Williams, Raymond - Teoría Cultural
Williams, Raymond - Teoría Cultural
Williams, Raymond - Teoría Cultural
Raymond Williams
Teora cultural
Publicado en Williams, Raymond. Marxismo y literatura, Pennsula, Barcelona, 1980.
1. Base y superestructura
Todo enfoque moderno de la teora marxista de la cultura debe comenzar considerando la
proposicin de una base determinante y de una superestructura determinada. Desde un punto de
vista estrictamente terico no es, desde luego, ste el punto que elegiramos para comenzar el
anlisis. Desde ciertas perspectivas sera preferible que pudiramos comenzar a partir de una
proposicin que originariamente resultara igualmente central, igualmente autntica: es decir, la
proposicin de que el ser social determina la conciencia. Esto no significa necesariamente que
las dos proposiciones se nieguen entre s o se hallen en contradiccin. Sin embargo, la
proposicin de base y superestructura, con su elemento figurativo y con su sugerencia de una
relacin espacial fija y definida, constituye, al menos en ciertas manos, una versin sumamente
especializada y con frecuencia inaceptable de la otra proposicin. No obstante, en la transicin
que se desarrolla desde Marx al marxismo, y en el desarrollo de la propia corriente principal del
marxismo, la proposicin de una base determinante y de una superestructura determinada se ha
sostenido a menudo como la clave del anlisis cultural marxista.
Es habitualmente considerado fuente de esta proposicin un pasaje muy conocido del Prefacio de
1859 a la obra de Marx Una contribucin a la crtica de la economa poltica:
En la produccin social de su vida, los hombres establecen relaciones definidas que son indispensables e
independientes de su voluntad, relaciones de produccin que corresponden a un estadio definido del desarrollo de
sus fuerzas productivas materiales. La suma total de estas relaciones de produccin constituye la estructura
econmica de la sociedad, el verdadero fundamento sobre el que se erige la superestructura legal y poltica y a la
que le corresponden formas definidas de conciencia social. El modo de produccin de la vida material condiciona el
proceso de vida social, poltico e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina su
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existencia sino, por el contrario, es su existencia social la que determina su conciencia. En un cierto estadio de su
desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en conflicto con las relaciones de produccin
existentes o -lo que no es sino una expresin legal de la misma cuestin- con las relaciones de propiedad dentro de
las que han venido funcionando hasta ahora. De ser formas del desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones
se convierten en sus trabas. Entonces comienza una poca de revolucin social. Con el cambio del fundamento
econmico toda la inmensa superestructura es ms o menos rpidamente transformada. Considerando tales
transformaciones debe observarse siempre una distincin entre la transformacin material de las condiciones
econmicas de produccin, que pueden ser determinadas con la precisin de la ciencia natural, y las formas legales,
polticas, religiosas estticas o filosficas -en sntesis, las formas ideolgicas- dentro de las cuales los hombres
toman conciencia de este conflicto y lo combaten (Selected Works, I, pp. 362-364).
Difcilmente sea ste un punto de partida obvio para cualquier teora cultural. Forma parte de una
exposicin del mtodo materialista histrico en el aspecto de las relaciones legales y las formas
de Estado. La utilizacin originaria del trmino superestructura es explcitamente calificada
como legal y poltico. (Observemos, de paso, que la traduccin inglesa, en su uso corriente,
tiene un plural-superestructuras legales y polticas-para la expresin singular de Marx
juristicher und politischer Uberbau.) Se dice adems que hay formas definidas de conciencia
social que corresponden a ella (entsprechen). La transformacin de toda la inmensa
superestructura dentro de la revolucin social que comienza a partir de las relaciones
modificadas de las fuerzas productivas y las relaciones de produccin, es un proceso en que los
hombres toman conciencia de este conflicto y lo combaten mediante formas ideolgicas, que
ahora incluyen las formas religiosas, estticas o filosficas as como lo legal y lo poltico. Es
mucho lo que se ha deducido de esta formulacin; sin embargo, el verdadero contexto es
inevitablemente limitado. Por lo tanto, y simplemente a partir de este pasaje, sera posible definir
las formas culturales (religiosas, estticas o filosficas) dentro de las cuales los hombres
toman conciencia de este conflicto sin suponer necesariamente que estas formas especficas
constituyan la totalidad de la actividad cultural.
Existe, al menos, una utilizacin ms primitiva del trmino superestructura aplicada por Marx.
Aparece en la obra El dieciocho brumario de Luis Napolen, 1851-1852:
Sobre las numerosas formas de propiedad, sobre las condiciones sociales de la existencia, se erige toda una
superestructura de sentimientos (empfindungen), ilusiones, hbitos de pensamiento y concepciones de vida variados
y peculiarmente conformados. La clase en su totalidad las produce y configura a partir de su fundamento material y
de las condiciones sociales correspondientes. La unidad individual hacia la cual fluyen, a travs de la tradicin y la
educacin, puede figurarse que ellas constituyen las verdaderas razones y las verdaderas premisas de su conducta
(Selected Works, I, pp. 272-273).
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En lo que respecta al arte, es bien conocido que algunas de sus cimas no se corresponden en absoluto con el
desarrollo general de la sociedad; y por lo tanto, tampoco se corresponden con la subestructura material, con el
esqueleto, por as decirlo, de su organizacin.
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Su solucin el problema que examina a continuacin, el del arte griego, es a duras penas
convincente; sin embargo, la frase no se corresponden en absoluto constituye un caracterstico
reconocimiento prctico de la complejidad de las verdaderas relaciones. Engels, en su ensayo
Feuerbach y el fin de la filosofa clsica alemana, todava argumentaba especficamente,
demostrando de qu modo la base econmica de una lucha poltica puede verse embotada en
la conciencia o enteramente perdida de vista, y cmo un sistema legal puede ser proyectado
como independiente de su contenido econmico en el curso de su desarrollo profesional. Por lo
tanto:
Aun las ideologa superiores, es decir, aquellas que se paran an ms de la base econmica, material, adoptan la
forma de la filosofa y la religin. Por lo tanto, la interconexin que existe entre las concepciones y sus condiciones
materiales de existencia se vuelve ms complicada, ms y ms oscurecida por los vnculos intermedios. Sin
embargo, la interconexin existe.
Este nfasis correlativo, que incluye no slo la complejidad, sino tambin el reconocimiento de
los modos en que algunas conexiones se pierden para la conciencia, se halla muy lejos de las
categoras abstractas de superestructura y base (aunque sostiene la implicacin de reas
separadas).
En todo anlisis marxista serio las categoras no son utilizadas de modo abstracto. No obstante,
pueden producir su efecto. Resulta significativo que la primera fase del reconocimiento de las
complejidades prcticas acentuaba aquellas que realmente son relaciones cuantitativas. Hacia
finales del siglo XIX era habitual reconocer lo que puede ser mejor descrito como
alteraciones, o dificultades especiales, de relaciones que de otro modo seran regulares. Esto es
correcto en relacin con la idea de los retrasos en el tiempo, que haba sido desarrollada a
partir de la observacin de Marx de que algunas de las cimas del arte no se corresponden en
absoluto con el desarrollo general de la sociedad. Esta situacin podra expresarse (aunque la
solucin de Marx a este problema no fue de este tipo) como una cuestin de retraso o de
desigualdad temporal. E1 mismo esquema bsico es evidente en la nocin de Engels de la
distancia relativa (que se separan an ms) de las ideologas superiores. Considrese, si no,
la carta que enviara Engels a Bloch en el mes de setiembre de 1890:
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alguien lo deforma afirmando que el elemento econmico es el nico determinante, transforma aquella proposicin
en una frase sin sentido, abstracta, absurda. La situacin econmica es la base, pero los numerosos elementos de la
superestructura -las formas polticas de la lucha de clase y sus resultados, es decir: las constituciones establecidas
por la clase victoriosa luego de una batalla triunfal, etctera, las formas jurdicas e incluso los reflejos de todas estas
luchas reales en los cerebros de los participantes, las teoras filosficas, polticas, jurdicas, las concepciones
religiosas y su posterior desarrollo en sistemas de dogma- tambin ejercen su influencia sobre el curso de las luchas
histricas y en muchos casos prevalecen en la determinacin de la forma que asumen. Existe una interaccin de
todos estos elementos en la que, en medio de la infinita multitud de accidentes (es decir, de las cosas y los
acontecimientos cuya interconexin interior es tan remota o tan imposible de probar que podemos considerarla
como no existente, como insignificante), el movimiento econmico se afirma finalmente como necesario. Por otra
parte, la aplicacin de la teora a cualquier perodo de la historia sera ms sencilla que la solucin de una simple
ecuacin de primer grado.
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A fin de estudiar la conexin entre la produccin intelectual y la produccin material es esencial, sobre todo,
comprender a la ltima en su forma histrica determinada y no como una categora general. Por ejemplo,
corresponde al modo de produccin capitalista un tipo de produccin intelectual muy diferente a aquel que
corresponda al modo de produccin medieval. A menos que la propia produccin material sea comprendida en una
forma histrica especfica, resulta imposible entender las caractersticas de la produccin intelectual que le
corresponde o la accin recproca que se ejerce entre ambas (Theorien Uber den Mehrwert, cit. por Bottomore y
Rubel, pp. 96-97).
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2. La determinacin
Dentro de la teora cultural marxista no hay problema ms difcil que el de la determinacin.
Segn sus detractores, el marxismo es un tipo de teora necesariamente reductiva y determinista:
no se permite a ninguna actividad que sea real y significativa por s misma, sino que es siempre
reducida a una expresin directa o indirecta de algn contenido econmico precedente y
predominante o de un contenido poltico determinado por una situacin o posicin econmica.
En la perspectiva de las aportaciones del marxismo de mediados del siglo XX, esta descripcin
puede ser considerada una caricatura. En realidad es formulada a menudo con una confianza tan
firme como anticuada. Sin embargo, difcilmente puede negarse que proviene, con todas sus
dificultades, de una forma corriente de marxismo. Desde luego, dentro de esa forma y dentro del
pensamiento marxista ms reciente, se han producido numerosas calificaciones de la idea de
determinacin, del tipo citado en la carta que enviara Engels a Bloch y de un tipo aparentemente
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similar en el cual el carcter esencial de un proceso o las propiedades de sus componentes son
conservados para determinar (controlar) su resultado; el carcter y las propiedades son entonces
determinantes. Lo que haba sido (en abstracto) el Consejo determinante y la presciencia de
Dios (Tyndale) se convirti, especialmente en las ciencias fsicas, en condiciones
determinadas o leyes determinadas, basadas en el conocimiento preciso de las caractersticas
inherentes de un proceso y sus componentes. La idea abstracta presupone la imposibilidad (o
lmites insuperables para su capacidad) de los participantes en una accin.
La idea cientfica presupone caractersticas inalterables o relativamente fijas; el cambio, por lo
tanto, consiste en alterar (aunque de un modo que se puede descubrir, y que en ese sentido es
predecible) las condiciones y las combinaciones
Parece claro que la versin marxista del determinismo, al menos en un primer estadio,
corresponde a esta idea cientfica.
En la produccin social que desarrollan los hombres, establecen relaciones definidas que son indispensables e
independientes de su voluntad . . . un estadio definido del desarrollo. . . (Selected Works, p. 362).
E1 ingls definido traduce las formas de bestimmen de Marx. En este sentido, el estadio de la
produccin material existente y las relaciones sociales que le corresponden aparecen fijas.
La masa de las fuerzas productivas accesible a los hombres determina las condiciones de la sociedad. . . " (La
ideologa.... , p. 18).
los dos tipos de conocimiento como cientficos agrav la confusin. Sin embargo, es posible
volver a un sentido de la determinacin considerada como la experiencia de lmites
objetivos? Este sentido negativo es indudablemente importante, y Marx lo utiliz
reiteradamente. Las nuevas relaciones sociales y los nuevos tipos de actividad que se hacen
posibles a travs de ellas pueden imaginarse, pero no pueden lograrse a menos que los lmites de
un modo de produccin particular sean superados en la prctica por el verdadero cambio social.
Esta fue la historia, por ejemplo, del impulso romntico en pro de la liberacin humana en su
interaccin efectiva con un capitalismo dominante.
Sin embargo, afirmar esto exclusivamente significa estar en peligro de replegarse hacia un nuevo
planteamiento pasivo y objetivista. Esto es lo que le ocurri a Engels:
El acontecer histrico... puede... ser comprendido como el producto de un poder que funciona como una totalidad,
inconscientemente y sin voluntad por el que cada voluntad individual se halla obstruida por la de cualquier otro, y lo
que surge de esta situacin es algo que nadie deseaba.
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estas determinaciones positivas, que pueden ser experimentadas individualmente pero que son
siempre actos sociales, que son realmente y con frecuencia formaciones sociales especficas,
mantienen relaciones muy complejas con las determinaciones negativas, que son experimentadas
como lmites, puesto que en modo alguno son slo presiones contra los lmites, aunque stos son
de fundamental importancia. Con frecuencia son al menos presiones derivadas de la formacin y
el impulso de un modo social dado; en efecto, son una compulsin a actuar de maneras que
mantienen y renuevan el modo social de que se trate. Son asimismo, vitalmente, presiones
ejercidas por formaciones nuevas con sus requerimientos e intenciones todava por realizar. Por
lo tanto, la sociedad nunca es solamente una cscara muerta que limita la realizacin social
e individual. Es siempre un proceso constitutivo con presiones muy poderosas que se expresan
en las formaciones culturales, econmicas y polticas y que, para asumir la verdadera dimensin
de lo constitutivo, son internalizadas y convertidas en voluntades individuales. La
determinacin de este tipo-un proceso de lmites y presiones complejo e interrelacionado- se
halla en el propio proceso social en su totalidad, y en ningn otro sitio; no en un abstracto modo
de produccin ni en una psicologa abstracta. Toda abstraccin del determinismo basada en el
aislamiento de categoras autnomas, que son consideradas categoras predominantes o que
pueden utilizarse con el carcter de predicciones, es en consecuencia una mistificacin de los
determinantes siempre especficos y asociados que constituyen el verdadero proceso social: una
experiencia histrica activa y consciente as como, por descuido, una experiencia histrica pasiva
y objetivada.
E1 concepto de sobredeterminacin es un intento de evitar el aislamiento de las categoras
autnomas, pero al mismo tiempo es un intento de poner de relieve prcticas relativamente
autnomas, aunque resultan desde luego recprocas. En sus formas ms positivas-es decir, en su
reconocimiento de fuerzas mltiples ms que de las fuerzas aisladas de los modos o las tcnicas
de produccin, y en su posterior reconocimiento de estas fuerzas ms como fuerzas
estructuradas, en particular las situaciones histricas, que como elementos de una totalidad ideal
o, lo que es peor, de una totalidad meramente adyacente-, el concepto de sobredeterminacin
resulta ms til que cualquier otro como medio para comprender las contradicciones y la
versin corriente de la dialctica, que pueden ser sencillamente abstradas como rasgos de una
situacin o movimiento (determinante) tericamente aislado del que se espera que se desarrolle
posteriormente de acuerdo con ciertas leyes (deterministas). En toda sociedad total, tanto la
relativa autonoma como la relativa desigualdad de las diferentes prcticas (de las diferentes
formas que asume la conciencia prctica) afectan de modo decisivo el verdadero desarrollo y lo
afectan como determinantes a modo de presiones y lmites. Sin embargo, tambin existen
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dificultades en el concepto. Fue utilizado por Freud para indicar la estructurada causalidad
mltiple de un sntoma: una cristalizacin muy similar al concepto de imagen dialctica (vase
pg. 124) de la Escuela de Frankfurt. Algunos rasgos de este origen sobreviven en algunos de sus
usos tericos (por ejemplo, en Althusser, que lo introdujo en el marxismo aunque fracas en la
aplicacin de sus elementos ms positivos a su propio trabajo sobre la ideologa). Como sucede
con la determinacin, tambin la sobredeterminacin puede ser abstrada en una estructura
(un sntoma) que luego, aunque de modo complejo, se desarrolla (se forma, se sostiene, se
detalla) a travs de las leyes de sus relaciones estructurales internas. Como forma de anlisis esta
situacin siempre resulta efectiva, pero en su aislamiento de la estructura puede desplazar la
atencin de la verdadera ubicacin que corresponde a toda prctica y a toda conciencia prctica:
la actividad prctica... el proceso prctico del desarrollo de los hombres. Toda objetivacin
categrica de las estructuras determinadas o sobredeterminadas constituye una repeticin del
error fundamental del economismo en un nivel mucho ms serio, ya que ahora sugiere
subsumir (a menudo con arrogancia) toda experiencia vvida, prctica, formativa y
desigualmente formada. Una de las razones de este error, tanto en el sentido del economicismo
como en el sentido del estructuralismo alternativo, es la confusin sobre la naturaleza de las
fuerzas productivas.
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atac en especial. No obstante, la historia se haba producido tanto en relacin con el lenguaje
como en muchos otros campos. Lo que resulta profundamente conflictivo es que Marx analiz la
produccin capitalista en y por medio de sus propios trminos, y mirando a la vez hacia el
pasado y hacia el futuro, se vio obligado a utilizar gran nmero de los mismos trminos en
funcin de procesos ms generales o histricamente diferentes.
Como l mismo escribi:
La "produccin en general" es una abstraccin, pero es una abstraccin racional en la medida en que particulariza y
fija los rasgos comunes, liberndonos de este modo de la repeticin. Sin embargo estos rasgos generales o comunes
que han sido descubiertos por comparacin constituyen algo muy complejo, cuyos elementos constitutivos tienen
destinos diferentes... Todos los estadios de la produccin tienen ciertos destinos en comn, que nosotros
generalizamos en el pensamiento; no obstante, las denominadas condiciones generales de toda produccin no son
nada ms que concepciones abstractas que no han de integrar ningn estadio verdadero en la historia de la
produccin (Grundrisse, p. 85) .
la vida material surge generalmente como el fin, mientras que la produccin de esta vida material, el trabajo (que
ahora es la nica forma posible aunque... negativa de la actividad personal) aparece como un medio (La
ideologa..., p. 66).
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las fuerzas productivas parecen ser completamente independientes y separadas de los individuos y constituir un
mundo autosubsistente paralelo a los individuos
Qu es entonces una fuerza productiva? Son todos y cada uno de los medios de la produccin
y reproduccin de la vida real. Puede ser considerada como un tipo particular de produccin
agraria o industrial, aunque un tipo de estas caractersticas ya es cierto modo de cooperacin
social y aplicacin y desarrollo de cierto volumen de conocimiento social. La produccin de esta
especfica cooperacin social o de este especfico conocimiento social es llevada a trmino por
las fuerzas productivas. En todas las actividades que efectuamos dentro del mundo no
producimos solamente la satisfaccin de nuestras necesidades, sino tambin nuevas necesidades
y nuevas definiciones de necesidades. Fundamentalmente, dentro de este proceso histrico
humano nos creamos a nosotros mismos y producimos nuestras sociedades; y es dentro de X
estas formas variables y en desarrollo donde se realiza la j propia produccin material,
consecuentemente variable tanto en el modo que adopta como en su esfera de accin.
Pero si esta es la posicin fundamental de Marx, cmo se explica que una definicin ms
limitada de las fuerzas productivas, y con ella una separacin y una abstraccin de la
produccin material y de la base econmica o material, llegara no slo a predominar
dentro del marxismo, sino a ser adoptada prcticamente por todos los dems como la definicin
del marxismo? Hallamos uno de los motivos en el desarrollo de cierta polmica. No era el
marxismo, sino los sistemas contra los que el marxismo luchaba y contina luchando quienes
haban separado y abstrado varias partes de este proceso social total. Fue la afirmacin y la
explicacin de las formas polticas y de las ideas generales y filosficas como
independientes-ms all del proceso social material lo que produjo un tipo necesario de
contra-afirmacin. En el transcurso de la polmica esta cuestin fue a menudo exagerada hasta
llegar a repetir, mediante una simple reversin de trminos, el tipo de error que combata.
Sin embargo, existen razones ms profundas que sta. Si se vive en una sociedad capitalista son
las formas capitalistas las que se deben analizar. Marx viva, y nosotros vivimos, en una sociedad
en la que verdaderamente las fuerzas productivas parecen... constituir un mundo
"autosubsistente". Por lo tanto, analizando el funcionamiento de las fuerzas productivas que no
son percibidas solamente de este modo, aunque realmente lo son en algunos aspectos
fundamentales, resulta sencillo, dentro del nico lenguaje disponible, caer en una descripcin de
las mismas como si fueran universales y generales y como si ciertas leyes de las relaciones
que mantienen con otras actividades constituyeran verdades fundamentales. En consecuencia, el
marxismo toma a menudo el color de un tipo de materialismo especficamente burgus y
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una de las actividades del proceso social considerado como totalidad, hemos planteado una
crtica necesaria, pero, al menos en una primera instancia, hemos perdido perspectiva y
especificidad. Superar esta dificultad ser labor de un anlisis posterior; en primer trmino
debemos especificar, dentro del anlisis cultural, los efectos negativos de la versin especializada
de las fuerzas productivas y de la produccin. Podemos especificarlas en mejores
condiciones dentro de la obra del propio Marx ms que en los numerosos ejemplos que surgieron
con posterioridad. En una nota a pie de pgina de los Grundrisse se explica que un fabricante de
pianos es un trabajador productivo, comprometido con el trabajo productivo, pero que un
pianista no lo es desde el momento en que su trabajo no es un trabajo que reproduce capital. La
extraordinaria insuficiencia de esta distincin en cuanto al capitalismo avanzado, en el cual la
produccin de msica (y no solamente de sus instrumentos musicales) constituye una rama
importante de la produccin capitalista, puede ser solamente una ocasin de ponerse al da. Pero
el verdadero error es mucho ms fundamental.
Marx, en su prolongado y brillante anlisis de la sociedad capitalista estuvo trabajando con -y
ms all de- las categoras de la economa poltica burguesa. Su especificacin del trabajo
productivo fue desarrollada, en dicha nota, a partir de Adam Smith. Y todava tiene sentido (o
puede ser revisada a fin de que tenga sentido) en tales trminos burgueses. Por lo tanto, la
produccin consiste en trabajar sobre materias primas con el objeto de producir mercancas que
formen parte del sistema capitalista de distribucin e intercambio. En consecuencia, un piano es
una mercanca y la msica no lo es (o no lo era). A este nivel, y dentro de un anlisis del
capitalismo, no existe ninguna dificultad mayor hasta que llega el momento en que
comprendemos que resultado necesario de ello es la proyeccin (o la alienacin) de todo un
cuerpo de actividades que deben ser aisladas bajo las denominaciones de: el reino del arte y las
ideas, la esttica, la ideologa o, menos halageamente, la superestructura. Ninguna de
ellas, en consecuencia, puede ser comprendida como lo que son en realidad: prcticas reales,
elementos de un proceso social material total; no un reino o un mundo o una superestructura,
sino una numerosa serie de prcticas productivas variables que conllevan intenciones y
condiciones especficas. No comprender esta cuestin implica no solamente perder contacto con
la realidad de estas prcticas, como ha ocurrido repetidamente en algunas modalidades de
anlisis derivadas de los trminos de este materialismo especializado (industrial), sino tambin
iniciar el difcil proceso completo de descubrir y describir las relaciones existentes entre todas
estas prcticas y entre ellas y las otras prcticas que han sido aisladas como produccin, como
la base o como el mundo autosubsistente, desde una posicin extremadamente
inconveniente e inepta. En realidad, significa iniciar de arriba a abajo este tipo de trabajo
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sumamente difcil sostenindose con un solo pie. Este tipo de proezas acrobticas no son
imposibles e incluso se han realizado. Sin embargo, sera ms razonable volver a apoyarnos en
los dos pies y observar nuestras verdaderas actividades productivas sin considerar a priori que
solamente algunas de ellas son actividades materiales.
6. La hegemona
La definicin tradicional de hegemona es la de direccin poltica o dominacin,
especialmente en las relaciones entre los Estados. E1 marxismo ampli la definicin de gobierno
o dominacin a las relaciones entre las clases sociales y especialmente a las definiciones de una
clase dirigente. La hegemona adquiri un sentido ms significativo en la obra de Antonio
Gramsci, desarrollada bajo la presin de enormes dificultades en una crcel fascista entre los
aos 1927 y 1935. Todava persiste una gran incertidumbre en cuanto a la utilizacin que hizo
Gramsci del concepto, pero su obra constituye uno de los principales puntos crticos de la teora
cultural marxista.
Gramsci plante una distincin entre dominio (dominio) y hegemona. E1 dominio se
expresa en formas directamente polticas y en tiempos de crisis por medio de una coercin
directa o efectiva. Sin embargo, la situacin ms habitual es un complejo entrelazamiento de
fuerzas polticas, sociales y culturales; y la hegemona, segn las diferentes interpretaciones,
es esto o las fuerzas activas sociales y culturales que constituyen sus elementos necesarios.
Cualesquiera que sean las implicaciones del concepto para la teora poltica marxista (que
todava debe reconocer muchos tipos de control poltico directo, de control de clase y de control
econmico, as como esta formacin ms general), los efectos que produce sobre la teora
cultural son inmediatos, ya que hegemona es un concepto que, a la vez, incluye-y va ms all
de-los dos poderosos conceptos anteriores: el de cultura como proceso social total en que
los hombres definen y configuran sus vidas, y el de ideologa, en cualquiera de sus sentidos
marxistas, en la que un sistema de significados y valores constituye la expresin o proyeccin de
un particular inters de clase.
El concepto de hegemona tiene un alcance mayor que el concepto de cultura, tal como fue
definido anteriormente, por su insistencia en relacionar el proceso social total con las
distribuciones especficas del poder y la influencia. Afirmar que los hombres definen y
configuran por completo sus vidas slo es cierto en un plano abstracto. En toda sociedad
verdadera existen ciertas desigualdades especficas en los medios, y por lo tanto en la capacidad
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para realizar este proceso. En una sociedad de clases existen fundamentalmente desigualdades
entre las clases. En consecuencia, Gramsci introdujo el necesario reconocimiento de la
dominacin y la subordinacin en lo que, no obstante, debe ser reconocido como un proceso
total.
Es precisamente en este reconocimiento de la totalidad del proceso donde el concepto de
hegemona va ms all que el concepto de ideologa. Lo que resulta decisivo no es
solamente el sistema consciente de ideas y creencias, sino todo el proceso social vivido,
organizado prcticamente por significados y valores especficos y dominantes. La ideologa, en
sus acepciones corrientes, constituye un sistema de significados, valores y creencias
relativamente formal y articulado, de un tipo que puede ser abstrado como una concepcin
universal o una perspectiva de clase. Esto explica su popularidad como concepto en los
anlisis retrospectivos (en los esquemas de base-superestructura o en la homologa) desde el
momento en que un sistema de ideas puede ser abstrado del proceso social que alguna vez fuera
viviente y representado-habitualmente por la seleccin efectuada por los idelogos tpicos o
principales, o por los rasgos ideolgicos>, como la forma decisiva en que la conciencia era a
la vez expresada y controlada (o, como ocurre en el caso de Althusser, era efectivamente
inconsciente y operaba como una estructura impuesta). La conciencia relativamente heterognea,
confusa, incompleta o inarticulada de los hombres reales de ese perodo y de esa sociedad es, por
lo tanto, atropellada en nombre de este sistema decisivo y generalizado; y en la homologa
estructural, por cierto, es excluido a nivel de procedimiento por ser considerado perifrico o
efmero. Son las formas plenamente articuladas y sistemticas las que se reconocen como
ideologa; y existe una tendencia correspondiente en el anlisis del arte que propende a buscar
solamente expresiones semejantes, plenamente sistemticas y articuladas de esta ideologa en el
contenido (base-superestructura) o en la forma (homologa) de las obras reales. En los
procedimientos menos selectivos, menos dependientes de la clasificacin inherente de la
definicin considerada plenamente articulada y sistemtica, se da la tendencia a considerar los
trabajos como variantes de, o como variablemente afectados por, la decisiva ideologa abstrada.
En una perspectiva ms general, esta acepcin de una ideologa se aplica por medios
abstractos a la verdadera conciencia tanto de las clases dominantes como de las clases
subordinadas. Una clase dominante tiene esta ideologa en formas simples y relativamente
puras. Una clase subordinada, en cierto sentido, no tiene sino esta ideologa como su conciencia
(desde el momento en que la produccin de todas las ideas, por definicin axiomtica, est en
manos de los que controlan los medios de produccin primarios); o, en otro sentido, esta
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ideologa se ha impuesto sobre su conciencia -que de otro modo sera diferente-que debe luchar
para sostenerse o para desarrollarse contra la ideologa de la clase dominante.
A menudo el concepto de hegemona, en la prctica, se asemeja a estas definiciones; sin
embargo, es diferente en lo que se refiere a su negativa a igualar la conciencia con el sistema
formal articulado que puede ser, y habitualmente es, abstrado como ideologa. Desde luego,
esto no excluye los significados, valores y creencias articulados y formales que domina y
propaga la clase dominante. Pero no se iguala con la conciencia; o dicho con ms precisin, no
se reduce la conciencia a las formaciones de la clase dominante, sino que comprende las
relaciones de dominacin y subordinacin, segn sus configuraciones asumidas como conciencia
prctica, como una saturacin efectiva del proceso de la vida en su totalidad; no solamente de la
actividad poltica y econmica, no solamente de la actividad social manifiesta, sino de toda la
esencia de las identidades y las relaciones vividas a una profundidad tal que las presiones y
lmites de lo que puede ser considerado en ltima instancia un sistema cultural, poltico y
econmico nos dan la impresin a la mayora de nosotros de ser las presiones y lmites de la
simple experiencia y del sentido comn. En consecuencia, la hegemona no es solamente el nivel
superior articulado de la ideologa ni tampoco sus formas de control consideradas
habitualmente como manipulacin o adoctrinamiento. La hegemona constituye todo un
cuerpo de prcticas y expectativas en relacin con la totalidad de la vida: nuestros sentidos y
dosis de energa, las percepciones definidas que tenemos de nosotros mismos y de nuestro
mundo. Es un vvido sistema de significados y valores-fundamentales y constitutivos-que en la
medida en que son experimentados como prcticas parecen, confirmarse recprocamente. Por lo
tanto, es un sentido de i la realidad para la mayora de las gentes de la sociedad, un sentido de lo
absoluto debido a la realidad experimentada ms all de la cual la movilizacin de la mayora de
los miembros de la sociedad-en la mayor parte de las reas de sus vidas- se torna sumamente
difcil. Es decir que, en el sentido ms firme, es una cultura, pero una cultura que debe ser
considerada asimismo como la vvida dominacin y subordinacin de clases particulares.
En este concepto de hegemona hay dos ventajas inmediatas. En primer trmino, sus formas de
dominacin y subordinacin se corresponden ms estrechamente con los procesos normales de la
organizacin y el control social en las sociedades desarrolladas que en el caso de las
proyecciones ms corrientes que surgen de la idea de una clase dominante, habitualmente
basadas en fases histricas mucho ms simples y primitivas. Puede dar cuenta, por ejemplo, de
las realidades de la democracia electoral y de las significativas reas modernas del ocio y la
vida privada ms especfica y activamente que las ideas ms antiguas sobre la dominacin,
con sus explicaciones triviales acerca de las simples manipulacin, corrupcin y traicin.
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Si las presiones y los lmites de una forma de dominacin dada son experimentados de esta
manera e internalizados en la prctica, toda la cuestin de la dominacin de clase y de la
oposicin que suscita se ha transformado. E1 hincapi de Gramsci sobre la creacin de una
hegemona alternativa por medio de la conexin prctica de diferentes formas de lucha, incluso
de las formas que no resultan fcilmente reconocibles ya que no son fundamentalmente
polticas y econmicas, conduce por lo tanto, dentro de una sociedad altamente
desarrollada, a un sentido de la actividad revolucionaria mucho ms profundo y activo que en el
caso de los esquemas persistentemente abstractos derivados de situaciones histricas sumamente
diferentes. Las fuentes de cualquier hegemona alternativa son verdaderamente difciles de
definir. Para Gramsci surgen de la clase obrera, pero no de esta clase considerada como una
construccin ideal o abstracta. Lo que l observa ms precisamente es un pueblo trabajador que,
precisamente, debe convertirse en una clase, y en una clase potencialmente hegemnica, contra
las presiones y los lmites que impone una hegemona poderosa y existente.
En segundo trmino, y ms inmediatamente dentro de este contexto, existe un modo
absolutamente diferente de comprender la actividad cultural como tradicin y como prctica. E1
trabajo y la actividad cultural no constituyen ahora, de ningn modo habitual, una
superestructura: no solamente debido a la profundidad y minuciosidad con que se vive cualquier
tipo de hegemona cultural, sino porque la tradicin y la prctica cultural son comprendidas
como algo ms que expresiones superestructurales-reflejos, mediaciones o tipificaciones-de una
estructura social y econmica configurada. Por el contrario, se hallan entre los procesos bsicos
de la propia formacin y, ms an, asociados a un rea de realidad mucho mayor que las
abstracciones de experiencia social y econmica. Las gentes se ven a s mismas, y los unos
a los otros, en relaciones personales directas; las gentes comprenden el mundo natural y se ven
dentro de l; las gentes utilizan sus recursos fsicos y materiales en relacin con lo que un tipo de
sociedad explcita como ocio, entretenimiento y arte: todas estas experiencias y prcticas
activas, que integran una gran parte de la realidad de una cultura y de su produccin cultural,
pueden ser comprendidas tal como son sin ser reducidas a otras categoras de contenido y sin la
caracterstica tensin necesaria para encuadrarlas (directamente como reflejos, indirectamente
como mediacin, tipificacin o analoga) dentro de otras relaciones polticas y econmicas
determinadamente manifiestas. Sin embargo, todava pueden ser consideradas como elementos
de una hegemona: una formacin social y cultural que para ser efectiva debe ampliarse, incluir,
formar y ser formada a partir de esta rea total de experiencia vivida.
Son muchas las dificultades que surgen tanto terica como prcticamente. Sin embargo, es
importante reconocer hoy de, cuntos callejones sin salida hemos podido salvarnos. Si cualquier
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cultura viva es necesariamente tan extensa, los problemas de dominacin y subordinacin por
una parte y los problemas que surgen de la extraordinaria complejidad de cualquier prctica y
tradicin cultural verdadera por otra, pueden finalmente ser enfocados de modo directo.
Sin embargo, existe la dificultad de que la dominacin y la subordinacin como descripciones
efectivas de la formacin cultural sern rechazadas por mucha gente; el lenguaje alternativo de la
configuracin cooperativa de la contribucin comn, que expresaba tan notablemente el
concepto tradicional de cultura, ser considerado preferible. En esta eleccin fundamental no
existe alternativa, desde ninguna posicin socialista, al reconocimiento y al nfasis de la
experiencia inmediata, histrica y masiva de la dominacin y la subordinacin de clases en las
diferentes formas que adoptan.
Esta situacin se convierte rpidamente en una cuestin relacionada con una experiencia y un
argumento especficos. Sin embargo, existe un problema muy prximo dentro del propio
concepto de hegemona. En algunos usos, aunque segn creo no es el caso de Gramsci, la
tendencia totalizadora del concepto, que es significativa y ciertamente fundamental, es
convertida en una totalizacin abstracta y de este modo resulta fcilmente compatible con las
sofisticadas acepciones de la superestructura o incluso de la ideologa. La hegemona puede
ser vista como ms uniforme, ms esttica y ms abstracta de lo que realmente puede ser en la
prctica, si es verdaderamente comprendida. Como ocurre con cualquier otro concepto marxista,
ste es particularmente susceptible de una definicin trascendental a diferencia de una definicin
histrica y de una descripcin categrica a diferencia de una descripcin sustancial. Cualquier
aislamiento de sus principios organizadores o de sus rasgos determinantes, que realmente
deben ser comprendidos en la experiencia y a travs del anlisis, puede conducir rpidamente a
una abstraccin totalizadora. Y entonces los problemas de la realidad de la dominacin y la
subordinacin y de sus relaciones con una configuracin cooperativa y una contribucin comn,
pueden ser planteados de un modo sumamente falso.
Una hegemona dada es siempre un proceso. Y excepto desde una perspectiva analtica, no es un
sistema o una estructura. Es un complejo efectivo de experiencias, relaciones y actividades que
tiene limites y presiones especficas y cambiantes. En la prctica, la hegemona jams puede ser
individual. Sus estructuras internas son sumamente complejas, como puede observarse
fcilmente en cualquier anlisis concreto. Por otra parte (y esto es fundamental, ya que nos
recuerda la necesaria confiabilidad del concepto) no se da de modo pasivo como una forma de
dominacin. Debe ser continuamente renovada, recreada, defendida y modificada. Asimismo, es
continuamente resistida, limitada, alterada, desafiada por presiones que de ningn modo le son
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propias. Por tanto debemos agregar al concepto de hegemona los conceptos de contrahegemona
y de hegemona alternativa, que son elementos reales y persistentes de la prctica.
Un modo de expresar la distincin necesaria entre las acepciones prcticas y abstractas dentro
del concepto consiste en hablar de lo hegemnico antes que de la hegemona, y de lo
dominante antes que de la simple dominacin. La realidad de toda hegemona, en su
difundido sentido poltico y cultural, es que mientras que por definicin siempre es dominante,
jams lo es de un modo total o exclusivo. En todas las pocas las formas alternativas o
directamente opuestas de la poltica y la cultura existen en la sociedad como elementos
significativos. Habremos de explorar sus condiciones y sus lmites, pero su presencia activa es
decisiva; no slo porque deben ser incluidos en todo anlisis histrico (a diferencia del anlisis
trascendental), sino como formas que han tenido un efecto significativo en el propio proceso
hegemnico. Esto significa que las alternativas acentuaciones polticas y culturales y las
numerosas formas de oposicin y lucha son importantes no slo en s mismas, sino como rasgos
indicativos de lo que en la prctica ha tenido que actuar el proceso hegemnico con la finalidad
de ejercer su control. Una hegemona esttica, del tipo indicado por las abstractas definiciones
totalizadoras de una ideologa o de una concepcin del mundo dominante, puede ignorar o
aislar tales alternativas y tal oposicin; pero en la medida en que stas son significativas, la
funcin hegemnica decisiva es controlarlas, transformarlas o incluso incorporarlas. Dentro de
este proceso activo lo hegemnico debe ser visto como algo ms que una simple transmisin de
una dominacin (inmodificable). Por el contrario, todo proceso hegemnico debe estar en un
estado especialmente alerta y receptivo hacia las alternativas y la oposicin que cuestiona o
amenaza su dominacin. La realidad del proceso cultural debe incluir siempre los esfuerzos y
contribuciones de los que de un modo u otro se hallan fuera o al margen de los trminos que
plantea la hegemona especifica.
Por tanto, y como mtodo general, resulta conflictivo reducir todas las iniciativas y
contribuciones culturales a los trminos de la hegemona. sta es la consecuencia reduccionista
del concepto radicalmente diferente de superestructura. Las funciones especficas de lo
hegemnico, lo dominante, deben ser siempre acentuadas, aunque no de un modo que sugiera
ninguna totalidad a priori. La parte ms difcil e interesante de todo anlisis cultural, en las
sociedades complejas, es la que procura comprender lo hegemnico en sus procesos activos y
formativos, pero tambin en sus procesos de transformacin. Las obras de arte, debido a su
carcter fundamental y general, son con frecuencia especialmente importantes como fuentes de
esta compleja evidencia.
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E1 principal problema terico, con efectos inmediatos sobre los mtodos de anlisis, es distinguir
entre las iniciativas y contribuciones alternativas y de oposicin que se producen dentro de-o en
contra de-una hegemona especfica (la cual les fija entonces ciertos lmites o lleva a cabo con
xito la tarea de neutralizarlas, cambiarlas o incorporarlas efectivamente) y otros tipos de
contribuciones e iniciativas que resultan irreductibles a los trminos de la hegemona originaria o
adaptativa, y que en ese sentido son independientes. Puede argumentarse persuasivamente que
todas o casi todas las iniciativas y contribuciones, aun cuando asuman configuraciones
manifiestamente alternativas o de oposicin, en la prctica se hallan vinculadas a lo hegemnico:
que la cultura dominante, por as decirlo, produce y limita a la vez sus propias formas de
contracultura. Hay una mayor evidencia de la que normalmente admitimos en esta concepcin
(por ejemplo, en el caso de la crtica romntica a la civilizacin industrial). Sin embargo, existe
una variacin evidente en tipos especficos de orden social y en el carcter de la alternativa
correspondiente y de las formaciones de oposicin. Sera un error descuidar la importancia de las
obras y de las ideas que, aunque claramente afectadas por los lmites y las presiones
hegemnicas, constituyen-al menos en parte- rupturas significativas respecto de ellas y, tambin
en parte, pueden ser neutralizadas, reducidas o incorporadas, y en lo que se refiere a sus
elementos ms activos se manifiestan, no obstante, independientes y originales.
Por lo tanto, el proceso cultural no debe ser asumido como si fuera simplemente adaptativo,
extensivo e incorporativo. Las autnticas rupturas dentro y ms all de l, dentro de condiciones
sociales especficas que pueden variar desde una situacin de extremo aislamiento hasta
trastornos prerrevolucionarios y una verdadera actividad revolucionaria, se han dado con mucha
frecuencia. Y estamos en mejores condiciones de comprenderlo, en un reconocimiento ms
general de los lmites y las presiones insistentes que caracterizan a lo hegemnico, si
desarrollamos modos de anlisis que, en lugar de reducir las obras a productos terminados y las
actividades a posiciones fijas, sean capaces de comprender, de buena fe, la apertura finita pero
significativa de muchas contribuciones e iniciativas. La apertura finita aunque significativa de
muchas obras de arte, como formas significativas que se hacen posibles pero que requieren
asimismo respuestas significativas persistentes y variables, resulta entonces particularmente
relevante.
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