Los Aborigenes - Juan Luis Arsuaga

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Una

gran sequa azota la sabana africana. La hierba escasea, la fruta se


malogra y en los arbustos no nacen brotes tiernos: un grupo de
australopitecos est a punto de morir de hambre y sed. Pero una curiosa y
osada adolescente encuentra de pronto, en el tutano de los huesos de
herbvoros muertos, una nueva fuente de alimento. Su hallazgo ser crucial
en la evolucin de la especie humana.
Juan Luis Arsuaga esclarece en este ensayo la relacin que existe entre la
alimentacin y los cambios fsicos y de comportamiento que, a lo largo de
millones de aos, han sufrido las diferentes especies del rbol evolutivo que
conduce al hombre actual y explica de forma amena cmo gracias al
estudio de huesos y restos fsiles es posible descubrir si los australopitecos,
neanderthales y cromaones coman granos duros de la sabana o fruta
madura del bosque, cmo rompan la cscara de los frutos secos, cundo
empezaron a cazar y a asar la carne al fuego, qu herramientas usaban para
recolectar tubrculos Un repaso de la historia de la evolucin humana
contada con pasin por un experto.

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Juan Luis Arsuaga

Los aborgenes
La alimentacin en la evolucin humana
ePub r1.0
Titivillus 14.09.16

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Ttulo original: Los aborgenes. La alimentacin en la evolucin humana


Juan Luis Arsuaga, 2002
Ilustraciones: Ral Martn y Juan Carlos Sastre
Diseo de cubierta: Ral Martn
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2

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A mi madre

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PRLOGO
Quienes hayan ledo mis anteriores libros encontrarn la estructura de ste algo rara.
Al menos as lo espero, porque es lo que me haba propuesto. Lo mismo le pasar,
supongo, a cualquiera que piense encontrar aqu un ensayo convencional, o una obra
de divulgacin al uso.
El tema del libro es la historia de la alimentacin humana. Los prehistoriadores
tenemos algunos datos sobre la cuestin, que estn en el registro arqueolgico y
paleontolgico de la evolucin humana. La Tierra guarda en su seno un archivo muy
completo de lo que le ha ocurrido a la Vida desde que apareci en el planeta hace
unos 3800 millones de aos. Podramos decir, recurriendo a una metfora, que la
Tierra tiene memoria y es, por cierto, una memoria larga, descomunal.
En ese gigantesco archivo del registro arqueopaleontolgico hay documentos, y
los cientficos que nos ocupamos de la historia de la vida tratamos de recuperar esos
documentos. No slo por tenerlos y disfrutar de su contemplacin, aunque sean muy
conmovedores, sino ms bien para intentar descifrarlos. Por eso nos parece muy
importante que se sepa, e insistimos mucho en ello, que nuestra labor no termina con
el hallazgo del documento, sino con una parte no menos difcil de nuestro trabajo: su
lectura.
Es la Tierra un archivero muy celoso de sus tesoros, y no le abre sus puertas a
cualquiera. Hay que demostrar mucho inters por conocerlos, y aun as los libra con
desesperante morosidad. Esos documentos son los fsiles, y un fsil es todo resto
conservado de un ser vivo del pasado, y tambin todo vestigio de actividad biolgica.
Tan fsil es un hueso de dinosaurio como la huella de su pie en el fango blando del
estuario sobre el que camin el animal. El hueso se incorpor a la memoria de la
Tierra cuando el reptil muri, pero la huella lo hizo mientras estaba todava vivo.
Incluso la marca del diente de un carnvoro sobre el hueso de su presa es un fsil en
s mismo.
De la evolucin humana la Tierra guarda tambin amplia memoria y se han
conservado restos, huesos, de algunos de nuestros antepasados. Gracias a ellos
podemos saber cmo eran aquellos homnidos tan lejanos en el tiempo. Pero nuestra
investigacin no se detiene aqu. De cmo eran podemos deducir tambin cmo
vivan. Parece un truco de prestidigitador, pero es en realidad ciencia de la buena. La
explicacin est en que los organismos estn maravillosamente adaptados a sus
hbitos de vida. Precisamente eso era lo que ms turbaba a Charles Darwin: el ajuste
perfecto que existe entre cmo son los seres vivos (es decir, su anatoma y su
fisiologa) y lo que hacen para seguir con vida (su comportamiento). En otras
palabras, los organismos estn adaptados a lo que hoy se llama su nicho ecolgico.
Darwin encontr que ese ajuste tan conseguido es el resultado de la actuacin de una
fuerza que produce la evolucin (su causa), y que l llam seleccin natural.
Pero he dicho antes que fsil es tambin toda traza de actividad biolgica, y de
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sas tenemos muchas en el registro fsil de la evolucin humana. Las ms conocidas


son las herramientas de piedra o de otros materiales perdurables que tan
abundantemente aparecen en muchos yacimientos. Esos fsiles tan especiales que
producen los homnidos, en forma de instrumentos, objetos de adorno y arte, han
dado lugar a una disciplina diferente de la paleontologa, que es la arqueologa.
Una de las dos cosas ms importantes que hacen los animales es alimentarse (la
otra es reproducirse), y gracias a la paleontologa y a la arqueologa podemos
averiguar qu coman. Y de eso se ocupa este libro. Pero como nosotros y nuestros
antepasados fsiles hemos sido y somos animales sociales, la bsqueda del alimento
es en parte una actividad colectiva, por lo que no debemos abandonar nunca la
perspectiva de grupo en nuestras investigaciones.
En la historia de la alimentacin humana hay dos momentos clave. El primero fue
la incorporacin, en cantidad importante, de productos de origen animal a la dieta.
Antes de que eso ocurriera la comida de nuestros ancestros era casi exclusivamente
de carcter vegetal, y no muy diferente de la de los chimpancs actuales porque la
vida se desarrollaba principalmente en el bosque.
Este importante acontecimiento, la adicin de protenas y grasas animales a la
dieta, tuvo sin duda lugar en frica, hace unos dos millones y medio de aos. ramos
todava bastante parecidos a los chimpancs, y no mucho ms inteligentes, algo as
como unos chimpancs bpedos.
He querido empezar el libro situndome en ese preciso momento y lugar,
contando la historia en forma de relato, como si lo estuviramos presenciando en
directo. Se trata, claro, de una fantasa, pero ms adelante me entretengo en discutir
los datos cientficos en los que est basada.
Un problema ms terico me preocupaba en especial, al que dedico las pginas
que siguen inmediatamente al relato. Tiene que ver con la teora de la evolucin. Para
Darwin el motor de la evolucin es la seleccin natural, como he dicho. Pero la
seleccin natural es sobre todo la accin del medio sobre los organismos no tanto la
de los organismos sobre el medio. Otro pensamiento evolutivo que se ha opuesto
siempre al de Darwin es el de Lamarck, que daba prioridad a las actividades de los
individuos al cambiar el curso de la historia. Aunque yo soy en general partidario de
Darwin, en el relato de cmo nos hicimos comedores de animales el protagonista es
un homnido concreto, en particular una hembra joven muy curiosa e inquieta.
El otro gran acontecimiento de la historia de la alimentacin humana es mucho
ms reciente; se produjo hace unos diez mil aos. Representa una verdadera
revolucin econmica porque se pas de extraer el alimento de la naturaleza a
producirlo directamente por medio de la agricultura y de la ganadera. Es lo que se
conoce como la Revolucin Neoltica, y nosotros somos sus hijos.
La aparicin del Neoltico en la historia supuso el principio de la extincin de un
mundo, el de los cazadores y recolectores, y el nacimiento de otro, que condujo a las
ciudades, a los imperios y a la era industrial en la que se encuentra una parte de la
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humanidad. Y tambin, desgraciadamente, llev a la destruccin de la naturaleza a


gran escala. Pero ese cambio de alimentacin, de forma de vida y de mentalidad no
fue instantneo, y en el siglo XX an llegamos a conocer a los ltimos representantes
del modo arcaico de relacionarse con la naturaleza.
Para dramatizar ese proceso que no fue simultneo en todo el mundo, he escogido
un momento y un lugar concretos, y le he dado vida en forma de relato. Es otra nueva
licencia que me he tomado, que aspira a aliviar el rigor cientfico de las pginas que
le siguen en la segunda parte del libro.
Con el Neoltico lleg tambin la cermica, y la cazuela puesta al fuego del hogar,
que era mucho ms antiguo, abri el camino de la cocina moderna. Pero no debe
olvidarse que la explosin de creatividad gastronmica vino acompaada de un
empobrecimiento de la dieta, que hasta hace poco se basaba casi exclusivamente en
un nico tipo de cereal. Hoy disponemos en el primer mundo de una oferta muy
amplia de alimentos, que ha permitido hacer de la comida, que fue una necesidad
biolgica, un placer y un arte. Aunque no sin contrapartidas.
En el cuerpo humano hay dos sistemas que compiten por los recursos energticos.
Uno es el sistema nervioso central, el cerebro para ser ms precisos, y el otro es el
tubo digestivo. Ambos son grandes consumidores de caloras. Es una teora
respetable, que se expone en el libro, la que sostiene que la expansin del cerebro en
la evolucin humana se hizo a costa de la reduccin del sistema digestivo. Para ello
fue necesario que las fibras vegetales, de difcil asimilacin, dieran paso a la carne y a
las grasas vegetales. As que la historia de la evolucin humana se podra contar, al
modo medieval, como un debate entre la cabeza y el estmago. Y en el tema final del
libro, el de la obesidad, cada vez ms extendida, me pregunto si no estar ganando de
nuevo la partida el estmago. Si eso fuera as, no sera muy inteligente.
He contado con tres amigos que han revisado a fondo el texto y lo han mejorado
mucho con sus atinadas sugerencias. Sus queridos nombres son Milagros Algaba,
Ana Gracia e Ignacio Martnez. Estoy verdaderamente en deuda con los tres.

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Primera parte
UNA ADOLESCENTE INQUIETA

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ERASE UNA VEZ


Haca ya bastantes semanas que el grupo de australopitecos lo pasaba francamente mal. La sequa se prolongaba
en exceso, ya tendran que haber cado las primeras lluvias, poniendo trmino a la estacin seca. No haba apenas
nada que comer, y el grupo objeto de nuestra atencin se vea forzado a ampliar cada vez ms su rea de campeo
en busca de algo comestible que llevarse a la boca. Los australopitecos eran pequeos de tamao, y
superficialmente parecidos a los chimpancs actuales, o mejor, a sus antepasados de aquella poca. Pero a
diferencia de los dems mamferos que se vean por all, los australopitecos se mantenan de pie y se movan muy
erguidos por el suelo. Por las noches les gustaba subirse a los rboles para dormir. Se sentan as ms protegidos
de los grandes felinos.
Su ambiente era muy variado, as como su alimento. Se movan entre el bosque hmedo, la sabana arbolada y
la sabana abierta, y coman prcticamente todos los tipos de frutos maduros y las partes ms tiernas de los
vegetales: las yemas, las hojas jvenes, los tallos, los capullos de las flores, etctera. Si haba que subirse a los
rboles para conseguir esos alimentos, lo hacan sin problemas. Los australopitecos trepaban casi tan bien como lo
hacen hoy los chimpancs. Puesto que sus piernas eran cortas, proporcionalmente a los brazos y al tronco, era
difcil distinguirlos de los antepasados de los chimpancs cuando se sentaban sobre una rama o se balanceaban
colgados de los brazos.
Vistos un poco ms de cerca, sin embargo, las manos y los pies de los australopitecos eran diferentes de las
manos y los pies de los chimpancs. Los pies estaban adaptados a la locomocin bpeda y eran prcticamente
iguales a los nuestros (aunque con una talla mucho ms pequea). El dedo gordo no estaba separado de los otros
dedos, y llegaba hasta delante del todo. Era un pie, en definitiva, y no una mano. Pero es que la mano tambin era
muy diferente en los australopitecos y en los antepasados de los chimpancs. La de los primeros era como la
nuestra, y la yema del dedo pulgar poda ponerse en contacto con la de los otros dedos, formando as una
verdadera pinza, un instrumento de gran precisin. La mano de los antepasados de los chimpancs, como la de sus
descendientes actuales, era mucho ms larga, y el dedo pulgar quedaba muy alejado de los otros dedos. As pues,
los australopitecos eran como chimpancs bpedos con manos y pies humanos.
La alimentacin de aquel grupo de australopitecos, aunque basada en frutas y verduras tiernas, no exclua
otros productos vegetales ms duros que los chimpancs no comen. Por ejemplo, ciertos granos y semillas duras
tambin eran consumidos en grandes cantidades. Para triturarlos y reducirlos a harina, los australopitecos tenan
mandbulas y muelas ms recias que las de los chimpancs. Tambin podan cascar as las nueces de pequeo
tamao.
Pero por muy recias que fueran las mandbulas y las muelas poco podan frente a las nueces de gran tamao.
Sin embargo, el grupo de australopitecos del que estamos hablando tena la tradicin, desde tiempo inmemorial,
de partir las grandes nueces golpendolas con una gruesa piedra que sujetaban con las dos manos. Como la nuez
se hunda en la tierra sin partirse, los australopitecos haban aprendido a seleccionar sustratos ms duros, como
por ejemplo una piedra plana que haca de yunque. Curiosamente no todos los grupos de australopitecos tenan
esta costumbre, y los haba que jams la practicaban. En el interior de la nuez los australopitecos encontraban una
fuente de alimento rica en grasas.
Otra tradicin que tenan los australopitecos de este grupo era la de consumir termitas, y haban aprendido a
cortar e introducir un palito por los resquicios del termitero. Algunos insectos se enganchaban a l y los
australopitecos slo tenan que llevarse la varita a la boca para dar cuenta de unos cuantos individuos cada vez. Lo
mismo hacan con las hormigas. Esa fuente de protenas animales no les vena nada mal a unos primates cuya
alimentacin contena sobre todo hidratos de carbono.
Pero no eran las termitas y las hormigas los nicos animales que coman los australopitecos. A veces
conseguan acorralar a un pequeo mamfero indefenso, bien un mono, bien una cra de antlope. Colaboraban,
cuando era necesario, varios machos en la persecucin, que se converta as en una cacera en toda regla entre
aullidos y otros signos de gran excitacin. Los machos parecan volverse locos ante
la perspectiva de apoderarse de un trozo de carne palpitante. Como en toda cacera, era indescriptible el terror
y la angustia de la presa. Luego de su muerte, la vctima era desgarrada y sus despojos compartidos. Los
australopitecos parecan sentir una fuerte atraccin por esta fuente de protenas. No se podra decir que fueran
depredadores, pero tampoco que la carne sangrante les repugnase; ms bien daba la impresin de que si pudieran
cobrar piezas mayores lo haran con sumo gusto. Hoy se puede ver, en ocasiones, a los chimpancs capturando
pequeos mamferos, y el modo de obtener termitas que se ha descrito antes es una prctica habitual en ellos.
Pero la racha era muy mala para nuestro grupo de australopitecos, desde haca tiempo no encontraban
animales que llevarse a la boca. Por eso tenan que ampliar el rango de sus recorridos en busca de comida,
internndose en territorios cada vez ms peligrosos y desconocidos para el grupo. En las zonas menos arboladas

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era muy de temer el ataque de un leopardo a un individuo aislado. sa era la causa de que cada vez con ms
frecuencia los australopitecos se acercaran ms unos a otros, buscando protegerse mutuamente, aunque eso
supusiera un nmero mayor de agresiones entre los machos. En aquella poca, stos eran bastante ms corpulentos
que las hembras.
En cambio, cuando los frutos eran ms abundantes, los australopitecos se dispersaban en pequeos grupos
formados por un macho adulto y una o ms hembras con sus cras. En realidad el comportamiento social de los
australopitecos era muy flexible, porque podan llegar a reunirse muchos individuos cuando un rbol daba un fruto
copioso. Pero siempre que se juntaban varios de los poderosos machos se palpaba la tensin y los individuos ms
jvenes tenan que estar muy atentos, no fuera a ocurrir que esto diera pie a que un macho demasiado tenso
descargara en ellos su nerviosismo. En los grandes grupos la jerarqua era muy marcada.
El sol estaba muy alto y sus efectos se empezaban a notar en una zona particularmente clara de la sabana. Los
australopitecos sudaban y tenan sed. En el grupo haba una joven hembra de siete aos, que estaba empezando a
abandonar la infancia y a adentrarse en el desconcertante terreno de la adolescencia. Su comportamiento tena a
veces detalles que sorprendan tanto a los dems miembros del grupo como a ella misma. Pero la mayor parte de
las veces reciba castigos por sus extraas ocurrencias; nunca lo pensaba demasiado antes de llevarlas a la
prctica. La ltima vez que se haba puesto a enredar haba conseguido atraer a todo un enjambre de enloquecidas
avispas sobre el grupo, que estaba comiendo tranquilamente en un rbol.
A todas las cras haba que ensearles a comportarse en sociedad (y ese aprendizaje era tan importante para su
supervivencia futura como el conocimiento del medio, con sus peligros y sus recursos), pero a sta le costaba
obedecer ms que a las otras. No es que fuera rebelde, es que era inquieta, y su curiosidad poco menos que
inextinguible. Nunca haca lo mismo que los dems.
Como en muchas especies de primates hay jerarqua no slo entre los machos, sino tambin entre las hembras,
y la posicin jerrquica se transmite de madres a hijas, podemos suponer, para darle ms dramatismo al relato, que
nuestra joven herona era hija de una hembra de rango inferior, y que estaba destinada, por lo tanto, a llevar una
vida bastante dura, ya que los individuos que ocupan una posicin baja en la escala social reciben ms agresiones
y acceden con ms dificultad a las buenas fuentes de alimento, se cran mal y sus hijos tienen menos
probabilidades de sobrevivir.
Aquel da, de pronto y sin previo aviso, la joven hembra puso en prctica otra de sus ocurrencias. Los otros
componentes del grupo, demasiado acostumbrados a sufrir las consecuencias de sus inventos, la miraban hacer
con aprensin.

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TIENE LA HISTORIA PROTAGONISTAS?


Me gusta pensar que el curso de la historia depende de algunos pequeos
acontecimientos que se producen muy de cuando en cuando. Hay, me parece,
encrucijadas histricas que determinan el futuro. Si se sigue por un camino se llegar
a un destino muy diferente del que se alcanzara si se hubiera tomado la otra
desviacin en esa precisa coyuntura. La senda que no se recorre se convierte
automticamente en un futurible, es decir, un exfuturo, sobre el que tan slo se podr
especular, porque nunca se sabr a ciencia cierta a dnde nos habra llevado.
Esas bifurcaciones decisivas de la historia seran pocas, pero muy importantes. En
el tiempo que discurre entre una y otra se acumulan los cambios, ya que nada
permanece siempre igual, pero la direccin del cambio se mantiene.
No me siento a gusto con el concepto de necesidad histrica, la idea de que la
historia sigue necesariamente una direccin nica porque su curso obedece
ciegamente a unas leyes inalterables: las supuestas leyes de la historia. De ser as, el
futuro estara ya escrito, y a m me gustara creer que se puede alterar el curso de la
historia (y no slo su velocidad). Por eso yo prefiero las historias con protagonistas
individuales, con hroes y villanos.
Lo anterior no quiere decir que la historia sea inexplicable, ni que constituya un
mero producto del azar. La historia puede entenderse, pero siempre a posteriori.
Como sucede con el tiempo atmosfrico, pueden proyectarse las tendencias
observadas en los ltimos tiempos hacia el maana, y as calcular lo que va a pasar en
el futuro ms inmediato. Pero la prediccin a largo plazo es imposible. Ahora bien,
que no existan leyes de la historia no quiere decir que no haya causas detrs de los
hechos histricos.
No me estoy refiriendo en estos prrafos a la historia humana, sino a la historia de
la vida, que es mi especialidad. Aunque he de confesar que sospecho que mi rechazo
de la nocin de necesidad histrica se extiende tambin a la historia de las sociedades
humanas, que es la que conocemos por las fuentes escritas.
En biologa llamamos evolucin a la historia de la vida. En contra de otros
autores que han sostenido que la historia de la vida sigue una direccin preferente de
cambio, yo mantengo (siguiendo a Darwin) que la evolucin no tiene direccin nica,
sino mltiples direcciones. La imagen que mejor la representa es la de un rbol cuyo
tronco se escinde, a cierta altura, en varias ramas de igual importancia, que a su vez
se van subdividiendo hasta terminar en un nmero prcticamente ilimitado de hojas:
las innumerables especies de la biosfera actual.
Huelga decir que los partidarios de la teora que sostiene que la evolucin se
despliega a lo largo de un eje principal (como el tronco de un abeto) estn todos
convencidos de que la especie que ha llegado ms lejos en ese desarrollo histrico
(ms alto en la metfora del rbol) es el ser humano y no la bacteria, la jara, el nscalo
o el erizo de mar, por poner cuatro ejemplos.
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Pero hay una pregunta previa a la de si la evolucin tiene o no una direccin, y es


la de por qu la vida tiene una historia; es decir, por qu cambian las especies y por
qu hay ms de una especie, y no se ha mantenido nicamente la primera que
apareci. He aqu el descubrimiento fundamental que hicieron los cientficos a finales
del siglo XVIII y principios del siglo XIX: la Tierra y la vida tienen una historia, que no
han permanecido igual, sino que, por el contrario, han cambiado mucho.
Algunos paleontlogos, como el francs Georges Cuvier (1769-1832),
considerado el padre de la paleontologa, creyeron que la historia de la vida era el
resultado de una serie de creaciones sucesivas seguidas, cada una de ellas, de
catstrofes que aniquilaban la fauna y la flora, antes de que la vida en toda su
diversidad fuera creada de nuevo (o se extendiera a partir de algn escondido
refugio). En la ltima de esa serie de creaciones divinas habramos sido engendrados
nosotros y las especies que nos acompaan en la biosfera actual.
La teora catastrofista explicaba los cambios observados en los fsiles que se
recogan en los distintos estratos de roca. Cuanto ms antiguos eran, ms profundos
se encontraban en el interior de la Tierra. Slo en los estratos ms superficiales de las
series geolgicas era posible reconocer en los fsiles especies similares a las
vivientes.
Pero, a pesar de las aparentes discontinuidades en la historia de la vida, algunos
cientficos se atrevieron a pensar que haba relacin entre las especies fsiles ms
viejas y las especies extinguidas ms jvenes, y entre stas y las actuales. Esta
continuidad en la historia de la vida es lo que conocemos como evolucin.
Qu hace que la vida cambie y se produzca la evolucin? Dos grandes
naturalistas llegaron a conclusiones completamente opuestas sobre este particular.
Uno de ellos era Jean-Baptiste de Monet, barn de Lamarck (1744-1829), el otro
Charles Darwin (1809-1882), aunque para ser justos tenemos que aadir que la
misma idea que tuvo Darwin fue desarrollada independientemente por el naturalista,
tambin britnico, Alfred Russel Wallace (1823-1905).
Lamarck crea que las modificaciones que se producan en los individuos durante
la vida se transmitan a los descendientes. De este modo se iban acumulando
cambios, a lo largo de las generaciones, en los organismos, y as las especies se
transformaban insensiblemente unas en otras.
En el pensamiento de Lamarck los protagonistas de la historia de la vida son los
individuos, que con sus actividades modifican su cuerpo y determinan el curso futuro
de la evolucin, generacin tras generacin. As pues, el cambio en el
comportamiento precedera siempre a la modificacin orgnica.
Hoy en da sabemos que no hay modo de que transmitamos a nuestros hijos lo
que ganamos o perdemos durante nuestra vida. En otras palabras, nuestros
espermatozoides y vulos no se enteran de nuestras actividades. Todas las clulas de
nuestro cuerpo (o soma) portan la misma informacin gentica, que en la llamada
lnea germinal se transmite a las clulas sexuales o gametos, aunque stas slo
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contienen la mitad de la dotacin gentica que tienen las clulas normales (o


somticas). Al unirse en el hijo los dos gametos (el vulo y el espermatozoide), se
vuelve a completar la dotacin gentica.
Pero tampoco Darwin saba nada de todo esto. Entenda muy bien, eso s, el
razonamiento de Lamarck y lo consideraba una explicacin aceptable para algunos
cambios, aunque no el motor principal de la evolucin; si acaso un motor secundario.
La fuerza principal que haca que la evolucin se produjera (Darwin no utilizaba la
palabra evolucin, y se refera ms bien a la transformacin de las especies) era la
seleccin natural y la lucha por la vida, o mejor, por el xito en la reproduccin.
La idea de que los individuos compiten entre s por unos recursos limitados era un
concepto que se haba manejado antes en el terreno de la filosofa poltica y de la
sociologa. El filsofo ingls Thomas Hobbes (1588-1679) pensaba, como es sabido,
que el hombre es, por naturaleza, un lobo para los dems hombres. Segn Hobbes,
para evitar una lucha permanente de todos contra todos que conducira a una escalada
continua de agresiones en la que nadie ganara, los humanos nos organizamos en
sociedades.
Ms tarde, el socilogo ingls Thomas Robert Malthus (1766-1834), con quien
Darwin reconoca tener una gran deuda intelectual, alertaba contra el crecimiento
geomtrico que adverta en la poblacin humana, que, en su opinin, no podra ser
seguido por un incremento semejante en la produccin de los alimentos. El final de
ese callejn sin salida sera, de no ponerse remedio antes, la lucha por los recursos
escasos.
El propio nombre del mecanismo propuesto por Darwin, seleccin natural,
recuerda la accin que el hombre ejerce sobre los animales domsticos y las plantas
cultivadas para mejorar aquellas de sus caractersticas que nos son tiles. El
agricultor y el ganadero escogen la simiente y el semental que mejores frutos
prometen. A los peores progenitores (desde el punto de vista de la economa humana)
no se les permite que se reproduzcan. Los buenos progenitores (los que mejor nos
sirven) tienen en cambio muchos descendientes, porque as lo queremos nosotros.
Pero lo importante aqu en relacin con el tema de la evolucin es que los
progenitores de las especies domsticas y cultivadas, sean buenos o malos (segn los
intereses de los humanos), no se enteran de nada, no hacen nada para asegurar su
xito. Se limitan a ser como son, y lo dems corre de nuestra cuenta. El mrito en el
xito que hemos logrado con las razas de animales y las variedades de plantas
corresponde totalmente al agricultor y al ganadero, no a las pobres ovejas o a las
coliflores.
Como Lamarck, Darwin tampoco tena una teora de la herencia biolgica
correcta, pero, sorprendentemente, eso no impide que su mecanismo de seleccin
natural s sea considerado por la mayora de los cientficos esencialmente correcto
para explicar las adaptaciones de los seres vivos. Darwin crea en una teora de la
herencia llamada pangnesis, segn la cual cada parte del cuerpo enva una partcula
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que la representa en las clulas sexuales, es decir, en los gametos que se unen para
formar un nuevo ser. En realidad, la pangnesis era compatible tanto con la herencia
de los caracteres adquiridos de Lamarck como con la seleccin natural de Darwin,
pero en todo caso no existen tales partculas viajando desde todos los puntos del
cuerpo hacia los rganos sexuales.
Pero cmo es posible entonces que la seleccin natural sea aceptada por la
mayor parte de los bilogos evolutivos modernos como la causa de que la vida tenga
una historia, pese a basarse en una teora de la herencia biolgica falsa? Pues por la
sencilla razn de que el concepto de seleccin natural, es decir, la competencia por
los recursos escasos y el triunfo de unos pocos, que son la base sobre la que se edifica
el futuro, se puede aplicar a muchas situaciones diferentes, incluso fuera del campo
de la biologa, como, por ejemplo, el de la economa.
Y si nos olvidamos del problema de la herencia biolgica, lo que queda son dos
concepciones completamente opuestas acerca de quin protagoniza la evolucin. Para
Lamarck, los protagonistas seran los individuos con su comportamiento (hay una
parte de la conducta que est programada genticamente, pero aqu me refiero al
comportamiento que no depende de los genes, sino de la idiosincrasia del individuo).
Para Darwin, el trabajo ms creativo al transformar una especie en otra corre a
cargo del medio, que es quien escoge dentro de la diversidad existente en el seno de
las especies. O sea, la variacin propone y la seleccin natural dispone. Por cierto que
por medio en ecologa se entiende tanto el ambiente fsico-qumico como los
individuos de las otras especies, sean animales, vegetales, hongos, bacterias y dems
microorganismos. Para un insecto de la madera, el medio en el que se desarrolla gran
parte de su vida es el interior de un rbol.
Darwin admita que exista tambin una seleccin sexual, basada en la eleccin de
la pareja dentro de la misma especie, que poda explicar determinados caracteres de
los organismos que no suponen ninguna ventaja en relacin con la adaptacin al
medio. Todos los caracteres que hacen a un sexo ms vistoso que el otro son de este
tipo, como la larga cola de los pavos reales machos que, aunque no los hace volar
mejor, los hace atractivos para las hembras. Y en relacin con el destino futuro de los
genes del individuo, de nada le sirve al macho volar muy bien si no tiene
descendientes.
Me temo que nos hemos ido alejando mucho del grupo de australopitecos
hambrientos y sudorosos que, desesperadamente, trataban de sobrevivir en frica,
pero era necesaria esta reflexin sobre el pulso que mantienen los organismos con el
medio por el protagonismo en la evolucin para apreciar lo que supuso para nuestra
propia historia un extrao comportamiento que est a punto de desarrollar la
conflictiva joven hembra a la que dejamos antes en situacin de volver a armarla.

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NUECES ANIMALES
Lo que hizo la joven australopiteca fue algo que se haba visto muchas veces, slo que ahora el objeto sobre el que
recaa la accin era completamente nuevo. Escogi primero una roca plana y puso un objeto sobre ella. A
continuacin, tom una gran piedra y machac con ella el objeto. La novedad estaba en que esta vez no se trataba
de una nuez, sino de una tibia de antlope. El primer golpe resbal sobre las gruesas paredes del hueso, sin llegar a
partirlo. Su forma, ms o menos cilindrica, era completamente diferente de la forma esfrica de las nueces que
estaba acostumbrada a golpear, y por eso no atin al primer golpe.
Los dems australopitecos miraron con extraeza la actividad de la joven hembra. A qu diablos estaba
jugando la excntrica de siempre?
El segundo golpe tambin fall, pero la joven acert de pleno con el tercero, y el robusto hueso se parti en
dos. Su interior se mostr entonces a la vista. Haba una sustancia blanda, blanca y grasienta: el tutano. La
hembra la prob y la encontr buena. Meti un dedo en el canal medular y poco a poco fue desalojando todo el
tutano y llevndoselo a la boca. Aunque le extra el sabor, desapareci la sensacin de hambre que la dominaba
desde haca mucho tiempo, todo el que llevaba el grupo de australopitecos comiendo productos vegetales de
nfima clase, como hojas y tallos secos, bayas duras o frutos podridos.
Cerca de la tibia partida haba ms huesos, empezando por la otra tibia del mismo antlope y, dispersos
alrededor, el resto de los huesos del esqueleto. Se trataba de un antlope que haba muerto por causas naturales en
un prado de hierbas altas que haban escondido el cadver, por lo que su cuerpo no haba sido devorado por otras
mandbulas que las de las hormigas, que haban dejado el esqueleto a la vista.
La inquieta joven hembra todava necesitaba mucha energa para recuperarse, por lo que se aplic a partir ms
caas de hueso y a extraer de ellas la grasa que contenan en su interior. En algunos lugares an se conservaban
restos de msculos unidos al hueso por un tendn, y la joven hembra tir del extremo libre con los dientes para
separar las piltrafas de carne. Aunque la tarea era difcil consigui su objetivo, y se trag tambin los jirones de
carne. Cada vez se fue sintiendo ms fuerte y ms satisfecha. Y ms acompaada, porque otros individuos
jvenes, e incluso algunas cras, se unieron a ella en sus esfuerzos, ante la atnita mirada de sus padres.

Los huesos de los animales conservan durante mucho tiempo el tutano, y se


convierten as en una especie de latas de conserva de grasas, que permanecen a
disposicin de quien tenga un abrelatas para acceder a su interior repleto de caloras.
No hay, sin embargo, muchos animales que dispongan de semejante abrelatas,
porque las paredes de los huesos de los grandes herbvoros, como los bvidos, son en
verdad muy gruesas, bastante ms que las de sus depredadores. Por eso los carnvoros
prefieren mordisquear los extremos de los huesos largos, las epfisis, que son ms
blandas. La corteza de las epfisis no es gruesa, por lo que el interior no puede estar
hueco: un hueso hueco de paredes finas se fracturara con suma facilidad. Por el
contrario, la epfisis est rellena de una fina, pero densa, malla de fibras seas,
llamada trabcula. La trabcula contiene tambin una sustancia nutritiva, la mdula
roja. Esa mdula s es accesible a los dientes de los carnvoros, que pueden triturar
con ms facilidad las articulaciones de los huesos de las extremidades. Los
sucedneos de huesos de goma que damos a nuestros perros para que se entretengan
con ellos nos pueden servir para comprobar dnde prefieren atacar el hueso estos
carnvoros domsticos: encontraremos muchas ms marcas de dentelladas en las
terminaciones que en la caa del hueso o difisis; y es que los perros no pueden
atacar la caa.
S que se atreven, en cambio, con las caas de los grandes huesos unos carnvoros
especializados en fracturarlas con la enorme potencia de sus mandbulas, y con unas

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piezas dentales especializadas en quebrar huesos. Se trata de las hienas, en especial


de la hiena manchada, que no deja hueso sano. Despus de pasar por ellos, los
herbvoros que estos animales devoran quedan reducidos a un montn de esquirlas de
hueso. Y no se limitan a la carroa, porque las actuales hienas manchadas son
tambin poderossimos y temibles cazadores sociales. Un grupo de hienas
manchadas, pese a lo ridculo que nos pueda parecer su aspecto, impone respeto en
frica, como se lo impona sin duda a nuestros antepasados en Europa en el
Paleoltico (no hace demasiados miles de aos).
Otro animal que puede fracturar huesos de robustas paredes an vive en nuestras
latitudes. Me refiero ahora a un buitre, el quebrantahuesos, que deja caer los huesos
desde el aire sobre rocas con bastante puntera, para que se trituren. En esos
rompederos, cuidadosamente seleccionados en su entorno, tambin podemos
encontrar montones de esquirlas de huesos. Aunque, a diferencia de la hiena
manchada, el quebrantahuesos es un carroero estricto que no mata a los animales
que se come. se sera tambin el caso de los primeros australopitecos que
aprendieron a partir huesos.
Pero en aquellos momentos en los que los homnidos descubrieron el consumo de
tutano, los huesos seguramente eran tratados ms bien como productos vegetales y
no como restos de animales. Me explico. En realidad, la razn por la que no haban
despertado antes la atencin de los australopitecos es que eran huesos, y los simios no
comen huesos, ni entonces ni ahora. La escena que estamos describiendo no ha sido
nunca protagonizada por un chimpanc, un gorila o un orangutn (o si lo ha sido
alguna vez, y no lo hemos visto, no ha tenido consecuencias evolutivas).
Lo que cambi completamente las cosas fue que se aplic sobre los huesos una
tcnica desarrollada para las nueces vegetales. Es decir, fueron tratados como nueces,
slo que unas nueces muy atpicas, que en vez de colgar de las ramas de los rboles,
crecan ocultas en el interior de los cuerpos de los animales, y nicamente se
liberaban cuando stos moran y su carne se pudra o era devorada. Todo lo dems era
igual: paredes gruesas y grasa dentro. Y la invencin genial de la joven australopiteco
que protagoniza nuestra historia fue que los huesos podan partirse exactamente igual
que si fueran nueces vegetales. No haca falta un cambio en el comportamiento, es
decir, en la secuencia de gestos, sino en el objeto que reciba las acciones. Y, lo que es
ms importante, en seguida se vio que el suelo de la sabana estaba sembrado de esas
nutritivas nueces animales, sin que hubiera demasiados animales que les hicieran
caso, sobre todo en las horas centrales del da.

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LA CULTURA DE LOS SIMIOS


El trmino cultura es uno de esos que ha recibido muchsimas definiciones, casi
tantas como autores. En un primer momento pareca evidente que la cultura era un
producto que slo los humanos son capaces de elaborar. Precisamente la cultura era
lo que nos diferenciaba de los animales, lo que nos haca humanos. La cultura, sea lo
que sea, se transmite de generacin en generacin, de modo que nacemos en el seno
de una, no tenemos que crearla nosotros.
Hay adems muchas formas de cultura, as que ms que de cultura en singular
podramos hablar de culturas en plural. Lo caracterstico del hombre es, en
consecuencia, pertenecer a alguna de ellas. La transmisin de la cultura no se hace a
travs de los genes, por la va de la biologa, sino a travs de la tradicin. Cualquier
persona puede ser educada en cualquier cultura y formar parte de ella,
independientemente de su origen geogrfico y de sus caractersticas fsicas. Un
mandinga en frica tiene hoy una cultura diferente de la de un descendiente de
mandingas en Estados Unidos. Entre las tradiciones culturales estn las
gastronmicas, que educan nuestro gusto desde la ms tierna infancia y nos dejan
marcados para siempre: nadie podr mejorar la tortilla de patatas o las albndigas
que hacan nuestras madres!
El concepto de cultura como un producto exclusivamente humano entr en crisis
cuando la etologa, la ciencia que estudia el comportamiento, descubri la existencia
de verdaderas tradiciones entre los animales. Un ejemplo espectacular es el de las
aves canoras. Algunas de ellas tienen un canto programado rgidamente por los
genes, que nada ni nadie puede alterar. El ave empezar a cantar cuando madure
sexualmente del mismo modo que lo hacan su padre y su abuelo, aunque se haya
criado en aislamiento completo y jams haya odo el canto de un congnere.
Podramos decir que las notas musicales estn grabadas en los genes (ojo!, es una
metfora, no es literalmente as como funciona la herencia biolgica), del mismo
modo que el tono de nuestro telfono mvil lo est en el chip que contiene.
Pero hay otras especies de aves canoras en las que el canto no est completamente
inscrito en los genes. El animal nace con una pauta bsica y sobre ella se elabora el
canto a partir de lo que oye durante su desarrollo (se comenta que en algunos casos se
han llegado a incorporar al canto notas procedentes del timbre de un telfono mvil!:
sin non vero ben trovato). En este caso, un ejemplar criado completamente aislado
no producir un canto que puedan reconocer los miembros de la poblacin a la que
perteneca cuando el huevo fue extrado del nido para hacer el experimento de
aislamiento.
En las especies en las que el canto no est programado por completo al nacer sino
que se aprende en parte, se dan variantes regionales. La especie no tiene entonces un
canto nico sino muchos cantos, que varan segn las diferentes tradiciones.
Encontramos en este ejemplo los dos elementos que habamos usado para definir la
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cultura humana: transmisin por va extragentica (es decir, a travs del aprendizaje)
y variedad regional, es decir, tradiciones.
Se podr decir que, a pesar de todo, los diversos cantos locales de un mismo tipo
de pjaro tienen mucho en comn, ya que todas las poblaciones pertenecen a la
misma especie. Pero eso es, precisamente, lo mismo que les pasa a las diferentes
culturas humanas. Pese a su gran variedad hay una base comn, que se debe a que
todas parten de la misma condicin humana. Aunque ste no es el lugar adecuado
para discutirlo, hay autores, como nuestro Jos Ortega y Gasset, que opinan que no
existe condicin humana en absoluto y que somos producto exclusivamente de la
educacin; sta a su vez sera consecuencia de la historia. Para Ortega el ser humano
no tiene naturaleza sino historia. El debate entre los ambientalistas, que creen que no
hay base biolgica en la conducta humana, y los sociobilogos, que opinan que
nuestro comportamiento est codeterminado por los genes, es uno de los ms
apasionantes del momento.
El conocimiento del genoma humano que ahora empezamos a acumular nos
proporcionar, dentro de poco, algunas claves para resolver el viejo debate entre
naturaleza y educacin.
Tambin algunos primates poseen cultura si por tal se entienden los
comportamientos aprendidos que se transmiten de generacin en generacin. Las
abejas hacen panales de impresionante belleza geomtrica, con celdillas
perfectamente hexagonales, como si hubieran sido diseadas en una mesa de dibujo;
las aves construyen nidos, muy bien tejidos en el caso de los pjaros sastre; los
castores represan los ros con diques y las nutrias marinas utilizan piedras para partir
la concha de las ostras y comerse el interior.
Pero ninguno de estos comportamientos puede ser considerado cultural, porque
todos estn dictados por los genes. En cambio, en los chimpancs se conocen muchos
comportamientos que s pueden ser considerados culturales, porque cumplen las dos
condiciones apuntadas: transmisin de generacin en generacin y origen no
gentico; es decir, son verdaderas tradiciones, que varan de un grupo a otro.
Ya hemos comentado dos de ellas, que tienen adems que ver con la
alimentacin: partir nueces y pescar termitas, pero en los chimpancs se han
estudiado, a lo largo de muchos aos de observacin de animales en libertad en
diferentes regiones de frica, 65 tipos de hbitos en siete grupos distintos. De los 65
comportamientos, 39 eran observados habitualmente en unos grupos y no en otros. Y
lo que es muy importante, la variacin no se deba a diferencias en los hbitats, que
obligaran a los chimpancs a practicar comportamientos especficamente adaptados a
cada ambiente, sino a tradiciones distintas. No era una variacin ecolgica sino
cultural.
Pero toda tradicin debe ser empezada por alguien. Si fuera un comportamiento
gentico, su origen sera una mutacin, y un buen da alguien nacera con ella. Como
por definicin las pautas culturales no son conductas determinadas por los genes, a
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alguien, a un sujeto concreto, se le tienen que ocurrir. El inicio de toda tradicin est
siempre en un momento particular del tiempo y en un lugar especfico del espacio. En
nuestra historia de australopitecos, el origen de la costumbre de partir huesos para
extraer el rico tutano est en una joven hembra.
Luego el comportamiento en cuestin se extiende dentro del grupo por imitacin
(slo podemos hablar propiamente de tradiciones en los animales sociales) y ms
tarde se transmite a los nacidos posteriormente, de modo que mucho tiempo despus
de que muriera el individuo que lo invent, el comportamiento en cuestin se ha
convertido en un hbito que sobrevivir mientras exista el grupo. Al mismo tiempo,
otros grupos de la misma especie pueden no practicarlo, pero eso va en su perjuicio.
Los buenos hbitos ayudan en la competencia entre grupos que se produce
inevitablemente en las especies de animales sociales.
Se conoce entre los primates un caso de invencin en relacin con la comida que
tuvo xito y se perpetu. Se observ entre los macacos japoneses y sera algo as
como su primera receta. En la minscula isla de Koshima (una reserva natural de
Japn) hay una comunidad de macacos que reciben en ocasiones alimentos
proporcionados por humanos para ayudarles a sobrevivir. A una hembra joven de
macaco se le ocurri un da, hace casi medio siglo, lavar una patata en agua de mar
para quitarle la tierra. A partir de entonces, no slo dejaron de rechinarles los dientes
a los macacos cuando comen patatas, sino que ahora stas han adquirido un sabor
salado. El ejemplo cundi y hoy lo practica la comunidad al completo; aunque todos
los individuos de la generacin en la que surgi el invento han muerto, la costumbre
sigue viva. Seguro que los macacos que nazcan este ao preferirn siempre las
patatas saladas que haca su madre.

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PRESIONES DE SELECCIN
He escogido para este relato de ficcin cientfica las horas centrales del da, cuando el
sol est en lo ms alto. Hay poca actividad animal en estos momentos de calor
asfixiante, cuando ni la ms suave brisa mueve las hojas de los rboles ni los tallos de
las altas hierbas, y el sol parece quemar la piel como un soplete.
Tambin he dicho que los australopitecos sudaban copiosamente, un dato del que,
naturalmente, poco podemos saber a travs de los huesos fsiles. Pero s sabemos que
los primates, en general, no estn capacitados para moverse bajo el trrido sol de
medioda en las tierras tropicales y subtropicales donde, con muy pocas excepciones,
viven las diversas especies. (Precisamente nosotros, los humanos, somos uno de los
pocos ejemplos de primates no tropicales, junto con los macacos japoneses, los
macacos de Berbera, que habitan en el macizo del Atlas, en el norte de frica, y
fueron introducidos en Gibraltar, y alguna que otra especie ms de mono).
Los monos son habitantes de los bosques, y all predomina la sombra. Por eso, un
chimpanc en plena pradera africana, o en una sabana con pocos rboles, tendra en
las horas de mayor insolacin un serio problema de termorregulacin. Tan serio que
en muy poco tiempo su temperatura subira hasta un punto que producira el
desfallecimiento y luego la muerte del chimpanc.
Incluso los mamferos ms adaptados a los ambientes abiertos en frica, o los
pocos primates que (como los papiones) los frecuentan, hacen una prolongada pausa
al medioda, a ser posible a la sombra de un rbol.
Tambin en nuestras tierras mediterrneas podemos ver en verano a todo un
rebao de ovejas apindose bajo una encina solitaria cuando ms insoportable se
hace el sol; es un buen momento para tumbarse y rumiar tranquilamente la hierba
pastada durante la maana. Un herbvoro puede pastar o ramonear a cualquier hora
del da, ya que la hierba y las hojas de los rboles y arbustos no se van a mover de
donde estn. Por eso prefieren para alimentarse los momentos del amanecer y del
crepsculo, o las largas noches, que en el ecuador suponen exactamente la mitad del
da.
Tambin los carnvoros que predan sobre los mamferos pastadores y
ramoneadores se mueven entre dos luces o en la noche cerrada. Unos y otros tienen
en el interior del ojo una capa de clulas reflectante, situada detrs de la retina,
llamada tapetum lucidum, que permite aprovechar al mximo los escasos rayos del
sol disponibles, o la blanca luz de la luna. El tapetum lucidum es lo que hace que los
ojos de los animales brillen en la oscuridad cuando les apuntamos con los faros del
coche o con una linterna, ya que el tapetum lucidum refleja la luz a travs de la retina.
El grupo de los primates llamados chovinistamente superiores porque nos incluye
a nosotros y a las especies que se nos parecen ms, no cuentan con el tapetum
lucidum, por lo que se las arreglan mal en la oscuridad, tanto para encontrar el
alimento como para eludir a sus depredadores. Sin duda, los primates superiores
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somos un grupo de mamferos claramente diurnos. La evolucin nos ha hecho as a lo


largo de millones y millones de aos, y los australopitecos no tenan fcil desandar el
camino de la historia y volver a la vida nocturna de sus antepasados ms remotos, los
primates mal llamados inferiores (de los que an quedan muchas especies nocturnas
en Madagascar, en el continente africano y en Asia).
Nosotros, los humanos, s podemos exponernos al sol en las horas centrales del
da, que es cuando ms aprieta, porque disponemos de un sistema de refrigeracin
muy eficaz. Ese sistema est constituido por las numerossimas glndulas sudorparas
que se distribuyen por toda nuestra piel y que, literalmente, nos baan en sudor.
Obsrvese que la aparicin de sudor es prcticamente simultnea con el comienzo del
ejercicio.
Resulta que cuando el sudor se evapora, el agua pasa del estado lquido al gaseoso
(vapor) absorbiendo calor, y la piel se refresca con ese cambio de estado (en sentido
contrario, al pasar el agua del estado lquido al estado slido, o hielo, se libera calor).
La evaporacin del sudor impide pues que la temperatura corporal suba tanto que el
cerebro deje de funcionar correctamente; el cerebro es un rgano muy delicado que
precisa estar siempre bien alimentado con glucosa y bien oxigenado para que sus
clulas no mueran, y que slo soporta pequeos cambios de temperatura.
Nuestro sistema de refrigeracin por el sudor resulta realmente muy eficaz, pero
tiene un grave inconveniente. Entraa un enorme consumo de agua, que debe ser
ingerida en grandes cantidades en estado lquido (el agua pasa por el intestino al
torrente circulatorio, que la conduce a las glndulas sudorparas). Ello nos crea una
dependencia muy fuerte respecto de los puntos del paisaje donde hay agua, de los que
no podemos alejarnos mucho. La nica alternativa posible para ser capaces de
recorrer largas distancias por terreno seco es la de transportar el agua con nosotros en
los desplazamientos, pero el agua pesa, y acarrear grandes cantidades durante mucho
tiempo es, simplemente, imposible. Hace falta, adems, disponer de recipientes para
transportar el agua. Esos recipientes pueden ser objetos naturales acondicionados para
contener lquido (los bosquimanos usan huevos de avestruz con ese fin) o fabricados
por el hombre con pieles, bamb, cermica, metal u otros materiales artificiales ms
modernos.
En resumen, somos grandes consumidores de agua. Mientras que el ser humano
puede sobrevivir muchos das en huelga de hambre, muere pronto en huelga de sed.
Una persona puede resistir de ocho a diez semanas sin comida alguna, pero con toda
el agua que necesite (y se conocen casos excepcionales de personas muy obesas que
han llegado hasta los 315 das de privacin completa de alimentos slidos sin ms
efectos que la prdida de peso). En cambio, el ayuno completo, de agua y de
alimento, no se soporta ms de dos semanas.
Y es que en gran medida estamos hechos de agua, de un 61 a un 62%, lo que
representa 43 kilos de agua en un individuo que pese 70 kilos. De esos 43 kilos de
agua, 27 kilos se encuentran dentro de las clulas y el resto fuera.
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Una persona adulta normal gasta unos dos litros y medio (2600 ml) diarios de
agua, la mitad de los cuales se repone ingiriendo lquido y el resto se obtiene de los
alimentos (y algo de la oxidacin de azcares y grasas). Hay que beber por lo tanto
alrededor de litro y medio (unos 1300 ml) de agua cada da.
El sudor representa slo una parte de la prdida de agua (medio litro o 500 ml),
que se suma a lo que se evapora en los pulmones (400 ml), lo que se pierde a travs
del estmago y de los intestinos (200 ml), y la gran cantidad que se va en la orina
(nada menos que un litro y medio).
Pero cuando se hace ejercicio fsico las necesidades hdricas se disparan, por la
sencilla razn de que slo la cuarta parte de la energa producida por el esfuerzo
muscular se transforma en trabajo mecnico, mientras que las tres cuartas partes
restantes se liberan en forma de calor. La temperatura corporal sube despus de un
gran esfuerzo y los deportistas sometidos a una dura prueba terminan el ejercicio con
fiebre (incluso dos grados tras una maratn). sa es la razn de que cuanto mayor sea
el esfuerzo fsico, ms copiosa ser la transpiracin, ya que las exigencias de
refrigeracin corporal aumentan automticamente.
Los mamferos tenemos mecanismos fisiolgicos para mantener dentro de ciertos
lmites la temperatura de nuestro cuerpo. Somos endotermos, lo que quiere decir que
producimos internamente calor en lugar de depender enteramente para funcionar del
calor del ambiente (como les pasa a los reptiles, que son exotermos). El ser
endotermos nos hace independientes de la temperatura exterior, y por eso hay
mamferos en todos los climas, pero el calor generado desde dentro puede ser
excesivo. Se puede perder una cantidad importante de agua corporal, cuatro litros por
ejemplo, corriendo una maratn, o tres litros en un partido de ftbol. sas son
cantidades importantes en relacin con el peso del cuerpo de una persona normal, por
lo que se debe proceder a una rehidratacin completa despus del ejercicio, y beber
mucha agua antes y durante el esfuerzo para compensar en parte la prdida de
lquido.
Adems de por el esfuerzo, la traspiracin tambin aumenta, como todo el mundo
sabe, con el calor y la humedad. En ambientes donde sean realmente muy elevadas la
temperatura y la humedad (en las saunas, por ejemplo) la transpiracin es muy
intensa, ya que el sudor no se evapora fcilmente refrescando as el cuerpo, sino que
literalmente resbala por el cuerpo y lo baa, empapando la ropa. Por eso preferimos
el calor seco, aunque la temperatura alcance un valor ms alto en el termmetro, que
el calor hmedo. Una persona muy activa llega a perder en un solo da ms de diez
litros de agua en un clima tropical (que es clido y hmedo), prdida que
naturalmente puede reponer sin dificultad si cuenta con agua abundante a su
disposicin.
Pero, si no es as, se presentan graves problemas. Cuando se pierde ms del 2%
del peso corporal en agua (1,5 litros en una persona de 75 kilos) el organismo
empieza a acusar la deshidratacin y el cuerpo empieza a funcionar peor, entre otras
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cosas porque la prdida general de lquido hace que disminuya tambin la cantidad de
plasma sanguneo circulante, afectando al funcionamiento de los msculos y del
cerebro (dado que les llega menos sangre).
Se puede llegar al coma a partir de la prdida en sudor del 7% del peso corporal si
el esfuerzo no se detiene y contina a altas temperaturas.
Adems, la sensacin de sed se produce cuando ya se ha deshidratado en parte
nuestro organismo, es decir, las seales de que necesitamos agua nos llegan un poco
tarde. Normalmente no es un problema grave, pero los deportistas deben aprender a
beber sin sed para no descubrir la falta de agua cuando ya se han perdido facultades
fsicas. Dado que con el sudor salen del cuerpo sales (como el sodio), si se suda
muchsimo (es decir, tras un esfuerzo intenso y realmente muy prolongado en el
tiempo), viene bien que el agua que se beba contenga electrolitos. Por otro lado, ya
que se ha de beber sin sed para prevenir la deshidratacin, es mejor ingerir agua con
sales, que se bebe con ms gusto. En algunos deportes con frecuentes pausas la
reposicin de agua es fcil, pero en otros, como el ftbol, no hay tantas oportunidades
para beber.
En las horas centrales del da, cuando el sol est en el punto ms alto en el
ecuador, los rayos son verticales, y en esa situacin es una ventaja indudable estar de
pie, porque la cantidad de radiacin que incide sobre la piel es mucho menor que si
nos tumbamos o nos ponemos a cuatro patas, posicin en la que nos achicharramos la
espalda. Los humanos conservamos poco pelo, pero donde ms tenemos es
precisamente en la cabeza para proteger el cerebro del exceso de radiacin solar.
Adems, al estar de pie, nos alejamos del suelo recalentado, e incluso una dbil brisa
puede refrescarnos. Como se ve, ser un bpedo que suda copiosamente tiene ciertas
ventajas cuando nos movemos al medioda. Se evita mucha competencia en la
bsqueda de alimento, porque las dems especies de animales se mueven poco o nada
a esas horas.
Pero en la reconstruccin del acontecimiento fundamental en nuestra evolucin,
el descubrimiento de la carroa como fuente de alimentacin, tambin podramos
haber imaginado a los australopitecos cubiertos de pelo, como los chimpancs, y
pasndolo fatal en las horas ms calurosas del da. De nuevo nos asalta la duda: qu
fue antes, el comportamiento o la modificacin del cuerpo?
Si siguiramos la lgica de Lamarck, los primeros australopitecos carroeros
estaran tan cubiertos de denso pelo como los que no se exponan a menudo a la
radiacin solar.
De acuerdo con la lgica darwiniana de la seleccin natural como protagonista de
la evolucin, determinados individuos algo ms desnudos y con ms glndulas
sudorparas, podran moverse mejor bajo el sol, y sos, precisamente, seran los que
habran desarrollado la prctica del carroeo. Se dice que tales individuos estaban ya
preadaptados a la vida en ambientes abiertos; la razn por la que haban perdido el
pelo puede ser variada: o bien eran, simplemente, unos mutantes, o bien lo haban
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perdido en el bosque como adaptacin a alguna otra funcin (que nos es


desconocida).
Como hoy en da se sabe que los caracteres adquiridos durante la vida no se
heredan, si quisiramos adaptar la lgica de Lamarck a los tiempos modernos lo
haramos de la siguiente manera. Diramos que el nuevo comportamiento, la
explotacin de carroa, cre nuevas presiones de seleccin.
Qu quiere decir esto? Pues, simplemente, que al hacerse carroeros (en parte),
los australopitecos, los individuos que estuvieran en mejores condiciones de resistir
bajo el ardiente sol tendran ms xito, esto es, comeran ms porque llegaran ms
lejos en sus vagabundeos. Eso hara que engendraran ms descendientes y que sus
genes se perpetuaran. Una vez puesta la rueda en marcha no se parara hasta que el
pelo desapareciera por completo y las glndulas sudorparas se multiplicaran, como
podemos ver en nosotros mismos.
De este modo se concilian, de alguna manera, el pensamiento de Lamarck y el de
Darwin, y puede pensarse que, por lo menos en algunas ocasiones, el comportamiento
de los individuos tiene cierta influencia en el curso que toma la evolucin. No
podemos saber si ste fue el caso de la prdida de pelo, pero veremos luego que el
hbito de comer carroa cre nuevas presiones de seleccin que han llevado la
evolucin directamente hasta nosotros. Es decir, por una vez, al menos, en la historia
de la vida, alguien hizo algo que tuvo una enorme trascendencia, porque la rueda que
puso en movimiento produjo ms tarde la razn.

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ANTES DE LA JOVEN INQUIETA


Hay en la actualidad tres especies fsiles que se disputan el ttulo de primer
antepasado del hombre. Y hay adems autores que afirman que ninguna de las tres lo
es, porque no pertenecen a nuestra lnea evolutiva sino a otras. Todas han sido
descubiertas en los ltimos aos, y los trabajos de campo an continan en los
yacimientos donde se encontraron los fsiles.
La ms antigua de las tres especies en liza tiene entre siete y seis millones de aos
y procede del Chad, donde el francs Michel Brunet y su equipo han rescatado un
crneo muy completo (apodado Touma) en un terreno que hoy es un desierto de los
ms ridos del mundo, pero que en aquella poca era una selva lluviosa como las
actuales del golfo de Guinea o de la cuenca del Congo, en el cinturn tropical
africano.
Brunet y sus colegas han bautizado oficialmente la especie a la que pertenece el
crneo como Sabelanthropus tchadensis, e insinan que era una especie bpeda; esto
ltimo no me parece nada claro.
Las razones por las que asignan el resto a nuestra lnea evolutiva, de la que sera
tal vez la primera especie que jams existi, son sobre todo que la cara es pequea y
que los caninos sobresalen poco. Se podra tratar de una hembra, pero tiene un grueso
reborde seo sobre las rbitas (lo que se conoce tcnicamente como toro
supraorbitario), y sa es una caracterstica masculina en gorilas y chimpancs. As
que Brunet y dems afirman que es un macho de cara y caninos pequeos, y los
humanos nos diferenciamos de los dems monos vivientes precisamente en esas dos
caractersticas.
En contra de las teoras de Brunet y sus colegas est el hecho de que los
australopitecos, nuestros primeros antepasados de los que nadie (o casi nadie) duda
de que lo sean, no tenan cara pequea, sino grande, y por encima de las rbitas no
exhiban un toro supraorbitario como el del crneo del Chad. Habra que saltarse a los
australopitecos para conectar a Touma con homnidos ms modernos, y ms
cercanos evolutivamente a nosotros, de caras reducidas y fuertes toros supraorbitarios
(como Homo ergaster y Homo erectus).
Los siguientes fsiles, en orden de antigedad, entre los candidatos a ocupar el
puesto del primer antepasado conocido del hombre tienen alrededor de seis millones
de aos, y se les ha dado un nombre a mi juicio poco afortunado: Orrorin tugenensis.
Lo de tugenensis viene de las Tugen Hills, unas montaas de Kenia donde han sido
hallados los fsiles en cuestin. Orrorin significa hombre original en la lengua tugen
(y, aaden los autores de la especie, encabezados por la francesa Brigitte Senut, las
dos primeras slabas suenan parecidas a aurore, o aurora en francs).
Estos fsiles son todava muy precarios. Nada de crneos completos, pero hay
una mandbula y varios dientes. Todo es muy primitivo, y no hay nada en su
morfologa que diga: homnido! Las muelas son pequeas, del tamao de las de los
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chimpancs. Pero dicen los descubridores que el esmalte es grueso, mientras que el
de los chimpancs es fino. ste es un dato importante. Las muelas de los chimpancs
son pequeas porque, dada su dieta, no tienen que masticar mucha cantidad de
comida. La base de su alimentacin son los frutos maduros, que son fciles de triturar
y convertir en una papilla azucarada que luego se traga. La glucosa, la fructosa y la
sacarosa de los frutos maduros son, adems, molculas muy calorficas. Como los
frutos son blandos y no desgastan mucho los dientes, el esmalte es fino (eso no quita
que en los ltimos aos de su vida los chimpancs acaben teniendo los dientes muy
gastados). En cambio, en los fsiles de las Tugen Hills el esmalte es grueso, lo que
indica que el alimento era duro y desgastaba el esmalte (a pesar de que es una capa
muy difcil de rayar).
Los australopitecos, como nuestra joven protagonista, tenan unas muelas tambin
de esmalte grueso, aunque fueran mucho ms grandes. El esmalte grueso es un
argumento a favor de que Orrorin tugenensis es un homnido, pero no es una prueba
definitiva, porque se conocen fsiles ms antiguos, que no son de homnidos, que
muestran esmalte grueso (y, por cierto, el de Touma es tambin grueso). Parece que
el esmalte se ha engrosado muchas veces en diferentes lneas evolutivas de primates
cercanos a nosotros, es decir, cada vez que en el alimento se inclua algn
componente que erosionaba mucho las muelas.
Entre los huesos encontrados con los dientes de Orrorin tugenensis hay un par de
grandes fragmentos de fmur que dan que pensar. Se parecen mucho, en lo que se ha
conservado, a los fmures de los australopitecos, y sabemos a ciencia cierta que los
australopitecos eran bpedos. Gran parte de la vida la pasara el Orrorin tugenensis en
los rboles, pero podra andar de pie cuando se desplazara por el suelo, aunque fuera
ocasionalmente?
La tercera especie candidata al ttulo de primer homnido procede del Pas o
Tringulo de los Afar, en Etiopa, y se llama Ardipithecus ramidus. Tiene entre 5,8 y
4,4 millones de aos. Tampoco hay mucho publicado sobre esta especie, pero se
conoce bien cmo eran sus dientes. Y los molares eran pequeos y de esmalte fino,
como los de los chimpancs. Puede suponerse que su dieta sera muy semejante:
todos los frutos maduros que pudieran conseguir, hojas tiernas, brotes, tallos verdes y
algunos insectos. Ocasionalmente, una cra de antlope cazada en grupo, un mono,
huevos y pequeos animales. Adems, por el tipo de fsiles de animales y de plantas
que se han encontrado junto con los restos de Ardipithecus ramidus se piensa que este
primate viva en el bosque denso. Sin duda los miembros de esta especie se moveran
tambin mucho por los rboles. Se han publicado algunos restos seos de pie, que
tienen una morfologa que se considera compatible con la marcha erguida, pero an
no se ha llegado a afirmar que sa fuera la postura obligatoria en el suelo.
Hay muchas razones para pensar que los primeros homnidos vivan en un bosque
lluvioso, que se alimentaban preferentemente de fruta madura y que, para
conseguirla, trepaban a los rboles; o sea, un modo de vida comparable al de los
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actuales chimpancs. Casi seguro que, con ese rgimen de comida, las muelas seran
pequeas (como las de los chimpancs). Pero no sabemos todava, a ciencia cierta,
cundo surgi la postura erguida como modo habitual de marcha en el momento en
que los homnidos bajaban de las ramas.
El caso es que los fsiles ms antiguos cuya pertenencia a nuestro linaje, es decir,
su condicin de homnidos, no dudamos, tienen una denticin claramente diferente de
la de los actuales chimpancs, y cabe pensar que su alimentacin tambin fuera otra
(al menos en parte). Se trata ya de los primeros australopitecos, aunque de una
especie (llamada Australopithecus anamensis) ms primitiva que la de la joven
inquieta de nuestro relato.
Encontramos una diferencia muy notable de la dentadura de los australopitecos
con respecto a la de los chimpancs la en los molares, que son ms grandes y con
esmalte ms grueso.
Qu quiere decir esto? Eran las muelas ms grandes que en sus antepasados
simplemente porque los australopitecos eran unos monos ms altos y corpulentos?
Nada de eso. Ya hemos comentado que eran pequeos, o mejor, no tan altos como
nosotros. Los dos esqueletos de australopitecos mejor conservados son dos hembras
de hace algo ms de tres millones de aos, una procedente de Etiopa y apodada
Lucy, y otra encontrada en Sudfrica (y an en proceso de extraccin de la roca) que
ha recibido el apodo de Little Foot, o Pie Pequeo. Como indica el mote de esta
ltima, los austrolopitecos no alcanzaban un gran tamao: alrededor de un metro de
estatura y unos 30 kilos de peso. Y, sin embargo, sus muelas eran claramente mayores
que las de cualquier chimpanc.
La explicacin de la diferencia de tamao de las muelas est en un cambio de
dieta. Sin duda tenan que masticar una cantidad mayor de alimento, por lo que
ampliaron la superficie de masticacin; y la nica razn del aumento del volumen de
comida, que no fue acompaado de un aumento del volumen del cuerpo, era que el
alimento se haba hecho ms consistente, o al menos parte de l. Adems, el grosor
del esmalte indica que haba partculas duras, abrasivas, en la comida.
Qu tipo de alimentos nuevos se incorporaron a la dieta de los australopitecos?
Se han propuesto tres clases. Por una parte estaran los granos secos y las semillas
duras. Se trata de productos vegetales que tienen que ser triturados, reducidos a
harina, es decir, molidos. Lo que el hombre ha hecho, desde que se invent la
agricultura, con los molinos, ellos lo hacan con las muelas; tambin se llamaba
muela a la pieza de piedra de los molinos antiguos que mola el cereal.
Por otro lado, tambin podran partirse algunas nueces con las recias muelas de
los australopitecos. Todos los aficionados a piones, avellanas, pistachos, nueces (del
nogal) y dems frutos con cscara dura saben el trabajo que cuesta acceder al, por
otro lado, delicioso alimento que contienen si hay que hacerlo con las manos (incluso
con la ayuda de instrumentos). El retorno en caloras obtenido en un tiempo
determinado de estos productos vegetales ricos en grasas aumentara
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espectacularmente si el trabajo pudiramos hacerlo con la boca. A unos


australopitecos muy especializados, que algunos llaman de un modo distinto,
parntropos, se los conoci durante un tiempo en los medios de comunicacin
anglosajones como cascanueces (se hablar ms adelante de ellos).
Por ltimo, los australopitecos podran incorporar a su dieta los rganos
subterrneos de las plantas, que son muy nutritivos porque es donde se almacenan las
sustancias de reserva; se trata de bulbos, tubrculos, rizomas (o tallos subterrneos) y
races engrosadas. No se trata, desde luego, de partes vegetales duras, pero, si no se
lavaban bien y se coman donde se encontraban en lugar de transportarlos a un charco
o a un curso de agua, los granos de cuarzo de la tierra podan rayar el esmalte y
desgastar rpidamente los dientes.
El problema es que para acceder a estas despensas vegetales enterradas hay que
cavar con un palo o un hueso. Los chimpancs no lo hacen, pero puede que los
australopitecos s, quin sabe? Una vez familiarizados con los huesos, tal vez
descubrieran al fracturarlos que podan utilizarse sus astillas como herramientas. Y si
as fue, estaran haciendo algo que se ha considerado siempre exclusivo de los
humanos: emplear herramientas para hacer nuevas herramientas. Pero eso sera
despus de la experiencia con los huesos de nuestra joven inquieta, y los molares
grandes de los australopitecos aparecieron mucho antes de que ella naciera.
El caso es que la dieta de las semillas y los granos ha dado lugar a una teora muy
interesante que trata de explicar, de un golpe, muchas de las caractersticas humanas.
Y por eso no me resisto a contarla.

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EL GRANIVORISMO,
CLAVE DE LA EVOLUCIN HUMANA?
Las aves que comen granos tienen, para ello, dos rganos independientes. Uno, a
modo de pinza, para extraer y manejar el grano. El otro, a modo de molino, para
triturarlo.
La pinza es el pico, y el instrumento que realiza la molienda se llama molleja;
sta forma parte del tubo digestivo, tiene gruesas paredes musculosas y las de gallina
forman parte de la casquera tradicional hispana. Como la molleja no tiene dientes,
las aves granvoras ingieren piedras con el propsito de que colaboren en la molienda
de las semillas.
Entre los mamferos tambin los hay granvoros, como los roedores. stos
manejan las semillas con los incisivos, y las trituran con las muelas; hay que aclarar
que el trmino espaol muela es equivalente a la palabra tcnica molar, aunque las
piezas que se encuentran delante de los molares, llamadas cientficamente
premolares, tienen a veces la misma forma y funcin que los molares (la de moler).
En el caso de los roedores tambin puede considerarse que los dos rganos (la
pinza y las muelas) estn separados, porque aunque estn los dos en la boca, hay un
largo espacio vaco de dientes entre uno y otro, que se llama diastema dental. Incluso
se puede decir que los carrillos, al introducirse en ese diastema, forman una vlvula o
tabique que separa las dos regiones y las independiza. As, el tabique de carne y piel
hace que la boca quede dividida en dos partes: una anterior manipuladora y otra
posterior trituradora.
Y qu tiene que ver todo esto con nuestra evolucin? Pues que el ser humano
tambin tiene un rgano manipulador separado del de la masticacin. El rgano
manipulador, como la misma raz de la palabra indica, es la mano. Y al mismo tiempo
carecemos por completo de morro, como si la funcin de pinza que en otros animales
de largos hocicos tienen los dientes de delante (los incisivos), hubiera desaparecido
por completo de nuestra cara chata.
En resumen, la morfologa tan peculiar de nuestra diestra mano y de nuestra cara
tan reducida y remetida debajo del cerebro podra explicarse suponiendo que somos
el producto de la adaptacin de un primate del estilo del chimpanc a una dieta
basada en pequeos alimentos vegetales. Por eso precisamente, por su pequeo
tamao, se necesita la pinza de precisin que forman la yema del pulgar con la de
cualquiera de los otros dedos.
Y tambin, para aumentar la potencia del mordisco, las muelas se han acercado
todo lo posible a la articulacin de la mandbula con el crneo. De este modo, en la
biomecnica de la masticacin se ha reducido el brazo de la resistencia, que es la
distancia que hay entre la articulacin y el punto de la boca donde se muerde un
objeto concreto. Nuestra primera muela, por ejemplo, est mucho ms cerca de la
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articulacin entre la mandbula y el crneo que la primera muela de un chimpanc. Al


reducirse el brazo de la resistencia en la palanca que hace la mandbula con el crneo,
se ha mejorado la eficacia o ventaja biomecnica; esto es, se ejerce la misma fuerza
en el mordisco con menos esfuerzo muscular o, si se prefiere, se muerde ms fuerte
con el mismo esfuerzo. sa es tambin la razn por la que cuando queremos partir un
objeto duro con la boca nos lo llevamos a las muelas de atrs, que son las que estn
ms prximas a la articulacin de la mandbula con el crneo.
Para entenderlo mejor, y ya que ste es un libro sobre la alimentacin, qu mejor
ejemplo que nuestro familiar cascanueces, que es en realidad una palanca. Un
cascanueces tiene dos patas que se articulan con una bisagra, que es el eje de giro o
fulcro de la palanca. En cierto modo se parece a una boca, slo que lo cogemos al
revs, es decir, la articulacin (el fulcro de la palanca) queda delante, mientras que en
la boca la articulacin entre la mandbula y el crneo queda detrs.
Una pata del cascanueces (la de arriba) puede representar el paladar y la otra (la
de abajo), la mandbula, aunque hay una diferencia entre la boca y el cascanueces: la
mandbula tiene, vista de lado, dos ramas, una horizontal (la de los dientes) y otra
vertical o ascendente, en cuya parte ms alta se encuentra el cndilo (una especie de
cilindro) que encaja en una depresin alargada (llamada fosa glenoidea) en la base del
crneo.
Pues bien, si ahora cogemos el cascanueces en posicin anatmica, es decir, con
la articulacin por detrs como si fuera una boca, entenderemos mejor la biomecnica
de la masticacin. El brazo de la potencia es la distancia entre el fulcro y la mano que
aprieta el cascanueces, tratando de aproximar ambas patas, es decir, cerrando la falsa
boca. El brazo de la resistencia es la distancia entre la nuez y la bisagra (esta ltima
es aproximadamente equivalente a la articulacin de la mandbula con la base del
crneo, aunque en el cascanueces no haya rama ascendente, slo rama horizontal).
Es fcil, por lo general, romper nueces cuando, situando el cascanueces en
posicin anatmica (o sea, con la bisagra por detrs), se cierra el puo por delante de
la nuez; es decir, cuando el brazo de la potencia es ms largo que el brazo de la
resistencia. En ese caso, el cascanueces es una palanca llamada de segundo orden, y
si, por ejemplo, la longitud del brazo de potencia es tres veces superior a la del brazo
de resistencia, la fuerza que hacemos con el puo sobre la nuez se multiplicar por
tres.
Pero pruebe ahora a colocar la nuez por delante de la mano (siempre con el
cascanueces en posicin anatmica), de modo que el brazo de la resistencia sea
mayor que el de la potencia. Ver que as no es nada fcil romper un objeto duro,
porque el cascanueces se nos ha convertido en una pinza. Ahora funciona como
palanca de tercer orden, que es desfavorable para hacer presin pero til en las largas
pinzas de precisin, en las que la fuerza, muy poca, se ejerce atrs, cerca del fulcro.
Las manos de los chimpancs son muy alargadas, ya que las utilizan para colgarse
de ellas, de modo que la yema del pulgar queda muy alejada de la de los otros cuatro
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dedos. Por utilizarse la mano en la locomocin, es torpe para la manipulacin de


objetos pequeos. Los chimpancs tampoco tienen buena coordinacin en los brazos
para lanzar cosas con puntera (aunque algn visitante del zoo haya visto como, tras
describir una parbola, un excremento de chimpanc aterriza directamente sobre su
persona).
En resumen, por haberse adaptado a moverse por los rboles suspendidos de los
brazos, los chimpancs no sern nunca buenos fabricantes de relojes suizos. En
cambio, gracias a que los humanos no utilizamos las manos en la locomocin,
podemos destinarlas a realizar trabajos de precisin, y as fue posible el desarrollo (la
evolucin) de la tecnologa.
Por otro lado, los chimpancs usan mucho sus dientes de delante para comer
fruta, y eso est relacionado con su cara proyectada en un morro (una faz prognata, se
dice en la jerga antropolgica). Los mamferos que utilizan mucho los incisivos
tienden a alargar la cara. Una razn es que, en una cara proyectada, con una
mandbula larga, un pequeo movimiento en la articulacin de la mandbula con el
crneo se traduce en una gran abertura de la boca a la altura de los dientes frontales.
Dicho de otra forma, el mismo movimiento de la mandbula produce ms separacin
entre los incisivos de arriba y de abajo en una cara alargada que en una cara chata.
Adems, como hemos visto, una cara larga funciona mejor como pinza de precisin
que una corta.
Cuando de mayores perdemos esos dientes frontales, los humanos tenemos que
recurrir a la navaja para comer una manzana. Pero una vez troceada la fruta no es
necesario masticarla mucho, porque en seguida, con cuatro mordiscos, se convierte
en una papilla. Por eso no importa demasiado que las muelas de los chimpancs estn
alejadas de la articulacin de la mandbula, es decir, que el brazo de la resistencia sea
largo.
Los primeros homnidos tenan sin duda la cara proyectada como la de los
chimpancs, y es posible que sus manos fueran idnticas. Qu hizo que
cambiramos tanto? Tal vez un cambio de dieta hacia el granivorismo? Sera as
como empez todo? Eso pens hace ya bastantes aos el zologo y eclogo espaol
Jos Antonio Valverde y, algn tiempo despus, un primatlogo britnico llamado
Clifford Jolly. Por una injusticia de la paleoantropologa, que desconoce la prioridad
de la obra de Valverde, la tal hiptesis se conoce con el nombre del britnico.
Pero la ciencia no se conforma con emitir hiptesis, que se quedaran en meras
especulaciones si no se contrastasen con los hechos. Afortunadamente podemos ir al
registro fsil para ver si los cambios en la mano y en los dientes se produjeron a la
vez; si as fuera, podramos creer que estn ligados. De la primera especie de
australopiteco, el citado Australopithecus anamensis, tenemos una mandbula y
dientes, y vemos que las muelas eran grandes y tenan el esmalte engrosado. No hay
todava seguridad en la forma de la mano, pero yo apostara a que era de tipo
moderno. El Australopithecus anamensis vivi en el lago Turkana, en Kenia, hace al
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filo de cuatro millones de aos. De otra especie de australopiteco (Australopithecus


afarensis), que vivi en el siguiente milln de aos en Etiopa y Tanzania, s tenemos
la certeza de que la mano era como la nuestra.
Hay sin embargo un aspecto de la hiptesis de Valverde que no se cumple en los
australopitecos. Por la razones biomecnicas antes apuntadas, si hubiera habido un
significativo componente de objetos duros en la alimentacin de los homnidos, los
molares deberan haberse acercado a la articulacin de la mandbula con el crneo
(recuerde, para reducir el brazo de la resistencia en la palanca), lo que se traducira en
una cara acortada. Y sin embargo el esqueleto facial de los australopitecos estaba
muy proyectado hacia adelante, como el de los chimpancs, gorilas y orangutanes.
En una poca posterior a la de nuestra joven e inquieta protagonista de esta
historia, vivieron unas formas muy particulares de australopitecos, llamadas por
algunos parntropos y por otros australopitecos robustos. Y no es que fueran ms
fuertes y corpulentos, sino que su aparato masticador estaba extremadamente
desarrollado (hipertrofiado), con una mandbula muy gruesa y unas muelas enormes
(y en esta ocasin se incluye dentro del trmino muela no slo a los molares, sino
tambin a unos premolares que se molarizaron, es decir adoptaron la forma, el
tamao y la funcin de los molares). Adems, el esmalte lleg a hacerse muy grueso.
Ya que los parntropos no acortaron el brazo de la resistencia para mejorar la
eficacia de la palanca, lo que hicieron fue alargar el brazo de la potencia, que es la
distancia entre la articulacin de la mandbula con el crneo y la lnea de accin de
los msculos que cierran la mandbula. Esos msculos eran, y son, los temporales y
los maseteros. Usted puede palprselos y ver cmo se contraen cuando muerde con
fuerza un objeto con sus muelas. Los temporales los puede tocar a los lados de la
cabeza, a la altura de las sienes. se es el origen de las fibras anteriores de los
msculos temporales; su destino (su insercin) est en la mandbula, concretamente
en una proyeccin o apfisis, llamada coronoides, que se encuentra en la rama
vertical de la mandbula (que a su vez contiene, justo detrs de la tal apfisis
coronoides, el cndilo de articulacin de la mandbula con el crneo).
Los msculos maseteros se originan por debajo de los pmulos, y van a parar al
lugar en el que la rama vertical de la mandbula se fusiona con la rama horizontal
(esta ltima es la que porta los dientes). Pues bien, cuando cierra con fuerza la boca
notar cmo se forma una bola (por engrosamiento del msculo masetero) en la parte
posterior de la mandbula, en el ngulo en el que se unen ambas ramas.
Los maseteros de los parntropos mejoraron su eficacia por el procedimiento de
adelantar los pmulos y alejarlos de la articulacin entre la mandbula y el crneo,
con lo que se alarg el brazo de la potencia. De este modo la cara se hizo vertical, e
incluso los pmulos llegaron a situarse por delante de la abertura nasal, dando a la faz
una forma cncava o de plato; pero la distancia entre las muelas y la articulacin (el
brazo de la resistencia) no se acort en absoluto.
Y la pregunta que surge de forma inmediata es sta: si los australopitecos y
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parntropos queran (es un decir) mejorar la eficacia biomecnica del aparato


masticador, por qu no acortaron la cara y llevaron las muelas hacia atrs, como
hemos hecho, por ejemplo, nosotros los humanos modernos? Qu se lo impeda?
Tal vez la respuesta est en la posicin alta de la laringe, que se situaba justo
detrs del paladar y le impeda retroceder. Y cmo se produjo el retroceso del
paladar y el acortamiento de la cara en nuestra especie? Esa pregunta quedar
pendiente de momento, pero ni mucho menos olvidada.

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Ardipithecus ramidus. Todava son pocos los datos que se conocen sobre esta especie (y hay fsiles
importantes en espera de ser publicados), por lo que sus relaciones evolutivas con los homnidos
posteriores (y con los anteriores) son objeto de discusin entre los especialistas. Sin duda era una especie
muy primitiva que vivi en una selva hmeda de Etiopa hace entre 5,8 y 4,4 millones de aos.
(Ilustracin de Ral Martn).

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Para entender la biomecnica de la masticacin se puede recurrir al ejemplo del cascanueces, ya que la
boca funciona como una palanca en la que el brazo de la resistencia es la distancia entre la articulacin de
la mandbula y el objeto que se muerde. Cuanto ms largo es el brazo de la resistencia menos eficaz es la
palanca. El chimpanc tiene la cara ms proyectada hacia adelante que nosotros, por eso el brazo de la
resistencia de su mandbula es mayor y la palanca menos eficaz. (Ilustracin de Juan Carlos Sastre).

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Australopithecus afarensis. Dos homnidos de esta especie dejan impresas sus huellas en el yacimiento de
Laetoli, en Tanzania, hace tres millones y medio de aos. Aunque se aventuran en ocasiones por terrenos
abiertos, su hbitat era preferentemente forestal. (Ilustracin de Ral Martn).

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Paranthropus boisei. Los parntropos eran unos homnidos que tenan el aparato masticador muy
desarrollado. Los msculos principales que actan para levantar la mandbula y cerrar la boca son el
temporal y el masetero. El primero se origina en las paredes del crneo, y el segundo en el borde inferior
de la regin malar, en la cara (es decir, debajo de los pmulos). Esta especie vivi en el este de frica hace
entre dos millones y poco ms de un milln de aos. (Ilustracin de Ral Martn).

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Australopithecus africanus. El famoso fsil sudafricano conocido como el Nio de Taung corresponde a
una cra recin destetada, que pudo haber sido capturada por un guila hace algo ms de dos millones de
aos. (Ilustracin de Ral Martn).

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Homo habilis. Los primeros homnidos que se adscriben a nuestro propio gnero, el gnero Homo, no eran
muy diferentes de los australopitecos, aunque su cerebro era un poco ms grande. Se originaron en frica
hace algo menos de dos millones y medio de aos. Tallaban toscas herramientas de piedra y eran ms
carroeros que cazadores. (Ilustracin de Ral Martn).

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Homo ergaster. Se trata de los primeros homnidos de nuestra talla, y aparecieron hace unos dos millones
de aos, o poco menos, en frica, aunque pronto se expandieron por Asia. Desarrollaron la talla de bellas
hachas de mano, que se conocen en frica desde hace algo ms de un milln y medio de aos. Estos
homnidos eran ya verdaderamente cazadores, adems de carroeros. (Ilustracin de Ral Martn).

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Homo neanderthalensis. Aunque eran fuertes y estaban bien organizados, seguramente los neanderthales
no se atrevan con los mamuts adultos y sanos. Sin embargo, como hacan otros grandes depredadores de
la poca, no dejaran de observar las manadas para tratar de descubrir algn individuo debilitado que se
quedaba rezagado. Los neanderthales vivieron en Europa y parte de Asia hasta que fueron reemplazados
por los humanos de nuestra especie. Los ltimos neanderthales desaparecieron hace unos 30 000 aos.
(Ilustracin de Ral Martn).

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LA FIRMA QUMICA
Hasta aqu, para tratar de averiguar en qu consista la alimentacin de las especies
fsiles de homnidos hemos recurrido a la morfologa. Siempre partimos de esa base,
la forma del fsil, pero adems los paleontlogos levantamos la cabeza de la mesa del
laboratorio y miramos a nuestro alrededor en el planeta en el que vivimos ahora para
tratar de aplicar a los tiempos pretritos las lecciones que aprendamos de la biologa
actual (y esa posibilidad de moverse entre dos mundos es lo que hace que, al menos
para m, sea la paleontologa tan divertida).
En eso consiste nuestro mtodo, que recibe el nombre de actualismo. Algunos
paleontlogos han actuado equivocadamente como si el actualismo consistiera en
buscar una especie viva, la ms parecida a la especie fsil que estemos investigando,
y atribuir todos los aspectos de la biologa de la especie viviente a la extinguida.
Como en el caso de los australopitecos, las especies vivientes ms parecidas son las
dos especies de chimpancs que hay (el comn y el bonobo), el actualismo mal
aplicado nos llevara a imaginarnos a los australopitecos como chimpancs en todo
(excepto en la postura).
Ya veremos, en su momento, que los australopitecos no tenan una biologa social
igual a la de los chimpancs, y tampoco su alimentacin (ni su ecologa) era la
misma.
La forma adecuada de aplicar el actualismo consiste, en cambio, en descubrir en
el mundo viviente actual las leyes que lo rigen, y usarlas para interpretar los fsiles.
Sabemos, viendo a los carnvoros de todas las pocas (incluidos los dinosaurios),
que estas especies tienen piezas dentales especializadas (llamadas en los mamferos
muelas carniceras) con filos cortantes para trocear a sus vctimas despus de muertas
(y a menudo tambin mientras an estn vivas las pobres; la naturaleza es un lugar en
el que a uno se lo comen vivo los parsitos y los depredadores). Todo lo que
necesitan los comedores de carne, una vez que han abatido a sus vctimas, es reducir
su cuerpo a porciones que puedan pasar por el esfago rumbo al estmago. Los
australopitecos, y ms an los parntropos, en cambio, tenan muelas con amplias
superficies de masticacin y esmalte grueso, y por eso hemos deducido que sin duda
masticaban algo consistente y duro (consistente en el sentido de difcil de partir por
compresin; duro quiere decir que raya el esmalte).
Nosotros somos carnvoros desde hace mucho tiempo en el curso de la evolucin,
y sin embargo no disponemos de muelas carniceras, del tipo de las que tienen los
carnvoros, que corten como cuchillas. Pero no por eso falla el principio del
actualismo, porque las adaptaciones biolgicas que faltan en nuestro cuerpo tenemos
que buscarlas fuera de l, en las herramientas que construimos, que son como
adaptaciones tecnolgicas. El registro arqueolgico se incorpora as, desde que
existen instrumentos de piedra, al conjunto de pruebas que nos sirven para inferir el
modo de vida de nuestros antepasados.
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Pero as y todo, sera deseable disponer de una prueba directa del tipo de
alimentacin de una especie fsil. Y puesto que construimos nuestro cuerpo,
incluidos nuestros huesos y nuestros dientes, a partir de lo que hay fuera, no dejar
el alimento alguna seal, alguna firma qumica, que podamos reconocer en los
fsiles? Afortunadamente la respuesta a esta pregunta es afirmativa.
Nuestro cuerpo est hecho sobre todo de protenas (los msculos, o sea, la carne),
y de fosfato y carbonato clcico (los huesos y los dientes). Tambin acumulamos
grasas como reserva de energa y, en mucha menor medida, glcidos (igualmente
llamados carbohidratos o azcares). Las protenas y las sales de calcio son materiales
estructurales, y los glcidos y las grasas nos proporcionan la energa que necesitamos
para vivir. De todo ello slo quedan en los fsiles las sales de calcio en los tejidos
duros (huesos y dientes). Los tejidos blandos se pudren, aunque en fsiles mucho ms
recientes que los de los australopitecos es posible recuperar an pequeos fragmentos
de protenas (que formaban el colgeno de los huesos) e incluso de material gentico
(de momento slo se ha identificado el de algunos neanderthales de no ms de unos
60 000 aos).
Naturalmente que no incorporamos directamente a nuestro organismo grandes
molculas del alimento, pero s que usamos molculas pequeas, o elementos
qumicos en el caso de los huesos y de los dientes. En el carbonato clcico hay
carbono, y aqu se puede encontrar una de las firmas qumicas del alimento (tambin
en el oxgeno, pero no hablaremos aqu de este elemento).
El carbono se encuentra en el anhdrido carbnico del aire (CO2) en dos formas (o
istopos), una ms pesada que otra. Y resulta que la forma pesada es ms rara en las
plantas de la selva africana que en las gramneas y otras hierbas de la sabana (los
vegetales utilizan el CO2 para formar materia orgnica en la fotosntesis). Por eso los
animales que se alimentan de los vegetales del bosque estn empobrecidos en
carbono pesado, y los comedores de hierba de la sabana (sean sus tallos, races o
semillas) estn enriquecidos en istopos pesados. Los chimpancs, como habitantes
del bosque que son, tienen poco carbono pesado en sus huesos y dientes. Cul es la
composicin de los australopitecos?
Se han analizado cuatro restos procedentes del yacimiento sudafricano de
Makapansgat. Tienen unos tres millones de aos y pertenecen a otros tantos
individuos de la especie Australopithecus africanus. El hbitat en el que se movan
era predominantemente forestal, pero no se excluye que pudieran hacer incursiones
en zonas ms abiertas. Antes de ver qu cantidad de carbono pesado hay en sus
huesos debemos hacer algunas reflexiones.
En el bosque hay abundancia de frutas y de hojas tiernas. Tambin hay nueces y
moras. Todas estas plantas tienen poco carbono pesado. Si sa era la base de la dieta
de los australopitecos sudafricanos, encontraramos sus huesos y dientes
empobrecidos en carbono pesado. En la sabana hay leguminosas, tambin pobres en
el istopo pesado del carbono, cuyos tubrculos seran comestibles si los
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australopitecos fueran capaces de acceder a ellos con palos o huesos adaptados para
cavar (los granos de estas legumbres africanas, en cambio, pierden mucho valor
nutritivo si no se cuecen, lo que no podan hacer los primeros homnidos).
Por el contrario, si hay una proporcin elevada de carbono pesado en los fsiles,
la nica fuente vegetal posible seran las semillas y las races de las gramneas; es
improbable que los australopitecos y los parntropos pudieran digerir la celulosa de
los tallos de las gramneas, aunque hay algunos primates (los papiones y los geladas)
que s pueden hacerlo.
Pues bien, el anlisis de los cuatro australopitecos de Makapansgat ha revelado la
existencia de una cantidad apreciable del istopo pesado del carbono, lo que indicara
que entre la cuarta parte y la mitad del alimento que consuman estos homnidos
tendra su origen en plantas de sabana del tipo de las gramneas.
Este resultado parece dar la razn a quienes, como Valverde, sugieren que el
consumo de semillas de gramneas, el granivorismo, jug un papel esencial en la
evolucin humana. Pero no todo el carbono pesado de los huesos de los
australopitecos tiene que proceder de gramneas. Los herbvoros y los insectos que las
consumen tambin aumentan su proporcin de istopo pesado del carbono, de modo
que la dieta de los australopitecos podra, ya hace tres millones de aos, incluir
tambin carroa.

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UNA CUESTIN
DE ECONOMA DOMSTICA
Los chimpancs son los animales ms inteligentes que pisan la Tierra (se podra
discutir si los superan los delfines, que, en todo caso, no la pisan). Y no slo lo vemos
en su comportamiento, sino tambin en el gran tamao de su cerebro. Ahora bien, el
tamao absoluto del cerebro de una especie de mamfero es una variable muy
engaosa, porque depende, en parte, del peso del animal. Entre dos especies de
inteligencia similar, el cerebro ms grande es siempre, siempre, el de la especie de
cuerpo mayor. La razn, se supone, es que se necesita controlar ms elementos,
integrar ms informacin y enviar ms rdenes, en un organismo mayor.
El tamao relativo tambin engaa, porque sorprendentemente cuanto ms
pequeo sea un mamfero, ms gramos de cerebro tiene en proporcin al peso del
cuerpo. Es decir, si dividimos los 1350 gramos del encfalo de una persona normal
por el peso de su cuerpo nos sale un valor menor que si hacemos la divisin entre el
peso del encfalo y el del cuerpo de un ratn.
Y no vamos a admitir por eso que el ratn nos supere en psiquismo!
Para alivio del lector, podemos aadir que existe un modo (no demasiado
sencillo) de eliminar matemticamente el factor tamao, y entonces resplandece
nuestra superioridad. Si suprimimos las diferencias en el tamao del cuerpo, somos
los animales con el cerebro ms grande. Y despus de nosotros vienen, en el mundo
viviente, los delfines y los chimpancs (pero antes estn algunas especies de
homnidos antepasados nuestros que ya no estn, es decir, que son fsiles).
Viendo a un grupo de chimpancs comiendo tranquilamente frutas en la copa de
un rbol, uno se pregunta para qu necesitan tanto cerebro. Como el de los
australopitecos no era mucho mayor, podemos hacernos exactamente la misma
pregunta.
Se puede responder que un cerebro grande, y una inteligencia grande, nunca
vienen mal, pero eso sera ignorar por completo cmo funciona la economa del
cuerpo. El metabolismo, que es lo mismo, no despilfarra ni una calora, porque todas
son necesarias para llegar a final de mes. A partir de una simple clula (llamada
cigoto), que es la primera de nuestra vida, el individuo tiene que construirse un
cuerpo, porque nos autoensamblamos. En el cdigo gentico tenemos la receta para
hacerlo, pero los materiales de construccin y la energa necesaria para vivir hay que
conseguirlos fuera, con o sin ayuda de otros (al principio, durante la gestacin y
lactancia, desde luego con mucha ayuda de la madre).
Una vez que se llega a adulto cesa la necesidad de construir el propio cuerpo,
pero se sigue necesitando ms energa y ms materiales de construccin que los
estrictamente precisos para seguir con vida. En el caso de las hembras, adems de
sobrevivir, tienen que fabricar otros cuerpos, los de sus propios hijos, de manera que
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las hembras siempre estn construyendo cuerpos: primero el suyo y luego el de los
hijos.
En el caso de los machos de nuestros parientes ms prximos, tambin se gasta
mucha energa extra en el combate por las hembras, por el territorio, por su puesto
dentro de la jerarqua, etctera. El gasto que tiene como origen la rivalidad por
engendrar hijos no beneficia directamente a los machos, pero asegura la continuidad
de sus genes.
As que no sobra energa nunca, y si los chimpancs (como los australopitecos)
tienen un cerebro muy grande, el ms grande, repito, de los animales que hollan la
Tierra, tiene que haber una buena razn para ello.
Ser que les resulta muy difcil conseguir su alimento? Comer una fruta no
parece un trabajo muy arduo, desde luego, pero la dificultad no est en masticarla,
sino en localizarla. Para explotar adecuadamente una parcela de selva hace falta
disponer de la capacidad de formar buenos mapas mentales, una cartografa virtual lo
ms precisa posible en la que situar cada rbol con frutos susceptibles de madurar.
Pero hay otros monos, con menos cerebro, que tambin comen fruta, con lo que quiz
la explicacin est en otro lado.
Aunque para dar con ella tenemos que situar el problema en sus justos trminos.
Para qu sirve un cerebro? Para procesar informacin. Qu hace que un cerebro sea
grande? La complejidad de la informacin a procesar. El adjetivo complejo se aplica
a los sistemas. Qu hace que un sistema sea complejo? El gran nmero de elementos
diferentes que lo componen y la gran variedad de relaciones posibles entre ellos.
Qu consecuencias prcticas tienen los sistemas complejos? Que su comportamiento
futuro es difcilmente previsible. No hay forma de acertar en el pronstico del tiempo
atmosfrico (a largo plazo), ya que la atmsfera es un sistema enormemente complejo
y su comportamiento en el futuro lejano depende de mil y un factores incontrolados.
Esto nos lleva a plantearnos la cuestin del gran tamao del cerebro del
chimpanc en estos trminos: cul es el sistema complejo cuya evolucin les resulta
tan importante predecir a los chimpancs? La respuesta est en los dems chimpancs
del mismo grupo. El sistema en cuestin es la sociedad, en la que se producen
continuamente cambios que afectan al bienestar de cada uno de sus miembros.
Como un chimpanc aislado no puede sobrevivir, el medio social en el que se
desarrolla la vida de los chimpancs genera presiones de seleccin que favorecen a
los que mejor se desenvuelven en l. Hay tambin un medio ambiente al que los
chimpancs necesitan adaptarse, pero sa es una envoltura que est por fuera de la
burbuja social. En la existencia de los chimpancs slo es posible enfrentarse a los
problemas que plantea la selva a travs de su pertenencia a un grupo.
Pero volvamos otra vez al grupo de australopitecos que estn empezando a comer
grasas y protenas animales. Este cambio en la dieta producir por s mismo alguna
modificacin en la anatoma futura de la especie? Nuestra respuesta tendr que ser
no!, si hemos entendido correctamente el mecanismo de la herencia biolgica. Nada
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de lo que hagamos en el curso de nuestra vida tendr efecto alguno sobre los genes de
los espermatozoides y de los vulos que produzcamos.
Por qu motivo, entonces, estoy afirmando que el comportamiento de esa
hipottica joven hembra de australopiteco tuvo una notable influencia en el curso que
tom la evolucin humana? Veamos.
Los investigadores Leslie Aiello y Peter Wheeler cayeron en la cuenta de que,
adems del cerebro, hay otro rgano que le resulta muy costoso al organismo en
trminos de consumo de energa. Ms que de un rgano, como es el cerebro, se trata
en realidad de un sistema: el sistema digestivo. Si se pudiera reducir su participacin
en el gasto metablico, se ahorrara mucha energa, que quedara disponible para
invertir en otra parte: el cerebro, por ejemplo. Y cmo se podra reducir la demanda
energtica del tubo digestivo? La respuesta que se les ocurri a Leslie Aiello y a Peter
Wheeler es que simplificndolo, o sea, acortndolo.
La siguiente pregunta es, inevitablemente, la de cmo se hace para acortar un
tubo digestivo. Y la contestacin a esta nueva pregunta est en la anatoma
comparada. De la comparacin entre especies se extraen a menudo reglas universales
para la biologa.
As, observamos que los herbvoros tienen tubos digestivos ms largos que los
carnvoros. Es decir, si se le sacan las tripas a un herbvoro y se estiran, y se hace lo
mismo con un carnvoro del mismo tamao, se ver como el tubo digestivo del
comedor de carne es ms corto, mide menos, que el del comedor de hierba, es decir,
que hay menos superficie para la absorcin del alimento. La explicacin es que los
productos animales son ms fciles de asimilar que las fibras de las plantas. O sea, las
protenas y grasas se digieren mejor que la celulosa. De hecho, los herbvoros
necesitan el concurso de los protozoos y las bacterias simbiticas (que viven en su
intestino) para poder descomponer la fibra.
Los chimpancs consumen mucha fruta madura, rica en azcares simples (como
la glucosa, la fructosa y la sacarosa), de fcil asimilacin. Pero tambin ingieren
mucha verdura, en forma de hojas, yemas y tallos tiernos, que tienen algunas
protenas y mucha fibra (es decir, azcares complejos). Por ello su tubo digestivo es
ms largo que el nuestro.
Quiere eso decir que los chimpancs necesitan para vivir ms energa que
nosotros? Es su metabolismo ms alto que el nuestro? Pues no. Nuestro
metabolismo es, ni ms ni menos, el que le corresponde a un mamfero de nuestra
talla. Y lo mismo se puede decir del del chimpanc. Entonces de dnde sacamos
nosotros la enorme cantidad de energa necesaria para mantener activo un cerebro que
es ms de tres veces el del chimpanc?
Se ha calculado que la proporcin del gasto energtico del cerebro de un
australopiteco (como nuestra joven inquieta) en relacin con su metabolismo basal
era del 9%, mientras que la de una persona actual asciende hasta el 22%. El
metabolismo basal (MB) de un australopiteco promedio sera de 1145 kilocaloras
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(gasto por da), y el de un varn joven actual de 70 kilos unas 1680 kilocaloras (a
razn de una kilocalora por kilo de peso y hora).
Por convenio, una kilocalora (lo que la gente llama, sencillamente, calora) es la
cantidad de energa necesaria para elevar de 14,5 a 15,5 grados centgrados la
temperatura de un kilo de agua. Y por metabolismo basal se entiende la cantidad de
energa necesaria para mantener las funciones vitales de un organismo en reposo, a
una temperatura agradable.
En el caso de una mujer joven, la necesidad de esa energa mnima de
mantenimiento es algo menor que en el varn: 0,95 kilocaloras por kilo y por hora.
En total, 1254 kilocaloras por da en una mujer de 55 kilos, que segn el gran
experto en nutricin Francisco Grande Covin (de quien he tomado estos ltimos
datos y los siguientes), es equivalente al gasto energtico de una bombilla de 60
watios.
El ejercicio dispara el gasto energtico, de modo que un varn joven normal
consume de 2,5 a 4,9 kilocaloras por minuto en un trabajo ligero, de 5 a 7,4
kilocaloras si el trabajo es moderado (o practicando un deporte como el tenis), de 7,5
a 9,9 kilocaloras en un trabajo pesado (o jugando al ftbol), y ms de 10 kilocaloras
por minuto si el varn es leador, nadador o corre campo a travs. El resultado es que
un varn joven de 70 kilos puede necesitar al da 2600 kilocaloras si tiene un trabajo
de oficina, o 3500 kilocaloras o ms si es un gran deportista o tiene un trabajo de
mucha exigencia fsica. En el caso de una chica joven, las cifras correspondientes
seran 2000 kilocaloras y 2600 kilocaloras o ms.
El cerebro es un rgano muy sibarita y su alimento es la glucosa (un azcar
simple). El gasto de glucosa sera, en un australopiteco, de unos 33 gramos al da. En
la evolucin hasta nuestra especie se ha triplicado el gasto de azcar. Esos 33 gramos
no le seran muy difciles de conseguir al australopiteco si tuviera fruta a su alcance.
Entre las frutas que cultivamos, sirvan como ejemplo el pltano, que contiene de 12 a
13 gramos de azcares simples por cada 100 gramos, y la manzana, que contiene de
10 a 12 gramos.
El consumo de glucosa del cerebro planteaba un problema a los fisilogos, ya que
es muy poca la cantidad de azcar que se deposita en el organismo de los mamferos.
En efecto, en el hgado y en los msculos se acumulan los azcares en forma de
glucgeno (una molcula de azcar de cadena larga o polisacrido), pero en una
cantidad tan limitada que hay que reponer esa reserva diariamente. La razn de que se
acumule ms energa en forma de grasa que de azcar es que la grasa se almacena
casi en seco y en el glucgeno hay un 65% de agua, lo que nos volvera muy pesados
si nuestras reservas de energa se basaran en los azcares.
Una vez que se acaban los azcares de reserva se empiezan a oxidar las grasas y,
en menor medida, las protenas. Despus de un da de ayuno ya no quedan reservas
de glucgeno en el cuerpo, as que de dnde sacamos la glucosa para que siga
funcionando con normalidad el cerebro? La solucin est en el hgado, donde la
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oxidacin incompleta de los cidos grasos produce los llamados cuerpos cetnicos,
que pueden suministrar, en ausencia de glucosa, energa al cerebro. As, de una
manera indirecta, el ms importante de nuestros rganos puede vivir durante mucho
tiempo de las grasas.
Pero volvamos a la evolucin humana y a la cuestin de la expansin cerebral que
se produjo a lo largo de la misma. La respuesta a la pregunta de cmo pudimos
aumentar el gasto energtico del cerebro sin que se disparase el metabolismo basal es
muy sencilla: nuestro tubo digestivo no es el de un vegetariano, sino que es bastante
ms corto. O en otras palabras, nos hemos podido permitir un descomunal incremento
del consumo energtico del cerebro (ms que doblando su participacin en el MB),
ahorrando gasto en el tubo digestivo.
Pero para poder acortar el tubo digestivo (y reducir en consecuencia la superficie
de absorcin del alimento) hay que prescindir de la fibra y sustituirla por un alimento
ms fcil de asimilar y ms energtico. Y eso es lo que acaba de hacer nuestra joven e
inquieta hembra de australopiteco, al comerse el tutano de esa nuez animal que
llamamos hueso.
Que no se entienda mal lo que vengo diciendo. No sugiero que el consumo de
productos animales redujera automticamente la longitud del tubo digestivo y
aumentara el tamao del cerebro. Lo que intento decir es que, gracias al consumo de
productos de origen animal, cuando generaciones despus de la joven inquieta
apareci un individuo mutante con un tubo digestivo ms corto (y de metabolismo
ms barato), este mutante pudo sobrevivir, cosa que no habra sido posible con una
dieta basada en productos de origen exclusivamente vegetal.
Y si ms tarde (o al mismo tiempo) un mutante de tubo digestivo corto
experiment una cierta expansin cerebral, el metabolismo corporal no se
desequilibr, ya que lo que se gastaba en sesos se ahorraba en tripas. Y el resultado
fue que el homnido pudo tener un cerebro ms grande que cualquier mamfero de su
tamao, sin gastar en total ms energa que la que le correspondera a un mamfero de
su talla.
Pero es que adems, el extrao comportamiento de nuestra protagonista cre
nuevas presiones de seleccin para la especie, y la rueda de la inteligencia se puso en
marcha.

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MAM PIERNAS LARGAS


La inquieta joven de nuestro relato bien podra haber existido, y en ese caso su lugar
en la evolucin humana sera probablemente el que ocupa la especie Australopithecus
garhi. sta es una especie descrita en fecha reciente, en 1999, cuyo ejemplar tipo (el
que sirve para la definicin, o diagnosis, de la especie) es un crneo bastante
completo.
El crneo en cuestin es claramente el de un australopiteco, con un cerebro
pequeo y un esqueleto facial prognato, y con grandes muelas. Su antigedad es la de
dos millones y medio de aos y, a decir verdad, no se diferencia gran cosa de los
crneos de sus contemporneos sudafricanos de la especie Australopithecus africanus
(que fue la primera que se descubri a partir de un ejemplar encontrado por Raymond
Dart en Taung en 1924).
El lugar del descubrimiento del Australopithecus garhi es la comarca del curso
medio del ro Awash, en el Pas de los Afar (Etiopa), y el crdito corresponde a Tim
White y a otros colegas que forman el equipo de exploracin de esa regin. La nueva
especie no es, en s misma, un descubrimiento excepcional (aunque s importante),
pero se produce en asociacin con otros que dan motivos para pensar mucho.
En primer lugar, se encontr tambin en la zona parte de un esqueleto sin crneo.
Podra perfectamente corresponder a la misma especie de homnido, pero los
paleontlogos, llevados por la prudencia, no lo consideran, con razn,
definitivamente probado.
El esqueleto en cuestin sorprende por las proporciones entre el hmero, el
antebrazo y el fmur (el hueso del muslo). En un chimpanc, los tres segmentos
mencionados tienen longitudes similares, y se es tambin el caso del ya mencionado
esqueleto de hace tres millones y pico de aos encontrado en otra regin de Etiopa,
al que se apoda Lucy.
Sin embargo, en el hombre moderno las proporciones han cambiado mucho. El
segmento ms largo en nosotros, con mucho, es el fmur, mientras que el antebrazo
se ha acortado en relacin con el hmero. El cambio de proporciones se debe a que ya
no nos colgamos de los brazos casi nunca, y en cambio recorremos largas distancias a
pie (o podramos hacerlo: desgraciadamente los habitantes de las grandes urbes
apenas caminamos).
No existen poblaciones humanas vivas que tengan la escasa estatura de los
australopitecos. Pero en las selvas tropicales de frica viven los pigmeos, que son
muy pequeos, tanto que las mujeres pueden llegar a medir menos de 140
centmetros. Si comparramos a una mujer de stas con Lucy, veramos que la talla
sedente (es decir, estando ambas sentadas) es casi la misma, pero que la diferencia es
notable en la longitud de las piernas, que son ms largas en la mujer pigmea; y eso
que los pigmeos tienen las piernas ms cortas, en proporcin con el tronco, que las
dems poblaciones humanas. La diferencia sera bastante menor al comparar la mujer
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pigmea con el esqueleto descubierto en el Awash medio.


As que las proporciones entre esos tres segmentos de las extremidades nos
informan acerca del tipo de locomocin habitual de una especie de homnido. En el
caso del esqueleto del Awash medio, el antebrazo es largo, como en los chimpancs y
en los australopitecos; o dicho de otro modo, es primitivo. Sin embargo, el fmur es
ms largo que el de los australopitecos. Tenemos entonces un tipo de homnido que,
aunque capaz an de trepar bien a los rboles y colgarse de los brazos, empezaba a
alargar la zancada. Y una zancada amplia economiza energa en cada paso; la suma
ahorrada puede llegar a ser importante en largas caminatas.
Pero cuando Tim White y sus colegas dieron a conocer sus hallazgos, an
aadieron algo ms. Entre los huesos de herbvoros asociados a los restos de
homnidos (el crneo y el esqueleto) haba algunos que presentaban signos de haber
sido golpeados con piedras para partirlos. Y lo que es ms sorprendente, tambin se
apreciaban a veces marcas de corte producidas por el filo de un instrumento de
piedra. Con los bordes cortantes de piedras partidas a propsito se haban seccionado
tendones para separar la carne del hueso, o para desprender la lengua de una
mandbula de antlope.
Alguien, algn homnido, haba aprendido a golpear, con mucha puntera, una
piedra contra otra para producir filos. Eso es algo ms que aplastar un hueso como si
fuera una nuez. Los chimpancs no hacen nada parecido a tallar la piedra, pero lo
cierto es que, como enseguida veremos, los chimpancs producen, sin proponrselo,
lascas con bordes cortantes cuando cascan nueces golpendolas con un martillo de
piedra contra un yunque (a su vez de piedra o de madera dura). Despus de comerse
el contenido de la nuez, los chimpancs no tienen ocasin de emplear las afiladas
lascas que hacen sin querer, en parte porque las abandonan en el sitio y porque
adems disponen de buenos caninos cuando necesitan desgarrar la carne de sus
ocasionales vctimas. Un australopiteco, con unos caninos mucho ms pequeos,
podra haberle encontrado a las intiles lascas (residuos del trabajo con nueces o
huesos) la funcin de cortar la carne. El siguiente paso sera romper
intencionadamente piedras para producir lascas, es decir, para generar filos.
Los paleontlogos han buscado desesperadamente los utensilios que se emplearon
para procesar la carne y los huesos de los antlopes, pero no han conseguido
encontrarlos. Dnde se han metido? Segn los investigadores, aqulla es una regin
pobre en materiales adecuados para hacer instrumentos de piedra. Por eso les
resultaban tan valiosos a los australopitecos que no los abandonaban fcilmente y los
transportaban consigo largas distancias. Ello requerira, desde luego, cierta capacidad
de planificacin. Aunque, despus de todo, quiz no se precise una inteligencia
mucho mayor que la que exhiben los chimpancs en la actualidad.
Estos simios obtienen, como hemos comentado, gran cantidad de caloras
aplastando con martillos de piedra algunas nueces que se producen naturalmente en el
bosque. Bueno, slo lo hacen algunos chimpancs, porque aunque los rboles
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productores de nueces se extienden por toda la selva africana, la costumbre de


partirlas con una piedra slo se conoce en algunas regiones de Costa de Marfil,
Liberia y Guinea-Conakry. Se trata pues de una tradicin que pertenece
exclusivamente a ciertas comunidades de chimpancs. Adems, el aprendizaje, por
imitacin de la madre, es largo, y no se consigue la destreza necesaria hasta los siete
aos. Curiosamente se trata de una pauta de comportamiento ms frecuente entre las
hembras.
Panda oleosa es un arbolito del orden de las Pandales que produce de febrero a
agosto un fruto parecido a una nuez con tres semillas, utilizado por el hombre para la
extraccin de un aceite comestible. (Aunque la gente se suele referir al fruto como
una nuez, dado que las semillas estn protegidas por una cscara, en rigor es una
drupa. En botnica son verdaderas nueces las avellanas, pero las almendras y las
nueces del nogal son drupas: lo que llamamos impropiamente nuez no es otra cosa
que el hueso de la drupa, en cuyo interior se esconden esas semillas tan abundantes
en aceites, y que por tanto son ricas en caloras, engordan y no son apropiadas en las
dietas de adelgazamiento).
Las paredes de este fruto son muy gruesas, por lo que se requiere una fuerza de
compresin de 1100 kilos para que se abra. Los chimpancs usan una piedra del suelo
o la raz de un rbol de los de madera dura como yunque para ayudarse cuando
golpean las nueces con martillos que pesan entre 3 y 15 kilos. Un chimpanc puede
llegar a partir cien nueces en un da, y obtener 3500 kilocaloras.
Los rboles de Panda oleosa que producen las falsas nueces estn bastante
dispersos por el bosque, con distancias de unos cien metros entre uno y otro. Los
chimpancs que se han estudiado en el bosque de Tai, en Costa de Marfil, llevan
varias generaciones partiendo nueces con piedras. El trabajo lo hacen en
determinados puntos en los que hay buenos yunques; en esos lugares se han ido
acumulando a lo largo de unos cien aos grandes cantidades de cscaras de nuez.
Los martillos de piedra son muy apreciados por los chimpancs, y stos llegan a
transportarlos centenares de metros, desde un rompedero de nueces a otro. Por cierto
que Julio Mercader, un especialista espaol en arqueologa tropical, ha excavado una
de estas acumulaciones, donde adems de las cscaras de nuez se han amontonado las
lascas que saltan a veces del martillo de piedra; esas concentraciones de lascas se
parecen sospechosamente a algunas que se atribuyen a homnidos antiguos, que
tambin podran haber estado partiendo nueces.
Volviendo a los fsiles, si el crneo, el esqueleto y el fabricante de filos eran
todos de la misma especie, ah podemos ver cmo empez todo. Aunque el cerebro
an no haba crecido, ya existan las presiones de seleccin que iban a hacer til un
cerebro expandido. Y unas piernas cada vez ms largas. Y una piel desnuda con
muchas ms glndulas sudorparas.
En el futuro apareceran individuos que seran: 1) cada vez ms inteligentes
tcnicamente, con ms maa para fabricar utensilios (que se haran ms perfectos y
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ms tiles); 2) tambin con ms talento para formar mapas mentales de un territorio


cada vez ms amplio y ms complejo (porque a los recursos vegetales se aadiran
ahora los recursos animales en forma de carroa); y 3) con ms capacidad de
cooperar con otros individuos del mismo grupo. Esto ltimo les permitira sobrevivir
en campo abierto, un medio decididamente hostil para un primate.
Esos descendientes de la joven inquieta podran gastar ms en cerebro porque al
depender en una proporcin importante de las grasas y protenas animales, reduciran
el consumo energtico del tubo digestivo. Y al mismo tiempo que su cerebro se iba
pareciendo cada vez ms en tamao al nuestro, sus muelas se haran cada vez ms
pequeas (porque ya no hara falta masticar tanto producto vegetal consistente y
duro), y su cara se ira reduciendo (ms adelante hablaremos de lo que le pas a la
laringe). Y conforme la cabeza se pareca ms y ms a la nuestra, su cuerpo se iba
tambin asemejando al nuestro.
Y sus territorios se hicieron tan grandes, tan grandes, que un da pusieron los pies
fuera de frica.

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Segunda parte
LA LTIMA BATALLA

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LOS ARQUEROS
Los guerreros se alinearon sobre la pradera, en un collado entre dos montaas. Formaban una largusima fila,
como no se haba visto nunca antes. Haba casi dos centenares de hombres, y todos iban vestidos de igual modo:
calzones de cuero o ante que les llegaban por debajo de la rodilla. Pero sa era toda la uniformidad que se vea,
porque en el pecho y la espalda, que llevaban al aire, aquellos hombres mostraban diversos tipos de pinturas y
tatuajes, que daban a la formacin un espectacular cromatismo.
Los guerreros procedan de todos los clanes de la tribu, y haban llegado hasta all desde las montaas, los
valles y las costas de una gran regin: el ancho y variado territorio de la tribu. Los jefes de cada una de las bandas
que se haban reunido aquella noche se distinguan por su tocado de plumas o de flores. La pluma del guila, la de
la oropndola y la del arrendajo, la flor de la retama, la del romero y la de la jara eran smbolos de clanes, y
servan para identificar a sus miembros. A la luz de las numerosas fogatas se multiplicaban las figuras, y la
formacin de guerreros pareca duplicarse o triplicarse con un ejrcito de sombras: el de los espritus de los
antepasados.
Cada guerrero blanda su gran arco y sus flechas, que en sus manos eran una arma infalible. Cada vez que se
tensaba un arco, la vida de un ciervo, un uro (toro salvaje), un jabal o una cabra poda darse por finalizada.
Enseguida la muerte viajaba, en lnea recta, en una punta de piedra fijada al extremo de una delgada varilla de
madera. Gracias a su habilidad como constructores de arcos, a su conocimiento de la naturaleza, a su destreza
como rastreadores y a su puntera, los humanos eran los seres ms poderosos de la sierra, y nadie les disputaba su
dominio; ni siquiera lo hacan en el invierno las grandes manadas de lobos, que eran sus nicos competidores
verdaderos.
Haban adquirido un dominio completo de la naturaleza, y saban explotar con absoluta maestra todos sus
dones, vegetales o animales. Nada que pudiera comerse era despreciado, pero el pequeo tamao de los grupos
humanos haca posible que al ao siguiente hubiera nuevas camadas y nuevos frutos. Los recursos eran
inagotables.
Era la suya una vida feliz, pese a que a veces se producan disputas con otras tribus en los lmites del territorio,
y a que a las pocas de abundante caza les sucedan rachas de escasez en las que se pasaba mucha hambre. Lo
dems, ya se sabe, era vivir la vida del hombre. Primero un perodo de fragilidad extrema y dependencia completa
de la madre: la poca de la lactancia. Luego el destete y el comienzo de la infancia: el descubrimiento de la vida y
del mundo. La llegada de la adolescencia y la dura pero deseada entrada en el mundo de los mayores, con la
iniciacin en los grandes misterios que dan respuesta a las eternas preguntas del ser humano; una ceremonia
inolvidable que marca el alma del iniciado para siempre con la magia de un rito de paso. El amor, los hijos y la
familia. Las responsabilidades del adulto. La vejez, con la inevitable decadencia fsica, pero tambin con la
sabidura y el respeto que les corresponde a los mayores. Y todo baado por el sol del Levante, en un paisaje
quebrado que va desde las altas montaas del interior, muy fras en invierno, hasta las secas tierras del litoral, de
inviernos ms suaves y veranos abrasados.
Como dira un filsofo miles de aos despus, todo iba bien en el mejor de los mundos posibles, el de los
cazadores y recolectores del Mesoltico, hace seis mil aos, en la Iberia mediterrnea. Haba otro mundo mejor,
dulce como la miel silvestre, con un clima perfecto, sin enfermedades ni disputas, y con cazaderos inagotables.
Pero ese mundo, en el que se renen todas las generaciones, les esperaba despus de la muerte. Era el otro mundo.
S, todo iba bien hasta que los cazadores y recolectores del Levante descubrieron que haba otro mundo
posible a este lado de la muerte, aunque, al menos para ellos, era mucho peor. Y no slo definitivamente peor para
la vida de los seres humanos, sino terriblemente destructivo para la naturaleza. Era el mundo de los agricultores y
ganaderos del Neoltico, que haca pocas generaciones haban empezado a establecerse en su territorio. Y, por
supuesto, ninguno de los jefes de los extranjeros les haba pedido permiso para instalarse, a ellos, los verdaderos
ocupantes del territorio (porque nadie es dueo del suelo que pisa y de la vida que alienta sobre l). Los rboles
eran cortados con hachas de piedra pulida en las mejores tierras de los fondos de los valles, donde los suelos son
ms profundos, ms hmedos y ms productivos, y cuando no quedaba ya ni un palmo de suelo que no estuviera
cultivado, los montes se quemaban para producir pastos para el ganado.
Los guerreros que danzaban en la pradera eran jvenes, y representaban lo ms granado de la tribu. Pero no
estaban solos. Les acompaaban sus hermanos mayores, los guerreros ms veteranos que no participaban en la
exhibicin pero que la organizaban y la dirigan (porque ya se sentan demasiado mayores para dar saltos);
tambin estaban sus padres y los jefes de los clanes, sus queridas madres, y sus hermanas y esposas. Los hijos que
an no estaban en edad de combatir contemplaban con los ojos abiertos de par en par tamaa exhibicin de fuerza.
Impresionaba verdaderamente ver tanta juventud, tanto msculo, tanto vigor, tanta determinacin movindose al
unsono al ritmo de los cantos y de los tambores, en una borrachera de formas, colores y sonidos.

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Otras veces les tocaba a las mujeres protagonizar el espectculo y bailar, bellsimas, con sus largas y
acampanadas faldas, sus pechos desnudos y sus adornos por todo el cuerpo. Entonces eran los hombres los que
miraban a las mujeres con arrobo. Pero eran sos los das felices de las grandes celebraciones (una boda, un pacto
entre clanes), y la ocasin de hoy era muy grave.
Abajo, en el valle, los habitantes del poblado miraban con aprensin los fuegos de la montaa, y escuchaban,
lejanos, los ecos de los tambores y de los gritos. Saban a quin se proponan atacar aquellos arqueros que
imaginaban, fuertes y numerosos, pintndose y preparndose para el combate. Su objetivo era destruir el poblado
y acabar con todos sus habitantes. Buscaban la solucin final, hacerlos desaparecer del mapa, borrarlos, poner
trmino a tantos aos de querellas y de escaramuzas. Lo que los salvajes queran era desandar la historia,
retroceder a los tiempos anteriores a la civilizacin, y que los ciervos volvieran a pastar sobre sus campos de trigo
y de cebada. Las cabras salvajes reemplazaran a las domsticas, los uros a las vacas y los jabales a los cerdos.
Porque para las gentes del poblado los salvajes eran unos vagos. No aprenderan nunca de su ejemplo, porque
no les daba la gana cavar la tierra para depositar en ella la simiente, ni mucho menos prepararla antes con el abono
de los excrementos de las vacas (puaf, qu asco!), ni limpiar los campos de malas hierbas, ni recoger el fruto, ni
moler pacientemente con molinos de mano y morteros de piedra las semillas y los granos para hacer la harina. En
lugar de guardar los excedentes de la cosecha en grandes recipientes de cermica para hacer frente a los rigores
del invierno, o a una mala temporada, los salvajes siempre confiaban en que la naturaleza les regalara algo que
llevarse a la boca.
Tambin los agricultores y los ganaderos gustaban de abatir ciervos, uros, cabras y jabales cuando podan,
pero no fiaban en ellos, ni en las plantas silvestres, el porvenir de sus hijos. En lugar de recoger lo que les ofrece
la naturaleza, los agricultores y ganaderos preferan explotarla. En vez de vivir como animales, las gentes de los
campos del fondo del valle elegan trabajar como hacen las personas.
Todos los trabajos pesados les parecan odiosos a los hombres del bosque. Ni siquiera les placa cuidar del
ganado, un trabajo verdaderamente muy sencillo y descansado, para luego tener carne que comer. S que les
gustaba, en cambio, apoderarse de las ovejas y de las cabras que ellos criaban, y mofarse de los sufridos pastores
mientras se daban una buena comilona. Se conducan como alimaas, los muy ladrones. No eran capaces de
fabricar recipientes de cermica, ni de tejer bellos vestidos en un telar, ni de construir casas con piedra, madera y
barro seco; slo conocan el primitivo arte del trenzado de fibras vegetales para el vestido, la cordelera y la
cestera, y la preparacin de las pieles.
Y tambin se comportaban, en grupo, como las manadas de lobos, en las que prevalece la ley del ms fuerte.
No tenan reyes, ni sacerdotes, ni verdadera organizacin social. Sin disciplina ni planificacin no se puede ser
persona, decan los campesinos.
Se dudaba incluso de que los sonidos que salan de su boca se pudieran comparar con un verdadero idioma.
Porque hasta entonces nunca se haban dirigido, unos y otros, la palabra. Lo nico que se cruzaban era flechas.
Como se deca en la aldea, el mejor salvaje es el salvaje muerto.
Pero los agricultores tambin han tomado sus medidas. Para empezar se han reunido muchos en el poblado.
Son quiz medio millar los guerreros que esperan el ataque. Ellos tambin confan en que el combate que dar
comienzo al amanecer zanje la disputa para siempre, y aleje a los salvajes definitivamente. Tambin ellos han
llegado, despus de tantos encontronazos con los salvajes, al convencimiento de que slo vale la solucin final.
Cuando empieza a clarear el da descienden los arqueros de la sierra y se acercan a las primeras casas del
poblado, mientras toman posiciones para asaltarlo. Sus defensores revisan sus lanzas y sus flechas.
Y en aquel crtico momento de calma que precede al ataque, un joven se adelanta a las filas de arqueros,
encara a los fieros y orgullosos cazadores y, mirando fijamente al viejo con un gran tocado de plumas que es el
cacique de la tribu, habla con voz firme: Padre le dice en su lengua al jefe de los hombres del bosque, es
hora de que sepas la verdad. Hace tiempo que algunos jvenes de la tribu, chicos y chicas, visitamos la aldea.
Hemos encontrado que ellos tambin son humanos. Hemos aprendido su lengua y conocido sus costumbres. No
son malos, simplemente son distintos. Ellos tambin aman a sus hijos y hacen lo posible para que crezcan sanos y
fuertes. Cultivar la tierra y apacentar ganado es el nico modo de vida que conocen. No deseo su muerte, y no soy
el nico de entre nosotros que desea vivir en paz con ellos. Aunque no lo digan por miedo, somos muchos los
jvenes partidarios de poner fin a esta guerra. No podemos regresar al ayer y habitar el tiempo de nuestros
antepasados. Los aldeanos estn aqu desde hace mucho, y no conocen ya ms hogar que ste.
Las filas de los guerreros se agitan sacudidas por una oleada de indignacin al verse traicionados por uno de
los suyos, precisamente por el hijo del jefe. Un fiero aullido de odio resuena en muchas gargantas, pero otras
muchas permanecen mudas. Tantas como miradas se clavan en el suelo sealando la verdad que encierran las
palabras del joven. La cara del padre del traidor pasa de la sorpresa a la incredulidad, de la incredulidad a la ira, y
de sta al desprecio.
Entonces, de la lnea de rboles que sirve de linde al bosque, se adelanta una anciana mujer, la esposa del

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cacique, y eleva su voz para hacerse or sobre el gritero: No hay ahora motivo para un combate a muerte entre
nuestros dos pueblos. La batalla que bamos a dar era una batalla sin esperanza, la ltima batalla. Slo
aspirbamos a perder con dignidad una guerra que ya no podemos ganar. Ellos siempre sern ms que nosotros,
porque de un valle donde pastan unos pocos ciervos, uros y caballos ellos pueden obtener mucho alimento para
mantener sus miserables y atareadas vidas. Nosotros somos guilas, pocos pero orgullosos, y ellos son como
hormigas, pegados a la tierra, tenaces y numerosos. Sus poblados no son ms bellos que nuestras peas y nuestros
bosques. Su hogar es un oscuro hormiguero, el nuestro todo el campo y tiene por techo el cielo. Sus canciones no
son ms melodiosas, ni sus leyendas ms hermosas. Sus dioses no son ms amables que los nuestros. Y los
aldeanos no son ms libres, ni ms felices, ni ms fuertes, ni ms altos, ni ms bellos, que los hombres del bosque.
Pero son ms, muchos ms. Quiz los jvenes tengan razn, suyo es el futuro, que sean ellos quienes decidan. Y
volvindose al atnito jefe aade con voz dulce: Deja que tus hijos vivan.
Los gritos han cesado y todas las miradas se clavan en el altivo cacique. Haciendo un gran esfuerzo para
dominarse, el viejo se serena y logra pronunciar lentamente unas palabras: Hijo, hace un momento me has
parecido un cobarde, indigno de que te llame hijo mo. Pero tal vez haga falta ms valor para enfrentarse a toda la
tribu que para luchar contra nuestros enemigos. Quiz, despus de todo, te hayas comportado con la sabidura y la
entereza de un jefe. Me duele reconocerlo, pero ahora me doy cuenta de que no quera enfrentarme a la realidad.
Estaba ciego a propsito. Mi corazn rebosaba de pena y de odio. A decir verdad, hace mucho tiempo que haba
notado con tristeza que los jvenes no miris a los aldeanos como los miramos los viejos de mi generacin.
Vosotros los habis conocido siempre aqu, nosotros los vimos llegar un da y violar nuestra tierra.
El viejo calla, mira a la aldea de los odiados enemigos y pide a su hijo que traduzca sus palabras a los
habitantes del poblado, que asisten asombrados a la escena sin entender lo que est ocurriendo: Cerremos ahora
un pacto para siempre. Nuestra raza declina. Cada vez tenemos menos espacio donde vivir. Slo nos quedan ya las
serranas ms altas. Nuestros jvenes nos abandonan porque se sienten atrados por la vida en la aldea, y prefieren
vuestros trapos, vuestros cacharros y vuestros abalorios a los pjaros, los ros y las flores. Los que vivimos libres
desapareceremos en pocas generaciones, y pronto todos los hombres de esta tierra, tanto si son hijos de ella como
si vienen de fuera, cavarn la tierra y conducirn ganado.
Slo os pedimos que nos dejis extinguirnos en paz.
Pero la alianza que vamos a establecer y que nos ahorrar, a vosotros y a nosotros, la intil prdida de tantas
vidas, tiene que mantenerse despus de que hayamos desaparecido. Conservaris salvajes y libres, en recuerdo de
quines fuimos, las cumbres ms altas, con sus bosques, con sus animales y con nuestros santuarios. En las rocas
sagradas estn representadas las imgenes de nuestras vidas y las de los animales que deben respetarse. Las
paredes pintadas han de permanecer a salvo mientras dure la Tierra. Y mantendris limpios los arroyos de las
montaas, porque son la msica de la naturaleza que nos ha acompaado en nuestra existencia.
Jurad por vuestros dioses que el pacto nos sobrevivir y que lo renovaris generacin tras generacin.
El jefe de la aldea lo jur, y los hombres del bosque se retiraron. Al poco, la tribu se disolvi separndose en
los clanes que la componan y cada uno se dirigi a su comarca de procedencia.

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EL DESCUBRIMIENTO DE LA MUERTE
Cuando pudo haber tenido lugar esta historia, ms de 40 000 generaciones humanas
haban pisado ya las tierras de Iberia. Haca pues mucho tiempo que la habitaban
unos homnidos venidos de frica.
Aquellos homnidos eran mucho ms fuertes y ms altos que los australopitecos.
Eso les haca capaces de abatir mamferos de mediano tamao en lugar de resignarse
a comer lo que dejaban otros. Empezaban a ser verdaderos cazadores y no slo
carroeros. Pertenecan ya a lo que los cientficos reconocemos como gnero Homo,
el nuestro, y por eso podemos referirnos a ellos como humanos. Adems, su cerebro,
al menos el de algunos individuos, doblaba al del australopiteco promedio.
Pero hubo antes una etapa intermedia entre esos humanos viajeros, que eran
grandes de cuerpo y de cerebro, y los australopitecos. Ese eslabn debi de aparecer
en la evolucin humana poco tiempo despus de nuestra joven inquieta, es decir, hace
unos dos millones y medio de aos. Su aspecto corporal no diferira mucho del de los
australopitecos, aunque su cerebro era algo ms grande (si bien escasamente). La
mayor parte de los autores lo nombra como Homo habilis, y sera el primero de los
humanos; recientemente otros han optado por llamarlo Australopithecus habilis, y
representara as al ltimo de los australopitecos en nuestra lnea evolutiva directa.
La salida de frica por parte de los primeros homnidos grandes se produjo hace
casi dos millones de aos. Se han encontrado sus restos en gran abundancia al sur del
Cucaso, en el yacimiento de Dmanisi, en Georgia. En una fecha no mucho ms
reciente podran haber llegado hasta Java. El continente europeo se les resisti
probablemente ms, y parece que no penetraron profundamente en l hasta hace poco
ms de un milln de aos. Los primeros fsiles humanos de Europa, con unos
800 000 aos de antigedad, se han rescatado en el yacimiento de la Gran Dolina, en
la burgalesa sierra de Atapuerca, y slo son un anticipo de lo que an se espera
recuperar en esa cueva, cuya excavacin contina su marcha.
Algunos autores llaman del mismo modo a todos los homnidos grandes a los que
nos hemos referido hasta ahora, y la especie sera Homo erectus, un nombre creado
para los fsiles de Java cuando fueron descubiertos a finales del siglo XIX. Otros
preferimos usar tres nombres especficos diferentes: Homo erectus para los fsiles de
Java, Homo ergaster para los de frica y Dmanisi, y Homo antecessor para los
fsiles europeos (como los de la Gran Dolina).
El nombre de Homo erectus se aplica tambin a fsiles de hace medio milln de
aos, y an ms moderno nos, de Java y de China. Pero los fsiles europeos de hace
medio milln de aos reciben otro nombre cientfico: Homo heidelbergensis, en
honor de la mandbula de Mauer, encontrada cerca de Heidelberg. Hay disputas
acerca de si sus contemporneos africanos, que son muy parecidos, deben ser
llamados igual (tambin Homo heidelbergensis).

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Los que nos oponemos a dar el mismo nombre a los europeos y a los africanos de
hace medio milln de aos (y algo menos) nos basamos en que los fsiles europeos
muestran algunos rasgos, an poco desarrollados, que indican que son antecesores de
los neanderthales que ms tarde se encuentran en todo el continente; por el contrario,
los africanos no exhiben esos caracteres, lo que prueba que no daran lugar a los
neanderthales, sino que evolucionaran hacia nosotros mismos, los humanos actuales.
O sea que, aunque hace medio milln de aos europeos y africanos an fueran de
la misma especie, las dos poblaciones acabaran dando lugar a diferentes especies
humanas corriendo el tiempo, una en cada continente; muchos autores consideran que
los neandertales deben ser considerados una especie distinta (Homo
neanderthalensis) del hombre moderno, que es lo bastante presuntuoso como para
darse a s mismo el pomposo ttulo de Homo sapiens, el hombre sabio.
Nuestros antepasados los cromaones, que es como llamamos a los humanos
modernos del Paleoltico, salieron finalmente de frica y hace unos 40 000 aos
llegaron a Europa, donde vivan los neanderthales. No se sabe muy bien lo que pas
entre unos y otros, pero el resultado es que los neanderthales desaparecieron (los
ltimos hace 30 000 aos o aun menos) y nosotros seguimos aqu.
Todava tenemos pocos fsiles de los primeros europeos de la Gran Dolina, pero
hay una muestra increblemente grande de fsiles humanos, una treintena de
esqueletos completos, en otro yacimiento de la sierra de Atapuerca conocido como la
Sima de los Huesos, al que dataciones recientsimas sitan en torno a los 400 000
aos de antigedad.
Gracias a la Sima de los Huesos sabemos muchas cosas acerca de la humanidad
de hace algo menos de medio milln de aos. Una de ellas, y muy importante, es que
la diferencia de tamao entre los dos sexos (el llamado dimorfismo sexual) era
similar a la diferencia que se encuentra ahora en nuestra especie, que es mucho menor
que la de los gorilas o que la de los australopitecos. Volveremos a hablar de esa
cuestin ms tarde porque tiene mucha importancia para conocer la historia de la
sociedad humana.
Por otro lado, el tamao del cerebro era en algunos individuos de la Sima de los
Huesos igual al de la media humana moderna, aunque otros crneos fsiles del
mismo yacimiento muestran volmenes enceflicos situados en el lmite inferior de la
variacin actual. Es decir, el cerebro haba seguido creciendo, y ello era debido
principalmente a un aumento de la complejidad a tres niveles: ecolgico, mental (o
cognitivo) y tecnolgico.
La razn por la que el poblamiento de Europa se retras respecto del de Asia es
que los ecosistemas europeos son estacionales, y por lo tanto cambiantes a corto
plazo (aunque a la larga, cclicos). O sea, imprevisibles para quienes no
comprendieran el ritmo de las estaciones; sos no podran anticiparse a los cambios y
hacer planes a largo plazo. Es probable que mientras que el mundo mediterrneo fue
ocupado hace algo ms de un milln de aos, el resto del continente, ms fro, tuviera
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que esperar hasta la expansin humana por toda Europa que se produjo hace medio
milln de aos.
De la complejidad tecnolgica nos hablan los instrumentos de los yacimientos (en
Atapuerca y muchos otros lugares) de la poca de la Sima de los Huesos, que
incluyen piezas con mucho diseo.
De la complejidad mental, la mejor prueba es el mismo yacimiento de la Sima de
los Huesos, que no es otra cosa que una acumulacin deliberada de cadveres.
Creemos que unos humanos que ya haban descubierto la muerte llevaron a cabo tal
prctica con algn propsito simblico. Queremos decir con esto que los que
trabajamos en el yacimiento pensamos que tal acumulacin tena algn significado
para los que la llevaron a cabo, o sea, que representaba alguna idea, en relacin con el
misterio de la muerte, compartida por la colectividad.
A la joven e inquieta hembra de australopiteco la hemos imaginado con siete aos
y no le hemos puesto ningn nombre. El crecimiento sera en esa poca como el de
los chimpancs, es decir, ms rpido que el nuestro, de modo que con esa edad la
joven ya sera adolescente. Y no le hemos puesto ningn nombre propio porque
seguramente el desarrollo de su autoconciencia (o conciencia de s misma) an no
habra ido mucho ms all que en los chimpancs, los cuales no se llaman unos a
otros por su nombre, que sepamos. Por el contrario, los humanos de la Sima de los
Huesos tendran un crecimiento muy cercano, en patrn y ritmo, al nuestro. Y s, los
cadveres acumulados en la Sima no seran annimos, sino que tendran nombres
propios. Y sa es una gran diferencia.

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EL FUEGO Y EL FRO
Despus de que los hombres descubrieran la muerte, la evolucin no se detuvo,
continu. En Europa se produjeron cambios importantes en el cuerpo humano. Para
empezar, el cerebro sigui creciendo, y es posible que tuvieran que ver en ello las
nuevas complejidades a las que se abra el conocimiento despus de que se penetrase
en el territorio de lo misterioso.
El mundo empezaba a verse de otro modo, ya no slo como un conjunto de
piedras, ros, plantas y animales, con el sol, la luna, la tormenta, el viento, la lluvia, la
nieve y los otros fenmenos de la naturaleza. Parecan existir, aunque apenas fueran
entrevistos en la bruma, otros seres ms perfectos, ms puros que los reales; y
tambin haba nuevas ideas, ms abstractas, que nosotros llamamos ideales, acerca de
cmo deberan ser las cosas.
Fuera como fuese, haba cada vez ms cosas en las que pensar, y esas cosas tenan
importancia en la vida prctica de todos. Desde los tiempos de los primeros
homnidos y, cada vez ms, el medio en el que se desenvolva la parte ms importante
de la existencia humana era el ambiente social, y ah era donde convena ser el ms
hbil, no el ms fuerte fsicamente. Porque un nuevo tipo de fuerza (y de autoridad)
se iba abriendo camino: la fuerza de las ideas.
El prestigio, el reconocimiento social por parte de los otros se traduca en ms
hijos que llegaran a adultos y transmitiran los genes de quien ms respeto se hubiera
ganado. Los individuos torpes para relacionarse con los dems, los incapaces de
comunicarse con los otros y de cooperar, los que no entendieran bien los mensajes
que les fueran enviados con sonidos o gestos, los que no supieran construir o usar los
artefactos bsicos para la supervivencia, hechos de piedra, de cuero, de fibra vegetal
o de madera, o no dominaran las artes de la caza, de la recoleccin, del curtido,
etctera, y por ltimo, los agresivos y los egostas, todos sos no tendran sitio en la
comunidad de los cazadores y recolectores.
Tales complejidades de la vida social imponan nuevas presiones de seleccin
sobre los individuos, y al mismo tiempo que el cerebro se haca ms grande, tambin
se desarrollaba la cultura (entendida no slo como tecnologa, sino incluyendo a sta
en un conjunto mucho ms amplio de usos, normas y creencias). De esta manera, la
cultura y los genes coevolucionaron, es decir, evolucionaron de la mano,
influyndose mutuamente.
Y por ltimo estaba el fuego, que surgi, o por lo menos se generaliz en Eurasia,
en una poca posterior al descubrimiento de la muerte. Nuestra propia experiencia
parece indicarnos que las largas noches en las que el grupo se reuna junto a las
llamas podran haber impulsado esa coevolucin de los genes y de la cultura. Cmo
no iba a crear el fuego un ambiente favorable para la interaccin social? No es la
hoguera el lugar ideal para transmitir la cultura y para crearla? El calor del hogar nos
hace sentir bien, tanto fsica como espiritualmente.
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No es un mtodo cientfico el de ponernos en la situacin de otra especie (aunque


tambin sea humana) y preguntarnos qu haramos nosotros si furamos
tiranosaurios, neanderthales, leones, bfalos o chimpancs, pero quin se resiste a
ese ejercicio de introspeccin?
Nosotros, los que vivimos en las tierras fras (el que crea que no hace fro en el
Mediterrneo que piense en pasar una noche al raso en enero en cualquier punto de la
Pennsula) no somos capaces de concebir la vida humana sin alguna fuente de energa
que nos d tanto calor como luz (tampoco nos apetece mucho ponernos a dormir en
cuanto se hace de noche, lo que en nuestras latitudes ocurre muy pronto en el
solsticio de invierno, all por las Navidades).
Tanto es as, que tradicionalmente se ha pensado que fue el fuego (fuente de calor
y luz) la llave que nos abri la puerta de Europa y de la mayor parte de Asia (toda la
situada por encima de las latitudes tropicales o monznicas). Pero no parece haber
ocurrido de este modo, o al menos el registro arqueolgico no lo demuestra.
Por supuesto que quien quiera puede seguir pensando que el fuego es muy
antiguo, pero que todava no se ha encontrado su rastro. Aunque, incluso en este caso,
llama la atencin la ausencia de hogueras en lugares donde humanos ms modernos,
como los cromaones (que eran los primeros humanos como nosotros) y los
neanderthales, habran mantenido fuegos permanentes. O dicho de otro modo: si
haban domesticado el fuego, resulta an ms enigmtico que no lo utilizaran en sus
acampadas. Algo no encaja en esta hiptesis, por lo que resulta ms sencillo pensar
que, o no conocan el fuego, o apenas eran conscientes de su utilidad.
Combatiran el fro, entonces, con los vestidos. El trabajo de preparar las pieles es
seguramente muy antiguo, como ponen de manifiesto los estudios que se han
realizado sobre el filo de los instrumentos de piedra que aparecen en los yacimientos
prehistricos. Cuando se mira al microscopio electrnico el borde cortante de los
artefactos, se descubren trazas de uso, que son pulimentos o melladuras que resultan
del empleo que se le ha dado al til.
Se puede en la actualidad experimentar con instrumentos de piedra fabricados por
los arquelogos con las mismas tcnicas y materiales que usaban los hombres
antiguos, y realizar con ellos los diversos trabajos que podemos imaginar en la
prehistoria, como cortar ramas, aguzarlas para producir puntas penetrantes, abrir la
carne o limpiar la piel para curtirla luego. Cada uno de estos empleos deja una marca
propia (una firma) en el filo del instrumento, y as disponemos ya de una clave para
interpretar el uso que se dio a las herramientas de piedra que aparecen en las
excavaciones.
Pues bien, en la poca en la que se descubri la muerte, hace medio milln de
aos, ya se preparaban las pieles, y con ellas se haran seguramente vestidos. Pero es
probable que estos vestidos no tuvieran costuras, es decir, se liaran ms bien
alrededor del cuerpo y se ataran con tiras de cuero o con cuerdas hechas de fibras
vegetales trenzadas (aunque tampoco consta que por esa poca se dominara ya la
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tcnica del trenzado para la cordelera o incluso para la cestera).


S sabemos, en cambio, que en una poca muy posterior unos humanos como
nosotros, los cromaones, usaban punzones de hueso y de cuerno para hacer agujeros
en la piel. Pasaran, seguramente, tendones a travs de esos orificios, y as naci el
corte y confeccin. Ocurra eso en Europa hace al filo de 40 000 aos (antes de hoy
en da). Los neanderthales de la poca no usaban, por lo que sabemos, esos punzones,
excepto algunos grupos, que tenan una tecnologa comparable a la de los
cromaones. Discuten mucho los especialistas acerca de quin copi a quin: la
mayora piensa que los neanderthales imitaron a los cromaones, pero algunos
cientficos opinan lo contrario. Ya veremos cul de las dos teoras se erige vencedora
en el futuro.
Lo que s es seguro es que los neanderthales no llegaron a fabricar agujas con su
correspondiente agujero, el ojo de la aguja, para enhebrar el hilo (sea de origen
vegetal o animal). sa fue una innovacin que les corresponde de fijo a los
cromaones, varios miles de aos despus de que se extinguieran sus rivales
neanderthales. La aguja result un buen invento, y an la usamos. Podemos imaginar
qu maravillas de trajes llegaran a fabricar con ellas. Como proteccin frente a los
elementos, nada supera a un traje bien cosido que se ha fabricado a partir del propio
vestido (la piel) de unos animales que llevaban viviendo y adaptndose al clima
europeo desde mucho antes de que llegaran unos monos desnudos al continente.
Ya est dicho que en la sierra de Atapuerca, en Burgos, hay un yacimiento que ha
proporcionado fsiles humanos de hace 800 000 aos, aunque todava no se ha
excavado ms que una muy pequea extensin del mismo. En realidad, los fsiles
humanos, que suman cerca de un centenar de restos pertenecientes a seis individuos
diferentes, se recuperaron en un sondeo realizado atravesando las capas del
yacimiento de la Gran Dolina. La prospeccin en cuestin tiene solamente las
dimensiones del hueco de un ascensor, y por eso sorprende que se hayan rescatado
tantos restos humanos juntos. La explicacin est en que esas seis personas fueron
pasto de los canbales, que las descuartizaron y consumieron all mismo, y por eso se
acumularon los esqueletos en tan poco espacio. Se aprecian muchas marcas de corte
en los huesos, muy rotos por los canbales, que han llegado hasta nosotros.
En el mismo nivel estratigrfico de los restos humanos hay utensilios de piedra,
utilizados por los canbales o por sus vctimas antes de caer muertas. No se sabe de
quin era hogar esa cueva, si de unos o de otros.
Junto con los restos humanos hay huesos de animales, que fueron procesados de
la misma forma, sin hacer diferencias entre el modo de tratar los cuerpos de hombres
y de bestias. No se aprecia ninguna traza de comportamiento ritual en este acto de
antropofagia, que seguramente fue meramente alimenticio. Las vctimas conocidas
hasta el momento fueron dos cros de unos cuatro aos, otro nio de diez aos, un
muchacho de catorce aos y dos adultos jvenes. Como digo, lo excavado es todava
poco para que nos hagamos una idea cabal de cmo se desarrollaron los hechos, pero
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desde luego nos encontramos aqu ante un tipo de alimentacin muy particular, el
canibalismo, que es exclusivamente humana.
Se podra desde luego discutir esta afirmacin, para lo cual tendramos antes que
separar los diferentes tipos de canibalismo que se conocen en el reino animal. Pero lo
que yo (nicamente) pretendo hacer aqu, es llamar la atencin sobre el hecho de que
no se ha encontrado jams en un yacimiento media docena de ciervos de todas las
edades devorados por ciervos canbales, ni un conjunto de macacos con las marcas de
los dientes de otros macacos, ni un puado de leones comidos por sus congneres.
Por otro lado, el canibalismo de la Gran Dolina es el ms antiguo conocido en la
historia de la humanidad.
Adems, no hay ningn hueso (humano o animal) quemado, ni tampoco cenizas u
otros signos del uso del fuego. Los cadveres humanos fueron devorados crudos.
En los niveles superiores de la Gran Dolina, que, stos s, se han excavado en una
gran extensin, tampoco han aparecido trazas de fuego, ni en otro yacimiento
importante de Atapuerca llamado La Galera, con muchos horizontes de actividad
humana. Hoy por hoy no hay ningn indicio de que los humanos de hace ms de un
cuarto de milln de aos usaran el fuego en Atapuerca, y eso que visitaron sus cuevas
con frecuencia. Aunque seguramente las estancias no fueran, cada una de ellas, muy
largas (en esa poca los humanos se movan mucho), volvieron tantas veces que sera
raro que nunca encendieran un fuego, si es que saban cmo hacerlo.
No obstante, hay un par de yacimientos europeos con edades comprendidas entre
el cuarto y el medio milln de aos, Terra Amata en Francia y Bilzingsleben en
Alemania, donde se ha sealado la existencia de hogares. Pero incluso en el caso de
ser autnticos, parecen ms la excepcin que la norma.
Un mejor candidato en relacin con el uso del fuego en la prehistoria ms antigua
es el yacimiento clsico de Zhoukoudian, cerca de Beijing (la antigua Pekn), en
China. ste es un lugar interesante para discutir la existencia de hogares hace unos
cuantos cientos de miles de aos, porque su latitud y clima no estn muy alejadas de
las de Madrid. Beijing no forma parte en modo alguno del Asia tropical, sino que su
clima es templado. Consiguieron los humanos habitar esas latitudes y climas, tanto
en Asia como en Europa, gracias al fuego?
En el curso de las excavaciones histricas anteriores a la segunda guerra mundial
(en la que, por cierto, se perdieron prcticamente todos los restos humanos que haba
proporcionado la cueva) aparecieron cenizas y huesos quemados. Es posible que se
encendieran fuegos en aquel lugar hace medio milln de aos, ms o menos, pero no
es seguro, porque las cenizas y los restos quemados podran ser el resultado de
incendios naturales.
Qu necesitan, pues, los cientficos para admitir fuera de toda duda que los
fuegos los encendieron los humanos? Qu clase de prueba los convencera? Un
hogar es la prueba necesitada, porque un hogar significa fuego controlado, que es lo
contrario de un incendio espontneo. Domesticar el fuego significa dominarlo y
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mantenerlo vivo pero cercado en un punto concreto. Como hacemos con los animales
domsticos, a los que no dejamos vagar a su antojo y hacer lo que les plazca, el fuego
domesticado slo vive donde nosotros queremos, ya que somos nosotros, sus dueos,
quienes lo alimentamos y protegemos de la intemperie.
Todo parece indicar que no fue gracias al fuego como se conquistaron las tierras
fras de Eurasia. Las necesidades de calentarse y de iluminarse no fueron, quiz, tan
decisivas como se haba sostenido tradicionalmente. Ahora podemos imaginar a un
grupo de europeos de hace un milln de aos sentados en crculo y sin un fuego en
el centro.

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EL FUEGO Y LA ALIMENTACIN
Pocos son los alimentos slidos que nosotros consumimos sin preparacin previa.
Apenas las frutas carnosas y los frutos secos. Cocinamos la carne y el pescado por lo
general, y cocemos o fremos los huevos. Las verduras y hortalizas tambin las
preparamos, aunque slo aliemos un poco las ensaladas. Las semillas secas de
cereales y leguminosas no hay quin se las coma tal cual, desde luego, sean trigo,
arroz, maz, guisantes, judas, lentejas o garbanzos.
Pero bien mirado, qu necesidad hay de tratar los alimentos? La respuesta est
clara en el caso de los cereales y las legumbres secas: es preciso ablandar esas
semillas para asimilarlas, y eso lo hacemos, bien cocindolas en agua, bien
reducindolas primero a harina y luego cocindolas en un horno (adems aadimos
generalmente levadura para que fermente la harina y suba la masa de pan). Por otro
lado, al cocer en agua los cereales, el almidn que contienen se hace ms digerible (el
almidn es un azcar de reserva de cadena larga, o polisacrido, que se encuentra en
los vegetales y que es equivalente al glucgeno de los animales).
La verdura, que tampoco nos gusta comer sin preparacin, no es en realidad muy
importante en trminos de aporte de caloras (s lo es por su contenido en fibra que,
aunque sea indigerible, favorece la digestin; se ha dicho que tambin previene el
cncer de colon: Grande Covin no lo consideraba probado).
Pero tanto la carne como el pescado y los huevos se pueden tomar crudos. Comer
el pescado crudo es una tradicin en Japn, que, por cierto, cada vez se extiende ms
entre nosotros, y el steak tartare es una deliciosa especialidad consistente en carne
picada cruda que se toma con diversos aditamentos.
A la carne, el uso del fuego no le aporta ningn beneficio en trminos de
metabolismo, aunque mejore su gusto para nosotros, que no estamos tan
acostumbrados a comerla cruda como nuestros antepasados. Al asar la carne se
produce una costra de sabor agradable por la llamada reaccin de Maillard, que
consiste en la combinacin del aminocido lisina con azcares simples; el compuesto
en cuestin no es asimilable, pero se pierde poca lisina en la costra, por lo que no
supone una merma importante. Es sabido, por otro lado, que si se quema en exceso la
carne al fuego aparecen sustancias que son potencialmente cancergenas. No se debe,
por tanto, churruscar demasiado la carne.
Las poblaciones humanas recientes han dependido en gran medida de la patata,
cuyos tubrculos han proporcionado alimento a grandes masas de gente,
constituyendo en ocasiones casi su alimento nico (y al depender tanto de la patata,
las malas cosechas han sido la causa de grandes hambrunas en amplias zonas del
planeta, como, por ejemplo, Irlanda en el siglo XIX). Es curioso, a la vista de la
importancia que ha llegado a tener en la alimentacin de los europeos, que este
tubrculo de origen americano tardase aqu siglos en ser cultivado como alimento

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para las personas. Hasta ese punto hemos sido conservadores en materia de gusto!
(Pero cuando pienso que las divinas cocochas fueron un invento de un genio de los
fogones en una sociedad gastronmica de San Sebastin hace menos de un siglo me
alegro infinitamente de que no siempre tarde tanto en popularizarse un nuevo plato).
Las patatas se fren o se cuecen, y con ello se mejora su gusto, aunque no se
obtiene ms beneficio que se. A cambio se produce una prdida muy importante de
vitamina C, que se queda en el aceite o en el agua. Normalmente no es un problema
grave, porque en una dieta normal y variada el cido ascrbico (la vitamina C) est
tambin presente en las frutas y las ensaladas (el aporte de vitaminas es uno de los
beneficios de estos productos vegetales poco calorficos; el otro es la fibra).
Pero hay tubrculos naturales, no cultivados, que tienen mucha importancia en la
alimentacin de algunos pueblos sin agricultura ni ganadera de frica, y nos vamos
a entretener en ellos porque nos darn pie a tratar, adems del asunto del fuego,
cuestiones tan interesantes como la menopausia y el machismo.

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UNA VERSIN DEMASIADO


MACHISTA DE LA PREHISTORIA
Ahora que tenemos perspectiva histrica podemos ver cmo la prehistoria ha sido
tradicionalmente contada de una manera muy machista. A poco que se reflexione, se
cae en la cuenta de que era una interpretacin bastante impresentable de los datos
disponibles, fruto sin duda de la mentalidad de pocas pasadas.
Ciertamente la ciencia no es una actividad aislada de la sociedad, y sus
planteamientos muchas veces retratan las actitudes generales en cada poca, ms los
prejuicios particulares de los investigadores, con el aadido de que normalmente los
cientficos del pasado eran del gnero masculino (los especializados en prehistoria,
casi todos).
Eso no debe, de todos modos, llevarnos a ver la ciencia como slo una
manifestacin de la sociedad de cada poca. De hecho, y a pesar de la dificultades
inherentes a la condicin humana, la ciencia se propuso, a partir de la llamada
revolucin cientfica del Barroco (en el siglo XVII), eliminar toda emocin y toda
ideologa (religiosa o poltica) de su quehacer, con la pretensin de alcanzar el
conocimiento objetivo. A pesar de ese buen propsito, los cientficos somos seres
humanos y estamos condicionados por nuestro ambiente y nuestra educacin.
Hacemos lo que podemos por no dejarnos influir por lo que nos rodea, pero hay que
reconocer que es ms fcil hacer ciencia objetiva estudiando el tomo, las mariposas
o los volcanes, que abordando la espinosa cuestin de la condicin humana.
La estampa clsica de la prehistoria es la del hombre cazador. Su papel se
considera no slo fundamental, sino el ms importante en la evolucin humana. La
economa familiar, segn este patrn, dependera casi exclusivamente de la destreza
cazadora del varn en su doble papel de padre y esposo. Y ya puestos, la caza mayor,
la actividad masculina por excelencia, sera el motor de la evolucin humana desde la
noche de los tiempos.
Parece ser, entonces, que hemos llegado hasta aqu gracias a nuestros abuelos
(nuestras abuelas, las pobres, slo ponan sus teros). De acuerdo con la idea
tradicional, los varones son ms fuertes que las mujeres porque han ocupado el papel
central en la supervivencia de toda la familia, de donde le vendra adems al varn su
autoridad como esposo y como padre (respaldada, si se llegara al caso, por su mayor
fuerza fsica). Se pensaba hasta hace medio siglo que esta situacin preponderante del
varn en la economa domstica se remontara hasta los primeros homnidos, que por
lo tanto ya seran cazadores.
Pero qu pasara si la historia de la economa humana no fuera sa, y si
debiramos tanto a nuestras abuelas como a nuestros abuelos? Ya hemos visto que
ahora se sabe que los primeros homnidos no eran cazadores precisamente, por lo que
la teora de la economa masculina no se podra llevar tan atrs en el tiempo. Los
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chimpancs machos no se preocupan lo ms mnimo de la alimentacin de las


hembras y de las cras del grupo. As que las hembras tienen que procurarse el
alimento, a s mismas y a sus hijos, por su cuenta y riesgo. Entre los gorilas pasa lo
mismo. Y no se puede considerar que la caza de pequeos mamferos practicada por
los chimpancs machos sea una actividad importante en la economa del grupo.
Entre los australopitecos no cabe pensar que los machos aprovisionasen a las
hembras y a las cras, pese a que ha habido un autor que lo ha mantenido (asociando
la adquisicin de la postura bpeda a la capacidad de transportar alimento vegetal a
largas distancias por parte de los machos). Podemos imaginarnos a las hembras
buscndose ellas solas frutos, hojas tiernas, semillas, nueces, tubrculos, insectos, o
lo que sea. Ya vimos que ni siquiera para cascar nueces muy duras necesitan las
hembras de la fuerza de los machos.
En nuestra especie los varones son un poco ms grandes que las mujeres. La
diferencia entre sexos es mayor en los chimpancs, y mucho mayor en los gorilas,
pues los machos doblan en peso a las hembras (y sus caninos los colmillos se
proyectan mucho ms), pero esa diferencia en potencia fsica tiene que ver con las
agresiones entre machos, y no con la economa.
La diferencia en fortaleza fsica entre los dos sexos era, al parecer, superior en los
australopitecos que en los chimpancs, y no lejana de la de los actuales gorilas. Pero
eso no quiere decir que los machos cazasen para sus familias, sino que se llevaban
muy mal entre ellos, y haba frecuentes disputas; o sea, que se toleraban poco y es
seguro que no se asociaban para cazar grandes presas en grupo. El retrato de los
australopitecos es el de unos inocentes vegetarianos, como los chimpancs, que
comeran tal vez carroa o pequeos mamferos en ocasiones, y cuyos machos
tendran muy malas pulgas.
Son pocas las oportunidades que nos quedan de estudiar, en la actualidad, a los
cazadores y recolectores. La prctica totalidad de la poblacin humana basa su
economa en la produccin del alimento, esto es, en la agricultura y en la ganadera.
Y adems, los pocos pueblos que an cazan y recolectan con alguna frecuencia se
deben considerar ms bien marginales, es decir, han sido desplazados por sus vecinos
agricultores hacia las tierras menos productivas. As que no se puede decir que el
modelo de vida de nuestros antepasados del Paleoltico sobreviva en plenitud en
ninguna parte.
Tampoco se trata, en todo caso, de imaginar que nuestros antepasados de especies
fsiles tuvieran una economa similar a la de ninguna poblacin humana actual,
porque ni sus cerebros eran los mismos, ni tampoco su tecnologa. Pero seguro que
podemos sacar algunas lecciones interesantes (utilizando el mtodo ya descrito del
actualismo) de los cazadores modernos.
Por ejemplo, en el Gran Desierto de Arena del oeste de Australia viven los mardu,
unos aborgenes que reciben provisiones del gobierno, aunque no han abandonado
por ello completamente su economa tradicional. La investigadora Rebecca Bliege
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Bird nos cuenta que entre los mardu los hombres y las mujeres salen a veces a
recolectar frutos y otros productos vegetales, aunque durante la fra estacin invernal,
ambos sexos prefieren cazar. Los varones suelen optar por rastrear en solitario presas
de tamao mediano a grande, como los emes (unos parientes de las avestruces), las
avutardas y los canguros. Las mujeres, en cambio, cazan en grupo pequeos
mamferos y lagartos goanna. Otra diferencia importante es que, mientras los
hombres tienden a perseguir la caza, las mujeres se decantan por excavar para atrapar
a los animales en sus madrigueras.
El fuego, por cierto, es utilizado como una herramienta de caza por las mujeres.
Prendiendo fuego a las altas hierbas espinifex, obligan a salir a los animales pequeos
que se refugian en ellas. El recurso del fuego es, en cambio, poco til en la caza
mayor.
Esta investigadora, Bliege Bird, hizo el clculo de las caloras obtenidas por las
mujeres de los lagartos y pequeos animales y las caloras aportadas por las grandes
presas cazadas por los hombres, a lo largo de treinta das del ltimo invierno austral.
As encontr que la caza mayor haba aportado 213 000 kilocaloras, pero que la caza
menor sumaba una cantidad superior en 10 000 kilocaloras. El invierno anterior, la
caza mayor suministr ms caloras, pero an as las mujeres proporcionaron carne de
una manera ms regular.
La conclusin es que las mujeres resultan ms eficaces aprovisionando de carne
al grupo que los hombres. Al parecer, es para los hombres una cuestin de prestigio y
reconocimiento social abatir grandes presas, lo que les lleva a intentar capturar una
improbable tortuga o un esquivo pez antes que recolectar el mucho ms asequible y
abundante marisco.
Volviendo al tema del fuego, ya hemos visto que si dejamos al margen las
semillas duras y secas de los cereales y de las legumbres, productos todos cultivados,
el fuego no es necesario para alimentarse de una forma sana. La carne, el pescado y la
fruta podan consumirse en la prehistoria sin cocinarse. En cuanto a los tubrculos, la
patata es una planta cultivada, pero algunos pueblos cazadores y recolectores de
frica, como los bosquimanos de lengua !Kung de Botswana, y los hadza de
Tanzania, obtienen un gran nmero de caloras de tubrculos que tienen que ser
tostados al fuego para que desaparezcan ciertos compuestos txicos. Para estos
pueblos, una parte importante de la economa depende de los tubrculos, para acceder
a los cuales no se necesita otra cosa que un palo de cavar. Por eso, todo el mundo
puede explotar este recurso, incluyendo a las mujeres, los nios y los ms ancianos,
siempre que se disponga de fuego para procesarlos antes de comerlos.
Podemos, por lo tanto, imaginar que, desde que el fuego existe, el papel de la
mujer en la economa de los cazadores y recolectores africanos subi muchos enteros.
La cuestin es saber cundo ocurri tal cosa. Algunos autores han credo identificar
trazas de fuego en yacimientos kenianos al aire libre situados cerca del lago Turkana,
que se han datado en un milln y medio de aos. Las pruebas, una vez ms, no son
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concluyentes.
La especie a la que le corresponderan (por antigedad y localizacin) esos
supuestos fuegos es Homo ergaster. Como vimos, sta es una de las primeras formas
de homnidos grandes, quizs la primera de todas. Se ha encontrado un esqueleto muy
completo de un nio de esta especie que muri hace algo ms de un milln y medio
de aos en la orilla occidental del citado lago Turkana. El cro muri a los diez u once
aos, pero ya era muy alto; de adulto pasara de 180 centmetros de estatura.
En el trnsito desde la etapa de los chimpancs bpedos a los homnidos grandes
el macho creci mucho, sin duda, pero la hembra lo hizo an ms. De este modo se
acortaran las diferencias en tamao entre los dos sexos. Podemos imaginar que las
sociedades humanas se hicieron ms cooperativas, con menos conflictos entre los
machos/varones y una menor subordinacin de las hembras/mujeres. Cabe suponer
que el uso del fuego convirti a las hembras/mujeres de la poca, como ocurre en las
poblaciones modernas de cazadores y recolectores, en las suministradoras ms
regulares de caloras al grupo, y por lo tanto en la base de la economa. Es una bonita
hiptesis, pero no est probada.
De momento, la primera poblacin humana en la que sabemos que las diferencias
entre los sexos ya eran las actuales, y por lo tanto estaban muy lejos de las enormes
diferencias de los australopitecos, es la representada en el extraordinario yacimiento
de la Sima de los Huesos, de hace unos 400 000 aos. Respecto a poblaciones
anteriores, nos faltan fsiles humanos en cantidad suficiente para estudiar
estadsticamente (que es como hay que hacerlo) el dimorfismo sexual. Ya hemos
visto que en los yacimientos de la sierra de Atapuerca de esta poca no se han
encontrado an hogares, por lo que la hiptesis del papel del fuego asociado a los
tubrculos en la liberacin de la mujer est an por demostrar.
La dependencia de los hadza respecto de un tubrculo llamado por ellos ekwa es
tan fuerte que ha dado lugar a una curiosa teora llamada la hiptesis de la abuela, que
trata de explicar el extrao fenmeno de la menopausia en la especie humana, que es
en la que ms claramente se manifiesta. Entre los chimpancs, las hembras muy
viejas son menos frtiles que las jvenes, pero slo en la especie humana hay un
largo perodo de la vida femenina que es estril. Lo que ha pasado en realidad es que
la duracin de la existencia se ha prolongado, respecto a la de los australopitecos,
pero no lo ha hecho tambin la vida frtil. Los chimpancs que tienen suerte viven
ms de cuarenta aos, por lo tanto cabe pensar que las especies humanas, al tener un
crecimiento ms lento, fueran ms longevas. Por qu, entonces, no se alarg la vida
frtil para aprovechar hasta el final las posibilidades de reproducirse?
La respuesta, segn algunos autores, es que las hembras (mujeres) dejaron, a
partir de cierto momento de la vida, de ser madres para pasar a ser abuelas. En otras
palabras, en lugar de seguir teniendo hijos a edades a las que ya las fuerzas flaquean,
invirtieron sus ltimos aos de vida en ayudar a sus hijas a cuidar a su prole. As,
mientras an pudieran moverse y usar el palo de cavar, seguiran dando de comer a
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nios que tambin seran sangre de su sangre.


Afortunadamente, en estos tiempos en los que ahora vivimos, de mayor igualdad
social entre los sexos (al menos en el primer mundo), no slo el papel de la mujer
joven, de la madre, se ha visto ms reconocido en la nueva prehistoria, sino que
tambin la aportacin a la comunidad de la mujer mayor, la abuela, se ha
reivindicado. Como tiene que ser.

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PATRONES CORPORALES
Conocemos bien, gracias al yacimiento de la Sima de los Huesos, cmo eran los
humanos de hace entre medio milln de aos y un cuarto de milln de aos. El diseo
del cuerpo, de cuello para abajo, no parece ser distinto en ese perodo en las
poblaciones de los tres continentes del Viejo Mundo, aunque donde ms fsiles del
esqueleto postcraneal se han rescatado, con mucha diferencia, es en Atapuerca.
La estatura de los individuos era, ms o menos, la nuestra, y as resultaba normal
que los varones pasaran de los 170 centmetros. De uno de ellos se ha conservado la
pelvis entera y es tremendamente ancha y robusta; le hemos puesto el sobrenombre
de Elvis, en honor del rey del rockn roll. Ese individuo medira 175 centmetros o
incluso un poco ms. Otras caderas se conservan peor, pero estn todas cortadas por
el mismo patrn. Sin duda se trataba de gente muy fuerte y muy corpulenta, con una
musculatura espectacularmente desarrollada. Asimilando el cuerpo humano a un
cilindro, podramos decir que tenan un cilindro de nuestra altura, pero mucho ms
ancho, con lo que Elvis pesara bastante ms (fcilmente 20 kilos ms de msculo) de
lo que le corresponde a un varn actual de 175 centmetros (cuyo peso ideal no llega
a 70 kilos).
Tamaa potencia fsica nos indica que la caza mayor era una actividad que
requera una gran fuerza. Ms que hbiles cazadores, quiz habra que referirse a
ellos como poderosos cazadores. Sus armas seran exclusivamente su cerebro y sus
largas lanzas. Aunque muy capaces de organizarse, cooperar y planificar sus
actividades, su mente an no tena nuestra capacidad. Comparado con el peso del
cuerpo (es decir, en trminos relativos), su cerebro era claramente ms pequeo que
el nuestro o que el de los neanderthales; o sea, estaban menos encefalizados.
Se han encontrado lanzas de madera prodigiosamente conservadas en el
yacimiento alemn de Schningen, una de ellas de 230 centmetros Una banda de
habitantes de Atapuerca de la poca de la Sima de los Huesos, de herclea
complexin y armados con esas lanzas, parecera, sin duda, temible, pero sus tcticas
de caza no seran demasiado sutiles: primara la lucha cuerpo a cuerpo.
Aparte de la carne, tambin comeran los humanos de la poca todos los
alimentos que ofreciera el campo, que en Europa es especialmente generoso en frutos
a finales del verano y en el otoo. El invierno sera muy duro y muy largo, y
verdaderamente los humanos esperaran con impaciencia el prdigo renacer de la
vida en la primavera.
Estoy diciendo que en esa poca ya saban los humanos que, despus de los
rigores del invierno, llegaran los dulces momentos de la primavera; los animales
viven al da, y no tienen ni idea de cmo ser el mundo maana. A algunas bestias sus
instintos, esto es, sus genes, las programan para dormir o para emigrar en el invierno,
como las programan para el celo cuando toca. Pero yo osadamente afirmo que los
humanos de hace medio milln de aos saban de las estaciones porque haban
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entendido el ritmo de las estaciones. Es una hiptesis atrevida (ya que no hay apenas
base material para inferir qu pensaban los humanos del pasado ms remoto), y no
todos mis colegas estaran de acuerdo, pero sa es mi apuesta (y mi riesgo).
Un misterio de los fsiles de la Sima de los Huesos es lo rpido que se les
gastaban los dientes. La carne no es ms dura que el esmalte y la dentina de las
coronas, y tampoco hay en nuestros ecosistemas productos vegetales a los que
achacar tanta abrasin, salvo que los alimentos los comieran muy sucios de tierra,
mezclados con granos de cuarzo, que es un mineral muy duro. A pesar de este intento
de explicacin, dara cualquier cosa por saber qu les produca un desgaste tan
acelerado de los dientes a nuestros amigos de la Sima de los Huesos.
Los europeos evolucionaron para dar lugar a los neanderthales, mientras que los
africanos se convirtieron en nuestra especie; solemos llamar informalmente
cromaones (palabra derivada del yacimiento francs de Cro-Magnon) a los humanos
como nosotros que se encuentran en yacimientos paleolticos. Hace unos 150 000
aos ya haba neanderthales en Europa, aunque todava eran algo arcaicos, y
cromaones primitivos en frica.
Tanto los neanderthales como los cromaones tenan grandes cerebros, aunque la
forma de sus cabezas era claramente diferente. El crneo cerebral era alargado y bajo
en los neanderthales, y esfrico en los cromaones. Hay adems otra diferencia que
nos remite a una cuestin que tenamos pendiente. La cara de los cromaones, que es
tambin la nuestra, era ms corta, y estaba cobijada debajo del lbulo frontal del
cerebro. El paladar experiment un gran retroceso, que acerc las muelas a la lnea de
la articulacin de la mandbula con el crneo, mejorando la eficacia de la
masticacin. Qu haba pasado entonces con la laringe?
La respuesta es que descendi, y eso tuvo dos consecuencias. Una molesta:
aument el riesgo de atragantarse, porque la faringe, que es el punto de cruce entre la
va de la comida y la del aire, se alarg mucho. La otra consecuencia no es menos
notable: mejoraron enormemente nuestras capacidades para modular el sonido
emitido por la laringe, que est por debajo de la faringe. En otras palabras, somos
ms hbiles hablando que los neanderthales o que cualquier otra especie fsil. Eso
potenci nuestras capacidades de comunicacin, y no debe olvidarse que con el
lenguaje no slo transmitimos informacin objetiva, sino que igualmente
comunicamos nuestras emociones subjetivas.
Tambin el cilindro corporal distingua a neanderthales de cromaones. El de los
neanderthales era ancho, como el de sus antepasados, pero ms bajo, porque se
haban acortado las tibias (y tambin los antebrazos). La estatura media de los
varones estara cerca de 170 centmetros, y el de las mujeres se aproximara a los 160
centmetros.
Los cromaones no se hicieron ms bajos que sus antepasados, pero su cilindro
corporal se estrech (lo que, dicho sea de paso, complic el parto de las mujeres).
A los neanderthales se los ha pintado demasiado tiempo como seres brutales y
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estpidos comparados con sus contemporneos cromaones. Lo que deducimos hoy


de sus yacimientos es que, en el tiempo que compartieron, no haba diferencias entre
neanderthales y cromaones en cuanto a su economa. Por no alargar estos prrafos
con una multitud de casos, describir slo un yacimiento de neanderthales, el de
Kebara, en el Monte Carmelo de Israel, donde se ha encontrado, por cierto, parte de
un esqueleto de esta forma humana tan parecida a la nuestra y, al mismo tiempo, tan
distinta.
En Kebara, los neanderthales cazaron hace entre 60 000 y 48 000 aos muchas
presas, sobre todo gacelas y gamos, pero tambin uros (toros salvajes), ciervos,
jabales, cabras y corzos. Deban de ser muy hbiles cazadores, porque la mayor parte
de los animales abatidos eran adultos jvenes, o sea, los ejemplares que estaban en la
flor de la vida, no las cras o los viejos. Al menos mientras ocupaban la cueva, el
carroeo no era una actividad importante; seguro que no despreciaran un cadver,
pero a la mayora de los herbvoros del yacimiento los mataron ellos.
Las ocupaciones de Kebara son de carcter estacional: unas veces los
neanderthales visitaron la cueva en la estacin clida, y otras veces en la fra. Eso
parece indicar que hacan un uso selectivo del territorio y planificaban sus
actividades.
Adems, los neanderthales encendieron muchos hogares en la parte central de la
cueva. Se han encontrado numerosos huesos quemados, lo que se interpreta como que
tostaban las partes ms suculentas de sus presas al fuego, especialmente de las patas.
Estos neanderthales preferan, pues, no comer la carne cruda. A un gran gelogo de
yacimientos, Manuel Hoyos, le he odo muchas veces decir que las cuevas
prehistricas deban de oler a rayos, con tantos desperdicios de comida tirados por el
suelo. Pese a todo, los neanderthales de Kebara eran bastante limpios, porque de
cuando en cuando despejaban el suelo de la cueva y empujaban los huesos contra una
pared (el muro norte), alejndolos de los hogares donde se sentaban a asar la carne.
Los neanderthales de Kebara eran muy aficionados a las tortugas de tierra y
coman muchas, tantas que se aprecia un descenso en el tamao de los ejemplares con
el paso del tiempo debido a la presin de recoleccin a la que estaban sometidas.
Estas tortugas eran de la especie de la tortuga mora (Testudo graeca), que existe
tambin en Espaa, aunque fue introducida por el hombre. Nuestra tortuga autctona
es la mediterrnea (Testudo hermanni), que vive en un rea muy restringida de
Catalua y en Baleares (donde probablemente ha sido tambin introducida). Sin
embargo, se extenda mucho ms antao, y los neanderthales espaoles se las coman
en Cova Negra (Valencia), en la Carihuela (Granada) y en Tamajn (Guadalajara).
En la cueva israel de Kebara, al otro extremo del Mediterrneo, las tortugas eran
puestas al fuego (para asarlas) al revs, es decir, con el peto arriba y el espaldar abajo,
que es la parte que resultaba chamuscada por fuera segn se ve en los fsiles. Lo ms
interesante es que se encuentran placas de tortuga junto a los hogares, de donde los
investigadores deducen que los caparazones no fueron amontonados contra el muro;
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aparentemente los neanderthales no los desechaban despus de comerse la carne del


quelonio, sino que utilizaban los caparazones como recipientes para algo!
La desaparicin de los neanderthales es un gran misterio de la prehistoria, pero
ste no es el lugar para tratarlo. Despus de convivir con ellos durante un tiempo, los
sustituyeron los cromaones, nuestros antepasados. Los primeros cromaones
llegaron a Europa hace por lo menos 35 000 aos, y probablemente hace incluso
40 000 aos. Los ltimos neanderthales dejaron este mundo hace cerca de 30 000
aos, tal vez algo menos en algunos lugares de Europa, como el Mediterrneo
ibrico.
Aunque los neanderthales dejaron de ser una competencia para los cromaones, la
vida no fue fcil a partir de entonces para stos, porque el clima se fue deteriorando
poco a poco hasta que hace 22 000-20 000 aos se alcanz el momento ms fro en la
historia de los cromaones en Europa. Luego la temperatura fue ascendiendo, con
altibajos, hasta que hace unos 10 000 aos se fundieron los hielos y termin la ltima
glaciacin, empezando el actual perodo clido entre glaciaciones.
Al principio los cromaones eran muy altos, pero luego sus promedios de estatura
descendieron. Podemos dividir la muestra disponible de esqueletos cromaones
europeos en dos grandes grupos cronolgicos: los fsiles de ms de 20 000 aos, y
los de edades comprendidas entre 20 000 y 10 000 aos. En el perodo ms antiguo,
la estatura masculina tena una media de 176 centmetros, y no eran raros los varones
que pasaban de 180 centmetros de altura; el promedio femenino estaba en unos 163
centmetros En el segundo perodo, los promedios respectivos eran de 166 y 154
centmetros, lo que representa un descenso promedio en torno a los 10 centmetros.
No haba diferencias importantes entre los cromaones del centro y del sur de
Europa, por lo que la reduccin de la estatura fue general.
Una explicacin de este cambio es que disminuyeron los recursos del medio en el
perodo ms reciente, o aument la poblacin humana, lo que increment la
competencia por el alimento, y eso favoreci el ahorro energtico. Un individuo
pequeo consume menos caloras (y necesita menos cantidad de materiales de
construccin) que un coloso, por lo que se vera favorecido por la naturaleza, que no
busca la espectacularidad, como se suele creer, sino el diseo ms rentable.
Otra explicacin, que es complementaria, atribuye la reduccin en la estatura al
aumento de la consanguinidad, resultado a su vez de la expansin demogrfica y la
menor movilidad de las personas a la hora de buscar pareja, con el consiguiente
descenso en los flujos de genes. En apoyo de esta idea se puede aducir que el
fenmeno de la regionalizacin, o divisin de los grandes complejos tecnolgicos en
variantes locales, es de esta segunda poca, en la que parece que tanto las tcnicas de
talla como las personas viajaban menos. Al principio no haba diferencias
importantes en la forma en que los cromaones confeccionaban los instrumentos en
las diferentes regiones de Europa, y luego la poblacin parece estar dividida en
compartimentos casi estancos, con poca influencia mutua.
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Pero curiosamente, la fortaleza del hmero aument del primer perodo al


siguiente, y tambin lo hizo la asimetra (es decir, la diferencia entre el hmero
derecho y el izquierdo). La explicacin que encuentran los autores que han estudiado
estos cambios es que, con el tiempo, aumentaron las actividades que se realizan con
los brazos. Estos trabajos incluyen la confeccin de instrumentos cada vez ms
elaborados, con toda clase de materiales, y la caza de presas abundantes, pero
pequeas y difciles de atrapar.
En efecto, aunque los neanderthales recolectaban ya animales como las tortugas,
los cromaones fueron ampliando cada vez ms su espectro alimenticio, que poco a
poco se fue extendiendo a mamferos pequeos, aves, reptiles e invertebrados y, en el
litoral, al marisco. En el Mediterrneo espaol, por ejemplo, los conejos cada vez
estn ms presentes en los yacimientos. Hay que capturar muchos conejos para
igualar el nmero de caloras de un ciervo, un toro o un caballo, pero, aunque
trabajoso, el conejo es un recurso mucho ms constante y ms abundante,
prcticamente omnipresente.
Es importante sealar que la ampliacin del espectro alimenticio supuso toda una
revolucin econmica y la entrada en una etapa en la que se exiga una mayor
cantidad de trabajo por calora (un menor rendimiento energtico), ya que los
recursos explotados eran ms abundantes, s, pero menos rentables en trminos del
cociente energa invertida/energa obtenida. Es una maldicin de la economa, que se
extiende tambin a las cuentas de la naturaleza, que entre las cosas necesarias lo
abundante es de menos calidad que lo escaso. Al desplazarse la atencin hacia
recursos antes generalmente despreciados, aument la cantidad de alimento
disponible, y por lo tanto creci la poblacin humana que poda sostener un territorio,
aunque, eso s, a costa de dedicar ms tiempo a conseguir alimento y menos a otras
actividades, como las sociales. Es decir, menos ocio y ms negocio.
En relacin con esto, se ha podido comprobar que la difisis del fmur se hizo
ms circular (o menos elptica) con el paso del tiempo, lo que indica que los
desplazamientos que se realizaban habitualmente eran ms cortos, quiz porque la
economa se basaba ms, cada vez, en los pequeos animales que viven pegados al
terreno y menos en la caza mayor, mucho ms mvil.
La asimetra entre los dos brazos fue en aumento desde los primeros a los ltimos
cromaones; esa tendencia se achaca al uso del propulsor (manejado con el brazo
derecho en los diestros y con el izquierdo en los zurdos). Este instrumento es una
barra hecha de madera, hueso o cuerno que funciona como un resorte, impulsando
una azagaya a ms velocidad, ms lejos y con una mayor capacidad de penetracin en
la presa. Tiene un gancho en un extremo para sujetar el astil de la jabalina y por el
otro extremo se agarra con la mano. El propulsor aumentara enormemente la
potencia del brazo a la hora de lanzar un dardo y facilitara mucho la caza a larga
distancia de presas difciles como la cabra, el rebeco o el jabal. Los neanderthales
nunca dispusieron de este instrumento y, como sus antepasados, slo contaban con la
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fuerza de sus msculos para alcanzar y atravesar a su presa con un dardo.


Se gan mucho en eficacia con el propulsor y otros artefactos para la caza y
pesca, como el arpn, la red, el anzuelo, etctera, que caracterizan la segunda etapa
de los cromaones europeos, la que sigue al mximo glaciar de hace 22 000-20 000
aos. El arco y la flecha, que constituyen una poderossima tecnologa cinegtica,
tambin se debieron de originar entonces. Es muy probable que hacia el final de la
glaciacin, todava en el Paleoltico, se produjera una extraa asociacin entre dos
especies de cazadores sociales (que an dura): el hombre y el lobo (que termin por
convertirse en perro).
Despus del Paleoltico viene un perodo que se llama Epipaleoltico porque es en
lo econmico una prolongacin del Paleoltico; tambin se conoce como Mesoltico,
porque prepara el camino para la siguiente revolucin econmica, la del Neoltico.
En el Epipaleoltico se produce la expansin humana por toda Europa, ya
despejada de los mantos de hielo de la anterior glaciacin, y una verdadera explosin
demogrfica. La economa extractiva alcanza su mximo, y todos los recursos
alimenticios que produce la naturaleza son aprovechados. En algunas zonas del
Cantbrico y del Atlntico ibricos, por ejemplo, se registra una explotacin intensiva
de los recursos marinos, que genera yacimientos con montaas de conchas, los
llamados concheros.
Y entonces, en el quinto milenio antes de Cristo, lleg a las tierras del
Mediterrneo peninsular una nueva forma de economa basada en la produccin del
alimento, con una vida ms sedentaria an que la de los ltimos cazadores y
recolectores. Se trataba de la agricultura y de la ganadera, y produjo situaciones
como las narradas en el cuento con el que da comienzo la segunda parte de este libro.

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EN EL SUPERMERCADO
En esencia, la economa de produccin del alimento se traduce en una explotacin
an ms intensiva de la Tierra, de manera que se consigue una mayor cantidad de
caloras en un mismo territorio, aunque con un menor rendimiento energtico (o sea,
que la calora sale ms cara en trminos de trabajo invertido). Eso hizo que aumentara
la poblacin humana, pero a costa de trabajar an ms que en la economa
epipaleoltica para obtener el mismo nmero de caloras por persona. Pero los
agricultores y ganaderos, ms sedentarios que los cazadores y recolectores, podan
cuidar mejor a sus hijos y tenerlos ms seguidos.
La domesticacin de animales y el cultivo de plantas se produjo de forma
independiente en un gran nmero de lugares del Viejo y del Nuevo Mundo, lo que
indica que, en cierto modo, era inevitable que la economa epipaleoltica
desembocara (al menos en determinadas situaciones) en la economa de produccin
de alimentos. Aqu s que parece haber una cierta determinacin o necesidad
histrica.
Un centro muy importante de neolitizacin fue el llamado Creciente Frtil, una
regin con forma de arco (o de boomerang), con una rama que se extiende por
Mesopotamia y otra por Palestina hasta el Nilo. Al Creciente Frtil de la arqueologa
clsica le ha salido otra rama, que es la regin de Anatolia, donde ahora sabemos que
hace alrededor de 9000 aos existan concentraciones de casas con miles de
habitantes viviendo permanentemente en el mismo lugar.
Un magnfico ejemplo de lo que represent la neolitizacin para la agregacin de
seres humanos es el enorme yacimiento turco de atal Hyk, en el que las paredes
interiores de las viviendas estaban bellamente decoradas con escayolas pintadas y
cuernos de toros. Otro gran yacimiento es el excavado en la bblica Jeric.
El Neoltico se asociaba antes a la aparicin de la cermica y de la tecnologa de
la piedra pulimentada y otros tipos de instrumentos relacionados con las tareas
agrcolas. Pero hoy se le da un carcter ms econmico al Neoltico, de modo que
abarca tambin los primeros momentos de la agricultura y de la ganadera (hace
10 500 aos), aunque precedan a la cermica en unos dos mil aos.
En la zona del Levante mediterrneo existan ya hacia el final de la glaciacin
unas poblaciones de cazadores y recolectores, llamadas natufienses (hace entre
12 000 y 10 500 aos), que se haban hecho semisedentarias, vivan habitualmente en
casas con estructuras de piedra, y recolectaban las plantas silvestres del trigo y de la
cebada. Podemos imaginar que en cierto momento algn grupo de estos cazadoresrecolectores semisedentarios opt por sembrar cereales para asegurar una buena
cosecha de grano, ayudando a la naturaleza. Con el tiempo, aprendieron adems a
cultivar slo las mejores variedades, comenzando la seleccin y mejora de los
cereales.
Algo parecido debi de suceder con los animales que cazaban, como la cabra y el
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antepasado de la oveja (el mufln), que empezaron a ser criados en cautividad, y ms


tarde seleccionados para producir razas cada vez ms tiles. Luego el hombre
domestic en el oeste de Asia el toro y el cerdo.
Se hacen hoy en da muchos estudios con las especies de animales domsticos
para conocer su centro de origen. Se considera que la procedencia de una especie
domstica se sita donde la variedad gentica es mayor. Exactamente el mismo
razonamiento se utiliz cuando los genetistas llegaron a la conclusin de que la
especie humana actual, Homo sapiens, se origin en frica (de lo que se deduce que,
menos los africanos, todos somos emigrantes en nuestros lugares de residencia).
En efecto, el paisaje gentico africano es muy accidentado, con grandes picos que
corresponden a poblaciones muy diferentes, separados por profundos valles. En
cambio, el paisaje gentico europeo es muy plano, con pocos cambios de una regin a
otra, lo que quiere decir que nuestro continente fue poblado mucho tiempo despus,
decenas de miles de aos, de que Homo sapiens surgiera y se diversificara en su cuna
de frica.
Quiero aclarar, de todos modos, que en conjunto la especie humana es muy
homognea comparada con la mayor parte de las otras especies de mamferos, lo que
significa que su origen africano no puede ser muy antiguo (alrededor de los 150 000
aos), ya que, si lo fuera, la diversificacin habra alcanzado un grado muchsimo
ms alto. En esta cronologa reciente, y en la procedencia africana de nuestra especie,
coinciden adems los datos paleontolgicos.
En el caso de la vaca domstica, los estudios genticos indican que las razas
europeas y africanas derivan del uro (Bos taurus), mientras que las de la India
proceden de otra especie de toro salvaje (Bos indicus). Los estudios de diversidad
indican que nuestras vacas domsticas vienen de uros del Prximo Oriente, que es
donde la diversidad gentica es mxima, mientras que el centro de origen de las razas
africanas podra ser independiente y situarse en Egipto, donde hay unas dataciones de
presuntas vacas domsticas de hace ms de 9000 aos.
Adems del gran centro de neolitizacin del Creciente Frtil y Anatolia, surgieron
otros en frica ecuatorial, con plantas cultivadas como el sorgo y el mijo.
Curiosamente, la nica especie animal domesticada en una tierra tan abundante en
caza mayor parece ser un ave, la pintada. Al norte del Sahara podran haberse
domesticado, adems del toro, el asno y el gato.
El arroz procede de China y del Sudeste Asitico. Hay dataciones en Japn que
indican que el Neoltico es all tan antiguo como en el Prximo Oriente. En Amrica
es algo ms moderno, pero ha proporcionado un sinnmero de especies tiles a las
poblaciones humanas, como la patata, las judas, el maz, la calabaza, la llama, la
alpaca, la cobaya y el pavo.
Un animal con el que estamos muy familiarizados, el caballo, fue domesticado en
las estepas que van desde Ucrania hasta el Asia Central. Los caballos salvajes
americanos de las pelculas de vaqueros son en verdad caballos cimarrones
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(asilvestrados), o sea, proceden de ejemplares domsticos que llevamos all los


espaoles. Los caballos autctonos se haban extinguido antes, probablemente
exterminados por los indios.
No debe olvidarse que, aunque el nmero de especies cultivadas y domesticadas
por el hombre sea largusima, las disponibles por los aldeanos en cada regin
concreta del mundo formaban una lista muy corta. En esencia, la alimentacin
humana se ha basado desde el Neoltico en unos pocos cereales, sobre todo el trigo, el
arroz y el maz, a los que se podra aadir la patata en los ltimos dos siglos. No hace
falta irse muy lejos para constatar esta dependencia de las poblaciones rurales de unos
pocos recursos vegetales, y sin apenas carne. En el campo espaol, y pese a la
imaginacin gastronmica de nuestros abuelos, la materia prima ha sido, hasta hace
muy poco, de una gran monotona (cuando no escasez).
Pero en los pases del primer mundo, como Espaa, asistimos en los ltimos
tiempos a una situacin completamente nueva desde el punto de vista alimentario.
Vivimos en grandes ciudades y podemos ir al supermercado y obtener cualquier clase
de comida.
Nuestra alimentacin es ahora muy variada y abundante, y aunque nuestra vida
cotidiana no puede ser ms sedentaria, los genes se mueven mucho. Quiero decir con
esto que nuestros padres no son parientes ms o menos prximos entre s, como sola
ser la norma en los pequeos pueblos donde viva una gran parte de la poblacin
espaola antes de la guerra civil. El resultado de estos cambios en las generaciones
ms recientes es que han recuperado la estatura de los primeros cromaones que
llegaron a Europa.
Pero la caza, pesca y recoleccin que hacemos en los anaqueles de los
supermercados no se parece en nada a la verdadera caza, pesca y recoleccin de los
pueblos primitivos. La diferencia no est en la cantidad, variedad y calidad de los
alimentos que nos ofrecen los nuevos ecosistemas de las grandes superficies, sino en
que los animales ya estn muertos, y los frutos recogidos. Aparte de ser un trabajo
ms aburrido (terriblemente, al menos para m), no se hace ningn ejercicio. No
gastamos las mismas caloras recogiendo un kilo de setas en el bosque que
comprando unas bandejas. Y no hablemos de la distancia que existe entre la trucha
arco iris que va directa de la piscifactora a la bolsa de la compra, y la escurridiza
pintona que vive en el ro. Tampoco se corre ningn peligro capturando un filete de
vaca. Por no trabajar, ni siquiera pelamos los pollos.
Y esta enorme oferta alimenticia (que no requiere ningn esfuerzo) produce un
problema importante, cada vez ms, en nuestras sociedades urbanas: la obesidad.
La obesidad es obviamente sobrepeso, pero cundo se pasa del peso excesivo a
la obesidad? Normalmente se utiliza un ndice de masa corporal (IMC) en el que el
peso en kilogramos de un sujeto se divide por el cuadrado de la altura en metros.
Cuando el cociente es superior a la cifra de 25 kg/m2 se habla de sobrepeso, pero
cuando el IMC supera los 30 kg/m2 nos encontramos ya dentro de los lmites de la
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obesidad, que se hace mrbida a partir de un IMC de 40 kg/m2. As, una persona de
1,70 metros tiene exceso de peso a partir de los 71 kilos, es obesa con 87 kilos, y
gravemente obesa si pesa ms de 115 kilos.
La obesidad no es un mero problema esttico, porque puede afectar gravemente a
la salud, causando o agudizando enfermedades. Por ejemplo, se asocia a la diabetes
mellitus tipo 2, a trastornos coronarios, problemas respiratorios (como la apnea del
sueo), alteraciones osteoarticulares, ciertas formas de cncer, etctera.
La epidemia de obesidad, pues as se la puede denominar como veremos
enseguida, tiene en parte causas genticas, pero se combinan desde luego con la
disponibilidad de alimentos hipercalricos y la reduccin de la actividad fsica que
caracteriza las sociedades modernas.
En el conjunto de Europa, segn un estudio realizado entre 1983 y 1986 (el ms
completo hasta la fecha), el 15% de los varones y el 22% de las mujeres eran obesas,
y ms de la mitad de la poblacin en las edades comprendidas entre 35 y 65 aos
tena sobrepeso o era obesa.
En Espaa no hay ningn trabajo exhaustivo todava, pero se estima la
prevalencia de la obesidad en el 13,3% de los varones y el 15,7% de las mujeres.
Como en el resto de Europa, si se suman la obesidad y el sobrepeso (es decir, IMC >
25), entra dentro de la categora algo ms de la mitad de la poblacin espaola.
Y lo que es ms alarmante, en Inglaterra y Gales la obesidad de los adultos ha
pasado del 6% en varones y el 8% en mujeres en el ao 1980, al 17% y 20%
respectivamente en 1997. Este crecimiento de las cifras de la obesidad en tan pocos
aos demuestra que el problema no es exclusivamente gentico, porque no han sido
los genes los que han cambiado en la poblacin, sino los hbitos de las personas.
Por poner otro ejemplo de la enorme influencia del ambiente cultural en el peso
de las personas, los indios pima que viven en Estados Unidos pesan un promedio de
25 kilos ms que los que viven en Mxico, no habiendo diferencias genticas
importantes entre unos y otros.
Tambin la obesidad aumenta a gran ritmo en Estados Unidos, donde el 20% de
los varones y el 25% de las mujeres son obesas. Y de seguir la tendencia actual, las
previsiones para dentro de 25 aos en este pas se aproximan al 50% de incidencia de
la obesidad en la poblacin. El fenmeno se extiende por todo el mundo y en algunos
lugares alcanza proporciones muy alarmantes: en la isla polinesia de Samoa ms del
60% de los varones y el 75% de las mujeres son obesos en el medio urbano.
La moraleja es que la evolucin nos ha adaptado al medio a lo largo de muchas
generaciones. Luego los humanos, en poco tiempo (siempre en trminos evolutivos,
que son los del tiempo geolgico), hemos alterado nuestro medio y nos hemos
perjudicado a nosotros mismos. Como no podemos modificar nuestros genes, ser
mejor que cambiemos nuestros hbitos si queremos llevar una vida saludable.
Pero no todo ha sido negativo con la llegada del Neoltico. Gracias a la invencin
de la cermica fue posible la coccin de los alimentos en recipientes, y junto con los
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otros instrumentos que fueron apareciendo, como el mortero, el molino y la cuchara,


se desarroll la gastronoma. Los refinamientos de la cocina son un placer que no
disfrutaban los humanos del Paleoltico, y forman parte de la cultura y de la
personalidad de los pueblos. Pinselo cada vez que se solace en la mesa con un
simple plato de judas: hace falta cultivarlas, cocerlas en una cazuela, ponerles sal y
echarles productos derivados del cerdo (el jabal domstico) para que estn buenas
cuando nos las llevamos a la boca con la cuchara. Toda una sntesis de la revolucin
neoltica, pero cuidado con el colesterol!

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EL PACTO
Durante mucho tiempo los arquelogos explicaban todos los cambios que vean en
los yacimientos en trminos de migraciones. A cada cultura le corresponda un pueblo
diferente (o, mejor, al revs), y all donde aparecan los testimonios materiales de una
cultura se entenda que haba llegado el pueblo que la produca. Las diferentes
tipologas que los arquelogos creaban para distinguir unos conjuntos materiales de
otros, se corresponderan, segn esta manera de interpretar la historia, con diferentes
tipologas humanas: este o aquel tipo de cermica lo produciran seres humanos con
este o aquel tipo de crneo.
Luego se favoreci en la arqueologa el modelo exactamente contrario, llamado
difusionista. Tales migraciones de pueblos que viajaban con sus culturas no habran
existido en realidad. La gente de una regin sera siempre la misma, o experimentara
pocos cambios en la historia. En lugar de viajar las personas (o los genes, como se
dice ahora), viajaran las ideas, o en todo caso los utensilios. El Neoltico sera as
nicamente una idea, que habra sido adoptada cada vez por ms gente, hasta llegar a
todas partes. Los cazadores y recolectores fueron simplemente seducidos por la idea
de producir el alimento, primero en parte, luego exclusivamente.
Cuando el modelo difusionista se convirti en poco menos que un dogma,
llegaron los estudios genticos del italiano Luca Cavalli-Sforza y otros colegas.
Estudiando el mapa gentico de Europa y el Prximo Oriente, Cavalli-Sforza
observ que haba un gradiente gentico entre el Prximo Oriente y los puntos ms
alejados de Europa, como la Pennsula Ibrica (es decir, un cambio gradual de las
frecuencias de genes de este a oeste). A partir de ah dedujo que se haba producido
un flujo de genes desde el Prximo Oriente en todas las direcciones, o dicho de otro
modo, los pueblos neolticos se haban expandido como resultado de la explosin
demogrfica que la revolucin econmica haba producido en el centro de origen de
la agricultura y de la ganadera.
Este modelo, que Cavalli-Sforza denomin dmico (nombre derivado de demos o
pueblo en griego) pareca acomodarse bien a los resultados de la arqueologa. No
debe pensarse, no obstante, en grandes migraciones de pueblos, sino en una muy
lenta expansin de las poblaciones que iban adoptando, una detrs de otra, la nueva
economa, que inevitablemente produca un aumento demogrfico. Segn los datos
arqueolgicos, la llegada del Neoltico a los rincones ms alejados de Europa tard
unos cuatro mil aos, lo que, grosso modo, representa una expansin de tan slo un
kilmetro al ao.
La expansin neoltica habra sido lenta, pero muy constante. Y, por cierto, una de
las conclusiones del estudio de Cavalli-Sforza y sus colaboradores fue que el rea de
lengua vasca se caracterizaba por haber sido una de las menos afectadas por la
neolitizacin. Eso no quiere decir, en absoluto, que haya una gran diferencia gentica
entre los vascos y los dems, ya que toda Europa es genticamente muy homognea,
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sino que en el Pirineo occidental la poblacin permaneci ms aislada que en otro


sitios (como prueba la conservacin de la lengua), crendose as una pequea arruga
en un paisaje gentico por lo dems muy plano. En el accidentado paisaje gentico
africano tal arruga pasara desapercibida entre grandes montaas.
Y dos cosas ms a propsito de los vascos: cuando hablan de diferencias
genticas se refieren los expertos a determinadas frecuencias de genes; o sea, que los
mismos genes se encuentran en mayor o menor abundancia en otras poblaciones
europeas; de ninguna manera se alude a algo parecido a genes vascos (ojo!); y,
segundo, como caba esperar, los ms cercanos genticamente a los vascos son sus
vecinos. Espero haber conseguido explicar con naturalidad esta espinosa cuestin que
suscita discusiones tan acaloradas en la sociedad, cuando no es ms que un tema de
investigacin de inters exclusivamente para cientficos, que en nada debera afectar
a la convivencia. Tengamos los genes que tengamos, todos los seres humanos somos
iguales.
Lo que Cavalli-Sforza no poda saber estudiando frecuencias de genes es de qu
magnitud haba sido el flujo gnico desde el Prximo Oriente hacia Europa. Pero en
los ltimos aos ha sido posible cuantificar ese caudal de genes utilizando el ADN
mitocondrial. Este ADN no se encuentra en el ncleo de las clulas, sino en unos
orgnulos del citoplasma (es decir, fuera del ncleo) que se llaman mitocondrias.
Cuando se produce la fecundacin del vulo, el espermatozoide aporta al nuevo ser
humano la mitad de los cromosomas. La otra mitad los pone el vulo. Pero slo la
madre proporciona el ADN mitocondrial, ya que el espermatozoide no contribuye
con mitocondrias. En relacin con el tema que nos ocupa, lo nico importante es
saber que se pueden estudiar los linajes de mitocondrias para rastrear la historia de
los pobladores actuales de Europa.
El resultado de la investigacin sobre el ADN mitocondrial es que la contribucin
de las mujeres neolticas del Prximo Oriente a la poblacin europea actual no es
demasiado alta, ya que no supera la cuarta parte del total. O, dicho de otro modo, las
tres cuartas partes de los linajes mitocondriales son europeos y estaban ya presentes
aqu en el Paleoltico.
La humanidad moderna lleg a Europa hace unos 40 000 aos, como vimos, y
reemplaz por completo a los neanderthales. Pero los cromaones que vivieron desde
entonces en Europa no fueron a su vez reemplazados por los agricultores y pastores
neolticos. Aunque s que hubo un cierto desplazamiento de personas asociado a la
expansin del Neoltico, la mayor parte de los genes de los habitantes de los poblados
neolticos europeos eran los de los viejos habitantes paleolticos del continente, que
simplemente haban cambiado de economa. Otra cosa importante que registra el
ADN mitocondrial es la reduccin de la poblacin europea que se produjo en el
momento de la expansin mxima de los hielos hace 22 000-20 000 aos, y la
posterior recolonizacin del continente desde los refugios habitados del sur de
Europa, y desde el exterior.
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As que los santuarios de los cazadores y recolectores que los protagonistas del
cuento juraron respetar son en realidad los de nuestros antepasados. Nosotros
simplemente los hemos heredado y estamos obligados a transmitirlos a las
generaciones venideras. No hemos reemplazado aqu a nadie y no nos hemos
apoderado de su tierra, ni de sus animales, ni de sus plantas, ni de las sepulturas de
sus muertos. Los que pintaron en la cueva de Altamira y en los abrigos del
Mediterrneo eran nuestros abuelos.
Nosotros somos los aborgenes.

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JUAN LUIS ARSUAGA (Madrid, Espaa, 1954). Paleoantroplogo y doctor en


Ciencias Biolgicas por la Universidad Complutense de Madrid. Autor de los
ensayos La especie elegida, El collar del Neandertal y El enigma de la esfinge con
los que obtuvo un gran xito y que escribi despus de llevar casi una dcada codirigiendo las excavaciones en la sierra de Atapuerca (Burgos). Sus xitos en los
hallazgos prehistricos le valieron, junto a los otros dos cientficos que estn al frente
de los yacimientos, el Premio Prncipe de Asturias de Investigacin Cientfica y
Tcnica otorgado en 1997. De la misma forma, ha visto como sus trabajos en las
sierras burgalesas se han visto recompensados al ser declarados por la UNESCO
Patrimonio de la Humanidad los yacimientos y su entorno.
En los ltimos aos Juan Luis Arsuaga ha participado en numerosos congresos
internacionales, concedido innumerables entrevistas para dar a conocer los xitos
obtenidos en las tierras de Atapuerca y se ha convertido en un gran embajador del
grupo de investigadores espaoles que siguen trabajando en las excavaciones. Sin
abandonar su trabajo como paleoantroplogo, Juan Luis Arsuaga ha sido capaz de
compaginar sus largas horas de exposicin al sol en cualquiera de los puntos calientes
de Atapuerca con la elaboracin de su primera novela, fruto de sus aos de
experiencia y trabajo.

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