La Justificacion Del Estado PDF
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1. Explicacin y justificacin: sentido y valor. El problema de la justificacin como problema de existencia del Estado. Justificacin, no de
la coaccin sino de los mayores sacrificios.
2. La justificacin no puede ser sino moral: funcin del Estado en funcin del derecho. Amplitud progresiva de la conciencia jurdica.
Secularizacin de la conciencia jurdica cristiana.
3. Confusin del problema de la validez con el de vigencia. El derecho
del ms fuerte como justificacin moral. Legalidad y legitimidad: legalidad del Estado de derecho.
4. Justificacin universal del Estado. Los principios ticos del derecho:
su exigencia de efectividad; su certeza. El aseguramiento del derecho.
5. Justificacin del Estado concreto. Las ideologas sociales legitimadoras. El monopolio de la funcin jurdica.
6. El derecho moral de resistencia: el demonio del poder: eterno conflicto.
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cin, al futuro. Muchos autores, para hacer ver que se trata de una necesidad
humana universal, afirman que siempre ha habido Estado, y algunos llegan
a sostener que el Estado es ms viejo que el gnero humano. Afirmacin
falsa, sin duda alguna; pero, aun siendo verdadera, no nos servira para
fundamentar que siempre ha de haber Estado, y mucho menos todava para
convencer a un anarquista o a un marxista de que el Estado debe existir en
el futuro. Engels reconoce expresamente que el Estado es una necesidad
socio-histrica de la sociedad dividida en clases, pero ello no le impide
negar la legitimidad de semejante instrumento de explotacin.
No en razn de que el Estado asegura un orden social cualquiera, sino
porque persigue un orden justo se justifican sus enormes exigencias.
Solamente refiriendo la funcin del Estado a la funcin del derecho es
posible la consagracin del Estado.
As como el Estado slo puede explicarse partiendo de la totalidad de
un ser social, as tambin su justificacin tiene que partir de la totalidad
de un ser aceptado por nuestra conciencia moral. La justificacin no puede
ser sino una justificacin moral, ya sea que se apliquen al Estado criterios
humanos de justicia, ya sea que se busque la justificacin en la voluntad
divina. Al separar dentro de la totalidad del ser, en virtud de un juicio moral,
lo que es justo y lo que no lo es, se plantea, por vez primera, el problema
de la justificacin de una fraccin determinada de esa totalidad. El non est
enim potestas nisi a Deo, la referencia de todo poder a Dios como fondo
trascendental de todas las cosas, justifica todo y, por lo mismo, nada. Semejante argumentacin presentara blanco cierto a la maliciosa pregunta de
Rousseau: s, lo mismo que todo poder, tambin toda enfermedad procede
de Dios, estar prohibido llamar al mdico?
No es posible ninguna justificacin del Estado sin la distincin de lo justo
y de lo injusto y de lo injusto. Y esa distincin no puede llevarse a cabo sino
con un criterio jurdico que tiene que ser aceptado como superior al Estado
y a su derecho positivo. En su calidad de valor metapositivo de medida y
distribucin, al derecho corresponde la funcin de disponer ordenadamente,
de ajustar la vida social; atribuyendo a cada miembro lo que le corresponde
en derechos y obligaciones en razn del todo, acomodando los miembros en
una adecuada relacin recproca.
S, con la jurisprudencia romana, determinamos como ley formal del
derecho el suum cuiqe tribuere, resalta en seguida que no puede existir una
justicia individualista ni una justicia colectivista. El derecho justo no puede
ser definido partiendo de un miembro, del que se afirma ser lo nico valioso,
ni tampoco partiendo de un todo supra-individual, del que se afirmara lo
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justifica nicamente en su calidad de organizacin garantizadora del derecho, se quiere dar a entender que no puede ser justificado ms que en la
medida en que sirve a la aplicacin y efectividad de los principios ticos
del derecho. Tampoco tiene nada que ver este aseguramiento del derecho
por parte del Estado con la distincin positivista entre un fin jurdico y un
fin cultural. Por el contrario, principios tico-jurdicos suelen ser los que,
en determinadas circunstancias, exigen por parte del Estado una actividad
econmica, pedaggica o cultural cualquiera. Salta a la vista que nuestro concepto de aseguramiento del derecho abarca ms que el concepto
corriente. Lo que hace necesaria la organizacin Estado en razn del derecho, no es slo la necesidad de la seguridad de la ejecucin, garantizada por
la coaccin estatal, sino, con prioridad histrica y conceptual, la del sentido
del derecho.
Los principios ticos del derecho justifican de manera inmediata las
normas de comportamiento pero no las normas de competencia. La ideologa legitimadora socialmente vigente en una comunidad jurdica es la que
decide qu autoridad es competente para el establecimiento, aplicacin y
ejecucin de los preceptos positivos. Semejante autoridad tiene que disponer del poder para asegurar el derecho y tiene que poseer el derecho para lo
mismo. Tiene que disponer del poder para establecer, aplicar y ejecutar, en
lo posible, el derecho, y dispone de l en la medida en que, por lo menos el
grupo que cuenta, confa en que est inclinado a asegurar el derecho y no la
injusticia. Hay que distinguir bien la justificacin ideal del Estado mediante
principios ticos del derecho, de esta legitimacin social de la autoridad
que garantiza el derecho. No es posible saber si la autoridad, socialmente
consagrada, sirve para algo ms que para garantizar formalmente el derecho, manteniendo por amor al orden un orden injusto, sino luego de haber
emitido un juicio acerca de la justicia del derecho garantido. La seguridad
del derecho y la justicia del mismo pueden entrar en conflicto y, precisamente, este dualismo nos revela el profundo problematismo de la justificacin de un Estado concreto.
La teora del Estado abandona a la filosofa del derecho la cuestin de si
los principios ticos del derecho pueden ser referidos a la certeza inmediata
de un sentimiento del derecho, o si pueden deducirse con certeza objetiva de
una ley jurdica suprema racionalmente formulada, y tambin la abandona a
las espinosas cuestiones acerca de si existen principios del derecho a priori,
y en qu sentido, y qu principios son universales y cules tienen un campo
de aplicacin que coincide con el mbito cultural. Pero que tales principios
ticos del derecho, que constituyen la base justificadora del Estado y de
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su derecho positivo, existen vlidamente, tiene que ser admitido por una
teora del Estado que se precie de ser ciencia de realidad. Estos principios
se diferencian claramente de las diversas ideologas sociales legitimadoras,
merced a su validez general, ya que pretenden valer para todos los sbditos del Estado en cuestin; adems, est su validez, si no alcanza categora universal absoluta, rebasa los lmites del Estado. Hobbes, que, como se
sabe, sacrifica completamente la justicia a la seguridad del derecho, expresa
la relacin entre el precepto jurdico y el principio y el principio jurdico
con las siguientes certeras palabras: Furtum, homicidium, adulterium, atque
iniuriae omnes legibus naturae prohibentur; ceterum quid in cive furtum,
quid adulterium, quid denique iniuria appelandum sit, id non naturali, sed
civili lege determinandum est.
Semejante determinacin y la correspondiente certidumbre de ejecucin
no pueden recibir los principios ticos del derecho por parte de cada Estado
ms que dentro de su campo de accin. Es mucho ms difcil que coincidan el campo del Estado y el mbito del derecho que el campo del Estado
y el mbito econmico. Esos principios del derecho no constituyen slo el
fundamento normativo del derecho estatal, sino tambin del derecho interestatal. Segn el artculo 38, seccin 3, del Estatuto del Tribunal Permanente de Justicia Internacional de la Haya, este Tribunal aplicar, adems
del derecho de gentes consuetudinarios y el de los tratados: Les principes
gnraux de droit reconnus par les nations civilices. Tales principios jurdicos no concurren con el derecho de los tratados y con el derecho consuetudinario, sino que constituyen el fundamento normativo de todas las formas
de derecho nacionales e internacionales y, en este caso, reciben la certeza
de su sentido mediante la sentencia del Tribunal, que va creando, partiendo
de ellos, preceptos positivos. Si el derecho de gentes representa en relacin
con una parte del derecho nacional un derecho tcnicamente imperfecto,
se debe a que, en muchos casos, la certeza de su sentido es problemtica, y
problemtica tambin, necesariamente, la seguridad de su ejecucin. Porque
el grado mximo posible de seguridad del derecho, lo mismo en lo que se
refiere al sentido que a la ejecucin, lo consigue la realidad jurdico-social
con el Estado moderno, quien dispone de toda una serie diferenciadsima
de rganos de establecimiento, aplicacin y ejecucin del derecho positivo.
El supuesto previo de un grado tan alto de seguridad es la soberana del
Estado. Gracias a su cualidad de unidad suprema de decisin y eficiencia
puede asegurar la unidad del derecho y de su ejecucin, y mantener una
organizacin unitaria para la produccin y reparacin del derecho. La efectividad de semejante sistema de control jurdico est condicionada por el
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Pero en realidad, una razn de Estado clarividente no exige la capitulacin de la conciencia jurdica, y el reconocimiento de un derecho moral
de resistencia tampoco trae como consecuencia la anarqua. Hay que hacer
constar que se trata exclusivamente del problema de la justificacin moral
y no de una cuestin cualquiera de legalidad. Es obvio que en el Estado
contemporneo es imposible reconocer un derecho legal de resistencia, y
tampoco es admisible la resistencia contra actos del Estado defectuosos en
el sentido de su legalidad, pero moralmente indiferentes. En muchos casos la
misma seguridad del derecho exige que se atribuyan al Estado aun aquellos
actos que carecen, en cuanto a la forma y al contenido, de las condiciones
que el orden jurdico positivo determina para tal atribucin. Por lo general
se trata de violaciones de disposiciones formales y de normas de competencia; semejantes normas son casi siempre moralmente indiferentes, y slo la
teora pura del derecho, que asigna a todo el derecho positivo, sin distincin
alguna, la cualidad de norma absoluta, es capaz de halar de la fuerza del
derecho con un entusiasmo que estara ms en su lugar al tratar de la justicia
que no de la seguridad. La exigencia de la seguridad justifica que los actos
del Estado lleven consigo la presuncin de su legalidad, que subsana los
meros defectos de validez jurdico-positiva. Se desquiciara todo el orden
jurdico si dejramos que el hombre de la calle condicionara su obediencia, en cada caso, a su propia opinin sobre si el rgano estatal ha obrado
de acuerdo con todas las formalidades jurdicas, y contadas las normas de
competencia de lugar, de tiempo y de materia. Adems, en el Estado de
derecho, es casi siempre ocioso un derecho de resistencia contra actos estatales con defecto legal, porque el sbdito perjudicado puede defenderse por
la va jurdica. Tampoco es raro que el Estado, tratando de proteger un bien
jurdico superior, haga valer actos ilegales como actos jurdicos vlidos.
Pero el problema es muy otro cuando se trata de un acto estatal moralmente reprobable, en cuyo caso no tiene mayor importancia si semejante
acto es o no legalmente irreprochable. Tomemos un ejemplo conocidsimo:
se amenaza con los castigos ms graves a quien, por conviccin se resiste
a ir a la guerra. La razn de Estado y el derecho positivo calificarn de
necesaria semejante disposicin, exigida por la seguridad del derecho.
Pero una conciencia jurdica no ser digna de tal nombre si no reconoce,
en este caso, un trgico conflicto de deberes y si, adems, niega al sujeto
en cuestin el derecho moral a resistir. Muchos, ciertamente, califican de
heroica una concepcin del Estado y del derecho que cierra las puertas a
toda resistencia. La verdad es lo contrario. Es heroica aquella concepcin
que no resuelve unilateralmente el conflicto de deberes, sino que reconoce
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