José María Arguedas tuvo una infancia difícil, criado por su madrastra y hermanastro quienes lo trataron mal. Vivió con los indígenas de la servidumbre y aprendió de ellos el amor, la ternura y el odio hacia sus opresores. Más tarde viajó por el Perú y conoció diferentes comunidades indígenas, apreciando su fuerza y organización. Esto lo motivó a escribir sobre los indígenas tal como eran, en contraste con las falsas descripciones que había leído.
José María Arguedas tuvo una infancia difícil, criado por su madrastra y hermanastro quienes lo trataron mal. Vivió con los indígenas de la servidumbre y aprendió de ellos el amor, la ternura y el odio hacia sus opresores. Más tarde viajó por el Perú y conoció diferentes comunidades indígenas, apreciando su fuerza y organización. Esto lo motivó a escribir sobre los indígenas tal como eran, en contraste con las falsas descripciones que había leído.
José María Arguedas tuvo una infancia difícil, criado por su madrastra y hermanastro quienes lo trataron mal. Vivió con los indígenas de la servidumbre y aprendió de ellos el amor, la ternura y el odio hacia sus opresores. Más tarde viajó por el Perú y conoció diferentes comunidades indígenas, apreciando su fuerza y organización. Esto lo motivó a escribir sobre los indígenas tal como eran, en contraste con las falsas descripciones que había leído.
José María Arguedas tuvo una infancia difícil, criado por su madrastra y hermanastro quienes lo trataron mal. Vivió con los indígenas de la servidumbre y aprendió de ellos el amor, la ternura y el odio hacia sus opresores. Más tarde viajó por el Perú y conoció diferentes comunidades indígenas, apreciando su fuerza y organización. Esto lo motivó a escribir sobre los indígenas tal como eran, en contraste con las falsas descripciones que había leído.
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TESTIMONIO DE JOS MARA ARGUEDAS (En: Hildebrandt en
sus trece - del 21 al 27 de junio del 2013)
"Voy a hacerles una confesin un poco curiosa: yo soy hechura de mi
madrastra. Mi madre muri cuando yo tena dos aos y medio. Mi padre se cas en segundas nupcias con una mujer que tena tres hijos; yo era el menor y como era muy pequeo me dej en la casa de mi madrastra, que era duea de la mitad del pueblo; tena mucha servidumbre indgena y el tradicional menosprecio e ignorancia de lo que era un indio, y como a m me tena tanto desprecio y tanto rencor como a los indios, decidi que yo haba de vivir con ellos en la cocina, comer y dormir all. Mi cama fue una batea de esas en que se amasa harina para hacer pan, todos las conocemos. Sobre unos pellejos y con una frazada un poco sucia, pero bien abrigadora, pasaba las noches conversando y viviendo tan bien que si mi madrastra lo hubiera sabido me habra llevado a su lado, donde s me hubiera atormentado. As viv muchos aos. cuando mi padre vena a la capital del distrito, entonces era subido al comedor, se me limpiaba un poco la ropa, pasaba el domingo, mi padre volva a la capital de la provincia y yo a la batea, a los piojos de los indios. Los indios y especialmente las indias vieron en m exactamente como si fuera uno de ellos, con la diferencia de que por ser blanco acaso necesitaba ms consuelo que ellos... y me lo dieron a manos llenas. Pero algo de triste y de poderoso al mismo tiempo debe tener el consuelo que los que sufren dan a los que sufren ms, y quedaron en mi naturaleza dos cosas muy slidamente desde que aprend a hablar: la ternura y el amor sin lmites de los indios, el amor que se tienen entre ellos mismos y que les tienen a la naturaleza, a las montaas, a los ros, a las aves; y el odio que tenan a quienes, casi inconscientemente, y como una especie de mandato Supremo, les hacan padecer. Mi niez pas quemada entre el fuego y el amor. Pero no solamente he sido hechura de mi madrastra, hubo otro modelador tan eficaz como ella, un poco ms bruto: mi hermanastro. Cuando yo tena siete aos de edad, me obligaba a que me levantara a las seis de la maana a traerle su potro negro de una chacra muy grande; y los potros y los caballos de raza fina son muy caprichosos porque son aristocrticos: unas veces se dejaba agarrar con gran
mansedumbre, pero otras veces me haca sudar ms de una hora
hasta poder enlazarlo. Si llegaba tarde, mi hermanastro, que tena unos veinte aos cuando yo tena siete, me trataba muy mal delante de la servidumbre. Un da, por una cosa que no puedo contar aqu, que la contar quizs en nuestras reuniones de mesa redonda, me hizo algo. Lo haba acompaado de paje para una aventura que no se puede confesar en pblico... Me haca montar en un burro creyendo humillarme. El burro se llamaba "Azulejo". Nunca hubo amigos que se amaron ms que yo y el burro. Tambin en eso estaba tan equivocado como mi madrastra. Me dej cuidando su potro negro que haba comprado con veinte bueyes y doscientos carneros, y cuando regres de su aventura indecible me reproch que haba hecho perder su poncho de vicua, aunque no me constaba que hubiera estado sobre la montura. Levant el rebenque para pegarme en la cara pero se arrepinti a ltima hora, mont el potro y espolendolo se fue cuesta arriba a toda velocidad, mientras yo me iba conversando con, quizs , uno de los mejores amigos que he tenido en este mundo: el "Azulejo" inmortal. Cuando llegu a la cocina me puse a comer; a m la servidumbre me trataba mucho mejor que a los patrones; entr mi hermanastro, yo estaba tomando sopa y tena un plato de riqusimo mote a un lado con su pedacito de queso; l me quit el plato de la mano y me lo tir a la cara, dicindome: "no vales ni lo que comes", que es una cosa que se suele decir muy frecuentemente. Yo sal de la casa, atraves un pequeo riachuelo, al otro lado haba un excelente campo de maz, me tir boca abajo en el maizal y ped a Dios que me mandara la muerte. Yo no s cunto tiempo estuve llorando, pero cuando reaccion ya era la noche. Mi buen hermanastro se haba asustado un poco y me estaba haciendo buscar por todas partes, y la nica vez que se alegr de verme fue cuando regres a la casa esa noche. Pero tuve tambin la fortuna de participar en la vida de la capital de provincia que es Puquio, una formidable comunidad de indios con muchas tierras, que nunca dejaron que los seores abusaran de ellos. El mal trato tena un lmite, si los seores pasaban ese lmite podran recibir y recibieron una buena respuesta de los cuatro ayllus de la comunidad de Puquio. En San Juan de Lucanas, donde vivieron estos seores cuya crueldad nunca agradecer lo suficiente, aprend el amor y el odio; en Puquio, viendo trabajar en faena a los comuneros de los cuatro ayllus, asistiendo a sus cabildos, sent la incontenible, la infinita fuerza de las comunidades de indios, esos indios que hicieron en veintiocho das ciento cincuenta kilmetros de carretera que traz el cura del pueblo. Cuando entregaron el primer camin al Alcalde, le dijeron: "Ah tiene usted, seor, el camin, parece que la fuerza le viene de las muchas ventosidades que lanza, ah lo tiene, a ustedes los va a beneficiar ms que a nosotros"; mentira, se beneficiaron mucho ms los indios, porque el carnero que costaba cincuenta centavos, despus cost cinco soles, luego diez, luego cincuenta y los indios se enriquecieron a tal punto que alcanzaron un nivel de vida y una independencia econmica tan fuerte que se volvieron insolentes
y la mayora de los seores de Puquio se fueron a Lima, porque no
pudieron resistir ms la arrogancia de estos comuneros. Pero el Varayoc o Alcalde de Chaupi, al momento de hacer la entrega del camin, les dijo al Subprefecto y al Alcalde: "En veintiocho das hemos hecho esa carretera, seores, pero eso no es nada; cuando nosotros lo decidamos podemos hacer un tnel que atraviese estos cerros y llegue hasta la orilla del mar; lo podemos hacer, para eso tenemos fuerzas suficientes". Yo fui testigo de estos acontecimientos. Todo este mundo fue mi mundo. Luego empec a recorrer el Per por todas partes, llegu a Arequipa en 1924 y fui honorable husped de la Casa Rosada(*). De aqu fui al Cuzco, del Cuzco a Abancay, de Abancay a Chalhuanca, de Chalhuanca luego a Puquio, a Coracora, a Yauyos, a Pampas, a Huancayo, a una cantidad de pueblos y tuve la fortuna de hacer un viaje a caballo del Cuzco hasta Ica: catorce das de jornada. Ingres y nunca fui tratado como serrano en San Marcos. En donde s me trataron como serrano y con mano dura fue en el Colegio "San Luis Gonzaga" de Ica, pero yo tambin los trat con mano dura. El Secretario del Colegio, que se apellidaba Bolvar, me dijo cuando vio mi libreta con veintes: "estos serranitos!, siempre les ponen veintes en las libretas porque recitan un versito cualquiera: aqu lo voy a ver sacar veintes". Me vio y bat el rcord de los veintes en toda la historia de "San Luis Gonzaga", porque era una responsabilidad del serrano hacerlo y lo hice. En Lima, no he sido un defensor de los serranos, he sido un defensor de los costeos, porque los costeos y especialmente los escritores de mi generacin me trataron, dir honradamente, con una cordialidad tan autntica y hasta con cierto respeto. El primer amigo que tuve fue Luis Felipe Alarco, que pertenece a la aristocracia de Lima. Me asust cuando entr a su casa con los muebles, los salones, los espejos y los muchos cubiertos que me pusieron en la mesa, que yo no saba manejar bien. Pero ah estaba Luis Felipe mirndome con un afecto que casi era proporcionalmente tan bueno como el de los sirvientes, concertados y lacayos de mi madrastra, que en paz descanse. Despus fui amigo de gentes que ahora son importantes, de Carlos Cueto, de Emilio Westphalen, de Luis Fabio Xammar; no tuve la fortuna de conocer a Ciro, porque lo haban largado: era demasiado peligroso para vivir en el Per. Una de las experiencias que recuerdo con ms... (no encuentro un trmino especial para describirlo), con un sentimiento entre admiracin y espanto, fue un dilogo terrible entre los tres conversadores ms agudos, ms crueles e implacables que ha tenido la ciudad de Lima: Martn Adn, Enrique Bustamante y Ballivin y Ral Porras Barrenechea, los tres juntos, como para liquidar al gnero humano. Nunca tuve, ni en los mejores libros, ni en los mejores libros de poemas o de filosofa, la sensacin del poder del castellano que en la boca de estas maravillosas vboras. Yo comenc a escribir cuando le las primeras narraciones sobre los indios, los describan de una forma tan falsa escritores a quienes yo respeto, de quienes he recibido lecciones, como Lpez Albjar, como Ventura Garca Caldern. Lpez Albjar conoca a los indios desde su
despacho de Juez en asuntos penales y el seor Ventura Garca
Caldern no s cmo haba odo hablar de ellos. Yo tena una conviccin absolutamente instintiva de que el poder del Per estaba no solamente entre la gente de las grandes ciudades, sino que sobre todo estaba en el campo y estaba en las comunidades donde hay, por lo menos en las comunidades que mejor conozco, una regla de conducta, que si se impusiera entre todos nosotros, pues haramos una carretera de aqu hasta New York tambin en veintiocho das: "que no haya rabia", esa es la regla: "que no haya rabia". En estos relatos estaba tan desfigurado el indio y tan meloso y tonto el paisaje o tan extrao que dije: "No, yo lo tengo que escribir tal cual es, porque yo lo he gozado, yo lo he sufrido" y escrib esos primeros relatos que se publicaron en el pequeo libro que se llama Agua. Lo lea a estas gentes tan inteligentes como Westphalen, Cueto y Luis Felipe Alarco. El relato les pareci muy bien. Yo lo haba escrito en el mejor castellano que poda emplear, que era bastante corto, porque yo aprend a hablar el castellano con cierta eficiencia despus de los ocho aos, hasta entonces slo hablaba quechua. Y sin que esto sea nada en contra de mi padre, que es lo ms grande que he tenido en este mundo, a veces mi padre se avergonzaba que yo entrara a reuniones que tena con gente importante, porque hablaba psimamente el castellano. Cuando yo le ese relato, en ese castellano tradicional, me pareci horrible, me pareci que haba disfrazado el mundo tanto casi como las personas contra quienes intentaba escribir y a quienes pretenda rectificar. Ante la consternacin de estos mis amigos, romp todas esas pginas. Unos seis o siete meses despus, las escrib en una forma completamente distinta, mezclando un poco la sintaxis quechua dentro del castellano, en una pelea verdaderamente infernal con la lengua. Guard este relato un tiempo, yo era empleado de correos, estaba una tarde de turno y en una hora en que no haba mucho pblico lo le y el relato era lo que yo haba deseado que fuera y as se public. Bueno, pero me estoy pasando de la hora y tengo que leer un poco. En sntesis, no me gradu en la universidad: cuando estaba estudiando el cuarto ao, uno de los buenos Dictadores que hemos tenido me mand al Sexto, prisin que fue tan buena como mi madrastra, exactamente tan generosa como ella. All conoc lo mejor del Per y lo peor del Per, sal y fui enviado como profesor al Colegio de Sicuani, luego volv a Lima y conclu estudios de Antropologa. He recorrido un poco Europa y acabo de venir de los Estados Unidos. Es decir, cuando publiqu mi penltimo libro, Los ros profundos, alcanc a tener algn prestigio en Lima, y entonces seores muy importantes, unos verdaderos amigos de los escritores, y otros que gustan mostrar a los escritores como una decoracin de sus salones, me invitaron a sus casas y altern un poco con la alta sociedad de Lima. Desgraciadamente desaprovech alguna de las oportunidades que me ofrecieron, porque no me senta cmodo entre ellos, deba haber ido todas las veces para conocerlos mejor. Entonces puedo decirles, ya que nos han pedido que nos confesemos y para m ustedes son confesores mucho ms respetables que los que reciben
confesiones en nuestras santas iglesias: yo he tenido la fortuna de
recorrer con la vida casi todas las escalas y jerarquas sociales del Per, incluso he llegado a ser Director de Cultura... Conozco el Per a travs de la vida y entonces intent escribir una novela en que mostrara todas estas jerarquas con todo lo que tienen de promesa y todo lo que tienen de lastre. Somos un pas formidable. Acabo de recorrer los Estados Unidos, es un pas casi inconmensurable, pero si ellos tienen mil metros de hondura nosotros tenemos diez mil millones metros de hondura. Es un monstruo de grandeza, de fecundidad y de mquina, pero quizs no hay tanto corazn, ni tanto pensamiento, ni tanta generosidad como entre nosotros. Y escrib este libro, Todas las sangres, en que he intentado mostrarlo todo, de all lo que pueda tener de bueno y lo que tiene de defectos. Hay tres personajes que son los ms importantes, dos son fundamentales, dos heredan un gran feudo, los dos hermanos se odian a muerte por circunstancias especiales, ya han sido maldecidos por su padre, a quien han quitado sus bienes en vida; uno es de mentalidad completamente antigua y feudal, el otro ha sido educado en los Estados Unidos y en Lima, es casi ingeniero, no lleg a ser ingeniero, y desea hacer del Per un pas muy como Norteamrica; el otro quiere aguantarlo para que siga siendo un pas antiguo. En el fondo, uno de los dos hermanos lucha porque desea modernizar el pas ( y debe modernizarse sin perder sus races antiguas) y el otro odia lo moderno porque considera que lo moderno es un peligro para la santidad del alma. Entre los dos, como cua formidable, est un indio que sufri todo cuanto un indio puede sufrir en Lima, el honorable Rendn Willka. Yo les voy a leer un trozo del libro, que les va a dar una idea de cul es el contenido ambicioso de Todas las sangres". Arguedas ley, en ese Encuentro, un fragmento del Captulo IV de su mencionada novela.