Hacia Una Agroetica
Hacia Una Agroetica
Hacia Una Agroetica
{agroetica}
Jorge Riechmann1
Introduccin
La cuestin de la alimentacin o si se quiere, con mayor generalidad: la cuestin
de la produccin en el sector primario de la economa, y el consumo de estos
productos-- es clave en el debate poltico-ecolgico actual, se tome por donde se
tome. Se trata de una madeja pasablemente enmaraada de asuntos de suma
importancia, algunos de cuyos hilos a mi entender son:
1
Jorge Riechmann (nacido en Madrid, 1962). Investigador en el Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud
(ISTAS) de CC.OO. Responsable de biotecnologas y agroalimentacin en el Departamento Confederal de Medio
Ambiente del sindicato Comisiones Obreras (CC.OO.). Afiliado a Ecologistas en Accin y Greenpeace, entre otras
organizaciones; miembro de la Sociedad Espaola de Agricultura Ecolgica (SEAE). Escritor y profesor
universitario (profesor titular de filosofa moral en la Universidad de Barcelona; profesor invitado en la Universidad
Carlos III de Madrid). Su actividad acadmica versa sobre tica y ecologa; condiciones sociales para la
sustentabilidad ecolgica; impactos sociales de la tecnociencia. Ha publicado, entre otros ensayos, Un mundo
vulnerable (Los Libros de la Catarata, Madrid 2000), Todo tiene un lmite (Debate, Madrid 2001), Qu son los
alimentos transgnicos (RBA/ Integral, Barcelona 2002) y junto con Joel TicknerEl principio de precaucin
(Icaria, Barcelona 2002). Sus ltimos poemarios publicados son Desandar lo andado (Hiperin, Madrid 2001) y
Poema de uno que pasa (Fundacin Jorge Guilln, Valladolid 2002).
2
Schumacher, Lo pequeo es hermoso, Blume, Barcelona 1978, p.89.
3
Eugene P. Odum, Ecologa: bases cientficas para un nuevo paradigma, Eds. Vedr, Barcelona 1992, p. 271.
1
La alimentacin dentro del debate sobre las necesidades bsicas de los seres
humanos. El hambre y la malnutricin de centenares de millones de seres
humanos en un mundo con graneros repletos no constituyen un escndalo
insoportable?
El debate sobre los lmites del crecimiento: cmo alimentar con qu dieta a
cunta poblacin en este planeta finito?
La alimentacin en cuanto componente fundamental de una vida buena -susceptible de alcanzar un enorme refinamiento cultural-- y como
componente de la identidad de los grupos humanos; el debate sobre la
calidad de los alimentos. Del arte del buen vivir no forma parte
ineluctablemente un arte del bien comer?
El debate sobre la verdadera naturaleza del progreso en la era del abismo
Norte-Sur y la crisis ecolgica global. Cmo juzgar en este contexto la
industrializacin de la agricultura y la ganadera, y la llamada Revolucin
Verde?
El debate sobre el papel de la tecnociencia en la configuracin del futuro de
la especie humana. Qu opinar de la agricultura y ganadera transgnicas,
con todas sus promesas radiantes y ominosos riesgos?
El debate sobre lo que sea un desarrollo de verdad sostenible para una
sociedad que de verdad quiera hacer las paces con la naturaleza. Cmo
definir entonces formas de cultivar y de criar animales que sean de verdad
sustentables?
Debates ticos de fondo, como los que ataen a nuestra relacin con los
animales. Cmo concebir granjas que no sean campos de exterminio para
nuestros hermanos pequeos?
El debate sobre la construccin europea, uno de cuyos pilares
fundamentales ha sido la PAC Poltica Agraria Comndesde los mismos
orgenes de la CEE. Preguntar qu Europa entraa preguntar qu forma
de cultivar y alimentarnos en Europa, y con qu consecuencias para el
resto del mundo.
Los debates, finalmente, sobre el comercio internacional, las estructuras
como el FMI y la OMC, y el proceso de mundializacin capitalista al que se
oponen los movimientos llamados antiglobalizacin (uno de cuyos lderes
mediticos es precisamente un dirigente campesino el francs Jos Bov,
de la Confdration Paysanney una de cuyas corrientes principales es la
que forman organizaciones agrarias crticas del Norte y del Sur, muchas de
ellas encuadradas en la coordinadora internacional Va Campesina). Otro
mundo es posible, sera posible, tambin en agricultura, ganadera y
alimentacin?
Aunque en el breve espacio de esta ponencia no podr abordar sino algunas de
estas cuestiones4, debemos intentar ser conscientes de la amplitud de los problemas
a los que hacemos frente.
4
Otros aspectos los trat en obras anteriores como Animales y ciudadanos. Indagacin sobre el lugar de los
animales en la moral y el derecho de las sociedades industrializadas (Talasa, Madrid 1995), Necesitar, desear,
2
Quiz quien ms ha ahondado en el asunto sea el profesor de la Universidad A&M de Tejas Paul B. Thompson, a
quien se deben obras como Ethics, Public Policy and Agriculture (en colaboracin con Robert Mathews y Eileen
van Ravenswaay), Beyond the Large Farm: Ethics and Research Goals for Agriculture (compilada con la ayuda de
Bill A. Stout, Westview Press, Boulder Colorado1991) y sobre todo The Spirit of the Soil. Agriculture and
Environmental Ethics (Routledge, Londres 1995). Una amplia seleccin de textos se encontrar en Charles Blatz
(ed.): Ethics and Agriculture, University of Idaho Press, Moscow (Idaho) 1990. Un planteamiento de las conexiones
entre agrotica y ecofeminismo en Carolyn Sachs y Dorothy Blair, Enriching sustainable agriculture: insights form
eco-feminism and deep ecology, ponencia en la Agriculture, Food and Human Values Conference, Asilomar
(California), junio de 1990. Un texto tan sugerente como todos los de Bryan Norton es Agricultural development
and environmental policy: Conceptual issues, Agriculture and Human Values 2/1, p. 63-70.
7
Hay informacin en la pgina web http://capoul.toulouse.inra.fr/eursafe2003
8
Vase por ejemplo Paul Thompson, Biotecnologa agraria y alimentaria: problemas ticos subyacentes en las
decisiones sobre la poltica de investigacin, The IPTS Report 50, Sevilla, diciembre de 2000.
4
a medio y largo plazo problemas en todo el sector primario; o el papel del principio
de precaucin en la evaluacin y la planificacin de la investigacin agronmica; o
el impacto socioeconmico de la ingeniera gentica aplicada a la produccin
agropecuaria sobre las perspectivas de supervivencia de las comunidades rurales; o
las contradicciones entre polticas de investigacin que slo atienden a optimizar la
relacin entre riesgos y beneficios, y aqullas que buscan en todo momento
satisfacer el principio del consentimiento bien informado por parte de quienes van
a tomar parte en los experimentos; todas estas cuestiones, y muchas semejantes,
tienen una dimensin tica inesquivable, que nos interpela como agentes morales.
Un ejemplo cotidiano: el ciudadano que consume lentejas o garbanzos (u
otras leguminosas) est contribuyendo a la diversificacin de los sistemas de
rotacin, que forman parte de una agricultura sostenible, pues impiden el desarrollo
de las plagas y enfermedades; al mismo tiempo, las leguminosas facilitan la
fijacin biolgica de nutrientes (el nitrgeno de la atmsfera). Por estas vas se
disminuye la aplicacin de agroqumicos negativos para el medio ambiente y la
salud humana. Por el contrario, si en lugar del sabroso plato de lentejas uno hinca
el diente en un chuletn de vacuno criado en estabulacin a base de piensos
industriales, est contribuyendo a la degradacin medioambiental y la inseguridad
alimentaria.
Como ha indicado el Cuadro de Expertos Eminentes de la FAO sobre la
tica en la Alimentacin y la Agricultura, la consideracin de tales cuestiones
ticas debera realizarse en el contexto de la seguridad alimentaria, el uso
sostenible de los recursos agrcolas, la salvaguardia de la biodiversidad y una
combinacin equilibrada de tecnologas tradicionales y modernas para aumentar la
seguridad alimentaria y promover la agricultura sostenible.9
De qu se ocupa la tica
La tica se ocupa, por lo menos, de lo que hacemos al otro mediante nuestras
acciones y omisiones. Aqu podemos distinguir enseguida dos cuestiones: quin es
ese otro (lo que dar origen a una teora sobre los sujetos y objetos morales), y qu
podemos decir sobre esas acciones y omisiones (lo que desembocar en una teora
de la accin moral).
En el caso de la posible agrotica que aqu nos ocupa, y con respecto a la
primera de ambas cuestiones, baste sealar que, alinendome con la crtica del
antropocentrismo fuerte que ha desarrollado la tica ecolgica de los ltimos
decenios, defiendo que los otros a quienes hemos de incluir dentro de nuestras
consideraciones morales no son exclusivamente nuestros semejantes humanos
contemporneos: tambin han de contar como pacientes morales los animales de
granja, y hemos considerar a las generaciones humanas futuras como parte de
nuestra comunidad moral. Pero no es ste el lugar para argumentar tales cuestiones
9
Informe del Cuadro de Expertos Eminentes de la FAO sobre la tica en la Alimentacin y la Agricultura, reunido
por vez primera en Roma del 26 al 28 de septiembre de 2000.
5
10
Sobre este asunto Riechmann, Un mundo vulnerable, op. cit., p. 159 y ss.
Sobre el consumo de carne, Un mundo vulnerable, captulo VIII (p. 205 y ss.).
15
El principio de nacin ms favorecida, contenido en muchas clusulas de los acuerdos especficos de la OMC,
estipula que cada pas miembro debe tratar los productos similares exportados por cualquier otro pas miembro de
manera idntica; discriminar entre diferentes proveedores extranjeros de productos similares es ilegal. Vase
Susan George, Pongamos la OMC en su sitio, Icaria, Barcelona 2002, p. 25.
16
Va en el mismo sentido que el anterior: cada pas miembro de la OMC est obligado a dar un trato a los productos
del resto de pases miembros que no sea menos favorable que el recibido por los productos de sus fabricantes o
proveedores nacionales. Vase George, loc. cit.
7
14
17
18
No puedo abordarlo aqu con demasiado detalle, pero vase Jorge Riechmann y Francisco Fernndez Buey, Ni
tribunos, Siglo XXI, Madrid 1996, p. 326-330; as como scar Carpintero, Entre la economa y la naturaleza, Los
Libros de la Catarata, Madrid 1999, captulo 2.
9
Los costes evitados por las empresas se lanzan hacia las partes menos
visibles del cuerpo socioecolgico: las clases bajas, los pases pobres, los
ecosistemas, los animales, las generaciones humanas futuras. El sistema no podra
funcionar sin ese continuo y gigantesco trasiego de daos desde el centro hacia
las periferias. Por eso, ah donde los economistas hablan aspticamente de
externalidades, hemos de insistir en que se trata de daos exportados: y que otros
los sufren.
Para que la actividad productiva sea ticamente aceptable en todos los
terrenos, y en particular en el de la produccin agropecuaria-- , no debe generar
externalidades no compensables; y aquellas externalidades que son en teora
compensables han de compensarse de hecho.
Dando un paso ms all, hay que aspirar a reconstruir la economa de
manera que los sistemas productivos (en nuestro caso, los agrosistemas) sean
estructuralmente incapaces de exportar dao: esto seran sistemas de verdad
sustentables. La clave para ello se encuentra en la idea de biommesis, sobre la que
volver ms abajo.
De manera que en el clculo utilitarista habitual de costes y beneficios,
siempre hay factores que se dejan fuera. Cuando se trata de factores tan relevantes
como los que afectan a la salud humana, el bienestar de las generaciones futuras o
la integridad de los ecosistemas, todo el clculo moral de costes/ beneficios puede
resultar pesadamente sesgado. Veamos algn ejemplo concreto.
EVALUACIN DE LOS RIESGOS MEDIOAMBIENTALES
DE LA BIOTECNOLOGA AGRARIA
Y PRINCIPIO DE PRECAUCIN
Las consecuencias medioambientales de la biotecnologa agraria vienen
siendo fuertemente contestadas desde que se realizaron los primeros
ensayos de campo de bacterias modificadas genticamente, a principios
de los aos 80. As pues, los gestores de la investigacin, los
planificadores y los evaluadores no deben olvidar la necesidad de
evaluar el impacto medioambiental. Adems, es ciertamente posible que
el enfoque utilitario de la evaluacin de la investigacin incorpore
la evaluacin de dicho impacto. Aunque la especificacin tcnica del
riesgo medioambiental puede ser bastante compleja, en la mayora de
los sistemas utilitarios o consecuenciales de evaluacin el riesgo se
trata como un valor esperado, los resultados perjudiciales se evalan
probabilsticamente y el riesgo de una tecnologa se convierte en una
funcin de probabilidad y grado de peligro.
La interpretacin del riesgo como valor esperado sugiere dos
estrategias para enfrentarse con las consecuencias medioambientales no
deseadas de la tecnologa. Una consiste en tratar los riesgos
conceptualmente como una forma de coste, sometindolos a una
optimizacin de tipo coste-beneficio. En cierto sentido, no hay nada
especial en las consecuencias medioambientales, ya que, en un anlisis
estndar coste-beneficio, prcticamente todos los costes y beneficios
son probabilsticos por naturaleza y se modelizan en la evaluacin
como valores esperados. Sin embargo, se cree que los costes
medioambientales poseen caractersticas que los distinguen de los
costes
directos,
soportados
directamente
por
productores
y
consumidores, en el sentido de que los beneficios de reducir los
10
Risto Volanen (secretario general de COPA y COGECA): Economa, ecologa y agricultura, en AA.VV.
Globalizacin y agricultura. Monografa dentro del anuario de UPA Agricultura familiar en Espaa 2001,
Fundacin de Estudios Rurales, Madrid 2001, p. 15. Pero de este dinero unos 750.000 millones de euros al ao--,
11
+1.500
slo unos 210.000 millones se destinan a la agricultura (completados con unos 33.000 millones procedentes de los
presupuestos de la UE). Una vez los agricultores y ganaderos han pagado sus costes unos 180.000 millones de
euros--, a los 7 millones de explotaciones europeas les queda una renta de unos 70.000 millones de euros al ao, es
decir, el 9% de lo que han pagado los consumidores-ciudadanos por su alimentacin. Las cifras son tambin de
Risto Volanen.
21
FAO, Agricultura mundial: hacia los aos 2015/ 2030. Informe resumido. FAO 2002.
22
Vase al respecto Jorge Riechmann, Sabemos sumar dos y dos? Las propuestas de reforma ecolgica de la
contabilidad nacional, cap. II.5 de Francisco Fernndez Buey y Riechmann, Ni tribunos. Ideas y materiales para un
programa ecosocialista, Siglo XXI, Madrid 1996. Con ms detenimiento en scar Carpintero, Entre la economa y
la naturaleza, Los Libros de la Catarata, Madrid 1999.
23
David Pimentel y otros: Environmental and economic costs of soil erosion and conservation benefits. Science
267 (1995), p. 1117-1123.
24
David Pimentel y otros: Environmental and economic impacts of reducing pesticide use. En Pimentel (ed.):
Handbook of Pest Management in Agriculture, CRC Press, Boca Ratn 1991, p. 679-718. Tambin G. Tyler Miller:
Ecologa y medio ambiente, Grupo Editorial Iberoamrica, Mxico 1994, p. 705.
25
Jos Bov/ Franois Dufour: El mundo no es una mercanca. Los agricultores contra la comida-basura, Icaria,
Barcelona 2001, p. 96.
12
-900
-793
-225
-592
-630
-675
-1.044
-4.879
Comunicado de prensa de la CPE del 16 de marzo de 2001, con el lanzamiento de la campaa europea
Cambiemos la PAC. La pgina web de CPE es www.cpefarmers.org
27
J.N. Pretty y otros, An assessment of the total external costs of UK agriculture, Agricultural Systems, agosto de
2000, p. 113-136.
28
J.N. Pretty y otros, An assessment of the total external costs of UK agriculture, Agricultural Systems, agosto de
2000, p. 113-136. Un resumen en Jules Pretty, The real costs of modern farming, Resurgence 205, marzo-abril de
2001.
13
10
115
15
2
12%
20
7.500
6.910 ***
PLANTACIN EN
CABALLONES Y
ROTACIN DE CULTIVOS
12
70
0
0
35%
<1 *
8.100
3.712
384
786
Brian Halweil: Una agricultura en inters de todos, en Christopher Flavin y otros, La situacin del mundo 2002,
Icaria, Barcelona 2002, p. 135.
14
523
337
NOTAS:
* Esta tasa de erosin est por debajo de la tasa de formacin natural de suelo en la mayora de los agroecosistemas,
luego es sostenible.
**Los rendimientos promedio en 1945, antes de la gran intensificacin agricola, eran de 1900 kg. por hectrea y
ao.
*** Aumentara a 11 millones de kcal. si se incluyese el insumo energtico promedio asociado con el agua de riego.
**** No se incluye el coste del agua de riego.
Fuente: David Pimentel: Environmental and economic benefits of sustainable
agriculture, en Jrg Khn y otros (eds.): Sustainabilty in Question, Edward
Elgar Publishing Ltd., Cheltenham 1999, p. 159-164.
Por otra parte, en el mismo trabajo Pimentel estim tambin de manera muy
conservadoralos costes ambientales anuales de la produccin convencional de
maz, obteniendo las siguientes cifras:
DAO
Prdida de nutrientes en el suelo
Prdidas de agua a causa de la erosin
Contaminacin por purines y estircoles
Impacto de los sedimentos aguas abajo
Impacto de los plaguicidas
TOTAL
albergan ahora la mayor parte de los pobres rurales y hambrientos del mundo.30
Seran las nuevas biotecnologas agropecuarias basadas en la ingeniera gentica
la solucin?
Slo si el potencial gentico de los cultivos fuese el principal factor limitante
para estos agricultores pobres, lo que no es el caso. Y slo si se tratase de
tecnologas de acceso fcil para los hambrientos y desposedos, lo que tampoco es
el caso. Apenas hace falta insistir en lo segundo: se trata de tecnologas
controladas oligoplicamente por empresas transnacionales que las han
desarrollado para ganar dinero, y que blindan su acceso mediante tupidas
alambradas de patentes31.
En cuanto a lo primero, como insiste el agrnomo Ronald Bunch, quien ha
trabajado durante dcadas con campesinos africanos, asiticos y latinoamericanos,
en todo el mundo, los agricultores pobres rara vez estn limitados por el potencial
gentico de un cultivo32. Una determinada variedad de maz puede producir cinco
toneladas por hectrea bajo condiciones ideales, pero plantada en suelos agotados y
sometida a sequa apenas producir una tonelada. Las condiciones ecolgicas y
agronmicas como fertilidad y disponibilidad de agua por una parte, y las
condiciones sociales por otra como acceso al crdito y a los mercados-- son los
factores limitantes para los agricultores pobres.
Los grandes beneficios para estos agricultores vendran de las ventajas de los servicios
biolgicos gratuitos, como las plantas que fijan el nitrgeno, como frjoles y trbol, las
habilidades cclicas de los microbios del suelo e insectos beneficiosos para aportar
nutrientes, una aproximacin que se conoce como agroecologa. En muchos casos, sta es
la aproximacin ms sofisticada hacia la agricultura porque depende de una comprensin
de las interacciones ecolgicas del terreno de cultivo. El mejor uso de los recursos y
conocimientos locales sustituye a las sustancias qumicas y la tecnologa. En lugar de un
paquete de medidas igual en todas partes, la aproximacin agroecolgica depende de unos
principios cuya aplicacin especfica vara segn el lugar.33
Cuando se pregunta directamente a los pases del Sur lo que quieren, la respuesta
no es en absoluto ingeniera gentica: Necesitamos carreteras en condiciones para
llevar los alimentos aqu producidos a los mercados. Necesitamos conservar los
alimentos y disponer de los medios necesarios para procesarlos, as como los
lugares donde poder almacenar los excedentes de las cosechas para las pocas de
vacas flacas, razona el cientfico etope Tewolde Egziabher34, director de la
Agencia de Proteccin Medioambiental etope y portavoz del Grupo Africano en
las negociaciones sobre bioseguridad que finalmente desembocaron en la
aprobacin del Protocolo internacional de Cartagena/ Montreal. Egziabher
prosigue:
Las grandes compaas (...) quieren ofrecer a los agricultores variedades resistentes a
plaguicidas especficos, con el nico objeto de hacerles dependientes de estos productos.
La industria de las ciencias de la vida tiene adems una segunda meta: obtener el control
30
Brian Halweil: Una agricultura en inters de todos, en Christopher Flavin y otros, La situacin del mundo 2002,
Icaria, Barcelona 2002, p. 113.
31
Vease Jorge Riechmann: Qu son los alimentos transgnicos. Integral/ RBA, Barcelona 2002, p. 51-58.
32
Citado por Halweil, loc. cit.
33
Halweil, op. cit., p. 115.
34
Entrevista reproducida en Greenpeace Espaa, Recetas contra el hambre. Historias de xito para el futuro de la
agricultura, Madrid, septiembre 2001, p. 14.
16
de las semillas y las reservas genticas de los pases en desarrollo. La estrategia es siempre
la misma: suministran semillas de forma gratuita hasta que los agricultores han agotado sus
propios recursos o ya no los pueden utilizar, y es en ese momento cuando empiezan a
cobrar por las semillas. (...) 30 compaas diferentes son dueas de patentes del famoso
arroz dorado. Hasta el momento ninguna de ellas cobra las semillas. Pero una vez que
tengan a los agricultores en sus manos, comenzarn a cobrar por ellas. Las compaas
agrcolas estn utilizando las patentes para hacernos dependientes de sus semillas. No se
podra imaginar una forma de colonialismo ms efectiva...
El derecho a la alimentacin
El derecho a la alimentacin pertenece (junto con el derecho a la vivienda, la salud
o el trabajo) a los que suele denominarse derechos humanos de segunda
generacin (entendindose que la primera generacin estara compuesta por los
derechos humanos civiles y polticos): los derechos econmicos, sociales y
culturales que fueron formulados en el Pacto Internacional de Derechos
Econmicos, Sociales y Culturales de 1966, y proclamados solemnemente por los
estados del mundo durante la Conferencia Mundial de los Derechos Humanos en
Viena (1993). stos se aaden ahora a los derechos cvicos contenidos en la
Declaracin Universal de 1948 (que ya haba reconocido, de todas formas, el
derecho de las personas a obtener una alimentacin suficiente y sana para ellas y
para sus hijos).
Entre esos nuevos derechos aceptados por todos los pases salvo EE.UU.
el derecho a la alimentacin figura en primer lugar35. El derecho a la alimentacin
ha sido definido por el Comit sobre Derechos Econmicos, Sociales y Culturales
de las NN.UU. en los siguientes trminos: El derecho a la alimentacin adecuada
comprende la disponibilidad de alimentos en cantidad y calidad suficientes para
satisfacer las necesidades alimentarias de los individuos, sin sustancias nocivas, y
aceptables para una cultura determinada, as como la accesibilidad de esos
alimentos en formas que sean sostenibles y que no dificulten el goce de otros
derechos humanos36. La norma internacional ms relevante es el artculo 11 del
Pacto Internacional de Derechos Econmicos, Sociales y Culturales de 1966,
donde leemos:
Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona a un nivel
de vida adecuado para s y su familia, incluyendo la alimentacin, el vestido y la vivienda
adecuados, y a una mejora continua de las condiciones de existencia. (...) Los Estados
Partes en el presente Pacto, reconociendo el derecho fundamental de toda persona a estar
protegida contra el hambre, adoptarn, individualmente y mediante la cooperacin
internacional, las medidas, incluidos programas concretos, que se necesiten para: (a)
mejorar los mtodos de produccin, conservacin y dustribucin de alimentos mediante la
plena utilizacin de los conocimientos tcnicos y cientficos, la divulgacin de principios
sobre nutricin y el perfeccionamiento o la reforma de los regmenes agrarios, de modo
que se logre la explotacin y utilizacin ms eficaces de las riquezas naturales; (b) asegurar
una distribucin equitativa de los alimentos mundiales en relacin con las necesidades,
35
Sobre todo esto vase Carlos Prez de Armio, El derecho humano al alimento, en Bob Sutcliffe (coord.): El
incendio fro, Hambre, alimentacin y desarrollo. Icaria, Barcelona 1996, p. 113 y ss.
36
Pueden consultarse estos textos en la pgina web de la Oficina del Alto Comisionado de las NN.UU. para los
Derechos Humanos: www.unhchr.ch
17
teniendo en cuenta los problemas que se plantean tanto a los pases que importan productos
alimenticios como a los que los exportan.
Por 52 de los 53 votos de la Comisin; vot en contra EE.UU. Vase SIREL/ Seguridad alimentaria 4, de mayo de
2001, elaborado por Rel-UITA.
38
Jean Ziegler, La esquizofrenia de Naciones Unidas, Le Monde Diplomatique (edicin espaola) 73, noviembre
2001, p. 28.
39
Niles Eldredge, Dominion: Can Nature and Culture Co-Exist? Henry Holt & Co., Nueva York 1995, p. 93.
18
Nicolas Hulot/ Robert Barbault/ Dominique Bourg: Pour que la Terre reste humaine, Seuil, Pars 1999, p. 70.
E.F. Schumacher, Lo pequeo es hermoso, Blume, Barcelona 1978. (El original ingls es de 1973.)
42
Schumacher, Lo pequeo es hermoso, op. cit., p.96.
41
19
es el suelo viviente. (...) El principio fundamental de la industria moderna, por otro lado,
es que trata con procesos inventados por el hombre y es aplicable slo a cosas inventadas
por el hombre, no a cosas vivientes {Schumacher estaba escribiendo antes del despegue
de la ingeniera gentica! Nota de J.R.}. El ideal de la industria es la eliminacin de las
sustancias vivas; las materias hechas por el hombre son preferibles a las naturales, porque
nosotros podemos hacerlas a medida y aplicar un control de calidad perfecto. (...) El ideal
de la industria es eliminar el factor vivo, incluyendo el factor humano, y transferir el
proceso productivo a las mquinas. Alfred North Whitehead defini la vida como una
ofensiva dirigida contra el mecanismo repetitivo del universo, as que podramos definir
a la industria moderna como una ofensiva en contra de las caractersticas de
imprediccin, impuntualidad, indocilidad y caprichosidad de la naturaleza viva,
incluyendo al hombre. En otras palabras, no puede haber ninguna duda de que los
principios fundamentales de la agricultura y la industria, lejos de ser compatibles el uno
con el otro, estn en contradiccin. 43
sabe que las fbricas de fertilizantes son tambin fbricas de explosivos; las
fbricas de plaguicidas son tambin fbricas de armas qumicas; las plantas
biotecnolgicas son tambin fbricas de armas biolgicas.
Una parte notable de estas tecnologas se origina directamente en la guerra:
los fertilizantes sintticos se deriven del esfuerzo blico de la primera guerra
mundial, y de los gases mortales empleados en la guerra qumica se derivaron los
primeros plaguicidas de sntesis. Al concebirse blicamente la produccin agrcola
intensiva (centrada en el paradigma de la guerra contra las plagas, en lugar de una
prctica de cooperacin con la naturaleza como la que propugna el paradigma
agroecolgico), no ha de extraar que ese potencial de peligro se actualice de
cuando en cuando con terribles sorpresas. Ojal no tengamos que hacer frente a un
ataque terrorista como el que ahora teme el FBI y otras policas de todo el mundo;
pero en cualquier caso ello no evita los catastrficos accidentes industriales que las
tecnologas del agrobisnes nos deparan de vez en cuando. El ms horroroso hasta
la fecha fue el escape de la fbrica de plaguicidas de Union Carbide en Bhopal, en
1984; el ms reciente, la explosin de la fbrica de fertilizantes de AZF en
Toulouse, el 21 de septiembre de 2001 (con 29 muertos, casi 1.200 heridos y
barrios enteros de la ciudad devastados).
LA CATSTROFE DE BHOPAL (3 de diciembre de 1984)
La
catstrofe
de
Bhopal
ejemplifica
la
rapacidad
de
las
transnacionales que compiten en los mercados mundiales y buscan
ventajas especiales en el Sur.
Union Carbide decidi ubicar una enorme planta qumica en Bhopal
(una ciudad hind de 800.000 habitantes), donde haba abundante mano
de obra barata, redes de transporte, mercados y suministro de agua a
partir de los lagos de la ciudad. El gobierno del estado hind cuya
capital era Bhopal arrend el suelo a Union Carbide a precios muy
ventajosos,
y
suministr
agua
y
electricidad
con
importantes
subvenciones.
Las normas de seguridad e higiene en el trabajo aplicadas por
Union Carbide en la India hubieran sido inadmisibles en los EE.UU.,
pas matriz de la multinacional. La planta de Bhopal careca de los
sistemas de seguridad y alarma con los que s contaba una planta
similar, de la misma compaa, en el estado de Virginia Occidental.
Las personas que vivan cerca de la planta de Bhopal no fueron
informadas sobre los riesgos, ni de cules eran las medidas de
emergencia (algo que en EE.UU. era obligatorio).
Un equipo defectuoso, que era fundamental para controlar la
reaccin qumica en la produccin del gas, fue el responsable de la
fuga letal, el 3 de diciembre de 1984. Las personas responsables en el
momento crucial eran operarios contratados poco tiempo antes, con
formacin escasa; los supervisores con experiencia haban sido
despedidos previamente. Los problemas de personal y equipamiento
resultaban de un riguroso programa para la reduccin de costes, que se
estaba aplicando en la planta desde doce aos antes.
La fuga del gas letal produjo de forma inmediata ms de 5.000
muertos, cifra que en los aos siguientes aument a una cantidad entre
16.000 y 30.000 (perecieron familias enteras en los barrios de
chabolas que rodeaban la fbrica, de forma que la cifra exacta de
vctimas nunca lleg a determinarse con exactitud). Las hojas de los
rboles de Bhopal ennegrecieron.
21
han padecido Nueva York y Washington. Creo que eso nos indica algo profundo
en relacin con la situacin que actualmente vivimos, y con respecto a los cambios
necesarios.
La necesidad de un cambio de modelo
La agricultura industrial moderna nos recuerda tremendamente a las hazaas
deportivas del esquiador Juanito (Johann) Muehlegg en los Juegos Olmpicos de
invierno de Salt Lake City, en febrero de 2002. A base de inyectarse
generosamente la qumica adecuada, el atleta logr una ristra de medallas de oro y
fue encumbrado como el mejor deportista espaol de todos los tiempos...
veinticuatro horas antes de descender a los infiernos de la descalificacin por
dopaje. De forma anloga, el dopaje qumico de plantas y animales puede lograr
resultados de rcord durante algunos decenios al precio de comprometer la
salud ecolgica de los agrosistemas, la salud pblica en nuestras sociedades, y las
posibilidades de abastecimiento futuro. Lo que necesitamos no es el anlogo
agronmico de esos ciclistas o velocistas que desarrollan cinco o diez aos de
brillante carrera deportiva y poco tiempo despus mueren con el corazn
reventado por los excesos del dopaje. Nada de eso es viable, durable, sostenible: ni
en deporte ni en agricultura.
Por eso, hemos de ser conscientes de la necesidad de un cambio de modelo,
tanto en nuestro pas como a escala mundial. La modernizacin de la agricultura
capitalista realizada a lo largo del siglo XX se situ bajo el imperativo de
maximizar los rendimientos, sin preocuparse en exceso por los efectos ambientales
o sociopolticos ms amplios que causaban las actividades agroganaderas. Hoy
importa dejar atrs ese modelo productivista: continuar la agricultura y ganadera
industrializadas que conocemos hoy impedira tanto salvaguardar el medio
ambiente como proteger la salud de la gente (hoy y maana).
No hay posible solucin de la crisis ecolgica global sin una ecologizacin a
fondo del sector agroalimentario. El objetivo no debe ser maximizar los
rendimientos, sino optimizarlos de manera sostenible: conseguir rendimientos
ptimos compatibles con la estabilidad de los agroecosistemas, con la calidad del
entorno en que se insertan estos, con la seguridad alimentaria de toda la poblacin
humana y con la justicia social. La palabra clave, para regiones del planeta como
la UE, es desintensificar. No se trata tanto de producir ms como de producir
mejor, pues otro mundo es posible tambin en agricultura, ganadera, pesca,
piscicultura y agroalimentacin. En los pases del Sur que apuestan por una
agricultura guiada por los principios agroecolgicos, el resultado puede ser algo
semejante a esto:
"Est inventndose un nuevo modelo de agricultura, con un gran porvenir, en las zonas
en las que la densidad de poblacin es muy alta, y la mecanizacin est poco
desarrollada. Se trata de ecosistemas muy complejos, con muchos pisos, que se parecen a
los que existen en los oasis... Se puede encontrar en ellos, por ejemplo, palmeras de
azcar bajo las que crecen rboles frutales; ms abajo verduras, cultivadas en el terrapln
que rodea el arrozal... Y han aadido tambin, a veces, la cra de gambas! El sistema
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produce mucha biomasa, fertilidad, y funciona como una selva. Estos ecosistemas
cultivados son muy diferentes unos de otros, pero proporcionan una alimentacin de
calidad, diversificada, y emplean mucha mano de obra."44
Marcel Mazoyer en Jean-Marie Pelt/ Marcel Mazoyer/ Thdore Monod/ Jacques Girardon: La historia ms bella
de las plantas. Anagrama, Barcelona 2001, p. 196.
24
Aldo Leopold, Una tica de la tierra (edicin de Jorge Riechmann), Los Libros de la Catarata, Madrid 2000, p.
44.
47
Bertrand Russell, La conquista de la felicidad, Espasa-Calpe, Madrid 1978, p. 75.
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agricultura, una de las pocas actividades humanas que sirven para armonizar al ser
humano con la naturaleza.48
Entre 1923 y 1946, el gran pintor mexicano Diego Rivera pint en la Hacienda de
Chapingo de ciudad de Mxico, sede de la Escuela Nacional de Agricultura, una
serie de impresionantes murales de comprometido contenido social. Nacieron bajo
el lema AQU SE ENSEA A EXPLOTAR LA TIERRA, NO AL HOMBRE. A comienzos
del siglo XXI, lo que est a la orden del da es aprender a labrar, pastorear, plantar,
pescar sin explotar ni la tierra ni al ser humano.
Salamanca, 6 de noviembre de 2002
48
Agricultura, simplemente agricultura: entrevista con Antonio Bello. Separata sobre agrotxicos en el semanario
Brecha, Montevideo, marzo de 2002. Bello, fundador a principios de los noventa del Departamento de Agroecologa
del Consejo Superior de Investigaciones Cientficas (CSIC), es profesor investigador del Centro de Ciencias
Medioambientales CSIC en Madrid.
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