Carl G. Jung y La Espiritualidad Cristiana
Carl G. Jung y La Espiritualidad Cristiana
Carl G. Jung y La Espiritualidad Cristiana
espiral que desciende a las profundidades del alma para encontrarse con Dios
en la oscuridad del silencio.
Esta distincin entre dos formas de conocer, o diferentes formas de conciencia,
ha sido descrita por los santos y msticos cristianos a lo largo de los siglos. Santa
Teresa y san Juan de la Cruz se sirven de formas de hablar que han sido
empleadas por numerosos msticos, desde san Agustn al gran mstico de
Rhineland: Jan van Ruysbroeck. Este ltimo, vio el movimiento hacia la mente
contemplativa como un movimiento interior que no era horizontal sino
vertical, que no estaba en el espacio sino en el silencio, no en el desplazamiento
sino en el descanso, no en el tiempo sino en lo intemporal. San Agustn, por su
parte, afirma que la parte ms elevada del alma est reservada para la
contemplacin de Dios, y que la parte baja corresponde a la mentalidad que se
dedica a razonar.
El monje del s. IV, Evagrio Pntico, es uno de los muchos escritores
contemplativos que hizo una importante distincin entre la mente calculadora y
razonante, que usa conceptos en un proceso que podramos llamar pensamiento
discursivo; y aquella dimensin de la mente que logra el conocimiento
directamente, sin la mediacin de conceptos, y a la que llam nous, una
inteligencia espiritual intuitiva. De esta manera, cuando Evagrio define a la
oracin como una comunin de la mente con Dios, seala una dimensin de
nuestra conciencia que avanza de manera ms profunda que el pensamiento
discursivo. Santo Toms de Aquino tambin tom esta distincin y, hablando
virtualmente para toda la tradicin, al aspecto de la mente que razona y calcula
lo denomin razonamiento inferior; y al aspecto de la mente que comulga
directamente con Dios en la contemplacin, razonamiento superior (Laird, p.
26).
Dentro de la tradicin ortodoxa del cristianismo, a la dimensin contemplativa
se la conoce como hesychia, un trmino que describe la calidad de quietud y de
silencio (Kallistos Ware, p.89). La tradicin hesicasta describe dos tipos de
saber o de comprensin al diferenciar entre lo que tradicionalmente llaman
mente y corazn. El trmino corazn se refiere a la forma no-conceptual de
conocer, la misma que Agustn y Aquino posteriormente llamaran razn
superior. Dentro de esta tradicin, el corazn no era el asiento de las
emociones (que estaran localizadas casi al mismo nivel que los pensamientos)
sino el centro mismo de la persona. El corazn comulga con Dios de una manera
tan silenciosa y directa que no le es posible hacerlo al nivel conceptual de
nuestra mente.
De la oracin de recogimiento a la oracin silenciosa.
Este importante culmen es descrito por santa Teresa, en El castillo interior,
como el movimiento que va de la oracin de recogimiento a la oracin
silenciosa. En su descripcin de la oracin silenciosa y de su evolucin hacia la
ms profunda oracin de unin, ella utiliza la metfora de la luz que surge desde
lo ms hondo del interior y alcanza todas las facultades humanas: nuestras
emociones, imaginacin, sentidos e intelecto y razn. Esta metfora es su
principal forma de describir la aproximacin de Dios al ser humano, se trata de
los brazos del amor de lo divino que se extienden hacia la mente humana:
IV.3.6. Cuando Su Majestad quiere que el entendimiento cese, ocpale por otra
manera y da una luz sobre el conocimiento tan sobre la que podemos alcanzar,
que le hace quedar absorto, y entonces, sin saber cmo, queda muy mejor
enseado que no con todas nuestras diligencias para echarle ms a perder []
IV.3.8. [] porque en esta manera de oracin [], en esta fuente manantial
que no viene por arcaduces l se comide o le hace comedir ver que no
entiende lo que quiere; y as anda de un cabo a otro, como tonto que en nada
hace asiento. La voluntad le tiene tan grande en su Dios, que le da gran
pesadumbre su bullicio, y as no ha menester hacer caso de l, que la har
perder mucho de lo que goza, sino dejarle y dejarse as en los brazos del amor,
que Su Majestad le ensear lo que ha de hacer en aquel punto, que casi todo
es hallarse indigna de tanto bien y emplearse en hacimiento de gracias.
La tradicin mstica, tal como est ejemplificada en los escritos de santa Teresa
y de san Juan, cree que existe una forma de conciencia que est ms all de la
impresin de los sentidos, ms all del conocimiento que podemos obtener por
medio del tacto, del oler, del ver, del saborear y del asir. Se trata de un
conocimiento que tiene que ver con las esencias y con el ser interno de las cosas.
Este conocimiento est relacionado con el ncleo de nuestra existencia, y sa es
la razn por la que es tan intensamente ntimo. Y es tambin la razn por la que
el proceso de su descubrimiento puede resultar perturbador, pues tal
conocimiento nos fuerza a confrontar con el ncleo silencioso de nuestro propio
ser. Finalmente se trata del conocimiento divino, y solo podemos participar del
mismo si estamos preparados para embarcarnos en una travesa dentro de la
quietud y del silencio. Y entramos a esa travesa por medio del acceso a un
asctico proceso de desprendimiento interior y de purificacin de los apegos e
identificaciones que resultan de las impresiones de los sentidos.
En trminos personales, el fruto de esta travesa cada vez ms profunda es el
conocimiento de nuestro ser de maneras cada vez ms novedosa, efectuada a
travs de un conocimiento que proviene de lo divino y no desde nuestra
egocntrica perspectiva. Es en la descripcin de tal culmen o transicin en
donde la integracin de la personalidad natural, o el proceso de individuacin,
generalmente tiene lugar y en donde un proceso mucho ms profundo de
transformacin espiritual est en camino. Claro que se puede discutir ahora si la
psicologa profunda se ha desarrollado lo suficiente como para poder hablar
significativamente sobre aquellos profundos estados de la mente contemplativa,
sobre esa dimensin de la experiencia que reposa ms all de la familiar
polaridad de consciencia e inconsciencia.
Es importante notar que para santa Teresa (y para san Juan de la Cruz) sus
aprendices son aquellas almas que ya han entrado a un estado de servicio a
Dios, de tal manera que ha de prestarse atencin al reino de la gracia y al hecho
de que Teresa escribe para quienes estn avanzados en el camino. Existe un
principio teolgico bien conocido que sostiene que: la gracia se erige sobre la
naturaleza. Si la naturaleza es todava un enredo, entonces la gracia, como regla
general, espera a que la naturaleza se ordene antes de actuar de una manera
intensa y suprema.
Para Teresa, la travesa de oracin y la plena unin con Dios es una travesa del
corazn cada vez ms intensa y dirigida hacia el aposento ms interior. All, el
amor divino de Dios a travs de Cristo, se infusa y une con la vida de nuestra
alma. A esto se le conoce tradicionalmente como el misticismo nupcial: una
aventura amorosa cada vez ms intensa en donde la novia es el alma y el novio
es Cristo. A travs de sus escritos, la experiencia y expresin de la espiritualidad
contemplativa de santa Teresa se cubri con el lenguaje de los smbolos y la
imaginera, describiendo al alma como un jardn, un rbol, un castillo y una
mariposa; y a la accin del Espritu Santo con los smbolos del agua y de las
fuentes (McLean, p.74).
La antropologa del alma de Teresa -segn El castillo interior- distingue entre el
saber mstico y el saber ordinario. Ella separa la parte interna del alma (en
donde los objetos sobrenaturales son sentidos y comprendidos) de la parte
externa de la misma (en donde se dan las sensaciones externas y el saber
meramente natural). Teresa fundamenta su antropologa en una divisin
interior/exterior del alma que utiliza para demostrar las operaciones que han de
considerarse naturales y las que, ms all de stas, son sobrenaturales y
msticas. Se vale de esta divisin para diferenciar el saber ordinario del mundo
de aquel saber mstico perteneciente a las regiones del alma, y las denomina
exterior e interior, respectivamente (Howells, p.71).
Teresa recorre un largo camino para desarrollar una doctrina formal sobre los
sentidos espirituales dentro de una tradicin que se remonta hasta Orgenes, de
quien toma la visin de dos sets de sentidos en el alma. Mediante ellos, el alma
siente las cosas naturales y sobrenaturales por separado. El alma diferencia
entre lo que siente en el interior y lo que siente materialmente (a travs de los
sentidos corporales). Por ejemplo, lo que el alma siente en su interior son
impulsos espirituales que hieren al alma como una flecha clavada en el
corazn; se trata de sensaciones de dolor, sostiene Teresa, que no se equiparan
al dolor corporal. Claramente describe el adicional set de sentidos del alma,
pues: pareciera que el alma tuviese sentidos externos. Y tambin que posee
otros sentidos a travs de los cuales desea retirarse hacia s misma, lejos del
ruido exterior.
Cuando el alma se retira hacia s misma, hacia lo que Teresa denomina el
recogimiento interior, se vale entonces de otros sentidos, que son diferentes
de los sentidos exteriores. Es a travs de esos otros sentidos dentro de s que
el alma logra la comunicacin con Dios en la soledad. Por lo tanto, el alma
posee dos sets de sentidos, as como dos habilidades epistemolgicas separadas
asociadas a cada uno de tales sets. Existe la capacidad para conocer a travs de
los sentidos ordinarios, a travs de los sentidos externos; y existe tambin una
capacidad paralela de saber espiritual a travs de los sentidos internos. Tal
como el alma siente y conoce las cosas a travs de los sentidos exteriores, de
igual manera obtiene una comunicacin con Dios a travs de un set de sentidos
y operaciones internos que es similar a la vez que diferente del primero (ibd.
p.75).
Santa Teresa establece sus propias diferencias para demostrar cmo las dos
formas de saber estn relacionadas, introduce luego las figuras simblicas de
Mara y de Marta para hacer referencia a tal divisin. Ella explora la relacin
entre Mara y Marta como una analoga de las dos partes del alma. Primero,
para enfatizar la divisin en el alma producida por la transformacin mstica; y
luego para ver hacia adelante, hacia la unidad final del alma en una unidad
modelada segn la unin de las dos naturalezas en Cristo; segn la
diferenciacin-en-la-unidad de las personas de la Trinidad.
Al hablar sobre Marta y Mara, el objetivo de Teresa es mostrar que los dos tipos
de operaciones -relacionadas con el interior y el exterior del alma- son
diferentes a la vez que sealan hacia la posibilidad de su reconciliacin. En tal
reconciliacin, la actividad de Marta -que est centrada en el mundo- es
totalmente consecuente con la vida interior de Mara, al punto tal que existe en
esta reunin una sola operacin unificada del alma; una en donde Mara y
Marta trabajan juntas. Este es el gradual desarrollo de la divisin del alma en
direccin a su unificacin, el punto en donde la actividad de Marta se une por
completo a la vida interior de Mara (ibd. p.79).
Conclusin.
La tradicin contemplativa de los cristianos nos ensea que se puede confiar en
el centro del alma, en un centro que se revela como dador de vida, que no es
aniquilamiento, que no seala solo hacia nuestra vida personal sino a la imagen
del crucificado y resucitado: a Cristo como smbolo y realidad que contiene toda
nuestra vida. Nuestra travesa cristiana se ve favorecida por la presencia divina
que se acompaa de una emergente figura de Cristo. En esta travesa, en el
movimiento hacia las recmaras ms internas del corazn humano que se
dedica a rezar, la relacin y comunin son una respuesta a su divino llamado de
amor. Esta imagen divina no solo expresa una creciente intimidad con Dios,
sino que tambin seala -en tanto smbolo psicolgico- el surgimiento de una
personalidad ms plenamente individualizada, una realizacin ms plena de
nuestro propio ser. Desde esta perspectiva, los escritos de santa Teresa de vila,
en especial El castillo interior, son considerados como importantes documentos
de la individuacin cristiana.
Si bien el objetivo de santa Teresa a lo largo de la travesa por su castillo es la
unin con Cristo, notemos tambin que Cristo y los smbolos de la religin
fueron una de las mayores preocupaciones en la vida de Jung. A travs de los
mismos, Jung intentaba mostrar las races psquicas de la religin y la
importancia psicolgica de la cristiandad. Desde sus sueos infantiles hasta sus
reflexiones sobre Dios en una autobiografa ya de maduro, las cuestiones
religiosas nunca estuvieron fuera de sus intereses: Veo que todos mis
pensamientos giran en torno a Dios como los planetas giran alrededor del sol:
aquellos se ven irresistiblemente atrados por ste. Siento que mi ms grosero
pecado sera conceder cualquier tipo de resistencia a esta fuerza (Jung, 1993,
p.13).
Este deseo de unin con el amor de Dios permanece como una caracterstica
permanente de la psique, a pesar que este deseo no siempre se ajuste a las
tradicionales formas religiosas. Los cristianos de la actualidad anhelan una
verdadera relacin con el amor sanador y transformativo de Dios a travs de
Jesucristo; anhelan una relacin que los capacite a vivir de manera ms
autntica y dadora de vida. En una carta de 1945, Jung fue muy claro al sealar