Agusti Jordi - Antes de Lucy
Agusti Jordi - Antes de Lucy
Agusti Jordi - Antes de Lucy
Antes de Lucy
El agujero negro de la evolución humana
ePub r1.0
Titivillus 13.12.2020
Título original: ANTES DE LUCY: El agujero negro de la evolución humana
AA. VV., 2000
Editor: Jordi Agustí
Fotografías de los autores: Luis Prada y Museo de la Ciencia de la Fundación “la Caixa”.
Diseño de cubierta: BM
Cubierta: Australopitecus afarensis, mejor conocido como Lucy.
CUBIERTA
ANTES DE LUCY
— DEBATE GENERAL
— NOTAS
Este libro surge de las jornadas que, bajo el título de «La evolución de los
homínidos», se celebraron el 29 y 30 de octubre de 1996 en el Museo de la
Ciencia de Barcelona, con el patrocinio del Instituto de Paleontología M.
Crusafont de la Diputación de Barcelona y del propio Museo de la Ciencia
de la Fundación “la Caixa”.
Antes de Lucy nace del encuentro que, con el patrocinio del Museu de la
Ciencia de la Fundació ”la Caixa” y del Instituto de Paleontología M.
Crusafont de la Diputación de Barcelona, reunió en esta ciudad, en octubre
de 1996, a un grupo de especialistas en el tema: David Pilbeam (director
del Peabody Museum y profesor en la cátedra Henry Ford II de la
Universidad de Harvard), Peter Andrews (investigador del Departamento
de Paleoantropología en el Natural History Museum de Londres), Robert
Martin (director del Museo y del Instituto Antropológico de la Universidad
de Zurich), Jordi Sabater Pi (profesor de la Universidad de Barcelona), así
como Salvador Moyà, Meike Köhler y Jordi Agustí, coordinador del
encuentro (los tres del Instituto de Paleontología M. Crusafont).
Títulos originales:
—David Pilbeam, Hominid evolution and the fossil record: the case of
Sivapithecus;
Jordi Agustí
LA EVOLUCIÓN DE LOS HOMINOIDEOS Y EL
REGISTRO FÓSIL: EL CASO DE SIVAPITHECUS
David Pilbeam
Sobre el autor
Reconstrucción de ancestros
Proconsul
Oreopithecus
Sivapithecus
Relaciones evolutivas
Conclusión
Las consideraciones finales más importantes que yo haría son que, con
la excepción de unos pocos géneros, sabemos muy poco de los
antropomorfos miocénicos, y por encima de todo necesitamos más y
mejores fósiles. También hace falta una exhaustiva y profunda revisión de
los caracteres en que nos basamos para el análisis filogenético y funcional.
Los diversos expertos pueden describir las mismas formas fósiles complejas
basándose en caracteres diferentes, lo que a menudo conduce a árboles
evolutivos distintos. Es urgente, por lo tanto, objetivar al máximo la
selección de caracteres fenotípicos relevantes. Lo que está claro es que, sea
cual sea el modelo evolutivo más correcto, todos los antropomorfos
miocénicos conocidos son en muchos aspectos formas únicas y diferentes
de todos los hominoideos vivos, y merecen un estudio a fondo por derecho
propio, con independencia de su parentesco con las especies actuales,
porque se trata de animales con un enorme interés intrínseco.
Referencias
—Ruvolo, M., «Seeing the forest and the trees: replies to Marks; Rogers
and Commuzie; Green and Dijan», Amer. J. Phys. Anth., 98 (1995), págs.
218-232.
—Ruvolo, M., et al., «Gene trees and hominoid phylogeny», Proc. Nat.
Acad. Sci., 91 (1994), págs. 8900-8904.
Coloquio
Biotopos básicos
En el estrato superior del bosque denso primario, formado por las copas
de los árboles más altos, viven los monos Colobus, siempre de alimentación
folívora. En el estrato intermedio predominan los cercopitécidos, de vistoso
colorido, que se alimentan de frutos e insectos; y en el suelo, durante los
periodos de abundante fructificación, encontramos mandriles. Estos tres
estratos principales condicionan, por sus características morfológicas y
tróficas, la estructura social de todos estos animales.
Los colobos, habitantes del estrato superior, soleado y de amplia
visibilidad, pueden representar una presa fácil para los depredadores. En
consecuencia, presentan una estructura social piramidal rígida, muy
operativa en contextos defensivos. La sociabilidad de los colobos está
condicionada por la abundancia de hojas y brotes tiernos; durante la
temporada seca, cuando aumentan los niveles de tanino en las hojas y
escasean los brotes tiernos, estos primates se dispersan con objeto de
encontrar hojas comestibles en cantidad suficiente.
Los cercopitécidos, moradores del estrato intermedio, de escasa
luminosidad y visibilidad, se agrupan en sociedades más abiertas, formando
muchas veces asociaciones poliespecíficas amplias, lo que facilita la
localización del alimento. Estos monos de vistoso pelaje, que incrementa su
visibilidad en los estratos intermedios del bosque, han desarrollado una
mímica estereotipada para la identificación intraespecífica consistente en
movimientos reiterados de la cabeza, que siempre ostenta manchas
conspicuas.
Figura 1: Perfil vegetal del bosque denso primario (A) y del bosque defectivo (o
secundario).
El bosque defectivo
Figura 2: Perfil vegetal del bosque terciario heliófilo (C), de las formaciones de
Aframomum (D) y fincas indígenas (E).
Fincas indígenas
Figura 3: Perfil vegetal de las formaciones hidrofílicas de agua dulce (F) y del
manglar (G).
Manglar
Figura 5: Perfil vegetal de las formaciones hidrofílicas de agua dulce (F) y del
manglar (G).
Conclusión
Bibliografía básica
Salvador Moyà: Quiero hacer una pregunta que quizá parezca simple,
pero que seguramente no lo es tanto: si en el suelo no existiera la amenaza
de los predadores, ¿dónde cree usted que pasarían más tiempo los
chimpancés, en los árboles o en el suelo?
Jordi Sabater Pi: Posiblemente pasarían mucho más tiempo en el suelo;
y por diversos motivos. Los chimpancés son omnívoros y atrapan la
mayoría de sus presas en el suelo. Creo que si los predadores no los
presionaran tanto pasarían más tiempo en el suelo y, posiblemente, su dieta
sería más variada e incluiría más proteínas animales. También hay que tener
en cuenta que los chimpancés, especialmente las crías, son depredados por
las águilas coronadas africanas. Esta depredación sobre las crías es un
factor digno de tenerse en cuenta en Gabón, Guinea Ecuatorial y el sur del
Camerún. Dicho sea de paso, el profesor Tobias piensa que las águilas
también habrían sido depredadores habituales de los australopitecinos.
Salvador Moyà: Vamos, que los árboles son más que nada un refugio
para ponerse a salvo de los predadores.
Jordi Sabater Pi: Sí, desde luego. Otro hecho que suele olvidarse es que
los australopitecinos no eran mucho menos arborícolas que los chimpancés;
sus pies, por ejemplo, indican una dependencia significativa de los árboles,
lo cual abonaría la hipótesis de que construían nidos, como los chimpancés.
La melificación debe de ser una conducta antiquísima. Sin embargo, los
hilobátidos no hacen nidos, lo cual debe tenerse en cuenta; los orangutanes,
en cambio, sí los hacen. Nos encontramos aquí con el problema de los
puntos fijos, algo que tiende a obviarse por culpa del divorcio existente
entre la primatología y la paleoantropología. Creo que el conocimiento de
los primates actuales es muy útil para intentar comprender los hechos de la
paleoantropología. Es una suerte inmensa que todavía existan gorilas y
chimpancés; son un patrimonio de valor incalculable que habría que
estudiar a fondo antes de que sea tarde.
Salvador Moyà: ¿No podría ser una estrategia para hacer frente a los
predadores?
Jordi Sabater Pi: Sí, claro, pero yo diría que en este caso la diferencia
de tamaño entre gorilas y chimpancés tiene que ver más con la explotación
de nichos distintos, igual que la diferenciación entre australopitecinos
robustos y gráciles. En la región del Valles estudiada por vosotros debía
haber otros tipos de primates. Habría que ver cómo era la vegetación, pero
las especies tienden siempre a diversificarse para explotar al máximo las
posibilidades de los ecosistemas.
Salvador Moyà: No hace mucho estuvo muy en boga la idea de que los
bonobos (Pan paniscus) eran un buen modelo del ancestro de los
homínidos. ¿Qué piensa usted de esto desde el punto de vista
comportamental?
Jordi Sabater Pi: Éste es un tema muy complejo. A mí el
comportamiento de los bonobos me parece muy humanoide, pero no sé si
esto es un sesgo antropocéntrico, cosa contra la que los científicos debemos
estar prevenidos. Quizás el profesor Andrews pueda confirmarnos si los
bonobos están más cerca de nosotros que los chimpancés comunes desde el
punto de vista evolutivo.
Peter Andrews:: Soy la última persona a la que debieran hacer esta
pregunta, porque nunca he creído que los bonobos sean un buen modelo de
ancestro de los homínidos. Es mejor que pregunten a David Pilbeam; él sí
lo cree.
David Pilbeam:: Hoy disponemos de datos genéticos independientes en
cantidad suficiente para certificar que los bonobos y los chimpancés
comunes están a igual distancia genética del ser humano, de manera que no
se puede afirmar que el bonobo esté más cerca de nosotros que el
chimpancé común en términos evolutivos.
EL PASADO DE UN GRUPO CON ESCASO FUTURO: LOS
ORÍGENES DE ORANGUTANES, CHIMPANCÉS Y
GORILAS
Meike Köhler
Sobre el autor
—Stewart, C.B. & Disotell, T.R. (1998), «Primate evolution ̶ In and out
of Africa», Curr. Biol. 8: R582-R588.
Coloquio
Referencias
—Kassas, M., «On the ecology of the Red Sea Coastal land», J. Ecol., 45
(1), 1957, págs. 187-203.
—Keller, G., y J.A. Barron, «Paleoceanographic implications of Miocene
deep-sea hiatuses», Geological Society of America Bulletin, vol. 94
(1983), págs. 590-613.
Asignación taxonómica
Resumen y conclusiones
CARÁCTER ESTADIOS
2 4
18 esmalte 1 delgado 3 grueso
intermedio ultragrueso
2 3 muy
19 premolares 1 pequeños
agrandados agrandados
20
2
megadoncia 1 ausente 3 extrema
presente
molar
22 cíngulos 2
1 presentes
molares ausentes
23 longitud
1 largos 2 cortos
M inf.
24 2 3
1 presente
afilamiento P3 ausente bicúspide
2
5 altura zig. 1 baja 3 alta
intermedia
2
6 flexión zig. 1 alta 3 baja
intermedia
26 dirección 2
1 lateral
zig. anterior
17 morfología
1 curvada 2 plana
zig.
12 cuerpo 2
1 grácil 3 robusto
mandib. intermedio
13 rama 1 estrecha 2 ancha 3 ancha
ascendente inclinada incl.. vert.
21 incisivos 2 3
1 estrechos
sup. espatulados agrandados
2
9 premaxilar 1 corto 3 largo
intermedio
25 toro 2 inf. y 4
1 inferior 3 superior
mandibular superior mentón
4 rostro 2
1 largo 3 corto
medio intermedio
10 fosa 2
1 grande 3 pequeña
incisiva intermedia
11 canal 2
1 hueco 3 canal
incisival foramen
7 morfología 2 oval 3 de base
1 oval
nasal ancha ancha
5
1 arco 4 aro
1 ausente 2 ligero 3 desv. lat. barra
superciliar cont.
cont.
2 morfología 2
1 cuadrada 3 redonda
orbital elevada
3 dist. 2
1 ancha 3 estrecha
interorbital intermedia
2
8 altura nasal 1 baja 3 alta
intermedia
16 seno 2 3 4
1 etmoidal
frontal maxilar indiferenciado ausente
2
14 paladar 1 llano
hundido
15 seno 2 muy
1 pequeño 3 grande
maxilar restringido
Referencias
—Shea, B.T., «On aspects of skull form in African apes and orang utans,
with implications for hominoid evolution», Am. J. Phys. Anthrop. 68 (1985),
págs. 329-342.
—Wood, B.A., «Tooth size and shape and their relevanee to studies of
hominid evolution», Phil. Trans. R. Soc. Lond. 292 (1981), págs. 65-76.
Coloquio
1. Lordosis lumbar.
2. Acortamiento de la pelvis y acercamiento de las articulaciones
coxofemoral y sacroilíaca.
3. Articulación de tipo valgus en la rodilla.
4. Reestructuración del pie para soportar todo el peso corporal.
Figura 2: Estática del bipedismo ocasional de Pan troglodites y del
bipedismo obligado humano. El único requisito verdaderamente indispensable es
que la vertical del centro de gravedad se sitúe dentro del área de soporte de los
pies. CG: centro de gravedad del cuerpo y su proyección en el área de soporte de
ambos pies, a, b, c: distancias entre la articulación y la proyección del centro de
gravedad. A mayor distancia, mayor es el trabajo muscular que debe realizarse
para mantener la posición. (Tomado de Preuschoff y White, 1992).
Dos cosas nos llamaban la atención de este pie. En primer lugar, los
metatarsianos laterales (los correspondientes a los dedos 2 a 5) estaban
separados lateralmente formando un ángulo permanente abierto hacia fuera
(en relación con el plano sagital del individuo). En todos los antropoides la
orientación de los dedos de los pies es sin excepción paralela al plano
sagital. En segundo lugar, la anatomía de los elementos más importantes
que conforman la articulación del tobillo (tibia, astrágalo y calcáneo) era
también poco habitual. En los otros antropoides estos huesos reflejan la
posición en varus de las rodillas (abiertas hacia fuera) y la capacidad de
inversión de la planta del pie durante la flexión (ambas características
esenciales para los primates arborícolas que trepan y pasan gran parte de su
tiempo en los árboles). El pie de Oreopithecus era opuesto. Las
posibilidades de inversión del pie eran mínimas, y la tibia, el astrágalo y la
dirección del tendón del músculo gastrocnemius, indicada por la orientación
del tuber calcis del calcáneo (figura 7), sugerían una rodilla en valgus,
como la humana. Curiosamente, algunos autores ya habían observado que
la anatomía de las rodillas del esqueleto de Oreopithecus de Florencia era
bien distinta de la de los grandes antropoides vivos, y sugería una rodilla en
valgus. Esta coincidencia con la anatomía de los pies fue lo que nos hizo
sospechar que, después de todo, había algo muy raro en Oreopithecus. Para
confirmar o desmentir la asociación lógica de los caracteres del pie con la
locomoción bípeda ideamos un test independiente de la morfología.
Figura 7: El pie de Oreopithecus comparado con el de chimpancé.
Referencias
—Begun, D.R., «Relations among the great apes and humans: new
interpretations based on the fossil great ape Dryopithecus», Yearbook of
Physical Anthropology 37 (1994), págs. 11-63.
—Clarke, R.J., The cranium of the Swartkrans hominid SK 847 and its
relevance to human origins, tesis doctoral, University of the
Witwatersrand, Johannesburgo, Sudáfrica, 1977.
—Lartet, E., «Note sur un grand singe fossile qui se rettache au grouppe
des singes superieurs», C.R. Acad. Sci. 43 (1856), págs. 219-223.
—Pilbeam, D., M.D. Rose, J.C. Barry y S.M. Ibrahim Shah, «New
Sivapithecus humeri from Pakistan and the relationship of Sivapithecus
and Pongo», Nature 348 (1990), págs. 237-238.
Adrià Casinos: Creo que Jorge Wagensberg tiene mucha razón al restar
importancia al equilibrio estático. Las discusiones sobre la biomecánica del
bipedismo tienden a centrarse demasiado en el equilibrio estático, pero hay
que tener presente que en cualquier forma de locomoción hay un equilibrio
estático y un equilibrio dinámico. El movimiento permite licencias que no
permite una situación estática. Pensemos en lo difícil que nos resulta
mantener el equilibrio estático sobre un solo pie; durante la marcha, en
cambio, hay fases en las que sólo apoyamos un pie en el suelo sin
desequilibrarnos en ningún momento. Lo cierto es que prácticamente no
tenemos reconstrucciones dinámicas de Australopithecus ni de ningún otro
fósil. Antes has dicho que el bipedismo de los australopitecinos era
diferente del de Homo. Quisiera que me aclararas dónde reside la
diferencia. ¿Responde a diferentes caracteres morfológicos? ¿Son ambos
monofiléticos o se trata de una homoplasia? Un niño de dos años, por
ejemplo, tiene un bipedismo diferente del de un adulto, pero en este caso se
trata de fases diferentes del desarrollo ontogenético. Cuando dices que el
bipedismo de los australopitecinos era distinto, ¿quieres decir que
representa un estado más primitivo en la línea monofilética que conduce al
bipedismo propiamente humano, o sospechas que se trata de una
homoplasia?
Salvador Moyà: Buena pregunta. Es muy difícil dar una respuesta.
Necesitaríamos un registro fósil lo bastante completo para poder seguir el
rastro de ambos tipos de bipedismo hacia atrás en el tiempo hasta encontrar
su punto de unión, hasta el ancestro común, si es que existe. Una cosa es la
locomoción y otra las relaciones filogenéticas de un taxón. La locomoción
bípeda en Homo y en Australopithecus no implica necesariamente un
ancestro común. Lo que sí podemos afirmar es que las posturas ortógradas
de los antropoides fósiles que conocemos del Mioceno superior fueron un
prerrequisito para la locomoción bípeda. No se puede pasar de golpe de un
macaco a un bípedo; esto requeriría numerosos cambios anatómicos, y la
evolución no es omnipotente. El bipedismo sólo pudo evolucionar a partir
de la estructura ortógrada. Podemos pensar igualmente que el bipedismo de
Australopithecus fue un prerrequisito para la evolución del hombre y su
gran cerebro. Esto sugiere que tuvo que haber algún ancestro común, pero
no podemos afirmar que Homo descienda directamente de Australopithecus.
Es poco probable, porque ambos géneros tienen caracteres muy
especializados. Es posible que el ancestro común bípedo haya que buscarlo
bastante más atrás en el tiempo.
Robert Martin: Volviendo al tema del equilibrio, si uno dobla el cuerpo
hacia delante e intenta tocarse los pies, las rodillas se doblan
automáticamente; pero probad a hacerlo con las piernas bien pegadas a la
pared. Si alguien lo logra sin caerse le doy mil ptas. Esto demuestra que el
centro de gravedad es muy importante para el equilibrio estático, pero de lo
que se trata aquí es de avanzar sobre dos piernas. Cuando caminamos hay
una fase en la que nos apoyamos sobre una sola pierna; para reducir el
consumo de energía el centro de gravedad debe desplazarse
alternativamente de una pierna a otra, y muchas de las adaptaciones de las
que ha hablado Salvador tienen que ver con esto. Por último, el moderador
y yo tenemos el mismo problema de exceso de peso en la parte delantera
del cuerpo. La respuesta a esto no es la flexión de las rodillas, sino echar la
espalda hacia atrás para corregir la posición del centro de gravedad; las
mujeres embarazadas hacen esto todo el tiempo, con los consiguientes
dolores de espalda.
David Pilbeam: Me alegro de que Bob haya mencionado esto, ya que
una de las razones por las que tanto las mujeres embarazadas como los que
tenemos grandes barrigas de bebedores de cerveza no podemos aguantar
mucho rato de pie es la marcada lordosis lumbar. No sabemos cómo era la
región lumbar de A. afarensis, pero sí tenemos dos especímenes de A.
africanas y uno de Homo erectas que nos permiten afirmar que su región
lumbar constaba de seis vértebras, una más que nosotros. Bill Sanders ha
hecho una excelente tesis doctoral sobre este tema y ha demostrado
claramente a partir de los cuerpos vertebrales que A. africanas tenía una
lordosis lumbar muy marcada, lo que explica en parte la vértebra de más,
pues ello permite un mayor arqueamiento de la espalda. Creo que la
pronunciada lordosis lumbar en estas formas nos indica que el centro de
gravedad estaba en el lugar correcto. Por otra parte, un estudiante graduado
de Harvard que estuvo trabajando conmigo observó la distribución de la
superficie articular de la cabeza del fémur y el acetábulo de una serie de
primates, vivos y fósiles, y demostró que la distribución del cuerpo articular
en A. afarensis era comparable a la de Homo, lo que indica que estaba
diseñado para una extensión habitual de la cadera. Debo decir también que
la única evidencia de bipedismo que citan los descubridores de A.
anamensis es la articulación tibiotarsal, que según ellos indica un reparto
del peso igual que en Homo. Sabemos que Homo erectas tenía seis
vértebras lumbares y cuerpos vertebrales pequeños como en
Australopithecus. Chris Ruff acaba de publicar un artículo muy interesante
cuya conclusión es una bomba. Tras analizar de nuevo la estructura de los
huesos conocidos y catalogados de Homo erectus ha llegado a la conclusión
de que existen más semejanzas con Australopithecus que con Homo
sapiens, y afirma que Allan Walker y yo nos hemos equivocado al
reconstruir la pelvis del niño de Nariokotome, y que deberíamos
ensancharla. Así pues, ya no tenemos sólo un patrón poscraneal austral
opitecino y otro para Homo, sino que hay un patrón australopitecino, quizá
más de uno, un patrón erecto, un patrón sapiens arcaico y un patrón
moderno. Estoy de acuerdo en que el bipedismo de Australopithecus
seguramente fue distinto del de Homo, pero no creo que hubiese mucha
diferencia en cuanto a la extensión de la cadera.
RECURSOS ENERGÉTICOS Y LA EVOLUCIÓN DEL
TAMAÑO CEREBRAL EN LOS HOMINOIDEOS
Robert D. Martin
Sobre el autor
Figura 10: Índices de capacidad craneana para las hembras de los grandes
antropomorfos, Australopithecus africanus y Homo sapiens
(calculados mediante la fórmula de Martin, 1990). El valor correspondiente a.
Australopithecus africanus excede el promedio de los grandes
antropomorfos en cerca de un 50%. El valor para el Homo sapiens viene a
ser el doble del de Australopithecus africanus.
Con independencia de la cuestión del tamaño corporal, hay una objeción
adicional a la idea de que Homo habilis fue el primer homínido que estuvo
por encima del nivel de los grandes antropomorfos. Como ya he dicho, los
parientes fósiles de los primates modernos tienden a tener tamaños
cerebrales menores para cualquier tamaño corporal. Se ha sugerido
explícitamente que el antecesor común de los hominoideos probablemente
tenía un tamaño cerebral relativo menor que el de cualquier antropomorfo
moderno. Sin embargo, la comparación que suele hacerse al considerar el
incremento del tamaño cerebral durante la evolución de los homínidos es
entre homínidos fósiles y grandes antropomorfos modernos. Éste es un
ejemplo más de la «falacia del abuelo congelado», en la que se asume
inherentemente que una o más formas vivas objeto de comparación han
permanecido invariables desde su divergencia a partir de un antecesor
común. Los grandes antropomorfos modernos no son los ancestros de los
homínidos, y es improbable que el ancestro común de unos y otros guardara
un estrecho parecido con alguna especie de antropomorfo viviente. Para
tener una visión clara de la evolución del tamaño cerebral relativo en los
homínidos habría que determinar el tamaño cerebral relativo de los
hominoideos primitivos más próximos a la ascendencia común de los
grandes antropomorfos y el género humano. Como ya he dicho, por ahora
nuestros datos se reducen a estimaciones muy provisionales del tamaño
cerebral relativo en Oreopithecus y Proconsul, y un objetivo prioritario para
el futuro debe ser la inferencia de valores fiables de tamaños cerebrales y
corporales en una amplia gama de hominoideos primitivos.
La evidencia disponible sugiere que en los australopitecinos se aprecia
ya un incremento del tamaño cerebral relativo que constituye una tendencia
general en el curso de la evolución ulterior de los homínidos. Esto es
interesante en sí mismo, pero además plantea preguntas importantes acerca
de la relación entre flujo de energía y tamaño cerebral. Se puede demostrar,
por ejemplo, que las dimensiones del tracto digestivo humano están
adaptadas a una alimentación de alta energía y digestión relativamente fácil
(Martin, 1989b), lo que sugiere que los australopitecinos ya habían dado un
primer paso en esa dirección. Una mayor disponibilidad de energía sin duda
se habría traducido en un refuerzo mutuo entre una actividad locomotora
incrementada y una mayor retribución de la búsqueda de alimento. Así,
parece bastante probable que la transición hacia el bipedismo ya
identificable en los australopitecinos esté ligada a un cambio en la dieta y el
presupuesto energético. Como ya he indicado, la hipótesis de la energía
maternal establece que un incremento de la disponibilidad de energía puede
también propiciar un mayor desarrollo cerebral. El incremento del tamaño
cerebral relativo detectable en los australopitecinos puede así conectarse
con una mayor disponibilidad de energía a través de una inversión maternal
incrementada en el desarrollo cerebral de la descendencia.
Conclusiones
Esta revisión del tamaño cerebral en los primates, con especial énfasis
en los hominoideos, nos lleva a unas cuantas generalizaciones que en
conjunto ofrecen una nueva perspectiva. En primer lugar, hay que subrayar
que la afirmación de que los primates tienen cerebros mayores que los de
otros mamíferos es cierta sólo en un sentido muy restringido, y desde luego
no en lo referente a tamaño cerebral absoluto. Cuando se considera el
tamaño cerebral relativo y se comparan los valores medios de los distintos
órdenes de mamíferos, entonces sí que los primates se sitúan en lo más alto.
Pero cuando se consideran las especies individuales existe un considerable
solapamiento entre los primates y los otros mamíferos. Concretamente, los
mamíferos más próximos a nosotros en tamaño cerebral relativo no son
otros primates, sino los delfines. Otro resultado digno de mención es que
los mayores tamaños cerebrales relativos entre los primates no humanos
corresponden a los monos capuchinos y no a los antropomorfos. Cuando se
tiene en cuenta el tamaño corporal, los grandes antropomorfos no difieren
del común de los monos en cuanto a volumen cerebral.
Los datos sobre capacidades craneanas de hominoideos fósiles son
escasos en extremo. Hasta ahora sólo se tienen estimaciones provisionales
para Oreopithecus y Proconsul. Como cabía esperar, Oreopithecus tenía un
cerebro al parecer pequeño en comparación con los antropomorfos
modernos. En cambio, todo indica que Proconsul heseloni tenía un cerebro
sorprendentemente grande para una forma miocénica. Según los valores que
se asuman en los cálculos, esta especie se enmarca en el rango de tamaños
cerebrales de los monos y antropomorfos modernos o bien se sitúa en el
límite superior de la distribución. Urgen datos nuevos y más fiables sobre
las capacidades craneanas de los hominoideos fósiles.
La diferencia de tamaño cerebral relativo entre los primates en general y
otros órdenes de mamíferos puede atribuirse a una diferencia sistemática en
el desarrollo fetal de los primates que se traduce en una duplicación del
tamaño encefálico neonatal en relación al tamaño corporal. Esto, junto con
el hecho de que buena parte del desarrollo cerebral tiene lugar en los inicios
de la vida, puede relacionarse con la evidencia de una conexión indirecta
entre el tamaño cerebral y tasa metabólica, lo que nos lleva a la hipótesis de
la energía maternal. Esta hipótesis propone que el desarrollo del cerebro
durante la vida fetal y la lactancia (y por lo tanto el tamaño final del cerebro
adulto) está acotado por los recursos energéticos maternos. Las conexiones
directas que se han propuesto entre el tamaño del cerebro adulto y el
comportamiento, como la búsqueda de alimento y las interacciones sociales
complejas, pueden explicarse como correlaciones secundarias derivadas de
la conexión básica entre desarrollo cerebral y recursos energéticos
maternos. La «hipótesis del tejido costoso», que sugiere un compromiso
directo entre tamaño cerebral y volumen del tracto intestinal, parece dar
cuenta de las diferencias entre monos y antropomorfos, pero entra en
conflicto con otras líneas de evidencia. Los esfuerzos por vincular el
tamaño cerebral a rasgos específicos de la conducta y la morfología adultas
han caído repetidamente en el error de interpretar correlaciones simples
entre las variables individuales y el tamaño cerebral sin tener en cuenta la
compleja red de interacciones implicada. Tal correlación no debería
equipararse con una relación causal.
La variabilidad intraespecífica del tamaño cerebral, en particular la
relativa al dimorfismo sexual, ha sido un factor más bien ignorado. En los
hominoideos el tamaño cerebral máximo llega a duplicar el valor mínimo,
sobre todo en las especies sexualmente dimórficas. Esta variabilidad debe
tenerse en cuenta a la hora de interpretar estimaciones del tamaño cerebral
relativo hechas sobre especímenes fósiles únicos.
La interpretación de la evolución del tamaño cerebral en la evolución de
los homínidos se ha visto confundida por la suposición ampliamente
extendida de que los australopitecinos gráciles mostraban un gran
dimorfismo sexual. En realidad, todos los datos disponibles sobre la
capacidad craneana de Australopithecus proceden de individuos
identificables como hembras. La comparación entre las hembras de los
grandes antropomorfos, Australopithecus africanus y el género humano
muestra que los australopitecinos gráciles ya tenían cerebros relativamente
grandes. Otra dificultad para la interpretación del tamaño cerebral relativo
de los homínidos fósiles es que los grandes antropomorfos modernos no son
equiparables a los verdaderos ancestros de los homínidos; ambos grupos
derivan de un antecesor común con un tamaño cerebral relativo
probablemente menor que el valor medio de los antropomorfos modernos.
Agradecimientos
Referencias
—Aboitiz, F., «Does bigger means better? Evolutionary determinants of
brain size and structure», Brain Behavior and Evolution 47 (1996), págs.
225-245.
—Harvey, P.H. y P.M. Bennett, «Brain size, energetics, ecology and life
history patterns», Nature 306 (1983), págs. 314-315.
—Kimbel, W.H., D.C. Johanson y Y. Rak, «The first skull and other new
discoveries of Australopithecus afarensis at Hadar, Ethiopia», Nature 368
(1994), págs. 449-451.
—Witelson, S.F., I.I. Glezer y D.L. Kigar, «Women have greater density
of neurons in posterior temporal cortex», Journal of Neuro Science 15
(1995), págs. 3418-3428.
Coloquio
Jordi Sabater Pi: Por supuesto que el desplazamiento sobre los nudillos
tiene una explicación biomecánica. Esto es obvio, pero no me parece que
sea incompatible en absoluto con la idea de que esta forma de locomoción
es la antesala evolutiva del bipedismo.
David Pilbeam: Esta es una analogía muy interesante. Pero yo diría que
la diversificación de los gibones se parece más a la de los antílopes que a la
de los homínidos. En estos últimos, además de una alta tasa de especiación
vemos que unas formas suceden a otras y las reemplazan, y lo que se
obtiene al final es algo que retrospectivamente puede interpretarse como un
cambio direccional, cosa que no se observa ni en los gibones ni en los
antílopes. Esta es una diferencia que me parece importante.
Robert Martin: Esta discusión es un claro ejemplo del sesgo que afecta
a todas nuestras teorías. Me gustaría recordar que, según mis propias
estimaciones, sólo conocemos un escaso 3% de la diversidad de primates
que vivieron en el pasado. El registro fósil de los ancestros de los
antropomorfos modernos es inexistente. Sería muy deseable tener más
fósiles de hominoideos miocénicos, pero el caso es que no sabemos nada de
los ancestros de orangutanes, gorilas y chimpancés. Es posible que la
radiación de los homínidos haya sido más rápida y amplia que la de los
grandes antropomorfos, pero el registro fósil no nos permite confirmar esta
hipótesis. Debemos tener mucho cuidado, porque podemos estar
formulando teorías sesgadas.
El tema de los fósiles vivientes, especies cuya morfología no parece
haber cambiado después de muchos millones de años, es muy interesante.
Como ha dicho David Pilbeam, los orangutanes de Borneo y de Sumatra
han estado separados durante millones de años, a pesar de lo cual tienen una
morfología muy similar. Otro ejemplo es el de los tarseros, que apenas han
cambiado en 50 millones de años. En lo que respecta a la genética
molecular, yo diría que las variaciones que puedan darse en las tasas de
mutación del ADN son pequeñas en comparación con la variabilidad del
cambio morfológico. No hay, que sepamos, ninguna especie que pueda
considerarse un fósil viviente en lo que respecta a su ADN. Las moléculas
mutan constantemente. En lo que respecta a la morfología, sin embargo,
tenemos por un lado formas que apenas se diferencian a pesar de estar
distanciadas genéticamente y por otro lado formas que, a pesar de su
cercanía genética, muestran una gran divergencia morfológica. Los seres
humanos y los chimpancés son genéticamente idénticos en un 98%, pero
huelga decir que somos muy diferentes en otros aspectos. El gorila tiene
una morfología cercana a la del chimpancé, a pesar de que está tan alejado
genéticamente de él como nosotros. La biología molecular no puede dar
cuenta por el momento de estas diferencias, porque sabemos demasiado
poco acerca de las bases moleculares de la morfología.