Hora de España (Valencia) - 6-1937 Juan de Mairena
Hora de España (Valencia) - 6-1937 Juan de Mairena
Hora de España (Valencia) - 6-1937 Juan de Mairena
DE
REVISTA
MENSUAL
VI
SUMARIO:
EXSAYOS DE ANTONIO MACHADO, LEN FELIPE, RAMN
GAYA Y JUAN GIL-ALBERT. POEMAS DE L. CERNUDA, A. SERRANO PLAJA Y ROSA CHACEL. NOTAS DE SALAS VIU, R, G.
r UN A. GAOS, SNCHEZ BARBUDO, L. VRELA Y J. G. DEL
VALLE. TIEMPO, A VISTA DE PJARO, POR M. ALTOLAGUIRRE.
Vietas
de Ramn
Gaya.
Valencia,
Junio,
i gSJ..
HORA
ESPAA
VI
ENSAYOS
P O E S A
CRITICA
AL
SERVICIO
DE LA
CAUSA
POPULAR
APUNTES
DE JUAN
DE
Y
RECUERDOS
MAIRENA
M\
Antonio Machado
Antonio Machado
SOBRE LA NOTORIEDAD
Si algn da alcanzis un poco de notoriedadhabla Mairena a sus alumnosseris interrogados sobre lo humano
y lo divino: Qu opina usted, maestro, del porvenir del
mundo? Piensa usted que el pasado puede ser totalmente
abolido? Etc. Y habris de responder, so pena de pasar por
descorteses o por usurpadores de una reputacin totalmente
inmerecida. Tendris, sobre todo, que aceptar entrevistas y
dilogos con hbiles periodistas, que os harn decir en letras
de molde, con vuestras mismas palabras, no precisamente lo
que vosotros habis dicho, sino lo que ellos creen que debisteis decir y que puede ser lo contrario...
Hay en esto un problema difcil, que los viejos polticos
resuelven, a su modo, con ciertas bernardinas y frases amorfas, hbilmente combinadas, las cuales, vueltas del revs, vienen
a decir aproximadamente lo mismo que del derecho. Y el
mayor peligro para vosotros es que deis en imitar a los viejos
polticos.
SOBRE LA ALEMANIA GUERRERA
Los alemanesescriba Mairenason los grandes maestros de la guerra. Sobre la guerra, ellos lo saben todo. Todo,
menos ganarla, sin que la victoria sea tan lamentable, por lo
menos, como la derrota. Las guerras en que intervengan los
alemanes sern siempre las ms violentas, las ms crueles, las
ms catastrficas, las ms guerreras, digmoslo de una vez, de
todas las guerras. Si las pierden, no ser por su culpa. Porque
ellos llevan a la guerra todo lo necesario para guerrear: i." Una
metafsica guerrera, y en ella definida la esencia de la guerra
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Antonio Machado
UNIVERSALIDAD
Y EXALTACIN
Este ensayo es slo una parte de la segunda conferencia dictada
en la Casa de la Cultura a principios de este ao (no recuerdo^
exactamente la fecha). No est completa y tuvo un origen y una
intencin mucho ms humildes. Lo mismo la primera sobre la
mPoesa Integrah (publicada incompleta tambin en el primer nmero de Madrid, ctiaderrws de la Casa de la Cultura), que esta
otra, que no es fns que la prolongacin del mismo tema, fueron
pensadas y organizadas para estudiantes hispano-americanos. En
la Casa de la Cultura, y aqu ahora, en las pginas de esta Revista,
tal vez no conserve otra originalidad que la de su arquitectura
ltima. Pero estn naciendo otros hombres, y nuevos estudiantes
empiezan a abrir las puertas de la poesa, actualmente un poco
embrollada todava. Y tal vez todo esto no sea inoportuno ahora,
aunque muchas cosas resulten demasiado conocidas para nosotros
los poetas que hemos hecho nuestra obra bajo otros signos estelares.L. F.
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Len Felipe
VnivcrsaUdad y exaltacin
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por el maestre D. Rodrigo, sino por todos los que se han ido antes que l.
Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
con casos tristes llorosos
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
as que no hay cosa fuerte
que a Papas, Emperadores
y Prelados
as los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.
Estas son todava las campanas medievales de La Danza de la Muerte.
Y van a seguir doblando por todos los que van a morir.
Pues si vemos lo presente
como en un punto es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engae nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
ms que dur lo que vio,
pues que todo ha de pasar
de tal manera.
i Se ha muerto el hombre ! Se ha muerto el hombre ! Quin habla
de tragedias temporales y domsticas? El que se va ro abajo hacia las
aguas amargas, hacia la muerte, no es don Rodrigo Manrique, el caballero virtuoso triunfador de cien batallas contra el moro... Es el hombre ! Esto es darle al dolor personal e histrico, amplitud, dignidad,
generosidad. Las lgrimas de Manrique no son suyas tampoco. Son l-
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Len Felipe
Universaiidad y exaltacin
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gestas picas que eran nacionales, pero el hroe caballeresco era un ser
artificial sin esencias humanas, un producto imaginativo y fabuloso,
una abstraccin.
D. Quijote es un hroe caballeresco universal tambin, pero hecho
con esencias humanas. Es un espaol que, apoyndose en su espaolidad, salta y se escapa hacia lo humano, hacia lo ecumnico, hacia lo trascendente. Es un hombre que tiene gestos y ademanes espaoles inteligibles y necesarios para todos, porque con estos gestos y con estos ademanes, precisamente, presenta ante el mundo problemas de inters universal.
Pero lo importante en D. Quijote no es su pergeo espaol ni su estructura castellana, sino que dentro de esta estructura castellana se mueve
y se agita angustiada una conciencia humana que quiere buscarle salidas al mundo por los caminos del amor y de la justicia. I<as coplas de
Jorge Manrique no son una elega personal, porque el poeta no se
detiene morbosamente a contemplar el hilito de sangre que surge de
su herida reciente. Pero son una elega humana porque, guiado por este
liilito, el poeta va a dar hasta el pecho dolorido del mundo.
I<a poesa, pues, adems de Integracin es Universalidad, porque,
repitmoslo, desborda los temas fuera de las zonas nacionales, domsticas y personales. Y adems de Universalidad es Exaltacin, porque
los levanta y los dispara en gritos y en interrogaciones ms all de las
estrellas. La Exaltacin recoge el mundo integrado y lo prolonga hacia
arriba, no hacia los horizontes.
As como en el mundo de la Integracin todas las cosas tienden a juntarse para hacerse smbolos, aqu todo tiende a verticalizarse, a supeJ'arse. Todo aqu se levanta, se aupa y se retuerce hacia arriba. Todo se
Pone de puntillas y estira la cerviz. Todo quiere cambiar y escaparse
* otra cosa mejor.
lUego volver sobre esto.
Ahora quiero insistir en que si la poesa integral no es ni revolucionaria ni aristocrtica, tampoco es cltica, y en que estas tres cualidades : Integracin, Universalidad y Exaltacin, son frutos de la meseta,
del pramo y de la luz de Castilla.
Se ha dicho que el genio poltico de Castilla tena estos tres rasgos,
l^ero esto no quiere decir que Castilla tuviese condiciones polticas sin-
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Len Felipe
guiares, sino que el espritu de Castilla era esto : Integracin, Universalidad y Exaltacin, en cualquiera de sus actividades, en lo poltico lo
mismo que en lo lrico. I^a Integracin, la Universalidad y la Exaltacin son imperativos de la meseta, una dictadura de la luz de Castilla
que triunfa en ciertas condiciones histricas.
Debido, sin embargo, al concepto cltico de la poesa, que vena imponindose desde el siglo caballeresco de los barcos bretones, se dijo
que Castilla no tena sentido lrico y se elogiaba slo su poesa pica
y narrativa, es decir, lo nacional y lo histrico, y no se dijo nunca que
en Castilla haba, por lo menos, una capacidad lrica completamente
distinta de la cltica, capacidad lrica que, no habiendo encontrado la
expresin poemtica tradicional, a pesar de los esfuerzos de Cervantes,
se haba desenvuelto en El Quijote de una manera novelesca. Pero El
Quijote es un poema, y Cervantes, nuestro nico poeta integral y el
primer poeta moderno que se alza en el Renacimiento. Cervantes es un
poeta como I<ucrecio, como Dante y como Whitman. No slo de la
misma talla, sino de la misma capacidad integradora. La comparacin
no est hecha aqu de una manera arbitraria y precipitada. L,os cuatro
trabajan con los mismos elementos y los cuatro se esfuerzan por organizar, no slo el acarreo catico de la tradicin nacional, sino de rganizarlo mediante las fuerzas sociales, filosficas y religiosas vigentes.
No slo integran, sino que humanizan y poetizan problemas abstractos,
que slo cuando ellos los aprisionan en sus poemas, adquieren realidad
y dimensiones en la historia. Epicuro es Lucrecio, lo catlico es Dante.
Whitman es el sueo anglico y heroico de una democracia que est
ms cerca de Nietzsche que de Lincoln. Y Espaa, la Espaa loca y
grotesca que ha pasado luntica, como un relmpago, por la historia
del mundo, es Cervantes. Cada uno crea su estilo y su arquitectura, y
tan lejos est del poema tradicional Whitman como Cervantes.
Creo que es necesario recordar ahora algo que suele decirse sobre el
pueblo celta y su poesa, al hablar de la literatura caballeresca. El pueblo celta, el que gira alrededor del mito del Rey Arturo, es ya un pueblo
en decadencia, vuelto a sus hazaas y a sus glorias ancestrales, sin ms
consolacin que su recuerdo. Sus ltimas energas las gasta en desenterrar su pasado. La saudade es ya cosa vieja en el celta, y el mito
Universalidad y exaltacin
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Len Felipe
((Tallar un verso a la luz de la luna o del crepsculo,
bajo el palio de los bosques o entre las brumas del Bltico
es tan sencillo
que lo han hecho todos los buhos romnticos.
lyO difcil
es tallarlo
bajo la luz meridiana de Castilla,
cuando el sol va denunciando
sin piedad todas las sombras
y el temblor enfermizo de la mano.
"Tallar un verso a esta luz es tan difcil
que nadie hasta hoy lo ha tallado.
Nadie, nadie.
Espaol que andas buscando
una empresa a tu coraje :
nadie como t para tallarlo.
El resultado de esta prueba fu el realismo y la exaltacin. El realismo y la exaltacin juntos, integrados en una obra de arte. Ya sabemos que el realismo tiene un origen mucho ms remoto. No slo va
ms all del Arcipreste, sino ms all de Castilla tambin. Pero as,
junto con la exaltacin integrado de esta manera que podramos llamar
cervantina, es un fenmeno de la Espaa renacentista. I^a luz, al definir el mundo en perfiles recortados, escuetos y seguros, nos sujeta firmemente a la materia y nos obliga a escuchar y a descifrar su lenguaje.
lya luz, aqu, no slo envuelve y rodea las cosas, sino que entra en su
substancia misma, ilumina los rincones sombros, traspasa los poros y
llega hasta lo ms recndito del corazn de la materia. El pjaro en
el vuelo y el rbol en medio de la estepa, son dos unidades cerradas,
pero podemos discernir minuciosamente las plumas y las ramas. La
tierra, la piedra, la madera aparecen en sntesis, pero el ojo puede contar
hasta los tomos. Este es un mundo slido y exacto, sin otra cosa que
se le adhiera. La materia est aqu en primer trmino, en cise up, y
como magnificada y aclarada por una lupa. Parece un mundo hecho
slo para la retina.
Vniversalidad y exaltacin
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Len Felipe
Ons. Esta luz y este paisaje son los que le han dado toda su obra ltima, la que arranca de los Sonetos Espirituales, y por la que le hemos
bautizado con el nombre de El Andaluz Universal. Antonio Machado
es castellano tambin, el ms castellano de todos los poetas andaluces.
D. Miguel de Unamuno, que est hecho de substancias vascas, primarias
e irreductibles, en cuanto sube a la meseta se convierte en un catecmeno que empieza a gritar enloquecido porque acaba de descubrir a Dios
en la palma rugosa de Castilla. Y D. Ramn del Valle Incln, Solana,
Arteta y tantos otros, son casos de casteUanizacin tambin.
Castilla no es pica ni guerrera. No lo fu nunca. Aquel empeo
de lucha por la tierra, lo mismo que ste de ahora, son empeos de
lucha por la luz. Y cuando Espaa, grande otra vez, sea una o diversa,
unitaria o federal, Castilla, ms que una regin o un centro poltico,
ser, ante todo, lo que ha sido siempre y lo que debe ser : un altar,,
un sitio santo de peregrinacin, a donde todos los espaoles suban en
horas de agobio a meditar y a purificarse, a hacer penitencia bajo sus
normas ascticas y luminosas, a llevar las ofrendas plurales y mejores^
de su esfuerzo para que la tromba de la meseta las levante y las integre en el azul inmaculado.
Tal vez no hay otro pueblo en el mundo como Espaa, donde a pesar de las lneas violentas de montes y de valles, la vieja tierra nacional, la pennsula toda se estructure topogrficamente de una manera
tan orgnicahumanamente casiy con una estructuracin de nobles
preferencias porque la disposicin y la valoracin de las tierras se ha
hecho partiendo de las jerarquas del espritu y del sacrificio, no
partiendo de las terrenales prerrogativas de la fuerza y del podero.
Castilla es el corazn y el alma de Espaa, no slo por ser ncleoy cspide, sino porque es, adems, el sitio ms estratgico para las
batanas del espritu. Su excelenciaentended esto bien los levantinos
no se apoya en antiguos privilegios de podero poltico, sino en
privilegios de luz y de renunciacin. Cuando todo est sombro
como ahora y los horizontes sean una muralla negra, sus normasluminosas y ascticas nos salvarn siempre, no su vieja lanza. Si
se acaban todos los frailes de Espaa y se desmoronan una a una
todas las abadas, que no se inquieten los devotos. Siempre nos que-
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Len Felipe
Si la tierra all arriba fuese algn da de ellos, la luz se quedara parada en el cielo luminoso de Castilla, subrayando estas palabras : Justicia, Venganza y Reconquista!...
LEN F E L I P E
CARTAS
A J. G . - A .
Esta maana, Juan, viendo todava en los muros carteles anunciadores de una conferencia ya pronunciada y que no pude or: Arte
necesario y arte innecesario, y atando este extrao ttulo con el de
otra conferencia reciente sobre el tema ((El arte como herramienta de
lucha, no he podido menos de escribirte esta carta, en la que quiero
recoger algo que no es de ningn modo contestacin a esos dos ttulos
estrambticos, sino lo que ellos han hecho saltar en m que yo ya encerraba desde mucho. Escribo, anoto, porque hablar me parece de tal
forma vivir simplemente, que la viva voz no me puede satisfacer en
momentos de tantsimos deberes. Las ideas, aunque nada ms sean
nubes imprecisas, ntimamente pueden bastarnos con su sola Uegada.
Somos de tal manera bichosme refiero a un tipo de artista casi silves^^^que nos resulta ya un buen alimento el hecho slo de sentirnos
vivir. Pero, sin duda, estamos obligados a ms con los dems. Nuestro
vivir no slo tenemos que vivirlo, sino que explicarlo. Y que pensarlo,
"ensar no es buscar ideas, sino ordenar las que, siempre en un momento de olvido y descuido, cayeron en nosotros. Y si hablar es vivir,
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Ramn Gaya
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Ramn Gaya
algo, y ese algo tiene que ser, sin duda alguna, el espritu ms autntico.
Pero Gimnez Caballero, con su inteligencia, no nos entrega nada que
no sea la inteligencia misma, es decir, nada entrega, su gran talento
indudable es una vasija sin contenido real. Poda, con su gran talento,
tomar la defensa de no importa qu, poda permitirse el atrevimiento de
sostener algo insostenible, lo que no solamente no es un valor, sino un
peligro muy grave grave para todos, pero ms todava para ellos mismos, para esas inteligencias, ya que esa facilidad les pierde, les emborracha, les lanza hacia lo que no deban, porque son esclavos, juguetes
de eUa, y terminan por sentirse ntimamente contentos con su solo ejercicio, pero, claro, resulta que esta facilidad puede ejercitarse en cualquier cosa, en cosas buenas o malas, humanas o crueles, limpias o turbias. Y esto, en 1927, y tres o cuatro aos ms, poda pasar desapercibido, ya que fueron aos en que el arte se entendi y apreci como
un juego de lo que tuvo bastante culpa nuestro equivocado gran pensador de La deshumanizacin del arte, pero en cuanto a las cosas
se les volvi a pedir profundidad y verdad, humanidad y sangre, estas
inteligencias que yo he llamado huecas se derrumbaron, se extraviaron
para siempre. Aparte de que Gimnez Caballero, Eugenio Montes y
sobre todo Maran, se movieran quiz principalmente como desaprensivos, que no es lo que ms nos interesa desentraar aqu.
Y ante todo esto, si queremos huir de lo que se ha llamado arte
aristocrtico y difcil o burgus inmundo, pienso que en vez de pedir un
arte social y de contenido poltico, sera necesario pedir un arte verdadero, intenso, emocional, pasional, de carne y vida.
Tampoco puedo explicarme cmo se habla de arte colectivo. Qu
es eso ? Ya s que cuando se hace esta pregunta a un demagogo hbil,
cita, invariablemente, las catedrales gticas y hasta parece sentir u n
gran entusiasmo por ellas, pero es una razn falsa. Primeramente,
esos que citan las catedrales gticas como ejemplo de arte colectivo,
deberan saber que la arquitectura no es arte total, sino un oficio bello,
un oficio artstico. La arquitectura no expresa sentimientos, slo los
refleja. Por eso frente al Partenn mismo tenemos que evocar toda la
vida griega, no nos basta la belleza de sus lneas, su perfeccin no es.
un alimento suficiente para nosotros; por eso frente a Notre-Dame
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Jiion ai-Albert
donde tuvo que encontrarse con su mismo amor por las gentes, en la
soledad es donde concibi su obra tan humana, porque saba sin duda
que el autntico creador nicamente debe juntarse y unirse a los dems
hombres cuando quiere entregarles lo que, solo y apartado, supo crear
para ellos. Pero a esto los demagogos y los fracasados decidieron llamarlo individualismo. S, los fracasados de la soledad, los que en la
soledad se sienten solos, sin nada porque nada llevan, perdidos y vacos,
ellos y nadie ms han sido los que tacharon al arte de individualista,
que si es cierto que lo es para surgir, no lo es nunca una vez surgido.
Y esos mismos los ms hbiles de esos mismos seran quienes me
contestaran que los artistas, los creadores, no slo se apartaron siempre
de los dems para la creacin, sino tambin despus de la creacin. Y
es verdad, pero lo mentiroso, lo tremendamente mentiroso es que ese
apartamiento sea algo especfico del artista. No, no lo e s ; por eso todos
nosotros aparte, claro, de querer la desaparicin de la miseria y de la
injusticia soamos con un mundo, con un estado de cosas- en que
adems de pintarse el lienzo de Las hilanderas, adems de poder brotar
esta obra, pueda Velzquez mostrarla a esas mismas obreras que l ha
pintado con tanta ternura, con tanta poesa, con tanta bondad.
R. G.
Valencia, 31 marzo de 1937.
R . G.
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Juan Gil-Albert
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Juan GU-Albert-
E L E Cx I A
A UN POETA MUERTO
As como en la roca nunca vemos
La clara flor abrirse,
Entre un pueblo hosco y duro
No brilla hermosamente
El fresco y alto ornato de la vida;
Por esto te mataron, porque eras
Verdor en nuestra tierra rida
Y azul en nuestro oscuro aire.
Leve es la parte de la vida
Que como dioses rescatan los poetas.
El odio y destruccin siempre perduran
Sordamente en la entraa
Toda hil sempiterna del espaol terrible,
Que acecha lo cimero
Con su piedra en la mano.
Triste sino, nacer
Con un ilustre don
Aqu, donde los hombres
En su miseria slo saben
El insulto, la mofa, el recelo profundo
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Luis Cernuda
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Luis Cernuda
Y lirios y el encanto
Tan viejo de las aguas elocuentes;
En donde el eco como la gloria humana ruede,
Como ella de remoto,
Ajeno como ella y tan estril.
Halle tu gran afn enajenado
El puro amor de un dios adolescente
Entre el verdor de las rosas eternas;
Porque este ansia divina perdida aqu en la .tierra.
Tras de tanto dolor y dejamiento,
Con su propia grandeza nos advierte
De alguna inmensa mente creadora,
Que concibe al poeta cual lengua de su gloria
Y luego le consuela a travs de la muerte.
LUIS CERNUDA.
LOS
IMPRESORES
De los tres poemas que doy a continuacin, dos,
Los Impresores y Los Albailes, pertenecen al
libro EL HOMBRE Y EL TRABAJO, cuyo primer
poema, Estos son los oficios, apareci en la revista
Caballo Verde, en Madrid, noviembre de 1935.
A. S. P.
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Vosotros, impresores, obreros respetables, sois vosotros el cauce: a travs de vosotros el aire se ilumina de mensaje encendido.
Palpita en vuestra mano la historia de los hombres y tal vez
su destino.
Porque la muerte amarga y verdadera y el porvenir de triunfo
favorable llegan hasta nosotros mojados en sudor de
vuestra mano,
de vuestra noble mano solidaria del sabio y del poeta: y del
enamorado.
Y del que gime solo .sintindose perdido, oh colaboracin del
sudor y del llanto!
Como indeleble torre construyen vuestras manos,
como seal perpetua del acontecimiento lejano y victorioso
construyen vuestras manos
el intrincado y alto monumento de cierta tarde obscura.
Letra a letra levantan homenajes de slabas perennes.
Letra a letra se yergue con el tiempo
la (Jecidida historia de la sangre merced a vuestras manos.
Letra a letra.
Y tambin,
letra a letra levantan vuestras manos de albail invisible
los tiernos edificios amorosos,
la residencia lenta de las tribulaciones,
la mansin insaciable de la muerte
y el ms puro refugio,
la habitacin sincera y entraable del dolor compaero.
Letra a letra, impresores.
Los albaes
^^
LOS
ALBAILES
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No defraudis las manos que anhelan emplearse en el solo edificio que amaremos.
Mirad los albailes.
Imitad el ejemplo de sus manos terrosas y de sus blusas blancas.
Comenzad, comenzad sin demora el trabajo.
Los hombres se han reunido de nuevo y esperan edificios que
alberguen y consuelen.
Cernida la verdad sobre vosotros, no demoris su tiempo:
abrigadla.
Buscad los materiales en los hombres,
abrid profundas zanjas en la tierra y la vida que sirvan de
cimiento
y haced un solo muro de cal con vuestro esfuerzo.
La voz que ha retumbado slo de tarde en tarde por los oscuros templos,
las viejas catedrales, las iglesias,
se debe a vuestras manos, albailes
y hoy suelta por los campos, corre, galopa sin hallar aposento
fuera de vuestras casas, albailes, obreros que reunidos estis.
Y all donde los hombres se renan quiero un puesto.
Yo reclamo un lugar en las Casas del Pueblo para entonar mi
voz con una muchedumbre
y mis manos suplican un bautismo de cal que participe
del esfuerzo comn y la comn empresa de slidas y nobles
esperanzas.
Porque habis de saberlo:
l^ueblo traicionado
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PUEBLO
TRAICIONADO
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Pueblo traicionado
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EPSTOLA MORAL
A SERPULA
Estas letras que alumbran la distancia,
que escriben el adis con su cuchillo,
te ensearn, oh Serpula!, la cuna
de la verdad mortal recin nacida.
Hay un deber que es precio a nuestro aliento,
un impuesto del mundo a los que osamos:
te mando mi tributo en esta perla
tan luminosa, intil e inefable
que si a su luz contemplas la justicia
vers la araa que en su vano teje.
Bien s que no es ofrenda de deleites:
dura, amarga razn, conciencia viva,
flores perplejas de la magn?, zarza.
Si afectan poesa es dulce engao,
es cebo, a tus sentidos lazo amable.
Es la taza de leche entre las matas
que ha de llamarte con su tibio aroma
inquietando tu srpico retiro.
No es el redondo, femenino obsequio,
amistoso secreto del manzano;
es licor entraable, blanco llanto
que el seno maternal vierte ante el mundo.
Si bebes su beleo un alto fuego,
un veraz resplandor ir en tu sangre.
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Rosa Chacsl
*'
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Rosa Chacel
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T E S T I M O N I O S
EN EL NORTE,
BILBAO
Llegu a Bilbao poco antes, si acaso un par de das-de la destruccin de Durango por la aviacin alemana. Desde mi salida de Madnd,
en ninguna otra ciudad de la Espaa leal me haba encontrado con un
tal ambiente de guerra, de pueblo en guerra, como en Bilbao. Las circunstancias ms tarde han hecho que paso a paso se reafirmase en mi
sta primera impresin, y que por muchos motivos la imagen que guardar para siempre de Madrid en los meses de su tenaz defensa se confunda con la de Bilbao que entonces recoga. Atendidas pequeas diferencias de ambiente, puramente anecdticas, era la misma; en lo
profundo era la misma imagen, el mismo espritu el de las dos cmdades.
Cuando a mi regreso algunas de esas gentes pusilnimes de la retaguardia se han acercado para preguntarme, y hasta se han Permitido deslizar
u n - Usted cree que podr repetirse en Bilbao lo de Mlaga ? - l e s he
respondido con un rotundo jams. Qu tiene que ver aquello con esto !
Bilbao podr ser destruido, arrasado, como lo han sido buen nmero de
pueblos vascos desde que los rebeldes iniciaron su ofensiva en Euzkadi,
pero nunca ser del enemigo mientras tenga vida.
Despus del avance hacia Vitoria de los soldados vascos, que tan cerca de esta ciudad coloc nuestras trincheras, apenas haba existido actividad en los frentes de Euzkadi. Incluso se haba distrado de ellos bastante fuerza para contribuir a los ataques contra Oviedo. Sufra Bilbao
una completa transformacin en aquel momento en que yo lo visitaba.
De nuevo volva a sentirse sacudido por la guerra, y con mas fuerza que
nunca. El fascismo haba concentrado todos sus elementos sobre los
frentes vascos, y lo mismo en el de Guipzcoa que en el de lava, presionaba con extraordinaria violencia. Su aviacin, numerossima, realizaba tres, cuatro o ms incursiones diarias sobre la capital y los pueblos
de la ra, y actuaba en nmero de cuarenta a sesenta aparatos, de manera constante, en los frentes. Los soldados de Euzkadi conocan entonces un ataque tan impetuoso como el de Guadalajara. La tctica brutal
de guerra de Alemania se traduca en la feroz destruccin de las ciuda-
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V. Salas Vi
des de la retaguardia. Ciudades arrasadas desde sus cimientos, arrancadas de cuajo de la tierra en que se sustentaron durante siglos, coma
Elgueta o Durango o Guernica.
Toda esta actividad de los frentes hizo como avivarse en la ciudad
sus heridas. Los boquetes abiertos en sus casas por los bombardeos
areos de septiembre volvan a hablar con su terrible elocuencia. Haban
llegado a ser casi recuerdos de la guerra, de algo que se ha padecido ya
de una vez para siempre. Su significacin de ahora era muy otra. La
suya y la de tantas otras cosas. Ya digo que en muy pocas horas el ambiente de la ciudad, despus de lo de Durango, haba cambiado por completo. Sobre todo sus gentes. Eran distintas. Se haba mecanizado la multitud de una manera extraa. Pareca como si todas las personas
acudiesen automticamente a horas muy fijas a puntos sealados de antemano. Ese rumoreo de la multitud en las calles centrales de toda ciudad, ese ir y venir inconstante, caprichoso, haba desaparecido, dejanda
paso a un atirantamiento, a una rigidez extremos. Se haba disciplinado
en absoluto la vida de la ciudad. Lo que se acusaba de tal forma y con
tal fuerza, que por encima de las largas hileras de camiones llenos de
los soldados que van al frente, por encima de los alaridos de las sirenas
en la alarma, hasta de esos coches sanitarios que pasan a toda marcha
con los heridos graves, ello era lo que nos hablaba con mayor dureza
de que la guerra estaba encima, muy cerca de Bilbao.
Sub una maana al Archanda. Desde donde estaba no se vea bien
el casco urbano de Bilbao, que quedaba a mi espalda tapado por una
colina de pinos. Sin embargo, la ra se deslizaba brillante al sol que la
haca, casi ntegra hasta salida al mar. Lejona, Las Arenas, los
campos de aviacin de Lamiaco y Sondica se distinguan perfectamente.
Un pastor, muchacho de unos catorce aos, me explicaba los nombres
de los montes que tenamos alrededor y la parte hacia donde estaba el
enemigo detrs de ellos. Los soldados de Mola avanzaban entonces hacia
Durango, despus de haber c ^ | | | g u i d o repasar los altos de Urquiola
y Ochandianb, que tan d u r a s ^ H p l a s a lo largo de varios das y tan.
cuantiosas bajas les costaron.
Detrs de aquel monte me deca, en el valle, est Durango.
Mire un poco ms hacia 11 izquierda. Ve aquellas altiuras tan lejanas?
De^ll vienen los aviones que bombardean nuestros frentes. Cuando el
pre corre hacia aqu, hasta se oyen las explosiones. Tiran mucho y se^guido.
El muchacho era poco menos que u n tcnico militar. Perciba el zumbido de un motor, segn luego ptfdo aemostrarme, cuando ni remotamente nadie pudiera imaginarse su presencia. Saba de dnde venan,
hacia dnde tiraban, y haSta se atreva a fijar el nmero de aparatos, um
poco groso modo.
Documentos
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DOCUMENTOS
TEORA DE IVA GUERRA
I<a guerra no es nicamente matar ni nicamente morirse. Cuando
hay guerra todo est en guerra. Es necesario enfurecerse ante el hecho
repugnante y enternecerse hasta el extremo ante el nio que juega
y tambin hac^ la guerra, ante alguna mano muerta colgando de una
marquesina,'ante el violn abandonado en el pnico.
Madrid es todo Madrid.
E n su cintura de fuego como en su interior de fuego. Sus ojos, su
corazn, sus pulmones, sus rones, todo es Madrid. Es preciso que diga
de una vez : quiero todo Madrid.
^
Siento que me atraviesa de plazas, de tranvas, de cemntenos, de
hospitales, de intendencias, de sucesos, de nacimientos. Siento que me
suben por las venas rieles, cementos, ambulancias, voces, gritos, especies de ruidos inesperados. He vivido en cuarteles, entre soldados. En
organizaciones, entre poetas y polticos. No reprocho nada a nadie ni
aun cuando he comprendido que tal hecho no estaba dentro del ritmo de
la guerra. Porque eso es tambin la guerra. Si no fuera as no sera la
guerra, o la revolucin. No habra nada que cambiar.
Y se va cambiando. S. Aquel mendigo de San lyuis con el pequeo
cartel colgando de sus hombros sucios en donde se lea: Manco y con.
54
Documentos
guardia murmura: Jefazos.,..., y uno debe contestar : ^abron^.K Con
una voz oscura, rotunda. Yo propongo vanas consignas, ya
de^i<^^,
ya brutales. Yo propongo ahora la siguiente consigna : La guerra no es
la sola higiene del mundo. El guardia dice : 1.a guerra no e s . . ^ y hay
que contestar: ...la sola higiene del mundo... Porque la Sierra no es
la sola higiene del mundo. (Entonces ah estn los terremotos el hambre, los descarrilamientos, las epidemias.) Los aparatos de ^^ gu^^^
sern hermosos cuando estn en el Museo de a Revolucin. La nsolencia bravucona, incapaz de la sonrisa, y la lgrima es tan pequea
como la cobarda. La muerte descuidada o por decreto es una ofensa a
la muerte. El mismo desprecio a la muerte-guando carece de conten i d o - e s inconsciencia pura, miedo sin inteUgencia. Me desgarran los
heridos, los hospitales; las ambulancias fugitivas me conmueven. Me
repugna la guerra deportiva y me irritan los desfiles pueriles y las musicas fciles, que, adems, no recuerdan para nada a la guerra. Aquei
que ame verdaderamente la guerra, tendr que buscar un equilibrio
entre el cobarde y el carnicero. Propongo la siguiente consigna : Abajo
la teora... fascista de la guerra... Porque la guerra no es la sola higiene del mundo. Las gasas purulentas, la carne podrida, 1^_ ojos con
sueo, la muerte en pedazos, la locura roja, la mutilacin. Higiene del
mundo? Pero he aqu que esta guerra de Espaa puede ser la higiene
del mundo. Todos los que, en uno u otro frente, en Espaa o fuera
de Espaa, estamos metidos en la guerra, sospechamos eso y nos entregamos casi con alegra a los trabajos de la lucha y a los trabajos de
la retaguardia. Y hacemos esta guerra, decretada por el fasasmo contra el fascismo, es decir, contra la guerra. El fascismo, que pretende
extraviar el sentido autntico de la vida, ama la guerra porque se alimenta de sangre. El fascismo... se alimenta de sangre... Esa es a
verdad. La verdad de las consignas de Madrid. La tcnica que cre la
burguesa acabar con la burguesa. Puede ser una consigna sorprendente, como algunos lugares comunes. Es un lugar comn, pero es
cierto. Y la Revolucin, que ha puesto alas a esta guerra, permanece
y nos aguarda, ms all del aparato guerrero, ms all de todas las consignas, los sufrimientos, las rdenes, las sorpresas, y no ser posible
que alguien venga y diga: Todo volver a ser como ha sido, lodo
volver... a ser como ha sido... i No suena a consigna !
DE LA MUERTE EN MADRID
No conozco a la muerte. Nunca he visto su cara sin ojos, sin orejas,
sin boca, sin remedio. He odo, s, sus pasos de plomo derretido. He odo
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tambin su voz de relmpago sordo, afilada. He sentido, al mismo tiempo, su presencia fra sobre la tierra caliente.
No me quejo. Estoy cercado de temores y de soledad. Cercado. Una
primavera de pjaro y metralla est creciendo, y yo, acostado cerca de
la muerte, pienso que ella es tan viva ahora, y fundamental, tan decisiva, i Tan revolucionaria !
He visto morir. He odo morir.
Jvenes cayeron en la cintura de esta ciudad de naturales delirios,
sonriendo. I^a ceniza estaba en ellos ya presente y delicada. No eran vanidosos. No era el riesgo por el riesgo, la aventura por la aventura.
Era, simplemente, la guerra. La guerra y todos sus desastres, y toda su
fealdad. Ellos caan y otros se incorporaban. Y su mismo polvo se incorporar algn da.
Me refiero a una muerte til, no distrada, no derrochada. A la
muerte de los soldados que defienden las posiciones de la Repblica.
Estoy casi conforme, acostado cerca de la muerte. Soy casi libre,
y fuerte, y fino bajo las estrellas. Sin libros, sin museos, sin teoras,
solo entre la muerte. Al fin, metido en la verdad, consumido y alegre
como la ltima Uama. Soy una generacin.
Puedo hablar ahora.
Puedo decir que los discursos, y las pinturas, y los poemas, valen.
No tanto como el valor y el miedo del hombre.
Puedo decir: Madrid. Y puede responderme esta sombra, sobresaltada y lcida :
Despus hablaremos.
Ya no es necesariao conveniente^la deformacin. I/O demasiado
anguloso y cido. Con decir: Madrid..., uno siente gusto a sangre, a
tierra, y eso es bien simple y verdaderamente original.
La verdad es que el sentido de la tierra renace, se apodera de todo.
Ca evacuacin, las inyecciones antitfioas, ni siquiera agregan una
nota. Todo ocurre como deba ocurrir. El milagro consiste en que
no existe el milagro. Una ciudad se defiende en todos sus frentes.
No hay ausencias, no hay recadas. Se aumenta y se madruga. Con la
guerra, el olor de la tierra est ms cerca. Los familiares himnos, la
patria, las cartas que se escriben hablando de sucesos, de acontecimientos, de posibilidades. Sin que el viento, liviano y tremendo, de la
Revolucin, pierda su antiguo decoro.
As es la muerte en Madrid, sin cabecera, sin trajes, sin armadura,
sin reloj, sin participacin.
Documentos
^'
58
CO
LA
M E N T A R I O
P O L T I C O
TERCERA
CRISIS
POLTICA
6o
ngel Gaos
es otro que la relacin de la guerra y la revolucin. Crisis producida por
el divorcio de la guerra y la revolucin.
El itinerario de aquellas curvas que experimenta el movimiento espaol tiene tres puntos de referencia : las tres grandes crisis polticas del
Gobierno de la Repblica. La primera surgi como hecho necesario para
hacer frente a la guerra (fenmeno de reaccin, de apercibimiento). La
segunda sobrevino como suceso obligado para hacer frente a la revolucin (fenmeno de adaptacin, de encauzamiento). La tercera ha acaecido como realizacin exigida para coordinar la guerra y la revolucin
(fenmeno de equilibrio y de resolucin). Tal es el esquema terico del
movimiento espaol desde el 18 de julio.
Pero este esquema slo puede ser comprendido totalmente analizando
hasta la raz su contenido.
Se ha hablado y se ha escrito mucho sobre el problema de las relaciones entre la guerra y la revolucin. Lo cual demuestra sensiblemente
que este problema es, como hemos dicho, el fondo de la cuestin. Pero,
despus de tantos artculos, ensayos, palabras, discursos y frmulas, an
no se ve claro el problema ; estn todava sus ntidos contornos cegados
por turbias incomprensiones y oscuros apasionamientos.
La guerra y la revolucin son inseparables, se dice, o ms bien, se
grita. Mas luego se concluye increpando a los que (quieren ganar slo
la guerra, con evidente falta de sindresis y deduccin silgica. Pues
si la revolucin y la guerra son inseparables y se gana la guerra, se gana
tambin la revolucin. Lo contrario es admitir la posibilidad de separar
esencialmente la guerra y la revolucin, ganando la una y perdiendo la
otra. Claro que cabe otra interpretacin, pues el verbo de la existencia
espaola es equvoco. La revolucin y la guerra deben ser inseparables.
U o es sta, sin embargo, una afirmacin radicalmente distinta de la anterior. Una y otra son objetivamente ciertas. La revolucin y la guerra
deben ser y son inseparables.
No hay nadie que quiera, ni pueda, ganar exclusivamente la guerra.
En realidad es ello algo contradictorio, absurdo, imposible. No hay tampoco quien se,atreva a proclamar la insigne locura de que quiere ganar
la revolucin sin ganar la guerra. Cerremos, pues, ms estrechamente
los lmites de la cuestin y precisemos.
Todos estamos conformes en que la revolucin y la guerra son inseparables, pero an no nos hemos puesto de acuerdo sobre las relaciones
de la revolucin y la guerra. Lo negativo est claro para todos; lo positivo se mantiene secreto como germen de incomprensiones, disputas y
rivalidades.
Conocer la clase de ligaduras que existen entre la guerra y la revolucin y la dinmica y mecnica de su encadenamiento mutuo es la
premisa de una visin certera de la realidad actual, de una justa inter-
Comentario poUtico
^i
pretacin de los fenmenos polticos de la 61tima crisis del Gobierno presente y del nuevo rumbo.
Intentemos, pues, contestarnos profunda, pero difanamente esta pregunta : Qu relacin liga indisolublemente los destinos de la guerra y
de la revolucin espaolas ? Slo cabe una respuesta que no sea desmentida por ningn echo, que los abarque y explique todos : la guerra y
la revolucin estn ligadas dialcticamente como las fases y facetas d e
un mismo movimiento. La guerra desencadena la revolucin; la revolucin impulsa la guerra.
Tomemos un ejemplo elemental y transparente : la sublevacin militar y la guerra en que se convierte rpidamente como consecuencia del
fracaso del golpe de Estado provoca una reaccin defensiva de tipO'
revolucionario : la expropiacin de las tierras de la nobleza monrquica
y de los terratenientes y grandes propietarios complicados en el movimiento o enemigos del rgimen, y su entrega a los campesinos. I<a guerra engendra la revolucin.
Pero, con este acto revolucionario no solamente se le asesta un golpe
mortal a las fuerzas enemigas, privndoles de fuerzas materiales y morales, sino que se conquista a millones de campesinos para la causa de
la guerra antifascista, que es ya la guerra de defensa de sus tierras. La
revolucin apoya e impulsa la guerra. Tal es el movimiento de interdependencia mutua que desarrolla la guerra y la revolucin.
Ahora bien, si es cierto que la guerra y la revolucin estn ligadas
indisolublemente, lo es tambin que la guerra y la revolucin juntan
pueden perderse. Nuestra victoria no es una necesidad lgica incuestionable ; y hasta sera temeridad manifiesta esperarla como una consecuencia fatal de la absoluta necesidad histrica. Nuestra victoria la hemos de ganar nosotros venciendo a las fuerzas considerables que se
oponen a ella, y salvando los numerosos, importantes y complejos peligros
y dificultades que se atraviesan en nuestra marcha.
Esto quiere decir que hay que completar nuestra anterior interrogacin con esta otra pregunta: Qu relacin debe existir entre la guerra
y la revolucin para ganar ambas y salir vencedores ? Una y otra deben,
coordinarse en una direccin determinada, en un plan nico. Una y
otra deben servirse mutuamente con lealtad. Y ser leal para con otra
exige ser leal consigo mismo.
As, la guerra debe servir a la revolucin y la revolucin debe servir
a la guerra. Es decir, la guerra debe servir inexcusablemente para ganar
y salvar la revolucin. (Puede objetrsenos: No habamos quedado en
que ganar la guerra es en s ganar la revolucin, que una y otra son;
inseparables ? Efectivamente, contestamos; pero la guerra puede traicionar a la revolucin, traicionndose a s misma, esto es, dejando de ser
guerra. Para servir fielmente a la revolucin, la guerra debe ser guerra
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ngel Gaos
6%
Comentario poltico
vez ms, por otra maduraban las condiciones objetivas que hacan posible y reclamaban e imponan el cese de aquel divorcio.
Esta era la presente situacin. La guerra y la revolucin se polarizaban en su mxima enajenacin, como puras formas especcas. Ue
un lado, la guerra; la guerra pura, diramos. De otro lado, la pura
revolucin, cabra decir para entendernos.
,
, .
,,La ((guerra pura, desnuda, sangrienta, brutal, cimca: Vizcaya.
Los aviones alemanes destruyendo a Guernica, el recinto sagrado de las
viejas tradiciones del gran pueblo vasco. La maquinacin asesina de un
invasor extranjero embistiendo ferozmente a un pueblo prudente, catlico y nacional, para conquistar las riquezas de su naturaleza y de su
trabajo, saciando as sus torvos apetitos imperialistas. Nada ms lejano
a una guerra ((revolucionaria, poltica; a una guerra civil, a una contienda ideolgica.
j T> i
La ((revolucin pura, abstracta, fantica : los sucesos de Barcelona.
La mano oscura y cenagosa de la provocacin lanzando a gentes ilusas y
quimricas a una violenta lucha de barricadas ciudadanas. El conato
fratricida presentado monstruosamente, claro como una accin de
pureza ideolgica, de guerra civil intransigente entre la revolucin y la
contrarrevolucin... ms ac de las lneas de fuego que separan con
abismo de muerte el pueblo espaol de la reaccin y del fascismo internacional. Cabe olvido ms absoluto e inverosmil de la guerra?
Y sin embargo por una profunda paradoja, mientras se enajenaban y se perdan la guerra y la revolucin, las condiciones de la victoria haban crecido subterrneamente y una feliz coyuntura se ofreca
para ellas. El acontecimiento era inevitable. Como las anteriores, lo provocaba el desarrollo vital del movimiento espaol, obedeca a un profundo
sentido de la actualidad nacional. Y el nuevo Gobierno se puso en pie.
Le llamaba con voz indesoble el destino espaol.
A la tercera va la vencida, dice nuestro pueblo. Y a la tercera
crisis poltica de la Repblica asciende empujado por su pueblo un Gobierno genuino representante suyo, dispuesto a clausurar el perodo
icregular y contradictorio del crecimiento y poner proa segura hacia el
destino final. Un Gobierno decidido a reunir en una sola y poderosa
mano la guerra y la revolucin. Enrgicamente decidido a integrar la
revolucin en la rigurosa disciplina de un verdadero estado de guerra.
Resuelto a conducir inexorablemente el Ejrcito de la Repblica espaola a las batallas decisivas de la victoria sobre el enemigo, al servicio
fidelsimo de la revolucin.
NGEL GAOS
Mayo de 1937. Valencia.
N o T A 5
LINEAS SOBRE LOS POETAS Y PARA LOS
EN LOS DAS ACTUALES
POETAS
olas
65
66
Luis Cernuda
Notas
67
APUNTES
(SOBRE E L GENIO ESPAOL)
68
es burla o si es blasfemia su voz. Burla y blasfemia son algo muy espaol, propio del que busca a Dios.
La intencin fina se quiebra en nuestro canto. Y el espaol se extasa luego
en el tormento, o se pierde, tal vez, en suspiros largusimos. Pero esta violencia
de despus no es tal vez lo ms espaol, sino el aliento primero que se trunca,
que es tambin esa pureza o fuerza, ese ardor contenido que en los rostros de
campesinos espaoles hemos visto tantas veces.
Pero en siglos de fracaso y lamentacin, de olvido y picarda, nos hemos habituado ya a considerarnos a nosotros mismos como perdidos aqu en la tierra,
difciles e imposibles. El cante jondo nace con un esfuerzo tembloroso, como
ana altsima promesa de algo que va a alcanzarse y se corta luego, y surge el
ci!, la voz de abajo, de aqu, el recuerdo de la tierra, que pone un manto de
realismo y de humor, de comentario, sobre la divina palabra sin nombre ; pone
irona y distancia para apagar el xtasis. Y lo espaol as aparece siempre partido en dos : el deseo y su sombra, lo real y lo ideal, D. Quijote y Sancho, la
mstica y los picaros, el Greco y Goya. Pero nosotros sospechamos que esta dualidad clsica es slo accidental y pide en el fondo una sntesis que habr de encontrarse un da, una frmula humana, natural y mgica. Y esta unidad profunda
de nuestro ser se nos promete ahora.
No hemos encontrado an el camino de esa gloria natural que ser nuestro
hallazgo, pero s sabemos del tormento de la busca. Nuestro Unamuno es un
ejemplo. Diramos que viva, sufra y luchaba por una metafsica carnal, por un
impulso de Dios que l vea quiz en su sangre.
La actual lucha del pueblo espaol es hoy, para muchos, la realizacin viva
y proftica, humana, de este sueo. Espaa nacer limpia y profunda, clara y
universal.
La generacin que hoy lucha en las trincheras ha presentido ya hace tiempo
este gran da de transformacin. Ha pesado mucho sobre nosotros el hundimiento,
psicolgico ms que material, que fu para la vida espaola nuestra gran derrota
del 98. Toda la Espaa pintoresca y compleja del siglo xix se conmovi con
este golpe. Y la Espaa europea que luego quera amanecer era ms triste an.
Luego vino la Espaa de la Dictadura, la del vanguardismo en arte, la Espaa
fra ; pero dentro de ella, en los aos de mi adolescencia, se incubaba la Espaa
que hoy presentimos muy cerca. La Espaa de la gran batalla con las sombras.
La Espaa que lucha por un porvenir mejor que fu su pasado, un porvenir claro
y ardiente.
La juventud actual de Espaa, por un alto destino, ha vivido y vive momentos
decisivos para nuestra Historia. La ntima inquietud, la esperanza de un mundo
mejor, naci en nosotros con los primeros sntomas de agitacin poltica. Las vicisitudes sufridas son las mismas de nuestra propia alma. La guerra civil estaba
ya en nosotros, es nuestra vida y nuestra muerte. Es la verdad al fin patente
ante nuestros ojos, la verdad que ha aparecido limpia de brumas ; porque an
Notas
69
podramos pensar que la verdad no es sta, que lo que esperbamos no era esto,
pero eso slo sera pereza mental, cobarda. Nadie entre nosotros puede decir
que tiene an algo que pedir. Ya no queda sino luchar y vencer. Lo que esperbamos lo tenemos cerca. No queda sino alargar la mano con decisin y cogerlo.
CONTRA
VIENTO
MAREA
S, seor. El escritor goza de libertad para expresarse. De acuerdo, completamente de acuerdo. Pero hoy... Usted puede escribir sobre algo que no sea
Espaa ? Yo s que a usted le interesa la muerte, el amor, la eternidad. Pero,
no sabe usted, no comprende usted, estimado amigo, que hoy Espaa significa
lo que a usted le interesa : la muerte, el amor, la eternidad ? Y, concretamente,
la muerte, el amor, la eternidad en Espaa.
Ya sabe usted lo que quiero decirle : No ande por las nubes. Pise la tierra.
Que hoy, en Espaa, su nube, la nube, est en el suelo.
Hay gentes, de esas que dicen ser rebeldes y hasta lo son, que principian (los pocos aos, sin duda!) expresando su disconformidad permanente frente a todo lo que ven, oyen o presienten. Cuando son literatos, esta disconformidad
es lo que les da carcter. Pero es tambin su propia disconformidad, lo que
acaba por descaracterizarlos. Porque la mayor parte de las veces no estn
conformes por falta de comodidades. De tranquilidad moral y material. Y de
disconformes que erain, dan en cmodos. Es decir, siguen con su disconformidad, pero subvencionada.
A.1 frente de un artculo de Guillermo de Torre, en la revista Sur, presidindolo, leemos estas palabras de Andr Bretn :
lEstamos en la hora de los enrolamientos ciegos, de las sumisiones
a ultranza. Para el escritor que ito se aviene a ellas, que no se resigna
a hacer una dejacin absoluta de su personalidad, ponindola al servicio incondicional de un credo poltico, no hay ya sitio en Europa. Es
necesario hacer profesin d fe comunista o fascista si no se quiere ser
lanzado por la borda, flotando a la deriva al saltar hacia otro continente.
Pero este ltimo destino, aun con todos los riesgos de perdicin, de
extravo espiritual que implica para el escritor despaisizado, me parece
70
Lorenzo Vrela
preferible al de seguir viviendo aqu solo, o bien enregitnentado, marcando el paso a los acordes de cualquier trataplnt sectario. Por ello
tal vez me resuelva a embarcar para Mxico, donde me han ofrecido
una ctedra de filosofa. Cree usted, de no ser as, que tal vez en Buenos Aires... ?
Notas
^^
ARTURO
SOTO
P I N T U R A S Y DIBUJOS DE LA
REVOLUCIN
Al arte le basta con ser arte. Por sus adentros, obra al fin de hombre, le late,
soterraamente, el pulso fiel de fo humano.
^1 arte pictrico de Arturo Souto se justifica a s mismo por serlo en puridad.
(Dejemos a los puristas el afanoso logro del arte puro, olvidando el puro afn
por el logro cierto del arte verdadero.) En arte hay quien se busca, lealmente, a
s mismo y quien se oculta deliberadamente. Quien tantea y quien tontea. Y
tambin quienes zascandilean con el caduceo de Mercurio.
En la pintura de Souto corren parejos los valores plsticos con los espirituales. Se adivina en la lnea atormentada, a veces sincopada, del dibujo, un espritu agonioso, que pugna por expresar la profunda emotividad humana en torno
72
/ . Gonzlez
del Valle
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Notas
73
EDICIONES
NUEVA
CULTURA^
Notas
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DIECISEIS DIBUJOS DE GUERRA.Que Luna es nn pintor, un gran pintor, me parece un hecho tan indudable que el comenzar esta nota con esa
afirmacin no creo que sea, en modo alguno, adjudicarme un monopolio definidor. Y si me interesa afirmar sto, antes de seguir adelante, es para que sin
equvocos de ninguna clase puedan entenderse las lneas que me propongo escribir a continuacin.
No obstante perder mucho, muchsimo quiz, con la reproduccin y la reduccin, la calidad, la extraordinaria maaio de Luna se advierte desde el primer
momento, desde el primer dibujo, 1934. La represin, el patetismo angustioso
de aquellos das negros, tan presentes hoy en todos nosotros, est dada peatodos los medios : desde el concepto total del dibujo, hasta el patetismo casi
humillante de la descripcin. Todo es adecuado, segn creo, incluso la simbologa de todos los elementos que estn presentes en este dibujo : fsiles, gusanos, garras, ojos comidos, entraas, etc. La descripcin de este mundo angustioso que pudo significar en un momento el Convento de las Adoratrices, de
Oviedo, por ejemplo, est conseguida con una precisin formal de Durero,
con una apelacin al ms inconsciente horror de las representaciones onricas
de la angustia, a lo surrealista, y con una concepcin de pintor a lo espaol.
Asimismo, por ejemplo, en otro dibujo, que recordamos tambin de esta poca,
La Crcel de Oviedo, adonde lo mejor del simbolismo surrealista viene a
coincidir, histricamente, por su propia va, con el realismo trgico, de pesadilla, de la revolucin. Un mundo sin salida, una atmsfera de muerte detisiva,
de tortura sin horizonte, de pesimismo fundamental, est extraordinariamente
dado, lo repetimos, en estos dibujos de Luna. Tal vez a travs de una representacin potica del horror que no le pertenece totalmente, por venir arrastrada, como definicin, en los surrealistas, pero ah est, creo, llena de eficacia
plstica.
En la totalidad del cuaderno se pueden advertir todos los valores que quedan sealados anteriormente. Pero, claro est, aun siendo los mismos, o mejor,
por ser los mismos, ya no tienen, creo, la misma eficacia objetiva : porque hoy
110 es lo mismo que ayer. Y lo que ayer pudo ser magnfico, para expresar un
Jnoniento y un contenido histrico, puede hoy no serlo tanto. Y esto con ms
motivo en tanto que los dibujos quieren ser alusin inmediata al momento
actual.
Hoy en Espaa existe la guerra, la espantosa guerra. La guerra es quiz,
Proporcionalmente, cuantitativamente, ms espantosa que la represin. Pero hay
nn hecho que parece esencial y que no advierto en los dibujos de Luna, y que
68 el siguiente : cualitativamente, realmente, no puede ser el mismo clima de
horror el que exprese nuestra guerra que aquel que sirvi en Octubre para
expresar la represin. Porque la guerra, en medio de su horror, tiene un horizonte difanamente definido por la seguridad en el triunfo y en el mundo que
aqul presupone. Histricamente, el horror de la guerra, si se me i)ermite la
Notas
77
los matices que ha tenido siempre el romancero espaol : popular, directo, etc.
De cmo prendi ese romancero y de la verdad histrica con que naca pueden
dar buena fe los dos tomos que en breve va a editar la Alianza de Intelectuales
Antifascistas, de romances recogidos en toda la Espaa leal y hechos no slo
por los poetas profesionales, por as decirlo, sino, autnticamente, por todo el
pueblo.
De todos esos romances, Nueva Cultura ha querido recoger estos siete de
Gil-Albert, que significan una aportacin llena de gracia levantina al viejo
romancero castellano.
Son los romances que expresan la relacin social con la guerra. Son, efectivamente, romances de guerra, impregnados del tono trgico, anonadador, siguiendo la calificacin que el mismo Gil-Albert emplea para designar la realidad
espaola de esta hora, pero en los que palpita siempre la personalidad potica
de Gil-Albert, en su ascendiente de tradicin levantina y de influencia y aprendizajes clsicos. Desde el ronijance del Cuartel de Caballera, hasta el atisbo
magnfico de rememoracin tradicional, en ese ttulo ltimo, que es el romance
de L,os labradores y su Ministro, los siete estn llenos de ligeras alusiones
campesinas entremezcladas a un vocabulario potico que nace con la nomenclatura de la revolucin.
Hay en estos romances un contenido real, un realismo, si se quiere, y por
tanto una esperanza luminosa, la de nuestro pueblo, presidiendo todo el libro.
Tal vez en este aspecto Gil-Albert se muestre, por mesura, en el prefacio, ms
recatado de lo que en realidad, en los romances, aparece, cuando previene que
por ser poetas de trareisi-cin no se ha de exigir, a los poetas actuales, ese brusco
viraje de los acontecimientos de una manera directa. Porque parecindome
totalmente justa la observacin, es el hecho que de un modo espontneo, sin
otra exigencia que aquella ms honda de su propia conciencia, Gil-Albert se
produce, en estos romances, de acuerdo con ese viraje. Lo que, ms que otra
cosa, demuestra que si no es obligado, s es posible y por ello verdadero.
A. S. P.
Tambin, aparte de sus ediciones, nos llegan los nmeros segundo y tercero
de Nueva Cultura misma, donde se destacan trabajos de J. M. Ots, Jos Re'i^i) J. Gil-Albert, ngel Gaos, F. Carreo, Alberto, Rodrguez Luna, Ilya
Brhenbnrg, Csar M. Arconada, Bmilio Prados, Serrano Plaja, M. Altolaguirre,
Arturo Sonto, Prez Mateo y Eduardo Vicente.
78
CONFERENCIAS
En el mes de mayo se han dado en la Universidad de Valencia nuevas conferencias, siguiendo el ciclo iniciado hace algn tiempo. Han desfilado profesores, crticos y artistas, que disertaron sobre temas varios. Berta Gamboa, de la
Universidad de Mjico, sobre La literatura mexicana y la Revolucin de 1910.
Juan de la Encina, Director del Museo de Arte Moderno, sobre El pueblo en la
obra de Goya. A estas conferencias siguieron otras como la del profesor Jos Deleito sobre El primer golpe de Estado contra el rgimen constitucional de Espaa, y a sta, otras cientficas, como la del Dr. Mrquez, Decano de la Facultad
de Medicina de Madrid, Alrededor de la obra cientfica de Cajal ; de Prehistoria, por D. Luis Pericot, de la Universidad de Barcelona ; sobre Novedades
en las excavaciones de Itlica, por D. Juan de Mata Carriazo, de la Universidad
de Sevilla ; y pocos das antes Misin social del cartel publicitario, por Jos
Renu, Director General de Bellas Artes, documentado estudio. Los especialistas,
los cientficos, los divulgadores, los crticos, los que tienen ideas nuevas que exponer, o que muestran simplemente el fruto de sus investigaciones, tienen hoy una
tribuna en las aulas de la Universidad de Valencia, por donde pasan algunas de
las relevantes figuras que estn sincera y espontneamente al lado de la Espaa leal.
En la sala donde se exponan las obras de Souto, frente a sus cuadros magnficos, han hablado tambin, Len Felipe, sobre El mundo de los pintores, Ramn Gaya sobre El apetito de la pintura, y Lorenzo Vrela sobre La hora de
la verdad y la pintura del trabajo.
PROHIBIDA LA REPRODUCCIN DE ORIGINALES SIN CONSIGNAR SU
PROCEDENCIA
SUUAllO : Antonio Machado : Apuntes y recuerdos de Juan de Mairena. Len
Felipe : Universalidad y exaltacin. Ramn Gaya y Juan Gil-Albert: Cartas
bajo un mismo techo. Luis Cernuda : Elega a un poeta muerto (poema). Arturo
Serrano Plaja: Los impresores. Los albafiiles. Pueblo traicionado (poemas).
Rosa Chacel: Epstola moral a Serpula (poema). Vicente Salas Vi : En el Norte, Bilbao (testimonios). Ral Gonzlez Tun : Documentos. ngel Gaos : Comentario poltico. Luis Cernuda : Lneas sobre los poetas y para los poetas en
los das actuales. Antonio Snchez Barbudo : Apuntes. Lorenzo Vrela : Contra
viento y marea. Juan Gonzlez del Valle : Arturo Souto. Ediciones Nueva
Cultura. Conferencias. Manuel AUolaguirre : Tiempo, a vista de pjaro.
V I S A D O
P O R
L A
C E N S U R A
HORA DE ESPAA
R E V I S T A
M E N S U A L
CONSEJO DE COLABORACIN
LEN FELIPE. JOS MORENO
VILLA. NGEL FERRANT. ANTONIO MACHADO. JOS BERGAMN. T. NAVARRO TOMS. RAFAEL ALBERTI. JOS F. MONTESINOS. ALBERTO. RODOLFO
H A L F T E R . J O S GAOS. DMASO ALONSO. LUIS LACASA.
R E D A C C I N : M. ALTOLAGUIRRE. RAFAEL DIESTE.
A. SNCHEZ BARBUDO. J. GIL-ALBERT. RAMN GAYA.