carcter de una clave onrica psicolgicamente elucidada, sino
que pretende mostrar la irrupcin de la historia real en la escena prstina creada por
el mito pampeano de Hudson. Y es que de la forma-pampa ahora viramos a la formaguerra. Semejante dato no puede pasarse por alto, por lo cual Guglielmini enseguida
aade que "hubo que esperar a Hernndez para que la pampa asumiera su pattica
significacin trgica, en la que los destinos del hombre aparecen crucificados sobre el
suelo de la llanura implacable, con los clavos de la soledad, la venganza y el horror:'
Ahora el destino est crucificado en la forma de una llanura en guerra. El
"destino" ha quedado puesto bajo una "pattica significacin trgica". Pero para
develar esa clave trgica Guglielmini se asiste por su amigo el filsofo Carlos Astrada.
Es este pensador quien da el paso del plano esttico-literario al plano ontolgico,
produciendo escenas co-fundantes de un mismo drama existencial. Guglielmini
observa que Carlos Astrada "ha registrado esa excentricidad europea, que logra en
todo momento centrarse en su paisaje nativo y en s misma:' Veremos ms tarde
que es una tesis del propio Guglielmini, pero ello por el momento no interesa.
Guglielmini precisa que para Astrada el "hombre pampeano es constitutivamente
un ser de lejana, vale decir que doblemente excntrico", puesto que ontolgicamente
"la melancola es aqu una inercia totalizadora:' Tambin eran palabras suyas.
Guglielmini sin embargo asevera que "no falta en la obra de Hudson ese sentido
zozobrante y fatdico de la pampa". Hudson muestra que cuando "a esa naturaleza
virgen y paradisaca se asoma el hombre con su carga de pasiones, despechos, odios y
miedos se enturbia el paisaje y ste mismo se vuelve cruel y se mancha contaminado
por la presencia perturbadora:' "As de golpe, en el nimo candoroso del adolescente
Hudson, habitante de la pampa paradisaca, sta se mancha para siempre cuando
descubre sobre el pasto el cuajarn de sangre de un soldado de las guerras civiles
degollado el da antes', escribe Guglielmini.
Y as nos llegan esas palabras terribles y fatdicas, tanto como la imagen que
sobrecogiera el nio Hudson, que han sido pronunciadas por el crtico: "guerras
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teortica del espritu". Ellos carecieron de lo que hoy (o sea, con el peronismo) se
requiere, a saber, "comprender el sentido sinttico del proceso histrico" que acontece
con la revolucin. Y ello, claro, concierne a la dialctica, porque si "es verdad que hay
una dialctica en la historia, su significacin no puede vislumbrarse hasta que el acto
vivido se haya convertido en hecho pasado, o sea en objeto de conocimiento."
Entonces aqu, en esta cesura abierta de la modernidad nacional que es la
"revolucin nacional" peronista, reaparece Sarmiento. Homero Guglielmini ensaya
pues una reapropiacin "peronista" de la narrativa sarmientina de la construccin
de la nacin. Es que ante "el mundo occidental saturado, con su tiempo y espacio
colmados, la Argentina tiene un mensaje que pronunciar." El catlico antiliberal
que a su manera no dejaba de ser Homero Guglielmini, sealaba que el equivocado
Sarmiento "no ocultaba una paradojal reluctancia hacia el elemento hispnico y
an latino, elementos integrantes de la nacionalidad." Pero el ms grave error de
Sarmiento puede sindicarse en su modernizacin extravertida y unilateral. Pues
su incorporacin al universo de la tcnica moderna no supo ver, como s el joven
Hudson, que detrs "de las mquinas se ocultaba un ente demonaco que las mova,
y no se quiso ver la trampa colosal que significaba el envo de esos abalorios." A
pesar de ello, el Facundo es conmovedora expresin literaria del suelo nativo, que
permite "comprender amorosamente la consistencia y fisonoma del virginal espacio
argentino."
La comprensin que Sarmiento tuvo del territorio argentino, de su "extensin",
concierne en su esencia a la estructura ontolgica que Guglielmini denomina
experiencia argentina de espacio, tiempo y tcnica". Sin embargo, esgrime Guglielmini,
lo "que hay de virginidad y vacancia en el espacio y en el futuro argentino no implica
solamente una ventaja; tambin implica peligro", pues "el espacio sobreabundante,
el futuro expectante e inexplorado, tambin significan la oquedad, el vaco, es decir:
la nada." Ahora bien, si "la pampa es la forma fsica y geogrfica, el paisaje, que
asume el sentido espacial argentino", asimismo "es el paisaje de la nada, del vaco, la
forma indefinida e infinita del espacioso horizonte futurista argentino". La pampa,
aduce Guglielmini, es la condicin de posibilidad de la utopa argentina. La forma
utpica del espacio argentino es la apertura al futuro mismo de la "pampa con su
potencialidad inmensa, que hasta hace poco era aludida como desierto por los propios
argentinos, la pampa en su grandeza esteparia." Porque el "vaco de nuestro paisaje
se fue llenando poco a poco con el acto humano de la historia." Ello demuestra que
la "actividad y la dinmica de una realidad nacional est permanentemente dirigida
hacia el futuro". Su proyecto "consiste en un constante hacerse y realizarse a s misma",
ya que la nacin "trasciende y supera a los individuos como tales porque se proyecta
"
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idea del arte como radical destino humano. All nos explica Luis Juan Guerrero que la
idea del "destino" se exterioriza como una instancia de mltiples determinaciones. Esa
teora esttica parte de una interpretacin existencial del hombre "concebido como
aquel ente que da cuenta de su propio ser en tanto proyecta su propia realizacin."
Esta perspectiva existencial es una verdadera rosa de los vientos que orienta su
planteamiento conceptual estrictamente esttico. Todas las direcciones de su teora
apuntan a despejar las condiciones constitutivas del arte en lo concerniente no solo
a su papel activo en la sensibilidad recibidora, sino tambin a su carcter prctico de
tarea histrica. En su opinin, el arte objetivado, vale decir, puesto en obras y textos,
nunca se consigna nicamente al valor de lo bello, sino que, ms all de su recepcin,
tambin encarna una "misin". Su dilucidacin, con todo, Guerrero la encara en los
trminos propios de un anlisis de la revelacin y el acogimiento o recepcin del
arte, puesto que tambin entraan un acontecer esttico. Ahora bien, este momento
misional que reside en toda experiencia esttica, ese chispazo de universalidad
porvenitista, se alimenta de una funcin utpico-anticipatoria que le es inherente. Ya
que para la conciencia esttica, mientras el arte abre las puertas de una temporalidad
prefigurativa, habilita con ello un horizonte de esperanzada expectacin ante el
porvenir. Tan solo la obra de arte "se adelanta a la inauguracin de un mundo". Ese
aspecto misional, y an mesinico del arte, atae a la renovacin y transformacin
del mundo, que en el hombre actual incorpora, con vocacin militante, la "lucha por
asumir su propio destino", tal como declara Luis Juan Guerrero ya en el prlogo de su
libro. El hombre "enfrenta una misin ms imperiosa" que en el arte mismo concierne
a la tarea "de ejecutar, con plena lucidez, las figuras orientadoras de una nueva historia
de la existencia humana." En toda experiencia esttica siempre acaece el influjo de "un
destino social y cultural", no meramente para colmar un gozo admirativo, sino "para
escuchar la leccin que nos brindan como tales obras de un destino humano", segn
seguimos leyendo en el referido prlogo. Destino ste "que se traduce, en el seno de
cada una de ellas, en una interminable contienda de sus estructuras, en consonancia
con los ecos humanos de sus sucesivas transfiguraciones histricas." "
Desde este punto de vista, la ejecucin de cualquier trabajo cotidiano, y hasta el
uso de las cosas ms corrientes de la vida diaria, se carga de un potencial esttico, en
tanto el hombre pone, en el acto mismo de fabricar una cosa para sus fines prcticos,
una cierta complacencia amorosa, que es como un destello de capacidad creadora
que reviste asimismo una dosis de fruicin. As se eleva al objeto por encima de su
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Guerrero, Luis Juan, Esttica Operatoria en sus tres direcciones. I Revelacin y Acogimiento de la obra
de arte. Esttica de las manifestaciones artsticas, Buenos Aires, Losada, 1956, p. 21.
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los llamados que emite se dan como saliendo de s misma, como viniendo de su
propia entraa, pero para envolvemos en un movimiento histrico", nos dir Guerrero.
Diremos nosotros tambin: acogemos interpretativamente un texto de acuerdo a un
criterio estilstico inmanente, cuando los llamados conminativos que aquel emite,
nos implican en un movimiento histrico comunitario, en tanto pasamos a compartir
con l. Y ello entraa asimismo dar apertura al destino que se cobra tributndolo
al acontecer pblico e histrico que compone fenomenolgicamente su trama
significativa. Dicho ahora con una parfrasis extremada en su consabida alegora
teolgica: el estilo es el Mesas.
Luis Juan Guerrero transforma la recepcin de la obra de arte en los trminos
ontolgicos de un acogimiento misional esttico-trascendental. Su encuadre va ms
all de la relacin social autor-promotor-pblico. Por cuanto ese enfoque, al tiempo
que asume la dimensin social de circulacin de la obra de arte, no desva su atencin
del cauce ontolgico de una disposicin destinativa esttico-trascendental. Esta
implicancia procede de la propia dimensin abierta por la categora del "acogimiento".
La obra de arte es revelada y acogida por nuestra sensibilidad, mediante el juego
recproco de dos momentos que Guerrero denomina "presencia" y "llamado". Tales
trminos son dialcticamente complementarios. La "presencia" acredita la capacidad
de la obra para mostrarse por s misma, de acuerdo a un poder de auto-exhibicin y
de auto-imposicin que le es inherente. Dicha efectuacin de arribo al sujeto, si cabe
llamarla as, no consiente el cumplimiento de una funcin ni la constatacin de un
mero "estar ah", aclara Guerrero, sino que alberga al complejo referencial de factores
presentes y ausentes que componen la totalidad de la obra (significacin), dejndose
empapar por el regocijo de alcanzar su misin destinativa. Segn Guerrero, la nota
de "presencia" objetivada alude a algo que, en su sentido ms dbil, se manifiesta por
s mismo, y en un sentido enftico, se impone por s mismo. En cambio el "llamado",
nos dice Guerrero, se refiere a la presencia irradiante y dirigida de una obra de arte,
consignada y destinada a un contemplador para provocar una respuesta adecuada.
En sntesis, la revelacin de la obra es el llamado que nos hace una presencia. Su
acogimiento comporta la respuesta adecuada a la accin de semejante presencia.
El llamado comporta as un "poder" de la obra misma, que no posee el dominio
instrumental de los tiles.
El llamamiento de la obra es entonces efecto de una libre decisin y predisposicin
del propio sujeto acogedor, quien se pliega en tal modo a una forma de objetividad
que, de eludirla o, mejor, de desorla, representa, no tanto una falencia de la obra
misma, cuanto ms bien del sujeto contemplador, o lector, desde el punto de vista de
su potencia de "autotransformacin existencial". El trmino "acogimiento", declara
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de la totalidad del mundo. Aunque siempre "promovido" como una exigencia que
surge de la obra misma. Como consecuencia de ello, el "acogimiento interpretativo"
de la prosa, como bien podemos llamarle aqu, involucrara tanto al escritor como al
lector. Es decir, los relacionara en la unidad de la trama significativa de la que son sus
polos dialcticamente complementarios. Nos refiere Guerrero as que "las palabras,
en el arte de la prosa, transportan al que habla o escribe, y al que lee o escucha, a un
universo comn, capacitndolos para nuevos significados mediante una potencia de
designacin que excede en mucho a la definicin recibida; mediante esa <vida sorda
que las palabras llevan y continan llevando en nosotros, segn Merleau Ponty;
mediante eso que Ponge llama su 'espesor semntico' y el propio Sartre su 'humus
significante". "Y as la prosa -aade Guerrero- tiene tambin una dimensin de poesa:
tambin ella instaura, a su manera, el poder nominador de la palabra.""
Todo acogimiento interpretativo se muestra solcito de una potencia semnticoexistencial de destinacin. Esa fuerza simblica opera como una invocacin textual
encarnada a una matriz estilstica que le es privativa, porque acua su fisonoma
expresiva y su enderezamiento al ser. Ya que a l se encamina. Guerrero ensea
que el acogimiento se deja incitar por el destino, en el plano de la presencia y de la
llamada del texto, pero tambin, en cuanto al significado existencial con el que quepa
esperanzarnos, y proyectarnos, a partir de ese acto de interpretacin hospitalaria.Y
ello como una propiedad que anida o reposa en el espesor potico y metafsico de
la prosa, dicho esto con el propio Guerrero, vale decir, en su "humus significante".
Esa tierra hermenutica yace a la espera de los lectores y escritores que se den cita
en su "campo". De ah que se pueda inferir: no hay destino sin texto. Si se acepta esta
dbil premisa, con todo, el destino, segn puede tambin verse a la luz de la esttiCa
trascendental guerreriana, no acaece sin destinatarios que alojen su presencia, y se
brinden como anfitriones de un suelo semntico comn. Entonces el escritor y su
lector quedan existencialmente asemejados -no nivelados- en este punto: no estn
destinados sino que ms bien son destinatarios el uno del otro, en tanto se llaman y se
presentan. Figurmonos que "se dan cita" en la sede del texto. Y con ello, digmoslo
de una vez, asimismo se "citan" entre s, hallando en la "cita" su amojonamiento
territorial y su incitacin a albergarse en un mismo "terreno textual". El recurso de
la cita acogedora, si se nos acepta la expresin, abre el camino al suelo comn de un
campo simblico abierto de lecturas y escrituras. Y son los textos quienes arreglan
la cita con el porvenir. Queremos decir con esto que escritores y lectores son copartcipes existenciales dentro de una trama textual donde campea un comn sentido
" Ibd., p. 171.
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haya surgido en tierra americana", tras lo cual citaba largamente el texto de Sarmiento.
A continuacin, Guerrero concluye: "Facundo es el 'carcter potico' que da sentido a
una modalidad de la vida humana en Amrica, es la clave que nos permite interpretar
una marcha de la historia. El periodista, el poltico, el combatiente que era Sarmiento
quiere discutir, luchar, triunfar: pero sustenta sus esfuerzos en la presencia soberana
de un personaje cuyas vivas ancdotas son las llagas vivas del rgimen que quiere
destruir." 34
Luis Juan Guerrero ya haba acogido la huella de la anunciacin utpica
sarmientina, interviniendo como comentarista del Facundo. Pero se vali del
texto sarmientino, se dira, con el objeto de ensayar una presentida fenomenologa
minimalista de la refraccin reflexiva de la conciencia argentina. Entonces Sarmiento,
segn dicha experiencia de comprensin, torna la figura subjetiva de una comprensin
epocal objetiva. Sin denegar precisamente del paradigma romntico, Guerrero ve en
Sarmiento al "gran hombre" o "genio" de un pueblo, menos por exaltacin hagiogrfica
que por requerimiento lgico del concepto. Por ello Guerrero no se ocupa de la figura
de autor de Sarmiento, sino ms bien de su magnfica creacin textual: el Facundo.
Pues la biografa novelada mito-potico-filosfica del escritor sanjuanino, deba ser
comprendida, ms all de su narrativa poltica utopista, como el texto fundante de
una filosofa nacional. No otro el propsito que persigue en Tres temas de filosofa
en las entraas del Facundo. En semejante atrevimiento consista lo ms novedoso
de su lectura, no por carencia de tentativas previas, sino ms bien porque a esa
filosofa se la empezaba a poblar de los smbolos que la tornaban hermenuticamente
cannica para la literatura de ideas argentina y americana. Es una operacin de
lectura contempornea de las narrativas neorromnticas del ensayismo telrico que
descollaba, a un lado y otro de Ezequiel Martnez Estrada y de Carlos Astrada, por
sus reescrituras de la literatura nacional del siglo XIX, del Facundo al Martn Fierro.
Tambin como aqullos, Luis Juan Guerrero estima que en pleno siglo XX, la imagen
de Facundo es el legado viviente de una revolucin inconclusa: la de la construccin
del republicanismo. De ah que el Facundo deba ser ledo desde su historicidad
efectual. La clave historicista de la lectura guerreriana queda utpicamente anunciada
cuando espera que "lleno el Facundo de esas irradiaciones histricas, proyecte su luz
propia sobre las generaciones venideras.""
Mas esa irradiacin histrica es tambin una irradiacin ontolgico-temporal.
" Ibd., p. 172.
Guerrero, Luis Juan, Tres temas de filosofa en las entraas del Facundo, Docencia, Buenos Aires, 1981
(1 ed. 1945), p. 33.
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espritu de los pueblos. Guerrero no olvida que los "romnticos argentinos, junto a la
experiencia de sumergirse en la pampa, para escuchar mejor sus voces misteriosas,
intentaron realizar esta otra experiencia de llegar a los fondos annimos del pueblo,
para pulsar sus anhelos y recibir sus inspiraciones." 38
Sarmiento, influido por un Herder ledo desde Vicente Fidel Lpez -apunta
Guerrero-, sabe de la "inseparabilidad de espacio y tiempo" y del "sentido
morfogentico del mundo circundante". Mas su verdadero aporte estriba en haberlo
aplicado a la realidad argentina con sentido polmico. En Sarmiento, el medio
ambiente no es un mero organismo observado neutralmente desde afuera, "sino
que es el sujeto mismo de ese drama de la naturaleza americana quien escribe su
propia historia mientras la va haciendo." Slo un -autntico- filsofo podra elevar
a expresin literaria esa autorreferencia metafsica. Tambin Giambattista Vico
-por medio de las traducciones parciales de Pedro de ngelis, precisa Guerrero-,
influy decisivamente en Sarmiento. Del sabio napolitano es que adopta las figuras
clsicas de "civilizacin" y "barbarie", siempre segn Guerrero. Sarmiento adopta la
identificacin viqueana de poesa e historia como caracterstica fundamental de las
pocas brbaras, y la transfiere a las hazaas de Facundo narradas de pago en pago
en los cantares populares. El propio Sarmiento es el ltimo gaucho cantor y el poeta
vidente del hroe de pueblos que da la clave del futuro argentino. Tambin Sarmiento,
filsofo y retrico, sabe que "la verdadera poesa es la expresin del apretado conjunto
de afanes inconscientes y annimos que constituyen el destino de las naciones en el
proceso de su organizacin." Con todo, la filosofa de la historia de Sarmiento es
providencialista, ya que crey firmemente en el imperio de la Providencia Divina
sobre los asuntos argentinos y sobre la marcha de la civilizacin americana en general.
Tambin se trataba del providencialismo presente en Vico y Herder, pues con ellos
Sarmiento crey profundamente en el "destino humano", esto es, en el futuro "forjado
por el hombre mismo, pero a la luz de la Providencia Divina y entre las fatalidades
de las cosas." Ese romanticismo en Sarmiento tambin se transforma ms all de las
condiciones de recepcin de las fuentes europeas. Porque aunque "Sarmiento conoca
bien las ideas y los autores de su tiempo, conoca mejor las realidades de Amrica y
tuvo el acierto de lograr una sntesis de esos elementos, humana y argentina a la vez,
intelectual y prctica, clara y eficaz." 39
Al movimiento de vaco y llenado del desierto, a este terrible movimiento, dir
Guerrero, "ayudan las fuerzas de la historia, con su interior estructura dialctica."
38 Ibd., p. 47.
" Ibd., p. 61.
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La pampa encierra un sino blico fatal, que Guerrero parece aceptar filosficohistricamente, cuando seala que Sarmiento, "nos propone tambin una solucin
dinmica, o diramos dialctica: el hombre argentino -que es Juan Facundo Quiroga
y Domingo Faustino Sarmiento a la vez, 'Tigre de los Llanos' y 'Doctor Montonero'debe cumplir su propio destino, terrible destino de agona, de superacin a travs de
la sangre:' Pero semejante designio es tambin dialctico, pues las "fatalidades de la
historia ms bien nos ayudarn con su inexorable obra de destruccin". Es que "la
voluntad del hombre, levantndose por encima de esas fuerzas, debe realizar su tarea
civilizadora, su labor de educacin:'
El Facundo dej una dialctica inconclusa en la medida en que se propuso
poblar e industrializar el pas, y luego educar, esto es, modernizarlo, aunque dejando
pendiente el verdadero tema de la formacin de la conciencia nacional. Si en el plano
histrico la generacin iluminista leg la voluntad de independencia poltica, y la
generacin romntica, la voluntad de conquista de una conciencia nacional, en el
plano dialctico-filosfico, resta completar la trama ontolgica de esa proyeccin de la
libertad en la tierra. El iluminismo consagr las postulaciones universales abstractas, y
con el romanticismo se crea la instancia del Smbolo. Falta consumar la dialctica que
complet Sarmiento: el Programa. En esta trada de postulado-smbolo-programa se
encierra el despliegue de una dialctica de la liberacin, que Guerrero no llama as.
Segn esta progresin dialctica, si los iluministas proclamaron primero la libertad,
y luego los romnticos "dieron a nuestra libertad cierto a sabor de tierra nativa y un
sentido histrico ms inconfundible an", no obstante, "quedaba todava la tarea de
realizar la libertad en un sistema de instituciones democrticas, la tarea de organizar
un rgimen democrtico en toda la variedad de sus manifestaciones." 4
Facundo, en consecuencia, es en la mirada de Guerrero el simbolismo de un
proyecto de modernizacin nacional inacabado. Con ello, la temporalidad utpica
del smbolo mitopotico facndico resulta de la exploracin meditativa que clarifica,
en su marcha inmanente, el movimiento de la formacin histrica de un pueblo. Es la
leccin cuasi-hegeliana obtenida a partir de la trasposicin metafrico-ontolgica del
espacio telrico. Es decir, de una superacin retrico-metafsica de la mera extensin
desrtica, dialcticamente asumida como proyecto histrico republicano. Sin
embargo, debera ser la propia barbarie originariamente condenada la que tambin
ha de mutar en utopa afirmativa. De manera que el tema de la Nacin tal como se
desarrolla en el Facundo, segn Guerrero, es un tema que, para hallar su nominacin
adecuada, se inscribe en una inteleccin meditativa de la historicidad nacional, de su
p. 67.
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telos como futuro prometido, cuya misin procede a travs de sortear los males del
presente. Ello intima a redimir a los demonios del desierto brbaro, unilateralmente
erigido como metfora mayscula del drama humano argentino en la dimensin del
tiempo histrico. Es por ello entonces que el desierto se objetiva en temporalidad y
cultura, en alma colectiva y en poltica nacional, para dejar de maldecir el retraso y
la reaccin que entretanto eran las mayoras de un pas, y as volverlas sujeto cvico
y Polis. Ahora bien: esto tambin fue pensado por Sarmiento. Por cuanto Sarmiento
transfigura el progreso en el mismo espacio gensico que ahora debe disputarse a sus
viejos dueos, en nombre de la juventud revolucionaria, y opositora. Si Sarmiento
"transfigura" el programa romntico de la Generacin del 37, tambin se imponen
otras transfiguraciones complementarias, enderezando su utopa republicana
minoritaria, blanca y blica, en direccin de la civilizacin redentora de la tierra
denegada, popular y pacfica. Entonces hay que mutar la civilizacin en sus signos.
Vale decir, otra vez desplazar, y re-flexionar. Porque en despejar la tierra brbara
yace la chance de ser libres y felices, en una repblica soberana y justa, trasmutando
la repblica civilizada-barbrica realmente existente. Tal premisa iluminista, y an
jacobina, que Sarmiento nunca abandon, premeditaba una tragedia histrica para
los hijos de la pampa, que aqul sin embargo crea justificada e inexorable en su
carcter de predestinacin utpica del desierto. Quiso que la tierra fuera la libertad, y
crey preciso efectivizar su consigna como conjunto de reformas y plan de gobierno,
entre los cuales no desechaba ni la conspiracin policial ni la persecusin en masa.
Ni tampoco, claro, la imposicin del orden por la va de las armas.
Sin embargo, Sarmiento se sirve del mito como impulso de su praxis histrica,
aunque haya sido su mismo cuerpo en su pasin misional quien ocupara, en tanto
concavidad biogrfica, la propia potencia de la imaginacin mitologizante. Aunque
Sarmiento encarnara su propio mito. Luis Juan Guerrero, en tal modo, propone leer el
proyecto de modernizacin de la nacin bajo la clave de un mitologema que es preciso
arrebatarle de sus manos ensangrentadas a Sarmiento. Reapropiar dialcticamente el
ideal de la realizacin poltica de la libertad, y reescribir la aventura pica telrica que
nos deja el legado utpico de la potente prosa sarmientina. Dicha tarea es un modo de
decir que Sarmiento representa, an, una pulsin dialctica acechante en el tiempo.
Segn Guerrero, se puede sintetizar la consigna sarmientina para nuestro
problema de la conciencia nacional en trminos de que gobernar es "organizar la
libertad". Si bien se trata de una consigna con validez universal, es "Mito tambin",
o sea el mito de la "grandeza argentina". Pero el Mito de la Nacin es "una misin, es
una tarea, es un programa de vida." "Sarmiento le pide a Facundo que nos revele su
secreto", consigna Guerrero, para afirmar que "juntos Sarmiento y Facundo -juntos
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por toda la eternidad en las pginas del libro inmortal- nos revelan el secreto de
la Patria y nos ensean un camino, que es camino de formacin interior a travs
de la accin." Palabras de Guerrero que condensan su teora de la recepcin como
acogimiento ontolgico-existencial. Aqu nos encontramos con las condiciones
constitutivas de una lectura destinativa. La misin nos concierne y compromete.
Pues es la misma misin de Sarmiento: construir una nacin. Cuyo llamamiento fue
Sarmiento el primero en asumir como el drama ltimo de la cultura argentina, y ya
no slo de la estatalidad ejercida como gobierno y voluntad armada, que sin embargo
fueron su fatdico vehculo propiciador. Tanto hay de lleno en el "desierto", y tanto
hay que llenar en l todava, que sin embargo justifica la aventura de sus mitos. El
misionero y proftico Sarmiento es el comienzo del mito de la utopa telrica, y con
l, de la nacionalidad expectante. Sarmiento tiene el "mrito de haber formulado
un cuadro de las condiciones de posibilidad -y un proyecto de realizacin- de la vida
histrico-social americana"
Y sobre esta dialctica del destino, "vidente en sus perspectivas" es que se tensa
la potencia utpico-misional del Facundo, cuya leccin ltima es haber "sentido a
la Argentina como una misin que se cumple en el concierto de las naciones, como
un programa tendido hacia el futuro, como una tarea en la que debemos jugarnos
la vida", como dicen las palabras que cierran el texto de Guerrero, formuladas en el
tono pico-existencial de la destinacin misional que confera al lenguaje esttico
americano.
La dialctica facndica de pampa, misin y destino que quiso restituir Luis Juan
Guerrero a partir de su lectura de Sarmiento, careci de la necesaria contextualizacin
que en un texto de homenaje su alumno Rodolfo Agoglia se encargar de precisar,
rellenando un vaco de enunciacin. Y ello como dialectizacin del caudillismo del
siglo XX. Que sin nombrarlo, asistir a Pern. De Sarmiento a Pern, en consecuencia,
Rodolfo Agoglia completar los tres temas de filosofa guerrerianos en las entraas
del Facundo.
En su artculo de 1975 titulado, "Luis Juan Guerrero intrprete del pensamiento
argentino", Rodolfo Agoglia precisa que la filosofa de los jvenes romnticos,
particularmente en la figura de Alberdi, pretenda instaurar la serie de soluciones
a los problemas universales de acuerdo con los requerimientos especficos de la
nacionalidad. El programa filosfico del joven Alberdi gira en torno de dos problemas
fundamentales, que en realidad son las dos caras de un mismo problema: la libertad
del hombre y la soberana del pueblo. Agoglia recuerda que para Alberdi hay libertad
' Ibd., p. 62.
55
Gerardo Oviedo
all donde hay soberana popular, y hay soberana popular donde hay libertad. Si
libertad, igualdad y asociacin constituyen los fundamentos de nuestra filosofa
moral, sobre esta base Alberdi propone elaborar una filosofa Americana. En verdad
no lo consigui, recuerda Agoglia, porque su actividad tuvo que concentrarse en
viajes y luchas polticas y problemas prcticos de la hora. Aunque nos ha dejado s
un mensaje que debemos recoger y actualizar. En su evocacin de la narrativa de
Guerrero, seala Agoglia que la Argentina estaba en la poca de los proscriptos bajo
dos formas europeas de entender la conciencia nacional. O bien como sentimiento
nacional, implicando la existencia de una comunidad tradicional e histrica, o bien
como voluntad nacional que exiga el acto de creacin de una comunidad tica.
Agoglia consigna que para los hombres de la Generacin del 37 no poda haber
opcin entre ambas formas de conciencia, puesto que el sentimiento nacional no
exista y la Revolucin de Mayo haba realizado ya la segunda. A los romnticos se le
plantea pues la exigencia de desarrollar sobre esta plataforma programtica ya dada,
una cultura nacional que confiriese a la entidad tico-jurdica de la Revolucin, una
dimensin popular e histrica. As los romnticos se impusieron la tarea de formar
una Nacin en su carcter de entidad cultural. La nacin formalmente instituida
con el acto poltico de proclamar revolucionariamente el Estado, tornaba un acto
ilegtimo, en ltimo trmino, si no responda a las exigencias del medio y del tiempo
histrico, concretndose en una totalidad de cultura y vida moral.
Como se ve, los romnticos argentinos tenan en mente dos principios rectores
de la filosofa hegeliana, que penetran a travs de la cultura francesa en la cultura
rioplatense. Estas premisas afirman, por un lado, que la filosofa es la conciencia de
la propia poca, en la cual culmina toda realidad histrica, y por el otro lado, que lo
universal slo vive en lo concreto, sin trascenderlo ni predeterminarlo en el curso de
su desarrollo. Desde estas convicciones filosficas ltimas es que los romnticos se
plantearon la necesidad de fundar una filosofa argentina, lo cual supona la existencia
de una realidad histrica propia, requerida de elevarse al nivel de una autoconciencia
conceptual. Luis Juan Guerrero, observa Rodolfo Agoglia, sabe ya que fue Sarmiento
quien rompi definitivamente con la actitud nostlgica pasiva frente al pasado y al
medio, propia de los romnticos europeos, e inaugur en el romanticismo argentino
una actitud prospectiva frente a la existencia y su contexto fsico, capaz de dar sentido
nacional y americano a todas las formas de la vida histrica local. Segn Guerrero,
entonces, la superacin que propone Sarmiento se funda en la destruccin dialctica
de las fuerzas negativas de la historia, que a travs de las oposiciones engendran lo
nuevo. Solamente Sarmiento comprende que el camino de nuestra formacin interior
como nacin es la accin, la praxis.
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Segn Agoglia Sarmiento supo comprender, por encima del resto de los
romnticos, que "el problema nacional es el de emancipacin de las masas", aunque
esto slo puede lograrse mediante la educacin. Esto se identifica con el problema de
la conquista de la conciencia nacional. De ello Agoglia concluye "que la generacin
romntica no neg a Rosas en forma absoluta -desde una perspectiva racional y en
funcin de fines universales iluministas- sino que lo neg dialcticamente (esto es
relativamente), en funcin de ideales y de valores histricos", por cuanto "la generacin
del 37, imbuida de un ideario netamente historicista, se propuso por distintos caminos
-que corresponden a distintas etapas de su propio desarrollo espiritual- infundir un
sentido popular e histrico a la Revolucin de Mayo". No obstante, "debe admitirse
que slo logr darle -mediante un programa y una tarea de cultura- su sentido
histrico, pero no su proyeccin social que, como emancipacin popular, se alberg
paradjicamente en el caudillismo, para alcanzar quiz un principio de realizacin en
las generaciones de 1890 y de 1945:' "
42
Agoglia, Rodolfo, "Luis Juan Guerrero intrprete del pensamiento argentino", en Cuadernos de Fi-
losofa, Buenos Aires, Ao XV, Nos 22-23, Instituto de Filosofa, Universidad de Buenos Aires, enerodiciembre 1975, p. 200.
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nombres pueden calibrarse sin temor a que nos estallen en las manos. Porque esa
tensin, retricamente tan explosiva por sus cargas de nacionalismo culturalista,
concierne tambin a las figuraciones que abrevian las tragedias y los ensueos de un
pas. De una idea de nacin. Que por cierto es bastante ms que unos cuantos tropos
y mitologemas. Y que algunos archivos de lectura. Claro que esto mismo que decimos
son huellas que recogemos de nuestros archivos bibliogrficos, plegaduras de exgesis
y operaciones de lectura. Por ejemplo, cuando hemos ledo que Luis Juan Guerrero
crea que el propio Sarmiento haba dado ya el paso hacia esa frontera histricoespiritual que abra en la pampa su utopa temporal. Y que deba contener tambin
una ontologa de la cultura, en lo que sta comportara de cifra de destino y condicin
proyectiva de la libertad. Para ello, el sutil filsofo que era Luis Juan Guerrero, de
nuevo, nos tiende la mano. No obstante circunscribirse Guerrero al aspecto sensible,
a la aisthesis del "acogimiento", nosotros creemos que la modalizacin ontolgica de la
recepcin atae, tambin a una "esttica operatoria" de la lectura. La fundamentacin
de esta decisin metodolgica comportara un desarrollo suplementario que no
podemos hacer aqu. Nos atenemos, de momento, a nuestro hilo conductor temtico,
concerniente a la temporalizacin proyectante de una imagen retrica que se
metaforiza como espaciosidad telrica ontolgica verticalmente flexionada. Acaso
una operacin de lectura de pretensiones ontolgicas renovadas podra tomar a su
cargo la pertinencia filosfica de dicho desplazamiento temtico. Pero es cierto que,
en cierto modo, ello implicara la prosecucin de un programa hermenutico ya
entrevisto por Guerrero bajo los trminos de una teora existencial-trascendental de
la recepcin esttica.
Sin embargo, retomar la torsin ontolgica de la metfora telrica "vertical" nos
provoca vrtigo, y no slo por aqul vahdo ante lo que se eleva y proyecta, irguindose
hacia un futuro de destinacin. Pero, no ser el caso de que quien quiz fue el ms grande
exegeta de Sarmiento en el siglo XX, Ezequiel Martnez Estrada, es ahora quien puede
ponernos en la pista de aquello que Luis Juan Guerrero, ms entusiasta, ms optimista,
en fin, ms dialctico, dej sin tematizar, y tambin dicho con l, sin conminar? No
sern Sarmiento y su pas, la Argentina, no ya entonces slo los vocativos anunciadores
de la tierra de la ventura, sino, entre aullidos que hielan la sangre, los malos augurios del
retorno peridico de la lucha permanente y del estado de guerra incesante, adems de
la derrota, del olvido y del resentimiento? No es ello lo que horroriz a Hudson, segn
vimos que sospechaba Guglielmini, a saber, cuando lo sobrecogi el charco reseco de
sangre que marca en los pastos la guerra de la pampa?Acaso Hudson no intua que sa
era la sangre que finalmente templara, no ya al acero de los sables, sino al acero de los
rieles y de las mquinas que terminaran de ceder la llanura a la objetividad de la tcnica
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ms nfimos pliegues de la vida colectiva. Contaminando los atavos, los colores y las
costumbres. Mas Sarmiento intuye cierta compulsin de retorno que se desenvuelve
bajo el sino funesto de una aparente predestinacin inexorable. A contraluz de su
tipologa caracterolgica de las forma de vida de las pampas, resulta visible que
Sarmiento alude a un giro de remisin temporal que reproduce el ciclo de la revolucin
en los cuadrantes de la guerra. Esa repeticin infausta es una fuente de morbilidad
que afecta las lneas de temporalidad en su curso providencial, atascando su huso
y haciendo un enredo. Se trata de aquella fugaz imagen del nudo histrico o del
tiempo ovillado. Recordemos que Sarmiento procura, en la Introduccin al Facundo,
desatar la maraa de la temporalidad argentina en su revoltijo cclico, agarrndolo
por una punta. Sarmiento afronta analticamente un "nudo que no ha podido cortar
la espada", ante el cual se propone, con disposicin filosfica y agudeza sociolgica,
"estudiar prolijamente las vueltas i revueltas de los hilos que lo forman, i buscar en
los antecedentes nacionales, en la fisonoma del suelo, en las costumbres i tradiciones
populares, los puntos en que estn pegados.'
De manera que ponerse a descubrir el embrollo secreto de ese nudo ovillado
que es la historia nacional, segn Sarmiento, parece requerir una analtica de sus
re-vueltas. Pero las vueltas y revueltas se rigen por el ciclo de las revoluciones y el
tiempo del anunciado futuro profano que solicita, como conductor elctrico de sus
abismadas promesas, los servicios de la guerra moderna total. Porque ese nudo es
un remolino vertiginoso de voluntades blicas mezcladas, que se entreveran en la
ms enrevesada historia de una nacin moderna. Ese nudo encierra un "gran foco
de lucha intestina" -as nos lo ha dicho- cuyo magma volcnico y fuerza eruptiva y
violenta, no ha de extinguirse prontamente. Sus "puntos pegados" son las condiciones
histrico-antropolgicas de "la lucha obstinada que despedaza" el cuerpo poltico de
la Repblica. Para desmadejar ese ovillo de enredos agonsticos, se requiere de los
servicios de la historia "i la filosofa". De una filosofa de la historia, que dilucide
"esta eterna lucha de los pueblos hispano-americanos". As nos lo indica el propio
Sarmiento, a pesar de declararse poco calificado para la empresa. Pues por tratarse
de un autodidacta y no de un docto titulado, esa filosofa que Sarmiento, entretanto,
reclama y proclama, no saldr del tratado, sino ms bien del panfleto y del folletn. Es
una filosofa revolucionaria, y en fin, romntica. Y si Sarmiento acaso envidiaba los
tradicionales ttulos de la universitaria Crdoba o los ms recientes e impetuosos que
" Sarmiento, Domingo Faustino, Facundo, (Prlogo y notas del profesor Alberto Palcos), Reedicin ampliada de la edicin crtica y documentada que public la Universidad Nacional de La Plata, Ediciones
Culturales Argentinas, 1962, p. 10. De aqu en ms citamos por esta versin.
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que est el cuerpo, sino el correlato de un "all" o ah, esto es, de un "sitio" o zona,
ambos correlatos definidos por el desalejamiento, que tampoco era el de ninguna
distancia en ninguna dimensin del espacio, sino el del alejamiento y acercamiento
operados por el inters vital. Con lo que el "ah" del Dasein "tampoco mienta, pues,
ningn lugar del espacio, sino que es un trmino expresivo puramente de lo que hace
posible los anteriores 'aqu' y 'all' o la espacialidad del `ser ah, a saber, el Vescubir'
y 'abrirse' a s mismo el 'ser ah, esto ltimo en uno u otro de los `existenciarios' -en
que entran aquella especialidad y estos 'descubrir' y 'abrirse' mismos- integrantes de
su `existenciaridad', o en sta ntegra; bien entendido que tal `abrirse' no 'abre' los
`existenciarios' ni la `existenciaridad' como tales cuando es preontolgico o existencial,
sino slo cuando es ontolgico o existenciario l mismo."45
Sarmiento ya sugiere en el Facundo que en la pampa, el hombre se encuentra ante
el espacio en su condicin de estado-de-abierto mismo, horizontalmente abismado.
En la "lejana perspectiva", deca Sarmiento, el intercambio ambiguo de cielo y mundo,
esa mimesis especular tendida sobre la lnea del horizonte, reproduce la ambivalencia
de tierra y mar en la llanura. Distensin y borrosidad, esa bruma fronteriza entre
lo bajo y lo alto, suscitada por el efecto ptico que produce lo distante, se dira que
prepara -en su cabal paradigma romntica- el terreno del smbolo mismo. Abre
el campo a lo simblico. Pues la "inmensidad" sin lmites precisos oficia tambin
de smbolo metafsico, decamos, en tanto significa lo abierto. Sobre esta apertura
horizontal es que ha de recortarse lo corporalmente centrado y espacialmente
configurado contra la perspectiva plana. Porque si Sarmiento deja indeterminados
los lmites visuales del horizonte, es para despejar fisonmicamente la pista central
de la planicie de la Pampa. El teatro de los acontecimientos. Cuando pasamos de la
esfera de la percepcin al mbito de la accin, y de la intuicin metafsica al drama de
la vida histrica. De ah que en la llanura pampeana de Sarmiento se despliegue una
suerte de doble centro a partir del "aspecto fsico" de la Argentina. Su espacio telrico
es un recinto geogrfico-morfolgico, pero es tambin un centro de destino.
La llanura pampeana, bajo el rgimen de la mirada estatal-modernizadora
de Sarmiento, cobra una fuerza con-cntrica de destinacin, que rebasa su vasto
recipiente geogrfico. Inmensidad extensiva abierta y centro de llanura, entonces,
son las caras de la forma aspectual constituyente de la estructura espacial argentina.
As, por un lado, un Sarmiento csmicamente abrumado por el espacio -o si se
prefiere, influido por Humbodt-, describe la "parte habitada de este pais privilejiado
en dones i que encierra todos los climas", que puede percibirse en sus "fisonomas
Gaos, Jos, Introduccin a El Ser y el Tiempo de Martin Heidegger, Mxico, FCE, 1951, pp. 33-34.
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" Sarmiento, Domingo F., "El general Fray Flix Aldao", en Los caudillos, Buenos Aires, W. M. JacksonImprenta Lpez, s/f, pp. 17-18.
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I
No hemos de insistir lo suficiente en que, del elogio que hace Sarmiento del
mirar analtico del rastreador, a quien califica de "sublime criatura", y del baqueano, de
quien no omite llamarlo "personaje eminente", podemos tambin obtener enseanzas
filosficas. O siquiera, extraer efectos de interpretacin. Tambin daramos con
huellas y rastros ontolgicos? Intentaremos un rodeo previo con el slo propsito de
conferir a esas figuras caracterolgicas del hombre pampeano un efecto de sentido un
tanto desplazado. Para ello nos serviremos aqu, una vez ms, de algunas sugerencias
tomadas del contexto terico de la filosofa latinoamericanista de Arturo Roig.
En su aproximacin semitica al Facundo, Arturo Roig reconstruye el sistema
filosfico que pone en juego Sarmiento a travs de su escenificacin romntica de
la pampa. Toma en serio la procura interpretativa de Sarmiento cuando ste quiere
"explicar las cosas por sus smbolos". Roig pretende recoger aquella voluta de lectura
donde Sarmiento nos presenta al hombre del desierto desde el punto de vista de los
signos que ese hombre en medio de su ignorancia, el gaucho lee y descifra. Roig, de
esta manera, pone su propia mirada interpretativa sobre el tipo sarmientino del leer
y descifrar. Ese tipo humano es un hombre que posee un cierto grado de "ciencia", lo
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que quiere decir, una especial capacidad de "lectura". De esos tipos, "el ms esencial
y conspicuo", deca Sarmiento, "es el rastreador, que ha hecho de la huella un sistema
sgnico; lo es tambin el baquiano, que con su lectura de indicios se nos muestra como
una especie de 'topgrafo', as como lo es tambin el cantor - tipo del que se siente
el propio Sarmiento como su realizacin ms acabada- quien confirma y ordena el
mundo de preferencias y de rechazos que regulan la vida campesina, recurriendo, de
modo 'ingenuo' a la misma actitud simbolopotica que se ve a lo largo de las pginas
del Facundo."5 '
El modelo interpretativo inspirado en la figura del baquiano puede reconstruirse
a partir de su carcter de smbolo topogrfico de la funcin hermenutica de
desciframiento. Queriendo hacer pie en este paradigma de interpretacin, nos hemos
servido de la articulacin de las figuras propuestas por Sarmiento del "accidente
inapercibido e insignificante", por un lado, y de "la senda extraviada por la que llegar
a mitad de tiempo", por el otro, en vista de configurar un tipo de lectura. El "accidente
inapercibido e insignificante" se nos presentara, ahora, como criterio hermenutico,
a partir de los datos biogrficos de Juan Facundo Quiroga vertidos por el propio
Sarmiento. De ello querramos obtener una senda interpretativa perdida o extraviada,
por medio de la que trataramos de llegar abreviadamente, por medio de una
sincdoque, a un camino filosfico. El detalle biogrfico "accidental" de Facundo que
tomaremos en consideracin es su compulsin ldica, y concretamente: su pasin por
las apuestas. El camino filosfico a que nos conduce metonmicamente una "senda
perdida" ser por consiguiente la imagen del juego. A esta imagen la apreciaremos en
su dimensin existencial, a partir de un rasgo psicolgico de Facundo descrito por
Sarmiento. A saber, que Juan Facundo Quiroga era un "jugador" incurable.
Volvamos entonces a la pista hermenutica que ni el rastreador ni el baqueano
dejaran pasar inapercibida como vestigio o huella de una senda filosfica. Dice
Sarmiento que para el rastreador, en "llanuras tan dilatadas, en donde las sendas y
caminos se cruzan en todas direcciones", es "preciso seguir las huellas", si se quiere
dar con lo que se busca. De modo que, inclinndonos sobre nuestro rastro, leemos
ahora en el captulo quinto, "Vida de Juan Facundo Quiroga", que el caudillo, cuando
"llega a la pubertad, su carcter toma un tinte ms pronunciado". "Cada vez ms
sombro -escribe Sarmiento-, ms imperioso, ms selvtico; la pasion del juego, la
pasion de las almas rudas que necesitan fuertes sacudimientos para salir del sopor
51
Roig, Arturo Andrs, "El Facundo como anticipo de una teora del discurso", en Historia de las ideas,
teora del discurso y pensamiento latinoamericano, Revista Anlisis, vol. XXVIII, Nos. 53-54, Bogot,
Universidad Santo Toms, (Homenaje a Arturo Andrs Roig), Enero-Diciembre 1991, p.168.
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"viene a ser como el antiguo trpode de tentar al destino y de penetrar en los misterios
del porvenir", ya que el naipe, "en la cartomanca, tiene inscriptos los destinos; jugar
cartas es ir probando paralelamente el destino."6
No obstante Martnez Estrada no extrae de ello, en principio, consecuencia
filosfica alguna. De modo que la exgesis ontolgica de lo facndico est all, se dira
que dormitando, replegada en los envos metafsicamente cifrados de sus propias
palabras, recogida en la penumbra de ms perentorios problemas de ndole sociolgica
y de crtica moral. Y por ello, fuerza decirlo, "pasando inapercibida" para quien las
profiere. Pero es el propio Martnez Estrada quien nos ha conminado a comprender
filosficamente el Facundo, en un revs de trama de sus propias recomendaciones. Si
es que se ha ledo mal el Facundo, al modo anecdtico y pintoresquista, puramente
literario. Pero una lectura atenta de los hechos tornara "superflua toda exgesis
filosfica", segn asevera Ezequiel Martnez Estrada, esta vez, en su Sarmiento.
Quedando as achatado al nivel de la poesa gauchesca, en posesin de imgenes
reducidas a gnero fantstico, como supo acusar Borges. Sin embargo el Facundo,
junto con Martn Fierro, Amalia y Una excursin a los indios ranqueles, afirma
Martnez Estrada, son "obras histricas", en el sentido en que no son nicamente la
mejor literatura del siglo XIX, sino, adems, la mejor historiografa nacional. Y son
radiografas sociolgicas del corpus nacional, que es asimismo un corpus textual.
Pero si la realidad del Facundo, y de Sarmiento, difiere de la de Martnez Estrada, las
desarmonas y lneas de fractura que aqul sealara, rigen todava para nosotros, en
tanto perduran como signos fatdicamente perennes. Tambin Sarmiento, ms all
del mero estar a favor o en contra. Es que si Sarmiento es el retratista sociolgico de
un "epos histrico", es asimismo el bigrafo de un horizonte epocal en su conjunto,
y tambin su radigrafo interior. Es que "Facundo fija los invariantes de la historia"
-dice Martnez Estrada- y tiene a este respecto una "trgica perennidad", puesto que
como obra es "un captulo de la antropologa americana", cuya acreencia temporal
an administra para las hermenuticas que le brinda la dispendiosa posteridad
exegtica. El Facundo "no ha envejecido porque las cosas perduran en su calidad de
signos que conservan su semntica vieja." "El panorama y el elenco poltico y social
de Facundo han variado, pero sus lneas fundamentales, el mapa de los accidentes
tnicos, polticos, sociales y culturales sigue teniendo la misma validez terrquea del
mapa geogrfico que le da forma y color."61
" Martnez Estrada, Ezequiel, La cabeza de Goliat. Microscopa de Buenos Aires, Buenos Aires, Nova,
1957, pp. 212-213.
6! Martnez Estrada, Ezequiel, Sarmiento, Buenos Aires, Sudamericana, 1969, p. 111.
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Martnez Estrada, Ezequiel, Los invariantes histricos en el Facundo, Buenos Aires, Casa Pardo, 1974
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negativo, de las fuerzas brbaras", que por "esto mismo lo hace temible a cien arios
de distancia, pues todo mito es el afloramiento a los umbrales de la razn de las
fuerzas irracionales ms arcaicas:' Si Facundo es un mito inverso, negativo y ocu/to, es
porque "contemplamos a nuestro pas y los sentimos en sus actividades productivas
y ordenadas, en su anverso diurno", de tal manera que "nos cuesta un gran esfuerzo
percibir las lneas fisonmicas coloniales" desde el centro del pas, o sea desde Buenos
Aires. "La perennidad de lo facndico -palabra legalizada por Sal Taborda- est
en el funcionamiento de las instituciones, en los poderes del Estado, en la conducta
de los gobernantes", dice siempre Martnez Estrada, y debido a ello es que "hay que
comparar a Facundo con la Nacin y no con el pueblo ni con la civilizacin de las
ciudades, segn el consejo de Sarmiento." "Mejor dicho, hay que tomarlo en su
siguiente avatar, Rosas, y compararlo con el Estado", porque el "Estado es l", y porque
hay "sin duda, una lnea facndica en la historia poltico-militar" que atraviesa la
historia y determina el esquema fundamental de la temporalidad argentina.
Entre los invariantes histricos reconstruidos por el ensayista, el miedo y lo
colonial resultan los elementos claves que expresan la perennidad de la barbarie.
Lo que nos interesa aqu, sin embargo, nos es la antropologa caracterolgica que
Martnez Estrada prosigue reescribiendo de la mano de Sarmiento, sino mejor su
introduccin, dentro de la tesis del "invariante", del problema de la guerra. En efecto,
Martnez Estrada retoma la nocin de Sarmiento de "guerra interior doble". Podramos
resumir esta idea en la mostracin de una guerra cultural (ciudades versus colonia)
que acta combinadamente junto con una guerra social (caudillos versus ciudades).
Son niveles de guerra interior, articulados en una misma totalidad antropolgica.
En una nica "constelacin", como la llama Martnez Estrada. La barbarie asume en
su "constelacin" ese estado de guerra interno desdoblado. El invariante se presenta
as como una constelacin de elementos combinados en "lneas de diagrama" o
lneas "tectnicas" perennes. Segn Martnez Estrada, esa "constelacin colonial
comprende un largo perodo de la cronologa republicana (algunas lneas invariantes
se prolongan rectas hasta hoy)", que en su opinin -tan sarmientina- "contiene casi
todos los factores de atraso o, es su sinnimo calificativo, de barbarie."63
Si pudiramos hablar de la intuicin metafsica de la historia que elabora
Martnez Estrada en torno al Facundo, an siguiendo su no siempre fcil oscilacin
terminolgica entre "constelacin", "invariante" y "lnea", tal vez tendramos
bosquejada su tesis antropolgica en lo que comportan de cifra ontolgica del ser
social. Pero nos interesa una cuestin complementaria. Cuando Martnez Estrada
" Op. cit., p. 32.
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Ibd., p. 80.
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autntico est hecho a la decepcin; es decir, juega cuando es, en su raz, un perdedor",
ya que perder, para l, es lo primero y ltimo de su estar en el juego, de ser partcipe
del mismo, de modo tal que sin "emocin - emocin de la tragedia de estarse jugandono hay juego, o sea, verdadero filosofar; pero la emocin es hija del riesgo." "En el
juego de nuestro destino -dice siempre Astrada-, as condicionado, jugamos al ser
y slo existimos en la medida en que jugamos. El ser es nuestro cuando sabemos
que es un ser para la nada. Sin este juego primordial que es la existencia del hombre
tendran algn sentido las expresiones 'se jug la vida', `por esto se est jugando o se
va a jugar ntegro', aludiendo a situaciones extremas que frecuentemente definen el
aturdimiento o la voluntad y decisin heroicas del hombre?""
Ahora bien, segn el relato de Sarmiento, Juan Facundo Quiroga se "jug la
vida" en Barranca Yaco, como un hroe extremado hasta el desquicio. Sarmiento se
detiene en los pormenores que condujeron al Tigre de los Llanos a su trgica muerte,
ya de regreso de su misin encomendada. Sarmiento nos lega una clebre vacilacin:
"Qu jenio vengativo cierra su corazn i sus oidos, i le hace obstinarse en volver a
desafiar a sus enemigos, sin escolta, sin medios adecuados de defensa? Por qu no
toma el camino de Cuyo, desentierra sus inmensos depsitos de armas a su paso por
la Rioja, i arma las ocho provincias que estn bajo su influencia? Quiroga lo sabe
todo, aviso tras aviso ha recibido en Santiago del Estero; sabe el peligro de que su
dilijencia lo ha salvado, sabe el nuevo i mas inminente que le aguarda, porque no han
desistido sus enemigos del concebido designio."67
Pero Juan Facundo Quiroga se jug. Porque el sortear el encuentro previsto,
evadiendo la emboscada, hubiese sido impropio de Quiroga, quien en Barranca Yaco
hizo su ltima y radical apuesta: su vida.Y perdi. Sarmiento lo explica por la vanidad
temeraria de Quiroga, quien crea que un grito suyo bastara para hacer desistir a la
partida homicida de su terrible tentativa, "la causa de su estraria obstinacin en ir a
desafiar la muerte." Mas ese desafo ante la muerte era su apuesta. Su apuesta mayor y
final, terminante y definitiva. Afrontar con su vida el destino que le estaba serialado.
Lo diremos una vez ms con Borges, cuando dice en el poema "El general Quiroga va
en coche al muere", tomando la voz de Facundo y manifestando luego el dictamen del
destino: "Aqu estoy afianzado y metido en la vida/ como la estaca pampa bien metida
en la pampa." As era la confianza de Facundo, esto es, la naturaleza de su apuesta.
El poema de Borges prosigue: "Pero al brillar el da sobre Barranca Yaco/ hierros que
no perdonan arreciaron sobre l." Entonces vemos consumado el resultado del juego:
" Astrada, Carlos, El juego metafsico, ed. cit., p. 31.
Sarmiento, op. cit, p. 221.
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Facundo perdi y pag con su vida. Y devino mito y destino trgico, tal como lo
escribe Borges desde Sarmiento: "Ya muerto, ya de pie, ya inmortal, ya fantasma/ se
present al infierno que Dios le haba marcado."68
Si ello representa el drama facndico en su punto de exaltacin trgica,
tambin sospechamos una precondicin embozada, heroica y destinativa, del "juego
metafsico". Pues dicha premisa constituy el hilo conductor de nuestro tratamiento
exegtico del texto sarmientino, inspirado en Carlos Astrada. Esto es, a partir de la
condicin biogrfica del jugador que fuera Juan Facundo Quiroga. Concretamente,
de su pasin de jugador. Tal nuestro anunciado atajo textual: la senda pampeana del
modo ontolgico inferido desde aqul accidente biogrfico.
Ahora bien, Facundo resume en su persona la pasin del juego junto a la
voluntad de guerra. Alienta el mal, no ya de la extensin, sino de la "guerra social",
de la lucha a muerte contra el enemigo. La guerra en tanto potencia antropolgicopoltica primaria. La narrativa de Sarmiento nos lo ofrenda para la memoria pstuma
bajo esta terrible clave existencial: Facundo es el hombre que juega y guerrea. No
ama, pero s combate y apuesta. Y si cede a lo sensual, es en medio del xtasis de la
epifana apostadora. Facundo juega, y cuando no lo hace, trueca su mana de tahr
para hacer la guerra. Lo que nos devuelve a la dimensin agonstica prevista por
Martnez Estrada. Porque en virtud de esta constatacin biogrfica, con Martnez
Estrada advertimos que el "juego metafsico" de Facundo se halla intercedido en su
despliegue temporal por la anomala morfolgica que conduce al invariante polticomilitar. De lo que cclicamente suele dar sus aurorales saltos de tigre hacia el medioda
revolucionario, antes de terminar arrojado al pozo helado de la noche blica.
La nocin de invariante histrico muestra el retorno cclico de las fuerzas
retardatarias del progreso, que Martnez Estrada, an con Sarmiento, identifica con
los componentes de la Colonia. Nosotros quisimos arrancarle a esta tesis una capa
hermenutica ms, y nos contrajimos a identificar un componente ms abstracto
pero de efectos ms ampliados y prolongados: la "guerra social". Porque tambin con
el Facundo, sostuvimos que el gran invariante trgico americano es la "guerra social",
aqulla con que Sarmiento titula cuatro captulos de su libro. Por ello diremos ahora
que la potencia volitiva trascendente del juego ontolgico-existencial, es asumida por
Facundo en forma de "pasin"; esto es, de modo irracional y compulsivo. Podramos
inferir a partir de ello que Facundo pugna, en su pasin, por ser libre. Pero esta
libertad la ejerce en forma de un apostar, y jugarse. Sin que llegue a ser efectivamente
"Borges, Jorge Luis, "El general Quiroga va en coche al muere", en Obra Potica, Buenos Aires, Emec,
1984, pp. 72-73.
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referido Anuncio llega a nosotros, los lectores nacidos despus de Sarmiento, gracias
a la reedicin del Facundo al cuidado de Palcos. Ms all de esta mnima noticia
filolgica, lo que nos interesa, a pesar de su imperceptibilidad, esto es, de "accidente
inapercibido" filolgico, es su condicin de indicio y pista. De indicio de una "senda
extraviada". Que no queremos dejar sin recorrer. Y es cuando en el referido Anuncio
de Sarmiento -rescatado por Alberto Palcos-, venimos a leer lo siguiente: "He creido
necesario hacinar sobre el papel mis ideas tales como se me presentan, sacrificando
toda pretensin literaria a la necesidad de atajar un mal que puede ser trascendental
para nosotros:'76
Un "mar, nos advierte entonces Sarmiento. El resto de lo que "anuncia"
Sarmiento, es agitacin panfletaria de militante anti-rosista. La frase que sigue,
empero, es mucho ms que una denuncia. Es un filosofema. Dice Sarmiento: "La
justicia es de Dios; la libertad, el patrimonio ms precioso del hombre:'"
De ambos fragmentos sintagmticos citados de este Anuncio, destacamos por lo
tanto la presencia de dos figuras centrales de la retrica sarmientina (donde las bastardillas
son nuestras). Distinguimos pues: a) entre la advertencia sobre un "mal trascendental"; y
b) la tesis de que la "la libertad es el patrimonio ms precioso del hombre".
Si se nos permite una hiptesis de lectura alegrico-ontolgica, creemos que
ello nos revela una dualidad anticipatoria, una suerte de doble aviso premonitorio:
el mal y la libertad. El Facundo posee entonces un rostro de Jano temporal, ya que es
un vaticinio a la vez del mal y del bien en el acaecer del futuro argentino. El futuro,
o sea, lo destinativo trascendental. Que en Sarmiento se presenta desfigurado. Tal vez
sea pertinente, a los efectos de abonar nuestra conjetura, aadir un comentario ms
sobre el aspecto filolgico del mentado Anuncio. Nos referimos al hecho, asimismo
testimoniado por Alberto Palcos, de que este "Anuncio" ha estado preterido o
ausente por largo tiempo de las ediciones posteriores del libro. Incluso en vida del
propio Sarmiento. Nuevamente nosotros creemos ver all, ms que una pista biobibliogrfica, antes bien, un signo indiciario del destino, y su consiguiente rastro.
Queremos decir: esa pista, serial, marca o huella, nos habla no slo de una supresin,
sino tambin de un olvido. Con lo cual nos enfrentamos a un "Anuncio" que pronto
se recoge en interrupcin y ausencia. Y que as, se transforma en ocultamiento y en
silencio.
Aqu pues querramos transformar este dato filolgico en un dato ontolgico.
Con ello, perseguimos el propsito de conferir cierto espesor metafsico a esa en
" Sarmiento, Facundo, p. 1.
Ibd., p. 4.
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Roig, Arturo Andrs, "El discurso utpico y sus formas en la historia intelectual ecuatoriana", en La
utopa en el Ecuador, (Estudio introductorio y seleccin de Arturo Roig), Quito, Biblioteca Bsica del
Pensamiento Ecuatoriano, 1987, p. 40.
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una utopa cerrada, como el que propicia toda visin definida de la libertad"."
Ahora bien, si el "Anuncio" es un fragmento textual anticipatorio, nosotros
vemos la necesidad de remitir su estrato alegrico a una matriz mayor de referencias
simblicas. Y esa matriz simblica mayor puede nominarse con los excedentes
temporales anticipatorios de dos metforas radicales: "la pampa" y "Facundo". En
funcin de ello, nosotros creemos que la utopa de una pampa facndica constituye
el smbolo de un estrato temporal utpico-metafrico, susceptible de objetivar
discursivamente la voluntad de una prosecucin retrico-ontolgica de ideales
regulativos de liberacin.
Dicha potencia metafrica proyectante fue bien vista por Leonor Arias Saravia
-en parte tambin con Fernando Ansa- respecto al gnero discursivo fundamental
donde se inscribe el Facundo: el ensayo. Leonor Arias Saravia repara en "el motor
que alimenta sistemticamente la dialctica latente en todas las formulaciones
interpretativas de nuestra realidad nacional: esa suerte de tensin entre el aparente
desahucio de los diagnsticos y la empecinada seduccin de la utopa." Segn la
autora, la utopa puede dar cuenta de las motivaciones que canalizan, a travs de la
metfora, la "intencin utpica" que se genera justamente a partir de la tensin entre
la crtica a una situacin dada y la aspiracin a superarla. Ello da cuenta, en el caso
del ensayo latinoamericano, de la voluntad de comprender la realidad y de operar
sobre ella. Actitud que es preponderante y determina en gran medida la modulacin
apelativa que asume de preferencia ese gnero entre nosotros, en tanto la mayor parte
de las "formulaciones metafricas" que asumen este cometido, dentro de la tradicin
del ensayismo nacional, incorporan explcitamente los dos polos implicados en la
tensin utpica: la "realidad actual" y el "paradigma del futuro". Aspectos -vistos por
Fernando Ansa- que "no en vano se configuran en base a antinomias dialcticas".
Mientras la utopa -sigue explicando Leonor Arias Saravia- se proyecta en funcin del
polo del futuro, del "deber ser", del "ideal", como consecuencia de una actitud crtica
frente al presente, "las constelaciones metafricas, que condensan figurativamente
la actitud antedicha de nuestros ensayistas, ponen el acento tanto en una como en
otra instancia: la crtica y la prospectiva; o, segn los casos, ms en una que en otra,
en funcin de temperamentos, imperativos polticos, coyunturas histricas; pero
ambas estn siempre en la mira, y hasta con ms peso normalmente, en la incitacin
metaforizadora, la realidad del presente que se condena y rechaza"."
Ansa, Fernando, Necesidad de la Utopa, p. 98.
Arias Saravia, Leonor, La Argentina en clave de metfora. Un itinerario a travs del ensayo, Buenos
Aires, Corregidor, 2000, p. 143.
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" "La utopa imaginada en la libertad - escribe Fernando Ansa- debe estar `abierta' no slo a un modelo
original nico, sino a sus mltiples variantes. El futuro, aun simplemente imaginado, debe mantener
su condicin de incertidumbre, de apertura, aunque se conozcan los riesgos que hacen vulnerable toda
utopa en la medida en que puede abrirse a la relatividad de cambios propuestos por otros". Ansa,
Fernando, "Bases para una nueva funcin de la utopa en Amrica Latina", en Oscar Agero y Horacio
Cerutti Guldberg (eds.), Utopa y Nuestra Amrica, (Presentacin de Horacio Cerutti Guldberg), Quito,
Ediciones Abya-Yala, 1996 pp. 20-21.
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NDICE
Sarmiento, Profeta terrible
Algunas excursiones filosficas al Facundo: sobre la flexin
vertical de la pampa y su acogimiento interpretativo. Sal Taborda,
Luis Juan Guerrero y Homero Guglielmini, lectores de Sarmiento.
Una incursin al Facundo como problemtica ontolgica. Notas
para una filosofa de la apuesta
Esperanza anticipante, funcin simblica y metaforizacin utpica.
Imaginacin y expectacin de la "pampa facndica"
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